[Libre-3/3]Gallina asada y una elfa extraviada
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Re: [Libre-3/3]Gallina asada y una elfa extraviada
El hornillo de la pipa de la cual Reidar disfrutaba en esos momentos mientras observaba en silencio la nieve caer estaba encendido y se mostraba con un fuerte brillo rojo en contraste con el blanco puro de los copos que caían del cielo; El gruñir del goblin mientras trabajaba era lo único que le distraía al norteño de quedarse viendo como idiota a la joven, ya para aquellos momentos poco le preocupaba si era o no era una elfa ¿Y que más daba? No había terminado de entender del todo el enojo de su verde amigo. Tal vez, y solo tal vez, algún día le iría a decir por qué tanto rencor hacia esas otras criaturas.
Movia el brazo herido y tratado de cuando en cuando para que no se le entumeciera, con sus ojos cerrados y la cabeza levemente echada hacia atrás para disfrutar de aquella nevasca freca que le traía recuerdos que parecían ajenos, que parecían de otra persona.
Lo único entonces que le saca de su ensimismamiento y trance momentáneo es la joven de chillón cabello rosado; Reidar fijo su ambarina mirada en ella y luego en la jarras de alcohol que llevaba y se relamió casi sin pretender hacerlo, porque claro, no se merecían que les dieran absolutamente nada luego del desastre que habían provocado. Aunque, por otro lado…
De hecho, también había perdido de vista a su pequeño socio verde ¿Dónde se había metido? Se suponía que tendría que haber hecho los hoyos para lo que quedaba de los cadáveres e irse de allí; Casi se hubiera comenzado a preocupar, incluso había dejado de escuchar el pico y la pala haciendo su trabajo, pero luego recordó algo que no siempre tenía presente todo el tiempo: Era un goblin.
Escucho los arrastrados pasos de Vaasuck Blackmont y como se aproximó hasta donde el hidromiel servido en jarra los esperaba y tomo su propia taza para beber un largo trago. Tenía la frente perlada de sudor pero no se le notaba agitado por el trabajo. —¡Estoy aquí! ¡Jah! Hice un buen pozo, ahora lo cubriré y asegúrale a la señora, los gemelos esos y el hombre de que parecerá que nunca hubo un par de cadáveres aquí enterrados—. Otro trago más que bebió, mirando a su compañero sobre el borde de la jarra, casi como compitiendo con el nórdico a quien bebía mas rápido. Luego se detuvo para recuperar el aliento. —Creo que ya es hora de que nos retiremos, ¿Verdad, Reidar? ¿Pagaste los destrozos? Es lo que siempre le he enseñado al muchacho a hacer luego de una pelea de taberna—.
Por otro lado, el norteño asintió sin dejar de beber y miro por sobre su hombro a la muchacha que Vaas insulto antes, quien había salido primero de la taberna, Reidar sintió cierto deseo de llamarla y de que salieran juntos de la ciudad, aunque la mirada del goblin le dedico a ella tampoco fue demasiado buena y tal vez no fuese buena idea; El nórdico de largo cabello entro a la taberna y tomo todas las cosas que les pertenecían y también las de su asociado de mal carácter y voz aguardentosa, colgándose todo del hombro sano y volviendo a mover por inercia el hombro herido para que no se entumeciera; Nuevamente salió de la taberna con todo preparado para el nuevo viaje.
El goblin estaba dándole los últimos detalles al entierro de los cadáveres cuando se le acerco por detrás. —¿Terminar?—. La criatura dio unos últimos golpes a la tierra con la pala y luego escupió a donde estaban los cadáveres, asintiendo, dando por finalizado el trabajo. —Vámonos de esta maldita ciudad antes de que nos caigan los guardias ¡Eh! Señorita Merijel, espero volver a verla en otras circunstancias en este mismo sitio dentro de muy poco o de muy mucho, pero pronto nos volveremos a ver y estaré encantado de contarle la historia de este servidor de piel verde—.
Por otro lado, el guerrero del norte se aproximó a la otra joven para despedirse de ella, pero en cuanto estuvo unos cuantos pasos cerca escucho a su compañero de viaje llamarlo y decirle que se olvidara de hablar con la impostora, que se iría con el si se entretenía demasiado hablando con aquella ridícula, así que simplemente acomodo los bolsos de viaje y dejo una moneda de plata en la mano de Merie. Ni siquiera se despidieron de las personas que había en el interior de la taberna, solamente tomaron por la salida que estaba a un lado del edificio y mientras el goblin silbaba, se alejaban doblando hacia la izquierda pensando en su próxima aventura.
Movia el brazo herido y tratado de cuando en cuando para que no se le entumeciera, con sus ojos cerrados y la cabeza levemente echada hacia atrás para disfrutar de aquella nevasca freca que le traía recuerdos que parecían ajenos, que parecían de otra persona.
Lo único entonces que le saca de su ensimismamiento y trance momentáneo es la joven de chillón cabello rosado; Reidar fijo su ambarina mirada en ella y luego en la jarras de alcohol que llevaba y se relamió casi sin pretender hacerlo, porque claro, no se merecían que les dieran absolutamente nada luego del desastre que habían provocado. Aunque, por otro lado…
De hecho, también había perdido de vista a su pequeño socio verde ¿Dónde se había metido? Se suponía que tendría que haber hecho los hoyos para lo que quedaba de los cadáveres e irse de allí; Casi se hubiera comenzado a preocupar, incluso había dejado de escuchar el pico y la pala haciendo su trabajo, pero luego recordó algo que no siempre tenía presente todo el tiempo: Era un goblin.
Escucho los arrastrados pasos de Vaasuck Blackmont y como se aproximó hasta donde el hidromiel servido en jarra los esperaba y tomo su propia taza para beber un largo trago. Tenía la frente perlada de sudor pero no se le notaba agitado por el trabajo. —¡Estoy aquí! ¡Jah! Hice un buen pozo, ahora lo cubriré y asegúrale a la señora, los gemelos esos y el hombre de que parecerá que nunca hubo un par de cadáveres aquí enterrados—. Otro trago más que bebió, mirando a su compañero sobre el borde de la jarra, casi como compitiendo con el nórdico a quien bebía mas rápido. Luego se detuvo para recuperar el aliento. —Creo que ya es hora de que nos retiremos, ¿Verdad, Reidar? ¿Pagaste los destrozos? Es lo que siempre le he enseñado al muchacho a hacer luego de una pelea de taberna—.
Por otro lado, el norteño asintió sin dejar de beber y miro por sobre su hombro a la muchacha que Vaas insulto antes, quien había salido primero de la taberna, Reidar sintió cierto deseo de llamarla y de que salieran juntos de la ciudad, aunque la mirada del goblin le dedico a ella tampoco fue demasiado buena y tal vez no fuese buena idea; El nórdico de largo cabello entro a la taberna y tomo todas las cosas que les pertenecían y también las de su asociado de mal carácter y voz aguardentosa, colgándose todo del hombro sano y volviendo a mover por inercia el hombro herido para que no se entumeciera; Nuevamente salió de la taberna con todo preparado para el nuevo viaje.
El goblin estaba dándole los últimos detalles al entierro de los cadáveres cuando se le acerco por detrás. —¿Terminar?—. La criatura dio unos últimos golpes a la tierra con la pala y luego escupió a donde estaban los cadáveres, asintiendo, dando por finalizado el trabajo. —Vámonos de esta maldita ciudad antes de que nos caigan los guardias ¡Eh! Señorita Merijel, espero volver a verla en otras circunstancias en este mismo sitio dentro de muy poco o de muy mucho, pero pronto nos volveremos a ver y estaré encantado de contarle la historia de este servidor de piel verde—.
Por otro lado, el guerrero del norte se aproximó a la otra joven para despedirse de ella, pero en cuanto estuvo unos cuantos pasos cerca escucho a su compañero de viaje llamarlo y decirle que se olvidara de hablar con la impostora, que se iría con el si se entretenía demasiado hablando con aquella ridícula, así que simplemente acomodo los bolsos de viaje y dejo una moneda de plata en la mano de Merie. Ni siquiera se despidieron de las personas que había en el interior de la taberna, solamente tomaron por la salida que estaba a un lado del edificio y mientras el goblin silbaba, se alejaban doblando hacia la izquierda pensando en su próxima aventura.
Reidar
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Re: [Libre-3/3]Gallina asada y una elfa extraviada
Apoyada en la pared de la taberna contemplaba la nieve caer. ¿Cómo era posible que después de semejante tormenta cayera nieve? Nunca había visto ese fenómeno y con la mano trataba de atrapar los copos que caían sobre su palma. Apenas notaba el frío, pues eran muy finitos. Pero le gustaba. ¿En Sandorai había nevado alguna vez? No lo recordaba. El clima solía ser suave. Obviamente en invierno hacía frío pero tanto para que nevara no estaba del todo segura.
Reidar apareció fumando y ella apenas le dirigió la vista. Estaba demasiado entretenida con sus copos de nieve. Simplemente asintió ante la pregunta del hombre. No escuchó mucho más de lo que decía el humano, estaba muy distraída, su mente deambulaba por otros pensamientos mientras observaba los pequeños copos caer. No iba a cuajar, no se quedaría el manto blanco en el suelo, pues estaba muy mojado aún, pero aún así era hermoso.
El chico seguía llevando el vendaje improvisado que Helyare había hecho, aunque no era cien por cien fiable, pues no llegaba a inmovilizar completamente, aunque sí se notaba que no podía mover el brazo con total libertad. Eso ayudaría a que su clavícula no se moviera y soldase bien. La elfa tenía nociones de anatomía pese a que siempre se resistía a aprenderse todas las lecciones que su madre, Hareth, trataba de inculcarla cuando aún vivía en Sandorai. Prefería entrenar a estar sentada escuchando.
Por ahí se escuchaba al goblin rezongar. La elfa no quería ni verlo, deseaba matarlo por su insolencia. Casi estaba a punto de despedirse del hombre cuando apareció la muchacha del pelo de extraño color rosa con una bandeja. A duras penas podía llevarla con la soltura que otros mesoneros, pero lo intentaba. Unas tazas de hidromiel coronaban la bandeja, aunque el líquido se movía vertiginosamente, pero no llegaba a caer.
Helyare ni sonrió. No dijo nada cuando la chiquilla se detuvo frente a ellos. El único sonido que se escuchó fue la horripilante voz del goblin hablar para llamar a su compañero y despedirse. Los dos del norte se iban. La elfa permaneció estática y solo hizo un gesto con la cabeza cuando vio que el humano se iba. La chica del complicado nombre permanecía ahí con la bandeja, embobada con la nieve, casi como ella. Así que supuso que no era la única que no había visto la nieve. Posiblemente sólo los dragones de la zona del norte eran los que veían el mundo blanco.
A la elfa le gustaba el tono blanco, le parecía que embellecía más a la naturaleza, pero sería muy costoso cazar en ese paisaje. La nieve era demasiado crujiente, impedía una buena agilidad y el frío acababa afectando al cuerpo. Pero sin duda, era hermosa.
Se giró ligeramente y tomó una de las tazas de hidromiel. –Gracias. –El sabor que tenía no le gustaba realmente, pero necesitaba algo fuerte para volver a tener algún tipo de sensación. Sintió el calor rasposo del líquido pasar por su garganta y el amargo sabor en su paladar. Por suerte, ese alcohol no haría que sus capacidades se alterasen así que sorbo a sorbo fue tomando su vaso. –Siento lo que ha pasado. –Se disculpó con la chiquilla, pues ella lo había pasado realmente mal y todavía tenía la fuerza de salir a enterrar el hacha de guerra ofreciendo jarras de hidromiel a quienes habían destrozado la taberna.
Sin decir mucho más dejó el vaso en la bandeja y se metió al local. –Buenas noches. –Comentó en un tono neutro. Estaba cabizbaja y sombría, como habitualmente, sólo que avanzó muy rápido hasta las escaleras para subir a su cuarto cuando antes y librarse de las miradas de los presentes, y también para evitar ver el destrozo del lugar.
Volvía a estar a solas en su habitación. Necesitaba esa paz y soledad para volver a recolocar sus múltiples pensamientos. Al día siguiente partiría fuera de la ciudad, iría a Lunargenta lo más pronto posible. Ese iba a ser su nuevo camino.
Reidar apareció fumando y ella apenas le dirigió la vista. Estaba demasiado entretenida con sus copos de nieve. Simplemente asintió ante la pregunta del hombre. No escuchó mucho más de lo que decía el humano, estaba muy distraída, su mente deambulaba por otros pensamientos mientras observaba los pequeños copos caer. No iba a cuajar, no se quedaría el manto blanco en el suelo, pues estaba muy mojado aún, pero aún así era hermoso.
El chico seguía llevando el vendaje improvisado que Helyare había hecho, aunque no era cien por cien fiable, pues no llegaba a inmovilizar completamente, aunque sí se notaba que no podía mover el brazo con total libertad. Eso ayudaría a que su clavícula no se moviera y soldase bien. La elfa tenía nociones de anatomía pese a que siempre se resistía a aprenderse todas las lecciones que su madre, Hareth, trataba de inculcarla cuando aún vivía en Sandorai. Prefería entrenar a estar sentada escuchando.
Por ahí se escuchaba al goblin rezongar. La elfa no quería ni verlo, deseaba matarlo por su insolencia. Casi estaba a punto de despedirse del hombre cuando apareció la muchacha del pelo de extraño color rosa con una bandeja. A duras penas podía llevarla con la soltura que otros mesoneros, pero lo intentaba. Unas tazas de hidromiel coronaban la bandeja, aunque el líquido se movía vertiginosamente, pero no llegaba a caer.
Helyare ni sonrió. No dijo nada cuando la chiquilla se detuvo frente a ellos. El único sonido que se escuchó fue la horripilante voz del goblin hablar para llamar a su compañero y despedirse. Los dos del norte se iban. La elfa permaneció estática y solo hizo un gesto con la cabeza cuando vio que el humano se iba. La chica del complicado nombre permanecía ahí con la bandeja, embobada con la nieve, casi como ella. Así que supuso que no era la única que no había visto la nieve. Posiblemente sólo los dragones de la zona del norte eran los que veían el mundo blanco.
A la elfa le gustaba el tono blanco, le parecía que embellecía más a la naturaleza, pero sería muy costoso cazar en ese paisaje. La nieve era demasiado crujiente, impedía una buena agilidad y el frío acababa afectando al cuerpo. Pero sin duda, era hermosa.
Se giró ligeramente y tomó una de las tazas de hidromiel. –Gracias. –El sabor que tenía no le gustaba realmente, pero necesitaba algo fuerte para volver a tener algún tipo de sensación. Sintió el calor rasposo del líquido pasar por su garganta y el amargo sabor en su paladar. Por suerte, ese alcohol no haría que sus capacidades se alterasen así que sorbo a sorbo fue tomando su vaso. –Siento lo que ha pasado. –Se disculpó con la chiquilla, pues ella lo había pasado realmente mal y todavía tenía la fuerza de salir a enterrar el hacha de guerra ofreciendo jarras de hidromiel a quienes habían destrozado la taberna.
Sin decir mucho más dejó el vaso en la bandeja y se metió al local. –Buenas noches. –Comentó en un tono neutro. Estaba cabizbaja y sombría, como habitualmente, sólo que avanzó muy rápido hasta las escaleras para subir a su cuarto cuando antes y librarse de las miradas de los presentes, y también para evitar ver el destrozo del lugar.
Volvía a estar a solas en su habitación. Necesitaba esa paz y soledad para volver a recolocar sus múltiples pensamientos. Al día siguiente partiría fuera de la ciudad, iría a Lunargenta lo más pronto posible. Ese iba a ser su nuevo camino.
Helyare
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