Una meditación fallida {Freya +Libre}
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Una meditación fallida {Freya +Libre}
El sol brillaba en lo alto del cielo, pero a pesar de que todos sabían que era un ser todo poderoso, no conseguía vencer al invierno, que con sus tentáculos había cubierto, todo en hielo y convertido el mar verde del bosque en blanco.
El blanco era paz, era pureza, pero también era muerte. Wanda, le había enseñado que las plantas o árboles que mostraban algún color blanco, era porque se estaba muriendo. “Algunos son hongos”, le había dicho la loba y le había explicado cuáles eran y como identificarlos para que al momento de elegir su comida no terminara envenenada..
Sus patas estaban húmedas de correr en la nieve, y su pelaje estaba frío, pero no importó porque su cuerpo animal no le permitía sufrir la baja de temperatura. Cuanto más profundo se metía, más se podía sentir que el invierno estaba allí.
Luaczana, era una loba solitaria y cuando las responsabilidades la sobrepasaban solía correr hacia la parte este del lago y se quedaba allí por horas, escuchando el sonido de la cascada. Parecía entrar en un trance, en donde su mente se vaciaba tan rápido como fluía el agua.
Cuando llego al lugar se sentó en una de los troncos que estaba más cerca del borde y dejo que todos sus pensamiento se resbalaran de su mente y se fundieron con el sonido del lugar. En ciertos momentos pequeños recuerdos tocaban la superficie y la hacía sonreír, otros le recordaban cuál era su objetivo en este mundo.
El blanco era paz, era pureza, pero también era muerte. Wanda, le había enseñado que las plantas o árboles que mostraban algún color blanco, era porque se estaba muriendo. “Algunos son hongos”, le había dicho la loba y le había explicado cuáles eran y como identificarlos para que al momento de elegir su comida no terminara envenenada..
Sus patas estaban húmedas de correr en la nieve, y su pelaje estaba frío, pero no importó porque su cuerpo animal no le permitía sufrir la baja de temperatura. Cuanto más profundo se metía, más se podía sentir que el invierno estaba allí.
Luaczana, era una loba solitaria y cuando las responsabilidades la sobrepasaban solía correr hacia la parte este del lago y se quedaba allí por horas, escuchando el sonido de la cascada. Parecía entrar en un trance, en donde su mente se vaciaba tan rápido como fluía el agua.
Cuando llego al lugar se sentó en una de los troncos que estaba más cerca del borde y dejo que todos sus pensamiento se resbalaran de su mente y se fundieron con el sonido del lugar. En ciertos momentos pequeños recuerdos tocaban la superficie y la hacía sonreír, otros le recordaban cuál era su objetivo en este mundo.
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Re: Una meditación fallida {Freya +Libre}
A pesar de las nieves que habían azotado Ulmer de un tiempo a esta parte, el día había amanecido soleado, la aldea, tranquila, amanecía perezosa mientras Freya abrazaba sus rodillas, no había podido dormir, era su primera noche en la aldea, y aunque la taberna era un lugar tranquilo, seguía bajo su propia ley del silencio. Tenía miedo de hablar, de abrir la boca y que la tirasen de allí, o peor, que volvieran a tratarla como lo habían hecho los años anteriores.
Se vistió, y, como solía hacer en su anterior manada, siguiendo una vieja costumbre que, había descubierto, le otorgaba algo de seguridad, se vistió con la ropa que le habían prestado las mujeres de la taberna y salió del dormitorio que le habían prestado a cambio de ayudar en la taberna. Preparó la sala para que, cuando las mujeres que la llevaban, bajasen, solo tuvieran que cocinar, y dejó una nota informando de que saldría. Eso era algo que nunca hubiera hecho en su anterior manada, pero esas mujeres estaban siendo muy amables, y entedían que debía explorar el terreno.
Tomó aire y cogiendo fuerzas de flaqueza, se arrebujó en la manta y se encamino sin alejarse del camino hacia la parte este del lago. Llegó cuando el sol ya estaba en lo alto, y comenzaba dar calor, se notaba que no tardaría en nevar con fuerza, debería volver pronto a Ulmer. Se acercó al agua, al llegar, que tenía una fina capa de hielo sobre ella, y suspiró. solo la parte donde corría la cascada estaba sin congelar.
Se sentó a respirar hondo bajo un árbol, envolviéndose más con la capa gruesa y con pelo en el interior que le habían dado, en Ulmer todos sabían como abrigarse para el invierno, y era raro el que alguien no supiera de curtiduría, lógico, era fácil que ese lugar quedase aislado durante el invierno y las pieles eran algo necesario para sobrevivir a las temperaturas altas. Ya sentada y caliente, como solía hacer antes de regresar a su manada, intentando tomar fuerzas para soportar un día más, comenzó a cantar en voz suave.
Puede que ya no fueran a hacerle daño, pero tras esos dos años aislada, le era dificil tratar con gente, y en la taberna no tendría más remedio que hacerlo, por lo que debía conseguir animarse de algún modo, y ese era el que le haía funcionado ya yudado a sobrevivir durando más días de los que podía contar.
Se vistió, y, como solía hacer en su anterior manada, siguiendo una vieja costumbre que, había descubierto, le otorgaba algo de seguridad, se vistió con la ropa que le habían prestado las mujeres de la taberna y salió del dormitorio que le habían prestado a cambio de ayudar en la taberna. Preparó la sala para que, cuando las mujeres que la llevaban, bajasen, solo tuvieran que cocinar, y dejó una nota informando de que saldría. Eso era algo que nunca hubiera hecho en su anterior manada, pero esas mujeres estaban siendo muy amables, y entedían que debía explorar el terreno.
Tomó aire y cogiendo fuerzas de flaqueza, se arrebujó en la manta y se encamino sin alejarse del camino hacia la parte este del lago. Llegó cuando el sol ya estaba en lo alto, y comenzaba dar calor, se notaba que no tardaría en nevar con fuerza, debería volver pronto a Ulmer. Se acercó al agua, al llegar, que tenía una fina capa de hielo sobre ella, y suspiró. solo la parte donde corría la cascada estaba sin congelar.
Se sentó a respirar hondo bajo un árbol, envolviéndose más con la capa gruesa y con pelo en el interior que le habían dado, en Ulmer todos sabían como abrigarse para el invierno, y era raro el que alguien no supiera de curtiduría, lógico, era fácil que ese lugar quedase aislado durante el invierno y las pieles eran algo necesario para sobrevivir a las temperaturas altas. Ya sentada y caliente, como solía hacer antes de regresar a su manada, intentando tomar fuerzas para soportar un día más, comenzó a cantar en voz suave.
Puede que ya no fueran a hacerle daño, pero tras esos dos años aislada, le era dificil tratar con gente, y en la taberna no tendría más remedio que hacerlo, por lo que debía conseguir animarse de algún modo, y ese era el que le haía funcionado ya yudado a sobrevivir durando más días de los que podía contar.
Freya Lathman
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Re: Una meditación fallida {Freya +Libre}
Me acerqué cautelosa a la orilla del lago, mirando en torno a cada paso, puesto que mi pelaje oscuro resaltaba sobre el blanco de la nieve.
No me gustaba estar tan expuesta pero necesitaba beber agua, algo con lo que llenar mi estómago vacío. Inquieta me acerqué lo mas posible al agua, cerca de la cascada que era donde aún no estaba congelada, para saciar mi sed. Llevaba algún tiempo buscando una presa, pero mi pelaje oscuro no era una buena ventaja para cazar en esta época.
Al terminar, observé el lugar, puesto que nunca me había aventurado tan lejos en mis cacerías. La cascada del río era la más bonita que había visto hasta ahora, con rocas debajo del agua, en la atmósfera se percibía una calma extraña, casi parecía que fuera un santuario sagrado o algo así. Claro que todo eran conjeturas, por lo que sabía estaba más sola que la una, estaba perdida y eso me ponía nerviosa.
Con calma avancé rodeando el agua, en busca de algún rastro que me llevara a una nueva presa, con los sentidos alerta por si tenia que volver a salir corriendo. Y ahí estaba, un tenue rastro, seguramente se trataba de alguna liebre que había ido a saciar su sed al lago.
Algo más animada seguí el rastro levantando pequeñas nubes de nieve a mi paso, hasta que escuché algo que me dejó petrificada. Una voz entonando una preciosa melodía.
Mi primer instinto fue agazaparme para identificar el peligro, pero tras unos minutos, en que sólo veía el vaho que escapaba de mis fauces entreabiertas comencé a caminar despacio hacia el origen del sonido.
Me deslicé buscando la cobertura de los árboles, caminando entre las pocas sombras que encontraba hasta estar lo suficientemente cerca para observar a la menuda muchacha que ajena a mi presencia seguía canturreando su canción. Perpleja no pude por menos que sentarme sobre mis cuartos traseros ladeando la cabeza para escuchar mejor.
No me gustaba estar tan expuesta pero necesitaba beber agua, algo con lo que llenar mi estómago vacío. Inquieta me acerqué lo mas posible al agua, cerca de la cascada que era donde aún no estaba congelada, para saciar mi sed. Llevaba algún tiempo buscando una presa, pero mi pelaje oscuro no era una buena ventaja para cazar en esta época.
Al terminar, observé el lugar, puesto que nunca me había aventurado tan lejos en mis cacerías. La cascada del río era la más bonita que había visto hasta ahora, con rocas debajo del agua, en la atmósfera se percibía una calma extraña, casi parecía que fuera un santuario sagrado o algo así. Claro que todo eran conjeturas, por lo que sabía estaba más sola que la una, estaba perdida y eso me ponía nerviosa.
Con calma avancé rodeando el agua, en busca de algún rastro que me llevara a una nueva presa, con los sentidos alerta por si tenia que volver a salir corriendo. Y ahí estaba, un tenue rastro, seguramente se trataba de alguna liebre que había ido a saciar su sed al lago.
Algo más animada seguí el rastro levantando pequeñas nubes de nieve a mi paso, hasta que escuché algo que me dejó petrificada. Una voz entonando una preciosa melodía.
Mi primer instinto fue agazaparme para identificar el peligro, pero tras unos minutos, en que sólo veía el vaho que escapaba de mis fauces entreabiertas comencé a caminar despacio hacia el origen del sonido.
Me deslicé buscando la cobertura de los árboles, caminando entre las pocas sombras que encontraba hasta estar lo suficientemente cerca para observar a la menuda muchacha que ajena a mi presencia seguía canturreando su canción. Perpleja no pude por menos que sentarme sobre mis cuartos traseros ladeando la cabeza para escuchar mejor.
Nyssa
Aprendiz
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Re: Una meditación fallida {Freya +Libre}
Siguió canturreando un par de minutos más, y, con una mano en el pecho, tomó aire de forma pronfunda y lo dejó salir lentamente, en forma de vaho. Ya se sentía mejor, más segura para volver a la aldea. Ciertamente seguía sin sentirse totalmente segura. Tenía miedo de su propia sombra, a cada rama que se rompía daba un salto, se sentía incapaz de caminar tranquila por el centro de Ulmer, cuando las personas daban gritos, ni que fuera para llamar a sus vecinos, daba un salto sobresaltada, debía haber algú modo de cambiar eso, incluso cuando iban a buscarla a la taberna, sentía la presión en los hombros, ya había roto más de un plato al escuchar que la llamaban, aunque fuera solo para tomar un pedido.
Miró el agua helada desde su asiento improvisado, había notado la tensión en la taberna. Ulmer estaba repleto de lobos, cada uno más dominante que el anterior, y aunque entendía que esa agresividad contenida era por el sentimiento de protegerla a ella, como lobo omega que era, su cuerpo no quería comprenderlo, y actuaba por su cuenta. El aire pesado que se respiraba en el lugar podía con ella, que solía salir cada cierto tiempo a respirar el frío y mantener, así la calma. Sabía perfectamente que no la atacarían, al contrario, todos buscaban los fantasmas que la atormentaban para asestarles un golpe que los desvneciera, pero era imposible, porque, después de todo, eran eso, fantasmas, y ella era la única que, tal vez con esfuerzo, llegaría a vencerlos.
Se levantó, por fin, estirándo los brazos mientras escuchaba el cantar débil de los pájaros, y decidió ponerse de nuevo en marcha. No quería que por casualidades de la vida algún lobo de su vieja manada se cruzara en el camino, prefería volver a la seguridad de los límites de Ulmer a seguir arriesgándose en el frío terreno neutral. Comenzó a andar cuando, ya alzada, y aun a pesar de su estatura baja, creyó ver las orejas de un lobo tras unos arbustos bajos.
Tragó saliba, algo alterada, y comenzó a retroceder sintiendo la capucha, que se había puesto al empezar a andar, caer hacia sus hombros dejando al descubierto su melena castaña. No podía ser, ¿no? ¿al final la habían seguido? ¿Habían olido su rastro a pesar de haberlo ocultado con la lavanda que había convertido en perfume en la taberna? No era posible. Se había asegurado de cubrir su aroma, por mucho que eso molestase a su fino olfato lobuno, había usaba ropa ajena, la que le habían prestado en la taberna al llegar, los olores de comida solían cubrir cualquier olor, y, por las mañanas, cuando aun no había pisado la cocina, era ese perfume el que hacía de camuflaje. ¿Cómo era posible?
Intentó respirar, tal vez no era uno de sus viejos "camaradas" tal vez era un lobo normal, o alguien de Ulmer, podría ser Lycon, el hombre lobo que la rescató días atrás, buscando algo de caza, o un lobo solitario, había mil opciones, incluso podría ser otra manada diferente, no podía pensar que eran esos monstruos. Comenzó a notar el miedo que inundaba su aroma, y esperó, simplemente, que si era un dominante, no la atacase teniendola como presa, había oido que nadie atacaba a los omega, y menos a las hembras, que eran cuidadas, apreciadas, pero su experiencia no decía lo mismo, y, aunque el temor la había paralizado, su instinto le decía que se dejase de cobardías y echase a correr.
Miró el agua helada desde su asiento improvisado, había notado la tensión en la taberna. Ulmer estaba repleto de lobos, cada uno más dominante que el anterior, y aunque entendía que esa agresividad contenida era por el sentimiento de protegerla a ella, como lobo omega que era, su cuerpo no quería comprenderlo, y actuaba por su cuenta. El aire pesado que se respiraba en el lugar podía con ella, que solía salir cada cierto tiempo a respirar el frío y mantener, así la calma. Sabía perfectamente que no la atacarían, al contrario, todos buscaban los fantasmas que la atormentaban para asestarles un golpe que los desvneciera, pero era imposible, porque, después de todo, eran eso, fantasmas, y ella era la única que, tal vez con esfuerzo, llegaría a vencerlos.
Se levantó, por fin, estirándo los brazos mientras escuchaba el cantar débil de los pájaros, y decidió ponerse de nuevo en marcha. No quería que por casualidades de la vida algún lobo de su vieja manada se cruzara en el camino, prefería volver a la seguridad de los límites de Ulmer a seguir arriesgándose en el frío terreno neutral. Comenzó a andar cuando, ya alzada, y aun a pesar de su estatura baja, creyó ver las orejas de un lobo tras unos arbustos bajos.
Tragó saliba, algo alterada, y comenzó a retroceder sintiendo la capucha, que se había puesto al empezar a andar, caer hacia sus hombros dejando al descubierto su melena castaña. No podía ser, ¿no? ¿al final la habían seguido? ¿Habían olido su rastro a pesar de haberlo ocultado con la lavanda que había convertido en perfume en la taberna? No era posible. Se había asegurado de cubrir su aroma, por mucho que eso molestase a su fino olfato lobuno, había usaba ropa ajena, la que le habían prestado en la taberna al llegar, los olores de comida solían cubrir cualquier olor, y, por las mañanas, cuando aun no había pisado la cocina, era ese perfume el que hacía de camuflaje. ¿Cómo era posible?
Intentó respirar, tal vez no era uno de sus viejos "camaradas" tal vez era un lobo normal, o alguien de Ulmer, podría ser Lycon, el hombre lobo que la rescató días atrás, buscando algo de caza, o un lobo solitario, había mil opciones, incluso podría ser otra manada diferente, no podía pensar que eran esos monstruos. Comenzó a notar el miedo que inundaba su aroma, y esperó, simplemente, que si era un dominante, no la atacase teniendola como presa, había oido que nadie atacaba a los omega, y menos a las hembras, que eran cuidadas, apreciadas, pero su experiencia no decía lo mismo, y, aunque el temor la había paralizado, su instinto le decía que se dejase de cobardías y echase a correr.
Freya Lathman
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