Auxilio (libre- interpretativo)

Llevaba ya siete días sin probar bocado, las horas de caza desperdiciadas jamás volverían y el frío helado del lugar no colaboraba. Vague todas esas lunas, y cada sol del día siguiente por los bosques gastando mi energía en tratar de matar algo, cualquier cosa... Los animales y criaturas invernaban en estos climas, y aun siendo seres del frío, en épocas invernales seguro optaban por resguardarse dificultando así mis opciones.
Los cueros en mis pies apenas si me ayudaban a cubrirme del suelo, el frío no representaba un problema, pero si las piedras y juncos. Sin duda transformarme me ayudaría a resistir todo eso, pero no había ni una gota de agua a mí alrededor.

Me dedique solo a seguir por un trillo entre los árboles, no corriendo ni manteniendo el paso, ni siquiera caminando... arrastrando como quien carga una pesada bolsa de su mismo espíritu. Tenia que llegar a la ciudad de los Dragones, era el único lugar donde podría pedir ayuda y quizás aprender todo aquello sobre mi naturaleza que mi amada madre y desgraciado padre no me habían enseñado.

No lo admitiría, pero de igual manera mi verdadera intención era encontrar apoyo, un hombro al cual llorar y quizás un amigo para no sentirme tan sola en este mundo. Los habitantes de aquella villa donde me crié cuidaron de mí como una miembro mas de su comunida, pero siempre me sentí fuera de lugar a su lado, como si instintivamente necesitara de algo más que ellos no podían brindarme

"Los Dioses no me abandonaran, no los defraudare... cumpliré con mi cometido" mi fe era mi fuerza. Era el compañero que me llevaba a los arrastres y no me dejaba, jamás la culparía de mi pesar sino que entonces le confiaría mi ser para poder seguir, y si he de irme al otro mundo en sus decisiones, feliz aceptaría mi destino. "No puedo rendirme, no ahora... no después de haber llegado tan lejos... Por favor ojos que me ven, oídos que escuchan mis plegarias... sean testigos de mi proeza y  permítanme llegar a un fin ideal" jamas suplicaría mas vida de la que poseía.

Entonces Los Celestiales me mostraron su majestuosa e infinita bondad, a no mas de diez metros de distancia, junto al trillo que ahora no solo era de piedras sino que se veia mas pulcro, se divisaban las primeras obras no naturales que veía en semanas y semanas "será aquí... será esta la ciudad de los nuestros?" me pregunté mientras trataba de mantenerme en pie, deshidratada, desnutrida y agotada.

Las ojeras ya alcanzaban el eje del borde de mi nariz, tan morados como un golpe ceco en el rostro, la piel palida y a mismo tono que mis labios, partidos y secos, rogando una gota de agua.

El sol salía a lo lejos entre la espesura de la niebla matutina y mi vista se nublaba intentando alcanzarlo, no tenia dinero ni pertenencias de valor para intercambiar por comida, a no ser que alguien se apiadase de mi, la hambruna seguiría hasta que juntase las fuerzas y mate algo viviente o el invierno terminace devolviendo así las presas fáciles.

"No! no lo haré, no puedo ya estar rogando misericordia..." decía mi orgullo a gritos en mi cabeza y aun así mis ojos buscaban un alma caritativa que se acercase a ayudarme.

Frené la marcha austera, no para sentarme y relajarme, ni para descansar mis piernas ya fundidas sino, para desplomarme en suelo semi inconciente.

No quería pedir ayuda, pero ahora mismo tampoco podía, ya no tenia ni aire para hablar.

Luego de mi caída y mi miserable apariencia no solo se acercó a ayudarme sino que también me alzo en brazos.
Estaba más que humillada y horrorizada por la situación, tanto, que sentir el fuerte latir de mi corazón solo hacía que me enfade más conmigo misma por apreciar el momento.
-Bájame! Suéltame!! - le decía elevando levemente el tono de mi voz mientras me retorcía apenas para zafarme sin muchos resultados dada a mi cansancio corporal y a que me llevaba bien agarrada. Mi cara se mostró completamente enfurecida, aunque en mis mejillas se notaba claramente el carmín teñido que como de costumbre me delataba. Ya en la tienda no cambie mi expresión pero ya no le hablaba ni le respondía ni me le negaba, limpio mis manos y la base de mis brazos y yo solo me dedique a esquivar de su mirada.

Cuando me soltó solo me di la vuelta mostrándole mi espalda, no quería seguir evitando sus ojos, de esa manera seria más simple, aunque igualmente lo escuche.
-llámame como quieras - masculle entre diente con la mirada fija en mis manos las cuales ahora lleve juntándolas cerca de mi pecho - y no soy Tu joven dama - dije esta vez enfatizando la palabra de pertenencia.

No tenía planes de seguir en su compañía, por lo que cerré mis ojos completamente molesta y me dispuse a pensar que exactamente contarle de mí y que no. Estaba más que decidido negar rotundamente mi naturaleza, de eso no había discusión interior, pero como explicar mi situación anterior al inesperado encuentro.

- Si se cazar, no me aventure en mucho, solo seguía el camino al pueblo, pero en las cercanías una banda de señores de aparente buen humor se acercaron demasiado e intentaron propasarse conmigo. Le golpee a uno en defensa y hui de allí internándome en el bosque helado... el resto es historia, me perdí, me desmaye y me encontraste. - la historia me salió excelente como de costumbre, pero me  sabía algo mal mentirle tan descaradamente, raro... ya que lo venía haciendo muy a menudo y sin sentir culpa por ello, quizás tenía que ver con que le debiera la vida... o algo por el estilo - se podría decir que los celestiales se apiadaron de mi cazándote en mi camino.

Estaba abrumada y molesta, lo había escuchado pero seguía negándome a decirle siquiera nada de mi. Como si fuera a confiar en un extraño tan simplemente, diga lo que diga no lo conocía, y no tenía razones para contarle nada, menos ahora que me había regañado de alguna manera.
Suspire a mis adentros y seguí callada hasta notar que se retiraba de la tienda. Me acomode apenas para poder mirar de reojo sin moverme mucho, intentando espiar que hacia al alejarse con mucha curiosidad, pero solo se limitó a limpiar trastos y otros, mas después empezó a alejarse al punto que no pude seguirlo más.

Entonces, y solo entonces me senté en la cama de pieles, abrace mis piernas apartando las pilchas que tenía cerca de los pies, respire hondo y escondí mi rostro entre las telas de mis rodillas teñidas levemente por el sepia del terreno producto de la caída. Ahora que sabía que el detectaría mis mentiras tenia razones mayores para no permanecer a su lado. Mis muros, mis defensas caerían en cuestión de nada, mis sombras y vergüenzas se notaría... saldrían y yo estaría mas que vulnerable.

"no... no puedo quedarme, no puedo quedarme... no puedo quedarme" me repetía una y otra vez tratando de anular el sentimiento de comodidad que levemente afloro. Ni bien me recuperara volvería a mi rumbo sin decir nada y olvidando, como siempre lo hacía. La bondad de los seres nunca era eterna, porque habría de ser este caso la excepción. "no debo confiar, no debo confiar, no debo confiar"

Volví a recostarme, pero no para dormir sino para descansar. Me cubrí con las pieles completamente, de pies y hasta cubrir mi cabeza y el bulto que tenía por almohada, cubrirme del frio no era mi objetivo, necesitaba sentirme segura y crear de alguna manera un espacio para mí.

A veces me impresionaba como mi elido aliento no me delataba, a pesar de estar cubierta no lograba calentar el pequeño espacio con lo atérmica que era mi piel. Un calor simulado por un disfraz humano a veces no era suficiente. Histérica e irritada, y me sentí como una niña haciendo berrinches y no era el logar ni el momento; saque mi cabeza de vuelta pero no me levante, solo me curvé entre las pilchas y mire hacia afuera a relogear si aún andaba el felino por ahí.

-¿Que se supone que haga ahora? - era la pregunta del millón.

El viento helado movía los bigotes del felino,lo desconcentraba de su actividad, estaba dando caza a un joven conejo níveo, lo seguía ya desde unos metros, el pobre no sabia lo que le pasaría, confiado buscaba brotes de hierva entre la nieve que quedaba por ahí, leo esperaba que encontrara algo para poder saltar sobre él. Eureca¡ el conejo agachaba su cabeza para comer, era el momento indicado, sus orejas indicaban que no había escuchado aun el susurro de la muerte, Leo se acercaba cada vez para dar un salto preciso y acabar con la vida del pobre animal.

La caza había sido un éxito rotundo, en menos de 1 hora había conseguido un ingrediente principal para la comida y había despejado su mente, regresaba al campamento con la barbilla y el pecho ensangrentados, al igual que ambas manos, de su derecha colgaba el conejo muerto mientras que su izquierda iba libre, caminaba despacio rumbo al campamento, no se había alejado mucho, no podía dejar a la chica sola ahí, algo podía pasar...

Llegando al campamento trato de que la chica no lo viera cubierto de sangre, lo mas probable es que se asustara y leo no sabia como podría reaccionar ante tal situación, lo mas seguro es que estuviera durmiendo en la carpa, así que simplemente paso por al frente sin antes cerciorarse de si estaba o no durmiendo.

Fue hasta donde había limpiado los platos se saco la sangre de las manos, olvidando por completo la sangre de la barbilla y el pecho, regreso hasta donde estaba la chica y le dijo:

Ya que al parecer no tendremos una conversación larga y tendida te pregunto, ¿quieres ayudarme a cocinar el conejo que acabo de cazar? Leo estaba en cuclillas frente a ella, cuando lo miro vio el miedo en su cara, era como si hubiera visto un fantasma, la chica realmente se había sorprendido.