Quri Llajlliri ~ { Carpintería y Herrería }

Tener un momento de paz y tranquilidad era una cosa tan extraña, tan rara, tan inusual, que Akanke no se daba cuenta que estaba ocurriendo hasta que la interrumpían. Justamente, aquel era uno de ellos y no lo pudo disfrutar porque nunca se enteró que estaba viviéndolo. Solo se sintió perturbada por el bullicio que causó aquel extraño de orejas picudas que llegó frente a ella, tan confiado y resuelto, que no supo cómo detenerlo. En menos de lo que salta un mono, ya estaba enseñándole cosas.

Pero no crean, los monos de Akanke no eran de esos que van por la vida haciendo shows ni saltando por doquier. Bueno sí hacen shows, pero porque son dramáticos, no de los entretenidos.

En fin, que antes de que ella pudiera reaccionar, ya estaba aprendiendo, maravillada igual que los monos, que hay armas que se pueden hacer una y dos a la vez. Eso hacía replantear muchas cosas a la no-centáuride. Pero bueno, ella tenía dos piernas humanas que equivalían a sus cuatro patas equinas, no era quién para cuestionar la realidad de si uno es dos o dos es uno.

-Gracias- dijo sonriente tras escuchar la cátedra de Rauko. -Yo, Akanke, aprendiendo mucho, muy bonito, yo queriendo una asín- afirmó, tomando el arma del elfo y mirando fascinada como se juntaban y separaban. -¿Cómo haciendo para báculo?- quiso saber, mostrando su peculiar arma. Ella portaba un báculo con punta de lanza de un lado y hoz del otro, así que quería saber cómo aplicar esa habilidad en su arma. Seguramente, si Rauko lo ayudaba, ella haría que la mitad y media de sus monos hiciera el salto que él tanto quería ver.

Receta aprendida:

¿Por qué Elian no conocía el Templo de los Monos? Aquel era un olvido imperdonable, teniendo en cuenta lo cerca que se encontraba de Sandorai. Sin embargo, nunca es tarde si la dicha es buena, y allí encaminó sus pasos en cuanto tuvo noticia de semejante lugar.

Había antiguas construcciones en las cercanías del templo. Muy antiguas. Tanto, que Elian no habría sabido determinar si se trataba de antiguas edificaciones élficas, brujas o, quizá, datasen de un tiempo en que ambas razas eran aún una sola, en concordancia con las más antiguas leyendas. Pero lo más fascinante de todo era ver cómo el paso del tiempo había creado una extraña y hermosa armonía entre las construcciones artificiales y el implacable retorno de la naturaleza tras el abandono del lugar por sus antiguos habitantes. Rincones así inspiraban una cierta melancolía en Elian, que gustaba de pasear en silencio entre los restos reclamados.

El silencio fue cediendo a medida que se acercaba al recinto principal, claramente habitado. Lo cierto era que no había imaginado tanto bullicio en un lugar de culto y, sin embargo, le pareció lo más natural del mundo una vez que lo tuvo delante. Una amplia sonrisa se fue dibujando en su rostro y en su corazón al contemplar a gentes tan variadas conviviendo en armonía en medio de la naturaleza. Disfrutó especialmente de ver trabajar a los artesanos, tanto las personas-castor, junto al río, como las gentes-ave que manejaban los telares.

Pero, cuando se enteró de que la propia sacerdotisa también era amante del trabajo artesano y, ella misma, trabajaba tanto el metal como la madera, decidió que tenía que conocerla. Él mismo era un carpintero más que aceptable y siempre dispuesto a un intercambio de técnicas y conocimientos.

—He notado que vive gente muy alegre y activa por estos lares —le dijo una vez se hubieron hecho las debidas presentaciones—. Seguro que aprecian también la buena música...


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OFF: Solicito aprender la siguiente receta:

Mira de Precisión [Mejora] Mira con retícula que favorece el apuntado de armas de proyectil. Permite, además, ver en la oscuridad. Puede unirse a un arma de proyectil.
Creación: 70 aeros
Nivel: Avanzado

A cambio, ofrezco enseñar a Akanke esta otra receta:

Instrumento Musical Refinado: Los instrumentos musicales confeccionados por carpinteros en un taller se considerarán de mayor calidad.
Creación: 50 aeros.
Nivel: Principiante

Akanke buscaba a menudo hacerse el tiempo para ir a su taller a trabajar. Paradójicamente, mientras más ocupara su cabeza y atención en los objetos que creaba, más lograba despejarse y descansar de los problemas cotidianos del Templo. Era su preciado tiempo y espacio personal. Y si bien disfrutaba estar sola allí, los visitantes eran bienvenidos siempre.

Como fue el caso de aquel día cuando un desconocido entró en su taller. Él lucía amigable, fue muy amable y respetuoso con ella. Su nombre era Elian, un elfo de Sandorai que llegó al Templo atraído por los rumores acerca de este.

Descubrir aquello fue una sorpresa para la Sacerdotisa que no sabía cómo sentirse respecto a que su hogar ganara popularidad. Por un lado, que se supiera del Templo invitaba a más hombres y mujeres bestia a vivir allí pero por el otro, lo hacía interesante para seres cuyas intenciones no eran las mejores. Aquello sería un tema a tratar con el Consejo.

Tras un rato de conversación comenzaron a hablar respecto a los objetos que ambos fabricaban pues compartían la pasión por la carpintería. Transcurrieron horas en las que ambos intercambiaron anécdotas e incluso, terminaron intercambiando conocimientos.

Akanke esperaba que el elfo se quedara más tiempo, conociera el Templo y pudieran ser amigos.