Re: La reliquia [Interpretativo][Libre][Cerrado]

Elen Calhoun Sáb Oct 15 2016, 01:41

Una leve presión en el hombro consiguió que la bruja desviase momentáneamente su atención del coleccionista, para observar por el rabillo del ojo como su compañero luchaba por mantenerse en pie apoyándose a medias en ella. Eltrant hacía todo lo posible por mantener el tipo, pero forzarse demasiado podría traerle consecuencias, cuanto antes acabasen allí antes podría tratar sus heridas. Afortunadamente, Cormac no estaba dispuesto a seguir peleando, sus opciones se habían esfumado de un momento a otro por haber subestimado a la centinela, y ahora no le quedaba más remedio que ceder y rendirse, solo así conseguiría salvar la vida.

Lentamente, por miedo a que el puñal volviese a cortarle de forma repentina, el coleccionista se acercó a una de las cortinas que cubrían las ventanas de la sala, apartando a un lado la tela para centrarse en unos cordeles dorados que se encontraban ocultos tras ella. Mientras tanto, el mercenario trató de llamar su atención chasqueando los dedos frente a los ojos de la joven, que en respuesta se permitió desviar la vista hacia él. ¿Se estaba preocupando por ella? Sí, al parecer hasta el guerrero había notado que su comportamiento no era el mismo del día anterior, ni mucho menos el del día en que se conocieron, cuando colaboraron para arreglar un problemilla en el puerto de Lunargenta.

La benjamina de los Calhoun guardó silencio durante unos instantes, cerró los ojos y respiró profundamente, trayendo a su mente la voz del viejo Tarivius, mientras de forma inconsciente, se llevaba la diestra a la marca que el hechicero le había dejado antes de morir. Sus recuerdos eran lo único que conseguía calmarla y devolverla a quien realmente era, pero a veces resultaba complicado darse cuenta de lo lejos que estaba llegando por culpa de la oscuridad, y justo en esos momentos era en los que necesitaba que alguien la ayudase a parar, antes de que fuese demasiado tarde y tuviese que arrepentirse.

Para cuando volvió a abrir los ojos el mecanismo de cordeles comenzó a abrir las vitrinas, dando paso a la alegría generalizada entre los prisioneros, que por fin volvían a ser libres. Sin poder soportar su derrota, Cormac golpeó sonoramente una mesa cercana y exigió que abandonasen su mansión de inmediato, argumentando que ya había cumplido con su parte. Para la tensai habría resultado sumamente fácil bajarle los humos con otra de sus descargas, pero en vez de hacerlo optó por ayudar a su compañero a ponerse en pie y dejar que él se ocupase de darle su merecido, con un contundente puñetazo que dejó al coleccionista tirado en el suelo.

Varios de los cautivos aplaudieron la acción del mercenario mientras éste terminaba de atar a Cormac para que no pudiese escapar, luego se hicieron a un lado para dejar que llegase hasta la hechicera, que comenzaba a sentirse algo abrumada por la multitud que se congregaba a su alrededor. Después de todos los problemas que le había dado el puñal Eltrant ya no se planteaba llevarlo hasta Lunargenta, probablemente quisiese perderlo de vista cuanto antes, y por eso se lo entregó a la bruja, dejando en sus manos la decisión de entregarla a quien pudiese ser digno de tenerla. - Creo que tengo una idea. - comentó, observando con detenimiento la empuñadura del arma.

- Si no es una herida profunda podría encargarme yo misma, si es algo más grave quizá te convendría acudir al hospital de la ciudad, puedo llevarte hasta allí. - respondió, echando un vistazo a la oscura mancha de sangre que había teñido las ropas de su compañero. - Los dragones no tardarán en venir, les entregaré la daga a cambio de que se ocupen de dar a estas personas lo necesario para que regresen a sus hogares. - continuó, volviendo a su carácter habitual. Tras pronunciar aquellas palabras guardó silencio nuevamente, lo justo para escuchar el apenas audible susurro del guerrero, que después de haber visto el peligro tan cerca tantas veces, se planteaba cambiar de trabajo.

- Mi hermano también se dedica a esto, después de ver los peligros a los que os tenéis que enfrentar constantemente quizá deba animarlo a salir de ese mundo. - comentó sin apenas elevar la voz, esperando que solo él pudiese escucharla entre el alboroto. Instantes después, una joven de cabellos rojizos se acercó a Eltrant y entre lágrimas le dio las gracias por haber regresado a ayudarlos, asegurando que ya había perdido casi por completo la esperanza de volver a ser libre. Todos estaban ansiosos por salir de aquella casa, y antes de que optasen por dirigir su energía contra el coleccionista, que seguía en el suelo e inmovilizado, la de cabellos cenicientos decidió ponerse al frente del grupo y comenzar a guiarlo hacia el exterior, cosa que todos agradecerían.

Cuando ya podía divisar con claridad el pasillo que llevaba a la salida, Elen se detuvo y desvió su mirada en la dirección en que se encontraba el salón donde se suponía que debían seguir los guardias de Cormac, ¿debía ir y ocuparse de ellos para que no escapasen? No, volver al conflicto solo conseguiría que la oscuridad regresase para nublar su juicio, así que tras pensarlo durante unos segundos, siguió su camino hacia el exterior. Una vez fuera, muchos de los prisioneros miraron al cielo y aspiraron con fuerza el frío aire del norte, sin terminar de creer que aquello estuviese pasando realmente.

- Os llevaré al cuartel para que os tomen declaración y se encarguen de llevar a Cormac y a sus hombres ante la justicia. - anunció, aunque primero tendría que solucionar el tema de su compañero, ya fuese por su cuenta o llevándolo al hospital de Dundarak.

**Eltrant Tale** Sáb Oct 15 2016, 20:39

Salieron de la mansión, como todos los presentes, tomó una larga bocanada de aire, aunque la suya acabó en un quejido lastimero. Lanzó un último vistazo al hogar de Cormac, siempre eran mansiones, o castillos, o grandes viviendas en mitad de los bosques ¿Es que todo aquel con un mínimo de poder acababa corrupto por alguna razón?

- Supongo que en el cuartel tendrán algo parecido a una enfermería – Sonriendo cansado a Elen estiró los pocos músculos que tenía intactos – Os acompaño hasta allí, cuando antes vengan a encargarse de Cormac y sus lacayos, mejor – Suspiró profundamente y miró hacia arriba, la noche estaba a punto de caer, leves copos de nieve comenzaban a precipitarse sobre la cabeza de los que abandonaban la mansión.

Eltrant, ayudado por la chica de cabellos rojizos, siguió de cerca a la peliblanca de camino al cuartel. No fueron pocas las miradas de los transeúntes, incluso algún que otro soldado que patrullaba la ciudad a se acercó a Elen a preguntar qué había sucedido.

Debido al estado del mercenario y en general, al tiempo que habían pasado todas aquellas personas encerrados en jaulas, caminaron despacio, quizás demasiado para la paciencia del castaño, que no se podía quitar de la cabeza la sensación de que Cormac habría desaparecido para cuando los caballeros llegasen a su mansión.

Una vez la luz del sol hubo desaparecido, prácticamente, de las calles de la ciudad, llegaron al cuartel. Eltrant esperaba que, al menos, los caballeros que se habían ido cruzando a lo largo de la ciudad, los que habían preguntado a los presentes el porqué de sus ropajes ligeros y se habían interesado por el estado del mercenario, hubiesen llegado a la mansión del coleccionista.

Como antes de que le secuestraran, consiguieron entrar en el cuartel, esta vez, sin embargo, tuvieron que responder algunas preguntas antes de que los guardias de la puerta permitiesen entrar a todas las personas que seguían a Elen al edificio.

Esbozando una sonrisa cansada al ver el mismo banco en el que le habían secuestrado un hombre de aspecto robusto se paró frente a él, y con una sonrisa, le pidió que le siguiese hasta la enfermería, asegurando que aquello era un favor hacia la peliblanca y que, usualmente, le hubiesen mandado directamente al hospital. Agradeciendo con una leve cabezada las palabras del hombre se giró hacia la bruja.

- Son todo tuyos, asegúrate de que ese desgraciado acaba entre rejas – Levanto la mano que no tenía rota, cubierta de sangre seca, y se la ofreció a su aliada con una sonrisa. Justo tras aquello siguió al grandullón hasta una sala bien iluminada, en la que reposaban varias camas, una mujer ataviada con una larga túnica blanca recibió al castaño con una sonrisa tranquilizadora – Por favor – Dijo acercándose a una de las tantas camas que había en el lugar – Túmbate aquí.

El resto de la noche fue algo a lo que ya estaba habituado, los curanderos limpiaros sus heridas y a continuación vertieron solución cicatrizante en ellas, cosa que, según dijeron, debían de hacer aproximadamente cada hora. No podría moverse en al menos un par de noches.

Miró la luna por el amplio ventanal y cerró los ojos, tenía la sensación de que no había descansado en meses, la noche en la que le asaltaron en su habitación de la taberna se le antojaba tan distante, tan difusa, y, sin embargo, había sido apenas unas horas atrás.

-Trate de dormir un poco, señor Tale – Dijo la mujer vertiendo varias gotas más del líquido de color rojo sobre su herida, lo que le hizo moverse levemente en la cama, incomodo. – Mañana se sentirá mucho mejor.

Suspiró y obedeció las ordenes de la mujer que estaba su cuidado, no podía hacer otra cosa salvo esperar, no podía ni siquiera ni despedirse de la bruja. – Disculpe – La curandera se detuvo antes de marcharse de la habitación - ¿Qué es una “Centinela”? – La mujer sonrió a Eltrant – Céntrese en descansar señor Tale, cada cosa a su debido tiempo. – Dejando reposar, ahora completamente, su cabeza sobre el almohadón que le habían proporcionado clavó su mirada en el techo gris que tenía sobre él.

Tras varias decenas de minutos perdido en sus pensamientos, miró por la ventana, la luna, lentamente, fue cubierta por un gran cumulo de nubes. Parecía que iba a nevar.

Off::

Elen Calhoun Dom Oct 16 2016, 22:17

El mercenario se veía capaz de llegar hasta el cuartel a pesar de sus heridas, y con la ayuda de la joven que acababa de darle las gracias pudo seguir el paso al resto del grupo, que tampoco avanzaba demasiado deprisa a causa del cansancio y las malas condiciones en que habían sido retenidos. Muchos se quedaron mirando con curiosidad al numeroso grupo mientras éste seguía su camino hacia el cuartel, y algunos incluso se detuvieron a murmurar acerca del aspecto de sus integrantes más llamativos, los hombres bestia. - ¿Qué ocurre? - preguntó un soldado que pasaba por la zona, acercándose a la hechicera.

- Venimos de la casa del coleccionista Cormac Blanchard, tenía retenidas a todas estas personas en el interior de su mansión. - explicó, sin pararse a dar demasiados detalles. - Dese prisa, lo hemos dejado atado pero no creo que se quede esperando pacientemente a que vayan por él, se encuentra en una sala de la planta baja. - instó, con la esperanza de que aquel guardia llamase refuerzos y se ocupase de la situación. - También encontraran a nueve de sus hombres en un gran salón, eso si no han huido ya. - añadió, antes de que el soldado asintiese con la cabeza y saliese a toda prisa en dirección a la mansión, llamando a las armas a todos los compañeros que encontró por el camino.

Para cuando llegaron a su destino el sol ya se había puesto, sumiendo la ciudad en un oscuro y desolado paraje, donde las temperaturas bajaban rápidamente. Aquello pasaría factura a los recién liberados, que no iban ataviados con las ropas adecuadas para hacer frente al frío del norte. Un par de minutos bastaron para dar las explicaciones pertinentes a los guardias que custodiaban la puerta, y tras esto, todos pudieron acceder al cuartel y resguardarse de la gélida brisa. Mientras algunos de los caballeros se afanaban por encontrar mantas o abrigos para los recién llegados, otro de los dragones se acercó al guerrero y le pidió que lo siguiese hasta la enfermería, lugar en que podría revisar sus heridas y tratarlas debidamente para que se curase lo más pronto posible.

Había llegado el momento de despedirse, así que aceptando la mano que le tendía, la de cabellos cenicientos devolvió la sonrisa a su compañero y asintió con la cabeza levemente. - Haré cuanto esté en mi mano, que te mejores. - respondió, antes de verlo abandonar la habitación tras el enfermero. Ella se mantuvo junto al resto del grupo durante unos instantes más, luego se dirigió a la torre en que aguardaba Sammuel, con el puñal de empuñadura de dragón que tantos problemas había causado.

Tal como había dicho anteriormente al mercenario, Elen entregó la daga al segundo al mando a cambio de que los dragones ayudasen a la gente que habían liberado de la mansión a volver a sus hogares, era lo menos que podía hacer por ellos. Una vez arreglado ese asunto, la tensai esperó a que los soldados regresasen de la casa del coleccionista para conocer el resultado de todo aquello, aunque la respuesta no iba a gustarle. Desde la ventana pudo ver como traían esposados a seis de los hombres de Cormac, pero no había rastro de él ni del resto de sus secuaces.

- Informe soldado. - ordenó Sammuel, en cuanto uno de los guardias se acercó a donde se encontraban. - Hemos detenido a seis individuos, pero no hayamos al coleccionista ni a los otros tres. - respondió el recién llegado, adoptando una firme pose propia de la formación. - ¿Cómo es posible? - preguntó el dragón, incrédulo. - Revisamos detenidamente toda la casa pero parece que pudieron escapar por un pasadizo del sótano, tengo a algunos hombres revisándolo para determinar a donde conduce. - informó, con cierto desánimo. Ahora debían poner en marcha toda una operación de busca y captura que quizá no llevase a nada, sobre todo teniendo en cuenta la ventaja que les llevaban.

Elen maldijo interiormente, frunciendo el ceño y bajando la vista al suelo, arrepentida por no haber regresado a ocuparse de aquellos desgraciados personalmente. Cierto era que la oscuridad le estaba ganando terreno, pero aun así no podía permitir que individuos como Cormac se saliesen con la suya, la próxima vez no cometería el mismo error, aunque con ello perdiese un poco de sí misma. - Buscadlos, removed cielo y tierra si es preciso, no quiero a ese secuestrador en las calles. - ordenó, acompañando sus palabras con un gesto para que se retirasen de su vista. - Lo lamento Elen, haremos todo cuanto podamos para llevarlo ante la justicia. - aseguró, dejando escapar un suspiro de resignación.

- Algo me dice que tarde o temprano volveré a encontrármelo, pero no tendrá tanta suerte la próxima vez. - comentó ella, dejando entrever que de toparse nuevamente con el coleccionista, dicho encuentro acabaría con la muerte del excéntrico caballero. - He de irme, te agradecería que me avisaras si surge cualquier otro problema. - pidió, antes de despedirse del dragón y abandonar el cuartel. La noche le impedía abandonar la ciudad así que buscaría un lugar donde descansar hasta el amanecer, entonces partiría de regreso a la gran estepa, tras hacer su parada obligatoria para volver a mirar al demonio sombrío que tan cerca había estado de arrebatarle la vida años atrás.

Off: Listo para cerrar y ponerle la etiqueta, he optado por dejar que Cormac, Maxine y dos más se libren, así quizá en el futuro tengas ocasión de vengarte de las torturas que ella te hizo.

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