Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
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Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
Era un día como cualquiera, soleado, aburrido. Los pequeños bichos rondaban tratando de obtener alguna picadura fortuita, pero hasta ellos parecían aburridos por la rutina, o al menos eso le parecía a Demian con el aura de tedio que le rodeaba. Es que para un chico de su edad los primeros días caminando por los bosques podían haber sido interesantes, novedosos, pero a estas alturas el peregrinar incesante era un tormento, tiempo vacío, en especial cuando la única compañía era la soledad. Siempre había sido malo para hacer amistades y había preferido aislarse, pero era muy distinto cuando estás rodeado de gente y buscas un espacio a cuando te lo pasas el día completo en soledad y eso comenzaba a cansarle.
-Desearía que algo excitante ocurriera -exclamó a la nada.
Se sentó a la sombra de un árbol, contemplando simplemente la naturaleza radiante a su alrededor, sin encontrar en ello nada que no hubiera visto antes. Ramas, árboles, insectos preocupados de obtener su subsistencia diaria en un mundo donde todo era gigante, una ardilla atareada con una semilla y un pajarillo que cantaba a la espera de una hembra. Incluso la hierba, con su patrón azaroso, parecía una réplica exacta de cada montón de hierba que había presenciado en su vida.
Sin siquiera dedicarle una mirada, extendió su mano hasta lo que parecía un tronco caído y seco a su lado y le sacó una rama, tomando una daga en su otra mano dispuesto a intentar tallar una figura. No había pensado siquiera qué figura quería darle y no era un experto ni nada por el estilo en el arte del tallado, sólo quería matar el tiempo. No llegaría a darle ni el primer corte cuando sintió un ruido como de madera vieja retorciéndose.
Lo que antes parecía un simple tronco caído ahora había cobrado movimiento y se levantaba como una persona, 2 piernas, 2 brazos, definitivamente era alguna especie de humanoide lo que emergía. Se dio vuelta y le miró directamente, con ojos que parecían luciérnagas en un cuenco y moviendo lo que bien podría ser una boca o un montón de raíces. Demian intuyó de inmediato que no sacaría nada con intentar entablar amistad con esa cosa. Era la primera vez que se pillaba con un Dríope.
No la pensó 2 veces, se puso de pie de un salto y comenzó a correr con todo de vuelta sobre sus pasos, esquivando un primer manotazo de la criatura, saltando sobre las ramas que se pillaba y esquivando los árboles, con la esperanza de perder al dríope que se le abalanzaba furioso.
-Te la devuelvo -le gritó mientras arrojaba la rama que le había sacado- y disculpa, no sabía que era tu... lo que sea.
Se esforzó en correr un poco más rápido y pronto estaba de vuelta en el sendero, donde otra figura de lo que parecía una forma humana también lo recorría. Demian no perdió tiempo en mirarle ni saber quién era, simplemente saltó al sendero y gritó desde lo profundo de sus pulmones.
-¡Un monstruo, un monstruo asesino -le advirtió- corre por tu vida!.
---------
Demian en este momento corre con una daga en su mano, mientras un dríope le persigue furioso.
La descripción de los dríopes puede encontrarse en el siguiente vínculo: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Este rol está pensado para un jugador adicional, sin detrimento de que si un master lo desea, puede unirse.
Última edición por Demian el Vie Feb 13 2015, 12:58, editado 2 veces
Demian
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
Por cosas del azar, la de cabellos negros se había visto obligada a desviarse de la ruta que había planeado hacia las tierras del este, con lo que tras su salida de Lunargenta, había acabado en Midgar. Eärwen sintió como se le encogía el corazón al ver el paisaje que reinaba en el lugar, cosa normal en alguien como ella, tan en sintonía con la naturaleza y acostumbrada a los vivos y verdes bosques de Sandorai.
Se alejó de la orilla en que la había dejado el barco, para subirse a su blanca yegua y guiarla hacia el interior del bosque. Aunque no podía considerar aquel sitio como tal, quizá tiempo atrás hubiese sido un bonito bosque, pero ahora solo quedaban cenizas y árboles quemados. Solo algunos hongos y arbustos lograban sobrevivir en aquellas condiciones, pero por su apariencia estaba claro que lo hacían a duras penas.
Avanzó lentamente hasta atisbar lo que parecía ser un ancho sendero, al que decidió acercarse por ser la opción más práctica para moverse por allí. No conocía la zona pero sabía qué dirección debía tomar, tenía que seguir hacia el norte hasta llegar a Sacrestic Ville, la tierra de los vampiros. Una vez allí buscaría a alguien que pudiese ayudarla a cruzar el Tymer, con lo que se encontraría en su destino, los bosques del este.
Pero aún le quedaba mucho camino por delante, con lo que se reajustó el arco a la espalda y prosiguió, observando con detenimiento lo que la rodeaba. Había oído rumores sobre el posible origen del tremendo incendio que arrasó la zona, pero nunca había imaginado la escena que las llamas dejaron a su paso, cosa que ahora contemplaba con tristeza.
Tiró de las riendas y Lluvia apuró el paso, que mantuvo durante las horas siguientes. La elfa pronto se dio cuenta de que por allí no había un alma, y que la razón principal de ello era el inhóspito ambiente, que casi no variaba a pesar de la distancia que había recorrido. Nessa se revolvió en el interior de su bandolera, inquieta y algo curiosa por el nuevo lugar al que habían llegado, pero pronto perdió interés al ver que todo era igual y volvió a acurrucarse entre las diversas cosas que guardaba.
- Espero que no tardemos demasiado en pasar esta zona. - dijo en voz baja, algo preocupada por la escasez de pastos. Tendría que alimentar a Lluvia con algunas de las frutas que llevaba, al menos hasta encontrar un lugar con más vegetación. Un grito lejano la puso en alerta, dejando de lado sus preocupaciones por un momento para centrarse en encontrar el origen del mismo.
Instantes después el dueño de la voz apareció, un niño de cabellos negros que se acercaba corriendo hacia el sendero en que encontraba la elfa. Eärwen abrió los ojos desmesuradamente al ver lo que perseguía, conocía bien a aquella criatura. Se trataba de un Dríope, un ser que podía ser confundido fácilmente con un tronco muerto y que representaba la parte más violenta de la naturaleza. Pero ¿por qué perseguía a un simple niño? ¿Qué podía haber hecho él para despertar sus deseos de venganza? No lo sabía, pero no estaba dispuesta a permitir que el dríope hiriese al muchacho en su presencia.
-¡Un monstruo, un monstruo asesino corre por tu vida!- gritó el pequeño a pleno pulmón, en cuanto llegó al sendero. La elfa espoleó a su yegua y galopó hacia ellos a toda prisa, sin reparar en la pequeña daga que portaba el niño y que podría haberle dado alguna idea de por qué se veía perseguido. - ¡Detente! - exclamaría ella a la criatura, situándose entre el dríope y el niño. - ¡Detente hijo del bosque! - volvería a decir, irguiéndose en la silla. - ¿Qué mal te ha causado para que lo persigas? - preguntó con voz firme, sin saber si la criatura sería capaz de apartar su deseo de venganza para escucharla.
De todos modos estaba preparada, si el ser no le hacía caso tendería la mano al muchacho y lo subiría a la yegua para sacarlo de allí a toda prisa, luego se ocuparía de llevarlo a un lugar seguro.
Se alejó de la orilla en que la había dejado el barco, para subirse a su blanca yegua y guiarla hacia el interior del bosque. Aunque no podía considerar aquel sitio como tal, quizá tiempo atrás hubiese sido un bonito bosque, pero ahora solo quedaban cenizas y árboles quemados. Solo algunos hongos y arbustos lograban sobrevivir en aquellas condiciones, pero por su apariencia estaba claro que lo hacían a duras penas.
Avanzó lentamente hasta atisbar lo que parecía ser un ancho sendero, al que decidió acercarse por ser la opción más práctica para moverse por allí. No conocía la zona pero sabía qué dirección debía tomar, tenía que seguir hacia el norte hasta llegar a Sacrestic Ville, la tierra de los vampiros. Una vez allí buscaría a alguien que pudiese ayudarla a cruzar el Tymer, con lo que se encontraría en su destino, los bosques del este.
Pero aún le quedaba mucho camino por delante, con lo que se reajustó el arco a la espalda y prosiguió, observando con detenimiento lo que la rodeaba. Había oído rumores sobre el posible origen del tremendo incendio que arrasó la zona, pero nunca había imaginado la escena que las llamas dejaron a su paso, cosa que ahora contemplaba con tristeza.
Tiró de las riendas y Lluvia apuró el paso, que mantuvo durante las horas siguientes. La elfa pronto se dio cuenta de que por allí no había un alma, y que la razón principal de ello era el inhóspito ambiente, que casi no variaba a pesar de la distancia que había recorrido. Nessa se revolvió en el interior de su bandolera, inquieta y algo curiosa por el nuevo lugar al que habían llegado, pero pronto perdió interés al ver que todo era igual y volvió a acurrucarse entre las diversas cosas que guardaba.
- Espero que no tardemos demasiado en pasar esta zona. - dijo en voz baja, algo preocupada por la escasez de pastos. Tendría que alimentar a Lluvia con algunas de las frutas que llevaba, al menos hasta encontrar un lugar con más vegetación. Un grito lejano la puso en alerta, dejando de lado sus preocupaciones por un momento para centrarse en encontrar el origen del mismo.
Instantes después el dueño de la voz apareció, un niño de cabellos negros que se acercaba corriendo hacia el sendero en que encontraba la elfa. Eärwen abrió los ojos desmesuradamente al ver lo que perseguía, conocía bien a aquella criatura. Se trataba de un Dríope, un ser que podía ser confundido fácilmente con un tronco muerto y que representaba la parte más violenta de la naturaleza. Pero ¿por qué perseguía a un simple niño? ¿Qué podía haber hecho él para despertar sus deseos de venganza? No lo sabía, pero no estaba dispuesta a permitir que el dríope hiriese al muchacho en su presencia.
-¡Un monstruo, un monstruo asesino corre por tu vida!- gritó el pequeño a pleno pulmón, en cuanto llegó al sendero. La elfa espoleó a su yegua y galopó hacia ellos a toda prisa, sin reparar en la pequeña daga que portaba el niño y que podría haberle dado alguna idea de por qué se veía perseguido. - ¡Detente! - exclamaría ella a la criatura, situándose entre el dríope y el niño. - ¡Detente hijo del bosque! - volvería a decir, irguiéndose en la silla. - ¿Qué mal te ha causado para que lo persigas? - preguntó con voz firme, sin saber si la criatura sería capaz de apartar su deseo de venganza para escucharla.
De todos modos estaba preparada, si el ser no le hacía caso tendería la mano al muchacho y lo subiría a la yegua para sacarlo de allí a toda prisa, luego se ocuparía de llevarlo a un lugar seguro.
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
Sólo al momento de salir de entre las hierbas pudo Demian observar que la figura de apariencia humana no iba caminando, sino montada en un caballo y el chico casi se estrella contra el animal, pero frenó en seco. Tal era la velocidad que llevaba que su freno no logró detenerle y, en cambio, sus pies se enredaron entre las piedras del sendero y resbalaron con el impulso, haciéndole caer de manera aparatosa y arrastrarse un poco hasta quedar casi debajo del animal. La adrenalina del momento, sin embargo, no le permitió percibir los rasguños derivados de arrastrarse por las piedras, sino que sólo tenía su atención puesta en salir de aquella con vida y ciertamente un descanso tendido en el camino no era la mejor opción.
-¡Cuidado! -continuó con sus advertencias a la jinete, en case de que ésta no hubiera ya divisado a la criatura deseosa de venganza, al tiempo que se ponía ágilmente de pie de un salto y aceptaba la mano que se le ofrecía para trepar al animal.
En ese momento la criatura ya se asomaba furibunda de entre los matorrales.[/size]
Demian no era, ciertamente, un jinete y simplemente puso el primer pie que se le vino a la mente en el estribo, trepando cual araña por el costado del equino, terminando sentado en una posición poco práctica, de frente a la mujer elfa y dando la espalda a la cabeza del animal.
En esos segundos pudo contemplar a la persona que le ofrecía ayuda. Era un mujer muy hermosa, delicada, como un hada de los cuentos o un ángel enviado en su ayuda, como decían algunas historias de los humanos, en cualquier caso la imagen era fascinante y le sacó una mirada boba, al fin de cuentas a sus 12 años la cercanía con una mujer le ponía algo nervioso y ella era simplemente perfecta… o casi perfecta… hubiera sido perfecta… excepto por un defecto. Cuando Demian notó la forma de las orejas supo de inmediato que uno de sus mayores temores se hacía realidad, acababa de ser capturado por una representante de sus mayores enemigos, una mujer de la raza élfica, de aquella misma raza de la que los brujos mayores hablaban tantas atrocidades. Que ellos habían causado el alejamiento de los dragones, que gracias a los elfos el resto de las razas los repudiaba, que los elfos tenían alianzas secretas para destruirles, que se dedicaban a cazar a todo brujo que pillaran solitario para realizarle horribles rituales y torturas. Ante todos estos pensamientos la mirada del niño cambió fugazmente, pasando de la excitación del miedo a la desconfianza y el desprecio.
En su mente siempre había imaginado a los elfos como seres horribles y deformes, a pesar de las descripciones detalladas que había leído sobre ellos, no esperaba que fueran tan… humanos, ni tan refinados, pero seguramente esa misma apariencia en realidad ocultaba su siniestro interior.
La mirada sombría no duraría más de un segundo, pues en ese momento otra señal llamó poderosamente su atención y le hizo desviar la vista hacia la criatura que atacaba, pues acababa de dar un grito desafiante y se agachaba para tomar una piedra del costado del sendero, un peñasco del tamaño de la cabeza del propio Demian, el que arrojaba con fuerza hacia ellos, especialmente dirigido al niño que e había arrancado una rama de manera tan insolente. Demian sólo atinó a cubrir su cabeza con sus manos y ladearse para ofrecer su costado en vez de su cráneo a un posible impacto.
-¡Cuidado! -continuó con sus advertencias a la jinete, en case de que ésta no hubiera ya divisado a la criatura deseosa de venganza, al tiempo que se ponía ágilmente de pie de un salto y aceptaba la mano que se le ofrecía para trepar al animal.
En ese momento la criatura ya se asomaba furibunda de entre los matorrales.[/size]
Demian no era, ciertamente, un jinete y simplemente puso el primer pie que se le vino a la mente en el estribo, trepando cual araña por el costado del equino, terminando sentado en una posición poco práctica, de frente a la mujer elfa y dando la espalda a la cabeza del animal.
En esos segundos pudo contemplar a la persona que le ofrecía ayuda. Era un mujer muy hermosa, delicada, como un hada de los cuentos o un ángel enviado en su ayuda, como decían algunas historias de los humanos, en cualquier caso la imagen era fascinante y le sacó una mirada boba, al fin de cuentas a sus 12 años la cercanía con una mujer le ponía algo nervioso y ella era simplemente perfecta… o casi perfecta… hubiera sido perfecta… excepto por un defecto. Cuando Demian notó la forma de las orejas supo de inmediato que uno de sus mayores temores se hacía realidad, acababa de ser capturado por una representante de sus mayores enemigos, una mujer de la raza élfica, de aquella misma raza de la que los brujos mayores hablaban tantas atrocidades. Que ellos habían causado el alejamiento de los dragones, que gracias a los elfos el resto de las razas los repudiaba, que los elfos tenían alianzas secretas para destruirles, que se dedicaban a cazar a todo brujo que pillaran solitario para realizarle horribles rituales y torturas. Ante todos estos pensamientos la mirada del niño cambió fugazmente, pasando de la excitación del miedo a la desconfianza y el desprecio.
En su mente siempre había imaginado a los elfos como seres horribles y deformes, a pesar de las descripciones detalladas que había leído sobre ellos, no esperaba que fueran tan… humanos, ni tan refinados, pero seguramente esa misma apariencia en realidad ocultaba su siniestro interior.
La mirada sombría no duraría más de un segundo, pues en ese momento otra señal llamó poderosamente su atención y le hizo desviar la vista hacia la criatura que atacaba, pues acababa de dar un grito desafiante y se agachaba para tomar una piedra del costado del sendero, un peñasco del tamaño de la cabeza del propio Demian, el que arrojaba con fuerza hacia ellos, especialmente dirigido al niño que e había arrancado una rama de manera tan insolente. Demian sólo atinó a cubrir su cabeza con sus manos y ladearse para ofrecer su costado en vez de su cráneo a un posible impacto.
Demian
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
El muchacho corrió hacia ella, con tal mala suerte que tropezó casi contra la yegua, quedando bajo el cuerpo del animal. Se arrastró por el suelo y volvió a ponerse en pie de un salto, sin hacer caso a los rasguños y leves cortes que las piedras le habían causado. No perdió el tiempo, sujetó la mano que la elfa le tendía y trepó a la silla, donde tomó asiento, quedando frente a la de cabellos negros.
El pequeño no debía tener mucha idea de montar a caballo, ni de que aquella postura resultaba algo incómoda a la hora de desplazarse, pero no había tiempo para cambios, el furibundo dríope se les acercaba e ignoraba las palabras de la joven. Eärwen observó por un momento al niño, que la miraba de forma extraña, algo sorprendido quizá. Sin embargo su expresión pronto cambió, en su rostro se reflejó algo semejante al miedo, que luego dio paso a la desconfianza y el desprecio.
La de ojos azules lo observó extrañada, sin entender por qué la miraba de ese modo. Pero no tuvo tiempo de preguntar, un extraño y ronco grito captó su atención, justo a tiempo para ver como el dríope se agachaba y tomaba un pedrusco del borde del sendero. Estaba claro que la criatura no estaba interesada en cooperar, ni aunque otra hija del bosque fuese la que intentaba hacerle entrar en razón.
Los dríopes eran así, representaban la fuerza más violenta y vengativa de la naturaleza, que resultaba casi imposible de aplacar. Se decía que perseguían incansablemente a todo aquel que dañaba el bosque, y que solo la sangre los calmaba, pero ella no permitiría que la situación llegase a ese punto. Al ver que el ser alzaba el pedrusco, la de cabellos negros tiró de las riendas con la diestra, mientras cubría la cabeza del muchacho de forma instintiva con el otro brazo.
Lluvia obedeció la orden y giró, pero no lo suficientemente rápido. La piedra acertó en el hombro de la elfa, haciendo que apretase los labios para ahogar el quejido que se le escapaba de la garganta. Frunció el ceño durante un instante, antes de espolear a su montura y sacarla del sendero, que se lanzó en una frenética carrera hacia lo más interno del bosque. La yegua criada entre elfos era ligera y muy veloz, bastaría con mantener el ritmo durante un rato para conseguir perderlo, pero luego tendrían que esconderse hasta que el dríope abandonase su búsqueda.
- ¿Qué has hecho para que te persiga? - preguntó con voz suave, haciendo lo posible por ignorar el dolor que tenía en el hombro mientras dirigía a la blanca yegua tan lejos del sendero como le era posible. Aquello la desviaría de su camino, pero no habría sido capaz de quedarse de brazos cruzados ante tal escena, ni pasar de largo como si no viese nada, sus principios se lo impedían.
Eärwen siempre estaba dispuesta a ayudar a los necesitados, no solo por el hospitalario y pacífico carácter que generalmente poseían los de su raza, sino por los nobles valores con que había sido educada. Poseía un extraordinario don sanador, con el que era capaz de ayudar a mucha gente y que la ayudaba a sentirse realizada, razón de más para valorar la vida de cuantos la rodeaban e intentar protegerlos.
El pequeño no debía tener mucha idea de montar a caballo, ni de que aquella postura resultaba algo incómoda a la hora de desplazarse, pero no había tiempo para cambios, el furibundo dríope se les acercaba e ignoraba las palabras de la joven. Eärwen observó por un momento al niño, que la miraba de forma extraña, algo sorprendido quizá. Sin embargo su expresión pronto cambió, en su rostro se reflejó algo semejante al miedo, que luego dio paso a la desconfianza y el desprecio.
La de ojos azules lo observó extrañada, sin entender por qué la miraba de ese modo. Pero no tuvo tiempo de preguntar, un extraño y ronco grito captó su atención, justo a tiempo para ver como el dríope se agachaba y tomaba un pedrusco del borde del sendero. Estaba claro que la criatura no estaba interesada en cooperar, ni aunque otra hija del bosque fuese la que intentaba hacerle entrar en razón.
Los dríopes eran así, representaban la fuerza más violenta y vengativa de la naturaleza, que resultaba casi imposible de aplacar. Se decía que perseguían incansablemente a todo aquel que dañaba el bosque, y que solo la sangre los calmaba, pero ella no permitiría que la situación llegase a ese punto. Al ver que el ser alzaba el pedrusco, la de cabellos negros tiró de las riendas con la diestra, mientras cubría la cabeza del muchacho de forma instintiva con el otro brazo.
Lluvia obedeció la orden y giró, pero no lo suficientemente rápido. La piedra acertó en el hombro de la elfa, haciendo que apretase los labios para ahogar el quejido que se le escapaba de la garganta. Frunció el ceño durante un instante, antes de espolear a su montura y sacarla del sendero, que se lanzó en una frenética carrera hacia lo más interno del bosque. La yegua criada entre elfos era ligera y muy veloz, bastaría con mantener el ritmo durante un rato para conseguir perderlo, pero luego tendrían que esconderse hasta que el dríope abandonase su búsqueda.
- ¿Qué has hecho para que te persiga? - preguntó con voz suave, haciendo lo posible por ignorar el dolor que tenía en el hombro mientras dirigía a la blanca yegua tan lejos del sendero como le era posible. Aquello la desviaría de su camino, pero no habría sido capaz de quedarse de brazos cruzados ante tal escena, ni pasar de largo como si no viese nada, sus principios se lo impedían.
Eärwen siempre estaba dispuesta a ayudar a los necesitados, no solo por el hospitalario y pacífico carácter que generalmente poseían los de su raza, sino por los nobles valores con que había sido educada. Poseía un extraordinario don sanador, con el que era capaz de ayudar a mucha gente y que la ayudaba a sentirse realizada, razón de más para valorar la vida de cuantos la rodeaban e intentar protegerlos.
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
Permaneció al menos 5 segundos cubriéndose, pero pronto fue evidente que el peñasco no le había alcanzado y el brusco movimiento que sentía entre las piernas le indicaba que el animal había iniciado el galope.
“Montar a caballo no es muy cómodo, ¿cómo se acostumbran a esto?” pensó.
Levantó entonces la mirada para contemplar a la persona que le había salvado. No, no la persona, la elfa, su enemiga, aquel ser malvado y despiadado, deformes hijos del bosque sedientos de sangre. Ella sentía dolor. Cayó entonces en cuenta que el contacto que había sentido de ella no es que hubiera intentado retenerle, sino que le había protegido del impacto y con el tamaño de esa piedra y fuerza con que había sido lanzada de seguro se encontraba más herida de lo que parecía a simple vista. Quizás hasta tuviera un hueso roto. Y todo por protegerle.
“¿Por qué, por qué ella le había protegido si se suponía que eran seres tan despiadados?” se preguntó en el silencio de su cabeza. “Quizás no sabe que soy un brujo y piensa que soy un humano corriente”, recapacitó.
-¿Te ha pegado muy fuerte -preguntó con una voz cargada de culpa, sabiendo que ella estaba herida por su propio descuido.
Una serie de pensamientos pasaron por su cabeza. Era una oportunidad perfecta para acabar con un elfo, ella estaba herida, dirigía su caballo, no estaba en disposición de combate y él, él estaba tan cerca de ella, al alcance de su brazo y con una daga lista en su mano. Era cosa de simplemente dirigir su empuñadura hacia el vientre de ella y no tendría oportunidad de resistirse. La sed de sangre de su interior, aquella que debía aplacar con meditación diaria, le llamaba a derramar las tripas de ella por todo el camino, a rajarle de lado a lado…
En cambio apoyó suavemente su cabeza en el hombro sano de ella y en un intento torpe de abrazo, algo que no acostumbraba hacer y que terminó más bien en agarrarse para no caerse del caballo, le dijo:
-Lo siento, no era mi intención herirte, yo sólo arranqué una rama de un tronco seco, simplemente estaba aburrido, pero el tronco no era tronco, ni estaba seco, sino que esa cosa se levantó enojada y ya sabes el resto de la historia… hubiera sido patético acabar mis días aplastado por un árbol.
La sensación de estar constantemente saltando de galopar era extraña, lo que le hizo caer en cuenta de algo.
-¿No te duele con tanto salto?.
“Montar a caballo no es muy cómodo, ¿cómo se acostumbran a esto?” pensó.
Levantó entonces la mirada para contemplar a la persona que le había salvado. No, no la persona, la elfa, su enemiga, aquel ser malvado y despiadado, deformes hijos del bosque sedientos de sangre. Ella sentía dolor. Cayó entonces en cuenta que el contacto que había sentido de ella no es que hubiera intentado retenerle, sino que le había protegido del impacto y con el tamaño de esa piedra y fuerza con que había sido lanzada de seguro se encontraba más herida de lo que parecía a simple vista. Quizás hasta tuviera un hueso roto. Y todo por protegerle.
“¿Por qué, por qué ella le había protegido si se suponía que eran seres tan despiadados?” se preguntó en el silencio de su cabeza. “Quizás no sabe que soy un brujo y piensa que soy un humano corriente”, recapacitó.
-¿Te ha pegado muy fuerte -preguntó con una voz cargada de culpa, sabiendo que ella estaba herida por su propio descuido.
Una serie de pensamientos pasaron por su cabeza. Era una oportunidad perfecta para acabar con un elfo, ella estaba herida, dirigía su caballo, no estaba en disposición de combate y él, él estaba tan cerca de ella, al alcance de su brazo y con una daga lista en su mano. Era cosa de simplemente dirigir su empuñadura hacia el vientre de ella y no tendría oportunidad de resistirse. La sed de sangre de su interior, aquella que debía aplacar con meditación diaria, le llamaba a derramar las tripas de ella por todo el camino, a rajarle de lado a lado…
En cambio apoyó suavemente su cabeza en el hombro sano de ella y en un intento torpe de abrazo, algo que no acostumbraba hacer y que terminó más bien en agarrarse para no caerse del caballo, le dijo:
-Lo siento, no era mi intención herirte, yo sólo arranqué una rama de un tronco seco, simplemente estaba aburrido, pero el tronco no era tronco, ni estaba seco, sino que esa cosa se levantó enojada y ya sabes el resto de la historia… hubiera sido patético acabar mis días aplastado por un árbol.
La sensación de estar constantemente saltando de galopar era extraña, lo que le hizo caer en cuenta de algo.
-¿No te duele con tanto salto?.
Demian
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
Tras darse cuenta de que la piedra no lo había alcanzado, el pequeño retiró los brazos con que se había cubierto y pareció preocuparse por el estado de la joven, que no había logrado disimular el efecto que le había causado el golpe. La elfa intentaba concentrarse para elegir la ruta adecuada, una que los llevase lo suficientemente lejos del dríope como para estar a salvo.
Un extraño brillo llamó su atención, bajó la mirada hacia la mano del muchacho y lo vio, el brillante filo de la daga que sostenía. Abrió desmesuradamente los ojos por tenerla tan cerca, algo preocupada por si el chico decidía usarla contra ella. Sin embargo, en vez de eso el niño apoyó la cabeza con suavidad sobre el hombro sano de la de cabellos negros, mientras se agarraba a ella para no caer de la silla.
Comenzó a disculparse, para luego explicarle el motivo por que se había visto perseguido, que resultó ser de lo más inocente. Él no había dañado al bosque a propósito, solo había tenido la mala suerte de tomar la rama equivocada, cosa que solía pasar más a menudo de lo que la gente se imaginaba. Ella misma había escuchado diversos rumores, sobre leñadores que habían intentado cortar troncos aparentemente secos y habían terminado muertos, cosa que demostraba lo fácil que resultaba confundir a los dríopes con el resto de árboles.
La voz del muchacho la sacó de sus pensamientos, esbozó una leve sonrisa al escuchar su pregunta sobre los saltos. - Uno se termina acostumbrando, además no estás bien puesto en la silla. - respondió con tono amigable, al tiempo que echaba la vista atrás para ver si la criatura aún les seguía. Podía escuchar aún sus roncos gritos así que no estaba muy lejos, espoleó a la yegua para que aumentase la velocidad. - Estaremos bien cuando consigamos alejarnos de él, pero no desistirá fácilmente, intentará encontrarte. - musitó, agachando ligeramente la cabeza para esquivar una gruesa rama que les pasó por encima a escasos centímetros.
Lluvia mantuvo el ritmo durante unos veinte minutos, hasta que la elfa tiró de las riendas para detenerla. Se encontraban en una zona con poca vegetación, pero había varios conjuntos de grandes rocas, tras los que podrían ocultarse si era necesario. Escrutó con la mirada los alrededores y se bajó de su montura, tendiendo la mano al niño para ayudarlo a hacer lo mismo. - Este parece un buen lugar, podremos descansar un poco aquí. - dijo con tranquilidad, antes de llevarse la mano al hombro dolorido por dentro de la túnica.
Por suerte no sangraba, así que todo se debía al impacto recibido. Respiró hondo y se concentró para usar sus poderes curativos consigo misma, un brillo blanco brotó de su mano y pronto el dolor remitió hasta convertirse en una simple molestia, que probablemente terminase de desaparecer con una buena noche de descanso. Observó al muchacho y reparó en los diversos cortes y rasguños que se había hecho, rebuscó en su bandolera y extrajo un pañuelo y algo de agua. - Acércate, te limpiaré las heridas para quitar los restos de tierra antes de sanarte. - volvió a hablar con tono suave, mientras empapaba el pañuelo con el agua.
Off: Puedes manejar a Eärwen en la acción de curarte los rasguños, primero los limpiaría y luego usaría sus poderes curativos para hacerlos desaparecer (ya que son leves).
Un extraño brillo llamó su atención, bajó la mirada hacia la mano del muchacho y lo vio, el brillante filo de la daga que sostenía. Abrió desmesuradamente los ojos por tenerla tan cerca, algo preocupada por si el chico decidía usarla contra ella. Sin embargo, en vez de eso el niño apoyó la cabeza con suavidad sobre el hombro sano de la de cabellos negros, mientras se agarraba a ella para no caer de la silla.
Comenzó a disculparse, para luego explicarle el motivo por que se había visto perseguido, que resultó ser de lo más inocente. Él no había dañado al bosque a propósito, solo había tenido la mala suerte de tomar la rama equivocada, cosa que solía pasar más a menudo de lo que la gente se imaginaba. Ella misma había escuchado diversos rumores, sobre leñadores que habían intentado cortar troncos aparentemente secos y habían terminado muertos, cosa que demostraba lo fácil que resultaba confundir a los dríopes con el resto de árboles.
La voz del muchacho la sacó de sus pensamientos, esbozó una leve sonrisa al escuchar su pregunta sobre los saltos. - Uno se termina acostumbrando, además no estás bien puesto en la silla. - respondió con tono amigable, al tiempo que echaba la vista atrás para ver si la criatura aún les seguía. Podía escuchar aún sus roncos gritos así que no estaba muy lejos, espoleó a la yegua para que aumentase la velocidad. - Estaremos bien cuando consigamos alejarnos de él, pero no desistirá fácilmente, intentará encontrarte. - musitó, agachando ligeramente la cabeza para esquivar una gruesa rama que les pasó por encima a escasos centímetros.
Lluvia mantuvo el ritmo durante unos veinte minutos, hasta que la elfa tiró de las riendas para detenerla. Se encontraban en una zona con poca vegetación, pero había varios conjuntos de grandes rocas, tras los que podrían ocultarse si era necesario. Escrutó con la mirada los alrededores y se bajó de su montura, tendiendo la mano al niño para ayudarlo a hacer lo mismo. - Este parece un buen lugar, podremos descansar un poco aquí. - dijo con tranquilidad, antes de llevarse la mano al hombro dolorido por dentro de la túnica.
Por suerte no sangraba, así que todo se debía al impacto recibido. Respiró hondo y se concentró para usar sus poderes curativos consigo misma, un brillo blanco brotó de su mano y pronto el dolor remitió hasta convertirse en una simple molestia, que probablemente terminase de desaparecer con una buena noche de descanso. Observó al muchacho y reparó en los diversos cortes y rasguños que se había hecho, rebuscó en su bandolera y extrajo un pañuelo y algo de agua. - Acércate, te limpiaré las heridas para quitar los restos de tierra antes de sanarte. - volvió a hablar con tono suave, mientras empapaba el pañuelo con el agua.
Off: Puedes manejar a Eärwen en la acción de curarte los rasguños, primero los limpiaría y luego usaría sus poderes curativos para hacerlos desaparecer (ya que son leves).
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
A cada momento que pasaba junto a ella más le costaba luchar contra la disonancia cognitiva de lo que veía y lo que toda su vida le habían contado sobre los elfos. Por más que hubiera escuchado tantas veces que eran seres deformes por el uso de una magia corrupta no le notaba nada más extraño que las orejas y quizás su altura, ya que los brujos solían ser de baja estatura. Incluso el color de sus cabellos, su piel y sus ojos eran casi idénticos a los suyos, era como si alguien que los viera pudiera decir que estaban emparentados… no, eso no tenía sentido alguno.
¿Sería eso lo que su maestro quería que viera cuando le ordenó recorrer Aerandir para conocer a las otras razas?. Tenía sentido, él le había dicho que debía conocer a quienes quizás algún día tendría que matar para aprender compasión y al parecer tenía razón, ya no parecía una escena tan agradable verle destripada como se imaginó que sería asesinar un elfo. Ella era casi como él.
Guardó su daga en su cinturón repitiéndose así mismo en su cabeza: “Mi misión no es matar, es conocer a mis potenciales enemigos”.
Sus divagaciones se vieron interrumpidas cuando mencionó a la criatura y no le agradó mucho la idea de que lo siguiera.
-¿Me seguirá toda la vida? -quiso saber, pensando que era una válida preocupación y pensando para si mismo que si así fuera la única solución era la muerte de uno de los dos. Después de todo era un brujo, las soluciones destructivas solían ser las primeras en considerarse- Si fuera así tengo un enemigo.
Bajar de la montura fue un alivio inconmensurable, era como si sus piernas hubieras estado prisioneras y por fin fueran libres. Se estiró como un gato que despierta de su siesta.
-Es incómodo… pero algo divertido… eso de montar.
Entonces la observó con preocupación, había sido herida por su culpa y de seguro sentía dolor, lo que fue aún más evidente cuando se tocó el hombro. No alcanzó a decir nada, pues en ese momento una luz indicó que ella se encontraba utilizando la famosa magia curativa. Demian había crecido viendo magia a su alrededor y él mismo era sensible al flujo del mana, pudiendo manipularlo en su beneficio, pero jamás en sus 12 años de vida había presenciado magia curativa, aquél era un secreto que sólo los elfos conocían y aquello despertó su curiosidad. Más aún se incrementó su asombro cuando ella pareció recobrarse por completo del impacto con aquella luz. Seguía aún embobado cuando ella le indicó que se acercara.
En un principio dudó. Había crecido siendo un aprendiz de asesino, no había conocido las preocupaciones de una madre o el trato amable de una persona que cuida a otra. En general no podía decir que le hubieran tratado mal en el templo, al contrario, pero desde siempre había aprendido a ser independiente y solucionar ese tipo de nimiedades por si mismo. Su primer impulso fue negarse, pero nuevamente una voz resonó en su cabeza “aprende de tu ene… de los otros”. Ya la palabra enemigo no parecía tener mucho sentido.
Se acercó a ella y en señal de confianza se quitó las dagas y las dejó sobre una piedra, quitándose luego la camisa para permitir que ella hiciera su labor. Era una sensación extraña, casi absurda a sus ojos, que alguien se preocupara de heridas tan pequeñas, apenas rasguños y magulladuras, como si se tratase de algo serio, pero a una parte de él parecía agradarle. Procuró permanecer en silencio en estricta posición de flor de loto, como si estuviera meditando, y no emitir el más mínimo quejido cuando le limpió las heridas, él no era un niño indefenso, era un soldado.
Pudo sentir la magia élfica en acción sobre su cuerpo y cerró sus ojos para saborear su efecto. ¿Cuántos brujos podían decir lo mismo?. Era una magia amable, como si el mana fluyera naturalmente entre sus dedos y ella no tuviera que hacer un esfuerzo en doblegarle. Aquello no tenía sentido, él siempre había experimentado la magia bruja en donde el mago debe imponer su voluntad contra los elementos y someter a la materia y sus leyes.
-¿Harías lo mismo si yo fuera un brujo? -le preguntó de golpe- he oído que brujos y elfos se odian a muerte.
Siguió impasible en su posición, con los ojos cerrados.
Demian
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
El muchacho guardó la daga en su funda, cosa que tranquilizó bastante a la de cabellos negros. A simple vista no parecía peligroso, pero las apariencias en ocasiones engañaban, así que era mejor tener cuidado siempre con la gente que se trataba. La elfa tenía ciertas dificultades con eso, ya que su carácter la impulsaba a confiar en todo el mundo, ella prefería creer que en todas las personas había bondad y que si se les daba un trato amable esa parte saldría a la luz.
-¿Me seguirá toda la vida? - preguntó el chico tras escuchar sus palabras. Eärwen quedó pensativa durante unos instantes antes de responder. - Los dríopes son algo así como protectores del bosque, aunque llevan al extremo más violento su tarea. - respondió con voz tranquila, para añadir rápidamente las palabras que tranquilizarían al niño. - Intentará seguirte pero no abandonará su hogar, si te alejas lo suficiente de Midgar no podrá alcanzarte. - dijo con convicción. - Supongo que al ver que no puede llegar hasta ti desistirá y regresará al bosque para seguir con su tarea. - volvió a hablar, esperando que el pequeño entendiese que volver por aquella zona no sería buena idea, tendría que dejar pasar un tiempo antes de planteárselo.
Ante el comentario sobre lo incómodo pero entretenido que resultaba montar la elfa respondió con una leve sonrisa, antes de esperar a que se acercase para que se ocupase de sus cortes. Midgar era un lugar inhóspito, y cualquier infección en un sitio como aquel, en que casi no había alimento ni agua, podía ser fatal.
El chico dudó por un momento, antes de acercarse y quitarse el cinturón en que llevaba sus dagas. Lo dejó sobre una piedra cercana e hizo lo mismo con la camisa, dejando a la vista los diversos rasguños que se había hecho. Adoptó una posición que parecía de meditación y guardó silencio, mientras la de ojos azules le limpiaba los cortes para quitar los restos de tierra y piedras que pudiesen quedarle.
Acto seguido colocó su mano sobre ellos y dejó que la magia curativa volviese a actuar, hasta hacer desaparecer por completo todos y cada uno de los rasguños. El pequeño no se daría cuenta de la sorpresa que se reflejaba en el rostro de Eärwen, pues había cerrado los ojos en cuanto ésta empezó a usar sus poderes. Ella había notado algo, algo dentro del chico que se parecía de algún modo a su magia, con lo que supuso que debía tratarse de un brujo. Aquel dato para ella no cambiaba nada, pero la ayudaba a entender la desconfianza que él había mostrado hacia ella.
La repentina y directa pregunta del muchacho acabó con las pocas dudas que le quedaban, terminó de sanarlo y su expresión volvió a ser amable. - Por supuesto que sí, la guerra entre brujos y elfos tuvo lugar hace mucho, y en mi opinión mantener el odio entre razas después de tanto tiempo resulta absurdo. - respondió con voz suave. - Ya está, no te quedaron ni marcas. - añadió mientras se levantaba. - ¿Qué piensas al respecto? - preguntó, para intentar averiguar cómo veía el pequeño brujo a los de su raza.
Guardó el pañuelo en su bandolera, al tiempo que caía en que no se había presentado aún. - Yo soy Eärwen, y tú pequeño ¿cómo debo llamarte?- tras aquellas palabras quedaría expectante, pero sin perder de vista lo que los rodeaba por si el dríope volvía a aparecer.
-¿Me seguirá toda la vida? - preguntó el chico tras escuchar sus palabras. Eärwen quedó pensativa durante unos instantes antes de responder. - Los dríopes son algo así como protectores del bosque, aunque llevan al extremo más violento su tarea. - respondió con voz tranquila, para añadir rápidamente las palabras que tranquilizarían al niño. - Intentará seguirte pero no abandonará su hogar, si te alejas lo suficiente de Midgar no podrá alcanzarte. - dijo con convicción. - Supongo que al ver que no puede llegar hasta ti desistirá y regresará al bosque para seguir con su tarea. - volvió a hablar, esperando que el pequeño entendiese que volver por aquella zona no sería buena idea, tendría que dejar pasar un tiempo antes de planteárselo.
Ante el comentario sobre lo incómodo pero entretenido que resultaba montar la elfa respondió con una leve sonrisa, antes de esperar a que se acercase para que se ocupase de sus cortes. Midgar era un lugar inhóspito, y cualquier infección en un sitio como aquel, en que casi no había alimento ni agua, podía ser fatal.
El chico dudó por un momento, antes de acercarse y quitarse el cinturón en que llevaba sus dagas. Lo dejó sobre una piedra cercana e hizo lo mismo con la camisa, dejando a la vista los diversos rasguños que se había hecho. Adoptó una posición que parecía de meditación y guardó silencio, mientras la de ojos azules le limpiaba los cortes para quitar los restos de tierra y piedras que pudiesen quedarle.
Acto seguido colocó su mano sobre ellos y dejó que la magia curativa volviese a actuar, hasta hacer desaparecer por completo todos y cada uno de los rasguños. El pequeño no se daría cuenta de la sorpresa que se reflejaba en el rostro de Eärwen, pues había cerrado los ojos en cuanto ésta empezó a usar sus poderes. Ella había notado algo, algo dentro del chico que se parecía de algún modo a su magia, con lo que supuso que debía tratarse de un brujo. Aquel dato para ella no cambiaba nada, pero la ayudaba a entender la desconfianza que él había mostrado hacia ella.
La repentina y directa pregunta del muchacho acabó con las pocas dudas que le quedaban, terminó de sanarlo y su expresión volvió a ser amable. - Por supuesto que sí, la guerra entre brujos y elfos tuvo lugar hace mucho, y en mi opinión mantener el odio entre razas después de tanto tiempo resulta absurdo. - respondió con voz suave. - Ya está, no te quedaron ni marcas. - añadió mientras se levantaba. - ¿Qué piensas al respecto? - preguntó, para intentar averiguar cómo veía el pequeño brujo a los de su raza.
Guardó el pañuelo en su bandolera, al tiempo que caía en que no se había presentado aún. - Yo soy Eärwen, y tú pequeño ¿cómo debo llamarte?- tras aquellas palabras quedaría expectante, pero sin perder de vista lo que los rodeaba por si el dríope volvía a aparecer.
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
La sensación que producía en el chico el que alguien tratase sus pequeñas heridas con tanto cuidado y el efecto de la magia de sanación eran tan agradables que Demian lamentó cuando sintió que llegaba a su fin, girándose para mirar directamente a la elfa. No era común que alguien le tratara de esa manera.
-Pienso que los brujos tenem… -fingió toser- tienen una visión muy distinta de las otras razas, que al estar encerrados en las islas y estudiando todo el día no se puede ver como de verdad son los otros y eso hace que tengan miedo de lo que no conocen. No va mucha gente a las islas, en especial elfos, así que muchos brujos no tienen más opción que imaginarse cómo serían los de otras razas.
Extendió su mano tímidamente hasta tocar el hombro de ella, palpándolo suavemente.
-Tu piel es como la mía y como la de todos, hay algunos que tienen pieles más morenas o mas claras, pero al final la piel es piel -le miró a los ojos-. Tus ojos también se parecen a los míos, son incluso del mismo color. Conozco brujos con ojos oscuros, verdes… si bien eres un poco alta, si te recortara las orejas… -extendió sus manos hasta cubrir las orejas de ella, soltando una pequeña risita- ya está, si te cubro las orejas puedes pasar perfectamente por una bruja alta, hasta cualquiera podría pensar que somos parientes.
Retiró luego las manos del contacto con ella y las juntó frente a si mismo. Dudó por unos instantes sobre lo que iba a hacer, pero decidió que al fin y al cabo no parecía haber peligro, así que fue separando sus manos poco a poco y entre ellas, gracias al efecto de su magia ilusoria, comenzó a emerger una figura flotante. Se trataba de una criatura humanoide a escala pequeña, de piel reseca que asemejaba ligeramente a la corteza de un árbol, cabellos verdes toscos, como hierba secándose al sol, larguísimas orejas puntiagudas, colmillos sobresalientes, ojos como de reptil y uñas afiladas sobre manos grandes y deformes.
-Así yo pensaba que lucían los elfos -reconoció con cierta vergüenza- Las cosas que decían de ellos eran tan horribles que me imaginaba que eran seres corruptos y horrendos… no personas.
La ilusión se desvaneció como vapor en el aire, luego de lo cual el chico se giró y, ya que se encontraba sin camisa, le mostró su espalda, donde un pequeño tatuaje con forma de daga lucía sobre la pálida piel.
-¿Ves esa daga?, significa que algún día tendré que pelear, puede que contra elfos, puede que contra otros, no se contra quién, pero tendré que hacerlo y no será mi decisión escoger a mi enemigo -le confesó -, puede que irónicamente hayas salvado la vida de tu enemigo.
Se giró nuevamente para mirarle directamente.
-Mi nombre es Demian, sólo Demian, nadie me dio un apellido, así que ese es todo mi nombre -contestó finalmente a su pregunta- y como podrás notar soy un brujo… se supone que debemos ser enemigos… -levantó la vista para hacer memoria de lo que había dicho- creo que he usado muchas veces la palabra enemigo en este rato, ¿no? -extendió su mano en señal de saludo- encantado de conocerte, Eärwen de la raza de los elfos.
Demian
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
La elfa se sorprendió al escuchar la respuesta del muchacho, que a pesar de su corta edad sabía explicar muy bien la razón por la que los brujos seguían manteniendo el profundo rechazo hacia los elfos. El pequeño estaba en lo cierto, y no solo eso, sino que sus palabras también podían reflejar el comportamiento que tenían los hijos del bosque más ancianos, aquellos que se negaban a salir de Sandorai e intentaban mantener e inculcar a las nuevas generaciones el odio hacia los magos.
Una realidad que resultaba triste a los ojos de la joven, y que recluía a los suyos en lo más profundo del bosque, sin atreverse a salir para conocer todo cuanto había más allá de los árboles. Debía admitir que cuando le llegó la hora de abandonar su hogar, una profunda incertidumbre invadió su corazón, pero cuando llegó a Lunargenta y consiguió acostumbrarse a su activo ambiente todo aquello desapareció. Los días en el hospital le habían servido de mucho, no solo para mejorar su don, sino también para ver todo el bien que podía hacer con su poder.
El pequeño extendió la mano hacia ella y comenzó a hacer comparaciones entre ambos, consiguiendo que la de ojos azules riese levemente al mencionar el tema de recortarle las orejas. Parientes había dicho en niño, Eärwen ladeó la cabeza y lo observó con detenimiento por unos instantes, centrándose en el parecido que existía entre ambos. Tenían la piel y los cabellos del mismo tono, pero lo que más destacaba eran sus ojos, que parecían casi idénticos.
Un extraño pensamiento cruzó por la mente de la elfa, mientras el chico retiraba las manos y las unía frente a sí mismo. Los elfos no tenían la facilidad de otras razas para concebir hijos, de hecho era bastante complicado que una mujer de su raza quedase encinta, podían tardar décadas en conseguirlo. Otro problema añadido era que solo las más jóvenes tenían oportunidades, pasada cierta edad todo resultaba más difícil.
Pero a pesar de ello, la de cabellos negros pensó para sí por un momento que si algún día llegaba a tener un hijo, éste se parecería bastante al niño que tenía delante. Lo miró tiernamente, antes de centrar su atención en la imagen que empezaba a tomar forma entre las manos del chico. Con cierta vergüenza, el pequeño admitió que había imaginado a los de su raza con el aspecto de la ilusión, seres de piel reseca como la corteza de un árbol, colmillos, afiladas uñas y ojos de reptil.
- Me alegra no parecerme a eso, tiene cara de pocos amigos. - respondió ella, sonriendo porque el chico hubiese decidido revelarle su naturaleza de brujo en un gesto de confianza. Luego se giró y le señaló un tatuaje que llevaba en su espalda, explicándole el significado del mismo y lo que en un futuro tendría que hacer a causa de éste. Volvió a colocarse frente a la elfa y se presentó, tendiéndole la mano a modo de saludo. - No podría considerarte un enemigo, es un gusto conocerte Demian. - contestó con voz amable, estrechándole la mano con suavidad.
- Dices que algún día tendrás que pelear sin elegir contra quien, ¿por qué motivo?- añadió al momento, mientras otra pregunta se formaba en su mente. ¿Al servicio de quién?
Una realidad que resultaba triste a los ojos de la joven, y que recluía a los suyos en lo más profundo del bosque, sin atreverse a salir para conocer todo cuanto había más allá de los árboles. Debía admitir que cuando le llegó la hora de abandonar su hogar, una profunda incertidumbre invadió su corazón, pero cuando llegó a Lunargenta y consiguió acostumbrarse a su activo ambiente todo aquello desapareció. Los días en el hospital le habían servido de mucho, no solo para mejorar su don, sino también para ver todo el bien que podía hacer con su poder.
El pequeño extendió la mano hacia ella y comenzó a hacer comparaciones entre ambos, consiguiendo que la de ojos azules riese levemente al mencionar el tema de recortarle las orejas. Parientes había dicho en niño, Eärwen ladeó la cabeza y lo observó con detenimiento por unos instantes, centrándose en el parecido que existía entre ambos. Tenían la piel y los cabellos del mismo tono, pero lo que más destacaba eran sus ojos, que parecían casi idénticos.
Un extraño pensamiento cruzó por la mente de la elfa, mientras el chico retiraba las manos y las unía frente a sí mismo. Los elfos no tenían la facilidad de otras razas para concebir hijos, de hecho era bastante complicado que una mujer de su raza quedase encinta, podían tardar décadas en conseguirlo. Otro problema añadido era que solo las más jóvenes tenían oportunidades, pasada cierta edad todo resultaba más difícil.
Pero a pesar de ello, la de cabellos negros pensó para sí por un momento que si algún día llegaba a tener un hijo, éste se parecería bastante al niño que tenía delante. Lo miró tiernamente, antes de centrar su atención en la imagen que empezaba a tomar forma entre las manos del chico. Con cierta vergüenza, el pequeño admitió que había imaginado a los de su raza con el aspecto de la ilusión, seres de piel reseca como la corteza de un árbol, colmillos, afiladas uñas y ojos de reptil.
- Me alegra no parecerme a eso, tiene cara de pocos amigos. - respondió ella, sonriendo porque el chico hubiese decidido revelarle su naturaleza de brujo en un gesto de confianza. Luego se giró y le señaló un tatuaje que llevaba en su espalda, explicándole el significado del mismo y lo que en un futuro tendría que hacer a causa de éste. Volvió a colocarse frente a la elfa y se presentó, tendiéndole la mano a modo de saludo. - No podría considerarte un enemigo, es un gusto conocerte Demian. - contestó con voz amable, estrechándole la mano con suavidad.
- Dices que algún día tendrás que pelear sin elegir contra quien, ¿por qué motivo?- añadió al momento, mientras otra pregunta se formaba en su mente. ¿Al servicio de quién?
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
Demian volvió a reírse algo avergonzado de su impresión tan poco acertada de los elfos, dándose cuenta que mucho de eso respondía a fantasías infantiles y él consideraba que ya dejaba de ser un niño. Aún sus hombros no se ensanchaban ni había vellos notorios en su rostro, pero ya no era un niño pequeño.
-Desde que he comenzado a recorrer Aerandir me he dado cuenta que en muchas cosas he sido un bobo toda mi vida… esa cosa que he creado más se parecía a la cosa que me atacó que a ti -confesó.
El chico se percató que quizás había hablado demasiado al mostrar su tatuaje, pero ella le inspiraba confianza más que miedo, era como si ella le permitiera conocer cosas que para otros niños habían sido naturales, pero para él desconocidas.
-¿Motivo?, pues el motivo es que… -hizo un silencio mientras pensaba. ¿Cuál era su motivo?, ¿se requería de un motivo para ello?, ¿qué quería decir ella con esa pregunta?- es mi deber… sí, eso es, es mi deber… todos tenemos un deber que cumplir para con nuestro pueblo, algunos sirven en hacer nuestros pueblos más grandes y hermosos, otros sirven preparando a los más jóvenes… yo serviré a mi gente contra nuestros enemigos -se dio un golpecito en la frente-. Lo he vuelto a decir -se miró a si mismo-. Puede que no parezca muy intimidante, pero la fuerza de un mago está acá -agregó poniendo un dedo en su frente.
Guardó entonces unos segundos de silencio y luego cerró su mano en un puño, se concentró y a continuación la abrió, apareciendo allí una pequeña mariposa de colores cambiantes, la ilusión se desprendió de la palma del niño y emprendió el vuelo describiendo círculos concéntricos hasta llegar a posarse en el hombro de la mujer, intensificando su brillo y desapareciendo luego en una suave explosión de colores que caían como polvo sobre ella, desapareciendo al contacto.
-En mis ratos libres me gustaba jugar a crear ilusiones -le dijo.
Puso una sonrisa algo extraña. Siempre había tenido problemas para mostrar expresiones de afecto naturales, ponía demasiado pensamiento en ellas, trataba de que fueran perfectas, analizando y ejecutando movimientos de sus músculos en base a cálculos de cómo debía ser una sonrisa y no dejando que la naturaleza simplemente fluyera.
-Tú también vas armada -le indicó- ¿eres algún tipo de guerrera?, ¿andas en alguna especie de misión?… espero que tu misión no incluya capturar brujos -bromeó.
Demian
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
Eärwen escuchó con interés la respuesta de Demian, manteniendo la sonrisa en su rostro al oír que su visión de los elfos más se asemejaba al dríope que a ella. Luego el pequeño siguió hablando, explicando el motivo que en un futuro no muy lejano lo conduciría a pelear. - Deber para con tu pueblo, lo entiendo. - musitó la joven con voz algo apagada. No conseguía imaginar a aquel niño combatiendo o arrebatando vidas, aunque probablemente esperasen unos años más antes de enviarlo contra los considerados como “enemigos”.
Demian se señaló la frente, al tiempo que decía que la fuerza de un mago residía allí y no en su físico, cosa bastante acertada. La de cabellos negros no había tenido oportunidad de conocer a muchos, pero había oído las descripciones generales, que los ponían como delgados y poco atléticos, ya que dedicaban mucho más tiempo a desarrollar sus poderes y a la lectura que a ejercitar su cuerpo. Los elfos solían tener una constitución similar, altos y delgados, pero se mantenían en forma gracias a la caza y al resto de actividades que se veían obligados a realizar por vivir en los bosques.
Su padre Elessar se había encargado de entrenarla durante décadas, para que la elfa adquiriese aquella constitución atlética y desarrollase sus habilidades de lucha con armas ligeras, que manejaba con gran destreza. Apartó los recuerdos de su mente y centró su atención en la nueva ilusión que el brujo estaba creando, una hermosa mariposa de colores cambiantes.
La pequeña ilusión abandonó su palma y empezó a volar dibujando círculos, hasta posarse sobre el hombro de la joven. Su brillo se intensificó por un momento, antes de que la imagen se desvaneciese dejando en su lugar una suave y colorida explosión que caía como polvo.
El muchacho esbozó una sonrisa algo forzada, como si el gesto no le resultase familiar. - Tienes un poder sorprendente, no había visto nada parecido antes. - dijo ella, sin añadir que aquello era normal, se había cruzado con muy pocos brujos durante su viaje y no había visto a uno en acción hasta el momento. - Tus ilusiones son muy bonitas, estoy segura de que conseguirás crear grandes cosas. - añadió, antes de que Demian se interesase por las armas que la elfa portaba y comenzase a bromear sobre una posible misión de capturar brujos.
- Puedes estar tranquilo, no pienso capturar a nadie. - respondió ella, riendo levemente ante la broma del chico. - He sido entrenada pero no llego al punto de ser una guerrera, como podrás ver no parezco demasiado fuerte. - prosiguió en tono amigable. - Las armas están solo como medio de defensa, aunque espero no tener que usarlas. - dijo para terminar de contestar la primera pregunta. - Y en cuanto a la misión, no tengo. - guardó silencio durante unos segundos antes de continuar.
- Verás, a mi pueblo le pasa algo muy parecido que al tuyo, muchos elfos se niegan a salir de los bosques y solo conocen lo que hay más allá de los árboles por meras historias y cuentos antiguos. - comenzó, recordando con algo de añoranza su hogar en Sandorai. - Estoy segura de que muchos de los míos siguen viendo a los brujos como monstruos, tal como tú nos imaginabas a nosotros, os ven como seres malos y destructivos. - su voz sonó esta vez algo desanimada, y no era de extrañar, a la de ojos azules le dolía que su pueblo se cerrase tanto y que guardase tanto odio en su interior, aquello no podía ser bueno para nadie.
- Pero está claro que no sois así, al menos tú no. - volvió a hablar, la leve sonrisa apareció de nuevo en su rostro. - Yo decidí salir a conocer lo que había fuera del bosque, con el firme propósito de mejorar mis poderes curativos y valerme de ellos para ayudar a cuantos lo necesiten. - prosiguió, antes de echar un vistazo a los alrededores. - Me dirigía hacia el norte, pero con la huida del dríope creo que tardaré un poco en orientarme, quizá dentro de un rato, cuando esté segura de que ya no nos sigue, pueda buscar un punto de referencia.
- ¿Y tú a donde ibas? - preguntó al cabo de un momento. - No parece un lugar muy seguro para andar solo a tu… bueno no quiero decir que no puedas defenderte, es solo que eres muy joven, cualquiera podría intentar hacerte daño. - añadió con rapidez, para enmendar la primera frase referente a su corta edad.
Demian se señaló la frente, al tiempo que decía que la fuerza de un mago residía allí y no en su físico, cosa bastante acertada. La de cabellos negros no había tenido oportunidad de conocer a muchos, pero había oído las descripciones generales, que los ponían como delgados y poco atléticos, ya que dedicaban mucho más tiempo a desarrollar sus poderes y a la lectura que a ejercitar su cuerpo. Los elfos solían tener una constitución similar, altos y delgados, pero se mantenían en forma gracias a la caza y al resto de actividades que se veían obligados a realizar por vivir en los bosques.
Su padre Elessar se había encargado de entrenarla durante décadas, para que la elfa adquiriese aquella constitución atlética y desarrollase sus habilidades de lucha con armas ligeras, que manejaba con gran destreza. Apartó los recuerdos de su mente y centró su atención en la nueva ilusión que el brujo estaba creando, una hermosa mariposa de colores cambiantes.
La pequeña ilusión abandonó su palma y empezó a volar dibujando círculos, hasta posarse sobre el hombro de la joven. Su brillo se intensificó por un momento, antes de que la imagen se desvaneciese dejando en su lugar una suave y colorida explosión que caía como polvo.
El muchacho esbozó una sonrisa algo forzada, como si el gesto no le resultase familiar. - Tienes un poder sorprendente, no había visto nada parecido antes. - dijo ella, sin añadir que aquello era normal, se había cruzado con muy pocos brujos durante su viaje y no había visto a uno en acción hasta el momento. - Tus ilusiones son muy bonitas, estoy segura de que conseguirás crear grandes cosas. - añadió, antes de que Demian se interesase por las armas que la elfa portaba y comenzase a bromear sobre una posible misión de capturar brujos.
- Puedes estar tranquilo, no pienso capturar a nadie. - respondió ella, riendo levemente ante la broma del chico. - He sido entrenada pero no llego al punto de ser una guerrera, como podrás ver no parezco demasiado fuerte. - prosiguió en tono amigable. - Las armas están solo como medio de defensa, aunque espero no tener que usarlas. - dijo para terminar de contestar la primera pregunta. - Y en cuanto a la misión, no tengo. - guardó silencio durante unos segundos antes de continuar.
- Verás, a mi pueblo le pasa algo muy parecido que al tuyo, muchos elfos se niegan a salir de los bosques y solo conocen lo que hay más allá de los árboles por meras historias y cuentos antiguos. - comenzó, recordando con algo de añoranza su hogar en Sandorai. - Estoy segura de que muchos de los míos siguen viendo a los brujos como monstruos, tal como tú nos imaginabas a nosotros, os ven como seres malos y destructivos. - su voz sonó esta vez algo desanimada, y no era de extrañar, a la de ojos azules le dolía que su pueblo se cerrase tanto y que guardase tanto odio en su interior, aquello no podía ser bueno para nadie.
- Pero está claro que no sois así, al menos tú no. - volvió a hablar, la leve sonrisa apareció de nuevo en su rostro. - Yo decidí salir a conocer lo que había fuera del bosque, con el firme propósito de mejorar mis poderes curativos y valerme de ellos para ayudar a cuantos lo necesiten. - prosiguió, antes de echar un vistazo a los alrededores. - Me dirigía hacia el norte, pero con la huida del dríope creo que tardaré un poco en orientarme, quizá dentro de un rato, cuando esté segura de que ya no nos sigue, pueda buscar un punto de referencia.
- ¿Y tú a donde ibas? - preguntó al cabo de un momento. - No parece un lugar muy seguro para andar solo a tu… bueno no quiero decir que no puedas defenderte, es solo que eres muy joven, cualquiera podría intentar hacerte daño. - añadió con rapidez, para enmendar la primera frase referente a su corta edad.
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
El chico se encogió de hombros frente al halago por su ilusión y miró sus propias manos.
-Pues desearía ser bueno para hacer más cosas, hay brujos que pueden crear enormes llamas, hacer surgir pilares de roca del piso o desatar tormentas sobre los enemigos… nunca una mariposa ha derrotado a nadie, mucho menos una de mentira… por muy grande que sea una ilusión, es eso, una ilusión.
Cuando ella mencionó sobre su entrenamiento él pareció un poco sorprendido. Una mujer en un buen estado físico, cabalgando sola, cargando un pequeño arsenal, no le parecía que fuera una inocente sanadora, no al menos según sus estándares.
-Las mujeres en la isla son usualmente más pequeñas que tú y muy pocas lucen tan… -buscó una palabra sin encontrarla y se ruborizó al darse cuenta que describía el cuerpo de una mujer -tan… atletas, menos aún cargan espadas y arcos… estoy seguro que podrías tumbar a una de un golpe en la cara… es más, estoy seguro que me podrías tumbar a mí de un combo en la cara… eso si me dejara golpear, claro.
Elevó su mirada al cielo recordando aquella época que parecía ya tan lejana cuando su día se dividía entre el entrenamiento en el templo y matar el tiempo jugando en soledad. El hablar sobre misiones le hizo reflexionar y despertar viejos fantasmas.
-Mi maestro me mandó fuera de la isla con una misión… -suspiró- o al menos eso me dijo, pero no parece del todo una misión… más bien parece que se quiso deshacer de mí, o al menos eso me parece. ¿Qué tipo de misión es que te digan que recorras Aerandir con el sólo propósito de conocer a las personas?, eso no es una misión. Prefirió omitir el detalle de la misión sobre aprender de las razas para saber cómo infiltrarse y algún día cometer asesinatos, pero imaginó que aquello no caería bien a la elfa -pienso que más bien fue un castigo por desobedecerle.
Recogió una piedrita del piso y comenzó a jugar con ella, pasándola de mano en mano, pero sin mirarle, sólo distrayendo sus manos mientras pensaba.
-Así que no voy a ningún lado, no pienso tampoco quedarme para siempre en el bosque, sino que sólo voy a donde me da la gana ir, no tengo un motivo especial para ir a ningún lado, sólo voy donde haya personas para aprender más de ellos o donde me parezca que hay comida y abrigo fáciles.
Entonces bajó su mirada desde el cielo para dirigir su atención nuevamente a ella. Era una mirada distinta, analítica, concentrada y ligeramente ausente.
-¿Por qué crees que soy una buena persona?, no he hecho nada por ti. Tú me ayudaste y curaste mis heridas, pero yo no he hecho nada por ti, bien podría ser un egoísta sin corazón, o un loco sediento de sangre.
Demian
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
Eärwen intentó imaginarse los poderes que Demian le describía, estaba claro que sabía muy poco de los brujos y de lo que eran capaces de hacer. El pequeño parecía algo desanimado por manejar solo las ilusiones, ya que éstas no eran cosas reales, pero la elfa pensó para sí que una ilusión podía llegar a ser poderosa. Con tiempo y dedicación el chico conseguiría crear cosas más grandes y espectaculares, imágenes capaces de asustar al enemigo hasta el punto de hacerlo huir despavorido.
Demian siguió hablando, comparando a la de cabellos negros con las mujeres que poblaban las islas Illidenses y asegurando que la veía capaz de tumbar a una de éstas de un golpe. La de ojos azules negó levemente con la cabeza, manteniendo la leve sonrisa en sus labios. Ella no era partidaria de la violencia, y el que fuese tan armada tenía que ver con su padre, que se había empeñado en prepararla lo mejor posible para las cosas que podría encontrar fuera del bosque, preocupado porque el mal que embargaba a los hombres pudiese alcanzarla.
Pero ella no había visto aún esa faceta mala de la gente, en Lunargenta había conocido a muchas y buenas personas, que la habían ayudado a orientarse y acostumbrarse a la ciudad de forma altruista. Y ahora se encontraba allí, en aquel paraje desolado y en compañía de un brujo, el escenario más temido para un elfo. Pero ella no estaba preocupada por eso, el encuentro con Demian le estaba ofreciendo la oportunidad de conocer más acerca de su raza, y de cómo los veían.
El muchacho siguió hablando, ésta vez acerca de su supuesta misión, de la que dudaba y creía que más bien había sido una excusa de su maestro para deshacerse de él como castigo a una desobediencia. Reveló que no llevaba un rumbo determinado, solo se desplazaba a los lugares que podían ofrecerle conocimientos, sustento y cobijo, para luego bajar la mirada hacia ella y preguntarle el motivo que la hacía creer que era bueno.
- Si hubieras sido tal cosa habrías aprovechado la oportunidad que tuviste sobre la silla. - respondió con tranquilidad. - Sí, vi el filo de tu daga, y lo fácil que te habría resultado herirme con ella, incluso matarme. Podrías haberlo hecho, acabar conmigo y tirarme de la montura, quedarte la yegua y mis pertenencias, pero no lo hiciste. - hizo una leve pausa antes de continuar. - No lo hiciste, a pesar de que tenías frente a ti a la supuesta enemiga elfa, un ser corrompido por sus poderes. - prosiguió, manteniendo el tono, que sonaba amable en todo momento.
- En vez de arrebatarme la vida apoyaste la cabeza en mi hombro y te disculpaste por el daño que yo había recibido, uno que ni siquiera me habías hecho tú, sino el dríope. - siguió hablando, aprovechando para sentarse sobre una alta piedra cercana. - No, no eres malo Demian, no a mis ojos. - dijo para terminar, antes de que una pregunta se formase en su mente.
- Dime, ¿por qué desobedeciste a tu maestro? ¿Acaso cuestionaste sus órdenes? - preguntó, sintiendo que entre ambos había algo de confianza como para formular aquella cuestión. - Si puede saberse claro…- añadió instantes después, esperando que el chico no la tomase por una entrometida. El objetivo de su pregunta era otro muy diferente, quería saber si el pequeño brujo rechazaba lo que su superior le mandaba, si aún había algo de esperanza para que no terminase convertido en un asesino.
Demian siguió hablando, comparando a la de cabellos negros con las mujeres que poblaban las islas Illidenses y asegurando que la veía capaz de tumbar a una de éstas de un golpe. La de ojos azules negó levemente con la cabeza, manteniendo la leve sonrisa en sus labios. Ella no era partidaria de la violencia, y el que fuese tan armada tenía que ver con su padre, que se había empeñado en prepararla lo mejor posible para las cosas que podría encontrar fuera del bosque, preocupado porque el mal que embargaba a los hombres pudiese alcanzarla.
Pero ella no había visto aún esa faceta mala de la gente, en Lunargenta había conocido a muchas y buenas personas, que la habían ayudado a orientarse y acostumbrarse a la ciudad de forma altruista. Y ahora se encontraba allí, en aquel paraje desolado y en compañía de un brujo, el escenario más temido para un elfo. Pero ella no estaba preocupada por eso, el encuentro con Demian le estaba ofreciendo la oportunidad de conocer más acerca de su raza, y de cómo los veían.
El muchacho siguió hablando, ésta vez acerca de su supuesta misión, de la que dudaba y creía que más bien había sido una excusa de su maestro para deshacerse de él como castigo a una desobediencia. Reveló que no llevaba un rumbo determinado, solo se desplazaba a los lugares que podían ofrecerle conocimientos, sustento y cobijo, para luego bajar la mirada hacia ella y preguntarle el motivo que la hacía creer que era bueno.
- Si hubieras sido tal cosa habrías aprovechado la oportunidad que tuviste sobre la silla. - respondió con tranquilidad. - Sí, vi el filo de tu daga, y lo fácil que te habría resultado herirme con ella, incluso matarme. Podrías haberlo hecho, acabar conmigo y tirarme de la montura, quedarte la yegua y mis pertenencias, pero no lo hiciste. - hizo una leve pausa antes de continuar. - No lo hiciste, a pesar de que tenías frente a ti a la supuesta enemiga elfa, un ser corrompido por sus poderes. - prosiguió, manteniendo el tono, que sonaba amable en todo momento.
- En vez de arrebatarme la vida apoyaste la cabeza en mi hombro y te disculpaste por el daño que yo había recibido, uno que ni siquiera me habías hecho tú, sino el dríope. - siguió hablando, aprovechando para sentarse sobre una alta piedra cercana. - No, no eres malo Demian, no a mis ojos. - dijo para terminar, antes de que una pregunta se formase en su mente.
- Dime, ¿por qué desobedeciste a tu maestro? ¿Acaso cuestionaste sus órdenes? - preguntó, sintiendo que entre ambos había algo de confianza como para formular aquella cuestión. - Si puede saberse claro…- añadió instantes después, esperando que el chico no la tomase por una entrometida. El objetivo de su pregunta era otro muy diferente, quería saber si el pequeño brujo rechazaba lo que su superior le mandaba, si aún había algo de esperanza para que no terminase convertido en un asesino.
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
Demian escuchó su explicación y se quedó en silencio un rato. Las ideas se cruzaban en su cabeza y le hacían tener una nueva perspectiva de las cosas. ¿Sería acaso eso lo que su maestro había querido que conociera?, ¿que sintiera cercanía por otras personas?, ¿que tuviera sentimientos por ellos más fuertes que las ansias de sangre?. Era como si ella describiera a otra persona, no al niño criado entre asesinos que sólo deseaba ver el interior de las personas… literalmente, desparramado tras ser abiertos por un cuchillo.
-Verás… mi maestro no es una mala persona, al contrario, él es la persona de más buen corazón que conozco, aunque las personas le tengan miedo.
En efecto, su maestro no sólo era un asesino, sino que antes de que la magia oscura fuera prohibida era el brujo de oscuridad más poderoso de las islas. Hasta los mismos brujos le temían y se contaban historias horribles sobre su pasado. Esas mismas historias habían llevado a Demian en más de una ocasión a defender la honra de su maestro entre la gente del poblado cercano, incluso agarrándose a golpes con otros niños, lo que por supuesto le dio a él también una mala fama. Pero era lo justo, pues él sabía que su maestro siempre hablaba de la compasión y el amor por los otros.
-El problema soy yo -confesó, pero luego se hizo nuevamente un silencio mientras él contemplaba cuánto era prudente contar y cuánto sería incluso peligroso de relatar. Se sintió de pronto como un pequeño que sabe que ha hecho algo malo y teme contarlo, pero también sabe que lo correcto es decir la verdad.
-Pues verás… desde pequeño que me ha fascinado la muerte y eso me ha hecho tener pensamientos muy oscuros… pensamientos que no podrías imaginar que pasan por mi cabeza -confesó- lo primero en que pensé cuando subí a tu caballo fue en abrirte el vientre con mi daga -trató de evitar su mirada mientras relataba aquello -y mi maestro me dio muchos entrenamientos para aprender a dominar esos pensamientos, me enseñó a meditar para lograr la calma, a jugar con mi propia mente para engañarla cuando piensa cosas oscuras.
Sentado donde estaba adquirió nuevamente la postura de la flor del loto, con sus piernas entrelazadas y su espalda erguida, una posición que tenía tan perfectamente dominada tras años de practicar horas y horas de meditación.
-Mi maestro me tenía un régimen de entrenamiento especial para mí, prohibiéndome terminantemente utilizar mi cuchillo sobre seres vivos… pero… -luchó contra sí mismo para ser capaz de confesar su crimen -pero no le hice caso y en mis ratos libres maté animalitos por diversión… más de una vez -sus ojos se nublaron- entonces me expulsó diciéndome que debía conocer personas para aprender lo que era la compasión y el amor por los otros, que eso no podría aprenderlo en el templo, que tenía que aprenderlo acá, en Aerandir, de los otros… y que no podía volver hasta que la compasión fuera parte de mí.
Bajó la mirada nuevamente rompiendo la perfección de su postura, consciente de que tras aquella confesión la elfa ya no le miraría con los mismos ojos. Sus manos estaban manchadas con la sangre de inocentes criaturas a las que había cegado la vida por mera diversión.
-Ya no piensas que soy una buena persona, ¿no? -le preguntó sin levantar la vista.
Demian
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
El pequeño brujo escuchó con atención sus palabras, para luego guardar silencio durante un rato. Demian parecía pensativo, la de cabellos negros lo miraba con interés, tratando de suponer lo que podría estar pasando por su mente. - Quizá no esperase esa respuesta. - pensó para sí la joven, expectante ante lo que pudiese decir el muchacho cuando decidiese volver a hablar.
Finalmente se animó a ello, empezando por mentar a su maestro y decir lo bueno que era. Eärwen hizo un esfuerzo para intentar imaginarse cómo podría ser, pero a su mente solo venía la típica imagen de brujo que los suyos le habían descrito. Un hombre de mediana edad, delgado y con los cabellos canos, mesándose una larga barba y con los ojos vacíos de expresión. La elfa ahora sabía que probablemente aquella visión no se acercase ni de lejos a la realidad, pero era la que sus maestros le habían creado durante décadas.
Demian prosiguió, asegurando que el problema estaba en él, cosa que extraño bastante a la joven. ¿Cómo podía ser así? Él solo era un niño, y su maestro era el que en un futuro no muy lejano lo convertiría en un asesino, siguió escuchando al muchacho sin entender sus palabras. Pero pronto eso cambió, cuando el niño comenzó a confesar su fascinación por la muerte. El rostro de la elfa palideció al escuchar lo que decía, no solo por los oscuros pensamientos que decía tener, sino por los que habían pasado por su mente en el momento en que se encontraron.
La de cabellos negros bajó la vista al suelo, algo triste porque un chico tan joven albergase en su interior aquellos horribles pensamientos, mientras el pequeño adoptaba aquella postura de meditación que había mantenido antes, cuando le sanaba los cortes. El brujo siguió hablando, había empezado a abrirse y ahora parecía que no ocultaría nada, confesó el motivo por el que su maestro lo había echado del templo, uno que hizo que la elfa desease no haberlo oído.
La de ojos azules era especialmente sensible a todo lo referente a los animales, apoyó una mano sobre su bandolera, donde su pequeña amiga peluda dormitaba sin enterarse de nada de lo que ocurría. Ella se había criado respetando una básica regla, no tomar del bosque más que lo necesario. Si tenía que cazar para sobrevivir lo haría, pero nunca mataría por diversión, básicamente porque no encontraba diversión en arrebatar la vida de forma tan gratuita a ninguna criatura.
Solo entonces empezó a ver las cosas como le había dicho al principio, al escuchar que su maestro lo había mandado a recorrer las tierras de Aerandir para que aprendiese a ser compasivo. ¿Pero cómo se podía luchar contra los impulsos internos? Aquello sería difícil, pero no imposible, quizá con el trato adecuado el pequeño aprendiese a controlar sus ansias de sangre, a amar y valorar la vida de cuantos lo rodeaban.
Demian formuló la siguiente pregunta sin levantar la vista, ella tampoco lo haría. Ella no quería responder, guardó silencio durante unos minutos, respirando lentamente en un intento por recomponerse tras las duras confesiones del brujo. - Es difícil asimilar lo que dices, nunca hubiese imaginado que un niño pudiese albergar ese tipo de pensamientos en su interior. - respondió con un hilo de voz, manteniendo la vista clavada en sus altas botas grises. - Supongo que será difícil para ti…me refiero a controlar esos impulsos…- prosiguió al cabo de un momento. - Quizá tu maestro acertó al enviarte a recorrer estas tierras, viendo lo que has hecho hoy puede que aún haya esperanza. - añadió, refiriéndose claramente a que el chico hubiese vencido el impulso de matarla.
- Y esa meditación de la que hablas, ¿aún la practicas?- preguntó tras guardar silencio por unos minutos, levantando la vista ligeramente para verlo.
Finalmente se animó a ello, empezando por mentar a su maestro y decir lo bueno que era. Eärwen hizo un esfuerzo para intentar imaginarse cómo podría ser, pero a su mente solo venía la típica imagen de brujo que los suyos le habían descrito. Un hombre de mediana edad, delgado y con los cabellos canos, mesándose una larga barba y con los ojos vacíos de expresión. La elfa ahora sabía que probablemente aquella visión no se acercase ni de lejos a la realidad, pero era la que sus maestros le habían creado durante décadas.
Demian prosiguió, asegurando que el problema estaba en él, cosa que extraño bastante a la joven. ¿Cómo podía ser así? Él solo era un niño, y su maestro era el que en un futuro no muy lejano lo convertiría en un asesino, siguió escuchando al muchacho sin entender sus palabras. Pero pronto eso cambió, cuando el niño comenzó a confesar su fascinación por la muerte. El rostro de la elfa palideció al escuchar lo que decía, no solo por los oscuros pensamientos que decía tener, sino por los que habían pasado por su mente en el momento en que se encontraron.
La de cabellos negros bajó la vista al suelo, algo triste porque un chico tan joven albergase en su interior aquellos horribles pensamientos, mientras el pequeño adoptaba aquella postura de meditación que había mantenido antes, cuando le sanaba los cortes. El brujo siguió hablando, había empezado a abrirse y ahora parecía que no ocultaría nada, confesó el motivo por el que su maestro lo había echado del templo, uno que hizo que la elfa desease no haberlo oído.
La de ojos azules era especialmente sensible a todo lo referente a los animales, apoyó una mano sobre su bandolera, donde su pequeña amiga peluda dormitaba sin enterarse de nada de lo que ocurría. Ella se había criado respetando una básica regla, no tomar del bosque más que lo necesario. Si tenía que cazar para sobrevivir lo haría, pero nunca mataría por diversión, básicamente porque no encontraba diversión en arrebatar la vida de forma tan gratuita a ninguna criatura.
Solo entonces empezó a ver las cosas como le había dicho al principio, al escuchar que su maestro lo había mandado a recorrer las tierras de Aerandir para que aprendiese a ser compasivo. ¿Pero cómo se podía luchar contra los impulsos internos? Aquello sería difícil, pero no imposible, quizá con el trato adecuado el pequeño aprendiese a controlar sus ansias de sangre, a amar y valorar la vida de cuantos lo rodeaban.
Demian formuló la siguiente pregunta sin levantar la vista, ella tampoco lo haría. Ella no quería responder, guardó silencio durante unos minutos, respirando lentamente en un intento por recomponerse tras las duras confesiones del brujo. - Es difícil asimilar lo que dices, nunca hubiese imaginado que un niño pudiese albergar ese tipo de pensamientos en su interior. - respondió con un hilo de voz, manteniendo la vista clavada en sus altas botas grises. - Supongo que será difícil para ti…me refiero a controlar esos impulsos…- prosiguió al cabo de un momento. - Quizá tu maestro acertó al enviarte a recorrer estas tierras, viendo lo que has hecho hoy puede que aún haya esperanza. - añadió, refiriéndose claramente a que el chico hubiese vencido el impulso de matarla.
- Y esa meditación de la que hablas, ¿aún la practicas?- preguntó tras guardar silencio por unos minutos, levantando la vista ligeramente para verlo.
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
Demian notó que la tensión en el aire hacía que se pudiera cortar el ambiente con cuchillo. En ese momento se arrepintió de haber sido tan sincero. Esperaba que ella le entendiera, parecía tan comprensiva y buena persona, tanto que en su mente aún infantil le había parecido que era un especie de ángel, pero ahora imaginaba sus ojos puestos sobre él, acusadores y fieros, por lo que no se atrevía a levantar la vista.
Cuando ella respondió y en sus palabras era evidente que había un tono de reprensión, desilusión y desconfianza quiso enojarse, quiso decirle que su opinión le importaba menos que una cola de su caballo y que no la necesitaba, que había llegado solo hasta allí y bien podía seguir solo su camino, sin alguien que le juzgara. En su interior ardía en rabia, quería gritarle, decirle que desearía haberla matado cuando tuvo la oportunidad, pero ninguna de esas palabras salieron de su boca, en cambio se mantuvo impasible.
-Verás -comenzó a explicar tímidamente, su voz baja y tenue, apacible, quizás de manera exagerada para lograr tranquilidad, repitiendo palabras que había oído muchas veces a su maestro -la mente es como una reunión de personas, a veces todos la pasan bien y parece que todos están en la misma sintonía, pero a veces las personas pelean y en la discusión cada pensamiento quiere ser el que manda, el que persiste sobre el resto, por eso a veces escuchamos nuestro propio pensamiento decirnos cosas que no queremos oír.
Se mantuvo con los ojos herméticamente sellados y su cara fue adquiriendo una expresión de calma total, como si estuviera durmiendo y tuviera un sueño agradable. Se mantuvo así durante largos minutos, mientras ella también parecía ausente. Absorto en su meditación, ni siquiera estaba poniendo atención a si ella seguía allí o no, pero cuando habló decidió compartir con ella lo que sabía sobre el tema.
Extendió su mano y una serie de lucecillas aparecieron en su mano, al principio todas eran del mismo color y giraba en armonía, pero luego algunas se hicieron más grandes y comenzaron a chocar entre sí, comiéndose a las otras para hacerse más grandes. Finalmente una sola bola de color rojo fue la única que quedó y explotó.
-El mana fluye con nosotros, tenemos que hacerle parte de nuestro ser para dominar los elementos, sólo de esa forma podemos tener fuerza. Si el mana se encuentra con pensamientos dispersos peleando se perderá la energía inútilmente, pero si todos los pensamientos van hacia el mismo lado….
Las lucecillas volvieron a aparecer, pero ahora todas siguieron el mismo camino, haciéndose todas más grandes, pero sin pelear unas con otras, hasta que todas empezaron a emitir luz.
-Esto es la meditación, enseñar a tus pensamientos a seguir un camino, no a pelear entre sí, no se trata de pensar, sino de no dejar que ningún pensamiento tome la delantera sobre los otros, es como pensar en todo a la vez, pero en nada al mismo tiempo… es complejo de explicar, pero no tan difícil de hacer.
Aún sin romper su posición, dejó que los recuerdos de las sesiones con su maestro fluyeran y fueran sus palabras las que salieran.
-Cierra tus ojos y sólo concéntrate en el ruido del viento, pero no trates de averiguar nada del viento, no trates de pensar de qué lado viene, ni si el clima es bueno o no, tampoco trates de escuchar nada en específico, sino simplemente deja que se repita su ruido en tu cabeza, como si fuera algún tipo de música. Si te escuchas a ti misma pensando, sólo vuelve a concentrarte en el viento -le indicó -al principio no es fácil dejar de pensar, pero te sentirás mejor cuando lo hagas.
Demian
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
Demian la escuchó sin apenas inmutarse, mientras ella lo observaba con cierta tristeza en la mirada. - ¿Qué estará pensando? - se preguntó mentalmente, antes de que el muchacho se decidiese a hablar. Empezó por explicar con un claro ejemplo lo que ocurría en el interior de la mente, asegurando que cuando no había sintonía entre los pensamientos del individuo, todos querían ponerse por encima del resto. Quizá con aquel ejemplo el chico quería explicarle lo que le sucedía, como los oscuros impulsos peleaban contra el resto para adueñarse de sus acciones.
La elfa guardó silencio, con la mirada fija sobre la figura del pequeño, que mantenía la posición de mediación y cuyo rostro ahora reflejaba la más profunda calma, casi como si estuviese dormido. - Debe ser difícil para él. - pensó para sí, con lo que la expresión de su rostro cambió, se mostró más relajada. No podía imaginar siquiera lo que le costaba mantenerse en aquel estado de tranquilidad, mucho menos la guerra interior que debía esforzarse por controlar.
El brujo extendió una mano e hizo aparecer unas luces, que fueron aumentando en tamaño y terminaron chocando, absorbiéndose unas a otras para volverse más grandes aún, con lo que al final solo quedó una rojiza y gran bola de luz, que explotó al poco de formarse. El chico volvió a hablar, para explicar con palabras lo que acababa de mostrarle y luego enseñarle lo que podía cambiar si los pensamientos se unían en vez de luchar. Las nuevas bolas de luz crecieron, pero sin chocar entre ellas, con lo que pronto empezaron a emitir luz.
Poco después comenzó a guiarla para que lo imitase y se pusiese a meditar, la de cabellos negros siguió sus indicaciones y cerró los ojos, respiró lentamente y se centró en el sonido del viento. Al principio le costó concentrarse, estaba demasiado atenta al resto de ruidos cercanos, el canto de los pájaros, su propia respiración y los resoplidos de Lluvia, todo aquello la distraía, dificultándole la tarea de dejar la mente en blanco.
Pasaron unos minutos antes de que lo consiguiese, justo después de sacar las imágenes de Sandorai de sus pensamientos. Ya no prestaba atención a cuanto la rodeaba, solo al leve sonido de las brisas que la alcanzaban, empezó a sentirse algo mejor. Estaba más calmada y aquello incluso podía servirle para canalizar mejor sus poderes curativos, se mantuvo en aquel estado durante un corto rato, antes de abrir los ojos y volver a mirar al brujo.
- No quiero juzgarte Demian, nadie puede imaginarse lo que debe costarte mantener a raya esos pensamientos que te abruman. - musitó con voz suave. - Solo puedo agradecerte que los contuvieras y decidieses no hacerme daño cuando tuviste ocasión. - Observó los alrededores una vez más, casi segura de que el dríope había abandonado la persecución y que estaban a salvo.
La elfa guardó silencio, con la mirada fija sobre la figura del pequeño, que mantenía la posición de mediación y cuyo rostro ahora reflejaba la más profunda calma, casi como si estuviese dormido. - Debe ser difícil para él. - pensó para sí, con lo que la expresión de su rostro cambió, se mostró más relajada. No podía imaginar siquiera lo que le costaba mantenerse en aquel estado de tranquilidad, mucho menos la guerra interior que debía esforzarse por controlar.
El brujo extendió una mano e hizo aparecer unas luces, que fueron aumentando en tamaño y terminaron chocando, absorbiéndose unas a otras para volverse más grandes aún, con lo que al final solo quedó una rojiza y gran bola de luz, que explotó al poco de formarse. El chico volvió a hablar, para explicar con palabras lo que acababa de mostrarle y luego enseñarle lo que podía cambiar si los pensamientos se unían en vez de luchar. Las nuevas bolas de luz crecieron, pero sin chocar entre ellas, con lo que pronto empezaron a emitir luz.
Poco después comenzó a guiarla para que lo imitase y se pusiese a meditar, la de cabellos negros siguió sus indicaciones y cerró los ojos, respiró lentamente y se centró en el sonido del viento. Al principio le costó concentrarse, estaba demasiado atenta al resto de ruidos cercanos, el canto de los pájaros, su propia respiración y los resoplidos de Lluvia, todo aquello la distraía, dificultándole la tarea de dejar la mente en blanco.
Pasaron unos minutos antes de que lo consiguiese, justo después de sacar las imágenes de Sandorai de sus pensamientos. Ya no prestaba atención a cuanto la rodeaba, solo al leve sonido de las brisas que la alcanzaban, empezó a sentirse algo mejor. Estaba más calmada y aquello incluso podía servirle para canalizar mejor sus poderes curativos, se mantuvo en aquel estado durante un corto rato, antes de abrir los ojos y volver a mirar al brujo.
- No quiero juzgarte Demian, nadie puede imaginarse lo que debe costarte mantener a raya esos pensamientos que te abruman. - musitó con voz suave. - Solo puedo agradecerte que los contuvieras y decidieses no hacerme daño cuando tuviste ocasión. - Observó los alrededores una vez más, casi segura de que el dríope había abandonado la persecución y que estaban a salvo.
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
Demian sonrió al notar que ella seguía las instrucciones y comenzaba a practicar aquello que para el chico había sido casi tan cotidiano y natural como comer o caminar. Su vida desde pequeño se había dividido entre la meditación y el entrenamiento del arte del asesinato y la magia. Incluso en ese momento se sintió satisfecho de compartir su conocimiento con otra persona, un adulto, cuando siempre había sido al revés, él como estudiante y otros como maestros.
Notando que ella estaba con sus ojos cerrados le quiso hacer un regalo, un gesto de buenas intenciones. Formó 3 mariposas ilusorias, de bellos colores cambiantes y formas estilizadas, las que hizo elevarse y rodear la cabeza de la mujer, formando figuras a su alrededor. Esperaba que ella las viera y se sorprendiera gratamente una vez abriera sus ojos
-Sabes… -comenzó a decir con cierta timidez- antes de conocerte eras para mí una potencial amenaza… un potencial enemigo… -hizo una pequeña risita- lo se, he escuchado tanto esa palabra entre los brujos que no puedo parar de decirla, el mundo allá se divide entre aliados y enemigos, y lamentablemente los últimos suelen ser más que los primeros… lo escuché tanto que pensé que en verdad el mundo estaba lleno de gente dispuesta a pelear contra nosotros y tratar de borrarnos del mapa.
Trató de recordar las lecciones sobre historia de la academia.
-Cuentan las leyendas que elfos y brujos éramos una sola raza hace muchos… muuuuuuuuchos años atrás, pero que algunos aprendieron a dominar los elementos con el mana y otros a usar la energía de los seres vivos… un día los últimos dijeron que la magia de los primeros era mala y estuvieron en contra de ellos, así que vinieron guerras y finalmente ambos grupos se separaron, dando lugar con los años a las 2 razas que conocemos hoy -contó con voz calma- si es así, puede que los abuelos de tus abuelos, de sus abuelos, de sus abuelos, de sus abuelos… de sus abuelos de sus abuelos de sus abuelos… y así muchos abuelos hacia atrás… puede que hayan sido hasta hermanos con los míos.
La miró con detenimiento, guardando silencio un momento antes de volver a hablar.
-Ahora que te conozco ya no pensaría en ma… ma…m… matarte -tartamudeó un instante- es como si no fueras una elfa, sino… simplemente Eärwen… digo, no tiene nada de malo que seas elfa -se dio una palmada en la frente- agh, eso ha sonado mal, soy un idiota… el caso es que… el caso es que no podría matarte ni hacerte daño… quizás mi maestro tenía razón, quizás me faltaba conocer a las personas, cuando era más pequeño siempre tenía que jugar solo.
Miró hacia el horizonte, mientras la tarde comenzaba a hacer que la luz disminuyera y los pájaros comenzaran a acercarse tímidamente hacia los árboles, anticipándose a la caída de la noche que, aunque pareciera distante, no tardaría demasiado en hacer su aparición.
-¿Quieres que… digo, puedo… digo… sería posible que… emmm… te gustaría que… agghhhh -se dio nuevamente una palmada en la cara- si ibas hacia un lado, el norte si recuerdo bien… ¿vamos juntos?, no seré molestia… y prometo… ya sabes, no intentar nada malo… puedes guardar mis dagas si no confías en mí… aún están sobre esa piedra.
Demian
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
Una hermosa visión la sorprendió al abrir los ojos, el pequeño había creado tres delicadas y coloridas mariposas que le rodeaban la cabeza. Esbozó una sonrisa ante aquel regalo que le hacía, sin apartar la vista de las bellas ilusiones hasta que éstas desaparecieron. Entonces Demian comenzó a hablar, con cierta timidez al principio, que fue desapareciendo a medida que las palabras salían de su boca.
- Por desgracia mi pueblo cree lo mismo. - pensó para sí al oír lo que decía sobre la dos clases de personas que veían los de su raza, aliados y enemigos. Ella no podía ver de tal forma al muchacho, se negaba a mantener el odio ciego que sus antepasados guardaban. Como había hecho hasta el momento, la elfa lo escuchó con atención, mientras el chico relataba el origen de la división entre ambas razas y mencionaba la remota posibilidad de que estuviesen emparentados de forma muy lejana.
Aquella era una cosa posible, aunque difícilmente comprobable, pues al contrario que los suyos, que podían vivían durante siglos, los magos tenían una vida más corta. Pero resultaba agradable poder pensar aquello, incluso era fácil de creer dado el parecido entre ambos. El pequeño la observó con detenimiento antes de volver a hablar, tartamudeando ligeramente al decir que ya no podía pensar en matarla.
La de cabellos negros le dedicó una sonrisa, contenta por el hecho de que el chico encontrase en su corazón algo más fuerte que sus oscuros impulsos. Demian observó el horizonte, los anaranjados rayos de sol disminuían poco a poco, indicando que pronto caería la noche. El mago volvió a tomar la palabra, esta vez para preguntar con cierta inseguridad si podía acompañarla en su camino.
- Soy simplemente lo que ves, más allá de la raza, solo alguien que desea ayudar a la gente con el don que se le ha concedido. Y Ningún niño debería jugar solo, todos necesitamos algún compañero con el que compartir el tiempo, con el que poder comportarnos como lo que somos. - comenzó a responder ella, sin que la sonrisa abandonase su rostro. - Puedes venir conmigo, es más, me alegra que quieras acompañarme. - prosiguió al poco, sin levantarse aún de la piedra en que se había acomodado. - Toma tus dagas Demian, puede que te sorprenda pero yo confío en ti. - añadió sonriente aún, antes ponerse en pie y acercarse a una de las alforjas que colgaban de la silla de montar.
Rebuscó en el interior hasta encontrar lo que buscaba. - ¿Te apetece comer algo antes de que nos pongamos en marcha?... no tengo mucha variedad pero al menos está bueno. - dijo, sacando unas pastas dulces y acercándose a él para ofrecérselas.
- Por desgracia mi pueblo cree lo mismo. - pensó para sí al oír lo que decía sobre la dos clases de personas que veían los de su raza, aliados y enemigos. Ella no podía ver de tal forma al muchacho, se negaba a mantener el odio ciego que sus antepasados guardaban. Como había hecho hasta el momento, la elfa lo escuchó con atención, mientras el chico relataba el origen de la división entre ambas razas y mencionaba la remota posibilidad de que estuviesen emparentados de forma muy lejana.
Aquella era una cosa posible, aunque difícilmente comprobable, pues al contrario que los suyos, que podían vivían durante siglos, los magos tenían una vida más corta. Pero resultaba agradable poder pensar aquello, incluso era fácil de creer dado el parecido entre ambos. El pequeño la observó con detenimiento antes de volver a hablar, tartamudeando ligeramente al decir que ya no podía pensar en matarla.
La de cabellos negros le dedicó una sonrisa, contenta por el hecho de que el chico encontrase en su corazón algo más fuerte que sus oscuros impulsos. Demian observó el horizonte, los anaranjados rayos de sol disminuían poco a poco, indicando que pronto caería la noche. El mago volvió a tomar la palabra, esta vez para preguntar con cierta inseguridad si podía acompañarla en su camino.
- Soy simplemente lo que ves, más allá de la raza, solo alguien que desea ayudar a la gente con el don que se le ha concedido. Y Ningún niño debería jugar solo, todos necesitamos algún compañero con el que compartir el tiempo, con el que poder comportarnos como lo que somos. - comenzó a responder ella, sin que la sonrisa abandonase su rostro. - Puedes venir conmigo, es más, me alegra que quieras acompañarme. - prosiguió al poco, sin levantarse aún de la piedra en que se había acomodado. - Toma tus dagas Demian, puede que te sorprenda pero yo confío en ti. - añadió sonriente aún, antes ponerse en pie y acercarse a una de las alforjas que colgaban de la silla de montar.
Rebuscó en el interior hasta encontrar lo que buscaba. - ¿Te apetece comer algo antes de que nos pongamos en marcha?... no tengo mucha variedad pero al menos está bueno. - dijo, sacando unas pastas dulces y acercándose a él para ofrecérselas.
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
Para un chico normal que le dijeran que no lo veían como un peligro era probablemente algo común, pero para él, luego de lo ocurrido, fue un momento de satisfacción. Al saberse con la aprobación de ella para tomar sus dagas finalmente se puso de pie, abandonando aquella posición en que llevaba tanto rato, y contempló con más calma el escenario del bosque.
-Gracias -le dijo de manera sincera- por confiar en mí y por permitirme viajar contigo.
A pesar de los peligros, la naturaleza al atardecer tenía un cierto encanto que no era posible encontrar en las islas. Fue entonces hacia la piedra donde descansaban sus dagas y se abrochó el cinturón donde se guardaban, acomodándolas en el lugar que les correspondían. A continuación se puso su camisa, pues ya hacía rato que sus heridas habían sido tratadas y le pareció que pronto se pondrían en movimiento.
Haber estado desarmado, sentado y hasta desprovisto de parte de sus ropas junto a una miembro armada del pueblo de los elfos había sido un enorme acto de confianza de él hacia ella. Ahora ella le devolvía el favor al permitirle armarse a su lado. La confianza era recíproca y una pequeña alianza improbable acababa de surgir. Más que un brujo y una elfa, allí sólo había un niño y una mujer bondadosa solos en un bosque peligroso. Entonces ella le ofreció algo de alimento y, considerando todo lo que había ocurrido aquella tarde, era de esperarse que tuviera bastante apetito, después de todo tenía 12 años y a esa edad los chicos usualmente comen en grandes proporciones. Tomó de sus manos una de esas pastas y la miró con detenimiento. No estaba muy seguro de qué eran, pero ya que la confianza había sido el tema central de los últimos sucesos, simplemente le dio un mordisco y probó su saber. Era dulce y le generaban una sensación placentera.
-Está delicioso -dijo con una sonrisa, devorándola con evidentes ansias.
Abrió entonces un saquito en su cinturón y sacó de allí unas bayas silvestres. Con el tiempo que llevaba recorriendo Aerandir ya sabía muy bien cuáles eran comestibles y cuáles no, de manera que allí había una serie de pequeñas frutas y semillas que no ofrecían riesgo alguno. No era mucho, ni siquiera alcanzaba a un puñado, pero consideró que era lo más justo ofrecer él también de lo que tenía en aquella cena improvisada.
-Lástima que no sea posible comer ilusiones -dijo en con un aire de disculpa-, pero te aseguro que ninguna de éstas es venenosa y que son de verdad.
Se estiró unos momentos como un gato que acaba de despertar.
-¿Dónde vamos entonces? -le preguntó, teniendo ya todas sus escasas pertenencias listas para movilizarse.
Demian
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
El joven brujo abandonó la posición de meditación que había mantenido durante el último rato, para acto seguido dar las gracias, por la confianza que depositaba en él y por permitirle compartir su camino. Tomó el cinturón en que portaba las dagas y se lo colocó, luego tomó su camisa y volvió a ponérsela, con lo que estaba listo para emprender la marcha.
Aceptó de buen grado el alimento que ella le ofrecía, cuyo sabor dulce pareció sorprenderle. Eärwen sonrió levemente al verlo, acordándose de su propia infancia a pesar de lo lejana en el tiempo que estaba. Se suponía que para los de su raza ella era joven, pero los años empezaban a pesarle, pronto alcanzaría el siglo de vida y a este le seguirían otros más, en los que tendría que ver nacer y morir a muchas personas y seres queridos.
Demian captó su atención de nuevo, al ofrecerle unas bayas silvestres que llevaba en un pequeño saquito del cinturón. La elfa tomó un par de ellas y las probó, deleitándose con los distintos sabores que tenían. Tendió otra pasta al chico al ver las ansias con las que había devorado la primera y optó por comerse la mitad de otra, ya que no tenía demasiado apetito aún.
- Me dirijo al norte, a Sacrestic Ville. - respondió al terminar de comer. - No será el lugar más seguro…- prosiguió, recordando que aquella ciudad se hallaba en territorio de vampiros. -… pero mi única oportunidad de cruzar el río es encontrar a alguien que pueda ayudarme allí. Con suerte algún lugareño podrá cruzarnos a la otra orilla, donde se encuentra mi primer destino, los bosques del este. - añadió, antes de desviar la mirada hacia el horizonte, tras el que pronto se ocultaría el sol. - Puede que el viaje sea peligroso, es tierra de vampiros y allí cualquiera podría vernos como simples aperitivos, pero si aun sabiendo esto quieres acompañarme será mejor que nos pongamos en camino.
Tomó las riendas de la yegua y tendió la mano hacia el brujo para ayudarlo a subir a la silla si decidía ir con ella. - Ah por cierto, siempre es mejor sentarse hacia delante, al menos así puedes ver el camino. - dijo con voz amable y esbozando una sonrisa. En cuanto Demian se encontrase acomodado en el asiento, ella subiría de un salto y se situaría tras él, para luego espolear a la yegua e iniciar el camino hacia el ancho sendero que habían abandonado horas antes.
Tardarían un rato en encontrarlo, pero esperaba tener suerte y aprovechar el poco tiempo que quedaba antes de que anocheciese para avanzar. Luego tendrían que buscar otro lugar seguro donde pasar la noche y ella se quedaría haciendo guardia, para que no les asaltase ninguna inesperada y mala sorpresa. Disponía de un básico mapa para guiarse, pero no podía calcular a ciencia cierta el tiempo que les llevaría llegar hasta la ciudad, todo dependería del tiempo y los posibles contratiempos que se presentasen.
Aceptó de buen grado el alimento que ella le ofrecía, cuyo sabor dulce pareció sorprenderle. Eärwen sonrió levemente al verlo, acordándose de su propia infancia a pesar de lo lejana en el tiempo que estaba. Se suponía que para los de su raza ella era joven, pero los años empezaban a pesarle, pronto alcanzaría el siglo de vida y a este le seguirían otros más, en los que tendría que ver nacer y morir a muchas personas y seres queridos.
Demian captó su atención de nuevo, al ofrecerle unas bayas silvestres que llevaba en un pequeño saquito del cinturón. La elfa tomó un par de ellas y las probó, deleitándose con los distintos sabores que tenían. Tendió otra pasta al chico al ver las ansias con las que había devorado la primera y optó por comerse la mitad de otra, ya que no tenía demasiado apetito aún.
- Me dirijo al norte, a Sacrestic Ville. - respondió al terminar de comer. - No será el lugar más seguro…- prosiguió, recordando que aquella ciudad se hallaba en territorio de vampiros. -… pero mi única oportunidad de cruzar el río es encontrar a alguien que pueda ayudarme allí. Con suerte algún lugareño podrá cruzarnos a la otra orilla, donde se encuentra mi primer destino, los bosques del este. - añadió, antes de desviar la mirada hacia el horizonte, tras el que pronto se ocultaría el sol. - Puede que el viaje sea peligroso, es tierra de vampiros y allí cualquiera podría vernos como simples aperitivos, pero si aun sabiendo esto quieres acompañarme será mejor que nos pongamos en camino.
Tomó las riendas de la yegua y tendió la mano hacia el brujo para ayudarlo a subir a la silla si decidía ir con ella. - Ah por cierto, siempre es mejor sentarse hacia delante, al menos así puedes ver el camino. - dijo con voz amable y esbozando una sonrisa. En cuanto Demian se encontrase acomodado en el asiento, ella subiría de un salto y se situaría tras él, para luego espolear a la yegua e iniciar el camino hacia el ancho sendero que habían abandonado horas antes.
Tardarían un rato en encontrarlo, pero esperaba tener suerte y aprovechar el poco tiempo que quedaba antes de que anocheciese para avanzar. Luego tendrían que buscar otro lugar seguro donde pasar la noche y ella se quedaría haciendo guardia, para que no les asaltase ninguna inesperada y mala sorpresa. Disponía de un básico mapa para guiarse, pero no podía calcular a ciencia cierta el tiempo que les llevaría llegar hasta la ciudad, todo dependería del tiempo y los posibles contratiempos que se presentasen.
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Re: Pero si sólo fue una ramita [Libre 1/1][cerrado]
El pequeño brujo no quería lucir como un aprovechador de la gentileza de la elfa, pero al tener una segunda de esas cosas dulces frente a él mostró que era un chico en desarrollo y que al caminar tan largas distancias gastaba mucha energía devorándola en instantes. La novedad de salir de su rutina de ir de lado en lado sin un rumbo fijo le emocionó y la perspectiva de hacerlo en compañía le ilusionó.
Incluso el hecho de ir hacia ese territorio del que había escuchado cosas tan horribles no le pareció tan mala idea, ella era, después de todo, una persona adulta que parecía muy segura de lo que decía. De seguro ella tendría alguna idea o conocía cómo no pasar peligros innecesarios en ese lugar.
-Claro que quiero ir… soy un brujo, no hay desafío al que un brujo le tenga miedo… la mente es más fuerte que unos colmillos… en último caso no creo que yo sea un aperitivo muy jugoso -dijo con un aire de cierta broma, pero demostrando que no tenía miedo de lo que pudiera pasar.
Se sobó la nuca con una sonrisa cómica en el rostro cuando le mencionó sobre la posición correcta para montar. Él sabía que había que sentarse en esa posición, sólo que no tenía práctica en montar. De todas maneras se concentró antes de subir y repasó en su mente con detalle, paso a paso, cómo debía realizar el procedimiento para montar. Finalmente lo ejecutó y, aunque en un momento casi se va de espaldas, finalmente se encontró a sí mismo sentado en la posición correcta.
-¿Ves?, un brujo tiene solución a los problemas -bromeó.
Ella se subió detrás de él y al tomar las riendas se sintió en cierta manera rodeado y contenido, lo que le hacía sentir extrañamente protegido. Un extraño pensamiento cruzó su mente, ¿qué se sentía tener una madre?. Rápidamente sacó ese pensamiento de su cabeza, tenía cosas más imperiosas de las que hacerse cargo.
Al ponerse en movimiento pudo esta vez disfrutar de la cabalgata, ya no huían de un monstruo dispuesto a asesinarlo, sino que podían contemplar el atardecer en el bosque y el cielo tornándose anaranjado ante la eventualidad de la noche. El mundo tenía muchas cosas que ofrecer que a él le eran desconocidas, muchas maravillas que jamás hubiera visto en el templo. Después de todo su maestro podía haber tenido razón al expulsarlo.
-Me alegro haber hecho enojar a esa cosa hoy, ha sido un día interesante.
Off: Voy a dar por cerrado este tema para que continuemos la historia en otro lugar.
Demian
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