[CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
Página 1 de 1. • Comparte
[CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
La elfa pelirroja salió corriendo en cuanto vio que el grupo se alejaba. Ni siquiera miró a Aranarth, simplemente corrió entre la gente tratando de llegar lo antes posible a su posada. Había cogido la capa del suelo con rapidez y la llevaba en la mano, no le daba tiempo a ponérsela. Ahora sí sentía verdaderas ganas de llorar pero… No en público. Sin embargo pudo notar una lágrima caer mientras corría, notaba la mejilla fría pero no quería detenerse por nada, no sabía si Aranarth la estaba siguiendo o si volvía a estar sola.
Nada había salido como había planeado. No sabía que Rhiak iba a humillarla de ese modo. Parecía que lo disfrutaba. ¿Por qué? Habían sido compañeros de la guardia, no alcanzaba a entender porqué ahora la trataba así. Sabía que los Eytherzair que fallaban estaban expuestos a la acusación y repudio público pero nunca esperaba que eso le pudiese pasar a ella y, mucho menos, en un pueblo en medio de una celebración.
Corría lo más rápido que podía, esquivando a la gente y tratando de no chocarse contra los puestos, no quería que nadie la viese sin capa. Aunque los que estaban cerca de ella cuando había visto a Rhiak ya sabían lo ocurrido. No pensaba encontrarse en esta situación, no esperaba que el reencuentro con Aranarth fuese así. Había pensado en varias ocasiones cómo sería y pensaba que tal vez pidiera explicaciones a lo de su oreja, pero pensaba que Aran no la juzgaría… Mucho. Era su amigo. También había pensado en ir contándoselo sutilmente y en un ambiente más distendido, pasado un tiempo. Pero no así, de golpe. Se sentía humillada, avergonzada y destruida. Había visto cómo su madre y su hermana, Luinil le habían dado la espalda, cómo Rhiak le había quitado el broche del clan, cómo le había dicho, con puro odio, que ella ya no formaba parte de los Eytherzair.
La fiesta había dejado de tener motivo para ella, sólo quería llegar a la posada, coger el arco y largarse lo más lejos posible. Ya no quería ver a Aran de nuevo, no quería ver siquiera a Arzhak. Ya no pertenecía al clan, no podrían estar juntos y había perdido toda su vida, a su familia… ¿De qué le servía estar ahí? Para nada. ¿Volver a ir a la fiesta para encontrarse de nuevo con los guardias Eytherzair? Ni hablar. Tampoco quería ver al que fuera su amigo, ¿qué le podría decir? Bueno, ¿qué le diría él?
En un callejón se echó la capa por encima y se colocó bien la capucha. La posada estaba en la esquina izquierda de esa callejuela y no iba a ir exhibiendo más la marca de su destierro por el pueblo, así que se puso la capa y avanzó hacia la posada. Seguía angustiada por el hecho de que había sido expuesta públicamente. En realidad, sentía miedo a volver a encontrarse con los miembros de su clan. Quería huir del pueblo cuanto antes. En la habitación sólo tenía el arco y el carcaj, podía irse rápido. Se agarró los dos extremos de la capa a la altura de la pechera, para apretarla más. Bueno, realmente, para quitarse los nervios, aunque no funcionaba. Estaba caminando hacia la posada, miraba al suelo con semblante taciturno y, por algún casual, se notaba observada por todos. Sentía que todos los que pasaban a su lado ya sabían lo que le había ocurrido. Sabía que no era verdad, podía ver que en el pueblo, cada uno iba a lo suyo, pero se sentía tan asustada que se sentía vigilada.
Avanzó un poco más rápido, esquivando algunas cajas. ¿A dónde iría ahora? El lugar más alejado de Sandorai a poder ser. Por el norte, tal vez. Respiraba con cierta dificultad por la carrera, el agobio y la angustia de pensar. Otra lágrima cayó por su mejilla, aunque esta vez sí frenó el recorrido de la misma pasándose los dedos por la cara. No podía llorar más, eso se lo repetía una y otra vez cuando estaba a unos metros de la puerta de la posada. No podía mostrar semejante debilidad. Ahora tenía que pensar fríamente y largarse cuanto antes. Ya lo tenía todo perdido.
Se sentía desnuda, desprotegida. No llevaba el arco para defenderse, aunque no podía haberse protegido de esa situación ni siquiera usando su arma. Sin el arco y sin la capa se había sentido totalmente expuesta y ver cómo el elfo disfrutaba de lo que él mismo le hizo… El dolor volvía a anidar en su cuerpo, se agarraba a su pecho con tanta fuerza que la oprimía y se hacía más intenso. Y, para solventarlo, ella se apretaba más el puño enroscado en la tela verde esmeralda de su capa. Ya había llegado a la posada, la cual tenía una fachada perfectamente decorada para la festividad.
Nada había salido como había planeado. No sabía que Rhiak iba a humillarla de ese modo. Parecía que lo disfrutaba. ¿Por qué? Habían sido compañeros de la guardia, no alcanzaba a entender porqué ahora la trataba así. Sabía que los Eytherzair que fallaban estaban expuestos a la acusación y repudio público pero nunca esperaba que eso le pudiese pasar a ella y, mucho menos, en un pueblo en medio de una celebración.
Corría lo más rápido que podía, esquivando a la gente y tratando de no chocarse contra los puestos, no quería que nadie la viese sin capa. Aunque los que estaban cerca de ella cuando había visto a Rhiak ya sabían lo ocurrido. No pensaba encontrarse en esta situación, no esperaba que el reencuentro con Aranarth fuese así. Había pensado en varias ocasiones cómo sería y pensaba que tal vez pidiera explicaciones a lo de su oreja, pero pensaba que Aran no la juzgaría… Mucho. Era su amigo. También había pensado en ir contándoselo sutilmente y en un ambiente más distendido, pasado un tiempo. Pero no así, de golpe. Se sentía humillada, avergonzada y destruida. Había visto cómo su madre y su hermana, Luinil le habían dado la espalda, cómo Rhiak le había quitado el broche del clan, cómo le había dicho, con puro odio, que ella ya no formaba parte de los Eytherzair.
La fiesta había dejado de tener motivo para ella, sólo quería llegar a la posada, coger el arco y largarse lo más lejos posible. Ya no quería ver a Aran de nuevo, no quería ver siquiera a Arzhak. Ya no pertenecía al clan, no podrían estar juntos y había perdido toda su vida, a su familia… ¿De qué le servía estar ahí? Para nada. ¿Volver a ir a la fiesta para encontrarse de nuevo con los guardias Eytherzair? Ni hablar. Tampoco quería ver al que fuera su amigo, ¿qué le podría decir? Bueno, ¿qué le diría él?
En un callejón se echó la capa por encima y se colocó bien la capucha. La posada estaba en la esquina izquierda de esa callejuela y no iba a ir exhibiendo más la marca de su destierro por el pueblo, así que se puso la capa y avanzó hacia la posada. Seguía angustiada por el hecho de que había sido expuesta públicamente. En realidad, sentía miedo a volver a encontrarse con los miembros de su clan. Quería huir del pueblo cuanto antes. En la habitación sólo tenía el arco y el carcaj, podía irse rápido. Se agarró los dos extremos de la capa a la altura de la pechera, para apretarla más. Bueno, realmente, para quitarse los nervios, aunque no funcionaba. Estaba caminando hacia la posada, miraba al suelo con semblante taciturno y, por algún casual, se notaba observada por todos. Sentía que todos los que pasaban a su lado ya sabían lo que le había ocurrido. Sabía que no era verdad, podía ver que en el pueblo, cada uno iba a lo suyo, pero se sentía tan asustada que se sentía vigilada.
Avanzó un poco más rápido, esquivando algunas cajas. ¿A dónde iría ahora? El lugar más alejado de Sandorai a poder ser. Por el norte, tal vez. Respiraba con cierta dificultad por la carrera, el agobio y la angustia de pensar. Otra lágrima cayó por su mejilla, aunque esta vez sí frenó el recorrido de la misma pasándose los dedos por la cara. No podía llorar más, eso se lo repetía una y otra vez cuando estaba a unos metros de la puerta de la posada. No podía mostrar semejante debilidad. Ahora tenía que pensar fríamente y largarse cuanto antes. Ya lo tenía todo perdido.
Se sentía desnuda, desprotegida. No llevaba el arco para defenderse, aunque no podía haberse protegido de esa situación ni siquiera usando su arma. Sin el arco y sin la capa se había sentido totalmente expuesta y ver cómo el elfo disfrutaba de lo que él mismo le hizo… El dolor volvía a anidar en su cuerpo, se agarraba a su pecho con tanta fuerza que la oprimía y se hacía más intenso. Y, para solventarlo, ella se apretaba más el puño enroscado en la tela verde esmeralda de su capa. Ya había llegado a la posada, la cual tenía una fachada perfectamente decorada para la festividad.
Última edición por Helyare el Jue Nov 03 2016, 23:44, editado 2 veces
Helyare
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 768
Nivel de PJ : : 3
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
El corazón de Aranarth latía nerviosamente, mientras abandonaba la guardia Eytherzair siguiendo el rastro de su amiga. Ahora sí que estaba enfadado: Rhiak con la guardia del clan causando problemas en una festividad pública, y Kaeltha escapando como si se tratase de una criminal. ¡Es Kaeltha, con quien crecí y...! Un momento... ¿Tenía una oreja mutilada? Se preguntó mientras se abría paso a través de la gente, estuvo a punto de detenerse, como si un dragón se le hubiese cruzado por en frente. No podía ser verdad, sea lo que sea, era una puñalada directa a su orgullo que eso signifique que Kaeltha ha sido exiliada del clan. Pero ya habría tiempo de explicaciones, tenía que ganar marcha para encontrar a su amiga.
No podía marcharse muy lejos, si estaba en el pueblo, tenía que haber conseguido donde dormir, y Kaeltha no se quedaría durmiendo a la intemperie ¿Tendría algún amigo por aquí? fue lo primero que pensó, pero durante la marcha se dio cuenta de que no sería lo mas evidente, se dirigía en dirección a la entrada de la ciudad, donde al llegar Aranarth se sentó a descansar casualmente, a unos pocos metros de ¡La posada! ¡Eso es! No podía fallar, le impresionaba el modo en el que elaboró su predicción, así que no pudo evitar soltar una risita, tipo extraño. Entonces fue cuando comenzó a asociar la persecución con un juego, como los que jugaban cuando eran niños, en los que siempre ganaba de la misma forma, aunque nadie lo supiera: tomando atajos.
No quería ser visto por la gente persiguiendo a una mujer como si no hubiera mañana, así que corrió por el camino menos abarrotado de gente, podría simplemente estar apurado. Si sus cálculos no fallaban, pasando por encima de un par de casas podría llegar antes que Kaeltha a la posada y así fue, tomó impulso y trepó sobre un par de tejados, con el sigilo y la destreza característicos de su raza, no pudo evitar desparramar un poco de paja al caminar, pero desde un ángulo prudente pudo divisar la posición de la posada, y Kaeltha a unos metros acercándose muy afligida, parecía que la vergüenza la ralentizaba por el modo que sujetaba su capa.
Cuando su amiga se acercaba mirando a todos lados, se ubicó junto al marco de la puerta, si observaba bien, podría identificar algo raro en la decoración. Demasiado grande para ser un muñeco, y demasiado reconocible como para ser un extraño. Era el, apoyado contra la pared con los brazos levemente extendidos hacia abajo, los ojos buscando los suyos, y una sonrisa cálida que se esforzaba al máximo por no parecer forzada por los nervios. La invitaba a un abrazo, no habría otra forma de evitar que busque otro lugar para pasar la noche, y el realmente necesitaba hablar con ella.
No podía marcharse muy lejos, si estaba en el pueblo, tenía que haber conseguido donde dormir, y Kaeltha no se quedaría durmiendo a la intemperie ¿Tendría algún amigo por aquí? fue lo primero que pensó, pero durante la marcha se dio cuenta de que no sería lo mas evidente, se dirigía en dirección a la entrada de la ciudad, donde al llegar Aranarth se sentó a descansar casualmente, a unos pocos metros de ¡La posada! ¡Eso es! No podía fallar, le impresionaba el modo en el que elaboró su predicción, así que no pudo evitar soltar una risita, tipo extraño. Entonces fue cuando comenzó a asociar la persecución con un juego, como los que jugaban cuando eran niños, en los que siempre ganaba de la misma forma, aunque nadie lo supiera: tomando atajos.
No quería ser visto por la gente persiguiendo a una mujer como si no hubiera mañana, así que corrió por el camino menos abarrotado de gente, podría simplemente estar apurado. Si sus cálculos no fallaban, pasando por encima de un par de casas podría llegar antes que Kaeltha a la posada y así fue, tomó impulso y trepó sobre un par de tejados, con el sigilo y la destreza característicos de su raza, no pudo evitar desparramar un poco de paja al caminar, pero desde un ángulo prudente pudo divisar la posición de la posada, y Kaeltha a unos metros acercándose muy afligida, parecía que la vergüenza la ralentizaba por el modo que sujetaba su capa.
Cuando su amiga se acercaba mirando a todos lados, se ubicó junto al marco de la puerta, si observaba bien, podría identificar algo raro en la decoración. Demasiado grande para ser un muñeco, y demasiado reconocible como para ser un extraño. Era el, apoyado contra la pared con los brazos levemente extendidos hacia abajo, los ojos buscando los suyos, y una sonrisa cálida que se esforzaba al máximo por no parecer forzada por los nervios. La invitaba a un abrazo, no habría otra forma de evitar que busque otro lugar para pasar la noche, y el realmente necesitaba hablar con ella.
Aranarth Thal'Dael
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 111
Nivel de PJ : : 0
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
Ya estaba a punto de abrir la puerta cuando apareció Aranarth de golpe frente a ella. Del susto dio un respingo y varios pasos para atrás. Seguía respirando agitada y ahora mucho más por la aparición del elfo. –O eca! –Le increpó para que se fuera.
Después de todo este tiempo buscándolos y ahora estaba echando a su mejor amigo. No era como planeaba, no tenía que verla así. Nadie tendría que ver a alguien de su clan pasarlo mal. Bueno, ahora no pertenecía a ningún clan. Veía a Aranarth ahí plantado, con los brazos abiertos y le hacía sentir peor. ¿Qué quería? No podía juntarse con ella más.
–Heca… –Dijo Helyare tratando de contener las lágrimas y soltar un tono burdo y de desprecio, aunque le salió un poco tembloroso. Carraspeó para que no volviera a traicionarla su propia voz y, sin mirar al elfo que estaba frente a ella, trató de entrar en la posada, empujando a Aran un poco para apartarlo de su camino.
Quería haber podido corresponder su abrazo, quería que él la hubiese estrechado contra su pecho para volver a sentir el calor que llevaba tiempo sin notar, para simplemente, sentir el afecto de alguien de su, ya, antiguo clan, de su familia perdida. Quería llorar todo lo que no había llorado desde que Arzhak desapareció, desde que le dijeron que podía haber sido él quien había destrozado el pueblo, desde que había sido desterrada y repudiada. Y no había podido derramar ni una lágrima, ni siquiera en la soledad de sus andanzas en solitario. El orgullo nublaba cualquier atisbo de tristeza, la falsa dureza que debían expresar hacían que las lágrimas sólo fueran vistas como algo impropio de un guerrero como ella. Pero ahora ya había perdido todo, ahí sentía que la dureza, la armadura que llevaban se había partido en mil pedazos.
Si Arzhak estaba vivo, ¿por qué no había ido a buscarla si se enteró del destierro? O no había vuelto, y eso le preocupaba, o había vuelto al clan y no había ido a buscarla. Eso la enfurecería más porque habría mentido al Consejo por él. ¿Ya no quería estar con una desterrada? Estaba llena de rabia pensando esas cosas. Pero, ¿y si no había vuelto? Entonces estaba en peligro y… ¡No quería pensarlo! No encontraba nada positivo en esa situación. ¿Y su familia? Bien había visto a su madre y su hermana darle la espalda en esa situación. Tal vez por tener miedo a la opinión pública o simplemente que ya no querían saber nada de ella. Pero fuera lo que fuera le partía el corazón en mil pedazos.
Rhiak había sido su compañero, habían compartido buenos momentos a pesar de que no eran excesivamente amigos, pero… No podía describir cómo se había sentido al ver a un miembro de su clan, de su guardia, hacer eso.
Y sólo estaba Aranarth, ahí plantado, a su lado. Quería estar con él, pasar un rato con alguien que hubiese compartido tanto con ella para poder contarle lo ocurrido. Pero a la vez quería que se largase y la dejase en paz, que no supiese más de la elfa y que viviese su vida feliz en el clan. Ahora debía tener un cargo muy alto. El Consejo lo quería ahí, con Arzhak. Si no fuera tan indisciplinado… Pero esa era la esencia de Aranarth, era un rebelde que aun así acataba bien las normas del clan.
Y con un gran vacío trató de ignorar al guerrero, estaba a punto de derrumbarse y convertirse en algo que odiaba: un ser débil. Y quería que ese momento no lo viese nadie. Quería huir del pueblo y perderse lo más lejos posible, sin rumbo. La opresión que sentía en el pecho era muy grande y se lo aplastaba, le dificultaba respirar. Giró el mango de la puerta con intenciones de subir a su habitación y dejar ahí a Aran, que siguiera con la fiesta, disfrutando.
Pero en un instante y, sin apenas pensar, agarró la mano del guerrero. Sólo se la sujetaba, y ya. No sabía qué hacer. Se detuvo durante unos segundos, inmóvil. Si le soltaba podría perderle. Con la cabeza gacha permanecía inmóvil mirando ambas manos unidas. No quería que se fuera, a pesar de habérselo dicho dos veces.
Después de todo este tiempo buscándolos y ahora estaba echando a su mejor amigo. No era como planeaba, no tenía que verla así. Nadie tendría que ver a alguien de su clan pasarlo mal. Bueno, ahora no pertenecía a ningún clan. Veía a Aranarth ahí plantado, con los brazos abiertos y le hacía sentir peor. ¿Qué quería? No podía juntarse con ella más.
–Heca… –Dijo Helyare tratando de contener las lágrimas y soltar un tono burdo y de desprecio, aunque le salió un poco tembloroso. Carraspeó para que no volviera a traicionarla su propia voz y, sin mirar al elfo que estaba frente a ella, trató de entrar en la posada, empujando a Aran un poco para apartarlo de su camino.
Quería haber podido corresponder su abrazo, quería que él la hubiese estrechado contra su pecho para volver a sentir el calor que llevaba tiempo sin notar, para simplemente, sentir el afecto de alguien de su, ya, antiguo clan, de su familia perdida. Quería llorar todo lo que no había llorado desde que Arzhak desapareció, desde que le dijeron que podía haber sido él quien había destrozado el pueblo, desde que había sido desterrada y repudiada. Y no había podido derramar ni una lágrima, ni siquiera en la soledad de sus andanzas en solitario. El orgullo nublaba cualquier atisbo de tristeza, la falsa dureza que debían expresar hacían que las lágrimas sólo fueran vistas como algo impropio de un guerrero como ella. Pero ahora ya había perdido todo, ahí sentía que la dureza, la armadura que llevaban se había partido en mil pedazos.
Si Arzhak estaba vivo, ¿por qué no había ido a buscarla si se enteró del destierro? O no había vuelto, y eso le preocupaba, o había vuelto al clan y no había ido a buscarla. Eso la enfurecería más porque habría mentido al Consejo por él. ¿Ya no quería estar con una desterrada? Estaba llena de rabia pensando esas cosas. Pero, ¿y si no había vuelto? Entonces estaba en peligro y… ¡No quería pensarlo! No encontraba nada positivo en esa situación. ¿Y su familia? Bien había visto a su madre y su hermana darle la espalda en esa situación. Tal vez por tener miedo a la opinión pública o simplemente que ya no querían saber nada de ella. Pero fuera lo que fuera le partía el corazón en mil pedazos.
Rhiak había sido su compañero, habían compartido buenos momentos a pesar de que no eran excesivamente amigos, pero… No podía describir cómo se había sentido al ver a un miembro de su clan, de su guardia, hacer eso.
Y sólo estaba Aranarth, ahí plantado, a su lado. Quería estar con él, pasar un rato con alguien que hubiese compartido tanto con ella para poder contarle lo ocurrido. Pero a la vez quería que se largase y la dejase en paz, que no supiese más de la elfa y que viviese su vida feliz en el clan. Ahora debía tener un cargo muy alto. El Consejo lo quería ahí, con Arzhak. Si no fuera tan indisciplinado… Pero esa era la esencia de Aranarth, era un rebelde que aun así acataba bien las normas del clan.
Y con un gran vacío trató de ignorar al guerrero, estaba a punto de derrumbarse y convertirse en algo que odiaba: un ser débil. Y quería que ese momento no lo viese nadie. Quería huir del pueblo y perderse lo más lejos posible, sin rumbo. La opresión que sentía en el pecho era muy grande y se lo aplastaba, le dificultaba respirar. Giró el mango de la puerta con intenciones de subir a su habitación y dejar ahí a Aran, que siguiera con la fiesta, disfrutando.
Pero en un instante y, sin apenas pensar, agarró la mano del guerrero. Sólo se la sujetaba, y ya. No sabía qué hacer. Se detuvo durante unos segundos, inmóvil. Si le soltaba podría perderle. Con la cabeza gacha permanecía inmóvil mirando ambas manos unidas. No quería que se fuera, a pesar de habérselo dicho dos veces.
Helyare
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 768
Nivel de PJ : : 3
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
La respuesta de Kaeltha, no fue la que Aranarth esperaba. Al ver que se acercaba sin intenciones de responder a sus afectos, la sonrisa empezó a desdibujarse un poco de la cara del elfo, y su expresión comenzó a desilusionarse mas cuando vio que la elfa pretendía echarlo, había pasado mucho tiempo y Aranarth esperaba ansioso un reencuentro, pero no uno de este tipo ni con tantas sorpresas de por medio, sentía que esto solo complicaba las cosas.
Su amiga pasó a su lado pidiéndole que se vaya, y no solo eso, le dio un pequeño empujón para que se apartara del camino. Mientras se hacía a un lado con firmeza, no pudo evitar pensar "Elfas", llevando los ojos hacia arriba y soltando un sonido leve, casi sarcástico. Estaba predispuesto a marcharse, sería muy cruel pero su orgullo le impedía flexibilizarse ante el trato con su amiga.
Cuando Kaeltha decidió girar el mango de la puerta, Aranarth corrió su mirada hacia otro lado, sin salir de su firme posición, estaba muy decepcionado y quizás se arrepentiría, pero se sentía incapaz de demostrar nada pues era mucho el frío que lo abrigaba. Se sintió helado y de nuevo solo (...) solo (...) hasta que el calor de las pequeñas manos de Kaeltha lo sorprendieron, estaba sujetándolo con firmeza y seguridad "Definitivamente es ella, no la perdí." pensó con el tono agrandado que lo caracterizaba. Volvió su mirada y ahí estaba ella: el forcejeo había terminado. -Hay que permanecer unidos.- Le dijo con una sonrisita, mientras la miraba ahí inmovil. Respondió apretando su mano con firmeza.
Su amiga pasó a su lado pidiéndole que se vaya, y no solo eso, le dio un pequeño empujón para que se apartara del camino. Mientras se hacía a un lado con firmeza, no pudo evitar pensar "Elfas", llevando los ojos hacia arriba y soltando un sonido leve, casi sarcástico. Estaba predispuesto a marcharse, sería muy cruel pero su orgullo le impedía flexibilizarse ante el trato con su amiga.
Cuando Kaeltha decidió girar el mango de la puerta, Aranarth corrió su mirada hacia otro lado, sin salir de su firme posición, estaba muy decepcionado y quizás se arrepentiría, pero se sentía incapaz de demostrar nada pues era mucho el frío que lo abrigaba. Se sintió helado y de nuevo solo (...) solo (...) hasta que el calor de las pequeñas manos de Kaeltha lo sorprendieron, estaba sujetándolo con firmeza y seguridad "Definitivamente es ella, no la perdí." pensó con el tono agrandado que lo caracterizaba. Volvió su mirada y ahí estaba ella: el forcejeo había terminado. -Hay que permanecer unidos.- Le dijo con una sonrisita, mientras la miraba ahí inmovil. Respondió apretando su mano con firmeza.
Aranarth Thal'Dael
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 111
Nivel de PJ : : 0
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
La elfa sostenía la mano de su amigo, no con fuerza, sino con firmeza. No quería que se fuera. No recordaba cuándo fue la última vez que agarró la mano a Aranarth, pero la sentía cálida, afectuosa, sólo con tomársela notó muchas cosas en su interior, muchos sentimientos que apartaron su soledad a un lado durante unos segundos. Lo necesitaba.
Le dio un suave toque en la mano a Aranarth, giró el pomo de la puerta y entró en la posada. No saludó a la humana encargada de la barra que había enfrente, simplemente pasó, sujetando la mano del elfo y sin levantar la mirada del suelo.
Subieron las escaleras de madera chirriante y desgastada hasta un pasillo estrecho con puertas a los lados. Algunas estaban entreabiertas porque había huéspedes que andurreaban entre el bar y la habitación. En el pasillo había una pareja de elfos hablando y Hely sólo espetó un "Hola" en élfico, apenas susurrando.
Por fin entraron en la habitación que había rentado Helyare. No era gran cosa pero sólo quería dormir, y no necesitaba muchas horas de sueño. El cuarto contaba con una cama estrecha, una mesa de madera decorada con flores verdes y un mueble donde dejar las vestimentas. Al lado, cruzando otra puerta, un baño. Toda la habitación contaba con decoraciones ambientadas en la Fiesta del Bosque.
La elfa no dijo nada al entrar, simplemente cerró la puerta a su espalda y se sentó en el borde de la cama, donde se encontraban su arco y su carcaj.
Se quedó en silencio, aún pensando en lo que Aranarth había dicho de mantenerse unidos. No miraba al elfo, su honra había quedado manchada para siempre. Y todavía no se creía que su amigo estuviese aquí, con ella.
Se movió para dejarle hueco, más bien para indicarle que se sentase con ella. Quería tenerlo más cerca, que no se fuera nunca más.
-Aranarth... -susurró con la voz temblorosa. -Yo... -No le salieron las palabras, se ahogó con ellas.
Las manos las tenía apoyadas en su regazo, donde fijaba su atención. Aún, después de todo, no se atrevía a mirar a su amigo. Su abatimiento era innegable, se apoderaba de ella.
Permanecer unidos... ¿Y después de la fiesta? ¿Y después de varios días?
Aranarth tendría que regresar a casa mientras ella volvía a vagar sola sin rumbo, son honra que defender y sin familia que la esperase a la vuelta de una tierra que no podía pisar.
Le dio un suave toque en la mano a Aranarth, giró el pomo de la puerta y entró en la posada. No saludó a la humana encargada de la barra que había enfrente, simplemente pasó, sujetando la mano del elfo y sin levantar la mirada del suelo.
Subieron las escaleras de madera chirriante y desgastada hasta un pasillo estrecho con puertas a los lados. Algunas estaban entreabiertas porque había huéspedes que andurreaban entre el bar y la habitación. En el pasillo había una pareja de elfos hablando y Hely sólo espetó un "Hola" en élfico, apenas susurrando.
Por fin entraron en la habitación que había rentado Helyare. No era gran cosa pero sólo quería dormir, y no necesitaba muchas horas de sueño. El cuarto contaba con una cama estrecha, una mesa de madera decorada con flores verdes y un mueble donde dejar las vestimentas. Al lado, cruzando otra puerta, un baño. Toda la habitación contaba con decoraciones ambientadas en la Fiesta del Bosque.
La elfa no dijo nada al entrar, simplemente cerró la puerta a su espalda y se sentó en el borde de la cama, donde se encontraban su arco y su carcaj.
Se quedó en silencio, aún pensando en lo que Aranarth había dicho de mantenerse unidos. No miraba al elfo, su honra había quedado manchada para siempre. Y todavía no se creía que su amigo estuviese aquí, con ella.
Se movió para dejarle hueco, más bien para indicarle que se sentase con ella. Quería tenerlo más cerca, que no se fuera nunca más.
-Aranarth... -susurró con la voz temblorosa. -Yo... -No le salieron las palabras, se ahogó con ellas.
Las manos las tenía apoyadas en su regazo, donde fijaba su atención. Aún, después de todo, no se atrevía a mirar a su amigo. Su abatimiento era innegable, se apoderaba de ella.
Permanecer unidos... ¿Y después de la fiesta? ¿Y después de varios días?
Aranarth tendría que regresar a casa mientras ella volvía a vagar sola sin rumbo, son honra que defender y sin familia que la esperase a la vuelta de una tierra que no podía pisar.
Helyare
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 768
Nivel de PJ : : 3
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
Todo había cambiado de repente para Aranarth, identificó el gesto de Kaeltha como una entrega hacia el desde ella, dejando de lado su orgullo, no iba decir nada, esperaría a que ella se lo indicase porque no quería sonar irrespetuoso. Fue conducido a través del amplio salón de la posada, pues apenas tuvo tiempo de escudriñar a la posadera y la gente que se andaba por ahí, se limitó a saludar con la mano que tenía libre a la humana y esta le sonrió guiñándole un ojo. Aranarth comenzaba a sentir vergüenza, no quería que la gente pensase nada equivocado sobre el momento que estaba pasando ¿Y si alguien los conocía? Se sabría en todos lados que estaba metiéndose a solas en una habitación de una posada de un pueblo lejano con nadie menos que su cuñada. Pero no era momento para preocuparse por el chusmerío y su estatus social, le parecía mas importante en el momento crear un clima de contención y aliento para ella, bien sabía que podría arruinarlo todo con solo abrir la boca.
Luego de subir la escalera con torpes pasos, ignorar a la gente reunida y meterse en la habitación cerrando la puerta esperó que ella diga algo, pero no fue muy bien, luego de balbucear su nombre y la introducción a un discurso se quedó callada pensando, mirando su regazo, fue ahí cuando a Aranarth se le encendió la chispa. -Que suerte que nos hemos encontrado, estuve muchísimo tiempo esperando verte, estuve recopilando información de todas partes y pensando mucho (...) creo que sé como podríamos dar con el paradero de Arzhak así esté vivo o (...)- Dijo con un parloterío explosivo pero suave, caminando de aquí para allá frente a su amiga, pero de repente la miró ahí inmóvil y con la cabeza gacha. Se dio cuenta de que solo estaba logrando quedar como un completo imbécil. Se detuvo justo frente a ella sin quitarle los ojos de encima. -E... ¿Estás bien? ¿Puedo hacer algo por tí?- Le preguntó llevándose la mano a la boca y dejando todo en silencio por unos segundos.
Luego de subir la escalera con torpes pasos, ignorar a la gente reunida y meterse en la habitación cerrando la puerta esperó que ella diga algo, pero no fue muy bien, luego de balbucear su nombre y la introducción a un discurso se quedó callada pensando, mirando su regazo, fue ahí cuando a Aranarth se le encendió la chispa. -Que suerte que nos hemos encontrado, estuve muchísimo tiempo esperando verte, estuve recopilando información de todas partes y pensando mucho (...) creo que sé como podríamos dar con el paradero de Arzhak así esté vivo o (...)- Dijo con un parloterío explosivo pero suave, caminando de aquí para allá frente a su amiga, pero de repente la miró ahí inmóvil y con la cabeza gacha. Se dio cuenta de que solo estaba logrando quedar como un completo imbécil. Se detuvo justo frente a ella sin quitarle los ojos de encima. -E... ¿Estás bien? ¿Puedo hacer algo por tí?- Le preguntó llevándose la mano a la boca y dejando todo en silencio por unos segundos.
Aranarth Thal'Dael
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 111
Nivel de PJ : : 0
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
Helyare permaneció allí sentada sin decir nada. Más bien trataba de poner sus ideas en orden y empezar a contar lo sucedido pero, a la vez, no sabía por dónde empezar. Era todo un cúmulo de cosas, a cada cual peor, y no sabía cómo gestionarlas.
Se mantuvo inmóvil durante unos segundos, oía la voz de Aranarth, pero no lo escuchaba. No prestaba atención al exterior, sino a su propio mundo interior.
Suspiró y por fin levantó ligeramente la cabeza para mirar a Aranrth. El elfo rubio estaba allí plantado con la mano en su boca. -Estoy bien... -Obviamente, no. Pero, ¿qué iba a decir?
"Estoy destrozada, muerta en vida, he perdido a Arzhak, a mi familia, mi status, mi honor,...". No iba a decir eso.
-Extraño a Arzhak. -Fue lo único que pudo decir.
Pero no sólo como pareja, ya que su relación era algo más secundaria que su status, sino como guerrero, como entrenador y como miembro de los Eytherzair. Si desaparición había hecho mella en el clan.
-¿V... Volviste a Sandorai? -Preguntó, triste, mientras se levantaba de la cama con lentitud. El arco seguía descansando ahí, era el único recuerdo de su clan, de quien fue. Los colores esmeralda que destacaban sobre la madera mostraban el trabajo Eytherzair.
-Rhiak querrá tomar represalias contigo por... lo de antes. -No quiso decir abiertamente lo que había ocurrido, no se atrevía. Apartó la mirada hacia un lado mientras titubeaba, dejando atisbo de su pena.
Se giró de espaldas al elfo y se quedó mirando el arco. Volvía a sentir las ganas incontrolables de llorar y no quería que Aranarth la viese. Sabía que su amigo no debería estar aquí, sería señalado por estar en la misma habitación que ella. Además, se había enfrentado a Rhiak y esa ofensa, el guardia, no la iba a dejar caer en saco roto.
Se mantuvo inmóvil durante unos segundos, oía la voz de Aranarth, pero no lo escuchaba. No prestaba atención al exterior, sino a su propio mundo interior.
Suspiró y por fin levantó ligeramente la cabeza para mirar a Aranrth. El elfo rubio estaba allí plantado con la mano en su boca. -Estoy bien... -Obviamente, no. Pero, ¿qué iba a decir?
"Estoy destrozada, muerta en vida, he perdido a Arzhak, a mi familia, mi status, mi honor,...". No iba a decir eso.
-Extraño a Arzhak. -Fue lo único que pudo decir.
Pero no sólo como pareja, ya que su relación era algo más secundaria que su status, sino como guerrero, como entrenador y como miembro de los Eytherzair. Si desaparición había hecho mella en el clan.
-¿V... Volviste a Sandorai? -Preguntó, triste, mientras se levantaba de la cama con lentitud. El arco seguía descansando ahí, era el único recuerdo de su clan, de quien fue. Los colores esmeralda que destacaban sobre la madera mostraban el trabajo Eytherzair.
-Rhiak querrá tomar represalias contigo por... lo de antes. -No quiso decir abiertamente lo que había ocurrido, no se atrevía. Apartó la mirada hacia un lado mientras titubeaba, dejando atisbo de su pena.
Se giró de espaldas al elfo y se quedó mirando el arco. Volvía a sentir las ganas incontrolables de llorar y no quería que Aranarth la viese. Sabía que su amigo no debería estar aquí, sería señalado por estar en la misma habitación que ella. Además, se había enfrentado a Rhiak y esa ofensa, el guardia, no la iba a dejar caer en saco roto.
Última edición por Helyare el Vie Oct 07 2016, 20:05, editado 1 vez
Helyare
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 768
Nivel de PJ : : 3
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
Aranarth esperó unos segundos ahí quieto, conteniendo toda la ansiedad que la situación le generaba, Kaeltha se redujo a decir que está bien, es obvio que era mentira y a Aranarth le disgustaba muchísimo que su amiga no confíe en el, se suponía que estaban juntos en esto pase lo que pase y no iba a tolerar mucho tiempo mas el desencuentro porque sentía que las décadas que habían compartido juntos comenzaban a dejar de tener un sentido, después de todo la amistad en la vida de un Elfo debía ser perdurable y fuerte para sostenerse con el pasar de los siglos.
Kaeltha extrañaba a Arzhak ¿Y acaso el no? Su hermano, el portador de la sangre de sus ancestros y el orgullo del clan... Era un sentimiento que compartían con todo el corazón, pero Aranarth estaba seguro de que nada iba a cambiar si se quedaban quietos, sin hacer nada: había que emprender marcha lo antes posible para encontrar mas información sobre su hermano, juntos o no.
Kaeltha dijo unas palabras mas y se giró, hecho esto Aranarh se quitó la mano de la boca y apoyó sus manos en su cintura, mirando hacia un costado. -No volvería ni en un millón de años sin mi hermano, eso significaría haber fallado y una deshonra muy grande para el clan y para mi.- Dijo con un tono de seguridad que ponía de puntas los pelos de cualquiera que lo escuchase. No podía ser blando consigo mismo, le debía al clan y a su hermano todo lo que tenía. -Y sobre ese pobre idiota, le habría roto las piernas y el se hubiera dejado de no haber venido a tu encuentro.- Dijo con mucho resentimiento en la voz, no quería ni siquiera pensar en Rhiak.
Dio un pequeño paso hacia adelante, y casi al costado de Kaeltha, apoyó su mano en el hombro de la elfa y corrió su mirada para verla. -Tú y las estrellas son lo único que me queda en este momento ¿Vas a dejarme correr solo en la penumbra o vas a ayudar a levantarme cuando el camino se haga mas largo?- Preguntó en un élfico delicado, haciéndole saber que estaba dispuesto a dejarla ahí si no se decidía a acompañarlo, después de todo, el objetivo de los dos era el mismo y juntos todo sería mas sencillo.
Kaeltha extrañaba a Arzhak ¿Y acaso el no? Su hermano, el portador de la sangre de sus ancestros y el orgullo del clan... Era un sentimiento que compartían con todo el corazón, pero Aranarth estaba seguro de que nada iba a cambiar si se quedaban quietos, sin hacer nada: había que emprender marcha lo antes posible para encontrar mas información sobre su hermano, juntos o no.
Kaeltha dijo unas palabras mas y se giró, hecho esto Aranarh se quitó la mano de la boca y apoyó sus manos en su cintura, mirando hacia un costado. -No volvería ni en un millón de años sin mi hermano, eso significaría haber fallado y una deshonra muy grande para el clan y para mi.- Dijo con un tono de seguridad que ponía de puntas los pelos de cualquiera que lo escuchase. No podía ser blando consigo mismo, le debía al clan y a su hermano todo lo que tenía. -Y sobre ese pobre idiota, le habría roto las piernas y el se hubiera dejado de no haber venido a tu encuentro.- Dijo con mucho resentimiento en la voz, no quería ni siquiera pensar en Rhiak.
Dio un pequeño paso hacia adelante, y casi al costado de Kaeltha, apoyó su mano en el hombro de la elfa y corrió su mirada para verla. -Tú y las estrellas son lo único que me queda en este momento ¿Vas a dejarme correr solo en la penumbra o vas a ayudar a levantarme cuando el camino se haga mas largo?- Preguntó en un élfico delicado, haciéndole saber que estaba dispuesto a dejarla ahí si no se decidía a acompañarlo, después de todo, el objetivo de los dos era el mismo y juntos todo sería mas sencillo.
Aranarth Thal'Dael
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 111
Nivel de PJ : : 0
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
Esa sensación extraña, como cuando recibes un fuerte golpe y quedas desubicado, era la que la elfa sentía en ese momento ante las palabras de Aranarth. "No podía fallar, eso es una deshonra...", pensó Helyare cada vez con más intensidad. Notaba u zumbido en sus oídos y un fuerte calor en las mejillas. El nudo de si garganta se hizo más opresivo que antes y las lágrimas se le volvieron a caer. Esta vez sí tembló un poco su cuerpo bajo esa capa verde que la cubría.
Fallar era una deshonra.
Se podía escuchar cómo trataba de coger aire para aparentar tranquilidad, pero era imposible fingir que estaba llorando.
La siguiente frase del elfo la escuchó aunque como si fuera lejana.
Aranarth pecaba de soberbia pero ahí tenía razón: Su rango era mayor que el de Rhiak. ¿O no? No lo recordaba ya.
Notó la mano de su amigo apoyarse en su hombro y se giró bruscamente cuando acabó de hablar, dejando caer la capucha de su capa.
Su rostro era distinto al que se acostumbraba a ver en Sandorai.
Su piel era nívea cuando seguía en el clan, ahora era pálida totalmente, sin ese toque especial y bello de buenos cuidados. Sus ojos verdosos estaban tristes, vacíos y empeñados en lágrimas.
Su rostro en sí reflejaba la tristeza que arropaba a Helyare.
Su pelirroja y sedosa cabellera había sido cortada, muy, muy corta, con ciertas irregularidades evidentes. La elfa se lo había cortado con una daga en un ataque de rabia.
Pero lo más evidente y chocante, el motivo por el que se cubría el rostro, era el corte que tenía en la parte superior de la oreja izquierda. El pico que debería tener, como cualquier miembro de su raza, ya no estaba. Le faltaba u trozo.
Y eso lo hacían cuando alguien había tenido un comportamiento deshonroso, seguido de la condena al destierro.
–¡¡PUES YO SOY UNA DESHONRA!! –Explotó contra el elfo, dándole un empujón.–¡¡Luce con orgullo los colores!! –Señaló el brazalete con las cintas que portaba Aranarth. –¡¡Quédate con las estrellas!!¿¡Para qué me esperas a mí!? ¡No puedo volver a Sandorai! ¡¿Qué dirá Arzhak si me ve?!
Estaba llorando como jamás nadie pudo verla en todos sus años de vida. Con rabia y una profunda tristeza se tapó la cara con las manos, siendo consciente de que no es encontraba nada bien y de que todo había cambiado.
No sabía qué podía pensar Arzak si la viera así. Ni siquiera ser atrevía a mirar, de nuevo, al mismo Aranarth.
–Yo... Sólo te tengo a ti... –Ni se destapó la cara. –Pero te voy a perder en cuanto regreses a casa.
Fallar era una deshonra.
Se podía escuchar cómo trataba de coger aire para aparentar tranquilidad, pero era imposible fingir que estaba llorando.
La siguiente frase del elfo la escuchó aunque como si fuera lejana.
Aranarth pecaba de soberbia pero ahí tenía razón: Su rango era mayor que el de Rhiak. ¿O no? No lo recordaba ya.
Notó la mano de su amigo apoyarse en su hombro y se giró bruscamente cuando acabó de hablar, dejando caer la capucha de su capa.
Su rostro era distinto al que se acostumbraba a ver en Sandorai.
Su piel era nívea cuando seguía en el clan, ahora era pálida totalmente, sin ese toque especial y bello de buenos cuidados. Sus ojos verdosos estaban tristes, vacíos y empeñados en lágrimas.
Su rostro en sí reflejaba la tristeza que arropaba a Helyare.
Su pelirroja y sedosa cabellera había sido cortada, muy, muy corta, con ciertas irregularidades evidentes. La elfa se lo había cortado con una daga en un ataque de rabia.
Pero lo más evidente y chocante, el motivo por el que se cubría el rostro, era el corte que tenía en la parte superior de la oreja izquierda. El pico que debería tener, como cualquier miembro de su raza, ya no estaba. Le faltaba u trozo.
Y eso lo hacían cuando alguien había tenido un comportamiento deshonroso, seguido de la condena al destierro.
–¡¡PUES YO SOY UNA DESHONRA!! –Explotó contra el elfo, dándole un empujón.–¡¡Luce con orgullo los colores!! –Señaló el brazalete con las cintas que portaba Aranarth. –¡¡Quédate con las estrellas!!¿¡Para qué me esperas a mí!? ¡No puedo volver a Sandorai! ¡¿Qué dirá Arzhak si me ve?!
Estaba llorando como jamás nadie pudo verla en todos sus años de vida. Con rabia y una profunda tristeza se tapó la cara con las manos, siendo consciente de que no es encontraba nada bien y de que todo había cambiado.
No sabía qué podía pensar Arzak si la viera así. Ni siquiera ser atrevía a mirar, de nuevo, al mismo Aranarth.
–Yo... Sólo te tengo a ti... –Ni se destapó la cara. –Pero te voy a perder en cuanto regreses a casa.
Última edición por Helyare el Vie Oct 07 2016, 19:03, editado 1 vez
Helyare
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 768
Nivel de PJ : : 3
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
Su amiga se sentía devastada, y lo hacía notar muy bien. Aranarth no había evaluado para nada la gravedad de sus palabras e ignoraba el dolor que comenzó a germinar su amiga en el corazón, desde el primer momento en el que se puso a hablar de honor, se dio cuenta de todo al verla de frente finalmente, a plenas luces. Definitivamente era ella, pero no poseía el semblante de altivez y alegría con el que la recordaba, al contrario, había cambiado mucho porque había que tenido que soportar mucho sufrimiento.
El elfo se dio cuenta e que no soportaba verla llorar, ni podía evitar dejar de echarse la culpa, esos ojos esmeralda derramando aguas saladas sobre la nieve le hacía sentir frío por dentro, un frío que abrigaba su garganta y perforaba su pecho con cada respiración. Pero lo que mas le dolió ver fue su oreja izquierda, era verdad... se las habían arreglado para arrebatarle simbólicamente todo el honor que le quedaba, y ahí fue cuando el peso de sus palabras terminaron por caerle encima.
Recibió un empujón, que sintió con la fuerza de un relámpago que rompe la madera de un abeto, y los reproches de su amiga le sonaban a truenos: el causante, y sobre quien caía la tormenta era el mismo. Ya con su orgullo hecho pedazos, escuchó las últimas palabras con un atisbo de luz que le reconfortaba, porqué después de todo Kaeltha estaba dispuesta a perdonarle y seguir camino, pero no era tan simple.
Tomó aire, miró hacia un costado y comenzó a atragantarse tratando de formular una oración -Yo... Realmente, pienso que... Yo...- Balbuceó tratando de rodear la cuestión, cuando finalmente, miró a los ojos de su amiga. -Yo soy un completo imbécil, y lo siento.- Dijo con firmeza y claridad, no acostumbraba hacerlo, pero el momento lo ameritaba y estaba pidiendo disculpas. -No puedes perderme, porque mi casa es donde estés.- Dijo lentamente, no lo había pensado mucho, y tal vez no era realmente lo que quería decir, pero quería que su amiga sepa que le debía su mayor lealtad, y no la abandonaría así el mismísimo infierno se desatase sobre ella.
El elfo se dio cuenta e que no soportaba verla llorar, ni podía evitar dejar de echarse la culpa, esos ojos esmeralda derramando aguas saladas sobre la nieve le hacía sentir frío por dentro, un frío que abrigaba su garganta y perforaba su pecho con cada respiración. Pero lo que mas le dolió ver fue su oreja izquierda, era verdad... se las habían arreglado para arrebatarle simbólicamente todo el honor que le quedaba, y ahí fue cuando el peso de sus palabras terminaron por caerle encima.
Recibió un empujón, que sintió con la fuerza de un relámpago que rompe la madera de un abeto, y los reproches de su amiga le sonaban a truenos: el causante, y sobre quien caía la tormenta era el mismo. Ya con su orgullo hecho pedazos, escuchó las últimas palabras con un atisbo de luz que le reconfortaba, porqué después de todo Kaeltha estaba dispuesta a perdonarle y seguir camino, pero no era tan simple.
Tomó aire, miró hacia un costado y comenzó a atragantarse tratando de formular una oración -Yo... Realmente, pienso que... Yo...- Balbuceó tratando de rodear la cuestión, cuando finalmente, miró a los ojos de su amiga. -Yo soy un completo imbécil, y lo siento.- Dijo con firmeza y claridad, no acostumbraba hacerlo, pero el momento lo ameritaba y estaba pidiendo disculpas. -No puedes perderme, porque mi casa es donde estés.- Dijo lentamente, no lo había pensado mucho, y tal vez no era realmente lo que quería decir, pero quería que su amiga sepa que le debía su mayor lealtad, y no la abandonaría así el mismísimo infierno se desatase sobre ella.
Aranarth Thal'Dael
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 111
Nivel de PJ : : 0
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
No recordaba así a Aranarth. Ellos siempre habían tenido una amistad inmejorable, eran uno en el combate, se entendían a la perfección en todos los aspectos de la vida… ¡Muchos envidiaban su relación! No todos los amigos eran capaces de compartir las cosas que ellos sí. Pero, claro, también es que habían crecido juntos, habían tenido aspiraciones muy similares y sus caminos se juntaban continuamente. Podría decirse que caminaban por el mismo, en paralelo. Aranarth podía estar totalmente seguro, cada vez que se lanzaba contra un enemigo, Kaeltha le cubría desde la distancia. Jamás dejaría que tocasen a su mejor amigo. Eran uno, el equipo perfecto.
Pero ahora primaba esa soberbia tan exasperante en Aranarth. Realmente siempre había sido así de egocéntrico, pero la elfa había estado en completa igualdad de condiciones. Ella también lo era, se creía superior al resto. Su status social era envidiable, su trabajo, igual. Podía permitirse ser soberbia. Estaba por encima, incluso, de muchos miembros de su clan. Estaba…
Ya no. Había sido humillada tan solo hacía un rato por un miembro de su grupo, alguien a quien había considerado camarada en muchas ocasiones, con quien había compartido guardias, entrenamientos. Había sido tratada como alguien que no pertenecía al clan, con una palabra con un significado demasiado despectivo para ella. Le había llegado al alma y la había partido en mil pedazos.
Los sentimientos de la elfa eran demasiado complicados de explicar, no los conocía ni ella. Tal vez caer en un pozo oscuro, donde no podía ver nada, donde si estiraba el brazo su vista no alcanzaría siquiera a ver su codo, era la descripción más acertada. Algo así. La completa soledad, completa penumbra. Estaba en un lugar donde siempre hacía frío, por muy abrigada que estuviese. Donde cada paso que daba parecía caminar sobre cristales que laceraban su piel. Donde cada vez que se detenía notaba la hoja de un cuchillo atravesar su cuerpo y tenía que ir cargando, siempre, con una losa que le impedía respirar. Y a pesar de todo, si la golpearan no sentiría dolor.
Aranarth había hablado de deshonra, uno de los pilares del clan. Lo que ella ya no tenía, ya no podía sujetar su estructura y se había demolido. Sin honor, en Eytherzair, no eras nada. Como había pronunciado Rhiak “N’Tel’Quessir”, con tanto odio, escupiendo con contención cada sílaba, le habían hecho sentir que de verdad no podría aparecer por su antigua casa: Ya no era Eytherzair. Se lo había dejado bien claro el elfo guerrero.
La rabia que tenía explotó contra Aranarth, pero él no tenía la culpa. Sólo había estado en el momento erróneo y, aunque la había ayudado, se seguía sintiendo mal. Aparte, el elfo no era muy conocido por su tacto. Él nunca tendría deshonra. Aunque creía que ella tampoco traería el deshonor al clan y…
Se giró cuando escuchó las disculpas de su amigo. Casi por instinto quiso taparse con la capucha para no permitir que Aranarth la viese más. Sentía que había hecho mal al reprender al elfo y, nerviosa, jugaba con sus manos entrelazando sus dedos a la altura de su vientre. Después de haber fijado su mirada con la de Aranarth sintió que el frío que la asolaba empezaba a disiparse y volvía a sentir un leve calor. El arropo, de nuevo, leve pero a la vez tan intenso. Sólo la apoyaba él, pero no necesitaba a nadie más. Sólo era algo más fuerte que si lo hiciera cualquier persona de las que estaban en ese pueblo.
Al escuchar lo siguiente negó con la cabeza y esperó unos segundos a responder. –No… Tu casa es Eytherzair. Donde están todos. –Corrigió. Sabía que no podía abandonar el clan por ella. A pesar de todo sólo esas palabras hicieron que el calor creciese, que la losa se fuese cayendo y que el dolor disminuyese. Sentía una paz tan extraña que se sentía rara. No había sentido eso desde hacía muchísimo tiempo. Ni esperaba sentirlo de nuevo.
Aranarth había conseguido atrapar su mano en la espesa oscuridad que la asolaba y la sujetaba con fuerza. No podía sacarla del pozo, no todavía, pero ya la tenía firmemente agarrada para tirar de ella. Volvió a abrir los ojos y contempló su arco. Lo único que le quedaba de su clan… No. Tenía a Aranarth. Y pronto a Arzhak. Entre los dos lo encontrarían.
Todavía seguía sin saber qué pasaría cuando Arzhak volviera, cómo se tomaría lo ocurrido y cómo la vería a ella. Helyare se giró de nuevo hacia el elfo y apoyó su frente en el pecho de este. –Arael’Shanya. –Susurró. Sólo a alguien más le había dicho eso. Alguien más había escuchado esa palabra tan profunda salir de los labios de la arquera. Pero ahora iba cargada con más significado que la vez anterior. Ahora es cuando, de verdad, la palabra cobraba vida.
Si alguien hubiese entrado en ese momento se habría llevado una impresión muy equivocada de lo que estaba sucediendo, pero era tal la necesidad de Helyare de tener a alguien a su lado en esos momentos que todo el sentimiento que había puesto diciendo eso era fruto de toda la desesperación que había albergado durante meses. Y no era alguien cualquiera. Era su mejor amigo. Con quien había compartido momentos entrañables, quien ahora estaba con ella. Quien, a pesar de sus pocas habilidades sociales, se había comido su orgullo para pedirle perdón a ella, a alguien que no significaba ya nada en tierras élficas. –Hantalë.
Se apartó de Aranarth y se acercó a la cama para recoger el arco y el carcaj. Todavía seguía soportando la pena que la asolaba y miró discretamente por la ventana tratando de divisar a los elfos de su clan. No quería encontrarse con Rhiak al salir de la posada. Y mucho menos, junto a Aranarth, ya que podrían tomar represalias contra él. –Vamos a quedarnos hasta que acabe la fiesta… Mejor. –Se reflejó un poco el miedo que tenía por salir. No quería problemas para su amigo y si pasaba algo sabía que ella no podía defenderse. Bueno, poder… Sí. Pero no debía.
Pero ahora primaba esa soberbia tan exasperante en Aranarth. Realmente siempre había sido así de egocéntrico, pero la elfa había estado en completa igualdad de condiciones. Ella también lo era, se creía superior al resto. Su status social era envidiable, su trabajo, igual. Podía permitirse ser soberbia. Estaba por encima, incluso, de muchos miembros de su clan. Estaba…
Ya no. Había sido humillada tan solo hacía un rato por un miembro de su grupo, alguien a quien había considerado camarada en muchas ocasiones, con quien había compartido guardias, entrenamientos. Había sido tratada como alguien que no pertenecía al clan, con una palabra con un significado demasiado despectivo para ella. Le había llegado al alma y la había partido en mil pedazos.
Los sentimientos de la elfa eran demasiado complicados de explicar, no los conocía ni ella. Tal vez caer en un pozo oscuro, donde no podía ver nada, donde si estiraba el brazo su vista no alcanzaría siquiera a ver su codo, era la descripción más acertada. Algo así. La completa soledad, completa penumbra. Estaba en un lugar donde siempre hacía frío, por muy abrigada que estuviese. Donde cada paso que daba parecía caminar sobre cristales que laceraban su piel. Donde cada vez que se detenía notaba la hoja de un cuchillo atravesar su cuerpo y tenía que ir cargando, siempre, con una losa que le impedía respirar. Y a pesar de todo, si la golpearan no sentiría dolor.
Aranarth había hablado de deshonra, uno de los pilares del clan. Lo que ella ya no tenía, ya no podía sujetar su estructura y se había demolido. Sin honor, en Eytherzair, no eras nada. Como había pronunciado Rhiak “N’Tel’Quessir”, con tanto odio, escupiendo con contención cada sílaba, le habían hecho sentir que de verdad no podría aparecer por su antigua casa: Ya no era Eytherzair. Se lo había dejado bien claro el elfo guerrero.
La rabia que tenía explotó contra Aranarth, pero él no tenía la culpa. Sólo había estado en el momento erróneo y, aunque la había ayudado, se seguía sintiendo mal. Aparte, el elfo no era muy conocido por su tacto. Él nunca tendría deshonra. Aunque creía que ella tampoco traería el deshonor al clan y…
Se giró cuando escuchó las disculpas de su amigo. Casi por instinto quiso taparse con la capucha para no permitir que Aranarth la viese más. Sentía que había hecho mal al reprender al elfo y, nerviosa, jugaba con sus manos entrelazando sus dedos a la altura de su vientre. Después de haber fijado su mirada con la de Aranarth sintió que el frío que la asolaba empezaba a disiparse y volvía a sentir un leve calor. El arropo, de nuevo, leve pero a la vez tan intenso. Sólo la apoyaba él, pero no necesitaba a nadie más. Sólo era algo más fuerte que si lo hiciera cualquier persona de las que estaban en ese pueblo.
Al escuchar lo siguiente negó con la cabeza y esperó unos segundos a responder. –No… Tu casa es Eytherzair. Donde están todos. –Corrigió. Sabía que no podía abandonar el clan por ella. A pesar de todo sólo esas palabras hicieron que el calor creciese, que la losa se fuese cayendo y que el dolor disminuyese. Sentía una paz tan extraña que se sentía rara. No había sentido eso desde hacía muchísimo tiempo. Ni esperaba sentirlo de nuevo.
Aranarth había conseguido atrapar su mano en la espesa oscuridad que la asolaba y la sujetaba con fuerza. No podía sacarla del pozo, no todavía, pero ya la tenía firmemente agarrada para tirar de ella. Volvió a abrir los ojos y contempló su arco. Lo único que le quedaba de su clan… No. Tenía a Aranarth. Y pronto a Arzhak. Entre los dos lo encontrarían.
Todavía seguía sin saber qué pasaría cuando Arzhak volviera, cómo se tomaría lo ocurrido y cómo la vería a ella. Helyare se giró de nuevo hacia el elfo y apoyó su frente en el pecho de este. –Arael’Shanya. –Susurró. Sólo a alguien más le había dicho eso. Alguien más había escuchado esa palabra tan profunda salir de los labios de la arquera. Pero ahora iba cargada con más significado que la vez anterior. Ahora es cuando, de verdad, la palabra cobraba vida.
Si alguien hubiese entrado en ese momento se habría llevado una impresión muy equivocada de lo que estaba sucediendo, pero era tal la necesidad de Helyare de tener a alguien a su lado en esos momentos que todo el sentimiento que había puesto diciendo eso era fruto de toda la desesperación que había albergado durante meses. Y no era alguien cualquiera. Era su mejor amigo. Con quien había compartido momentos entrañables, quien ahora estaba con ella. Quien, a pesar de sus pocas habilidades sociales, se había comido su orgullo para pedirle perdón a ella, a alguien que no significaba ya nada en tierras élficas. –Hantalë.
Se apartó de Aranarth y se acercó a la cama para recoger el arco y el carcaj. Todavía seguía soportando la pena que la asolaba y miró discretamente por la ventana tratando de divisar a los elfos de su clan. No quería encontrarse con Rhiak al salir de la posada. Y mucho menos, junto a Aranarth, ya que podrían tomar represalias contra él. –Vamos a quedarnos hasta que acabe la fiesta… Mejor. –Se reflejó un poco el miedo que tenía por salir. No quería problemas para su amigo y si pasaba algo sabía que ella no podía defenderse. Bueno, poder… Sí. Pero no debía.
Helyare
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 768
Nivel de PJ : : 3
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
Toda la tensión y el dolor del momento comenzaba a disiparse, eso al elfo le hacía sentir mucha satisfacción, le había costado mucho pedir disculpas, pero realmente se sentía el peor ser del universo. Se supone que debía llevar la luz con sigo a los de su raza, no ensombrecer la vida de sus seres queridos con su orgullo. La experiencia le hacía sentir un poquito mas sabio, y su mente ya no estaba tan turbada por el mal rato.
Su amiga, Kaeltha, se acercó mucho a el y pudo sentir el familiar aroma de sus cabellos impregnar sus fosas nasales, le aliviaba tenerla cerca de vuelta, había mucho camino por recorrer todavía y sabía que la presencia de su amiga le iba a ser de gran ayuda. Encontrarían a Arzhak y volverían al clan a hacer pagar a los que la lastimaron, o al menos eso era lo que el esperaba. La abrazó con sus brazos delicadamente y frotó su mano en su hombro, en gesto de fraternidad y afecto, las palabras que su amiga le decían eran claras y sinceras y llenaban de luz las arcas de su corazón.
La soltó y entonces ella se acercó a tomar sus pertenencias, dijo que prefería no salir, y Aranarth no quería presionarla. -Haremos según creas conveniente, pero debes saber que responderé por ti si las cosas se complican en cualquier lado.- Respondió con amabilidad mientras jugaba con sus dedos entre la empuñadura que el padre de Kaeltha había forjado. -Esta hoja fue hecha para protegerte.- Dijo con una sonrisa plena, sujetando la vaina con las dos manos.
Su amiga, Kaeltha, se acercó mucho a el y pudo sentir el familiar aroma de sus cabellos impregnar sus fosas nasales, le aliviaba tenerla cerca de vuelta, había mucho camino por recorrer todavía y sabía que la presencia de su amiga le iba a ser de gran ayuda. Encontrarían a Arzhak y volverían al clan a hacer pagar a los que la lastimaron, o al menos eso era lo que el esperaba. La abrazó con sus brazos delicadamente y frotó su mano en su hombro, en gesto de fraternidad y afecto, las palabras que su amiga le decían eran claras y sinceras y llenaban de luz las arcas de su corazón.
La soltó y entonces ella se acercó a tomar sus pertenencias, dijo que prefería no salir, y Aranarth no quería presionarla. -Haremos según creas conveniente, pero debes saber que responderé por ti si las cosas se complican en cualquier lado.- Respondió con amabilidad mientras jugaba con sus dedos entre la empuñadura que el padre de Kaeltha había forjado. -Esta hoja fue hecha para protegerte.- Dijo con una sonrisa plena, sujetando la vaina con las dos manos.
Última edición por Aranarth Thal'Dael el Jue Oct 13 2016, 00:09, editado 1 vez
Aranarth Thal'Dael
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 111
Nivel de PJ : : 0
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
El cálido abrazo de su amigo la reconfortó. Ese momento había sido lo más bonito que había tenido desde la despedida de Arzhak, hacía ya muchos meses. Cualquiera podría pensar de todo ante esa imagen, pero ambos sabían lo que significaba en realidad y el apoyo que se estaban brindando mutuamente, sobretodo Aranarth a Helyare.
Ahora mismo el elfo era su punto de apoyo, quien seguía sujetando su mano en la oscuridad más profunda. Quien la protegía de las tinieblas. Su abrazo sacó el frío que asolaba a la elfa y la llenó del calor que requería. Fue algo intenso, profundo y repleto de sentimientos que Helyare creía extintos ya. El afecto que sentía por su amigo salió a la superficie de su ser para reflejar que ella también estaba a gusto con él, que su presencia había sido esencial para que, al menos, se atreviese a moverse del pozo, buscase una salida.
Todo era tan puro y etéreo que describir el momento sólo estaba en gracia de varios sabios afortunados. Los demás, sobretodo las razas inferiores, jamás entenderían la unión que tenían esos dos elfos que, durante años, habían compartido tanto. Eran capaces de recorrer un peligro a ciegas si el otro era el guía.
La elfa recogió sus cosas y se volvió a dirigir a Aranarth, haciendo una mueca. –Pero no quiero que respondas por mí. Rhiak… Él querrá hablar contigo. Y si te hace algo… –Suspiró. Sabía que de entrometerse la guardia ella no podría hacer nada. –Sé que debe hacerte caso a ti, pero no creo que estén de acuerdo en que hables conmigo.
Volvió a alzar la vista para ver los ojos de su amigo. –No quiero más peleas. –Helyare estaba agotada de todo lo que había luchado. –Y esa hoja no se puede usar contra tus propios hermanos. –Repitió una de las reglas que había en el clan. Ningún arma élfica podía ser usada para causar dolor a los miembros del clan. Salvo excepciones, como fue su caso: fue mutilada por una daga élfica.
Esperó un rato en silencio, mirando hacia Aranarth, pero sin prestarle mucha atención. Trataba de evitar el recuerdo en el que ella estaba de rodillas, rota de dolor y la sangre, su propia sangre, manchaba las hierbas del bosque. Estaba rodeada de cuatro elfos, altos, con el uniforme de la guardia. Uno de ellos portaba la daga ensangrentada que había marcado su vida para siempre.
Sacudió la cabeza y carraspeó, centrando de nuevo su atención en el elfo.
–Después de que el mercader nos dijera que habían visto a un elfo como Arzhak yo volví a cas… Al clan. –Rectificó el “a casa” acordándose de lo que había dicho Rhiak: “N’Tel’Quessir”. –Y mentí a los sabios. Quería proteger a Arzhak. ¿Crees que tuvo algo que ver con… Lo del pueblo?
Preguntó por simple curiosidad, pero ella se negaba a pensar que el gran guerrero tuviese algo que ver. Tenía la esperanza de que estuviese en un viaje demasiado largo como para volver a tiempo. Pero a él no podía haberle pasado nada. Nunca le pasaba nada. Su fuerza, su modo de lucha, incluso él mismo habían construido una fama que había sobrepasado Sandorai. Ningún ser vivo sobre Aerandir se atrevería a retar a Arzhak.
Y su hermano seguía el mismo camino. –Si te ven conmigo, ¿qué van a pensar? –Preguntó Helyare, sabiendo perfectamente a qué se refería. A que uno de los mejores guerreros del clan, por no decir el mejor (sin contar a Arzhak) estaba en una posada con una desterrada. De bien visto, nada. Posiblemente, en cuanto vieran a Aranarth, alguien le espetaría algo. Y no quería molestar a su amigo. Suspiró y volvió a dirigirse a él, esta vez con una mueca que asemejaba una sonrisa de resignación. No era de felicidad, ni nada de eso. –Tú todavía tienes un status que mantener. –Con una de sus manos hizo un gesto refiriéndose al brazalete de Aranath. –Cómo cambian las cosas… -Se apenó la elfa volviendo a asomarse a la ventana.–Si lo prefieres, podemos bajar a beber algo antes de emprender nuestro viaje.
Ahora mismo el elfo era su punto de apoyo, quien seguía sujetando su mano en la oscuridad más profunda. Quien la protegía de las tinieblas. Su abrazo sacó el frío que asolaba a la elfa y la llenó del calor que requería. Fue algo intenso, profundo y repleto de sentimientos que Helyare creía extintos ya. El afecto que sentía por su amigo salió a la superficie de su ser para reflejar que ella también estaba a gusto con él, que su presencia había sido esencial para que, al menos, se atreviese a moverse del pozo, buscase una salida.
Todo era tan puro y etéreo que describir el momento sólo estaba en gracia de varios sabios afortunados. Los demás, sobretodo las razas inferiores, jamás entenderían la unión que tenían esos dos elfos que, durante años, habían compartido tanto. Eran capaces de recorrer un peligro a ciegas si el otro era el guía.
La elfa recogió sus cosas y se volvió a dirigir a Aranarth, haciendo una mueca. –Pero no quiero que respondas por mí. Rhiak… Él querrá hablar contigo. Y si te hace algo… –Suspiró. Sabía que de entrometerse la guardia ella no podría hacer nada. –Sé que debe hacerte caso a ti, pero no creo que estén de acuerdo en que hables conmigo.
Volvió a alzar la vista para ver los ojos de su amigo. –No quiero más peleas. –Helyare estaba agotada de todo lo que había luchado. –Y esa hoja no se puede usar contra tus propios hermanos. –Repitió una de las reglas que había en el clan. Ningún arma élfica podía ser usada para causar dolor a los miembros del clan. Salvo excepciones, como fue su caso: fue mutilada por una daga élfica.
Esperó un rato en silencio, mirando hacia Aranarth, pero sin prestarle mucha atención. Trataba de evitar el recuerdo en el que ella estaba de rodillas, rota de dolor y la sangre, su propia sangre, manchaba las hierbas del bosque. Estaba rodeada de cuatro elfos, altos, con el uniforme de la guardia. Uno de ellos portaba la daga ensangrentada que había marcado su vida para siempre.
Sacudió la cabeza y carraspeó, centrando de nuevo su atención en el elfo.
–Después de que el mercader nos dijera que habían visto a un elfo como Arzhak yo volví a cas… Al clan. –Rectificó el “a casa” acordándose de lo que había dicho Rhiak: “N’Tel’Quessir”. –Y mentí a los sabios. Quería proteger a Arzhak. ¿Crees que tuvo algo que ver con… Lo del pueblo?
Preguntó por simple curiosidad, pero ella se negaba a pensar que el gran guerrero tuviese algo que ver. Tenía la esperanza de que estuviese en un viaje demasiado largo como para volver a tiempo. Pero a él no podía haberle pasado nada. Nunca le pasaba nada. Su fuerza, su modo de lucha, incluso él mismo habían construido una fama que había sobrepasado Sandorai. Ningún ser vivo sobre Aerandir se atrevería a retar a Arzhak.
Y su hermano seguía el mismo camino. –Si te ven conmigo, ¿qué van a pensar? –Preguntó Helyare, sabiendo perfectamente a qué se refería. A que uno de los mejores guerreros del clan, por no decir el mejor (sin contar a Arzhak) estaba en una posada con una desterrada. De bien visto, nada. Posiblemente, en cuanto vieran a Aranarth, alguien le espetaría algo. Y no quería molestar a su amigo. Suspiró y volvió a dirigirse a él, esta vez con una mueca que asemejaba una sonrisa de resignación. No era de felicidad, ni nada de eso. –Tú todavía tienes un status que mantener. –Con una de sus manos hizo un gesto refiriéndose al brazalete de Aranath. –Cómo cambian las cosas… -Se apenó la elfa volviendo a asomarse a la ventana.–Si lo prefieres, podemos bajar a beber algo antes de emprender nuestro viaje.
Última edición por Helyare el Miér Oct 12 2016, 03:33, editado 1 vez
Helyare
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 768
Nivel de PJ : : 3
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
Aranarth comenzaba a creer que su amiga no interpretaba como el quería todo lo que trataba de transmitirle, por momentos parecía tener un pensamiento catastrófico y solitario, como negando por momentos la compañía del elfo, aunque este sospechaba que se trataba mas que nada de una forma de protegerlo a su modo. Todo esto aumentaba las ganas de Aranarth de no separarse de ella, debía pensar muy rápido una forma clara y a la antigua de simbolizar lo que sentía. Lo que ella había pasado, esos momentos tan dolorosos, comenzaban a evocarle mucha culpa ya que el pudo haber evitado todo eso, o al menos haberla acompañado en el sufrimiento como correspondía. Comenzaba a tomarlo como una responsabilidad, relacionaba toda la situación de su amiga como un insulto a su propio orgullo y honor, habían tumores que extirpar en el clan, pero solo podía hacerlo por proteger el honor, de no ser así sería una ofensa a sus ancestros y una inmolación de su honor.
El elfo comenzó a impacientarse con las preguntas de su amiga ¿Dudar de Arzhak? era la contradicción mas grande que sentía en su corazón por el momento, se trataba del hermano con el que creció, no podía dejar de lado el honor de su familia por nada en el mundo, no había nada mas importante que eso después de todo. -Ya discutimos suficiente sobre eso ¿No?- Dijo de manera fría y contundente, recordando las razones por las que antes se separaron. -Después de todo la única manera de saberlo es seguir buscando.- Soltó con seguridad y ánimos, su vida no tenía mucho mas propósito que eso por el momento.
Kaeltha hacía mucha referencia al brazalete de Aranarth, y los símbolos que lo acompañaban, como si fuesen lo mas importante por el momento. -Status que mantener...- Dijo con la voz cargada de ironía a su amiga, que comenzaba a dirigirse a la ventana. -¿Qué status puede importarme, si deshonro mi nombre abandonándote en el camino?- Terminó de decir una vez que su amiga ya se hallaba de espaldas, y aprovechó sus últimas palabras para quitarse el brazalete. Era una joya que simbolizaba la verticalidad de los señores del clan, y el honorable servicio de los Eytherzair. Consistía en distintos nudos y trenzas metálicas en marrón y verde, no guardaba ningún seguro ni traba, simplemente se presionaba ajustándolo a la muñeca de su dueño. Con todo el sigilo que pudo consumar se acercó a su amiga. Tomó con fuerza, el brazo de su amiga evitando lastimarla y ajustó a la muñeca su propio brazalete. Luego la miró a los ojos, los ojos de Aranarth podían haber hervido todo el océano en ese momento. -Sabes que significaría que te lo quites ¿No?- Dijo con mucha firmeza, sujetando el brazalete con las dos manos sobre la muñeca de su amiga.
No podía perderla esta vez, ahora estaban unidos simbólicamente y significaba mas que pertenecer al clan. Aranarth tenía todo su honor depositado en la empresa de encontrar a su hermana y devolverle todo lo que le pertenecía a su amiga. No eran los colores, ni los símbolos, ni los nombres lo que mas llenaban el orgullo de Aranarth: lo eran su incorruptible sentido del honor. Aquel que no dejaba todo por quienes ama, no merece absolutamente nada.
El elfo comenzó a impacientarse con las preguntas de su amiga ¿Dudar de Arzhak? era la contradicción mas grande que sentía en su corazón por el momento, se trataba del hermano con el que creció, no podía dejar de lado el honor de su familia por nada en el mundo, no había nada mas importante que eso después de todo. -Ya discutimos suficiente sobre eso ¿No?- Dijo de manera fría y contundente, recordando las razones por las que antes se separaron. -Después de todo la única manera de saberlo es seguir buscando.- Soltó con seguridad y ánimos, su vida no tenía mucho mas propósito que eso por el momento.
Kaeltha hacía mucha referencia al brazalete de Aranarth, y los símbolos que lo acompañaban, como si fuesen lo mas importante por el momento. -Status que mantener...- Dijo con la voz cargada de ironía a su amiga, que comenzaba a dirigirse a la ventana. -¿Qué status puede importarme, si deshonro mi nombre abandonándote en el camino?- Terminó de decir una vez que su amiga ya se hallaba de espaldas, y aprovechó sus últimas palabras para quitarse el brazalete. Era una joya que simbolizaba la verticalidad de los señores del clan, y el honorable servicio de los Eytherzair. Consistía en distintos nudos y trenzas metálicas en marrón y verde, no guardaba ningún seguro ni traba, simplemente se presionaba ajustándolo a la muñeca de su dueño. Con todo el sigilo que pudo consumar se acercó a su amiga. Tomó con fuerza, el brazo de su amiga evitando lastimarla y ajustó a la muñeca su propio brazalete. Luego la miró a los ojos, los ojos de Aranarth podían haber hervido todo el océano en ese momento. -Sabes que significaría que te lo quites ¿No?- Dijo con mucha firmeza, sujetando el brazalete con las dos manos sobre la muñeca de su amiga.
No podía perderla esta vez, ahora estaban unidos simbólicamente y significaba mas que pertenecer al clan. Aranarth tenía todo su honor depositado en la empresa de encontrar a su hermana y devolverle todo lo que le pertenecía a su amiga. No eran los colores, ni los símbolos, ni los nombres lo que mas llenaban el orgullo de Aranarth: lo eran su incorruptible sentido del honor. Aquel que no dejaba todo por quienes ama, no merece absolutamente nada.
Aranarth Thal'Dael
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 111
Nivel de PJ : : 0
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
“–Yo tengo que regresar a casa, tienen que saber que Arzhak no es el culpable. Hay muchos elfos que encajan en la descripción, no quiero que nadie sospeche de tu hermano.”
Esas fueron las últimas palabras que la elfa le dijo a Aranarth antes de separarse en aquella llanura. Después de despedirse con un “Annali len. Entula rato” ella se montó en su corcel y cabalgó hasta entrar en Sandorai, dejando atrás a su mejor amigo.
Ahora se habían vuelto a juntar pero no en la mejor de las situaciones. Mientras buscaban a Arzhak no habían llegado a un acuerdo sobre qué había podido pasar, todo era tan ambiguo que podía haber sido casi cualquier elfo. Algo que molestaba demasiado a Helyare, ya que no concebía la idea de que gente de su raza pudiese saltarse los sellos protectores y arrasar el poblado. Era impensable.
Siguió mirando por la ventana cómo el resto del mundo seguía su curso, como sus congéneres se juntaban con otras razas y, animados, celebraban una fiesta que era de su pueblo. La música sonaba a través de los cristales y algunos de la plaza se movían alegres siguiendo el ritmo. Pero estaba prestando atención a Aranarth, que estaba a sus espaldas. –Abandonarme a mí no es deshonra, meldonya. –Dijo con resignación en un tono muy bajito. –Ya no pertenezco al clan.
Pero apenas le dio tiempo a decir eso ya estaba notando el agarre de su amigo. Se giró y pasó la mirada un segundo por el brazalete, sorprendida. Al instante levantó la vista para mirar a su amigo a los ojos, pero sin cambiar su expresión atónita. Trató de rebatirle que hiciera eso, quería devolvérselo, ella no podía llevarlo, pero sabía que no podía quitárselo. –Sí, pero… Aran… Esto… –No le salían las palabras y su mirada pasaba del brazalete a los ojos del elfo.
El gesto que había hecho Aranarth era otro nivel de confianza, a la altura de lo que anteriormente le había dicho ella a él: Arael’Shanya. Los colores del clan no se entregaban así como así, era un símbolo tan raro de ver que la elfa se encontraba casi temblando al recibirlo. El simple hecho de que otro miembro cediese, no los colores del clan, sino los suyos propios era casi impensable. Era deshacerse esa persona del símbolo que lo unía a su clan, de forma voluntaria, para expresar un sentimiento muy fuerte hacia otro elfo o por alguna hazaña heroica.
Se daban en pocas ocasiones, muy pocas. En la ceremonia de maduración era cuando se les entregaban por primera vez los colores a los miembros del clan. O si alguien iba a morir en la batalla, se colocaban en las tumbas a modo de recordatorio y decoración. Pero Helyare no era capaz de acordarse de alguna ocasión en la que un miembro del clan se los cediese a otro. Ni siquiera se hacía eso en las ceremonias de matrimonios, donde los amantes se intercambiaban objetos sagrados, pero nunca la seña de identidad del clan.
Sí te los podían quitar, era más fácil: volver sin gloria de la batalla era motivo para que algún compañero te arrancase los colores y era una especie de humillación. En el caso de Helyare, también había vivido esa parte. Ni siquiera la dejaron llevar el broche, Rhiak se lo había quitado. Y ahora… No podía dejar de pasar la mirada entre el brazalete y Aranarth.
–No merezco llevarlo. –Susurró mordiéndose el labio inferior y agachando la vista, sólo contemplando las manos de su amigo en torno al símbolo Eytherzair. Lo que estaba sintiendo era tan intenso que no sabía explicarlo ni ella misma, pero volver a portar los colores de su clan evocaba en ella la nostalgia y el sentimiento perdido sobre el honor, sobre la pertenencia, pero a la vez se sentía alejada de los Eytherzair, los colores marrón y verde no eran suyos, mas lo que sí lo era, era la unidad simbólica que tenía ahora con Aranarth, más aún de lo que siempre habían tenido. Era una unión más allá del sentimiento de pertenencia del clan.
Más allá. Demasiado más allá. Era depositar en ella una confianza incontable, hacerla volver a sentir de nuevo la luz que había perdido, sacarla del pozo en el que estaba inmersa de un empujón.
Y Helyare seguía sin creérselo a pesar de notar a su amigo asegurar con sus manos que no se lo fuera a quitar. Sabía que no podía hacerlo, sería acabar con todo, cortar de raíz esa unión y rechazarla.
Posiblemente, recibir los colores del clan era el regalo más honorable para alguien del clan Eytherzair, y a la vez el único que no se podía rechazar.
Tarde, pero como si de una coronación se tratase, la elfa inclinó levemente la cabeza a modo de agradecimiento, aunque seguía pensando que su amigo estaba loco. –¿Por qué? –Musitó la joven cuando volvió a levantar la vista hacia Aranarth. Todavía pesaba sobre ella la incredulidad. –Es un honor que no merezco. –Repitió. De hecho, para su antiguo clan, ella no tenía ya ningún tipo de honor. Y este gesto, a pesar de que la había congratulado, era algo que debía permanecer de forma oculta para evitar más problemas, sobretodo en esa ciudad.
Esas fueron las últimas palabras que la elfa le dijo a Aranarth antes de separarse en aquella llanura. Después de despedirse con un “Annali len. Entula rato” ella se montó en su corcel y cabalgó hasta entrar en Sandorai, dejando atrás a su mejor amigo.
Ahora se habían vuelto a juntar pero no en la mejor de las situaciones. Mientras buscaban a Arzhak no habían llegado a un acuerdo sobre qué había podido pasar, todo era tan ambiguo que podía haber sido casi cualquier elfo. Algo que molestaba demasiado a Helyare, ya que no concebía la idea de que gente de su raza pudiese saltarse los sellos protectores y arrasar el poblado. Era impensable.
Siguió mirando por la ventana cómo el resto del mundo seguía su curso, como sus congéneres se juntaban con otras razas y, animados, celebraban una fiesta que era de su pueblo. La música sonaba a través de los cristales y algunos de la plaza se movían alegres siguiendo el ritmo. Pero estaba prestando atención a Aranarth, que estaba a sus espaldas. –Abandonarme a mí no es deshonra, meldonya. –Dijo con resignación en un tono muy bajito. –Ya no pertenezco al clan.
Pero apenas le dio tiempo a decir eso ya estaba notando el agarre de su amigo. Se giró y pasó la mirada un segundo por el brazalete, sorprendida. Al instante levantó la vista para mirar a su amigo a los ojos, pero sin cambiar su expresión atónita. Trató de rebatirle que hiciera eso, quería devolvérselo, ella no podía llevarlo, pero sabía que no podía quitárselo. –Sí, pero… Aran… Esto… –No le salían las palabras y su mirada pasaba del brazalete a los ojos del elfo.
El gesto que había hecho Aranarth era otro nivel de confianza, a la altura de lo que anteriormente le había dicho ella a él: Arael’Shanya. Los colores del clan no se entregaban así como así, era un símbolo tan raro de ver que la elfa se encontraba casi temblando al recibirlo. El simple hecho de que otro miembro cediese, no los colores del clan, sino los suyos propios era casi impensable. Era deshacerse esa persona del símbolo que lo unía a su clan, de forma voluntaria, para expresar un sentimiento muy fuerte hacia otro elfo o por alguna hazaña heroica.
Se daban en pocas ocasiones, muy pocas. En la ceremonia de maduración era cuando se les entregaban por primera vez los colores a los miembros del clan. O si alguien iba a morir en la batalla, se colocaban en las tumbas a modo de recordatorio y decoración. Pero Helyare no era capaz de acordarse de alguna ocasión en la que un miembro del clan se los cediese a otro. Ni siquiera se hacía eso en las ceremonias de matrimonios, donde los amantes se intercambiaban objetos sagrados, pero nunca la seña de identidad del clan.
Sí te los podían quitar, era más fácil: volver sin gloria de la batalla era motivo para que algún compañero te arrancase los colores y era una especie de humillación. En el caso de Helyare, también había vivido esa parte. Ni siquiera la dejaron llevar el broche, Rhiak se lo había quitado. Y ahora… No podía dejar de pasar la mirada entre el brazalete y Aranarth.
–No merezco llevarlo. –Susurró mordiéndose el labio inferior y agachando la vista, sólo contemplando las manos de su amigo en torno al símbolo Eytherzair. Lo que estaba sintiendo era tan intenso que no sabía explicarlo ni ella misma, pero volver a portar los colores de su clan evocaba en ella la nostalgia y el sentimiento perdido sobre el honor, sobre la pertenencia, pero a la vez se sentía alejada de los Eytherzair, los colores marrón y verde no eran suyos, mas lo que sí lo era, era la unidad simbólica que tenía ahora con Aranarth, más aún de lo que siempre habían tenido. Era una unión más allá del sentimiento de pertenencia del clan.
Más allá. Demasiado más allá. Era depositar en ella una confianza incontable, hacerla volver a sentir de nuevo la luz que había perdido, sacarla del pozo en el que estaba inmersa de un empujón.
Y Helyare seguía sin creérselo a pesar de notar a su amigo asegurar con sus manos que no se lo fuera a quitar. Sabía que no podía hacerlo, sería acabar con todo, cortar de raíz esa unión y rechazarla.
Posiblemente, recibir los colores del clan era el regalo más honorable para alguien del clan Eytherzair, y a la vez el único que no se podía rechazar.
Tarde, pero como si de una coronación se tratase, la elfa inclinó levemente la cabeza a modo de agradecimiento, aunque seguía pensando que su amigo estaba loco. –¿Por qué? –Musitó la joven cuando volvió a levantar la vista hacia Aranarth. Todavía pesaba sobre ella la incredulidad. –Es un honor que no merezco. –Repitió. De hecho, para su antiguo clan, ella no tenía ya ningún tipo de honor. Y este gesto, a pesar de que la había congratulado, era algo que debía permanecer de forma oculta para evitar más problemas, sobretodo en esa ciudad.
Helyare
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 768
Nivel de PJ : : 3
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
El momento desprendía demasiada emoción. La habitación mas pequeña de la humilde posada del pueblo de Claro, en el marco de la fiesta del bosque, había sido el escenario de uno de los sucesos mas importantes en la vida de Aranarth hasta el momento. Y ahí estaba ella, sus cabellos cortados a cuchillo parecía estar encendido en llamas, y su mirada provocaba en Aranarth una sensación de vigor que no podía explicar: en ese momento sentía que podía hacer cualquier cosa, se sentía realmente reconfortado y acompañado por su amiga... pero claro... después de lo que había hecho.
Todo le resultaba complicado de entender, su hermano desaparecido después de tanto tiempo, enviado a una misión casual por los ancianos del clan. Su amiga había sido desterrada de su hogar, de su familia, de todo su clan por algo casi trivial... ¿Era realmente justo? ¿No había algo mas grande detrás de todo esto? Para Aranarth comenzaba a ser obvio que alguien se estaba deshaciendo de sus seres queridos poco a poco, y quizás pronto sería su turno.
Sentía su espíritu rebelde mas intenso que nunca, y tenía con quien compartirlo, no lo había perdido todo todavía. Siempre le tuvo mucho respeto al consejo y el senado, pero en ese momento reventaba de rabia por lo que le habían hecho. Si había una explicación para eso tendría que aparecer tarde o temprano, así le quedase mucho camino por andar, no volvería sin respuestas ni exigencias a su casa. Por primera vez sus colores comenzaban a pesarle en el corazón, se sentía dueño del honor y de su significado.
-¿Tendrás complicidad con esos injustos o conmigo?- Le preguntó a su amiga con una sonrisa sarcástica en la boca, después de todo, a su amiga le costaba entender el privilegio. -Si ser Ertheizair significa honrar a nuestros ancestros y nuestra sangre, entonces nadie puede venir a quitarte lo que te pertenece.- Dijo Aranarth mientras sacaba algo de su bolsillo y lo depositaba entre las manos de su amiga.
Era su broche, se lo había quitado a Rhiak antes de correr a buscarla. -Puedo devolverte esto nada mas... por ahora. Pero si seguimos juntos, tendremos mas de lo que nunca hemos imaginado.- Su tono de voz había cambiado, ya no sonaba delicado como antes, ahora era metálico y llameante. Sus ojos azules buscaban a los de Kaeltha con desesperación, tenía que saber que su amiga lo acompañaría en cualquier condición.
Todo le resultaba complicado de entender, su hermano desaparecido después de tanto tiempo, enviado a una misión casual por los ancianos del clan. Su amiga había sido desterrada de su hogar, de su familia, de todo su clan por algo casi trivial... ¿Era realmente justo? ¿No había algo mas grande detrás de todo esto? Para Aranarth comenzaba a ser obvio que alguien se estaba deshaciendo de sus seres queridos poco a poco, y quizás pronto sería su turno.
Sentía su espíritu rebelde mas intenso que nunca, y tenía con quien compartirlo, no lo había perdido todo todavía. Siempre le tuvo mucho respeto al consejo y el senado, pero en ese momento reventaba de rabia por lo que le habían hecho. Si había una explicación para eso tendría que aparecer tarde o temprano, así le quedase mucho camino por andar, no volvería sin respuestas ni exigencias a su casa. Por primera vez sus colores comenzaban a pesarle en el corazón, se sentía dueño del honor y de su significado.
-¿Tendrás complicidad con esos injustos o conmigo?- Le preguntó a su amiga con una sonrisa sarcástica en la boca, después de todo, a su amiga le costaba entender el privilegio. -Si ser Ertheizair significa honrar a nuestros ancestros y nuestra sangre, entonces nadie puede venir a quitarte lo que te pertenece.- Dijo Aranarth mientras sacaba algo de su bolsillo y lo depositaba entre las manos de su amiga.
Era su broche, se lo había quitado a Rhiak antes de correr a buscarla. -Puedo devolverte esto nada mas... por ahora. Pero si seguimos juntos, tendremos mas de lo que nunca hemos imaginado.- Su tono de voz había cambiado, ya no sonaba delicado como antes, ahora era metálico y llameante. Sus ojos azules buscaban a los de Kaeltha con desesperación, tenía que saber que su amiga lo acompañaría en cualquier condición.
Aranarth Thal'Dael
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 111
Nivel de PJ : : 0
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
El momento que estaba viviendo en ese lugar era demasiado para ella. Sentía sus emociones como en un camino escarpado. No sabía cuál de todas dominaba ahora. ¿Tal vez la alegría? Sí, una parte de ella estaba alegre porque se volvía a ver apreciada, su autoestima había mejorado con Aranarth en estos minutos, él había conseguido sacarla del pozo y que viera la luz. Se sentía feliz por portar los colores de su clan, de nuevo, y no solo eso, sino los de su mejor amigo. La alegría la embriagaba porque se daba cuenta de que alguien estaba acompañándola a pesar de haber sido desterrada. Pero, ¿también podía sentir tristeza? Sí, al igual que la alegría, la tristeza aún asolaba el corazón de la elfa. Que los miembros de su clan la hubiesen increpado así, lo hubiesen disfrutado tanto, la entristecía. Que su madre y su hermana le dieran la espalda, igual. El sentir que los colores que ahora portaba no eran los suyos…
Pero no sólo sentía eso, también rabia. Rabia por no haber podido defenderse de Rhiak, por pensar que su propia familia y amigos ahora la daban de lado. Sentía rabia por tener que ocultarse, por vivir constantemente tapada para esconder lo que le habían hecho los que dijeron un día ser su clan.
Y la sorpresa también tenía un hueco en la pelirroja. El gesto de Aranarth había sido demasiado. Algo impensable. –No te los quites… Tú te los mereces. Puedes… Representar mejor al clan… que yo. –Las palabras se le atragantaban a la joven elfa, que hablaba casi en susurros. Cerró los ojos y notó el tirón que uno de los miembros de la guardia, aquellos que la rodeaban mientras aún estaba en el suelo, y arrancaban de su brazo un brazalete parecido al que ahora mismo estaba sujetando Aranarth en su muñeca.
Volvió a abrir los ojos y a mirar a su amigo, quien no parecía querer escuchar las detracciones de Helyare a la hora de llevar los colores, de nuevo. –Siempre contigo. –Respondió con suavidad sin apartar la vista esta vez de Aranarth. Como siempre. Esos dos elfos habían estado juntos desde que tenían uso de razón. Jugaban juntos, entrenaban juntos e incluso pasaban ratos libres sin hacer nada, pero ambos. Tuvieron un periodo de separación, pero Helyare sentía de nuevo que tenía junto a ella a Aran. Y, ¿complicidad con ellos? Aunque quisiera tenerla, ellos no la querían con la elfa.
Pero si parecía que ya había tenido suficiente al portar los colores de su amigo, este había hecho algo que acababa de paralizar a Kaeltha. En un momento sintió un nudo en su garganta y unas ganas terribles de hacer algo, pero le fue imposible, parecía congelada mediante un hechizo.
Todavía recordaba la cara de Rhiak cuando descubrió, hacía un rato, que la elfa llevaba el broche. Se había descompuesto y su última palabra, N’Tel’Quessir, se le había quedado grabada a fuego en ella. Esa forma de dirigirse a Hely había sido demasiado y el poco orgullo que ya le quedaba había acabado hecho añicos. Y ahora, gracias a su amigo, volvía a tener el broche en su poder. Su broche… Aquel que le recordaba de dónde venía, quién había sido. Cerró la mano en torno a la joya, con una alegría incontable al haberla podido recuperar.
Sin previo aviso, sin siquiera pensarlo, se acercó a Aranarth y le rodeó con sus brazos, buscando su mirada para poder hablarle sin ocultarse, como había hecho la mayoría de las ocasiones desde que habían entrado en la posada. –Gr… Gracias. –Su voz se quebraba pero trataba de ser fuerte. –Muchas gracias… Por… –Se detuvo un momento tratando de coger aire para recuperar su voz. –Todo… Lo que has hecho.
Estaba temblando, pero no era miedo lo que sentía, sino algo incontenible que superaba su límite emocional. No sabía qué era lo que sentía realmente aparte de una mezcla incontrolable. Se sentía, incluso, agotada por tantas situaciones diferentes en tan breve periodo de tiempo. Lo del broche había sido el tope.
Habían tratado de arrebatárselo y, sin embargo, lo tenía de nuevo en sus manos. –Sabes lo que significa… Para mí. –Sin apenas moverse del sitio, apartó sus brazos del elfo para contemplar las hojas del broche, como hipnotizada. Su último recuerdo del clan, aparte de su arco. Y lo tenía de vuelta. Inconscientemente también fijó la vista en los colores que colgaban de su muñeca. Y todo eso gracias a la persona que estaba a su lado. A quien iba a acompañarla a buscar a Arzhak, a quien había estado siempre con ella y, ahora, a pesar de todo, seguía estando con ella, sin importar siquiera su destierro.
Alzó levemente la cabeza para encontrarse con Aranarth. Quiso decirle algo, pero se contuvo. “Te acompañaré donde sea”, como una forma de expresar su agradecimiento, pero no podía acompañarle dentro del bosque. Esa frase era mentira. Y no sabía de ninguna que fuese totalmente verdad. ¿O sí? –Cuenta conmigo. –Esa simple frase albergaba un gran abanico de posibilidades, pero era la más acertada para decirle al elfo.
Ella estaba viendo la luz, la oscuridad del pozo se había desvanecido, pero ahora tenía que aprender a distinguir todas las formas que había perdido en la oscuridad. Ahora podía empezar a caminar y se sentía con fuerzas para adentrarse en lo desconocido junto a su amigo.
Pero no sólo sentía eso, también rabia. Rabia por no haber podido defenderse de Rhiak, por pensar que su propia familia y amigos ahora la daban de lado. Sentía rabia por tener que ocultarse, por vivir constantemente tapada para esconder lo que le habían hecho los que dijeron un día ser su clan.
Y la sorpresa también tenía un hueco en la pelirroja. El gesto de Aranarth había sido demasiado. Algo impensable. –No te los quites… Tú te los mereces. Puedes… Representar mejor al clan… que yo. –Las palabras se le atragantaban a la joven elfa, que hablaba casi en susurros. Cerró los ojos y notó el tirón que uno de los miembros de la guardia, aquellos que la rodeaban mientras aún estaba en el suelo, y arrancaban de su brazo un brazalete parecido al que ahora mismo estaba sujetando Aranarth en su muñeca.
Volvió a abrir los ojos y a mirar a su amigo, quien no parecía querer escuchar las detracciones de Helyare a la hora de llevar los colores, de nuevo. –Siempre contigo. –Respondió con suavidad sin apartar la vista esta vez de Aranarth. Como siempre. Esos dos elfos habían estado juntos desde que tenían uso de razón. Jugaban juntos, entrenaban juntos e incluso pasaban ratos libres sin hacer nada, pero ambos. Tuvieron un periodo de separación, pero Helyare sentía de nuevo que tenía junto a ella a Aran. Y, ¿complicidad con ellos? Aunque quisiera tenerla, ellos no la querían con la elfa.
Pero si parecía que ya había tenido suficiente al portar los colores de su amigo, este había hecho algo que acababa de paralizar a Kaeltha. En un momento sintió un nudo en su garganta y unas ganas terribles de hacer algo, pero le fue imposible, parecía congelada mediante un hechizo.
Todavía recordaba la cara de Rhiak cuando descubrió, hacía un rato, que la elfa llevaba el broche. Se había descompuesto y su última palabra, N’Tel’Quessir, se le había quedado grabada a fuego en ella. Esa forma de dirigirse a Hely había sido demasiado y el poco orgullo que ya le quedaba había acabado hecho añicos. Y ahora, gracias a su amigo, volvía a tener el broche en su poder. Su broche… Aquel que le recordaba de dónde venía, quién había sido. Cerró la mano en torno a la joya, con una alegría incontable al haberla podido recuperar.
Sin previo aviso, sin siquiera pensarlo, se acercó a Aranarth y le rodeó con sus brazos, buscando su mirada para poder hablarle sin ocultarse, como había hecho la mayoría de las ocasiones desde que habían entrado en la posada. –Gr… Gracias. –Su voz se quebraba pero trataba de ser fuerte. –Muchas gracias… Por… –Se detuvo un momento tratando de coger aire para recuperar su voz. –Todo… Lo que has hecho.
Estaba temblando, pero no era miedo lo que sentía, sino algo incontenible que superaba su límite emocional. No sabía qué era lo que sentía realmente aparte de una mezcla incontrolable. Se sentía, incluso, agotada por tantas situaciones diferentes en tan breve periodo de tiempo. Lo del broche había sido el tope.
Habían tratado de arrebatárselo y, sin embargo, lo tenía de nuevo en sus manos. –Sabes lo que significa… Para mí. –Sin apenas moverse del sitio, apartó sus brazos del elfo para contemplar las hojas del broche, como hipnotizada. Su último recuerdo del clan, aparte de su arco. Y lo tenía de vuelta. Inconscientemente también fijó la vista en los colores que colgaban de su muñeca. Y todo eso gracias a la persona que estaba a su lado. A quien iba a acompañarla a buscar a Arzhak, a quien había estado siempre con ella y, ahora, a pesar de todo, seguía estando con ella, sin importar siquiera su destierro.
Alzó levemente la cabeza para encontrarse con Aranarth. Quiso decirle algo, pero se contuvo. “Te acompañaré donde sea”, como una forma de expresar su agradecimiento, pero no podía acompañarle dentro del bosque. Esa frase era mentira. Y no sabía de ninguna que fuese totalmente verdad. ¿O sí? –Cuenta conmigo. –Esa simple frase albergaba un gran abanico de posibilidades, pero era la más acertada para decirle al elfo.
Ella estaba viendo la luz, la oscuridad del pozo se había desvanecido, pero ahora tenía que aprender a distinguir todas las formas que había perdido en la oscuridad. Ahora podía empezar a caminar y se sentía con fuerzas para adentrarse en lo desconocido junto a su amigo.
Helyare
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 768
Nivel de PJ : : 3
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
Aranarth cayó en cuenta de lo tarde que comenzaba a ser, y que la fiesta ya empezaba a levantarse. Hacía ya un buen rato que estaban en la posada, y si bien las intenciones de Kaeltha eran permanecer escondidas, en un momento había sugerido el retirarse. La idea de respirar un poco no estaba del todo mal, pero cierto era que los bosques los esperaban, y esa noche dormirían a la intemperie, o eso era lo que Aranarth esperaba. Ahora que estaban juntos, podían esconderse entre los árboles para no levantar muchas sospechas.
-Ha sido lo mejor que me ha pasado en todo este tiempo el encontrarte.- Le dijo Aranarth a Kaeltha con una sonrisa enorme, mientras se incorporaba y volvía a ser el mismo de antes. Ya estaba seguro de cuanto contaba con su amiga, y que la acompañaría en toda la aventura que les quedaba. -Bueno, tenemos una búsqueda y una misión, así que será mejor marchar hacia los bosques ¿No es así?- Le sugirió mientras estiraba un poco los músculos, había estado muy tenso anteriormente y necesitaba relajarse. Quizás hubiese sido mejor esperar un poco mas a que toda la conmoción pase, pero no contaban con demasiado tiempo hasta que las calles se vacíen por completo y dejasen de contar con el factor de incógnito.
Aranarth entendía lo difícil que sería andar luego de todo lo que Kaeltha había pasado, pero la necesitaba para recorrer el camino hasta el final. Sentía la presencia de Arzhak muy cerca, y sabía que haberla dejado sola hubiera significado un gran problema, estaban juntos en esto. Esperó a que su amiga se acerque a la puerta y la siguió, era momento de enfrentar el destino y salir: era el momento de probarse como herederos de su sangre, contra la opinión de todas sus familias, y de todos los miembros del clan que los habían visto crecer.
-Ha sido lo mejor que me ha pasado en todo este tiempo el encontrarte.- Le dijo Aranarth a Kaeltha con una sonrisa enorme, mientras se incorporaba y volvía a ser el mismo de antes. Ya estaba seguro de cuanto contaba con su amiga, y que la acompañaría en toda la aventura que les quedaba. -Bueno, tenemos una búsqueda y una misión, así que será mejor marchar hacia los bosques ¿No es así?- Le sugirió mientras estiraba un poco los músculos, había estado muy tenso anteriormente y necesitaba relajarse. Quizás hubiese sido mejor esperar un poco mas a que toda la conmoción pase, pero no contaban con demasiado tiempo hasta que las calles se vacíen por completo y dejasen de contar con el factor de incógnito.
Aranarth entendía lo difícil que sería andar luego de todo lo que Kaeltha había pasado, pero la necesitaba para recorrer el camino hasta el final. Sentía la presencia de Arzhak muy cerca, y sabía que haberla dejado sola hubiera significado un gran problema, estaban juntos en esto. Esperó a que su amiga se acerque a la puerta y la siguió, era momento de enfrentar el destino y salir: era el momento de probarse como herederos de su sangre, contra la opinión de todas sus familias, y de todos los miembros del clan que los habían visto crecer.
Aranarth Thal'Dael
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 111
Nivel de PJ : : 0
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
Helyare volvió a dedicarle una sonrisa al elfo cuando mencionó que una de las mejores cosas que le habían pasado era dar con ella. Pero rápidamente apartó la vista y se centró en colocar bien su broche donde estaba antes, en la parte interior de la capa. Parecía muy ocupada en eso, pero era para no mantenerle la mirada a Aran. Por fin había sonreído como solía hacerlo cuando estaban juntos y eso le había evocado recuerdos bastante bonitos a la pelirroja de cuando todavía podía portar los colores y pasear libremente por su antiguo poblado. Como cuando estaban tumbados en la hierba, pasando las horas sin necesidad de preocuparse por el tiempo, y muchas veces pasaban las noches mirando estrellas, bien a gusto, en las ramas de los árboles.
Luego acabó de recoger sus cosas y se dirigió a la puerta, sin decir mucho más. Aranarth había demostrado estar con ella para lo que necesitara y un sentimiento de culpa empezó a aflorar en la elfa, muy sutilmente. Había dejado de lado a su mejor amigo, si bien es cierto que ella tenía otros quehaceres cuando empezó la relación con Arzhak, sí que se sentía mal de no sacar apenas tiempo para él. Y ahora es cuando más se daba cuenta de que Aran era más importante de lo que de por sí era para ella. Su amigo había estado ahí para todo, los buenos momentos y los malos. Sobretodo ahora, que es cuando peor lo estaba pasando. ¿Y quién estaba allí? Ni siquiera su familia se había dignado a salir del bosque para poder hablar con ella. Y Aranarth se había encarado a Rhiak por molestarla. Eso ya decía mucho de él. Sentía que podía haber decepcionado al guerrero, pero también estaba dispuesta a compensarlo por permanecer junto a ella hasta en el momento más difícil. Parecía que nada hubiese cambiado por parte de él. Seguía siendo el mismo que había sido con ella tiempo atrás. Y Kaeltha no había apreciado lo suficiente a quien tenía al lado, ¡incluso le había recibido con un empujón! El sentimiento de culpa se hizo más fuerte cuando se dio cuenta que parte de sus pensamientos ahora mismo estaban con Aran y no con su hermano, que es por quien debía preocuparse más.
“Es quien me ha ayudado y hace mucho que no veo a nadie conocido”, justificó en su mente la elfa mientras se ajustaba el carcaj.
Sin mucha dilación ambos salieron de la habitación y recorrieron el pasillo deshaciendo el camino anterior. Helyare se colocó mejor la capucha para cubrirse bien la cara y, cuando escuchó varias voces abajo en la posada, se cubrió con la mano el brazalete que le había dejado Aran. Bajó cohibida, tratando de pasar desapercibida y, aunque no sabía si la estaban mirando o no, ella se sentía observada. Se colocó justo al lado de su amigo para no perderlo de vista e incluso tuvo la intención de cogerle del brazo y llevárselo de allí lo antes posible, pero no hizo nada, simplemente caminar mirándose los pies a un paso más o menos ligero.
Había bastante gente y Helyare no quería arriesgarse a que hubiese ahí algún miembro Eytherzair. Lo que quería era salir de allí cuanto antes. La mujer que estaba detrás de la barra, que había saludado antes, lo hizo de nuevo mirando al elfo con una amplia sonrisa y moviendo la mano. Salieron a la calle, pero aun así no se tranquilizó. –Vámonos. –Dijo en un tono bajo y empezó a andar entre la gente. Ella siempre había sido bastante valiente a la hora de enfrentarse a cualquier cosa, pero sabía que en caso de volver a encontrarse con los Eytherzair, no podría hacer nada a pesar de llevar el arco. Atacarles supondría una pena mayor que su destierro. Y sólo había un castigo más por encima de lo que le habían hecho a ella. Además eran varios y si Aranarth se metía o interrumpía también lo podían tomar como traición. Así que trataba de evitar el encontronazo de nuevo a cualquier costa.
El olor volvía a ser el mismo de antes, la mezcla de comidas ya perdiéndose y algunas personas cargadas con múltiples sacos seguían el mismo camino de los dos elfos para salir del pueblo. Helyare todavía seguía escondiendo los colores de Aranarth con la mano que le quedaba libre y, aún incómoda, avanzó por la calle que llevaba a una de las salidas de Claro. Allí observó, durante unos segundos, los altos árboles de Sandorai asomarse sobre los tejados. Eran tan grandes, tan imponentes… Parecía un mar verde. Aquella era su casa y aún la extrañaba. La inmensidad del bosque era tal que aún no había podido recorrérselo entero y albergaba a varios clanes de su raza, entre ellos el suyo. Con tristeza y añoranza miró a su amigo dibujando una sonrisa más parecida a una mueca de resignación, e incluso, sutilmente, encogió los hombros.
Era lo que había, no podía regresar a aquel paraíso arbolado, pero miraba a Aran para asegurarse que él sí quería seguir para delante y no volver a Sandorai, aunque sabía que quería buscar a su hermano, como ella. –Nos espera un largo camino. –Comentó la elfa mientras daba la espalda al bosque y proseguía el camino.
Otra vez alejándose de casa, otra vez viendo a lo lejos los árboles. Pero esta vez era distinto. Ya no estaba sola, ahora contaba con alguien más que era un gran pilar sobre el que apoyarse y la fortaleza que la caracterizaba volvía a fluir poco a poco por su cuerpo, superando la añoranza que le daba al ver aquel mar verde.
Frente a ellos tenían otro bosque, pero mucho más pequeño. Casi mejor era considerarlo arboleda en lugar de “bosque”, pero les serviría para pasar la noche. –¿Quieres que nos quedemos aquí esta noche? –Comentó Helyare señalando el lugar que tenían delante. Aún quedaba una caminata pero no estaban demasiado lejos y podrían montar el “campamento” antes de que anocheciera.
Luego acabó de recoger sus cosas y se dirigió a la puerta, sin decir mucho más. Aranarth había demostrado estar con ella para lo que necesitara y un sentimiento de culpa empezó a aflorar en la elfa, muy sutilmente. Había dejado de lado a su mejor amigo, si bien es cierto que ella tenía otros quehaceres cuando empezó la relación con Arzhak, sí que se sentía mal de no sacar apenas tiempo para él. Y ahora es cuando más se daba cuenta de que Aran era más importante de lo que de por sí era para ella. Su amigo había estado ahí para todo, los buenos momentos y los malos. Sobretodo ahora, que es cuando peor lo estaba pasando. ¿Y quién estaba allí? Ni siquiera su familia se había dignado a salir del bosque para poder hablar con ella. Y Aranarth se había encarado a Rhiak por molestarla. Eso ya decía mucho de él. Sentía que podía haber decepcionado al guerrero, pero también estaba dispuesta a compensarlo por permanecer junto a ella hasta en el momento más difícil. Parecía que nada hubiese cambiado por parte de él. Seguía siendo el mismo que había sido con ella tiempo atrás. Y Kaeltha no había apreciado lo suficiente a quien tenía al lado, ¡incluso le había recibido con un empujón! El sentimiento de culpa se hizo más fuerte cuando se dio cuenta que parte de sus pensamientos ahora mismo estaban con Aran y no con su hermano, que es por quien debía preocuparse más.
“Es quien me ha ayudado y hace mucho que no veo a nadie conocido”, justificó en su mente la elfa mientras se ajustaba el carcaj.
Sin mucha dilación ambos salieron de la habitación y recorrieron el pasillo deshaciendo el camino anterior. Helyare se colocó mejor la capucha para cubrirse bien la cara y, cuando escuchó varias voces abajo en la posada, se cubrió con la mano el brazalete que le había dejado Aran. Bajó cohibida, tratando de pasar desapercibida y, aunque no sabía si la estaban mirando o no, ella se sentía observada. Se colocó justo al lado de su amigo para no perderlo de vista e incluso tuvo la intención de cogerle del brazo y llevárselo de allí lo antes posible, pero no hizo nada, simplemente caminar mirándose los pies a un paso más o menos ligero.
Había bastante gente y Helyare no quería arriesgarse a que hubiese ahí algún miembro Eytherzair. Lo que quería era salir de allí cuanto antes. La mujer que estaba detrás de la barra, que había saludado antes, lo hizo de nuevo mirando al elfo con una amplia sonrisa y moviendo la mano. Salieron a la calle, pero aun así no se tranquilizó. –Vámonos. –Dijo en un tono bajo y empezó a andar entre la gente. Ella siempre había sido bastante valiente a la hora de enfrentarse a cualquier cosa, pero sabía que en caso de volver a encontrarse con los Eytherzair, no podría hacer nada a pesar de llevar el arco. Atacarles supondría una pena mayor que su destierro. Y sólo había un castigo más por encima de lo que le habían hecho a ella. Además eran varios y si Aranarth se metía o interrumpía también lo podían tomar como traición. Así que trataba de evitar el encontronazo de nuevo a cualquier costa.
El olor volvía a ser el mismo de antes, la mezcla de comidas ya perdiéndose y algunas personas cargadas con múltiples sacos seguían el mismo camino de los dos elfos para salir del pueblo. Helyare todavía seguía escondiendo los colores de Aranarth con la mano que le quedaba libre y, aún incómoda, avanzó por la calle que llevaba a una de las salidas de Claro. Allí observó, durante unos segundos, los altos árboles de Sandorai asomarse sobre los tejados. Eran tan grandes, tan imponentes… Parecía un mar verde. Aquella era su casa y aún la extrañaba. La inmensidad del bosque era tal que aún no había podido recorrérselo entero y albergaba a varios clanes de su raza, entre ellos el suyo. Con tristeza y añoranza miró a su amigo dibujando una sonrisa más parecida a una mueca de resignación, e incluso, sutilmente, encogió los hombros.
Era lo que había, no podía regresar a aquel paraíso arbolado, pero miraba a Aran para asegurarse que él sí quería seguir para delante y no volver a Sandorai, aunque sabía que quería buscar a su hermano, como ella. –Nos espera un largo camino. –Comentó la elfa mientras daba la espalda al bosque y proseguía el camino.
Otra vez alejándose de casa, otra vez viendo a lo lejos los árboles. Pero esta vez era distinto. Ya no estaba sola, ahora contaba con alguien más que era un gran pilar sobre el que apoyarse y la fortaleza que la caracterizaba volvía a fluir poco a poco por su cuerpo, superando la añoranza que le daba al ver aquel mar verde.
Frente a ellos tenían otro bosque, pero mucho más pequeño. Casi mejor era considerarlo arboleda en lugar de “bosque”, pero les serviría para pasar la noche. –¿Quieres que nos quedemos aquí esta noche? –Comentó Helyare señalando el lugar que tenían delante. Aún quedaba una caminata pero no estaban demasiado lejos y podrían montar el “campamento” antes de que anocheciera.
Helyare
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 768
Nivel de PJ : : 3
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
La sonrisa de Kaeltha era el regalo mas satisfactorio que Aranarth podía recibir, le emocionaba recibir tanto afecto de alguien a quien apreciaba tanto y en ese momento pasaba por quizás los peores momentos. Para el elfo estaba totalmente claro que hacer sonreír a la elfa no era tarea fácil y lograrlo le enorgullecía bastante. Quizás ese gesto era lo que mas apreciaba de la elfa en su juventud y a la mente se le venían como en torrente los paseos por el bosque y las interminables charlas acerca de sus ancestros y las historias de los ancianos, como proyectando los pasos que darían sobre las huellas de los que ya no están.
Y esas huellas en verdad cada vez estaban menos claras, como borradas por la desilusión y la rabia ¿Qué pensar ahora de sus hermanos? ¿Hubiesen hecho lo mismo con él? Aranarth no tenía miedo, pero sentía sus siguientes pasos muy inciertos y la determinación que guiaba su vida había perdido su centro casi por completo. No importaba, tenía a su amiga en sostén mutuo, y continuarían con su empresa sin importar lo que el camino les ponga en medio. Salieron de la habitación y bajaron las escaleras en silencio, iba detrás de la elfa tratando de llamar la atención en el menor grado posible, asintió al saludo de la posadera con un leve gesto de gratitud y se percató un segundo casi antes de salir de que un primo segundo por parte de su madre, se encontraba en una de las mesas conversando con otros elfos. Dún Aen'Cel nunca había compartido con él mas que un par de palabras en reuniones familiares, y no era momento de saludar. Lastimosamente sus ojos se cruzaron, lo que le dio a Aranarth la certeza de que había sido descubierto: ya era tarde, había que seguir camino.
-Con prisa.- Respondió Aranarth a su amiga, haciéndole entender de que no todo estaba en orden por el momento y habrían complicaciones si perdían mucho tiempo. Aranarth intentó evitar mirar el bosque, sabía que Kaeltha había estado contemplándolo y le dolía muchísimo el hecho de que no pudieran volver juntos aún, victoriosos con el apoyo de Arzhak, para reclamar los abusos y re ordenar la organización del Clan que los había visto crecer. -Cuanto mas andemos, mas larga será la vuelta.- Dijo tratando de decir algo memorable, pero pocas cosas le preocupaban mas que desaparecer entre el territorio humano para encontrar a su hermano.
Emprendieron camino hacia la arboleda, ignorando el cierre de la fiesta y a la gente terminando de levantar campamento. A cada paso la gente comenzaba a desaparecer de su vista, dejando cada vez mas arboleda visible y preparándoles el camino a elegir. -Encontraremos un lugar seg...- Le decía mientras andaban hasta que se percató de que frente a ellos, recostado sobre uno de los postes a la salida del poblado estaba Rhiak, solo, mirándolos fijamente con una detestable sonrisa rebosante de vanidad y jugando con lo que parecía ser el verdadero broche de Kaeltha. -Muy bonita vuestra conversación allí en la posada, cuñadillos pérfidos.- Dijo con una ironía muy articulada en la voz, siguiéndole una aguda y bufonesca risa, cargada de tanta crueldad que pudo haber ofendido hasta a el mas sabio de los sacerdotes élficos.
Y esas huellas en verdad cada vez estaban menos claras, como borradas por la desilusión y la rabia ¿Qué pensar ahora de sus hermanos? ¿Hubiesen hecho lo mismo con él? Aranarth no tenía miedo, pero sentía sus siguientes pasos muy inciertos y la determinación que guiaba su vida había perdido su centro casi por completo. No importaba, tenía a su amiga en sostén mutuo, y continuarían con su empresa sin importar lo que el camino les ponga en medio. Salieron de la habitación y bajaron las escaleras en silencio, iba detrás de la elfa tratando de llamar la atención en el menor grado posible, asintió al saludo de la posadera con un leve gesto de gratitud y se percató un segundo casi antes de salir de que un primo segundo por parte de su madre, se encontraba en una de las mesas conversando con otros elfos. Dún Aen'Cel nunca había compartido con él mas que un par de palabras en reuniones familiares, y no era momento de saludar. Lastimosamente sus ojos se cruzaron, lo que le dio a Aranarth la certeza de que había sido descubierto: ya era tarde, había que seguir camino.
-Con prisa.- Respondió Aranarth a su amiga, haciéndole entender de que no todo estaba en orden por el momento y habrían complicaciones si perdían mucho tiempo. Aranarth intentó evitar mirar el bosque, sabía que Kaeltha había estado contemplándolo y le dolía muchísimo el hecho de que no pudieran volver juntos aún, victoriosos con el apoyo de Arzhak, para reclamar los abusos y re ordenar la organización del Clan que los había visto crecer. -Cuanto mas andemos, mas larga será la vuelta.- Dijo tratando de decir algo memorable, pero pocas cosas le preocupaban mas que desaparecer entre el territorio humano para encontrar a su hermano.
Emprendieron camino hacia la arboleda, ignorando el cierre de la fiesta y a la gente terminando de levantar campamento. A cada paso la gente comenzaba a desaparecer de su vista, dejando cada vez mas arboleda visible y preparándoles el camino a elegir. -Encontraremos un lugar seg...- Le decía mientras andaban hasta que se percató de que frente a ellos, recostado sobre uno de los postes a la salida del poblado estaba Rhiak, solo, mirándolos fijamente con una detestable sonrisa rebosante de vanidad y jugando con lo que parecía ser el verdadero broche de Kaeltha. -Muy bonita vuestra conversación allí en la posada, cuñadillos pérfidos.- Dijo con una ironía muy articulada en la voz, siguiéndole una aguda y bufonesca risa, cargada de tanta crueldad que pudo haber ofendido hasta a el mas sabio de los sacerdotes élficos.
Aranarth Thal'Dael
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 111
Nivel de PJ : : 0
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
Helyare se detuvo bruscamente mirando hacia delante, a Rhiak. Ese maldito elfo estaba apoyado en uno de los postes que portaban el estandarte del pueblo, justo a la salida del mismo. A la pelirroja se le heló la sangre y el corazón empezó a latirle con mucha fuerza. Estaba jugando con un broche igual que el que ahora tenía ella. Instintivamente se volteó hacia Aranarth para captar también la expresión de sorpresa del elfo y volvió a dirigir la vista hacia delante. Y encima sabía que habían estado hablando en la posada. Helyare sintió un ferviente calor subirle por el cuerpo hasta la cara y le dieron ganas de sacar el arco y atinarle con una de sus flechas, pero sabía que eso le conduciría a la muerte.
La elfa no dijo nada ante lo que Rhiak decía, prefirió poner las manos detrás de su espalda y, aprovechando la capa empezó a desajustarse con suavidad el brazalete que Aran le había dado. Quería devolvérselo, al menos para que no hubiese represalias por parte del guardia a su amigo.
–Se acaba la fiesta ya. ¿La habéis disfrutado? –Rhiak seguía jugando con el broche, sin apenas mirarlos. Pero su tono seguía siendo el mismo empleado antes, vanidoso y sarcástico. –Parece que fue un reencuentro muy bonito, ¿no? –Dirigió la vista hacia ambos, sonriendo de medio lado. –¿Qué pensaría Arzhak si estuviese aquí? –Puso una cara bastante indescriptible, una mezcla de que le divertía el juego pero quería ponerla dramática y empezó a caminar hacia ellos, moviendo la cabeza de un lado al otro, negando. –No creo que le gustase vuestra actitud.
–No hay motivo para que se molestase. –Respondió la elfa pelirroja con un tono ligeramente despectivo, aun con las ganas de dejarlo seco rondándole la mente.
–¿No? Yo creo que se sentiría defraudado por ambos. Os estáis echando a perder, estáis tirando por tierra nuestra sociedad. Bueno, Kaeltha, tú ya lo has hecho. –Se detuvo justo delante de ella y con fuerza la sujetó del brazo izquierdo para que dejara de ocultarlo tras su espalda, dejando ver que todavía llevaba enganchado el brazalete de Aranarth.
–Ani lerya! –La elfa dio un tirón hacia atrás para tratar de zafarse del agarre de Rhiak, pero no lo consiguió.
El elfo rubio simplemente negó. –¿Por qué llevas esto? ¿Qué te dije sobre llevar algo de nuestro clan, N’Tel’Quessir? –Se acercó un paso más a ella, apretando con más fuerza su brazo. –¿Quieres ir a lucir los colores a Sandorai? Seguro que se alegrarán de verte portándolos. –El sarcasmo que estaba empleando era tan hiriente que parecía que cada palabra se clavaba en ella. El que fuera compañero suyo ahora parecía estar disfrutando y dispuesto a entregarla ante el Consejo por desacato.
La cara de la elfa ahora estaba descuadrada totalmente ante esa situación, solamente negó ante lo que dijo Rhiak. Sabía que Aranarth estaba detrás pero no quería que él se metiera en líos.
–Arzhak se sentiría defraudado contigo por haber sido desterrada, su prometida incumpliendo las normas del clan que él tanto ha ayudado a crear. ¿Para qué tanta educación? Si al final… Mira cómo has acabado: en una posada aprovechándote de su hermano para volver a sentir que alguien del clan te hace caso, filiken. No te imaginas la deshonra que le has ocasionado a tu familia y a la de Arzhak, creían que eras buena para él. Una de nuestras mejores guerreras… Desterrada. –Lo dijo imitando cierta pena, pero realmente se estaba riendo. En un movimiento rápido, el elfo hizo que Kaeltha se girase para quedar frente a su amigo, sin ni siquiera soltarle el brazo.
–¿Cómo has podido hacer esto, Aranarth? –El elfo ahora se dirigió al otro guerrero, pero con un tono más serio, dejando de lado la broma. –¿Qué pensaría tu hermano al ver que reniegas de tus colores para dárselos a una N’Tel’Quessir? No honras en absoluto tu nombre teniendo condescendencia con alguien así. No honras al clan, ni a tu familia, ni a tu hermano haciendo esto, cediendo tu símbolo…
–No he entrado en el bosque, no he hecho nada malo… –Quiso defenderse la elfa, pero fue interrumpida por Rhiak.
– Áva quetë. –Continuó mirando a Aranarth, pero dirigiéndose a Helyare. –Eres capaz de decirle “Arael’Shanya” al hermano de tu prometido. No pierdes el tiempo. Por cierto… Sigo sin comprender porqué te tapas tanto. ¿Verdad que está mejor sin capa, eh? –Rhiak pasó su mano libre, la que sujetaba el broche de hojas, por la cabeza de la elfa para deshacerse de su capucha y dejar su rostro al descubierto. Su sonrisa no se borró en ningún momento, mirando al rubio de forma burlesca. –Si tanto le dices “Arael’Shanya” deja que te vea la cara, al menos. ¿No crees, Aranarth?
Luego el elfo se irguió y volvió su vista hacia Aranath.– ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Por qué deshonras a tu familia de este modo? Renegando de tus símbolos. No te das cuenta de lo que puede suceder. ¿Por qué haces todo esto por alguien que ayudó a que arrasaran nuestros hogares?
La elfa no dijo nada ante lo que Rhiak decía, prefirió poner las manos detrás de su espalda y, aprovechando la capa empezó a desajustarse con suavidad el brazalete que Aran le había dado. Quería devolvérselo, al menos para que no hubiese represalias por parte del guardia a su amigo.
–Se acaba la fiesta ya. ¿La habéis disfrutado? –Rhiak seguía jugando con el broche, sin apenas mirarlos. Pero su tono seguía siendo el mismo empleado antes, vanidoso y sarcástico. –Parece que fue un reencuentro muy bonito, ¿no? –Dirigió la vista hacia ambos, sonriendo de medio lado. –¿Qué pensaría Arzhak si estuviese aquí? –Puso una cara bastante indescriptible, una mezcla de que le divertía el juego pero quería ponerla dramática y empezó a caminar hacia ellos, moviendo la cabeza de un lado al otro, negando. –No creo que le gustase vuestra actitud.
–No hay motivo para que se molestase. –Respondió la elfa pelirroja con un tono ligeramente despectivo, aun con las ganas de dejarlo seco rondándole la mente.
–¿No? Yo creo que se sentiría defraudado por ambos. Os estáis echando a perder, estáis tirando por tierra nuestra sociedad. Bueno, Kaeltha, tú ya lo has hecho. –Se detuvo justo delante de ella y con fuerza la sujetó del brazo izquierdo para que dejara de ocultarlo tras su espalda, dejando ver que todavía llevaba enganchado el brazalete de Aranarth.
–Ani lerya! –La elfa dio un tirón hacia atrás para tratar de zafarse del agarre de Rhiak, pero no lo consiguió.
El elfo rubio simplemente negó. –¿Por qué llevas esto? ¿Qué te dije sobre llevar algo de nuestro clan, N’Tel’Quessir? –Se acercó un paso más a ella, apretando con más fuerza su brazo. –¿Quieres ir a lucir los colores a Sandorai? Seguro que se alegrarán de verte portándolos. –El sarcasmo que estaba empleando era tan hiriente que parecía que cada palabra se clavaba en ella. El que fuera compañero suyo ahora parecía estar disfrutando y dispuesto a entregarla ante el Consejo por desacato.
La cara de la elfa ahora estaba descuadrada totalmente ante esa situación, solamente negó ante lo que dijo Rhiak. Sabía que Aranarth estaba detrás pero no quería que él se metiera en líos.
–Arzhak se sentiría defraudado contigo por haber sido desterrada, su prometida incumpliendo las normas del clan que él tanto ha ayudado a crear. ¿Para qué tanta educación? Si al final… Mira cómo has acabado: en una posada aprovechándote de su hermano para volver a sentir que alguien del clan te hace caso, filiken. No te imaginas la deshonra que le has ocasionado a tu familia y a la de Arzhak, creían que eras buena para él. Una de nuestras mejores guerreras… Desterrada. –Lo dijo imitando cierta pena, pero realmente se estaba riendo. En un movimiento rápido, el elfo hizo que Kaeltha se girase para quedar frente a su amigo, sin ni siquiera soltarle el brazo.
–¿Cómo has podido hacer esto, Aranarth? –El elfo ahora se dirigió al otro guerrero, pero con un tono más serio, dejando de lado la broma. –¿Qué pensaría tu hermano al ver que reniegas de tus colores para dárselos a una N’Tel’Quessir? No honras en absoluto tu nombre teniendo condescendencia con alguien así. No honras al clan, ni a tu familia, ni a tu hermano haciendo esto, cediendo tu símbolo…
–No he entrado en el bosque, no he hecho nada malo… –Quiso defenderse la elfa, pero fue interrumpida por Rhiak.
– Áva quetë. –Continuó mirando a Aranarth, pero dirigiéndose a Helyare. –Eres capaz de decirle “Arael’Shanya” al hermano de tu prometido. No pierdes el tiempo. Por cierto… Sigo sin comprender porqué te tapas tanto. ¿Verdad que está mejor sin capa, eh? –Rhiak pasó su mano libre, la que sujetaba el broche de hojas, por la cabeza de la elfa para deshacerse de su capucha y dejar su rostro al descubierto. Su sonrisa no se borró en ningún momento, mirando al rubio de forma burlesca. –Si tanto le dices “Arael’Shanya” deja que te vea la cara, al menos. ¿No crees, Aranarth?
Luego el elfo se irguió y volvió su vista hacia Aranath.– ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Por qué deshonras a tu familia de este modo? Renegando de tus símbolos. No te das cuenta de lo que puede suceder. ¿Por qué haces todo esto por alguien que ayudó a que arrasaran nuestros hogares?
Helyare
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 768
Nivel de PJ : : 3
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
La presencia de Rhiak no le infundía a Aranarth mas que asco y repugnancia, al verlo su corazón dio un salto y se detuvo unos pasos adelante de su amiga, que no desprendía un aura para nada tranquila. En ese momento comenzaba a dudar de que ese ser sea mas elfo que rata ¿Los había escuchado en la posada? Claro, Rhiak era mucho mas astuto de lo que parecía, y parecía tener un interés bastante mas que claro en la misión que habían emprendido Aranarh y Kaeltha, un millón de ideas se le venían a la cabeza... los objetos élficos que tenía el mercader, los entorpecimientos en el camino, su extraño acenso a jefe de la guardia ¿Podía haber sido todo un plan elaborado por el? No lo sabía, pero con esas ideas la rabia le quemaba dentro, y casi no se resistía a abalanzarse sobre el otro elfo.
Prefirió guardar silencio durante todo ese tiempo, aunque hubiese preferido que Kaeltha no le hubiese molestado, hasta casi hubiese sido mejor idea seguir camino ignorándolo, pero llevaba el broche. El broche que Aranarth le había dado a Kaeltha no era realmente el que le pertenecía, si no el suyo propio, pero bueno, esta sería una gran oportunidad para tomarlo de vuelta, ya que no presentaba ninguna dificultad. Rhiak comenzó a hablar de "familia", de "honra" y de cosas que le tocaban mucho la sensibilidad a cualquier Eytherzair, aunque desde la perspectiva de Aranarth no se trataban mas que de artificios del elfo para tocarle la moral. Pedía a gritos que le revienten la cara.
Cuando Rhiak se acercó a tomar el brazo de Kaeltha, Aranarth tuvo que tomar demasiado aire para contenerse, mientras se erguía sobre el otro elfo para intimidarle de alguna forma. Sabía que si lo necesitaba, su amiga encontraría la forma de defenderse, aunque controlar los impulsos le hacían sufrir mas estrés del que esperaba. Luego comenzó a decir cosas que Aranarth prefirió no escuchar, mas porque sabía que no tendrían ningún valor significativo, pues cuando se habla tanto las palabras pierden contundencia.
Luego el elfo se irguió y volvió su vista hacia Aranath. -¿Por qué estás haciendo esto? ¿Por qué deshonras a tu familia de este modo? Renegando de tus símbolos. No te das cuenta de lo que puede suceder. ¿Por qué haces todo esto por alguien que ayudó a que arrasaran nuestros hogares?- Le dijo con su insoportable voz mientras, el mas alto jugaba con sus nudillos preparando un puñetazo. Aranarth le soltó una leve sonrisa mostrando sus dientes. -Buenas noches.- Le dijo con la voz llena de odio y nerviosismo, pero a un volumen muy bajo, como fingiendo estar calmado, y le azotó un golpe en la cien, con la fuerza suficiente para que Rhiak se caiga, soltando el broche que rodó por el suelo unos centímetros de su mano.
Prefirió guardar silencio durante todo ese tiempo, aunque hubiese preferido que Kaeltha no le hubiese molestado, hasta casi hubiese sido mejor idea seguir camino ignorándolo, pero llevaba el broche. El broche que Aranarth le había dado a Kaeltha no era realmente el que le pertenecía, si no el suyo propio, pero bueno, esta sería una gran oportunidad para tomarlo de vuelta, ya que no presentaba ninguna dificultad. Rhiak comenzó a hablar de "familia", de "honra" y de cosas que le tocaban mucho la sensibilidad a cualquier Eytherzair, aunque desde la perspectiva de Aranarth no se trataban mas que de artificios del elfo para tocarle la moral. Pedía a gritos que le revienten la cara.
Cuando Rhiak se acercó a tomar el brazo de Kaeltha, Aranarth tuvo que tomar demasiado aire para contenerse, mientras se erguía sobre el otro elfo para intimidarle de alguna forma. Sabía que si lo necesitaba, su amiga encontraría la forma de defenderse, aunque controlar los impulsos le hacían sufrir mas estrés del que esperaba. Luego comenzó a decir cosas que Aranarth prefirió no escuchar, mas porque sabía que no tendrían ningún valor significativo, pues cuando se habla tanto las palabras pierden contundencia.
Luego el elfo se irguió y volvió su vista hacia Aranath. -¿Por qué estás haciendo esto? ¿Por qué deshonras a tu familia de este modo? Renegando de tus símbolos. No te das cuenta de lo que puede suceder. ¿Por qué haces todo esto por alguien que ayudó a que arrasaran nuestros hogares?- Le dijo con su insoportable voz mientras, el mas alto jugaba con sus nudillos preparando un puñetazo. Aranarth le soltó una leve sonrisa mostrando sus dientes. -Buenas noches.- Le dijo con la voz llena de odio y nerviosismo, pero a un volumen muy bajo, como fingiendo estar calmado, y le azotó un golpe en la cien, con la fuerza suficiente para que Rhiak se caiga, soltando el broche que rodó por el suelo unos centímetros de su mano.
Aranarth Thal'Dael
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 111
Nivel de PJ : : 0
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
Kaeltha sentía muchas ganas de propinarle un cabezazo a Rhiak en la cara cuando estaba hablando cerca de su rostro. En su mente planeaba golpearlo y clavarle su propia daga pero, sin embargo, estaba quieta mirando a su amigo mientras el otro elfo la sujetaba.
Sabía que si tocaba a Rhiak se metería en problemas pero su situación no era boyante. Mas no se resistió, sólo tenía su mirada fija en Aranarth.
Era difícil describir cómo lo miraba, tal vez con algo de lástima por la situación que estaba presenciando su amigo por su culpa o porque temía que Aran tomase la "decisión correcta" y regresara a casa. Eso le dio miedo, más que las amenazas de Rhiak.
Pero aún así se mantenía fría, sin decir nada.
Y de repente pasó algo que la pelirroja no se esperaba: Aranarth le pegó un puñetazo a Rhiak en la sien con tanta fuerza que hizo que perdiese el equilibrio y cayese a plomo. La expresión de Kaeltha cambió completamente a la más absoluta sorpresa. A causa del fuerte golpe ella trastabilló un poco pero rápidamente cogió el broche del suelo, agarró la mano de su amigo y echó a correr hacia la salida de Claro.
-¡Vamos! ¡Vamos! -Instó al elfo a que se metiera entre los árboles y seguir corriendo. Una vez que ya se adentraron más profundo en la arboleda Kaeltha por fin se detuvo.
Esperó unos instantes, se apoyó en el tronco de un árbol y miró a su amigo. -Aran, ¿por qué lo has hecho? -No era, para nada, una pregunta acusatoria ni un reproche, sólo curiosidad. El tono de la mujer seguía siendo de incredulidad ante lo que había visto. Rhiak había quedado inconsciente en el suelo del pueblo después de que su amigo le golpeara.
De nuevo Aranarth había hecho que Kaeltha se sintiera arropada en su soledad. La elfa se mordió el labio mirando a su amigo y suspiró levemente mientras pasaba sus dedos, nerviosa, por uno de sus desigualados mechones pelirrojos. -Me siento mal por lo que ha pasado.
Sabía que si tocaba a Rhiak se metería en problemas pero su situación no era boyante. Mas no se resistió, sólo tenía su mirada fija en Aranarth.
Era difícil describir cómo lo miraba, tal vez con algo de lástima por la situación que estaba presenciando su amigo por su culpa o porque temía que Aran tomase la "decisión correcta" y regresara a casa. Eso le dio miedo, más que las amenazas de Rhiak.
Pero aún así se mantenía fría, sin decir nada.
Y de repente pasó algo que la pelirroja no se esperaba: Aranarth le pegó un puñetazo a Rhiak en la sien con tanta fuerza que hizo que perdiese el equilibrio y cayese a plomo. La expresión de Kaeltha cambió completamente a la más absoluta sorpresa. A causa del fuerte golpe ella trastabilló un poco pero rápidamente cogió el broche del suelo, agarró la mano de su amigo y echó a correr hacia la salida de Claro.
-¡Vamos! ¡Vamos! -Instó al elfo a que se metiera entre los árboles y seguir corriendo. Una vez que ya se adentraron más profundo en la arboleda Kaeltha por fin se detuvo.
Esperó unos instantes, se apoyó en el tronco de un árbol y miró a su amigo. -Aran, ¿por qué lo has hecho? -No era, para nada, una pregunta acusatoria ni un reproche, sólo curiosidad. El tono de la mujer seguía siendo de incredulidad ante lo que había visto. Rhiak había quedado inconsciente en el suelo del pueblo después de que su amigo le golpeara.
De nuevo Aranarth había hecho que Kaeltha se sintiera arropada en su soledad. La elfa se mordió el labio mirando a su amigo y suspiró levemente mientras pasaba sus dedos, nerviosa, por uno de sus desigualados mechones pelirrojos. -Me siento mal por lo que ha pasado.
Helyare
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 768
Nivel de PJ : : 3
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
Luego de haber propinado el golpe, Ararnarth se sacudió la diestra que había impactado contra la cabeza de Rhiak, esbozando una sonrisa pícara, mientras miraba a Kaeltha a los ojos. La elfa lo tomó de su otra mano libre, luego de coger el broche, y echó a correr hacia los nuevos bosques. Aranarth no se resistió a escapar con su amiga, con el corazón aliviado y aguantando las ganas de largarse a las risas por lo que había hecho, no medía las consecuencias para nada.
La arboleda era pobre, aunque cada metro que se internaban parecían haber mas árboles, era perfecto para esconderse y dormir, así que probablemente entre esos árboles encontrarían el lugar propicio para dormir. Corrieron sin parar con mucha ligereza hasta que Kaeltha decidió detenerse. La elfa se apoyó contra un árbol, y preguntó por qué lo había hecho. -Está abusándose de tu situación y su falsa autoridad.- Le dijo en una expresión muy seria, con un dejo de disgusto en la voz. -No voy a permitir que te trate así.- Dijo mientras apoyaba una de sus manos en el mismo tronco en el que la elfa estaba recostada, estaba un poco exhausto y había sentido mucha adrenalina.
Kaeltha estaba nerviosa, parecía preocupada, y Aranarth estaba seguro de que era por el, tenía que encontrar la forma de quitarle la preocupación, pues habían cosas mas importantes en juego por el momento. -Tenemos una misión.- Le dijo sonriendo, mientras la miraba fijamente, comenzaba a refrescar en el bosque y a Aranarth le rugía el estomago, no había comido nada desde que llegó a claro, y había gastado mucha energía. Los elfos resisten mucho el hambre, pero era necesidad biológica de cualquier ser vivo recuperar energías, aunque no iba a molestar con esas cosas a su amiga, menos en ese momento.
La arboleda era pobre, aunque cada metro que se internaban parecían haber mas árboles, era perfecto para esconderse y dormir, así que probablemente entre esos árboles encontrarían el lugar propicio para dormir. Corrieron sin parar con mucha ligereza hasta que Kaeltha decidió detenerse. La elfa se apoyó contra un árbol, y preguntó por qué lo había hecho. -Está abusándose de tu situación y su falsa autoridad.- Le dijo en una expresión muy seria, con un dejo de disgusto en la voz. -No voy a permitir que te trate así.- Dijo mientras apoyaba una de sus manos en el mismo tronco en el que la elfa estaba recostada, estaba un poco exhausto y había sentido mucha adrenalina.
Kaeltha estaba nerviosa, parecía preocupada, y Aranarth estaba seguro de que era por el, tenía que encontrar la forma de quitarle la preocupación, pues habían cosas mas importantes en juego por el momento. -Tenemos una misión.- Le dijo sonriendo, mientras la miraba fijamente, comenzaba a refrescar en el bosque y a Aranarth le rugía el estomago, no había comido nada desde que llegó a claro, y había gastado mucha energía. Los elfos resisten mucho el hambre, pero era necesidad biológica de cualquier ser vivo recuperar energías, aunque no iba a molestar con esas cosas a su amiga, menos en ese momento.
Aranarth Thal'Dael
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 111
Nivel de PJ : : 0
Re: [CERRADO] Tullen tye-rehtien [Libre 2/3]
Algo así como una explosión es lo que sintió la elfa cuando escuchó a su amigo decirle que no iba a permitir un mal trato hacia ella. Incluso si se lo merecía por traidora.
Notaba algo que no podía explicar, pero sentía la necesidad de largarse de allí corriendo y dejar a Aran en el bosque.
Durante un instante cruzó su mirada con los ojos azules del elfo pero rápidamente apartó la vista, incapaz de mirarle por más tiempo.
No sabía qué decir, daba vueltas al broche entre sus dedos, muy nerviosa, pero por fin se animó a decir algo. -Aran... -Suspiró. -Nosotros lo hacíamos.
****
Kaeltha se acercó a un joven elfo que estaba de rodillas y, al ver que intentaba coger su daga, ésta le propinó una patada al arma para alejarla de las manos del chico. -¿Cómo has podido? Te dejé claro que no podías abandonar tu puesto. -El elfo balbuceaba mientras miraba a la arquera. -¡Y menos sin que te lo cubran! Careces de disciplina, inepto. Vete a otro clan a jugar. Aquí sólo queremos a gente que haga bien las cosas, no a inútiles como tú. -Sentenció la pelirroja y, tras eso, se fue dejando al chico en el suelo. La gente que les rodeaba aplaudía la actuación de la guardia y condenaba la falta de disciplina del muchacho, que no había acatado de forma correcta las órdenes. Podía haberles puesto en peligro, si había ciertas normas eran para cumplirlas por un bien común.
El clan se sostenía con la aportación de todos los miembros.
****
Kaeltha volvió a dirigir la mirada hacia su amigo cuando este habló. -Sí, tenemos una misión pero la noche está al caer y pareces hambriento. Necesitamos reponer fuerzas o no podremos avanzar mucho. Podemos pasar la noche aquí, Aran.
Sonrió sutilmente mientras colocaba su broche en la unión de la capa del rubio.
-Voy a por algo de comer. Quédate aquí. -Dijo Kae antes de escabullirse entre los árboles.
El viaje iba a ser largo si Arzhak no aparecía, y ni siquiera estaba en Claro, algo que le preocupaba mucho a la mujer. ¿Por qué no había ido al pueblo? Era la Fiesta del Bosque, debía estar presente. Arzhak nunca defraudaría a los Eytherzair en eventos así. Como mínimo, debía estar muy lejos. E iba a ser agotador.
La elfa empezó a coger algunas hojas y raíces de ciertas plantas que conocía y a meterlas en un saquito. Ahí tenía algunas más que podía usar perfectamente. Con la excusa de las plantas y buscar comida había conseguido quedarse sola y poder pensar en ciertas cosas, como en todo lo que había pasado en la fiesta y en lo extraño que resultaba volver a ver a alguien de su clan tan apegado a ella. Era algo que conseguía sacarle una sonrisa después de tantas semanas de oscuridad.
Se sentó en una roca y comenzó a machacar una de las hojas con una piedra para extraer su sustancia. Por suerte, en su búsqueda había localizado unas plantas que le podían servir como cuencos y echó ahí la savia. Añadió un poquito de agua y el jugo de dos frutas, una de aspecto rugoso y la otra tenía pepitas. Kaeltha las conocía; lo que estaba haciendo era una pócima muy sencilla de preparar y muy útil: hacía recobrar un poco las energías y a su amigo le vendría muy bien junto a algo de comida.
Su madre, sacerdotisa del clan Eytherzair, la había enseñado algunas pociones útiles para su trabajo como guardia.
Lo que sí que echaba de menos era la colección de plantas y hongos que tenían en Sandorai, como los faelivrin.
Al cabo de un rato volvió a aparecer donde estaba el elfo con una gran hoja que sujetaba con ambas manos. Había varias cosas para comer, incluso estrellas de Nein, unos dulces bastante buenos que solían gustar a todo el mundo. Aparte, también estaban los pequeños cuenquitos con la preparación revitalizante.
Dejó la improvisada bandeja en el suelo, tratando de no volcar nada, aunque había atado con tallos la hoja para evitar que se cayera lo que había dentro. Después se sentó y miró al elfo rubio con cierta tristeza. Había arriesgado mucho por ayudarla y no sabía cómo reaccionar a eso.
Simplemente pudo decir, sonriendo de forma tenue mientras cogía una estrella y se la ofrecía:
-Feliz Fiesta del Bosque.
Notaba algo que no podía explicar, pero sentía la necesidad de largarse de allí corriendo y dejar a Aran en el bosque.
Durante un instante cruzó su mirada con los ojos azules del elfo pero rápidamente apartó la vista, incapaz de mirarle por más tiempo.
No sabía qué decir, daba vueltas al broche entre sus dedos, muy nerviosa, pero por fin se animó a decir algo. -Aran... -Suspiró. -Nosotros lo hacíamos.
****
Kaeltha se acercó a un joven elfo que estaba de rodillas y, al ver que intentaba coger su daga, ésta le propinó una patada al arma para alejarla de las manos del chico. -¿Cómo has podido? Te dejé claro que no podías abandonar tu puesto. -El elfo balbuceaba mientras miraba a la arquera. -¡Y menos sin que te lo cubran! Careces de disciplina, inepto. Vete a otro clan a jugar. Aquí sólo queremos a gente que haga bien las cosas, no a inútiles como tú. -Sentenció la pelirroja y, tras eso, se fue dejando al chico en el suelo. La gente que les rodeaba aplaudía la actuación de la guardia y condenaba la falta de disciplina del muchacho, que no había acatado de forma correcta las órdenes. Podía haberles puesto en peligro, si había ciertas normas eran para cumplirlas por un bien común.
El clan se sostenía con la aportación de todos los miembros.
****
Kaeltha volvió a dirigir la mirada hacia su amigo cuando este habló. -Sí, tenemos una misión pero la noche está al caer y pareces hambriento. Necesitamos reponer fuerzas o no podremos avanzar mucho. Podemos pasar la noche aquí, Aran.
Sonrió sutilmente mientras colocaba su broche en la unión de la capa del rubio.
-Voy a por algo de comer. Quédate aquí. -Dijo Kae antes de escabullirse entre los árboles.
El viaje iba a ser largo si Arzhak no aparecía, y ni siquiera estaba en Claro, algo que le preocupaba mucho a la mujer. ¿Por qué no había ido al pueblo? Era la Fiesta del Bosque, debía estar presente. Arzhak nunca defraudaría a los Eytherzair en eventos así. Como mínimo, debía estar muy lejos. E iba a ser agotador.
La elfa empezó a coger algunas hojas y raíces de ciertas plantas que conocía y a meterlas en un saquito. Ahí tenía algunas más que podía usar perfectamente. Con la excusa de las plantas y buscar comida había conseguido quedarse sola y poder pensar en ciertas cosas, como en todo lo que había pasado en la fiesta y en lo extraño que resultaba volver a ver a alguien de su clan tan apegado a ella. Era algo que conseguía sacarle una sonrisa después de tantas semanas de oscuridad.
Se sentó en una roca y comenzó a machacar una de las hojas con una piedra para extraer su sustancia. Por suerte, en su búsqueda había localizado unas plantas que le podían servir como cuencos y echó ahí la savia. Añadió un poquito de agua y el jugo de dos frutas, una de aspecto rugoso y la otra tenía pepitas. Kaeltha las conocía; lo que estaba haciendo era una pócima muy sencilla de preparar y muy útil: hacía recobrar un poco las energías y a su amigo le vendría muy bien junto a algo de comida.
Su madre, sacerdotisa del clan Eytherzair, la había enseñado algunas pociones útiles para su trabajo como guardia.
Lo que sí que echaba de menos era la colección de plantas y hongos que tenían en Sandorai, como los faelivrin.
Al cabo de un rato volvió a aparecer donde estaba el elfo con una gran hoja que sujetaba con ambas manos. Había varias cosas para comer, incluso estrellas de Nein, unos dulces bastante buenos que solían gustar a todo el mundo. Aparte, también estaban los pequeños cuenquitos con la preparación revitalizante.
Dejó la improvisada bandeja en el suelo, tratando de no volcar nada, aunque había atado con tallos la hoja para evitar que se cayera lo que había dentro. Después se sentó y miró al elfo rubio con cierta tristeza. Había arriesgado mucho por ayudarla y no sabía cómo reaccionar a eso.
Simplemente pudo decir, sonriendo de forma tenue mientras cogía una estrella y se la ofrecía:
-Feliz Fiesta del Bosque.
Helyare
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 768
Nivel de PJ : : 3
Temas similares
» Wonder [Libre] [Cerrado]
» Luz fría [Libre] [3/4] [Cerrado]
» This is (not) Farming [libre 3/3][cerrado]
» [Cerrado] Pan y mermelada [Libre]
» El invento del año [Libre] [Cerrado]
» Luz fría [Libre] [3/4] [Cerrado]
» This is (not) Farming [libre 3/3][cerrado]
» [Cerrado] Pan y mermelada [Libre]
» El invento del año [Libre] [Cerrado]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 20:16 por Seraphine Valaryon
» El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Hoy a las 19:18 por Raven
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Hoy a las 16:30 por Iori Li
» Laboratorio Harker [Alquimia+Ingeniería]
Ayer a las 19:13 por Zelas Hazelmere
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Ayer a las 16:18 por Mina Harker
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 05:53 por Lukas
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Mar Nov 19 2024, 22:49 por Eltrant Tale
» [Zona de culto] Altar de las Runas de los Baldíos
Lun Nov 18 2024, 12:29 por Tyr
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Lun Nov 18 2024, 04:12 por Amice M. Hidalgo
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Sáb Nov 16 2024, 21:38 por Tyr
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér Nov 13 2024, 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar Nov 12 2024, 04:51 por Tyr
» Derecho Aerandiano [Libre]
Dom Nov 10 2024, 13:36 por Tyr
» Propaganda Peligrosa - Priv. Zagreus - (Trabajo / Noche)
Vie Nov 08 2024, 18:40 por Lukas
» Lamentos de un corazón congelado [Libre 3/3]
Vie Nov 08 2024, 01:19 por Tyr