Corazón de mimbre {Privado-Eoghan}
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Corazón de mimbre {Privado-Eoghan}
Séis meses, séis meses hacía que no sabía nada de él, del único amigo que había encontrado en su viaje, había recorrido todo Verisar, había llegado al este, el territorio de los lobos, subido hasta Dundarak y regresado cruzando Sacredville con la esperanza de encontrarlo pero no había logrado nada, poco le quedaba por saltar al puerto para llegar hasta el lugar más peligroso para quienes eran elfos.
La noche había caído sobre ella mientras corría hacia las barcazas de Lunargenta, esperaba encontrar algún barco, el que fuera, que pudiera llevarla hasta las islas Ilidienses, pero no le hizo falta. Caminaba, más bien corría, fardo a cuestas, con su pelo pelirrojo recogido, ya sin temor, tras todos sus viajes, a que le vieran las orejas, cuando notó un movimiento en la acera.
El tiempo había pasado a tal velocidad mientras buscaba a Eoghan que había perdido de vista su objetivo principal, su hermano, pero no podía dejar a una persona que conocía, que había aprendido a apreciar, por un hermano del que no sabía nada. Eoghan se había convertido en alguien importante, un amigo y un compañero, su desaparición le había causado tal shock que había tardado semanas en entender lo que sucedía.
Había pasado los primeros días en la posada, encerrada en libros, pensando que volvería, pero después de cinco jornadas, había entendido que no era así, que había desaparecido, que necesitaba ayuda, sabía, estaba segur, de que jamás se habría marchado por su propio pie sin decir nada, por eso, en cuanto entró en razón, los nervios que había ocultado tras trabajo, la hicieron caer por un precipicio de temblores.
Recordaba perfectamente la noche que fue consciente de lo que había sucedido, la pasó llorando, culpándose a si misma, pensando que, tal vez, si hubiera estado con él, habría podido ayudarlo, ni que fuera un poco. Preguntándose dónde estaría o si estaría bien, rezando porque no le estuvieran haciendo daño, porque ella no estaba allí para tratar sus heridas, deseando volver atrás para ser capaz de cambiar su lugar con él.
Dos días lloró sin descanso y dos días más tardó en tomar una decisión y que se secasen las lágrimas. Pero cuando supo que hacer, cuando supo que no podía ni debía quedarse quieta y a la espera, tardó solo unas horas en recoger lo que necesitaba y salir de la posada para emprender el viaje que continuaba aun en ese momento.
Paseaba por una calle, acababa de salir de la posada, cuando una forma en el suelo le llamó la atención. Un hombre de melena y barba, con heridas visibles y un cansancio palpable, no es que tuviera demasiado tiempo, quería tomar el barco y correr en busca del guerrero, pero seguía sin ser capaz de dejar a una persona herida a su suerte. Ya no usaba vestidos, ni dejaba su pelo suelto, su timidez seguía patente aunque de forma diferente a la anterior, sus ojos inocentes mantenían la inocencia, pero una inocencia insuflada de realidad, dada más por su optimismo que por una credulidad cargada de inexperiencia.
Tragó saliva, nerviosa, ¿sería peligroso ese hombre? No lo sabía, pero no podía dejarlo ahí, tirado, solo y herido. Se acercó despacio, esperando no molestar y poder hacer algo, se agachó poco a poco mientras hablaba con calma.
- ¿Está bien?- Murmuró con voz suave.- ¿Le... le han herido?- preguntó después.- Vo.. Voy a acercarme, ¿de acuerdo?- dijo cuando ya, delante de él, comenzó a agacharse.- no se asuste por favor.- susurró mientras comenzaba a iluminar sus manos para aplicar su magia sanadora.- Voy a ayudarle.- decretó en voz baja.
La noche había caído sobre ella mientras corría hacia las barcazas de Lunargenta, esperaba encontrar algún barco, el que fuera, que pudiera llevarla hasta las islas Ilidienses, pero no le hizo falta. Caminaba, más bien corría, fardo a cuestas, con su pelo pelirrojo recogido, ya sin temor, tras todos sus viajes, a que le vieran las orejas, cuando notó un movimiento en la acera.
El tiempo había pasado a tal velocidad mientras buscaba a Eoghan que había perdido de vista su objetivo principal, su hermano, pero no podía dejar a una persona que conocía, que había aprendido a apreciar, por un hermano del que no sabía nada. Eoghan se había convertido en alguien importante, un amigo y un compañero, su desaparición le había causado tal shock que había tardado semanas en entender lo que sucedía.
Había pasado los primeros días en la posada, encerrada en libros, pensando que volvería, pero después de cinco jornadas, había entendido que no era así, que había desaparecido, que necesitaba ayuda, sabía, estaba segur, de que jamás se habría marchado por su propio pie sin decir nada, por eso, en cuanto entró en razón, los nervios que había ocultado tras trabajo, la hicieron caer por un precipicio de temblores.
Recordaba perfectamente la noche que fue consciente de lo que había sucedido, la pasó llorando, culpándose a si misma, pensando que, tal vez, si hubiera estado con él, habría podido ayudarlo, ni que fuera un poco. Preguntándose dónde estaría o si estaría bien, rezando porque no le estuvieran haciendo daño, porque ella no estaba allí para tratar sus heridas, deseando volver atrás para ser capaz de cambiar su lugar con él.
Dos días lloró sin descanso y dos días más tardó en tomar una decisión y que se secasen las lágrimas. Pero cuando supo que hacer, cuando supo que no podía ni debía quedarse quieta y a la espera, tardó solo unas horas en recoger lo que necesitaba y salir de la posada para emprender el viaje que continuaba aun en ese momento.
Paseaba por una calle, acababa de salir de la posada, cuando una forma en el suelo le llamó la atención. Un hombre de melena y barba, con heridas visibles y un cansancio palpable, no es que tuviera demasiado tiempo, quería tomar el barco y correr en busca del guerrero, pero seguía sin ser capaz de dejar a una persona herida a su suerte. Ya no usaba vestidos, ni dejaba su pelo suelto, su timidez seguía patente aunque de forma diferente a la anterior, sus ojos inocentes mantenían la inocencia, pero una inocencia insuflada de realidad, dada más por su optimismo que por una credulidad cargada de inexperiencia.
Tragó saliva, nerviosa, ¿sería peligroso ese hombre? No lo sabía, pero no podía dejarlo ahí, tirado, solo y herido. Se acercó despacio, esperando no molestar y poder hacer algo, se agachó poco a poco mientras hablaba con calma.
- ¿Está bien?- Murmuró con voz suave.- ¿Le... le han herido?- preguntó después.- Vo.. Voy a acercarme, ¿de acuerdo?- dijo cuando ya, delante de él, comenzó a agacharse.- no se asuste por favor.- susurró mientras comenzaba a iluminar sus manos para aplicar su magia sanadora.- Voy a ayudarle.- decretó en voz baja.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Corazón de mimbre {Privado-Eoghan}
ℒo habia conseguido. Si bien le llevó meses lograr salir de aquel cautiverio, logró salir de él. Al principio le costaba recordar cómo había llegado a aquella jaula, pues el golpe en la cabeza había sido tan fuerte que apenas tenía unos pocos flashes de lo que había ocurrido: Lo derribaron del caballo de posta mientras les cortaba la vía, luchó sin descanso. Un golpe lo derrumbó sobre el suelo y recordó cómo robaban el caballo, despojándolo de la silla de montar y las bardas. Lo llevaron a rastras hasta a un carromato, lo tiraron sobre el frío suelo de madera húmeda y podrida. Recordaba pequeños momentos de viaje cuando lo despertaban y le obligaban a comer un trozo de queso duro y una hogaza de pan mojada por la lluvia. El lugar donde lo recluyeron olía a perro mojado a todas horas, y la celda era ridículamente pequeña. Durante las primeras semanas, desesperó. Desesperó porque dos horas al día, lo sacaban fuera, solo para luchar y servir de entretenimiento en algún lugar clandestino en medio de los bosques, alejado de la mano de cualquier ley que se pudiera preciar. No recordaba gran cosa. Al principio solo lo soltaban en medio de un redil formado por empalizadas y unas gradas altas armado sólo con un cuchillo, y luego azuzaban a unos lobos contra él para que lo desmenuzasen, pero afortunadamente el joven norteño fue lo bastante inteligente como para matar a las bestias. El problema se acrecentó cuando lo empezaban a soltar contra otras personas, todas ellas reclusas allí. Era ellos, o él. La mayoría no dudaba ni un instante en intentar matarle, y los que lo hacían... No duraban mucho. Si no se movían demasiado deprisa, unos ballesteros tenían orden de abatir a los contendientes para evitar asociaciones dentro de las celdas de prisioneros. Era lo más deshumanizante que había experimentado hasta el momento. Y se cansó. Se hartó.
Empezó a acumular armas. A veces cuchillos, otras veces mazas e incluso alguna hachuela. Conservó aquellas que le parecían útiles, y usaba las viejas para desmontarlas y conservar la cordura en su celda durante los largos tiempos de espera. Y apenas tres días atrás, decidió que ya era suficiente. Los detalles de cómo escapó son otra historia. Luchó, le hirieron, tiró a sus captores a los perros de guardia hambrientos para que sufriesen tal y como hacían sufrir a los demás presos. Le clavaron dos flechas en el hombro derecho, y un profundo corte en su costado. Sin embargo, consiguió recuperar algunas de sus viejas pertenencias del almacén, probablemente esperaban utilizarlas como moneda de cambio para los invictos, pero él se adelantó y tomó sus armas y su armadura de vuelta, aun pese a estar herido. Y corrió. Corrió todo lo que le permitieron las piernas, comió lo que encontró en el bosque, incluso obligándose a tragar carne cruda, con su amargo sabor a sangre fresca de los animales que cazaba con una lanza improvisada, y finalmente, logró colarse en Lunargenta, una vez más. Los guardias no le impidieron el paso, pero no tenía dinero, ni un sitio sobre el que caerse muerto. Durante un día se dedicó a yacer en la calle como un pordiosero más, cabizbajo y mirando los adoquines. Nunca había caído tan bajo como en aquel momento, y aun así todo solo acababa de empezar. Tenía que buscar a Ely. Tenía a la elfa presente desde que lo capturaron, ¿qué habría sido de ella?
Era demasiado frágil, demasiado inocente. Un alma tan pura que podía meterse en graves problemas, y eso le daba pánico, ¿estaría bien? "Demonios", pensó para sí. "Debí haber tenido más cuidado. Debí pensar en ella, y no en mi orgullo." gruñó con amargura e inmediatamente empezó a pensar en un plan para buscarla. Si la conocía bien, probablemente habría ido al Norte. Tendría que recupeararse, curarse las heridas, ir al hospicio a que se las vieran y las cosieran, y entonces podría ponerse en marcha de nuevo. Ya había partido de cero una vez, ¿qué importaba hacerlo de nuevo? Bueno, esta vez iba mejor armado. Eso podía concederlo.
El sonido de unas botas ligeras lo sacó de su ensimismamiento, haciendo que levantase la vista suavemente. Una voz extrañamente familiar aturulló sus oídos, y por un momento pensó que deliraba, pero sonrió, mirando a la puntera de las botas, dedicándole a su dueña unas palabras, con una voz rasposa y grave, la voz de alguien que había estado largo tiempo sin beber en condiciones, y que probablemente se había acostumbrado a tener la boca pastosa y seca como la suela de un zapato nuevo.
-Deberías cuidar con quién hablas.-Dijo, alzando suavemente la mirada. Bajo la mata de pelo exageradamente crecido y sucio, y bajo la barba desaliñada de varios meses, se encontraba la mirada esmeralda que la elfa reconocería a kilómetros si así se lo propusiera. -Pero me alegro de que tengas el mismo buen corazón de siempre, Ely.
Empezó a acumular armas. A veces cuchillos, otras veces mazas e incluso alguna hachuela. Conservó aquellas que le parecían útiles, y usaba las viejas para desmontarlas y conservar la cordura en su celda durante los largos tiempos de espera. Y apenas tres días atrás, decidió que ya era suficiente. Los detalles de cómo escapó son otra historia. Luchó, le hirieron, tiró a sus captores a los perros de guardia hambrientos para que sufriesen tal y como hacían sufrir a los demás presos. Le clavaron dos flechas en el hombro derecho, y un profundo corte en su costado. Sin embargo, consiguió recuperar algunas de sus viejas pertenencias del almacén, probablemente esperaban utilizarlas como moneda de cambio para los invictos, pero él se adelantó y tomó sus armas y su armadura de vuelta, aun pese a estar herido. Y corrió. Corrió todo lo que le permitieron las piernas, comió lo que encontró en el bosque, incluso obligándose a tragar carne cruda, con su amargo sabor a sangre fresca de los animales que cazaba con una lanza improvisada, y finalmente, logró colarse en Lunargenta, una vez más. Los guardias no le impidieron el paso, pero no tenía dinero, ni un sitio sobre el que caerse muerto. Durante un día se dedicó a yacer en la calle como un pordiosero más, cabizbajo y mirando los adoquines. Nunca había caído tan bajo como en aquel momento, y aun así todo solo acababa de empezar. Tenía que buscar a Ely. Tenía a la elfa presente desde que lo capturaron, ¿qué habría sido de ella?
Era demasiado frágil, demasiado inocente. Un alma tan pura que podía meterse en graves problemas, y eso le daba pánico, ¿estaría bien? "Demonios", pensó para sí. "Debí haber tenido más cuidado. Debí pensar en ella, y no en mi orgullo." gruñó con amargura e inmediatamente empezó a pensar en un plan para buscarla. Si la conocía bien, probablemente habría ido al Norte. Tendría que recupeararse, curarse las heridas, ir al hospicio a que se las vieran y las cosieran, y entonces podría ponerse en marcha de nuevo. Ya había partido de cero una vez, ¿qué importaba hacerlo de nuevo? Bueno, esta vez iba mejor armado. Eso podía concederlo.
El sonido de unas botas ligeras lo sacó de su ensimismamiento, haciendo que levantase la vista suavemente. Una voz extrañamente familiar aturulló sus oídos, y por un momento pensó que deliraba, pero sonrió, mirando a la puntera de las botas, dedicándole a su dueña unas palabras, con una voz rasposa y grave, la voz de alguien que había estado largo tiempo sin beber en condiciones, y que probablemente se había acostumbrado a tener la boca pastosa y seca como la suela de un zapato nuevo.
-Deberías cuidar con quién hablas.-Dijo, alzando suavemente la mirada. Bajo la mata de pelo exageradamente crecido y sucio, y bajo la barba desaliñada de varios meses, se encontraba la mirada esmeralda que la elfa reconocería a kilómetros si así se lo propusiera. -Pero me alegro de que tengas el mismo buen corazón de siempre, Ely.
Eoghan Lothannor
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Re: Corazón de mimbre {Privado-Eoghan}
Mientras sus manos comenzaban a adquirir el característico brillo blancoazulado de su curación, la voz del hombre la hizo alzar la mirada, cansada, seca y rasposa, con cierto tinte de alegría, aun así le pareció reconocerla. Con ceño fruncido, y una rodilla en el suelo, levantó los ojos para encontrarse con la mirada azulada que llevaba meses persiguiendo por Aerandir. Tragó saliva sin llegar a creérselo, ¿era él?
Respiró hondo alzando una mano temblorosa hasta el rostro del hombre. Dudó un instante, no podía ser que lo hubiera encontrado ahí, no después de haber recorrido Aernadir de arriba a bajo durante tanto tiempo en su busqueda, era imposible que se encontrasen en la misma ciudad donde se habían conocido por primera vez, no tenía sentido, ¿tan cruel era el destino y tanto le gustaba ironizar con la vida? Soltó aire con labios temblorosos y aparó el enmarañado pelo del hombre de delante de su cara para poder asegurarse, tenía que verle bien los ojos.
Estaba más delgado, más sucio, tenía la barba desordenada y el pelo revuelto, pero sin duda era él. Todo el estrés que había acumulado en los meses de busqueda, todo el miedo de que le hubiera pasado algo por su culpa, la presión en el pecho de no encontrarlo, la esperanza que comenzaba a perder por no tener noticias de él, todo desapareció de pronto, lo que la había hecho mantenerse firme, lo que le había secado las lágrimas, lo que la hacía andar erguida, se derrumbó, sustituido por el alivio.
Una lágrima cristalina comenzó a descender por la cara de la elfa, sin que pudiera moverse de su posición estática, con una mano en el rostro del chico y la otra sobre sus rodillas. Los ojos acristalados se rompieron en mil esquirlas que se volvieron lágrimas que le recorrieron de las mejillas a la barbilla sin llegar a soltar sollozo alguno hasta que de verdad fue consciente. Estaba ahí. El primer movimiento que atinó la chica a hacer fue morderse el labio para comprobar que no se había quedado dormida en el cuarto de la posada, demasiado cansada como para poder salir a continuar el viaje, cuando notó la presión de sus dientes y un hilo de sangre en la lengua , estuvo segura, era de verdad.
Se lanzó a darle un abrazo olvidándose de su cansancio, reflejado en sus ojeras, más de una noche había pasado en vela en busca del joven, y algunos días se le había olvidado incluso comer, pero en ese instante le daba todo igual, las heridas, la suciedad, la soledad, la preocupación, los sucesos, tanto de uno como del otro, lo había encontrado, o él la había encontrado a ella, no lo sabía, le daba igual, pero ya lo tenía a su lado.
No era capaz de hablar mientras abrazaba al chico, probablemente estaba haciéndole daño, se disculparía más tarde, en ese momento se sentía tan aliviada de haberlo encontrado que no podía hacer nada más, las lágrimas a penas le dejaban ver y los hipidos del llanto salían de sus labios sin que pudiera controlarlos, ni siquiera tapándose la boca con una de sus manos, incapaz de soltar al chico, asustada de que volviera a irse.
- Te encontré.- fue lo primero que atinó a decir entre sollozos, aun incrédula.
Intentando calmarse, comenzó a respirar hondo, soltando aire de modo tembloroso, parecía una gelatina, su cuerpo a penas respondía, las emociones se habían desbordado de su menudo cuerpo y se sentía incapaz de controlarlas, así no podría, siquiera, controlar sus poderes, que tanto tenían que ver con sus emociones. "Vale" pensó para si alejándose un poco para poder ver bien al chico mientras el llanto aun le caía por el rostro y una sonrisa llorosa iluminaba su cara surcada de lágrimas.
- Estás aquí, Eo.- le dijo tomándole una mano y dejando que la suya se iluminase sin saber cómo, pues no había dirigido aun su magia, logrando que las heridas del chico comenzaran a curarse sin proponérselo.
Como sospechaba, su magia estaba descontrolada, pero mientras lo único que hiciera fuera curar las heridas de Eoghan, no le importaba lo más mínimo, sería algo de lo que ya se preocuparía en otro momento, ahora lo principal era el chico, que estaba allí, que estaba vivo, y que por muchas heridas que tuviera, ella se las curaría, aunque no pudiera hacerlo de una sola vez, no pensaba volver a perderlo de vista en mucho tiempo.
Respiró hondo alzando una mano temblorosa hasta el rostro del hombre. Dudó un instante, no podía ser que lo hubiera encontrado ahí, no después de haber recorrido Aernadir de arriba a bajo durante tanto tiempo en su busqueda, era imposible que se encontrasen en la misma ciudad donde se habían conocido por primera vez, no tenía sentido, ¿tan cruel era el destino y tanto le gustaba ironizar con la vida? Soltó aire con labios temblorosos y aparó el enmarañado pelo del hombre de delante de su cara para poder asegurarse, tenía que verle bien los ojos.
Estaba más delgado, más sucio, tenía la barba desordenada y el pelo revuelto, pero sin duda era él. Todo el estrés que había acumulado en los meses de busqueda, todo el miedo de que le hubiera pasado algo por su culpa, la presión en el pecho de no encontrarlo, la esperanza que comenzaba a perder por no tener noticias de él, todo desapareció de pronto, lo que la había hecho mantenerse firme, lo que le había secado las lágrimas, lo que la hacía andar erguida, se derrumbó, sustituido por el alivio.
Una lágrima cristalina comenzó a descender por la cara de la elfa, sin que pudiera moverse de su posición estática, con una mano en el rostro del chico y la otra sobre sus rodillas. Los ojos acristalados se rompieron en mil esquirlas que se volvieron lágrimas que le recorrieron de las mejillas a la barbilla sin llegar a soltar sollozo alguno hasta que de verdad fue consciente. Estaba ahí. El primer movimiento que atinó la chica a hacer fue morderse el labio para comprobar que no se había quedado dormida en el cuarto de la posada, demasiado cansada como para poder salir a continuar el viaje, cuando notó la presión de sus dientes y un hilo de sangre en la lengua , estuvo segura, era de verdad.
Se lanzó a darle un abrazo olvidándose de su cansancio, reflejado en sus ojeras, más de una noche había pasado en vela en busca del joven, y algunos días se le había olvidado incluso comer, pero en ese instante le daba todo igual, las heridas, la suciedad, la soledad, la preocupación, los sucesos, tanto de uno como del otro, lo había encontrado, o él la había encontrado a ella, no lo sabía, le daba igual, pero ya lo tenía a su lado.
No era capaz de hablar mientras abrazaba al chico, probablemente estaba haciéndole daño, se disculparía más tarde, en ese momento se sentía tan aliviada de haberlo encontrado que no podía hacer nada más, las lágrimas a penas le dejaban ver y los hipidos del llanto salían de sus labios sin que pudiera controlarlos, ni siquiera tapándose la boca con una de sus manos, incapaz de soltar al chico, asustada de que volviera a irse.
- Te encontré.- fue lo primero que atinó a decir entre sollozos, aun incrédula.
Intentando calmarse, comenzó a respirar hondo, soltando aire de modo tembloroso, parecía una gelatina, su cuerpo a penas respondía, las emociones se habían desbordado de su menudo cuerpo y se sentía incapaz de controlarlas, así no podría, siquiera, controlar sus poderes, que tanto tenían que ver con sus emociones. "Vale" pensó para si alejándose un poco para poder ver bien al chico mientras el llanto aun le caía por el rostro y una sonrisa llorosa iluminaba su cara surcada de lágrimas.
- Estás aquí, Eo.- le dijo tomándole una mano y dejando que la suya se iluminase sin saber cómo, pues no había dirigido aun su magia, logrando que las heridas del chico comenzaran a curarse sin proponérselo.
Como sospechaba, su magia estaba descontrolada, pero mientras lo único que hiciera fuera curar las heridas de Eoghan, no le importaba lo más mínimo, sería algo de lo que ya se preocuparía en otro momento, ahora lo principal era el chico, que estaba allí, que estaba vivo, y que por muchas heridas que tuviera, ella se las curaría, aunque no pudiera hacerlo de una sola vez, no pensaba volver a perderlo de vista en mucho tiempo.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Corazón de mimbre {Privado-Eoghan}
Eoghan alzó la mirada, ahora del todo. Sus claros ojos esmeralda se clavaron sobre los de la elfa y cuando ésta le tocó el rostro, llevó una de sus manos a la de ella, atrapándola en su mejilla como si así se asegurase de que no estaba alucinando. Aunque el guerrero no temblaba, se podía notar que estaba nervioso, ¿y si estaba aun en aquella prisión y solo se había vuelto loco, delirando y esperando el fin de sus días? Pero no podía ser, no. Su mano seguía siendo igual de cálida, suave y gentil. Era real.
Francamente irónico, que se hubieran encontrado precisamente en el primer lugar en el que se vieron, la calle principal de Lunargenta, y más gracioso era todavía que la primera vez fuera ella a la que ayudó, y que fuera precisamente ahora ella, la que estaba socorriéndole a él. Hay que ver lo que hace el tiempo, cómo seis meses pueden cambiar a dos personas de rol completamente, y cómo pueden haberla cambiado. Aquella Ely... Era distinta. Se notaba que era distinta, había crecido, y no necesariamente en el sentido físico.
Si ella lo abrazó, el guerrero no se quedaría corto. Sus brazos se aferraron a la figura de la elfa como si fuera a irse repentinamente en cualquier momento, a desvanecerse como una nube de humo. Pero había cosas que nunca cambiaban. Cuando la elfa rompió a llorar, el joven deslizó su mano hasta su cabellera pelirroja y enterró la cabeza de la muchacha en su hombro, tan protector como siempre, pero ahora sí, ahora es cuando él empezó a temblar. Tensión, adrenalina, estrés, todo empezó a desvanecerse, y las fuerzas del joven guerrero parecían desvanecerse por un instante, o mejor dicho, él dejó que se desvanecieran.
-Me encontraste. Estoy aquí. -Dijo en un suave murmullo, aun con esa incómoda voz rasposa, pero le daba igual. Al fin, al fin algo que compensaba todo aquel tiempo de sufrimiento y cautiverio. Algo que llevaba esperando casi desde que lo arrojaron por primera vez a aquella mugrienta jaula. Cuando ella, al fin, se separó y le tomó la mano, fue entonces cuando sintió la cálida sensación curativa de la magia de la elfa, y el dolor de sus heridas progresivamente disminuyendo hasta no ser nada más que un molesto recuerdo en su cabeza. El joven, visiblemente más aliviado, la miró y para asegurarse una vez más que era ella, alargó su mano hasta la mejilla de la muchacha, aprovechando para limpiarle las lágrimas. Eoghan, con un suspiro, sonrió. -Estás mucho más bonita sonriendo, Ely. Todo está bien, estoy aquí.
Con un hambre de lobo, como su estómago acababa de atestiguar, un rugido inhumano proviniendo de sus tripas, pero eso daba igual. Estaban ahí.
Francamente irónico, que se hubieran encontrado precisamente en el primer lugar en el que se vieron, la calle principal de Lunargenta, y más gracioso era todavía que la primera vez fuera ella a la que ayudó, y que fuera precisamente ahora ella, la que estaba socorriéndole a él. Hay que ver lo que hace el tiempo, cómo seis meses pueden cambiar a dos personas de rol completamente, y cómo pueden haberla cambiado. Aquella Ely... Era distinta. Se notaba que era distinta, había crecido, y no necesariamente en el sentido físico.
Si ella lo abrazó, el guerrero no se quedaría corto. Sus brazos se aferraron a la figura de la elfa como si fuera a irse repentinamente en cualquier momento, a desvanecerse como una nube de humo. Pero había cosas que nunca cambiaban. Cuando la elfa rompió a llorar, el joven deslizó su mano hasta su cabellera pelirroja y enterró la cabeza de la muchacha en su hombro, tan protector como siempre, pero ahora sí, ahora es cuando él empezó a temblar. Tensión, adrenalina, estrés, todo empezó a desvanecerse, y las fuerzas del joven guerrero parecían desvanecerse por un instante, o mejor dicho, él dejó que se desvanecieran.
-Me encontraste. Estoy aquí. -Dijo en un suave murmullo, aun con esa incómoda voz rasposa, pero le daba igual. Al fin, al fin algo que compensaba todo aquel tiempo de sufrimiento y cautiverio. Algo que llevaba esperando casi desde que lo arrojaron por primera vez a aquella mugrienta jaula. Cuando ella, al fin, se separó y le tomó la mano, fue entonces cuando sintió la cálida sensación curativa de la magia de la elfa, y el dolor de sus heridas progresivamente disminuyendo hasta no ser nada más que un molesto recuerdo en su cabeza. El joven, visiblemente más aliviado, la miró y para asegurarse una vez más que era ella, alargó su mano hasta la mejilla de la muchacha, aprovechando para limpiarle las lágrimas. Eoghan, con un suspiro, sonrió. -Estás mucho más bonita sonriendo, Ely. Todo está bien, estoy aquí.
Con un hambre de lobo, como su estómago acababa de atestiguar, un rugido inhumano proviniendo de sus tripas, pero eso daba igual. Estaban ahí.
Eoghan Lothannor
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Re: Corazón de mimbre {Privado-Eoghan}
No terminaba de creerse que la fortuna fuera tan retorcida, Eoghan parecía tan sumamente cansado, mucha más que ella. Se había separado para verlo, pero aun notaba los brazos del chico temblando a su alrededor, aun con lo herido que se notaba que estaba aun quería protegerla, temía preguntar que había sucedido, y en realidad, le importaba poco mientras el estuviera bien. En ese momento, pasado y futuro se difuminaban para ser capaz de centrar se en el presente, y su presente, en ese momento, era Eoghan, ayudarlo y permitirle descansar.
Suspiró intentando recuperar el aliento, la calma había llegado tras meses de tormenta, los truenos habían parado dejando una noche calma, la luna salía por fin de entre las nubes y dejaba ver resquicios de amanecer. Cuando las heridas del chico parecían curadas y su mano voló hasta la mejilla de la elfa, la chica dejó reposar la cabeza con suavidad sobre esta, aun no se lo acababa de creer.
Abrió los ojos al notar que le secaban una lágrima y sonrió más tranquila, le apetecía incluso reír por lo absurdo de la situación, le parecía increíble que aun quisiera bromear, teniendo en cuenta la situación en la que estaba. Pero así era él, y le alegraba saber que, le hubiera pasado lo que le hubiera pasado, seguía siendo el mismo. Negó con la cabeza con los ojos encharcados y se secó las lágrimas que le quedaban con el puño de su camisa, pensaba que no se podía llorar de alegría, pero se equivocaba.
- Vamos, creo que es hora de la cena.- dijo levantándose y tendiéndole las manos para ayudarlo a levantarse.
Había oído el gruñido del estómago del chico, ¿cuánto tiempo llevaría sin comer? Parecía que esos meses separados la vida no lo había tratado bien, ella lo había pasado mal buscándole, pero no quería ni imaginar que tipo de situaciones habría vivido él para acabar de esa guisa. Cuando él ya estuvo en pie, cogió su propio fardo y comenzó a andar de regreso a la posada, cuando había salido a penas había habido nadie, solo el posadero se encontraba en la barra.
Abrió la puerta de la taberna cuando un par de nubes comenzaban a tapar el cielo, y los primeros truenos resonaban en el horizonte, se avecinaba tormenta esa noche, algo normal, era época de lluvias. Pero esa sería diferente, porque ya no tenía que salir en busca de nadie, no tenía que correr bajo la lluvia esperando encontrar alguna huella que, con sentido o no, le diera pistas de algo, no, esa noche solo debía preocuparse porque el muchacho no se fuera de su lado.
- Sube arriba, es el cuarto de siempre.- murmuró dándole su llave antes de dirgirse a la barra.- Perdón Gábriel- llamó a la nueva empleada del lugar, que salió moviendo sus anchas caderas mientras secaba un vaso con un trapo y dejaba caer su larga cabellera oscura sobre su hombro.
- Dime cielo, pensaba que te ibas, ya decía yo que era muy pronto después de séis meses fuera.- dijo la mujer dejando el vaso a su lado.
- Me iba, pero he encontrado a quien buscaba.- sonrió.- ¿puedes subir algo de comer por favor? Y también necesitaría unas tijeras.- Pidió con una sonrisa.
- Claro cariño, ¿ha pasado algo?.- preguntó la mujer notando las lágrimas de la chica, que negó con la cabeza con una amplísima sonrisa.- Bueno, en ese caso, te doy ahora mismo algo de comer y las tijeras las tienes aquí, entra y cógelas.- la invitó a entrar tras la barra.
Ely pasó corriendo hasta las botellas y, abrió el segundo cajón de la cajonera bajo estas, las tijeras estaban ahí. Igual no le haría gracia a Eoghan, y no es que ella fuera una experta, pero el chico necesitaba u buen corte de pelo.
Cuando le la chica le dio la bandeja, con tres platos de sopa, carne asada y fruta, junto a dos jarras de agua y el vaso que acababa de limpiar, Eléanör dejó las tijeras en un rincón y la tomó para subir hasta el cuarto. Abrió la puerta tras dar dos golpecitos a la puerta con la bota, para avisar de su presencia y entró de espaldas dejando la bandeja sobre la mesa.
- Mientras prepararé el baño, creo que te sentará bien descansar.- dijo mientras sacaba las tijeras de la bandeja y las dejaba en el escritorio, eso sería lo último, primero necesitaba que comiera y se limpiase para asegurarse de que sus heridas ya estaban sanadas y no necesitaba más tratamiento.
Suspiró intentando recuperar el aliento, la calma había llegado tras meses de tormenta, los truenos habían parado dejando una noche calma, la luna salía por fin de entre las nubes y dejaba ver resquicios de amanecer. Cuando las heridas del chico parecían curadas y su mano voló hasta la mejilla de la elfa, la chica dejó reposar la cabeza con suavidad sobre esta, aun no se lo acababa de creer.
Abrió los ojos al notar que le secaban una lágrima y sonrió más tranquila, le apetecía incluso reír por lo absurdo de la situación, le parecía increíble que aun quisiera bromear, teniendo en cuenta la situación en la que estaba. Pero así era él, y le alegraba saber que, le hubiera pasado lo que le hubiera pasado, seguía siendo el mismo. Negó con la cabeza con los ojos encharcados y se secó las lágrimas que le quedaban con el puño de su camisa, pensaba que no se podía llorar de alegría, pero se equivocaba.
- Vamos, creo que es hora de la cena.- dijo levantándose y tendiéndole las manos para ayudarlo a levantarse.
Había oído el gruñido del estómago del chico, ¿cuánto tiempo llevaría sin comer? Parecía que esos meses separados la vida no lo había tratado bien, ella lo había pasado mal buscándole, pero no quería ni imaginar que tipo de situaciones habría vivido él para acabar de esa guisa. Cuando él ya estuvo en pie, cogió su propio fardo y comenzó a andar de regreso a la posada, cuando había salido a penas había habido nadie, solo el posadero se encontraba en la barra.
Abrió la puerta de la taberna cuando un par de nubes comenzaban a tapar el cielo, y los primeros truenos resonaban en el horizonte, se avecinaba tormenta esa noche, algo normal, era época de lluvias. Pero esa sería diferente, porque ya no tenía que salir en busca de nadie, no tenía que correr bajo la lluvia esperando encontrar alguna huella que, con sentido o no, le diera pistas de algo, no, esa noche solo debía preocuparse porque el muchacho no se fuera de su lado.
- Sube arriba, es el cuarto de siempre.- murmuró dándole su llave antes de dirgirse a la barra.- Perdón Gábriel- llamó a la nueva empleada del lugar, que salió moviendo sus anchas caderas mientras secaba un vaso con un trapo y dejaba caer su larga cabellera oscura sobre su hombro.
- Dime cielo, pensaba que te ibas, ya decía yo que era muy pronto después de séis meses fuera.- dijo la mujer dejando el vaso a su lado.
- Me iba, pero he encontrado a quien buscaba.- sonrió.- ¿puedes subir algo de comer por favor? Y también necesitaría unas tijeras.- Pidió con una sonrisa.
- Claro cariño, ¿ha pasado algo?.- preguntó la mujer notando las lágrimas de la chica, que negó con la cabeza con una amplísima sonrisa.- Bueno, en ese caso, te doy ahora mismo algo de comer y las tijeras las tienes aquí, entra y cógelas.- la invitó a entrar tras la barra.
Ely pasó corriendo hasta las botellas y, abrió el segundo cajón de la cajonera bajo estas, las tijeras estaban ahí. Igual no le haría gracia a Eoghan, y no es que ella fuera una experta, pero el chico necesitaba u buen corte de pelo.
Cuando le la chica le dio la bandeja, con tres platos de sopa, carne asada y fruta, junto a dos jarras de agua y el vaso que acababa de limpiar, Eléanör dejó las tijeras en un rincón y la tomó para subir hasta el cuarto. Abrió la puerta tras dar dos golpecitos a la puerta con la bota, para avisar de su presencia y entró de espaldas dejando la bandeja sobre la mesa.
- Mientras prepararé el baño, creo que te sentará bien descansar.- dijo mientras sacaba las tijeras de la bandeja y las dejaba en el escritorio, eso sería lo último, primero necesitaba que comiera y se limpiase para asegurarse de que sus heridas ya estaban sanadas y no necesitaba más tratamiento.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Corazón de mimbre {Privado-Eoghan}
Eoghan se levantó, algo renqueante por el dolor de las pantorrillas, pero estaba bien. Recogió sus armas y volvió a colgárselas del cuerpo, empezando a seguir a la joven. Estaba débil, pero seguía moviéndose con la soltura habitual. La observó una vez más, ahora de una forma más calmada y se fijó en que efectivamente, la elfa había cambiado. No solo ella, sino la forma de vestir, incluso de andar, y no parecía darle reparo tener las orejas fuera de la capucha: ¿Seguro que era Ely?
-Veo que ya no te tapas las orejas. -Dijo el joven con tono cansado, mirando a la muchacha, pero no obstante con una sonrisa tras la espesa barba.-Eso está bien.
Al fin y al cabo, él siempre dijo que la elfa era demasiado bonita como para andar ocultándose, aunque fuera en pro de esconderse de los prejuicios, pero esperaba que aquella faceta de ella hubiera quedado atrás, o al menos hubiera corregido aquello un poco. Le gustaba cómo vestía, era práctica. Los vestidos le quedaban estupendamente, pero... No sabía explicarlo, era diferente. Era ella, pero al mismo tiempo era una persona nueva. No sabía si eso era para bien o para mal, pero el guerrero tenía claro que le gustaba.
Subió las escaleras, ante la atenta mirada del posadero, que no pareció reconocerle, y lo primero que hizo fue, tras abrir la puerta, tirarse de boca sobre la cama. El camastro crujió bajo su peso, pero no tanto como era habitual, ¿cuánto había adelgazado? Porque músculo no había perdido en absoluto... Pero tanto tiempo sin comer en condiciones seguro que afectó al resto de su cuerpo. Cuando Ely apareció por la puerta de la habitación, se giró sobre la cama y la miró, alzando una ceja ante las tijeras... Pero, oh dioses, ¿era eso comida? ¿Comida caliente? ¿Comida caliente y sabrosa? ¿Comida caliente y sabrosa para ÉL?
No dio tiempo. No, para nada. Se tiró encima de la bandeja directamente y lo primero que cogió fue un gran cuenco de sopa que empezó a comer a toda velocidad con un hambre de lobo que no era ni medio normal. Casi se atragantó, tosió, bebió agua fresca, siguió comiendo. Casi ni recordaba aquel sabor... Maldita sea, No recordaba ni lo que era el sabor de una sopa decentemente salada.
Y, mientras comía, lo preguntó directamente:
-Ofe Ely, efaf tiferaf fara qué fon? -Lo cual traducido en el idioma común sería "Oye, Ely, esas tijeras para qué son?", porque empezaba a temerse algo...
-Veo que ya no te tapas las orejas. -Dijo el joven con tono cansado, mirando a la muchacha, pero no obstante con una sonrisa tras la espesa barba.-Eso está bien.
Al fin y al cabo, él siempre dijo que la elfa era demasiado bonita como para andar ocultándose, aunque fuera en pro de esconderse de los prejuicios, pero esperaba que aquella faceta de ella hubiera quedado atrás, o al menos hubiera corregido aquello un poco. Le gustaba cómo vestía, era práctica. Los vestidos le quedaban estupendamente, pero... No sabía explicarlo, era diferente. Era ella, pero al mismo tiempo era una persona nueva. No sabía si eso era para bien o para mal, pero el guerrero tenía claro que le gustaba.
Subió las escaleras, ante la atenta mirada del posadero, que no pareció reconocerle, y lo primero que hizo fue, tras abrir la puerta, tirarse de boca sobre la cama. El camastro crujió bajo su peso, pero no tanto como era habitual, ¿cuánto había adelgazado? Porque músculo no había perdido en absoluto... Pero tanto tiempo sin comer en condiciones seguro que afectó al resto de su cuerpo. Cuando Ely apareció por la puerta de la habitación, se giró sobre la cama y la miró, alzando una ceja ante las tijeras... Pero, oh dioses, ¿era eso comida? ¿Comida caliente? ¿Comida caliente y sabrosa? ¿Comida caliente y sabrosa para ÉL?
No dio tiempo. No, para nada. Se tiró encima de la bandeja directamente y lo primero que cogió fue un gran cuenco de sopa que empezó a comer a toda velocidad con un hambre de lobo que no era ni medio normal. Casi se atragantó, tosió, bebió agua fresca, siguió comiendo. Casi ni recordaba aquel sabor... Maldita sea, No recordaba ni lo que era el sabor de una sopa decentemente salada.
Y, mientras comía, lo preguntó directamente:
-Ofe Ely, efaf tiferaf fara qué fon? -Lo cual traducido en el idioma común sería "Oye, Ely, esas tijeras para qué son?", porque empezaba a temerse algo...
Eoghan Lothannor
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Re: Corazón de mimbre {Privado-Eoghan}
Si, definitivamente el chico estaba hambriento, mientras ella entraba al baño a llenar la tina, dejando que el vapor caliente llenase el baño, pudo escuchar los sonidos que hacía al comer, Eoghan podría haber sido algo agresivo en batalla, pero era educado, no se lanzaría a comer de ese modo si no lo necesitara. Sacando toallas de un armarito no pudo evitar preguntarse qué demonios le habrían hecho, estaba más delgado, parecía que su animo había decaído un poco, al menos, y probablemente se habría sentido solo.
Miró la puerta abierta mientras sostenía las toallas y el agua caía. La soledad jamás era algo bueno, y menos si estabas en un lugar donde no tenías, tampoco, esperanza. Las heridas físicas eran fáciles de curar, con algo de magia, o un par de mejunjes y costuras podía arreglar incluso un hueso roto o mal curado, pero las heridas que no se veían, esas que se encontraban en la mente y en el corazón, esas eran difíciles de tratar, no sabía si podía preguntar, o si debía hacerlo, ni si el querría hablar de ellos o si se sentía preparado, solo sabía que si ahora estaba con él, quería ayudarlo, no lo había buscado para nada.
Él había cuidado de ella meses atrás, ahora era ella quien debía cuidar de él. Asintió para si, decidida, y sonrió, de nuevo, un poco. Dejó las toallas sobre una banqueta de madera y se soltó el pelo para poder relajarse, siempre necesitaba apretar el lazo para mantener su pelo, demasiado fino, maleable, notó como las raíces se le relajaban y suspiró aliviada. Salió a tiempo de ver a Eoghan con la barba llena de restos de comida, preguntándole para qué eran las tijeras. Ely se mordió el labio intentando no reír y se acercó a tomar las tijeras del escritorio para acercarse a Eoghan.
- Te he encontrado, pero el pelo y la barba te tapan la cara, te he echado de menos así que...¿me dejarás verte, por favor? - pidió agachándose un poco, sonriendo con timidez y las mejillas rojas mientras el pelo le cubría media cara, apartando el de él para poder verle bien los ojos y mostrándole las tijeras cerradas en la otra mano. Para eso eran, para poder volver a verlo, volver a verlo de verdad, con su sonrisa inocente y sus rasgos firmes.
Seguía con su timidez, pero era mucho más valiente que antes, había dejado por decir muchas cosas por culpa de su temor, temor al rechazo, a hacer algo mal, temor a no saber hablar con las palabras exactas, a salir herida o a herir, pero en ese tiempo había entendido que la vida no era otra cosa si no eso, dañar y ser dañado, superar obstáculos, acumular experiencias, si se temía algo demasiado, si se temía, incluso decir las cosas buenas, no se vivía en lo absoluto, y cuando menos lo esperabas desaparecías, habiéndote dejado demasiado en el tintero, cosas que después serías incapaz de decir, por que los momentos pasan, como el tiempo, y al final las palabras dichas vuelan, pero son las que no se dicen las que te atenazan la garganta.
Por eso, cuando comenzó su busqueda, lo había decidido, no debía amedrentarse, ni llorar, no hasta encontrarle, porque se había dejado muchas cosas por decir, y cuando lo encontrase, no guardaría nada. Puede que fuera un pensamiento algo inocente, pensar que, incluso con su cambio, el chico querría seguir a su lado, podría ser vanidoso pensar que ella era capaz de curar sus heridas y egoísta querer que no se fuera a marchar, pero por una vez, ni que fuera por un día, quería recuperar toda la inocencia de meses atrás, y ser valiente,vanidosa y egoísta, porque, después de todo, los dioses habían obrado un milagro, Eoghan estaba a su lado, y algo así, tras tantos meses de duda, bien merecían un ligero cambio, ni que fuera por un día.
Miró la puerta abierta mientras sostenía las toallas y el agua caía. La soledad jamás era algo bueno, y menos si estabas en un lugar donde no tenías, tampoco, esperanza. Las heridas físicas eran fáciles de curar, con algo de magia, o un par de mejunjes y costuras podía arreglar incluso un hueso roto o mal curado, pero las heridas que no se veían, esas que se encontraban en la mente y en el corazón, esas eran difíciles de tratar, no sabía si podía preguntar, o si debía hacerlo, ni si el querría hablar de ellos o si se sentía preparado, solo sabía que si ahora estaba con él, quería ayudarlo, no lo había buscado para nada.
Él había cuidado de ella meses atrás, ahora era ella quien debía cuidar de él. Asintió para si, decidida, y sonrió, de nuevo, un poco. Dejó las toallas sobre una banqueta de madera y se soltó el pelo para poder relajarse, siempre necesitaba apretar el lazo para mantener su pelo, demasiado fino, maleable, notó como las raíces se le relajaban y suspiró aliviada. Salió a tiempo de ver a Eoghan con la barba llena de restos de comida, preguntándole para qué eran las tijeras. Ely se mordió el labio intentando no reír y se acercó a tomar las tijeras del escritorio para acercarse a Eoghan.
- Te he encontrado, pero el pelo y la barba te tapan la cara, te he echado de menos así que...¿me dejarás verte, por favor? - pidió agachándose un poco, sonriendo con timidez y las mejillas rojas mientras el pelo le cubría media cara, apartando el de él para poder verle bien los ojos y mostrándole las tijeras cerradas en la otra mano. Para eso eran, para poder volver a verlo, volver a verlo de verdad, con su sonrisa inocente y sus rasgos firmes.
Seguía con su timidez, pero era mucho más valiente que antes, había dejado por decir muchas cosas por culpa de su temor, temor al rechazo, a hacer algo mal, temor a no saber hablar con las palabras exactas, a salir herida o a herir, pero en ese tiempo había entendido que la vida no era otra cosa si no eso, dañar y ser dañado, superar obstáculos, acumular experiencias, si se temía algo demasiado, si se temía, incluso decir las cosas buenas, no se vivía en lo absoluto, y cuando menos lo esperabas desaparecías, habiéndote dejado demasiado en el tintero, cosas que después serías incapaz de decir, por que los momentos pasan, como el tiempo, y al final las palabras dichas vuelan, pero son las que no se dicen las que te atenazan la garganta.
Por eso, cuando comenzó su busqueda, lo había decidido, no debía amedrentarse, ni llorar, no hasta encontrarle, porque se había dejado muchas cosas por decir, y cuando lo encontrase, no guardaría nada. Puede que fuera un pensamiento algo inocente, pensar que, incluso con su cambio, el chico querría seguir a su lado, podría ser vanidoso pensar que ella era capaz de curar sus heridas y egoísta querer que no se fuera a marchar, pero por una vez, ni que fuera por un día, quería recuperar toda la inocencia de meses atrás, y ser valiente,vanidosa y egoísta, porque, después de todo, los dioses habían obrado un milagro, Eoghan estaba a su lado, y algo así, tras tantos meses de duda, bien merecían un ligero cambio, ni que fuera por un día.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Corazón de mimbre {Privado-Eoghan}
Eoghan la miró de nuevo con su pelo suelto. Aquella se parecía más a la Ely que le recordaba, pero más fuerte y más dura que antes. El joven la miró coger las tijeras de la mesilla y alzó suavemente una ceja, escuchando entonces sus palabras. Quería replicar, pero no podía. Pidiéndoselo de aquella manera, no había mayor necio que el que le negaba algo tan nimio a una muchacha tan dulce como lo era Ely.
-Pidiéndomelo así, tendría que estar loco para decirte que no. -Dijo con una sonrisa a la muchacha mientras tomaba las tijeras y se levantaba. -Deja que me afeite. Luego nos pondremos con el pelo.
Lo cierto es que no le hacía demasiada gracia tener que cortárselo demasiado, pero era cierto, tenía el cabello roto, maltratado, de muchos meses sin lavarse propiamente. Cuando Ely le levantó el flequillo, podría ver una profunda cicatriz en su ojo derecho, un filo atravesando de arriba a abajo la piel. Era un milagro que no le hubieran arrancado el ojo en el proceso. Tomó la mano de la elfa y le besó el dorso de los dedos tras limpiarse la barba propiamente -al fin y al cabo, estaba desaliñado pero no era un guarro- y se giró hacia el baño, quitándose la cota de mallas y el jubón. Tomó una navaja y una bacinilla, amén de una brocha. Mezcló el jabón con la crema que tenían allí, posiblemente preparada con miel, aceite y jugos de un par de frutas cuyos nombres él desconocía, e hizo espuma con ello, y empezó a afeitarse. La piel le tironeaba, irritada. Le dolía al afeitar el pelo tras tanto tiempo sin asearse, pero no le importaba demasiado. Unos pocos minutos de dolor, solo eso. Ni siquiera era dolor, era irritación, al fin y al cabo estaba acostumbrado a eso ya.
En vez de afeitarse completamente, se dejó un poco de barba en la mandibula y el bigote. Era un afeitado menos agresivo para tal y como tenía la piel, además que le hacía más angulosa la cara. Se fijó en que además tenía una cicatriz en el labio que prefería ocultar con un poco de barba. Sonrió para sí tras terminar el afeitado y entonces se giró, teniendo un aspecto ligeramente más aceptable, ofreciéndole las tijeras a la elfa.
-¿Haces tú los honores? -Le preguntó con una sonrisa al tiempo que tomó una buena porción del cabello hasta los hombros, básicamente todo lo que tenía dañado, roto y que él suponía le llevaría horas de lavado, para que ella lo cortase a gusto.
-Pidiéndomelo así, tendría que estar loco para decirte que no. -Dijo con una sonrisa a la muchacha mientras tomaba las tijeras y se levantaba. -Deja que me afeite. Luego nos pondremos con el pelo.
Lo cierto es que no le hacía demasiada gracia tener que cortárselo demasiado, pero era cierto, tenía el cabello roto, maltratado, de muchos meses sin lavarse propiamente. Cuando Ely le levantó el flequillo, podría ver una profunda cicatriz en su ojo derecho, un filo atravesando de arriba a abajo la piel. Era un milagro que no le hubieran arrancado el ojo en el proceso. Tomó la mano de la elfa y le besó el dorso de los dedos tras limpiarse la barba propiamente -al fin y al cabo, estaba desaliñado pero no era un guarro- y se giró hacia el baño, quitándose la cota de mallas y el jubón. Tomó una navaja y una bacinilla, amén de una brocha. Mezcló el jabón con la crema que tenían allí, posiblemente preparada con miel, aceite y jugos de un par de frutas cuyos nombres él desconocía, e hizo espuma con ello, y empezó a afeitarse. La piel le tironeaba, irritada. Le dolía al afeitar el pelo tras tanto tiempo sin asearse, pero no le importaba demasiado. Unos pocos minutos de dolor, solo eso. Ni siquiera era dolor, era irritación, al fin y al cabo estaba acostumbrado a eso ya.
En vez de afeitarse completamente, se dejó un poco de barba en la mandibula y el bigote. Era un afeitado menos agresivo para tal y como tenía la piel, además que le hacía más angulosa la cara. Se fijó en que además tenía una cicatriz en el labio que prefería ocultar con un poco de barba. Sonrió para sí tras terminar el afeitado y entonces se giró, teniendo un aspecto ligeramente más aceptable, ofreciéndole las tijeras a la elfa.
-¿Haces tú los honores? -Le preguntó con una sonrisa al tiempo que tomó una buena porción del cabello hasta los hombros, básicamente todo lo que tenía dañado, roto y que él suponía le llevaría horas de lavado, para que ella lo cortase a gusto.
Eoghan Lothannor
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Re: Corazón de mimbre {Privado-Eoghan}
Pareció dudar, habría dicho algo incorrecto, igual no debería haberle dicho nada, si lo había pasado mal, entendía que, tal vez, necesitase más tiempo, ¿lo estaría presionando? Esperaba que no, no quería hacer más daño que bien, el chico tal vez necesitaría tiempo, no quería forzarle, simplemente quería recuperarle. Era consciente de que no podría ser igual que antes, ella había cambiado, pero él también, si algo seguía siendo igual, era, sin duda, que había algo, no sabía qué, que los había unido, y los mantenía, aun, juntos. Destino, lazos o fortuna, podía llamarse como fuera, pero era claro.
La tensión y las dudas se disiparon cuando la sonrisa de Eoghan salió a flote y tomó las tijeras de su mano abierta. Tenía una cicatriz nueva, seguro que habría más, pero había una que le llamaba la atención. El ojo derecho del chico estaba surcado por una marca que su magia, superficial como había sido, no había podido borrar, y tal vez, con la fuerza que tenía ahora, sería incapaz de hacerlo, pero eso no quitaba que fuera a intentarlo.
Sin mirar las heridas, mirando únicamente al chico bajo estas, sonrió contenta, era un paso para mejorar, para superar lo que fuera que le había pasado. No había llegado a retirar la mano que había sostenido las tijeras cuando el chico se la tomó y le dio un suave beso en el dorso, como si de un caballero del rey se tratara. El sonrojo subió a las mejillas de la elfa mientras se apartaba para dejarle paso al baño.
Cuando la puerta se cerró, la elfa tuvo el primer momento de respiro, se sentía tan cansada, por fin lo había encontrado y el agotamiento la comenzaba a consumir. Se lanzó de espaldas a la cama y dejó que una lágrima de alivio le resbalase por la cara, tantos meses habían valido la pena, no habían sido en balde. Cubrió sus ojos con el brazo y apretó la mandíbula soltando las lágrimas antes de que Eoghan volviera a salir del baño, ya lo había pasado él bastante mal como para tener que soportar sus llantos.
Cuando la puerta se abrió, la chica se alzó rápidamente con una sonrisa y se secó las lágrimas con la manga tirando de su camisa para que pareciera, al menos, entera. El vapor saliente del agua caliente que aun llenaba lentamente la bañera la cubrió para tapar sus movimientos. Miró al chico, afeitado, solo eso ya hacía que tuviera mejor cara, y, esperaba que, tras el corte de pelo y un baño, se sintiera mejor aun. Se notaba más su mandíbula firme, se notaba más el peso perdido, pero parecía, también, más entero que antes.
- Claro.- sonrió quitándose el corsé, tranquila, dejándolo sobre la cama, y tomando las tijeras, para tener más movimiento.
Apartó la silla del escritorio y corrió al baño a por una toalla para colocarla en el suelo y otra para ponerla encima del chico. Lo invitó a sentarse y comenzó a acariciar los mechones de pelo roto. Se notaba que el sol le había castigado, no solo el pelo, si no también la piel. Rezando por no cortar más de la cuenta, tomó un mechón, y dio un corte.
- ¿Estás bien?- se decidió a preguntarle cortando un nuevo mechón.- No se que has pasado, ni te voy a pedir que me lo cuentes, pero... cuando quieras hablar, dímelo, ¿vale?- le preguntó dándole el último corte, pasando a igualarlo y retirando, por fin, la toalla que tenía sobre los hombros dejándola caer al suelo.- Ya está, ahora por fin te veo.- le sonrió poniendo la cabeza en su hombro y abrazándolo por la espalda, dejando las tijeras en el escritorio y pegando su mejilla suave a la de él, con una sutil risa, feliz.
La tensión y las dudas se disiparon cuando la sonrisa de Eoghan salió a flote y tomó las tijeras de su mano abierta. Tenía una cicatriz nueva, seguro que habría más, pero había una que le llamaba la atención. El ojo derecho del chico estaba surcado por una marca que su magia, superficial como había sido, no había podido borrar, y tal vez, con la fuerza que tenía ahora, sería incapaz de hacerlo, pero eso no quitaba que fuera a intentarlo.
Sin mirar las heridas, mirando únicamente al chico bajo estas, sonrió contenta, era un paso para mejorar, para superar lo que fuera que le había pasado. No había llegado a retirar la mano que había sostenido las tijeras cuando el chico se la tomó y le dio un suave beso en el dorso, como si de un caballero del rey se tratara. El sonrojo subió a las mejillas de la elfa mientras se apartaba para dejarle paso al baño.
Cuando la puerta se cerró, la elfa tuvo el primer momento de respiro, se sentía tan cansada, por fin lo había encontrado y el agotamiento la comenzaba a consumir. Se lanzó de espaldas a la cama y dejó que una lágrima de alivio le resbalase por la cara, tantos meses habían valido la pena, no habían sido en balde. Cubrió sus ojos con el brazo y apretó la mandíbula soltando las lágrimas antes de que Eoghan volviera a salir del baño, ya lo había pasado él bastante mal como para tener que soportar sus llantos.
Cuando la puerta se abrió, la chica se alzó rápidamente con una sonrisa y se secó las lágrimas con la manga tirando de su camisa para que pareciera, al menos, entera. El vapor saliente del agua caliente que aun llenaba lentamente la bañera la cubrió para tapar sus movimientos. Miró al chico, afeitado, solo eso ya hacía que tuviera mejor cara, y, esperaba que, tras el corte de pelo y un baño, se sintiera mejor aun. Se notaba más su mandíbula firme, se notaba más el peso perdido, pero parecía, también, más entero que antes.
- Claro.- sonrió quitándose el corsé, tranquila, dejándolo sobre la cama, y tomando las tijeras, para tener más movimiento.
Apartó la silla del escritorio y corrió al baño a por una toalla para colocarla en el suelo y otra para ponerla encima del chico. Lo invitó a sentarse y comenzó a acariciar los mechones de pelo roto. Se notaba que el sol le había castigado, no solo el pelo, si no también la piel. Rezando por no cortar más de la cuenta, tomó un mechón, y dio un corte.
- ¿Estás bien?- se decidió a preguntarle cortando un nuevo mechón.- No se que has pasado, ni te voy a pedir que me lo cuentes, pero... cuando quieras hablar, dímelo, ¿vale?- le preguntó dándole el último corte, pasando a igualarlo y retirando, por fin, la toalla que tenía sobre los hombros dejándola caer al suelo.- Ya está, ahora por fin te veo.- le sonrió poniendo la cabeza en su hombro y abrazándolo por la espalda, dejando las tijeras en el escritorio y pegando su mejilla suave a la de él, con una sutil risa, feliz.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Corazón de mimbre {Privado-Eoghan}
Eoghan se sentó donde Ely le indicó, agachando los hombros para darle mejor acceso al pelo, apoyando sus codos en sus rodillas. Si bien reconocía que tenía que cortarse el pelo por lo estropeado que estaba, también le daba algo de pena hacerlo. Cuando la muchacha le preguntó si estaba bien, se pensó qué decirle. Por una parte, no quería hablar demasiado del asunto. Le atormentaba todo aquello, aquel calvario que tuvo que sufrir y ver cómo otros sufrian, tener que matar a otros para su propia supervivencia y siendo reducido a nada más que un animal con cerebro humano en demasiadas ocasiones, tantas que ya no era capaz ni de contarlas.
-Estoy aquí.-Dijo sencillamente. Eso era lo que importaba, no si había estado bien o no antes. Cuando la chica anunció que ya estaba, alzó suavemente la cabeza, y sonrió. Eso estaba mucho mejor, ahora podía verse la cara entera. Se palpó con suavidad la cicatriz del ojo. No era que le molestase, pero era raro verla ahí. Miró a la chica, no es que estuviera feliz, es que ella estaba radiante, y eso era lo que más le importaba a él en ese momento. Alzó suavemente la mano para ponerla en la nuca de la chica, acariciándola y giró suavemente la cara para besar su mejilla tras echar un somero vistazo a ambos en el espejo para después levantarse. Hubo un instante de silencio en el que miró sus cosas. Sus espadas, su hacha, los jirones con los que volvió... Se giró y miró a la chica. -Te he echado de menos.
¿Solo de menos? Joder, pensaba que se le había ido el alma cuando lo capturaron y pensaba que no podría verla otra vez. Es más, de algún modo supo que la joven podría pasar página en algún momento, pero no hacía falta ser un genio para saber que ella lo había pasado fatal pensando que él podría estar muerto, que la había dejado sola, vagando por Aerandir por su cuenta y riesgo. Para bien o para mal, aquella experiencia la había cambiado, fortalecido, pero... ¿Hasta qué punto había valido la pena? Aunque admitía que, por lo pronto, solo pudo ver beneficios en los cambios, aunque claro...
... Era Ely. Eoghan era incapaz de ver algo incorrecto en ella.
-Estoy aquí.-Dijo sencillamente. Eso era lo que importaba, no si había estado bien o no antes. Cuando la chica anunció que ya estaba, alzó suavemente la cabeza, y sonrió. Eso estaba mucho mejor, ahora podía verse la cara entera. Se palpó con suavidad la cicatriz del ojo. No era que le molestase, pero era raro verla ahí. Miró a la chica, no es que estuviera feliz, es que ella estaba radiante, y eso era lo que más le importaba a él en ese momento. Alzó suavemente la mano para ponerla en la nuca de la chica, acariciándola y giró suavemente la cara para besar su mejilla tras echar un somero vistazo a ambos en el espejo para después levantarse. Hubo un instante de silencio en el que miró sus cosas. Sus espadas, su hacha, los jirones con los que volvió... Se giró y miró a la chica. -Te he echado de menos.
¿Solo de menos? Joder, pensaba que se le había ido el alma cuando lo capturaron y pensaba que no podría verla otra vez. Es más, de algún modo supo que la joven podría pasar página en algún momento, pero no hacía falta ser un genio para saber que ella lo había pasado fatal pensando que él podría estar muerto, que la había dejado sola, vagando por Aerandir por su cuenta y riesgo. Para bien o para mal, aquella experiencia la había cambiado, fortalecido, pero... ¿Hasta qué punto había valido la pena? Aunque admitía que, por lo pronto, solo pudo ver beneficios en los cambios, aunque claro...
... Era Ely. Eoghan era incapaz de ver algo incorrecto en ella.
Eoghan Lothannor
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Re: Corazón de mimbre {Privado-Eoghan}
Esperó paciente a que el chico se mirase en el pequeño espejo que había sobre la mesa, algo nerviosa, ¿se habría pasado por el corte? Esperaba que no. Notó la cicatriz que tenía en el ojo, una vez más. Esa marca, le recordaría mientras estuviera ahí lo que le había sucedido en los últimos meses. Si algo tenía, en ese momento, Ely en la cabeza, era que, le costara lo que le costara, conseguiría el poder suficiente como para eliminar esa herida, y ayudar a Eoghan a deshacerse del dolor de sus recuerdos.
Notaba en sus gestos, en su sonrisa cansada, que lo había pasado mal, y su perdida de peso, sus heridas, solo le confirmaban lo que veía en sus ojos. Pero poco o nada le importaba, como él mismo decía, estaba ahí, y eso era lo más importante. Lo había echado de menos con toda su alma, lo había buscado desgastando sus piernas y a punto había estado de perder su ánimo. Lo había creído muerto. Si se hubiera rendido, no había vuelto a ser nunca la misma. Pero por suerte, ni ella había estado dispuesta a dejar de buscar, ni él había muerto.
Con la mano de él, en su nuca, devolviéndole, de algún modo, el abrazo, Ely tenía la convicción de que habría pasado su eternidad buscando, si hubiera hecho falta, y no habría sentido que hubiera perdido el tiempo. Porque nunca habría sabido si, tal vez, la vida, con sus juegos, había hecho que el joven se volviera vampiro, y haber conseguido, con eso, encontrarlo incluso dos siglos después. Mientras hubiera podido encontrarlo, o al menos, tenido la certeza de que no se había rendido, sabría que no había perdido el tiempo.
Se mordió el labio inferior, sonriendo con un leve sonrojo cuando notó el ligero beso en la mejilla, y se separo dejándolo levantarse. Seguía sin acostumbrarse a ese tipo de cosas, los humanos solían tener mucho contacto, más que los elfos. Meses atrás, con Eoghan, había logrado acostumbrarse un poco, pero después del tiempo separados, en el que había viajado en soledad, volvía a estar como al principio en algunos temas. Sin embargo, se alegraba tanto de tenerle ahí, con ella, que le importaba poco estar o no acostumbrada a nada.
Su sonrisa se ensanchó, ¿la había echado de menos? No tenía, entonces, ni idea, de todo lo que ella lo había echado en falta. Aunque, por supuesto, no era capaz ni siquiera de imaginarse lo mucho que el chico habría necesitado alguien en quien apoyarse durante su ausencia, mucho menos iba a comparar. Se sentía culpable,por no haber logrado hacer más que buscar, y esperar, por no haber sido capaz de encontrarle antes, ni de hacer nada por él, cuando ella había recibido tanto de su parte, incluso el valor que tenía en ese momento, que aunque no fuera mucho, era más que antes, se lo debía al chico. Ojala hubiera estado con él, o en su lugar. Parecía que, Eoghan, había vuelto algo roto, y no hablaba de los huesos.
Se acercó un par de pasos, con una pequeña sonrisa, y, algo dudosa, se abrazó a él, escondiéndose, a medias, en su pecho. Esos meses se le habían hecho eternos, y seguía con ganas de llorar, pero no iba a hacerlo, no quería, porque temía que eso pusiera triste al guerrero. Sin embargo, no pudo evitar que se le escapase una lagrimilla, aliviada. Aun no se creía que él de verdad estuviera allí.
- Y yo a ti...- murmuró haciendo un poco más de fuerza para abrazarlo, mientras notaba como comenzaba a temblar levemente.
Notaba en sus gestos, en su sonrisa cansada, que lo había pasado mal, y su perdida de peso, sus heridas, solo le confirmaban lo que veía en sus ojos. Pero poco o nada le importaba, como él mismo decía, estaba ahí, y eso era lo más importante. Lo había echado de menos con toda su alma, lo había buscado desgastando sus piernas y a punto había estado de perder su ánimo. Lo había creído muerto. Si se hubiera rendido, no había vuelto a ser nunca la misma. Pero por suerte, ni ella había estado dispuesta a dejar de buscar, ni él había muerto.
Con la mano de él, en su nuca, devolviéndole, de algún modo, el abrazo, Ely tenía la convicción de que habría pasado su eternidad buscando, si hubiera hecho falta, y no habría sentido que hubiera perdido el tiempo. Porque nunca habría sabido si, tal vez, la vida, con sus juegos, había hecho que el joven se volviera vampiro, y haber conseguido, con eso, encontrarlo incluso dos siglos después. Mientras hubiera podido encontrarlo, o al menos, tenido la certeza de que no se había rendido, sabría que no había perdido el tiempo.
Se mordió el labio inferior, sonriendo con un leve sonrojo cuando notó el ligero beso en la mejilla, y se separo dejándolo levantarse. Seguía sin acostumbrarse a ese tipo de cosas, los humanos solían tener mucho contacto, más que los elfos. Meses atrás, con Eoghan, había logrado acostumbrarse un poco, pero después del tiempo separados, en el que había viajado en soledad, volvía a estar como al principio en algunos temas. Sin embargo, se alegraba tanto de tenerle ahí, con ella, que le importaba poco estar o no acostumbrada a nada.
Su sonrisa se ensanchó, ¿la había echado de menos? No tenía, entonces, ni idea, de todo lo que ella lo había echado en falta. Aunque, por supuesto, no era capaz ni siquiera de imaginarse lo mucho que el chico habría necesitado alguien en quien apoyarse durante su ausencia, mucho menos iba a comparar. Se sentía culpable,por no haber logrado hacer más que buscar, y esperar, por no haber sido capaz de encontrarle antes, ni de hacer nada por él, cuando ella había recibido tanto de su parte, incluso el valor que tenía en ese momento, que aunque no fuera mucho, era más que antes, se lo debía al chico. Ojala hubiera estado con él, o en su lugar. Parecía que, Eoghan, había vuelto algo roto, y no hablaba de los huesos.
Se acercó un par de pasos, con una pequeña sonrisa, y, algo dudosa, se abrazó a él, escondiéndose, a medias, en su pecho. Esos meses se le habían hecho eternos, y seguía con ganas de llorar, pero no iba a hacerlo, no quería, porque temía que eso pusiera triste al guerrero. Sin embargo, no pudo evitar que se le escapase una lagrimilla, aliviada. Aun no se creía que él de verdad estuviera allí.
- Y yo a ti...- murmuró haciendo un poco más de fuerza para abrazarlo, mientras notaba como comenzaba a temblar levemente.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Corazón de mimbre {Privado-Eoghan}
La pobre debió pasarlo mal durante todos aquellos meses en los que él no estuvo, no cabía duda de ello. Y se arrepentía de haberse dejado capturar tan tontamente. La abrazó fuertemente contra su pecho y acarició el suave pelo de la elfa tan solo con la punta de los dedos, caricias cariñosas y sin embargo buscando que la chica se tranquilizase al fin. Tenía claro que la pobre Ely no iba a soltarle en un buen rato, y en fin... No iba a ser él quien pusiera pegas. Como ya había dicho, la había echado de menos. Era como si le hubieran arrancado un trozo de alma y ahora lo tuviera de vuelta.
No se movió. Ni un simple, miserable ápice. Podía sentirse cansado, roto, herido, dolorido, lesionado, mancillado y machacado hasta que de lo que era su anterior 'yo' no quedara nada más que una papilla metafísica. Sí, seguía siendo orgulloso, y sí, seguía creyendo en la bondad de la gente, pero desde luego había algo que en él había cambiado; su autosuficiencia. Odiaba decirlo, pero necesitaba a alguien. Necesitaba poder comunicarse, que le tocasen, sentir algo más que el frío acero entre las manos y un frío gélido, escuchar algo más que el aullido de los lobos en la distancia, tener alguna sensación más allá del dolor muscular y los sabañones de las manos. Y ahora venía la parte que no le fastidiaba tanto decir: Necesitaba, con todo su corazón, a la joven elfa.
-Al fin. -Eso fue lo único que dijo, con un suspiro aliviado durante el abrazo. No se iba a mover. No. Necesitaba sentir esa calidez que la elfa emanaba solo con su presencia. No era un en fin autoconclusivo, ni tampoco era una llamada desesperada. Era, en pocas palabras, una expresión de puro alivio. Eoghan nunca creyó que tan solo en dos palabras pudiera haber expresado tantísimo.
No se movió. Ni un simple, miserable ápice. Podía sentirse cansado, roto, herido, dolorido, lesionado, mancillado y machacado hasta que de lo que era su anterior 'yo' no quedara nada más que una papilla metafísica. Sí, seguía siendo orgulloso, y sí, seguía creyendo en la bondad de la gente, pero desde luego había algo que en él había cambiado; su autosuficiencia. Odiaba decirlo, pero necesitaba a alguien. Necesitaba poder comunicarse, que le tocasen, sentir algo más que el frío acero entre las manos y un frío gélido, escuchar algo más que el aullido de los lobos en la distancia, tener alguna sensación más allá del dolor muscular y los sabañones de las manos. Y ahora venía la parte que no le fastidiaba tanto decir: Necesitaba, con todo su corazón, a la joven elfa.
-Al fin. -Eso fue lo único que dijo, con un suspiro aliviado durante el abrazo. No se iba a mover. No. Necesitaba sentir esa calidez que la elfa emanaba solo con su presencia. No era un en fin autoconclusivo, ni tampoco era una llamada desesperada. Era, en pocas palabras, una expresión de puro alivio. Eoghan nunca creyó que tan solo en dos palabras pudiera haber expresado tantísimo.
Eoghan Lothannor
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Re: Corazón de mimbre {Privado-Eoghan}
"Al fin", sin duda dos palabras que resumían a la perfección lo que sentía la pequeña Ely al haber encontrado al guerrero. Tembló un momento, aun forzándose por no soltar las lágrimas, consciente de que, en cuanto empezara, le sería tremendamente difícil parar. No solo habían sido meses largos, eternos, si no que se habían vuelto difíciles. Al abandonar su hogar, la niña que había sido nunca habría creído lo realmente aterrador era el mundo exterior. Su hogar era cálido, sencillo, agradable, si alguien necesitaba ayuda, la tenía, las emociones no se controlaban con tanta crudeza. Si se quería llorar, se lloraba, si se necesitaba reír, se reía, era importante el bienestar de la comunidad, porque si alguien estaba feliz, haría felices a otros. Pero allí, en el exterior, era todo totalmente diferente.
Imperaba la ley de la selva, muerde o te muerden, mata o te matan, y ella, aun inocente, había tenido que pasar por varias sorpresas al partir en busca de su hermano. Eoghan había sido, al encontrarlo, un regalo traído por la Diosa. Alguien amable, fuerte, dulce, que se había preocupado por ella, que había creído en la bondad de la gente y le había intentado demostrar que no todo era malo. Perderlo había sido más que un jarro de agua fría. Había sido una daga en el pecho, una herida en el corazón y la partida de media alma.
Notó las caricias en el pelo y el abrazo estrecho, sentía que los músculos le protestaban por la presión, pero, ciertamente, bien le valdrían, incluso, unos huesos rotos, si eso significaba que, en ese momento, no tenía que separarse de él. solo quería quedarse así y no soltarlo en una semana, un mes, o un año entero. No supo cuanto tiempo pasó, si cinco minutos o 5 horas, hasta que el sonido del agua la trajo de vuelta a la realidad, lo que si sabía era que el abrazo se le había hecho corto y que el silencio habría sido un gran regalo. porque ni el sueño, ni el cansancio acumulado, le iban a hacer separarse de él. Pero una bañera desbordándose, era otro cantar, no quería, tampoco, provocar destrozos en la posada.
Levantó la cabeza separándose lentamente de Eoghan, con los ojos rojos, de retener el llanto, y le dio una sonrisa suave, feliz, antes de separarse un poco, con un suave apretón en la mano, e ir a apagar el agua, que, por suerte, no había llegado a salirse, aun faltaba cerca de un palmo para eso. Suspiró y volvió al dormitorio. Miró al chico con una pequeña disculpa brillando en sus ojos. Se mordió el labio, con mirada baja, y lo miró por entre las pestañas dando cortos pasos hacia él, antes de, con timidez, volver a abrazarlo.
Había perdido tanto peso, más que ella, las ojeras de Eoghan eran más pronunciadas que las suyas, y sus heridas... alzó una mano para tocarle el labio, tenía pequeña marca, un corte, que no había podido curar, tampoco. Luego pasó a la del ojo, debía volverse fuerte, debía ser más fuerte para poder borrar las marcas de lo que fuera que había vivido Eoghan esos seis meses, borrar el dolor de su pasado. Le sonrió con timidez y volvió a abrazarlo, sabía que debía soltarle, que debía permitirle descansar, pero... solo cinco minutos, se conformaba con cinco miseros minutos más. No era tanto pedir tras seis meses de busqueda.
- Lo siento, cinco minutos, solo eso, y te suelto para que puedas ir al baño o hacer lo que quieras, solo... cinco minutos.- murmuró bajito, notando un pequeño temblor en su cuerpo menudo.
Tenía miedo, miedo de soltarlo, miedo de dejarlo solo, miedo de quedarse sola, miedo de cerrar una puerta y que, al volver a abrirla, el chico hubiera desaparecido por arte de magia, miedo de volver a perderlo, y, con eso, perderse ella. Porque era consciente de que, en su ausencia, había andado como alma en pena por todo Aerandir, esperando encontrar a alguien de quien nadie había parecido oir. Pero, al final, le importaba poco, estaba ahí, en ese momento, estaba ahí. Podía oír su latido, podía notar sus manos, podía escuchar su voz y ver su sonrisa, y, con eso, le bastaba, al fin, como él había dicho, al fin, estaba ahí.
Imperaba la ley de la selva, muerde o te muerden, mata o te matan, y ella, aun inocente, había tenido que pasar por varias sorpresas al partir en busca de su hermano. Eoghan había sido, al encontrarlo, un regalo traído por la Diosa. Alguien amable, fuerte, dulce, que se había preocupado por ella, que había creído en la bondad de la gente y le había intentado demostrar que no todo era malo. Perderlo había sido más que un jarro de agua fría. Había sido una daga en el pecho, una herida en el corazón y la partida de media alma.
Notó las caricias en el pelo y el abrazo estrecho, sentía que los músculos le protestaban por la presión, pero, ciertamente, bien le valdrían, incluso, unos huesos rotos, si eso significaba que, en ese momento, no tenía que separarse de él. solo quería quedarse así y no soltarlo en una semana, un mes, o un año entero. No supo cuanto tiempo pasó, si cinco minutos o 5 horas, hasta que el sonido del agua la trajo de vuelta a la realidad, lo que si sabía era que el abrazo se le había hecho corto y que el silencio habría sido un gran regalo. porque ni el sueño, ni el cansancio acumulado, le iban a hacer separarse de él. Pero una bañera desbordándose, era otro cantar, no quería, tampoco, provocar destrozos en la posada.
Levantó la cabeza separándose lentamente de Eoghan, con los ojos rojos, de retener el llanto, y le dio una sonrisa suave, feliz, antes de separarse un poco, con un suave apretón en la mano, e ir a apagar el agua, que, por suerte, no había llegado a salirse, aun faltaba cerca de un palmo para eso. Suspiró y volvió al dormitorio. Miró al chico con una pequeña disculpa brillando en sus ojos. Se mordió el labio, con mirada baja, y lo miró por entre las pestañas dando cortos pasos hacia él, antes de, con timidez, volver a abrazarlo.
Había perdido tanto peso, más que ella, las ojeras de Eoghan eran más pronunciadas que las suyas, y sus heridas... alzó una mano para tocarle el labio, tenía pequeña marca, un corte, que no había podido curar, tampoco. Luego pasó a la del ojo, debía volverse fuerte, debía ser más fuerte para poder borrar las marcas de lo que fuera que había vivido Eoghan esos seis meses, borrar el dolor de su pasado. Le sonrió con timidez y volvió a abrazarlo, sabía que debía soltarle, que debía permitirle descansar, pero... solo cinco minutos, se conformaba con cinco miseros minutos más. No era tanto pedir tras seis meses de busqueda.
- Lo siento, cinco minutos, solo eso, y te suelto para que puedas ir al baño o hacer lo que quieras, solo... cinco minutos.- murmuró bajito, notando un pequeño temblor en su cuerpo menudo.
Tenía miedo, miedo de soltarlo, miedo de dejarlo solo, miedo de quedarse sola, miedo de cerrar una puerta y que, al volver a abrirla, el chico hubiera desaparecido por arte de magia, miedo de volver a perderlo, y, con eso, perderse ella. Porque era consciente de que, en su ausencia, había andado como alma en pena por todo Aerandir, esperando encontrar a alguien de quien nadie había parecido oir. Pero, al final, le importaba poco, estaba ahí, en ese momento, estaba ahí. Podía oír su latido, podía notar sus manos, podía escuchar su voz y ver su sonrisa, y, con eso, le bastaba, al fin, como él había dicho, al fin, estaba ahí.
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