El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
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El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
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-Pasen y vean, damas y caballeros. Tomen sus entradas y disfruten de la función que hoy, mis amigos y yo, os presentamos con gran alegría-.
Decía una y otra vez un vampiro con elegante traje negro. Con una mano sostenía un gran fajo de papeles de muchos colores y con el otro señalaba hacia la carpa negra del circo. Allí es donde tenían que pasar y en su interior se celebraba el espectáculo que habría que ver.
Niños de todas las edades, los que seguían siendo niños y los que tenían un niño en su interior, hacían fila para entrar en la carpa negra. Hacía semanas que habían visto a los payasos venir en muchas caravanas. Con ellos trajeron animales de todas las especies que conocían y algunas que no. También monstruos de todo tipo. Serpientes que habían nacido con dos cabezas en lugar de una, un tigre con solo las dos patas delanteras que vivía como si nada y los Hombres Monstruos. Sí, esos eran los preferidos de los niños. Los Hombres Monstruo eran la descendencia de lo que los adultos sabían que eran los experimentos fallidos de los primeros hombres bestias. Entre ellos, había un hombre que tenía los ojos como si fuera los de un caracol, la garganta de un sapo, las manos de cangrejo y las piernas de oso sin pelo. Un engendro para los adultos y un Hombre Monstruo para los niños.
Pero mejor de los Hombres Monstruos eran los Mejores Hombres, otro nombre infantil que los niños daban. Entre ellos destacaba el Hombre más fuerte del mundo, la mujer que no teme a nada, el hombre más rápido del mundo y la mujer que más tiempo podía estar en la cuerda floja. ¡Gran espectáculo le esperaba en esa noche!
Encandilados, y sin que importase demasiado que el presentador fuera un vampiro y no ocultase sus colmillos, la ciudad entera entró en la carpa del Circo de los Horrores.
-¡Que disfruten del espectáculo!-
* Bienvenido payaso/a: Antes que nada debo disculparme, te he llamado payaso/a pero no ha sido con la intención de insultarte. Te he llamado payaso porque, precisamente, es lo que tenemos en esta misión. Espero que no te den miedo los payasos y si los temes…. Me reiré de ti. ¿De qué trata esta misión? Es una sorpresa. A los payasos les gustan las sorpresas. Por ahora, en este primer turno, solo debes acudir al circo y entrar dentro de la carpa. Te recomiendo describir todo lo que veas con gran detalle, incluso puedes utilizar imágenes de referencia; una mayor descripción era que este espectáculo sea mucho más divertido.
Decía una y otra vez un vampiro con elegante traje negro. Con una mano sostenía un gran fajo de papeles de muchos colores y con el otro señalaba hacia la carpa negra del circo. Allí es donde tenían que pasar y en su interior se celebraba el espectáculo que habría que ver.
Niños de todas las edades, los que seguían siendo niños y los que tenían un niño en su interior, hacían fila para entrar en la carpa negra. Hacía semanas que habían visto a los payasos venir en muchas caravanas. Con ellos trajeron animales de todas las especies que conocían y algunas que no. También monstruos de todo tipo. Serpientes que habían nacido con dos cabezas en lugar de una, un tigre con solo las dos patas delanteras que vivía como si nada y los Hombres Monstruos. Sí, esos eran los preferidos de los niños. Los Hombres Monstruo eran la descendencia de lo que los adultos sabían que eran los experimentos fallidos de los primeros hombres bestias. Entre ellos, había un hombre que tenía los ojos como si fuera los de un caracol, la garganta de un sapo, las manos de cangrejo y las piernas de oso sin pelo. Un engendro para los adultos y un Hombre Monstruo para los niños.
Pero mejor de los Hombres Monstruos eran los Mejores Hombres, otro nombre infantil que los niños daban. Entre ellos destacaba el Hombre más fuerte del mundo, la mujer que no teme a nada, el hombre más rápido del mundo y la mujer que más tiempo podía estar en la cuerda floja. ¡Gran espectáculo le esperaba en esa noche!
Encandilados, y sin que importase demasiado que el presentador fuera un vampiro y no ocultase sus colmillos, la ciudad entera entró en la carpa del Circo de los Horrores.
-¡Que disfruten del espectáculo!-
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* Bienvenido payaso/a: Antes que nada debo disculparme, te he llamado payaso/a pero no ha sido con la intención de insultarte. Te he llamado payaso porque, precisamente, es lo que tenemos en esta misión. Espero que no te den miedo los payasos y si los temes…. Me reiré de ti. ¿De qué trata esta misión? Es una sorpresa. A los payasos les gustan las sorpresas. Por ahora, en este primer turno, solo debes acudir al circo y entrar dentro de la carpa. Te recomiendo describir todo lo que veas con gran detalle, incluso puedes utilizar imágenes de referencia; una mayor descripción era que este espectáculo sea mucho más divertido.
Última edición por Sigel el Dom 13 Nov - 13:22, editado 1 vez
Sigel
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
La noche era aún joven. Fresca y totalmente estrellada, una velada excepcional tomando en cuenta que se encontraban en plena época de lluvias. Estaba, además, por demás animada; la gente iba y venía entre charlas y risas. En medio de esas conversaciones, Thiel pudo escuchar que predominaba un mismo tema en boca de los habitantes de Lunargenta: Un Circo había sido instalado a las afueras de la ciudad, y tenía pinta de ser muy, muy prometedor.
La joven se levantó del asiento de la plaza en donde a veces gustaba de sentarse a, simplemente, matar el tiempo observando a los siempre interesantes humanos. Ya llevaba varios meses lejos de su familia y, a medida que el dolor del pasado disminuía, su curiosidad y gran interés por todo lo que aconteciese en el mundo exterior (siendo el “mundo interior” su jauría) volvía a salir a flote como en un principio, cuando era simplemente una niña ingenua y alegre libre de cicatrices emocionales. Bueno, ahora tenía cicatrices, pero seguía siendo una niña alegre. De no ser así, no hubiese seguido corriendo a la multitud que se dirigía a las afueras de la ciudad para intentar adelantarlos y ganar el primer lugar en la fila del espectáculo.
Al llegar, la enorme sonrisa que adornaba el rostro de la joven se vio torcida ante una revelación que, dado el entusiasmo, no se le había pasado por la cabeza. Solía olvidársele que, en la sociedad de los humanos, prácticamente todo tenía un costo. La diversión entraba dentro de la lista. Llenándose de frustración, sus ojos se empañaron mientras intentaba buscar la manera de colarse, aunque no pareciese existir alguna. Que quienes vigilaban la puerta fuesen vampiros resultaba desalentador, pues no pensaba arriesgarse a ser atrapada por uno de ellos.
Miró y miró, ceñuda, barriendo con los ojos a la extasiada multitud. Era un verdadero alboroto de gente y entre tanto barullo comenzaba a sentirse aturdida y atemorizada. Con su tamaño, tuvo que aguantar recibir pisotones y codazos mientras se colaba más y más adelante en la larga fila. Delante de ella se topó con una mujer regordeta que parecía luchar con sus cinco hijos, un quinteto de inquietos pelirrojos que pasaban de los cuatro a los diez años a cuya madre parecían estar al borde de enloquecer. Cuando el más pequeño intentó salirse de la fila, la madre lo tironeó de vuelta tomándolo del cabello. Thiel puso gesto de dolor al ver la escena, no obstante su mueca cambió a sorpresa cuando presenció cómo, de la mano de la mujer, un colorido papel caía hasta el suelo. La joven no dudó en tomarlo y correr hacia la entrada para entregarlo al esperpéntico portero, un hombre ciertamente muy peludo y corpulento cuya ausencia de nariz suscitaba curiosas miradas furtivas. Sintió pena por la mujer de los cinco pelirrojos… pero pensó que si podía permitirse alimentar tantas bocas, también podría comprar una entrada más.
Jamás había visto un circo, pues en el bosque donde vivía esos extraños entretenimientos de humanos no eran permitidos. Por eso mismo, era imposible que su rostro dejase de expresar sorpresa con cada cosa que veía. La carpa parecía muchísimo más inmensa por dentro, lo suficiente para albergar a un montón de gente además de enormes jaulas, puestos con comida, juegos y un gran escenario central. Thiel, gracias a su pequeña complexión, pasaba desapercibida entre el tumulto y podía manotear algunas cosas de los puestos. Consiguió tomar unas Biusas que casi la llevan al llanto cuando sintió el exquisito sabor a Upelero asado al morderlas. Todo resultaba tan nuevo, tan excitante, ¡tan interesante! Incluso el hecho de que el suelo estuviese cubierto de aserrín, acolchando los pasos de las personas, le resultaba encantador. Eso sí, las coloridas luces destellando y las cientos de voces que intentaban imponerse unas sobre otras, sobrecargaban el ambiente causándole una buena migraña a más de uno, sumándosele a eso el bombardeo de olores que atosigaba a los de olfato más sensible.
Parecía faltar aún un poco para la hora del espectáculo que llevaría a todos a presenciar el escenario principal. La muchedumbre se encontraban indagando los alrededores, pasando de puesto en puesto entre risas y parloteo. Thiel siguió caminando y se detuvo frente a las enormes jaulas con… ¿con personas? Éstos no eran simpáticas locaciones donde encontrar comida o juegos; eran taciturnos seres encerrados tras gruesos barrotes. Tuvo que pestañear dos veces al ver frente a ella un hombre sumamente extraño, un conjunto de extremidades de distintos animales. Daba miedo… pero más que horror, la joven sintió una profunda lástima al encontrarse con el lánguido brillo de los ojos impropios- ¿Por qué…? –Observó entonces a los seres que se encontraban junto a aquel, y también a la gente que, como ella, los miraba desde afuera. Muchos los señalaban y reían. Thiel, acongojada, sólo pudo sentir cómo una lágrima le corría por la mejilla. ¿Qué hacían esas criaturas allí? Eran una simple, burda y grotesca exhibición. Otros de ellos, los "menos aberrantes", estaban en tarimas haciendo trucos como malabares, contorsiones o escupir fuego. Se acercó tanto como pudo a los barrotes e intentó hablarle al peculiar hombre, no obstante el susodicho ladeó el rostro como toda respuesta. Suspiró profundamente, apretó los puños y decidió seguir caminando.
Los humanos eran muy interesantes, sí. Pero a veces sólo le daban asco.
La joven se levantó del asiento de la plaza en donde a veces gustaba de sentarse a, simplemente, matar el tiempo observando a los siempre interesantes humanos. Ya llevaba varios meses lejos de su familia y, a medida que el dolor del pasado disminuía, su curiosidad y gran interés por todo lo que aconteciese en el mundo exterior (siendo el “mundo interior” su jauría) volvía a salir a flote como en un principio, cuando era simplemente una niña ingenua y alegre libre de cicatrices emocionales. Bueno, ahora tenía cicatrices, pero seguía siendo una niña alegre. De no ser así, no hubiese seguido corriendo a la multitud que se dirigía a las afueras de la ciudad para intentar adelantarlos y ganar el primer lugar en la fila del espectáculo.
Al llegar, la enorme sonrisa que adornaba el rostro de la joven se vio torcida ante una revelación que, dado el entusiasmo, no se le había pasado por la cabeza. Solía olvidársele que, en la sociedad de los humanos, prácticamente todo tenía un costo. La diversión entraba dentro de la lista. Llenándose de frustración, sus ojos se empañaron mientras intentaba buscar la manera de colarse, aunque no pareciese existir alguna. Que quienes vigilaban la puerta fuesen vampiros resultaba desalentador, pues no pensaba arriesgarse a ser atrapada por uno de ellos.
Miró y miró, ceñuda, barriendo con los ojos a la extasiada multitud. Era un verdadero alboroto de gente y entre tanto barullo comenzaba a sentirse aturdida y atemorizada. Con su tamaño, tuvo que aguantar recibir pisotones y codazos mientras se colaba más y más adelante en la larga fila. Delante de ella se topó con una mujer regordeta que parecía luchar con sus cinco hijos, un quinteto de inquietos pelirrojos que pasaban de los cuatro a los diez años a cuya madre parecían estar al borde de enloquecer. Cuando el más pequeño intentó salirse de la fila, la madre lo tironeó de vuelta tomándolo del cabello. Thiel puso gesto de dolor al ver la escena, no obstante su mueca cambió a sorpresa cuando presenció cómo, de la mano de la mujer, un colorido papel caía hasta el suelo. La joven no dudó en tomarlo y correr hacia la entrada para entregarlo al esperpéntico portero, un hombre ciertamente muy peludo y corpulento cuya ausencia de nariz suscitaba curiosas miradas furtivas. Sintió pena por la mujer de los cinco pelirrojos… pero pensó que si podía permitirse alimentar tantas bocas, también podría comprar una entrada más.
Jamás había visto un circo, pues en el bosque donde vivía esos extraños entretenimientos de humanos no eran permitidos. Por eso mismo, era imposible que su rostro dejase de expresar sorpresa con cada cosa que veía. La carpa parecía muchísimo más inmensa por dentro, lo suficiente para albergar a un montón de gente además de enormes jaulas, puestos con comida, juegos y un gran escenario central. Thiel, gracias a su pequeña complexión, pasaba desapercibida entre el tumulto y podía manotear algunas cosas de los puestos. Consiguió tomar unas Biusas que casi la llevan al llanto cuando sintió el exquisito sabor a Upelero asado al morderlas. Todo resultaba tan nuevo, tan excitante, ¡tan interesante! Incluso el hecho de que el suelo estuviese cubierto de aserrín, acolchando los pasos de las personas, le resultaba encantador. Eso sí, las coloridas luces destellando y las cientos de voces que intentaban imponerse unas sobre otras, sobrecargaban el ambiente causándole una buena migraña a más de uno, sumándosele a eso el bombardeo de olores que atosigaba a los de olfato más sensible.
Parecía faltar aún un poco para la hora del espectáculo que llevaría a todos a presenciar el escenario principal. La muchedumbre se encontraban indagando los alrededores, pasando de puesto en puesto entre risas y parloteo. Thiel siguió caminando y se detuvo frente a las enormes jaulas con… ¿con personas? Éstos no eran simpáticas locaciones donde encontrar comida o juegos; eran taciturnos seres encerrados tras gruesos barrotes. Tuvo que pestañear dos veces al ver frente a ella un hombre sumamente extraño, un conjunto de extremidades de distintos animales. Daba miedo… pero más que horror, la joven sintió una profunda lástima al encontrarse con el lánguido brillo de los ojos impropios- ¿Por qué…? –Observó entonces a los seres que se encontraban junto a aquel, y también a la gente que, como ella, los miraba desde afuera. Muchos los señalaban y reían. Thiel, acongojada, sólo pudo sentir cómo una lágrima le corría por la mejilla. ¿Qué hacían esas criaturas allí? Eran una simple, burda y grotesca exhibición. Otros de ellos, los "menos aberrantes", estaban en tarimas haciendo trucos como malabares, contorsiones o escupir fuego. Se acercó tanto como pudo a los barrotes e intentó hablarle al peculiar hombre, no obstante el susodicho ladeó el rostro como toda respuesta. Suspiró profundamente, apretó los puños y decidió seguir caminando.
Los humanos eran muy interesantes, sí. Pero a veces sólo le daban asco.
Thiel
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Desde el centro del escenario, Simphony Sapphire veía con los brazos cruzados cómo los futuros espectadores se iban acomodando cada uno en su respectivo asiento. Si es que encontraban su asiento. La inmensa mayoría no sabía leer. El Pequeño Boomer, el payaso más alto y más estúpido de toda la troupe (más de dos metros y medio), era el encargado de guiar al público entre las gradas para que se sentase en sus asientos. Boomer tenía una cualidad que ningún otro payaso tenía: era sumamente paciente. Incluso con los niños, esos pequeños y endiablados mocosos que no hacían más que correr y morder. Pequeño Boomer sabía cómo tratarles. Una sonrisa y una mirada paciente y los mocosos se quedaban completamente inmóviles en sus asientos.
-Bien hecho grandullón,- susurró la chica con una sonrisa- aguanta un poco más como tú sabes. Ya casi empezamos-.
Faltaba algo menos de media hora para que comenzase el espectáculo. El Maestro de Ceremonias, bautizado con ese sobrenombre porque era quien hacía de presentador, seguía fuera atrayendo al público para que entrase. A esas alturas de la noche y a juzgar por la cantidad de personas que seguían entrando, ya habría llenado tres de sus cinco bolsas de aeros. Si seguían así, Pequeño Boomer tendría que salir de la carpa y darle más bolsas al Maestro de Ceremonias.
Y mientras la gente entraba, los payasos, entre los cuales se incluía Shimphony Shappire, ensayaban su parte del espectáculo. Tenían que hacerlo perfecto. “Bien” no sería suficiente. La palabra era “perfecto”. Toda la noche dependía de ellos. No era una cuestión de bolsas de aeros, era una forma de vida. Una filosofía que solo los miembros de la troupe del Circo de los Horrores entendían.
Shimphony Shappire levantó sus brazos hacia el cielo para estirarse mientras giraba la cabeza de lado a lado. Empezar con un buen calentamiento era parte esencial del programa que tenía pensado. Después de eso fue hacia las gradas. Los primeros asientos más cercanos. El trabajo de mezclarse entre el público era del Pequeño Boomer no de ella. Con una sonrisa de oreja a oreja, cogió de la mano de uno de los niños más pequeños. Sus padres no le dijeron nada, al ver a Shappy solo pudieron sonreír de la misma manera que ella.
-Ven conmigo cariño mío- la voz de la payasa era un hechizo tan poderoso como su sonrisa.
Los padres continuaron sonriendo sin decir nada y el mocoso apretó la mano de la payasa como si en ello le fuera la vida. Qué irónico, en verdad su vida dependía de lo fuerte que le cogiera la mano.
Shimphony Shappire llevó al mocoso detrás del telón. El chico no se lo podía creer. Estaba entre los payasos que admiraba y las jaulas de los Hombres Monstruo que todavía no habían salido al escenario. Era un sueño que se estaba haciendo. Un sueño que acababa justo ahí.
Shappy le empujó al chico con la suficiente fuerza para que cayese al suelo.
-¡Pero qué haces!- gritó el niño- Creí que éramos amigos-.
-Y lo somos- Shimphony Shappire no dejó de mostrar su agradable sonrisa en ningún momento.
Las gemelas, Jin y Jan fueron, las dos a la vez las que dieron el primer mordisco al cuello del niño. El resto de mordiscos fueron para el resto de los vampiros del Circo de los Horrores. No todos en la Troupe eran vampiros, Shappy no lo era, pero sí la inmensa mayoría y la mayoría tenía que alimentarse.
Una chica bonita. A Boomer le gustaban las chicas bonitas. Eran lindas y educadas. A Boomer gustar. Boomer era feliz cuando hablaba con las chicas bonitas. A Boomer no le gustaba hablar con los niños. Boomer sabía hablar con los niños, pero no le gustaba. Boomer prefería hablar con las chicas bonitas. Ella era una chica bonita. Boomer fue a hablar con ella.
-Yo ser Boomer,- saludó el grandullón con la mano- Boomer ayuda a chica. Boomer sabe leer. ¿Boomer poder ayudar?-.
Chica bonita no pudo hablar. Niño rubio gritó y pisó el pie de Boomer con fuerza. Niño rubio era malo. Niño rubio querer hacer daño a Boomer. Pero Boomer aguantó. Boomer era fuerte. El Niño podía hacer todo el daño que quisiera porque Boomer iba a aguantar. Boomer era muy fuerte y muy bueno. Los amigos de Boomer lo decían: “Boomer tú eres el más bueno de nosotros”. Boomer tenía que ser bueno. Boomer no podía coger al niño rubio y hacedle daño como él hacía. Boomer tenía que aguantar. Aguantar por sus amigos y por la Chica bonita.
-A Boomer no molestar- Boomer hacía fuerza por sonreír. - Boomer fuerte-.
-¡Qué divertido!- el niño rubio reía. A Boomer no le gustaba esa risa- Podría pasarme horas pegando a este imbécil-.
Boomer buscó a Shappy en el escenario. Shappy también era una chica bonita. Con Shappy Boomer estaba a salvo. Pero no estaba. Shappy se había ido y Boomer se sentía solo. “Boomer tú eres el único bueno de nosotros”. A Boomer le costaba ser bueno pero tenía que serlo. Boomer tenía que ser el más bueno. Una lágrima comenzó a asomarse del ojo izquierdo de Boomer. Lágrima de impotencia. Lágrima de ser bueno. Lágrima de ser Boomer.
* Thiel: Se bienvenida al Circo de los Horrores. Espero que te guste el espectáculo que te tengo preparado, yo me lo estoy pasando realmente bien. La función está a punto de empezar y todavía no estás sentada en tu sitio. No te preocupes. El Pequeño Boomer te ha ofrecido su ayuda para guiarte hasta tu asiento. Lamentablemente, un niño maleducado abusa de la paciencia y bondad del pobre Boomer. En este primer turno, deberás ayudar al grandullón a librarse del pequeño demonio.
Esta misión va a ser más larga que el evento que ya hemos participado, tenemos muchos personajes y una trama que da muchísimo juego. No hace falta decir que todo lo que ocurra dependerá de tus acciones on rol. Para poder seguir con una linealidad en la trama debo prohibirte el manejo de los siguientes npcs para el siguiente turno: Shimphony Shappire, Jin, Jan y Maestro de Ceremonias. Todos los demás están a tu disposición. A medida que avance la trama podrás conocer e interactuar con estos y otros personajes que irán apareciendo.
Buena suerte y disfruta del espectáculo.
-Bien hecho grandullón,- susurró la chica con una sonrisa- aguanta un poco más como tú sabes. Ya casi empezamos-.
Faltaba algo menos de media hora para que comenzase el espectáculo. El Maestro de Ceremonias, bautizado con ese sobrenombre porque era quien hacía de presentador, seguía fuera atrayendo al público para que entrase. A esas alturas de la noche y a juzgar por la cantidad de personas que seguían entrando, ya habría llenado tres de sus cinco bolsas de aeros. Si seguían así, Pequeño Boomer tendría que salir de la carpa y darle más bolsas al Maestro de Ceremonias.
Y mientras la gente entraba, los payasos, entre los cuales se incluía Shimphony Shappire, ensayaban su parte del espectáculo. Tenían que hacerlo perfecto. “Bien” no sería suficiente. La palabra era “perfecto”. Toda la noche dependía de ellos. No era una cuestión de bolsas de aeros, era una forma de vida. Una filosofía que solo los miembros de la troupe del Circo de los Horrores entendían.
Shimphony Shappire levantó sus brazos hacia el cielo para estirarse mientras giraba la cabeza de lado a lado. Empezar con un buen calentamiento era parte esencial del programa que tenía pensado. Después de eso fue hacia las gradas. Los primeros asientos más cercanos. El trabajo de mezclarse entre el público era del Pequeño Boomer no de ella. Con una sonrisa de oreja a oreja, cogió de la mano de uno de los niños más pequeños. Sus padres no le dijeron nada, al ver a Shappy solo pudieron sonreír de la misma manera que ella.
-Ven conmigo cariño mío- la voz de la payasa era un hechizo tan poderoso como su sonrisa.
Los padres continuaron sonriendo sin decir nada y el mocoso apretó la mano de la payasa como si en ello le fuera la vida. Qué irónico, en verdad su vida dependía de lo fuerte que le cogiera la mano.
Shimphony Shappire llevó al mocoso detrás del telón. El chico no se lo podía creer. Estaba entre los payasos que admiraba y las jaulas de los Hombres Monstruo que todavía no habían salido al escenario. Era un sueño que se estaba haciendo. Un sueño que acababa justo ahí.
Shappy le empujó al chico con la suficiente fuerza para que cayese al suelo.
-¡Pero qué haces!- gritó el niño- Creí que éramos amigos-.
-Y lo somos- Shimphony Shappire no dejó de mostrar su agradable sonrisa en ningún momento.
Las gemelas, Jin y Jan fueron, las dos a la vez las que dieron el primer mordisco al cuello del niño. El resto de mordiscos fueron para el resto de los vampiros del Circo de los Horrores. No todos en la Troupe eran vampiros, Shappy no lo era, pero sí la inmensa mayoría y la mayoría tenía que alimentarse.
- Shimphony Shappire:
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- Pequeño Boomer:
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- Jin y Jan:
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Una chica bonita. A Boomer le gustaban las chicas bonitas. Eran lindas y educadas. A Boomer gustar. Boomer era feliz cuando hablaba con las chicas bonitas. A Boomer no le gustaba hablar con los niños. Boomer sabía hablar con los niños, pero no le gustaba. Boomer prefería hablar con las chicas bonitas. Ella era una chica bonita. Boomer fue a hablar con ella.
-Yo ser Boomer,- saludó el grandullón con la mano- Boomer ayuda a chica. Boomer sabe leer. ¿Boomer poder ayudar?-.
Chica bonita no pudo hablar. Niño rubio gritó y pisó el pie de Boomer con fuerza. Niño rubio era malo. Niño rubio querer hacer daño a Boomer. Pero Boomer aguantó. Boomer era fuerte. El Niño podía hacer todo el daño que quisiera porque Boomer iba a aguantar. Boomer era muy fuerte y muy bueno. Los amigos de Boomer lo decían: “Boomer tú eres el más bueno de nosotros”. Boomer tenía que ser bueno. Boomer no podía coger al niño rubio y hacedle daño como él hacía. Boomer tenía que aguantar. Aguantar por sus amigos y por la Chica bonita.
-A Boomer no molestar- Boomer hacía fuerza por sonreír. - Boomer fuerte-.
-¡Qué divertido!- el niño rubio reía. A Boomer no le gustaba esa risa- Podría pasarme horas pegando a este imbécil-.
Boomer buscó a Shappy en el escenario. Shappy también era una chica bonita. Con Shappy Boomer estaba a salvo. Pero no estaba. Shappy se había ido y Boomer se sentía solo. “Boomer tú eres el único bueno de nosotros”. A Boomer le costaba ser bueno pero tenía que serlo. Boomer tenía que ser el más bueno. Una lágrima comenzó a asomarse del ojo izquierdo de Boomer. Lágrima de impotencia. Lágrima de ser bueno. Lágrima de ser Boomer.
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* Thiel: Se bienvenida al Circo de los Horrores. Espero que te guste el espectáculo que te tengo preparado, yo me lo estoy pasando realmente bien. La función está a punto de empezar y todavía no estás sentada en tu sitio. No te preocupes. El Pequeño Boomer te ha ofrecido su ayuda para guiarte hasta tu asiento. Lamentablemente, un niño maleducado abusa de la paciencia y bondad del pobre Boomer. En este primer turno, deberás ayudar al grandullón a librarse del pequeño demonio.
Esta misión va a ser más larga que el evento que ya hemos participado, tenemos muchos personajes y una trama que da muchísimo juego. No hace falta decir que todo lo que ocurra dependerá de tus acciones on rol. Para poder seguir con una linealidad en la trama debo prohibirte el manejo de los siguientes npcs para el siguiente turno: Shimphony Shappire, Jin, Jan y Maestro de Ceremonias. Todos los demás están a tu disposición. A medida que avance la trama podrás conocer e interactuar con estos y otros personajes que irán apareciendo.
Buena suerte y disfruta del espectáculo.
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Tras alejarse de las jaulas, resignada al hecho de que su presencia difícilmente podría cambiar en algo el infortunio de quienes se encontraban tras los barrotes, Thiel siguió caminando esta vez con la mirada clavada en el papel que tenía entre manos. Era de color rosado y exhibía un montón de palabras de tinta negra escritas en cursiva, junto al número 13. La joven sólo había aprendido a leer imprenta, y de eso hacía ya tanto tiempo que hasta había olvidado unas cuantas letras del abecedario. Se detuvo en seco en uno de los caminos de aserrín para mirar hacia las butacas cercanas al escenario, preguntándose en cuál de ellas debería sentarse. Por supuesto, la simple idea de preguntar no se le pasó por la cabeza.
Justo cuando estuvo a punto de aproximarse a la segunda fila para probar suerte, su paso fue obstaculizado por una pared de carne y hueso a la cual Thiel le llegó a la altura del ombligo. Un metro más arriba estaba la cabeza, cuyo rostro causó tal sobresalto en la muchacha que pegó un respingo y se alejó un par de pasos, mirándole con los ojos bien abiertos. El hombre de voz bobalicona la saludó amablemente con la mano y ella sintió vergüenza y remordimientos al imaginarse la cara de espanto que había puesto al mirarlo, con lo cual intentó recomponerse y esbozar su mejor sonrisa para devolverle el saludo. Entreabrió los labios con intenciones de hablar y alcanzó a levantar el brazo para extenderle su boleto, cuando un grito consiguió alterarla de nuevo. Con todo el bochinche, era difícil no tener los nervios de punta. El niño chillón agredió al gigante bonachón una y otra vez, aún pese a que quien decía llamarse Boomer intentaba mantener la amabilidad y la calma. Thiel sintió ira ante el comportamiento de aquel pequeño proyecto de humano violento y tuvo ganas de pegarle una buena zamarreada, como la que había visto por parte de la señora regordeta a su hijo pelirrojo. Sin embargo, la violencia sólo alimentaba más violencia, y decidió darle una oportunidad al diablillo antes de decidir propinarle sus merecidas nalgadas.
-¿Te parece bien lo que estás haciendo, niño? –Tuvo que hacer acopio de toda su buena voluntad para hablarle en un tono calmado, hasta maternal. Se hubo agachado hasta que su rostro quedó a la altura del crío, desde donde pudo mirarlo directamente a los ojos. El niño le devolvió una mirada iracunda; lamentablemente no era raro encontrarse con cachorros humanos repletos de resentimiento e impulsos violentos- ¿¡Y a ti qué te importa, vieja!? –La criatura le sostuvo la mirada, ante lo cual Thiel tuvo que detener su mano para no propinarle un coscorrón- No deberías tratar mal a los demás… -continuó, y sobre la marcha decidió cambiar la estrategia. Esos niños problemáticos difícilmente recapacitaban, lo mejor sería simplemente ahuyentarlo. Eso o darle una paliza, y aunque resultaba tentador, la joven no era precisamente partidaria de la violencia (aunque quisiese recurrir a ella en muchos casos)- …porque no sabes si ese a quien molestas es un vampiro que chupará toooda tu sangre. ¡Como yo! –Alzó el tono de voz en el instante en que se abalanzó sobre el pequeño con la boca bien abierta, mostrando esos colmillos que poco tenían que envidiarle a los de los hijos de la noche. Por supuesto, se detuvo para darle la oportunidad de salir corriendo, ¡y sí que corrió velozmente!
Thiel se irguió con cara de satisfacción y miró hacia arriba para encontrarse con el compungido rostro de su peculiar acompañante. Su primer impulso fue tomarle la mano y apretársela con fuerza al encontrar esos ojos cubiertos en lágrimas que le oprimieron el pecho con la más sincera aflicción. ¿Por qué esos cirqueros debían soportar tales tratos? ¿Tener una apariencia extraña era suficiente justificación para que sus existencias no valiesen nada?- Perdona a ese malcriado, Boomer. Perdónalo, pero no dejes que te vuelvan a tratar así. ¿Estás bien?
Suspiró profundamente y, mientras esperaba la respuesta, le tendió el papelito que designaba su lugar. No obstante, se detuvo a medio camino cuando, por sobre la multitud, otro grito infantil se alzó llamándole la atención. Sólo que esta vez no sonaba como el chillido de un niño maleducado, más bien… sonó como un alarido de dolor. Apretó la mano del grandulón y comenzó a mirar hacia todas partes, el bullicio le impidió discernir de dónde había provenido- ¿¡Qué fue eso!? ¿Lo has escuchado? Sonó... ¡Sonó como un niño lastimándose!
Justo cuando estuvo a punto de aproximarse a la segunda fila para probar suerte, su paso fue obstaculizado por una pared de carne y hueso a la cual Thiel le llegó a la altura del ombligo. Un metro más arriba estaba la cabeza, cuyo rostro causó tal sobresalto en la muchacha que pegó un respingo y se alejó un par de pasos, mirándole con los ojos bien abiertos. El hombre de voz bobalicona la saludó amablemente con la mano y ella sintió vergüenza y remordimientos al imaginarse la cara de espanto que había puesto al mirarlo, con lo cual intentó recomponerse y esbozar su mejor sonrisa para devolverle el saludo. Entreabrió los labios con intenciones de hablar y alcanzó a levantar el brazo para extenderle su boleto, cuando un grito consiguió alterarla de nuevo. Con todo el bochinche, era difícil no tener los nervios de punta. El niño chillón agredió al gigante bonachón una y otra vez, aún pese a que quien decía llamarse Boomer intentaba mantener la amabilidad y la calma. Thiel sintió ira ante el comportamiento de aquel pequeño proyecto de humano violento y tuvo ganas de pegarle una buena zamarreada, como la que había visto por parte de la señora regordeta a su hijo pelirrojo. Sin embargo, la violencia sólo alimentaba más violencia, y decidió darle una oportunidad al diablillo antes de decidir propinarle sus merecidas nalgadas.
-¿Te parece bien lo que estás haciendo, niño? –Tuvo que hacer acopio de toda su buena voluntad para hablarle en un tono calmado, hasta maternal. Se hubo agachado hasta que su rostro quedó a la altura del crío, desde donde pudo mirarlo directamente a los ojos. El niño le devolvió una mirada iracunda; lamentablemente no era raro encontrarse con cachorros humanos repletos de resentimiento e impulsos violentos- ¿¡Y a ti qué te importa, vieja!? –La criatura le sostuvo la mirada, ante lo cual Thiel tuvo que detener su mano para no propinarle un coscorrón- No deberías tratar mal a los demás… -continuó, y sobre la marcha decidió cambiar la estrategia. Esos niños problemáticos difícilmente recapacitaban, lo mejor sería simplemente ahuyentarlo. Eso o darle una paliza, y aunque resultaba tentador, la joven no era precisamente partidaria de la violencia (aunque quisiese recurrir a ella en muchos casos)- …porque no sabes si ese a quien molestas es un vampiro que chupará toooda tu sangre. ¡Como yo! –Alzó el tono de voz en el instante en que se abalanzó sobre el pequeño con la boca bien abierta, mostrando esos colmillos que poco tenían que envidiarle a los de los hijos de la noche. Por supuesto, se detuvo para darle la oportunidad de salir corriendo, ¡y sí que corrió velozmente!
Thiel se irguió con cara de satisfacción y miró hacia arriba para encontrarse con el compungido rostro de su peculiar acompañante. Su primer impulso fue tomarle la mano y apretársela con fuerza al encontrar esos ojos cubiertos en lágrimas que le oprimieron el pecho con la más sincera aflicción. ¿Por qué esos cirqueros debían soportar tales tratos? ¿Tener una apariencia extraña era suficiente justificación para que sus existencias no valiesen nada?- Perdona a ese malcriado, Boomer. Perdónalo, pero no dejes que te vuelvan a tratar así. ¿Estás bien?
Suspiró profundamente y, mientras esperaba la respuesta, le tendió el papelito que designaba su lugar. No obstante, se detuvo a medio camino cuando, por sobre la multitud, otro grito infantil se alzó llamándole la atención. Sólo que esta vez no sonaba como el chillido de un niño maleducado, más bien… sonó como un alarido de dolor. Apretó la mano del grandulón y comenzó a mirar hacia todas partes, el bullicio le impidió discernir de dónde había provenido- ¿¡Qué fue eso!? ¿Lo has escuchado? Sonó... ¡Sonó como un niño lastimándose!
Thiel
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Boomer no entendía que pasaba. La chica bonito no fue bonita con el niño. La chica bonita puso una cara de miedo. Boomer se asustó de la chica bonita. El niño también se asustó y salió corriendo. Boomer quería que el niño se fuera. Boomer debía de estar contento. Boomer no lo estaba. Boomer se abrazó así mismo al ver los colmillos de la chica bonita. Boomer tenía mucho miedo para estar contento. A Boomer no le gustaban los vampiros que daban miedo. Boomer conocía a muchos vampiros. Pero, vampiros que conocía Boomer trataban bien a Boomer. Vampiros que conocía no asustaban a Boomer. Chica bonita sí asustó a Boomer.
Después de asustar, chica bonita volvió a ser bonita. Chica habló sin gritar y sin enseñar colmillos. Chica bonita no daba miedo pero Boomer seguía asustado. Chica pidió a Boomer que perdonase al niño. Boomer le perdonó.
-Boomer es bueno- Boomer habló un poco calmado- Shappy siempre dice: “Boomer, tú eres es el más bueno de nosotros.” Boomer perdona a niño porque Boomer es bueno. Pero Boomer no sabe hacer que los niños sean buenos como Boomer. Boomer no es muy listo- Boomer se dio unos golpes en la cabeza para mostrar que era listo y sonrió. Boomer estaba calmado. Chica bonita había ayudado a Boomer. Boomer podía sonreír.
Chica bonita escuchó un grito. Boomer no lo oyó. Boomer miró al escenario para buscar a Shappy. Shappy era más lista que Boomer. Shappy sabría qué hacer cuando un niño gritaba. Shappy seguía sin estar. Boomer cambió de idea y miró a todas direcciones. Boomer era alto. Boomer podía ver lejos por encima de todas las personas.
Boomer vio a tres niños en el escenario. Dos payasos se llevaron una jaula con un Hombre Monstruo y trajeron el Hombre Monstruo más Monstruo, así llamaba Boomer. El Hombre Monstruo más Monstruo decía que tenía un nombre. Boomer no recordaba el nombre del Hombre Monstruo más Monstruo. Para Boomer era más fácil llamarlo El Coco. El Coco daba miedo. A Boomer no le daba miedo porque Boomer le conocía. Los niños sí tenían miedo. El Coco tenía la boca de un cocodrilo, orejas y alas de murciélago, garras afiladas en las manos, cuerpo con escamas, cola terminada en cascabel, cuernos de toro y piernas veloces. El Coco daba mucho miedo. Pero Boomer sabía el secreto de El Coco. El Coco no quería dar miedo. El Coco era listo. Shappy era más lista que El Coco pero El Coco era más listo que Boomer.
-Es El Coco.- dijo Boomer con alegría-El Coco hace que niños griten.- Boomer cogió la entrada de la chica.- Boomer sabe dónde es. Chica bonita tiene que ir a primera fila. Boomer tiene que ir ayudar a otras personas.- Boomer se puso triste.- Si Boomer puede volverá con chica bonita. Boomer quiere agradecer la ayuda de chica bonita-.
El asiento número once y el asiento número doce estaban ocupados por un hombre y una mujer que no dejaban de reír. Todo le resultaba gracioso. Era todo tan gracioso. ¿Él qué si no podían concentrarse en nada que veían? Sabía que había unos payasos ensayando en el centro del escenario trayendo y llevando jaulas con hombres bestias con partes de diferentes animales. Pero, no podían verlos con claridad. Las imágenes se difuminaban al entrar en atravesar la retina de sus ojos. ¡Y eso era gracioso! Muy gracioso. Los payasos, aunque no pudieran verlos, eran muy graciosos. ¡Qué gracia y que risa! No se podían controlar, tampoco quería controlarse. Se lo estaban pasando tan bien que lo demás no les importaba nada en absoluta.
* Thiel: Muy buen trabajo. Boomer está agradecido contigo y créeme cuando te digo que te devolverá el favor. Ahora has de ir a tu asiento. Queda poco para que empiece la función. A tu lado del asiento ves a dos personas que no dejan de reír, obviamente están bajo el embrujo de mi querida Shimphony Shappire pero eso tú no puedes saberlo. Tu objetivo principal en el siguiente tema es, a parte de llegar a tu asiento, describir el comportamiento de esta extraña pareja. Si lo deseas, también es recomendable que describas qué hacen los payasos en su ensayo en el escenario. Puedes usar imágenes de referencia si así lo deseas.
Personajes prohibidos en el próximo turno: Shimphony Shappire, Jin, Jan y Maestro de Ceremonias.
Después de asustar, chica bonita volvió a ser bonita. Chica habló sin gritar y sin enseñar colmillos. Chica bonita no daba miedo pero Boomer seguía asustado. Chica pidió a Boomer que perdonase al niño. Boomer le perdonó.
-Boomer es bueno- Boomer habló un poco calmado- Shappy siempre dice: “Boomer, tú eres es el más bueno de nosotros.” Boomer perdona a niño porque Boomer es bueno. Pero Boomer no sabe hacer que los niños sean buenos como Boomer. Boomer no es muy listo- Boomer se dio unos golpes en la cabeza para mostrar que era listo y sonrió. Boomer estaba calmado. Chica bonita había ayudado a Boomer. Boomer podía sonreír.
Chica bonita escuchó un grito. Boomer no lo oyó. Boomer miró al escenario para buscar a Shappy. Shappy era más lista que Boomer. Shappy sabría qué hacer cuando un niño gritaba. Shappy seguía sin estar. Boomer cambió de idea y miró a todas direcciones. Boomer era alto. Boomer podía ver lejos por encima de todas las personas.
Boomer vio a tres niños en el escenario. Dos payasos se llevaron una jaula con un Hombre Monstruo y trajeron el Hombre Monstruo más Monstruo, así llamaba Boomer. El Hombre Monstruo más Monstruo decía que tenía un nombre. Boomer no recordaba el nombre del Hombre Monstruo más Monstruo. Para Boomer era más fácil llamarlo El Coco. El Coco daba miedo. A Boomer no le daba miedo porque Boomer le conocía. Los niños sí tenían miedo. El Coco tenía la boca de un cocodrilo, orejas y alas de murciélago, garras afiladas en las manos, cuerpo con escamas, cola terminada en cascabel, cuernos de toro y piernas veloces. El Coco daba mucho miedo. Pero Boomer sabía el secreto de El Coco. El Coco no quería dar miedo. El Coco era listo. Shappy era más lista que El Coco pero El Coco era más listo que Boomer.
-Es El Coco.- dijo Boomer con alegría-El Coco hace que niños griten.- Boomer cogió la entrada de la chica.- Boomer sabe dónde es. Chica bonita tiene que ir a primera fila. Boomer tiene que ir ayudar a otras personas.- Boomer se puso triste.- Si Boomer puede volverá con chica bonita. Boomer quiere agradecer la ayuda de chica bonita-.
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El asiento número once y el asiento número doce estaban ocupados por un hombre y una mujer que no dejaban de reír. Todo le resultaba gracioso. Era todo tan gracioso. ¿Él qué si no podían concentrarse en nada que veían? Sabía que había unos payasos ensayando en el centro del escenario trayendo y llevando jaulas con hombres bestias con partes de diferentes animales. Pero, no podían verlos con claridad. Las imágenes se difuminaban al entrar en atravesar la retina de sus ojos. ¡Y eso era gracioso! Muy gracioso. Los payasos, aunque no pudieran verlos, eran muy graciosos. ¡Qué gracia y que risa! No se podían controlar, tampoco quería controlarse. Se lo estaban pasando tan bien que lo demás no les importaba nada en absoluta.
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* Thiel: Muy buen trabajo. Boomer está agradecido contigo y créeme cuando te digo que te devolverá el favor. Ahora has de ir a tu asiento. Queda poco para que empiece la función. A tu lado del asiento ves a dos personas que no dejan de reír, obviamente están bajo el embrujo de mi querida Shimphony Shappire pero eso tú no puedes saberlo. Tu objetivo principal en el siguiente tema es, a parte de llegar a tu asiento, describir el comportamiento de esta extraña pareja. Si lo deseas, también es recomendable que describas qué hacen los payasos en su ensayo en el escenario. Puedes usar imágenes de referencia si así lo deseas.
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Tuvo que hacer un esfuerzo para oír por sobre el bullicio a dónde debía dirigirse luego de que Boomer le indicase lo que decía su boleto. Intranquila, dio un vistazo a la primera fila antes de volver a mirar alrededor en un último intento de localizar el lugar de donde había provenido el grito. Le pareció un alarido demasiado vehemente como para haber sido causado por un simple susto, aunque a decir verdad nunca se debía subestimar la capacidad de sobresalto de los niños. Cuando se volvió hacia el enorme payaso para decirle algo, se encontró con que la había dejado sola y, tras suspirar profusamente, decidió dirigirse hacia el asiento que le correspondía.
Esquivó a unas cuantas personas para poder llegar al número trece, incluyendo a quienes ocupaban los dos lugares junto a éste. Las piernas del hombre del número once estaban estiradas, con lo cual le impedía el paso a cualquiera que quisiese llegar al otro lado de la fila. Tímidamente, se dirigió a él tras tocarle con suavidad el hombro- Con permiso, yo… ¡Auch! –Dio un paso atrás cuando el tipo le pegó un codazo mientras, entre potentes carcajadas, alzaba el brazo para señalarle algo indefinido a su acompañante. Thiel se llevó las manos a las costillas, sitio que había sido agredido y, con el ceño fruncido aunque tono de voz tembloroso, decidió insistir- ¡Permiso, me gustaría…! –Pero las risotadas se alzaron sobre sus palabras y ninguno de los dos le prestó la más mínima atención. Primero los miró con recelo, mas luego su gesto se tornó curioso cuando notó que ni siquiera parecían notar su presencia. Ambos pares de ojos parecían extraviados, mirándolo todo sin ver, ¡si incluso se puso justo frente a la mujer del doce y no obtuvo reacción alguna! Saltó sobre ambas piernas y se sentó en su sitio sin dejar de mirar de reojo a la pareja. ¿Eran acaso todos los humanos que estaban allí unos mal educados? Primero el niño, ahora estos dos, y ni hablar de todos los pisotones y golpes que tenía que aguantar cuando estaba entre multitudes por ser de baja estatura. Toda la ilusión infantil que sentía antes de entrar al circo se iba desvaneciendo para dar lugar al hastío; prefirió ignorar a sus acompañantes (por difícil que resultase) para llevar la vista al frente, al escenario, y presenciar los ensayos de los payasos que iban y venían en un ajetreo constante.
Lo primero con lo que se encontró de lleno fue una mujer con un vestido a rayas bastante revelador, de bellísimas facciones y gesto apacible, que caminaba de frente directo hacia Thiel. La muchacha se veía normal, aunque algo en su posición se le hizo un poco extraño. Se detuvo a unos metros de la joven loba que, al ver cómo la dama se giraba para quedar de perfil, entendió cuál era su particularidad: De su espalda baja se desprendía un cuerpo exactamente igual al primero, salvo que el rostro de esta persona expresaba lo contrario: si la primera parecía amable y pacífica, la segunda mantenía un gesto iracundo. La visión resultaba chocante; eran dos cuerpos que compartían el mismo par de piernas. ¿Podía considerarla una sola persona, o dos seres distintos? Thiel alzó los pies para apoyarlos en el asiento y abrazarse las rodillas, no podía dejar de mirar aunque la imagen le produjese un desconcierto desagradable. La mujer, o las mujeres, ensayaron un breve acto de malabarismo en el que ambos pares de brazos intercambiaban objetos por el aire, lanzándolos hacia atrás y atrapándolos sucesivamente. Por momentos los torsos se retorcían tanto que parecía que iban a separarse en cualquier instante, entonces Thiel cerraba con fuerza los ojos para no presenciar tal cosa si es que llegaba a suceder. A su lado, seguían riendo.
Luego salió al escenario un hombrecillo que no medía más de un metro de alto, arrastrando con dificultad una gran bolsa negra que cuadruplicaba su tamaño. Al llegar a un taburete, se deshizo de la enorme envoltura para sacar una marioneta que simulaba ser un hombre de mediana edad. Lo horripilante del muñeco era que, salvo por su gesto estático y duro, el cuerpo se veía demasiado… real. La piel se veía como piel embalsamada, el cabello como pelo real, y Thiel hasta juraría que esa dentadura le había pertenecido a alguien de verdad alguna vez. El enano se encargó con gran desenvoltura de posicionar a la marioneta en el asiento y con un salto se le sentó en el regazo. Luego de meter la mano en algún recoveco detrás de la espalda del monigote, comenzó a ensayar su acto de ventriloquismo. La joven no pudo escuchar nada de lo que decía, más allá de unas cuantas palabras malsonantes. Los del once y el doce reían cada vez más fuerte.
Mientras el ventrílocuo practicaba, en otras partes del escenario había cada vez más feriantes ensayando sus actos. Pasaban de los más comunes a espectáculos sencillamente desagradables, como una mujer de tres brazos que, recostada boca arriba en el suelo, se metía dagas por la boca hasta que se perdían en su garganta y terminaba masticando la empuñadura. Thiel no entendía qué encontraba la gente de agradable en tan grotesca demostración. Del otro lado, dos payasas se contorsionaban hasta caber dentro de una jaula para pájaros, cerrando con candado la pequeña puerta y poniéndose a rodar por el piso. Las risas de quienes tenía al lado comenzaban a taladrarle la cabeza.
La joven de ojos aceituna se hundió cada vez más en su asiento, clavando el mentón entre sus rodillas recogidas. Ya no quería estar allí, no le gustaba nada de lo que estaba presenciando. Sin embargo, algo le impedía levantarse de su asiento y no supo si se trataba de la impresión que experimentaba o algo más, como una fuerza extraña que la obligó a mantenerse sentada. Suspiró y miró al suelo, esperando que el espectáculo comenzase de una vez y acabase lo antes posible para poder retornar al silencio y la tranquilidad de los bosques, donde no hubiese mujeres tragando cuchillos o payasos lanzándose objetos en llamas. Ni insoportables parejas ahogándose en carcajadas. Miró de reojo a sus acompañantes y justo en ese instante, el hombre del once pareció sufrir un sobresalto. Se llevó las manos al pecho y comenzó a toser e hiperventilarse, mas ni así dejó de soltar roncas risotadas. A pesar del espasmódico ataque de su pareja, la mujer del doce no pudo dejar de reír.
Esquivó a unas cuantas personas para poder llegar al número trece, incluyendo a quienes ocupaban los dos lugares junto a éste. Las piernas del hombre del número once estaban estiradas, con lo cual le impedía el paso a cualquiera que quisiese llegar al otro lado de la fila. Tímidamente, se dirigió a él tras tocarle con suavidad el hombro- Con permiso, yo… ¡Auch! –Dio un paso atrás cuando el tipo le pegó un codazo mientras, entre potentes carcajadas, alzaba el brazo para señalarle algo indefinido a su acompañante. Thiel se llevó las manos a las costillas, sitio que había sido agredido y, con el ceño fruncido aunque tono de voz tembloroso, decidió insistir- ¡Permiso, me gustaría…! –Pero las risotadas se alzaron sobre sus palabras y ninguno de los dos le prestó la más mínima atención. Primero los miró con recelo, mas luego su gesto se tornó curioso cuando notó que ni siquiera parecían notar su presencia. Ambos pares de ojos parecían extraviados, mirándolo todo sin ver, ¡si incluso se puso justo frente a la mujer del doce y no obtuvo reacción alguna! Saltó sobre ambas piernas y se sentó en su sitio sin dejar de mirar de reojo a la pareja. ¿Eran acaso todos los humanos que estaban allí unos mal educados? Primero el niño, ahora estos dos, y ni hablar de todos los pisotones y golpes que tenía que aguantar cuando estaba entre multitudes por ser de baja estatura. Toda la ilusión infantil que sentía antes de entrar al circo se iba desvaneciendo para dar lugar al hastío; prefirió ignorar a sus acompañantes (por difícil que resultase) para llevar la vista al frente, al escenario, y presenciar los ensayos de los payasos que iban y venían en un ajetreo constante.
Lo primero con lo que se encontró de lleno fue una mujer con un vestido a rayas bastante revelador, de bellísimas facciones y gesto apacible, que caminaba de frente directo hacia Thiel. La muchacha se veía normal, aunque algo en su posición se le hizo un poco extraño. Se detuvo a unos metros de la joven loba que, al ver cómo la dama se giraba para quedar de perfil, entendió cuál era su particularidad: De su espalda baja se desprendía un cuerpo exactamente igual al primero, salvo que el rostro de esta persona expresaba lo contrario: si la primera parecía amable y pacífica, la segunda mantenía un gesto iracundo. La visión resultaba chocante; eran dos cuerpos que compartían el mismo par de piernas. ¿Podía considerarla una sola persona, o dos seres distintos? Thiel alzó los pies para apoyarlos en el asiento y abrazarse las rodillas, no podía dejar de mirar aunque la imagen le produjese un desconcierto desagradable. La mujer, o las mujeres, ensayaron un breve acto de malabarismo en el que ambos pares de brazos intercambiaban objetos por el aire, lanzándolos hacia atrás y atrapándolos sucesivamente. Por momentos los torsos se retorcían tanto que parecía que iban a separarse en cualquier instante, entonces Thiel cerraba con fuerza los ojos para no presenciar tal cosa si es que llegaba a suceder. A su lado, seguían riendo.
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Luego salió al escenario un hombrecillo que no medía más de un metro de alto, arrastrando con dificultad una gran bolsa negra que cuadruplicaba su tamaño. Al llegar a un taburete, se deshizo de la enorme envoltura para sacar una marioneta que simulaba ser un hombre de mediana edad. Lo horripilante del muñeco era que, salvo por su gesto estático y duro, el cuerpo se veía demasiado… real. La piel se veía como piel embalsamada, el cabello como pelo real, y Thiel hasta juraría que esa dentadura le había pertenecido a alguien de verdad alguna vez. El enano se encargó con gran desenvoltura de posicionar a la marioneta en el asiento y con un salto se le sentó en el regazo. Luego de meter la mano en algún recoveco detrás de la espalda del monigote, comenzó a ensayar su acto de ventriloquismo. La joven no pudo escuchar nada de lo que decía, más allá de unas cuantas palabras malsonantes. Los del once y el doce reían cada vez más fuerte.
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Mientras el ventrílocuo practicaba, en otras partes del escenario había cada vez más feriantes ensayando sus actos. Pasaban de los más comunes a espectáculos sencillamente desagradables, como una mujer de tres brazos que, recostada boca arriba en el suelo, se metía dagas por la boca hasta que se perdían en su garganta y terminaba masticando la empuñadura. Thiel no entendía qué encontraba la gente de agradable en tan grotesca demostración. Del otro lado, dos payasas se contorsionaban hasta caber dentro de una jaula para pájaros, cerrando con candado la pequeña puerta y poniéndose a rodar por el piso. Las risas de quienes tenía al lado comenzaban a taladrarle la cabeza.
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La joven de ojos aceituna se hundió cada vez más en su asiento, clavando el mentón entre sus rodillas recogidas. Ya no quería estar allí, no le gustaba nada de lo que estaba presenciando. Sin embargo, algo le impedía levantarse de su asiento y no supo si se trataba de la impresión que experimentaba o algo más, como una fuerza extraña que la obligó a mantenerse sentada. Suspiró y miró al suelo, esperando que el espectáculo comenzase de una vez y acabase lo antes posible para poder retornar al silencio y la tranquilidad de los bosques, donde no hubiese mujeres tragando cuchillos o payasos lanzándose objetos en llamas. Ni insoportables parejas ahogándose en carcajadas. Miró de reojo a sus acompañantes y justo en ese instante, el hombre del once pareció sufrir un sobresalto. Se llevó las manos al pecho y comenzó a toser e hiperventilarse, mas ni así dejó de soltar roncas risotadas. A pesar del espasmódico ataque de su pareja, la mujer del doce no pudo dejar de reír.
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Detrás del gran telón de color rojo oscuro, Shimphony Shappire veía a sus compañeros enseñar sus funciones. Eran unos auténticos profesionales. Todos tenían un don por el cual alardear en el escenario. No solo se trataba de hacer malabares o de jugar con un estúpido muñeco de cera gigante; con un par de ensayos y con ayuda de su grandullón, ella podría hacer cualquiera de esas simples artes. Sin embargo, lo que Shappy nunca podría era causar el espanto y la atracción que ellos, los verdaderos protagonistas del Circo de los Horrores, sabían hacer.
El miedo, bien causado, era una adicción. Y, para causar miedo, no basta con pintarse la cara y actuar con unos simples pasos de baile mal elaborados. Había que ser cruel. Los payasos el circo, exceptuando al pequeño Boomer (él era el único bueno) vivían de esa crueldad. Shimphony Shappire odiaba tener que ser cruel tanto como se odiaba así misma por aceptar sin rechistar esa maldita vida de espantos y adicciones.
-¿Qué estás mirando?- una voz severa pero dulce sonó a la espalda de la chica como si fuera un fuerte gruñido. Shappy se giró de un sobresalto para ver quién era quien le había hablado. Fue Maximatita, una de las contorsionistas que estaban a punto de practicar sus artes en el escenario. –No deberías estar aquí. Después de tantos años parece mentira que todavía no conozcas tú trabajo.-
-Una mentira muy grande,- Minimalita, la segunda contorsionista, cogió con fuerza el brazo de la payasa con su mano izquierda mientras con la derecha sostenía una jaula para pájaros de hierro. - deberemos enseñarte una vez más lo que tienes que hacer-.
Las dos contorsionistas se miraron entre ellas y sonrieron mostrando todos sus colmillos de vampiro. Shappy no tuvo tiempo de contestar. Minimalita le golpeó en la pierna con la jaula de hierro y, al mismo tiempo, Maximalita le golpeo el vientre con un puñetazo. Shimphony Shappire cayó de rodillas al suelo intentando no gritar ni llorar. Lo intentó, pero no lo consiguió. Gritó y lloró como lo haría cualquier chica de diecisiete años.
-Así aprenderás- dijo una de las contorsionistas.
-Sí, así aprenderá- afirmó la otra.
Boomer no había visto nunca tantas personas. Boomer creía que todos los asientos iban a ser ocupados. Boomer sabía que eso iba a ser bueno. Shappy estaría contenta de Boomer. Boomer lo había hecho muy bien. Ayudó a mucha gente perdida. Quedaban personas por ayudar, por sentarse. Bomer ayudaría a que se sentasen y estuvieran cómodos. Boomer era bueno. Shappy siempre decía que Boomer era el más bueno de todos.
Cuando se sienten todas las personas en sus asientos el espectáculo comenzaría. Ni antes ni después. Cuando todos se sienten y Boomer encendiera la antorcha de la entrada, la única antorcha de la carpa que estaba apagada. Encender la antorcha era la señal para que el Maestro de Ceremonias empiece. Boomer debía de ser rápido. El Maestro de Ceremonias estaría deseando de comenzar. El Maestro de Ceremonias siempre tenía prisa por empezar. Boomer debía de ser rápido y bueno.
Boomer guiaba a dos hombres que medían igual que la chica bonita. Los hombres no tenían niños. Los hombres eran jóvenes. ¿Qué edad tendría los hombres jóvenes? Boomer no lo sabía. Boomer no entendía de edades. Boomer sabía que personas muy mayores llevan niños y que personas muy jóvenes no tienen niños. Boomer prefiere cuando hay niños. Hombres jóvenes se burlaban más de Boomer de lo que hacían los niños. Pero, Boomer no hizo caso. Boomer era bueno.
Boomer pensaba en la chica bonita. Ella ayudó a Boomer. Por la chica bonita, Boomer cogió aire y sonrió a los jóvenes sin echarse a llorar. Boomer siempre era bueno.
Boomer escuchó un gritó lejos detrás de la cortina roja. Boomer supo de quien era el grito. Boomer podría conocía muy bien esa voz. Era su amiga Shappy. Boomer escuchó muchas veces a Shappy llorar y gritar. Shappy tenía que sufrir mucho. Maestro de Ceremonias decía que si Shappy lloraba era porque era muy lista y los listos tenían que llorar. Boomer no entendía que quería decir. Boomer no era listo. A Boomer le costaba entender todo lo que decía el Maestro de Ceremonias.
* Thiel: Discúlpame, he estado unos días muy ocupada tanto a nivel personal como a nivel profesional; además que, para colmo, el fin de semana pasado no pude acceder a mi ordenador donde tenía las notas de las misiones. Lo siento, si se vuelve a repetir, te enviaré un mp para avisarte de antemano.
Formalismos a parte, es hora de pasar a la acción. He disfrutado mucho con los personajes que has introducido. Dos de ellos, como has visto, los he usado para este turno: Maximalita y Minimalita. Ellas son las que han herido las que han pegado a la Shimphony Shappire. Desde tu asiento, no has podido verlo pero si escucharlo. ¿Otro grito de dolor y procedente del mismo lugar? Eso ya es extraño. Deberás ir a investigar en el siguiente turno. Sé precavida e intenta pasar inadvertida, es mejor que aquellos que Shimphony Shappire llama “verdaderos protagonistas” no sepan que estés ahí.
Personajes prohibidos en el próximo turno: El Coco, Minimalita, Maximalita, Pequeño Boomer, Jin, Jan y Maestro de Ceremonias.
El miedo, bien causado, era una adicción. Y, para causar miedo, no basta con pintarse la cara y actuar con unos simples pasos de baile mal elaborados. Había que ser cruel. Los payasos el circo, exceptuando al pequeño Boomer (él era el único bueno) vivían de esa crueldad. Shimphony Shappire odiaba tener que ser cruel tanto como se odiaba así misma por aceptar sin rechistar esa maldita vida de espantos y adicciones.
-¿Qué estás mirando?- una voz severa pero dulce sonó a la espalda de la chica como si fuera un fuerte gruñido. Shappy se giró de un sobresalto para ver quién era quien le había hablado. Fue Maximatita, una de las contorsionistas que estaban a punto de practicar sus artes en el escenario. –No deberías estar aquí. Después de tantos años parece mentira que todavía no conozcas tú trabajo.-
-Una mentira muy grande,- Minimalita, la segunda contorsionista, cogió con fuerza el brazo de la payasa con su mano izquierda mientras con la derecha sostenía una jaula para pájaros de hierro. - deberemos enseñarte una vez más lo que tienes que hacer-.
Las dos contorsionistas se miraron entre ellas y sonrieron mostrando todos sus colmillos de vampiro. Shappy no tuvo tiempo de contestar. Minimalita le golpeó en la pierna con la jaula de hierro y, al mismo tiempo, Maximalita le golpeo el vientre con un puñetazo. Shimphony Shappire cayó de rodillas al suelo intentando no gritar ni llorar. Lo intentó, pero no lo consiguió. Gritó y lloró como lo haría cualquier chica de diecisiete años.
-Así aprenderás- dijo una de las contorsionistas.
-Sí, así aprenderá- afirmó la otra.
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Boomer no había visto nunca tantas personas. Boomer creía que todos los asientos iban a ser ocupados. Boomer sabía que eso iba a ser bueno. Shappy estaría contenta de Boomer. Boomer lo había hecho muy bien. Ayudó a mucha gente perdida. Quedaban personas por ayudar, por sentarse. Bomer ayudaría a que se sentasen y estuvieran cómodos. Boomer era bueno. Shappy siempre decía que Boomer era el más bueno de todos.
Cuando se sienten todas las personas en sus asientos el espectáculo comenzaría. Ni antes ni después. Cuando todos se sienten y Boomer encendiera la antorcha de la entrada, la única antorcha de la carpa que estaba apagada. Encender la antorcha era la señal para que el Maestro de Ceremonias empiece. Boomer debía de ser rápido. El Maestro de Ceremonias estaría deseando de comenzar. El Maestro de Ceremonias siempre tenía prisa por empezar. Boomer debía de ser rápido y bueno.
Boomer guiaba a dos hombres que medían igual que la chica bonita. Los hombres no tenían niños. Los hombres eran jóvenes. ¿Qué edad tendría los hombres jóvenes? Boomer no lo sabía. Boomer no entendía de edades. Boomer sabía que personas muy mayores llevan niños y que personas muy jóvenes no tienen niños. Boomer prefiere cuando hay niños. Hombres jóvenes se burlaban más de Boomer de lo que hacían los niños. Pero, Boomer no hizo caso. Boomer era bueno.
Boomer pensaba en la chica bonita. Ella ayudó a Boomer. Por la chica bonita, Boomer cogió aire y sonrió a los jóvenes sin echarse a llorar. Boomer siempre era bueno.
Boomer escuchó un gritó lejos detrás de la cortina roja. Boomer supo de quien era el grito. Boomer podría conocía muy bien esa voz. Era su amiga Shappy. Boomer escuchó muchas veces a Shappy llorar y gritar. Shappy tenía que sufrir mucho. Maestro de Ceremonias decía que si Shappy lloraba era porque era muy lista y los listos tenían que llorar. Boomer no entendía que quería decir. Boomer no era listo. A Boomer le costaba entender todo lo que decía el Maestro de Ceremonias.
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* Thiel: Discúlpame, he estado unos días muy ocupada tanto a nivel personal como a nivel profesional; además que, para colmo, el fin de semana pasado no pude acceder a mi ordenador donde tenía las notas de las misiones. Lo siento, si se vuelve a repetir, te enviaré un mp para avisarte de antemano.
Formalismos a parte, es hora de pasar a la acción. He disfrutado mucho con los personajes que has introducido. Dos de ellos, como has visto, los he usado para este turno: Maximalita y Minimalita. Ellas son las que han herido las que han pegado a la Shimphony Shappire. Desde tu asiento, no has podido verlo pero si escucharlo. ¿Otro grito de dolor y procedente del mismo lugar? Eso ya es extraño. Deberás ir a investigar en el siguiente turno. Sé precavida e intenta pasar inadvertida, es mejor que aquellos que Shimphony Shappire llama “verdaderos protagonistas” no sepan que estés ahí.
Personajes prohibidos en el próximo turno: El Coco, Minimalita, Maximalita, Pequeño Boomer, Jin, Jan y Maestro de Ceremonias.
Última edición por Sigel el Vie 11 Nov - 5:08, editado 1 vez
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
A medida que la gente iba ocupando sus lugares el bullicio que atosigaba la enorme carpa disminuía. Ya ubicadas, las personas tendían a prestar atención a los ensayos en el escenario dando paso a un mar de susurros, comentarios despectivos respecto a los fenómenos practicando sus actos y ocasionales risotadas. Los angostos caminos de aserrín estaban más descongestionados y las bestias en las jaulas podían relajarse un poco al saber que ya no tenían tantos ojos sobre ellas.
Gracias a que la contaminación auditiva ostentaba esta vez un volumen considerablemente más tenue, Thiel pudo percibir un segundo alarido que fue capaz de tensarle todos los músculos. Éste había tenido lugar justo antes de que las dos contorsionistas enjauladas saliesen al escenario, mas lo que llamó la atención de la joven fue que al chillido principal le siguieron dolientes sollozos y lastimeros gemidos de dolor. No era como el primer grito al cual le había adjudicado espanto; estos sonidos resultaban más bien agónicos.
Lamentablemente para Thiel, su empatía solía empujarla a situaciones muy desfavorables y su afán de ayudar terminaba haciéndola ser ayudada. Aún sabiéndolo no podía luchar contra su naturaleza y fue por eso que se levantó del asiento apenas hubo deducido que el llanto provenía de detrás del telón. ¿Qué podía hacer ella si alguien había sido lastimado? No mucho, probablemente, pero en su incipiente heroísmo no se hacía tan importantes preguntas.
Sintió un gran alivio al dejar atrás la risueña e insoportable pareja junto a las perturbadoras demostraciones de los payasos sobre las tablas. Con paso ligero anduvo cabizbaja hacia los caminitos que conducían a la parte de atrás del escenario, pasando entre los recovecos que quedaban entre jaula y jaula y adentrándose en una zona menos iluminada que, si bien no tenía ningún cartel que cortase el paso, parecía tácitamente restringida al público. Se cuidó de no cruzarse con nadie, aunque de por sí el sitio no parecía ser camino habitual de los feriantes.
Temerosa, no pudo evitar volver a mirar de reojo las criaturas encerradas cuya bestial apariencia parecía ser un eficaz atractivo circense. ¿Qué haría el dueño del circo si supiese que tenía a una licántropo en el público? Se imaginó allí recluida, angustiada tras gruesos barrotes mientras las personas la señalaban para burlarse de su miserable existencia, de esos enormes pies con garras desproporcionadas, o de sus babeantes fauces hambrientas. ¿Acaso esos seres habían vendido su libertad a consciencia, o estarían cautivos? Deseó hablar con ellos, pero una vez más ignoraban su presencia. Decidió entonces continuar siguiendo los hilitos de voz que la guiaban detrás de los telones.
Al llegar al costado posterior del escenario, subió una pequeña escalera de tres escalones asegurándose que nadie la viese. Lejos todos parecían ocupados ensayando sus actos, además tener una contextura tan pequeña e “ignorable” a veces tenía sus ventajas. Barrió el lugar con la mirada y no tardó más que unos segundos en ubicar un pequeño cuerpo, quizás casi tan pequeño como el suyo, que se retorcía en el suelo abrazándose el vientre. Thiel la reconoció como la dueña del lloriqueo y, aprovechando que no estaba tan lejos, se acercó. Cuando estuvo a punto de llegar, sin embargo, vislumbró un cuerpecito aún más menudo. Era un niño. El niño que había gritado antes.
Tuvo que llevarse las manos a los labios para ahogar un gemido de espanto. Corrió primero hacia el petrificado infante y bastó arrodillarse junto a éste para atisbar las numerosas mordidas en el cuello. Una y otra vez la yugular había sido perforada por varios pares de colmillos y no hizo falta tomarle el pulso para saber que en ese pequeño ya no quedaba ni un hálito de vida. Con los ojos empañados en lágrimas y un muy mal presentimiento erizándole cada poro de la piel, gateó hacia la bonita y llorosa joven con el temor de encontrar las mismas marcas en su cuello. Sin embargo, apenas estuvo al lado se dio cuenta que no olía a sangre y tras un suspiro de alivio se inclinó hacia ella, con el corazón bombeándole tan fuerte que le retumbaba en los tímpanos.
Se sorprendió al ver que la muchacha tenía el mismo maquillaje y vestuario que muchos otros miembros del circo. Temió estar cometiendo la mayor estupidez de su vida, pero no podía recular luego de lo que había visto- Déjame ayudarte, por favor. –Intentó murmurar con la mayor dulzura posible. Tras esto, tomó con ambas manos uno de los brazos ajenos para ayudarla a levantarse y se apuró en guiar a la chica hacia un recodo detrás de una pila de cajas de utilería. No le fue difícil soportar el peso impropio y agradeció la cooperación; si bien cojeaba y apretaba una mano contra el vientre, su acompañante no parecía en exceso violentada. ¿Estaría acostumbrada a aquello? La instó a sentarse sobre una de las cajas y se inclinó hasta que sus rostros quedaron lo suficientemente allegados como para poder hablar en voz baja- ¿Estás bien? ¿Qué te han hecho?
Gracias a que la contaminación auditiva ostentaba esta vez un volumen considerablemente más tenue, Thiel pudo percibir un segundo alarido que fue capaz de tensarle todos los músculos. Éste había tenido lugar justo antes de que las dos contorsionistas enjauladas saliesen al escenario, mas lo que llamó la atención de la joven fue que al chillido principal le siguieron dolientes sollozos y lastimeros gemidos de dolor. No era como el primer grito al cual le había adjudicado espanto; estos sonidos resultaban más bien agónicos.
Lamentablemente para Thiel, su empatía solía empujarla a situaciones muy desfavorables y su afán de ayudar terminaba haciéndola ser ayudada. Aún sabiéndolo no podía luchar contra su naturaleza y fue por eso que se levantó del asiento apenas hubo deducido que el llanto provenía de detrás del telón. ¿Qué podía hacer ella si alguien había sido lastimado? No mucho, probablemente, pero en su incipiente heroísmo no se hacía tan importantes preguntas.
Sintió un gran alivio al dejar atrás la risueña e insoportable pareja junto a las perturbadoras demostraciones de los payasos sobre las tablas. Con paso ligero anduvo cabizbaja hacia los caminitos que conducían a la parte de atrás del escenario, pasando entre los recovecos que quedaban entre jaula y jaula y adentrándose en una zona menos iluminada que, si bien no tenía ningún cartel que cortase el paso, parecía tácitamente restringida al público. Se cuidó de no cruzarse con nadie, aunque de por sí el sitio no parecía ser camino habitual de los feriantes.
Temerosa, no pudo evitar volver a mirar de reojo las criaturas encerradas cuya bestial apariencia parecía ser un eficaz atractivo circense. ¿Qué haría el dueño del circo si supiese que tenía a una licántropo en el público? Se imaginó allí recluida, angustiada tras gruesos barrotes mientras las personas la señalaban para burlarse de su miserable existencia, de esos enormes pies con garras desproporcionadas, o de sus babeantes fauces hambrientas. ¿Acaso esos seres habían vendido su libertad a consciencia, o estarían cautivos? Deseó hablar con ellos, pero una vez más ignoraban su presencia. Decidió entonces continuar siguiendo los hilitos de voz que la guiaban detrás de los telones.
Al llegar al costado posterior del escenario, subió una pequeña escalera de tres escalones asegurándose que nadie la viese. Lejos todos parecían ocupados ensayando sus actos, además tener una contextura tan pequeña e “ignorable” a veces tenía sus ventajas. Barrió el lugar con la mirada y no tardó más que unos segundos en ubicar un pequeño cuerpo, quizás casi tan pequeño como el suyo, que se retorcía en el suelo abrazándose el vientre. Thiel la reconoció como la dueña del lloriqueo y, aprovechando que no estaba tan lejos, se acercó. Cuando estuvo a punto de llegar, sin embargo, vislumbró un cuerpecito aún más menudo. Era un niño. El niño que había gritado antes.
Tuvo que llevarse las manos a los labios para ahogar un gemido de espanto. Corrió primero hacia el petrificado infante y bastó arrodillarse junto a éste para atisbar las numerosas mordidas en el cuello. Una y otra vez la yugular había sido perforada por varios pares de colmillos y no hizo falta tomarle el pulso para saber que en ese pequeño ya no quedaba ni un hálito de vida. Con los ojos empañados en lágrimas y un muy mal presentimiento erizándole cada poro de la piel, gateó hacia la bonita y llorosa joven con el temor de encontrar las mismas marcas en su cuello. Sin embargo, apenas estuvo al lado se dio cuenta que no olía a sangre y tras un suspiro de alivio se inclinó hacia ella, con el corazón bombeándole tan fuerte que le retumbaba en los tímpanos.
Se sorprendió al ver que la muchacha tenía el mismo maquillaje y vestuario que muchos otros miembros del circo. Temió estar cometiendo la mayor estupidez de su vida, pero no podía recular luego de lo que había visto- Déjame ayudarte, por favor. –Intentó murmurar con la mayor dulzura posible. Tras esto, tomó con ambas manos uno de los brazos ajenos para ayudarla a levantarse y se apuró en guiar a la chica hacia un recodo detrás de una pila de cajas de utilería. No le fue difícil soportar el peso impropio y agradeció la cooperación; si bien cojeaba y apretaba una mano contra el vientre, su acompañante no parecía en exceso violentada. ¿Estaría acostumbrada a aquello? La instó a sentarse sobre una de las cajas y se inclinó hasta que sus rostros quedaron lo suficientemente allegados como para poder hablar en voz baja- ¿Estás bien? ¿Qué te han hecho?
Thiel
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Después de que las contorsionistas le golpearan, Shimphony Shappire se había quedado sentada en el suelo abrazada a sus propias piernas para sentir algo de afecto. No era la primera vez que se adoptaba esa posición y estaba seguro que tampoco sería la última. En el Circo de los Horrores, el miedo era una adicción y ella era la puta adepta de los payasos. Estaba aterrorizada y, sin embargo, en lugar de salir corriendo de aquel maldito lugar lleno de mocosos riendo al otro lado del telón y payasos que la maltrataban sexual, física y psicológicamente, ella se quedaba sentada en el suelo y llorando sin hacer nada más. ¿Acaso podía escapar? No, esa no era la pregunta que se tenía que hacer. ¿Acaso quería escaparse? Aunque llorase y tuviera que sufrir los peores tratos de los que era víctima. El Circo de los Horrores era lo más parecido a una familia que tenía. No quería perderla.
Una voz sonó de mujer sonó al otro lado de sus piernas. En un primer momento, no le hizo caso. Quería estar sola. ¡Qué se fuera a la mierda! Después haría su trabajo. Ahora solo quería llorar. ¿Es que no iban a respetar ni siquiera eso? ¡Fuera!
Pero la voz volvió a insistir. Le cogió de las manos y Shappy tuvo ganas de morderlas para que le dejará tranquila. Había visto a los vampiros morder. No sería nada nuevo para ella. Aun así, no lo hizo. Como la puta adepta que era, estaba acostumbrada a hacer todo aquello que le mandasen, aunque no le gustara.
Fue hacia el lugar donde la chica le guiaba, se sentó sobre unas cajas tal cual le indicó y se dejó tocar el cardenal en el vientre que Maximalita le había dejado. ¿O era Minimalita? No podía recordarlo con seguridad y eso le hizo estar más furiosa de lo que ya estaba.
-¡No, no estoy bien!- tenía las manos sobre sus rodillas adoptando así una posición más firme y segura. –Ahora vete antes de que…-
-¡Ja! Les hemos dado un buen susto ¿verdad?- Teobaldo, el enano ventrílocuo, salió del escenario por el mismo lado del telón donde Shappy se había puesto a llorar. Su voz, aguda y chirriante, era tan horrible como el nombre que había escogido al entrar al Circo de los Horrores. –Sí jefe, buen susto, jefe.- Se contestó el mismo con el muñeco gigante (casi tan grande como El Pequeño Boomer) poniendo una voz grave e igual de espantosa como la real.
-Sonríe como una idiota- los ojos de Shimpony se abrieron con un sobresalto al ver a Teobaldo-¡No te quedes mirándome y sonríe!- podía obligarla a sonreír igual como había hecho con la pareja de los asientos once y doce, pero, si lo hubiera hecho, entonces la chica estaría condenada de verdad.
Tan rápido como pudo, por suerte lo suficientemente rápido para que el enano no la viera, rodeó con los brazos el cuello de la chica y la empujó contra ella besándola en los labios mientras, con el rabillo del ojo, vigilaba a Teobaldo.
-Jefe, estoy viendo algo que me gusta jefe.- dijo con la voz grave- Yo también lo estoy viendo mi buen amigo.- arrastró al gran muñeco por el suelo para acercarse más a las cajas donde estaban las dos chicas. Por donde pasaba, se podía distinguir un buen rastro de babas. -¿Se puedo saber qué hace esa chica aquí?- no parecía ofendido, a lo sumo, agradecido.
-Es una admiradora que quería un espectáculo privado- Shappy le guiñó el ojo a Teobaldo. No hizo falta nada más que el hombrecillo lo entendiera. Idiota. - Si nos dejas a solas un ratito, luego iremos las dos a hacerte una visita.-
-Jefe, ¿yo también puedo?- el muñeco giraba la cabeza constantemente desde las chicas a su “jefe”. El ventrílocuo, en cambio, solo tenía ojos para las dos chicas- Sí, ¿por qué? No hay ningún inconveniente a que tú también participes- Lo último sonó como una amenaza.
Maldito obseso de mierda. Teobaldo siempre estuvo detrás de Shimphony y, desde que tenía cinco años, conseguía hacer con ella lo que quería. Le rapaba su larga melena dorada y la usaba para sus muñecos. Si no recordaba mal, el gigante, el que no paraba de decir “jefe” todo el rato, tenía puestos algunos de los dientes de leche que se le cayeron de pequeña. Fue por su culpa por lo que decidió pintarse el cabello de azul y quitarle el tacto sedoso quemándolo con diferentes pociones. Fue la mejor solución para que no le cortase más el pelo. Lástima que no pudiera hacer lo mismo con las otras niñas que tenía el enano en su caravana. Algún día las rescataría… Antes que se hagan mayores y se conviertan en putas adeptas como Shappy, las rescataría.
-No tardes Shappy, te estaremos esperando-
-Ya te he dicho que es solo un ratito- cruzó sus piernas sobre la cintura de la chica. Una vez se fue, añadió casi escupiendo- cabrón de mierda-.
* Thiel: Shimphony Shappire ha encontrado una buena manera para que pases inadvertida. Por lo menos con el ventrílocuo ha funcionado. ¿Funcionará con el resto de payasos? Me temo que no. Por lo menos, para el siguiente turno, estarás a salvo. Te has ganado la confianza de mi querida Shappy y ella te lo agradece, a su manera. Como supongo que tendrás muchas preguntas que hacerle a la payasa, voy a dejar el siguiente turno para que puedas hablar con ella. Pregunta, ella te resolverá todas las dudas que tengas. Si lo ves necesario, puedes controlar en pequeña medida a Shappy.
Personajes prohibidos en el próximo turno: Teobaldo y sus muñecos, El Coco, Minimalita, Maximalita, Pequeño Boomer, Jin, Jan y Maestro de Ceremonias.
Una voz sonó de mujer sonó al otro lado de sus piernas. En un primer momento, no le hizo caso. Quería estar sola. ¡Qué se fuera a la mierda! Después haría su trabajo. Ahora solo quería llorar. ¿Es que no iban a respetar ni siquiera eso? ¡Fuera!
Pero la voz volvió a insistir. Le cogió de las manos y Shappy tuvo ganas de morderlas para que le dejará tranquila. Había visto a los vampiros morder. No sería nada nuevo para ella. Aun así, no lo hizo. Como la puta adepta que era, estaba acostumbrada a hacer todo aquello que le mandasen, aunque no le gustara.
Fue hacia el lugar donde la chica le guiaba, se sentó sobre unas cajas tal cual le indicó y se dejó tocar el cardenal en el vientre que Maximalita le había dejado. ¿O era Minimalita? No podía recordarlo con seguridad y eso le hizo estar más furiosa de lo que ya estaba.
-¡No, no estoy bien!- tenía las manos sobre sus rodillas adoptando así una posición más firme y segura. –Ahora vete antes de que…-
-¡Ja! Les hemos dado un buen susto ¿verdad?- Teobaldo, el enano ventrílocuo, salió del escenario por el mismo lado del telón donde Shappy se había puesto a llorar. Su voz, aguda y chirriante, era tan horrible como el nombre que había escogido al entrar al Circo de los Horrores. –Sí jefe, buen susto, jefe.- Se contestó el mismo con el muñeco gigante (casi tan grande como El Pequeño Boomer) poniendo una voz grave e igual de espantosa como la real.
-Sonríe como una idiota- los ojos de Shimpony se abrieron con un sobresalto al ver a Teobaldo-¡No te quedes mirándome y sonríe!- podía obligarla a sonreír igual como había hecho con la pareja de los asientos once y doce, pero, si lo hubiera hecho, entonces la chica estaría condenada de verdad.
Tan rápido como pudo, por suerte lo suficientemente rápido para que el enano no la viera, rodeó con los brazos el cuello de la chica y la empujó contra ella besándola en los labios mientras, con el rabillo del ojo, vigilaba a Teobaldo.
-Jefe, estoy viendo algo que me gusta jefe.- dijo con la voz grave- Yo también lo estoy viendo mi buen amigo.- arrastró al gran muñeco por el suelo para acercarse más a las cajas donde estaban las dos chicas. Por donde pasaba, se podía distinguir un buen rastro de babas. -¿Se puedo saber qué hace esa chica aquí?- no parecía ofendido, a lo sumo, agradecido.
-Es una admiradora que quería un espectáculo privado- Shappy le guiñó el ojo a Teobaldo. No hizo falta nada más que el hombrecillo lo entendiera. Idiota. - Si nos dejas a solas un ratito, luego iremos las dos a hacerte una visita.-
-Jefe, ¿yo también puedo?- el muñeco giraba la cabeza constantemente desde las chicas a su “jefe”. El ventrílocuo, en cambio, solo tenía ojos para las dos chicas- Sí, ¿por qué? No hay ningún inconveniente a que tú también participes- Lo último sonó como una amenaza.
Maldito obseso de mierda. Teobaldo siempre estuvo detrás de Shimphony y, desde que tenía cinco años, conseguía hacer con ella lo que quería. Le rapaba su larga melena dorada y la usaba para sus muñecos. Si no recordaba mal, el gigante, el que no paraba de decir “jefe” todo el rato, tenía puestos algunos de los dientes de leche que se le cayeron de pequeña. Fue por su culpa por lo que decidió pintarse el cabello de azul y quitarle el tacto sedoso quemándolo con diferentes pociones. Fue la mejor solución para que no le cortase más el pelo. Lástima que no pudiera hacer lo mismo con las otras niñas que tenía el enano en su caravana. Algún día las rescataría… Antes que se hagan mayores y se conviertan en putas adeptas como Shappy, las rescataría.
-No tardes Shappy, te estaremos esperando-
-Ya te he dicho que es solo un ratito- cruzó sus piernas sobre la cintura de la chica. Una vez se fue, añadió casi escupiendo- cabrón de mierda-.
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* Thiel: Shimphony Shappire ha encontrado una buena manera para que pases inadvertida. Por lo menos con el ventrílocuo ha funcionado. ¿Funcionará con el resto de payasos? Me temo que no. Por lo menos, para el siguiente turno, estarás a salvo. Te has ganado la confianza de mi querida Shappy y ella te lo agradece, a su manera. Como supongo que tendrás muchas preguntas que hacerle a la payasa, voy a dejar el siguiente turno para que puedas hablar con ella. Pregunta, ella te resolverá todas las dudas que tengas. Si lo ves necesario, puedes controlar en pequeña medida a Shappy.
Personajes prohibidos en el próximo turno: Teobaldo y sus muñecos, El Coco, Minimalita, Maximalita, Pequeño Boomer, Jin, Jan y Maestro de Ceremonias.
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Thiel pegó un respingo ante la abrupta respuesta de la muchacha, que pese a haber sido víctima de una golpiza le ladró con un ímpetu que hizo sospechar a la joven loba que en realidad sí que estaba bien. Por lo menos, físicamente. Los daños psicológicos eran más preocupantes y duraderos, pero mientras el cuerpo pudiese seguir funcionando, lo concerniente a lo mental –casi– siempre podía llegar a arreglarse… con mucho esfuerzo, eso sí.
Quiso decirle algo. A decir verdad, quiso decirle muchas cosas. Estuvo a punto de volver a agarrarle las manos para llevársela de allí hacia algún lugar más seguro cuando una nueva frase, a su parecer incoherente, la desconcertó: “Sonríe como una idiota.”. No había notado la aproximación del ventrílocuo a sus espaldas y estaba tan atontada por la acumulación de sucesos extraños a lo largo de la noche que sus reacciones resultaban tardías y atolondradas. Fue por esta razón que no pudo hacer nada para impedir que la muchacha la tironease hacia sí para encajarle un beso de lleno en los labios. Los ojos color oliva se abrieron de par en par tras dejar escapar un gemidito de espanto. ¡Su primer beso! ¡Con una chica! ¡Una payasa! ¡Qué ultraje! ¡Qué atrevimiento! ¡Qué… qué… qué blandito y cálido!
Su reacción instintiva fue ponerle ambas manos en el pecho para empujar y zafarse del agarre, con el rostro colorado como un tomate maduro, el ceño fruncido y los ojos clavados en el suelo con una clara mueca de vergüenza absoluta. No obstante, un segundo antes de que pudiese comenzar a proferir la correspondiente retahíla de quejas indignadas, una voz, o mejor dicho “dos” voces a sus espaldas la alertaron tardíamente respecto a una nueva presencia. Se le erizó hasta el último poro del cuerpo y escuchó petrificada, sin voltearse ni moverse ni un milímetro, la conversación entre la besucona y el enano.
La joven Thiel podía ser ingenua, pero no estúpida. Le bastaron pocos segundos para poder analizar el contexto y entender cuál era la intención tras las palabras de la muchacha maquillada. De todas formas, la manera en que prometió al ventrílocuo una pronta visita que la involucraba también a ella le causó una horrible sensación de nervios y rogó que realmente fuese todo fingido. Se preguntó cómo aquella adolescente podía vivir en el mismo ámbito que esos horripilantes energúmenos con rostros lascivos y grotescos talentos. A juzgar por lo rápido que se deshizo del hombrecillo, parecía tener mucha experiencia tratando con ellos.
Permaneció de espaldas, inmóvil y cabizbaja hasta que el desagradable hombre partió dejándolas solas. Por suerte, su largo y enmarañado cabello le cubría las enrojecidas orejas y casi todo el rostro cuando miraba hacia abajo. Una vez las cortas pisadas se perdieron a lo lejos, Thiel exhaló con un suspiro toda la tensión contenida e hizo un esfuerzo por apartarse del agarre de la joven. Sin embargo no podía alejarse mucho de ella, no si quería continuar hablando en voz baja y no ser vistas detrás del montón de cajas.
El rubor disminuía, aunque las manos no dejaban de temblarle. Dado que entendía la razón por la cual había sido besada, hizo un gran esfuerzo por no mostrarse indignada al respecto… a pesar de lo mucho que deseó regañar a esa chica que sin saberlo le acababa de robar un momento muy especial que había estado esperando y fantaseando por largos años. Y aunque le resultó imposible disimular la vergüenza, intentó llevar la conversación a lo más importante.
-Siento mucho darte problemas. Sé que no debería estar aquí, pero te escuché gritar. –Intentó explicarse sin tartamudear, aunque le era realmente difícil mirarla a los ojos- ¿Quién te ha golpeado? ¿Ha sido uno de ellos? ¿No se supone que son tus compañeros? –Sabía que estaba haciendo demasiadas preguntas. Sabía que su entrometimiento sería más problemático que beneficioso para la muchacha (pues así solía ocurrirle). Aún así, la falta de respuestas sólo la empujaba a seguir indagando a pesar de que su acompañante pareciese resistirse a su compañía. No le importaba, era una caradura. Y también una empática. No pudo evitar verse reflejada en la peliazul, por distintas que fuesen sus situaciones. Al final, las dos parecían estar solas en el mundo por mucho que se rodeasen de gente.- ¿No querrías ir a otro sitio? Yo… podría acompañarte afuera, si quieres. Oh, sé que suena raro, pero puedes confiar en mí, ¡lo prometo! –Era consciente de que tras una posible vida de maltratos nadie en su sano juicio podría confiar en un extraño con tanta facilidad. Ella no lo haría. De todas maneras no perdía nada con preguntar, y temía permanecer sobre el escenario por mucho más tiempo. Se inclinó suavemente hacia atrás para espiar por entre las cajas y corroborar que el resto de payasos estaba ocupado en sus asuntos en el otro extremo de las tablas. No podía relajarse, debía estar más atenta si no quería terminar en una de esas jaulas.
Quiso decirle algo. A decir verdad, quiso decirle muchas cosas. Estuvo a punto de volver a agarrarle las manos para llevársela de allí hacia algún lugar más seguro cuando una nueva frase, a su parecer incoherente, la desconcertó: “Sonríe como una idiota.”. No había notado la aproximación del ventrílocuo a sus espaldas y estaba tan atontada por la acumulación de sucesos extraños a lo largo de la noche que sus reacciones resultaban tardías y atolondradas. Fue por esta razón que no pudo hacer nada para impedir que la muchacha la tironease hacia sí para encajarle un beso de lleno en los labios. Los ojos color oliva se abrieron de par en par tras dejar escapar un gemidito de espanto. ¡Su primer beso! ¡Con una chica! ¡Una payasa! ¡Qué ultraje! ¡Qué atrevimiento! ¡Qué… qué… qué blandito y cálido!
Su reacción instintiva fue ponerle ambas manos en el pecho para empujar y zafarse del agarre, con el rostro colorado como un tomate maduro, el ceño fruncido y los ojos clavados en el suelo con una clara mueca de vergüenza absoluta. No obstante, un segundo antes de que pudiese comenzar a proferir la correspondiente retahíla de quejas indignadas, una voz, o mejor dicho “dos” voces a sus espaldas la alertaron tardíamente respecto a una nueva presencia. Se le erizó hasta el último poro del cuerpo y escuchó petrificada, sin voltearse ni moverse ni un milímetro, la conversación entre la besucona y el enano.
La joven Thiel podía ser ingenua, pero no estúpida. Le bastaron pocos segundos para poder analizar el contexto y entender cuál era la intención tras las palabras de la muchacha maquillada. De todas formas, la manera en que prometió al ventrílocuo una pronta visita que la involucraba también a ella le causó una horrible sensación de nervios y rogó que realmente fuese todo fingido. Se preguntó cómo aquella adolescente podía vivir en el mismo ámbito que esos horripilantes energúmenos con rostros lascivos y grotescos talentos. A juzgar por lo rápido que se deshizo del hombrecillo, parecía tener mucha experiencia tratando con ellos.
Permaneció de espaldas, inmóvil y cabizbaja hasta que el desagradable hombre partió dejándolas solas. Por suerte, su largo y enmarañado cabello le cubría las enrojecidas orejas y casi todo el rostro cuando miraba hacia abajo. Una vez las cortas pisadas se perdieron a lo lejos, Thiel exhaló con un suspiro toda la tensión contenida e hizo un esfuerzo por apartarse del agarre de la joven. Sin embargo no podía alejarse mucho de ella, no si quería continuar hablando en voz baja y no ser vistas detrás del montón de cajas.
El rubor disminuía, aunque las manos no dejaban de temblarle. Dado que entendía la razón por la cual había sido besada, hizo un gran esfuerzo por no mostrarse indignada al respecto… a pesar de lo mucho que deseó regañar a esa chica que sin saberlo le acababa de robar un momento muy especial que había estado esperando y fantaseando por largos años. Y aunque le resultó imposible disimular la vergüenza, intentó llevar la conversación a lo más importante.
-Siento mucho darte problemas. Sé que no debería estar aquí, pero te escuché gritar. –Intentó explicarse sin tartamudear, aunque le era realmente difícil mirarla a los ojos- ¿Quién te ha golpeado? ¿Ha sido uno de ellos? ¿No se supone que son tus compañeros? –Sabía que estaba haciendo demasiadas preguntas. Sabía que su entrometimiento sería más problemático que beneficioso para la muchacha (pues así solía ocurrirle). Aún así, la falta de respuestas sólo la empujaba a seguir indagando a pesar de que su acompañante pareciese resistirse a su compañía. No le importaba, era una caradura. Y también una empática. No pudo evitar verse reflejada en la peliazul, por distintas que fuesen sus situaciones. Al final, las dos parecían estar solas en el mundo por mucho que se rodeasen de gente.- ¿No querrías ir a otro sitio? Yo… podría acompañarte afuera, si quieres. Oh, sé que suena raro, pero puedes confiar en mí, ¡lo prometo! –Era consciente de que tras una posible vida de maltratos nadie en su sano juicio podría confiar en un extraño con tanta facilidad. Ella no lo haría. De todas maneras no perdía nada con preguntar, y temía permanecer sobre el escenario por mucho más tiempo. Se inclinó suavemente hacia atrás para espiar por entre las cajas y corroborar que el resto de payasos estaba ocupado en sus asuntos en el otro extremo de las tablas. No podía relajarse, debía estar más atenta si no quería terminar en una de esas jaulas.
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
La chica habló y sus palabras fueron tan estúpidas que parecía que las hubiera dicho el Pequeño Boomer. Shappy no pudo evitar suspirar sonoramente de cansancio y cierta envidia mal disimulada al escucharla. Definitivamente, era tan estúpida, inocente y buena como el grandullón. Si la chica supiera todas las veces que a Boomer le habían atado un poste y le habían latigado solo por ayudarla como ella lo hizo ni siquiera se hubiera acercado a la payasa.
-No eres el único de mis problemas,- se apoyó en las cajas para coger impulso y salto al suelo para ponerse de pie- ni el mayor de ellos.- miro hacia la izquierda y hacia la derecha para asegurarse de que ninguno de los payasos de Circo de los Horrores viera a la chica. No vio a ninguno, por lo que decidió no echarla tan rápido de la carpa. -Supongo que debo darte las gracias. - lo último lo dijo más por obligación que porque de verdad pensase que debía de agradecerle algo.
Luego de las disculpas y los agradecimientos, vinieron las preguntas. Shimphony puso una cara de irritación y asco cuando llamó a los payasos del circo como sus “compañeros”. Y aunque tenía razón, odiaba reconocer que vampiros, brujos y humanos con corazón podrido eran compañeros de suyos. Más que eso. El Maestro de Ceremonias llamaba a todos como “familia”.
-Me golpean porque saben que jamás seré como ellos- dijo mirando al suelo con gran pesar.
Al ir levantando la vista lentamente se topó con el cadáver del mocoso gritón que había entregado en vida a las mellizas vampiras. Se sintió, en ese momento, más compañero y amigo de ese niño que apenas conocía que de cualquiera del Circo de los Horrores. No le dio lástima verlo muerto sino vergüenza. Por su culpa estaba muerto; como otros tantos niños y niñas que había entregado a los vampiros. Boomer jamás lo hubiera consentido, y la chica de las preguntas, seguramente, tampoco. Hubieran hecho algo, lo que fuera, para impedir que nadie muriera. Con despedirse de los niños diciendo que eran amigos como Shappy hacía no era bastante.
-¿Qué te ocurre?- a Shimphone le extrañó que la chica insistiese tanto en acompañarla a cualquier lugar- ¿Te ha gustado tanto que te bese que quieres que te de otro?- bromeó moviendo las caderas como lo hacía Maximalita cuando quería encandilar a un hombre- No confíes en mí ni me prometas tu confianza, no la quiero.- ella no era una buena persona, no como la chica o Boomer. No se merecía la confianza de nadie- Sí te pido que prometas que vas a actuar bien. ¿Querías ayudar? ¡Hazlo! Sálvanos.- se refería al público hechizado, a las niñas que Teobaldo tenía prisioneras, a los monstruos de feria, a Boomer pero, sobre todo, a ella misma. - ¿Lo vas a hacer?- miró directamente a los ojos oliva de la chica y lanzó la pregunta sin disimular toda la desesperación que sentía- Prométeme que lo harás y entonces puede que te bese otra vez- y de la desesperación pasó de nuevo a la broma. No le gustaba ponerse seria- antes que nadie te vea, sígueme a mi caravana. Tengo una idea-.
Cogió la mano de la chica y corrió arrastrándola lo más rápido que podía. Tenían que darse prisa, si se encontraban con alguno de sus “compañeros” (como odiaba esa palabra) las dos estarían perdidas. No, solo Shimphony estaría perdida. A su amiga directamente la matarían como habían matado a tantos otros.
Consiguieron salir de la carpa por la puerta trasera. El exterior estaba lleno de payasos por todas partes llevando y trayendo cajas y instrumento de atrezo para sus respectivas funciones.
-Espero que Teobaldo habrá corrido la voz,- dijo apretando el puño de la chica para ganar confianza en sí misma. No estaba para anda segura de lo que decía- les habrá dicho a los otros payasos que le espera una fiesta con una nueva “muñeca”.- quiso escupir del asco al imitar el tono de voz del enano- Si nos ven ir hacia mi caravana no les extrañará.- cruzo los dedos de la mano que no la que cogía a su amiga- Pero corre por si acaso-.
Y corrió y apretó más la mano de su amiga. Más que nunca necesitaba sentir el calor de una persona buena y estúpida. Eso le daba fuerzas para seguir con la idea que se le había ocurrido.
Abrió la puerta de su caravana con un tirón, empujó a su amiga dentro, la cerró de un portazo y se quedó en el interior con la espalda apoyada en la puerta exhalando sonoramente. ¿Estaba segura de lo que iba a hacer? Había que intentar. Había que intentar ser una buena persona.
Necesito unos segundo para tranquilizarse y volver a respirar normalmente. Todo lo normal que podía respirar una persona que estaba a punto de cometer una estupidez.
-Me llaman Shimphony Shappire,- dijo muy tranquila y muy despacio mientras se quitaba la camiseta manchada con gotas de sangre. Una tela se ceñía a su torso; la usaba para apretarse los senos y que no lo notasen los depravados payasos del estilo de Teobaldo. Arrancó la tela de un solo estirón- puedes llamarme Shappy, es más corto.- Boomer fue el primero que empezó a llamarla así- Ese no es mi nombre verdadero,- se quitó también los pantalones quedándose así únicamente con las bragas de lino blanca. Milagrosamente, estas no estaban sucias ni manchadas de sangres- aquí no tenemos nombres reales.- bajo la vista e intentó recordar el nombre que le pusieron sus padres y también a sus padres; no pudo hacerlo- Voy… Vamos-rectificó moviendo la cabeza de lado a lado para mostrar negación- a salvarlos a todos. Tengo una idea, es una estupidez pero puede funcionar.- De de bajo de su colchón de plumas sacó dos dagas, una se la ofreció a su amiga- Cuando empiece última antorcha se apegué y la primera se encienda, será el Maestro de Ceremonias quien inicie el ritual. No es una función de payasos. Es un maldito ritual. Yo voy después. Los hombres babearan como cerdos al verme, las mujeres envidiaran mi cuerpo y los niños y niñas querrán ser mis amigos. Luego, todos sonríen y así se quedarán sonriendo para siempre si es que no hacemos nada para evitarlo. Lo que viene después… No sé que viene después. Jamás consigo recordar nada de lo que ocurre en el ritual mientras lo estoy haciendo. Pero, estoy segura que te voy a necesitar. Necesitaré tu ayuda.- unos segundos más para aclarar todas antes de soltarlas de golpe- Se trata de hacer un caos. Si con mi parte del ritual consigo distraer a los payasos, tú podrás liberar a los hombres bestias. Ellos te ayudaran en todo lo que hagas. No es un gran ejército pero es lo que tenemos. Si nos unimos todos, tal vez….- dejó la última frase en el aire. No quería decir que iba a escapar. Seguía siendo una puta adepta; huir le seguía dando miedo.
No le incomodaba estar desnuda, pero quizás a la chica sí que le podría incomodar. Después de haber bromeado con besarla y sabiendo todo lo que hacía Teobaldo, debía de estar aterrorizada. Tan rápido como se dio cuenta de ese pequeño error, se puso un corsé blanco bordado con algunos detalles dorados alrededor de la cintura y de los senos. Era su mejor corsé; ideal para su última noche en el Circo de los Horrores. Funcionase o no funcionase su plan, ya había decido que iba a ser su última noche.
-Ahí tienes maquillaje y pinturas- señaló una mesilla con un gran espejo que usaba para maquillarse y pintarse el pelo de azul- y puedes usar toda la ropa que quieras.- señaló la ropa que tenía esparcida por toda su cama. -No la voy a necesitar más-.
* Thiel: Muy bien jugado. No solo te has ganado la confianza de Shappy, cosa por la cual se ha podido abrir tanto a ti, sino que a además le has dado fuerzas para tomar su venganza contra los que la tienen presa. Ahora es tu turno y debes cumplir tu parte del trato. Pero, relájate. La función, o ritual como lo llama Shimphone, todavía no ha empezado y tardará unos turnos en empezar. Primero has de pasar inadvertida, como una payasa más. En el siguiente turno te lo dejo para que te maquilles y te vistas como quieras; contra más te parezcas a Shappy y a las otras payasas que se han mostrado a lo largo de la misión mejor. Tienes permiso para salir de la caravana e interactuar en este turno con otros payasos para pasar inadvertida. Como extra, si deseas hacerle más preguntas a Shappy sobre cualquier vacío que tu personaje necesite llenar puedes hacerlo. Este post mío ha sido muy largo y, me temo, que podría haber obviado algún detalle que merezca ser explicado.
Personajes prohibidos en el próximo turno: El Coco, otros hombres monstruos, Pequeño Boomer, y Maestro de Ceremonias.
-No eres el único de mis problemas,- se apoyó en las cajas para coger impulso y salto al suelo para ponerse de pie- ni el mayor de ellos.- miro hacia la izquierda y hacia la derecha para asegurarse de que ninguno de los payasos de Circo de los Horrores viera a la chica. No vio a ninguno, por lo que decidió no echarla tan rápido de la carpa. -Supongo que debo darte las gracias. - lo último lo dijo más por obligación que porque de verdad pensase que debía de agradecerle algo.
Luego de las disculpas y los agradecimientos, vinieron las preguntas. Shimphony puso una cara de irritación y asco cuando llamó a los payasos del circo como sus “compañeros”. Y aunque tenía razón, odiaba reconocer que vampiros, brujos y humanos con corazón podrido eran compañeros de suyos. Más que eso. El Maestro de Ceremonias llamaba a todos como “familia”.
-Me golpean porque saben que jamás seré como ellos- dijo mirando al suelo con gran pesar.
Al ir levantando la vista lentamente se topó con el cadáver del mocoso gritón que había entregado en vida a las mellizas vampiras. Se sintió, en ese momento, más compañero y amigo de ese niño que apenas conocía que de cualquiera del Circo de los Horrores. No le dio lástima verlo muerto sino vergüenza. Por su culpa estaba muerto; como otros tantos niños y niñas que había entregado a los vampiros. Boomer jamás lo hubiera consentido, y la chica de las preguntas, seguramente, tampoco. Hubieran hecho algo, lo que fuera, para impedir que nadie muriera. Con despedirse de los niños diciendo que eran amigos como Shappy hacía no era bastante.
-¿Qué te ocurre?- a Shimphone le extrañó que la chica insistiese tanto en acompañarla a cualquier lugar- ¿Te ha gustado tanto que te bese que quieres que te de otro?- bromeó moviendo las caderas como lo hacía Maximalita cuando quería encandilar a un hombre- No confíes en mí ni me prometas tu confianza, no la quiero.- ella no era una buena persona, no como la chica o Boomer. No se merecía la confianza de nadie- Sí te pido que prometas que vas a actuar bien. ¿Querías ayudar? ¡Hazlo! Sálvanos.- se refería al público hechizado, a las niñas que Teobaldo tenía prisioneras, a los monstruos de feria, a Boomer pero, sobre todo, a ella misma. - ¿Lo vas a hacer?- miró directamente a los ojos oliva de la chica y lanzó la pregunta sin disimular toda la desesperación que sentía- Prométeme que lo harás y entonces puede que te bese otra vez- y de la desesperación pasó de nuevo a la broma. No le gustaba ponerse seria- antes que nadie te vea, sígueme a mi caravana. Tengo una idea-.
Cogió la mano de la chica y corrió arrastrándola lo más rápido que podía. Tenían que darse prisa, si se encontraban con alguno de sus “compañeros” (como odiaba esa palabra) las dos estarían perdidas. No, solo Shimphony estaría perdida. A su amiga directamente la matarían como habían matado a tantos otros.
Consiguieron salir de la carpa por la puerta trasera. El exterior estaba lleno de payasos por todas partes llevando y trayendo cajas y instrumento de atrezo para sus respectivas funciones.
-Espero que Teobaldo habrá corrido la voz,- dijo apretando el puño de la chica para ganar confianza en sí misma. No estaba para anda segura de lo que decía- les habrá dicho a los otros payasos que le espera una fiesta con una nueva “muñeca”.- quiso escupir del asco al imitar el tono de voz del enano- Si nos ven ir hacia mi caravana no les extrañará.- cruzo los dedos de la mano que no la que cogía a su amiga- Pero corre por si acaso-.
Y corrió y apretó más la mano de su amiga. Más que nunca necesitaba sentir el calor de una persona buena y estúpida. Eso le daba fuerzas para seguir con la idea que se le había ocurrido.
Abrió la puerta de su caravana con un tirón, empujó a su amiga dentro, la cerró de un portazo y se quedó en el interior con la espalda apoyada en la puerta exhalando sonoramente. ¿Estaba segura de lo que iba a hacer? Había que intentar. Había que intentar ser una buena persona.
Necesito unos segundo para tranquilizarse y volver a respirar normalmente. Todo lo normal que podía respirar una persona que estaba a punto de cometer una estupidez.
-Me llaman Shimphony Shappire,- dijo muy tranquila y muy despacio mientras se quitaba la camiseta manchada con gotas de sangre. Una tela se ceñía a su torso; la usaba para apretarse los senos y que no lo notasen los depravados payasos del estilo de Teobaldo. Arrancó la tela de un solo estirón- puedes llamarme Shappy, es más corto.- Boomer fue el primero que empezó a llamarla así- Ese no es mi nombre verdadero,- se quitó también los pantalones quedándose así únicamente con las bragas de lino blanca. Milagrosamente, estas no estaban sucias ni manchadas de sangres- aquí no tenemos nombres reales.- bajo la vista e intentó recordar el nombre que le pusieron sus padres y también a sus padres; no pudo hacerlo- Voy… Vamos-rectificó moviendo la cabeza de lado a lado para mostrar negación- a salvarlos a todos. Tengo una idea, es una estupidez pero puede funcionar.- De de bajo de su colchón de plumas sacó dos dagas, una se la ofreció a su amiga- Cuando empiece última antorcha se apegué y la primera se encienda, será el Maestro de Ceremonias quien inicie el ritual. No es una función de payasos. Es un maldito ritual. Yo voy después. Los hombres babearan como cerdos al verme, las mujeres envidiaran mi cuerpo y los niños y niñas querrán ser mis amigos. Luego, todos sonríen y así se quedarán sonriendo para siempre si es que no hacemos nada para evitarlo. Lo que viene después… No sé que viene después. Jamás consigo recordar nada de lo que ocurre en el ritual mientras lo estoy haciendo. Pero, estoy segura que te voy a necesitar. Necesitaré tu ayuda.- unos segundos más para aclarar todas antes de soltarlas de golpe- Se trata de hacer un caos. Si con mi parte del ritual consigo distraer a los payasos, tú podrás liberar a los hombres bestias. Ellos te ayudaran en todo lo que hagas. No es un gran ejército pero es lo que tenemos. Si nos unimos todos, tal vez….- dejó la última frase en el aire. No quería decir que iba a escapar. Seguía siendo una puta adepta; huir le seguía dando miedo.
No le incomodaba estar desnuda, pero quizás a la chica sí que le podría incomodar. Después de haber bromeado con besarla y sabiendo todo lo que hacía Teobaldo, debía de estar aterrorizada. Tan rápido como se dio cuenta de ese pequeño error, se puso un corsé blanco bordado con algunos detalles dorados alrededor de la cintura y de los senos. Era su mejor corsé; ideal para su última noche en el Circo de los Horrores. Funcionase o no funcionase su plan, ya había decido que iba a ser su última noche.
-Ahí tienes maquillaje y pinturas- señaló una mesilla con un gran espejo que usaba para maquillarse y pintarse el pelo de azul- y puedes usar toda la ropa que quieras.- señaló la ropa que tenía esparcida por toda su cama. -No la voy a necesitar más-.
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* Thiel: Muy bien jugado. No solo te has ganado la confianza de Shappy, cosa por la cual se ha podido abrir tanto a ti, sino que a además le has dado fuerzas para tomar su venganza contra los que la tienen presa. Ahora es tu turno y debes cumplir tu parte del trato. Pero, relájate. La función, o ritual como lo llama Shimphone, todavía no ha empezado y tardará unos turnos en empezar. Primero has de pasar inadvertida, como una payasa más. En el siguiente turno te lo dejo para que te maquilles y te vistas como quieras; contra más te parezcas a Shappy y a las otras payasas que se han mostrado a lo largo de la misión mejor. Tienes permiso para salir de la caravana e interactuar en este turno con otros payasos para pasar inadvertida. Como extra, si deseas hacerle más preguntas a Shappy sobre cualquier vacío que tu personaje necesite llenar puedes hacerlo. Este post mío ha sido muy largo y, me temo, que podría haber obviado algún detalle que merezca ser explicado.
Personajes prohibidos en el próximo turno: El Coco, otros hombres monstruos, Pequeño Boomer, y Maestro de Ceremonias.
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Tuvo que dar un paso atrás para permitir que su acompañante se bajase de las cajas y no pudo hacer más que mirarla fijamente mientras hablaba con frialdad. Para Thiel, siempre tan transparente y bonachona, resultaba difícil tratar con personas cuyas palabras y acciones eran rudas para esconder debilidad. Y esta chica sí que era grosera, tanto que la loba casi se arrepentía de haberse acercado a ella.
-¡C-Claro que no! –Se llevó ambas manos a la boca para taparse los labios ante la mención de un nuevo beso. ¡No le gustaba que se burlaran de ella! Indignada y avergonzada, estuvo a punto de darse la media vuelta para marcharse, hasta que la payasa pareció ponerse un poco más seria. Mucho más. Le pedía que la salvara, a ella y a otros cuantos, y para cuando quiso darse cuenta ya estaba asintiendo con la cabeza como una tonta para prestar su ayuda. Estúpida, transparente y bonachona Thiel; no importaba qué tan mal la tratasen, siempre intentaría apoyar a los desgraciados. ¿Aprendería a decir que no alguna vez?
Su mano fue agarrada para dar lugar a un fuerte tirón que la arrastraría fuera de la enorme carpa, evadiendo en el transcurso a un montón de payasos que trajinaban por todas partes ocupándose de sus asuntos. Le sorprendió que fuesen tantos, ¿cómo podían dar de comer a un elenco tan numeroso? Pensó en el niño drenado y muerto sobre el escenario y tuvo una ligera idea que respondía a esa pregunta. Ese circo no hacía más que provocarle cada vez una mayor aversión y mientras más se entrometía, más ganas tenía de recular. Con paso apresurado y escuchando las desalentadoras palabras de la joven, le apretó la mano para darle fuerzas. Debía ser un maldito infierno vivir allí y con cada paso que daban hacia la caravana Thiel sentía que estaba adentrándose en ese infierno más de lo que le convenía.
Cuando al fin llegaron a la caravana y fue empujada dentro, trastabilló y farfulló una maldición entre dientes al haber estado a punto de caer de bruces al suelo. Se apoyó contra una pared y observó con el ceño fruncido a la peliazul en espera de una explicación que justificase su presencia allí. Seguía deseando ayudarla, ¡pero un trato más amable no hubiese estado de más! No obstante, no dijo nada al respecto. La chica parecía extremadamente estresada con el embrollo en que se estaban metiendo y no quiso depositar un peso más sobre sus hombros.
Decidió escuchar y observar en silencio como bien sabía hacer, sentándose en una pequeña banqueta junto a una mesilla repleta de potes con maquillajes, brochas y pequeños frascos cuyo contenido Thiel desconocía por completo. Habiendo vivido en estado salvaje la mayor parte de su vida, lo único que “maquillara” su rostro había sido barro y mugre sobre su piel desnuda, al igual que para el resto de su jauría. Debido a esto mismo, la desnudez de su anfitriona no le molestó ni un tercio de lo que le había molestado el beso. Ella misma también hubiese estado desvestida de haber sido su elección.
Escuchó cada palabra mientras se perdía en los moretones esparcidos sobre la nívea piel de su acompañante, imaginando la terrible historia tras cada uno de ellos. La compasión la llevó a sentir aún más ganas de socorrerla, y éstas aumentaron al oír que en el proceso podía liberar a las bestias cautivas en las jaulas. Rechazó la daga que le era ofrecida tras rebuscar entre sus harapos y mostrarle la propia, ese fiel pedazo de metal que le había salvado la vida aún sin saber manipularla correctamente- Te ayudaré, Shappy. No estás sola en esto. –Rectificó depositando el arma sobre la mesita una vez su acompañante hubo pronunciado la última palabra. Si los hombres-bestia decidían cooperar y sumaba su fuerza a éstos, el alboroto sería imparable. Temía perder el control, sí. Pero mayor era el temor de fallar en auxiliar a Shappy y que todo quedase igual, o peor, tomase un rumbo aún más desafortunado. Decidió, por precaución, no mencionarle que si lo deseaba podría destripar a la mitad del elenco circense con un par de zarpazos, pues guardaba la esperanza de no tener que usar ese recurso. Prefirió simplemente sonreír a la joven con un gesto tranquilo para transmitirle seguridad- Por cierto, me llamo Thiel.
Entendió que debía mimetizarse con el entorno si quería volver a atravesar todo el descampado repleto de payasos para llegar hasta las jaulas. No obstante no tenía idea de cómo disfrazarse, ¡ni siquiera tenía idea de cómo vestirse para parecer una persona normal! Jamás se había puesto un corsé en la vida, con suerte se cubría el cuerpo con esos harapos mugrosos para no despertar miradas libidinosas. Se levantó del asiento y dubitativa observó la pila de ropa acumulada sobre la cama de la muchacha.
-Umh, yo… realmente no sé muy bien cómo… -Pero no hizo falta terminar la frase, ya que tras exhalar un vasto suspiro la peliazul pareció entender su dilema. Con expresión de molestia, Shappy seleccionó de entre el montón de coloridas telas las prendas que debería ponerse, y la loba agradeció internamente a los dioses que entre éstas no hubiese un corsé. Se apuró entonces a despojarse de sus andrajos; pronto las telas que conformaban un vestido improvisado cayeron al suelo para dejarla completamente desnuda. Sintió vergüenza al verse reflejada en el gran espejo del tocador, mas no a causa de la desnudez en sí, sino porque comparada con su nueva amiga ella parecía una prepúber flacucha de escasas curvas. Desde que había dejado atrás a su familia estaba bastante más delgada, comenzaban a notársele las costillas y su cabello era un desastre. Ceñuda y disgustada consigo misma, se apresuró a volver a cubrirse para dejar atrás esa imagen.
Deslizó por sus muslos una falda color celeste que se afirmó a la cintura con un brillante cinturón, tan repleta de volantes que ayudaba a aparentar una voluptuosa e inexistente cadera. Bajo ésta tuvo que ponerse ropa interior que normalmente no llevaba, para lo cual tomó un par de bragas de lino sin que su anfitriona lo notase. La parte de arriba parecía un simple sostén de algodón rosado con espalda abierta que apretaba su escaso busto de manera incómoda. Al cuello se ató una pañoleta blanca con tantos volantes como la pollera, y finalmente metió los pies descalzos dentro de unas botas altas hasta las pantorrillas un par de tayas más grandes de lo adecuado. Suspiró, tremendamente incómoda. Jamás entendería por qué la gente prefería tan fatigosa e innecesaria opulencia antes que estar como vinieron al mundo, fresquitos y cómodos.
Ahora venía la parte más difícil, y no pudo pedir ayuda a la payasa pues ésta caminaba de un lado a otro de la caravana ensimismada en sus propios asuntos. Se sentó nuevamente frente al gran espejo y tras examinarse el rostro durante algunos segundos (ya que hacía mucho tiempo que no estaba frente a su propio reflejo) decidió ponerse manos a la obra. Abrió el pote que contenía producto blanco y metió un dedo para comenzar a esparcírselo torpemente por el rostro. Luego, hizo lo mismo con la “crema” color rosada para hacer dos redondeles en sus pómulos y pintarse la punta de la nariz en un triste intento por imitar el maquillaje de su compañera. Obviamente, el resultado quedó muy lejano a sus aspiraciones, aunque al menos servía para no ser reconocida y a duras penas sí que parecía una payasa… Por lo menos para quienes no tuviesen muy buena vista y la observasen en la penumbra.
-¡Ya está! –Exclamó con euforia al tiempo en que se ponía de pie. Cuanto más se miraba, menos podía reconocerse. La verdad es que se sentía bastante bonita, aún sin haber siquiera tocado su cabello, que le caía sobre los hombros y la espalda tan rebelde como siempre. La peliazul la miró largamente y pareció esbozar una mueca que oscilaba entre la gracia y el disgusto. Tras varios segundos de expectación sin proferir palabra, al final pareció aprobar el disfraz, pues se acercó a la puerta y la abrió, dejándole el paso.
-Ahora ve y mézclate con ellos. Yo saldré en un instante.
Y así lo hizo. Luego de esconder la daga bajo la espesa falda, salió del habitáculo para encaminarse al medio del descampado. Respiró profundamente el aire puro y miró con disimulo hacia todas partes, intentando que no se notara la tensión en sus hombros y cuánto le costaba caminar con esas botas. Cuando un payaso pasó a pocos metros de ella y la miró sin realmente prestarle atención, sintió que moriría de los nervios. No obstante, el hombre ni siquiera reparó en ella y siguió su camino hacia la carpa. Sucedió lo mismo con muchos otros de ellos y Thiel poco a poco fue sintiéndose más tranquila. Con confianza, comenzó a andar hacia el enorme toldo.
-¡C-Claro que no! –Se llevó ambas manos a la boca para taparse los labios ante la mención de un nuevo beso. ¡No le gustaba que se burlaran de ella! Indignada y avergonzada, estuvo a punto de darse la media vuelta para marcharse, hasta que la payasa pareció ponerse un poco más seria. Mucho más. Le pedía que la salvara, a ella y a otros cuantos, y para cuando quiso darse cuenta ya estaba asintiendo con la cabeza como una tonta para prestar su ayuda. Estúpida, transparente y bonachona Thiel; no importaba qué tan mal la tratasen, siempre intentaría apoyar a los desgraciados. ¿Aprendería a decir que no alguna vez?
Su mano fue agarrada para dar lugar a un fuerte tirón que la arrastraría fuera de la enorme carpa, evadiendo en el transcurso a un montón de payasos que trajinaban por todas partes ocupándose de sus asuntos. Le sorprendió que fuesen tantos, ¿cómo podían dar de comer a un elenco tan numeroso? Pensó en el niño drenado y muerto sobre el escenario y tuvo una ligera idea que respondía a esa pregunta. Ese circo no hacía más que provocarle cada vez una mayor aversión y mientras más se entrometía, más ganas tenía de recular. Con paso apresurado y escuchando las desalentadoras palabras de la joven, le apretó la mano para darle fuerzas. Debía ser un maldito infierno vivir allí y con cada paso que daban hacia la caravana Thiel sentía que estaba adentrándose en ese infierno más de lo que le convenía.
Cuando al fin llegaron a la caravana y fue empujada dentro, trastabilló y farfulló una maldición entre dientes al haber estado a punto de caer de bruces al suelo. Se apoyó contra una pared y observó con el ceño fruncido a la peliazul en espera de una explicación que justificase su presencia allí. Seguía deseando ayudarla, ¡pero un trato más amable no hubiese estado de más! No obstante, no dijo nada al respecto. La chica parecía extremadamente estresada con el embrollo en que se estaban metiendo y no quiso depositar un peso más sobre sus hombros.
Decidió escuchar y observar en silencio como bien sabía hacer, sentándose en una pequeña banqueta junto a una mesilla repleta de potes con maquillajes, brochas y pequeños frascos cuyo contenido Thiel desconocía por completo. Habiendo vivido en estado salvaje la mayor parte de su vida, lo único que “maquillara” su rostro había sido barro y mugre sobre su piel desnuda, al igual que para el resto de su jauría. Debido a esto mismo, la desnudez de su anfitriona no le molestó ni un tercio de lo que le había molestado el beso. Ella misma también hubiese estado desvestida de haber sido su elección.
Escuchó cada palabra mientras se perdía en los moretones esparcidos sobre la nívea piel de su acompañante, imaginando la terrible historia tras cada uno de ellos. La compasión la llevó a sentir aún más ganas de socorrerla, y éstas aumentaron al oír que en el proceso podía liberar a las bestias cautivas en las jaulas. Rechazó la daga que le era ofrecida tras rebuscar entre sus harapos y mostrarle la propia, ese fiel pedazo de metal que le había salvado la vida aún sin saber manipularla correctamente- Te ayudaré, Shappy. No estás sola en esto. –Rectificó depositando el arma sobre la mesita una vez su acompañante hubo pronunciado la última palabra. Si los hombres-bestia decidían cooperar y sumaba su fuerza a éstos, el alboroto sería imparable. Temía perder el control, sí. Pero mayor era el temor de fallar en auxiliar a Shappy y que todo quedase igual, o peor, tomase un rumbo aún más desafortunado. Decidió, por precaución, no mencionarle que si lo deseaba podría destripar a la mitad del elenco circense con un par de zarpazos, pues guardaba la esperanza de no tener que usar ese recurso. Prefirió simplemente sonreír a la joven con un gesto tranquilo para transmitirle seguridad- Por cierto, me llamo Thiel.
Entendió que debía mimetizarse con el entorno si quería volver a atravesar todo el descampado repleto de payasos para llegar hasta las jaulas. No obstante no tenía idea de cómo disfrazarse, ¡ni siquiera tenía idea de cómo vestirse para parecer una persona normal! Jamás se había puesto un corsé en la vida, con suerte se cubría el cuerpo con esos harapos mugrosos para no despertar miradas libidinosas. Se levantó del asiento y dubitativa observó la pila de ropa acumulada sobre la cama de la muchacha.
-Umh, yo… realmente no sé muy bien cómo… -Pero no hizo falta terminar la frase, ya que tras exhalar un vasto suspiro la peliazul pareció entender su dilema. Con expresión de molestia, Shappy seleccionó de entre el montón de coloridas telas las prendas que debería ponerse, y la loba agradeció internamente a los dioses que entre éstas no hubiese un corsé. Se apuró entonces a despojarse de sus andrajos; pronto las telas que conformaban un vestido improvisado cayeron al suelo para dejarla completamente desnuda. Sintió vergüenza al verse reflejada en el gran espejo del tocador, mas no a causa de la desnudez en sí, sino porque comparada con su nueva amiga ella parecía una prepúber flacucha de escasas curvas. Desde que había dejado atrás a su familia estaba bastante más delgada, comenzaban a notársele las costillas y su cabello era un desastre. Ceñuda y disgustada consigo misma, se apresuró a volver a cubrirse para dejar atrás esa imagen.
Deslizó por sus muslos una falda color celeste que se afirmó a la cintura con un brillante cinturón, tan repleta de volantes que ayudaba a aparentar una voluptuosa e inexistente cadera. Bajo ésta tuvo que ponerse ropa interior que normalmente no llevaba, para lo cual tomó un par de bragas de lino sin que su anfitriona lo notase. La parte de arriba parecía un simple sostén de algodón rosado con espalda abierta que apretaba su escaso busto de manera incómoda. Al cuello se ató una pañoleta blanca con tantos volantes como la pollera, y finalmente metió los pies descalzos dentro de unas botas altas hasta las pantorrillas un par de tayas más grandes de lo adecuado. Suspiró, tremendamente incómoda. Jamás entendería por qué la gente prefería tan fatigosa e innecesaria opulencia antes que estar como vinieron al mundo, fresquitos y cómodos.
Ahora venía la parte más difícil, y no pudo pedir ayuda a la payasa pues ésta caminaba de un lado a otro de la caravana ensimismada en sus propios asuntos. Se sentó nuevamente frente al gran espejo y tras examinarse el rostro durante algunos segundos (ya que hacía mucho tiempo que no estaba frente a su propio reflejo) decidió ponerse manos a la obra. Abrió el pote que contenía producto blanco y metió un dedo para comenzar a esparcírselo torpemente por el rostro. Luego, hizo lo mismo con la “crema” color rosada para hacer dos redondeles en sus pómulos y pintarse la punta de la nariz en un triste intento por imitar el maquillaje de su compañera. Obviamente, el resultado quedó muy lejano a sus aspiraciones, aunque al menos servía para no ser reconocida y a duras penas sí que parecía una payasa… Por lo menos para quienes no tuviesen muy buena vista y la observasen en la penumbra.
-¡Ya está! –Exclamó con euforia al tiempo en que se ponía de pie. Cuanto más se miraba, menos podía reconocerse. La verdad es que se sentía bastante bonita, aún sin haber siquiera tocado su cabello, que le caía sobre los hombros y la espalda tan rebelde como siempre. La peliazul la miró largamente y pareció esbozar una mueca que oscilaba entre la gracia y el disgusto. Tras varios segundos de expectación sin proferir palabra, al final pareció aprobar el disfraz, pues se acercó a la puerta y la abrió, dejándole el paso.
-Ahora ve y mézclate con ellos. Yo saldré en un instante.
Y así lo hizo. Luego de esconder la daga bajo la espesa falda, salió del habitáculo para encaminarse al medio del descampado. Respiró profundamente el aire puro y miró con disimulo hacia todas partes, intentando que no se notara la tensión en sus hombros y cuánto le costaba caminar con esas botas. Cuando un payaso pasó a pocos metros de ella y la miró sin realmente prestarle atención, sintió que moriría de los nervios. No obstante, el hombre ni siquiera reparó en ella y siguió su camino hacia la carpa. Sucedió lo mismo con muchos otros de ellos y Thiel poco a poco fue sintiéndose más tranquila. Con confianza, comenzó a andar hacia el enorme toldo.
- El disfraz de Thiel:
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Le habían mentido. Se sentía triste y engañado. ¿¡Por qué tenían que ser tan malos!? Sobre toda la chica del disfraz de payaso que le había engañado. Esa era la peor de todas. Primero le regaló una bonita sonrisa y luego le ofreció una piruleta tan grande como la que comía uno de los payasos que había de pasada entre las muchas de las caravanas de la troupe. ¡Una piruleta así de grande para él solo! Hubiera sido el mejor regalo que hubiera tenido nunca. Sin dudarlo, siguió a la payasa hasta el círculo de caravanas de payasos. Todos allí eran muy feos, todos menos la chica que seguía. Ella era la única payasa guapa, cosa rara pues según había escuchado, todos los payasos eran buenos y agradables. ¡Mentira! Todo lo que conocía de los payasos era mentira. No eran para nada buenos. Eran unos mentirosos. ¡Todo era mentira! Incluso lo de la piruleta fue mentira. La chica, en cuanto tuvo oportunidad, le dio una patada y le empujó hacia dentro de una jaula de hierro. Sí, otra vez Hont estaba atrapado en una celda. Parecía que la mayor aventura del pequeño héroe zarigüeya era vivir dentro de una jaula.
Aquello ocurrió hacía más de cuatro noches pero Hont lo podía recordar como si hubiera sido esa misma mañana. Camina en círculos a lo largo y ancho de su celda mientras, de vez en cuando, gritaban con su infantil y aguda voz:
-¡Los payasos son malos y mentirosos!-
No era el único hache be que estaba encerrado en una jaula; habían otros como él atrapados sin poder escapar. Muchos de ellos lloraban y otros se encogían sin decir nada. Estaban tristes; tan tristes que nadie decía nada.
-¿Sabéis quién soy?- comenzó a decir Hont a los otros hombres bestias que estaban atrapados- ¡Soy Hont! El mayor héroe de todos los hombres bestias. –dio un salto con orgullo y se colgó usando su cola de uno de los barrotes de su jaula. La celda era lo suficientemente grande que le dejaba un buen sitio para correr y saltar tanto como quisiera y más; otros, sin embargo, no tenían tanta suerte. El hombre con cara de cocodrilo y alas de murciélago tenía que estar con la espalda curvada den forma de ce para poder caber bien en la jaula. – ¡Yo os rescataré! Puedo hacerlo. He hecho muchas cosas más peligrosas que esta: Salvé a unos niños de un malo que tocaba la flauta, salvé a una aldea que tenía un falso Rey que mataba a gente e incluso ayudé al Capitán Gareth a luchar contra un calamar gigante. ¡Soy un gran héroe!- dio otro salto para descolgarse del barrote- De los mejores que habéis visto nunca. Si tuviera mi espada de madera aquí daría una buena tunda a todos los payasos malos. No se escaparía ni uno solo- fingió estar luchando con su espada- ¡toma eso por malo y esa también para que dejes de decir mentiras- decía contra cada golpe fingido- Ningún payaso podrá escapar de mí-.
El hombre con cara de cocodrilo lo miró de soslayo. No dijo nada, estaba muy triste para hablar. Hont pudo notar su tristeza como si también le perteneciera a él. ¡Pero no debía de estar triste! Hont estaba ahí. Podía rescatarlos a todos. Aunque primero tendría que escapar él de su jaula de hierro. Una vez lo hiciera, estaba decidido a rescatar a todos sus nuevos amigos y darles una buena zurra a los payasos malos.
-¡Quieres hacer el favor de callar!- ese era Untiel, el payaso encargado de vigilar que los hombres bestias no puedan escapar de sus jaulas- Todos los días igual,- se desenganchó de su cinturón el látigo con que pegaba a los hache be, a Hont era el que más le pegaba porque no le gustaba que hablase que hablase tanto- ¿es que no vas a aprender nunca?-
Dio un latigazo de advertencia a los barrotes de hierro de la jaula de Hont. El pequeño hombrecillo dio un salto de puro espanto y se plantó con los puños erguidos como si estuviera a punto de enfrentarse a un combate cuerpo a cuerpo contra el Untiel.
-¡No me das miedo! Me han hecho cosas peores que darme con un látigo. ¿Lo sabías? Hubo un brujo que intentó hechizarme con magia negra para hacerme daño por dentro y el calamar gigante del Capitán Gareth por poco me golpeó el pecho con uno de sus tentáculos. ¡Eso si me hizo daño de verdad! Tú látigo no me da miedo. Los héroes como yo no tenemos miedo a nada-.
Sin que hubiera otro latigazo de advertencia, Untiel golpeo la espada del pequeño hombre zarigüeya con tanta fuerza que le hizo caer de boca contra el suelo. Cuando se levantó, escupió sangre hacia el otro lado de la jaula, miró hacia sus nuevos amigos y hacia los malos payasos y volvió a gritar con su infantil voz:
-¡No me das miedo!- de su espalda salió un hilillo de sangre-¡Cuando salga de aquí te voy a dar una buena zurra!-
El hombre con cabeza de cocodrilo cambió su expresión. Bajó la cabeza como si no quisiera saber nada del Hont y del payaso malo y sonrió con disimuló. Ese hache be era muy misterioso. Si no fuera porque Hont ya lo consideraba su amigo, le daría mucho miedo.
Untiel volvió a golpear la espalda de Hont con su látigo.
* Thiel: Ya conoces a Hont, la pregunta es si, con tu nueva apariencia, él puede llegar a reconocerte. Lo dudo, sin embargo, a ti te interesa que sepa quién eres. Hont te puede ayudar a rescatar a los hombres bestias (hache bes como los llama Hont por sus siglas: H.B). Busca una forma de rescatar a Hont sin que los otros payasos descubran tu identidad y, por otro lado y como dijo Shappy, prueba a relacionarte con otros payasos para pasar más inadvertida.
En el siguiente turno dará comienzo la función y el peligro de salir que alguien más muera se incrementará exponencialmente. Ten cuidado.
Personajes prohibidos en el próximo turno: Pequeño Boomer, y Maestro de Ceremonias.
Aquello ocurrió hacía más de cuatro noches pero Hont lo podía recordar como si hubiera sido esa misma mañana. Camina en círculos a lo largo y ancho de su celda mientras, de vez en cuando, gritaban con su infantil y aguda voz:
-¡Los payasos son malos y mentirosos!-
No era el único hache be que estaba encerrado en una jaula; habían otros como él atrapados sin poder escapar. Muchos de ellos lloraban y otros se encogían sin decir nada. Estaban tristes; tan tristes que nadie decía nada.
-¿Sabéis quién soy?- comenzó a decir Hont a los otros hombres bestias que estaban atrapados- ¡Soy Hont! El mayor héroe de todos los hombres bestias. –dio un salto con orgullo y se colgó usando su cola de uno de los barrotes de su jaula. La celda era lo suficientemente grande que le dejaba un buen sitio para correr y saltar tanto como quisiera y más; otros, sin embargo, no tenían tanta suerte. El hombre con cara de cocodrilo y alas de murciélago tenía que estar con la espalda curvada den forma de ce para poder caber bien en la jaula. – ¡Yo os rescataré! Puedo hacerlo. He hecho muchas cosas más peligrosas que esta: Salvé a unos niños de un malo que tocaba la flauta, salvé a una aldea que tenía un falso Rey que mataba a gente e incluso ayudé al Capitán Gareth a luchar contra un calamar gigante. ¡Soy un gran héroe!- dio otro salto para descolgarse del barrote- De los mejores que habéis visto nunca. Si tuviera mi espada de madera aquí daría una buena tunda a todos los payasos malos. No se escaparía ni uno solo- fingió estar luchando con su espada- ¡toma eso por malo y esa también para que dejes de decir mentiras- decía contra cada golpe fingido- Ningún payaso podrá escapar de mí-.
El hombre con cara de cocodrilo lo miró de soslayo. No dijo nada, estaba muy triste para hablar. Hont pudo notar su tristeza como si también le perteneciera a él. ¡Pero no debía de estar triste! Hont estaba ahí. Podía rescatarlos a todos. Aunque primero tendría que escapar él de su jaula de hierro. Una vez lo hiciera, estaba decidido a rescatar a todos sus nuevos amigos y darles una buena zurra a los payasos malos.
-¡Quieres hacer el favor de callar!- ese era Untiel, el payaso encargado de vigilar que los hombres bestias no puedan escapar de sus jaulas- Todos los días igual,- se desenganchó de su cinturón el látigo con que pegaba a los hache be, a Hont era el que más le pegaba porque no le gustaba que hablase que hablase tanto- ¿es que no vas a aprender nunca?-
Dio un latigazo de advertencia a los barrotes de hierro de la jaula de Hont. El pequeño hombrecillo dio un salto de puro espanto y se plantó con los puños erguidos como si estuviera a punto de enfrentarse a un combate cuerpo a cuerpo contra el Untiel.
-¡No me das miedo! Me han hecho cosas peores que darme con un látigo. ¿Lo sabías? Hubo un brujo que intentó hechizarme con magia negra para hacerme daño por dentro y el calamar gigante del Capitán Gareth por poco me golpeó el pecho con uno de sus tentáculos. ¡Eso si me hizo daño de verdad! Tú látigo no me da miedo. Los héroes como yo no tenemos miedo a nada-.
Sin que hubiera otro latigazo de advertencia, Untiel golpeo la espada del pequeño hombre zarigüeya con tanta fuerza que le hizo caer de boca contra el suelo. Cuando se levantó, escupió sangre hacia el otro lado de la jaula, miró hacia sus nuevos amigos y hacia los malos payasos y volvió a gritar con su infantil voz:
-¡No me das miedo!- de su espalda salió un hilillo de sangre-¡Cuando salga de aquí te voy a dar una buena zurra!-
El hombre con cabeza de cocodrilo cambió su expresión. Bajó la cabeza como si no quisiera saber nada del Hont y del payaso malo y sonrió con disimuló. Ese hache be era muy misterioso. Si no fuera porque Hont ya lo consideraba su amigo, le daría mucho miedo.
Untiel volvió a golpear la espalda de Hont con su látigo.
- Untiel :
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* Thiel: Ya conoces a Hont, la pregunta es si, con tu nueva apariencia, él puede llegar a reconocerte. Lo dudo, sin embargo, a ti te interesa que sepa quién eres. Hont te puede ayudar a rescatar a los hombres bestias (hache bes como los llama Hont por sus siglas: H.B). Busca una forma de rescatar a Hont sin que los otros payasos descubran tu identidad y, por otro lado y como dijo Shappy, prueba a relacionarte con otros payasos para pasar más inadvertida.
En el siguiente turno dará comienzo la función y el peligro de salir que alguien más muera se incrementará exponencialmente. Ten cuidado.
Personajes prohibidos en el próximo turno: Pequeño Boomer, y Maestro de Ceremonias.
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Tenía frío. Se sentía desprotegida bajo telas tan cortas y finas, e incómoda con cada paso que daba calzando esas duras y grandes botas. Lo que más le molestaba era pensar que si llegaba el momento en que debiese transformarse, la ropa de Shappy terminaría destrozada. Ella no quería eso, siendo la payasa su nueva amiga a la cual le deseaba la menor cantidad de infortunios posibles. Mientras cruzaba el descampado pensaba cómo podía ayudarla y se preguntaba si ella sabría qué hacer luego de escapar del circo. ¿Tendría a dónde ir? Quizás podría invitarla a viajar con ella. Parecía necesitar mucha contención, y Thiel necesitaba rodearse de buenas personas para llenar el vacío dejado por su familia.
Pero todavía era muy pronto para ponerse a pensar en esos asuntos. Miró alrededor y se encogió de hombros ante la visión de las numerosas caravanas y los payasos que entraban y salían de éstas. No obstante, pronto intentó adoptar una postura más erguida y una manera de caminar segura que no delatase su desubicación. -Tienes que mezclarte con ellos- pensaba una y otra vez, como recitando una especie de mantra que le ayudaba a controlar los nervios. Sin embargo, no era tan sencillo. Aunque estaba oscuro y el elenco parecía ser numeroso, no dudaba que alguien astuto podría darse cuenta que su rostro era nuevo entre los payasos. Se revolvió el cabello con una mano para que la cubriese un poco más y giró por una de las casuchas para tomar un atajo que la llevase nuevamente hacia la entrada posterior a la carpa. Al hacerlo, chocó contra una superficie mullida y maloliente que la hizo trastabillar un par de pasos hacia atrás. Con el corazón a punto de salírsele del pecho, observó hacia arriba para encontrarse con el rostro ceñudo y maquillado de un hombre vestido tan aparatosamente como todos los demás.
-¡Ten cuidado por dónde caminas! –El tipo, que hablaba de manera bastante particular y afeminada, se inclinó hacia Thiel con gesto hostil.
-¡Lo… lo siento! Es que… -escrutó al suelo durante breves instantes antes de volver a levantar la mirada- ...la función está a punto de empezar y se nos hizo un poco tarde, ¿sabes? –Soltó una risita exacerbada apenas audible antes de darse la media vuelta con claras intenciones de largarse de allí. Sólo pudo dar un paso antes de que un tirón en su brazo derecho la obligase a permanecer donde estaba. Atrapada por el hombre, tuvo el horrible presentimiento de que allí se acabaría todo. No obstante, pronto fue soltada y escuchó:
-¿Ya es hora? ¡Mierda! Escúchame, ve por las caravanas para avisar a los demás. Especialmente a Tony, lo vi entrar a la suya con una mujer. ¡No sé qué les ve! El jefe se enfadará si llega tarde a su acto. ¡Apúrate!
El muchacho se apresuró a dirigirse a la gran carpa luego de encargarle a la “nueva” la tediosa tarea de arrear a los otros irresponsables para que cumpliesen con su trabajo, a costa de que ella llegase tarde a su supuesta función. Apretó los puños al analizar la situación, cada miembro de ese circo parecía velar egoístamente por su bienestar y el de nadie más. A ella no le importaba quién rayos era el tal Tony o si llegaba tarde, con lo cual se dio la media vuelta en busca de otro camino. Asumiendo que todos los integrantes rezagados estarían yendo hacia el toldo, lo más inteligente sería buscar un atajo menos concurrido.
Procuró ser más precavida y poner mayor atención al entorno intentando separar el bullicio proveniente del circo para concentrarse en los sonidos de las caravanas. Cuando escuchaba cómo se abría una puerta, la joven se detenía y apretaba la espalda contra alguna pared oscura para pasar desapercibida. De otras habitaciones escuchó gemidos, conversaciones, fuertes pisadas y el trajín de quienes aún no habían terminado de prepararse. Fue una caravana enorme la que le llamó la atención al oír gritos… gritos de una voz aguda que le sonó terriblemente conocida. Corrió hacia el costado de ésta y con tanto sigilo como pudo se subió a unas jaulas vacías para observar por la pequeña ventanilla que servía como ventilación, justo a tiempo para presenciar cómo la punta del látigo abría la espalda del pequeño Hont. Sus ojos se abrieron de par en par y tuvo que llevarse una mano a la boca para ahogar un gemido de espanto. ¿Cómo había terminado allí la pequeña zarigüeya? También vio al hombre con hocico de cocodrilo que Boomer había apodado “El Coco”, junto a otros seres que permanecían en posición fetal mientras su congénere era azotado. ¡Desgraciados hijos de puta! ¿¡Cómo eran capaces de encerrar allí a esas personas!? Porque sí, para Thiel, antes de la etiqueta “Hombre Bestia” venía la palabra “persona”. No era capaz de tolerarlo y decidió que le pondría un fin a aquello aunque fuese antes del momento que Shappy le había indicado.
Con la furia quemándole el pecho y se bajó con un salto para correr hacia un rincón oscuro entre habitáculos que parecían vacíos y aprestarse a desvestirse. Se descalzó las botas y sobre éstas acomodó su daga, la falda, las bragas y el corpiño, quedándose completamente desnuda. Cuando estuvo a punto de dar rienda suelta a su ira, el crujir de unas ramas le llamó la atención. Otro payaso, uno regordete y bajito, se detuvo en seco al ver a la menuda muchacha desnuda en la penumbra. Thiel creyó ver cómo prácticamente se le desencajaba la mandíbula por la sorpresa.
-¡Bueno, bueno, bueno! ¡Pero qué tenemos aquí! –El repulsivo hombre se limpió la baba que le caía por el mentón sin dudar ni un segundo en acercarse. La joven, igual de boquiabierta pero debido al espanto, apretó la espalda contra la fría pared de una de las casuchas.
-Qué pasa, preciosa, ¿te ha comido la lengua el gato? Bueno, no importa, no la necesitarás para esto. ¡Has tenido la suerte de toparte con el buen Jules! Ven, te trataré muuuy bien. –Una regordeta mano de nudillos peludos fue a parar a uno de sus senos. Con la respiración entrecortada, apretó tanto los dientes que sintió que se le romperían las muelas. Era difícil salir del embobamiento causado por una situación en la que jamás se había imaginado envuelta. Quiso llorar y gritar. Quiso estar muy, muy lejos de allí. Quiso arrancarle la mano de un zarpazo. Oh, recordó que podía hacerlo. Recordó, en ese instante, que con una intención muy parecida se había apartado en aquel rincón oscuro y quitado la ropa: Para asumir sin culpa la horrorosa otra mitad de su identidad.
Y precisamente eso hizo. El payaso, que ya se había encorvado para besarle el cuello con un repugnante rastro de saliva, pudo sentir cómo la pequeña criatura bajo su poder comenzaba a mutar y retorcerse, cubriéndose de fino pelaje blanco, estirándose y ensanchándose en escasos segundos hasta sobrepasar el tamaño del asqueroso y desafortunado bufón. El hombre pegó un respingo y se alejó trastabillando hasta caer sentado al suelo. La enorme bestia blanca se lanzó sobre éste y con un limpio zarpazo le abrió el abdomen dejando entrever entrañas tan asquerosas como su dueño, dándole un fin mucho más rápido del que se merecía.
En ese estado, la consciencia de Thiel era apenas una lejana vocecita que luchaba por sobresalir entre el bullicio de los instintos más primarios, del odio y del salvajismo. Esa débil voz, que con los años aprendía a tener más dominio, fue la que impidió que la bestia corriese directamente hacia el circo para destrozar a quien se le pusiera enfrente. Hizo un enorme esfuerzo por controlarse y llevar a cabo solamente lo que la había llevado hasta allí. Poniéndose en dos patas, comenzó a arremeter contra una caravana hasta tumbarla de costado. La intención no era más que causar suficiente estropicio para que la persona que se encargaba de los hombres-bestia supiese que un licántropo, atracción fantástica para tener enjaulada, merodeaba por la zona.
Con la misma brevedad con la cual se transformó, adoptó el proceso inverso. En escasos segundos fue nuevamente una casta jovencita la que se hallaba de pie entre una caravana derribada y el sangrante cadáver. Agitada y experimentando el conocido cansancio luego de retorcer cada músculo y hueso de su cuerpo, se acercó al montón de ropa para volver a vestirse con velocidad antes de que alguien se acercarse tras oír el alboroto. Pronto se hubo vestido, aunque el maquillaje quedó arruinado: en su rostro apenas existían restos desprolijos de la pintura blanca. Se frotó las manos en la piel para intentar quitárselos, pero maldijo al darse cuenta que tenía los dedos cubiertos por sangre ajena. Oh, bueno, no era tan mala idea. Corrió hacia el payaso abierto en canal y sin asco se mojó las manos en sangre antes de llevárselas a la cara. Daba igual que fuese blanco o rojo. Al fin y al cabo, estaba maquillada. Se limpió las manos en la ropa ajena y pronto huyó corriendo hacia donde había visto al pequeño Hont.
Sintió la piel tirante por la sangre que comenzaba a secársele encima. Aún así, hizo el mejor esfuerzo por gesticular su mejor cara de espanto mientras golpeaba la puerta de la habitación que tenía a los hombres bestia adentro.
-¡Un lobo, un lobo! –Gritó igual que lo había hecho un tal Pedro en cierto cuento infantil. La puerta no tardó en abrirse apenas lo suficiente para dejar entrever a la persona que vigilaba las jaulas. La payasa de gesto hostil la examinó con toda la calma del mundo, suscitando en Thiel una mayor urgencia de credibilidad. Levantó una mano para señalar al lugar en que había estado momentos antes.
-¡Jules! ¡Jules está muerto! Vi cómo un licántropo lo asesinaba y huía hacia el circo. ¡Tenemos que atraparlo!
-¿Tenemos? –La puerta se entreabrió más. La arisca cuidadora bajó las escalinatas sin dejar de mirar a Thiel. Pareció meditarlo durante eternos segundos de silencio, hasta que un gemido de espanto se escuchó provenir del mismo sitio que la joven de tez carmesí acababa de indicar. ¡Sí que lo habían encontrado rápido! La payasa frunció el entrecejo al mirar hacia aquella dirección y con un gruñido de disgusto empujó bruscamente a Thiel hacia el interior de la caravana- Yo iré, tú vigila a estos animales. Si se te escapa alguno, te arranco las tripas.
La puerta se cerró detrás de ella. Tuvo que llevarse las manos al pecho y exhalar un interminable suspiro para recuperar la compostura. Cuando alzó la mirada, se encontró con numerosos pares de ojos observándola desde las jaulas. Excepto los de Hont. El niño zarigüeya seguía arrodillado con la vista clavada en el suelo mientras mascullaba sus planes para salir de allí. Thiel se acercó con rapidez y se acuclilló para acercar el rostro a la jaula. Hizo un gran esfuerzo para no llorar al verlo en tan lamentable estado.
-¡Hont, pequeño! -El jovencito se giró abruptamente y la miró con frustración, sin reconocerla bajo la extravagante vestimenta, con el rostro pintado y en parcial penumbra. Pareció oler la pestilencia a sangre, pues apretó los pequeños puños y le gruñó- ¿Cómo sabes mi nombre? ¡Bah, no me importa! ¡A ti también te daré una buena zurra! Como te atrevas a tocarme, te voy a hacer lo mismo que le hice aquella vez a… -¡Soy yo, Hont! ¡Thiel! –Le interrumpió mientras se estiraba para tomar una vela que yacía a punto de extinguirse sobre una mesilla. Se acercó el candelero para iluminarse al rostro. El niño bestia no terminaba de creérselo. Resultaba difícil vislumbrar a la amable Thiel bajo un maquillaje hecho a base de sangre- ¿Me recuerdas? Baslodia, los niños, ¡el flautista! –Y entonces pronunció las palabras clave. El rostro de Hont se iluminó de esperanza para dar lugar a una sonrisa que le llegó de oreja a oreja. De un salto se aproximó a los barrotes para aferrarse a éstos y vociferar: -¡Thiel! ¿¡Qué haces aquí!? ¡Claro que estoy bien! Sabes que estos tontos payasos no me dan miedo, ¡ja, claro que lo sabes! –Rió. La joven, aunque se alegraba enormemente de verlo tan enérgico, le hizo una seña para que bajase el tono de voz- Lo sé, lo sé. Vengo a sacarte de aquí. –Sintió numerosas miradas clavándosele en la espalda, con lo cual decidió reformular la frase- A sacarlos a todos.
Varias de las bestias que hasta aquel momento habían estado cabizbajas alzaron la vista ante tal declaración. Algunos comenzaron a susurrar entre ellos, hasta que una profunda voz se alzó por sobre el murmuro.
-Las llaves están en ese cajón. –“El Coco” señaló con una garra el tercer cajón de la mesilla sobre la cual había estado la vela. Se apresuró a abrirlo y efectivamente allí estaba el manojo con llaves de todos los tamaños. Afortunadamente, parecían corresponderse con el tamaño de las jaulas, con lo cual no fue difícil encontrar la que abría la jaula de Hont tras seleccionar la más pequeña. La metió en el hueco y sintió un alivio desmedido al oír el “click” característico. La puertecilla se abrió para dar paso a la pequeña zarigüeya, que saltó hacia Thiel para estrecharla en un fuerte abrazo.
-¡Gracias, gracias! ¡Tú sí que eres valiente, no como esos estúpidos payasos! ¿Qué haremos con ellos? –La pregunta la tomó por sorpresa. Luego de carraspear, observó a las bestias que la miraban desde su reclusión. Intentó dejar de lado la cohibición para hablar en tono claro.
-No voy a obligarlos a ayudarme, pero el plan es acabar con este circo. Este lugar es un infierno y no pienso dejar que sigan matando y encerrando personas para su disfrute. –Mientras hablaba probaba llaves y abría las jaulas. Pensó que muchas de aquellas personas no dudarían en escapar de allí cuanto antes luego de tanto tiempo de flagelaciones. Sin embargo, aparentemente su sed de venganza era más fuerte que sus intenciones de irse- Mi amiga, una payasa, necesita que la ayudemos a desatar el caos dentro del circo cuando comience la función. Podemos confiar en ella. –se adelantó a aclarar ante el escepticismo de quienes la oían- ¿Me ayudarán? –Yo sí. –La grave voz del “Coco” volvió a retumbar en la habitación. Con su afirmación, todos los demás se sumaron instantáneamente. Hont abrió la puerta y el aire fresco inundó la pestilente caravana. -¡Entonces vamos!
Pero todavía era muy pronto para ponerse a pensar en esos asuntos. Miró alrededor y se encogió de hombros ante la visión de las numerosas caravanas y los payasos que entraban y salían de éstas. No obstante, pronto intentó adoptar una postura más erguida y una manera de caminar segura que no delatase su desubicación. -Tienes que mezclarte con ellos- pensaba una y otra vez, como recitando una especie de mantra que le ayudaba a controlar los nervios. Sin embargo, no era tan sencillo. Aunque estaba oscuro y el elenco parecía ser numeroso, no dudaba que alguien astuto podría darse cuenta que su rostro era nuevo entre los payasos. Se revolvió el cabello con una mano para que la cubriese un poco más y giró por una de las casuchas para tomar un atajo que la llevase nuevamente hacia la entrada posterior a la carpa. Al hacerlo, chocó contra una superficie mullida y maloliente que la hizo trastabillar un par de pasos hacia atrás. Con el corazón a punto de salírsele del pecho, observó hacia arriba para encontrarse con el rostro ceñudo y maquillado de un hombre vestido tan aparatosamente como todos los demás.
-¡Ten cuidado por dónde caminas! –El tipo, que hablaba de manera bastante particular y afeminada, se inclinó hacia Thiel con gesto hostil.
-¡Lo… lo siento! Es que… -escrutó al suelo durante breves instantes antes de volver a levantar la mirada- ...la función está a punto de empezar y se nos hizo un poco tarde, ¿sabes? –Soltó una risita exacerbada apenas audible antes de darse la media vuelta con claras intenciones de largarse de allí. Sólo pudo dar un paso antes de que un tirón en su brazo derecho la obligase a permanecer donde estaba. Atrapada por el hombre, tuvo el horrible presentimiento de que allí se acabaría todo. No obstante, pronto fue soltada y escuchó:
-¿Ya es hora? ¡Mierda! Escúchame, ve por las caravanas para avisar a los demás. Especialmente a Tony, lo vi entrar a la suya con una mujer. ¡No sé qué les ve! El jefe se enfadará si llega tarde a su acto. ¡Apúrate!
El muchacho se apresuró a dirigirse a la gran carpa luego de encargarle a la “nueva” la tediosa tarea de arrear a los otros irresponsables para que cumpliesen con su trabajo, a costa de que ella llegase tarde a su supuesta función. Apretó los puños al analizar la situación, cada miembro de ese circo parecía velar egoístamente por su bienestar y el de nadie más. A ella no le importaba quién rayos era el tal Tony o si llegaba tarde, con lo cual se dio la media vuelta en busca de otro camino. Asumiendo que todos los integrantes rezagados estarían yendo hacia el toldo, lo más inteligente sería buscar un atajo menos concurrido.
Procuró ser más precavida y poner mayor atención al entorno intentando separar el bullicio proveniente del circo para concentrarse en los sonidos de las caravanas. Cuando escuchaba cómo se abría una puerta, la joven se detenía y apretaba la espalda contra alguna pared oscura para pasar desapercibida. De otras habitaciones escuchó gemidos, conversaciones, fuertes pisadas y el trajín de quienes aún no habían terminado de prepararse. Fue una caravana enorme la que le llamó la atención al oír gritos… gritos de una voz aguda que le sonó terriblemente conocida. Corrió hacia el costado de ésta y con tanto sigilo como pudo se subió a unas jaulas vacías para observar por la pequeña ventanilla que servía como ventilación, justo a tiempo para presenciar cómo la punta del látigo abría la espalda del pequeño Hont. Sus ojos se abrieron de par en par y tuvo que llevarse una mano a la boca para ahogar un gemido de espanto. ¿Cómo había terminado allí la pequeña zarigüeya? También vio al hombre con hocico de cocodrilo que Boomer había apodado “El Coco”, junto a otros seres que permanecían en posición fetal mientras su congénere era azotado. ¡Desgraciados hijos de puta! ¿¡Cómo eran capaces de encerrar allí a esas personas!? Porque sí, para Thiel, antes de la etiqueta “Hombre Bestia” venía la palabra “persona”. No era capaz de tolerarlo y decidió que le pondría un fin a aquello aunque fuese antes del momento que Shappy le había indicado.
Con la furia quemándole el pecho y se bajó con un salto para correr hacia un rincón oscuro entre habitáculos que parecían vacíos y aprestarse a desvestirse. Se descalzó las botas y sobre éstas acomodó su daga, la falda, las bragas y el corpiño, quedándose completamente desnuda. Cuando estuvo a punto de dar rienda suelta a su ira, el crujir de unas ramas le llamó la atención. Otro payaso, uno regordete y bajito, se detuvo en seco al ver a la menuda muchacha desnuda en la penumbra. Thiel creyó ver cómo prácticamente se le desencajaba la mandíbula por la sorpresa.
-¡Bueno, bueno, bueno! ¡Pero qué tenemos aquí! –El repulsivo hombre se limpió la baba que le caía por el mentón sin dudar ni un segundo en acercarse. La joven, igual de boquiabierta pero debido al espanto, apretó la espalda contra la fría pared de una de las casuchas.
-Qué pasa, preciosa, ¿te ha comido la lengua el gato? Bueno, no importa, no la necesitarás para esto. ¡Has tenido la suerte de toparte con el buen Jules! Ven, te trataré muuuy bien. –Una regordeta mano de nudillos peludos fue a parar a uno de sus senos. Con la respiración entrecortada, apretó tanto los dientes que sintió que se le romperían las muelas. Era difícil salir del embobamiento causado por una situación en la que jamás se había imaginado envuelta. Quiso llorar y gritar. Quiso estar muy, muy lejos de allí. Quiso arrancarle la mano de un zarpazo. Oh, recordó que podía hacerlo. Recordó, en ese instante, que con una intención muy parecida se había apartado en aquel rincón oscuro y quitado la ropa: Para asumir sin culpa la horrorosa otra mitad de su identidad.
Y precisamente eso hizo. El payaso, que ya se había encorvado para besarle el cuello con un repugnante rastro de saliva, pudo sentir cómo la pequeña criatura bajo su poder comenzaba a mutar y retorcerse, cubriéndose de fino pelaje blanco, estirándose y ensanchándose en escasos segundos hasta sobrepasar el tamaño del asqueroso y desafortunado bufón. El hombre pegó un respingo y se alejó trastabillando hasta caer sentado al suelo. La enorme bestia blanca se lanzó sobre éste y con un limpio zarpazo le abrió el abdomen dejando entrever entrañas tan asquerosas como su dueño, dándole un fin mucho más rápido del que se merecía.
En ese estado, la consciencia de Thiel era apenas una lejana vocecita que luchaba por sobresalir entre el bullicio de los instintos más primarios, del odio y del salvajismo. Esa débil voz, que con los años aprendía a tener más dominio, fue la que impidió que la bestia corriese directamente hacia el circo para destrozar a quien se le pusiera enfrente. Hizo un enorme esfuerzo por controlarse y llevar a cabo solamente lo que la había llevado hasta allí. Poniéndose en dos patas, comenzó a arremeter contra una caravana hasta tumbarla de costado. La intención no era más que causar suficiente estropicio para que la persona que se encargaba de los hombres-bestia supiese que un licántropo, atracción fantástica para tener enjaulada, merodeaba por la zona.
Con la misma brevedad con la cual se transformó, adoptó el proceso inverso. En escasos segundos fue nuevamente una casta jovencita la que se hallaba de pie entre una caravana derribada y el sangrante cadáver. Agitada y experimentando el conocido cansancio luego de retorcer cada músculo y hueso de su cuerpo, se acercó al montón de ropa para volver a vestirse con velocidad antes de que alguien se acercarse tras oír el alboroto. Pronto se hubo vestido, aunque el maquillaje quedó arruinado: en su rostro apenas existían restos desprolijos de la pintura blanca. Se frotó las manos en la piel para intentar quitárselos, pero maldijo al darse cuenta que tenía los dedos cubiertos por sangre ajena. Oh, bueno, no era tan mala idea. Corrió hacia el payaso abierto en canal y sin asco se mojó las manos en sangre antes de llevárselas a la cara. Daba igual que fuese blanco o rojo. Al fin y al cabo, estaba maquillada. Se limpió las manos en la ropa ajena y pronto huyó corriendo hacia donde había visto al pequeño Hont.
Sintió la piel tirante por la sangre que comenzaba a secársele encima. Aún así, hizo el mejor esfuerzo por gesticular su mejor cara de espanto mientras golpeaba la puerta de la habitación que tenía a los hombres bestia adentro.
-¡Un lobo, un lobo! –Gritó igual que lo había hecho un tal Pedro en cierto cuento infantil. La puerta no tardó en abrirse apenas lo suficiente para dejar entrever a la persona que vigilaba las jaulas. La payasa de gesto hostil la examinó con toda la calma del mundo, suscitando en Thiel una mayor urgencia de credibilidad. Levantó una mano para señalar al lugar en que había estado momentos antes.
-¡Jules! ¡Jules está muerto! Vi cómo un licántropo lo asesinaba y huía hacia el circo. ¡Tenemos que atraparlo!
-¿Tenemos? –La puerta se entreabrió más. La arisca cuidadora bajó las escalinatas sin dejar de mirar a Thiel. Pareció meditarlo durante eternos segundos de silencio, hasta que un gemido de espanto se escuchó provenir del mismo sitio que la joven de tez carmesí acababa de indicar. ¡Sí que lo habían encontrado rápido! La payasa frunció el entrecejo al mirar hacia aquella dirección y con un gruñido de disgusto empujó bruscamente a Thiel hacia el interior de la caravana- Yo iré, tú vigila a estos animales. Si se te escapa alguno, te arranco las tripas.
La puerta se cerró detrás de ella. Tuvo que llevarse las manos al pecho y exhalar un interminable suspiro para recuperar la compostura. Cuando alzó la mirada, se encontró con numerosos pares de ojos observándola desde las jaulas. Excepto los de Hont. El niño zarigüeya seguía arrodillado con la vista clavada en el suelo mientras mascullaba sus planes para salir de allí. Thiel se acercó con rapidez y se acuclilló para acercar el rostro a la jaula. Hizo un gran esfuerzo para no llorar al verlo en tan lamentable estado.
-¡Hont, pequeño! -El jovencito se giró abruptamente y la miró con frustración, sin reconocerla bajo la extravagante vestimenta, con el rostro pintado y en parcial penumbra. Pareció oler la pestilencia a sangre, pues apretó los pequeños puños y le gruñó- ¿Cómo sabes mi nombre? ¡Bah, no me importa! ¡A ti también te daré una buena zurra! Como te atrevas a tocarme, te voy a hacer lo mismo que le hice aquella vez a… -¡Soy yo, Hont! ¡Thiel! –Le interrumpió mientras se estiraba para tomar una vela que yacía a punto de extinguirse sobre una mesilla. Se acercó el candelero para iluminarse al rostro. El niño bestia no terminaba de creérselo. Resultaba difícil vislumbrar a la amable Thiel bajo un maquillaje hecho a base de sangre- ¿Me recuerdas? Baslodia, los niños, ¡el flautista! –Y entonces pronunció las palabras clave. El rostro de Hont se iluminó de esperanza para dar lugar a una sonrisa que le llegó de oreja a oreja. De un salto se aproximó a los barrotes para aferrarse a éstos y vociferar: -¡Thiel! ¿¡Qué haces aquí!? ¡Claro que estoy bien! Sabes que estos tontos payasos no me dan miedo, ¡ja, claro que lo sabes! –Rió. La joven, aunque se alegraba enormemente de verlo tan enérgico, le hizo una seña para que bajase el tono de voz- Lo sé, lo sé. Vengo a sacarte de aquí. –Sintió numerosas miradas clavándosele en la espalda, con lo cual decidió reformular la frase- A sacarlos a todos.
Varias de las bestias que hasta aquel momento habían estado cabizbajas alzaron la vista ante tal declaración. Algunos comenzaron a susurrar entre ellos, hasta que una profunda voz se alzó por sobre el murmuro.
-Las llaves están en ese cajón. –“El Coco” señaló con una garra el tercer cajón de la mesilla sobre la cual había estado la vela. Se apresuró a abrirlo y efectivamente allí estaba el manojo con llaves de todos los tamaños. Afortunadamente, parecían corresponderse con el tamaño de las jaulas, con lo cual no fue difícil encontrar la que abría la jaula de Hont tras seleccionar la más pequeña. La metió en el hueco y sintió un alivio desmedido al oír el “click” característico. La puertecilla se abrió para dar paso a la pequeña zarigüeya, que saltó hacia Thiel para estrecharla en un fuerte abrazo.
-¡Gracias, gracias! ¡Tú sí que eres valiente, no como esos estúpidos payasos! ¿Qué haremos con ellos? –La pregunta la tomó por sorpresa. Luego de carraspear, observó a las bestias que la miraban desde su reclusión. Intentó dejar de lado la cohibición para hablar en tono claro.
-No voy a obligarlos a ayudarme, pero el plan es acabar con este circo. Este lugar es un infierno y no pienso dejar que sigan matando y encerrando personas para su disfrute. –Mientras hablaba probaba llaves y abría las jaulas. Pensó que muchas de aquellas personas no dudarían en escapar de allí cuanto antes luego de tanto tiempo de flagelaciones. Sin embargo, aparentemente su sed de venganza era más fuerte que sus intenciones de irse- Mi amiga, una payasa, necesita que la ayudemos a desatar el caos dentro del circo cuando comience la función. Podemos confiar en ella. –se adelantó a aclarar ante el escepticismo de quienes la oían- ¿Me ayudarán? –Yo sí. –La grave voz del “Coco” volvió a retumbar en la habitación. Con su afirmación, todos los demás se sumaron instantáneamente. Hont abrió la puerta y el aire fresco inundó la pestilente caravana. -¡Entonces vamos!
Thiel
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Boomer encendió la antorcha más cercana a la entrada y todas las otras antorchas se apagaron a la vez. A Boomer seguía le seguía impresionando, como el primer día, ver la magia del Maestro de Ceremonias. Luego, silencio. Boomer se puso su largo dedo índice sobre los labios y siseo para hacer callar a todas las personas. Boomer no lo consiguió. Boomer calló a muchas personas, pero los niños son malos. Los niños seguían gritando. Shappy les llamaría mocoso y la chica bonita les asustaría para hacerles callar. Boomer, sin embargo, no sabía qué hacer. Boomer no era muy listo. A Boomer solo se le ocurrió emitir un “shhh” más fuerte que el primero. Boomer hizo un “shhh” muy fuerte, pero ni aun así se callaron.
El Maestro de Ceremonias entró en el oscuro escenario y los payasos que estaban enseñando se fueron inmediatamente. El Maestro de Ceremonias se había cambiado de ropa. Ahora, tenía ropa nueva, brillan y bonita de color negra con puntos dorados. Boomer sintió miedo al recordar que el Maestro de Ceremonias llevaba la misma ropa que cuando le adaptó. A Boomer no le gustaba recordar el orfanato. Boomer comenzaba a sudar y a temblar cada vez que lo recordaba. Y, aun asustado y temblando, Boomer era bueno. Shappy decía que Boomer era el único bueno. Boomer tenía que hacer fuerza para mantenerse en pie en lo alto de las gradas y no tener miedo. Boomer tenía que seguir siendo bueno.
El Maestro de Ceremonias, con una palmada, consiguió lo que Boomer no pudo hacer: Los niños malos se callaron todos a la vez. Boomer también dejó de temblar al oír esa palmada. La función iba a empezar. Boomer tenía que estar callado y quieto mientras durase la función.
-Todo comenzó- El Maestro de Ceremonias levantó los brazos como si estuviera abrazando a todo las personas que le veían. Boomer sintió ese abrazo. - una noche de tormentas en el cementerio de los horrores. A lo lejos, una carroza se aproxima. ¡Escuchad el ruido de los caballos y el entrechocar de las ruedas contra las piedras del camino! –Boomer creyó escuchar los caballos y las ruedas. Boomer sintió estar en esa misma carroza. -De ésta sale una joven niña, guapa y preciosa como nunca antes habéis visto ninguna. –Boomer supo que se refería a Shappy y también a la chica bonita, ellas eran las más guapas- La chica ha cometido el mayor error de su vida y todavía no se ha dado cuenta.- A Boomer no le gustó la sonrisa del Maestro de Ceremonias- ¡Gárgolas, lápidas, aullidos de lobo y gritos de desgarradores!- Boomer vio un montón de lápidas y figuras de piedra emerger del suelo del escenario. Boomer tuvo miedo. Boomer pisó fuerte el suelo para mantenerse en pie. Boomer oyó el aullido del lobo y él grito desgarrador fuera de la carpa. Y Boomer tuvo más miedo. - La chica falla al huir del cementerio. Las bestias y payasos del Circo de los Horrores la atrapan. La van a convertir en uno de ellos-.
Una niebla cubrió el escenario y la figura del Maestro de Ceremonias. Boomer estaba asustado por él, por Shappy y por la chica bonita. Boomer no quería que la chica bonita se convirtiera en una mala payasa como lo era Shappy.
La niebla se fue y con ella el Maestro de Ceremonias. En el escenario con forma de cementerio quedó Shappy. Shappy estaba muy guapa. Boomer sonrió y recordó todos los besos que Shappy le dio en la mejilla para felicitarle por ser bueno. “Boomer, tú eres el más bueno de nosotros”. Shappy cantó su canción. Una payasa con una pianola apareció en la espesa niebla detrás de Shappy. Las personas del público sonrieron sin apartar sus ojos de la guapa Shappy. Boomer hizo lo mismo. Cuando Shappy se ponía así de guapa y salía a cantar, todos sonreían.
* Thiel: La función ha empezado igual que la acción de esta misión. Tienes a un grupo de criaturas que te siguen, algunas de ellas tan peligrosas como El Coco. Es hora de pelear. Vampiros, nigromantes y humanos con un horrible corazón te esperan en interior de la carpa.
Personajes prohibidos en el próximo turno: Shimphony Shappire y Maestro de Ceremonias.
El Maestro de Ceremonias entró en el oscuro escenario y los payasos que estaban enseñando se fueron inmediatamente. El Maestro de Ceremonias se había cambiado de ropa. Ahora, tenía ropa nueva, brillan y bonita de color negra con puntos dorados. Boomer sintió miedo al recordar que el Maestro de Ceremonias llevaba la misma ropa que cuando le adaptó. A Boomer no le gustaba recordar el orfanato. Boomer comenzaba a sudar y a temblar cada vez que lo recordaba. Y, aun asustado y temblando, Boomer era bueno. Shappy decía que Boomer era el único bueno. Boomer tenía que hacer fuerza para mantenerse en pie en lo alto de las gradas y no tener miedo. Boomer tenía que seguir siendo bueno.
El Maestro de Ceremonias, con una palmada, consiguió lo que Boomer no pudo hacer: Los niños malos se callaron todos a la vez. Boomer también dejó de temblar al oír esa palmada. La función iba a empezar. Boomer tenía que estar callado y quieto mientras durase la función.
-Todo comenzó- El Maestro de Ceremonias levantó los brazos como si estuviera abrazando a todo las personas que le veían. Boomer sintió ese abrazo. - una noche de tormentas en el cementerio de los horrores. A lo lejos, una carroza se aproxima. ¡Escuchad el ruido de los caballos y el entrechocar de las ruedas contra las piedras del camino! –Boomer creyó escuchar los caballos y las ruedas. Boomer sintió estar en esa misma carroza. -De ésta sale una joven niña, guapa y preciosa como nunca antes habéis visto ninguna. –Boomer supo que se refería a Shappy y también a la chica bonita, ellas eran las más guapas- La chica ha cometido el mayor error de su vida y todavía no se ha dado cuenta.- A Boomer no le gustó la sonrisa del Maestro de Ceremonias- ¡Gárgolas, lápidas, aullidos de lobo y gritos de desgarradores!- Boomer vio un montón de lápidas y figuras de piedra emerger del suelo del escenario. Boomer tuvo miedo. Boomer pisó fuerte el suelo para mantenerse en pie. Boomer oyó el aullido del lobo y él grito desgarrador fuera de la carpa. Y Boomer tuvo más miedo. - La chica falla al huir del cementerio. Las bestias y payasos del Circo de los Horrores la atrapan. La van a convertir en uno de ellos-.
Una niebla cubrió el escenario y la figura del Maestro de Ceremonias. Boomer estaba asustado por él, por Shappy y por la chica bonita. Boomer no quería que la chica bonita se convirtiera en una mala payasa como lo era Shappy.
La niebla se fue y con ella el Maestro de Ceremonias. En el escenario con forma de cementerio quedó Shappy. Shappy estaba muy guapa. Boomer sonrió y recordó todos los besos que Shappy le dio en la mejilla para felicitarle por ser bueno. “Boomer, tú eres el más bueno de nosotros”. Shappy cantó su canción. Una payasa con una pianola apareció en la espesa niebla detrás de Shappy. Las personas del público sonrieron sin apartar sus ojos de la guapa Shappy. Boomer hizo lo mismo. Cuando Shappy se ponía así de guapa y salía a cantar, todos sonreían.
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- Chica de la pianola:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- Canción que canta Shappy:
Por favor, ignora la escena de la película Sucker Punch, solo la escogido por la voz de Emily Browning.
* Thiel: La función ha empezado igual que la acción de esta misión. Tienes a un grupo de criaturas que te siguen, algunas de ellas tan peligrosas como El Coco. Es hora de pelear. Vampiros, nigromantes y humanos con un horrible corazón te esperan en interior de la carpa.
Personajes prohibidos en el próximo turno: Shimphony Shappire y Maestro de Ceremonias.
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Una veintena de monstruos emergió de la caravana para agruparse en el centro del descampado dirigidos por la pequeña y aparentemente frágil muchacha. Eran personas que parecían haber sido formadas azarosamente con pedazos de animales que no se correspondían entre ellos. Vio cuernos, alas, garras, colas, peludos, lampiños, babosos, algunos peligrosos como “El Coco”, otros inofensivos como Hont. Lo que tenían en común era su sed de venganza, y que todos la miraban fijamente en espera de algún tipo de indicación.
-Cuando sólo quede una antorcha encendida, debemos entrar a la carpa. –Sentenció, y entonces meditó durante un instante cuál sería la mejor estrategia- Los payasos deben estar detrás del escenario esperando su turno, así que entraremos por el frente. –Una entrada un poco obvia, ¿no? –La interrumpió la grave voz del que tenía hocico de cocodrilo- Tenemos que armar un escándalo, la sutileza no importa ahora. Simplemente… no lastimen a las personas del público, por favor. Ellos no tienen nada que ver con esto.
Ocultó sus manos tras la espalda para que los demás no notasen que temblaba como una niña asustada. El liderazgo se le daba muy mal, pero no podía dejar que ese tropel de bestias actuase en anarquía y menos sabiendo que muchos de ellos seguramente habían sido señalados y burlados por los estúpidos humanos del público y también querrían darle a ellos su merecido. Suspiró profundamente antes de bajar la vista para encontrarse con Hont, que la miraba con el brillo de la fidelidad en sus ojos. Había un par de criaturas tan pequeñas como él, cuya participación en el alboroto le parecía una idea desconsiderada. Entonces decidió agregar: -Los más… sigilosos gracias a su tamaño –decidió sustituir con aquella expresión la probablemente ofensiva palabra “pequeños”- podrían encargarse de abrir las jaulas que hay dentro del circo. Mientras más de nosotros seamos, mejor. –El niño-zarigüeya asintió enérgicamente- ¡Claro que sí! Yo los convenceré a todos para que nos ayuden, ¡ya verás!
Thiel apretó los puños con la determinación de acabar con todo cuanto antes, dándose la media vuelta para encarar el camino hacia la carpa. Sintió un gran alivio al saber que a esas alturas todos los payasos estaban dentro preparándose para la función.
-¿Qué mierda significa esto?
…Excepto Untiel.
La desaliñada payasa los observaba látigo en mano con el ceño fruncido y la boca abierta. Thiel tragó saliva e intercambió miradas con sus acompañantes, que parecían debatirse entre seguir con el plan o comerse viva a quien los estuvo hostigando durante quién sabía cuánto tiempo. Untiel, aparentemente, no era estúpida. Antes de enfrentarse a ellos decidió echar a correr hacia el enorme toldo para avisar a sus compañeros.
Sin embargo, por más rápido que corriese, siempre habría un hombre-bestia mejor dotado. Una mujer calva con patas de felino, cola de serpiente y grandes orejas de algún animal que Thiel no supo reconocer, se interpuso en el camino de la payasa para darle un breve final a su vida mordiéndole la yugular. Untiel se estampó contra el suelo con un golpe seco mientras todos observaban en silencio. Fue ese el instante en que todas las antorchas, excepto una, se apagaron.
-Esa hija de puta se merecía algo mucho peor que eso. –Masculló una voz masculina entre el montón y luego, sin mayor diálogo, el grupo emprendió la marcha por el camino principal.
Nadie custodiaba la entrada. La joven se preguntó cuántas decenas o cientos de funciones ese circo ya había realizado con éxito llevándose inocentes vidas en el transcurso. Pudo escuchar la voz de Shappy retumbado dentro, entonando una melodía que le erizó cada poro del cuerpo. Se asomó a la rendija que quedaba entre las puertas de tela para corroborar que todos se encontraban pasmados ante el espectáculo, con estúpidas sonrisas deformándoles el rostro. Vio también a la pobre payasa, tan hermosa y tan desgraciada, y deseó que realmente esa fuese la última vez que tuviera que formar parte del espectáculo.
Suspiró armándose de valor y cuando la última palabra de la canción quedó resonando en el ambiente, dio un enérgico tirón a la tela para abrir la entrada de par en par.
-¡AHORA!
La horda de bestias ingresó rugiendo a la estancia como un oleaje enfurecido. Los más grandes se dirigieron directo al escenario con claras intenciones de arrollar a quien osase parárseles en medio. Otros se dedicaron a destrozar cuanto tuviesen a la mano: Rasgaban paredes, rompían cajas, lanzaban por los aires asientos vacíos. Los pequeños, liderados por Hont, comenzaron a infiltrarse hacia las jaulas de sus congéneres.
Thiel se quedó parada en la entrada observando el espectáculo con los ojos bien abiertos, como si fuese ajena al caos y al griterío. Apretó los puños antes de dar un paso adelante.
Las manos ya no le temblaban.
-Cuando sólo quede una antorcha encendida, debemos entrar a la carpa. –Sentenció, y entonces meditó durante un instante cuál sería la mejor estrategia- Los payasos deben estar detrás del escenario esperando su turno, así que entraremos por el frente. –Una entrada un poco obvia, ¿no? –La interrumpió la grave voz del que tenía hocico de cocodrilo- Tenemos que armar un escándalo, la sutileza no importa ahora. Simplemente… no lastimen a las personas del público, por favor. Ellos no tienen nada que ver con esto.
Ocultó sus manos tras la espalda para que los demás no notasen que temblaba como una niña asustada. El liderazgo se le daba muy mal, pero no podía dejar que ese tropel de bestias actuase en anarquía y menos sabiendo que muchos de ellos seguramente habían sido señalados y burlados por los estúpidos humanos del público y también querrían darle a ellos su merecido. Suspiró profundamente antes de bajar la vista para encontrarse con Hont, que la miraba con el brillo de la fidelidad en sus ojos. Había un par de criaturas tan pequeñas como él, cuya participación en el alboroto le parecía una idea desconsiderada. Entonces decidió agregar: -Los más… sigilosos gracias a su tamaño –decidió sustituir con aquella expresión la probablemente ofensiva palabra “pequeños”- podrían encargarse de abrir las jaulas que hay dentro del circo. Mientras más de nosotros seamos, mejor. –El niño-zarigüeya asintió enérgicamente- ¡Claro que sí! Yo los convenceré a todos para que nos ayuden, ¡ya verás!
Thiel apretó los puños con la determinación de acabar con todo cuanto antes, dándose la media vuelta para encarar el camino hacia la carpa. Sintió un gran alivio al saber que a esas alturas todos los payasos estaban dentro preparándose para la función.
-¿Qué mierda significa esto?
…Excepto Untiel.
La desaliñada payasa los observaba látigo en mano con el ceño fruncido y la boca abierta. Thiel tragó saliva e intercambió miradas con sus acompañantes, que parecían debatirse entre seguir con el plan o comerse viva a quien los estuvo hostigando durante quién sabía cuánto tiempo. Untiel, aparentemente, no era estúpida. Antes de enfrentarse a ellos decidió echar a correr hacia el enorme toldo para avisar a sus compañeros.
Sin embargo, por más rápido que corriese, siempre habría un hombre-bestia mejor dotado. Una mujer calva con patas de felino, cola de serpiente y grandes orejas de algún animal que Thiel no supo reconocer, se interpuso en el camino de la payasa para darle un breve final a su vida mordiéndole la yugular. Untiel se estampó contra el suelo con un golpe seco mientras todos observaban en silencio. Fue ese el instante en que todas las antorchas, excepto una, se apagaron.
-Esa hija de puta se merecía algo mucho peor que eso. –Masculló una voz masculina entre el montón y luego, sin mayor diálogo, el grupo emprendió la marcha por el camino principal.
Nadie custodiaba la entrada. La joven se preguntó cuántas decenas o cientos de funciones ese circo ya había realizado con éxito llevándose inocentes vidas en el transcurso. Pudo escuchar la voz de Shappy retumbado dentro, entonando una melodía que le erizó cada poro del cuerpo. Se asomó a la rendija que quedaba entre las puertas de tela para corroborar que todos se encontraban pasmados ante el espectáculo, con estúpidas sonrisas deformándoles el rostro. Vio también a la pobre payasa, tan hermosa y tan desgraciada, y deseó que realmente esa fuese la última vez que tuviera que formar parte del espectáculo.
Suspiró armándose de valor y cuando la última palabra de la canción quedó resonando en el ambiente, dio un enérgico tirón a la tela para abrir la entrada de par en par.
-¡AHORA!
La horda de bestias ingresó rugiendo a la estancia como un oleaje enfurecido. Los más grandes se dirigieron directo al escenario con claras intenciones de arrollar a quien osase parárseles en medio. Otros se dedicaron a destrozar cuanto tuviesen a la mano: Rasgaban paredes, rompían cajas, lanzaban por los aires asientos vacíos. Los pequeños, liderados por Hont, comenzaron a infiltrarse hacia las jaulas de sus congéneres.
Thiel se quedó parada en la entrada observando el espectáculo con los ojos bien abiertos, como si fuese ajena al caos y al griterío. Apretó los puños antes de dar un paso adelante.
Las manos ya no le temblaban.
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Como decía la canción: Existían personas deseaban abusar de los demás y otras que deseaban ser abusadas. De eso estaban hechos los dulces sueños, de abusos y de abusones. ¿Quién era ella para contradecirlo? En sus dulces sueños se veía con el látigo de Untiel en la mano y golpeando a una Minimalita que estaba atada para que no escapase. ¿Quién era ella para contradecir su propia canción? Era la viva imagen de las personas que desean ser abusadas. Por muchas oportunidades que hubiera tenido para escapar del Circo de los Horrores, ella seguía estando ahí. Era una puta adicta al horror.
Sin dejar de cantar, comenzó a llorar. Nadie se fijo en sus lágrimas. Todo el público estaba bajo el hechizo de su canción y su baile, no hacían otra cosa más que sonreír y aplaudir. Estúpidos. En las gradas también estaba el Pequeño Boomer, su querido grandullón. También aplaudía y sonreía, aunque no estuviera hechizado como el público. Sonreía y aplaudía porque pensaba que Shappy estaba haciendo lo correcto a bailar y cantar. No podía culparle. Boomer no había conocido otra vida que no fuera la del Circo. No entendía como una persona pueda odiar a la vez que desear que los otros abusen de ella.
Algunos deseaban abusar y otros ser abusados. Era la historia del Circo de los Horrores. Una historia que ella deseaba dar fin.
¿Y lo conseguiría? Hasta el momento el plan funcionaba a la perfección. El publicado hechizado no se dio cuenta de que un ejército de hombres monstruos, verdaderamente parecía todo un ejército, había invadido el escenario recubierto de lápidas.
Era igual que en sus dulces sueños.
La payasa de la pianola dejó de tocar, abrió el instrumento y sacó un hacha de mano que tenía allí escondida. Sin dejar de cantar, Shimphony Shappire fue hacia la payasa, sacó la daga que se había escondido en el escote y la clavó en la cabeza de la payasa.
-Los dulces sueños están hecho de esto- dijo con la tonalidad de la canción.
Había estado esperando este momento desde el mismo momento en que le atraparon y desnudaron para hacer reír a los niños. Hubo un momento en que llegó a pensar que jamás llegaría su hora. Después de años de abusos, latigazos e insultos… después de que le pegarán con un palo hasta el punto de hacerle sufrir solo por entretenimiento de unos niños… y después de ver cómo sus compañeros se iban suicidando por no poder soportar la idea de vivir eternamente en una jaula, fue tan insensato como para imaginar que jamás podría tomarse la venganza que tanto ansiaba.
No tenía tiempo para prepararse para el combate. Mientras corría alargaba sus brazos hacía el suelo y arañaba la tierra para afilar sus garras. Payaso que veía, payaso que probaba a qué sabía la venganza de Seth Randall. O, como ellos absurdamente le llamaban, “El Coco”.
-¡Es nuestro momento!- azuzó al resto de hombres bestias que cómo él ansiaban poder vengarse de los payasos del Circo de los Horrores. - Matad solo a quienes deseéis ver muertos- fue la misma norma que puso la chica maquillada con sangre que les rescató. “No herir al público”. Seth solo amplió la norma para que incluir al payaso bobalicón que compartía su comida con ellos.
Los monstruos entraron desde lo alto de las gradas. Como si lo que hubiera dicho antes de entrar hubiera sido una especie de predicción, allí estaba él, el bobo de Boomer, observando y aplaudiendo a la chica que cantaba en el escenario.
-¡Coco ha salido de la mala jaula!- el bobo no dejaba de aplaudir- Coco podrá ver a Shappy cantar. Shappy canta muy bien. Shappy es muy guapa. ¿Coco se va a quedar a ver a Shappy?-
Boomer vivía en su propio mundo. En cierto modo, le hacía tanta gracia como ternura le transmitía. Cómo alguien tan bueno e inocente había formado parte de un elenco de payasos tan ruines y sádicos era algo que escapaba del entendimiento de Seth.
-Amigos de Coco y Coco mirar a Shappy-
Boomer señaló con la cabeza a la payasa que cantaba y el hombre monstruo la vio. La chica acababa de matar a una de las horrendas payasas del Circo. ¿Ahora los payasos se asesinaban entre ellos? Con esa, ya eran dos las cosas que escapan de su compresión.
El Maestro de Ceremonias entró al escenario con un grupo de payasos más numeroso de lo que eran los hombres monstruos. Se había quitado todo aquel maquillaje con el que se disfrazaba de anciano vampiro. Era la hora de ponerse serios. La diversión propia de los payasos finalizaba justo en ese punto. Llegó el turno de la magia.
-Buen trabajo hija mía,- puso su mano derecha a unos centímetros por encima de la cabeza de la bella Shimphony Shappire- no esperaba menos de ti- eran palabras amables que escondía la furia asesina de un nigromante.
Shimphony Shappire se arrodilló a los pies de su padre. El público y los hombres monstruos tuvieron la suerte de haber sido hechizados con las amargas sonrisas, pues no vieron la desagradable escena de una chica de pelo y ojos que lamía las botas de su padre a modo de disculpa.
El Maestro de Ceremonias apartó de una patada a su hija y la dejó tirada en el suelo del escenario. Levantó los brazos y pronunció sus hechizos en voz alta. Los vampiros fueron a las gradas a buscar las personas con la sangre más apetitosa, Teobaldo se encargó de seleccionar a las niñas, contra más pequeñas mejor, y el resto de payasos comenzó a divertirse fingiendo estar interpretando sus funciones a modo de burla hacia las personas hechizadas y la insolento Shappire que, por muchos años que pasase, seguía siendo incapaz de aprender de su padre.
Las lápidas del escenario se rompieron. Bajo de ellas emergieron unas manos que retiraban la tierra del suelo. El Maestro de Ceremonias sonrió. Otra ciudad que conseguía conquistar.
Boomer dejó de hablar con Coco. Coco no dijo nada. Coco no parecía molestó porque Boomer lo hubiera dejado. Coco sonreía como todos los demás. Boomer sabía que después de las sonrisas, Coco volvería a su mala jaula donde estaba triste. Boomer quiso ayudar a Coco, pero Boomer sabía que no podía salvar a todos a la vez y Boomer le debía un favor a la chica bonita.
Boomer corrió todo lo rápido que pudo. Boomer fue hacia donde estaba la chica bonita. Boomer no quería que chica bonita besase los pies del Maestro de Ceremonias como lo hizo Shappy. Boomer sabía que después del beso venía la patada. Nadie daría una patada a chica bonita mientras Boomer estuviera presente. Boomer no podía rescatar a Shappy, a Coco ni a ninguno de sus amigos… pero rescataría a una persona. Aunque fuera difícil, Boomer sería bueno. Shappy decía que Boomer era el único bueno. Boomer se lo demostraría salvando a chica bonita.
Boomer cogió a la chica bonita y se la subió al hombro.
-Chica bonita en peligro.- estaba demasiado nervioso y sofocado como para pensar en lo que decía –Boomer debía favor a chica bonita. Boomer salvar a chica bonita-.
Boomer corrió fuera de las gradas y fuera de la carpa, lejos del Maestro de Ceremonias y lejos de los malos payasos. En una zona segura, veinte metros de distancia, puso en el suelo a la chica bonita. Boomer estaba muerto de miedo.
-Chica bonita a salvo si quedar con Boomer. Boomer no quiere que chica bonita sonría como personas y Coco.- Boomer giró la cabeza para mirar a la carpa negra. Coco, Shappy y otros amigos estaban dentro.- Boomer quiere salvarlos. Boomer no sabe cómo.- comenzó a llorar- Boomer es tonto y feo. Boomer se parece a los malos payasos. Chica bonita también se parece ahora a otros payasos. – Boomer acarició la mejilla de la chica bonita y se manchó de la sangre seca que servía como pintura- Pero ni Boomer ni chica bonita son como los demás. Shappy dice que Boomer es el único bueno y Shappy es mala.- Boomer siguió llorando como nunca antes hubo llorado.
* Thiel: El plan de Shimphony no ha funcionado. Los hombres monstruos están hechizados, igual que el público. Tú hubieras corrido el mismo final sino hubiera sido por Boomer que, tal vez por lo bobalicón que es, no le afecta los hechizos del nigromante. Tu objetivo primordial, ahora, es consolar al Pequeño Boomer. ¿Cómo entraremos de nuevo a la carpa y cómo salvaremos a todos los demás? Es algo que ahora mismo está fuera de nuestras manos. Quizás se te ocurre algún plan, uno sencillo que Boomer pueda entender.
Personajes prohibidos en el próximo turno: Shimphony Shappire y Maestro de Ceremonias.
Sin dejar de cantar, comenzó a llorar. Nadie se fijo en sus lágrimas. Todo el público estaba bajo el hechizo de su canción y su baile, no hacían otra cosa más que sonreír y aplaudir. Estúpidos. En las gradas también estaba el Pequeño Boomer, su querido grandullón. También aplaudía y sonreía, aunque no estuviera hechizado como el público. Sonreía y aplaudía porque pensaba que Shappy estaba haciendo lo correcto a bailar y cantar. No podía culparle. Boomer no había conocido otra vida que no fuera la del Circo. No entendía como una persona pueda odiar a la vez que desear que los otros abusen de ella.
Algunos deseaban abusar y otros ser abusados. Era la historia del Circo de los Horrores. Una historia que ella deseaba dar fin.
¿Y lo conseguiría? Hasta el momento el plan funcionaba a la perfección. El publicado hechizado no se dio cuenta de que un ejército de hombres monstruos, verdaderamente parecía todo un ejército, había invadido el escenario recubierto de lápidas.
Era igual que en sus dulces sueños.
La payasa de la pianola dejó de tocar, abrió el instrumento y sacó un hacha de mano que tenía allí escondida. Sin dejar de cantar, Shimphony Shappire fue hacia la payasa, sacó la daga que se había escondido en el escote y la clavó en la cabeza de la payasa.
-Los dulces sueños están hecho de esto- dijo con la tonalidad de la canción.
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Había estado esperando este momento desde el mismo momento en que le atraparon y desnudaron para hacer reír a los niños. Hubo un momento en que llegó a pensar que jamás llegaría su hora. Después de años de abusos, latigazos e insultos… después de que le pegarán con un palo hasta el punto de hacerle sufrir solo por entretenimiento de unos niños… y después de ver cómo sus compañeros se iban suicidando por no poder soportar la idea de vivir eternamente en una jaula, fue tan insensato como para imaginar que jamás podría tomarse la venganza que tanto ansiaba.
No tenía tiempo para prepararse para el combate. Mientras corría alargaba sus brazos hacía el suelo y arañaba la tierra para afilar sus garras. Payaso que veía, payaso que probaba a qué sabía la venganza de Seth Randall. O, como ellos absurdamente le llamaban, “El Coco”.
-¡Es nuestro momento!- azuzó al resto de hombres bestias que cómo él ansiaban poder vengarse de los payasos del Circo de los Horrores. - Matad solo a quienes deseéis ver muertos- fue la misma norma que puso la chica maquillada con sangre que les rescató. “No herir al público”. Seth solo amplió la norma para que incluir al payaso bobalicón que compartía su comida con ellos.
Los monstruos entraron desde lo alto de las gradas. Como si lo que hubiera dicho antes de entrar hubiera sido una especie de predicción, allí estaba él, el bobo de Boomer, observando y aplaudiendo a la chica que cantaba en el escenario.
-¡Coco ha salido de la mala jaula!- el bobo no dejaba de aplaudir- Coco podrá ver a Shappy cantar. Shappy canta muy bien. Shappy es muy guapa. ¿Coco se va a quedar a ver a Shappy?-
Boomer vivía en su propio mundo. En cierto modo, le hacía tanta gracia como ternura le transmitía. Cómo alguien tan bueno e inocente había formado parte de un elenco de payasos tan ruines y sádicos era algo que escapaba del entendimiento de Seth.
-Amigos de Coco y Coco mirar a Shappy-
Boomer señaló con la cabeza a la payasa que cantaba y el hombre monstruo la vio. La chica acababa de matar a una de las horrendas payasas del Circo. ¿Ahora los payasos se asesinaban entre ellos? Con esa, ya eran dos las cosas que escapan de su compresión.
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Y Coco sonrió al ver al escenario. Sonrió de oreja a oreja como la mala bestia que era. Nadie podía interrumpir el ritual. ¡Qué hicieran todo el ruido que quisiera y qué matasen a cuántos payasos gusten de matar! Hasta ahí había llegado. El Maestro de Ceremonias entró al escenario con un grupo de payasos más numeroso de lo que eran los hombres monstruos. Se había quitado todo aquel maquillaje con el que se disfrazaba de anciano vampiro. Era la hora de ponerse serios. La diversión propia de los payasos finalizaba justo en ese punto. Llegó el turno de la magia.
-Buen trabajo hija mía,- puso su mano derecha a unos centímetros por encima de la cabeza de la bella Shimphony Shappire- no esperaba menos de ti- eran palabras amables que escondía la furia asesina de un nigromante.
Shimphony Shappire se arrodilló a los pies de su padre. El público y los hombres monstruos tuvieron la suerte de haber sido hechizados con las amargas sonrisas, pues no vieron la desagradable escena de una chica de pelo y ojos que lamía las botas de su padre a modo de disculpa.
El Maestro de Ceremonias apartó de una patada a su hija y la dejó tirada en el suelo del escenario. Levantó los brazos y pronunció sus hechizos en voz alta. Los vampiros fueron a las gradas a buscar las personas con la sangre más apetitosa, Teobaldo se encargó de seleccionar a las niñas, contra más pequeñas mejor, y el resto de payasos comenzó a divertirse fingiendo estar interpretando sus funciones a modo de burla hacia las personas hechizadas y la insolento Shappire que, por muchos años que pasase, seguía siendo incapaz de aprender de su padre.
Las lápidas del escenario se rompieron. Bajo de ellas emergieron unas manos que retiraban la tierra del suelo. El Maestro de Ceremonias sonrió. Otra ciudad que conseguía conquistar.
_____________________
Boomer dejó de hablar con Coco. Coco no dijo nada. Coco no parecía molestó porque Boomer lo hubiera dejado. Coco sonreía como todos los demás. Boomer sabía que después de las sonrisas, Coco volvería a su mala jaula donde estaba triste. Boomer quiso ayudar a Coco, pero Boomer sabía que no podía salvar a todos a la vez y Boomer le debía un favor a la chica bonita.
Boomer corrió todo lo rápido que pudo. Boomer fue hacia donde estaba la chica bonita. Boomer no quería que chica bonita besase los pies del Maestro de Ceremonias como lo hizo Shappy. Boomer sabía que después del beso venía la patada. Nadie daría una patada a chica bonita mientras Boomer estuviera presente. Boomer no podía rescatar a Shappy, a Coco ni a ninguno de sus amigos… pero rescataría a una persona. Aunque fuera difícil, Boomer sería bueno. Shappy decía que Boomer era el único bueno. Boomer se lo demostraría salvando a chica bonita.
Boomer cogió a la chica bonita y se la subió al hombro.
-Chica bonita en peligro.- estaba demasiado nervioso y sofocado como para pensar en lo que decía –Boomer debía favor a chica bonita. Boomer salvar a chica bonita-.
Boomer corrió fuera de las gradas y fuera de la carpa, lejos del Maestro de Ceremonias y lejos de los malos payasos. En una zona segura, veinte metros de distancia, puso en el suelo a la chica bonita. Boomer estaba muerto de miedo.
-Chica bonita a salvo si quedar con Boomer. Boomer no quiere que chica bonita sonría como personas y Coco.- Boomer giró la cabeza para mirar a la carpa negra. Coco, Shappy y otros amigos estaban dentro.- Boomer quiere salvarlos. Boomer no sabe cómo.- comenzó a llorar- Boomer es tonto y feo. Boomer se parece a los malos payasos. Chica bonita también se parece ahora a otros payasos. – Boomer acarició la mejilla de la chica bonita y se manchó de la sangre seca que servía como pintura- Pero ni Boomer ni chica bonita son como los demás. Shappy dice que Boomer es el único bueno y Shappy es mala.- Boomer siguió llorando como nunca antes hubo llorado.
_____________________
* Thiel: El plan de Shimphony no ha funcionado. Los hombres monstruos están hechizados, igual que el público. Tú hubieras corrido el mismo final sino hubiera sido por Boomer que, tal vez por lo bobalicón que es, no le afecta los hechizos del nigromante. Tu objetivo primordial, ahora, es consolar al Pequeño Boomer. ¿Cómo entraremos de nuevo a la carpa y cómo salvaremos a todos los demás? Es algo que ahora mismo está fuera de nuestras manos. Quizás se te ocurre algún plan, uno sencillo que Boomer pueda entender.
Personajes prohibidos en el próximo turno: Shimphony Shappire y Maestro de Ceremonias.
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Thiel no tenía idea de cómo volverse partícipe del desastre que estaba ocurriendo dentro del circo. Las bestias destrozaban todo a su paso mientras que las personas, ya hechizadas, eran completamente ajenas a la baraúnda. Se dio cuenta de que, aunque habían llegado hasta allí, no tenía idea de cuál era el próximo movimiento.
Cometió el error de quedarse mirando al escenario. Una sensación extraña, perturbadora pero al mismo tiempo amena comenzó a colmarle el pecho. De pronto era como si todo lo que estaba mal en el mundo desapareciese. Fue durante breves segundos, pero pudo olvidar todo aquello que le causaba congoja: a su familia, a todas las cosas malas que le habían ocurrido durante su largo viaje, a los hombres bestias y al Circo de los Horrores. ¡Qué plenitud y felicidad! Deseó sentirse así por siempre. Las comisuras de sus labios temblaron, alzándose lentamente en la mueca que precedía a una enorme sonrisa.
Y entonces apareció Boomer para arrancarla de su ensueño. Lo primero que pensó, incluso antes de experimentar sorpresa al ser cargada sobre su hombro, fue que había sido egoísta al no incluirlo dentro de la petición de personas a quienes no debían matar. Lo olvidó por completo y sintió un desmedido alivio al ver que no le habían hecho daño. Miró hacia el interior de la carpa para presenciar el caos, ese del que no había sido consciente debido a la influencia del hechizo de Shappy: la payasa tirada en el suelo, el Maestro de Ceremonias encabezando el más grotesco espectáculo y parte del elenco avanzando entre el público hipnotizado. ¡Y Hont todavía estaba dentro!
A medida que se alejaban el mentón comenzó a temblarle, sus labios se tensaron y los ojos se le humedecieron. La felicidad se había ido, y sí que la echó de menos.
Cuando fue puesta en el suelo sintió que las piernas le flaqueaban. Tuvo que aferrarse a un brazo del payaso para mantener la compostura. Alzó la mirada y lo observó, pobrecito. Él estaba tan devastado como ella, partiéndole el corazón con su desconsuelo infantil.
–Tranquilo, Boomer, tranquilo. –Extendió ambos brazos hacia arriba para instar al grandulón a que se agachase. Una vez lo hizo, se aferró a él en un fuerte abrazo– No voy a sonreír, ¿lo ves? Te lo prometo. –Y vaya que estaba lejos de poder hacerlo. Las lágrimas le caían por los mofletes dibujando dos húmedos surcos que limpiaban la sangre de su rostro. Ambos se deshacían en llanto, mas Thiel se convenció de que al menos uno de los dos debía ser fuerte, y lamentablemente esta vez le tocaba a ella. Soltó al bonachón para mirarlo a los ojos mientras le pasaba las manos por las mejillas en un intento por despejar la humedad. Boomer, por su parte, detuvo sus lamentos para prestarle atención, aunque las lágrimas y los mocos no dejaban de bañarle la tez.
–Boomer no es tonto ni es feo y Shappy no es mala, ¿está bien? –El payaso asintió, aunque a Thiel le pareció que lo hacía más por docilidad y obediencia que porque estuviese de acuerdo con sus palabras– Yo también quiero salvarlos, ¡y te juro que lo haremos! –Y ella, por dentro, se prometió que cumpliría aquello, aunque aún no tuviese idea de cómo hacerlo. Los cristalinos ojos del grandulón la observaban casi con devoción. Sintió que debía hablarle como a un niño, tratando con suavidad a aquel ser tan puro y transparente– No estés triste, Boomer. No siempre se puede ganar a la primera, ¿sabes? –El payaso volvió a asentir y Thiel tomó sus manos entre las propias– …Pero para eso están las segundas oportunidades, ¿no? Vamos a ayudarlos, ya verás. –Boomer ayudar a chica bonita. ¡Chica bonita a salvo si quedar con Boomer! –Reiteró. Esta vez fue la muchacha quien agitó la cabeza en un vivaz asentimiento– ¿Qué hacer Boomer y chica bonita para ayudar? –La pregunta le cayó como un yunque en la cabeza. Antes de decir nada volvió a estrechar en un abrazo al grandote, que para entonces ya había dejado de llorar, y llevó la mirada hacia el enorme toldo negro cuyos turbulentos sonidos le llegaban claramente a los oídos. Ojalá ella hubiese podido dejar de llorar igual que su amigo, cuya simpleza mental probablemente atenuaba la gravedad de la situación. Carraspeó para aclarar la garganta y disimular su voz quebrada y, fingiendo entusiasmo, exclamó:
–¡Solo dame un segundo! ¡Ya… ya se me ocurrirá algo!
Cometió el error de quedarse mirando al escenario. Una sensación extraña, perturbadora pero al mismo tiempo amena comenzó a colmarle el pecho. De pronto era como si todo lo que estaba mal en el mundo desapareciese. Fue durante breves segundos, pero pudo olvidar todo aquello que le causaba congoja: a su familia, a todas las cosas malas que le habían ocurrido durante su largo viaje, a los hombres bestias y al Circo de los Horrores. ¡Qué plenitud y felicidad! Deseó sentirse así por siempre. Las comisuras de sus labios temblaron, alzándose lentamente en la mueca que precedía a una enorme sonrisa.
Y entonces apareció Boomer para arrancarla de su ensueño. Lo primero que pensó, incluso antes de experimentar sorpresa al ser cargada sobre su hombro, fue que había sido egoísta al no incluirlo dentro de la petición de personas a quienes no debían matar. Lo olvidó por completo y sintió un desmedido alivio al ver que no le habían hecho daño. Miró hacia el interior de la carpa para presenciar el caos, ese del que no había sido consciente debido a la influencia del hechizo de Shappy: la payasa tirada en el suelo, el Maestro de Ceremonias encabezando el más grotesco espectáculo y parte del elenco avanzando entre el público hipnotizado. ¡Y Hont todavía estaba dentro!
A medida que se alejaban el mentón comenzó a temblarle, sus labios se tensaron y los ojos se le humedecieron. La felicidad se había ido, y sí que la echó de menos.
Cuando fue puesta en el suelo sintió que las piernas le flaqueaban. Tuvo que aferrarse a un brazo del payaso para mantener la compostura. Alzó la mirada y lo observó, pobrecito. Él estaba tan devastado como ella, partiéndole el corazón con su desconsuelo infantil.
–Tranquilo, Boomer, tranquilo. –Extendió ambos brazos hacia arriba para instar al grandulón a que se agachase. Una vez lo hizo, se aferró a él en un fuerte abrazo– No voy a sonreír, ¿lo ves? Te lo prometo. –Y vaya que estaba lejos de poder hacerlo. Las lágrimas le caían por los mofletes dibujando dos húmedos surcos que limpiaban la sangre de su rostro. Ambos se deshacían en llanto, mas Thiel se convenció de que al menos uno de los dos debía ser fuerte, y lamentablemente esta vez le tocaba a ella. Soltó al bonachón para mirarlo a los ojos mientras le pasaba las manos por las mejillas en un intento por despejar la humedad. Boomer, por su parte, detuvo sus lamentos para prestarle atención, aunque las lágrimas y los mocos no dejaban de bañarle la tez.
–Boomer no es tonto ni es feo y Shappy no es mala, ¿está bien? –El payaso asintió, aunque a Thiel le pareció que lo hacía más por docilidad y obediencia que porque estuviese de acuerdo con sus palabras– Yo también quiero salvarlos, ¡y te juro que lo haremos! –Y ella, por dentro, se prometió que cumpliría aquello, aunque aún no tuviese idea de cómo hacerlo. Los cristalinos ojos del grandulón la observaban casi con devoción. Sintió que debía hablarle como a un niño, tratando con suavidad a aquel ser tan puro y transparente– No estés triste, Boomer. No siempre se puede ganar a la primera, ¿sabes? –El payaso volvió a asentir y Thiel tomó sus manos entre las propias– …Pero para eso están las segundas oportunidades, ¿no? Vamos a ayudarlos, ya verás. –Boomer ayudar a chica bonita. ¡Chica bonita a salvo si quedar con Boomer! –Reiteró. Esta vez fue la muchacha quien agitó la cabeza en un vivaz asentimiento– ¿Qué hacer Boomer y chica bonita para ayudar? –La pregunta le cayó como un yunque en la cabeza. Antes de decir nada volvió a estrechar en un abrazo al grandote, que para entonces ya había dejado de llorar, y llevó la mirada hacia el enorme toldo negro cuyos turbulentos sonidos le llegaban claramente a los oídos. Ojalá ella hubiese podido dejar de llorar igual que su amigo, cuya simpleza mental probablemente atenuaba la gravedad de la situación. Carraspeó para aclarar la garganta y disimular su voz quebrada y, fingiendo entusiasmo, exclamó:
–¡Solo dame un segundo! ¡Ya… ya se me ocurrirá algo!
Thiel
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Boomer no podía dejar de pensar en las personas buenas sonriendo por culpa del Maestro de Ceremonias. Shappy también tenía culpa de que las personas buenas sonriesen. Ella era mala. Buena con Boomer, pero mala para las personas buenas. Shappy siempre decía que Boomer era el único bueno de los payasos y por eso le envidiaba. Shappy quería ser buena como Boomer. Por eso lloraba. Maestro de Ceremonias decía que los listos eran unos desobedientes que tenían que llorar y Shappy era la más lista de todo el circo.
Boomer apretó sus dos grandes puños, agachó lentamente la cabeza hasta mirar sus propios pies y negó con la cabeza repetidas veces. Boomer hacía fuerza para no llorar más. Chica bonita dijo a Boomer que no era tonto ni feo y que Shappy no era mala. Chica bonita no quería que Boomer llorase más. Boomer, siempre dócil y siempre bueno, hizo fuerza para creer a la chica bonita y para dejar de llorar.
Boomer levanto despacio la cabeza al escuchar la palabra “oportunidad”. Boomer conocía muy bien esa palabra. Boomer nunca la dijo. Oportunidad era una palabra larga y complicada para que Boomer la dijera. Shappy, lista y desobediente, era quien la decía. Chica bonita era muy parecida a Shappy. Las dos son muy listas.
–Boomer ayudar a chica bonita. ¡Chica bonita a salvo si quedar con Boomer! – Boomer recuperó la fuerza perdida.- ¿Qué hacer Boomer y chica bonita para ayudar?-
Chica bonita se mantuvo callada. Chica bonita abrazó a Boomer como Shappy le abrazaba. Boomer dejó de creer que las dos se parecían solo por ser bonitas y listas. Boomer pensó que Shappy y chica bonita eran hermanas por cómo abrazaban.
Boomer rodeó a la chica con sus amplios brazos sin hacer fuerza. Los puños de Boomer ya no estaban apretados. Boomer estaba tranquilo. Boomer rescataría a Coco, Shappy y las demás personas buenas. Boomer podría salvar a todos. No. Chica bonita los salvaría y Boomer ayudaría a chica bonita. Chica bonita era la lista. Boomer era quien ayudaba a la lista.
-¿Chica bonita quiere subir allí arriba?- Boomer bajó la vista buscando los ojos de chica bonita y siguió hablando- Boomer nunca ha subido. Shappy sí. Shappy subía cuando la iban a hacer llorar. Shappy decía que allí nunca la encontrarían. Si Shappy hubiera subido arriba de la carpa en vez de salir a escena, personas buenas no estarían sonriendo- Boomer se mareó por decir una frase tan larga toda seguida. A Boomer no se le daba bien hablar. Boomer hizo una pausa para poder continuar de nuevo.- Shappy contó a Boomer lo que veía ahí arriba. Shappy decía que se podía ver todo y que se sentía más alta que Boomer y Boomer es muy alto.- Boomer sonrió tímidamente ante el cumplido que el mismo se había dado.- Cuando Shappy quería bajar, usaba un agujero que había allí arriba en el centro de lo más alto-.
Boomer tuvo un escalofrío. Los ojos de Boomer dejaron de mirar a chica bonita. La mirada de Boomer estaba dirigida hacia la carpa, pero Boomer tampoco veía la carpa. Boomer no podía ver nada. Los pelos del brazo de Boomer se erizaron por el escalofrío. Boomer soltó el abrazo de la chica bonita para hacer un chasquido con las dos manos. Boomer sonrió, no por hechizo. Boomer sonrió porque había tenido una idea.
-¡Boomer es listo!- Boomer celebró la idea cogiendo a la chica bonita en brazos y haciéndola girar en círculos- Boomer tiene una idea como Shappy. ¡Boomer es listo como Shappy!- Boomer se dio cuenta que no era el momento para celebrar nada. Boomer dejó con cuidado a la chica bonita en el suelo y contó su idea. –Chica bonita tiene que trepar arriba como Shappy. Boomer sabe que chica bonita puede trepar como Shappy porque chica bonita es igual que Shappy.- Boomer recriminó no con el dedo a chica bonita antes de que le llevase la contraria.- Cuando chica bonita arriba, salta por agujero.- Boomer hizo golpeó verticalmente la palma de su mano izquierda con su puño derecho.-Chica bonita caerá encima de Maestro de Ceremonias y personas buenas dejaran de sonreír.- Boomer negó repetidas veces con la cabeza y siguió hablando.- Antes que chica bonita saltar, esperar a Boomer. Boomer entrar en carpa y entretener a payasos. Boomer no sonreirá. Boomer no afectar la magia de Shappy-.
Boomer se sintió triste durante un momento. Boomer supo disimular bien la tristeza. Boomer sabía que, cuando entrase a entretener a los malos, ellos le harían llorar. Boomer ahora era listo. Boomer sabía muchas cosas. Boomer sabía que no le importaba que los malos le hicieran llorar si con eso podía ayudar a chica bonita y salvar a Shappy.
* Thiel: Aunque no se te ha ocurrido ningún plan (cosa que me comentaste por CB), has otorgado a Boomer la autoestima que necesitaba para sentirse listo y poder pensar algo. ¡Bingo! Se le ha ocurrido una brillante idea. En el siguiente turno debes buscar una manera de subir a lo más alto de la carpa del Circo de los Horrores y buscar el agujero del que habla mi amado Boomer. Una vez lo tengas, esperarás a mi siguiente turno a que Boomer te de la señal para entrar.
Personajes prohibidos en el próximo turno: Ninguno.
Boomer apretó sus dos grandes puños, agachó lentamente la cabeza hasta mirar sus propios pies y negó con la cabeza repetidas veces. Boomer hacía fuerza para no llorar más. Chica bonita dijo a Boomer que no era tonto ni feo y que Shappy no era mala. Chica bonita no quería que Boomer llorase más. Boomer, siempre dócil y siempre bueno, hizo fuerza para creer a la chica bonita y para dejar de llorar.
Boomer levanto despacio la cabeza al escuchar la palabra “oportunidad”. Boomer conocía muy bien esa palabra. Boomer nunca la dijo. Oportunidad era una palabra larga y complicada para que Boomer la dijera. Shappy, lista y desobediente, era quien la decía. Chica bonita era muy parecida a Shappy. Las dos son muy listas.
–Boomer ayudar a chica bonita. ¡Chica bonita a salvo si quedar con Boomer! – Boomer recuperó la fuerza perdida.- ¿Qué hacer Boomer y chica bonita para ayudar?-
Chica bonita se mantuvo callada. Chica bonita abrazó a Boomer como Shappy le abrazaba. Boomer dejó de creer que las dos se parecían solo por ser bonitas y listas. Boomer pensó que Shappy y chica bonita eran hermanas por cómo abrazaban.
Boomer rodeó a la chica con sus amplios brazos sin hacer fuerza. Los puños de Boomer ya no estaban apretados. Boomer estaba tranquilo. Boomer rescataría a Coco, Shappy y las demás personas buenas. Boomer podría salvar a todos. No. Chica bonita los salvaría y Boomer ayudaría a chica bonita. Chica bonita era la lista. Boomer era quien ayudaba a la lista.
-¿Chica bonita quiere subir allí arriba?- Boomer bajó la vista buscando los ojos de chica bonita y siguió hablando- Boomer nunca ha subido. Shappy sí. Shappy subía cuando la iban a hacer llorar. Shappy decía que allí nunca la encontrarían. Si Shappy hubiera subido arriba de la carpa en vez de salir a escena, personas buenas no estarían sonriendo- Boomer se mareó por decir una frase tan larga toda seguida. A Boomer no se le daba bien hablar. Boomer hizo una pausa para poder continuar de nuevo.- Shappy contó a Boomer lo que veía ahí arriba. Shappy decía que se podía ver todo y que se sentía más alta que Boomer y Boomer es muy alto.- Boomer sonrió tímidamente ante el cumplido que el mismo se había dado.- Cuando Shappy quería bajar, usaba un agujero que había allí arriba en el centro de lo más alto-.
Boomer tuvo un escalofrío. Los ojos de Boomer dejaron de mirar a chica bonita. La mirada de Boomer estaba dirigida hacia la carpa, pero Boomer tampoco veía la carpa. Boomer no podía ver nada. Los pelos del brazo de Boomer se erizaron por el escalofrío. Boomer soltó el abrazo de la chica bonita para hacer un chasquido con las dos manos. Boomer sonrió, no por hechizo. Boomer sonrió porque había tenido una idea.
-¡Boomer es listo!- Boomer celebró la idea cogiendo a la chica bonita en brazos y haciéndola girar en círculos- Boomer tiene una idea como Shappy. ¡Boomer es listo como Shappy!- Boomer se dio cuenta que no era el momento para celebrar nada. Boomer dejó con cuidado a la chica bonita en el suelo y contó su idea. –Chica bonita tiene que trepar arriba como Shappy. Boomer sabe que chica bonita puede trepar como Shappy porque chica bonita es igual que Shappy.- Boomer recriminó no con el dedo a chica bonita antes de que le llevase la contraria.- Cuando chica bonita arriba, salta por agujero.- Boomer hizo golpeó verticalmente la palma de su mano izquierda con su puño derecho.-Chica bonita caerá encima de Maestro de Ceremonias y personas buenas dejaran de sonreír.- Boomer negó repetidas veces con la cabeza y siguió hablando.- Antes que chica bonita saltar, esperar a Boomer. Boomer entrar en carpa y entretener a payasos. Boomer no sonreirá. Boomer no afectar la magia de Shappy-.
Boomer se sintió triste durante un momento. Boomer supo disimular bien la tristeza. Boomer sabía que, cuando entrase a entretener a los malos, ellos le harían llorar. Boomer ahora era listo. Boomer sabía muchas cosas. Boomer sabía que no le importaba que los malos le hicieran llorar si con eso podía ayudar a chica bonita y salvar a Shappy.
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* Thiel: Aunque no se te ha ocurrido ningún plan (cosa que me comentaste por CB), has otorgado a Boomer la autoestima que necesitaba para sentirse listo y poder pensar algo. ¡Bingo! Se le ha ocurrido una brillante idea. En el siguiente turno debes buscar una manera de subir a lo más alto de la carpa del Circo de los Horrores y buscar el agujero del que habla mi amado Boomer. Una vez lo tengas, esperarás a mi siguiente turno a que Boomer te de la señal para entrar.
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Resultaba especialmente difícil encontrar soluciones creativas cuando se encontraba bajo tanta presión. No sabía cómo, pero de pronto la vida de un centenar de inocentes, hombres bestias y payasos simpatizantes estaba en sus manos y le pesaba sobre los hombros. ¡Y todo por haberse metido donde no la llamaban! Sus ojos paseaban desde la carpa hasta Boomer una y otra vez. No tenía nada, ninguna ventaja a la cual pudiese aferrarse, y encima el ambiente le resultaba muy ajeno como para ser consciente de cuántas potenciales herramientas tenía a la mano para actuar. Arrugó la nariz con disgusto, mas cuando estuvo a punto de confesar que no se le ocurría nada, su bonachón amigo tomó sorpresivamente las riendas.
Miró hacia la parte superior de la carpa mientras el payaso le exponía sus intenciones y frunció el ceño al ser consciente de cuán alto estaba el techo. La boca del estómago se le retorció de los nervios, ¡ella era una criatura de la tierra, no un maldito pájaro! ¿No podían pedirle que se revolcase en el pasto o diese caza a algún animalillo? Estaría mucho más a gusto haciendo alguna de esas cosas que saltando desde treinta metros de altura. Tragó en seco, sopesando la necesidad de aceptar la propuesta sobre las posibilidades de sencillamente largarse de allí.
–Yo… yo no creo que pue… –Pero entonces Boomer la tomó en brazos para revolearla en círculos como un saco de patatas, interrumpiendo toda posible queja por parte de la jovencita. Cerró con fuerza los ojos hasta que volvió a sentir la tierra bajo sus pies. El grandulón estaba realmente convencido de que podría hacer lo que le decía y la triste realidad era que ella no tenía ni siquiera el esbozo de un mejor plan. A veces debía separar las cosas que quería o creía poder hacer de las que simplemente debía afrontar a regañadientes. Odiaba esas ocasiones.
Thiel inhaló profusamente, contuvo el aire durante un instante y soltó un largo suspiro antes de terminar asintiendo con la cabeza. Dudaba ser capaz de hacerlo, no quería y además el plan le parecía más propio de un suicida. Pero Hont, Shappy, las bestias y muchas otras personas inocentes dependían de que fuese valiente. No le gustaba nada, pero no tenía otra opción.
–Está bien. –Sintió cómo los ojos volvían a empañársele y apretó los puños para contener la angustia. Tomó la mano de Boomer, lo haló suavemente hacia abajo y se puso en puntas de pies para besarle la mejilla, acongojada ante la fugaz posibilidad de que las cosas no salieran bien para todos. –Lo haré. –Entonces, tras esbozar una alicaída sonrisa, le soltó la mano y se dio la media vuelta para dirigirse al costado más oscuro de la carpa.
A medida que se iba acercando, los sonidos llegaban a sus tímpanos con más detalle. No había gritos del público como habría esperado; sólo sonaba una tétrica música que se mezclaba con las risas y algarabía del elenco del circo. Caminó hasta que encontró una zona que sonaba alejada de los payasos y confió en que no se percatarían de las pisadas que apenas hundirían en techo de lona cuando comenzase a trepar. Se quitó las botas e intentó aferrarse a la superficie con las uñas de manos y pies, pero no fue suficiente: a un metro del suelo se resbaló hacia atrás, cayendo sentada. Se reincorporó con el ceño arrugado como un acordeón y observó el entorno con los ojos entrecerrados en gesto dubitativo. –¿Cómo lograbas subir, Shappy? –Cuestionó al aire con un hilillo de voz. Y entonces se dio cuenta.
El circo se mantenía en pie gracias a enormes vigas de madera dispuestas en círculo que sostenían la extensa lona negra. Además de éstas, que le daban forma al toldo, una viga principal situada en el centro muy cerca del escenario, en cuyo lugar el techo llegaba a su punto más alto, soportaba todo el peso. El agujero que mencionaba Boomer era el sitio por donde emergía ese tronco, sirviendo a su vez de respiradero, y era apenas lo suficientemente amplio como para que alguien de su contextura lo atravesase con esfuerzo. En cada madero ataban sogas que mantenían el techo tirante, y en ciertos lugares los extremos de esas cuerdas colgaban en el lado exterior. La joven corrió hasta una de éstas y tiró para asegurarse que estuviese bien agarrada. Cuando corroboró que no cedería ante su escaso peso, se aferró con fuerza y comenzó a trepar.
”¡No mires abajo, no mires abajo!” fue su mantra durante los minutos que necesitó para llegar hasta arriba. Aun sin bajar la mirada seguía siendo consciente de cada metro que ascendía; el viento soplaba más fuerte, las voces sonaban más lejanas y su corazón palpitaba mucho, mucho más rápido que antes. Cuando llegó a la zona en que la capota era un poco más plana, dudó si soltar o no la soga. Tuvo que hacerlo para seguir adelante, y entonces se puso de rodillas para continuar gateando, intentando con ello evitar el vértigo. Las uñas se le quebraban al intentar aferrarse a la gruesa tela para llegar hasta el hueco por el cual debería descender. Desde abajo, aunque le había dado miedo, no se veía tan peligroso. Cuando se asomó para espiar por el agujero, sin embargo, sintió como si estuviese a punto de saltar de un acantilado sin protección alguna.
–¡No mires abajo! –Rogó para sí misma con voz temblorosa por enésima vez, pero era imposible no hacerlo. Allí estaban los payasos caminando entre el público mientras el Maestro de Ceremonias lo observaba todo desde el escenario, con los brazos cruzados y una sonrisa triunfal junto a la inconsciente Shimphony. Algunos se habían prendido al cuello de sus víctimas cual sanguijuelas; otros, los más decorosos, guiaban a sus presas hacia la parte de atrás del escenario. Los hombres bestias lo observaban todo con sonrisas iguales a las de los demás desafortunados. Incluso vio a Hont, tan lejano que parecía una hormiguita, sonriendo de oreja a oreja como si no tuviese un tajo sangrante en la espalda.
Thiel apretó los puños clavándose las uñas rotas en las palmas y respiró pesadamente mientras se inclinaba tanto como podía para observar a través del hueco en espera de la entrada del bonachón Boomer. Se convenció de que tendría que ser la versión más valiente de sí misma para lo que estaba por venir. Y se convenció, además, de que haría todo cuanto estuviese en su mano para aprovechar esa segunda oportunidad.
Thiel
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Hubo una vez una niña de cinco años tan guapa que podía hacer enamorar a todos los chicos de su edad y tan listo que podía enamorar a los chicos mayores. Su cabello era rubio y sedoso, su rostro estaba repleto de adorables pecas y sus finos labios eran de color rojo sin necesidad de utilizar ninguna clase de pintura como la que hacían utilizaban los payasos del Circo de la Fantasía. Circo de la Fantasía, si la joven mujer que es hoy oyera ese nombre se pondría a llorar. Pero, esta, es la historia de la niña. La dulce e inocente niña que un mal día, el peor día de su vida, perdió todo lo que tenía de dulce y de inocente.
Su padre, que en aquel entonces se llamaba Anderson Shawn, era el propietario del Circo de la Fantasía, el mejor lugar para criar a una niña. Los trapecistas le enseñaron a saltar, los domadores de bestia a no tener miedo, los bailarines a bailar y los payasos a hacer reír. Papá decía que la risa era lo más importante y el día que perdiese la risa una valiosa parte de ella moriría. Cada vez que repetía el consejo, cogía la cogía en brazos y le hacía cosquillas con tal de dar credibilidad a su frase. “¿Lo ves?”. Solía repetir entre risas, las del padre y las de la niña. Y, ella, aceptaba con la cabeza y con sus suaves manitas intentaba apartar las grandes manos de su padre a la voz de: “Para, papá, para”. Eren buenos tiempos, fueron los mejores tiempos de la niña.
Entonces, su padre dejó reír y una valiosa parte de él y de todo el circo murió.
Un hombre vestido con túnicas negras al que la niña jamás vio pero escuchó reír: se reía como un muerto. Llegó al Circo de la Fantasía. La niña tuvo miedo y se escondió detrás de las piernas de su padre. Él le protegiera del hombre malo, pensó y se equivocó la niña. A partir de aquel momento, desde el primer segundo en el que el libro del hombre con la risa de muerto tocase las manos de su padre, la niña se tendría que cuidar por ella sola. El hombre malo y su padre intercambiaron unas palabras que la niña no entendió, el primero sonrió y el segundo dejó de sonreír.
Los días siguientes a ese primer encuentro, los payasos que cuidaron y enseñaron a la pequeña fueron muriendo uno a uno. Causas naturales, dijeron, magia negra del hombre malo, pensó la niña. A los buenos payasos les sustituyeron otros, todos tenían la misma sonrisa de muerto y todos, sin excepción alguna, daban mucho miedo: Teobaldo, así se hacía llamar, era un hombre pequeño pero muy malvado que hacía sus muñecos gigantes con piel, dientes y pelo de las niñas (de la misma edad de la pequeña Shawn), Minimalita y Maximalita eran dos vampiras que, antes de entrar en el Circo de la Fantasía con sus nombres verdaderos, eran famosas por haber cometido innumerables asesinatos en Lunargenta, Jin y Jan no se quedaban atrás, aunque éstas vampiras preferían usar a criados para que le llevasen la cena. Más y más payasos, de los malos y de los peores fueron llegando. Ya no era el Circo de la Fantasía y el padre de la niña dejó de llamarse Anderson Swahn, ahora era el Circo de los Horrores y el líder de la función el Maestro de Ceremonias.
Con el libro del hombre de la túnica negra y que se reía como un muerto, el Maestro de Ceremonias hacía rituales nigromantes en mitad su espectáculo. Resucitaba a los muertos para formar ejércitos y destruir ciudades bajo las órdenes del hombre de la túnica negra. La niña dejó de vivir entre risas para vivir entre muertos y payasos que hacían atrocidades allá dónde iban.
La niña dejó de reír y una parte, la más importante de ella, pareció morir con su sonrisa.
Hasta aquel día. Boomer, la única persona buena en el Circo de los Horrores y el hombre que amaba en secreto; desgarró la tela de la entrada principal de la carpa y entró con su espalda erguida y sus brazos fuertes preparado para salvarla.
Shimphony Shappire, sonrió al ver a Boomer y se sintió como esa niña rubia con pecas en la cara. ¿Podía recordar el nombre de esa niña? Hacía muchos años que no lo había usado pero así podía recordarlo: Emily Shawn. Movió los labios como si estuviera pronunciando su nombre y sonrió. No importaba que estuviera en suelo, a la altura de las botas de su padre, ni tampoco importaba que le doliese la boca por la patada que había recibido y a la puta mierda con la sangre que le caía de sus labios. Ella quería sonreír como una niña. Igual que lo hacía Emily Shawn. “Papá decía que no tenía que perder mi sonrisa porque si lo hacía moriría mi parte más importante”.
-¡Mirar a Boomer!- el grandullón cogió la única antorcha que quedaba encendida y la agitó de lado a lado – Boomer salvará a personas buenas. Boomer es bueno. Shappy siempre dice que Boomer es el más bueno.- no importaba lo estúpido que fuera, era un encanto. - ¡Boomer salvará a Shappy!-
El Maestro de Ceremonias dedicó una mirada hostil a su hija. A punto estuvo de ofrecerle otra patada, en lugar de eso, hizo una señal con las manos como si estuviera frenando el tráfico; sus esbirros entendieron la señal. Jin le entregó el bastón de empuñadura de serpientes de ojos rojos y Jan el libro del hombre de la túnica negra que una vez Emily creyó que se reía como un muerto. El Maestro de Ceremonias abrió el libro y comenzó a hablar en una extraña lengua de la cual, Shappy solo entendía unos pocos fragmentos sueltos, lo suficiente para saber lo que vendría. Tres muertos se levantaron del suelo a las órdenes del Maestro de Ceremonias, eran tan grandes como Boomer, uno incluso más. Minimalita le tendió una espada a uno de los muertos y Maximalita una maza a otro, el tercero, el más grande, no necesitó ninguna arma, puso sus manos sobre una lápida del suelo que invocó el Maestro de Ceremonias al principio de la actuación y la arrancó casi sin esfuerzo.
-¡Boomer no tiene miedo! Chica enseñó a Boomer a no tener miedo-.
El Maestro de Ceremonias señaló a Boomer con la punta de su bastón, los ojos rojos de la serpiente miraron directamente hacía Boomer. Los tres muertos subieron las gradas listos para enfrentarse contra su objetivo, uno de los payasos, el segundo más alto después de Boomer, les acompañó. Este payaso tenía como arma lo que a primera vista podía resultar una piruleta gigante pero que en realidad era un martillo cuya cabeza era la parte dulce de la golosina.
-Boomer…- Shappy se imaginaba muchos finales para el pobre grandullón bonachón y tontorrón. ¡Su tontorrón! Comenzó a llorar, sin querer estaba llorando y no de dolor sino porque había dejado de sonreír como Emily Shawn –¡Cabrón de mierda!- rugió mirando a los ojos de su padre, él hizo caso omiso cosa que hizo enfadar a la peliazul.
Shappy, a sorpresa de todos en el escenario, se puso de pie muy lentamente. Buscaba la sonrisa de Emily Shawn. Ella no la había perdido, su padre, o el nigromante cabrón que se había convertido su padre por el embrujo de un hombre que se reía como un muerto, le había robado la sonrisa. Solo tenía que recuperarla.
Saltó en contra de su padre. ¿Su arma? Ni tenía ni le hacía falta. Con sus uñas y el deseo de volver a ser la pequeña Emily eran suficientemente poderoso para poder usarlo como arma. Shappy arañó la cara de su padre llevándose sangre y piel en sus uñas. Un payaso fue a detenerla mientras el Maestro de Ceremonias, todavía incrédulo, se limpiaba la sangre de la cara con un pañuelo. ¡Hijo de puta!
-Te he mantenido con vida porque eres mi hija. ¿Así me lo agradeces? Debí entregarte a Teobaldo la primera vez que me lo pidió. ¿Eso te habría gustado? ¿Y qué me dices de lo que te he enseñado? Podrías haber sido una buena nigromante, la mejor si me hubieras obedecido. Pero no, solo eres una niña estúpida y como estúpida que eres decides enfrentarte a tu propio padre. Das asco.- Dio dos golpes al suelo del escenario con su bastón y las vampiras se pusieron en posición de ataque, la misma que adoptaron Jin y Jan antes de comerse al chico que le entregó unas horas antes. –Se acabó, me rindo. No pienso mal gastar más tiempo en educarte-.
* Thiel: He tardado en contestar, lo reconozco, pero no ha sido por caprichoso. Como puedes observar, estamos en el momento culminante de la misión. No sé cuántos turnos nos quedarán, muy pocos, eso te lo aseguro. Lo importante ahora es que te tocas elegir y te aseguro que no es fácil tomar una decisión. ¿Shappy o Boomer, a quién vas a ayudar? No cabe señalar que, quien no ayudes morirá. No soy partidaria poner decisiones de: “sí o no, esto o lo otro”, por lo que también te propongo que, si eres creativa y se te ocurre alguna idea con la que puedes salvar a los dos HAZLA. Personalmente, me dolería muchísimo si alguno de mis dos amores en esta misión muerey te culparé a ti por no ser creativa.
Personajes prohibidos en el próximo turno: Ninguno.
Su padre, que en aquel entonces se llamaba Anderson Shawn, era el propietario del Circo de la Fantasía, el mejor lugar para criar a una niña. Los trapecistas le enseñaron a saltar, los domadores de bestia a no tener miedo, los bailarines a bailar y los payasos a hacer reír. Papá decía que la risa era lo más importante y el día que perdiese la risa una valiosa parte de ella moriría. Cada vez que repetía el consejo, cogía la cogía en brazos y le hacía cosquillas con tal de dar credibilidad a su frase. “¿Lo ves?”. Solía repetir entre risas, las del padre y las de la niña. Y, ella, aceptaba con la cabeza y con sus suaves manitas intentaba apartar las grandes manos de su padre a la voz de: “Para, papá, para”. Eren buenos tiempos, fueron los mejores tiempos de la niña.
Entonces, su padre dejó reír y una valiosa parte de él y de todo el circo murió.
Un hombre vestido con túnicas negras al que la niña jamás vio pero escuchó reír: se reía como un muerto. Llegó al Circo de la Fantasía. La niña tuvo miedo y se escondió detrás de las piernas de su padre. Él le protegiera del hombre malo, pensó y se equivocó la niña. A partir de aquel momento, desde el primer segundo en el que el libro del hombre con la risa de muerto tocase las manos de su padre, la niña se tendría que cuidar por ella sola. El hombre malo y su padre intercambiaron unas palabras que la niña no entendió, el primero sonrió y el segundo dejó de sonreír.
Los días siguientes a ese primer encuentro, los payasos que cuidaron y enseñaron a la pequeña fueron muriendo uno a uno. Causas naturales, dijeron, magia negra del hombre malo, pensó la niña. A los buenos payasos les sustituyeron otros, todos tenían la misma sonrisa de muerto y todos, sin excepción alguna, daban mucho miedo: Teobaldo, así se hacía llamar, era un hombre pequeño pero muy malvado que hacía sus muñecos gigantes con piel, dientes y pelo de las niñas (de la misma edad de la pequeña Shawn), Minimalita y Maximalita eran dos vampiras que, antes de entrar en el Circo de la Fantasía con sus nombres verdaderos, eran famosas por haber cometido innumerables asesinatos en Lunargenta, Jin y Jan no se quedaban atrás, aunque éstas vampiras preferían usar a criados para que le llevasen la cena. Más y más payasos, de los malos y de los peores fueron llegando. Ya no era el Circo de la Fantasía y el padre de la niña dejó de llamarse Anderson Swahn, ahora era el Circo de los Horrores y el líder de la función el Maestro de Ceremonias.
Con el libro del hombre de la túnica negra y que se reía como un muerto, el Maestro de Ceremonias hacía rituales nigromantes en mitad su espectáculo. Resucitaba a los muertos para formar ejércitos y destruir ciudades bajo las órdenes del hombre de la túnica negra. La niña dejó de vivir entre risas para vivir entre muertos y payasos que hacían atrocidades allá dónde iban.
La niña dejó de reír y una parte, la más importante de ella, pareció morir con su sonrisa.
_____________________
Hasta aquel día. Boomer, la única persona buena en el Circo de los Horrores y el hombre que amaba en secreto; desgarró la tela de la entrada principal de la carpa y entró con su espalda erguida y sus brazos fuertes preparado para salvarla.
Shimphony Shappire, sonrió al ver a Boomer y se sintió como esa niña rubia con pecas en la cara. ¿Podía recordar el nombre de esa niña? Hacía muchos años que no lo había usado pero así podía recordarlo: Emily Shawn. Movió los labios como si estuviera pronunciando su nombre y sonrió. No importaba que estuviera en suelo, a la altura de las botas de su padre, ni tampoco importaba que le doliese la boca por la patada que había recibido y a la puta mierda con la sangre que le caía de sus labios. Ella quería sonreír como una niña. Igual que lo hacía Emily Shawn. “Papá decía que no tenía que perder mi sonrisa porque si lo hacía moriría mi parte más importante”.
-¡Mirar a Boomer!- el grandullón cogió la única antorcha que quedaba encendida y la agitó de lado a lado – Boomer salvará a personas buenas. Boomer es bueno. Shappy siempre dice que Boomer es el más bueno.- no importaba lo estúpido que fuera, era un encanto. - ¡Boomer salvará a Shappy!-
El Maestro de Ceremonias dedicó una mirada hostil a su hija. A punto estuvo de ofrecerle otra patada, en lugar de eso, hizo una señal con las manos como si estuviera frenando el tráfico; sus esbirros entendieron la señal. Jin le entregó el bastón de empuñadura de serpientes de ojos rojos y Jan el libro del hombre de la túnica negra que una vez Emily creyó que se reía como un muerto. El Maestro de Ceremonias abrió el libro y comenzó a hablar en una extraña lengua de la cual, Shappy solo entendía unos pocos fragmentos sueltos, lo suficiente para saber lo que vendría. Tres muertos se levantaron del suelo a las órdenes del Maestro de Ceremonias, eran tan grandes como Boomer, uno incluso más. Minimalita le tendió una espada a uno de los muertos y Maximalita una maza a otro, el tercero, el más grande, no necesitó ninguna arma, puso sus manos sobre una lápida del suelo que invocó el Maestro de Ceremonias al principio de la actuación y la arrancó casi sin esfuerzo.
-¡Boomer no tiene miedo! Chica enseñó a Boomer a no tener miedo-.
El Maestro de Ceremonias señaló a Boomer con la punta de su bastón, los ojos rojos de la serpiente miraron directamente hacía Boomer. Los tres muertos subieron las gradas listos para enfrentarse contra su objetivo, uno de los payasos, el segundo más alto después de Boomer, les acompañó. Este payaso tenía como arma lo que a primera vista podía resultar una piruleta gigante pero que en realidad era un martillo cuya cabeza era la parte dulce de la golosina.
-Boomer…- Shappy se imaginaba muchos finales para el pobre grandullón bonachón y tontorrón. ¡Su tontorrón! Comenzó a llorar, sin querer estaba llorando y no de dolor sino porque había dejado de sonreír como Emily Shawn –¡Cabrón de mierda!- rugió mirando a los ojos de su padre, él hizo caso omiso cosa que hizo enfadar a la peliazul.
Shappy, a sorpresa de todos en el escenario, se puso de pie muy lentamente. Buscaba la sonrisa de Emily Shawn. Ella no la había perdido, su padre, o el nigromante cabrón que se había convertido su padre por el embrujo de un hombre que se reía como un muerto, le había robado la sonrisa. Solo tenía que recuperarla.
Saltó en contra de su padre. ¿Su arma? Ni tenía ni le hacía falta. Con sus uñas y el deseo de volver a ser la pequeña Emily eran suficientemente poderoso para poder usarlo como arma. Shappy arañó la cara de su padre llevándose sangre y piel en sus uñas. Un payaso fue a detenerla mientras el Maestro de Ceremonias, todavía incrédulo, se limpiaba la sangre de la cara con un pañuelo. ¡Hijo de puta!
-Te he mantenido con vida porque eres mi hija. ¿Así me lo agradeces? Debí entregarte a Teobaldo la primera vez que me lo pidió. ¿Eso te habría gustado? ¿Y qué me dices de lo que te he enseñado? Podrías haber sido una buena nigromante, la mejor si me hubieras obedecido. Pero no, solo eres una niña estúpida y como estúpida que eres decides enfrentarte a tu propio padre. Das asco.- Dio dos golpes al suelo del escenario con su bastón y las vampiras se pusieron en posición de ataque, la misma que adoptaron Jin y Jan antes de comerse al chico que le entregó unas horas antes. –Se acabó, me rindo. No pienso mal gastar más tiempo en educarte-.
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* Thiel: He tardado en contestar, lo reconozco, pero no ha sido por caprichoso. Como puedes observar, estamos en el momento culminante de la misión. No sé cuántos turnos nos quedarán, muy pocos, eso te lo aseguro. Lo importante ahora es que te tocas elegir y te aseguro que no es fácil tomar una decisión. ¿Shappy o Boomer, a quién vas a ayudar? No cabe señalar que, quien no ayudes morirá. No soy partidaria poner decisiones de: “sí o no, esto o lo otro”, por lo que también te propongo que, si eres creativa y se te ocurre alguna idea con la que puedes salvar a los dos HAZLA. Personalmente, me dolería muchísimo si alguno de mis dos amores en esta misión muere
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Todos sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la inconfundible figura del grandulón irrumpió en el circo, llamando la atención con su potente voz. Thiel sabía que apenas él entrase, debía dejarse caer desde allí arriba en perfecta sincronización. Sin embargo, cuando el momento de la verdad llegó sus músculos no reaccionaron y no le quedó más que ser testigo del caos desde aquel seguro lugar en las alturas. Si hubiese actuado de acuerdo al plan, habría caído sobre el Maestro de Ceremonias antes de que pudiese siquiera agarrar el libro y el bastón; pero no lo hizo. Lo demás sucedió bajo el efecto dominó: Ya que ella no saltó, el nigromante pudo conjurar la ascensión de los tres muertos, Boomer corrió peligro, Shappy atacó a su padre y toda la situación, en resumen, se descontroló aún más que antes.
Aun siendo consciente de su error no tenía ningún caso lamentarse. La única solución era lanzarse (literalmente) a hacer lo que debía antes de perder más tiempo. Los muertos estaban a mitad de camino de Boomer, mientras que el Maestro de Ceremonias se situaba exactamente debajo del agujero. Thiel sintió cómo se le desgarraba el pecho al tener la certeza de a quién sería más viable salvar. Y entonces, antes de que esa certeza le impidiese moverse, se dejó caer.
Dicen que a los licántropos les lleva unos cuantos segundos transmutar de un físico al otro. Cuatro. Thiel contó exactamente cuatro segundos desde que saltó del techo en su forma humana, hasta que se desplomó sobre Jin, Jan y el Maestro de Ceremonias en su forma bestial. Sintió los huesos crujiendo bajo su cuerpo y los breves gritos ahogados de ambas vampiras; el hombre tuvo más suerte y salió despedido hacia atrás, lanzando alaridos mientras se agarraba una pierna sangrante por la cual se asomaba la punta del peroné abriéndose paso entre la carne. La vocecita que llamaba “consciencia” estaba tan enterrada entre coléricos rugidos que el sufrimiento ajeno no le importó. Tomó a Shappire con sus garras e, ignorando su griterío, la lanzó bruscamente hacia un lado para alejarla de su padre. Sería difícil decir si fue a propósito o no que ésta cayese justo sobre uno de los hombres bestia que se habían quedado sonriendo estupefactos, haciéndolo a su vez caer de bruces al suelo.
En esta ocasión el efecto dominó ocurrió a su favor: Ante la agresión directa y el cese del hechizo de Shappy, la bestia salió de su transe y, tras varios segundos de atontamiento observándolo todo, corrió directamente hacia su presunto líder: Seth Randall, mejor conocido como “El Coco”, que se encontraba cerca de donde Boomer estaba a punto de ser interceptado por los cadáveres vivientes.
–¡Despierten! –Vociferó la bestia, un hombre con rasgos de hipopótamo y gorila, al tiempo en que sacudía al Coco a patadas y se golpeaba el pecho con los puños cerrados– ¡Venganza! ¡Venganza! ¡Venganza!
Uno tras otro, los “H.B.” salieron de su hipnosis para ponerse rápidamente al tanto de la situación. Muchos de ellos encararon a los payasos que intentaban escapar desesperadamente para darles, de una vez por todas, su merecido. Al lado de Boomer se situaron el hombre-gorila-hipopótamo y Seth Randall para hacer frente a los tres energúmenos. Del otro lado despertaron los pequeños que habían ido a liberar a sus congéneres atrapados y sin mirar atrás retornaron a su labor.
Sobre el escenario, la situación se complicaba. Además de los cuerpos aplastados de Jin y Jan, sólo se encontraban la enorme loba parada sobre sus dos patas, el nigromante que acababa de hacerse con su bastón y su libro ignorando el dolor de su pierna triturada, y los muertos que salían del suelo a borbotones. Los fríos ojos del hombre brillaban con excitación y sacudía su báculo al grito de: –Será perfecta para la exhibición, ¡tráiganla!
Con cada zarpazo los miembros putrefactos de los muertos salían despedidos bañando el escenario con sangre y carne verdosas. No importaba cuán grandes abriese sus babeantes fauces, le era imposible encargarse de todos. Los que conseguían evadir sus ataques se le tiraban encima aferrándose a sus brazos e intentaban tomarla del cuello. Poco a poco, se veía superada por la montaña de cadáveres que amenazaba con aplastarla. Sus rodillas temblaron y los músculos de sus patas traseras cedieron. Un aullido lastimero resonó apenas por debajo del montículo de muertos vivientes.
Fue entonces cuando un agudo chillido le hizo abrir los ojos de par en par.
–¡Jolines! ¡Esa fue la peor siesta del mundo!
Hont irrumpió en el escenario a lomos de un hombre-bestia -centauro que blandía una maza en la mano izquierda, seguidos por el tropel de bestias que habían estado enjauladas durante todo ese tiempo. Los tablones del teatrillo retumbaron ante la estampida que se llevaba tumbas y muertos por delante. Thiel sintió que poco a poco la presión sobre su cuerpo iba amainando y la tenue luz volvía a filtrarse por los huecos dejados por muertos que eran extraídos y lanzados lejos. Ella misma se encargó de los tres que aún tenía colgados encima arrancándoles extremidades a mordidas antes de volverse hacia el Maestro de Ceremonias.
El hombre lo observaba todo de manera desorbitada y se arrastraba hacia atrás con sus brazos y su pierna buena para desaparecer de la escena. Ya no había encantamiento que valiese, ¡no podía hacer nada contra esa legión de bestias!
Thiel caminó hacia él. Lento, paso por paso, disfrutando, con el sadismo que su consciencia humana no tenía, saber que estaba en su poder dar final a la vida de aquel pedazo de basura. Su enorme sombra se cernió sobre el hombre y éste cerró los ojos y se llevó una mano al rostro para apartar la baba que le caía desde las fauces abiertas de la loba.
–¡No, por favor! ¡Mi hija! ¿Qué será de mi hija sin mí? ¡Nada, no puede valerse por sí misma! ¿Y este circo? ¡Agh! ¡Aléjate, bestia asquerosa! ¡Te juro que voy a…
La vocecita en su cabeza reflexionó que no tenía ganas de tocarlo. No era su lado bestial el que buscaba la muerte de ese hombre; era la Thiel empática, buena y consciente la que decidió acabar con su existencia en ese instante. Extendió una pata delantera con las zarpas abiertas, le arrancó el bastón de la mano… y se lo partió en la cabeza.
Aun siendo consciente de su error no tenía ningún caso lamentarse. La única solución era lanzarse (literalmente) a hacer lo que debía antes de perder más tiempo. Los muertos estaban a mitad de camino de Boomer, mientras que el Maestro de Ceremonias se situaba exactamente debajo del agujero. Thiel sintió cómo se le desgarraba el pecho al tener la certeza de a quién sería más viable salvar. Y entonces, antes de que esa certeza le impidiese moverse, se dejó caer.
Dicen que a los licántropos les lleva unos cuantos segundos transmutar de un físico al otro. Cuatro. Thiel contó exactamente cuatro segundos desde que saltó del techo en su forma humana, hasta que se desplomó sobre Jin, Jan y el Maestro de Ceremonias en su forma bestial. Sintió los huesos crujiendo bajo su cuerpo y los breves gritos ahogados de ambas vampiras; el hombre tuvo más suerte y salió despedido hacia atrás, lanzando alaridos mientras se agarraba una pierna sangrante por la cual se asomaba la punta del peroné abriéndose paso entre la carne. La vocecita que llamaba “consciencia” estaba tan enterrada entre coléricos rugidos que el sufrimiento ajeno no le importó. Tomó a Shappire con sus garras e, ignorando su griterío, la lanzó bruscamente hacia un lado para alejarla de su padre. Sería difícil decir si fue a propósito o no que ésta cayese justo sobre uno de los hombres bestia que se habían quedado sonriendo estupefactos, haciéndolo a su vez caer de bruces al suelo.
En esta ocasión el efecto dominó ocurrió a su favor: Ante la agresión directa y el cese del hechizo de Shappy, la bestia salió de su transe y, tras varios segundos de atontamiento observándolo todo, corrió directamente hacia su presunto líder: Seth Randall, mejor conocido como “El Coco”, que se encontraba cerca de donde Boomer estaba a punto de ser interceptado por los cadáveres vivientes.
–¡Despierten! –Vociferó la bestia, un hombre con rasgos de hipopótamo y gorila, al tiempo en que sacudía al Coco a patadas y se golpeaba el pecho con los puños cerrados– ¡Venganza! ¡Venganza! ¡Venganza!
Uno tras otro, los “H.B.” salieron de su hipnosis para ponerse rápidamente al tanto de la situación. Muchos de ellos encararon a los payasos que intentaban escapar desesperadamente para darles, de una vez por todas, su merecido. Al lado de Boomer se situaron el hombre-gorila-hipopótamo y Seth Randall para hacer frente a los tres energúmenos. Del otro lado despertaron los pequeños que habían ido a liberar a sus congéneres atrapados y sin mirar atrás retornaron a su labor.
Sobre el escenario, la situación se complicaba. Además de los cuerpos aplastados de Jin y Jan, sólo se encontraban la enorme loba parada sobre sus dos patas, el nigromante que acababa de hacerse con su bastón y su libro ignorando el dolor de su pierna triturada, y los muertos que salían del suelo a borbotones. Los fríos ojos del hombre brillaban con excitación y sacudía su báculo al grito de: –Será perfecta para la exhibición, ¡tráiganla!
Con cada zarpazo los miembros putrefactos de los muertos salían despedidos bañando el escenario con sangre y carne verdosas. No importaba cuán grandes abriese sus babeantes fauces, le era imposible encargarse de todos. Los que conseguían evadir sus ataques se le tiraban encima aferrándose a sus brazos e intentaban tomarla del cuello. Poco a poco, se veía superada por la montaña de cadáveres que amenazaba con aplastarla. Sus rodillas temblaron y los músculos de sus patas traseras cedieron. Un aullido lastimero resonó apenas por debajo del montículo de muertos vivientes.
Fue entonces cuando un agudo chillido le hizo abrir los ojos de par en par.
–¡Jolines! ¡Esa fue la peor siesta del mundo!
Hont irrumpió en el escenario a lomos de un hombre-bestia -centauro que blandía una maza en la mano izquierda, seguidos por el tropel de bestias que habían estado enjauladas durante todo ese tiempo. Los tablones del teatrillo retumbaron ante la estampida que se llevaba tumbas y muertos por delante. Thiel sintió que poco a poco la presión sobre su cuerpo iba amainando y la tenue luz volvía a filtrarse por los huecos dejados por muertos que eran extraídos y lanzados lejos. Ella misma se encargó de los tres que aún tenía colgados encima arrancándoles extremidades a mordidas antes de volverse hacia el Maestro de Ceremonias.
El hombre lo observaba todo de manera desorbitada y se arrastraba hacia atrás con sus brazos y su pierna buena para desaparecer de la escena. Ya no había encantamiento que valiese, ¡no podía hacer nada contra esa legión de bestias!
Thiel caminó hacia él. Lento, paso por paso, disfrutando, con el sadismo que su consciencia humana no tenía, saber que estaba en su poder dar final a la vida de aquel pedazo de basura. Su enorme sombra se cernió sobre el hombre y éste cerró los ojos y se llevó una mano al rostro para apartar la baba que le caía desde las fauces abiertas de la loba.
–¡No, por favor! ¡Mi hija! ¿Qué será de mi hija sin mí? ¡Nada, no puede valerse por sí misma! ¿Y este circo? ¡Agh! ¡Aléjate, bestia asquerosa! ¡Te juro que voy a…
La vocecita en su cabeza reflexionó que no tenía ganas de tocarlo. No era su lado bestial el que buscaba la muerte de ese hombre; era la Thiel empática, buena y consciente la que decidió acabar con su existencia en ese instante. Extendió una pata delantera con las zarpas abiertas, le arrancó el bastón de la mano… y se lo partió en la cabeza.
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
-Déjalo- .
La voz de Shimphony Shappire sonó áspera, como si algo estuviera apretando su garganta en su interior. Una comparación que no distaba de la realidad. Algo, un fantasma, un recuerdo o la sonrisa de una niña que hacía fuerza por emerge, le estaba apretando por dentro. Podía sentir las manos, juraría que eran tan reales como el fuego de la antorcha que usaba el Pequeño Boomer como arma y que poco a poco iba a quemando las gradas y la tela de la carpa del Circo de los Horrores. Para ella, el calor era tan real como las manos invisibles y, al mismo tiempo, las manos invisibles eran tan falsas como su cabello azul. La payasa se paso una mano por su pelo para acercárselo a los ojos. El fuego estaba haciendo que la pintura se disolviese, si se fijaba podía ver unos trazos de mechones rubios en mitad del tinte azul. El rubio era tan real como las manos que le apretaban la garganta, el corazón y todo su maldito cuerpo.
-Déjalo- repitió, esta vez, poniendo una manchada de tinta azul en el hombro de la loba que era Thiel, Shappy sabía que era porque tenía los mismos ojos de color avellana- mi padre murió hace tiempo, lo hice cuando perdió su sonrisa- hubo unos segundos de silencio y luego añadió- igual que yo-.
Con el cuchillo que Thiel no quiso coger, ahora entendía porque, con ese cuerpo bestial no necesitaba ningún arma, cortó los nudos que liaban su apretado corsé quedándose desnuda de cintura hacia arriba. Luego se frotó la cara con las manos para quitarse todo el maquillaje que pudiera, hizo lo mismo con el pelo para quitarse el tinte. La pintura no se fue al completo, al menos, Emily Shawn dejó de verse como la payasa y monstruo asesina de mocosos Shimphony Shappire.
Echó una última ojeada a lo que pasaba encima de las gradas. El Pequeño Boomer, junto a los hombres monstruos (no, los monstruos en el Circo de los Horrores eran los payasos) se enfrentaban a los muertos vivientes que quedaban en pie y a los payasos de su padre. Emily lloró al ver al hombre que quería pelear. Luchaba por ella, por un monstruo que no había hecho otra cosa más que compadecerse de ser una puta y adicta del terror de su padre. No se merecía que alguien tan bueno como Boomer pelease por ella. Como tampoco se merecía que Thiel hubiera bajado de la nada para salvarla.
-No sé si con esa forma peluda puedes escucharme- se puso enfrente de los ojos color avellana-- pero si lo haces quiero pedirte un favor:- comenzó a llorar la niña que era- cuando salgas de aquí dile a Boomer que me he portado muy mal con él, me he portado mal con todo el mundo. Dile también que le quiero y que si no fuera por su sonrisa me hubiera quitado la vida.- recordó en ese mismo instante a todas las ciudades por donde había pasado el Circo de los Horrores y ella había ayudado a que destruir. Terpoli fue la última de la larga lista- Si no lo entiende, solo dile que él es el más bueno.- dio un beso al hocico de la loba y añadió- Muchas gracias Thiel. De no ser por ti jamás me hubiera dado de quién era en realidad-. Un monstruo, eso era.
La chica, una niña con cuerpo de mujer, dio la espalda a la loba y se sentó al lado de su padre puñal en mano. El fuego de las gradas se había extendido alrededor de toda la carpa. Boomer diría algo así como: “El fuego es malo. El fuego quema”. Shimphony Shappire también era mala. Se merecía morir con algo tan malo como el fuego.
-Y tú te quedas conmigo-
Emily cogió la mano de su padre, la puso en el suelo y clavó con el mismo puñal con el que se había quitado el corsé de payasa. Si Shimphony Shappire moriría, lo haría con el Maestro de Ceremonias. Si la niña tenía que morir, lo haría con su padre.
-Algunos quieren abusar- pensó en su padre, en los payasos y en el hombre que se reía como un muerto- Algunos quieren ser abusados- pensó en ella, en los muertos vivientes que obedecían las órdenes de su padre y en la gente que sonreía al escuchar su canción- Los dulces sueños están hechos de esto.- por último pensó en Boomer y en Thiel. Comenzó a cantar sin darse cuenta. Era su canción favorita. La había leído del libro del hombre de la risa de muerto. Si esa canción podía hacer algo bueno, solo una cosa… lo iba a hacer.
En cuanto se despertó del trance, cogió una silla de madera de las gradas y la lanzó contra uno de los payasos del circo. ¡Venganza! Rugía su corazón con todas sus fuerzas. Venganza por todo este tiempo de tortura y latigazos. A otro payaso, le mordió el hombro arrancando carne y hueso de una sola mordida. Fue la primera vez que Seth Randall agradeció haber nacido con boca de cocodrilo. ¿Sus alas de murciélago también serían útiles? Por supuesto que sí. Las desplegó al completo mostrando así todo su poder. Los payasos y los muertos harían bien en temer al Coco.
-¡No dejéis escapar a nadie!- señaló una payasa, una de las vampiras contorsionistas, que intentaban huir.
Boomer le atizó con la antorcha en toda la cara. Lo bueno que fuera tan estúpido el grandullón es que no era consciente de su fuerza ni el daño que podía hacer a alguien golpeándolo con el fuego.
-Ningún malo se librará de recibir una buena zurra en el trasero, debes de estar seguro de ello. Y si alguien se escapa, los Dioses le maldecirán con algún hechizo.- Hont, el pequeñajo saltarín, se puso a los hombros de Seth y le pegó en la cabeza con sus dos manos- Pero mira cuántos buenos hay aquí,- con sus minúsculas manos hizo un gesto como si estuviera cogiendo a todo el público a la vez- me tienes que ayudar a rescatar a los buenos. El lobo de abajo y Boomer ya se ocupan de los malos. ¡Venga! No esperes más Coco-.
-Me llamo Seth- mostró sus dientes como prueba de desagrado hacia el pequeño hombre bestia.
-¡Yo me llamo Hont, soy el aventurero más famoso de toda Aerandir! Y eso que Aerandir es muy grande. Encantado de conocerte Seth-.
-Ya conocía tu nombre-.
-Lo sé, soy el aventurero más famoso de Aerandir. Ya te lo he dicho. Una vez ayudé a Thiel a rescatar a un montón de niños de un músico muy malo que los había secuestrado a cambio de ratas. Y otro día fui con mi amigo perro a ayudar al Capitán Gareth. ¡El Capitán Gareth! Sí lo sé, yo tampoco me lo creí. Sus leyendas son más famosas que las mías-.
Seth no estaba haciendo caso a la comadreja charlatana pues toda su atención estaba centrada en los hombres y mujeres sonrientes del público que comenzaron a caminar ordenadamente hacia las salidas de la carpa del circo mientras ésta estaba recubierta de llamas y los hombres bestias liberados acababan de matar los últimos payasos.
-¡Míralos, están caminando como las hormigas!- dijo Hont señalando a los hombres sonrientes. Seth tardó unos segundos en entenderlo pues, las hormigas que él había visto caminaban todas con las seis patas y los humanos tenían dos. Sin embargo, Hont no se refería al cómo caminaban, si no, cómo de ordenados iban.
* Thiel: La carpa está en llamas, se está quemando y si no sales de ahí pronto, lo hará contigo dentro. El siguiente será tu último post. Concluye la misión cómo quieras. Los malos han muerto y los vivos viven. Los dulces sueños están hechos de esto.
Personajes prohibidos en el próximo turno: Emily Shawn/Shimphony Shappire, planeo algo con ella para el turno de despedida.
La voz de Shimphony Shappire sonó áspera, como si algo estuviera apretando su garganta en su interior. Una comparación que no distaba de la realidad. Algo, un fantasma, un recuerdo o la sonrisa de una niña que hacía fuerza por emerge, le estaba apretando por dentro. Podía sentir las manos, juraría que eran tan reales como el fuego de la antorcha que usaba el Pequeño Boomer como arma y que poco a poco iba a quemando las gradas y la tela de la carpa del Circo de los Horrores. Para ella, el calor era tan real como las manos invisibles y, al mismo tiempo, las manos invisibles eran tan falsas como su cabello azul. La payasa se paso una mano por su pelo para acercárselo a los ojos. El fuego estaba haciendo que la pintura se disolviese, si se fijaba podía ver unos trazos de mechones rubios en mitad del tinte azul. El rubio era tan real como las manos que le apretaban la garganta, el corazón y todo su maldito cuerpo.
-Déjalo- repitió, esta vez, poniendo una manchada de tinta azul en el hombro de la loba que era Thiel, Shappy sabía que era porque tenía los mismos ojos de color avellana- mi padre murió hace tiempo, lo hice cuando perdió su sonrisa- hubo unos segundos de silencio y luego añadió- igual que yo-.
Con el cuchillo que Thiel no quiso coger, ahora entendía porque, con ese cuerpo bestial no necesitaba ningún arma, cortó los nudos que liaban su apretado corsé quedándose desnuda de cintura hacia arriba. Luego se frotó la cara con las manos para quitarse todo el maquillaje que pudiera, hizo lo mismo con el pelo para quitarse el tinte. La pintura no se fue al completo, al menos, Emily Shawn dejó de verse como la payasa y monstruo asesina de mocosos Shimphony Shappire.
Echó una última ojeada a lo que pasaba encima de las gradas. El Pequeño Boomer, junto a los hombres monstruos (no, los monstruos en el Circo de los Horrores eran los payasos) se enfrentaban a los muertos vivientes que quedaban en pie y a los payasos de su padre. Emily lloró al ver al hombre que quería pelear. Luchaba por ella, por un monstruo que no había hecho otra cosa más que compadecerse de ser una puta y adicta del terror de su padre. No se merecía que alguien tan bueno como Boomer pelease por ella. Como tampoco se merecía que Thiel hubiera bajado de la nada para salvarla.
-No sé si con esa forma peluda puedes escucharme- se puso enfrente de los ojos color avellana-- pero si lo haces quiero pedirte un favor:- comenzó a llorar la niña que era- cuando salgas de aquí dile a Boomer que me he portado muy mal con él, me he portado mal con todo el mundo. Dile también que le quiero y que si no fuera por su sonrisa me hubiera quitado la vida.- recordó en ese mismo instante a todas las ciudades por donde había pasado el Circo de los Horrores y ella había ayudado a que destruir. Terpoli fue la última de la larga lista- Si no lo entiende, solo dile que él es el más bueno.- dio un beso al hocico de la loba y añadió- Muchas gracias Thiel. De no ser por ti jamás me hubiera dado de quién era en realidad-. Un monstruo, eso era.
La chica, una niña con cuerpo de mujer, dio la espalda a la loba y se sentó al lado de su padre puñal en mano. El fuego de las gradas se había extendido alrededor de toda la carpa. Boomer diría algo así como: “El fuego es malo. El fuego quema”. Shimphony Shappire también era mala. Se merecía morir con algo tan malo como el fuego.
-Y tú te quedas conmigo-
Emily cogió la mano de su padre, la puso en el suelo y clavó con el mismo puñal con el que se había quitado el corsé de payasa. Si Shimphony Shappire moriría, lo haría con el Maestro de Ceremonias. Si la niña tenía que morir, lo haría con su padre.
-Algunos quieren abusar- pensó en su padre, en los payasos y en el hombre que se reía como un muerto- Algunos quieren ser abusados- pensó en ella, en los muertos vivientes que obedecían las órdenes de su padre y en la gente que sonreía al escuchar su canción- Los dulces sueños están hechos de esto.- por último pensó en Boomer y en Thiel. Comenzó a cantar sin darse cuenta. Era su canción favorita. La había leído del libro del hombre de la risa de muerto. Si esa canción podía hacer algo bueno, solo una cosa… lo iba a hacer.
_____________________
En cuanto se despertó del trance, cogió una silla de madera de las gradas y la lanzó contra uno de los payasos del circo. ¡Venganza! Rugía su corazón con todas sus fuerzas. Venganza por todo este tiempo de tortura y latigazos. A otro payaso, le mordió el hombro arrancando carne y hueso de una sola mordida. Fue la primera vez que Seth Randall agradeció haber nacido con boca de cocodrilo. ¿Sus alas de murciélago también serían útiles? Por supuesto que sí. Las desplegó al completo mostrando así todo su poder. Los payasos y los muertos harían bien en temer al Coco.
-¡No dejéis escapar a nadie!- señaló una payasa, una de las vampiras contorsionistas, que intentaban huir.
Boomer le atizó con la antorcha en toda la cara. Lo bueno que fuera tan estúpido el grandullón es que no era consciente de su fuerza ni el daño que podía hacer a alguien golpeándolo con el fuego.
-Ningún malo se librará de recibir una buena zurra en el trasero, debes de estar seguro de ello. Y si alguien se escapa, los Dioses le maldecirán con algún hechizo.- Hont, el pequeñajo saltarín, se puso a los hombros de Seth y le pegó en la cabeza con sus dos manos- Pero mira cuántos buenos hay aquí,- con sus minúsculas manos hizo un gesto como si estuviera cogiendo a todo el público a la vez- me tienes que ayudar a rescatar a los buenos. El lobo de abajo y Boomer ya se ocupan de los malos. ¡Venga! No esperes más Coco-.
-Me llamo Seth- mostró sus dientes como prueba de desagrado hacia el pequeño hombre bestia.
-¡Yo me llamo Hont, soy el aventurero más famoso de toda Aerandir! Y eso que Aerandir es muy grande. Encantado de conocerte Seth-.
-Ya conocía tu nombre-.
-Lo sé, soy el aventurero más famoso de Aerandir. Ya te lo he dicho. Una vez ayudé a Thiel a rescatar a un montón de niños de un músico muy malo que los había secuestrado a cambio de ratas. Y otro día fui con mi amigo perro a ayudar al Capitán Gareth. ¡El Capitán Gareth! Sí lo sé, yo tampoco me lo creí. Sus leyendas son más famosas que las mías-.
Seth no estaba haciendo caso a la comadreja charlatana pues toda su atención estaba centrada en los hombres y mujeres sonrientes del público que comenzaron a caminar ordenadamente hacia las salidas de la carpa del circo mientras ésta estaba recubierta de llamas y los hombres bestias liberados acababan de matar los últimos payasos.
-¡Míralos, están caminando como las hormigas!- dijo Hont señalando a los hombres sonrientes. Seth tardó unos segundos en entenderlo pues, las hormigas que él había visto caminaban todas con las seis patas y los humanos tenían dos. Sin embargo, Hont no se refería al cómo caminaban, si no, cómo de ordenados iban.
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* Thiel: La carpa está en llamas, se está quemando y si no sales de ahí pronto, lo hará contigo dentro. El siguiente será tu último post. Concluye la misión cómo quieras. Los malos han muerto y los vivos viven. Los dulces sueños están hechos de esto.
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
El cuerpo del Maestro de Ceremonias se desplomó a sus pies luego de que su cráneo cediese bajo el golpe del bastón. Lo observó largamente con el par de redondos e inexpresivos ojos color aceituna, asegurándose de que el cuerpo permaneciese tieso y exánime. Era la primera vez que Thiel mataba a alguien a consciencia y también era la primera vez que no experimentaría el arrepentimiento típico de cuando quitaba una vida. Sintió, durante una fracción de segundo, que algo en su interior cambiaba.
Fue entonces cuando una pequeña mano se posó sobre su hombro y la devolvió a la realidad, instándola a retroceder. Con el objetivo cumplido, su bestial furia amainó hasta concederle una mansedumbre inusual de ver en los embravecidos licántropos. La menuda Shappy se le puso enfrente y comenzó a hablarle. Thiel escuchó. Escuchó y también comprendió. No obstante, aunque entendía lo que le era dicho, la manera de procesar sus emociones en aquel estado salvaje era diferente a la de su faceta humana. La chica de mirada benevolente y carácter empático se hubiese detenido a llorar y hubiese intentado convencer a su amiga para salir de allí juntas. La bestia, en cambio, entendió la petición y su instinto le indicó que para preservar su vida debía marcharse de allí lo antes posible, y luego quizás tendría tiempo para lamentos.
Como única respuesta frotó suavemente su hocico contra la mejilla de la muchacha. Luego resopló, se dejó caer hacia adelante para apoyarse ahora también en las patas delanteras, y reculó sin dejar de observar al maldito padre y a la desdichada hija. Las llamas lamían todo cuanto tuviesen cerca, encendiendo la lona, las vigas de madera y los caminitos de aserrín. La loba se dirigió a la salida escuchando la canción de Shimphony Shappire y los chasquidos de las brasas a sus pies.
Tuvo que salvar los últimos metros hasta llegar a la salida dando un salto que la catapultó hacia afuera; por un pelo no aplastó a unos cuantas personas que salían en orden y en silencio, ese orden y ese silencio que los humanos jamás adoptan en una situación así. Se dirigían a los pueblos de donde habían venido, los niños callados tomando las manos de los adultos con miradas vacías. Ninguno miraba con sorpresa a la licántropo de casi dos metros, así como tampoco observaban a los hombres bestias que también se amontonaban a las afueras de la carpa, estos sí que sonriendo y rugiendo alaridos de victoria.
Thiel se apartó del grupo para transitar su transmutación en intimidad, y cuando estuvo otra vez parada sobre sus lampiñas y temblorosas piernas y sintió frío sobre su piel desnuda, manoteó la tela que cubría unas cuantas cajas apiladas afuera que ya ningún payaso necesitaría para taparse con ésta el cuerpo. Cuando volvió a acercarse a los “hombres monstruos” para agradecerles por su ayuda y, de paso, encontrar a Hont, se topó con Boomer.
El grandulón tenía la ropa hecha jirones, su blanquecina piel ya comenzaba a exhibir las magulladuras de su reciente altercado y su nariz se taponaba debido a la sangre seca. A pesar de esto el payaso ignoraba su lamentable estado e intentaba estirarse tanto como podía, aunque ya naturalmente sobresalía entre la multitud, para encontrar a Shappy entre el gentío. Su entrecejo estaba arrugado como un acordeón y los labios se movían repitiendo una y otra vez el nombre de su amiga.
Thiel sintió que le caía encima todo el peso de las emociones que momentos atrás su lado animal le había impedido sentir. Las manos le temblaron y tuvo que respirar profundamente para deshacer el nudo que comenzaba a apretarle la garganta. Paso a paso, se acercó al grandulón mientras intentaba recordar cada una de las palabras dichas por Shimphony. Y aunque se acordaba, no había manera de que pudiese repetirlas con claridad sin ser consumida por las lágrimas.
–Boomer, yo… –El payaso bajó la mirada y abrió ampliamente los ojos al encontrarse con ella. Aparentemente también había estado buscándola, cosa que fue obvia ante la efusividad del abrazo en que se vio envuelta. Ella también lo apretó con fuerza, y deseó haber podido quedarse atrapada entre los brazos y el mullido pecho del grandulón para no tener que decir palabra alguna. –¡Chica bonita estar bien! ¡Boomer preocupado! –Thiel apenas pudo responderle con una débil sonrisa– ¿Qué hay de ti, Boomer? ¿Estás bien? –Boomer tuvo ayuda, nosotros más fuertes que los malos. ¿Y Shappy? –El grandulón volvió a mirar alrededor una y otra vez, con los labios apretados y una contemplación rebosante de ansias. La muchacha suspiró, clavó la vista en el suelo y tomó las manos del pobre, pobre e inocente Boomer.
–Shappy no va a venir. Ella… ella tenía que encargarse de algo muy importante. –La voz se le quebró y pudo ver las gordas lágrimas de Boomer impactar contra la tierra que observaba, cabizbaja. ¿Eran del payaso o eran suyas? Pestañeó para deshacerse de la humedad excedente en sus ojos– Shappy hacerlo y después venir. –Fue una afirmación. Thiel apretó con más fuerza las manos ajenas y apenas pudo juntar valor para alzar la mirada y encontrarse con ese par de ojos puros, ingenuos y encaprichados– No, Boomer… ¡Boomer! –Trastabilló cuando el corpulento payaso dio un largo paso hacia la entrada de la carpa. Parecía haber entendido finalmente la situación y estaba resuelto a adentrarse en la llamarada para rescatar a su única amiga. Thiel clavó los talones en la tierra y se esforzó vanamente por retenerlo, tironeándolo con fuerza.
–¡Shappy te quiere, Boomer, porque tú eres el más bueno! ¡Basta! ¿¡No lo entiendes!? ¡Si entras ahí morirás y yo no pienso soltarte, tonto! –Lo único que impidió al grandulón internarse en el mismísimo infierno fue una viga que, carcomida por el fuego, se desprendió cayendo justo frente a ellos. La carpa se desmoronó y todos quienes estaban cerca tuvieron que correr para alejarse tanto como pudieran. Sintió el calor abrasándole los brazos y tuvo que soltar al payaso, que se dejó caer de rodillas a apenas un metro de las llamas, balbuceando el nombre de su amor en un berrinche de lágrimas y flemas.
Alrededor de ellos se amontonaron los hombres bestias, que presenciaron absortos el sufrimiento de los dos llorones amigos de una vil payasa del Circo de los Horrores.
Thiel sintió la pequeña mano de Hont en el hombro y escuchó su aguda voz sugiriéndole que abandonasen el lugar de una buena vez.
Ella negó con la cabeza y se quedó allí hasta que Boomer ya no tuvo lágrimas para soltar.
Fue entonces cuando una pequeña mano se posó sobre su hombro y la devolvió a la realidad, instándola a retroceder. Con el objetivo cumplido, su bestial furia amainó hasta concederle una mansedumbre inusual de ver en los embravecidos licántropos. La menuda Shappy se le puso enfrente y comenzó a hablarle. Thiel escuchó. Escuchó y también comprendió. No obstante, aunque entendía lo que le era dicho, la manera de procesar sus emociones en aquel estado salvaje era diferente a la de su faceta humana. La chica de mirada benevolente y carácter empático se hubiese detenido a llorar y hubiese intentado convencer a su amiga para salir de allí juntas. La bestia, en cambio, entendió la petición y su instinto le indicó que para preservar su vida debía marcharse de allí lo antes posible, y luego quizás tendría tiempo para lamentos.
Como única respuesta frotó suavemente su hocico contra la mejilla de la muchacha. Luego resopló, se dejó caer hacia adelante para apoyarse ahora también en las patas delanteras, y reculó sin dejar de observar al maldito padre y a la desdichada hija. Las llamas lamían todo cuanto tuviesen cerca, encendiendo la lona, las vigas de madera y los caminitos de aserrín. La loba se dirigió a la salida escuchando la canción de Shimphony Shappire y los chasquidos de las brasas a sus pies.
Tuvo que salvar los últimos metros hasta llegar a la salida dando un salto que la catapultó hacia afuera; por un pelo no aplastó a unos cuantas personas que salían en orden y en silencio, ese orden y ese silencio que los humanos jamás adoptan en una situación así. Se dirigían a los pueblos de donde habían venido, los niños callados tomando las manos de los adultos con miradas vacías. Ninguno miraba con sorpresa a la licántropo de casi dos metros, así como tampoco observaban a los hombres bestias que también se amontonaban a las afueras de la carpa, estos sí que sonriendo y rugiendo alaridos de victoria.
Thiel se apartó del grupo para transitar su transmutación en intimidad, y cuando estuvo otra vez parada sobre sus lampiñas y temblorosas piernas y sintió frío sobre su piel desnuda, manoteó la tela que cubría unas cuantas cajas apiladas afuera que ya ningún payaso necesitaría para taparse con ésta el cuerpo. Cuando volvió a acercarse a los “hombres monstruos” para agradecerles por su ayuda y, de paso, encontrar a Hont, se topó con Boomer.
El grandulón tenía la ropa hecha jirones, su blanquecina piel ya comenzaba a exhibir las magulladuras de su reciente altercado y su nariz se taponaba debido a la sangre seca. A pesar de esto el payaso ignoraba su lamentable estado e intentaba estirarse tanto como podía, aunque ya naturalmente sobresalía entre la multitud, para encontrar a Shappy entre el gentío. Su entrecejo estaba arrugado como un acordeón y los labios se movían repitiendo una y otra vez el nombre de su amiga.
Thiel sintió que le caía encima todo el peso de las emociones que momentos atrás su lado animal le había impedido sentir. Las manos le temblaron y tuvo que respirar profundamente para deshacer el nudo que comenzaba a apretarle la garganta. Paso a paso, se acercó al grandulón mientras intentaba recordar cada una de las palabras dichas por Shimphony. Y aunque se acordaba, no había manera de que pudiese repetirlas con claridad sin ser consumida por las lágrimas.
–Boomer, yo… –El payaso bajó la mirada y abrió ampliamente los ojos al encontrarse con ella. Aparentemente también había estado buscándola, cosa que fue obvia ante la efusividad del abrazo en que se vio envuelta. Ella también lo apretó con fuerza, y deseó haber podido quedarse atrapada entre los brazos y el mullido pecho del grandulón para no tener que decir palabra alguna. –¡Chica bonita estar bien! ¡Boomer preocupado! –Thiel apenas pudo responderle con una débil sonrisa– ¿Qué hay de ti, Boomer? ¿Estás bien? –Boomer tuvo ayuda, nosotros más fuertes que los malos. ¿Y Shappy? –El grandulón volvió a mirar alrededor una y otra vez, con los labios apretados y una contemplación rebosante de ansias. La muchacha suspiró, clavó la vista en el suelo y tomó las manos del pobre, pobre e inocente Boomer.
–Shappy no va a venir. Ella… ella tenía que encargarse de algo muy importante. –La voz se le quebró y pudo ver las gordas lágrimas de Boomer impactar contra la tierra que observaba, cabizbaja. ¿Eran del payaso o eran suyas? Pestañeó para deshacerse de la humedad excedente en sus ojos– Shappy hacerlo y después venir. –Fue una afirmación. Thiel apretó con más fuerza las manos ajenas y apenas pudo juntar valor para alzar la mirada y encontrarse con ese par de ojos puros, ingenuos y encaprichados– No, Boomer… ¡Boomer! –Trastabilló cuando el corpulento payaso dio un largo paso hacia la entrada de la carpa. Parecía haber entendido finalmente la situación y estaba resuelto a adentrarse en la llamarada para rescatar a su única amiga. Thiel clavó los talones en la tierra y se esforzó vanamente por retenerlo, tironeándolo con fuerza.
–¡Shappy te quiere, Boomer, porque tú eres el más bueno! ¡Basta! ¿¡No lo entiendes!? ¡Si entras ahí morirás y yo no pienso soltarte, tonto! –Lo único que impidió al grandulón internarse en el mismísimo infierno fue una viga que, carcomida por el fuego, se desprendió cayendo justo frente a ellos. La carpa se desmoronó y todos quienes estaban cerca tuvieron que correr para alejarse tanto como pudieran. Sintió el calor abrasándole los brazos y tuvo que soltar al payaso, que se dejó caer de rodillas a apenas un metro de las llamas, balbuceando el nombre de su amor en un berrinche de lágrimas y flemas.
Alrededor de ellos se amontonaron los hombres bestias, que presenciaron absortos el sufrimiento de los dos llorones amigos de una vil payasa del Circo de los Horrores.
Thiel sintió la pequeña mano de Hont en el hombro y escuchó su aguda voz sugiriéndole que abandonasen el lugar de una buena vez.
Ella negó con la cabeza y se quedó allí hasta que Boomer ya no tuvo lágrimas para soltar.
Thiel
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Re: El Circo de los Horrores +18 [Misión] [Especial Halloween]
Empezó a llover y la chica notó el agua caer sobre su cara y sobre su pecho desnudo. ¿Es eso lo que notaba las personas al morir? Sin abrir los ojos, extendió tanto como pudo para abrazar la muerte que venía. Los buenos finales eran así, los buenos viven y los malos abrazan a la muerte. De eso estaban hechos los dulces sueños. Sonrió y esperó a morir.
-¡No estás lo estás haciendo fácil! Las otras personas, aun estando asustadas, no hacían fuerza para quedarse quietas ¿sabes? Intentaban ponerse en pie parecer el trabajo más fácil a los buenos que le ayudaban. Incluso los niños se callaron y caminaron con los demás lejos del fuego-.
Una cansina voz chirriante sonaba desde sus piernas. Era el portador de la voz quien le había cogido y la arrastraba entre el barro mojado hacia lo que la chica creía que sería la tierra del nunca jamás; allí donde iban a parar los muertos antes que ella, con la magia de los nigromantes, los llamase de vuelta.
-Cuando le cuente a Asher esta aventura no se la creerá. ¿Conoces a Asher? Es un hache be, como yo, pero mucho más alto y una cola mucho más corta. Estaba con él cuando ayudamos al Capitán Gareth. ¡Fue una buena muy buena historia!- la chica notó como el que se hacía llamar hache be dejó de tirar de ella- Te la voy a contar-
Fue como si un gato saltase encima de su pecho y se acomodase hasta centrarse. Eso fue lo que sintió la chica antes de abrir los ojos y ver a un pequeño hombre zarigüeya sentada con las piernas cruzadas sobre su vientre mirándola a los ojos muy fijamente. ¿Qué había pasado?
-Fue cuando las canciones cobraron vida. Ninguno de nosotros sabíamos por qué, aunque conocí a una elfa que conocía al brujo que liberó a las canciones. La elfa se llamaba Windorin. Pero eso es otra historia, antes de que toda Aerandir se tuviera miedo de los personajes de las canciones: Piratas peligrosos como el Capitán Gareth, jóvenes que se amaban y se besaban como el Mago y la Hada y también vi un flautista muy malo que secuestró a los niños. ¡Thiel consiguió detener a ese malo! Pero eso es otra histo…-
El hombrecillo no consiguió acabar la frase; antes de eso, la chica cogió un trozo de tierra y se lo metió en la boca. El nombre de Thiel hizo despertase de su ilusión. No estaba muerta. ¿Por qué no lo estaba? Debía de haber muerto en las llamas al lado de su padre. Eso hubiera sido lo justo.
-Dime por favor que están bien. Thiel, Boomer y los demás. ¡Dime que están bien!-
Hont escupió el trozo de tierra, estaba habituado a que le metieran cosas en la boca, su amigo Asher había hecho lo mismo con un trozo de muslo.
-Están todos bien, antes los he oído hablar acerca de un tal Shappy y…-
-¡Calla! Solo quería saber eso-
No quería escuchar de nuevo el nombre de Shappy. No tan pronto. La payasa nigromante había muerto en el fuego. Emily Shawn que volvía a sonreír como una niña, nació con la lluvia. Los Dioses de verdad existían y le estaban dando una nueva oportunidad y una nueva vida. Resucitaron esa parte de ella que murió el día que dejo de sonreír. Ahora podía volver a hacerlo y lo hacía con mucho gusto. Sonreía al mismo tiempo que lloraba.
-¿Te encuentras bien? Sé algo de medicina, si estás herida te puedo curar-.
-Estoy bien, gracias- guardó unos segundos de silencio y añadió- por fin estoy bien-.
Se acabó el pelo azul, se acabó la pintura en la cara, los vestidos de payasa y se acabó Shimphony Shappire. Emily extendió los brazos igual que antes, con la diferencia que en lugar de abrazar la muerte abrazaba la vida.
* Thiel: Aquí es dónde debería hacer una especie de resumen sobre lo que has conseguido en el tema. Pero no me veo capaz de hacerlo. Ha sido impresionante y, sin ánimo de faltar al trabajo de otros usuarios, esta misión ha escalado a una de mis preferidas. Muy buen trabajo Thiel, felicidades.
10 de base + 15 de desarrollo = 25 Puntos de Experiencia
450 aeros
Carta joker de Shimhony Shappire
* Thiel: Los puntos ya han sido sumados directamente a tu perfil. La misión ha sido sumamente divertida y emocionante. Me atrevería a decir que las dos hemos disfrutado por igual de todos los grandes personajes que hemos creado junto a sus grandes historias. Estoy enamorado de Boomer, eso no es un secreto. Me he divertido mucho y espero que tú también. ¿Verdad? Por favor, me encantaría saber tu opinión al respecto de la misión. ¿Qué te ha gustado más, qué te ha gustado menos, estás igual de enamorada que yo de Boomer, odias a algún personaje, cambiarías algo de la historia? Quiero saberlo todo y no temas por ser demasiado crítico, esto me ayuda muchísimo para, en un futuro, crear nuevas misiones y cada vez mejores. Muchas gracias por todo Thiel.
Una cansina voz chirriante sonaba desde sus piernas. Era el portador de la voz quien le había cogido y la arrastraba entre el barro mojado hacia lo que la chica creía que sería la tierra del nunca jamás; allí donde iban a parar los muertos antes que ella, con la magia de los nigromantes, los llamase de vuelta.
-Cuando le cuente a Asher esta aventura no se la creerá. ¿Conoces a Asher? Es un hache be, como yo, pero mucho más alto y una cola mucho más corta. Estaba con él cuando ayudamos al Capitán Gareth. ¡Fue una buena muy buena historia!- la chica notó como el que se hacía llamar hache be dejó de tirar de ella- Te la voy a contar-
Fue como si un gato saltase encima de su pecho y se acomodase hasta centrarse. Eso fue lo que sintió la chica antes de abrir los ojos y ver a un pequeño hombre zarigüeya sentada con las piernas cruzadas sobre su vientre mirándola a los ojos muy fijamente. ¿Qué había pasado?
-Fue cuando las canciones cobraron vida. Ninguno de nosotros sabíamos por qué, aunque conocí a una elfa que conocía al brujo que liberó a las canciones. La elfa se llamaba Windorin. Pero eso es otra historia, antes de que toda Aerandir se tuviera miedo de los personajes de las canciones: Piratas peligrosos como el Capitán Gareth, jóvenes que se amaban y se besaban como el Mago y la Hada y también vi un flautista muy malo que secuestró a los niños. ¡Thiel consiguió detener a ese malo! Pero eso es otra histo…-
El hombrecillo no consiguió acabar la frase; antes de eso, la chica cogió un trozo de tierra y se lo metió en la boca. El nombre de Thiel hizo despertase de su ilusión. No estaba muerta. ¿Por qué no lo estaba? Debía de haber muerto en las llamas al lado de su padre. Eso hubiera sido lo justo.
-Dime por favor que están bien. Thiel, Boomer y los demás. ¡Dime que están bien!-
Hont escupió el trozo de tierra, estaba habituado a que le metieran cosas en la boca, su amigo Asher había hecho lo mismo con un trozo de muslo.
-Están todos bien, antes los he oído hablar acerca de un tal Shappy y…-
-¡Calla! Solo quería saber eso-
No quería escuchar de nuevo el nombre de Shappy. No tan pronto. La payasa nigromante había muerto en el fuego. Emily Shawn que volvía a sonreír como una niña, nació con la lluvia. Los Dioses de verdad existían y le estaban dando una nueva oportunidad y una nueva vida. Resucitaron esa parte de ella que murió el día que dejo de sonreír. Ahora podía volver a hacerlo y lo hacía con mucho gusto. Sonreía al mismo tiempo que lloraba.
-¿Te encuentras bien? Sé algo de medicina, si estás herida te puedo curar-.
-Estoy bien, gracias- guardó unos segundos de silencio y añadió- por fin estoy bien-.
Se acabó el pelo azul, se acabó la pintura en la cara, los vestidos de payasa y se acabó Shimphony Shappire. Emily extendió los brazos igual que antes, con la diferencia que en lugar de abrazar la muerte abrazaba la vida.
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* Thiel: Aquí es dónde debería hacer una especie de resumen sobre lo que has conseguido en el tema. Pero no me veo capaz de hacerlo. Ha sido impresionante y, sin ánimo de faltar al trabajo de otros usuarios, esta misión ha escalado a una de mis preferidas. Muy buen trabajo Thiel, felicidades.
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- Carta Joker de Shimphony Shappire:
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Días después del incidente en el Circo de los Horrores encuentras por mera casualidad una curiosa carta de baraja en el suelo. Un comodín, sin ir más lejos. El joker de la imagen tiene la apariencia de una payasa con el pelo azul y, junto a lo nota que pone detrás “Los buenos sueños están hecho de esto” te hacen saber que Shappy sigue viva.
Esta carta guarda la magia de la payasa y ese momento de risas que pasasteis las dos juntas en la caravana. Al usar esta carta on rol, inmediatamente, a tu lado aparecerá el disfraz que desees tener para la ocasión. Esta habilidad la podrás usar hasta un máximo de tres veces, una vez agotes sus usos, la carta será solo el recuerdo de una buena amiga que, ojala, vuelvas a conocer con su nombre verdadero.
* Thiel: Los puntos ya han sido sumados directamente a tu perfil. La misión ha sido sumamente divertida y emocionante. Me atrevería a decir que las dos hemos disfrutado por igual de todos los grandes personajes que hemos creado junto a sus grandes historias. Estoy enamorado de Boomer, eso no es un secreto. Me he divertido mucho y espero que tú también. ¿Verdad? Por favor, me encantaría saber tu opinión al respecto de la misión. ¿Qué te ha gustado más, qué te ha gustado menos, estás igual de enamorada que yo de Boomer, odias a algún personaje, cambiarías algo de la historia? Quiero saberlo todo y no temas por ser demasiado crítico, esto me ayuda muchísimo para, en un futuro, crear nuevas misiones y cada vez mejores. Muchas gracias por todo Thiel.
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