¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
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¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Empujando a la multitud, una jovenzuela corría discurriéndose con una misteriosa caja de caoba entre brazos, mientras un hombre barbón, bajo y de edad mediana gritaba con desesperación:
- ¡Atrápenla, me ha robado, me ha robado! ¡Mi tesoro! ¡Mi tesoro!
Varios ojos curiosos miraban la persecución, algunos otros más se reían, otros intentaban ayudar al hombre en vano, obteniendo no más que guijarros en la frente como respuesta. Esquivando uno y otro, corría escapando con quien sabe qué objeto preciado en su posesión.
Vamos, casi pierdo al obeso ¡Nadie puede contra mí! ¡Ja, ja!
Si te preguntas qué es lo que ha pasado, te doy un repaso rápido: Hace días que vengo observando al buen hombre que puedes divisar detrás mío, durante ese tiempo observé que poseía algo que no puede ser ignorado tan fácilmente. Y como amante de lo ajeno, obviamente debía poseer el magnífico contenido de esta gran pieza carpintería. Es más, que se queden el cofre ¡Lo de adentro es una verdadera obra de arte!
Y hace unos momentos, en un pequeño descuido suyo, de la ventana de su casa he saltado con el botín en mi poder. Si hubieran visto su cara…
- ¿Ya te cansaste? ¡Pero si apenas comenzamos a jugar! – decía la elfina al ver que el hombre se había detenido jadeante, apoyándose en sobre las rodillas. - ¡Es una pena! ¡Hasta la vista, cachetón!
Sin embargo, Iliaki no contó con que cerca de ahí, en la entrada de una de las posadas, se hallaban descansando varios guardias. El hombre (que por cierto, era llamado por muchos como “el viejo Billie John”), dándose con esta imprevista ventaja, recurrió en su ayuda para recuperar su más valiosa pertenencia.
¡Hey, eso es jugar sucio! ¡A correr!
Saltando, sorteando, huyendo ¡Volando! ¡Necesito esconderme, que no me vean! Hey, si me mezclo con la gente, quizá no me reconozcan tan pronto…
Tomando del brazo a una persona al azar, comenzó a pronunciar las siguientes palabras:
- Hey, no me conoces, ni te conozco, pero si no continúas caminando, me atraparán unos rufianes y mi hermanito menor no conseguirá tomar su medicina ¡Necesito tu ayuda, o morirá!
- ¡Atrápenla, me ha robado, me ha robado! ¡Mi tesoro! ¡Mi tesoro!
Varios ojos curiosos miraban la persecución, algunos otros más se reían, otros intentaban ayudar al hombre en vano, obteniendo no más que guijarros en la frente como respuesta. Esquivando uno y otro, corría escapando con quien sabe qué objeto preciado en su posesión.
Vamos, casi pierdo al obeso ¡Nadie puede contra mí! ¡Ja, ja!
Si te preguntas qué es lo que ha pasado, te doy un repaso rápido: Hace días que vengo observando al buen hombre que puedes divisar detrás mío, durante ese tiempo observé que poseía algo que no puede ser ignorado tan fácilmente. Y como amante de lo ajeno, obviamente debía poseer el magnífico contenido de esta gran pieza carpintería. Es más, que se queden el cofre ¡Lo de adentro es una verdadera obra de arte!
Y hace unos momentos, en un pequeño descuido suyo, de la ventana de su casa he saltado con el botín en mi poder. Si hubieran visto su cara…
- ¿Ya te cansaste? ¡Pero si apenas comenzamos a jugar! – decía la elfina al ver que el hombre se había detenido jadeante, apoyándose en sobre las rodillas. - ¡Es una pena! ¡Hasta la vista, cachetón!
Sin embargo, Iliaki no contó con que cerca de ahí, en la entrada de una de las posadas, se hallaban descansando varios guardias. El hombre (que por cierto, era llamado por muchos como “el viejo Billie John”), dándose con esta imprevista ventaja, recurrió en su ayuda para recuperar su más valiosa pertenencia.
¡Hey, eso es jugar sucio! ¡A correr!
Saltando, sorteando, huyendo ¡Volando! ¡Necesito esconderme, que no me vean! Hey, si me mezclo con la gente, quizá no me reconozcan tan pronto…
Tomando del brazo a una persona al azar, comenzó a pronunciar las siguientes palabras:
- Hey, no me conoces, ni te conozco, pero si no continúas caminando, me atraparán unos rufianes y mi hermanito menor no conseguirá tomar su medicina ¡Necesito tu ayuda, o morirá!
Última edición por Iliaki el Miér Nov 16 2016, 00:03, editado 1 vez
Iliaki
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Lo había decidido, ese día no se metería en problemas. Después de la última odisea que había vivido en la mansión de Elso Ponsio, lo último que la rubia deseaba era tener otra aventura en la cual su vida pendiera de un hilo; y con esa mentalidad partió a Lunargenta con el propósito de divertirse y así dejar de lado los vertiginosos pensamientos que la atormentaban últimamente. Parecía que se estaba volviendo experta en escaparse del bosque y aunque no era algo de lo que se sintiera muy orgullosa, debía admitir que lo disfrutaba sobremanera. Recorrió las calles de la urbe, deteniéndose de vez en cuando en los puestos del mercado para comprar algunas bagatelas. Iba a continuar su camino, cuando un hermoso arco dentro de uno de los locales llamó su atención. Escudriñó el objeto con admiración y se preguntó si al irascible cazador le gustaría. Se dio a sí misma una palmada en la mejilla, reprendiéndose por estar pensando en ese chico con una sonrisa bobalicona, cuando él no le importaba, ni siquiera un poquito.
Repitió esa frase en su cabeza, tratando de disipar el rubor de sus mejillas y siguió con su camino. Seguramente iba a enfermarse y por eso tenía el rostro como tomate; sí, eso debía ser. O tal vez ya se estaba volviendo loca; aunque con todo lo que le había ocurrido últimamente, no le sorprendería haber perdido la cordura. Menos cuando tenía a Bio como amigo. Sacudió su cabeza y decidió volver a disfrutar de su paseo, cuando un alboroto comenzó a llamar la atención de las personas que transitaban por la comarca. Optó por no darle importancia y por poco lo lograba, si no fuera porque alguien le había tomado el brazo, haciéndola virar instantáneamente, para tratar de entender que era lo que pasaba.
— ¿Pero qué…? —Parpadeó confundida al encontrarse con una pequeña elfita de cabello blanco con tonos grisáceos, rasgos delicados y ojos alegres y vivarachos.
La ojiazul arqueó una ceja en señal de desconfianza y empezó a avanzar junto a su compatriota. La verdad es que de todo lo que le había dicho solo le creyó en la parte de que alguien la perseguía, aunque dudaba que se tratara de unos rufianes. Giró en un par de calles, hasta que llegaron a un pequeño callejón, el cual se encontraba oculto entre dos locales al final del mercado. Una vez que se aseguró de que se encontraban a salvo —al menos por el momento—, decidió preguntarle a la chica sobre lo que estaba ocurriendo. Una pequeña señal de alerta se encendió en su cerebro, como si deseara avisarle que ese día no transcurriría de la manera en que esperaba y rezó a los dioses porque solo fuese una falsa alarma.
—Muy bien, aquí estaremos tranquilas —sonrió de forma picara—, al parecer estas en problemas y ya que me arrastraste a ellos creo que merezco saber la verdad —la miró con curiosidad, dejando en claro que no se tragaba el cuento que ella le había inventado—. Mi nombre es Ash…y te escucho.
Nuevamente esbozó una sonrisa traviesa y esperó la respuesta de la elfita, echando leves vistazos a los alrededores, esperando no ser descubierta por quien fuese que siguiera a la pequeña. Aun no sabía si ayudaría a su compatriota, primero debía estar segura de lo que ocurría en realidad y después tomaría su decisión. Sus ojos viajaron al cofre que la chica llevaba en sus manos y a la mente le vino la idea de que todo se relacionaba con ese objeto; no obstante, no se haría ideas extrañas hasta tener la clara certeza de en qué se estaba metiendo.
Repitió esa frase en su cabeza, tratando de disipar el rubor de sus mejillas y siguió con su camino. Seguramente iba a enfermarse y por eso tenía el rostro como tomate; sí, eso debía ser. O tal vez ya se estaba volviendo loca; aunque con todo lo que le había ocurrido últimamente, no le sorprendería haber perdido la cordura. Menos cuando tenía a Bio como amigo. Sacudió su cabeza y decidió volver a disfrutar de su paseo, cuando un alboroto comenzó a llamar la atención de las personas que transitaban por la comarca. Optó por no darle importancia y por poco lo lograba, si no fuera porque alguien le había tomado el brazo, haciéndola virar instantáneamente, para tratar de entender que era lo que pasaba.
— ¿Pero qué…? —Parpadeó confundida al encontrarse con una pequeña elfita de cabello blanco con tonos grisáceos, rasgos delicados y ojos alegres y vivarachos.
La ojiazul arqueó una ceja en señal de desconfianza y empezó a avanzar junto a su compatriota. La verdad es que de todo lo que le había dicho solo le creyó en la parte de que alguien la perseguía, aunque dudaba que se tratara de unos rufianes. Giró en un par de calles, hasta que llegaron a un pequeño callejón, el cual se encontraba oculto entre dos locales al final del mercado. Una vez que se aseguró de que se encontraban a salvo —al menos por el momento—, decidió preguntarle a la chica sobre lo que estaba ocurriendo. Una pequeña señal de alerta se encendió en su cerebro, como si deseara avisarle que ese día no transcurriría de la manera en que esperaba y rezó a los dioses porque solo fuese una falsa alarma.
—Muy bien, aquí estaremos tranquilas —sonrió de forma picara—, al parecer estas en problemas y ya que me arrastraste a ellos creo que merezco saber la verdad —la miró con curiosidad, dejando en claro que no se tragaba el cuento que ella le había inventado—. Mi nombre es Ash…y te escucho.
Nuevamente esbozó una sonrisa traviesa y esperó la respuesta de la elfita, echando leves vistazos a los alrededores, esperando no ser descubierta por quien fuese que siguiera a la pequeña. Aun no sabía si ayudaría a su compatriota, primero debía estar segura de lo que ocurría en realidad y después tomaría su decisión. Sus ojos viajaron al cofre que la chica llevaba en sus manos y a la mente le vino la idea de que todo se relacionaba con ese objeto; no obstante, no se haría ideas extrañas hasta tener la clara certeza de en qué se estaba metiendo.
Ashryn Elaynor
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Bostezó, otra vez.
– ¿Qué te pasa Tale, es que estás cansado? – Uno de sus compañeros de la guardia le dio una fuerte palmada en la espalda, sacándole de los pocos pensamientos que tenía a esa hora de la mañana – Sí – Contestó este repitiendo la acción que había llevado hasta aquella pregunta – Ya sabes, por las noches, el trabajo... – Su compañero inmediatamente comenzó a reír y se encogió de hombros - ¡Bienvenido a la élite! ¡Nos pagan poco, pero somos los mejores! – Dijo de buen humor dándole otra palmada en la espalda a Eltrant, que le dejó sin aliento - ¿Cuál es tu segundo trabajo? – Preguntó a continuación, sin perder la vista de los transeúntes que paseaban de aquí para allá, sin formar ningún altercado. Eltrant sonrió al escuchar la pregunta y se encogió de hombros – Similar a la guardia, recados, protección… - Los dos compañeros con los que hacía guardia aquella mañana dejaron escapar exageradas muestras de desagrado - ¿Ah sí? Dime Robert, ¿Cuál es tu segundo trabajo? – El hombre frunció el ceño y, henchido de orgullo se levantó – Panadero – Dijo - ¿Panadero? – Preguntó Eltrant alzando una ceja – Panadero – Sentenció Robert reafirmándose, el exmercenario dejó escapar una ligera carcajada y estiró los brazos.
– Yo no tengo ningún otro trabajo, el sueldo de guardia me viene perfecto – Añadió Marcoh, tan orgulloso de sus palabras como lo había sido Robert.
Marcoh era el otro guardia que, aquella mañana, Eltrant tenía como compañero; De constitución más frágil que Robert, era básicamente el encargado del papeleo en aquella caseta junto a la posada, un erudito de primera y un lector asiduo, el castaño y él solían tener acaloradas discusiones acerca de libros, lo cual siempre encontraba entretenido.
- ¡Tú vives con tus padres! – Gritó Robert, atrayendo la atención de varios viandantes, que se giraron a mirar a los tres guardas - ¡Por supuesto que te viene bien el sueldo! – Marcoh torció el gesto y se cruzó brazos - ¡Ellos viven conmigo! – Respondió de vuelta, lo que hizo que el primero estallase en carcajadas y le propinase una de sus famosas palmadas.
No se podía quejar, hacía lo que le gustaba y cobraba por ello un sueldo firme, algo que no podía decir como mercenario a tiempo completo, incluso tenía la oportunidad de viajar de aquí para allá como miembro de la guardia, de forma similar a como hacía antes, suspiró y, tras pasarse la mano por el pelo, estudió a la multitud que estaban custodiando.
-Dime Eltrant… – El brazo de Robert se enredó alrededor de su cuello y lo zarandeó un poco, sin dejar de sonreír – He oído que ha sido esa Delteria la que te ha convencido para entrar – Eltrant puso los ojos en blanco - ¿Es cierto lo que dicen de “La Gata"? – Al terminar la pregunta empezó a reír, una vez más, algo que se contagió hasta Marcoh que, mientras rellenaba varios manuscritos, rió levemente – Cállate si no quieres que te corte las manos, pedazo de imbécil – Contestó el exmercenario agotado por el número de veces que habían hecho ya ese chiste en menos de una hora. – No, venga, enserio ¡Dime! – Eltrant abrió la boca para responder, pero antes de que pudiese decir nada un hombre de aspecto extraño y preocupantemente sudoroso se acercó a los guardas y, sin parar de gritar, señaló a una joven peliblanca que se alejaba rápidamente de la escena, tildándola de ladrona.
Eltrant frunció el ceño y se giró hacia Robert, quien asintió inmediatamente - ¡Voy por detrás! – Dijo emprendiendo la carrera, el castaño imitó a su compañero y comenzó a correr tras la chica, la cual era parecía ser casi etérea, como si no tuviese forma corpórea atravesaba la multitud sin tropezarse con nada.
Maldiciendo su suerte a cada puesto de mercado que arrastraba y disculpándose precipitadamente a cada transeúnte al que arrollaba, Eltrant pronto contempló como, la chica a la que perseguía no iba sola, en algún punto de la persecución había agarrando a otra joven del brazo, y en aquel momento le susurraba al oído – “Así que no trabajas sola…” – Fue lo único que le paso por la cabeza antes de tropezarse por décima vez con un incauto transeúnte - ¡Mira por dónde vas patán! – Gritó este agitando el puño mientras veía al guarda alejarse entre la multitud - ¡¡Lo siento!! – Exclamó Eltrant desde la lejanía como disculpa.
Siguió avanzando, a través de las calles durante un tiempo indeterminado, varias decenas de minutos, quizás más, hasta que finalmente, ambas muchachas parecieron desvanecerse entre el gentío.
Jadeando, se dejó caer sobre una de las tantas paredes que había en la ciudad y se pasó la manga del azul uniforme por la frente – Lo que me faltaba… – Dijo exasperado, se estaba empezando a cansar de las persecuciones, primero Wernack con su carrera, y ahora esto. - ¿La has encontrado? – La voz de Robert a su espalda le informó de que este tampoco había conseguido alcanzar a las féminas – No, ve a buscar por la zona del puerto, yo que me quedo el mercado – Ordenó el castaño - ¿Eres consciente de que no puedes darme ordenes Tale? – Eltrant enarcó una ceja - ¿Quieres que se escape? – El corpulento guardia se cruzó de brazos y suspiró – Vale, le diré a Marcoh que pida ayuda, aunque… son ladronzuelos, ya sabes, lo de siempre, quizás sea para sobrevivir – El exmercenario sonrió al guarda – Si no las encontramos para el anochecer las dejamos estar.
Mientras buscaba, se detuvo junto a dos pequeños locales, no eran nada especial, una sastrería y una panadería, y ambas regentadas por el mismo individuo. – Quizás debería comprarme una capa nueva – Se atusó la barba mientras contemplaba la que estaba cuidadosamente colocada en el escaparate - ¿Pero tendré dinero? – Murmuró para si – También necesito una montura nueva para Mohr, que últimamente ha estado algo triste, creo que no le gusta el color azul… ese caballo… - Ni siquiera se estaba tomando muy enserio aquella persecución, después de todo, Robert tendría razón, no era la primera vez que cazaban a un huérfano por una hogaza de pan, y no era algo que precisamente le entusiasmase hacer.
- Mi nombre es Ash… y te escucho. – Aquellas palabras, prácticamente apagadas por el murmullo de la muchedumbre llegaron hasta sus oídos de alguna forma, frunció el ceño y, cuidadosamente, se acercó al callejón que había entre las dos tiendecitas.
Sonrió.
Allí estaban, las dos elfas ladronas; una rubia y la otra, de menos estatura, con el pelo tan blanco como la misma nieve, el aspecto de las chicas parecía decir que no llegaban a la veintena, pero debía de andarse con cuidado, si algo sabía de los elfos es que no debía juzgarles por su apariencia, podrían tener fácilmente más de un centenar de años.
Según se acercaba, más claros se hacían los murmullos, fueses quienes fuesen, estaban teniendo una conversación realmente animada. - Vosotras dos – Dijo cruzándose de brazos a varios metros de ellas, el callejón no tenía salida, tendrían que pasar por encima de él para escapar – Vais a tener que devolver lo que habéis robado.
– ¿Qué te pasa Tale, es que estás cansado? – Uno de sus compañeros de la guardia le dio una fuerte palmada en la espalda, sacándole de los pocos pensamientos que tenía a esa hora de la mañana – Sí – Contestó este repitiendo la acción que había llevado hasta aquella pregunta – Ya sabes, por las noches, el trabajo... – Su compañero inmediatamente comenzó a reír y se encogió de hombros - ¡Bienvenido a la élite! ¡Nos pagan poco, pero somos los mejores! – Dijo de buen humor dándole otra palmada en la espalda a Eltrant, que le dejó sin aliento - ¿Cuál es tu segundo trabajo? – Preguntó a continuación, sin perder la vista de los transeúntes que paseaban de aquí para allá, sin formar ningún altercado. Eltrant sonrió al escuchar la pregunta y se encogió de hombros – Similar a la guardia, recados, protección… - Los dos compañeros con los que hacía guardia aquella mañana dejaron escapar exageradas muestras de desagrado - ¿Ah sí? Dime Robert, ¿Cuál es tu segundo trabajo? – El hombre frunció el ceño y, henchido de orgullo se levantó – Panadero – Dijo - ¿Panadero? – Preguntó Eltrant alzando una ceja – Panadero – Sentenció Robert reafirmándose, el exmercenario dejó escapar una ligera carcajada y estiró los brazos.
– Yo no tengo ningún otro trabajo, el sueldo de guardia me viene perfecto – Añadió Marcoh, tan orgulloso de sus palabras como lo había sido Robert.
Marcoh era el otro guardia que, aquella mañana, Eltrant tenía como compañero; De constitución más frágil que Robert, era básicamente el encargado del papeleo en aquella caseta junto a la posada, un erudito de primera y un lector asiduo, el castaño y él solían tener acaloradas discusiones acerca de libros, lo cual siempre encontraba entretenido.
- ¡Tú vives con tus padres! – Gritó Robert, atrayendo la atención de varios viandantes, que se giraron a mirar a los tres guardas - ¡Por supuesto que te viene bien el sueldo! – Marcoh torció el gesto y se cruzó brazos - ¡Ellos viven conmigo! – Respondió de vuelta, lo que hizo que el primero estallase en carcajadas y le propinase una de sus famosas palmadas.
No se podía quejar, hacía lo que le gustaba y cobraba por ello un sueldo firme, algo que no podía decir como mercenario a tiempo completo, incluso tenía la oportunidad de viajar de aquí para allá como miembro de la guardia, de forma similar a como hacía antes, suspiró y, tras pasarse la mano por el pelo, estudió a la multitud que estaban custodiando.
-Dime Eltrant… – El brazo de Robert se enredó alrededor de su cuello y lo zarandeó un poco, sin dejar de sonreír – He oído que ha sido esa Delteria la que te ha convencido para entrar – Eltrant puso los ojos en blanco - ¿Es cierto lo que dicen de “La Gata"? – Al terminar la pregunta empezó a reír, una vez más, algo que se contagió hasta Marcoh que, mientras rellenaba varios manuscritos, rió levemente – Cállate si no quieres que te corte las manos, pedazo de imbécil – Contestó el exmercenario agotado por el número de veces que habían hecho ya ese chiste en menos de una hora. – No, venga, enserio ¡Dime! – Eltrant abrió la boca para responder, pero antes de que pudiese decir nada un hombre de aspecto extraño y preocupantemente sudoroso se acercó a los guardas y, sin parar de gritar, señaló a una joven peliblanca que se alejaba rápidamente de la escena, tildándola de ladrona.
Eltrant frunció el ceño y se giró hacia Robert, quien asintió inmediatamente - ¡Voy por detrás! – Dijo emprendiendo la carrera, el castaño imitó a su compañero y comenzó a correr tras la chica, la cual era parecía ser casi etérea, como si no tuviese forma corpórea atravesaba la multitud sin tropezarse con nada.
Maldiciendo su suerte a cada puesto de mercado que arrastraba y disculpándose precipitadamente a cada transeúnte al que arrollaba, Eltrant pronto contempló como, la chica a la que perseguía no iba sola, en algún punto de la persecución había agarrando a otra joven del brazo, y en aquel momento le susurraba al oído – “Así que no trabajas sola…” – Fue lo único que le paso por la cabeza antes de tropezarse por décima vez con un incauto transeúnte - ¡Mira por dónde vas patán! – Gritó este agitando el puño mientras veía al guarda alejarse entre la multitud - ¡¡Lo siento!! – Exclamó Eltrant desde la lejanía como disculpa.
Siguió avanzando, a través de las calles durante un tiempo indeterminado, varias decenas de minutos, quizás más, hasta que finalmente, ambas muchachas parecieron desvanecerse entre el gentío.
Jadeando, se dejó caer sobre una de las tantas paredes que había en la ciudad y se pasó la manga del azul uniforme por la frente – Lo que me faltaba… – Dijo exasperado, se estaba empezando a cansar de las persecuciones, primero Wernack con su carrera, y ahora esto. - ¿La has encontrado? – La voz de Robert a su espalda le informó de que este tampoco había conseguido alcanzar a las féminas – No, ve a buscar por la zona del puerto, yo que me quedo el mercado – Ordenó el castaño - ¿Eres consciente de que no puedes darme ordenes Tale? – Eltrant enarcó una ceja - ¿Quieres que se escape? – El corpulento guardia se cruzó de brazos y suspiró – Vale, le diré a Marcoh que pida ayuda, aunque… son ladronzuelos, ya sabes, lo de siempre, quizás sea para sobrevivir – El exmercenario sonrió al guarda – Si no las encontramos para el anochecer las dejamos estar.
Mientras buscaba, se detuvo junto a dos pequeños locales, no eran nada especial, una sastrería y una panadería, y ambas regentadas por el mismo individuo. – Quizás debería comprarme una capa nueva – Se atusó la barba mientras contemplaba la que estaba cuidadosamente colocada en el escaparate - ¿Pero tendré dinero? – Murmuró para si – También necesito una montura nueva para Mohr, que últimamente ha estado algo triste, creo que no le gusta el color azul… ese caballo… - Ni siquiera se estaba tomando muy enserio aquella persecución, después de todo, Robert tendría razón, no era la primera vez que cazaban a un huérfano por una hogaza de pan, y no era algo que precisamente le entusiasmase hacer.
- Mi nombre es Ash… y te escucho. – Aquellas palabras, prácticamente apagadas por el murmullo de la muchedumbre llegaron hasta sus oídos de alguna forma, frunció el ceño y, cuidadosamente, se acercó al callejón que había entre las dos tiendecitas.
Sonrió.
Allí estaban, las dos elfas ladronas; una rubia y la otra, de menos estatura, con el pelo tan blanco como la misma nieve, el aspecto de las chicas parecía decir que no llegaban a la veintena, pero debía de andarse con cuidado, si algo sabía de los elfos es que no debía juzgarles por su apariencia, podrían tener fácilmente más de un centenar de años.
Según se acercaba, más claros se hacían los murmullos, fueses quienes fuesen, estaban teniendo una conversación realmente animada. - Vosotras dos – Dijo cruzándose de brazos a varios metros de ellas, el callejón no tenía salida, tendrían que pasar por encima de él para escapar – Vais a tener que devolver lo que habéis robado.
Eltrant Tale
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
- Vale, vale… hice lo que pude. ¡Me has descubierto!, no pasa nada más de lo que ves, de cualquier manera, me has hecho una buena coartada.
Un momento… orejas de elfo, manos de elfo, cara de elfo, pies de rana ¡Hey, esta chica es de la raza de los elfos! ¡Jamás había visto a alguien como yo en mi vida!
Pegando un salto de sorpresa, la elfina, dándose cuenta de que estaba frente a frente con un congénere suyo, suelta una sonrisa y en seguida una frase:
- ¡Woah, eres un elfo! ¡O elfa! ¡Elfina! ¿Cómo se dice? No importa – con una extravagante reverencia, se presenta así – Me llamo Iliaki, y como ves, me has salvado de una buena.
De acuerdo, pasemos lista de lo que tenemos: Un gordo fuera del camino, una chica con orejas igual de peliagudas que yo y la caja ¡Me muero por conseguir lo que hay dentro! Sin embargo, no debo abrirla aún, no delante de esta chica.
- Lo que pasa es que debía conseguir algo que no te voy a compartir ¿Comprendes? Algo hermoso ¡Algo magnífico! Y ahora, es mío ¡Te lo agradezco! Con tu permiso, iré a otro lado que no es aquí. Un gusto ¡Hasta luego!
Girando sobre su propio eje y dispuesta a retirarse, algo la interrumpe en su marcha de fuga. Podía haberse ido unos segundos antes y aquel suceso inesperado en contra se hubiese evitado, sin embargo, en esta ocasión la suerte no se dispuso así…
Oh, la madre de todas las verduras… ¿Es en serio? ¿Y ahora qué?
Era, justamente, un miembro de la guardia quien impedía su paso.
- Escucha, sea lo que te hayan contado, es falso, así que ¿por qué no nos calmamos todos y discutimos esto como personas civilizadas?
Genial, el viejo Billie John no pudo cerrar su enorme bocota. Debe haber una forma de salir de esta… Oh, dulce creación de expertas manos artesanas ¡Ojalá puedas perdonarme!
- ¡Hora del té! – gritó Iliaki arrojando la caja con todas sus fuerzas a la cara del hombre.
¡Ahora o nunca! Hey, no te quedes atrás muchacha ¡Hay que aprovechar que está distraído! Encontraré la forma de hacerme de nuevo con el tesoro del cofre, adiós, amor mío…
Jalando de la muñeca de la chica, echa a correr entre las calles, usando a la multitud una vez más como barricada anti-persecución.
- ¡Tú corre, Ash, corre!
Un lugar seguro, un lugar seguro, un lugar canguro… El jardín de paseos. A estas alturas debería habernos perdido. Ah, debo recuperar el aliento.
- Ya… puedo… respirar… ¡Uff! ¿Viste a ese sujeto? Lo dejamos perdido, pero lo bueno es que tengo la… ¡Oh, no, es verdad, le dejé la caja! ¡Qué deshonra! ¡Qué miserable idea! ¡malaya la suerte, malaya!
Lo sé, fue muy tonto dejar por lo que había peleado hace media hora así de fácil, pero era eso o yo, no quiero que me metan a la cárcel o algo, dicen que la comida de ahí sabe repugnante y que jamás te dejan ver la luz del día… ¡con lo que me gusta la luz del día!
- Seguro tú le hiciste una señal de dónde estábamos, ahora por eso, me vas a ayudar a recuperar el cofre ¡Chitón! ¡Quien es soplón, lo paga! ¿Ya te dije lo de mi hermanito? Pues ahora resulta que se morirá de feo. Lo que había ahí dentro era algo muy importante, vital para todos, ahora ¿Cómo recuperarlo?
Un momento… orejas de elfo, manos de elfo, cara de elfo, pies de rana ¡Hey, esta chica es de la raza de los elfos! ¡Jamás había visto a alguien como yo en mi vida!
Pegando un salto de sorpresa, la elfina, dándose cuenta de que estaba frente a frente con un congénere suyo, suelta una sonrisa y en seguida una frase:
- ¡Woah, eres un elfo! ¡O elfa! ¡Elfina! ¿Cómo se dice? No importa – con una extravagante reverencia, se presenta así – Me llamo Iliaki, y como ves, me has salvado de una buena.
De acuerdo, pasemos lista de lo que tenemos: Un gordo fuera del camino, una chica con orejas igual de peliagudas que yo y la caja ¡Me muero por conseguir lo que hay dentro! Sin embargo, no debo abrirla aún, no delante de esta chica.
- Lo que pasa es que debía conseguir algo que no te voy a compartir ¿Comprendes? Algo hermoso ¡Algo magnífico! Y ahora, es mío ¡Te lo agradezco! Con tu permiso, iré a otro lado que no es aquí. Un gusto ¡Hasta luego!
Girando sobre su propio eje y dispuesta a retirarse, algo la interrumpe en su marcha de fuga. Podía haberse ido unos segundos antes y aquel suceso inesperado en contra se hubiese evitado, sin embargo, en esta ocasión la suerte no se dispuso así…
Oh, la madre de todas las verduras… ¿Es en serio? ¿Y ahora qué?
Era, justamente, un miembro de la guardia quien impedía su paso.
- Escucha, sea lo que te hayan contado, es falso, así que ¿por qué no nos calmamos todos y discutimos esto como personas civilizadas?
Genial, el viejo Billie John no pudo cerrar su enorme bocota. Debe haber una forma de salir de esta… Oh, dulce creación de expertas manos artesanas ¡Ojalá puedas perdonarme!
- ¡Hora del té! – gritó Iliaki arrojando la caja con todas sus fuerzas a la cara del hombre.
¡Ahora o nunca! Hey, no te quedes atrás muchacha ¡Hay que aprovechar que está distraído! Encontraré la forma de hacerme de nuevo con el tesoro del cofre, adiós, amor mío…
Jalando de la muñeca de la chica, echa a correr entre las calles, usando a la multitud una vez más como barricada anti-persecución.
- ¡Tú corre, Ash, corre!
Un lugar seguro, un lugar seguro, un lugar canguro… El jardín de paseos. A estas alturas debería habernos perdido. Ah, debo recuperar el aliento.
- Ya… puedo… respirar… ¡Uff! ¿Viste a ese sujeto? Lo dejamos perdido, pero lo bueno es que tengo la… ¡Oh, no, es verdad, le dejé la caja! ¡Qué deshonra! ¡Qué miserable idea! ¡malaya la suerte, malaya!
Lo sé, fue muy tonto dejar por lo que había peleado hace media hora así de fácil, pero era eso o yo, no quiero que me metan a la cárcel o algo, dicen que la comida de ahí sabe repugnante y que jamás te dejan ver la luz del día… ¡con lo que me gusta la luz del día!
- Seguro tú le hiciste una señal de dónde estábamos, ahora por eso, me vas a ayudar a recuperar el cofre ¡Chitón! ¡Quien es soplón, lo paga! ¿Ya te dije lo de mi hermanito? Pues ahora resulta que se morirá de feo. Lo que había ahí dentro era algo muy importante, vital para todos, ahora ¿Cómo recuperarlo?
Iliaki
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Escuchó atentamente las palabras que la chica le decía. Admitía que le había mentido e incluso le agradecía por haberle ayudado, pero hubo algo que a la rubia tomó por sorpresa y fue la impresión que la elfita mostró al escudriñarla detenidamente. Una sonrisa divertida se ensanchó en su rostro, cuando la chica hizo alusión a sus evidentes rasgos elficos, seguido de una presentación un tanto peculiar. Iliaki era el nombre de la jovencita y por lo que parecía todo se relacionaba con el cofre que llevaba en sus manos. Volvió a alzar una ceja en señal de desconcierto ante el comentario que hizo la chica, de que no le permitiría saber que era lo que se encontraba dentro de aquel artefacto, para posteriormente despedirse, no sin antes agradecerle de nuevo por haberla ayudado. Desafortunadamente su intento de escape fue interrumpido por una voz masculina, cuyo portador se encontraba bloqueando la única salida que había de aquel callejón.
El rostro de la rubia palideció al notar la extraña vestimenta del joven y comenzó a pensar en cómo salir de esa penosa situación, pues desgraciadamente la habían asociado a la elfita vivaracha y no parecía que le creyeran que realmente ella no tenía nada que ver con el objeto robado. Estaba a punto de hablar para razonar con el muchacho, cuando Iliaki tomó un curioso control de la situación. Miró con admiración a su compatriota, quien se comportó de una manera bastante madura al solicitar que se tratara la situación de una manera civilizada; pero lo que fácil viene, fácil va y el gusto no le duró tanto como hubiese querido, pues la chica no tardó en actuar irracionalmente, lanzando el dichoso cofre a la cara del pobre hombre. Los ojos de Ashryn se abrieron de sorpresa y de diversión, pues realmente no se esperaba aquel giro en los acontecimientos y lo peor fue lo que sucedió después. En medio de la confusión y sin darle tiempo para reaccionar, Iliaki tomó su muñeca y la sacó de ahí tan rápido como le fue posible, escabulléndose entre la multitud, buscando eludir a su persecutor.
Después de varias vueltas en las cuales perdió por completo la orientación, llegaron a un lugar —aparentemente— seguro. Nuevamente escuchó el monologo de la elfita y esperó el momento adecuado para responder. Ya sabía que ese endemoniado cofre de dudosa procedencia era bastante importante para su compatriota y por el drama que estaba haciendo podía afirmar que realmente le había podido perderlo. Parpadeó confundida cuando Iliaki la acusó de haber sido la responsable de que aquel joven las atrapara y un sentimiento de reproche se arremolinó en su interior. Vale, la idea de ayudarle a recuperar aquella dichosa cajita no la llenaba por completo, pero estaba reconsiderándolo cuando comenzó la serie de falsos hacia su persona, haciéndole fruncir el ceño en señal de indignación. Ella nada tenía que ver con eso, además, la chica era una mentira compulsiva a la que parecían gustarle los problemas, cosa que para la ojiazul era completamente indeseable en esos momentos.
—En primer lugar, yo no hice absolutamente nada —hizo una pausa, mirando a la chica con enfado—. Me encontraba paseando tranquilamente por el mercado, cuando me arrastraste a tus asuntos —tomó aire—. Segundo, necesitas una mejor coartada que la de un hermanito que cada vez se muere de algo distinto, eres una pésima mentirosa —alzó una ceja, dejándose llevar por su instinto curioso—. Y tercero, te ayudaré a recuperar el bendito cofre, pero que te quede muy claro que yo no soy ninguna soplona, ni mucho menos —soltó un suspiro resignado y miró a su alrededor—. Bien, ¿qué tenemos que hacer? —volvió a mirarla seriamente—. Te advierto que debes ser muy sincera conmigo y ponerme al tanto de la situación real —recalcó esta última palabra—, puesto que parece que tendremos que andarnos cuidando del hombre del callejón y si voy a arriesgar mi pellejo confiando en ti, lo justo es que confíes en mí.
¿Cómo había terminado en aquella situación? Ni ella lo sabía, y eso que había prometido que ese día no se metería en problemas. Tal vez estaba escrito en el destino que los problemas la siguieran a todos lados, o quizá solo era algo que venía en el paquete de cualidades de la otra elfita.
El rostro de la rubia palideció al notar la extraña vestimenta del joven y comenzó a pensar en cómo salir de esa penosa situación, pues desgraciadamente la habían asociado a la elfita vivaracha y no parecía que le creyeran que realmente ella no tenía nada que ver con el objeto robado. Estaba a punto de hablar para razonar con el muchacho, cuando Iliaki tomó un curioso control de la situación. Miró con admiración a su compatriota, quien se comportó de una manera bastante madura al solicitar que se tratara la situación de una manera civilizada; pero lo que fácil viene, fácil va y el gusto no le duró tanto como hubiese querido, pues la chica no tardó en actuar irracionalmente, lanzando el dichoso cofre a la cara del pobre hombre. Los ojos de Ashryn se abrieron de sorpresa y de diversión, pues realmente no se esperaba aquel giro en los acontecimientos y lo peor fue lo que sucedió después. En medio de la confusión y sin darle tiempo para reaccionar, Iliaki tomó su muñeca y la sacó de ahí tan rápido como le fue posible, escabulléndose entre la multitud, buscando eludir a su persecutor.
Después de varias vueltas en las cuales perdió por completo la orientación, llegaron a un lugar —aparentemente— seguro. Nuevamente escuchó el monologo de la elfita y esperó el momento adecuado para responder. Ya sabía que ese endemoniado cofre de dudosa procedencia era bastante importante para su compatriota y por el drama que estaba haciendo podía afirmar que realmente le había podido perderlo. Parpadeó confundida cuando Iliaki la acusó de haber sido la responsable de que aquel joven las atrapara y un sentimiento de reproche se arremolinó en su interior. Vale, la idea de ayudarle a recuperar aquella dichosa cajita no la llenaba por completo, pero estaba reconsiderándolo cuando comenzó la serie de falsos hacia su persona, haciéndole fruncir el ceño en señal de indignación. Ella nada tenía que ver con eso, además, la chica era una mentira compulsiva a la que parecían gustarle los problemas, cosa que para la ojiazul era completamente indeseable en esos momentos.
—En primer lugar, yo no hice absolutamente nada —hizo una pausa, mirando a la chica con enfado—. Me encontraba paseando tranquilamente por el mercado, cuando me arrastraste a tus asuntos —tomó aire—. Segundo, necesitas una mejor coartada que la de un hermanito que cada vez se muere de algo distinto, eres una pésima mentirosa —alzó una ceja, dejándose llevar por su instinto curioso—. Y tercero, te ayudaré a recuperar el bendito cofre, pero que te quede muy claro que yo no soy ninguna soplona, ni mucho menos —soltó un suspiro resignado y miró a su alrededor—. Bien, ¿qué tenemos que hacer? —volvió a mirarla seriamente—. Te advierto que debes ser muy sincera conmigo y ponerme al tanto de la situación real —recalcó esta última palabra—, puesto que parece que tendremos que andarnos cuidando del hombre del callejón y si voy a arriesgar mi pellejo confiando en ti, lo justo es que confíes en mí.
¿Cómo había terminado en aquella situación? Ni ella lo sabía, y eso que había prometido que ese día no se metería en problemas. Tal vez estaba escrito en el destino que los problemas la siguieran a todos lados, o quizá solo era algo que venía en el paquete de cualidades de la otra elfita.
Ashryn Elaynor
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
-No, espera, dámelo en la mano, así n… - Una cajita, una pequeña, pero maciza cajita, impactó directamente en su frente. Había recibido cortes, quemaduras y flechazos, cualquiera habría dicho que, llegados a aquel punto, podría aguantar sin caerse el impacto de una pequeña caja de madera, pero no fue así, sorprendido por el objeto se precipitó hacia atrás cuan largo era, cayendo sobre un charco de lo que el mercenario esperaba que fuese simplemente agua - ¡Esperad! – Exclamó llevándose la mano hasta la marca rectangular que ahora tenía en mitad de la cara.
Demasiado tarde, como antes, se habían esfumado. – Malditas ladronzuelas – Suspiró levantándose y exprimiendo su camisa, que liberó una cantidad absurda de agua – Sí que es absorbente esta camisa… - Murmuró torciendo el gesto.
Cuando se hubo librado de la mayor parte de agua, estiró los brazos y comprobó que seguía teniendo todas las cosas en su sitio, espada, Aeros, no era la primera vez que, en un encontronazo con personas como las que se les acababa de escapar, “perdía” objetos sin darse cuenta - Al menos han dejado esto – Agachándose, recogió el arma arrojadiza que habían usado contra él y, sin dejar de palparse la frente, la sacudió un poco. –Está llena de… algo – Por el sonido no pudo desvelar de que se trataba exactamente, por lo que, encogiéndose de hombros, la guardó en uno de los bolsillos interiores de su capa y comenzó a andar en dirección a la posada en la que estaban estacionados.
El sol seguía estando bien alto, no había capturado a las ladronas, pero al menos se había hecho con su botín, no estaba mal, siempre le podría decir al hombre sudoroso que les había dado su merecido y ya estaban de camino al cuartel, en cualquier caso, dudaba mucho que aquel hombre se quejase con su propiedad de nuevo en sus manos.
Aprovechando que aquello era lo más parecido que tenía a un descanso, volvió a detenerse en los tenderetes y demás escaparates de la zona, a diferencia con los barrios más cercanos al puerto, en aquel lugar sonreían a los guardas que pasaban y les trataban con una extraña mezcla entre curiosidad y miedo, sobre todo los hijos de los mercaderes acomodados, que solían acercarse a los uniformados con preguntas tan sutiles como “¿A cuántos malhechores has decapitado hoy?”
Tras sonreír y explicar el trabajo que en realidad hacía al quinto niño que le pedía, desde que había recuperado la caja, que le enseñase el emblema de la guardia, se encaminó directamente hacía el lugar en el que debería estar montando guardia.
La mala suerte que acostumbraba a acecharle hizo que, de algún modo, se viese a si mismo atajando por estrechos y oscuros callejones que, muy probablemente, debía de haber evitado – Un premio a la orientación, eso me tienen que dar – Dijo cuándo giró por tercera vez en la misma esquina, frunció el ceño y se detuvo, aquello no era normal.
Conocía la ciudad como la palma de su mano, había conseguido más de un centenar de recompensas en aquellas callejuelas antes de ser guarda, era imposible que se hubiese perdido - ¿¡Quien anda ahí?! – Frunció el ceño y agarró el pomo de su espada. Una figura envuelta en ropajes negros se materializó frente a él, a partir de una nube de humo – Esperaba que te hubieses dado cuenta antes del truco… guarda – Entornó los ojos y retrocedió un par de pasos – Tienes una caja… interesante – Eltrant se llevó la mano libre hasta el objeto que había recuperado de las ladronas - ¿Estas con los ladrones? – El hombre sonrió, o al menos debió haberlo hecho, pues se carcajeó alegremente – Esas… elfas – Eltrant desenvainó un poco más su espada – Quieren el contenido de la caja… yo, en cambio... – Se encogió de hombros – ...quiero el envoltorio de dicho contenido - ¿Aquel tipo quería la propia caja? ¿Es que estaba loco? Era de madera, en el mercado vendían mil idénticas a aquella - Bien – Contestó el castaño – Ven a por ella – Otra carcajada emergió de bajo los ropajes de aquel sujeto – No tendría oportunidad en un mano a mano contra ti, guarda – Convirtiéndose en una voluta de humo, reapareció instantes después en lo alto de uno de los tejados – Mi habilidades son las de un ilusionista, joven soldado, no, ellas lidiaran contigo – El hombre hizo una leve reverencia – Y después… bueno, después yo lidiare con ellas. – Tal y como había emergido frente a él, el desconocido desapareció, dejando solamente tras de sí unas ligeras volutas de humo que se disolvieron casi al instante.
Eltrant se llevó la mano hasta la sien, de golpe, un dolor intenso, un dolor que solo duró durante varios segundos, se alojó en el interior de su cabeza.
Momentos después del que él dolor desapareciese se levantó, volvía a reconocer las calles, las fachadas que había visto ya más de un centenar de veces tenían sentido, debía llegar hasta sus compañeros cuanto antes.
Demasiado tarde, como antes, se habían esfumado. – Malditas ladronzuelas – Suspiró levantándose y exprimiendo su camisa, que liberó una cantidad absurda de agua – Sí que es absorbente esta camisa… - Murmuró torciendo el gesto.
Cuando se hubo librado de la mayor parte de agua, estiró los brazos y comprobó que seguía teniendo todas las cosas en su sitio, espada, Aeros, no era la primera vez que, en un encontronazo con personas como las que se les acababa de escapar, “perdía” objetos sin darse cuenta - Al menos han dejado esto – Agachándose, recogió el arma arrojadiza que habían usado contra él y, sin dejar de palparse la frente, la sacudió un poco. –Está llena de… algo – Por el sonido no pudo desvelar de que se trataba exactamente, por lo que, encogiéndose de hombros, la guardó en uno de los bolsillos interiores de su capa y comenzó a andar en dirección a la posada en la que estaban estacionados.
El sol seguía estando bien alto, no había capturado a las ladronas, pero al menos se había hecho con su botín, no estaba mal, siempre le podría decir al hombre sudoroso que les había dado su merecido y ya estaban de camino al cuartel, en cualquier caso, dudaba mucho que aquel hombre se quejase con su propiedad de nuevo en sus manos.
Aprovechando que aquello era lo más parecido que tenía a un descanso, volvió a detenerse en los tenderetes y demás escaparates de la zona, a diferencia con los barrios más cercanos al puerto, en aquel lugar sonreían a los guardas que pasaban y les trataban con una extraña mezcla entre curiosidad y miedo, sobre todo los hijos de los mercaderes acomodados, que solían acercarse a los uniformados con preguntas tan sutiles como “¿A cuántos malhechores has decapitado hoy?”
Tras sonreír y explicar el trabajo que en realidad hacía al quinto niño que le pedía, desde que había recuperado la caja, que le enseñase el emblema de la guardia, se encaminó directamente hacía el lugar en el que debería estar montando guardia.
La mala suerte que acostumbraba a acecharle hizo que, de algún modo, se viese a si mismo atajando por estrechos y oscuros callejones que, muy probablemente, debía de haber evitado – Un premio a la orientación, eso me tienen que dar – Dijo cuándo giró por tercera vez en la misma esquina, frunció el ceño y se detuvo, aquello no era normal.
Conocía la ciudad como la palma de su mano, había conseguido más de un centenar de recompensas en aquellas callejuelas antes de ser guarda, era imposible que se hubiese perdido - ¿¡Quien anda ahí?! – Frunció el ceño y agarró el pomo de su espada. Una figura envuelta en ropajes negros se materializó frente a él, a partir de una nube de humo – Esperaba que te hubieses dado cuenta antes del truco… guarda – Entornó los ojos y retrocedió un par de pasos – Tienes una caja… interesante – Eltrant se llevó la mano libre hasta el objeto que había recuperado de las ladronas - ¿Estas con los ladrones? – El hombre sonrió, o al menos debió haberlo hecho, pues se carcajeó alegremente – Esas… elfas – Eltrant desenvainó un poco más su espada – Quieren el contenido de la caja… yo, en cambio... – Se encogió de hombros – ...quiero el envoltorio de dicho contenido - ¿Aquel tipo quería la propia caja? ¿Es que estaba loco? Era de madera, en el mercado vendían mil idénticas a aquella - Bien – Contestó el castaño – Ven a por ella – Otra carcajada emergió de bajo los ropajes de aquel sujeto – No tendría oportunidad en un mano a mano contra ti, guarda – Convirtiéndose en una voluta de humo, reapareció instantes después en lo alto de uno de los tejados – Mi habilidades son las de un ilusionista, joven soldado, no, ellas lidiaran contigo – El hombre hizo una leve reverencia – Y después… bueno, después yo lidiare con ellas. – Tal y como había emergido frente a él, el desconocido desapareció, dejando solamente tras de sí unas ligeras volutas de humo que se disolvieron casi al instante.
Eltrant se llevó la mano hasta la sien, de golpe, un dolor intenso, un dolor que solo duró durante varios segundos, se alojó en el interior de su cabeza.
Momentos después del que él dolor desapareciese se levantó, volvía a reconocer las calles, las fachadas que había visto ya más de un centenar de veces tenían sentido, debía llegar hasta sus compañeros cuanto antes.
Eltrant Tale
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Bravo ¡Bravísimo! ¡Impresionante! Entonces, es verdad lo que decían de esta raza, pero ¿Es porque lo aprendieron así, o es especial de esta damisela? Qué importa ¡Después de todo, alguien que acepta ser tu cómplice así de la nada debe tener un corazón muy fuerte... o un aburrimiento enorme!
Lanzando una sonrisa a la joven y observando luego hacia arriba, los ojos de la chiquilla comenzaron a escudriñar en busca del Sol, probablemente para aproximar la hora, o probablemente porque desease cocinar sus ojos mirando el astro rey por un buen rato. Al cabo de unos minutos de reflexión celestial, creyó conveniente comenzar a urdir un plan de acción inmediato, no sin antes determinar la fiabilidad de su nueva e improvisada compañera de travesuras.
Quedóse mirando fijamente a aquellos profundos ojos, intentando descifrar algo. Bueno, aquí entre el lector y yo, Iliaki no intentaba nada más que bajarle un poco la guardia para pellizcarle una mejilla con un par de dedos. La curiosidad por un congénere puede llegar a límites insospechados.
- Vaya que tu pellejo es elástico. Mira que sólo he conocido mayormente a humanos, y no suelen ser muy suaves en nada. Son muy blandos en sí, pero lo compensan volviéndose duros en muchos aspectos, normalmente dando patadas en el trasero.
Volviendo al plan ¿Qué sería conveniente? ¿Buscar al viejo Billie John y esperar a que le devuelvan la caja? No, no, el guardia seguro tendrá la caja aún en su poder. Lo mejor será buscar de nuevo a nuestro persecutor ¡Tenemos el factor sorpresa! ¡Oh, jo, jo! Le pico las costillas y que se asuste...
- Hueles a caramelos y a vainilla, confiaré en ti - continuaba diciendo mientras sonreía de oreja a oreja - pero antes debemos encontrar al guardia.
Dando tres pasos, Iliaki se detuvo en seco. Y como si estuviera haciendo un enorme esfuerzo por hacerlo, sin mirar atrás, decidió que el esfuerzo debía ser recompensado en igual medida.
- Mira, si logro conseguir la caja, quizá te de la mitad de lo que hay dentro ¿Te parece? ¡En marcha! ¡Tu ru ru!
Nos tomó un buen rato encontrar nuestro objetivo, pero hoy la suerte nos sonrió. Un poco aturdido, un poco atolondrado, un poco confuso, como si la Parca lo hubiera saludado, encontramos al guardia en una de las avenidas con un andar rápido y firme. ¡Que no nos vea!
- Ahí está... dulce botín, ven con mamá... - dijo con codicia, escondiéndose ligeramente en la parte anterior de un tonel con agua.
Lanzando una sonrisa a la joven y observando luego hacia arriba, los ojos de la chiquilla comenzaron a escudriñar en busca del Sol, probablemente para aproximar la hora, o probablemente porque desease cocinar sus ojos mirando el astro rey por un buen rato. Al cabo de unos minutos de reflexión celestial, creyó conveniente comenzar a urdir un plan de acción inmediato, no sin antes determinar la fiabilidad de su nueva e improvisada compañera de travesuras.
Quedóse mirando fijamente a aquellos profundos ojos, intentando descifrar algo. Bueno, aquí entre el lector y yo, Iliaki no intentaba nada más que bajarle un poco la guardia para pellizcarle una mejilla con un par de dedos. La curiosidad por un congénere puede llegar a límites insospechados.
- Vaya que tu pellejo es elástico. Mira que sólo he conocido mayormente a humanos, y no suelen ser muy suaves en nada. Son muy blandos en sí, pero lo compensan volviéndose duros en muchos aspectos, normalmente dando patadas en el trasero.
Volviendo al plan ¿Qué sería conveniente? ¿Buscar al viejo Billie John y esperar a que le devuelvan la caja? No, no, el guardia seguro tendrá la caja aún en su poder. Lo mejor será buscar de nuevo a nuestro persecutor ¡Tenemos el factor sorpresa! ¡Oh, jo, jo! Le pico las costillas y que se asuste...
- Hueles a caramelos y a vainilla, confiaré en ti - continuaba diciendo mientras sonreía de oreja a oreja - pero antes debemos encontrar al guardia.
Dando tres pasos, Iliaki se detuvo en seco. Y como si estuviera haciendo un enorme esfuerzo por hacerlo, sin mirar atrás, decidió que el esfuerzo debía ser recompensado en igual medida.
- Mira, si logro conseguir la caja, quizá te de la mitad de lo que hay dentro ¿Te parece? ¡En marcha! ¡Tu ru ru!
Nos tomó un buen rato encontrar nuestro objetivo, pero hoy la suerte nos sonrió. Un poco aturdido, un poco atolondrado, un poco confuso, como si la Parca lo hubiera saludado, encontramos al guardia en una de las avenidas con un andar rápido y firme. ¡Que no nos vea!
- Ahí está... dulce botín, ven con mamá... - dijo con codicia, escondiéndose ligeramente en la parte anterior de un tonel con agua.
Iliaki
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Había ocasiones en las que la rubia se cuestionaba acerca de sus decisiones y del por qué no pensaba mejor antes de actuar. Vale, ella no era reconocida por ser una persona prudente, pero podría haberse evitado muchas cosas si escuchara a su olvidada voz de la razón. Antes de darse cuenta se había vuelto cómplice oficial de la pequeña elfita, prometiendo ayudarla a recuperar —o mejor dicho a robar— el cofre que ahora se encontraba en manos de aquel extraño joven. Su mente comenzó a trabajar, formulando un montón de planes que les ayudaran a lograr su cometido y ni siquiera notó la peculiar actitud solemne de su compañera, hasta que ésta clavó su mirada en los incrédulos ojos de cielo de la Elaynor. La rubia parpadeó un par de veces, tratando de entender que era lo que pasaba por la mente de su compatriota; pero apenas si tuvo tiempo de reparar en ello, pues la muchachita cometió la terrible osadía de pellizcarle una mejilla, haciéndole pegar un respingo de la impresión.
— ¿Q-qué estás haciendo? —Preguntó con las mejillas sonrojadas. Nadie jamás había tenido el atrevimiento de arremeter en contra de sus adorados cachetes.
Quedaba claro que era la primera vez que Iliaki convivía con alguien de su raza, aunque no estaba segura de que ese motivo justificara tal agravio a su persona. Escuchó atentamente a lo que la elfita decía y por un instante olvidó su indignación para con la misma, pues debía admitir que la chica tenía la extraña habilidad de hacerla reír con esa actitud tierna e infantil. De hecho, debía agradecerle a la pequeña por hacerle olvidar los últimos acontecimientos en su vida Sandorai y ese pensamiento reafirmó su decisión de ayudarla en aquella travesura. Negó con la cabeza a la idea de que le permitiera observar que había dentro de aquel dichoso cofre, pues realmente no estaba haciendo eso por algún tipo de compensación. Iliaki sugirió ir a buscar al guardia del callejón, quien seguramente aun tendría el artefacto en su poder, a lo que la rubia aceptó inmediatamente. Desgraciadamente parecía que al sujeto se lo había tragado la tierra, pues no lo encontraban por ningún lado.
Recorrieron las calles de la comarca durante un buen rato hasta que por fin dieron con su antiguo captor. Lucía un tanto desorientado, no obstante, eso no limitaba su rápido andar. Tenían poco tiempo y ningún plan en mente para recuperar el cofre. Si era un guardia no sería difícil para él acabar con ambas, por lo que lanzarse de lleno contra el joven quedaba descartado. Miró a su alrededor en busca de algo que pudiese servirles, cuando sus ojos repararon en un pequeño grupo de hombres reunidos fuera de una pintoresca taberna. Examinó con rapidez la situación y se percató de las peculiares mujeres vestidas de manera un tanto indecente y cuyos rostros se encontraban cubiertos por extravagantes antifaces. Una idea atravesó su mente como una estrella fugaz y se acercó rápidamente al lugar. Entre tanto barullo no hubo nadie que se percatara del momento en que una de las máscaras de las anfitrionas desapareció de la entrada. De los pliegues de su vestido sacó la daga que había tomado de Bio en su última misión y rompió las mangas de su indumentaria, haciendo un corte pronunciado en el escote. No es como que hubiese mucho que mostrar, pero sus escasos atributos de algo debían servir. Soltó su cabello, cubriendo sus orejitas delatadoras y se colocó el antifaz en el rostro, mirando a su compañera.
—Lo traeré hasta aquí, pero tú debes buscar la forma de entrar al lugar —señaló la taberna y escondió la daga de nuevo—. Una vez ahí trataré de distraerlo lo suficiente para darte tiempo de que le quites el cofre —sonrió a la chica—. Puedes esconderte debajo de una mesa o algo, eres lista, seguro sabrás ingeniartelas.
Le guiñó un ojo a la elfita y con paso decidido se acercó al joven, quien se encontraba a unos cuantos metros de la taberna y le tomó el brazo con una sonrisa traviesa.
—Pareces cansado, guardia —moduló su voz, tratando de que sonara diferente a la usual—. Ven a relajarte un rato, te trataremos bien.
Optó por no darle tiempo de negarse y como pudo lo arrastró hasta la taberna, charlando de forma picara, en un intento por emular la conducta de aquellas damas de moral distraída. Las anfitrionas dieron por hecho que la rubia era una de ellas, por lo que ni siquiera le dieron importancia a sus acciones. Guio al guardia a una de las mesas del fondo y mantuvo la actuación con pequeñas bromas elocuentes y sonrisas traviesas. No estaba segura de que ese plan funcionara, pero ese era el lugar perfecto para camuflarse; ruido por doquier, escasa iluminación y un montón de mujeres con máscaras similares que volvían todo más realista. Apoyó los brazos en la mesa y esbozó una sonrisa ladina, mirando al muchacho.
—Y dime, guardia… —discretamente buscó con la mirada a su compañera—. ¿Ha sido un día agotador para ti? —Buscaba la manera de retener al joven lo más posible, pues no parecía ser del tipo de hombres que disfrutaran de quedarse perdiendo el tiempo.
Lo retendría lo suficiente hasta que Iliaki lograra hacerse con el cofre. Después de todo era una ladrona, ¿no? Tendría que saber ingeniárselas para quitarle el artefacto al guardia. Por su parte la ojiazul aprovechó su disfraz y solicitó dos tarros de vino. Nunca en su vida había probado aquello y después del efecto que tal bebida causó en el vampiro de bromas pesadas, lo que menos deseaba era tener que arriesgarse; pero necesitaba algo que distrajera al muchacho, o que al menos lo atolondrara un buen rato y por lo que veía en los demás hombres del lugar, el resultado de esa bebida podía ser bastante favorable.
— ¿Q-qué estás haciendo? —Preguntó con las mejillas sonrojadas. Nadie jamás había tenido el atrevimiento de arremeter en contra de sus adorados cachetes.
Quedaba claro que era la primera vez que Iliaki convivía con alguien de su raza, aunque no estaba segura de que ese motivo justificara tal agravio a su persona. Escuchó atentamente a lo que la elfita decía y por un instante olvidó su indignación para con la misma, pues debía admitir que la chica tenía la extraña habilidad de hacerla reír con esa actitud tierna e infantil. De hecho, debía agradecerle a la pequeña por hacerle olvidar los últimos acontecimientos en su vida Sandorai y ese pensamiento reafirmó su decisión de ayudarla en aquella travesura. Negó con la cabeza a la idea de que le permitiera observar que había dentro de aquel dichoso cofre, pues realmente no estaba haciendo eso por algún tipo de compensación. Iliaki sugirió ir a buscar al guardia del callejón, quien seguramente aun tendría el artefacto en su poder, a lo que la rubia aceptó inmediatamente. Desgraciadamente parecía que al sujeto se lo había tragado la tierra, pues no lo encontraban por ningún lado.
Recorrieron las calles de la comarca durante un buen rato hasta que por fin dieron con su antiguo captor. Lucía un tanto desorientado, no obstante, eso no limitaba su rápido andar. Tenían poco tiempo y ningún plan en mente para recuperar el cofre. Si era un guardia no sería difícil para él acabar con ambas, por lo que lanzarse de lleno contra el joven quedaba descartado. Miró a su alrededor en busca de algo que pudiese servirles, cuando sus ojos repararon en un pequeño grupo de hombres reunidos fuera de una pintoresca taberna. Examinó con rapidez la situación y se percató de las peculiares mujeres vestidas de manera un tanto indecente y cuyos rostros se encontraban cubiertos por extravagantes antifaces. Una idea atravesó su mente como una estrella fugaz y se acercó rápidamente al lugar. Entre tanto barullo no hubo nadie que se percatara del momento en que una de las máscaras de las anfitrionas desapareció de la entrada. De los pliegues de su vestido sacó la daga que había tomado de Bio en su última misión y rompió las mangas de su indumentaria, haciendo un corte pronunciado en el escote. No es como que hubiese mucho que mostrar, pero sus escasos atributos de algo debían servir. Soltó su cabello, cubriendo sus orejitas delatadoras y se colocó el antifaz en el rostro, mirando a su compañera.
—Lo traeré hasta aquí, pero tú debes buscar la forma de entrar al lugar —señaló la taberna y escondió la daga de nuevo—. Una vez ahí trataré de distraerlo lo suficiente para darte tiempo de que le quites el cofre —sonrió a la chica—. Puedes esconderte debajo de una mesa o algo, eres lista, seguro sabrás ingeniartelas.
Le guiñó un ojo a la elfita y con paso decidido se acercó al joven, quien se encontraba a unos cuantos metros de la taberna y le tomó el brazo con una sonrisa traviesa.
—Pareces cansado, guardia —moduló su voz, tratando de que sonara diferente a la usual—. Ven a relajarte un rato, te trataremos bien.
Optó por no darle tiempo de negarse y como pudo lo arrastró hasta la taberna, charlando de forma picara, en un intento por emular la conducta de aquellas damas de moral distraída. Las anfitrionas dieron por hecho que la rubia era una de ellas, por lo que ni siquiera le dieron importancia a sus acciones. Guio al guardia a una de las mesas del fondo y mantuvo la actuación con pequeñas bromas elocuentes y sonrisas traviesas. No estaba segura de que ese plan funcionara, pero ese era el lugar perfecto para camuflarse; ruido por doquier, escasa iluminación y un montón de mujeres con máscaras similares que volvían todo más realista. Apoyó los brazos en la mesa y esbozó una sonrisa ladina, mirando al muchacho.
—Y dime, guardia… —discretamente buscó con la mirada a su compañera—. ¿Ha sido un día agotador para ti? —Buscaba la manera de retener al joven lo más posible, pues no parecía ser del tipo de hombres que disfrutaran de quedarse perdiendo el tiempo.
Lo retendría lo suficiente hasta que Iliaki lograra hacerse con el cofre. Después de todo era una ladrona, ¿no? Tendría que saber ingeniárselas para quitarle el artefacto al guardia. Por su parte la ojiazul aprovechó su disfraz y solicitó dos tarros de vino. Nunca en su vida había probado aquello y después del efecto que tal bebida causó en el vampiro de bromas pesadas, lo que menos deseaba era tener que arriesgarse; pero necesitaba algo que distrajera al muchacho, o que al menos lo atolondrara un buen rato y por lo que veía en los demás hombres del lugar, el resultado de esa bebida podía ser bastante favorable.
Ashryn Elaynor
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Debía de darse prisa, las calles se le antojaban claustrofóbicas ¿Estaba siendo paranoico? Probablemente, pero aquel tipo de negro había jugado con su cabeza una vez, podría hacerlo más veces.
De algún modo, no se había siquiera percatado que, durante un buen trecho, hasta que tuvo la conversación con el extraño sujeto del callejón, había estado caminando justamente en la dirección contraria a la taberna dónde debía de reunirse con sus compañeros.
Cada rostro, cada miraba que los viandantes le lanzaban le resultaba sospechosa, la cajita que descansaba en el interior de su capa, ahora, parecía pesar más que la armadura que llevaba bajo sus ropajes.
Por eso estuvo a punto de desenvainar la espada cuando, al pasar junto a una taberna, una joven de moral ambigua le agarró del brazo y le forzó a entrar en el local – No, espera, tengo prisa, yo… - A pesar de que no fueron pocas las veces en las que el exmercenario se quejó, la muchacha enmascarada no parecía querer escucharle, básicamente le obligó a sentarse frente a ella a lo que comenzó a hacer preguntas, siempre haciendo uso del mismo tono de voz que usaban todas las chicas de aquel lugar – “Por los dioses, cada vez las contratan más jóvenes” – Fue lo único que pudo pensar Eltrant cuando se percató de que la joven, a diferencia de sus compañeras, apenas llenaba el atuendo que vestía - ¿Qué edad tienes? – Preguntó ahora frunciendo el ceño, miro hacía ambos lados, tratando de ser lo más sutil posible y asegurarse de que nadie les escuchaba, para entonces acercarse a ella - ¿Te obligan a trabajar aquí? – Susurró, pero antes de que la rubia pudiese contestar, sintió como alguien le abrazaba por la espalda.
- ¡Chicas! – Una voz inusualmente aguda le perforó los oídos – ¡Un guarda! ¡Estos dejan buenas propinas! – Cuando la mujer pronunció aquellas palabras, un terrorificamente grande número de mujeres se abalanzaron sobre el castaño - ¡No! – Exclamó mientras entre todas, comenzaban a arrastrarle en dirección a una de las habitaciones – ¡Señoras! ¡Esperad! ¡Estoy de servicio…! – Una de ellas empezó a quitarle la camisa - ¡No seas tímido guapo! Qué te vamos a cuidar bien, por un precio, claro.
Agarrándose a una de las muchas mesas que había en el establecimiento en un inútil intento por impedir lo que, a ojos de todo el local, ya era definitivo, volcó dicha mesa, y, por consiguiente, todos los recipientes y platos que había sobre esta. - ¡Ten más cuidado muchacho! – El anciano que estaba sentado en dicho lugar agarró también al guarda de un brazo - ¡Págame las copas que acabas de desperdiciar! – Eltrant pronunció algo similar a un gemido de dolor, pero aún más angustiado - ¡Pero si no ha sido culpa mía! – La camisa ya le había desaparecido, así como el peto de la armadura. – ¡Enserio, tengo que salir de aquí! ¡Hay algo muy importante que…! – Justo cuando llevó su mano derecha, la única extremidad que en aquel momento no estaba siendo fuertemente sujetada, hasta el lugar dónde debería de estar guardada la cajita, descubrió que había desaparecido.
- ¡No! – Se zarandeó de tal manera que la mayoría de las personas se vieron obligados a soltarle, momento en el que repasó el local con la mirada. Sabía que la joven rubia, la que le había arrastrado hasta allí le había resultado familiar, demasiado, todo aquello era una coincidencia demasiado curiosa - ¿Dónde estás? – Murmuró, ignorando a la chica que se le había colgado del cuello y, por algún motivo, trataba de peinarle - ¡Propinaaaa! – Dijo ahora esta mujer sacudiendo al castaño - ¡¿Por qué?! – Preguntó este sin terminar de creerse que aquello estuviese sucediendo de verdad - ¡Te he peinado y teñido el pelo! – Sentenció está con una enorme sonrisa, mostrándole al guarda un pequeño tarro de cristal vacío que, según se podía ver a simple vista, había contenido hacía escasos segundos algún liquido de color amarillo.
- ¡¿Qué has hecho?! – Eltrant se llevó las manos a la cabeza, solo para descubrir que tenía el pelo húmedo - ¡El amarillo te queda fantástico! …Aunque se va a ir con un poco de agua – El, ahora rubio, se giró sobre sí mismo y miró a la joven del tarro vacío a los ojos - ¡Pero si esto es una taberna! ¿¡Qué sentido tiene esto?! – La chica amplió su sonrisa y, ligeramente ruborizada, se encogió de hombros – No me mires así… picarón. – El exmercenario suspiró y cerró los ojos, no habían pasado ni diez minutos desde que entró en la taberna. - …Así gano más dinero, por cierto, son seiscientos Aeros– La expresión de incredulidad de Eltrant no hizo sino volverse aún más exagerada cuando escuchó lo que aquella persona exigía por un servicio que él no había pedido para empezar – Esto… no… esto… - Sin pronunciar ninguna palabra más, abandonó el edificio, aun oyendo las quejas de las chicas a su espalda.
- Eh, amigo, ¡Bonito peinado! – Le dijo un transeúnte anónimo cuando pasó junto a él, Eltrant forzó una sonrisa cansada - ¿Eh? Gracias – Dijo llevándose las manos hasta las sienes.
Había perdido la caja, el rastro de las ladronas, y un tipo con una pinta que no sabría describir aunque se lo preguntasen andaba suelto por la ciudad.
- ¿Qué puede ir peor? – Suspirando miró a su alrededor, tratando de figurarse por dónde empezar a buscar – Oye… - Otro amable ciudadano llamó su atención dándole leves toquecitos en la espalda - ¿Dónde está tu camisa? - Maldiciendo a los dioses con toda su alma, volvió a entrar en la taberna en busca de su ropa - ¡Bonito peinado! – Fue lo último que oyó antes de internarse en el edificio una vez más.
De algún modo, no se había siquiera percatado que, durante un buen trecho, hasta que tuvo la conversación con el extraño sujeto del callejón, había estado caminando justamente en la dirección contraria a la taberna dónde debía de reunirse con sus compañeros.
Cada rostro, cada miraba que los viandantes le lanzaban le resultaba sospechosa, la cajita que descansaba en el interior de su capa, ahora, parecía pesar más que la armadura que llevaba bajo sus ropajes.
Por eso estuvo a punto de desenvainar la espada cuando, al pasar junto a una taberna, una joven de moral ambigua le agarró del brazo y le forzó a entrar en el local – No, espera, tengo prisa, yo… - A pesar de que no fueron pocas las veces en las que el exmercenario se quejó, la muchacha enmascarada no parecía querer escucharle, básicamente le obligó a sentarse frente a ella a lo que comenzó a hacer preguntas, siempre haciendo uso del mismo tono de voz que usaban todas las chicas de aquel lugar – “Por los dioses, cada vez las contratan más jóvenes” – Fue lo único que pudo pensar Eltrant cuando se percató de que la joven, a diferencia de sus compañeras, apenas llenaba el atuendo que vestía - ¿Qué edad tienes? – Preguntó ahora frunciendo el ceño, miro hacía ambos lados, tratando de ser lo más sutil posible y asegurarse de que nadie les escuchaba, para entonces acercarse a ella - ¿Te obligan a trabajar aquí? – Susurró, pero antes de que la rubia pudiese contestar, sintió como alguien le abrazaba por la espalda.
- ¡Chicas! – Una voz inusualmente aguda le perforó los oídos – ¡Un guarda! ¡Estos dejan buenas propinas! – Cuando la mujer pronunció aquellas palabras, un terrorificamente grande número de mujeres se abalanzaron sobre el castaño - ¡No! – Exclamó mientras entre todas, comenzaban a arrastrarle en dirección a una de las habitaciones – ¡Señoras! ¡Esperad! ¡Estoy de servicio…! – Una de ellas empezó a quitarle la camisa - ¡No seas tímido guapo! Qué te vamos a cuidar bien, por un precio, claro.
Agarrándose a una de las muchas mesas que había en el establecimiento en un inútil intento por impedir lo que, a ojos de todo el local, ya era definitivo, volcó dicha mesa, y, por consiguiente, todos los recipientes y platos que había sobre esta. - ¡Ten más cuidado muchacho! – El anciano que estaba sentado en dicho lugar agarró también al guarda de un brazo - ¡Págame las copas que acabas de desperdiciar! – Eltrant pronunció algo similar a un gemido de dolor, pero aún más angustiado - ¡Pero si no ha sido culpa mía! – La camisa ya le había desaparecido, así como el peto de la armadura. – ¡Enserio, tengo que salir de aquí! ¡Hay algo muy importante que…! – Justo cuando llevó su mano derecha, la única extremidad que en aquel momento no estaba siendo fuertemente sujetada, hasta el lugar dónde debería de estar guardada la cajita, descubrió que había desaparecido.
- ¡No! – Se zarandeó de tal manera que la mayoría de las personas se vieron obligados a soltarle, momento en el que repasó el local con la mirada. Sabía que la joven rubia, la que le había arrastrado hasta allí le había resultado familiar, demasiado, todo aquello era una coincidencia demasiado curiosa - ¿Dónde estás? – Murmuró, ignorando a la chica que se le había colgado del cuello y, por algún motivo, trataba de peinarle - ¡Propinaaaa! – Dijo ahora esta mujer sacudiendo al castaño - ¡¿Por qué?! – Preguntó este sin terminar de creerse que aquello estuviese sucediendo de verdad - ¡Te he peinado y teñido el pelo! – Sentenció está con una enorme sonrisa, mostrándole al guarda un pequeño tarro de cristal vacío que, según se podía ver a simple vista, había contenido hacía escasos segundos algún liquido de color amarillo.
- ¡¿Qué has hecho?! – Eltrant se llevó las manos a la cabeza, solo para descubrir que tenía el pelo húmedo - ¡El amarillo te queda fantástico! …Aunque se va a ir con un poco de agua – El, ahora rubio, se giró sobre sí mismo y miró a la joven del tarro vacío a los ojos - ¡Pero si esto es una taberna! ¿¡Qué sentido tiene esto?! – La chica amplió su sonrisa y, ligeramente ruborizada, se encogió de hombros – No me mires así… picarón. – El exmercenario suspiró y cerró los ojos, no habían pasado ni diez minutos desde que entró en la taberna. - …Así gano más dinero, por cierto, son seiscientos Aeros– La expresión de incredulidad de Eltrant no hizo sino volverse aún más exagerada cuando escuchó lo que aquella persona exigía por un servicio que él no había pedido para empezar – Esto… no… esto… - Sin pronunciar ninguna palabra más, abandonó el edificio, aun oyendo las quejas de las chicas a su espalda.
- Eh, amigo, ¡Bonito peinado! – Le dijo un transeúnte anónimo cuando pasó junto a él, Eltrant forzó una sonrisa cansada - ¿Eh? Gracias – Dijo llevándose las manos hasta las sienes.
Había perdido la caja, el rastro de las ladronas, y un tipo con una pinta que no sabría describir aunque se lo preguntasen andaba suelto por la ciudad.
- ¿Qué puede ir peor? – Suspirando miró a su alrededor, tratando de figurarse por dónde empezar a buscar – Oye… - Otro amable ciudadano llamó su atención dándole leves toquecitos en la espalda - ¿Dónde está tu camisa? - Maldiciendo a los dioses con toda su alma, volvió a entrar en la taberna en busca de su ropa - ¡Bonito peinado! – Fue lo último que oyó antes de internarse en el edificio una vez más.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
No hizo falta decir nada más. Sabía qué es lo que tenía que hacer. Las instrucciones fueron muy claras desde un principio. Repetirlas sería inútil. Una vez vio a la elfa y al guardia sentarse en una de las mesas de la taberna, cogió la bandeja de plata, puso las dos jarras de cerveza (con especial cuidado que cada jarra quedase en el lugar adecuado para cada uno de los dos) y caminó lentamente hacia el lugar donde ellos dos estaban. Hora de cumplir las órdenes.
-Aquí tienen, invita la casa- mintió, él no era camarero, solo un inocente chaval que alguien había contratado con el fin de que la elfa tuviera esa misma jarra de cerveza fría. –espero que la disfruten-.
Dicho esto, se marchó. No corría pero caminaba rápido. Debía de darse prisa para que ninguno de los auténticos camareros le reconociera. Nadie debía darse cuenta que había dejado esa jarra a esa elfa. Durante un instante, el chaval se giró y por poco le da un vuelco al corazón cuando vio caer una mesa al suelo volcando todo lo que ésta tenía encima. Si la jarra de la elfa se rompiera, tendría que devolver los doscientos aeros que le habían pagado por adelantado.
* Ashryn Elaynor: Como dicen en algunas tierras: “Peda en casa de la foránea”. Alguien te ha invitado a una jarra de cerveza fría. La cerveza no es importante. La jarra sí, solo la tuya es especial. Tiene algo que no sabes explicar de qué se trata pero notas que debe de ser importante. Un consejo: Quédatela. Pues en el megaevento de Historias del Juglar, serás llamada a participar y, en ese entonces, la jarra de cerveza cobrará el valor real que tiene.
* Todos: Los tres estáis haciendo un gran trabajo en este tema. Que sí abrimos la caja, que si no la abrimos, que si robo una máscara, que si tú eres un guardia y no nos gustas… Muy interesante. Por favor, continuad así. Los Dioses, igual que me han traído aquí para dejar una jarra de cerveza fría, me quitarán del medio para que podáis seguir con vuestro trabajo.
-Aquí tienen, invita la casa- mintió, él no era camarero, solo un inocente chaval que alguien había contratado con el fin de que la elfa tuviera esa misma jarra de cerveza fría. –espero que la disfruten-.
Dicho esto, se marchó. No corría pero caminaba rápido. Debía de darse prisa para que ninguno de los auténticos camareros le reconociera. Nadie debía darse cuenta que había dejado esa jarra a esa elfa. Durante un instante, el chaval se giró y por poco le da un vuelco al corazón cuando vio caer una mesa al suelo volcando todo lo que ésta tenía encima. Si la jarra de la elfa se rompiera, tendría que devolver los doscientos aeros que le habían pagado por adelantado.
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* Ashryn Elaynor: Como dicen en algunas tierras: “Peda en casa de la foránea”. Alguien te ha invitado a una jarra de cerveza fría. La cerveza no es importante. La jarra sí, solo la tuya es especial. Tiene algo que no sabes explicar de qué se trata pero notas que debe de ser importante. Un consejo: Quédatela. Pues en el megaevento de Historias del Juglar, serás llamada a participar y, en ese entonces, la jarra de cerveza cobrará el valor real que tiene.
- Jarra de cerveza fría:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
* Todos: Los tres estáis haciendo un gran trabajo en este tema. Que sí abrimos la caja, que si no la abrimos, que si robo una máscara, que si tú eres un guardia y no nos gustas… Muy interesante. Por favor, continuad así. Los Dioses, igual que me han traído aquí para dejar una jarra de cerveza fría, me quitarán del medio para que podáis seguir con vuestro trabajo.
Sigel
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Llevo unos minutos esperando debajo de esta mesa. Agh ¿Qué clase de calaña viene a estos sitios? Dejan incluso sus mocos, y el suelo huele a pies mugrosos. ¿Por qué acepté la idea? De haberlo sabido ¡De haberlo sabido! ¿Qué es esto...? Tomate...
A Ash una idea saltimbanqui le llenó la cara con la inconfundible sensación pegajosa de que todo saldría bien. ¡Pero no así! Quiero decir... sin cucarachas que pareces que están a punto de fundar una civilización para revelarse en contra de los humanos de la taberna.
Mientras esperaba unos momentos más a que llegara la elfina, Iliaki se distraía clavando su mirada en la gente que paraba en el lugar. Varias mujeres de caderas rimbombantes sonreían y cuidaban de atender minuciosamente a los hombres que llegaban. A simple vista, esas sonrisas, en otro contexto, podían hacer que las chicas se confundiesen con hermanas o viejas amigas de los varones. Lo que sí, quien servía tenía una buena habilidad para los licores en el lugar que se encontrara.
Aunada en sus simples reflexiones, oyó de pronto a los pasos tan deseados dirigiéndose al sitio indicado. Desconociendo uno, ignorando para continuar con el papel la otra, Iliaki no pudo evitar que fuera pateada un par de veces.
¡Oh, vamos, parece que estoy con mulas enfurecidas! Dan ganas de gritarles que paren ¡Pero no puedo hacer nada! Vamos, hubiera sido más fácil si fingíamos que éramos dos señores con bigote. Aparte de ser creíble, nos hubiera dado un buen estilo.
Varias veces hubo la oportunidad de hacerme con la caja ¡Pero no dejan de moverse! Si mi brazo midiera un metro más, seguro sería más fácil. ¡Anda, a otro lado!
- Vamos, sólo un... un poco más... ¡Ngaaaaaaah! - exclamó con un grito ahogado. Un remolón en sus dedos, producto del peso de un camarero jovenzuelo que llevaba bebidas al falso cliente y a la falsa compañera de placeres, hacía que concentrara todas sus fuerzas en aguantar los dolores.
- ¡Aijoesu...! Mis deditos...
Un grito agudo ¡Qué necesidad de gritar así! Eh, pero, las voluptuosas chicas se han dado cuenta del guardia. ¡Y cómo no, lo que las mueve ha sido el dinero! ¡Ja, ja, esa es mi gente! Bien, es mi turno ahora. Pero cómo lo tienen al pobre, las chicas no le dejan ni hablar, creo que se va a divertir mucho. Casi me da pena, de no ser por... el cofre ¿Dónde está?
Aprovechando el borlote, Iliaki salió de su escondite para buscar su objetivo. Barriendo la mesa con la mirada, encontró lo que buscaba, pero no pudo evitar darse cuenta de la hermosa vajilla con la que contaba la taberna.
- Je, bonita jarra, si te la llevas no creo que alguien la extrañe, nadie está mirando ¡Vámonos!
Casi no hay necesidad de escapar corriendo pero ¿Para qué arriesgarse? Tengo lo que... pfff, tenemos lo que queríamos. En un momento dado, las gratas voces de la experiencia nos enseñan que después de un hurto, lo mejor es no llamar la atención de la gente.
- Aguardemos un poco aquí ¡No sería prudente vagar por ahí después de un ataque como ese! Verdad ¿Eso fue un ataque? ¡Parecía una buena sesión de maquillaje! ¡Pobre sujeto! -reía a buena gana la elfilla, cuando sus ojos dieron con su persecutor - eh, hablando del artista ¡Abajo!
Caminando en la callea se hallaba nuestro buen amigo el tezompa. Vaya, el amarillo le luce bien. Sin embargo, sea quien sea, a nadie le sientan bien las burlas cuando lo acaban de pasar mal.
- Ash, ya me sentí culpable, así que le regresaremos por lo menos la camisa... Oh, ¿Qué? ¿La caja? ¡Jo, jo, no me siento tan culpable!
Al salir de nuestro escondite, un viejo amigo se nos puso enfrente.
- ¡Mocosa, tienes algo ahí que no es tuyo! ¡Ladrona, ladronaaaaa!
- Oh, no seas así, Billie John.
En buen momento los adultos se ponen a interferir ¡Ser buena persona es difícil!
A Ash una idea saltimbanqui le llenó la cara con la inconfundible sensación pegajosa de que todo saldría bien. ¡Pero no así! Quiero decir... sin cucarachas que pareces que están a punto de fundar una civilización para revelarse en contra de los humanos de la taberna.
Mientras esperaba unos momentos más a que llegara la elfina, Iliaki se distraía clavando su mirada en la gente que paraba en el lugar. Varias mujeres de caderas rimbombantes sonreían y cuidaban de atender minuciosamente a los hombres que llegaban. A simple vista, esas sonrisas, en otro contexto, podían hacer que las chicas se confundiesen con hermanas o viejas amigas de los varones. Lo que sí, quien servía tenía una buena habilidad para los licores en el lugar que se encontrara.
Aunada en sus simples reflexiones, oyó de pronto a los pasos tan deseados dirigiéndose al sitio indicado. Desconociendo uno, ignorando para continuar con el papel la otra, Iliaki no pudo evitar que fuera pateada un par de veces.
¡Oh, vamos, parece que estoy con mulas enfurecidas! Dan ganas de gritarles que paren ¡Pero no puedo hacer nada! Vamos, hubiera sido más fácil si fingíamos que éramos dos señores con bigote. Aparte de ser creíble, nos hubiera dado un buen estilo.
Varias veces hubo la oportunidad de hacerme con la caja ¡Pero no dejan de moverse! Si mi brazo midiera un metro más, seguro sería más fácil. ¡Anda, a otro lado!
- Vamos, sólo un... un poco más... ¡Ngaaaaaaah! - exclamó con un grito ahogado. Un remolón en sus dedos, producto del peso de un camarero jovenzuelo que llevaba bebidas al falso cliente y a la falsa compañera de placeres, hacía que concentrara todas sus fuerzas en aguantar los dolores.
- ¡Aijoesu...! Mis deditos...
Un grito agudo ¡Qué necesidad de gritar así! Eh, pero, las voluptuosas chicas se han dado cuenta del guardia. ¡Y cómo no, lo que las mueve ha sido el dinero! ¡Ja, ja, esa es mi gente! Bien, es mi turno ahora. Pero cómo lo tienen al pobre, las chicas no le dejan ni hablar, creo que se va a divertir mucho. Casi me da pena, de no ser por... el cofre ¿Dónde está?
Aprovechando el borlote, Iliaki salió de su escondite para buscar su objetivo. Barriendo la mesa con la mirada, encontró lo que buscaba, pero no pudo evitar darse cuenta de la hermosa vajilla con la que contaba la taberna.
- Je, bonita jarra, si te la llevas no creo que alguien la extrañe, nadie está mirando ¡Vámonos!
Casi no hay necesidad de escapar corriendo pero ¿Para qué arriesgarse? Tengo lo que... pfff, tenemos lo que queríamos. En un momento dado, las gratas voces de la experiencia nos enseñan que después de un hurto, lo mejor es no llamar la atención de la gente.
- Aguardemos un poco aquí ¡No sería prudente vagar por ahí después de un ataque como ese! Verdad ¿Eso fue un ataque? ¡Parecía una buena sesión de maquillaje! ¡Pobre sujeto! -reía a buena gana la elfilla, cuando sus ojos dieron con su persecutor - eh, hablando del artista ¡Abajo!
Caminando en la callea se hallaba nuestro buen amigo el tezompa. Vaya, el amarillo le luce bien. Sin embargo, sea quien sea, a nadie le sientan bien las burlas cuando lo acaban de pasar mal.
- Ash, ya me sentí culpable, así que le regresaremos por lo menos la camisa... Oh, ¿Qué? ¿La caja? ¡Jo, jo, no me siento tan culpable!
Al salir de nuestro escondite, un viejo amigo se nos puso enfrente.
- ¡Mocosa, tienes algo ahí que no es tuyo! ¡Ladrona, ladronaaaaa!
- Oh, no seas así, Billie John.
En buen momento los adultos se ponen a interferir ¡Ser buena persona es difícil!
Iliaki
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Estaba nerviosa y hacía todo lo que estaba en sus manos por esconderlo, pues no quería que el joven se diese cuenta de su identidad. Intercambió palabras traviesas con él, intentando mantener su actuación mientras esperaba el momento de ver a su compañera con el cofre en mano. Sorpresivamente un amable camarero se acercó a dejar dos jarras de vino en su mesa y la rubia asumió que se trataba del pedido previo que había hecho; curiosamente su tarro era un poco diferente al del muchacho y eso la hizo fruncir el ceño en forma desconfiada, ya tendría tiempo de averiguar de qué se trataba luego, por ahora debía apegarse a su plan y no podía distraerse. Sus orbes azules se abrieron de sorpresa, cuando el guardia le hizo unas cuantas preguntas con cierto ápice de preocupación en su voz y no pudo evitar sentir cierta vergüenza por la situación en la que se había metido.
Realmente parecía un joven agradable y tal vez en otras circunstancias habrían podido ser grandes amigos, lamentablemente ella era cómplice del robo y él era un guardia; en esos momentos ni por asomo podrían trabar algún tipo de amistad. Sonrió de manera amable, preparándose para responder a las interrogantes que el muchacho le había planteado; sin embargo, no tuvo tiempo de hacerlo, pues de la nada los gritos —exageradamente agudos— de una de las anfitrionas interrumpieron su charla. Rápidamente un grupo de mujeres se arremolinó en torno al guardia, gritando y jaloneándolo constantemente. La rubia sintió un poco de remordimiento por lo que ocurría y tomó el brazo izquierdo del muchacho, lanzándoles una mirada asesina a todas aquellas devoradoras de hombres.
— ¡Basta! ¡Suéltenlo! —Realmente era una dura batalla para ella sola—. ¡Está conmigo! ¡Déjenlo!
Hubiese sido bueno decir que su esfuerzo valió la pena, más no fue así. Con cierta melancolía observó como las damas arrastraban al guardia en dirección a las habitaciones, no sin antes desvestirlo a medio camino. Su consciencia comenzó a atormentarla, indicándole que fuera a buscar al muchacho y lo sacara de ese lugar, pero justo cuando estaba por lanzarse contra las tigresas observó la silueta de su compañera, la cual salía debajo de la mesa. La elfita escudriñó el lugar con la mirada y finalmente dio con el objeto buscado, instándola a quedarse con la extraña jarra de cerveza que aun yacía sobre su mesa. La rubia lo pensó por unos instantes y optó por hacer caso a los consejos de su compatriota, guardando el objeto para sí misma. Parecía que comenzaba a tomarle el gusto a eso de los robos, aunque no lo suficiente como para que su moral no la atormentara. Se quitó la máscara y la dejó en su asiento con algunos aeros, que ayudarían al joven a saldar la deuda que acababa de generar en un arrebato, para después salir del lugar al lado de su compañera.
No pudo evitar soltar una pequeña risa ante el comentario de Iliaki y su vista rápidamente se enfocó en la silueta del muchacho rubio que caminaba no muy lejos de ellas. El pobre guardia no solo había sido desvestido y casi violado, sino que también le habían cambiado la apariencia en medio del alboroto. Bueno, debía admitir que el rubio le quedaba bastante bien, aunque le agradaba más como se veía con su castaño natural. Ya casi habían cantado victoria, cuando una nueva silueta se apareció frente a ellas, bloqueándoles el paso. El extraño sujeto tenía una pinta bastante extraña y graciosa, de hecho, poco faltó para que la ojiazul soltara una sonora carcajada delatadora, a causa de la graciosa apariencia del supuesto ‘‘Billie John’’. Por la expresión de la elfita y las palabras que el hombre había dirigido, Ashryn asumió que se trataba del dueño del dichoso cofre. Genial, lo que faltaba, más personas de las cuales escapar.
—Disculpe, señor, pero me temo que se equivoca —se puso frente a Iliaki y rezó a Imbar porque su plan funcionara—. De hecho, aquel hombre de allá —señaló al guardia semidesnudo que de nuevo entraba a la taberna a toda prisa— nos arrestó hace un rato y confiscó el objeto robado, si quiere recuperarlo le sugiero que lo hable directamente con él —tomó la mano de su compañera—. Hemos pagado por nuestro error y ahora somos ciudadanas honestas, así que con su permiso pasamos a retirarnos.
Nadie en sus cabales se habría tragado aquel cuento, pero el gordito cachetón parecía estar tan loco como una cabra, por lo que no sería difícil que les creyera con facilidad. Caminó a toda prisa, buscando el lugar adecuado para esconderse, puesto que como habían notado, la comarca no era un sitio de suerte para ambas y menos con el guardia que seguramente se encontraría ardiendo en furia, luego de todo lo que había ocurrido y de además tener que lidiar con el supuesto Billie John. Aparte estaba el hecho de que la elfa sentía que alguien las vigilaba y aunque no estaba completamente convencida, sus corazonadas rara vez fallaban.
Realmente parecía un joven agradable y tal vez en otras circunstancias habrían podido ser grandes amigos, lamentablemente ella era cómplice del robo y él era un guardia; en esos momentos ni por asomo podrían trabar algún tipo de amistad. Sonrió de manera amable, preparándose para responder a las interrogantes que el muchacho le había planteado; sin embargo, no tuvo tiempo de hacerlo, pues de la nada los gritos —exageradamente agudos— de una de las anfitrionas interrumpieron su charla. Rápidamente un grupo de mujeres se arremolinó en torno al guardia, gritando y jaloneándolo constantemente. La rubia sintió un poco de remordimiento por lo que ocurría y tomó el brazo izquierdo del muchacho, lanzándoles una mirada asesina a todas aquellas devoradoras de hombres.
— ¡Basta! ¡Suéltenlo! —Realmente era una dura batalla para ella sola—. ¡Está conmigo! ¡Déjenlo!
Hubiese sido bueno decir que su esfuerzo valió la pena, más no fue así. Con cierta melancolía observó como las damas arrastraban al guardia en dirección a las habitaciones, no sin antes desvestirlo a medio camino. Su consciencia comenzó a atormentarla, indicándole que fuera a buscar al muchacho y lo sacara de ese lugar, pero justo cuando estaba por lanzarse contra las tigresas observó la silueta de su compañera, la cual salía debajo de la mesa. La elfita escudriñó el lugar con la mirada y finalmente dio con el objeto buscado, instándola a quedarse con la extraña jarra de cerveza que aun yacía sobre su mesa. La rubia lo pensó por unos instantes y optó por hacer caso a los consejos de su compatriota, guardando el objeto para sí misma. Parecía que comenzaba a tomarle el gusto a eso de los robos, aunque no lo suficiente como para que su moral no la atormentara. Se quitó la máscara y la dejó en su asiento con algunos aeros, que ayudarían al joven a saldar la deuda que acababa de generar en un arrebato, para después salir del lugar al lado de su compañera.
No pudo evitar soltar una pequeña risa ante el comentario de Iliaki y su vista rápidamente se enfocó en la silueta del muchacho rubio que caminaba no muy lejos de ellas. El pobre guardia no solo había sido desvestido y casi violado, sino que también le habían cambiado la apariencia en medio del alboroto. Bueno, debía admitir que el rubio le quedaba bastante bien, aunque le agradaba más como se veía con su castaño natural. Ya casi habían cantado victoria, cuando una nueva silueta se apareció frente a ellas, bloqueándoles el paso. El extraño sujeto tenía una pinta bastante extraña y graciosa, de hecho, poco faltó para que la ojiazul soltara una sonora carcajada delatadora, a causa de la graciosa apariencia del supuesto ‘‘Billie John’’. Por la expresión de la elfita y las palabras que el hombre había dirigido, Ashryn asumió que se trataba del dueño del dichoso cofre. Genial, lo que faltaba, más personas de las cuales escapar.
—Disculpe, señor, pero me temo que se equivoca —se puso frente a Iliaki y rezó a Imbar porque su plan funcionara—. De hecho, aquel hombre de allá —señaló al guardia semidesnudo que de nuevo entraba a la taberna a toda prisa— nos arrestó hace un rato y confiscó el objeto robado, si quiere recuperarlo le sugiero que lo hable directamente con él —tomó la mano de su compañera—. Hemos pagado por nuestro error y ahora somos ciudadanas honestas, así que con su permiso pasamos a retirarnos.
Nadie en sus cabales se habría tragado aquel cuento, pero el gordito cachetón parecía estar tan loco como una cabra, por lo que no sería difícil que les creyera con facilidad. Caminó a toda prisa, buscando el lugar adecuado para esconderse, puesto que como habían notado, la comarca no era un sitio de suerte para ambas y menos con el guardia que seguramente se encontraría ardiendo en furia, luego de todo lo que había ocurrido y de además tener que lidiar con el supuesto Billie John. Aparte estaba el hecho de que la elfa sentía que alguien las vigilaba y aunque no estaba completamente convencida, sus corazonadas rara vez fallaban.
Ashryn Elaynor
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Cuando se disponía a abandonar el local de dudosa legalidad le mismo hombre que les había encomendado cazar a las chicas se presentó frente a él, con los brazos en jarra, y con un ceño fruncido del cual a simple vista se podía deducir que buscaba explicaciones.
- ¡Pelo pollo! – Eltrant enarcó una ceja sin saber muy bien que responder ante ese apelativo - ¡Las ladronas me han dicho que has recuperado mi caja! ¡Devuélvemela! – El teñido miró severamente al hombre y lo empujó fuera del local, las chicas volvieron a quejarse sonoramente por la repentina partida del bolso de Aeros con piernas que, para ellas, era el guarda - ¿Las has dejado escapar? – Preguntó arrinconándolo contra una pared, el hombre miró a su alrededor, casi sin saber que responder a aquello - ¡¿P… Por qué demonios tendría que hacer yo el trabajo de un guarda si ya este ya ha recuperado lo que es mío!? – El exmercenario se llevó la mano hasta la cara y suspiró profundamente – ¿Por qué, no lo sé, corrígeme si me equivoco, son unas ladronas? – Preguntó Eltrant de vuelta, tras unos incomodos segundos en silencio, el hombre se zafó del agarre del guarda y se aclaró la garganta – En fin, unas rateras no son de importancia, al fin y al cabo, devuélveme la caja – La sudorosa víctima del robo extendió la mano expectante, Eltrant se giró sobre sí mismo y comenzó a caminar calle abajo – Te han mentido, no la tengo, ya no ¿Dices que se han ido por aquí?
A toda prisa comenzó a correr calle abajo, no debían de andar muy lejos, apenas habían pasado diez minutos desde que le arrastraron al interior del local y volvió después a entrar a por la camisa, las calles estaban lo suficientemente ajetreadas como para impedir que estas pudiesen desaparecer sin dejar rastro, al menos eso pensaba.
Numerosas personas, entra los cuales se encontraban varios nobles, se giraron a mirar al guarda de pelo rubio que, por algún motivo, perseguía la nada – “Si se han ido por aquí no deben de estar muy lejos” – Ya no era simplemente el robo, el hombre de negro no andaría muy lejos ahora que las chicas tenían la caja.
Finalmente llegó hasta un callejón sin salida, una pequeña plazoleta que recordaba haber visitado en alguna ocasión que otra, puestos, actores ambulantes, niños, aquel lugar era un sitio en el que tanto los hijos de las clases pudientes como los de los desfavorecidos compartían risas y tardes de juegos.
Chasqueó la lengua y estudió el lugar con la mirada, no tenía salida, era imposible que nadie saliese de allí, pero estaba repleto de gente, no las encontraría facilmente – “¿Los tejados?” – Alzó la vista, solo para contemplar como el cielo parecía oscurecerse, un cumulo repentino de nubes había tapado de improviso el sol, frunció el ceño.
– ¡No corras tanto guarda! ¡Espérame! – La voz del llamado Billie John resonó a su espalda, jadeando y sudoroso se acercó a él y depositó una mano en su espalda - ¡Quiero mi caja! ¡Y la quiero ya, maldita sea! – Dejando escapar una maldición en voz baja se giró hacia el hombre que, en aquel instante, miraba con los ojos muy abiertos una figura que, de la nada, se había materializado sobre la fuente – Creo que ahora no es el momento para que estés aquí, aléjate.
Desenvainando su espada avanzó varios pasos hacía el hombre - ¡Hola de nuevo, guarda! – Eltrant frunció el ceño, si aquel tipo estaba allí significaba que las ladronas no andarían muy lejos - ¡Me temo que nos volvemos a encontrar! – Todos los presentes se giraron a mirar al extraño actor que había aparecido de la nada, algunos incluso aplaudieron – Te preguntaras dónde se encuentran esas pequeñas elfas, angelitos, tan traviesos... tan inocentes– Apretó los dientes y miró a su alrededor, en algún lugar entre toda aquella multitud debían de estar escondidas – Yo creo que están… - El hombre descubrió su cara, desvelando una siniestra sonrisa tras una perfilada barba de color negro – Allí – Apuntó a un punto indeterminado de la multitud, aparentemente sin ninguna prueba de que las fugitivas estuviesen allí, y, sin embargo, lo estaban.
Dejando escapar una siniestra sonrisa, el hombre se convirtió en una voluta de humo - ¡Brujos! – Exclamó para sí corriendo hacía el lugar en el que estaban las muchachas - ¡Siempre son brujos! – Atravesando como una flecha la atenta multitud, Eltrant no tardó en alcanzar a la amorfa figura de humo momentos antes de que esta alcanzara a las jóvenes.
El sonoro impacto del metal inundó la plaza, los aplausos se generalizaron por unos instantes, muchos incautos transeúntes pensaban que aquello no era sino una función, una obra de teatro muy vivida.
- ¡Detrás de mí! – Gritó a las chicas, dudaba que un par de ladronas hicieran caso a un guardia de Lunargenta, pero su deber era mantener a la gente con vida, y en aquel momento quienes estaban en peligro eran ellas dos.
– Interesante… - Susurró el hombre calvo sonriendo, quien ahora, en lugar de la nube de humo, se encontraba frente a Eltrant, armado con una espada – Muy interesante – La mano libre del sujeto al que se estaba enfrentando Eltrant comenzó a iluminarse tenuemente, muy a su pesar, el exmercenario ya sabía que iba a pasar a continuación- ¡Oh, mierd…! – Una bola de fuego del tamaño de un melón brotó de la manos del que, ahora sin lugar a dudas, era un brujo de fuego.
Sin tiempo para evadir el ataque, la bola impactó directamente en el pecho del guarda, que surcó los aires durante unos segundos antes de precipitarse contra un puesto de comida. - ¿Recuerdas eso sobre las ilusiones...? Mentí. Al menos en parte - Las personas ahora, tras ver lo sucedido, comenzaron a correr, presas del pánico, tratando de alejarse del supuesto actor que controlaba los elementos.
- ¿Por dónde iba? – El hombre se giró de nuevo hacía las chicas, con la misma sonrisa en su rostro - Ah, sí – Alzó su espada – Iba a recuperar lo que, en primera instancia, me pertenece – No pudo ver desde dónde se encontraba la reacción de las jóvenes, podrían haber huido, podrían haberse quedado para encarar a aquel tipo, tampoco tenía idea alguna de dónde se encontraba Billie John.
- …Ibamos… por esa parte… - Apartando el bol de sopa que se le había derramado por la cabeza se levantó del suelo, llevándose la mano hasta el pecho, dónde su camisa de color azul ahora tenía un, asombrosamente preciso, circulo humeante – ...En la que te encierro en una mazmorra.
El mencionado se giró hacia Eltrant y llevó su mano hasta la espada que blandía, la cual comenzó a brillar tenuemente - …Enseguida estoy con vosotras queridas. – Dijo ensanchando su sonrisa – Ya veis… la ley reclama mi atención.
- ¡Pelo pollo! – Eltrant enarcó una ceja sin saber muy bien que responder ante ese apelativo - ¡Las ladronas me han dicho que has recuperado mi caja! ¡Devuélvemela! – El teñido miró severamente al hombre y lo empujó fuera del local, las chicas volvieron a quejarse sonoramente por la repentina partida del bolso de Aeros con piernas que, para ellas, era el guarda - ¿Las has dejado escapar? – Preguntó arrinconándolo contra una pared, el hombre miró a su alrededor, casi sin saber que responder a aquello - ¡¿P… Por qué demonios tendría que hacer yo el trabajo de un guarda si ya este ya ha recuperado lo que es mío!? – El exmercenario se llevó la mano hasta la cara y suspiró profundamente – ¿Por qué, no lo sé, corrígeme si me equivoco, son unas ladronas? – Preguntó Eltrant de vuelta, tras unos incomodos segundos en silencio, el hombre se zafó del agarre del guarda y se aclaró la garganta – En fin, unas rateras no son de importancia, al fin y al cabo, devuélveme la caja – La sudorosa víctima del robo extendió la mano expectante, Eltrant se giró sobre sí mismo y comenzó a caminar calle abajo – Te han mentido, no la tengo, ya no ¿Dices que se han ido por aquí?
A toda prisa comenzó a correr calle abajo, no debían de andar muy lejos, apenas habían pasado diez minutos desde que le arrastraron al interior del local y volvió después a entrar a por la camisa, las calles estaban lo suficientemente ajetreadas como para impedir que estas pudiesen desaparecer sin dejar rastro, al menos eso pensaba.
Numerosas personas, entra los cuales se encontraban varios nobles, se giraron a mirar al guarda de pelo rubio que, por algún motivo, perseguía la nada – “Si se han ido por aquí no deben de estar muy lejos” – Ya no era simplemente el robo, el hombre de negro no andaría muy lejos ahora que las chicas tenían la caja.
Finalmente llegó hasta un callejón sin salida, una pequeña plazoleta que recordaba haber visitado en alguna ocasión que otra, puestos, actores ambulantes, niños, aquel lugar era un sitio en el que tanto los hijos de las clases pudientes como los de los desfavorecidos compartían risas y tardes de juegos.
Chasqueó la lengua y estudió el lugar con la mirada, no tenía salida, era imposible que nadie saliese de allí, pero estaba repleto de gente, no las encontraría facilmente – “¿Los tejados?” – Alzó la vista, solo para contemplar como el cielo parecía oscurecerse, un cumulo repentino de nubes había tapado de improviso el sol, frunció el ceño.
– ¡No corras tanto guarda! ¡Espérame! – La voz del llamado Billie John resonó a su espalda, jadeando y sudoroso se acercó a él y depositó una mano en su espalda - ¡Quiero mi caja! ¡Y la quiero ya, maldita sea! – Dejando escapar una maldición en voz baja se giró hacia el hombre que, en aquel instante, miraba con los ojos muy abiertos una figura que, de la nada, se había materializado sobre la fuente – Creo que ahora no es el momento para que estés aquí, aléjate.
Desenvainando su espada avanzó varios pasos hacía el hombre - ¡Hola de nuevo, guarda! – Eltrant frunció el ceño, si aquel tipo estaba allí significaba que las ladronas no andarían muy lejos - ¡Me temo que nos volvemos a encontrar! – Todos los presentes se giraron a mirar al extraño actor que había aparecido de la nada, algunos incluso aplaudieron – Te preguntaras dónde se encuentran esas pequeñas elfas, angelitos, tan traviesos... tan inocentes– Apretó los dientes y miró a su alrededor, en algún lugar entre toda aquella multitud debían de estar escondidas – Yo creo que están… - El hombre descubrió su cara, desvelando una siniestra sonrisa tras una perfilada barba de color negro – Allí – Apuntó a un punto indeterminado de la multitud, aparentemente sin ninguna prueba de que las fugitivas estuviesen allí, y, sin embargo, lo estaban.
Dejando escapar una siniestra sonrisa, el hombre se convirtió en una voluta de humo - ¡Brujos! – Exclamó para sí corriendo hacía el lugar en el que estaban las muchachas - ¡Siempre son brujos! – Atravesando como una flecha la atenta multitud, Eltrant no tardó en alcanzar a la amorfa figura de humo momentos antes de que esta alcanzara a las jóvenes.
El sonoro impacto del metal inundó la plaza, los aplausos se generalizaron por unos instantes, muchos incautos transeúntes pensaban que aquello no era sino una función, una obra de teatro muy vivida.
- ¡Detrás de mí! – Gritó a las chicas, dudaba que un par de ladronas hicieran caso a un guardia de Lunargenta, pero su deber era mantener a la gente con vida, y en aquel momento quienes estaban en peligro eran ellas dos.
– Interesante… - Susurró el hombre calvo sonriendo, quien ahora, en lugar de la nube de humo, se encontraba frente a Eltrant, armado con una espada – Muy interesante – La mano libre del sujeto al que se estaba enfrentando Eltrant comenzó a iluminarse tenuemente, muy a su pesar, el exmercenario ya sabía que iba a pasar a continuación- ¡Oh, mierd…! – Una bola de fuego del tamaño de un melón brotó de la manos del que, ahora sin lugar a dudas, era un brujo de fuego.
Sin tiempo para evadir el ataque, la bola impactó directamente en el pecho del guarda, que surcó los aires durante unos segundos antes de precipitarse contra un puesto de comida. - ¿Recuerdas eso sobre las ilusiones...? Mentí. Al menos en parte - Las personas ahora, tras ver lo sucedido, comenzaron a correr, presas del pánico, tratando de alejarse del supuesto actor que controlaba los elementos.
- ¿Por dónde iba? – El hombre se giró de nuevo hacía las chicas, con la misma sonrisa en su rostro - Ah, sí – Alzó su espada – Iba a recuperar lo que, en primera instancia, me pertenece – No pudo ver desde dónde se encontraba la reacción de las jóvenes, podrían haber huido, podrían haberse quedado para encarar a aquel tipo, tampoco tenía idea alguna de dónde se encontraba Billie John.
- …Ibamos… por esa parte… - Apartando el bol de sopa que se le había derramado por la cabeza se levantó del suelo, llevándose la mano hasta el pecho, dónde su camisa de color azul ahora tenía un, asombrosamente preciso, circulo humeante – ...En la que te encierro en una mazmorra.
El mencionado se giró hacia Eltrant y llevó su mano hasta la espada que blandía, la cual comenzó a brillar tenuemente - …Enseguida estoy con vosotras queridas. – Dijo ensanchando su sonrisa – Ya veis… la ley reclama mi atención.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Nos habíamos escabullido muy bien gracias al pensamiento rápido de Ash, pero la hora de la verdad había llegado... o eso es lo que el típico dramático diría. Ja, claro que no hay prisas, es más ¡Hora de un descanso! Y si nada se interpone una vez más, me dispondré a hacer reparto del botín.
- Bien, Ash, te debo una, así que creo que es hora de... que es hora de... - decía yo, hasta que vi un par de gratas caras conocidas, ¡Con un demonio! ¡El viejo Billie John llamó de nuevo al guardia! En verdad ¿Cuál es la necesidad? - creo que es hora de irnos leeentamente.
Señalando con la mirada a sus persecutores, se disponía a alejarse del sitio, cuando un espectáculo en el callejón del ocio comenzó, tomándolas a ellas como invitadas especiales.
- Oh, ¿Ash? Tenemos un problema . - informaba con todas las miradas de los espectadores encima.
Algunos de los que se encontraban alrededor comenzaron a aplaudir, mientras otros, no tan afortunados, sufrieron el pavor de la impresión, tal como el viejo Billie John
- ¡Ahhhh! ¡Un demonio! ¡Maldigo a tu descendencia, la maldigo! - decía mientras corría en dirección a las elfinas, reconociendo en su huída a la chiquilla que le había hurtado. - ¡Tú! Todo es culpa tuya, ahora nuestras calles están llenas de demonios - alcanzó a decir mientras la sacudía del hombro, sin embargo, la reprimenda no duró demasiado, pues la vista del brujo terminó por ahuyentarlo.
Un mal presentimiento me invadió. Quizá era pánico escénico, o quizá era el hecho de que todos querían la caja, quizá era que un niño había dejado caer su manzana con caramelo. Primero que nada ¿Quién es el otro sujeto? ¿Y para qué quiere mi... nuestra caja? Más pronto que tarde, la tensión de un enfrentamiento inminente se hizo saber.
Es en este momento en el que te preguntas si debiste levantarte de la cama ¡Qué diantres, yo no tengo cama! ¡Unirse al enemigo contra uno en común o hacer un todos contra todos! Pongamos en una balanza ambas cosas...
La decisión aporreaba toda capacidad de actuar de la elfina, que, mientras evaluaba los pros y los contras, preparaba su Lanzarrocas, lista para efectuar un golpe certero.
- ¡Hey, carababas! ¿Qué buscabas? Hoy no hay pan duro. - dijo al tiempo de lanzarle a la cabeza una de las piedras más grandes que guardaba en sus bolsillos.
El mago cansino ha volteado, a que quiere algo, pero ¿Saben qué? No lo tendrá.
- ¿Quién eres y por qué quieres esto? - dijo mostrando la caja en su mano. - ¡Revélate!
- Bien, Ash, te debo una, así que creo que es hora de... que es hora de... - decía yo, hasta que vi un par de gratas caras conocidas, ¡Con un demonio! ¡El viejo Billie John llamó de nuevo al guardia! En verdad ¿Cuál es la necesidad? - creo que es hora de irnos leeentamente.
Señalando con la mirada a sus persecutores, se disponía a alejarse del sitio, cuando un espectáculo en el callejón del ocio comenzó, tomándolas a ellas como invitadas especiales.
- Oh, ¿Ash? Tenemos un problema . - informaba con todas las miradas de los espectadores encima.
Algunos de los que se encontraban alrededor comenzaron a aplaudir, mientras otros, no tan afortunados, sufrieron el pavor de la impresión, tal como el viejo Billie John
- ¡Ahhhh! ¡Un demonio! ¡Maldigo a tu descendencia, la maldigo! - decía mientras corría en dirección a las elfinas, reconociendo en su huída a la chiquilla que le había hurtado. - ¡Tú! Todo es culpa tuya, ahora nuestras calles están llenas de demonios - alcanzó a decir mientras la sacudía del hombro, sin embargo, la reprimenda no duró demasiado, pues la vista del brujo terminó por ahuyentarlo.
Un mal presentimiento me invadió. Quizá era pánico escénico, o quizá era el hecho de que todos querían la caja, quizá era que un niño había dejado caer su manzana con caramelo. Primero que nada ¿Quién es el otro sujeto? ¿Y para qué quiere mi... nuestra caja? Más pronto que tarde, la tensión de un enfrentamiento inminente se hizo saber.
Es en este momento en el que te preguntas si debiste levantarte de la cama ¡Qué diantres, yo no tengo cama! ¡Unirse al enemigo contra uno en común o hacer un todos contra todos! Pongamos en una balanza ambas cosas...
La decisión aporreaba toda capacidad de actuar de la elfina, que, mientras evaluaba los pros y los contras, preparaba su Lanzarrocas, lista para efectuar un golpe certero.
- ¡Hey, carababas! ¿Qué buscabas? Hoy no hay pan duro. - dijo al tiempo de lanzarle a la cabeza una de las piedras más grandes que guardaba en sus bolsillos.
El mago cansino ha volteado, a que quiere algo, pero ¿Saben qué? No lo tendrá.
- ¿Quién eres y por qué quieres esto? - dijo mostrando la caja en su mano. - ¡Revélate!
Iliaki
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Con fingida inocencia habían saboreado la victoria al deshacerse del viejo Billie John, cuando de nuevo se encontraron con el guardia. Esto debía ser una broma, ¿cuántas veces tendrían que escabullirse de aquel joven? Aunque, a decir verdad, en esta ocasión todo parecía haberse vuelto más peligroso. El grito del guardia la alertó e instintivamente puso a Iliaki detrás de ella, buscando protegerla. Un tercero en discordia había aparecido, asestando una bola de fuego en el pecho del muchacho, mandándolo lejos de un solo golpe. Lo que pudo ser un bonito espectáculo terminó en una escena de terror, con el pánico de los espectadores brotando a flor de piel. Aquel brujo se acercó a las elfas, sonriendo tétricamente, mientras alzaba su espada de forma intimidante. Por si fuera poco, el gordito cachetón no resistió las ganas de arremeter en contra de la pequeña, aunque su arranque no duró mucho, puesto que terminó huyendo del lugar ante la atemorizante presencia del brujo.
La atención de ese hombre había regresado al guardia y por un segundo la rubia sintió que podrían escapar sin problemas. Desafortunadamente su pequeña amiga cometió la osadía de lanzar una piedra a la cabeza, atrayendo de nuevo la mirada sádica del brujo hacia ella. Ahora tendría que hacer algo para evitar que dañaran a la imprudente jovencita, pues tenía el presentimiento de que el mago no repararía en matarlas. ¡Todo por ese bendito cofre! Rápidamente tomó la mano de la elfita y formuló un plan que pudiese sacarlas del peligro inminente, pero no estaba del todo segura de lo que iba a hacer. Miró al guardia y nuevamente miró a su nuevo enemigo, solo tenía que asegurarse de que Iliaki estuviese bien, después podría buscar la manera de detener al mago. Sacó la daga de Bio y comenzó una pequeña plegaria en silencio, esperando tener éxito en lo que estaba por hacer.
—Iliaki —habló con seriedad—. ¡Corre! —ordenó con firmeza, soltando la mano de la pequeña, avanzando un par de pasos, mientras aprovechaba la distracción que se había creado con la sentencia del guardia.
No se giró para mirar si la elfita había seguido sus indicaciones, simplemente corrió al lado del guardia y le tomó el brazo, esperando que la bendición surtiera efecto en el joven y le brindara las energías suficientes como para lograr salir de ahí. Lanzó la daga hacia el mago y aprovechó para jalar al guardia lejos de ahí, corriendo con todas las fuerzas que le permitían sus piernas. No confiaba en los lugares solitarios, por lo que necesitarían esconderse en un sitio concurrido y con muchos testigos presentes. Fue así como terminó llevándolo al único lugar donde ella se sentía completamente segura: el hospital de Lunargenta. Ella ya era una aprendiz de medico conocida en el sitio, por ello no fue difícil que le permitieran la entrada y le brindaran un pequeño cubículo donde atender al guardia y de paso hablar acerca del plan de acción.
—Escucha… —habló con nerviosismo, revisando la herida en el pecho del muchacho—. Sé que hemos iniciado de una manera un tanto…peculiar, pero te propongo ayudarte a detener a ese hombre, si me ayudas a encontrar a mi amiga —no se sentía con la autoridad como para solicitar aquello y menos después de que el pobre casi salió violado de la taberna a la que lo había arrastrado—. Me llamo Ashryn…puedes decirme Ash —comenzó a revisarlo en busca de otras lesiones que necesitaran ser tratadas—, lamento las molestias que te ocasioné en aquella taberna.
Vale, estaba apenada; no obstante, tenía que encontrar a la pequeña elfa pronto y para eso necesitaría la ayuda de ese hombre. Solo esperaba que Iliaki se encontrara bien y que el mago no le hubiese hecho daño; ademas necesitaba recuperar la daga de su querido amigo, y... ¿quién sabe? Tal vez ahora podría disculparse con el guardia debidamente y empezar de cero.
La atención de ese hombre había regresado al guardia y por un segundo la rubia sintió que podrían escapar sin problemas. Desafortunadamente su pequeña amiga cometió la osadía de lanzar una piedra a la cabeza, atrayendo de nuevo la mirada sádica del brujo hacia ella. Ahora tendría que hacer algo para evitar que dañaran a la imprudente jovencita, pues tenía el presentimiento de que el mago no repararía en matarlas. ¡Todo por ese bendito cofre! Rápidamente tomó la mano de la elfita y formuló un plan que pudiese sacarlas del peligro inminente, pero no estaba del todo segura de lo que iba a hacer. Miró al guardia y nuevamente miró a su nuevo enemigo, solo tenía que asegurarse de que Iliaki estuviese bien, después podría buscar la manera de detener al mago. Sacó la daga de Bio y comenzó una pequeña plegaria en silencio, esperando tener éxito en lo que estaba por hacer.
—Iliaki —habló con seriedad—. ¡Corre! —ordenó con firmeza, soltando la mano de la pequeña, avanzando un par de pasos, mientras aprovechaba la distracción que se había creado con la sentencia del guardia.
No se giró para mirar si la elfita había seguido sus indicaciones, simplemente corrió al lado del guardia y le tomó el brazo, esperando que la bendición surtiera efecto en el joven y le brindara las energías suficientes como para lograr salir de ahí. Lanzó la daga hacia el mago y aprovechó para jalar al guardia lejos de ahí, corriendo con todas las fuerzas que le permitían sus piernas. No confiaba en los lugares solitarios, por lo que necesitarían esconderse en un sitio concurrido y con muchos testigos presentes. Fue así como terminó llevándolo al único lugar donde ella se sentía completamente segura: el hospital de Lunargenta. Ella ya era una aprendiz de medico conocida en el sitio, por ello no fue difícil que le permitieran la entrada y le brindaran un pequeño cubículo donde atender al guardia y de paso hablar acerca del plan de acción.
—Escucha… —habló con nerviosismo, revisando la herida en el pecho del muchacho—. Sé que hemos iniciado de una manera un tanto…peculiar, pero te propongo ayudarte a detener a ese hombre, si me ayudas a encontrar a mi amiga —no se sentía con la autoridad como para solicitar aquello y menos después de que el pobre casi salió violado de la taberna a la que lo había arrastrado—. Me llamo Ashryn…puedes decirme Ash —comenzó a revisarlo en busca de otras lesiones que necesitaran ser tratadas—, lamento las molestias que te ocasioné en aquella taberna.
Vale, estaba apenada; no obstante, tenía que encontrar a la pequeña elfa pronto y para eso necesitaría la ayuda de ese hombre. Solo esperaba que Iliaki se encontrara bien y que el mago no le hubiese hecho daño; ademas necesitaba recuperar la daga de su querido amigo, y... ¿quién sabe? Tal vez ahora podría disculparse con el guardia debidamente y empezar de cero.
Ashryn Elaynor
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Las elfas, las ladronas, no parecían estar dispuestas a rendirse, a dejar que aquel hombre calvo les robase lo que, curiosamente, ellas habían robado en primera instancia. No le importaba ahora la caja, lo que de verdad tenía que hacer, como guarda de la ciudad, era proteger a los ciudadanos, asegurarse de que nadie resultase herido por uno de los ataques de fuego del hombre.
Una gruesa roca impacto directamente en la nuca del sujeto, de modo que, tras llevarse la mano al pequeño hilillo de sangre que descendía por su cuello volvió a girarse con cara de haber recibido el peor de los insultos, mirando directamente a la elfa de apariencia más joven, más inocente.
Entornó los ojos y preparó su espada, dispuesto a cargar contra aquel hombre, pero la otra elfa, la rubia, tras gritarle a su aliada que corriese, se acercó al guarda rápidamente, sacándole partido a toda la confusión que reinaba en la plaza, y tiró de su brazo con fuerza obligándole a correr en dirección opuesta al brujo. - ¡No! – Exclamó Eltrant tratando de girarse de nuevo hacía el brujo, a quien había perdido de vista entre la multitud - ¡Espera! No puedo dejar la plaza sola – Pero la rubia no parecía escucharle, simplemente tiró de él hasta que estuvieron lo suficientemente alejados del peligro, hasta que las amplias puertas del hospital de la ciudad se alzaron ante ellos.
Sin decir nada siguió de brazos cruzados a la elfa hasta el interior del lugar, dónde les dejaron pasar sin pedir ninguna explicación. Tampoco es que sorprendiera mucho al teñido, al fin y al cabo, era un guardia de Lunargenta con una quemadura en el pecho ¿De verdad iban a negarle el acceso?
No obstante, según cruzaban los pasillos del enorme edificio, pudo notar como diferentes curanderos se acercaban a saludar a la elfa y algunos le entregaban notas de papel con, lo que parecía ser, pacientes, se dio cuenta de que les habían permitido adentrarse gracias a la rubia, no a él.
Se atusó la barba, pensativo, ¿Qué hacia una ladrona trabajando en un lugar como aquel? ¿Es que el sueldo de curandera no era suficiente?
Cuando llegaron a una sala apartada, la joven le indicó que se sentase en una silla, Eltrant se pasó la mano por el pelo y, suspirando, accedió. En aquel momento, mientras la muchacha repasaba la quemadura del exmercenario, se presentó como Ashryn y le pidió ayuda para que le ayudase a encontrar a su amiga - ¿La otra ladrona? – Preguntó arqueando una ceja – No… no pasa nada, te ayudaré – La joven parecia estar siendo sincera, y de todos modos ¿Qué clase de ladrona curaría a su enemigo? - Pero vas a tener que explicar muchas cosas cuando acabe esto – Dijo cuándo Ash terminó de hablar.
– Me llamo Eltrant – Dijo levantándose del asiento y comprobando su espada. – Eltrant Tale – Añadió con una sonrisa – Ese tipo que os buscaba quería la caja que teníais, tu amiga está en peligro, ¿Alguna idea de a dónde puede haber ido? – Miró por la ventana, una gruesa nube de humo negro se alzaba desde algún lugar indeterminado de la ciudad, había fuego. – Algo me dice que sé dónde tenemos que ir.
Una gruesa roca impacto directamente en la nuca del sujeto, de modo que, tras llevarse la mano al pequeño hilillo de sangre que descendía por su cuello volvió a girarse con cara de haber recibido el peor de los insultos, mirando directamente a la elfa de apariencia más joven, más inocente.
Entornó los ojos y preparó su espada, dispuesto a cargar contra aquel hombre, pero la otra elfa, la rubia, tras gritarle a su aliada que corriese, se acercó al guarda rápidamente, sacándole partido a toda la confusión que reinaba en la plaza, y tiró de su brazo con fuerza obligándole a correr en dirección opuesta al brujo. - ¡No! – Exclamó Eltrant tratando de girarse de nuevo hacía el brujo, a quien había perdido de vista entre la multitud - ¡Espera! No puedo dejar la plaza sola – Pero la rubia no parecía escucharle, simplemente tiró de él hasta que estuvieron lo suficientemente alejados del peligro, hasta que las amplias puertas del hospital de la ciudad se alzaron ante ellos.
Sin decir nada siguió de brazos cruzados a la elfa hasta el interior del lugar, dónde les dejaron pasar sin pedir ninguna explicación. Tampoco es que sorprendiera mucho al teñido, al fin y al cabo, era un guardia de Lunargenta con una quemadura en el pecho ¿De verdad iban a negarle el acceso?
No obstante, según cruzaban los pasillos del enorme edificio, pudo notar como diferentes curanderos se acercaban a saludar a la elfa y algunos le entregaban notas de papel con, lo que parecía ser, pacientes, se dio cuenta de que les habían permitido adentrarse gracias a la rubia, no a él.
Se atusó la barba, pensativo, ¿Qué hacia una ladrona trabajando en un lugar como aquel? ¿Es que el sueldo de curandera no era suficiente?
Cuando llegaron a una sala apartada, la joven le indicó que se sentase en una silla, Eltrant se pasó la mano por el pelo y, suspirando, accedió. En aquel momento, mientras la muchacha repasaba la quemadura del exmercenario, se presentó como Ashryn y le pidió ayuda para que le ayudase a encontrar a su amiga - ¿La otra ladrona? – Preguntó arqueando una ceja – No… no pasa nada, te ayudaré – La joven parecia estar siendo sincera, y de todos modos ¿Qué clase de ladrona curaría a su enemigo? - Pero vas a tener que explicar muchas cosas cuando acabe esto – Dijo cuándo Ash terminó de hablar.
– Me llamo Eltrant – Dijo levantándose del asiento y comprobando su espada. – Eltrant Tale – Añadió con una sonrisa – Ese tipo que os buscaba quería la caja que teníais, tu amiga está en peligro, ¿Alguna idea de a dónde puede haber ido? – Miró por la ventana, una gruesa nube de humo negro se alzaba desde algún lugar indeterminado de la ciudad, había fuego. – Algo me dice que sé dónde tenemos que ir.
- Off::
- Tenia la sensación de que tenía secuestrado el tema, así que he hecho un post algo más escueto para que decidáis dónde preferís que vaya encaminada la trama *^*
Eltrant Tale
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
De pronto me encontré corriendo en esta callejuela estrecha, sin una idea de porqué debería hacerlo. El instinto fue lo único coherente en ese momento, eso y el hecho de que otro loco se nos unía al show. Bien, en un punto como este es en donde iniciamos: Un chiflado persiguiéndonos sólo por una caja. Una huida, una caja, un camino.
Jojooo, ¡Qué bien se me da hacer que las personas hagan ejercicio! Pero hay que dejar en claro: en esta ocasión no es un simple humano el que nos hace el honor de (per)seguirnos, sino que ahora, obviamente, es un brujo, y más obvio aún ¡Tiene trucos bajo la manga!
- ¡Demonios! ¿Siempre tienen que ser de fuego acaso? ¿No existen brujos de galletas o algo? - decía jadeante la elfilla, mientras ardientes proyectiles amenazaban con dar en su blanco, en tanto que el brujo que las lanzaba caminaba con paso firme y veloz, como si de un león acechante se tratase.
Ashryn se ha ido con el guardia ¡Me ha abandonado! ¡Pero dio su palabra, sé que volverá! Tiene que hacerlo... ¡Auch!
Una de las bolas de fuego por fin había dado a su presa. El fuego se propagaba por aquellos objetos vulnerables, consumiendo también algunas de las paredes de las casas vecinas. La explosión había logrado derribar a Iliaki, quien, confundida por el golpe, comenzó a rodar por tan estrepitosa caída, hasta detenerse junto a un montó de desperdicios metálicos.
- Oh, pero qué desgracia, no te habrás hecho daño - decía acercándose tranquilamente aquel extraño, apoyando una de sus rodillas en el suelo hasta quedar a la altura de los ojos de la elfilla. - Verás, pequeña, una persona de tu raza no debería andar por estos rumbos, así que lo menos que deseo es hacer daño si no existe necesidad alguna - susurraba, acercándose al rostro de la ladronzuela, quien, viendo su situación, respiraba fuerte y nerviosamente.
La última vez que estuve cara a cara contra un brujo no fue hace mucho, y sin embargo ¿Por qué aquí parece que estoy sin salida? Aquella vez una sensación de luz y protección atravesaba mi cuerpo, pero... es distinto... ¡Aquella vez, por ningún lado nadie tenía la opción de eliminarme!
- Así que ¿Harías el favor de entregarme...?
- No - respondió tajante Iliaki - ¡No!
- Me temo que no queda otra cosa por hacer - respondió el brujo con un dejo de decepción en sus palabras.
Poniéndose de pie, alzó su mano, dispuesto a tomar lo que él consideraba como suyo por "las malas", llenando el aire con una bruma propia de su poder.
Un placer haberlos encontrado. Con ustedes, se despide de la función, Iliaki. Dejo mis chocolates a quien tenga el valor de sacarlos de mi cadáver. ¡Virgen de la Papaya, guárdame un lugar si existes!
Justo cuando la elfina creía haber aceptado su destino, escuchó el sonido de un instrumento a la lejanía, cuya melodía ella creyó confundir con la de los ángeles. Entre la niebla, una figura ágil y cómica se deslizó hasta quedar detrás de la futura cena de buitres.
Danzante, y apagando con un diminuendo la interpretación de las notas en sus cuerdas, un hombre con las vestimentas de un juglar sonreía al brujo, tal como lo harían viejos amigos.
- No deberías estar molestando así a la gente. - fue lo último que escuchó Iliaki antes de que el recién llegado desapareciese, para luego reanimar su imagen justo detrás del brujo - Algunos también podrían tener trucos.
Aquellas fueron las últimas palabras que logro recordar, antes de caer desvanecida. Cuando desperté, sepa la gorda si fueron minutos u horas de mi inconciencia, el brujo ya no estaba, sin embargo, la bruma permaneció. Buscando con la mirada si todavía existía peligro alguno para mí y mi caja, no logré encontrar nada, pero unos momentos después, a la lejanía de la neblina que comenzaba a dispersarse, la misma figura musical hacía un gesto, como si quisiera que yo guardara el secreto. En sus labios se lograron leer unas palabras: "No soy el único, pero vendrá más". Bah, jamás había necesitado de alguien para escapar de un problema grueso.
¿Qué pasa ahora? Que me duele la cabeza, he permanecido sentada cerca de la entrada de la callejuela, donde la plazoleta y su feria, esperando a que llegue Ash. No dudo que el brujo vuelva en cualquier momento ¡Ya ni se sabe! ¡Y yo sólo quería mi caja! ¡AAAAARGH!
- Hey, niño ¡Se te cayó el ojo! ¡Ja, ja!
Jojooo, ¡Qué bien se me da hacer que las personas hagan ejercicio! Pero hay que dejar en claro: en esta ocasión no es un simple humano el que nos hace el honor de (per)seguirnos, sino que ahora, obviamente, es un brujo, y más obvio aún ¡Tiene trucos bajo la manga!
- ¡Demonios! ¿Siempre tienen que ser de fuego acaso? ¿No existen brujos de galletas o algo? - decía jadeante la elfilla, mientras ardientes proyectiles amenazaban con dar en su blanco, en tanto que el brujo que las lanzaba caminaba con paso firme y veloz, como si de un león acechante se tratase.
Ashryn se ha ido con el guardia ¡Me ha abandonado! ¡Pero dio su palabra, sé que volverá! Tiene que hacerlo... ¡Auch!
Una de las bolas de fuego por fin había dado a su presa. El fuego se propagaba por aquellos objetos vulnerables, consumiendo también algunas de las paredes de las casas vecinas. La explosión había logrado derribar a Iliaki, quien, confundida por el golpe, comenzó a rodar por tan estrepitosa caída, hasta detenerse junto a un montó de desperdicios metálicos.
- Oh, pero qué desgracia, no te habrás hecho daño - decía acercándose tranquilamente aquel extraño, apoyando una de sus rodillas en el suelo hasta quedar a la altura de los ojos de la elfilla. - Verás, pequeña, una persona de tu raza no debería andar por estos rumbos, así que lo menos que deseo es hacer daño si no existe necesidad alguna - susurraba, acercándose al rostro de la ladronzuela, quien, viendo su situación, respiraba fuerte y nerviosamente.
La última vez que estuve cara a cara contra un brujo no fue hace mucho, y sin embargo ¿Por qué aquí parece que estoy sin salida? Aquella vez una sensación de luz y protección atravesaba mi cuerpo, pero... es distinto... ¡Aquella vez, por ningún lado nadie tenía la opción de eliminarme!
- Así que ¿Harías el favor de entregarme...?
- No - respondió tajante Iliaki - ¡No!
- Me temo que no queda otra cosa por hacer - respondió el brujo con un dejo de decepción en sus palabras.
Poniéndose de pie, alzó su mano, dispuesto a tomar lo que él consideraba como suyo por "las malas", llenando el aire con una bruma propia de su poder.
Un placer haberlos encontrado. Con ustedes, se despide de la función, Iliaki. Dejo mis chocolates a quien tenga el valor de sacarlos de mi cadáver. ¡Virgen de la Papaya, guárdame un lugar si existes!
Justo cuando la elfina creía haber aceptado su destino, escuchó el sonido de un instrumento a la lejanía, cuya melodía ella creyó confundir con la de los ángeles. Entre la niebla, una figura ágil y cómica se deslizó hasta quedar detrás de la futura cena de buitres.
- Música celestial :v:
Danzante, y apagando con un diminuendo la interpretación de las notas en sus cuerdas, un hombre con las vestimentas de un juglar sonreía al brujo, tal como lo harían viejos amigos.
- No deberías estar molestando así a la gente. - fue lo último que escuchó Iliaki antes de que el recién llegado desapareciese, para luego reanimar su imagen justo detrás del brujo - Algunos también podrían tener trucos.
Aquellas fueron las últimas palabras que logro recordar, antes de caer desvanecida. Cuando desperté, sepa la gorda si fueron minutos u horas de mi inconciencia, el brujo ya no estaba, sin embargo, la bruma permaneció. Buscando con la mirada si todavía existía peligro alguno para mí y mi caja, no logré encontrar nada, pero unos momentos después, a la lejanía de la neblina que comenzaba a dispersarse, la misma figura musical hacía un gesto, como si quisiera que yo guardara el secreto. En sus labios se lograron leer unas palabras: "No soy el único, pero vendrá más". Bah, jamás había necesitado de alguien para escapar de un problema grueso.
¿Qué pasa ahora? Que me duele la cabeza, he permanecido sentada cerca de la entrada de la callejuela, donde la plazoleta y su feria, esperando a que llegue Ash. No dudo que el brujo vuelva en cualquier momento ¡Ya ni se sabe! ¡Y yo sólo quería mi caja! ¡AAAAARGH!
- Hey, niño ¡Se te cayó el ojo! ¡Ja, ja!
- Mis disculpas:
- Perdón por no haber posteado antes (Sí, sí, debí avisar), pero he estado asestada de exámenes y tareas, si vuelve a suceder, procuraré dar aviso.
Iliaki
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Había conseguido llevar al guardia hasta el hospital y ahora ellos se encontraban a salvo; lamentablemente no podía decir lo mismo de Iliaki, pues en esos momentos no tenía ni la más remota idea del paradero de la elfita y ese hecho la preocupaba sobremanera. Curó algunas de las heridas del joven, mientras le solicitaba ayuda para encontrar a su compañera desaparecida, ofreciendo ayudarle a atrapar aquel brujo que había intentado matarlo. Instintivamente inflo sus mejillas enrojecidas ante el adjetivo que el guardia usó para referirse a ella y por un momento pensó en ir sola a buscar a la pequeña. Claro que ese pensamiento duró solo un par de segundos, puesto que en realidad ella podría considerarse una ladrona y la jarra que había tomado en la taberna era la prueba de eso. Sabía que dar explicaciones era algo que tendría que hacer; no obstante, el guardia parecía ser alguien gentil y confiable, tanto que tal vez sería indulgente con ella luego de terminar con ese embrollo.
Eltrant Tale era el nombre del muchacho y una sonrisa amable se esbozó en los labios de la ojiazul. Definitivamente era una buena persona y lo demostraba accediendo a ayudarle a buscar a la elfita, sin siquiera poner algún tipo de resistencia. Tanta amabilidad desconcertó a la rubia y no pudo evitar sentirse peor por todo lo que le había hecho pasar por aquel dichoso cofre; inclusive el joven había salido rubio de aquella taberna a la que lo había arrastrado. Se acercó a su estación y comenzó a mezclar uno cuantos ingredientes naturales, escuchando al guardia con atención. La verdad es que ella no tenía idea alguno de quien era el brujo que los había atacado, ni tampoco conocía la razón por la cual todo parecían querer aquella simple cajita. Volvió a sentar al muchacho en la camilla y comenzó a aplicarle la mezcla en el cabello, removiendo así el tinte que le habían aplicado aquellas tigresas. No es como que las culpara, pues el muchacho era bastante atractivo, pero tampoco les aplaudía el hecho de que casi lo hubiesen violado, aunque a decir verdad todo eso era responsabilidad suya y no de esas mujeres.
—Lo lamento —se disculpó, retirando el removedor de pintura del cabello del chico—. No tengo idea de donde esta —hizo una pequeña pausa, tomando unos frascos de medicinas e infusiones que había preparado hacía un par de días—. En realidad, no soy una ladrona —buscó la mejor manera de explicar su situación—. Como ves soy aprendiz de médico en el hospital, es solo que…tengo una extraña habilidad para meterme en problemas —soltó una risita nerviosa—. De alguna forma, mi amiga me convenció de ayudarla, pero en ningún momento he accedido a recibir alguna compensación por ese cofre, solamente quería…olvidar de alguna forma los últimos acontecimientos que había vivido —decidió omitir el trauma que había sufrido al asesinar a dos hombres que buscaban matarlos a ella y a Bio—. Lamento inmensamente las molestias ocasionadas y con gusto responderé por mis acciones…quizá ahora podamos ser amigos —le extendió las medicinas con una sonrisa divertida—. Yo las preparé, así que no son robadas. Te ayudaran a prevenir infecciones, al dolor y a que tus heridas sanen más rápido.
Algo había captado la atención del muchacho, logrando que la rubia parpadeara un par de veces, tratando de comprender lo que sucedía. Parecía que él tenía un plan y ella no dudó ni un segundo en seguirlo. Necesitaba encontrar a Iliaki y asegurarse de que estuviese bien, era solo una pequeña adolescente y la ojiazul no se perdonaría si algo le sucedía por causa suya. Siguió al guardia, sopesando todas las opciones que tenían y pensando en que haría para ayudar, cuando se percató de la atención que el joven recibía de parte de las transeúntes. Sonrisas tímidas, rubor, miradas coquetas, siempre cargadas con el mismo tono travieso y falsamente adorable. La elfa soltó una pequeña risa divertida y continuó con su camino. Realmente era interesante como las féminas se concentraban en cosas tan triviales como el flirteo, cuando podrían ocupar su tiempo en aprender habilidades nuevas o a pulir las ya adquiridas. Sin embargo, si ella se topara por la calle con Candau seguramente también sonreiría como boba y sin poder evitarlo.
—Parece que eres bastante popular, Elt —sonrió con picardía, buscando a su compatriota con la mirada.
No muy lejos de ahí pudo observar vestigios de humo negro alzándose en el cielo. Tomó el brazo de su compañero y se apresuró hasta el lugar, donde casi podía jurar que escuchaba algún tipo de música. Tenía la sensación de que la elfita estaba en ese sitio y tenía que encontrarla.
Eltrant Tale era el nombre del muchacho y una sonrisa amable se esbozó en los labios de la ojiazul. Definitivamente era una buena persona y lo demostraba accediendo a ayudarle a buscar a la elfita, sin siquiera poner algún tipo de resistencia. Tanta amabilidad desconcertó a la rubia y no pudo evitar sentirse peor por todo lo que le había hecho pasar por aquel dichoso cofre; inclusive el joven había salido rubio de aquella taberna a la que lo había arrastrado. Se acercó a su estación y comenzó a mezclar uno cuantos ingredientes naturales, escuchando al guardia con atención. La verdad es que ella no tenía idea alguno de quien era el brujo que los había atacado, ni tampoco conocía la razón por la cual todo parecían querer aquella simple cajita. Volvió a sentar al muchacho en la camilla y comenzó a aplicarle la mezcla en el cabello, removiendo así el tinte que le habían aplicado aquellas tigresas. No es como que las culpara, pues el muchacho era bastante atractivo, pero tampoco les aplaudía el hecho de que casi lo hubiesen violado, aunque a decir verdad todo eso era responsabilidad suya y no de esas mujeres.
—Lo lamento —se disculpó, retirando el removedor de pintura del cabello del chico—. No tengo idea de donde esta —hizo una pequeña pausa, tomando unos frascos de medicinas e infusiones que había preparado hacía un par de días—. En realidad, no soy una ladrona —buscó la mejor manera de explicar su situación—. Como ves soy aprendiz de médico en el hospital, es solo que…tengo una extraña habilidad para meterme en problemas —soltó una risita nerviosa—. De alguna forma, mi amiga me convenció de ayudarla, pero en ningún momento he accedido a recibir alguna compensación por ese cofre, solamente quería…olvidar de alguna forma los últimos acontecimientos que había vivido —decidió omitir el trauma que había sufrido al asesinar a dos hombres que buscaban matarlos a ella y a Bio—. Lamento inmensamente las molestias ocasionadas y con gusto responderé por mis acciones…quizá ahora podamos ser amigos —le extendió las medicinas con una sonrisa divertida—. Yo las preparé, así que no son robadas. Te ayudaran a prevenir infecciones, al dolor y a que tus heridas sanen más rápido.
Algo había captado la atención del muchacho, logrando que la rubia parpadeara un par de veces, tratando de comprender lo que sucedía. Parecía que él tenía un plan y ella no dudó ni un segundo en seguirlo. Necesitaba encontrar a Iliaki y asegurarse de que estuviese bien, era solo una pequeña adolescente y la ojiazul no se perdonaría si algo le sucedía por causa suya. Siguió al guardia, sopesando todas las opciones que tenían y pensando en que haría para ayudar, cuando se percató de la atención que el joven recibía de parte de las transeúntes. Sonrisas tímidas, rubor, miradas coquetas, siempre cargadas con el mismo tono travieso y falsamente adorable. La elfa soltó una pequeña risa divertida y continuó con su camino. Realmente era interesante como las féminas se concentraban en cosas tan triviales como el flirteo, cuando podrían ocupar su tiempo en aprender habilidades nuevas o a pulir las ya adquiridas. Sin embargo, si ella se topara por la calle con Candau seguramente también sonreiría como boba y sin poder evitarlo.
—Parece que eres bastante popular, Elt —sonrió con picardía, buscando a su compatriota con la mirada.
No muy lejos de ahí pudo observar vestigios de humo negro alzándose en el cielo. Tomó el brazo de su compañero y se apresuró hasta el lugar, donde casi podía jurar que escuchaba algún tipo de música. Tenía la sensación de que la elfita estaba en ese sitio y tenía que encontrarla.
Ashryn Elaynor
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Las explicaciones de Ashlyn comenzaron a darle un mínimo de sentido a algunos de los aspectos más inverosímiles de la situación, al parecer no era una ladrona, sino una aprendiz del hospital con cierta propensión a meterse en líos. No dejaba de encontrar curioso como personas aparentemente pacíficas, que solo querían vivir en paz, acababan metiéndose en situaciones como las que se encontraba la elfa, y todo parecía indicar, según sus palabras, que no era la primera vez que pasaba. – No te preocupes – Dijo tranquilizándola, el viejo Billie John no estaría contento si se enterase de que uno de los guardas encargados de devolverle su cajita estaba confraternizando con el enemigo, tampoco le importaba mucho su opinión – Te comprendo, a mí también me siguen los problemas.
Agradeció con una sonrisa a la rubia el que esta le devolviese el color natural de su pelo para luego aceptar las medicinas que, según había dicho Ashley, las había fabricado ella misma. Ojeó la pequeña cajita con los medicamentos que la elfa había fabricado, no sabía mucho sobre medicina y era incapaz de comprender como se fabricaban, pero había usado demasiadas como para saber distinguir un buen ungüento de uno malo a simple vista, para ser una aprendiza la chica tenía un nivel que los curanderos de aquel hospital no debían de pasar por alto.
Tras unas últimas palabras con los gerentes de aquel lugar, el guarda, seguido por la aprendiza en medicina, abandonaron el edificio. Frunció el ceño mirando hacia la columna de humo que se elevaba sobre los tejados de la zona del mercado ¿Los demás guardias estarían tratando de detener a aquel hombre? Se aferró con fuerza al pomo de su espada deseando que no hubiese daños grabes y continuó caminando.
Se giró, levemente confuso, hacia su compañera cuando esta le dijo que era popular, ¿Popular él? Miró a varios transeúntes que pasaban junto a ellos, encontrándose siempre la misma mirada que había visto al otro lado, arqueó una ceja, tras varios segundos en silencio dejó escapar una carcajada y siguió caminando - ¿Tú crees? Debe ser el uniforme – Afirmó quitándole importancia al asunto. Por otro lado, no hizo ninguna alusión al hecho de que la joven le hubiese llamado “Elt”, solo conocía a una persona que, hasta el momento, hubiese usado ese apodo con él, Alanna, le gustaba oírlo, casi parecía que no tenía ninguna maldición sobre sus hombros.
Sin previo aviso, y como ya había hecho tres veces aquel día, Ashlyn le agarró del brazo y tirando de él se encargó de arrastrar al castaño hacía dónde ella se dirigía, alzó la vista para ver como la columna de humo a la que se dirigían estaba, básicamente, sobre sus cabezas. Casi podría oír, sobre la multitud que se agolpaba a contemplar dicho espectáculo, una extraña música que no era capaz de describir en aquel instante.
Localizó a la elfa peliblanca desde la lejanía, a la entrada de un callejón. – Ashlyn – Haciendo uso de su fuerza se encargó de detener a la muchacha – Allí – Dijo señalando el lugar donde la joven estaba sentada. Miró a su alrededor, era la misma plaza en la que el brujo había atacado antes ¿Otra vez la plaza? Frunció el ceño y caminó hacía la elfa, apenas percatándose de que el humo había cubierto la luz del sol, como si de un manto de nubes se tratase.
- ¿Estas bien? – Preguntó al acercase, era evidente que aquello era una frase que debía de haber hecho su aliada, pero tenía la impresión de que no tenía el tiempo suficiente. Cuando escuchó la respuesta de la peliblanca asintió escuetamente y desenvainó su espada, para justo después, entregar el puñal que ocultaba en su bota a Ashlyn – Abrid lo que haya en esa maldita caja y tomad lo del interior si es tan importante para vosotras – Susurró mirando los tejados – El brujo solo quiere lo de fuera.
Estudió el lugar, seguía habiendo algún transeúnte que otro, atraídos por la curiosidad, por el humo, pero distaba mucho de ser el dantesco espectáculo que había acontecido apenas media hora atrás. – Si aparece antes de que consigáis abrir esa cosa… – Les dijo mientras se pasaba, nervioso, la espada de una mano a otra, Ashlyn era curandera, no le iba a pedir que se enfrentase al brujo, y la otra chica, aunque físicamente no estaba herida, tampoco parecía estar especialmente bien tras habérselas visto a solas con el brujo – Detrás de mí, siempre. Repetidlo que os escuche, vamos – Se aseguró de que las chicas hubiesen escuchado con atención sus palabras, no iba a tolerar a más heridos.
No iba a conseguir que la peliblanca se deshiciese de “su” preciada caja, tampoco podía permitirse tener a un brujo pirado suelto en busca de ellas, sonrió y agachó junto a ellas – Si veis que podéis acertadle, atacad, sin miedo – Sonrió a las presentes – Todo va a ir bien. Por lo pronto abridla, y no os preocupéis por su dueño, yo me encargo de las explicaciones – Suspiró, ¿Estaba dispuesto a compensar al loco al que la peliblanca le había robado con parte de su salario? Miró a la chica y volvió a suspirar. Sí, así era él, un completo idiota.
- Por cierto – Llamó la atención de la elfa de menor tamaño - Mi nombre es Eltrant.
***
Farfulló una retahíla de insultos al aire. ¿Qué había sido eso? Había estado tan cerca, solo a unos centímetros de su preciada caja y una estúpida música, algo que ni siquiera había llegado a ver con exactitud, le había obligado a retroceder.
Volvió a gritar, la caja iba a ser suya, los grabados de aquella caja eran indispensables, necesitaba recuperar la caja por todos los medios necesarios, por su familia, por ella.
Sonrió al ver como la columna de ceniza ocultaba el sol sobre su cabeza, como había hecho tantas otras veces se desmaterializó en una voluta de cenizas y se deslizó a través del humo hasta uno de los tejados.
Torció el gesto cuando vio a la elfa acompañada, otra vez. El soldado y la otra elfita. ¡Al final se habían hecho amigos! Aquello, sin embargo, no era ningún inconveniente para él, no más de lo que había planeado, los distantes gritos de los refuerzos del guarda sí que iban a ser un problema, pero sería rápido y letal, se habría marchado antes de que estos llegasen, arrancaría lo que le pertenece por sangre de las manos sin vida de la elfa bajita.
Sin piedad. Por Cassandra.
Agradeció con una sonrisa a la rubia el que esta le devolviese el color natural de su pelo para luego aceptar las medicinas que, según había dicho Ashley, las había fabricado ella misma. Ojeó la pequeña cajita con los medicamentos que la elfa había fabricado, no sabía mucho sobre medicina y era incapaz de comprender como se fabricaban, pero había usado demasiadas como para saber distinguir un buen ungüento de uno malo a simple vista, para ser una aprendiza la chica tenía un nivel que los curanderos de aquel hospital no debían de pasar por alto.
Tras unas últimas palabras con los gerentes de aquel lugar, el guarda, seguido por la aprendiza en medicina, abandonaron el edificio. Frunció el ceño mirando hacia la columna de humo que se elevaba sobre los tejados de la zona del mercado ¿Los demás guardias estarían tratando de detener a aquel hombre? Se aferró con fuerza al pomo de su espada deseando que no hubiese daños grabes y continuó caminando.
Se giró, levemente confuso, hacia su compañera cuando esta le dijo que era popular, ¿Popular él? Miró a varios transeúntes que pasaban junto a ellos, encontrándose siempre la misma mirada que había visto al otro lado, arqueó una ceja, tras varios segundos en silencio dejó escapar una carcajada y siguió caminando - ¿Tú crees? Debe ser el uniforme – Afirmó quitándole importancia al asunto. Por otro lado, no hizo ninguna alusión al hecho de que la joven le hubiese llamado “Elt”, solo conocía a una persona que, hasta el momento, hubiese usado ese apodo con él, Alanna, le gustaba oírlo, casi parecía que no tenía ninguna maldición sobre sus hombros.
Sin previo aviso, y como ya había hecho tres veces aquel día, Ashlyn le agarró del brazo y tirando de él se encargó de arrastrar al castaño hacía dónde ella se dirigía, alzó la vista para ver como la columna de humo a la que se dirigían estaba, básicamente, sobre sus cabezas. Casi podría oír, sobre la multitud que se agolpaba a contemplar dicho espectáculo, una extraña música que no era capaz de describir en aquel instante.
Localizó a la elfa peliblanca desde la lejanía, a la entrada de un callejón. – Ashlyn – Haciendo uso de su fuerza se encargó de detener a la muchacha – Allí – Dijo señalando el lugar donde la joven estaba sentada. Miró a su alrededor, era la misma plaza en la que el brujo había atacado antes ¿Otra vez la plaza? Frunció el ceño y caminó hacía la elfa, apenas percatándose de que el humo había cubierto la luz del sol, como si de un manto de nubes se tratase.
- ¿Estas bien? – Preguntó al acercase, era evidente que aquello era una frase que debía de haber hecho su aliada, pero tenía la impresión de que no tenía el tiempo suficiente. Cuando escuchó la respuesta de la peliblanca asintió escuetamente y desenvainó su espada, para justo después, entregar el puñal que ocultaba en su bota a Ashlyn – Abrid lo que haya en esa maldita caja y tomad lo del interior si es tan importante para vosotras – Susurró mirando los tejados – El brujo solo quiere lo de fuera.
Estudió el lugar, seguía habiendo algún transeúnte que otro, atraídos por la curiosidad, por el humo, pero distaba mucho de ser el dantesco espectáculo que había acontecido apenas media hora atrás. – Si aparece antes de que consigáis abrir esa cosa… – Les dijo mientras se pasaba, nervioso, la espada de una mano a otra, Ashlyn era curandera, no le iba a pedir que se enfrentase al brujo, y la otra chica, aunque físicamente no estaba herida, tampoco parecía estar especialmente bien tras habérselas visto a solas con el brujo – Detrás de mí, siempre. Repetidlo que os escuche, vamos – Se aseguró de que las chicas hubiesen escuchado con atención sus palabras, no iba a tolerar a más heridos.
No iba a conseguir que la peliblanca se deshiciese de “su” preciada caja, tampoco podía permitirse tener a un brujo pirado suelto en busca de ellas, sonrió y agachó junto a ellas – Si veis que podéis acertadle, atacad, sin miedo – Sonrió a las presentes – Todo va a ir bien. Por lo pronto abridla, y no os preocupéis por su dueño, yo me encargo de las explicaciones – Suspiró, ¿Estaba dispuesto a compensar al loco al que la peliblanca le había robado con parte de su salario? Miró a la chica y volvió a suspirar. Sí, así era él, un completo idiota.
- Por cierto – Llamó la atención de la elfa de menor tamaño - Mi nombre es Eltrant.
***
Farfulló una retahíla de insultos al aire. ¿Qué había sido eso? Había estado tan cerca, solo a unos centímetros de su preciada caja y una estúpida música, algo que ni siquiera había llegado a ver con exactitud, le había obligado a retroceder.
Volvió a gritar, la caja iba a ser suya, los grabados de aquella caja eran indispensables, necesitaba recuperar la caja por todos los medios necesarios, por su familia, por ella.
Sonrió al ver como la columna de ceniza ocultaba el sol sobre su cabeza, como había hecho tantas otras veces se desmaterializó en una voluta de cenizas y se deslizó a través del humo hasta uno de los tejados.
Torció el gesto cuando vio a la elfa acompañada, otra vez. El soldado y la otra elfita. ¡Al final se habían hecho amigos! Aquello, sin embargo, no era ningún inconveniente para él, no más de lo que había planeado, los distantes gritos de los refuerzos del guarda sí que iban a ser un problema, pero sería rápido y letal, se habría marchado antes de que estos llegasen, arrancaría lo que le pertenece por sangre de las manos sin vida de la elfa bajita.
Sin piedad. Por Cassandra.
Eltrant Tale
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Cuando el bio-cibernético Doc llegó, se encontró con la habitación a oscuras. Llevaba en las manos una bandeja con el almuerzo, una rica sopa de pollo que habría levantado del hambre del estómago más lleno. Sin embargo, el guerrero se encontraba en ese momento mirando al vacío, sentado en la cama, y con la cara pálida. Llevaba la armadura puesta, pero sin el casco, sus armas estaban apoyadas en una pared. Doc dejó sobre la mesa frente a Morcar la bandeja e hizo el ademán de sentarse junto a él, intentando no poner su peso sobre la cama por si la rompía. Permanecieron un rato largo en silencio allí sentados.
-Creo que debería salir, o la culpa acabará consumiéndolo.
-Gracias por el almuerzo Doc, pero no necesito consejos ahora mismo.
-El general dijo que si empezabas a cambiar te dejaría recuperar tu puesto, y has cambiado, solo necesitas salir a demostrarlo.
-No puedo demostrar lo que no es cierto, soy un monstruo.
El guerrero se inclinó y puso su brazo en la frente en posición de cansancio. Permanecieron otro largo rato en silencio.
-Creo que lo que le hace falta es algo de acción.
-¡¿Quieres que vuelva a matar?!
-Es usted muy drástico señor, me refiero a algo de persecución de lucha, mire frente a usted.
Doc se levantó y fue a la ventana, descorrió las cortinas y dejó que la luz del sol se colara por el hueco, dejando cegado a Morcar durante un rato, el viento que acababa de penetrar movió el olor de la sopa y fue cuando al guerrero le entró hambre, al instante estaba comiendo.
-No puedo arriesgarme a hacerle daño a nadie más Doc.
En ese momento se oyó el grito de un hombre que exigía que atraparan a un ladrón, Morcar levantó la cabeza del plato y miró a Doc, pero luego se lo pensó y volvió a su almuerzo, ignorando los gritos. El bio cibernético se asomó por la ventana intentando observar los sucesos.
-Señor, una elfa corre con un objeto robado.
Morcar seguía comiendo, sólo levantó los hombros en señal de desinterés por el tema.
-Acaba de unírsele otra elfa rubia.
-¿Qué quieres? ¿Que les de la enhorabuena? ¿Que haga un sindicato de protección al elfo pobre?
-No logro ver bien lo que ocurre ahora, pero parece ser que un soldado de la guardia acaba de llegar.
Morcar dejó la cuchara en el plato y se giró hacia Doc con la ceja enarcada.
-¿Lo conocemos?
-No creo, me parece que debe ser nuevo. Debería salir en su ayuda, se ha quedado a solas con la elfa rubia y la otra ha desaparecido.
Doc siguió mirando por la ventana como hablaban el guardia y la elfa durante un largo rato, luego se volvió para intentar que Mrocar saliese para por lo menos preguntar qué estaba pasando, pero al girarse vio al guerrero con el escudo a su espalda y metiendo su espada corta en la vaina a la derecha de su cintura, dejando allí el espadón y el casco. Antes de que Doc dijese nada se subió a la ventana.
-Doc, vigila el piso, si te necesito te llamaré.
Morcar saltó, apenas vivían en el primero de un alto edificio de los barrios bajos de Lunargenta. Hizo un estridente ruido cuando llegó al suelo agachado, se levantó y fue en dirección a la elfa y el guardia, ignorando a la elfa, fue directo al guardia.
-Soldado ¿Puede informarme sobre los sucesos acaecidos hace un momento? Soy Morcar White, estoy de baja temporal de la guardia, pero aún tengo capacidades de guerrero suficientes como para ayudar.
Mientras esperaba respuesta, se fijó en que el guerrero parecía un tanto novato, al menos a su criterio, y que la joven elfa parecía una delicada flor físicamente pero que no podía fiarse de que se asemejase psicológicamente a ese criterio. Mientras, Doc observaba desde lo alto, contento de que su amo volviese de nuevo a la acción, sin embargo, algo pareció alterar su radar, por alguna extraña razón, una agrupación de hombres armados se acercaba al callejón, y no parecían tener intenciones diplomáticas ¿Debía avisar a su amo? ¿O se las podría arreglar sólo?
Los hombres de los que hablaba Doc aparecieron con rapidez en un lado de la calle y uno de ellos les señaló.
-¡Aquí está!
Los maleantes armados se agruparon alrededor de ellos, llevaban espadas desgastadas y parecían vestir harapos, uno de ellos, muy gordo y con pocos dientes y los que no amarillos o negros se adelantó.
-Somos una milicia local de estos barrios de Lunargenta, y odiamos que otras razas se cuelen en nuestro barrio a causar problemas, no se si eres la elfa que ha robado a Billie, pero igualmente nos vamos a divertir un rato contigo- el asqueroso hombre le guiñó el ojo-los otros dos, apartaos, esto no va con vosotros.
Morcar no dijo nada, tan solo gruñó y desenvainó su espada a la vez que sacaba el escudo y se colocaba de espaldas a la extraña pareja que acababa de conocer para cortarles el paso a los maleantes.
-Si queréis podéis continuar sin mi, puedo sólo con esta panda de idiotas -dijo lanzando una mirada a su espalda.
-Creo que debería salir, o la culpa acabará consumiéndolo.
-Gracias por el almuerzo Doc, pero no necesito consejos ahora mismo.
-El general dijo que si empezabas a cambiar te dejaría recuperar tu puesto, y has cambiado, solo necesitas salir a demostrarlo.
-No puedo demostrar lo que no es cierto, soy un monstruo.
El guerrero se inclinó y puso su brazo en la frente en posición de cansancio. Permanecieron otro largo rato en silencio.
-Creo que lo que le hace falta es algo de acción.
-¡¿Quieres que vuelva a matar?!
-Es usted muy drástico señor, me refiero a algo de persecución de lucha, mire frente a usted.
Doc se levantó y fue a la ventana, descorrió las cortinas y dejó que la luz del sol se colara por el hueco, dejando cegado a Morcar durante un rato, el viento que acababa de penetrar movió el olor de la sopa y fue cuando al guerrero le entró hambre, al instante estaba comiendo.
-No puedo arriesgarme a hacerle daño a nadie más Doc.
En ese momento se oyó el grito de un hombre que exigía que atraparan a un ladrón, Morcar levantó la cabeza del plato y miró a Doc, pero luego se lo pensó y volvió a su almuerzo, ignorando los gritos. El bio cibernético se asomó por la ventana intentando observar los sucesos.
-Señor, una elfa corre con un objeto robado.
Morcar seguía comiendo, sólo levantó los hombros en señal de desinterés por el tema.
-Acaba de unírsele otra elfa rubia.
-¿Qué quieres? ¿Que les de la enhorabuena? ¿Que haga un sindicato de protección al elfo pobre?
-No logro ver bien lo que ocurre ahora, pero parece ser que un soldado de la guardia acaba de llegar.
Morcar dejó la cuchara en el plato y se giró hacia Doc con la ceja enarcada.
-¿Lo conocemos?
-No creo, me parece que debe ser nuevo. Debería salir en su ayuda, se ha quedado a solas con la elfa rubia y la otra ha desaparecido.
Doc siguió mirando por la ventana como hablaban el guardia y la elfa durante un largo rato, luego se volvió para intentar que Mrocar saliese para por lo menos preguntar qué estaba pasando, pero al girarse vio al guerrero con el escudo a su espalda y metiendo su espada corta en la vaina a la derecha de su cintura, dejando allí el espadón y el casco. Antes de que Doc dijese nada se subió a la ventana.
-Doc, vigila el piso, si te necesito te llamaré.
Morcar saltó, apenas vivían en el primero de un alto edificio de los barrios bajos de Lunargenta. Hizo un estridente ruido cuando llegó al suelo agachado, se levantó y fue en dirección a la elfa y el guardia, ignorando a la elfa, fue directo al guardia.
-Soldado ¿Puede informarme sobre los sucesos acaecidos hace un momento? Soy Morcar White, estoy de baja temporal de la guardia, pero aún tengo capacidades de guerrero suficientes como para ayudar.
Mientras esperaba respuesta, se fijó en que el guerrero parecía un tanto novato, al menos a su criterio, y que la joven elfa parecía una delicada flor físicamente pero que no podía fiarse de que se asemejase psicológicamente a ese criterio. Mientras, Doc observaba desde lo alto, contento de que su amo volviese de nuevo a la acción, sin embargo, algo pareció alterar su radar, por alguna extraña razón, una agrupación de hombres armados se acercaba al callejón, y no parecían tener intenciones diplomáticas ¿Debía avisar a su amo? ¿O se las podría arreglar sólo?
Los hombres de los que hablaba Doc aparecieron con rapidez en un lado de la calle y uno de ellos les señaló.
-¡Aquí está!
Los maleantes armados se agruparon alrededor de ellos, llevaban espadas desgastadas y parecían vestir harapos, uno de ellos, muy gordo y con pocos dientes y los que no amarillos o negros se adelantó.
-Somos una milicia local de estos barrios de Lunargenta, y odiamos que otras razas se cuelen en nuestro barrio a causar problemas, no se si eres la elfa que ha robado a Billie, pero igualmente nos vamos a divertir un rato contigo- el asqueroso hombre le guiñó el ojo-los otros dos, apartaos, esto no va con vosotros.
Morcar no dijo nada, tan solo gruñó y desenvainó su espada a la vez que sacaba el escudo y se colocaba de espaldas a la extraña pareja que acababa de conocer para cortarles el paso a los maleantes.
-Si queréis podéis continuar sin mi, puedo sólo con esta panda de idiotas -dijo lanzando una mirada a su espalda.
Morcar
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
- No es necesario - contestaba débilmente la elfilla, quien, aún con cefalalgia, se levantaba pesadamente desde la pared que le servía de respaldo. - I- Iliaki, me llamo Iliaki. - decía mientras se llevaba una mano a la cabeza, con la otra apoyándose en el hombro de Eltrant.
Hoy he aprendido dos lecciones:
1.- A los brujos les gustan las cajas.
2.- Que en cualquier lugar, en cualquier momento, una bola de aldeanos conservadores pueden armarse una anarquía en segundos.
Cualquier situación se vuelve preocupante con alguien en este estado, pero fijándose un poco, siempre se pueden revelar unas cosas.
Entornando los ojos en la multitud agresora, reconoció un par de rostros entre ellos.
- ¿Pinnhead? - el tembloroso muchacho giró su mirada al oír su nombre. Ese pecoso es el mandadero de la tienda del yerno de Billie John, y nunca se mueve de ahí a no ser que el propio Billie le mande a otra cosa.
Un momento...
- Billie John, sal de tu escudo humano -los enardecidos armados comenzaron a gruñir, amenazando con atacar al pequeño grupo, de quien el nuevo guerrero tomara su defensiva - vaya que son tercos - susurraba con impaciencia, dejando escapar de pronto un grito que bien podría haber reventado el tímpano a más de uno. - ¡SILEEENCIOOOOO!
Prometí dejar nuestro acuerdo en silencio, pero qué más da.
- ¡Ese hombre, al que tienen ahí por santo, no ha cumplido su trato! - dijo señalando al regordete citadino, cuyos bigotes quedaron al descubierto al ponerse todas las miradas sobre él. Al sentirse invadido, arremetió contra la muchacha, poniendo sus manos alrededor de su cuello.
- ¡Pequeña zorra, cállate, esos no son ni tus asuntos ni los de nadie!
El resto de la patrulla, confundida, quitaron a jaloneos al viejo de la chiquilla, pidiendo una explicación a tales recriminaciones.
- Para, Billie, ¡Hombre, deja que hable! ¿De qué se trata todo esto?
- ¡Wah! Basta, ni siquiera he probado trago en mi vida - se quejaba Iliaki - y ya tengo una resaca que parece de 3 días...
- ¡Habla ya, mocosa! -gritaba impaciente uno de los de la bola.
- Ush, qué delicaditos... no, no me voy a callar, tú causaste todo - contestaba a los gestos del viejo que imploraban su silencio - De acuerdo ¿Por dónde comienzo...?
- ¡Por el principio, idiota! - gritaba algún otro impulsivamente.
- Ya, ya, por el trato. Bien, pues resulta que este sujeto - decía señalando al bigotón, quien no hallaba dónde esconder la mirada - me había contratado para robar las enaguas de una tal señorita Bersán, y el muy maldito no me dio paga por tan grandiosa hazaña, ¿Aún merecemos sus palizas?
Los hombres, sorprendidos, bajaron sus armas, mirando inquisitivamente al ya sonrojado Billie John.
- Estúpida pilla, quedamos en que no dirías nada, te voy a...
-Ya, no es para tanto, tú tuviste la culpa, viejo.
Vaya revoltijo se han montado en tres minutos, ¿Y ahora soy yo la culpable? Pero, a pesar de que ya no me quieran moler a palos y cortadas, hay una cosa que aún queda sin explicar.
- Sin embargo, la caja también la buscaba alguien más, un... brujo. Un brujo de fuego. ¿Tienes algo que ver con eso? - interrogaba con intriga, mientras veía a Ash y a Eltrant, quienes, al igual que ella, había observado de cerca las peripecias del curioso enemigo.
- Oh, jo, pues la verdad es que en mis viajes por el mundo pasé por muchas cosas, no sabría recordarlo.
Una mirada furiosa salieron de los juguetones ojos de la elfina.
No le creo nada.
Hoy he aprendido dos lecciones:
1.- A los brujos les gustan las cajas.
2.- Que en cualquier lugar, en cualquier momento, una bola de aldeanos conservadores pueden armarse una anarquía en segundos.
Cualquier situación se vuelve preocupante con alguien en este estado, pero fijándose un poco, siempre se pueden revelar unas cosas.
Entornando los ojos en la multitud agresora, reconoció un par de rostros entre ellos.
- ¿Pinnhead? - el tembloroso muchacho giró su mirada al oír su nombre. Ese pecoso es el mandadero de la tienda del yerno de Billie John, y nunca se mueve de ahí a no ser que el propio Billie le mande a otra cosa.
Un momento...
- Billie John, sal de tu escudo humano -los enardecidos armados comenzaron a gruñir, amenazando con atacar al pequeño grupo, de quien el nuevo guerrero tomara su defensiva - vaya que son tercos - susurraba con impaciencia, dejando escapar de pronto un grito que bien podría haber reventado el tímpano a más de uno. - ¡SILEEENCIOOOOO!
Prometí dejar nuestro acuerdo en silencio, pero qué más da.
- ¡Ese hombre, al que tienen ahí por santo, no ha cumplido su trato! - dijo señalando al regordete citadino, cuyos bigotes quedaron al descubierto al ponerse todas las miradas sobre él. Al sentirse invadido, arremetió contra la muchacha, poniendo sus manos alrededor de su cuello.
- ¡Pequeña zorra, cállate, esos no son ni tus asuntos ni los de nadie!
El resto de la patrulla, confundida, quitaron a jaloneos al viejo de la chiquilla, pidiendo una explicación a tales recriminaciones.
- Para, Billie, ¡Hombre, deja que hable! ¿De qué se trata todo esto?
- ¡Wah! Basta, ni siquiera he probado trago en mi vida - se quejaba Iliaki - y ya tengo una resaca que parece de 3 días...
- ¡Habla ya, mocosa! -gritaba impaciente uno de los de la bola.
- Ush, qué delicaditos... no, no me voy a callar, tú causaste todo - contestaba a los gestos del viejo que imploraban su silencio - De acuerdo ¿Por dónde comienzo...?
- ¡Por el principio, idiota! - gritaba algún otro impulsivamente.
- Ya, ya, por el trato. Bien, pues resulta que este sujeto - decía señalando al bigotón, quien no hallaba dónde esconder la mirada - me había contratado para robar las enaguas de una tal señorita Bersán, y el muy maldito no me dio paga por tan grandiosa hazaña, ¿Aún merecemos sus palizas?
Los hombres, sorprendidos, bajaron sus armas, mirando inquisitivamente al ya sonrojado Billie John.
- Estúpida pilla, quedamos en que no dirías nada, te voy a...
-Ya, no es para tanto, tú tuviste la culpa, viejo.
Vaya revoltijo se han montado en tres minutos, ¿Y ahora soy yo la culpable? Pero, a pesar de que ya no me quieran moler a palos y cortadas, hay una cosa que aún queda sin explicar.
- Sin embargo, la caja también la buscaba alguien más, un... brujo. Un brujo de fuego. ¿Tienes algo que ver con eso? - interrogaba con intriga, mientras veía a Ash y a Eltrant, quienes, al igual que ella, había observado de cerca las peripecias del curioso enemigo.
- Oh, jo, pues la verdad es que en mis viajes por el mundo pasé por muchas cosas, no sabría recordarlo.
Una mirada furiosa salieron de los juguetones ojos de la elfina.
No le creo nada.
Iliaki
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Su explicación en el hospital pareció rendir frutos y el guardia nuevamente se mostró amigable con ella. Posteriormente ambos jóvenes abandonaron el hospital y se dirigieron al lugar donde la columna de humo se alzaba con furor. Con el miedo brotándole por cada poro, la rubia arrastró al guardia a donde presentía que su compañera se encontraba; ya tendría tiempo de disculparse con él por jalarlo constantemente hacia los problemas. Soltó una pequeña risita cuando el joven pronunció mal su nombre y decidió que lo dejaría pasar por el momento, puesto que parecía haber encontrado a la pequeña elfita. Un suspiro de alivio escapó de los labios de la rubia, mientras se acercaba junto al guardia para cerciorarse de que su amiga estuviese bien. Miró a Iliaki cuando el guardia le entregó una pequeña daga y se golpeó mentalmente por haber extraviado la daga de Bio. Fue entonces que cayó en cuenta de que se encontraban en la misma plaza donde se habían encontrado con el brujo anteriormente y rápidamente buscó con la mirada aquel preciado objeto.
Un pequeño destello en la calle llamó su atención y sin esperar más tiempo se acercó a recuperar su valiosa pertenencia. Cuando regresó se encontró con la sorpresa de que Elt animaba a la elfita a abrir el cofre y hacerse con lo que fuese que estuviese dentro. Realmente era demasiado bueno para su propio bien. Guardó la daga de Bio y se mantuvo en silencio observando la escena, al parecer el brujo no deseaba el secreto que guardaba el cofre, sino que quería lo de fuera. Su nuevo compañero hablaba en serio y la ojiazul no pudo evitar prepararse por si acaso necesitaba servir de distracción para evitar que lo mataran. No quería quedarse detrás, definitivamente eso era algo que no iba a hacer, pero tampoco quería mostrar desobediencia para con el guardia, así que se limitó a observar a la elfita y ver que decidía hacer. Ojala hubiesen tenido tiempo para actuar, puesto que de la nada una extraña pandilla de aldeanos apareció con dudosas intenciones.
Un intercambio de palabras se suscitó entre la elfita, el infraganti Billie Joe y algunos miembros de aquel ‘‘selecto’’ grupo. La ojiazul decidió no intervenir y observó la escena con cierto aire de desconfianza. Iliaki gritó algo acerca de un trato, logrando que el gordito cachetón arremetiera en su contra, rodeándole el cuello con sus manos; no hizo falta que ella interviniera, pues de alguna manera la pandilla alejó a Billie de Iliaki, exigiendo una explicación a las palabras de la elfita. La pequeña divagaba una y otra vez, haciendo que la rubia golpeara su frente con la palma de su mano, rezándole a los dioses para que sus rodeos no los metiera en más problemas de los que ya tenían. Sus ojos se abrieron como platos al escuchar la historia de su compatriota y un pequeño rubor coloreó sus mejillas al entender que ese gordito chistoso era un pervertido total. Ni siquiera aquellos hombres se sintieron con la sensatez para mantener sus armas, mientras miraban con reproche al viejo Billie Joe.
La información revelada posteriormente hizo que la elfa intercambiara miradas con su nuevo amigo y con la pequeña. ¿Acaso podía ser cierto? Entonces, ¿Iliaki había robado un objeto ya robado con anterioridad? Quizá no fuese tan descabellada la idea de que el brujo quisiera chamuscarles el trasero con tanta vehemencia. Con mucha discreción regresó la daga al guardia y pensó en como escapar de ahí, pues no tardaría mucho en que el brujo apareciera dispuesto a hacerse con el bendito cofre de la discordia. Con mucha discreción jaló Iliaki hasta acercarla a ella y se preparó para lo que pudiese suceder.
—Elt…tenemos que salir de aquí antes de que sea muy tarde —habló lo más bajito y claro que pudo y se dirigió a la pequeña—. Y tú debes mantenerte cerca, no quiero que te vuelvas a separar de mí.
Se había preocupado demasiado por la elfita y eso la desconcertaba, quizá era su instinto de hermana mayor, pero fuese cual fuese la razón de aquel extraño cariño hacia la niña y del peculiar lazo que había empezado para con el guardia, estaba segura de no querer separarse de ellos hasta que no estuviesen completamente a salvo.
Un pequeño destello en la calle llamó su atención y sin esperar más tiempo se acercó a recuperar su valiosa pertenencia. Cuando regresó se encontró con la sorpresa de que Elt animaba a la elfita a abrir el cofre y hacerse con lo que fuese que estuviese dentro. Realmente era demasiado bueno para su propio bien. Guardó la daga de Bio y se mantuvo en silencio observando la escena, al parecer el brujo no deseaba el secreto que guardaba el cofre, sino que quería lo de fuera. Su nuevo compañero hablaba en serio y la ojiazul no pudo evitar prepararse por si acaso necesitaba servir de distracción para evitar que lo mataran. No quería quedarse detrás, definitivamente eso era algo que no iba a hacer, pero tampoco quería mostrar desobediencia para con el guardia, así que se limitó a observar a la elfita y ver que decidía hacer. Ojala hubiesen tenido tiempo para actuar, puesto que de la nada una extraña pandilla de aldeanos apareció con dudosas intenciones.
Un intercambio de palabras se suscitó entre la elfita, el infraganti Billie Joe y algunos miembros de aquel ‘‘selecto’’ grupo. La ojiazul decidió no intervenir y observó la escena con cierto aire de desconfianza. Iliaki gritó algo acerca de un trato, logrando que el gordito cachetón arremetiera en su contra, rodeándole el cuello con sus manos; no hizo falta que ella interviniera, pues de alguna manera la pandilla alejó a Billie de Iliaki, exigiendo una explicación a las palabras de la elfita. La pequeña divagaba una y otra vez, haciendo que la rubia golpeara su frente con la palma de su mano, rezándole a los dioses para que sus rodeos no los metiera en más problemas de los que ya tenían. Sus ojos se abrieron como platos al escuchar la historia de su compatriota y un pequeño rubor coloreó sus mejillas al entender que ese gordito chistoso era un pervertido total. Ni siquiera aquellos hombres se sintieron con la sensatez para mantener sus armas, mientras miraban con reproche al viejo Billie Joe.
La información revelada posteriormente hizo que la elfa intercambiara miradas con su nuevo amigo y con la pequeña. ¿Acaso podía ser cierto? Entonces, ¿Iliaki había robado un objeto ya robado con anterioridad? Quizá no fuese tan descabellada la idea de que el brujo quisiera chamuscarles el trasero con tanta vehemencia. Con mucha discreción regresó la daga al guardia y pensó en como escapar de ahí, pues no tardaría mucho en que el brujo apareciera dispuesto a hacerse con el bendito cofre de la discordia. Con mucha discreción jaló Iliaki hasta acercarla a ella y se preparó para lo que pudiese suceder.
—Elt…tenemos que salir de aquí antes de que sea muy tarde —habló lo más bajito y claro que pudo y se dirigió a la pequeña—. Y tú debes mantenerte cerca, no quiero que te vuelvas a separar de mí.
Se había preocupado demasiado por la elfita y eso la desconcertaba, quizá era su instinto de hermana mayor, pero fuese cual fuese la razón de aquel extraño cariño hacia la niña y del peculiar lazo que había empezado para con el guardia, estaba segura de no querer separarse de ellos hasta que no estuviesen completamente a salvo.
Ashryn Elaynor
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Mientras aguardaba a que la pequeña elfa abriese la caja un recién llegado, un muchacho que decía llamarse Morcar White irrumpió en la escena. Enarcando una ceja, se cruzó de brazos y miró al chaval – “¿Me está juzgando?” – Fue lo primero que pensó cuando el joven White se quedó mirando a los presentes antes de comenzar a hablar.
Negó con la cabeza ante la petición del joven. – En realidad no ha pasado nada en especial – Dijo defendiendo a las muchachas, deseando que estas abriesen de una vez la caja y para poder pedirles que se marchasen a un lugar seguro – Se han cruzado con un par de problemas y estoy ayudándolas ¿Dices que estas de baja? ¿Tienes el emblema contigo? – Miró la espada y la armadura del joven, lo cierto era que el rubio tenía más bien aspecto de mercenario, sin uniforme ni nada que probase que era un guarda fuera de servicio no podía creer en otra cosa que no fuese aquella, a pesar de ello, se encogió de hombros, tampoco podía permitirse ser quisquilloso en un momento así.
- ¿Y ahora qué pasa? – Agotado se llevó la mano libre hasta la sien cuando un murmullo proveniente de uno de los callejones contiguos comenzó a hacerse más y más audible, todo aquello le estaba empezando a dar dolor de cabeza, una turba que se hacía llamar a sí mismo “milicia local” emergió por el callejón que tenían justo a su espalda, afirmando odiar a todos los individuos con los que no compartían raza simplemente por el hecho de ser diferentes, Morcar no tardó en desenvainar su arma y encarar a los hombres, cosa a la que Eltrant respondió llevando su mano hasta su propia arma aguardando el resultado del confortamiento que, por lo que parecía, estaba a punto de realizarse. – Dadme un respiro… - Susurró dejando escapar el fantasma de un suspiro.
Sin embargo, antes de que comenzara la pelea, Iliaki tomó la iniciativa, al parecer aquel grupo estaba comandado por el Billie John, que había decidido tomarse el asunto de la caja por su mano hasta llegar al punto de convencer a conocidos para ir a recuperarla por la fuerza.
Frunciendo el ceño soltó la empuñadura de su espada, que siguió descansando en su cinto y, cada vez creyendo menos en las palabras de unos y de otros, colocó su mano en el hombro del joven guarda de baja – Relájate, capitán Trueno – Dijo tirando de él levemente, obligándole a alejarse de la turba, la cual aparentaba estar realmente nerviosa por la espada del rubio – Sí estas de baja, para empezar, no debería permitirte desenvainar tu espada. – Frunció el ceño – Los dos sabemos que, precisamente, no te obligan a colgar el emblema por tonterías – Una vez hubo captado la atención del muchacho señaló a Ashryn – Asegúrate de que están a salvo, no te separes de ellas.
Una vez hubo aclarado el asunto con las jóvenes se giró hacia Billie John - ¿Entonces contratas ladronas? – Se cruzó de brazos – Lárgate de aquí antes de que te encarcele por…
Humo, mucho humo, de todas partes, sin previo aviso. Del interior de las casas, de los callejones, de los tejados, los rodeo a todos y a todo. Los aldeanos que formaban parte de la milicia, huyeron despavoridos gritando cosas. - ¡White! – Gritó tratando de hacerse oír sobre la multitud - ¡No te alejes de…! – Una bola de fuego emergió de entre la espesa niebla, impactando al exmercenario en el brazo, emitiendo un fuerte grito de dolor, ignoró el siseo que produjo su brazo al quemarse a causa de la bola de fuego y buscó con la mirada el origen de aquel ataque.
– La caja, ahora – El brujo se materializó frente a él, pasándose la espada de una mano a otra. – No me hagáis perder más el tiempo. – El hombre se pasó la mano por su cabeza, afeitada, y señaló a Iliaki - ¡Dadme la maldita caja! – Otra bola de fuego, esta vez más grande, en dirección a Ashryn. Eltrant, casi poseído por una fuerza superior a él, saltó frente a la muchacha, recibiendo él el impacto y volando por los aires.
No tardó en distinguir un profundo olor a carne quemada - "¿Soy yo?" – Cerró los ojos, no tenía ni que responder a la pregunta, era evidente que era él.
Maldiciendo a los dioses se levantó de dónde estaba, tambaleándose, y se vertió directamente el contenido del ungüento que le había regalado la elfa en el pecho, dónde volvía a tener otra quemadura.
- ¡Estáis colmando mi paciencia! – Exclamó, en el mismo momento en el que lo hizo una lluvia de fuego inundó la plaza, haciendo arder todos los objetos de madera y a todos los que no estuviesen a cubierto, Eltrant se ocultó tras uno de los muchos tenderetes que aun seguían en pie - ¡Morcar! – Gritó desatándose la capa azul del suelo, que como casi todo en aquel lugar, ahora estaba en llamas. - ¡Sácalas de la plaza! ¡Ahora! – Ordenó, le daba igual que le hiciese o no caso, las chicas eran escurridizas, lo suficiente como para evitar aquellos ataques de fuego, pero cuanto antes saliesen de la plaza, mejor.
Avanzó, aturdido, en dirección al brujo, en el centro de la plaza, desenvainó su espada, no había tenido tiempo ni de hacerlo con todas aquellas bolas de fuego. Le pitaban los oídos, y la vista se difuminaba parcialmente con cada paso que daba, se desplomó contra el suelo, frente a él, la caja de Iliaki.
¿La había perdido? ¿Se le había caído? ¿Estaba bien la elfa? Más de un centenar de preguntas surcaron su cabeza, haciendo acopio de su fuerza, agarró el objeto que había llevado a aquel tipo a incinerar casi por completo aquel lugar y se levantó.
Los distantes gritos aseguraban al castaño refuerzos cercanos, debían de estar atendiendo a todos los ciudadanos que huían de allí, apretó los dientes y alzó su espada. – Tú y yo tenemos algo pendiente – El tensai de fuego torció el gesto – Yo solo quiero la caja, mi caja – Eltrant dejó caer su espada a un lado – Aquí está – Dijo alzándola, tenía los bordes ligeramente quemados - ¡Dámela! – Vociferó, sus manos se iluminaron con intensidad, aunque no llegó a lanzar ningún ataque al castaño.
El brujo frunció el ceño y bajo sus manos, el crepitar del fuego, comiéndose los tenderetes, los carromatos, el pequeño teatro de madera que había construido no muy lejos de dónde estaba, era lo único que iluminaba aquel lugar, las nubes negruzcas habían tapado el sol.
- La caja es tuya – La dejó caer a los pies del brujo, que se agachó inmediatamente a por esta, tirando su espada a un lado, sin importar nada, nadie, solo lo que tenía a los pies – Lo que hay dentro, lo quiero. – Sentenció Eltrant tomando de nuevo su arma. Respiró hondo, aunque aquello le conllevó toser repetidamente debido al humo que flotaba en el ambiente, no apartó la mirada del brujo.
El hombre miraba ahora maravillado el objeto que tenía entre las manos, ignorando las palabras de Eltrant, jugueteó con él durante unos instantes hasta que un ligero, “click” informó al guarda de que estaba abierta. - ¿De verdad era tan difícil? – Preguntó el brujo lanzando el contenido de la caja a Eltrant que lo agarró al vuelo y, sin mirarlo, se lo guardó en uno de los bolsillos de sus pantalones. – No, la verdad es que no. – Dijo girándose sobre sí mismo, contemplando el dantesco espectáculo de fuego que tenía a su alrededor.
***
¡Por fin era suya! La caja, solo para él, lo único que le quedaba en la vida. Aquel viejo borracho se la había arrebatado, su único tesoro.
– Ya eres mía... - Susurró palpando con las yemas de sus dedos los suaves grabados que decoraban el objeto, las formas, ligeramente ennegrecidas por el humo y el fuego brillaban con intensidad a sus ojos, ignoró las palabras del soldado que tenía frente a él, le había dado muchos problemas, pero al final le había entregado lo que, por derecho, era suyo.
Curioseando el objeto activó el mecanismo de cierre, lo suficientemente complejo para que nadie pudiese abrirlo en un instante, lo suficientemente sencillo para que alguien como él lo comprendiese, ella pensaba en todo, siempre.
Con un suave “click” la cajita se abrió, desvelando lo que había en su interior el “secreto” que las elfas y el guarda ansiaban con tanto ímpetu, no le podía interesar menos, se lo arrojó al soldado sin dudarlo.
Sonrió y levantó la caja, mirándola a la luz del fuego. – “Eso es lo que me gusta de ti, Evastor” – Recordó aquellas palabras, otra vez, hacía tanto tiempo que las había escuchado, pero seguían siendo tan vividas en su cabeza, que muchas veces le torturaban. Mirando al firmamento aún oculto bajos las gruesas nubes de humo que él mismo había formado, sintió como una lagrima resbalaba por una de sus mejillas – “Eres pasional, decidido, como el fuego, te pega” – Se acercó la caja a la cara, de forma que pudo observarla de muy de cerca – “Pero a veces…” – Ignorando las palabras del castaño que seguía frente a él, ignorando el incesante calor que comenzaba a hacer en la plaza, se evadió de todo, buscando lo único que le quedaba de ella, lo que quedaba en la caja – “…A veces también puedes ser sutil, suave, como una nube, o mejor como el humo ¿No crees?”
Un segundo “click” sonó cuando accionó la minúscula palanquita oculta en el fondo de la caja, este mucho más sutil, menos llamativo, no obstante, vino acompañado por un punzante dolor en el pecho; Miro hacia abajo, su túnica, ya oscura, se oscurecía aún más, tenía una saeta alojada en el pecho.
- ¿…Cuándo? - Cayó boca arriba, mirando al cielo, aún tapizado de negro, se le escapó la caja de las manos. El guarda de pelo castaño se había marchado, no había rastro de él, estaba el solo en aquel lugar.
Su tesoro cayó a varios metros de él, no tardó en abrirse como lo hacía siempre que presionaba esa palanca, desvelando el fondo oculto que esta tenía, el complejo mecanismo dorado junto al cual había escondida un minúsculo retrato de una mujer sonriente de grandes ojos castaños.
El mecanismo oculto comenzó a moverse inmediatamente, emitiendo una suave melodía que conocía muy bien.
– Cassandra… - Inmediatamente se arrastró hacía la caja, sintió otra saeta impactar en su espalda, gritó de dolor, la guardia había llegado, había un ballestero en cada uno de los tejados circundantes.
Sin detenerse, siguió avanzando, ninguna de aquellas flechas le detendría, no ahora que había recuperado lo único que le quedaba de su mujer.
– Lo siento, Cass… - Dijo acurrucándose junto a la caja, con lágrimas en los ojos – No soy una nube– Miró el fuego a su alrededor, que había consumido la plaza hasta casi reducirla a cenizas, lo había hecho él, todo aquello, pero no le importaba, el mundo le había arrebatado lo que él quería, no tenia derecho a quejarse si él decidía quitarle cosas al mundo. – Pero al menos… - Cerró los ojos – Al menos estoy otra vez contigo. - Sentia como su corazón quería dejar de latir, no se resistió a que esto sucediese.
Segundos después, el humo cubrió completamente el lugar.
Negó con la cabeza ante la petición del joven. – En realidad no ha pasado nada en especial – Dijo defendiendo a las muchachas, deseando que estas abriesen de una vez la caja y para poder pedirles que se marchasen a un lugar seguro – Se han cruzado con un par de problemas y estoy ayudándolas ¿Dices que estas de baja? ¿Tienes el emblema contigo? – Miró la espada y la armadura del joven, lo cierto era que el rubio tenía más bien aspecto de mercenario, sin uniforme ni nada que probase que era un guarda fuera de servicio no podía creer en otra cosa que no fuese aquella, a pesar de ello, se encogió de hombros, tampoco podía permitirse ser quisquilloso en un momento así.
- ¿Y ahora qué pasa? – Agotado se llevó la mano libre hasta la sien cuando un murmullo proveniente de uno de los callejones contiguos comenzó a hacerse más y más audible, todo aquello le estaba empezando a dar dolor de cabeza, una turba que se hacía llamar a sí mismo “milicia local” emergió por el callejón que tenían justo a su espalda, afirmando odiar a todos los individuos con los que no compartían raza simplemente por el hecho de ser diferentes, Morcar no tardó en desenvainar su arma y encarar a los hombres, cosa a la que Eltrant respondió llevando su mano hasta su propia arma aguardando el resultado del confortamiento que, por lo que parecía, estaba a punto de realizarse. – Dadme un respiro… - Susurró dejando escapar el fantasma de un suspiro.
Sin embargo, antes de que comenzara la pelea, Iliaki tomó la iniciativa, al parecer aquel grupo estaba comandado por el Billie John, que había decidido tomarse el asunto de la caja por su mano hasta llegar al punto de convencer a conocidos para ir a recuperarla por la fuerza.
Frunciendo el ceño soltó la empuñadura de su espada, que siguió descansando en su cinto y, cada vez creyendo menos en las palabras de unos y de otros, colocó su mano en el hombro del joven guarda de baja – Relájate, capitán Trueno – Dijo tirando de él levemente, obligándole a alejarse de la turba, la cual aparentaba estar realmente nerviosa por la espada del rubio – Sí estas de baja, para empezar, no debería permitirte desenvainar tu espada. – Frunció el ceño – Los dos sabemos que, precisamente, no te obligan a colgar el emblema por tonterías – Una vez hubo captado la atención del muchacho señaló a Ashryn – Asegúrate de que están a salvo, no te separes de ellas.
Una vez hubo aclarado el asunto con las jóvenes se giró hacia Billie John - ¿Entonces contratas ladronas? – Se cruzó de brazos – Lárgate de aquí antes de que te encarcele por…
Humo, mucho humo, de todas partes, sin previo aviso. Del interior de las casas, de los callejones, de los tejados, los rodeo a todos y a todo. Los aldeanos que formaban parte de la milicia, huyeron despavoridos gritando cosas. - ¡White! – Gritó tratando de hacerse oír sobre la multitud - ¡No te alejes de…! – Una bola de fuego emergió de entre la espesa niebla, impactando al exmercenario en el brazo, emitiendo un fuerte grito de dolor, ignoró el siseo que produjo su brazo al quemarse a causa de la bola de fuego y buscó con la mirada el origen de aquel ataque.
– La caja, ahora – El brujo se materializó frente a él, pasándose la espada de una mano a otra. – No me hagáis perder más el tiempo. – El hombre se pasó la mano por su cabeza, afeitada, y señaló a Iliaki - ¡Dadme la maldita caja! – Otra bola de fuego, esta vez más grande, en dirección a Ashryn. Eltrant, casi poseído por una fuerza superior a él, saltó frente a la muchacha, recibiendo él el impacto y volando por los aires.
No tardó en distinguir un profundo olor a carne quemada - "¿Soy yo?" – Cerró los ojos, no tenía ni que responder a la pregunta, era evidente que era él.
Maldiciendo a los dioses se levantó de dónde estaba, tambaleándose, y se vertió directamente el contenido del ungüento que le había regalado la elfa en el pecho, dónde volvía a tener otra quemadura.
- ¡Estáis colmando mi paciencia! – Exclamó, en el mismo momento en el que lo hizo una lluvia de fuego inundó la plaza, haciendo arder todos los objetos de madera y a todos los que no estuviesen a cubierto, Eltrant se ocultó tras uno de los muchos tenderetes que aun seguían en pie - ¡Morcar! – Gritó desatándose la capa azul del suelo, que como casi todo en aquel lugar, ahora estaba en llamas. - ¡Sácalas de la plaza! ¡Ahora! – Ordenó, le daba igual que le hiciese o no caso, las chicas eran escurridizas, lo suficiente como para evitar aquellos ataques de fuego, pero cuanto antes saliesen de la plaza, mejor.
Avanzó, aturdido, en dirección al brujo, en el centro de la plaza, desenvainó su espada, no había tenido tiempo ni de hacerlo con todas aquellas bolas de fuego. Le pitaban los oídos, y la vista se difuminaba parcialmente con cada paso que daba, se desplomó contra el suelo, frente a él, la caja de Iliaki.
¿La había perdido? ¿Se le había caído? ¿Estaba bien la elfa? Más de un centenar de preguntas surcaron su cabeza, haciendo acopio de su fuerza, agarró el objeto que había llevado a aquel tipo a incinerar casi por completo aquel lugar y se levantó.
Los distantes gritos aseguraban al castaño refuerzos cercanos, debían de estar atendiendo a todos los ciudadanos que huían de allí, apretó los dientes y alzó su espada. – Tú y yo tenemos algo pendiente – El tensai de fuego torció el gesto – Yo solo quiero la caja, mi caja – Eltrant dejó caer su espada a un lado – Aquí está – Dijo alzándola, tenía los bordes ligeramente quemados - ¡Dámela! – Vociferó, sus manos se iluminaron con intensidad, aunque no llegó a lanzar ningún ataque al castaño.
El brujo frunció el ceño y bajo sus manos, el crepitar del fuego, comiéndose los tenderetes, los carromatos, el pequeño teatro de madera que había construido no muy lejos de dónde estaba, era lo único que iluminaba aquel lugar, las nubes negruzcas habían tapado el sol.
- La caja es tuya – La dejó caer a los pies del brujo, que se agachó inmediatamente a por esta, tirando su espada a un lado, sin importar nada, nadie, solo lo que tenía a los pies – Lo que hay dentro, lo quiero. – Sentenció Eltrant tomando de nuevo su arma. Respiró hondo, aunque aquello le conllevó toser repetidamente debido al humo que flotaba en el ambiente, no apartó la mirada del brujo.
El hombre miraba ahora maravillado el objeto que tenía entre las manos, ignorando las palabras de Eltrant, jugueteó con él durante unos instantes hasta que un ligero, “click” informó al guarda de que estaba abierta. - ¿De verdad era tan difícil? – Preguntó el brujo lanzando el contenido de la caja a Eltrant que lo agarró al vuelo y, sin mirarlo, se lo guardó en uno de los bolsillos de sus pantalones. – No, la verdad es que no. – Dijo girándose sobre sí mismo, contemplando el dantesco espectáculo de fuego que tenía a su alrededor.
***
¡Por fin era suya! La caja, solo para él, lo único que le quedaba en la vida. Aquel viejo borracho se la había arrebatado, su único tesoro.
– Ya eres mía... - Susurró palpando con las yemas de sus dedos los suaves grabados que decoraban el objeto, las formas, ligeramente ennegrecidas por el humo y el fuego brillaban con intensidad a sus ojos, ignoró las palabras del soldado que tenía frente a él, le había dado muchos problemas, pero al final le había entregado lo que, por derecho, era suyo.
Curioseando el objeto activó el mecanismo de cierre, lo suficientemente complejo para que nadie pudiese abrirlo en un instante, lo suficientemente sencillo para que alguien como él lo comprendiese, ella pensaba en todo, siempre.
Con un suave “click” la cajita se abrió, desvelando lo que había en su interior el “secreto” que las elfas y el guarda ansiaban con tanto ímpetu, no le podía interesar menos, se lo arrojó al soldado sin dudarlo.
Sonrió y levantó la caja, mirándola a la luz del fuego. – “Eso es lo que me gusta de ti, Evastor” – Recordó aquellas palabras, otra vez, hacía tanto tiempo que las había escuchado, pero seguían siendo tan vividas en su cabeza, que muchas veces le torturaban. Mirando al firmamento aún oculto bajos las gruesas nubes de humo que él mismo había formado, sintió como una lagrima resbalaba por una de sus mejillas – “Eres pasional, decidido, como el fuego, te pega” – Se acercó la caja a la cara, de forma que pudo observarla de muy de cerca – “Pero a veces…” – Ignorando las palabras del castaño que seguía frente a él, ignorando el incesante calor que comenzaba a hacer en la plaza, se evadió de todo, buscando lo único que le quedaba de ella, lo que quedaba en la caja – “…A veces también puedes ser sutil, suave, como una nube, o mejor como el humo ¿No crees?”
Un segundo “click” sonó cuando accionó la minúscula palanquita oculta en el fondo de la caja, este mucho más sutil, menos llamativo, no obstante, vino acompañado por un punzante dolor en el pecho; Miro hacia abajo, su túnica, ya oscura, se oscurecía aún más, tenía una saeta alojada en el pecho.
- ¿…Cuándo? - Cayó boca arriba, mirando al cielo, aún tapizado de negro, se le escapó la caja de las manos. El guarda de pelo castaño se había marchado, no había rastro de él, estaba el solo en aquel lugar.
Su tesoro cayó a varios metros de él, no tardó en abrirse como lo hacía siempre que presionaba esa palanca, desvelando el fondo oculto que esta tenía, el complejo mecanismo dorado junto al cual había escondida un minúsculo retrato de una mujer sonriente de grandes ojos castaños.
El mecanismo oculto comenzó a moverse inmediatamente, emitiendo una suave melodía que conocía muy bien.
- Caja de Música.:
– Cassandra… - Inmediatamente se arrastró hacía la caja, sintió otra saeta impactar en su espalda, gritó de dolor, la guardia había llegado, había un ballestero en cada uno de los tejados circundantes.
Sin detenerse, siguió avanzando, ninguna de aquellas flechas le detendría, no ahora que había recuperado lo único que le quedaba de su mujer.
– Lo siento, Cass… - Dijo acurrucándose junto a la caja, con lágrimas en los ojos – No soy una nube– Miró el fuego a su alrededor, que había consumido la plaza hasta casi reducirla a cenizas, lo había hecho él, todo aquello, pero no le importaba, el mundo le había arrebatado lo que él quería, no tenia derecho a quejarse si él decidía quitarle cosas al mundo. – Pero al menos… - Cerró los ojos – Al menos estoy otra vez contigo. - Sentia como su corazón quería dejar de latir, no se resistió a que esto sucediese.
Segundos después, el humo cubrió completamente el lugar.
Eltrant Tale
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Morcar guardó su espada cuando el guardia le recordó que no tenía autorización, sin embargo, se irritó como nunca lo había hecho por los comentarios que le soltó, prácticamente se sentía como si le hubiesen dicho que era un estorbo. Además el comentario de "Capitán Trueno" lo había dejado en evidencia frente a la milicia que soltó alguna risa burlona.
El mercenario sintió cientos de voces en su interior que le llamaban a responder con vengativa y odio... pero no podía escucharlas, aquellos meses recluido entrenándose para controlar su ira le habían enseñado a no dejarse llevar por los designios que las emociones le dictaban. Así que obedeció y volvió a colocarse firme.
El tal Billie parecía uno de esos tipos que merecía un par de días en el calabozo para aprender un par de lecciones sobre modales, pero Morcar no tuvo demasiado tiempo de pensarlo debido al extraño humo que apareció de todos lados cubriéndole la vista. De entre todas las voces que oyó, pudo distinguir la del guardia gritándole órdenes.
Morcar no comprendía la gravedad de la situación, por el simple hecho de que no le habían explicado qué estaba sucediendo allí, así que se limitó a hacer lo que le decían con total cautela. Sacó su escudo y buscó a las figuras de ambas elfas.
-¡Seguidme! ¡Sé que podríais solas! ¡Pero vivo en esta calle! ¡Conozco una salida! -les gritó Morcar- ¡Luego buscamos a su compañero el guardia!
Acto seguido corrió por en medio de la humareda, al menos lo hizo hasta que algo lo golpeo en la parte trasera de la armadura y lo tiró al suelo, era una especie de llama. Morcar logró retener otra que iba a su cara con su escudo, y se levantó a duras penas corriendo en dirección a un callejón que los sacaría a todos de allí.
Al fin recuperó la visión de la situación, una escuadra de guardias habían llegado y estaban subiendo el tejado con ballestas para abrir fuego.
-¡Hay uno de los suyos allí dentro! ¡Esperen a que salga antes de abrir fuego!
A Morcar no le parecía que le fuesen a echar cuenta, así que, tras un suspiro, corrió dando un rodeo para llegar a otra zona desde la que estaba más cerca de donde vio por última vez al guardia. Le pareció verlo con alguien más hablando y cuando éste se giró, cada vez había menos humo, así que pudo avisarle.
-¡Ey! ¡Cid Campeador! ¡Déjate de suicidios voluntarios y sal de ahí antes de que tus propios guardias te acribillen a flechazos! ¡Por aquí! -le gritaba Morcar.
El guardia juraría que había visto a alguien más con él, pero lo único que notó fue algo parecido a una melodía que podía relajar hasta a una fiera en celo.
El mercenario sintió cientos de voces en su interior que le llamaban a responder con vengativa y odio... pero no podía escucharlas, aquellos meses recluido entrenándose para controlar su ira le habían enseñado a no dejarse llevar por los designios que las emociones le dictaban. Así que obedeció y volvió a colocarse firme.
El tal Billie parecía uno de esos tipos que merecía un par de días en el calabozo para aprender un par de lecciones sobre modales, pero Morcar no tuvo demasiado tiempo de pensarlo debido al extraño humo que apareció de todos lados cubriéndole la vista. De entre todas las voces que oyó, pudo distinguir la del guardia gritándole órdenes.
Morcar no comprendía la gravedad de la situación, por el simple hecho de que no le habían explicado qué estaba sucediendo allí, así que se limitó a hacer lo que le decían con total cautela. Sacó su escudo y buscó a las figuras de ambas elfas.
-¡Seguidme! ¡Sé que podríais solas! ¡Pero vivo en esta calle! ¡Conozco una salida! -les gritó Morcar- ¡Luego buscamos a su compañero el guardia!
Acto seguido corrió por en medio de la humareda, al menos lo hizo hasta que algo lo golpeo en la parte trasera de la armadura y lo tiró al suelo, era una especie de llama. Morcar logró retener otra que iba a su cara con su escudo, y se levantó a duras penas corriendo en dirección a un callejón que los sacaría a todos de allí.
Al fin recuperó la visión de la situación, una escuadra de guardias habían llegado y estaban subiendo el tejado con ballestas para abrir fuego.
-¡Hay uno de los suyos allí dentro! ¡Esperen a que salga antes de abrir fuego!
A Morcar no le parecía que le fuesen a echar cuenta, así que, tras un suspiro, corrió dando un rodeo para llegar a otra zona desde la que estaba más cerca de donde vio por última vez al guardia. Le pareció verlo con alguien más hablando y cuando éste se giró, cada vez había menos humo, así que pudo avisarle.
-¡Ey! ¡Cid Campeador! ¡Déjate de suicidios voluntarios y sal de ahí antes de que tus propios guardias te acribillen a flechazos! ¡Por aquí! -le gritaba Morcar.
El guardia juraría que había visto a alguien más con él, pero lo único que notó fue algo parecido a una melodía que podía relajar hasta a una fiera en celo.
Morcar
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Re: ¡Pobre pero… no tan honrado! [Interpretativo • Libre] [Cerrado]
Invadida por un inmenso dolor de cabeza, Iliaki trataba de caminar lo más rápido posible apoyada en Ashryn guiadas por el guerrero para poder salir de aquel lugar, el cual se había transformado en un campo de batalla urbano: Todos en contra de aquel misterioso brujo que tanto rato les había hecho pasar de mala gana.
Los citadinos se habían recorrido hacia otros lugares para ceder el paso a los armados que comenzaban a llegar por los lugares menos insospechados. Al lanzar un vistazo hacia sus espaldas, una fuerte imagen consiguió grabarse en sus pupilas: La mirada vacía de un hombre sin vida calaron cada uno de sus nervios hasta alcanzar su memoria. Una dulce música terminó por quedarse sin cuerda.
Hace un rato que nos encontramos esperando en uno de los jardines de las calles aledañas. Un operativo acaba de comenzar para evitar más ataques, pues según algunos rumores, ese brujo era parte clave de un ataque que se planeaba para esta semana, pero siguen sin saber nada más sobre el asunto. Sin embargo, eso no logra explicar nada de la caja.
El brujo murió y el único que parece saber algo sobre nada es el viejo Billie. ¿Estará de más preguntarle?
- Oye, Ash ¿Me acompañarías a hacerle unas preguntas al gordo? -dijo tímidamente a la ojiazul.
Levantándose de su improvisado lugar entre la hierba, buscó con la mirada al regordete hombre, hasta dar con su figura, la cual se hallaba acompañada de la de algunos guardias: Era el mismo William Johns dando declaración de lo que había sucedido. Cuando hubo estado desocupado, la chiquilla se acercó a él.
- Eh, Billie... - llamaba mientras se dirigía indecisa al ex mercader. - Hey, ¿Se puede saber de dónde demonios sacaste esa caja?
- ¡Ho-hola! - contestaba mientras sus mofletes se pintaban con rubor al sentirse aún avergonzado por lo que había sucedido, no obstante, su gesto cambió al escuchar aquella pregunta, moderando un tono más serio para disponerse a responder aquella cuestión - Oh, muchacha...
Sacando un puro de su abrigo, continuó.
- Mira, lo importante es que ahora están a salvo. - dijo encendiendo el cilindro de tabaco.
- ¡Billie!
- Ya, ya... De acuerdo, ya han ocurrido demasiados problemas, así que déjame evitarte este. Ese hombre seguro era de las islas Illidenses. Verás, hace mucho, como bien sabrás, yo era mercader, llevando cosas de aquí y para allá a través de los mares - relataba mientras hacía un vaivén alzando sus brazos, emulando el movimiento de un barco en el mar-, pero, como también sabrás, los rumores también tienen algo de cierto. Así que si te cuentan que muchas de las cosas extrañas que obtenía no eran legales o compradas, también es cierto... - concluía dando una chupada a su puro.
- ¡¿Le robaste la jodida caja?! - exclamó erizándose la elfina.
- Oh, sí, pero ¿Quién diría que alguien recordaría eso después de 10 años? - decía en medio de una risita cínica el viejo.
Morí con eso. Parece que me desmayé al oír aquella cosa ¡Ni idea de si habrán pasado segundos u horas (seguro fueron segundos, porque cuando abrí los ojos todos seguían casi en la misma posición), pero eso no tiene precedente!
No importa qué haya pasado, pero supongo que ya es hora.
Incorporándose de nuevo, miró a los demás, que hasta ese entonces, habían permanecido como desconocidos.
- Je, creo que es justo, es hora de repartir el botín, emm ¿Viejo...?
-Sí, ya, ya, quédatelo, suficientes destrozos ha causado.
Sacando de las bolsas de su gabardina el sedoso pañuelo que envolvía el objeto que había ocasionado esos problemas, Iliaki se dispuso a revelar aquella cosa que, según ella, era la mejor pieza fabricada por un aerandiano jamás vista.
- Creo que después de esto, me iré de una vez de esta ciudad, sin embargo, también tengo unas tareas que completar con unos amigos...
Los citadinos se habían recorrido hacia otros lugares para ceder el paso a los armados que comenzaban a llegar por los lugares menos insospechados. Al lanzar un vistazo hacia sus espaldas, una fuerte imagen consiguió grabarse en sus pupilas: La mirada vacía de un hombre sin vida calaron cada uno de sus nervios hasta alcanzar su memoria. Una dulce música terminó por quedarse sin cuerda.
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Hace un rato que nos encontramos esperando en uno de los jardines de las calles aledañas. Un operativo acaba de comenzar para evitar más ataques, pues según algunos rumores, ese brujo era parte clave de un ataque que se planeaba para esta semana, pero siguen sin saber nada más sobre el asunto. Sin embargo, eso no logra explicar nada de la caja.
El brujo murió y el único que parece saber algo sobre nada es el viejo Billie. ¿Estará de más preguntarle?
- Oye, Ash ¿Me acompañarías a hacerle unas preguntas al gordo? -dijo tímidamente a la ojiazul.
Levantándose de su improvisado lugar entre la hierba, buscó con la mirada al regordete hombre, hasta dar con su figura, la cual se hallaba acompañada de la de algunos guardias: Era el mismo William Johns dando declaración de lo que había sucedido. Cuando hubo estado desocupado, la chiquilla se acercó a él.
- Eh, Billie... - llamaba mientras se dirigía indecisa al ex mercader. - Hey, ¿Se puede saber de dónde demonios sacaste esa caja?
- ¡Ho-hola! - contestaba mientras sus mofletes se pintaban con rubor al sentirse aún avergonzado por lo que había sucedido, no obstante, su gesto cambió al escuchar aquella pregunta, moderando un tono más serio para disponerse a responder aquella cuestión - Oh, muchacha...
Sacando un puro de su abrigo, continuó.
- Mira, lo importante es que ahora están a salvo. - dijo encendiendo el cilindro de tabaco.
- ¡Billie!
- Ya, ya... De acuerdo, ya han ocurrido demasiados problemas, así que déjame evitarte este. Ese hombre seguro era de las islas Illidenses. Verás, hace mucho, como bien sabrás, yo era mercader, llevando cosas de aquí y para allá a través de los mares - relataba mientras hacía un vaivén alzando sus brazos, emulando el movimiento de un barco en el mar-, pero, como también sabrás, los rumores también tienen algo de cierto. Así que si te cuentan que muchas de las cosas extrañas que obtenía no eran legales o compradas, también es cierto... - concluía dando una chupada a su puro.
- ¡¿Le robaste la jodida caja?! - exclamó erizándose la elfina.
- Oh, sí, pero ¿Quién diría que alguien recordaría eso después de 10 años? - decía en medio de una risita cínica el viejo.
Morí con eso. Parece que me desmayé al oír aquella cosa ¡Ni idea de si habrán pasado segundos u horas (seguro fueron segundos, porque cuando abrí los ojos todos seguían casi en la misma posición), pero eso no tiene precedente!
No importa qué haya pasado, pero supongo que ya es hora.
Incorporándose de nuevo, miró a los demás, que hasta ese entonces, habían permanecido como desconocidos.
- Je, creo que es justo, es hora de repartir el botín, emm ¿Viejo...?
-Sí, ya, ya, quédatelo, suficientes destrozos ha causado.
Sacando de las bolsas de su gabardina el sedoso pañuelo que envolvía el objeto que había ocasionado esos problemas, Iliaki se dispuso a revelar aquella cosa que, según ella, era la mejor pieza fabricada por un aerandiano jamás vista.
- Creo que después de esto, me iré de una vez de esta ciudad, sin embargo, también tengo unas tareas que completar con unos amigos...
Iliaki
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