Otro tipo de estrellas [interpretativo][libre] [Cerrado]

Wind continuaba sollozando en el suelo mientras se tapaba la cara con las manos, esta situación la había superado por completo, no sabía qué hacer ni que pensar y mucho menos sabía que decir. Su cabeza se notaba completamente embotada, si en ese momento hubiera entrado el mismísimo rey en la habitación no se hubiera dado cuenta pues no podía analizar la situación ni si quiera podía pensar con claridad solamente podía pensar en lo mucho que odiaba a aquel elfo que parecía burlarse de ella. Sólo quería estar sola, solo quería que aquel hombre desapareciera de su vista para siempre, no quería estar cerca de él pues no le gustaban las personas mentirosas.

La joven no se percató de nada de lo que estaba haciendo Sarez, pues aún permanecía en el suelo con las manos en la cara. Los latidos de su propio corazón impedían que pudiera escuchar cualquier cosa a su alrededor por lo que cuando el elfo le cogió las manos se sobresaltó haciendo que levantara la mirada para mirarle a la cara. Tenía una expresión descorazonadora, como si a la joven le hubieran dado la peor de las noticias en la peor de las situaciones mientras las lágrimas seguían cayendo como una lluvia torrencial por sus mejillas.

“No quiero que me toques. Suéltame. Te odio” Aquella idea se le vino a la cabeza tan pronto como el hombre la tocó. La elfa no acostumbraba a odiar a nadie, le parecían sentimientos horribles que nadie debería tener nunca, pero desde luego, no eran sentimientos fáciles de combatir y dejarse llevar por el odio parecía la opción más sencilla además de la correcta.

Aquellas palabras le dejaron claro que aquel elfo no estaba bien ¿Cómo tenía el valor de volver a mentirla en su cara? ¿Acaso no se daba cuenta del dolor que causaba? – T-Tú…Yo... Te odio.- Dijo la joven como si aquellas palabras le dolieran más a ella que a él. –Eres un mentiroso ¿tienes el valor de mentirme de este modo tan descarado?- Comentó la elfa completamente dolida como si arrastrara las palabras. “¿Llora?” Eso desconcertó a la joven unos instantes haciendo que sus manos temblaran – N-No te entiendo ¿Por qué lloras? ¿Qué esperas conseguir de mí? ¿Por qué te empeñas en mentirme?- La cabeza le daba vueltas, aquello era más difícil de procesar de lo que jamás se hubiera esperado.

De repente, la elfa cayó en la cuenta de que era lo que podía estar reteniendo a aquel elfo. Retiró las manos del agarré de él y se desabrochó el collar para acto seguido colocárselo en una mano al hombre. –Toma, no es de mi abuela. No lo quiero.- Sentenció en voz baja abatida. –Por favor, vete. No quiero volver a verte, nunca.- Comentó la joven mientras las lágrimas aún caían por su rostro enrojecido. Mientras todo esto sucedía Wind no apartó la mirada de la de Sarez en ningún momento intentando así que comprendiera el dolor que le causaba –Por favor- Aquello sonó como una súplica desoladora, como si de un momento a otro pudiera perder la cabeza si aquel elfo no la dejaba sola y ella no quería odiarle más de lo que lo estaba haciendo en ese momento

Cojo con las dos manos el collar de escamas que Windorin me cede, el mismo collar que le había regalado para que dejara de llorar. Mientras, ella me pregunta y me insulta llamándome cosas que no son ciertas, me doy cuenta de lo mal que lo he hecho todo. No soy cruel, tampoco mentiroso, son las voces, ellas han sido las crueles y las mentirosas no yo. Sin embargo, mía es la culpa de dejarme manipular por ellas. Si hubiera tenido el suficiente control sobre mi cuerpo no hubiera dejado que ninguna voz hablase en mi nombre para decir mentiras y hacer llorar. La han hecho daño, y lo seguirán haciendo. Lo mejor es que me vaya. Windorin tiene razón, debo marcharme. Pero no solo de su lado, de lado de todos. No sirvo para estar con nadie.

-Gracias.- Contesto con voz queda.

Si voy a hacer llorar así a todos no quiero estar con nadie. Suelto mi mochila con los víveres que me había comprado para el viaje, viaje que ya no quiero hacer. No puedo reprimir más las lágrimas de mis ojos. A medida que le doy la espalda a Windorin y me alejo de ella, un llanto comienza a nacer de mis ojos. La chica me ha enseñado lo malo que soy para vivir con las personas; no voy a luchar más por ello. Volveré a mi bosque, al lugar del cual nunca debí salir. Si me desterraron de la ciudad de los elfos sería por un buen motivo.

Al salir de la habitación veo a la dueña de Doce Millas entre los pasillos. Está nerviosa y tiene cara de tener miedo; tiene miedo de mí. Se acerca poco a poco al umbral de la puerta de la habitación tan solo para comprobar que no he hecho daño a Windorin. Llega tarde, ya le hice mucho daño con las heridas que no sangran.

-Windorin está muerta.- Dicen las voces antes de que pueda evitarlo. - La he matado.-

La mujer me mira con mucho más asustada que me miró en un principio. Corro hacia abajo de la taberna avergonzado por lo que he dicho y huyendo de la mirada de pavor de la mujer. Sin embargo, bajo, la gente me mira igual. Me fijo a la familia que le había dejado mis mantas; las sabanas estaban apartadas a un lado y ellos parecían tener miedo a tocarlas. Cualquier cosa que les pudiera haber dicho la dueña de la posada sobre mí es mentira. No he hecho nada malo y no soy cruel.

Salgo de Doce Millas. Lo que antes era el inicio de un llanto, ahora es un sollozo. Recuerdo a Idril más que nunca, la echo de menos y quiero que regrese. Ella fue la única que supo ver algo bueno en mí y la única que no me trató como un maldito monstruo.

Después de aquella ultima suplica Wind se abrazó a si misma mientras agachaba la cabeza de nuevo sin parar de llorar. Aquello había sido demasiado para ella, hacérselo pasar tan mal para que al final fuera todo una mentira había resultado demasiado para la confiada joven que realmente aquella noche no había ido como ella esperaba. Sus propios llantos taponaban sus oídos y no podía pensar con claridad, tan sólo quería estar sola para asimilar todo aquello.

Un golpe seco contra el suelo, la sacó ligeramente de sus propios pensamientos lo que hizo que la elfa levantara la mirada para ver como Sarez había dejado la mochila en el suelo y se disponía salir de la habitación. Tardó unos segundos en razonar de nuevo “¿Deja sus cosas porque planea volver?” Fue lo primero que se le pasó por la mente pues era lo que parecía más lógico.

Cuando el elfo salió de la habitación Wind empezó a calmarse poco a poco a lo largo de unos segundos que parecieron interminables. Seguía mirando a la puerta, como si el hombre fuera a volver a entrar en cualquier momento disculpándose por todo aquello, pero no sucedió tan sólo apareció la tabernera ligeramente asomada por la entrada como si intentara deducir que había ocurrido en esa habitación y si la joven estaba muerta o no. La elfa intentó confirmarle que estaba viva con unas escasas palabras que salieron titubeantes de sus labios –Estoy… bien- Mintió para evitar que llamara a la guardia o que se alarmase más de lo que ya lo estaba. Continuando con su mentira se levantó lentamente, haciendo ver que no tenía heridas físicas por lo que no estaba ni iba a morir; le titubeaban las piernas y parecía estar hecha de gelatina completamente pues apenas podía sujetarse erguida sin desplomarse de nuevo en el suelo además, las lagrimas dejaron de salir dejando sus ojos irritados y su cara con un tono rojizo.

-Ni si quiera se ha disculpado- susurró despacio, como si se hubiera dado cuenta de aquel detalle de repente pero no quisiera admitirlo. “No se ha disculpado” Aquellas palabras se repitieron en su mente varias veces hasta que tomó una decisión, más arriesgada de lo que debería pues tenía miedo y solo quería ir a algún lugar seguro y olvidarse de todo aquello pero desde luego no iba a dejar las cosas así, ella se merecía una disculpa al menos.

Despacio, como si le pesaran los pies, empezó a andar despacio ante la atenta mirada aún de la señora que no terminaba de comprender la situación. Recorrió el pasillo y bajó las escaleras con parsimonia, como si no tuviera ninguna prisa con una expresión abatida en el rostro, sin dejar de mirar al suelo. “No puede estar muy lejos” Se dijo a si misma mientras ignoraba por completo las miradas de la gente que estaban en el salón. Cruzó el salón despacio ahora más segura y salió por la puerta de la posada con cautela, intentando vislumbrar al elfo lo cual no le llevó mucho pues estaba justo al lado de la entrada sollozando. “¿Qué le pasa?” Desde luego, no le comprendía, no entendía nada pero la verdad era que no tenía ningunas ganas de compadecerse de él.

Wind se puso justo en frente de él mirándole muy fijamente intentando apartar a un lado la lástima que el pudiera tener para poder decir todo lo que quería. –Tú me debes una disculpa- Dijo despacio con un volumen normal, como si estuviera educando a un niño. –Después de todas las mentiras y las cosas tan horribles que me has dicho, lo mínimo que deberías hacer es disculparte- Dijo la joven en el mismo tono intentando que su interlocutor entendiera su razonamiento. –No puedes hacer lo que has hecho y largarte sin más, esperando irte de rositas- Terminó diciendo la joven esperando su disculpa.

¿Por qué lo hace, por qué me sigue? No lo comprendo. Le estoy haciendo sufrir, lo  mejor es que me aleje de ella. Que me aleje de todo el mundo. Me he ido de Doce Millas y le he dado mi habitación para que llorase sola. Aun así, ella ha salido de la posa para seguirme. No comprende que si viene conmigo lo único que hará es llorar tampoco sabe lo difícil que es para tener que escuchar mi voz diciendo esas mentiras tan crueles. Yo no soy lo que dicen las mentiras. No soy un asesino de estrellas, no quiero matarla, no conocía su abuela y no la amo. Todo eso es falso, todo eso es obra de las voces. No es mi culpa, yo no soy cruel.

Una última lágrima surca mi tez en el mismo instante que Windorin se para enfrente mía. Mientras ella habla exigiendo que la disculpe, yo pienso en la última lágrima. Cuando se fue Idril fui a la misma cascada donde la vi por primera vez. Seguí, paso por paso, cada acción que hice el día que la conocí como si eso fuera a traerla de nuevo. Lo último, fue saltar desde la cascada. Mientras saltaba, una única lágrima acariciaba mi cara. Era signo de dolor y de querer creer algo que en el fondo sabía que era falso. Esa lágrima era igual a la de ahora. Ambas nacen del dolor y de desear que algo que sé que no va ocurrir ocurra. Entonces, deseaba ver a Idril, ahora, deseo que Windorin se vaya y no sufra más por mis mentiras.

Agacho la cabeza con un gesto pesado y avergonzado. Windorin tiene razón: He hecho cosas horribles, le debo una disculpa. Pero las mentiras no quieren dársela. Ellas ya resuenan en mi mente diciendo cosas todavía más horribles de las que he dicho en toda la noche. Me doy una bofetada a mi mismo para hacerlas callar. Es inútil, continúan mintiendo.

-Nada de lo que te he dicho ha sido mentira.- Mi voz suena con un tono firme y seguro, pero ese tono también es una mentira. - Eres tú la que se debe disculpar. Eres una maleducada…-

Antes de decir nada más me pego a mi mismo una bofetada y luego otra. Voy a pegarme una tercera bofetada cuando mi mano izquierda detiene a la derecha. Las mentiras no quieren que me haga daño.

-Tu abuela…-

No dejo que las mentiras acaben la frase. Me pego un salto de espaldas hacia suelo para hacerlas callar. Siento que me estoy pegando contra mi mismo. Pero es la única manera de detener las mentiras, es lo único que me queda para poder salvar a Windorin.

-Lo siento.- Consigo decir con mucho pesar. - Me he portado mal.- Las mentiras mueven mis dientes y hacen que me muerda mi lengua.

Volteo sobre el suelo para ponerme boca abajo y lleno mi boca de tierra de un mordisco. Así las mentiras no me harán daño ni dirán nada más. Mi mano izquierda se mueve y me da un golpe en la cara que hace que escupa la tierra.

-Me he portado bien.- Dicen las mentiras e, inmediatamente, doy una bofetada más a mi cara. -¡Vete!- Consigo gritar a Windorin. -Vete por favor.- Las mentiras se adueñan de nuevo de mis palabras. - No te vayas. Me suicidaré si te vas.-

Los hombres y mujeres que estaban en el salón principal de Doce Millas han salido de la posada para ver que ocurre fuera. Nos observan, a Windorin, a mí y a las mentiras; cuchichean entre ellos frases que no llego a escuchar. En algunos de ellos, entre los cuales están la familia de la chimenea, puedo ver un gesto de dolor y miedo dibujado en sus caras. Las mentiras no solo han herido a Windorin, les han hecho daño a todos.

Wind vio como el elfo dejaba de llorar, parecía que se había calmado un poco por fin pero la joven aun esperaba su disculpa y por mucho que le temblaran las piernas, no pensaba irse de allí sin una disculpa. Se quedó quieta, justo en frente de Sarez mirándole a los ojos fijamente, con la vana esperanza de que no se lo pusiera más difícil mientras esperaba a que éste comenzara a hablar.

La primera bofetada que se dio el elfo, dejó a la joven completamente aturdida “¿Qué hace?” Pero esa pregunta se borró de su mente tan rápido como había venido cuando escuchó a Sarez hablar -¿Pero qué estás diciendo?- Dijo la joven francamente irritada pero la siguiente bofetada hizo que Wind volviera a sorprenderse y a quedarse callada hasta que volvió a escuchar a Sarez con la intención de hablar de su abuela. Cuando la joven notaba que la irritación creía, el elfo se daba un tortazo. -¿Pero qué estás haciendo?- Preguntó la elfa aturdida ante la semejante paliza que se estaba dando el hombre solo.

Cuando escuchó la tan pedida disculpa, la joven sonrió ligeramente al elfo que estaba tirado en el suelo mientras se agachaba para ponerse de cuclillas. Al ver al elfo hacer semejantes estupideces, resopló sonoramente y le posó una mano en la espalda, mientras le miraba con tranquilidad como cuando se mira a un cachorro asustado. Intentó tranquilizarle en silencio pero esa intención apenas duró unos segundos pues el hombre volvió a hablar, lo que hizo que la joven se sentara en el suelo, junto a él junto con un par de respiraciones profundas –Cálmate, no me voy a ir a ningún sitio- Dijo tranquilamente con cierta resignación cuando vio al elfo darse otro guantazo.

Wind había decidido que hacer caso fielmente a lo que decía aquel elfo sería una pérdida de tiempo, así que simplemente se limitó a decir –Si si, no me voy a ninguna parte- Suspiró cuando éste amenazó con suicidarse a sabiendas que no lo haría, aunque como siguiera dándose golpes, sí que iba a acabar seriamente dañado. -¿Podrías por favor dejar de pegarte? Es raro- Dijo la joven mientras continuaba mirándole esperando algún tipo de reacción lógica.

La elfa giró la cabeza un momento ya que aquel escándalo, sabía que no iba a pasar desapercibido por mucho tiempo y efectivamente así fue, vio a la gente de la posada asomada a la puerta intentando averiguar que sucedía mientras susurraban entre ellos, probablemente sus hipótesis que en esta ocasión, váyase usted a saber cuán descabelladas serían. Suspiró y su mirada bailó un par de veces entre la gente y el elfo que continuaba en el suelo hasta que al final, miró a la gente hambrienta de curiosidad y se limitó a pedirles que entraran de nuevo con la mayor educación y calma de la que fue capaz. –Está todo bien, podéis entrar de nuevo, la noche esta fría como para no estar frente a un fuego- Acto seguido volvió a mirar al hombre que tenía en frente -¿Se puede saber en qué estás pensando?- Dijo la elfa a modo de reprimenda.

Los curiosos parecían por fin haber vuelto a entrar en la posada, probablemente preguntándose aún que estaba sucediendo pero aunque quisiera, tampoco podía darles una explicación pues ni ella misma sabía lo que estaba sucediendo, los razonamientos del elfo parecían quedar muy lejos de donde ella estaba.
-¿Podrías hacer el favor de calmarte?- Preguntó Wind mientras le tiraba de un brazo para intentar sentarle en el suelo y le pasaba un poco de agua –El barro no está bueno, toma- Dijo con una pequeña sonrisa intentando que beber algo de agua le calmase mientras seguía sentada justo en frente de Sarez mirándole a la cara.

No se va. No me hace caso. Quiero que se vaya, solo así dejará de sufrir, solo así se le cerrarán las heridas que no sangran. Le he intentado avisar que conmigo lo va a pasar mal, le he dicho que se vaya y me he dado yo mismo una paliza por hacer callar a las mentiras. Aun así, Windorin no se va a ningún lado. Sigue sentada a mi derecha, me ayuda y me sostiene como si todas las heridas que le he hecho no le importasen. La mirada con fiereza por no hacerme caso al ordenarla que se vaya y, al mismo tiempo, con dulzura pues, a pesar de todo lo que le hecho, sigue conmigo.

Deseo poder explicarle que me pego para no herirla más, así comprendería por qué lo hago. Pero, no puedo explicarle nada. Las mentiras están apunto de decir algo, las freno metiéndome un puñado de tierra en la boca. Todas las palabras que salen de mi boca se oyen como un mísero farfullo enterrado en tierra.

Windorin me invita a entrar en la posada usando el mismo argumento que la primera vez que la vi: Hace frío fuera. No puedo evitar sonreír ligeramente ante la ironía del momento. Ya en el equinoccio de nuestro encuentro, la chica vuelve a decir lo mismo que en nuestro amanecer. La diferencia del primer encuentro a éste es que en uno ella huía de la compañía unos borrachos y, ahora, una gran multitud de personas no dejan de mirarnos. Es probable que, en medio de la gente esté uno de esos mismos borrachos. No me importa. Si el hombre se acerca pidiendo compañía, usaré todo el mal de mis mentiras contra él. No dejaré que nadie haga mal a Windorin. Ella ya ha sufrido demasiado por mi culpa.

No puedo calmarme, y si en algún instante lo he podido conseguir, sus preguntas hacen que me ponga más nervioso. Una pregunta suya equivale a una respuesta mía, respuesta que las mentiras manipularán para hacer daño a Windorin. ¿Cómo quiere que me calme sabiendo que puedo herirla? No. No puedo hacerlo. No me puede decir que lo haga. Ella se tiene que ir. Si se va me calmaré. En soledad no podré herir a nadie más.

De su cintura, saca una cantimplora y me da de beber para limpiar mi boca de todo el barro que me he metido para frenar a las mentiras. Insensata. Las mentiras ya no tienen nada que les impida hacerla daño. –Gracias.- Consigo decir apretando los labios de mi boca para no decir nada más a la vez que empujo con suavidad y cariño a Windorin para alejarla de mí. Ya ha hecho mucho por mí. No quiero que haga nada más. Si hace algo, por pequeño que sea, está en peligro de acabar más dañada que antes.

Unas lágrimas salen de mis  ojos sin que pueda impedirlo. Las lágrimas no son de mentira, son reales. Están cargadas de impotencia por no poder hacer nada para ayudar y todo para dañar, de pena por ver que las heridas de Windorin no le impiden ayudar y de rabia por saber que mi viaje acaba de terminar.

Wind continuó esperando a que el elfo se calmara, pero parecía que no tenía ninguna intención de hacerlo así que simplemente se quedó sentada a su lado mientras Sarez bebía agua. El empujón, hizo que la joven mirara de nuevo al elfo ¿Ahora quería que se fuera? Suspiró, parecía que el silencio resultaba más productivo, pero no podría comprender del todo lo que quería aquel hombre si continuaban en silencio.

-¿Quieres que me vaya?- Preguntó la joven algo preocupada pues no sabía cómo se quedaría el elfo si ella se iba aunque lo más probable era que volviera a entrar en la posada a descansar lo que quedaba de noche, lo cual parecía una idea más que lógica ya que a esas horas el sueño era más una obligación que cualquier otra cosa y en los ojos de la joven se hacía notar ya que le costaba ligeramente mantenerlos abiertos.

La joven esperó en silencio a la respuesta de Sarez, antes el elfo había dicho que se suicidaría si ella se iba pero también le había pedido que se fuera varias veces, además estaba el pequeño empujón que le había dado hacía apenas unos minutos así que, si el pensamiento de los dos jóvenes estuviera más o menos en el mismo sitio lo normal sería que Wind se fuera y dejara solo al elfo para que terminara de tranquilizarse y pudiera descansar.

La elfa cogió de nuevo el agua y se guardó en la cadera de nuevo con calma, como si lo hiciera exasperadamente lento pero la verdad era que su cabeza no estaba en aquel lugar ahora mismo. Empezó a analizar sobre por qué había dejado las cosas en su habitación pues incluso cuando había bajado a tomar el aire llevaba un bulto con cosas y no parecía del tipo de personas que dejaban las cosas importantes en las habitaciones de una posada ya que era más que habitual que las cosas desaparecieran en cuestión de segundos recordaba cómo algunos posaderos le había explicado que aquello era “una propina extra” lo cual, a la elfa no le gustaba ni un pelo pero tampoco era que pudiera hacer mucho para solucionar ese tipo de cosas. Al final, la curiosidad le pudo -¿Por qué has dejado las cosas arriba?- Preguntó con voz pausada mientras miraba a Sarez, el tono podía asemejarse al de alguien hablando a un niño asustado pues en esos momentos, así era como la pequeña elfa veía al hombre que estaba a su lado.

Wind esperó a la respuesta del elfo con la esperanza de que éste le contestara de un modo normal, sin más mentiras o golpes pues no tenía ningunas ganas de continuar con aquellos espectáculos aunque lo cierto era que no tenía muchas esperanzas en aquello ya que hasta el momento, sólo habían mantenido una conversación medianamente normal y ni si quiera estaba segura de que pudiera calificarla como tal.

Me quedo con los ojos abiertos sorprendido por la nueva pregunta de Windorin. No es personal ni complicada como habían sido las otras preguntas de la chica. Ahora, solo me pregunta por mi mochila. ¿La he dejado arriba? No me acuerdo. Me duele la cabeza, los brazos, las piernas, la espalda, la lengua y muchas otros lugares de mi cuerpo. Acabo de sobrevivir a una batalla contra mi mismo. Me siento demasiado débil y confuso como para poder recordar que hice con mis cosas.

¡¿Y Vientoatroz?! No lo tengo. Mi arco no está. Aparto a Windorin con un leve toque con la mano y me levanto sin decirle nada. Es mejor que no le diga nada, si las mentiras vuelven a aparecer son capaces de hacer cualquier cosa. Miro hacia las personas que nos ven. Miro por la derecha y miro por la izquierda. Nadie tiene mi arco. No puedo perderlo, Vientoatroz me ha acompañado siempre. Mi madre me decía que era el arco de mi padre y que mientras lo tuviera en mis manos él estaría conmigo. Y, ahora lo he perdido.

-¡Alguien me ha robado mi arco!- Digo a la vez que me levanto costosamente del suelo.

Es posible que sea mentira, es posible que me haya dejado a Vientoatroz en compañía de mi bolsa de viaje. Ahora que empiezo a recordar creo que saqué la pequña bolsa de monedas del doble fondo del carcaj para enseñar a Windorin que no necesito dinero. Si es así, mi arco continúa en la cama de Doce Millas. Pero, en mi mente, no es “así”. Mis pensamientos y recuerdos son profanados por las voces que siguen mintiendo descaradamente. Estoy tan débil que no me atrevo a volver a plantar cara a las voces.

-Uno de vosotros me ha robado mi arco.- Mientó.- Quiero mi arco. Que de un paso en frente quien me haya robado el arco.- Miro hacia abajo, hacia los ojos de Windorin que sigue arrodillada. - Tú has visto quién ha sido. Dímelo.- Rompo a llorar. - Te  suplico que me lo digas.- Digo en un mar de lágrimas para lugo gritar con un fuerza inmensurable. - ¡DÍMELO!-

Wind observó como la expresión del elfo cambiaba ante su pregunta “¿Qué le pasa?” pero al levantarse se le notaba más que turbado -¿Estás bien?- Preguntó la elfa aún sentada sin comprender muy bien que le sucedía ahora a Sarez. El elfo estaba cada vez más nervioso y eso turbaba a la joven bastante -¿Qué te ocurre?- Preguntó de nuevo mientras le miraba atónita, la exclamación del hombre la dejó completamente helada “¿Qué está diciendo?” Ella había visto como el elfo dejaba el arco en la habitación, estaba segura de que cuando dejó allí sus pertenencias, el arco estaba entre ellas.

-Tranquilízate, tu arc…- Pero aquella afirmación tan rotunda cortó a Wind en mitad de su frase  “¿Robado?” La elfa no pudo evitar pensar que ya habían empezado de nuevo, parecía que le estaba dando otro ataque de pánico al elfo y ella sin hacer nada para que no sucediera suspiró resignada –Otra vez…- Dijo en voz baja pensando en cómo poder calmarle. Aquellas acusaciones no le gustarían a la gente que estaba allí, ninguno reconocería que era un ladrón y mucho menos lo haría cuando ni siquiera han robado nada.

La mirada cargada de pánico que le dirigió Sarez hizo que Wind se estremeciera, desde luego no parecía que estuviera siendo demasiado racional sino que más bien parecía que estaba dispuesto a hacer cualquier locura con tal de recuperar su arma. La elfa se levantó despacio, sin dejar de mirar al elfo que acaba de romper a llorar –Tranquilo- Dijo en voz baja intentando tranquilizarle, la joven sabía que lo mejor en estas ocasiones era mantenerse calmada o al menos, confiaba en que aquello fuera efectivo para relajarle. –Nadie ha robado tu arco- Explicó una vez de pie, mirando a los ojos completamente inundados de lágrimas del elfo. El último grito, completamente cargado de angustia y dolor hizo que la elfa se helara por un momento, estaba asustada pero por la reacción tan exagerada que estaba teniendo por su arco, él estaría bastante más asustado.

Wind intentó reorganizar sus ideas mientras el elfo continuaba llorando y la gente observaba atónita la escena. “Cuando ya había conseguido que entraran…” Pero ahora mismo aquello era lo de menos, tenía que calmar a Sarez, así que con cierto cuidado, le abrazó despacio intentando no asustarle –Cálmate…- Dijo en voz baja rezando por que al menos, dejara de llorar. –Tu arco está en la habitación, te lo prometo- Añadió con el mismo tono bajo, estaba intentando sonar lo más afectuosa posible pues recordaba que cuando era pequeña aquello siempre la ayudaba. –Podemos subir, si quieres- Continuó diciendo sin soltarle. –Nadie te ha robado nada- La voz de la elfa sonaba como un arrullo, como cuando se le habla a un bebé para que deje de llorar y rezaba a los cielos para que aquello fuera efectivo y pudieran subir para comprobar que su arma estaba allí.

Aunque mis ojos estén clavados en los de Windorin, puedo de ver de refilón los ojos de de toda la gente que nos envuelve en un círculo. Veo mujeres que, asustadas, se llevan una mano a la boca, borrachos deseosos de compañía que no cesan de ir y guardias con una mano ya puesta en la empuñadura de la espada que guardan en su vaina. Todos esperan con ansia la reacción de Windorin tras que la gritase todo lo que las mentiras quisieron decir.

-No quiero mirar.- Susurra una mujer de la turbia multitud al mismo tiempo que se tapa los ojos con las manos y se esconde detrás de un fornido hombre. – ¡Haced algo por favor, la matará!- La voz me resulta familiar. Es posible que sea la mesonera de Doce Millas pero no estoy seguro.

Windorin se levanta muy lentamente sin apartar sus ojos de los míos. Yo tampoco aparto los míos por mucho que la voz de la mujer me tiente a mirar hacia ella. Windorin es más importante. Mi vida depende de lo que ella haga y diga. Los borrachos esperan para mete cizaña, las mujer asustadas para gritar y los guardias para matarme. De Windorin depende que las esperas de la gente tomen su fruto.

“Tranquilo.” Es lo que ella dice. Y con esa palabra, los borrachos son los que dan un paso atrás, las mujeres abren sus ojos y dan un paso hacia delante y los guardias sueltan la empuñadura de sus espadas. Windorin me ha salvado. Me ha salvado muchas veces en el día de hoy.

Continua hablándome de mi arco, dice que nadie me lo ha robado. Pero, ya no sé que creer.  Las voces mentirosas no dicen lo mismo que Windorin y estoy demasiado débil como para poder enfrentarme de nuevo contra ellas. Ahora, solo veo lo que ven mis ojos y ellos ven que Vientoatroz no está conmigo y que si no está es por qué algo le ha pasado. Sin darme cuenta, el llanto que antes acompañaba mis gritos ha disminuido solo en unas pequeñas gotas saladas repletas de dolor y tristeza.

Con la misma lentitud con la que se levantó del suelo, la joven elfa se acerca hacia y me rodea con sus brazos de la misma forma que meses atrás lo hizo Idril. Insiste en que me calme y que mi arco sigue en la habitación de Doce Millas. Me lo ha prometido, debe de ser verdad. Las promesas nunca mienten. Salvo las promesas de las voces, pues ahora son ellas las que prometen y juran en mi mente que fue Windorin quien me robó a Vientoatroz. No me lo creo. Me mantengo de pie, rígido y con los puños apretados pensando que, mientras mis manos estén cerradas, las mentiras no saldrán de mi cuerpo.  No quiero volver a mentir a la persona que me ha salvado esta noche más veces de las que yo le he salvado a ella.

-Estoy calmado.- Miento, pero es una buena mentira. No de las que hacen daño. -Estoy bien.- Sigo mintiendo. No estoy bien, estoy llorando de impotencia, de rabia y de cansancio. Necesito dormir, necesito dejar de mentir y necesito volver a notar el tacto áspero de la madera de mi arco sobre mi espalda.

Wind se separó con la misma lentitud con la que había abrazado a Sarez cuando pensó que ya estaba algo más tranquilo. Cuando la elfa se separó volvió a mirar el rostro del joven esperando que realmente estuviera tan calmado como su palabras aseguraban y tras unos segundos observándole decidió que estaba más calmado, pero realmente no estaba bien. Con el pulgar de la mano derecha quitó lo que quedaba de las lágrimas del rostro del elfo y le dedicó una pequeña sonrisa. Después de semejante escena, Wind se dio cuenta de la expectación que se había formado en apenas unos minutos, los guardias estaban esperando la más mínima señal para atacar y la elfa no pudo evitar pensar con algo de sarcasmo dónde estaban cuando realmente se les necesitaba, aun así decidió que con la mayor parsimonia de la que era capaz les explicaría la situación para calmar aquella muchedumbre.

La elfa suspiró –Está todo bien, no me ha hecho daño y no creo que lo haga, por favor, volved a vuestros quehaceres, lamento mucho haber perturbado la noche- Dedicó una mirada y una ligera sonrisa a los guardias dándoles a entender que no tenían nada que hacer allí. Tras unos momento de incertidumbre la pareja de guardias se dio la vuelta y volvió por donde había llegado, Wind esperó a que la mayoría de la gente desapareciera, lo cual no llevó demasiado tiempo y se dispuso a continuar con su charla anterior –Vamos a tu cuarto, antes de que causemos más problemas- Cogió la mano de Sarez con ambas manos y le dio un pequeño apretón en el puño cerrado –Vamos a recuperar tu arco ¿Sí?-  Le sonrió y tiró de él andando de espaldas para volver a entrar en la posada antes de esperar alguna respuesta por parte del elfo.

Cuando entraron, la expectación era absoluta, probablemente todo lo que había ocurrido esa noche no tuviera ningún sentido para la gente que observaba pues ni siquiera para la elfa lo tenía, así que sin saber muy bien cómo explicarse decidió disculparse –Lamento los problemas causados hoy- Había un deje triste en su voz y la sinceridad era más que obvia, pero probablemente la posadera aún estaría aturdida con aquello por lo que no hubo una respuesta por su parte simplemente, miró a Wind con lástima como si ésta estuviera encubriendo a su propio asesino.

Después de aquello, Wind subió a la habitación sin soltar aún la mano del elfo, no iba a permitir una negativa por su parte y si tener el arco iba a hacer que estuviera tranquilo, el arco sería su prioridad. Los jóvenes subieron despacio ante la atenta mirada de los huéspedes que aún estaban abajo y sin prestarles atención se dirigió al elfo –Ahora que estas a punto de recuperar tu arco ¿Estás mejor?- Le sonrió y terminaron de subir a la planta de arriba, para poder regresar de nuevo a la habitación de la cual antes Wind había intentado huir desesperadamente.

La mentira buena hace más bien de lo que pensé en un primer momento. Windorin está más calmada. Ya no me mira con miedo. No teme lo que le vaya hacer. Creo que ya ha atendido que no le voy a hacer daño. Mis labios se curvan muy lentamente en una tímida sonrisa al mismo tiempo que la joven elfa, con el dedo pulgar, me acaricia por debajo de los ojos para quitarme las lágrimas. No sonrío así desde que se fue Idril. Ella me enseñó lo que es la ciudad, el significado de muchas palabras,  a comportarme con los demás y a amar. En ningún momento tuvo miedo de mí. Ni por mi aspecto ni por cómo hablo es igual. Ha dejado de tener miedo de mí y mis mentiras para ayudarme. Mi respuesta de agradecimiento solo puede una amplia y tímida sonrisa como las que hacía a Idril.

Windorin habla a los humanos que nos miran. Les dice que no le voy a hacer daño, que está bien y qué ellos vuelvan a sus trabajos. Los guardias, las personas que estaban en Doce Millas y salieron para vernos y demás curiosos, se dan la vuelta y vuelven a dónde estaban. Mi sonrisa ahora es más amplia. No hay miradas indiscretas hacia nosotros ni susurros que hablan e insultan; no hay nada. Solo Windorin y yo.

La chica se levanta, me coge de ambas manos y me dice de volver al cuarto de Doce Millas a coger mi arco. No quiero levantarme; me duele la espalda, las piernas y los brazos del combate contra mí mismo que he tenido. Si me levanto me dolerá más. Es la sonrisa de Windorin lo que hace que me levante. A ella no la puedo fallar. Ella a mí no me ha abandonado, yo no la abandonaré a ella.

-Vamos.- Digo muy lentamente.

Al entrar a Doce Millas la gente nos vuelve a mirar. Unos tristes, otros felices y muchos confusos. Saben que no voy a hacer nada a Windorin pero no saben si les puedo hacer algo a ellos. Lo veo en sus ojos; algunos tienen miedo. Pero hay otros que están alegres, al verme entrar cogido de la mano de la mano de Windorin hacen una pequeña sonrisa. Me siento raro. No me gusta que me miren así.

Subimos las escaleras hacia el piso superior. Vamos hacia el lugar donde, minutos atrás, había abandonado para dejar sola a Windorin y salvarla de mí mismo. A cada peldaño que subo me siento más triste y tengo más miedo. De nuevo en la habitación volverá a pasar lo de antes. Hablaré de estrellas, diré que la quiero matar y también que la amo, hablaré sobre su abuelo y me enfrentaré de nuevo a las voces mentirosas. Sé que pasará otra vez. Estoy seguro de ello y tengo miedo. La sonrisa de la elfa no puede hacer desaparecer mi temor como hizo con los guardias.

Al llegar a la planta superior Windorin habla. Me pregunta si estoy mejor ahora que voy a recuperar a Vientoatroz. Sí, estoy mejor. Mi arco es importante para mí, no puedo perderlo. Pero, no por ello he dejado de temer lo que a ella le pueda pasar. Ahora sonríe, me gusta que sonría, pero las mentiras la volverán a hacer llorar.

-No.- Contestan las mentiras. –No estoy bien.- Están a punto de decir algo más pero no les dejo y salgo corriendo hacia la habitación.

Todo está como lo dejé. Voy directo al lugar donde está mi carcaj y mi arco. Los cojo y los abrazo. Si de verdad me los hubiera robado ya no sabría qué hacer.

Me siento en la cama a descansar sin soltar mi arco y carcaj del abrazo. A mis pies veo algo que reconozco. Es el dibujo de las estrellas, el que hizo las mentiras cuando intenté explicar a Windorin el mal que perturba mi mente.

-Callaos.- Les digo a las voces aunque en realidad esté solo.- Dejad de mentir. Windorin es buena.-

Wind se alegró cuando el elfo se mostró tan colaborativo a la hora de volver a la posada, pues lo cierto era que estaba del todo segura de que el joven fuera a moverse. Aun así, la sonrisa de Sarez hizo que la elfa se relajara un poco y recuperara la energía, al menos, en parte.

La respuesta de su compañero, solo consiguió confundirla “¿No está bien?” Wind estaba algo confusa puesto que esperaba que el arco consiguiera mejorarle el ánimo o al menos, darle tranquilidad. Y sin poder evitarlo, miró atónita al elfo que mientras se soltaba de su mano y salía corriendo hacia la habitación -¿Entonces sí que estás mejor…?- Suspiró y decidió probablemente lo mejor sería dejar de hacer caso a las cosas que decía pues no parecían concordar demasiado bien con sus actos. Aquella extraña y rápida huida a la joven se le asemejó a un niño pequeño que no quiere dar la razón a un adulto, por lo que con cierta parsimonia terminó de subir las escaleras y entró en la habitación.

Wind se quedó en el marco de la puerta unos instantes observando la escena, la cual le resultó ciertamente enternecedora. Sonrió y se dispuso a entrar cuando el elfo se echó sobre la cama pero aquella extraña orden la dejó algo aturdida –Pero si no estaba diciendo nada- dijo la joven en voz baja mostrando su confusión y aunque la aclaración no tardó en llegar, lo cierto era que a la elfa no le aclaraba nada.

Entró a la habitación dubitativa y se sentó en el borde de la cama al lado de Sarez pensando como aclarar aquello que acababa de decir. Con una pequeña sonrisa le miró al rostro y se dispuso a preguntar -¿Quién tiene que dejar de mentir?- Estaba casi segura de que no obtendría una respuesta plenamente satisfactoria pero desde luego, la curiosidad podía con ella –Pero gracias por decir que soy buena- añadió tras unos segundos. Mientras esperaba la respuesta del elfo, Wind aprovechó para calmarse pues lo cierto era que sin darse cuenta había ido tensándose cada vez más desde casi el comienzo de la noche.

La habitación ponía a la elfa bastante nerviosa, sobre todo después de lo que había ocurrido antes, pero el joven parecía haber cambiado la actitud… un poco al menos, así que sacudió la cabeza cada vez que los recuerdos asaltaban su mente intentando olvidarlo. Mientras permanecía allí sentada, se dio cuenta de que la mañana no podía andar demasiado lejos y al percatarse de aquello, el sueño empezó a invadir su mente.

Winodrin me oye. Me ha seguido hasta la habitación y ha oído lo que le he dicho a las mentiras. No sé como sentirme. Por un lado estoy confuso pues sé lo extraño que le puede parecer a Windorin oírme hablar a las mentiras. Pero, también me siento avergonzado. Me ha oído decir cosas que yo no quería que me escuchase. Después de haberla amenazado, decir que la amo, decir que la quiero matar, decir que es una estrella, decir que seduje a su abuela, decir que fue su abuela quien la quería ver muerte y decir muchas cosas más que eran mentira; ella no creerá lo único verdadero que he sabido decir está noche y solo en el momento que creía que estaba solo.

La joven elfa entra en la habitación y se sienta a mi lado. Instintivamente, para no sentirme más avergonzado de lo que ya estaba, agacho la cabeza. No quiero mirarla a la cara; eso me hará sentir más vergüenza.

Las voces mentirosas van a contestar a la chica. Le dirán que quien miente es la tabernera o su propia abuela; dirán una mentira y yo me sentiré más humillado. Por suerte, antes que pueda decir nada,  Windorin vuelve a hablar. Me da las gracias por decir que es buena. No tiene por qué darlas. Es la verdad. Ella no tiene que dar las gracias porque le ha haya dicho una verdad; se debería enfadar por haberle dicho cien mentiras.

No sé qué decir. No quiero decir nada ni quiero que las mentiras digan nada. Es mejor el silencio que una mentira. No quiero romper el silencio si con eso hago daño a una persona buena. Callarse es lo mejor que puedo hacer y es justo lo que hago. Una palabra, por pequeña que sea,  las mentiras la convertirán en un arma capaz de hacer daño a Windorin y no quiero. Ella ya está lo suficiente a asustada y nerviosa como para hacerle más daño.

Al final hablo, no con palabras ni con mentiras. Hablo con acciones. Solo hay una cosa que pueda hacer que sea verdad. Una única y buena verdad. Aun con los ojos mirando hacia el suelo, estiro los brazos y abrazo a Windorin con fuerza. Desde que estaba con Idril que no abrazaba a nadie con tanta fuerza. -Gracias.-

off rol:

Wind se echó para atrás aún sentada en la cama, quedándose apoyada en sus propios brazos. Miró al techo y suspiró cansada; la noche estaba siendo larga y bastante agotadora, demasiadas emociones y demasiadas mentiras acontecieron en pocas horas pero estaba segura de que en el fondo, aquel elfo con cara aterradora y palabras hirientes era una buena persona o al menos, de eso quería convencerse.

Después de unos segundos de silencio tras su pregunta, miró el rostro agachado del elfo y soltó otro suspiro, esta vez más corto y resignado “Supongo que no habrá respuesta” Le dedicó una pequeña sonrisa que no estuvo segura si vio y se dejó caer de espaldas a la cama apartando los brazos bruscamente, revotó en la cama un par de veces y cerró los ojos por un momento, ya no eran horas de buscar respuestas a preguntas complicadas.

Abrió los ojos de nuevo y miró al elfo que continuaba en su silencio sepulcral -Supongo que ya te has cansado de hablar por hoy- Le sonrió de nuevo y volvió a incorporarse en la cama con un esfuerzo sobreactuado, dejó caer la cabeza hacia atrás y pensó en que hacer ahora “Debería irme a casa” Lo cierto era que había pasado ya mucho desde la hora en la que debería estar allí puesto que las calles a ciertas horas no eran seguras, o eso le habían dicho siempre los ancianos e incluso algunas personas que parecían preocupadas por ella y no tenía muchas ganas de comprobarlo por si misma. Así que empezó a hacerse a la idea de que debía levantarse e irse.

Miró de nuevo a Sarez y sin esperarlo, éste se abalanzó sobre ella dejándola petrificada unos instantes. Notaba la presión del abrazo, más fuerte que los que se suelen dar por cortesía, parecía estar cargado de sentimientos o eso es al menos, lo que la joven elfa sintió, así que con algo más de lentitud por la sorpresa y lo curioso de la situación, levantó los brazos y le devolvió el abrazo con la misma intensidad. Lo que sin duda no se esperaba era aquella corta palabra, la cual le llenó el corazón haciendo que se olvidara de los malos momentos que había pasado aquella noche. Wind mantuvo silencio, solamente continuó abrazándole con intensidad intentando transmitirle los mismos sentimientos que éste le pasaba a ella.

Se separó tras unos segundos, minutos u horas, no lo sabía pero para ella había parecido una eternidad y un instante al mismo tiempo ¿Quién se iba a imaginar que le cogería cariño a la persona que le había mentido en tantas cosas y la había hecho llorar tantas veces en una sola noche?

Le miró a los ojos y le sonrió con sinceridad, intentando que ambos olvidaran todo lo malo acontecido aquella noche. -Buenas noches Sarez, ha sido un verdadero placer conocerte- Soltó una risa ligera como el aire que se difuminó como éste en el ambiente tras unos instantes -Espero verte de nuevo alguna vez- Intentó que sonara sincero, lo más que pudo y se dispuso a salir de la habitación. Dio la espalda al elfo y salió lentamente de la habitación para regresar a su casa y poder dormir lo que quedaba de noche o al menos, descansar.