¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
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¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
Por fin Helyare había salido de la bulliciosa ciudad, tanta gente junta agobiaba a la elfa y más si eran de otras razas. Ahora no quería ver a nadie, ni siquiera a su propia raza, no quería que todos supieran que había fallado a su clan. Sólo quería la calma del bosque, de nuevo. Así que salió de allí lo más rápido que pudo. Pero antes de meterse en el lugar donde ella más segura se sentía, el bosque, fue a la costa. No pintaba mucho allí, pero le apetecía relajarse viendo el mar antes de emprender el viaje a no-sabe-dónde.
Sentada en el suelo, pasaba las manos por las hierbas del montículo donde estaba. Podía ver el mar moverse sutilmente y luego chocar las olas con fiereza contra las rocas. A su lado izquierdo, a un par de kilómetros, se encontraba la ciudad, se podía ver el puerto. Le hubiese gustado ir a verlo, pero en otras circunstancias. Cuando aún podía mezclarse entre otras razas mirándolos por encima del hombro, mostrando el orgullo de su raza y de los colores de su clan.
Todavía sentía ese orgullo por su raza, los elfos sin duda son superiores a otras razas, pero no podía exhibirse para mostrarlo. No podía llegar a Lunargenta montada en su precioso corcel y ver como la gente se tenía que hacer paso ante ellos. Cómo muchos quedaban maravillados por su belleza, sobretodo los humanos, que parecía que estaban a medio hacer. Aunque, de todas las razas que conocía, eran los menos feos, aunque sí los más inútiles.
El arco descansaba al lado de sus pies junto con el carcaj mientras ella miraba, como hipnotizada el mar, sentada en la hierba. Al sentir que estaba sola se echó para atrás la capucha que tapaba casi todo su rostro. El aire volvió a mover su pelo, esta vez cortado de forma irregular. Antes el aire siempre acariciaba su larga cabellera anaranjada, pero eso también pasó, poco quedaba de su melena. Y de recibir el aire como ahora, debía estar siempre con la cabeza tapada.
Cerró los ojos disfrutando de la suave brisa que chocaba contra ella, acariciándola. Era un momento de mucha relajación que parecía venirle bien a la elfa.
Pero algo lo interrumpió. Unos pasos a lo lejos hizo que se sobresaltara, no de miedo, sino de sorpresa y rápidamente se echó la capucha hacia adelante y tomó su arco apuntando hacia donde escuchaba el sonido. Estaba lejos, pero si seguía acercándose interrumpiría su momento de paz. Fuera quien fuera lo quería lejos de ella.
Cargó una flecha en el arco y esperó sin moverse a que apareciera el ser que la había interrumpido.
Sentada en el suelo, pasaba las manos por las hierbas del montículo donde estaba. Podía ver el mar moverse sutilmente y luego chocar las olas con fiereza contra las rocas. A su lado izquierdo, a un par de kilómetros, se encontraba la ciudad, se podía ver el puerto. Le hubiese gustado ir a verlo, pero en otras circunstancias. Cuando aún podía mezclarse entre otras razas mirándolos por encima del hombro, mostrando el orgullo de su raza y de los colores de su clan.
Todavía sentía ese orgullo por su raza, los elfos sin duda son superiores a otras razas, pero no podía exhibirse para mostrarlo. No podía llegar a Lunargenta montada en su precioso corcel y ver como la gente se tenía que hacer paso ante ellos. Cómo muchos quedaban maravillados por su belleza, sobretodo los humanos, que parecía que estaban a medio hacer. Aunque, de todas las razas que conocía, eran los menos feos, aunque sí los más inútiles.
El arco descansaba al lado de sus pies junto con el carcaj mientras ella miraba, como hipnotizada el mar, sentada en la hierba. Al sentir que estaba sola se echó para atrás la capucha que tapaba casi todo su rostro. El aire volvió a mover su pelo, esta vez cortado de forma irregular. Antes el aire siempre acariciaba su larga cabellera anaranjada, pero eso también pasó, poco quedaba de su melena. Y de recibir el aire como ahora, debía estar siempre con la cabeza tapada.
Cerró los ojos disfrutando de la suave brisa que chocaba contra ella, acariciándola. Era un momento de mucha relajación que parecía venirle bien a la elfa.
Pero algo lo interrumpió. Unos pasos a lo lejos hizo que se sobresaltara, no de miedo, sino de sorpresa y rápidamente se echó la capucha hacia adelante y tomó su arco apuntando hacia donde escuchaba el sonido. Estaba lejos, pero si seguía acercándose interrumpiría su momento de paz. Fuera quien fuera lo quería lejos de ella.
Cargó una flecha en el arco y esperó sin moverse a que apareciera el ser que la había interrumpido.
Última edición por Helyare el Miér 30 Nov - 14:38, editado 2 veces
Helyare
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
No había nada más gratificante que una buena paga. El sonido de las monedas repiqueteando dentro de una bolsa después de un trabajo bien hecho. Bueno, nada nada, puede que fuera algo exagerado, pero todo el que hubiera sido mercenario alguna sabía que lo que hablaba.
Pillar una misión, quizás en algún tablón de la guardia como en esa ocasión. Indagar y buscar las pistas que lo llevaran hasta la pieza que se debía cobrar. Y finalmente llevar el mochuelo al nido para ganar esa recompensa. Simple y sencillo. Un juego de niños.
El brujo observó agazapado entras las sombras que le proporcionaban los árboles del bosque. Mirando fijamente el campamento improvisado que tenía delante. La silueta de un hombre recostado contra un árbol caído en el camino llamaba su atención, aunque lo que buscaba el rubio con la vista era algo más allá de esa persona.
No tenía dudas de que el tipo recostado era a quien debía cazar. El ladrón que buscaba la guardia y que según la información que había reunido se había perdido un tiempo por esa zona. Para borrar sus huellas. Tarde. No había podido escapar de él, pero no podía lanzarse a por el ladrón sin más, podía haber alguien más en los alrededores. Compinches del hombre que le crearían serios problemas si no los tenía contados primero.
Vincent se mantuvo un rato expectante, acechando que llegara alguien para suplir su descanso. En algún momento tendría que despertar para ponerse a hacer la guardia y turnarse con sus camaradas. Pero nada. Pasaba el tiempo y todo seguía igual. De verdad parecía que ese hombre viajaba solo y estaba descansando ajeno a todo peligro. Quizás confiaba en que nadie descubriera que se hallaba en ese bosque.
El rubio se apoyó de espaldas contra el árbol que le hacía la cobertura y miró de lago una vez más al hombre durmiente. No podía ser tan fácil. ¿O sí? Solo podía hacer algo al respecto, pues ya había esperado demasiado. Desenvainó la espada lentamente y se aproximó igualmente despacio hacia el muchacho aprovechando la cobertura.
- ¡Despierta Maron! ¡Vendrás conmigo! - gritó saliendo de un salto del escondite y poniéndose justo delante, con la punta de la espada apuntando al chico, pero este no hizo nada. Siguió en su misma postura. - Vamos dormilón. No me lo pongas difícil-, comentó dándole un toque a la capucha que cayó rodando a un lado. La capucha no, toda la cabeza.
Justo en ese momento el brujo se dio cuenta de lo que estaba pasando, pero ya sabía que era demasiado tarde para remediarlo. Había caído en una trampa. El chasquido de una ballesta se escuchó en el mismo momento en el que se movía a un lado, escapando solo gracias a uno de sus golpe de viento, que desvió el proyectil lo justo para que solo le hiciera un corte en la cara.
- Maldito hijo de…-, comenzó a decir, cuando sintió que perdía el equilibrio.
Tal como estaba después de salvar el pellejo por poco del proyectil, estaba algo desequilibrado y acabó tropezando con algo en el suelo le que hizo caer hacia atrás cortando su maldición.
Lo normal es que allí se hubiera quedado tendido, pero sin poder evitarlo, comenzó a rodar y a rodar, dándose cuenta que había caído por una pendiente demasiado pronunciada. Intentó para su caída, no obstante, cada vez cogía más velocidad y solo podía dejarse llevar con el único pensamiento que un árbol no frenara su caída para siempre.
Pasados unos instantes, sintió que nada lo sostenía, y soltó un grito mientras caía sin saber lo alto de la caída. Bien podía estar cayendo por un acantilado, como por una pequeña altura.
Un suelo terroso recibió el impacto de su cuerpo, pero aparte de quedarse sin aire por el impacto y soltar un quejido, seguía de una pieza. O eso creía.
Vincent se levantó del suelo a duras penas, agarrándose el dolorido hombro que había sido el primer contacto de su cuerpo con el suelo. Que en realidad no era terroso, sino arenoso. Ahora que estaba de pie, y no dando vueltas, podía darse cuenta de donde estaba, y de todo lo que había ocurrido después del virotazo. A unos pasos de él estaba su espada, que había perdido de sus manos al chocar contra la arena, así que se encaminó hasta ella, y pudo fijarse que había algo más un poco más alejado de ella. Algo redondo y muy familiar que era lo que le había provocado el tropiezo.
El rubio corrió y pateó la cabeza de paja lanzándola lejos de él.
- ¡Maldito hijo de perra! ¡Me ha engañado! - gritó a los cuatro vientos furioso.
Simple y sencillo. Un juego de niños. Se maldijo está vez a si mismo mientras ponía los brazos en jarra. Que tonto había sido, eso le enseñaría. Se la había jugado por conseguir un todo, y ahora solo tenía una nada entre las manos. O casi. Algo si había encontrado.
- ¿No le han dicho que es de mala educación apuntar con una flecha a un pobre hombre? - saludó al encapuchado con una de sus bromas.
¿Sería un compinche del ladrón o solo un viajero? Suponía que lo segundo, a no ser que Maron fuera tan inteligente como para prever su caída por la pendiente. De todos modos pronto lo sabría. Vincent preparó un conjuro en su mente preparándose para lo peor.
Pillar una misión, quizás en algún tablón de la guardia como en esa ocasión. Indagar y buscar las pistas que lo llevaran hasta la pieza que se debía cobrar. Y finalmente llevar el mochuelo al nido para ganar esa recompensa. Simple y sencillo. Un juego de niños.
El brujo observó agazapado entras las sombras que le proporcionaban los árboles del bosque. Mirando fijamente el campamento improvisado que tenía delante. La silueta de un hombre recostado contra un árbol caído en el camino llamaba su atención, aunque lo que buscaba el rubio con la vista era algo más allá de esa persona.
No tenía dudas de que el tipo recostado era a quien debía cazar. El ladrón que buscaba la guardia y que según la información que había reunido se había perdido un tiempo por esa zona. Para borrar sus huellas. Tarde. No había podido escapar de él, pero no podía lanzarse a por el ladrón sin más, podía haber alguien más en los alrededores. Compinches del hombre que le crearían serios problemas si no los tenía contados primero.
Vincent se mantuvo un rato expectante, acechando que llegara alguien para suplir su descanso. En algún momento tendría que despertar para ponerse a hacer la guardia y turnarse con sus camaradas. Pero nada. Pasaba el tiempo y todo seguía igual. De verdad parecía que ese hombre viajaba solo y estaba descansando ajeno a todo peligro. Quizás confiaba en que nadie descubriera que se hallaba en ese bosque.
El rubio se apoyó de espaldas contra el árbol que le hacía la cobertura y miró de lago una vez más al hombre durmiente. No podía ser tan fácil. ¿O sí? Solo podía hacer algo al respecto, pues ya había esperado demasiado. Desenvainó la espada lentamente y se aproximó igualmente despacio hacia el muchacho aprovechando la cobertura.
- ¡Despierta Maron! ¡Vendrás conmigo! - gritó saliendo de un salto del escondite y poniéndose justo delante, con la punta de la espada apuntando al chico, pero este no hizo nada. Siguió en su misma postura. - Vamos dormilón. No me lo pongas difícil-, comentó dándole un toque a la capucha que cayó rodando a un lado. La capucha no, toda la cabeza.
Justo en ese momento el brujo se dio cuenta de lo que estaba pasando, pero ya sabía que era demasiado tarde para remediarlo. Había caído en una trampa. El chasquido de una ballesta se escuchó en el mismo momento en el que se movía a un lado, escapando solo gracias a uno de sus golpe de viento, que desvió el proyectil lo justo para que solo le hiciera un corte en la cara.
- Maldito hijo de…-, comenzó a decir, cuando sintió que perdía el equilibrio.
Tal como estaba después de salvar el pellejo por poco del proyectil, estaba algo desequilibrado y acabó tropezando con algo en el suelo le que hizo caer hacia atrás cortando su maldición.
Lo normal es que allí se hubiera quedado tendido, pero sin poder evitarlo, comenzó a rodar y a rodar, dándose cuenta que había caído por una pendiente demasiado pronunciada. Intentó para su caída, no obstante, cada vez cogía más velocidad y solo podía dejarse llevar con el único pensamiento que un árbol no frenara su caída para siempre.
Pasados unos instantes, sintió que nada lo sostenía, y soltó un grito mientras caía sin saber lo alto de la caída. Bien podía estar cayendo por un acantilado, como por una pequeña altura.
Un suelo terroso recibió el impacto de su cuerpo, pero aparte de quedarse sin aire por el impacto y soltar un quejido, seguía de una pieza. O eso creía.
Vincent se levantó del suelo a duras penas, agarrándose el dolorido hombro que había sido el primer contacto de su cuerpo con el suelo. Que en realidad no era terroso, sino arenoso. Ahora que estaba de pie, y no dando vueltas, podía darse cuenta de donde estaba, y de todo lo que había ocurrido después del virotazo. A unos pasos de él estaba su espada, que había perdido de sus manos al chocar contra la arena, así que se encaminó hasta ella, y pudo fijarse que había algo más un poco más alejado de ella. Algo redondo y muy familiar que era lo que le había provocado el tropiezo.
El rubio corrió y pateó la cabeza de paja lanzándola lejos de él.
- ¡Maldito hijo de perra! ¡Me ha engañado! - gritó a los cuatro vientos furioso.
Simple y sencillo. Un juego de niños. Se maldijo está vez a si mismo mientras ponía los brazos en jarra. Que tonto había sido, eso le enseñaría. Se la había jugado por conseguir un todo, y ahora solo tenía una nada entre las manos. O casi. Algo si había encontrado.
- ¿No le han dicho que es de mala educación apuntar con una flecha a un pobre hombre? - saludó al encapuchado con una de sus bromas.
¿Sería un compinche del ladrón o solo un viajero? Suponía que lo segundo, a no ser que Maron fuera tan inteligente como para prever su caída por la pendiente. De todos modos pronto lo sabría. Vincent preparó un conjuro en su mente preparándose para lo peor.
Vincent Calhoun
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
La elfa se encontraba ya en posición para atacar a quien quiera que estuviese cerca si algo se complicaba. Los ruidos se alejaron pero otro más fuerte y cercano la hizo moverse un poco para ver a alguien que caía por el terraplén. Un hombre chocó contra el suelo y casi al instante se levantó. Helyare volvió a apuntar su arco, esta vez contra él. A pesar del golpe parecía con ganas de hacer bromas. Un maldito humano irrespetuoso, como todos.
─Si disparo no fallaré. ─Advirtió. ─¿Quién eres? ¿Y qué haces aquí? ─Dijo de forma contundente la muchacha a la vez que tensaba más la cuerda del arco. No le gustaba que la interrumpieran en un momento de meditación. Sí, ella no estaba en un lugar privado y no es como si alguien hubiese entrado en su propiedad, pero le molestaba que un miserable humano estuviese ahí interrumpiéndola.
Nunca le habían gustado las otras razas, las toleraba, después de todo, los elfos eran los seres superiores y siempre había gente de categoría inferior. Pero desde que había sido desterrada no soportaba a nadie. No quería a nadie cerca porque no podría soportar que la señalaran con el dedo razas inferiores, ni podría soportar la vergüenza al ser reconocida por gente igual a ella. No quería a nadie cerca y ese hombre estaba incumpliéndolo. Aunque no lo hubiese hecho de forma intencionada.
─Vete de aquí. ─Sentenció.
Le era un poco más complicado apuntar sin quitarse la capucha, no le gustaba eso de perder visión lateral, ya que era bastante grande para que nadie pudiese ver su rostro. Casi tapaba sus ojos. Durante las semanas que había pasado vagando por el bosque había tratado de acostumbrarse a su nueva vestimenta y seguía siendo casi infalible. Por suerte, este hombre estaba frente a ella y le facilitaba el tiro.
Posiblemente viniera de la misma ciudad, no era raro que hubiese gente por aquí, pero a ella la incomodaba. Había estado otras ocasiones en Lunargenta, por tema de negocios, y nunca había tenido problemas con nadie, ya todos sabían su status, pero ahora era distinto: no había negocios de por medio, no estaba con su clan, y no había venido a la ciudad porque le apetecía mejorar la vida de los suyos. Había venido porque tenía que conseguir víveres para su camino, no tenía ni idea de cuál sería ese camino, pero no podía irse a la aventura, sin tener siquiera agua. En Lunargenta había comprado lo que necesitaba y luego había ido a ver el mar antes de emprender su viaje por el medio del país. Quería buscar a Arzhak... No, no quería que él la viera así. Sólo quería saber si había sido él o no. El hermano del guerrero lo defendía a capa y espada, pero ella quería comprobar qué había de cierto en todo lo que el mercader dijo, si Arzhak había tenido algo que ver o no con los robos y los actos de vandalismo que habían sufrido.
No veía a Arzhak capaz de hacer algo malo al clan, de quemar los estandartes. El clan lo era todo para él, ¿por qué iba a traicionar a su propia familia? No tenía sentido, pero... La descripción era la suya.
Sólo quería descubrir la verdad, aunque eso no fuera a devolverla de nuevo a su clan, ya era irreversible lo suyo, pero quería probar la inocencia de Arzhak.
Continuó en silencio apuntando al hombre y esperando algún tipo de respuesta, sobretodo que se girase y se largase de allí para poder irse ella después.
─Si disparo no fallaré. ─Advirtió. ─¿Quién eres? ¿Y qué haces aquí? ─Dijo de forma contundente la muchacha a la vez que tensaba más la cuerda del arco. No le gustaba que la interrumpieran en un momento de meditación. Sí, ella no estaba en un lugar privado y no es como si alguien hubiese entrado en su propiedad, pero le molestaba que un miserable humano estuviese ahí interrumpiéndola.
Nunca le habían gustado las otras razas, las toleraba, después de todo, los elfos eran los seres superiores y siempre había gente de categoría inferior. Pero desde que había sido desterrada no soportaba a nadie. No quería a nadie cerca porque no podría soportar que la señalaran con el dedo razas inferiores, ni podría soportar la vergüenza al ser reconocida por gente igual a ella. No quería a nadie cerca y ese hombre estaba incumpliéndolo. Aunque no lo hubiese hecho de forma intencionada.
─Vete de aquí. ─Sentenció.
Le era un poco más complicado apuntar sin quitarse la capucha, no le gustaba eso de perder visión lateral, ya que era bastante grande para que nadie pudiese ver su rostro. Casi tapaba sus ojos. Durante las semanas que había pasado vagando por el bosque había tratado de acostumbrarse a su nueva vestimenta y seguía siendo casi infalible. Por suerte, este hombre estaba frente a ella y le facilitaba el tiro.
Posiblemente viniera de la misma ciudad, no era raro que hubiese gente por aquí, pero a ella la incomodaba. Había estado otras ocasiones en Lunargenta, por tema de negocios, y nunca había tenido problemas con nadie, ya todos sabían su status, pero ahora era distinto: no había negocios de por medio, no estaba con su clan, y no había venido a la ciudad porque le apetecía mejorar la vida de los suyos. Había venido porque tenía que conseguir víveres para su camino, no tenía ni idea de cuál sería ese camino, pero no podía irse a la aventura, sin tener siquiera agua. En Lunargenta había comprado lo que necesitaba y luego había ido a ver el mar antes de emprender su viaje por el medio del país. Quería buscar a Arzhak... No, no quería que él la viera así. Sólo quería saber si había sido él o no. El hermano del guerrero lo defendía a capa y espada, pero ella quería comprobar qué había de cierto en todo lo que el mercader dijo, si Arzhak había tenido algo que ver o no con los robos y los actos de vandalismo que habían sufrido.
No veía a Arzhak capaz de hacer algo malo al clan, de quemar los estandartes. El clan lo era todo para él, ¿por qué iba a traicionar a su propia familia? No tenía sentido, pero... La descripción era la suya.
Sólo quería descubrir la verdad, aunque eso no fuera a devolverla de nuevo a su clan, ya era irreversible lo suyo, pero quería probar la inocencia de Arzhak.
Continuó en silencio apuntando al hombre y esperando algún tipo de respuesta, sobretodo que se girase y se largase de allí para poder irse ella después.
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
Interesante. Una mujer. Con la distancia que los separaba y la capucha que tapaba gran parte de su rostro, no había notado que en realidad era una dama. Si es que se podía considerar una dama a una mujer que lo apuntaba con un arco de buenas a primeras.
- Siempre me alegra conocer personas seguras de sí misma-, bromeó acerca de su afirmación de que no fallaría.
Aún así, después de la broma dejó impresa una sonrisa amistosa en sus labios. Por las ropas que llevaba, seguro que era algún tipo de cazadora o montaraz. No tenía por qué dudar de su puntería, y seguramente, seguir bromeando solo le enseñaría a no bromear en exceso la próxima vez. Eso sí, con una dolorosa asta de madera clavada en el cuerpo.
- Mi nombre es Vincent. Y evidentemente estoy practicando el noble arte de rodar cuesta abajo por una ladera-, dijo irónico.
Quizás ironizar con una mujer armada no fuera la mejor idea, pensó nada más pronunciar sus palabras. ¿Dónde había quedado su pensamiento de no hacer más bromas? Evidentemente ya había pasado de largo por su cabeza. Tendría que asistir a alguna clase de “intentar no molestar a personas armadas para Vincents”. O por lo menos en una de retención de ideas.
El brujo rió como si poco le importara que le apuntaran con una flecha, y retrocedió unos pasos hasta donde se encontraba su espada tirada sobre la arena.
- Evidentemente me caído por esa ladera, señorita…-, el rubio se acarició el mentón recordando que no la conocía de nada. - Señorita… Desconocida. El más patán habitante de Lunargenta a su servicio-, hizo una reverencia un tanto teatral y recogió su espada para envainarla mirando la colina por la que había caído.
Maldito hijo de perra. Maron seguro que estaría en lo algo de aquella cuesta partiéndose de risa, y mofándose de su estupidez. Vinc suspiró. Tantas semanas de trabajo tiradas por la borda en un segundo. No podía dejar en el escurridizo ladrón, que ahora seguro se le escaparía como el agua entre las manos. No podía dejar de pensar en su fracaso, al menos así fue hasta que escuchó a la mujer nuevamente hablar.
- ¿Irme? Pero si acabo de llegar-, comentó de manera amistosa, intento evitar que la mujer se enfadara con él.
Era evidente que estaba enfadada por algo, aunque no estaba seguro de si lo estaba de antemano o por su repentina aparición. Sinceramente, tampoco es que se hubiera planteado hacerlo, solo había sido un giro del destino que llegara a la playa.
En realidad tampoco buscaba compañía, debía volver rápidamente al bosque para buscar pistas del camino que habría seguido el ladrón. Y cuanto antes lo hiciera, el rastro sería más fácil de detectar. Por ello se planteó despedirse de la dama antes de buscar un modo para volver a subir, pero algo en su interior le hizo cambiar de opinión.
- No quiero molestarte, pero tu postura me hace indicar que eres una buena tiradora. Debes tener mucha experiencia en el manejo con el arco-, comenzó a decir. - ¿No serás rastreadora por casualidad? Verás, tengo un problema, y quizás tú puedas ayudarme a solucionarlo.
Sabía que la mujer no le haría caso, menos cuando solo quería que se fuera. No obstante había algo que solía llamar la atención de las personas, aunque estas desearan la soledad en primera instancia.
- Es un trabajo que tengo entre las manos. No te preocupes, no es algo ilegal-, comentó dando unos pasos cortos hacia la chica. Pero sin llegar a acercarse demasiado y mostrando las palmas de sus manos enguantadas en señal de paz. - Es más sería todo lo contrario a algo ilegal. Y por supuesto te pagaré por ello.
Ahí estaban. Las palabras mágicas que solían convencer a cualquiera. Dinero. No a todos por avaricia, muchos solo por mera necesidad. Él mismo luchaba por monedas para sobrevivir, sin más ánimo que ese. Y la joven por solitaria que fuera, seguro apreciaba un poco de dinero para cortearse su camino. O eso esperaba.
- Siempre me alegra conocer personas seguras de sí misma-, bromeó acerca de su afirmación de que no fallaría.
Aún así, después de la broma dejó impresa una sonrisa amistosa en sus labios. Por las ropas que llevaba, seguro que era algún tipo de cazadora o montaraz. No tenía por qué dudar de su puntería, y seguramente, seguir bromeando solo le enseñaría a no bromear en exceso la próxima vez. Eso sí, con una dolorosa asta de madera clavada en el cuerpo.
- Mi nombre es Vincent. Y evidentemente estoy practicando el noble arte de rodar cuesta abajo por una ladera-, dijo irónico.
Quizás ironizar con una mujer armada no fuera la mejor idea, pensó nada más pronunciar sus palabras. ¿Dónde había quedado su pensamiento de no hacer más bromas? Evidentemente ya había pasado de largo por su cabeza. Tendría que asistir a alguna clase de “intentar no molestar a personas armadas para Vincents”. O por lo menos en una de retención de ideas.
El brujo rió como si poco le importara que le apuntaran con una flecha, y retrocedió unos pasos hasta donde se encontraba su espada tirada sobre la arena.
- Evidentemente me caído por esa ladera, señorita…-, el rubio se acarició el mentón recordando que no la conocía de nada. - Señorita… Desconocida. El más patán habitante de Lunargenta a su servicio-, hizo una reverencia un tanto teatral y recogió su espada para envainarla mirando la colina por la que había caído.
Maldito hijo de perra. Maron seguro que estaría en lo algo de aquella cuesta partiéndose de risa, y mofándose de su estupidez. Vinc suspiró. Tantas semanas de trabajo tiradas por la borda en un segundo. No podía dejar en el escurridizo ladrón, que ahora seguro se le escaparía como el agua entre las manos. No podía dejar de pensar en su fracaso, al menos así fue hasta que escuchó a la mujer nuevamente hablar.
- ¿Irme? Pero si acabo de llegar-, comentó de manera amistosa, intento evitar que la mujer se enfadara con él.
Era evidente que estaba enfadada por algo, aunque no estaba seguro de si lo estaba de antemano o por su repentina aparición. Sinceramente, tampoco es que se hubiera planteado hacerlo, solo había sido un giro del destino que llegara a la playa.
En realidad tampoco buscaba compañía, debía volver rápidamente al bosque para buscar pistas del camino que habría seguido el ladrón. Y cuanto antes lo hiciera, el rastro sería más fácil de detectar. Por ello se planteó despedirse de la dama antes de buscar un modo para volver a subir, pero algo en su interior le hizo cambiar de opinión.
- No quiero molestarte, pero tu postura me hace indicar que eres una buena tiradora. Debes tener mucha experiencia en el manejo con el arco-, comenzó a decir. - ¿No serás rastreadora por casualidad? Verás, tengo un problema, y quizás tú puedas ayudarme a solucionarlo.
Sabía que la mujer no le haría caso, menos cuando solo quería que se fuera. No obstante había algo que solía llamar la atención de las personas, aunque estas desearan la soledad en primera instancia.
- Es un trabajo que tengo entre las manos. No te preocupes, no es algo ilegal-, comentó dando unos pasos cortos hacia la chica. Pero sin llegar a acercarse demasiado y mostrando las palmas de sus manos enguantadas en señal de paz. - Es más sería todo lo contrario a algo ilegal. Y por supuesto te pagaré por ello.
Ahí estaban. Las palabras mágicas que solían convencer a cualquiera. Dinero. No a todos por avaricia, muchos solo por mera necesidad. Él mismo luchaba por monedas para sobrevivir, sin más ánimo que ese. Y la joven por solitaria que fuera, seguro apreciaba un poco de dinero para cortearse su camino. O eso esperaba.
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
En esa posición y con el arco levantado, Helyare parecía una elfa muy segura de sí misma, como si nada pudiese acercarse a ella, como si nada la importase. Pero su verdadera personalidad ahora distaba muchísimo de la seguridad. Sólo trataba de alejar a todo el mundo, no podía estar cerca de nadie que pudiese juzgarla o dejarla en evidencia. Cuanta menos gente se encontrara en su camino, mejor. Y ese hombre estaba molestando.
Sólo trataba de echara esa persona de allí pero su actitud no parecía asustar demasiado al hombre, que lejos de salir corriendo, ironizaba con la situación. Le dijo que se llamaba Vincent, pero a la elfa no le dio la gana presentarse, no quería que la conocieran. Los papeles que llevaba en su bolsa eran falsos, había pagado una buena cantidad de dinero en la ciudad para que se los hicieran y así borrar su identidad anterior. Pero no iba a presentarse ante ese hombre.
Helyare tensó un poco más la cuerda de su arco cuando vio que el hombre iba a por su espada. Sabía que cuando el quisiera acercarse a ella, ya le habría disparado en la cabeza, pero no se fiaba de que ese tipo cogiera la espada. –¡Quieto! Deja la espada en el suelo. –Dijo en tono imperativo. Mantuvo la postura con más atención de Vincent para ver sus movimientos. Estaba lejos y no parecía querer atravesarla con la espada, pero a estas alturas no se fiaba de nadie. No se movió, ni siquiera modificó la postura cuando el tipo empezó a halagar su, aún desconocida para él, destreza con el arco. Simplemente asintió cuando le preguntó si era rastreadora. Sí, era rastreadora, pero en otro tiempo fue guardiana también.
Entre los árboles y con la ayuda de su sigilo y las sombras conseguía emboscar a los enemigos sin siquiera supieran desde dónde les llovían las flechas. Cuando le vio acercarse volvió a tensar un poco más la cuerda del arco en señal de aviso. Iba a disparar si hubiese seguido acercándose más pero se detuvo a una distancia prudencial. Helyare continuó escuchando al hombre, aunque sin mucho interés por el tema del dinero y ayudarle, en sí.
–No necesito tu dinero. –Sentenció. Tenía una pequeña bolsa de cuero llena de monedas de oro. Todos los ahorros que tenía de su trabajo como guardiana ahí estaban. En su clan le habían quitado el dinero porque ya lo consideraban impuro así que todas sus ganancias estaban íntegras en su saquito. Bueno, todas no. Había que restarle lo que se había gastado en Lunargenta y lo que había dejado en un pequeño cofre para su hermana.
Aun así tenía bastante dinero para sobrevivir el tiempo necesario. Pero, ¿y después? Bueno, Helyare no pensaba en una larga vida, ahora mismo a lo que estaba haciendo no lo consideraba vivir, sus valores, su familia y su clan habían desaparecido así que podría considerarse a la elfa como una muerta en vida. No le importaba siquiera el dinero ni lo que podría hacer el día de mañana.
–No necesito nada. –Concluyó.
Iba a repetirle de nuevo que se largase de allí, pero la curiosidad le pudo en ese momento. Más que curiosidad, un sentimiento extraño, como si volviera a ser útil de nuevo. El humano había solicitado su ayuda y, a pesar de no haberlo sentido antes, ahora sí que algo notaba en su interior. No había acabado con la soledad y la tristeza que albergaba dentro, no había eliminado los malos sentimientos que tenía, pero como si un pequeño fósforo se iluminase en un oscuro lugar y de pronto se volviese a apagar, algo así. Una pequeña y efímera luz, tenue, casi imperceptible en medio de la más oscura de las tinieblas, pero ahí estaba, la fugaz llamita de que aún alguien contaba con ella para algo, aunque fuera un desconocido y la tarea fuera simple.
–¿Por qué necesitas mi ayuda? –Quiso saber la joven elfa.
A pesar de preguntar por curiosidad, el tono seguía siendo bastante duro y la postura no cambiaba: el arco seguía apuntando en dirección al hombre de la espada.
Sólo trataba de echara esa persona de allí pero su actitud no parecía asustar demasiado al hombre, que lejos de salir corriendo, ironizaba con la situación. Le dijo que se llamaba Vincent, pero a la elfa no le dio la gana presentarse, no quería que la conocieran. Los papeles que llevaba en su bolsa eran falsos, había pagado una buena cantidad de dinero en la ciudad para que se los hicieran y así borrar su identidad anterior. Pero no iba a presentarse ante ese hombre.
Helyare tensó un poco más la cuerda de su arco cuando vio que el hombre iba a por su espada. Sabía que cuando el quisiera acercarse a ella, ya le habría disparado en la cabeza, pero no se fiaba de que ese tipo cogiera la espada. –¡Quieto! Deja la espada en el suelo. –Dijo en tono imperativo. Mantuvo la postura con más atención de Vincent para ver sus movimientos. Estaba lejos y no parecía querer atravesarla con la espada, pero a estas alturas no se fiaba de nadie. No se movió, ni siquiera modificó la postura cuando el tipo empezó a halagar su, aún desconocida para él, destreza con el arco. Simplemente asintió cuando le preguntó si era rastreadora. Sí, era rastreadora, pero en otro tiempo fue guardiana también.
Entre los árboles y con la ayuda de su sigilo y las sombras conseguía emboscar a los enemigos sin siquiera supieran desde dónde les llovían las flechas. Cuando le vio acercarse volvió a tensar un poco más la cuerda del arco en señal de aviso. Iba a disparar si hubiese seguido acercándose más pero se detuvo a una distancia prudencial. Helyare continuó escuchando al hombre, aunque sin mucho interés por el tema del dinero y ayudarle, en sí.
–No necesito tu dinero. –Sentenció. Tenía una pequeña bolsa de cuero llena de monedas de oro. Todos los ahorros que tenía de su trabajo como guardiana ahí estaban. En su clan le habían quitado el dinero porque ya lo consideraban impuro así que todas sus ganancias estaban íntegras en su saquito. Bueno, todas no. Había que restarle lo que se había gastado en Lunargenta y lo que había dejado en un pequeño cofre para su hermana.
Aun así tenía bastante dinero para sobrevivir el tiempo necesario. Pero, ¿y después? Bueno, Helyare no pensaba en una larga vida, ahora mismo a lo que estaba haciendo no lo consideraba vivir, sus valores, su familia y su clan habían desaparecido así que podría considerarse a la elfa como una muerta en vida. No le importaba siquiera el dinero ni lo que podría hacer el día de mañana.
–No necesito nada. –Concluyó.
Iba a repetirle de nuevo que se largase de allí, pero la curiosidad le pudo en ese momento. Más que curiosidad, un sentimiento extraño, como si volviera a ser útil de nuevo. El humano había solicitado su ayuda y, a pesar de no haberlo sentido antes, ahora sí que algo notaba en su interior. No había acabado con la soledad y la tristeza que albergaba dentro, no había eliminado los malos sentimientos que tenía, pero como si un pequeño fósforo se iluminase en un oscuro lugar y de pronto se volviese a apagar, algo así. Una pequeña y efímera luz, tenue, casi imperceptible en medio de la más oscura de las tinieblas, pero ahí estaba, la fugaz llamita de que aún alguien contaba con ella para algo, aunque fuera un desconocido y la tarea fuera simple.
–¿Por qué necesitas mi ayuda? –Quiso saber la joven elfa.
A pesar de preguntar por curiosidad, el tono seguía siendo bastante duro y la postura no cambiaba: el arco seguía apuntando en dirección al hombre de la espada.
Helyare
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
La mujer se había puesto más a la defensiva en el momento que había recogido su espada. No importaba, sabía que así sería pero no iba a dejar tirada su espada allí en mitad de la nada. Tanto si conseguía la ayuda de la chica o no, debía cogerla para poder marcharse.
Es más, antes de ir a por la espada ya había tenido en cuenta que podría haber volado una flecha hacia su persona sin palabras de por medio. Al menos la rastreadora no realizó el tiro, y solo se limitó a decirle que no la cogiera. Lo cual era más considerado de lo que había imaginado inicialmente. Podría parecer un simple gesto, algo sin importancia. Pero realmente en esos pequeños detalles se podía conocer a una persona. Y ese que había realizado la joven, demostraba que tenía nobleza en el corazón. Era una buena chica, pese a sus formas hoscas, que evidentemente no quería compañía, pero no mataría a un hombre solo por molestarla.
- ¿Esta espada? - Dio unos toques con el dedo, sobre la vaina del acero que yacía bajo el cuero. - Como voy a dejarla en el suelo. Es mía y debo recogerla para poder irme ¿no? - sonrió en cuanto terminó de hablarle. - Tranquila, ya está en su sitio, y no saldrá de ahí. Te lo prometo-, comentó amable.
El dinero no había funcionado. Así que sería el carácter que había detectado en la mujer lo que le podría ayudar, ya que su primera elección había fracasado. Nadie solía rechazar un par de monedas, por humilde que fuera la persona. Pues siempre venían bien aunque fueran para las compras rutinarias.
La joven debía tener suficiente por el momento, o directamente no soportaba la presencia de extraños, como para negarse a ir con él aunque necesitar ese dinero. También estaba la opción de que no confiara en él. Que pensara que era un ladrón o algo parecido. Ese pensamiento fue el que más peso tomó en la mente del brujo, aunque si este era el caso, poco podía hacer para convencerla y tendría que ir solo a por Maron.
Solo podía desear que fuera simplemente lo primero. Que no le hiciera falta el dinero. Era el único modo de que finalmente pudiera convencerla de venir. No la necesitaba para encontrar a Maron, pero si para hacerlo rápidamente y quitarse este trabajo de encima lo antes posible. Además, darle más tiempo al ladrón, serviría para que este le preparara otra emboscada antes de encontrarlo de nuevo. Con la rastreadora podría pillarlo antes de que tuviera tiempo de ello.
- Eres dura de pelar, eh-, bromeó amistosamente. - Bien, te lo diré. No hay nada de malo en ello ¿verdad? - sonrió y se cruzó de brazos. - Pues verás. No he caído por esa ladera voluntariamente, desgraciadamente tengo que decirte, que he sido emboscado por un maleante que se esconde en ese bosque-, señaló con el brazo izquierdo lo alto de la loma por la que había caído. - No es casual mi encuentro con ese sujeto. Lo cierto es que voy tras su pista y por eso te ofrecía dinero. Compartiría la mitad de la recompensa contigo si me ayudas. Pero si no necesitas el dinero, al menos será una labor altruista atrapar a ese hombre peligroso en nombre de la guardia-. Esperaba que tocar la nobleza y bondad que había intuido en la joven diera sus frutos. - Por supuesto, mi oferta de darte la mitad de la recompensa sigue en pie. Es lo menos que puedo ofrecerte por tu ayuda-, sonrió y alargó su brazo diestro. - Qué me dices. ¿Trato hecho?
Es más, antes de ir a por la espada ya había tenido en cuenta que podría haber volado una flecha hacia su persona sin palabras de por medio. Al menos la rastreadora no realizó el tiro, y solo se limitó a decirle que no la cogiera. Lo cual era más considerado de lo que había imaginado inicialmente. Podría parecer un simple gesto, algo sin importancia. Pero realmente en esos pequeños detalles se podía conocer a una persona. Y ese que había realizado la joven, demostraba que tenía nobleza en el corazón. Era una buena chica, pese a sus formas hoscas, que evidentemente no quería compañía, pero no mataría a un hombre solo por molestarla.
- ¿Esta espada? - Dio unos toques con el dedo, sobre la vaina del acero que yacía bajo el cuero. - Como voy a dejarla en el suelo. Es mía y debo recogerla para poder irme ¿no? - sonrió en cuanto terminó de hablarle. - Tranquila, ya está en su sitio, y no saldrá de ahí. Te lo prometo-, comentó amable.
El dinero no había funcionado. Así que sería el carácter que había detectado en la mujer lo que le podría ayudar, ya que su primera elección había fracasado. Nadie solía rechazar un par de monedas, por humilde que fuera la persona. Pues siempre venían bien aunque fueran para las compras rutinarias.
La joven debía tener suficiente por el momento, o directamente no soportaba la presencia de extraños, como para negarse a ir con él aunque necesitar ese dinero. También estaba la opción de que no confiara en él. Que pensara que era un ladrón o algo parecido. Ese pensamiento fue el que más peso tomó en la mente del brujo, aunque si este era el caso, poco podía hacer para convencerla y tendría que ir solo a por Maron.
Solo podía desear que fuera simplemente lo primero. Que no le hiciera falta el dinero. Era el único modo de que finalmente pudiera convencerla de venir. No la necesitaba para encontrar a Maron, pero si para hacerlo rápidamente y quitarse este trabajo de encima lo antes posible. Además, darle más tiempo al ladrón, serviría para que este le preparara otra emboscada antes de encontrarlo de nuevo. Con la rastreadora podría pillarlo antes de que tuviera tiempo de ello.
- Eres dura de pelar, eh-, bromeó amistosamente. - Bien, te lo diré. No hay nada de malo en ello ¿verdad? - sonrió y se cruzó de brazos. - Pues verás. No he caído por esa ladera voluntariamente, desgraciadamente tengo que decirte, que he sido emboscado por un maleante que se esconde en ese bosque-, señaló con el brazo izquierdo lo alto de la loma por la que había caído. - No es casual mi encuentro con ese sujeto. Lo cierto es que voy tras su pista y por eso te ofrecía dinero. Compartiría la mitad de la recompensa contigo si me ayudas. Pero si no necesitas el dinero, al menos será una labor altruista atrapar a ese hombre peligroso en nombre de la guardia-. Esperaba que tocar la nobleza y bondad que había intuido en la joven diera sus frutos. - Por supuesto, mi oferta de darte la mitad de la recompensa sigue en pie. Es lo menos que puedo ofrecerte por tu ayuda-, sonrió y alargó su brazo diestro. - Qué me dices. ¿Trato hecho?
Vincent Calhoun
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
La simpatía de ese tipo la estaba poniendo excesivamente nerviosa. ¿Qué trataba de hacer? Se había hecho a la idea de que la simpatía iba a ser poca para ella y que vivía constantemente en tierra de nadie, donde no encajaría. Así que la amabilidad estaba demás con la elfa. Y ese tipo estaba tratando de ser simpático y no le gustaba nada. No sabía cuáles eran sus intenciones de verdad, si trataba de robarle, si trataba de meterla en algún lío o simplemente es que el humano era tan estúpido como para andar de agradable con la gente. Posiblemente lo último: los humanos eran estúpidos.
No disparó cuando el hombre tomó su espada, sabía que no llegaría antes de que ella lanzase la flecha así que dejó que recuperase su arma para que pudiera irse rápido. Parecía muy calmado a pesar de que le estuviera apuntando. Y empezó a responderle la pregunta. Había caído mientras trataba de buscar a un maleante en el bosque. Entonces, ¿esos eran los pasos que había escuchado? Justo antes de que el humano se cayera por el barranco había escuchado pasos corriendo hacia el bosque, pero no les había dado importancia.
¿De la guardia? Cuando escuchó eso bajó ligeramente el arco y clavó la vista en el hombre. Destensó suavemente la cuerda, pero seguía aguantando la flecha ahí por si tenía que defenderse en un acto rápido. ¿Ese tipo era de la guardia de la ciudad? No le gustaba la guardia de Lunargenta, demasiado multirracial, era un tumulto de razas que no se podían entender bien para luchar. Lo ideal era hacerlo como se hacía en su clan: luchar junto a alguien como tú. No sabías cómo podía reaccionar alguien que no fuera de tu raza a la hora de defender un territorio. Los miembros del clan Eytherzair luchaban junto a sus iguales a sabiendas de que nunca dejarías a tu compañero tirado, de que ibas a defender a tu binomio a pesar de todo. ¿Pero luchar al lado de un humano? Si alguien tenía que morir sería el humano, porque eran más débiles y porque no tenían las mismas habilidades que los elfos. Ese era el pensamiento de Helyare: cuanto más homogéneo era el ejército, más fácilmente se podían defender los territorios luchando en equipo.
Pero, a pesar de no compartir los ideales de la guardia de la ciudad –se había imaginado que era guardia de Lunargenta –que ese tipo fuese un miembro le hizo recordar que ella también lo fue, que defendía su territorio y que había sido entrenada desde muy joven para ello. El puesto de ese hombre le trajo recuerdos que la llenaban de nostalgia, así que sólo por eso aceptó ayudar. Si era guardia posiblemente se ganaría alguna recompensa intrínseca por llevar al maleante y, bueno, no se estaba comportando mal con ella, tal y como esperaba de la gente. –Está bien, te ayudaré. –Musitó tratando de usar el mismo tono duro que estaba empleando para dirigirse a él. –Si está en el bosque lo encontraremos. Pero vas tú delante.
No se fiaba de él tanto como para dejar su espalda al descubierto y que pudiera atacarla. En el bosque contaba con cierta ventaja pero no quería arriesgarse innecesariamente. Ni siquiera se acercó a él para cerrar el trato apretándole la mano, no le quería tan cerca. –Vamos. –Esperó a que él avanzase y le siguió en silencio hasta el bosque. Con una mano sujetaba el arco y con la otra la flecha que había usado para apuntar al hombre.
Esperaba que dentro del bosque el humano no fuera torpe e hiciera ruido, aunque si el malhechor era también humano su oídos subdesarrollados no podrían escucharlo, así que no se molestó en advertir al tipo que no hiciera ruido. Acercándose a los árboles podía oír bastante bien a algunos animales y también algo más, ruidos de pisadas. –No ha salido del bosque, está dentro. Creo que no puede salir. –El tipejo estaba corriendo desbocado y hacía tanto ruido que no sabía si el humano podía escucharlo o no. Pero el maleante era una fuente de ruidos increíble.
–¿Qué delito ha cometido? –Quiso saber mientras avanzaba unos pasos por detrás del tipo que se le había aparecido rodando por una ladera.
No disparó cuando el hombre tomó su espada, sabía que no llegaría antes de que ella lanzase la flecha así que dejó que recuperase su arma para que pudiera irse rápido. Parecía muy calmado a pesar de que le estuviera apuntando. Y empezó a responderle la pregunta. Había caído mientras trataba de buscar a un maleante en el bosque. Entonces, ¿esos eran los pasos que había escuchado? Justo antes de que el humano se cayera por el barranco había escuchado pasos corriendo hacia el bosque, pero no les había dado importancia.
¿De la guardia? Cuando escuchó eso bajó ligeramente el arco y clavó la vista en el hombre. Destensó suavemente la cuerda, pero seguía aguantando la flecha ahí por si tenía que defenderse en un acto rápido. ¿Ese tipo era de la guardia de la ciudad? No le gustaba la guardia de Lunargenta, demasiado multirracial, era un tumulto de razas que no se podían entender bien para luchar. Lo ideal era hacerlo como se hacía en su clan: luchar junto a alguien como tú. No sabías cómo podía reaccionar alguien que no fuera de tu raza a la hora de defender un territorio. Los miembros del clan Eytherzair luchaban junto a sus iguales a sabiendas de que nunca dejarías a tu compañero tirado, de que ibas a defender a tu binomio a pesar de todo. ¿Pero luchar al lado de un humano? Si alguien tenía que morir sería el humano, porque eran más débiles y porque no tenían las mismas habilidades que los elfos. Ese era el pensamiento de Helyare: cuanto más homogéneo era el ejército, más fácilmente se podían defender los territorios luchando en equipo.
Pero, a pesar de no compartir los ideales de la guardia de la ciudad –se había imaginado que era guardia de Lunargenta –que ese tipo fuese un miembro le hizo recordar que ella también lo fue, que defendía su territorio y que había sido entrenada desde muy joven para ello. El puesto de ese hombre le trajo recuerdos que la llenaban de nostalgia, así que sólo por eso aceptó ayudar. Si era guardia posiblemente se ganaría alguna recompensa intrínseca por llevar al maleante y, bueno, no se estaba comportando mal con ella, tal y como esperaba de la gente. –Está bien, te ayudaré. –Musitó tratando de usar el mismo tono duro que estaba empleando para dirigirse a él. –Si está en el bosque lo encontraremos. Pero vas tú delante.
No se fiaba de él tanto como para dejar su espalda al descubierto y que pudiera atacarla. En el bosque contaba con cierta ventaja pero no quería arriesgarse innecesariamente. Ni siquiera se acercó a él para cerrar el trato apretándole la mano, no le quería tan cerca. –Vamos. –Esperó a que él avanzase y le siguió en silencio hasta el bosque. Con una mano sujetaba el arco y con la otra la flecha que había usado para apuntar al hombre.
Esperaba que dentro del bosque el humano no fuera torpe e hiciera ruido, aunque si el malhechor era también humano su oídos subdesarrollados no podrían escucharlo, así que no se molestó en advertir al tipo que no hiciera ruido. Acercándose a los árboles podía oír bastante bien a algunos animales y también algo más, ruidos de pisadas. –No ha salido del bosque, está dentro. Creo que no puede salir. –El tipejo estaba corriendo desbocado y hacía tanto ruido que no sabía si el humano podía escucharlo o no. Pero el maleante era una fuente de ruidos increíble.
–¿Qué delito ha cometido? –Quiso saber mientras avanzaba unos pasos por detrás del tipo que se le había aparecido rodando por una ladera.
Helyare
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
El brujo mantuvo unos instantes el brazo alargado esperando que la mujer le estrechara la mano. La duración suficiente para darse cuenta de que la chica jamás lo haría, y que solo estaba perdiendo el tiempo, así como pareciendo imbécil en esa postura.
- Como. ¿Delante? ¿Es algún tipo de estrategia? - preguntó más para sí mismo que para la mujer, dejando caer su brazo sobre su costado y poniéndose en marcha como le había pedido.
¿Pensaba rastrear la zona yendo detrás de él? Debía ser una táctica novedosa y moderna. Aunque una que no entendía demasiado. Se suponía que el valor de conseguir una rastreadora era que fuera delante, y de que esta manera le guiara con más velocidad y rapidez hacia el objetivo que iba buscando. Acortar el tiempo de la persecución con sus mejores dotes de rastreo.
De todos modos no insistió en ello. No se le escapaba el por qué de tal decisión, solo había que echarle un vistazo para saberlo. Su postura era más relajada que anteriormente, cuando lo apuntaba sin ningún tipo de duda en lo que haría si hacía algo indebido o que la fémina considerara una amenaza. Más relajada sí, pero leventemente nada más. Aún continuaba agarrando la flecha en caso de necesitarla, y era evidente que necesitar era un sinónimo de pegarle un flechazo a él.
Así que, pese a que fuera extraña la petición de la rastreadora de ir detrás del tipo que la necesitaba precisamente para eso, no lo era tanto por el hecho de que aún seguía desconfiando de él. Necesitaría ganarse su confianza si quería que ese dúo de trabajo temporal funcionase, o por lo menos que llegara al punto de la no-desconfianza.
No todas eran malas noticias. La chica había decidido venir con él, algo que instantes antes no estaba del todo seguro que ocurriría. Ya se planteaba que debería continuar su misión solo cuando la mujer finalmente se decidió. Eso era un buen punto, pues rechazando el dinero y aceptando por el tipo de trabajo demostraba que era buena. Buena o con un sentido alto del honor y la legalidad, que también le valía para ese encargo.
- Algo así. No puede salir del bosque por ahora porque tiene miedo de que haya más patrullas en el exterior. No creo que sepa que vengo solo-, razonó. - Se ha hecho fuerte en el bosque, y aprovechará su defensa hasta que no tenga más remedio que abandonarlo. Cosa que hará en la oscuridad de la noche más cerrada.
Justo había de terminado de decir esa frase, mientras avanzaba varios pasos adentrándose en el bosque, cuando pensó mejor en las palabras que la fémina le había dedicado. Demasiado exactas y concretas para que fueran una forma de hablar.
- Tú también lo has escuchado ¿no? - comentó. - No sabría decir si es nuestro hombre. Esa persona es un ladrón experimentado, pero lo más importante es que es un trampero habilidoso. No creo que sea él. O mejor dicho. Él personalmente. Creo que debe ser algún tipo de señuelo.
Uno como el que se había tragado personalmente unos instantes antes de caer por la ladera, pero que era mejor mantener en secreto por el bien común. Vale, puede que no fuera por un bien común, sino simplemente porque parecería un idiota al contarle la historia. Pero igualmente si se lo contaba no ayudaría a mejorar la confianza de la dama en él, por lo que hasta cierto punto era cierto que sería mejor no irse de la lengua con aquella “hazaña”.
Aún así lo que más había llamado la atención del brujo de todo aquello, era que la mujer había escuchado el ruido unos metros antes que él. Sin duda había acertado en reclutarla para la misión, pues tenía un oído muy fino.
- Tampoco creo que esté solo. Maron, así se llama el objetivo, me atacó en lo alto de la loma y dudo que haya bajado hasta aquí haciendo ese ruido. Él sabe ser sigiloso en el bosque. Quizás en vez de un señuelo sean sus compinches. Aunque bueno, no dejarían de ser un señuelo-, sonrió a la mujer.
Sí. No dudaba por un instante que el ladrón vendería a sus compañeros con tal de salvar el culo. Cuando escapara en la oscura noche, que se fuera solo o con ellos dependería de lo útiles que les resultara para lo lardo del camino.
- Echemos un vistazo, pero con cuidado-, dijo finalmente, caminando lo más sigiloso posible hacia la zona donde había escuchado el ruido
El rubio avanzó varios metros con cautela hasta el lugar donde había oído el ruido. Un sonido que había cesado hacía rato pero que aún debía investigar para encontrar un rastro o algo que le sirviera para la captura de Maron. Se agachó cerca un árbol y desde allí miró algo que no le gustaba, y que complicaría la captura.
- Una cueva-, musitó para sí mismo acariciándose la barba.
- Como. ¿Delante? ¿Es algún tipo de estrategia? - preguntó más para sí mismo que para la mujer, dejando caer su brazo sobre su costado y poniéndose en marcha como le había pedido.
¿Pensaba rastrear la zona yendo detrás de él? Debía ser una táctica novedosa y moderna. Aunque una que no entendía demasiado. Se suponía que el valor de conseguir una rastreadora era que fuera delante, y de que esta manera le guiara con más velocidad y rapidez hacia el objetivo que iba buscando. Acortar el tiempo de la persecución con sus mejores dotes de rastreo.
De todos modos no insistió en ello. No se le escapaba el por qué de tal decisión, solo había que echarle un vistazo para saberlo. Su postura era más relajada que anteriormente, cuando lo apuntaba sin ningún tipo de duda en lo que haría si hacía algo indebido o que la fémina considerara una amenaza. Más relajada sí, pero leventemente nada más. Aún continuaba agarrando la flecha en caso de necesitarla, y era evidente que necesitar era un sinónimo de pegarle un flechazo a él.
Así que, pese a que fuera extraña la petición de la rastreadora de ir detrás del tipo que la necesitaba precisamente para eso, no lo era tanto por el hecho de que aún seguía desconfiando de él. Necesitaría ganarse su confianza si quería que ese dúo de trabajo temporal funcionase, o por lo menos que llegara al punto de la no-desconfianza.
No todas eran malas noticias. La chica había decidido venir con él, algo que instantes antes no estaba del todo seguro que ocurriría. Ya se planteaba que debería continuar su misión solo cuando la mujer finalmente se decidió. Eso era un buen punto, pues rechazando el dinero y aceptando por el tipo de trabajo demostraba que era buena. Buena o con un sentido alto del honor y la legalidad, que también le valía para ese encargo.
- Algo así. No puede salir del bosque por ahora porque tiene miedo de que haya más patrullas en el exterior. No creo que sepa que vengo solo-, razonó. - Se ha hecho fuerte en el bosque, y aprovechará su defensa hasta que no tenga más remedio que abandonarlo. Cosa que hará en la oscuridad de la noche más cerrada.
Justo había de terminado de decir esa frase, mientras avanzaba varios pasos adentrándose en el bosque, cuando pensó mejor en las palabras que la fémina le había dedicado. Demasiado exactas y concretas para que fueran una forma de hablar.
- Tú también lo has escuchado ¿no? - comentó. - No sabría decir si es nuestro hombre. Esa persona es un ladrón experimentado, pero lo más importante es que es un trampero habilidoso. No creo que sea él. O mejor dicho. Él personalmente. Creo que debe ser algún tipo de señuelo.
Uno como el que se había tragado personalmente unos instantes antes de caer por la ladera, pero que era mejor mantener en secreto por el bien común. Vale, puede que no fuera por un bien común, sino simplemente porque parecería un idiota al contarle la historia. Pero igualmente si se lo contaba no ayudaría a mejorar la confianza de la dama en él, por lo que hasta cierto punto era cierto que sería mejor no irse de la lengua con aquella “hazaña”.
Aún así lo que más había llamado la atención del brujo de todo aquello, era que la mujer había escuchado el ruido unos metros antes que él. Sin duda había acertado en reclutarla para la misión, pues tenía un oído muy fino.
- Tampoco creo que esté solo. Maron, así se llama el objetivo, me atacó en lo alto de la loma y dudo que haya bajado hasta aquí haciendo ese ruido. Él sabe ser sigiloso en el bosque. Quizás en vez de un señuelo sean sus compinches. Aunque bueno, no dejarían de ser un señuelo-, sonrió a la mujer.
Sí. No dudaba por un instante que el ladrón vendería a sus compañeros con tal de salvar el culo. Cuando escapara en la oscura noche, que se fuera solo o con ellos dependería de lo útiles que les resultara para lo lardo del camino.
- Echemos un vistazo, pero con cuidado-, dijo finalmente, caminando lo más sigiloso posible hacia la zona donde había escuchado el ruido
El rubio avanzó varios metros con cautela hasta el lugar donde había oído el ruido. Un sonido que había cesado hacía rato pero que aún debía investigar para encontrar un rastro o algo que le sirviera para la captura de Maron. Se agachó cerca un árbol y desde allí miró algo que no le gustaba, y que complicaría la captura.
- Una cueva-, musitó para sí mismo acariciándose la barba.
Vincent Calhoun
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
─Sí , es una estrategia para no darte la espalda. ─Le dijo la elfa a la vez que avanzaba detrás de él. Sabía que luego tendría que ir por delante del humano o, en su defecto, a un lado para rastrear. Pero de camino al bosque quería observar algunas cosas de su nuevo acompañante.
Los pasos se escuchaban bastante como para estar tratando de esconderse, más bien trataban de huir despavoridos. Pero haciendo caso a lo que decía el humano podía haber más implicados tratando de tenderles una trampa. No iba a caer en una trampa de humanos en un bosque, lo tenía claro. En la entrada de la arboleda se puso al lado de Vincent y le hizo un gesto para que mantuviera el silencio.
Así que pretendía salir cuando la noche hubiese caído y ahora trataba de trampear... No le iba a dejar hacerlo. Se había metido en el bosque hacía relativamente poco tiempo para un humano así que no debía andar muy lejos. Helyare centró la vista en varios árboles a la vez que trataba es escuchar más allá. Vincent avanzó y ella también, colocándose más o menos a su altura. A veces avanzaba unos pasos por delante y otras estaba unos pasos por detrás. No le hacía falta estar la primera para poder ver más allá de lo que alcanzaba la vista del humano y los sonidos le eran más que perceptibles. ─¿Tiene más compinches?
Siguió al humano pensando un poco dónde podía estar metido ese ladronzuelo, obviamente escondido entre árboles o arbustos listo para atacar o huir.
Sus pasos los llevaron a una cueva y Helyare se detuvo, observando el entorno. ─Sí, el ruido vino de aquí dentro, se ha notado el eco cuando los pasos han avanzado pero... Si dices que puede ser un señuelo, lo peor que podemos hacer es meternos en esta cueva. ─Se giró sobre sí misma, despacio. ─Podemos atrapar al señuelo si es que no nos tienden una trampa, que puede ser probable. Posiblemente no tengamos salida si entramos. Yo puedo ver mejor que tú pero eso no va a ayudarnos si nos dejan sin escapatoria. Y si no nos tienden una trampa, tu ladrón puede escapar mientras nosotros inspeccionamos la cueva. Es mejor no entrar. Si está ahí... Ya saldrá y lo sabremos.
Había algo en el ambiente que no le gustaba nada a la elfa, una esencia extraña de que alguien rondaba por ahí, pero aún no sabía el punto exacto y no, no era el tipo que había entrado corriendo a la cueva. ¿Cuántos secuaces podía tener el tipo este?
No sabía porqué confiaba en Vincent pero había llegado a pensar que el creador de la trampa podía ser él. Estaba preparada con el arco para todo... Incluso para quien les estaba observando.
En un instante y sin mediar palabra colocó la flecha en el arco y disparó. En ese momento sólo se escuchó el ruido de la flecha volando y clavándose en el tronco de un árbol. Lo siguiente fue un grito. ─¿Será él o uno de los compinches? ─Musitó la elfa al humano mientras se acercaba a donde estaba la persona. Estaba unos tres o cuatro árboles a la derecha, había salido de detrás de un tronco con intenciones no demasiado buenas y Helyare le había clavado la mano al árbol con una de sus flechas.
─¡¡AHH!! ¡¡Soltadme!! ¡¡Quitadme la flecha!! ¡¿Cómo os atrevéis?! ¡¡Malditos cerdos!! ¡¡Vais a morir en este bosque!! ─Gritaba el hombre que trataba de zafarse sin mucho éxito.
─¿Quién es? ─Preguntó la elfa mirando a Vincent, esperando que él lo reconociera. En el suelo había una pequeña ballesta de mano que apartó con cuidado para que no se disparara. A pesar de haber atrapado a uno, Helyare seguía atenta a los ruidos de la cueva que, por suerte, retumbaban más a causa del eco y era más fácil percibirlos.
Fijó la vista de nuevo en el hombre que hacía un rato había caído por la loma y le seguía sorprendiendo que le hubiese pedido ayuda. Era extraño, incluso más raro era que Helyare hubiese aceptado y le estuviese ayudando. Tal vez porque no tenía otra cosa mejor que hacer o, porque aunque lo negase, necesitaba tener contacto con alguien, a pesar de que no eran razas grandiosas como los elfos.
Los pasos se escuchaban bastante como para estar tratando de esconderse, más bien trataban de huir despavoridos. Pero haciendo caso a lo que decía el humano podía haber más implicados tratando de tenderles una trampa. No iba a caer en una trampa de humanos en un bosque, lo tenía claro. En la entrada de la arboleda se puso al lado de Vincent y le hizo un gesto para que mantuviera el silencio.
Así que pretendía salir cuando la noche hubiese caído y ahora trataba de trampear... No le iba a dejar hacerlo. Se había metido en el bosque hacía relativamente poco tiempo para un humano así que no debía andar muy lejos. Helyare centró la vista en varios árboles a la vez que trataba es escuchar más allá. Vincent avanzó y ella también, colocándose más o menos a su altura. A veces avanzaba unos pasos por delante y otras estaba unos pasos por detrás. No le hacía falta estar la primera para poder ver más allá de lo que alcanzaba la vista del humano y los sonidos le eran más que perceptibles. ─¿Tiene más compinches?
Siguió al humano pensando un poco dónde podía estar metido ese ladronzuelo, obviamente escondido entre árboles o arbustos listo para atacar o huir.
Sus pasos los llevaron a una cueva y Helyare se detuvo, observando el entorno. ─Sí, el ruido vino de aquí dentro, se ha notado el eco cuando los pasos han avanzado pero... Si dices que puede ser un señuelo, lo peor que podemos hacer es meternos en esta cueva. ─Se giró sobre sí misma, despacio. ─Podemos atrapar al señuelo si es que no nos tienden una trampa, que puede ser probable. Posiblemente no tengamos salida si entramos. Yo puedo ver mejor que tú pero eso no va a ayudarnos si nos dejan sin escapatoria. Y si no nos tienden una trampa, tu ladrón puede escapar mientras nosotros inspeccionamos la cueva. Es mejor no entrar. Si está ahí... Ya saldrá y lo sabremos.
Había algo en el ambiente que no le gustaba nada a la elfa, una esencia extraña de que alguien rondaba por ahí, pero aún no sabía el punto exacto y no, no era el tipo que había entrado corriendo a la cueva. ¿Cuántos secuaces podía tener el tipo este?
No sabía porqué confiaba en Vincent pero había llegado a pensar que el creador de la trampa podía ser él. Estaba preparada con el arco para todo... Incluso para quien les estaba observando.
En un instante y sin mediar palabra colocó la flecha en el arco y disparó. En ese momento sólo se escuchó el ruido de la flecha volando y clavándose en el tronco de un árbol. Lo siguiente fue un grito. ─¿Será él o uno de los compinches? ─Musitó la elfa al humano mientras se acercaba a donde estaba la persona. Estaba unos tres o cuatro árboles a la derecha, había salido de detrás de un tronco con intenciones no demasiado buenas y Helyare le había clavado la mano al árbol con una de sus flechas.
─¡¡AHH!! ¡¡Soltadme!! ¡¡Quitadme la flecha!! ¡¿Cómo os atrevéis?! ¡¡Malditos cerdos!! ¡¡Vais a morir en este bosque!! ─Gritaba el hombre que trataba de zafarse sin mucho éxito.
─¿Quién es? ─Preguntó la elfa mirando a Vincent, esperando que él lo reconociera. En el suelo había una pequeña ballesta de mano que apartó con cuidado para que no se disparara. A pesar de haber atrapado a uno, Helyare seguía atenta a los ruidos de la cueva que, por suerte, retumbaban más a causa del eco y era más fácil percibirlos.
Fijó la vista de nuevo en el hombre que hacía un rato había caído por la loma y le seguía sorprendiendo que le hubiese pedido ayuda. Era extraño, incluso más raro era que Helyare hubiese aceptado y le estuviese ayudando. Tal vez porque no tenía otra cosa mejor que hacer o, porque aunque lo negase, necesitaba tener contacto con alguien, a pesar de que no eran razas grandiosas como los elfos.
Helyare
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
El brujo calibró que hacer, si acercarse o solo vigilar la entrada a la cueva subterránea. La zona no era especialmente montañosa, por lo cual no era una zona que destacara por tener un gran número de cuevas. De todos modos, como bien podía apreciar ante sus ojos, si que había alguna que otra por el territorio que había elegido Maron para esconderse.
Normal. El ladrón era inteligente y sabía moverse perfectamente por bosques y montañas. Así que mejor que buscar un bosque con una zona montañosa cercana. Aunque fuese pequeña, eso le daba más opciones para su defensa. Como esa cueva que observaba.
Cada vez tenía más voces interiores que le decían que debería haber traído a un grupo consigo. No subestimaba al trampero, pero había sido poco precavido ir solo. Por suerte ahora tenía una acompañante. Una compañera que estaba más preocupada de guardar su espalda de él, que la misión que se traían entre las manos. El rubio giró sus ojos dentro de sus cuencas al pensar en ello.
En fin, tampoco podía reprocharle nada a la fémina. Si él estuviera en su lugar no haría nada distinto a como estaba actuando ella. En ese mundo era mejor ser desconfiado y precavido si se quería tener una vida larga. O por lo menos una no muy corta.
De todos modos si mente estaba más centrada en la cueva que en la mujer o el propio Maron. Meditaba sobre qué medidas tomar. Si vigilar o acercase. Si permanecía vigilante se podría pasar un tiempo incierto esperando en vano, pero si iba… podría caer en otra trampa como la anterior. Finalmente se decidió por avanzar, pues aunque corría cierto riesgo, no podía permanecer a la espera durante un periodo muy prolongado. Además, esta vez tenía una acompañante que le cubría las espaldas.
Se aproximó con sigilo, alerta ante cualquier posible amenaza. Pero nada lo asaltó, solamente escuchó un ruido leve dentro de la cueva y poco más.
- Sí, es peligroso entrar, aunque creo que no vamos a tener otro remedio-. Él había escuchado el eco, pero ella estaba segura de que había sido pasos. Como había notado anteriormente, esa mujer tenía un oído impresionante. - Es imposible de saber. Podemos atrapar a esa persona y que no sea Maron, y vernos en una encerrona en una cueva sin salida. O puede que incluso esta cueva solo sea una gruta bajo la montaña y que tenga salida por el otro lado, y que esté escapando mientras perdemos el tiempo pensando que hacer. Igualmente habrá trampas en su interior seguramente-, comentó acariciándose el mentón como minutos antes. - ¿Ver mejor que yo? ¿Has tomado una poción que eleva tus sentidos o algo? Porque ya he notado que escuchas mejor que yo, y ahora también parece que ves mejor-, dijo intrigado.
No pudo pensar más en ello, pues el sonido de la cuerda al tensarse y soltar la flecha atrajo su atención. La velocidad de disparo era increíblemente rápida, y por el sonido de dolor en el árbol al que había disparado, sin duda su velocidad no le restaba precisión.
- Eres un gran conversador-, comentó al hombre ensartado cuando estuvo a su lado. - Llamar cerdo a la gente es un método fabuloso de conseguir que te ayuden-, comentó agarrando la flecha y girándola para causarle más dolor.
- ¡¡AHHH!! ¡Hijo de rameras! ¡Pagarás caro esto! ¡Maron acabará contigo! - contestó enfadado por el dolor que le había provocado.
- Seguro que sí. Hasta puede que venga a salvarte y todo-, se mofó del tipo. - Al principio pensaba que le habías dado un flechazo un tipo que pasaba por el bosque señorita… aún no me has dicho tu nombre-, dijo mirando a la joven, para luego volver su atención en el herido nuevamente. - Pero como ves es uno de los hombres de Maron-. El brujo hizo amago de volver a usar la flecha para practicarle dolor al compinche del ladrón. - Chico. Ya puedes olvidarte de Maron. Ya os ha abandonado a vuestra suerte. Pero tú puedes ganarte una cura y librarte de dolor si…-, dejó la frase unos segundos en el aire, - … me ayudas, por supuesto.
- No pienso ayu…-, un grito de dolor cortó la frase del ladrón cuando el brujo volvió a girar la flecha en la herida.
- Mira chico. Estas perdido. De ti depende salir de esta vivo y solo pasar una temporada a la sombra. Maron ya no va a volver, así que la única forma de salir bien parado de esta es ayudarme. ¿Dónde está Maron, y cuantos sois?
El maleante se lo pensó, pero pasado un rato entendió que tendría que hacer caso al barbudo que le hablaba, quisiera o no.
- Está bien. Pero no hagas más eso con la flecha-, dijo dolorido. - Maron se ha ido por la cueva. Es un pasadizo que lleva a otra zona del bosque. Bueno, pasadizo, caverna, como quieras llamarlo. Y éramos cuatro, pero me quedé rezagado.
- Rezagado preparando la trampa en la loma ¿no? - contestó enfadado al ladrón. - Fuiste tú quien me atacó allí-, echó un vistazo a su lado, y vio una ballesta tirada en el suelo junto a una bolsa, que llevaría en la mano o sobre el hombro el tipo antes de ser alcanzado por la batidora.
Vincent volvió a agarrar el asta con la mano, pero esta vez la torció en vertical rompiéndola. Esto causó dolor pero también dejó al hombre liberado de toda esa madera sobresaliendo del cuerpo. Luego se alejó unos pasos y se acercó a la mujer.
- ¿Sabes hacer un remiendo y curarlo? - susurró a la joven. - Si no puedo hacerle algo sencillo para que no se desangre. Tengo una soga-, la sacó de su morral. - La llevaba para Maron, pero servirá para atar a este mientras perseguimos a su jefe-, comentó a la chica, tendiéndole la cuerda.
Normal. El ladrón era inteligente y sabía moverse perfectamente por bosques y montañas. Así que mejor que buscar un bosque con una zona montañosa cercana. Aunque fuese pequeña, eso le daba más opciones para su defensa. Como esa cueva que observaba.
Cada vez tenía más voces interiores que le decían que debería haber traído a un grupo consigo. No subestimaba al trampero, pero había sido poco precavido ir solo. Por suerte ahora tenía una acompañante. Una compañera que estaba más preocupada de guardar su espalda de él, que la misión que se traían entre las manos. El rubio giró sus ojos dentro de sus cuencas al pensar en ello.
En fin, tampoco podía reprocharle nada a la fémina. Si él estuviera en su lugar no haría nada distinto a como estaba actuando ella. En ese mundo era mejor ser desconfiado y precavido si se quería tener una vida larga. O por lo menos una no muy corta.
De todos modos si mente estaba más centrada en la cueva que en la mujer o el propio Maron. Meditaba sobre qué medidas tomar. Si vigilar o acercase. Si permanecía vigilante se podría pasar un tiempo incierto esperando en vano, pero si iba… podría caer en otra trampa como la anterior. Finalmente se decidió por avanzar, pues aunque corría cierto riesgo, no podía permanecer a la espera durante un periodo muy prolongado. Además, esta vez tenía una acompañante que le cubría las espaldas.
Se aproximó con sigilo, alerta ante cualquier posible amenaza. Pero nada lo asaltó, solamente escuchó un ruido leve dentro de la cueva y poco más.
- Sí, es peligroso entrar, aunque creo que no vamos a tener otro remedio-. Él había escuchado el eco, pero ella estaba segura de que había sido pasos. Como había notado anteriormente, esa mujer tenía un oído impresionante. - Es imposible de saber. Podemos atrapar a esa persona y que no sea Maron, y vernos en una encerrona en una cueva sin salida. O puede que incluso esta cueva solo sea una gruta bajo la montaña y que tenga salida por el otro lado, y que esté escapando mientras perdemos el tiempo pensando que hacer. Igualmente habrá trampas en su interior seguramente-, comentó acariciándose el mentón como minutos antes. - ¿Ver mejor que yo? ¿Has tomado una poción que eleva tus sentidos o algo? Porque ya he notado que escuchas mejor que yo, y ahora también parece que ves mejor-, dijo intrigado.
No pudo pensar más en ello, pues el sonido de la cuerda al tensarse y soltar la flecha atrajo su atención. La velocidad de disparo era increíblemente rápida, y por el sonido de dolor en el árbol al que había disparado, sin duda su velocidad no le restaba precisión.
- Eres un gran conversador-, comentó al hombre ensartado cuando estuvo a su lado. - Llamar cerdo a la gente es un método fabuloso de conseguir que te ayuden-, comentó agarrando la flecha y girándola para causarle más dolor.
- ¡¡AHHH!! ¡Hijo de rameras! ¡Pagarás caro esto! ¡Maron acabará contigo! - contestó enfadado por el dolor que le había provocado.
- Seguro que sí. Hasta puede que venga a salvarte y todo-, se mofó del tipo. - Al principio pensaba que le habías dado un flechazo un tipo que pasaba por el bosque señorita… aún no me has dicho tu nombre-, dijo mirando a la joven, para luego volver su atención en el herido nuevamente. - Pero como ves es uno de los hombres de Maron-. El brujo hizo amago de volver a usar la flecha para practicarle dolor al compinche del ladrón. - Chico. Ya puedes olvidarte de Maron. Ya os ha abandonado a vuestra suerte. Pero tú puedes ganarte una cura y librarte de dolor si…-, dejó la frase unos segundos en el aire, - … me ayudas, por supuesto.
- No pienso ayu…-, un grito de dolor cortó la frase del ladrón cuando el brujo volvió a girar la flecha en la herida.
- Mira chico. Estas perdido. De ti depende salir de esta vivo y solo pasar una temporada a la sombra. Maron ya no va a volver, así que la única forma de salir bien parado de esta es ayudarme. ¿Dónde está Maron, y cuantos sois?
El maleante se lo pensó, pero pasado un rato entendió que tendría que hacer caso al barbudo que le hablaba, quisiera o no.
- Está bien. Pero no hagas más eso con la flecha-, dijo dolorido. - Maron se ha ido por la cueva. Es un pasadizo que lleva a otra zona del bosque. Bueno, pasadizo, caverna, como quieras llamarlo. Y éramos cuatro, pero me quedé rezagado.
- Rezagado preparando la trampa en la loma ¿no? - contestó enfadado al ladrón. - Fuiste tú quien me atacó allí-, echó un vistazo a su lado, y vio una ballesta tirada en el suelo junto a una bolsa, que llevaría en la mano o sobre el hombro el tipo antes de ser alcanzado por la batidora.
Vincent volvió a agarrar el asta con la mano, pero esta vez la torció en vertical rompiéndola. Esto causó dolor pero también dejó al hombre liberado de toda esa madera sobresaliendo del cuerpo. Luego se alejó unos pasos y se acercó a la mujer.
- ¿Sabes hacer un remiendo y curarlo? - susurró a la joven. - Si no puedo hacerle algo sencillo para que no se desangre. Tengo una soga-, la sacó de su morral. - La llevaba para Maron, pero servirá para atar a este mientras perseguimos a su jefe-, comentó a la chica, tendiéndole la cuerda.
Vincent Calhoun
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
Simplemente negó cuando el humano le preguntó si había tomado algún tipo de poción que agudizase sus sentidos. ¿Pociones? A ella no le hacían falta, su raza la favorecía con sentidos mejores que los de los pobres humanos. No le hacía falta nada más para ello.
Un instante después tenían a un hombre con la mano empalada en el tronco de un árbol, gritando de dolor mientras el compañero de Helyare giraba la flecha de su mano para tratar de buscar una confesión. Entre gruñidos y descalificaciones, el hombre consiguió que el tipo le dijera lo que estaba buscando: al ladrón. Y se había ido por la cueva. La elfa miró hacia la entrada oscura de la caverna tratando de buscar algún ruido, algo que la dijera que allí había gente, pero no escuchó nada. Pasó, después, la mirada por el humano que la acompañaba, quien le había preguntado su nombre anteriormente, pero ella ni siquiera había respondido. No quería trato con nadie realmente.
Pero se estaba saltando esa “regla” ayudando al hombre. A pesar de todo, no se sentía del todo mal. Incómoda, tal vez, porque nunca había esperado entablar algo más que un saludo con un humano, pero que contase con ella sin siquiera preguntar porqué iba con la capucha, era un punto a favor del humano. Aunque fuera de categoría inferior se estaba portando bien y merecía, al menos, saber su nombre. Carraspeó un segundo y comentó, sin mirarle: –Mi nombre es Helyare.
Lo siguiente que escuchó fue el crujir de la madera.
–Me debes una flecha. –Le comentó Helyare al Vincent con cierto desdén, mirando el virote partido. –Y sí… Algo puedo hacer. –La pelirroja se agachó, dejando el arco, junto con una flecha, a su lado en el suelo. –Átalo al árbol. Y si tienes un trozo de tela... –No continuó la frase, ya daba por hecho que entendería lo siguiente. –No te muevas. –Ordenó al chico al que le había lanzado el flechazo, con un tono muy firme. Si sólo se atrevía a hacerle algo a la elfa, sin duda le clavaría otra flecha, pero no en la mano esta vez, sino en el cuello o en la cara. Le había dicho al humano que lo atase, pero aun así tendría cierta libertad de movimiento.
Helyare era muy desconfiada con los humanos y, aunque había dejado el arco en el suelo, lo tenía en una posición en la que le sería muy fácil cogerlo, ya cargado, si algo se torcía. Colocó su mano sobre la herida del tipo y comenzó a susurrar rezos a sus dioses para que tratasen de ayudarla a sanar al muchacho.
Pero no sucedía apenas nada. Ella podía ver que algunos tejidos recomponerse, pero era inapreciable para los otros dos hombres, y el proceso era lento. Sí, podía curar, pero era una cualidad que apenas usaba y, aparte, había sido desterrada, sus dioses no estarían ayudándola demasiado ya. Continuó sus rezos en silencio durante unos minutos, hasta que se pudo apreciar por los otros algún cambio en la herida. Ya era puro orgullo, tenía que demostrarles que podía sanar heridas. Su raza seguía siendo la mejor.
No era mucho, sólo se podían apreciar ligeros cambios, la sangre seguía saliendo, aunque en menor cantidad y era un poquito más pequeña que la herida inicial de la flecha, en sus capas más profundas. Pero la piel seguía abierta, el hueso era visible a pesar de que hilillos de músculo se adhiriesen a él...
–¡Uff! ¡Ojalá Maron os de vuestro merecido! ¡Mirad lo que me habéis hecho! –El maleante se lamentó con bastante desesperación, que iba creciendo más y más por momentos al verse la herida de la mano y toda la sangre que caía en su pierna. –¡¿Qué eres?! ¿¿Elfa?? ¡Debes ser la más inútil de todos! ¡¡Cúrame ya!! ¡Vamos! –El estrés estaba haciendo que la sangre saliese más deprisa y el hombre empezó a moverse. –¡Maron os encontrará! ¡Id a buscarlo! ¡¡ID A BUSCARLO!! –Empezó a reírse sin sentido. Antes había estado más calmado, orgulloso, pero calmado. El verse la herida hueca en la mano y el chorretón de sangre que había brotado cuando el otro humano había quitado la flecha, que hacía de tapón, le estaba enloqueciendo. –No vais a salir de allí vivos.
Helyare puso las manos en el arco con intención de volver a repetir el flechazo, pero en la cabeza. Apretó los dientes y cerró uno de sus puños justo al lado del arco, arrastrando hierbas y tierra. Ahora mismo sentía una rabia que llenaba todo su cuerpo. El humano asqueroso ese había osado llamarla inútil. Tomó el arco y se levantó, dando la espalda al tipejo ese y a su acompañante. –¿Vamos a la cueva? –Susurró de forma seca y empezó a caminar.
Sabía que no debía haberle hecho caso, estaba poniéndose demasiado nervioso al ver la sangre, pero que un miserable humano tuviese la desfachatez de insultar a alguien como ella la llenaba de rabia y hacía emerger su orgullo. Le seguían dando ganas de clavarle una de sus flechas entre los ojos, pero no podía. Tal vez pudiera seguir dando información al humano con el que estaba, así que aún era útil.
La elfa escuchó al ladronzuelo seguir increpando, pero esta vez a Vincent. –Maron es más listo que tú. No saldrás vivo. –Respiraba de forma acelerada. –Pfff… Celebraremos cuando mis compañeros cuelguen tu cabeza a las puertas de Lunargenta. Te recordaremos como un buen tipo, aunque torpe. –Se echó a reír de nuevo, cada vez más alto.
Un instante después tenían a un hombre con la mano empalada en el tronco de un árbol, gritando de dolor mientras el compañero de Helyare giraba la flecha de su mano para tratar de buscar una confesión. Entre gruñidos y descalificaciones, el hombre consiguió que el tipo le dijera lo que estaba buscando: al ladrón. Y se había ido por la cueva. La elfa miró hacia la entrada oscura de la caverna tratando de buscar algún ruido, algo que la dijera que allí había gente, pero no escuchó nada. Pasó, después, la mirada por el humano que la acompañaba, quien le había preguntado su nombre anteriormente, pero ella ni siquiera había respondido. No quería trato con nadie realmente.
Pero se estaba saltando esa “regla” ayudando al hombre. A pesar de todo, no se sentía del todo mal. Incómoda, tal vez, porque nunca había esperado entablar algo más que un saludo con un humano, pero que contase con ella sin siquiera preguntar porqué iba con la capucha, era un punto a favor del humano. Aunque fuera de categoría inferior se estaba portando bien y merecía, al menos, saber su nombre. Carraspeó un segundo y comentó, sin mirarle: –Mi nombre es Helyare.
Lo siguiente que escuchó fue el crujir de la madera.
–Me debes una flecha. –Le comentó Helyare al Vincent con cierto desdén, mirando el virote partido. –Y sí… Algo puedo hacer. –La pelirroja se agachó, dejando el arco, junto con una flecha, a su lado en el suelo. –Átalo al árbol. Y si tienes un trozo de tela... –No continuó la frase, ya daba por hecho que entendería lo siguiente. –No te muevas. –Ordenó al chico al que le había lanzado el flechazo, con un tono muy firme. Si sólo se atrevía a hacerle algo a la elfa, sin duda le clavaría otra flecha, pero no en la mano esta vez, sino en el cuello o en la cara. Le había dicho al humano que lo atase, pero aun así tendría cierta libertad de movimiento.
Helyare era muy desconfiada con los humanos y, aunque había dejado el arco en el suelo, lo tenía en una posición en la que le sería muy fácil cogerlo, ya cargado, si algo se torcía. Colocó su mano sobre la herida del tipo y comenzó a susurrar rezos a sus dioses para que tratasen de ayudarla a sanar al muchacho.
Pero no sucedía apenas nada. Ella podía ver que algunos tejidos recomponerse, pero era inapreciable para los otros dos hombres, y el proceso era lento. Sí, podía curar, pero era una cualidad que apenas usaba y, aparte, había sido desterrada, sus dioses no estarían ayudándola demasiado ya. Continuó sus rezos en silencio durante unos minutos, hasta que se pudo apreciar por los otros algún cambio en la herida. Ya era puro orgullo, tenía que demostrarles que podía sanar heridas. Su raza seguía siendo la mejor.
No era mucho, sólo se podían apreciar ligeros cambios, la sangre seguía saliendo, aunque en menor cantidad y era un poquito más pequeña que la herida inicial de la flecha, en sus capas más profundas. Pero la piel seguía abierta, el hueso era visible a pesar de que hilillos de músculo se adhiriesen a él...
–¡Uff! ¡Ojalá Maron os de vuestro merecido! ¡Mirad lo que me habéis hecho! –El maleante se lamentó con bastante desesperación, que iba creciendo más y más por momentos al verse la herida de la mano y toda la sangre que caía en su pierna. –¡¿Qué eres?! ¿¿Elfa?? ¡Debes ser la más inútil de todos! ¡¡Cúrame ya!! ¡Vamos! –El estrés estaba haciendo que la sangre saliese más deprisa y el hombre empezó a moverse. –¡Maron os encontrará! ¡Id a buscarlo! ¡¡ID A BUSCARLO!! –Empezó a reírse sin sentido. Antes había estado más calmado, orgulloso, pero calmado. El verse la herida hueca en la mano y el chorretón de sangre que había brotado cuando el otro humano había quitado la flecha, que hacía de tapón, le estaba enloqueciendo. –No vais a salir de allí vivos.
Helyare puso las manos en el arco con intención de volver a repetir el flechazo, pero en la cabeza. Apretó los dientes y cerró uno de sus puños justo al lado del arco, arrastrando hierbas y tierra. Ahora mismo sentía una rabia que llenaba todo su cuerpo. El humano asqueroso ese había osado llamarla inútil. Tomó el arco y se levantó, dando la espalda al tipejo ese y a su acompañante. –¿Vamos a la cueva? –Susurró de forma seca y empezó a caminar.
Sabía que no debía haberle hecho caso, estaba poniéndose demasiado nervioso al ver la sangre, pero que un miserable humano tuviese la desfachatez de insultar a alguien como ella la llenaba de rabia y hacía emerger su orgullo. Le seguían dando ganas de clavarle una de sus flechas entre los ojos, pero no podía. Tal vez pudiera seguir dando información al humano con el que estaba, así que aún era útil.
La elfa escuchó al ladronzuelo seguir increpando, pero esta vez a Vincent. –Maron es más listo que tú. No saldrás vivo. –Respiraba de forma acelerada. –Pfff… Celebraremos cuando mis compañeros cuelguen tu cabeza a las puertas de Lunargenta. Te recordaremos como un buen tipo, aunque torpe. –Se echó a reír de nuevo, cada vez más alto.
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
A la chica no le interesó tomar la cuerda, se veía que esa desconfianza hacia su persona no había cambio pese a que no le había hecho nada en todo este tiempo. Incluso la aparición del compinche de Maron no era más que una prueba irrefutable de que le había dicho la verdad, pero aún así la opinión de la fémina no había variado demasiado. ¿O tal vez sí?
- Bonito nombre. ¿De dónde es? - preguntó con curiosidad acercándose al bandido para atarlo contra el árbol. Lo hizo de modo que quedara sentado en el suelo y con la espalda apoyada contra la corteza. - Y tú no te muevas. La señorita te va a remendar muy bien-, le guió el ojo al compinche de Maron.
- Me vais a pagar muy caro esto-, comentó en el tono despectivo que ya se había convertido en el habitual en el ladrón.
- Sí, sí, sí. Aquí los únicos que van a pagar serán los hombres de la guardia cuando os lleve ante ellos a todos. Una tras otro atados como buenas ovejitas-, sonrió al muchacho, y dio un par de vueltas más al árbol antes de atar bien la soga para que no se soltara.
El joven siguió despotricando esta vez a la mujer, aunque algo de lo que dijo llamó la atención del brujo. Hizo como que no le daba importancia y se acercó a los objetos personales que llevaba y rebuscó en la bolsa buscando algo útil. No obstante sí que estaba muy interesado en sus palabras.
Un elfa. El bandido podría ser un ratero y un imbécil todo incluido en un paquete de dos por uno, pero tenía razón. Solo había que observar como intentaba curar la mujer al hombre para darse cuenta de que era una mujer de Sandorai. Ese poder ya lo había visto en el pasado, y solo lo dominaban los hijos de los bosques. No existía nada más capaz de ello. Aunque la mujer no controlaba bien su poder, lo cual era un tanto extraño, pues era su poder natural.
Ahora cobraba sentido todo lo que había ocurrido desde que entraran en el bosque. Como había escuchado los ruidos antes que él y de manera más nítida. Su disparo tan certero, solo al alcance de los mejores tirados y por supuesto los elfos entraban en esa categoría por la puerta grande. Ahora se sentía estúpido por no haberlo pensado antes.
Recogió algo interesante de la bolsa y dejó todo lo demás allí. Incluida la ballesta que no necesitaba. Por qué iba a necesitar un arma a distancia, cuando ya tenía poderes que le permitían atacar de ese modo.
- Vamos cállate-, le dijo al tipo dándole una patada en una de las piernas para llamarle bien la atención.
- Maron os encontrará y os vencerá. Es el mejor-, contestó tozudo.
- Si sigues poniéndote tenso, solo conseguirás perder más sangre. Y a este paso, olvídate de desangrarte o de que Maron nos encuentre, lo único que encontrará a alguien será un oso. Créeme, esos animales pueden oler la sangre a kilómetros de distancia-, comentó con una media sonrisa, a la vez que usaba una tela que había cogido de la bolsa del ladrón para vendarle la herida. - Hazme caso. Y no fuerces la mano ni hagas ruido-, se puso un dedo sobre los labios llamando al silencio.
El ladrón lo insultó varias veces más mientras se aproximaba hacia la elfa, pero al rato dejó de hacerlo. Su mensaje había calado en la mente del hombre que ahora sabía que si quería sobrevivir sería mejor no llamar la atención en el bosque, así como evitar perder más sangre.
- Vamos a esa cueva-, comentó con una sonrisa. - Las damas primero-, bromeó antes de negar con la cabeza divertido y ponerse en marcha.
Sabía que la mujer seguiría con esa desconfianza que hacía que siempre fuera a su espalda. Así que decirle que se adelantara no serviría para poco más que ser divertido.
- Así que eres una elfa. Con razón eres tan habilidosa con ese arco-, se giró mientras caminaban y dio algunos pasos de espaldas a la vez que hacía un movimiento con la cabeza señalando su arma. Después volvió a volverse para caminar con normalidad. - Ya noté que tu postura de tiro era perfecta en la costa, pero ahora entiendo de dónde provino ese entrenamiento.
Unos pasos más tarde se volvió a encontrar en la boca de entrada de la cueva. Al menos el ladrón le había dado una información valiosa. Maron se había ido por ahí, y la gruta subterránea no era un lugar cerrado, sino que tenía una salida por otro lado. Suerte habían tenido de pillar al tipo que estaba atado contra el árbol, o de otra manera hubieran perdido un tiempo demasiado valioso calibrando si entrar o no. Y cuál sería la mejor táctica a partir de entonces. Ahora las cosas estaban claras.
- ¿Preparada? - preguntó mirando de soslayo a la elfa. - El bandido usa este camino para escapar de nosotros. Tenemos la información que nos ha dado el fanático de Maron ese, Cualquiera diría que eran amantes o algo por el estilo. Menuda obsesión-, meneó la cabeza por el recuerdo de todas las veces que lo había nombrado el bandido que habían capturado. - En fin, lo importante es que, aun estando informados, es un lugar cerrado y seguramente angosto donde seguro nos habrá preparado trampas-, analizó la situación. - Además, ha dicho que eran cuatro. Así que debe tener al menos a dos hombres más con él. Pues tampoco podemos fiarnos que nos haya dicho la verdad. Puede que sean más, o que directamente esto no sea un pasadizo que lleve a ninguna parte. Solo una cueva sin salida y una emboscada. No tenemos más remedio, no podemos perder más el tiempo. Tendremos que fiarnos y entrar en este lugar.
El brujo respiró resignado, pues sus opciones eran escasas si no quería que Maron se le escapara.
- Vamos. Al menos sabemos que podría ser una trampa y eso nos mantendrá concentrados. Estemos alerta ante cualquier peligro y todo irá bien-, dijo finalmente, antes de internarse en la penumbra de la cueva.
- Bonito nombre. ¿De dónde es? - preguntó con curiosidad acercándose al bandido para atarlo contra el árbol. Lo hizo de modo que quedara sentado en el suelo y con la espalda apoyada contra la corteza. - Y tú no te muevas. La señorita te va a remendar muy bien-, le guió el ojo al compinche de Maron.
- Me vais a pagar muy caro esto-, comentó en el tono despectivo que ya se había convertido en el habitual en el ladrón.
- Sí, sí, sí. Aquí los únicos que van a pagar serán los hombres de la guardia cuando os lleve ante ellos a todos. Una tras otro atados como buenas ovejitas-, sonrió al muchacho, y dio un par de vueltas más al árbol antes de atar bien la soga para que no se soltara.
El joven siguió despotricando esta vez a la mujer, aunque algo de lo que dijo llamó la atención del brujo. Hizo como que no le daba importancia y se acercó a los objetos personales que llevaba y rebuscó en la bolsa buscando algo útil. No obstante sí que estaba muy interesado en sus palabras.
Un elfa. El bandido podría ser un ratero y un imbécil todo incluido en un paquete de dos por uno, pero tenía razón. Solo había que observar como intentaba curar la mujer al hombre para darse cuenta de que era una mujer de Sandorai. Ese poder ya lo había visto en el pasado, y solo lo dominaban los hijos de los bosques. No existía nada más capaz de ello. Aunque la mujer no controlaba bien su poder, lo cual era un tanto extraño, pues era su poder natural.
Ahora cobraba sentido todo lo que había ocurrido desde que entraran en el bosque. Como había escuchado los ruidos antes que él y de manera más nítida. Su disparo tan certero, solo al alcance de los mejores tirados y por supuesto los elfos entraban en esa categoría por la puerta grande. Ahora se sentía estúpido por no haberlo pensado antes.
Recogió algo interesante de la bolsa y dejó todo lo demás allí. Incluida la ballesta que no necesitaba. Por qué iba a necesitar un arma a distancia, cuando ya tenía poderes que le permitían atacar de ese modo.
- Vamos cállate-, le dijo al tipo dándole una patada en una de las piernas para llamarle bien la atención.
- Maron os encontrará y os vencerá. Es el mejor-, contestó tozudo.
- Si sigues poniéndote tenso, solo conseguirás perder más sangre. Y a este paso, olvídate de desangrarte o de que Maron nos encuentre, lo único que encontrará a alguien será un oso. Créeme, esos animales pueden oler la sangre a kilómetros de distancia-, comentó con una media sonrisa, a la vez que usaba una tela que había cogido de la bolsa del ladrón para vendarle la herida. - Hazme caso. Y no fuerces la mano ni hagas ruido-, se puso un dedo sobre los labios llamando al silencio.
El ladrón lo insultó varias veces más mientras se aproximaba hacia la elfa, pero al rato dejó de hacerlo. Su mensaje había calado en la mente del hombre que ahora sabía que si quería sobrevivir sería mejor no llamar la atención en el bosque, así como evitar perder más sangre.
- Vamos a esa cueva-, comentó con una sonrisa. - Las damas primero-, bromeó antes de negar con la cabeza divertido y ponerse en marcha.
Sabía que la mujer seguiría con esa desconfianza que hacía que siempre fuera a su espalda. Así que decirle que se adelantara no serviría para poco más que ser divertido.
- Así que eres una elfa. Con razón eres tan habilidosa con ese arco-, se giró mientras caminaban y dio algunos pasos de espaldas a la vez que hacía un movimiento con la cabeza señalando su arma. Después volvió a volverse para caminar con normalidad. - Ya noté que tu postura de tiro era perfecta en la costa, pero ahora entiendo de dónde provino ese entrenamiento.
Unos pasos más tarde se volvió a encontrar en la boca de entrada de la cueva. Al menos el ladrón le había dado una información valiosa. Maron se había ido por ahí, y la gruta subterránea no era un lugar cerrado, sino que tenía una salida por otro lado. Suerte habían tenido de pillar al tipo que estaba atado contra el árbol, o de otra manera hubieran perdido un tiempo demasiado valioso calibrando si entrar o no. Y cuál sería la mejor táctica a partir de entonces. Ahora las cosas estaban claras.
- ¿Preparada? - preguntó mirando de soslayo a la elfa. - El bandido usa este camino para escapar de nosotros. Tenemos la información que nos ha dado el fanático de Maron ese, Cualquiera diría que eran amantes o algo por el estilo. Menuda obsesión-, meneó la cabeza por el recuerdo de todas las veces que lo había nombrado el bandido que habían capturado. - En fin, lo importante es que, aun estando informados, es un lugar cerrado y seguramente angosto donde seguro nos habrá preparado trampas-, analizó la situación. - Además, ha dicho que eran cuatro. Así que debe tener al menos a dos hombres más con él. Pues tampoco podemos fiarnos que nos haya dicho la verdad. Puede que sean más, o que directamente esto no sea un pasadizo que lleve a ninguna parte. Solo una cueva sin salida y una emboscada. No tenemos más remedio, no podemos perder más el tiempo. Tendremos que fiarnos y entrar en este lugar.
El brujo respiró resignado, pues sus opciones eran escasas si no quería que Maron se le escapara.
- Vamos. Al menos sabemos que podría ser una trampa y eso nos mantendrá concentrados. Estemos alerta ante cualquier peligro y todo irá bien-, dijo finalmente, antes de internarse en la penumbra de la cueva.
Vincent Calhoun
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
Helyare volvió a no responder al humano a quien acompañaba cuando le preguntó por su nombre. No era de ningún sitio, no se lo habían puesto al nacer, ni siquiera era un orgullo llevarlo porque, precisamente, se lo había cambiado para tratar de llevar mejor un hecho deshonroso.
Veía como Vincent hablaba con el hombre de forma muy calmada y seguro de sí mismo, sabía que el maleante estaba perdido y que lo mejor que podía hacer era aguantarse e ir a prisión o acabaría muerto. Era un “esto es lo que hay”, y no había más, no tenía elección. Helyare, en cambio, estaba aún con la rabia en el cuerpo por haber sido víctima de las descalificaciones de un miserable humano. Se encontraba de espaldas a los dos hombres tratando de no hacer caso a los improperios que ahora lanzaba contra su acompañante. Él pareció ignorarle y en un momento se ponían en marcha los dos para la corta caminata hacia la cueva, donde se supone que estaría escondido Maron con sus dos secuaces.
Alzó levemente la vista para mirar a Vincent cuando éste comentó sobre su raza y asintió tan levemente que era casi imperceptible. Era la primera vez que miraba al humano a la cara, sin intención de apuntarle con el arco, claro. –Gracias. –Fue la única respuesta que le dio al humano cuando hizo referencia a su postura con el arco. No le extrañaba que el hombre hiciese esos comentarios ya que sabía que muchos humanos admiraban el dominio con las armas de la gente de su raza, la extrema precisión, la sutileza para usarlas… Todo eso y más era admirado por gente mediocre como los humanos. No todos tenían la dicha de ser una raza más evolucionada.
En un momento estaban de nuevo en la boca de la cueva y escuchó con atención lo que Vincent le estaba contando. –Espero que no estemos perdiendo el tiempo. –Comentó más para sí misma al pensar que el maleante del árbol les pudo haber dicho que estaban en la cueva y en realidad estaban huyendo.
Volvió a asentir una vez más ante las palabras del humano y dio un paso adelante, poniendo su brazo a la altura de su pecho, pero sin tocarle, para impedirle el paso. –Creo que tendría que ir yo delante.
Sabía que los sentidos de los humanos estaban menos desarrollados que los suyos así que sería de gran ayuda ir delante esta vez, no iba a resultar herida por un trabajo que no era el suyo, así que mejor vigilaba el frente para que ninguna trampa le pillase de sorpresa. Era, también, un acto de confianza por parte de la elfa hacia Vincent, por ahora no le había hecho nada y, bueno, para ser sinceros, a Helyare ahora le daba un poco igual todo, así que si debía ir delante, lo haría. –Sabremos mejor dónde están las trampas. –Y se adentró en la cueva empuñando su arco con una flecha lista para ser disparada.
Sólo se escuchaba el eco de los pasos retumbar contra las paredes y algunas gotas de agua que en muchísimo tiempo acabarían formando estalactitas. La elfa se giró un segundo hacia Vincent y se puso el dedo en los labios marcando el silencio. Había escuchado algo. Se detuvo y alzó el arco, preparada para atacar, pero el sonido era algo lejano. Sólo quería comprobar si cerca había algo, pero nada, sólo se escuchaban los sonidos de la cueva.
Volvió a hacer a Vincent un gesto con la mano para que avanzase. El siguiente sonido sólo fue un murciélago que volaba por allí, nada sin importancia, pero Helyare seguía concentrada en el que había escuchado antes: eran pasos, estaba totalmente segura de ello.
Volvió a avanzar en silencio, tratando de encontrar cualquier fuente de sonido sospechoso. Y estaba completamente segura que algo había ahí.
Las estalactitas y rocas hacían un estrechamiento en el camino, el cual se perdía porque giraba a la izquierda. Hely cogió un par de piedrecitas pequeñas y las tiró hacia delante, haciendo que chocasen contra el suelo. Lo siguiente fue el sonido rápido de un virote chocar contra la pared, varios metros por delante de la elfa. Helyare agarró el brazo del humano y le dio un tirón, después se colocó contra la pared contraria a donde había chocado la flecha. Si ella no tenía ángulo para tirar, el que había lanzado el virote tampoco. Tendría que salir si quería acabar con ellos. La chica alzó el arco y tensó la cuerda preparada para tirar la flecha en el lugar donde tendría que aparecer el tirador si saliese de su escondite.
Fue demasiado rápido todo. Helyare apuntaba con el arco hacia su izquierda, pegada a la pared, y un sonido nuevo empezó siendo ensordecedor. Ya ni se molestaban en disimularlo y estaba totalmente segura que Vincent también podía oírlo. Venían por detrás, por donde habían entrado ellos.
–Ríndete, no tienes nada que hacer. –Se escuchó el eco en la cueva. Obviamente del que llevaba la ballesta e iba dirigido al acompañante de Helyare. Habían andado poco en la cueva y ese pequeño trecho era el que estaban acabando de hacer los otros maleantes.
La elfa volvió a agarrar a Vincent del brazo y tiró de él para que la siguiera. A su lado había unas rocas que formaban estalagmitas y ella podía usar esas formaciones para disparar. –No verán bien en la penumbra. –Susurró al hombre. –Hay que aprovechar eso. –Y colocó el arco para que la flecha saliera por uno de los huecos de las estalagmitas en cuanto aparecieran.
El que había disparado se encontraba al otro lado de la pared donde estaban Vincent y Helyare, no parecía atreverse a salir de la curva del camino, y los otros aparecieron por el lado contrario, por el camino que habían hecho los dos. Helyare calculó y lanzó una flecha contra el muslo de uno de ellos, que cayó de rodillas profiriendo un grito de dolor que sonó en toda la cueva.
–¡¿Pero no llevaba una espada?! –Gritó otro de los que acababan de aparecer. -¿Es uno de tus virotes? –Preguntó en alto hablando con el otro hombre.
–No... No es suyo… ¡SAL, HIJO DEL DEMONIO! –Respondió el tercero de los hombres, el que había resultado herido.
Veía como Vincent hablaba con el hombre de forma muy calmada y seguro de sí mismo, sabía que el maleante estaba perdido y que lo mejor que podía hacer era aguantarse e ir a prisión o acabaría muerto. Era un “esto es lo que hay”, y no había más, no tenía elección. Helyare, en cambio, estaba aún con la rabia en el cuerpo por haber sido víctima de las descalificaciones de un miserable humano. Se encontraba de espaldas a los dos hombres tratando de no hacer caso a los improperios que ahora lanzaba contra su acompañante. Él pareció ignorarle y en un momento se ponían en marcha los dos para la corta caminata hacia la cueva, donde se supone que estaría escondido Maron con sus dos secuaces.
Alzó levemente la vista para mirar a Vincent cuando éste comentó sobre su raza y asintió tan levemente que era casi imperceptible. Era la primera vez que miraba al humano a la cara, sin intención de apuntarle con el arco, claro. –Gracias. –Fue la única respuesta que le dio al humano cuando hizo referencia a su postura con el arco. No le extrañaba que el hombre hiciese esos comentarios ya que sabía que muchos humanos admiraban el dominio con las armas de la gente de su raza, la extrema precisión, la sutileza para usarlas… Todo eso y más era admirado por gente mediocre como los humanos. No todos tenían la dicha de ser una raza más evolucionada.
En un momento estaban de nuevo en la boca de la cueva y escuchó con atención lo que Vincent le estaba contando. –Espero que no estemos perdiendo el tiempo. –Comentó más para sí misma al pensar que el maleante del árbol les pudo haber dicho que estaban en la cueva y en realidad estaban huyendo.
Volvió a asentir una vez más ante las palabras del humano y dio un paso adelante, poniendo su brazo a la altura de su pecho, pero sin tocarle, para impedirle el paso. –Creo que tendría que ir yo delante.
Sabía que los sentidos de los humanos estaban menos desarrollados que los suyos así que sería de gran ayuda ir delante esta vez, no iba a resultar herida por un trabajo que no era el suyo, así que mejor vigilaba el frente para que ninguna trampa le pillase de sorpresa. Era, también, un acto de confianza por parte de la elfa hacia Vincent, por ahora no le había hecho nada y, bueno, para ser sinceros, a Helyare ahora le daba un poco igual todo, así que si debía ir delante, lo haría. –Sabremos mejor dónde están las trampas. –Y se adentró en la cueva empuñando su arco con una flecha lista para ser disparada.
Sólo se escuchaba el eco de los pasos retumbar contra las paredes y algunas gotas de agua que en muchísimo tiempo acabarían formando estalactitas. La elfa se giró un segundo hacia Vincent y se puso el dedo en los labios marcando el silencio. Había escuchado algo. Se detuvo y alzó el arco, preparada para atacar, pero el sonido era algo lejano. Sólo quería comprobar si cerca había algo, pero nada, sólo se escuchaban los sonidos de la cueva.
Volvió a hacer a Vincent un gesto con la mano para que avanzase. El siguiente sonido sólo fue un murciélago que volaba por allí, nada sin importancia, pero Helyare seguía concentrada en el que había escuchado antes: eran pasos, estaba totalmente segura de ello.
Volvió a avanzar en silencio, tratando de encontrar cualquier fuente de sonido sospechoso. Y estaba completamente segura que algo había ahí.
Las estalactitas y rocas hacían un estrechamiento en el camino, el cual se perdía porque giraba a la izquierda. Hely cogió un par de piedrecitas pequeñas y las tiró hacia delante, haciendo que chocasen contra el suelo. Lo siguiente fue el sonido rápido de un virote chocar contra la pared, varios metros por delante de la elfa. Helyare agarró el brazo del humano y le dio un tirón, después se colocó contra la pared contraria a donde había chocado la flecha. Si ella no tenía ángulo para tirar, el que había lanzado el virote tampoco. Tendría que salir si quería acabar con ellos. La chica alzó el arco y tensó la cuerda preparada para tirar la flecha en el lugar donde tendría que aparecer el tirador si saliese de su escondite.
Fue demasiado rápido todo. Helyare apuntaba con el arco hacia su izquierda, pegada a la pared, y un sonido nuevo empezó siendo ensordecedor. Ya ni se molestaban en disimularlo y estaba totalmente segura que Vincent también podía oírlo. Venían por detrás, por donde habían entrado ellos.
–Ríndete, no tienes nada que hacer. –Se escuchó el eco en la cueva. Obviamente del que llevaba la ballesta e iba dirigido al acompañante de Helyare. Habían andado poco en la cueva y ese pequeño trecho era el que estaban acabando de hacer los otros maleantes.
La elfa volvió a agarrar a Vincent del brazo y tiró de él para que la siguiera. A su lado había unas rocas que formaban estalagmitas y ella podía usar esas formaciones para disparar. –No verán bien en la penumbra. –Susurró al hombre. –Hay que aprovechar eso. –Y colocó el arco para que la flecha saliera por uno de los huecos de las estalagmitas en cuanto aparecieran.
El que había disparado se encontraba al otro lado de la pared donde estaban Vincent y Helyare, no parecía atreverse a salir de la curva del camino, y los otros aparecieron por el lado contrario, por el camino que habían hecho los dos. Helyare calculó y lanzó una flecha contra el muslo de uno de ellos, que cayó de rodillas profiriendo un grito de dolor que sonó en toda la cueva.
–¡¿Pero no llevaba una espada?! –Gritó otro de los que acababan de aparecer. -¿Es uno de tus virotes? –Preguntó en alto hablando con el otro hombre.
–No... No es suyo… ¡SAL, HIJO DEL DEMONIO! –Respondió el tercero de los hombres, el que había resultado herido.
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
Eso era nuevo. Impresionantemente novedoso. Tanto, que por unos segundos el brujo se quedó paralizado mientras la mujer avanzaba. La actitud que había tenido con él, durante todo el tiempo en el que habían estado juntos, le hacía presagiar que la elfa se tomaría su broma como tal, y que después lo dejaría avanzar delante como de costumbre. No fue así el caso, pues la joven indicó que debería ir delante y se encaminó hacia el interior de la cueva.
Vincent se recuperó de la impresión, y empezó a avanzar tras la elfa. De este modo, aparte de poder entrar dentro para continuar la persecución de Maron como tenía pensado, evitaba parecer un imbécil parado delante de la entrada. Que era lo que debería aparentar para todo aquel que lo viera en aquellos instantes.
¿Acaso era tan impactante que la elfa decidiera ir delante? Eso pensarían todos esas personas que lo mirarían imaginando que se había vuelto idiota de remate. Pero ellos no tenían una experiencia reciente con ella como la que él si tenía. Un tiempo juntos muy breve, pero que había sido más que suficiente para hacerse una idea de la desconfianza tan elevada que despertaba en la batidora. Algo que era bastante normal en realidad, pues no todos en ese mundo eran como él. Muy al contrario a su pesar.
Y además ahora sabía que era elfa, con lo cual a la desconfianza natural de cualquier persona por los desconocidos, debía sumarle que estaba en tierras extranjeras.
De todos modos, agradecía el cambio de actitud en la tiradora. Ya que la importancia de haberla reclutado no solo recaía en doblar sus posibilidades de capturar a Maron. Sino que sus habilidades como rastreadora le ayudarían a aligerar su persecución, y además a detectar las posibles trampas del ladrón.
Y hablando de trampas. Esa cueva apestaba a una de ellas mientras avanzaban a su interior. En verdad, lo sabía desde antes de entrar, pero no tenía más remedio que adentrarse con los ojos atentos, para conseguir hacerla saltar sin acabar muerto en el proceso. Una pena que no pudiera usar su magia para iluminar su camino, ya que con ello solo conseguiría alertar a Maron y sus camaradas. Debía avanzar confiando en su experiencia y en las habilidades de la fémina.
Sus pensamiento fueron interrumpidos por las señales de la elfa, así se mantuvo expectante, dejando que la mujer hiciera su trabajo. Él por su parte preparó un conjuro mentalmente, por si llegara el caso de necesitarlo. Finalmente no ocurrió nada, pero siguió a la chica cuando se lo indicó con el mayor sigilo posible. Era evidente de que había escuchado y de que estaban cerca.
Cerca de un giro hacia la izquierda en una zona especialmente angosta del túnel, la elfa hizo algo que podría haber parecido una locura. No obstante, el sonido del virote contra la pared dio sentido a su acción. Aunque tenía que considerar que era un poco ruda, no hacía falta que tirase de él para hacerlo a un lado. No era tan estúpido como para avanzar frontalmente contra un ballestero. Bueno, en realidad si lo era, pero claro, eso pasaba porque no era un hombre corriente. Los tiradores no deberían jugar con brujos que manejasen el elemento del aire. Era contraproducente para su salud. Cualquier médico se los diría. Una lástima que, generalmente, solo los enterradores tuvieran ocasión de verlos después de tomar tan mala decisión.
- Tranquila mujer, lo tengo todo controlado-, contestó con un susurro a la elfa, pero le hizo caso y la siguió hasta las estalagmitas que les servirían de cobertura.
Había captado sus intenciones, y desde ellas podría emboscar a los hombres que se aproximaban por el otro lado.
No estaba completamente seguro, pero juraría que de los dos hombres que acaban de llegar ninguno era Maron. No podía aseverarlo completamente por la falta de luz, pero algo le decía que era así. La emboscada en sí. Pues de los tres ladrones, el que en mejores condiciones estaba para no enfrentarle directamente y salir herido, era precisamente el ballestero al otro lado del pasillo estrecho.
El quejido de dolor fue su señal para salir de su escondite espada en mano. Los bandidos solo pensaban que estaba él en aquella cueva, por lo que la elfa podría permanecer en las sombras y cubrirlo, sin que estos se dieran cuenta de que en realidad había dos personas allí.
Nada más salir, golpeó la parte plana de la espada del que estaba caído de rodillas. No consiguió quitarle el arma de las manos, pero si permitió darle tiempo para alejarla lo suficiente y poder cruzar su espada con el otro hombre, el que estaba de pie. El choque de aceros resonó en la galería, alertando a todos los presentes del inicio del enfrentamiento cercano. Puede que pareciera una locura luchar de ese modo habiendo un tirador, pero lo cierto es que el brujo podía permitirse ese lujo, precisamente porque de este modo el ballestero alejado no podría intervenir con un disparo. Si no por miedo a herir a uno de sus compañeros, si por la dificultad de poder darle a él concretamente.
Varias veces se escuchó el entrechocar del metal, hasta que el rubio tuvo que esquivar un ataque de la espada del que estaba en el suelo. El hombre arrodillado intentó sesgar su pierna con un movimiento lateral desde su precaria situación, que por suerte fue fácil de esquivar para él. Cruzó una vez más la espada con el bandido en pie, y aprovechó que el tipo del suelo no había podido recuperarse de su movimiento para patearlo en la cara. Eso lo dejaría soñando un rato.
- Pagarás caro haberte enfrentado a nosotros-, gritó el que aún le enfrentaba.
- ¿Y no aceptan préstamos? Voy cortito de monedas ahora mismo-, bromeó rechazando un nuevo ataque del ladrón.
Al menos ahora a ciencia cierta, podía estar seguro que ninguno de ellos era Maron. Al acercarse a ellos pudo verles la cara mejor, y confirmar sus sospechas inicial.
Un agarre en sus piernas, le hizo caer hacia atrás sin soltar su arma, pero haciendo que se diera un fuerte golpe en la nuca del que pronto notó salir el preciado líquido caliente. Una rápida mirada fue suficiente para observar que se trataba del hombre que había golpeado en la cara hacía un momento.
- ¿Pero tienes una piedra por cabeza? - dijo lanzado el talón hacia adelante, de la misma pierna por lo que lo había agarrado para tirarlo, para golpearlo con la planta del pie y dejarlo esta vez sí, inconsciente.
Aún así había quedado tendido en el suelo, y nada más ver aproximarse al otro bandido supo que estaba en serios problemas. Giró a izquierda para esquivar su ataque, y luego rodó hacia la derecha para volver a hacerlo. Los ataques del bandido se sucedían una y otra vez. Y en su mala posición poco podía hacer, salvo esquivarlo a duras penas, y detener las embestidas descendentes del acero de su rival con el suyo propio.
Solo podía esperar una ayuda de su compañera, o…
El brujo lanzó un golpe de aire contra el suelo, justo delante del bandido que lo acosaba, levantando una nube de polvo que dio de lleno en su rival, envolviéndolo y haciendo que tosiera. Vinc, preparado para lo que se avecinaba no se vio tan afectado por el polvo, y golpeó con gran fuerza con la parte plana de su arma en la parte posterior de la rodilla de sus enemigo, obligando a que se doblara. Luego repitió la acción con su cabeza, provocándole dulces sueños como a su compañero.
Finalmente se echó a un lado rodando para llegar hasta donde se refugiaba la elfa. Había actuado así para no necesitar la ayuda de la mujer. No por ego ni nada por el estilo. Simplemente para esconder esa carta para el final. Los ladrones pensaban que estaba solo, y prefería que pensaran que así era el máximo tiempo posible. El bandido atado al árbol les había dicho que habían tres hombres más contando a Maron, pero bien podría haber mentido en la cantidad. Al fin y al cabo los ladrones no habían huido, sino que los habían emboscado, y eso ya era distinto a lo comentado por el informante.
- Ves, todo controlado-, comentó dolorido, acariciándose la herida en la nunca.
Vincent se recuperó de la impresión, y empezó a avanzar tras la elfa. De este modo, aparte de poder entrar dentro para continuar la persecución de Maron como tenía pensado, evitaba parecer un imbécil parado delante de la entrada. Que era lo que debería aparentar para todo aquel que lo viera en aquellos instantes.
¿Acaso era tan impactante que la elfa decidiera ir delante? Eso pensarían todos esas personas que lo mirarían imaginando que se había vuelto idiota de remate. Pero ellos no tenían una experiencia reciente con ella como la que él si tenía. Un tiempo juntos muy breve, pero que había sido más que suficiente para hacerse una idea de la desconfianza tan elevada que despertaba en la batidora. Algo que era bastante normal en realidad, pues no todos en ese mundo eran como él. Muy al contrario a su pesar.
Y además ahora sabía que era elfa, con lo cual a la desconfianza natural de cualquier persona por los desconocidos, debía sumarle que estaba en tierras extranjeras.
De todos modos, agradecía el cambio de actitud en la tiradora. Ya que la importancia de haberla reclutado no solo recaía en doblar sus posibilidades de capturar a Maron. Sino que sus habilidades como rastreadora le ayudarían a aligerar su persecución, y además a detectar las posibles trampas del ladrón.
Y hablando de trampas. Esa cueva apestaba a una de ellas mientras avanzaban a su interior. En verdad, lo sabía desde antes de entrar, pero no tenía más remedio que adentrarse con los ojos atentos, para conseguir hacerla saltar sin acabar muerto en el proceso. Una pena que no pudiera usar su magia para iluminar su camino, ya que con ello solo conseguiría alertar a Maron y sus camaradas. Debía avanzar confiando en su experiencia y en las habilidades de la fémina.
Sus pensamiento fueron interrumpidos por las señales de la elfa, así se mantuvo expectante, dejando que la mujer hiciera su trabajo. Él por su parte preparó un conjuro mentalmente, por si llegara el caso de necesitarlo. Finalmente no ocurrió nada, pero siguió a la chica cuando se lo indicó con el mayor sigilo posible. Era evidente de que había escuchado y de que estaban cerca.
Cerca de un giro hacia la izquierda en una zona especialmente angosta del túnel, la elfa hizo algo que podría haber parecido una locura. No obstante, el sonido del virote contra la pared dio sentido a su acción. Aunque tenía que considerar que era un poco ruda, no hacía falta que tirase de él para hacerlo a un lado. No era tan estúpido como para avanzar frontalmente contra un ballestero. Bueno, en realidad si lo era, pero claro, eso pasaba porque no era un hombre corriente. Los tiradores no deberían jugar con brujos que manejasen el elemento del aire. Era contraproducente para su salud. Cualquier médico se los diría. Una lástima que, generalmente, solo los enterradores tuvieran ocasión de verlos después de tomar tan mala decisión.
- Tranquila mujer, lo tengo todo controlado-, contestó con un susurro a la elfa, pero le hizo caso y la siguió hasta las estalagmitas que les servirían de cobertura.
Había captado sus intenciones, y desde ellas podría emboscar a los hombres que se aproximaban por el otro lado.
No estaba completamente seguro, pero juraría que de los dos hombres que acaban de llegar ninguno era Maron. No podía aseverarlo completamente por la falta de luz, pero algo le decía que era así. La emboscada en sí. Pues de los tres ladrones, el que en mejores condiciones estaba para no enfrentarle directamente y salir herido, era precisamente el ballestero al otro lado del pasillo estrecho.
El quejido de dolor fue su señal para salir de su escondite espada en mano. Los bandidos solo pensaban que estaba él en aquella cueva, por lo que la elfa podría permanecer en las sombras y cubrirlo, sin que estos se dieran cuenta de que en realidad había dos personas allí.
Nada más salir, golpeó la parte plana de la espada del que estaba caído de rodillas. No consiguió quitarle el arma de las manos, pero si permitió darle tiempo para alejarla lo suficiente y poder cruzar su espada con el otro hombre, el que estaba de pie. El choque de aceros resonó en la galería, alertando a todos los presentes del inicio del enfrentamiento cercano. Puede que pareciera una locura luchar de ese modo habiendo un tirador, pero lo cierto es que el brujo podía permitirse ese lujo, precisamente porque de este modo el ballestero alejado no podría intervenir con un disparo. Si no por miedo a herir a uno de sus compañeros, si por la dificultad de poder darle a él concretamente.
Varias veces se escuchó el entrechocar del metal, hasta que el rubio tuvo que esquivar un ataque de la espada del que estaba en el suelo. El hombre arrodillado intentó sesgar su pierna con un movimiento lateral desde su precaria situación, que por suerte fue fácil de esquivar para él. Cruzó una vez más la espada con el bandido en pie, y aprovechó que el tipo del suelo no había podido recuperarse de su movimiento para patearlo en la cara. Eso lo dejaría soñando un rato.
- Pagarás caro haberte enfrentado a nosotros-, gritó el que aún le enfrentaba.
- ¿Y no aceptan préstamos? Voy cortito de monedas ahora mismo-, bromeó rechazando un nuevo ataque del ladrón.
Al menos ahora a ciencia cierta, podía estar seguro que ninguno de ellos era Maron. Al acercarse a ellos pudo verles la cara mejor, y confirmar sus sospechas inicial.
Un agarre en sus piernas, le hizo caer hacia atrás sin soltar su arma, pero haciendo que se diera un fuerte golpe en la nuca del que pronto notó salir el preciado líquido caliente. Una rápida mirada fue suficiente para observar que se trataba del hombre que había golpeado en la cara hacía un momento.
- ¿Pero tienes una piedra por cabeza? - dijo lanzado el talón hacia adelante, de la misma pierna por lo que lo había agarrado para tirarlo, para golpearlo con la planta del pie y dejarlo esta vez sí, inconsciente.
Aún así había quedado tendido en el suelo, y nada más ver aproximarse al otro bandido supo que estaba en serios problemas. Giró a izquierda para esquivar su ataque, y luego rodó hacia la derecha para volver a hacerlo. Los ataques del bandido se sucedían una y otra vez. Y en su mala posición poco podía hacer, salvo esquivarlo a duras penas, y detener las embestidas descendentes del acero de su rival con el suyo propio.
Solo podía esperar una ayuda de su compañera, o…
El brujo lanzó un golpe de aire contra el suelo, justo delante del bandido que lo acosaba, levantando una nube de polvo que dio de lleno en su rival, envolviéndolo y haciendo que tosiera. Vinc, preparado para lo que se avecinaba no se vio tan afectado por el polvo, y golpeó con gran fuerza con la parte plana de su arma en la parte posterior de la rodilla de sus enemigo, obligando a que se doblara. Luego repitió la acción con su cabeza, provocándole dulces sueños como a su compañero.
Finalmente se echó a un lado rodando para llegar hasta donde se refugiaba la elfa. Había actuado así para no necesitar la ayuda de la mujer. No por ego ni nada por el estilo. Simplemente para esconder esa carta para el final. Los ladrones pensaban que estaba solo, y prefería que pensaran que así era el máximo tiempo posible. El bandido atado al árbol les había dicho que habían tres hombres más contando a Maron, pero bien podría haber mentido en la cantidad. Al fin y al cabo los ladrones no habían huido, sino que los habían emboscado, y eso ya era distinto a lo comentado por el informante.
- Ves, todo controlado-, comentó dolorido, acariciándose la herida en la nunca.
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
Helyare apuntaba con el arco entre las estalagmitas, concentrada en darle al siguiente objetivo. Uno ya estaba de rodillas, faltaba el segundo que había entrado. Pero sin más dilación, el hombre que estaba a su lado salió, espada en mano, del escondite y fue contra el que aún se mantenía de pie. –Humanos… –La elfa resopló con fastidio por la arriesgada acción de su acompañante, mas le dejó luchar sin salir ella de su escondite. El hombre llevaba una espada, suponía que debía dominar el cuerpo a cuerpo y ella actuaba mejor desde la distancia y podía ver muy bien en esa cueva así que se quedaría atrás cubriendo al guerrero, que la emprendía a espadazos con uno de ellos, esquivando al de al lado.
El ruido de los aceros retumbaba en toda la cueva haciendo un molesto sonido y espantando a algunos murciélagos que salieron volando sobre la cabeza de los tres hombres. No podía dejar a Vincent solo, más que nada porque cuanto antes acabasen antes saldrían de la cueva. Y había un tercer hombre, oculto, que sabía que no trataría de salir a disparar al humano, podría dar a sus compañeros.
La elfa vio a su acompañante caer de espaldas y golpearse contra el suelo. En ese momento cargó el arco lista para disparar. Tensó la cuerda pero, casi al instante, la destensó y se quedó paralizada mirando a Vincent. En un momento había lanzado un golpe de viento contra el suelo, levantando una nube de polvo que le impedía ver incluso a ella. No podía disparar. Pero eso no era lo importante: Vincent había usado magia.
Se quedó perpleja, mirando la nube de polvo como si hubiera visto un fantasma. ¡Tenía que haberle disparado cuando lo vio! Agarró la empuñadura del arco con más fuerza, presa de la rabia. Se sintió mal consigo misma por no darse cuenta que estaba con alguien de su especie, además de que le estaba ayudando. ¡A un brujo! Esos malditos seres… ¡No podían tener el don de la magia!
"Taar...", pensó al verlo.
También le daban rabia las circunstancias. Su clan no estaba aquí para dar caza a ese hombre y ella sola no podía llevarles la cabeza de Vincent. Por poder, sí. Pero no serviría de nada. Entonces, ¿qué tenía que hacer?
Si la deshonra ya la acompañaba en cada paso que daba, cual sombra, al carro de sus deshonores se unía el haber ayudado a alguien de semejante calaña. Los que les quitaron su casa…
Helyare apretó la mandíbula con cierto enfado y pensó en volver a disparar contra él. Pero no iba a atacarle por la espalda ni a hacerlo cuando estaba luchando contra otros dos más. Buscó en su ceñidor si llevaba la daga. Pero no, la había dejado en su casa antes de tener que abandonarla.
El brujo rodó hasta donde estaba ella, que instintivamente se apartó de él como si fuera a pegarle alguna enfermedad contagiosa. Su rostro era frío y tenso. En cuanto lo tuvo cerca se abalanzó sobre él, quedando sobre el torso del hombre, apuntando con su arco justo a la cara del mismo, a escasos centímetros de su rostro. –No te dará tiempo a lanzar tus hechizos, brujo. –Dijo con lentitud, apretando los dientes. –Voy a llevar tu maldita cabeza a las Islas, para que la vean todos los demás seres de tu calaña. Esta vez no perderemos la guerra. –Helyare estaba muy nerviosa. Sentía, por un lado, que debía matar a Vincent, pero otra parte de ella se negaba a arrebatarle la vida a la única persona que había hablado con ella y la había tratado en igualdad.
“Es lo que hay que hacer”.
Se repetía mientras veía al brujo tirado en el suelo y un poco de sangre caer al suelo desde su nuca.
“¡Dispara!”
Tensó un poco más la cuerda de su arco.
“¡Hazlo! Estarán orgullosos de ti si entregas la cabeza del brujo.”
Entonces, soltó la cuerda del arco haciendo que la flecha impactase contra su objetivo.
Ensimismada en sus pensamientos y con la rabia de ver a Vincent como un enemigo cuando creyó que podría volver a hablar con alguien ajeno a todo lo que le había ocurrido, no se dio cuenta de que el hombre que estaba escondido en la curva del camino, el de la ballesta, había salido de su escondite y se avanzaba altivamente hacia las estalagmitas donde estaban ellos, acercándose mucho para poder distinguir los objetivos a los que iba a disparar. Helyare descargó su arco contra él, propinándole un tiro certero en la zona de la clavícula, haciendo que el hombre cayera hacia atrás desplomado entre gritos de dolor. Había sido un mero instante. Un segundo que le hizo cambiar y regalarle el flechazo al maleante antes que a Vincent.
Seguía sobre él, le alejó la espada de una patada y simplemente le miró con rabia. –No mereces poseer la magia. –Se dirigió a su acompañante como si escupiese las palabras. –Tus manos están manchadas de sangre élfica. No tienes derecho a usarla. Y no voy a dejar que me hagas nada. ¿¡Qué pretendes?! –Espetó, pensando que planeaba algo contra ella o cualquiera de su raza.
Esta era la educación Eytherzair, se veía reflejada en el comportamiento de la elfa. Los brujos eran los malvados seres que les habían echado de su antiguo hogar, los que habían hecho que sus antepasados tuvieran que abandonar sus casas y exiliarse en Sandorai. Amaban ese bosque, pero no lo habían elegido ellos, había sido fruto de un enfrentamiento fallido con los brujos. Los mismos seres que habían dañado a sus antepasados, que les habían matado. La vida de muchos de su raza había sido sesgada por gente deplorable como Vincent.
“Acaba con él”
Aún no había cargado el arco con una nueva flecha, lo de Helyare se quedaba en palabrería, todavía no había ejercido ningún tipo de acción sobre el brujo. Pero otra vez volvía a tener ese conflicto entre lo que era correcto y lo que ella quería hacer. Ciertamente, quería salir corriendo y dejar al hombre ahí. No la había atacado, pero no se fiaba para nada de él. Ahora menos aún.
Esperaba que dijera algo que convenciera a la elfa para no disparar. Sacaba la flecha del carcaj con algo de vacile, como si fuera algo mecanizado. “Lo que hay que hacer”
¿Y si llevaba la cabeza del brujo a Sandorai? ¿Qué? Había dado caza a un indeseable que ni siquiera había pisado las fronteras del bosque, no había recuperado las Islas, y su destierro era ocasionado por otra causa, no por Vincent. De hecho, el único que había hablado con ella había sido él. Aun sabiendo que era elfa.
El resto se asustaban al verla encapuchada y se alejaban. Mejor, no quería soportar a razas inferiores. Pero es que sus iguales la miraban con superioridad.
Colocó la flecha en el arco con una lentitud más notable que antes mientras miraba a Vincent con una cara que era difícil describir. Tenía un fuerte dilema moral sobre qué hacer: “Lo que hay que hacer” contra “lo que quieres hacer”.
“¿Qué quieres hacer? Nadie se va a enterar… Y ahora estás sola, dará igual lo que hagas, nadie se fijará. Nadie verá si es correcto o no. Tu clan no está aquí. Ellos te han dado de lado.”
Cerró los ojos con fuerza tratando de callar sus pensamientos, pero no se movió de su posición. Necesitaba tomar una decisión ya.
El ruido de los aceros retumbaba en toda la cueva haciendo un molesto sonido y espantando a algunos murciélagos que salieron volando sobre la cabeza de los tres hombres. No podía dejar a Vincent solo, más que nada porque cuanto antes acabasen antes saldrían de la cueva. Y había un tercer hombre, oculto, que sabía que no trataría de salir a disparar al humano, podría dar a sus compañeros.
La elfa vio a su acompañante caer de espaldas y golpearse contra el suelo. En ese momento cargó el arco lista para disparar. Tensó la cuerda pero, casi al instante, la destensó y se quedó paralizada mirando a Vincent. En un momento había lanzado un golpe de viento contra el suelo, levantando una nube de polvo que le impedía ver incluso a ella. No podía disparar. Pero eso no era lo importante: Vincent había usado magia.
Se quedó perpleja, mirando la nube de polvo como si hubiera visto un fantasma. ¡Tenía que haberle disparado cuando lo vio! Agarró la empuñadura del arco con más fuerza, presa de la rabia. Se sintió mal consigo misma por no darse cuenta que estaba con alguien de su especie, además de que le estaba ayudando. ¡A un brujo! Esos malditos seres… ¡No podían tener el don de la magia!
"Taar...", pensó al verlo.
También le daban rabia las circunstancias. Su clan no estaba aquí para dar caza a ese hombre y ella sola no podía llevarles la cabeza de Vincent. Por poder, sí. Pero no serviría de nada. Entonces, ¿qué tenía que hacer?
Si la deshonra ya la acompañaba en cada paso que daba, cual sombra, al carro de sus deshonores se unía el haber ayudado a alguien de semejante calaña. Los que les quitaron su casa…
Helyare apretó la mandíbula con cierto enfado y pensó en volver a disparar contra él. Pero no iba a atacarle por la espalda ni a hacerlo cuando estaba luchando contra otros dos más. Buscó en su ceñidor si llevaba la daga. Pero no, la había dejado en su casa antes de tener que abandonarla.
El brujo rodó hasta donde estaba ella, que instintivamente se apartó de él como si fuera a pegarle alguna enfermedad contagiosa. Su rostro era frío y tenso. En cuanto lo tuvo cerca se abalanzó sobre él, quedando sobre el torso del hombre, apuntando con su arco justo a la cara del mismo, a escasos centímetros de su rostro. –No te dará tiempo a lanzar tus hechizos, brujo. –Dijo con lentitud, apretando los dientes. –Voy a llevar tu maldita cabeza a las Islas, para que la vean todos los demás seres de tu calaña. Esta vez no perderemos la guerra. –Helyare estaba muy nerviosa. Sentía, por un lado, que debía matar a Vincent, pero otra parte de ella se negaba a arrebatarle la vida a la única persona que había hablado con ella y la había tratado en igualdad.
“Es lo que hay que hacer”.
Se repetía mientras veía al brujo tirado en el suelo y un poco de sangre caer al suelo desde su nuca.
“¡Dispara!”
Tensó un poco más la cuerda de su arco.
“¡Hazlo! Estarán orgullosos de ti si entregas la cabeza del brujo.”
Entonces, soltó la cuerda del arco haciendo que la flecha impactase contra su objetivo.
Ensimismada en sus pensamientos y con la rabia de ver a Vincent como un enemigo cuando creyó que podría volver a hablar con alguien ajeno a todo lo que le había ocurrido, no se dio cuenta de que el hombre que estaba escondido en la curva del camino, el de la ballesta, había salido de su escondite y se avanzaba altivamente hacia las estalagmitas donde estaban ellos, acercándose mucho para poder distinguir los objetivos a los que iba a disparar. Helyare descargó su arco contra él, propinándole un tiro certero en la zona de la clavícula, haciendo que el hombre cayera hacia atrás desplomado entre gritos de dolor. Había sido un mero instante. Un segundo que le hizo cambiar y regalarle el flechazo al maleante antes que a Vincent.
Seguía sobre él, le alejó la espada de una patada y simplemente le miró con rabia. –No mereces poseer la magia. –Se dirigió a su acompañante como si escupiese las palabras. –Tus manos están manchadas de sangre élfica. No tienes derecho a usarla. Y no voy a dejar que me hagas nada. ¿¡Qué pretendes?! –Espetó, pensando que planeaba algo contra ella o cualquiera de su raza.
Esta era la educación Eytherzair, se veía reflejada en el comportamiento de la elfa. Los brujos eran los malvados seres que les habían echado de su antiguo hogar, los que habían hecho que sus antepasados tuvieran que abandonar sus casas y exiliarse en Sandorai. Amaban ese bosque, pero no lo habían elegido ellos, había sido fruto de un enfrentamiento fallido con los brujos. Los mismos seres que habían dañado a sus antepasados, que les habían matado. La vida de muchos de su raza había sido sesgada por gente deplorable como Vincent.
“Acaba con él”
Aún no había cargado el arco con una nueva flecha, lo de Helyare se quedaba en palabrería, todavía no había ejercido ningún tipo de acción sobre el brujo. Pero otra vez volvía a tener ese conflicto entre lo que era correcto y lo que ella quería hacer. Ciertamente, quería salir corriendo y dejar al hombre ahí. No la había atacado, pero no se fiaba para nada de él. Ahora menos aún.
Esperaba que dijera algo que convenciera a la elfa para no disparar. Sacaba la flecha del carcaj con algo de vacile, como si fuera algo mecanizado. “Lo que hay que hacer”
¿Y si llevaba la cabeza del brujo a Sandorai? ¿Qué? Había dado caza a un indeseable que ni siquiera había pisado las fronteras del bosque, no había recuperado las Islas, y su destierro era ocasionado por otra causa, no por Vincent. De hecho, el único que había hablado con ella había sido él. Aun sabiendo que era elfa.
El resto se asustaban al verla encapuchada y se alejaban. Mejor, no quería soportar a razas inferiores. Pero es que sus iguales la miraban con superioridad.
Colocó la flecha en el arco con una lentitud más notable que antes mientras miraba a Vincent con una cara que era difícil describir. Tenía un fuerte dilema moral sobre qué hacer: “Lo que hay que hacer” contra “lo que quieres hacer”.
“¿Qué quieres hacer? Nadie se va a enterar… Y ahora estás sola, dará igual lo que hagas, nadie se fijará. Nadie verá si es correcto o no. Tu clan no está aquí. Ellos te han dado de lado.”
Cerró los ojos con fuerza tratando de callar sus pensamientos, pero no se movió de su posición. Necesitaba tomar una decisión ya.
Helyare
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
La ausencia de respuesta por parte de la elfa comenzó a ser extraña según se iba alargando en el tiempo. Puede que la chica estuviera concentrada en escuchar al tipo de la ballesta. El que estaba al otro lado del túnel angosto. Pero le parecía improbable que, aún así, no dijera nada en todo ese momento. Quizás su ataque improvisado no le había hecho gracia, y estuviera pensando en meterle una flecha en toda la espalda. Lo había hecho para guardarse un as bajo la manga, para que los enemigos siguieran pensando que era uno solo.
No obstante, ese silencio empezaba a ser un tanto siniestro. Casi que de verdad le hacía pensar que de verdad lo estaba apuntando con una flecha, por ello se volteó ligeramente para poder ver que ocurría con la elfa.
El brujo no supo muy bien que pasó en ese momento, pero de buenas a primera se sintió atacado e hizo un movimiento con su espada para matar a su asaltante. Sin embargo no terminó de realizar el gesto, pues de otro modo solo hubiera conseguido matar a la tiradora. Sintió el peso de la mujer cayendo sobre su pecho justo antes de acabar tumbado contra el suelo en una posición incómoda.
Lo cierto es que hubiera sido más cómodo si no hubiera sido tan ruda, casi dejándolo sin aire con el golpe, y si fuera otra elfa con distinto nombre la que se colocara encima de él. Eso hubiera estado bien. Además, era demasiado pronto para pasar a la segunda fase en una cita, y que demonios, tendría que decirle que estaba enamorado de otra mujer. Que lo suyo no podría ser, y acabar por partirle el corazón con esas palabras. Era todo tan trágico.
Aunque eso solo pasaría si ella no le partía primero la cabeza con un flechazo. Eso sí que sería trágico.
Maldición. No sabía que cojones había pasado, pero evidentemente esa elfa loca quería matarlo por los dioses sabrían que. Y lo peor de todo es que no podría soltarle todas sus geniales bromas que había pensado. De niño le habían enseñado que no era bueno bromear con psicópatas que te apuntaban con una flecha. Seguro que era algo sobre supervivencia e integridad física. No recordaba bien los términos concretos.
En cualquier caso, la mujer le había comentado algo de que no usaría más los poderes, y la verdad, si supiera en todo lo que estaba pensando en vez de eso, le hubiera dicho que debía ser imbécil por bromear en momentos como ese. Y seguro que tenía razón, no obstante, su mente usaba esas bromas para mantener la calma. Mejor alegre que nervioso. Ese debía ser el lema que regía su cerebro, si es que tenía alguno. Si estaba alegre, estaba en parte calmado. Y si estaba calmado… mucho mejor para tomar decisiones.
Sobre el tiempo para no lanzar el hechizo… pues solo tenía mandarla a volar con un golpe de viento de su mano a su lado. Bueno, tanto como volar no, pero lo suficiente para quitársela de encima y fallara el disparo. Además, ¿hola? Aún tenía la espada en su otra mano. No necesitaba usar sus poderes. No obstante eso si sería peligroso, porque la flecha saldría disparada al no poder desviar la posición de la mujer, como sí ocurriría con el golpe de viento. Usar la espada ahora mismo, solo serviría para que murieran los dos.
De todos modos no era buena idea hacer algo. En primer lugar porque la chica lo había ayudado hasta ahora y no entendía por qué actuaba así de repente. Y segundo, porque de momento sería mejor no hacer nada. Hacer un movimiento era peligroso en esa situación, y por instantes era más lógico ver cómo reaccionaba. Dejar que la chica se recuperase y tranquilizase por sí sola. Si en cambio, seguía en el plan actual, ya no tendría más opciones para salir vivo de esta, así que no le quedaría otra que jugársela y matarla.
El discurso de llevarle su cabeza a las islas, pues no parecía tan mala idea. Siempre era agradable una visita a su hogar. Aunque claro, mucho mejor sería si con la cabeza iba el resto del cuerpo. Tenía una ligera sensación de que la elfa pretendía que no fuera todo entero, y eso… ya no parecía tan bueno.
El chasquido de la cuerda resonó en la cueva, pero la flecha no iba dirigida a él. De otro modo hubiera usado alguna táctica desesperada para salvarse y acabar con ella antes, como había planeado anteriormente. Los gritos de dolor le dieron la información necesaria del suceso. Había tenido que disparar a alguno de los bandidos.
Al menos, pese a todo, la elfa había dicho frases que daban una explicación de su enajenación mental.
Cosas como “esta vez no perderemos la guerra” y “tus manos están manchadas de sangre élfica” dieron sentido a toda aquella locura. Así que se trataba de eso. De una guerra de hacía miles de años. Un momento, eso no daba tampoco mucho sentido a toda esa demencia. Él no había nacido por aquella época. Es más, ni sus padres, ni los padres de estos lo habían hecho. Y así una larga lista de generaciones de antepasados se sucedía hasta llegar al tiempo en el que elfos y brujos lucharon en una guerra fratricida. O mejor dicho, druidas y brujos. Los elfos ni siquiera existían en aquella época.
Pero había entendido el concepto. Odiaba a los brujos, solo por ser eso mismo, brujos. Por aquella guerra. Sin plantearse nada más allá de su raza. Sin importar como eran en realidad. Como era la personalidad o el carácter de la persona que tenía delante. Solo importaba que era un brujo, y que su raza había expulsado a sus antepasados de las islas.
En parte lo entendía perfectamente. Aunque realmente habían pasado demasiados años para continuar con esas rencillas. El ojo por ojo solo dejaba ciegos en el mundo, sin contar que él no tenía la culpa en todo aquello. Si fuera por él, los druidas nunca hubieran sido expulsados, y la guerra nunca hubiera sucedido. Simplemente los hechos se habían dado así, y lo único que podía hacer era seguir adelante con el pasado oscuro que tenía su raza sobre los hombros. Cierto que muchos brujos no habían variado, eran como aquellos bélicos hechiceros de antaño, pero otros en cambio, eran como él.
Y eso pasaba con todas las razas del mundo. Nadie era bueno o malo por defecto, así que Helyare tendría que aprender cómo eran las cosas en realidad. Y podría ayudarla a ello si no lo acababa dejando tieso en esa maldita cueva.
- ¿Qué pretendo? - contestó en una mezcla de asombro, enfado y confusión. - Pretendo terminar un trabajo para la guardia de Lunargenta. Te guste o no-, meneó la cabeza negando ante tremenda situación rocambolesca. - Mira, me has ayudado mucho al acompañarme, pero ahora mismo me estas entorpeciendo mi labor. Si sigues en este plan solo conseguirás que un prófugo se escape. Así que si no te importa, estaría bien que te quitarás de encima.
Le había pateado a un lado su espada, pero eso solo la ponía en mayor peligro. Cuando la tenía en la mano era una amenaza constante. Algo que la elfa sin duda tenía en cuenta como posible peligro. Ahora parecía que no, al estar el acero un poco alejado de su brazo. Pero solo lo parecía. Podía volver a recuperarla cuando quisiera con telequinesis y atacar por sorpresa. De todos modos eso seguía siendo su plan alternativo.
- A ver, se que los brujos tenemos mala fama, y que hubo una guerra hace miles de años entre nuestras razas. Sinceramente, siento lo que pasó con tus antepasados, pero yo no tuve la culpa de eso. Ni tan siquiera había nacido por aquel entonces. Además, si por mi fuera, ese conflicto nunca hubiera sucedido. No te lo vas a crees, pero resulta que tengo buen trato y cuento con la amistad de algunos elfos. Y por mi parte son bien recibidos en mi casa-, intentó calmarla.
Había dudado con su segunda flecha, y parecía más tranquila que la primera vez. Incluso había cerrado los ojos, podría haberla matado con facilidad en esos instantes.
- Escucha. Sé que hay mucha gente malvada en este mundo. Incluidos brujos. Pero yo no respondo por ellos. No respondo por cada humano, brujo, persona o animal de este planeta-, la hizo comprender. - Solo respondo por mí. Porque no controlo más allá de mis propias acciones. Por ello te pido que recapacites y pienses. En todo este tiempo que me has acompañado, ¿Qué dicen de mí, mis acciones? ¿Qué dice de mí, mi personalidad? Porque eso, chica, es lo que realmente soy. No soy un brujo sin más. Soy Vincent, y es por ello por lo que debes juzgarme. Si algo de lo que conforma Vincent, te parece malvado, pues adelante, ensártame con esa flecha-, dijo finalmente.
Era su última oportunidad. Para ella, o para él. O quizás para ambos, si se mataban mutuamente.
No obstante, ese silencio empezaba a ser un tanto siniestro. Casi que de verdad le hacía pensar que de verdad lo estaba apuntando con una flecha, por ello se volteó ligeramente para poder ver que ocurría con la elfa.
El brujo no supo muy bien que pasó en ese momento, pero de buenas a primera se sintió atacado e hizo un movimiento con su espada para matar a su asaltante. Sin embargo no terminó de realizar el gesto, pues de otro modo solo hubiera conseguido matar a la tiradora. Sintió el peso de la mujer cayendo sobre su pecho justo antes de acabar tumbado contra el suelo en una posición incómoda.
Lo cierto es que hubiera sido más cómodo si no hubiera sido tan ruda, casi dejándolo sin aire con el golpe, y si fuera otra elfa con distinto nombre la que se colocara encima de él. Eso hubiera estado bien. Además, era demasiado pronto para pasar a la segunda fase en una cita, y que demonios, tendría que decirle que estaba enamorado de otra mujer. Que lo suyo no podría ser, y acabar por partirle el corazón con esas palabras. Era todo tan trágico.
Aunque eso solo pasaría si ella no le partía primero la cabeza con un flechazo. Eso sí que sería trágico.
Maldición. No sabía que cojones había pasado, pero evidentemente esa elfa loca quería matarlo por los dioses sabrían que. Y lo peor de todo es que no podría soltarle todas sus geniales bromas que había pensado. De niño le habían enseñado que no era bueno bromear con psicópatas que te apuntaban con una flecha. Seguro que era algo sobre supervivencia e integridad física. No recordaba bien los términos concretos.
En cualquier caso, la mujer le había comentado algo de que no usaría más los poderes, y la verdad, si supiera en todo lo que estaba pensando en vez de eso, le hubiera dicho que debía ser imbécil por bromear en momentos como ese. Y seguro que tenía razón, no obstante, su mente usaba esas bromas para mantener la calma. Mejor alegre que nervioso. Ese debía ser el lema que regía su cerebro, si es que tenía alguno. Si estaba alegre, estaba en parte calmado. Y si estaba calmado… mucho mejor para tomar decisiones.
Sobre el tiempo para no lanzar el hechizo… pues solo tenía mandarla a volar con un golpe de viento de su mano a su lado. Bueno, tanto como volar no, pero lo suficiente para quitársela de encima y fallara el disparo. Además, ¿hola? Aún tenía la espada en su otra mano. No necesitaba usar sus poderes. No obstante eso si sería peligroso, porque la flecha saldría disparada al no poder desviar la posición de la mujer, como sí ocurriría con el golpe de viento. Usar la espada ahora mismo, solo serviría para que murieran los dos.
De todos modos no era buena idea hacer algo. En primer lugar porque la chica lo había ayudado hasta ahora y no entendía por qué actuaba así de repente. Y segundo, porque de momento sería mejor no hacer nada. Hacer un movimiento era peligroso en esa situación, y por instantes era más lógico ver cómo reaccionaba. Dejar que la chica se recuperase y tranquilizase por sí sola. Si en cambio, seguía en el plan actual, ya no tendría más opciones para salir vivo de esta, así que no le quedaría otra que jugársela y matarla.
El discurso de llevarle su cabeza a las islas, pues no parecía tan mala idea. Siempre era agradable una visita a su hogar. Aunque claro, mucho mejor sería si con la cabeza iba el resto del cuerpo. Tenía una ligera sensación de que la elfa pretendía que no fuera todo entero, y eso… ya no parecía tan bueno.
El chasquido de la cuerda resonó en la cueva, pero la flecha no iba dirigida a él. De otro modo hubiera usado alguna táctica desesperada para salvarse y acabar con ella antes, como había planeado anteriormente. Los gritos de dolor le dieron la información necesaria del suceso. Había tenido que disparar a alguno de los bandidos.
Al menos, pese a todo, la elfa había dicho frases que daban una explicación de su enajenación mental.
Cosas como “esta vez no perderemos la guerra” y “tus manos están manchadas de sangre élfica” dieron sentido a toda aquella locura. Así que se trataba de eso. De una guerra de hacía miles de años. Un momento, eso no daba tampoco mucho sentido a toda esa demencia. Él no había nacido por aquella época. Es más, ni sus padres, ni los padres de estos lo habían hecho. Y así una larga lista de generaciones de antepasados se sucedía hasta llegar al tiempo en el que elfos y brujos lucharon en una guerra fratricida. O mejor dicho, druidas y brujos. Los elfos ni siquiera existían en aquella época.
Pero había entendido el concepto. Odiaba a los brujos, solo por ser eso mismo, brujos. Por aquella guerra. Sin plantearse nada más allá de su raza. Sin importar como eran en realidad. Como era la personalidad o el carácter de la persona que tenía delante. Solo importaba que era un brujo, y que su raza había expulsado a sus antepasados de las islas.
En parte lo entendía perfectamente. Aunque realmente habían pasado demasiados años para continuar con esas rencillas. El ojo por ojo solo dejaba ciegos en el mundo, sin contar que él no tenía la culpa en todo aquello. Si fuera por él, los druidas nunca hubieran sido expulsados, y la guerra nunca hubiera sucedido. Simplemente los hechos se habían dado así, y lo único que podía hacer era seguir adelante con el pasado oscuro que tenía su raza sobre los hombros. Cierto que muchos brujos no habían variado, eran como aquellos bélicos hechiceros de antaño, pero otros en cambio, eran como él.
Y eso pasaba con todas las razas del mundo. Nadie era bueno o malo por defecto, así que Helyare tendría que aprender cómo eran las cosas en realidad. Y podría ayudarla a ello si no lo acababa dejando tieso en esa maldita cueva.
- ¿Qué pretendo? - contestó en una mezcla de asombro, enfado y confusión. - Pretendo terminar un trabajo para la guardia de Lunargenta. Te guste o no-, meneó la cabeza negando ante tremenda situación rocambolesca. - Mira, me has ayudado mucho al acompañarme, pero ahora mismo me estas entorpeciendo mi labor. Si sigues en este plan solo conseguirás que un prófugo se escape. Así que si no te importa, estaría bien que te quitarás de encima.
Le había pateado a un lado su espada, pero eso solo la ponía en mayor peligro. Cuando la tenía en la mano era una amenaza constante. Algo que la elfa sin duda tenía en cuenta como posible peligro. Ahora parecía que no, al estar el acero un poco alejado de su brazo. Pero solo lo parecía. Podía volver a recuperarla cuando quisiera con telequinesis y atacar por sorpresa. De todos modos eso seguía siendo su plan alternativo.
- A ver, se que los brujos tenemos mala fama, y que hubo una guerra hace miles de años entre nuestras razas. Sinceramente, siento lo que pasó con tus antepasados, pero yo no tuve la culpa de eso. Ni tan siquiera había nacido por aquel entonces. Además, si por mi fuera, ese conflicto nunca hubiera sucedido. No te lo vas a crees, pero resulta que tengo buen trato y cuento con la amistad de algunos elfos. Y por mi parte son bien recibidos en mi casa-, intentó calmarla.
Había dudado con su segunda flecha, y parecía más tranquila que la primera vez. Incluso había cerrado los ojos, podría haberla matado con facilidad en esos instantes.
- Escucha. Sé que hay mucha gente malvada en este mundo. Incluidos brujos. Pero yo no respondo por ellos. No respondo por cada humano, brujo, persona o animal de este planeta-, la hizo comprender. - Solo respondo por mí. Porque no controlo más allá de mis propias acciones. Por ello te pido que recapacites y pienses. En todo este tiempo que me has acompañado, ¿Qué dicen de mí, mis acciones? ¿Qué dice de mí, mi personalidad? Porque eso, chica, es lo que realmente soy. No soy un brujo sin más. Soy Vincent, y es por ello por lo que debes juzgarme. Si algo de lo que conforma Vincent, te parece malvado, pues adelante, ensártame con esa flecha-, dijo finalmente.
Era su última oportunidad. Para ella, o para él. O quizás para ambos, si se mataban mutuamente.
Vincent Calhoun
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
No se había movido de encima del brujo ni un ápice. Trataba de mantenerlo inmóvil en el suelo y, aunque bien podía haberse retorcido o haber puesto algo de resistencia seguía ahí tirado. Eso sólo hizo que Helyare dudase mucho más sobre qué hacer. La punta de la flecha estaba a escasos milímetros del puente de la nariz de él, sabía que el tiro no podía fallarlo aunque la moviesen ya que estaba demasiado cerca de su cara, casi podía rozar su piel. Con cierta rabia seguía tensando la cuerda del arco, le temblaban los brazos. ¡Y Vincent no hacía nada! ¿Qué le pasaba a ese maldito?
Helyare trataba de dar la apariencia de que podía matarlo y que tenía sus motivos, pero… ¿Por qué tardaba tanto? Parecía buscar que él la atacase primero para tener una excusa, necesitaba justificar el sesgar una vida, aunque fuese la de un brujo. Notaba su respiración agitada mientras clavaba su mirada sobre el hombre que estaba tirado en el suelo.
“Hazlo.”
De nuevo el mismo pensamiento en contraparte con otra voz que le decía que no lo hiciera.
“¿Por quién lo haces? ¿Por ti o por ellos?”
La rabia volvió a asentarse en Helyare cuando, incluso cerrando los ojos un instante, no había habido ningún movimiento por parte del brujo. Necesitaba algo que la impulsase a soltar la cuerda del arco. Pero nada. Ese maldito no hacía nada, y ella no quería matarlo. No sólo eso, sino que Vincent empezó a hablar y parecía restarle importancia a lo que estaba sucediendo. Eso sólo enervó más a la elfa porque veía que ni siquiera un mísero brujo la tomaba en serio. En esos momentos quería matarlo, pero no se atrevía. Y el hombre había tenido, desde que lo había conocido, ese sentido del humor peculiar que consistía en parecer que nada tenía suficiente importancia para él.
Trataba de hacerla entender que los brujos no eran malos. ¡Mentira! Ellos eran los que habían causado tanto daño a nuestros antepasados. Les habían dotado con algo que no les pertenecía y se creían con derecho a hacer uso de esa magia. ¿Cómo era posible que ese hombre tuviera contacto con elfos? ¿Por qué esa relación? ¿¡Cuándo se habían degenerado tanto las razas para consentir cualquier tipo de acercamiento entre brujos y elfos!? Era algo que Helyare no alcanzaba a contemplar, imposible de comprender qué podía llevar a alguien como ella a juntarse con alguien de la calaña de Vincent.
“No es malo… Piénsalo.”
Podía haberla matado, podía haberla atacado, podía haberse movido o podía haber tratado de defenderse. Le estaba apuntando con una flecha a escasos milímetros del rostro y sin embargo el brujo sólo hablaba, no hacía movimientos raros. E insistía en hacerla comprender que él se desentendía de la guerra pasada, que no estaba de acuerdo… ¡Era palabrería! ¿Recapacitar y pensar? ¿Qué necesitaba pensar? Era alguien indeseable para su clan. No, ya no era su clan. ¿Y para ella era indeseable? Se esforzaba en pensar que sí, que lo era, pero… A la vez sentía que no.
El hombre quería mantenerse al margen de todo y Helyare lo miraba con una expresión extraña. Tal vez sombría, tal vez cansada… No era fácil descifrar qué le pasaba por la mente, ese conflicto que tenía era invisible al resto del mundo. La elfa no podía responder a sus preguntas, era enfrentarse a sus creencias, a su manera de vivir durante tanto, tanto tiempo. Vincent no le había parecido malo pero…
Y sin embargo, a pesar del “pero” que suponía que fuera conjurador, la elfa no era capaz de soltar la cuerda y acabar con él. Todavía seguía muy tensa, sin apartar la mirada de ese hombre.
“No es malo, tú también lo has visto”
¿Qué podía pasar si lo mataba? Nada… Eso no haría que regresara a casa. ¿Y si o dejaba vivo? Exactamente lo mismo, nada. Salvo por la cosa de que podría matarla a ella pero… ¿Y qué le quedaba ya? El simple hecho de vagar por Aerandir, sin pena ni gloria, sin honra y sin nada, realmente, salvo lo que portaba.
Estuvo mirando a Vincent durante un par de segundos más y, muy despacio, todavía dudando, apartó el arco de su cara y sacó la flecha. Sin decir nada y, apartando la mirada como si de un momento a otro la vergüenza se hubiese apoderado de ella, se quitó de encima del brujo.
Acababa de hacer algo imperdonable, después de esto, si siguiera en su casa el destierro iba a ser el menor de sus problemas. Suspiró de forma casi inaudible y guardó la flecha en el carcaj. No sentía vergüenza por lo que había hecho, sino por lo que no había hecho. Por pensar que ese brujo estaba vivo y que ella no había acabado con él. Sentía como si las miradas de los miembros de su antiguo clan estuviesen clavadas en ella a pesar de los kilómetros de distancia. Pero… ¿Y qué significaba para ella que Vincent estuviera vivo o muerto? Realmente, nada. Personalmente para la elfa, ese hombre no suponía nada. Y arrebatarle la vida en nombre de un clan que la había desterrado no era algo que le agradase. Pero sabía que había incumplido las normas del lugar de donde venía y eso la llenaba de una vergüenza que sumaba su propio peso a la losa que ya portaba. –¿Por qué no te defiendes? –Era una pregunta casi a modo acusatorio, por no haberle dado una excusa a la elfa para dispararle.
Helyare trataba de dar la apariencia de que podía matarlo y que tenía sus motivos, pero… ¿Por qué tardaba tanto? Parecía buscar que él la atacase primero para tener una excusa, necesitaba justificar el sesgar una vida, aunque fuese la de un brujo. Notaba su respiración agitada mientras clavaba su mirada sobre el hombre que estaba tirado en el suelo.
“Hazlo.”
De nuevo el mismo pensamiento en contraparte con otra voz que le decía que no lo hiciera.
“¿Por quién lo haces? ¿Por ti o por ellos?”
La rabia volvió a asentarse en Helyare cuando, incluso cerrando los ojos un instante, no había habido ningún movimiento por parte del brujo. Necesitaba algo que la impulsase a soltar la cuerda del arco. Pero nada. Ese maldito no hacía nada, y ella no quería matarlo. No sólo eso, sino que Vincent empezó a hablar y parecía restarle importancia a lo que estaba sucediendo. Eso sólo enervó más a la elfa porque veía que ni siquiera un mísero brujo la tomaba en serio. En esos momentos quería matarlo, pero no se atrevía. Y el hombre había tenido, desde que lo había conocido, ese sentido del humor peculiar que consistía en parecer que nada tenía suficiente importancia para él.
Trataba de hacerla entender que los brujos no eran malos. ¡Mentira! Ellos eran los que habían causado tanto daño a nuestros antepasados. Les habían dotado con algo que no les pertenecía y se creían con derecho a hacer uso de esa magia. ¿Cómo era posible que ese hombre tuviera contacto con elfos? ¿Por qué esa relación? ¿¡Cuándo se habían degenerado tanto las razas para consentir cualquier tipo de acercamiento entre brujos y elfos!? Era algo que Helyare no alcanzaba a contemplar, imposible de comprender qué podía llevar a alguien como ella a juntarse con alguien de la calaña de Vincent.
“No es malo… Piénsalo.”
Podía haberla matado, podía haberla atacado, podía haberse movido o podía haber tratado de defenderse. Le estaba apuntando con una flecha a escasos milímetros del rostro y sin embargo el brujo sólo hablaba, no hacía movimientos raros. E insistía en hacerla comprender que él se desentendía de la guerra pasada, que no estaba de acuerdo… ¡Era palabrería! ¿Recapacitar y pensar? ¿Qué necesitaba pensar? Era alguien indeseable para su clan. No, ya no era su clan. ¿Y para ella era indeseable? Se esforzaba en pensar que sí, que lo era, pero… A la vez sentía que no.
El hombre quería mantenerse al margen de todo y Helyare lo miraba con una expresión extraña. Tal vez sombría, tal vez cansada… No era fácil descifrar qué le pasaba por la mente, ese conflicto que tenía era invisible al resto del mundo. La elfa no podía responder a sus preguntas, era enfrentarse a sus creencias, a su manera de vivir durante tanto, tanto tiempo. Vincent no le había parecido malo pero…
Y sin embargo, a pesar del “pero” que suponía que fuera conjurador, la elfa no era capaz de soltar la cuerda y acabar con él. Todavía seguía muy tensa, sin apartar la mirada de ese hombre.
“No es malo, tú también lo has visto”
¿Qué podía pasar si lo mataba? Nada… Eso no haría que regresara a casa. ¿Y si o dejaba vivo? Exactamente lo mismo, nada. Salvo por la cosa de que podría matarla a ella pero… ¿Y qué le quedaba ya? El simple hecho de vagar por Aerandir, sin pena ni gloria, sin honra y sin nada, realmente, salvo lo que portaba.
Estuvo mirando a Vincent durante un par de segundos más y, muy despacio, todavía dudando, apartó el arco de su cara y sacó la flecha. Sin decir nada y, apartando la mirada como si de un momento a otro la vergüenza se hubiese apoderado de ella, se quitó de encima del brujo.
Acababa de hacer algo imperdonable, después de esto, si siguiera en su casa el destierro iba a ser el menor de sus problemas. Suspiró de forma casi inaudible y guardó la flecha en el carcaj. No sentía vergüenza por lo que había hecho, sino por lo que no había hecho. Por pensar que ese brujo estaba vivo y que ella no había acabado con él. Sentía como si las miradas de los miembros de su antiguo clan estuviesen clavadas en ella a pesar de los kilómetros de distancia. Pero… ¿Y qué significaba para ella que Vincent estuviera vivo o muerto? Realmente, nada. Personalmente para la elfa, ese hombre no suponía nada. Y arrebatarle la vida en nombre de un clan que la había desterrado no era algo que le agradase. Pero sabía que había incumplido las normas del lugar de donde venía y eso la llenaba de una vergüenza que sumaba su propio peso a la losa que ya portaba. –¿Por qué no te defiendes? –Era una pregunta casi a modo acusatorio, por no haberle dado una excusa a la elfa para dispararle.
Helyare
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
El brujo seguía igual. Tirado de aquella manera tan poco apropiada para un caballero de su gallardía. Bueno, teniendo en cuenta que solo Helyare la podía ver ahora mismo en esos instantes, y que cuando lo había conocido fue justo después de caer por una ladera… Se podría decir que su posición había mejorado.
El que no se consolaba era porque no lo quería. Eso estaba claro.
De todos modos, teniendo en cuenta que tenía una flecha apuntando a su cara..., bueno, eso no había cambiado de la otra vez. Parecía que a esa mujer le encantaba apuntarlo con su arco. En cualquier caso, si que había empeorado la situación con respecto a la primera vez por la distancia tan corta con la que lo acosaba esta vez.
Tenía sus opciones para defenderse, o como mínimo intentarlo. Pero desde que la elfa cargara por segunda vez su arco, era evidente que las dudas se habían apoderado de ella. Muchas ocasiones se había distraído lo suficiente con sus pensamientos, como para hacer algo al respecto y revertir la situación. No obstante, creía que si la mujer dudaba era precisamente porque no las tenía todas consigo. Que no estaba segura de hacer lo correcto.
Y sinceramente, para él, que le metieran un flechazo a una persona solo por su raza no era en absoluto hacer lo correcto. Sobre todo cuando esa persona era él. Podíamos definirlo como instinto de supervivencia. Amor a la vida. O cualquier otra chorrada filosófica, que si servía para mantenerlo vivo, se podía considerar buena filosofía. La mejor de hecho.
Solo esperaba que su decisión no fuera la incorrecta, pues dada la situación, un error de cálculo haría que destrozara sus buenos ideales de longevidad. Había desechado las oportunidades de acabar con la elfa porque creía que se podría salir del problema sin llegar a la sangre. Pero evidentemente, se arriesgaba a que la mujer no recapacitara y lo convirtiera en un ser inerte sobre la roca de la cueva. Confiaba en no necesitar esas oportunidades, porque ya sería demasiado tarde para aprovecharlas, después de haberse decidido por la vía diplomática.
Por fortuna no había fallado en sus cálculos. La elfa si había dudado era porque calibraba su acción. No podía ser de otro modo, así que cuando se apartó lentamente de él, el brujo por su parte no hizo nada que pudiera confundirse con un ataque. Simplemente se quedó tirado en el suelo un rato hasta que Helyare por fin se alejó unos pasos.
Vinc se cruzó de brazos y reposó la cabeza aún dolorida contra el suelo, lo que provocó que deshiciera el cruce de manos para llevar una hacia la herida.
- ¿Y por qué iba a hacerlo? - comentó tirado en el suelo cuan largo. Sin mirarla. Más centrado en acariciándose el corte bajo el cabello. - Es evidente tu repulsa hacia los brujos. Entendible-, dijo mirando esta vez sí a la mujer. - Pero también era evidente que no mentía. Así que supuse que no iba a terminar con una flecha en la frente-. Volvió a cruzar los brazos sobre el pecho cuando comprobó que la herida no era nada grave después de todo. - Parece que eres una mujer con carácter. Intentaré no cabrearte. Aunque creo que no está en mi mano dejar de ser brujo-, miró al techo de la cueva. - Quizás si se lo pida a los dioses, me concedan perder la magia, y ser un humano. Un ser corriente y moliente y sumamente aburrido-, bromeó, pero sin sonreír ni reír para no molestar a la chica. - ¿Te imaginas tener que encender fuego con pedernal y acero? Duro castigo, pero con tal de que no me mates lo haría.
El rubio no perdió más el tiempo y se incorporó lentamente. Luego se acercó a su espada y la recogió sin importarle lo que dijera Helyare al respecto. Maron andaba por ahí, herido, o quizás puede que ni siquiera fuera ninguno de los tres hombres en la cueva. No hacía falta mentar que si no se movía deprisa, daría opciones al trampero para que escapase.
Dio la espalda a la mujer, mostrándole que confiaba en ella. Que confiaba en que no le dispararía y que no tenía miedo al respecto. Aunque la verdad es que después de lo que había pasado, casi podía sentir una lluvia de flechas en su espalda.
Dejó de preocuparse por ello y se acercó al hombre al que había disparado la mujer en último lugar. El que había intentado aprovechar para atacarlos cuando estaban… parlamentando.
Vinc sintió el ruido del bandido sobre la cueva. No tenía dudas de que estaba tanteando el suelo, buscando algo seguramente. No tardó en imaginar que sería y corrió hacia el ruido justo a tiempo para patear la ballesta que había recogido del suelo el ladrón escasos segundos antes del impacto. Después el brujo propinó otra patada al hombre, que gritó por el dolor del golpe, que era más grave de lo habitual por la herida de flecha en la clavícula.
El rubio colocó la punta de la espada cerca del cuello del tipo, asegurándose de que no intentaba nada extraño. Luego sacó un pedernal de su bolsillo con la mano zurda, y creó una chispa con sus guantes metálicos y el mineral. Pronto la chispa se convirtió en una bola de fuego, que quedó suspendida en el aire a escasos centímetros del brujo. Iluminando a los dos hombres. Vincent guardó el pedernal nuevamente en su bosillo, y esta vez sacó de uno de ellos un papel. En él se podía apreciar perfectamente el dibujo del rostro de una persona.
El brujo sonrió.
- Vaya. Vaya. Que tenemos aquí. Parece que por fin te he encontrado, Maron-, comentó feliz, al poder ver cara a cara, al hombre que durante tanto tiempo andaba buscando.
El que no se consolaba era porque no lo quería. Eso estaba claro.
De todos modos, teniendo en cuenta que tenía una flecha apuntando a su cara..., bueno, eso no había cambiado de la otra vez. Parecía que a esa mujer le encantaba apuntarlo con su arco. En cualquier caso, si que había empeorado la situación con respecto a la primera vez por la distancia tan corta con la que lo acosaba esta vez.
Tenía sus opciones para defenderse, o como mínimo intentarlo. Pero desde que la elfa cargara por segunda vez su arco, era evidente que las dudas se habían apoderado de ella. Muchas ocasiones se había distraído lo suficiente con sus pensamientos, como para hacer algo al respecto y revertir la situación. No obstante, creía que si la mujer dudaba era precisamente porque no las tenía todas consigo. Que no estaba segura de hacer lo correcto.
Y sinceramente, para él, que le metieran un flechazo a una persona solo por su raza no era en absoluto hacer lo correcto. Sobre todo cuando esa persona era él. Podíamos definirlo como instinto de supervivencia. Amor a la vida. O cualquier otra chorrada filosófica, que si servía para mantenerlo vivo, se podía considerar buena filosofía. La mejor de hecho.
Solo esperaba que su decisión no fuera la incorrecta, pues dada la situación, un error de cálculo haría que destrozara sus buenos ideales de longevidad. Había desechado las oportunidades de acabar con la elfa porque creía que se podría salir del problema sin llegar a la sangre. Pero evidentemente, se arriesgaba a que la mujer no recapacitara y lo convirtiera en un ser inerte sobre la roca de la cueva. Confiaba en no necesitar esas oportunidades, porque ya sería demasiado tarde para aprovecharlas, después de haberse decidido por la vía diplomática.
Por fortuna no había fallado en sus cálculos. La elfa si había dudado era porque calibraba su acción. No podía ser de otro modo, así que cuando se apartó lentamente de él, el brujo por su parte no hizo nada que pudiera confundirse con un ataque. Simplemente se quedó tirado en el suelo un rato hasta que Helyare por fin se alejó unos pasos.
Vinc se cruzó de brazos y reposó la cabeza aún dolorida contra el suelo, lo que provocó que deshiciera el cruce de manos para llevar una hacia la herida.
- ¿Y por qué iba a hacerlo? - comentó tirado en el suelo cuan largo. Sin mirarla. Más centrado en acariciándose el corte bajo el cabello. - Es evidente tu repulsa hacia los brujos. Entendible-, dijo mirando esta vez sí a la mujer. - Pero también era evidente que no mentía. Así que supuse que no iba a terminar con una flecha en la frente-. Volvió a cruzar los brazos sobre el pecho cuando comprobó que la herida no era nada grave después de todo. - Parece que eres una mujer con carácter. Intentaré no cabrearte. Aunque creo que no está en mi mano dejar de ser brujo-, miró al techo de la cueva. - Quizás si se lo pida a los dioses, me concedan perder la magia, y ser un humano. Un ser corriente y moliente y sumamente aburrido-, bromeó, pero sin sonreír ni reír para no molestar a la chica. - ¿Te imaginas tener que encender fuego con pedernal y acero? Duro castigo, pero con tal de que no me mates lo haría.
El rubio no perdió más el tiempo y se incorporó lentamente. Luego se acercó a su espada y la recogió sin importarle lo que dijera Helyare al respecto. Maron andaba por ahí, herido, o quizás puede que ni siquiera fuera ninguno de los tres hombres en la cueva. No hacía falta mentar que si no se movía deprisa, daría opciones al trampero para que escapase.
Dio la espalda a la mujer, mostrándole que confiaba en ella. Que confiaba en que no le dispararía y que no tenía miedo al respecto. Aunque la verdad es que después de lo que había pasado, casi podía sentir una lluvia de flechas en su espalda.
Dejó de preocuparse por ello y se acercó al hombre al que había disparado la mujer en último lugar. El que había intentado aprovechar para atacarlos cuando estaban… parlamentando.
Vinc sintió el ruido del bandido sobre la cueva. No tenía dudas de que estaba tanteando el suelo, buscando algo seguramente. No tardó en imaginar que sería y corrió hacia el ruido justo a tiempo para patear la ballesta que había recogido del suelo el ladrón escasos segundos antes del impacto. Después el brujo propinó otra patada al hombre, que gritó por el dolor del golpe, que era más grave de lo habitual por la herida de flecha en la clavícula.
El rubio colocó la punta de la espada cerca del cuello del tipo, asegurándose de que no intentaba nada extraño. Luego sacó un pedernal de su bolsillo con la mano zurda, y creó una chispa con sus guantes metálicos y el mineral. Pronto la chispa se convirtió en una bola de fuego, que quedó suspendida en el aire a escasos centímetros del brujo. Iluminando a los dos hombres. Vincent guardó el pedernal nuevamente en su bosillo, y esta vez sacó de uno de ellos un papel. En él se podía apreciar perfectamente el dibujo del rostro de una persona.
El brujo sonrió.
- Vaya. Vaya. Que tenemos aquí. Parece que por fin te he encontrado, Maron-, comentó feliz, al poder ver cara a cara, al hombre que durante tanto tiempo andaba buscando.
Vincent Calhoun
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
La elfa permanecía de pie mirando a Vincent aún tirado en el suelo. Muy despacio guardó la flecha en el carcaj y bajó el arco a una posición para nada atacante, sin perder de vista al hombre ni un solo momento. ¿Por qué no se movía? Helyare no dijo nada, simplemente permanecía inmóvil unos pasos alejada del brujo. No le cuadraba que no se hubiese defendido, en parte la llenaba de rabia que hiciera eso. Un brujo… ¡Y no hacía nada! Pero otra parte de ella creía que era lo mejor. Esa misma parte que le decía que Vincent no era malo a pesar de tener la desgracia de haber nacido brujo. Pero su otra parte, la parte que todavía pensaba en posibilidades de regresar a su clan, le decía que su cometido tenía que haber sido el matar a ese ser, que no podía dejarlo escapar, sería otra deshonra para los Eytherzair. Todos esos pensamientos estaban aturullando a la elfa hasta el punto de estresarla demasiado. Su situación era muy complicada y no encontraba salida a lo que le estaba ocurriendo. Tal vez por esa confusión no era capaz de acabar con la vida de Vincent. Y mientras tanto él seguía ahí tendido en el suelo de la cueva. Se estaba exponiendo demasiado, incluso Helyare llegó a pensar que era un modo de hacerle ver a ella que no iba a atacarla.
Por fin habló para decirle que no tenía porqué atacarla. Ella simplemente hizo un mal gesto, algo parecido a una mueca de asco cuando el brujo afirmó que estaba claro que a la mujer no le gustaban los de su raza. El gesto lo confirmaba. Luego siguió con su habitual tonito de broma, pero Helyare no se lo tomó como un intento de vacile, ya había usado ese tono en tantas ocasiones en el poco tiempo que habían estado juntos, que ya no le molestaba… Mucho. Le fastidiaba el hecho de que el brujo no parecía tomarse nada en serio.
La elfa resopló con las palabras de Vincent mientras este, por fin, se levantaba del suelo y recogía su arma. De nuevo, le dio la espalda a la chica. Helyare estaba más que segura que trataba de demostrar que no iba a atacarla y eso le causaba más confusión. Lo veía como algo tan extraño que la estresaba más aún. Era brujo, en teoría tendría que atacarla. Pero no. Entonces, ¿todo lo que sabía de los hechiceros era mentira? No, no podía ser. Pero el comportamiento de este era extraño.
Mientras la elfa cavilaba, el hombre se lanzó sobre el que había caído hacía unos minutos gracias a un flechazo en la zona de la clavícula. Ella volvió a repetir el gesto de fastidio cuando vio a Vincent dejar una llama en el aire. No le gustaba nada la magia usada por humanos. Aunque la buena noticia es que pronto podría dejar de verla porque sus caminos se separarían: ya habían encontrado el malhechor que buscaban. El mismo que aún seguía retorciéndose de dolor con el virote clavado. –¡Maldito cerdo! –Espetó Maron al ver que no tenía mucha más escapatoria. A pesar de todo seguía retorciéndose en el suelo tratando de moverse y alcanzar la ballesta, que Vincent había pateado.
La pelirroja salió de detrás de las estalagmitas y se plantó cerca del susodicho. –Ya lo tienes. –Miró a Vincent con una sonrisa tan leve que apenas era perceptible a la luz de la llama, y más con la capucha cubriéndole casi todo el rostro. Parecía algo desanimada en su tono de voz, tanto que no se sabía si lo que había dicho era una pregunta o una afirmación.
El maleante se quedó mirando a Helyare, aunque él sólo podía distinguir una sombra encapuchada y ya, no podía distinguir la raza o el género, salvo por la voz. No parecía cuadrarle mucho que el brujo tuviese una acompañante y volvió a intentar buscar su ballesta para defenderse aunque parecía imposible, y más con la espada del brujo en el cuello. Eso le limitaba mucho el movimiento.
La elfa giró la cabeza en dirección a Vincent, pero mirando detrás de él. Uno de los hombres de Maron se estaba levantando y había cogido la ballesta de su compañero. Apuntando hacia la fuente del ruido y donde vislumbraba la llama disparó, en dirección al brujo. Justo en ese momento Helyare le pegó un empujón a su acompañante para desviarlo de la trayectoria del virote, que chocó contra una de las rocas que había detrás de ellos. Miró un segundo a Vincent y luego hacia donde estaba el hombre, que ahora trataba de correr, aunque seguía sin tener todas sus funciones bien a causa del golpe que le había propinado antes su acompañante.
Fue un instante lo que ella tardó en cargar su arco y lanzar una flecha que acabó clavada en el cuello del hombre, quien cayó hacia atrás de espaldas, a plomo, generando un gran ruido y una bandada de murciélagos salir del lugar. Ese no iba a molestar más.
Maron, por su parte, se había librado de tener la espada de Vincent en el cuello y trataba de moverse sin mucho éxito, la flecha que tenía clavada le impedía incorporarse bien sin clavársela más aún o hacerse más grande la herida. Se podía oír incluso la sangre caer al suelo de la oscura cueva.
–Luego… Te miraré la herida que tienes… En la nuca. –Comentó en voz baja la elfa, girándose y dándole la espalda a Vincent, con intención de recuperar la flecha mue le había clavado al ayudante de Maron. No quería mirarle a la cara, sentía que estaba haciendo mal no solo no matando al brujo, sino ayudándolo también. Y complicaba mucho las cosas para ella. ¡Encima le ofrecía ayuda! Su único consuelo era que no había nadie más en la cueva y no podía ser juzgada de nuevo, pero colaborar con un brujo no era de buen agrado para los Eytherzair. Su confusión la estaba haciendo comportarse de forma extraña para lo que había sido educada y ofrecerle ayuda a alguien de su raza era algo que nunca se había llegado a ver, no se barajaba esa opción. Los únicos que podían beneficiarse de su poder eran sus hermanos, no gente que les había causado sufrimiento.
Arrancó la flecha del cuello del tipo que yacía en el suelo y se quedó mirando un segundo la sangre, la que hace unos instantes debía haber sido de Vincent y a quien no se había atrevido a matar. Con cierta incomodidad en el cuerpo volvió hacia donde estaba el susodicho con Maron, todavía pensando en el porqué de sus acciones y en las consecuencias que podría tener. A diferencia del sentimiento de orgullo que llenaba el cuerpo de alguien que ayudaba, a Helyare lo que le invadía eran culpabilidad, miedo y cierta inseguridad.
Por fin habló para decirle que no tenía porqué atacarla. Ella simplemente hizo un mal gesto, algo parecido a una mueca de asco cuando el brujo afirmó que estaba claro que a la mujer no le gustaban los de su raza. El gesto lo confirmaba. Luego siguió con su habitual tonito de broma, pero Helyare no se lo tomó como un intento de vacile, ya había usado ese tono en tantas ocasiones en el poco tiempo que habían estado juntos, que ya no le molestaba… Mucho. Le fastidiaba el hecho de que el brujo no parecía tomarse nada en serio.
La elfa resopló con las palabras de Vincent mientras este, por fin, se levantaba del suelo y recogía su arma. De nuevo, le dio la espalda a la chica. Helyare estaba más que segura que trataba de demostrar que no iba a atacarla y eso le causaba más confusión. Lo veía como algo tan extraño que la estresaba más aún. Era brujo, en teoría tendría que atacarla. Pero no. Entonces, ¿todo lo que sabía de los hechiceros era mentira? No, no podía ser. Pero el comportamiento de este era extraño.
Mientras la elfa cavilaba, el hombre se lanzó sobre el que había caído hacía unos minutos gracias a un flechazo en la zona de la clavícula. Ella volvió a repetir el gesto de fastidio cuando vio a Vincent dejar una llama en el aire. No le gustaba nada la magia usada por humanos. Aunque la buena noticia es que pronto podría dejar de verla porque sus caminos se separarían: ya habían encontrado el malhechor que buscaban. El mismo que aún seguía retorciéndose de dolor con el virote clavado. –¡Maldito cerdo! –Espetó Maron al ver que no tenía mucha más escapatoria. A pesar de todo seguía retorciéndose en el suelo tratando de moverse y alcanzar la ballesta, que Vincent había pateado.
La pelirroja salió de detrás de las estalagmitas y se plantó cerca del susodicho. –Ya lo tienes. –Miró a Vincent con una sonrisa tan leve que apenas era perceptible a la luz de la llama, y más con la capucha cubriéndole casi todo el rostro. Parecía algo desanimada en su tono de voz, tanto que no se sabía si lo que había dicho era una pregunta o una afirmación.
El maleante se quedó mirando a Helyare, aunque él sólo podía distinguir una sombra encapuchada y ya, no podía distinguir la raza o el género, salvo por la voz. No parecía cuadrarle mucho que el brujo tuviese una acompañante y volvió a intentar buscar su ballesta para defenderse aunque parecía imposible, y más con la espada del brujo en el cuello. Eso le limitaba mucho el movimiento.
La elfa giró la cabeza en dirección a Vincent, pero mirando detrás de él. Uno de los hombres de Maron se estaba levantando y había cogido la ballesta de su compañero. Apuntando hacia la fuente del ruido y donde vislumbraba la llama disparó, en dirección al brujo. Justo en ese momento Helyare le pegó un empujón a su acompañante para desviarlo de la trayectoria del virote, que chocó contra una de las rocas que había detrás de ellos. Miró un segundo a Vincent y luego hacia donde estaba el hombre, que ahora trataba de correr, aunque seguía sin tener todas sus funciones bien a causa del golpe que le había propinado antes su acompañante.
Fue un instante lo que ella tardó en cargar su arco y lanzar una flecha que acabó clavada en el cuello del hombre, quien cayó hacia atrás de espaldas, a plomo, generando un gran ruido y una bandada de murciélagos salir del lugar. Ese no iba a molestar más.
Maron, por su parte, se había librado de tener la espada de Vincent en el cuello y trataba de moverse sin mucho éxito, la flecha que tenía clavada le impedía incorporarse bien sin clavársela más aún o hacerse más grande la herida. Se podía oír incluso la sangre caer al suelo de la oscura cueva.
–Luego… Te miraré la herida que tienes… En la nuca. –Comentó en voz baja la elfa, girándose y dándole la espalda a Vincent, con intención de recuperar la flecha mue le había clavado al ayudante de Maron. No quería mirarle a la cara, sentía que estaba haciendo mal no solo no matando al brujo, sino ayudándolo también. Y complicaba mucho las cosas para ella. ¡Encima le ofrecía ayuda! Su único consuelo era que no había nadie más en la cueva y no podía ser juzgada de nuevo, pero colaborar con un brujo no era de buen agrado para los Eytherzair. Su confusión la estaba haciendo comportarse de forma extraña para lo que había sido educada y ofrecerle ayuda a alguien de su raza era algo que nunca se había llegado a ver, no se barajaba esa opción. Los únicos que podían beneficiarse de su poder eran sus hermanos, no gente que les había causado sufrimiento.
Arrancó la flecha del cuello del tipo que yacía en el suelo y se quedó mirando un segundo la sangre, la que hace unos instantes debía haber sido de Vincent y a quien no se había atrevido a matar. Con cierta incomodidad en el cuerpo volvió hacia donde estaba el susodicho con Maron, todavía pensando en el porqué de sus acciones y en las consecuencias que podría tener. A diferencia del sentimiento de orgullo que llenaba el cuerpo de alguien que ayudaba, a Helyare lo que le invadía eran culpabilidad, miedo y cierta inseguridad.
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
Ah. Qué gozada. Ya podía escuchar el tintineo del dinero resonando en su bolsa cuando llegara al cuartel de la guardia. Maron había sido un hombre esquivo y complicado de atrapar para los milicianos de la ciudad. Una presa codiciada, y por ello, muy bien pagada.
Tendría que repartir las ganancias con Helyare, pero había merecido la pena. Sin ella no hubiera logrado atrapar al bandido. Al menos no a todos, pues quizás hubiera tenido que churruscar alguno para limpiar el camino, y poder atrapar a Maron con seguridad. Quizás, en la pelea con ellos podría haber muerto, o simplemente el trampero hubiera tenido tiempo de escapar mientras combatía con sus secuaces.
Era difícil predecir el resultado de todo aquello que no había pasado. De todos los caminos posibles no elegidos. Tantas alternativas habían en una decisión no escogida, que era imposible saber a ciencia cierta qué hubiera ocurrido si hubiese elegido otra opción. Lo que si podía saber con certeza, era que seguro que habría sido más complicado sin la elfa.
Aunque tenía que reconocer que no esperaba su reacción anterior. Lo había colocado en una posición comprometida al apuntarlo con su arco, y estaba feliz de que todo hubiera acabado bien, después de todo. Eso sí, era complicado olvidarlo del todo, y de momento no podía estar seguro de que de repente la mujer lo atacara de nuevo.
No creía que fuera el caso, pues ya había tenido oportunidad de meterle una flecha y había optado por no hacerlo. No obstante, todo había sido tan rápido e inesperado, que aún tenía una mala sensación en el cuerpo, pese a que sabía que todo había quedado atrás.
- Sí. Es Maron-, contestó a la elfa. - Ha costado lo suyo, pero cuando volvamos a Lunargenta tendremos un buen dinero. Hey, Maron. Te dejaré con mi amiga un momento-, se dirigió esta vez hacia el bandido.
Nada más terminar de hablar, sintió un empujón que lo tiró cuan largo era sobre la roca de la cueva. Casi a la vez escuchó el virote resonar contra las paredes, y al incorporase rápidamente, pudo ver perfectamente como un hombre caía de espaldas, después de escuchar como la cuerda del arco de la elfa restallaba con eco por el lugar.
- Vaya. Todo el mundo quiere matarme hoy-, comentó de pasada, acercándose nuevamente a Maron para evitar que se desangrara en sus fútiles intentos de escapar. - Que costumbre tan mala-, bromeó. Y tú. Desiste. Solo estás consiguiendo desangrarte poco a poco-, se dirigió al ladrón esta vez.
Lo dejó con Hel, y se movió hacia donde había dejado su morral. De él sacó una soga mientras volvía hacia el líder de los ladrones de nuevo.
- ¿Amiga? He visto como intentaba matarte. Además, eres un hijo de perra. Pensaba que estabas solo-, dijo el trampero por su parte.
- Oh. Vamos, Maron. Pensaba que eres un hombre que nunca se equivocaba-, se burló de él. - Y la forma en que me relacione con mis amigas no es asunto tuyo-, bromeó pasándole la soga por los brazos para amarrarlo.
Tendría que dejarle las piernas libres para que pudiera andar, y buscar más cuerdas entre las pertenencias de los ladrones para atarlos a todos. Era el único modo de poder llevárselos hasta Lunargenta con seguridad. Iba a ser un viaje complicado. Aunque, bueno, el ataque del último había reducido el número de tres secuaces a dos. Solo necesitaba atar a uno más ahora, y ya podrían llevarse a Maron, el del árbol y el restante de una vez por todas.
Nada más terminar de atar bien al hombre, el rubio volvió a agarrar la espada, y la envainó. Recogió su morral y agarró al líder para obligarlo a caminar. No lo llevó muy lejos, solo junto al hombre inconsciente que quedaba vivo en la cueva.
- La herida de mi cabeza puede esperar-, dijo a la elfa. - Será mejor que trates a Maron, o no tendremos nada por lo que cobrar. Bueno, pagan por una prueba de su muerte, pero no tanto-, miró al ladrón. - Aunque poco es mejor que nada. No lo olvides bandido. No tendré piedad si insistes en morir. Así que yo que tú dejaría de intentar huir-, le advirtió. - Iré fuera, la cuerda que usamos para atar al otro contra el árbol, es tan larga que puede servir para dos personas. No tardaré.
El brujo se alejó, dejando al líder a cargo de la mujer. Se podía escuchar claramente más improperios e insultos de Maron mientras se alejaba, pero no le dio importancia y salió de la cueva con paso firme. No tardó en llegar junto al árbol donde estaba atado el otro bandido, y la cara del tipo se podría describir como un poema.
- ¿Decepcionado al verme? Cualquiera diría que esperabas un desenlace totalmente diferente-, le comentó al hombre.
Este no dijo nada. Solo se quedó ensimismado en sus propios pensamientos. Por su parte, el brujo tampoco comentó nada más. Simplemente lo Desató del árbol para atarlo alrededor del tronco de su cuerpo, con los brazos por debajo de la cuerda como había hecho con Maron. Luego cortó el sobrante e instó al prisionero a caminar hacia la cueva.
- No me habrás echado de menos-, bromeó a la elfa aproximando con el primer bandido. - Siempre es divertido intentar matarme, o me negarás lo contrario-, terminó de bromear.
No perdió el tiempo y se puso manos a las obras con el trozo de soga que había cortado después de atar al anterior bandido. A este paso se iba a convertir en experto en cabos, pero eran gajes del oficio, se resignó a pensar. No tardó en tener al último de los ladrones amarrado como el resto, así que no tardó en cachetearlo para que despertara.
- Bueno. Por estos dos no nos darán mucho. Pero tampoco podemos dejarlos libres ¿no? - volvió a hablarle a la elfa. - Vayamos a Lunargenta por la recompensa. Espero que no te moleste pasar un tiempo conmigo de vuelta a la ciudad. Será lento el viaje, teniendo que controlar a estos. Aunque lo bueno es que hay un pueblo cercano. Allí hay una guarnición de la milicia. Seguro que ellos nos podrán escoltar hasta la ciudad facilitando el trayecto. O qué demonios, a lo mejor los llevan ellos personalmente, y nos pagan directamente en el pueblo. Eso sería genial, y bueno, te libraría de mí más rápidamente-, le explicó. - En cualquier caso, debemos pasar una pequeña temporada juntos. Para poder pagarte lo que mereces. Y gracias por tu ayuda. Sin ti, todo hubiera sido más complicado-, comentó, empujando a uno de los ladrones para que caminara delante.
El rubio hizo lo propio con los otros dos. Y pronto estuvo en marcha el grupo hacia el poblado. Helyare era una mujer experta, y muy valiosa. Seguro que se le daría bien el trabajo de mercenaria, pero no estaba seguro de que quisiera volver a trabajar con él. Al menos habían hecho un buen equipo una vez, y ya se vería si en el futuro se volverían a encontrar. Confiaba que en esa ocasión no le apuntara con una flecha, para variar.
Tendría que repartir las ganancias con Helyare, pero había merecido la pena. Sin ella no hubiera logrado atrapar al bandido. Al menos no a todos, pues quizás hubiera tenido que churruscar alguno para limpiar el camino, y poder atrapar a Maron con seguridad. Quizás, en la pelea con ellos podría haber muerto, o simplemente el trampero hubiera tenido tiempo de escapar mientras combatía con sus secuaces.
Era difícil predecir el resultado de todo aquello que no había pasado. De todos los caminos posibles no elegidos. Tantas alternativas habían en una decisión no escogida, que era imposible saber a ciencia cierta qué hubiera ocurrido si hubiese elegido otra opción. Lo que si podía saber con certeza, era que seguro que habría sido más complicado sin la elfa.
Aunque tenía que reconocer que no esperaba su reacción anterior. Lo había colocado en una posición comprometida al apuntarlo con su arco, y estaba feliz de que todo hubiera acabado bien, después de todo. Eso sí, era complicado olvidarlo del todo, y de momento no podía estar seguro de que de repente la mujer lo atacara de nuevo.
No creía que fuera el caso, pues ya había tenido oportunidad de meterle una flecha y había optado por no hacerlo. No obstante, todo había sido tan rápido e inesperado, que aún tenía una mala sensación en el cuerpo, pese a que sabía que todo había quedado atrás.
- Sí. Es Maron-, contestó a la elfa. - Ha costado lo suyo, pero cuando volvamos a Lunargenta tendremos un buen dinero. Hey, Maron. Te dejaré con mi amiga un momento-, se dirigió esta vez hacia el bandido.
Nada más terminar de hablar, sintió un empujón que lo tiró cuan largo era sobre la roca de la cueva. Casi a la vez escuchó el virote resonar contra las paredes, y al incorporase rápidamente, pudo ver perfectamente como un hombre caía de espaldas, después de escuchar como la cuerda del arco de la elfa restallaba con eco por el lugar.
- Vaya. Todo el mundo quiere matarme hoy-, comentó de pasada, acercándose nuevamente a Maron para evitar que se desangrara en sus fútiles intentos de escapar. - Que costumbre tan mala-, bromeó. Y tú. Desiste. Solo estás consiguiendo desangrarte poco a poco-, se dirigió al ladrón esta vez.
Lo dejó con Hel, y se movió hacia donde había dejado su morral. De él sacó una soga mientras volvía hacia el líder de los ladrones de nuevo.
- ¿Amiga? He visto como intentaba matarte. Además, eres un hijo de perra. Pensaba que estabas solo-, dijo el trampero por su parte.
- Oh. Vamos, Maron. Pensaba que eres un hombre que nunca se equivocaba-, se burló de él. - Y la forma en que me relacione con mis amigas no es asunto tuyo-, bromeó pasándole la soga por los brazos para amarrarlo.
Tendría que dejarle las piernas libres para que pudiera andar, y buscar más cuerdas entre las pertenencias de los ladrones para atarlos a todos. Era el único modo de poder llevárselos hasta Lunargenta con seguridad. Iba a ser un viaje complicado. Aunque, bueno, el ataque del último había reducido el número de tres secuaces a dos. Solo necesitaba atar a uno más ahora, y ya podrían llevarse a Maron, el del árbol y el restante de una vez por todas.
Nada más terminar de atar bien al hombre, el rubio volvió a agarrar la espada, y la envainó. Recogió su morral y agarró al líder para obligarlo a caminar. No lo llevó muy lejos, solo junto al hombre inconsciente que quedaba vivo en la cueva.
- La herida de mi cabeza puede esperar-, dijo a la elfa. - Será mejor que trates a Maron, o no tendremos nada por lo que cobrar. Bueno, pagan por una prueba de su muerte, pero no tanto-, miró al ladrón. - Aunque poco es mejor que nada. No lo olvides bandido. No tendré piedad si insistes en morir. Así que yo que tú dejaría de intentar huir-, le advirtió. - Iré fuera, la cuerda que usamos para atar al otro contra el árbol, es tan larga que puede servir para dos personas. No tardaré.
El brujo se alejó, dejando al líder a cargo de la mujer. Se podía escuchar claramente más improperios e insultos de Maron mientras se alejaba, pero no le dio importancia y salió de la cueva con paso firme. No tardó en llegar junto al árbol donde estaba atado el otro bandido, y la cara del tipo se podría describir como un poema.
- ¿Decepcionado al verme? Cualquiera diría que esperabas un desenlace totalmente diferente-, le comentó al hombre.
Este no dijo nada. Solo se quedó ensimismado en sus propios pensamientos. Por su parte, el brujo tampoco comentó nada más. Simplemente lo Desató del árbol para atarlo alrededor del tronco de su cuerpo, con los brazos por debajo de la cuerda como había hecho con Maron. Luego cortó el sobrante e instó al prisionero a caminar hacia la cueva.
- No me habrás echado de menos-, bromeó a la elfa aproximando con el primer bandido. - Siempre es divertido intentar matarme, o me negarás lo contrario-, terminó de bromear.
No perdió el tiempo y se puso manos a las obras con el trozo de soga que había cortado después de atar al anterior bandido. A este paso se iba a convertir en experto en cabos, pero eran gajes del oficio, se resignó a pensar. No tardó en tener al último de los ladrones amarrado como el resto, así que no tardó en cachetearlo para que despertara.
- Bueno. Por estos dos no nos darán mucho. Pero tampoco podemos dejarlos libres ¿no? - volvió a hablarle a la elfa. - Vayamos a Lunargenta por la recompensa. Espero que no te moleste pasar un tiempo conmigo de vuelta a la ciudad. Será lento el viaje, teniendo que controlar a estos. Aunque lo bueno es que hay un pueblo cercano. Allí hay una guarnición de la milicia. Seguro que ellos nos podrán escoltar hasta la ciudad facilitando el trayecto. O qué demonios, a lo mejor los llevan ellos personalmente, y nos pagan directamente en el pueblo. Eso sería genial, y bueno, te libraría de mí más rápidamente-, le explicó. - En cualquier caso, debemos pasar una pequeña temporada juntos. Para poder pagarte lo que mereces. Y gracias por tu ayuda. Sin ti, todo hubiera sido más complicado-, comentó, empujando a uno de los ladrones para que caminara delante.
El rubio hizo lo propio con los otros dos. Y pronto estuvo en marcha el grupo hacia el poblado. Helyare era una mujer experta, y muy valiosa. Seguro que se le daría bien el trabajo de mercenaria, pero no estaba seguro de que quisiera volver a trabajar con él. Al menos habían hecho un buen equipo una vez, y ya se vería si en el futuro se volverían a encontrar. Confiaba que en esa ocasión no le apuntara con una flecha, para variar.
Vincent Calhoun
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
–Lunargenta no está lejos de aquí. –Comentó Helyare cuando el brujo recordó a dónde debían llevar a los presos. No le hacía gracia volver a ese lugar pero le habían dicho que Aranarth y Arzhak estaban por allí y, aunque el día anterior no los había conseguido encontrar, tal vez hoy, o mañana, tendría más suerte. –No soy tu amiga. –Remarcó la elfa con cierto resentimiento en la voz y echando una mirada despectiva al brujo.
Ni hablar, jamás podría ser amiga de alguien como él, y menos tener cualquier atisbo de relación con alguien de su raza. Sólo los elfos podían optar a ser meldo de alguien como ella. Un estúpido hechicero ni siquiera se acercaba a la clasificación de tolerable. Refunfuñó un poco sólo por el descontento que le había ocasionado que el rubio se refiera a ella de ese modo.
Después de apartar al brujo de la trayectoria de la flecha se tuvo que quedar aguantando al maleante, que ya había sido atado por Vincent. La elfa simplemente miraba al hombre con algo de desidia. No paraba de quejarse de su situación y de echar improperios contra el brujo porque lo había capturado. Éste ató al trampero y se fue de la cueva para buscar al otro tipo.
Con más ganas de darle un puñetazo que de curarlo, Helyare se inclinó un poco hacia Maron para tratar la herida que le había hecho con la flecha. El hombre se retorcía e intentaba apartar a la elfa, cosa que no le hizo demasiada gracia a la pelirroja, porque ni siquiera quería ayudarle. Era un maldito humano miserable. La pelirroja colocó una de sus manos sobre la clavícula del tipo y, como no se estaba quieto, con la otra lo agarró del pelo y le hizo girar la cabeza hacia el lado contrario. –Estate quieto o vas a llegar muerto a la ciudad.
A pesar de su amenaza, la actitud de Maron no era, precisamente, brillante. Se había quedado quieto, pero seguía soltando insultos, esta vez hacia ella y alguno hacia el brujo, gritando más fuerte para que el eco hiciera que éste los oyese. Al igual que su esbirro, el trampero estaba acabando con la poca paciencia que tenía la elfa y apenas podía curarlo, era un proceso lento y, por suerte, su herida aparentaba ser más pequeña que la del que estaba fuera.
–¿Qué haces con este tipo si no eres su amiga? Has estado a punto de matarlo… Libérame. Te puedo ayudar a librarte de él.
El argumento del tipo cambió y la elfa soltó un notorio suspiro, cansándose del humano que no paraba de hablar. –No necesito ayuda. Cállate.
Pero el malhechor no parecía saber el significado de esa palabra y siguió hasta la llegada del brujo, quien traía al otro muchacho atado. Helyare apenas había terminado de curar una parte de la herida pero, al no salir apenas sangre, se la dejó así. Le soltó con brusquedad y dejó que Vincent se encargara de atarlos. Ella simplemente vigilaba que ninguno hiciera movimientos extraños y golpearan al brujo, pero todo fue sin problemas, salvo algunas quejas de los prisioneros.
–Sí… Vamos donde tú quieras. –Dijo sin mucha expresión la elfa mientras cavilaba sobre lo que había dicho el rubio, ni siquiera se fijó en que le había dado las gracias.
No quería que la sociedad pudiera relacionarla con un brujo pero no le vendrían nada mal unas monedas, a pesar de haberle dicho que no las quería. Simplemente se negaba a aceptar algo de esa raza. Pero era necesario. Aunque no sabía qué hacer si alguien la señalaba por haber ayudado o simplemente por estar cerca de un hechicero. Criada en un entorno donde la apariencia que dabas a los demás era algo tan importante, verse en esa situación hacía que le diese muchas vueltas a la cabeza.
Él, mientras, iba empujando a los prisioneros para que avanzasen. Helyare se quedó unos segundos en la cueva, mirando cómo empezaban a caminar y luego los siguió. Se aseguró que llevaba perfectamente colocada la capucha para evitar que fuera de la cueva pudieran verla. Apenas podían verse sus ojos, pero mejor, no quería ser reconocida.
La elfa pasó un rato de camino bastante en silencio. Sólo se escuchaba alguna queja, risa o burla de los prisioneros. –Eh, tú, ¿confías en alguien que esconde su rostro y que te ha atacado? ¿Tan desesperado estabas por atraparnos? –Se mofaban de Vincent entre uno de los amigos y el mismo Maron. –Qué decepción, necesitas ayuda de un ser que abraza a los árboles y le rezan a las flores.
Pero Helyare no estaba atenta a lo que decían de ella, solo miraba a su acompañante, rumiando una cosa en su mente que no sabía si sería correcto o no preguntar a alguien como él. Pero tenía mucha curiosidad. Quería saber todo lo que pudieran contarle y la mejor oportunidad, de primera mano, era preguntar al hechicero. Ella había sido entrenada por una causa y quería conocer algo más que historias antiguas, cánticos y relatos.
Avanzó unos pasos para colocarse al lado del brujo y le miró durante medio segundo, aunque luego volvió a dirigir su vista al frente. –Ah… Vincent... –Se mordió ligeramente el labio antes de continuar, un poco nerviosa porque sentía que no estaba haciendo caso únicamente a lo que le habían enseñado desde que nació. –¿Cómo son las Islas?
Ni hablar, jamás podría ser amiga de alguien como él, y menos tener cualquier atisbo de relación con alguien de su raza. Sólo los elfos podían optar a ser meldo de alguien como ella. Un estúpido hechicero ni siquiera se acercaba a la clasificación de tolerable. Refunfuñó un poco sólo por el descontento que le había ocasionado que el rubio se refiera a ella de ese modo.
Después de apartar al brujo de la trayectoria de la flecha se tuvo que quedar aguantando al maleante, que ya había sido atado por Vincent. La elfa simplemente miraba al hombre con algo de desidia. No paraba de quejarse de su situación y de echar improperios contra el brujo porque lo había capturado. Éste ató al trampero y se fue de la cueva para buscar al otro tipo.
Con más ganas de darle un puñetazo que de curarlo, Helyare se inclinó un poco hacia Maron para tratar la herida que le había hecho con la flecha. El hombre se retorcía e intentaba apartar a la elfa, cosa que no le hizo demasiada gracia a la pelirroja, porque ni siquiera quería ayudarle. Era un maldito humano miserable. La pelirroja colocó una de sus manos sobre la clavícula del tipo y, como no se estaba quieto, con la otra lo agarró del pelo y le hizo girar la cabeza hacia el lado contrario. –Estate quieto o vas a llegar muerto a la ciudad.
A pesar de su amenaza, la actitud de Maron no era, precisamente, brillante. Se había quedado quieto, pero seguía soltando insultos, esta vez hacia ella y alguno hacia el brujo, gritando más fuerte para que el eco hiciera que éste los oyese. Al igual que su esbirro, el trampero estaba acabando con la poca paciencia que tenía la elfa y apenas podía curarlo, era un proceso lento y, por suerte, su herida aparentaba ser más pequeña que la del que estaba fuera.
–¿Qué haces con este tipo si no eres su amiga? Has estado a punto de matarlo… Libérame. Te puedo ayudar a librarte de él.
El argumento del tipo cambió y la elfa soltó un notorio suspiro, cansándose del humano que no paraba de hablar. –No necesito ayuda. Cállate.
Pero el malhechor no parecía saber el significado de esa palabra y siguió hasta la llegada del brujo, quien traía al otro muchacho atado. Helyare apenas había terminado de curar una parte de la herida pero, al no salir apenas sangre, se la dejó así. Le soltó con brusquedad y dejó que Vincent se encargara de atarlos. Ella simplemente vigilaba que ninguno hiciera movimientos extraños y golpearan al brujo, pero todo fue sin problemas, salvo algunas quejas de los prisioneros.
–Sí… Vamos donde tú quieras. –Dijo sin mucha expresión la elfa mientras cavilaba sobre lo que había dicho el rubio, ni siquiera se fijó en que le había dado las gracias.
No quería que la sociedad pudiera relacionarla con un brujo pero no le vendrían nada mal unas monedas, a pesar de haberle dicho que no las quería. Simplemente se negaba a aceptar algo de esa raza. Pero era necesario. Aunque no sabía qué hacer si alguien la señalaba por haber ayudado o simplemente por estar cerca de un hechicero. Criada en un entorno donde la apariencia que dabas a los demás era algo tan importante, verse en esa situación hacía que le diese muchas vueltas a la cabeza.
Él, mientras, iba empujando a los prisioneros para que avanzasen. Helyare se quedó unos segundos en la cueva, mirando cómo empezaban a caminar y luego los siguió. Se aseguró que llevaba perfectamente colocada la capucha para evitar que fuera de la cueva pudieran verla. Apenas podían verse sus ojos, pero mejor, no quería ser reconocida.
La elfa pasó un rato de camino bastante en silencio. Sólo se escuchaba alguna queja, risa o burla de los prisioneros. –Eh, tú, ¿confías en alguien que esconde su rostro y que te ha atacado? ¿Tan desesperado estabas por atraparnos? –Se mofaban de Vincent entre uno de los amigos y el mismo Maron. –Qué decepción, necesitas ayuda de un ser que abraza a los árboles y le rezan a las flores.
Pero Helyare no estaba atenta a lo que decían de ella, solo miraba a su acompañante, rumiando una cosa en su mente que no sabía si sería correcto o no preguntar a alguien como él. Pero tenía mucha curiosidad. Quería saber todo lo que pudieran contarle y la mejor oportunidad, de primera mano, era preguntar al hechicero. Ella había sido entrenada por una causa y quería conocer algo más que historias antiguas, cánticos y relatos.
Avanzó unos pasos para colocarse al lado del brujo y le miró durante medio segundo, aunque luego volvió a dirigir su vista al frente. –Ah… Vincent... –Se mordió ligeramente el labio antes de continuar, un poco nerviosa porque sentía que no estaba haciendo caso únicamente a lo que le habían enseñado desde que nació. –¿Cómo son las Islas?
Helyare
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
Que podía decir. Todo había salido bien después de todo. Tenía a Maron como había querido al entrar en ese bosque, y además se llevaba dos más por el que le darían un pellizco más. Aunque la realidad es que debía hablar en plural.
Las ganancias por el trampero y sus secuaces tendrían que ser repartidas en dos partes iguales. Era lo justo. Y Vincent era un hombre justo, o al menos así lo creía él.
Si bien, aunque la elfa se había comportado de un modo distante durante todo el tiempo, y se había vuelto loca al conocer su verdadera raza, el problema no había ido a más. Por lo demás tenía bastante claro que sin su ayuda no hubiera conseguido atrapar a Maron tan pronto. E incluso puede que nunca lo hubiera logrado pillar vivo. Pues el bandido tenía un grupo numeroso para que un solo hombre lo enfrentara, sin tener que ser muy violento en su combate para sobrevivir contra ellos. En ese caso, mucho se temía que hubiera tenido que renunciar a la captura del ladrón, o hubiera tenido que matarlos a todos, consiguiendo una recompensa mucho menor.
Eso sin contar que tendría que llevar una prueba de la muerte del bandido y sus compinches. El simple hecho de imaginarse llevando un cuerpo inerte por los bosques le daba dolor de espalda. Retrasando su marcha, y cansándolo sobremanera durante todo el trayecto. Ni siquiera tenía que llegar a la parte, en la que el cuerpo apestaría al cabo de unas horas por su reciente adquirida mortalidad, para alegrarse de que todo hubiera terminado de un modo distinto.
- ¿Y tú, tan desesperado estás por huir, que intentas enfrentarme con ella? - contestó a Maron, con cierto grado de sorna. - No olvides, que esa mujer que abraza árboles y reza a las flores, ha efectuado un disparo perfecto con su arco, en una cueva casi sin visibilidad. Imagina lo que podría hacerte aquí fuera, a tan poca distancia-, sonrió ante su propia broma, divertido, meneando la cabeza. - Intenta llegar vivo hasta Lunargenta. No tientes a tu suerte.
Sobre todo porque de ser así, iba a cobrar mucho menos.
Esa parte decidió obviarla y no decirla en alto, aunque lo cierto es que tampoco quería que nadie más muriera en vano. Ya fuera porque eso le restara dinero a su recompensa, o porque prefería los trabajos más limpios. Sin muertes, a ser posible, pese a que no le temblaba el pulso en el combate si debía matar a sus adversarios.
Evidentemente, atrapar a todos con vida era algo que muchas veces no podía conseguir. Solo había que ver el caso que tenía entre las manos para saberlo, pues ya había muerto uno por su insistencia en resistirse ante ellos. Pero, aún así, aunque fuera complicado, era algo que siempre intentaba hacer. Descartar todas las opciones posibles, antes de tener que utilizar la inevitable y mortal fuerza bruta.
Lo cual le hacía recordar la importancia de Helyare en este trabajo, para que acabara de un modo menos sangriento. Y más acorde a sus intereses.
Le debía mucho a la elfa, y le pagaría por ello. No era un hombre que incumpliera sus promesas. Aunque seguro que para la mujer, el apelativo de hombre era algo demasiado bonito para él. Seguro que maldito brujo sería más adecuado.
El rubio aún tenía una ligera sonrisa en los labios, cuando escuchó la voz de la mujer dirigirse a él. Por lo cual tuvo que volver rápidamente la realidad. No sin antes carraspear, para darse tiempo para pensar en la respuesta a lo que le había preguntado.
- ¿Las islas? - respondió extrañado. Curiosa pregunta para una persona que detestaba a los brujos. - Pues son masas de tierras rodeadas por el mar-, bromeó con una definición de isla. - Bueno-, dijo más serio. - El archipiélago es un lugar bonito, lleno de acantilados y de playas de arena blanca. Tienen un clima tropical, así que no faltan las lluvias tampoco. Eso ayuda a que haya grandes bosques en todas las islas. No tan extensos como los del sur del continente, por supuesto, pero no es un lugar con poca vegetación como piensan algunos-, miró de soslayo a la elfa. - Aunque un mal acecha en las islas-, comenzó a decir con voz trémula. - Una maldición que hace peligrar a todos los seres de Aerandir que pisen tierras Illidenses. Algunas personas te dirían que a todo ser que se cruce con ella, cuando consigue arribar a las costas del continente. Oh, sí-, dijo teatralmente para darle énfasis a sus palabras. - Esa maldición desgraciadamente ha escapado de su contención. Cuídate de encontrarte con ese mal, elfa. Pues podrías correr mucho peligro si eso pasara. Solo puedo advertirte y decirte como se llama esa maldición, que los mortales nombran como… brujos-, sonrió y volvió a mirar a la mujer de perfil, para comprobar sus reacción ante la broma. - Bueno, quizás esa gente exagere ¿no? Después de todo, tú estás al lado de uno y no te ha producido sarpullidos, ni ninguna infección. Ya llevamos bastante tiempo caminando-, miró el cielo. - No debe quedar mucho para alcanzar el poblado. Desde allí todo será coser y cantar hasta Lunargenta.
A lo mejor la guardia destacada en el pueblo llevaba al trío de maleantes hasta la ciudad, después de pagarles. Con lo cual la elfa podría por fin librarse de tan funesta compañía. Y él por su parte, conseguir la preciada recompensa que buscaba por Maron, y saldar su deuda con la mujer por ayudarlo.
Las ganancias por el trampero y sus secuaces tendrían que ser repartidas en dos partes iguales. Era lo justo. Y Vincent era un hombre justo, o al menos así lo creía él.
Si bien, aunque la elfa se había comportado de un modo distante durante todo el tiempo, y se había vuelto loca al conocer su verdadera raza, el problema no había ido a más. Por lo demás tenía bastante claro que sin su ayuda no hubiera conseguido atrapar a Maron tan pronto. E incluso puede que nunca lo hubiera logrado pillar vivo. Pues el bandido tenía un grupo numeroso para que un solo hombre lo enfrentara, sin tener que ser muy violento en su combate para sobrevivir contra ellos. En ese caso, mucho se temía que hubiera tenido que renunciar a la captura del ladrón, o hubiera tenido que matarlos a todos, consiguiendo una recompensa mucho menor.
Eso sin contar que tendría que llevar una prueba de la muerte del bandido y sus compinches. El simple hecho de imaginarse llevando un cuerpo inerte por los bosques le daba dolor de espalda. Retrasando su marcha, y cansándolo sobremanera durante todo el trayecto. Ni siquiera tenía que llegar a la parte, en la que el cuerpo apestaría al cabo de unas horas por su reciente adquirida mortalidad, para alegrarse de que todo hubiera terminado de un modo distinto.
- ¿Y tú, tan desesperado estás por huir, que intentas enfrentarme con ella? - contestó a Maron, con cierto grado de sorna. - No olvides, que esa mujer que abraza árboles y reza a las flores, ha efectuado un disparo perfecto con su arco, en una cueva casi sin visibilidad. Imagina lo que podría hacerte aquí fuera, a tan poca distancia-, sonrió ante su propia broma, divertido, meneando la cabeza. - Intenta llegar vivo hasta Lunargenta. No tientes a tu suerte.
Sobre todo porque de ser así, iba a cobrar mucho menos.
Esa parte decidió obviarla y no decirla en alto, aunque lo cierto es que tampoco quería que nadie más muriera en vano. Ya fuera porque eso le restara dinero a su recompensa, o porque prefería los trabajos más limpios. Sin muertes, a ser posible, pese a que no le temblaba el pulso en el combate si debía matar a sus adversarios.
Evidentemente, atrapar a todos con vida era algo que muchas veces no podía conseguir. Solo había que ver el caso que tenía entre las manos para saberlo, pues ya había muerto uno por su insistencia en resistirse ante ellos. Pero, aún así, aunque fuera complicado, era algo que siempre intentaba hacer. Descartar todas las opciones posibles, antes de tener que utilizar la inevitable y mortal fuerza bruta.
Lo cual le hacía recordar la importancia de Helyare en este trabajo, para que acabara de un modo menos sangriento. Y más acorde a sus intereses.
Le debía mucho a la elfa, y le pagaría por ello. No era un hombre que incumpliera sus promesas. Aunque seguro que para la mujer, el apelativo de hombre era algo demasiado bonito para él. Seguro que maldito brujo sería más adecuado.
El rubio aún tenía una ligera sonrisa en los labios, cuando escuchó la voz de la mujer dirigirse a él. Por lo cual tuvo que volver rápidamente la realidad. No sin antes carraspear, para darse tiempo para pensar en la respuesta a lo que le había preguntado.
- ¿Las islas? - respondió extrañado. Curiosa pregunta para una persona que detestaba a los brujos. - Pues son masas de tierras rodeadas por el mar-, bromeó con una definición de isla. - Bueno-, dijo más serio. - El archipiélago es un lugar bonito, lleno de acantilados y de playas de arena blanca. Tienen un clima tropical, así que no faltan las lluvias tampoco. Eso ayuda a que haya grandes bosques en todas las islas. No tan extensos como los del sur del continente, por supuesto, pero no es un lugar con poca vegetación como piensan algunos-, miró de soslayo a la elfa. - Aunque un mal acecha en las islas-, comenzó a decir con voz trémula. - Una maldición que hace peligrar a todos los seres de Aerandir que pisen tierras Illidenses. Algunas personas te dirían que a todo ser que se cruce con ella, cuando consigue arribar a las costas del continente. Oh, sí-, dijo teatralmente para darle énfasis a sus palabras. - Esa maldición desgraciadamente ha escapado de su contención. Cuídate de encontrarte con ese mal, elfa. Pues podrías correr mucho peligro si eso pasara. Solo puedo advertirte y decirte como se llama esa maldición, que los mortales nombran como… brujos-, sonrió y volvió a mirar a la mujer de perfil, para comprobar sus reacción ante la broma. - Bueno, quizás esa gente exagere ¿no? Después de todo, tú estás al lado de uno y no te ha producido sarpullidos, ni ninguna infección. Ya llevamos bastante tiempo caminando-, miró el cielo. - No debe quedar mucho para alcanzar el poblado. Desde allí todo será coser y cantar hasta Lunargenta.
A lo mejor la guardia destacada en el pueblo llevaba al trío de maleantes hasta la ciudad, después de pagarles. Con lo cual la elfa podría por fin librarse de tan funesta compañía. Y él por su parte, conseguir la preciada recompensa que buscaba por Maron, y saldar su deuda con la mujer por ayudarlo.
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Re: ¿Qué haces por aquí? [Interpretativo] [Vincent/Libre] [CERRADO]
Emprendieron el camino hacia un poblado acompañados de las quejas y el rezongar de los prisioneros. A veces se quejaban del brujo y otras de la elfa, sin orden fijo, parecía ser que cuando se aburrían soltaban algún improperio contra los dos. Posiblemente pensasen que si los enfadaban los dejarían escapar, pero la recompensa que obtendrían compensaba el tener que aguantarlos unos kilómetros. Vincent no los tomaba muy en serio y era capaz de responder a sus críticas con humor y despreocupación; la elfa, no. Pero simplemente les ignoraba. Bastante pena cargaban ya con el hecho de ser una raza inferior.
Antes que a los maleantes prefirió escuchar al brujo contestar a la pregunta que le había hecho. Al principio le gustó lo que decía de las islas, sobretodo lo de los grandes bosques, que hacían imaginarse a la elfa el lugar bastante bonito y entendía porqué sus antepasados habitaban allí. La naturaleza de allí debía ser muy variada y por lo que contaba el brujo, no estaba equivocada. Pero eso la llenaba de rabia, el pensar que gente como Vincent, que usaban su magia con fines destructivos, se habían quedado con su antiguo territorio.
Conocía que esos malditos habían destruido, también, parte de Sandorai y ahora eran conocidas por ser grandes llanuras con flores. Pero de los árboles que formaban el bosque ya no quedaban ni las cenizas. No entendía porqué habían perdido las islas ante seres que no respetaban la naturaleza.
“Me encantaría ir a las Islas Illidenses…”, pensó la pelirroja mientras se rascaba la mejilla casi distraída.
Aun así seguía escuchando la respuesta del brujo, que ahora se había tornado más teatral. Hablaba de una maldición que asolaba el territorio y Hely prestó más atención a eso, pues desconocía que ese tipo de magia estuviera en el archipiélago.
La cara de la elfa volvió a ser dura y fría cuando descubrió que todo era una broma del hombre. Hizo una mueca y miró de forma impertinente a su acompañante. El resto de la comitiva empezó a reírse y a gritar cosas como: “Los brujos siempre sois malos”, “Sois unos malditos”, “Vas a asustar a la elfa con tus historias”. A ellos les parecía divertida la historia, más que divertida, una forma de seguir burlándose de sus captores pero, la elfa, siguió ignorándolos. Era eso o matarlos y cobrar menos, y tampoco quería haber pasado por el trago de ayudar a Vincent y volverse con las manos vacías.
–Sí, sois una maldición. –Concluyó con algo de desagrado en la voz, lo que provocó más a los comentaristas improvisados que llevaban delante. También sentía cierta rabia de que Vincent pudiese conocer las islas y no ella, cuando habían sido hogar de sus ancestros. No era nada justo. –A lo mejor me acaban saliendo sarpullidos.
Por suerte, después de un rato caminando pudieron llegar a un poblado y entregar a los malhechores. Salvo al que había matado la pelirroja, que ese no lo cobraban, el resto les sumaría una buena cantidad de dinero. La guardia se los llevó en dirección a la capital, entregando un saco con aeros al encargado de la misión.
–No necesito la mitad. –Dijo la elfa mientras tomaba algunas monedas, pero ni siquiera llegó al 30% de las ganancias en total. Sólo necesitaba algunas piezas de oro para comprar cuencos, recipientes y algunas flechas. El resto se lo podía quedar el brujo. En su viaje a ningún-lado trataba de evitar los poblados, los sitios con mucha aglomeración y casi cualquier contacto con más gente. Si pasaba por alguna posada era de paso y a comprar en algún taller lo que le hiciera falta. Todo lo demás podía conseguirlo de los bosques, la naturaleza le proporcionaba todo lo que necesitaba y podía vivir perfectamente sin tener que cargar con tantas monedas. Con comprar algunos botecitos para las pociones, algún que otro trozo de tela y los recipientes para recoger agua, tenía suficiente.
Después de despedirse de Vincent en su habitual tono seco, se fue. No le dijo nada más y esperaba no volver a encontrarse más con él, no porque fuera mala persona, sino porque no debía interactuar con brujos. Y a pesar de que fuera un taar, no era malo. No entendía nada pero era algo carente de sentido, no comprendía porqué alguien de su calaña podía ser simpático con ella.
Antes que a los maleantes prefirió escuchar al brujo contestar a la pregunta que le había hecho. Al principio le gustó lo que decía de las islas, sobretodo lo de los grandes bosques, que hacían imaginarse a la elfa el lugar bastante bonito y entendía porqué sus antepasados habitaban allí. La naturaleza de allí debía ser muy variada y por lo que contaba el brujo, no estaba equivocada. Pero eso la llenaba de rabia, el pensar que gente como Vincent, que usaban su magia con fines destructivos, se habían quedado con su antiguo territorio.
Conocía que esos malditos habían destruido, también, parte de Sandorai y ahora eran conocidas por ser grandes llanuras con flores. Pero de los árboles que formaban el bosque ya no quedaban ni las cenizas. No entendía porqué habían perdido las islas ante seres que no respetaban la naturaleza.
“Me encantaría ir a las Islas Illidenses…”, pensó la pelirroja mientras se rascaba la mejilla casi distraída.
Aun así seguía escuchando la respuesta del brujo, que ahora se había tornado más teatral. Hablaba de una maldición que asolaba el territorio y Hely prestó más atención a eso, pues desconocía que ese tipo de magia estuviera en el archipiélago.
La cara de la elfa volvió a ser dura y fría cuando descubrió que todo era una broma del hombre. Hizo una mueca y miró de forma impertinente a su acompañante. El resto de la comitiva empezó a reírse y a gritar cosas como: “Los brujos siempre sois malos”, “Sois unos malditos”, “Vas a asustar a la elfa con tus historias”. A ellos les parecía divertida la historia, más que divertida, una forma de seguir burlándose de sus captores pero, la elfa, siguió ignorándolos. Era eso o matarlos y cobrar menos, y tampoco quería haber pasado por el trago de ayudar a Vincent y volverse con las manos vacías.
–Sí, sois una maldición. –Concluyó con algo de desagrado en la voz, lo que provocó más a los comentaristas improvisados que llevaban delante. También sentía cierta rabia de que Vincent pudiese conocer las islas y no ella, cuando habían sido hogar de sus ancestros. No era nada justo. –A lo mejor me acaban saliendo sarpullidos.
Por suerte, después de un rato caminando pudieron llegar a un poblado y entregar a los malhechores. Salvo al que había matado la pelirroja, que ese no lo cobraban, el resto les sumaría una buena cantidad de dinero. La guardia se los llevó en dirección a la capital, entregando un saco con aeros al encargado de la misión.
–No necesito la mitad. –Dijo la elfa mientras tomaba algunas monedas, pero ni siquiera llegó al 30% de las ganancias en total. Sólo necesitaba algunas piezas de oro para comprar cuencos, recipientes y algunas flechas. El resto se lo podía quedar el brujo. En su viaje a ningún-lado trataba de evitar los poblados, los sitios con mucha aglomeración y casi cualquier contacto con más gente. Si pasaba por alguna posada era de paso y a comprar en algún taller lo que le hiciera falta. Todo lo demás podía conseguirlo de los bosques, la naturaleza le proporcionaba todo lo que necesitaba y podía vivir perfectamente sin tener que cargar con tantas monedas. Con comprar algunos botecitos para las pociones, algún que otro trozo de tela y los recipientes para recoger agua, tenía suficiente.
Después de despedirse de Vincent en su habitual tono seco, se fue. No le dijo nada más y esperaba no volver a encontrarse más con él, no porque fuera mala persona, sino porque no debía interactuar con brujos. Y a pesar de que fuera un taar, no era malo. No entendía nada pero era algo carente de sentido, no comprendía porqué alguien de su calaña podía ser simpático con ella.
Helyare
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