Aerandir
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Mensaje  Sigel Mar Mayo 24 2016, 12:34

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Cae la tarde en las tierras de Aerandir. El ambiente se hace más espeso, el calor se apodera lentamente de las rocas del suelo y de los caminos así como de los pies de cada viajero. Avanzamos sobre el sendero, la tierra se calienta bajo los pies, y poco a poco el sopor se hace más húmedo: el camino sube por la playa de los ancestros al este del río Tymer, por su orilla. A la altura del pantano misterioso se extiende una amplia zona llena de lodo, charcas, cavernas en las colinas más rocosas, incluso una neblina leve se extiende a ras de suelo por el contraste entre el calor del ambiente y la humedad fría de la selva que se ha fundido con el bosque, pues sobre las charcas se extiende un entramado denso y espeso de copas de árboles y palmeras.

 Allí, la reina es la Humedad, el regente es el Cuidado y el Misterio extiende astutamente los dedos sinuosos y largos por medio de criaturas y siluetas engañosas.
 
 Si has tomado este camino, habrás podido oír un ruido extraño que de cuando en cuando flotaba junto a los grillos, el siseo de alguna serpiente y el piar de algunos pájaros, ése del que corren rumores por calles y tabernas... ¿Qué será?
 
 Entre todo ese lodazal, una de tantas charcas se encuentra en la abertura de una caverna que parece profunda, pero no puede apreciarse debido al nivel del agua, que es una mezcla entre dulce por el río y salada por los canales subterráneos que conectan directamente con la mar. Esto último no habría sido importante de no ser por el reflejo rojizo que podía distinguirse de un lado a otro en la charca, paulatino; de izquierda, a derecha, se sumergía y aparecía, bañado en iridiscencias de colores fríos que podrás apreciar porque la noche empezaba a caer sobre tus hombros.


________________


[Requisitos e información]
– Se trata de una misión; una narración con un nudo a resolver en pocos posts.
– Misión para cualquier nivel y raza.
– Para participar no debes estar llevando a cabo otro rol mastereado, trabajo, duelo o entrenamiento simultáneamente.
– Debes de tener al menos 10 posts on rol.
– La recompensa será un objeto o bien una suma pequeña de aeros.
[Bonus]
– Posible recompensa relacionada con la profesión del personaje en función al desarrollo de los posts.
– Posibilidad de extender el argumento posteriormente a una quest.


 Si cumples los requisitos...
– Viajero/a, describe cómo has llegado hasta aquí y por qué, así como el lugar en que te encuentras. Puedes tomar como referencia lo que he puesto yo; sé creativo dentro de la escena que hay, no tengas pudor.
– Una vez en la charca, puedes dar un rodeo, interpretar la escena con preocupación, de forma precavida o impulsiva, pero debes terminar acercándote para comprobar qué ocurre. Y después… ¡Qué corra el ron! Quiero decir, después, ya veremos.


 Y bien, has recorrido un camino arduo para llegar hasta aquí, sin embargo, parece que no todo será tan fácil, ¿qué camino tomarás a partir de ahora…?


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[MISIÓN] ¿Qué es eso.. que suena...? Empty Re: [MISIÓN] ¿Qué es eso.. que suena...?

Mensaje  Gerda Jorgën Miér Mayo 25 2016, 16:57

El dinero no duraba para siempre. Al final la mayor parte de los aeros los conseguía vendiendo pieles o en trabajos de poca monta, y los gastaba en un catre mediocre y algo caliente que llevarme a la boca. Estar encerrada en aquella existencia vulgar me enervaba, porque lo que a mí me correspondía era la grandeza, que no parecía surgir por ninguna parte. Lo que me merecía, toda la gloria que me correspondía, estaba pisoteada y sepultada en el polvo de los caminos.

Mi último viaje me había llevado de Lunargenta a Ulmer en compañía de unos mercaderes a los que había escoltado. No obstante, debido a lo poco que me gustaba estar rodeada de lobos puse rumbo al sur de nuevo en cuanto pude. En principio, no pensaba desviarme del camino, con el fin de alcanzar la ciudad lo antes posible, pero llevaba ya medio trayecto recorrido cuando, haciendo noche en una posada un tanto lúgubre, escuché algo que captó mi atención: un rumor sobre animales extraños y peligros en el Pantano Misterioso, situado al oeste de donde me encontraba. Los datos eran escasos, pero bastaban para dejar claro que la gente estaba asustada, y el miedo era algo que solía ir muy de la mano con el dinero. No me costó imaginar a los pobres campesinos ofreciendo sus ahorros, agradecidos, a aquella hermosa mujer que había aparecido para terminar con sus temores.
Con aquello en mente puse rumbo al oeste. Con el paso de los días, a medida que reducía distancias, los rumores aumentaban, dándome fuerzas para seguir. Di también con algunos cazadores o aventureros interesados en despejar, como yo, aquel misterio. Me irritaba que el mundo tratase de eclipsarme una vez más, pero sentía que aquel suceso me acercaría a la gloria, y aquello me apremiaba. Nadie se alzaría sobre mí, estaba segura.

Varios días de marcha, las torpes indicaciones de las personas con las que había hablado, los rumores y mi gran capacidad para alcanzar lo que buscaba me llevaron, finalmente, al pantano en cuestión. En aquella zona el aire era húmedo y pesado, y hacía que me sobrase la capa con la que solía cubrirme. Además, resultaba desagradable respirarlo; se introducía por la nariz y bajaba por la garganta sin refresacarla, como si fuese aire usado por tantas otras personas antes. Tenía las botas y la parte baja de los pantalones cubiertos de lodo, y me asqueaba cada vez que, por accidente, sumergía un pie en una charca más honda de lo esperado y el cieno me cubría hasta la pantorrilla. No era el trabajo más elegante, pero estaba segura, me repetía constantemente, de que la recompensa merecería la pena.

Caminé medio día por el lugar, buscando y, sobre todo, escuchando. Al principio no percibía más que los sonidos habituales: animales correteando, insectos, pájaros… Un cuervo me sobresaltó en una ocasión, cuando graznó en una rama baja a mi espalda. Después, tras cruzar una franja imaginaria de la espesura, a aquellas voces se les unió otra cosa, y fue cuando identifiqué los sonidos de los que había escuchado hablar. No parecían emitidos por un ser vivo; eran más semejantes a un estropicio que a otra cosa.
Me puse en guardia nada más oírlos, y aspiré profundamente el aire pesado que me envolvía, buscando un olor contenido en él que me pudiese servir de guía. Barajé la posibilidad de transformarme, pero después la descarté: prefería no hacerlo salvo que fuese necesario, y me ofrecía una despreciable baza oculta que desenfundar en ese caso.

Me gustaba caminar por el campo más que hacerlo por ciudad, pero aquel lugar me sofocaba. El suelo blando y las plantas resbaladizas por la humedad hacían el avance más complicado que en un bosque normal. Además, aquel calor y el aire viciado hacían que me sintiese con ganas de dar una bocanada de aire lejos de allí. Ni siquiera era un buen lugar para pasar la noche, a mi juicio, pero se acercaba inevitablemente el momento en el que esta caería.

Ascendí por una pequeña ladera resbaladiza, luchando contra la escasa pendiente, clavando bien los pies en tierra para afianzar los pasos. El lugar era enorme, y no tenía más pista que aquellos sonidos y unos rumores ambiguos. Por lo que sabía, podía tratarse de una bestia o de unos vándalos asustando a los viajeros, aunque esperaba que no se tratase de lo segundo.
Necesitaba una ducha.

Llegué a la cima de la ladera y apoyé la mano en el tronco húmedo de una palmera. La retiré enseguida llena de verdín y corteza ppodrida, y fruncí los labios con desagrado.

-Maldita sea –gruñí-. Más me hubiese valido seguir hacia el sur.

Limpié la mano en la camisa que llevaba, que ya había adoptado un poco el color del pantano por los roces con las plantas y rocas que había ido sorteando durante el día, y entonces levanté la vista de mí misma y algo llamó mi atención. A varios metros de mí había una charca profunda, como tantas otras que había visto al caminar de un lado a otro, pero con una diferencia sustancial: una luz cambiante se desplazaba por el agua, captando mi atención. Me lo pensé un momento, pero no un momento muy largo. Me agaché para tomar algunas piedras húmedas del suelo y me aproximé con cautela haca la charca, atenta a la luz que viajaba bajo la superficie, tratando de distinguir su origen. Al aproximarme un poco más diferencié también la cueva semisumergida, oculta de mi vista, hasta entonces, por unos matorrales.

Me detuve justo a la orilla de la charca, con las botas rozando el agua y los ojos clavados en la luz que se desliza. Sostuve en la diestra una de las piedras que había recogido, expectante, con intención de lanzarla hacia la luz si no sucedíaabsolutamente nada.
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Mensaje  Sigel Mar Jun 07 2016, 23:31



La noche ha caído definitivamente sobre el lodazal de ambiente cargado en que se encuentra la charca, con un poco de suerte incluso puede que empiece a llegar una brisa fresca, ¿tal vez incluso del interior de la cueva?

El borde de la charca está rodeado de piedras, aumentando la profundidad abruptamente, como si el paso del tiempo hubiese hecho tallar en la orilla una altura más allá del metro, ¿quién sabe qué profundidad podría tener la charca en sí…?

Una vez te has acercado, los destellos de colores empiezan a definirse: rojos, anaranjados… ¿Eso es lavanda? Oh sin duda. Y parece que hay algún turquesa, quizá tonos de amarillo también. Las aguas sin embargo son algo turbias, más de lo que parece y no te dejarán ver el fondo con claridad, sin embargo hay unos puntos de luz, al fondo, que puedes distinguir suavemente y cada vez con mayor nitidez, conforme oscurece.

Y por último, hay dos luces más, que ascienden de pronto hasta la superficie. Al principio son dos puntos blancos, casi azules, que tornan en simple claridad acompañados de un rostro…


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La joven se deja caer en el borde de la charca y te mira, desde su posición, con una mirada dulce, curiosa, examinando cada centímetro de ti. A los pocos minutos esboza una sonrisa luminosa, agita su cola contra el agua y ladea el rostro retrocediendo para mirar con más perspectiva.

– Los dioses me bendicen con tu presencia en mi desesperación, mujer. –tiene un tono acuoso, pringoso, con musicalidad en el timbre–. Soy Fhata, hace días que imploro la visita de alguien… Alguien como tú –dice, examinando detenidamente las ropas de la muchacha que tiene ante sí, que parece haber viajado tiempo–, alguien así tiene que haber recorrido muchas sendas en el tiempo… ¿Querrías ayudarme, por favor…?

Su desesperación se hace patente en su voz, cuando sonríe implorante deja ver unos colmillos prominentes, su cabello cambia según la luz y el agua pero tiene tonos rojizos, como su cola anaranjada. Su piel es sumamente blanca, y sobre sus ropajes hechos con pedazos de ramas, musgo y hojas se adivinan dos pechos turgentes, pequeños y redondos por la flotabilidad del agua. Emite un pequeño chasquido cuando habla, como un tic, su lengua es más larga de lo normal y bajo los ojos posee marcas verdosas similares a unas membranas, las cuales a su vez cubren sus manos.

Se aleja de pronto dejándote con la palabra en la boca y la duda en la mente y se sumerge; para cuando sale, trae consigo dos tarros, con infinidad de puntitos azules luminiscentes.– Mira, ¡mira! Tenía otro más como este y se ha derramado en el interior de la charca… De día puedo acercarme y tocarlas, pero de noche son letales para mi piel –se ladea para que puedas ver unas marcas en su hombro, unas laceraciones redondas y pequeñas con granitos azules incrustados en la piel– y… Bueno…

Se rasca indecisa el cabello que parece viscoso tras dejar los tarros en la orilla.–  Son frutos que salen de un alga que crece al fondo. Tu… ¿Podrías bajar a recoger las que han caído, y mi tarro…?

El camino de un ladrón naturalmente seguiría por la senda del asesinato o el aprovechamiento. El de un mercenario, discurre por los tratos y el beneficio. Y el de un héroe pasa por adentrarse en las profundidades de lo desconocido. ¿Tu, tienes un camino particular...?


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_____________

*  Recuerda viajera, decidas lo que decidas, que el cuidado y la precaución dominan estas tierras, y sobre todo ten en cuenta que los muertos no cuentan cuentos.
* Describe a placer, de nuevo; tu narrativa es mucho más que satisfactoria. Puedes interactuar con Fhata y hablar con ella siempre que no incurras en cuestiones que me pertenezcan, como tu destino. Ella vive en esta charca porque los designios del destino han querido que las corrientes marinas mezclen sus aguas con las de esta charca, donde cayó cuando era niña de forma accidental, atraída por la presencia de humanos, tan distintos a ella.
* Puedes trazar tu propio camino y llevar a cabo tu acción hasta que creas conveniente, es decir: puedes hablar con ella, tantear la situación, o hacer lo que pienses hacer del tirón.
* Las imágenes son orientativas. Lamento la demora.

Cada acción, tiene sus consecuencias y se acerca la medianoche. Tu reloj de arena está en marcha.
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Mensaje  Gerda Jorgën Miér Jun 22 2016, 03:10

La oscuridad hacia que me fuese difícil ver a gran distancia, pero no temía a las sombras: tenía mi inteligencia, mi arma, mi olfato, mi seguridad, y también tenía, si no quedaba otra opción, mi forma de lobo, con la que podía enfrentarme a los peligros que hiciese falta. En aquel momento no sentía peligro, sin embargo, pese a que me mostraba cautelosa porque la situación era extraña. Solo notaba el fresco, la poca luz y el olor a agua, hierba y tierra mojada.

Cuando pude asomarme un poco a la charca, para examinar la superficie y las profundidades, aquellas luces que veía se hicieron más claras. Parecían venir del fondo, y escintilaban, quizás por el propio movimiento de las aguas turbias. Tuve ganas de extender la mano y tomar una de aquellas luces, pero estaban a demasiada profundidad, y yo estaba demasiado lejos como para soñar siquiera con poder alcanzarlas.

Retrocedí un paso, algo más en guardia, al notar como dos nuevas luces ascendían hacia donde yo me encontraba. Por un momento sí me sentí insegura, como si fuese a ser atacada por una especie de anfibio, y tuve que repetirme mentalmente que no pasaba nada,, que era fuerte y que estaba a salvo. Avancé de nuevo para mostrar mi determinación, y lo hice a tiempo para ver emerger un rostro de lo más extraño de las aguas de la charca. La intranquilidad se volvió extrañeza cuando di con unos ojos más inocentes de lo que hubiese esperado encontrar en un lugar como aquel.
Era una mujer, pero una mujer extraña, pues respiraba en la charca y la mitad de su cuerpo era la de un pez. No parecía ser aquelloo que buscaba, pero estaba demasiado extrañada por su aparición como para marcharme sin más. Y entonces ella habló. Era la primera vez que me hablaba una criatura de las aguas. Aunque ella parecía una mujer...

La mujer pez se hizo llamar Fhata, e imploró mi ayuda antes de que me presentase. Aquello me hizo torcer el gesto en una leve mueca. Muchos extraños pedían ayuda, muchas personas buscaban el apoyo de otros, como el mío, sin preguntarse si, quizás, yo me encontraba ocupada en aquel momento. Tenía otro encargo, a fin de cuentas.

-Como puedes imaginar, yo no estoy aquí para... - "ayudarte", iba a añadir, pero se sumergió de nuevo antes de que pudiese terminar de hablar. Aquello me dio un tiempo para pensar. Quizás yo pudiese ganar algo como aquello. A veces había objetos valiosos o monedas en manos de los seres más inesperados. O la gloria. Quizás aquello me haría absolutamente gloriosa. Una especie de destino me había llevado a aquel lugar recóndito.

La mujer pez volvió al cabo de un tiempo, y para entonces me había decidido a escucharla, al menos. Unos minutos de mi tiempo no representarían demasiado para mí, pero quizás pudiese salir bien parada de aquel lugar. O con respuestas.

Una vez fuera de nuevo, me mostró un tarro lleno de unas esferas brillantes. Me acuclillé, aunque guardando cierta distancia entre ambas, pues seguía desconfiando de ella en cierto modo. Aunque parecía evidente que no quería atacarme, quizás solo quería atraerme al agua para acabar conmigo.

-¿Y por qué no las recoges de día entonces? Si puedes tocarlas, no debería de haber problema -murmuré, poco convencida. No obstante, mis ojos estaban clavados en aquel tarro-. ¿Qué son? -le pregunté, y ella me explicó, por encima, que se trataba de una especie de frutos de alga. Pero brillaban. Aquello era lo que me llamaba la atención por encima de todo-. ¿Y a mí no me harán daño? -inquirí, a la que ella respondió negando. Parecía segura de aquel hecho-. De acuerdo -le dije, aunque con mala cara, poniéndome en pie-. Lo haré.

Sus palabras de agradecimiento resonaron en mis oídos enseguida, con aquella tonalidad submarina tan antinatural ara mí. Pero no me bastaban.
Bajaría a ver qué había en el fondo de la charca, tomaría aquel tarro y sus bolas y luego pediría alguna como recompensa, además de información sobre la bestia a la que buscaba. Y, a poder ser, algo más. Quizás encontrase algunas monedas perdidas allí dentro, aunque no contaba con ello.

Comencé a desnudarme, dejando la ropa a un lado, quedando solo con la ropa interior por si algún otro buscador de grandeza aparecía casualmente por el lugar. Tampoco me deshice de mi arma, que prendí a mi muslo izquierdo con un trozo de tela, en su funda, por si llegaba a hacerme falta.
La temperatura era algo baja para llevar tan poca ropa, y el hecho de que el agua estuviese aún más fría no me consolaba.

Mojé el pie primero, pero terminé por entrar de golpe, sin pensármelo dos veces, antes de arrepentirme. Como esperaba, la temperatura hizo que me estremeciese.
Contemplé de nuevo a la extraña mujer pez, aún con cierta desconfianza.

-La charca es amplia. Guíame a donde se encuentre el tarro primero, por favor, y ahorraremos tiempo.

Dicho aquello, tomé una gran bocanada de aire y me sumergí,preparada para bajar al fondo tras la mujer y tomar el bote en el que tendría que introducir las bolitas. Bien pensado, seguían siendo demasiadas, por lo que quizás fuese un trabajo más hastiante de lo que esperaba. Pero tampoco había prometido nada. Podía retirarme en cuanto considerase que aquello me superaba.

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