Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
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Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
Noto extraña a Merrigan. Desde el primer día que la vi la noté extraña. Aunque no sé cómo se comportaba antes de conocerme, tengo la sensación que no lo hacía como lo hace ahora. Comparo a otras niñas que están con sus padres, en la ciudad hay muchas niñas y muchos padres a los que poder mirar. Ellas no hacen lo que hace Merrigan. Dan abrazaos, se apoyan en el brazo derecho de su padre para caminar, le acarician y le besan. Siempre es así. Puedo diferenciar entre las personas de la ciudad los que son hija y padre por el cariño que muestran entre ellos. No es el mismo amor que yo tuve con Idril. Es otro diferente. Las caricias y los besos también son diferentes. Aun así, entiendo que es amor. Es una de las pocas cosas que entiendo de los hombres de las ciudades. Lo comprendo y lo envidio, pues Merrigan no parece sentir ese amor. No hay caricias, no hay abrazos y no hay besos. Cuando la miro a los ojos, ella sonríe y baja la mirada. Cuando caminamos, lo hacemos juntos pero no nos tocamos; hay una distancia de un pie entre nosotros. ¿Quiere decir eso que no hay amor? No lo sé. Por mí parte, no la culpo. Yo tampoco intento tocarla, acariciar, abrazarla ni besarla. En cierto sentido, sé que no la amo. Merrigan apareció en mi vida y me hizo recordar una historia que creí haber olvidado. Ella es la prueba que la historia todavía sigue vive. Una prueba que se sostiene solamente por unas pocas palabras que yo escribí tiempo atrás. No es suficiente para pensar que ella es mi hija y no es suficiente para amarla. Para mí, ella es “la niña” o es “Merrigan”; nunca mi hija. Para ella, tal vez, yo seré “el hombre” o seré “Sarez”; nunca su padre.
Ahora Merrigan descansa en el hostal donde nos hemos hospedado. Ella sabe tratar con las personas. Me dice cómo debo comportarme y qué palabras debo decir (y si no sabes qué decir no te preocupes, no digas nada o mejor di “lo siento mucho no volverá a ocurrir” y te vas). Es ella la encargada de hablar y discutir con el hostelero. La noche anterior, cuando nos hospedamos, regateó el precio de tal modo que nos salió por la mitad del precio del que yo hubiera pagado. Merrigan es muy lista, no se parece a mí. Otro motivo por el cual distanciar más de ella.
Mientras duerme, yo doy un paseo por la ciudad. Me gusta ver cómo empiezan aquí los días, es tan diferente a los bosques. Aquí, los pájaros que cantan son los gallos de los corrales, el viento que mece los árboles tiene el aroma suave y caliente del pan recién horneado y los primeros rayos de sol se reflejan en los miles de colores que tienen los cristales de las casas. Podría acostumbrarme a estos comienzos del día; al resto no. De aquí unas horas, las calles estarán embutidas de gente que no dejaran caminar, los colores de los cristales serán tapados por las sombras de las personas y los cantos de los gallos por los gritos del mercado. Ahora que puedo, disfruto del único momento agradable en la ciudad de los humanos. No dudará mucho más tiempo.
Entro a una de las tiendas de panes (panaderías, papá, se llaman panaderías) para comprar dos bollo de crema rosa. No sé qué llevan que hace que la nata sea rosa y tenga un sabor dulzón en su interior. Tampoco me importa. Las personas de las ciudades hacen cosas muy extrañas con la comida. Contra menos pregunte, mejor. Lo único que me importa es que esos bollos son los preferidos de Merrigan. Ella suele comprar las cosas que más me gustan, yo debo de hacer lo mismo.
Al pasar por la puerta de la panadería se oye un ruido de una campana pequeña que hace que me sorprenda y lleve mi mano sobre la empuñadura del tomahawk. Tengo buenos reflejos y mejor puntería. Nadie me puede pillar desadvertido y, menos, si avisa que va a atacar con el ruido de una campanilla. Si aparece el enemigo, estoy preparado.
No es un enemigo lo que aparece del otro lado de la cortina que lleva al horno sino una mujer pequeña y obesa vestida con un delantal blanco. Con una sonrisa, dice la misma frase que anoche le dijo el hostelero a Merrigan:
-¿En qué puedo servirle?-
-Bollos de crema rosa- levanto la mano del tomahawk y le muestro dos dedos. - Dos.-
.Está de suerte caballero,- la sonrisa de la mujer se hace más grande - los acabamos de sacar del horno y todavía están tan calientes como el fuego de un dragón.-
(Es un chiste, aunque no los entiendas, a las personas les gustan que les rías sus chistes.)
Intento reírme por cortesía, pero no lo consigo. La mueca de mi cara se hace más amarga de lo que ya es de por sí.
La mujer toma dos grandes trozos de papel en los que envuelve los dos bollos de crema de rosa y los mete en una bolsa, todavía más grande, también de papel.
-Aquí tiene, que los disfrute- unos segundos de silencio – sino le importa, serán veinte aeros.-
Se los doy sin decir nada. Merrigan hubiera regateado hasta conseguir pagar la mitad por ellos. Si yo regatease, sé que tendría que pagar el doble y, luego, para no meterme en problemas, tendría que decir: “Lo siento, no volverá a ocurrir”.
Salgo de la tienda de panes (panadería) con dirección hacia el hostal donde está Merrigan. Ya se habrá despertado. Creo que le gustará desayunar los bollos de crema rosa. Espero que así lo haga.
Ahora Merrigan descansa en el hostal donde nos hemos hospedado. Ella sabe tratar con las personas. Me dice cómo debo comportarme y qué palabras debo decir (y si no sabes qué decir no te preocupes, no digas nada o mejor di “lo siento mucho no volverá a ocurrir” y te vas). Es ella la encargada de hablar y discutir con el hostelero. La noche anterior, cuando nos hospedamos, regateó el precio de tal modo que nos salió por la mitad del precio del que yo hubiera pagado. Merrigan es muy lista, no se parece a mí. Otro motivo por el cual distanciar más de ella.
Mientras duerme, yo doy un paseo por la ciudad. Me gusta ver cómo empiezan aquí los días, es tan diferente a los bosques. Aquí, los pájaros que cantan son los gallos de los corrales, el viento que mece los árboles tiene el aroma suave y caliente del pan recién horneado y los primeros rayos de sol se reflejan en los miles de colores que tienen los cristales de las casas. Podría acostumbrarme a estos comienzos del día; al resto no. De aquí unas horas, las calles estarán embutidas de gente que no dejaran caminar, los colores de los cristales serán tapados por las sombras de las personas y los cantos de los gallos por los gritos del mercado. Ahora que puedo, disfruto del único momento agradable en la ciudad de los humanos. No dudará mucho más tiempo.
Entro a una de las tiendas de panes (panaderías, papá, se llaman panaderías) para comprar dos bollo de crema rosa. No sé qué llevan que hace que la nata sea rosa y tenga un sabor dulzón en su interior. Tampoco me importa. Las personas de las ciudades hacen cosas muy extrañas con la comida. Contra menos pregunte, mejor. Lo único que me importa es que esos bollos son los preferidos de Merrigan. Ella suele comprar las cosas que más me gustan, yo debo de hacer lo mismo.
Al pasar por la puerta de la panadería se oye un ruido de una campana pequeña que hace que me sorprenda y lleve mi mano sobre la empuñadura del tomahawk. Tengo buenos reflejos y mejor puntería. Nadie me puede pillar desadvertido y, menos, si avisa que va a atacar con el ruido de una campanilla. Si aparece el enemigo, estoy preparado.
No es un enemigo lo que aparece del otro lado de la cortina que lleva al horno sino una mujer pequeña y obesa vestida con un delantal blanco. Con una sonrisa, dice la misma frase que anoche le dijo el hostelero a Merrigan:
-¿En qué puedo servirle?-
-Bollos de crema rosa- levanto la mano del tomahawk y le muestro dos dedos. - Dos.-
.Está de suerte caballero,- la sonrisa de la mujer se hace más grande - los acabamos de sacar del horno y todavía están tan calientes como el fuego de un dragón.-
(Es un chiste, aunque no los entiendas, a las personas les gustan que les rías sus chistes.)
Intento reírme por cortesía, pero no lo consigo. La mueca de mi cara se hace más amarga de lo que ya es de por sí.
La mujer toma dos grandes trozos de papel en los que envuelve los dos bollos de crema de rosa y los mete en una bolsa, todavía más grande, también de papel.
-Aquí tiene, que los disfrute- unos segundos de silencio – sino le importa, serán veinte aeros.-
Se los doy sin decir nada. Merrigan hubiera regateado hasta conseguir pagar la mitad por ellos. Si yo regatease, sé que tendría que pagar el doble y, luego, para no meterme en problemas, tendría que decir: “Lo siento, no volverá a ocurrir”.
Salgo de la tienda de panes (panadería) con dirección hacia el hostal donde está Merrigan. Ya se habrá despertado. Creo que le gustará desayunar los bollos de crema rosa. Espero que así lo haga.
Última edición por Sarez el Sáb Dic 15 2018, 17:43, editado 1 vez
Sarez
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
Nadia la posadera estaba todavía fregando platos y jarras del día anterior. Aquel pequeño festejo había sido muy concurrido. Nadia había preferido dejarlo todo para el día siguiente, pues el día del festejo en sí mismo ya había traído mucho trabajo; todo lo que había que hacer después del festejo, era un trabajo casi de las mismas proporciones. Tras descansar profundamente, Alice ya la había escuchado a primeras horas de la mañana limpiando con fiereza en la planta inferior, donde estaba la taberna. Sin embargo, no había despertado a Alice aquella mañana, como solía hacer siempre. Había preferido que la joven descansara un poco más. Al principio Nadia había sido muy dura con ella, exigiéndole trabajar tanto como ella trabajaba. Pero luego habían ido conociéndose mejor, formando lo que se convertiría en una profunda amistad, y por lo general había acabado viéndola como una especie de hija. Por lo que de vez en cuando le demostraba parte de su afecto exigiéndole un poco menos.
Alice se puso en pie, saliendo de entre las sabanas y estirando sus extremidades a la par que dejaba escapar un largo bostezo. Se cambió, colocándose un atuendo cómodo, con una camisa ancha y larga de tono blanquecino. También una bufanda grande con la que rodeo su cuello rápidamente, desliándose parte de esta sobre su pecho hasta la cintura. Abajo se colocó unos pantalones holgados de tono azulado que le había regalado Nadia dias atrás. Luego salió de su habitación y bajo las escaleras hasta llegar a la taberna. Se encontró con Nadia terminando con aquello que estaba haciendo.
- Eres tan rápida –le comento nada más verla, con una sonrisa.
- Son años haciendo esto, cariño –dijo con dulzura Nadia, mientras la veía llegar-. Buenos dias. ¿Has dormido bien?
- Si. He tenido algunas pesadillas. Pero he dormido bien –Alice esbozo una media sonrisa.
- Hoy harás aquello de lo que me hablaste, ¿verdad?
- Si. Si no te importa.
- No tendremos mucho trabajo hoy, según he planeado. Así que no te necesitare tanto. Puedes ir y hacerlo sin preocuparte por volver tarde.
Tal y como llevaba haciendo desde hacia dos semanas, Alice frecuentaba las tabernas, hostales y lugares públicos de la ciudad dejando por lo menos uno o dos carteles con el rostro ilustrado de algunos de los bandidos que habían formado parte del ataque que había acabado con la troupe con la que ella había viajado hasta Lunargenta. Nadia había tenido la amabilidad de permitirle hacer aquello si no todos los dias, casi todos, hasta que la joven sintiera que había suficientes carteles repartidos por la ciudad como para que alguien los reconociera. Había recurrido a la guardia, pero la había atendido alguien que le había dado a entender que había muchos otros casos prioritarios antes de poder tratar el que ella había expuesto, por lo que había descartado a la guardia como una posibilidad de reclamar venganza y justicia sobre los que habían hecho aquello.
- Aun así, no volveré muy tarde –dijo finalmente Alice, mientras se acercaba a Nadia y le daba un fuerte abrazo. Se separó un metro de ella y la miro con seriedad-. Te agradezco muchísimo esto, sinceramente.
- ¡No tienes por qué ser siempre tan educada conmigo! –soltó una risotada Nadia-. Haz lo que necesites hacer. Haces un gran trabajo aquí, es lo menos que podría hacer por ti.
- ¿El dragón sigue durmiendo? –Nadia se encogió de hombros, sin saber que responder en un primer momento.
- Le hare saber sobre tu ida, por si quiere unirse y ayudarte. Como he dicho, no hay mucho trabajo previsto para hoy.
Ambas mantuvieron una breve charla, en la cual recordaron varias cosas sobre el día anterior. Rieron hablando sobre determinadas anécdotas que habían sucedido durante el festejo de la noche anterior. Tras dar por concluida la conversación, se abrazaron con fuerza de nuevo. Nadia retomo sus labores, y Alice salió de la taberna.
Recorrió las, todavía no tan concurridas calles de Lunargenta. Era un buen momento para rebuscar entre las distintas tiendas para encontrar los productos más baratos. Por la tarde, únicamente quedaban algunos mercados abiertos y por lo general, por el hecho de permanecer abiertos durante más tiempo, sus precios solían ascender. Sin embargo, aquellos que abrían por la tarde eran los únicos a los que podían acceder los trabajadores, que por lo general ocupaban prácticamente la mitad de sus dias con sus labores.
Alice paso por varios mercados. Trataba de buscar locales cerrados, donde pudiera dejar su cartel en la pared interna. De ese modo podría permanecer resguardado de la lluvia y los vándalos, estos segundos habituando a cortar los carteles por el simple placer de hacer el mal. La dulzura en las palabras de Alice al explicarse ante los distintos dueños de los mercados, le permitieron que estos correspondieran su dulzura y amabilidad, y le permitieran colocar los carteles en las paredes de sus establecimientos. Ya había dejado los carteles en veintiséis establecimientos, cuando pensó que era buena idea dar media vuelta y regresar a la taberna de Nadia para poder ayudarla. Le había llevado poco más de una hora hacerlo. En mitad de su camino, encontró un último lugar que se le había pasado por alto. Había bastantes personas a su alrededor, gente que había dormido la noche anterior, y aquello dio a entender a Alice que era un lugar bastante concurrido por lo general. Le quedaban dos panfletos, uno con la ilustración de uno de los bandidos, de barba incipiente y nariz alargada, y un segundo, con una barba mucho más espesa, ojos azules y una nariz gruesa rodeada de arrugas. Se quedó mirando durante algunos segundos los panfletos; luego desvió la vista hacia el hostal, y asintiéndose a sí misma, camino hacia el hostal. Abrió la puerta con delicadeza, y una vez dentro se dio cuenta de lo pequeña que era, al ver a tres individuos mucho más altos que estaban conversando, bloqueando la entrada. Uno de ellos se disculpó, y los tres se alejaron a otro rincón del hostal. Alice busco con la mirada al jefe del establecimiento, para hacerle saber sobre sus intenciones, esperando que tal y como había conseguido con los anteriores propietarios, aquel le diera una respuesta positiva y le permitiera colgar los carteles sin ningún inconveniente.
Alice se puso en pie, saliendo de entre las sabanas y estirando sus extremidades a la par que dejaba escapar un largo bostezo. Se cambió, colocándose un atuendo cómodo, con una camisa ancha y larga de tono blanquecino. También una bufanda grande con la que rodeo su cuello rápidamente, desliándose parte de esta sobre su pecho hasta la cintura. Abajo se colocó unos pantalones holgados de tono azulado que le había regalado Nadia dias atrás. Luego salió de su habitación y bajo las escaleras hasta llegar a la taberna. Se encontró con Nadia terminando con aquello que estaba haciendo.
- Eres tan rápida –le comento nada más verla, con una sonrisa.
- Son años haciendo esto, cariño –dijo con dulzura Nadia, mientras la veía llegar-. Buenos dias. ¿Has dormido bien?
- Si. He tenido algunas pesadillas. Pero he dormido bien –Alice esbozo una media sonrisa.
- Hoy harás aquello de lo que me hablaste, ¿verdad?
- Si. Si no te importa.
- No tendremos mucho trabajo hoy, según he planeado. Así que no te necesitare tanto. Puedes ir y hacerlo sin preocuparte por volver tarde.
Tal y como llevaba haciendo desde hacia dos semanas, Alice frecuentaba las tabernas, hostales y lugares públicos de la ciudad dejando por lo menos uno o dos carteles con el rostro ilustrado de algunos de los bandidos que habían formado parte del ataque que había acabado con la troupe con la que ella había viajado hasta Lunargenta. Nadia había tenido la amabilidad de permitirle hacer aquello si no todos los dias, casi todos, hasta que la joven sintiera que había suficientes carteles repartidos por la ciudad como para que alguien los reconociera. Había recurrido a la guardia, pero la había atendido alguien que le había dado a entender que había muchos otros casos prioritarios antes de poder tratar el que ella había expuesto, por lo que había descartado a la guardia como una posibilidad de reclamar venganza y justicia sobre los que habían hecho aquello.
- Aun así, no volveré muy tarde –dijo finalmente Alice, mientras se acercaba a Nadia y le daba un fuerte abrazo. Se separó un metro de ella y la miro con seriedad-. Te agradezco muchísimo esto, sinceramente.
- ¡No tienes por qué ser siempre tan educada conmigo! –soltó una risotada Nadia-. Haz lo que necesites hacer. Haces un gran trabajo aquí, es lo menos que podría hacer por ti.
- ¿El dragón sigue durmiendo? –Nadia se encogió de hombros, sin saber que responder en un primer momento.
- Le hare saber sobre tu ida, por si quiere unirse y ayudarte. Como he dicho, no hay mucho trabajo previsto para hoy.
Ambas mantuvieron una breve charla, en la cual recordaron varias cosas sobre el día anterior. Rieron hablando sobre determinadas anécdotas que habían sucedido durante el festejo de la noche anterior. Tras dar por concluida la conversación, se abrazaron con fuerza de nuevo. Nadia retomo sus labores, y Alice salió de la taberna.
Recorrió las, todavía no tan concurridas calles de Lunargenta. Era un buen momento para rebuscar entre las distintas tiendas para encontrar los productos más baratos. Por la tarde, únicamente quedaban algunos mercados abiertos y por lo general, por el hecho de permanecer abiertos durante más tiempo, sus precios solían ascender. Sin embargo, aquellos que abrían por la tarde eran los únicos a los que podían acceder los trabajadores, que por lo general ocupaban prácticamente la mitad de sus dias con sus labores.
Alice paso por varios mercados. Trataba de buscar locales cerrados, donde pudiera dejar su cartel en la pared interna. De ese modo podría permanecer resguardado de la lluvia y los vándalos, estos segundos habituando a cortar los carteles por el simple placer de hacer el mal. La dulzura en las palabras de Alice al explicarse ante los distintos dueños de los mercados, le permitieron que estos correspondieran su dulzura y amabilidad, y le permitieran colocar los carteles en las paredes de sus establecimientos. Ya había dejado los carteles en veintiséis establecimientos, cuando pensó que era buena idea dar media vuelta y regresar a la taberna de Nadia para poder ayudarla. Le había llevado poco más de una hora hacerlo. En mitad de su camino, encontró un último lugar que se le había pasado por alto. Había bastantes personas a su alrededor, gente que había dormido la noche anterior, y aquello dio a entender a Alice que era un lugar bastante concurrido por lo general. Le quedaban dos panfletos, uno con la ilustración de uno de los bandidos, de barba incipiente y nariz alargada, y un segundo, con una barba mucho más espesa, ojos azules y una nariz gruesa rodeada de arrugas. Se quedó mirando durante algunos segundos los panfletos; luego desvió la vista hacia el hostal, y asintiéndose a sí misma, camino hacia el hostal. Abrió la puerta con delicadeza, y una vez dentro se dio cuenta de lo pequeña que era, al ver a tres individuos mucho más altos que estaban conversando, bloqueando la entrada. Uno de ellos se disculpó, y los tres se alejaron a otro rincón del hostal. Alice busco con la mirada al jefe del establecimiento, para hacerle saber sobre sus intenciones, esperando que tal y como había conseguido con los anteriores propietarios, aquel le diera una respuesta positiva y le permitiera colgar los carteles sin ningún inconveniente.
Alice
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
Ryujin se revolvió en las mantas, sin duda no estaba acostumbrado a ese tipo de celebraciones humanas, aunque los invitados habían sido de todas las razas, algo que sorprendió a Ryujin, una vez más Alice había estado sobrecogedora con su láud pero desde que llegó a la posada apenas había tenido tiempo para hablar con ella, ya que enseguida empezaron las preparaciones del festival. Finalmente con pesadez abrió los ojos, viendo por la ventana como el sol estaba en lo alto, lo que alarmó a Ryujin: Era tarde, muy tarde para lo que él estaba acostumbrado a levantarse, ni siquiera había estado para saludar al sol cuando despertaba.
Se levantó con las manos adoloridas por el trabajo que tuvo que hacer en la cocina y se volvió a vestir como hacía siempre: con su larga túnica marrón, mientras salía cuidadosamente de su habitación con cuidado de no despertar a nadie y bajó raudo a la planta de abajo, siendo recibido por Nadia que dijo socarronamente:
"Vaya, pensaba que los monjes erais un poco más dispuestos" - Al ver la cara de profundo arrepentimiento de Ryujin, rápidamente argumentó:
"Oh, lo decía de broma, con todo lo que pasó ayer es normal que acabases destrozado. Ya está casi toda la limpieza hecha, así que no te preocupes." - El dragón asintió para, a continuación buscar con la mirada a su compañera dragona, pero al no verla preguntó directamente:
"¿Donde está Alice, sigue durmiendo?" - Nadia negó con la cabeza, tras lo cual dijo mientras señalaba los carteles denunciando a los bandidos:
"Alice está visitando las tabernas para colocar los carteles, para dar una mayor difusión. Por aquí está todo bien, así que si quieres puedes ir a ayudarla." - Ryujin asintió y salió, no sin antes tomar una manzana como desayuno con permiso de Nadia.
Desconocía donde se hallaban las tabernas, pero en todas las que visitaba ya había pasado Alice, lo cual aumentó la frustración del dragón: Finalmente le hablaron de un hostal que se había vuelto popular ultimamente, debido a los bajos precios, por lo que supuso que estaría allí.
Caminó por la ciudad sin entretenerse en las personas, pero las calles le resultaron laberinticas y confusas, por lo que finalmente tuvo que pararse a pedir ayuda. Preguntó a un par de personas, hasta que finalmente dio de bruces con un elfo, estaba claro que era elfo, pero su aspecto resultó algo peculiar: A diferencia de los demás, este elfo parecía algo cabizbajo y pensativo, portaba una pequeña bolsa y una marcada cicatriz en el ojo izquierdo. Carraspeó para llamar su atención y le preguntó:
"Disculpe, señor elfo, ¿Conocéis por casualidad el hostal...?" - No terminó la frase, pues con su visión periférica pudo ver a Alice entre la gente que había en la puerta, con los carteles en la mano. Masculló un "oh, ahí está" y asintiendo a modo de disculpa, dejó la conversación para acercarse al hostal: Tal como la posada de Nadia, el hostal había visto mejores días pero aún así no era el peor hostal que había visto nunca. Se abrió paso entre la gente que iba y venía de allí, pues la entrada era minúscula para tanto caudal de gente y finalmente la alcanzó, traspasando el umbral: La recepción del hostal estaba levemente oscura, posiblemente debido a las pocas ventanas que coronaban los laterales de la puerta o, más probable, la suciedad de estas que impidiese que traspasaran la luz del sol, el suelo pese a estar limpio, era de una textura marrón indescriptible que hacía que pareciese sucio, había gente charlando y habían dos puertas que daban a una pequeña taberna que parecía bastante habitada y otra cerrada. Unas escaleras pequeñas conducian al segundo piso y, supuso Ryujin, a las habitaciones, pegado a aquellas escaleras estaba la barra de recepción, defendida por un hombre alto y con una poblada barba que miraba intrigantemente a Alice, Ryujin no supo explicar el porque, pero tenía la sensación de que no era un buen lugar. Esperaba estar equivocado, transformarse enmedio de Lunargenta era uno de los escenarios que Ryujin temía.
Se levantó con las manos adoloridas por el trabajo que tuvo que hacer en la cocina y se volvió a vestir como hacía siempre: con su larga túnica marrón, mientras salía cuidadosamente de su habitación con cuidado de no despertar a nadie y bajó raudo a la planta de abajo, siendo recibido por Nadia que dijo socarronamente:
"Vaya, pensaba que los monjes erais un poco más dispuestos" - Al ver la cara de profundo arrepentimiento de Ryujin, rápidamente argumentó:
"Oh, lo decía de broma, con todo lo que pasó ayer es normal que acabases destrozado. Ya está casi toda la limpieza hecha, así que no te preocupes." - El dragón asintió para, a continuación buscar con la mirada a su compañera dragona, pero al no verla preguntó directamente:
"¿Donde está Alice, sigue durmiendo?" - Nadia negó con la cabeza, tras lo cual dijo mientras señalaba los carteles denunciando a los bandidos:
"Alice está visitando las tabernas para colocar los carteles, para dar una mayor difusión. Por aquí está todo bien, así que si quieres puedes ir a ayudarla." - Ryujin asintió y salió, no sin antes tomar una manzana como desayuno con permiso de Nadia.
Desconocía donde se hallaban las tabernas, pero en todas las que visitaba ya había pasado Alice, lo cual aumentó la frustración del dragón: Finalmente le hablaron de un hostal que se había vuelto popular ultimamente, debido a los bajos precios, por lo que supuso que estaría allí.
Caminó por la ciudad sin entretenerse en las personas, pero las calles le resultaron laberinticas y confusas, por lo que finalmente tuvo que pararse a pedir ayuda. Preguntó a un par de personas, hasta que finalmente dio de bruces con un elfo, estaba claro que era elfo, pero su aspecto resultó algo peculiar: A diferencia de los demás, este elfo parecía algo cabizbajo y pensativo, portaba una pequeña bolsa y una marcada cicatriz en el ojo izquierdo. Carraspeó para llamar su atención y le preguntó:
"Disculpe, señor elfo, ¿Conocéis por casualidad el hostal...?" - No terminó la frase, pues con su visión periférica pudo ver a Alice entre la gente que había en la puerta, con los carteles en la mano. Masculló un "oh, ahí está" y asintiendo a modo de disculpa, dejó la conversación para acercarse al hostal: Tal como la posada de Nadia, el hostal había visto mejores días pero aún así no era el peor hostal que había visto nunca. Se abrió paso entre la gente que iba y venía de allí, pues la entrada era minúscula para tanto caudal de gente y finalmente la alcanzó, traspasando el umbral: La recepción del hostal estaba levemente oscura, posiblemente debido a las pocas ventanas que coronaban los laterales de la puerta o, más probable, la suciedad de estas que impidiese que traspasaran la luz del sol, el suelo pese a estar limpio, era de una textura marrón indescriptible que hacía que pareciese sucio, había gente charlando y habían dos puertas que daban a una pequeña taberna que parecía bastante habitada y otra cerrada. Unas escaleras pequeñas conducian al segundo piso y, supuso Ryujin, a las habitaciones, pegado a aquellas escaleras estaba la barra de recepción, defendida por un hombre alto y con una poblada barba que miraba intrigantemente a Alice, Ryujin no supo explicar el porque, pero tenía la sensación de que no era un buen lugar. Esperaba estar equivocado, transformarse enmedio de Lunargenta era uno de los escenarios que Ryujin temía.
Ryujin
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
Veo unos carteles clavados en las paredes de algunos edificios. No entiendo todas las palabras que hay escritas en los carteles; apenas sé unas pocas palabras. Sin embargo, no me hace falta entenderlo todas las palabras para saber qué son. Merrigan me lo explicó una vez: “Son carteles de personas malas”. Clavan los papeles por toda la ciudad para que todos conozcan a las personas malas.
Arranco uno de los dos tipos de carteles con mi mano izquierda, con la derecha estoy sujetando los bollos de crema rosa. La persona mala que hay dibujada a carboncillo es un hombre con una espesa barba. No estoy seguro si lo he visto antes. La mayoría de las personas me parecen iguales. Merrigan tiene más memoria que yo. Cuando llegue al hostal, le enseñaré el cartel y le diré que tenga cuidado con los humanos que llevan barba. A Merrigan le han intentado maltratar en varias ocasiones. Es una chica pequeña, guapa e indefensa; un caramelo para la clase de hombres que salen dibujados en los carteles. Ella debe de tener cuidado y yo debo protegerla.
Sin darme cuenta, he empezado a caminar a más deprisa. Es posible que Merrigan siga durmiendo en la cama, pero tengo miedo que le ocurra algo grave. Me doy cuenta que estoy verdaderamente preocupado por ella cuando veo otro cartel con un rostro dibujado diferente al que sostengo en mis manos.
Un hombre (no tiene mucha barda) se pone delante mía frenándome el paso. Me llama “señor elfo” y empieza una preguntar que no termina. Es un hombre extraño. No hago mucho caso de ese hombre. Se ha ido al hostal (donde Merrigan). Quizás, allí dentro acabe de pronunciar sus preguntas.
Sigo a ese hombre de cerca. No es él quien me interesa. Me interesan los hombres con barbas que he visto dibujados en los carteles. No quiero que hagan daño a Merrigan.
Me quedo unos instantes de pie en el umbral de la puerta. Miro a cada persona que hay en el hostal. Son muchos los hombres y mujeres que están sentados en las mesas desayunando o esperando, enfrente del mostrador, para pagar una nueva habitación. Veo una chica similar a Merrigan pero con el pelo corto y de color negro, está el mismo hombre que no ha terminado de decirme su pregunta, una mujer al otro lado del mostrador atendiendo a los recién llegados… Veo muchas personas, pero solo me interesa una en especial. Comparo el rostro dibujado en el cartel que arranqué con el hombre barbudo del hostal. Se parecen mucho.
-Es él- digo en voz baja.
Dejo el cartel a un lado del mostrador y los bollos de crema rosa encima de éste. Me descuelgo mi arco y tenso una flecha que la señalo directamente a la cabeza del hombre barbudo.
-¿Has hecho daño a Merrigan?-
Arranco uno de los dos tipos de carteles con mi mano izquierda, con la derecha estoy sujetando los bollos de crema rosa. La persona mala que hay dibujada a carboncillo es un hombre con una espesa barba. No estoy seguro si lo he visto antes. La mayoría de las personas me parecen iguales. Merrigan tiene más memoria que yo. Cuando llegue al hostal, le enseñaré el cartel y le diré que tenga cuidado con los humanos que llevan barba. A Merrigan le han intentado maltratar en varias ocasiones. Es una chica pequeña, guapa e indefensa; un caramelo para la clase de hombres que salen dibujados en los carteles. Ella debe de tener cuidado y yo debo protegerla.
Sin darme cuenta, he empezado a caminar a más deprisa. Es posible que Merrigan siga durmiendo en la cama, pero tengo miedo que le ocurra algo grave. Me doy cuenta que estoy verdaderamente preocupado por ella cuando veo otro cartel con un rostro dibujado diferente al que sostengo en mis manos.
Un hombre (no tiene mucha barda) se pone delante mía frenándome el paso. Me llama “señor elfo” y empieza una preguntar que no termina. Es un hombre extraño. No hago mucho caso de ese hombre. Se ha ido al hostal (donde Merrigan). Quizás, allí dentro acabe de pronunciar sus preguntas.
Sigo a ese hombre de cerca. No es él quien me interesa. Me interesan los hombres con barbas que he visto dibujados en los carteles. No quiero que hagan daño a Merrigan.
Me quedo unos instantes de pie en el umbral de la puerta. Miro a cada persona que hay en el hostal. Son muchos los hombres y mujeres que están sentados en las mesas desayunando o esperando, enfrente del mostrador, para pagar una nueva habitación. Veo una chica similar a Merrigan pero con el pelo corto y de color negro, está el mismo hombre que no ha terminado de decirme su pregunta, una mujer al otro lado del mostrador atendiendo a los recién llegados… Veo muchas personas, pero solo me interesa una en especial. Comparo el rostro dibujado en el cartel que arranqué con el hombre barbudo del hostal. Se parecen mucho.
-Es él- digo en voz baja.
Dejo el cartel a un lado del mostrador y los bollos de crema rosa encima de éste. Me descuelgo mi arco y tenso una flecha que la señalo directamente a la cabeza del hombre barbudo.
-¿Has hecho daño a Merrigan?-
Sarez
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
- Tendrás que pagarme. –había dicho con firmeza el regente de aquel hostal, en cuanto Alice le había hecho saber sobre sus intenciones.
- Pero no tengo mucho dinero. Y realmente necesito hacer esto… es muy importante para mí.
- Págame 80 Aeros y podrás colgar hasta la ilustración del novio que te abandono por una mujer más hermosa haciendo un llamado para que lo linchen –dijo, soltando poco después una fuerte risotada.
- ¿Eh? No he tenido ningún novio. Y estas fotos no son…
- Te está tomando el pelo –dijo alguien desde alguna parte de la taberna. Era un chico joven, que bebía algún liquido de un cuerno-. No le hagas caso. Ven.
El regente continuo con sus asuntos, haciendo cuentas en el pequeño libro donde grababa todo el flujo económico de la posada. Alice se aproximó hasta el joven, que le hablo en susurro.
- Cuando no mire, cuélgalos. A veces no se acuerda ni de respirar, así que, aunque hayas colgado los carteles, seguramente los dejara ahí simplemente porque no se dará cuenta de que están ahí. –Alice asintió.
- Pero intento ser educada –respondió con la voz suave, y hablando en voz suficientemente baja como para que el regente no la escuchara.
- Es inútil. Hay gente con la que simplemente no puedes ser educada –sonrió. Y le pareció tan dulce y honesta aquella sonrisa a Alice, que la hizo sentir realmente bien. El chico alzo el cuerno, a modo de saludo, y Alice se alejó de el tras inclinarse levemente.
Se puso en pie, y tomo con fuerza ambos carteles. El regente estaba ocupado, ahora de espaldas a ella. Así que busco un buen lugar donde poder dejar el cartel. Un lugar lo suficientemente visible como para que todos aquellos que visitaran la posada, pudieran verlo, pero lo suficientemente escondido como para que el regente no se percatara de que estaba ahí.
Encontró un rincón perfecto entre la puerta y una ventana. Estaba plagado de otros carteles, pero tenía justo un espacio en el medio, perfecto para colocar el suyo. Seria visible, y lo vería la gente nada más entrar a la taberna. Alice coloco un poco del mejunje que había preparado en la taberna de Nadia, para poder pegar uno de los carteles. En cuanto el mejunje estuvo lo suficientemente distribuido por la pared, coloco con delicadeza el cartel, para que quedara fijo y sin un solo dobladura. Estaba poniendo satisfecha, en cuanto vio que el trabajo estaba hecho; ahora podría volver a la taberna y continuar ayudando a Nadia. Sin embargo, de repente escucho un grito, y el sonido rasgado provocado por la cuerda de un arco al tensarse. Se giró, y vio a un individuo apuntando con una flecha cargada al regente de la posada. Con tres rápidas zancadas se acercó hasta él, y con una mano hizo un ademan de negación, y reposo la otra sobre el brazo derecho del elfo.
- ¡No! ¡No! ¡No es el! –dijo agitadamente-. Sino lo habría reconocido. No es el, te lo aseguro.
- ¿De verdad lo defenderás? –dijo el joven que todavía bebía de su cuerno-. ¿Después de cómo te ha tratado? Si yo fuera tú, dejaría que se lo comiera un oso.
- No le desearía ningún mal a nadie que no lo mereciera. Solo ha hecho un comentario desafortunado.
- Un comentario desafortunado –el joven soltó una risotada, alzo levemente las cejas y continúo bebiendo.
El hombre barbudo se giró hacia el elfo. Lo miro con el ceño muy fruncido. Había estado levemente más agachado, pensó Alice, porque en cuanto se dirigió al elfo, todavía teniendo la barra entre ellos dos, se mostró incluso más alto de lo que ya había parecido momentos antes. Se pegó a la barra, pegando la parte inferior de su cuerpo a esta, y estando muy cerca del elfo, y acerco la parte superior de su cuerpo a la flecha, desafiante.
- ¿Soy yo? –pregunto el regente-. Te doy treinta segundos para salir de mi hostal. O me veré obligado a introducir esa flecha en un rincón poco ceremonioso.
- Pero no tengo mucho dinero. Y realmente necesito hacer esto… es muy importante para mí.
- Págame 80 Aeros y podrás colgar hasta la ilustración del novio que te abandono por una mujer más hermosa haciendo un llamado para que lo linchen –dijo, soltando poco después una fuerte risotada.
- ¿Eh? No he tenido ningún novio. Y estas fotos no son…
- Te está tomando el pelo –dijo alguien desde alguna parte de la taberna. Era un chico joven, que bebía algún liquido de un cuerno-. No le hagas caso. Ven.
El regente continuo con sus asuntos, haciendo cuentas en el pequeño libro donde grababa todo el flujo económico de la posada. Alice se aproximó hasta el joven, que le hablo en susurro.
- Cuando no mire, cuélgalos. A veces no se acuerda ni de respirar, así que, aunque hayas colgado los carteles, seguramente los dejara ahí simplemente porque no se dará cuenta de que están ahí. –Alice asintió.
- Pero intento ser educada –respondió con la voz suave, y hablando en voz suficientemente baja como para que el regente no la escuchara.
- Es inútil. Hay gente con la que simplemente no puedes ser educada –sonrió. Y le pareció tan dulce y honesta aquella sonrisa a Alice, que la hizo sentir realmente bien. El chico alzo el cuerno, a modo de saludo, y Alice se alejó de el tras inclinarse levemente.
Se puso en pie, y tomo con fuerza ambos carteles. El regente estaba ocupado, ahora de espaldas a ella. Así que busco un buen lugar donde poder dejar el cartel. Un lugar lo suficientemente visible como para que todos aquellos que visitaran la posada, pudieran verlo, pero lo suficientemente escondido como para que el regente no se percatara de que estaba ahí.
Encontró un rincón perfecto entre la puerta y una ventana. Estaba plagado de otros carteles, pero tenía justo un espacio en el medio, perfecto para colocar el suyo. Seria visible, y lo vería la gente nada más entrar a la taberna. Alice coloco un poco del mejunje que había preparado en la taberna de Nadia, para poder pegar uno de los carteles. En cuanto el mejunje estuvo lo suficientemente distribuido por la pared, coloco con delicadeza el cartel, para que quedara fijo y sin un solo dobladura. Estaba poniendo satisfecha, en cuanto vio que el trabajo estaba hecho; ahora podría volver a la taberna y continuar ayudando a Nadia. Sin embargo, de repente escucho un grito, y el sonido rasgado provocado por la cuerda de un arco al tensarse. Se giró, y vio a un individuo apuntando con una flecha cargada al regente de la posada. Con tres rápidas zancadas se acercó hasta él, y con una mano hizo un ademan de negación, y reposo la otra sobre el brazo derecho del elfo.
- ¡No! ¡No! ¡No es el! –dijo agitadamente-. Sino lo habría reconocido. No es el, te lo aseguro.
- ¿De verdad lo defenderás? –dijo el joven que todavía bebía de su cuerno-. ¿Después de cómo te ha tratado? Si yo fuera tú, dejaría que se lo comiera un oso.
- No le desearía ningún mal a nadie que no lo mereciera. Solo ha hecho un comentario desafortunado.
- Un comentario desafortunado –el joven soltó una risotada, alzo levemente las cejas y continúo bebiendo.
El hombre barbudo se giró hacia el elfo. Lo miro con el ceño muy fruncido. Había estado levemente más agachado, pensó Alice, porque en cuanto se dirigió al elfo, todavía teniendo la barra entre ellos dos, se mostró incluso más alto de lo que ya había parecido momentos antes. Se pegó a la barra, pegando la parte inferior de su cuerpo a esta, y estando muy cerca del elfo, y acerco la parte superior de su cuerpo a la flecha, desafiante.
- ¿Soy yo? –pregunto el regente-. Te doy treinta segundos para salir de mi hostal. O me veré obligado a introducir esa flecha en un rincón poco ceremonioso.
Última edición por Alice el Dom Jun 04 2017, 20:17, editado 1 vez
Alice
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
Ryujin avanzó con dificultad cruzándose con distintos borrachos y personas celebrando... no sabía el que, simplemente a lo mejor estaban de buen humor, mientras Alice buscaba algo en las paredes hasta finalmente encontrar lo que parecía un trozo de pared libre.
Finalmente llegó hasta su lado, apoyandole la mano tranquilizadoramente en el hombro, mientras decía:
"Lamento no haber podido ayudaros con esta tarea, Alice." - Echó un vistazo al hostal: La tenue luz apenas permitía ver con claridad los rasgos de las personas, pero estaba claro que era un lugar extraño: Olía a cerveza y estaba el ambiente muy cargado, posiblemente por el exceso de personas. La gente iba y venía continuamente, ya fuese por entrar a la taberna al lado o por el simple hecho de marcharse de aquél hostal, algunos estaban parados en un lugar apartados de allí, charlando animosamente sobre sus cosas mientras que otros simplemente estaban bebiendo incansablemente a un lado de la barra del hostal.
Aquella fusión de personalidades y de situaciones fascinó a Ryujin, el cual sonrió al observar tanta felicidad, tanto movimiento y tanta fiesta: Pese a lo mucho que le gustaba a él el silencio, no podía hacer otra cosa sino sentirse fascinado ante el proceder de los humanos, era como una danza improvisada donde todos fueran participes. Pudo sentir la armonía entre aquellos pasos torpes y aquellos empujones y no supo muy bien el porque, se sintió contento con aquello, tanto que solicitó a Alice:
"¿Tiene algo que hacer, Alice? Me gusta el ambiente de este lugar, es tan... vivo." - Pero aquél animo y aquél jolgorio estaba a punto de truncarse con la visita de un hombre, el hombre que se había chocado Ryujin, abrió la puerta del hostal, mirando alrededor, parecía buscar a alguien, Ryujin esperó que no fuese a él pues no sabía que podría haberle molestado, pero su mirada se fijó en el regidor del hostal.
Avanzó unos pocos pasos más, apartando a las personas que se hallaban enmedio y, con un rápido movimiento desenvainó y tensó su arco, apuntando amenazadoramente al regidor mientras le espetaba si había dañado a una tal "Merrigan".
El silencio se hizo tangible en todo el hostal, hasta las personas más ebrias contuvieron la respiración mientras el elfo apuntaba una mortífera flecha al regidor, el cual tras reponerse del shock de la extraña situación lo miró socarronamente y el ambiente volvía poco a poco a volver a ser el que era, pero no para todos: Tanto Alice como Ryujin se movieron, ambos en dirección al posible agresor, no sabían quién era Merrigan pero no deseaban ver al pobre regidor atravesado, aunque a Ryujin le extrañó ver como nadie se movía para defenderlo, al contrario, uno de ellos le pareció intercambiar algunas palabras con Alice y juraría haberle oído decir que dejase que el elfo lo matase.
Se acercó al elfo mientras Alice intentaba arreglar el malentendido y Ryujin le dijo intentando tranquilizarle, tomando la flecha para desviarla de su objetivo:
"Señor elfo, le suplico que no use la violencia, pues la sangre no trae respuestas, solo lamentos. Desconozco quién es el objeto de su preocupación pero la respuesta no la hallará disparando flechas. ¿Su compañera Merrigan ha desaparecido? Podemos ayudarle a buscarla, pero le pido que no ataque, la fuerza bruta nunca es la solución." - El regidor se inclinó hacia el elfo, instándole a marcharse amenazadoramente, por lo que Ryujin se vio obligado a interponerse enmedio y disculparse:
"Mi buen señor, disculpe la molestia, enseguida nos marcharemos sin demora alguna. Lamentamos este incidente" - Hizo una reverencia mientras que el regidor resoplaba moviendo su barba y se colocó de nuevo mientras murmuraba algo que Ryujin juró que eran varios insultos al elfo y a él mismo, pero no le dio importancia.
Se giró de nuevo hacia el elfo, tratando de tranquilizarse y, a ser posible, de salir de aquél lugar antes de que causase algún tipo de camorra, pues eso era lo último que quería.
Finalmente llegó hasta su lado, apoyandole la mano tranquilizadoramente en el hombro, mientras decía:
"Lamento no haber podido ayudaros con esta tarea, Alice." - Echó un vistazo al hostal: La tenue luz apenas permitía ver con claridad los rasgos de las personas, pero estaba claro que era un lugar extraño: Olía a cerveza y estaba el ambiente muy cargado, posiblemente por el exceso de personas. La gente iba y venía continuamente, ya fuese por entrar a la taberna al lado o por el simple hecho de marcharse de aquél hostal, algunos estaban parados en un lugar apartados de allí, charlando animosamente sobre sus cosas mientras que otros simplemente estaban bebiendo incansablemente a un lado de la barra del hostal.
Aquella fusión de personalidades y de situaciones fascinó a Ryujin, el cual sonrió al observar tanta felicidad, tanto movimiento y tanta fiesta: Pese a lo mucho que le gustaba a él el silencio, no podía hacer otra cosa sino sentirse fascinado ante el proceder de los humanos, era como una danza improvisada donde todos fueran participes. Pudo sentir la armonía entre aquellos pasos torpes y aquellos empujones y no supo muy bien el porque, se sintió contento con aquello, tanto que solicitó a Alice:
"¿Tiene algo que hacer, Alice? Me gusta el ambiente de este lugar, es tan... vivo." - Pero aquél animo y aquél jolgorio estaba a punto de truncarse con la visita de un hombre, el hombre que se había chocado Ryujin, abrió la puerta del hostal, mirando alrededor, parecía buscar a alguien, Ryujin esperó que no fuese a él pues no sabía que podría haberle molestado, pero su mirada se fijó en el regidor del hostal.
Avanzó unos pocos pasos más, apartando a las personas que se hallaban enmedio y, con un rápido movimiento desenvainó y tensó su arco, apuntando amenazadoramente al regidor mientras le espetaba si había dañado a una tal "Merrigan".
El silencio se hizo tangible en todo el hostal, hasta las personas más ebrias contuvieron la respiración mientras el elfo apuntaba una mortífera flecha al regidor, el cual tras reponerse del shock de la extraña situación lo miró socarronamente y el ambiente volvía poco a poco a volver a ser el que era, pero no para todos: Tanto Alice como Ryujin se movieron, ambos en dirección al posible agresor, no sabían quién era Merrigan pero no deseaban ver al pobre regidor atravesado, aunque a Ryujin le extrañó ver como nadie se movía para defenderlo, al contrario, uno de ellos le pareció intercambiar algunas palabras con Alice y juraría haberle oído decir que dejase que el elfo lo matase.
Se acercó al elfo mientras Alice intentaba arreglar el malentendido y Ryujin le dijo intentando tranquilizarle, tomando la flecha para desviarla de su objetivo:
"Señor elfo, le suplico que no use la violencia, pues la sangre no trae respuestas, solo lamentos. Desconozco quién es el objeto de su preocupación pero la respuesta no la hallará disparando flechas. ¿Su compañera Merrigan ha desaparecido? Podemos ayudarle a buscarla, pero le pido que no ataque, la fuerza bruta nunca es la solución." - El regidor se inclinó hacia el elfo, instándole a marcharse amenazadoramente, por lo que Ryujin se vio obligado a interponerse enmedio y disculparse:
"Mi buen señor, disculpe la molestia, enseguida nos marcharemos sin demora alguna. Lamentamos este incidente" - Hizo una reverencia mientras que el regidor resoplaba moviendo su barba y se colocó de nuevo mientras murmuraba algo que Ryujin juró que eran varios insultos al elfo y a él mismo, pero no le dio importancia.
Se giró de nuevo hacia el elfo, tratando de tranquilizarse y, a ser posible, de salir de aquél lugar antes de que causase algún tipo de camorra, pues eso era lo último que quería.
Ryujin
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
La chica que se parece a Merrigan se acerca hacia mí. Parece nerviosa o asustada. Lo comprendo: Los hombres que aparecen en los carteles dan miedo. Me pone una mano en el hombro y habla con voz clara y alta, casi gritando.
Dice que el hombre a quien estoy amenazando no es el del cartel, ese es otro diferente. Agacho un poco la cabeza y la miro de frente, directamente a los ojos. Es como Merrigan. Igual que ella, corrige mi error sin temor a que la pueda herir. No siempre es así. Las personas de las ciudades suelen tener miedo de mí. Nunca me han dibujado en los carteles de se busca ni tampoco he hecho daño a nadie que no se lo mereciese. Aun así, son muchos los que bajan la cabeza cuando paso por su lado por no ver la cicatriz que marca mi rostro. En la barra del mostrador hay gente así. Un tipo pequeño (no tiene barba) se ha escondido bajo un taburete, una mujer ha cogido un plato de cerámica y se cubre con ella como si fuera un escudo y bajo las mesas hay otros muchos hombres y mujeres que se han escondidos en el momento que he sacado mi arco. También veo a otros hombres que hacen lo contrario que los demás. Uno, con mejillas enrojecidas, tal vez por el alcohol, agita su cuerno de cerveza para alentarme que dispare al hombre de la barba y luego a su mujer. Otro hombre, con el mismo color rojo en las mejillas, le habla a la chica que se parece a Merrigan; pero no entiendo lo que le dice. No hay ningún oso en el hostal.
-No es él- susurro en voz lo suficientemente baja para que solo la chica que se parece a Merrigan me pueda oír.
Disparo la flecha contra el suelo, muy cerca de mis pies. Una vez tensada hasta el límite, es peligroso volver a atrás. No puedo destensar el arco y recoger la flecha como si nada hubiera pasado. Tengo que dispararla. El suelo es un buen objetivo. En el hostal hay muchas personas que puedo herir.
El hombre de la barba me manda abandonar el hostal en cinco segundos o pondrá mi flecha en un lugar poco ceremonioso. No sé qué quiere decir, no he visto ninguna capilla de los Dioses humanos cerca del hostal. Aun así, puede distinguir un tono de amenaza en su voz. Aunque no entienda lo que me dice, sé que me está hablando mal. Todos en el hostal lo saben. El hombre que antes se había dirigido a la chica que se parece a Merrigan vuelve a agitar su cuerno de cerveza al viento y silba poniendo las yemas de sus dedos en la comisura de sus labios.
Dedico una mirada fría hacia el hombre de la barba y hacia el que está silbando No me gusta que me hablen así. No me gusta que se burlen de mí. Llevo mi mano derecha al carcaj y acaricio la madera de una de las flechas.
-No me voy a ir. Merrigan me está esperando-.
Otro hombre se acerca hacia mí. Es el mismo que antes había visto antes de entrar en el hostal, el que no terminó su pregunta. Me llama señor elfo (eso es algo nuevo) y me dice que no use la violencia porque ésta solo lleva a las lamentaciones. Tiene razón. Retiro mi mano del carcaj. Ya he causado suficientes problemas por hoy.
Continúa hablando y me pregunta dónde está Merrigan. Se ofrece voluntario a buscarla conmigo.
-No es mi compañera, es mi hija- me siento extraño a pronunciar la última palabra. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo. Creo que todavía no soy consciente de que tengo una hija- y no ha desaparecido.- señalo las escaleras que llevan a las habitaciones. - Está arriba. Duerme-.
Miro hacia el hombre de la barba y luego hacia el que ahora sí acaba sus preguntas. El segundo parece un buen hombre. Me ayuda a calmar al de la barba usando las buenas palabras que yo desconozco.
-Gracias- le digo al hombre de las preguntas inacabadas y las buenas palabras- Gracias- le repito a la chica que se parece a Merrigan.
Vuelvo a colgarme el arco en la espalda. Cojo los bollos de crema rosa con una mano y con la otra el cartel que había cogido antes como si nada hubiera pasado y miro a las dos personas que me han ayudado con mi error.
-No quiero subir solo a buscar a despertar a Merrigan. No quiero conocer los lugares pocos ceremoniosos- señalo el hombre de la barba con la mano con la que sujeto los bollos de crema. Escucho otro silbido a mis espaldas, no es difícil deducir quién lo ha provocado.- ¿Podéis acompañarme?-
Dice que el hombre a quien estoy amenazando no es el del cartel, ese es otro diferente. Agacho un poco la cabeza y la miro de frente, directamente a los ojos. Es como Merrigan. Igual que ella, corrige mi error sin temor a que la pueda herir. No siempre es así. Las personas de las ciudades suelen tener miedo de mí. Nunca me han dibujado en los carteles de se busca ni tampoco he hecho daño a nadie que no se lo mereciese. Aun así, son muchos los que bajan la cabeza cuando paso por su lado por no ver la cicatriz que marca mi rostro. En la barra del mostrador hay gente así. Un tipo pequeño (no tiene barba) se ha escondido bajo un taburete, una mujer ha cogido un plato de cerámica y se cubre con ella como si fuera un escudo y bajo las mesas hay otros muchos hombres y mujeres que se han escondidos en el momento que he sacado mi arco. También veo a otros hombres que hacen lo contrario que los demás. Uno, con mejillas enrojecidas, tal vez por el alcohol, agita su cuerno de cerveza para alentarme que dispare al hombre de la barba y luego a su mujer. Otro hombre, con el mismo color rojo en las mejillas, le habla a la chica que se parece a Merrigan; pero no entiendo lo que le dice. No hay ningún oso en el hostal.
-No es él- susurro en voz lo suficientemente baja para que solo la chica que se parece a Merrigan me pueda oír.
Disparo la flecha contra el suelo, muy cerca de mis pies. Una vez tensada hasta el límite, es peligroso volver a atrás. No puedo destensar el arco y recoger la flecha como si nada hubiera pasado. Tengo que dispararla. El suelo es un buen objetivo. En el hostal hay muchas personas que puedo herir.
El hombre de la barba me manda abandonar el hostal en cinco segundos o pondrá mi flecha en un lugar poco ceremonioso. No sé qué quiere decir, no he visto ninguna capilla de los Dioses humanos cerca del hostal. Aun así, puede distinguir un tono de amenaza en su voz. Aunque no entienda lo que me dice, sé que me está hablando mal. Todos en el hostal lo saben. El hombre que antes se había dirigido a la chica que se parece a Merrigan vuelve a agitar su cuerno de cerveza al viento y silba poniendo las yemas de sus dedos en la comisura de sus labios.
Dedico una mirada fría hacia el hombre de la barba y hacia el que está silbando No me gusta que me hablen así. No me gusta que se burlen de mí. Llevo mi mano derecha al carcaj y acaricio la madera de una de las flechas.
-No me voy a ir. Merrigan me está esperando-.
Otro hombre se acerca hacia mí. Es el mismo que antes había visto antes de entrar en el hostal, el que no terminó su pregunta. Me llama señor elfo (eso es algo nuevo) y me dice que no use la violencia porque ésta solo lleva a las lamentaciones. Tiene razón. Retiro mi mano del carcaj. Ya he causado suficientes problemas por hoy.
Continúa hablando y me pregunta dónde está Merrigan. Se ofrece voluntario a buscarla conmigo.
-No es mi compañera, es mi hija- me siento extraño a pronunciar la última palabra. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo. Creo que todavía no soy consciente de que tengo una hija- y no ha desaparecido.- señalo las escaleras que llevan a las habitaciones. - Está arriba. Duerme-.
Miro hacia el hombre de la barba y luego hacia el que ahora sí acaba sus preguntas. El segundo parece un buen hombre. Me ayuda a calmar al de la barba usando las buenas palabras que yo desconozco.
-Gracias- le digo al hombre de las preguntas inacabadas y las buenas palabras- Gracias- le repito a la chica que se parece a Merrigan.
Vuelvo a colgarme el arco en la espalda. Cojo los bollos de crema rosa con una mano y con la otra el cartel que había cogido antes como si nada hubiera pasado y miro a las dos personas que me han ayudado con mi error.
-No quiero subir solo a buscar a despertar a Merrigan. No quiero conocer los lugares pocos ceremoniosos- señalo el hombre de la barba con la mano con la que sujeto los bollos de crema. Escucho otro silbido a mis espaldas, no es difícil deducir quién lo ha provocado.- ¿Podéis acompañarme?-
Sarez
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
Alice se percató de que finalmente, el elfo se había calmado. Había dejado dispararse la flecha que llevaba un buen rato ten tiendo cargada. Por un momento, se preguntó si no debía soldarle la mano al tensar la cuerda. Luego se repitió a sí misma, dentro de sí, lo estúpida que era por no recordar que cualquiera que dominara algo con maestría, olvidaba el dolor y muchas de las cosas negativas que aquellos no diestros en esas habilidades -como el uso del arco- podían imaginar. Sonrió en cuanto le pareció que todo empezaba a cambiar a mejor. Las cosas parecían aclararse, y el ambiente dejaba de estar tan tenso como acababa de estarlo momentos atrás. Alice se alejó un poco del elfo, tras soltar su mano de su brazo, y se quedó al lado de Ryujin el dragón. Por un momento se sintió bien por una razón, y es que había conseguido junto con aquel muchacho, frenar un conflicto. Y lo cierto es que sus intentos pretéritos por hacer aquello habían resultado más bien poco victoriosos. Como días atrás, cuando el grupo de bandidos que los había sorprendido en las afueras de Lunargenta, no hizo más que mofarse de los intentos de los dragones por apaciguar la situación.
- Podemos acompañarte -afirmo Alice con una sonrisa. Luego, dirigió la mirada a Ryujin. Por un momento pensó que de algún modo últimamente no hacía más que meter al joven en líos.
Alice se quedó durante algunos segundos mirando al elfo con detenimiento. Sus rasgos eran los propios de cualquiera de su raza, raza de la que había leído ella en muchas ocasiones, y cuya gente había conocido por el paso de la troupe por las tierras álficas, un recorrido que fue breve, no muy bien recibido, pero durante el suficiente tiempo como para que Alice despejara algunas dudas sobre ellos respecto a lo que había leído con anterioridad. Pero aquel elfo tenía un rostro más curtido, un cuerpo más fuerte, no era un elfo común. En comparación al aspecto impoluto de los elfos que había visto antes, aquel era para Alice, una especie de antítesis a la raza álfica.
Mientras se dirigían hacia las escaleras para subir a la habitación de aquella tal Meritan, Alice se giró hacia Ryujin y lo miro con una amplia sonrisa.
- Te agradezco que hayas venido hasta aquí. Me levante bastante temprano para hacer todo esto, así que no te preocupes por no haber podido ayudarme antes -se quedó durante algunos segundos pensativa-. Además, no tenías por qué hacerlo. Es algo que debo hacer yo.
Alice no sabía muy bien porque había dicho aquello último. Añoraba a la troupe, y al mismo tiempo pensaba que era ella quien debía de algún modo conseguir hacer justicia por lo que había sucedido. Lamentablemente, los bandidos con los que se habían encontrado la última vez, no eran los que ella buscaba, y aquello no había hecho más que hacerle perder la esperanza de poder encontrarlos más o menos pronto. De repente, Alice sintió la necesidad de preguntar algo a aquel individuo, al elfo.
- ¿Cómo es que estáis tan lejos tú y tu hija de vuestro hogar? -Se aventuró.
- Podemos acompañarte -afirmo Alice con una sonrisa. Luego, dirigió la mirada a Ryujin. Por un momento pensó que de algún modo últimamente no hacía más que meter al joven en líos.
Alice se quedó durante algunos segundos mirando al elfo con detenimiento. Sus rasgos eran los propios de cualquiera de su raza, raza de la que había leído ella en muchas ocasiones, y cuya gente había conocido por el paso de la troupe por las tierras álficas, un recorrido que fue breve, no muy bien recibido, pero durante el suficiente tiempo como para que Alice despejara algunas dudas sobre ellos respecto a lo que había leído con anterioridad. Pero aquel elfo tenía un rostro más curtido, un cuerpo más fuerte, no era un elfo común. En comparación al aspecto impoluto de los elfos que había visto antes, aquel era para Alice, una especie de antítesis a la raza álfica.
Mientras se dirigían hacia las escaleras para subir a la habitación de aquella tal Meritan, Alice se giró hacia Ryujin y lo miro con una amplia sonrisa.
- Te agradezco que hayas venido hasta aquí. Me levante bastante temprano para hacer todo esto, así que no te preocupes por no haber podido ayudarme antes -se quedó durante algunos segundos pensativa-. Además, no tenías por qué hacerlo. Es algo que debo hacer yo.
Alice no sabía muy bien porque había dicho aquello último. Añoraba a la troupe, y al mismo tiempo pensaba que era ella quien debía de algún modo conseguir hacer justicia por lo que había sucedido. Lamentablemente, los bandidos con los que se habían encontrado la última vez, no eran los que ella buscaba, y aquello no había hecho más que hacerle perder la esperanza de poder encontrarlos más o menos pronto. De repente, Alice sintió la necesidad de preguntar algo a aquel individuo, al elfo.
- ¿Cómo es que estáis tan lejos tú y tu hija de vuestro hogar? -Se aventuró.
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
Parecía que por fin la tensión del lugar se disipaba, el elfo había aceptado no derramar sangre y podía notar como sus músculos se destensaban levemente, mientras respiraba profundamente. Ryujin tomó la flecha del suelo, acto que le costó pues estaba bien incrustada, mientras el elfo aclaraba la situación, refiriéndose a Merrigan como su hija, aposentada en una de las habitaciones de ese hostal. Al levantarse pudo notar a su lado a Alice, que le dedicó una mirada de soslayo cargada de preocupación, que Ryujin interpretó como que posiblemente estaba pensando que su aparición estaba cargada de problemas a menudo.
Ryujin agachó levemente la cabeza y después miró al elfo, el cual nos había solicitado acompañamiento a la hora de ir en busca de su hija, un requerimiento extraño ya que la hija se encontraba en una habitación de ese mismo hostal. Durante un momento Ryujin tuvo la leve y desagradable sospecha que pudiese ser otra encerrona como la anterior pasada, mirando alrededor para buscar algún cómplice, sin embargo rápidamente se culpó de pensar así de un pobre elfo el cual se hallaba lejos de su casa.
El ambiente había vuelto a su cauce, las personas volvían a sus conversaciones anteriores mirando como mucho de reojo al elfo y a los dos extraños compañeros que le habían surgido, sin duda destacaban entre el ambiente del hostal ya que no era lo habitual ni en las formas ni en los ropajes. El único que no parecía haber recuperado la compostura era el regente, que seguía al elfo con la mirada, una mirada cargada de un odio que Ryujin no entendía.
En las puertas de la escalera, Alice llamó la atención de Ryujin con unos leves toques en el hombro, en los cuales le agradecía el esfuerzo por haberla ayudado, tras una pensativa pausa, a lo que Ryujin le restó importancia con un leve gesto de su mano:
"No tienes que agradecerme nada, no ha sido nada destacable, tan solo una tarea que desearía haber podido compartir contigo. Además, debemos ayudarnos entre compañeros y hermanos." - Dijo la ultima palabra, refiriéndose a compartir el mismo don.
Subieron poco a poco las escaleras del hostal mientras rechinaban a sus pies, el hostal no estaba en el mejor de los estados, con una más profunda observación veía el mal estado del hostal: Paredes desconchadas, marcas de humedad y de posibles botellas arrojadas a las paredes... No le pareció el mejor sitio para tener a una niña a Ryujin, pero posiblemente el elfo (que no parecía tener unas abundantes posesiones) no podía permitirse nada mejor. Pensó que quizá podía hablar con Nadia para que se acomodase en su lugar de trabajo, allí al menos podría mantener vigilada a la pequeña Merrigan.
Ryujin agachó levemente la cabeza y después miró al elfo, el cual nos había solicitado acompañamiento a la hora de ir en busca de su hija, un requerimiento extraño ya que la hija se encontraba en una habitación de ese mismo hostal. Durante un momento Ryujin tuvo la leve y desagradable sospecha que pudiese ser otra encerrona como la anterior pasada, mirando alrededor para buscar algún cómplice, sin embargo rápidamente se culpó de pensar así de un pobre elfo el cual se hallaba lejos de su casa.
El ambiente había vuelto a su cauce, las personas volvían a sus conversaciones anteriores mirando como mucho de reojo al elfo y a los dos extraños compañeros que le habían surgido, sin duda destacaban entre el ambiente del hostal ya que no era lo habitual ni en las formas ni en los ropajes. El único que no parecía haber recuperado la compostura era el regente, que seguía al elfo con la mirada, una mirada cargada de un odio que Ryujin no entendía.
En las puertas de la escalera, Alice llamó la atención de Ryujin con unos leves toques en el hombro, en los cuales le agradecía el esfuerzo por haberla ayudado, tras una pensativa pausa, a lo que Ryujin le restó importancia con un leve gesto de su mano:
"No tienes que agradecerme nada, no ha sido nada destacable, tan solo una tarea que desearía haber podido compartir contigo. Además, debemos ayudarnos entre compañeros y hermanos." - Dijo la ultima palabra, refiriéndose a compartir el mismo don.
Subieron poco a poco las escaleras del hostal mientras rechinaban a sus pies, el hostal no estaba en el mejor de los estados, con una más profunda observación veía el mal estado del hostal: Paredes desconchadas, marcas de humedad y de posibles botellas arrojadas a las paredes... No le pareció el mejor sitio para tener a una niña a Ryujin, pero posiblemente el elfo (que no parecía tener unas abundantes posesiones) no podía permitirse nada mejor. Pensó que quizá podía hablar con Nadia para que se acomodase en su lugar de trabajo, allí al menos podría mantener vigilada a la pequeña Merrigan.
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
Los tres subimos las escaleras hasta la habitación que tengo con Merrigan. Yo voy primero; detrás el hombre de las preguntas y la chica que se parece a Merrigan hablan como si ya se conocieran de antes. Dicen palabras de cortesía que se pueden resumir con un “gracias” y un “no hay de qué”. Merrigan me dijo que, algunas personas, están obligadas a ser corteses. Deben serlo para no causar los problemas que yo causo. Giro mi cabeza y miro hacia los dragones. ¿Debí ser tan cortés como lo son ellos y disculparme con el hombre de la barba? Creo que ellos lo hubieran hecho. Así, no provocarían los mismos problemas que yo. Ahora, es posible, que el hombre de la barba esté enfadado. La chica que se parece a Merrigan le habló como si fuera una persona importante en el hostal. ¿Y si puede echarnos a la calle a Merrigan y a mí? Me mojo los labios mientras sigo subiendo las escaleras y me maldigo, mentalmente, por no haber sido como mis nuevos compañeros.
A pocos escalones de llegar a la habitación, la chica hace una pregunta que me pilla por sorpresa. No la entiendo. ¿Mi hogar? Por el tono de su voz creo que se refiere a Sandorai, pero ese no es mi hogar; muy desterrado de allí. Merrigan tampoco es de Sandorai. Ella no es del todo elfa. Se parece a una elfa, pero es diferente. Se parece a los elfos en lo mismo que se parece a los humanos. Es mitad de ambos. En Sandorai solo pueden entrar los elfos que solo son elfos. Merrigan es elfa y humana; no tiene hogar. Ninguno de los dos tenemos hogar. Es por eso que no entiendo la pregunta.
Ladeo la cabeza y me pregunto en silencio qué decir para poder ser tan cortés como los son ellos (Gracias. No hay de qué). La verdad es parte de la cortesía.
-Me desterraron de mi hogar en las tierras élficas.- acaricio, con dos dedos de mi mano derecha, mi marca del ojo- Merrigan nunca tuvo hogar; nació sin él-.
No es una buena explicación. La chica tendrá más preguntas. Tal vez, Merrigan pueda responder a todas sus dudas mejor que yo. Ella sabe hablar bien; es cortés.
Una vez arriba, abro la puerta de la habitación con despacio para no hacer ruido y no despertar a Merrigan. Cuando la abro me doy cuenta de lo tonto que he sido. Merrigan parece llevar tiempo despierta. Está sentada en la orilla de la cama tocando su arpa. Su cabeza, clavada en el suelo, se mueve al son de la música. La melena pelirroja se balancea junto con su cabeza. No me acostumbro a verla así. Sé quién es: sangre de mí sangre. Es mi “hija”. Conozco su historia. Sin embargo, no me acostumbro a ella. Después de meses viajando juntos, la sigo viendo como una desconocida y me lamento por verla así. ¿Es que no la acepto como mi hija o es que es algo más para mí? Creo que es lo segundo. Ella es algo más. Ella representa todo lo que a mí se me negó: Es mi familia, es mi hogar (¿Cómo es que estáis tan lejos tú y tu hija de vuestro hogar?) y es mi amor. Un elfo desterrado no debe tener ninguna de esas tres cosas. No merezco estar con ella. No me acostumbro a ver sus mejillas rosadas cada mañana ni a escuchar sus canciones de buenos días.
-¡Papá, me has asustado!- deja de tocar en el mismo momento en que nos ve- Si hubiera sabido que venías con tus amigos, o que tenías amigos, habría hecho la cama.-
Agacho la cabeza en un gesto de disculpa y dejo en la cama los bollos de crema rosa envueltos en el papel de la tienda de panes (panadería) y el cartel del hombre de la barba.
-Disculpad a mi padre, no se le da bien tratar con los demás. ¡Ni siquiera nos ha presentado! Me llamo Merrigan- hace una leve reverencia levantándose las puntas de la falda. - ¿Y vosotros? Dejad que lo adivine: Sois dos guardias que venís porque papá os ha dicho que yo os explicaría mejor cualquier delito que ha cometido. ¿He acertado, verdad que sí?-
A pocos escalones de llegar a la habitación, la chica hace una pregunta que me pilla por sorpresa. No la entiendo. ¿Mi hogar? Por el tono de su voz creo que se refiere a Sandorai, pero ese no es mi hogar; muy desterrado de allí. Merrigan tampoco es de Sandorai. Ella no es del todo elfa. Se parece a una elfa, pero es diferente. Se parece a los elfos en lo mismo que se parece a los humanos. Es mitad de ambos. En Sandorai solo pueden entrar los elfos que solo son elfos. Merrigan es elfa y humana; no tiene hogar. Ninguno de los dos tenemos hogar. Es por eso que no entiendo la pregunta.
Ladeo la cabeza y me pregunto en silencio qué decir para poder ser tan cortés como los son ellos (Gracias. No hay de qué). La verdad es parte de la cortesía.
-Me desterraron de mi hogar en las tierras élficas.- acaricio, con dos dedos de mi mano derecha, mi marca del ojo- Merrigan nunca tuvo hogar; nació sin él-.
No es una buena explicación. La chica tendrá más preguntas. Tal vez, Merrigan pueda responder a todas sus dudas mejor que yo. Ella sabe hablar bien; es cortés.
Una vez arriba, abro la puerta de la habitación con despacio para no hacer ruido y no despertar a Merrigan. Cuando la abro me doy cuenta de lo tonto que he sido. Merrigan parece llevar tiempo despierta. Está sentada en la orilla de la cama tocando su arpa. Su cabeza, clavada en el suelo, se mueve al son de la música. La melena pelirroja se balancea junto con su cabeza. No me acostumbro a verla así. Sé quién es: sangre de mí sangre. Es mi “hija”. Conozco su historia. Sin embargo, no me acostumbro a ella. Después de meses viajando juntos, la sigo viendo como una desconocida y me lamento por verla así. ¿Es que no la acepto como mi hija o es que es algo más para mí? Creo que es lo segundo. Ella es algo más. Ella representa todo lo que a mí se me negó: Es mi familia, es mi hogar (¿Cómo es que estáis tan lejos tú y tu hija de vuestro hogar?) y es mi amor. Un elfo desterrado no debe tener ninguna de esas tres cosas. No merezco estar con ella. No me acostumbro a ver sus mejillas rosadas cada mañana ni a escuchar sus canciones de buenos días.
-¡Papá, me has asustado!- deja de tocar en el mismo momento en que nos ve- Si hubiera sabido que venías con tus amigos, o que tenías amigos, habría hecho la cama.-
Agacho la cabeza en un gesto de disculpa y dejo en la cama los bollos de crema rosa envueltos en el papel de la tienda de panes (panadería) y el cartel del hombre de la barba.
-Disculpad a mi padre, no se le da bien tratar con los demás. ¡Ni siquiera nos ha presentado! Me llamo Merrigan- hace una leve reverencia levantándose las puntas de la falda. - ¿Y vosotros? Dejad que lo adivine: Sois dos guardias que venís porque papá os ha dicho que yo os explicaría mejor cualquier delito que ha cometido. ¿He acertado, verdad que sí?-
Sarez
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
La joven había escuchado con atención las palabras del elfo. Desterrado, fue la palabra que permaneció durante bastante más tiempo en la mente de Alice. Recordó que había conocido a una persona que había sido desterrada, en uno de sus viajes con la troupe. Recordaba que había sido un brujo que había sido desterrado por haber mantenido una relación con una elfa. No conseguía recordar con exactitud la historia, pero sí que recordaba que aquel se divertía pasando las noches bebiendo alcohol hasta caer por los suelos, mientras la troupe para la que Alice trabajaba se mantenía tocando, cantando y bailando. A Alice le gustaba ver a la gente así, le gustaba ver que se divertían y se dejaban llevar; pero no era divertido cuando aquella persona solía beber únicamente para olvidar la dura realidad de tener que abandonar un hogar.
Una vez arriba, Alice llego a escuchar una melodía. Fue breve, pero pudo sentir el sonido de las cuerdas de un instrumento sonando, desde el interior de la habitación en la que se encontraba la hija de Sarez. En cuanto el elfo abrió la puerta, Alice pudo ver que dentro había una muchacha sorprendida. Una chica joven, tal vez un poco más mayor que ella. O tal vez tenía la misma edad que ella, sin embargo, su aspecto era mucho más adulto del que Alice era capaz de aparentar.
- ¿Delitos? –pregunto Alice en cuanto meritan pregunto al respecto-. No somos guardias… ni mucho menos.
Por un momento Alice se quedó unos segundos mirándose a sí misma. La había hecho dudar de si tenía algún aspecto que la hiciera ver más “dura”. Luego descarto de su mente aquella idea; pensó que, si lo que había dicho el elfo respecto al destierro era cierto, seguramente se sentirían toda la vida perseguidos, allá donde fueran. Aunque no estaban en tierra de los elfos, de hecho, estaban bastante lejos de allí. Alice se fijó en el instrumento que la chica tenia consigo, el que había oído momentos atrás. Se dio la libertad de entrar en la habitación y acercarse a Merrigan, sin apartar la mirada del instrumento.
- Es un instrumento precioso –menciono, mientras se agachaba para verlo mejor. Luego se puso en pie nuevamente, y se quedó mirando a Merrigan. Paseo después la mirada entre Merrigan y el elfo, antes de hablar-. Mi nombre es Alice. Y él es Ryujin. No somos guardias, ni guerreros, ni nada parecido. –luego se dirigió únicamente hacia Merrigan-. ¿Te gusta la música? ¿Tocas más instrumentos? –le pregunto con una sonrisa. Se preguntaba si compartiría el mismo gusto que sentía ella por la música, y tal vez también el espectáculo.
Una vez arriba, Alice llego a escuchar una melodía. Fue breve, pero pudo sentir el sonido de las cuerdas de un instrumento sonando, desde el interior de la habitación en la que se encontraba la hija de Sarez. En cuanto el elfo abrió la puerta, Alice pudo ver que dentro había una muchacha sorprendida. Una chica joven, tal vez un poco más mayor que ella. O tal vez tenía la misma edad que ella, sin embargo, su aspecto era mucho más adulto del que Alice era capaz de aparentar.
- ¿Delitos? –pregunto Alice en cuanto meritan pregunto al respecto-. No somos guardias… ni mucho menos.
Por un momento Alice se quedó unos segundos mirándose a sí misma. La había hecho dudar de si tenía algún aspecto que la hiciera ver más “dura”. Luego descarto de su mente aquella idea; pensó que, si lo que había dicho el elfo respecto al destierro era cierto, seguramente se sentirían toda la vida perseguidos, allá donde fueran. Aunque no estaban en tierra de los elfos, de hecho, estaban bastante lejos de allí. Alice se fijó en el instrumento que la chica tenia consigo, el que había oído momentos atrás. Se dio la libertad de entrar en la habitación y acercarse a Merrigan, sin apartar la mirada del instrumento.
- Es un instrumento precioso –menciono, mientras se agachaba para verlo mejor. Luego se puso en pie nuevamente, y se quedó mirando a Merrigan. Paseo después la mirada entre Merrigan y el elfo, antes de hablar-. Mi nombre es Alice. Y él es Ryujin. No somos guardias, ni guerreros, ni nada parecido. –luego se dirigió únicamente hacia Merrigan-. ¿Te gusta la música? ¿Tocas más instrumentos? –le pregunto con una sonrisa. Se preguntaba si compartiría el mismo gusto que sentía ella por la música, y tal vez también el espectáculo.
Alice
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
Mientras subían lentamente, abandonando levemente el tumulto causado en la planta baja, el elfo dedicó unas palabras sobre su historia, según parecía había sido echado de su lugar de origen y había tenido a Merrigan, la cual había nacido sin hogar. Miró a Alice buscando una reacción, ya que él no había vivido nunca en comunión con otros dragones aparte de su madre, por lo que esa camaradería y esa "sociedad", pese a haberla visto durante años en sus continuos viajes a las villas cercanas, nunca había logrado entenderla y sentirla, sintiendo tal cosa como una de sus asignaturas pendientes a la hora de lograr la iluminación.
Un sonido desacorde con la burda combinación de gritos y eructos que aún resonaban desde la parte de abajo llegó a los oidos de Ryujin: Eran unos sonidos armoniosos, hábiles y, en cierta manera, preciosos, cualidades que el dragón no pensaba poder usar en un lugar como ese. Según parecía, alguien estaba tocando un instrumento con bastante habilidad, pero no era algo de su incumbencia, pues estaban allí en busca de Merrigan para... ¿Para qué iban en su busca realmente? Ryujin se dio cuenta que no poseían un objetivo fijo, acompañaban al elfo a buscar a su hija a la habitación pero después tendrían que marcharse, siguiendo las exigencias del regente... Podría aconsejarles cambiar la localización a la taberna donde trabajaba a ambos, Ryujin podría hacerse cargo del pago de su habitación y la de ellos durante el tiempo que estuviese aquí, aunque no tenía muchas ganas de marchar: Lunargenta estaba tan llena de vida y de situaciones que no lograba entender que, en cierto modo, algo le arrastraba a quedarse, además el poder hablar de las diferentes educaciones que habían recibido Alice y él era a todas luces una oportunidad que no podía dejar escapar.
Sarez, el elfo, se paró frente a la habitación de donde provenía aquél sonido, dando a entender que su hija Merrigan quizá sería la artista que deleitaba los oídos de Ryujin, hecho que alegró a este, pues podría hacer dúos con Alice, algo que a él le habría gustado de tener un mínimo de habilidad con algún instrumento musical.
Abrió la puerta, revelando una decoración de la habitación acorde a la calidad del lugar: Paredes algo agrietadas, dos camas no demasiado elegantes... Y sobre una de ellas estaba sentada una muchacha, no es una niña pero no llega a ser una adulta, lo que confunde a Ryujin pues el elfo la ha proclamado como su hija... Quizá el elfo tiene una edad mayor a la que aparentaba... La muchacha, estaba sentada en la cama, acariciando con mimo un arpa y su tez blanca resaltaba entre su pelo color cobre brillante como un atardecer, sus ojos denotaban una leve preocupación que se tornó alegría cuando nos vio entrar, posiblemente por la espera a su padre, hecho que confirmó Ryujin cuando Merrigan, levantándose y con un leve sonrojo más por la situación de la habitación que otra cosa, lo reprendía por venir acompañado. El elfo asintió a modo de disculpa, sin decir una palabra y dejó la bolsa que portaba, al igual que el cartel, en una mesita cercana a la puerta que había, mientras la muchacha se acercaba y hacía una elegante reverencia, presentándose de una manera adorable, sin duda ella y su padre eran dos polos opuestos: La vivaracha actitud de la pequeña contrastaba con la sequedad que manifestaba el elfo.
Ryujin le devolvió la reverencia con la cabeza, negando después su afiliación a la guardia:
"En absoluto debéis preocuparos por la integridad de vuestro padre, está a salvo, tan solo una leve confusión ha acaecido con el regente de este local, lo cual podría poner en peligro vuestra estancia aquí. Tanto mi compañera como yo somos simples posaderos de otra taberna que, por gracia del destino, nos hemos encontrado con su padre, acompañándolo así para encontrarse con usted, de la cual nos ha hablado levemente, señorita Merrigan. Como bien ha dicho mi compañera, mi nombre es Ryujin, es todo un placer conocerla y haber podido oír su música." - Caminó por la habitación, observando tanto a los integrantes como la habitación en si y se sorprendió de la sencillez de esta, sin duda debía ser barata, pero no era un lugar apropiado para una muchacha, especialmente con unas facciones tan bellas. Miró la puerta instintivamente, pues temía que algún malhechor que hubiese estado abajo los hubiese seguido, encandilado por el aspecto de Alice.
Un sonido desacorde con la burda combinación de gritos y eructos que aún resonaban desde la parte de abajo llegó a los oidos de Ryujin: Eran unos sonidos armoniosos, hábiles y, en cierta manera, preciosos, cualidades que el dragón no pensaba poder usar en un lugar como ese. Según parecía, alguien estaba tocando un instrumento con bastante habilidad, pero no era algo de su incumbencia, pues estaban allí en busca de Merrigan para... ¿Para qué iban en su busca realmente? Ryujin se dio cuenta que no poseían un objetivo fijo, acompañaban al elfo a buscar a su hija a la habitación pero después tendrían que marcharse, siguiendo las exigencias del regente... Podría aconsejarles cambiar la localización a la taberna donde trabajaba a ambos, Ryujin podría hacerse cargo del pago de su habitación y la de ellos durante el tiempo que estuviese aquí, aunque no tenía muchas ganas de marchar: Lunargenta estaba tan llena de vida y de situaciones que no lograba entender que, en cierto modo, algo le arrastraba a quedarse, además el poder hablar de las diferentes educaciones que habían recibido Alice y él era a todas luces una oportunidad que no podía dejar escapar.
Sarez, el elfo, se paró frente a la habitación de donde provenía aquél sonido, dando a entender que su hija Merrigan quizá sería la artista que deleitaba los oídos de Ryujin, hecho que alegró a este, pues podría hacer dúos con Alice, algo que a él le habría gustado de tener un mínimo de habilidad con algún instrumento musical.
Abrió la puerta, revelando una decoración de la habitación acorde a la calidad del lugar: Paredes algo agrietadas, dos camas no demasiado elegantes... Y sobre una de ellas estaba sentada una muchacha, no es una niña pero no llega a ser una adulta, lo que confunde a Ryujin pues el elfo la ha proclamado como su hija... Quizá el elfo tiene una edad mayor a la que aparentaba... La muchacha, estaba sentada en la cama, acariciando con mimo un arpa y su tez blanca resaltaba entre su pelo color cobre brillante como un atardecer, sus ojos denotaban una leve preocupación que se tornó alegría cuando nos vio entrar, posiblemente por la espera a su padre, hecho que confirmó Ryujin cuando Merrigan, levantándose y con un leve sonrojo más por la situación de la habitación que otra cosa, lo reprendía por venir acompañado. El elfo asintió a modo de disculpa, sin decir una palabra y dejó la bolsa que portaba, al igual que el cartel, en una mesita cercana a la puerta que había, mientras la muchacha se acercaba y hacía una elegante reverencia, presentándose de una manera adorable, sin duda ella y su padre eran dos polos opuestos: La vivaracha actitud de la pequeña contrastaba con la sequedad que manifestaba el elfo.
Ryujin le devolvió la reverencia con la cabeza, negando después su afiliación a la guardia:
"En absoluto debéis preocuparos por la integridad de vuestro padre, está a salvo, tan solo una leve confusión ha acaecido con el regente de este local, lo cual podría poner en peligro vuestra estancia aquí. Tanto mi compañera como yo somos simples posaderos de otra taberna que, por gracia del destino, nos hemos encontrado con su padre, acompañándolo así para encontrarse con usted, de la cual nos ha hablado levemente, señorita Merrigan. Como bien ha dicho mi compañera, mi nombre es Ryujin, es todo un placer conocerla y haber podido oír su música." - Caminó por la habitación, observando tanto a los integrantes como la habitación en si y se sorprendió de la sencillez de esta, sin duda debía ser barata, pero no era un lugar apropiado para una muchacha, especialmente con unas facciones tan bellas. Miró la puerta instintivamente, pues temía que algún malhechor que hubiese estado abajo los hubiese seguido, encandilado por el aspecto de Alice.
Ryujin
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
Me aparto a un lado de la habitación y dejo hablar a Merrigan. Ella tiene la cortesía que yo carezco. Pide las disculpas correctas y le dice a al hombre que pregunta y a la chica que se parece a ella cómo se llama. Ellos le contestan con sus nombres: Ryujin y Alice. Levanto la cabeza con un gesto de alerta al escuchar sus nombres en voz alta. Yo no les había dicho cómo me llamo. Sabían que era un elfo, que combatía con el arco y que me metía en problemas por no saber comportarme con las personas; pero no sabían cómo me llamo.
Me pregunto qué piensan Alice y Ryujin de mí. ¿Lo mismo que pensó el hombre de la barba de abajo o alguna cosa peor? No lo creo. Merrigan tiene un don más allá de la magia de los elfos. Con una simple sonrisa, es capaz de decir todo cuanto yo no sé. Y Merrigan sonríe. Le sonríe a Alice y a Ryujin. Sé que ellos sabrán entender las sonrisas y no tendrán una mala imagen de mí.
Alice es la primera en devolver la sonrisa a Merrigan. Las dos son muy parecidas. Alice le pregunta por la música y Merrigan abre sus brillantes ojos azules tanto por la sorpresa como la felicidad que siente cuando alguien halaga su instrumento.
-¡Gracias! Se puede decir que es un regalo de mi madre. Me lo hice con el dinero que ella me dio cuando falleció, así que, ella me lo regaló- Merrigan ríe como un niño pequeño después de haber hecho una travesura; por algún motivo, esa historia la hace gracia- Y no has visto lo mejor del arpa.- con una mano hizo sonar unas cuerdas y las hojas grabadas en el marco con runas de mago empezaron a brillar como si bailasen con las notas de cada cuerda; la otra mano la tiene ocupada con el bollo de crema rosa que le había comprado. - ¿Te gusta? Puedes tocar si quieres-.
En el tiempo en el que Merrigan da un bocado al bollo, Alice dice la pregunta que yo tantas veces me he hecho. Merrigan la respondo con las mismas palabras exactas que me responde a mí cuando le pregunto:
-Un buen artista nunca revela sus trucos antes de la actuación-.
Ryujin también habla con Merrigan. Sus frases son mucho más largas. Dice algunas palabras que no conozco. Son palabras complicadas que las personas normales no dicen de forma habitual. Las palabras que sí comprendo no puedo entenderlas del todo. Habla como esas personas que visten con débiles y brillantes armaduras, como las personas que tienen muchas joyas en la cabeza y como los niños que leen las noticias en las plazas de las ciudades. Parece un idioma aparte. Merrigan me dijo una vez que la gente rica tiene que hablar de una forma distinta para que los demás sepan que tienen dinero. Sin querer, por puro acto reflejo, miro los bolsillos del pantalón de Ryujin. No parecen que estén llenos.
-¿Por qué hablas así?- pregunto por el mismo acto reflejo que me hizo ver sus bolsillos- No tienes muchas monedas.- señalo con un dedo su pantalón- No eres rico-.
Merrigan se queda de piedra unos segundos y luego suelta una carcajada que la tapa con la mano con la que estaba tocando el arpa. Ella entiende lo que he querido decir. Merrigan siempre me entiende.
-¿Ahora entendéis por qué os he confundido con guardias?- dice entre una gran multitud de risas- ¡Así todo el día!-
[/color]-No entiendo por qué te ríes-.
-Tus amigos sí lo entenderán- la risa va disminuyendo con el tiempo- tú no vuelvas a señalar los pantalones de alguien. ¿De acuerdo?-
De acuerdo-.
-¿Y este quién es?- Merrigan levanta el cartel con la persona de la barba dibujada- ¿También trabaja en vuestra posada?- pregunta mirando primero hacia Ryujin y luego hacia Alice.
Me pregunto qué piensan Alice y Ryujin de mí. ¿Lo mismo que pensó el hombre de la barba de abajo o alguna cosa peor? No lo creo. Merrigan tiene un don más allá de la magia de los elfos. Con una simple sonrisa, es capaz de decir todo cuanto yo no sé. Y Merrigan sonríe. Le sonríe a Alice y a Ryujin. Sé que ellos sabrán entender las sonrisas y no tendrán una mala imagen de mí.
Alice es la primera en devolver la sonrisa a Merrigan. Las dos son muy parecidas. Alice le pregunta por la música y Merrigan abre sus brillantes ojos azules tanto por la sorpresa como la felicidad que siente cuando alguien halaga su instrumento.
-¡Gracias! Se puede decir que es un regalo de mi madre. Me lo hice con el dinero que ella me dio cuando falleció, así que, ella me lo regaló- Merrigan ríe como un niño pequeño después de haber hecho una travesura; por algún motivo, esa historia la hace gracia- Y no has visto lo mejor del arpa.- con una mano hizo sonar unas cuerdas y las hojas grabadas en el marco con runas de mago empezaron a brillar como si bailasen con las notas de cada cuerda; la otra mano la tiene ocupada con el bollo de crema rosa que le había comprado. - ¿Te gusta? Puedes tocar si quieres-.
En el tiempo en el que Merrigan da un bocado al bollo, Alice dice la pregunta que yo tantas veces me he hecho. Merrigan la respondo con las mismas palabras exactas que me responde a mí cuando le pregunto:
-Un buen artista nunca revela sus trucos antes de la actuación-.
Ryujin también habla con Merrigan. Sus frases son mucho más largas. Dice algunas palabras que no conozco. Son palabras complicadas que las personas normales no dicen de forma habitual. Las palabras que sí comprendo no puedo entenderlas del todo. Habla como esas personas que visten con débiles y brillantes armaduras, como las personas que tienen muchas joyas en la cabeza y como los niños que leen las noticias en las plazas de las ciudades. Parece un idioma aparte. Merrigan me dijo una vez que la gente rica tiene que hablar de una forma distinta para que los demás sepan que tienen dinero. Sin querer, por puro acto reflejo, miro los bolsillos del pantalón de Ryujin. No parecen que estén llenos.
-¿Por qué hablas así?- pregunto por el mismo acto reflejo que me hizo ver sus bolsillos- No tienes muchas monedas.- señalo con un dedo su pantalón- No eres rico-.
Merrigan se queda de piedra unos segundos y luego suelta una carcajada que la tapa con la mano con la que estaba tocando el arpa. Ella entiende lo que he querido decir. Merrigan siempre me entiende.
-¿Ahora entendéis por qué os he confundido con guardias?- dice entre una gran multitud de risas- ¡Así todo el día!-
[/color]-No entiendo por qué te ríes-.
-Tus amigos sí lo entenderán- la risa va disminuyendo con el tiempo- tú no vuelvas a señalar los pantalones de alguien. ¿De acuerdo?-
De acuerdo-.
-¿Y este quién es?- Merrigan levanta el cartel con la persona de la barba dibujada- ¿También trabaja en vuestra posada?- pregunta mirando primero hacia Ryujin y luego hacia Alice.
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
TEMA PAUSADO
Alanna Delteria
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
- ¿Tu madre falleció? –se aventuró a preguntar Alice, con un semblante triste. No había imaginado aquello viniendo de una muchacha que parecía vivir en una eterna felicidad. Aunque en seguida hizo un gesto con la mano, pidiendo disculpas por aquella pregunta-. Es muy bonito, me gusta mucho.
Alice observo como la muchacha comenzaba a tocar algunas cuerdas, y a la par que estas sonaban, un brillo se encendía en el instrumento, en cada una de las hojas que había grabadas. Alice sonrió asombrada y sus ojos casi se iluminaron a la par que el instrumento.
- ¡Muchacho loco! ¡Aquí te habías metido! –grito Nadia, entrando estrepitosamente en la habitación-. Menos mal que soy posadera y tengo contacto con toda esta gente. Ryujin, prometiste que dejarías completamente limpio el sótano de la posada.
El hombre dragón se giró hacia Nadia sobresaltado, sin haber esperado su aparición. Nadia lo golpeo repetidas veces en la espalda, y le dijo unas cuantas cosas sobre todas las tareas que no había hecho las últimas semanas. Había prometido trabajar duro a cambio de vivir junto con ellas en la posada, teniendo una habitación que según el “era lo más lujoso a lo que habría podido aspirar, pero mucho más de lo que sentía que necesitaba”, en la posada de Nadia. La posadera se disculpó, y tras hacer repetidas reverencias, se llevó al muchacho bajando las escaleras y marchando en dirección a su posada. Así quedaron Alice, Merrigan y el elfo a solas nuevamente.
- Lo… lo lamento –pidió disculpas Alice por Nadia-. No esperaba que pudiera pasar esto. Ella era Nadia, es la mujer que regenta la posada donde vivo y trabajo. Es un poco… efusiva a veces –Alice sonrió al decirlo.
Una leve y tímida risa proviniendo de Alice acompaño a las fuertes risotadas de la alfa. Alice entendió que probablemente el elfo tendría algunos inconvenientes a la hora de hablar con los humanos, o tal vez con la gente en general. No parecía entender algunas cosas, como tener tacto con las otras personas; Alice era completamente distinta. Siempre temía ofender a los demás, y de hecho todavía en aquellos momentos se sentía mal por haber hecho una pregunta tan directa a la joven. Más que un mal sentimiento, sentía vergüenza por haberse aventurado a preguntarle a alguien que la había tratado con tanta dulzura y amabilidad desde un principio.
- ¡Deberíais venir alguna vez a nuestra posada! Tal vez estaríais bien. Es muy bonita, y agradable.
La alfa levanto el cartel del hombre barbudo, uno de los bandidos que había sido participe en la matanza de la troupe. De repente un escalofrió recorrió el cuerpo de Alice. Se sintió rendida de repente, como si estuviera a punto de desmayarse. “¿También trabaja en vuestra posada?”. Durante algunos segundos, Alice quedo sumida en un silencio sepulcral. No supo cómo responder, y prefirió darse su tiempo antes de decir nada.
- Es una mala persona –respondió, tratando de no entrar en detalles. No quería hacerlo frente a ella, por lo menos. Ya debía ser más que suficiente con haber perdido a un ser tan querido, pensó-. Alguien que acabo con muchas buenas personas, que tocaban instrumentos y hacían felices a las personas allá donde pasaban –suspiro.
Alice observo como la muchacha comenzaba a tocar algunas cuerdas, y a la par que estas sonaban, un brillo se encendía en el instrumento, en cada una de las hojas que había grabadas. Alice sonrió asombrada y sus ojos casi se iluminaron a la par que el instrumento.
- ¡Muchacho loco! ¡Aquí te habías metido! –grito Nadia, entrando estrepitosamente en la habitación-. Menos mal que soy posadera y tengo contacto con toda esta gente. Ryujin, prometiste que dejarías completamente limpio el sótano de la posada.
El hombre dragón se giró hacia Nadia sobresaltado, sin haber esperado su aparición. Nadia lo golpeo repetidas veces en la espalda, y le dijo unas cuantas cosas sobre todas las tareas que no había hecho las últimas semanas. Había prometido trabajar duro a cambio de vivir junto con ellas en la posada, teniendo una habitación que según el “era lo más lujoso a lo que habría podido aspirar, pero mucho más de lo que sentía que necesitaba”, en la posada de Nadia. La posadera se disculpó, y tras hacer repetidas reverencias, se llevó al muchacho bajando las escaleras y marchando en dirección a su posada. Así quedaron Alice, Merrigan y el elfo a solas nuevamente.
- Lo… lo lamento –pidió disculpas Alice por Nadia-. No esperaba que pudiera pasar esto. Ella era Nadia, es la mujer que regenta la posada donde vivo y trabajo. Es un poco… efusiva a veces –Alice sonrió al decirlo.
Una leve y tímida risa proviniendo de Alice acompaño a las fuertes risotadas de la alfa. Alice entendió que probablemente el elfo tendría algunos inconvenientes a la hora de hablar con los humanos, o tal vez con la gente en general. No parecía entender algunas cosas, como tener tacto con las otras personas; Alice era completamente distinta. Siempre temía ofender a los demás, y de hecho todavía en aquellos momentos se sentía mal por haber hecho una pregunta tan directa a la joven. Más que un mal sentimiento, sentía vergüenza por haberse aventurado a preguntarle a alguien que la había tratado con tanta dulzura y amabilidad desde un principio.
- ¡Deberíais venir alguna vez a nuestra posada! Tal vez estaríais bien. Es muy bonita, y agradable.
La alfa levanto el cartel del hombre barbudo, uno de los bandidos que había sido participe en la matanza de la troupe. De repente un escalofrió recorrió el cuerpo de Alice. Se sintió rendida de repente, como si estuviera a punto de desmayarse. “¿También trabaja en vuestra posada?”. Durante algunos segundos, Alice quedo sumida en un silencio sepulcral. No supo cómo responder, y prefirió darse su tiempo antes de decir nada.
- Es una mala persona –respondió, tratando de no entrar en detalles. No quería hacerlo frente a ella, por lo menos. Ya debía ser más que suficiente con haber perdido a un ser tan querido, pensó-. Alguien que acabo con muchas buenas personas, que tocaban instrumentos y hacían felices a las personas allá donde pasaban –suspiro.
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
Merrigan mueve la cabeza de lado a lado y hace un gesto con la mano como si esté apartando un objeto que no se ve, es el mismo gesto que hizo Alice al hacer la pregunta si la madre de Merrigan ha fallecido.
-Puedes intentarlo tú, si quieres,- La sonrisa de Merrigan se vuelve más liviana. Coge la mano de Alice y la pone sobre las cuerdas. Es la primera persona a la que Merrigan le deja tocar su arpa. - ¿Sabes? Creo que te he visto tocar alguna vez, ¿me equivoco?. Sé que no harás daño a mi pequeño,- acaricia el arco del arpa- los artistas sabemos cuidar de la música- termina guiñándole un ojo.
Antes de que mi error por señalar los pantalones de Ryujin llegue a más, aparece una mujer por la puerta. Le grita y le da varios golpes en la espalda para hacerle salir de la habitación. Merrigan pone su mano derecha sobre su boca para tapar una leve risa. Alice explica que Ryujin y ella iven en otra posada a cambio de ayudar con las tareas del lugar y el chico no ha hecho las suyas. Por eso ha venido Nadie (así dice que se llama la mujer que nos ha interrumpido); para ordenar a Ryujin que haga su trabajo. Alice se disculpa diciendo que Nadie es “un poco efusiva” y sonríe de la misma manera que Merrigan. Las dos chicas se parecen mucho.
Alice habla de su posada. Nos invita a ir. Dice que es bonita y agradable. A Merrigan le gusta cambiar de posadas. Según ella, es aburrido vivir siempre en la misma habitación. Hemos dormido en muchas habitaciones de muchas posadas. Tal vez, estuvimos en la de Alice sin saberlo.
Estoy a punto de hablar. Iba a decir que seguramente ya estuvimos, pero Merrigan me hace callar antes de hablar haciendo sonar su arpa con una nota grave.
-¡Nos encantaría conocerla! Si todos allí son como Ryujin y tú nos sentiremos mejor que nuestra propia casa.- se equivoca, nosotros no tenemos casa- ¿Cómo se llama?-
A pesar que Merrigan sigue sonriendo, Alice parece disgustada por algo. Sus ojos se han apagado y sus labios se han cerrado en el momento que coge el cartel del hombre malo que he traído. Me acerco a ella lentamente con cierto miedo a hacerle daño. Parece frágil. Toda la alegría de la chica se ha desvanecido. Sus ojos se entrecierran como si estuviera a punto de irse a dormir. Por sus mejillas corre una gota que no sé distinguir si es sudor o lágrima.
Merrigan se calla de repente. Pone su brazo por encima del hombro de Alice. Con la otra mano, retira el arpa para apartarla. Ella parece entender cómo se siente Alice mejor que yo. Las dos se parecen mucho; quizás por eso la entienden tan bien. Son iguales. Por mi parte, me quedo apartado. Cerca de Alice por si necesita algo, y lejos, al mismo tiempo, para no herirle. Cualquier cosa que pudiera decir fuera de contexto puede hacerle mucho daño.
Finalmente, Alice habla y explica por qué se siente mal. Dice que el hombre del cartel es malo y que ha matado a muchas buenas personas que hacían música como Merrigan y ella.
Merrigan se abalanza a abrazar a Alice. No dice nada. Le atrapa con sus brazos y pone una mano en la cabeza de Alice para dejarle que se apoye en su hombro. Acaricia con sus finos dedos el cabello de Alice como si estuviera tocando su arpa.
Me acerco a las chicas y pongo mi mano sobre el hombro de Alice. Merrigan levanta la cabeza para mirarme. Me hace movimientos con la cabeza para que me aleje (para que no sea un entusiasta). No me voy. Merrigan no tiene amigas. Siempre la he visto sola. Si alguien se le acerca, le suele echar con palabras y sonrisas cortesas. Alice es la primera chica que veo que tiene una conexión real con Merrigan. Son amigas. Le ha dejado tocar su arpa y se ríen de la misma manera. No puedo dejar que la única amiga de Merrigan esté llorando.
-Encontraré a ese hombre y lo mataré. Lo prometo-.
-Puedes intentarlo tú, si quieres,- La sonrisa de Merrigan se vuelve más liviana. Coge la mano de Alice y la pone sobre las cuerdas. Es la primera persona a la que Merrigan le deja tocar su arpa. - ¿Sabes? Creo que te he visto tocar alguna vez, ¿me equivoco?. Sé que no harás daño a mi pequeño,- acaricia el arco del arpa- los artistas sabemos cuidar de la música- termina guiñándole un ojo.
Antes de que mi error por señalar los pantalones de Ryujin llegue a más, aparece una mujer por la puerta. Le grita y le da varios golpes en la espalda para hacerle salir de la habitación. Merrigan pone su mano derecha sobre su boca para tapar una leve risa. Alice explica que Ryujin y ella iven en otra posada a cambio de ayudar con las tareas del lugar y el chico no ha hecho las suyas. Por eso ha venido Nadie (así dice que se llama la mujer que nos ha interrumpido); para ordenar a Ryujin que haga su trabajo. Alice se disculpa diciendo que Nadie es “un poco efusiva” y sonríe de la misma manera que Merrigan. Las dos chicas se parecen mucho.
Alice habla de su posada. Nos invita a ir. Dice que es bonita y agradable. A Merrigan le gusta cambiar de posadas. Según ella, es aburrido vivir siempre en la misma habitación. Hemos dormido en muchas habitaciones de muchas posadas. Tal vez, estuvimos en la de Alice sin saberlo.
Estoy a punto de hablar. Iba a decir que seguramente ya estuvimos, pero Merrigan me hace callar antes de hablar haciendo sonar su arpa con una nota grave.
-¡Nos encantaría conocerla! Si todos allí son como Ryujin y tú nos sentiremos mejor que nuestra propia casa.- se equivoca, nosotros no tenemos casa- ¿Cómo se llama?-
A pesar que Merrigan sigue sonriendo, Alice parece disgustada por algo. Sus ojos se han apagado y sus labios se han cerrado en el momento que coge el cartel del hombre malo que he traído. Me acerco a ella lentamente con cierto miedo a hacerle daño. Parece frágil. Toda la alegría de la chica se ha desvanecido. Sus ojos se entrecierran como si estuviera a punto de irse a dormir. Por sus mejillas corre una gota que no sé distinguir si es sudor o lágrima.
Merrigan se calla de repente. Pone su brazo por encima del hombro de Alice. Con la otra mano, retira el arpa para apartarla. Ella parece entender cómo se siente Alice mejor que yo. Las dos se parecen mucho; quizás por eso la entienden tan bien. Son iguales. Por mi parte, me quedo apartado. Cerca de Alice por si necesita algo, y lejos, al mismo tiempo, para no herirle. Cualquier cosa que pudiera decir fuera de contexto puede hacerle mucho daño.
Finalmente, Alice habla y explica por qué se siente mal. Dice que el hombre del cartel es malo y que ha matado a muchas buenas personas que hacían música como Merrigan y ella.
Merrigan se abalanza a abrazar a Alice. No dice nada. Le atrapa con sus brazos y pone una mano en la cabeza de Alice para dejarle que se apoye en su hombro. Acaricia con sus finos dedos el cabello de Alice como si estuviera tocando su arpa.
Me acerco a las chicas y pongo mi mano sobre el hombro de Alice. Merrigan levanta la cabeza para mirarme. Me hace movimientos con la cabeza para que me aleje (para que no sea un entusiasta). No me voy. Merrigan no tiene amigas. Siempre la he visto sola. Si alguien se le acerca, le suele echar con palabras y sonrisas cortesas. Alice es la primera chica que veo que tiene una conexión real con Merrigan. Son amigas. Le ha dejado tocar su arpa y se ríen de la misma manera. No puedo dejar que la única amiga de Merrigan esté llorando.
-Encontraré a ese hombre y lo mataré. Lo prometo-.
Sarez
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
El elfo se acercó a Alice. Le hizo saber que acabaría con el hombre que tanto había hecho a Alice, siendo uno de los individuos que había formado parte Ed la masacre de la troupe. En un primer momento, aquello no fue tranquilizador para ella. La joven todavía recordaba cuantas veces le habían dicho eso, y todavía no había sucedido absolutamente nada. De hecho, ni siquiera era consciente de si esos bandidos todavía continuarían en la zona cercana a Lunargenta, o si se habrían marchado hacia cualquier otra parte para poder seguir haciendo de las suyas.
- Gracias -se limitó a decir Alice a elfo, después de que este hubiera terminado de hablar. Luego agrego algo más-. Aunque la verdad, llevo varios meses tratando de encontrarlos, y hacerlo no me ha traído más que problemas…
Suspiro largamente, y luego dirigió la mirada hacia la otra joven, la que acompañaba al elfo. Se arrepintió de si quiera haber mencionado a aquel individuo delante de la elfa, ya que a Alice le había causado una impresión de ser una persona inocente, inconsciente sobre esa clase de personas. Era la clase de persona que Alice había sido tiempo atrás, y que habría preferido que nadie hubiera dejado de ser. Aun así, se encogió de hombros, y busco cambiar de tema.
- Deja que pruebe a tocar algo -le dijo con una sonrisa finalmente, mientras sus dedos todavía se deslizaban por las cuerdas del instrumento, habiendo sido movidos por la propia elfa.
Alice se aventuró a tomar con sus manos el instrumento, y colocarlo cómodamente junto a si misma. Sorteo algunas cuerdas con su mano, haciendo que sonaran, y tratando de acomodarse al instrumento. Toco algunas escalas rápidamente, con cierta agilidad en sus dedos, y luego algunas melodías simples. Luego trato de tocar una breve y tranquila melodía que había tocado con anterioridad con el laúd, y que trato de trasladar a las cuerdas del harpa. Salió bien, al principio, y sonó una hermosa canción durante algunos segundos. Pero no tardo en que sus dedos se enredaran y dejaran de tocar, causando una pequeña harmonía, no muy molesta, pero la clara señal de que le hacía falta practicar.
- Es un instrumento precioso. Muchas gracias por dejarme probarlo -agradeció, mientras no dejaba de sonreír. Todo lo que tenía que ver con la música, le parecía algo místico, un regalo de algo muy distinto y lejano a los dioses: el hermoso ingenio de la gente viva-. Además, me he fijado en como brillaba. ¡Es demasiado bonito! ¡Ojalá mi laúd viejo y destrozado fuera así de bonito! -soltó una risotada, pero en seguida se arrepintió. Ese laúd, le había seguido durante más tiempo del que habría imaginado-. ¿Os gustaría ir a la posada de Nadia? El lugar donde suelo trabajar. Podría invitaros a lo que quisierais, además de que os podría enseñar a Nadia de buen modo. ¡Ella es encantadora! Allí tengo un par de instrumentos más -dijo, ahora dirigiéndose hacia la joven.
- Gracias -se limitó a decir Alice a elfo, después de que este hubiera terminado de hablar. Luego agrego algo más-. Aunque la verdad, llevo varios meses tratando de encontrarlos, y hacerlo no me ha traído más que problemas…
Suspiro largamente, y luego dirigió la mirada hacia la otra joven, la que acompañaba al elfo. Se arrepintió de si quiera haber mencionado a aquel individuo delante de la elfa, ya que a Alice le había causado una impresión de ser una persona inocente, inconsciente sobre esa clase de personas. Era la clase de persona que Alice había sido tiempo atrás, y que habría preferido que nadie hubiera dejado de ser. Aun así, se encogió de hombros, y busco cambiar de tema.
- Deja que pruebe a tocar algo -le dijo con una sonrisa finalmente, mientras sus dedos todavía se deslizaban por las cuerdas del instrumento, habiendo sido movidos por la propia elfa.
Alice se aventuró a tomar con sus manos el instrumento, y colocarlo cómodamente junto a si misma. Sorteo algunas cuerdas con su mano, haciendo que sonaran, y tratando de acomodarse al instrumento. Toco algunas escalas rápidamente, con cierta agilidad en sus dedos, y luego algunas melodías simples. Luego trato de tocar una breve y tranquila melodía que había tocado con anterioridad con el laúd, y que trato de trasladar a las cuerdas del harpa. Salió bien, al principio, y sonó una hermosa canción durante algunos segundos. Pero no tardo en que sus dedos se enredaran y dejaran de tocar, causando una pequeña harmonía, no muy molesta, pero la clara señal de que le hacía falta practicar.
- Es un instrumento precioso. Muchas gracias por dejarme probarlo -agradeció, mientras no dejaba de sonreír. Todo lo que tenía que ver con la música, le parecía algo místico, un regalo de algo muy distinto y lejano a los dioses: el hermoso ingenio de la gente viva-. Además, me he fijado en como brillaba. ¡Es demasiado bonito! ¡Ojalá mi laúd viejo y destrozado fuera así de bonito! -soltó una risotada, pero en seguida se arrepintió. Ese laúd, le había seguido durante más tiempo del que habría imaginado-. ¿Os gustaría ir a la posada de Nadia? El lugar donde suelo trabajar. Podría invitaros a lo que quisierais, además de que os podría enseñar a Nadia de buen modo. ¡Ella es encantadora! Allí tengo un par de instrumentos más -dijo, ahora dirigiéndose hacia la joven.
Alice
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
Me da las gracias. Su voz suena distante, como si estuviera hablando desde otra habitación. Es el mismo tono de voz que usa Merrigan cuando menciona a su madre. ¿El hombre malo hizo algo malo a la madre de Alice? La respuesta la tengo clara: Sí. Alice es igual que Merrigan. Se comportan y hablan de la misma manera. Tal vez, tengan vidas parecidas.
Alice continúa hablando. Dice que lleva tiempo buscando al hombre y que la búsqueda le ha causado problemas. Recuerdo al posadero, se parece al hombre que está dibujado en el cartel. Ataqué al posadero porque creía que era él. Es por la barba. Muchos humanos llevan una larga barba que le cubre gran parte del rostro. En el dibujo, la única característica que se ve es una espesa barba negra. Pienso en todos los hombres que he visto con la misma barba. Me imagino a Alice metiéndose a en problemas al culpar a esos hombres inocentes. No creo que sean esos los problemas que menciona. Esos son mis problemas, no los suyos. Pienso en los problemas de Alice, me pregunto cómo son. La respuesta me viene a la cabeza como si alguien me la dijera al oído: Son como los de Merrigan.
Merrigan y Alice están en la cama con el arpa. Les doy la espalda y me arrodillo en el suelo. Preparo nuestras mochilas de viaje. Lo he decido, vamos a ayudar a Alice con sus problemas con los hombres malos. Se lo he prometido y lo cumpliré. ¿Lo hago porque lo he prometido? Agacho la cabeza en el suelo sin dejar de meter cosas en la mochila. Oigo la misma voz de antes en mi oído (mi voz), me vuelve a dar la respuesta a mi pregunta: “En realidad lo hago porque no puedo ayudar a Merrigan”. Solucionar los problemas de Alice parece más fácil. Acabarán cuando muera el hombre del cartel. Los de Merrigan, en cambio, no tienen solución. Junto al color de pelo, esa es la única diferencia que tienen las chicas.
Mientras preparo las mochilas escucho la música del arpa. La canción parece fuera de lugar. Merrigan me explicó que hay una canción para cada momento y lugar.
-Aprender a tocar un instrumento es muy fácil, te puedo enseñar si quieres. Pero, eso no te hará ser un músico. Para ser un músico de verdad debes aprender qué canción sirve para qué momento- fue lo que dijo.
La canción que tocan las chicas está fuera de lugar, no encaja en este momento (no encaja en este momento). Me doy la vuelta hacia las chicas. Tal vez, algo ha cambiado en la habitación y no me he dado cuenta de ello. Miro el techo, el suelo y las paredes. Todo está igual. El momento sigue siendo el mismo.
Alice es la única que está tocando en el arpa. Merrigan lo sujeta con las dos manos para que no se caiga. Los adornos del arpa brillan como si bailasen con la música. El tatuaje de Merrigan brilla de la misma manera.
-No seas tonta, no tienes que darme las gracias. Aunque, si insistes… me podrías dejar tocar tu laúd- dice Merrigan sacando la lengua. Luego continúa: - ¡Gracias! Me costó mucho convence al brujo que me hiciera los dibujos en el arpa. Dijo que podía ser peligroso. Me contó que había brujos que usan la magia para crear un vínculo entre ellos y su arma, pero que el hechizo era complicado y muchos morían en el intento. Si eso le pasaba con un brujo, no quería imaginarse lo que pasaría con una semi-elfa… ¡Ya ves! Tuve mucha suerte- dio unos golpecitos con el dedo índice al tatuaje de su brazo. - ¡No encantaría visitar la posada de Nadie! Es ahí donde tienes ese laúd que me tienes que dejar tocar-.
-¿Es ahí donde está el hombre malo?- levanto la cabeza hacia las chicas para preguntar.
Merrigan me mira muy seria, como si le hubiera molestado que le interrumpiese con mi pregunta, durante algo menos de un segundo. Luego, suelta una dulce carcajada.
-Se refiere al hombre del cartel- le dice a Alice- Explícale qué vamos a hacer en la posada en Nadia. Sarez es un poco “especial”, como ya te habrás dado cuenta. Es una historia muy complicada.- mueve la mano de lado a lado como si estuviera saludando con el brazo agachado- Anda, ¡prueba a ver a si a ti te comprende!-
Alice continúa hablando. Dice que lleva tiempo buscando al hombre y que la búsqueda le ha causado problemas. Recuerdo al posadero, se parece al hombre que está dibujado en el cartel. Ataqué al posadero porque creía que era él. Es por la barba. Muchos humanos llevan una larga barba que le cubre gran parte del rostro. En el dibujo, la única característica que se ve es una espesa barba negra. Pienso en todos los hombres que he visto con la misma barba. Me imagino a Alice metiéndose a en problemas al culpar a esos hombres inocentes. No creo que sean esos los problemas que menciona. Esos son mis problemas, no los suyos. Pienso en los problemas de Alice, me pregunto cómo son. La respuesta me viene a la cabeza como si alguien me la dijera al oído: Son como los de Merrigan.
Merrigan y Alice están en la cama con el arpa. Les doy la espalda y me arrodillo en el suelo. Preparo nuestras mochilas de viaje. Lo he decido, vamos a ayudar a Alice con sus problemas con los hombres malos. Se lo he prometido y lo cumpliré. ¿Lo hago porque lo he prometido? Agacho la cabeza en el suelo sin dejar de meter cosas en la mochila. Oigo la misma voz de antes en mi oído (mi voz), me vuelve a dar la respuesta a mi pregunta: “En realidad lo hago porque no puedo ayudar a Merrigan”. Solucionar los problemas de Alice parece más fácil. Acabarán cuando muera el hombre del cartel. Los de Merrigan, en cambio, no tienen solución. Junto al color de pelo, esa es la única diferencia que tienen las chicas.
Mientras preparo las mochilas escucho la música del arpa. La canción parece fuera de lugar. Merrigan me explicó que hay una canción para cada momento y lugar.
-Aprender a tocar un instrumento es muy fácil, te puedo enseñar si quieres. Pero, eso no te hará ser un músico. Para ser un músico de verdad debes aprender qué canción sirve para qué momento- fue lo que dijo.
La canción que tocan las chicas está fuera de lugar, no encaja en este momento (no encaja en este momento). Me doy la vuelta hacia las chicas. Tal vez, algo ha cambiado en la habitación y no me he dado cuenta de ello. Miro el techo, el suelo y las paredes. Todo está igual. El momento sigue siendo el mismo.
Alice es la única que está tocando en el arpa. Merrigan lo sujeta con las dos manos para que no se caiga. Los adornos del arpa brillan como si bailasen con la música. El tatuaje de Merrigan brilla de la misma manera.
-No seas tonta, no tienes que darme las gracias. Aunque, si insistes… me podrías dejar tocar tu laúd- dice Merrigan sacando la lengua. Luego continúa: - ¡Gracias! Me costó mucho convence al brujo que me hiciera los dibujos en el arpa. Dijo que podía ser peligroso. Me contó que había brujos que usan la magia para crear un vínculo entre ellos y su arma, pero que el hechizo era complicado y muchos morían en el intento. Si eso le pasaba con un brujo, no quería imaginarse lo que pasaría con una semi-elfa… ¡Ya ves! Tuve mucha suerte- dio unos golpecitos con el dedo índice al tatuaje de su brazo. - ¡No encantaría visitar la posada de Nadie! Es ahí donde tienes ese laúd que me tienes que dejar tocar-.
-¿Es ahí donde está el hombre malo?- levanto la cabeza hacia las chicas para preguntar.
Merrigan me mira muy seria, como si le hubiera molestado que le interrumpiese con mi pregunta, durante algo menos de un segundo. Luego, suelta una dulce carcajada.
-Se refiere al hombre del cartel- le dice a Alice- Explícale qué vamos a hacer en la posada en Nadia. Sarez es un poco “especial”, como ya te habrás dado cuenta. Es una historia muy complicada.- mueve la mano de lado a lado como si estuviera saludando con el brazo agachado- Anda, ¡prueba a ver a si a ti te comprende!-
Sarez
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
Off: en realidad no sé si Sarez iba a contarme algo… si era así, me gustaría que me lo hicieras saber, así podría cambiar mi post.
Alice rio ante los comentarios de la elfa respecto al elfo. Negó con la cabeza, quitándole importancia.
- No pasa nada -dijo Alice con dulzura-. Es una historia un poco complicada, creo que sería complicado de entender para cualquiera.
Luego tuvo la mirada perdida hacia alguna parte durante algunos segundos. Volvió a mirar a Sarez. Era tan alto e imponente; pero su forma de hablar, a veces un poco torpe y denotando una clara incomprensión sobre muchas cosas, despertaba en Alice un aire de cierta ternura. Luego, se dispuso a explicarle al elfo cual era el ofrecimiento que había hecho respecto a la taberna de Nadia. Hablo con una amplísima sonrisa, la misma que tenía siempre que hablaba de Nadia, su taberna y sus instrumentos.
- Quería invitaros a la taberna donde trabajo, tocando música -se explicó. Luego dirigió la mirada hacia Merrigan-. Además, me gustaría mostrarle a Merrigan mis otros instrumentos. Tocar para vosotros, y también invitaros a comer. No tendréis que pagar nada, Nadia deja que mis amigos coman gratis.
Y lo cierto era que Nadia solía insistirle en que así fuera. Alice no solía llevar muchos amigos a la taberna, pero Nadia quería que se relacionara con gente de la ciudad, que conociera a gente nueva. Le gustaba ver a la joven feliz entre varias personas a quienes podía considerar de confianza. Nadia solía creer que, de ese modo, Alice podría olvidarse un poco de lo que había sucedido con su troupe en el pasado. Sabía que obviamente no lo olvidaría, pero sí que de algún modo aliviaría el peso que eso suponía.
- No está muy lejos de aquí… creo que a unos veinte minutos caminando -se explicó Alice-. Allí tengo otro laúd, y varios instrumentos más. He estado intentando construir los míos también, anqué no suenan demasiado bien. Y por supuesto -se quedó mirando el instrumento de la elfa-, ni la mitad de bonitos que el tuyo.
Alice se puso en pie, dispuesta a marchar con ellos hacia la taberna de Nadia, en cuanto ellos hubieran pagado la habitación, o hecho lo que tuvieran que hacer.
En cuanto marcharon, Alice comenzó a caminar a paso acelerado. Tenía ganas de presentarle a Nadia, sus nuevos conocidos. Tardaron poco menos que veinte minutos. Mientras caminaban, Alice había podido darse cuenta de lo realmente pequeña que era en comparación a los elfos; se sintió todavía más minúscula. Una vez llegaron a la taberna, pidió disculpas a los elfos, poniéndose frente a ellos y entrando primera. Nadia en seguida salió de detrás de la barra y saludo a la joven.
- ¡Traigo a alguien! -dijo Alice feliz, mientras se acercaba a la tabernera.
Ambas se dieron un abrazo, y en cuanto se separaron, la tabernera coloco sus puños a ambos lados de su cintura, mientras miraba con una sonrisa curiosa a los elfos.
- Bienvenidos -dijo Nadia, con amabilidad.
Alice rio ante los comentarios de la elfa respecto al elfo. Negó con la cabeza, quitándole importancia.
- No pasa nada -dijo Alice con dulzura-. Es una historia un poco complicada, creo que sería complicado de entender para cualquiera.
Luego tuvo la mirada perdida hacia alguna parte durante algunos segundos. Volvió a mirar a Sarez. Era tan alto e imponente; pero su forma de hablar, a veces un poco torpe y denotando una clara incomprensión sobre muchas cosas, despertaba en Alice un aire de cierta ternura. Luego, se dispuso a explicarle al elfo cual era el ofrecimiento que había hecho respecto a la taberna de Nadia. Hablo con una amplísima sonrisa, la misma que tenía siempre que hablaba de Nadia, su taberna y sus instrumentos.
- Quería invitaros a la taberna donde trabajo, tocando música -se explicó. Luego dirigió la mirada hacia Merrigan-. Además, me gustaría mostrarle a Merrigan mis otros instrumentos. Tocar para vosotros, y también invitaros a comer. No tendréis que pagar nada, Nadia deja que mis amigos coman gratis.
Y lo cierto era que Nadia solía insistirle en que así fuera. Alice no solía llevar muchos amigos a la taberna, pero Nadia quería que se relacionara con gente de la ciudad, que conociera a gente nueva. Le gustaba ver a la joven feliz entre varias personas a quienes podía considerar de confianza. Nadia solía creer que, de ese modo, Alice podría olvidarse un poco de lo que había sucedido con su troupe en el pasado. Sabía que obviamente no lo olvidaría, pero sí que de algún modo aliviaría el peso que eso suponía.
- No está muy lejos de aquí… creo que a unos veinte minutos caminando -se explicó Alice-. Allí tengo otro laúd, y varios instrumentos más. He estado intentando construir los míos también, anqué no suenan demasiado bien. Y por supuesto -se quedó mirando el instrumento de la elfa-, ni la mitad de bonitos que el tuyo.
Alice se puso en pie, dispuesta a marchar con ellos hacia la taberna de Nadia, en cuanto ellos hubieran pagado la habitación, o hecho lo que tuvieran que hacer.
En cuanto marcharon, Alice comenzó a caminar a paso acelerado. Tenía ganas de presentarle a Nadia, sus nuevos conocidos. Tardaron poco menos que veinte minutos. Mientras caminaban, Alice había podido darse cuenta de lo realmente pequeña que era en comparación a los elfos; se sintió todavía más minúscula. Una vez llegaron a la taberna, pidió disculpas a los elfos, poniéndose frente a ellos y entrando primera. Nadia en seguida salió de detrás de la barra y saludo a la joven.
- ¡Traigo a alguien! -dijo Alice feliz, mientras se acercaba a la tabernera.
Ambas se dieron un abrazo, y en cuanto se separaron, la tabernera coloco sus puños a ambos lados de su cintura, mientras miraba con una sonrisa curiosa a los elfos.
- Bienvenidos -dijo Nadia, con amabilidad.
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
Merrigan está encantada con la visita a la taberna de Alice. Aunque no sea especialmente expresiva como otras personas, puedo notar que está ilusionada con la promesa de música. Pequeños detalles le delatan: viste con la larga falda verde que utiliza en los conciertos, tiene los pómulos rojos sin necesidad de maquillaje y, cada pocos segundos, gira la cabeza a su espalda, como si estuviera vigilando que no suceda ningún contratiempo. Me alegra verla feliz. Hemos viajado juntos durante casi más de un año. En todo este tiempo, nada más la he visto sonreír como sonríe ahora un par de ocasiones: La primera en el Brägival cuando me disfrazó de ángel y la segunda en el puerto de la gran ciudad de los humanos mientras trataba con los hombres de Asher. ¿Por qué no sonríe más veces? Me he hecho muchas veces la misma pregunta: ¿Qué le pasó a Merrigan que le impide sonreír? ¿Es por mi culpa? ¿Es por viajar conmigo? Con varios movimientos negativos con la cabeza, retiro esas ideas de mi cabeza; ahora no son importantes. Prefiero centrar mi atención en Merrigan, disfrutar de su sonrisa.
Llegamos a la taberna de Nadia, la amiga de Alice. Ella cumple el prototipo de tabernera que he visto muchas veces. Es una mujer grande, voluptuosa. Por encima del vestido lleva una bata blanca con manchas marrones, seguramente de masa de pan. Nadia coge por la cintura a Alice y la levanta en un abrazo.
-A ti no te hará lo mismo. A ella le abraza porque es como su madre- me explica Merrigan al oído.
Alice abre los brazos, su cuerpo parece una enorme cruz. Grita con emoción que somos bienvenidos. Está feliz, ríe como Merrigan. Las dos son iguales. No por el físico, sino por la manera en la que se comportan y sonríen.
-¡Somos muy bienvenidos!- Merrigan se descuelga el arpa del arnés, la deja a mi lado y abraza a Alice como antes la abrazó Naida. – Ahora, saca tus instrumentos. Quiero ver lo que eres capaz de hacer con ellos-.
Mientras las chicas hablan, me retiro a un lado del local. No quiero molestar. Cojo una silla y me siento con los brazos cruzados. Soy un negado para la música. Merrigan resistió, hace tiempo, a enseñarme a diferenciar entre un do mayor y un do menor. Sé que suena bien y que suena mal; disfruto escuchando el arpa de Merrigan, pero no puedo comprenderlo. Me pasa igual con las letras. Aunque no sepa leer, sé diferenciar una letra elegante de una torpe. Quizás, no puedo leer con las orejas las notas musicales porque tampoco sé leer con los ojos las letras escritas.
Merrigan saca de la mochila una manta con la que cubre la silla en la que se va a sentar para tocar. Lo hace siempre. Me explicó que la música no solo se escucha, también se ve y se vive. Las mantas son unos adornos extras para hacer de la música bonita por fuera además de por dentro.
-Se me ha ocurrido una gran idea- dice Merrigan mientras afina las cuerdas del arpa- ¿qué te parece si ensañamos una canción y esta noche la tocamos juntas? Estoy segura que vendrán muchísimos clientes nuevos para oírnos tocar. Muy pocas veces se ha visto en Lunargenta un arpa y un laúd tocando juntos – le dedica una mirada burlona a la tabernera- Jamás verás el salón tan lleno como esta noche-.
Offrol ¡Qué vergüenza! Pensé que ya te había contestado al tema. ¿Por qué no me has avisado por mp al ver que tardaba? Jo, me sabe fatal. Cuando estoy liado por la universidad se me olvida todo. Se me olvidaría la cabeza si no la llevase pegada.
Por Sarez no te preocupes. Mi pj es muy soso, apenas sabe hablar bien. Tus post son muy buenos, no cambies nada. Lo estoy disfrutando muchísimo. ^^
Llegamos a la taberna de Nadia, la amiga de Alice. Ella cumple el prototipo de tabernera que he visto muchas veces. Es una mujer grande, voluptuosa. Por encima del vestido lleva una bata blanca con manchas marrones, seguramente de masa de pan. Nadia coge por la cintura a Alice y la levanta en un abrazo.
-A ti no te hará lo mismo. A ella le abraza porque es como su madre- me explica Merrigan al oído.
Alice abre los brazos, su cuerpo parece una enorme cruz. Grita con emoción que somos bienvenidos. Está feliz, ríe como Merrigan. Las dos son iguales. No por el físico, sino por la manera en la que se comportan y sonríen.
-¡Somos muy bienvenidos!- Merrigan se descuelga el arpa del arnés, la deja a mi lado y abraza a Alice como antes la abrazó Naida. – Ahora, saca tus instrumentos. Quiero ver lo que eres capaz de hacer con ellos-.
Mientras las chicas hablan, me retiro a un lado del local. No quiero molestar. Cojo una silla y me siento con los brazos cruzados. Soy un negado para la música. Merrigan resistió, hace tiempo, a enseñarme a diferenciar entre un do mayor y un do menor. Sé que suena bien y que suena mal; disfruto escuchando el arpa de Merrigan, pero no puedo comprenderlo. Me pasa igual con las letras. Aunque no sepa leer, sé diferenciar una letra elegante de una torpe. Quizás, no puedo leer con las orejas las notas musicales porque tampoco sé leer con los ojos las letras escritas.
Merrigan saca de la mochila una manta con la que cubre la silla en la que se va a sentar para tocar. Lo hace siempre. Me explicó que la música no solo se escucha, también se ve y se vive. Las mantas son unos adornos extras para hacer de la música bonita por fuera además de por dentro.
-Se me ha ocurrido una gran idea- dice Merrigan mientras afina las cuerdas del arpa- ¿qué te parece si ensañamos una canción y esta noche la tocamos juntas? Estoy segura que vendrán muchísimos clientes nuevos para oírnos tocar. Muy pocas veces se ha visto en Lunargenta un arpa y un laúd tocando juntos – le dedica una mirada burlona a la tabernera- Jamás verás el salón tan lleno como esta noche-.
Offrol ¡Qué vergüenza! Pensé que ya te había contestado al tema. ¿Por qué no me has avisado por mp al ver que tardaba? Jo, me sabe fatal. Cuando estoy liado por la universidad se me olvida todo. Se me olvidaría la cabeza si no la llevase pegada.
Por Sarez no te preocupes. Mi pj es muy soso, apenas sabe hablar bien. Tus post son muy buenos, no cambies nada. Lo estoy disfrutando muchísimo. ^^
Sarez
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
Alice ampliamente ante la propuesta de la elfa. También Nadia. Aunque mientras que Alice se veía complacida por la propuesta por el hecho de que amaba la música y esta significaba tanto para ella, Nadia podía sentir ya las monedas cayendo sobre sus manos, pidiendo una segunda jarra, y una tercera, y una cuarta, y todas las que hiciera falta hasta que terminara aquel espectáculo. Al fin y al cabo, su taberna era prácticamente su vida, y Alice le había despertado un poco de vida después de mucho tiempo sin grandes cambios.
- ¡Me parece bien! Hay muchas canciones que podríamos tocar, deberíamos encontrar una con la que las dos nos sintiéramos igual de cómodas -comento Alice, mientras sus ojos se perdían en alguna parte del techo, aunque realmente estaba perdida en sus pensamientos, buscando alguna de las canciones que había aprendido junto con la troupe-. Se que hay una canción que habla de un elfo solitario que acoge a un dragón perdido, tal vez seria algo idóneo.
Alice se alejo de los elfos y subió las escaleras de la taberna. Un rato después, volvería con aquellos instrumentos que había en el piso superior, guardados en su habitación. Mientras tanto, Nadia se acercó al elfo, mirándolo de arriba abajo. Le pareció que tenia un aspecto terrorífico. De no haber estado junto con la chica, y haber aparecido solo, habría pensado que era un mercenario, o aquel calce de hombre que era mejor tener lo mas lejos posible. Nadia había lidiado muchas ocasiones con tipos problemáticos, y había sacado de su taberna a escobazos a mas de veinte maleantes en una misma noche. Pero jamás había tenido ningún inconveniente con un elfo. De hecho, no era frecuente para ella verlos tan lejos de su propia tierra, en una taberna llena de borrachos. Pero se percato de que claramente si aquel elfo estaba allí, era porque acompañaba a la joven que parecía haberse hecho amiga de Alice.
- ¿Puedo ofreceros algo? -pregunto entonces Nadia con amabilidad-. Algo de beber o comer. Tengo prácticamente casi todo lo que podáis adquirí en el resto de Aerandir. Tengo buenos tratos con determinados comerciantes, así que siempre tengo la taberna bien llena de cosas ricas.
Alice no tardo entonces en bajar. Se escuchaban sus pasos apresurados, pisando cada uno un escalón con fuerza, hasta bajar a la sala principal de la taberna. Traía consigo tres instrumentos. Uno de ellos era un laúd, el otro era un instrumento de cuerda, semejante al laúd pero que venia acompañado con un arco y tan solo tenia tres cuerdas. Y también tenía una especie de flauta que tenía una rueda de madera en la parte derecha.
- Seguramente conoces estos dos -dijo Alice mientras los dejaba sobre el mostrador. Nadia había apresuradamente limpiado antes de que los dejara reposar sobre la madera húmeda-. ¿Pero… conocéis este?
Alice soplo por aquella flauta, y mientras soplaba, giro la rueda que había justo a su derecha. El sonido parecía ir moviéndose hacia arriba y abajo debajo de un modo de lo mas gracioso.
- Es común usarlo para espectáculos de risa. Cuando ridiculizas al héroe o algo así -explicaba.
- ¡Me parece bien! Hay muchas canciones que podríamos tocar, deberíamos encontrar una con la que las dos nos sintiéramos igual de cómodas -comento Alice, mientras sus ojos se perdían en alguna parte del techo, aunque realmente estaba perdida en sus pensamientos, buscando alguna de las canciones que había aprendido junto con la troupe-. Se que hay una canción que habla de un elfo solitario que acoge a un dragón perdido, tal vez seria algo idóneo.
Alice se alejo de los elfos y subió las escaleras de la taberna. Un rato después, volvería con aquellos instrumentos que había en el piso superior, guardados en su habitación. Mientras tanto, Nadia se acercó al elfo, mirándolo de arriba abajo. Le pareció que tenia un aspecto terrorífico. De no haber estado junto con la chica, y haber aparecido solo, habría pensado que era un mercenario, o aquel calce de hombre que era mejor tener lo mas lejos posible. Nadia había lidiado muchas ocasiones con tipos problemáticos, y había sacado de su taberna a escobazos a mas de veinte maleantes en una misma noche. Pero jamás había tenido ningún inconveniente con un elfo. De hecho, no era frecuente para ella verlos tan lejos de su propia tierra, en una taberna llena de borrachos. Pero se percato de que claramente si aquel elfo estaba allí, era porque acompañaba a la joven que parecía haberse hecho amiga de Alice.
- ¿Puedo ofreceros algo? -pregunto entonces Nadia con amabilidad-. Algo de beber o comer. Tengo prácticamente casi todo lo que podáis adquirí en el resto de Aerandir. Tengo buenos tratos con determinados comerciantes, así que siempre tengo la taberna bien llena de cosas ricas.
Alice no tardo entonces en bajar. Se escuchaban sus pasos apresurados, pisando cada uno un escalón con fuerza, hasta bajar a la sala principal de la taberna. Traía consigo tres instrumentos. Uno de ellos era un laúd, el otro era un instrumento de cuerda, semejante al laúd pero que venia acompañado con un arco y tan solo tenia tres cuerdas. Y también tenía una especie de flauta que tenía una rueda de madera en la parte derecha.
- Seguramente conoces estos dos -dijo Alice mientras los dejaba sobre el mostrador. Nadia había apresuradamente limpiado antes de que los dejara reposar sobre la madera húmeda-. ¿Pero… conocéis este?
Alice soplo por aquella flauta, y mientras soplaba, giro la rueda que había justo a su derecha. El sonido parecía ir moviéndose hacia arriba y abajo debajo de un modo de lo mas gracioso.
- Es común usarlo para espectáculos de risa. Cuando ridiculizas al héroe o algo así -explicaba.
- Spoiler:
- No pasa nada Sarez. Los exámenes son lo primero. Yo también he tenido mucho que hacer durante un tiempo. ^^
Alice
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Re: Bollos de crema rosa [Libre] [Cerrado]
Merrigan se lleva la mano en la boca y esconde una dulce risa. El sonido de la flauta de rueda le ha hecho gracia. A mí no me ha gustado; me parece molesto y chirriante. Alice explica el uso que se les da a la flauta de ruda. Dice que sirve para ridiculizar a los héroes y que la gente se ría como Merrigan lo está haciendo. Pero, yo no me río. Me tapo ambas orejas con las manos y espero a que Alice acabe de hacer sonar la flauta de rueda. Cuando finaliza, no le digo nada. A Merrigan le ha gustado el sonido, ha reído. Me gusta verla reír. Merece la pena soportar unos segundos molestos si con ellos Merrigan sonríe.
Tímidamente palpo el arco del pequeño laúd de tres cuerdas. Es el instrumento que más me ha llamado la atención más por la diferencia que por la semejanza con mi arma. En la música, no se utiliza el arco para tensar objetos en su cuerda, sino que éste quien se tensa en las cuerdas de los instrumentos. Me resulta extraño y fascinante.
-¿Cómo se toca?- le pregunto a Alice- Lo he visto otras veces en muchos lugares: plazas, bailes y tabernas. Me gusta su sonido, pero nunca he entendido cómo funciona. ¿Me enseñas?-
--Antes me tiene que enseñar la canción del elfo y el dragón. Sé tocarle, pero nunca la he cantado en público. No sería la primera vez que hiciera el ridículo al equivocarme con la letra de una canción. Y Sarez, tú también nos puedes ayudar. Ten encargarás de…- Con un rápido movimiento, Merrigan coge la flauta de ruda de las manos de Alice y la hace sonar mientras le mira a los ojos Merrigan ríe. No entiendo la broma de las chicas porque yo no soy músico.
Le quite la flauta de rueda a Merrigan y la dejo en la mesa, junto a los otros instrumentos. Doy un pequeño golpe, minúsculo, con la palma de la mano en la flauta para indicar que de ahí no se tiene que mover.
-Basta. Molesta-.
-Pero es tan divertido. He visto cómo te tapabas antes las orejas. Era muy tentador asustarte, no he podido resistirme- me da un beso en la mejilla para que no me enfade. Luego, vuelve a dirigirse hacia Alice- Supongo que no tendrás las partituras de la canción en tu habitación. Bueno, si me traes tinta y algo en lo que podamos escribir podríamos improvisar unas partituras. Hay muchas canciones populares que cambian dependiendo de qué ciudad la hayas escuchado: una palabra, una nota, un ritmo más rápido o más lento… Es mejor ponernos en común antes de empezar a enseñar. ¿Qué te parece?- ahora habla con la posadera - Naida, abre las puertas durante los ensayos, así los aldeanos nos oirán tocar y se quedarán por la curiosidad de ver el resultado final. Es como los aperitivos antes del plato principal- por último, a mí otra vez- Anda, no te enfades. Será divertido-.
Tímidamente palpo el arco del pequeño laúd de tres cuerdas. Es el instrumento que más me ha llamado la atención más por la diferencia que por la semejanza con mi arma. En la música, no se utiliza el arco para tensar objetos en su cuerda, sino que éste quien se tensa en las cuerdas de los instrumentos. Me resulta extraño y fascinante.
-¿Cómo se toca?- le pregunto a Alice- Lo he visto otras veces en muchos lugares: plazas, bailes y tabernas. Me gusta su sonido, pero nunca he entendido cómo funciona. ¿Me enseñas?-
--Antes me tiene que enseñar la canción del elfo y el dragón. Sé tocarle, pero nunca la he cantado en público. No sería la primera vez que hiciera el ridículo al equivocarme con la letra de una canción. Y Sarez, tú también nos puedes ayudar. Ten encargarás de…- Con un rápido movimiento, Merrigan coge la flauta de ruda de las manos de Alice y la hace sonar mientras le mira a los ojos Merrigan ríe. No entiendo la broma de las chicas porque yo no soy músico.
Le quite la flauta de rueda a Merrigan y la dejo en la mesa, junto a los otros instrumentos. Doy un pequeño golpe, minúsculo, con la palma de la mano en la flauta para indicar que de ahí no se tiene que mover.
-Basta. Molesta-.
-Pero es tan divertido. He visto cómo te tapabas antes las orejas. Era muy tentador asustarte, no he podido resistirme- me da un beso en la mejilla para que no me enfade. Luego, vuelve a dirigirse hacia Alice- Supongo que no tendrás las partituras de la canción en tu habitación. Bueno, si me traes tinta y algo en lo que podamos escribir podríamos improvisar unas partituras. Hay muchas canciones populares que cambian dependiendo de qué ciudad la hayas escuchado: una palabra, una nota, un ritmo más rápido o más lento… Es mejor ponernos en común antes de empezar a enseñar. ¿Qué te parece?- ahora habla con la posadera - Naida, abre las puertas durante los ensayos, así los aldeanos nos oirán tocar y se quedarán por la curiosidad de ver el resultado final. Es como los aperitivos antes del plato principal- por último, a mí otra vez- Anda, no te enfades. Será divertido-.
Sarez
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