Fullorðinn fræ (LIBRE)
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Fullorðinn fræ (LIBRE)
El paso de Frith por Lunargenta había sido breve. Acostumbrado a vivir relativamente aislado en el linde de un bosque al oeste, no recordaba que algunas cosas no resultaban ser demasiado legales entre las sociedades humanas. Prácticamente toda su vida había estado con Lilja —su hermana— en aquella pequeña casa de madera. Trabajando de forma intermitente como guardia de caravanas o algún que otro trabajo temporal acorde con sus condiciones físicas. Había salido de Lunargenta sin haber podido ver a su viejo conocido, Vestan, pero regresaría días después. Al fin y al cabo no pensaba marchar hacia Ulmer de inmediato, todavía quería conocer un poco el entorno, acostumbrarse y en especial, prepararse. No sabia como seria aquella sociedad de licántropos, no sabia como funcionaria. Tal vez tendría un recibimiento hostil, tal vez se sorprendiera y se sintiera cómodo. Como fuera, no conservaba un buen recuerdo de los licántropos; los únicos que había conocido en su vida habían sido tres, asesinos de su padre, y una, su madre, que tampoco había quedado en muy buen lugar después de abandonar la familia cuando el todavía no sabia leer. Lo cierto es que se sentía nervioso, mas aun por cada día que pasaba. No sabia si encontraría a su madre; según los rumores de la familia, ella se había marchado precisamente a Ulmer; pero al mismo tiempo tampoco estaba seguro de si realmente quería encontrarse con ella. Lo mas probable era que sintiera temor de decepcionarse, de no encontrar lo que buscaba, de que no fuera lo que esperaba.
—Vendo pan. Quieres un poco? —Una voz dulce pero grave le llamo la atención, devolviéndolo a la realidad. Era un anciano, iba cargado con un saco en su espalda y sobresalían algunas barras de pan.
—No, no —negó el repentinamente. Lo dijo casi nervioso, las sorpresas lo dejaban bastante sobresaltado durante un rato—. Voy servido —alzo su mano. Tenia una rodaja de pan especiado en su mano. Desde que había salido de Lunargenta había estado comiendo aquello de manera intermitente.
—Y que tal un dulce trago de aguamiel? —Pregunto entonces el anciano, sacando del mismo saco donde estaban las barras de pan, una pequeña botella con un liquido de tono espeso en su interior. Parecía tener algunos pedazos de alguna cosa… Frith pensó que se trataría de levadura de cerveza que habría olvidado clarificar.
—No bebo… ahora mismo —sonrió Frith. En realidad deseaba mucho un buen trago de aguamiel, pero no debía caer en ello porque no haría mas que ralentizarlo. Tener aguamiel en sus manos no habría hecho otra cosa que obligarlo a sentarse en algún rincón, bebiendo tranquilo y pensando en multitud de cosas. Y ya estaba pensando demasiado—. Es muy amable, pero no necesito nada ahora mismo.
El anciano hizo una leve reverencia, y continuo su camino. Friðþjófur echo un vistazo a su alrededor. Estaba ya bastante lejos de la ciudad, pero lo suficientemente cerca como para que el camino todavía fuera llano y bien construido con diversas piedras dispuestas de forma bastante equilibrada. Mas adelante, ya desde donde el se encontraba, podía ver que el camino se volvía algo mas tosco. De hecho el camino unos metros mas adelante ni siquiera existía; el único camino que había era el que los pies de los viajeros habían formando, apartando con el tiempo la hierba que crecía de forma natural sobre aquella zona. A un lado, arboles, al otro, también. Y había un par de carteles que indicaban que se acercaba a alguna aldea. Frith continuaba buscando trabajo, así que aprovecharía a marchar a la aldea o ciudad que hubiera en la proximidad para buscar algún empleo temporal. Todavía tenia bastantes monedas en mano, pero prefería ser sensato y tener seguridad económica antes de ir mas hacia el norte. En cuanto dejo de comer, se sentó en un tronco que había caído sobre el suelo, y tomo un leve descanso. Continuaría caminando hacia el norte hasta encontrar aquella aldea de la que los carteles le habían advertido. Vio algún que otro viajero que pasaba por aquel camino, pero cada vez parecía pasar por allí menos gente. No sabia en que momento del día se encontraba exactamente; todavía había bastante luz, pero al mismo había una iluminación semejante a la del amanecer; aunque habían pasado muchas horas desde el amanecer, seguramente estaría próximo el ocaso. Desvió la vista al cielo y dejo escapar un largo suspiro de cansancio.
—Vendo pan. Quieres un poco? —Una voz dulce pero grave le llamo la atención, devolviéndolo a la realidad. Era un anciano, iba cargado con un saco en su espalda y sobresalían algunas barras de pan.
—No, no —negó el repentinamente. Lo dijo casi nervioso, las sorpresas lo dejaban bastante sobresaltado durante un rato—. Voy servido —alzo su mano. Tenia una rodaja de pan especiado en su mano. Desde que había salido de Lunargenta había estado comiendo aquello de manera intermitente.
—Y que tal un dulce trago de aguamiel? —Pregunto entonces el anciano, sacando del mismo saco donde estaban las barras de pan, una pequeña botella con un liquido de tono espeso en su interior. Parecía tener algunos pedazos de alguna cosa… Frith pensó que se trataría de levadura de cerveza que habría olvidado clarificar.
—No bebo… ahora mismo —sonrió Frith. En realidad deseaba mucho un buen trago de aguamiel, pero no debía caer en ello porque no haría mas que ralentizarlo. Tener aguamiel en sus manos no habría hecho otra cosa que obligarlo a sentarse en algún rincón, bebiendo tranquilo y pensando en multitud de cosas. Y ya estaba pensando demasiado—. Es muy amable, pero no necesito nada ahora mismo.
El anciano hizo una leve reverencia, y continuo su camino. Friðþjófur echo un vistazo a su alrededor. Estaba ya bastante lejos de la ciudad, pero lo suficientemente cerca como para que el camino todavía fuera llano y bien construido con diversas piedras dispuestas de forma bastante equilibrada. Mas adelante, ya desde donde el se encontraba, podía ver que el camino se volvía algo mas tosco. De hecho el camino unos metros mas adelante ni siquiera existía; el único camino que había era el que los pies de los viajeros habían formando, apartando con el tiempo la hierba que crecía de forma natural sobre aquella zona. A un lado, arboles, al otro, también. Y había un par de carteles que indicaban que se acercaba a alguna aldea. Frith continuaba buscando trabajo, así que aprovecharía a marchar a la aldea o ciudad que hubiera en la proximidad para buscar algún empleo temporal. Todavía tenia bastantes monedas en mano, pero prefería ser sensato y tener seguridad económica antes de ir mas hacia el norte. En cuanto dejo de comer, se sentó en un tronco que había caído sobre el suelo, y tomo un leve descanso. Continuaría caminando hacia el norte hasta encontrar aquella aldea de la que los carteles le habían advertido. Vio algún que otro viajero que pasaba por aquel camino, pero cada vez parecía pasar por allí menos gente. No sabia en que momento del día se encontraba exactamente; todavía había bastante luz, pero al mismo había una iluminación semejante a la del amanecer; aunque habían pasado muchas horas desde el amanecer, seguramente estaría próximo el ocaso. Desvió la vista al cielo y dejo escapar un largo suspiro de cansancio.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Fullorðinn fræ (LIBRE)
No importaba cuanto lo intentase, desde el ocaso del día anterior en el que había logrado abandonar aquella casa justo antes que se desmoronara no había podido adoptar mi forma original.
Me había internado en el bosque a pie esperando que al alejarme de aquel lugar pasara aquella condición, pero no había tenido éxito alguno y me había encontrado vagando en círculos y dificultosamente por el bosque durante gran parte de la noche hasta que había caído dormida en un rincón cualquiera. El alba no había portado tampoco mejores noticias. Sellada irremediablemente bajo mi forma humanoide, famélica, me había deslizado por la frondosidad de la península en busca de alimento, pero ese cuerpo pequeño blando y torpe, lento, no era apto para cazar, y había perdido cada una de las ardillas que había localizado, además de no haber sido capaz de saber ni donde estaba ni en que dirección me estaba moviendo.
No supe cuanto tiempo había pasado hasta que vi una luz delante mio, tras varias hileras de arboles, cuando finalmente atravesé aquello me encontré sobre un sendero de tierra, el mismo por el que había llegado a la aldea pocas lunas antes, aunque estaba segura de que si ahora me presentaba en el pueblo apenas me reconocerían.
El pelo, normalmente ya enmarañado hasta las rodillas flotaba enredado alrededor de mi rostro y con algunos mechones delante del mismo, lleno de tierra, hojas, ramas, flores, y era posible que incluso de alguna pluma o fruto. El vestido azul oscuro, ya de por si ajado y remendado pobremente estaba ahora aun mas sucio que hacia un par de días. No solo el polvo de los escombros de la morada que se derrumbo desteñían su tela, si no que el barro y la arena del bosque se habían hecho con gran parte de su superficie. Mis manos y mis pies descalzos no ofrecían mejor imagen, solo que además se hallaban llenos de pequeños cortes y rasguños producidos al transitar entre la maleza mas arisca, incluso notaba en el rostro el escozor de alguno de esos arañazos. El morral era lo único que estaba del todo entero, que no limpio. El y el bastón, que no era mas que una rama de conveniente tamaño que portaba en la mano como si fuera alguna clase de duende.
Había hallado el camino, punto a favor, pero desconocía en que dirección estaba el pueblo y en cual la ciudad, y también de cual de ambas estaba mas cerca. Por suerte una figura cercana al camino llamó mi atención, un muchacho sentado que miraba al cielo con aire distraído.
Me acerque con la delicadeza propia de una tortuga sin una pata, o lo que es lo mismo, lenta, torpe, y sin gracia alguna, y me detuve a poca distancia del mismo inclinando la cabeza a modo de saludo cordial.
-Buenas tardes.-Acompañe mi gesto de dichas palabras.-¿Sabes donde estamos?.-Pregunte sin miramiento ninguno, pero con algo de duda, sentado y cansado como parecía quizás también había quedado extraviado en el camino, o algo semejante. De ser así le deseaba mas suerte que la mía con las ardillas.
Me había internado en el bosque a pie esperando que al alejarme de aquel lugar pasara aquella condición, pero no había tenido éxito alguno y me había encontrado vagando en círculos y dificultosamente por el bosque durante gran parte de la noche hasta que había caído dormida en un rincón cualquiera. El alba no había portado tampoco mejores noticias. Sellada irremediablemente bajo mi forma humanoide, famélica, me había deslizado por la frondosidad de la península en busca de alimento, pero ese cuerpo pequeño blando y torpe, lento, no era apto para cazar, y había perdido cada una de las ardillas que había localizado, además de no haber sido capaz de saber ni donde estaba ni en que dirección me estaba moviendo.
No supe cuanto tiempo había pasado hasta que vi una luz delante mio, tras varias hileras de arboles, cuando finalmente atravesé aquello me encontré sobre un sendero de tierra, el mismo por el que había llegado a la aldea pocas lunas antes, aunque estaba segura de que si ahora me presentaba en el pueblo apenas me reconocerían.
El pelo, normalmente ya enmarañado hasta las rodillas flotaba enredado alrededor de mi rostro y con algunos mechones delante del mismo, lleno de tierra, hojas, ramas, flores, y era posible que incluso de alguna pluma o fruto. El vestido azul oscuro, ya de por si ajado y remendado pobremente estaba ahora aun mas sucio que hacia un par de días. No solo el polvo de los escombros de la morada que se derrumbo desteñían su tela, si no que el barro y la arena del bosque se habían hecho con gran parte de su superficie. Mis manos y mis pies descalzos no ofrecían mejor imagen, solo que además se hallaban llenos de pequeños cortes y rasguños producidos al transitar entre la maleza mas arisca, incluso notaba en el rostro el escozor de alguno de esos arañazos. El morral era lo único que estaba del todo entero, que no limpio. El y el bastón, que no era mas que una rama de conveniente tamaño que portaba en la mano como si fuera alguna clase de duende.
Había hallado el camino, punto a favor, pero desconocía en que dirección estaba el pueblo y en cual la ciudad, y también de cual de ambas estaba mas cerca. Por suerte una figura cercana al camino llamó mi atención, un muchacho sentado que miraba al cielo con aire distraído.
Me acerque con la delicadeza propia de una tortuga sin una pata, o lo que es lo mismo, lenta, torpe, y sin gracia alguna, y me detuve a poca distancia del mismo inclinando la cabeza a modo de saludo cordial.
-Buenas tardes.-Acompañe mi gesto de dichas palabras.-¿Sabes donde estamos?.-Pregunte sin miramiento ninguno, pero con algo de duda, sentado y cansado como parecía quizás también había quedado extraviado en el camino, o algo semejante. De ser así le deseaba mas suerte que la mía con las ardillas.
Arygos Valnor
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Re: Fullorðinn fræ (LIBRE)
Sin bajar la vista, dirigió su mirada a quien fuera que acababa de hablarle. Era una voz dulce, educada. Sonó como una voz suave hasta el punto que Frith se vio sorprendido. Tras comprobar que se trataba de una joven, en seguida se incorporo, sentándose de un modo mas correcto. Sintió algo de vergüenza por un momento, por haberse visto a si mismo mirando hacia el cielo como un hombre distraido.
—Buenas tardes, disculpa —dijo, sonriente. Se reía de si mismo; todavía no estaba acostumbrado a hablar con gente que era de mas allá del linde. No había sido lo mismo que trabajar para un comerciante o un viajero que necesitaba algo de seguridad. Se trataba de hablar con gente desconocida, personas a las que no les debía absolutamente nada—. Lo cierto es que… —rió—. No tengo la mas remota idea de donde estoy. Bueno, si. Se que estoy cerca de Lunargenta pero… nunca me he alejado tanto, no se que hay en esa dirección —señalo justamente la dirección desde la que ella había venido.
Luego permaneció durante algunos segundos callado, mirándola. La miro de arriba a abajo, lo suficientemente rápido como para no resultar un gesto molesto, pero al mismo tiempo lo suficientemente rápido como para darse cuenta de que había tenido algún percance reciente. Barro, tierra y el pelo deshecho, hicieron pensar a Frith que tal vez la habrían asaltado, o habría chocado contra alguien en un momento inoportuno. No habría podido imaginar que se trataba del derrumbe de una casa; él ni siquiera sabia que ella era la criatura que era. La primera imagen de Frith fue que ella era una muchacha humana que habría encontrado algún inconveniente en su camino, nada mas. No supo adivinar que edad tendría, pero tampoco lo pensó demasiado. El se puso en pie.
—Aunque voy en esa dirección. Que hay mas allá? —Pregunto el, curioso, entrecerrando los ojos—. Puedo decirte que estamos a… bueno, antes del anochecer podrías llegar andando a Lunargenta. Allí me dijeron que por esta zona había varios poblados pequeños donde necesitaban algunos trabajadores… a eso iba. Aunque te mentiría si te dijera que conozco bien esta región "quedo callado durante algunos segundos. No iba a preguntarlo para evitar ser un grosero, pero no pudo evitarlo". No tienes… buen aspecto. Estas bien?
Ella después de todo parecía bastante tranquila, como si no hubiera pasado nada importante. Aquello había dejado bastante perplejo a Friðþjófur. Aunque no quería meterse en asuntos ajenos nada mas conocer a alguien, ella junto con el «panadero», habían sido las únicas personas con las que había hablado durante su viaje después de bastante tiempo. En cierto modo, quería retenerla.
—Buenas tardes, disculpa —dijo, sonriente. Se reía de si mismo; todavía no estaba acostumbrado a hablar con gente que era de mas allá del linde. No había sido lo mismo que trabajar para un comerciante o un viajero que necesitaba algo de seguridad. Se trataba de hablar con gente desconocida, personas a las que no les debía absolutamente nada—. Lo cierto es que… —rió—. No tengo la mas remota idea de donde estoy. Bueno, si. Se que estoy cerca de Lunargenta pero… nunca me he alejado tanto, no se que hay en esa dirección —señalo justamente la dirección desde la que ella había venido.
Luego permaneció durante algunos segundos callado, mirándola. La miro de arriba a abajo, lo suficientemente rápido como para no resultar un gesto molesto, pero al mismo tiempo lo suficientemente rápido como para darse cuenta de que había tenido algún percance reciente. Barro, tierra y el pelo deshecho, hicieron pensar a Frith que tal vez la habrían asaltado, o habría chocado contra alguien en un momento inoportuno. No habría podido imaginar que se trataba del derrumbe de una casa; él ni siquiera sabia que ella era la criatura que era. La primera imagen de Frith fue que ella era una muchacha humana que habría encontrado algún inconveniente en su camino, nada mas. No supo adivinar que edad tendría, pero tampoco lo pensó demasiado. El se puso en pie.
—Aunque voy en esa dirección. Que hay mas allá? —Pregunto el, curioso, entrecerrando los ojos—. Puedo decirte que estamos a… bueno, antes del anochecer podrías llegar andando a Lunargenta. Allí me dijeron que por esta zona había varios poblados pequeños donde necesitaban algunos trabajadores… a eso iba. Aunque te mentiría si te dijera que conozco bien esta región "quedo callado durante algunos segundos. No iba a preguntarlo para evitar ser un grosero, pero no pudo evitarlo". No tienes… buen aspecto. Estas bien?
Ella después de todo parecía bastante tranquila, como si no hubiera pasado nada importante. Aquello había dejado bastante perplejo a Friðþjófur. Aunque no quería meterse en asuntos ajenos nada mas conocer a alguien, ella junto con el «panadero», habían sido las únicas personas con las que había hablado durante su viaje después de bastante tiempo. En cierto modo, quería retenerla.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Fullorðinn fræ (LIBRE)
Ladeé el rostro hacia un costado mirando con curiosidad como se erguía repentinamente como si lo hubiera pillado haciendo algo indebido, aunque solo se estaba relajando, o al menos eso parecía, quizás por eso no pude contener una sonrisa divertida por lo raros que seguían resultandome los sureños.
Su risa me tomó por sorpresa, sobre todo después de que admitiera no tener ni idea de donde se hallaba,. Resultaba curioso y refrescante que se tomara aquello con semejante buen humor.
-Ah...-Miré la dirección en la que señalaba y luego la contraria.-Entonces Lunargenta esta hacia allá.-Asumí señalando con la nariz el camino opuesto al que se dirigía el joven. Por lo menos ahora ya tenía una idea mas clara de donde estaba, aun así me resultaba mucho mas difícil orientarme desde el suelo, acostumbrada como estaba a tener un visión aérea de la península de Verissar.
Dejé de observar el camino que pocos datos mas podría aportarme para mirar a mi interlocutor con cierta curiosidad que se hallaba haciendo lo mismo que yo. No parecía un mercader, tampoco un trovador, pero su actitud no concordaba con la amarga y decadente conducta que había observado entre los mercenarios humanos.
"Es un Licantropo"* Torcí el gesto un segundo, al notar aquel pensamiento en una voz desconocida, como si alguien hubiera susurrado aquellas palabras en mi mente, sin embargo de algún modo tenía la sensación de que no mentía.
Cuando se puso de pie tuve que alzar el rostro mas de lo que resultaba cómodo ante los casi 50 centímetros de diferencia que había entre nuestras estaturas.
-Hay un pueblito a medio camino de Vulwulfar, este camino pasa por él.- Quizás ahora que habíamos compartido lo poco que sabíamos con el otro ambos estábamos un poco menos perdidos.-No se a que distancia esta...-Si hubiera caminado en linea recta otro gallo cantaría, pero a ver quien era el listo que convencía a los roedores de que huyeran siempre en la misma dirección.
Probablemente hubiera trabajo con los escombros de la academia del maestro dan, y si no, por lo general en las aldeas siempre ofrecían algunos aeros para las tareas que la gente no quería o no tenía tiempo de hacer.
-¿Hmm?.-Parpadeé por primera vez en todo el rato y baje la mirada hacia mi misma.-Oh si, yo nunca tengo buen aspecto.- Sonreí ligeramente e hice un gesto vago con la cabeza restándole importancia al tema de mi aspecto, en cuanto a mi estado, con eso ya torcí el gesto. Bien lo que se decía bien no estaba, para empezar estaba en mi forma humana sin capacidad de remediar eso.
Recordé entonces la extraña voz y abrí la boca a punto de preguntar algo, pero antes de articular sonido alguno la volví a cerrar. ¿Sería ofensivo preguntarle de buenas a primeras sobre su capacidad metamórfica?...Me mordí el labio conteniendo las ganas de soltar aquella pregunta, sabiendo que probablemente sería el detonante de muchas mas.
-Llevo dos días atrapada en mi forma humana.-Sentencié finalmente, soltando el aire lentamente por la nariz señal del fastidio que aquello me generaba, encontrando mas práctico responderle que preguntar en esa situación.- No se me da bien moverme así, aunque me parece que se nota.-Me señale con un gesto con la barbilla. Aun y mi estado actual podía vanagloriarme de haber mejorado notablemente aunque no fuera suficiente.
-Oh!.-Me acordé repentinamente de la mujer cuya hija había liberado del sotano del alquimista.-Ayudé una señora en ese pueblo, quizás pueda preguntarle si necesita ayuda con algo.-Le ofrecí haciendo referencia a su búsqueda de empleo en la región.
*Inicio del uso del brazalete ganado en quest con Friðþjófur bajo acuerdo.
Su risa me tomó por sorpresa, sobre todo después de que admitiera no tener ni idea de donde se hallaba,. Resultaba curioso y refrescante que se tomara aquello con semejante buen humor.
-Ah...-Miré la dirección en la que señalaba y luego la contraria.-Entonces Lunargenta esta hacia allá.-Asumí señalando con la nariz el camino opuesto al que se dirigía el joven. Por lo menos ahora ya tenía una idea mas clara de donde estaba, aun así me resultaba mucho mas difícil orientarme desde el suelo, acostumbrada como estaba a tener un visión aérea de la península de Verissar.
Dejé de observar el camino que pocos datos mas podría aportarme para mirar a mi interlocutor con cierta curiosidad que se hallaba haciendo lo mismo que yo. No parecía un mercader, tampoco un trovador, pero su actitud no concordaba con la amarga y decadente conducta que había observado entre los mercenarios humanos.
"Es un Licantropo"* Torcí el gesto un segundo, al notar aquel pensamiento en una voz desconocida, como si alguien hubiera susurrado aquellas palabras en mi mente, sin embargo de algún modo tenía la sensación de que no mentía.
Cuando se puso de pie tuve que alzar el rostro mas de lo que resultaba cómodo ante los casi 50 centímetros de diferencia que había entre nuestras estaturas.
-Hay un pueblito a medio camino de Vulwulfar, este camino pasa por él.- Quizás ahora que habíamos compartido lo poco que sabíamos con el otro ambos estábamos un poco menos perdidos.-No se a que distancia esta...-Si hubiera caminado en linea recta otro gallo cantaría, pero a ver quien era el listo que convencía a los roedores de que huyeran siempre en la misma dirección.
Probablemente hubiera trabajo con los escombros de la academia del maestro dan, y si no, por lo general en las aldeas siempre ofrecían algunos aeros para las tareas que la gente no quería o no tenía tiempo de hacer.
-¿Hmm?.-Parpadeé por primera vez en todo el rato y baje la mirada hacia mi misma.-Oh si, yo nunca tengo buen aspecto.- Sonreí ligeramente e hice un gesto vago con la cabeza restándole importancia al tema de mi aspecto, en cuanto a mi estado, con eso ya torcí el gesto. Bien lo que se decía bien no estaba, para empezar estaba en mi forma humana sin capacidad de remediar eso.
Recordé entonces la extraña voz y abrí la boca a punto de preguntar algo, pero antes de articular sonido alguno la volví a cerrar. ¿Sería ofensivo preguntarle de buenas a primeras sobre su capacidad metamórfica?...Me mordí el labio conteniendo las ganas de soltar aquella pregunta, sabiendo que probablemente sería el detonante de muchas mas.
-Llevo dos días atrapada en mi forma humana.-Sentencié finalmente, soltando el aire lentamente por la nariz señal del fastidio que aquello me generaba, encontrando mas práctico responderle que preguntar en esa situación.- No se me da bien moverme así, aunque me parece que se nota.-Me señale con un gesto con la barbilla. Aun y mi estado actual podía vanagloriarme de haber mejorado notablemente aunque no fuera suficiente.
-Oh!.-Me acordé repentinamente de la mujer cuya hija había liberado del sotano del alquimista.-Ayudé una señora en ese pueblo, quizás pueda preguntarle si necesita ayuda con algo.-Le ofrecí haciendo referencia a su búsqueda de empleo en la región.
*Inicio del uso del brazalete ganado en quest con Friðþjófur bajo acuerdo.
Arygos Valnor
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Re: Fullorðinn fræ (LIBRE)
«Dos días atrapada en mi forma humana», aquella frase despertó rápidamente la curiosidad de Friðþjófur, quien no pudo evitar abrir los ojos durante un instante por la sorpresa. A lo mejor era una licántropo, como el. Aunque a decir verdad, por alguna razón tenia la sensación de que no lo era. Pensó que seguramente de serlo, lo habría sabido. Sin embargo deseaba preguntarle al respecto; aun así, aguanto su pregunta. No quería incomodarla, y pensó que convendría tener de su lado una compañera al menos durante parte de su trayecto. El sabia el camino hacia Lunargenta, y ella conocía aldeas en la proximidad. Podía ser conveniente para ambos mantenerse juntos, aunque fuera algo temporal.
«No se me da bien moverme así». Lo cierto es que casi parecía que ella quisiera hacer la misma pregunta. Frith se sintió tenso de repente, creyendo que tal vez ella sabia que era un licántropo. Tal vez ella era igual que aquellos que habían matado a su padre en el pasado. La miro nuevamente de forma fugaz de arriba abajo. No, no lo era. Al menos Frith pensó que la muchacha, que no llegaría a la mayoría de edad, no estaría metida en esas cosas. No pudo evitar sentir cierto recelo. Pocos eran los buenos recuerdos que tenia de los licántropos, y creyó de pronto no estar preparado para encontrarse con uno por primera vez.
—Creo que caería en demencia si estuviera anclado a esta forma —dejo caer, sonriente. En cierto modo la estaba probando, tal vez ella diría algo mas, o tal vez aquellos diálogos se disiparían, dando paso a otros de menor relevancia—. Oh, seria genial si pudieras preguntarle a esa señora. La verdad, no se muy bien como funciona el trabajo en esta región… en toda mi vida he tenido únicamente poco mas que dos trabajos, y en uno de ellos blandía mi espada sin apenas usarla —rió.
Se limpio brevemente el atuendo, dando algunas palmadas con sus manos. Luego la miro con una sonrisa, avergonzado. Estaba completamente sucio. Sus ropajes, antes de tonos marrones y verdes, ahora del tono grisáceo propio del barro, habían sufrido mucho el viaje de Frith. Las telas estaban casi hechas harapos, y cubiertas de manchas de lodo por prácticamente cualquier parte. Escucho un tintineo, como el sonido de una campana pequeña al rozarla con un utensilio también metálico. Recordaba aquel sonido, lo recordaba demasiado bien. Cuando había marchado junto con las caravanas, era la advertencia para la guardia de caravanas para que estuviera preparada ante cualquier oportunista. Los bandidos solían aparecer después de aquel tintineo, en un teatro originado por ellos mismos con la intención de confundir a los mercaderes. Cuatro, o tal vez hasta cinco bandidos generalmente vestían atuendos semejantes a los de cualquier troupe pacifica. Ofrecían a los mercaderes un breve espectáculo, y cuando este terminaba y tanto los mercaderes como la guardia estaban relajados, atacaban. De pronto se tensó.
«No se me da bien moverme así». Lo cierto es que casi parecía que ella quisiera hacer la misma pregunta. Frith se sintió tenso de repente, creyendo que tal vez ella sabia que era un licántropo. Tal vez ella era igual que aquellos que habían matado a su padre en el pasado. La miro nuevamente de forma fugaz de arriba abajo. No, no lo era. Al menos Frith pensó que la muchacha, que no llegaría a la mayoría de edad, no estaría metida en esas cosas. No pudo evitar sentir cierto recelo. Pocos eran los buenos recuerdos que tenia de los licántropos, y creyó de pronto no estar preparado para encontrarse con uno por primera vez.
—Creo que caería en demencia si estuviera anclado a esta forma —dejo caer, sonriente. En cierto modo la estaba probando, tal vez ella diría algo mas, o tal vez aquellos diálogos se disiparían, dando paso a otros de menor relevancia—. Oh, seria genial si pudieras preguntarle a esa señora. La verdad, no se muy bien como funciona el trabajo en esta región… en toda mi vida he tenido únicamente poco mas que dos trabajos, y en uno de ellos blandía mi espada sin apenas usarla —rió.
Se limpio brevemente el atuendo, dando algunas palmadas con sus manos. Luego la miro con una sonrisa, avergonzado. Estaba completamente sucio. Sus ropajes, antes de tonos marrones y verdes, ahora del tono grisáceo propio del barro, habían sufrido mucho el viaje de Frith. Las telas estaban casi hechas harapos, y cubiertas de manchas de lodo por prácticamente cualquier parte. Escucho un tintineo, como el sonido de una campana pequeña al rozarla con un utensilio también metálico. Recordaba aquel sonido, lo recordaba demasiado bien. Cuando había marchado junto con las caravanas, era la advertencia para la guardia de caravanas para que estuviera preparada ante cualquier oportunista. Los bandidos solían aparecer después de aquel tintineo, en un teatro originado por ellos mismos con la intención de confundir a los mercaderes. Cuatro, o tal vez hasta cinco bandidos generalmente vestían atuendos semejantes a los de cualquier troupe pacifica. Ofrecían a los mercaderes un breve espectáculo, y cuando este terminaba y tanto los mercaderes como la guardia estaban relajados, atacaban. De pronto se tensó.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Fullorðinn fræ (LIBRE)
El joven pareció algo sorprendido, y temí por un momento que aquella voz solo fuera parte de alguna clase de locura que estaba desarrollando por mi excesiva permanencia en forma humana. ¿Podía ser que ellos escucharan pensamientos sin base que pudieran localizar diciéndoles cosas curiosas como aquellas? Noté como el miedo de volverme una de ellos se empezaba a apoderar de mi hasta que el muchacho habló y sonrió.
Solté un profundo y sonoro suspiro de alivio al ver que no me había equivocado.
-Entonces...¿No te ha pasado nunca?.-Le pregunté con suma curiosidad y atención, y con al gravedad del tono propia de una cuestión tan vital como aquella. La respuesta era sin embargo intuible tras su comentario, lo cual volvía mi situación aun mas alarmante. Una vez mas intenté transformarme , simplemente entorne algo los ojos y quede en silencio por unos segundos, pero nada, mi cuerpo seguía igual pequeño, blando, frágil y cansado...
Sus dudas sobre el funcionamiento laboral de los humanos me daba cierta tranquilidad, quizás aquel muchacho había empezado a manejarse por el sur por primera vez también. Era difícil adaptarse a las costumbres de los poblados humanos si eras foraeno, o por lo menos para mi lo había sido.
-Creo que seré yo quien termine demente si no consigo dejar esta forma pronto...-Murmuré con un nudo en la garganta ante la expectativa de que esa situación se extendiera.
Intenté centrarme en la pregunta del joven, no pensar ne mi propia incapacidad para que la angustia que me constreñia las entrañas y empezaba a llenarme de congojo no siguiera creciendo.
-Si es de forma esporádica, o corta, se acuerda un salario para las jornadas en cuestión y se paga al terminar el día.-Fruncí levemente el ceño tratando de recordar detalles que pudieran haberme llamado la atención sobre como se manejaban los empleadores.-Incluso para los trabajos mas fijos muchos pagan al finalizar la jornada de trabajo.-Asentí ligeramente, para mi misma, convencida de lo que estaba diciendo.- El empleador suele decirte lo que necesita antes de empezar, que cosas tienes que cargar, o vigilar, o recoger... yo tampoco estoy acostumbrada a trabajar, pero por ahora me he salido con ello cuando lo he intentado.-Finalice, con esa clase de tono de "si hasta yo puedo hacerlo tu también" mientras le dedicaba una ligera pero amable sonrisa intentando insuflarle algo de confianza al respecto.
El sonido de unas campanillas hizo que girara el rostro hacia el camino que llevaba a la ciudad. Junto a aquel agudo sonido llegaban los cascos de los animales de tiro, un par de mulos, caminando a paso ligero y sin pausa por el camino de tierra. El carruaje estaba en el mas sepulcral de los silencios, una carreta algo vieja y desmejorada al lado de la cual caminaban dos mercenarios robustos con armaduras de cuero pesado. La parte trasera de la carreta, apenas cubierta con una lona, mostraba por los extremos en los que una cuerda mantenía el techo de tela unido con los bordes de madera una buena pila de sacos cerrados de arpillera.
El sujeto que se hallaba sentado la banqueta, riendas en mano miraba a lado y lado del camino, como si temiera que algo saliera de entre la maleza de aquella región meridional.
La imagen que se formaba al final de mi visión no arrojaba luz sobre la utilidad de aquella campanilla. "El sabe para que sirve" Afloró como antes el pensamiento como si fuera propio, pero en un tono y de un modo en el que la dragona estaba segura de que no era suyo. ¿A caso iba a perder la cordura tan pronto?¿O era eso alguna especie de favor divino?. Giró el rostro hacia el muchacho, dispuesta a preguntarle, cuando una siluetas humanoides aparecieron entre los arboles irrumpiendo el camino del carruaje, silenciando las palabras que no había llegado a formular.
Solté un profundo y sonoro suspiro de alivio al ver que no me había equivocado.
-Entonces...¿No te ha pasado nunca?.-Le pregunté con suma curiosidad y atención, y con al gravedad del tono propia de una cuestión tan vital como aquella. La respuesta era sin embargo intuible tras su comentario, lo cual volvía mi situación aun mas alarmante. Una vez mas intenté transformarme , simplemente entorne algo los ojos y quede en silencio por unos segundos, pero nada, mi cuerpo seguía igual pequeño, blando, frágil y cansado...
Sus dudas sobre el funcionamiento laboral de los humanos me daba cierta tranquilidad, quizás aquel muchacho había empezado a manejarse por el sur por primera vez también. Era difícil adaptarse a las costumbres de los poblados humanos si eras foraeno, o por lo menos para mi lo había sido.
-Creo que seré yo quien termine demente si no consigo dejar esta forma pronto...-Murmuré con un nudo en la garganta ante la expectativa de que esa situación se extendiera.
Intenté centrarme en la pregunta del joven, no pensar ne mi propia incapacidad para que la angustia que me constreñia las entrañas y empezaba a llenarme de congojo no siguiera creciendo.
-Si es de forma esporádica, o corta, se acuerda un salario para las jornadas en cuestión y se paga al terminar el día.-Fruncí levemente el ceño tratando de recordar detalles que pudieran haberme llamado la atención sobre como se manejaban los empleadores.-Incluso para los trabajos mas fijos muchos pagan al finalizar la jornada de trabajo.-Asentí ligeramente, para mi misma, convencida de lo que estaba diciendo.- El empleador suele decirte lo que necesita antes de empezar, que cosas tienes que cargar, o vigilar, o recoger... yo tampoco estoy acostumbrada a trabajar, pero por ahora me he salido con ello cuando lo he intentado.-Finalice, con esa clase de tono de "si hasta yo puedo hacerlo tu también" mientras le dedicaba una ligera pero amable sonrisa intentando insuflarle algo de confianza al respecto.
El sonido de unas campanillas hizo que girara el rostro hacia el camino que llevaba a la ciudad. Junto a aquel agudo sonido llegaban los cascos de los animales de tiro, un par de mulos, caminando a paso ligero y sin pausa por el camino de tierra. El carruaje estaba en el mas sepulcral de los silencios, una carreta algo vieja y desmejorada al lado de la cual caminaban dos mercenarios robustos con armaduras de cuero pesado. La parte trasera de la carreta, apenas cubierta con una lona, mostraba por los extremos en los que una cuerda mantenía el techo de tela unido con los bordes de madera una buena pila de sacos cerrados de arpillera.
El sujeto que se hallaba sentado la banqueta, riendas en mano miraba a lado y lado del camino, como si temiera que algo saliera de entre la maleza de aquella región meridional.
La imagen que se formaba al final de mi visión no arrojaba luz sobre la utilidad de aquella campanilla. "El sabe para que sirve" Afloró como antes el pensamiento como si fuera propio, pero en un tono y de un modo en el que la dragona estaba segura de que no era suyo. ¿A caso iba a perder la cordura tan pronto?¿O era eso alguna especie de favor divino?. Giró el rostro hacia el muchacho, dispuesta a preguntarle, cuando una siluetas humanoides aparecieron entre los arboles irrumpiendo el camino del carruaje, silenciando las palabras que no había llegado a formular.
Arygos Valnor
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Re: Fullorðinn fræ (LIBRE)
Antes de haber empezado a escuchar las campanillas sonar, había estado oyendo atentamente a Arygos. Todavía no estaba demasiado familiarizado con el funcionamiento del trabajo en aquella región, por lo cual saberlo por medio de ella había sido de agradecer. Sonreí, me había alegrado ese casual encuentro, en tan pocos minutos me había ayudado mas de lo que podía imaginar. De pronto escuche aquel tintineo conocido, y lleve instintivamente mi mano a la empuñadura.
—He oído eso antes —dije únicamente.
Mi semblante se volvió serio de repente. Dirigí mi mirada hacia ambas direcciones del camino. Pude fijarme en que de pronto la gente que había estado transitando el camino, se había marchado; aquellos que ya conocían esa clase de bandidos no habrían sido tan estúpidos de permanecer cerca, habiéndose marchado a la mayor brevedad de allí. Eran cinco hombres y dos mujeres los que acompañaban a un carromato del cual todavía sonaba aquel tintineo continuo.
—Aléjate un poco. No siempre paran —le dije en voz baja, lo suficiente como para que ellos no me escucharan—. Lo mejor es evitarlos… de cualquier modo. Ojala supiera que puedes convertirte.
Si por alguna razón las cosas se torcían, sabia que podría echar mano a mi forma lupina. Hacia cerca de dos meses que no lo hacia, tratando de evitarlo para poder centrarme en mi trabajo y el viaje que había comenzada semanas atrás. El carromato paro justo delante de ellos; el atuendo que yo llevaba en aquellos momentos estaba completamente sucio, hecho polvo, pero se notaba que estaba hecho de caros tejidos. Había sido regalo de un comerciante a quien había ayudado dos años atrás. Le había literalmente salvado la vida de un asalto muy bien organizado, y en compensación me había regalado aquella prenda digna de nobles. Digna de nobles… pero cubierta ahora de lodo. Los bandidos se dieron cuenta de aquello, estaba seguro, al fin y al cabo su principal diana eran los comerciantes, y muchos de ellos eran comerciantes de tejidos. Habrían interpretado que teniendo aquel atuendo probablemente yo también tendría unas cuantas monedas. Lo cierto es que tenia algunas monedas, las suficientes como para poder permanecer hasta dos meses sin trabajar. No había sido un encuentro fortuito aquel, pero me había visto en cientos de aquellos encuentros con bandidos; había trabajado en ello.
—El fuego del dragón! El fuego de la dragona! —Anunciaba uno de ellos. El hombre mas bajo en estatura, con una voz impropia de su aspecto físico—. Los dragones y sus llamas en la troupe otoñal!
Ni siquiera se habían molestado en cambiar el nombre del grupo de pseudo artistas. La troupe otoñal, era incluso conocida en los caminos del oeste por sus actuaciones. Tanto las licitas como las ilícitas. Dragones. Reí, como si aquello existiera. En su momento no era consciente de todas las criaturas que había en nuestro mundo. Pensaba casi con completa seguridad que los dragones no eran mas que criaturas de cuentos e historias de viejos que hablaban de tiempos remotos. Mire con una sonrisa a los comerciantes, lo principal era mantenerlos confiados. Tenia que hacerles creer que ellos eran quienes nos estaban engañando a nosotros. Me habría gustado haberle contado con claridad a Arygos, a que se dedicaban esas personas, en que consistía su engaño. Pero ya no podía hacerlo, podía ser muy precipitado. Alzando levemente la cabeza había podido ver momentos antes que entre las cortinas abiertas del carromato, mas allá en el interior, había arcos y ballestas. No dudarían en usarlo contra nosotros de saber que eramos conscientes del engaño que nos proporcionarían. Lo mejor era cortar el espectáculo, justo cuando mas concentrados estuvieran. Había un niño en el interior, había podido avistarlo la segunda vez que alce un poco mas mi cabeza para ver nuevamente el interior del carromato.
—Nuestro espectáculo es totalmente gratuito!! —Anuncio el hombre de baja estatura.
«Oh, por supuesto…» pensé en mis adentros.
—He oído eso antes —dije únicamente.
Mi semblante se volvió serio de repente. Dirigí mi mirada hacia ambas direcciones del camino. Pude fijarme en que de pronto la gente que había estado transitando el camino, se había marchado; aquellos que ya conocían esa clase de bandidos no habrían sido tan estúpidos de permanecer cerca, habiéndose marchado a la mayor brevedad de allí. Eran cinco hombres y dos mujeres los que acompañaban a un carromato del cual todavía sonaba aquel tintineo continuo.
—Aléjate un poco. No siempre paran —le dije en voz baja, lo suficiente como para que ellos no me escucharan—. Lo mejor es evitarlos… de cualquier modo. Ojala supiera que puedes convertirte.
Si por alguna razón las cosas se torcían, sabia que podría echar mano a mi forma lupina. Hacia cerca de dos meses que no lo hacia, tratando de evitarlo para poder centrarme en mi trabajo y el viaje que había comenzada semanas atrás. El carromato paro justo delante de ellos; el atuendo que yo llevaba en aquellos momentos estaba completamente sucio, hecho polvo, pero se notaba que estaba hecho de caros tejidos. Había sido regalo de un comerciante a quien había ayudado dos años atrás. Le había literalmente salvado la vida de un asalto muy bien organizado, y en compensación me había regalado aquella prenda digna de nobles. Digna de nobles… pero cubierta ahora de lodo. Los bandidos se dieron cuenta de aquello, estaba seguro, al fin y al cabo su principal diana eran los comerciantes, y muchos de ellos eran comerciantes de tejidos. Habrían interpretado que teniendo aquel atuendo probablemente yo también tendría unas cuantas monedas. Lo cierto es que tenia algunas monedas, las suficientes como para poder permanecer hasta dos meses sin trabajar. No había sido un encuentro fortuito aquel, pero me había visto en cientos de aquellos encuentros con bandidos; había trabajado en ello.
—El fuego del dragón! El fuego de la dragona! —Anunciaba uno de ellos. El hombre mas bajo en estatura, con una voz impropia de su aspecto físico—. Los dragones y sus llamas en la troupe otoñal!
Ni siquiera se habían molestado en cambiar el nombre del grupo de pseudo artistas. La troupe otoñal, era incluso conocida en los caminos del oeste por sus actuaciones. Tanto las licitas como las ilícitas. Dragones. Reí, como si aquello existiera. En su momento no era consciente de todas las criaturas que había en nuestro mundo. Pensaba casi con completa seguridad que los dragones no eran mas que criaturas de cuentos e historias de viejos que hablaban de tiempos remotos. Mire con una sonrisa a los comerciantes, lo principal era mantenerlos confiados. Tenia que hacerles creer que ellos eran quienes nos estaban engañando a nosotros. Me habría gustado haberle contado con claridad a Arygos, a que se dedicaban esas personas, en que consistía su engaño. Pero ya no podía hacerlo, podía ser muy precipitado. Alzando levemente la cabeza había podido ver momentos antes que entre las cortinas abiertas del carromato, mas allá en el interior, había arcos y ballestas. No dudarían en usarlo contra nosotros de saber que eramos conscientes del engaño que nos proporcionarían. Lo mejor era cortar el espectáculo, justo cuando mas concentrados estuvieran. Había un niño en el interior, había podido avistarlo la segunda vez que alce un poco mas mi cabeza para ver nuevamente el interior del carromato.
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«Oh, por supuesto…» pensé en mis adentros.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Fullorðinn fræ (LIBRE)
Miré al muchacho nuevamente, con los ojos como platos y la boca semi abierta al escuchar la corroboración por segunda vez de aquella vocecita que había decidido anidar en mi mente. ¿A caso sería algo bueno?¿Habían decidido los divinos concederme con el don de la videncia? No recordaba haber hecho nada notable como para llamar su atención. ¿Habían querido premiar mi búsqueda del conocimiento ofreciéndome aquella extraña compañera que ahora moraba en algún rincón de mi mente?
La nueva advertencia del muchacho hizo que volviera a la realidad y diera un par de pasos hacia atrás, dando un traspié por el que casi me precipité de culo al suelo, pero cuyo fatal desenlace logré evitar gracias a mi bastón.
-Lo siento.-Me disculpe cuando se lamentó de mi incapacidad por cambiar de forma, y esperando que del mismo modo en el que los dragones me habían concedido aquella voz guía hubieran también obrado para devolverme la magia que su sangre me otorgaba. Pero una vez mas no aconteció nada.-Nada...no lo consigo.-Musité con la preocupación pintada en el rostro, mientras mis dedos se cernían con impotencia entorno al bastón que portaba conmigo.
Entendía que no había luz sin oscuridad, y viceversa, pero no me parecía un trato justo la voz por mi forma.. Si hubiera sido al revés lo hubiera aceptad, habría renunciado gustosa a mi escasa naturaleza humana, pero a mi parte draconiana? solo de pensar en no poder despelgar las alas nunca mas me sentía desfallecer.
Las voces del pregonero, o el que ejercía como tal en la carreta que se había detenido ante nosotros encendió la chispa de la esperanza y barrió de mi toda prudencia.
Casi arrojándome sobre la carreta me pegué a la misma, mirando a aquel hombrecito como uno de ellos habría contemplando su propio peso en oro.
-¿Alguno de ustedes es un dragón?.-Lo miré primero a el para luego intentar escrutar con impaciencia y apuro al resto de integrantes del carruaje. "Los dragones y las llamas de la troupe otoñal." Fue toda la respuesta que necesitaba para tomarlo como una afirmación y entusiasmarme aún mas con aquello. No solo parecía haber uno, si no varios de mi especie. Era el destino el cruzarme con ellos en aquel remoto lugar siendo mi especie tan reacia en abandonar el norte, y tan esquiva.
-Necesito su ayuda.- Alargué la mano que colgaba inerte a mi costado hasta aferrarme al pantalón del anunciante, que me miró como si fuera un perro a cuadros con cara de no comprender que era lo que estaba haciendo, y tenía que concederle, que con el entusiasmo y la desesperación me había olvidado de explicar las cosas correctamente.
-También soy del norte, pero hace varias lunas que no puedo volver a mi forma de dragón.-Ignore los intentos de zafarse del sujeto imaginando que solo hacía falta que escuchara lo que le había dicho para que comprendiera mis intenciones y dejara de dedicarme esa mirada que parecía juzgarme demente.
-¿Saben que me ocurre?¿Pueden arreglarlo?.-Le tironee hacia mi sin darme cuenta de ello, con la voz exaltada y el ruego teñido del entusiasmo que le otorgaba la creencia de que podría recuperarme.
La nueva advertencia del muchacho hizo que volviera a la realidad y diera un par de pasos hacia atrás, dando un traspié por el que casi me precipité de culo al suelo, pero cuyo fatal desenlace logré evitar gracias a mi bastón.
-Lo siento.-Me disculpe cuando se lamentó de mi incapacidad por cambiar de forma, y esperando que del mismo modo en el que los dragones me habían concedido aquella voz guía hubieran también obrado para devolverme la magia que su sangre me otorgaba. Pero una vez mas no aconteció nada.-Nada...no lo consigo.-Musité con la preocupación pintada en el rostro, mientras mis dedos se cernían con impotencia entorno al bastón que portaba conmigo.
Entendía que no había luz sin oscuridad, y viceversa, pero no me parecía un trato justo la voz por mi forma.. Si hubiera sido al revés lo hubiera aceptad, habría renunciado gustosa a mi escasa naturaleza humana, pero a mi parte draconiana? solo de pensar en no poder despelgar las alas nunca mas me sentía desfallecer.
Las voces del pregonero, o el que ejercía como tal en la carreta que se había detenido ante nosotros encendió la chispa de la esperanza y barrió de mi toda prudencia.
Casi arrojándome sobre la carreta me pegué a la misma, mirando a aquel hombrecito como uno de ellos habría contemplando su propio peso en oro.
-¿Alguno de ustedes es un dragón?.-Lo miré primero a el para luego intentar escrutar con impaciencia y apuro al resto de integrantes del carruaje. "Los dragones y las llamas de la troupe otoñal." Fue toda la respuesta que necesitaba para tomarlo como una afirmación y entusiasmarme aún mas con aquello. No solo parecía haber uno, si no varios de mi especie. Era el destino el cruzarme con ellos en aquel remoto lugar siendo mi especie tan reacia en abandonar el norte, y tan esquiva.
-Necesito su ayuda.- Alargué la mano que colgaba inerte a mi costado hasta aferrarme al pantalón del anunciante, que me miró como si fuera un perro a cuadros con cara de no comprender que era lo que estaba haciendo, y tenía que concederle, que con el entusiasmo y la desesperación me había olvidado de explicar las cosas correctamente.
-También soy del norte, pero hace varias lunas que no puedo volver a mi forma de dragón.-Ignore los intentos de zafarse del sujeto imaginando que solo hacía falta que escuchara lo que le había dicho para que comprendiera mis intenciones y dejara de dedicarme esa mirada que parecía juzgarme demente.
-¿Saben que me ocurre?¿Pueden arreglarlo?.-Le tironee hacia mi sin darme cuenta de ello, con la voz exaltada y el ruego teñido del entusiasmo que le otorgaba la creencia de que podría recuperarme.
Arygos Valnor
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Re: Fullorðinn fræ (LIBRE)
La muchacha que acababa de conocer estaba pidiendo ayuda a los bandidos. O eso es lo que me había parecido entender. Ayuda para que? Y por ser dragones? Por eso les pedía ayuda? No eran dragones ni mucho menos, aquellos farsantes. Los dragones no eran mas que criaturas mitológicas que habían quedado muy atrás en el tiempo si es que habían existido alguna vez. Por lo menos es lo que había creído siempre, debido a los escritos que leía en aquella casa aislada en el linde del bosque. Nunca había podido imaginar hasta aquel día, que tal vez aquellas criaturas todavía continuaban existiendo. De un modo distinto a aquel que podía haber imaginado antes. Tal vez eran seres mucho mas semejantes a la mortalidad humana respecto a lo que podría haber imaginado. Entrecerré los ojos y suspire. Los bandidos parecían haber preferido seguir corriente a la muchacha, asintiendo y hablando en su propio beneficio.
-Oh si, claro que lo somos. Y venimos del norte para poder sacar una sonrisa a las gentes del sur- le respondió una mujer, acercándose un poco a ella. La mujer había estado en el interior del carromato, pero de un salto había bajado en cuanto había escuchado a mi reciente acompañante hablar-. No debes ser muy mayor, dos décadas tal vez? -Hizo una mueca dramática y continuo hablando-. Todos sabemos lo terrible que es no poder convertirnos a nuestra forma original… verdad? No somos nada sin eso.
Fruncí el ceño. Normalmente me habría sentido bien si aquella situación hubiera sido real, si aquello no fuera la falsa propia de los bandidos. Pero sabia que así era y no me agradaba lo mas mínimo en que dirección estaba yendo aquello. Engañar a una muchacha que acababan de ver únicamente para quitarle algunos Aeros. Desde luego aquella mujer no era estúpida, había estudiado lo suficiente como para conocer las criaturas que habitaban Aerandir. Sin embargo a mis ojos no era mas que una bandida que seguía la corriente a mi compañera, ya que en su momento yo ni siquiera era consciente de que esas criaturas existieran.
-Ven, vámonos -trate de frenar a la muchacha, alejándola del ‘espectáculo’.
-No la alejes de su propia especie! -Dijo la mujer, sonriendo de forma picara, mientras me miraba de un modo extrañamente desafiante. Luego se giro hacia ella-. Claro que se lo que te ocurre. A que dragón no le ha pasado eso alguna vez, eh? -Se giro sonriente hacia sus compañeros bandidos, esperando que estos le dieran la razón. Aquellos sonrieron con una falsa amabilidad riendo, como si lo que a la muchacha le había sucedido solo se tratara de un infortunio sin importancia, algo de fácil resolución-. Podemos ayudarte a que vuelvas a ser lo que eres.
Lleve mi mano a la empuñadura de mi espada, esperando a que sucediera algo. No estaba seguro de hasta cuando continuarían con aquella farsa, pero era evidente que tenían mas que claro que la estaban engañando a ella. Si se confiaban demasiado, pensando que tanto ella como yo creíamos sus palabras, mas fácil seria tomarlos desprevenidos. Era lo que solíamos hacer los mercenarios en la guardia de caravanas, por lo general. Esperábamos, y cuando creían que su plan estaba surtiendo efecto, los tomábamos por sorpresa. Aunque en esas ocasiones eramos mas de cinco guardias, y ahora tan solo estaba yo, y una muchacha que creía ser un dragón.
-Oh si, claro que lo somos. Y venimos del norte para poder sacar una sonrisa a las gentes del sur- le respondió una mujer, acercándose un poco a ella. La mujer había estado en el interior del carromato, pero de un salto había bajado en cuanto había escuchado a mi reciente acompañante hablar-. No debes ser muy mayor, dos décadas tal vez? -Hizo una mueca dramática y continuo hablando-. Todos sabemos lo terrible que es no poder convertirnos a nuestra forma original… verdad? No somos nada sin eso.
Fruncí el ceño. Normalmente me habría sentido bien si aquella situación hubiera sido real, si aquello no fuera la falsa propia de los bandidos. Pero sabia que así era y no me agradaba lo mas mínimo en que dirección estaba yendo aquello. Engañar a una muchacha que acababan de ver únicamente para quitarle algunos Aeros. Desde luego aquella mujer no era estúpida, había estudiado lo suficiente como para conocer las criaturas que habitaban Aerandir. Sin embargo a mis ojos no era mas que una bandida que seguía la corriente a mi compañera, ya que en su momento yo ni siquiera era consciente de que esas criaturas existieran.
-Ven, vámonos -trate de frenar a la muchacha, alejándola del ‘espectáculo’.
-No la alejes de su propia especie! -Dijo la mujer, sonriendo de forma picara, mientras me miraba de un modo extrañamente desafiante. Luego se giro hacia ella-. Claro que se lo que te ocurre. A que dragón no le ha pasado eso alguna vez, eh? -Se giro sonriente hacia sus compañeros bandidos, esperando que estos le dieran la razón. Aquellos sonrieron con una falsa amabilidad riendo, como si lo que a la muchacha le había sucedido solo se tratara de un infortunio sin importancia, algo de fácil resolución-. Podemos ayudarte a que vuelvas a ser lo que eres.
Lleve mi mano a la empuñadura de mi espada, esperando a que sucediera algo. No estaba seguro de hasta cuando continuarían con aquella farsa, pero era evidente que tenían mas que claro que la estaban engañando a ella. Si se confiaban demasiado, pensando que tanto ella como yo creíamos sus palabras, mas fácil seria tomarlos desprevenidos. Era lo que solíamos hacer los mercenarios en la guardia de caravanas, por lo general. Esperábamos, y cuando creían que su plan estaba surtiendo efecto, los tomábamos por sorpresa. Aunque en esas ocasiones eramos mas de cinco guardias, y ahora tan solo estaba yo, y una muchacha que creía ser un dragón.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Fullorðinn fræ (LIBRE)
La primer afirmación de la compañçia ambulante hizo que mi corazón diera un vuelco de felicidad, y agradeciera a los divinos por tal suerte de encontrar a tan poco sufrir de mi infortunio a compañeros del norte por aquellas latitudes.
Una mujer había bajado de aquel carro y se acercaba a mi, aunque su intuición sobre mi edad me dejo parada. Si solo tuviera dos décadas apenas sería un retoño de humano, y me resultó extraño que confundiera un niño con un adulto, pese mi escasa estatura.
-Tres... más de tres.-Aclaré algo confusa mientras escuchaba como la mujer seguía hablando, alabando nuestra forma dracónida. Los miré a todos y cada uno, pero aunque se habían referido todos a esa forma como su original viajaban con transporte sureño y ataviados como bipedos
-¿Porque viajais asi...?. "No te quieren ningún bien", La extraña voz en mi mente resonó una vez mas cuando clavé mi mirada sobre la de la mujer que estaba hablando. "No son dragones", prosiguió ante mi desconcierto.
Habría quedado pal plantada y mirandoles con la boca abierta si no fuera porque el joven con quien había estado hablando jaló de mi apartandome de aquella gente que me había mentido.
Di un paso acercándome más al sujeto lo miré con miles de preguntas en los ojos. El si parecía comprender que ocurría, aunque para mi fuera todo muy confuso. ¿Que ganaba esa gente engañandome? Parecía un duende del bosque, no portaba nada de valor, y en mi forma actual no les serviría ni como trofeo.
La mujer habló de nuevo intentando reclamarme, y tentándome a creer sus palabras, sería tan dulce, tendría tanta suerte tan solo si fuera cierto, si lo que me ocurria tuviera una solución sencilla y común. "Miente" La voz en mi mente parecía empecinada en mantenerme lejos de aquella gente, y una parte de mi sabía que tenía razón, pues en los pequeños detalles se veía que había mucho que desconocía de los dragones.
-¿Cómo?.-Y pese a todo, no pude resistirme a preguntar.
Me percaté de soslayo como mi acompañante había colocado la mano sobre la empuñadura, y di un paso adelante para que su gesto no fuera percibido por mentirosos mientras esperaba que estos hablaran y ofrecieran su solución, certera o no al acertijo que se les planteaba. Por otro lado, si lo que buscaban era lastimarnos, no tenía en mi poder nada mas que un cuchillo algo romo en el morral, y si lo agarraba en aquel momento sería demasiado notorio para aquella gente.
"Quieren tus cosas" Mi mirada fue entonces hacia el morral que no había querido abrir ante spro precaución. Me senté en el suelo y empecé a sacar su contenido, un peine roto, un pedernal, una daga, un par de paños sucios y un papel arrugado. Ante la atónita y decepcionada mirada de aquellos bandidos no había nada, absolutamente nada en mi bolsa que fuera de utilidad o tuviera el mas mínimo valor. De hecho era posible que cualquiera de ellos poseyera en un bolsillo mas riquezas de lo que podía sacarse por todas mis cosas juntas.
"Corre" la voz sonó una vez mas dentro de mi mente, marcando el peligro. No sabía bien que era, ni que quería, pero hasta ahora había sido una asertiva consejera, así que miré por un instante al muchacho, y le susurré lo mismo que me había dicho la voz.
-Corre.-Murmuré antes de impulsarme hacia el bosque que lindaba con el camino, ayudándome con los troncos, y avanzando de un modo mas animal que humano, hasta alejarme de aquel lugar y perderme en el verdor, incapaz de volver al pueblo a la ciudad o atrás avancé entre la espesura y me alejé de aquel grupo ambulante, y del amable joven que guardaría en mi memoria.
Una mujer había bajado de aquel carro y se acercaba a mi, aunque su intuición sobre mi edad me dejo parada. Si solo tuviera dos décadas apenas sería un retoño de humano, y me resultó extraño que confundiera un niño con un adulto, pese mi escasa estatura.
-Tres... más de tres.-Aclaré algo confusa mientras escuchaba como la mujer seguía hablando, alabando nuestra forma dracónida. Los miré a todos y cada uno, pero aunque se habían referido todos a esa forma como su original viajaban con transporte sureño y ataviados como bipedos
-¿Porque viajais asi...?. "No te quieren ningún bien", La extraña voz en mi mente resonó una vez mas cuando clavé mi mirada sobre la de la mujer que estaba hablando. "No son dragones", prosiguió ante mi desconcierto.
Habría quedado pal plantada y mirandoles con la boca abierta si no fuera porque el joven con quien había estado hablando jaló de mi apartandome de aquella gente que me había mentido.
Di un paso acercándome más al sujeto lo miré con miles de preguntas en los ojos. El si parecía comprender que ocurría, aunque para mi fuera todo muy confuso. ¿Que ganaba esa gente engañandome? Parecía un duende del bosque, no portaba nada de valor, y en mi forma actual no les serviría ni como trofeo.
La mujer habló de nuevo intentando reclamarme, y tentándome a creer sus palabras, sería tan dulce, tendría tanta suerte tan solo si fuera cierto, si lo que me ocurria tuviera una solución sencilla y común. "Miente" La voz en mi mente parecía empecinada en mantenerme lejos de aquella gente, y una parte de mi sabía que tenía razón, pues en los pequeños detalles se veía que había mucho que desconocía de los dragones.
-¿Cómo?.-Y pese a todo, no pude resistirme a preguntar.
Me percaté de soslayo como mi acompañante había colocado la mano sobre la empuñadura, y di un paso adelante para que su gesto no fuera percibido por mentirosos mientras esperaba que estos hablaran y ofrecieran su solución, certera o no al acertijo que se les planteaba. Por otro lado, si lo que buscaban era lastimarnos, no tenía en mi poder nada mas que un cuchillo algo romo en el morral, y si lo agarraba en aquel momento sería demasiado notorio para aquella gente.
"Quieren tus cosas" Mi mirada fue entonces hacia el morral que no había querido abrir ante spro precaución. Me senté en el suelo y empecé a sacar su contenido, un peine roto, un pedernal, una daga, un par de paños sucios y un papel arrugado. Ante la atónita y decepcionada mirada de aquellos bandidos no había nada, absolutamente nada en mi bolsa que fuera de utilidad o tuviera el mas mínimo valor. De hecho era posible que cualquiera de ellos poseyera en un bolsillo mas riquezas de lo que podía sacarse por todas mis cosas juntas.
"Corre" la voz sonó una vez mas dentro de mi mente, marcando el peligro. No sabía bien que era, ni que quería, pero hasta ahora había sido una asertiva consejera, así que miré por un instante al muchacho, y le susurré lo mismo que me había dicho la voz.
-Corre.-Murmuré antes de impulsarme hacia el bosque que lindaba con el camino, ayudándome con los troncos, y avanzando de un modo mas animal que humano, hasta alejarme de aquel lugar y perderme en el verdor, incapaz de volver al pueblo a la ciudad o atrás avancé entre la espesura y me alejé de aquel grupo ambulante, y del amable joven que guardaría en mi memoria.
Arygos Valnor
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Re: Fullorðinn fræ (LIBRE)
Mejor cerremos este, no? Quedo muy perdido en el pasado. Justo fue una época de grandes cambios para mi y lamentablemente no pude continuar. Mil disculpas mi querida arygos
Friðþjófur Rögnvaldsson
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