La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
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La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
La zona portuaria de Lunargenta es un lugar excelente para vivir. El rubio bien lo sabe, que lleva viviendo desde hace años en el lugar. La zona cercana a los muelles es un sitio cosmopolita, multicultural, donde hasta un brujo como él es aceptado sin demasiados problemas.
Realmente siempre se ha sentido bien acogido allí. Con la suave y dulce brisa marina acariciando su rostro por las mañanas, las historias de los marineros y los aventureros en las tabernas por las noches, las vistas de los grandes mercantes amarrados en los muelles. Era un lugar espléndido, que aún era mejor cuando podía contar con la ayuda de amigos como Caroline, la joven pelirroja que tan bien lo recibiera cuando pisara por primera vez los adoquines de aquella ciudad.
Y gracias a ella había conseguido una información que no podía rechazar. Una vivienda a escasos metros de la posada de su tío, en la que ella misma trabaja, y que además no estaba demasiado lejos de su propia casa. O debería decir antigua casa.
Se trataba de un local que regentaba un anciano herrero, y donde trabajaba un amigo de la infancia de Carol. Un joven de talla pequeña llamado Sandal, que había vivido prácticamente toda su vida de ayudante del maestro en herrería. El dueño había muerto hacía poco dejando algunas deudas, y el negocio, y por tanto el trabajo del muchacho, peligraba. Por ello buscaba desesperadamente un socio que pudiera poner un poco de capital encima de la mesa, y de este modo pagar las deudas y comprar materiales para seguir adelante. Con mejor fortuna que la última vez.
Ese socio sería el brujo. Además, pagando a los prestamistas se haría con todo el edificio para él. Un lugar que contaba con una herrería perfectamente equipaba, una gran bodega, y además contaba con todo lo indispensable para vivir en ella. Cocina, dormitorio, y algún cuarto más que podría remodelar para sus necesidades. Nada del otro mundo, pero no hacía falta más.
Su antigua casa era pequeña, y esta sería un poco más espaciosa y contaba con todo lo necesario para desempeñar un oficio. O dos. Porque sería sencillo colocar lo imprescindible para ejercer su arte con arcanos y runas, y de ese modo poder realizar encantamientos en la comodidad de su casa.
A cambio del chivatazo de Caroline por el lugar, dejaría que su amigo se quedara trabajando allí. Francamente, a él le venía fantásticamente bien contar con alguien que se hiciera cargo de todo mientras estuviera fuera por su trabajo de mercenario, y los conocimientos del chico en herrería le vendrían bien para mejorar en ese campo.
Esa es la historia, de cómo un día de verano, en una de las calles cercanas al puerto de Lunargenta nació un negocio.
La espada Arcana. Así reza el cartel que cuelga en la fachada del edificio. Y donde nada más entrar llegará a un recibidor con una mesa, donde un brujo y su socio podrán ayudarlo en lo que necesite. Quizás conseguir una buena espada, un gran encantamiento tal vez, o quizás simplemente alguien que maneje esa espada para usted.
- Recetas:
- Todas las recetas de principiante, avanzado y experto del mercado, tanto del oficio de herrería como de arcanos. También Furia Elemental, Gólem Arcano y Glifo del Hechicero de Nivel Maestro Arcano
Recetas Ganadas en Masterados y Eventos
Encantamiento Adicional: [Insignia] Insignia metálica que puede añadirse de forma permanente a un objeto. Permite añadirle un encantamiento extra (pero no puede exceder el límite de encantamientos por PJ, debe hacerse por separado a esta receta). El encantamiento debe ser de un nivel inferior al objeto (mínimo Principiante).
Nivel: Experto en Arcanos (requiere, además, Avanzado en Herrería)
Creación: 150 Aeros.
Infusión Etérea: [Encantamiento de Arma] El daño del arma se considera parcialmente mágico, permitiendo que la mitad de éste ignore armaduras.
Nivel: Experto
Creación: 140 Aeros
Canalizador Elemental: [Encantamiento de Arma] Cada vez que el portador de esta arma realice un hechizo elemental (sólo cuentan hechizos desde habilidades activas), esta arma acumulará una descarga moderada del mismo elemento, que debe ser lanzada el mismo turno, como un proyectil mágico.
Nivel: Experto
Creación: 160 Aeros
Pergamino de Vida: [Pergamino, Limitado, 1 Uso] Al poner un objeto de hasta 1 metro cúbico o 25 kilogramos (la primera en cumplirse) sobre este pergamino, éste cobra vida y obedece órdenes simples por 2 turnos. Puede levitar hasta a 50 centímetros del suelo, pero no realizar ataques.
Nivel: Avanzado
Creación: 90 Aeros
Pergamino Recuerdo: [Pergamino, Limitado, 1 Uso] Al ser abierto por una persona, se creará una ilusión sobre el pergamino que mostrará el recuerdo que en ese momento tenga en la mente por un turno. No se pueden alterar los hechos ni proyectar sucesos imaginados y sólo funciona con un recuerdo. Si la persona mantiene su mente en blanco, aparecerá sólo una nube (pero puede ser forzada a recordar algo al hablarle de ello).
Nivel: Avanzado
Creación: 90 Aeros
Pergamino Porta-armas: [Pergamino, Limitado, 2 Usos] Al abrir este pergamino, puedes depositar hasta 5 armas u objetos que no pesen más de 5 kilogramos, cada uno, sobre él. Los objetos desaparecerán y el pergamino se cerrará. Al volver a abrirse o cuando pasen 24 horas, los objetos volverán a aparecer.
Nivel: Avanzado
Creación: 90 Aeros.
Arma Cambiante: [Encantamiento de Arma] El arma posee una segunda forma a la que se puede cambiar a voluntad del portador. La forma secundaria puede ser otro tipo de arma (ej: una espada cambiar a daga), siempre y cuando no haya un cambio de masa significativo.
Nivel: Principiante en Arcanos (requiere, además, tener la profesión relevante para la segunda forma del arma, ej: Herrería para una espada).
Creación: 40 Aeros.
Trampa Elemental de [elegir Fuego, Electricidad o Hielo]: [Encantamiento de Trampa] Encanta una trampa de Carpintería para que, al activarse, realice un fuerte daño adicional del Elemento elegido. El daño puede ocurrir una sola vez por uso de la trampa, pero puede dañar a más de un objetivo al mismo tiempo.
Nivel: Experto
Creación: 160 Aeros
Arma de una Mano de Acero de Carrasco Regular: [Arma] El acero de esta arma reacciona con los encantamientos. Mientras esté encantada, su filo se refuerza por Éter, el que causa un leve daño mágico adicional. Su calidad es Normal.
Nivel: Avanzado
Creación: 90 Aeros
(Aprender esta receta requiere tener tanto Herrería como Arcanos de profesiones).
Arma de una Mano de Acero de Carrasco Superior: [Arma] El acero de esta arma reacciona con los encantamientos. Mientras esté encantada, su filo se refuerza por Éter, el que causa un leve daño mágico adicional. Su calidad es Superior.
Nivel: Experto
Creación: 140 Aeros
(Aprender esta receta requiere tener tanto Herrería como Arcanos de profesiones)
Receta Pez en el Agua: [Encantamiento de Armadura] Permite al portador moverse en el agua con total libertad (ej: para atacar) y nadar al doble de velocidad.
Nivel: Experto
Creación: 150 Aeros
Vinculo de Sangre mayor [Encantamiento de Joya, 1 Uso]. Debe ser llevado por dos personas a menos de 100m. Al activarse, genera un vínculo entre ambas que comparte todos los efectos positivos y negativos entre ambos, incluyendo bonificaciones, maldiciones y dolor, mitigando los efectos a la mitad en el proceso. Los personajes vinculados pueden comunicarse telepáticamente. Dura hasta dos turnos, solo una vez por tema.
Nivel: Experto
Creación: 150 aeros (cuenta como crear un encantamiento para subir PPs, pero en el precio se incluyen los 2 objetos)
Purgar [Encantamiento de Arma] Cuando esta arma choca con otra o golpea una armadura, inutiliza los encantamientos que éstos posean por 2 rondas. Este efecto sólo puede ocurrir una vez cada dos turnos.
Creación: 130 aeros
Runa Territorio [Pergamino, Limitado, 1 Uso] Al abrirse en el suelo, crea una burbuja de luz sólida con 3 metros de radio. Absorbe un ataque, estallando y liberando una descarga eléctrica moderada a quienes estén fuera a menos de 1 metro. Aquellos con permiso del usuario pueden salir o entrar sin problema.
Nivel: Experto
Creación: 180 aeros
Defensa pétrea [Encantamiento de Escudo o Armadura] Cada vez que el objeto encantado es golpeado por un ataque de otro objeto (arma, guante, bota, etc.), el objeto atacante se cubrirá de piedras alrededor del lugar del impacto, por dos turnos. Esto le volverá más pesado, puede inutilizar su filo o puntas, dificultar movimiento y, en general, dificultará su uso y efectividad.
Nivel: Experto
Creación: 140 aeros
Manto de Aroma [Encantamiento] El objeto oculta el olor del portador, impidiendo el rastreo por este medio.
Nivel: Avanzado
Creación: 100 Aeros
Pluma [Encantamiento de Capa] Cuando el portador está cayendo, lo hará de manera más lenta, evitando cualquier daño por caída. Puede usarse para planear distancias cortas.
Nivel: Experto
Creación: 150 aeros
Guantes de Protección [Guantes] Equipados con gruesas capas metálicas, pueden incluso servir como escudo para, por ejemplo, detener ataques de espada con la mano.
Nivel: Experto
Creación: 90 aeros
Diadema del Hechicero [Yelmo, Joya] Confeccionada con aleaciones que reaccionan con el Éter. Cuando uses una habilidad mágica de usos limitados de nivel 4 o superior y siempre que no lleves una armadura (excepto túnica), tu cuerpo se cubrirá de una capa de Éter que otorgará una protección similar a una armadura ligera contra el siguiente ataque, hasta tu próximo turno.
Nivel: Experto
Creación: 150 aeros
Arma Flexible Superior [Arma Flexible] Compuesta principalmente por una cadena, aunque se puede agregar mango y algún objeto sólido en la punta. Es de calidad Superior.
Nivel: Experto
Creación: 130 aeros
Proyección oscura [Encantamiento de arma] Al atacar, el arma libera cortas ondas de energía oscura concentrada que hacen daño leve (cortantes o contundentes, dependiendo del arma).
Nivel: Experto
Creación: 120 aeros
Runa Levitasis [Pergamino, Limitado, 1 Uso] Al aplastarla sobre la mano, dicha persona se vuelve considerablemente más ligera: da saltos más altos y de mayor longitud y no sufrirá daño de caída. El efecto dura 2 turnos.
Nivel: Avanzado
Creación: 80 Aeros
Red Sorpresa [Pergamino, Limitado, 1 Uso] Efecto: Cuando es extendido sobre una superficie se vuelve invisible, sólo dejando una sutil runa negra dibujada de 5 centímetros. Si alguien pisa un área de 30 centímetros de radio desde el centro de la runa, tras una explosión de luz se creará una jaula arcana que retendrá al afectado por un turno.
Nivel: Avanzado
Creación: 90 Aeros
Pergamino de escape [Pergamino, Limitado, 1 uso] Pergamino que al ser activado permite generar un par de agujeros en el suelo dentro del campo de visión del personaje. Puede entrar por un agujero y salir inmediatamente por el otro. Ambos agujeros desaparecen después de ser usados.
Nivel: Experto
Creación: 120 aeros
Última edición por Vincent Calhoun el Mar Jul 26 2022, 01:21, editado 9 veces (Razón : Añadir recetas)
Vincent Calhoun
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
Gasto 400 aeros para tener un taller grande ^_^
Taller Grande: 400 aeros. Tu taller es al mismo tiempo una casa, cuenta con bodega y puede tener diseños especiales, no tradicionales.
Taller Grande: 400 aeros. Tu taller es al mismo tiempo una casa, cuenta con bodega y puede tener diseños especiales, no tradicionales.
Vincent Calhoun
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
La espada arcana...Rezaba el letrero al que Níniel se había quedado mirando con una sonrisa. No es que le hiciera gracia, de hecho era un nombre estupendo, era una sonrisa de orgullo ante la prueba palpable de que su brujo lo había conseguido finalmente, que por fín había puesto en marcha el negocio del que había hablado durante un tiempo en el que tantas ganas y esfuerzos había depositado y que pensaba compaginar con su vida de caballero andante. Bueno él se definía como un mercenario, aunque la peliblanca no lo veía del todo correcto pues era mucho más noble que los mercenarios comunes y de hecho incluso aunque nadie le pagara ni una sola moneda por sus desvelos siempre trataba de ayudar. Definitivamente era más un caballero.
Aún sonriendo la elfa entró al establecimiento con decisión y desde la puerta echó un vistazo alrededor para ver cómo era el interior, sin poder evitar compararlo con otros establecimientos de aquel estilo que pudiese conocer, la mayoría de ellos élficos y por lo tanto muy distintos aunque podía reconocer fácilmente la mayoría de los equipos que podía ver desde su posición. Era un sitio bien organizado en el que reinaba una sensación de calor que no llegaba a agobiar y que sin duda era fruto de los fuegos de la forja del brujo.
-¿Vincent?.- LLamó al llegar al mostrador tratando de hacer que su voz llegara allí donde el rubio estaría seguramente trabajando. No sabía si con aquello el brujo la había oído pero pronto quedó claro que no era necesario, parecía que el alquimista de fuego y viento había contratado un ayudante y este si que escuchó a la peliblanca y se dirigió rápidamente al mostrador para atenderla con una expresión de auténtica alegría.
-¿Encantamientos?- Preguntó sencillamente haciendo que la peliblanca le mirase extrañada por su curioso modo de preguntarlo directamente.
-Eh, sí, me vendrían bien algunos. Y algunas cosas de herrería para mi casa. Soy Níniel, soy la...amiga de Vincent. Creo que me está esperando.- Respondió la elfa mientras aquel hombrecillo la miraba fijamente a los ojos, algo que a ella no le importaba lo más mínimo, entre los suyos sostener la mirada era prueba de sinceridad y confianza.
-Ah sí, la elfa peliblanca. Soy Sandal, ayudo a Vincent aquí. Estaba trabajando en unas inscripciones y se me olvidó por completo. Vincent me dijo que vendrías es cierto. Iré a buscarlo a la parte de atrás.- Cayó en la cuenta dirigiéndose al lugar mencionado y no tardando mucho en regresar con el brujo.
-Me alegro de verte Vincent, recibí tu nota. Me encanta este lugar, y no lo digo por decir, no tuve buenas experiencias en el puerto durante mi primera visita a la ciudad. Voy a aceptar tu sugerencia, me vendría bien contar con algunos arcanos. Y necesitaría algunas cosas para mi casa, percheros, soportes y un par de cerraduras nuevas. ¿Puedes ayudarme?.- Dijo entregándole una lista de pequeños objetos domésticos que necesitaba y colocando encima del mostrador su fiel bastón con la forma de un dragón aguamarina y su ligera armadura élfica, los objetos sobre los que quería que el arcanista trabajase. -Pensaba en esa runa de infusión de inteligencia de la que me hablaste y esa otra que me facilitará usar mi bastón para defenderme. ¿Qué opinas?.-
Aún sonriendo la elfa entró al establecimiento con decisión y desde la puerta echó un vistazo alrededor para ver cómo era el interior, sin poder evitar compararlo con otros establecimientos de aquel estilo que pudiese conocer, la mayoría de ellos élficos y por lo tanto muy distintos aunque podía reconocer fácilmente la mayoría de los equipos que podía ver desde su posición. Era un sitio bien organizado en el que reinaba una sensación de calor que no llegaba a agobiar y que sin duda era fruto de los fuegos de la forja del brujo.
-¿Vincent?.- LLamó al llegar al mostrador tratando de hacer que su voz llegara allí donde el rubio estaría seguramente trabajando. No sabía si con aquello el brujo la había oído pero pronto quedó claro que no era necesario, parecía que el alquimista de fuego y viento había contratado un ayudante y este si que escuchó a la peliblanca y se dirigió rápidamente al mostrador para atenderla con una expresión de auténtica alegría.
-¿Encantamientos?- Preguntó sencillamente haciendo que la peliblanca le mirase extrañada por su curioso modo de preguntarlo directamente.
-Eh, sí, me vendrían bien algunos. Y algunas cosas de herrería para mi casa. Soy Níniel, soy la...amiga de Vincent. Creo que me está esperando.- Respondió la elfa mientras aquel hombrecillo la miraba fijamente a los ojos, algo que a ella no le importaba lo más mínimo, entre los suyos sostener la mirada era prueba de sinceridad y confianza.
-Ah sí, la elfa peliblanca. Soy Sandal, ayudo a Vincent aquí. Estaba trabajando en unas inscripciones y se me olvidó por completo. Vincent me dijo que vendrías es cierto. Iré a buscarlo a la parte de atrás.- Cayó en la cuenta dirigiéndose al lugar mencionado y no tardando mucho en regresar con el brujo.
-Me alegro de verte Vincent, recibí tu nota. Me encanta este lugar, y no lo digo por decir, no tuve buenas experiencias en el puerto durante mi primera visita a la ciudad. Voy a aceptar tu sugerencia, me vendría bien contar con algunos arcanos. Y necesitaría algunas cosas para mi casa, percheros, soportes y un par de cerraduras nuevas. ¿Puedes ayudarme?.- Dijo entregándole una lista de pequeños objetos domésticos que necesitaba y colocando encima del mostrador su fiel bastón con la forma de un dragón aguamarina y su ligera armadura élfica, los objetos sobre los que quería que el arcanista trabajase. -Pensaba en esa runa de infusión de inteligencia de la que me hablaste y esa otra que me facilitará usar mi bastón para defenderme. ¿Qué opinas?.-
Níniel Thenidiel
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
Actualizado el tamaño del taller.
No he hecho nada aún sobre el post de Níniel pues se requiere respuesta de Vincent.
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Demian
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
Estaba realmente encantado con su nuevo negocio. Aunque eso no era algo nuevo.
Nada más ver el lugar por primera vez, había visto las grandes posibilidades para hacer algo interesante con él. Puede que el local no estuviera en su mejor momento, casi rozando el abandono, pero tenía todo lo necesario para construirse algo más que decente con él. Sin contar que además contaba con todo el equipamiento imprescindible para trabajar de herrero. La forja, el yunque, las tenazas y los martillos para trabajar el metal, así como un pozo cercano justo a la entrada de la puerta trasera, para poder conseguir el agua y templar el metal. Así como un largo etcétera de utensilios usados en herrería. En definitiva, solo necesitaba conseguir materiales para ponerse manos a la obra, así como conseguir un banco de trabajo para poder hacer arcanos con comodidad, y todo lo relacionado para el noble arte de los pergaminos y los encantamientos.
Lo había visto claro nada más verlo. Con un poco de esfuerzo, ese negocio no solo sería una gran herrería, sino que también sería un gran taller de arcanos. Ya poseía bastantes cosas para ello en su casa, por lo que solo tendría que traerlas hasta allí. Y ya iría adquiriendo algunas mejoras que lo ayudarían a desempeñar mejor su trabajo. Poco a poco.
Y así fue. Un mes después de haber comprado el local, ya tenía todo lo necesario para trabajar el metal y los encantamientos. Para crear una buena espada, o para hacer un pergamino de poder.
Ver como su negocio, se iba levantando con lentitud pero con constancia, lo inundaba de una gran ilusión. Una ilusión que lo había despertado pronto esa mañana para ponerse a trabajar lo más pronto posible.
Esa misma semana el brujo había ido de compras para su taller. Había conseguido, a buen precio, una buena cantidad de piedra para afilar. Y en el sitio donde solía conseguir el mineral para el pedernal que usaba para crear las chispas de sus poderes. Si allí conseguía buen material para sus pedernales, ¿Por qué no iba a tener buen mineral para afilar?
No se lo pensó mucho, y se llevó una cantidad suficiente para crear con él una piedra giratoria a pedales. Era de lo poco que le faltaba a la herrería para tener de todo. Y con el sobrante esa mañana se había puesto a crear piedras de agua para llevar. Cortándolas en rectángulos perfectos y fáciles de transportar.
Con una de ellas, y algunas herramientas pequeñas, un aventurero tenía todo lo indispensable para hacerle un buen mantenimiento a sus armas. Con la piedra sería fácil darle filo a la hoja en cualquier parte, y con las herramientas se podía desarmar fácilmente la guarda y la empuñadura de toda arma, incluidas las romas. Con ello se podía mantener perfectamente cualquiera armamento a fondo, sin necesidad de ir a ninguna herrería. Y por supuesto había creado las herramientas de distintos tamaño y grosores. A gusto del consumidor. De esta manera encajarían en todo tipo de empuñaduras. Cada herrero tenía su modo de hacer las cosas, así que era bueno que tuviera variedad de tamaños, por si las aberturas que armaban los mangos fueran distintas a las suyas. Era bueno tener un poco de todo en cosas así.
Por ello, después de terminar de cortar las piedras de agua, se puso manos a la obra creando varias herramientas de acero de distintos tipos y tamaños. Con ello se mantuvo ocupado hasta que su socio se acercó para avisarlo con buenas noticias.
El rubio se puso muy feliz al escuchar que la elfa había podido venir a verle por fin, aceptando su invitación. Pues hacía unos días que le había comentado sobre su nuevo negocio, y que se pasara por allí para poder hacerle algunos encantamientos interesante. No tardó en dejar a un lado una de esas herramientas casi terminadas, y tomando un trozo de tela, se limpió un poco de sudor perlado que se le había acumulado en la cara y el torso desnudo. En el momento que había estado trabajando en la forja, para calentar el material con el que luego acabó moldeando los utensilios de mantenimiento. Después de puso una camisa que solía usar para trabajar y se acercó al recibidor de la tienda sin molestarse en atarse los cordales de la prenda. Estaba muy deseoso de poder ver a Níniel de nuevo.
- Hola Níniel, que placer poder verte de nuevo-, se acercó para besar su mejilla. - Es una pena que no lo pasaras bien en el puerto en tu primera visita. Lo cierto es que a mí me acogieron tan bien, que me quedé a vivir después de ello-, sonrió. - Así que el encantamiento del que te había hablado para la armadura como acordamos, y uno que permita usar con más facilidad tu bastón-, pensó algo que pudiera valerle a la elfa mientras recogía el bastón del mostrador y lo examinaba, pensativo. - Ya sé, haré que sea más liviano y fácil de manejar. No te defraudará, ya lo verás. Si quieres puedes ver como trabajo o ver el resto del taller en compañía de Sandal.
- Para mí sería un placer-, comentó el enano dispuesto y sonriente.
- Pues perfecto, me pondré manos a la obra con los encantamientos, y cuando termine te haré esos objetos que necesitas para la casa. Y te enseñaré la parte de arriba-, sonrió otra vez, recogiendo la armadura para llevársela junto al bastón.
El rubio no perdió el tiempo y se dirigió hacia el banco de trabajo que había instalado para ponerse manos a la obra.
Primero se centró en el bastón. Lo colocó cuan largo sobre la mesa, y cogió su cincel para comenzar a dibujar sobre el mineral de aguamarina el dibujo que identificaba a la runa de la pluma. Un encantamiento de ese tipo era lo que necesitaba la elfa para poder manejar ese cayado con mayor velocidad y ayudarla a defenderse. El dibujo le llevó un tiempo, pero cuando estuvo bien seguro de que estaba perfecto, tomó un bote lleno de una sustancia elaborada en base a éter, de color oscuro y de fuertes propiedades mágicas, de una estantería incorporada al propio escritorio. Rellenó las ranuras con sus dedos untados en la sustancia pegajosa, asegurándose de quedaba bien relleno, y limpiando con cuidado el restante que impregnaba el bastón fuera de la marca tallada. Finalmente sostuvo el arma de Níniel en su mano, y la llevó hasta la forja, donde el calor de esta hizo que la sustancia destellara de luminosidad en el proceso, y apagándose cuando todo hubo terminado pasados unos minutos.
El brujo observó la marca, y donde antes estaban las ranuras de la runa en el mineral, ahora no quedaban tales incisiones. Solo se apreciaba el símbolo de la pluma como si siempre hubiera estado allí, como si hubiera sido dibujado y creado por el maestro artesano que lo había creado. Justo en la base del círculo que imitaba la cabeza y cuello de un dragón.
Terminado el bastón, lo dejó contra la pared al lado de la mesa, y subió a esta la armadura élfica de la sacerdotisa. Era muy bella, de una factura y delicadeza impresionantes, pero no tenía tiempo que perder. Dejo a un lado la inspección de la coraza ligera de la mujer, y le dio la vuelta para colocarle la runa en un lugar donde quedaría bonita y disimulada. Justo en la parte superior del cuello de esta. Esta vez no necesitaría el cincel, ya que usaría otra sustancia de color purpúrea gracias a su base en tinta de murex, y con las mismas propiedades mágicas añadidas por el éter incorporado a ella. Era más fácil de usar por no tener que hacer la inscripción con herramientas, pero igualmente había que tener parsimonia y cuidado. Un despiste con el pequeño pincel y daría al traste todo el trabajo hasta ese instante. Pasado un rato finalmente terminó la marca que simbolizaba la inteligencia, y que daría una extra de energía a las personas que usaran magia con ella puesta.
Como la vez anterior, acercó la runa hasta la forja para que el calor de las llamas hiciera que la magia dentro de la tinta se iluminara, y se adhiriera al material. Pasados unos segundos, la marca dejó de brillar, para quedarse impresa sobre la armadura del mismo modo que el símbolo de la pluma se había quedado dibujado sobre el bastón.
El trabajo de arcanos había concluido. Guardó las tintas en su lugar, y dejó la coraza sobre la mesa para luego dársele a Níniel.
Primero tendría que hacerle aquellos soportes y materiales de herrería que le había pedido. Por ello se puso el delantal de herrero, y en unas horas pudo decir, felizmente, que había terminado todo lo que le había requerido la joven elfa. Unos candelabros de acero, así como unos soportes y unas cerraduras para arcones del mismo material, remataron la faena de una buena mañana de trabajo.
Estaba deseando poder decirle a la peliblanca que todo lo que le había pedido estaba terminado y apunto. Dejó el delantal a un lado, y se quitó la camisa para secarse otra vez por el sudor del calor de la forja. Algo llamó su atención, y al mirar de reojo hacia el lugar pudo ver como Sandal y Níniel andaban por el lugar. Seguramente su socio le explicaba detalles de sus oficios.
El brujo se echó la camiseta al hombro y se acercó con una sonrisa radiante a la mujer.
- Níniel, me alegra verte. Puedo decirte que he acabado todo lo que querías. Tu bastón y tu armadura están aquí, junto a la mesa de trabajo-, dijo guiándola hasta sus pertenencias. - Le he puesto el encantamiento que me pediste a la coraza, y a tu cayado le he colocado uno de ligereza, para que puedas usarlo con mayor facilidad. Sabes que hay confianza entre nosotros, así que te los dejo a coste de materiales-, le hizo un guiño a la bella dama elfa. - Y también te he creado unos candelabros, así como los soportes y cerraduras que necesitabas. Será fácil para un ebanista colocarlos, y que tengas la mejor protección para tus cosas-, sonrió. - Considéralos un regalo. Para que sea la señal del inicio de un próspero negocio para nosotros-, palmeó la espalda de Sandal de forma amistosa. - Iré a bañarme para llevarte las cosas a casa, si no te importa me gustaría acompañarte hasta la posada y ayudarte a transportar las cosas-, comentó alejándose hacia la parte trasera para recoger unos cubos de agua. - Ah, se me olvidaba. Ten, tus llaves-, dijo volviendo sobre sus pasos para darle las llaves de sus nuevas cerraduras. - No tardaré-, dijo finalmente, con una nueva sonrisa, antes de marcharse en la dirección en la que pensaba en un principio.
- Parece que anima a Vincent como nadie, Lady Níniel-, comentó Sandal de buen humor.
Siento que sea tan largo, pero había mucho que hacer y quería ir practicando. Dejándolo más definido que de costumbre, para tener las ideas claras para las próximas veces. =D
Respecto a los productos serían:
Dos encantamientos que cobraría a Níniel a coste de materiales, por lo cual solo cóbrenle el básico en el mercado.
Arcanos Nivel Aprendiz
Una Infusión de Inteligencia / 8 materiales / 80 aeros
Una Infusión de Pluma / 9 materiales / 90 aeros
Y cinco objetos decorativos de cinco materiales cada uno que le regalo. Por lo cual se cobraría de mi bolsillo, así como un kit para armas para mí.
Herrería Nivel Novato
Cinco objetos decorativos / 25 materiales / 250 aeros
Un kit para armas / 5 materiales / 50 aeros
Nada más ver el lugar por primera vez, había visto las grandes posibilidades para hacer algo interesante con él. Puede que el local no estuviera en su mejor momento, casi rozando el abandono, pero tenía todo lo necesario para construirse algo más que decente con él. Sin contar que además contaba con todo el equipamiento imprescindible para trabajar de herrero. La forja, el yunque, las tenazas y los martillos para trabajar el metal, así como un pozo cercano justo a la entrada de la puerta trasera, para poder conseguir el agua y templar el metal. Así como un largo etcétera de utensilios usados en herrería. En definitiva, solo necesitaba conseguir materiales para ponerse manos a la obra, así como conseguir un banco de trabajo para poder hacer arcanos con comodidad, y todo lo relacionado para el noble arte de los pergaminos y los encantamientos.
Lo había visto claro nada más verlo. Con un poco de esfuerzo, ese negocio no solo sería una gran herrería, sino que también sería un gran taller de arcanos. Ya poseía bastantes cosas para ello en su casa, por lo que solo tendría que traerlas hasta allí. Y ya iría adquiriendo algunas mejoras que lo ayudarían a desempeñar mejor su trabajo. Poco a poco.
Y así fue. Un mes después de haber comprado el local, ya tenía todo lo necesario para trabajar el metal y los encantamientos. Para crear una buena espada, o para hacer un pergamino de poder.
Ver como su negocio, se iba levantando con lentitud pero con constancia, lo inundaba de una gran ilusión. Una ilusión que lo había despertado pronto esa mañana para ponerse a trabajar lo más pronto posible.
Esa misma semana el brujo había ido de compras para su taller. Había conseguido, a buen precio, una buena cantidad de piedra para afilar. Y en el sitio donde solía conseguir el mineral para el pedernal que usaba para crear las chispas de sus poderes. Si allí conseguía buen material para sus pedernales, ¿Por qué no iba a tener buen mineral para afilar?
No se lo pensó mucho, y se llevó una cantidad suficiente para crear con él una piedra giratoria a pedales. Era de lo poco que le faltaba a la herrería para tener de todo. Y con el sobrante esa mañana se había puesto a crear piedras de agua para llevar. Cortándolas en rectángulos perfectos y fáciles de transportar.
Con una de ellas, y algunas herramientas pequeñas, un aventurero tenía todo lo indispensable para hacerle un buen mantenimiento a sus armas. Con la piedra sería fácil darle filo a la hoja en cualquier parte, y con las herramientas se podía desarmar fácilmente la guarda y la empuñadura de toda arma, incluidas las romas. Con ello se podía mantener perfectamente cualquiera armamento a fondo, sin necesidad de ir a ninguna herrería. Y por supuesto había creado las herramientas de distintos tamaño y grosores. A gusto del consumidor. De esta manera encajarían en todo tipo de empuñaduras. Cada herrero tenía su modo de hacer las cosas, así que era bueno que tuviera variedad de tamaños, por si las aberturas que armaban los mangos fueran distintas a las suyas. Era bueno tener un poco de todo en cosas así.
Por ello, después de terminar de cortar las piedras de agua, se puso manos a la obra creando varias herramientas de acero de distintos tipos y tamaños. Con ello se mantuvo ocupado hasta que su socio se acercó para avisarlo con buenas noticias.
El rubio se puso muy feliz al escuchar que la elfa había podido venir a verle por fin, aceptando su invitación. Pues hacía unos días que le había comentado sobre su nuevo negocio, y que se pasara por allí para poder hacerle algunos encantamientos interesante. No tardó en dejar a un lado una de esas herramientas casi terminadas, y tomando un trozo de tela, se limpió un poco de sudor perlado que se le había acumulado en la cara y el torso desnudo. En el momento que había estado trabajando en la forja, para calentar el material con el que luego acabó moldeando los utensilios de mantenimiento. Después de puso una camisa que solía usar para trabajar y se acercó al recibidor de la tienda sin molestarse en atarse los cordales de la prenda. Estaba muy deseoso de poder ver a Níniel de nuevo.
- Hola Níniel, que placer poder verte de nuevo-, se acercó para besar su mejilla. - Es una pena que no lo pasaras bien en el puerto en tu primera visita. Lo cierto es que a mí me acogieron tan bien, que me quedé a vivir después de ello-, sonrió. - Así que el encantamiento del que te había hablado para la armadura como acordamos, y uno que permita usar con más facilidad tu bastón-, pensó algo que pudiera valerle a la elfa mientras recogía el bastón del mostrador y lo examinaba, pensativo. - Ya sé, haré que sea más liviano y fácil de manejar. No te defraudará, ya lo verás. Si quieres puedes ver como trabajo o ver el resto del taller en compañía de Sandal.
- Para mí sería un placer-, comentó el enano dispuesto y sonriente.
- Pues perfecto, me pondré manos a la obra con los encantamientos, y cuando termine te haré esos objetos que necesitas para la casa. Y te enseñaré la parte de arriba-, sonrió otra vez, recogiendo la armadura para llevársela junto al bastón.
El rubio no perdió el tiempo y se dirigió hacia el banco de trabajo que había instalado para ponerse manos a la obra.
Primero se centró en el bastón. Lo colocó cuan largo sobre la mesa, y cogió su cincel para comenzar a dibujar sobre el mineral de aguamarina el dibujo que identificaba a la runa de la pluma. Un encantamiento de ese tipo era lo que necesitaba la elfa para poder manejar ese cayado con mayor velocidad y ayudarla a defenderse. El dibujo le llevó un tiempo, pero cuando estuvo bien seguro de que estaba perfecto, tomó un bote lleno de una sustancia elaborada en base a éter, de color oscuro y de fuertes propiedades mágicas, de una estantería incorporada al propio escritorio. Rellenó las ranuras con sus dedos untados en la sustancia pegajosa, asegurándose de quedaba bien relleno, y limpiando con cuidado el restante que impregnaba el bastón fuera de la marca tallada. Finalmente sostuvo el arma de Níniel en su mano, y la llevó hasta la forja, donde el calor de esta hizo que la sustancia destellara de luminosidad en el proceso, y apagándose cuando todo hubo terminado pasados unos minutos.
El brujo observó la marca, y donde antes estaban las ranuras de la runa en el mineral, ahora no quedaban tales incisiones. Solo se apreciaba el símbolo de la pluma como si siempre hubiera estado allí, como si hubiera sido dibujado y creado por el maestro artesano que lo había creado. Justo en la base del círculo que imitaba la cabeza y cuello de un dragón.
Terminado el bastón, lo dejó contra la pared al lado de la mesa, y subió a esta la armadura élfica de la sacerdotisa. Era muy bella, de una factura y delicadeza impresionantes, pero no tenía tiempo que perder. Dejo a un lado la inspección de la coraza ligera de la mujer, y le dio la vuelta para colocarle la runa en un lugar donde quedaría bonita y disimulada. Justo en la parte superior del cuello de esta. Esta vez no necesitaría el cincel, ya que usaría otra sustancia de color purpúrea gracias a su base en tinta de murex, y con las mismas propiedades mágicas añadidas por el éter incorporado a ella. Era más fácil de usar por no tener que hacer la inscripción con herramientas, pero igualmente había que tener parsimonia y cuidado. Un despiste con el pequeño pincel y daría al traste todo el trabajo hasta ese instante. Pasado un rato finalmente terminó la marca que simbolizaba la inteligencia, y que daría una extra de energía a las personas que usaran magia con ella puesta.
Como la vez anterior, acercó la runa hasta la forja para que el calor de las llamas hiciera que la magia dentro de la tinta se iluminara, y se adhiriera al material. Pasados unos segundos, la marca dejó de brillar, para quedarse impresa sobre la armadura del mismo modo que el símbolo de la pluma se había quedado dibujado sobre el bastón.
El trabajo de arcanos había concluido. Guardó las tintas en su lugar, y dejó la coraza sobre la mesa para luego dársele a Níniel.
Primero tendría que hacerle aquellos soportes y materiales de herrería que le había pedido. Por ello se puso el delantal de herrero, y en unas horas pudo decir, felizmente, que había terminado todo lo que le había requerido la joven elfa. Unos candelabros de acero, así como unos soportes y unas cerraduras para arcones del mismo material, remataron la faena de una buena mañana de trabajo.
Estaba deseando poder decirle a la peliblanca que todo lo que le había pedido estaba terminado y apunto. Dejó el delantal a un lado, y se quitó la camisa para secarse otra vez por el sudor del calor de la forja. Algo llamó su atención, y al mirar de reojo hacia el lugar pudo ver como Sandal y Níniel andaban por el lugar. Seguramente su socio le explicaba detalles de sus oficios.
El brujo se echó la camiseta al hombro y se acercó con una sonrisa radiante a la mujer.
- Níniel, me alegra verte. Puedo decirte que he acabado todo lo que querías. Tu bastón y tu armadura están aquí, junto a la mesa de trabajo-, dijo guiándola hasta sus pertenencias. - Le he puesto el encantamiento que me pediste a la coraza, y a tu cayado le he colocado uno de ligereza, para que puedas usarlo con mayor facilidad. Sabes que hay confianza entre nosotros, así que te los dejo a coste de materiales-, le hizo un guiño a la bella dama elfa. - Y también te he creado unos candelabros, así como los soportes y cerraduras que necesitabas. Será fácil para un ebanista colocarlos, y que tengas la mejor protección para tus cosas-, sonrió. - Considéralos un regalo. Para que sea la señal del inicio de un próspero negocio para nosotros-, palmeó la espalda de Sandal de forma amistosa. - Iré a bañarme para llevarte las cosas a casa, si no te importa me gustaría acompañarte hasta la posada y ayudarte a transportar las cosas-, comentó alejándose hacia la parte trasera para recoger unos cubos de agua. - Ah, se me olvidaba. Ten, tus llaves-, dijo volviendo sobre sus pasos para darle las llaves de sus nuevas cerraduras. - No tardaré-, dijo finalmente, con una nueva sonrisa, antes de marcharse en la dirección en la que pensaba en un principio.
- Parece que anima a Vincent como nadie, Lady Níniel-, comentó Sandal de buen humor.
Offrol
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Siento que sea tan largo, pero había mucho que hacer y quería ir practicando. Dejándolo más definido que de costumbre, para tener las ideas claras para las próximas veces. =D
Respecto a los productos serían:
Dos encantamientos que cobraría a Níniel a coste de materiales, por lo cual solo cóbrenle el básico en el mercado.
Arcanos Nivel Aprendiz
Una Infusión de Inteligencia / 8 materiales / 80 aeros
Una Infusión de Pluma / 9 materiales / 90 aeros
Y cinco objetos decorativos de cinco materiales cada uno que le regalo. Por lo cual se cobraría de mi bolsillo, así como un kit para armas para mí.
Herrería Nivel Novato
Cinco objetos decorativos / 25 materiales / 250 aeros
Un kit para armas / 5 materiales / 50 aeros
Vincent Calhoun
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
Las reglas dicen que un rol puede justificar uno o dos máximo objetos. Has creado más que eso.
Por favor, decide qué vas a crear de manera más acotada, o bien incluye links a roles con tu PJ actuales que puedas usar como justificación a la creación de los otros.
Saludos.
Por favor, decide qué vas a crear de manera más acotada, o bien incluye links a roles con tu PJ actuales que puedas usar como justificación a la creación de los otros.
Saludos.
Demian
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
Solo los objetos arcanos entonces
Vincent Calhoun
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
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Subes 2 puntos en arcanos.
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Demian
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
El negocio del taller estaba yendo bien. No es que le estuviera entrando una cantidad ingente de clientes al local, peor algo de movimiento había. Y eso estaba bastante bien para ser un nuevo establecimiento.
Esperaba que a los carteles que había puesto por la ciudad, pronto se le sumara el boca a boca como medio de darse a conocer. Aunque, bueno, de momento con los pocos clientes que iba teniendo tenía suficiente. Así que no importaba que su negocio se fuera conociendo lentamente.
Él se ganaba la vida con su vida mercenaria, y el taller solo era un ingreso extra para su día a día. Algo para ganar unos buenos aeros mientras estaba por la ciudad, sin tener que arriesgar el pellejo para ganar cada moneda que conseguía. Y con Sandal tenía al socio perfecto que podía cuidar el negocio, y su vivienda de paso. Ya no tenía que molestar tan a menudo a Caroline, o su madre, para que le cuidaran su casa y su caballo cuando no lo llevaba en sus viajes.
En fin, eso daba igual en esos momentos. Ahora estaba metido en su trabajo, y no uno que fuera para nadie ajeno. No era una venta, ni tampoco un regalo, como la vez que había inscrito unas runas para su dulce Nin. No. Esta vez era algo para él.
Necesitaba mejorar su equipamiento, precisamente para afrontar con más garantías los trabajos de mercenario que costeaban su vida.
A fin de cuentas, uno de los motivos principales para montar ese taller, era el mantenimiento y mejora de todo lo que necesitaba para su oficio como soldado de fortuna. Algo que ya hacía en su vieja casa, pero que en un negocio tan bien equipado como ese, le permitía hacer cosas mucho mejores.
Unos movimientos más con su pincel, y la primera runa estaría terminada. Había decidido colocarla justo encima de la guarda de su daga. En la espiga, antes de la parte donde comenzaba propiamente la hoja cortante. La tinta púrpura de éter que solía usar, destacaba con claridad encima del acerado metal. Al menos por ahora, que aún no había sido terminada. Algo que no tardó en ocurrir.
La tinta brilló en repetidas ocasiones, para finalmente apagarse y quedar impresa sobre el metal como si fuera la marca de un herrero. Señal de que había sido realizada con éxito.
Vinc la agarró con ambas manos, una por la punta con cuidado, y la otra por el pomo, y la examinó de cerca. Cuando deslizó uno de sus dedos con rapidez por encima de la hoja, un chispazo eléctrico salió de ella provocándole un dolor agudo en la mano. El dolor placentero del éxito. No tardó en dibujarse una sonrisa en los labios al contemplar su obra.
Esa daga le había acompañado desde que partiera de Beltrexus por primera vez. Y aunque no era gran cosa, si era un bien preciado. Muchas veces le había salvado la vida, y ahora con esa infusión elemental, sería un arma mucho más peligrosa.
Como pronto lo sería también su espada. A la que le aplicaría una runa de dureza.
Su arma larga también había viajado con él, desde su primera partida de las islas hacia tierras extranjeras, y era igualmente preciada para él. Así que había optado por aplicarle un glifo de dureza que le daría mayor vida útil.
Con una espada más poderosa, y una daga eléctrica, tendría más facilidad para cumplir sus trabajos como mercenario. Y qué diablos, también para seguir de una pieza.
Minutos más tarde, la infusión de dureza estaba terminaba, en el mismo lugar donde había colocado el glifo en su arma corta. En la parte de la espiga que sobresalía, justo encima de la guarda.
Con esto, su trabajo quedaba concluido.
Dos encantamientos para mis armas personales:
Arcanos Nivel Aprendiz
Una Infusión Elemental (Eléctrica) / 10 materiales / 100 aeros
Una Infusión de Dureza / 9 materiales / 90 aeros
Sobran tres materiales, que se acumulan con el que ya tenía de la otra vez. (Esto lo hago para no olvidarme del otro, más que nada xD)
Esperaba que a los carteles que había puesto por la ciudad, pronto se le sumara el boca a boca como medio de darse a conocer. Aunque, bueno, de momento con los pocos clientes que iba teniendo tenía suficiente. Así que no importaba que su negocio se fuera conociendo lentamente.
Él se ganaba la vida con su vida mercenaria, y el taller solo era un ingreso extra para su día a día. Algo para ganar unos buenos aeros mientras estaba por la ciudad, sin tener que arriesgar el pellejo para ganar cada moneda que conseguía. Y con Sandal tenía al socio perfecto que podía cuidar el negocio, y su vivienda de paso. Ya no tenía que molestar tan a menudo a Caroline, o su madre, para que le cuidaran su casa y su caballo cuando no lo llevaba en sus viajes.
En fin, eso daba igual en esos momentos. Ahora estaba metido en su trabajo, y no uno que fuera para nadie ajeno. No era una venta, ni tampoco un regalo, como la vez que había inscrito unas runas para su dulce Nin. No. Esta vez era algo para él.
Necesitaba mejorar su equipamiento, precisamente para afrontar con más garantías los trabajos de mercenario que costeaban su vida.
A fin de cuentas, uno de los motivos principales para montar ese taller, era el mantenimiento y mejora de todo lo que necesitaba para su oficio como soldado de fortuna. Algo que ya hacía en su vieja casa, pero que en un negocio tan bien equipado como ese, le permitía hacer cosas mucho mejores.
Unos movimientos más con su pincel, y la primera runa estaría terminada. Había decidido colocarla justo encima de la guarda de su daga. En la espiga, antes de la parte donde comenzaba propiamente la hoja cortante. La tinta púrpura de éter que solía usar, destacaba con claridad encima del acerado metal. Al menos por ahora, que aún no había sido terminada. Algo que no tardó en ocurrir.
La tinta brilló en repetidas ocasiones, para finalmente apagarse y quedar impresa sobre el metal como si fuera la marca de un herrero. Señal de que había sido realizada con éxito.
Vinc la agarró con ambas manos, una por la punta con cuidado, y la otra por el pomo, y la examinó de cerca. Cuando deslizó uno de sus dedos con rapidez por encima de la hoja, un chispazo eléctrico salió de ella provocándole un dolor agudo en la mano. El dolor placentero del éxito. No tardó en dibujarse una sonrisa en los labios al contemplar su obra.
Esa daga le había acompañado desde que partiera de Beltrexus por primera vez. Y aunque no era gran cosa, si era un bien preciado. Muchas veces le había salvado la vida, y ahora con esa infusión elemental, sería un arma mucho más peligrosa.
Como pronto lo sería también su espada. A la que le aplicaría una runa de dureza.
Su arma larga también había viajado con él, desde su primera partida de las islas hacia tierras extranjeras, y era igualmente preciada para él. Así que había optado por aplicarle un glifo de dureza que le daría mayor vida útil.
Con una espada más poderosa, y una daga eléctrica, tendría más facilidad para cumplir sus trabajos como mercenario. Y qué diablos, también para seguir de una pieza.
Minutos más tarde, la infusión de dureza estaba terminaba, en el mismo lugar donde había colocado el glifo en su arma corta. En la parte de la espiga que sobresalía, justo encima de la guarda.
Con esto, su trabajo quedaba concluido.
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Sobran tres materiales, que se acumulan con el que ya tenía de la otra vez. (Esto lo hago para no olvidarme del otro, más que nada xD)
Vincent Calhoun
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
A su regreso de las tierras del oeste, y a pesar de no haberse recuperado del todo aún de los intensos acontecimientos que allí sucedieron, la de ojos verdes decidió visitar a su hermano poco después de haber llegado a Lunargenta, hecho por el cual dejó su caballo en el establo de la posada y se encaminó hacia el taller que el rubio tenía en la zona del puerto. Alister caminaba a su lado, no estaba acostumbrado a verse rodeado de tanta gente y eso lo incomodaba, pero había decidido acompañar a la hechicera y esto incluía soportar aquel tipo de lugares que la joven frecuentaba.
Solo llevaban un par de meses viajando juntos pero la benjamina de los Calhoun ya sabía leer bastante bien sus expresiones, siempre había sido una chica observadora y no tuvo que preguntar para saber que su compañero prefería los lugares pequeños y poco poblados, nada que ver con la bulliciosa Lunargenta. Aun así no hizo comentario alguno, dejaría que el dragón se fuese acostumbrando poco a poco al ambiente de la ciudad, cosa necesaria ya que solía pasar bastante tiempo por aquellos lares.
Elen tenía previsto pasar quince días allí y luego regresar a las islas, otro lugar con el que su nuevo acompañante tendría que empezar a familiarizarse si quería continuar a su lado, aunque allí le resultaría mucho más sencillo, dado lo apartada del pueblo que estaba la casa familiar. La tensai solía detenerse a mirar los puestos del mercado cuando pasaba por la zona comercial, pero ésta vez llevaba algo de prisa y no quería meter al cazador en medio de toda aquella multitud, así que pasaron de largo y continuaron su camino hasta abandonar la zona céntrica de Lunargenta, algo que Alister agradeció en cuanto la cantidad de gente con la que se topaban comenzó a disminuir drásticamente.
- Te agradecería que no comentases nada relacionado con lo ocurrido en la mansión de Vladimir, mi hermano… bueno, prefiero no preocuparlo con estas cosas. - indicó la de cabellos cenicientos en cuanto atisbó a lo lejos el taller que tenían por destino. El dragón asintió con la cabeza, la verdad era que dado su taciturno carácter, lo más probable era que se limitase a saludar por cortesía para luego quedar en un segundo plano, aunque se tratase de un familiar de la hechicera. Ya había hecho un considerable esfuerzo por mostrarse abierto con ella cuando se conocieron, todo movido por el interés que tenían en común, terminar con los jinetes cuanto antes, y aunque ahora podría decirse que se llevaban bien y ya no le costaba tanto como al principio, seguía siendo algo reacio a ampliar su círculo de conocidos.
No le hacía falta, nunca lo había hecho, pero de pasar mucho más tiempo con la centinela y bajo su influencia quizá comenzase a ver las cosas de otra manera, o quizá no. - ¿Vince? - llamó la joven, nada más entrar al taller. Su acompañante planeaba quedarse fuera esperando pero se vio obligado a entrar para evitar que un mercader lo atropellase con su carretilla llena de nuevos productos recién traídos de lejanas tierras. Viendo que no le quedaría más remedio que aguardar allí, el alado optó por quedarse junto a la puerta y distraerse mirando el interior del local mientras la bruja se ocupaba de sus asuntos.
Elen avanzó hasta el mostrador, donde un muchacho que debía ser el ayudante de su hermano la recibió con una amable sonrisa en el rostro. - ¡Buenos días! - saludó el chico, asegurándose de que tanto la joven como el caballero de la puerta se diesen por aludidos. - Buenos días, quisiera ver a Vincent. - indicó la tensai, al tiempo que sacaba algo de su bolsa de cuero. - Vengo a hacerle un encargo. - prosiguió, mostrando una corta correa de cuero con seis pequeñas vainas vacías. La bruja esperaría hasta que su hermano entrase en escena, y entonces, tras saludarlo como era debido, le hablaría de lo que necesitaba, un juego de cuchillos arrojadizos tan ligeros y resistentes como fuera posible.
Off: Te dejo libertad para describir nuestro reencuentro y cómo te pido los 6 cuchillos.
Solo llevaban un par de meses viajando juntos pero la benjamina de los Calhoun ya sabía leer bastante bien sus expresiones, siempre había sido una chica observadora y no tuvo que preguntar para saber que su compañero prefería los lugares pequeños y poco poblados, nada que ver con la bulliciosa Lunargenta. Aun así no hizo comentario alguno, dejaría que el dragón se fuese acostumbrando poco a poco al ambiente de la ciudad, cosa necesaria ya que solía pasar bastante tiempo por aquellos lares.
Elen tenía previsto pasar quince días allí y luego regresar a las islas, otro lugar con el que su nuevo acompañante tendría que empezar a familiarizarse si quería continuar a su lado, aunque allí le resultaría mucho más sencillo, dado lo apartada del pueblo que estaba la casa familiar. La tensai solía detenerse a mirar los puestos del mercado cuando pasaba por la zona comercial, pero ésta vez llevaba algo de prisa y no quería meter al cazador en medio de toda aquella multitud, así que pasaron de largo y continuaron su camino hasta abandonar la zona céntrica de Lunargenta, algo que Alister agradeció en cuanto la cantidad de gente con la que se topaban comenzó a disminuir drásticamente.
- Te agradecería que no comentases nada relacionado con lo ocurrido en la mansión de Vladimir, mi hermano… bueno, prefiero no preocuparlo con estas cosas. - indicó la de cabellos cenicientos en cuanto atisbó a lo lejos el taller que tenían por destino. El dragón asintió con la cabeza, la verdad era que dado su taciturno carácter, lo más probable era que se limitase a saludar por cortesía para luego quedar en un segundo plano, aunque se tratase de un familiar de la hechicera. Ya había hecho un considerable esfuerzo por mostrarse abierto con ella cuando se conocieron, todo movido por el interés que tenían en común, terminar con los jinetes cuanto antes, y aunque ahora podría decirse que se llevaban bien y ya no le costaba tanto como al principio, seguía siendo algo reacio a ampliar su círculo de conocidos.
No le hacía falta, nunca lo había hecho, pero de pasar mucho más tiempo con la centinela y bajo su influencia quizá comenzase a ver las cosas de otra manera, o quizá no. - ¿Vince? - llamó la joven, nada más entrar al taller. Su acompañante planeaba quedarse fuera esperando pero se vio obligado a entrar para evitar que un mercader lo atropellase con su carretilla llena de nuevos productos recién traídos de lejanas tierras. Viendo que no le quedaría más remedio que aguardar allí, el alado optó por quedarse junto a la puerta y distraerse mirando el interior del local mientras la bruja se ocupaba de sus asuntos.
Elen avanzó hasta el mostrador, donde un muchacho que debía ser el ayudante de su hermano la recibió con una amable sonrisa en el rostro. - ¡Buenos días! - saludó el chico, asegurándose de que tanto la joven como el caballero de la puerta se diesen por aludidos. - Buenos días, quisiera ver a Vincent. - indicó la tensai, al tiempo que sacaba algo de su bolsa de cuero. - Vengo a hacerle un encargo. - prosiguió, mostrando una corta correa de cuero con seis pequeñas vainas vacías. La bruja esperaría hasta que su hermano entrase en escena, y entonces, tras saludarlo como era debido, le hablaría de lo que necesitaba, un juego de cuchillos arrojadizos tan ligeros y resistentes como fuera posible.
Off: Te dejo libertad para describir nuestro reencuentro y cómo te pido los 6 cuchillos.
Elen Calhoun
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
Ese día estaba siendo especialmente tranquilo. Aunque en realidad, no tenía por qué extrañarle. Era la tónica habitual desde que abriese el negocio, y que podía decir, era lo normal dadas las circunstancias. No hacía mucho que había comenzado con esa nueva aventura, esta vez de índole comercial, y por ello aún no tenía un taller famoso en la ciudad. Más bien al contrario.
De todos modos, no tenía queja. Esa tranquilidad le permitía seguir bastante libre para su otro negocio. Los encargos como mercenario y soldado de fortuna. Que también aceptaba en lo que ya se podía considerar su oficina para todo. La Espada Arcana era su taller de encantamientos, y su herrería, pero también era su agencia para sus encargos como soldado o investigador. Diablos, incluso también era su hogar. Cuando decía que era su oficina para todo, era exactamente eso, su vivienda para todo.
Sandal era un buen tipo, Lo que los dioses le habían negado en estatura, se lo habían entregado en intelecto y simpatía. Mantenía los contactos que había conocido como ayudante del hombre al que había pertenecido el local, y con eso tenían para ir tirando. Y al tener todo allí, a veces alguien que venía por otra cosa, se acaba interesando por algo más. Un hombre venía por una runa, y se terminaba llevando una espada de paso; una mujer llegaba para que investigara algo, y esta al final pedía alguna protección arcana, además de contratarle. Era un negocio redondo, y lo bueno era, que en cierto modo estaban estrechamente relacionados. Después de todo, quien deseaba un arma, prefería que esta tuviera un encantamiento ¿no?
Su socio apareció, y eso solamente podía significar dos cosas. Que alguien había llegado y tenía trabajo. O todo o contrario, que se aburría tanto que necesitaba un poco de conversación.
- ¿Qué ocurre, Sandal? No me digas que ni las ratas nos visitan hoy-, bromeó, sin cambiar su postura, recostado en la silla, con las piernas estiradas y crazadas encima de su mesa. - Un día te enseñaré una receta de roedor asado en su propio jugo, y sazonado con una pizca de sal. Mmmm, economía de guerra-, rió, meneando la cabeza. Divertido por su propia broma.
- Intentaré olvidar lo antes posible esa…. Eso. Creo que no tiene otro adjetivo-, respondió el bueno de Sandal, torciendo el gesto. - Pero te puedo decir, que estamos de enhorabuena. Tenemos clientes, y la chica ha preguntado por ti.
- ¿Es Níniel? - preguntó, pues era la primera persona que le había venido a la mente.
Pero pronto la descartó, incluso antes de que su amigo le respondiera. Nín había venido en el pasado a su casa, así que Sandal la conocía. Si fuera la elfa, su socio le hubiera dicho que era ella sin más rodeos. Luego pensó si se trataría de su madre, pero su compañero de trabajo también la conocía, así que también lo descartó. Lo mismo ocurría con Caroline. ¿Quién sería?
- No. Pero es joven, y tiene el pelo blanco como ella-, contestó.
Eso hizo que el rubio se desequilibrara sobre la silla, y a punto estuviera de caerse. Se incorporó rápidamente, y avanzó hasta la recepción del taller para ver a la mujer. Como había imaginado, no se había equivocado al pensar quien sería, después del dato que le había dado Sandal.
- Elen-, comentó sonriente y se adelantó para abrazar a su hermana. - Hermanita, no sabía que habías vuelto a la ciudad-, dijo, no sin perder ocasión de sopesar al hombre que iba con ella.
¿De quién se trataría? Un amigo, suponía. Pero nunca lo había visto antes.
- Sandal. Te presento a mi hermana, Elen-, comentó, dejando a un lado la incógnita del hombre. Su hermana ya le diría de quien se trataba.
- Oh, vaya. Una placer conocerla, señorita Elen. Su hermano me ha hablado mucho de usted-, dijo su socio, sorprendido al principio, y luego recuperando la compostura según hablaba. - Seguro que podemos hacerle lo que necesite.
Así fue como dio inicio la jornada de ese día. Elen no tardó en explicarle lo que necesitaba, y hacía poco que Sandal le había enseñado a crear unas cuchillas sumamente ligeras. Esas dagas cortarían el aire sin problemas, y llegarían casi tan lejos como un pájaro. Era justo lo que necesitaba su hermana, así que se puso manos a la obra, mientras Elen daba una vuelta por la ciudad.
Se colocó en la fragua, para derretir el acero, y cuando estuvo al rojo vivo, lo metió en un molde pequeño que tenia. En cuanto se enfrió un poco, lo sacó del molde, y comenzó a darle mejor forma con el martillo. Durante el proceso, a veces debía darle calor de nuevo al acero, para hacerlo moldeable de nuevo, y después le daba otros tantos martillazos contra el yunque. Tuvo que hacerlo en repetidas ocasionas, hasta conseguir la forma perfecta. Una vez terminada, la metió en agua para darle el temple que necesitaba, y con él, la dureza que toda arma blanca requería.
Vinc contempló su obra unos instantes, comprobando que todo estuviera como debía. Que no había fisuras ni nada que hiciera endeble la cuchilla, y cuando estuvo seguro de que estaba perfecta, repitió el proceso cinco veces más.
Finalmente, cuando tuvo todo listo. Cogió seis correas de cuero, y las colocó a forma de empuñadura, prensándolas contra la parte más fina de la daga. Las puso tan pegadas al acero, que no cabía un alfiler entre el cuero y el metal, y quedaron adheridas firmemente, mediante su fuerza y el calor que les dio durante el proceso, que curtió el cuero y lo dejó seco y duro como una piedra. Pero flexible, como solamente el cuero podía ser.
Después de todo el trabajo, quedaron seis cuchillas largas, punzantes. Que tenían todo su cuerpo de acero, desde la misma punta, hasta la base de la empuñadura rematada con un círculo abierto en el centro.
- Aquí tienes hermanita-, dijo a su hermana, horas más tarde, cuando la peliblanca regresó. - Espero que te guste este tipo de daga. Es muy ligera, y es excelente para lo que me has dicho que las quieres-, comentó, dándole el juego de seis cuchillas. - Por cierto, ¿quién es tu amigo? - dijo esto último con un susurro.
Un juego de seis cuchillas por encargo de Elen. Como es mi hermana, solamente le cobraré el coste de los materiales:
Herrería Nivel Novato
Seis Armas Cortas de calidad pobre / 18 materiales / 180 aeros
De todos modos, no tenía queja. Esa tranquilidad le permitía seguir bastante libre para su otro negocio. Los encargos como mercenario y soldado de fortuna. Que también aceptaba en lo que ya se podía considerar su oficina para todo. La Espada Arcana era su taller de encantamientos, y su herrería, pero también era su agencia para sus encargos como soldado o investigador. Diablos, incluso también era su hogar. Cuando decía que era su oficina para todo, era exactamente eso, su vivienda para todo.
Sandal era un buen tipo, Lo que los dioses le habían negado en estatura, se lo habían entregado en intelecto y simpatía. Mantenía los contactos que había conocido como ayudante del hombre al que había pertenecido el local, y con eso tenían para ir tirando. Y al tener todo allí, a veces alguien que venía por otra cosa, se acaba interesando por algo más. Un hombre venía por una runa, y se terminaba llevando una espada de paso; una mujer llegaba para que investigara algo, y esta al final pedía alguna protección arcana, además de contratarle. Era un negocio redondo, y lo bueno era, que en cierto modo estaban estrechamente relacionados. Después de todo, quien deseaba un arma, prefería que esta tuviera un encantamiento ¿no?
Su socio apareció, y eso solamente podía significar dos cosas. Que alguien había llegado y tenía trabajo. O todo o contrario, que se aburría tanto que necesitaba un poco de conversación.
- ¿Qué ocurre, Sandal? No me digas que ni las ratas nos visitan hoy-, bromeó, sin cambiar su postura, recostado en la silla, con las piernas estiradas y crazadas encima de su mesa. - Un día te enseñaré una receta de roedor asado en su propio jugo, y sazonado con una pizca de sal. Mmmm, economía de guerra-, rió, meneando la cabeza. Divertido por su propia broma.
- Intentaré olvidar lo antes posible esa…. Eso. Creo que no tiene otro adjetivo-, respondió el bueno de Sandal, torciendo el gesto. - Pero te puedo decir, que estamos de enhorabuena. Tenemos clientes, y la chica ha preguntado por ti.
- ¿Es Níniel? - preguntó, pues era la primera persona que le había venido a la mente.
Pero pronto la descartó, incluso antes de que su amigo le respondiera. Nín había venido en el pasado a su casa, así que Sandal la conocía. Si fuera la elfa, su socio le hubiera dicho que era ella sin más rodeos. Luego pensó si se trataría de su madre, pero su compañero de trabajo también la conocía, así que también lo descartó. Lo mismo ocurría con Caroline. ¿Quién sería?
- No. Pero es joven, y tiene el pelo blanco como ella-, contestó.
Eso hizo que el rubio se desequilibrara sobre la silla, y a punto estuviera de caerse. Se incorporó rápidamente, y avanzó hasta la recepción del taller para ver a la mujer. Como había imaginado, no se había equivocado al pensar quien sería, después del dato que le había dado Sandal.
- Elen-, comentó sonriente y se adelantó para abrazar a su hermana. - Hermanita, no sabía que habías vuelto a la ciudad-, dijo, no sin perder ocasión de sopesar al hombre que iba con ella.
¿De quién se trataría? Un amigo, suponía. Pero nunca lo había visto antes.
- Sandal. Te presento a mi hermana, Elen-, comentó, dejando a un lado la incógnita del hombre. Su hermana ya le diría de quien se trataba.
- Oh, vaya. Una placer conocerla, señorita Elen. Su hermano me ha hablado mucho de usted-, dijo su socio, sorprendido al principio, y luego recuperando la compostura según hablaba. - Seguro que podemos hacerle lo que necesite.
Así fue como dio inicio la jornada de ese día. Elen no tardó en explicarle lo que necesitaba, y hacía poco que Sandal le había enseñado a crear unas cuchillas sumamente ligeras. Esas dagas cortarían el aire sin problemas, y llegarían casi tan lejos como un pájaro. Era justo lo que necesitaba su hermana, así que se puso manos a la obra, mientras Elen daba una vuelta por la ciudad.
Se colocó en la fragua, para derretir el acero, y cuando estuvo al rojo vivo, lo metió en un molde pequeño que tenia. En cuanto se enfrió un poco, lo sacó del molde, y comenzó a darle mejor forma con el martillo. Durante el proceso, a veces debía darle calor de nuevo al acero, para hacerlo moldeable de nuevo, y después le daba otros tantos martillazos contra el yunque. Tuvo que hacerlo en repetidas ocasionas, hasta conseguir la forma perfecta. Una vez terminada, la metió en agua para darle el temple que necesitaba, y con él, la dureza que toda arma blanca requería.
Vinc contempló su obra unos instantes, comprobando que todo estuviera como debía. Que no había fisuras ni nada que hiciera endeble la cuchilla, y cuando estuvo seguro de que estaba perfecta, repitió el proceso cinco veces más.
Finalmente, cuando tuvo todo listo. Cogió seis correas de cuero, y las colocó a forma de empuñadura, prensándolas contra la parte más fina de la daga. Las puso tan pegadas al acero, que no cabía un alfiler entre el cuero y el metal, y quedaron adheridas firmemente, mediante su fuerza y el calor que les dio durante el proceso, que curtió el cuero y lo dejó seco y duro como una piedra. Pero flexible, como solamente el cuero podía ser.
Después de todo el trabajo, quedaron seis cuchillas largas, punzantes. Que tenían todo su cuerpo de acero, desde la misma punta, hasta la base de la empuñadura rematada con un círculo abierto en el centro.
- Aquí tienes hermanita-, dijo a su hermana, horas más tarde, cuando la peliblanca regresó. - Espero que te guste este tipo de daga. Es muy ligera, y es excelente para lo que me has dicho que las quieres-, comentó, dándole el juego de seis cuchillas. - Por cierto, ¿quién es tu amigo? - dijo esto último con un susurro.
Offrol
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Un juego de seis cuchillas por encargo de Elen. Como es mi hermana, solamente le cobraré el coste de los materiales:
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- Cuchillas:
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Última edición por Ansur el Dom Feb 26 2017, 17:19, editado 1 vez
Ansur
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
Vincent se removió inquieto en la silla de su despacho personal. Un cuarto pequeño, que había creado separando la zona en la que encontraba, de la recepción del taller con una pared de madera.
El taller que había comprado tenía casi todo lo que necesitaba, así que no había realizado muchas reformas en él desde que llegara. Sin embargo, si se permitió crear un pequeño establo individual, suficiente para su querido Alphonse, en la parte trasera de la herrería. Algo así como al medio de esta, pegada al lateral derecho de esta según se entraba en el taller por la puerta delantera.
Lo ideal hubiera sido ponerla pegada a esa pared, pero justo al poco de entrar por el gran portón trasero del edificio. Pero por allí tenía la fragua, para ayudar a expulsar el calor que esta generaba. Estaba enfrente en realidad, en la otra pared, pero era grande, abarcaba bastante de la zona, y el calor seguro que hubiera llegado hasta su querido semental, si hubiera colocado la cuadra tan cerca de allí.
En fin. Que le había buscado el mejor sitio posible a su caballo, con un pequeño establo, y a parte de esa reforma, se había decidido por hacerse un cuarto que poder llamar despacho. Y ambos eran los dos cambios más reseñables que hubiera hecho en el taller.
Arriba tenía su vivienda, así que podría parecer una tontería crear un estudio en la parte de abajo. Pero quería tener un sitio algo privado, donde poder recibir a sus clientes. Sobre todo a esos clientes que necesitaban de sus servicios con la espada. Con el manejo de esta, no creándolas.
- Otro día en la oficina-, se dijo, cambiando el peso de su cuerpo sobre la silla una vez más.
Después recogió algunas notas en papel apergaminado, que estaba leyendo sobre la mesa, y las metió en un cajón del escritorio. Nada más acabar de realizar ese movimiento, se inclinó hacia atrás, apoyándose contra el respaldo de la silla, y se pasó las manos por detrás de la nuca. En esa nueva postura emitió un suspiro que tenía más de aburrimiento que de otra cosa.
Últimamente las cosas habían estado bastante tranquilas en su trabajo. Quizás demasiado. Aunque tampoco podía quejarse, normalmente siempre estaba metido en líos, y tener un poco de paz no le vendría mal. No obstante, por ese día ya había tenido suficiente descanso, así que se decidió por hacer algo en la herrería.
El brujo se movió hasta su zona de trabajo, y allí comenzó a ocuparse de una piedra de mineral para afilar.
Puede parecer una tontería, pero uno de los elementos más importantes de todo soldado o mercenario, era estar bien preparado para la guerra. Tener el mejor entrenamiento posible era vital, pero también lo era tener el mejor equipo. Por ello, ya que tenía un rato libre, le había parecido buena idea usarlo para crearse algo indispensable en todo guerrero. Un kit de mantenimiento para sus armas.
No le llevó demasiado tiempo, cortar un trozo del mineral de afilar, que llevaría en sus viajes. Y que utilizaría para mantener en el mejor estado posible su espada y sus dagas, mientras estuviera alejado del taller.
Con eso ya había dado un gran paso para tener un equipo buen para el mantenimiento de las armas. Pero ya que estaba, quería tener algo más que una buena piedra de agua. Por lo que se puso a crear unas pequeñas herramientas de acero, fáciles de llevar encima. En concreto, un juego de utensilios pequeños, que encajarían en todo tipo de empuñaduras. Así le servirían, tanto a él como a cualquier otra persona, usarlas para desmontar la empuñadura del arma, y cuidar de ese modo la espiga del acero dentro de ella. Con esas herramientas y la piedra de agua, se podía realizar un mantenimiento completo a toda arma, y lo mejor de todo, en cualquier parte en la que se estuviera.
Y haciendo un buen juego de utensilios, de diferentes tipos, se aseguraba poder usarse en distintos tipos de empuñadura. Sin importar quién hubiera sido el maestro herrero que creara el arma. Así, si no la terminaba de usar para sí mismo, por lo menos se la podría vender a cualquiera.
En cuanto terminó la elaboración de las herramientas, las metió en una cajita de madera, junto a unas telas para limpiarlas después de usarlas. Y al lado de ellas, colocó el trozo de mineral para afilar.
Vincent cerró la tapa de la caja, y tamborileó con los dedos encima de ella, con una sonrisa dibujada en los labios. Todo lo que un hombre necesitaba para mantener un arma, en la comodidad de una cajita.
Un Kit de armas para mi uso personal:
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El taller que había comprado tenía casi todo lo que necesitaba, así que no había realizado muchas reformas en él desde que llegara. Sin embargo, si se permitió crear un pequeño establo individual, suficiente para su querido Alphonse, en la parte trasera de la herrería. Algo así como al medio de esta, pegada al lateral derecho de esta según se entraba en el taller por la puerta delantera.
Lo ideal hubiera sido ponerla pegada a esa pared, pero justo al poco de entrar por el gran portón trasero del edificio. Pero por allí tenía la fragua, para ayudar a expulsar el calor que esta generaba. Estaba enfrente en realidad, en la otra pared, pero era grande, abarcaba bastante de la zona, y el calor seguro que hubiera llegado hasta su querido semental, si hubiera colocado la cuadra tan cerca de allí.
En fin. Que le había buscado el mejor sitio posible a su caballo, con un pequeño establo, y a parte de esa reforma, se había decidido por hacerse un cuarto que poder llamar despacho. Y ambos eran los dos cambios más reseñables que hubiera hecho en el taller.
Arriba tenía su vivienda, así que podría parecer una tontería crear un estudio en la parte de abajo. Pero quería tener un sitio algo privado, donde poder recibir a sus clientes. Sobre todo a esos clientes que necesitaban de sus servicios con la espada. Con el manejo de esta, no creándolas.
- Otro día en la oficina-, se dijo, cambiando el peso de su cuerpo sobre la silla una vez más.
Después recogió algunas notas en papel apergaminado, que estaba leyendo sobre la mesa, y las metió en un cajón del escritorio. Nada más acabar de realizar ese movimiento, se inclinó hacia atrás, apoyándose contra el respaldo de la silla, y se pasó las manos por detrás de la nuca. En esa nueva postura emitió un suspiro que tenía más de aburrimiento que de otra cosa.
Últimamente las cosas habían estado bastante tranquilas en su trabajo. Quizás demasiado. Aunque tampoco podía quejarse, normalmente siempre estaba metido en líos, y tener un poco de paz no le vendría mal. No obstante, por ese día ya había tenido suficiente descanso, así que se decidió por hacer algo en la herrería.
El brujo se movió hasta su zona de trabajo, y allí comenzó a ocuparse de una piedra de mineral para afilar.
Puede parecer una tontería, pero uno de los elementos más importantes de todo soldado o mercenario, era estar bien preparado para la guerra. Tener el mejor entrenamiento posible era vital, pero también lo era tener el mejor equipo. Por ello, ya que tenía un rato libre, le había parecido buena idea usarlo para crearse algo indispensable en todo guerrero. Un kit de mantenimiento para sus armas.
No le llevó demasiado tiempo, cortar un trozo del mineral de afilar, que llevaría en sus viajes. Y que utilizaría para mantener en el mejor estado posible su espada y sus dagas, mientras estuviera alejado del taller.
Con eso ya había dado un gran paso para tener un equipo buen para el mantenimiento de las armas. Pero ya que estaba, quería tener algo más que una buena piedra de agua. Por lo que se puso a crear unas pequeñas herramientas de acero, fáciles de llevar encima. En concreto, un juego de utensilios pequeños, que encajarían en todo tipo de empuñaduras. Así le servirían, tanto a él como a cualquier otra persona, usarlas para desmontar la empuñadura del arma, y cuidar de ese modo la espiga del acero dentro de ella. Con esas herramientas y la piedra de agua, se podía realizar un mantenimiento completo a toda arma, y lo mejor de todo, en cualquier parte en la que se estuviera.
Y haciendo un buen juego de utensilios, de diferentes tipos, se aseguraba poder usarse en distintos tipos de empuñadura. Sin importar quién hubiera sido el maestro herrero que creara el arma. Así, si no la terminaba de usar para sí mismo, por lo menos se la podría vender a cualquiera.
En cuanto terminó la elaboración de las herramientas, las metió en una cajita de madera, junto a unas telas para limpiarlas después de usarlas. Y al lado de ellas, colocó el trozo de mineral para afilar.
Vincent cerró la tapa de la caja, y tamborileó con los dedos encima de ella, con una sonrisa dibujada en los labios. Todo lo que un hombre necesitaba para mantener un arma, en la comodidad de una cajita.
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
Cuando el inquisidor de la logia se hubo enterado de todo por lo que habían tenido que pasar para salvarlo las nuevas incorporaciones a la organización que él presidía, acompañados por una de sus más aventajadas pupilas y una humana capaz de hacer frente a cualquier peligro con tal de obtener una buena noticia, no dudó en agradecerles sus esfuerzos con diferentes objetos que de un modo u otro habían llegado a su posesión.
A Níniel en concreto, a parte de una charla en privado en la que hablaron de su futuro en la logia, le entregó un pergamino de papel que contenía el diseño de una armadura ligera pensada para ofrecer una buen nivel de resistencia sin limitar o entorpecer los movimientos de su portadora, así como un ingenioso sistema que permitiría almacenar cierta cantidad de un potente veneno que sería liberado en respuesta a un ataque físico en el que el cuerpo o parte del mismo del atacante entrara en contacto dicha protección. Algo realmente útil ante ataques de bestias o situaciones similares.
La peliblanca no podía esperar a ver como las notas y diagramas de aquellos papeles cobraban forma, y dado que Vincent tenía un taller y los conocimientos necesarios para llevar a cabo ese trabajo, y además ya había podido echar un vistazo a los diagramas pues estaba presente cuando le fueron entregados, tan pronto como regresó a Lunargenta se dirigió hacia su casa para encargarle oficialmente aquella importante tarea.
-Buenos días Sandal. ¿Está Vincent atrás? He traído los diagramas que me dio el líder de la logia para que fabrique la armadura tal y como hablamos. Aquí está el veneno de Ongilith necesario para las púas. Con cuidado, es una toxina peligrosa.- Le dijo la peliblanca al ya conocido asistente de Vincent. -Y aquí el dinero para los materiales que iba a comprar por adelantado.- Añadió dejando una bolsita de monedas sobre el mostrador al lado del pequeño frasquito de veneno y los papeles que contenían el diseño de la armadura.
Seguramente Sandal ya estuviera al tanto y supiera que la elfa se iba a pasar por allí más pronto que tarde, y si no, pues solo tenía que preguntar a Vincent. De hecho podría hacerlo ella, seguramente nadie le diría nada si pasaba a la trastienda sin más; privilegios de pareja, pero prefería esperar ante el mostrador como modo de expresar su respeto por el trabajo y espacio del brujo.
A Níniel en concreto, a parte de una charla en privado en la que hablaron de su futuro en la logia, le entregó un pergamino de papel que contenía el diseño de una armadura ligera pensada para ofrecer una buen nivel de resistencia sin limitar o entorpecer los movimientos de su portadora, así como un ingenioso sistema que permitiría almacenar cierta cantidad de un potente veneno que sería liberado en respuesta a un ataque físico en el que el cuerpo o parte del mismo del atacante entrara en contacto dicha protección. Algo realmente útil ante ataques de bestias o situaciones similares.
La peliblanca no podía esperar a ver como las notas y diagramas de aquellos papeles cobraban forma, y dado que Vincent tenía un taller y los conocimientos necesarios para llevar a cabo ese trabajo, y además ya había podido echar un vistazo a los diagramas pues estaba presente cuando le fueron entregados, tan pronto como regresó a Lunargenta se dirigió hacia su casa para encargarle oficialmente aquella importante tarea.
-Buenos días Sandal. ¿Está Vincent atrás? He traído los diagramas que me dio el líder de la logia para que fabrique la armadura tal y como hablamos. Aquí está el veneno de Ongilith necesario para las púas. Con cuidado, es una toxina peligrosa.- Le dijo la peliblanca al ya conocido asistente de Vincent. -Y aquí el dinero para los materiales que iba a comprar por adelantado.- Añadió dejando una bolsita de monedas sobre el mostrador al lado del pequeño frasquito de veneno y los papeles que contenían el diseño de la armadura.
Seguramente Sandal ya estuviera al tanto y supiera que la elfa se iba a pasar por allí más pronto que tarde, y si no, pues solo tenía que preguntar a Vincent. De hecho podría hacerlo ella, seguramente nadie le diría nada si pasaba a la trastienda sin más; privilegios de pareja, pero prefería esperar ante el mostrador como modo de expresar su respeto por el trabajo y espacio del brujo.
Objeto recompensa de misión: Misión
Fórmula: Armadura venenosa superior de Ongilith. Armadura de nivel superior que porta púas venenosas. Si el portador es mordido o atacado físicamente con la piel descubierta, se le suministra un potente veneno de ongilith que paraliza al enemigo y le deja convaleciente. 3 usos. Necesitarás un herrero que la construya. Recargable comprando aceite de Ongilith en el mercado.
24 Materiales.
Nivel del herrero y costes en materiales hablados con Master Ger.
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
Sandal estaba junto al mostrador, como solía hacer cuando no estaba atareado con algo en el taller. Al enano se le daban bien las palabras, y atendía a las personas como si llevara toda la vida haciéndolo. Y seguramente fuera así, y cuando trabaja de ayudante con el antiguo dueño del taller, el pequeño Sandal probablemente se encargara de recibir a los clientes, como seguía haciendo actualmente.
Acaba de sacar un cubo de agua del pozo, y se lo había echado por encima de la cabeza para refrescarse del calor de la fragua. Pues llevaba bastante tiempo en ella, realizando y terminando algunos trabajos para distintos clientes de la ciudad, cuando su corto amigo llegó como una exhalación del interior del edificio.
El rubio se secó con una tela el rostro, y se encaminó con premura al recibidor del negocio. Aunque para cuando llegara hasta allí, Sandal ya había vuelto con Níniel, y había introducido los planos y esquemas al interior de la herrería. Lo cual no dejaba de ser otro síntoma más de lo animado que estaba su compañero con el trabajo para Nín.
Desde que llegara de vuelta del Norte, le había dicho a Sandal lo que pronto les traería la elfa, y el enano no pudo estar más encantado. No era un cometido cualquiera, era un trabajo para un verdadero maestro. Un encargo de los que daban renombre a un negocio, y Sandal había visto la oportunidad de mejorar el prestigio de La Espada Arcana con él.
Además, sería un encargo donde los dos debería poner de su parte, pues necesitaba de la ayuda del enano para realizar algo tan prodigioso. Su compañero de corta estatura, era un prodigioso herrero, y mucho más capaz que él. Estaba aprendiendo mucho a su lado, a la vez que por su parte le enseñaba el arte de los encantamientos, y el lenguaje de los dragones. Una sociedad de lo más equilibrada y beneficiosa para los dos, sin duda.
- Nin, me alegra volver a verte-, dijo acercándose, y se pegó lo suficiente para besarla en los labios. - Te he echado de menos-, dibujó una media sonrisa.
Siempre era un placer ver a su pareja. Sí, su pareja, pues ya la podía considerar como tal. Con lo de Roilkat, la misión de Aliandra, la del Inquisidor, y aquel día que había pensado que la había perdido para siempre., había tenido suficientes momentos para pensar si era buena idea ser el compañero de Níniel. Pese a lo mucho que la quería, que un brujo y una elfa estuvieran juntos no era común, y ella era sacerdotisa. No deseaba crearle problemas a la peliblanca permaneciendo a su lado. Con su familia. Con su clan. Pero todo lo vivido en los últimos meses, había era suficiente para saber que se querían demasiado para renunciar a ella. Estar juntos era más importante que cualquier contratiempo que les pudiera surgir, y precisamente juntos eran más fuertes para superarlos.
- Iré atrás. Sandal está muy emocionado y temo que empiece sin mí-, rió. - Sabes que aquí estas como en tu casa. Puedes quedarte y vernos trabajar, o hacer lo que desees-, la sonrió por última vez antes de partir. - No tardaremos mucho.
Cuando el rubio se volvió a reunir con su amigo, este ya había comenzado los preparativos como había imaginado.
Vincent meneó la cabeza, sonriente, y se puso a crear las protecciones ligeras de metal que incorporarían en la antigua armadura de Níniel. Tenían todo lo necesario para el proyecto, y solamente necesitaban guiarse por los esquemas para no cometer ningún error.
Sandal no tardó en sumarse al trabajo, en cuanto repasó los planos. Se puso al lado del brujo, y comenzó a realizar las mismas protecciones que el rubio. Pero distintas, las hacía en principio como él, con la forma del cuerpo de una mujer, pero las suyas además se desviaban en forma de punta.
Habían confeccionado unos moldes específicos para ello. Con los apuntes que él había tomado de los planos de Níniel, en la Logia, antes de volver a Lunargenta.
Las placas de metal sin punta, irían alternándose con las espinosas, para cubrir las zonas más importantes del traje de Níniel con una gran protección. Si hacían todas iguales, y las ponían por toda la armadura en vez de en las partes vitales, la elfa parecería un erizo y no sería muy cómoda de llevar, ni de ponerse. Además, de ese modo pesaría demasiado para ella, y le restaría la característica gracilidad que ella poseía.
No querían eso. Por ello, para no rebajar la movilidad de la sacerdotisa, usaron un acero moldeado muy fino, para otorgarle la mayor ligereza posible, y las placas solamente se colocarían en zonas estratégicas, quedando el resto del cuerpo protegido por el cuero, como antaño.
Ambos herreros tomaron la antigua armadura de Níniel, y le incorporaron las placas puntiagudas, así como las planas, en las zonas más importantes. Protegiendo sus órganos vitales, y lugares donde un herida podría ser mortal.
Después de varias horas, la formidable protección estaba terminada. O casi. Quedaba lo más importante.
Vincent tomó el frasco que había traído la peliblanca, de la mesa donde lo habían dejado mientras trabajaban el metal. Y con sumo cuidado, fue embadurnando, con la ayuda de un pincel, las puntas metálicas con el potente veneno de Ongilith. Cualquiera que tocara esas púas quedaría en un estado de fuerte parálisis, o eso le había comentado Níniel.
En cualquier caso, el frasco dio para poder colocar el producto venenoso en cada una de las puntas que habían diseñado. Con lo cual podían dar el trabajo por concluido.
Ambos hombres observaron su obra, colocada sobre un soporte para armaduras luego de añadirles las púas y protecciones metálicas. El mismo soporte en el que reposaba la nueva armadura de Níniel, mientras le colocaba el veneno de Ongilith. Y luego se miraron, el uno al otro, con una amplia sonrisa. Ese era el mejor trabajo habían realizado en toda su vida. Y, maldita sea, lucía de maravilla. Níniel parecería una diosa guerrera con ese atuendo, justo como cuando cabalgaba encima del Inquisidor contra Querostraza.
- Iré a buscarla. No tardaré. Creo que le encantará-, comentó, con una sonrisa, mirando una vez más la armadura antes de girarse para buscar a su dulce elfa.
El encargo de la construcción de la Armadura venenosa superior de Ongilith. Como Níniel es mi pareja ♥, es familia. Por tanto, como en el caso de mi hermana, solamente le cobraré el costo de los materiales:
A ver si alguien que no sea familia se pasa por mi taller, para estallarlo monetariamente... que diga, cobrarle un precio justo y ganar bonitas y brillantes monedas (?)
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Armadura venenosa superior de Ongilith / 24 materiales / 240 aeros
Permiso de Ger, para que cualquier herrero sin importar su nivel pueda crearla ^^
Acaba de sacar un cubo de agua del pozo, y se lo había echado por encima de la cabeza para refrescarse del calor de la fragua. Pues llevaba bastante tiempo en ella, realizando y terminando algunos trabajos para distintos clientes de la ciudad, cuando su corto amigo llegó como una exhalación del interior del edificio.
El rubio se secó con una tela el rostro, y se encaminó con premura al recibidor del negocio. Aunque para cuando llegara hasta allí, Sandal ya había vuelto con Níniel, y había introducido los planos y esquemas al interior de la herrería. Lo cual no dejaba de ser otro síntoma más de lo animado que estaba su compañero con el trabajo para Nín.
Desde que llegara de vuelta del Norte, le había dicho a Sandal lo que pronto les traería la elfa, y el enano no pudo estar más encantado. No era un cometido cualquiera, era un trabajo para un verdadero maestro. Un encargo de los que daban renombre a un negocio, y Sandal había visto la oportunidad de mejorar el prestigio de La Espada Arcana con él.
Además, sería un encargo donde los dos debería poner de su parte, pues necesitaba de la ayuda del enano para realizar algo tan prodigioso. Su compañero de corta estatura, era un prodigioso herrero, y mucho más capaz que él. Estaba aprendiendo mucho a su lado, a la vez que por su parte le enseñaba el arte de los encantamientos, y el lenguaje de los dragones. Una sociedad de lo más equilibrada y beneficiosa para los dos, sin duda.
- Nin, me alegra volver a verte-, dijo acercándose, y se pegó lo suficiente para besarla en los labios. - Te he echado de menos-, dibujó una media sonrisa.
Siempre era un placer ver a su pareja. Sí, su pareja, pues ya la podía considerar como tal. Con lo de Roilkat, la misión de Aliandra, la del Inquisidor, y aquel día que había pensado que la había perdido para siempre., había tenido suficientes momentos para pensar si era buena idea ser el compañero de Níniel. Pese a lo mucho que la quería, que un brujo y una elfa estuvieran juntos no era común, y ella era sacerdotisa. No deseaba crearle problemas a la peliblanca permaneciendo a su lado. Con su familia. Con su clan. Pero todo lo vivido en los últimos meses, había era suficiente para saber que se querían demasiado para renunciar a ella. Estar juntos era más importante que cualquier contratiempo que les pudiera surgir, y precisamente juntos eran más fuertes para superarlos.
- Iré atrás. Sandal está muy emocionado y temo que empiece sin mí-, rió. - Sabes que aquí estas como en tu casa. Puedes quedarte y vernos trabajar, o hacer lo que desees-, la sonrió por última vez antes de partir. - No tardaremos mucho.
Cuando el rubio se volvió a reunir con su amigo, este ya había comenzado los preparativos como había imaginado.
Vincent meneó la cabeza, sonriente, y se puso a crear las protecciones ligeras de metal que incorporarían en la antigua armadura de Níniel. Tenían todo lo necesario para el proyecto, y solamente necesitaban guiarse por los esquemas para no cometer ningún error.
Sandal no tardó en sumarse al trabajo, en cuanto repasó los planos. Se puso al lado del brujo, y comenzó a realizar las mismas protecciones que el rubio. Pero distintas, las hacía en principio como él, con la forma del cuerpo de una mujer, pero las suyas además se desviaban en forma de punta.
Habían confeccionado unos moldes específicos para ello. Con los apuntes que él había tomado de los planos de Níniel, en la Logia, antes de volver a Lunargenta.
Las placas de metal sin punta, irían alternándose con las espinosas, para cubrir las zonas más importantes del traje de Níniel con una gran protección. Si hacían todas iguales, y las ponían por toda la armadura en vez de en las partes vitales, la elfa parecería un erizo y no sería muy cómoda de llevar, ni de ponerse. Además, de ese modo pesaría demasiado para ella, y le restaría la característica gracilidad que ella poseía.
No querían eso. Por ello, para no rebajar la movilidad de la sacerdotisa, usaron un acero moldeado muy fino, para otorgarle la mayor ligereza posible, y las placas solamente se colocarían en zonas estratégicas, quedando el resto del cuerpo protegido por el cuero, como antaño.
Ambos herreros tomaron la antigua armadura de Níniel, y le incorporaron las placas puntiagudas, así como las planas, en las zonas más importantes. Protegiendo sus órganos vitales, y lugares donde un herida podría ser mortal.
Después de varias horas, la formidable protección estaba terminada. O casi. Quedaba lo más importante.
Vincent tomó el frasco que había traído la peliblanca, de la mesa donde lo habían dejado mientras trabajaban el metal. Y con sumo cuidado, fue embadurnando, con la ayuda de un pincel, las puntas metálicas con el potente veneno de Ongilith. Cualquiera que tocara esas púas quedaría en un estado de fuerte parálisis, o eso le había comentado Níniel.
En cualquier caso, el frasco dio para poder colocar el producto venenoso en cada una de las puntas que habían diseñado. Con lo cual podían dar el trabajo por concluido.
Ambos hombres observaron su obra, colocada sobre un soporte para armaduras luego de añadirles las púas y protecciones metálicas. El mismo soporte en el que reposaba la nueva armadura de Níniel, mientras le colocaba el veneno de Ongilith. Y luego se miraron, el uno al otro, con una amplia sonrisa. Ese era el mejor trabajo habían realizado en toda su vida. Y, maldita sea, lucía de maravilla. Níniel parecería una diosa guerrera con ese atuendo, justo como cuando cabalgaba encima del Inquisidor contra Querostraza.
- Iré a buscarla. No tardaré. Creo que le encantará-, comentó, con una sonrisa, mirando una vez más la armadura antes de girarse para buscar a su dulce elfa.
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El encargo de la construcción de la Armadura venenosa superior de Ongilith. Como Níniel es mi pareja ♥, es familia. Por tanto, como en el caso de mi hermana, solamente le cobraré el costo de los materiales:
A ver si alguien que no sea familia se pasa por mi taller, para estallarlo monetariamente... que diga, cobrarle un precio justo y ganar bonitas y brillantes monedas (?)
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Permiso de Ger, para que cualquier herrero sin importar su nivel pueda crearla ^^
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
El brujo se encontraba ante otro día tranquilo en la oficina. Pero eso era algo que había que remediar de algún modo. Y por supuesto, ese modo sería crear algo nuevo para su taller.
No obstante, que podría ser esta vez. Había terminado los encargos de los clientes que se habían pasado por su taller a pedir armas o encantamientos, y de momento iba bien surtido de mercancía para vender. Por ello tendría que realizar una cosa útil para él. Algo que sirviera concretamente para él. Un bien necesario para su oficio como mercenario, o para sus viajes por el mundo
¿Pero que podía ser? ¿Qué necesitaba en estos instantes?
Una armadura podría estar bien. Pero la que tenía era buena, y además solía usar algo más ligero de lo que generalmente fabricaba un herrero en su taller. Solía preferir armaduras de cuero ligeras, facturadas por curtidores… así que tendría que ser otra cosa.
¿Armas tal vez? Lo cierto es que necesitaba unas dagas nuevas. De mejor calidad. Pero por ahora no veía motivos para crearlas. Estaba bien surtido con lo que tenía actualmente, ya que la espada que había conseguido de aquel dragón en el Pico más Alto, era impresionante. De una gran calidad, e imbuida con magia de fuego. Toda un arma a tener en cuenta. Así que no, no necesitaba armas tampoco.
Fue entonces cuando su mente fue al campo de los encantamientos, y se centró en algo que podría ser útil durante sus viajes. Sobre todo para sus acompañantes. No siempre era un lobo solitario en busca de aventuras, sino que en muchas ocasiones iba con su pareja o su hermana. Así como algún miembro del gremio de Huracán.
Por ello, había pensado una manera de fortalecer a sus acompañantes, de una forma práctica y sencilla.
Vincent se sentó en la silla adyacente a su banco de trabajo de arcanos. Extrajo dos papeles apergaminados de uno de los cajones, y tamborileó con los dedos sobre la madera de la mesa, mientras buscaba con la mirada uno de los tantos botes de tinta cargada con éter, del muestrario con puertas de cristal del escritorio.
No tardó en posar su mirada sobre uno de los bote de tinta mágica, que serían perfectos para la ocasión. Así que dejó de jugar con sus dedos con la superficie de la mesa, y alargó la mano para abrir el muestrario y recoger el bote elegido.
Era una tinta cargada de éter, como todas las que tenía. Pero esta en concreto, era muy ligera y líquida. Con poca densidad. Era perfecta no para usar con pincel como hacía con los glifos que ponía en armas y armaduras, sino que era ideal para usar con pluma. Perfecta para escribir sobre los pergaminos que había sacado del cajón.
Mojó una pluma en el tintero que había sacado, y comenzó a escribir encima del pergamino en la lengua de los dragones. Escribió lo que se podía considerar dos párrafos cortos, y después, debajo de las letras que no era otra cosa que parte del ritual de ese específico hechizo, dibujó con buen pulso el glifo correspondiente. Debía ser cuidadoso con los encantamientos. Metódico. O de otro modo no serviría de nada todo el trabajo que había realizado hasta ahora.
Cuando terminó de inscribir el pergamino, la hoja de este brilló varias veces, mostrando que el hechizo había sido realizado con éxito. Finalmente lo enrolló, y le ató alrededor la cinta de seda roja, que estaba cosida a la base del papel, y que servía para mantenerlo cerrado hasta el momento en el que fuera necesario usarlo.
Después repitió el proceso con la otra hoja que había sacado del cajón, y cuando hubo terminado, le ató la cinta como hubiera hecho con la primera.
Con ello concluyó su labor por ese día. Algo sencillo, pero que requería su tiempo por lo cuidadoso que debía ser uno con las runas arcanas. Pero no podía estar más satisfecho con el resultado. Con esos pergaminos, podría prestar sus poderes a sus compañeros en caso de necesidad.
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No obstante, que podría ser esta vez. Había terminado los encargos de los clientes que se habían pasado por su taller a pedir armas o encantamientos, y de momento iba bien surtido de mercancía para vender. Por ello tendría que realizar una cosa útil para él. Algo que sirviera concretamente para él. Un bien necesario para su oficio como mercenario, o para sus viajes por el mundo
¿Pero que podía ser? ¿Qué necesitaba en estos instantes?
Una armadura podría estar bien. Pero la que tenía era buena, y además solía usar algo más ligero de lo que generalmente fabricaba un herrero en su taller. Solía preferir armaduras de cuero ligeras, facturadas por curtidores… así que tendría que ser otra cosa.
¿Armas tal vez? Lo cierto es que necesitaba unas dagas nuevas. De mejor calidad. Pero por ahora no veía motivos para crearlas. Estaba bien surtido con lo que tenía actualmente, ya que la espada que había conseguido de aquel dragón en el Pico más Alto, era impresionante. De una gran calidad, e imbuida con magia de fuego. Toda un arma a tener en cuenta. Así que no, no necesitaba armas tampoco.
Fue entonces cuando su mente fue al campo de los encantamientos, y se centró en algo que podría ser útil durante sus viajes. Sobre todo para sus acompañantes. No siempre era un lobo solitario en busca de aventuras, sino que en muchas ocasiones iba con su pareja o su hermana. Así como algún miembro del gremio de Huracán.
Por ello, había pensado una manera de fortalecer a sus acompañantes, de una forma práctica y sencilla.
Vincent se sentó en la silla adyacente a su banco de trabajo de arcanos. Extrajo dos papeles apergaminados de uno de los cajones, y tamborileó con los dedos sobre la madera de la mesa, mientras buscaba con la mirada uno de los tantos botes de tinta cargada con éter, del muestrario con puertas de cristal del escritorio.
No tardó en posar su mirada sobre uno de los bote de tinta mágica, que serían perfectos para la ocasión. Así que dejó de jugar con sus dedos con la superficie de la mesa, y alargó la mano para abrir el muestrario y recoger el bote elegido.
Era una tinta cargada de éter, como todas las que tenía. Pero esta en concreto, era muy ligera y líquida. Con poca densidad. Era perfecta no para usar con pincel como hacía con los glifos que ponía en armas y armaduras, sino que era ideal para usar con pluma. Perfecta para escribir sobre los pergaminos que había sacado del cajón.
Mojó una pluma en el tintero que había sacado, y comenzó a escribir encima del pergamino en la lengua de los dragones. Escribió lo que se podía considerar dos párrafos cortos, y después, debajo de las letras que no era otra cosa que parte del ritual de ese específico hechizo, dibujó con buen pulso el glifo correspondiente. Debía ser cuidadoso con los encantamientos. Metódico. O de otro modo no serviría de nada todo el trabajo que había realizado hasta ahora.
Cuando terminó de inscribir el pergamino, la hoja de este brilló varias veces, mostrando que el hechizo había sido realizado con éxito. Finalmente lo enrolló, y le ató alrededor la cinta de seda roja, que estaba cosida a la base del papel, y que servía para mantenerlo cerrado hasta el momento en el que fuera necesario usarlo.
Después repitió el proceso con la otra hoja que había sacado del cajón, y cuando hubo terminado, le ató la cinta como hubiera hecho con la primera.
Con ello concluyó su labor por ese día. Algo sencillo, pero que requería su tiempo por lo cuidadoso que debía ser uno con las runas arcanas. Pero no podía estar más satisfecho con el resultado. Con esos pergaminos, podría prestar sus poderes a sus compañeros en caso de necesidad.
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Vincent Calhoun
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
La de ojos verdes acababa de regresar a la ciudad tras el incidente en las tierras del oeste, ese en que habían liberado a Bio del control de la reina araña y en que se había dado cuenta de algo que no le permitiría volver a ser la misma de siempre. De algún modo había bajado la guardia, o quizá ver a su compañero en peligro le había abierto los ojos de golpe, el caso era que estaba enamorada del dragón y eso era algo completamente nuevo para ella, ante lo que no sabía cómo actuar. Necesitaba poner en orden sus pensamientos, pero primero tenía que librarse de él para que dejase de mirarla de forma inquisitiva por el rabillo del ojo, Alister sabía que algo no iba bien después de lo ocurrido, el silencio y expresión de la hechicera lo decían todo.
- ¿Puedes llevarte a Sombra a la posada? Quiero visitar a mi hermano. - comentó, poco después de que cruzasen los muros de Lunargenta. - Iré contigo. - respondió él, pero Elen negó de inmediato con la cabeza. - No, los caballos están cansados, será mejor que los lleves al establo. - dijo, al tiempo que buscaba en el interior de su bolsa hasta dar con la llave de su habitación. - Toma, así podrás subir mis cosas, nos vemos dentro de un rato. - continuó sin darle tiempo a intervenir, mientras desmontaba. Una vez entregada tanto la llave como las riendas del negro corcel, Elen se dio la vuelta y se encaminó hacia los muelles, bajo la atenta mirada de su compañero, que no volvió a ponerse en marcha hasta que la perdió de vista.
¿Debía tratar el tema con su hermano? No, probablemente no fuese la mejor idea, pero al menos estaría un rato tranquila y de paso adquiriría algo en su taller. Elen hizo el trayecto hasta la espada arcana sin apenas fijarse en lo que la rodeaba, tenía la cabeza en otra parte, aunque esperaba que Vincent no se percatase de ello cuando la viese. Sandal aguardaba tras el mostrador, y la recibió con una sonrisa nada más verla cruzar el umbral, pues tras su última visita ya sabía quién era. - ¡Buenos días! - saludó, animado. - Buenos días Sandal, ¿está mi hermano? Quisiera comprarle un pergamino de hechizos. - explicó la bruja, para luego esperar la respuesta del ayudante.
- ¿Puedes llevarte a Sombra a la posada? Quiero visitar a mi hermano. - comentó, poco después de que cruzasen los muros de Lunargenta. - Iré contigo. - respondió él, pero Elen negó de inmediato con la cabeza. - No, los caballos están cansados, será mejor que los lleves al establo. - dijo, al tiempo que buscaba en el interior de su bolsa hasta dar con la llave de su habitación. - Toma, así podrás subir mis cosas, nos vemos dentro de un rato. - continuó sin darle tiempo a intervenir, mientras desmontaba. Una vez entregada tanto la llave como las riendas del negro corcel, Elen se dio la vuelta y se encaminó hacia los muelles, bajo la atenta mirada de su compañero, que no volvió a ponerse en marcha hasta que la perdió de vista.
¿Debía tratar el tema con su hermano? No, probablemente no fuese la mejor idea, pero al menos estaría un rato tranquila y de paso adquiriría algo en su taller. Elen hizo el trayecto hasta la espada arcana sin apenas fijarse en lo que la rodeaba, tenía la cabeza en otra parte, aunque esperaba que Vincent no se percatase de ello cuando la viese. Sandal aguardaba tras el mostrador, y la recibió con una sonrisa nada más verla cruzar el umbral, pues tras su última visita ya sabía quién era. - ¡Buenos días! - saludó, animado. - Buenos días Sandal, ¿está mi hermano? Quisiera comprarle un pergamino de hechizos. - explicó la bruja, para luego esperar la respuesta del ayudante.
Elen Calhoun
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
Ese mañana estaba siendo tan fría, que no descartaba la posibilidad de trabajar junto al fuego de la fragua, sólo por aprovechar el calor de la herrería en su propio beneficio. Qué ironía, cuando allí por lo general el calor era tan intenso que era mejor no pasar mucho tiempo junto a esta, si no se quería acabar del todo deshidratado, y más delgado que una brizna de hierba.
Por supuesto exageraba un poco. La realidad es que no hacía tanto frío, pero él sentía que su despacho tenía una temperatura más baja de lo normal. Y en cualquier caso no tenía por qué encender la fragua para calentarse. Bien podía junto a la chimenea de la vivienda, o realizar el simple gesto de chasquear los dedos. Ventajas de brujo.
En ese momento Sandal abrió la puerta con tal ímpetu que hizo que un leve golpe de viento se hiciera sentir en el despacho. No fue un movimiento de aire destacable, y no se habría percatado de ella si esta no hubiera provocado una bajada de temperatura en el cuarto.
- Pero Sandal-, comentó con algo de reproche, quitando los pies cruzados de encima de la mesa, y posando ambas manos sobre el escritorio para inclinarse hacia adelante.
Hubiera continuado con una frase que aconsejara al enano tener más cuidado, más una figura tras el pequeño, captó su atención de tal modo que todo lo demás dejó de importar.
- ¡Elen! ¡Has vuelto! - gritó eufórico, y aprovechó el apoyo de sus manos sobre la mesa para ganar impulso e incorporarse de la silla.
El brujo se movió raudo como el viento, y en lo que se tardaba en parpadear se colocó delante de su hermana.
- ¿Cuándo has llegado? - preguntó, aprovechando la cercanía a la peliblanca para espachurrarla en una abrazo.
Los Calhoun vivían la vida de aventura en aventura. Era la forma de vida que habían elegido. Pero una peligrosa, que volvía cada reencuentro en un momento especial.
- Un pergamino mágico, eso puedo hacerlo-, sonrió a su hermana. - Te haré uno en un periquete-, le guiñó un ojo.
Eso le hizo recordar que tampoco le vendría mal uno a él. Había usado los dos últimos que tenía, así que sería una buena ocasión para reabastecerse.
- Sandal, prepara una bebida caliente para mi hermana, si no estás ocupado-, le dio una palmada afectiva en la espalda a su socio. - Ah, y también enciende la fragua para que vaya calentándose. Más tarde me pondré a trabajar en ella-, terminó por decir, sonriente. - No tardaré-, dijo antes de darse la vuelta y encaminarse hacia la puerta del taller.
Entró a la zona de trabajo, y dirigió sus pasos a la mesa de trabajo con runas. Allí tenía todo lo necesario para crear el encargo de Elen.
El brujo se sentó en la silla junto al escritorio, y tardó aún menos en tomar dos hojas apergaminadas de uno de los cajones. Una vez hecho esto, posó su vista en el armario acristalado que poseía la mesa, y abrió una de las hojas para tomar el bote de tinta imbuida con éter perfecto para la ocasión. Luego recogió uno de los pinceles más finos y cerró el muestrario.
Humedeció el pelo del pincel con la tinta de tono purpúreo, para inmediatamente después comenzar a escribir con buena letra y ritmo constante en la lengua de los dragones. En cuanto terminó dos párrafos el pergamino casi estuvo completo. Sólo faltaba dibujar un glifo justo en el espacio inferior. La parte más complicada y en la que debía tener mayor cuidado y paciencia. Pero después de tantos pergaminos creados, del tiempo aprendiendo en la academia de magia de Beltrexus, pergamino tras pergamino, fracaso tras fracaso, hasta que había conseguido por primera vez imbuir magia en un trozo de papel. En definitiva, después de toda una vida aprendiendo magia arcana, tenía la seguridad necesaria para hacer de cada trabajo con tinta una obra exitosa.
En cuanto terminó el encargo para Elen, la tinta sobre la hoja brilló varias veces antes de desaparecer a la vista. En ese instante enrolló el pergamino, y lo ató con un cintillo de seda rojo. Su obra estaba culminada. Una de tantas que había creado, pero la primera con la que había conseguido aumentar el poder de la magia bajo el papel. Su mejor obra. Y la primero de sus mejoradas creaciones sería para su querida hermana.
Colocó el pergamino a un lado, y comenzó con el segundo de las hojas que había decidido hacer. Este sería para él, y por supuesto, sólo tuvo que repetir el proceso antes citado. No le llevó más de unos minutos terminar este segundo pergamino mágico, que guardó en uno de los cajones.
Terminado su trabajo, tomó entre sus dedos el creado expresamente para su hermana Elen, y partió en su búsqueda.
- Espero que Sandal te haya contado buenas historias-, masculló divertido, en cuanto encontró a su socio en compañía de su hermana. - Su abanico de relatos puede ser lo más extenso que se pueda imaginar.
- Ya sabes que el pequeño Sandal es una caja de sorpresa-, dijo, antes de estallar en carcajadas.
- Ya lo creo-, rió también, y alargó el brazo con el que sostenía el pergamino hacia Elen. - Aquí tienes. Es muy útil para compartir nuestros poderes con magos que no son maestros de nuestros elementos, e incluso para convertir a un humano en algo más que un humano-, dijo con sorna esto último, clavando la mirada sobre Sandal.
Nada más cruzar la mirada con él, estalló en carcajadas.
- Bueno, ¿te quedarás con nosotros un rato más? Prometemos historias divertidas, y buena comida-, afianzó sus palabras con un ladeo de su cabeza. - Un Calhoun siempre merece lo mejor, somos una especie curiosa y escasa-, sonrió.
Sería divertido. Pero tanto si su hermana decidía quedarse, como partir de inmediato, lo que tenía claro es que había mejorado en sus facultades arcanas. La práctica hacía al maestro, y esto no era distinto con los brujos.
Dos pergaminos de Hechizos mayor. Uno para Elen, y otro para mí. Como se trata de mi hermana, sólo le cobraré el coste de los materiales. Por supuesto el de ella, el segundo corre de mi cuenta:
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Por supuesto exageraba un poco. La realidad es que no hacía tanto frío, pero él sentía que su despacho tenía una temperatura más baja de lo normal. Y en cualquier caso no tenía por qué encender la fragua para calentarse. Bien podía junto a la chimenea de la vivienda, o realizar el simple gesto de chasquear los dedos. Ventajas de brujo.
En ese momento Sandal abrió la puerta con tal ímpetu que hizo que un leve golpe de viento se hiciera sentir en el despacho. No fue un movimiento de aire destacable, y no se habría percatado de ella si esta no hubiera provocado una bajada de temperatura en el cuarto.
- Pero Sandal-, comentó con algo de reproche, quitando los pies cruzados de encima de la mesa, y posando ambas manos sobre el escritorio para inclinarse hacia adelante.
Hubiera continuado con una frase que aconsejara al enano tener más cuidado, más una figura tras el pequeño, captó su atención de tal modo que todo lo demás dejó de importar.
- ¡Elen! ¡Has vuelto! - gritó eufórico, y aprovechó el apoyo de sus manos sobre la mesa para ganar impulso e incorporarse de la silla.
El brujo se movió raudo como el viento, y en lo que se tardaba en parpadear se colocó delante de su hermana.
- ¿Cuándo has llegado? - preguntó, aprovechando la cercanía a la peliblanca para espachurrarla en una abrazo.
Los Calhoun vivían la vida de aventura en aventura. Era la forma de vida que habían elegido. Pero una peligrosa, que volvía cada reencuentro en un momento especial.
- Un pergamino mágico, eso puedo hacerlo-, sonrió a su hermana. - Te haré uno en un periquete-, le guiñó un ojo.
Eso le hizo recordar que tampoco le vendría mal uno a él. Había usado los dos últimos que tenía, así que sería una buena ocasión para reabastecerse.
- Sandal, prepara una bebida caliente para mi hermana, si no estás ocupado-, le dio una palmada afectiva en la espalda a su socio. - Ah, y también enciende la fragua para que vaya calentándose. Más tarde me pondré a trabajar en ella-, terminó por decir, sonriente. - No tardaré-, dijo antes de darse la vuelta y encaminarse hacia la puerta del taller.
Entró a la zona de trabajo, y dirigió sus pasos a la mesa de trabajo con runas. Allí tenía todo lo necesario para crear el encargo de Elen.
El brujo se sentó en la silla junto al escritorio, y tardó aún menos en tomar dos hojas apergaminadas de uno de los cajones. Una vez hecho esto, posó su vista en el armario acristalado que poseía la mesa, y abrió una de las hojas para tomar el bote de tinta imbuida con éter perfecto para la ocasión. Luego recogió uno de los pinceles más finos y cerró el muestrario.
Humedeció el pelo del pincel con la tinta de tono purpúreo, para inmediatamente después comenzar a escribir con buena letra y ritmo constante en la lengua de los dragones. En cuanto terminó dos párrafos el pergamino casi estuvo completo. Sólo faltaba dibujar un glifo justo en el espacio inferior. La parte más complicada y en la que debía tener mayor cuidado y paciencia. Pero después de tantos pergaminos creados, del tiempo aprendiendo en la academia de magia de Beltrexus, pergamino tras pergamino, fracaso tras fracaso, hasta que había conseguido por primera vez imbuir magia en un trozo de papel. En definitiva, después de toda una vida aprendiendo magia arcana, tenía la seguridad necesaria para hacer de cada trabajo con tinta una obra exitosa.
En cuanto terminó el encargo para Elen, la tinta sobre la hoja brilló varias veces antes de desaparecer a la vista. En ese instante enrolló el pergamino, y lo ató con un cintillo de seda rojo. Su obra estaba culminada. Una de tantas que había creado, pero la primera con la que había conseguido aumentar el poder de la magia bajo el papel. Su mejor obra. Y la primero de sus mejoradas creaciones sería para su querida hermana.
Colocó el pergamino a un lado, y comenzó con el segundo de las hojas que había decidido hacer. Este sería para él, y por supuesto, sólo tuvo que repetir el proceso antes citado. No le llevó más de unos minutos terminar este segundo pergamino mágico, que guardó en uno de los cajones.
Terminado su trabajo, tomó entre sus dedos el creado expresamente para su hermana Elen, y partió en su búsqueda.
- Espero que Sandal te haya contado buenas historias-, masculló divertido, en cuanto encontró a su socio en compañía de su hermana. - Su abanico de relatos puede ser lo más extenso que se pueda imaginar.
- Ya sabes que el pequeño Sandal es una caja de sorpresa-, dijo, antes de estallar en carcajadas.
- Ya lo creo-, rió también, y alargó el brazo con el que sostenía el pergamino hacia Elen. - Aquí tienes. Es muy útil para compartir nuestros poderes con magos que no son maestros de nuestros elementos, e incluso para convertir a un humano en algo más que un humano-, dijo con sorna esto último, clavando la mirada sobre Sandal.
Nada más cruzar la mirada con él, estalló en carcajadas.
- Bueno, ¿te quedarás con nosotros un rato más? Prometemos historias divertidas, y buena comida-, afianzó sus palabras con un ladeo de su cabeza. - Un Calhoun siempre merece lo mejor, somos una especie curiosa y escasa-, sonrió.
Sería divertido. Pero tanto si su hermana decidía quedarse, como partir de inmediato, lo que tenía claro es que había mejorado en sus facultades arcanas. La práctica hacía al maestro, y esto no era distinto con los brujos.
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Dos pergaminos de Hechizos mayor. Uno para Elen, y otro para mí. Como se trata de mi hermana, sólo le cobraré el coste de los materiales. Por supuesto el de ella, el segundo corre de mi cuenta:
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Vincent Calhoun
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
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De acuerdo a las nuevas reglas, se han sumado 2 puntos a cada uno por uso del taller
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
No existía nada como una buena comilona para recuperar fuerzas y volver al tajo con más energías.
La visita de su hermana, aunque fuera por trabajo y negocios era un momento ideal para conversar un poco. Pese a que Elen hubiera ido a su taller para comprar unos atítuclos, no dejaba por ello de ser un instante perfecto para socializar y relajarse un rato, y de paso descansar y comer para estar listo para su próxima tarea.
Una que no pensaba relegar para ningún otro día. Ya que pensaba mejorar su equipo de combate, y cuando se trataba de trabajar en unas herramientas que marcaban la diferencia entre la vida y la muerte en un oficio tan peligroso como el de mercenario, no hacía falta mencionar lo importante que era que no lo pospusiera.
Sí, herramientas, porque la realidad de un mercenario, es que para este, las armas no dejaban de ser unas herramientas cualesquiera, como podía ser hilo y caña para un pescador, o las tenazas y el martillo para un herrero. Esas mismas que ahora sostenía delante de su fragua, después de que su hermana menor se marchara del taller satisfecha con su pedido, y con las que de paso, aprendía un poco más del bueno de Sandal.
- Eso es, no dejes de martillear y dar forma ese acero. Tiene un color rojizo precioso-, comentó su socio. - El sudor de la frente de un herrero es una buena señal. Significa que nacerá una buena obra de su esfuerzo-, comentó el enano medio en broma y medio en serio, con una sonrisa dibujada en los labios.
La práctica hace al maestro. Un dicho tan manido como cierto. Y que ambos hombres llevaban a rajatabla en aquel humilde taller. Uno, brujo, aprendía todo lo que podía del pequeño hombre que estaba a su lado en lo referente a la herrería, al mismo tiempo que este diminuto y fuerte joven seguía puliendo su técnica como herrero. El otro, humano, se instruía en las artes arcanas en las que era experto el rubio que martilleaba con brío el acero incandescente, y al mismo tiempo, ese aprendiz de herrero mejoraba sus técnicas arcanas y las llevaba a un nuevo nivel.
Una sociedad simple, pero al mismo tiempo efectiva, y de la que ambos sacaban buen provecho mejorando en ambas disciplina cada día que colaboraban dentro de aquel taller.
- Que tal-, buscó consejo en su socio.
- Rápido, rápido. Mételo en el agua. Haz que ese filo se temple como es debido.
Vincent no contestó, sólo acató la orden con la mayor rapidez posible, la velocidad justa y necesaria para no perder el tiempo pero tampoco causar un accidente.
Las volutas de humos ascendieron y se alzaron al techo del taller. El calor era soportable, pero con tal vehemencia e ímpetu, que era lo suficientemente intenso como para hacerse preguntar como un humano corriente podría soportarlo, o más concretamente, toda persona que no fuera un brujo que dominara el elemento del fuego.
En cualquier caso, al desvanecerse el vapor del cubo supo que ya era momento de sacar su nueva obra, y a simple vista podía estar seguro de que era tan buena como la otra que justo había creado antes de aquella que contemplaba en esos instantes.
- Es magnífica. Cada día mejoras más-, dijo Sandal, con un deje de admiración entremezclado con el orgullo.
El orgullo de contemplar la mejora de su amigo. El orgullo de comprobar que además de buen herrero era buen mentor.
- Y todo gracias a ti, mi buen amigo. Estas nuevas dagas me serán de gran utilidad. Su acero es muy superior a mis antiguas armas, y eso siempre se agradece cuando te quieren rebanar el pescuezo constantemente-, rió después de bromear.
Una risa clara y alegre que lo acompañó durante unos metros, mientras se acercaba a donde se encontraba la primera de las hojas de cuchilla que había fabricado en esa tarde. El lugar donde depositó a la segunda para que acompañara a la otra.
Aún quedaba ensamblarle las empuñaduras a las dos hojas de acero, pero la parte más complicada y delicada del proceso ya había concluido, y así que tener dos dagas nuevas era solo cuestión de tiempo.
- Bueno, lo dices como si las armas creadas quedaran así para siempre-, dijo, sacando un cinto con dos armas en sus vainas. - Un arma puede tener vidas infinitas, solo es cuestión de añadirle una nueva hoja. Pero eso no influye en la esencia del arma. Lo que representan para su portador permanece-, comentó, sonriendo en cuanto mencionó la última frase.
- Hey, ¿quién te ha dado derecho a tocar mis cosas? - respondió reconociendo la espada y la daga, pero sin reproche sazonando las palabras que salían de su boca.
- Pues el brujo que decidió convertirme en su maestro, aunque este no lo supiera-, rió en esta ocasión el enano, llevando las armas a una meas para desmontar la empuñadura. - Hoy tendrás cuatro armas de mejor calidad, no dos-, miró por encima del hombro al rubio, sin dejar de trabajar con las empuñaduras. - Vamos, ese acero no se moldeará solo. Esa fragua ya te echa de menos-, bromeó, volviendo a centrar su mirada sobre lo que hacía.
Vincent por su parte negó con la cabeza, pero haciendo caso a la sugerencia de Sandal.
Porque el menudo hombrecillo tenía razón, cuatro armas de calidad eran mejor que dos. Y para ello sólo debía trabajar y dedicarle más tiempo a la fragua.
Del mismo modo que era cuestión de tiempo que sus nuevas dagas tuvieran empuñadura y estuvieran completas, era también cuestión de tiempo mejorar sus antiguas armas.
Si a esto sumábamos que uno de los detalles más importante para decantar la balanza entre la vida y la muerte de un mercenario, era el cuidado y calidad de sus herramientas, dedicarle más tiempo a la fragua no parecía mal plan.
Dos dagas (armas cortas) de calidad normal para mi uso personal en mis futuras aventuras y trabajos, y también dos mejoras de calidad normal para mis armas iniciales de calidad pobre, una espada y una daga. (Arma de una mano y arma corta)
Todas serían para mí, por lo que solo gastaría el uso de los materiales. Siento hacer cuatro armas a la vez, pero entre mi ausencia y poco tiempo pensé que lo mejor sería se aceptaran todas del tirón, en vez de en dos post con dos armas por post. Porque además debo hacer el registro de armas y así lo hago con todas las armas mejoradas y me ahorro doble posteo también allí XD
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Tres Armas Cortas (contando la mejora de la daga inicial de mi ficha) / 18 materiales / 180 aeros
Arma de una mano (la mejora de mi espada inicial) / 8 materiales / 80 aeros
La visita de su hermana, aunque fuera por trabajo y negocios era un momento ideal para conversar un poco. Pese a que Elen hubiera ido a su taller para comprar unos atítuclos, no dejaba por ello de ser un instante perfecto para socializar y relajarse un rato, y de paso descansar y comer para estar listo para su próxima tarea.
Una que no pensaba relegar para ningún otro día. Ya que pensaba mejorar su equipo de combate, y cuando se trataba de trabajar en unas herramientas que marcaban la diferencia entre la vida y la muerte en un oficio tan peligroso como el de mercenario, no hacía falta mencionar lo importante que era que no lo pospusiera.
Sí, herramientas, porque la realidad de un mercenario, es que para este, las armas no dejaban de ser unas herramientas cualesquiera, como podía ser hilo y caña para un pescador, o las tenazas y el martillo para un herrero. Esas mismas que ahora sostenía delante de su fragua, después de que su hermana menor se marchara del taller satisfecha con su pedido, y con las que de paso, aprendía un poco más del bueno de Sandal.
- Eso es, no dejes de martillear y dar forma ese acero. Tiene un color rojizo precioso-, comentó su socio. - El sudor de la frente de un herrero es una buena señal. Significa que nacerá una buena obra de su esfuerzo-, comentó el enano medio en broma y medio en serio, con una sonrisa dibujada en los labios.
La práctica hace al maestro. Un dicho tan manido como cierto. Y que ambos hombres llevaban a rajatabla en aquel humilde taller. Uno, brujo, aprendía todo lo que podía del pequeño hombre que estaba a su lado en lo referente a la herrería, al mismo tiempo que este diminuto y fuerte joven seguía puliendo su técnica como herrero. El otro, humano, se instruía en las artes arcanas en las que era experto el rubio que martilleaba con brío el acero incandescente, y al mismo tiempo, ese aprendiz de herrero mejoraba sus técnicas arcanas y las llevaba a un nuevo nivel.
Una sociedad simple, pero al mismo tiempo efectiva, y de la que ambos sacaban buen provecho mejorando en ambas disciplina cada día que colaboraban dentro de aquel taller.
- Que tal-, buscó consejo en su socio.
- Rápido, rápido. Mételo en el agua. Haz que ese filo se temple como es debido.
Vincent no contestó, sólo acató la orden con la mayor rapidez posible, la velocidad justa y necesaria para no perder el tiempo pero tampoco causar un accidente.
Las volutas de humos ascendieron y se alzaron al techo del taller. El calor era soportable, pero con tal vehemencia e ímpetu, que era lo suficientemente intenso como para hacerse preguntar como un humano corriente podría soportarlo, o más concretamente, toda persona que no fuera un brujo que dominara el elemento del fuego.
En cualquier caso, al desvanecerse el vapor del cubo supo que ya era momento de sacar su nueva obra, y a simple vista podía estar seguro de que era tan buena como la otra que justo había creado antes de aquella que contemplaba en esos instantes.
- Es magnífica. Cada día mejoras más-, dijo Sandal, con un deje de admiración entremezclado con el orgullo.
El orgullo de contemplar la mejora de su amigo. El orgullo de comprobar que además de buen herrero era buen mentor.
- Y todo gracias a ti, mi buen amigo. Estas nuevas dagas me serán de gran utilidad. Su acero es muy superior a mis antiguas armas, y eso siempre se agradece cuando te quieren rebanar el pescuezo constantemente-, rió después de bromear.
Una risa clara y alegre que lo acompañó durante unos metros, mientras se acercaba a donde se encontraba la primera de las hojas de cuchilla que había fabricado en esa tarde. El lugar donde depositó a la segunda para que acompañara a la otra.
Aún quedaba ensamblarle las empuñaduras a las dos hojas de acero, pero la parte más complicada y delicada del proceso ya había concluido, y así que tener dos dagas nuevas era solo cuestión de tiempo.
- Bueno, lo dices como si las armas creadas quedaran así para siempre-, dijo, sacando un cinto con dos armas en sus vainas. - Un arma puede tener vidas infinitas, solo es cuestión de añadirle una nueva hoja. Pero eso no influye en la esencia del arma. Lo que representan para su portador permanece-, comentó, sonriendo en cuanto mencionó la última frase.
- Hey, ¿quién te ha dado derecho a tocar mis cosas? - respondió reconociendo la espada y la daga, pero sin reproche sazonando las palabras que salían de su boca.
- Pues el brujo que decidió convertirme en su maestro, aunque este no lo supiera-, rió en esta ocasión el enano, llevando las armas a una meas para desmontar la empuñadura. - Hoy tendrás cuatro armas de mejor calidad, no dos-, miró por encima del hombro al rubio, sin dejar de trabajar con las empuñaduras. - Vamos, ese acero no se moldeará solo. Esa fragua ya te echa de menos-, bromeó, volviendo a centrar su mirada sobre lo que hacía.
Vincent por su parte negó con la cabeza, pero haciendo caso a la sugerencia de Sandal.
Porque el menudo hombrecillo tenía razón, cuatro armas de calidad eran mejor que dos. Y para ello sólo debía trabajar y dedicarle más tiempo a la fragua.
Del mismo modo que era cuestión de tiempo que sus nuevas dagas tuvieran empuñadura y estuvieran completas, era también cuestión de tiempo mejorar sus antiguas armas.
Si a esto sumábamos que uno de los detalles más importante para decantar la balanza entre la vida y la muerte de un mercenario, era el cuidado y calidad de sus herramientas, dedicarle más tiempo a la fragua no parecía mal plan.
Offrol
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Dos dagas (armas cortas) de calidad normal para mi uso personal en mis futuras aventuras y trabajos, y también dos mejoras de calidad normal para mis armas iniciales de calidad pobre, una espada y una daga. (Arma de una mano y arma corta)
Todas serían para mí, por lo que solo gastaría el uso de los materiales. Siento hacer cuatro armas a la vez, pero entre mi ausencia y poco tiempo pensé que lo mejor sería se aceptaran todas del tirón, en vez de en dos post con dos armas por post. Porque además debo hacer el registro de armas y así lo hago con todas las armas mejoradas y me ahorro doble posteo también allí XD
Herrería Nivel Aprendiz
Tres Armas Cortas (contando la mejora de la daga inicial de mi ficha) / 18 materiales / 180 aeros
Arma de una mano (la mejora de mi espada inicial) / 8 materiales / 80 aeros
Última edición por Vincent Calhoun el Mar Jun 12 2018, 02:30, editado 1 vez
Vincent Calhoun
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
¿Cuánto hacía que tenía en su posesión aquella esquirla mágica? Recordaba haberla obtenido tras derrotar a aquella lunática sectaria dispuesta a borrar de la faz de Aerandir a una aldea entera con tal de matarla a ella y a Vincent, y evitar así que se hicieran con uno de los fragmentos de la llave de la infame pirámide que había causado la mayor mortandad que se recordaba desde los tiempos de la gran guerra. Concretamente aquella gema, cuya magia podía sentirse incluso en aquel estado latente, se había desprendido del pico que aquella loca usaba como arma, y de hecho era lo que lo hacía tan peligroso. Sin duda había sido una suerte que acabara en sus manos.
No había sido inmediato llegar a saber cómo podría aprovechar sus poderes. Que debía ser infundida en un arma era cuestión de lógica, pues de un arma la había obtenido. Averiguar que el único modo de conseguirlo era mediante el uso de las llamas negras de Vincent fue ya harina de otro costal, y para cuando lo supo, por desgracia seguía faltando una pieza más; el arma. Una capaz de resistir el poder mágico que la esquirla liberaría. El tipo de objeto que no podías encontrar precisamente en la primera armería que encontraras. Una pieza que no obtendría hasta tiempo después de manos de la gran encantadora Fireheart, como recompensa por sus servicios en la corte de Dundarak. El día al fin había llegado.
-Es precioso ¿verdad?- Le diría a Vincent tras colocarlo sobre el mostrador de su taller y retirar las telas en las que lo llevaba envuelto. Ni siquiera lo había usado aún, como si tuviera miedo de que se ensuciase. -Lucy dijo que perteneció a un clan élfico, y mira el dragón. Creo que perteneció a uno de mis antepasados. Me muero de ganas de enseñárselo a mi madre. Quizá incluso lo reconozca.- Añadió claramente emocionada, colocando la esquirla también sobre el mostrador y desenvolviéndola como hiciera con el arma. -Y aquí está. ¿Necesitas que te ayude con algo?- Preguntó, aunque si ya no era ninguna experta en arcanos, menos aún en infusiones de poder a rmas mediante llamas negras.
-También te he traído la armadura. Creo que merece la pena sustituir sus arcanos por esa nueva fórmula de la que me hablaste. Corren tiempos oscuros y toda la ayuda es poca.- Dijo colocando sobre el mostrador la armadura de veneno de Onglith. Nadie la conocía mejor que Vincent, pues él la había fabricado siguiendo un antiguo esquema. Níniel la mantenía en perfectas condiciones y siempre limpia con esmero.
No había sido inmediato llegar a saber cómo podría aprovechar sus poderes. Que debía ser infundida en un arma era cuestión de lógica, pues de un arma la había obtenido. Averiguar que el único modo de conseguirlo era mediante el uso de las llamas negras de Vincent fue ya harina de otro costal, y para cuando lo supo, por desgracia seguía faltando una pieza más; el arma. Una capaz de resistir el poder mágico que la esquirla liberaría. El tipo de objeto que no podías encontrar precisamente en la primera armería que encontraras. Una pieza que no obtendría hasta tiempo después de manos de la gran encantadora Fireheart, como recompensa por sus servicios en la corte de Dundarak. El día al fin había llegado.
-Es precioso ¿verdad?- Le diría a Vincent tras colocarlo sobre el mostrador de su taller y retirar las telas en las que lo llevaba envuelto. Ni siquiera lo había usado aún, como si tuviera miedo de que se ensuciase. -Lucy dijo que perteneció a un clan élfico, y mira el dragón. Creo que perteneció a uno de mis antepasados. Me muero de ganas de enseñárselo a mi madre. Quizá incluso lo reconozca.- Añadió claramente emocionada, colocando la esquirla también sobre el mostrador y desenvolviéndola como hiciera con el arma. -Y aquí está. ¿Necesitas que te ayude con algo?- Preguntó, aunque si ya no era ninguna experta en arcanos, menos aún en infusiones de poder a rmas mediante llamas negras.
-También te he traído la armadura. Creo que merece la pena sustituir sus arcanos por esa nueva fórmula de la que me hablaste. Corren tiempos oscuros y toda la ayuda es poca.- Dijo colocando sobre el mostrador la armadura de veneno de Onglith. Nadie la conocía mejor que Vincent, pues él la había fabricado siguiendo un antiguo esquema. Níniel la mantenía en perfectas condiciones y siempre limpia con esmero.
El bastón:
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: La espada Arcana {Arcanos/Herrería}
- ¡En más de cuarenta años nadie me había dado un trato tan deplorable! ¡Jamás volveré a un establecimiento tan horrible, y tenga por seguro que les contaré a todos mis amigos y familiares que jamás hagan negocios con tamaño insolente! -, gritó con lacerante odio, acusando al joven que tenía delante y señalándolo con un dedo al mismo tiempo que le gritaba.
- Pero señora…
- ¡Ni señora, ni señor, ni pepinos! ¡Nunca volveré a este sitio, y ningún conocido mío lo hará jamás! -, siguió gritando, pero retomando su camino hacia la salida y dándole la espalda al joven al que hablaba.
La furibunda anciana sostenía una mesa pequeña entre sus brazos, que con toda probabilidad usaba de mesita junto al cabecero de la cama, y sobre el mueble se podía apreciar una pata rota, que a simple vista encajaba a la perfección en el lugar donde a la mesita le faltaba dicha pata.
- ¡Me pondré en contacto con los responsables del gremio de mercaderes, me aseguraré de que sepan que uno de sus comerciantes trata de esta innoble forma a sus clientes! ¡Créame que me aseguraré de que sepan la infamia que usted carga sobre este gremio al que representa! -, dijo desde el umbral de la puerta de la entrada, justo después de haber dejado su mueble roto, y la pata que le faltaba sobre el suelo de la calle. - ¡Que tenga buen día!
El portazo no se hizo esperar.
- Mmm-, fue lo único capaz de mascullar, aún mirando la puerta por la que había salido la anciana. Un suspiro acompañó a posteriori el murmullo del brujo. - Ya recuerdo por qué suelo dejar que Sandal se ocupe del mostrador. Será mejor que él siempre se encargue de recibir a los clientes. Debo apuntarlo por alguna parte antes de que se me olvide.
- ¿Qué ha sido todo ese escándalo?
Fue la pregunta que tomó por sorpresa al brujo y le hizo dar un leve respingo.
- Ah, nada grave. Una anciana con mala leche que buscaba un carpintero. Supongo que no ve muy bien y ha pensado que nuestro cártel reza la espada de madera, o la madera arcana, o vete a saber-, dijo, encogiéndose de hombros.
Sandal lo miró como quien observa a un mono tamborilero por primera vez, pero más allá de tal mirada no comentó nada, y volvió a internarse hacia interior del taller.
El sonido del picaporte de la puerta de entrada resonó, y el rubio posó sus ojos sobre la madera.
- Allá vamos otra vez-, musitó para animarse, con una interior plegaria por tener un cliente mucho menos agresivo en esta ocasión. Y por qué no decirlo, menos ciego.
En cualquier caso, su rostro pasó de la preocupación a la felicidad en cuanto pudo contempló el rostro de la figura que entraba a su negocio.
- Níniel, ¡qué placer verte! -, saludó con júbilo.
Siempre le alegraba ver a su querida elfa, pero después de la anciana demonio agradecía poder conversar con una persona más agradable.
- Oh, es fantástico-, comentó aún más alegre por las buenas nuevas. - Seguro que perteneció a los Thenidiel-, respondió asintiendo.
No tenía constancia de otros clanes que tuvieran tanta afinidad a los dragones como los Thenidiel, y aunque no conocía a todos los clanes élficos, era improbable que hubiera muchos con tan particular distinción por los dragones.
- Sí, claro, ayúdame a llevar las cosas dentro. Pon la armadura en la mesa donde trabajo los arcanos-. Ella había estado tantas veces allí, que sabía perfectamente la mesa que le mencionaba. - Yo veré que puedo hacer con esta maravilla que me has traído-, dijo, guardando la esquila en un bolsillo, y encaminándose hacia el interior del taller.
Allí estaba Sandal trabajando unas espadas por encargo, pero no pudo evitar echar una ojeada a los recién llegados, con particular fijación en el bastón que portaba el brujo.
- ¿Te gusta?, Sandal-, comentó animando, aproximándose a él. - Es mi nuevo… Na, es broma mi pequeño amigo. Es el nuevo bastón de Níniel, a que es genial.
- Es precioso. Una maravilla de la creación-, dijo, apreciando el metal con el tacto de su mano. - Algún día seremos capaces de crear maravillas como esta. Ya lo verás-, respondió animado, con renovadas convicciones en sí mismo.
- Ya lo creo, pero saluda a Níniel, desgraciado-, contestó en tono bromista, pero centrándose en su quehacer.
- Ah perdón Níniel, que tal te encuentras. Me temo que tu hermoso bastón me ha distraído y dejado sin palabras-, comentó con la voz manchada con cierta vergüenza. - Veo que tus dioses siguen velando por ti.
Vincent limpió con un paño el yunque y lo dejó caer a un lado al tiempo que colocaba sobre este el bastón. Dadas las circunstancias, parecía el mejor lugar donde colocarle la esquirla a la nueva arma de Níniel, por lo que el trabajo de Sandal tendría que pausarse por un momento.
- ¿Qué haces? Debo moldear ese acero-, dijo preocupado, ya que era un herrero muy dedicado y profesional.
-Tranquilo, sólo me llevará un momento. ¿Me ayudas y sostienes el bastón? - preguntó, a lo que el enano accedió y sostuvo el cetro sin cuestionarlo más.
El brujo, aprovechando la libertad de movimientos que le suponía no tener que agarrar el bastón, tomó de su bolsillo la esquirla y la miró fijamente durante unos instantes.
- ¿Eso qué es? ¿Se puede engarzar? - preguntó Sandal, movido por la siempre tentadora curiosidad.
- Algo así, pronto lo verás-, respondió sonriente, dejando de mirar la esquirla para posar la mirada sobre su socio. - Descubrí por accidente que una esquirla parecida a esta se podía trabajar con el fuego especial que tengo desde el internado. Todo apunta a que esta debería responder al fuego negro de la misma manera.
Y nada más decirlo, tomó un poco de fuego de la fragua que según iba levitando sobre su mano iba cambiando del color normal rojizo con trazas amarillentas, al negro de distintos sombreados con trazas grisáceas.
Sobre su mano hizo que aumentara de tamaño, de poder, de calor, y con telequinesis hizo que la esquirla saliera de su mano izquierda para posarse sobre el fuego que levitaba sobre su diestra. Piedra y llamas se hicieron uno encima de su palma, y la esquirla pronto comenzó a debilitarse del modo en el que debería.
No se había equivocado. Esta piedra reaccionaba al fuego negro del mismo modo que la otra que tenía en su poder.
Pronto la esquirla dejó de ser sólida, la costra blanca desapareció, y su interior quedó al descubierto, una masa colorida y que a simple vista se notaba que podía ser moldeada a gusto, pero que no llegaba a ser líquida. Por ello no perdió el tiempo y con el poder de su mente hizo que dicha masa se separase en dos partes iguales, luego hizo levitar una de las partes hasta el lugar donde se podía engarzar una joya, y la otra la llevó a la segunda ranura.
En ese punto tocaba finiquitar el trabajo, y usando la parte plana de un gran cincel aplastó la masa contra las dos ranuras para joyas, para que quedara bien pegada contra el metal, y luego con otro más pequeño fue modelando la masa.
- Oye podrías dedicarte a la joyería.
- Sí, si pudiera derretir las joyas y manipularlas de esta forma seguro que sí-, contestó en broma, antes de reír.
No, ni de lejos tenía la categoría para ser un maestro joyero, pero este trabajo, una vez destruida la coraza de la esquirla, y derretido su interior con el fuego negro hasta esa punto semisólido, era un juego de niños. Sólo había que ser el “afortunado” que tuviera en su poder un fuego oscuro como el suyo, si es que podía se podía considerar afortunada una persona que perdía el control de su personalidad de forma aleatoria e inconstante.
Lo importante es que con un rato de dedicación, consiguió que las dos masas obtuvieran las formas que deseaba, por lo que solo tenía que enfriar las “joyas” creadas. Suponía que como cualquier acero que hubiera trabajado en el pasado, y por ese motivo hacía decido trabajar sobre el yunque que en cualquier otra mesa. Con dudas pero con decisión, introdujo la cabeza del bastón en el cubo de agua que tenía preparado Sandal para las hojas de espada que iba a templar después de trabajar sus aceros en la fragua y el yunque.
El vapor salió del cubo en cuanto introdujo la parte superior del cetro, y lo tomó como una buena señal. Y cuando lo sacó, pudo comprobar que sí había sido una decisión correcta.
El brujo alargó una mano y un paño voló de una mesa cercana hasta su mano, y con mimo y cariño, como si fuera un recién nacido, comenzó a secar el bastón de Níniel.
- Es impresionante. Parecen joyas de verdad. Cualquiera hubiera dicho que las hizo un joyero con su cincel, y no como tú las has creadp, claro está-, bromeó el enano.
- Sí, así es. Nadie diría que eran una masa pastosa hace unos instantes-, corroboró las palabras de su socio, mirando con asombro las joyas.
Porque ahora sí podía decirse que eran joyas de verdad, y no de forma figurada cuando eran una masa sin dureza. Ahora eran unas hermosas joyas aguamarina sobre las cuencas del dragón. Dos preciosos ojos, duros y centelleantes.
- No ha quedado nada mal-, se mostró satisfecho, entregándole el bastón a su dulce elfa. - Sobre todo porque las hice yo y de joyería no tengo ni idea-, comentó con algo de nerviosismo.
Menos mal que había salido bien. Al menos esperaba que le gustaran a Níniel
- Confío en que te gusten. Como el color interior de la esquirla era aguamaria pensé que te gustaría que fueran los ojos del dragón. Unos iguales a los tuyos-, sonrió a la dama. - Terminaré tu encargo, mejoraré su encantamiento.
Sus palabras pronto se convirtieron en acción, y mientras Sandal se ponía a continuar el trabajo de las espadas por encargo, él se puso con el encargo de la sacerdotisa.
El rubio se sentó a la mesa donde trabajaba con arcanos, donde la armadura de Níniel ya lo esperaba. Del muestrario sacó una tinta muy particular, una de color violáceo que contenía una cantidad espectacular de éter en su interior. Esas tintas eran el mayor tesoro de un arcanista, aunque la tinta no era lo único importante cuando se obraba un encantamiento.
Su mano se movía con agilidad con el pincel en ella, la tinta impregnada en los pelos de del pincel pintaba con su característico color la armadura. Justo sobre la antigua marca que ahora repasaba, siguiendo los mismos pasos que tantas veces hubiera realizado en su vida para practicar y aprender, siguiendo los mismos pasos que hiciera la primera vez que encantara esa armadura.
Y aquí llegábamos a la parte más importante de un arcanista. La velocidad sin error.
Cada día era más veloz sin fracasar en el dibujo de los glifos, y eso hacía que sus encantamientos fueran más fuertes, pues antes se terminara el dibujo de la runa, más poder tendría.
Encantar era una cuestión de dedicación. De destreza. De habilidad y paciencia. Pues para llegar a mejorar en este arte, sí arte, porque esto no era un oficio, era arte, se debía practicar mucho. Equivocarse mucho, terminar los glifos con parsimonia y lentitud hasta ir ganando velocidad por medio de la confianza y mayor destreza. Grabar la lengua de los dragones y esos glifos en tu mente, a fuego, para no dudar.
Así se conseguía aumentar el poder de un encantamiento, y en cuanto firmó bajo el dibujo del grifo, con la lengua del dragón, estuvo terminado. O casi.
Chasqueó el pedernal y acero que tenía sobre la mesa, y con la chispa creó un fuego que acercó a la tinta para secarla. La magia dentro de la tinta brilló en cuanto se secó, y en ese preciso momento sonrió sin dejar de mirar la marca.
¿Por qué?
Pues porque sabía que Níniel sería más poderosa en cuanto se enfundara esa coraza. Con ese glifo en el cuello trasero de su coraza, el éter fluiría mejor en sus venas y sería más fácil captarlo. Su sacerdotisa sería más fuerte con ella puesta, y sus enemigos la temerían. Si es que podían temerla aún más de lo que ya deberían temerla.
Ese era un buen motivo para sentirse satisfecho y sonreír por ello.
Uso la piedra de Níniel para encantar su bastón con el poder que le otorgara Wyn en este tema:
Los desterrados
Y también mejoro el encantamiento de su coraza, pasándolo de una infusión de inteligencia a una cascada. (De aprendiz a avanzado, básicamente). A Níniel por ser pareja de mi brujo le cobro sólo los materiales.
Arcanos Nivel Avanzado
Una Cascada de Inteligencia / 12 materiales / 120 aeros
- Pero señora…
- ¡Ni señora, ni señor, ni pepinos! ¡Nunca volveré a este sitio, y ningún conocido mío lo hará jamás! -, siguió gritando, pero retomando su camino hacia la salida y dándole la espalda al joven al que hablaba.
La furibunda anciana sostenía una mesa pequeña entre sus brazos, que con toda probabilidad usaba de mesita junto al cabecero de la cama, y sobre el mueble se podía apreciar una pata rota, que a simple vista encajaba a la perfección en el lugar donde a la mesita le faltaba dicha pata.
- ¡Me pondré en contacto con los responsables del gremio de mercaderes, me aseguraré de que sepan que uno de sus comerciantes trata de esta innoble forma a sus clientes! ¡Créame que me aseguraré de que sepan la infamia que usted carga sobre este gremio al que representa! -, dijo desde el umbral de la puerta de la entrada, justo después de haber dejado su mueble roto, y la pata que le faltaba sobre el suelo de la calle. - ¡Que tenga buen día!
El portazo no se hizo esperar.
- Mmm-, fue lo único capaz de mascullar, aún mirando la puerta por la que había salido la anciana. Un suspiro acompañó a posteriori el murmullo del brujo. - Ya recuerdo por qué suelo dejar que Sandal se ocupe del mostrador. Será mejor que él siempre se encargue de recibir a los clientes. Debo apuntarlo por alguna parte antes de que se me olvide.
- ¿Qué ha sido todo ese escándalo?
Fue la pregunta que tomó por sorpresa al brujo y le hizo dar un leve respingo.
- Ah, nada grave. Una anciana con mala leche que buscaba un carpintero. Supongo que no ve muy bien y ha pensado que nuestro cártel reza la espada de madera, o la madera arcana, o vete a saber-, dijo, encogiéndose de hombros.
Sandal lo miró como quien observa a un mono tamborilero por primera vez, pero más allá de tal mirada no comentó nada, y volvió a internarse hacia interior del taller.
El sonido del picaporte de la puerta de entrada resonó, y el rubio posó sus ojos sobre la madera.
- Allá vamos otra vez-, musitó para animarse, con una interior plegaria por tener un cliente mucho menos agresivo en esta ocasión. Y por qué no decirlo, menos ciego.
En cualquier caso, su rostro pasó de la preocupación a la felicidad en cuanto pudo contempló el rostro de la figura que entraba a su negocio.
- Níniel, ¡qué placer verte! -, saludó con júbilo.
Siempre le alegraba ver a su querida elfa, pero después de la anciana demonio agradecía poder conversar con una persona más agradable.
- Oh, es fantástico-, comentó aún más alegre por las buenas nuevas. - Seguro que perteneció a los Thenidiel-, respondió asintiendo.
No tenía constancia de otros clanes que tuvieran tanta afinidad a los dragones como los Thenidiel, y aunque no conocía a todos los clanes élficos, era improbable que hubiera muchos con tan particular distinción por los dragones.
- Sí, claro, ayúdame a llevar las cosas dentro. Pon la armadura en la mesa donde trabajo los arcanos-. Ella había estado tantas veces allí, que sabía perfectamente la mesa que le mencionaba. - Yo veré que puedo hacer con esta maravilla que me has traído-, dijo, guardando la esquila en un bolsillo, y encaminándose hacia el interior del taller.
Allí estaba Sandal trabajando unas espadas por encargo, pero no pudo evitar echar una ojeada a los recién llegados, con particular fijación en el bastón que portaba el brujo.
- ¿Te gusta?, Sandal-, comentó animando, aproximándose a él. - Es mi nuevo… Na, es broma mi pequeño amigo. Es el nuevo bastón de Níniel, a que es genial.
- Es precioso. Una maravilla de la creación-, dijo, apreciando el metal con el tacto de su mano. - Algún día seremos capaces de crear maravillas como esta. Ya lo verás-, respondió animado, con renovadas convicciones en sí mismo.
- Ya lo creo, pero saluda a Níniel, desgraciado-, contestó en tono bromista, pero centrándose en su quehacer.
- Ah perdón Níniel, que tal te encuentras. Me temo que tu hermoso bastón me ha distraído y dejado sin palabras-, comentó con la voz manchada con cierta vergüenza. - Veo que tus dioses siguen velando por ti.
Vincent limpió con un paño el yunque y lo dejó caer a un lado al tiempo que colocaba sobre este el bastón. Dadas las circunstancias, parecía el mejor lugar donde colocarle la esquirla a la nueva arma de Níniel, por lo que el trabajo de Sandal tendría que pausarse por un momento.
- ¿Qué haces? Debo moldear ese acero-, dijo preocupado, ya que era un herrero muy dedicado y profesional.
-Tranquilo, sólo me llevará un momento. ¿Me ayudas y sostienes el bastón? - preguntó, a lo que el enano accedió y sostuvo el cetro sin cuestionarlo más.
El brujo, aprovechando la libertad de movimientos que le suponía no tener que agarrar el bastón, tomó de su bolsillo la esquirla y la miró fijamente durante unos instantes.
- ¿Eso qué es? ¿Se puede engarzar? - preguntó Sandal, movido por la siempre tentadora curiosidad.
- Algo así, pronto lo verás-, respondió sonriente, dejando de mirar la esquirla para posar la mirada sobre su socio. - Descubrí por accidente que una esquirla parecida a esta se podía trabajar con el fuego especial que tengo desde el internado. Todo apunta a que esta debería responder al fuego negro de la misma manera.
Y nada más decirlo, tomó un poco de fuego de la fragua que según iba levitando sobre su mano iba cambiando del color normal rojizo con trazas amarillentas, al negro de distintos sombreados con trazas grisáceas.
Sobre su mano hizo que aumentara de tamaño, de poder, de calor, y con telequinesis hizo que la esquirla saliera de su mano izquierda para posarse sobre el fuego que levitaba sobre su diestra. Piedra y llamas se hicieron uno encima de su palma, y la esquirla pronto comenzó a debilitarse del modo en el que debería.
No se había equivocado. Esta piedra reaccionaba al fuego negro del mismo modo que la otra que tenía en su poder.
Pronto la esquirla dejó de ser sólida, la costra blanca desapareció, y su interior quedó al descubierto, una masa colorida y que a simple vista se notaba que podía ser moldeada a gusto, pero que no llegaba a ser líquida. Por ello no perdió el tiempo y con el poder de su mente hizo que dicha masa se separase en dos partes iguales, luego hizo levitar una de las partes hasta el lugar donde se podía engarzar una joya, y la otra la llevó a la segunda ranura.
En ese punto tocaba finiquitar el trabajo, y usando la parte plana de un gran cincel aplastó la masa contra las dos ranuras para joyas, para que quedara bien pegada contra el metal, y luego con otro más pequeño fue modelando la masa.
- Oye podrías dedicarte a la joyería.
- Sí, si pudiera derretir las joyas y manipularlas de esta forma seguro que sí-, contestó en broma, antes de reír.
No, ni de lejos tenía la categoría para ser un maestro joyero, pero este trabajo, una vez destruida la coraza de la esquirla, y derretido su interior con el fuego negro hasta esa punto semisólido, era un juego de niños. Sólo había que ser el “afortunado” que tuviera en su poder un fuego oscuro como el suyo, si es que podía se podía considerar afortunada una persona que perdía el control de su personalidad de forma aleatoria e inconstante.
Lo importante es que con un rato de dedicación, consiguió que las dos masas obtuvieran las formas que deseaba, por lo que solo tenía que enfriar las “joyas” creadas. Suponía que como cualquier acero que hubiera trabajado en el pasado, y por ese motivo hacía decido trabajar sobre el yunque que en cualquier otra mesa. Con dudas pero con decisión, introdujo la cabeza del bastón en el cubo de agua que tenía preparado Sandal para las hojas de espada que iba a templar después de trabajar sus aceros en la fragua y el yunque.
El vapor salió del cubo en cuanto introdujo la parte superior del cetro, y lo tomó como una buena señal. Y cuando lo sacó, pudo comprobar que sí había sido una decisión correcta.
El brujo alargó una mano y un paño voló de una mesa cercana hasta su mano, y con mimo y cariño, como si fuera un recién nacido, comenzó a secar el bastón de Níniel.
- Es impresionante. Parecen joyas de verdad. Cualquiera hubiera dicho que las hizo un joyero con su cincel, y no como tú las has creadp, claro está-, bromeó el enano.
- Sí, así es. Nadie diría que eran una masa pastosa hace unos instantes-, corroboró las palabras de su socio, mirando con asombro las joyas.
Porque ahora sí podía decirse que eran joyas de verdad, y no de forma figurada cuando eran una masa sin dureza. Ahora eran unas hermosas joyas aguamarina sobre las cuencas del dragón. Dos preciosos ojos, duros y centelleantes.
- No ha quedado nada mal-, se mostró satisfecho, entregándole el bastón a su dulce elfa. - Sobre todo porque las hice yo y de joyería no tengo ni idea-, comentó con algo de nerviosismo.
Menos mal que había salido bien. Al menos esperaba que le gustaran a Níniel
- Confío en que te gusten. Como el color interior de la esquirla era aguamaria pensé que te gustaría que fueran los ojos del dragón. Unos iguales a los tuyos-, sonrió a la dama. - Terminaré tu encargo, mejoraré su encantamiento.
Sus palabras pronto se convirtieron en acción, y mientras Sandal se ponía a continuar el trabajo de las espadas por encargo, él se puso con el encargo de la sacerdotisa.
El rubio se sentó a la mesa donde trabajaba con arcanos, donde la armadura de Níniel ya lo esperaba. Del muestrario sacó una tinta muy particular, una de color violáceo que contenía una cantidad espectacular de éter en su interior. Esas tintas eran el mayor tesoro de un arcanista, aunque la tinta no era lo único importante cuando se obraba un encantamiento.
Su mano se movía con agilidad con el pincel en ella, la tinta impregnada en los pelos de del pincel pintaba con su característico color la armadura. Justo sobre la antigua marca que ahora repasaba, siguiendo los mismos pasos que tantas veces hubiera realizado en su vida para practicar y aprender, siguiendo los mismos pasos que hiciera la primera vez que encantara esa armadura.
Y aquí llegábamos a la parte más importante de un arcanista. La velocidad sin error.
Cada día era más veloz sin fracasar en el dibujo de los glifos, y eso hacía que sus encantamientos fueran más fuertes, pues antes se terminara el dibujo de la runa, más poder tendría.
Encantar era una cuestión de dedicación. De destreza. De habilidad y paciencia. Pues para llegar a mejorar en este arte, sí arte, porque esto no era un oficio, era arte, se debía practicar mucho. Equivocarse mucho, terminar los glifos con parsimonia y lentitud hasta ir ganando velocidad por medio de la confianza y mayor destreza. Grabar la lengua de los dragones y esos glifos en tu mente, a fuego, para no dudar.
Así se conseguía aumentar el poder de un encantamiento, y en cuanto firmó bajo el dibujo del grifo, con la lengua del dragón, estuvo terminado. O casi.
Chasqueó el pedernal y acero que tenía sobre la mesa, y con la chispa creó un fuego que acercó a la tinta para secarla. La magia dentro de la tinta brilló en cuanto se secó, y en ese preciso momento sonrió sin dejar de mirar la marca.
¿Por qué?
Pues porque sabía que Níniel sería más poderosa en cuanto se enfundara esa coraza. Con ese glifo en el cuello trasero de su coraza, el éter fluiría mejor en sus venas y sería más fácil captarlo. Su sacerdotisa sería más fuerte con ella puesta, y sus enemigos la temerían. Si es que podían temerla aún más de lo que ya deberían temerla.
Ese era un buen motivo para sentirse satisfecho y sonreír por ello.
Offrol
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Uso la piedra de Níniel para encantar su bastón con el poder que le otorgara Wyn en este tema:
Los desterrados
Y también mejoro el encantamiento de su coraza, pasándolo de una infusión de inteligencia a una cascada. (De aprendiz a avanzado, básicamente). A Níniel por ser pareja de mi brujo le cobro sólo los materiales.
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