La ejecución. [Tema Libre] [Interpretativo] [4/4]
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Re: La ejecución. [Tema Libre] [Interpretativo] [4/4]
Ignoró la rabieta de Runa, reconocía fácilmente los celos, ella los había sentido en más de una ocasión, incluso cuando la elfa había mencionado el nombre de cierto mercenario había sentido un leve pinchazo, pero no tenía derecho a nada, ni entendía del todo la razón, ni había, en realidad, razones, porque no sabía nada, ni eran nada. En cambio, prefería dejar de lado sentimientos que no comprendía, ni mucho menos sabía expresar, y seguir adelante.
Sonrió ante el comportamiento de su amiga, no podía hacer nada, Runa era mucho más temperamental de lo que nadie pudiera pensar a primera vista, cualquiera diría que era al contrario, Runa parecía fría, y Alanna todo caracter, pero no era así para nada, lo que hacía que la guarda fuera más peligrosa de lo que aparentaba. Controlar las emociones no era fácil, y perdía los nervios en muchas ocasiones, más de una e le habían dicho a Alanna que, en combate, era todo corazón, pero se equivocaban. En combate ni sentimientos ni cabeza funcionaban en ella, no era intelecto ni sentimiento, era instinto.
- Vamos, no la dejemos sola, podría meterse en un lío.- sonrió a la elfa y al pelirrojo con paciencia, Runa debería aprender a controlarse, pero eso venía con el tiempo y la práctica, ella misma era, aun, un caos con patas.
Mientras andaban, la imagen de cómo había estado tras la muerte de su hermana se volvía nítida en su cabeza, oscura, como un muerto en vida, había intentado vivir sin corazón, y el resultado había sido que no había vivido en lo absoluto, pero había aprendido algo, no se puede vivir así, no se puede vivir sin corazón. Al reencontrarla, al combatir contra ella, se había dejado llevar hasta tal punto que no había sido capaz, siquiera, de luchar, y eso había hecho que Eltrant acabase herido, muy herido, y eso que ni siquiera la recordaba en ese entonces, y aun no sabía si la recordaba, o, al menos, no había dado señal alguna de ello en ningún momento.
Suspiró intentando alejar esas ideas de su mente, y alcanzó a Runa en un claro no muy lejano a la aldea. La joven ladronzuela se retorcía como si estuviera sufriendo un terrible dolor, con lágrimas en los ojos tendida en el suelo. Asustada, Alanna se acercó a ella, ¿qué le sucedía? Pero en sus pasos, creyó ver unos ojos de un profundo gris que la miraron por un instante y todo se volvió borroso. Se concentró un instante cerrando los parpados para calmarse y, al abrirlos, el paisaje había cambiado por completo.
Un terreno yermo, un bosque deforestado, con túmulos de tierra, y grandes piedras, no, no piedras, eran trozos de suelo alzados, una luz amarillenta, oscura, y con tintes rojizos cubría el páramo. Miró a su alrededor, parecía todo tan tranquilo, que el silencio se le colaba en la carne y le traspasaba los tejidos hasta llegar a lo más hondo de sus huesos. Dio un par de pasos temblorosos, acercándose a los montículos de tierra, y fue cuando lo vio.
Una Ashryn herida y ensangrentada lloraba en un rincón, bajo la sombra de un árbol mortecino. Alanna se acercó a ella, apresurada, la voz no salía de sus labios, era un mundo rojizo, sanguinario y mudo, donde las lágrimas de la joven no se oían caer, sus sollozos eran sordos, y la voz de la guarda no se oía por mucho que intentase gritar. Pero aun así, la elfa rubia pareció entenderla, y señaló en una dirección, los labios se movieron, y, a pesar de que ni un solo sonido salió de ellos, o entendió.
Alanna salió corriendo a toda prisa, con las piernas doloridas y el corazón en un puño, la garganta enredada y los ojos empañados. Encontró mientras corría una cabellera pelirroja envuelta en un manto que competía con ese rojo tan reconocible. Schott y sus ojos verdes, ya sin ese brillo jugueton que solía pintarlos, le devolvió una mirada desesperada. Dando un par de pasos hacia atrás, tomando aire, sintiendo que le faltaba el oxígeno, siguió avanzando, notando como le temblaban las manos, ¿qué sucedía?
Siguió corriendo, incrédula, no podía ser que de un bosque verde hubiera pasado a esa pesadilla, ¿lo era? En su carrera, varios metros más adelante, Huracán, tendida boca bajo en el suelo, había sido atravesada por una de sus propias flechas. Los ojos volvieron a abrírsele, presa del pánico. ¿Huracán había caído? Imposible, esa chica era la persona más fuerte y reflexiva que había conocido nunca, Huracán no daba un paso sin asegurarse de tener el anterior bajo control, era inteligente, valerosa, nunca caería, no con uno de sus propios virotes. Intentó acercarse, trastabillo un par de pasos, y cuando estaba por agacharse a su lado, un temblor de tierra la hizo girar la cabeza, ¿habría más gente?
Su carrera la llevó hasta dos cuerpos unidos, el joven, de un pelo castaño casi rubio, abrazaba de modo protector a una chica de ondas oscuras. El tiempo se detuvo en ese instante, el aire dejó de oler a azufre, hierro oxidado, sal y pólvora, el silencio que la había envuelto se volvió más profundo, más real, como si sus oídos hubieran ensordecido de pronto y fuera por primera vez consciente de ello. El corazón se le detuvo en un latido y su cabeza funcionó demasiado rápido en un instante, tenía la impresión de que ya no volvería a oír la lluvia repiquetear contra los cristales; ni la risa de un chiquillo que pasaba a su lado por la calle, no habría chirridos de bisagras, palabras amables o gritos, no escucharía el viento mientras montaba a caballo, no volvería a escuchar las olas del mar.
Se dejó caer al suelo viendo a esas dos personas que tan bien conocía frente a ella, y se acercó a gatas, notando que sus manos comenzaban a sangrar. Acercó una mano herida a la cara del joven de ojos azules, y la retiró corriendo, a sabiendas de que lo ensuciaría. Limpió su propia sangre en su camisa, y apartó, por fin, el mechón de pelo del ex-mercenario, con la garganta tan agarrotada que, aunque pudiera escuchar, no lograría distinguir su sonido. Negó con la cabeza, volviendo a retirar el mechón que, rebelde, volvía a caer sobre sus ojos cerrados. Respiró hondo, notando los ojos humedecidos, y siguió los brazos del joven, que estrechaban de modo protector a una chiquilla tan parecida a ella que daba miedo, pero su pelo era tan largo, solo podía ser una persona.
Retiró los brazos de su amigo de su hermana, y la acercó a sus rodillas. Parecía dormida, pero no despertaría jamás. Sin ser capaz de cerrar los ojos, notó correr las lágrimas por sus mejillas. Tiró del brazo del guardia, para que ocupase el lugar junto a su hermana, notando que la bastarda que llevaba con él se soltaba con su tirón. Tragó saliva, incapaz de hablar, retener su llanto o hacer otra cosa que no fuera morderse el labio hasta hacerlo sangrar y retirar el pelo de Eltrant y Ely de sus caras, con la esperanza vaga de que, en una de estas, se despertasen molestos. Pero el frío de sus manos, la mugre que sus lágrimas retiraban de sus caras, el viento suave que, como burlándose, acariciaba su pelo, alejándolo de su rostro para que no se enredase con la humedad de su llanto y la respiración inexistente en ambos, era tan real y palpable que algo le decía que no debía dudar, no despertarían, no despertarían nunca.
Fue su grito el primer sonido que se escuchó en el páramo, un grito tan roto, dolido y desesperado, que parecía ser capaz de llamar a los muertos y clamar venganza, venganza al viento, que no había respaldado a la bruja, a la tierra, que no había protegido a Schott, al sol que se había negado a cegar al enemigo, dejando a Eltrant y Ely indefensos, al cielo, por no llevársela a ella, en lugar de a ellos. Gritó, gritó y lloro incluso cuando su garganta quedó muda y sus ojos rojos, mientras los cuerpos sin vida de sus amigos, de su familia, la rodeaban. Solo un nuevo chillido, no de su boca, si no de otra, la hizo alzar la cabeza. Runa la necesitaba. La furia que la inundaba fue su pilar, la hizo levantarse entre tambaleos y llantos, la hizo tomar la espada de Eltran, y avanzar hacia la única persona a la que amaba y seguía viva. No había podido hacer nada por ellos, pero aun podía proteger a alguien, aunque eso le costase su propia vida.
Pronto notó que su esfuerzo había sido en vano, el paisaje desapareció, los cuerpos se desvanecieron en el aire, los gritos de auxilio dejaron de sonar en sus oídos, y detuvo su carrera en la completa oscuridad, perdiendo el peso de la espada en el camino. Sus pasos se hicieron lentos en un suelo que sonaba como si fuera de mármol, el frío y la nada la cubrían como mantos sin estrellas. Miró a su alrededor, no veía nada, ni a nadie, las lágrimas corrían silenciosas por su cara, congelándose por el frío. Cuando la primera calló al suelo, las ondas iluminaron las sombras, y los dedos acusadores de quienes eran sus amigos la señalaron sin piedad con miradas de odio.
- No pudiste ayudarnos, no nos salvaste, no viniste a rescatarnos, no estuviste para nosotros.- decían una y otra y otra vez.
Tenían razón, no había sido capaz de hacer nada, había llegado tarde, los había perdido a todos, no los había podido proteger, había sido inútil. Las voces se volvían cada vez más y más altas, la ensordecían, se metían en su mente, de nada le servía gritar, o taparse los oídos, de nada le servía un llanto que parecía no oírse sobre el murmullo acusador ni las súplicas de disculpa que no conseguían calmar sus latidos.
Pronto escuchó en su cabeza la voz de Runa, diciéndole que despertase y la de una mujer, adulta ya, tierna, maternal, cálida, una voz que no había oido desde su infancia, una voz que había enterrado en su recuerdo junto a su cuerpo, y sus lágrimas, su madre. El pelo castaño de la mujer y sus ojos marrones, tan similares a los suyos, le sonrieron con dulzura con una boca rosada y repleta de amabilidad. Los brazos de la mujer de aspecto etéreo se extendieron hacia ella, invitándola a un abrazo que llevaba sin suceder más de una década.
- Mi niña...- musitó la voz de la mujer, que había despejado las sombras, mientras Alanna, sintiéndose, de nuevo, una niña, corría a sus brazos como si se hubiera caído y hecho un rasguño en las rodillas.
- Ma... mamá- dudó mientras lloraba abrazada a ese ser de luz.
Olía a heno, a un puchero quemado, a libro de cuentos polvoriento, a un peluche roto, a tarde frente al fuego, a chocolate caliente, a calor abrasador, a naranjas recién cogidas del árbol, a tierra fresca, a naftalina, olía a menta y a lavanda, olía a hogar, olía a dulzura, a su madre. Tenía las manos suaves y callosas, una contradicción en toda regla, como lo había sido la mujer en vida, su pelo eran rizos sedosos que caían en una cascada de miel y barro, y sus ojos eran como una mezcla entre el atardecer, rojizo y a tierra tras el rocío. ¿Cuanto hacía que no podía abrazar a su madre? ¿Cuánto hacía que no había podido salvarla?
- No llores más, mi niña, deja de temblar, pase lo que pase, no será tu culpa.- le acariciaba el pelo la mujer.- cada uno toma sus decisiones, y tu no eres más que una persona, no puedes sostener el mundo con tus dos manos.- notó un beso en la frente, y las manos de su madre alzándole delicádamente la cabeza, retirándole las lágrimas con los dedos.- solo eres una niña, aun, aunque has tenido que crecer muy rápido, más de lo que yo o tu padre habríamos querido, date tiempo, y confía en ellos.- murmuró girándola, haciéndola mirar con sus ojos llorosos a quienes había creído muertos, que ahora le sonreían, esperando que se acercara.
- Pero mamá... estoy tan cansada... no puedo hacer nada... yo...- se giró ella, aun llorosa, dejando ver esa parte infantil e inocente que se obligaba a mantener oculta, con la esperanza de, así, seguir fuerte.
- Lo se, cielo.- sonrió dulcemente la mujer.- pero eres fuerte, y no estás sola, ¿los ves?.- le preguntó señalando al grupo que aun la miraba, espectánte.- si quieres llorar, serán tu hombro y te secarán el llanto, si quieres reír, te sacarán una sonrisa y reiran contigo, si necesitas ayuda, te serán tu apoyo, si necesitas dormir, serán tu lecho, van a ser el viento que empuje tus alas, solo necesitas abrirlas para que ellos te permitan elevar el vuelo.- aseguró la mujer.- ahora ve, y no dejes que nadie te corte las alas, ni mucho menos, tu misma, se su viento, cielo, ellos serán el tuyo.- de un ligero empujón, comenzó a correr hacia quienes, esperando sonrientes, le tendían los brazos, cuando una fuerte ráfaga de aire pareció elevarla, su madre tenía razón, ellos serían su viento.
Abrió los ojos encharcados en llanto, se encontraba en el suelo, con brazos y piernas extendidos, la hierva le hacía cosquillas en las mejillas, y un infinito cielo azul se abría frente a ella. Se levantó secándose las lágrimas, a su lado, Runa parecía gritarle, intentando despertarla. Alanna tomó aire y le dio un fuerte abrazo, algo temblorosa, controlando el llanto. No sabía que había sucedido, parecía cosa de brujería, y tal vez, por eso, su madre había acudido en su ayuda, puede que Alanna no estuviera dotada para la magia, pero su resistencia a ella, a ilusiones y encantamientos, era mayor que la de la media gracias a la mujer que la vio nacer y crecer.
- Vamos a acabar con esto.- prometió. Incluso desde la tumba, esa mujer a la que creyó odiar una vez, seguía enseñándole cosas, incluso desde la tumba, seguía siendo su madre.
Sonrió ante el comportamiento de su amiga, no podía hacer nada, Runa era mucho más temperamental de lo que nadie pudiera pensar a primera vista, cualquiera diría que era al contrario, Runa parecía fría, y Alanna todo caracter, pero no era así para nada, lo que hacía que la guarda fuera más peligrosa de lo que aparentaba. Controlar las emociones no era fácil, y perdía los nervios en muchas ocasiones, más de una e le habían dicho a Alanna que, en combate, era todo corazón, pero se equivocaban. En combate ni sentimientos ni cabeza funcionaban en ella, no era intelecto ni sentimiento, era instinto.
- Vamos, no la dejemos sola, podría meterse en un lío.- sonrió a la elfa y al pelirrojo con paciencia, Runa debería aprender a controlarse, pero eso venía con el tiempo y la práctica, ella misma era, aun, un caos con patas.
Mientras andaban, la imagen de cómo había estado tras la muerte de su hermana se volvía nítida en su cabeza, oscura, como un muerto en vida, había intentado vivir sin corazón, y el resultado había sido que no había vivido en lo absoluto, pero había aprendido algo, no se puede vivir así, no se puede vivir sin corazón. Al reencontrarla, al combatir contra ella, se había dejado llevar hasta tal punto que no había sido capaz, siquiera, de luchar, y eso había hecho que Eltrant acabase herido, muy herido, y eso que ni siquiera la recordaba en ese entonces, y aun no sabía si la recordaba, o, al menos, no había dado señal alguna de ello en ningún momento.
Suspiró intentando alejar esas ideas de su mente, y alcanzó a Runa en un claro no muy lejano a la aldea. La joven ladronzuela se retorcía como si estuviera sufriendo un terrible dolor, con lágrimas en los ojos tendida en el suelo. Asustada, Alanna se acercó a ella, ¿qué le sucedía? Pero en sus pasos, creyó ver unos ojos de un profundo gris que la miraron por un instante y todo se volvió borroso. Se concentró un instante cerrando los parpados para calmarse y, al abrirlos, el paisaje había cambiado por completo.
Un terreno yermo, un bosque deforestado, con túmulos de tierra, y grandes piedras, no, no piedras, eran trozos de suelo alzados, una luz amarillenta, oscura, y con tintes rojizos cubría el páramo. Miró a su alrededor, parecía todo tan tranquilo, que el silencio se le colaba en la carne y le traspasaba los tejidos hasta llegar a lo más hondo de sus huesos. Dio un par de pasos temblorosos, acercándose a los montículos de tierra, y fue cuando lo vio.
Una Ashryn herida y ensangrentada lloraba en un rincón, bajo la sombra de un árbol mortecino. Alanna se acercó a ella, apresurada, la voz no salía de sus labios, era un mundo rojizo, sanguinario y mudo, donde las lágrimas de la joven no se oían caer, sus sollozos eran sordos, y la voz de la guarda no se oía por mucho que intentase gritar. Pero aun así, la elfa rubia pareció entenderla, y señaló en una dirección, los labios se movieron, y, a pesar de que ni un solo sonido salió de ellos, o entendió.
Alanna salió corriendo a toda prisa, con las piernas doloridas y el corazón en un puño, la garganta enredada y los ojos empañados. Encontró mientras corría una cabellera pelirroja envuelta en un manto que competía con ese rojo tan reconocible. Schott y sus ojos verdes, ya sin ese brillo jugueton que solía pintarlos, le devolvió una mirada desesperada. Dando un par de pasos hacia atrás, tomando aire, sintiendo que le faltaba el oxígeno, siguió avanzando, notando como le temblaban las manos, ¿qué sucedía?
Siguió corriendo, incrédula, no podía ser que de un bosque verde hubiera pasado a esa pesadilla, ¿lo era? En su carrera, varios metros más adelante, Huracán, tendida boca bajo en el suelo, había sido atravesada por una de sus propias flechas. Los ojos volvieron a abrírsele, presa del pánico. ¿Huracán había caído? Imposible, esa chica era la persona más fuerte y reflexiva que había conocido nunca, Huracán no daba un paso sin asegurarse de tener el anterior bajo control, era inteligente, valerosa, nunca caería, no con uno de sus propios virotes. Intentó acercarse, trastabillo un par de pasos, y cuando estaba por agacharse a su lado, un temblor de tierra la hizo girar la cabeza, ¿habría más gente?
Su carrera la llevó hasta dos cuerpos unidos, el joven, de un pelo castaño casi rubio, abrazaba de modo protector a una chica de ondas oscuras. El tiempo se detuvo en ese instante, el aire dejó de oler a azufre, hierro oxidado, sal y pólvora, el silencio que la había envuelto se volvió más profundo, más real, como si sus oídos hubieran ensordecido de pronto y fuera por primera vez consciente de ello. El corazón se le detuvo en un latido y su cabeza funcionó demasiado rápido en un instante, tenía la impresión de que ya no volvería a oír la lluvia repiquetear contra los cristales; ni la risa de un chiquillo que pasaba a su lado por la calle, no habría chirridos de bisagras, palabras amables o gritos, no escucharía el viento mientras montaba a caballo, no volvería a escuchar las olas del mar.
Se dejó caer al suelo viendo a esas dos personas que tan bien conocía frente a ella, y se acercó a gatas, notando que sus manos comenzaban a sangrar. Acercó una mano herida a la cara del joven de ojos azules, y la retiró corriendo, a sabiendas de que lo ensuciaría. Limpió su propia sangre en su camisa, y apartó, por fin, el mechón de pelo del ex-mercenario, con la garganta tan agarrotada que, aunque pudiera escuchar, no lograría distinguir su sonido. Negó con la cabeza, volviendo a retirar el mechón que, rebelde, volvía a caer sobre sus ojos cerrados. Respiró hondo, notando los ojos humedecidos, y siguió los brazos del joven, que estrechaban de modo protector a una chiquilla tan parecida a ella que daba miedo, pero su pelo era tan largo, solo podía ser una persona.
Retiró los brazos de su amigo de su hermana, y la acercó a sus rodillas. Parecía dormida, pero no despertaría jamás. Sin ser capaz de cerrar los ojos, notó correr las lágrimas por sus mejillas. Tiró del brazo del guardia, para que ocupase el lugar junto a su hermana, notando que la bastarda que llevaba con él se soltaba con su tirón. Tragó saliva, incapaz de hablar, retener su llanto o hacer otra cosa que no fuera morderse el labio hasta hacerlo sangrar y retirar el pelo de Eltrant y Ely de sus caras, con la esperanza vaga de que, en una de estas, se despertasen molestos. Pero el frío de sus manos, la mugre que sus lágrimas retiraban de sus caras, el viento suave que, como burlándose, acariciaba su pelo, alejándolo de su rostro para que no se enredase con la humedad de su llanto y la respiración inexistente en ambos, era tan real y palpable que algo le decía que no debía dudar, no despertarían, no despertarían nunca.
Fue su grito el primer sonido que se escuchó en el páramo, un grito tan roto, dolido y desesperado, que parecía ser capaz de llamar a los muertos y clamar venganza, venganza al viento, que no había respaldado a la bruja, a la tierra, que no había protegido a Schott, al sol que se había negado a cegar al enemigo, dejando a Eltrant y Ely indefensos, al cielo, por no llevársela a ella, en lugar de a ellos. Gritó, gritó y lloro incluso cuando su garganta quedó muda y sus ojos rojos, mientras los cuerpos sin vida de sus amigos, de su familia, la rodeaban. Solo un nuevo chillido, no de su boca, si no de otra, la hizo alzar la cabeza. Runa la necesitaba. La furia que la inundaba fue su pilar, la hizo levantarse entre tambaleos y llantos, la hizo tomar la espada de Eltran, y avanzar hacia la única persona a la que amaba y seguía viva. No había podido hacer nada por ellos, pero aun podía proteger a alguien, aunque eso le costase su propia vida.
Pronto notó que su esfuerzo había sido en vano, el paisaje desapareció, los cuerpos se desvanecieron en el aire, los gritos de auxilio dejaron de sonar en sus oídos, y detuvo su carrera en la completa oscuridad, perdiendo el peso de la espada en el camino. Sus pasos se hicieron lentos en un suelo que sonaba como si fuera de mármol, el frío y la nada la cubrían como mantos sin estrellas. Miró a su alrededor, no veía nada, ni a nadie, las lágrimas corrían silenciosas por su cara, congelándose por el frío. Cuando la primera calló al suelo, las ondas iluminaron las sombras, y los dedos acusadores de quienes eran sus amigos la señalaron sin piedad con miradas de odio.
- No pudiste ayudarnos, no nos salvaste, no viniste a rescatarnos, no estuviste para nosotros.- decían una y otra y otra vez.
Tenían razón, no había sido capaz de hacer nada, había llegado tarde, los había perdido a todos, no los había podido proteger, había sido inútil. Las voces se volvían cada vez más y más altas, la ensordecían, se metían en su mente, de nada le servía gritar, o taparse los oídos, de nada le servía un llanto que parecía no oírse sobre el murmullo acusador ni las súplicas de disculpa que no conseguían calmar sus latidos.
Pronto escuchó en su cabeza la voz de Runa, diciéndole que despertase y la de una mujer, adulta ya, tierna, maternal, cálida, una voz que no había oido desde su infancia, una voz que había enterrado en su recuerdo junto a su cuerpo, y sus lágrimas, su madre. El pelo castaño de la mujer y sus ojos marrones, tan similares a los suyos, le sonrieron con dulzura con una boca rosada y repleta de amabilidad. Los brazos de la mujer de aspecto etéreo se extendieron hacia ella, invitándola a un abrazo que llevaba sin suceder más de una década.
- Mi niña...- musitó la voz de la mujer, que había despejado las sombras, mientras Alanna, sintiéndose, de nuevo, una niña, corría a sus brazos como si se hubiera caído y hecho un rasguño en las rodillas.
- Ma... mamá- dudó mientras lloraba abrazada a ese ser de luz.
Olía a heno, a un puchero quemado, a libro de cuentos polvoriento, a un peluche roto, a tarde frente al fuego, a chocolate caliente, a calor abrasador, a naranjas recién cogidas del árbol, a tierra fresca, a naftalina, olía a menta y a lavanda, olía a hogar, olía a dulzura, a su madre. Tenía las manos suaves y callosas, una contradicción en toda regla, como lo había sido la mujer en vida, su pelo eran rizos sedosos que caían en una cascada de miel y barro, y sus ojos eran como una mezcla entre el atardecer, rojizo y a tierra tras el rocío. ¿Cuanto hacía que no podía abrazar a su madre? ¿Cuánto hacía que no había podido salvarla?
- No llores más, mi niña, deja de temblar, pase lo que pase, no será tu culpa.- le acariciaba el pelo la mujer.- cada uno toma sus decisiones, y tu no eres más que una persona, no puedes sostener el mundo con tus dos manos.- notó un beso en la frente, y las manos de su madre alzándole delicádamente la cabeza, retirándole las lágrimas con los dedos.- solo eres una niña, aun, aunque has tenido que crecer muy rápido, más de lo que yo o tu padre habríamos querido, date tiempo, y confía en ellos.- murmuró girándola, haciéndola mirar con sus ojos llorosos a quienes había creído muertos, que ahora le sonreían, esperando que se acercara.
- Pero mamá... estoy tan cansada... no puedo hacer nada... yo...- se giró ella, aun llorosa, dejando ver esa parte infantil e inocente que se obligaba a mantener oculta, con la esperanza de, así, seguir fuerte.
- Lo se, cielo.- sonrió dulcemente la mujer.- pero eres fuerte, y no estás sola, ¿los ves?.- le preguntó señalando al grupo que aun la miraba, espectánte.- si quieres llorar, serán tu hombro y te secarán el llanto, si quieres reír, te sacarán una sonrisa y reiran contigo, si necesitas ayuda, te serán tu apoyo, si necesitas dormir, serán tu lecho, van a ser el viento que empuje tus alas, solo necesitas abrirlas para que ellos te permitan elevar el vuelo.- aseguró la mujer.- ahora ve, y no dejes que nadie te corte las alas, ni mucho menos, tu misma, se su viento, cielo, ellos serán el tuyo.- de un ligero empujón, comenzó a correr hacia quienes, esperando sonrientes, le tendían los brazos, cuando una fuerte ráfaga de aire pareció elevarla, su madre tenía razón, ellos serían su viento.
Abrió los ojos encharcados en llanto, se encontraba en el suelo, con brazos y piernas extendidos, la hierva le hacía cosquillas en las mejillas, y un infinito cielo azul se abría frente a ella. Se levantó secándose las lágrimas, a su lado, Runa parecía gritarle, intentando despertarla. Alanna tomó aire y le dio un fuerte abrazo, algo temblorosa, controlando el llanto. No sabía que había sucedido, parecía cosa de brujería, y tal vez, por eso, su madre había acudido en su ayuda, puede que Alanna no estuviera dotada para la magia, pero su resistencia a ella, a ilusiones y encantamientos, era mayor que la de la media gracias a la mujer que la vio nacer y crecer.
- Vamos a acabar con esto.- prometió. Incluso desde la tumba, esa mujer a la que creyó odiar una vez, seguía enseñándole cosas, incluso desde la tumba, seguía siendo su madre.
Alanna Delteria
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Re: La ejecución. [Tema Libre] [Interpretativo] [4/4]
La actitud de la hermosa Runa la tomó por sorpresa, al punto que no pudo evitar preocuparse por ella y por lo que sea que le hubiese ocurrido para comportarse así. Schott no parecía haberse molestado por su acción de la noche anterior, a lo que solo pudo asentir, disculpándose con cierta vergüenza. Nuevamente la joven volvió a llamar la atención al dejarlos a todos atrás, sin dar una explicación para ello. La ojiazul decidió caminar al lado de Alanna sin pronunciar palabra alguna. Tenía la extraña sensación de que ella era la culpable de que Runa estuviese de mal humor y no deseaba generar más problemas de los ya ocasionados. Mantuvo su mirada en el suelo todo el tiempo, corriendo de vez en cuando para no quedarse atrás, pensando en lo que les aguardaría al reencontrarse con aquellas horribles personas. El nudo en su estómago y la incomodidad por la actitud de su compañera habían logrado que ni siquiera tuviese ánimos para tararear, ¡y vaya que si ella no entonaba alguna melodía mientras caminaba era porque se avecinaba el apocalipsis!
No tardaron mucho en reencontrarse con la chica en un pequeño claro, pero ciertamente no estaban preparados para la escena que se encontrarían en ese lugar. Runa se encontraba en el suelo, moviéndose frenéticamente y con el rostro empapado en llanto. Sin dudarlo un segundo se acercaron hacia ella con rapidez, pero de un momento a otro todo comenzó a difuminarse. La ojiazul parpadeó un par de veces, tratando de entender lo que sucedía, pues lo último que recordaba era a la joven en el suelo y un vestigio de algo grisáceo. De pronto el escenario ya no era el mismo, el claro había desaparecido, dejando en su lugar al hermoso y frondoso bosque de Sandorai. Las casas en los árboles, la hermosa sinfonía de la fauna que ahí habitaba y el viento rozándole las mejillas con ese fresco aroma a vida; todo parecía completamente real. Avanzó un poco hasta llegar a la parte del bosque que pertenecía al clan Elaynor, siendo recibida por un desconcertante silencio sepulcral.
No parecía haber ni un alma en aquel lugar y aquello comenzó a preocuparla. Caminó hasta el que era su hogar, sintiéndose extrañamente asediada, a pesar de la peculiar calma que la rodeaba y abrió la puerta con cierta desconfianza. Un fuerte gritó escapó de sus labios, mirando con terror el cuerpo inerte de su padre, quien yacía en el suelo bajo un enrome charco de sangre. Retrocedió sin poder creer lo que veía, mientras las lágrimas comenzaban a brotar de sus lagunas azules, sintiendo un ambiente de peligro acrecentarse con cada segundo que transcurría. Sin saber cómo ni por qué, de pronto el bosque se encontraba sumido en una profunda oscuridad, que solo conseguía asfixiarla y atemorizarla aún más. Corrió con todas sus fuerzas, buscando a algún miembro de su familia que le explicara qué era lo que estaba sucediendo, pero en cada residencia se encontraba con el cadáver de cada integrante del clan y cada escena era peor que la anterior. Cuerpos mutilados, cabezas decapitadas, órganos esparcidos; su amada familia se había extinguido de la manera más cruel y ella no había estado ahí para ayudarlos.
Solo había alguien que no se encontraba en aquel lugar y eso solo aumentó su preocupación. Allen, su adorado hermano gemelo no estaba por ninguna parte. Gritó su nombre hasta que se quedó sin voz, corrió por todos lados buscándolo, más no había rastro de él. El hermoso bosque de Sandorai había perdido su color y belleza, transformándose en una horrible y tenebroso lugar, con la oscuridad impregnada hasta el último rincón. Los arboles deformes parecían haber cobrado una especie de vida, volviéndose tétricos entes que no dudaban en burlarse de ella y asustarla constantemente. Nunca había sentido tanto miedo en su vida y en su mente solo estaba la idea de encontrar a Allen. Las lágrimas corrían como un torrente por su rostro y a donde quera que mirase había una horrenda criatura asegurándose de que se mantuviera al borde de la locura. Corría con todas sus fuerzas, tratando de que su voz regresara para gritar el nombre de su hermano, pero parecía inútil. Desde las sombras una siniestra voz hizo su aparición, resonando por todo el bosque y logrando congelarle los huesos del miedo.
—Mira todo lo que has ocasionado,Ashryn—la ojiazul miró en todas direcciones, respirando aterrorizada—. Si hubieses hecho caso a tu familia aún seguirían con vida —frente a ella, el cuerpo de su abuelo fue arrojado a sus pies—. Pobre Oneal...tanto que luchó porque su amada nieta no siguiera los pasos de su madre y terminaste siendo peor que ella.
—N-No… —musitó con un hilo de voz, temblando frente al cadáver.
— ¿Pensaste que podrías tenerlo todo? —Soltó una diabólica carcajada—. ¡Te equivocaste!
Ashy levantó la vista al cielo, donde se podía vislumbrar una nube de humo alzarse en lo alto y rápidamente se puso de pie, corriendo al lugar de origen de aquel suceso, siendo perseguida por la siniestra voz que tanto miedo le daba. Nuevamente el paisaje cambió, siendo esta vez el hospital de Lunargenta el blanco de aquella horrible situación. El lugar en el que tanto amaba trabaja ardía en llamas. Los gritos de los pacientes y de los trabajadores de aquel lugar retumbaron en sus oídos, destrozándole el corazón al no poder hacer nada para ayudarlos. Una vez más las lágrimas comenzaron a brotar de forma desgarradora, mientras observaba al edificio sucumbir antes las llamas. Cayó al suelo, preguntándose por qué le estaba sucediendo eso a ella, cuando un grito infantil, seguido por un grito masculino llamaron su atención, acelerándole el corazón ante la idea de a quienes pertenecían esas voces.
—Llegaras tarde —se mofó la voz.
Nuevamente corrió con todas sus fuerzas, rogándole a Imbar que nada malo les pasara a esos dos. Todo se transformó, mostrando esta vez la parte del bosque donde había empezado una familia con Iliaki y Candau; siendo recibida por la misma espantosa escena que las anteriores. El cuerpo del cazador se encontraba encajado en el tronco de un árbol, sostenido por cientos de flechas lo habían atravesado sin piedad; bajo sus pies yacía el frágil cuerpecillo de la elfita, cuya ropa se encontraba empapada por su sangre y la sangre del joven. Se acercó a ella y la levantó como pudo, acunándola entre sus brazos, mientras las mejillas se le empapaban en llanto. A su adorada pequeña le habían cortado ambas manos y, por si fuera poco, alguien había tenido la crueldad de abrirle el pecho, esperando que sufriera un muerte lenta y muy dolorosa. La niña los llamaba a ella y a Candau entre susurros apenas audibles en medio de su agonía, mientras la ojiazul trataba de reconfortarla, tratando de contener el llanto inútilmente.
No hubo nada que pudiese hacer para salvarla y la elfita no tardó en morir en sus brazos, ante las sonoras carcajadas de la voz, que se mantenía oculta entre las sombras nebulosas de aquel monocromático y perverso escenario. Con el alma hecha pedazos se separó del cuerpo de la niña y corrió con todas sus fuerzas, buscando escapar del peligro que amenazaba con darle el mismo destino que habían sufrido todos aquellos que eran importantes para ella.Desafortunadamente todo el panorama volvió a cambiar, dejándole ver que se encontraba a las afueras de una vieja y abandonada cabaña. Con temor a lo que la asechaba se adentró en el lugar y trató de asimilar todo lo que estaba viviendo. ¿Cómo es que las cosas se habían volteado en su contra de esa manera? Ni siquiera tuvo tiempo de pensar la respuesta, pues el sonido de las tablas crujiendo bajo sus pies la trajeron de regreso a su terrorífica realidad. Con mucho temor se acercó a una pequeña puerta que parecía llevar a una especie de alacena y giró el picaporte para ver en su interior.
— ¡NO! —Su voz regresó en enorme grito de dolor y agonía, acercándose rápidamente el cadáver que la esperaba en aquel lugar—. ¡ALLEN! ¡NO! ¡NO! ¡POR FAVOR! ¡NO! —Abrazó el pálido y frio cuerpo de su hermano gemelo, gritando y llorando desgarradoramente—. Mi hermanito…mi pequeño y dulce hermanito… —se aferró a él como si la vida dependiese de ello, intentando traerlo de regreso con aquellos sollozos—. Por favor, Len…tú no…
—Es tu culpa —habló nuevamente la voz—. Todos murieron por tu egoísmo —hizo una pausa en la que Ashy solo pudo atinar a pegar su mejilla a la frente del elfo—. Pudiste cambiar la historia, Ashryn, pero preferiste ser como tu madre y mira todo lo que sucedió por esa decisión —la rubia no pronunció palabra alguna—. No pudiste salvarlos —las tinieblas se disiparon un poco, dejando ver los cuerpos de Runa, Alanna y Schott, quienes habían sufrido el mismo destino que los demás.
— ¡Ellos no tenían culpa alguna! —Gritó la elfa con toda la rabia y el dolor que se arremolinaba en su interior—. ¡Todos eran inocentes, no tenías que dañarlos!
—Las elecciones tienen un precio y este es el que tú debes pagar por haber preferido a un humano antes que a tu propia sangre —la maldad que había en aquella voz volvió a asustarla—. Y ahora me he llevado aquello que más amas —rio con malicia—. Al humano por quien preferiste sacrificar a todos tus seres queridos.
Ashy tapó sus orejas con sus manos, buscando evadir esa realidad de la que jamás quiso ser parte. Temblaba de pánico y sus ojos no dejaban de llorar, el corazón le dolía tanto, la perdida de todos aquellos a quienes apreciaba era más de lo que ella podía tolerar; especialmente la perdida de la persona a quien más amaba, inclusive por encima de su propia vida. Fue entonces que una luz se iluminó en su cerebro, trayéndola de regreso de aquel mar de pensamientos y desolación. Levantó la mirada, tratando de que la escasa cordura que le quedaba le permitiese juntar aquellas retorcidas piezas del rompecabezas, que poco a poco parecían cobrar sentido. Se secó las lágrimas y se colocó junto al cuerpo inerte de su hermano, tomando una daga de su bolsillo y acercándola a su mano.
—Te equivocas —habló con seguridad—. No sabes nada sobre mí —afiló su mirada—. Solo hay alguien a quien amo más que a nada en el universo, pero ese no es Candau—hizo una pequeña pausa, esperando que su plan diese resultado—, así que nada de esto tiene realmente algún sentido si basas la realidad en una idea errónea —sonrió con burla y cerró los ojos—. Que funcione…
Sin pensarlo dos veces cortó su mano con la daga, sintiendo inmediatamente el ardor que la herida le proporcionaba, obligándole a abrir los ojos, los cuales se encontraban empapados en lágrimas y se dio cuenta que nuevamente estaba en el claro. Abrazaba sus piernas con fuerza y en su mano sostenía la daga de Bio, por cuyo mango comenzaba a correr la sangre que brotaba del corte. Tomó un pañuelo de su mochila y detuvo el sangrado, tratando de asimilar que de nuevo se encontraba en el mundo real y que de alguna manera su plan había funcionado. Su cabeza estaba acomodándose del trauma que sufrió en aquella horrible ilusión, por lo que no fue de esperarse que al ponerse de pie perdiera un poco el equilibrio. Buscó a sus compañeros con la mirada y trató de sonreírles, pero al momento de abrir sus labios para asegurarles que estaba bien solo hubo una palabra que pudo pronunciar.
—Allen…
En cualquier mundo, inclusive en un mundo irreal como en el que había estado, la sola idea de perder a su hermano era más de lo que la rubia pudiese imaginar. Allen era y siempre sería la persona a quien más amaba y por quien daría todo sin dudarlo ni un segundo. Su padre siempre repetía que ambos eran una sola alma dividida en dos cuerpos y que jamás existiría un lazo más grande que el que los gemelos poseían. Fuese como fuese, inclusive en aquella errónea realidad, el joven rubio había sido la respuesta que necesitaba para enfrentar sus problemas, siempre había sido así y lo sería hasta el final de su existencia.
No tardaron mucho en reencontrarse con la chica en un pequeño claro, pero ciertamente no estaban preparados para la escena que se encontrarían en ese lugar. Runa se encontraba en el suelo, moviéndose frenéticamente y con el rostro empapado en llanto. Sin dudarlo un segundo se acercaron hacia ella con rapidez, pero de un momento a otro todo comenzó a difuminarse. La ojiazul parpadeó un par de veces, tratando de entender lo que sucedía, pues lo último que recordaba era a la joven en el suelo y un vestigio de algo grisáceo. De pronto el escenario ya no era el mismo, el claro había desaparecido, dejando en su lugar al hermoso y frondoso bosque de Sandorai. Las casas en los árboles, la hermosa sinfonía de la fauna que ahí habitaba y el viento rozándole las mejillas con ese fresco aroma a vida; todo parecía completamente real. Avanzó un poco hasta llegar a la parte del bosque que pertenecía al clan Elaynor, siendo recibida por un desconcertante silencio sepulcral.
No parecía haber ni un alma en aquel lugar y aquello comenzó a preocuparla. Caminó hasta el que era su hogar, sintiéndose extrañamente asediada, a pesar de la peculiar calma que la rodeaba y abrió la puerta con cierta desconfianza. Un fuerte gritó escapó de sus labios, mirando con terror el cuerpo inerte de su padre, quien yacía en el suelo bajo un enrome charco de sangre. Retrocedió sin poder creer lo que veía, mientras las lágrimas comenzaban a brotar de sus lagunas azules, sintiendo un ambiente de peligro acrecentarse con cada segundo que transcurría. Sin saber cómo ni por qué, de pronto el bosque se encontraba sumido en una profunda oscuridad, que solo conseguía asfixiarla y atemorizarla aún más. Corrió con todas sus fuerzas, buscando a algún miembro de su familia que le explicara qué era lo que estaba sucediendo, pero en cada residencia se encontraba con el cadáver de cada integrante del clan y cada escena era peor que la anterior. Cuerpos mutilados, cabezas decapitadas, órganos esparcidos; su amada familia se había extinguido de la manera más cruel y ella no había estado ahí para ayudarlos.
Solo había alguien que no se encontraba en aquel lugar y eso solo aumentó su preocupación. Allen, su adorado hermano gemelo no estaba por ninguna parte. Gritó su nombre hasta que se quedó sin voz, corrió por todos lados buscándolo, más no había rastro de él. El hermoso bosque de Sandorai había perdido su color y belleza, transformándose en una horrible y tenebroso lugar, con la oscuridad impregnada hasta el último rincón. Los arboles deformes parecían haber cobrado una especie de vida, volviéndose tétricos entes que no dudaban en burlarse de ella y asustarla constantemente. Nunca había sentido tanto miedo en su vida y en su mente solo estaba la idea de encontrar a Allen. Las lágrimas corrían como un torrente por su rostro y a donde quera que mirase había una horrenda criatura asegurándose de que se mantuviera al borde de la locura. Corría con todas sus fuerzas, tratando de que su voz regresara para gritar el nombre de su hermano, pero parecía inútil. Desde las sombras una siniestra voz hizo su aparición, resonando por todo el bosque y logrando congelarle los huesos del miedo.
—Mira todo lo que has ocasionado,Ashryn—la ojiazul miró en todas direcciones, respirando aterrorizada—. Si hubieses hecho caso a tu familia aún seguirían con vida —frente a ella, el cuerpo de su abuelo fue arrojado a sus pies—. Pobre Oneal...tanto que luchó porque su amada nieta no siguiera los pasos de su madre y terminaste siendo peor que ella.
—N-No… —musitó con un hilo de voz, temblando frente al cadáver.
— ¿Pensaste que podrías tenerlo todo? —Soltó una diabólica carcajada—. ¡Te equivocaste!
Ashy levantó la vista al cielo, donde se podía vislumbrar una nube de humo alzarse en lo alto y rápidamente se puso de pie, corriendo al lugar de origen de aquel suceso, siendo perseguida por la siniestra voz que tanto miedo le daba. Nuevamente el paisaje cambió, siendo esta vez el hospital de Lunargenta el blanco de aquella horrible situación. El lugar en el que tanto amaba trabaja ardía en llamas. Los gritos de los pacientes y de los trabajadores de aquel lugar retumbaron en sus oídos, destrozándole el corazón al no poder hacer nada para ayudarlos. Una vez más las lágrimas comenzaron a brotar de forma desgarradora, mientras observaba al edificio sucumbir antes las llamas. Cayó al suelo, preguntándose por qué le estaba sucediendo eso a ella, cuando un grito infantil, seguido por un grito masculino llamaron su atención, acelerándole el corazón ante la idea de a quienes pertenecían esas voces.
—Llegaras tarde —se mofó la voz.
Nuevamente corrió con todas sus fuerzas, rogándole a Imbar que nada malo les pasara a esos dos. Todo se transformó, mostrando esta vez la parte del bosque donde había empezado una familia con Iliaki y Candau; siendo recibida por la misma espantosa escena que las anteriores. El cuerpo del cazador se encontraba encajado en el tronco de un árbol, sostenido por cientos de flechas lo habían atravesado sin piedad; bajo sus pies yacía el frágil cuerpecillo de la elfita, cuya ropa se encontraba empapada por su sangre y la sangre del joven. Se acercó a ella y la levantó como pudo, acunándola entre sus brazos, mientras las mejillas se le empapaban en llanto. A su adorada pequeña le habían cortado ambas manos y, por si fuera poco, alguien había tenido la crueldad de abrirle el pecho, esperando que sufriera un muerte lenta y muy dolorosa. La niña los llamaba a ella y a Candau entre susurros apenas audibles en medio de su agonía, mientras la ojiazul trataba de reconfortarla, tratando de contener el llanto inútilmente.
No hubo nada que pudiese hacer para salvarla y la elfita no tardó en morir en sus brazos, ante las sonoras carcajadas de la voz, que se mantenía oculta entre las sombras nebulosas de aquel monocromático y perverso escenario. Con el alma hecha pedazos se separó del cuerpo de la niña y corrió con todas sus fuerzas, buscando escapar del peligro que amenazaba con darle el mismo destino que habían sufrido todos aquellos que eran importantes para ella.Desafortunadamente todo el panorama volvió a cambiar, dejándole ver que se encontraba a las afueras de una vieja y abandonada cabaña. Con temor a lo que la asechaba se adentró en el lugar y trató de asimilar todo lo que estaba viviendo. ¿Cómo es que las cosas se habían volteado en su contra de esa manera? Ni siquiera tuvo tiempo de pensar la respuesta, pues el sonido de las tablas crujiendo bajo sus pies la trajeron de regreso a su terrorífica realidad. Con mucho temor se acercó a una pequeña puerta que parecía llevar a una especie de alacena y giró el picaporte para ver en su interior.
— ¡NO! —Su voz regresó en enorme grito de dolor y agonía, acercándose rápidamente el cadáver que la esperaba en aquel lugar—. ¡ALLEN! ¡NO! ¡NO! ¡POR FAVOR! ¡NO! —Abrazó el pálido y frio cuerpo de su hermano gemelo, gritando y llorando desgarradoramente—. Mi hermanito…mi pequeño y dulce hermanito… —se aferró a él como si la vida dependiese de ello, intentando traerlo de regreso con aquellos sollozos—. Por favor, Len…tú no…
—Es tu culpa —habló nuevamente la voz—. Todos murieron por tu egoísmo —hizo una pausa en la que Ashy solo pudo atinar a pegar su mejilla a la frente del elfo—. Pudiste cambiar la historia, Ashryn, pero preferiste ser como tu madre y mira todo lo que sucedió por esa decisión —la rubia no pronunció palabra alguna—. No pudiste salvarlos —las tinieblas se disiparon un poco, dejando ver los cuerpos de Runa, Alanna y Schott, quienes habían sufrido el mismo destino que los demás.
— ¡Ellos no tenían culpa alguna! —Gritó la elfa con toda la rabia y el dolor que se arremolinaba en su interior—. ¡Todos eran inocentes, no tenías que dañarlos!
—Las elecciones tienen un precio y este es el que tú debes pagar por haber preferido a un humano antes que a tu propia sangre —la maldad que había en aquella voz volvió a asustarla—. Y ahora me he llevado aquello que más amas —rio con malicia—. Al humano por quien preferiste sacrificar a todos tus seres queridos.
Ashy tapó sus orejas con sus manos, buscando evadir esa realidad de la que jamás quiso ser parte. Temblaba de pánico y sus ojos no dejaban de llorar, el corazón le dolía tanto, la perdida de todos aquellos a quienes apreciaba era más de lo que ella podía tolerar; especialmente la perdida de la persona a quien más amaba, inclusive por encima de su propia vida. Fue entonces que una luz se iluminó en su cerebro, trayéndola de regreso de aquel mar de pensamientos y desolación. Levantó la mirada, tratando de que la escasa cordura que le quedaba le permitiese juntar aquellas retorcidas piezas del rompecabezas, que poco a poco parecían cobrar sentido. Se secó las lágrimas y se colocó junto al cuerpo inerte de su hermano, tomando una daga de su bolsillo y acercándola a su mano.
—Te equivocas —habló con seguridad—. No sabes nada sobre mí —afiló su mirada—. Solo hay alguien a quien amo más que a nada en el universo, pero ese no es Candau—hizo una pequeña pausa, esperando que su plan diese resultado—, así que nada de esto tiene realmente algún sentido si basas la realidad en una idea errónea —sonrió con burla y cerró los ojos—. Que funcione…
Sin pensarlo dos veces cortó su mano con la daga, sintiendo inmediatamente el ardor que la herida le proporcionaba, obligándole a abrir los ojos, los cuales se encontraban empapados en lágrimas y se dio cuenta que nuevamente estaba en el claro. Abrazaba sus piernas con fuerza y en su mano sostenía la daga de Bio, por cuyo mango comenzaba a correr la sangre que brotaba del corte. Tomó un pañuelo de su mochila y detuvo el sangrado, tratando de asimilar que de nuevo se encontraba en el mundo real y que de alguna manera su plan había funcionado. Su cabeza estaba acomodándose del trauma que sufrió en aquella horrible ilusión, por lo que no fue de esperarse que al ponerse de pie perdiera un poco el equilibrio. Buscó a sus compañeros con la mirada y trató de sonreírles, pero al momento de abrir sus labios para asegurarles que estaba bien solo hubo una palabra que pudo pronunciar.
—Allen…
En cualquier mundo, inclusive en un mundo irreal como en el que había estado, la sola idea de perder a su hermano era más de lo que la rubia pudiese imaginar. Allen era y siempre sería la persona a quien más amaba y por quien daría todo sin dudarlo ni un segundo. Su padre siempre repetía que ambos eran una sola alma dividida en dos cuerpos y que jamás existiría un lazo más grande que el que los gemelos poseían. Fuese como fuese, inclusive en aquella errónea realidad, el joven rubio había sido la respuesta que necesitaba para enfrentar sus problemas, siempre había sido así y lo sería hasta el final de su existencia.
Ashryn Elaynor
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Nivel de PJ : : 2
Re: La ejecución. [Tema Libre] [Interpretativo] [4/4]
Todos estábamos ya despiertos, yo aún estaba algo adormilado pero aguantaría, teníamos un difícil día por delante, comencé a preparar mis cosas, Runa llamó nuestra atención resoplando, por alguna razón estaba muy malhumorada y recogió sus cosas marchándose rápidamente, yo no entendía nada.
-Ehh...ohh… ¿sabéis si… si está bien?- pregunté, no tenía ni idea de que pasaba, seguramente hubiese tenido algún mal sueño o que se yo, las mujeres escapaban completamente a mi comprensión.
-Sí, sí, vamos- asentí a Alanna, la alcanzaríamos rápidamente.
Durante el camino por el bosque rumbo al pueblo todos estábamos muy callados, yo me preguntaba que había cambiado, Alanna, Runa… se las veía más serias que en anteriores aventuras, mas ¿maduras?, no sabría decir, supongo que cada uno carga con sus propios fantasmas y cada nueva experiencia puede hacerte ver de lo maravilloso que es el mundo pero al mismo tiempo lo cruel y peligroso que puede llegar a ser, yo mismo había cambiado, había hecho cosas que no creería nunca que iba a hacer, había matado gente…gente mala, pero gente al fin y al cabo, era mejor no pensar en ello.
No entendía demasiado por lo que podrían estar pasando ellas, así que opte por no hacer ningún comentario, a mí siempre me había funcionado, bromear, pensar en otras cosas e incluso beber ayudaban a olvidar al menos por un momento lo que cargábamos a cuestas.
Finalmente divisamos la figura que seguramente sería Runa tumbada en un claro, nos acercamos corriendo a ver, parecía que la estaba dando un ataque de algún tipo, se retorcía de dolor y gritaba, Alanna fue corriendo la primera hacia ella pero cayó de igual manera.
-Chi..chicas no…- Ashryn después corrió la misma suerte. –M..mierda chicas creo que….aagg-iba a decir cuando todo se me empezó a poner borroso y el cielo se hacía cada vez más y más grande hasta que ya dejé de ver nada.
Estaba todo muy oscuro hasta que una tenue luz comenzó a iluminar la escena, estaba en una cueva, no, una mina ¿me habría caído?, miré el origen de la luz y me quedé helado, no podía creer lo que estaba viendo.
-¿Ma..madre..?¿Padre?- dije aun sin creérmelo, eran mis padres, estaban allí, vivos conmigo iluminándome con una lámpara de aceite.
-Ronald, hijo mío- me dijo mi madre, yo aún no era capaz de asimilarlo.
-¡Madre, estas, estas viva, estáis vivos!- sonreí entre lágrimas.
-Si hijo mío, estamos aquí, contigo- me dijo mi padre abrazándome.
-Oh, por todos los cielos, no puedo creer que estáis aquí..sois reales..¿cómo…cómo?- dije tocándoles la cara, esto era real.
-Tranquilo hijo, estamos aquí, y ya no nos volverás a perder- me sonrieron.
-Oh tengo..tengo tanto que contaros…yo..yo- Las emociones se me agolpaban, era solo un niño la última vez que les vi.
-Si hijo mío, calma seguro que has vivido muchas aventuras- sonrió mi padre.
-Si bueno..yo…-
-Y mira que grande te has hecho, todo un hombre de provecho, seguro que tienes ya una hermosa casita y buena comida cada noche-
-Bueno..no..no exactamente pero…ohh….pero que alegría veros…¿Qué qué ha pasado? Habíais muerto…yo..yo lo vi…como…- No podía estar más feliz, juntos de nuevo.
-Calma hijo, ya habrá tiempo, tenemos algo que decirte, algo importante tú, tu eres…- Iba a decir mi madre, cuando de repente su cabeza estalló en mil pedazos salpicándome completamente con su sangre.
-¡Aaaaaaaaaaahhhhhhh!- grité de terror y caí al suelo de espaldas, pero ya no estaba en la mina, sino en la superficie, percibía olor a fuego humo y muerte, el cielo estaba rojo y cubierto de cenizas, estábamos en algún tipo de campo de batalla.
Miré a mi alrededor muerto de miedo, no entendía nada, cientos de soldados con armadura corrían en todas direcciones, apenas se podía respirar por el humo, gritos y sangre por todas partes, veía volar piedras en llamas de catapultas y fuertes sonidos y hechizos retumbaban por doquier.
-¡Vamos arriba a las armas!- me gritó un soldado agarrándome del brazo y poniéndome de pie, ya no había rastro de mis padres.
-¡Deprisa, nos atacan, todos a cubierto!- me gritó, era Alanna, pero estaba cubierta de barro y sangre, visiblemente herida, tras esto salió corriendo, me miré, estaba ataviado con una armadura con emblemas que desconocía y tenía una espada ensangrentada en la mano.
-¿Qué es esto?¿qué demonios pasa?¿quién nos ataca?- grité, algún tipo de hechizo me lanzó al suelo de nuevo, en el cielo pájaros negros zumbaban como avispas, me puse en pie de nuevo, vi a un lado como Lunargenta entera estaba ardiendo, la torre del castillo se derrumbó entre una nube de polvo y destrucción, no entendía que estaba pasando, pero era horrible.
-¡El portal, son demasiados…!- gritó una voz conocida a mi espalda, de di la vuelta y vi a Eltrant luchando también.
-¿Eltrant que…?¡nooo!- grité al ver que tenía un enorme agujero en el pecho del que brotaba sangre por doquier.
-Schott, fue tarde...fue…- mascullo antes de caer muerto a mis pies.
-Noooooo- grité de puro dolor –No..no te mueras..no..yo- dije entre lágrimas.
-¡Déjalo, está muerto, está muerto!- Me gritó Alanna dándome tortas en la cara, había tanta sangre que ya no distinguía de quien era.
Una carga de caballería pasó cerca de nosotros, vi incluso al fondo algunas velas de la flota arder.
-¿Qué está pasando?- grité.
-Debiste haberlo hecho Schott, ahora ya es imposible-
-¿El qué..?¿Qué?- Pero otro hechizo nos alcanzó de lleno hiriéndonos a mí en el pecho y a Alanna en el cuello, su sangre manaba a borbotones.
-¡Aaahhh!¡Ahhh!- grité tratando de tapar su herida, los gritos de dolor de Alanna se elevaban por encima del estruendo de la batalla, no podía pararlo, Alanna balbuceaba algo, su bello rostro estaba completamente cubierto de sangre.
-No…no…aggg…agggg…ahhhhhh- Grité impotente, entonces algo me golpeó en la cara y todo se volvió negro.
No podía respirar, me ahogaba, estaba atrapado, en el agua, todo se desvanecía, yo… logré de repente salir a flote y coger aire, estaba en un castillo, no, en unas catacumbas, unos calabozos con celdas a ambos lados, y se estaba inundando todo, muy rápidamente.
-¡Ayuda Schott, ayúdanos!- oí gritar detrás mío, Runa y Huracán estaban metidas en una celda, y el agua casi estaba llegando al techo, estaban atrapadas.
-Que..qué..¿cómo?- mascullé tosiendo agua.
-¡Ábrenos, Schott!- me gritó Runa, corrí a la celda y traté de forzar la cerradura, pero estaba muy dura, muy dura.
-Agg, corre que nos ahogamos- Gritaban, el agua cada vez subía más, pronto alcanzaría el techo y se quedarían sin aire.
-Schott, date prisa- gritó huracán-
-Tú lo sabias, lo sabias- Me dijo Runa luchando por no ahogarse.
-Mierda..no puedo..no puedo…no se abre- Grité llorando haciendo lo que podía con la cerradura pero esta permanecía impasible, notaba como las manos me sangraban en la fría agua.
-Schott..tuuu…-dijo Runa antes de que el agua la cubriese por completo.
-No..no..aguanta…yo…no soy capaz, no puedo…- maldecía impotente.
Ya no podía ver con el agua, solo notaba las suaves manos de Runa agarrándome las mías al otro lado de la reja.
-Nooooo…nooo- Lloraba de dolor, las manos de Runa me apretaron fuertemente para luego soltarse y perderse en la oscuridad del agua.
-Agggggg- grité maldiciendo pero una fuerte corriente me arrastró y me llevó al fondo.
La corriente helada pasó a ser un abrasador fuego, abrí los ojos, estaba en un bosque, no, en una aldea, pero todo estaba ardiendo, las llamas devoraban las casas y los árboles en altísimos chorros de fuego que se elevaban hacia el cielo.
-Ahh..que está pasando ¿Por qué?- Grite en vano buscando respuestas cuando un aullido de dolor cercano atrajo mi atención.
-Aaaagggggg…agggggg- oí gritar, salí corriendo buscando el origen, una un árbol enrome estaba en llamas en una especie de pira y atadas a él estaban dos elfas que yo conocía.
-Oh dios, ¿Ashryn?, ¿Niniel?-
Sus gritos de dolor se elevaban sobre el crepitar de las llamas.
-¡Schott ayúdanos! ¡Nos han hecho esto!-
-¿Mierda quiénes? ¿tal..? agggghh- grité de dolor al intentar sacarlas el fuego me abrasaba los brazos.
-Ayuda…aaaaaagggg- gritaban de agonía, estaban de alguna manera atadas pero yo no podía meter los brazos.
-Aggghh….ahh- Maldije apretando los dientes para luego verme obligado a sacar los brazos del fuego de nuevo, me los estaba abrasando.
-Aaaagg, Aaaa, detenlo, detenlo antes- La oí gritar entre las llamas, ya no podía ver su hermoso rostro tapado por el violento fuego.
-¡Nooo…nooo…nooo!- Maldije en un último esfuerzo, pero tuve que volver a sacar las manos, las tenía completamente calcinadas y ya no podía moverlas. –Aggggggggg- grité de puro terror.
En ese momento las llamas me alcanzaron envolviéndome completamente, me sacudí tratando de quitármelas de encima, tras un par de giros las llamas cesaron y vi que estaba sobre una colina, ante mí un paisaje devastado el cielo gris de polvo y la luna roja como la sangre, el campo estaba completamente quemado hasta donde alcanzaba la vista, volutas de humo salían de lejanas ruinas irreconocibles, miles de tumbas sin nombre se hallaban donde quiera que mirase, era el fin.
Me giré cuando una silueta oscureció aún más donde estaba, era un dragón, negro enorme, temoble, que surcaba libremente los cielos, yo no sabía ni que estaba viendo, pero el si me vio a mí, y se lanzó de cabeza a por mí, me quedé helado de puro miedo, de algún modo se hizo pequeño y me mordió del cuello clavándome sus garras en la espalda.
-Ahhh, quítamelo, quítamelo- grité retorciéndome de dolor, para entonces caer al suelo de bruces y ver que estaba en la mina del principio.
-¿Qué? ¿Qué está pasando?¿cómo..?- pero no hubo tiempo, la mina comenzó a derrumbarse sobre mí, eché a correr, estaba aterrorizado, corría por los laberinticos pasadizos mientras todo se venía abajo y la negrura me invadía, me sentía al pie del abismo, todo se acababa.
-¡No…no..nooooooo!- gritaba de terror –¡Aaaahhhhh!-
-Ehh...ohh… ¿sabéis si… si está bien?- pregunté, no tenía ni idea de que pasaba, seguramente hubiese tenido algún mal sueño o que se yo, las mujeres escapaban completamente a mi comprensión.
-Sí, sí, vamos- asentí a Alanna, la alcanzaríamos rápidamente.
Durante el camino por el bosque rumbo al pueblo todos estábamos muy callados, yo me preguntaba que había cambiado, Alanna, Runa… se las veía más serias que en anteriores aventuras, mas ¿maduras?, no sabría decir, supongo que cada uno carga con sus propios fantasmas y cada nueva experiencia puede hacerte ver de lo maravilloso que es el mundo pero al mismo tiempo lo cruel y peligroso que puede llegar a ser, yo mismo había cambiado, había hecho cosas que no creería nunca que iba a hacer, había matado gente…gente mala, pero gente al fin y al cabo, era mejor no pensar en ello.
No entendía demasiado por lo que podrían estar pasando ellas, así que opte por no hacer ningún comentario, a mí siempre me había funcionado, bromear, pensar en otras cosas e incluso beber ayudaban a olvidar al menos por un momento lo que cargábamos a cuestas.
Finalmente divisamos la figura que seguramente sería Runa tumbada en un claro, nos acercamos corriendo a ver, parecía que la estaba dando un ataque de algún tipo, se retorcía de dolor y gritaba, Alanna fue corriendo la primera hacia ella pero cayó de igual manera.
-Chi..chicas no…- Ashryn después corrió la misma suerte. –M..mierda chicas creo que….aagg-iba a decir cuando todo se me empezó a poner borroso y el cielo se hacía cada vez más y más grande hasta que ya dejé de ver nada.
Estaba todo muy oscuro hasta que una tenue luz comenzó a iluminar la escena, estaba en una cueva, no, una mina ¿me habría caído?, miré el origen de la luz y me quedé helado, no podía creer lo que estaba viendo.
-¿Ma..madre..?¿Padre?- dije aun sin creérmelo, eran mis padres, estaban allí, vivos conmigo iluminándome con una lámpara de aceite.
-Ronald, hijo mío- me dijo mi madre, yo aún no era capaz de asimilarlo.
-¡Madre, estas, estas viva, estáis vivos!- sonreí entre lágrimas.
-Si hijo mío, estamos aquí, contigo- me dijo mi padre abrazándome.
-Oh, por todos los cielos, no puedo creer que estáis aquí..sois reales..¿cómo…cómo?- dije tocándoles la cara, esto era real.
-Tranquilo hijo, estamos aquí, y ya no nos volverás a perder- me sonrieron.
-Oh tengo..tengo tanto que contaros…yo..yo- Las emociones se me agolpaban, era solo un niño la última vez que les vi.
-Si hijo mío, calma seguro que has vivido muchas aventuras- sonrió mi padre.
-Si bueno..yo…-
-Y mira que grande te has hecho, todo un hombre de provecho, seguro que tienes ya una hermosa casita y buena comida cada noche-
-Bueno..no..no exactamente pero…ohh….pero que alegría veros…¿Qué qué ha pasado? Habíais muerto…yo..yo lo vi…como…- No podía estar más feliz, juntos de nuevo.
-Calma hijo, ya habrá tiempo, tenemos algo que decirte, algo importante tú, tu eres…- Iba a decir mi madre, cuando de repente su cabeza estalló en mil pedazos salpicándome completamente con su sangre.
-¡Aaaaaaaaaaahhhhhhh!- grité de terror y caí al suelo de espaldas, pero ya no estaba en la mina, sino en la superficie, percibía olor a fuego humo y muerte, el cielo estaba rojo y cubierto de cenizas, estábamos en algún tipo de campo de batalla.
Miré a mi alrededor muerto de miedo, no entendía nada, cientos de soldados con armadura corrían en todas direcciones, apenas se podía respirar por el humo, gritos y sangre por todas partes, veía volar piedras en llamas de catapultas y fuertes sonidos y hechizos retumbaban por doquier.
-¡Vamos arriba a las armas!- me gritó un soldado agarrándome del brazo y poniéndome de pie, ya no había rastro de mis padres.
-¡Deprisa, nos atacan, todos a cubierto!- me gritó, era Alanna, pero estaba cubierta de barro y sangre, visiblemente herida, tras esto salió corriendo, me miré, estaba ataviado con una armadura con emblemas que desconocía y tenía una espada ensangrentada en la mano.
-¿Qué es esto?¿qué demonios pasa?¿quién nos ataca?- grité, algún tipo de hechizo me lanzó al suelo de nuevo, en el cielo pájaros negros zumbaban como avispas, me puse en pie de nuevo, vi a un lado como Lunargenta entera estaba ardiendo, la torre del castillo se derrumbó entre una nube de polvo y destrucción, no entendía que estaba pasando, pero era horrible.
-¡El portal, son demasiados…!- gritó una voz conocida a mi espalda, de di la vuelta y vi a Eltrant luchando también.
-¿Eltrant que…?¡nooo!- grité al ver que tenía un enorme agujero en el pecho del que brotaba sangre por doquier.
-Schott, fue tarde...fue…- mascullo antes de caer muerto a mis pies.
-Noooooo- grité de puro dolor –No..no te mueras..no..yo- dije entre lágrimas.
-¡Déjalo, está muerto, está muerto!- Me gritó Alanna dándome tortas en la cara, había tanta sangre que ya no distinguía de quien era.
Una carga de caballería pasó cerca de nosotros, vi incluso al fondo algunas velas de la flota arder.
-¿Qué está pasando?- grité.
-Debiste haberlo hecho Schott, ahora ya es imposible-
-¿El qué..?¿Qué?- Pero otro hechizo nos alcanzó de lleno hiriéndonos a mí en el pecho y a Alanna en el cuello, su sangre manaba a borbotones.
-¡Aaahhh!¡Ahhh!- grité tratando de tapar su herida, los gritos de dolor de Alanna se elevaban por encima del estruendo de la batalla, no podía pararlo, Alanna balbuceaba algo, su bello rostro estaba completamente cubierto de sangre.
-No…no…aggg…agggg…ahhhhhh- Grité impotente, entonces algo me golpeó en la cara y todo se volvió negro.
No podía respirar, me ahogaba, estaba atrapado, en el agua, todo se desvanecía, yo… logré de repente salir a flote y coger aire, estaba en un castillo, no, en unas catacumbas, unos calabozos con celdas a ambos lados, y se estaba inundando todo, muy rápidamente.
-¡Ayuda Schott, ayúdanos!- oí gritar detrás mío, Runa y Huracán estaban metidas en una celda, y el agua casi estaba llegando al techo, estaban atrapadas.
-Que..qué..¿cómo?- mascullé tosiendo agua.
-¡Ábrenos, Schott!- me gritó Runa, corrí a la celda y traté de forzar la cerradura, pero estaba muy dura, muy dura.
-Agg, corre que nos ahogamos- Gritaban, el agua cada vez subía más, pronto alcanzaría el techo y se quedarían sin aire.
-Schott, date prisa- gritó huracán-
-Tú lo sabias, lo sabias- Me dijo Runa luchando por no ahogarse.
-Mierda..no puedo..no puedo…no se abre- Grité llorando haciendo lo que podía con la cerradura pero esta permanecía impasible, notaba como las manos me sangraban en la fría agua.
-Schott..tuuu…-dijo Runa antes de que el agua la cubriese por completo.
-No..no..aguanta…yo…no soy capaz, no puedo…- maldecía impotente.
Ya no podía ver con el agua, solo notaba las suaves manos de Runa agarrándome las mías al otro lado de la reja.
-Nooooo…nooo- Lloraba de dolor, las manos de Runa me apretaron fuertemente para luego soltarse y perderse en la oscuridad del agua.
-Agggggg- grité maldiciendo pero una fuerte corriente me arrastró y me llevó al fondo.
La corriente helada pasó a ser un abrasador fuego, abrí los ojos, estaba en un bosque, no, en una aldea, pero todo estaba ardiendo, las llamas devoraban las casas y los árboles en altísimos chorros de fuego que se elevaban hacia el cielo.
-Ahh..que está pasando ¿Por qué?- Grite en vano buscando respuestas cuando un aullido de dolor cercano atrajo mi atención.
-Aaaagggggg…agggggg- oí gritar, salí corriendo buscando el origen, una un árbol enrome estaba en llamas en una especie de pira y atadas a él estaban dos elfas que yo conocía.
-Oh dios, ¿Ashryn?, ¿Niniel?-
Sus gritos de dolor se elevaban sobre el crepitar de las llamas.
-¡Schott ayúdanos! ¡Nos han hecho esto!-
-¿Mierda quiénes? ¿tal..? agggghh- grité de dolor al intentar sacarlas el fuego me abrasaba los brazos.
-Ayuda…aaaaaagggg- gritaban de agonía, estaban de alguna manera atadas pero yo no podía meter los brazos.
-Aggghh….ahh- Maldije apretando los dientes para luego verme obligado a sacar los brazos del fuego de nuevo, me los estaba abrasando.
-Aaaagg, Aaaa, detenlo, detenlo antes- La oí gritar entre las llamas, ya no podía ver su hermoso rostro tapado por el violento fuego.
-¡Nooo…nooo…nooo!- Maldije en un último esfuerzo, pero tuve que volver a sacar las manos, las tenía completamente calcinadas y ya no podía moverlas. –Aggggggggg- grité de puro terror.
En ese momento las llamas me alcanzaron envolviéndome completamente, me sacudí tratando de quitármelas de encima, tras un par de giros las llamas cesaron y vi que estaba sobre una colina, ante mí un paisaje devastado el cielo gris de polvo y la luna roja como la sangre, el campo estaba completamente quemado hasta donde alcanzaba la vista, volutas de humo salían de lejanas ruinas irreconocibles, miles de tumbas sin nombre se hallaban donde quiera que mirase, era el fin.
Me giré cuando una silueta oscureció aún más donde estaba, era un dragón, negro enorme, temoble, que surcaba libremente los cielos, yo no sabía ni que estaba viendo, pero el si me vio a mí, y se lanzó de cabeza a por mí, me quedé helado de puro miedo, de algún modo se hizo pequeño y me mordió del cuello clavándome sus garras en la espalda.
-Ahhh, quítamelo, quítamelo- grité retorciéndome de dolor, para entonces caer al suelo de bruces y ver que estaba en la mina del principio.
-¿Qué? ¿Qué está pasando?¿cómo..?- pero no hubo tiempo, la mina comenzó a derrumbarse sobre mí, eché a correr, estaba aterrorizado, corría por los laberinticos pasadizos mientras todo se venía abajo y la negrura me invadía, me sentía al pie del abismo, todo se acababa.
-¡No…no..nooooooo!- gritaba de terror –¡Aaaahhhhh!-
Schott
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Re: La ejecución. [Tema Libre] [Interpretativo] [4/4]
Las ilusiones de la familiar de Runa Thorgil parecían ser más reales de lo que en verdad eran. Pero en aquel momento, el Guardián del Tiempo estaba haciendo de las suyas, alterando las realidades. Por lo que jugar con magia de ilusión, en aquellas fechas, era todo un riesgo, sobre todo si aquel que la usaba no era un experto, como era el caso de la tía de Runa. Poco a poco, según se desvanecían, un ángel predicador como si de un oráculo se tratara, apareció delante de cada uno de los cuatro presentes de manera individual.
Schott, el miedo a perder a los seres queridos es el mejor de los infortunios. Por ello, una figura angelical femenina se te aparece al término de tu pesadilla para entregarte la figura del “guardián del desierto”. – A ella no has podido salvarla. Pero aún podrás salvar a otros amigos.– le dijo el ángel - Algún día, te teletransportará a un desierto. – comentó aquella especie de oráculo. – Mas cuando lo haga, no pienses en que te llevará a la muerte. Lo hará para que salves a uno de tus mejores amigos. No pienses el por qué. Tan sólo hazlo. Y serás recompensado. – le dijo, sin especificarle quién podría ser ni a quién se estaba refiriendo.
Alanna, al igual que Schott, temía la muerte de sus amistades. Pero su pasado, mucho más oscuro que el del pelirrojo, haría que aquel espíritu fantasmal le dijera unas palabras bien distintas. – Has herido a mucha gente. Has matado a inocentes y realizado actos crueles. Todo bajo una falsa capa de protectora de los inocentes. ¿Crees que eso basta para redimirte de tu sacrificio? – espetó de mala manera. – Tú maldad ha sido la que me ha traído hasta aquí. – dijo el oráculo. - Ella ha muerto por culpa tuya, y cuando despiertes, lo verás. No lo olvides. – y, en ese momento, Alanna pudo sentir un fuerte pinchazo en su corazón que la haría caer al suelo. – ¿Duele? El proceso se repetirá y, algún día, dejará de latir para siempre. – sentenció.
Para Ashryn el amor fraternal era el más grande de sus amores, y no podía permitirse perder a aquel que más quería, que no era otro que su hermano gemelo. Un hermano, si es bueno, vale más que nada. – Temes perder a tu hermano mestizo. – se percató el ángel. – Doctora Elaynor. Salvas muchas vidas, ¿y te sientes insegura de no poder salvar a la que más quieres? – preguntó el ángel. – Abre los ojos, valiente Ashryn. Tienes una vida que salvar. ¿Podrás hacerlo? – volvió a insistir, sin explicarle a Ashryn a quién debía salvar, pero no tardaría en descubrirlo.
Pero iba a ser Runa la que se llevase la peor parte. - Te parecerá bonito. ¿Cuánto tiempo más crees que podrás seguir burlando a la muerte de la manera tan osada en qué lo haces, Runa Thorgil? – preguntó el ángel. La joven había estado a punto de ser ejecutada antes. – No puedo matarte. Pero sí puedo hacer que todos los demás te consideren muerta. Dividiré tu alma. - Y runa vería como, a su lado, aparecía un alma gemela que caería inconsciente al suelo.
Todos despertarían en el mismo lugar en el que habían comenzado a soñar. Podrían intercambiar sus experiencias, los dones entregados por el ángel. ¿Todos? No. Runa Thorgil ya no despertaría jamás. Yacía muerta en el suelo. Toda esperanza de vida se había acabado para ella, y su cuerpo permanecía inmóvil en medio de la estancia. Su corazón no la tía. La vida de la joven se había apagado para siempre.
* * * * * * *
He venido aquí por petición de Alanna Delteria, pero no podía dejar pasar la ocasión para “regalaros” algo a los demás también. Estáis escribiendo un post muy interesante y entretenido, seguid así, da gusto leer mensajes de este estilo que fomentan la inventiva y la originalidad de nuevas situaciones. Os felicito por ello.
No haré más que esta intervención, a partir de la escena que os propongo podéis continuar de la manera que deseéis sin esperarme.
Veréis el cuerpo de Runa muerto en el suelo, sin pulso. Tanto tiempo luchando para salvarla y no lo habéis conseguido. El ángel os dice diversas cosas. La tía de Runa no se cree que por haberle gastado una broma a su sobrina, haya podido matarla.
Abriré un evento llamado “El entierro de Runa Thorgil” en los próximos días. ¿A fin de cuentas, es lo que toca después de "la ejecución", no? ¿O creíais que siempre ibais a ganar "los buenos"? Disponible para todos los personajes de Aerandir. Donde podréis rendirle a la ladrona el homenaje que se merece.
Schott, el miedo a perder a los seres queridos es el mejor de los infortunios. Por ello, una figura angelical femenina se te aparece al término de tu pesadilla para entregarte la figura del “guardián del desierto”. – A ella no has podido salvarla. Pero aún podrás salvar a otros amigos.– le dijo el ángel - Algún día, te teletransportará a un desierto. – comentó aquella especie de oráculo. – Mas cuando lo haga, no pienses en que te llevará a la muerte. Lo hará para que salves a uno de tus mejores amigos. No pienses el por qué. Tan sólo hazlo. Y serás recompensado. – le dijo, sin especificarle quién podría ser ni a quién se estaba refiriendo.
Alanna, al igual que Schott, temía la muerte de sus amistades. Pero su pasado, mucho más oscuro que el del pelirrojo, haría que aquel espíritu fantasmal le dijera unas palabras bien distintas. – Has herido a mucha gente. Has matado a inocentes y realizado actos crueles. Todo bajo una falsa capa de protectora de los inocentes. ¿Crees que eso basta para redimirte de tu sacrificio? – espetó de mala manera. – Tú maldad ha sido la que me ha traído hasta aquí. – dijo el oráculo. - Ella ha muerto por culpa tuya, y cuando despiertes, lo verás. No lo olvides. – y, en ese momento, Alanna pudo sentir un fuerte pinchazo en su corazón que la haría caer al suelo. – ¿Duele? El proceso se repetirá y, algún día, dejará de latir para siempre. – sentenció.
Para Ashryn el amor fraternal era el más grande de sus amores, y no podía permitirse perder a aquel que más quería, que no era otro que su hermano gemelo. Un hermano, si es bueno, vale más que nada. – Temes perder a tu hermano mestizo. – se percató el ángel. – Doctora Elaynor. Salvas muchas vidas, ¿y te sientes insegura de no poder salvar a la que más quieres? – preguntó el ángel. – Abre los ojos, valiente Ashryn. Tienes una vida que salvar. ¿Podrás hacerlo? – volvió a insistir, sin explicarle a Ashryn a quién debía salvar, pero no tardaría en descubrirlo.
Pero iba a ser Runa la que se llevase la peor parte. - Te parecerá bonito. ¿Cuánto tiempo más crees que podrás seguir burlando a la muerte de la manera tan osada en qué lo haces, Runa Thorgil? – preguntó el ángel. La joven había estado a punto de ser ejecutada antes. – No puedo matarte. Pero sí puedo hacer que todos los demás te consideren muerta. Dividiré tu alma. - Y runa vería como, a su lado, aparecía un alma gemela que caería inconsciente al suelo.
Todos despertarían en el mismo lugar en el que habían comenzado a soñar. Podrían intercambiar sus experiencias, los dones entregados por el ángel. ¿Todos? No. Runa Thorgil ya no despertaría jamás. Yacía muerta en el suelo. Toda esperanza de vida se había acabado para ella, y su cuerpo permanecía inmóvil en medio de la estancia. Su corazón no la tía. La vida de la joven se había apagado para siempre.
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He venido aquí por petición de Alanna Delteria, pero no podía dejar pasar la ocasión para “regalaros” algo a los demás también. Estáis escribiendo un post muy interesante y entretenido, seguid así, da gusto leer mensajes de este estilo que fomentan la inventiva y la originalidad de nuevas situaciones. Os felicito por ello.
No haré más que esta intervención, a partir de la escena que os propongo podéis continuar de la manera que deseéis sin esperarme.
Veréis el cuerpo de Runa muerto en el suelo, sin pulso. Tanto tiempo luchando para salvarla y no lo habéis conseguido. El ángel os dice diversas cosas. La tía de Runa no se cree que por haberle gastado una broma a su sobrina, haya podido matarla.
- Alanna, tendrás pinchazos en el pecho repentinamente, como me pediste. ¿Querías sufrir, verdad? Pues por si fuera poco las palpitaciones que me has pedido, el ángel te ha acusado de ser la principal responsable del fallecimiento de Runa. Offrol sí que lo has sido. A fin de cuentas, has sido tú quien me ha hecho venir. Aunque on-rol no lo llegarás a entender.
- Schott, la figura del guardián que aparece en tu bolsillo te transportará en unos días al desierto. Para evitar que una persona corra el mismo destino que ha corrido Runa. Te enviaré un privado para invitarte a una quest. No lo consideres algo malo, sino una recompensa que te hago por tu fiel concepto de la amistad. Allí podrás demostrar el valor que muestras en cada hilo.
- Ashryn, siendo doctora, puedes tratar de hacer algo para revivir a Runa, pero no lo vas a conseguir. Puedes ser la que confirme científicamente su muerte. Tu, más allá de la angustia por ver una compañera fallecida, no sufrirás ningún mal.
- Runa, tú estás en la estancia, viéndolos a todos y sus comentarios. Pero por mucho que les hablas, no eres capaz de hacer que te escuchen. Ellos ven tu cuerpo en el suelo, que tú también ves. Ves lo que sucede impotente, como si fueses un fantasma. Esto es debido a una alteración del guardián del tiempo. Tendrá solución, no te preocupes.
Abriré un evento llamado “El entierro de Runa Thorgil” en los próximos días. ¿A fin de cuentas, es lo que toca después de "la ejecución", no? ¿O creíais que siempre ibais a ganar "los buenos"? Disponible para todos los personajes de Aerandir. Donde podréis rendirle a la ladrona el homenaje que se merece.
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Re: La ejecución. [Tema Libre] [Interpretativo] [4/4]
Aquella mujer estalló en risas cuando le pidió que dejara a sus compañeros en paz,burlona e insensata de su destino y el de los demás.Estaba jugando con fuerzas totalmente desconocidas, que iban a acarrear el peso de la muerte, quizás una muerte deseada para las brujas desde hace muchísimo tiempo.
Pasar los años detrás de una vulgar humana, que por la fuerza de la vida, aprendió a utilizar su cabeza más que su propia fuerza, y supiera los mejores escondrijos de la ciudad, no era tarea fácil.Más complicado era aún cuando la chica conoció aquel pirata rompe corazones, que con el tiempo la tomaría como a su propia hija.Como fuera nunca era el mejor momento para atraparla y darla fin.
Ahora, como broma. Había hipnotizado a todos, estaban en una especie de ilusión angustiosa.Ella veía sus cuerpos retorcerse en el suelo y llorar sin parar.-¡CHICOS DESPERTAR!- Volvió a gritarles como si aquello fuera a hacer efecto.
Solo podía mirar y maldecir a aquella mujer con tan mal gusto que estaba haciendo esto, sabía que ella pertenecía al clan de su madre, tenia la impresión que las cosas acabarían mal.Algo en su pecho le estaba pesando, fuerte, como una propia roca incrustada.
-JA JA JA - Aquella bruja continuaba disfrutando del espectáculo macabro que estaba formando mientras observaba a los cuerpos, y el rostro de la ladrona inundado en lágrimas.-Si no los despiertas pronto- Hizo una pausa con una sonrisa malévola dibujada en su rostro.- ¡Morirán!. ¿Podrás salvarlos como ellos hicieron contigo?-Jugaba con sus debilidades como había hecho un momento, jugaba con sus miedos, estaba jugando con las debilidades y miedos de sus compañeros, y se creía diosa de sus vidas.
-¿Qué estas diciendo?-Renegaba la chica a la mujer.-¡DEVUÉLVEMELOS - Gritaba furiosa, impotente de la situación.
Miró al cuerpo de Alanna temblar y decidió arrastrarse hasta ella unos pasos, poniéndose al lado de la chica que aun hablaba y gritaba como los demás, se fijo en su rostro marcado por el terror, se le encogió el corazón.
Luego se giró para mirar a Ashryn, a aquella medica desconocida que se había sacrificado por ella.
Podía verla llorar, y Runa sentirse culpable de ello, sentía la carga de que todo lo que pasaba era por su culpa, y de nadie más.-¿Qué ha hecho ella de malo?- Preguntó a la bruja.-Es noble de corazón. Solo estaba en el lugar equivocado.- Soltó una lagrima enorme mientras observaba a la elfa. Agarró la mano izquierda de Alanna aun con lágrimas y volvió a mirarla arrepentida en el lío en el que los había metido, cambió su vista hacia Schott que estaba gritando de terror, y ella cada vez se sentía más pequeñita.-Despertar, porfavor. Seguía mirando a la guarda y al pelirrojo cuando las lagrimas se volvían olas en sus mejillas.-No me dejéis. Yo os quiero- Se desgarraba, y ya no tenia cura.
Pero como las cosas nunca iban a mejor, apareció un ángel. Un ángel Prejuzgando sus acciones para burlar la muerte y sentenciándola a dividir su alma.¿Su alma?, se preguntaba la ladrona cuando notó un destelló y vió su propio cuerpo caer en los brazos de Alanna, que al fin despertaba.
Anonadada, confusa,extrañada,impactante.Estaba de pie viendo como su cuerpo, frío, sin aliento, había caído en los brazos de la mujer que cabalgó para poderla mantener con vida.
Observó su cara, la de la bruja, como despertaban los demás, y ella sin peso, estaba ahí, sin poder hacer nada. Espectro y furiosa.-Te maldigo!- Gritó la Runa astral a la bruja.-¡OS ODIO A TODAS!- Mientras la bruja, volvía a mirarla cómica e insensible.
Todo había sido en vano, habían sacrificado esfuerzo para que ella muriera, y ella aunque no fuera de carne y hueso en ese instante tenia que intentar hacer algo.-¿Alanna?, Alanna venga. ¡Tienes que ayudarme!- sin obtener mirada ni respuesta.¿Schott?- Tampoco el pelirrojo parecía verla. Su cuerpo era trasparente, era energía de la naturaleza, estaba casi fusionada con este mundo y pronto desaparecería como la carne putrefacta.-Ashryn tu eres médica. Haz algo. y de nuevo no había respuestas. Solo la miraba aquella, tan tajante y destructiva.
Y Runa estalló en si gritando de dolor mientras se ponía de cuclillas en el suelo tapando su cara con sus manos.¿Estaba muerta?. ¿Por qué lo estaba?. ¿Por burlar a la muerte en tantas ocasiones?.
La impotencia crecía en su interior.
Pasar los años detrás de una vulgar humana, que por la fuerza de la vida, aprendió a utilizar su cabeza más que su propia fuerza, y supiera los mejores escondrijos de la ciudad, no era tarea fácil.Más complicado era aún cuando la chica conoció aquel pirata rompe corazones, que con el tiempo la tomaría como a su propia hija.Como fuera nunca era el mejor momento para atraparla y darla fin.
Ahora, como broma. Había hipnotizado a todos, estaban en una especie de ilusión angustiosa.Ella veía sus cuerpos retorcerse en el suelo y llorar sin parar.-¡CHICOS DESPERTAR!- Volvió a gritarles como si aquello fuera a hacer efecto.
Solo podía mirar y maldecir a aquella mujer con tan mal gusto que estaba haciendo esto, sabía que ella pertenecía al clan de su madre, tenia la impresión que las cosas acabarían mal.Algo en su pecho le estaba pesando, fuerte, como una propia roca incrustada.
-JA JA JA - Aquella bruja continuaba disfrutando del espectáculo macabro que estaba formando mientras observaba a los cuerpos, y el rostro de la ladrona inundado en lágrimas.-Si no los despiertas pronto- Hizo una pausa con una sonrisa malévola dibujada en su rostro.- ¡Morirán!. ¿Podrás salvarlos como ellos hicieron contigo?-Jugaba con sus debilidades como había hecho un momento, jugaba con sus miedos, estaba jugando con las debilidades y miedos de sus compañeros, y se creía diosa de sus vidas.
-¿Qué estas diciendo?-Renegaba la chica a la mujer.-¡DEVUÉLVEMELOS - Gritaba furiosa, impotente de la situación.
Miró al cuerpo de Alanna temblar y decidió arrastrarse hasta ella unos pasos, poniéndose al lado de la chica que aun hablaba y gritaba como los demás, se fijo en su rostro marcado por el terror, se le encogió el corazón.
Luego se giró para mirar a Ashryn, a aquella medica desconocida que se había sacrificado por ella.
Podía verla llorar, y Runa sentirse culpable de ello, sentía la carga de que todo lo que pasaba era por su culpa, y de nadie más.-¿Qué ha hecho ella de malo?- Preguntó a la bruja.-Es noble de corazón. Solo estaba en el lugar equivocado.- Soltó una lagrima enorme mientras observaba a la elfa. Agarró la mano izquierda de Alanna aun con lágrimas y volvió a mirarla arrepentida en el lío en el que los había metido, cambió su vista hacia Schott que estaba gritando de terror, y ella cada vez se sentía más pequeñita.-Despertar, porfavor. Seguía mirando a la guarda y al pelirrojo cuando las lagrimas se volvían olas en sus mejillas.-No me dejéis. Yo os quiero- Se desgarraba, y ya no tenia cura.
Pero como las cosas nunca iban a mejor, apareció un ángel. Un ángel Prejuzgando sus acciones para burlar la muerte y sentenciándola a dividir su alma.¿Su alma?, se preguntaba la ladrona cuando notó un destelló y vió su propio cuerpo caer en los brazos de Alanna, que al fin despertaba.
Anonadada, confusa,extrañada,impactante.Estaba de pie viendo como su cuerpo, frío, sin aliento, había caído en los brazos de la mujer que cabalgó para poderla mantener con vida.
Observó su cara, la de la bruja, como despertaban los demás, y ella sin peso, estaba ahí, sin poder hacer nada. Espectro y furiosa.-Te maldigo!- Gritó la Runa astral a la bruja.-¡OS ODIO A TODAS!- Mientras la bruja, volvía a mirarla cómica e insensible.
Todo había sido en vano, habían sacrificado esfuerzo para que ella muriera, y ella aunque no fuera de carne y hueso en ese instante tenia que intentar hacer algo.-¿Alanna?, Alanna venga. ¡Tienes que ayudarme!- sin obtener mirada ni respuesta.¿Schott?- Tampoco el pelirrojo parecía verla. Su cuerpo era trasparente, era energía de la naturaleza, estaba casi fusionada con este mundo y pronto desaparecería como la carne putrefacta.-Ashryn tu eres médica. Haz algo. y de nuevo no había respuestas. Solo la miraba aquella, tan tajante y destructiva.
Y Runa estalló en si gritando de dolor mientras se ponía de cuclillas en el suelo tapando su cara con sus manos.¿Estaba muerta?. ¿Por qué lo estaba?. ¿Por burlar a la muerte en tantas ocasiones?.
La impotencia crecía en su interior.
Runa Thorgil
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Re: La ejecución. [Tema Libre] [Interpretativo] [4/4]
Nadie sabe cuando vendrá a visitarte el negro filo de la guadaña, nadie sabe cuando una valquiria acudirá a llevarse tu alma en medio del campo de batalla. Nadie sabe cuando la llama se apagará de tus ojos, ni cuando la música dejará de sonar en tus oídos. No se sabe cuando se helará tu piel, se congelará tu sonrisa, dejará de correr tu sangre, no se sabe cuando ni donde dejarás cerrar tus parpados por última vez, lo único que desea todo el mundo es que el final sea rápido, que tenga honor, que no estés solo. Se desea poco acerca de la muerte. Muchos se conforman con que sea justa y tardía. Otros piden que sea rápida, y se le recuerde. Lo único que se sabe es que todos, sea quien sea, desea dejar una marca en el corazón de alguien, una marca lo bastante profunda como para que lloren tu muerte, que en tu nacimiento, tu fuiste quien lloró y los demás rieron, y a la hora de tu muerte, seas tu quien ría y los demás quien lloren.
Nadie quiere perder a quien quiere, nadie quiere ser el responsable de una muerte, nadie quiere ver, ante sus ojos, la caída de un titan, porque sabe que, entonces, reinará el caos. Y eso era lo que acababa de ver la Gata frente a ella. Tenía abrazado el cuerpo de su amiga, de su prima, de la que estaba destinada a ser su hermana. Le había prometido, en un susurro que era solo para ellas que todo saldría bien, le había dado, silenciosamente, su palabra, porque quería creer, tenía fe, en que aunque la vida no las había tratado bien, ahora que se habían encontrado saldrían ambas a flote, que la una sería la luz de la otra, lo que no se habría imaginado nunca era que una de las pocas luces de su vida, esas que le había costado tanto recuperar, se apagaría con semejante velocidad.
Tenía aun su cuerpo en sus brazos, tenía aun el calor en su piel, cuando la notó pesada, cuando sintió caer el peso muerto de su cuerpo contra ella. La llamó con suavidad, ¿estaba herida? Notó que no respondía. La alejó un poco, mirándole a la cara,Runa, con los ojos abiertos le devolvía una mirada que había visto demasiadas veces en otras caras, Térpoli, sus salidas como confidente, le llegaron a la mente, no, no era posible. Los ojos de la chica, sin brillo, sin luz, apagados totalmente y sin esperanzas de volver a brillar, cerrando las puertas de la vida para siempre.
- No...- musitó acompañando a la ladrona hacia el suelo, dejando con cuidado su cabeza sobre la hierva.- Runa.- la llamó.- ¡RUNA!- gritó desesperada.- ¡Despierta, despierta!- pidió moviéndola alterada.- DESPIERTA RUNA.- No reaccionaba.- ¡Ashryn!- llamó a la elfa.- ¡ASHRYN, HAZ ALGO!- le pidió.- Despierta Runa, despierta, vamos, no nos hagas esto, abre los ojos.- exigió aterrada, notando las primeras lágrimas de pavor caer de sus ojos sin tocar siquiera sus mejillas.
Se alejó temblorosa, dejando paso a la elfa, y observó a su alrededor, ¿quien había hecho eso? Los ojos de Alanna se volvieron de un color negro oscuro, tan oscuro como la noche, mientras seguían empañados por las lágrimas, ¿quien había sido el culpable de la muerte de su amiga? Vio la figura de la tía de Runa y su cuerpo, cegado por la ira, sacó sus dagas y se acercó a la mujer con toda la velocidad que le permitían sus piernas. La arrinconó contra un tronco poniendo el cuchillo en su cuello. Era ella, ella les había hecho eso, ella había sido la responsable de sus pesadillas, de que runa no se moviera, era ella quien había provocado esto.
No podía perdonarla, si ella era la culpable tendría la cura, si ella había sido quien lo había hecho, podría sacarla de todo eso, ella podía despertarla, podía devolverle la vida, ella podía salvarla. Runa no podía estar muerta, era mentira. No podía perderla, no tan pronto, no a ella. Había perdido ya tanto, a su padre, a su madre, a Eltrant, que no la recordaba, había perdido a una hermana tiempo atrás y se había creído morir, ¿por qué? ¿por qué debía perder a otra hermana? Le temblaban tanto las manos, le costaba tanto respirar, las lágrima la cegaban demasiado, y la amenaza quedó clavada en su garganta. Su orgullo voló de su cuerpo, el miedo a perder a Runa superó cualquier vanidad que pudiera haber en ella.
Alanna dejó caer la daga al suelo, quedando indefensa frente a la bruja de ojos grises, su cuerpo tembloroso calló al suelo sujetando el vestido de la mujer, y, arrodillada, con el llanto incontrolable en sus ojos, hizo lo que jamás pensó que haría, lo que no había hecho nunca, lo que su orgullo jamás antes le había permitido hacer, por muy mal que hubiera estado la situación. Por primera vez en sus casi veintitrés primaveras, suplicó. Suplicó a la bruja, a los elementos, suplicó a los dioses en los que no creía, suplicó al cielo.
- Por favor, por favor... sálvela....- lloró alzando su mirada, ahora clara como el caramelo líquido, a esa mujer que no tenía perdón.
La dame de ojos grises negó con la cabeza, con los ojos caídos, ¿Qué era eso, una broma?¿No podía hacer nada? ¿había sido capaz de meterse en su cabeza, en su cuerpo, en su alma, ¿y ahora no podía devolverla? La ira volvió al cuerpo de la guarda con la velocidad de un relámpago y la fuerza de un tifón. Se levantó de la hierva fría por el rocío de la mañana y tomó a esa ruja por el cuello de la ropa dándole un golpe contra el tronco, y sus gritos fueron lo único que resonó en el bosque.
- ¡Devuélvamela!- exigió- ¡No puede jugar así con la vida de alguien y después decir, simplemente, que no puede hacer nada! Devuélvamela!- gritó zarandeándola.
La rabia era tal que no habría necesitado armas para matarla, estaba dispuesta a rodear el cuello de esa mujer con sus manos y apretar hasta que ya no saliera más aire de su cuerpo. Sin embargo, un pinchazo en el pecho que resonó en su cabeza la hizo soltar a esa hechicera y agarrarse el pecho con las dos manos. Se arrodilló presa del dolor, el corazón se le estaba deteniendo y una sonrisa sarcástica apareció en los ojos de esa puta, que, altanera, la miraba sonriente con esos ojos filosos como una daga de plata.
Nuevamente se mareó, pero no supo si era por el dolor en su pecho, punzante, como si le clavasen mil agujas en el corazón, o por esos ojos que la querían hacer de menos. Y propablemente no lo sabría nunca. Un ángel, una figura de belleza inmensa, de rubios cabellos la miró con gesto de dureza y crueldad, y sus palabras, un reflejo de los pensamientos de Alanna sobre si misma, quedarían rodando para siempre en su cabeza. Dolía, y tanto que dolía, después de todo, no era la primera vez que le arrancaban el corazón. Las lágrimas de culpabilidad e impotencia surcaron su cara sin que pudiera controlarlas en medio de ese claro soleado que comenzaba a cubrirse de nubes de tormenta.
No sabía como podía ser su culpa que Runa hubiera muerto, había intentado socorrerla, la había sacado de esa guillotina, pero ahora, ahora no servía de nada, porque ahí estaba, a pocos metros de ella, tumbada, fría, sin que Alanna pudiera hacer nada para ayudar, porque ni siquiera las súplicas servían de nada. Lo sentía, nadie sabía hasta que punto sentía todas sus acciones. Siempre había sabido que no era una buena persona. Siempre había sido consciente de que su padre se fue por ella, de que su madre murió por su culpa, por no haber sido capaz de salvarla, había sabido que los niños del orfanato no habrían pasado por tanto si no hubiera sido por su resistencia a la madamme, sabía que había derramado sangre demasiado pronto. Era consciente de las vidas que había arrebatado, recordaba todas y cada una de las caras que habían visto su vida sesgada por el filo de sus dagas. Comprendía a la perfección que su hermana había fingido su propia muerte porque Alanna no había podido cuidar de ella, y no había podido proteger a Runa.
Todo era su culpa, su madre no tenía razón, era ella, y no otra, la que estropeaba todo lo que tocaba, la que, incluso sin quererlo, sesgaba vidas, era ella la que había provocado esa situación, era, sin lugar a dudas, una mariposa azul. No era un signo de mal augurio, ella era el mal augurio hecho carne. Abrió los ojos, llorando, aun con el dolor en el pecho y la respiración pesada, sus pulmones exigían aire, un aire que no podía darles, porque su llanto se negaba a cesar, los gritos salían de su pecho a modo de reclamo. Le daba igual que hicieran, que devolvieran a Runa, y se la llevaran a ella.
Arrastrándose, incapaz de alzarse, temblando, se acercó al cuerpo inerte de su amiga, que tenía, ya, los ojos cerrados, y le tomó la mano helada, sabiendo que la suya lo estaba casi tanto como la del cuerpo sin vida, y mientras las primeras gotas de agua comenzaban a caer sobre ellos, acompañando el llanto de la chica, se acurrucó junto a Runa, como si solo estuviera durmiendo, y, tomándose el pecho con una sola mano, lloró.
Lloró un mar de lágrimas, ríos de pena, cascadas de soledad, lloró océanos de dolor que no desaparecían por muchas lágrimas que resbalasen de sus ojos, sencillamente, no podía creerlo. Runa ya no estaba, y era por su culpa. ¿Qué le diría a su padrastro? ¿que le diría a huracán? ¿Qué haría ella sin Runa? Comenzó a notar que el dolor cesaba, ya no quedaban pinchazos, pero el retumbar sordo le recordaba que no era un sueño, el frío en sus huesos, que no era por estar empapada de lluvia, le decía que ya no volvería a recuperar el calor de su piel, y el llanto que no cesaba por mucho tiempo que pasara, confirmaba que su corazón se había roto definitivamente. Esos pinchazos no eran más que el preludio de un final anunciado.
- Runa...- musitó tras un tiempo eterno llorando.
Su voz, rota, desgastada, más un llanto, una llamada, un perdón que no sabía como expresar, salió por fin de sus labios. Porque, después de todo, cómo puedes decirle a alguien que ya no te escucha que lo sientes, cómo cambiar un destino que ya se ha cumplido, cómo lograr redimir el mayor de los pecados. Ella siempre se había pensado una asesina, siempre había sabido que, de algún modo, acabaría muerta, lo que no había sabido que sería una muerta en vida. En su cabeza solo resonaban, dos palabras, dos palabras que serían su único pensamiento durante mucho, mucho tiempo. “Runa, perdona”. Porque, sabía, que en el pecado estaba su penitencia, y que no tenía, ni tendría nunca, el derecho de decirlo en voz alta. La había matado, no sabía cómo, pero lo había hecho.
En el cielo, alguien debía estar viéndola y riéndose de su suerte, porque nuevamente había perdido a alguien, nuevamente no habría esperanzas de recuperarlo, pero esta vez, Alanna era totalmente consciente de que, lejos de haber pensado de forma equivocada, había tenido siempre razón. Ella era la culpable, y no, no había podido mantener el peso del mundo en sus manos, ni podría hacerlo, ya no.
- Runa...- comenzó a musitar, incansable, entre llantos, sin ser capaz de soltar su mano o moverse de su posición junto al cuerpo helado.- Runa...
Nadie quiere perder a quien quiere, nadie quiere ser el responsable de una muerte, nadie quiere ver, ante sus ojos, la caída de un titan, porque sabe que, entonces, reinará el caos. Y eso era lo que acababa de ver la Gata frente a ella. Tenía abrazado el cuerpo de su amiga, de su prima, de la que estaba destinada a ser su hermana. Le había prometido, en un susurro que era solo para ellas que todo saldría bien, le había dado, silenciosamente, su palabra, porque quería creer, tenía fe, en que aunque la vida no las había tratado bien, ahora que se habían encontrado saldrían ambas a flote, que la una sería la luz de la otra, lo que no se habría imaginado nunca era que una de las pocas luces de su vida, esas que le había costado tanto recuperar, se apagaría con semejante velocidad.
Tenía aun su cuerpo en sus brazos, tenía aun el calor en su piel, cuando la notó pesada, cuando sintió caer el peso muerto de su cuerpo contra ella. La llamó con suavidad, ¿estaba herida? Notó que no respondía. La alejó un poco, mirándole a la cara,Runa, con los ojos abiertos le devolvía una mirada que había visto demasiadas veces en otras caras, Térpoli, sus salidas como confidente, le llegaron a la mente, no, no era posible. Los ojos de la chica, sin brillo, sin luz, apagados totalmente y sin esperanzas de volver a brillar, cerrando las puertas de la vida para siempre.
- No...- musitó acompañando a la ladrona hacia el suelo, dejando con cuidado su cabeza sobre la hierva.- Runa.- la llamó.- ¡RUNA!- gritó desesperada.- ¡Despierta, despierta!- pidió moviéndola alterada.- DESPIERTA RUNA.- No reaccionaba.- ¡Ashryn!- llamó a la elfa.- ¡ASHRYN, HAZ ALGO!- le pidió.- Despierta Runa, despierta, vamos, no nos hagas esto, abre los ojos.- exigió aterrada, notando las primeras lágrimas de pavor caer de sus ojos sin tocar siquiera sus mejillas.
Se alejó temblorosa, dejando paso a la elfa, y observó a su alrededor, ¿quien había hecho eso? Los ojos de Alanna se volvieron de un color negro oscuro, tan oscuro como la noche, mientras seguían empañados por las lágrimas, ¿quien había sido el culpable de la muerte de su amiga? Vio la figura de la tía de Runa y su cuerpo, cegado por la ira, sacó sus dagas y se acercó a la mujer con toda la velocidad que le permitían sus piernas. La arrinconó contra un tronco poniendo el cuchillo en su cuello. Era ella, ella les había hecho eso, ella había sido la responsable de sus pesadillas, de que runa no se moviera, era ella quien había provocado esto.
No podía perdonarla, si ella era la culpable tendría la cura, si ella había sido quien lo había hecho, podría sacarla de todo eso, ella podía despertarla, podía devolverle la vida, ella podía salvarla. Runa no podía estar muerta, era mentira. No podía perderla, no tan pronto, no a ella. Había perdido ya tanto, a su padre, a su madre, a Eltrant, que no la recordaba, había perdido a una hermana tiempo atrás y se había creído morir, ¿por qué? ¿por qué debía perder a otra hermana? Le temblaban tanto las manos, le costaba tanto respirar, las lágrima la cegaban demasiado, y la amenaza quedó clavada en su garganta. Su orgullo voló de su cuerpo, el miedo a perder a Runa superó cualquier vanidad que pudiera haber en ella.
Alanna dejó caer la daga al suelo, quedando indefensa frente a la bruja de ojos grises, su cuerpo tembloroso calló al suelo sujetando el vestido de la mujer, y, arrodillada, con el llanto incontrolable en sus ojos, hizo lo que jamás pensó que haría, lo que no había hecho nunca, lo que su orgullo jamás antes le había permitido hacer, por muy mal que hubiera estado la situación. Por primera vez en sus casi veintitrés primaveras, suplicó. Suplicó a la bruja, a los elementos, suplicó a los dioses en los que no creía, suplicó al cielo.
- Por favor, por favor... sálvela....- lloró alzando su mirada, ahora clara como el caramelo líquido, a esa mujer que no tenía perdón.
La dame de ojos grises negó con la cabeza, con los ojos caídos, ¿Qué era eso, una broma?¿No podía hacer nada? ¿había sido capaz de meterse en su cabeza, en su cuerpo, en su alma, ¿y ahora no podía devolverla? La ira volvió al cuerpo de la guarda con la velocidad de un relámpago y la fuerza de un tifón. Se levantó de la hierva fría por el rocío de la mañana y tomó a esa ruja por el cuello de la ropa dándole un golpe contra el tronco, y sus gritos fueron lo único que resonó en el bosque.
- ¡Devuélvamela!- exigió- ¡No puede jugar así con la vida de alguien y después decir, simplemente, que no puede hacer nada! Devuélvamela!- gritó zarandeándola.
La rabia era tal que no habría necesitado armas para matarla, estaba dispuesta a rodear el cuello de esa mujer con sus manos y apretar hasta que ya no saliera más aire de su cuerpo. Sin embargo, un pinchazo en el pecho que resonó en su cabeza la hizo soltar a esa hechicera y agarrarse el pecho con las dos manos. Se arrodilló presa del dolor, el corazón se le estaba deteniendo y una sonrisa sarcástica apareció en los ojos de esa puta, que, altanera, la miraba sonriente con esos ojos filosos como una daga de plata.
Nuevamente se mareó, pero no supo si era por el dolor en su pecho, punzante, como si le clavasen mil agujas en el corazón, o por esos ojos que la querían hacer de menos. Y propablemente no lo sabría nunca. Un ángel, una figura de belleza inmensa, de rubios cabellos la miró con gesto de dureza y crueldad, y sus palabras, un reflejo de los pensamientos de Alanna sobre si misma, quedarían rodando para siempre en su cabeza. Dolía, y tanto que dolía, después de todo, no era la primera vez que le arrancaban el corazón. Las lágrimas de culpabilidad e impotencia surcaron su cara sin que pudiera controlarlas en medio de ese claro soleado que comenzaba a cubrirse de nubes de tormenta.
No sabía como podía ser su culpa que Runa hubiera muerto, había intentado socorrerla, la había sacado de esa guillotina, pero ahora, ahora no servía de nada, porque ahí estaba, a pocos metros de ella, tumbada, fría, sin que Alanna pudiera hacer nada para ayudar, porque ni siquiera las súplicas servían de nada. Lo sentía, nadie sabía hasta que punto sentía todas sus acciones. Siempre había sabido que no era una buena persona. Siempre había sido consciente de que su padre se fue por ella, de que su madre murió por su culpa, por no haber sido capaz de salvarla, había sabido que los niños del orfanato no habrían pasado por tanto si no hubiera sido por su resistencia a la madamme, sabía que había derramado sangre demasiado pronto. Era consciente de las vidas que había arrebatado, recordaba todas y cada una de las caras que habían visto su vida sesgada por el filo de sus dagas. Comprendía a la perfección que su hermana había fingido su propia muerte porque Alanna no había podido cuidar de ella, y no había podido proteger a Runa.
Todo era su culpa, su madre no tenía razón, era ella, y no otra, la que estropeaba todo lo que tocaba, la que, incluso sin quererlo, sesgaba vidas, era ella la que había provocado esa situación, era, sin lugar a dudas, una mariposa azul. No era un signo de mal augurio, ella era el mal augurio hecho carne. Abrió los ojos, llorando, aun con el dolor en el pecho y la respiración pesada, sus pulmones exigían aire, un aire que no podía darles, porque su llanto se negaba a cesar, los gritos salían de su pecho a modo de reclamo. Le daba igual que hicieran, que devolvieran a Runa, y se la llevaran a ella.
Arrastrándose, incapaz de alzarse, temblando, se acercó al cuerpo inerte de su amiga, que tenía, ya, los ojos cerrados, y le tomó la mano helada, sabiendo que la suya lo estaba casi tanto como la del cuerpo sin vida, y mientras las primeras gotas de agua comenzaban a caer sobre ellos, acompañando el llanto de la chica, se acurrucó junto a Runa, como si solo estuviera durmiendo, y, tomándose el pecho con una sola mano, lloró.
Lloró un mar de lágrimas, ríos de pena, cascadas de soledad, lloró océanos de dolor que no desaparecían por muchas lágrimas que resbalasen de sus ojos, sencillamente, no podía creerlo. Runa ya no estaba, y era por su culpa. ¿Qué le diría a su padrastro? ¿que le diría a huracán? ¿Qué haría ella sin Runa? Comenzó a notar que el dolor cesaba, ya no quedaban pinchazos, pero el retumbar sordo le recordaba que no era un sueño, el frío en sus huesos, que no era por estar empapada de lluvia, le decía que ya no volvería a recuperar el calor de su piel, y el llanto que no cesaba por mucho tiempo que pasara, confirmaba que su corazón se había roto definitivamente. Esos pinchazos no eran más que el preludio de un final anunciado.
- Runa...- musitó tras un tiempo eterno llorando.
Su voz, rota, desgastada, más un llanto, una llamada, un perdón que no sabía como expresar, salió por fin de sus labios. Porque, después de todo, cómo puedes decirle a alguien que ya no te escucha que lo sientes, cómo cambiar un destino que ya se ha cumplido, cómo lograr redimir el mayor de los pecados. Ella siempre se había pensado una asesina, siempre había sabido que, de algún modo, acabaría muerta, lo que no había sabido que sería una muerta en vida. En su cabeza solo resonaban, dos palabras, dos palabras que serían su único pensamiento durante mucho, mucho tiempo. “Runa, perdona”. Porque, sabía, que en el pecado estaba su penitencia, y que no tenía, ni tendría nunca, el derecho de decirlo en voz alta. La había matado, no sabía cómo, pero lo había hecho.
En el cielo, alguien debía estar viéndola y riéndose de su suerte, porque nuevamente había perdido a alguien, nuevamente no habría esperanzas de recuperarlo, pero esta vez, Alanna era totalmente consciente de que, lejos de haber pensado de forma equivocada, había tenido siempre razón. Ella era la culpable, y no, no había podido mantener el peso del mundo en sus manos, ni podría hacerlo, ya no.
- Runa...- comenzó a musitar, incansable, entre llantos, sin ser capaz de soltar su mano o moverse de su posición junto al cuerpo helado.- Runa...
Alanna Delteria
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Re: La ejecución. [Tema Libre] [Interpretativo] [4/4]
Hay una leyenda que asegura la existencia de un hilo rojo, el cual nos conecta a las personas a las que estamos destinados a conocer. Este hilo puede enredarse y tensarse, pero jamás podrá romperse. Ashy jamás había creído en aquello hasta que decidió salir del bosque; ahí fue cuando comprendió que su vida quizá tenía un mejor propósito, que el quedarse resguardada bajo la protección de su familia para siempre. Su vida había dado un montón de giros, llevándola a formar lazos que nunca esperó y conociendo a personas increíbles y maravillosa, y, a su vez, conociendo el cruel lado del mundo real; un mundo donde se perdían a los seres queridos, a veces por razones injusta y equivocadas. Nunca iba a olvidar la primera vez que perdió una vida en el hospital de Lunargenta, ni la terrible sensación de haber arrebatado una vida, por más mala que esta existencia hubiese sido.
Aun así, ninguna de esas sensaciones podía compararse a la sola idea de perder a su hermano. Aquella ilusión por poco le cuesta la cordura y podía decirse que la vida misma, pues sin Allen, ella no tenía motivos para seguir en la tierra. Afortunadamente había logrado salir de aquella horrible ilusión y ahora se encontraba de regreso a la realidad, aunque con sus sentidos un tanto desechos. Miró en todas direcciones, buscando a sus compañeros, cuando una melodiosa voz la sobresaltó, causándole un susto de muerte, pues a esas alturas aun no lograba reponerse del trauma vivido. Una hermosa figura apareció frente a ella, recordándole su temor más grande y preguntándole acerca de la poca seguridad que tenía para poder mantenerlo a salvo. La ojiazul asintió con miedo, volviendo a recibir una pregunta del ángel, quien le hablaba acerca de una vida que tendría que salvar.
La rubia parpadeó confundida, cuando aquel ser desapareció y trató de asimilar aquellas palabras. En medio de tanta hegemonía pudo escuchar la voz de Alanna, trayéndola de regreso de sus pensamientos, para darse cuenta que Runa se encontraba inconsciente. Rápidamente se acercó a ella y le tomó la muñeca, buscándole el pulso. El alma se le fue al suelo al notar que el corazón de la joven no latía y sin perder tiempo la recostó en el césped ante los gritos suplicantes de la heroína. Abrió los labios de la joven y sin dudarlo acercó los suyos, tapándole la nariz mientras le brindaba a sus pulmones y su cerebro el oxígeno que necesitaban para no presentar muerte cerebral. En un movimiento ágil y sin darse el lujo de desperdiciar un solo segundo, la pequeña elfa junto sus manos y comenzó a comprimir su pecho, para reanimar su corazón. Contó mentalmente las compresiones, dando los intervalos necesarios para volver a oxigenar los pulmones de Runa, pero nada parecía dar resultado.
No iba a darse por vencida, iba a demostrarle al ángel que ella podría cumplir con salvar esa vida; solo que con el pasar de los minutos y ante la falta de respuestas, sus esperanzas comenzaron a decaer. Su mente se alejó del claro y solamente se concentró en intentar reanimar el corazón de la muchacha que yacía inerte bajo su cuerpo, desgraciadamente sin resultados favorables. No supo cuánto tiempo estuvo así, que ni siquiera se percató de las lágrimas que habían vuelto a surcar su rostro, hasta que levantó la mirada para encontrarse con la del muchacho pelirrojo, a quien observó con culpabilidad, tristeza y desolación. Se separó del cuerpo de la hermosa chica y apoyó sus enrojecidas manitas en sus rodillas, dejando salir todo lo que sentía, intentando resignarse a que aquello realmente estaba sucediendo.
—Murió… —susurró con la voz entrecortada y las mejillas humedecidas por el llanto, cerrando los ojos de la chica—. Lo lamento…
El sonido de un arma asestando en el suelo la hizo virar en dirección hacia Alanna, quien en algún momento se había dirigido a la causante de esa horrible tragedia, suplicándole que trajera de vuelta a su compañera. Ashy bajó la mirada, sabiendo que ella era la responsable, pues no había sido capaz de salvar a la joven; su falta de habilidad había costado la vida de una persona…de una gran persona. Escuchó a la heroína gritar de rabia de dolor, sintiendo todo el peso de aquella herida sobre sus hombros y haciéndola avergonzar aún más por su patética existencia; sin embargo, no tuvo mucho tiempo de pensar en ello, pues la silueta de la guardia cayendo de rodillas con sus manos en el pecho, hizo que se olvidará un instante de sus reprimendas mentales. Corrió rápidamente hacia la joven, dirigiéndole una muy severa mirada de enojo a la bruja y comenzó a revisarla.
Más de ciento veinte latidos por minuto, una preocupante taquicardia, pero no pudo detenerla para hacer un examen más exhaustivo, puesto que Alanna no tardó en arrastrarse hacia el cuerpo de Runa. Silenciosamente volvió a acercarse a ambas y observó a la joven quien sostenía la mano de su amiga con una profunda pena en su mirar. La miró estremecerse y aguantar el dolor que seguramente estaría sufriendo, logrando que la ojiazul la admirara todavía más. En un momento a otro el desgarrador sonido proveniente de los labios de la heroína hizo que su cuerpo se moviera por si solo y la envolviera en un fuerte abrazo. No podía traer a Runa de vuelta, pero podría ayudar a Alanna; seguramente era ella a quien el ángel se había referido. Lloró con ella sin soltarla, tratando de que transmitirle que no estaba sola y que no la iba a dejar.
—No fue tu culpa… —susurró separándose un poco de Alanna para mirarla—. Si hay alguien que falló fui yo…no pude salvarla…yo soy la responsable…lo siento tanto…
Miró a Schott, a ese agradable joven que había sido amable con ella, a esa curiosa alma que seguramente ahorita estaría odiándola y volvió a llorar. Su alma estaba fragmentada por haber perdido aquella vida, que parecía ser una de esas chispas que son difíciles de encontrar y ella no fue capaz de salvarla. En algún recoveco de su mente resonaban las palabras del ángel, preguntándole si podría salvar ‘‘esa’’ vida. No, ella no era más que una patética adolescente con delirios de grandeza y quien había querido jugar a ser una especie de Dios, pero la realidad era muy diferente. Ella no era nadie, no valía nada y no servía para nada y era tiempo de aceptarlo. Levantó sus lagunas azules para encontrarse con los ojos caramelo, tan vacíos y dolidos como a quien la muerte ha marcado su vida, y fue entonces que recordó las razones que la habían llevado hasta ahí, los motivos que guiaron sus pasos hasta ese increíble y poco común grupo de amigos; y recordó la leyenda del hilo rojo.
Tomó su mochila con mucha prisa y rebuscó en ella hasta encontrar un pequeño sobre con un puñado de flores disecadas, las cuales vertió en su cantimplora, revolviéndola hasta que estas quedaran completamente incorporadas en el agua. Días atrás había descubierto que las flores de espino blanco ayudaban a reducir algunos problemas del corazón. No se despegaría de Alanna, no podría dejarla sola después de todo lo vivido y hasta no asegurarse de que su estado de salud mejorara. No estaba segura de que afección podría padecer la heroína, más no iba a perder otra vida, aun si esta no deseaba ser salvada. Le entregó la infusión a la joven y se quitó su capa, cubriéndola con ella, dirigiéndole una última mirada a la bonita Runa. Le prometía hacer lo posible por salvar a su amiga, sin importar lo que pasara cuidaría de ella y del joven, porque seguramente eso es lo que la muchacha desearía que hiciera.
Aun así, ninguna de esas sensaciones podía compararse a la sola idea de perder a su hermano. Aquella ilusión por poco le cuesta la cordura y podía decirse que la vida misma, pues sin Allen, ella no tenía motivos para seguir en la tierra. Afortunadamente había logrado salir de aquella horrible ilusión y ahora se encontraba de regreso a la realidad, aunque con sus sentidos un tanto desechos. Miró en todas direcciones, buscando a sus compañeros, cuando una melodiosa voz la sobresaltó, causándole un susto de muerte, pues a esas alturas aun no lograba reponerse del trauma vivido. Una hermosa figura apareció frente a ella, recordándole su temor más grande y preguntándole acerca de la poca seguridad que tenía para poder mantenerlo a salvo. La ojiazul asintió con miedo, volviendo a recibir una pregunta del ángel, quien le hablaba acerca de una vida que tendría que salvar.
La rubia parpadeó confundida, cuando aquel ser desapareció y trató de asimilar aquellas palabras. En medio de tanta hegemonía pudo escuchar la voz de Alanna, trayéndola de regreso de sus pensamientos, para darse cuenta que Runa se encontraba inconsciente. Rápidamente se acercó a ella y le tomó la muñeca, buscándole el pulso. El alma se le fue al suelo al notar que el corazón de la joven no latía y sin perder tiempo la recostó en el césped ante los gritos suplicantes de la heroína. Abrió los labios de la joven y sin dudarlo acercó los suyos, tapándole la nariz mientras le brindaba a sus pulmones y su cerebro el oxígeno que necesitaban para no presentar muerte cerebral. En un movimiento ágil y sin darse el lujo de desperdiciar un solo segundo, la pequeña elfa junto sus manos y comenzó a comprimir su pecho, para reanimar su corazón. Contó mentalmente las compresiones, dando los intervalos necesarios para volver a oxigenar los pulmones de Runa, pero nada parecía dar resultado.
No iba a darse por vencida, iba a demostrarle al ángel que ella podría cumplir con salvar esa vida; solo que con el pasar de los minutos y ante la falta de respuestas, sus esperanzas comenzaron a decaer. Su mente se alejó del claro y solamente se concentró en intentar reanimar el corazón de la muchacha que yacía inerte bajo su cuerpo, desgraciadamente sin resultados favorables. No supo cuánto tiempo estuvo así, que ni siquiera se percató de las lágrimas que habían vuelto a surcar su rostro, hasta que levantó la mirada para encontrarse con la del muchacho pelirrojo, a quien observó con culpabilidad, tristeza y desolación. Se separó del cuerpo de la hermosa chica y apoyó sus enrojecidas manitas en sus rodillas, dejando salir todo lo que sentía, intentando resignarse a que aquello realmente estaba sucediendo.
—Murió… —susurró con la voz entrecortada y las mejillas humedecidas por el llanto, cerrando los ojos de la chica—. Lo lamento…
El sonido de un arma asestando en el suelo la hizo virar en dirección hacia Alanna, quien en algún momento se había dirigido a la causante de esa horrible tragedia, suplicándole que trajera de vuelta a su compañera. Ashy bajó la mirada, sabiendo que ella era la responsable, pues no había sido capaz de salvar a la joven; su falta de habilidad había costado la vida de una persona…de una gran persona. Escuchó a la heroína gritar de rabia de dolor, sintiendo todo el peso de aquella herida sobre sus hombros y haciéndola avergonzar aún más por su patética existencia; sin embargo, no tuvo mucho tiempo de pensar en ello, pues la silueta de la guardia cayendo de rodillas con sus manos en el pecho, hizo que se olvidará un instante de sus reprimendas mentales. Corrió rápidamente hacia la joven, dirigiéndole una muy severa mirada de enojo a la bruja y comenzó a revisarla.
Más de ciento veinte latidos por minuto, una preocupante taquicardia, pero no pudo detenerla para hacer un examen más exhaustivo, puesto que Alanna no tardó en arrastrarse hacia el cuerpo de Runa. Silenciosamente volvió a acercarse a ambas y observó a la joven quien sostenía la mano de su amiga con una profunda pena en su mirar. La miró estremecerse y aguantar el dolor que seguramente estaría sufriendo, logrando que la ojiazul la admirara todavía más. En un momento a otro el desgarrador sonido proveniente de los labios de la heroína hizo que su cuerpo se moviera por si solo y la envolviera en un fuerte abrazo. No podía traer a Runa de vuelta, pero podría ayudar a Alanna; seguramente era ella a quien el ángel se había referido. Lloró con ella sin soltarla, tratando de que transmitirle que no estaba sola y que no la iba a dejar.
—No fue tu culpa… —susurró separándose un poco de Alanna para mirarla—. Si hay alguien que falló fui yo…no pude salvarla…yo soy la responsable…lo siento tanto…
Miró a Schott, a ese agradable joven que había sido amable con ella, a esa curiosa alma que seguramente ahorita estaría odiándola y volvió a llorar. Su alma estaba fragmentada por haber perdido aquella vida, que parecía ser una de esas chispas que son difíciles de encontrar y ella no fue capaz de salvarla. En algún recoveco de su mente resonaban las palabras del ángel, preguntándole si podría salvar ‘‘esa’’ vida. No, ella no era más que una patética adolescente con delirios de grandeza y quien había querido jugar a ser una especie de Dios, pero la realidad era muy diferente. Ella no era nadie, no valía nada y no servía para nada y era tiempo de aceptarlo. Levantó sus lagunas azules para encontrarse con los ojos caramelo, tan vacíos y dolidos como a quien la muerte ha marcado su vida, y fue entonces que recordó las razones que la habían llevado hasta ahí, los motivos que guiaron sus pasos hasta ese increíble y poco común grupo de amigos; y recordó la leyenda del hilo rojo.
Tomó su mochila con mucha prisa y rebuscó en ella hasta encontrar un pequeño sobre con un puñado de flores disecadas, las cuales vertió en su cantimplora, revolviéndola hasta que estas quedaran completamente incorporadas en el agua. Días atrás había descubierto que las flores de espino blanco ayudaban a reducir algunos problemas del corazón. No se despegaría de Alanna, no podría dejarla sola después de todo lo vivido y hasta no asegurarse de que su estado de salud mejorara. No estaba segura de que afección podría padecer la heroína, más no iba a perder otra vida, aun si esta no deseaba ser salvada. Le entregó la infusión a la joven y se quitó su capa, cubriéndola con ella, dirigiéndole una última mirada a la bonita Runa. Le prometía hacer lo posible por salvar a su amiga, sin importar lo que pasara cuidaría de ella y del joven, porque seguramente eso es lo que la muchacha desearía que hiciera.
Ashryn Elaynor
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Re: La ejecución. [Tema Libre] [Interpretativo] [4/4]
-No..no…nooo- la negrura y la opresión se cernían sobre mí, la mina se venía abajo conmigo dentro ¿fue así como murieron mis padres?, tan terrible y vacío es el abismo ¿y después qué? ¿nada?, todo se iba volviendo negro, vi retazos de mi vida pasada, como pequeñas historias, no había estado mal supongo, había conocido a mucha gente buena, si aún hubiese tenido más tiempo, el aire me faltaba en los pulmones, iba a caer pero…una tenue luz se divisaba al final del túnel, sin pensarlo fui corriendo hacia ella, la luz me alejaba del abismo.
Conforme me fui acercando vi que se trataba de una figura humana, no, era más bien un ángel, una mujer, rebosante de luz, no entendía que estaba pasando ¿acaso estaba muerto?
Para mi sorpresa la angelical mujer me habló, escuché atento sus cálidas y confusas palabras.
-¿Eh..pero que quien ha muerto?¿qué desierto?¿yo..?¿cómo..?- las preguntas se agolpaban en mi cabeza, ¿estaba sucediendo de verdad?¿era una visión? Sin darme tiempo a nada todo se volvió turbio de nuevo y un cielo azul comenzó a formarse ante mis ojos.
Estaba tumbado boca arriba en un claro, ¿esto era real?, si, era real, notaba el dolor de una piedra pinchándome la espalda, traté de moverme aun mareado, me giré y tosí, aún era pronto para ponerme de pie, tumbado boca abajo vi a un lado a Alanna y Ashryn situadas sobre Runa, oh por todos los cielos, ¿estaría bien?
Al girarme noté algo pinchándome en el bolsillo, lentamente metí la mano y lo saqué, era una pequeña efigie de un soldado, hecha como de arena, pero muy dura, no recordaba haberla cogido en ningún lado.
-¿Pero..esto que..que es..?- mascullé, no entendía nada, pero pude oír gritos que provenían de las chicas, guardé la efigie y fui hacia ellas.
-Chicas…yo…ya voy…- dije arrasándome hacia ellas, ahora podía oír con mayor claridad, Alanna gritaba a Runa que se despertase, estaba desesperada, no, no sería que…oh no.
-Que..que ha pasado, no puede ser no…- mascullé sacando fuerzas de donde no tenía y poniéndome de pie para llegar más rápido.
Lo que vi me heló el corazón, Runa estaba inmóvil en el suelo, Ashryn trataba de reanimarla y había perdido de vista a Alanna.
-No..no NOOOOO, no puede ser, nooo- Grité arrodillándome a su lado tomando consciencia de la cruda realidad.
-No, no haz algo, revívela eres doctora ¿no? oh por favor cúrala haz algo, haz algo haz algo- Grité a Ashryn con los ojos llenos de lágrimas, no podía aun creer que hubiese muerto.
-Sálvala haz algo, una poción algo no, nooooo- gritaba fuera de mí, llorando, me arrodillé tratando de hacer algo, pero no sabía que podía hacer y dudo hubiese algo que no hubiese hecho Ashryn mejor.
Toqué finalmente el rostro de Runa, estaba frío.- NOOOOOOOOOOO- grité con los ojos enjuagados en lágrimas mirando al cielo.
-¿Quién ha sido?¿quién ha sido? Pagará por esto- dije desenfundando la pala y dando estocadas al aire.
-Asesinos, mostraos, mostraos, venid valientes, llevadme a mí no a ella, bastardos- gritaba completamente fuera de razón golpeando el aire a nuestro alrededor.
-¿Por qué no mes lleváis a mí?, llevadme a mi malditos, done estáis que pueda veros…- rompí a llorar y caí de rodillas al suelo impotente -Runa…no..tu no….- Veía su bello y desenfadado rostro al cerrar los ojos, no podía creer que estuviese muerta…no…no había nada que yo pudiese hacer, nada más que llorar.
Conforme me fui acercando vi que se trataba de una figura humana, no, era más bien un ángel, una mujer, rebosante de luz, no entendía que estaba pasando ¿acaso estaba muerto?
Para mi sorpresa la angelical mujer me habló, escuché atento sus cálidas y confusas palabras.
-¿Eh..pero que quien ha muerto?¿qué desierto?¿yo..?¿cómo..?- las preguntas se agolpaban en mi cabeza, ¿estaba sucediendo de verdad?¿era una visión? Sin darme tiempo a nada todo se volvió turbio de nuevo y un cielo azul comenzó a formarse ante mis ojos.
Estaba tumbado boca arriba en un claro, ¿esto era real?, si, era real, notaba el dolor de una piedra pinchándome la espalda, traté de moverme aun mareado, me giré y tosí, aún era pronto para ponerme de pie, tumbado boca abajo vi a un lado a Alanna y Ashryn situadas sobre Runa, oh por todos los cielos, ¿estaría bien?
Al girarme noté algo pinchándome en el bolsillo, lentamente metí la mano y lo saqué, era una pequeña efigie de un soldado, hecha como de arena, pero muy dura, no recordaba haberla cogido en ningún lado.
-¿Pero..esto que..que es..?- mascullé, no entendía nada, pero pude oír gritos que provenían de las chicas, guardé la efigie y fui hacia ellas.
-Chicas…yo…ya voy…- dije arrasándome hacia ellas, ahora podía oír con mayor claridad, Alanna gritaba a Runa que se despertase, estaba desesperada, no, no sería que…oh no.
-Que..que ha pasado, no puede ser no…- mascullé sacando fuerzas de donde no tenía y poniéndome de pie para llegar más rápido.
Lo que vi me heló el corazón, Runa estaba inmóvil en el suelo, Ashryn trataba de reanimarla y había perdido de vista a Alanna.
-No..no NOOOOO, no puede ser, nooo- Grité arrodillándome a su lado tomando consciencia de la cruda realidad.
-No, no haz algo, revívela eres doctora ¿no? oh por favor cúrala haz algo, haz algo haz algo- Grité a Ashryn con los ojos llenos de lágrimas, no podía aun creer que hubiese muerto.
-Sálvala haz algo, una poción algo no, nooooo- gritaba fuera de mí, llorando, me arrodillé tratando de hacer algo, pero no sabía que podía hacer y dudo hubiese algo que no hubiese hecho Ashryn mejor.
Toqué finalmente el rostro de Runa, estaba frío.- NOOOOOOOOOOO- grité con los ojos enjuagados en lágrimas mirando al cielo.
-¿Quién ha sido?¿quién ha sido? Pagará por esto- dije desenfundando la pala y dando estocadas al aire.
-Asesinos, mostraos, mostraos, venid valientes, llevadme a mí no a ella, bastardos- gritaba completamente fuera de razón golpeando el aire a nuestro alrededor.
-¿Por qué no mes lleváis a mí?, llevadme a mi malditos, done estáis que pueda veros…- rompí a llorar y caí de rodillas al suelo impotente -Runa…no..tu no….- Veía su bello y desenfadado rostro al cerrar los ojos, no podía creer que estuviese muerta…no…no había nada que yo pudiese hacer, nada más que llorar.
Schott
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Re: La ejecución. [Tema Libre] [Interpretativo] [4/4]
Todo se partió.Desde el momento en el que levantó la vista y observó la reacción de una Alanna desesperada, una guarda sumida en la más absoluta oscuridad para rogarle por su vida, por su vuelta, por devolverle un lazo que estaba tratando de salvar y acababa de ser descubierto. Runa, la apreciaba, para ella fue la primera de los guardias que trató de dialogar antes que apuntarla con ninguna arma, aunque la chica ya se había ganado su fama en aquellos puestos.
Agarraba el vestido de su tía, con fuerza, con desgarro, y ella solo la miraba con desprecio, por encima del hombro negando todas las peticiones, negando que no sabia traerla de vuelta, que una bruja de su nivel solo hacia maleficios e ilusiones no resurrecciones.-Me...- Intentaba hablar la muchacha aun en el suelo.Me...vais a pa...gar todas.- Terminó la frase un poco entrecortada mientras veía su amiga caminar hacia su cuerpo y pedir auxilio a la médica.
Ashryn despertó y enseguida acudió hacia su cuerpo, tras unos intentos de boca a boca y reanimación la doctora determinó su muerte, a Alanna le dolía el corazón, Ashryn se sentía lo suficientemente triste para sentirse culpable de su muerte. ¿No sería tonta de pensar que esto pasó por la rabieta que tuvo al ver su reacción ?.
Ni Runa entendía porque reacciono de tal manera, pero no la culpaba, era noble, como siempre hablaban de las viejas leyendas de los elfos blancos, que eran seres de almas blancas.
Ojalá pudiera en ese momento de derrumbe poder abrazarlas a las dos, así sabrían que ninguna realmente tuvo la culpa de lo sucedido. En sus retinas entraron las imágenes de una niña de unos cinco años viendo su hogar arder, un tacón negro, una risa peculiar y el pelo alborotado de la mujer que trató darla ejecución .
Había visto la barba descuidada de su padre, los incontables intentos de tiro en mitad de la ciudad, las peleas en las que se vio sometida, los intentos de violación, las veces que trataron de matarlas, los líos en los que se había llegado a meter, el secuestro en las catacumbas cuando se encontraba con Schott.
Realmente más de una vez había burlado a la bailarina de la guadaña y esta se la guardó en el momento menos indicado.
La mujer parece ser que no tenía más que hacer allí, no estaba interesada en la vida que se tumbo en el cuerpo de la difunta agarrando su mano, ni en el pelirrojo que cuando despertó comenzó a llorar gritando al lado de ambas, ni la hermosa Ashryn, que quizás era la que menos peligro veían. Una doctora que un gran futuro por delante, y ella no lo sabia, la experiencia le daría paso a mejor medicina y conocer mejor el cuerpo.
Runa quería estar allí, no como un ser frío, no como un muro que acababa de ser impactado, ni como el mar en calma.
Quería volver a ser la ola que rompía los esquemas de la gente.
La chica se puso de pie y miró a la bruja todavía caminando visiblemente cerca.-¡Tú no te vas!- Dijo ella extendiendo su mano hacia ella creando una ráfaga de viento que la golpearía contra el tronco de un árbol.
"Mis poderes no son lo suficientemente fuertes como para acabar la vida" Pensó la bruja mientras se levantaba y la miraba con desprecio y curiosidad.-Lleva este mensaje.- Empezó a comentar.-Nunca podréis acabar conmigo del todo, por más que os pese.- Añadió mientras se escuchaban las ruedas de un carromato que paró a poca distancia.
Un hombre bajó del carromato. Apuesto, moreno y conocido de Schott.
Judas había llegado al lugar en busca de noticias de la chica, tras varios días de su desaparición el hombre se puso manos a la obra cuando ni siquiera pudo encontrar al herrero.
Fue ver a Runa tendida, más pálida de lo que realmente era, con un cuerpo a su lado acurrucado y los ojos llorosos de todos y temerse lo peor.-Runa... dijo tratando de asimilar que no era cierto.-¡RUNA! - Gritó acelerado dirigiéndose al cuerpo.-¡MALDITA SEA ESTÚPIDA REACCIONA! zarandeando el cuerpo.-¡TE DIJE QUE TE CUIDARAS! ¡TE DIJE QUE...! Te cuidaraaas... La voz del ex pirata también se apago, intentando combatir el dolor que no quería mostrar en publico.
Ella estaba enfadada, se encontraba derruida, dolida por hacer tanto daño.
Tenía que volver, de alguna forma. Esto no podía ser final, no podía acabar separada de su cuerpo y ya está.
Le quedaban cosas por hacer, obras por cumplir, cosas que decir, locuras que cometer, era demasiado joven para apagarse para siempre. No podía rendirse, no podía asimilarlo, este no era su final, no.
Aunque fuera en esta forma, tenía que ayudarles, aunque tuviera el tiempo pegado en los talones, debía ayudarlos a curarse.
Debía hacer ver que Alanna era una líder nata, y una mujer excepcional que ha ganado con la humildad que con la fuerza, a Ashryn que debía ser la luz de un montón de vidas que podría salvar a tiempo.
A Schott que ha ganado más que un millón de hombres en batallas, esa sonrisa y esa forma de ver la vida era el verde más bonito del universo, y al ex pirata , que tenía el mensaje de una mujer enamorada de sus errores, de su pasado, de su forma pícara de ser.
Rubí estaba esperando formar una familia con él.
Y había más mensajes.
Que ella solo esperaba poder tener la oportunidad de repartir.
-Volveré, no sé como lo haré. -Se susurraba a si misma.-Pero lo haré-.
Y era una promesa, hacia ella misma y las personas de su entorno.
Off: Si queréis podéis utilizar a Judas para el post final, este post iba a tener otro final como os habréis imaginado pero a pesar del giro del guión espero que los disfrutarais los tres. ¡Ha sido un placer!
Agarraba el vestido de su tía, con fuerza, con desgarro, y ella solo la miraba con desprecio, por encima del hombro negando todas las peticiones, negando que no sabia traerla de vuelta, que una bruja de su nivel solo hacia maleficios e ilusiones no resurrecciones.-Me...- Intentaba hablar la muchacha aun en el suelo.Me...vais a pa...gar todas.- Terminó la frase un poco entrecortada mientras veía su amiga caminar hacia su cuerpo y pedir auxilio a la médica.
Ashryn despertó y enseguida acudió hacia su cuerpo, tras unos intentos de boca a boca y reanimación la doctora determinó su muerte, a Alanna le dolía el corazón, Ashryn se sentía lo suficientemente triste para sentirse culpable de su muerte. ¿No sería tonta de pensar que esto pasó por la rabieta que tuvo al ver su reacción ?.
Ni Runa entendía porque reacciono de tal manera, pero no la culpaba, era noble, como siempre hablaban de las viejas leyendas de los elfos blancos, que eran seres de almas blancas.
Ojalá pudiera en ese momento de derrumbe poder abrazarlas a las dos, así sabrían que ninguna realmente tuvo la culpa de lo sucedido. En sus retinas entraron las imágenes de una niña de unos cinco años viendo su hogar arder, un tacón negro, una risa peculiar y el pelo alborotado de la mujer que trató darla ejecución .
Había visto la barba descuidada de su padre, los incontables intentos de tiro en mitad de la ciudad, las peleas en las que se vio sometida, los intentos de violación, las veces que trataron de matarlas, los líos en los que se había llegado a meter, el secuestro en las catacumbas cuando se encontraba con Schott.
Realmente más de una vez había burlado a la bailarina de la guadaña y esta se la guardó en el momento menos indicado.
La mujer parece ser que no tenía más que hacer allí, no estaba interesada en la vida que se tumbo en el cuerpo de la difunta agarrando su mano, ni en el pelirrojo que cuando despertó comenzó a llorar gritando al lado de ambas, ni la hermosa Ashryn, que quizás era la que menos peligro veían. Una doctora que un gran futuro por delante, y ella no lo sabia, la experiencia le daría paso a mejor medicina y conocer mejor el cuerpo.
Runa quería estar allí, no como un ser frío, no como un muro que acababa de ser impactado, ni como el mar en calma.
Quería volver a ser la ola que rompía los esquemas de la gente.
La chica se puso de pie y miró a la bruja todavía caminando visiblemente cerca.-¡Tú no te vas!- Dijo ella extendiendo su mano hacia ella creando una ráfaga de viento que la golpearía contra el tronco de un árbol.
"Mis poderes no son lo suficientemente fuertes como para acabar la vida" Pensó la bruja mientras se levantaba y la miraba con desprecio y curiosidad.-Lleva este mensaje.- Empezó a comentar.-Nunca podréis acabar conmigo del todo, por más que os pese.- Añadió mientras se escuchaban las ruedas de un carromato que paró a poca distancia.
Un hombre bajó del carromato. Apuesto, moreno y conocido de Schott.
Judas había llegado al lugar en busca de noticias de la chica, tras varios días de su desaparición el hombre se puso manos a la obra cuando ni siquiera pudo encontrar al herrero.
Fue ver a Runa tendida, más pálida de lo que realmente era, con un cuerpo a su lado acurrucado y los ojos llorosos de todos y temerse lo peor.-Runa... dijo tratando de asimilar que no era cierto.-¡RUNA! - Gritó acelerado dirigiéndose al cuerpo.-¡MALDITA SEA ESTÚPIDA REACCIONA! zarandeando el cuerpo.-¡TE DIJE QUE TE CUIDARAS! ¡TE DIJE QUE...! Te cuidaraaas... La voz del ex pirata también se apago, intentando combatir el dolor que no quería mostrar en publico.
Ella estaba enfadada, se encontraba derruida, dolida por hacer tanto daño.
Tenía que volver, de alguna forma. Esto no podía ser final, no podía acabar separada de su cuerpo y ya está.
Le quedaban cosas por hacer, obras por cumplir, cosas que decir, locuras que cometer, era demasiado joven para apagarse para siempre. No podía rendirse, no podía asimilarlo, este no era su final, no.
Aunque fuera en esta forma, tenía que ayudarles, aunque tuviera el tiempo pegado en los talones, debía ayudarlos a curarse.
Debía hacer ver que Alanna era una líder nata, y una mujer excepcional que ha ganado con la humildad que con la fuerza, a Ashryn que debía ser la luz de un montón de vidas que podría salvar a tiempo.
A Schott que ha ganado más que un millón de hombres en batallas, esa sonrisa y esa forma de ver la vida era el verde más bonito del universo, y al ex pirata , que tenía el mensaje de una mujer enamorada de sus errores, de su pasado, de su forma pícara de ser.
Rubí estaba esperando formar una familia con él.
Y había más mensajes.
Que ella solo esperaba poder tener la oportunidad de repartir.
-Volveré, no sé como lo haré. -Se susurraba a si misma.-Pero lo haré-.
Y era una promesa, hacia ella misma y las personas de su entorno.
Off: Si queréis podéis utilizar a Judas para el post final, este post iba a tener otro final como os habréis imaginado pero a pesar del giro del guión espero que los disfrutarais los tres. ¡Ha sido un placer!
Runa Thorgil
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Re: La ejecución. [Tema Libre] [Interpretativo] [4/4]
Notó los brazos de Ashryn rodearla en un abrazo quien intentaba acompañarla en el dolor, pero tenía el corazón a pedazos. Nunca había tenido una vida fácil, había perdido a mucha gente, perdía y perdía cosas continuamente, perdió a su familia, su hogar, perdió su dignidad, su orgullo, perdió esa inocencia infantil al asestar un golpe por primera vez, perdía, perdía perdía y perdía, ¿por qué? Ya estaba bien, estaba harta, harta de luchar de esperar, de tener esperanzas, harta de estar a punto de conseguir la felicidad y se le escapase de la punta de los dedos.
Cansada de que quien estuviera ahí arriba jugase con ella, con su vida, como si fuera una muñeca. Porque si, puede que no fuera buena, puede que tuviera todo el cuerpo manchado de sangre, pero de niña no había hecho nada cruel, no había tenido tiempo, y aún así, los cielos ya la habían estado castigando. Podía ser una persona fuerte, podía intentar poner solución una, dos, tres veces, podía reponerse, pero cada vez le costaba más, no podía continuar, ya no, no quería seguir perdiendo a gente, ya bastaba, ¿por qué el destino no podía dejarla ya en paz? ¿Por qué no podía acabar ya con ella y dejar tranquila a la gente que quería?
Runa tenía toda la vida por delante, tenía a gente que la quería, un futuro prometedor, tenía familia, familia de verdad, de sangre, que velaba por ella, que la querían a su lado, tenía razones de sobra por las que vivir, pero había tenido que acabar en ese momento, en ese preciso instante, cuando todo lo que tenía delante era un camino brillante, y no había muerto porque lo mereciera, había muerto para castigarla a ella, ¿tan difícil era hacerlo de forma directa? ¿por qué tenían que tomarla con la gente que le importaba?
Las lágrimas caían incontrolables por su cara mientras una mano sostenía los brazos de Ashlyn, había oído los gritos de Schott, pero no podía apartar la vista de Runa, no quería soltarla, porque si la soltaba, si dejaba ir la mano de la ladrona de libros, si esa mano se enfriaba totalmente, sería como asumir su muerte, y no quería, no quería asumir la muerte de nadie más. El traqueteo de un carromato fue lo único que la hizo alzar la cabeza, solo para ver más sufrimiento, el sufrimiento que ella misma había provocado.
- Lo siento...- murmuró entre lágrimas.- Lo siento tanto...- tosió llorando apretando con fuerza el brazo de ashryn y la mano fría de Runa.
Juvia avanzaba a paso lento frente al carro, el traqueteo de las ruedas era lo único que rompía un silencio fúnebre que los inundaba a todos. Alanna, con la cabeza gacha, había logrado que se le agotasen las lágrimas, sus ojos rojos intentaban guiar un camino que había recorrido a penas treinta y dos horas atrás, con un ánimo muy diferente y una percepción distinta de si misma y del mundo.
En el carromato, descansaba cubierto el cuerpo de Runa, ella había luchado para poder ir con ella, habían tenido que arrancarla de su lado para poder avanzar. Alanna se miró la mano soltando las riendas de Juvia y escondió un gesto apretado tras sus mechones de pelo mientras las lágrimas volvían a correr por sus ojos y comenzaba a hipar, para no soltar un grito como los niños cuando lloran. Le dolía, le dolía físicamente, se llevó su puño cerrado a los labios y los intentó sostener así, no quería que la vieran llorar, no de nuevo.
No tenía derecho a sentirse triste y a derramar lágrimas, no tenía derecho pero no podía evitarlo. Sus hombros temblaron mientras su mano se envolvía en llanto y un trueno resonó con fuerza. El otoño no tenía compasión alguna ni por las plantas, ni por ella. Fue en otoño cuando perdió a una hermana, y era otoño, esa mañana, en la que había perdido a otra. El cielo tronó y el viento helado le sacudió el pelo intentando secarle las lágrimas mientras las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer, como si entendieran su dolor, como si llorasen con ella, el cielo también lloraba por Runa.
Alcanzaron pronto las puertas de Lunargenta, pero el viaje se le había hecho eterno. La ciudad, tan gris como su ánimo, más clara que su alma, les recibía con las mismas nubes de tormenta que los mojaban. Aunque a parte del mulero, era la única que seguía en el exterior del carro, intentando que la soledad fuera un bálsamo, sin lograr más que mantener sus ojos, por fin, secos, con un suspiro en la garganta incapaz de salir y que la mantenía en un estado constante de ahogo. Se acabó, el hilo se había roto, y sus ganas de luchar habían acabado por desaparecer. Se había cansado, lo que sucediera a partir de ahora, sucedería, no pensaba luchar más contra el destino, tal vez, así, dejaría en paz a la gente que le importaba, y se encaminaría, directamente, hacia ella.
Si el destino quería que fuera su juguete, lo sería, dejaría que jugase con ella con tal de que ignorase a los demás, sería una muñeca, aunque, por desgracia, estaba ya rota.
Cansada de que quien estuviera ahí arriba jugase con ella, con su vida, como si fuera una muñeca. Porque si, puede que no fuera buena, puede que tuviera todo el cuerpo manchado de sangre, pero de niña no había hecho nada cruel, no había tenido tiempo, y aún así, los cielos ya la habían estado castigando. Podía ser una persona fuerte, podía intentar poner solución una, dos, tres veces, podía reponerse, pero cada vez le costaba más, no podía continuar, ya no, no quería seguir perdiendo a gente, ya bastaba, ¿por qué el destino no podía dejarla ya en paz? ¿Por qué no podía acabar ya con ella y dejar tranquila a la gente que quería?
Runa tenía toda la vida por delante, tenía a gente que la quería, un futuro prometedor, tenía familia, familia de verdad, de sangre, que velaba por ella, que la querían a su lado, tenía razones de sobra por las que vivir, pero había tenido que acabar en ese momento, en ese preciso instante, cuando todo lo que tenía delante era un camino brillante, y no había muerto porque lo mereciera, había muerto para castigarla a ella, ¿tan difícil era hacerlo de forma directa? ¿por qué tenían que tomarla con la gente que le importaba?
Las lágrimas caían incontrolables por su cara mientras una mano sostenía los brazos de Ashlyn, había oído los gritos de Schott, pero no podía apartar la vista de Runa, no quería soltarla, porque si la soltaba, si dejaba ir la mano de la ladrona de libros, si esa mano se enfriaba totalmente, sería como asumir su muerte, y no quería, no quería asumir la muerte de nadie más. El traqueteo de un carromato fue lo único que la hizo alzar la cabeza, solo para ver más sufrimiento, el sufrimiento que ella misma había provocado.
- Lo siento...- murmuró entre lágrimas.- Lo siento tanto...- tosió llorando apretando con fuerza el brazo de ashryn y la mano fría de Runa.
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Juvia avanzaba a paso lento frente al carro, el traqueteo de las ruedas era lo único que rompía un silencio fúnebre que los inundaba a todos. Alanna, con la cabeza gacha, había logrado que se le agotasen las lágrimas, sus ojos rojos intentaban guiar un camino que había recorrido a penas treinta y dos horas atrás, con un ánimo muy diferente y una percepción distinta de si misma y del mundo.
En el carromato, descansaba cubierto el cuerpo de Runa, ella había luchado para poder ir con ella, habían tenido que arrancarla de su lado para poder avanzar. Alanna se miró la mano soltando las riendas de Juvia y escondió un gesto apretado tras sus mechones de pelo mientras las lágrimas volvían a correr por sus ojos y comenzaba a hipar, para no soltar un grito como los niños cuando lloran. Le dolía, le dolía físicamente, se llevó su puño cerrado a los labios y los intentó sostener así, no quería que la vieran llorar, no de nuevo.
No tenía derecho a sentirse triste y a derramar lágrimas, no tenía derecho pero no podía evitarlo. Sus hombros temblaron mientras su mano se envolvía en llanto y un trueno resonó con fuerza. El otoño no tenía compasión alguna ni por las plantas, ni por ella. Fue en otoño cuando perdió a una hermana, y era otoño, esa mañana, en la que había perdido a otra. El cielo tronó y el viento helado le sacudió el pelo intentando secarle las lágrimas mientras las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer, como si entendieran su dolor, como si llorasen con ella, el cielo también lloraba por Runa.
Alcanzaron pronto las puertas de Lunargenta, pero el viaje se le había hecho eterno. La ciudad, tan gris como su ánimo, más clara que su alma, les recibía con las mismas nubes de tormenta que los mojaban. Aunque a parte del mulero, era la única que seguía en el exterior del carro, intentando que la soledad fuera un bálsamo, sin lograr más que mantener sus ojos, por fin, secos, con un suspiro en la garganta incapaz de salir y que la mantenía en un estado constante de ahogo. Se acabó, el hilo se había roto, y sus ganas de luchar habían acabado por desaparecer. Se había cansado, lo que sucediera a partir de ahora, sucedería, no pensaba luchar más contra el destino, tal vez, así, dejaría en paz a la gente que le importaba, y se encaminaría, directamente, hacia ella.
Si el destino quería que fuera su juguete, lo sería, dejaría que jugase con ella con tal de que ignorase a los demás, sería una muñeca, aunque, por desgracia, estaba ya rota.
Alanna Delteria
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Re: La ejecución. [Tema Libre] [Interpretativo] [4/4]
No había nada que pudiesen hacer. La hermosa joven había fallecido y no importaba lo que hiciesen, simplemente necesitarían de un milagro para traerla de regreso. Desvió su mirada con impotencia cuando Schott le suplicó que la reviviera, pero desgraciadamente eso no estaba en sus posibilidades, por mucho que ella quisiera ayudar. Se mantuvo al lado de la heroína, abrazándola, acompañándola; había decidido que no se separaría de ella y esa era una promesa que iba a cumplir. Alanna se aferraba a su brazo sin soltar la mano de Runa, disculpándose una y otra vez, mientras las lágrimas surcaban aquel rostro que alguna vez fue fuerte y valiente. Un hombre hizo su aparición, reaccionando de la misma manera que todos ellos al ver el cuerpo de la chica tendido sobre el césped sin un ápice de vida. Ciertamente la joven era más valiosa para la gente de lo que se pudiese imaginar y esa idea solo le estrujó el corazón al no haber sido capaz de salvarla.
Se mantuvo en silencio durante el viaje de regreso a Lunargenta y caminó al lado de la heroína con su mirada clavada en el suelo. El cuerpo de Runa yacía inerte sobre el carromato, mientras el aura de tristeza los embargaba, siendo acompañados por el gélido aire otoñal, el cual presagiaba una tormenta. Los cielos lloraban por la joven, por esa chispeante alma que pocas veces se logran ver, por esa vida que ella no pudo mantener. Acarició el cuello del corcel de Alanna y trató de esbozar una pequeña sonrisa, pero simplemente le fue imposible, todo era demasiado oscuro como para ignorarlo y no importaba cuanto se esforzara, simplemente terminaba sintiendo que todo era su culpa. Las gotas de lluvia no tardaron en empapar su rostro, mientras levantaba un poco la mirada, divisando las puertas de la urbe, la cuales parecían recibirlos con una infausta bienvenida.
Dirigió sus orbes azulados al rostro de la heroína, observándola un momento. Le costaba trabajo entender como alguien tan fuerte podía emanar un aura de tanta desdicha, pues, aunque la heroína parecía alguien a quien los problemas no afectaban en lo absoluto, la realidad es que en sus brazos se sintió tan frágil como una delicada muñeca. Aun así, ella era consciente del esfuerzo que hacía para que no la viesen desmoronarse, escondiendo, a su vez, el dolor físico que seguramente estaría sufriendo, aunado al dolor emocional por la pérdida de Runa. No estaba muy segura de cómo le haría para no dejarla sola, pues tenía el presentimiento de que si se separaba de ella se sumarían otra vida a la lista de sus fracasos médicos y no podía permitir que la pequeña luz que Alanna emanaba, terminara por extinguirse. Quizá no lo creería luego de todo lo ocurrido, pero ella era alguien increíble y especial, de esas personas que son capaces de brillar estando rodeadas de oscuridad; no obstante, también eran demasiado susceptibles a caer presa de las tinieblas, dejándose vencer sin darse cuenta de lo valiosas que eran sus almas.
La siguió en silencio, tratando de no perderla de vista, mientras le daba vueltas a su cerebro, intentando encontrar una respuesta a la posible afección que podría estar sufriendo el corazón de la heroína y las soluciones que podrían existir; aunque sabía que nada de lo que hiciera curaría a un corazón roto por el dolor y eso era lo más difícil. La cuidaría tanto como le fuese posible, pues algo en su interior se aferraba a la preocupación de volver a perder otra vida y eso jamás se lo perdonaría. El cuerpo le tiritaba de frío y varias veces tuvo que esconder el pánico que le suponía escuchar al cielo tronar, levantando la vista al cenit, el cual se encontraba cubierto por aquellas nubes grisáceas que parecían llorar la pena de todos. Tomó una pequeña bocanada de aire frío y nuevamente miró el carromato donde viajaba el cuerpo de Runa.
—Oh, señorita… —se lamentó en un susurro apenas audible—. Su partida ha fragmentado más que los sentimientos de quienes la apreciaban…
Ciertamente no la conocía, pero de ser así seguramente su pena sería aun mayor; lamentablemente ya no había forma de que aquello sucediese, pues, aunque reconocerlo fuese algo difícil, se necesitaría de un milagro para que la joven regresase. Ahora solo restaba cuidar de los que seguían vivos y hacer pagar a los responsables de tal infamia, y confiaba en que eso no tardaría en acontecer.
Se mantuvo en silencio durante el viaje de regreso a Lunargenta y caminó al lado de la heroína con su mirada clavada en el suelo. El cuerpo de Runa yacía inerte sobre el carromato, mientras el aura de tristeza los embargaba, siendo acompañados por el gélido aire otoñal, el cual presagiaba una tormenta. Los cielos lloraban por la joven, por esa chispeante alma que pocas veces se logran ver, por esa vida que ella no pudo mantener. Acarició el cuello del corcel de Alanna y trató de esbozar una pequeña sonrisa, pero simplemente le fue imposible, todo era demasiado oscuro como para ignorarlo y no importaba cuanto se esforzara, simplemente terminaba sintiendo que todo era su culpa. Las gotas de lluvia no tardaron en empapar su rostro, mientras levantaba un poco la mirada, divisando las puertas de la urbe, la cuales parecían recibirlos con una infausta bienvenida.
Dirigió sus orbes azulados al rostro de la heroína, observándola un momento. Le costaba trabajo entender como alguien tan fuerte podía emanar un aura de tanta desdicha, pues, aunque la heroína parecía alguien a quien los problemas no afectaban en lo absoluto, la realidad es que en sus brazos se sintió tan frágil como una delicada muñeca. Aun así, ella era consciente del esfuerzo que hacía para que no la viesen desmoronarse, escondiendo, a su vez, el dolor físico que seguramente estaría sufriendo, aunado al dolor emocional por la pérdida de Runa. No estaba muy segura de cómo le haría para no dejarla sola, pues tenía el presentimiento de que si se separaba de ella se sumarían otra vida a la lista de sus fracasos médicos y no podía permitir que la pequeña luz que Alanna emanaba, terminara por extinguirse. Quizá no lo creería luego de todo lo ocurrido, pero ella era alguien increíble y especial, de esas personas que son capaces de brillar estando rodeadas de oscuridad; no obstante, también eran demasiado susceptibles a caer presa de las tinieblas, dejándose vencer sin darse cuenta de lo valiosas que eran sus almas.
La siguió en silencio, tratando de no perderla de vista, mientras le daba vueltas a su cerebro, intentando encontrar una respuesta a la posible afección que podría estar sufriendo el corazón de la heroína y las soluciones que podrían existir; aunque sabía que nada de lo que hiciera curaría a un corazón roto por el dolor y eso era lo más difícil. La cuidaría tanto como le fuese posible, pues algo en su interior se aferraba a la preocupación de volver a perder otra vida y eso jamás se lo perdonaría. El cuerpo le tiritaba de frío y varias veces tuvo que esconder el pánico que le suponía escuchar al cielo tronar, levantando la vista al cenit, el cual se encontraba cubierto por aquellas nubes grisáceas que parecían llorar la pena de todos. Tomó una pequeña bocanada de aire frío y nuevamente miró el carromato donde viajaba el cuerpo de Runa.
—Oh, señorita… —se lamentó en un susurro apenas audible—. Su partida ha fragmentado más que los sentimientos de quienes la apreciaban…
Ciertamente no la conocía, pero de ser así seguramente su pena sería aun mayor; lamentablemente ya no había forma de que aquello sucediese, pues, aunque reconocerlo fuese algo difícil, se necesitaría de un milagro para que la joven regresase. Ahora solo restaba cuidar de los que seguían vivos y hacer pagar a los responsables de tal infamia, y confiaba en que eso no tardaría en acontecer.
Ashryn Elaynor
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Re: La ejecución. [Tema Libre] [Interpretativo] [4/4]
No sabía qué hacer, no había nada que yo pudiese hacer, supongo que ya solo quedaba llorar su perdida, parecía mentira, todo una broma de mal gusto, pero era la cruel y dura realidad.
Bajé la pala y la dejé caer al suelo, abatido, supongo que finalmente, tras tantas aventuras y riesgos tentando a la muerte la habíamos tentado demasiado, ni siquiera podía pararme a pensar como había huerto, estaba allí, quieto de pie, en shock, sin creer aun como se habían desarrollado las cosas.
El traqueteó de un carro me hizo girar la cabeza, que más da si fuesen enemigos, ya no me importaba, un tipo bajó corriendo de él, no me sonaba, oh si espera si, era Judas o algo así, de la taberna.
-Tranquilas, es amigo- dije con voz amarga –Lo siento, no..no pudimos hacer nada- dije a Judas con mucha pesadumbre, había llegado tarde, todos lo habíamos hecho.
Hicimos el camino de regreso a Lunargenta en el carro de Judas, yo iba sentado detrás con las piernas colgando y la cabeza baja, nadie dijo nada, yo tampoco, ni siquiera podía pensar cuanto nos faltaba ni por dónde íbamos, solo vacío, nada.
Giré la cabeza para ver a los demás con cuidado de no ver el cuerpo de Runa que estaba tras de mí, las chicas estaban tan alicaídas como yo, sino más, había sido un muy duro golpe para todos.
Una ligera lluvia comenzó a caer, lo que faltaba, notaba el agua sobre mi nuca, empapándome la cabeza y como se iba formando barro debajo de las ruedas, como las piedras hacían botar levemente el carro, supongo que estaba evitando pensar en Runa fijándome en esos detalles insignificantes.
Sin apenas darme cuenta cruzamos las puertas de la cuidad, un guardia se acercó a decirnos algo, le mire, el guardia debió de ver la devastación en mi rostro y se retiró sin decir nada, yo no podía soportarlo, ¿Por qué no había sido yo? Estoy seguro de haber pasado más riesgos y peligros cercanos a la muerte que Runa, y aquí estaba yo vivo, a diferencia de ella, supongo que tras todas las vidas que salvamos, todas las otras que quitamos, todo acaba teniendo un precio, un precio que hemos de pagar tarde o temprano.
Bajé la pala y la dejé caer al suelo, abatido, supongo que finalmente, tras tantas aventuras y riesgos tentando a la muerte la habíamos tentado demasiado, ni siquiera podía pararme a pensar como había huerto, estaba allí, quieto de pie, en shock, sin creer aun como se habían desarrollado las cosas.
El traqueteó de un carro me hizo girar la cabeza, que más da si fuesen enemigos, ya no me importaba, un tipo bajó corriendo de él, no me sonaba, oh si espera si, era Judas o algo así, de la taberna.
-Tranquilas, es amigo- dije con voz amarga –Lo siento, no..no pudimos hacer nada- dije a Judas con mucha pesadumbre, había llegado tarde, todos lo habíamos hecho.
Hicimos el camino de regreso a Lunargenta en el carro de Judas, yo iba sentado detrás con las piernas colgando y la cabeza baja, nadie dijo nada, yo tampoco, ni siquiera podía pensar cuanto nos faltaba ni por dónde íbamos, solo vacío, nada.
Giré la cabeza para ver a los demás con cuidado de no ver el cuerpo de Runa que estaba tras de mí, las chicas estaban tan alicaídas como yo, sino más, había sido un muy duro golpe para todos.
Una ligera lluvia comenzó a caer, lo que faltaba, notaba el agua sobre mi nuca, empapándome la cabeza y como se iba formando barro debajo de las ruedas, como las piedras hacían botar levemente el carro, supongo que estaba evitando pensar en Runa fijándome en esos detalles insignificantes.
Sin apenas darme cuenta cruzamos las puertas de la cuidad, un guardia se acercó a decirnos algo, le mire, el guardia debió de ver la devastación en mi rostro y se retiró sin decir nada, yo no podía soportarlo, ¿Por qué no había sido yo? Estoy seguro de haber pasado más riesgos y peligros cercanos a la muerte que Runa, y aquí estaba yo vivo, a diferencia de ella, supongo que tras todas las vidas que salvamos, todas las otras que quitamos, todo acaba teniendo un precio, un precio que hemos de pagar tarde o temprano.
Schott
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