La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
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La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Es la primera vez que se atreve a salir de los límites del bosque de los elfos para conocer el mundo que ha fuera. Está nerviosa y es normal que lo esté. Todo es tan extraño y maravilloso. La chica no puede evitar girar la cabeza de derecha a izquierda, con los ojos apuntando al cielo, para no perderse detalle de todo lo que hay por ver. Hay tantas cosas nuevas. No sabría describirlo con palabras, pero, incluso el cielo es diferente a cómo lo veía desde el bosque. Todo es diferente. Estos pájaros saben canciones nuevas, el viento trae olores con los nunca ha soñado y la tierra…. Si el conductor le dejase, Arethusa saltaría de la caravana solo para probar qué sabor tiene la tierra de los humanos. ¿Sabrá a barro o serán ciertas las canciones que dicen que saben a chocolate?
El conductor deja las riendas de la caravana sobre sus rodillas y gira su cabeza con dirección a la pequeña elfa. No hace falta que diga nada, Arethusa sabe muy bien que le quiere decir: “Estate quieta o harás que nos matemos”. No es difícil entender lo que quiere. Todos en la caravana lo han comprendido a la perfección y Arethusa no es una excepción. Es por la cara de pocos amigos que ha puesto el hombre: Labios apretados, puños cerrados y ojos de enfado. La fórmula perfecta. La elfa obedece a la cara de pocos amigos y se sienta cruzando los brazos a la vez que hace un resoplido hacia su frente que le levanta un mechón en un gesto un tanto cómico. Es muy obediente, pero no le gustan que le manden y, menos, si se lo está pasando tan bien.
El viaje se lo tiene que agradecer a su hermana, Eámanë. Ella fue quien le pagó un billete para que pudiera viajar a la ciudad de los humanos. Fue un regalo por haberla ayudado con sus labores domésticos. Arethusa estuvo a punto de rechazarlo. Eámanë hace muchas cosas por ella, le ayudó a distanciarse del bruto de su padre, le prestó su casa aun sabiendo que cuando naciera al niño que está en camino no habrá suficiente espacio para las dos hermanas y, no contenta con todo eso, le regala un viaje. Tiene la mejor hermana que puede pedir. No sabe cómo agradecerle todo lo que hace por ella. Quizás le pueda regalar algún detalle que compre (con el dinero que Eámanë le dio para el viaje) en las ciudades de los humanos. ¿Los dulces de los humanos eran muy caros? Arethusa espera que no lo sean. Si se gasta todo el dinero en los dulces para su hermana no quedará para ella.
La caravana se detiene justo en el momento en el que la boca de la elfa empieza a salivar tras imaginarse el sabor de los dulces humanos (saben a chocolate, como su tierra). Es la hora de comer y los pasajeros sacan de sus mochilas bocadillos y galletas que han traído para el largo viaje. Arethusa hace lo mismo. De su mochilita, saca un trozo de pastel de calabaza que Eámanë le había hecho. Lo malo de la comida de su hermana es que toda sabe igual. Le echa demasiadas especies a absolutamente todo. No puede servir un simple vaso de leche si no tiene una ramita de canela y una pizca de nuez moscada. Arethusa, que ya conoce de buena mano las manías de su hermana, echa un ojo de desagrado al pastel de calabaza. Si el conductor la hubiera dejado saltar de la caravana a comer la tierra, la cual sigue creyendo que sabe a chocolate, no tendría tanta hambre.
Acerca el trozo de pastel a su nariz y lo huele. Nota el inconfundible aroma a tobillo, canela, pimentón, nuez moscada, albahaca y tantos otros endulzantes que Eámanë pone a sus comidas. No lo hace a mala intención, es que, simplemente, no sabe cocinar. Arethusa no se lo tiene en cuenta. Bastante hace por ella para que se queje de cómo cocina. Solo desea que el bebé de Eámanë le guste la comida de su madre. Sería un problema que su propio hijo odiase la comida de Eámanë tanto como Arethusa.
Mueve la cabeza de lado a lado para deshacerse de todos los pensamientos que tiene. Es difícil hacerlo cuando se es tan imaginativa, pero no imposible. Al fin lo consigue y se centra en el trozo de pastel de calabaza que, imponente, sigue enfrente de Arethusa (cómeme. Tengo el mismo sabor que la leche con canela, las espinacas hervidas y la tierra de chocolate). No, no puede hacerlo. Lo ha intentado, pero la elfa no es tan fuerza como cree. Rechaza el pastel de calabaza y lo aleja tanto como puede de su boca.
-¿Alguien me cambia este delicioso pastel cocinado con las ricas y secretas recetas de los elfos?- ofrece su comida a quién sea del interior de la caravana- Lo cambio por cualquier cosa que tengáis, precio de amiga- acompaña su venta con un guiño para hacerlo más creíble- Jamás habéis probado un pastel cómo éste, eso os lo puedo jurar-.
El conductor deja las riendas de la caravana sobre sus rodillas y gira su cabeza con dirección a la pequeña elfa. No hace falta que diga nada, Arethusa sabe muy bien que le quiere decir: “Estate quieta o harás que nos matemos”. No es difícil entender lo que quiere. Todos en la caravana lo han comprendido a la perfección y Arethusa no es una excepción. Es por la cara de pocos amigos que ha puesto el hombre: Labios apretados, puños cerrados y ojos de enfado. La fórmula perfecta. La elfa obedece a la cara de pocos amigos y se sienta cruzando los brazos a la vez que hace un resoplido hacia su frente que le levanta un mechón en un gesto un tanto cómico. Es muy obediente, pero no le gustan que le manden y, menos, si se lo está pasando tan bien.
El viaje se lo tiene que agradecer a su hermana, Eámanë. Ella fue quien le pagó un billete para que pudiera viajar a la ciudad de los humanos. Fue un regalo por haberla ayudado con sus labores domésticos. Arethusa estuvo a punto de rechazarlo. Eámanë hace muchas cosas por ella, le ayudó a distanciarse del bruto de su padre, le prestó su casa aun sabiendo que cuando naciera al niño que está en camino no habrá suficiente espacio para las dos hermanas y, no contenta con todo eso, le regala un viaje. Tiene la mejor hermana que puede pedir. No sabe cómo agradecerle todo lo que hace por ella. Quizás le pueda regalar algún detalle que compre (con el dinero que Eámanë le dio para el viaje) en las ciudades de los humanos. ¿Los dulces de los humanos eran muy caros? Arethusa espera que no lo sean. Si se gasta todo el dinero en los dulces para su hermana no quedará para ella.
La caravana se detiene justo en el momento en el que la boca de la elfa empieza a salivar tras imaginarse el sabor de los dulces humanos (saben a chocolate, como su tierra). Es la hora de comer y los pasajeros sacan de sus mochilas bocadillos y galletas que han traído para el largo viaje. Arethusa hace lo mismo. De su mochilita, saca un trozo de pastel de calabaza que Eámanë le había hecho. Lo malo de la comida de su hermana es que toda sabe igual. Le echa demasiadas especies a absolutamente todo. No puede servir un simple vaso de leche si no tiene una ramita de canela y una pizca de nuez moscada. Arethusa, que ya conoce de buena mano las manías de su hermana, echa un ojo de desagrado al pastel de calabaza. Si el conductor la hubiera dejado saltar de la caravana a comer la tierra, la cual sigue creyendo que sabe a chocolate, no tendría tanta hambre.
Acerca el trozo de pastel a su nariz y lo huele. Nota el inconfundible aroma a tobillo, canela, pimentón, nuez moscada, albahaca y tantos otros endulzantes que Eámanë pone a sus comidas. No lo hace a mala intención, es que, simplemente, no sabe cocinar. Arethusa no se lo tiene en cuenta. Bastante hace por ella para que se queje de cómo cocina. Solo desea que el bebé de Eámanë le guste la comida de su madre. Sería un problema que su propio hijo odiase la comida de Eámanë tanto como Arethusa.
Mueve la cabeza de lado a lado para deshacerse de todos los pensamientos que tiene. Es difícil hacerlo cuando se es tan imaginativa, pero no imposible. Al fin lo consigue y se centra en el trozo de pastel de calabaza que, imponente, sigue enfrente de Arethusa (cómeme. Tengo el mismo sabor que la leche con canela, las espinacas hervidas y la tierra de chocolate). No, no puede hacerlo. Lo ha intentado, pero la elfa no es tan fuerza como cree. Rechaza el pastel de calabaza y lo aleja tanto como puede de su boca.
-¿Alguien me cambia este delicioso pastel cocinado con las ricas y secretas recetas de los elfos?- ofrece su comida a quién sea del interior de la caravana- Lo cambio por cualquier cosa que tengáis, precio de amiga- acompaña su venta con un guiño para hacerlo más creíble- Jamás habéis probado un pastel cómo éste, eso os lo puedo jurar-.
Última edición por Arethusa Lein el Dom 9 Jul - 16:15, editado 2 veces
Arethusa Lein
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Confundido, el joven había puesto marcha fuera de las ruinas del que alguna vez fue su hogar. A pesar de que ya no portaba su armadura ligera ni sus armas, se sentía más pesado que nunca. La reflexión de sus actos finalmente había puesto todo su peso sobre sus hombros, y para infortunio del joven, este no sabia cómo lidiar con aquel pesar.
La noche anterior golpeaba como martillo el interior de su cabeza. Todo su cuerpo se encontraba adolorido y mal trecho, como si se hubiera despertado en medio de un torbellino o peor aún, la peor de las resacas. Johannes caminaba sin rumbo por el campo bajo una visión nublada y desorientada. La falta de alimento en días y una mala hidratación le había pasado a cobrar factura. Se detuvo por un instante al darse cuenta que no sabia hacia donde andar, no precisamente porque estuviera perdido, si no porque no sabia que hacer o a donde dirigirse de ahora en adelante.
Cruzo sus brazos frente a él y sujeto su cuerpo trémulo para intentar tranquilizarse. De un momento a otro se sintió como un pequeño niño que apenas aprendía a andar, cuyos brazos gentiles de su madre habían soltado sin previo aviso. Intento aclarar su seca garganta y reanudo el paso en un marcado pero sutil cojeo.
Cansado, Se dirigió hasta una gran roca la cual utilizaría como asiento. Dejó caer su peso sobre el objeto inanimado y emitió un largo y profundo suspiro para luego llevarse las manos a la cara. Permaneció inmóvil y en silencio durante algunos instantes, hasta que el silencio fue roto por un tenue sonido el cual aumentaba gradualmente conforme se acercaba.
Removió las manos de su cara y a la distancia percibió lo que parecía ser una caravana. En instantes la caravana se detuvo y pudo distinguir a las personas que utilizaban el servicio del chofer. A pesar de que sus ojos le jugaban una mala pasada, pudo distinguir como aquellas personas disfrutaban de la tan necesaria comida. El joven había decidido vivir y si bien no conocía mucho al respecto, sabia que el acto de alimentarse era un acto total de amor por la vida. «Que oportuno», pensó.
Se dispuso a ponerse de pie, pero antes de quedar erguido, volvió a sentarse tras un extraño impulso. Ideas vinieron a su mente como los rayos del sol que resecaba sus labios.
—No — Menciono en voz baja mientras retomaba su lugar y bajaba la mirada. No sabia si era por orgullo, el miedo al rechazo o quizás aun no estaba convencido de sus nuevas ideas.
La noche anterior golpeaba como martillo el interior de su cabeza. Todo su cuerpo se encontraba adolorido y mal trecho, como si se hubiera despertado en medio de un torbellino o peor aún, la peor de las resacas. Johannes caminaba sin rumbo por el campo bajo una visión nublada y desorientada. La falta de alimento en días y una mala hidratación le había pasado a cobrar factura. Se detuvo por un instante al darse cuenta que no sabia hacia donde andar, no precisamente porque estuviera perdido, si no porque no sabia que hacer o a donde dirigirse de ahora en adelante.
Cruzo sus brazos frente a él y sujeto su cuerpo trémulo para intentar tranquilizarse. De un momento a otro se sintió como un pequeño niño que apenas aprendía a andar, cuyos brazos gentiles de su madre habían soltado sin previo aviso. Intento aclarar su seca garganta y reanudo el paso en un marcado pero sutil cojeo.
Cansado, Se dirigió hasta una gran roca la cual utilizaría como asiento. Dejó caer su peso sobre el objeto inanimado y emitió un largo y profundo suspiro para luego llevarse las manos a la cara. Permaneció inmóvil y en silencio durante algunos instantes, hasta que el silencio fue roto por un tenue sonido el cual aumentaba gradualmente conforme se acercaba.
Removió las manos de su cara y a la distancia percibió lo que parecía ser una caravana. En instantes la caravana se detuvo y pudo distinguir a las personas que utilizaban el servicio del chofer. A pesar de que sus ojos le jugaban una mala pasada, pudo distinguir como aquellas personas disfrutaban de la tan necesaria comida. El joven había decidido vivir y si bien no conocía mucho al respecto, sabia que el acto de alimentarse era un acto total de amor por la vida. «Que oportuno», pensó.
Se dispuso a ponerse de pie, pero antes de quedar erguido, volvió a sentarse tras un extraño impulso. Ideas vinieron a su mente como los rayos del sol que resecaba sus labios.
—No — Menciono en voz baja mientras retomaba su lugar y bajaba la mirada. No sabia si era por orgullo, el miedo al rechazo o quizás aun no estaba convencido de sus nuevas ideas.
Johannes
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Una nueva mañana luego de aver cazado y un buen baño en el rio, me acomodaba las botas para luego caminar en direccion a la entrada de Lunargenta, devo admitir que el mal sueño no me dejaba andar tranquila, un par de boztesos moentras caminaba No volvere a dormir sentada Pense mientras caminaba por el sendero mientras la luz del sol me pegaba en la espalda - Por que debe de haber tanta luz a esta hora - me dije entre boztesos.
Ese dia iria a recorrer todo Lunargenta o almenos los lugares mas populares para ir al siguiente reino, sacudia la cabeza para despertarme - ¿Que cosas aran los humanos? - me pregunte mientras caminaba, siempre la curiosidad hacia los humanos como a los Dragónes, a sido muy grande desde pequeña, asi que mientras mi cabeza volava por las nubes una caravana se asercaba por la misma via, solo reaccione al escuchar los caballos asercarse cuando apenas me dio tiempo echarme a un lado y dejar el paso libre, un aroma llamo mi atencion un olor que ya conosia - Elfos... - dije mientras me lebantaba del suelo sacudiendome el trasero. Segui el rastro de la carabana que se dirigia a Lunargenta, la cual a un buen rato me aserque a ella mientras estaba detenida Tanta carrera para quedarse a medias no pude evitar sonreir ante ese pensamiento.
Al pasar a un costado de la caravana note que los pasajeros comian y como buena educacion - Buenas y Buen probecho a todos - Dije con una sonrisa y un jesto de la mano para luego seguir mi camino, valla que a unos de los elfos tenia unos gustos extraños, ¿tantos condimentos para un pastel?, luego de pasar la carabana tropese con un sujeto que no habia notado - Como lo lamento no quise... - mi frase cuando me fije en el mal estado que estaba en sujeto, incluso crei que era un mendigo por su cara de sueño y hambre, me le quede viendo un rato Pobre sujeto, por darle algo de comer no perderia nada suspire mientras de mi mochila sacaba un trozo de carne seca enbuelta en un trapo - Tenga - dije mientras le entregaba la carne al sujeto con una sonrisa agradable, luego que despues de convenserlo de que se la quedara segui mi camino a Lunargenta Genial alli se fue mi cena, pero, luego puedo cazar otro poco pense mientras caminaba.
Ese dia iria a recorrer todo Lunargenta o almenos los lugares mas populares para ir al siguiente reino, sacudia la cabeza para despertarme - ¿Que cosas aran los humanos? - me pregunte mientras caminaba, siempre la curiosidad hacia los humanos como a los Dragónes, a sido muy grande desde pequeña, asi que mientras mi cabeza volava por las nubes una caravana se asercaba por la misma via, solo reaccione al escuchar los caballos asercarse cuando apenas me dio tiempo echarme a un lado y dejar el paso libre, un aroma llamo mi atencion un olor que ya conosia - Elfos... - dije mientras me lebantaba del suelo sacudiendome el trasero. Segui el rastro de la carabana que se dirigia a Lunargenta, la cual a un buen rato me aserque a ella mientras estaba detenida Tanta carrera para quedarse a medias no pude evitar sonreir ante ese pensamiento.
Al pasar a un costado de la caravana note que los pasajeros comian y como buena educacion - Buenas y Buen probecho a todos - Dije con una sonrisa y un jesto de la mano para luego seguir mi camino, valla que a unos de los elfos tenia unos gustos extraños, ¿tantos condimentos para un pastel?, luego de pasar la carabana tropese con un sujeto que no habia notado - Como lo lamento no quise... - mi frase cuando me fije en el mal estado que estaba en sujeto, incluso crei que era un mendigo por su cara de sueño y hambre, me le quede viendo un rato Pobre sujeto, por darle algo de comer no perderia nada suspire mientras de mi mochila sacaba un trozo de carne seca enbuelta en un trapo - Tenga - dije mientras le entregaba la carne al sujeto con una sonrisa agradable, luego que despues de convenserlo de que se la quedara segui mi camino a Lunargenta Genial alli se fue mi cena, pero, luego puedo cazar otro poco pense mientras caminaba.
Zukura Kito
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Reacia a tener que dar un mordisco al pastel de calabaza que sabe a especies en lugar que a calabaza, Arethusa guarda su comida de nuevo en la mochila. Nadie, en toda la caravana, se ha ofrecido a cambiarle la comida quizás por el fuerte olor que desprende el pastel o por la lata que Arethusa había dado durante todo el viaje. Había sido muy molesta. Cuando no estaba saltando de un lado a otro para no perderse detalle de todas las cosas nuevas que tenía para ver, estaba gritando porque había visto una nueva flor que no conocía. El conductor de la caravana no es el único que está cansado de Arethusa y la mira con recelo por si, de nuevo, vuelve a montar otra escandalosa y molesta escena. Entendido, entendido. Se quedará calladita. No dirá ninguna palabra. Ella no tiene la culpa que sus compañeros de viaje sean unos tistes y la tengan manía. Pastel a la mochila y la boca calladita.
Lo malo viene cuando las tripas de Arethusa empiezan a sonar. Pasar hambre no es tan cruel como ver a los demás comer. El cochero se ha terminado un bocata de sardinas que olía especialmente fuerte (muy desagradable) y acaba de sacar el postre de su bolsa: una gran magdalena de chocolate que hace que a Arethusa se le llene la boca de babas. No es el único que disfruta de su comida. Enfrente de la joven, una pareja de elfos están comiendo de un pote lleno de galletas de canela. Tienen que estar muy buenas, pero nada comparable a la magdalena.
-¿Estás seguro que no quieres que te la cambie por mi pastel de calabaza?- no pierde la esperanza y le pregunta una vez más al cochero.
-No-.
-¿De verdad? No sabes lo que te estás perdiendo-. No hubo respuesta- Última oportunidad: ¿Quieres que te cambie la magdalena por mi pastel?-
-No. Cállate.-
-Ahora sí, última de verdad: ¿Estás seguro? Está oferta no durará para siempre. Estás advertido-.
-Como sigas hablando te echo-.
-¿Pero, por qué? Si no estoy haciendo nada malo. Al revés, te estoy dando la oportunidad de que pruebes la comida especial de los altos elfos-.
-Te lo advertí-.
Arethusa calla inmediatamente al ver que el cochero se está levantando de su asiento. ¡No puede hablar en serio! Eámanë había pagado el viaje y Arethusa tenía el derecho de disfrutarlo. No le puede echar. ¡No! ¿Verdad que no?
-No, esté juego ya me lo conozco: Estarás unos minutos calladas y luego volverás a incordiar.- dio un paso más hacia la pequeña elfa- Has acabado con mi paciencia y te vas a ir-.
-No quiero irme- Arethusa se encoge en sí misma.
-Me da igual. ¡Largo!-
Una elfa aterrada es capaz de cualquier cosa. La mayor locura que se le podía ocurrir, la realiza sin pensar en las consecuencias. Este caso no es una excepción. A Arethusa se le ocurre una locura que la realiza sin pensar en las horribles consecuencias que le pueden llegar a pasar. Da un salto desde donde está sentada, se escabulle entre las piernas del conductor de la caravana y le roba la magdalena que había dejado en el asiento cuando se puso en pie. El hombre dice algo, seguramente, alguna mala palabra que Arethusa no se atreve a repetir; pero ya es demasiado tarde. La elfita ha saltado de la caravana y está corriendo tan rápido como puede. Arethusa 1. Cochero maleducado 0.
Una vez fuera de peligro y a una distancia la cual sabe que no la van a perseguir, da el primer bocado a la magdalena. Esto es otra cosa. ¡Está deliciosa! Sabe a cómo se imaginaba que sabría la tierra de los humanos. ¡Chocolate!
Arethusa se gira echa una mirada burlona a la caravana que se pierde en la lejanía. Le saca la lengua mientras, con el índice de su mano derecha (manchada de chocolate) se estira el ojo desde la ojera con tal de hacer más graciosa la burla. Se lo tienen merecido por no querer compartir la comida con ella. ¿Qué se han creído?
-¡Tomad! Eso es para vosotros-.
Está tan distraída que no se da cuenta que un extraño hombre de ojos rojos y pelo cano le está observando. ¿Qué habrá visto? ¡Se pensará que es una ladrona! Aquí están las consecuencias que no pensó cuando tenía que haberlas pensado. Seguro que el hombre iba a atraparla y luego entregarla a la Guardia de las ciudades humanas acusándola de ladrona.
-Te daré un trozo si no le dices nada a nadie- parte lo que queda de la magdalena de chocolate en dos trozos, el más grande se lo queda ella y el pequeño se lo ofrece al desconocido- será nuestro secreto.- cree que con el soborno de la magdalena no es suficiente y decide explicar su punto de vista- Y para que lo sepas: yo no he hecho nada malo. Han sido ellos que no querían compartir su comida y me estaba muriendo de hambre-.
Offrol: Interactuo con Johannes. Lo siento Zukura, no se me ocurrió que hacer contigo
Lo malo viene cuando las tripas de Arethusa empiezan a sonar. Pasar hambre no es tan cruel como ver a los demás comer. El cochero se ha terminado un bocata de sardinas que olía especialmente fuerte (muy desagradable) y acaba de sacar el postre de su bolsa: una gran magdalena de chocolate que hace que a Arethusa se le llene la boca de babas. No es el único que disfruta de su comida. Enfrente de la joven, una pareja de elfos están comiendo de un pote lleno de galletas de canela. Tienen que estar muy buenas, pero nada comparable a la magdalena.
-¿Estás seguro que no quieres que te la cambie por mi pastel de calabaza?- no pierde la esperanza y le pregunta una vez más al cochero.
-No-.
-¿De verdad? No sabes lo que te estás perdiendo-. No hubo respuesta- Última oportunidad: ¿Quieres que te cambie la magdalena por mi pastel?-
-No. Cállate.-
-Ahora sí, última de verdad: ¿Estás seguro? Está oferta no durará para siempre. Estás advertido-.
-Como sigas hablando te echo-.
-¿Pero, por qué? Si no estoy haciendo nada malo. Al revés, te estoy dando la oportunidad de que pruebes la comida especial de los altos elfos-.
-Te lo advertí-.
Arethusa calla inmediatamente al ver que el cochero se está levantando de su asiento. ¡No puede hablar en serio! Eámanë había pagado el viaje y Arethusa tenía el derecho de disfrutarlo. No le puede echar. ¡No! ¿Verdad que no?
-No, esté juego ya me lo conozco: Estarás unos minutos calladas y luego volverás a incordiar.- dio un paso más hacia la pequeña elfa- Has acabado con mi paciencia y te vas a ir-.
-No quiero irme- Arethusa se encoge en sí misma.
-Me da igual. ¡Largo!-
Una elfa aterrada es capaz de cualquier cosa. La mayor locura que se le podía ocurrir, la realiza sin pensar en las consecuencias. Este caso no es una excepción. A Arethusa se le ocurre una locura que la realiza sin pensar en las horribles consecuencias que le pueden llegar a pasar. Da un salto desde donde está sentada, se escabulle entre las piernas del conductor de la caravana y le roba la magdalena que había dejado en el asiento cuando se puso en pie. El hombre dice algo, seguramente, alguna mala palabra que Arethusa no se atreve a repetir; pero ya es demasiado tarde. La elfita ha saltado de la caravana y está corriendo tan rápido como puede. Arethusa 1. Cochero maleducado 0.
Una vez fuera de peligro y a una distancia la cual sabe que no la van a perseguir, da el primer bocado a la magdalena. Esto es otra cosa. ¡Está deliciosa! Sabe a cómo se imaginaba que sabría la tierra de los humanos. ¡Chocolate!
Arethusa se gira echa una mirada burlona a la caravana que se pierde en la lejanía. Le saca la lengua mientras, con el índice de su mano derecha (manchada de chocolate) se estira el ojo desde la ojera con tal de hacer más graciosa la burla. Se lo tienen merecido por no querer compartir la comida con ella. ¿Qué se han creído?
-¡Tomad! Eso es para vosotros-.
Está tan distraída que no se da cuenta que un extraño hombre de ojos rojos y pelo cano le está observando. ¿Qué habrá visto? ¡Se pensará que es una ladrona! Aquí están las consecuencias que no pensó cuando tenía que haberlas pensado. Seguro que el hombre iba a atraparla y luego entregarla a la Guardia de las ciudades humanas acusándola de ladrona.
-Te daré un trozo si no le dices nada a nadie- parte lo que queda de la magdalena de chocolate en dos trozos, el más grande se lo queda ella y el pequeño se lo ofrece al desconocido- será nuestro secreto.- cree que con el soborno de la magdalena no es suficiente y decide explicar su punto de vista- Y para que lo sepas: yo no he hecho nada malo. Han sido ellos que no querían compartir su comida y me estaba muriendo de hambre-.
Offrol: Interactuo con Johannes. Lo siento Zukura, no se me ocurrió que hacer contigo
Arethusa Lein
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Johannes quedo inmóvil, sumergido en sus propios pensamientos, padeciente de sus malestares. El mundo a su alrededor jamás se vio tan inhóspito y desconocido como hasta la noche anterior. Si quería alejarse del asesino, entonces ¿Qué debía hacer?
—Quizás lo más sensato, —Pensó — Seria ir a la ciudad y buscar un trabajo. Uno de esos donde tu vida se absorbe al punto donde no puedes discernirte o siquiera imaginar tu vida sin estar dedicándote a esa labor.
Odiaba esas palabras, pero pensándolo mejor es casi precisamente lo que había estado haciendo estos últimos tiempos. Solo tenía que encontrar una profesión menos sangrienta y encontrar la forma de retribuir a la sociedad todo el daño que había hecho.
Continuó sobre la roca pensando, intentando convencerse por su nueva meta, hasta que su paz se vio interrumpida por un el sonido de algunos pasos. Aturdido, levanto la mirada intentando no ser segado por los rayos del sol. Se trataba de una mujer quien (al parecer del joven) se acercaba torpemente. El intento de Johannes por advertir su presencia resulto inútil y la recién llegada tropezó con él.
Si no fuera por el cansancio, el apetito y la falta de agua, seguramente habría hecho notar la torpeza de la viajera ante aquel atropello, pero en vez de eso, guardó silencio puesto que la mirada de la mujer comenzaba a incomodarlo.
—¿Qué sucede? — Preguntó el joven arqueando una de sus cejas ante la fija mirada de la recién llegada. La respuesta esperada jamás llego. En su lugar, la dama se limito a buscar algo entre sus cosas y entre la confusión, apareció un objeto cuidadosamente envuelto en un trozo de tela. Instintivamente, el joven estiro el brazo curioso por saber que había dentro. Cuando se percato de lo que era, volvió a envolver el paquete y se puso de pie para frenar los pasos de la mujer.
—¡Espere! —Exclamo poniéndose de pie y dirigiendo el paquete nuevamente hacia su dueña. —Sé que mi aspecto es Lamentable, pero ¿Cómo se atreve a cometer semejante injuria? Primero tropieza en mí como si me tratará de un tronco y ¿Ahora esto?
—¿Se dirige hacia la ciudad? Ahí podrá encontrar un sin fin de pordioseros quienes aceptaran con gusto su caridad, pero este no es el sitio de hacer alarde de su fortuna. —Agrego mientras soltaba el paquete ya sea que lo tomara la mujer o cayera sin remedio al piso.
Antes de que pudiera volver a reaccionar, escucho nuevos pasos proviniendo desde otra dirección. Para su sorpresa, se trataba de una joven quien se aproximaba rápidamente con la misma torpeza en que lo hubiera hecho la otra fémina. Johannes permaneció callado mientras la pequeña se regodeaba de alguna travesura con una aparente falta de inmadurez y franqueza.
“La vida debe estar burlándose” Pensó cuando un trozo de magdalena termino frente a su rostro, era eso o una extraña cadena de coincidencias se habían apoderado hoy del mundo.
—¿No decirle qué a quien? —Respondió desconcertado mientras rechazaba la comida con el ademán más gentil que encontró entre su mal humor. Escucho sin mucha atención lo que la pequeña tenia que decirle y hastiado de su comportamiento se dispuso a responder.
—No tengo idea de lo que habla, señorita; más sin embargo de algo estoy seguro: No pretendo ser cómplice en sus fechorías. — Decía con firmeza, aunque sus palabras habrían sido más convincentes si su estomago no le habría traicionado emitiendo un grave rugido que (esperaba él) no delatara su precaria situación.
—Quizás lo más sensato, —Pensó — Seria ir a la ciudad y buscar un trabajo. Uno de esos donde tu vida se absorbe al punto donde no puedes discernirte o siquiera imaginar tu vida sin estar dedicándote a esa labor.
Odiaba esas palabras, pero pensándolo mejor es casi precisamente lo que había estado haciendo estos últimos tiempos. Solo tenía que encontrar una profesión menos sangrienta y encontrar la forma de retribuir a la sociedad todo el daño que había hecho.
Continuó sobre la roca pensando, intentando convencerse por su nueva meta, hasta que su paz se vio interrumpida por un el sonido de algunos pasos. Aturdido, levanto la mirada intentando no ser segado por los rayos del sol. Se trataba de una mujer quien (al parecer del joven) se acercaba torpemente. El intento de Johannes por advertir su presencia resulto inútil y la recién llegada tropezó con él.
Si no fuera por el cansancio, el apetito y la falta de agua, seguramente habría hecho notar la torpeza de la viajera ante aquel atropello, pero en vez de eso, guardó silencio puesto que la mirada de la mujer comenzaba a incomodarlo.
—¿Qué sucede? — Preguntó el joven arqueando una de sus cejas ante la fija mirada de la recién llegada. La respuesta esperada jamás llego. En su lugar, la dama se limito a buscar algo entre sus cosas y entre la confusión, apareció un objeto cuidadosamente envuelto en un trozo de tela. Instintivamente, el joven estiro el brazo curioso por saber que había dentro. Cuando se percato de lo que era, volvió a envolver el paquete y se puso de pie para frenar los pasos de la mujer.
—¡Espere! —Exclamo poniéndose de pie y dirigiendo el paquete nuevamente hacia su dueña. —Sé que mi aspecto es Lamentable, pero ¿Cómo se atreve a cometer semejante injuria? Primero tropieza en mí como si me tratará de un tronco y ¿Ahora esto?
—¿Se dirige hacia la ciudad? Ahí podrá encontrar un sin fin de pordioseros quienes aceptaran con gusto su caridad, pero este no es el sitio de hacer alarde de su fortuna. —Agrego mientras soltaba el paquete ya sea que lo tomara la mujer o cayera sin remedio al piso.
Antes de que pudiera volver a reaccionar, escucho nuevos pasos proviniendo desde otra dirección. Para su sorpresa, se trataba de una joven quien se aproximaba rápidamente con la misma torpeza en que lo hubiera hecho la otra fémina. Johannes permaneció callado mientras la pequeña se regodeaba de alguna travesura con una aparente falta de inmadurez y franqueza.
“La vida debe estar burlándose” Pensó cuando un trozo de magdalena termino frente a su rostro, era eso o una extraña cadena de coincidencias se habían apoderado hoy del mundo.
—¿No decirle qué a quien? —Respondió desconcertado mientras rechazaba la comida con el ademán más gentil que encontró entre su mal humor. Escucho sin mucha atención lo que la pequeña tenia que decirle y hastiado de su comportamiento se dispuso a responder.
—No tengo idea de lo que habla, señorita; más sin embargo de algo estoy seguro: No pretendo ser cómplice en sus fechorías. — Decía con firmeza, aunque sus palabras habrían sido más convincentes si su estomago no le habría traicionado emitiendo un grave rugido que (esperaba él) no delatara su precaria situación.
Johannes
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Seguí mi camino pero escuche como el desconocido rechazaba la carne que le ofrecía y la tiro al suelo, simplemente pude ver como mi cena era desperdiciada por un muerto de hambre muy delicado "Maldito humano..." maldije mientras lo miraba a la distancia "Uno que lo ayuda y solamente lo desprecia por mero placer" decía mientras escuche como una joven se acercaba a el y se quedaron hablando un rato.
Mientras yo caminaba hacia la entrada de la ciudad cuando me detuve en seco - Vamos Zukura, no traes dinero y si te da habré no podrás comer nada - dije resoplando mientras echaba la cabeza hacia atrás serrando los ojos - Maldito humano, yo con amabilidad le di mi cena y este la tira al suelo ahora me toca volver al bosque a cazar mas comida - dije mientras me devolvía por el sendero por el cual ya había pasado.
Llegando a un punto me encontré con ambos desconocidos mientras hablaban, no pude evitar resoplar muchas veces mientras me acercaba pasando entre ambos desconocido dándole un empujón al peliblanco malagradecido el cual ya me había amargado la mañana y me había puesto de mal humor - Malnacido humano, te di lo que iba a cenar y tu como si nada la desechas como basura ahora mas comida - lo dije mientras lo levantaba por el cuello de la camisa ignorando a la elfa.
Mientras yo caminaba hacia la entrada de la ciudad cuando me detuve en seco - Vamos Zukura, no traes dinero y si te da habré no podrás comer nada - dije resoplando mientras echaba la cabeza hacia atrás serrando los ojos - Maldito humano, yo con amabilidad le di mi cena y este la tira al suelo ahora me toca volver al bosque a cazar mas comida - dije mientras me devolvía por el sendero por el cual ya había pasado.
Llegando a un punto me encontré con ambos desconocidos mientras hablaban, no pude evitar resoplar muchas veces mientras me acercaba pasando entre ambos desconocido dándole un empujón al peliblanco malagradecido el cual ya me había amargado la mañana y me había puesto de mal humor - Malnacido humano, te di lo que iba a cenar y tu como si nada la desechas como basura ahora mas comida - lo dije mientras lo levantaba por el cuello de la camisa ignorando a la elfa.
Zukura Kito
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
No le ha gustado que le rechazasen la comida. ¿Qué se ha creído el humano? Nadie es tan bueno como para decir que no a una magdalena de chocolate tan buena como la que ha cogido-robado. Cosas de humanos, seguramente, deben de estar tan acostumbrados a comer su tierra con sabor a chocolate que han perdido el gusto por las magdalenas. Mejor, más parte para Arethusa. No hay mal que por bien no venga, y si el humano está acostumbrado a comer la tierra con sabor a chocolate, no será ella quien le diga lo contrario. Por ahora, y antes de que el chico cambie de opinión, la elfa empieza a mordisquear el trozo que, en un principio, le había cedido. ¡Lo siento, ya está mordido! Si, por lo que fuera, cambia de opinión, ya será demasiado de tarde.
-De fechorías nada de nada,- Arethusa habla con la boca llena de magdalena- que si tuve que robarles la comida fueron culpa suya que no me querían dar. Me tenían muerta de hambre y me hacían ver cómo los demás comían. Era una tortura. Y, lo peor de todo es que, si decía protestaba por lo malos que eran, uno de ellos se levantaba de su asiento para pegarme-.
Nada de lo que ha dicho al humano de pelo cano se puede considerar como mentira. Quizás, como mucho, es una exageración de los hechos resumida para dar un mayor énfasis a los acontecimientos que a Arethusa más le interesa. Como buena artista, tanto del cante como del baile, la elfa sabe hacer un drama de cualquier cosa que le interesa. Este es un buen momento para hacer un drama. Se ayuda con las manos para gesticular y exagerar así los momentos en los que relata cómo la tenían muerta del hambre o cómo un hombre muy malo la quería pegar. ¿Experta en decir mentiras? No, por favor. Mejor, llamadla: “Experta en el drama”.
Una chica, a la que Arethusa no había visto antes, coge al chico del pelo cano por el cuello de la camisa. Si la elfa no la ha visto es porque, al toparse con el humano de frente, éste ocupaba todo su campo de visión. La otra chica parece haber salido y es muy violenta. No deja de maldecir al humano y decirle que ha nacido mal.
-No soy la única que ha cometido fechorías- le ha gustado esa palabra y la repite para burlarse del humano. -Te ayudaría con esa chica, pero, ¿sabes qué? No me gusta ser cómplice de las fechorías de los demás- le guiña el ojo al humano.
La chica parece muy enfadada. Tanto que ha pasado de ser algo gracioso a algo que da miedo. Arethusa no quiere que eso acabe en asesinato y piensa en algo con lo que poder ayudar al humano y ser cómplice de sus fechorías (qué palabra tan graciosa). En Sandorai, cuando alguien se pelea, a Arethusa le suele funcionar tocar el violín y así se relajan. La elfa no lo sabe explicar, pero cree que el poder que tienen las altas sacerdotisa con sus oraciones, ella lo tiene con su violín. Comprende que es algo tonto pensar eso, pero ya lo ha visto otras veces. Su música cura a las personas y las calma de los males que han sufrido.
-Me pierde el ser demasiado buena- dice a la vez que saca el violín de su funda y empieza a tocar una canción que improvisa.
Offrol: Subrayo la habilidad de nivel 0
-De fechorías nada de nada,- Arethusa habla con la boca llena de magdalena- que si tuve que robarles la comida fueron culpa suya que no me querían dar. Me tenían muerta de hambre y me hacían ver cómo los demás comían. Era una tortura. Y, lo peor de todo es que, si decía protestaba por lo malos que eran, uno de ellos se levantaba de su asiento para pegarme-.
Nada de lo que ha dicho al humano de pelo cano se puede considerar como mentira. Quizás, como mucho, es una exageración de los hechos resumida para dar un mayor énfasis a los acontecimientos que a Arethusa más le interesa. Como buena artista, tanto del cante como del baile, la elfa sabe hacer un drama de cualquier cosa que le interesa. Este es un buen momento para hacer un drama. Se ayuda con las manos para gesticular y exagerar así los momentos en los que relata cómo la tenían muerta del hambre o cómo un hombre muy malo la quería pegar. ¿Experta en decir mentiras? No, por favor. Mejor, llamadla: “Experta en el drama”.
Una chica, a la que Arethusa no había visto antes, coge al chico del pelo cano por el cuello de la camisa. Si la elfa no la ha visto es porque, al toparse con el humano de frente, éste ocupaba todo su campo de visión. La otra chica parece haber salido y es muy violenta. No deja de maldecir al humano y decirle que ha nacido mal.
-No soy la única que ha cometido fechorías- le ha gustado esa palabra y la repite para burlarse del humano. -Te ayudaría con esa chica, pero, ¿sabes qué? No me gusta ser cómplice de las fechorías de los demás- le guiña el ojo al humano.
La chica parece muy enfadada. Tanto que ha pasado de ser algo gracioso a algo que da miedo. Arethusa no quiere que eso acabe en asesinato y piensa en algo con lo que poder ayudar al humano y ser cómplice de sus fechorías (qué palabra tan graciosa). En Sandorai, cuando alguien se pelea, a Arethusa le suele funcionar tocar el violín y así se relajan. La elfa no lo sabe explicar, pero cree que el poder que tienen las altas sacerdotisa con sus oraciones, ella lo tiene con su violín. Comprende que es algo tonto pensar eso, pero ya lo ha visto otras veces. Su música cura a las personas y las calma de los males que han sufrido.
-Me pierde el ser demasiado buena- dice a la vez que saca el violín de su funda y empieza a tocar una canción que improvisa.
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Arethusa Lein
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Arqueando una ceja, y casi molesto por los exagerados ademanes, el joven escuchaba casi de manera forzada las excusas de la pequeña. Entendía a la perfección el punto al que quería llegar. —Es mejor para la conciencia encontrar motivos vanos para justificar nuestros actos, ¿No es así?— Respondió tan frió como el hielo mientras daba un paso hacia atrás.
Johannes desvió la mirada de ambas mujeres con un brusco movimiento de su cuello. Acomodó sus ropas y se preparó para partir tomando el sendero más cercano. Por ahora no importaba el camino que tomaría, solo quería alejarse cuanto antes de aquella indeseada intromisión.
Sin esperarlo, su estadía fue forzada luego de que la caritativa (pero furiosa) dama regresara y le tomara por el cuello de la camisa. Johannes trago saliva de manera forzada y desvió la mirada de los ojos de la enojada dama. Sentía firme el agarre de su captora, la mirada furiosa y culposa no se alejaban de sus ojos. Sintió también su calida respiración y su aliento hundiéndose en las fosas nasales del joven mientras llevaba las manos a las muñecas de la mujer en un vano intento por liberarse.
Como un extraño eco, escucho las burlas de la pequeña joven. «No necesito tu ayuda. No» Pensaba mientras levantaba la mirada y enfrentaba los ojos de la mujer. Johannes posiciono una mirada profunda y seria. Sentía como su corazón ce aceleraba y su boca se llenaba de un extraño gusto a la roja sangre. «Un golpe fuerte a su estomago para alejarla e inmediatamente romper su cuello con un movimiento certero y mortal. Quizás alejarme con un empuje de mis pies y tomar una piedra para destrozar su rostro…» Seguía ideando una forma de ultimar la vida de aquella molestia, hasta que una melodía se posiciono en el aire, logrando que el hombre volviera en si mismo.
Johannes recobraba el sentido tornando su vista entre la su captora y aquella que emitía una dulce melodía. Regreso su mirada hacia la dama e intento aclarar su garganta.
—Lo lamento —Dijo soltando las muñecas de la dama—. Siento mucho haberla enfadado. He tenido un mal día y estoy seguro de que mi reacción ha sido grosera. Permítame pagar de algún modo tal desperdicio, yo mismo podría acompañarla a cazar algo en cuanto descanse un poco.
Esperaba que su disculpa fuera suficiente para que lo soltara y así no tener que tomar otras acciones.
—En cuanto a usted mi dama —Decía refiriéndose a aquella actriz e interprete—. Permítame ofrecerle de igual modo una disculpa. Le he juzgado mal. Nadie que pueda ejecutar tal pieza musical puede tratarse de una vulgar ladrona. Confió en que, como usted lo ha declarado, solo ha sido victima de sus desafortunadas condiciones.
Johannes reverencia a ambas y aguardo en respuesta de sus interlocutoras.
Johannes desvió la mirada de ambas mujeres con un brusco movimiento de su cuello. Acomodó sus ropas y se preparó para partir tomando el sendero más cercano. Por ahora no importaba el camino que tomaría, solo quería alejarse cuanto antes de aquella indeseada intromisión.
Sin esperarlo, su estadía fue forzada luego de que la caritativa (pero furiosa) dama regresara y le tomara por el cuello de la camisa. Johannes trago saliva de manera forzada y desvió la mirada de los ojos de la enojada dama. Sentía firme el agarre de su captora, la mirada furiosa y culposa no se alejaban de sus ojos. Sintió también su calida respiración y su aliento hundiéndose en las fosas nasales del joven mientras llevaba las manos a las muñecas de la mujer en un vano intento por liberarse.
Como un extraño eco, escucho las burlas de la pequeña joven. «No necesito tu ayuda. No» Pensaba mientras levantaba la mirada y enfrentaba los ojos de la mujer. Johannes posiciono una mirada profunda y seria. Sentía como su corazón ce aceleraba y su boca se llenaba de un extraño gusto a la roja sangre. «Un golpe fuerte a su estomago para alejarla e inmediatamente romper su cuello con un movimiento certero y mortal. Quizás alejarme con un empuje de mis pies y tomar una piedra para destrozar su rostro…» Seguía ideando una forma de ultimar la vida de aquella molestia, hasta que una melodía se posiciono en el aire, logrando que el hombre volviera en si mismo.
Johannes recobraba el sentido tornando su vista entre la su captora y aquella que emitía una dulce melodía. Regreso su mirada hacia la dama e intento aclarar su garganta.
—Lo lamento —Dijo soltando las muñecas de la dama—. Siento mucho haberla enfadado. He tenido un mal día y estoy seguro de que mi reacción ha sido grosera. Permítame pagar de algún modo tal desperdicio, yo mismo podría acompañarla a cazar algo en cuanto descanse un poco.
Esperaba que su disculpa fuera suficiente para que lo soltara y así no tener que tomar otras acciones.
—En cuanto a usted mi dama —Decía refiriéndose a aquella actriz e interprete—. Permítame ofrecerle de igual modo una disculpa. Le he juzgado mal. Nadie que pueda ejecutar tal pieza musical puede tratarse de una vulgar ladrona. Confió en que, como usted lo ha declarado, solo ha sido victima de sus desafortunadas condiciones.
Johannes reverencia a ambas y aguardo en respuesta de sus interlocutoras.
Johannes
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Sostenía con fuerza al muchacho por el cuello de su camisa mirándolo con enojo, aguantando las ganas de partirle la cabeza de un solo golpe, pero esos pensamientos fueron interrumpidos por una melodía muy bonita la cual izó que poco a poco la rabia se apagara pero igual estaba enojada con el joven por haber sido tan grosero con migo, pero eso luego cambio cuando el muchacho se disculpo, yo simplemente parpadee un par de veces mientras escuche como se disculpaba con la joven elfa que tocaba la melodía, yo solo pase a soltar al muchacho y aclararme la garganta para disculparme también - Bueno, yo tampoco me porte mal, no tuve porque reaccionar de ese modo agresivo…- Le dije apenada y confundida por a ver reaccionado de esa manera - Además ¿Esta seguro de que se encuentra en buen estado para cazar? - dije mirándolo nuevamente de pies a cabeza - Pero si usted gusta no le digo que no - ahora debía de esperar que el muchacho descansara para recomponerse un poco luego pase a mirar a la elfa también de pies a cabeza.
Me voltee para mirarla mejor, cuando sentí su aroma y se notaba que acababa de comer chocolate - Y también discúlpeme por el empujón que le di cuando llegue - Dije rascándome la nuca para luego tragar saliva - Usted toca muy bonito - Dije con una media sonrisa, no pude evitar la curiosidad que me decía que preguntara - Y ¿Adonde van? - Dije mirándolos a ambos de forma curiosa, aunque es de suponer que la elfa venia de visita a Lunargenta pero no es malo buscar temas de conversación.
Mientras esperaba la respuesta de ambos me quite de entre los dos poniéndome un poco mas atrás de mi posición anterior para que los tres estuviéramos mas cómodos, luego de eso me aclare la garganta para pasar a presentarme - Por cierto, un gusto conocerlos mi nombre es Zukura - dije en un tono cortes y con una media sonrisa en el rostro
Me voltee para mirarla mejor, cuando sentí su aroma y se notaba que acababa de comer chocolate - Y también discúlpeme por el empujón que le di cuando llegue - Dije rascándome la nuca para luego tragar saliva - Usted toca muy bonito - Dije con una media sonrisa, no pude evitar la curiosidad que me decía que preguntara - Y ¿Adonde van? - Dije mirándolos a ambos de forma curiosa, aunque es de suponer que la elfa venia de visita a Lunargenta pero no es malo buscar temas de conversación.
Mientras esperaba la respuesta de ambos me quite de entre los dos poniéndome un poco mas atrás de mi posición anterior para que los tres estuviéramos mas cómodos, luego de eso me aclare la garganta para pasar a presentarme - Por cierto, un gusto conocerlos mi nombre es Zukura - dije en un tono cortes y con una media sonrisa en el rostro
Zukura Kito
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Todas las palabras que el chico dice se convierten en las nuevas palabras favoritas de la elfa. Todo suena extraño y, a la vez, fascinante. Es como estuviera viendo un mundo nuevo a través de su forma de hablar donde la tierra sabe de verdad a chocolate (como la magdalena robada). ¿Todos los humanos hablan igual? Arethusa espera que así lo sea. Se podrá pasar muy bien repitiendo y aprendiendo otras palabras favoritas: “¡Tus fechorías justifican los remordimientos de tu conciencia!” Dirá a los humanos con voz severa mientras les señala con el dedo como lo hacen los Dioses en las ilustraciones. ¡Será tan divertido! Tanto que le costaría mantener la espalda recta y el dedo de señalar firme sin echar a reír en el suelo. Solo con imaginarse la escena, ya está sonriendo disimuladamente. No lo puede evitar. Simplemente, Arethusa es así: Una pequeña elfa cuya su único fin es mostrar una preciosa sonrisa de mujer.
Poco a poco, la sonrisa se convierte en una risa y Aretusa se ríe mientras sigue tocando el violín. Ha empezado a caminar entre el chico y la otra chica que vino a pegarse con él. Pronto, levanta un poco más la pierna para empezar a caminar y, al dejar caer el pie, lo hace de puntillas. Lo que antes había comenzado como unas vueltas en círculos, se han convertido en pasos de baile. Arethusa baila entre los dos chicos mientras ríe y toca el violín.
¡Está tan feliz que su plan haya funcionado! Que le dieran un premio, una medalla de oro estaría bien, aunque, lo que verdaderamente quería, era un título nobiliario: “Conciliadora de Disputas Alimentarias”. Que no se hagan los remolones ahora, Arethusa solo merece. Seguro que, de haber sido otra persona, hubiera dejado que la chica pegase al chico. ¡Míralos! Gracias al plan de la elfa, los dos se estaban pidiendo disculpas.
-¡Daos un abrazo y en paz!- grita a la vez que toca y baila en círculos alrededor de la pareja. Son tan adorables los dos juntitos. Los dos, ella con su larga trenza castaña y el chico con su corto pelo albino, hacen un contraste tan bonito que no pueden ser otra cosa que pareja. -Un beso y todos felices-.
Después de haberse disculpado entre ellos, se disculparon delante de Arethusa. Cosa que no debieron a haber hecho. No tienen que disculparse por nada. La elfa comprende muy bien que un momento de enfado lo puede tener cualquier. El propio padre de la chica tiene muchos momentos de enfado. Qué le pregunten a Arethusa las veces que papá se ha enfadado sin motivo. Solo hay que contar los muchos cardenales que la elfa esconde bajo su blusa. Si puede perdonar a papá, también puede perdonar a los dos chicos.
-No pasa nada- Arethusa ha dejado de tocar y con la mano con la que sujeta el arco, se rasca el pelo como queriendo decir: “no me digas esas cosas que me pongo roja”. - No me acuerdo cómo se llama la ciudad que donde tenía que ir. Lunallena… Lunabaja… Lunagarganta… Los humanos ponéis nombres muy raros a vuestras ciudades-.
Offrol: No lo he podido evitar. Zukura y Johannes hacen tan buena pareja ♥.♥
Poco a poco, la sonrisa se convierte en una risa y Aretusa se ríe mientras sigue tocando el violín. Ha empezado a caminar entre el chico y la otra chica que vino a pegarse con él. Pronto, levanta un poco más la pierna para empezar a caminar y, al dejar caer el pie, lo hace de puntillas. Lo que antes había comenzado como unas vueltas en círculos, se han convertido en pasos de baile. Arethusa baila entre los dos chicos mientras ríe y toca el violín.
¡Está tan feliz que su plan haya funcionado! Que le dieran un premio, una medalla de oro estaría bien, aunque, lo que verdaderamente quería, era un título nobiliario: “Conciliadora de Disputas Alimentarias”. Que no se hagan los remolones ahora, Arethusa solo merece. Seguro que, de haber sido otra persona, hubiera dejado que la chica pegase al chico. ¡Míralos! Gracias al plan de la elfa, los dos se estaban pidiendo disculpas.
-¡Daos un abrazo y en paz!- grita a la vez que toca y baila en círculos alrededor de la pareja. Son tan adorables los dos juntitos. Los dos, ella con su larga trenza castaña y el chico con su corto pelo albino, hacen un contraste tan bonito que no pueden ser otra cosa que pareja. -Un beso y todos felices-.
Después de haberse disculpado entre ellos, se disculparon delante de Arethusa. Cosa que no debieron a haber hecho. No tienen que disculparse por nada. La elfa comprende muy bien que un momento de enfado lo puede tener cualquier. El propio padre de la chica tiene muchos momentos de enfado. Qué le pregunten a Arethusa las veces que papá se ha enfadado sin motivo. Solo hay que contar los muchos cardenales que la elfa esconde bajo su blusa. Si puede perdonar a papá, también puede perdonar a los dos chicos.
-No pasa nada- Arethusa ha dejado de tocar y con la mano con la que sujeta el arco, se rasca el pelo como queriendo decir: “no me digas esas cosas que me pongo roja”. - No me acuerdo cómo se llama la ciudad que donde tenía que ir. Lunallena… Lunabaja… Lunagarganta… Los humanos ponéis nombres muy raros a vuestras ciudades-.
Offrol: No lo he podido evitar. Zukura y Johannes hacen tan buena pareja ♥.♥
Arethusa Lein
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
El joven liberó un tenue suspiro y se relajó al notar que el enojo de la mujer se ha disipado gracias a la melodía de la entusiasta y talentosa joven —Descuide—. Dijo en respuesta a la disculpa de le dama, quien aceptó de buena manera su ofrecimiento por pagar lo que el orgullo ha desperdiciado de manera tan ingrata.
—Mi nombre es…— Titubeó antes de proseguir a presentarse. Tal como lo había hecho con su agresiva imagen, no quería volver a utilizar su verdadero nombre hasta que hubiera logrado (o al menos hubiera intentado) limpiar cada gota de sangre en sus manos, por lo que pensaba en una adecuada forma de presentarse. «¿Un apodo?» Pensó. «¿Nube?» ideó en alusión al color de su cabello, pero le pareció algo ridículo y totalmente falto de creatividad. «Un nombre falso: Nemesio». Pero de igual modo le pareció algo risible. Antes de continuar con este veloz y complejo proceso, fue interrumpido por lo que sucedía fuera de su mente
Johannes espabilo y forzó una torcida mueca en suplica a una sonrisa para adornar sus palabras, esto hasta que se percato de los sutiles movimientos de la pequeña joven quien danzaba a su alrededor con (tal como lo que consideraba el muchacho) una extraña sonrisa adornando sus labios.
Los ojos carmesí del joven no podían dejar de seguir los movimientos de la pequeña sin evitar sentirse escudriñado e incomodo de alguna peculiar forma. «¿Un Abrazo y en paz?» Repitió en sus adentros mientras levantaba las manos frente a él en actitud de rechazo y sorteando miradas entre sus compañeras.
—Creo que está exagerando—. Respondió a la joven mientras retrocedía ante la idea. Definitivamente le parecía una exageración la actitud de la pequeña quien al día de hoy se ganaba el premio de la sobreactuación en todas las personas y seres que había tenido el gusto o desagrado de conocer a Johannes.
—Estará de acuerdo conmigo en que eso no será necesario— Agregó en comentario a la mujer con quien se le acusaba de haber sido demasiado amable.
La música había cesado y con ella la tranquilidad volvía al páramo. —Lunargenta—. Añadió para rectificar todos aquellos nombre que la pequeña había mencionado en su clara confusión.
—La ciudad de Lunargenta no esta muy lejos de aquí —Dijo señalando hacia el sendero—. Si gustan, yo puedo guiarlas hasta la entrada, pero será ahí donde termine mi camino pues no pienso volver a poner mi huella en ese lugar en un largo tiempo. Mi camino aun esta por definirse.
—Mi nombre es…— Titubeó antes de proseguir a presentarse. Tal como lo había hecho con su agresiva imagen, no quería volver a utilizar su verdadero nombre hasta que hubiera logrado (o al menos hubiera intentado) limpiar cada gota de sangre en sus manos, por lo que pensaba en una adecuada forma de presentarse. «¿Un apodo?» Pensó. «¿Nube?» ideó en alusión al color de su cabello, pero le pareció algo ridículo y totalmente falto de creatividad. «Un nombre falso: Nemesio». Pero de igual modo le pareció algo risible. Antes de continuar con este veloz y complejo proceso, fue interrumpido por lo que sucedía fuera de su mente
Johannes espabilo y forzó una torcida mueca en suplica a una sonrisa para adornar sus palabras, esto hasta que se percato de los sutiles movimientos de la pequeña joven quien danzaba a su alrededor con (tal como lo que consideraba el muchacho) una extraña sonrisa adornando sus labios.
Los ojos carmesí del joven no podían dejar de seguir los movimientos de la pequeña sin evitar sentirse escudriñado e incomodo de alguna peculiar forma. «¿Un Abrazo y en paz?» Repitió en sus adentros mientras levantaba las manos frente a él en actitud de rechazo y sorteando miradas entre sus compañeras.
—Creo que está exagerando—. Respondió a la joven mientras retrocedía ante la idea. Definitivamente le parecía una exageración la actitud de la pequeña quien al día de hoy se ganaba el premio de la sobreactuación en todas las personas y seres que había tenido el gusto o desagrado de conocer a Johannes.
—Estará de acuerdo conmigo en que eso no será necesario— Agregó en comentario a la mujer con quien se le acusaba de haber sido demasiado amable.
La música había cesado y con ella la tranquilidad volvía al páramo. —Lunargenta—. Añadió para rectificar todos aquellos nombre que la pequeña había mencionado en su clara confusión.
—La ciudad de Lunargenta no esta muy lejos de aquí —Dijo señalando hacia el sendero—. Si gustan, yo puedo guiarlas hasta la entrada, pero será ahí donde termine mi camino pues no pienso volver a poner mi huella en ese lugar en un largo tiempo. Mi camino aun esta por definirse.
Johannes
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Mire como la elfa bailaba al rededor de nosotros al ritmo de su melodía, aunque era entretenido ver a una persona tan intranquila incluso, es mas intranquila que mis primos pequeños los cuales de por si ya son un desastre andante, pero era muy entretenido pasar el rato con estos desconocidos.
No pude evitar reírme ante las tonterías que decía la pequeña elfa, aunque parecía que al muchacho me le agradaba de seguro por que se ofendió, cuando el muchacho menciono que no volvería a Lunargenta, saber por qué, me dio curiosidad así que no pude evitar preguntarle - Y... No es por ser metiche ni chismosa pero ¿Por que no quiere volver a Lunargenta? - dije mientras lo miraba con una deja levantada, es que no lo puedo evitar todo me da curiosidad.
Mientras esperaba una respuesta del peli blanco, pase a quitarme el abrigo y amarrarlo en mi cintura ya que me empezaba a dar algo de calor, lo cual dejo ver un poco de la cicatriz de mi brazo, luego de eso pase a estirar mis brazos y ubicarlos detrás de mi cabeza para estirarla - Bueno yo no iré todavía a Lunargenta, primero debo buscar que comeré mas tarde. Así que si gustas te acompañamos a la entrada - Dije mirando a la pequeña elfa - Y luego usted y yo nos iremos a buscar algo de comer - dije sonriendo.
Mientras esperaba una respuesta de parte de ambos me dedique a escuchar el canto de los pájaros, la primera vez que vine lo que me había recibido había sido el canto de las criaturas nucturnas pero las diurnas también tenían su música adorable.
No pude evitar reírme ante las tonterías que decía la pequeña elfa, aunque parecía que al muchacho me le agradaba de seguro por que se ofendió, cuando el muchacho menciono que no volvería a Lunargenta, saber por qué, me dio curiosidad así que no pude evitar preguntarle - Y... No es por ser metiche ni chismosa pero ¿Por que no quiere volver a Lunargenta? - dije mientras lo miraba con una deja levantada, es que no lo puedo evitar todo me da curiosidad.
Mientras esperaba una respuesta del peli blanco, pase a quitarme el abrigo y amarrarlo en mi cintura ya que me empezaba a dar algo de calor, lo cual dejo ver un poco de la cicatriz de mi brazo, luego de eso pase a estirar mis brazos y ubicarlos detrás de mi cabeza para estirarla - Bueno yo no iré todavía a Lunargenta, primero debo buscar que comeré mas tarde. Así que si gustas te acompañamos a la entrada - Dije mirando a la pequeña elfa - Y luego usted y yo nos iremos a buscar algo de comer - dije sonriendo.
Mientras esperaba una respuesta de parte de ambos me dedique a escuchar el canto de los pájaros, la primera vez que vine lo que me había recibido había sido el canto de las criaturas nucturnas pero las diurnas también tenían su música adorable.
Zukura Kito
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Arethusa le dedica un guiño al chico cuando le acusa de ser exagerada. ¡Qué atrevido! Debe de saber que se equivoca. Ella no es una exagerada. ¿Dramática? Si le hubiera dicho eso, no lo habría negado. Al contrario, lo hubiera tomado como un halago. El mayor piropo que se le puede dar a una actriz es llamarle dramática. Pero, ese no es el caso que nos atañe. Lo que el chico le ha llamado ha sido exagerada. Arethusa acompaña el guiño inflando los mofletes de aire. Por un lago, el lado del guiño, está feliz por haber podido juntar una pareja tan adorable y, por el otro lado, el de los mofletes hinchados, está enfurruñada. ¿Y qué es lo más importante? Que haya unido a la pareja con su música. ¿Acaso alguien lo duda? El violín, a la hora de hacer feliz a la gente, es un arma más poderosa que las magdalenas de chocolate.
Todo el aire que ha acumulado en sus mofletes lo suelta de golpe al escuchar la negativa del abrazo. ¡A no, por ahí sí que no pasa! El abrazo es obligado. Todo el mundo sabe que una reconciliación sin abrazo no es una reconciliación.
-El abrazo es muy necesario- Arethusa ha dejado de tocar el violín y bailar entorno a la futura pareja. Con el arco del instrumento, empuja la espalda del chico hacia la chica- Tus fechorías justificaran los remordimientos de tu conciencia cuando le des un abrazo- dice imitando la voz del chico. -¿Podrías ayudarme?- le dice a la chica- No soy tan fuerte como parezco-.
¡Lunargenta! Es verdad. Ese es el nombre de la ciudad de los humanos. ¿Cómo había podido ser tan tonta como para olvidar un nombre tan sencillo? La próxima vez no se olvidará. Rápidamente, la pequeña cabeza de la elfa se pone a funcionar y se inventa un juego de palabra para acordarse del nombre de Lunargenta.
-Luna se sienta- dice el juego de palabras sin darse cuenta. Rápidamente, se tapa la boca con las dos manos antes de que ninguno de sus dos nuevos amigos le preguntase qué ha dicho. –No habéis oído nada- le amenaza a ambos con el arco del violín.
La idea de viajar los tres juntos a Lunargenta (Luna se sienta) le resulta muy atractiva. Esta vez, nada de saltos, aplausos ni bailes. Arethusa no quiere que la acusen otra vez de exagerada. Se queda quieta en el sitio, con las manos cruzadas y mira de reojo a los dos chicos con los que viajaría a la ciudad de los humanos.
-Parece que no soy la única que comete fechorías. –le da un toque al chico con el arco del violín. - Luego no quieres compartir una magdalena, cogida con toda la buena voluntad del mundo, conmigo- le saca la lengua. - Al final, las únicas señoritas decentes, seremos tú y yo.- se da cuenta que no sabe algo de vital de importancia- Me llamo Arethusa Lein.- dice poniendo el arco de su violín sobre su frente en un gesto de saludo- ¿Y vosotros? De donde vengo dicen que los humanos tenéis los nombres tan raros como los de vuestras ciudades o tanto como vuestra tierra con sabor a chocolate. Olvidad eso último- sin dejar de reír, hace un movimiento con las manos como si estuviera apartando lo que acaba de decir hacia un lado del lugar donde se encuentra.
Todo el aire que ha acumulado en sus mofletes lo suelta de golpe al escuchar la negativa del abrazo. ¡A no, por ahí sí que no pasa! El abrazo es obligado. Todo el mundo sabe que una reconciliación sin abrazo no es una reconciliación.
-El abrazo es muy necesario- Arethusa ha dejado de tocar el violín y bailar entorno a la futura pareja. Con el arco del instrumento, empuja la espalda del chico hacia la chica- Tus fechorías justificaran los remordimientos de tu conciencia cuando le des un abrazo- dice imitando la voz del chico. -¿Podrías ayudarme?- le dice a la chica- No soy tan fuerte como parezco-.
¡Lunargenta! Es verdad. Ese es el nombre de la ciudad de los humanos. ¿Cómo había podido ser tan tonta como para olvidar un nombre tan sencillo? La próxima vez no se olvidará. Rápidamente, la pequeña cabeza de la elfa se pone a funcionar y se inventa un juego de palabra para acordarse del nombre de Lunargenta.
-Luna se sienta- dice el juego de palabras sin darse cuenta. Rápidamente, se tapa la boca con las dos manos antes de que ninguno de sus dos nuevos amigos le preguntase qué ha dicho. –No habéis oído nada- le amenaza a ambos con el arco del violín.
La idea de viajar los tres juntos a Lunargenta (Luna se sienta) le resulta muy atractiva. Esta vez, nada de saltos, aplausos ni bailes. Arethusa no quiere que la acusen otra vez de exagerada. Se queda quieta en el sitio, con las manos cruzadas y mira de reojo a los dos chicos con los que viajaría a la ciudad de los humanos.
-Parece que no soy la única que comete fechorías. –le da un toque al chico con el arco del violín. - Luego no quieres compartir una magdalena, cogida con toda la buena voluntad del mundo, conmigo- le saca la lengua. - Al final, las únicas señoritas decentes, seremos tú y yo.- se da cuenta que no sabe algo de vital de importancia- Me llamo Arethusa Lein.- dice poniendo el arco de su violín sobre su frente en un gesto de saludo- ¿Y vosotros? De donde vengo dicen que los humanos tenéis los nombres tan raros como los de vuestras ciudades o tanto como vuestra tierra con sabor a chocolate. Olvidad eso último- sin dejar de reír, hace un movimiento con las manos como si estuviera apartando lo que acaba de decir hacia un lado del lugar donde se encuentra.
Arethusa Lein
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Inhaló profundamente estirando su espalda, precipitándose hacia el cielo para prepararse. El aroma de la fresca brisa matutina seguía plasmada en el aire, cosa que reconfortaba su espíritu y le llenaba de motivación para soportar sus propios huesos cansados. Retorció sus sucios dedos restregados en polvo y movió su pelo cenizo fuera de su vista.
El empujón de la chica terminó por ser desagradable para él. A traición y luego de que hubiese manifestado su inconformidad... Johannes lo había dejado pasar como si nada, incluso aún luego de esa charada a sus palabras pasadas en las que no supo distinguir si se trataba de una burla u otra cosa. De manera forzada emitió una leve sonrisa para apartarse de la forma más benévola que el humor le ha permitido.
La pregunta de la mujer terminó por despertarlo. A pesar de que Johannes hubiera preferido no ser cuestionado, era natural para él que cualquier ser pensante estuviera lleno de dudas e inconformidades. —De repente me he sentido claustrofóbico—. Respondió con sencillez a la pregunta mientras giraba levemente la mirada hacia la joven quien balbuceaba probablemente para si misma. —He pasado mucho tiempo entre sus muros y ahora no hay nada en ese lugar que me detenga—. Añadió para construir una replica más satisfactoria.
La respuesta de la joven, aunque acertada, le había calado como sal en una herida. Volvió a mirarla directamente a los ojos, Negó su procedencia y casi humorísticamente respondió: —Al menos eso compartimos—. Para después sonreírle de manera soberbia a la pequeña. Fechorías de ningún modo podría llamarse solo así a todo lo que el asesino había perpetrado entre los muros de Lunargenta y es ahora así que debía cargar con los "remordimientos de su conciencia". El joven casi echa a reír de forma irónica, pero arqueo su vientre y encorvó su espalda para reprimir ese enfermo sentir.
—Mi nombre es Seyren—. Respondió tan rápido como un relámpago luego de que la pequeña se presentara. Aquel nombre había llegado solo así como así y le había agradado tanto que no lo había pensado dos veces para tomarlo como suyo. —{b]Es un placer, señorita Arethusa Lein y señorita Sukura[/b]—. Dijo en tono animado, incluso riendo de aquel comentario de la forastera por los nombres de los de su raza. —Ahora que lo pienso, quizás realmente sean raros si consideramos la brecha racial y cultural—. Añadió para animar a la joven y motivarla a no sentirse cohibida por sus actos.
Johannes dio media vuelta para dirigirse al sendero y cumplir su palabra ante sus compañeras. Fugazmente recordaba la noche anterior en la cual había jurado comenzar de nuevo tal como el sol de la mañana había llegado para acariciar afablemente su rostro. —Síganme. Seguramente encontraremos la forma de pagar aquel desperdicio de alimento y usted señorita, encontrará muy interesante la ciudad de los humanos, incluso aun si esta no posee un sabor a chocolate—. Añadió mirando por encima de su hombro.
El empujón de la chica terminó por ser desagradable para él. A traición y luego de que hubiese manifestado su inconformidad... Johannes lo había dejado pasar como si nada, incluso aún luego de esa charada a sus palabras pasadas en las que no supo distinguir si se trataba de una burla u otra cosa. De manera forzada emitió una leve sonrisa para apartarse de la forma más benévola que el humor le ha permitido.
La pregunta de la mujer terminó por despertarlo. A pesar de que Johannes hubiera preferido no ser cuestionado, era natural para él que cualquier ser pensante estuviera lleno de dudas e inconformidades. —De repente me he sentido claustrofóbico—. Respondió con sencillez a la pregunta mientras giraba levemente la mirada hacia la joven quien balbuceaba probablemente para si misma. —He pasado mucho tiempo entre sus muros y ahora no hay nada en ese lugar que me detenga—. Añadió para construir una replica más satisfactoria.
La respuesta de la joven, aunque acertada, le había calado como sal en una herida. Volvió a mirarla directamente a los ojos, Negó su procedencia y casi humorísticamente respondió: —Al menos eso compartimos—. Para después sonreírle de manera soberbia a la pequeña. Fechorías de ningún modo podría llamarse solo así a todo lo que el asesino había perpetrado entre los muros de Lunargenta y es ahora así que debía cargar con los "remordimientos de su conciencia". El joven casi echa a reír de forma irónica, pero arqueo su vientre y encorvó su espalda para reprimir ese enfermo sentir.
—Mi nombre es Seyren—. Respondió tan rápido como un relámpago luego de que la pequeña se presentara. Aquel nombre había llegado solo así como así y le había agradado tanto que no lo había pensado dos veces para tomarlo como suyo. —{b]Es un placer, señorita Arethusa Lein y señorita Sukura[/b]—. Dijo en tono animado, incluso riendo de aquel comentario de la forastera por los nombres de los de su raza. —Ahora que lo pienso, quizás realmente sean raros si consideramos la brecha racial y cultural—. Añadió para animar a la joven y motivarla a no sentirse cohibida por sus actos.
Johannes dio media vuelta para dirigirse al sendero y cumplir su palabra ante sus compañeras. Fugazmente recordaba la noche anterior en la cual había jurado comenzar de nuevo tal como el sol de la mañana había llegado para acariciar afablemente su rostro. —Síganme. Seguramente encontraremos la forma de pagar aquel desperdicio de alimento y usted señorita, encontrará muy interesante la ciudad de los humanos, incluso aun si esta no posee un sabor a chocolate—. Añadió mirando por encima de su hombro.
Johannes
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Me quede mirando en silencio a la pequeña elfa y al Muchacho humano mientras hablaban ya que se veían concentrados no quise molestar asi que me concentre en otras cosas mientras esperaba partir en dirección de Lunargenta Esa elfa o es muy distraída o es muy tonta dije en mi mente mientras veía como los juegitos de la elfa hacían enojar al humano aunque este se calmaba o lo ocultaba para no molestar ¿Luna se sienta? Me pregunte cuando la pequeña elfa lo menciono y luego se cubrió la boca, esa niña me parecía muy tierna hasta sierto punto, el claro ejemplo de una niña que le ve el lado bueno a todo.
Luego me dedique a escuchar las explicaciones del muchacho de cabello blanco sobre el porque se va de Lunargenta mas o menos lo mismo por lo que me fui de Ulmer aunque lo mío es temporal mente - Te comprendo... Frustra hacer lo mismo, ver lo mismo todo los dias - Dije mirando al muchacho con una media sonrisa en el rostro
Luego de que el muchacho y la elfa terminaran de,lo que ante mi parecía, discutir se presento - Es un placer Seyren - le dije con una sonrisa, me quede algo confundida por el comentario de la tierra sabor a chocolate no pude evitar el comentario el cual en vez de ser en mi mente seme escapo - ¿Los elfos comen tierra? - Al darme cuenta de mi comentario solo me queda esperar que la niña no se enfade lo cual lo dudo por su forma benévola de ser.
Luego me dedique a escuchar las explicaciones del muchacho de cabello blanco sobre el porque se va de Lunargenta mas o menos lo mismo por lo que me fui de Ulmer aunque lo mío es temporal mente - Te comprendo... Frustra hacer lo mismo, ver lo mismo todo los dias - Dije mirando al muchacho con una media sonrisa en el rostro
Luego de que el muchacho y la elfa terminaran de,lo que ante mi parecía, discutir se presento - Es un placer Seyren - le dije con una sonrisa, me quede algo confundida por el comentario de la tierra sabor a chocolate no pude evitar el comentario el cual en vez de ser en mi mente seme escapo - ¿Los elfos comen tierra? - Al darme cuenta de mi comentario solo me queda esperar que la niña no se enfade lo cual lo dudo por su forma benévola de ser.
Zukura Kito
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
El chico se llama Seyren. Es un bonito nombre, a Arethusa le gusta. Por extraño que parezca, no le resulta tan raro ni exótico el nombre como esperaba. Si la tierra no sabe a chocolate, los humanos no tienen por qué tener nombres exóticos. Aun así, reconoce que es un nombre bonito y que le gusta. Corto, normal y bonito. De la chica no puede decir lo mismo. Ella no se ha presentado. No ha dicho como se llama. ¿Será por qué tiene un nombre feo? Arethusa no lo cree posible. Ella piensa que todo el mundo tiene un nombre bueno capaz de definir la historia de cada persona. Como papá que le puso Arethusa de nombre porque en élfico significa elfa inmortal. No, si no quiere decir su nombre no puede ser porque no le guste. ¿Qué otro motivo puede haber? La respuesta viene de la mano de la palabra favorita de Seyren: Fechorías. Si la chica no dice su nombre podría ser porque ella es una importante criminal buscada por todas las ciudades de los humanos por cometer muchos crímenes-fechorías. ¡Qué emocionante!
Ahora que no tiene una caravana con la que viajar a Lunargenta (Luna Se Sienta) se tiene que conformar con dejarse guiar por Seyren. Confía en él y sabe que le va a llevar por muy buen camino sin pararse, cada dos por tres, a renegar a la pequeña elfa por hablar demasiado o por tocar el violín (ese maldito trasto infernal como decía el conductor de la caravana). Sin pensarlo más de dos veces, vuelve a poner su violín por encima de su hombro derecho y empieza a tocar una canción que improvisa sobre la marcha.
La chica misteriosa todavía sin nombre y que posiblemente tenga un pasado muy oscuro cargado de crimines y fechorías, pregunta si la los elfos comen tierra. Arethusa suelta una gran carcajada sin dejar de tocar su violín mientras caminan.
-¡Por supuesto que no!- el ritmo de la canción se vuelve más acelerado en compañía de las carcajadas de la elfa- Sois los humanos quienes coméis tierra. Eso dicen en la ciudad de donde venga. A los niños, antes de llevarlos a dormir, se les cuenta cuentos sobre los humanos y su tierra con sabor a chocolate. Crecí con eso cuentos y siempre me imaginé las ciudades de los humanos bañadas con una lluvia de chocolate que es la causante de que vuestra tierra sepa a chocolate. ¿Lo de la lluvia de chocolate también es mentira como lo de la tierra?- el tono de violín se vuelve más agudo. Arethusa se encoge de hombros y se responde así misma adelantándose a sus nuevos amigos- Supongo que una no puede pretender conocer una ciudad solo por los cuentos de niños que se cuentan sobre ésta. ¿A vosotros os han contado cuentos sobre las ciudades de los elfos? Seguro que pensáis que vivimos en árboles con sabor a nubes de azúcar. ¡Qué sepáis que eso no es verdad, os han mentido!- se burla de sus amigos sacándoles la lengua y cambiando el tono de la canción a uno más alegre.
Ahora que no tiene una caravana con la que viajar a Lunargenta (Luna Se Sienta) se tiene que conformar con dejarse guiar por Seyren. Confía en él y sabe que le va a llevar por muy buen camino sin pararse, cada dos por tres, a renegar a la pequeña elfa por hablar demasiado o por tocar el violín (ese maldito trasto infernal como decía el conductor de la caravana). Sin pensarlo más de dos veces, vuelve a poner su violín por encima de su hombro derecho y empieza a tocar una canción que improvisa sobre la marcha.
La chica misteriosa todavía sin nombre y que posiblemente tenga un pasado muy oscuro cargado de crimines y fechorías, pregunta si la los elfos comen tierra. Arethusa suelta una gran carcajada sin dejar de tocar su violín mientras caminan.
-¡Por supuesto que no!- el ritmo de la canción se vuelve más acelerado en compañía de las carcajadas de la elfa- Sois los humanos quienes coméis tierra. Eso dicen en la ciudad de donde venga. A los niños, antes de llevarlos a dormir, se les cuenta cuentos sobre los humanos y su tierra con sabor a chocolate. Crecí con eso cuentos y siempre me imaginé las ciudades de los humanos bañadas con una lluvia de chocolate que es la causante de que vuestra tierra sepa a chocolate. ¿Lo de la lluvia de chocolate también es mentira como lo de la tierra?- el tono de violín se vuelve más agudo. Arethusa se encoge de hombros y se responde así misma adelantándose a sus nuevos amigos- Supongo que una no puede pretender conocer una ciudad solo por los cuentos de niños que se cuentan sobre ésta. ¿A vosotros os han contado cuentos sobre las ciudades de los elfos? Seguro que pensáis que vivimos en árboles con sabor a nubes de azúcar. ¡Qué sepáis que eso no es verdad, os han mentido!- se burla de sus amigos sacándoles la lengua y cambiando el tono de la canción a uno más alegre.
Arethusa Lein
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Paso a paso, Johannes guió a sus nuevas compañeras por los caminos gastados (y ya muy conocidos) que utilizaba siempre en sus visitas a la ciudad amurallada. Tal como día a día lo habría hecho con su padre en compañía de su fiel yegua para entregar sus productos en el mercado del puerto en donde le encantaba llenar sus pulmones de ese salado y fresco aire acompañado por el ajetreo del gentío y el florido lenguaje de los marineros.
El camino permanecía vació hasta ahora. La gentileza del viento proveía el aliento suficiente para continuar, aún con el estomago vació y una mente llena de conjeturas e incertidumbre. El muchacho fijó su mirada al horizonte, ahí donde el camino se desvanecía en el cielo, intentó ocultar el sonido del arrastre de sus pies cansados y escuchó con atención la melodía de su compañera.
De un momento a otro, Johannes inclino su pecho hacia delante mientras carraspeaba la garganta. Prolongó un fuerte parpadeo, reprimió la risa y acomodo una amplia sonrisa entre sus labios sin mirar a sus compañeras. Le había parecido gracioso aquel comentario sobre las dudosas costumbres alimenticias de los elfos.
Estiró su espalda y echó su cabeza hacia atrás para mirar hacia el cielo mientras se divertía al escuchar la respuesta de la pequeña forastera. Singular joven la que había decidido acompañar en este día. Esta vez su carcajada no le pareció algo molesto si no, algo contagioso, aunque, el que fue un asesino, no estuviera acostumbrado a expresarse de esa forma tan sensata y libre.
Volvió a mirar al horizonte. Escuchaba emocionado el relato de la pequeña, recordando aquellos cuentos, relatos y leyendas que alguna vez habría relatado su madre para él. —No tenia idea—. Respondió curioso ante la declaración de la intérprete.
—Nuestra tierra no tiene sabor a chocolate, así como la lluvia es tan insípida e incolora como en cualquier otra región —Respondió de la forma más benévola, sintiendo que se trataba de uno de esos crueles viejos rompiendo las creencias de un inocente niño—. Pero he de agregar que es el mejor relato que he escuchado sobre la ciudad de los humanos.—Añadió con entusiasmo—. No, los humanos no comemos tierra. En cambio, seguro encontrará platillos exquisitos en su visita por la ciudad.
Mientras seguía la marcha, Johannes desvió la mirada para hacer memoria. Indagó profundamente en sus recuerdos. En aquellos días donde poner un pie cerca del arroyo significaba estar ya muy lejos de casa. Donde las razas se mezclaban entre los muros de Lunargenta para coexistir de manera pacifica y equilibrada. Cuando un comentario fuera del lugar podía ofender la sensibilidad de los presentes. Su padre le había enseñado a tener cuidado con todo ese tipo de cuestiones. «Ten en cuenta que poco es lo que parece» Recordó ante sus lecciones para no crear una imagen prediseñada de todo lo que le rodeaba.
—“Los Elfos son seres ingeniosos. Sus productos son finos cual seda. Sus poderes van más allá de la concepción del hombre, y su generosidad… Su generosidad no tiene límites”. —Citó mientras regresaba la mirada por encima de su hombro—. Es lo que decía mi padre, a diferencia de mi tío quien aseguraba: “Sus casas se alzan sobre los árboles. Los bebés nacen de flores. Sus ritos se acompañan de luz y brillo entre pétalos flotando sobre el aire”. —Dijo, fingiendo una gruesa voz—. ¿Usted qué dice? —Preguntó refiriéndose a Sukura—. ¿Que relatos circulan de allá de donde proviene?
El camino permanecía vació hasta ahora. La gentileza del viento proveía el aliento suficiente para continuar, aún con el estomago vació y una mente llena de conjeturas e incertidumbre. El muchacho fijó su mirada al horizonte, ahí donde el camino se desvanecía en el cielo, intentó ocultar el sonido del arrastre de sus pies cansados y escuchó con atención la melodía de su compañera.
De un momento a otro, Johannes inclino su pecho hacia delante mientras carraspeaba la garganta. Prolongó un fuerte parpadeo, reprimió la risa y acomodo una amplia sonrisa entre sus labios sin mirar a sus compañeras. Le había parecido gracioso aquel comentario sobre las dudosas costumbres alimenticias de los elfos.
Estiró su espalda y echó su cabeza hacia atrás para mirar hacia el cielo mientras se divertía al escuchar la respuesta de la pequeña forastera. Singular joven la que había decidido acompañar en este día. Esta vez su carcajada no le pareció algo molesto si no, algo contagioso, aunque, el que fue un asesino, no estuviera acostumbrado a expresarse de esa forma tan sensata y libre.
Volvió a mirar al horizonte. Escuchaba emocionado el relato de la pequeña, recordando aquellos cuentos, relatos y leyendas que alguna vez habría relatado su madre para él. —No tenia idea—. Respondió curioso ante la declaración de la intérprete.
—Nuestra tierra no tiene sabor a chocolate, así como la lluvia es tan insípida e incolora como en cualquier otra región —Respondió de la forma más benévola, sintiendo que se trataba de uno de esos crueles viejos rompiendo las creencias de un inocente niño—. Pero he de agregar que es el mejor relato que he escuchado sobre la ciudad de los humanos.—Añadió con entusiasmo—. No, los humanos no comemos tierra. En cambio, seguro encontrará platillos exquisitos en su visita por la ciudad.
Mientras seguía la marcha, Johannes desvió la mirada para hacer memoria. Indagó profundamente en sus recuerdos. En aquellos días donde poner un pie cerca del arroyo significaba estar ya muy lejos de casa. Donde las razas se mezclaban entre los muros de Lunargenta para coexistir de manera pacifica y equilibrada. Cuando un comentario fuera del lugar podía ofender la sensibilidad de los presentes. Su padre le había enseñado a tener cuidado con todo ese tipo de cuestiones. «Ten en cuenta que poco es lo que parece» Recordó ante sus lecciones para no crear una imagen prediseñada de todo lo que le rodeaba.
—“Los Elfos son seres ingeniosos. Sus productos son finos cual seda. Sus poderes van más allá de la concepción del hombre, y su generosidad… Su generosidad no tiene límites”. —Citó mientras regresaba la mirada por encima de su hombro—. Es lo que decía mi padre, a diferencia de mi tío quien aseguraba: “Sus casas se alzan sobre los árboles. Los bebés nacen de flores. Sus ritos se acompañan de luz y brillo entre pétalos flotando sobre el aire”. —Dijo, fingiendo una gruesa voz—. ¿Usted qué dice? —Preguntó refiriéndose a Sukura—. ¿Que relatos circulan de allá de donde proviene?
Johannes
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Mientras caminaba solo le prestaba atención a la música de la elfa y la carcajada del muchacho frente a mi comentario sobre si los elfos comían tierra no pude evitar sonreír ante los comentarios de ambos sobre los mitos y cuentos de a ambos le contaban sobre la especie del otro luego se vio atrapada en el círculo de cuentos a lo cual solo pude mostrar una sonrisa ante aquella pregunta que el joven Seyren le iso - Pues para ser sincera nunca preste atención alguna a los cuentos de mi gente... Y mucho menos a los de otras especies... Nunca fui fanática de los cuentos - me rasque la nuca mientras caminaba.
Que vergonzoso ellos contando los lindos cuentos de hadas que les decían de pequeño y yo ni me acuerdo de los que me contaban a mí - Pero me gustaría mucho seguir escuchando sus historias se escuchan divertidas asi que sigan contando - Dije con una sonrisa mientras le seguía el paso - Oye - Dije mirando a la elfa mientras tocaba - Además de lo del mito de la tierra y los nombres raros cual es la causa de que viajaras desde el sur hasta aquí? - le dije mientras escuchaba su música y el muchacho seguía caminando al frente de forma seria.
Me incline hacia la elfa para murmurarle - Como que nuestro compañero esta muy serio... Sabes algo para alegrarle el día - le dije mientras caminábamos, algo que parecía sobre salir de la personalidad de la pequeña elfa era tratar de hacer el día de las personas mas alegres asi que un pequeño juego no caería mal en el camino hacia Lunargenta, solo espere la idea de la pequeña para pasar el rato.
Que vergonzoso ellos contando los lindos cuentos de hadas que les decían de pequeño y yo ni me acuerdo de los que me contaban a mí - Pero me gustaría mucho seguir escuchando sus historias se escuchan divertidas asi que sigan contando - Dije con una sonrisa mientras le seguía el paso - Oye - Dije mirando a la elfa mientras tocaba - Además de lo del mito de la tierra y los nombres raros cual es la causa de que viajaras desde el sur hasta aquí? - le dije mientras escuchaba su música y el muchacho seguía caminando al frente de forma seria.
Me incline hacia la elfa para murmurarle - Como que nuestro compañero esta muy serio... Sabes algo para alegrarle el día - le dije mientras caminábamos, algo que parecía sobre salir de la personalidad de la pequeña elfa era tratar de hacer el día de las personas mas alegres asi que un pequeño juego no caería mal en el camino hacia Lunargenta, solo espere la idea de la pequeña para pasar el rato.
Zukura Kito
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Mira a sus dos nuevos amigos como nunca los ha visto hasta el momento. Seyren y la chica (todavía sin nombre) han pasado de querer matarse por una tonta discusión sobre comida y vagabundos a estar sonriendo como dos adolescentes. ¡Son tan monos! Todo se lo debe por los cuentos y por la tierra que no sabe a chocolate. Si Arethusa no hubiera metido la pata al creer que sus cuentos son reales, no habría podido hacer sonreír a aquellos dos. Al fin, la torpeza de la pequeña elfa, le lleva a hacer algo bueno. A partir de hoy, cada vez que Eámanë reniegue a Arethusa llamándola torpe porque se le ha caído un vaso al suelo, le recordará que, gracias a esa torpeza, había conseguido hacer sonreír a dos humanos que estaban a punto de pegarse. Entonces, Arethusa le dirá con una mueca divertida: “Ya te gustaría ser tan torpe como yo”. Y Eámanë tendrá que disculparse por haberla llamado torpe. Es posible que incluso prepare una tarta de chocolate (no de tierra) para felicitar a Arethusa por su torpeza.
La pequeña elfa está tan distraída en sus pensamientos que no presta atención a lo que dice Seyren. Se da cuenta que ya no habla con palabras tan complicadas ni con frases tan cortas; eso es algo bueno, pero no Arethusa es incapaz de saber qué está diciendo. Su mente está ocupada imaginando todas las cosas que diría su hermana mayor cuando se entere que Arethusa ha conseguido dos amigos nuevos solo por tocar el violín y contar los cuentos de la tierra con sabor a chocolate que la misma Eámanë le contaba de niña.
¿Los bebés nacen de flores? Es lo último de los cuentos del chico que Arethusa alcanza a oír. Es tan gracioso que la elfa no puede evitar soltar una gran carcajada. Una nota de su violín sale aguda y desafinada. Se está riendo tanto por lo que ha dicho Seyren que ha perdido la concentración de lo que estaba tocando.
-Dile a tu tío de mi parte que no tiene la menor idea de cómo somos los elfos en realidad- contesta enfurruñada, pero sin dejar de reírse.- Los bebés elfos son demasiado grandes, ¡no caben dentro de las flores! Tú tío no tiene ni idea- termina sacándole la lengua a Seyren como burla.
La chica dice que no conoce ningún cuento y es una lástima. Arethusa se muere de ganas por saber qué clase de cosas le habían contado sus padres de pequeña para que ella fuera tan arisca como para atacar a un chico porque no quería su comida. Seguro que en lugar de cuentos, a esa chica, le han contado historias de guerras bélicas que deban miedo. La elfa recuerda que a su padre le gustaban mucho esas historias y, de vez en cuando, bromeaba con ella amenazándola con contarle cómo murió el héroe elfo Granduriel el Sabio a manos de un loco y aterrador brujo. Siempre que papá intentaba contar ese cuento, Arethusa (de niña) se tapaba las orejas y chillaba para que no continuase. Esa historia siempre le causó pesadillas. ¿La chica misteriosa conocerá la historia de cómo murió Granduriel? Arethusa cree que así es. Por su apariencia, parece la clase de chicas que ha cometido muchas fechorías y que disfrutan de los cuentos que dan miedo.
Puede que no conozca ningún cuento, pero tiene muy buenas ideas. La chica misteriosa se fija que Seyren sigue con cara de pocos amigos y le pregunta a la elfa que si pueden hacer algo para alegrarle. ¡La duda ofende! Arethusa conoce mil y un trucos para alegrar a sus amigos. Si ha podido hacer que los dos humanos sonrían después de que casi fueran a matarse a puñetazos, la pequeña elfa es capaz de cualquier cosa.
Guiña un ojo a la chica misteriosa y señala con la cabeza al Seyren.
-¡A por el!- deja el violín y el arco un lado en el suelo y se lanza contra el chico a hacer le cosquillas por la axila y el torso. -¡No escaparás de mis poderosas cosquillas!-
La pequeña elfa está tan distraída en sus pensamientos que no presta atención a lo que dice Seyren. Se da cuenta que ya no habla con palabras tan complicadas ni con frases tan cortas; eso es algo bueno, pero no Arethusa es incapaz de saber qué está diciendo. Su mente está ocupada imaginando todas las cosas que diría su hermana mayor cuando se entere que Arethusa ha conseguido dos amigos nuevos solo por tocar el violín y contar los cuentos de la tierra con sabor a chocolate que la misma Eámanë le contaba de niña.
¿Los bebés nacen de flores? Es lo último de los cuentos del chico que Arethusa alcanza a oír. Es tan gracioso que la elfa no puede evitar soltar una gran carcajada. Una nota de su violín sale aguda y desafinada. Se está riendo tanto por lo que ha dicho Seyren que ha perdido la concentración de lo que estaba tocando.
-Dile a tu tío de mi parte que no tiene la menor idea de cómo somos los elfos en realidad- contesta enfurruñada, pero sin dejar de reírse.- Los bebés elfos son demasiado grandes, ¡no caben dentro de las flores! Tú tío no tiene ni idea- termina sacándole la lengua a Seyren como burla.
La chica dice que no conoce ningún cuento y es una lástima. Arethusa se muere de ganas por saber qué clase de cosas le habían contado sus padres de pequeña para que ella fuera tan arisca como para atacar a un chico porque no quería su comida. Seguro que en lugar de cuentos, a esa chica, le han contado historias de guerras bélicas que deban miedo. La elfa recuerda que a su padre le gustaban mucho esas historias y, de vez en cuando, bromeaba con ella amenazándola con contarle cómo murió el héroe elfo Granduriel el Sabio a manos de un loco y aterrador brujo. Siempre que papá intentaba contar ese cuento, Arethusa (de niña) se tapaba las orejas y chillaba para que no continuase. Esa historia siempre le causó pesadillas. ¿La chica misteriosa conocerá la historia de cómo murió Granduriel? Arethusa cree que así es. Por su apariencia, parece la clase de chicas que ha cometido muchas fechorías y que disfrutan de los cuentos que dan miedo.
Puede que no conozca ningún cuento, pero tiene muy buenas ideas. La chica misteriosa se fija que Seyren sigue con cara de pocos amigos y le pregunta a la elfa que si pueden hacer algo para alegrarle. ¡La duda ofende! Arethusa conoce mil y un trucos para alegrar a sus amigos. Si ha podido hacer que los dos humanos sonrían después de que casi fueran a matarse a puñetazos, la pequeña elfa es capaz de cualquier cosa.
Guiña un ojo a la chica misteriosa y señala con la cabeza al Seyren.
-¡A por el!- deja el violín y el arco un lado en el suelo y se lanza contra el chico a hacer le cosquillas por la axila y el torso. -¡No escaparás de mis poderosas cosquillas!-
Arethusa Lein
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
El joven volvió a sonreír al escuchar la risa de la pequeña y la acompaño de igual manera pues incluso para él era gracioso tal concepto. Brevemente recordó sus viajes por tierra de los elfos, incluso su breve visita al árbol madre en donde había sido recibido de manera gentil, aunque en condiciones desfavorables. Quizás, pensaba el joven, podría volver a pisar la tierra de los elfos y esta vez podría hacerlo en plena condición para indagar más en su cultura y tradiciones. No estaba seguro si seria bienvenido o no una vez más en aquellos territorios pero se trataba de una fuerte posibilidad para decidir nuevamente su rumbo. Después de todo, seria bueno alejarse lo más posible del gremio en las tierras del norte.
El joven regresó en si y su expresión cambió de manera repentina al escuchar las palabras de la elfo. —Oh... Claro, se lo diré cuando lo vea—. Respondió titubeando ante el recuerdo del difunto Richard mientras se limitaba a sonreír de medio lado ente el gesto de su compañera.
Johannes regresó la mirada hacia el frente mientras arqueaba la ceja al escuchar la respuesta de Zukura. Le parecía curioso el hecho de que su compañera habría preferido pasar de escuchar las historias de su cultura, pero se sintió aun más curioso de las entrelineas de su respuesta. —Ahora que lo menciona—. Dijo refiriéndose a la apenada mujer —No acostumbro a hacer este tipo de preguntas tan predecibles, pero mi curiosidad me obliga a cuestionar su procedencia. ¿De donde viene?—. Añadió con gesto amable.
Mientras andaban, los ojos rojos del joven pudieron distinguir movimientos sutiles entre algunos arbustos a varios metros desde su posición. Pensando que se trataba de una pequeña criatura, Johannes se concentraba en los alrededores buscando señales de madrigueras, troncos huecos o cualquier otro lugar que le diera alguna pista de tal actividad. Si la suerte le favorecía, podría pagar de una vez su deuda alimenticia con Sukura.
El joven fijó su mirada en los arbustos y poco a poco llevo su mano hacia el cinturón bajo su camisa que ocultaba sus pequeños cuchillos. Emitió un leve sonido para indicar silencio a sus compañeras y evitar advertir a su presa, aviso que aparentemente fue omitido por ellas. Johannes se preparaba para atacar, pero, con la misma velocidad que un rayo, fue alertado por el grito de batalla de la pequeña elfa quien puso los nervios de punta del joven cual gato en medio de una siesta.
«¿!Un ataque¡? Y por la espalda» Pensaba el joven quien no podía creer tal vileza al fraguar ese siniestro plan. “Esperaban mi descuido” seguía pensando mientras reaccionaba con sus habilidades de asesino. Giro sobre sus pies y encaró a sus agresoras con una tez seria y feroz mientras alcanzaba la empuñadura de uno de sus cuchillos.
Su mano se petrifico tras su espalda. Su cara reflejaba vergüenza y confusión. Quedó mudo ante sus compañeras y se disculpo por semejante reacción. —Me disculpo—. Dijo penoso mientras retiraba sus manos a un lugar donde pudieran verlas. —Me han tomado por sorpresa—. Dijo para justificarse mientras se daba media vuelta nuevamente y seguía caminando —Les agradecería que no volvieran a hacerlo—. Finalizó. Aclaro su garganta y siguió su camino.
El joven regresó en si y su expresión cambió de manera repentina al escuchar las palabras de la elfo. —Oh... Claro, se lo diré cuando lo vea—. Respondió titubeando ante el recuerdo del difunto Richard mientras se limitaba a sonreír de medio lado ente el gesto de su compañera.
Johannes regresó la mirada hacia el frente mientras arqueaba la ceja al escuchar la respuesta de Zukura. Le parecía curioso el hecho de que su compañera habría preferido pasar de escuchar las historias de su cultura, pero se sintió aun más curioso de las entrelineas de su respuesta. —Ahora que lo menciona—. Dijo refiriéndose a la apenada mujer —No acostumbro a hacer este tipo de preguntas tan predecibles, pero mi curiosidad me obliga a cuestionar su procedencia. ¿De donde viene?—. Añadió con gesto amable.
Mientras andaban, los ojos rojos del joven pudieron distinguir movimientos sutiles entre algunos arbustos a varios metros desde su posición. Pensando que se trataba de una pequeña criatura, Johannes se concentraba en los alrededores buscando señales de madrigueras, troncos huecos o cualquier otro lugar que le diera alguna pista de tal actividad. Si la suerte le favorecía, podría pagar de una vez su deuda alimenticia con Sukura.
El joven fijó su mirada en los arbustos y poco a poco llevo su mano hacia el cinturón bajo su camisa que ocultaba sus pequeños cuchillos. Emitió un leve sonido para indicar silencio a sus compañeras y evitar advertir a su presa, aviso que aparentemente fue omitido por ellas. Johannes se preparaba para atacar, pero, con la misma velocidad que un rayo, fue alertado por el grito de batalla de la pequeña elfa quien puso los nervios de punta del joven cual gato en medio de una siesta.
«¿!Un ataque¡? Y por la espalda» Pensaba el joven quien no podía creer tal vileza al fraguar ese siniestro plan. “Esperaban mi descuido” seguía pensando mientras reaccionaba con sus habilidades de asesino. Giro sobre sus pies y encaró a sus agresoras con una tez seria y feroz mientras alcanzaba la empuñadura de uno de sus cuchillos.
Su mano se petrifico tras su espalda. Su cara reflejaba vergüenza y confusión. Quedó mudo ante sus compañeras y se disculpo por semejante reacción. —Me disculpo—. Dijo penoso mientras retiraba sus manos a un lugar donde pudieran verlas. —Me han tomado por sorpresa—. Dijo para justificarse mientras se daba media vuelta nuevamente y seguía caminando —Les agradecería que no volvieran a hacerlo—. Finalizó. Aclaro su garganta y siguió su camino.
Johannes
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Me quede un poco sorprendida por la forma en la que el muchacho reacciono al juego y yo solo reaccione a sujetar a la elfa del hombro para evitar que caminara ya que note que el joven no iba desarmado y era mejor tener algo de precaución, al parecer el también se apeno ya que se disculpo por la acción de atacarnos - No te preocupes, a cualquiera le pasa - solté a la elfa con un suspiro y le susurre - Mejor dejémoslo tranquilo - ya que ni loca empezaría a buscar problemas entrando a la ciudad, luego del pequeño incidente recordé la pregunta del muchacho sobre de donde venía - Soy de Ulmer - dije mientras caminaba detrás de el.
Mientras caminábamos seme vino a la cabeza una pequeña pregunta - Oigan, ustedes de pequeños ¿Como se imaginaban a las demas razas? - pregunte con una media sonrisa ya que simplemente no podía evitarlo ya que posiblemente tuvieran la imagen de personas muy velludos que se la pasaban en taparrabos y en el bosque, esa sola idea me daba risa de la misma manera en la que yo de pequeña me imaginaba a los dragones o elfos durmiendo en arboles - Vamos díganme no creo ser la única que se pequeña se imaginaba a las otras razas de forma graciosa... Yo me imaginaba de pequeña a los elfos durmiendo en las ramas de los arboles y un día lo intente, dure unos cuantos días con dolor de espaldas - el mero recuerdo iso que soltara una pequeña risita.
Me quede esperando a que mis compañeros me dijeran la imagen que tenían de las otras especies, ya que no creo ser la única a la cual su mente infantil le iso crear estereotipos muy cómicos de otras razas, pero tenia la leve sospecha de que la pequeña elfa fuera la que mas cosas raras se a imaginado.
Mientras caminábamos seme vino a la cabeza una pequeña pregunta - Oigan, ustedes de pequeños ¿Como se imaginaban a las demas razas? - pregunte con una media sonrisa ya que simplemente no podía evitarlo ya que posiblemente tuvieran la imagen de personas muy velludos que se la pasaban en taparrabos y en el bosque, esa sola idea me daba risa de la misma manera en la que yo de pequeña me imaginaba a los dragones o elfos durmiendo en arboles - Vamos díganme no creo ser la única que se pequeña se imaginaba a las otras razas de forma graciosa... Yo me imaginaba de pequeña a los elfos durmiendo en las ramas de los arboles y un día lo intente, dure unos cuantos días con dolor de espaldas - el mero recuerdo iso que soltara una pequeña risita.
Me quede esperando a que mis compañeros me dijeran la imagen que tenían de las otras especies, ya que no creo ser la única a la cual su mente infantil le iso crear estereotipos muy cómicos de otras razas, pero tenia la leve sospecha de que la pequeña elfa fuera la que mas cosas raras se a imaginado.
Zukura Kito
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Arethusa levanta las manos asustadas justo después de alcanzar el torso de Seyren con sus cosquillas. No quería hacerle daño. ¡Prometido! Solo quería hacerle sonreír tal y como la chica, todavía sin nombre, ha pedido. La idea era genial, no hay duda: Sorprender a Seyren con un ataque de cosquillas con el que se caería al suelo y, una vez en la tierra (que no sabe a chocolate) seguir haciéndole cosquillas hasta que le diera un ataque de risa o alguna cosa similar. Ese es el plan; sin embargo, el resultado, resulta muy diferente: Seyren gira sobre sí mismo en el momento en que las yemas de los dedos de la elfa tocan su cuerpo y la echa hacia atrás con una brusca mirada y una amenaza con su cuchillo.
La elfa traga saliva. No sabe qué hacer. Le es imposible desviar la mirada al suelo o hacia la chica para buscar algo de apoyo, sus ojos, abierto como dos grandes lunas, se quedan fijos en el cuchillo y en los ojos rojos de Seyren. Disculparse puede ser una salida. Arethusa intenta hablar. Se humedece los labios con la lengua y entreabre ligeramente la boca. Quiere decir algo. Lo que fuera. “Perdón, no lo volveré a hacer. No haré más fechorías.” Hablar es tan difícil como apartar los ojos. No puede hacer nada. Siente que no puede moverse. Es como si los ojos rojos de Seyren le hubieran convertido en una estatua.
Seyren es quien rompe el silencio. Es él quien pide disculpas y pide que no vuelvan a pillarle por sorpresa. No es necesario que lo diga una segunda vez. Arethusa ya está escarmentada. No lo volverá a hacer.
Poco a poco, baja los brazos que había levantado con el susto. Se siente más tranquila. Nunca antes le habían amenazado de muerte con un cuchillo. Papá la amenazaba y luego le pegaba con un bastón de madera; no con un cuchillo. Arethusa está temblando de miedo. Involuntariamente, como si fuera un acto de puro reflejo, se acaricia el vientre metiendo su mano en el interior de la blusa.
El último lugar donde papá pegó a Arethusa fue en el vientre. Lo hizo hacía pocas semanas. Había robado de casa de su hermana una cesta con comida para darse a papá. Desde que se murió mamá y las chicas dejaron a papá solo con sus ataques de ira, él no comía bien. Apenas salía de su propia casa. Está solo. Arethusa se lo imagina llorando en un rincón del salón con todos los muebles rotos a base de sus golpes. Es por eso que, de vez en cuando, le roba comida a Eámanë para darse a papá. No debe hacerlo. Sabe que no debería. Aun así lo hace porque, en el recoveco más pequeño de su corazón, echa de menos los días en los que mamá estaba viva y papá, con una sonrisa, levantaba en brazos a una niña que quería ser violinista.
Aquel día, una bestia de ojos centelleantes con el rostro de papá, abrió la puerta. Le dijo a Arethusa que pasara dentro y que dejase la cesta con comida a un lado. Ella obedeció con una mirada solemne clavada al suelo (justo como la tiene ahora que Seyren se ha disculpado). Papá abrió la cesta. Dejo un par de botes y cajas encima de la mesa y lanzó la cesta, con las pocas cosas que dejó dentro, a los pies de Arethusa. Gritó como un oso furioso diciendo que era muy poco. ¡Eámanë se daría cuenta si Arethusa hubiera robado más! Papá insultó a Eámanë llamándola cosas que Arethusa no quería recordar. Luego, cogió el bastón con el que fingía que era demasiado viejo para caminar y golpeó el vientre de su hija.
Arethusa empieza a temblar. Como cuando papá le pegó, agacha la mirada y obedece, sin decir palabra, a todo lo que Seyren y la otra chica dicen. No volverá a pillar por sorpresa a Seyren. ¡Prometido! Se aleja unos pasos de él en compañía de la chica y se queda quieta a un lado, todavía temblando.
La chica cambia de tema. Habla del lugar de donde viene: Ulmer. La elfa nunca ha oído ese nombre antes. Hay muchas ciudades que desconoce. Sabe que hay muchas razas en Aerandir y que cada una de ellas tiene muchas ciudades con diferentes nombres. Pero no sabe qué ciudad pertenece a qué raza. En otro momento, en uno en el que no hubiera recordado a su papá ni se estuviera acariciando el último cardenal que él le dejó, habría preguntado dónde está Ulmer o habría pedido ir a visitar esa ciudad.
En otro momento, quizás. Ahora está muy asustada. Se mantiene callada y escucha lo siguiente que dice la chica.
Habla de cómo se imagina a los elfos. Cuenta una divertida anécdota de cuando se durmió en la rama de un árbol para imitar a los elfos. Arethusa sonríe ligeramente. Saca la mano de debajo de su blusa, no quiere tocar más la herida. Junta las dos manos en un puño y levanta poco a poco la cabeza. Eso mismo le había enseñado papá que tiene qué hacer cada vez que dicta una orden: “Dejar de llorar y obedecer a lo que se te he dicho”.
-Eso es ofensivo para los elfos- intenta sonreír inútilmente- dormimos en mullidas camas hechas de algodón…- iba a continuar la frase, pero, rápidamente, cambia de tema. Recordar las casas de los elfos le hace pensar a papá. - No recuerdo cómo me imaginaba de niña a los humanos- los recuerdos de cuando era niña también le hacen pensar en papá- pero no eran cómo sois vosotros dos. Eso seguro-.
La tonalidad que tiene Arethusa ha cambiado por completo. Cualquiera lo puede notar. Minutos antes, su voz era tan alegre y estaba tan llena de vida como un jardín en plena primavera. Después de pensar en papá tras la amenaza de Seyren con el cuchillo, se ha apagado por completo. Habla por cortesía, porque tiene que obedecer (deja de llorar y obedece a lo que te he dicho). Sus gestos también han cambiado. Antes se movía como si estuviera bailando para acompañar sus palabras. Ahora, es una estatura de ojos vidriosos con las manos unidas que asiente y obedece a cualquier orden. No volverá a pillar a Seyren por sorpresa. Se alejará de él.
La elfa traga saliva. No sabe qué hacer. Le es imposible desviar la mirada al suelo o hacia la chica para buscar algo de apoyo, sus ojos, abierto como dos grandes lunas, se quedan fijos en el cuchillo y en los ojos rojos de Seyren. Disculparse puede ser una salida. Arethusa intenta hablar. Se humedece los labios con la lengua y entreabre ligeramente la boca. Quiere decir algo. Lo que fuera. “Perdón, no lo volveré a hacer. No haré más fechorías.” Hablar es tan difícil como apartar los ojos. No puede hacer nada. Siente que no puede moverse. Es como si los ojos rojos de Seyren le hubieran convertido en una estatua.
Seyren es quien rompe el silencio. Es él quien pide disculpas y pide que no vuelvan a pillarle por sorpresa. No es necesario que lo diga una segunda vez. Arethusa ya está escarmentada. No lo volverá a hacer.
Poco a poco, baja los brazos que había levantado con el susto. Se siente más tranquila. Nunca antes le habían amenazado de muerte con un cuchillo. Papá la amenazaba y luego le pegaba con un bastón de madera; no con un cuchillo. Arethusa está temblando de miedo. Involuntariamente, como si fuera un acto de puro reflejo, se acaricia el vientre metiendo su mano en el interior de la blusa.
El último lugar donde papá pegó a Arethusa fue en el vientre. Lo hizo hacía pocas semanas. Había robado de casa de su hermana una cesta con comida para darse a papá. Desde que se murió mamá y las chicas dejaron a papá solo con sus ataques de ira, él no comía bien. Apenas salía de su propia casa. Está solo. Arethusa se lo imagina llorando en un rincón del salón con todos los muebles rotos a base de sus golpes. Es por eso que, de vez en cuando, le roba comida a Eámanë para darse a papá. No debe hacerlo. Sabe que no debería. Aun así lo hace porque, en el recoveco más pequeño de su corazón, echa de menos los días en los que mamá estaba viva y papá, con una sonrisa, levantaba en brazos a una niña que quería ser violinista.
Aquel día, una bestia de ojos centelleantes con el rostro de papá, abrió la puerta. Le dijo a Arethusa que pasara dentro y que dejase la cesta con comida a un lado. Ella obedeció con una mirada solemne clavada al suelo (justo como la tiene ahora que Seyren se ha disculpado). Papá abrió la cesta. Dejo un par de botes y cajas encima de la mesa y lanzó la cesta, con las pocas cosas que dejó dentro, a los pies de Arethusa. Gritó como un oso furioso diciendo que era muy poco. ¡Eámanë se daría cuenta si Arethusa hubiera robado más! Papá insultó a Eámanë llamándola cosas que Arethusa no quería recordar. Luego, cogió el bastón con el que fingía que era demasiado viejo para caminar y golpeó el vientre de su hija.
Arethusa empieza a temblar. Como cuando papá le pegó, agacha la mirada y obedece, sin decir palabra, a todo lo que Seyren y la otra chica dicen. No volverá a pillar por sorpresa a Seyren. ¡Prometido! Se aleja unos pasos de él en compañía de la chica y se queda quieta a un lado, todavía temblando.
La chica cambia de tema. Habla del lugar de donde viene: Ulmer. La elfa nunca ha oído ese nombre antes. Hay muchas ciudades que desconoce. Sabe que hay muchas razas en Aerandir y que cada una de ellas tiene muchas ciudades con diferentes nombres. Pero no sabe qué ciudad pertenece a qué raza. En otro momento, en uno en el que no hubiera recordado a su papá ni se estuviera acariciando el último cardenal que él le dejó, habría preguntado dónde está Ulmer o habría pedido ir a visitar esa ciudad.
En otro momento, quizás. Ahora está muy asustada. Se mantiene callada y escucha lo siguiente que dice la chica.
Habla de cómo se imagina a los elfos. Cuenta una divertida anécdota de cuando se durmió en la rama de un árbol para imitar a los elfos. Arethusa sonríe ligeramente. Saca la mano de debajo de su blusa, no quiere tocar más la herida. Junta las dos manos en un puño y levanta poco a poco la cabeza. Eso mismo le había enseñado papá que tiene qué hacer cada vez que dicta una orden: “Dejar de llorar y obedecer a lo que se te he dicho”.
-Eso es ofensivo para los elfos- intenta sonreír inútilmente- dormimos en mullidas camas hechas de algodón…- iba a continuar la frase, pero, rápidamente, cambia de tema. Recordar las casas de los elfos le hace pensar a papá. - No recuerdo cómo me imaginaba de niña a los humanos- los recuerdos de cuando era niña también le hacen pensar en papá- pero no eran cómo sois vosotros dos. Eso seguro-.
La tonalidad que tiene Arethusa ha cambiado por completo. Cualquiera lo puede notar. Minutos antes, su voz era tan alegre y estaba tan llena de vida como un jardín en plena primavera. Después de pensar en papá tras la amenaza de Seyren con el cuchillo, se ha apagado por completo. Habla por cortesía, porque tiene que obedecer (deja de llorar y obedece a lo que te he dicho). Sus gestos también han cambiado. Antes se movía como si estuviera bailando para acompañar sus palabras. Ahora, es una estatura de ojos vidriosos con las manos unidas que asiente y obedece a cualquier orden. No volverá a pillar a Seyren por sorpresa. Se alejará de él.
Arethusa Lein
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
El joven continuó caminando. Chasqueaba los dedos de manera nerviosa. De vez en cuando, se rascaba la barbilla y tragaba saliva como si se tratase de un puñado de tierra. Cerraba los parpados apretándolos contra sí y escuchaba como ecos los pasos tras de él de sus compañeras. De algún modo, deseaba que de un momento a otro descubriera que en realidad estaba solo, que aquel par de mujeres se trataran de una alucinación producto del hambre y el cansancio.
Después de haberlo meditado en voz baja, haberse quedado sentado en aquella roca esperando a los buitres no habría sido una mala idea. A pesar de los aparentes esfuerzos de Zukura por desviar la atención hacia otro tipo de temas, Johannes no podía volver la mirada. —Lo siento. No lo recuerdo—. Respondió a secas sobre aquella pregunta y los recuerdos de su infancia. Claro que lo recordaba, pero ahora prefería continuar el camino en silencio y apresurar el paso de manera discreta.
Si sus cálculos no eran erróneos, La muralla de la ciudad aparecería pronto frente a sus ojos y ahí terminaría por cumplir con su palabra. «Quizás» Pensaba, podría ofrecer una suma de dinero a Zukura para pagar por el alimento y no perder más el tiempo en ese páramo a las afueras.
El joven terminó por darse cuenta. Le estaba dando demasiada importancia, le había dotado de mucha atención, más sin embargo, no podía explicarse el porqué. No acostumbraba a reaccionar de esa manera ante ese tipo de situaciones. Si Johannes actuaba de manera equivocada y de algún modo terminaba por ofender o herir a alguien, ¡pues qué más da! Sería el problema de aquel o aquella infeliz que no termine por darse cuenta de que al mercenario le importa una mierda. Esta ocasión no fue así.
Se había propuesto un cambio y, a pesar de eso, sentía que le daba mucha importancia. Johannes regresó la mirada de manera sutil por encima de su hombro. Enfoco su total atención en la joven elfo. La expresión de una flama apagada rodeando su iris, sus gestos, incluso aquellos pasos que antes parecían los de una astuta liebre en el aire ahora eran menguados por la gris aura que le rodeaba. «Esa dolida expresión» Observó. Le recordaba algo o alguien cuyo recuerdo se rehusó a salir a flote.
Regresó la mirada hacia el camino. Quería hacer algo para remendar la fina tela que él con sus garras había destrozado. Aquella noche anterior se lo había propuesto. Debía intentar cambiar de rumbo y buscar su final por otro sendero. Esta podría ser la primera prueba que debía sortear en su metamorfosis pero el mercenario no tenia ni idea de cómo arreglarlo. —Sin embargo—. Susurró casi inaudible. Debía olvidar los limitantes que su prejuicio había impuesto siempre sobre él. Si Johannes no era capaz, entonces Seyren seguro podría hacer algo.
Seyren levantó la mirada y se llevo las manos a la cintura. Comenzó a silbar de manera suave y difusa. Pronto, el silbido se convirtió en una melodía en Crescendo mientras miraba a sus compañeras con gallardía y asomo. Ceso su canto durante algunos instantes y tomo aire para soltar algunas palabras. —No soy bueno con la música. Quizás el violín de la señorita Arethusa haga un mejor trabajo—. Sugirió con una apenada sonrisa. El ritmo y la melodía habían sido proporcionados y, ya fuera que lo acompañaran o no, Seyren comenzó a cantar una vieja melodía cuyo origen estaba puesto en duda. Con una mirada alegre invito a unirse a la joven Zukura.
El chico se esforzaba en hacer sonreír a sus compañeras, en que este primer viaje a la redención fuera algo memorable para los tres. Ya fuera que solo hiciera el ridículo o lograra su cometido, Seyren sentía paz mientras cantaba.
Después de haberlo meditado en voz baja, haberse quedado sentado en aquella roca esperando a los buitres no habría sido una mala idea. A pesar de los aparentes esfuerzos de Zukura por desviar la atención hacia otro tipo de temas, Johannes no podía volver la mirada. —Lo siento. No lo recuerdo—. Respondió a secas sobre aquella pregunta y los recuerdos de su infancia. Claro que lo recordaba, pero ahora prefería continuar el camino en silencio y apresurar el paso de manera discreta.
Si sus cálculos no eran erróneos, La muralla de la ciudad aparecería pronto frente a sus ojos y ahí terminaría por cumplir con su palabra. «Quizás» Pensaba, podría ofrecer una suma de dinero a Zukura para pagar por el alimento y no perder más el tiempo en ese páramo a las afueras.
El joven terminó por darse cuenta. Le estaba dando demasiada importancia, le había dotado de mucha atención, más sin embargo, no podía explicarse el porqué. No acostumbraba a reaccionar de esa manera ante ese tipo de situaciones. Si Johannes actuaba de manera equivocada y de algún modo terminaba por ofender o herir a alguien, ¡pues qué más da! Sería el problema de aquel o aquella infeliz que no termine por darse cuenta de que al mercenario le importa una mierda. Esta ocasión no fue así.
Se había propuesto un cambio y, a pesar de eso, sentía que le daba mucha importancia. Johannes regresó la mirada de manera sutil por encima de su hombro. Enfoco su total atención en la joven elfo. La expresión de una flama apagada rodeando su iris, sus gestos, incluso aquellos pasos que antes parecían los de una astuta liebre en el aire ahora eran menguados por la gris aura que le rodeaba. «Esa dolida expresión» Observó. Le recordaba algo o alguien cuyo recuerdo se rehusó a salir a flote.
Regresó la mirada hacia el camino. Quería hacer algo para remendar la fina tela que él con sus garras había destrozado. Aquella noche anterior se lo había propuesto. Debía intentar cambiar de rumbo y buscar su final por otro sendero. Esta podría ser la primera prueba que debía sortear en su metamorfosis pero el mercenario no tenia ni idea de cómo arreglarlo. —Sin embargo—. Susurró casi inaudible. Debía olvidar los limitantes que su prejuicio había impuesto siempre sobre él. Si Johannes no era capaz, entonces Seyren seguro podría hacer algo.
Seyren levantó la mirada y se llevo las manos a la cintura. Comenzó a silbar de manera suave y difusa. Pronto, el silbido se convirtió en una melodía en Crescendo mientras miraba a sus compañeras con gallardía y asomo. Ceso su canto durante algunos instantes y tomo aire para soltar algunas palabras. —No soy bueno con la música. Quizás el violín de la señorita Arethusa haga un mejor trabajo—. Sugirió con una apenada sonrisa. El ritmo y la melodía habían sido proporcionados y, ya fuera que lo acompañaran o no, Seyren comenzó a cantar una vieja melodía cuyo origen estaba puesto en duda. Con una mirada alegre invito a unirse a la joven Zukura.
—Vamos por las colinas de la tierra,
donde la fantasía es libre.
Donde los picos se encuentran con el cielo
y las rocas llegan al mar
donde los ríos corren claros.
Vamos por las colinas de la tierra,
donde la vida es una canción
y el cantar de los pájaros llena el aire
con su alegría durante todo el día.
Donde el tiempo no influye en los árboles
e incluso el viento canta en sintonía.
Vamos por las colinas de la tierra,
donde la leyenda se mantiene.
Donde las viejas historias agitan el corazón.
Donde el pasado se ha perdido y el futuro
aún no se ha ganado.
Vamos por las colinas de la tierra,
donde la fantasía es libre.
Donde los picos se encuentran con el cielo
y las rocas llegan al mar
donde los ríos corren claros.
donde la fantasía es libre.
Donde los picos se encuentran con el cielo
y las rocas llegan al mar
donde los ríos corren claros.
Vamos por las colinas de la tierra,
donde la vida es una canción
y el cantar de los pájaros llena el aire
con su alegría durante todo el día.
Donde el tiempo no influye en los árboles
e incluso el viento canta en sintonía.
Vamos por las colinas de la tierra,
donde la leyenda se mantiene.
Donde las viejas historias agitan el corazón.
Donde el pasado se ha perdido y el futuro
aún no se ha ganado.
Vamos por las colinas de la tierra,
donde la fantasía es libre.
Donde los picos se encuentran con el cielo
y las rocas llegan al mar
donde los ríos corren claros.
El chico se esforzaba en hacer sonreír a sus compañeras, en que este primer viaje a la redención fuera algo memorable para los tres. Ya fuera que solo hiciera el ridículo o lograra su cometido, Seyren sentía paz mientras cantaba.
Johannes
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Al parecer mi pregunto no había funcionado del todo para animar la situación ya que ambos individuos seguían incomodos por la reacción explosiva de Seyren no ase mucho solté un suspiro de tristeza por la situación poco favorable para el pequeño viaje que hacíamos hasta la murallas, hasta que escuche los murmures del muchacho peli blanco, mire a otro lado y una pequeña idea vino a mi mente si funcionaba la pequeña elfa se animaría sino posiblemente recibiera un que otro golpecito, me puse detrás de la elfa tomándola de las axilas y levantándola del suelo para luego subirla en mis hombros para llevarla de caballito serré los ojos esperando un golpe en la cara echo par las piernas de la elfa, la cual no me parecía muy pesada, lo cual era seguro por su pequeña y delgada contextura abrí los ojos al escuchar al joven silbar una melodía agradable, pues para mi lo eran, no pude evitar sonreír al escuchar la canción del joven y soltar una pequeña risita al ver la sonrisa que me dirigió. Al terminar el joven trate de mantener el equilibrio con la elfa en mis hombros para luego aplaudir - Eso estuvo genial, cantas muy lindo ¿No lo crea? - la pregunta se la dirigí a la elfa mirándola con una sonrisa.
Luego de un instante me acorde de una canción que mi madre me cantaba pero solo recordaba una muy pequeña parte de la canción - Bueno... Etto... También conozco una canción lo que es que no se si me acuerde de la letra completa - dije rascándome el brazo de la cicatriz, tome aire y como había echo Seyren antes de mi empecé a silbar una pequeña melodía con un silbido que para mi gusto sonido demasiado agudo
-
Y me quede viendo a Seyren - Lo gracioso es que, si tus ojos fueran grises diría que también eres un hijo de la luna - dije con una sonrisita mientras llevaba a la pequeña elfa en hombros - Bueno creo que ahora te toca deslumbrarnos de nuevo con tu dulce música - le sonreí de forme tierna.
Luego de un instante me acorde de una canción que mi madre me cantaba pero solo recordaba una muy pequeña parte de la canción - Bueno... Etto... También conozco una canción lo que es que no se si me acuerde de la letra completa - dije rascándome el brazo de la cicatriz, tome aire y como había echo Seyren antes de mi empecé a silbar una pequeña melodía con un silbido que para mi gusto sonido demasiado agudo
-
Tonto el que no entienda. Cuenta una leyenda, que una hembra gitana conjuro la luna hasta el amanecer, llorando pedia que llegara el día desposar caled. Tendrás a tu hombre piel morena, desde el cielo hablo la luna llena, pero a cambio quiero el hijo primero que le engendres a el, que al que su hijo inmola, para no estar sola poco le iba a querer.
Luna quiere ser madre y no encuentras querer que te hagan mujer. Dime luna de plata ¿Que pretendes hacer con un niño de piel?. Hijo de la luna.
De padre canela nació un niño, blanco como el lomo de un armiño, con los ojos grises en vez de aceituna niño albino de luna.
Gitano al creerse desonrado se fue a su mujer cuchillo en mano ¿De quien es el hijo? Me as engaño fijo. Y de muerte la hirió. Luego se fue al monte con el niño en brazos y allí le abandonó.
Luna quiere ser madre y no encuentras querer que te hagan mujer. Dime luna de plata ¿Que pretendes hacer con un niño de piel?. Hijo de la luna.
- Cante mientras caminabaLuna quiere ser madre y no encuentras querer que te hagan mujer. Dime luna de plata ¿Que pretendes hacer con un niño de piel?. Hijo de la luna.
De padre canela nació un niño, blanco como el lomo de un armiño, con los ojos grises en vez de aceituna niño albino de luna.
Gitano al creerse desonrado se fue a su mujer cuchillo en mano ¿De quien es el hijo? Me as engaño fijo. Y de muerte la hirió. Luego se fue al monte con el niño en brazos y allí le abandonó.
Luna quiere ser madre y no encuentras querer que te hagan mujer. Dime luna de plata ¿Que pretendes hacer con un niño de piel?. Hijo de la luna.
Y me quede viendo a Seyren - Lo gracioso es que, si tus ojos fueran grises diría que también eres un hijo de la luna - dije con una sonrisita mientras llevaba a la pequeña elfa en hombros - Bueno creo que ahora te toca deslumbrarnos de nuevo con tu dulce música - le sonreí de forme tierna.
Última edición por Zukura Kito el Sáb 3 Jun - 20:19, editado 1 vez
Zukura Kito
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Re: La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]
Levanta su cabeza, muy despacio, cuando Seyren empieza a silbar. ¿Qué está haciendo? No, la pregunta no es esa. Arethusa sabe perfectamente lo que está haciendo: silbar. ¿Pero por qué? No tiene sentido. Es ilógico. Arethusa no entiende por qué Seyren ha empezado a silbar. ¿Tan raro es? Normalmente, las personas silban cuando caminan para alegrar sus viajes. Sin embargo, a la elfa le parece extraño que Seyren silbase y luego cantase. Él no es una persona normal. Es serio, raro y da miedo. La gente así no canta ni tampoco silba. Cuando papá se convirtió en una persona seria, rara y que daba miedo; también dejó de silbar y de cantar. Pero, Seyren no es como papá. ¿Por qué sigue comparándolo con él? Arethusa está muy confusa. En estos casos, como siempre dice Eámanë, lo mejor es tranquilizarse y dejarse llevar.
Eámanë tiene razón.
Arethusa relaja los hombros y se deja llevar por el silbido de Seyren. No quiere pensar en papá. Aleja la mano de su vientre, lo más lejos posible del último cardenal que papá le hizo. No quiere pensar más en él. No quiere pensar en nada. Dejarse llevar, tal y como Eámanë lo dice, es no pensar en nada.
Cierra los ojos y camina siguiendo el ritmo de la canción. Ya no está caminando por un prado verde que lleva a las murallas de Luna-Se-Sienta. Se imagina que está a lomos de un caballo blanco cruzando las colinas de la vieja canción de Seyren. Ya había escuchado antes esa canción. La compuso un bardo llamado Sllyceth HIbemo. Arethusa conoce todas las canciones de Hibemo; no son nada nuevo para ella. Las ha escuchado y cantado ciento de veces. Sin embargo, a pesar de conocerla muy bien, la canción la hace sonreír. Es justo lo que necesita.
-Gracias- dice en un susurro casi inaudible a la vez que se limpia las lágrimas de la cara con la manga de la camiseta.
La chica, todavía sin nombre, se une a Seyren. Ella canta una leyenda, de sobra conocida, sobre los hijos de la luna. Es una historia preciosa, de las preferidas de la elfa. El primer bardo que escuchó cantar la canción del Hijo de la Luna se llamaba Nocame. Era un dragón que había viajado a Sandorai a contar historias y cantar leyendas. Era muy guapo. Ere el primer hombre con barba que vio. Para Arethusa, verle, fue algo exótico. Se enamoró al instante de aquel dragón. La canción de la chica, unida a su melodiosa voz, le recuerda a su primer amor.
Del mal recuerdo de los ataques de ira de papá, pasa a recordar a su primer amor dragón. La mayor tristeza con la que convive Arethusa, se contrapone con uno de sus recuerdos más felices. Sonríe. Es una gran ligera sonrisa que acompaña con los mofletes colorados de un sutil color rosado.
-Muchas gracias- vuelve a susurrar después de la canción de la chica. Las lágrimas de antes se han convertido en una sonrisa y en el colorete natural de sus mejillas.
Es el turno de Arethusa. Le toca a ella cantar. Su repertorio de canciones es gigantesco, se las conoce todas. Las tristes y las alegres. Las de odio y las de amor. No hay ninguna canción en Aerandir que ella no conozca y, si la hay, pronto la conocerá. ¿Y cuál va a elegir de todas para hoy? Solo hay una posible. Una que se inventó hace unos meses cuando se fue de casa de papá.
Coge el violín, se apoya en el hombro y toca una triste, pero al mismo tiempo valiente melodía de terror.
-I am a woman who walks alone
And when I'm walking a dark road
At night or strolling through the park
When the light begins to fade
I sometimes feel a little strange
A little anxious when it's dark
Fear of the dark, fear of the dark
I have constant fear that something's
Always near
Fear of the dark, fear of the dark
I have a phobia that someone's
Always there
Have you run your fingers down
The wall
And have you felt your neck skin crawl
When you're searching for the light?
Sometimes when you're scared
To take a look
At the corner of the room
You've sensed that something's
Watching you
Have you ever been alone at night
Thought you heard footsteps behind
And turned around and no one's there?
And as you quicken up your pace
You find it hard to look again
Because you're sure there's
Someone there
Watching horror films the night before
Debating witches and folklore's
The unknown troubles on your mind
Maybe your mind is playing tricks
You sense, and suddenly eyes fix
On dancing shadows from behind
Fear of the dark, fear of the dark
I have a constant fear that something's
Always near
Fear of the dark, fear of the dark
I have a phobia that someone's
Always there
When I'm walking a dark road
I am a woman who walks alone-.
Sin dares cuenta, está canta en élfico, su lengua natal. Se siente más cómoda cantando en ese idioma. Así, nadie se confundirá si en lugar de decir “dark” (oscuridad) dice dad (papá).
(Teme a papá).
Eámanë tiene razón.
Arethusa relaja los hombros y se deja llevar por el silbido de Seyren. No quiere pensar en papá. Aleja la mano de su vientre, lo más lejos posible del último cardenal que papá le hizo. No quiere pensar más en él. No quiere pensar en nada. Dejarse llevar, tal y como Eámanë lo dice, es no pensar en nada.
Cierra los ojos y camina siguiendo el ritmo de la canción. Ya no está caminando por un prado verde que lleva a las murallas de Luna-Se-Sienta. Se imagina que está a lomos de un caballo blanco cruzando las colinas de la vieja canción de Seyren. Ya había escuchado antes esa canción. La compuso un bardo llamado Sllyceth HIbemo. Arethusa conoce todas las canciones de Hibemo; no son nada nuevo para ella. Las ha escuchado y cantado ciento de veces. Sin embargo, a pesar de conocerla muy bien, la canción la hace sonreír. Es justo lo que necesita.
-Gracias- dice en un susurro casi inaudible a la vez que se limpia las lágrimas de la cara con la manga de la camiseta.
La chica, todavía sin nombre, se une a Seyren. Ella canta una leyenda, de sobra conocida, sobre los hijos de la luna. Es una historia preciosa, de las preferidas de la elfa. El primer bardo que escuchó cantar la canción del Hijo de la Luna se llamaba Nocame. Era un dragón que había viajado a Sandorai a contar historias y cantar leyendas. Era muy guapo. Ere el primer hombre con barba que vio. Para Arethusa, verle, fue algo exótico. Se enamoró al instante de aquel dragón. La canción de la chica, unida a su melodiosa voz, le recuerda a su primer amor.
Del mal recuerdo de los ataques de ira de papá, pasa a recordar a su primer amor dragón. La mayor tristeza con la que convive Arethusa, se contrapone con uno de sus recuerdos más felices. Sonríe. Es una gran ligera sonrisa que acompaña con los mofletes colorados de un sutil color rosado.
-Muchas gracias- vuelve a susurrar después de la canción de la chica. Las lágrimas de antes se han convertido en una sonrisa y en el colorete natural de sus mejillas.
Es el turno de Arethusa. Le toca a ella cantar. Su repertorio de canciones es gigantesco, se las conoce todas. Las tristes y las alegres. Las de odio y las de amor. No hay ninguna canción en Aerandir que ella no conozca y, si la hay, pronto la conocerá. ¿Y cuál va a elegir de todas para hoy? Solo hay una posible. Una que se inventó hace unos meses cuando se fue de casa de papá.
Coge el violín, se apoya en el hombro y toca una triste, pero al mismo tiempo valiente melodía de terror.
-I am a woman who walks alone
And when I'm walking a dark road
At night or strolling through the park
When the light begins to fade
I sometimes feel a little strange
A little anxious when it's dark
Fear of the dark, fear of the dark
I have constant fear that something's
Always near
Fear of the dark, fear of the dark
I have a phobia that someone's
Always there
Have you run your fingers down
The wall
And have you felt your neck skin crawl
When you're searching for the light?
Sometimes when you're scared
To take a look
At the corner of the room
You've sensed that something's
Watching you
Have you ever been alone at night
Thought you heard footsteps behind
And turned around and no one's there?
And as you quicken up your pace
You find it hard to look again
Because you're sure there's
Someone there
Watching horror films the night before
Debating witches and folklore's
The unknown troubles on your mind
Maybe your mind is playing tricks
You sense, and suddenly eyes fix
On dancing shadows from behind
Fear of the dark, fear of the dark
I have a constant fear that something's
Always near
Fear of the dark, fear of the dark
I have a phobia that someone's
Always there
When I'm walking a dark road
I am a woman who walks alone-.
Sin dares cuenta, está canta en élfico, su lengua natal. Se siente más cómoda cantando en ese idioma. Así, nadie se confundirá si en lugar de decir “dark” (oscuridad) dice dad (papá).
(Teme a papá).
Arethusa Lein
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