A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
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A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
Se quedó mirando pensativo el mueble que tenía frente a él. - ¿De verdad es esto necesario? – Preguntó - ¿No puede hacerlo otra persona? – Inquirió a continuación, el guarda con el que estaba desalojando la habitación se encogió de hombros – A mí no me preguntes Tale – Afirmó el musculoso hombre tomando una de las pocas cajas que quedaban en la habitación – Nos han dicho que vaciemos la casa, y eso es lo que vamos a hacer, si tienes quejar, ve a ver a Tyron, él es el que quería encontrar utilidad a todos estos chismes. – En cuanto terminó de hablar desapareció a través de la pequeña puerta de madera que había al fondo del dormitorio.
Gruñendo por lo bajo analizó los objetos que quedaban en el lugar, una pequeña cómoda bastante deteriorada, un armario de madera a punto de convertirse en serrín y el espejo ornamentado que tenía a pocos centímetros de él; alto, majestuoso, ligeramente polvoriento y cubierto por un suave paño traslucido parecía ser lo único que el tiempo no se había encargado de destrozar. – No me vendría mal uno así para la herrería – Afirmó apartando el manto que lo cubría. – Le daría clase… mis clientes pensarían que están en un lugar para ricos – Dejó escapar una risotada agotada cuando termino la frase ¿Otra vez hablando solo? Aquello no había tenido ni gracia. Se atusó la barba, la cómoda parecía el utensilio más pesado así que, haciendo acopio de sus fuerzas, se lo cargó a la espalda y comenzó a caminar en dirección a la salida.
No tenía los datos exactos de por qué estaban sacando, uno a uno, todos los muebles de aquel viejo edificio cercano a las murallas, pero según sospechaba la guardia planeaba hacer allí la base de otra atalaya defensiva, y la casa que estaban vaciando era, básicamente, lo único que se interponía frente la vieja estructura.
Dejando el mueble en la calzada, junto a los demás guardas que Tyron había puesto a desalojar el edificio, Eltrant se estiró los brazos y bostezó - ¿Ya está todo? – Preguntó el oficial al mando de aquella operación, nadie importante, un soldado al que le habían señalado y habían dicho “Tú”.
Todos los presentes se miraron los unos a los otros, sin saber que decir, no estaban seguros de que no quedase nada en su interior, pero tampoco nadie parecía querer volver a entrar en la mugrienta vivienda.
Suspirando lo suficientemente fuerte para que todos se percataran de que era él, Eltrant se encaminó a la entrada del vetusto hogar – Ya voy yo… - Dijo recolocándose el peto de la armadura – No hace falta que os herniéis de tanto trabajar. – Tenía tan pocas ganas de entrar de nuevo a aquel cuchitril con forma de casa como los demás, pero cuanto antes se hubiese asegurado de que no quedaba nada, antes acabaría su jornada y se iría a la herrería, al menos allí podía decir que el trabajo que hacía se lo pagaban al instante – Quizás haga un par de cuchillos… - El suelo de madera crujió con cada paso que daba, levantando, a la vez, sendas nubes de polvo que no hacían sino mostrar al castaño que él y sus compañeros eran los primeros que pisaban aquel lugar en mucho tiempo.
Revisando todas y cada una de las habitaciones fue comprobando si quedaba algo. Los cuadros, las sillas y las mesas, no habían dejado nada, incluso habían desanclado del suelo una ostentosa bañera de lo que, según había podido vislumbrar mientras la cargaban hacia la calle, era de mármol. – Ya me gustaría a mí que mi casa fuese así de grande – Pasando el dedo índice por una de las tantas estanterías que había vacías, las que no podían mover al estar ancladas a la pared, atrapando una gran cantidad de polvo con este.
De igual forma siguió escrutando cada habitación de la vivienda, deteniéndose solo cuando pudo percatarse de que el espejo ornamentado todavía descansaba en la misma habitación en la que, probablemente, su dueño lo hubo dejado años atrás. – Así que tú aun sigues aquí – Llevándose ambas manos hasta el cinturón, contempló su reflejo. – Me hacen falta unas vacaciones, o algo. – Dijo llevándose las manos hasta la cara, concretamente a las bolsas que tenía bajo los ojos, y que denotaban noches durmiendo mal – A este ritmo voy a acabar pareciéndome a Sam.
Tras unos leves segundos perdidos ajustándose su uniforme, negó con la cabeza y depositó ambas manos en el objeto para a continuación, y como había hecho con la cómoda minutos atrás, proceder a cargarlo en dirección a la salida.
El espejo era ligero, no era un objeto difícil de transportar, quizás un poco alargado para girarlo con comodidad por las esquinas, pero nada que no pudiese lograr con un poco de paciencia, por eso se sorprendió cuando el metal del que estaba fabricado comenzó, gradualmente, a volverse más cálido.
Mascullando varios improperios al verse obligado a dejar el mueble en el suelo, en mitad del pasillo, debido al calor que este comenzaba a emanar se miró las manos, confuso. El metal del que estaba fabricado el mueble comenzó a brillar tenuemente - ¿Pero que es…? – Trató de volver a tocar el objeto, de apartarlo de su camino, pero este ya emanaba un calor aún más intenso aun del que lo hacía su fragua, tanto que se vio obligado a retroceder, incapaz de sortearlo para salir del edificio - ¡¿Por qué todo me tiene que pasar a…!? – Antes de que pudiese reaccionar, una luz brillante, cegadora, una luz que solo recordaba haber visto antes en contadas ocasiones, brotó del espejo como si de agua se tratase y le engulló.
***
Le dolía la cabeza, no demasiado, pero lo suficiente como para decirse a sí mismo que beber empezaba a convertirse en un mal hábito - ¿Dónde…? – Con los ojos cerrados se giró sobre sí mismo, colocándose boca arriba, tomó todo el aire que pudo contener dentro de sus pulmones y lo soltó al momento, el suelo estaba frio, áspero, podía distinguir que estaba hecho de madera ¿Seguía en la taberna? Aquel no era el suelo de su casa desde luego, mucho menos el del cuartel.
Pero ¿Había ido a alguna taberna para empezar? Abrió los ojos, una bella lámpara de araña de colores grisáceos se mecía levemente sobre su cabeza, frunció el ceño, las tabernas no tenían aquella clase, no a las que él iba, al menos.
Se incorporó y miró a su alrededor, sabía dónde estaba, era la misma casa, exactamente la misma, que el castaño y un grupo de soldados de Lunargenta habían estado vaciando, aquella, sin embargo era diferente, aunque podía ver desde dónde se encontraba que la disposición de las habitaciones y de los corredores del edificio seguían siendo similares a los de la casucha a medio derruir en la que se había internado en busca de los últimos muebles, aquella estaba ordenada, limpia, sin abandonar.
– El… espejo – Se dijo rememorando la luz intensa que se lo había tragado a la vez que se levantaba – Al menos sigo vivo – Se palpó los ropajes, la armadura, desenvainó la espada para comprobar que todo estaba bien, lo último que había notado, antes de perder el sentido, era un calor abrasador, le sorprendía seguir de una pieza.
Torciendo el gestó estiró los brazos, justo tras él estaba el utensilio que le había dejado fuera de combate, aunque ahora estaba roto en más de un centenar de pedazos que yacían repartidos por el suelo. – O se me han jodido los ojos con la luz, o el dueño de este sitio tiene un gusto horrible… – Mirase a donde mirase, todo era gris, las cortinas, los colores de los cuadros, la piel de la que estaba construida las butacas. – A no ser… - Frunció el ceño y miró hacia abajo, sus ropajes aun eran azules, algo iba mal.
A paso rápido bajo las escaleras, deseando, muy a su pesar, que fuesen sus ojos los que fallaban abrió la puerta que sabía que daba a la calle. Un radiante sol iluminaba la ciudad de Lunargenta aquel día, un sol cálido que bañaba a todo y a todos con su luz, un sol blanco. – Maldita sea. – Masculló Eltrant observando la calle que tenía ante él, transeúntes, animales, incluso el cielo, todo estaba decolorado, todo poseía suaves matices de grises, todo salvo él.
El sonido de algo al romperse, algo que solo podía ser cerámica o cristal, le sacó momentáneamente de sus oscuros pensamientos, entre los cuales se sucedían diferentes tipos de maldiciones a los dioses.
Respondiendo instintivamente al origen de aquel ruido llevando su mano hasta la empuñadura de su espada se encontró con una mujer joven tras él, arqueó una ceja y sonrió tímidamente a la muchacha que al parecer había dejado caer un plato al suelo de la impresión – Hola – Saludó sin saber muy bien que más decir, el aspecto de la chica no le inspiraba ninguna confianza, como todo lo demás allí era monocolor – Bonita casa, ¿Es tuya? No te lo vas a creer, pero me he despertado aquí sin más, lo que hay que ver… ¿verdad? – La chica no respondió, asintió y muy despacio retrocedió, tomando entonces un cuchillo de cocina entre sus temblorosas manos.
Eltrant miró a su alrededor, y forzó aún más su sonrisa, tratando de tranquilizar a la persona que tenía delante de él – Me gustan tus cortinas son muy eh… ¿Vistosas? - Añadió señalando los tapices, tan grises como el resto de los objetos de la vivienda, como la mujer que blandía el arma frente a él – Y también… ¿Esplendidas? – Un grito agudo, el grito que solo lanzaría una persona aterrada brotó de los labios de la desconocida, que cargó contra el castaño con el cuchillo en alto, este, apretando los dientes, salió de la habitación principal de la residencia a toda prisa, tropezando con las escaleras y cayendo de bruces contra el polvoriento suelo de la calle - ¡Lo siento! ¡No ha sido queriendo! ¡El espejo…! – Exclamó incorporándose, sin decir nada la joven que supuestamente vivía en aquel edificio cerró la puerta principal a su hogar casi en el mismo instante en el que Eltrant lo hubo abandonado.
El grito había atraído las miradas de varios ciudadanos, los cuales no reaccionaron de forma muy diferente a la mujer que acababa de conocer, algunos se llevaban las manos a la cabeza incrédulos, otros directamente señalaban al extraño ser que se mostraba frente a ellos a plena luz del día - ¡Llamad a la guardia! – Gritó uno de ellos - ¡Rápido! – Exclamó enseguida un segundo - ¡No le mires! – Vociferó una aterrada madre cubriendo los ojos de su hija.
Fue en el momento en el cual los gritos comenzaron a propagarse cuando esprintó calle abajo tratando de ignorar las voces de auxilio que dejaba atrás, apartando a todo transeúnte con el que se cruzaba sin dejarle tiempo a que comprendiese que acababa de ver. Respirando con dificultad, continuó de este modo hasta que pudo ocultarse en un callejón oscuro, alejado de todas las personas carentes de color de la ciudad.
Volvió a mirarse el uniforme, seguía siendo tan azul como de costumbre, al menos podía afirmar que no estaba loco. - ¿Dónde estoy? – Levantándose clavó los ojos en el único edificio destacable que podía ver desde dónde se encontraba, el castillo de Lunargenta se alzaba igual de majestuoso que de costumbre, aunque fuese en blanco y negro. - ¿Si me entregó a la guardia me ayudaran? – Suspiró, si la guardia de aquel lugar que se parecía a Lunargenta, pero que estaba seguro que no lo era, era remotamente similar al cuerpo militar al que pertenecía acabaría en un calabozo durante muchas noches, Tyron lo haría, al menos hasta que se demostrase que no era peligroso. – … Tengo que volver con el espejo.- Sentenció al cabo de unos minutos sopesando sus posibilidades.
Gruñendo por lo bajo analizó los objetos que quedaban en el lugar, una pequeña cómoda bastante deteriorada, un armario de madera a punto de convertirse en serrín y el espejo ornamentado que tenía a pocos centímetros de él; alto, majestuoso, ligeramente polvoriento y cubierto por un suave paño traslucido parecía ser lo único que el tiempo no se había encargado de destrozar. – No me vendría mal uno así para la herrería – Afirmó apartando el manto que lo cubría. – Le daría clase… mis clientes pensarían que están en un lugar para ricos – Dejó escapar una risotada agotada cuando termino la frase ¿Otra vez hablando solo? Aquello no había tenido ni gracia. Se atusó la barba, la cómoda parecía el utensilio más pesado así que, haciendo acopio de sus fuerzas, se lo cargó a la espalda y comenzó a caminar en dirección a la salida.
No tenía los datos exactos de por qué estaban sacando, uno a uno, todos los muebles de aquel viejo edificio cercano a las murallas, pero según sospechaba la guardia planeaba hacer allí la base de otra atalaya defensiva, y la casa que estaban vaciando era, básicamente, lo único que se interponía frente la vieja estructura.
Dejando el mueble en la calzada, junto a los demás guardas que Tyron había puesto a desalojar el edificio, Eltrant se estiró los brazos y bostezó - ¿Ya está todo? – Preguntó el oficial al mando de aquella operación, nadie importante, un soldado al que le habían señalado y habían dicho “Tú”.
Todos los presentes se miraron los unos a los otros, sin saber que decir, no estaban seguros de que no quedase nada en su interior, pero tampoco nadie parecía querer volver a entrar en la mugrienta vivienda.
Suspirando lo suficientemente fuerte para que todos se percataran de que era él, Eltrant se encaminó a la entrada del vetusto hogar – Ya voy yo… - Dijo recolocándose el peto de la armadura – No hace falta que os herniéis de tanto trabajar. – Tenía tan pocas ganas de entrar de nuevo a aquel cuchitril con forma de casa como los demás, pero cuanto antes se hubiese asegurado de que no quedaba nada, antes acabaría su jornada y se iría a la herrería, al menos allí podía decir que el trabajo que hacía se lo pagaban al instante – Quizás haga un par de cuchillos… - El suelo de madera crujió con cada paso que daba, levantando, a la vez, sendas nubes de polvo que no hacían sino mostrar al castaño que él y sus compañeros eran los primeros que pisaban aquel lugar en mucho tiempo.
Revisando todas y cada una de las habitaciones fue comprobando si quedaba algo. Los cuadros, las sillas y las mesas, no habían dejado nada, incluso habían desanclado del suelo una ostentosa bañera de lo que, según había podido vislumbrar mientras la cargaban hacia la calle, era de mármol. – Ya me gustaría a mí que mi casa fuese así de grande – Pasando el dedo índice por una de las tantas estanterías que había vacías, las que no podían mover al estar ancladas a la pared, atrapando una gran cantidad de polvo con este.
De igual forma siguió escrutando cada habitación de la vivienda, deteniéndose solo cuando pudo percatarse de que el espejo ornamentado todavía descansaba en la misma habitación en la que, probablemente, su dueño lo hubo dejado años atrás. – Así que tú aun sigues aquí – Llevándose ambas manos hasta el cinturón, contempló su reflejo. – Me hacen falta unas vacaciones, o algo. – Dijo llevándose las manos hasta la cara, concretamente a las bolsas que tenía bajo los ojos, y que denotaban noches durmiendo mal – A este ritmo voy a acabar pareciéndome a Sam.
Tras unos leves segundos perdidos ajustándose su uniforme, negó con la cabeza y depositó ambas manos en el objeto para a continuación, y como había hecho con la cómoda minutos atrás, proceder a cargarlo en dirección a la salida.
El espejo era ligero, no era un objeto difícil de transportar, quizás un poco alargado para girarlo con comodidad por las esquinas, pero nada que no pudiese lograr con un poco de paciencia, por eso se sorprendió cuando el metal del que estaba fabricado comenzó, gradualmente, a volverse más cálido.
Mascullando varios improperios al verse obligado a dejar el mueble en el suelo, en mitad del pasillo, debido al calor que este comenzaba a emanar se miró las manos, confuso. El metal del que estaba fabricado el mueble comenzó a brillar tenuemente - ¿Pero que es…? – Trató de volver a tocar el objeto, de apartarlo de su camino, pero este ya emanaba un calor aún más intenso aun del que lo hacía su fragua, tanto que se vio obligado a retroceder, incapaz de sortearlo para salir del edificio - ¡¿Por qué todo me tiene que pasar a…!? – Antes de que pudiese reaccionar, una luz brillante, cegadora, una luz que solo recordaba haber visto antes en contadas ocasiones, brotó del espejo como si de agua se tratase y le engulló.
***
Le dolía la cabeza, no demasiado, pero lo suficiente como para decirse a sí mismo que beber empezaba a convertirse en un mal hábito - ¿Dónde…? – Con los ojos cerrados se giró sobre sí mismo, colocándose boca arriba, tomó todo el aire que pudo contener dentro de sus pulmones y lo soltó al momento, el suelo estaba frio, áspero, podía distinguir que estaba hecho de madera ¿Seguía en la taberna? Aquel no era el suelo de su casa desde luego, mucho menos el del cuartel.
Pero ¿Había ido a alguna taberna para empezar? Abrió los ojos, una bella lámpara de araña de colores grisáceos se mecía levemente sobre su cabeza, frunció el ceño, las tabernas no tenían aquella clase, no a las que él iba, al menos.
Se incorporó y miró a su alrededor, sabía dónde estaba, era la misma casa, exactamente la misma, que el castaño y un grupo de soldados de Lunargenta habían estado vaciando, aquella, sin embargo era diferente, aunque podía ver desde dónde se encontraba que la disposición de las habitaciones y de los corredores del edificio seguían siendo similares a los de la casucha a medio derruir en la que se había internado en busca de los últimos muebles, aquella estaba ordenada, limpia, sin abandonar.
– El… espejo – Se dijo rememorando la luz intensa que se lo había tragado a la vez que se levantaba – Al menos sigo vivo – Se palpó los ropajes, la armadura, desenvainó la espada para comprobar que todo estaba bien, lo último que había notado, antes de perder el sentido, era un calor abrasador, le sorprendía seguir de una pieza.
Torciendo el gestó estiró los brazos, justo tras él estaba el utensilio que le había dejado fuera de combate, aunque ahora estaba roto en más de un centenar de pedazos que yacían repartidos por el suelo. – O se me han jodido los ojos con la luz, o el dueño de este sitio tiene un gusto horrible… – Mirase a donde mirase, todo era gris, las cortinas, los colores de los cuadros, la piel de la que estaba construida las butacas. – A no ser… - Frunció el ceño y miró hacia abajo, sus ropajes aun eran azules, algo iba mal.
A paso rápido bajo las escaleras, deseando, muy a su pesar, que fuesen sus ojos los que fallaban abrió la puerta que sabía que daba a la calle. Un radiante sol iluminaba la ciudad de Lunargenta aquel día, un sol cálido que bañaba a todo y a todos con su luz, un sol blanco. – Maldita sea. – Masculló Eltrant observando la calle que tenía ante él, transeúntes, animales, incluso el cielo, todo estaba decolorado, todo poseía suaves matices de grises, todo salvo él.
El sonido de algo al romperse, algo que solo podía ser cerámica o cristal, le sacó momentáneamente de sus oscuros pensamientos, entre los cuales se sucedían diferentes tipos de maldiciones a los dioses.
Respondiendo instintivamente al origen de aquel ruido llevando su mano hasta la empuñadura de su espada se encontró con una mujer joven tras él, arqueó una ceja y sonrió tímidamente a la muchacha que al parecer había dejado caer un plato al suelo de la impresión – Hola – Saludó sin saber muy bien que más decir, el aspecto de la chica no le inspiraba ninguna confianza, como todo lo demás allí era monocolor – Bonita casa, ¿Es tuya? No te lo vas a creer, pero me he despertado aquí sin más, lo que hay que ver… ¿verdad? – La chica no respondió, asintió y muy despacio retrocedió, tomando entonces un cuchillo de cocina entre sus temblorosas manos.
Eltrant miró a su alrededor, y forzó aún más su sonrisa, tratando de tranquilizar a la persona que tenía delante de él – Me gustan tus cortinas son muy eh… ¿Vistosas? - Añadió señalando los tapices, tan grises como el resto de los objetos de la vivienda, como la mujer que blandía el arma frente a él – Y también… ¿Esplendidas? – Un grito agudo, el grito que solo lanzaría una persona aterrada brotó de los labios de la desconocida, que cargó contra el castaño con el cuchillo en alto, este, apretando los dientes, salió de la habitación principal de la residencia a toda prisa, tropezando con las escaleras y cayendo de bruces contra el polvoriento suelo de la calle - ¡Lo siento! ¡No ha sido queriendo! ¡El espejo…! – Exclamó incorporándose, sin decir nada la joven que supuestamente vivía en aquel edificio cerró la puerta principal a su hogar casi en el mismo instante en el que Eltrant lo hubo abandonado.
El grito había atraído las miradas de varios ciudadanos, los cuales no reaccionaron de forma muy diferente a la mujer que acababa de conocer, algunos se llevaban las manos a la cabeza incrédulos, otros directamente señalaban al extraño ser que se mostraba frente a ellos a plena luz del día - ¡Llamad a la guardia! – Gritó uno de ellos - ¡Rápido! – Exclamó enseguida un segundo - ¡No le mires! – Vociferó una aterrada madre cubriendo los ojos de su hija.
Fue en el momento en el cual los gritos comenzaron a propagarse cuando esprintó calle abajo tratando de ignorar las voces de auxilio que dejaba atrás, apartando a todo transeúnte con el que se cruzaba sin dejarle tiempo a que comprendiese que acababa de ver. Respirando con dificultad, continuó de este modo hasta que pudo ocultarse en un callejón oscuro, alejado de todas las personas carentes de color de la ciudad.
Volvió a mirarse el uniforme, seguía siendo tan azul como de costumbre, al menos podía afirmar que no estaba loco. - ¿Dónde estoy? – Levantándose clavó los ojos en el único edificio destacable que podía ver desde dónde se encontraba, el castillo de Lunargenta se alzaba igual de majestuoso que de costumbre, aunque fuese en blanco y negro. - ¿Si me entregó a la guardia me ayudaran? – Suspiró, si la guardia de aquel lugar que se parecía a Lunargenta, pero que estaba seguro que no lo era, era remotamente similar al cuerpo militar al que pertenecía acabaría en un calabozo durante muchas noches, Tyron lo haría, al menos hasta que se demostrase que no era peligroso. – … Tengo que volver con el espejo.- Sentenció al cabo de unos minutos sopesando sus posibilidades.
Última edición por Eltrant Tale el Mar Jun 06 2017, 01:00, editado 3 veces
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
La noche había sido larga, una tormenta había azotado la ciudad mientras las gentes dormían, la calma de la lluvia repiqueteando en los cristales y las gotas en la calzada, mojando la tierra, habían dejado un delicioso aroma fresco al salir el sol, el amanecer había despejado el cielo y el día parecía lleno de color y vida. Alanna se levantó de la cama desperezándose, y revolviendo su pelo corto con un suspiro.
Hacía frío en la casa, la chimenea se había apagado durante la noche y los tirantes ya no eran, ni mucho menos, suficiente para mantener el calor. Temblando, abrazándose, se apresuró a coger ropa del armario y vestirse. Ese día quería salir de la ciudad, le apetecía pasear por las aldeas y ver la tranquilidad de las gentes de los alrededores. Tan calmadas que incluso dejaban las puertas abiertas, confiadas en que nadie les haría daño, tan diferente a la ciudad...
No le gustaba cerrar puertas, para ella, una puerta cerrada significaba vacío, como cuando cerró la puerta de su hogar siendo niña, las puertas cerradas eran soledad, era el beso que no se había dado, la persona a la que matas al ignorarla, cerrar puertas no era bueno, porque no siempre cuando se cerraba una puerta se abría una ventana. Pero al final, una puerta cerrada era una puerta cerrada, una oportunidad perdida.
Salió a la calle envuelta en su capa, oliendo la lluvia y las calles limpias, al menos, ahí, seguramente las zonas más pobres debían haberse quedado encharcadas, pero el sol comenzaba a secar las calles. Pasó por la herrería de Eltrant, que tenía la puerta cerrada, tal vez le habían mandado a algún lado, hacía días que no lo veía y el viaje en barco sería pronto, no tenían plan alguno todavía. Debían reunirse pronto para tener claro un plan de actuación, acababan de pasar por un asalto, no podían bajar la guardia, estaba en un momento en el que la tensión le hacía latir las sienes y parecía que todos se habían olvidado de lo que les esperaba.
Zarpar de puerto y correr a encontrar un objeto que bien podría ser peligroso. Lo cierto era que, si era tan complicado como parecía, pensaba que mejor dejarlo escondido allí donde estuviera, bajo el mar, en el corazón de un volcán, o enterrado en tierra en un desierto lejano. No entendía porque debía removerse las cosas, era como menear el estiércol en lugar de dejarlo asentarse. No pudo evitar sonreír, tras tantos años, aun guardaba parte de su granja en mente y alma.
Llegando a las lindes de la ciudad, donde las murallas se alzaban majestuosas, casi tan altas como las torres del castillo, vio a gente con uniforme, azul, como el suyo propio, entrar y salir de una casa desvencijada. Con ceño fruncido se acercó a ellos y se paró junto al que parecía estar manejando los hilos y miró hacia el lugar. Frente a las puertas rotas y las ventanas destartaladas unos carros repletos de objetos y muebles, algunos más útiles que otros, se agrupaban a espera de marcharse. El polvo salía de la cara y las pisadas se marcaban con fuerza en el suelo así como los arañazos provocados por el arrastras de muebles.
- ¿Qué hacéis?- preguntó al hombre desde detrás, que, sorprendido, dio un saltó con la cara hecha un cuadro provocando risas en los agotados compañeros que parecían hasta el gorro de la prepotencia del tipo.
- ¿Y a ti que más te da?- respondió notablemente molesto por el susto. Alanna simplemente sonrió ampliamente ante esto, no le importaba que se molestasen con ella, no había hecho nada malo, después de todo.
- Ey, un respeto con la señorita, que tiene más puntos en la guardia que tu enclenque.- Se burló un chico joven que debía medir al menos metro noventa, callando al repelente. Debían haberlo elegido a dedo y se le había subido a la cabeza.
- Perdón por molestar, es que os he visto y me ha entrado la curiosidad.- se disculpó ella ante los demás, ignorando al paleto de turno que parecía ofendido porque alguien rebasara su autoridad.
- Nah, ya hemos acabado, solo falta Tale, que está arriba revisando si falta algo.- explicó una chica, sentada en el suelo bebiendo agua de una bota.
- Oh, pues si queréis podéis marcharos a entregar esto, yo me quedo a ayudarle.- propuso notando el alivio en las caras de los cansados guardias, debían querer volver a casa, lógico, a penas eran las diez de la mañana y ya habían hecho ejercicio físico para un mes.
Comenzaron a levantarse y atizaron a dos de las tres mulas para que estirasen de los carros y comenzaran a moverse, la mitad de esos muebles acabarían, probablemente, en la basura, pero tal vez pudieran usarse para algo o alguien pudiera aprovecharlos, seguro que antes revisarían bien cajones y bolsillos, no fueran a dejarse nada. Entre agradecimientos dichos con su apellido se fueron alejando dejando un carro en la puerta.
Esperó un par de minutos a que Eltrant volviera a bajar, después de todo, cuanto podía tardarse en revisar una casa ya vacía, no demasiado. Sin embargo, el lugar era viejo, aunque no había oído nada, podría haberse caído, o el suelo del segundo piso haber cedido. Era difícil, pero no imposible. Espero un minuto más, y cuando vio que el chico no aparecía, decidió entrar a la casa.
- ¿Eltrant?- llamó.
Fue recorriendo los cuartos y pasillos polvorientos, esa casa era inmensa, estaba vieja, destrozada y polvorienta, pero era grande y se notaba que, en otro tiempo, había sido un lugar con bastante lujo, a saber cuanto tiempo hacía, porque habían pasado ya años desde que la ciudad había desechado las zonas próximas a la muralla como lugar rico, ahora todas las mansiones estaban en el interior, cerca del castillo y el cuartel de la guardia, la zona más segura de la ciudad aunque, a su parecer, y teniendo en cuanta donde se podían ver la gran mayoría de problemas, deberían ser los barrios bajos los que gozasen de la protección de los guardias de la ciudad.
Entró al final, en un comedor amplio de grandes ventanales de cristales quebrados. La encimera de la chimenea, repleta de polvo, con una figura de porcelana encima fue lo único que llamó su atención. La figura contemplaba, sucia e impasible, un espejo ricamente decorado con bordados dorados, algo pálidos, que se encontraba en el suelo.
Tomó la figura de porcelana y la miró, parecía algo rota. Resopló volviendo a dejarla en su lugar soplando para apartar el flequillo de su cara, desde que habían cortado su melena y había pedido a una compañera que le arreglase el corte el flequillo tendía a caerle sobre los ojos. Algunas veces no le importaba, cuando quería esconderse le venía bien, pero de normal, era un incordio. Dio un par de palmadas para quietarse el polvo de las manos y se agachó a mirar el espejo, curiosa.
Todo lo que había habido en los carros parecía haber estado roto y ser realmente viejo, pero dentro de lo que cabía, ese espejo parecía bastante bien cuidado. Miró su propio reflejo, blanco por el polvo y sopló intentando ver el color. Pero no lo logró. Sacó un pañuelo y se acercó a espejo para limpiar el polvo, no estaría manchado por dentro, ¿no? No lo sabía, ni llegaría a saberlo, pues cuando su mano tocó el cristal, flup, algo desde dentro la hizo desaparecer del cuarto.
Extrañada, se levantó del suelo y movió la cabeza, intentando despejarla. La figura algo rota que había tomado antes, seguía en el mismo sitio, acompañada por un jarrón y otros objetos, pero ya no estaba rota, si no en perfecto estado. Pasando una mano por su pelo decidió salir de allí. La casa parecía extrañamente habitada, ordenada y limpia, un aroma a puchero llenaba la casa. Bajó las escaleras y, sin esperar a investigar más de ese extraño lugar blanco y negro, salió a la calle.
La gente parecía alborotada, y cuando una niña la vio, comenzó a llorar. ¿Qué sucedía? En medio de la calle, junto a un árbol gris, se miró a si misma. Su roja de color azul parecía llamativa en un lugar carente de color. ¿Sería eso lo que les asustaba? Incluso la piel de las personas tenía un tono ceniciento. Chasqueando la lengua, se metió en un callejón antes de crear más problemas y respiró hondo.
¿Dónde estaba y cómo había llegado hasta ese lugar, lo último que recordaba era haber acercado su mano para limpiar un espejo. El espejo debía ser la respuesta, entonces. Pero parecía imposible volver a entrar en esa casa. Corrió al rededor de la casa esperando encontrar algún modo de entrar, cuando una mujer la miró horrorizada y comenzó a gritar, era hora de huir.
“Mierda, mierda, mierda” Pensaba mientras corría a través de la calle escondiéndose entre callejones para poder huir de las miradas acusadoras de la gente. ¿Qué les pasaba a esas personas? ¿Estaban locas? ¿Por que se asustaban por un poco de color? Los gritos lo confirmaban, al menos, gritaban por eso. Entró en un callejón nuevamente, los gritos parecían haber desaparecido pero por si acaso ella seguía corriendo.
Tropezó, entonces chocando su nariz con el pecho de alguien y calló al suelo. Abrió los ojos y no encontró gris, si no el mismo color azul que ella lucía en la ropa. Miró hacia arriba, sorprendida, ¿quien más allí vestiría de color?
Hacía frío en la casa, la chimenea se había apagado durante la noche y los tirantes ya no eran, ni mucho menos, suficiente para mantener el calor. Temblando, abrazándose, se apresuró a coger ropa del armario y vestirse. Ese día quería salir de la ciudad, le apetecía pasear por las aldeas y ver la tranquilidad de las gentes de los alrededores. Tan calmadas que incluso dejaban las puertas abiertas, confiadas en que nadie les haría daño, tan diferente a la ciudad...
No le gustaba cerrar puertas, para ella, una puerta cerrada significaba vacío, como cuando cerró la puerta de su hogar siendo niña, las puertas cerradas eran soledad, era el beso que no se había dado, la persona a la que matas al ignorarla, cerrar puertas no era bueno, porque no siempre cuando se cerraba una puerta se abría una ventana. Pero al final, una puerta cerrada era una puerta cerrada, una oportunidad perdida.
Salió a la calle envuelta en su capa, oliendo la lluvia y las calles limpias, al menos, ahí, seguramente las zonas más pobres debían haberse quedado encharcadas, pero el sol comenzaba a secar las calles. Pasó por la herrería de Eltrant, que tenía la puerta cerrada, tal vez le habían mandado a algún lado, hacía días que no lo veía y el viaje en barco sería pronto, no tenían plan alguno todavía. Debían reunirse pronto para tener claro un plan de actuación, acababan de pasar por un asalto, no podían bajar la guardia, estaba en un momento en el que la tensión le hacía latir las sienes y parecía que todos se habían olvidado de lo que les esperaba.
Zarpar de puerto y correr a encontrar un objeto que bien podría ser peligroso. Lo cierto era que, si era tan complicado como parecía, pensaba que mejor dejarlo escondido allí donde estuviera, bajo el mar, en el corazón de un volcán, o enterrado en tierra en un desierto lejano. No entendía porque debía removerse las cosas, era como menear el estiércol en lugar de dejarlo asentarse. No pudo evitar sonreír, tras tantos años, aun guardaba parte de su granja en mente y alma.
Llegando a las lindes de la ciudad, donde las murallas se alzaban majestuosas, casi tan altas como las torres del castillo, vio a gente con uniforme, azul, como el suyo propio, entrar y salir de una casa desvencijada. Con ceño fruncido se acercó a ellos y se paró junto al que parecía estar manejando los hilos y miró hacia el lugar. Frente a las puertas rotas y las ventanas destartaladas unos carros repletos de objetos y muebles, algunos más útiles que otros, se agrupaban a espera de marcharse. El polvo salía de la cara y las pisadas se marcaban con fuerza en el suelo así como los arañazos provocados por el arrastras de muebles.
- ¿Qué hacéis?- preguntó al hombre desde detrás, que, sorprendido, dio un saltó con la cara hecha un cuadro provocando risas en los agotados compañeros que parecían hasta el gorro de la prepotencia del tipo.
- ¿Y a ti que más te da?- respondió notablemente molesto por el susto. Alanna simplemente sonrió ampliamente ante esto, no le importaba que se molestasen con ella, no había hecho nada malo, después de todo.
- Ey, un respeto con la señorita, que tiene más puntos en la guardia que tu enclenque.- Se burló un chico joven que debía medir al menos metro noventa, callando al repelente. Debían haberlo elegido a dedo y se le había subido a la cabeza.
- Perdón por molestar, es que os he visto y me ha entrado la curiosidad.- se disculpó ella ante los demás, ignorando al paleto de turno que parecía ofendido porque alguien rebasara su autoridad.
- Nah, ya hemos acabado, solo falta Tale, que está arriba revisando si falta algo.- explicó una chica, sentada en el suelo bebiendo agua de una bota.
- Oh, pues si queréis podéis marcharos a entregar esto, yo me quedo a ayudarle.- propuso notando el alivio en las caras de los cansados guardias, debían querer volver a casa, lógico, a penas eran las diez de la mañana y ya habían hecho ejercicio físico para un mes.
Comenzaron a levantarse y atizaron a dos de las tres mulas para que estirasen de los carros y comenzaran a moverse, la mitad de esos muebles acabarían, probablemente, en la basura, pero tal vez pudieran usarse para algo o alguien pudiera aprovecharlos, seguro que antes revisarían bien cajones y bolsillos, no fueran a dejarse nada. Entre agradecimientos dichos con su apellido se fueron alejando dejando un carro en la puerta.
Esperó un par de minutos a que Eltrant volviera a bajar, después de todo, cuanto podía tardarse en revisar una casa ya vacía, no demasiado. Sin embargo, el lugar era viejo, aunque no había oído nada, podría haberse caído, o el suelo del segundo piso haber cedido. Era difícil, pero no imposible. Espero un minuto más, y cuando vio que el chico no aparecía, decidió entrar a la casa.
- ¿Eltrant?- llamó.
Fue recorriendo los cuartos y pasillos polvorientos, esa casa era inmensa, estaba vieja, destrozada y polvorienta, pero era grande y se notaba que, en otro tiempo, había sido un lugar con bastante lujo, a saber cuanto tiempo hacía, porque habían pasado ya años desde que la ciudad había desechado las zonas próximas a la muralla como lugar rico, ahora todas las mansiones estaban en el interior, cerca del castillo y el cuartel de la guardia, la zona más segura de la ciudad aunque, a su parecer, y teniendo en cuanta donde se podían ver la gran mayoría de problemas, deberían ser los barrios bajos los que gozasen de la protección de los guardias de la ciudad.
Entró al final, en un comedor amplio de grandes ventanales de cristales quebrados. La encimera de la chimenea, repleta de polvo, con una figura de porcelana encima fue lo único que llamó su atención. La figura contemplaba, sucia e impasible, un espejo ricamente decorado con bordados dorados, algo pálidos, que se encontraba en el suelo.
Tomó la figura de porcelana y la miró, parecía algo rota. Resopló volviendo a dejarla en su lugar soplando para apartar el flequillo de su cara, desde que habían cortado su melena y había pedido a una compañera que le arreglase el corte el flequillo tendía a caerle sobre los ojos. Algunas veces no le importaba, cuando quería esconderse le venía bien, pero de normal, era un incordio. Dio un par de palmadas para quietarse el polvo de las manos y se agachó a mirar el espejo, curiosa.
Todo lo que había habido en los carros parecía haber estado roto y ser realmente viejo, pero dentro de lo que cabía, ese espejo parecía bastante bien cuidado. Miró su propio reflejo, blanco por el polvo y sopló intentando ver el color. Pero no lo logró. Sacó un pañuelo y se acercó a espejo para limpiar el polvo, no estaría manchado por dentro, ¿no? No lo sabía, ni llegaría a saberlo, pues cuando su mano tocó el cristal, flup, algo desde dentro la hizo desaparecer del cuarto.
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Le dolía la cabeza, como si se hubiera dado un fuerte golpe o hubiera estado escuchando música de tambor durante dos horas seguidas junto a su oído. Se levantó con cuidado, cogiéndose la cabeza, se encontraba sentada en un suelo de madera, en el mismo cuarto que antes, pero este no era ya de colores marrones y rojos empobrecidos por el tiempo, era gris, total y absolutamente gris y ya no estaba vacía, la decoración, pomposa para su gusto, le resultaba ajena, ese lugar había estado tan vacío que tenía incluso eco. Extrañada, se levantó del suelo y movió la cabeza, intentando despejarla. La figura algo rota que había tomado antes, seguía en el mismo sitio, acompañada por un jarrón y otros objetos, pero ya no estaba rota, si no en perfecto estado. Pasando una mano por su pelo decidió salir de allí. La casa parecía extrañamente habitada, ordenada y limpia, un aroma a puchero llenaba la casa. Bajó las escaleras y, sin esperar a investigar más de ese extraño lugar blanco y negro, salió a la calle.
La gente parecía alborotada, y cuando una niña la vio, comenzó a llorar. ¿Qué sucedía? En medio de la calle, junto a un árbol gris, se miró a si misma. Su roja de color azul parecía llamativa en un lugar carente de color. ¿Sería eso lo que les asustaba? Incluso la piel de las personas tenía un tono ceniciento. Chasqueando la lengua, se metió en un callejón antes de crear más problemas y respiró hondo.
¿Dónde estaba y cómo había llegado hasta ese lugar, lo último que recordaba era haber acercado su mano para limpiar un espejo. El espejo debía ser la respuesta, entonces. Pero parecía imposible volver a entrar en esa casa. Corrió al rededor de la casa esperando encontrar algún modo de entrar, cuando una mujer la miró horrorizada y comenzó a gritar, era hora de huir.
“Mierda, mierda, mierda” Pensaba mientras corría a través de la calle escondiéndose entre callejones para poder huir de las miradas acusadoras de la gente. ¿Qué les pasaba a esas personas? ¿Estaban locas? ¿Por que se asustaban por un poco de color? Los gritos lo confirmaban, al menos, gritaban por eso. Entró en un callejón nuevamente, los gritos parecían haber desaparecido pero por si acaso ella seguía corriendo.
Tropezó, entonces chocando su nariz con el pecho de alguien y calló al suelo. Abrió los ojos y no encontró gris, si no el mismo color azul que ella lucía en la ropa. Miró hacia arriba, sorprendida, ¿quien más allí vestiría de color?
Alanna Delteria
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
Cerró los ojos, aún oculto entre las sombras del callejón, tenía que volver a la casa, junto al espejo. Pero recordaba haberlo visto fragmentado. ¿Funcionaria igual? ¿Seguiría emitiendo aquel brillo que, al parecer, había arrancado todo el color al mundo?
Emergiendo del callejón se asomó tímidamente a la salida del mismo, suspiró, la calle estaba llena de transeúntes, como se le ocurriese salir sin más volvería a cundir el pánico, y si aquel lugar era tan parecido a Lunargenta como aparentaba ser, ya se habría extendido la voz de que un ser extraño pululaba por las calles de la urbe.
Volviendo a las sombras, oteó el callejón en busca de algo que le fuese de utilidad, cubos, cajas apiladas, algún tonel vacío, pero nada que le ayudase a camuflarse a simple vista. Alejó de su cabeza todos los pensamientos que tuviesen que ver con aquel lugar, con el sinfín de tonalidades grisáceas que tenía a su alrededor, por muchas vueltas que le diese a aquello no iba a poder sacar una conclusión, lo mejor que podía hacer era centrarse en escapar.
Sin dejar de vigilar por encima de su hombro, nervioso, dejó caer la larga capa azul de la guardia al suelo, comenzando enseguida a rebuscar entre las cajas. Estas estaban repletas de diversos artículos de toda índole, desde fruta de dudoso aspecto hasta alguna que otra espada que no supo interpretar exactamente por qué se encontraba allí, enarcó una ceja y siguió buscando, ¿Es que había llegado a la parte posterior de algún pequeño negocio? Levantó la mirada, ninguna de las fachadas que tenía frente a él parecía ser especial, pero tampoco podía permitirse marcharse de allí sin escudriñar cada centímetro de la callejuela.
Un fuerte golpe de improviso a su espalda hizo que esta vez, desenvainase completamente su arma, dispuesto a encarar a los que le hubiesen seguido hasta aquel lugar, no obstante, se encontró con una cara conocida, y también con algo a lo que podía llamar color en aquel lugar.
- ¿Ali? – Arqueó una ceja, sin ocultar un ápice de la impresión que produjo en el castaño la presencia de su compañera allí, se quedó mirándola, saboreando con los ojos los colores de la vestimenta de la joven y finalmente, sonrió consolado por ver una cara amiga - ¿Se puedes saber cómo has llegado aquí? ¿Cómo haces para meterte siempre en estos líos? ¿Sabes que es este sitio? – Se calló unos segundos y frunció el ceño, agudizando su oído, mirando a su alrededor, las distantes voces de la calle principal hacían eco en aquellas paredes - … Me alegro de que estés aquí.– Antes de que la chica pudiese responder más voces llegaron hasta dónde se encontraban – Luego me cuentas – Susurró señalando a la salida de su escondrijo – Vigila mientras yo busco algo útil en estas cajas, quítate la capa, resalta mucho.
Ligeramente más calmado por la presencia de Alanna en aquel lugar, al cabo de unos minutos rebuscando en el interior de todos los cajones, acabó encontrando una manta vieja y, por la espesa nube que esta soltó cuando Eltrant la levantó, polvorienta.
Tosiendo copiosamente, apartando aquel cumulo de polvo de su cara se giró hacia la guarda – Ven aquí, ayúdame – Una vez estuvo la capa fuera de su recipiente la extendió en el suelo sin dudarlo, se atusó la barba, pensativo, parecía lo suficientemente larga para ser usada como tienda de campaña. – Creo que esto servirá… ¿Cuáles son tus medidas? Bueno, es igual. - Agradeciendo a los dioses aquel inesperado regalo en lo que ya era, sin lugar a dudas, un océano de malas decisiones, usó su cuchillo para, haciendo uso de sus limitados conocimientos en curtiduría, confeccionar dos capas improvisadas que cubrirían completamente a sus usuarios, de la cabeza a los pies.
Con ella puesta, lo único realmente visible de su indumentaria eran parte de sus grebas y sus guanteletes, no obstante, estaba seguro de que si alguien le miraba directamente a la cara le descubriría sin ninguna dificultad.
- Póntela, rápido, no es mucho, pero al menos no gritaran nada más vernos – Sonrió a su compañera – Por cierto, esta es la primera vez que ves mi armadura nueva ¿Qué te parece? – Ensanchó su sonrisa golpeando el peto de la indumentaria, oculto bajo la manta y los ropajes de color azul – No está mal ¿Verdad? – Negando rápidamente con la cabeza y aclarándose la garganta volvió a la realidad – En cualquier caso, tenemos que volver a la casa en la que he aparecido, la mujer se ha llevado un susto de muerte, pero tiene un espejo que... – Se calló antes de terminar la frase, más voces, esta vez se adentraban al callejón – Te lo explico por el camino, vamos – Tomando su brazo tiró de Alanna con fuerza, obligando a la chica que le sigues.
Una vez hubo comprobado que aquellos intentos de capas ocultaban los colores que vestían lo necesario, abandonó el callejón. En principio atrajo varias miradas, pero estas pronto perdieron interés en los dos indigentes que había emergido lentamente de uno de los muchos callejones de la ciudad, respiró aliviado y, siempre con la cabeza gacha, tratando de hacer el menor contacto visual posible, se encaminó a la casa en la que el espejo le esperaba.
Sin embargo, antes de que pudiesen avanzar más de diez pasos, pudo vislumbrar a un grupo de hombres con uniformes idénticos a los suyos, a excepción del color, caminando en dirección a donde se encontraban. Apartando a Alanna del camino de aquella patrulla miró hacia abajo, tratando de esconder su cara, esto a pesar de todo, no evito que Eltrant se fijase en el objeto alargado que estos cargaban y que, por alguna razón, habían cubierto con una larga sabana de color blanco.
Cuando se hubieron marchado miró a su amiga y se acercó a ella lo suficiente como para poder hablar sin que nadie les escuchase – Creo que eso es lo que estamos buscando – Dijo a su acompañante - ¿Les seguimos?
Mientras aguardaba paciente a la respuesta de Alanna, no pudo evitar notar que, aun realmente similar a Lunargenta, aquel gríseo lugar tenia leves diferencias respecto a su hogar, por ejemplo, notó varias tabernas en lugares dónde estaba seguro de que estas no estaban, o una posada en dónde sabía que había una herrería.
Emergiendo del callejón se asomó tímidamente a la salida del mismo, suspiró, la calle estaba llena de transeúntes, como se le ocurriese salir sin más volvería a cundir el pánico, y si aquel lugar era tan parecido a Lunargenta como aparentaba ser, ya se habría extendido la voz de que un ser extraño pululaba por las calles de la urbe.
Volviendo a las sombras, oteó el callejón en busca de algo que le fuese de utilidad, cubos, cajas apiladas, algún tonel vacío, pero nada que le ayudase a camuflarse a simple vista. Alejó de su cabeza todos los pensamientos que tuviesen que ver con aquel lugar, con el sinfín de tonalidades grisáceas que tenía a su alrededor, por muchas vueltas que le diese a aquello no iba a poder sacar una conclusión, lo mejor que podía hacer era centrarse en escapar.
Sin dejar de vigilar por encima de su hombro, nervioso, dejó caer la larga capa azul de la guardia al suelo, comenzando enseguida a rebuscar entre las cajas. Estas estaban repletas de diversos artículos de toda índole, desde fruta de dudoso aspecto hasta alguna que otra espada que no supo interpretar exactamente por qué se encontraba allí, enarcó una ceja y siguió buscando, ¿Es que había llegado a la parte posterior de algún pequeño negocio? Levantó la mirada, ninguna de las fachadas que tenía frente a él parecía ser especial, pero tampoco podía permitirse marcharse de allí sin escudriñar cada centímetro de la callejuela.
Un fuerte golpe de improviso a su espalda hizo que esta vez, desenvainase completamente su arma, dispuesto a encarar a los que le hubiesen seguido hasta aquel lugar, no obstante, se encontró con una cara conocida, y también con algo a lo que podía llamar color en aquel lugar.
- ¿Ali? – Arqueó una ceja, sin ocultar un ápice de la impresión que produjo en el castaño la presencia de su compañera allí, se quedó mirándola, saboreando con los ojos los colores de la vestimenta de la joven y finalmente, sonrió consolado por ver una cara amiga - ¿Se puedes saber cómo has llegado aquí? ¿Cómo haces para meterte siempre en estos líos? ¿Sabes que es este sitio? – Se calló unos segundos y frunció el ceño, agudizando su oído, mirando a su alrededor, las distantes voces de la calle principal hacían eco en aquellas paredes - … Me alegro de que estés aquí.– Antes de que la chica pudiese responder más voces llegaron hasta dónde se encontraban – Luego me cuentas – Susurró señalando a la salida de su escondrijo – Vigila mientras yo busco algo útil en estas cajas, quítate la capa, resalta mucho.
Ligeramente más calmado por la presencia de Alanna en aquel lugar, al cabo de unos minutos rebuscando en el interior de todos los cajones, acabó encontrando una manta vieja y, por la espesa nube que esta soltó cuando Eltrant la levantó, polvorienta.
Tosiendo copiosamente, apartando aquel cumulo de polvo de su cara se giró hacia la guarda – Ven aquí, ayúdame – Una vez estuvo la capa fuera de su recipiente la extendió en el suelo sin dudarlo, se atusó la barba, pensativo, parecía lo suficientemente larga para ser usada como tienda de campaña. – Creo que esto servirá… ¿Cuáles son tus medidas? Bueno, es igual. - Agradeciendo a los dioses aquel inesperado regalo en lo que ya era, sin lugar a dudas, un océano de malas decisiones, usó su cuchillo para, haciendo uso de sus limitados conocimientos en curtiduría, confeccionar dos capas improvisadas que cubrirían completamente a sus usuarios, de la cabeza a los pies.
Con ella puesta, lo único realmente visible de su indumentaria eran parte de sus grebas y sus guanteletes, no obstante, estaba seguro de que si alguien le miraba directamente a la cara le descubriría sin ninguna dificultad.
- Póntela, rápido, no es mucho, pero al menos no gritaran nada más vernos – Sonrió a su compañera – Por cierto, esta es la primera vez que ves mi armadura nueva ¿Qué te parece? – Ensanchó su sonrisa golpeando el peto de la indumentaria, oculto bajo la manta y los ropajes de color azul – No está mal ¿Verdad? – Negando rápidamente con la cabeza y aclarándose la garganta volvió a la realidad – En cualquier caso, tenemos que volver a la casa en la que he aparecido, la mujer se ha llevado un susto de muerte, pero tiene un espejo que... – Se calló antes de terminar la frase, más voces, esta vez se adentraban al callejón – Te lo explico por el camino, vamos – Tomando su brazo tiró de Alanna con fuerza, obligando a la chica que le sigues.
Una vez hubo comprobado que aquellos intentos de capas ocultaban los colores que vestían lo necesario, abandonó el callejón. En principio atrajo varias miradas, pero estas pronto perdieron interés en los dos indigentes que había emergido lentamente de uno de los muchos callejones de la ciudad, respiró aliviado y, siempre con la cabeza gacha, tratando de hacer el menor contacto visual posible, se encaminó a la casa en la que el espejo le esperaba.
Sin embargo, antes de que pudiesen avanzar más de diez pasos, pudo vislumbrar a un grupo de hombres con uniformes idénticos a los suyos, a excepción del color, caminando en dirección a donde se encontraban. Apartando a Alanna del camino de aquella patrulla miró hacia abajo, tratando de esconder su cara, esto a pesar de todo, no evito que Eltrant se fijase en el objeto alargado que estos cargaban y que, por alguna razón, habían cubierto con una larga sabana de color blanco.
Cuando se hubieron marchado miró a su amiga y se acercó a ella lo suficiente como para poder hablar sin que nadie les escuchase – Creo que eso es lo que estamos buscando – Dijo a su acompañante - ¿Les seguimos?
Mientras aguardaba paciente a la respuesta de Alanna, no pudo evitar notar que, aun realmente similar a Lunargenta, aquel gríseo lugar tenia leves diferencias respecto a su hogar, por ejemplo, notó varias tabernas en lugares dónde estaba seguro de que estas no estaban, o una posada en dónde sabía que había una herrería.
Eltrant Tale
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
Caída en el suelo notó que, aun sin color, el dolor cuando salía un moretón era el mismo, un lugar tan extraño ya podría tener algo bueno, la ausencia de color, al menos, no lo era, todo tan gris, apagado e igual, que cuando abrió los ojos y encontró el plateado filo de una espada apuntándola y sus ojos se abrieron, seguía viendo, únicamente el mango, cogido por una mano que no era del color del tizne.
Tragó saliva, espantada, consciente de la situación hasta que alzó la mirada y vio la cara de Eltrant, que bajó la espada consciente de que no era una simple extraña. Suspiró aliviada, el exmercenario parecía tan sorprendido de verla como ella lo estaba de verlo a él. Cuando el nombre que solían usar para llamarla cuando era pequeña salió de los labios del chico se sintió, de nuevo, una niña que acababa de hacer una trastada. Con una sonrisa que enseñaba todos los dientes a modo de disculpa por el susto, se levantó quitándose el polvo que la caída le había puesto sobre el pantalón y saludó:
- Hola.- musitó, aliviada por no ser la única que había entrado en un lugar así de extraño.
Si él también había sido tragado por el espejo, podía entender la tardanza, aunque aun no comprendía como un espejo podía haber metido en su interior a dos personas, dos personas adultas, que eran más de la mitad de altos que el espejo, Eltrant, al menos, que le sacaba a ella una cabeza como poco, y parecía creer que la diferencia de altura y la diferencia de un par de años, le permitía regañarla como a una niña. Las preguntas del chico sonaban paternales, pero perdían toda la fuerza cuando uno se daba cuenta de que él había sido el primero en caer por el espejo.
Alanna iba a responder con una sonrisa incrédula y divertida, ¿de verdad iba a ponerse paternal con ella cuando la mitad de veces era ella la que acababa vendándole las heridas a él? Aun con lo grave que parecía la situación tenía ganas de reír, ese chico no tenía remedio, siempre tan sobreprotector, ni la perdida de memoria había hecho que eso cambiara. Suspiró sin responder con la sonrisa pintada en la cara mientras negaba con la cabeza y volvía a centrarse, la situación era seria, no cosa de broma. La gente parecía asustarse de ellos por el simple hecho de ir con colores.
Cuando por fin parecía que iba a poder dar una respuesta, unos pasos apresurados y una voces se escucharon acercarse, con la boca abierta, las palabras se quedaron colgadas y con un suspiro volvió a sonreír ante la afirmación de Eltrant, suponía que, en comparación a estar solo en un sitio así de raro, una compañía extra no vendría mal, las voces volvieron a resonar y el tiempo de charla finalizo totalmente, debían ponerse en marcha, a pesar de ser solo azul, llamaban demasiado la atención.
Asintió para dar a entender a Eltrant que seguiría sus indicaciones y se asomó por la esquina contraria, sacando, a penas, la nariz, lo suficiente para asegurarse de que nadie se acercaba, apoyando la espalda en la pared con los brazos cruzados, antes de moverse y quitar el broche de escudo, alas y corona que la identificaba como miembro de la guardia de Lunargenta y que sostenía su capa corta de color azul. Solo los oficiales podían llevar capa larga, pero ella por mucho que subiera, seguiría con la corta, después de todo, jamás podría moverse bien con la tela arrastrando por el suelo o enredándose en sus piernas. Ya se las había tenido que ingeniar para arreglar los vestidos que usaba a la hora de infiltrarse en las casas nobles para poder soltar con facilidad la parte baja, sin molestarse en cortarlos y gastar en vestidos su sueldo, como para necesitar complicarse la vida con capas.
Tosió al acercarse al guardia, el polvo de una manta vieja que había sacado de a saber donde la cubrió mientras se acercaba. Cogió uno de los extremos y ayudó al chico a extenderla en el suelo de la calle, tan gris como era el resto de ese extraño mundo. Se comenzó a dar golpes en la ropa y en las manos intentando eliminar las motas que se habían enganchado a su ropa.
- ¿Para que quieres esa manta?- preguntó antes de que él le preguntase por sus medidas. Alanna abrió los ojos incrédula y algo avergonzada, ¿cómo le preguntaba eso a una chica? Suspiró y volvió a poner la espalda en la pared en silencio observando los movimientos del chico.
Cuando le pasó la mitad de la tela, lo entendió, capas grises, con eso no llamarían la atención en ese mundo tan extraño. Se la colocó como pudo y la enganchó con el pasador que había usado para amarrar la otra. Se puso la “capucha” si se la podía llamar así e intentó esconderse el pelo mientras daba un vistazo a Eltrant, que presumía orgulloso de su nueva creación.
- Está muy bien, ¿la hiciste en la herrería nueva?- Le preguntó. Aun tenía pendiente ir a visitarla, tenía que pedirle una daga nueva, había perdido una de las dagas de su colección y ahora eran impares, podría parecer una superstición rara, pero no le gustaba que sus armas tuvieran numero impar, después de todo ella luchaba a dos manos, dos manos, dos armas, ninguna podía quedarse vacía porque era un hueco grande en su ataque, y aun más en su defensa.
Aun intentando esconder su pelo, que no sería largo, pero aun así salía de la tela, asintió al chico, si, tenían prisa, debían encontrar una forma de volver, necesitaban encontrar, otra vez, el espejo. Bajó la capucha y enganchó su pelo con un lazo verde que llevaba en el bolsillo, le resultaba raro llevar tanto color en un mundo así de pálido, se caló nuevamente la tela y salió siguiendo al chico escuchando su historia. Extraño, ella no había tenido mayor problema para salir de la casa, cierto que había oído pasos, pero no había llegado a ver a nadie.
Con cabeza gacha, asegurándose de ir bien escondida, se vio arrastrada a la calle principal. Caminó como un alma en pena, procurando no chocar con nadie ni alzar su mirada marrón, las personas de allí ni siquiera podían distinguir el color de los ojos, lo único que servía de baremo eran los diferentes tonos grisáceos que decoraban el lugar, tanto así era que le daba la impresión de que las personas deberían ser mudas.
Los colores expresaban emociones, sensaciones, y estados, eran un modo de decirles a los demás como estabas, que sentías o que había sucedido sin a penas decir nada, pero allí, les faltaban formas de comunicarse, como espía había aprendido que el lenguaje no verbal, lo que hace la gente, como lo hace y como viste, dice más que cualquier palabra, en ese mundo no podía guiarse por lo que ya sabía. Alzó un poco la vista a tiempo de ver acercarse a un grupo armado, jamás lo hubiera distinguido de no ser por los escudos de armas, igual al que llevaba ella para anudar su capa, eran guardias.
Tragó saliva en busca de un lugar donde ocultarse, callejón, esquina, alcantarilla, lo que fuera les valdría, pero el tiempo se les echó encima y fue Eltrant el primero en reaccionar. Aprisionándola contra la pared cubriéndolos a ambos con la espalda de su capa/manta, dejó pasar a los miembros del ejército. Escondida, cuando superó el nerviosismo, pudo fijar su mirada en ellos, protegida por su compañero. Llevaban algo tapado con una sábana e un blanco tan claro como la nieve.
Iba a comentarlo cuando el chico se acercó y le habló en un susurro en el oído. Ruborizada, lo alejó un poco y asintió tragando saliva y desviando la mirada, poniendo una mano en su propia oreja, que parecía hacerle cosquillas, no acostumbraba a esas cosas y no era difícil ponerla nerviosa. Respiró hondo y fijó su vista en los que se alejaban, si era cierto lo que había supuesto Eltrant, lo mejor sería no perderlos de vista.
- Vamos.- susurró recolocándo su capucha y tirando un poco de la tela que cubría al chico para comenzar la marcha.
Si los perdían tal vez no sabrían encontrar el cuartel, puede que se pareciera a Lunargenta pero había muchos negocios que no cuadraban de lugar, casas donde había descampados, tiendas donde había casas, posadas donde había tiendas, y talleres donde había posadas. Pasaron por la plaza done solía montarse el mercado, faltaba la fuente que siembre había estado allí, y las escalinatas estaban, aun, en construcción, con ceño fruncido miró al chico y señaló el lugar sin perder de vista a las personas a quienes perseguían con disimulo, ¿dónde demonios se habían metido?
Tragó saliva, espantada, consciente de la situación hasta que alzó la mirada y vio la cara de Eltrant, que bajó la espada consciente de que no era una simple extraña. Suspiró aliviada, el exmercenario parecía tan sorprendido de verla como ella lo estaba de verlo a él. Cuando el nombre que solían usar para llamarla cuando era pequeña salió de los labios del chico se sintió, de nuevo, una niña que acababa de hacer una trastada. Con una sonrisa que enseñaba todos los dientes a modo de disculpa por el susto, se levantó quitándose el polvo que la caída le había puesto sobre el pantalón y saludó:
- Hola.- musitó, aliviada por no ser la única que había entrado en un lugar así de extraño.
Si él también había sido tragado por el espejo, podía entender la tardanza, aunque aun no comprendía como un espejo podía haber metido en su interior a dos personas, dos personas adultas, que eran más de la mitad de altos que el espejo, Eltrant, al menos, que le sacaba a ella una cabeza como poco, y parecía creer que la diferencia de altura y la diferencia de un par de años, le permitía regañarla como a una niña. Las preguntas del chico sonaban paternales, pero perdían toda la fuerza cuando uno se daba cuenta de que él había sido el primero en caer por el espejo.
Alanna iba a responder con una sonrisa incrédula y divertida, ¿de verdad iba a ponerse paternal con ella cuando la mitad de veces era ella la que acababa vendándole las heridas a él? Aun con lo grave que parecía la situación tenía ganas de reír, ese chico no tenía remedio, siempre tan sobreprotector, ni la perdida de memoria había hecho que eso cambiara. Suspiró sin responder con la sonrisa pintada en la cara mientras negaba con la cabeza y volvía a centrarse, la situación era seria, no cosa de broma. La gente parecía asustarse de ellos por el simple hecho de ir con colores.
Cuando por fin parecía que iba a poder dar una respuesta, unos pasos apresurados y una voces se escucharon acercarse, con la boca abierta, las palabras se quedaron colgadas y con un suspiro volvió a sonreír ante la afirmación de Eltrant, suponía que, en comparación a estar solo en un sitio así de raro, una compañía extra no vendría mal, las voces volvieron a resonar y el tiempo de charla finalizo totalmente, debían ponerse en marcha, a pesar de ser solo azul, llamaban demasiado la atención.
Asintió para dar a entender a Eltrant que seguiría sus indicaciones y se asomó por la esquina contraria, sacando, a penas, la nariz, lo suficiente para asegurarse de que nadie se acercaba, apoyando la espalda en la pared con los brazos cruzados, antes de moverse y quitar el broche de escudo, alas y corona que la identificaba como miembro de la guardia de Lunargenta y que sostenía su capa corta de color azul. Solo los oficiales podían llevar capa larga, pero ella por mucho que subiera, seguiría con la corta, después de todo, jamás podría moverse bien con la tela arrastrando por el suelo o enredándose en sus piernas. Ya se las había tenido que ingeniar para arreglar los vestidos que usaba a la hora de infiltrarse en las casas nobles para poder soltar con facilidad la parte baja, sin molestarse en cortarlos y gastar en vestidos su sueldo, como para necesitar complicarse la vida con capas.
Tosió al acercarse al guardia, el polvo de una manta vieja que había sacado de a saber donde la cubrió mientras se acercaba. Cogió uno de los extremos y ayudó al chico a extenderla en el suelo de la calle, tan gris como era el resto de ese extraño mundo. Se comenzó a dar golpes en la ropa y en las manos intentando eliminar las motas que se habían enganchado a su ropa.
- ¿Para que quieres esa manta?- preguntó antes de que él le preguntase por sus medidas. Alanna abrió los ojos incrédula y algo avergonzada, ¿cómo le preguntaba eso a una chica? Suspiró y volvió a poner la espalda en la pared en silencio observando los movimientos del chico.
Cuando le pasó la mitad de la tela, lo entendió, capas grises, con eso no llamarían la atención en ese mundo tan extraño. Se la colocó como pudo y la enganchó con el pasador que había usado para amarrar la otra. Se puso la “capucha” si se la podía llamar así e intentó esconderse el pelo mientras daba un vistazo a Eltrant, que presumía orgulloso de su nueva creación.
- Está muy bien, ¿la hiciste en la herrería nueva?- Le preguntó. Aun tenía pendiente ir a visitarla, tenía que pedirle una daga nueva, había perdido una de las dagas de su colección y ahora eran impares, podría parecer una superstición rara, pero no le gustaba que sus armas tuvieran numero impar, después de todo ella luchaba a dos manos, dos manos, dos armas, ninguna podía quedarse vacía porque era un hueco grande en su ataque, y aun más en su defensa.
Aun intentando esconder su pelo, que no sería largo, pero aun así salía de la tela, asintió al chico, si, tenían prisa, debían encontrar una forma de volver, necesitaban encontrar, otra vez, el espejo. Bajó la capucha y enganchó su pelo con un lazo verde que llevaba en el bolsillo, le resultaba raro llevar tanto color en un mundo así de pálido, se caló nuevamente la tela y salió siguiendo al chico escuchando su historia. Extraño, ella no había tenido mayor problema para salir de la casa, cierto que había oído pasos, pero no había llegado a ver a nadie.
Con cabeza gacha, asegurándose de ir bien escondida, se vio arrastrada a la calle principal. Caminó como un alma en pena, procurando no chocar con nadie ni alzar su mirada marrón, las personas de allí ni siquiera podían distinguir el color de los ojos, lo único que servía de baremo eran los diferentes tonos grisáceos que decoraban el lugar, tanto así era que le daba la impresión de que las personas deberían ser mudas.
Los colores expresaban emociones, sensaciones, y estados, eran un modo de decirles a los demás como estabas, que sentías o que había sucedido sin a penas decir nada, pero allí, les faltaban formas de comunicarse, como espía había aprendido que el lenguaje no verbal, lo que hace la gente, como lo hace y como viste, dice más que cualquier palabra, en ese mundo no podía guiarse por lo que ya sabía. Alzó un poco la vista a tiempo de ver acercarse a un grupo armado, jamás lo hubiera distinguido de no ser por los escudos de armas, igual al que llevaba ella para anudar su capa, eran guardias.
Tragó saliva en busca de un lugar donde ocultarse, callejón, esquina, alcantarilla, lo que fuera les valdría, pero el tiempo se les echó encima y fue Eltrant el primero en reaccionar. Aprisionándola contra la pared cubriéndolos a ambos con la espalda de su capa/manta, dejó pasar a los miembros del ejército. Escondida, cuando superó el nerviosismo, pudo fijar su mirada en ellos, protegida por su compañero. Llevaban algo tapado con una sábana e un blanco tan claro como la nieve.
Iba a comentarlo cuando el chico se acercó y le habló en un susurro en el oído. Ruborizada, lo alejó un poco y asintió tragando saliva y desviando la mirada, poniendo una mano en su propia oreja, que parecía hacerle cosquillas, no acostumbraba a esas cosas y no era difícil ponerla nerviosa. Respiró hondo y fijó su vista en los que se alejaban, si era cierto lo que había supuesto Eltrant, lo mejor sería no perderlos de vista.
- Vamos.- susurró recolocándo su capucha y tirando un poco de la tela que cubría al chico para comenzar la marcha.
Si los perdían tal vez no sabrían encontrar el cuartel, puede que se pareciera a Lunargenta pero había muchos negocios que no cuadraban de lugar, casas donde había descampados, tiendas donde había casas, posadas donde había tiendas, y talleres donde había posadas. Pasaron por la plaza done solía montarse el mercado, faltaba la fuente que siembre había estado allí, y las escalinatas estaban, aun, en construcción, con ceño fruncido miró al chico y señaló el lugar sin perder de vista a las personas a quienes perseguían con disimulo, ¿dónde demonios se habían metido?
Alanna Delteria
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
Bueno, aquel iba a ser un buen día. Eso se dijo a sí mismo mientras bostezaba cuan león recién despierto y se levantaba de la cama. Estaba bien despertarse en una cama mullida y caliente, para variar. Sus pasos se dirigieron directos al baño de la posada, sobre todo a revisarse el estado de las cicatrices de la cara, y a recortarse la barba, pero no hizo falta. Ya se había afeitado la noche anterior. Estirándose, se vistió una vez más con una pereza supina, y bajó las escaleras tras despedirse momentáneamente de su amiga elfa. Había decidido ganarse unas pocas habichuelas en el taller de un orfebre aprovechando que tenía buena mano con el metal, sobre todo restaurando marcos metálicos, tallando inscripciones con cincel en elaborados marcos de metal... Bueno, el concepto estaba claro, por supuesto.
Arribó al taller del orfebre, no mucho más tarde después de la hora de desayunar tan puntual como su voraz hambre. El orfebre era un hombrecillo pálido y enjuto, con apenas algunas trazas de pelo en su cabeza. Aquel hombre debía sobrepasar los ochenta tranquilamente, lo asombroso es que aun tuviera maña para hacer aquellos trabajos.
-Buenos días, muchacho, buenos días. Me alegro mucho de que alguien aceptase el trabajo al fin, aunque sea por poco tiempo... Ven, ven, te enseñaré lo que tienes que hacer. -Eoghan siguió al afable vejete con pasos largos, metiéndose dentro de su taller. Había un poco de todo, desde trozos de metal viejos y polvorientos sobre algunas de las mesas, hasta elaboradísimos anillos y colgantes en oro y plata. El anciano lo llevó a través de viejos trastos, herramientas e incluso un escudo de armas ornamental hasta dar con un espejo. El susodicho tenía un elaborado marco de hierro, pero aparte de eso, estaba oxidado, sucio y desgastado. -Helo aquí, el viejo espejo. Un comprador lo quiere, por algún motivo, y yo estoy demasiado viejo como para tratar el metal de esa manera... Necesito que restaures el marco, ¿podrás?
-Sí, sin problemas. Solo deme un par de horas, para el final del día debería tenerlo listo. -Aseguró Eoghan mientras dejaba sus armas y sus cosas a un lado. El orfebre le ofreció una agradecida sonrisa desdentada y se marchó, dejándole a solas. El joven empezó a tomar sus herramientas de herrería, además de un par de compuestos que solía usar para engrasar la hoja de la espada y el hacha, y se puso manos a la obra, sobre todo a rascarle el óxido.
Se miró entonces al espejo, y se dio cuenta de que, aunque estaba algo polvoriento, el su imagen era... Prácticamente blanca. Pasó la mano por el cristal para limpiarlo un poco, aunque fuera solo por entretenerse... Pero nunca llegó a comprobar si aquello era polvoriento o no, porque notó una sensación de succión por todo su cuerpo y, ¡flop! ya no estaba.
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Jaqueca. Mareos, le dolia el estómago... ¿Tenía resaca? Abrió suavemente un ojo y observó el techo grisáceo de la estancia en la que estaba. Aquella no era la posada. Ni siquiera había salido de juerga, ¿qué pintaba allí? Oh, joder, Ely lo iba a matar. Había desaparecido seis meses y justo cuando ella lo había encontrado de nuevo, va y... Oh, espera. Cierto, el espejo. El espejo lo succionó hacia dentro. Peor todavía.
-Esta yegua no es mi vieja yegua gris...-Murmuró para sí mientras se levantaba y se echaba el pelo hacia atrás, tosiendo ligeramente a medida que la incómoda sensación resacosa se le pasaba gradualmente. El joven guerrero observó la estancia. Era sencilla, pero bien cuidada y limpia. Nada que ver con el taller del orfebre. Salió entonces de la casa y escuchó un chillido asustado a un lado. Una mujer lo señalaba, como si fuera una monstruosidad. El joven alzó una veja y miró a la mujer, que estaba totalmente pintada de gris, como si hubiera un filtro caído sobre aquel mundo. Era todo ceniciento y mortecino, triste. Eoghan se miró entonces y comprobó que era él lo único que tenía color.
-Oh, cuernos. -Eso fue todo lo que alcanzó a decir antes de que la mujer saliera corriendo, tirando el cesto de compras del mercado que llevaba y se fuera calle arriba, gritando "¡Guardias, guardias!" a plena voz. Estaba jodido, pero jodido... Jodido, jodido.
Escuchó pasos armados apresurados y gritos de guardias en tumulto, y fue ese momento en el que supo que tenía que poner pies en polvorosa. Echó a correr calle abajo durante varios metros, los viandantes mirándole como si fuera un monstruo o un mono de feria, solo para encontrarse con una patrulla de hombres armados. Diablos. Volvió a correr calle arriba. Otra patrulla. Ahora sí que estaba fastidiado. Miró hacia los callejones y observó unos cajones recios que podrían llevarle a los tejados. En fin, una vez más tendría que arriesgarse a partirse las piernas. Echó a correr hacia los callejones, perseguido por la jauría de cenicientos guardias, y empezó a trepar por las cajas, hasta que logró agarrarse a la cornisa y se subió al tejado. Tras comprobar que seguía teniendo su hacha de batalla, la bastarda rota y el espadón envainado a su espalda, dio una patada a unas tejas sueltas, provocando que algunas cayesen y dieran en el yelmo a algunos guardias, que le insultaron y llamaron de todo. Fue entonces cuando una saeta silbó y él tuvo que largarse poniendo pies en polvorosa, saltando por los tejados.
Entre salto y salto, escuchó cómo los guardias se instaban a perseguirle mientras él intentaba perderles de vista. Ahora sí que estaba fastidiado, ¿cómo se supone que iba a ocultarse? O mejor aun, ¿cómo demonios iba a salir de allí? Inmerso en sus pensamientos siguió corriendo y corriendo todo lo que le permitieron las piernas hasta que se le acabaron los tejados y tuvo que volver a bajar, pero los guardias habían cesado en su empeño de perseguirle.
Tosió por el cansancio, oculto en el callejón, y asomó suavemente la cabeza para comprobar que no había moros en la costa... Cuando de repente, escuchó a su espalda:
-¡Allí está! ¡A por él!
-Mierda, mierda, mierda... -Masculló en voz baja mientras echaba a correr calle arriba. Qué pasa, ¿era un crimen llevar colores en aquella ciudad o qué? Odiaba aquel sitio.
Arribó al taller del orfebre, no mucho más tarde después de la hora de desayunar tan puntual como su voraz hambre. El orfebre era un hombrecillo pálido y enjuto, con apenas algunas trazas de pelo en su cabeza. Aquel hombre debía sobrepasar los ochenta tranquilamente, lo asombroso es que aun tuviera maña para hacer aquellos trabajos.
-Buenos días, muchacho, buenos días. Me alegro mucho de que alguien aceptase el trabajo al fin, aunque sea por poco tiempo... Ven, ven, te enseñaré lo que tienes que hacer. -Eoghan siguió al afable vejete con pasos largos, metiéndose dentro de su taller. Había un poco de todo, desde trozos de metal viejos y polvorientos sobre algunas de las mesas, hasta elaboradísimos anillos y colgantes en oro y plata. El anciano lo llevó a través de viejos trastos, herramientas e incluso un escudo de armas ornamental hasta dar con un espejo. El susodicho tenía un elaborado marco de hierro, pero aparte de eso, estaba oxidado, sucio y desgastado. -Helo aquí, el viejo espejo. Un comprador lo quiere, por algún motivo, y yo estoy demasiado viejo como para tratar el metal de esa manera... Necesito que restaures el marco, ¿podrás?
-Sí, sin problemas. Solo deme un par de horas, para el final del día debería tenerlo listo. -Aseguró Eoghan mientras dejaba sus armas y sus cosas a un lado. El orfebre le ofreció una agradecida sonrisa desdentada y se marchó, dejándole a solas. El joven empezó a tomar sus herramientas de herrería, además de un par de compuestos que solía usar para engrasar la hoja de la espada y el hacha, y se puso manos a la obra, sobre todo a rascarle el óxido.
Se miró entonces al espejo, y se dio cuenta de que, aunque estaba algo polvoriento, el su imagen era... Prácticamente blanca. Pasó la mano por el cristal para limpiarlo un poco, aunque fuera solo por entretenerse... Pero nunca llegó a comprobar si aquello era polvoriento o no, porque notó una sensación de succión por todo su cuerpo y, ¡flop! ya no estaba.
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Jaqueca. Mareos, le dolia el estómago... ¿Tenía resaca? Abrió suavemente un ojo y observó el techo grisáceo de la estancia en la que estaba. Aquella no era la posada. Ni siquiera había salido de juerga, ¿qué pintaba allí? Oh, joder, Ely lo iba a matar. Había desaparecido seis meses y justo cuando ella lo había encontrado de nuevo, va y... Oh, espera. Cierto, el espejo. El espejo lo succionó hacia dentro. Peor todavía.
-Esta yegua no es mi vieja yegua gris...-Murmuró para sí mientras se levantaba y se echaba el pelo hacia atrás, tosiendo ligeramente a medida que la incómoda sensación resacosa se le pasaba gradualmente. El joven guerrero observó la estancia. Era sencilla, pero bien cuidada y limpia. Nada que ver con el taller del orfebre. Salió entonces de la casa y escuchó un chillido asustado a un lado. Una mujer lo señalaba, como si fuera una monstruosidad. El joven alzó una veja y miró a la mujer, que estaba totalmente pintada de gris, como si hubiera un filtro caído sobre aquel mundo. Era todo ceniciento y mortecino, triste. Eoghan se miró entonces y comprobó que era él lo único que tenía color.
-Oh, cuernos. -Eso fue todo lo que alcanzó a decir antes de que la mujer saliera corriendo, tirando el cesto de compras del mercado que llevaba y se fuera calle arriba, gritando "¡Guardias, guardias!" a plena voz. Estaba jodido, pero jodido... Jodido, jodido.
Escuchó pasos armados apresurados y gritos de guardias en tumulto, y fue ese momento en el que supo que tenía que poner pies en polvorosa. Echó a correr calle abajo durante varios metros, los viandantes mirándole como si fuera un monstruo o un mono de feria, solo para encontrarse con una patrulla de hombres armados. Diablos. Volvió a correr calle arriba. Otra patrulla. Ahora sí que estaba fastidiado. Miró hacia los callejones y observó unos cajones recios que podrían llevarle a los tejados. En fin, una vez más tendría que arriesgarse a partirse las piernas. Echó a correr hacia los callejones, perseguido por la jauría de cenicientos guardias, y empezó a trepar por las cajas, hasta que logró agarrarse a la cornisa y se subió al tejado. Tras comprobar que seguía teniendo su hacha de batalla, la bastarda rota y el espadón envainado a su espalda, dio una patada a unas tejas sueltas, provocando que algunas cayesen y dieran en el yelmo a algunos guardias, que le insultaron y llamaron de todo. Fue entonces cuando una saeta silbó y él tuvo que largarse poniendo pies en polvorosa, saltando por los tejados.
Entre salto y salto, escuchó cómo los guardias se instaban a perseguirle mientras él intentaba perderles de vista. Ahora sí que estaba fastidiado, ¿cómo se supone que iba a ocultarse? O mejor aun, ¿cómo demonios iba a salir de allí? Inmerso en sus pensamientos siguió corriendo y corriendo todo lo que le permitieron las piernas hasta que se le acabaron los tejados y tuvo que volver a bajar, pero los guardias habían cesado en su empeño de perseguirle.
Tosió por el cansancio, oculto en el callejón, y asomó suavemente la cabeza para comprobar que no había moros en la costa... Cuando de repente, escuchó a su espalda:
-¡Allí está! ¡A por él!
-Mierda, mierda, mierda... -Masculló en voz baja mientras echaba a correr calle arriba. Qué pasa, ¿era un crimen llevar colores en aquella ciudad o qué? Odiaba aquel sitio.
Eoghan Lothannor
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
Se mantuvieron cerca de la patrulla que cargaba con lo que, sin lugar a dudas, era el espejo. – Mantente cerca – Susurró a su compañera cubriéndose aún mejor con la capa, ocultando algunos mechones castaños de su flequillo que escapaban al abrazo de la prenda.
Las miradas de alguno de las personas grises no tardaron en centrarse en ellos, por fortuna para muchos no eran sino dos vagabundos que caminaban sin rumbo a lo largo de la ciudad, agarró a su compañera de la mano para parecer, quizás, menos sospechosos.
Siempre desde una distancia prudente, mantuvo fija su mirada en los soldados, conocía el camino que estaban recorriendo, era el mismo que transitaba cada mañana poco después de que saliese el sol, se estaban dirigiendo al cuartel. Mordiéndose el labio inferior miró a Alanna, ella también debía de haber intuido que las calles que estaban cruzando no eran al azar, si el cuartel de aquellos guardas sombríos estaba la mitad de bien custodiado que el suyo, iban a tener muchos problemas para lidiar con ellos.
Gritos de auxilio que, de golpe irrumpieron en la calle, hicieron el corazón de Eltrant se saltase un latido. Frunciendo el ceño palpó la espada oculta bajo sus ropajes y miró a su alrededor tratando de discernir entre la monocromática multitud algún dedo acusador - ¡¿Nos han visto?! – Preguntó a Alanna sin dejar de analizar, la patrulla que seguían aceleró el paso.
La calle, repleta de transeúntes que como en la Lunargenta original, lidiaban con su día a día sin sobresaltos, comenzó a acoger aún más individuos que corrían en dirección contraria a la que se dirigían Eltrant y Alanna, huyendo de algo. - ¡Son monstruos! – Pudo oír con total claridad justo junto a él, un hombre de mediana edad les empujó sin miramientos para abrirse paso entre la aterrada muchedumbre - ¡¿Por qué a esta hora!? – Otro desconocido interrumpió al primero, arrollando a todos los que se cruzaban con él - ¡Los dioses nos castigan! ¡Nos mandan cazadores incluso de día!
Apretó los dientes ¿Qué demonios le pasaba a aquella gente? ¿Por qué era tan asustadiza? Aquello era, simplemente, absurdo. Era evidente que no eran ellos los que estaban ocasionando, aquella vez, aquella fuga en masa.
Sujetando a Alanna, la obligó apartarse de la estampida de gente tirando de ella, pegándose a continuación junto a una de las tantas fachadas del lugar, habían perdido de vista al espejo que los llevaba hasta allí, suspiró resignado y se cruzó de brazos – Esto no es normal… - Dijo Eltrant si dejar de mirar a las personas que huían, algunos de ellos se paraban momentáneamente a echar un vistazo a los individuos enfundados en capas que, por algún motivo, no corrían, sin embargo, esto no dudaba más de varios segundos, los ciudadanos grises emprendían la marcha en cuanto el temor que tenían en su interior superaba a su curiosidad - …Bueno, dejando a un lado lo del color digo. – Entornó los ojos, poco a poco la muchedumbre se fue diluyendo, la cascada inicial se convirtió en un leve río, y finalmente, en un suave goteo de rezagados que jadeaban copiosamente.
Finalmente, llegó el aterrador motivo por el que toda aquella gente corría. Un hombre joven, de constitución fuerte huía de un elevado número de guardas. Una persona a la que recordaba haber visto en alguna ocasión, una persona con color, trataba de huir de la misma forma que, al parecer, los ciudadanos trataban de huir de él.
Tensó los músculos y observó como este individuo se acercaba a dónde se encontraban, estaba seguro de conocerle, no recordaba cuando, tampoco exactamente dónde, pero le conocía; y por la cara que puso Alanna, era algo que aparentemente compartían. Frunció el ceño, la guardia y le seguía y el exmercenario sabía muy bien que no iban a rendirse, no eran pocos, tragó saliva y miró a Alanna. – Quédate oculta, mantente alerta – Guiñando un ojo a su aliada depositó su mano en la empuñadura de su espada y, pocos segundos después de que el prófugo pasase frente a ellos, Eltrant caminó hasta el centro de la, ahora, desierta calle, colocándose entre los guardas y el hombre al que seguían.
- ¡Apártate vagabundo! – Los soldados no estaban dispuesto a detenerse aún con un civil de por medio, no aminoraron la marcha, no estaban dispuestos a dejar escapar su presa. - ¡Apartadle! – Gritó otro, iban a pasarle por encima, exhalando el aire que tenía en su interior, se deshizo de su capa. Todos los guardas se detuvieron al instante, mirando a Eltrant con una mezcla entre odio y miedo - ¡Monstruo! ¡¿De día también!? – Exclamó uno de ellos, el castaño enarcó una ceja y buscó con la mirada a Alanna, quizás hubiese ido a ayudar al hombre ¿Cómo se llamaba? ¿Eoghan? Sacudió la cabeza y sonrió a sus oponentes. - ¡La capitana va acabar contigo! - Eltrant desenvainó la espada como toda respuesta, el gélido brillo de esta alumbró pobremente la armadura del exmercenario. – Supongo que no vais a aceptar unas negociaciones por respuesta. ¿Verdad?
¿Qué iba a hacer ahora? ¿Huir? ¿Pelear? Contó aproximadamente a diez enemigos, una escuadra de la guardia, no eran muchos, pero no eran matones de poca monta, eran diez soldados adiestrados para combatir solo los dioses podían saber qué.
- Hace mucho tiempo que dejasteis bastante claro que no ibais a negociar. No trates de engañarnos.
De detrás de los diez hombres apareció una figura femenina, una que conocía muy bien, enfundada en una pesada armadura de placas, similar a la suya. Sin color.
– Ríndete, monstruo – Sentenció la mujer, colocándose frente a los demás soldados, algunos vitorearon su nombre, Eltrant ya lo conocía. - ¿Alanna? – El castaño, tan pálido como los hombres que perseguían momentos atrás a Eoghan, abrió los ojos de par en par, confuso por la visión que tenía frente él.
La Alanna sin color sonrió al oír su nombre y depositó su mano, cuidadosamente, en el pomo de una enorme espada que llevaba sujeta a su espalda – Casi parecéis inofensivos y todo – Aseveró la mujer desenvainando el enorme mandoble, dejándolo caer sobre su hombro. – Te enfrentas a Alanna “La Tigresa” Delteria, cosa – La autodenominada Tigresa le apuntó con la espada y frunció el ceño – Capitana del tercer escuadrón de defensa de la ciudadela, los “Aulladores Nocturnos” – La mujer continuó hablando y ensanchó su sonrisa, Eltrant detectó un dejé de orgullo en las palabras de la joven, no pudo evitar devolverle la sonrisa de forma instintiva – No permitiremos que matéis a más gente. Desiste ahora, y te prometo que tendrás un trato justo.
Las miradas de alguno de las personas grises no tardaron en centrarse en ellos, por fortuna para muchos no eran sino dos vagabundos que caminaban sin rumbo a lo largo de la ciudad, agarró a su compañera de la mano para parecer, quizás, menos sospechosos.
Siempre desde una distancia prudente, mantuvo fija su mirada en los soldados, conocía el camino que estaban recorriendo, era el mismo que transitaba cada mañana poco después de que saliese el sol, se estaban dirigiendo al cuartel. Mordiéndose el labio inferior miró a Alanna, ella también debía de haber intuido que las calles que estaban cruzando no eran al azar, si el cuartel de aquellos guardas sombríos estaba la mitad de bien custodiado que el suyo, iban a tener muchos problemas para lidiar con ellos.
Gritos de auxilio que, de golpe irrumpieron en la calle, hicieron el corazón de Eltrant se saltase un latido. Frunciendo el ceño palpó la espada oculta bajo sus ropajes y miró a su alrededor tratando de discernir entre la monocromática multitud algún dedo acusador - ¡¿Nos han visto?! – Preguntó a Alanna sin dejar de analizar, la patrulla que seguían aceleró el paso.
La calle, repleta de transeúntes que como en la Lunargenta original, lidiaban con su día a día sin sobresaltos, comenzó a acoger aún más individuos que corrían en dirección contraria a la que se dirigían Eltrant y Alanna, huyendo de algo. - ¡Son monstruos! – Pudo oír con total claridad justo junto a él, un hombre de mediana edad les empujó sin miramientos para abrirse paso entre la aterrada muchedumbre - ¡¿Por qué a esta hora!? – Otro desconocido interrumpió al primero, arrollando a todos los que se cruzaban con él - ¡Los dioses nos castigan! ¡Nos mandan cazadores incluso de día!
Apretó los dientes ¿Qué demonios le pasaba a aquella gente? ¿Por qué era tan asustadiza? Aquello era, simplemente, absurdo. Era evidente que no eran ellos los que estaban ocasionando, aquella vez, aquella fuga en masa.
Sujetando a Alanna, la obligó apartarse de la estampida de gente tirando de ella, pegándose a continuación junto a una de las tantas fachadas del lugar, habían perdido de vista al espejo que los llevaba hasta allí, suspiró resignado y se cruzó de brazos – Esto no es normal… - Dijo Eltrant si dejar de mirar a las personas que huían, algunos de ellos se paraban momentáneamente a echar un vistazo a los individuos enfundados en capas que, por algún motivo, no corrían, sin embargo, esto no dudaba más de varios segundos, los ciudadanos grises emprendían la marcha en cuanto el temor que tenían en su interior superaba a su curiosidad - …Bueno, dejando a un lado lo del color digo. – Entornó los ojos, poco a poco la muchedumbre se fue diluyendo, la cascada inicial se convirtió en un leve río, y finalmente, en un suave goteo de rezagados que jadeaban copiosamente.
Finalmente, llegó el aterrador motivo por el que toda aquella gente corría. Un hombre joven, de constitución fuerte huía de un elevado número de guardas. Una persona a la que recordaba haber visto en alguna ocasión, una persona con color, trataba de huir de la misma forma que, al parecer, los ciudadanos trataban de huir de él.
Tensó los músculos y observó como este individuo se acercaba a dónde se encontraban, estaba seguro de conocerle, no recordaba cuando, tampoco exactamente dónde, pero le conocía; y por la cara que puso Alanna, era algo que aparentemente compartían. Frunció el ceño, la guardia y le seguía y el exmercenario sabía muy bien que no iban a rendirse, no eran pocos, tragó saliva y miró a Alanna. – Quédate oculta, mantente alerta – Guiñando un ojo a su aliada depositó su mano en la empuñadura de su espada y, pocos segundos después de que el prófugo pasase frente a ellos, Eltrant caminó hasta el centro de la, ahora, desierta calle, colocándose entre los guardas y el hombre al que seguían.
- ¡Apártate vagabundo! – Los soldados no estaban dispuesto a detenerse aún con un civil de por medio, no aminoraron la marcha, no estaban dispuestos a dejar escapar su presa. - ¡Apartadle! – Gritó otro, iban a pasarle por encima, exhalando el aire que tenía en su interior, se deshizo de su capa. Todos los guardas se detuvieron al instante, mirando a Eltrant con una mezcla entre odio y miedo - ¡Monstruo! ¡¿De día también!? – Exclamó uno de ellos, el castaño enarcó una ceja y buscó con la mirada a Alanna, quizás hubiese ido a ayudar al hombre ¿Cómo se llamaba? ¿Eoghan? Sacudió la cabeza y sonrió a sus oponentes. - ¡La capitana va acabar contigo! - Eltrant desenvainó la espada como toda respuesta, el gélido brillo de esta alumbró pobremente la armadura del exmercenario. – Supongo que no vais a aceptar unas negociaciones por respuesta. ¿Verdad?
¿Qué iba a hacer ahora? ¿Huir? ¿Pelear? Contó aproximadamente a diez enemigos, una escuadra de la guardia, no eran muchos, pero no eran matones de poca monta, eran diez soldados adiestrados para combatir solo los dioses podían saber qué.
- Hace mucho tiempo que dejasteis bastante claro que no ibais a negociar. No trates de engañarnos.
De detrás de los diez hombres apareció una figura femenina, una que conocía muy bien, enfundada en una pesada armadura de placas, similar a la suya. Sin color.
– Ríndete, monstruo – Sentenció la mujer, colocándose frente a los demás soldados, algunos vitorearon su nombre, Eltrant ya lo conocía. - ¿Alanna? – El castaño, tan pálido como los hombres que perseguían momentos atrás a Eoghan, abrió los ojos de par en par, confuso por la visión que tenía frente él.
La Alanna sin color sonrió al oír su nombre y depositó su mano, cuidadosamente, en el pomo de una enorme espada que llevaba sujeta a su espalda – Casi parecéis inofensivos y todo – Aseveró la mujer desenvainando el enorme mandoble, dejándolo caer sobre su hombro. – Te enfrentas a Alanna “La Tigresa” Delteria, cosa – La autodenominada Tigresa le apuntó con la espada y frunció el ceño – Capitana del tercer escuadrón de defensa de la ciudadela, los “Aulladores Nocturnos” – La mujer continuó hablando y ensanchó su sonrisa, Eltrant detectó un dejé de orgullo en las palabras de la joven, no pudo evitar devolverle la sonrisa de forma instintiva – No permitiremos que matéis a más gente. Desiste ahora, y te prometo que tendrás un trato justo.
Eltrant Tale
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
Notó un tirón del brazo y un nuevo susurro en el oído, no sería bueno alejarse, cierto, con la locura que cundía en ese lugar, separarse sería como una sentencia de muerte, nadie parecía dispuesto a aceptar que hubiera algo de color en un mundo gris. El agarre de la capa de Eltrant resbaló para estar cogidos de la mano mientras avanzaban por la ciudad bajo la mirada atenta de los habitantes de ese mundo ceniciento.
Se mordió el labio, algo avergonzada y sonrió bajo su capa, parecía que desde los sucesos de Vulwulfar, Eltrant la tenía como a una protegida, como si fuera Lau, su hermana pequeña, y, en cierta forma, se sentía así, como una niña, volvía a estar en la granja, jugando con palos, a darse golpes contra el chico, intentando no ensuciarse más de la cuenta por las posibles regañinas de su madre, pero sin poder, al final, evitarlo.
Caminó cabizbaja, esperando no llamar la atención y esperando que las miradas que notaba sobre su espalda no fueran más que imaginaciones suyas, no podía ser que, aun cubiertos con esa cosa que daba más calor que otra cosa, y que sofocaba, aun a pesar del frío que hacía ese otoño apagado, siguieran llamando la atención. Se negaba a creerlo, más por esperanza que por confianza auténtica.
La plaza que acababan de dejar atrás era el centro neurálgico de la ciudad, justo después del castillo y el edificio de la Guardia, se concentraban, allí, los mercados y las fiestas, aunque en ese lugar apagado, no había ni lo uno ni lo otro, no, al menos, en ese momento. Sin alejarse demasiado de aquellos que parecían portar el espejo, pero a la distancia suficiente como para que no pareciera que los iban siguiendo, continuaron el camino por una calle bastante amplia y transitada. La calle central, esa que llevaba a la guardia. Si entraban allí, ya no habría modo alguno de salir de esa encrucijada, pero un elemento disuasorio hizo que tuvieran que pararse.
Nuevos gritos y carreras a tropel se acercaron desde su frente. Poniendo una mano en el brazo de su amigo, negó con la cabeza, no, no los habían visto, y si no querían que los vieran, debían disimular. La especialidad de Eltrant eran las peleas cuerpo a cuerpo, la suya, evitarlas, aunque siempre acababa embarrada, había entrenado para no necesitar luchar, recopilar información, esquivar los ataques y huir del lugar antes de llegar a recibir heridas. Al igual que para el exmercenario cada herida era un orgullo, para ella era una señal de que había fallado, de que necesitaba mejorar, o debería serlo, al menos, porque ella las tomaba por una acción bien hecha, cada herida era una vida salvada.
Deberían correr, como los otros, fingir que el pánico los vencía y lanzarse a la carrera para ocultarse en un callejón y observar desde las sombras, pero no le dio tiempo a actuar, Eltrant decidió por ella y, antes de permitirla unirse a la carrera de forma disimulada, la pegó a una fachada, apartándola del camino. Mientras los ciudadanos pasaban a la carrera, gritándoles “monstruo” a la cara, la chica observó el panorama, sin alejarse del chico que, a su lado, parecía tan confuso como ella. No, no era normal, para nada.
Cuando el primer aluvión desapareció por la otra punta de la calle, un joven alto se acercó, tenía, al igual que ellos, color en la piel y la ropa. Miró sin moverse, por un instante, la cara del joven, y lo reconoció. Era Eoghan, el chico con el que había salvado a aquel niño y sus hermanas de la casa de un traficante junto a Wernack, es decir, Asher y otro hombre bestia. ¿Qué hacía allí? No llegó a saberlo. Eltrant la empujó a un callejón, pidiéndole que se mantuviera oculta, y a salvo.
Debía haberse fumado algo raro si pensaba que iba a dejar que dos amigos estuvieran en peligro sin intervenir. Pero no podía lanzarse al peligro como si nada, no, debía pensar las cosas, si se lanzaba a la locura, probablemente solo empeoraría las cosas, si es que podían estar peor. Localizó a Eoghan entre la multitud y decidió que lo primero era ponerlo al día, al menos todo lo que podía, porque no es que ella supiera mucho más. De lo que probablemente había averiguado, ya, el chico.
Mientras Eltrant servía de distracción, ella, con toda la velocidad de la que disponía, se agachó para tomar impulso, localizó una callejuela al otro lado de la calle y salió de su escondrijo con la capa que Eltrant había dejado caer. Pasó por el lado del chico de pelo largo y la tiró la capa encima, alzando la cabeza para que distinguiera sus rasgos, esperando que la reconociera, y tiró de él hacia el callejón que había visto.
- Ts, ts ts ts, calma, soy yo.- susurró quitándose la capucha.- ¿Estás bien? No te preocupes, este sitio es raro, encuentra un modo de cubrirte, esta capa será algo corta.- musitó mirando de reojo los sucesos de la plaza.- Me alegro de verte Eoghan.- Le sonrió antes de volver a mirar al exterior.
Una voz que le sonaba más que cualquier otra resonó en medio del pequeño ejercito congregado, y una cara que veía todos los días en el espejo miró a su amigo con ojos de odio. Alanna tragó saliva, era ella. Era ella encorsetada en una armadura pesada, de placas de metal.y apuntando a Eltrant con el filo de un mandoble. Con labios apretados, preocupada por lo que pudiera hacer al chico. Miró a Eoghan dándole una señal de que permaneciera oculto y salió, cubierta por la capucha, justo a tiempo de apartar al chico de un empujón, y, dagas en mano, detener el peso de la espada desde el suelo.
El silencio resonó por el lugar mientras la cara de la guardia gris, su cara, quedaba enmarcada por la sorpresa y la rabia, que se acrecentó cuando Alanna, la Alanna de color, alzó la cara y miró a su igual con una sonrisa en los labios, dejando caer, hacia atrás, la capucha.
- Hola.- Saludó.- ¿Tigresa? No te pega.- comentó apartándose del filo- Suena pesado, a nosotras nos va mejor algo ligero, como... un gato.- comentó sonriente, intentando que las miradas se posaran en ella, esperando que, así, Eltrant y Eoghan tuvieran una oportunidad de escapar.
- ¿Te mofas? ¿Crees que no sabemos de vuestros trucos?- se enfadó dando mandobles que no alcanzaban a su contraria mientras el resto, por lo que parecía un acuerdo tácito, se mantenía en silencio, observando.
- No me mofo, pero... no pareces tu, es decir, yo.- explicó esquivando los ataques sin intentar detenerlos, ya se cansaría.- es como... si te esforzases demasiado, el combate debe ser natural, ¿o te has olvidado de eso?- preguntó, tal vez, si compartían cara y amabas eran guardas, quería decir que también compartían historia.
La rabia subía por instantes a la cara de la gris, la Gata habría jurado que, si hubiera existido el color en ese lugar, estaría roja de rabia. Lo cierto era que no recordaba tener el genio tan corto, aunque, quien sabía, igual no era todo tan igual como ella pensaba, tal vez la Tigresa, no había tenido la suerte de contar con un maestro como el que tuvo ella, tal vez había llegado ahí luchando con el cuerpo y no con la mente, y cuando alguien como había sido ella se proponía algo, lo lograba aunque para ello diera de lado todo lo demás.
El combate se alargó varios minutos, hasta que ambas, cansadas, parecieron darse por satisfechas de esa batalla de puyas. La Gata miró hacia su otra yo, aun en posición de ataque, esperando el siguiente movimiento. Pero la Tigresa no atacó, si no que sonrió de modo macabro y, mirando a sus soldados llamó con voz cantarina.
- Ely...- De entre la muchedumbre apareció una elfa menuda vestida totalmente de negro con agujas en los dedos y dagas enredadas en piernas y brazos que sonreía con malicia.
- ¿Jugamos?- preguntó.
Se mordió el labio, algo avergonzada y sonrió bajo su capa, parecía que desde los sucesos de Vulwulfar, Eltrant la tenía como a una protegida, como si fuera Lau, su hermana pequeña, y, en cierta forma, se sentía así, como una niña, volvía a estar en la granja, jugando con palos, a darse golpes contra el chico, intentando no ensuciarse más de la cuenta por las posibles regañinas de su madre, pero sin poder, al final, evitarlo.
Caminó cabizbaja, esperando no llamar la atención y esperando que las miradas que notaba sobre su espalda no fueran más que imaginaciones suyas, no podía ser que, aun cubiertos con esa cosa que daba más calor que otra cosa, y que sofocaba, aun a pesar del frío que hacía ese otoño apagado, siguieran llamando la atención. Se negaba a creerlo, más por esperanza que por confianza auténtica.
La plaza que acababan de dejar atrás era el centro neurálgico de la ciudad, justo después del castillo y el edificio de la Guardia, se concentraban, allí, los mercados y las fiestas, aunque en ese lugar apagado, no había ni lo uno ni lo otro, no, al menos, en ese momento. Sin alejarse demasiado de aquellos que parecían portar el espejo, pero a la distancia suficiente como para que no pareciera que los iban siguiendo, continuaron el camino por una calle bastante amplia y transitada. La calle central, esa que llevaba a la guardia. Si entraban allí, ya no habría modo alguno de salir de esa encrucijada, pero un elemento disuasorio hizo que tuvieran que pararse.
Nuevos gritos y carreras a tropel se acercaron desde su frente. Poniendo una mano en el brazo de su amigo, negó con la cabeza, no, no los habían visto, y si no querían que los vieran, debían disimular. La especialidad de Eltrant eran las peleas cuerpo a cuerpo, la suya, evitarlas, aunque siempre acababa embarrada, había entrenado para no necesitar luchar, recopilar información, esquivar los ataques y huir del lugar antes de llegar a recibir heridas. Al igual que para el exmercenario cada herida era un orgullo, para ella era una señal de que había fallado, de que necesitaba mejorar, o debería serlo, al menos, porque ella las tomaba por una acción bien hecha, cada herida era una vida salvada.
Deberían correr, como los otros, fingir que el pánico los vencía y lanzarse a la carrera para ocultarse en un callejón y observar desde las sombras, pero no le dio tiempo a actuar, Eltrant decidió por ella y, antes de permitirla unirse a la carrera de forma disimulada, la pegó a una fachada, apartándola del camino. Mientras los ciudadanos pasaban a la carrera, gritándoles “monstruo” a la cara, la chica observó el panorama, sin alejarse del chico que, a su lado, parecía tan confuso como ella. No, no era normal, para nada.
Cuando el primer aluvión desapareció por la otra punta de la calle, un joven alto se acercó, tenía, al igual que ellos, color en la piel y la ropa. Miró sin moverse, por un instante, la cara del joven, y lo reconoció. Era Eoghan, el chico con el que había salvado a aquel niño y sus hermanas de la casa de un traficante junto a Wernack, es decir, Asher y otro hombre bestia. ¿Qué hacía allí? No llegó a saberlo. Eltrant la empujó a un callejón, pidiéndole que se mantuviera oculta, y a salvo.
Debía haberse fumado algo raro si pensaba que iba a dejar que dos amigos estuvieran en peligro sin intervenir. Pero no podía lanzarse al peligro como si nada, no, debía pensar las cosas, si se lanzaba a la locura, probablemente solo empeoraría las cosas, si es que podían estar peor. Localizó a Eoghan entre la multitud y decidió que lo primero era ponerlo al día, al menos todo lo que podía, porque no es que ella supiera mucho más. De lo que probablemente había averiguado, ya, el chico.
Mientras Eltrant servía de distracción, ella, con toda la velocidad de la que disponía, se agachó para tomar impulso, localizó una callejuela al otro lado de la calle y salió de su escondrijo con la capa que Eltrant había dejado caer. Pasó por el lado del chico de pelo largo y la tiró la capa encima, alzando la cabeza para que distinguiera sus rasgos, esperando que la reconociera, y tiró de él hacia el callejón que había visto.
- Ts, ts ts ts, calma, soy yo.- susurró quitándose la capucha.- ¿Estás bien? No te preocupes, este sitio es raro, encuentra un modo de cubrirte, esta capa será algo corta.- musitó mirando de reojo los sucesos de la plaza.- Me alegro de verte Eoghan.- Le sonrió antes de volver a mirar al exterior.
Una voz que le sonaba más que cualquier otra resonó en medio del pequeño ejercito congregado, y una cara que veía todos los días en el espejo miró a su amigo con ojos de odio. Alanna tragó saliva, era ella. Era ella encorsetada en una armadura pesada, de placas de metal.y apuntando a Eltrant con el filo de un mandoble. Con labios apretados, preocupada por lo que pudiera hacer al chico. Miró a Eoghan dándole una señal de que permaneciera oculto y salió, cubierta por la capucha, justo a tiempo de apartar al chico de un empujón, y, dagas en mano, detener el peso de la espada desde el suelo.
El silencio resonó por el lugar mientras la cara de la guardia gris, su cara, quedaba enmarcada por la sorpresa y la rabia, que se acrecentó cuando Alanna, la Alanna de color, alzó la cara y miró a su igual con una sonrisa en los labios, dejando caer, hacia atrás, la capucha.
- Hola.- Saludó.- ¿Tigresa? No te pega.- comentó apartándose del filo- Suena pesado, a nosotras nos va mejor algo ligero, como... un gato.- comentó sonriente, intentando que las miradas se posaran en ella, esperando que, así, Eltrant y Eoghan tuvieran una oportunidad de escapar.
- ¿Te mofas? ¿Crees que no sabemos de vuestros trucos?- se enfadó dando mandobles que no alcanzaban a su contraria mientras el resto, por lo que parecía un acuerdo tácito, se mantenía en silencio, observando.
- No me mofo, pero... no pareces tu, es decir, yo.- explicó esquivando los ataques sin intentar detenerlos, ya se cansaría.- es como... si te esforzases demasiado, el combate debe ser natural, ¿o te has olvidado de eso?- preguntó, tal vez, si compartían cara y amabas eran guardas, quería decir que también compartían historia.
La rabia subía por instantes a la cara de la gris, la Gata habría jurado que, si hubiera existido el color en ese lugar, estaría roja de rabia. Lo cierto era que no recordaba tener el genio tan corto, aunque, quien sabía, igual no era todo tan igual como ella pensaba, tal vez la Tigresa, no había tenido la suerte de contar con un maestro como el que tuvo ella, tal vez había llegado ahí luchando con el cuerpo y no con la mente, y cuando alguien como había sido ella se proponía algo, lo lograba aunque para ello diera de lado todo lo demás.
El combate se alargó varios minutos, hasta que ambas, cansadas, parecieron darse por satisfechas de esa batalla de puyas. La Gata miró hacia su otra yo, aun en posición de ataque, esperando el siguiente movimiento. Pero la Tigresa no atacó, si no que sonrió de modo macabro y, mirando a sus soldados llamó con voz cantarina.
- Ely...- De entre la muchedumbre apareció una elfa menuda vestida totalmente de negro con agujas en los dedos y dagas enredadas en piernas y brazos que sonreía con malicia.
- ¿Jugamos?- preguntó.
Alanna Delteria
Aerandiano de honor
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
(Disculpad la tardanza en postear, han sido dos semanas de pura locura aquí >_<)
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-¿¡Seguro que no podemos llegar a un acuerdo?! ¡Yo qué se, soy buen guerrero, puedo encargarme de los criminales o algo! -Un cuchillo arrojadizo de uno de los guardias pasó por el lado de su cara, casi haciéndole un peinado nuevo de lateral. -¡Vale, vale, me tomaré eso como que la hostilidad hacia mí es absoluta!
Y dicho eso siguió corriendo, observando cómo de entre la muchedumbre que huía de él un par de figuras con capas igual de grises se deslizaban, pero de una forma distinta otros. Si bien Eoghan se dio cuenta del detalle por un instante, fue cuando vio a otra persona de color como él salir de uno de los callejones y plantarse ante los guardias. Casi frenó en seco y se giró, reconociendo a Eltrant, el mercenario que lo ayudó a combatir a los guardias de aquel noble para ayudar a la joven Runa en Lunargenta... Cuando de repente notó un tirón de su brazo que casi lo tiró dentro de una de las callejuelas. Espera...
-¿Alanna? -Preguntó con una más que clarísima sorpresa cuando la mujer alzó el pico de su capucha a propósito para que la viese. Por un instante sintió alivio, saber que no estaba solo en aquel sitio y que por encima tenía aliados... Buf, un peso menos, ¡pero aun así tenían a medio cuerpo de la Guardia encima! El joven se escondió tras una caja, poniéndose la capa por encima. -¿Se puede saber qué pasa? ¡Estaba arreglándole el marco de un espejo a un orfebre y de repente eso me chupó como si fuera un maldito desagüe! Y ahora estos chalados de gris me persiguen como si fuera un lobo con la rabia...
Obviamente en su tono había sorpresa, indignación y alivio a partes iguales, confuso por todo lo que estaba sucediendo así tan de pronto... Y ahora por encima estaba viendo a... ¿La doble de Alanna? El joven abrió más aun los ojos cuando vio a la original salir corriendo con sus dagas en mano a por aquella bestia enlatada en placas, y sintió el impulso de ir a ayudar, tomando el mango del espadón atado a la espalda, pero le pidió inmediatamente que se quedase ahí. Gruñó suavemente, no gustandole nada quedarse apartado de una pelea, menos aun dejándoles en desventaja numérica, ¿pero qué otra opción quedaba? Se quedó oculto detrás de la caja, hasta que escuchó el timbre de una voz que conocía demasiado bien, pero...
... Pero era distinta, y no para bien. Y por encima totalmente de negro. No, no, eso ya era el colmo. Vale, le persiguieron, vale, le llamaron monstruo, y vale, ese mundo era más feo que pegarle a un padre con una mesa de taberna, ¿pero un clon agresivo y retorcido de Ely? Ah no, eso sí que no, por ese aro él no iba a pasar ni de coña.
-¿Jugar? Guarda las agujas. -Dijo, saliendo del callejón. La empuñadura del espadón estaba a la vista y al alcance, pero estaba claro que no iba a luchar. No contra Ely, aunque viendo lo cambiada que estaba el clon de Alanna... Demonios, quizás esa contraparte de Eléanör no sería ni por asomo la mitad de bondadosa que la otra, si acaso posiblemente su locura sería tan alta como la buena gracia de su Ely. Y eso no le gustaba nada.
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-¿¡Seguro que no podemos llegar a un acuerdo?! ¡Yo qué se, soy buen guerrero, puedo encargarme de los criminales o algo! -Un cuchillo arrojadizo de uno de los guardias pasó por el lado de su cara, casi haciéndole un peinado nuevo de lateral. -¡Vale, vale, me tomaré eso como que la hostilidad hacia mí es absoluta!
Y dicho eso siguió corriendo, observando cómo de entre la muchedumbre que huía de él un par de figuras con capas igual de grises se deslizaban, pero de una forma distinta otros. Si bien Eoghan se dio cuenta del detalle por un instante, fue cuando vio a otra persona de color como él salir de uno de los callejones y plantarse ante los guardias. Casi frenó en seco y se giró, reconociendo a Eltrant, el mercenario que lo ayudó a combatir a los guardias de aquel noble para ayudar a la joven Runa en Lunargenta... Cuando de repente notó un tirón de su brazo que casi lo tiró dentro de una de las callejuelas. Espera...
-¿Alanna? -Preguntó con una más que clarísima sorpresa cuando la mujer alzó el pico de su capucha a propósito para que la viese. Por un instante sintió alivio, saber que no estaba solo en aquel sitio y que por encima tenía aliados... Buf, un peso menos, ¡pero aun así tenían a medio cuerpo de la Guardia encima! El joven se escondió tras una caja, poniéndose la capa por encima. -¿Se puede saber qué pasa? ¡Estaba arreglándole el marco de un espejo a un orfebre y de repente eso me chupó como si fuera un maldito desagüe! Y ahora estos chalados de gris me persiguen como si fuera un lobo con la rabia...
Obviamente en su tono había sorpresa, indignación y alivio a partes iguales, confuso por todo lo que estaba sucediendo así tan de pronto... Y ahora por encima estaba viendo a... ¿La doble de Alanna? El joven abrió más aun los ojos cuando vio a la original salir corriendo con sus dagas en mano a por aquella bestia enlatada en placas, y sintió el impulso de ir a ayudar, tomando el mango del espadón atado a la espalda, pero le pidió inmediatamente que se quedase ahí. Gruñó suavemente, no gustandole nada quedarse apartado de una pelea, menos aun dejándoles en desventaja numérica, ¿pero qué otra opción quedaba? Se quedó oculto detrás de la caja, hasta que escuchó el timbre de una voz que conocía demasiado bien, pero...
... Pero era distinta, y no para bien. Y por encima totalmente de negro. No, no, eso ya era el colmo. Vale, le persiguieron, vale, le llamaron monstruo, y vale, ese mundo era más feo que pegarle a un padre con una mesa de taberna, ¿pero un clon agresivo y retorcido de Ely? Ah no, eso sí que no, por ese aro él no iba a pasar ni de coña.
-¿Jugar? Guarda las agujas. -Dijo, saliendo del callejón. La empuñadura del espadón estaba a la vista y al alcance, pero estaba claro que no iba a luchar. No contra Ely, aunque viendo lo cambiada que estaba el clon de Alanna... Demonios, quizás esa contraparte de Eléanör no sería ni por asomo la mitad de bondadosa que la otra, si acaso posiblemente su locura sería tan alta como la buena gracia de su Ely. Y eso no le gustaba nada.
Eoghan Lothannor
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
La Alanna monocromática contrajo su rostro en una mueca de ira cuando apareció su doble a color, esta, sin embargo, no tardó en desvanecerse cuando una elfa ataviada en negro irrumpió en la escena.
Eltrant miró a su aliada, que haciendo caso omiso a sus órdenes había emergido de entre la multitud y había colocado junto a él. – Se supone que de los dos tu eres la cauta – Dijo sin apartar la mirada del batallón de guardas que tenía frente a él – Al menos aún nos queda… - No llegó a acabar la frase, el hombre al que estaba a punto de mencionar imitó a Alanna y salió del callejón en el que se estaba ocultando, suspirando se llevó ambas manos hasta las sienes. – Muy bien, vale, vamos a hacerlo por las malas.
La mayoría de los guardas que estaban frente a ellos, en aquel callejón solo poblado por los ciudadanos más valientes, los que parecían anteponer su curiosidad a su seguridad personal, no eran sino soldados rasos, muy similares a él mismo.
La Alanna sin color, en cambio, le daba mala espina.
- ¿No os vais a rendir? – Inquirió de nuevo asegurándose de que la pesada hombrera de metal de su hombro derecho seguía firmemente sujeta a su cuerpo – Muy bien, no esperaba menos de asesinos como vosotros. – Eltrant enarcó una ceja ¿Asesinos? Es decir, eran ligeramente diferentes, pero salvo el color y aquella fuerza sobrehumana de la que parecía hacer gala, aquella mujer seguía siendo igual a Alanna.
Emitiendo un grito que le pillo de improvisó, la capitana del escuadrón que les enfrentaba cargó contra su doble, segura de acabar con la joven castaña de un solo golpe. Apretando los dientes Eltrant colocó su espada entre su contrincante y la cara de su aliada, bloqueando el ataque. – ¡No voy a dejarte pasar! – Contestó Eltrant empujándola hacia detrás, la mujer sonrió – ¡La justicia guía mi espada! – Gritó lanzando una fuerte estocada contra el guarda, que, aun bloqueándola, se vio arrastrado hacia atrás por la imponente fuerza que la mujer tenía en sus brazos.
Mientras intercambiaban golpe, pudo observar como la elfa de negro comenzaba a moverse, buscando a Eoghan con sus dagas, frunció el ceño y se giró para, como había hecho con la Alanna gris, tratar de interceptarla, pero un fuerte golpe en su espalda, un golpe que dobló sin mucha dificultad su armadura, le hizo centrarse en la capitana de los “Aulladores Nocturnos” de nuevo – ¡Yo soy tu rival! – Chasqueando la lengua Eltrant buscó a sus aliados - ¡Ayuda a Eo…! – No se terminaba de acordar de su nombre, y tampoco estaba en el lugar indicado para hacer memoria - ¡Ayúdale! – Exclamó a Alanna – Dudo mucho que esa copia barata consiga detener a Ely – Respondió la Tigresa frente a él, sin cesar un ápice su ofensiva, sin ceder el férreo control que tenía sobre la pelea – Te sorprenderías. – Contestó el exmercenario tratando de tomar la iniciativa.
El filo de ambas hojas volvió a entrechocar, un fuerte crujido metálico hizo que los guardas grises que más cercanos a ellos estaban se apartasen de la confrontación, sintió como su empuñadura vibraba entre sus manos, el color celeste de la hoja iluminó tenuemente el rostro grisáceo de su oponente - ¡¡Interesante!! – La palma de la mano de la Tigresa, enfundada en su guantelete, se cerró en torno la cara de Eltrant, quien no pudo hacer sino observar como esta le empujaba hacia atrás sin mucho esfuerzo - ¡Esquiva esto! – Dirigiendo su mandoble directamente al hombro del castaño, la hoja del arma que Alanna blandía rebotó contra la armadura, momento que el séptimo Tale aprovechó para embestir a la mujer en el pecho, alejándola de él.
Respirando, agitado, llevó la mano hasta su hombro, dónde la armadura ahora estaba doblada y ligeramente resquebrajada – Menuda fuerza tienes… - Susurró Eltrant, algunos vítores comenzaron a resonar en la calle. - ¡¿Escuchas eso, monstruo?! – Su adversaria le apuntó de nuevo con su pesado mandoble, Eltrant suspiró, le recordaba a él mismo, ¿De verdad sonaba así? – Son los corazones de todos los ciudadanos de Lunargenta, clamando por su libertad – La mujer se golpeó el pecho, justo encima del corazón – ¡Prepárate!
La mujer volvió a arremeter contra Eltrant, quien anticipando aquel ataque pudo bloquearlo sin mucha dificultad, aunque la fuera del impacto le hizo retroceder un par de pasos. Agachándose en un alarde de una agilidad que no recordaba poseer, evitó que la joven sin color clavase su espada en la pequeña grieta que ahora tenía en su hombro. - ¡No huyas! – Eltrant respondió a esto atacando, en un inútil intento por girar las tornas a la batalla - ¡No lo hago! – Las espadas volvieron a cruzarse, muchos de los aldeanos contemplaban como uno de aquellos seres coloridos aguantaba a La Tigresa, como ambos estaban sumidos en un frenético baile de metal, un baile lento, pesado, un baile que parecía no tener final, pero un baile, al fin y al cabo.
Eltrant podía percibir a simple vista que aquello no iba bien, estaba aguantando como mejor podía, pero el sudor que resbalaba por su frente indicaba que no duraría mucho más contra el aspecto impasible e impoluto de la mujer, no había conseguido acertar siquiera un golpe.
- ¡Alanna! – Trató de hacerse oír sobre los vítores de los ciudadanos, no sabía que estaba haciendo su aliada, mucho menos Eoghan, pero tenían que huir, por primera vez en su vida, estaba completamente seguro que no ganaría un combate de frente, no contra ella. - ¡Mi herrería! – Exclamó solamente, se giró un instante para localizar con la mirada a las dos únicas personas a color en aquel lugar, aquel despiste le costó un fuerte golpe en la cabeza con el envés del mandoble de su oponente, que le tumbó al suelo. – ¡No te distraigas! – Sacudiendo la cabeza volvió a levantarse, ignorando el moratón que estaba comenzado a aparecer en su mejilla sonrió a la mujer. – Buen golpe – Dijo el castaño envainando su espada, momento que aprovechó para limpiar el sudor que resbalaba por su frente. La mujer frente a él sonrió y dejó caer su espada en su hombro – ¿Te rindes? Bien. Tengo que admitir que muchos no habrían aguantado ese golpe – Contestó está avanzando hacía Eltrant, buscando unos pesados grilletes que llevaba colgando de su cinturón.
¿Cómo podía escapar de allí? Estaba rodeado de ciudadanos, de guardas, la elfa que peleaba contra Alanna y Eoghan parecía ser ridículamente rápida. Una fuerte carcajada, una tan fuerte y sonora que no podía ser natural hizo que todos los presentes levantasen la mirada hasta uno de los tejados circundantes, algunos susurraron sorprendidos ante esto, Eltrant escuchó alguna risa nerviosa, emocionada.
Tras unos segundos mirando a su alrededor, tratando de comprender que estaba pasando, Eltrant pudo comprobar como una silueta pobremente visible a causa del sol blanquecino que se alzaba sobre la ciudad era el origen de aquella, evidentemente, risa forzada. – Por los dioses, él no… - Eltrant se giró hacía la Alanna blanquecina, que, suspirando, se había llevado la mano hasta la cara.
- ¡NO TEMAIS, PUES HE LLEGADO! – La silueta alzó la voz, todos se callaron de inmediato y empezaron a aplaudir, mirando al inesperado recién llegado. - ¡VUESTRO HEROE! ¡VUESTRO VIGILANTE! ¡EL INCREIBLE! ¡EL GENUINO! – Eltrant bajó la mirada y aprovechó la situación de desconcierto general que reinaba en la calle para comenzar a correr en dirección a uno de los callejones que poblaban el lugar - ¡¡SMASH BLADE!! – Una incesante cantidad de vítores, de alabanzas, aún superiores a los que había recibido la Tigresa opacaron todos los demás sonidos de la ciudad, temiendo todavía más por su salud mental siguió avanzando sin prestar atención a los pocos guardas que aún estaban tras él, curiosamente, la Alanna gris parecía querer atrapar a aquel tipo con aun más ahínco que a ellos, pues pudo oír su distante voz decir algo parecido a: “A esos los encontraremos fácilmente, centraos en el bufón.”
No tenía forma de adivinar qué dirección habían tomado Alanna y Eoghan, pero esperaba que la muchacha comprendiese lo que había querido decir con “herrería”, tras varias decenas de minutos corriendo, tratando de alejarse lo máximo posible de los vítores y las alabanzas que aún se escuchaban en la lejanía, se ocultó del último guarda en el interior de una tienda que, si bien aparentemente parecía estar vacía desde el exterior, se equivocó con creces pues se encontró a una joven finamente vestida en su interior.
La chica abrió los ojos de par en par, ligeramente asustada por la extraña visión que tenía frente a ella, Eltrant cerró los ojos temiendo el muy posible grito de auxilio que esta iba a realizar, no obstante, en lugar de ello, la chica se ajustó el vestido que, por su confección, parecía ser bastante caro, y acercándose al castaño le propinó una bofetada con todas su fuerzas.
Eltrant, confuso, se llevó la mano hasta la mejilla, dónde la marca de la palma de la joven empezó a adquirir ciertas tonalidades carmesíes, la cual no tardó en contrastar vigorosamente con el moratón que la Alanna de aquel mundo le había hecho. - ¿¡Cómo te atreves, monstruo, a entrar en una de las magnánimas propiedades de la familia Thorgil sin llamar a la puerta primero!? – Preguntó dándole otra bofetada exactamente en el mismo lugar en el que lo había hecho – Eres afortunado, ya que soy una líder cándida y amable con sus vasallos, pero me he despeinado por tu culpa, te lo restaré de tu sueldo. – La chica sonrió al mercenario con amabilidad y se alisó el vestido, para a continuación arreglarse el flequillo con un pequeño espejo de mano - ¿Estabas escapando de la guardia? Últimamente pasan cosas malas al anochecer, con gente como… bueno, como tú. – El castaño no tuvo tiempo para responder, la muchacha se colocó detrás del mostrador y comenzó a contar los Aeros que había en el interior de una cajita, estudió el lugar al que había entrado ¿Una sastrería? - ¿Has hecho algo malo? – No dejaba de sorprenderle que la chica no estuviese siquiera amedrentada por su presencia, sobre todo después del espectáculo que los demás ciudadanos de aquella incolora versión de Lunargenta habían dado - Bueno, no te preocupes, Runa no piensa de los coloridos como los demás - Ensanchó su sonrisa – Tus ropajes… son curiosos. Pero así no llegarás muy lejos – Deslizando el dedo por encima de la armadura, deposito en las manos del mercenario varias prendas de distintos tipos. – Si alguien pregunta, eres mi guardaespaldas personal.
Eltrant miró a su aliada, que haciendo caso omiso a sus órdenes había emergido de entre la multitud y había colocado junto a él. – Se supone que de los dos tu eres la cauta – Dijo sin apartar la mirada del batallón de guardas que tenía frente a él – Al menos aún nos queda… - No llegó a acabar la frase, el hombre al que estaba a punto de mencionar imitó a Alanna y salió del callejón en el que se estaba ocultando, suspirando se llevó ambas manos hasta las sienes. – Muy bien, vale, vamos a hacerlo por las malas.
La mayoría de los guardas que estaban frente a ellos, en aquel callejón solo poblado por los ciudadanos más valientes, los que parecían anteponer su curiosidad a su seguridad personal, no eran sino soldados rasos, muy similares a él mismo.
La Alanna sin color, en cambio, le daba mala espina.
- ¿No os vais a rendir? – Inquirió de nuevo asegurándose de que la pesada hombrera de metal de su hombro derecho seguía firmemente sujeta a su cuerpo – Muy bien, no esperaba menos de asesinos como vosotros. – Eltrant enarcó una ceja ¿Asesinos? Es decir, eran ligeramente diferentes, pero salvo el color y aquella fuerza sobrehumana de la que parecía hacer gala, aquella mujer seguía siendo igual a Alanna.
Emitiendo un grito que le pillo de improvisó, la capitana del escuadrón que les enfrentaba cargó contra su doble, segura de acabar con la joven castaña de un solo golpe. Apretando los dientes Eltrant colocó su espada entre su contrincante y la cara de su aliada, bloqueando el ataque. – ¡No voy a dejarte pasar! – Contestó Eltrant empujándola hacia detrás, la mujer sonrió – ¡La justicia guía mi espada! – Gritó lanzando una fuerte estocada contra el guarda, que, aun bloqueándola, se vio arrastrado hacia atrás por la imponente fuerza que la mujer tenía en sus brazos.
Mientras intercambiaban golpe, pudo observar como la elfa de negro comenzaba a moverse, buscando a Eoghan con sus dagas, frunció el ceño y se giró para, como había hecho con la Alanna gris, tratar de interceptarla, pero un fuerte golpe en su espalda, un golpe que dobló sin mucha dificultad su armadura, le hizo centrarse en la capitana de los “Aulladores Nocturnos” de nuevo – ¡Yo soy tu rival! – Chasqueando la lengua Eltrant buscó a sus aliados - ¡Ayuda a Eo…! – No se terminaba de acordar de su nombre, y tampoco estaba en el lugar indicado para hacer memoria - ¡Ayúdale! – Exclamó a Alanna – Dudo mucho que esa copia barata consiga detener a Ely – Respondió la Tigresa frente a él, sin cesar un ápice su ofensiva, sin ceder el férreo control que tenía sobre la pelea – Te sorprenderías. – Contestó el exmercenario tratando de tomar la iniciativa.
El filo de ambas hojas volvió a entrechocar, un fuerte crujido metálico hizo que los guardas grises que más cercanos a ellos estaban se apartasen de la confrontación, sintió como su empuñadura vibraba entre sus manos, el color celeste de la hoja iluminó tenuemente el rostro grisáceo de su oponente - ¡¡Interesante!! – La palma de la mano de la Tigresa, enfundada en su guantelete, se cerró en torno la cara de Eltrant, quien no pudo hacer sino observar como esta le empujaba hacia atrás sin mucho esfuerzo - ¡Esquiva esto! – Dirigiendo su mandoble directamente al hombro del castaño, la hoja del arma que Alanna blandía rebotó contra la armadura, momento que el séptimo Tale aprovechó para embestir a la mujer en el pecho, alejándola de él.
Respirando, agitado, llevó la mano hasta su hombro, dónde la armadura ahora estaba doblada y ligeramente resquebrajada – Menuda fuerza tienes… - Susurró Eltrant, algunos vítores comenzaron a resonar en la calle. - ¡¿Escuchas eso, monstruo?! – Su adversaria le apuntó de nuevo con su pesado mandoble, Eltrant suspiró, le recordaba a él mismo, ¿De verdad sonaba así? – Son los corazones de todos los ciudadanos de Lunargenta, clamando por su libertad – La mujer se golpeó el pecho, justo encima del corazón – ¡Prepárate!
La mujer volvió a arremeter contra Eltrant, quien anticipando aquel ataque pudo bloquearlo sin mucha dificultad, aunque la fuera del impacto le hizo retroceder un par de pasos. Agachándose en un alarde de una agilidad que no recordaba poseer, evitó que la joven sin color clavase su espada en la pequeña grieta que ahora tenía en su hombro. - ¡No huyas! – Eltrant respondió a esto atacando, en un inútil intento por girar las tornas a la batalla - ¡No lo hago! – Las espadas volvieron a cruzarse, muchos de los aldeanos contemplaban como uno de aquellos seres coloridos aguantaba a La Tigresa, como ambos estaban sumidos en un frenético baile de metal, un baile lento, pesado, un baile que parecía no tener final, pero un baile, al fin y al cabo.
Eltrant podía percibir a simple vista que aquello no iba bien, estaba aguantando como mejor podía, pero el sudor que resbalaba por su frente indicaba que no duraría mucho más contra el aspecto impasible e impoluto de la mujer, no había conseguido acertar siquiera un golpe.
- ¡Alanna! – Trató de hacerse oír sobre los vítores de los ciudadanos, no sabía que estaba haciendo su aliada, mucho menos Eoghan, pero tenían que huir, por primera vez en su vida, estaba completamente seguro que no ganaría un combate de frente, no contra ella. - ¡Mi herrería! – Exclamó solamente, se giró un instante para localizar con la mirada a las dos únicas personas a color en aquel lugar, aquel despiste le costó un fuerte golpe en la cabeza con el envés del mandoble de su oponente, que le tumbó al suelo. – ¡No te distraigas! – Sacudiendo la cabeza volvió a levantarse, ignorando el moratón que estaba comenzado a aparecer en su mejilla sonrió a la mujer. – Buen golpe – Dijo el castaño envainando su espada, momento que aprovechó para limpiar el sudor que resbalaba por su frente. La mujer frente a él sonrió y dejó caer su espada en su hombro – ¿Te rindes? Bien. Tengo que admitir que muchos no habrían aguantado ese golpe – Contestó está avanzando hacía Eltrant, buscando unos pesados grilletes que llevaba colgando de su cinturón.
¿Cómo podía escapar de allí? Estaba rodeado de ciudadanos, de guardas, la elfa que peleaba contra Alanna y Eoghan parecía ser ridículamente rápida. Una fuerte carcajada, una tan fuerte y sonora que no podía ser natural hizo que todos los presentes levantasen la mirada hasta uno de los tejados circundantes, algunos susurraron sorprendidos ante esto, Eltrant escuchó alguna risa nerviosa, emocionada.
Tras unos segundos mirando a su alrededor, tratando de comprender que estaba pasando, Eltrant pudo comprobar como una silueta pobremente visible a causa del sol blanquecino que se alzaba sobre la ciudad era el origen de aquella, evidentemente, risa forzada. – Por los dioses, él no… - Eltrant se giró hacía la Alanna blanquecina, que, suspirando, se había llevado la mano hasta la cara.
- ¡NO TEMAIS, PUES HE LLEGADO! – La silueta alzó la voz, todos se callaron de inmediato y empezaron a aplaudir, mirando al inesperado recién llegado. - ¡VUESTRO HEROE! ¡VUESTRO VIGILANTE! ¡EL INCREIBLE! ¡EL GENUINO! – Eltrant bajó la mirada y aprovechó la situación de desconcierto general que reinaba en la calle para comenzar a correr en dirección a uno de los callejones que poblaban el lugar - ¡¡SMASH BLADE!! – Una incesante cantidad de vítores, de alabanzas, aún superiores a los que había recibido la Tigresa opacaron todos los demás sonidos de la ciudad, temiendo todavía más por su salud mental siguió avanzando sin prestar atención a los pocos guardas que aún estaban tras él, curiosamente, la Alanna gris parecía querer atrapar a aquel tipo con aun más ahínco que a ellos, pues pudo oír su distante voz decir algo parecido a: “A esos los encontraremos fácilmente, centraos en el bufón.”
No tenía forma de adivinar qué dirección habían tomado Alanna y Eoghan, pero esperaba que la muchacha comprendiese lo que había querido decir con “herrería”, tras varias decenas de minutos corriendo, tratando de alejarse lo máximo posible de los vítores y las alabanzas que aún se escuchaban en la lejanía, se ocultó del último guarda en el interior de una tienda que, si bien aparentemente parecía estar vacía desde el exterior, se equivocó con creces pues se encontró a una joven finamente vestida en su interior.
La chica abrió los ojos de par en par, ligeramente asustada por la extraña visión que tenía frente a ella, Eltrant cerró los ojos temiendo el muy posible grito de auxilio que esta iba a realizar, no obstante, en lugar de ello, la chica se ajustó el vestido que, por su confección, parecía ser bastante caro, y acercándose al castaño le propinó una bofetada con todas su fuerzas.
Eltrant, confuso, se llevó la mano hasta la mejilla, dónde la marca de la palma de la joven empezó a adquirir ciertas tonalidades carmesíes, la cual no tardó en contrastar vigorosamente con el moratón que la Alanna de aquel mundo le había hecho. - ¿¡Cómo te atreves, monstruo, a entrar en una de las magnánimas propiedades de la familia Thorgil sin llamar a la puerta primero!? – Preguntó dándole otra bofetada exactamente en el mismo lugar en el que lo había hecho – Eres afortunado, ya que soy una líder cándida y amable con sus vasallos, pero me he despeinado por tu culpa, te lo restaré de tu sueldo. – La chica sonrió al mercenario con amabilidad y se alisó el vestido, para a continuación arreglarse el flequillo con un pequeño espejo de mano - ¿Estabas escapando de la guardia? Últimamente pasan cosas malas al anochecer, con gente como… bueno, como tú. – El castaño no tuvo tiempo para responder, la muchacha se colocó detrás del mostrador y comenzó a contar los Aeros que había en el interior de una cajita, estudió el lugar al que había entrado ¿Una sastrería? - ¿Has hecho algo malo? – No dejaba de sorprenderle que la chica no estuviese siquiera amedrentada por su presencia, sobre todo después del espectáculo que los demás ciudadanos de aquella incolora versión de Lunargenta habían dado - Bueno, no te preocupes, Runa no piensa de los coloridos como los demás - Ensanchó su sonrisa – Tus ropajes… son curiosos. Pero así no llegarás muy lejos – Deslizando el dedo por encima de la armadura, deposito en las manos del mercenario varias prendas de distintos tipos. – Si alguien pregunta, eres mi guardaespaldas personal.
Eltrant Tale
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
Sudando, cansada, miró como de detrás de la moles de placas de metal que era ella en ese mundo, una figura menuda, delgada y delicada encasquetada en negro se acercaba con agujas en las manos. Alanna la miró, extrañada, era tan pequeña que podría, perfectamente, soplar y lanzarla al suelo. ¿En serio le mandaban a una chiquilla que parecía de cristal y que, además, "quería jugar"? La miró con ojos entrecerrados, y volvió a tomar la posición defensiva.
- Si, se supone.- sonrió a Eltrant, respirando hondo.
No podía confiarse, a ella misma también solían infravalorarla por su aspecto menudo, y, en la mayoría de ocasiones, ese había sido el mayor fallo que habían cometido sus enemigos, porque esa chica pequeña a la que pensaban poder vencer con un chasquido les había acabado por atravesar el estómago con sus dagas. Esperó un instante, dispuesta a lanzarse hacia delante para lanzar el primer ataque a la tal Ely, cuando Eoghan salió del escondrijo en el que lo había dejado, alejándose, así, de la seguridad del callejón.
Se alzó, al igual que hizo la chica de agujas en las manos, y miró de uno a otro como en un partido de tenis,¿se conocían? por la cara pálida, si es que el blanco podía blanquecer más, como si hubiera visto un fantasma. Con ceño fruncido, la Gata miró a la chica dejar caer las agujas y mirar atentamente al joven que acababa de salir de callejón mientras murmuraba algo que no llegó a oír. Se alejó unos pasos, la chica parecía a punto de llorar y no llegaba a comprender la razón de esa actitud.
- Pensaba que estabas muerto...- escuchó musitar a la joven de pelo largo antes de oír el chasquido metálico de dos filos al chocar.
Giró a ver que sucedía, la Tigresa y Eltrant se habían enzarzado en una lucha feroz, que parecía no ir a darles tregua. Chasqueo la lengua, no tenía forma de ayudar, pero el choque de espadas parecía haber despertado a alguien más que a ella de ese parentesis de calma y confusión. Notó un golpe en la espalda y algo que se clavaba en su cintura. Un corte que comenzaba a sangrar, no era profundo, solo un rasguño, un rasguño algo grave, pero nada de lo que preocuparse si se trataba a tiempo. Ni siquiera le impedía moverse.
Miró a la joven de gris que le había clavado un puñal por la espalda, sus ojos parecían querer decir algo que no entendía. Pero tampoco podía quedarse quieta, dejando que la acuchillaran, mientras no actuaba, sacó sus dagas con una mueca al notar como el puñal de su cintura salía y volvía a rasgarle la piel y, mientras la sangre salía empapando su camisa azul de rojo, lanzó un tajo al aire intentando alejar a la joven gris. La sangre seguía saliendo de su herida y el dolor punzante le dificultaba el movimiento, mientras la elfa se lanzaba hacia ella con movimientos ágiles que, no intentaban herirla, no más de lo que ya estaba, al menos.
Un golpe por arriba, en el que Alanna dejó un gran descubierto que la elfa no aprovechó le hizo darse cuenta de que, sorprendentemente, no quería hacerle daño, desconcertada, lanzó un ataque certero que dio a la muchacha en el brazo, habría sido fácil detenerlo, incluso esquivarlo, pero la chica gris estaba demasiado ocupada observando a Eoghan como para preocuparse por ella, y eso podía resultar mortal. La voz de Eltrant la distrajo de la pelea, debían huir. Guardando sus dagas, haciendo caer al suelo a la chica herida, se sostuvo la herida y salió corriendo, debían llegar al local de Eltrant.
- ¡Vamos Eoghan!.- exclamó para empezar la huida cuando una voz sonó desde los tejados.
Miró hacia arriba, incrédula, y tuvo que aguantar una sonora carcajada al ver a Asher, el serio, aburrido y sarcástico Asher, intentando ser un héroe. La guardia pareció exasperada y la gente comenzó a aplaudir. ¿De dónde se había escapado ese elemento? Casi prefería al Asher apático que a ese... cosa. ¿Smash Blade decía llamarse? Por los dioses, que gente más rara, pero ese se llevababa la palma... El dolor le devolvió a la realidad, debían salir de allí, pero los curiosos les rodeaban y no parecían dispuestos a dejarles lugar para salir.
Miró a su alrededor y localizó un hueco desde el que la chica que la había herido los llamaba, no podía fiarse, pero tampoco había otro lado por el que salir, así que, sin más opciones, aun con sus manos sobe la herida, salió corriendo hacia el callejón que la joven señalaba. Comenzó a correr con prisas, adelantando por poco a la chica, era rápida, se cogía el brazo dolorida. Suspiró y se detuvo cuando se habían alejado de la calle en la que habían luchado.
- Lo siento pero tu te quedas aquí.- el silencio que siguió a su afirmación podría haberse cortado con cuchillo.- no se quien eres, pero me has herido y estas con quienes nos persiguen, no pienso permitir que venga con nosotros.- se giró a mirar a Eoghan.- por muy raro que sea lo que tengáis.- dijo con un suspiro, no sabía que pasaba entre esos dos, o que había pasado o que habían tenido los dos ellos grises, pero... le importaba poco, y más mientras su guante se teñía de color rojo.
- No es... no es así.- dijo la elfa con voz suave.- yo... no es eso.- las lágrimas acudían a los ojos de la elfa como si le doliera lo que sucedía.- mira, solo... no soy así, no soy parte de eso, ¿vale? Yo... no luchaba, curaba pero....- un suspiró escapó de sus labios, tembloroso, y se acercó a ella. Alanna retrocedió un paso mientras veía las manos de la elfa iluminarse en un tétrico color blanquecino.- Es para curarte, si no te tratan pronto la herida pasará a ser grave.
Lo sabía, lo sabía bien, notaba tirante la pierna, y el mareo por la perdida de sangre comenzaba a alcanzarla, pero no e fiaba de ella. Miró a Eoghan de reojo, no había mirado si él estaba herido, ni sabía, aun si podía fiarse de la chica que tenía a su frente, si podía curar, por qué no se curaba a si misma, no, no se sentía tranquila permitiéndola acercarse, debían librarse de ella para llegar pronto a la herrería de Eltrant.
- Si, se supone.- sonrió a Eltrant, respirando hondo.
No podía confiarse, a ella misma también solían infravalorarla por su aspecto menudo, y, en la mayoría de ocasiones, ese había sido el mayor fallo que habían cometido sus enemigos, porque esa chica pequeña a la que pensaban poder vencer con un chasquido les había acabado por atravesar el estómago con sus dagas. Esperó un instante, dispuesta a lanzarse hacia delante para lanzar el primer ataque a la tal Ely, cuando Eoghan salió del escondrijo en el que lo había dejado, alejándose, así, de la seguridad del callejón.
Se alzó, al igual que hizo la chica de agujas en las manos, y miró de uno a otro como en un partido de tenis,¿se conocían? por la cara pálida, si es que el blanco podía blanquecer más, como si hubiera visto un fantasma. Con ceño fruncido, la Gata miró a la chica dejar caer las agujas y mirar atentamente al joven que acababa de salir de callejón mientras murmuraba algo que no llegó a oír. Se alejó unos pasos, la chica parecía a punto de llorar y no llegaba a comprender la razón de esa actitud.
- Pensaba que estabas muerto...- escuchó musitar a la joven de pelo largo antes de oír el chasquido metálico de dos filos al chocar.
Giró a ver que sucedía, la Tigresa y Eltrant se habían enzarzado en una lucha feroz, que parecía no ir a darles tregua. Chasqueo la lengua, no tenía forma de ayudar, pero el choque de espadas parecía haber despertado a alguien más que a ella de ese parentesis de calma y confusión. Notó un golpe en la espalda y algo que se clavaba en su cintura. Un corte que comenzaba a sangrar, no era profundo, solo un rasguño, un rasguño algo grave, pero nada de lo que preocuparse si se trataba a tiempo. Ni siquiera le impedía moverse.
Miró a la joven de gris que le había clavado un puñal por la espalda, sus ojos parecían querer decir algo que no entendía. Pero tampoco podía quedarse quieta, dejando que la acuchillaran, mientras no actuaba, sacó sus dagas con una mueca al notar como el puñal de su cintura salía y volvía a rasgarle la piel y, mientras la sangre salía empapando su camisa azul de rojo, lanzó un tajo al aire intentando alejar a la joven gris. La sangre seguía saliendo de su herida y el dolor punzante le dificultaba el movimiento, mientras la elfa se lanzaba hacia ella con movimientos ágiles que, no intentaban herirla, no más de lo que ya estaba, al menos.
Un golpe por arriba, en el que Alanna dejó un gran descubierto que la elfa no aprovechó le hizo darse cuenta de que, sorprendentemente, no quería hacerle daño, desconcertada, lanzó un ataque certero que dio a la muchacha en el brazo, habría sido fácil detenerlo, incluso esquivarlo, pero la chica gris estaba demasiado ocupada observando a Eoghan como para preocuparse por ella, y eso podía resultar mortal. La voz de Eltrant la distrajo de la pelea, debían huir. Guardando sus dagas, haciendo caer al suelo a la chica herida, se sostuvo la herida y salió corriendo, debían llegar al local de Eltrant.
- ¡Vamos Eoghan!.- exclamó para empezar la huida cuando una voz sonó desde los tejados.
Miró hacia arriba, incrédula, y tuvo que aguantar una sonora carcajada al ver a Asher, el serio, aburrido y sarcástico Asher, intentando ser un héroe. La guardia pareció exasperada y la gente comenzó a aplaudir. ¿De dónde se había escapado ese elemento? Casi prefería al Asher apático que a ese... cosa. ¿Smash Blade decía llamarse? Por los dioses, que gente más rara, pero ese se llevababa la palma... El dolor le devolvió a la realidad, debían salir de allí, pero los curiosos les rodeaban y no parecían dispuestos a dejarles lugar para salir.
Miró a su alrededor y localizó un hueco desde el que la chica que la había herido los llamaba, no podía fiarse, pero tampoco había otro lado por el que salir, así que, sin más opciones, aun con sus manos sobe la herida, salió corriendo hacia el callejón que la joven señalaba. Comenzó a correr con prisas, adelantando por poco a la chica, era rápida, se cogía el brazo dolorida. Suspiró y se detuvo cuando se habían alejado de la calle en la que habían luchado.
- Lo siento pero tu te quedas aquí.- el silencio que siguió a su afirmación podría haberse cortado con cuchillo.- no se quien eres, pero me has herido y estas con quienes nos persiguen, no pienso permitir que venga con nosotros.- se giró a mirar a Eoghan.- por muy raro que sea lo que tengáis.- dijo con un suspiro, no sabía que pasaba entre esos dos, o que había pasado o que habían tenido los dos ellos grises, pero... le importaba poco, y más mientras su guante se teñía de color rojo.
- No es... no es así.- dijo la elfa con voz suave.- yo... no es eso.- las lágrimas acudían a los ojos de la elfa como si le doliera lo que sucedía.- mira, solo... no soy así, no soy parte de eso, ¿vale? Yo... no luchaba, curaba pero....- un suspiró escapó de sus labios, tembloroso, y se acercó a ella. Alanna retrocedió un paso mientras veía las manos de la elfa iluminarse en un tétrico color blanquecino.- Es para curarte, si no te tratan pronto la herida pasará a ser grave.
Lo sabía, lo sabía bien, notaba tirante la pierna, y el mareo por la perdida de sangre comenzaba a alcanzarla, pero no e fiaba de ella. Miró a Eoghan de reojo, no había mirado si él estaba herido, ni sabía, aun si podía fiarse de la chica que tenía a su frente, si podía curar, por qué no se curaba a si misma, no, no se sentía tranquila permitiéndola acercarse, debían librarse de ella para llegar pronto a la herrería de Eltrant.
Alanna Delteria
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
Todo estaba pasando ridículamente deprisa. El duelo entre la Tigresa y Eltrant, luego la muchacha yendo hacia ellos, los vítores, la confusión, y- ¿¡Y ahora un hombre bestia tarado saltaba desde un tejado?! Smash qué? Bueno, esto ya era el colmo. Eoghan empuñó la espada y la blandió por encima de su cabeza, pero antes de que pudiera actuar, observó que repentinamente Ely se acercaba extremadamente rápido a Alanna y la apuñaló. Eoghan echó a Alanna hacia atrás con un empellón de hombro y se interpuso entre la elfa y él. No le gustaba tener que pelear, contra Ely no.
-¿¡Pero qué haces?! ¿Estás majareta o qué? -Le gruñó audiblemente, empuñando ahora la espada en frente a él para hacerle frente. Sintió un pinchazo en el pecho por el dolor de tener que plantarle cara a ella de esa manera; aunque realmente ella no era Eléanör. No, no podía serlo, Ely, su Ely no haría daño ni a una mosca por mucho daño que le pudiera haber hecho eso. Era demasiado dulce y buena como para ello.
Notó un tirón de su codo, mirando entonces a Alanna, y luego a la ¿falsa? Eléanör, frunciendo el ceño. Soltó la espada por la empuñadura y repentinamente la cogió por el filo, girándose sin molestarse tan siquiera en meterla en la vaina. Era más práctico llevarla así, la vaina era útil para largos periodos sin actividad, pero ahí... Y llevar la espada al hombro era, en una palabra, ridículo y cantoso. Echó a correr tras Alanna a largas zancadas, no era el más rápido, pero sí que abarcaba una buena distancia con cada tranco.
Cuando pararon, tomó a la guardia del antebrazo para ayudarla, era obvio que la falta de sangre empezaba a hacer mella en ella. Le pasó la mano por debajo de los hombros y la sujetó con suavidad, girándose entonces hacia la Eléanör blanquecina. Ahora parecía arrepentida, pero, ¿qué sabía él si era verdad o no? ¿Y si era una treta?
-Yo con ella no... No nada, no. -Dijo el joven mientras miraba a Alanna. -Pero es igualita que mi compañera de viaje en nuestro mundo y... -Bueno, ¿qué iba a decir? ¿Que con su Ely sí que tenía una relación cercana y profunda? No, eso sería malinterpretable hasta la náusea, por muy cierto que fuere y lo mucho que le gustaría poder admitirlo abiertamente. Se fijó en las palabras de la chica y recordó algo en medio del alboroto: "Pensaba que habías muerto." Dejó que Alanna se apoyase en una de las paredes y bloqueó el callejón con su corpachón.
-No estoy muerto. -Dijo firmemente, mirando a Eléanör. -Así que ya estás diciéndome qué demonios está pasando aquí, Eléanör Galathiël
Y no, no era una nomenclatura formal, hasta parecía un maldito hermano mayor a punto de darle una colleja a la contraparte más pequeña. Cuando hizo el gesto de curación, que se le hizo tan familiar como... Como bueno, como cada vez que él se hacía daño cada vez que salían de viaje o se metían en algún lío que era... Literalmente, siempre. Se hizo a un lado, dejándole paso, pero después de hacerlo la miró fijamente.
-Nada de trucos raros, Ely. -Le dolía hablarle así, vale. Pero es que no podía fiarse de buenas a primeras.
-¿¡Pero qué haces?! ¿Estás majareta o qué? -Le gruñó audiblemente, empuñando ahora la espada en frente a él para hacerle frente. Sintió un pinchazo en el pecho por el dolor de tener que plantarle cara a ella de esa manera; aunque realmente ella no era Eléanör. No, no podía serlo, Ely, su Ely no haría daño ni a una mosca por mucho daño que le pudiera haber hecho eso. Era demasiado dulce y buena como para ello.
Notó un tirón de su codo, mirando entonces a Alanna, y luego a la ¿falsa? Eléanör, frunciendo el ceño. Soltó la espada por la empuñadura y repentinamente la cogió por el filo, girándose sin molestarse tan siquiera en meterla en la vaina. Era más práctico llevarla así, la vaina era útil para largos periodos sin actividad, pero ahí... Y llevar la espada al hombro era, en una palabra, ridículo y cantoso. Echó a correr tras Alanna a largas zancadas, no era el más rápido, pero sí que abarcaba una buena distancia con cada tranco.
Cuando pararon, tomó a la guardia del antebrazo para ayudarla, era obvio que la falta de sangre empezaba a hacer mella en ella. Le pasó la mano por debajo de los hombros y la sujetó con suavidad, girándose entonces hacia la Eléanör blanquecina. Ahora parecía arrepentida, pero, ¿qué sabía él si era verdad o no? ¿Y si era una treta?
-Yo con ella no... No nada, no. -Dijo el joven mientras miraba a Alanna. -Pero es igualita que mi compañera de viaje en nuestro mundo y... -Bueno, ¿qué iba a decir? ¿Que con su Ely sí que tenía una relación cercana y profunda? No, eso sería malinterpretable hasta la náusea, por muy cierto que fuere y lo mucho que le gustaría poder admitirlo abiertamente. Se fijó en las palabras de la chica y recordó algo en medio del alboroto: "Pensaba que habías muerto." Dejó que Alanna se apoyase en una de las paredes y bloqueó el callejón con su corpachón.
-No estoy muerto. -Dijo firmemente, mirando a Eléanör. -Así que ya estás diciéndome qué demonios está pasando aquí, Eléanör Galathiël
Y no, no era una nomenclatura formal, hasta parecía un maldito hermano mayor a punto de darle una colleja a la contraparte más pequeña. Cuando hizo el gesto de curación, que se le hizo tan familiar como... Como bueno, como cada vez que él se hacía daño cada vez que salían de viaje o se metían en algún lío que era... Literalmente, siempre. Se hizo a un lado, dejándole paso, pero después de hacerlo la miró fijamente.
-Nada de trucos raros, Ely. -Le dolía hablarle así, vale. Pero es que no podía fiarse de buenas a primeras.
Eoghan Lothannor
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
Salió tras la muchacha que acababa de conocer y que, por algún motivo, había decidido ayudarle. – Vamos, date prisa, no tengo todo el día – Ordenó la joven caminando calle abajo, adelantándose un par de pasos por delante de él. – No sé por qué diantres quieres ir a ese sitio, pero espero que merezca la pena, una señorita como yo en esos barrios no está bien visto.
Tan pronto como Eltrant se hubo enfundado en los ropajes que Runa le prestó, comenzó a camuflarse entre la muchedumbre monocromática sin mucho esfuerzo, las personas no le prestaban atención, solo era un mercenario, un soldado anónimo con la cara cubierta por una capa tan oscura como la misma noche, uno de tantos hombres a las órdenes de la familia Thorgil.
No obstante, era evidente que seguía en busca y captura, las calles seguían alborotadas, guardas, ciudadanos con ganas de aventura y un sinfín de hombres armados sin ninguna afiliación aparente estudiaban cada callejón, cada recoveco de la ciudad, en busca de los monstruos de color, los seres que poblaban las pesadillas de los más pequeños.
Mientras caminaban, Runa se encargó de explicarle el motivo por el cual las personas estaban tan atemorizadas, enarcó una ceja mientras escuchaba, tendría que compartir aquella información con Alanna más adelante, no estaba seguro de por qué, pero los espejos tenían mucho más significado en todo aquel asunto del que en un principio había creído, Runa aseguraba que en alguna parte de la ciudad la guardia tenía una habitación llena de ellos, custodiándolos, por seguridad.
Según atravesaban calles, no tardó en descubrir que uno de los principales motivos por los que nadie se fijaba en él era porque todas las personas acababan desviando los ojos hasta Runa, quien al parecer era parte importante de la nobleza de la ciudad, la familia Thorgil era realmente relevante en la Lunargenta sin color – Te está mirando todo el mundo – Dijo Eltrant cuando se hubo colocado junto a ella – Por supuesto que lo hacen – Respondió está encogiéndose de hombros, quitándole importancia al asunto, como si lo que había dicho el castaño hubiese sido una obviedad digna de un niño de apenas cinco años.
Eltrant no volvió a decir nada al respecto, como la muchacha le había aconsejado, se mantuvo cerca de ella con postura amenazante - ¿Entonces sabes cómo puedo salir de… aquí? – Volvió a preguntar, intentando averiguar todo lo que la chica supiese del artefacto que le había trasladado hasta aquel mundo. – Por décima vez, Tale, no. – Dijo sin girarse siquiera a mirar a su “guardaespaldas” – Para empezar, me sorprende un poco que tengáis sitios a dónde volver. Siempre había pensado que erais seres mágicos… creaciones. – Eltrant cerró los ojos y no contestó ¿Creaciones? Bueno, al menos aquello significaba que no eran las primeras personas a color en acabar en aquel lugar.
- ¡Runa! ¿Qué haces tú por aquí? Es peligroso, vuelve a casa. – Eltrant se congeló al instante, sabía de dos personas que compartían aquella voz, una de ellas era muy especial para él, la otra era similar a esta, pero con fuerza para partir un caballo en dos con sus manos y le odiaba a muerte; estaba seguro que era la Alanna sin color la que estaba a su espalda.
– ¡Hola Ali! – Contestó la muchacha de buen humor, acercándose a dar un abrazo a la guarda. Eltrant tragó saliva y se giró al mismo tiempo que Runa, al parecer, la mala suerte era algo más peligroso que la más afilada de las dagas, su acompañante conocía a la mujer con la que se había batido en duelo momentos atrás, no solo eso, parecían ser realmente cercanas.
Tomó aire, muy lentamente, y depositó su mano útil en la espada de nuevo, en aquel momento aquella mujer idéntica a Alanna estaba sola, sin ninguno de sus aliados cerca, y aun así, estaba casi seguro de que no podría derrotarla, no podía sino esperar que siguiese su camino – No te preocupes, hoy estreno guardaespaldas – Dijo Runa, jovial, señalando a Eltrant, quien bajó la cabeza, ocultando su rostro y se limitó a ser lo menos reconocible posible.
- ¿Ese vigilante te está dando problemas otra vez? - Inquirió la Runa entonces dando un par de codazos en la coraza de la Tigresa, esta puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos – El muy imbécil se ha vuelto a cambiar el nombre, ayer era “Cuchilla Justiciera”. – Suspiró – Hoy se ha superado, tengo que admitirlo. – Se pasó la mano por el pelo visiblemente cansada, y le dedicó una sonrisa cariñosa a la joven burguesa – Vete a casa, coloridos han aparecido… - Frunció el ceño y miró a Eltrant, que seguía cubriendo su cara con la capucha – Y me temo que son bastante diestros, no sé si tu nuevo… ayudante va a estar a la altura – Runa se colgó del cuello de la capitana. – Te aseguro que lo está – La Tigresa se limitó a sonreír y a levantar a la chica con una facilidad realmente insultante para todo aquel que considerase la fuerza su atributo principal para depositarla segundos después en el suelo, frente a ella – Esta bien, pero os acompaño, tengo que patrullar esta zona de todos modos ¿A dónde vais? – Eltrant sintió como se le encogía el estómago, por ahora había pasado desapercibido, pero era evidente que no conseguiría hacerlo durante mucho más tiempo – Tú, mercenario, ¿Cuánto te pagan? Más te vale no abandonarla por unos pocos Aeros – Preguntó a continuación cruzándose de brazos, Eltrant continuó en silencio, sin mirar directamente a aquella Alanna – Ha… hecho un pacto de silencio, no puede hablar – Dijo entonces Runa, temiéndose lo peor – Ahí dónde le ves, es miembro de una selecta orden de monjes guerreros venidos desde la mismísima Dundarak – La Tigresa entornó los ojos, Runa por otro lado, se cruzó de brazos, claramente orgullosa de su capacidad para improvisar – Y está bajo mis órdenes, hace todo lo que le digo, es muy obediente, tiene algo que ver con su honor y seguir... las espadas y su camino... ¿De virtud? – Completó acercándose a Eltrant, dándole varias palmaditas en la espalda - ¡A la pata coja! – Ordenó, Eltrant apretó los dientes bajo la capucha y hizo lo que la muchacha le había encomendado, que no pudo reprimir la carcajada que emanó de sus labios cuando contempló como el “colorido” le obedeció – Ya veo… Bueno, igualmente os acompaño. - Sentenció asegurando el mandoble a su espalda.
Tan pronto como Eltrant se hubo enfundado en los ropajes que Runa le prestó, comenzó a camuflarse entre la muchedumbre monocromática sin mucho esfuerzo, las personas no le prestaban atención, solo era un mercenario, un soldado anónimo con la cara cubierta por una capa tan oscura como la misma noche, uno de tantos hombres a las órdenes de la familia Thorgil.
No obstante, era evidente que seguía en busca y captura, las calles seguían alborotadas, guardas, ciudadanos con ganas de aventura y un sinfín de hombres armados sin ninguna afiliación aparente estudiaban cada callejón, cada recoveco de la ciudad, en busca de los monstruos de color, los seres que poblaban las pesadillas de los más pequeños.
Mientras caminaban, Runa se encargó de explicarle el motivo por el cual las personas estaban tan atemorizadas, enarcó una ceja mientras escuchaba, tendría que compartir aquella información con Alanna más adelante, no estaba seguro de por qué, pero los espejos tenían mucho más significado en todo aquel asunto del que en un principio había creído, Runa aseguraba que en alguna parte de la ciudad la guardia tenía una habitación llena de ellos, custodiándolos, por seguridad.
Según atravesaban calles, no tardó en descubrir que uno de los principales motivos por los que nadie se fijaba en él era porque todas las personas acababan desviando los ojos hasta Runa, quien al parecer era parte importante de la nobleza de la ciudad, la familia Thorgil era realmente relevante en la Lunargenta sin color – Te está mirando todo el mundo – Dijo Eltrant cuando se hubo colocado junto a ella – Por supuesto que lo hacen – Respondió está encogiéndose de hombros, quitándole importancia al asunto, como si lo que había dicho el castaño hubiese sido una obviedad digna de un niño de apenas cinco años.
Eltrant no volvió a decir nada al respecto, como la muchacha le había aconsejado, se mantuvo cerca de ella con postura amenazante - ¿Entonces sabes cómo puedo salir de… aquí? – Volvió a preguntar, intentando averiguar todo lo que la chica supiese del artefacto que le había trasladado hasta aquel mundo. – Por décima vez, Tale, no. – Dijo sin girarse siquiera a mirar a su “guardaespaldas” – Para empezar, me sorprende un poco que tengáis sitios a dónde volver. Siempre había pensado que erais seres mágicos… creaciones. – Eltrant cerró los ojos y no contestó ¿Creaciones? Bueno, al menos aquello significaba que no eran las primeras personas a color en acabar en aquel lugar.
- ¡Runa! ¿Qué haces tú por aquí? Es peligroso, vuelve a casa. – Eltrant se congeló al instante, sabía de dos personas que compartían aquella voz, una de ellas era muy especial para él, la otra era similar a esta, pero con fuerza para partir un caballo en dos con sus manos y le odiaba a muerte; estaba seguro que era la Alanna sin color la que estaba a su espalda.
– ¡Hola Ali! – Contestó la muchacha de buen humor, acercándose a dar un abrazo a la guarda. Eltrant tragó saliva y se giró al mismo tiempo que Runa, al parecer, la mala suerte era algo más peligroso que la más afilada de las dagas, su acompañante conocía a la mujer con la que se había batido en duelo momentos atrás, no solo eso, parecían ser realmente cercanas.
Tomó aire, muy lentamente, y depositó su mano útil en la espada de nuevo, en aquel momento aquella mujer idéntica a Alanna estaba sola, sin ninguno de sus aliados cerca, y aun así, estaba casi seguro de que no podría derrotarla, no podía sino esperar que siguiese su camino – No te preocupes, hoy estreno guardaespaldas – Dijo Runa, jovial, señalando a Eltrant, quien bajó la cabeza, ocultando su rostro y se limitó a ser lo menos reconocible posible.
- ¿Ese vigilante te está dando problemas otra vez? - Inquirió la Runa entonces dando un par de codazos en la coraza de la Tigresa, esta puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos – El muy imbécil se ha vuelto a cambiar el nombre, ayer era “Cuchilla Justiciera”. – Suspiró – Hoy se ha superado, tengo que admitirlo. – Se pasó la mano por el pelo visiblemente cansada, y le dedicó una sonrisa cariñosa a la joven burguesa – Vete a casa, coloridos han aparecido… - Frunció el ceño y miró a Eltrant, que seguía cubriendo su cara con la capucha – Y me temo que son bastante diestros, no sé si tu nuevo… ayudante va a estar a la altura – Runa se colgó del cuello de la capitana. – Te aseguro que lo está – La Tigresa se limitó a sonreír y a levantar a la chica con una facilidad realmente insultante para todo aquel que considerase la fuerza su atributo principal para depositarla segundos después en el suelo, frente a ella – Esta bien, pero os acompaño, tengo que patrullar esta zona de todos modos ¿A dónde vais? – Eltrant sintió como se le encogía el estómago, por ahora había pasado desapercibido, pero era evidente que no conseguiría hacerlo durante mucho más tiempo – Tú, mercenario, ¿Cuánto te pagan? Más te vale no abandonarla por unos pocos Aeros – Preguntó a continuación cruzándose de brazos, Eltrant continuó en silencio, sin mirar directamente a aquella Alanna – Ha… hecho un pacto de silencio, no puede hablar – Dijo entonces Runa, temiéndose lo peor – Ahí dónde le ves, es miembro de una selecta orden de monjes guerreros venidos desde la mismísima Dundarak – La Tigresa entornó los ojos, Runa por otro lado, se cruzó de brazos, claramente orgullosa de su capacidad para improvisar – Y está bajo mis órdenes, hace todo lo que le digo, es muy obediente, tiene algo que ver con su honor y seguir... las espadas y su camino... ¿De virtud? – Completó acercándose a Eltrant, dándole varias palmaditas en la espalda - ¡A la pata coja! – Ordenó, Eltrant apretó los dientes bajo la capucha y hizo lo que la muchacha le había encomendado, que no pudo reprimir la carcajada que emanó de sus labios cuando contempló como el “colorido” le obedeció – Ya veo… Bueno, igualmente os acompaño. - Sentenció asegurando el mandoble a su espalda.
Eltrant Tale
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
Dejó caer parte de su peso sobre el hombro de Eoghan, notaba que le afectaba ya la sangre que manchaba el pavimento gris de rojo. Por un instante, se preguntó si la sangre de la gente gris, sería también del color escarlata que bañaba su coraza de cuero. Sabía perfectamente que, si aliviaba la presión, la sangre saldría a borbotones, aunque la herida no era lo bastante profunda para mantenerla inmóvil, ni para matarla si la trataban pronto, la elfa había sabido golpear un punto importante, la pierna ya se le comenzaba a dormir.
El intercambio de miradas entre a elfa y el mercenario que la sostenía en pie le dijo que, por mucho que en ese lugar no hubiera nada entre ellos, en sus respectivos mundo si estaban relacionados. La elfa parecía debatirse entre el dolor, la sorpresa y el alivio, y aunque no soltaba lágrimas, parecía querer llorar. Eoghan, en cambio, daba la impresión de estar confuso, pero parecía tener claro que, fuera quien fuera esa elfa, no era igual que la que él conocía. La situación se volvía extraña por momentos, y un pequeño charquito se comenzaba a formar ya en el suelo, las gotas de sangre los guiarían hasta ellos, lo único sensato que podía hacer, a pesar de que pareciera una locura, era dejar que la elfa la tratase.
Se deshizo del agarre del mercenario mientras este seguía hablando, no era el único que quería saber que pasaba en ese lugar de locura, pero no era el momento de preguntar, debían encontrar un lugar tranquilo en el que poder hablar, se dejó caer contra una pared grisácea y, sentada, desabrochó los corchetes que sujetaban la armadura ligera. Notó como, a cada clic que marcaba que se desabrochaba, la sangre manaba con algo más de velocidad, miró a la elfa, que se mantenía en silencio, con la cabeza gacha.
- Ya lo has oído, nada de trucos.- le advirtió haciéndole un gesto con la cabeza para que se acercase.
- Lo prometo.- musitó acercándose con los ojos claros, como si esa ligera muestra de confianza fuera agua en medio del desierto.- Lo siento.- musitó agachándose, mientras sus manos se iluminaban en un tono blanco.- tenía que herirte o habrían desconfiado de mi...- murmuró poniendo sus manos sobre el vientre de Alanna, que, poco a poco, comenzó a notar calidez y alivio, la sangre ya no corría.- esto viene de hace tiempo, fue cosa del consejero del rey, veréis....- no acabó la frase, unos pasos armados comenzaron a oirse.
Se levantaron, advertidas por el sonido de las armaduras, y Alanna, poniéndose nuevamente la coraza de cuero, ya sin herida, les hizo correr indicando el camino a seguir. La herrería de Eltrant no debía quedar ya muy lejos, esperaba llegar allí antes de que los guardias los encontrasen. La elfa la había curado de verdad, incluso juraría que había quitado una o dos marcas de as que llevaba enmarcando su cuerpo, y nadie podía fingir tan bien el dolor en los ojos. Cuando la había apuñalado, realmente estaba arrepentida, igual que el gesto que había hecho al ver a Eoghan, de poco no se le habían caído las dagas. Fuera lo que fuera esa niña, no era una asesina y sabía de lo que hablaba.
Alanna contemplaba los ojos de un asesino todos los días frente al espejo, y esa chiquilla, no debía haber arrebatado aun ni una sola vida. Llegaron a la herrería sin nadie a sus espaldas, y abrió la puerta haciéndolos entrar, pasando ella, después, y cerrando a sus espaldas. El lugar estaba francamente ordenado, mucho más de lo que había solido estarlo siempre el cuchitril en el que su amigo dormía. El sonido de unas patitas resonó en el suelo y Alanna se giró a mirar.
- ¡Sam!- exclamó al ver al mapache, que correteó hasta sus pies. Lo tomó en brazos y le acarició la tripa.- Al menos tu estás igual.- rió un poco tomando asiento sobre la mesa.
Si lo miraba bien, eso no era una herrería, el sitio estaba cubierto de papeles, había cientos de planos, y de informes amontonados sobre la mesa y en los rincones, tomó uno acariciando al mapache, hablaba sobre la gente de color, y sobre un consejero del rey, nombraba algo sobre pociones, pero... leído por encima, no entendía nada. Alzó la mirada hacia la elfa, que se removía nerviosa en un rincón, y lanzó un suspiro, no sabía si el Eltrant de ese mundo sería igual que el del suyo, que, además, llegaba tarde.
- ¿Y bien?- Preguntó.- antes nos estabas contando algo.- comentó dejando al mapache junto a ella, y el informe en su sitio.
- Ah... si, es...- Ely tomó aire, nerviosa y se sentó, como por descuido, cerca de Eoghan.- Todo empezó hace como... cuatro años, aquí había dos tipos de personas, gente de color, y gente en blanco y negro, todos vivíamos bien, no había problemas, pero, un día llegó un nuevo consejero a la corte, y dijo que la gente de color suponía un peligro, nadie lo creyó, no al principio, pero consiguió que las leyes fueran más duras para quienes no eran de blanco y negro, llegó un punto en el que la situación se volvió insostenible, y la gente de colores se reveló. Tu, te revelaste.- dijo mirando con tristeza al mercenario.- No se que te pasó, o que te hicieron, el caso es que desapareciste, de eso hace dos años...- murmuró.- Entré en la guardia para buscarte, porque pensaba que te habrían hecho algo, pero hablando con la Tigresa, me convencí de que habías muerto...- tembló un poco, con ojos llorosos.- pensé que todo era culpa del consejero, me puse en contacto con...
- Conmigo.- sonó una voz familiar en el lugar. Alanna se giró a ver al recién llegado, Eltrant, con el mismo gesto de siempre, pero unos ojos mucho más serio, salió del cuarto mirando a los presentes con mal gesto.- y le conté que algunos guardias habíamos creado una resistencia para derrocar al consejero y devolver los colores, se unió rápido, y se quedó en la guardia de infiltrada, por lo que veo, casi rompéis su tapadera.- Miró fijamente a Alanna, que tragó saliva, nerviosa, ese no era Eltrant, Eltrant no tenía esa mirada de odio en sus ojos.- Un gusto volver a verte, Alanna, desde nuestra pequeña... discusión, pensé que no volveríamos a hablar.- comentó acercándose, cojeando un poco.- ¿Ya has entrado en razón? ¿O sigues siguiendo ordenes como una idiota?- le escupió la frase.
El intercambio de miradas entre a elfa y el mercenario que la sostenía en pie le dijo que, por mucho que en ese lugar no hubiera nada entre ellos, en sus respectivos mundo si estaban relacionados. La elfa parecía debatirse entre el dolor, la sorpresa y el alivio, y aunque no soltaba lágrimas, parecía querer llorar. Eoghan, en cambio, daba la impresión de estar confuso, pero parecía tener claro que, fuera quien fuera esa elfa, no era igual que la que él conocía. La situación se volvía extraña por momentos, y un pequeño charquito se comenzaba a formar ya en el suelo, las gotas de sangre los guiarían hasta ellos, lo único sensato que podía hacer, a pesar de que pareciera una locura, era dejar que la elfa la tratase.
Se deshizo del agarre del mercenario mientras este seguía hablando, no era el único que quería saber que pasaba en ese lugar de locura, pero no era el momento de preguntar, debían encontrar un lugar tranquilo en el que poder hablar, se dejó caer contra una pared grisácea y, sentada, desabrochó los corchetes que sujetaban la armadura ligera. Notó como, a cada clic que marcaba que se desabrochaba, la sangre manaba con algo más de velocidad, miró a la elfa, que se mantenía en silencio, con la cabeza gacha.
- Ya lo has oído, nada de trucos.- le advirtió haciéndole un gesto con la cabeza para que se acercase.
- Lo prometo.- musitó acercándose con los ojos claros, como si esa ligera muestra de confianza fuera agua en medio del desierto.- Lo siento.- musitó agachándose, mientras sus manos se iluminaban en un tono blanco.- tenía que herirte o habrían desconfiado de mi...- murmuró poniendo sus manos sobre el vientre de Alanna, que, poco a poco, comenzó a notar calidez y alivio, la sangre ya no corría.- esto viene de hace tiempo, fue cosa del consejero del rey, veréis....- no acabó la frase, unos pasos armados comenzaron a oirse.
Se levantaron, advertidas por el sonido de las armaduras, y Alanna, poniéndose nuevamente la coraza de cuero, ya sin herida, les hizo correr indicando el camino a seguir. La herrería de Eltrant no debía quedar ya muy lejos, esperaba llegar allí antes de que los guardias los encontrasen. La elfa la había curado de verdad, incluso juraría que había quitado una o dos marcas de as que llevaba enmarcando su cuerpo, y nadie podía fingir tan bien el dolor en los ojos. Cuando la había apuñalado, realmente estaba arrepentida, igual que el gesto que había hecho al ver a Eoghan, de poco no se le habían caído las dagas. Fuera lo que fuera esa niña, no era una asesina y sabía de lo que hablaba.
Alanna contemplaba los ojos de un asesino todos los días frente al espejo, y esa chiquilla, no debía haber arrebatado aun ni una sola vida. Llegaron a la herrería sin nadie a sus espaldas, y abrió la puerta haciéndolos entrar, pasando ella, después, y cerrando a sus espaldas. El lugar estaba francamente ordenado, mucho más de lo que había solido estarlo siempre el cuchitril en el que su amigo dormía. El sonido de unas patitas resonó en el suelo y Alanna se giró a mirar.
- ¡Sam!- exclamó al ver al mapache, que correteó hasta sus pies. Lo tomó en brazos y le acarició la tripa.- Al menos tu estás igual.- rió un poco tomando asiento sobre la mesa.
Si lo miraba bien, eso no era una herrería, el sitio estaba cubierto de papeles, había cientos de planos, y de informes amontonados sobre la mesa y en los rincones, tomó uno acariciando al mapache, hablaba sobre la gente de color, y sobre un consejero del rey, nombraba algo sobre pociones, pero... leído por encima, no entendía nada. Alzó la mirada hacia la elfa, que se removía nerviosa en un rincón, y lanzó un suspiro, no sabía si el Eltrant de ese mundo sería igual que el del suyo, que, además, llegaba tarde.
- ¿Y bien?- Preguntó.- antes nos estabas contando algo.- comentó dejando al mapache junto a ella, y el informe en su sitio.
- Ah... si, es...- Ely tomó aire, nerviosa y se sentó, como por descuido, cerca de Eoghan.- Todo empezó hace como... cuatro años, aquí había dos tipos de personas, gente de color, y gente en blanco y negro, todos vivíamos bien, no había problemas, pero, un día llegó un nuevo consejero a la corte, y dijo que la gente de color suponía un peligro, nadie lo creyó, no al principio, pero consiguió que las leyes fueran más duras para quienes no eran de blanco y negro, llegó un punto en el que la situación se volvió insostenible, y la gente de colores se reveló. Tu, te revelaste.- dijo mirando con tristeza al mercenario.- No se que te pasó, o que te hicieron, el caso es que desapareciste, de eso hace dos años...- murmuró.- Entré en la guardia para buscarte, porque pensaba que te habrían hecho algo, pero hablando con la Tigresa, me convencí de que habías muerto...- tembló un poco, con ojos llorosos.- pensé que todo era culpa del consejero, me puse en contacto con...
- Conmigo.- sonó una voz familiar en el lugar. Alanna se giró a ver al recién llegado, Eltrant, con el mismo gesto de siempre, pero unos ojos mucho más serio, salió del cuarto mirando a los presentes con mal gesto.- y le conté que algunos guardias habíamos creado una resistencia para derrocar al consejero y devolver los colores, se unió rápido, y se quedó en la guardia de infiltrada, por lo que veo, casi rompéis su tapadera.- Miró fijamente a Alanna, que tragó saliva, nerviosa, ese no era Eltrant, Eltrant no tenía esa mirada de odio en sus ojos.- Un gusto volver a verte, Alanna, desde nuestra pequeña... discusión, pensé que no volveríamos a hablar.- comentó acercándose, cojeando un poco.- ¿Ya has entrado en razón? ¿O sigues siguiendo ordenes como una idiota?- le escupió la frase.
Alanna Delteria
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
PAUSADO
Tema pausado a petición de Eltrant Tale.
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
Un fogonazo, un fuerte destello blanquecino le envolvió. Tanto la Alanna como la Runa abrieron los ojos de par en par, preguntándose que estaba sucediéndole al hombre encapuchado. - ¿No será? – La Alanna monocromática miró a Runa, quien boquiabierta no podía dejar de observar al exmercenario que, con cada segundo que pasaba, fulgía con más fuerza. – Te juro… - Tenía calor, sentía que su piel ardía bajo la coraza – Te juro que no sé qué esta pasado… - No llegó a explicarse del todo, el mundo, a ojos de Eltrant, se ensombreció por completo y su cuerpo, envuelto en penumbra, cayó al vacío como si le hubiesen empujado desde un acantilado absurdamente alto.
Gritó, gritó con toda las fuerzas de sus pulmones mientras descendía a una velocidad que no creía posible. Entraba en un mundo sin color, luchaba por su vida dentro de ese mundo, y, después, este desaparecía. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué diantres era el espejo que había atravesado? Fuese cual fuese la respuesta, no iba a encontrarla al fondo de aquel vacío por el que descendía.
- ¡Esto tiene que ser una maldita…! – Se estrelló contra el suelo, fue un golpe fuerte, muy fuerte, pudo notar como sus músculos, sus órganos, se estremecían por el impacto. Y antes que pudiese siquiera quejarse por el intenso dolor que recorría todo su ser, perdió el conocimiento.
***
El canto de los pájaros le arrancó de las garras de Morfeo, quien, por lo que le costó a Eltrant abrir los parpados, parecía haber hecho del sueño del exmercenario algo personal. - ¿Dónde…? – Lo primero que notó fue una agradable calidez en su cara. Y justo despues un intenso dolor de cabeza seguido de un molesto pitido en los oídos.
Instintivamente, mientras se levantaba, sacudió la cabeza sin siquiera mirar en dónde se encontraba, en un inútil intento por alejar aquel sonido infernal de su mente. Una vez de pie pudo examinar mejor dónde había acabado, no recordaba gran cosa de lo sucedido, pero sentía como si le hubiesen pasado varios carromatos por encima.
Oteó la habitación cuidadosamente, un único rayo de luz grisáceo entraba por una de las ventanas de aquel dormitorio en el que, por algún motivo, se encontraba.
Era la misma habitación en la que había estado el espejo horas atrás.
- ¿Cómo he llegado hasta…? – Sorpresivamente, no estaba solo, junto a él una Alanna aún inconsciente murmuraba en sueños frases indescifrables para Eltrant, quien, después de haber comprobar que la guarda se encontraba bien, examinó el espejo que descansaba a pocos metros de esta.
Era mismo objeto que les había arrastrado hasta aquel extraño mundo, reconocía los patrones, los adornos y sobre todo, el polvo – Si… es el mismo… pero… - Se atusó la barba, los recuerdos que tenía eran confusos, aparecían y desaparecían como si le hubiesen golpeado con fuerza en la base del cráneo, pero si de algo estaba seguro era de que la guardia de aquella imitación de Lunargenta se habían llevado aquella cosa bajo su custodia.
– Seguro que se me ha terminado de ir la cabeza… un sueño, eso es lo que es esto – Suspiró, no era lo más raro que le había tocado vivir al menos, aunque el insistente zumbido en sus oídos se estaba encargando de que, al menos, fuese lo más molesto.
Se agachó junto a Alanna y la meció un poco tratando de despertarla, consiguiendo solo que soltase alguna palabra más que otra, entre las cuales se encontraban “Cinco minutos más”. - … Increíble, bueno, esta bien – Murmuró levantándose, girándose de nuevo hacía el artefacto mágico – Por lo menos ya no tenemos que buscarte a ti en la ciudad – Dijo pasando la yemas de sus dedos por el cristal que componía el objeto. El tacto del mismo era cálido, Eltrant se habría atrevido a decir que incluso agradable. - …Ahora a ver cómo te hacemos trabajar. – No había mal que por bien no viniese, después de todo, dejando a un lado un incesante dolor de cabeza que estaba empezando a remitir, había acabado oculto en un lugar relativamente seguro.
Se peinó pobremente y se ajustó la armadura, no tenían tiempo que perder, golpeó levemente su reflejo esperando conseguir algún resultado visible, pero, como si el espejo fuese el más terrenal de los objetos, este se quedó allí plantado, estático, con el inexpresivo y agotado reflejo de Eltrant en él. – Pues que bien. – Sentenció cruzándose de brazos.
Voces en el piso inferior le hicieron ponerse en guardia, aferró su espada con fuerza, la cual aun colgaba de su cinturón, y se acercó cuidadosamente a la escalera que conducía hasta aquella mezcla entre pasillo y dormitorio en la que estaban.
- Sí, en el piso de arriba – Era una voz femenina, una voz que reconocía haber oído antes, aunque fuesen gritos de auxilio. No era descabellado pensar que aquella mujer era la misma que había visto Eltrant por primera vez al entrar en aquel mundo – No lo he visto en mi vida, ha aparecido ahí, por que sí. No, tampoco hay nadie… raro junto a él ¿Es que es peligroso? – Eltrant siguió escuchando, varias voces masculinas preguntaron a la muchacha si esta se había acercado al “artefacto” a lo cual respondió negativamente. – Id a recogerlo ya, que tengo toda la mañana liada.
Frunció el ceño y sintió como su rostro se volvía del mismo color que las paredes de aquella casa al oír como el objetivo de aquel grupo era subir al piso de arriba a por el espejo.
Maldiciendo repetidas veces a los dioses de aquel infernal mundo sin color miró a su alrededor buscando un escondite plausible. - ¡¿Cómo es posible que estén aquí otra vez!? – Gruñó en voz baja tomando a Alanna en brazos, quien seguía felizmente dormida, riendo levemente y negando el comerse algo que Eltrant entendió como “Un pastel de manzana” - ¡Les vi llevárselo antes! ¡Hace horas! – Sin un ápice de delicadeza debido a lo apremiante de la situación, arrojó a Alanna al interior de un armario de proporciones más bien grandes como si de un saco de patatas se tratase - ¡¿Y tú por que no sirves?! – Señaló al marco al borde del colapso nervioso, lo único que les podía llevar de vuelta a casa no funcionaba - ¡Tenías que funcionar! ¡Ese era el plan! ¡Te encontrábamos y…! – El sonido de diferentes armaduras abriéndose paso a través de un pasillo demasiado estrecho para ellas comenzaron a resonar en la habitación, cada segundo perdido en aquella discusión era un segundo más en el que no tenía escondite, por lo que Eltrant, ya sin tiempo para seguir insultando a aquel objeto inanimado, se apretó como buenamente pudo en el mueble en el que había encerrado a Alanna, quien acabó, después de que el castaño tomase más de la mitad del armario como propiedad, boca abajo y en una esquina. - … Por favor no te despiertes. – Pidió Eltrant cerrando los ojos, deseando que no abriesen el armario. Sí habían sacado algo positivo de aquella situación era que ahora, por lo visto, no les perseguía una ciudad entera.
– Ya sabéis lo que tenéis que hacer – Una voz recia y firme, la voz de un hombre de edad avanzada se alzó sobre el ajetreo que se había apoderado de la habitación – Aseguraos de que no le pasa nada – Advirtió mientras los soldados lo cubrían con una lona blanca – Vale más que todas vuestras vidas.
Minutos más tarde, minuto que a él se le antojaron como horas, el dormitorio volvió a quedarse en el más absoluto de los silencios, desgraciadamente, el espejo volvía a estar en propiedad de la guardia de Lunargenta. ¿Por qué volvía a ser por la mañana?
Suspiró y salió del armario, estirándose cuan largo era, tenía la sensación de que olvidaba algo muy importante, pero no estaba exactamente seguro de que.
- … ¿Dónde está Eoghan?
Gritó, gritó con toda las fuerzas de sus pulmones mientras descendía a una velocidad que no creía posible. Entraba en un mundo sin color, luchaba por su vida dentro de ese mundo, y, después, este desaparecía. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué diantres era el espejo que había atravesado? Fuese cual fuese la respuesta, no iba a encontrarla al fondo de aquel vacío por el que descendía.
- ¡Esto tiene que ser una maldita…! – Se estrelló contra el suelo, fue un golpe fuerte, muy fuerte, pudo notar como sus músculos, sus órganos, se estremecían por el impacto. Y antes que pudiese siquiera quejarse por el intenso dolor que recorría todo su ser, perdió el conocimiento.
***
El canto de los pájaros le arrancó de las garras de Morfeo, quien, por lo que le costó a Eltrant abrir los parpados, parecía haber hecho del sueño del exmercenario algo personal. - ¿Dónde…? – Lo primero que notó fue una agradable calidez en su cara. Y justo despues un intenso dolor de cabeza seguido de un molesto pitido en los oídos.
Instintivamente, mientras se levantaba, sacudió la cabeza sin siquiera mirar en dónde se encontraba, en un inútil intento por alejar aquel sonido infernal de su mente. Una vez de pie pudo examinar mejor dónde había acabado, no recordaba gran cosa de lo sucedido, pero sentía como si le hubiesen pasado varios carromatos por encima.
Oteó la habitación cuidadosamente, un único rayo de luz grisáceo entraba por una de las ventanas de aquel dormitorio en el que, por algún motivo, se encontraba.
Era la misma habitación en la que había estado el espejo horas atrás.
- ¿Cómo he llegado hasta…? – Sorpresivamente, no estaba solo, junto a él una Alanna aún inconsciente murmuraba en sueños frases indescifrables para Eltrant, quien, después de haber comprobar que la guarda se encontraba bien, examinó el espejo que descansaba a pocos metros de esta.
Era mismo objeto que les había arrastrado hasta aquel extraño mundo, reconocía los patrones, los adornos y sobre todo, el polvo – Si… es el mismo… pero… - Se atusó la barba, los recuerdos que tenía eran confusos, aparecían y desaparecían como si le hubiesen golpeado con fuerza en la base del cráneo, pero si de algo estaba seguro era de que la guardia de aquella imitación de Lunargenta se habían llevado aquella cosa bajo su custodia.
– Seguro que se me ha terminado de ir la cabeza… un sueño, eso es lo que es esto – Suspiró, no era lo más raro que le había tocado vivir al menos, aunque el insistente zumbido en sus oídos se estaba encargando de que, al menos, fuese lo más molesto.
Se agachó junto a Alanna y la meció un poco tratando de despertarla, consiguiendo solo que soltase alguna palabra más que otra, entre las cuales se encontraban “Cinco minutos más”. - … Increíble, bueno, esta bien – Murmuró levantándose, girándose de nuevo hacía el artefacto mágico – Por lo menos ya no tenemos que buscarte a ti en la ciudad – Dijo pasando la yemas de sus dedos por el cristal que componía el objeto. El tacto del mismo era cálido, Eltrant se habría atrevido a decir que incluso agradable. - …Ahora a ver cómo te hacemos trabajar. – No había mal que por bien no viniese, después de todo, dejando a un lado un incesante dolor de cabeza que estaba empezando a remitir, había acabado oculto en un lugar relativamente seguro.
Se peinó pobremente y se ajustó la armadura, no tenían tiempo que perder, golpeó levemente su reflejo esperando conseguir algún resultado visible, pero, como si el espejo fuese el más terrenal de los objetos, este se quedó allí plantado, estático, con el inexpresivo y agotado reflejo de Eltrant en él. – Pues que bien. – Sentenció cruzándose de brazos.
Voces en el piso inferior le hicieron ponerse en guardia, aferró su espada con fuerza, la cual aun colgaba de su cinturón, y se acercó cuidadosamente a la escalera que conducía hasta aquella mezcla entre pasillo y dormitorio en la que estaban.
- Sí, en el piso de arriba – Era una voz femenina, una voz que reconocía haber oído antes, aunque fuesen gritos de auxilio. No era descabellado pensar que aquella mujer era la misma que había visto Eltrant por primera vez al entrar en aquel mundo – No lo he visto en mi vida, ha aparecido ahí, por que sí. No, tampoco hay nadie… raro junto a él ¿Es que es peligroso? – Eltrant siguió escuchando, varias voces masculinas preguntaron a la muchacha si esta se había acercado al “artefacto” a lo cual respondió negativamente. – Id a recogerlo ya, que tengo toda la mañana liada.
Frunció el ceño y sintió como su rostro se volvía del mismo color que las paredes de aquella casa al oír como el objetivo de aquel grupo era subir al piso de arriba a por el espejo.
Maldiciendo repetidas veces a los dioses de aquel infernal mundo sin color miró a su alrededor buscando un escondite plausible. - ¡¿Cómo es posible que estén aquí otra vez!? – Gruñó en voz baja tomando a Alanna en brazos, quien seguía felizmente dormida, riendo levemente y negando el comerse algo que Eltrant entendió como “Un pastel de manzana” - ¡Les vi llevárselo antes! ¡Hace horas! – Sin un ápice de delicadeza debido a lo apremiante de la situación, arrojó a Alanna al interior de un armario de proporciones más bien grandes como si de un saco de patatas se tratase - ¡¿Y tú por que no sirves?! – Señaló al marco al borde del colapso nervioso, lo único que les podía llevar de vuelta a casa no funcionaba - ¡Tenías que funcionar! ¡Ese era el plan! ¡Te encontrábamos y…! – El sonido de diferentes armaduras abriéndose paso a través de un pasillo demasiado estrecho para ellas comenzaron a resonar en la habitación, cada segundo perdido en aquella discusión era un segundo más en el que no tenía escondite, por lo que Eltrant, ya sin tiempo para seguir insultando a aquel objeto inanimado, se apretó como buenamente pudo en el mueble en el que había encerrado a Alanna, quien acabó, después de que el castaño tomase más de la mitad del armario como propiedad, boca abajo y en una esquina. - … Por favor no te despiertes. – Pidió Eltrant cerrando los ojos, deseando que no abriesen el armario. Sí habían sacado algo positivo de aquella situación era que ahora, por lo visto, no les perseguía una ciudad entera.
– Ya sabéis lo que tenéis que hacer – Una voz recia y firme, la voz de un hombre de edad avanzada se alzó sobre el ajetreo que se había apoderado de la habitación – Aseguraos de que no le pasa nada – Advirtió mientras los soldados lo cubrían con una lona blanca – Vale más que todas vuestras vidas.
Minutos más tarde, minuto que a él se le antojaron como horas, el dormitorio volvió a quedarse en el más absoluto de los silencios, desgraciadamente, el espejo volvía a estar en propiedad de la guardia de Lunargenta. ¿Por qué volvía a ser por la mañana?
Suspiró y salió del armario, estirándose cuan largo era, tenía la sensación de que olvidaba algo muy importante, pero no estaba exactamente seguro de que.
- … ¿Dónde está Eoghan?
Eltrant Tale
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
- ¿Eltrant?- preguntó, no parecía él, estaba desgastado, cascado, su pelo lacio y enmarañado estaba tan roto que parecía estar por perderlo, su cara estaba totalmente surcada por una fea cicatriz y su brazo izquierdo... no era de carne y hueso, era una extraña combinación de madera y metal, cubierto por engranajes y tuercas del color del bronce.
Como si no se acordase de la situación en la que se encontraban y de que él no era el Eltrant de su mundo, dejó caer las armas que llevaba en las manos y se acercó despacio extendiendo el brazo hasta tocar el metal, frío y sin vida que cubría el brazo del joven, sin notar la cara de sorpresa que la elfa estaba poniendo ni el ceño fruncido del exmercenario gris. Cuando su mano fue a rodear el metal, un manotazo la apartó de golpe haciéndola alzar la cabeza con ojos abiertos, sorprendida, despertando de ese extraño trance.
- Lo siento.- musitó dando un paso hacia atrás.
- Tu no eres ella...- murmuró la voz cansada de Eltrant, desviando la mirada.- No eres "La tigresa" ¿no?- preguntó.
- No, lo siento.- negó Alanna con la cabeza.- En mi mundo, me llaman "La Gata".
- Tu mundo, eh.- sonrió con cierto sarcasmo, como si ella hubiera perdido la cabeza.
- ¿Cómo...- dudó- ¿Cómo perdiste el brazo?- preguntó ignorando el tono y recibiendo una mirada que parecía apuñalar de parte de ese chico al que conocía con complejo de escudo.
- ¿Cómo, preguntas?- se sentó molesto en una silla, y subió los pies a la mesa mientras la elfa miraba con cierta lástima y se retiraba junto al guerrero que mantenía el silencio.- Fue por tí.- respondió cansinamente con cierto tinte de rabia en la voz.- Es decir, no por ti, si no, por tu culpa, o por la tu sin color o... como sea. Fue por ella.
Alanna se mantuvo en silencio en medio del cuarto, de pie, mordiéndose el labio y agarrando el colgante en forma de luna que tenía al cuello desde hacía cerca de un año, el metal estaba calido de permanecer junto a su piel, por lo que algo le decía que el metal del brazo del herrero no era usual., y esperó paciente a que este se decidiera a hablar. El chico la miró de reojo, parecía preguntarse por qué no decía nada, al final, con un suspiró bajó los pies de la mesa, colocó los codos sobre las rodillas y la miró con una media sonrisa en la que, Alanna, pudo por fin reconocer a su compañero.
- Esta claro que no eres ella.- reconoció rascándose la barba, otro gesto común.- Estábamos luchando contra unos vampiros junto a una bruja llamada Tifón y una amiga suya, tú, es decir, tu yo de aquí, se lanzó como si nada ante la horda de chupasangres que se acercaban. Me interpuse, y dos de ellos me mordieron en el brazo.- explicó.- nunca se que debían haber estado llevando en los colmillos, ni que sangre debían haber bebido, el caso era que tenían color, y que su mordisco me gangrenó el brazo, tuve que cortarlo allí mismo.- La mirada del herrero se cruzó con la de la guardia, que aun no se inmutaba.
Eso era algo que podría haber pasado perfectamente en la realidad, Eltrant y su complejo de escudo no era algo nuevo y Alanna era consciente de que algún día esa manía de ponerse frente a todo y todos para cubrir al resto le costaría algo más que algunas heridas, algún día podría costarle un brazo, una pierna, o la vida. Alanna se apartó el pelo de la cara con un suspiro y los ojos cerrados y, al abrirlos se disculpó, no sabía si con él, por quien era en su mundo, o si con el Eltrant de verdad porque no podía hacer más para ayudarle.
- Lo siento mucho.- murmuró cansada.
- No te preocupes- le respondió él.- No eras tu, fue ella.- Se levantó de la silla.- Vamos, debéis estar cansados, descansad un poco y mañana saldréis de aquí.- los invitó abriendo una puerta que Alanna no había visto nunca.- Esto no lo conocias, ¿no? he tenido tiempo de hacer reformas.- bromeó mientras Sam se subía a su hombro y rebuscaba entre los bolsillos de la camisa.- Sam, para, las galletas están en el tarro.- protestó el herrero haciendo que Alanna sonriera.- Te pareces a ella, antes de que cambiara.- afirmó dejándoles entrar a un corredor.
El cuarto que le tocó de los 4 que había era pequeño y oscuro, pero solo iba a dormir, no lo necesitaba para más. Recogió las armas y las dejó a su lado, era cierto que la noche estaba ya por caer en ese sitio extraño, Eltrant debía estar bien, era inteligente, seguro que había encontrado un lugar seguro donde esconderse y acudiría a ellos por la mañana. El sueño acabó por cerrarle los párpados, tan cansada como estaba, ni siquiera notó el temblor que sacudió, esa noche, Lunargenta.
***********************************************************
De pronto, hacía frío, y alguien la movía, pero seguía teniendo sueño, a penas debían haber pasado dos horas, que la dejaran en paz. Supo que murmuró pidiendo cinco minutos más de sueño, y, después de eso, volvió a dormirse. Volvió a despertarse al notar un golpetazo pero, nuevamente, le pudo el sueño, debía haberse caído de la cama, y, como fuera, ya no tenía frío, se estaba bien, así que, no se molestó ni siquiera en abrir los ojos, no hasta que unas voces molestas comenzaron a hablar en la habitación.
Frunció el ceño, comenzando a despertar con un ligerísimo dolor de cabeza. ¿El qué valía más que todas las vidas de quien? cuando fue a abrir los ojos, notó algo de luz grisacea golpearle en la cara. Se removió y abrió los ojos poco a poco, estirándose mientras se sentaba. Giró la cabeza notando que le crujía el cuello y miró al frente. ¿Estaba aun soñando? ¿Por qué estaba durmiendo en un armario? Y el mundo en el que había un Eltrant con un brazo mecánico... ¿sería también cosa del sueño? Sacó las piernas y se levantó estirándose notando crujir todas y cada una de sus vertebras, notando como a su alrededor, era todo gris, todo menos el mercenario, que, de espaldas a ella, preguntaba por Eoghan.
- Así que seguimos aquí...- murmuró- ¿Estás bien?- le preguntó algo preocupada.- ¿Me sacaste tu de la herrería?- curioseó después, mirando a su alrededor.- Eoghan estaba en el cuarto contiguo... tal vez haya tenido más suerte que nosotros y haya podido volver, o tal vez esté con la elfa, parecía... parecía que tenían cosas de las que hablar.- sonrió.- ¿Descubriste algo?- Le preguntó antes de comprobar la herida de su costado que, misteriosamente, había desaparecido.- ¿qué es...?- musitó para si frunciendo el ceño.
Como si no se acordase de la situación en la que se encontraban y de que él no era el Eltrant de su mundo, dejó caer las armas que llevaba en las manos y se acercó despacio extendiendo el brazo hasta tocar el metal, frío y sin vida que cubría el brazo del joven, sin notar la cara de sorpresa que la elfa estaba poniendo ni el ceño fruncido del exmercenario gris. Cuando su mano fue a rodear el metal, un manotazo la apartó de golpe haciéndola alzar la cabeza con ojos abiertos, sorprendida, despertando de ese extraño trance.
- Lo siento.- musitó dando un paso hacia atrás.
- Tu no eres ella...- murmuró la voz cansada de Eltrant, desviando la mirada.- No eres "La tigresa" ¿no?- preguntó.
- No, lo siento.- negó Alanna con la cabeza.- En mi mundo, me llaman "La Gata".
- Tu mundo, eh.- sonrió con cierto sarcasmo, como si ella hubiera perdido la cabeza.
- ¿Cómo...- dudó- ¿Cómo perdiste el brazo?- preguntó ignorando el tono y recibiendo una mirada que parecía apuñalar de parte de ese chico al que conocía con complejo de escudo.
- ¿Cómo, preguntas?- se sentó molesto en una silla, y subió los pies a la mesa mientras la elfa miraba con cierta lástima y se retiraba junto al guerrero que mantenía el silencio.- Fue por tí.- respondió cansinamente con cierto tinte de rabia en la voz.- Es decir, no por ti, si no, por tu culpa, o por la tu sin color o... como sea. Fue por ella.
Alanna se mantuvo en silencio en medio del cuarto, de pie, mordiéndose el labio y agarrando el colgante en forma de luna que tenía al cuello desde hacía cerca de un año, el metal estaba calido de permanecer junto a su piel, por lo que algo le decía que el metal del brazo del herrero no era usual., y esperó paciente a que este se decidiera a hablar. El chico la miró de reojo, parecía preguntarse por qué no decía nada, al final, con un suspiró bajó los pies de la mesa, colocó los codos sobre las rodillas y la miró con una media sonrisa en la que, Alanna, pudo por fin reconocer a su compañero.
- Esta claro que no eres ella.- reconoció rascándose la barba, otro gesto común.- Estábamos luchando contra unos vampiros junto a una bruja llamada Tifón y una amiga suya, tú, es decir, tu yo de aquí, se lanzó como si nada ante la horda de chupasangres que se acercaban. Me interpuse, y dos de ellos me mordieron en el brazo.- explicó.- nunca se que debían haber estado llevando en los colmillos, ni que sangre debían haber bebido, el caso era que tenían color, y que su mordisco me gangrenó el brazo, tuve que cortarlo allí mismo.- La mirada del herrero se cruzó con la de la guardia, que aun no se inmutaba.
Eso era algo que podría haber pasado perfectamente en la realidad, Eltrant y su complejo de escudo no era algo nuevo y Alanna era consciente de que algún día esa manía de ponerse frente a todo y todos para cubrir al resto le costaría algo más que algunas heridas, algún día podría costarle un brazo, una pierna, o la vida. Alanna se apartó el pelo de la cara con un suspiro y los ojos cerrados y, al abrirlos se disculpó, no sabía si con él, por quien era en su mundo, o si con el Eltrant de verdad porque no podía hacer más para ayudarle.
- Lo siento mucho.- murmuró cansada.
- No te preocupes- le respondió él.- No eras tu, fue ella.- Se levantó de la silla.- Vamos, debéis estar cansados, descansad un poco y mañana saldréis de aquí.- los invitó abriendo una puerta que Alanna no había visto nunca.- Esto no lo conocias, ¿no? he tenido tiempo de hacer reformas.- bromeó mientras Sam se subía a su hombro y rebuscaba entre los bolsillos de la camisa.- Sam, para, las galletas están en el tarro.- protestó el herrero haciendo que Alanna sonriera.- Te pareces a ella, antes de que cambiara.- afirmó dejándoles entrar a un corredor.
El cuarto que le tocó de los 4 que había era pequeño y oscuro, pero solo iba a dormir, no lo necesitaba para más. Recogió las armas y las dejó a su lado, era cierto que la noche estaba ya por caer en ese sitio extraño, Eltrant debía estar bien, era inteligente, seguro que había encontrado un lugar seguro donde esconderse y acudiría a ellos por la mañana. El sueño acabó por cerrarle los párpados, tan cansada como estaba, ni siquiera notó el temblor que sacudió, esa noche, Lunargenta.
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De pronto, hacía frío, y alguien la movía, pero seguía teniendo sueño, a penas debían haber pasado dos horas, que la dejaran en paz. Supo que murmuró pidiendo cinco minutos más de sueño, y, después de eso, volvió a dormirse. Volvió a despertarse al notar un golpetazo pero, nuevamente, le pudo el sueño, debía haberse caído de la cama, y, como fuera, ya no tenía frío, se estaba bien, así que, no se molestó ni siquiera en abrir los ojos, no hasta que unas voces molestas comenzaron a hablar en la habitación.
Frunció el ceño, comenzando a despertar con un ligerísimo dolor de cabeza. ¿El qué valía más que todas las vidas de quien? cuando fue a abrir los ojos, notó algo de luz grisacea golpearle en la cara. Se removió y abrió los ojos poco a poco, estirándose mientras se sentaba. Giró la cabeza notando que le crujía el cuello y miró al frente. ¿Estaba aun soñando? ¿Por qué estaba durmiendo en un armario? Y el mundo en el que había un Eltrant con un brazo mecánico... ¿sería también cosa del sueño? Sacó las piernas y se levantó estirándose notando crujir todas y cada una de sus vertebras, notando como a su alrededor, era todo gris, todo menos el mercenario, que, de espaldas a ella, preguntaba por Eoghan.
- Así que seguimos aquí...- murmuró- ¿Estás bien?- le preguntó algo preocupada.- ¿Me sacaste tu de la herrería?- curioseó después, mirando a su alrededor.- Eoghan estaba en el cuarto contiguo... tal vez haya tenido más suerte que nosotros y haya podido volver, o tal vez esté con la elfa, parecía... parecía que tenían cosas de las que hablar.- sonrió.- ¿Descubriste algo?- Le preguntó antes de comprobar la herida de su costado que, misteriosamente, había desaparecido.- ¿qué es...?- musitó para si frunciendo el ceño.
Alanna Delteria
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
- Sí que estoy bien. – Respondió - ¿Herrería? – No sabía a qué se refería la castaña, pero al menos esta volvía a estar despierta. Sonriendo a su compañera negó con la cabeza. – No he descubierto nada relevante, por ahora – Dijo ayudándola a levantarse – Pero volvemos a estar dónde empezamos y… - Miró al lugar en el que había estado el espejo - …Han venido a por nuestra única salida, otra vez.
El sol blanquecino estaba de nuevo alto, prácticamente acababa de amanecer en aquel mundo, habían vuelto, de algún modo, al principio del día. - ¿Algún plan brillante? – Preguntó a Alanna, a la vez que agudizaba el oído para ver si todavía había alguien en el piso inferior – Seguimos siendo las únicas personas a color, no a ser fácil pasar desapercibidos. – Suspiró mirando por la pequeña ventana que tenía justo a su lado, viendo como los transeúntes iban de un lugar a otro. – Que hacemos… - Frunció el ceño haciendo trabajar a sus neuronas a toda máquina, las dos que, según había dicho el sargento Tyron en más de una ocasión, solamente tenía. – ...Lo primero es encontrar ropa que no llame tanto la atención. – Aseguró girándose hacía Alanna – Aunque… - Miró su armadura, no iba a poder disimularla solo con un par de prendas – A mí más bien me viene conviene una capa.
Arrastró a Alanna consigo, avanzando a través del pasillo sigilosamente, tratando de que nadie en aquella casa supiese que estaban allí, por primera vez desde que entraron en aquel lugar contaban con algo parecido a tranquilidad, cosa que se podía romper con algo tan simple con que les vieran a través de una ventana.
Se adentraron, finalmente, en lo que entendía Eltrant que era un dormitorio, uno de un tamaño considerable si tenían en cuenta la enorme cama de matrimonio que yacía en mitad de la estancia. – Busca algo que ponerte y nos vamos de aquí – Dijo abriendo todos los cajones de uno en uno, encontrándose con diferentes tipos de prendas, desde enaguas que dejaban poco a la imaginación a ostentosos vestidos sin color, en cualquier caso, tenían prendas de sobra - ¿Qué te parece esto? – Preguntó al cabo de un rato, lanzándole a Alanna unos pantalones y una camisa grises. – El color me gusta – Bromeó al mismo tiempo que tomaba una larga capa de uno de los pocos armarios que había en la habitación y se la colocaba alrededor de su cuello, cubriendo su cabeza tras ello. – Me vale – Dijo asintiendo, cubriendo los guanteletes y las grebas como buenamente pudo. – Te espero fuera. – Afirmó después, dejando un mínimo de intimidad a la chica para que se cambiase. – Busca algo para cubrirte el pelo también – Dijo antes de cerrar la puerta del dormitorio tras de sí.
***
Minutos después se encontraron en la calle, sorpresivamente, pudieron salir del edificio sin muchos problemas. La dueña de aquella casa no estaba por ninguna parte, la puerta principal estaba despejada.
- ¿A dónde se estaban llevando el espejo? – Susurró agachando la cabeza, tratando de que los ciudadanos de aquella Lunargenta no se fijasen en su cara. No podían preguntar indicaciones, no podían seguir su rastro si ni siquiera veían hacía dónde habían salido en primer lugar.
- ¡¡LA JUSTICIA LLUEVE DEL CIELO!! – Una voz archiconocida por la ciudad en la que se encontraban captó la atención de Eltrant, quien junto a la mayor parte de las personas que había en aquella calle, miró hacia arriba inmediatamente.
En uno de los tejados, una silueta evidentemente bestial señalaba de forma grandilocuente a un grupo de individuos uniformados encabezados por una mujer ataviada con una pesada armadura blanca.
- ¡Es Smash Blade! – La voz de un niño se alzó sobre los murmullos, fascinado por la visión que tenía ante sus ojos - ¿No era Garra de Felpa? – Preguntó inmediatamente después una niña no mucho mayor que el joven que había hablado en primer lugar. – Yo creía que era Martillo de Justicia. – Aseguró un tercero. - ¡Bájate de ahí de una maldita vez! – Gritó la copia de Alanna de aquel mundo, la silueta respondió con una sonora carcajada - ¡Rugido de la Noche no se deja amedrentar por opresores como tú! – Daba igual que nombre tuviese aquel sujeto, los vítores de los transeúntes no tardaron en llegar, cada palabra, cada frase que decía el lobo era instantáneamente respondida por aplausos y ovaciones.
Eltrant miró ligeramente incrédulo a la Alanna a color y se encogió de hombros sin saber que decir, para después volver a observar aquella escena que, perfectamente, podía haber pertenecido a una obra de teatro. Una de las malas.
– ¡Darengan! – Gritó la Tigresa desenvainando su mandoble - ¡Atrapadle! – Ordenó apuntando con su arma al hombre-bestia, que, riendo de la misma forma que lo había hecho en un principio se desvaneció en una nube de hojas blancas. - ¡Que no escape! – Vociferó la gemela de Alanna, avanzando hacía el tejado, pero, lo que no sabía esta era que el héroe no pretendía huir, pues de la misma forma que había desaparecido, con un remolino de hojas blancas, apareció en mitad de la calle justo en el centro de la formación de soldados.
- ¡¡El increíble Vengador Enmascarado nunca rechaza un desafío!! – Exclamó el lobo que era, básicamente, una copia monocromática del Asher que conocía. Al menos en apariencia. – Pero…pero si no llevas máscara… - Los aplausos y las frases de ánimo hacía Asher se sucedian, la población de aquella ciudad adoraba a aquel perro. Eltrant, mientras tanto, dejó escapar un suspiro y apartando a Alanna levemente de la multitud se internó en un callejón. - ¿Qué hacemos? – Preguntó a su compañera, era la estratega de los dos - ¿Intervenimos? ¿Miramos? Quizás nos den alguna pista sobre dónde está el espejo.
El sol blanquecino estaba de nuevo alto, prácticamente acababa de amanecer en aquel mundo, habían vuelto, de algún modo, al principio del día. - ¿Algún plan brillante? – Preguntó a Alanna, a la vez que agudizaba el oído para ver si todavía había alguien en el piso inferior – Seguimos siendo las únicas personas a color, no a ser fácil pasar desapercibidos. – Suspiró mirando por la pequeña ventana que tenía justo a su lado, viendo como los transeúntes iban de un lugar a otro. – Que hacemos… - Frunció el ceño haciendo trabajar a sus neuronas a toda máquina, las dos que, según había dicho el sargento Tyron en más de una ocasión, solamente tenía. – ...Lo primero es encontrar ropa que no llame tanto la atención. – Aseguró girándose hacía Alanna – Aunque… - Miró su armadura, no iba a poder disimularla solo con un par de prendas – A mí más bien me viene conviene una capa.
Arrastró a Alanna consigo, avanzando a través del pasillo sigilosamente, tratando de que nadie en aquella casa supiese que estaban allí, por primera vez desde que entraron en aquel lugar contaban con algo parecido a tranquilidad, cosa que se podía romper con algo tan simple con que les vieran a través de una ventana.
Se adentraron, finalmente, en lo que entendía Eltrant que era un dormitorio, uno de un tamaño considerable si tenían en cuenta la enorme cama de matrimonio que yacía en mitad de la estancia. – Busca algo que ponerte y nos vamos de aquí – Dijo abriendo todos los cajones de uno en uno, encontrándose con diferentes tipos de prendas, desde enaguas que dejaban poco a la imaginación a ostentosos vestidos sin color, en cualquier caso, tenían prendas de sobra - ¿Qué te parece esto? – Preguntó al cabo de un rato, lanzándole a Alanna unos pantalones y una camisa grises. – El color me gusta – Bromeó al mismo tiempo que tomaba una larga capa de uno de los pocos armarios que había en la habitación y se la colocaba alrededor de su cuello, cubriendo su cabeza tras ello. – Me vale – Dijo asintiendo, cubriendo los guanteletes y las grebas como buenamente pudo. – Te espero fuera. – Afirmó después, dejando un mínimo de intimidad a la chica para que se cambiase. – Busca algo para cubrirte el pelo también – Dijo antes de cerrar la puerta del dormitorio tras de sí.
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Minutos después se encontraron en la calle, sorpresivamente, pudieron salir del edificio sin muchos problemas. La dueña de aquella casa no estaba por ninguna parte, la puerta principal estaba despejada.
- ¿A dónde se estaban llevando el espejo? – Susurró agachando la cabeza, tratando de que los ciudadanos de aquella Lunargenta no se fijasen en su cara. No podían preguntar indicaciones, no podían seguir su rastro si ni siquiera veían hacía dónde habían salido en primer lugar.
- ¡¡LA JUSTICIA LLUEVE DEL CIELO!! – Una voz archiconocida por la ciudad en la que se encontraban captó la atención de Eltrant, quien junto a la mayor parte de las personas que había en aquella calle, miró hacia arriba inmediatamente.
En uno de los tejados, una silueta evidentemente bestial señalaba de forma grandilocuente a un grupo de individuos uniformados encabezados por una mujer ataviada con una pesada armadura blanca.
- ¡Es Smash Blade! – La voz de un niño se alzó sobre los murmullos, fascinado por la visión que tenía ante sus ojos - ¿No era Garra de Felpa? – Preguntó inmediatamente después una niña no mucho mayor que el joven que había hablado en primer lugar. – Yo creía que era Martillo de Justicia. – Aseguró un tercero. - ¡Bájate de ahí de una maldita vez! – Gritó la copia de Alanna de aquel mundo, la silueta respondió con una sonora carcajada - ¡Rugido de la Noche no se deja amedrentar por opresores como tú! – Daba igual que nombre tuviese aquel sujeto, los vítores de los transeúntes no tardaron en llegar, cada palabra, cada frase que decía el lobo era instantáneamente respondida por aplausos y ovaciones.
Eltrant miró ligeramente incrédulo a la Alanna a color y se encogió de hombros sin saber que decir, para después volver a observar aquella escena que, perfectamente, podía haber pertenecido a una obra de teatro. Una de las malas.
– ¡Darengan! – Gritó la Tigresa desenvainando su mandoble - ¡Atrapadle! – Ordenó apuntando con su arma al hombre-bestia, que, riendo de la misma forma que lo había hecho en un principio se desvaneció en una nube de hojas blancas. - ¡Que no escape! – Vociferó la gemela de Alanna, avanzando hacía el tejado, pero, lo que no sabía esta era que el héroe no pretendía huir, pues de la misma forma que había desaparecido, con un remolino de hojas blancas, apareció en mitad de la calle justo en el centro de la formación de soldados.
- ¡¡El increíble Vengador Enmascarado nunca rechaza un desafío!! – Exclamó el lobo que era, básicamente, una copia monocromática del Asher que conocía. Al menos en apariencia. – Pero…pero si no llevas máscara… - Los aplausos y las frases de ánimo hacía Asher se sucedian, la población de aquella ciudad adoraba a aquel perro. Eltrant, mientras tanto, dejó escapar un suspiro y apartando a Alanna levemente de la multitud se internó en un callejón. - ¿Qué hacemos? – Preguntó a su compañera, era la estratega de los dos - ¿Intervenimos? ¿Miramos? Quizás nos den alguna pista sobre dónde está el espejo.
Eltrant Tale
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
Poco había descubierto ella también, sabía que algo rondaba la ciudad, algo relacionado con el rey o con la guardia o... no lo sabía en realidad, pero estaba claro que los problemas con la gente de color venían de lejos. Miró a su alrededor, el espejo había desaparecido de nuevo, y, por lo que decía Eltrant, se lo había llevado la guardia. Con un suspiro se hizo crujir el cuello, dolorido, y miró el armario, probablemente, fuera por haber estado durmiendo ahí dentro, como fuera, lo que debían hacer era encontrar el espejo, alguna forma tenían que tener de volver a su mundo.
Negó con la cabeza, podrían probar a colarse en el cuartel, no sería una mala idea, al menos, no si no les veían, menos daba una piedra, pero, como decía Eltrant, lo primero era encontrar alguna forma de taparse, cambiarse de ropa y, si tenía suerte, algo de maquillaje que cubriera el color de la piel. Se quedó mirando por la ventana la ciudad gris, mientras localizaba con la mirada el recorrido que podrían estar haciendo con el espejo. Si subían por el mismo lugar de la otra vez, tardarían tres minutos más que si accedían por la zona de la izquierda, al menos, debía ser así si la ciudad era igual a la de su mundo.
-Ey...- protestó cuando se vio arrastrada fuera del cuarto por la mano de Eltrant. Estaba claro, había prisa, no tenía tiempo de pensar movimientos cuando en realidad, la rueda ya había comenzado a girar.
Miró el cuarto ricamente decorado mientras Eltrant abría un armario y se fijó en un reloj de mesa. Se acercó mietras el chico le tiraba ropa que acababa sobre la mesa. La madera lisa tenía un circulo pequeño con la fecha, pero juraría que el día que ponía era el mismo que el anterior. Se giró al notar un golpe en la espalda y cogió lo que Eltrant le había lanzado antes de que esto cayera al suelo. Miró la camisa de color gris y suspiro. Al menos no era rosa. Espero a verle salir y miró a su alrededor, había una polvera, la usaría para cubrirse la piel y el pelo de color blanco.
Cuando la puerta se cerró, desató su cinto y el pantalón, se quitó las botas, ya negras, y la camisa azul para poder ponerse lo que Eltrant le había tirado. Se colocó la camisa gris y unos pantalones negros, sus botas y buscó algún corsé que le sirviera para proteger mínimamenete el torso. Abrió el armario y pudo ver un trozo de cuero negro, al sacarlo, parecía ser una armadura ligera que protegía, incluso, los hombros. La cogió y se la abrochó, apretaba un poco, pero menos daba una piedra. Miró alrededor por el cuarto y se fijó en un espejo y una mesa frente a él, un tocador.
Con calma, se sentó en el taburete acolchado y miró la tabla marmolada y abrió algunas de las cajas, una estaba llena de joyas, la cerró de inmediato, otra tenía gemelos para las camisas de los hombres, lo cerró también, la última, si, era la polvera. cogió el pompom y miró hacia el espejo, tomó aire hondo y plaf plaf plaf, se empolvó toda la cara dejándosela blanca, repitió el proceso en las manos y tras recogerse el pelo en una trenza, se empolvó también esta, de lejos, nadie diría que no era una más. Agarró una capa corta de color blanco y salió del dormitorio dejando la ropa escondida bajo la cama y salió al pasillo acabando de arreglarse la camisa.
- Bueno... ¿dónde vamos?- preguntó con una sonrisa resignada. Pero al final la pregunta le fue devuelta.- Pues... creo que lo llevaban al cuartel, como todo lo que iban a sacar de la casa. - comentó colocándose bien el cuello de la camisa para que no se viera piel sin polvos.- ¿Vamos?- preguntó calándose la capa.
A penas habían caminado un rato cuando se encontraron con el mismo espectáculo que el día anterior. Un hombre perro gritaba por todos lados cientos de apodos que no tenían sentido alguno y que, como poco, sonaban ridículos, mientras la gente coreaba su nombre y un pequeño ejercito de unos diez guardias, se acercaba en busca de pararle los pies. Alanna no pudo evitar morderse los labios intentando no reírse. Podía considerar a Asher un traidor, pero verlo de esa guisa era ridículo y no podía evitar reírse.
- Si intervenimos nos meteremos en problemas, parece que aun no nos han visto, así que... mejor que no llamemos la atención.- murmuró.- Esperemos un poco y cuando podamos vayamos hacia la guardia, es probable que hayan llevado el espejo allí.- le dijo, seria, sin apartar la vista del hombre perro y la Tigresa, debía decir que la ella de ese mundo no le gustaba demasiado.
Negó con la cabeza, podrían probar a colarse en el cuartel, no sería una mala idea, al menos, no si no les veían, menos daba una piedra, pero, como decía Eltrant, lo primero era encontrar alguna forma de taparse, cambiarse de ropa y, si tenía suerte, algo de maquillaje que cubriera el color de la piel. Se quedó mirando por la ventana la ciudad gris, mientras localizaba con la mirada el recorrido que podrían estar haciendo con el espejo. Si subían por el mismo lugar de la otra vez, tardarían tres minutos más que si accedían por la zona de la izquierda, al menos, debía ser así si la ciudad era igual a la de su mundo.
-Ey...- protestó cuando se vio arrastrada fuera del cuarto por la mano de Eltrant. Estaba claro, había prisa, no tenía tiempo de pensar movimientos cuando en realidad, la rueda ya había comenzado a girar.
Miró el cuarto ricamente decorado mientras Eltrant abría un armario y se fijó en un reloj de mesa. Se acercó mietras el chico le tiraba ropa que acababa sobre la mesa. La madera lisa tenía un circulo pequeño con la fecha, pero juraría que el día que ponía era el mismo que el anterior. Se giró al notar un golpe en la espalda y cogió lo que Eltrant le había lanzado antes de que esto cayera al suelo. Miró la camisa de color gris y suspiro. Al menos no era rosa. Espero a verle salir y miró a su alrededor, había una polvera, la usaría para cubrirse la piel y el pelo de color blanco.
Cuando la puerta se cerró, desató su cinto y el pantalón, se quitó las botas, ya negras, y la camisa azul para poder ponerse lo que Eltrant le había tirado. Se colocó la camisa gris y unos pantalones negros, sus botas y buscó algún corsé que le sirviera para proteger mínimamenete el torso. Abrió el armario y pudo ver un trozo de cuero negro, al sacarlo, parecía ser una armadura ligera que protegía, incluso, los hombros. La cogió y se la abrochó, apretaba un poco, pero menos daba una piedra. Miró alrededor por el cuarto y se fijó en un espejo y una mesa frente a él, un tocador.
Con calma, se sentó en el taburete acolchado y miró la tabla marmolada y abrió algunas de las cajas, una estaba llena de joyas, la cerró de inmediato, otra tenía gemelos para las camisas de los hombres, lo cerró también, la última, si, era la polvera. cogió el pompom y miró hacia el espejo, tomó aire hondo y plaf plaf plaf, se empolvó toda la cara dejándosela blanca, repitió el proceso en las manos y tras recogerse el pelo en una trenza, se empolvó también esta, de lejos, nadie diría que no era una más. Agarró una capa corta de color blanco y salió del dormitorio dejando la ropa escondida bajo la cama y salió al pasillo acabando de arreglarse la camisa.
- Bueno... ¿dónde vamos?- preguntó con una sonrisa resignada. Pero al final la pregunta le fue devuelta.- Pues... creo que lo llevaban al cuartel, como todo lo que iban a sacar de la casa. - comentó colocándose bien el cuello de la camisa para que no se viera piel sin polvos.- ¿Vamos?- preguntó calándose la capa.
A penas habían caminado un rato cuando se encontraron con el mismo espectáculo que el día anterior. Un hombre perro gritaba por todos lados cientos de apodos que no tenían sentido alguno y que, como poco, sonaban ridículos, mientras la gente coreaba su nombre y un pequeño ejercito de unos diez guardias, se acercaba en busca de pararle los pies. Alanna no pudo evitar morderse los labios intentando no reírse. Podía considerar a Asher un traidor, pero verlo de esa guisa era ridículo y no podía evitar reírse.
- Si intervenimos nos meteremos en problemas, parece que aun no nos han visto, así que... mejor que no llamemos la atención.- murmuró.- Esperemos un poco y cuando podamos vayamos hacia la guardia, es probable que hayan llevado el espejo allí.- le dijo, seria, sin apartar la vista del hombre perro y la Tigresa, debía decir que la ella de ese mundo no le gustaba demasiado.
Alanna Delteria
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
Asintió al consejo de Alanna, tenía razón, meterse de lleno en aquella pelea solo podía salir mal, lo mejor era fundirse con la multitud y esperar a que parase para seguir avanzando sin ser vistos.
La risa del lobo, que estaba en el centro del lugar, rodeado de soldados grises y de la Tigresa se alzó sobre los murmullos de la multitud. - ¡Enseñadme de que estáis hechos! – El escuadrón de Delteria atacó al unísono, enarbolando sus armas, dispuestos a atrapar a aquel intento de héroe.
Asher, o la copia sin color que tenían frente a ellos, esquivó rápidamente al primero de los soldados y le asestó con la empuñadura de una de sus hojas dobles en la cara, lanzándolo contra un segundo atacante que no pudo sino soltar su arma para atrapar a su compañero herido. - ¡Lentos! – Cambió de hoja, la segunda tenía algo parecido a llamas grises alrededor del filo, desde dónde estaban Eltrant no podía verlo exactamente bien, pero se pudo fijar en que este reflectó varios ataques de un tercer hombre antes de derribarle de un fuerte puntapié - ¡Muy lentos! – Se desvaneció en un cumulo de hojas blancas y apareció sobre las cabezas de los pocos soldados que quedaban en pie.
- ¡Tifón del lobo! – La gente aplaudió con fuerza al verle gritar aquellas palabras, la mayoría de ellos se apartaron del centro de la calle, Eltrant enarcó una ceja y miró a Alanna, que seguía a su lado, sin ocultar un ápice de la confusión que tenía en la mirada.
Golpeó el suelo con fuerza, un torbellino cargado de electricidad engulló a la mayoría de los soldados de la Tigresa lanzándolo por los aires, haciéndoles chocar entre ellos y con todo el mobiliario urbano. A todos menos a la Alanna sin color, que había clavado su mandoble en el suelo y se mantenía erguida, impasible, viendo como el lobo conjuraba runas contra sus hombres.
- ¿Has terminado? – Dijo la mujer arrancando la espada del suelo, levantando un par de adoquines en el proceso. – Bien – Asher sonrió e hizo un par de malabares con las espadas que esgrimía, colocando ambas hojas frente a su rostro cuando terminó. – Me toca.
Sorpresivamente no había muerto nadie, los soldados de la Alanna sin color se quejaban en el suelo, agotados, con magulladuras pero vivos. - ¡Prepárate! – La Tigresa pisó con fuerza frente a ella, haciendo gala de una fuerza sobrehumana hundió su pie derecho en el suelo y usó el agujero para impulsarse contra el perro que, sin dejar de sonreír, resistió el golpe de la mujer con los dos sables, aun cuando se vio arrastrado hasta casi tocar la pared que tenía directamente tras él.
- ¡No está mal! – Alanna cerró el puño con el que no sujetaba el mandoble, Eltrant enarcó una ceja ¿Cómo se las ingeniaba para levantar aquel arma con una sola mano? - ¡Ahora no te muevas!
Aun desde la distancia Eltrant pudo contemplar como el guantelete de la mujer replegaba en tres partes, liberando sendas nubes de vapor mientras lo hacía y siseando con fuerza, mostrando una segunda capa de metal más oscuro que ocultaba bajo el típico metal grisáceo que solía componer las armaduras.
Gritando con toda la fuerza de sus pulmones Alanna descerrajó un puñetazo contra la cara del lobo, afortunadamente para el can este consiguió evitarlo en el último segundo lanzándose hacía un lado de forma que el puño de la Capitana acabó firmemente alojado en la pared del edificio, la cual se vino abajo cuando Alanna extrajo su puño de la fachada con un fuerte tirón.
- Dije que no te movieses.
Con la boca muy abierta miró a su compañera, a la que tenía color. – Dime que tú puedes hacer eso - Aquello era una locura, había intercambiado golpes con la Alanna monocromática, era fuerte, pero no tanto. ¿Habían solo vuelto a la primera parte del día? ¿Qué significaba aquello?
Agarró a Alanna de la mano. – Vámonos de aquí antes de que acabemos mal – Susurró, señaló a los soldados de la Tigresa que retrocedían junto a los civiles. – Vamos a seguirles, seguro que van al cuartel – Se acomodó la capucha que ocultaba su rostro y se giró a mirar antes de partir a su compañera y al combate que seguía produciéndose en mitad de la plaza.
Por lo que parecía estaba igualado, mientras que el lobo se desvanecía en un cumulo de hojas y reaparecía al instante atacando con elementos diferentes cada vez, el puño de Alanna no era la única parte de la armadura que contaba con aquel extraño mecanismo a vapor.
Eltrant estaba seguro de que si hubiesen estado en el mundo real estarían siendo testigos de un baile consistente de más de un centenar de colores. Fuego, hielo, electricidad, el lobo estaba usando cualquier elemento imaginable, siempre desapareciendo y reapareciendo entre hojas de color blanco, como si no fuese más que una sombra traslucida.
Por supuesto todo esto servía de más bien poco, pues cuando Asher se encargó de convertir parte del suelo en una estaca afilada con su espada y la arrojó contra su oponente esta la desvió con su antebrazo como si no fuese más que una mísera saeta de cartón. - ¡Déjate de encantamientos, Asher! – La voz de la Tigresa se alzó sobre los pocos transeúntes que habían decidido quedarse en mitad de aquel caos. - ¡Suelta las espadas, entrégate!
Asher negó con la cabeza y volvió a juguetear con sus hojas, haciéndola bailar en sus manos. – Ébano y Marfil señorita. Así se llaman mis espadas. – Se limpió la comisura del labio, dónde resbalaba un fino hilo de sangre. Ambas hojas, tanto la blanca como la negra, comenzaron a desprender llamas grisáceas – Más te vale recordarlo. – La guarda asintió escuetamente y levantó su espada, el peto de la armadura de la mujer comenzó a exhalar vapor con suavidad.
- Tienes demasiados nombres, perro.
Negó con la cabeza y se giró hacía Alanna - Se acabó, no es asunto nuestro – Comenzó a caminar hacía el callejón – Nos marchamos.
La risa del lobo, que estaba en el centro del lugar, rodeado de soldados grises y de la Tigresa se alzó sobre los murmullos de la multitud. - ¡Enseñadme de que estáis hechos! – El escuadrón de Delteria atacó al unísono, enarbolando sus armas, dispuestos a atrapar a aquel intento de héroe.
Asher, o la copia sin color que tenían frente a ellos, esquivó rápidamente al primero de los soldados y le asestó con la empuñadura de una de sus hojas dobles en la cara, lanzándolo contra un segundo atacante que no pudo sino soltar su arma para atrapar a su compañero herido. - ¡Lentos! – Cambió de hoja, la segunda tenía algo parecido a llamas grises alrededor del filo, desde dónde estaban Eltrant no podía verlo exactamente bien, pero se pudo fijar en que este reflectó varios ataques de un tercer hombre antes de derribarle de un fuerte puntapié - ¡Muy lentos! – Se desvaneció en un cumulo de hojas blancas y apareció sobre las cabezas de los pocos soldados que quedaban en pie.
- ¡Tifón del lobo! – La gente aplaudió con fuerza al verle gritar aquellas palabras, la mayoría de ellos se apartaron del centro de la calle, Eltrant enarcó una ceja y miró a Alanna, que seguía a su lado, sin ocultar un ápice de la confusión que tenía en la mirada.
Golpeó el suelo con fuerza, un torbellino cargado de electricidad engulló a la mayoría de los soldados de la Tigresa lanzándolo por los aires, haciéndoles chocar entre ellos y con todo el mobiliario urbano. A todos menos a la Alanna sin color, que había clavado su mandoble en el suelo y se mantenía erguida, impasible, viendo como el lobo conjuraba runas contra sus hombres.
- ¿Has terminado? – Dijo la mujer arrancando la espada del suelo, levantando un par de adoquines en el proceso. – Bien – Asher sonrió e hizo un par de malabares con las espadas que esgrimía, colocando ambas hojas frente a su rostro cuando terminó. – Me toca.
Sorpresivamente no había muerto nadie, los soldados de la Alanna sin color se quejaban en el suelo, agotados, con magulladuras pero vivos. - ¡Prepárate! – La Tigresa pisó con fuerza frente a ella, haciendo gala de una fuerza sobrehumana hundió su pie derecho en el suelo y usó el agujero para impulsarse contra el perro que, sin dejar de sonreír, resistió el golpe de la mujer con los dos sables, aun cuando se vio arrastrado hasta casi tocar la pared que tenía directamente tras él.
- ¡No está mal! – Alanna cerró el puño con el que no sujetaba el mandoble, Eltrant enarcó una ceja ¿Cómo se las ingeniaba para levantar aquel arma con una sola mano? - ¡Ahora no te muevas!
Aun desde la distancia Eltrant pudo contemplar como el guantelete de la mujer replegaba en tres partes, liberando sendas nubes de vapor mientras lo hacía y siseando con fuerza, mostrando una segunda capa de metal más oscuro que ocultaba bajo el típico metal grisáceo que solía componer las armaduras.
Gritando con toda la fuerza de sus pulmones Alanna descerrajó un puñetazo contra la cara del lobo, afortunadamente para el can este consiguió evitarlo en el último segundo lanzándose hacía un lado de forma que el puño de la Capitana acabó firmemente alojado en la pared del edificio, la cual se vino abajo cuando Alanna extrajo su puño de la fachada con un fuerte tirón.
- Dije que no te movieses.
Con la boca muy abierta miró a su compañera, a la que tenía color. – Dime que tú puedes hacer eso - Aquello era una locura, había intercambiado golpes con la Alanna monocromática, era fuerte, pero no tanto. ¿Habían solo vuelto a la primera parte del día? ¿Qué significaba aquello?
Agarró a Alanna de la mano. – Vámonos de aquí antes de que acabemos mal – Susurró, señaló a los soldados de la Tigresa que retrocedían junto a los civiles. – Vamos a seguirles, seguro que van al cuartel – Se acomodó la capucha que ocultaba su rostro y se giró a mirar antes de partir a su compañera y al combate que seguía produciéndose en mitad de la plaza.
Por lo que parecía estaba igualado, mientras que el lobo se desvanecía en un cumulo de hojas y reaparecía al instante atacando con elementos diferentes cada vez, el puño de Alanna no era la única parte de la armadura que contaba con aquel extraño mecanismo a vapor.
Eltrant estaba seguro de que si hubiesen estado en el mundo real estarían siendo testigos de un baile consistente de más de un centenar de colores. Fuego, hielo, electricidad, el lobo estaba usando cualquier elemento imaginable, siempre desapareciendo y reapareciendo entre hojas de color blanco, como si no fuese más que una sombra traslucida.
Por supuesto todo esto servía de más bien poco, pues cuando Asher se encargó de convertir parte del suelo en una estaca afilada con su espada y la arrojó contra su oponente esta la desvió con su antebrazo como si no fuese más que una mísera saeta de cartón. - ¡Déjate de encantamientos, Asher! – La voz de la Tigresa se alzó sobre los pocos transeúntes que habían decidido quedarse en mitad de aquel caos. - ¡Suelta las espadas, entrégate!
Asher negó con la cabeza y volvió a juguetear con sus hojas, haciéndola bailar en sus manos. – Ébano y Marfil señorita. Así se llaman mis espadas. – Se limpió la comisura del labio, dónde resbalaba un fino hilo de sangre. Ambas hojas, tanto la blanca como la negra, comenzaron a desprender llamas grisáceas – Más te vale recordarlo. – La guarda asintió escuetamente y levantó su espada, el peto de la armadura de la mujer comenzó a exhalar vapor con suavidad.
- Tienes demasiados nombres, perro.
Negó con la cabeza y se giró hacía Alanna - Se acabó, no es asunto nuestro – Comenzó a caminar hacía el callejón – Nos marchamos.
Eltrant Tale
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
No tardó demasiado en empezar la pelea, y a pesar de ser consciente de que el hombre perro era algo... ridículo en su comportamiento, no pudo evitar quedarse boquiabierta al ver la sucesión de ataques, de idas y venidas que realizaban uno y la otra. Eran como un huracán y una torre que se plantaba frente a él desafiando al mismísimo viento. Los ataques de Asher eran tan veloces que a pesar de sus ojos más que entrenados, le llegaba a costar distinguirlos. La velocidad era su punto fuerte y estaba totalmente apoyada por las runas que usaba, a pesar de parecer, sin ton ni son, en realidad eran realmente inteligentes, su aspecto atontado y sus aires de héroe idiota eran una fachada, y su forma de luchar lo demostraba con creces.
Alanna, la tigresa, en cambio, era una roca inamovible que podía mantenerse firme en medio de la tempestad. La chica de colores tragó saliva, ansiosa, viendo las diferencias entre ambas, no solo en su modo de luchar. La tigresa pensaba menos, era fuerza bruta, pero era firme, parecía dar seguridad, no variaba como el viento, no era una veleta que giraba dependiendo de como soplase la brisa, era segura, inamovible, tenía claro su objetivo y lo encaraba de frente, sin importarle nada más. El corazón le dio un ligero pinchazo, ella no se parecía en nada a la tigresa, solo la cara, esa mujer que se alzaba frente a ella no era volátil, tenía carácter como para comerse a un león, no era débil ni de carácter liviano. Alanna se sorprendió a si misma admirándola, y queriendo ser como ella.
La calzada se alzó entonces frente a los ojos de la multitud la mujer, con un solo movimiento, había clavado los pies en la tierra y con los dedos, alzado el terreno. ¿Hasta que punto llegaba su fuerza? Miró a Eltrant, sabía que el chico podía levantar piedras de incluso una tonelada, lo había visto con sus propios ojos luchar contra Katzzila, o como se hubiera llamado la criatura del desierto, pero eso... eso era asombroso, ¿podría el chico hacerlo? Probablemente, pero seguro que su armadura y él acabarían hechos un cromo.
Miró, luego, sus brazos, era como palillos en comparación a la tigresa. Si al lado de Eltrant no parecía ser más que una carta de baraja comparada con un libro, si se comparaba con la tigresa y su armadura, sería solo un soplo de aire. El día anterior había logrado esquivarla porque era realmente lenta, sus movimientos eran tan visibles como un edificio, pero si le hubiera llegado a alcanzar un golpe con toda esa fuerza, habría pasado a formar parte de la calzada.
Tan concentrada estaba en el combate, en las comparaciones y bajando su propia autoestima que, en cuanto notó que Eltrant la tocaba, dio un salto, echándose hacia atrás, asustada. Lo miró con ojos abiertos y, tras respirar hondo, asintió. Lo mejor era salir de allí, no quería seguir viendo, no quería pensar que no le llegaba a esa mujer ni a la suela de los zapatos, debían volver a su mundo, quería regresar y ponerse a entrenar cuanto antes, no podía dejar que una especie de doppelganger gris la superase de ese modo. Sabía que no podría alcanzar su fuerza, pero querría poder derrotarla con su velocidad.
Siguió a Eltrant y aceleró el paso logrando salir pronto de la multitud, si no estaba equivocada podrían acortar y sería más fácil que los vieran si subían a los tejados. Cuando pasaron de largo y perdieron de vista el barullo, los aplausos y las voces, mientras los soldados de la tigresa continuaban su camino, se introdujo en un callejón y comenzó a escalar unas ventanas cerradas, iba ya por la mitad cuando miró hacia bajo y vio a Eltrant, con su armadura pesada y su capa larga. Con un suspiro, bajó. Él no podría ir por los tejados, sería un suicidio, y las placas de la pesada coraza se escucharían a kilómetros, mejor sería ir por tierra, aunque tardasen más.
- Lo siento, se me olvidaba que llevabas armadura nueva.- sonrió disculpándose mirando como el azul refulgía bajo la capa gris.- Vamos, no sea que les perdamos.- dijo cogiéndole de la mano y dándole un tirón para seguir a los guardias.
Si pensaban que los seguían tendrían un problema, deberían disimular como buenamente pudieran, las calles de la ciudad estaban algo cambiadas con la falta de color, y aunque podía llegar a distinguir algunas, no era capaz de guiarse con tanta facilidad como en su Lunargenta de variedad y color. Se daba cuenta de que solía guiarse por carteles y colores más que por nombres de calles, porque cuando pasaron frente al escaparate de la señora Pots, la mujer que tenía una tienda de alfarería, no la reconoció a pesar de ver el mismo juego de tazas de té que había en su hogar, no hasta que vio a la mujer de falda larga barrer el exterior del local.
Frunció el ceño, definitivamente, esa Lunargenta era un lugar extraño, no le gustaba, odiaba la falta de color, ella no es que fuera nadie para hablar, pero se había criado con niños de todos los tipos, clases y razas, ver que lo que diferenciaba a unos y otros, lo que los hacía especiales y característicos, lo que les permitía expresarse sin hablar siquiera, no existía, le dolía en el alma. Tenía que volver como fuera a su hogar, pero algo de lo que había descubierto ayer le picaba detrás de la oreja, ¿qué sería lo que había sucedido allí para que desaparecieran los colores?
Su instinto de supervivencia la llamaba a huir, pero su curiosidad no podía hacerla escapar tan fácilmente, quería investigar. La curiosidad mató al gato, solía decirse, pero después de todo, tenían siete vidas, no pasaba nada por perder una, y ella, al final, era la gata, debía seguir su instinto, ¿no? Así que, aunque Eltrant regresara, ella se quedaría a investigar, quería saber lo que estaba sucediendo en ese lugar extraño, y, si podía, conseguir alguno de los trucos de la Tigresa, que no le vendrían para nada mal.
Alanna, la tigresa, en cambio, era una roca inamovible que podía mantenerse firme en medio de la tempestad. La chica de colores tragó saliva, ansiosa, viendo las diferencias entre ambas, no solo en su modo de luchar. La tigresa pensaba menos, era fuerza bruta, pero era firme, parecía dar seguridad, no variaba como el viento, no era una veleta que giraba dependiendo de como soplase la brisa, era segura, inamovible, tenía claro su objetivo y lo encaraba de frente, sin importarle nada más. El corazón le dio un ligero pinchazo, ella no se parecía en nada a la tigresa, solo la cara, esa mujer que se alzaba frente a ella no era volátil, tenía carácter como para comerse a un león, no era débil ni de carácter liviano. Alanna se sorprendió a si misma admirándola, y queriendo ser como ella.
La calzada se alzó entonces frente a los ojos de la multitud la mujer, con un solo movimiento, había clavado los pies en la tierra y con los dedos, alzado el terreno. ¿Hasta que punto llegaba su fuerza? Miró a Eltrant, sabía que el chico podía levantar piedras de incluso una tonelada, lo había visto con sus propios ojos luchar contra Katzzila, o como se hubiera llamado la criatura del desierto, pero eso... eso era asombroso, ¿podría el chico hacerlo? Probablemente, pero seguro que su armadura y él acabarían hechos un cromo.
Miró, luego, sus brazos, era como palillos en comparación a la tigresa. Si al lado de Eltrant no parecía ser más que una carta de baraja comparada con un libro, si se comparaba con la tigresa y su armadura, sería solo un soplo de aire. El día anterior había logrado esquivarla porque era realmente lenta, sus movimientos eran tan visibles como un edificio, pero si le hubiera llegado a alcanzar un golpe con toda esa fuerza, habría pasado a formar parte de la calzada.
Tan concentrada estaba en el combate, en las comparaciones y bajando su propia autoestima que, en cuanto notó que Eltrant la tocaba, dio un salto, echándose hacia atrás, asustada. Lo miró con ojos abiertos y, tras respirar hondo, asintió. Lo mejor era salir de allí, no quería seguir viendo, no quería pensar que no le llegaba a esa mujer ni a la suela de los zapatos, debían volver a su mundo, quería regresar y ponerse a entrenar cuanto antes, no podía dejar que una especie de doppelganger gris la superase de ese modo. Sabía que no podría alcanzar su fuerza, pero querría poder derrotarla con su velocidad.
Siguió a Eltrant y aceleró el paso logrando salir pronto de la multitud, si no estaba equivocada podrían acortar y sería más fácil que los vieran si subían a los tejados. Cuando pasaron de largo y perdieron de vista el barullo, los aplausos y las voces, mientras los soldados de la tigresa continuaban su camino, se introdujo en un callejón y comenzó a escalar unas ventanas cerradas, iba ya por la mitad cuando miró hacia bajo y vio a Eltrant, con su armadura pesada y su capa larga. Con un suspiro, bajó. Él no podría ir por los tejados, sería un suicidio, y las placas de la pesada coraza se escucharían a kilómetros, mejor sería ir por tierra, aunque tardasen más.
- Lo siento, se me olvidaba que llevabas armadura nueva.- sonrió disculpándose mirando como el azul refulgía bajo la capa gris.- Vamos, no sea que les perdamos.- dijo cogiéndole de la mano y dándole un tirón para seguir a los guardias.
Si pensaban que los seguían tendrían un problema, deberían disimular como buenamente pudieran, las calles de la ciudad estaban algo cambiadas con la falta de color, y aunque podía llegar a distinguir algunas, no era capaz de guiarse con tanta facilidad como en su Lunargenta de variedad y color. Se daba cuenta de que solía guiarse por carteles y colores más que por nombres de calles, porque cuando pasaron frente al escaparate de la señora Pots, la mujer que tenía una tienda de alfarería, no la reconoció a pesar de ver el mismo juego de tazas de té que había en su hogar, no hasta que vio a la mujer de falda larga barrer el exterior del local.
Frunció el ceño, definitivamente, esa Lunargenta era un lugar extraño, no le gustaba, odiaba la falta de color, ella no es que fuera nadie para hablar, pero se había criado con niños de todos los tipos, clases y razas, ver que lo que diferenciaba a unos y otros, lo que los hacía especiales y característicos, lo que les permitía expresarse sin hablar siquiera, no existía, le dolía en el alma. Tenía que volver como fuera a su hogar, pero algo de lo que había descubierto ayer le picaba detrás de la oreja, ¿qué sería lo que había sucedido allí para que desaparecieran los colores?
Su instinto de supervivencia la llamaba a huir, pero su curiosidad no podía hacerla escapar tan fácilmente, quería investigar. La curiosidad mató al gato, solía decirse, pero después de todo, tenían siete vidas, no pasaba nada por perder una, y ella, al final, era la gata, debía seguir su instinto, ¿no? Así que, aunque Eltrant regresara, ella se quedaría a investigar, quería saber lo que estaba sucediendo en ese lugar extraño, y, si podía, conseguir alguno de los trucos de la Tigresa, que no le vendrían para nada mal.
Alanna Delteria
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
Siguió a Alanna, el sonido de la pelea se volvió, paulatinamente, un murmullo distante que acabó desapareciendo, habían conseguido pasar desapercibidos, algo que no era precisamente fácil.
Se mantuvo en cabeza durante todo el trayecto, siempre tras los soldados grises hasta que se vio obligado a detenerse, alzó la vista cuando su compañera se subió a un tejado en varios rápidos movimientos y enarcó una ceja sin decir nada.
Podía intentarlo, pero no estaba seguro de que consiguiese mantener el ritmo de su compañera allí arriba, Alanna, tras comprender esto, dejó escapar un ligero suspiró y volvió a bajar
- No pasa nada – Dijo sonriendo a la muchacha cuando esta se disculpó por la idea que acababa de tener. Bajó la mirada un instante pensativo, quizás no era tan buena idea el llevar armadura, le hacía lento, le convertía en un lastre en situaciones como aquellas - …Sí, vamos. – Tras aquello fue él el que se quedó detrás de la su compañera.
Atravesaron calles, una detrás de otra, siempre manteniéndose a una distancia prudente de los soldados de la Tigresa ¿En aquel mundo el cuartel estaba en otro lugar? Había muchos sitios que no reconocía aun cuando estaba seguro que, por la posición en la que estaban y las calles que habían recorrido, debía de hacerlo. Era todo igual pero a la vez lo suficientemente diferente como para que no supiese exactamente por dónde estaba caminando, y, por la cara de Alanna, a ella le estaba pasando algo parecido.
- Solo nos tenemos que mantener cerca de ellos – Dijo – Nos llevarán justo a dónde queremos.
Como había predicho los imponentes muros de la pequeña fortificación a la que los guardias llamaban hogar se alzó frente a ellos al cabo de un rato, por el color parecía ser un edificio como los demás, uno que, difícilmente, podría ser reconocido a simple vista. Afortunadamente los estandartes que pendían de la entrada principal indicaba su verdadera función.
Respiró profundamente y se agachó a una distancia prudente del lugar, tras unos barriles parcialmente ocultos en uno de los tantos callejones que llevaban hasta la pequeña plazoleta en la que estaba situado el cuartel, sin perder tiempo, indicó a Alanna que hiciese lo mismo.
Los soldados a los que habían estado siguiendo habían dado un rodeo bastante inútil a ojos del guarda, podían haber llegado allí atravesando un par de calles que los guardas habían evitado. Entrecerró los ojos y les vio perderse tras la entrada principal del edificio, la cual estaba, evidentemente, custodiada.
- ¿Alguna idea? – Preguntó a Alanna sin apartar la mirada del lugar en el que suponía que estaba el espejo, estaban planeando entrar en el lugar mejor fortificado de la ciudad, el sitio dónde descansaban los hombres encargados de hacer valer la ley. - ¿… No había una especie de pasadizo…? – Negó con la cabeza antes de que su compañera le respondiese, por lo que recordaba algún oficial lo hizo tapiar tan pronto lo descubrieron, era uno de esos lugares por el que los ladrones se internaron en el cuartel a rescatar a los ladrones que tenían apresados.
- Tiene que haber alguna forma… - No iban a pasar desapercibidos, aun si conseguían uniformes grises, sus rostros y cabellos seguían poseyendo un mínimo de color.
Una a una, se deshizo de todas las partes de su armadura. Después, metódicamente, las colocó en un maniquí que descansaba en una de las esquinas de la habitación. Maldijo por lo bajo cuando, después de haber organizado su coraza, se miró al espejo, dónde su reflejo, con alguna herida que otra, le devolvió la mirada.
- Ese perro… - Susurró palpándose el corte que tenía en la mejilla. Tras varios segundos sin apartar la mirada de su reflejo suspiró y tomó uno de los muchos peluches que adornaban la habitación, sentándose en la cama tras abrazarlo. - ¿Cómo puedo atraparlo? – Dejó el pequeño oso gris a un lado y se estiró en la cama, como de costumbre, el archiconocido “Smash Blade” se había vuelto a escapar de entre sus manos. - ¿Cómo…?
Sin decir nada más se quedó en silencio, mirando directamente al techo, dónde estaban las estrellas que había dibujado años atrás, sin saber realmente que hacer para cumplir las órdenes que le habían dado.
No pudo evitar sonreír al ladear la cabeza y ver el montón de peluches sentados sobre la cómoda que tenía justo al lado de la cama, solían decirle que no pegaban con ella, que era algo que no encajaba con su personalidad, lo mismo con los vestidos o el encaje.
Pero ¿Qué podía hacerle? Le gustaban aquellas cosas, una parte de ella solo quería abandonar la guardia, dejar de parecer un pilar inamovible para el mundo y relajarse un poco, quizás irse a Beltrexus, a las playas de suave arena blanca. Suspiró y volvió a abrazar el oso, como un viejo amigo le solía decir “Nunca juzgues a un libro por su portada”
Cerró los ojos unos instantes, justo a tiempo para escuchar tres golpes que indicaban que tenía visita. Sin perder tiempo se levantó de la cama y abrió la puerta de su habitación, un muchacho joven, de no más de veinte años esperaba al otro lado de la misma.
- Ca…capitana Delteria – El chico trató de mirar fijamente a Alanna, no lo consiguió – Me envia Lord… - No pudo evitar ver el oso que yacía en la cama de la Tigresa, trato de disimula este hecho en cuando se percató de lo que acababa de hacer, no lo consiguió – Me manda… - Alanna se cruzó de brazos.
- No tengo todo el día cadete. – Dijo, el muchacho dio un respingo y sacudió la cabeza. – Como ves estoy atendiendo mis heridas.
- El tesorero os reclama, capitana. – Dijo al final – Dice que tiene algo que enseñaros.
Se mantuvo en cabeza durante todo el trayecto, siempre tras los soldados grises hasta que se vio obligado a detenerse, alzó la vista cuando su compañera se subió a un tejado en varios rápidos movimientos y enarcó una ceja sin decir nada.
Podía intentarlo, pero no estaba seguro de que consiguiese mantener el ritmo de su compañera allí arriba, Alanna, tras comprender esto, dejó escapar un ligero suspiró y volvió a bajar
- No pasa nada – Dijo sonriendo a la muchacha cuando esta se disculpó por la idea que acababa de tener. Bajó la mirada un instante pensativo, quizás no era tan buena idea el llevar armadura, le hacía lento, le convertía en un lastre en situaciones como aquellas - …Sí, vamos. – Tras aquello fue él el que se quedó detrás de la su compañera.
Atravesaron calles, una detrás de otra, siempre manteniéndose a una distancia prudente de los soldados de la Tigresa ¿En aquel mundo el cuartel estaba en otro lugar? Había muchos sitios que no reconocía aun cuando estaba seguro que, por la posición en la que estaban y las calles que habían recorrido, debía de hacerlo. Era todo igual pero a la vez lo suficientemente diferente como para que no supiese exactamente por dónde estaba caminando, y, por la cara de Alanna, a ella le estaba pasando algo parecido.
- Solo nos tenemos que mantener cerca de ellos – Dijo – Nos llevarán justo a dónde queremos.
Como había predicho los imponentes muros de la pequeña fortificación a la que los guardias llamaban hogar se alzó frente a ellos al cabo de un rato, por el color parecía ser un edificio como los demás, uno que, difícilmente, podría ser reconocido a simple vista. Afortunadamente los estandartes que pendían de la entrada principal indicaba su verdadera función.
Respiró profundamente y se agachó a una distancia prudente del lugar, tras unos barriles parcialmente ocultos en uno de los tantos callejones que llevaban hasta la pequeña plazoleta en la que estaba situado el cuartel, sin perder tiempo, indicó a Alanna que hiciese lo mismo.
Los soldados a los que habían estado siguiendo habían dado un rodeo bastante inútil a ojos del guarda, podían haber llegado allí atravesando un par de calles que los guardas habían evitado. Entrecerró los ojos y les vio perderse tras la entrada principal del edificio, la cual estaba, evidentemente, custodiada.
- ¿Alguna idea? – Preguntó a Alanna sin apartar la mirada del lugar en el que suponía que estaba el espejo, estaban planeando entrar en el lugar mejor fortificado de la ciudad, el sitio dónde descansaban los hombres encargados de hacer valer la ley. - ¿… No había una especie de pasadizo…? – Negó con la cabeza antes de que su compañera le respondiese, por lo que recordaba algún oficial lo hizo tapiar tan pronto lo descubrieron, era uno de esos lugares por el que los ladrones se internaron en el cuartel a rescatar a los ladrones que tenían apresados.
- Tiene que haber alguna forma… - No iban a pasar desapercibidos, aun si conseguían uniformes grises, sus rostros y cabellos seguían poseyendo un mínimo de color.
_________________________________
Una a una, se deshizo de todas las partes de su armadura. Después, metódicamente, las colocó en un maniquí que descansaba en una de las esquinas de la habitación. Maldijo por lo bajo cuando, después de haber organizado su coraza, se miró al espejo, dónde su reflejo, con alguna herida que otra, le devolvió la mirada.
- Ese perro… - Susurró palpándose el corte que tenía en la mejilla. Tras varios segundos sin apartar la mirada de su reflejo suspiró y tomó uno de los muchos peluches que adornaban la habitación, sentándose en la cama tras abrazarlo. - ¿Cómo puedo atraparlo? – Dejó el pequeño oso gris a un lado y se estiró en la cama, como de costumbre, el archiconocido “Smash Blade” se había vuelto a escapar de entre sus manos. - ¿Cómo…?
Sin decir nada más se quedó en silencio, mirando directamente al techo, dónde estaban las estrellas que había dibujado años atrás, sin saber realmente que hacer para cumplir las órdenes que le habían dado.
No pudo evitar sonreír al ladear la cabeza y ver el montón de peluches sentados sobre la cómoda que tenía justo al lado de la cama, solían decirle que no pegaban con ella, que era algo que no encajaba con su personalidad, lo mismo con los vestidos o el encaje.
Pero ¿Qué podía hacerle? Le gustaban aquellas cosas, una parte de ella solo quería abandonar la guardia, dejar de parecer un pilar inamovible para el mundo y relajarse un poco, quizás irse a Beltrexus, a las playas de suave arena blanca. Suspiró y volvió a abrazar el oso, como un viejo amigo le solía decir “Nunca juzgues a un libro por su portada”
Cerró los ojos unos instantes, justo a tiempo para escuchar tres golpes que indicaban que tenía visita. Sin perder tiempo se levantó de la cama y abrió la puerta de su habitación, un muchacho joven, de no más de veinte años esperaba al otro lado de la misma.
- Ca…capitana Delteria – El chico trató de mirar fijamente a Alanna, no lo consiguió – Me envia Lord… - No pudo evitar ver el oso que yacía en la cama de la Tigresa, trato de disimula este hecho en cuando se percató de lo que acababa de hacer, no lo consiguió – Me manda… - Alanna se cruzó de brazos.
- No tengo todo el día cadete. – Dijo, el muchacho dio un respingo y sacudió la cabeza. – Como ves estoy atendiendo mis heridas.
- El tesorero os reclama, capitana. – Dijo al final – Dice que tiene algo que enseñaros.
Eltrant Tale
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Re: A Través del Espejo [Interpretativo][Libre][2/3]
En el callejón empedrado y en penumbra, los sonidos parecían multiplicarse por diez, y cobrar aun más importancia por la evidente carencia de color, si se quedaban allí perderían la pista de los soldados, sabían llegar a la guardia, pero si en cualquier momento o por alguna razón decidían no ir allí en el último momento, no podrían encontrarlos y perderían quien sabe si para siempre, su única forma de volver a su Lunargenta real.
Asintiendo a Eltrant, inició nuevamente la marcha siguiendo a distancia prudente a los guardias mientras los zapatos sonaban secos en el suelo. La armadura de Eltrant sonaba de vez en cuando con un deje metálico que delataba lo que el chico llevaba bajo la capa negruzca, por suerte, siendo nueva, y aun no estando oxidada, a penas podía oírse a menos que se estuviera a su lado. Miró al cielo, era de día, pero si se repetía el patrón de la noche anterior, eso significaba que volverían al inicio en cuanto dieran las doce, no podían permitirse perder más tiempo, no sabían si las horas pasaban igual ahí que el el mundo de color, tal vez llevasen solo unos minutos, o tal vez hubiera pasado ya un mes, como fuere, no podían permitirse desaparecer tanto tiempo sin justificación ninguna.
No pasó demasiado tiempo hasta que los muros de piedra se elevaron frente a sus ojos dándoles una bienvenida poco acogedora a sitio donde más seguros se sentían usualmente. La guardia de Lunargenta, con las banderas de la ciudad ondeando con el viento pero sin su característico color azulado, que hacía parecer la fortificación un lugar más cálido y menos lúgubre. A pesar de que usualmente vestía de negro, Alanna acababa de descubrir que era un color que no le gustaba nada, ni el blanco, eran colores impersonales, fríos y lejanos. Miró a Eltrant en busca de algo que le recordase vagamente a la calidez el sol, que, blanco como era allí, parecía helar con luz mortecina. Respiró hondo al notar que se disipaba el escalofrío que pugnaba por recorrerle la espalda y volvió su mirada al frente.
Tras la pregunta de Eltrant, comezó a indagar a su alrededor, los guardias de a entrada parecían más atentos ahora que habían vuelto los que cargaban con el espejo, deberían buscar otro modo, sus insignias de poco les servirían si veían el brillo azulado del metal. Respiró hondo, tal vez pudieran usar el lugar por el que ella solía salir cuando iba de misiones como confidente, eso contando con que el lugar siguiera donde siempre, con que los confidentes existieran y con que no lo estuviera usando nadie. Miró la torre del reloj que presidía el edificio de la guardia, era medio día, hasta las noche debería estar despejado.
- Vale.- asintió mirando a su alrededor, alzó la cabeza hacia la torre, esa era una posibilidad, pero tendrían que trepar por el puesto de vigía y sería imposible, la otra opción estaba en...- Las catacumbas deberían seguir abiertas.- supuso.- si tenemos misiones por la noche.- dijo hablando de los confidentes.- solemos usarlo para entrar y salir sin ser vistos, no solo de la guardia, si no también de muchas calles de la ciudad.- se explicó.- Debería haber una entrado en ese callejón, y probablemente nos deje en el sótano.- intentó recordar con una mano sobre la barbilla.- Vamos, por intentarlo no perdemos nada.- suspiró resignada encaminándose hacia el callejón que había señalado.
Efectivamente, en el suelo polvoriento había una alcantarilla. Agachándose, mirando de lado a lado y pidiéndole a Eltrant que vigilara por si venía alguien, clavó los dedos bajo el metal oscuro que debería abrirse sin demasiado complicación, tiró y... no sucedió nada, no podía abrir la tapa, parecía sellada, tal vez habían cerrado los caminos en algún momento. Frunció el ceño y tiró de la capa de Eltrant, él tenía más fuerza, tal vez pudiera abrir la tapa sin necesidad de buscar palanca alguna. El recorrido una vez bajo era sencillo, siempre y cuando no lo hubieran tapiado, pero habiendo cerrado así la entrada, dudaba que se hubieran tomado la molestia de tapar los pasajes.
- ¿Puedes intentarlo?- pidió alzándose y dando palmadas para quitar el polvo de sus guantes.- si cuando bajemos está oscuro, simplemente cógete de mi, ¿de acuerdo?- Le sonrió proponiéndolo, en parte por su propio miedo, en parte porque ella si veía en las oscuridad y conocía los caminos.
Asintiendo a Eltrant, inició nuevamente la marcha siguiendo a distancia prudente a los guardias mientras los zapatos sonaban secos en el suelo. La armadura de Eltrant sonaba de vez en cuando con un deje metálico que delataba lo que el chico llevaba bajo la capa negruzca, por suerte, siendo nueva, y aun no estando oxidada, a penas podía oírse a menos que se estuviera a su lado. Miró al cielo, era de día, pero si se repetía el patrón de la noche anterior, eso significaba que volverían al inicio en cuanto dieran las doce, no podían permitirse perder más tiempo, no sabían si las horas pasaban igual ahí que el el mundo de color, tal vez llevasen solo unos minutos, o tal vez hubiera pasado ya un mes, como fuere, no podían permitirse desaparecer tanto tiempo sin justificación ninguna.
No pasó demasiado tiempo hasta que los muros de piedra se elevaron frente a sus ojos dándoles una bienvenida poco acogedora a sitio donde más seguros se sentían usualmente. La guardia de Lunargenta, con las banderas de la ciudad ondeando con el viento pero sin su característico color azulado, que hacía parecer la fortificación un lugar más cálido y menos lúgubre. A pesar de que usualmente vestía de negro, Alanna acababa de descubrir que era un color que no le gustaba nada, ni el blanco, eran colores impersonales, fríos y lejanos. Miró a Eltrant en busca de algo que le recordase vagamente a la calidez el sol, que, blanco como era allí, parecía helar con luz mortecina. Respiró hondo al notar que se disipaba el escalofrío que pugnaba por recorrerle la espalda y volvió su mirada al frente.
Tras la pregunta de Eltrant, comezó a indagar a su alrededor, los guardias de a entrada parecían más atentos ahora que habían vuelto los que cargaban con el espejo, deberían buscar otro modo, sus insignias de poco les servirían si veían el brillo azulado del metal. Respiró hondo, tal vez pudieran usar el lugar por el que ella solía salir cuando iba de misiones como confidente, eso contando con que el lugar siguiera donde siempre, con que los confidentes existieran y con que no lo estuviera usando nadie. Miró la torre del reloj que presidía el edificio de la guardia, era medio día, hasta las noche debería estar despejado.
- Vale.- asintió mirando a su alrededor, alzó la cabeza hacia la torre, esa era una posibilidad, pero tendrían que trepar por el puesto de vigía y sería imposible, la otra opción estaba en...- Las catacumbas deberían seguir abiertas.- supuso.- si tenemos misiones por la noche.- dijo hablando de los confidentes.- solemos usarlo para entrar y salir sin ser vistos, no solo de la guardia, si no también de muchas calles de la ciudad.- se explicó.- Debería haber una entrado en ese callejón, y probablemente nos deje en el sótano.- intentó recordar con una mano sobre la barbilla.- Vamos, por intentarlo no perdemos nada.- suspiró resignada encaminándose hacia el callejón que había señalado.
Efectivamente, en el suelo polvoriento había una alcantarilla. Agachándose, mirando de lado a lado y pidiéndole a Eltrant que vigilara por si venía alguien, clavó los dedos bajo el metal oscuro que debería abrirse sin demasiado complicación, tiró y... no sucedió nada, no podía abrir la tapa, parecía sellada, tal vez habían cerrado los caminos en algún momento. Frunció el ceño y tiró de la capa de Eltrant, él tenía más fuerza, tal vez pudiera abrir la tapa sin necesidad de buscar palanca alguna. El recorrido una vez bajo era sencillo, siempre y cuando no lo hubieran tapiado, pero habiendo cerrado así la entrada, dudaba que se hubieran tomado la molestia de tapar los pasajes.
- ¿Puedes intentarlo?- pidió alzándose y dando palmadas para quitar el polvo de sus guantes.- si cuando bajemos está oscuro, simplemente cógete de mi, ¿de acuerdo?- Le sonrió proponiéndolo, en parte por su propio miedo, en parte porque ella si veía en las oscuridad y conocía los caminos.
Alanna Delteria
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