El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
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El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
Aún era temprano y la mañana comenzaba a avanzar en la ciudad de Lunargenta, tan fría como la anterior y la anterior antes de aquella en aquel extrañamente frío invierno que parecía tener la intención de conseguir que la gente olvidara qué se sentía cuando el calor del sol bañaba sus pieles y podían desprenderse sin miedo de las gruesas ropas de abrigo. Era el primer invierno que la peliblanca pasaba fuera de Sandorai y durante los primeros días de frío intenso había pensado que se trataba del clima normal de Verisar por aquella época del año, pero tras varios días de frío intenso y conversaciones con muchos habitantes de la ciudad había descubierto que no era tan normal como había creído y no pocos lo veían como un mal presagio, un augurio de malos tiempos seguramente basado en épocas en las que un invierno especialmente duro y largo arruinase las cosechas y diezmase los rebaños de los hombres. Claro que las historias de los orejas redondas solían resultar mucho menos lógicas y mucho más imaginativas, mencionando a dioses luchando entre ellos o enfadados, sombras en el lejano norte y cosas incluso más más raras aún. Puede que los humanos tuvieran muchos defectos pero desde luego sabían como contar grandes historias, aunque para ello tuvieran que inventarse la mitad de lo que relataban.
Con aquel frío, Níniel hubiese preferido quedarse en su habitación aquella mañana, dormir algo más de lo habitual bien calentita bajo las mantas de su cama y salir únicamente para pasear al único ser al que parecían no importarle las bajas temperaturas, Noctis, el pequeño cachorro que Bio le confiara no mucho tiempo atrás. Después hubiese tomado una buena taza de alguna bebida bien calentita y habría dedicado el resto del día a trabajar en sus experimentos, sin pausa, sin prisa y tranquila, lo cual sería un cambio bastante agradable con respecto a todo lo ocurrido últimamente. Lamentablemente, aquel plan tendría que esperar a otro día pues aquel tenía trabajo por delante y había que ganarse el pan con buen o mal tiempo, más o menos. Tampoco es que a la elfa le fuese a faltar algo que llevarse a la boca pero resultaba satisfactorio ganarse algo por una misma, y si los humanos estaban dispuestos a pagar una buena suma por trabajar en uno de sus lugares favoritos de toda la ciudad ¿Quién era ella para negarse?. Pasar un día entero entre libros sonaba casi tan bien como quedarse en la habitación bien tranquila a pesar del helador paseo hasta el edificio, casi.
La biblioteca de la ciudad era un edificio de piedra bastante grande e imponente que resultaba un paradigma extraño para la peliblanca. Era un lugar bien cuidado que albergaba una de las mayores colecciones de libros de toda Aerandir por lo que sabía y que contaba entre sus estantes con volúmenes antiguos muy valiosos que eran consultados por grandes eruditos llegados de los confines del mundo en busca de respuestas a sus preguntas y de rellenar las lagunas de sus conocimientos. Con algo así en el corazón de la ciudad cualquiera pensaría que los humanos eran una raza ávida de conocimiento que valoraba mucho disponer de semejante monumento al saber en su ciudad principal, pero no era el caso y de ahí la extrañeza de la sacerdotisa, por supuesto había humanos cultos, pero para la mayoría el contenido de aquellos libros eran poco más que garabatos indescifrables que no iba a poner comida sobre sus mesas ni una espada en el cuello de sus enemigos por lo que ignoraban totalmente aquella estructura. La mejor prueba de ello era que siempre necesitaran a trabajadores temporales que les echaran una mano de vez en cuando y que sus pasillos estuviesen casi siempre prácticamente vacíos. Bueno, mejor para Níniel.
La peliblanca subió los escalones que llevaban hasta las puertas de madera tallada de aquel templo del conocimiento y abriendo lo justo una de ellas para poder entrar dejó atrás el frío del exterior para ser recibida por el frío seco del interior del lugar el cual aunque más tolerable tampoco invitaba precisamente a deshacerse de la capa y los guantes. Con largas zancadas que causaban que la suela de sus botas resonaran a cada paso rompiendo el sepulcral silencio que reinaba en aquel lugar de altísimo techo y dos niveles de altura accesibles a través de dos grandes escaleras de piedra cada una en un extremo del edificio, la elfa se acercó hasta el mostrador de la entrada, donde un hombre mayor con unas gafas de montura de metal y cristales pequeños y redondos se ocupaba de responder a las dudas de los visitantes y les indicaba dónde encontrar el libro deseado o en qué lugar estaban los tomos de cierta temática en concreto, entre otras dudas. Níniel conocía a aquel anciano de visitas anteriores aunque no fue él quien le ofreció aquel trabajo. se llamaba Rasell, o más bien Señor Rasell ya que si no añadías el "señor" no se molestaba ni en mirar a su interlocutor y en aquellos momentos parecía estar ocupado revisando una gran pila de libros.
-Señor Rasell, soy Níniel. Vengo a ayudar hoy en la biblioteca, hoy no le atosigaré a preguntas sobre tomos de historia o alquimia.- Le dijo al hombre en voz baja esbozando una leve sonrisa pues aquel anciano le caía bien. De hecho si no fuera imposible juraría que conocía los títulos de todos y cada uno de los libros que allí había, la había ayudado mucho durante sus primeras visitas. El hombre alzó la vista arrugando el gesto como si le hubiese molestado que interrumpieran su trabajo pero al reconocer el rostro de la peliblanca devolvió la sonrisa.
-Ah, eres tú joven elfa. Había entendido otro nombre, el nombre de una molesta visitante. Ya me habían avisado de que vendrías y me alegro. Sé que eres de fiar, no como la mayoría de los que vienen a los que solo les interesan las monedas. Pues creo que si no te importa puedes empezar ya. Esta pila de libros de aquí son nuevas adquisiciones de la biblioteca que ya están registrados. ¿Puedes colocarlos allí donde corresponda?. Tiene que llegar otro contratado, te lo mandaré en cuanto aparezca. No esperes mucho, me han dicho que es un brujo...A esos se les da mejor quemar cosas que cuidarlas.-
Así que iba a tener un compañero para aquellas tareas, un brujo...Níniel pensó sin darse cuenta en Vincent. Sabía que vivía en Lunargenta y que andaba por la ciudad aquellos días pues habían regresado juntos tras una corta aunque intensa estancia en las islas. Cada vez que se acordaba de él, lo cual pasaba más a menudo de lo que estaría dispuesta a reconocer, no podía evitar pensar en aquel beso, aunque a veces también en lo que vio en la sala de espejos, ambos recuerdos del mundo de los sueños. En cualquier caso estaba claro que no sería él. ¿Qué posibilidades había de que coincidieran en aquellas circunstancias si no habían vuelto a hablar desde el regreso al continente?. Sería casi como una señal de los dioses encontrarse allí con él.
-Perfecto, me pongo con ello ahora mismo.- Respondió al hombre revisando los títulos de los libros con interés y cargando con tantos como podía a la vez hasta que estuvo tapada por una pequeña pila de volúmenes que tapaban casi por completo su rostro, pudiendo ver solo si estiraba el cuello.
Con aquel frío, Níniel hubiese preferido quedarse en su habitación aquella mañana, dormir algo más de lo habitual bien calentita bajo las mantas de su cama y salir únicamente para pasear al único ser al que parecían no importarle las bajas temperaturas, Noctis, el pequeño cachorro que Bio le confiara no mucho tiempo atrás. Después hubiese tomado una buena taza de alguna bebida bien calentita y habría dedicado el resto del día a trabajar en sus experimentos, sin pausa, sin prisa y tranquila, lo cual sería un cambio bastante agradable con respecto a todo lo ocurrido últimamente. Lamentablemente, aquel plan tendría que esperar a otro día pues aquel tenía trabajo por delante y había que ganarse el pan con buen o mal tiempo, más o menos. Tampoco es que a la elfa le fuese a faltar algo que llevarse a la boca pero resultaba satisfactorio ganarse algo por una misma, y si los humanos estaban dispuestos a pagar una buena suma por trabajar en uno de sus lugares favoritos de toda la ciudad ¿Quién era ella para negarse?. Pasar un día entero entre libros sonaba casi tan bien como quedarse en la habitación bien tranquila a pesar del helador paseo hasta el edificio, casi.
La biblioteca de la ciudad era un edificio de piedra bastante grande e imponente que resultaba un paradigma extraño para la peliblanca. Era un lugar bien cuidado que albergaba una de las mayores colecciones de libros de toda Aerandir por lo que sabía y que contaba entre sus estantes con volúmenes antiguos muy valiosos que eran consultados por grandes eruditos llegados de los confines del mundo en busca de respuestas a sus preguntas y de rellenar las lagunas de sus conocimientos. Con algo así en el corazón de la ciudad cualquiera pensaría que los humanos eran una raza ávida de conocimiento que valoraba mucho disponer de semejante monumento al saber en su ciudad principal, pero no era el caso y de ahí la extrañeza de la sacerdotisa, por supuesto había humanos cultos, pero para la mayoría el contenido de aquellos libros eran poco más que garabatos indescifrables que no iba a poner comida sobre sus mesas ni una espada en el cuello de sus enemigos por lo que ignoraban totalmente aquella estructura. La mejor prueba de ello era que siempre necesitaran a trabajadores temporales que les echaran una mano de vez en cuando y que sus pasillos estuviesen casi siempre prácticamente vacíos. Bueno, mejor para Níniel.
La peliblanca subió los escalones que llevaban hasta las puertas de madera tallada de aquel templo del conocimiento y abriendo lo justo una de ellas para poder entrar dejó atrás el frío del exterior para ser recibida por el frío seco del interior del lugar el cual aunque más tolerable tampoco invitaba precisamente a deshacerse de la capa y los guantes. Con largas zancadas que causaban que la suela de sus botas resonaran a cada paso rompiendo el sepulcral silencio que reinaba en aquel lugar de altísimo techo y dos niveles de altura accesibles a través de dos grandes escaleras de piedra cada una en un extremo del edificio, la elfa se acercó hasta el mostrador de la entrada, donde un hombre mayor con unas gafas de montura de metal y cristales pequeños y redondos se ocupaba de responder a las dudas de los visitantes y les indicaba dónde encontrar el libro deseado o en qué lugar estaban los tomos de cierta temática en concreto, entre otras dudas. Níniel conocía a aquel anciano de visitas anteriores aunque no fue él quien le ofreció aquel trabajo. se llamaba Rasell, o más bien Señor Rasell ya que si no añadías el "señor" no se molestaba ni en mirar a su interlocutor y en aquellos momentos parecía estar ocupado revisando una gran pila de libros.
-Señor Rasell, soy Níniel. Vengo a ayudar hoy en la biblioteca, hoy no le atosigaré a preguntas sobre tomos de historia o alquimia.- Le dijo al hombre en voz baja esbozando una leve sonrisa pues aquel anciano le caía bien. De hecho si no fuera imposible juraría que conocía los títulos de todos y cada uno de los libros que allí había, la había ayudado mucho durante sus primeras visitas. El hombre alzó la vista arrugando el gesto como si le hubiese molestado que interrumpieran su trabajo pero al reconocer el rostro de la peliblanca devolvió la sonrisa.
-Ah, eres tú joven elfa. Había entendido otro nombre, el nombre de una molesta visitante. Ya me habían avisado de que vendrías y me alegro. Sé que eres de fiar, no como la mayoría de los que vienen a los que solo les interesan las monedas. Pues creo que si no te importa puedes empezar ya. Esta pila de libros de aquí son nuevas adquisiciones de la biblioteca que ya están registrados. ¿Puedes colocarlos allí donde corresponda?. Tiene que llegar otro contratado, te lo mandaré en cuanto aparezca. No esperes mucho, me han dicho que es un brujo...A esos se les da mejor quemar cosas que cuidarlas.-
Así que iba a tener un compañero para aquellas tareas, un brujo...Níniel pensó sin darse cuenta en Vincent. Sabía que vivía en Lunargenta y que andaba por la ciudad aquellos días pues habían regresado juntos tras una corta aunque intensa estancia en las islas. Cada vez que se acordaba de él, lo cual pasaba más a menudo de lo que estaría dispuesta a reconocer, no podía evitar pensar en aquel beso, aunque a veces también en lo que vio en la sala de espejos, ambos recuerdos del mundo de los sueños. En cualquier caso estaba claro que no sería él. ¿Qué posibilidades había de que coincidieran en aquellas circunstancias si no habían vuelto a hablar desde el regreso al continente?. Sería casi como una señal de los dioses encontrarse allí con él.
-Perfecto, me pongo con ello ahora mismo.- Respondió al hombre revisando los títulos de los libros con interés y cargando con tantos como podía a la vez hasta que estuvo tapada por una pequeña pila de volúmenes que tapaban casi por completo su rostro, pudiendo ver solo si estiraba el cuello.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
Al brujo le hubiese gustado retozar en su cama un rato más, o qué diablos, el día entero. Desde hacía varias semanas el invierno había llegado con toda su fuerza, pues no había dado tregua desde su llegada. Como la amante que hacía mucho tiempo que no veía a su pareja, el invierno decidió abrazarse con toda su pasión de la que era capaz de realizar, aunque no era un abrazo caliente y saludable, sino todo lo contrario. Era frío y doloroso, y daban muy pocas ganas de salir a la calle. Muy pocas ganas de alejarse de su chimenea, que tan agradable confort daba.
Pero hoy tenía que currar. Necesitaba dinero para sus gastos. Vincent era un culo inquieto por lo que siempre necesitaba aeros para sus viajes, para alimentarse, para alimentar a Alphonse, para mantener los gastos varios de la casa, como leña de chimenea, etc. En definitiva, para mantener su vida.
El helado aire nada más salir al exterior fue como un golpetazo con la mano abierta. Aunque este golpe no te dejaba la cara caliente como uno normal, este te dejaba la sangre fría y la cara sin tacto. Echó una mirada al mar que se mecía algo bravo contra los muelles, y el brujo solo podía pensar que como era posible que el propio océano no se hubiera congelado con este frío. Sin dura era uno de los inviernos más duro que había vivido, o al menos el más duro que recordaba en el sur.
No llevaba tanto tiempo en Lunargenta, y los inviernos no eran tan duros en las islas de todas maneras, por lo que tampoco era difícil encontrarse con inviernos más fríos de los que había estado acostumbrado a vivir. Otra cosa era en el norte. No quería ni recordar el frío que se pasaba en la llanura helada, donde una vez casi se queda congelado con su hermana si no llega a salvarlos un caballero dragón. El norte tenía su encanto, sobre todo Dundarak, una ciudad hermosa de piedra blanca, aunque ahora mismo estaba seguro de que agradecía no estar en ella para verla.
En cuanto llegó a la biblioteca no se molestó en mirarla demasiado. Era un edificio de piedra de un arquitectura preciosa, más desde que salió desde su casa solo deseó llegar hasta ella para poder entrar dentro. Así que solo subió las escalinatas hacia la puerta principal y se aventuró al interior.
Pudo ver que no había demasiada gente a la entrada, más aunque hubiera habido millones al brujo le importó bien poco. Vincent chasqueó sus dedos sobre su pedernal, y pronto controló un vórtice a su alrededor que se encendió en llamas calentándolo. Solo lo mantuvo un minuto activo antes de dejar que se esfumara, pero fue suficiente para que una chica a su lado lo mirara con los ojos desorbitados.
- Ventajas de ser brujo supongo-, le sonrió, y luego siguió su camino.
Vincent no solía hacer demostraciones de poder en ciudades o pueblos por algo tan banal como sentir frío. Pues no todo el mundo aceptaba de buen grado a los brujos, sin embargo en Lunargenta ya era algo conocido. Tenía cierta reputación por haber ayudado aquí y allá en distintos trabajos, sobre todo de mercenario que era como normalmente se ganaba la vida. Y además, en la biblioteca solía haber gente culta que no lo prejuzgaría por ser un mago, o al menos eso suponía. Tenía que reconocer que a veces los prejuicios estaban en las personas en las que uno menos esperaría encontrarlos.
Mientras se acercaba al mostrador donde tenía que anunciarse, observó como una tonga de libros avanzaba. Al brujo le pareció gracioso, pues realmente parecían como si los libros se movieran solos por telequinesis. En cuanto pasó al lado pudo girar la cabeza y observar que en realidad los llevaba una mujer, pues aunque las ropas de invierno tapaban su figura, aún se notaba que era el cuerpo de una dama. En especial en una parte.
Mmm bonito culo, pensó el rubio, a la vez que volvía a mirar al frente. Aunque ahora solo deseo un trasero en particular, siguió razonando mientras se acercaba a la mesa donde un hombre estaba sentado.
La dulce Níniel. Había viajado con ella hasta Lunargenta, pero desde que llegaran a la ciudad no había tenido ocasión de verla de nuevo. Con todo lo pasado en el sueño y en las islas, quería hablar con ella todo lo que pudiera. Poder conversar de todas las cosas impresionantes que había visto, de todas las maravillas e incluso de todos los peligros que habían sorteado. Aunque sin duda de lo que más deseaba hablar con ella era del beso, y de que no era algo casual, sino que de verdad la quería. Pero de eso no podía hablar con ella, o mejor dicho no se atrevía, pues tenía miedo de que si abría la boca al respecto, perdería la amistad que lo unía con la peliblanca, y que la perdería para siempre.
- Hola, vengo a ver al señor Rasell. Me han dicho que me presente ante él-, saludó al hombre.
- Mmm-, lo inspeccionó con la mirada, aunque por un momento el rubio sintió que lo hacía de manera reprobatoria. - Tú debes ser Vincent Calhoun si no me equivoco.
- Así es. Soy Vincent. Vengo por el trabajo. Estoy aquí para ayudar en todo lo que pueda. ¿Por dónde empiezo? - contestó, olvidando la mirada extraña que le había echado.
- Serás el ayudante de otro trabajador más experimento. De una chica para ser exactos. Concretamente de aquella que va cargada de libros-, le explicó.
El brujo se volteó para observar a la mujer que había contemplado por la espalda unos instantes antes. Ya había avanzado bastante y estaba girando hacia una de las salas.
- Bueno, pues que poco caballeroso sería ayudar a una dama por mi parte ¿no? - bromeó. - No se preocupe señor Rasell, verá que soy alguien de fiar-, puntualizó antes de ir tras la mujer.
- Sí, pero verás lo gracioso que será que trabajes con una elfa-, musitó bajito, con una sonrisa en los labios, para luego ponerse de nuevo con sus cosas.
Si el brujo le había dicho varias veces señor, era porque el hombre que lo había contratado le había dicho que cuando hablase con la persona que tenía que ver para comenzar el trabajo, Rasell, no se olvidara en ningún momento de mentarle como señor, pues si no se hacía el hombre no haría caso a sus palabras. Vincent estuvo tentado de probar si era cierto omitiendo el apelativo, más se portó bien con su jefe temporal. Quería caerle bien.
El rubio corrió por el camino por el que había venido, en busca de la chica que llevaba la tonga de libros. Giró por donde había marchado y la vio a pocos metros de la esquina.
- Señorita espere. Yo la ayudo. Soy su ayudante por este día-, saludó a la dama recogiendo la mitad de los libros para llevarlos él.
Pero hoy tenía que currar. Necesitaba dinero para sus gastos. Vincent era un culo inquieto por lo que siempre necesitaba aeros para sus viajes, para alimentarse, para alimentar a Alphonse, para mantener los gastos varios de la casa, como leña de chimenea, etc. En definitiva, para mantener su vida.
El helado aire nada más salir al exterior fue como un golpetazo con la mano abierta. Aunque este golpe no te dejaba la cara caliente como uno normal, este te dejaba la sangre fría y la cara sin tacto. Echó una mirada al mar que se mecía algo bravo contra los muelles, y el brujo solo podía pensar que como era posible que el propio océano no se hubiera congelado con este frío. Sin dura era uno de los inviernos más duro que había vivido, o al menos el más duro que recordaba en el sur.
No llevaba tanto tiempo en Lunargenta, y los inviernos no eran tan duros en las islas de todas maneras, por lo que tampoco era difícil encontrarse con inviernos más fríos de los que había estado acostumbrado a vivir. Otra cosa era en el norte. No quería ni recordar el frío que se pasaba en la llanura helada, donde una vez casi se queda congelado con su hermana si no llega a salvarlos un caballero dragón. El norte tenía su encanto, sobre todo Dundarak, una ciudad hermosa de piedra blanca, aunque ahora mismo estaba seguro de que agradecía no estar en ella para verla.
En cuanto llegó a la biblioteca no se molestó en mirarla demasiado. Era un edificio de piedra de un arquitectura preciosa, más desde que salió desde su casa solo deseó llegar hasta ella para poder entrar dentro. Así que solo subió las escalinatas hacia la puerta principal y se aventuró al interior.
Pudo ver que no había demasiada gente a la entrada, más aunque hubiera habido millones al brujo le importó bien poco. Vincent chasqueó sus dedos sobre su pedernal, y pronto controló un vórtice a su alrededor que se encendió en llamas calentándolo. Solo lo mantuvo un minuto activo antes de dejar que se esfumara, pero fue suficiente para que una chica a su lado lo mirara con los ojos desorbitados.
- Ventajas de ser brujo supongo-, le sonrió, y luego siguió su camino.
Vincent no solía hacer demostraciones de poder en ciudades o pueblos por algo tan banal como sentir frío. Pues no todo el mundo aceptaba de buen grado a los brujos, sin embargo en Lunargenta ya era algo conocido. Tenía cierta reputación por haber ayudado aquí y allá en distintos trabajos, sobre todo de mercenario que era como normalmente se ganaba la vida. Y además, en la biblioteca solía haber gente culta que no lo prejuzgaría por ser un mago, o al menos eso suponía. Tenía que reconocer que a veces los prejuicios estaban en las personas en las que uno menos esperaría encontrarlos.
Mientras se acercaba al mostrador donde tenía que anunciarse, observó como una tonga de libros avanzaba. Al brujo le pareció gracioso, pues realmente parecían como si los libros se movieran solos por telequinesis. En cuanto pasó al lado pudo girar la cabeza y observar que en realidad los llevaba una mujer, pues aunque las ropas de invierno tapaban su figura, aún se notaba que era el cuerpo de una dama. En especial en una parte.
Mmm bonito culo, pensó el rubio, a la vez que volvía a mirar al frente. Aunque ahora solo deseo un trasero en particular, siguió razonando mientras se acercaba a la mesa donde un hombre estaba sentado.
La dulce Níniel. Había viajado con ella hasta Lunargenta, pero desde que llegaran a la ciudad no había tenido ocasión de verla de nuevo. Con todo lo pasado en el sueño y en las islas, quería hablar con ella todo lo que pudiera. Poder conversar de todas las cosas impresionantes que había visto, de todas las maravillas e incluso de todos los peligros que habían sorteado. Aunque sin duda de lo que más deseaba hablar con ella era del beso, y de que no era algo casual, sino que de verdad la quería. Pero de eso no podía hablar con ella, o mejor dicho no se atrevía, pues tenía miedo de que si abría la boca al respecto, perdería la amistad que lo unía con la peliblanca, y que la perdería para siempre.
- Hola, vengo a ver al señor Rasell. Me han dicho que me presente ante él-, saludó al hombre.
- Mmm-, lo inspeccionó con la mirada, aunque por un momento el rubio sintió que lo hacía de manera reprobatoria. - Tú debes ser Vincent Calhoun si no me equivoco.
- Así es. Soy Vincent. Vengo por el trabajo. Estoy aquí para ayudar en todo lo que pueda. ¿Por dónde empiezo? - contestó, olvidando la mirada extraña que le había echado.
- Serás el ayudante de otro trabajador más experimento. De una chica para ser exactos. Concretamente de aquella que va cargada de libros-, le explicó.
El brujo se volteó para observar a la mujer que había contemplado por la espalda unos instantes antes. Ya había avanzado bastante y estaba girando hacia una de las salas.
- Bueno, pues que poco caballeroso sería ayudar a una dama por mi parte ¿no? - bromeó. - No se preocupe señor Rasell, verá que soy alguien de fiar-, puntualizó antes de ir tras la mujer.
- Sí, pero verás lo gracioso que será que trabajes con una elfa-, musitó bajito, con una sonrisa en los labios, para luego ponerse de nuevo con sus cosas.
Si el brujo le había dicho varias veces señor, era porque el hombre que lo había contratado le había dicho que cuando hablase con la persona que tenía que ver para comenzar el trabajo, Rasell, no se olvidara en ningún momento de mentarle como señor, pues si no se hacía el hombre no haría caso a sus palabras. Vincent estuvo tentado de probar si era cierto omitiendo el apelativo, más se portó bien con su jefe temporal. Quería caerle bien.
El rubio corrió por el camino por el que había venido, en busca de la chica que llevaba la tonga de libros. Giró por donde había marchado y la vio a pocos metros de la esquina.
- Señorita espere. Yo la ayudo. Soy su ayudante por este día-, saludó a la dama recogiendo la mitad de los libros para llevarlos él.
Vincent Calhoun
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
Aquella pila de libros pesaba bastante, sensación que no hacía si no aumentar conforme sus brazos comenzaban a cansarse por lo despacio que debía ir por temor a que alguno de los valiosos tomos se le cayera al suelo y por su limitada visibilidad que la obligaba a guiarse por lo que veía a la altura de sus pies salvo que se detuviera y no con poco esfuerzo mirara por encima o a los lados de su carga. Era una suerte que conociera aquella biblioteca lo suficientemente bien como para tener una imagen mental bastante clara de su posición relativa con respecto a la disposición arquitectónica de aquel lugar pues aquello la evitaba además correr el riesgo de perderse o acabar en una zona de la biblioteca equivocada. También ayudaba que pudiese recordar que la sección de botánica estaba justo a la derecha tras pasar la letra "O" de la sección de alquimia lo cual le permitió girar casi sin mirar.
-Veamos...Botánica de la islas, botánica de Verisar...Vale aquí vas tú.- Comentaba para sí misma la peliblanca preparándose para dejar el montón de libros en el suelo para poder así hacerle sitio a la nueva adquisición y una vez conseguido colocarlo. Estaba a punto de agacharse cuando una voz muy familiar se ofreció a ayudarla comenzando a tomar parte de los volúmenes. Desde detrás de los libros Níniel vio como uno por uno la montaña fue disminuyendo hasta que tras retirar uno titulado "Mil poemas de amor" de un tal Jaskier sus ojos aguamarina se clavaron en los de color miel de Vincent. Ahí estaban de nuevo a solo unos centímetros de los suyos. Pestañeó lentamente y como si no se lo creyera volvió a hacerlo.
-Vincent...¿Qué haces aquí?.- Dijo por fin con el resto de los libros aún en sus brazos sin saber muy bien que hacer a continuación por el repentino encuentro. -Justo estaba pensando en tí.- Continuó con sinceridad aunque arrepintiéndose de inmediato de cómo había sonado aquello. -Cuando el señor Rasell dijo que tenía que venir un brujo a ayudar, me pareció una idea absurda que pudiera tratarse de ti.- Añadió a modo de explicación bajando la mirada hasta los libros de forma cohibida. Finalmente dejó el resto de libros sobre una de las mesas de lectura y se retiró la capucha de la capa para dejar ver su rostro entero, ligeramente enrojecido por el frío que hacía incluso allí y su larga melena blanca. -Has llegado justo a tiempo, gracias por la ayuda. Creo que sobrestimé mi capacidad de carga tomando tantos de una sola vez. Ese va ahí, y el siguiente en aquel estante de ahí, al lado de la copia del gran libro de Thanis sobre plantas acuáticas.- Indicó dedicándole una sonrisa mientras ella colocaba también otros libros esperando a que el brujo le contara cómo había acabado alguien como él de ayudante de biblioteca. Por su complexión fuerte y habilidades, así como sus historias siempre lo había visto como un gran aventurero.
Era extraño, pero cuando le dijeron lo del ayudante brujo pensó en él y le gustó la idea aunque la consideró imposible y ahora que lo tenía allí al lado se sentía cohibida. Había tantas cosas de las que tenían que hablar y habían ido dejando pasar por un motivo u otro que como siempre nunca sabía cómo empezar y siempre acababan hablando de otras cosas. Era complicado, ¿qué debía decir?. "Oye recuerdas el beso que pasó en un sueño hace ya un tiempo, pues resulta que..." o "Sábes esas imágenes de tu y yo...En los espejos...". No, definitivamente no eran temas que a la peliblanca le resultase sencillo sacar como tema de conversación, solo con pensar en hacerlo le subían los colores a las mejillas. Por no hablar de que le daba miedo a dónde les podrían llevar aquellas palabras. Por eso se limitó a mirarle y a sonreir.
En ese momento un gran golpe de algo pesado golpeando y rompiendo madera se dejó escuchar por todo el lugar acompañado de varios gritos de dolor y seguido por un susurro que aumentaba de volumen conforme más y más de los visitantes de la biblioteca se asomaban a los pasillos para tratar de saber qué había pasado y sus preguntas se elevaban más y más sobre el silencio normal del lugar, aunque ninguno parecía querer aventurarse más allá de la esquina de su pequeño espacio de lectura. Níniel, que sabía reconocer cuando un grito era de dolor y cuando no, supo enseguida que debía de haberle ocurrido algo a alguno de los estudiosos salió como una flecha tratando de localizar la fuente de aquellos gritos, pero la acústica no la ayudaba, parecían venir de varios sitios a la vez y aunque se asomaba por todas partes no daba con ella.
-¿Ves algo Vincent?, no lo encuentro...- Preguntó mientras el señor Rasell se acercaba cojeando de la pierna izquierda y con un bastón instaba a todo el mundo a callarse. -¿Qué ocurre Níniel?, qué son esos gritos?.-
-Creo que alguien ha podido hacerse daño, posiblemente un caída, pero los gritos parecen venir de todas partes.- Le explicó la elfa al anciano que se puso la mano en una oreja como si eso fuese a ayudarle.
-Diría que es en la sección de historia antigua...Vamos id id...ahora os alcanzo, estos viejos huesos ya no están para carreras.- Sentenció el hombre y aunque Níniel tenía sus dudas fue en aquella dirección tan rápida como pudo encontrándose al llegar allí a un grupo de tres críos que salían corriendo instándose los unos a los otros a acelerar el paso. Su ropa era buena y limpia lo cual denotaba que no eran niños de la calle, seguramente se tratara de niños de altaciudad que habían decidido divertirse liando alguna en la biblioteca, por desgracia un nuevo gemido de dolor obligó a la elfa a no perseguirles si no a entrar en la sección de historia antigua donde un hombre adulto se encontraba herido sobre una mesa partida en dos. Páginas de libros volaban por todas partes y varios tinteros habían derramado su contenido manchando el suelo.
-Veamos...Botánica de la islas, botánica de Verisar...Vale aquí vas tú.- Comentaba para sí misma la peliblanca preparándose para dejar el montón de libros en el suelo para poder así hacerle sitio a la nueva adquisición y una vez conseguido colocarlo. Estaba a punto de agacharse cuando una voz muy familiar se ofreció a ayudarla comenzando a tomar parte de los volúmenes. Desde detrás de los libros Níniel vio como uno por uno la montaña fue disminuyendo hasta que tras retirar uno titulado "Mil poemas de amor" de un tal Jaskier sus ojos aguamarina se clavaron en los de color miel de Vincent. Ahí estaban de nuevo a solo unos centímetros de los suyos. Pestañeó lentamente y como si no se lo creyera volvió a hacerlo.
-Vincent...¿Qué haces aquí?.- Dijo por fin con el resto de los libros aún en sus brazos sin saber muy bien que hacer a continuación por el repentino encuentro. -Justo estaba pensando en tí.- Continuó con sinceridad aunque arrepintiéndose de inmediato de cómo había sonado aquello. -Cuando el señor Rasell dijo que tenía que venir un brujo a ayudar, me pareció una idea absurda que pudiera tratarse de ti.- Añadió a modo de explicación bajando la mirada hasta los libros de forma cohibida. Finalmente dejó el resto de libros sobre una de las mesas de lectura y se retiró la capucha de la capa para dejar ver su rostro entero, ligeramente enrojecido por el frío que hacía incluso allí y su larga melena blanca. -Has llegado justo a tiempo, gracias por la ayuda. Creo que sobrestimé mi capacidad de carga tomando tantos de una sola vez. Ese va ahí, y el siguiente en aquel estante de ahí, al lado de la copia del gran libro de Thanis sobre plantas acuáticas.- Indicó dedicándole una sonrisa mientras ella colocaba también otros libros esperando a que el brujo le contara cómo había acabado alguien como él de ayudante de biblioteca. Por su complexión fuerte y habilidades, así como sus historias siempre lo había visto como un gran aventurero.
Era extraño, pero cuando le dijeron lo del ayudante brujo pensó en él y le gustó la idea aunque la consideró imposible y ahora que lo tenía allí al lado se sentía cohibida. Había tantas cosas de las que tenían que hablar y habían ido dejando pasar por un motivo u otro que como siempre nunca sabía cómo empezar y siempre acababan hablando de otras cosas. Era complicado, ¿qué debía decir?. "Oye recuerdas el beso que pasó en un sueño hace ya un tiempo, pues resulta que..." o "Sábes esas imágenes de tu y yo...En los espejos...". No, definitivamente no eran temas que a la peliblanca le resultase sencillo sacar como tema de conversación, solo con pensar en hacerlo le subían los colores a las mejillas. Por no hablar de que le daba miedo a dónde les podrían llevar aquellas palabras. Por eso se limitó a mirarle y a sonreir.
En ese momento un gran golpe de algo pesado golpeando y rompiendo madera se dejó escuchar por todo el lugar acompañado de varios gritos de dolor y seguido por un susurro que aumentaba de volumen conforme más y más de los visitantes de la biblioteca se asomaban a los pasillos para tratar de saber qué había pasado y sus preguntas se elevaban más y más sobre el silencio normal del lugar, aunque ninguno parecía querer aventurarse más allá de la esquina de su pequeño espacio de lectura. Níniel, que sabía reconocer cuando un grito era de dolor y cuando no, supo enseguida que debía de haberle ocurrido algo a alguno de los estudiosos salió como una flecha tratando de localizar la fuente de aquellos gritos, pero la acústica no la ayudaba, parecían venir de varios sitios a la vez y aunque se asomaba por todas partes no daba con ella.
-¿Ves algo Vincent?, no lo encuentro...- Preguntó mientras el señor Rasell se acercaba cojeando de la pierna izquierda y con un bastón instaba a todo el mundo a callarse. -¿Qué ocurre Níniel?, qué son esos gritos?.-
-Creo que alguien ha podido hacerse daño, posiblemente un caída, pero los gritos parecen venir de todas partes.- Le explicó la elfa al anciano que se puso la mano en una oreja como si eso fuese a ayudarle.
-Diría que es en la sección de historia antigua...Vamos id id...ahora os alcanzo, estos viejos huesos ya no están para carreras.- Sentenció el hombre y aunque Níniel tenía sus dudas fue en aquella dirección tan rápida como pudo encontrándose al llegar allí a un grupo de tres críos que salían corriendo instándose los unos a los otros a acelerar el paso. Su ropa era buena y limpia lo cual denotaba que no eran niños de la calle, seguramente se tratara de niños de altaciudad que habían decidido divertirse liando alguna en la biblioteca, por desgracia un nuevo gemido de dolor obligó a la elfa a no perseguirles si no a entrar en la sección de historia antigua donde un hombre adulto se encontraba herido sobre una mesa partida en dos. Páginas de libros volaban por todas partes y varios tinteros habían derramado su contenido manchando el suelo.
Inicio de las complicaciones: Herido en la biblioteca, niños armándola.
Níniel Thenidiel
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
Los dos ojos más hermosos que jamás hubiera visto, lo contemplaron en cuanto recogió la mitad de los libros que llevaba la mujer. Unos ojos de mirada intensa con los iris de un perfecto azul mar, y que desde hacía un tiempo solían aparecer en sus sueños o pensamientos.
- Níniel, eso mismo he pensado yo-, le sonrió al ver lo nerviosa que se había puesto al verle. - Parece que estamos predestinados a encontrarnos-, enarcó una ceja para escenificar mejor su broma. - Pues de momento el único brujo ayudante soy yo, así que tendrás que conformarte-, volvió a sonreírle, mientras la elfa se retiraba la capucha.
Una simple acción como esa debía era algo insignificante para el común de los mortales. Algo que hacen las personas tantas veces al día y a lo largo de su vida, que se vuelve una acción que ni se piensa al hacerla. La orden está tan grabada en el cerebro que sale sin más, sin embargo, para el brujo que la elfa se quitara la capucha era todo un deleite. Era como contemplar un amanecer, que no importaba las veces que se observara, pues siempre era algo bello a la vista.
- Estas helada-, dijo al ver lo roja que estaba por el frío, colocando el dorso de su mano en la mejilla de la peliblanca. En seguida notó como el calor de su mano se traspasaba al cuerpo de la mujer. - Si quieres puedo calentarte, ya sabes que tengo facilidad para quemar cosas-, le sonrió, pero retirando el contacto para ponerse a hacer lo que le había dicho. - Me pondré con los libros que me has dicho.
El rubio colocó el libro en el lugar apropiado, justo al lado del de Thanis como le había comentado Níniel. Luego puso en su sitio el otro, dándose cuenta de que se llamaba "Mil poemas de amor"
- Vaya, que curioso-, musitó para sí mismo, a la vez que miraba hacia atrás para comprobar que la elfa estaba distraída con sus propias tareas.
Sacó el libro, y lo abrió para ojearlo. Vinc estaba seguro de que tendría que templarse si no quería que pasase eso más a menudo. El brujo era un ávido lector, y tendría que resistir la curiosidad de leer los diferentes tomos que tuviera que ordenar si quería acabar la tarea con profesionalidad. Aunque en este caso no era su literatura favorita, lo había hecho más por lo singular que había sido que ese libro con poemas de amor estuviera en manos de Níniel cuando se había encontrado con ella.
Un gran golpe lo apartó de la concentración en la que se hallaba mientras leía el libro. Vinc recolocó el tomo en su lugar nuevamente, aunque esta vez con sumo apuro, pues temía que la elfa lo viera ojeando un libro de esa índole.
- ¿Qué ha sido eso? - preguntó a la elfa, ya repuesto del momento, corriendo para ponerse a su altura, pues la mujer se había movido con suma rapidez.
No necesitó respuesta de la peliblanca, ya que el sonido de los quejidos de una persona comenzó a resonar por la sala, más le era imposible saber de qué zona provenía.
- Suena como si alguien estuviera herido, pero no puedo determinar de dónde proviene el sonido-, comentó a su compañera.
En ese mismo instante llegó Rasell interesado en saber que ocurría, y al ver el bastón que llevaba, el brujo se asombró de la agilidad del hombre. Se había movido con gran velocidad desde su mostrador hasta allí, por lo que el rubio supuso que a ese hombre le alteraba tanto los ruidos en la biblioteca que hacía el esfuerzo que fuera necesario para terminar con el problema. Vinc solo atendió a la conversación entre Níniel y el bibliotecario, pues ella parecía tener experiencia con el señor, o eso pensó por la forma que el hombre la buscó para saber qué pasaba. La forma de dirigirse a ella denotaba que la conocía.
Rasell comentó que los gemidos de dolor provenían del ala de historia, así que tanto la elfa como él se dirigieron hacia allí. Y como si que alguien estuviera herido no fueran ya suficientes problemas, un grupo de niños estaba en la sala armando jaleo. Tres niños estaban gritando, molestando a los lectores en las mesas, y lo peor de todo, lanzándose los libros entre ellos como si de un juego se tratara. Los preciados libros de historia que tanto apreciaba Vinc estaban en manos de unos dementes de metro y algo.
- ¡Parad! ¡Parad! - les gritó a los niños desde lejos. El sonido del dolor e recordó el motivo que lo había llevado hasta allí, pero tampoco podía dejar que esos niños destrozaran la biblioteca. - Maldita sea-, suspiró resignado. - Encuentra a la persona que está dolorida. Yo me encargaré de estos niños-, le sonrió antes de acercarse a los personajillos que correteaban por la sala.
- Pero qué demonios están haciendo ¿Dónde están sus padres? - les dijo en cuanto estuvo a su lado. - Parad-, comentó atrapando un libro que a punto estuvo de irse contra el suelo. - Van a romper algo como sigan así.
- Solo estamos jugando. Deje de molestar-, contestó uno.
Habrase visto. Que desfachatez tenían esos renacuajos para dirigirse a él de esas maneras. Aún estaba asombrado por las maneras de ese niño, cuando otro se acercó hasta él sigilosamente y le dio una patada en la canilla. Vinc brincó de dolor y se puso a la pata coja, pues aunque el niño no tenía mucha fuerza lo había cogido desprevenido. Los pequeños malnacidos rieron y se echaron a correr, a la vez que el rubio les echaba una mirada furibunda. Un chasquido de sus dedos sobre el pedernal y esos mocosos habrían dejado de ser un problema. Aún así controló su furia y salió en persecución de los niños, pensando un modo de conseguir calmarlos sin tener que matarlos, y de paso, destruir parte de la biblioteca.
- Níniel, eso mismo he pensado yo-, le sonrió al ver lo nerviosa que se había puesto al verle. - Parece que estamos predestinados a encontrarnos-, enarcó una ceja para escenificar mejor su broma. - Pues de momento el único brujo ayudante soy yo, así que tendrás que conformarte-, volvió a sonreírle, mientras la elfa se retiraba la capucha.
Una simple acción como esa debía era algo insignificante para el común de los mortales. Algo que hacen las personas tantas veces al día y a lo largo de su vida, que se vuelve una acción que ni se piensa al hacerla. La orden está tan grabada en el cerebro que sale sin más, sin embargo, para el brujo que la elfa se quitara la capucha era todo un deleite. Era como contemplar un amanecer, que no importaba las veces que se observara, pues siempre era algo bello a la vista.
- Estas helada-, dijo al ver lo roja que estaba por el frío, colocando el dorso de su mano en la mejilla de la peliblanca. En seguida notó como el calor de su mano se traspasaba al cuerpo de la mujer. - Si quieres puedo calentarte, ya sabes que tengo facilidad para quemar cosas-, le sonrió, pero retirando el contacto para ponerse a hacer lo que le había dicho. - Me pondré con los libros que me has dicho.
El rubio colocó el libro en el lugar apropiado, justo al lado del de Thanis como le había comentado Níniel. Luego puso en su sitio el otro, dándose cuenta de que se llamaba "Mil poemas de amor"
- Vaya, que curioso-, musitó para sí mismo, a la vez que miraba hacia atrás para comprobar que la elfa estaba distraída con sus propias tareas.
Sacó el libro, y lo abrió para ojearlo. Vinc estaba seguro de que tendría que templarse si no quería que pasase eso más a menudo. El brujo era un ávido lector, y tendría que resistir la curiosidad de leer los diferentes tomos que tuviera que ordenar si quería acabar la tarea con profesionalidad. Aunque en este caso no era su literatura favorita, lo había hecho más por lo singular que había sido que ese libro con poemas de amor estuviera en manos de Níniel cuando se había encontrado con ella.
Un gran golpe lo apartó de la concentración en la que se hallaba mientras leía el libro. Vinc recolocó el tomo en su lugar nuevamente, aunque esta vez con sumo apuro, pues temía que la elfa lo viera ojeando un libro de esa índole.
- ¿Qué ha sido eso? - preguntó a la elfa, ya repuesto del momento, corriendo para ponerse a su altura, pues la mujer se había movido con suma rapidez.
No necesitó respuesta de la peliblanca, ya que el sonido de los quejidos de una persona comenzó a resonar por la sala, más le era imposible saber de qué zona provenía.
- Suena como si alguien estuviera herido, pero no puedo determinar de dónde proviene el sonido-, comentó a su compañera.
En ese mismo instante llegó Rasell interesado en saber que ocurría, y al ver el bastón que llevaba, el brujo se asombró de la agilidad del hombre. Se había movido con gran velocidad desde su mostrador hasta allí, por lo que el rubio supuso que a ese hombre le alteraba tanto los ruidos en la biblioteca que hacía el esfuerzo que fuera necesario para terminar con el problema. Vinc solo atendió a la conversación entre Níniel y el bibliotecario, pues ella parecía tener experiencia con el señor, o eso pensó por la forma que el hombre la buscó para saber qué pasaba. La forma de dirigirse a ella denotaba que la conocía.
Rasell comentó que los gemidos de dolor provenían del ala de historia, así que tanto la elfa como él se dirigieron hacia allí. Y como si que alguien estuviera herido no fueran ya suficientes problemas, un grupo de niños estaba en la sala armando jaleo. Tres niños estaban gritando, molestando a los lectores en las mesas, y lo peor de todo, lanzándose los libros entre ellos como si de un juego se tratara. Los preciados libros de historia que tanto apreciaba Vinc estaban en manos de unos dementes de metro y algo.
- ¡Parad! ¡Parad! - les gritó a los niños desde lejos. El sonido del dolor e recordó el motivo que lo había llevado hasta allí, pero tampoco podía dejar que esos niños destrozaran la biblioteca. - Maldita sea-, suspiró resignado. - Encuentra a la persona que está dolorida. Yo me encargaré de estos niños-, le sonrió antes de acercarse a los personajillos que correteaban por la sala.
- Pero qué demonios están haciendo ¿Dónde están sus padres? - les dijo en cuanto estuvo a su lado. - Parad-, comentó atrapando un libro que a punto estuvo de irse contra el suelo. - Van a romper algo como sigan así.
- Solo estamos jugando. Deje de molestar-, contestó uno.
Habrase visto. Que desfachatez tenían esos renacuajos para dirigirse a él de esas maneras. Aún estaba asombrado por las maneras de ese niño, cuando otro se acercó hasta él sigilosamente y le dio una patada en la canilla. Vinc brincó de dolor y se puso a la pata coja, pues aunque el niño no tenía mucha fuerza lo había cogido desprevenido. Los pequeños malnacidos rieron y se echaron a correr, a la vez que el rubio les echaba una mirada furibunda. Un chasquido de sus dedos sobre el pedernal y esos mocosos habrían dejado de ser un problema. Aún así controló su furia y salió en persecución de los niños, pensando un modo de conseguir calmarlos sin tener que matarlos, y de paso, destruir parte de la biblioteca.
Última edición por Vincent Calhoun el Sáb Feb 20 2016, 03:22, editado 1 vez (Razón : Subrayar)
Vincent Calhoun
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
La peliblanca asintió a las palabras de Vincent agradeciendo su ofrecimiento para evitar que aquellos niños continuaran haciendo de las suyas por aquel lugar mientras ella atendía al hombre lastimado. Ver si se encontraba bien o si por el contrario era algo grave era prioritario, pero con esos diablillos sueltos ¿quién podía decir que no hubiera más accidentes como aquel?, por no hablar de los daños al mobiliario de la propia biblioteca y a los valiosos libros. Cuanto antes les cogieran mejor y por lo que sabía del señor Rasell, cuando acabaran en su presencia les esperaba una buena, por no mencionar que a sus padres no les iba a hacer mucha gracia que les llegara la factura por los daños causados.
-Tranquilo estoy aquí para ayudarle, soy sanadora. No, no haga movimientos bruscos, despacio.-Con cuidado la sacerdotisa ayudó a la víctima del accidente y le instó a tumbarse en el suelo, lejos de los restos de la mesa partida en dos, tras intentar calmarle con su siempre melódica voz y comenzando a revisarle comprobando que no sufriera ninguna lesión interna ni ningún hueso roto, especialmente en espalda, cuello y cabeza. El hombre asintió dolorido y se dejó hacer disminuyendo el volumen de sus quejidos aunque sin poder evitar elevar la voz cuando las delicadas manos de la peliblanca tocaban alguno punto especialmente afectado por el golpe contra la mesa. La elfa pronto pudo saber que, a pesar de lo que parecía una aparatosa caída y de los fuertes dolores que le aquejaban, el hombre no tenía más que unas pocas contusiones, dolorosas, pero nada de lo que preocuparse desde el punto de vista médico, se recuperaría de aquello tán rápido como de una pelea de taberna, puede que incluso antes.
Por el aspecto del aquel rincón de la biblioteca Níniel supuso lo que había ocurrido para que aquel pobre hombre acabara en ese estado. Debía de haber estado subido en la escalera móvil para alcanzar alguno de los volúmenes situados más arriba cuando aquellos gamberros aparecieron por allí causando de algún modo su caída. Níniel esperaba que debido al susto o a poner nervioso al hombre con sus acciones y no moviendo a posta la escalera. En cualquier caso aquel humano había tenido suerte de caer cómo había caído, un mal golpe en la cabeza o una mala posición del cuello y, aunque la altura no parecía la gran cosa, podría haber acabado mucho peor parado, incluso podría haber muerto.
-No debe preocuparse, el golpe ha sido fuerte pero no hay lesiones de gravedad. Le pondré en la espalda un poco de ungüento curativo, le daré una poción de inhibis para el dolor y con unos días de reposo estará como nuevo y podrá retomar sus estudios con normalidad.- Le indicó ayudándole a volver a cambiar de posición para a continuación buscar en su bolsa y en los bolsillos de su capa negra lo que necesitaba. Como buena sacerdotisa que era aquellas cosas nunca faltaban en sus bolsillos, siempre llevaba encima algunos viales de preparados alquímicos básicos hechos por ella misma pues nunca se sabía cuándo podría necesitarlos. Aquella precaución había demostrado ser muy útil en más de una ocasión.
La poción de Inhibis era extracto de dicha planta, cuyas propiedades calmantes son bien conocidas en el gremio, tratado con agua de manantial y combinado con un poco de depurado de Lastia para evitar el amargor del Inhibis. El ungüento curativo consistía en pétalos de flor azul y ala de mariposa pulverizada. Una vez pulverizadas las alas se mezclaba con agua destilada o de manantial hasta obtener una pasta con la textura deseada por la alquimista. Tras un tiempo de reposo durante el cual se destila la esencia de los pétalos de flor azul se mezcla dicha esencia con la pasta de polvo de alas de mariposa y se añade un espesante de propiedades sanadoras, corazón del tallo de la seta brillante en ese caso.
Con cuidado la elfa extendió aquella crema sanadora por la zona contusionada con la habilidad que solo la práctica otorgaba mientras trataba de agudizar sus sentidos para saber cómo le iba a Vincent con aquellos críos. Apenas había terminado cuando el señor Rasell llegó hasta allí y su rostro de enfado pasó a ser uno de auténtica rabia al ver el desastre en el que se había convertido una de las secciones más importantes de la su amada biblioteca. Prácticamente se podía ver como le salía humo por las orejas y poco le faltó para partir su bastón entre las manos de lo fuerte que lo sujetaba en lo que parecía un intento por evitar maldecir a todo el panteón de dioses humanos.
-En todos mis años aquí...He visto de todo. Libros siendo maltratados, gente ruidosa y maleducada, tipos duros que pensaban que podían usar alguno de mis libros para encontrar un gran tesoro escondido...Hasta parejas incapaces de controlar su líbido...Pero ni siquiera estas últimas llegaron nunca a este extremo...- Comenzó a decir con un tono que dejaba claro que interrumpirle sería un gran error. -Níniel, ¿Que diablos ha pasado?.- Pudo por fín preguntar tras controlar un poco su colosal enfado y modulando un poco más su tono para hablarle a la elfa.
-Me temo que hay un grupo de niños haciendo de las suyas señor Rasell y han causado que este hombre cayera desde lo alto de la escalera sobre la mesa. Es una suerte que se encuentre solo algo magullado.- Respondió la elfa de forma concisa para tratar de serenar los ánimos del anciano bibliotecario.
-Doy gracias a los dioses porque hoy estuvieras tú aquí para ocuparte de sus heridas, mi enfado no es contigo joven, yo...Un momento...¿Dónde está el tomo del Dammaz Kron?.- Dijo cortando de repente lo que parecía iba a ser una disculpa para acercarse tán rápido como su cojera se lo permitió a una vitrina cerrada que se hallaba vacía. Con todo lo ocurrido Níniel no se había percatado de aquello pero era cierto. Aquella vitrina, fabricada con un cristal especial y con una cerradura supuestamente imposible de abrir, normalmente contenía un volumen muy extraño, un libro único de un valor incalculable y del que se creía solo existían dos copias, aquella y otra más en posesión de un rico coleccionista de la ciudad. Durante todas sus visitas aquel libro siempre estaba allí, expuesto pero inalcanzable...Y ahora no estaba.
-No puede ser...¿Quién lo tiene?. ¿Cómo han conseguido sacarlo de su vitrina?. Solo yo tengo la llave y la guardo en un lugar seguro.- Dijo dejando de lado el enfado para hablar con una gran angustia y llevando una de sus manos a la entrepierna donde pareció comprobar que todo estaba en su sitio revelándole a la sacerdotisa, para su horror, cuál era ese lugar seguro. -Esto no puede ser...Esos críos...No sé cómo lo han hecho pero deben de haber sido ellos...¿Dónde están?-
-Vincent ha ido tras ellos, pero parecían simples niños humanos...- Iba a decir que dudaba mucho que unos simples críos pudieran haber hecho algo así, abrir una cerradura imposible de abrir y robado un tomo tan valioso...Pero entonces recordó a los Gorriones y pensó que no debía negar aquella posibilidad tan a la ligera. Parecía que era mejor no subestimar las capacidades de los infantes de aquella ciudad.
Subrayado comiendo de otra dificultad: Robo de un valioso libro.
Subrayado el uso de la pasiva alquimia.
-Tranquilo estoy aquí para ayudarle, soy sanadora. No, no haga movimientos bruscos, despacio.-Con cuidado la sacerdotisa ayudó a la víctima del accidente y le instó a tumbarse en el suelo, lejos de los restos de la mesa partida en dos, tras intentar calmarle con su siempre melódica voz y comenzando a revisarle comprobando que no sufriera ninguna lesión interna ni ningún hueso roto, especialmente en espalda, cuello y cabeza. El hombre asintió dolorido y se dejó hacer disminuyendo el volumen de sus quejidos aunque sin poder evitar elevar la voz cuando las delicadas manos de la peliblanca tocaban alguno punto especialmente afectado por el golpe contra la mesa. La elfa pronto pudo saber que, a pesar de lo que parecía una aparatosa caída y de los fuertes dolores que le aquejaban, el hombre no tenía más que unas pocas contusiones, dolorosas, pero nada de lo que preocuparse desde el punto de vista médico, se recuperaría de aquello tán rápido como de una pelea de taberna, puede que incluso antes.
Por el aspecto del aquel rincón de la biblioteca Níniel supuso lo que había ocurrido para que aquel pobre hombre acabara en ese estado. Debía de haber estado subido en la escalera móvil para alcanzar alguno de los volúmenes situados más arriba cuando aquellos gamberros aparecieron por allí causando de algún modo su caída. Níniel esperaba que debido al susto o a poner nervioso al hombre con sus acciones y no moviendo a posta la escalera. En cualquier caso aquel humano había tenido suerte de caer cómo había caído, un mal golpe en la cabeza o una mala posición del cuello y, aunque la altura no parecía la gran cosa, podría haber acabado mucho peor parado, incluso podría haber muerto.
-No debe preocuparse, el golpe ha sido fuerte pero no hay lesiones de gravedad. Le pondré en la espalda un poco de ungüento curativo, le daré una poción de inhibis para el dolor y con unos días de reposo estará como nuevo y podrá retomar sus estudios con normalidad.- Le indicó ayudándole a volver a cambiar de posición para a continuación buscar en su bolsa y en los bolsillos de su capa negra lo que necesitaba. Como buena sacerdotisa que era aquellas cosas nunca faltaban en sus bolsillos, siempre llevaba encima algunos viales de preparados alquímicos básicos hechos por ella misma pues nunca se sabía cuándo podría necesitarlos. Aquella precaución había demostrado ser muy útil en más de una ocasión.
La poción de Inhibis era extracto de dicha planta, cuyas propiedades calmantes son bien conocidas en el gremio, tratado con agua de manantial y combinado con un poco de depurado de Lastia para evitar el amargor del Inhibis. El ungüento curativo consistía en pétalos de flor azul y ala de mariposa pulverizada. Una vez pulverizadas las alas se mezclaba con agua destilada o de manantial hasta obtener una pasta con la textura deseada por la alquimista. Tras un tiempo de reposo durante el cual se destila la esencia de los pétalos de flor azul se mezcla dicha esencia con la pasta de polvo de alas de mariposa y se añade un espesante de propiedades sanadoras, corazón del tallo de la seta brillante en ese caso.
Con cuidado la elfa extendió aquella crema sanadora por la zona contusionada con la habilidad que solo la práctica otorgaba mientras trataba de agudizar sus sentidos para saber cómo le iba a Vincent con aquellos críos. Apenas había terminado cuando el señor Rasell llegó hasta allí y su rostro de enfado pasó a ser uno de auténtica rabia al ver el desastre en el que se había convertido una de las secciones más importantes de la su amada biblioteca. Prácticamente se podía ver como le salía humo por las orejas y poco le faltó para partir su bastón entre las manos de lo fuerte que lo sujetaba en lo que parecía un intento por evitar maldecir a todo el panteón de dioses humanos.
-En todos mis años aquí...He visto de todo. Libros siendo maltratados, gente ruidosa y maleducada, tipos duros que pensaban que podían usar alguno de mis libros para encontrar un gran tesoro escondido...Hasta parejas incapaces de controlar su líbido...Pero ni siquiera estas últimas llegaron nunca a este extremo...- Comenzó a decir con un tono que dejaba claro que interrumpirle sería un gran error. -Níniel, ¿Que diablos ha pasado?.- Pudo por fín preguntar tras controlar un poco su colosal enfado y modulando un poco más su tono para hablarle a la elfa.
-Me temo que hay un grupo de niños haciendo de las suyas señor Rasell y han causado que este hombre cayera desde lo alto de la escalera sobre la mesa. Es una suerte que se encuentre solo algo magullado.- Respondió la elfa de forma concisa para tratar de serenar los ánimos del anciano bibliotecario.
-Doy gracias a los dioses porque hoy estuvieras tú aquí para ocuparte de sus heridas, mi enfado no es contigo joven, yo...Un momento...¿Dónde está el tomo del Dammaz Kron?.- Dijo cortando de repente lo que parecía iba a ser una disculpa para acercarse tán rápido como su cojera se lo permitió a una vitrina cerrada que se hallaba vacía. Con todo lo ocurrido Níniel no se había percatado de aquello pero era cierto. Aquella vitrina, fabricada con un cristal especial y con una cerradura supuestamente imposible de abrir, normalmente contenía un volumen muy extraño, un libro único de un valor incalculable y del que se creía solo existían dos copias, aquella y otra más en posesión de un rico coleccionista de la ciudad. Durante todas sus visitas aquel libro siempre estaba allí, expuesto pero inalcanzable...Y ahora no estaba.
-No puede ser...¿Quién lo tiene?. ¿Cómo han conseguido sacarlo de su vitrina?. Solo yo tengo la llave y la guardo en un lugar seguro.- Dijo dejando de lado el enfado para hablar con una gran angustia y llevando una de sus manos a la entrepierna donde pareció comprobar que todo estaba en su sitio revelándole a la sacerdotisa, para su horror, cuál era ese lugar seguro. -Esto no puede ser...Esos críos...No sé cómo lo han hecho pero deben de haber sido ellos...¿Dónde están?-
-Vincent ha ido tras ellos, pero parecían simples niños humanos...- Iba a decir que dudaba mucho que unos simples críos pudieran haber hecho algo así, abrir una cerradura imposible de abrir y robado un tomo tan valioso...Pero entonces recordó a los Gorriones y pensó que no debía negar aquella posibilidad tan a la ligera. Parecía que era mejor no subestimar las capacidades de los infantes de aquella ciudad.
Subrayado comiendo de otra dificultad: Robo de un valioso libro.
Subrayado el uso de la pasiva alquimia.
Níniel Thenidiel
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
El brujo tuvo que dejar atrás al hombre que había caído sobre la mesa, pero no estaba preocupado por él. Níniel tenía el don de los de su raza para la sanación, pero más allá de eso, era también una increíble alquimista. Lo normal es que el hombre herido solo tuviera algunas contusiones, y teniendo en cuenta las veces que la elfa lo había mantenido con vita de cosas mucho peores, estaba seguro de que pronto estaría recuperado.
Otra historia eran los niños que habían provocado el caos en la sala de historia. Eran extremadamente rápidos para su corta estatura, tanto que el brujo empezó a plantearse si no había tomado alguna pócima que los mantuviera en ese estado de desenfreno. Allá por donde pasaban provocaban un caos, y los lectores de la bibliotecas lanzaban miradas de reproche a los niños, aunque cuando se les acercaban demasiado y se daban cuenta de lo peligrosos que eran más de uno ponía tierra de por medio.
- Dejadlo. Estáis destruyendo la biblioteca-, les dijo a los niños. Bastante arto de perseguirlos.
- Calla anciano. Esto es lo más divertido que hemos hecho nunca y nadie nos lo va a chafar-, contestó uno rubio bastante sonriente.
¿Anciano? ¿Había oído bien? Esos niños se estaban ganando saltar por los aires, más no podía hacer eso por evidentes razones. Necesitaba atrapar a esos malnacidos y entregárselos a sus padres.
- Pero qué demonios está pasando aquí-, comentó alguien bastante indignado, apareciendo por uno de los pasillos llenos de estanterías.
No fue una buena idea pues los renacuajos lo arrollaron y lo empujaron contra una de las estanterías.
- Malditos niños-, les gritó, ahora totalmente cabreado.
Vincent intentó advertirle pero no le dio tiempo. La estantería se tambaleó un instante, y un pesado libro se salió de su sitio impactando contra la cabeza del hombre. El golpe había resonado por toda la sala, y Vinc temió que le hubiera partido el cuello de lo mal que sonó. Por fortuna, al llegar hasta él pudo comprobar que estaba vivo solo que con un enorme chichón empezando a hincharse, como pudo comprobar con su tacto.
- ¿Quiénes son esos niños? - preguntó una chica que se había acercado hasta el accidentado. - No serán hijos suyos.
- ¿Míos? No no no-, contestó nervioso. - No sé de quiénes son, pero debo atraparlos para que dejen de armar alboroto-. Su palabras apuradas eran más fruto de que alguien pudiera pensar que podría criar a unos niños tan malvados y crueles. - ¿Podría hacerme un favor? En el ala de historia hay una elfa de pelo blanco, la reconocerá con facilidad. Si es tan amable, ¿podría avisarla para que atienda a esta persona? Yo debo dar caza a eso niños.
- Pero señor yo…-, comenzó a decir la mujer, más para el brujo ya daba igual.
Ya había comenzado la persecución de los infantes peligrosos nuevamente. Le habían ganado distancia pero era sencillo seguirlo por el rastro de destrucción a su paso. Libros tirados, escaleras tumbadas, gente comentando el suceso de los niños maleducados. Cada pista lo acercaba más a su objetivo, sin embargo, necesitaba darse prisa pues a este paso no iban a dejar un aula en pie.
Pronto se dio cuenta de que los niños bordeaban en círculo las distintas secciones, así que decidió cortarles el paso yendo por los pasillos centrales. Solo haciendo un camino más corto podría cogerlos, ya que seguían moviéndose a esa velocidad endiabla impropia de unos niños.
El rubio mantenía alejado de su mente pensamientos que lo enfurecieran aún más, a la vez que se movía a toda prisa entre los pasillos llenos de libros, disculpándose con las personas que a punto estaba de llevarse por delante con su carrera. Al menos no había mucha gente en la biblioteca, por lo que para el brujo era sencillo esquivar a los pocos visitantes, y así podía manteneros buen ritmo. Ya casi saboreaba su victoria cuando atrapara a los niños cuando en el recodo de una esquina se topó con alguien.
La velocidad hizo que en el choque ambos cayeran por los suelos. El rubio solo podía pensar que mala era su fortuna, pues ahora perdería un tiempo precioso disculpándose con la otra persona. Tiempo que no tenía si quería atrapar a los infantes.
- Lo siento, estaba buscando a unos…-, intentó decirle, pero antes de que pudiera hacer nada, la persona envueltas en ropas de abrigo se echó a correr, -niños-, terminó por decir extrañado. - ¡Espere! -, le gritó. - Su libro-, comentó recogiéndolo del suelo, aunque ya era demasiado tarde. La persona había desaparecido entre los pasillos, y no podía perder el tiempo persiguiéndolo, ya tenía a otros que perseguir.
¿Se habían vuelto todos locos en la biblioteca? No sabía si era algún tipo de síntoma extraño fruto del invierno, pero el brujo no se quedó parado pensando qué demonios acababa de suceder. No había tenido que disculparse y eso había sido un golpe de suerte, podría seguir con la captura de los niños. El ruido y los gritos de indignación el sala contigua le hicieron saber que por ahí andaban los pequeñajos, así que sin ni siquiera mirar el título del libro, echó a correr con el tomo en sus manos.
No podía dejarlo allí tirado, así que en cuanto atrapara a los niños, se lo dejaría a Rasell en su mostrador. Él sabría si era un libro de la biblioteca o de la persona que se había esfumado. Ya vendría el momento de preocuparse por eso, pensó, mientras corría hacia el lugar donde prepararía la emboscada.
Otra historia eran los niños que habían provocado el caos en la sala de historia. Eran extremadamente rápidos para su corta estatura, tanto que el brujo empezó a plantearse si no había tomado alguna pócima que los mantuviera en ese estado de desenfreno. Allá por donde pasaban provocaban un caos, y los lectores de la bibliotecas lanzaban miradas de reproche a los niños, aunque cuando se les acercaban demasiado y se daban cuenta de lo peligrosos que eran más de uno ponía tierra de por medio.
- Dejadlo. Estáis destruyendo la biblioteca-, les dijo a los niños. Bastante arto de perseguirlos.
- Calla anciano. Esto es lo más divertido que hemos hecho nunca y nadie nos lo va a chafar-, contestó uno rubio bastante sonriente.
¿Anciano? ¿Había oído bien? Esos niños se estaban ganando saltar por los aires, más no podía hacer eso por evidentes razones. Necesitaba atrapar a esos malnacidos y entregárselos a sus padres.
- Pero qué demonios está pasando aquí-, comentó alguien bastante indignado, apareciendo por uno de los pasillos llenos de estanterías.
No fue una buena idea pues los renacuajos lo arrollaron y lo empujaron contra una de las estanterías.
- Malditos niños-, les gritó, ahora totalmente cabreado.
Vincent intentó advertirle pero no le dio tiempo. La estantería se tambaleó un instante, y un pesado libro se salió de su sitio impactando contra la cabeza del hombre. El golpe había resonado por toda la sala, y Vinc temió que le hubiera partido el cuello de lo mal que sonó. Por fortuna, al llegar hasta él pudo comprobar que estaba vivo solo que con un enorme chichón empezando a hincharse, como pudo comprobar con su tacto.
- ¿Quiénes son esos niños? - preguntó una chica que se había acercado hasta el accidentado. - No serán hijos suyos.
- ¿Míos? No no no-, contestó nervioso. - No sé de quiénes son, pero debo atraparlos para que dejen de armar alboroto-. Su palabras apuradas eran más fruto de que alguien pudiera pensar que podría criar a unos niños tan malvados y crueles. - ¿Podría hacerme un favor? En el ala de historia hay una elfa de pelo blanco, la reconocerá con facilidad. Si es tan amable, ¿podría avisarla para que atienda a esta persona? Yo debo dar caza a eso niños.
- Pero señor yo…-, comenzó a decir la mujer, más para el brujo ya daba igual.
Ya había comenzado la persecución de los infantes peligrosos nuevamente. Le habían ganado distancia pero era sencillo seguirlo por el rastro de destrucción a su paso. Libros tirados, escaleras tumbadas, gente comentando el suceso de los niños maleducados. Cada pista lo acercaba más a su objetivo, sin embargo, necesitaba darse prisa pues a este paso no iban a dejar un aula en pie.
Pronto se dio cuenta de que los niños bordeaban en círculo las distintas secciones, así que decidió cortarles el paso yendo por los pasillos centrales. Solo haciendo un camino más corto podría cogerlos, ya que seguían moviéndose a esa velocidad endiabla impropia de unos niños.
El rubio mantenía alejado de su mente pensamientos que lo enfurecieran aún más, a la vez que se movía a toda prisa entre los pasillos llenos de libros, disculpándose con las personas que a punto estaba de llevarse por delante con su carrera. Al menos no había mucha gente en la biblioteca, por lo que para el brujo era sencillo esquivar a los pocos visitantes, y así podía manteneros buen ritmo. Ya casi saboreaba su victoria cuando atrapara a los niños cuando en el recodo de una esquina se topó con alguien.
La velocidad hizo que en el choque ambos cayeran por los suelos. El rubio solo podía pensar que mala era su fortuna, pues ahora perdería un tiempo precioso disculpándose con la otra persona. Tiempo que no tenía si quería atrapar a los infantes.
- Lo siento, estaba buscando a unos…-, intentó decirle, pero antes de que pudiera hacer nada, la persona envueltas en ropas de abrigo se echó a correr, -niños-, terminó por decir extrañado. - ¡Espere! -, le gritó. - Su libro-, comentó recogiéndolo del suelo, aunque ya era demasiado tarde. La persona había desaparecido entre los pasillos, y no podía perder el tiempo persiguiéndolo, ya tenía a otros que perseguir.
¿Se habían vuelto todos locos en la biblioteca? No sabía si era algún tipo de síntoma extraño fruto del invierno, pero el brujo no se quedó parado pensando qué demonios acababa de suceder. No había tenido que disculparse y eso había sido un golpe de suerte, podría seguir con la captura de los niños. El ruido y los gritos de indignación el sala contigua le hicieron saber que por ahí andaban los pequeñajos, así que sin ni siquiera mirar el título del libro, echó a correr con el tomo en sus manos.
No podía dejarlo allí tirado, así que en cuanto atrapara a los niños, se lo dejaría a Rasell en su mostrador. Él sabría si era un libro de la biblioteca o de la persona que se había esfumado. Ya vendría el momento de preocuparse por eso, pensó, mientras corría hacia el lugar donde prepararía la emboscada.
Vincent Calhoun
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
Saber que el brujo iba tras aquellos pilluelos hiperactivos causó que el anciano bibliotecario esbozara durante apenas una fracción de segundo una leve sonrisa de complacencia, como si por su cabeza se le hubiera pasado que las historias sobre la crueldad de muchos brujos fueran ciertas y considerara que aquellos niños se tenían merecido que alguien tan letal y peligroso fuera detrás de ellos. Aquel leve gesto desapareció tan rápido como había aparecido pero fue suficiente para que Níniel lo viera y pensara a su vez lo equivocado que estaba el señor Rasell con Vincent. El rubio era una persona amable y siempre dispuesta a ayudar, no podía imaginárselo usando sus talentos de brujo para hacerles pasar un mal rato a unos niños por muy problemáticos que estos resultaran. Claro que tampoco hubiese dicho en su momento que albergara pensamientos subidos de tono sobre ambos y de haber apostado por ello habría perdido. En cualquier caso el anciano hombre pareció dejar de lado sus extraños pensamientos y se dispuso a salir de la zona de historia antigua moviéndose excepcionalmente rápido a pesar de su edad y su cojera. Aquel libro debía de ser importante pues la elfa nunca le había visto ni tan enfadado ni tan frenético.
-Tenemos que recuperar ese libro, es totalmente prioritario. Si ya has terminado de atender a este hombre quiero que te pongas de inmediato a perseguir a esos mocosos.- Ordenó sin tan siquiera girarse para mirarla al decirlo.
La peliblanca asintió como respuesta y tras ayudar a aquel pobre tipo a levantarse y a sentarse en una de las sillas que habían sobrevivido al accidente se dispuso a obedecer saliendo también de aquella sección de la biblioteca y usando su vista de elfa para tratar de averiguar dónde estaban Vincent, los niños o todos ellos en el caso de que ya les hubiera cogido. Tras un primer vistazo con el que no tuvo éxito tratando de encontrarles pronto se las apañó para seguir el rastro de maldiciones y cosas tiradas por el suelo para seguir sus pasos, mordiéndose el labio con preocupación al ver los destrozos que habían ido dejando a su paso. Un rastro de libros y pergaminos tirados por el suelo, mobiliario movido e incluso volcado y huellas de tinta con la forma de calzado infantil por todas partes, como si los niños hubiesen estado dando vueltas en un juego en vez de estar tratando de escapar. -Vincent...- Musitó para sí misma la peliblanca sin poder contener una sonrisa al pensar que aquellos chiquillos estuviesen toreando al brujo.
-Perdona.- La interrumpió una humana joven con cierto aire de suficiencia típica en los estudiosos.- Me han dicho que buscase a una elfa de pelo blanco en la sección de historia...Supongo que debes ser tú...No creo que haya muchas como tú aquí. Hay un hombre con una herida en la cabeza...Por lo visto puedes ayudar. Me lo dijo un hombre que corría tras unos niños. Uno rubio, muy guapo, del tipo al que no miraría mal aunque interrumpiera mis estudios sobre arquitectura cristiana.- Continuó diciéndole y explicándole la chica haciendo que la elfa se detuviera volviendo a cambiar su prioridad de ayudar a Vincent por la de atender a aquella nueva víctima de los modos modos de aquel trío de malandrines, aunque no le gustó el tono de la mujer. -Es por aquí, no parece grave, osea no se queja mucho, pero resulta grotesca semejante escena, con toda esa sangre...Desde luego menuda biblioteca, parece más un circo, no hay modo de estar tranquila.- Fueron sus palabras mientras la guiaba por entre el laberinto de pasillos hasta el hombre herido que se encontraba en compañía de otro hombre de avanzada edad que le ayudaba a mantener un trozo de tela presionando sobre la herida. Era una suerte que no todo el mundo fuera tan imbécil como esa estirada estudiosa de la arquitectura cristiana, de lo contrario nadie se hubiese acercado a ayudar a aquel tipo al encontrar la escena muy "Grotesca" o porque el hombre al desangrarse interrumpía sus estudios...
-Soy sanadora, déjeme ver.- Pidió amablemente para poder echar un vistazo a la herida, agachándose y tomando entre sus manos la tela que mantenía presionada la lesión, a esas alturas ya manchada de carmesí. Era una herida bastante fea, parecía que aquel hombre había tenido mala suerte y había sido golpeado por la peor parte de aquel libro que manchado de rojo se encontraba tirado en el suelo.
-El compendio de clasificación de animales del norte de Jhon Linnear. Aún ha sido afortunado, si hubiese sido su guía maestra de Aerandir ni toda la magia élfica hubiera bastado para volver a poner tu cabeza en su sitio, compañero.- Bromeó el hombre anciano de forma aguda y consiguiendo que el propio herido comenzara a reír aunque al hacerlo le dolió y dejó de hacerlo de inmediato. Por la naturaleza de la broma Níniel supuso que al menos debían de ser doctos en el mismo campo de conocimiento.
-No se mueva por favor...¿Nota la visión borrosa o algún problema para enfocar?. ¿Alguna molestia en el cuello?. Bien, enseguida estará como nuevo no se preocupe.- Le dijo la peliblanca con su voz cantarina recibiendo la mayor parte de las respuestas que necesitaba en el modo en el que el hombre le miraba el pecho demostrando que veía perfectamente y que no tenía problema alguno a la hora de mover el cuello. -Enseguida se encontrará mucho mejor.- Dijo colocando ambas manos sobre su cabeza, comenzando a sanar la herida con su imposición de manos, emitiendo una leve luz dorada durante el proceso que acabó en poco tiempo. A continuación sacó de su bolso un pequeño vial que contenía un líquido casi transparente con un ligero tono azulado de esencia de Barrimorth muy diluida, concretamente de la flor que con aquel frío invernal abundaba por toda Aerandir y que en verano solo podía encontrarse en el norte, y se lo tendió al hombre que a pesar de haber notado como su herida se cerraba en cuestión de segundos seguía más atento a la anatomía de la peliblanca que a su curación. -Esto aliviará el dolor de cabeza que puedas sentir, con un sorbo bastará para dolores leves, dos si son algo más fuertes. ¿De acuerdo?.- Le dijo tratando de obviar la desfachatez de aquel hombre que finalmente desvió la mirada y tomó el frasquito agradeciéndole sus cuidados.
-Muchas gracias señorita...Ha sido...Increíble, era como estar en el paraíso.- La peliblanca sonrió levemente a sus agradecimientos e incorporándose de nuevo se dispuso a continuar con su búsqueda de Vincent y los chicos que, con el tiempo que había gastado tratando a aquel hombre ya debían de volver a llevar mucha ventaja. Realmente que aquel lugar fuera tan sumamente grande no obraba en su favor en aquella situación. Con un suspiro se puso en marcha de nuevo.
Subrayado el uso de la pasiva alquimia.
-Tenemos que recuperar ese libro, es totalmente prioritario. Si ya has terminado de atender a este hombre quiero que te pongas de inmediato a perseguir a esos mocosos.- Ordenó sin tan siquiera girarse para mirarla al decirlo.
La peliblanca asintió como respuesta y tras ayudar a aquel pobre tipo a levantarse y a sentarse en una de las sillas que habían sobrevivido al accidente se dispuso a obedecer saliendo también de aquella sección de la biblioteca y usando su vista de elfa para tratar de averiguar dónde estaban Vincent, los niños o todos ellos en el caso de que ya les hubiera cogido. Tras un primer vistazo con el que no tuvo éxito tratando de encontrarles pronto se las apañó para seguir el rastro de maldiciones y cosas tiradas por el suelo para seguir sus pasos, mordiéndose el labio con preocupación al ver los destrozos que habían ido dejando a su paso. Un rastro de libros y pergaminos tirados por el suelo, mobiliario movido e incluso volcado y huellas de tinta con la forma de calzado infantil por todas partes, como si los niños hubiesen estado dando vueltas en un juego en vez de estar tratando de escapar. -Vincent...- Musitó para sí misma la peliblanca sin poder contener una sonrisa al pensar que aquellos chiquillos estuviesen toreando al brujo.
-Perdona.- La interrumpió una humana joven con cierto aire de suficiencia típica en los estudiosos.- Me han dicho que buscase a una elfa de pelo blanco en la sección de historia...Supongo que debes ser tú...No creo que haya muchas como tú aquí. Hay un hombre con una herida en la cabeza...Por lo visto puedes ayudar. Me lo dijo un hombre que corría tras unos niños. Uno rubio, muy guapo, del tipo al que no miraría mal aunque interrumpiera mis estudios sobre arquitectura cristiana.- Continuó diciéndole y explicándole la chica haciendo que la elfa se detuviera volviendo a cambiar su prioridad de ayudar a Vincent por la de atender a aquella nueva víctima de los modos modos de aquel trío de malandrines, aunque no le gustó el tono de la mujer. -Es por aquí, no parece grave, osea no se queja mucho, pero resulta grotesca semejante escena, con toda esa sangre...Desde luego menuda biblioteca, parece más un circo, no hay modo de estar tranquila.- Fueron sus palabras mientras la guiaba por entre el laberinto de pasillos hasta el hombre herido que se encontraba en compañía de otro hombre de avanzada edad que le ayudaba a mantener un trozo de tela presionando sobre la herida. Era una suerte que no todo el mundo fuera tan imbécil como esa estirada estudiosa de la arquitectura cristiana, de lo contrario nadie se hubiese acercado a ayudar a aquel tipo al encontrar la escena muy "Grotesca" o porque el hombre al desangrarse interrumpía sus estudios...
-Soy sanadora, déjeme ver.- Pidió amablemente para poder echar un vistazo a la herida, agachándose y tomando entre sus manos la tela que mantenía presionada la lesión, a esas alturas ya manchada de carmesí. Era una herida bastante fea, parecía que aquel hombre había tenido mala suerte y había sido golpeado por la peor parte de aquel libro que manchado de rojo se encontraba tirado en el suelo.
-El compendio de clasificación de animales del norte de Jhon Linnear. Aún ha sido afortunado, si hubiese sido su guía maestra de Aerandir ni toda la magia élfica hubiera bastado para volver a poner tu cabeza en su sitio, compañero.- Bromeó el hombre anciano de forma aguda y consiguiendo que el propio herido comenzara a reír aunque al hacerlo le dolió y dejó de hacerlo de inmediato. Por la naturaleza de la broma Níniel supuso que al menos debían de ser doctos en el mismo campo de conocimiento.
-No se mueva por favor...¿Nota la visión borrosa o algún problema para enfocar?. ¿Alguna molestia en el cuello?. Bien, enseguida estará como nuevo no se preocupe.- Le dijo la peliblanca con su voz cantarina recibiendo la mayor parte de las respuestas que necesitaba en el modo en el que el hombre le miraba el pecho demostrando que veía perfectamente y que no tenía problema alguno a la hora de mover el cuello. -Enseguida se encontrará mucho mejor.- Dijo colocando ambas manos sobre su cabeza, comenzando a sanar la herida con su imposición de manos, emitiendo una leve luz dorada durante el proceso que acabó en poco tiempo. A continuación sacó de su bolso un pequeño vial que contenía un líquido casi transparente con un ligero tono azulado de esencia de Barrimorth muy diluida, concretamente de la flor que con aquel frío invernal abundaba por toda Aerandir y que en verano solo podía encontrarse en el norte, y se lo tendió al hombre que a pesar de haber notado como su herida se cerraba en cuestión de segundos seguía más atento a la anatomía de la peliblanca que a su curación. -Esto aliviará el dolor de cabeza que puedas sentir, con un sorbo bastará para dolores leves, dos si son algo más fuertes. ¿De acuerdo?.- Le dijo tratando de obviar la desfachatez de aquel hombre que finalmente desvió la mirada y tomó el frasquito agradeciéndole sus cuidados.
-Muchas gracias señorita...Ha sido...Increíble, era como estar en el paraíso.- La peliblanca sonrió levemente a sus agradecimientos e incorporándose de nuevo se dispuso a continuar con su búsqueda de Vincent y los chicos que, con el tiempo que había gastado tratando a aquel hombre ya debían de volver a llevar mucha ventaja. Realmente que aquel lugar fuera tan sumamente grande no obraba en su favor en aquella situación. Con un suspiro se puso en marcha de nuevo.
Subrayado el uso de la pasiva alquimia.
Níniel Thenidiel
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
El choque con la persona en el cruce no le había restado mucho tiempo, por lo que aún creía ser capaz de cortarles el paso a los renacuajos endemoniados. Sin duda tendría que hablar con los padres de esos niños para saber si su comportamiento era así normalmente, o si en realidad se debía a algo puntual. El brujo suponía que era lo segundo, pues si realmente eran así siempre, solo podía compadecer a sus padres.
El ruido que hacían los pequeños le indicó que estaban todavía entretenidos en la sección siguiente a donde habían arrollado al señor. Eso era una buena señal, pues podría atraparlos donde tenía pensado en un principio. Nada más llegar miró al interior de la sala para comprobar por donde andaban, y pudo apreciar que ya se estaban aproximando a su posición. Observó a su alrededor para ver si podía encontrar algo con que atarlos y al principio no halló nada que le pudiera servir, hasta que finalmente sus ojos se posaron en un estandarte de la ciudad que estaba colgado de su respectivo mástil.
El rubio no perdió el tiempo y dejó el libro en el suelo a la vez que desenganchaba la tela de su sitio. Luego recogió nuevamente el tomo para dirigirse a uno de los laterales de la puerta de acceso de la sala con todas las cosas. Espió sutilmente la habitación para comprobar que efectivamente los niños se dirigían hacia él, por lo que dejó nuevamente el libro en el suelo a su lado. Cogió una de sus runas, una que no estaba llena de poder, y dibujó con la tiza que siempre llevaba un glifo sobre la piedra. Concretamente el símbolo del fuego y el aire. Después rellenó la runa con su energía, aunque solo un poquito. El símbolo brilló levemente antes de quedar impreso sobre la piedra de un modo que parecía que siempre había estado allí.
- Gastar una runa en algo tan pobre-, se maldijo a la vez que observaba como los niños se seguían acercando.
Usó nuevamente su tiza para grabar sobre su brazalete otro glifo. Esta vez dibujó el símbolo que atenuaba el sonido, que servía para moverse con mayor sigilo y discreción. No es que le sirviera de gran cosa, pero era mejor que nada y quería asegurarse de pillar a los niños de una vez por todas. Llenó con su magia la nueva runa, y pronto el glifo se quedó marcado en su brazal, dándole sigilo de manera temporal. Teniendo en cuenta que los pequeños estaban ya muy próximos a la puerta por el ruido que hacían, no dudaba que duraría mucho más tiempo del que necesitaba.
En cuanto sintió que los niños estaban por llegar a la puerta, así que dijo en susurros las palabras que harían que la runa soltara el poder que llevaba dentro. Había conjurado el glifo para que actuara unos segundos después de que se activara, así que tiró la piedra justo al paso de los niños. Los pequeños pasaban cantando y riendo sus travesuras, cuando la runa explotó con el poco poder que tenía en su interior. Era totalmente inofensiva pero el sonido de la explosión asustó y confundió a los niños, momento que el rubio aprovechó para abalanzarse sobre el trío. Se encaminó por la espalda de los jovencitos que se habían volteado hacia donde había estallado la runa, cogió a uno y le tapó la boca, luego atrapó al segundo que puso rápidamente contra el suelo y lo mantuvo contra el suelo con su rodilla. Finalmente cogió al tercero.
- Os tengo enanos-, dijo triunfal.
- Una mierda es lo que tienes-, comentó el que le había hablado por primera. Uno especialmente malcriado por lo que podía apreciar.
El niño en cuanto dijo esto mordió al brujo en la mano, provocando que el brujo tuviera que soltarlo por el dolor.
- A ver si me atrapas de nuevo mequetrece-, dijo echándose a correr por la dirección que había venido el trío.
- ¡Maldito mocoso! ¡Verás cuando te pille! - gritó a la espalda del pequeño.
Los dos que quedaban luchaban por escapar, pero el rubio no dejaría escapar a estos dos con tanta facilidad. Con el estandarte que había cogido anteriormente, los amarró espalda contra espalda para que les fuera difícil correr estando cada uno mirando hacia el otro lado, y con el sobrante del propio estandarte les ató las piernas para asegurarse de que no iban a ningún lado. Podría parecer que estaba exagerando amarrando a los niños como si de un petate de viaje se tratara, pero lo tenían arto, y al menos seguían vivos y soltando sus maldiciones. Demasiado afiladas para ser de unos niños.
- Vincent, que ha sido todo ese ruido-, oyó decir a su espalda cuando terminó de atar a los niños. - Veo que ha atrapado a esos insolentes niños. Decidme, donde habéis puesto el Dammaz Kron.
- Bueno, aún me queda uno. Pero solo es cuestión de tiempo-, le explicó.
Si no recordaba mal el Dammaz Kron era un libro que estaba en la sección de historia. Lo había visto en su vitrina cuando iba a leer la literatura que tanto le gustaba, pero no sabía que había desaparecido. De todos modos dudaba que esos niños fueran capaz de robarlo, a no ser que rompieran el cristal con su brutalidad. Aún así solo parecían ser unos traviesos, no unos ladrones. Como mucho lo habrían lanzado contra alguien. Pensar en el libro le recordó que había dejado el que se le había caído a la persona del cruce en el suelo, al lado de la puerta. Su sorpresa fue manifiesta cuando vio que no había nada allí.
- Vaya, había jurado que había dejado el libro justo allí-, se acarició la barba.
- ¿Qué libro? - preguntó Rasell
- No sé, se le había caído a una persona con la que había chocado-, Qué extraño - No sabía que el Dammaz Kron había desaparecido.
- Robado más bien. Hoy es un día donde todos los libros desaparecen por lo que veo-, comentó desanimando, negando con la cabeza mientras miraba al suelo.
- Señor Rasell. ¿No se habrá encontrado con una persona muy abrigada en el pasillo al venir hacia aquí? - caviló.
- Así es. ¿Cómo lo sabes? - respondió el bibliotecario.
Interesante. Muy interesante. Las casualidades existían, pero ocurrían en contadas ocasiones, y la actitud de esa persona era bastante sospechosa.
El ruido que hacían los pequeños le indicó que estaban todavía entretenidos en la sección siguiente a donde habían arrollado al señor. Eso era una buena señal, pues podría atraparlos donde tenía pensado en un principio. Nada más llegar miró al interior de la sala para comprobar por donde andaban, y pudo apreciar que ya se estaban aproximando a su posición. Observó a su alrededor para ver si podía encontrar algo con que atarlos y al principio no halló nada que le pudiera servir, hasta que finalmente sus ojos se posaron en un estandarte de la ciudad que estaba colgado de su respectivo mástil.
El rubio no perdió el tiempo y dejó el libro en el suelo a la vez que desenganchaba la tela de su sitio. Luego recogió nuevamente el tomo para dirigirse a uno de los laterales de la puerta de acceso de la sala con todas las cosas. Espió sutilmente la habitación para comprobar que efectivamente los niños se dirigían hacia él, por lo que dejó nuevamente el libro en el suelo a su lado. Cogió una de sus runas, una que no estaba llena de poder, y dibujó con la tiza que siempre llevaba un glifo sobre la piedra. Concretamente el símbolo del fuego y el aire. Después rellenó la runa con su energía, aunque solo un poquito. El símbolo brilló levemente antes de quedar impreso sobre la piedra de un modo que parecía que siempre había estado allí.
- Gastar una runa en algo tan pobre-, se maldijo a la vez que observaba como los niños se seguían acercando.
Usó nuevamente su tiza para grabar sobre su brazalete otro glifo. Esta vez dibujó el símbolo que atenuaba el sonido, que servía para moverse con mayor sigilo y discreción. No es que le sirviera de gran cosa, pero era mejor que nada y quería asegurarse de pillar a los niños de una vez por todas. Llenó con su magia la nueva runa, y pronto el glifo se quedó marcado en su brazal, dándole sigilo de manera temporal. Teniendo en cuenta que los pequeños estaban ya muy próximos a la puerta por el ruido que hacían, no dudaba que duraría mucho más tiempo del que necesitaba.
En cuanto sintió que los niños estaban por llegar a la puerta, así que dijo en susurros las palabras que harían que la runa soltara el poder que llevaba dentro. Había conjurado el glifo para que actuara unos segundos después de que se activara, así que tiró la piedra justo al paso de los niños. Los pequeños pasaban cantando y riendo sus travesuras, cuando la runa explotó con el poco poder que tenía en su interior. Era totalmente inofensiva pero el sonido de la explosión asustó y confundió a los niños, momento que el rubio aprovechó para abalanzarse sobre el trío. Se encaminó por la espalda de los jovencitos que se habían volteado hacia donde había estallado la runa, cogió a uno y le tapó la boca, luego atrapó al segundo que puso rápidamente contra el suelo y lo mantuvo contra el suelo con su rodilla. Finalmente cogió al tercero.
- Os tengo enanos-, dijo triunfal.
- Una mierda es lo que tienes-, comentó el que le había hablado por primera. Uno especialmente malcriado por lo que podía apreciar.
El niño en cuanto dijo esto mordió al brujo en la mano, provocando que el brujo tuviera que soltarlo por el dolor.
- A ver si me atrapas de nuevo mequetrece-, dijo echándose a correr por la dirección que había venido el trío.
- ¡Maldito mocoso! ¡Verás cuando te pille! - gritó a la espalda del pequeño.
Los dos que quedaban luchaban por escapar, pero el rubio no dejaría escapar a estos dos con tanta facilidad. Con el estandarte que había cogido anteriormente, los amarró espalda contra espalda para que les fuera difícil correr estando cada uno mirando hacia el otro lado, y con el sobrante del propio estandarte les ató las piernas para asegurarse de que no iban a ningún lado. Podría parecer que estaba exagerando amarrando a los niños como si de un petate de viaje se tratara, pero lo tenían arto, y al menos seguían vivos y soltando sus maldiciones. Demasiado afiladas para ser de unos niños.
- Vincent, que ha sido todo ese ruido-, oyó decir a su espalda cuando terminó de atar a los niños. - Veo que ha atrapado a esos insolentes niños. Decidme, donde habéis puesto el Dammaz Kron.
- Bueno, aún me queda uno. Pero solo es cuestión de tiempo-, le explicó.
Si no recordaba mal el Dammaz Kron era un libro que estaba en la sección de historia. Lo había visto en su vitrina cuando iba a leer la literatura que tanto le gustaba, pero no sabía que había desaparecido. De todos modos dudaba que esos niños fueran capaz de robarlo, a no ser que rompieran el cristal con su brutalidad. Aún así solo parecían ser unos traviesos, no unos ladrones. Como mucho lo habrían lanzado contra alguien. Pensar en el libro le recordó que había dejado el que se le había caído a la persona del cruce en el suelo, al lado de la puerta. Su sorpresa fue manifiesta cuando vio que no había nada allí.
- Vaya, había jurado que había dejado el libro justo allí-, se acarició la barba.
- ¿Qué libro? - preguntó Rasell
- No sé, se le había caído a una persona con la que había chocado-, Qué extraño - No sabía que el Dammaz Kron había desaparecido.
- Robado más bien. Hoy es un día donde todos los libros desaparecen por lo que veo-, comentó desanimando, negando con la cabeza mientras miraba al suelo.
- Señor Rasell. ¿No se habrá encontrado con una persona muy abrigada en el pasillo al venir hacia aquí? - caviló.
- Así es. ¿Cómo lo sabes? - respondió el bibliotecario.
Interesante. Muy interesante. Las casualidades existían, pero ocurrían en contadas ocasiones, y la actitud de esa persona era bastante sospechosa.
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Offrol: Glifo temporal de sigilo. Duración 3 turnos
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Vincent Calhoun
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
El rastro de pisadas de tinta que se había convertido en su mejor pista a seguir comenzó a atenuarse conforme la tintura en las suelas de aquellos niños comenzó a desaparecer y a secarse y pronto la peliblanca se vio en la obligación de ralentizar sus pasos para no pasar por alto ninguna de las cada vez más indefinidas marcas en el suelo. Además de aquello las evidencias del paso de los críos también eran cada vez menos claras y Níniel no sabía si eso era algo bueno o algo malo. Por una parte menos desorden era algo positivo, menos daños y menos trabajo para Vincent y ella pues serían los encargados de poner todo el lugar de nuevo en orden. Pero por otro lado el hecho de que no hubiera una caótica senda que seguir dificultaba el dar con ellos lo cual podría ser bien porque Vincent les había asustado lo suficiente como para no darles tiempo a revolverlo todo...O bien porque se habían dado cuenta de que hasta que no se libraran de sus perseguidores no podrían liarla en serio. Si era la segunda que los dioses les cogieran confesados.
Se encontraba en un cruce de pasillos entre la sección de cuentos populares y la dedicada a narrativa ligera cuando un fuerte sonido que a la elfa le recordó al sonido de las llamas y el viento conjurados por Vincent para trabajar juntos la hizo levantar la vista y girar hacia la izquierda al ver unas pequeñas volutas de humo elevarse por encima de las estanterías en aquella dirección hacia los altos techos de la segunda planta de la biblioteca. ¿Acaso el brujo había decidido finiquitar aquel asunto por las malas a pesar de tratarse únicamente de unos chiquillos?. Quizá no le gustaban los niños y su paciencia había terminado por agotarse decidiendo que se merecían un buen castigo o un susto al estilo de las islas.
La peliblanca aceleró el paso y estaba a punto de llegar hasta el punto de origen del humo cuando una voz infantil la instó a detenerse un momento y mirar en una dirección distinta a la que se dirigía para ver en la mitad de dicho pasillo a una figura masculina ataviada con gruesos ropajes de invierno y la capucha de su capa echada hacia delante arrinconando a uno de aquellos niños que viese huír de la sección de historia entre apremios a sus compañeros de fechorías y risas de diversión. Un chico al que parecía que la diversión se le había acabado y que en esos momentos, con la espalda contra una estantería, sujetaba un pesado libro de tapas negras y doradas y miraba a aquel hombre tan fuertemente abrigado mientras negaba con la cabeza usando el pesado volumen como escudo. Parecía que sus correrías habían llegado a su fin y al final otro de los visitantes de la biblioteca había logrado coger a uno aquellos pequeños alborotadores. La sacerdotisa comenzó a acercarse hasta ellos y al hacerlo distinguió el símbolo de bordado con hilo de oro de la encuadernación de aquel libro...Pero no solo eso, en el rostro del chico no había solo el miedo normal de un pillastre que ha sido atrapado con las manos en la masa, estaba aterrorizado hasta el punto de que varias lágrimas recorrían sus mejillas. La elfa aceleró el paso y la figura encapuchada se giró al oírla llegar un instante antes de lanzarse a por el crío tratando de quitarle el libro.
-Dame el maldito libro condenado mocoso.- Dijo elevando la voz arrancando el tomo de las manos del pequeño que parecía solo querer usarlo para defenderse pues soltó un sollozo y no se resistió, acabando en el suelo por los malos modos empleados por el hombre encapuchado que sin remordimiento alguno salió corriendo por el pasillo de una forma tan extraña como sospechosa con el Dammaz Kron en brazos.
-!Eh, espere!...¿Qué se cree que hace?- Dijo la elfa corriendo tras él hasta llegar a la altura del chiquillo que gimoteaba dolorido en el suelo y quedándose a su lado en vez de continuar persiguiéndolo. Aquel tipo se llevaba el valioso libro y resultaba evidente que no se trataba de un simple visitante tratando de poner a buen recaudo aquella preciada reliquia si no muy posiblemente al ladrón del objeto u otro oportunista de la misma calaña que para el caso igual daba. Aún así no podía dejar al niño allí tendido en el suelo, y con el cariño de una madre se arrodilló junto al pequeño para tranquilizarlo y comprobar que estuviera bien, aunque maldiciendo mentalmente al mirar una última vez en la dirección en la que el encapuchado había huído. Como última medida, mientras acariciaba levemente el pelo al pequeño para demostrarle sus buenas intenciones, la elfa conjuró una bola de luz que elevó en el aire unos metros para marcas su posición con la esperanza de alguien la viera y fuera hasta allí, Vincent estaba cerca, quizás fuera él quien viera dicha señal.
-Está bien pequeño, no te preocupes, ya se ha ido. Me llamo Níniel. Se me da muy bien curar las heridas de las personas, si quieres y me dejas puedo hacer que te deje de doler.- Continuó diciéndole al pequeño que se negaba a mostrar su rostro y continuó sollozando hasta que la insistencia de la peliblanca le hizo elevar su rostro un momento para que la elfa viera que al arrebatarle el libro se había llevado un golpe en la cara. -No...me duele...No necesito que me ayudes, soy mayor.- Fueron las palabras del niño que trataba de mostrarse arrogante aunque su voz y sus lágrimas le traicionaban. Níniel le dedicó una amplia sonrisa y llevó una de sus manos a su rostro antes de que pudiera apartarse y comenzó a sanalo. Tan pronto como su cálida cura le tocó, el chiquillo se quedó totalmente quieto y cerró los ojos dejándose llevar por la agradable sensación de la magia de luz.
-¿Mejor así?- Le preguntó al acabar y notando que el pequeño no hacía ademán de querer apartarse ahora de su mano.
-...¿Eres...Un ángel?- Fue la respuesta del jovencísimo humano que hizo que la peliblanca aumentara su sonrisa.
Se encontraba en un cruce de pasillos entre la sección de cuentos populares y la dedicada a narrativa ligera cuando un fuerte sonido que a la elfa le recordó al sonido de las llamas y el viento conjurados por Vincent para trabajar juntos la hizo levantar la vista y girar hacia la izquierda al ver unas pequeñas volutas de humo elevarse por encima de las estanterías en aquella dirección hacia los altos techos de la segunda planta de la biblioteca. ¿Acaso el brujo había decidido finiquitar aquel asunto por las malas a pesar de tratarse únicamente de unos chiquillos?. Quizá no le gustaban los niños y su paciencia había terminado por agotarse decidiendo que se merecían un buen castigo o un susto al estilo de las islas.
La peliblanca aceleró el paso y estaba a punto de llegar hasta el punto de origen del humo cuando una voz infantil la instó a detenerse un momento y mirar en una dirección distinta a la que se dirigía para ver en la mitad de dicho pasillo a una figura masculina ataviada con gruesos ropajes de invierno y la capucha de su capa echada hacia delante arrinconando a uno de aquellos niños que viese huír de la sección de historia entre apremios a sus compañeros de fechorías y risas de diversión. Un chico al que parecía que la diversión se le había acabado y que en esos momentos, con la espalda contra una estantería, sujetaba un pesado libro de tapas negras y doradas y miraba a aquel hombre tan fuertemente abrigado mientras negaba con la cabeza usando el pesado volumen como escudo. Parecía que sus correrías habían llegado a su fin y al final otro de los visitantes de la biblioteca había logrado coger a uno aquellos pequeños alborotadores. La sacerdotisa comenzó a acercarse hasta ellos y al hacerlo distinguió el símbolo de bordado con hilo de oro de la encuadernación de aquel libro...Pero no solo eso, en el rostro del chico no había solo el miedo normal de un pillastre que ha sido atrapado con las manos en la masa, estaba aterrorizado hasta el punto de que varias lágrimas recorrían sus mejillas. La elfa aceleró el paso y la figura encapuchada se giró al oírla llegar un instante antes de lanzarse a por el crío tratando de quitarle el libro.
-Dame el maldito libro condenado mocoso.- Dijo elevando la voz arrancando el tomo de las manos del pequeño que parecía solo querer usarlo para defenderse pues soltó un sollozo y no se resistió, acabando en el suelo por los malos modos empleados por el hombre encapuchado que sin remordimiento alguno salió corriendo por el pasillo de una forma tan extraña como sospechosa con el Dammaz Kron en brazos.
-!Eh, espere!...¿Qué se cree que hace?- Dijo la elfa corriendo tras él hasta llegar a la altura del chiquillo que gimoteaba dolorido en el suelo y quedándose a su lado en vez de continuar persiguiéndolo. Aquel tipo se llevaba el valioso libro y resultaba evidente que no se trataba de un simple visitante tratando de poner a buen recaudo aquella preciada reliquia si no muy posiblemente al ladrón del objeto u otro oportunista de la misma calaña que para el caso igual daba. Aún así no podía dejar al niño allí tendido en el suelo, y con el cariño de una madre se arrodilló junto al pequeño para tranquilizarlo y comprobar que estuviera bien, aunque maldiciendo mentalmente al mirar una última vez en la dirección en la que el encapuchado había huído. Como última medida, mientras acariciaba levemente el pelo al pequeño para demostrarle sus buenas intenciones, la elfa conjuró una bola de luz que elevó en el aire unos metros para marcas su posición con la esperanza de alguien la viera y fuera hasta allí, Vincent estaba cerca, quizás fuera él quien viera dicha señal.
-Está bien pequeño, no te preocupes, ya se ha ido. Me llamo Níniel. Se me da muy bien curar las heridas de las personas, si quieres y me dejas puedo hacer que te deje de doler.- Continuó diciéndole al pequeño que se negaba a mostrar su rostro y continuó sollozando hasta que la insistencia de la peliblanca le hizo elevar su rostro un momento para que la elfa viera que al arrebatarle el libro se había llevado un golpe en la cara. -No...me duele...No necesito que me ayudes, soy mayor.- Fueron las palabras del niño que trataba de mostrarse arrogante aunque su voz y sus lágrimas le traicionaban. Níniel le dedicó una amplia sonrisa y llevó una de sus manos a su rostro antes de que pudiera apartarse y comenzó a sanalo. Tan pronto como su cálida cura le tocó, el chiquillo se quedó totalmente quieto y cerró los ojos dejándose llevar por la agradable sensación de la magia de luz.
-¿Mejor así?- Le preguntó al acabar y notando que el pequeño no hacía ademán de querer apartarse ahora de su mano.
-...¿Eres...Un ángel?- Fue la respuesta del jovencísimo humano que hizo que la peliblanca aumentara su sonrisa.
Níniel Thenidiel
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
Al brujo le daba malas sensaciones la persona con la que había tenido el incidente en los pasillos. Había actuado de un modo extraño al perder del libro, y ahora se enteraba que el Dammaz Kron había desaparecido, para más tarde desaparecer el libro que había dejado junto a la puerta un instante antes. No creía que fuera casualidad, por lo que ahora se maldecía por no haber mirado el título antes de dejarlo allí.
- Me encontré con esa persona antes. Estaba ocupado con la captura de los niños, pero ahora que se que ha desaparecido el Dammaz Kron, pienso que podría ser sospechosa del robo. Iré en su busca-, comentó a Rasell.
- ¿Por qué lo crees? ¿Actuaba de un modo extraño? Pues no pierdas mas el tiempo, ve en su búsqueda. El prestigio de la biblioteca de Lunargenta quedará en entredicho si ese tomo desaparece. Vamos, ve, ve-, lo apremió con gestos de sus manos.
- De acuerdo, señor Rasell. Encárguese de custodiar a los niños mientras voy en busca de esa persona-, dijo justo antes de marcharse por donde había llegado Rasell.
Antes de marchar se dio cuenta de que los pequeños estaban mucho más tranquilos. Ahora que estaban amarrados de cuerpo y piernas con el largo estandarte parecían otros, pues parecían unos angelitos con cara de pena y tristeza. Por un momento pensó si se había excedido un poco al atar a los niños, pero en seguida sacó esos pensamientos de su cabeza, ya que si no lo hubiera hecho no habría podido detenerlos. Sueltos seguro que no estarían apenados, sino que hubieran seguido adelante con su orgía de destrucción infantil.
Volvió sobre el camino que seguramente habría seguido el encapuchado para salir, que irónicamente pasaría cerca del mostrador donde Rasell, cuando al pasar por una de las entradas de la sala donde habían estado los niños justo antes de atraparlos, se iluminó una esfera. Era sin duda mágica y se elevaba unos metros por encima del suelo, incluso por encima de las estanterías de libros, por lo que el rubio no dudó un instante de que se trataría de una señal de la elfa. Tenía que atrapar al ladrón, pero no podía dejar de comprobar que le ocurría a Níniel, puede que alguien tuviera problemas con otro herido de mayor gravedad. Había perdido de vista un tiempo a los niños, así que era imposible para él saber qué desastre había ocasionado antes de volver a encontrarse con ellos. Y evidentemente para él, la salud de una persona era más importante que el prestigio de la biblioteca, aunque de todos modos, que alguien muriera allí no era que le fuera a dar prestigio precisamente.
El brujo corrió nuevamente, pero esta vez dirigiéndose a donde estaba la bola de luz. Pudo apreciar los destrozos que habían hecho los pequeños en esa sala, y suspiró aliviado al ver que no eran tan graves como en otros lugares. Era suerte que así fuera, pues al final todo lo que habían hecho era fácilmente subsanable. Solo tendría que recoger libros, recolocar mesas y escaleras, limpiar los suelos de tinta, y poco más. Lo peor era la rotura de una mesa en la sala de historia, y el robo del libro, del que estaba seguro que los niños no tenían nada que ver.
- ¿Qué ocurre? - preguntó preocupado, más al ver al niño que tenía a su lado comprendió el motivo de su llamada. -Ah, veo que has atrapado a uno de los niños rebeldes.
- No soy un niño-, respondió el pequeño, aunque en su voz denotaba miedo.
Realmente no estaba igual como la vez anterior. Como cuando se le escapó por última vez al morderle. Ahora estaba triste, diría incluso que asustado. Ya no era el mismo niño gallito de antes, que se atrevía incluso a enfrentarse a personas mayores que él.
- Está distinto ¿Está bien? - preguntó a la elfa pensando que se había hecho daño él solo. - Espero que te recuperes pronto jovencito, siempre y cuando no vuelvas a causar destrozos a tu paso-, le sonrió. - Por cierto-, comentó a la elfa recordando al ladrón, - debo ir tras otra persona. Creo que ha sido la que ha robado el Dammaz Kron de la sala de historia.
- Ese libro lo tuve yo hace un momento en mis manos-, dijo sonriente el niño, para luego volverse taciturno de repente al evocar un recuerdo.
- ¿Cómo, tú has cogido ese libro? - preguntó sorprendido.
De todas las posibles hipótesis sobre el robo, la que menos le cuadraba al brujo era la del robo por parte de los niños. Sin embargo, tenía ante sus ojos la declaración de uno de los pequeños que así lo confirmaba.
- Explícate-, apremió al joven, que dudó un instante en hablar, hasta que miró a la elfa, que pareció despertarle confianza.
- Lo cogí al lado de la puerta, mientras estabas distraído amarrando a mis amigos-, comentó.
- ¿Estás seguro de que era Dammaz Kron? - volvió a preguntar.
- Sí. Era el nombre que tenía de título la encuadernación-, respondió
Así que al final tenía razón. El libro lo había robado la persona abrigada en exceso, pero al perderlo en el pasillo había acabado en manos del brujo, para luego acabar siendo cogido por el niño.
- Bien-, sonrió de oreja a oreja. - ¿Puedes dármelo pequeño? Es muy valioso y debe ser restituido a su lugar. ¿Lo entiendes verdad? - dijo de manera amistosa.
- No puedo dártelo-, contestó con la cabeza gacha. - Un hombre muy malo me lo ha quitado de malas formas-, terminó por decir resbalándole una lágrima por el ojo.
- Un hombre encapuchado y muy abrigado ¿no? - dijo sabiendo la respuesta.
El niño asintió y se encogió agarrándose las piernas en un abrazo.
- No pasa nada-, alentó al niño acariciándole el pelo de manera afectiva. - Pronto cogeremos a ese hombre malo. Ya verás-, sonrió.
Era curioso que ahora estuviera calmando a un niño que hacía un momento le estaba dando tantos dolores de cabeza, pero no podía evitarlo. Era un gamberro, pero los niños eran así muchas veces. A veces malvado e incluso crueles, aunque casi siempre inconscientes de sus actos. No podía enfadarse mucho tiempo con una persona que no actuaba con premeditación en lo que hacía.
- Me encontré con esa persona antes. Estaba ocupado con la captura de los niños, pero ahora que se que ha desaparecido el Dammaz Kron, pienso que podría ser sospechosa del robo. Iré en su busca-, comentó a Rasell.
- ¿Por qué lo crees? ¿Actuaba de un modo extraño? Pues no pierdas mas el tiempo, ve en su búsqueda. El prestigio de la biblioteca de Lunargenta quedará en entredicho si ese tomo desaparece. Vamos, ve, ve-, lo apremió con gestos de sus manos.
- De acuerdo, señor Rasell. Encárguese de custodiar a los niños mientras voy en busca de esa persona-, dijo justo antes de marcharse por donde había llegado Rasell.
Antes de marchar se dio cuenta de que los pequeños estaban mucho más tranquilos. Ahora que estaban amarrados de cuerpo y piernas con el largo estandarte parecían otros, pues parecían unos angelitos con cara de pena y tristeza. Por un momento pensó si se había excedido un poco al atar a los niños, pero en seguida sacó esos pensamientos de su cabeza, ya que si no lo hubiera hecho no habría podido detenerlos. Sueltos seguro que no estarían apenados, sino que hubieran seguido adelante con su orgía de destrucción infantil.
Volvió sobre el camino que seguramente habría seguido el encapuchado para salir, que irónicamente pasaría cerca del mostrador donde Rasell, cuando al pasar por una de las entradas de la sala donde habían estado los niños justo antes de atraparlos, se iluminó una esfera. Era sin duda mágica y se elevaba unos metros por encima del suelo, incluso por encima de las estanterías de libros, por lo que el rubio no dudó un instante de que se trataría de una señal de la elfa. Tenía que atrapar al ladrón, pero no podía dejar de comprobar que le ocurría a Níniel, puede que alguien tuviera problemas con otro herido de mayor gravedad. Había perdido de vista un tiempo a los niños, así que era imposible para él saber qué desastre había ocasionado antes de volver a encontrarse con ellos. Y evidentemente para él, la salud de una persona era más importante que el prestigio de la biblioteca, aunque de todos modos, que alguien muriera allí no era que le fuera a dar prestigio precisamente.
El brujo corrió nuevamente, pero esta vez dirigiéndose a donde estaba la bola de luz. Pudo apreciar los destrozos que habían hecho los pequeños en esa sala, y suspiró aliviado al ver que no eran tan graves como en otros lugares. Era suerte que así fuera, pues al final todo lo que habían hecho era fácilmente subsanable. Solo tendría que recoger libros, recolocar mesas y escaleras, limpiar los suelos de tinta, y poco más. Lo peor era la rotura de una mesa en la sala de historia, y el robo del libro, del que estaba seguro que los niños no tenían nada que ver.
- ¿Qué ocurre? - preguntó preocupado, más al ver al niño que tenía a su lado comprendió el motivo de su llamada. -Ah, veo que has atrapado a uno de los niños rebeldes.
- No soy un niño-, respondió el pequeño, aunque en su voz denotaba miedo.
Realmente no estaba igual como la vez anterior. Como cuando se le escapó por última vez al morderle. Ahora estaba triste, diría incluso que asustado. Ya no era el mismo niño gallito de antes, que se atrevía incluso a enfrentarse a personas mayores que él.
- Está distinto ¿Está bien? - preguntó a la elfa pensando que se había hecho daño él solo. - Espero que te recuperes pronto jovencito, siempre y cuando no vuelvas a causar destrozos a tu paso-, le sonrió. - Por cierto-, comentó a la elfa recordando al ladrón, - debo ir tras otra persona. Creo que ha sido la que ha robado el Dammaz Kron de la sala de historia.
- Ese libro lo tuve yo hace un momento en mis manos-, dijo sonriente el niño, para luego volverse taciturno de repente al evocar un recuerdo.
- ¿Cómo, tú has cogido ese libro? - preguntó sorprendido.
De todas las posibles hipótesis sobre el robo, la que menos le cuadraba al brujo era la del robo por parte de los niños. Sin embargo, tenía ante sus ojos la declaración de uno de los pequeños que así lo confirmaba.
- Explícate-, apremió al joven, que dudó un instante en hablar, hasta que miró a la elfa, que pareció despertarle confianza.
- Lo cogí al lado de la puerta, mientras estabas distraído amarrando a mis amigos-, comentó.
- ¿Estás seguro de que era Dammaz Kron? - volvió a preguntar.
- Sí. Era el nombre que tenía de título la encuadernación-, respondió
Así que al final tenía razón. El libro lo había robado la persona abrigada en exceso, pero al perderlo en el pasillo había acabado en manos del brujo, para luego acabar siendo cogido por el niño.
- Bien-, sonrió de oreja a oreja. - ¿Puedes dármelo pequeño? Es muy valioso y debe ser restituido a su lugar. ¿Lo entiendes verdad? - dijo de manera amistosa.
- No puedo dártelo-, contestó con la cabeza gacha. - Un hombre muy malo me lo ha quitado de malas formas-, terminó por decir resbalándole una lágrima por el ojo.
- Un hombre encapuchado y muy abrigado ¿no? - dijo sabiendo la respuesta.
El niño asintió y se encogió agarrándose las piernas en un abrazo.
- No pasa nada-, alentó al niño acariciándole el pelo de manera afectiva. - Pronto cogeremos a ese hombre malo. Ya verás-, sonrió.
Era curioso que ahora estuviera calmando a un niño que hacía un momento le estaba dando tantos dolores de cabeza, pero no podía evitarlo. Era un gamberro, pero los niños eran así muchas veces. A veces malvado e incluso crueles, aunque casi siempre inconscientes de sus actos. No podía enfadarse mucho tiempo con una persona que no actuaba con premeditación en lo que hacía.
Vincent Calhoun
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
Resultaba evidente que el niño no se sentía tan cómodo en presencia de Vincent como sí había comenzado a sentirse al lado de la peliblanca durante el breve lapso de tiempo que ambos estuvieron solos en aquel pasillo. Constantemente trataba de evitar que el rubio le tocara y parecía gustarle aún menos que un hombre adulto lo tratara como un niño que cuando fue la elfa quien lo hizo. Aún así se mostró mucho más calmado y no dudó en tomar parte de la conversación de los mayores y quitarle las palabras de la boca a la sacerdotisa, siendo el pequeño quien le contara lo sucedido y en manos de quien se encontraba en esos momentos el valioso tomo desaparecido entre todo aquel jaleo. De hecho las palabras del chiquillo revelaron una extraña carambola del destino en la cual de algún modo aquel libro había pasado de las manos del ladrón a las del brujo, luego a las del niño y finalmente de vuelta a las del ladrón en cuestión de minutos pues era cuanto había transcurrido desde que todo comenzara.
-Parece que no es la primera vez que te topas con ese sujeto Vincent, supongo que eso explica porque el Dammaz Kron estuvo en tus manos. El señor Rasell no va a sentirse muy contento cuando sepa que lo recuperamos y lo hemos vuelto a perder...-Murmuró la peliblanca asumiendo parte de la culpa pues podría haber perseguido a aquel hombre de abrigados ropajes y no lo había hecho, aunque no se arrepentía de su decisión de quedarse a atender al chico, por mucho que le supiera mal por el anciano bibliotecario. -Salió corriendo hacía allí.- Continuó diciendo, levantándose del frío suelo, levantando también al niño para que no cogiera un resfriado, y señalando en la dirección contraría a la que había llegado el brujo, hacia uno de los laterales de la biblioteca donde se hallaba una de las escaleras que conducían a la segunda planta del enorme edificio. -Quizá aún podamos atraparlo...Si nos damos prisa y con un poco de ayuda. Creo que sé por dónde intentará escapar- Propuso comenzando a moverse en la dirección señalada amagando el comienzo de una carrera para ver si el brujo estaba dispuesto a seguirla. -Hazle caso a Vincent y portate bien.- Le dijo al chico antes de comenzar a correr de verdad recibiendo un asentimiento de cabeza de aquel pillo, aunque muy poco convincente.
Níniel se conocía aquella biblioteca de arriba a abajo. Incluso corriendo era capaz de saber cuándo debía girar y hacia dónde para llegar a una u otra sección además de poder imaginarse hacia dónde debía de dirigirse aquel ladrón al suponer que buscaría un modo para salir del edificio rápidamente. Todas las ventanas de aquel lugar estaban a varios metros del suelo, por encima de la altura de las altas estanterías, eso las hacía inviables para escapar salvo que se pudiera volar o se tuviera un modo de evitar romperse una pierna al caer desde semejante altura, por no hablar de los gruesos cristales. Por ello la peliblanca sospechaba, aunque no podía estar segura, de que aquel sujeto se dirigiría a una de las puertas traseras de la biblioteca. Había tres en total, una bajo cada escalera al segundo piso y otra más al fondo desde la entrada principal. Por la dirección por la que había visto tomar al ladrón mientras huía la más cercana era puerta bajo las escaleras de la izquierda.
Lamentablemente a pesar de sus conocimientos sobre la distribución de aquel lugar muy posiblemente la ventaja que aquel ladrón les llevaba resultara insalvable a aquellas alturas, por eso había mencionado antes "Un poco de ayuda". Musitando una leve plegaria a sus dioses en su lengua natal y sin dejar de correr, canalizando sus energías mágicas hacía ella misma y el brujo, la sacerdotisa les bendijo a ambos aumentando notablemente su facilidad de movimiento y haciendo que sus cuerpos emitieran un leve brillo como testigo de la magia que les afectaba*. Tan pronto como el efecto estuvo activo pudo notar como su velocidad de carrera aumentaba y como sus reflejos y sus respuestas también mejoraban ostensiblemente. Puede que ni siquiera así pudieran darle alcance, pero al menos nadie podría decir que no lo habían intentado.
La peliblanca disfrutaba de aquella sensación de soltura, incluso había veces cuando estaba sola en Sandorai que se permitía usar sobre sí misma aquella bendición y se dedicaba a correr y a saltar por entre los árboles sintiéndose ligera como el viento. Por ello no le resultaba difícil adaptarse a aquella nueva y repentina velocidad y destreza y no le suponía ningún problema evitar a las escasas personas con las que se cruzaba o evitar la mesa, la silla o la pila de libros de turno que se topaba en su carrera, incluso saltando por encima de algunos obstáculos de un modo que, quizá no resultara muy digno para una dama pero que resultaba muy divertido.
Pronto estuvieron a unos metros de la puerta bajo la escalera, llegando justo a tiempo para ver a aquella figura encapuchada bajo su capa de invierno con la que parecía que cualquiera podría mantener el calor incluso aunque sus pasos le condujeran al norte. Estaba tratando de forzar la cerradura de aquella salida del edificio con evidente prisa a la vez que miraba constantemente ambos lados y al suelo, donde al lado de sus pies descansaba el dorado tomo del Dammaz Kron. -!Alto ahí ladrón!- Espetó la elfa tan pronto lo vio, dirigiéndose hacia allí aún corriendo y causando que el individuo se sobresaltara quebrando la ganzúa que estaba usando con la puerta en la cerradura lo cual causó que soltara una maldición realmente grave a la vez que miraba a sus perseguidores y rápidamente optara por tomar el libro del suelo y tratar de huir escaleras arriba. No se alegraba de verles por lo visto.
Níniel se apresuró a seguirle por las escaleras pero apenas había subido unos escalones cuando aquel sujeto, percatándose de que la elfa le estaba alcanzando se desprendió de su gruesa capa arrojándola sobre la sacerdotisa que no pudo evitarla del todo y se vio frenada al no poder ver nada y tan sorprendida por lo pesada que resultaba que por poco no cae al suelo. Librarse de aquella maldita prenda le llevó unos segundos los cuales el ladrón aprovechó para continuar escapando y aumentar de nuevo la distancia con respecto a sus perseguidores, tanto fue así que cuando por fín la elfa pudo salir de debajo de la capa el ladrón desapareció nuevamente de su vista. La peliblanca apena tuvo tiempo de ver una pequeña fracción de la figura de su perseguido, su trasero. Extrañamente y a pesar de que todo apuntaba a que se trataba de un hombre la peliblanca no pudo dejar de notar que aquel trasero enfundado en unos ceñidos pantalones de cuero negros no resultaba nada masculino. -¿Pero qué...?-
*Uso de habilidad: Estrella fugaz-Parece que no es la primera vez que te topas con ese sujeto Vincent, supongo que eso explica porque el Dammaz Kron estuvo en tus manos. El señor Rasell no va a sentirse muy contento cuando sepa que lo recuperamos y lo hemos vuelto a perder...-Murmuró la peliblanca asumiendo parte de la culpa pues podría haber perseguido a aquel hombre de abrigados ropajes y no lo había hecho, aunque no se arrepentía de su decisión de quedarse a atender al chico, por mucho que le supiera mal por el anciano bibliotecario. -Salió corriendo hacía allí.- Continuó diciendo, levantándose del frío suelo, levantando también al niño para que no cogiera un resfriado, y señalando en la dirección contraría a la que había llegado el brujo, hacia uno de los laterales de la biblioteca donde se hallaba una de las escaleras que conducían a la segunda planta del enorme edificio. -Quizá aún podamos atraparlo...Si nos damos prisa y con un poco de ayuda. Creo que sé por dónde intentará escapar- Propuso comenzando a moverse en la dirección señalada amagando el comienzo de una carrera para ver si el brujo estaba dispuesto a seguirla. -Hazle caso a Vincent y portate bien.- Le dijo al chico antes de comenzar a correr de verdad recibiendo un asentimiento de cabeza de aquel pillo, aunque muy poco convincente.
Níniel se conocía aquella biblioteca de arriba a abajo. Incluso corriendo era capaz de saber cuándo debía girar y hacia dónde para llegar a una u otra sección además de poder imaginarse hacia dónde debía de dirigirse aquel ladrón al suponer que buscaría un modo para salir del edificio rápidamente. Todas las ventanas de aquel lugar estaban a varios metros del suelo, por encima de la altura de las altas estanterías, eso las hacía inviables para escapar salvo que se pudiera volar o se tuviera un modo de evitar romperse una pierna al caer desde semejante altura, por no hablar de los gruesos cristales. Por ello la peliblanca sospechaba, aunque no podía estar segura, de que aquel sujeto se dirigiría a una de las puertas traseras de la biblioteca. Había tres en total, una bajo cada escalera al segundo piso y otra más al fondo desde la entrada principal. Por la dirección por la que había visto tomar al ladrón mientras huía la más cercana era puerta bajo las escaleras de la izquierda.
Lamentablemente a pesar de sus conocimientos sobre la distribución de aquel lugar muy posiblemente la ventaja que aquel ladrón les llevaba resultara insalvable a aquellas alturas, por eso había mencionado antes "Un poco de ayuda". Musitando una leve plegaria a sus dioses en su lengua natal y sin dejar de correr, canalizando sus energías mágicas hacía ella misma y el brujo, la sacerdotisa les bendijo a ambos aumentando notablemente su facilidad de movimiento y haciendo que sus cuerpos emitieran un leve brillo como testigo de la magia que les afectaba*. Tan pronto como el efecto estuvo activo pudo notar como su velocidad de carrera aumentaba y como sus reflejos y sus respuestas también mejoraban ostensiblemente. Puede que ni siquiera así pudieran darle alcance, pero al menos nadie podría decir que no lo habían intentado.
La peliblanca disfrutaba de aquella sensación de soltura, incluso había veces cuando estaba sola en Sandorai que se permitía usar sobre sí misma aquella bendición y se dedicaba a correr y a saltar por entre los árboles sintiéndose ligera como el viento. Por ello no le resultaba difícil adaptarse a aquella nueva y repentina velocidad y destreza y no le suponía ningún problema evitar a las escasas personas con las que se cruzaba o evitar la mesa, la silla o la pila de libros de turno que se topaba en su carrera, incluso saltando por encima de algunos obstáculos de un modo que, quizá no resultara muy digno para una dama pero que resultaba muy divertido.
Pronto estuvieron a unos metros de la puerta bajo la escalera, llegando justo a tiempo para ver a aquella figura encapuchada bajo su capa de invierno con la que parecía que cualquiera podría mantener el calor incluso aunque sus pasos le condujeran al norte. Estaba tratando de forzar la cerradura de aquella salida del edificio con evidente prisa a la vez que miraba constantemente ambos lados y al suelo, donde al lado de sus pies descansaba el dorado tomo del Dammaz Kron. -!Alto ahí ladrón!- Espetó la elfa tan pronto lo vio, dirigiéndose hacia allí aún corriendo y causando que el individuo se sobresaltara quebrando la ganzúa que estaba usando con la puerta en la cerradura lo cual causó que soltara una maldición realmente grave a la vez que miraba a sus perseguidores y rápidamente optara por tomar el libro del suelo y tratar de huir escaleras arriba. No se alegraba de verles por lo visto.
Níniel se apresuró a seguirle por las escaleras pero apenas había subido unos escalones cuando aquel sujeto, percatándose de que la elfa le estaba alcanzando se desprendió de su gruesa capa arrojándola sobre la sacerdotisa que no pudo evitarla del todo y se vio frenada al no poder ver nada y tan sorprendida por lo pesada que resultaba que por poco no cae al suelo. Librarse de aquella maldita prenda le llevó unos segundos los cuales el ladrón aprovechó para continuar escapando y aumentar de nuevo la distancia con respecto a sus perseguidores, tanto fue así que cuando por fín la elfa pudo salir de debajo de la capa el ladrón desapareció nuevamente de su vista. La peliblanca apena tuvo tiempo de ver una pequeña fracción de la figura de su perseguido, su trasero. Extrañamente y a pesar de que todo apuntaba a que se trataba de un hombre la peliblanca no pudo dejar de notar que aquel trasero enfundado en unos ceñidos pantalones de cuero negros no resultaba nada masculino. -¿Pero qué...?-
Níniel Thenidiel
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
Menos mal que Níniel estaba allí, pues se notaba que el niño apreciaba más a la elfa que al brujo. Estaba seguro que esto se debía simplemente al hecho de que él era la persona que los había regañado y perseguido este tiempo, con la suma de que había cogido a sus amigos hacía solo unos minutos escasos. Aunque qué demonios, si él estuviera en la situación del pequeñajo, también se fiaría más de una mujer de rostro y sonrisa tierna, en vez del barbudo que estaba a su lado.
- Si recuperamos el libro a Rasell se le pasará, ahora, como no lo consigamos será complicado tratar con el bibliotecario-, contestó a Nin.
Ya podía ver al hombre rabioso ante la situación de que un ladrón robara un libro tan importante justo delante de sus narices. Níniel se salvaría, ¿quién podía enfadarse con ella?, pero a él le caería un buen rapapolvo si no conseguía ese maldito libro.
La mujer hizo el movimiento de iniciar la carrera, y lo esperó unos segundos en lo que el brujo se acercó por última vez al niño.
- Es tu día de suerte pequeño-, le dijo. - Podrás largarte de rositas parece, será mejor que te vayas mientras puedas. Además-, comenzó a susurrar, - no todos los días se conoce a una chica tan guapa-, sonrió y echó a correr tras la mujer dejando al niño solo
Esperaba que le hiciera caso y no volviera a las andadas. En el fondo el recordaba a él cuando era un niño, siempre sus profesores le dijeron que era un trasto, aunque el estilo era distinto con el pequeño destrozador de la biblioteca. Vincent era un quebradero de cabeza por ser alguien rebelde, y el niño lo era porque era un destrozador. Seguramente con la edad se le pasara esa forma de divertirse, más no lo podía saber con total seguridad. Solo podía conjeturarlo y desearlo, aunque en ese momento ya debía poner su mente en otras cuestiones, pues tenía que centrarse en la captura del ladrón.
Seguir el esbelto cuerpo de la elfa por los pasillos era todo un placer para los ojos, más el brujo no se permitía perderse demasiado apreciando las bellas curvas de la fémina. Sobre todo si no quería acabar estampado contra algo en su carrera. La peliblanca se movía con extrema rapidez hacia un destino incierto, y el rubio tenía que tener todos sus sentidos centrados para esquivar las mesas, escaleras y visitantes. No sabía a donde iría Níniel, pero se fiaba de su experiencia en el lugar, y en su inteligencia para trazar un plan, así que de momento solo se dejaría guiar por la exótica mujer por los pasillos de la biblioteca.
Al cabo de un rato se sintió ligero como una pluma. Ágil como nunca lo había sido en su vida, ni siquiera cuando era un adolescente y golpearse contra cualquier cosa era algo pasajero. Estaba seguro de que la elfa había tenido algo que ver en ello, y al observar como los propios movimientos de la chica aumentaban hasta el punto de que parecía una gata con cuerpo de elfa, no le quedó la menor duda. Incluso con lo que tenían entre manos, el brujo no pudo evitar sonreír al verla saltar por encima de una mesa en una ocasión, pues realmente parecía que Nin disfrutaba de esa libertad de movimientos de una manera especial, y a él le hacía feliz verla así de contenta.
Cuando la peliblanca gritó acercándose a la escalera, Vinc entendió que la elfa sabía de esa salida lateral, y que imaginaba que el ladrón se dirigiría allí. El brujo volvió a sonreír, esta vez con una media sonrisa, porque la mujer había demostrado que sabía pensar con rapidez en los momentos difíciles una vez más. Sinceramente estaba enamorado de la elfa, aunque de un modo u otro, nunca encontraba el momento para decírselo, quizás porque ¿que podía esperar que le dijera a un brujo una elfa bella y dulce? En realidad sí que se lo había dicho en el sueño, la tensión del momento había dado alas al rubio para hacerlo, e incluso luego le había dado fuerzas para besarla. Si iba a morir no iba a hacerlo sin besarla, sin embargo, una vez pasada esa sensación necesitaba encontrar fuerzas de nuevo para conseguir volver a hacerlo, o al menos hablar de ello con Níniel.
Los planes del ladrón se torcieron por la intromisión de los ayudantes de biblioteca, y este no tuvo más remedio que correr escaleras arriba. A Vinc le estaba empezando a cansar tanta carrera, pues había sido contratado para colocar libros en su sitio, y no obstante parecía que estaba practicando para una carrera de atletismo. Desgraciadamente no podía hacer más nada que resignarse y seguir tras los pasos del ladrón. Por lo menos lo habían encontrado antes de que escapase, así que aún tenían la oportunidad de atraparlo.
Níniel le llevaba la delantera en la persecución, incluso cuando el asaltante de la biblioteca le tiró su ropaje, la elfa, de un modo ágil, evitó caerse y desembarazarse de la capa que le estorbaba. Aunque esto le retrasó y puso en la delantera de la persecución al brujo. El rubio giró por donde había desaparecido el ladrón y no observó nada. Siguió corriendo unos pasos y se asomó por la otra salida de la habitación, y no apreció a nadie. Imposible. Nadie era tan rápido. El brujo se detuvo e hizo una señal a la peliblanca para que se detuviera en la primera puerta, la que estaba a la entrada de la sala por donde había llegado.
No sabía donde se había metido, pero era materialmente imposible que hubiera salido por la otra puerta de la sala. No le daba tiempo, pues solo lo había perdido de vista una fracción de segundo mientras daba vuelta en la esquina del pasillo y entraba a la habitación. Tendría que haberlo visto salir por la otra puerta que se encontraba justo enfrente. Nada tapaba su visión hasta ella.
Caminó entre las estanterías lateralmente, acechando si había alguien en los distintos pasillos de libros pero a cada paso que daba no veía a nadie. Estaba seguro de que lo encontraría en la última sección… pero nada. Tampoco estaba allí. ¿Habría conseguido de verdad llegar al otro lado de la habitación sin que lo viera? Si era así la había jodido y ya habría escapado. El brujo estaba por maldecirse cuando alzó la mirada y observó al intruso, colocado entre las vigas del techo de un modo que no dejaba de asombrarlo. Estaba por pensar cómo demonios había llegado hasta allí cuando este saltó sobre él con velocidad felina, llevándose un golpetazo contra el suelo el rubio. Sin embargo, antes de que pudiera escapar el ladrón, el brujo le lanzó una patada que lo trabó y dejó caer al suelo, momento en el que Vincent aprovechó para levantarse y ponerse en medio del trayecto hacia la segunda puerta de salida. La que no cubría Níniel.
- No tan rápido. Si quieres marcharte tendrás que darnos el Dammaz Kron primero.
- Si recuperamos el libro a Rasell se le pasará, ahora, como no lo consigamos será complicado tratar con el bibliotecario-, contestó a Nin.
Ya podía ver al hombre rabioso ante la situación de que un ladrón robara un libro tan importante justo delante de sus narices. Níniel se salvaría, ¿quién podía enfadarse con ella?, pero a él le caería un buen rapapolvo si no conseguía ese maldito libro.
La mujer hizo el movimiento de iniciar la carrera, y lo esperó unos segundos en lo que el brujo se acercó por última vez al niño.
- Es tu día de suerte pequeño-, le dijo. - Podrás largarte de rositas parece, será mejor que te vayas mientras puedas. Además-, comenzó a susurrar, - no todos los días se conoce a una chica tan guapa-, sonrió y echó a correr tras la mujer dejando al niño solo
Esperaba que le hiciera caso y no volviera a las andadas. En el fondo el recordaba a él cuando era un niño, siempre sus profesores le dijeron que era un trasto, aunque el estilo era distinto con el pequeño destrozador de la biblioteca. Vincent era un quebradero de cabeza por ser alguien rebelde, y el niño lo era porque era un destrozador. Seguramente con la edad se le pasara esa forma de divertirse, más no lo podía saber con total seguridad. Solo podía conjeturarlo y desearlo, aunque en ese momento ya debía poner su mente en otras cuestiones, pues tenía que centrarse en la captura del ladrón.
Seguir el esbelto cuerpo de la elfa por los pasillos era todo un placer para los ojos, más el brujo no se permitía perderse demasiado apreciando las bellas curvas de la fémina. Sobre todo si no quería acabar estampado contra algo en su carrera. La peliblanca se movía con extrema rapidez hacia un destino incierto, y el rubio tenía que tener todos sus sentidos centrados para esquivar las mesas, escaleras y visitantes. No sabía a donde iría Níniel, pero se fiaba de su experiencia en el lugar, y en su inteligencia para trazar un plan, así que de momento solo se dejaría guiar por la exótica mujer por los pasillos de la biblioteca.
Al cabo de un rato se sintió ligero como una pluma. Ágil como nunca lo había sido en su vida, ni siquiera cuando era un adolescente y golpearse contra cualquier cosa era algo pasajero. Estaba seguro de que la elfa había tenido algo que ver en ello, y al observar como los propios movimientos de la chica aumentaban hasta el punto de que parecía una gata con cuerpo de elfa, no le quedó la menor duda. Incluso con lo que tenían entre manos, el brujo no pudo evitar sonreír al verla saltar por encima de una mesa en una ocasión, pues realmente parecía que Nin disfrutaba de esa libertad de movimientos de una manera especial, y a él le hacía feliz verla así de contenta.
Cuando la peliblanca gritó acercándose a la escalera, Vinc entendió que la elfa sabía de esa salida lateral, y que imaginaba que el ladrón se dirigiría allí. El brujo volvió a sonreír, esta vez con una media sonrisa, porque la mujer había demostrado que sabía pensar con rapidez en los momentos difíciles una vez más. Sinceramente estaba enamorado de la elfa, aunque de un modo u otro, nunca encontraba el momento para decírselo, quizás porque ¿que podía esperar que le dijera a un brujo una elfa bella y dulce? En realidad sí que se lo había dicho en el sueño, la tensión del momento había dado alas al rubio para hacerlo, e incluso luego le había dado fuerzas para besarla. Si iba a morir no iba a hacerlo sin besarla, sin embargo, una vez pasada esa sensación necesitaba encontrar fuerzas de nuevo para conseguir volver a hacerlo, o al menos hablar de ello con Níniel.
Los planes del ladrón se torcieron por la intromisión de los ayudantes de biblioteca, y este no tuvo más remedio que correr escaleras arriba. A Vinc le estaba empezando a cansar tanta carrera, pues había sido contratado para colocar libros en su sitio, y no obstante parecía que estaba practicando para una carrera de atletismo. Desgraciadamente no podía hacer más nada que resignarse y seguir tras los pasos del ladrón. Por lo menos lo habían encontrado antes de que escapase, así que aún tenían la oportunidad de atraparlo.
Níniel le llevaba la delantera en la persecución, incluso cuando el asaltante de la biblioteca le tiró su ropaje, la elfa, de un modo ágil, evitó caerse y desembarazarse de la capa que le estorbaba. Aunque esto le retrasó y puso en la delantera de la persecución al brujo. El rubio giró por donde había desaparecido el ladrón y no observó nada. Siguió corriendo unos pasos y se asomó por la otra salida de la habitación, y no apreció a nadie. Imposible. Nadie era tan rápido. El brujo se detuvo e hizo una señal a la peliblanca para que se detuviera en la primera puerta, la que estaba a la entrada de la sala por donde había llegado.
No sabía donde se había metido, pero era materialmente imposible que hubiera salido por la otra puerta de la sala. No le daba tiempo, pues solo lo había perdido de vista una fracción de segundo mientras daba vuelta en la esquina del pasillo y entraba a la habitación. Tendría que haberlo visto salir por la otra puerta que se encontraba justo enfrente. Nada tapaba su visión hasta ella.
Caminó entre las estanterías lateralmente, acechando si había alguien en los distintos pasillos de libros pero a cada paso que daba no veía a nadie. Estaba seguro de que lo encontraría en la última sección… pero nada. Tampoco estaba allí. ¿Habría conseguido de verdad llegar al otro lado de la habitación sin que lo viera? Si era así la había jodido y ya habría escapado. El brujo estaba por maldecirse cuando alzó la mirada y observó al intruso, colocado entre las vigas del techo de un modo que no dejaba de asombrarlo. Estaba por pensar cómo demonios había llegado hasta allí cuando este saltó sobre él con velocidad felina, llevándose un golpetazo contra el suelo el rubio. Sin embargo, antes de que pudiera escapar el ladrón, el brujo le lanzó una patada que lo trabó y dejó caer al suelo, momento en el que Vincent aprovechó para levantarse y ponerse en medio del trayecto hacia la segunda puerta de salida. La que no cubría Níniel.
- No tan rápido. Si quieres marcharte tendrás que darnos el Dammaz Kron primero.
Vincent Calhoun
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
Aquella capa sobre su cara había ralentizado a la peliblanca, pero el truco no le dió más que un par de segundos de ventaja a aquel extraño ladrón que bajo aquella prenda había parecido un hombre e incluso había hablado como uno y que sin ella había revelado una figura extrañamente femenina. Iba a necesitar algo más que aquella burda jugada para zafarse de sus perseguidores ahora que habían logrado pisarle los talones pero sería sensato no vender la piel del oso antes de cazarlo y no subestimar al ladrón por si acaso, no siendo que después lo lamentaran.
Vincent tomó la delantera y fue el turno de Níniel de ser quien siguiera al brujo de cerca mientras avanzaban por la segunda planta de la biblioteca. Vincent parecía totalmente seguro de hacia dónde continuar avanzando y lo hacía decididamente mientras la peliblanca, justo detrás de él, buscaba con la mirada cualquier señal del ladrón por el lugar sin llegar a verlo a pesar de que debía de estar delante suyo...Salvo que de algún modo hubiese logrado darles esquinazo lo cual parecía imposible por la configuración del lugar y la escasa ventaja que les llevaba. No tardaron en llegar a una sala con dos posibles entradas y salidas, momento en el que resultó patente que el rubio no tenía tan claro como parecía dónde se había metido su presa aunque sus señales indicaban que creía que estaba en aquella sala por lo que la elfa, sin dudar de él, obedeció sus instrucciones y sacando su daga de entre los pliegues de su ropa se dispuso a evitar que nadie entrara o saliera por aquel acceso mientras el brujo revisaba el lugar con cautela, perdiéndolo la elfa de vista a veces conforme avanzaba por los pasillos.
Parecía haber llegado el brujo hasta el otro extremo de los estantes sin dar ningún tipo de alerta ni nada que indicara que había dado con ella, lo cual significaba que a pesar de todo se les había vuelto a escapar, cuando un felino maullido se dejó escuchar en la sala seguido de un fuerte golpe. Luego se produjo otro maullido lastimero y Vincent estuvo de nuevo a la vista aunque con sus ropas descolocadas y el pelo más revuelto. Níniel avanzó un par de pasos en aquella dirección e iba a verbalizar la pregunta lógica correspondiente cuando tras el brujo apareció una mujer, una mujer gato para ser precisos. Su cuerpo era claramente femenino, como el de cualquier humana, delgado y atlético, de cintura estrecha y más bien poco pecho, pero ahí acababan las similitudes. Allí donde su traje de cuero no tapaba se podía ver una piel extrañamente blanquecina, sobre su pelo rojo sobresalían dos grandes orejas de gato y su rostro en vez de nariz tenía hocico felino y sus ojos eran rojos. A su espalda, o más bien donde esta perdía su casto nombre, una cola terminada en un mechón de pelo rojo se movía de un lado a otro constantemente.
-Eres muy insistente.- Le espetó al brujo, y su voz sonó masculina y totalmente extraña para el cuerpo de quien hablaba.- Solo es un libro viejo que nadie lee, pero para mí significa un buen pescado asado todas las noches y un gran vaso de leche todas las mañanas.- Continuó diciendo mirando de reojo a una Níniel que no había dejado de acercarse al reconocer el traje de la gata como el que había visto levemente en las escaleras. -Dejadme ir y no tendré que haceros daños ¿sí?.- Dijo poniendo carita y ojitos al brujo sin dejar de moverse de un lado a otro del pasillo, buscando un hueco por el que colarse y escapar. Pareció darse cuenta de que con aquella extraña voz sonaba muy raro lo que decía, pues llevó una mano hasta su cuello y allí tocó un extraño colgante antes de volver a decir nada, y cuando lo hizo su voz sonó femenina y dulce. -¿Por favor?.- Le guiño un ojo al brujo intentando resultar mitad super adorable mitad sensual con su postura.
No obstante la gata pronto puso fin a su pantomima, tan pronto como vio una oportunidad para escapar abandonó sus intentos de "negociación" y con una ágil patada a una de las librerías lanzó un par de tomos directamente al brujo para a continuación usar el hueco ahora libre en el estante de madera para usarlo como punto de apoyo y saltar hasta arriba de las librerías, comenzando a correr por ellas hasta la salida demostrando una gran facilidad de movimientos y sin perder la oportunidad de seguir lananzadoles a sus perseguidores todo libro u objeto que encontrara por su camino. -Miau, ¿No os han dicho que ser pesados es de mala educación?-Dijo bajando al suelo cerca de la puerta con una acrobática voltereta, notándose que al aterrizar pareció sentir una molestia en su pierna izquierda aunque a pesar de ellos dedicándoles una sonrisa y un pícaro guiño de ojo a ambos antes de comenzar de nuevo a moverse, cojeando levemente pero aún así moviéndose bastante rápido.
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Vincent tomó la delantera y fue el turno de Níniel de ser quien siguiera al brujo de cerca mientras avanzaban por la segunda planta de la biblioteca. Vincent parecía totalmente seguro de hacia dónde continuar avanzando y lo hacía decididamente mientras la peliblanca, justo detrás de él, buscaba con la mirada cualquier señal del ladrón por el lugar sin llegar a verlo a pesar de que debía de estar delante suyo...Salvo que de algún modo hubiese logrado darles esquinazo lo cual parecía imposible por la configuración del lugar y la escasa ventaja que les llevaba. No tardaron en llegar a una sala con dos posibles entradas y salidas, momento en el que resultó patente que el rubio no tenía tan claro como parecía dónde se había metido su presa aunque sus señales indicaban que creía que estaba en aquella sala por lo que la elfa, sin dudar de él, obedeció sus instrucciones y sacando su daga de entre los pliegues de su ropa se dispuso a evitar que nadie entrara o saliera por aquel acceso mientras el brujo revisaba el lugar con cautela, perdiéndolo la elfa de vista a veces conforme avanzaba por los pasillos.
Parecía haber llegado el brujo hasta el otro extremo de los estantes sin dar ningún tipo de alerta ni nada que indicara que había dado con ella, lo cual significaba que a pesar de todo se les había vuelto a escapar, cuando un felino maullido se dejó escuchar en la sala seguido de un fuerte golpe. Luego se produjo otro maullido lastimero y Vincent estuvo de nuevo a la vista aunque con sus ropas descolocadas y el pelo más revuelto. Níniel avanzó un par de pasos en aquella dirección e iba a verbalizar la pregunta lógica correspondiente cuando tras el brujo apareció una mujer, una mujer gato para ser precisos. Su cuerpo era claramente femenino, como el de cualquier humana, delgado y atlético, de cintura estrecha y más bien poco pecho, pero ahí acababan las similitudes. Allí donde su traje de cuero no tapaba se podía ver una piel extrañamente blanquecina, sobre su pelo rojo sobresalían dos grandes orejas de gato y su rostro en vez de nariz tenía hocico felino y sus ojos eran rojos. A su espalda, o más bien donde esta perdía su casto nombre, una cola terminada en un mechón de pelo rojo se movía de un lado a otro constantemente.
-Eres muy insistente.- Le espetó al brujo, y su voz sonó masculina y totalmente extraña para el cuerpo de quien hablaba.- Solo es un libro viejo que nadie lee, pero para mí significa un buen pescado asado todas las noches y un gran vaso de leche todas las mañanas.- Continuó diciendo mirando de reojo a una Níniel que no había dejado de acercarse al reconocer el traje de la gata como el que había visto levemente en las escaleras. -Dejadme ir y no tendré que haceros daños ¿sí?.- Dijo poniendo carita y ojitos al brujo sin dejar de moverse de un lado a otro del pasillo, buscando un hueco por el que colarse y escapar. Pareció darse cuenta de que con aquella extraña voz sonaba muy raro lo que decía, pues llevó una mano hasta su cuello y allí tocó un extraño colgante antes de volver a decir nada, y cuando lo hizo su voz sonó femenina y dulce. -¿Por favor?.- Le guiño un ojo al brujo intentando resultar mitad super adorable mitad sensual con su postura.
No obstante la gata pronto puso fin a su pantomima, tan pronto como vio una oportunidad para escapar abandonó sus intentos de "negociación" y con una ágil patada a una de las librerías lanzó un par de tomos directamente al brujo para a continuación usar el hueco ahora libre en el estante de madera para usarlo como punto de apoyo y saltar hasta arriba de las librerías, comenzando a correr por ellas hasta la salida demostrando una gran facilidad de movimientos y sin perder la oportunidad de seguir lananzadoles a sus perseguidores todo libro u objeto que encontrara por su camino. -Miau, ¿No os han dicho que ser pesados es de mala educación?-Dijo bajando al suelo cerca de la puerta con una acrobática voltereta, notándose que al aterrizar pareció sentir una molestia en su pierna izquierda aunque a pesar de ellos dedicándoles una sonrisa y un pícaro guiño de ojo a ambos antes de comenzar de nuevo a moverse, cojeando levemente pero aún así moviéndose bastante rápido.
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Níniel Thenidiel
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
No entendía que pasaba, creía haber entendido al niño que el libro se lo había robado un hombre, y sin embargo, no podía estar más seguro de que estaba ante... ¿una gata? Parecía que la mezcla entre humanos y gatos había sido algo muy solicitada en su momento, pues ya era el cuarto ser con rasgos felinos que se encontraba en su vida. Teniendo en cuenta que los hombres bestia no eran una raza muy numerosa le parecía un dato curioso.
Al rubio se le torció el gesto cuando escuchó la voz totalmente inconexa con el cuerpo que estaba observando. No dejó de mirar a la gata con una ceja alzada, pues la voz varonil de la minina era extraña saliendo de su pecho tan femenino embutido en cuero. Ahora era entendible para él que el niño le dijera que era un hombre quien le había quitado el libro, y que Níniel no lo hubiera corregido. Con esa voz y las ropas tan holgadas que llevaba antes era imposible distinguir que se trataba de una mujer. De todos modos pronto el brujo recompuso su compostura, aunque no pudo evitar reír de manera corta ante la sugerencia de que les haría daño.
- Muy graciosa, pero solo hay modo de que te vayas de aquí, gata-, gata siniestra con voz de leñador. - Y el libro será viejo, pero tiene una importancia cultural, y por supuesto pertenece a la biblioteca-, sonrió de forma apaciguadora, y alargó la mano. - Si me lo devuelves, pues… aquí no ha pasado nada ¿vale?
Pero antes de que contestase, se llevó la mano al cuello y pidió por favor, con una voz que ya sí que parecía de una mujer. La verdadera voz salió de sus labios cuando tocó un colgante que llevaba al cuello, por lo que para el brujo fue suficiente para saber qué pasaba. La maldita gata usaba un amuleto para alterar su tono, y de este modo todos pensarían que un hombre había robado el libro. Todos en la guardia andarían buscando un hombre por las calles de la ciudad, cuando en realidad el tomo estaría en posesión de una mujer.
- Ingenioso-, pudo articular antes de que varios libros se estrellaran contra él. - ¡Ingeniosa hija de gata! Deja de lanzarnos libros y termina esto de una vez. Solo conseguirás…-, la mujer bestia saltó por encima de una estantería usando de apoyo el espacio libre que había dejado en ella, para finalmente caer de manera acrobática al lado de la puerta, - retrasar lo inevitable-, dijo con un hilo de voz por el asombro. - Detente. No me hagas volver a correr detrás de ti o...-, la gata se esfumó por la puerta, sin hacerle caso. - ¿Es que nadie en esta maldita biblioteca tiene un poco de respeto? - se preguntó negando con la cabeza y volviendo a poner su cuerpo en movimiento tras le felina. - No sé a ti Níniel, pero esto me está hartando un poco. Voy a pillar a esa gata aunque sea lo último que haga-, comentó a su compañera en la carrera.
El brujo se centró en la persecución y puso todo de su parte para alcanzar a la ladrona en el menor tiempo posible. Al menos ahora no conseguía alejarse mucho de ellos, pese a su agilidad notable, pues su carrera parecía extraña, como si le costase apoyar una de las piernas. Al final con tanta resistencia la pelirroja solo había conseguido lastimarse, y como siguiera así, iba a conseguir golpearse aún más, ya que le estaba pareciendo imposible detener a la gata sin una confrontación. Así de decidida parecía esa mujer a sus ojos.
El rubio aceleró su paso usando gran parte de sus energía restantes, poco a poco la melena agitada de la pelirroja estaba casi a su alcance. Solo un poco más y la tendría, unos centímetros y sería suya, se dijo, alargando su mano hacia el hombro de la mujer. Pero antes de que pudiera retenerla sintió como caía al ser obstaculizado por algo. Vincent se deslizó por el suelo de lado, observando mientras lo hacía que todo había sido por culpa de una zancadilla de la minina que había sido lo suficientemente hábil para pararse en el último instante y hacerlo tropezar.
La felina le dedicó un beso justo antes de correr hacia una de las escaleras de bajada al primer piso, por lo que el rubio en un esfuerzo clavó sus dedos en el piso de la biblioteca para frenar su deslizamiento, y poder levantarse con rapidez. Suerte había tenido de no llevar los guantes con punta de metal en ese instante, pues de lo contrario habría arañado todo el suelo, aunque una vez en pie, le estaban dando ganas de sacarlos del bolsillo para ponérselos y hacer saltar por los aires a esa bola de pelos de pesadilla.
Vincent se acercó hasta la escalera, bajó una parte para acortar la altura hasta el suelo, y saltó por el hueco, recibiendo un buen golpetazo contra el primer piso. Sin embargo consiguió levantarse con premura y arrebatar el libro a una sorprendida gata.
- Ja. Tú no eres la única que sabe trucos-, se jactó, pero antes de poder decir nada más recibió una patada en la entrepierna de la susodicha, que le volvió a quitar el libro.
- Los míos son mejores-, comentó la mujer con sorna y voz sugerente. - Miau.
El brujo no pudo evitar hincar la rodilla por el dolor, pensando sinceramente que tenía que haber explotado a esa mujer cuando tuvo la oportunidad, en vez de intentar algo que no fuera dañino para ella. De todos modos, el rubio consiguió abalanzarse sobre la ladrona antes de que huyera, abrazándola por la cintura y quedando su rostro sobre el trasero de la mujer.
- No huirás más. Níniel, córtale el paso y quítale el libro-, dijo el brujo como pudo mientras se agarraba, recibiendo los codazos de la mujer para que se soltara
- Suéltame pervertido-, contestó la ladrona, que consiguió zafarse a golpes del rubio, aunque Vincent había conseguido un tiempo precioso y cansarla un poco más.
Al rubio se le torció el gesto cuando escuchó la voz totalmente inconexa con el cuerpo que estaba observando. No dejó de mirar a la gata con una ceja alzada, pues la voz varonil de la minina era extraña saliendo de su pecho tan femenino embutido en cuero. Ahora era entendible para él que el niño le dijera que era un hombre quien le había quitado el libro, y que Níniel no lo hubiera corregido. Con esa voz y las ropas tan holgadas que llevaba antes era imposible distinguir que se trataba de una mujer. De todos modos pronto el brujo recompuso su compostura, aunque no pudo evitar reír de manera corta ante la sugerencia de que les haría daño.
- Muy graciosa, pero solo hay modo de que te vayas de aquí, gata-, gata siniestra con voz de leñador. - Y el libro será viejo, pero tiene una importancia cultural, y por supuesto pertenece a la biblioteca-, sonrió de forma apaciguadora, y alargó la mano. - Si me lo devuelves, pues… aquí no ha pasado nada ¿vale?
Pero antes de que contestase, se llevó la mano al cuello y pidió por favor, con una voz que ya sí que parecía de una mujer. La verdadera voz salió de sus labios cuando tocó un colgante que llevaba al cuello, por lo que para el brujo fue suficiente para saber qué pasaba. La maldita gata usaba un amuleto para alterar su tono, y de este modo todos pensarían que un hombre había robado el libro. Todos en la guardia andarían buscando un hombre por las calles de la ciudad, cuando en realidad el tomo estaría en posesión de una mujer.
- Ingenioso-, pudo articular antes de que varios libros se estrellaran contra él. - ¡Ingeniosa hija de gata! Deja de lanzarnos libros y termina esto de una vez. Solo conseguirás…-, la mujer bestia saltó por encima de una estantería usando de apoyo el espacio libre que había dejado en ella, para finalmente caer de manera acrobática al lado de la puerta, - retrasar lo inevitable-, dijo con un hilo de voz por el asombro. - Detente. No me hagas volver a correr detrás de ti o...-, la gata se esfumó por la puerta, sin hacerle caso. - ¿Es que nadie en esta maldita biblioteca tiene un poco de respeto? - se preguntó negando con la cabeza y volviendo a poner su cuerpo en movimiento tras le felina. - No sé a ti Níniel, pero esto me está hartando un poco. Voy a pillar a esa gata aunque sea lo último que haga-, comentó a su compañera en la carrera.
El brujo se centró en la persecución y puso todo de su parte para alcanzar a la ladrona en el menor tiempo posible. Al menos ahora no conseguía alejarse mucho de ellos, pese a su agilidad notable, pues su carrera parecía extraña, como si le costase apoyar una de las piernas. Al final con tanta resistencia la pelirroja solo había conseguido lastimarse, y como siguiera así, iba a conseguir golpearse aún más, ya que le estaba pareciendo imposible detener a la gata sin una confrontación. Así de decidida parecía esa mujer a sus ojos.
El rubio aceleró su paso usando gran parte de sus energía restantes, poco a poco la melena agitada de la pelirroja estaba casi a su alcance. Solo un poco más y la tendría, unos centímetros y sería suya, se dijo, alargando su mano hacia el hombro de la mujer. Pero antes de que pudiera retenerla sintió como caía al ser obstaculizado por algo. Vincent se deslizó por el suelo de lado, observando mientras lo hacía que todo había sido por culpa de una zancadilla de la minina que había sido lo suficientemente hábil para pararse en el último instante y hacerlo tropezar.
La felina le dedicó un beso justo antes de correr hacia una de las escaleras de bajada al primer piso, por lo que el rubio en un esfuerzo clavó sus dedos en el piso de la biblioteca para frenar su deslizamiento, y poder levantarse con rapidez. Suerte había tenido de no llevar los guantes con punta de metal en ese instante, pues de lo contrario habría arañado todo el suelo, aunque una vez en pie, le estaban dando ganas de sacarlos del bolsillo para ponérselos y hacer saltar por los aires a esa bola de pelos de pesadilla.
Vincent se acercó hasta la escalera, bajó una parte para acortar la altura hasta el suelo, y saltó por el hueco, recibiendo un buen golpetazo contra el primer piso. Sin embargo consiguió levantarse con premura y arrebatar el libro a una sorprendida gata.
- Ja. Tú no eres la única que sabe trucos-, se jactó, pero antes de poder decir nada más recibió una patada en la entrepierna de la susodicha, que le volvió a quitar el libro.
- Los míos son mejores-, comentó la mujer con sorna y voz sugerente. - Miau.
El brujo no pudo evitar hincar la rodilla por el dolor, pensando sinceramente que tenía que haber explotado a esa mujer cuando tuvo la oportunidad, en vez de intentar algo que no fuera dañino para ella. De todos modos, el rubio consiguió abalanzarse sobre la ladrona antes de que huyera, abrazándola por la cintura y quedando su rostro sobre el trasero de la mujer.
- No huirás más. Níniel, córtale el paso y quítale el libro-, dijo el brujo como pudo mientras se agarraba, recibiendo los codazos de la mujer para que se soltara
- Suéltame pervertido-, contestó la ladrona, que consiguió zafarse a golpes del rubio, aunque Vincent había conseguido un tiempo precioso y cansarla un poco más.
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
La ágil felina no tardó en demostrar que a pesar de sus palabras y de su aparente difícil posición, atrapada en aquel pasillo de la segunda planta de la biblioteca y con su camino de huída bloqueado por el brujo y la elfa, no había jugado aún todas sus cartas y no estaba tan arrinconada como sus perseguidores creían, demostrándolo con un sorprendente salto con el que logró encaramarse a lo alto de una de las estanterías que la flanqueaban y cuya altura no era menor a los tres metros. No contenta con ello y demostrando un equilibrio portentoso comenzó a correr por ella logrando con ello pasar por delante de las narices de Vincent y Níniel permitiéndose incluso el lujo de recoger más libros mientras avanzaba y usarlos a modo de improvisado proyectil mientras sus perseguidores comenzaban a perseguirla a ras de suelo y aguantaban el bombardeo de volúmenes que les caía encima, algunos de los cuales eran lo bastante gruesos como para poder causar un daño considerable si llegaban a alcanzarles.
Níniel levantó los brazos sobre la cabeza para protegerse y no pudo si no asentir ante las palabras del brujo en las que mostraba su desagrado por aquella situación. Prácticamente llevaban toda la mañana corriendo de un lado para otro y sinceramente empezaba a estar cansada y deseaba acabar de una vez con todas con aquello y devolver la biblioteca a su silencio y calma habituales, pero es que además aquella ladrona parecía encontrar todo aquello divertido e incluso actuaba como si se burlara de ellos.
-No podría estar más de acuerdo, salvo que estoy algo más que un poco harta. No escapará, hasta ahora creo que hemos sido demasiado amables con ella a pesar de la gravedad de su falta.- Respondió la peliblanca insinuando que quizá había llegado el momento de usar los grandes medios para terminar con las correría de la mujer bestia. Por supuesto no es que creyera que tuvieran que lanzar una bola de fuego ni nada por el estilo, pero sí ser más duros y aceptar que el tiempo de las palabras ya había quedado atrás con aquella pelirroja.
De nuevo comenzaron a correr tras ella, en aquella ocasión deshaciendo el camino que habían seguido hasta arrinconarla en aquella sección de la segunda planta y de vuelta hacia las escaleras. Por desgracia el efecto de la bendición sobre Níniel ya se había disipado y su velocidad había vuelto de nuevo a la normalidad, aunque extrañamente resultó ser más que suficiente para no perderla de vista e incluso recortar distancias con ella a pesar de que sin duda se trataba de una de las mujeres más ágiles que había visto nunca, igualándose y quizá incluso superando a su amiga Alanna, la cual no era extraño que fuera apodada como "La gata" visto lo visto. No tardó la peliblanca en percatarse del motivo de aquello al observar que su perseguida parecía tener molestias en la pierna izquierda, una molestia que sus conocimientos médicos identificaban como debidos muy posiblemente a una lesión mal curada anterior a aquel día y no a una torcedura o golpe reciente.
Vincent cobró ventaja y a punto estuvo de darla caza, pero la cosa no acabó muy bien para el brujo pues una vez más fue pillado por sorpresa por la felina cuando éste estaba a punto de agarrarla. Níniel no pudo evitar encontrar la caída del brujo como divertida y quizá se la recordara más tarde, pero en aquel momento no se permitió broma o chanza alguna al respecto y continuó corriendo tras la gata que bajaba las escaleras de dos en dos aunque al final encontró un modo más rápido deslizándose por la barandilla hasta abajo emitiendo un claro sonido de satisfacción y de paso sacándole brillo a la baranda con el pandero.
-Nunca me atraparás elfa.- Dijo al llegar abajo y sacándole la lengua de modo infantil.- Seguro que tienes miedo de que se te rompa el vestidito, los elfos sois unos estirados.-
Estaba muy equivocada si pensaba que la peliblanca no se atrevería a seguirla e imitar su poco ortodoxo modo de bajar escaleras. Puede que normalmente se comportara como la dama que era pero para atraparla a ella haría una excepción. En cuanto la pelirroja vio que su perseguidora no se achantaba se dispuso a seguir corriendo pero en ese momento, Vincent, demostrando ser más temerario que las dos mujeres juntas, se lanzó desde una altura considerable hasta la primera planta logrando caer bien y comenzando una lucha de agarrones y tirones con la ladrona acabando con sus partes nobles golpeadas y su cabeza entre las nalgas de la mujer bestia que no dejó de atizarle hasta liberarse de su agarre.
-Si me hubieras dejado escapar cuando te lo pedí te hubiera dejado tocar ahí y mucho más...Pero ahora te aguantas.- Le espetó al brujo claramente sonrojada y levantando el libro sobre su cabeza para descargar un golpe sobre la cabeza del rubio que amenazaba con doler, y mucho. Pero en ese momento Níniel llegó al rescate. No del modo con el que normalmente las heroínas de las historias hacían su aparición en el último minuto salvando el día, pero tendría que valer.
Deslizándose por la barandilla y decidida a no frenar al final de la misma la peliblanca acabó saliendo despedida, pasando por encima de Vincent por la fuerza de su descenso y golpeando en un fuerte aunque muy poco elegante placaje a la gata, derribándola y acabando dolorida sobre ella aunque aquello sí que no fue voluntario si no que tras el golpe había acabado así en vez de en el suelo. Eso sí, la ladrona se llevó la peor parte y bajo la peliblanca se quejaba por el golpe con sonidos ahogados aunque aún trataba de zafarse y quitarse de encima a la sacerdotisa.
-Auch...Esto no se vale...- Dijo agitando las manos acabando con ellas sobre los pechos de la peliblanca y comenzando a moverlas como tratando de identificar qué era lo que estaba tocando mientras Níniel trataba sin éxito que se quedara quieta. -Vaya...Ya sé quién tiene lo que a mí me falta...¿Qué clase de mujer usa sus tetas para atacar a otra?...Las elfas sois malvadas- Dijo continuando con el forcejeo hasta el punto de intentar golpear a Níniel sin lograrlo.
Níniel se sonrojó ante su vulgaridad pero finalmente logró que se estuviera quieta y terminó de inmovilizarla, aunque para ello tuvo que colocar su daga en el cuello de la mujer bestia aún sobre ella. -Ríndete o...-
-¿O qué?, si no me matas tú seguro que lo harán los guardias, o quizá no y eso será peor. ¿Sabes lo que les pasa a las chicas jóvenes, guapas y con un cuerpazo como el mío en la cárcel?- Dijo en un tono con el que parecía querer seguir tomándoselo todo a broma y que contrastaba con la mirada asustada y de profunda derrota de sus felinos ojos rojizos y que trató de apartar de los de la elfa al cruzarse ambas miradas. -¿No podemos compartir el libro?, puedes quedarte todo el dinero...Con que me des algo para comer una vez al día... y puedo dormir en el suelo...Incluso limpiaré para ti...Te daré, masajes...Cargaré con tus cosas...Puedo ser muy complaciente...-Ofreció la pelirroja una vez tras otra con su juguetón tono de voz tintándose de quedo llanto conforme tuvo claro que había topado con la clase de personas que no iban a aceptar nada de aquello.
-Has intentado robar un tomo muy valioso y has puesto media biblioteca patas arriba, la mitad que esos críos no habían tocado. El señor Rasell decidirá que hacemos contigo.- Fue la respuesta de la peliblanca con su siempre cantarín tono de voz pero de forma seria. Aunque en su interior las súplicas de aquella chica habían llegado a tocar la fibra sensible y comenzaba a sentir lástima por ella, lo cual seguramente era lo que buscaba. -Por curiosidad, ¿Qué te pasó en la pierna?- Preguntó la peliblanca pensando que no recibiría respuesta alguna o que de recibirla sería seguramente una mentira pero sin poder evitar hacerlo.
-¿Alguna vez has sido esclava?. Pensaron que así no podría escapar...Se equivocaron.- Fue su respuesta, recuperando por un momento su tono socarrón antes de volver a apartar la mirada.
Níniel levantó los brazos sobre la cabeza para protegerse y no pudo si no asentir ante las palabras del brujo en las que mostraba su desagrado por aquella situación. Prácticamente llevaban toda la mañana corriendo de un lado para otro y sinceramente empezaba a estar cansada y deseaba acabar de una vez con todas con aquello y devolver la biblioteca a su silencio y calma habituales, pero es que además aquella ladrona parecía encontrar todo aquello divertido e incluso actuaba como si se burlara de ellos.
-No podría estar más de acuerdo, salvo que estoy algo más que un poco harta. No escapará, hasta ahora creo que hemos sido demasiado amables con ella a pesar de la gravedad de su falta.- Respondió la peliblanca insinuando que quizá había llegado el momento de usar los grandes medios para terminar con las correría de la mujer bestia. Por supuesto no es que creyera que tuvieran que lanzar una bola de fuego ni nada por el estilo, pero sí ser más duros y aceptar que el tiempo de las palabras ya había quedado atrás con aquella pelirroja.
De nuevo comenzaron a correr tras ella, en aquella ocasión deshaciendo el camino que habían seguido hasta arrinconarla en aquella sección de la segunda planta y de vuelta hacia las escaleras. Por desgracia el efecto de la bendición sobre Níniel ya se había disipado y su velocidad había vuelto de nuevo a la normalidad, aunque extrañamente resultó ser más que suficiente para no perderla de vista e incluso recortar distancias con ella a pesar de que sin duda se trataba de una de las mujeres más ágiles que había visto nunca, igualándose y quizá incluso superando a su amiga Alanna, la cual no era extraño que fuera apodada como "La gata" visto lo visto. No tardó la peliblanca en percatarse del motivo de aquello al observar que su perseguida parecía tener molestias en la pierna izquierda, una molestia que sus conocimientos médicos identificaban como debidos muy posiblemente a una lesión mal curada anterior a aquel día y no a una torcedura o golpe reciente.
Vincent cobró ventaja y a punto estuvo de darla caza, pero la cosa no acabó muy bien para el brujo pues una vez más fue pillado por sorpresa por la felina cuando éste estaba a punto de agarrarla. Níniel no pudo evitar encontrar la caída del brujo como divertida y quizá se la recordara más tarde, pero en aquel momento no se permitió broma o chanza alguna al respecto y continuó corriendo tras la gata que bajaba las escaleras de dos en dos aunque al final encontró un modo más rápido deslizándose por la barandilla hasta abajo emitiendo un claro sonido de satisfacción y de paso sacándole brillo a la baranda con el pandero.
-Nunca me atraparás elfa.- Dijo al llegar abajo y sacándole la lengua de modo infantil.- Seguro que tienes miedo de que se te rompa el vestidito, los elfos sois unos estirados.-
Estaba muy equivocada si pensaba que la peliblanca no se atrevería a seguirla e imitar su poco ortodoxo modo de bajar escaleras. Puede que normalmente se comportara como la dama que era pero para atraparla a ella haría una excepción. En cuanto la pelirroja vio que su perseguidora no se achantaba se dispuso a seguir corriendo pero en ese momento, Vincent, demostrando ser más temerario que las dos mujeres juntas, se lanzó desde una altura considerable hasta la primera planta logrando caer bien y comenzando una lucha de agarrones y tirones con la ladrona acabando con sus partes nobles golpeadas y su cabeza entre las nalgas de la mujer bestia que no dejó de atizarle hasta liberarse de su agarre.
-Si me hubieras dejado escapar cuando te lo pedí te hubiera dejado tocar ahí y mucho más...Pero ahora te aguantas.- Le espetó al brujo claramente sonrojada y levantando el libro sobre su cabeza para descargar un golpe sobre la cabeza del rubio que amenazaba con doler, y mucho. Pero en ese momento Níniel llegó al rescate. No del modo con el que normalmente las heroínas de las historias hacían su aparición en el último minuto salvando el día, pero tendría que valer.
Deslizándose por la barandilla y decidida a no frenar al final de la misma la peliblanca acabó saliendo despedida, pasando por encima de Vincent por la fuerza de su descenso y golpeando en un fuerte aunque muy poco elegante placaje a la gata, derribándola y acabando dolorida sobre ella aunque aquello sí que no fue voluntario si no que tras el golpe había acabado así en vez de en el suelo. Eso sí, la ladrona se llevó la peor parte y bajo la peliblanca se quejaba por el golpe con sonidos ahogados aunque aún trataba de zafarse y quitarse de encima a la sacerdotisa.
-Auch...Esto no se vale...- Dijo agitando las manos acabando con ellas sobre los pechos de la peliblanca y comenzando a moverlas como tratando de identificar qué era lo que estaba tocando mientras Níniel trataba sin éxito que se quedara quieta. -Vaya...Ya sé quién tiene lo que a mí me falta...¿Qué clase de mujer usa sus tetas para atacar a otra?...Las elfas sois malvadas- Dijo continuando con el forcejeo hasta el punto de intentar golpear a Níniel sin lograrlo.
Níniel se sonrojó ante su vulgaridad pero finalmente logró que se estuviera quieta y terminó de inmovilizarla, aunque para ello tuvo que colocar su daga en el cuello de la mujer bestia aún sobre ella. -Ríndete o...-
-¿O qué?, si no me matas tú seguro que lo harán los guardias, o quizá no y eso será peor. ¿Sabes lo que les pasa a las chicas jóvenes, guapas y con un cuerpazo como el mío en la cárcel?- Dijo en un tono con el que parecía querer seguir tomándoselo todo a broma y que contrastaba con la mirada asustada y de profunda derrota de sus felinos ojos rojizos y que trató de apartar de los de la elfa al cruzarse ambas miradas. -¿No podemos compartir el libro?, puedes quedarte todo el dinero...Con que me des algo para comer una vez al día... y puedo dormir en el suelo...Incluso limpiaré para ti...Te daré, masajes...Cargaré con tus cosas...Puedo ser muy complaciente...-Ofreció la pelirroja una vez tras otra con su juguetón tono de voz tintándose de quedo llanto conforme tuvo claro que había topado con la clase de personas que no iban a aceptar nada de aquello.
-Has intentado robar un tomo muy valioso y has puesto media biblioteca patas arriba, la mitad que esos críos no habían tocado. El señor Rasell decidirá que hacemos contigo.- Fue la respuesta de la peliblanca con su siempre cantarín tono de voz pero de forma seria. Aunque en su interior las súplicas de aquella chica habían llegado a tocar la fibra sensible y comenzaba a sentir lástima por ella, lo cual seguramente era lo que buscaba. -Por curiosidad, ¿Qué te pasó en la pierna?- Preguntó la peliblanca pensando que no recibiría respuesta alguna o que de recibirla sería seguramente una mentira pero sin poder evitar hacerlo.
-¿Alguna vez has sido esclava?. Pensaron que así no podría escapar...Se equivocaron.- Fue su respuesta, recuperando por un momento su tono socarrón antes de volver a apartar la mirada.
Níniel Thenidiel
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
Desde su mala postura, aunque para muchos tener la cabeza entre las nalgas de una mujer no sería considerado una mala postura, el brujo poco podía hacer por retener a la ladrona. Mucho menos poder cubrirse de los golpes que le iba lanzando la gata en su nuevo intento de huida. La felina consiguió zafarse de su agarre, y Vinc cayó hacia adelante evitando el golpe contra el suelo posando sus manos en él. Pero en esa nueva posición aún estaba más vulnerable, por lo que cuando alzó la vista y vio venir el libro, solo pudo prepararse para recibir el golpe con el menor dolor posible.
Sin embargo, una salvadora pasó por encima de su cabeza justo antes de ser alcanzado por el gran libro que intentaba robar la gata. Podría decirse que había pasado una diosa nívea por encima, y no era muy desacertado decirlo, pues esa mujer era maravillosa a sus ojos. De un carácter tranquilo y bondadoso como a pocos conocía, con un sabiduría que pocos tenían, con… ¿un ataque de pechos?
Qué demonios había pasado para que la elfa acabara así. No podía decir que no se le iban los ojos al pecho voluptuoso de Nin en ese combate cercano. Combate o lo que fuera, pero el manoseo de la gata sobre la peliblanca le había dado mucha envidia. Él solo había alcanzado a soñar con algo así, y para su desgracia, había sido expuesto en el sueño de Otrore ante los ojos aguamarina de la mujer de los bosques.
El rubio se centró nuevamente en el verdadero cometido de todo aquello, y se acercó para arrebatarle el libro a la felina. En cuanto lo tuvo en sus manos pudo apreciar el título dorado bordado en su cubierta, con lo cual por fin pudo estar seguro de que tenía el Dammaz Kron en sus manos, y no cualquier otro libro con el que le hubiera dado el cambiazo la ágil ladrona. Y pensar que durante unos instantes lo había tenido en sus manos.
- ¿Por qué necesitabas este libro en particular? - preguntó intrigado a la mujer bestia. - Es valioso, pero es difícil colocarlo, incluso de contrabando. Hay muy pocos de él, no es como si un coleccionista pudiera exponerlo. La persona que lo comprara debería guardarlo con celo, solo mostrarlo a amigos de confianza, si es que pudiera mostrarlo a nadie. Lo que me hace pensar que ya tienes un comprador para el tomo-, razonó.
Y ahí estaba la pregunta del millón de aeros. ¿Quién sería? La mujer no diría nada al respecto, de eso estaba seguro, pero tenía que la necesidad de preguntarlo, pese a que fuera en vano. Podría ser alguien adinerado que quería esconder el libro para su familia, algún fanático, o quizás incluso alunas de las personas que ya poseían el libro. Que desapareciera otra de las copias del tomo, hacían más valiosas las restantes. El rubio se acarició la barba, no era mala opción para comenzar una investigación.
- Ya veo. Tus negreros eran unos salvajes. Como lo son todos los esclavistas-, se apiadó de la joven. - Sin embargo lo que has hecho es muy grave-, dijo mientras pensaba que hacer.
Le daba pena que la arrestaran. Podía dejarla en libertad, pues lo que les importaba a ellos era el libro, y ya lo tenían. No sabía que hacer, pues a lo mejor la felina solo estaba mintiendo, consiguiendo dejar una peligrosa fugitiva en libertad. Podría ser incluso una asesina o algo parecido, aunque no tenía pinta de eso. Su modus operandi era el de una persona que intentaba pasar desapercibido, y cuando estuvo acorralada se limitó a huir, no a responder con violencia, salvo por unos cuantos libros que les tiró en el piso superior. No, estaba seguro de que solo era una ladrona de guante blanco. Y con lo que había ahí fuera en ese mundo loco, no podía decir que fuera de lo peor que había.
El rubio la sostuvo por el hombro, y antes de que pudiera reaccionar está le dio un golpe en la cara, para luego volver a escapar. No sin antes volver a patear sus preciadas partes masculinas.
- Maldita gata-, masculló entre dientes.
Iba a liberarla y no le había dejado tiempo de hacerlo.
- Níniel ten-, dijo dándole el tomo importante, con cierto dolor en la voz. - Llévaselo a Rasell, yo iré tras ella y me reuniré contigo en cuanto pueda. No tardaré-, comentó algo más repuesto.
El rubio corrió escaleras arriba detrás de la minina, con una carrera algo lenta por el dolor inicial, y a la que poco a poco fue aumentando de ritmo según se recuperaba del golpe bajo de la pelirroja. Por suerte, la cojera de la ladrona hacía que no la perdiera de vista. Realmente debía de ser una persecución de lo más patética a ojos de los demás. Una coja y un hombre que corría de forma muy rara. Seguro que debía ser el hazmerreír para todas las personas que se cruzaban, al menos hasta que pudo volver a correr con normalidad.
Desgraciadamente, para cuando pudo volver a tener un ritmo decente. La gata se había subido a una ventana.
- Espera, no hagas ninguna locura-, comentó alarmado, pensando que la mujer se había lanzado al vacío.
Nada más lejos de la realidad. Cuando el rubio se asomó al alfeizar pudo ver como la chica, con una gran habilidad, se deslizaba por un adorno en la pared. Una columna falsa de piedra, que le daba un bonito aire arquitectónico a la biblioteca, y que la felina había usado para llegar hasta el suelo. Ya no podría seguirla, pues él no tenía las capacidades para bajar por allí.
- Ha sido todo un placer querido. Miau-, comentó la gata desde el suelo.
La mujer desde el suelo hizo una reverencia como las que se hacían en los teatros al acabar una obra, y el brujo estuvo tentado de mandarla a volar de un bolazo explosivo. Él no sabría bajar por ahí, pero no lo necesitaba para acabar con personas insolentes.
- ¡Maldita perra! - gritó. - Bueno, gata. ¡Maldita sea! Ya verás cuando te pille alguna vez-, alzó el brazo y la amenazó desde la ventana, sabiendo que sería muy difícil volver a verla alguna vez.
El rubio la vio perderse por las calles, así que finalmente se dio por vencido. Volvería al mostrador donde estaba Rasell normalmente, allí seguramente estaría Nin devolviéndole el libro.
Sin embargo, una salvadora pasó por encima de su cabeza justo antes de ser alcanzado por el gran libro que intentaba robar la gata. Podría decirse que había pasado una diosa nívea por encima, y no era muy desacertado decirlo, pues esa mujer era maravillosa a sus ojos. De un carácter tranquilo y bondadoso como a pocos conocía, con un sabiduría que pocos tenían, con… ¿un ataque de pechos?
Qué demonios había pasado para que la elfa acabara así. No podía decir que no se le iban los ojos al pecho voluptuoso de Nin en ese combate cercano. Combate o lo que fuera, pero el manoseo de la gata sobre la peliblanca le había dado mucha envidia. Él solo había alcanzado a soñar con algo así, y para su desgracia, había sido expuesto en el sueño de Otrore ante los ojos aguamarina de la mujer de los bosques.
El rubio se centró nuevamente en el verdadero cometido de todo aquello, y se acercó para arrebatarle el libro a la felina. En cuanto lo tuvo en sus manos pudo apreciar el título dorado bordado en su cubierta, con lo cual por fin pudo estar seguro de que tenía el Dammaz Kron en sus manos, y no cualquier otro libro con el que le hubiera dado el cambiazo la ágil ladrona. Y pensar que durante unos instantes lo había tenido en sus manos.
- ¿Por qué necesitabas este libro en particular? - preguntó intrigado a la mujer bestia. - Es valioso, pero es difícil colocarlo, incluso de contrabando. Hay muy pocos de él, no es como si un coleccionista pudiera exponerlo. La persona que lo comprara debería guardarlo con celo, solo mostrarlo a amigos de confianza, si es que pudiera mostrarlo a nadie. Lo que me hace pensar que ya tienes un comprador para el tomo-, razonó.
Y ahí estaba la pregunta del millón de aeros. ¿Quién sería? La mujer no diría nada al respecto, de eso estaba seguro, pero tenía que la necesidad de preguntarlo, pese a que fuera en vano. Podría ser alguien adinerado que quería esconder el libro para su familia, algún fanático, o quizás incluso alunas de las personas que ya poseían el libro. Que desapareciera otra de las copias del tomo, hacían más valiosas las restantes. El rubio se acarició la barba, no era mala opción para comenzar una investigación.
- Ya veo. Tus negreros eran unos salvajes. Como lo son todos los esclavistas-, se apiadó de la joven. - Sin embargo lo que has hecho es muy grave-, dijo mientras pensaba que hacer.
Le daba pena que la arrestaran. Podía dejarla en libertad, pues lo que les importaba a ellos era el libro, y ya lo tenían. No sabía que hacer, pues a lo mejor la felina solo estaba mintiendo, consiguiendo dejar una peligrosa fugitiva en libertad. Podría ser incluso una asesina o algo parecido, aunque no tenía pinta de eso. Su modus operandi era el de una persona que intentaba pasar desapercibido, y cuando estuvo acorralada se limitó a huir, no a responder con violencia, salvo por unos cuantos libros que les tiró en el piso superior. No, estaba seguro de que solo era una ladrona de guante blanco. Y con lo que había ahí fuera en ese mundo loco, no podía decir que fuera de lo peor que había.
El rubio la sostuvo por el hombro, y antes de que pudiera reaccionar está le dio un golpe en la cara, para luego volver a escapar. No sin antes volver a patear sus preciadas partes masculinas.
- Maldita gata-, masculló entre dientes.
Iba a liberarla y no le había dejado tiempo de hacerlo.
- Níniel ten-, dijo dándole el tomo importante, con cierto dolor en la voz. - Llévaselo a Rasell, yo iré tras ella y me reuniré contigo en cuanto pueda. No tardaré-, comentó algo más repuesto.
El rubio corrió escaleras arriba detrás de la minina, con una carrera algo lenta por el dolor inicial, y a la que poco a poco fue aumentando de ritmo según se recuperaba del golpe bajo de la pelirroja. Por suerte, la cojera de la ladrona hacía que no la perdiera de vista. Realmente debía de ser una persecución de lo más patética a ojos de los demás. Una coja y un hombre que corría de forma muy rara. Seguro que debía ser el hazmerreír para todas las personas que se cruzaban, al menos hasta que pudo volver a correr con normalidad.
Desgraciadamente, para cuando pudo volver a tener un ritmo decente. La gata se había subido a una ventana.
- Espera, no hagas ninguna locura-, comentó alarmado, pensando que la mujer se había lanzado al vacío.
Nada más lejos de la realidad. Cuando el rubio se asomó al alfeizar pudo ver como la chica, con una gran habilidad, se deslizaba por un adorno en la pared. Una columna falsa de piedra, que le daba un bonito aire arquitectónico a la biblioteca, y que la felina había usado para llegar hasta el suelo. Ya no podría seguirla, pues él no tenía las capacidades para bajar por allí.
- Ha sido todo un placer querido. Miau-, comentó la gata desde el suelo.
La mujer desde el suelo hizo una reverencia como las que se hacían en los teatros al acabar una obra, y el brujo estuvo tentado de mandarla a volar de un bolazo explosivo. Él no sabría bajar por ahí, pero no lo necesitaba para acabar con personas insolentes.
- ¡Maldita perra! - gritó. - Bueno, gata. ¡Maldita sea! Ya verás cuando te pille alguna vez-, alzó el brazo y la amenazó desde la ventana, sabiendo que sería muy difícil volver a verla alguna vez.
El rubio la vio perderse por las calles, así que finalmente se dio por vencido. Volvería al mostrador donde estaba Rasell normalmente, allí seguramente estaría Nin devolviéndole el libro.
Vincent Calhoun
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
Níniel agradeció que Vincent se hiciera cargo de la ladrona permitiendo que se quitara de encima de ella, alejándose de sus largas manos y poniéndose de nuevo en pié, momento en el que se dio cuenta de hasta qué punto aquello de lanzarse a por la pelirroja por la barandilla no había sido la mejor de las ideas. No estaba herida pero a causa del golpe le dolía la espalda, el trasero y, aunque nunca lo reconocería delante del brujo, la caída también le había causado unas molestias en la zona del pecho. Desde luego nadie podría decir que no lo había dado todo por atraparla, aunque en el fondo se había decidido a actuar de aquella forma tan imprudente para evitarle el daño al brujo en la cabeza más que para atrapar a aquella gata y recuperar el libro, de hecho se habría conformado con obligarla a seguir huyendo, pero los dioses la habían sonreído una vez más premiando a la elfa con su captura.
La joven pelirroja se negó a responder a la pregunta del brujo sobre el destino del libro una vez hubiera tenido éxito en el robo, al menos con palabras, porque la verdad es que no hizo falta que hablara para saber que Vincent había dado en el clavo con todas y cada una de sus suposiciones, haciendo que con cada frase del hombre la interrogada arrugara el hocico más y más con evidente enfado y molestia, terminando por apartar la mirada también de él en un intento por salvar su orgullo y con el que solo consiguió terminar de confirmar que era cierto que ya tenía un comprador y que no estaban muy desencaminados a la hora de suponer de qué clase de perfil de persona podría tratarse. Existían muy pocas copias de aquel libro, de hecho que Níniel conociera solo había una más en Lunargenta. Tampoco abundaban los coleccionistas de libros capaces de algo así lo cual acortaba mucho la lista de posibles sospechosos. Solo había un problema con esa pista, la guardia nunca se atrevería a acusar de nada o iniciar una investigación contra alguien con tanto dinero y poder, no, salvo que las pruebas contra dicha persona fueran irrefutables. Una gata ladrona y un puñado de conjeturas no bastarían para que la soldadesca de la ciudad quisiera mojarse, por lo que difícilmente aquello llegaría a resolverse del todo.
-A la guardia no le va a hacer gracia que les hagamos partícipes de unas acusaciones tan graves hacia un tipo rico o un noble...No harán nada. Antes nos arrestarían a nosotros por insinuar algo así que ir a altaciudad a hacer preguntas incómodas. Lo peor de todo es que seguramente volverán a intentarlo.- Le comentó a su compañero mientras éste se preparaba para ponerse en marcha con la gata. No sería la primera vez que la peliblanca se veía envuelta en los "juegos" de los poderosos y aunque dentro de la guardia había personas que trataban de combatir contra su impunidad, incluso estos debían andar con pies de plomo si no querían acabar patrullando las alcantarillas o algo peor. Eso no significaba que Níniel se sintiera cómoda con la idea de no hacer nada al respecto, de hecho esa faceta de los humanos la asqueaba sobremanera, simplemente había aprendido que en la ciudad las cosas se hacían de otro modo. En cuanto acabara su jornada laboral iría a ver a su amiga Alanna y le contaría lo ocurrido, ella sabría qué hacer a continuación e incluso seguramente tendría más información e incluso la potestad para actuar.
Apenas se habían movido cuando de algún modo la pelirroja se zafó del agarre del brujo y tras hacerle pagar aquel error con creces, golpeándole en la cara y luego en la entrepierna(otra vez), emprendió de nuevo la huída escaleras arriba ante la cara de resignación de la elfa que no podía creerse que después de tanta carrera y de todo lo que les había costado atraparla aquello aún no hubiera acabado. -Realmente hay personas que no saben cuándo rendirse- Murmuró para sí misma mientras apretaba el tomo del Dammaz Kron contra su pecho y veía como brujo y mujer bestia iniciaban una vez más el juego del gato y el ratón a pesar de que la primera cojeaba ostensiblemente y el segundo corría como un pato trás ella. Se hubiese unido a la persecución, pero aún se sentía dolorida y no pensaba soltar el libro ahora que por fin volvía a estar en buenas manos, por ello dio media vuelta y se dirigió hacia la entrada de la biblioteca obedeciendo las instrucciones de Vincent, dejándole a la gata a él.
Al llegar al mostrador de la entrada la peliblanca pudo ver como un exacerbado señor Rasell hablaba con una pareja de guardias exagerando su lenguaje corporal mientras parecía querer hacerles entender lo que había ocurrido. Tras acercarse un poco más Níniel comprendió que el anciano bibliotecario trataba de hacerles entender lo valioso que resultaba el libro sustraído e insistía en que llamaran a más soldados para recuperarlo, mientras que los guardias a su vez parecían no compartir su preocupación al considerar que un libro más o un libro menos cuando el lugar contaba con miles y miles de ellos no era un asunto tan grave y trataban de calmar al hombre. Sus palabras lograban únicamente que éste se enfadara aún más, llegando incluso a amenazarles con su bastón y atizando a uno de ellos con él en el casco, causando que el segundo se riera hasta recibir él mismo también otro sonoro golpe.
-Ya está bien abuelo, no nos obligues a llevarte a pasar la noche en el calabozo. Buscaremos ese libro tuyo, pero no vamos a dejar la ciudad sin vigilancia por un libro.- Sentenció el primero. -¿Y estos críos?- Continuó, señalando al trío de chiquillos que tanto revuelo y quebraderos de cabeza habían causado y a los que Rasell había liberado. Los niños parecían apilar algunos libros tras el mostrador, aunque lo cierto es que estaban más pendientes de la discusión entre los adultos y al ser señalados bajaron la cabeza llegando a parecer incluso buenos.
-Ayudantes de la biblioteca, ordenan los libros y limpian...¿Verdad?.- Fue la respuesta del anciano mirando hacia los pequeños que asintieron al unísono de forma obediente aunque sin ningún entusiasmo y volvieron a su trabajo, no sin que uno de ellos le sacara la lengua al bibliotecario en cuanto pensó que nadie miraba. -Volviendo a lo del libro, vale el rescate de un noble, a ver si te entra en la mollera y...- Se interrumpió al ver a Níniel con el Dammaz Kron entre los brazos y la cara se le iluminó como la de un niño al recibir un regalo el día de su nombre. -Por todos los dioses Níniel, lo has recuperado...¿Dónde?, ¿cómo?...Bah, da igual, dámelo.- Dijo atropelladamente alzando los brazos y tomando el libro con mucho cuidado, comenzando a revisarlo de arriba a abajo en busca de algún daño por mínimo que fuera ignorando a todos los demás durante el proceso.
-¿Es el libro?. ¿Dónde está ese ladrón?.- Preguntó uno de los guardias mirando a la peliblanca con clara sospecha, como si no se creyera que una elfa hubiese podido resolver la situación, posiblemente creyéndose esas absurdas historias sobre elfos salvajes, ladrones y secuestradores de niños.
-Resultó no ser un ladrón si no una ladrona, mi compañero ha ido tras ella a la segunda planta. Yo he traído de vuelta el libro en cuanto logramos recuperarlo para que el señor Rasell lo ponga a salvo. No es un volumen que pueda ir de mano en mano sin más, necesita cuidados especiales, es muy valioso.- Respondió la sacerdotisa logrando con ello que el anciano bibliotecario la mirase y esbozara una amplia sonrisa carente de algunos dientes. -Así es, hiciste bien trayéndomelo enseguida. Buen trabajo. Está perfectamente...Y no gracias a la guardia...- Aquellas palabras no hicieron mucha gracia a los soldados que miraron mal al hombre, pero sin decir nada más se pusieron en marcha hacia la segunda planta, no sin antes instar a que la peliblanca no se moviera de allí alegando que aún tenían muchas preguntas que necesitaban respuesta.
-Vigila a estos pequeños demonios y asegurate de que sigan trabajando ¿Quieres?. Iré a guardar el Dammaz Kron bajo llave.Si no trabajan duro por arreglar el estropicio que han causado le diré a esos guardias lo que han hecho- Le dijo el anciano antes de desaparecer de su vista guiñandole un ojo con complicidad. Al final debían de haber llegado a alguna clase de acuerdo entre ellos para evitarles el merecido castigo, pero parecía considerar que no estaba de más recordarles las consecuencias si no cumplían con su parte.
-Menudo esclavista- Se quejó amargamente el líder de aquel grupito lo que causó que la peliblanca le revolviera cariñosamente el pelo, haciendo que el chico se sonrojara cohibido y retomara su tarea más animado-
La joven pelirroja se negó a responder a la pregunta del brujo sobre el destino del libro una vez hubiera tenido éxito en el robo, al menos con palabras, porque la verdad es que no hizo falta que hablara para saber que Vincent había dado en el clavo con todas y cada una de sus suposiciones, haciendo que con cada frase del hombre la interrogada arrugara el hocico más y más con evidente enfado y molestia, terminando por apartar la mirada también de él en un intento por salvar su orgullo y con el que solo consiguió terminar de confirmar que era cierto que ya tenía un comprador y que no estaban muy desencaminados a la hora de suponer de qué clase de perfil de persona podría tratarse. Existían muy pocas copias de aquel libro, de hecho que Níniel conociera solo había una más en Lunargenta. Tampoco abundaban los coleccionistas de libros capaces de algo así lo cual acortaba mucho la lista de posibles sospechosos. Solo había un problema con esa pista, la guardia nunca se atrevería a acusar de nada o iniciar una investigación contra alguien con tanto dinero y poder, no, salvo que las pruebas contra dicha persona fueran irrefutables. Una gata ladrona y un puñado de conjeturas no bastarían para que la soldadesca de la ciudad quisiera mojarse, por lo que difícilmente aquello llegaría a resolverse del todo.
-A la guardia no le va a hacer gracia que les hagamos partícipes de unas acusaciones tan graves hacia un tipo rico o un noble...No harán nada. Antes nos arrestarían a nosotros por insinuar algo así que ir a altaciudad a hacer preguntas incómodas. Lo peor de todo es que seguramente volverán a intentarlo.- Le comentó a su compañero mientras éste se preparaba para ponerse en marcha con la gata. No sería la primera vez que la peliblanca se veía envuelta en los "juegos" de los poderosos y aunque dentro de la guardia había personas que trataban de combatir contra su impunidad, incluso estos debían andar con pies de plomo si no querían acabar patrullando las alcantarillas o algo peor. Eso no significaba que Níniel se sintiera cómoda con la idea de no hacer nada al respecto, de hecho esa faceta de los humanos la asqueaba sobremanera, simplemente había aprendido que en la ciudad las cosas se hacían de otro modo. En cuanto acabara su jornada laboral iría a ver a su amiga Alanna y le contaría lo ocurrido, ella sabría qué hacer a continuación e incluso seguramente tendría más información e incluso la potestad para actuar.
Apenas se habían movido cuando de algún modo la pelirroja se zafó del agarre del brujo y tras hacerle pagar aquel error con creces, golpeándole en la cara y luego en la entrepierna(otra vez), emprendió de nuevo la huída escaleras arriba ante la cara de resignación de la elfa que no podía creerse que después de tanta carrera y de todo lo que les había costado atraparla aquello aún no hubiera acabado. -Realmente hay personas que no saben cuándo rendirse- Murmuró para sí misma mientras apretaba el tomo del Dammaz Kron contra su pecho y veía como brujo y mujer bestia iniciaban una vez más el juego del gato y el ratón a pesar de que la primera cojeaba ostensiblemente y el segundo corría como un pato trás ella. Se hubiese unido a la persecución, pero aún se sentía dolorida y no pensaba soltar el libro ahora que por fin volvía a estar en buenas manos, por ello dio media vuelta y se dirigió hacia la entrada de la biblioteca obedeciendo las instrucciones de Vincent, dejándole a la gata a él.
Al llegar al mostrador de la entrada la peliblanca pudo ver como un exacerbado señor Rasell hablaba con una pareja de guardias exagerando su lenguaje corporal mientras parecía querer hacerles entender lo que había ocurrido. Tras acercarse un poco más Níniel comprendió que el anciano bibliotecario trataba de hacerles entender lo valioso que resultaba el libro sustraído e insistía en que llamaran a más soldados para recuperarlo, mientras que los guardias a su vez parecían no compartir su preocupación al considerar que un libro más o un libro menos cuando el lugar contaba con miles y miles de ellos no era un asunto tan grave y trataban de calmar al hombre. Sus palabras lograban únicamente que éste se enfadara aún más, llegando incluso a amenazarles con su bastón y atizando a uno de ellos con él en el casco, causando que el segundo se riera hasta recibir él mismo también otro sonoro golpe.
-Ya está bien abuelo, no nos obligues a llevarte a pasar la noche en el calabozo. Buscaremos ese libro tuyo, pero no vamos a dejar la ciudad sin vigilancia por un libro.- Sentenció el primero. -¿Y estos críos?- Continuó, señalando al trío de chiquillos que tanto revuelo y quebraderos de cabeza habían causado y a los que Rasell había liberado. Los niños parecían apilar algunos libros tras el mostrador, aunque lo cierto es que estaban más pendientes de la discusión entre los adultos y al ser señalados bajaron la cabeza llegando a parecer incluso buenos.
-Ayudantes de la biblioteca, ordenan los libros y limpian...¿Verdad?.- Fue la respuesta del anciano mirando hacia los pequeños que asintieron al unísono de forma obediente aunque sin ningún entusiasmo y volvieron a su trabajo, no sin que uno de ellos le sacara la lengua al bibliotecario en cuanto pensó que nadie miraba. -Volviendo a lo del libro, vale el rescate de un noble, a ver si te entra en la mollera y...- Se interrumpió al ver a Níniel con el Dammaz Kron entre los brazos y la cara se le iluminó como la de un niño al recibir un regalo el día de su nombre. -Por todos los dioses Níniel, lo has recuperado...¿Dónde?, ¿cómo?...Bah, da igual, dámelo.- Dijo atropelladamente alzando los brazos y tomando el libro con mucho cuidado, comenzando a revisarlo de arriba a abajo en busca de algún daño por mínimo que fuera ignorando a todos los demás durante el proceso.
-¿Es el libro?. ¿Dónde está ese ladrón?.- Preguntó uno de los guardias mirando a la peliblanca con clara sospecha, como si no se creyera que una elfa hubiese podido resolver la situación, posiblemente creyéndose esas absurdas historias sobre elfos salvajes, ladrones y secuestradores de niños.
-Resultó no ser un ladrón si no una ladrona, mi compañero ha ido tras ella a la segunda planta. Yo he traído de vuelta el libro en cuanto logramos recuperarlo para que el señor Rasell lo ponga a salvo. No es un volumen que pueda ir de mano en mano sin más, necesita cuidados especiales, es muy valioso.- Respondió la sacerdotisa logrando con ello que el anciano bibliotecario la mirase y esbozara una amplia sonrisa carente de algunos dientes. -Así es, hiciste bien trayéndomelo enseguida. Buen trabajo. Está perfectamente...Y no gracias a la guardia...- Aquellas palabras no hicieron mucha gracia a los soldados que miraron mal al hombre, pero sin decir nada más se pusieron en marcha hacia la segunda planta, no sin antes instar a que la peliblanca no se moviera de allí alegando que aún tenían muchas preguntas que necesitaban respuesta.
-Vigila a estos pequeños demonios y asegurate de que sigan trabajando ¿Quieres?. Iré a guardar el Dammaz Kron bajo llave.Si no trabajan duro por arreglar el estropicio que han causado le diré a esos guardias lo que han hecho- Le dijo el anciano antes de desaparecer de su vista guiñandole un ojo con complicidad. Al final debían de haber llegado a alguna clase de acuerdo entre ellos para evitarles el merecido castigo, pero parecía considerar que no estaba de más recordarles las consecuencias si no cumplían con su parte.
-Menudo esclavista- Se quejó amargamente el líder de aquel grupito lo que causó que la peliblanca le revolviera cariñosamente el pelo, haciendo que el chico se sonrojara cohibido y retomara su tarea más animado-
Níniel Thenidiel
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
Aquella ladrona había puesto de mal humor al brujo, pero bueno, teniendo en cuenta que iba a liberarla de todos modos, no le duró mucho el enfado. Solo lo justo para maldecirla un poco desde la ventana antes de ponerse en camino hacia el mostrador de Rasell.
Al hombre no le iba a gustar que la persona detrás del robo escapara, aunque por lo poco que lo conocía, ya estaría bastante contento por haber recuperado el libro. No obstante, esa mujer gata era terca como solían ser los gatos, y estaba seguro de que volvería a intentar el robo de libro. Lo haría las veces que hicieran falta hasta conseguirlo, o ser apresada. Esa parte era la que más le inclinaba a que debía haber sido más cauto, y entregar a la mujer a la guardia. Quizás a veces fuera demasiado bueno con la gente, pero que remedio, él era así.
Como si sus pensamientos hubieran sido una premonición, pronto aparecieron dos miembros de la guardia subiendo por las escaleras, y haciendo preguntas sobre el suceso.
- Oiga. ¿Ha visto algo sospechoso esta mañana? Nos han comunicado del robo de un libro por parte de una ladrona ¿sabe algo? - le preguntó uno de ellos
El brujo sopesó si decir la verdad o no, decantándose finalmente por no mentir. Aunque si algo le había movido a decirla, era que los hombres sabían que era una mujer el ladrón, por lo que ya intuyó que habían hablado con Níniel, y no sabía cuánto les había dicho.
- Sí, he estado persiguiéndola como un idiota un buen rato. Es una persona de lo más escurridiza y terca-, manifestó a la pareja de soldados.
- ¿Y donde se encuentra? - preguntó intrigado el otro.
- Pues no he podido atraparla. Ha salido por una de las ventanas del segundo piso, y se ha deslizado al suelo por la fachada. Sí, se que parece imposible-, comentó viendo sus gestos incrédulos, - pero les aseguro que es así. Para los demás lo será, pero para una mujer gata es evidente de que no. Ha corrido en dirección al centro de la ciudad. Si quieren pillarla es mejor que se den prisa en ir hacia allí. Es más o menos de mi estatura, cuerpo esbelto, piel blanca, pelo pelirrojo y ojos del mismo tono, y por supuesto, con un carácter insoportable. Ah, y también cojea de una de sus piernas. Es todo lo que se-, expuso a los guardias.
Los hombres no parecieron muy convencidos al principio, pero no teniendo más pistas, ni motivos para no creerlo decidieron hacerle caso. El brujo observó como los guardias bajaban las escaleras, y se dirigían en dirección a uno de los pasillos que los llevarían a la calle. No creía que se partieran mucho persiguiendo a una ladrona que ya ni siquiera tenía el botín que había venido a buscar, pero seguramente al menos irían a investigar los hechos que les había dicho, para hacer un poco el paripé.
Después de pensar un poco, bajó las escaleras también, dirigiéndose al mostrador principal de la biblioteca, donde esperaba encontrar a Rasell, y con él a Níniel. O al menos eso es lo que esperaba, porque al llegar solo se encontró con Nin, cosa que no era tan extraña, pero tenía de ayudantes a los pequeños revoltosos. Incluido el que podría haber escapado. El que parecía el cabecilla del trío.
- Vaya Nin, menudas compañías frecuentas-, bromeó, disfrutando de cómo los niños lo miraban con malos ojos por su comentario. - ¿Dónde está Rasell?
- Dijo que iría a guardar el libro bajo llave. ¿Por qué no haces algo y ayudas a colocar los libros? -, respondió el hombrecillo líder.
- ¿Será porque el desastre lo habéis provocado vosotros? - le contestó apoyando los antebrazos sobre la mesa, cargando su peso sobre ellos. - ¿Por qué no te fuiste cuando tuviste la oportunidad?
- Qué tipo de hombre te crees que soy. No dejaría a mis amigos tirados por nada del mundo-, dijo muy seguro de sí mismo.
Eso le hizo gracia al brujo, aunque además de sacarle una sonrisa, consiguió que tuviera en más estima al niño.
- Bueno, hombretón-, le dio un tono distinto a su calificativo, - como eres tan duro… seguiré dejando que trabajes tú un poco eh-. El niño le echó una mirada que podría partir las piedras. - Ese es mi chico-, le guiñó un ojo.
Rasell tardó un rato, en los que Vincent iba colocando libros sobre el mostrador para que los niños los llevaran a sus lugares de origen, aunque sabía que esto sería solo una parte de lo que tendría que hacer. Luego tendría que recolocar escaleras y más y más libros por todo el camino de destrucción que habían andado los pequeños.
- Ah, ya veo que estos niños se están portando bien. Espero que siga siendo así por su bien-, fue lo más parecido a un saludo que ejerció el bibliotecario. - Vincent, ¿qué pasó con la ladrona? - preguntó de pasada.
- Consiguió escapar por una ventana del segundo-. El brujo observó esa mirada que siempre ocurría cuando lo decía en los ojos del bibliotecario. - Sí, sé que es difícil de creer, pero esa mujer ha escapado por ella. Debería esconder bien el libro. Me pareció una mujer de lo más tozuda. Volverá por el libro. Estoy seguro.
- Una lástima que haya escapado, pero bueno, no lo expondremos más, no sé si por un tiempo o durante bastantes años-, comentó algo alicaído. - En fin, necesito más manos para arreglar el desastre de estos niños. Níniel, Vincent, os necesito en las demás salas para recoger todo. Sé que ya habéis hecho mucho, pero sin vuestra ayuda no conseguiré poner la biblioteca en orden hasta mañana.
- No se preocupe. Haremos cuanto podamos-, respondió el brujo.
Los minutos se fueron sucediendo. Minutos que se convirtieron en horas. Pero que después de ver el estado en el que estaban muchas de las salas, verlas como deberían gracias a sus esfuerzos, era reconfortante. Había limpiado mucho del caos, a la vez que Nin iba haciendo lo propio, y aunque aún le quedaba bastante trabajo por delante, no podía negar que le gustaba pasar tiempo con la elfa.
- Esto está quedando muy bien. Ya casi no parece que unos pequeños han destruido la biblioteca-, comentó apoyando su trasero en una mesa, mientras observaba a su alrededor. Un receso no le vendría mal. - Aún nos queda un largo trabajo, mejor es que descansemos un poco-, dijo mientras se llevaba una mano a su hombro, y hacia movimientos circulares con su brazo para aliviar el dolor.
Le dolía un poco desde que se había lanzado por las escaleras de manera imprudente pro atrapar a la ladrona. Y ahora que tenía un respiro y no estaba concentrado en algo le volvió a doler. No era nada, pero sumado a todos los golpes que había recibido, de un modo u otro, aunque la mayoría por aquella salvaje gata cuando intentaba zafarse de él, no podía decir que estuviera en su mejor momento. Lo habían dejado fino, para que luego alguien dijera que trabajar en la biblioteca no fuera emocionante.
Al hombre no le iba a gustar que la persona detrás del robo escapara, aunque por lo poco que lo conocía, ya estaría bastante contento por haber recuperado el libro. No obstante, esa mujer gata era terca como solían ser los gatos, y estaba seguro de que volvería a intentar el robo de libro. Lo haría las veces que hicieran falta hasta conseguirlo, o ser apresada. Esa parte era la que más le inclinaba a que debía haber sido más cauto, y entregar a la mujer a la guardia. Quizás a veces fuera demasiado bueno con la gente, pero que remedio, él era así.
Como si sus pensamientos hubieran sido una premonición, pronto aparecieron dos miembros de la guardia subiendo por las escaleras, y haciendo preguntas sobre el suceso.
- Oiga. ¿Ha visto algo sospechoso esta mañana? Nos han comunicado del robo de un libro por parte de una ladrona ¿sabe algo? - le preguntó uno de ellos
El brujo sopesó si decir la verdad o no, decantándose finalmente por no mentir. Aunque si algo le había movido a decirla, era que los hombres sabían que era una mujer el ladrón, por lo que ya intuyó que habían hablado con Níniel, y no sabía cuánto les había dicho.
- Sí, he estado persiguiéndola como un idiota un buen rato. Es una persona de lo más escurridiza y terca-, manifestó a la pareja de soldados.
- ¿Y donde se encuentra? - preguntó intrigado el otro.
- Pues no he podido atraparla. Ha salido por una de las ventanas del segundo piso, y se ha deslizado al suelo por la fachada. Sí, se que parece imposible-, comentó viendo sus gestos incrédulos, - pero les aseguro que es así. Para los demás lo será, pero para una mujer gata es evidente de que no. Ha corrido en dirección al centro de la ciudad. Si quieren pillarla es mejor que se den prisa en ir hacia allí. Es más o menos de mi estatura, cuerpo esbelto, piel blanca, pelo pelirrojo y ojos del mismo tono, y por supuesto, con un carácter insoportable. Ah, y también cojea de una de sus piernas. Es todo lo que se-, expuso a los guardias.
Los hombres no parecieron muy convencidos al principio, pero no teniendo más pistas, ni motivos para no creerlo decidieron hacerle caso. El brujo observó como los guardias bajaban las escaleras, y se dirigían en dirección a uno de los pasillos que los llevarían a la calle. No creía que se partieran mucho persiguiendo a una ladrona que ya ni siquiera tenía el botín que había venido a buscar, pero seguramente al menos irían a investigar los hechos que les había dicho, para hacer un poco el paripé.
Después de pensar un poco, bajó las escaleras también, dirigiéndose al mostrador principal de la biblioteca, donde esperaba encontrar a Rasell, y con él a Níniel. O al menos eso es lo que esperaba, porque al llegar solo se encontró con Nin, cosa que no era tan extraña, pero tenía de ayudantes a los pequeños revoltosos. Incluido el que podría haber escapado. El que parecía el cabecilla del trío.
- Vaya Nin, menudas compañías frecuentas-, bromeó, disfrutando de cómo los niños lo miraban con malos ojos por su comentario. - ¿Dónde está Rasell?
- Dijo que iría a guardar el libro bajo llave. ¿Por qué no haces algo y ayudas a colocar los libros? -, respondió el hombrecillo líder.
- ¿Será porque el desastre lo habéis provocado vosotros? - le contestó apoyando los antebrazos sobre la mesa, cargando su peso sobre ellos. - ¿Por qué no te fuiste cuando tuviste la oportunidad?
- Qué tipo de hombre te crees que soy. No dejaría a mis amigos tirados por nada del mundo-, dijo muy seguro de sí mismo.
Eso le hizo gracia al brujo, aunque además de sacarle una sonrisa, consiguió que tuviera en más estima al niño.
- Bueno, hombretón-, le dio un tono distinto a su calificativo, - como eres tan duro… seguiré dejando que trabajes tú un poco eh-. El niño le echó una mirada que podría partir las piedras. - Ese es mi chico-, le guiñó un ojo.
Rasell tardó un rato, en los que Vincent iba colocando libros sobre el mostrador para que los niños los llevaran a sus lugares de origen, aunque sabía que esto sería solo una parte de lo que tendría que hacer. Luego tendría que recolocar escaleras y más y más libros por todo el camino de destrucción que habían andado los pequeños.
- Ah, ya veo que estos niños se están portando bien. Espero que siga siendo así por su bien-, fue lo más parecido a un saludo que ejerció el bibliotecario. - Vincent, ¿qué pasó con la ladrona? - preguntó de pasada.
- Consiguió escapar por una ventana del segundo-. El brujo observó esa mirada que siempre ocurría cuando lo decía en los ojos del bibliotecario. - Sí, sé que es difícil de creer, pero esa mujer ha escapado por ella. Debería esconder bien el libro. Me pareció una mujer de lo más tozuda. Volverá por el libro. Estoy seguro.
- Una lástima que haya escapado, pero bueno, no lo expondremos más, no sé si por un tiempo o durante bastantes años-, comentó algo alicaído. - En fin, necesito más manos para arreglar el desastre de estos niños. Níniel, Vincent, os necesito en las demás salas para recoger todo. Sé que ya habéis hecho mucho, pero sin vuestra ayuda no conseguiré poner la biblioteca en orden hasta mañana.
- No se preocupe. Haremos cuanto podamos-, respondió el brujo.
Los minutos se fueron sucediendo. Minutos que se convirtieron en horas. Pero que después de ver el estado en el que estaban muchas de las salas, verlas como deberían gracias a sus esfuerzos, era reconfortante. Había limpiado mucho del caos, a la vez que Nin iba haciendo lo propio, y aunque aún le quedaba bastante trabajo por delante, no podía negar que le gustaba pasar tiempo con la elfa.
- Esto está quedando muy bien. Ya casi no parece que unos pequeños han destruido la biblioteca-, comentó apoyando su trasero en una mesa, mientras observaba a su alrededor. Un receso no le vendría mal. - Aún nos queda un largo trabajo, mejor es que descansemos un poco-, dijo mientras se llevaba una mano a su hombro, y hacia movimientos circulares con su brazo para aliviar el dolor.
Le dolía un poco desde que se había lanzado por las escaleras de manera imprudente pro atrapar a la ladrona. Y ahora que tenía un respiro y no estaba concentrado en algo le volvió a doler. No era nada, pero sumado a todos los golpes que había recibido, de un modo u otro, aunque la mayoría por aquella salvaje gata cuando intentaba zafarse de él, no podía decir que estuviera en su mejor momento. Lo habían dejado fino, para que luego alguien dijera que trabajar en la biblioteca no fuera emocionante.
Vincent Calhoun
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
La peliblanca agradeció aquel momento de descanso y no le importó obedecer las instrucciones de los guardias de no moverse de allí, aprovechando para aplicar su plegaria de sanación mágica sobre sí misma mientras vigilaba y ayudaba a los niños a ordenar los libros y a prepararlos para llevarlos a su sitio, en el caso de aquellos volúmenes que no habían sufrido daños, o al departamento de restauración en el caso de que hubiesen perdido alguna página o algo similar, lo cual solo fue necesario en unos pocos casos, la mayoría de ellos de la zona de historia antigua. El libro en peor estado era aquel que había golpeado al segundo visitante que Níniel había atendido por un fuerte golpe en la cabeza, dicho tomo se había manchado de sangre, resultaría difícil devolverlo a la normalidad y tampoco es que pudieran devolverlo a la estantería tintado de carmesí, ¿qué pensaría cualquiera que lo viera?.
No tardaron mucho en volver los guardias avanzando con cierta premura, aunque tampoco demasiada, pasando por delante del mostrador rumbo a la salida sin dirigirle a la elfa ni una sola mirada, y muchos menos un explicación o una frase con la que la liberaran de su anterior instrucción de permanecer allí. Una fría ráfaga de viento frío agitó el cabello blanco de la sacerdotisa robándole un escalofrío al notarlo sobre su piel y agitando algunos de los papeles sobre el mostrador cuando una de las puertas de entrada principales se abrió de par en par durante unos segundos antes de cerrarse de nuevo de un portazo que resonó por toda la recepción causando que un par de cabezas curiosas se asomaran para ver qué pasaba, seguramente pensando en si no habían tenido ya una mañana lo bastante movidita. Trás los guardias apareció Vincent, y no necesitó explicarle nada a la joven para que ésta se hiciera una idea de lo que había sucedido. Bastaba no ver a la gata con él para saber que había logrado escapar, y mirar al brujo a los ojos para saber que aquello no le hacía gracia pero tampoco le iba a quitar el sueño. No podía culparle, ella misma también había tenido la tentación de dejarla marchar tras escuchar sus lastimosas peticiones y sabía de buena tinta que el brujo era un buenazo con un gran corazón que difícilmente podría haberse resistido a ese hociquito tan mono. Claro que después de haber sido pateado en la entrepierna dos veces seguidas...
-Son los nuevos ayudantes, y los vamos a necesitar.- Respondió la elfa a su pregunta para que el rubio supiera que no estaban haciendo ninguna de las suyas y que, al menos de momento, no tramaban hacer nada malo. Resultó gracioso ver cómo el brujo, a pesar de ser ya mayorcito usó las propias palabras del chiquillo para picarle, recibiendo a cambio una mirada que de poder matar hubiese dejado seco al hombre en el sitio y que fue secundada por sus compañeros de juegos, ahora de trabajo, que tampoco parecían tenerlo en mucha estima. A saber qué les había hecho durante la persecución para hacerles fruncir el ceño de ese modo. -Claro que ya son todos unos hombretones, seguro que pueden colocar y limpiar más rápido que tú, Vincent.- Les defendió guiñándole un ojo al brujo consiguiendo que el trío de pillastres se conjurará alrededor de esa idea y aceptaran aquel desafío con toda la intención del mundo no solo de conseguirlo, si no también de hacer quedar mal al rubio. Níniel no quería que estuvieran de morros, tampoco que en vez de estar por el trabajo pensaran en hacerle alguna a Vincent, y con aquella jugada maestra, aprendida de su propia madre, logró ambas cosas demostrando que se le daban bien los niños...Seguramente tenía algo que ver también la práctica que tenía ya tratando con ciertos ladronzuelos de armas tomar y que hacían parecer angelitos a aquellos tres de la biblioteca.
El señor Rasell tardó unos minutos en regresar con la satisfacción de saber que el valioso libro estaba a salvo pintada en la cara y ni siquiera saber que la ladrona había escapado se la borró. Pero a pesar de que su mal humor se había disipado, en su mayor parte, no fue suficiente como para dispensarles de la ardua tarea que aún tenían por delante, aunque se lo pidió bastante amablemente. Aquel breve descanso había sentado de maravilla a la peliblanca y se levantó de su asiento de un salto asintiendo a las palabras de Vincent, harían no solo lo posible, lo dejarían todo perfecto. Con esa idea en mente y ayudados por los chiquillos y por el propio anciano se pusieron manos a la obra.
Colocar todos los libros en su sitio les llevó bastante tiempo pues no pocos habían acabado fuera de su estantería por culpa de los tres niños, a los que había que sumar aquellos que habían sido dejados por visitantes muy poco educados por las mesas, los cuales tampoco escaseaban. Aquello no era todo, el rastro de pisadas de tinta que salía de la sección de historia antigua se alargaba durante decenas de metros y ya se había secado lo cual implicó no poco esfuerzo con la fregona para borrarlas. También tuvieron que recoger toda aquella sala y reunir lo que quedaba de la larga mesa partida en dos sin dejarse ni una sola astilla para llevar los restos por petición del señor Rasell hasta su habitación, pues su intención era aprovecharla como leña ya que resultaría imposible repararla. Colocar las sillas y mesas, limpiar la mancha de sangre en el suelo...Les llevó horas y eso que aún quedaba la segunda planta.
-No diré que no a una pequeña pausa...- Le dijo al brujo sentándose a su lado y dejando escapar un suspiro de satisfacción por el trabajo bien hecho. Hacía un buen rato que la elfa se había quitado la capa para moverse mejor y sinceramente acalorada por el esfuerzo constante. Aprovechó esa breve pausa para rebuscar entre sus cosas y sacar un par de piezas de fruta de su bolsa, la cual también había dejado allí sobre la mesa, y le ofreció una a Vincent. No era la gran cosa pero menos era nada y al menos matarían el gusanillo un poco hasta terminar la faena y poder ir a comer algo más consistente. -Los chicos se están esforzando, no quieren perder contra tí.- Mencionó mientras le daba un mordisco a su fruta y miraba al brujo sonriente. Observando cómo se quejaba de una molestia en el hombro.
-¿Te duele?. Déjame ver.- Preguntó sin esperar respuesta colocándose ante él y comenzando a tocar su hombro, su brazo y su espalda con movimientos suaves comenzando a masajear levemente las zonas que consideraba adecuadas. -Siéntate en la silla, será más fácil.- Le sugirió colocando una silla en medio de la sala y colocándose detrás, comenzando a masajear una zona más amplia del cuerpo del brujo con pericia, sabiendo dónde acariciar y cómo para que el dolor remitiera, usando ligeramente su magia de sanación en el proceso. -Te estás exigiendo demasiado, deberías tomártelo con más calma, aún no sé cómo no te torciste nada cuando te tiraste escaleras abajo...Aquella gata no fue la única a la que pillaste por sorpresa.- Le comentó sin dejar de masajearle toda la espalda, cuello, hombro y cervicales con ambas manos ya no solo para el dolor si no para que todo su cuerpo se relajara y descansara. Se lo había ganado. Poco a poco y casi sin darse cuenta la elfa notó que a pesar de que se había ofrecido a aquel masaje para ayudarle, ella también lo estaba disfrutando, en ese momento no pudo evitar sonrojarse levemente.
No tardaron mucho en volver los guardias avanzando con cierta premura, aunque tampoco demasiada, pasando por delante del mostrador rumbo a la salida sin dirigirle a la elfa ni una sola mirada, y muchos menos un explicación o una frase con la que la liberaran de su anterior instrucción de permanecer allí. Una fría ráfaga de viento frío agitó el cabello blanco de la sacerdotisa robándole un escalofrío al notarlo sobre su piel y agitando algunos de los papeles sobre el mostrador cuando una de las puertas de entrada principales se abrió de par en par durante unos segundos antes de cerrarse de nuevo de un portazo que resonó por toda la recepción causando que un par de cabezas curiosas se asomaran para ver qué pasaba, seguramente pensando en si no habían tenido ya una mañana lo bastante movidita. Trás los guardias apareció Vincent, y no necesitó explicarle nada a la joven para que ésta se hiciera una idea de lo que había sucedido. Bastaba no ver a la gata con él para saber que había logrado escapar, y mirar al brujo a los ojos para saber que aquello no le hacía gracia pero tampoco le iba a quitar el sueño. No podía culparle, ella misma también había tenido la tentación de dejarla marchar tras escuchar sus lastimosas peticiones y sabía de buena tinta que el brujo era un buenazo con un gran corazón que difícilmente podría haberse resistido a ese hociquito tan mono. Claro que después de haber sido pateado en la entrepierna dos veces seguidas...
-Son los nuevos ayudantes, y los vamos a necesitar.- Respondió la elfa a su pregunta para que el rubio supiera que no estaban haciendo ninguna de las suyas y que, al menos de momento, no tramaban hacer nada malo. Resultó gracioso ver cómo el brujo, a pesar de ser ya mayorcito usó las propias palabras del chiquillo para picarle, recibiendo a cambio una mirada que de poder matar hubiese dejado seco al hombre en el sitio y que fue secundada por sus compañeros de juegos, ahora de trabajo, que tampoco parecían tenerlo en mucha estima. A saber qué les había hecho durante la persecución para hacerles fruncir el ceño de ese modo. -Claro que ya son todos unos hombretones, seguro que pueden colocar y limpiar más rápido que tú, Vincent.- Les defendió guiñándole un ojo al brujo consiguiendo que el trío de pillastres se conjurará alrededor de esa idea y aceptaran aquel desafío con toda la intención del mundo no solo de conseguirlo, si no también de hacer quedar mal al rubio. Níniel no quería que estuvieran de morros, tampoco que en vez de estar por el trabajo pensaran en hacerle alguna a Vincent, y con aquella jugada maestra, aprendida de su propia madre, logró ambas cosas demostrando que se le daban bien los niños...Seguramente tenía algo que ver también la práctica que tenía ya tratando con ciertos ladronzuelos de armas tomar y que hacían parecer angelitos a aquellos tres de la biblioteca.
El señor Rasell tardó unos minutos en regresar con la satisfacción de saber que el valioso libro estaba a salvo pintada en la cara y ni siquiera saber que la ladrona había escapado se la borró. Pero a pesar de que su mal humor se había disipado, en su mayor parte, no fue suficiente como para dispensarles de la ardua tarea que aún tenían por delante, aunque se lo pidió bastante amablemente. Aquel breve descanso había sentado de maravilla a la peliblanca y se levantó de su asiento de un salto asintiendo a las palabras de Vincent, harían no solo lo posible, lo dejarían todo perfecto. Con esa idea en mente y ayudados por los chiquillos y por el propio anciano se pusieron manos a la obra.
Colocar todos los libros en su sitio les llevó bastante tiempo pues no pocos habían acabado fuera de su estantería por culpa de los tres niños, a los que había que sumar aquellos que habían sido dejados por visitantes muy poco educados por las mesas, los cuales tampoco escaseaban. Aquello no era todo, el rastro de pisadas de tinta que salía de la sección de historia antigua se alargaba durante decenas de metros y ya se había secado lo cual implicó no poco esfuerzo con la fregona para borrarlas. También tuvieron que recoger toda aquella sala y reunir lo que quedaba de la larga mesa partida en dos sin dejarse ni una sola astilla para llevar los restos por petición del señor Rasell hasta su habitación, pues su intención era aprovecharla como leña ya que resultaría imposible repararla. Colocar las sillas y mesas, limpiar la mancha de sangre en el suelo...Les llevó horas y eso que aún quedaba la segunda planta.
-No diré que no a una pequeña pausa...- Le dijo al brujo sentándose a su lado y dejando escapar un suspiro de satisfacción por el trabajo bien hecho. Hacía un buen rato que la elfa se había quitado la capa para moverse mejor y sinceramente acalorada por el esfuerzo constante. Aprovechó esa breve pausa para rebuscar entre sus cosas y sacar un par de piezas de fruta de su bolsa, la cual también había dejado allí sobre la mesa, y le ofreció una a Vincent. No era la gran cosa pero menos era nada y al menos matarían el gusanillo un poco hasta terminar la faena y poder ir a comer algo más consistente. -Los chicos se están esforzando, no quieren perder contra tí.- Mencionó mientras le daba un mordisco a su fruta y miraba al brujo sonriente. Observando cómo se quejaba de una molestia en el hombro.
-¿Te duele?. Déjame ver.- Preguntó sin esperar respuesta colocándose ante él y comenzando a tocar su hombro, su brazo y su espalda con movimientos suaves comenzando a masajear levemente las zonas que consideraba adecuadas. -Siéntate en la silla, será más fácil.- Le sugirió colocando una silla en medio de la sala y colocándose detrás, comenzando a masajear una zona más amplia del cuerpo del brujo con pericia, sabiendo dónde acariciar y cómo para que el dolor remitiera, usando ligeramente su magia de sanación en el proceso. -Te estás exigiendo demasiado, deberías tomártelo con más calma, aún no sé cómo no te torciste nada cuando te tiraste escaleras abajo...Aquella gata no fue la única a la que pillaste por sorpresa.- Le comentó sin dejar de masajearle toda la espalda, cuello, hombro y cervicales con ambas manos ya no solo para el dolor si no para que todo su cuerpo se relajara y descansara. Se lo había ganado. Poco a poco y casi sin darse cuenta la elfa notó que a pesar de que se había ofrecido a aquel masaje para ayudarle, ella también lo estaba disfrutando, en ese momento no pudo evitar sonrojarse levemente.
Níniel Thenidiel
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
El brujo sonrió ante las palabras de la mujer, pues sin duda esos chicos cuando se ponían a hacer algo se lo tomaban en serio. Ya fuera destruir la biblioteca o reconstruirla.
- Como si tuvieran alguna posibilidad de vencerme-, bromeó con picardía a la elfa, para luego reír. - No se puede decir que no se entregan a todo lo que hacen-, dijo sincero, dejándose examinar por la peliblanca. - No es nada. Solo un golpe sin importancia. Al caer se me ha estirado el músculo demasiado. Con tiempo y reposo todo se cura-, sonrió mirando sus ojos azul claro.
Podría pasarse horas observando el hermoso color de su mirada. Los matices de las distintas tonalidades de azul que llenaban ese iris de radiante luminosidad. Era tan hipnótica para él, que perdió la noción de la realidad durante unos instantes.
- Ah, sí. Me sentaré para que me examines como es debido-, comentó saliendo del hilo de sus pensamientos con torpeza, y colocándose en la silla como le había pedido. - Bueno, yo es que no se otro modo de hacer las cosas supongo. Es el sello de la familia Calhoun. Siempre intentar darlo todo y un poco más-, dijo mientras la mujer le masajeaba la espalda.
No era para tanto su golpe, por eso estaba dudando si dejarse llevar por los cuidados de Nin, o decirle que eran innecesarios. El masaje de la elfa lo decantó por lo primero. Las manos de la mujer eran suaves y delicadas, y le tocaban de un modo que le causaba gran placer. Incluso si no tuviera ningún tipo de dolor en el hombro, estaba convencido de que los placenteros movimientos de la mujer aliviarían sus músculos tensos y cargados por todo lo sucedido esa mañana. Los niños y la gata le habían provocado tantos quebraderos de cabeza, que se habían convertido en un estrés que se había ido acumulando en la espalda. Pronto se dejó llevar aún más por las manos de la elfa, cerrando los ojos, y relajándose bajo sus cuidados.
Entonces recayó donde estaban, de todo el trabajo que les quedaba por delante, y sobre todo tuvo la sensación de que se estaba aprovechando demasiado de las buenas intenciones de la sacerdotisa. Le encantaba el masaje que le estaba dando, pero si se lo estaba realizando no era para que él descansara, sino para mitigar el dolor, que casi era inexistente antes de que la mujer comenzara con sus habilidades. Mucho menos ahora después de recibir sus atenciones.
El brujo cogió suavemente a la peliblanca por las muñecas, deteniendo el masaje, y echando la cabeza hacia atrás la miró desde su posición sentado.
- Ya es suficiente. Realmente no tengo nada grave como para que te preocupes por mí-, comentó con delicadeza, terminando la frase con una sonrisa en los labios. Luego le dio un beso suave y cándido en la mano. - De todos modos. Gracias. Ha sido muy agradable y has remitido todo dolor en mi cuerpo-, dijo en el mismo tono suave.
El brujo la soltó y se levantó de la silla con gran rapidez, para dar fe de su buen estado de salud.
- Casi parece que tengo diez años menos-, bromeó con otra sonrisa. - Es mejor que acabemos esto que tenemos entre manos, para así podernos ir a comer. No se puede decir que nos hayamos ganado la paga-, le guiñó un ojo.
El rubio comenzó la misma tarea que llevaba haciendo unas horas. Recoger libros, y algunas escaleras. Catalogar los tomos entre deteriorados o en buen estado, y finalmente, colocarlos en su sitio. Tanto si iban en las estanterías como si debía dejarlos a un lado para que los restauraran. Si él se estaba ganando la paga, estaba convencido de que los restauradores de libros de la biblioteca iban a ganarse la suya, aunque por fortuna no eran tantos los tomos que debían ser arreglados.
- Menuda suerte tienes-, notó una voz a su espalda.
- Hey, chaval. ¿Soy un hombre afortunado por tener que recoger tantos libros que habéis tirado? - ironizó con sorna ante el pequeño líder.
- Claro. Gracias a nosotros tienes que hacer algo esta mañana-, comentó con una sonrisa.
Tenía guasa el niño. ¿Se le había pegado algo de su propio estilo bromita, o sería así de antes? , se preguntó mientras lo observa y calibraba.
- En realidad es por la elfa. Ella es tierna y delicada. Todo lo contrario que tú-, bromeó el pequeño.
- Oh, por supuesto. Unos rebeldes destruye-bibliotecas-, hizo un movimiento con su mano, sosteniendo un libro que iría con toda seguridad a restauración, - tienen la potestad de llamarme un bruto-, suspiró y sonrió.
En el fondo sabía que el chico tenía razón.
- Nos hemos pasado un poco-, rió. - Aunque en realidad lo decía porque eres un hombre afortunado al poder pasar tiempo con ella. Al ser su amigo…-, dejó una pausa en el aire. - He visto el masaje que te ha dado, y como la miras-, comentó con la miasma sonrisa que no perdía y se marchó sin más.
Maldito crío. Que insolente podía llegar a ser, además, que era esa tontería de cómo miraba a Níniel. La miraba como miraba a todo el mundo, pero parecía que todo el mundo opinaba que la miraba de un modo diferente. La hija de Otrore, el propio Francesco parecía opinar lo mismo por lo que dedujo de las palabras de Clary, y ahora el niño destrozador este.
El rubio no le dio más vueltas al asunto, y al paso de unas horas pudo por fin ver como habían terminado el trabajo que tanto les había costado, pero que había dado sus frutos. La biblioteca parecía como si nunca hubiera sido atacada por tres monstruos asesinos de libros, y Rasell estaba de lo más contento.
El Dammaz Kron estaba seguro, la biblioteca parecía una biblioteca para variar, y no había muchas pérdidas. Salvo algún libro, de los que no era demasiado complicado conseguir copias, y una mesa. Por eso Vincent estuvo feliz cuando pudo contar sus monedas tan duras de conseguir. Nunca hubiera imaginado que serían tan difícil ganar unos aeros en la biblioteca, casi hubiera preferido una cueva infestada de trasgos.
- Níniel-, se acercó hasta la elfa cuando ya hubo apercibido su salario del bibliotecario. - Me preguntaba si te apetecería ir a comer conmigo. Ha sido una mañana larga-, sonrió a la joven.
No sabía si aceptaría o no comer con él, pero esperaba que así lo fuera, pues el destino los había reunido después de su viaje a las islas. La verdad es que le apetecía pasar más tiempo con la elfa.
- Como si tuvieran alguna posibilidad de vencerme-, bromeó con picardía a la elfa, para luego reír. - No se puede decir que no se entregan a todo lo que hacen-, dijo sincero, dejándose examinar por la peliblanca. - No es nada. Solo un golpe sin importancia. Al caer se me ha estirado el músculo demasiado. Con tiempo y reposo todo se cura-, sonrió mirando sus ojos azul claro.
Podría pasarse horas observando el hermoso color de su mirada. Los matices de las distintas tonalidades de azul que llenaban ese iris de radiante luminosidad. Era tan hipnótica para él, que perdió la noción de la realidad durante unos instantes.
- Ah, sí. Me sentaré para que me examines como es debido-, comentó saliendo del hilo de sus pensamientos con torpeza, y colocándose en la silla como le había pedido. - Bueno, yo es que no se otro modo de hacer las cosas supongo. Es el sello de la familia Calhoun. Siempre intentar darlo todo y un poco más-, dijo mientras la mujer le masajeaba la espalda.
No era para tanto su golpe, por eso estaba dudando si dejarse llevar por los cuidados de Nin, o decirle que eran innecesarios. El masaje de la elfa lo decantó por lo primero. Las manos de la mujer eran suaves y delicadas, y le tocaban de un modo que le causaba gran placer. Incluso si no tuviera ningún tipo de dolor en el hombro, estaba convencido de que los placenteros movimientos de la mujer aliviarían sus músculos tensos y cargados por todo lo sucedido esa mañana. Los niños y la gata le habían provocado tantos quebraderos de cabeza, que se habían convertido en un estrés que se había ido acumulando en la espalda. Pronto se dejó llevar aún más por las manos de la elfa, cerrando los ojos, y relajándose bajo sus cuidados.
Entonces recayó donde estaban, de todo el trabajo que les quedaba por delante, y sobre todo tuvo la sensación de que se estaba aprovechando demasiado de las buenas intenciones de la sacerdotisa. Le encantaba el masaje que le estaba dando, pero si se lo estaba realizando no era para que él descansara, sino para mitigar el dolor, que casi era inexistente antes de que la mujer comenzara con sus habilidades. Mucho menos ahora después de recibir sus atenciones.
El brujo cogió suavemente a la peliblanca por las muñecas, deteniendo el masaje, y echando la cabeza hacia atrás la miró desde su posición sentado.
- Ya es suficiente. Realmente no tengo nada grave como para que te preocupes por mí-, comentó con delicadeza, terminando la frase con una sonrisa en los labios. Luego le dio un beso suave y cándido en la mano. - De todos modos. Gracias. Ha sido muy agradable y has remitido todo dolor en mi cuerpo-, dijo en el mismo tono suave.
El brujo la soltó y se levantó de la silla con gran rapidez, para dar fe de su buen estado de salud.
- Casi parece que tengo diez años menos-, bromeó con otra sonrisa. - Es mejor que acabemos esto que tenemos entre manos, para así podernos ir a comer. No se puede decir que nos hayamos ganado la paga-, le guiñó un ojo.
El rubio comenzó la misma tarea que llevaba haciendo unas horas. Recoger libros, y algunas escaleras. Catalogar los tomos entre deteriorados o en buen estado, y finalmente, colocarlos en su sitio. Tanto si iban en las estanterías como si debía dejarlos a un lado para que los restauraran. Si él se estaba ganando la paga, estaba convencido de que los restauradores de libros de la biblioteca iban a ganarse la suya, aunque por fortuna no eran tantos los tomos que debían ser arreglados.
- Menuda suerte tienes-, notó una voz a su espalda.
- Hey, chaval. ¿Soy un hombre afortunado por tener que recoger tantos libros que habéis tirado? - ironizó con sorna ante el pequeño líder.
- Claro. Gracias a nosotros tienes que hacer algo esta mañana-, comentó con una sonrisa.
Tenía guasa el niño. ¿Se le había pegado algo de su propio estilo bromita, o sería así de antes? , se preguntó mientras lo observa y calibraba.
- En realidad es por la elfa. Ella es tierna y delicada. Todo lo contrario que tú-, bromeó el pequeño.
- Oh, por supuesto. Unos rebeldes destruye-bibliotecas-, hizo un movimiento con su mano, sosteniendo un libro que iría con toda seguridad a restauración, - tienen la potestad de llamarme un bruto-, suspiró y sonrió.
En el fondo sabía que el chico tenía razón.
- Nos hemos pasado un poco-, rió. - Aunque en realidad lo decía porque eres un hombre afortunado al poder pasar tiempo con ella. Al ser su amigo…-, dejó una pausa en el aire. - He visto el masaje que te ha dado, y como la miras-, comentó con la miasma sonrisa que no perdía y se marchó sin más.
Maldito crío. Que insolente podía llegar a ser, además, que era esa tontería de cómo miraba a Níniel. La miraba como miraba a todo el mundo, pero parecía que todo el mundo opinaba que la miraba de un modo diferente. La hija de Otrore, el propio Francesco parecía opinar lo mismo por lo que dedujo de las palabras de Clary, y ahora el niño destrozador este.
El rubio no le dio más vueltas al asunto, y al paso de unas horas pudo por fin ver como habían terminado el trabajo que tanto les había costado, pero que había dado sus frutos. La biblioteca parecía como si nunca hubiera sido atacada por tres monstruos asesinos de libros, y Rasell estaba de lo más contento.
El Dammaz Kron estaba seguro, la biblioteca parecía una biblioteca para variar, y no había muchas pérdidas. Salvo algún libro, de los que no era demasiado complicado conseguir copias, y una mesa. Por eso Vincent estuvo feliz cuando pudo contar sus monedas tan duras de conseguir. Nunca hubiera imaginado que serían tan difícil ganar unos aeros en la biblioteca, casi hubiera preferido una cueva infestada de trasgos.
- Níniel-, se acercó hasta la elfa cuando ya hubo apercibido su salario del bibliotecario. - Me preguntaba si te apetecería ir a comer conmigo. Ha sido una mañana larga-, sonrió a la joven.
No sabía si aceptaría o no comer con él, pero esperaba que así lo fuera, pues el destino los había reunido después de su viaje a las islas. La verdad es que le apetecía pasar más tiempo con la elfa.
Vincent Calhoun
Honorable
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Re: El precio del saber. [Trabajo] Vincent-Niniel.
El trabajo resulta cansado, soso y tedioso. He tenido el gusto de poder leeros en otros roles, sois muy buenos y lo podéis hacer mucho mejor de lo que habéis hecho. Aun así, he de reconocer que, aunque la historia sea lenta y pesada, vuestra escritura es perfecta.
Obtenéis:
* +10 puntos de experiencia base + 8 puntos por buen desarrollo, en total +18 puntos de experiencia. Cada uno.
* Níniel: +1 punto de la profesión Alquimia.
(Advertencia: La originalidad es un factor que se valora; la Alquimia tiene un gran abanico de usos. Sin embargo, tú siempre lo usas para sanar heridas y en todos los temas de una forma similar. Para sanar heridas ya tienes tu magia de curación o la profesión de Medicina. Otro punto a valorar es la elaboración de la poción. Aunque explicas cómo la fabricas, pocas veces en un tema te hemos podido ver fabricando una poción, sería conveniente que antes de usar una poción la tuvieras hecha de antemano en un tema anterior o la fabriques en el momento. No importa que Master sea, la próxima vez que uses la profesión de Alquimia de esa manera tan escueta no recibirás puntos. Quedas avisada.)
* + 350 aeros.
No es necesario que pidáis puntos en los temas correspondientes de registro, ya os lo he sumado yo directamente.
Sigel
Master
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