Marcas en la tierra [Interpretativo] [Libre]

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Lycon se fue un momento y me quedé a solas con Anfaüglir, momento que aproveché obviamente para hablar con ella. - Me agradas, espero que algún día podamos trabajar juntos. Me sorprendió ver al licántropo en su versión lobuna, y me costó mucho reprimir las ganas de lanzarme a acariciarlo y jugar con él. Si no fuera porque lo acababa de conocer y apenas había confianza ya estaría con las manos sobre sus orejitas.

Me hizo señas con la cabeza y andemos unos metros hasta recoger la ropa que le presté. Las cojo sonriente y las meto de nuevo en mi bolsa. La cuál ajusté bien a mi espalda cual mochilero excursionista y tras volver donde estábamos los miré con cierto brillo de emoción en los ojos. - Salgamos pues. La elfa se quedó algo más rezagada mientras Lycon y yo íbamos al mismo paso. Apostaría a que le costaba ir a esa velocidad a cuatro patas, seguramente prefería ir más rápido, pero bueno.

De vez en cuando echaba una mirada hacia atrás para ver si Anfaüglir aún nos seguía. Por un momento pensé que aprovechando la situación se iría y nos dejaría solos, pero me alegraba ver que no lo hacía. Me contuve de aminonar el paso y darle charla, no parecía que le gustase mucho hablar. Pero bueno, ya habría tiempo para las conversaciones. Otra idea que tuve y también descarté era coger al lobo en brazos y llevarlo así. Seguramente no le gustaría y se sentiría incómodo, y todas esas chorradas del orgullo. Pero es que era tan adorable.. Y sí, me encantan los animales, por si no se había notado.

El ambiente al trayecto del camino estaba un poco cargado, no quería aumentar la velocidad para que fuese tranquilo, además no había motivos para ir deprisa. De vez en cuando miraba a hacia atrás y Zouter me miraba con deseo, no estoy seguro de que y la elfa impasiva, como hasta ahora. Seguimos caminando durante dos horas parando un minuto literalmente para descansar, el cual había aprovechado para observar el entorno. Continuamos hasta que, a lo lejos, se podían observar las columnas de humo provenientes de las chimeneas de la aldea. Gruño levemente al ver que estábamos casi en el linde y recordando que tenía la ropa escondida cerca, me giro para agacharme indicando que se esperasen y rápidamente voy a transformarme de nuevo y vestirme.

Una vez vestido me acerco a los dos nuevos compañeros de viaje y digo: -Esta es la aldea, os la enseño y luego podemos ir a la taberna o lo que queráis - Como aún no sabía lo que querían tampoco iba a imponerles un plan estrictamente preparado más quisiera que me hiciesen caso sin conocerme casi.
Al estar cerca, no tardamos más de diez minutos en llegar al centro de la aldea, se podían ver los distintos negocios, la escultura cerca del gran salón y hombres con palas quitando la nieve que se acumulaba en los caminos y dificultaba el paso.
-Bueno, esto es Ulmer, yo trabajo allí- Señalo la carpintería.-Aunque sea una carpintería también trabajamos la piel. Bueno, ¿qué queréis hacer ahora? - Les pregunto colocando los brazos detrás de la espalda, uniendo mis manos.

Me replanteé la existencia del dragón y esos hábitos agradables, ¿pero qué está diciendo? No me conoce, soy solo un cascarón diferente al verdadero, ¿cómo voy a agradarle? Llevo las cuencas hacia el llamativo firmamento, suelto el aire por las fosas nasales y río sin pudores. "Trabajar" haremos de todo menos eso último, y que se retiren aquellos con malos pensamientos. ─ Claro, claro. ─ Expuse con sosiego tras guiñarle un ojo, si fuese otra raza y teniendo en cuenta su atractivo físico no tardaría en hincarle los colmillos.

Desde la retaguardia contemplo la altura de uno y la forma lobuna del otro, regañando el gesto en los confines del bosque. Más le vale que ese olfato no esté atrofiado y sepa guiarnos, que así fue. Quieta y con la espalda apoyada en uno de los árboles espero a que el licántropo vuelva a su forma humana, recoja sus cosas y sigamos hasta Ulmer. En un tarareo élfico repaso con las orbes café mis uñas, todas a la misma altura por mero aburrimiento. Por fin, habla y yo no hago caso omiso, tan sólo quiero perderme entre los senderos del poblado y verificar cómo va el mercado, lo que pueden ofrecer y a qué precio.

En los diez minutos restantes apresuro el paso, dejándolos atrás en un trote concurrido, que les den, yo me largo a explorar. Cada puesto ofrece artesanías impresionantes, algunas más que otras. Los atavíos de cuero me vienen al guante, son bonitos y ligeros aunque un poco caros. No regatearé porque estoy en un pueblo lleno de perros y capaz que se me echan al cuello, prosigo a acercarme a un mercader de hierbas medicinales y demás rarezas. Los luceros me brillan, soy una asesina pero también una mujer que le encanta comprar. ─ ¿Tenéis Barrimorth? ─ Me vendrán bien en los viajes arriesgados como salvaguardas, medicina para sanar al menos las heridas no tan alarmantes.

─ ¿Y Lastia? ─ Me chifla lo dulce. Tras una charla extensa con el vendedor hago mis compras y me reúno con el grupo del Dragón y el melenas, amenizada y menos reacia. Fue fácil encontrarlos, destacan entre el gentío de la aldea. ─ ¿Eres carpintero? Quien lo diría. ─ Con esas pintas, sonrío con malicia a su lado. Ya he hecho mis compras aunque no dudaría en seguir observando puesto por puesto hasta que la luna arruine mi entretenimiento.

─ ¿No hay algún paisaje que robe el aliento? Es decir, es lo interesante de los viajes. Plasmar en nuestras mentes el lugar más despampanante de cada buena aventura o visita.. ─ Una cascada, un prado de amapolas amarillas, alguna cordillera donde se divise un majestuoso atardecer, yo que sé, lo que sea.

El resto del camino fue tranquilo, nada que comentar. La elfa se apresuró y nos dejó atrás enseguida para llegar sola a la aldea. ¿Tendría ganas de ir al baño? Sentiría la llamada de la naturaleza... Ha sido buen chiste, ¿eh? En fin, llegamos nosotros y Lycon hizo una guía turística. Era más grande de lo que pensaba en un principio, como la gente se refería a Ulmer como 'aldea' creía que apenas eran unas cuatro o cinco casas. Pero no, era grandecita.

Yo iba atento a sus explicaciones y miraba todo con la ilusión de un niño pequeño. Minutos después llegamos a lo que parecía ser el centro y Anfaüglir se nos unió con algunas bolsas y paquetes, parecía que había ido a comprar. Yo no compraría nada, sólo me habían llamado la atención un par de pecheras y pantalones, pero no quería comprar. Lycon señaló una carpintería y nos dijo que trabajaba allí. Así que carpintero y peletero. ¿Trabajarían también con piel de lobo? ¿Consideraban a eso asesinato al ser casi de la misma especie? Cuántas preguntas que quedarían sin responder, al menos de momento.

La morena sugirió ir a otros lugares. En parte me parecía bien, y digo en parte porque sólo ver sitios era bonito sí, pero algo aburrido. Aunque claro, ¿qué podíamos hacer? Tampoco había que llamar mucho la atención, no quería que me expulsaran de una ciudad y ser declarado como persona non grata. - Me parece bien, pero me gustaría hacer algo más divertido.. No tenía sugerencias, así que me parecía bien cualquier cosa que decidiesen.

No era muy usual que acompañase a gente por el pueblo como si fuese un guía pero esa era la excepción. Ante la petición de la mujer sobre que deberíamos hacer y la de Zouter llego a la conclusión de que podríamos hacer algo más divertido antes del atardecer. Quedaban dos horas de luz y a la montaña a la que pensaba ir tenía unas vistas espectaculares del ocaso en el bosque. - Hay una colina más allá que podríamos utilizar para ambas cosas. Con las nevadas hay gran cantidad de nieve y cuando atardece las vistas son espectaculares. Al igual que los amaneceres. - Explico a medida que señalo una elevación al oeste de donde nos encontrabamos. Se puede observar que esta toda nevada y los árboles que la envuelven a su vez están abarrotados de esa blancura.

Era cierto que todo estaba muy vivo pesé las condiciones ambientales con las que habíamos sido rebasados, pero eso no impedía que los niños jugasen, lanzándose bolas de nieve detrás de las casas, la cercana a los caminos era marrón debido a la tierra y el paso de los carros. Cada día a si mismo, la gente montaba sus tiendas para vender los productos locales, de los cuales estaba orgulloso por el desarrollo de las tierras en las que vivía.

Voy caminando con ellos hasta llegar a la puerta de la carpintería.-Ahora están demandados unas tablas que hacemos de madera con las que se desliza por la nieve. Pienso que podría ser divertido.- Supongo que a Zouter le haría ilusión  por su expresión facial y Anfaüglir seguía igual aunque estoy seguro de que puedo convencerla.-Además en el camino hacía la montaña hay mas tiendas...con objetos artesanales inimaginables...- Parecía que le estuviese vendiendo el cuento a la elfa, pero únicamente pretendía que se divirtiese con nosotros.

¿Divertido? Lo divertido puede esperar, prefiero que mis retinas queden obsoletas con un bellísimo paisaje, algún amanecer basado en mosaicos de diferentes tonalidades o incluso, nieve, nieve que contemplo a diario y de la cual no me canso. ─ Me conformaré con lo mínimo. ─ Le expuse al licántropo, si de verdad es lo único que se le ocurre no lo tacharé de aburrido en público. Las palmas las llevo a mis caderas y efectúo una serie de repiqueteos en contra del terreno con la suela de la bota. Odio esperar, soy una mujer impaciente y lo declaro con todo tipo de movimientos exasperados. ─ ¿Te puedes deslizar con ella? Eso sí que suena interesante. ─ Jamás he hecho tal cosa y no será por probar.

Para el carro elfa de los bosques, podría ser una trampa y no conseguirá embaucarme con tanta facilidad. Enarco una de las cejas, chasqueo altiva y lo enfrento con una de mis desquiciantes miradas en busca de algún parpadeo sospechoso o perlas traslúcidas que actúen como sudor, efectos secundarios del nerviosismo. No encuentro nada y para corroborarlo de manera seguida me acerco al melenas con total confianza, casi pegando mi pecho sobre su torso trabajado. Con las orbes café delineo cada facción que remienda sus defectos, si está mintiendo lo sabré de antemano y el cogerlo por las pelotas no será lo único que le duela.

Sospechoso, lo es ciertamente, sin embargo sabe como comprar la voluntad de Anfaüglir con ese golpe bajo. ─ ¿Tiendas? No se hable más, cojamos esas tablas y partamos ya. ─ Un cosquilleo exuberante se impone, haciéndome sonreír con malicia. ─ Que conste, que si no son gratis, preferiré ir sin una. ─ Ahí está la faceta tacaña.

¿Hacer ambas cosas? ¿Cómo se disfrutaba de una vista y se divertía a la vez? Quizá algún juego. ¿Lanzarnos bolas de nieve? ¿Hacer angelitos de esas que hacían los niños? Creo que eso sería demasiado infantil hasta para mí. Bueno, admito que me haría ilusión ver después la silueta, pero no es como si tuviese taaaanto entusiasmo por hacerlo, era sólo hacer una figurita y ya. ¡Oh! Lo mismo diría de hacer un muñeco de nieve. Eso sí era divertido, un muñeco, un monstruo, animal.. ¡todo tipo de figuras!

Pero no. Él no se refería a nada de eso. Le seguí mientras andaba hacia su taller; explicó que usaban tablas de madera para deslizarse por la nieve. ¡Sí!, eso lo había visto hacer a varias personas. En Dundarak no solíamos hacer eso, porque todas las montañas y elevaciones de terreno eran demasiado inclinadas, no tendríamos control y acabaríamos comiendo toda la nieve en el mejor de los casos. Pero sí, eso también me hacía ilusión probarlo. Abrí los ojos, de nuevo brillosos, contento y entusiasmado, mientras que con la boca dibujaba una sonrisa. No creí que hiciese falta que hablase para confirmarlo, pero sólo para dejarlo claro.. - ¡Sí, me gusta la idea!

A Anfaüglir también pareció gustarle, sobretodo después de escuchar que habría tiendas. Su sentencia después de escucharlo me hizo gracia y me reí un poco. Luego señaló un punto importante. - Es cierto, ¿cuestan mucho esas tablas? Si eran caras no me importaba, talaría un árbol y me haría una, ahora que me habían entrado ganas de deslizarme en la nieve no me iba a quedar sin hacerlo.

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En lo personal considero la posibilidad de que funcionará, el material parece robusto y la extensión es ideal si he de estirar las piernas. ¿Y las otras dos? Rechisto con la hilera de dientes al descubierto, no me gusta compartir, ¿Por qué debería gustarme? Es una sensación pesada como el sufrimiento de un poeta sin esperanzas a la hora de redactar trazos oscuros en una cuartilla blanca, espesa y con carencias dramáticas. ─ Pues pensé que sería más alucinante, no sé, no está tallada con ningún tipo de atributos que la involucren en esta época tan moderna por la que pasamos, al menos para mi, estos artilugios en mi juventud siquiera se planteaban. ─ Ladeo el mentón con el dedo índice y pulgar sujetándolo, los luceros voy achicándolos y en una mirada de aprensión los sigo desde atrás.

No veo tiendas, seguro que me engañó y los cimientos que constituyen una calma aparente van desmoronándose en mi interior. En lo alto de la serranía el manto blancuzco de la temporada baña las regiones con sumo afecto, hace frío y de nuestras bocas parten vahos que lo revelan. El melenas hace una pequeña mostración en rectitud, sin embargo en frente de nosotros hay una gran bajada que pide a gritos ser  amada, la usaremos, claro que sí. ─ Iremos los tres a la vez, no hay tiempo que perder. ─ Refunfuñé desde lo alto, Zouter ya está sentado, a modo de aspavientos obligo al otro varón a que haga lo mismo detrás del dragón, yo asumiré las riendas porque sin lugar a dudas, esto será la bomba.

Apretados uno en contra de otro en el trineo de madera voy haciendo fuerza hasta llegar a la orilla de la bajada, benditos ancestros, si estáis ahí, que esto valga la pena. Sonreí con el corazón dando vuelcos de alegría, seremos mártires del destino y quizá de la destreza con la que vayamos moviéndonos, no obstante y estando yo delante esto cobra viveza. ─ ¿Se dice algo antes de descender, así como un rezo o una plegaría que nos llene de fortuna? ─ Le pregunté totalmente curiosa, los de mi raza somos impulsivos y en situaciones así bramamos valerosos ante el éxtasis. Chillé guerrillera y sin aguardar una respuesta nos lancé a los tres por lo níveo con la certidumbre de que comeremos nieve o más bien, nos comerá ella.

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¡Bieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeen! Podríamos tirarnos por la nieve y encima gratis. ¿Podría haber algo mejor? No lo creo. Qué emoción, tenía ganas de probarlo ya. Lycon entró y sacó lo que íbamos a usar. - Oooh Pasé la mano para ver la textura. Pues textura a madera, obviamente ¿en qué estaba pensando?. Lleguemos arriba de la colina mientras yo no le quitaba la vista al trineo. Qué ganas de llegar y montarnos. Sería muy divertido, porque ¿qué podría salir mal?

El lobo nos hizo una breve demostración y una vez lo puso en el suelo no tardé ni dos segundos en subirme, pero cuando llegó Anfaüglir quiso ponerse ella delante y me tuve que poner detrás suya. Me costó aceptarlo, pero tuve las mejillas infladas con aire un rato por la indignación. No me parecía justo. ¿Por qué tenía que ser ella la que se pusiese primera? ¿Porque era una mujer? Como firme defensor de la igualdad de género me parecía totalmente mal, pero al final no me quedó otro remedio más que aceptarlo.

Lycon se subió detrás de mí de manera que quedé en el medio del sándwich. Obviamente no me iba a poner yo atrás, ya que no podía ir primero iría segundo. Acerquemos el trineo al borde y la elfa preguntó si se decía o hacía algo. - ¡A la caaaargaaaaaaa! Exclamé y tras el bramido de ella nos lanzamos. El aire daba más fuerte en nuestras caras mientras íbamos cogiendo velocidad. - Vamoooooooooos

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Al estar en la tercera y última posición del trineo no se debía sentir igual que lo hacía Anfaüglir pero aún así, el frió viento roza mis brazos extendidos y mi larga melena ondeandola. Bajamos la pendiente a gran velocidad, ambos compañeros gritan una y otra vez. Una sensación de libertad recorre cada centímetro de mi cuerpo y a mi parecer, vamos más rápido de lo que nadie ha ido nunca. Me estaba divirtiendo mucho, más que en todos los años anteriores.

El tiempo se detiene aunque todo va muy rápido, evoca sensaciones perdidas y la reluciente nieve ciega nuestro paso. Un túmulo de blanco hielo nos espera. Sin poder corregir el rumbo del deslizador salimos volando, ahora sí nos sentíamos libres completamente. La velocidad nos hace dar un gran salto que nos hace aterrizar directos a otra elevación pero esta vez de una casi esponjosa nieve. El impacto del trineo no lo destroza pero si nos hace desplazarnos más allá, cayendo cada uno de los conductores en un lado diferente. Por lo personal no siento dolor en la caída por lo que me levanto y voy en busca del dragón.
-¿Vas bien? Esto ha sido la leche, ¡hay que repetir!- Le alcanzo la mano para que se levante y ambos vamos al encuentro de la elfa.-¿Esto no te lo esperabas, eh?-Pregunto sonriente, la adrenalina aún corre por mis venas. Lo malo es que pronto anochecerá, pero por la expresión facial de la mujer, lo agradece en parte, sus ansiadas compras llegaban.

-Para que veas que iba en serio, en poco más de una hora estará todo puesto, ahora estarán montandolo-Miro a Anfaüglir de nuevo y señalo hacía la aldea no muy lejos del lugar por la bajada.-Tengo que volver a guardarlo y limpiarlo un poco a no ser que queráis bajar de nuevo.- Cruzo mis manos tras la espalda esperando una respuesta.

La bajada de por sí imponía sin siquiera comenzar aún con la vereda, mediante susurros y cánticos entre los copos, estímulos de toda índole nos invaden como vendrían siendo el miedo, la intriga y sobre todo una excitación que me dificulta la respiración. Sin esperas a las que atenerse mis dos nuevos compañeros, nos lancé en picado y gracias a la lisa nieve emprendimos una carrerilla a toda velocidad que nos echaba el pelo hacia atrás, incluso las capas que nos cubrían de lo gélido cabriolaban al son del viento. Increíble, con las comisuras alzadas y las manos bien puestas en los manillares del trineo voy cogiendo cada una de las curvas, con las botas dirijo el rumbo y por puro morbo, o más bien locura doy alguna que otra pirueta sobre la nieve, mareándolos seguramente.

Con la mirada iluminada ladeo el rostro, observando que los dos aún siguen sobre el trineo, rectos en plena candela y con los músculos tensados rezo para que sigan con el estómago intacto, mientras no me vomiten encima podré continuar con este pasatiempo tan fascinante sin ser agresiva. El transporte continúa en declive y en la lejanía observo el final de nuestras historias, la nieve se parte y lo que nos aferrará a unos cuantos años más con vida será lo ágiles que seamos a la hora que estamparnos en contra del manto blanquecino. Encorvada aguardé a que la nieve cediese y sólo quedase un abismo, era tal la velocidad que imposible de aminorar nos vimos planeando en el cielo, meros segundos que se tornaron eternos y que marcarían un antes y después.

El dragón afianzado a mi cintura será un impedimento si no me suelta antes de que abra los labios y le llame gilipollas, con rudeza le aparté las manos y mientras descendíamos por el aire flexioné una de las piernas, la coloqué sobre la madera y me impulse hacia arriba. Los dos hombres rodaron por la nieve mientras yo planeaba cual experta, aunque a la hora de la verdad también roté cual croqueta, empapada en nevisca y con la cabeza dándome vueltas voy entreabriendo los párpados para darme de bruces con que ambos están sanos y a salvos, maldición. Con los codos hincados opto por erguirme, sacudir mis atavíos y llevar ambos brazos a la altura de mi pecho, cruzándolos. ─ ¿Quién se esperaría algo así? Ha sido bestial. ─ Le respondí esta vez con sinceridad, sonriéndole después.

De pronto la nieve bajo nuestras botas tiembla, a lo lejos una humareda albina se aproxima, ¿un derrumbe quizá? Nada preocupante, o eso pensé antes de cerciorarme de la magnitud y la cantidad de nieve arremolinada a dos kilómetros mal contados. El corazón que latía preso de la emoción ahora late por unos tremendos nervios, no me paro siquiera a señalarles el derrumbe o a contestarle al rubio acerca de la entusiasmada hora de comprar y mirar tiendas, no, como alma que lleva el diablo comencé a correr en dirección contraria. ─ ¡Que os jodan! ─ Grité como advertencia aunque podría haber soltado un cuidado o detrás vuestra, pero así soy yo, una perlita cuando se trata de enfatizar con conocidos no tan conocidos.