En el convoy [Desafío]
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En el convoy [Desafío]
El elfo era de gran ayuda. Sin él, Dosnör hubiera muerto hace mucho tiempo. Tenía una grave herida en la pierna, se le había en una batalla contra unos vampiros. ¡Qué novedad! Un licántropo dejándose llevar por su lado más salvaje y lanzándose a la pelear contra unos vampiros sin pensar en las consecuencias. Que diera gracias al Señor por haber enviado al Padre Callahan con él. Sin no le hubiera encontrado, tirado entre los callejones de Sacrestic Vile como si fuera un vulgar perro que acababa de ser apaleado, tal vez estaría muerto. Su herida derecha estaba prácticamente abierta por la mitad. Costaba diferenciar dónde terminaba el músculo y empezaba la rodilla. La rótula se le sobresalía de carne. Era tan horrible que el predicador se echó a un lado y vomitó antes de coger al lobo y ayudarle. ¡Qué Dios Padre tenga misericordia de él!
Rápidamente, el predicador movió sus contactos y pagó un elfo para que se le sanase y una caravana que le llevase a Lunargenta donde el lobo tendría el tratamiento que se merece.
Ahora, el elfo, el Dosnör y el propio Callahan estaban en una caravana rumbo a la gran ciudad junto con otras tres caravanas que hacían el mismo trayecto. El elfo tenía sus manos sobre la pierna del licántropo para prevenir que no se desangrase ni se infectase la herida. Callahan miraba hacia otro lado para no vomitar. Era cierto que la herida estaba cicatrizando con la ayuda de los poderes del elfo, pero el aspecto no mejoraba. La carne se estaba volviendo tan negra que parecía una chuleta que ha estado demasiado tiempo en el horno. Era asqueroso. Que Dios le perdone, pero en aquel momento, Donald Frank Callahan no podía hacer otra cosa que no fuera rezar.
En mitad del camino hacia Lunargenta, el convoy se detuvo por completo. Durante todos los días que llevaban de viaje, solo habían hecho parar a los caballos a la hora de comida y cena. Era extraño que se detuvieran tan de repente, como si hubiera topado con un enorme obelisco en mitad del camino. Callahan salió de la caravana y gritó a los que estaban por delante:
-¡¿Qué sucede, por qué nos detenemos?!-
-¡Cálmese señor, no está pasando!- contestó una vez que venía de la primera de las caravanas del convoy.
Desconfiado, el predicador salió de su caravana y fue caminando hacia las que estaban por delante. Algo le decía, tal vez su Dios, que aquella voz le había mentido e iba a descubrir por qué lo habían hecho. No tardo en descubrir lo que buscaba. Unos bandidos a caballo habían rodeado la primera de las caravanas del convoy, matado a todos los que allí estaban e iban hacia la segunda caravana. Habían caído en una trampa.
Corrió, de nuevo, hacia su caravana para avisar de lo sucedido al elfo y a Dosnör pero ya era demasiado tarde. Dos bandidos habían entrado en la caravana y habían matado al elfo. El convoy estaba acorralado.
Bienvenido al convoy: Estás en una de las caravanas que viajan hacia Lunargenta. No me importa qué hacías allí, pero si deseas explicarlo eres libre de hacerlo. Lo importante es que estás ahí y que vives, de primera mano, la trampa de los bandidos. La mayoría de los que allí estaban están muertos. Solamente quedáis el Dosnör, Callahan y tú con vida. Tu objetivo en este primer turno es deshacerte de los bandidos. Callahan es un buen luchador, te ayudará. El licántropo, como comprenderás, no te servirá de ayuda; está tan herido que apenas puedo moverse sin gritar de puro dolor.
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Rápidamente, el predicador movió sus contactos y pagó un elfo para que se le sanase y una caravana que le llevase a Lunargenta donde el lobo tendría el tratamiento que se merece.
Ahora, el elfo, el Dosnör y el propio Callahan estaban en una caravana rumbo a la gran ciudad junto con otras tres caravanas que hacían el mismo trayecto. El elfo tenía sus manos sobre la pierna del licántropo para prevenir que no se desangrase ni se infectase la herida. Callahan miraba hacia otro lado para no vomitar. Era cierto que la herida estaba cicatrizando con la ayuda de los poderes del elfo, pero el aspecto no mejoraba. La carne se estaba volviendo tan negra que parecía una chuleta que ha estado demasiado tiempo en el horno. Era asqueroso. Que Dios le perdone, pero en aquel momento, Donald Frank Callahan no podía hacer otra cosa que no fuera rezar.
En mitad del camino hacia Lunargenta, el convoy se detuvo por completo. Durante todos los días que llevaban de viaje, solo habían hecho parar a los caballos a la hora de comida y cena. Era extraño que se detuvieran tan de repente, como si hubiera topado con un enorme obelisco en mitad del camino. Callahan salió de la caravana y gritó a los que estaban por delante:
-¡¿Qué sucede, por qué nos detenemos?!-
-¡Cálmese señor, no está pasando!- contestó una vez que venía de la primera de las caravanas del convoy.
Desconfiado, el predicador salió de su caravana y fue caminando hacia las que estaban por delante. Algo le decía, tal vez su Dios, que aquella voz le había mentido e iba a descubrir por qué lo habían hecho. No tardo en descubrir lo que buscaba. Unos bandidos a caballo habían rodeado la primera de las caravanas del convoy, matado a todos los que allí estaban e iban hacia la segunda caravana. Habían caído en una trampa.
Corrió, de nuevo, hacia su caravana para avisar de lo sucedido al elfo y a Dosnör pero ya era demasiado tarde. Dos bandidos habían entrado en la caravana y habían matado al elfo. El convoy estaba acorralado.
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Bienvenido al convoy: Estás en una de las caravanas que viajan hacia Lunargenta. No me importa qué hacías allí, pero si deseas explicarlo eres libre de hacerlo. Lo importante es que estás ahí y que vives, de primera mano, la trampa de los bandidos. La mayoría de los que allí estaban están muertos. Solamente quedáis el Dosnör, Callahan y tú con vida. Tu objetivo en este primer turno es deshacerte de los bandidos. Callahan es un buen luchador, te ayudará. El licántropo, como comprenderás, no te servirá de ayuda; está tan herido que apenas puedo moverse sin gritar de puro dolor.
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Sigel
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Re: En el convoy [Desafío]
Si lo que quería era vender lo que hacía en la tienda, debía ir a la capital, sus grandes artesanos servirían de inspiración para mis obras, por tanto, aquí me hallo, en un ajetreado convoy que lejos de ir a una velocidad de paseo como solía haber ido anteriormente este no paraba apenas y esto hacía que mi estomago diese altibajos. Camino de Lunargenta y fuera del horario habitual de paradas, todas las caravanas pararon a la vez haciendo que me tambalee hacia un lado. Como si la primera de las caravanas hubiese chocado con algo que hiciese frenar a las demás. En ese momento iba en la cuarta caravana, la penúltima. Iba acompañado de dos humanos más que me daban cierta repugnancia. Un vocerío proveniente de las primeras caravanas me llama la atención por lo que me asomo para no ver mucho. Sin preocuparme demasiado, espero sentando unos instantes hasta que dos hombres armados y con una pinta no muy pacifica entran a la caravana en la que nos encontrábamos. Sin duda eran bandidos, sus armas y sus ropas los delataban.-Ni un solo grito u os degollaré como a una sucia rata. Tirad todas vuestras cosas de valor o os arrepentiréis- La voz de uno de los bandidos parecía ronca y dado que la pareja que me acompañaba no parecía dispuesta a evitar el conflicto, haciendo como si sacase algo del bolsillo lentamente saco la daga y con un giro de pies desoriento al malhechor clavando el filo de hierro en sus costillas, si no estaba muerto, pronto lo estaría. Su compañero de armas se abalanza contra mi furioso, atacando con una pequeña hacha, seguramente de cortar madera como las que usábamos en el taller, moviendo me hacía un lado, me tropiezo y caigo de culo al suelo, haciendo que tenga ventaja al atacar desde arriba por lo que cuando esta lo suficientemente cerca de mi y ya se dispone a clavar su arma en mi cabeza, le asesto una patada en la rodilla. Su cara lo decía todo, un dolor inmenso parecía recorrer el cuerpo del hombre haciendo que caiga al suelo, impotente ante mi. En un intento de golpearme desde el suelo, agarro su propia hacha y comienzo a aporrear su cara con dicha arma acabando con su miserable vida.
Si estaban atacando los bandidos no debían ser estos los únicos por lo que salgo de la caravana, no sin dejar un arma a los humanos del interior para que se defendiesen.-Tomad estas hachas, sí, no importa que no sepais usarlas pero en un caso de necesidad, todos somos capaces de hacer locuras- Ya fuera veo el panorama actual, por lo menos una docena de bandidos más sin contar los que ya había matado. Tras de mi, la quinta caravana se encontraba en mejores condiciones, solo un bandido parecía haber entrado por lo que podía observar al acercarme. Entro en la caravana de un salto, sin dudar en ningún momento, sabía que en esta había una familia de granjeros con una niña pequeña. Al correr la cortina que daba al interior veo como ese bastardo golpeaba a la mujer acabando con su pobre vida. A la izquierda estaba el hombre, degollado y una pobre niña tumbada en el suelo con un charco de sangre a su alrededor. La madre de la familia parecía haber intentado defenderse de la violación haciendo que el bandido acabase con su vida. Sin más demora, me abalanzo contra el hombre armado, agarrándolo por la espalda, con el brazo apretando su cuello y la otra sujetando la mano con el arma para que no la usase contra mi en un acto de defensa. El criminal, haciendo uso de fuerza, se impulsa hacia atrás provocando que los dos cayésemos al suelo. Ahora el estaba encima mio intentando ahogarme. Veía mi final cerca, pero no, no podía acabar así. Muevo mi cabeza un poco y veo mi daga. Estiro mi brazo todo lo que puedo mientras noto que me falta aire. Consigo agarrar la punta y con fuerza, la poca que me quedaba, la clavo en la cabeza del canalla por el que casi muero.
Aún me costaba respirar, pero parecía ser el único que quedaba vivo del convoy, había visto caballos por lo que si intentaba huir me atraparían, acabando conmigo al instante. No quedaba otra opción, debía transformarme para tener una oportunidad de huir, lamentándome por las vidas de todos los viajeros. Pasados unos segundos de dolor al que ya me había acostumbrado notando mis huesos retorcerse, salgo del carro muy despacio, intentando no ser visto. Al girar la cabeza mirando al resto de las caravanas veo como un viejo corría hacia la suya. Quedaba más gente viva, mi instinto me decía que debía huir, pero si podía salvar a alguien debía hacerlo sin dudarlo. Los dioses me protegerían.
El altillo de las caravanas no era muy alto por lo que haciendo uso de mis patas traseras, tomo impulso saltando encima, desde ahí veía mejor, siete bandidos montados a caballo y cuatro a pie saliendo en ese instante de la segunda caravana empiezo a correr, impulsándome una vez más para alcanzar la tercera caravana. Consigo llegar escuchando voces en el interior. Maldita sea, un ladrón montado a caballo y los cuatro a pie se acercaban de forma normal, como si hubiesen ganado ya. Mi principal objetivo sería el montado, daba mucha ventaja el hecho de estar en altura aunque fueses menos ágil. Cuando esta lo suficientemente cerca, me abalanzo sobre el impulsándome una vez más. Era algo que solo había hecho con animales, por lo que tenía cierto temor. Aterrizo sobre el hombre, en un abrir y cerrar de ojos, ambos estábamos en el suelo, él intentado alcanzar su arma y yo mordiendo su cuello, desgarrandolo , notando su sucia sangre fluir libremente por mi boca. Qué asco.
Moviéndome por debajo de la caravana llego a la entrada donde me acorralan los cuatro bandidos que se encontraban cerca. Estaba atrapado, estaba sentenciado a morir de una forma den..desesperante. Sabía que al menos me podría llevar a uno conmigo al otro lado. Cuando aún sin creérmelo, un un hombre sale del interior armado con un gran cuchillo, cargándose al saqueador que se encontraba en la misma puerta. Dada la confusión de sus compañeros, me abalanzo sobre el de mi derecha, quedaban tres y pronto solo dos. Muerdo la pierna de mi presa, haciéndola caer al suelo, donde así podría acabar con su vida fácilmente. Tras matarlo de la misma manera, mordiendo su cuello, ya quedaban dos. Increíblemente, el hombre, de una avanzada edad por sus rasgos físicos logra acabar con los otros dos sin miramientos, con sus propias armas. Era el momento había que pensar como acabar con los delincuentes a caballo. No me cuesta demasiado, pero al ver que no habían, ni matado a los caballos que movían la caravana ni cortado sus enganches, me acerco por detrás y les araño por el costado, con cuidado de no sufrir una coz. El abuelo parece entender lo que pretendía, por lo que me ayuda y logramos que los caballos salgan disparados hacia la primera caravana. Los enemigos cargaban hacia nosotros con la mala suerte de que sus caballos, no tan valientes como sus dueños por la prominente peligro de la caravana se detienen intentando liberarse de los hombres que los montaban para poder huir. Estaba siendo difícil pero sabía que eramos mas fuertes que esa mugrienta maraña de humanos. Mi plan había salido bien, antes de pararse, el "ariete" improvisado había logrado acabar con la vida de dos malhechores y habiendo desmontado a dos más. La resolución había sido, dos montados y dos desmontados. Era lo único que quedaba, debía ser fuerte, sin temor, me repito mentalmente.¡Acabad con ellos! ¡Hoy cenaremos en palacios! ¡Vamos!- Su manera de inspirar a los que quedaban era bastante demente, el que hablaba parecía ser el líder, armado con una espada larga de no muy buena calidad a primera vista. mandó cargar primero a los desmontados. Una corta espada y una maza no serían problema si conseguíamos entendernos el viejo y yo. Aullo profundamente mostrándome mis afilados dientes. Cubierto de sangre, debía parecer una bestia infame de gran poder y eso me daría ventaja en el combate.
Ya estaban cerca, los dos iban a por el viejo, esos imbéciles debían pensar que sería fácil de matar pero su fuerza me impresionaba hasta a mi. Me habían dejado a un lado por lo que intentando alcanzar la mayor velocidad posible me abalanzo sobre el más cercano por un lado haciendo que al caer, golpease también a su compañero haciendo que se tambalease, lo suficiente para que, con su propia arma, el viejo le clavase la espada en el pecho para después rematar al pobre desgraciado.
Ya solo quedaban dos a caballo, es un gran problema lo reconozco pero si mientras cargasen, lograba matar al caballo de un salto lograría acabar con uno, ese era el líder, mi objetivo. Enfurecidos, los dos ladrones salen disparados hacia nosotros, uno preparaba un golpe desde arriba y el hombre de la espada larga una potente pasada de derechas que acabaría con cualquiera que no tuviese un escudo. A su misma vez salgo en su dirección, a la caza del animal que mientras se alzaba fiero ante mi llegada, da el suficiente tiempo a su jinete a golpearme con la espada. Debieron ser los dioses, pues me golpeo no con el filo si no el cuerpo de la espada, impidiéndome morder pero no matándome. Mientras intentaba recomponerme desde el suelo, una pequeña hacha, como la que llevaban los bandidos, hace desmontar a la vez que acabando con su vida al penúltimo hombre del saqueo. Ahora solo quedaba uno y estaba en mis manos, el viejo se acercaba pero no llegaría antes de que me matase sin piedad. Su cara transmitía temor y fiereza, manchado de la sangre de sus victimas y vestido con harapos de cuero. él, estaba apunto de cometer el peor error de su vida, desmontar para rematarme.
Era un lobo de gran tamaño pero no lo suficiente para que pudiese alcanzarme desde el caballo. Su pie llega a tocar tierra, el otro aún estaba saliendo del estribo por lo que muerdo, con una fuerza superior a las anteriores muertes, notando como su piel se desgarraba, sus venas se partían, su hueso cedía ante mi fuerza. Un gran grito salió de lo más profundo del alma del jefe, estaba condenado a morir. Cae de boca al suelo, su pie izquierdo aun colgaba de la montura por lo que el fatídico golpe acaba con su vida mientras el caballo se asusta y empieza a trotar hacia delante, con un muerto..colgando. Así acababa la vida de unos ladrones, les esperaba la peor de las condenas allá donde fuesen. Me encuentro agotado pero logro transformarme a humano de nuevo. Desnudo, sin energías y cubierto de sangre me arrastro hacía el viejo.-Hijo, tranquilízate, todo ha terminado, ahora pasarán el resto de su vida a merced de Satanás - ¿Qué decía ese hombre? No lo tenía muy claro, pero me iba a ayudar por lo que me dejo.-Maldita sea..esos infames..necesito volver a vestirme.. quinta caravana..por favor..- El viejo me deja en la tercera caravana, la suya, junto con un hombre herido. Su herida parecía estar ya podrida, no creo que la recupere. Olía fatal, supongo por eso viajaban a Lunargenta. Al cabo de unos minutos vuelve el hombre presentándose mientras me da mi ropa.-Puedes llamarme Don, hijo.- Mientras me vestía empezando por los pantalones le contesto.-Y tú puedes llamarme Lycon..luchas bien para tu edad. Quizás sin ti no hubiese sobrevivido... Consigo levantarme mirándolo.
Si estaban atacando los bandidos no debían ser estos los únicos por lo que salgo de la caravana, no sin dejar un arma a los humanos del interior para que se defendiesen.-Tomad estas hachas, sí, no importa que no sepais usarlas pero en un caso de necesidad, todos somos capaces de hacer locuras- Ya fuera veo el panorama actual, por lo menos una docena de bandidos más sin contar los que ya había matado. Tras de mi, la quinta caravana se encontraba en mejores condiciones, solo un bandido parecía haber entrado por lo que podía observar al acercarme. Entro en la caravana de un salto, sin dudar en ningún momento, sabía que en esta había una familia de granjeros con una niña pequeña. Al correr la cortina que daba al interior veo como ese bastardo golpeaba a la mujer acabando con su pobre vida. A la izquierda estaba el hombre, degollado y una pobre niña tumbada en el suelo con un charco de sangre a su alrededor. La madre de la familia parecía haber intentado defenderse de la violación haciendo que el bandido acabase con su vida. Sin más demora, me abalanzo contra el hombre armado, agarrándolo por la espalda, con el brazo apretando su cuello y la otra sujetando la mano con el arma para que no la usase contra mi en un acto de defensa. El criminal, haciendo uso de fuerza, se impulsa hacia atrás provocando que los dos cayésemos al suelo. Ahora el estaba encima mio intentando ahogarme. Veía mi final cerca, pero no, no podía acabar así. Muevo mi cabeza un poco y veo mi daga. Estiro mi brazo todo lo que puedo mientras noto que me falta aire. Consigo agarrar la punta y con fuerza, la poca que me quedaba, la clavo en la cabeza del canalla por el que casi muero.
Aún me costaba respirar, pero parecía ser el único que quedaba vivo del convoy, había visto caballos por lo que si intentaba huir me atraparían, acabando conmigo al instante. No quedaba otra opción, debía transformarme para tener una oportunidad de huir, lamentándome por las vidas de todos los viajeros. Pasados unos segundos de dolor al que ya me había acostumbrado notando mis huesos retorcerse, salgo del carro muy despacio, intentando no ser visto. Al girar la cabeza mirando al resto de las caravanas veo como un viejo corría hacia la suya. Quedaba más gente viva, mi instinto me decía que debía huir, pero si podía salvar a alguien debía hacerlo sin dudarlo. Los dioses me protegerían.
El altillo de las caravanas no era muy alto por lo que haciendo uso de mis patas traseras, tomo impulso saltando encima, desde ahí veía mejor, siete bandidos montados a caballo y cuatro a pie saliendo en ese instante de la segunda caravana empiezo a correr, impulsándome una vez más para alcanzar la tercera caravana. Consigo llegar escuchando voces en el interior. Maldita sea, un ladrón montado a caballo y los cuatro a pie se acercaban de forma normal, como si hubiesen ganado ya. Mi principal objetivo sería el montado, daba mucha ventaja el hecho de estar en altura aunque fueses menos ágil. Cuando esta lo suficientemente cerca, me abalanzo sobre el impulsándome una vez más. Era algo que solo había hecho con animales, por lo que tenía cierto temor. Aterrizo sobre el hombre, en un abrir y cerrar de ojos, ambos estábamos en el suelo, él intentado alcanzar su arma y yo mordiendo su cuello, desgarrandolo , notando su sucia sangre fluir libremente por mi boca. Qué asco.
Moviéndome por debajo de la caravana llego a la entrada donde me acorralan los cuatro bandidos que se encontraban cerca. Estaba atrapado, estaba sentenciado a morir de una forma den..desesperante. Sabía que al menos me podría llevar a uno conmigo al otro lado. Cuando aún sin creérmelo, un un hombre sale del interior armado con un gran cuchillo, cargándose al saqueador que se encontraba en la misma puerta. Dada la confusión de sus compañeros, me abalanzo sobre el de mi derecha, quedaban tres y pronto solo dos. Muerdo la pierna de mi presa, haciéndola caer al suelo, donde así podría acabar con su vida fácilmente. Tras matarlo de la misma manera, mordiendo su cuello, ya quedaban dos. Increíblemente, el hombre, de una avanzada edad por sus rasgos físicos logra acabar con los otros dos sin miramientos, con sus propias armas. Era el momento había que pensar como acabar con los delincuentes a caballo. No me cuesta demasiado, pero al ver que no habían, ni matado a los caballos que movían la caravana ni cortado sus enganches, me acerco por detrás y les araño por el costado, con cuidado de no sufrir una coz. El abuelo parece entender lo que pretendía, por lo que me ayuda y logramos que los caballos salgan disparados hacia la primera caravana. Los enemigos cargaban hacia nosotros con la mala suerte de que sus caballos, no tan valientes como sus dueños por la prominente peligro de la caravana se detienen intentando liberarse de los hombres que los montaban para poder huir. Estaba siendo difícil pero sabía que eramos mas fuertes que esa mugrienta maraña de humanos. Mi plan había salido bien, antes de pararse, el "ariete" improvisado había logrado acabar con la vida de dos malhechores y habiendo desmontado a dos más. La resolución había sido, dos montados y dos desmontados. Era lo único que quedaba, debía ser fuerte, sin temor, me repito mentalmente.¡Acabad con ellos! ¡Hoy cenaremos en palacios! ¡Vamos!- Su manera de inspirar a los que quedaban era bastante demente, el que hablaba parecía ser el líder, armado con una espada larga de no muy buena calidad a primera vista. mandó cargar primero a los desmontados. Una corta espada y una maza no serían problema si conseguíamos entendernos el viejo y yo. Aullo profundamente mostrándome mis afilados dientes. Cubierto de sangre, debía parecer una bestia infame de gran poder y eso me daría ventaja en el combate.
Ya estaban cerca, los dos iban a por el viejo, esos imbéciles debían pensar que sería fácil de matar pero su fuerza me impresionaba hasta a mi. Me habían dejado a un lado por lo que intentando alcanzar la mayor velocidad posible me abalanzo sobre el más cercano por un lado haciendo que al caer, golpease también a su compañero haciendo que se tambalease, lo suficiente para que, con su propia arma, el viejo le clavase la espada en el pecho para después rematar al pobre desgraciado.
Ya solo quedaban dos a caballo, es un gran problema lo reconozco pero si mientras cargasen, lograba matar al caballo de un salto lograría acabar con uno, ese era el líder, mi objetivo. Enfurecidos, los dos ladrones salen disparados hacia nosotros, uno preparaba un golpe desde arriba y el hombre de la espada larga una potente pasada de derechas que acabaría con cualquiera que no tuviese un escudo. A su misma vez salgo en su dirección, a la caza del animal que mientras se alzaba fiero ante mi llegada, da el suficiente tiempo a su jinete a golpearme con la espada. Debieron ser los dioses, pues me golpeo no con el filo si no el cuerpo de la espada, impidiéndome morder pero no matándome. Mientras intentaba recomponerme desde el suelo, una pequeña hacha, como la que llevaban los bandidos, hace desmontar a la vez que acabando con su vida al penúltimo hombre del saqueo. Ahora solo quedaba uno y estaba en mis manos, el viejo se acercaba pero no llegaría antes de que me matase sin piedad. Su cara transmitía temor y fiereza, manchado de la sangre de sus victimas y vestido con harapos de cuero. él, estaba apunto de cometer el peor error de su vida, desmontar para rematarme.
Era un lobo de gran tamaño pero no lo suficiente para que pudiese alcanzarme desde el caballo. Su pie llega a tocar tierra, el otro aún estaba saliendo del estribo por lo que muerdo, con una fuerza superior a las anteriores muertes, notando como su piel se desgarraba, sus venas se partían, su hueso cedía ante mi fuerza. Un gran grito salió de lo más profundo del alma del jefe, estaba condenado a morir. Cae de boca al suelo, su pie izquierdo aun colgaba de la montura por lo que el fatídico golpe acaba con su vida mientras el caballo se asusta y empieza a trotar hacia delante, con un muerto..colgando. Así acababa la vida de unos ladrones, les esperaba la peor de las condenas allá donde fuesen. Me encuentro agotado pero logro transformarme a humano de nuevo. Desnudo, sin energías y cubierto de sangre me arrastro hacía el viejo.-Hijo, tranquilízate, todo ha terminado, ahora pasarán el resto de su vida a merced de Satanás - ¿Qué decía ese hombre? No lo tenía muy claro, pero me iba a ayudar por lo que me dejo.-Maldita sea..esos infames..necesito volver a vestirme.. quinta caravana..por favor..- El viejo me deja en la tercera caravana, la suya, junto con un hombre herido. Su herida parecía estar ya podrida, no creo que la recupere. Olía fatal, supongo por eso viajaban a Lunargenta. Al cabo de unos minutos vuelve el hombre presentándose mientras me da mi ropa.-Puedes llamarme Don, hijo.- Mientras me vestía empezando por los pantalones le contesto.-Y tú puedes llamarme Lycon..luchas bien para tu edad. Quizás sin ti no hubiese sobrevivido... Consigo levantarme mirándolo.
- Aclaración:
- No sabía el code de Callahan por lo que usé el [color=#cc6666]. Gracias por permitirme participar en el desafío. ¡Me encantan tus ideas!
Lycon
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Re: En el convoy [Desafío]
A lo largo de su vida, había tenido la desgracia de vivir la misma experiencia de muerto y terror como la que estaba viviendo. Quien dijera que uno se podía acostumbrar a los cadáveres era un ignorante que jamás había visto ninguno. Callahan tragó saliva mientras caminaba a dando zancadas por las caravanas destruidas, los cadáveres de los animales, los restos de comida y ropa esparcido por el suelo y los cuerpos de sus compañeros y amigos en este viaje. Por respeto a los fallecidos, no podía correr y por miedo e ira no podía caminar. Sentía la necesidad de irse de aquel maldito lugar apartado de la mano de Dios (¡Señor, ¿por qué nos has abandonado?). Quería correr tan rápido como sus piernas le permitiesen y olvidar los rostros de aquella gente que estaba en el suelo. Tanto de los bandidos como de sus compañeros de convoy. Al fin y al cabo, todos eran hijos de Dios Padre.
Una a una fue revisando las caravanas por ver si quedaba algún otro superviviente, a parte de Dornös, Lycon y él mismo. Nadie. Absolutamente, nadie. Apretó con tanta sus puños con tanta fuerza que se le marcaban las venas de las manos. Hombres, mujeres, niños… Todos estaban en el suelo, con la boca y los ojos abiertos por los que salían unas gotas de sangre roja con marcas negras. Era enfermizo.
Por segunda vez en menos de cinco minutos, cogió aire y rebuscó entre las caravanas todas las mochilas en las que hubiera algo de comida, medicina o cualquier otra cosa que fuera útil para que los tres hombres emprendieran el viaje hacia Lunargenta por sí solos. Ya había muerto mucha gente; ellos tres no iban a morir.
-Muchacho,- sin gritar, pero alzando la voz para que le pudiera oír, llamó a Lycon - ¿cuántas de éstas crees que podrás cargar?- lanzó a los pies del licántropo una mochila de cuero llena de latas de comida en conserva. – Me temo que yo solo podré con una,- fue una mentira piadosa. Podía llevar al menos cuatro de esas mochilas durante todo el viaje sin tener que estar parándose constantemente a tomar aire. Sin embargo, Callahan contaba que sería él quien llevase a Dornös. Era su obligación – deberás ser tú quien cargue con casi todo el equipaje-.
Se ató una de las mochilas a su pecho y fue hacia la caravana donde estaba Dornös. Había dejado de gritar y sus ojos estaban en un punto donde no se podía decir si estaban abiertos o cerrados. La herida de la pierna, ahora que no estaba el elfo para ayudar a cicatrizarla, había vuelto a abrirse y estaba empezando a sangrar. Dörnos tenía sus dos manos apoyadas en esa pierna, pero no hacía fuerza. No tenía fuerza.
-¿Cómo te encuentras?- a falta de algo mejor, aquello fue lo único que Callahan se atrevió a decir.
-Tengo fri-fri-frió- Dörnos tiritando, al menos hablaba.
El Padre Callahan le puso una manta (que había cogido previamente de uno de los cadáveres) por encima al licántropo y lo cargó en su espalda. Cuando se reencontró con Lycon, su voz sonó mucho más seca y amarga que la que sonó la primera vez que hablaron:
-Adelante-. Indirectamente, con una única palabra y un imponente tono de voz, Donald Frank Callahan le decía a Lycon que tenían que darse prisa, que Dörnos estaba muy herido y que él (Callahan) quería irse de ahí y dejar descansar a los muertos de inmediato.
Lycon: Para ser tu primer desafío, no lo has hecho nada mal. Tenía algunas expectativas sobre ti, y las has superado todas. Dejemos los halagos para otra ocasión y veamos lo que ha sucedido en el tema: El día ha sido duro para todos y el peligro todavía no ha terminado. Puede el combate sí, en el siguiente turno (tu último post en este desafío) no habrá ninguna pelea más. Ya hemos peleado suficiente. Ahora, tu objetivo es el de llegar a Lunargenta y el de mantener a Dörnos con vida. Te recomiendo que prestes principal atención en el segundo objetivo pues, según tus decisiones y los tratos que le des en el tema, el lobo podrá seguir o no viviendo. Depende de ti.
PD: Si lo quieres saber, el color de Callahan es esté: [color=#663333] Aunque, sinceramente, el tema de los colores es lo menos importante, en estos casos.
Una a una fue revisando las caravanas por ver si quedaba algún otro superviviente, a parte de Dornös, Lycon y él mismo. Nadie. Absolutamente, nadie. Apretó con tanta sus puños con tanta fuerza que se le marcaban las venas de las manos. Hombres, mujeres, niños… Todos estaban en el suelo, con la boca y los ojos abiertos por los que salían unas gotas de sangre roja con marcas negras. Era enfermizo.
Por segunda vez en menos de cinco minutos, cogió aire y rebuscó entre las caravanas todas las mochilas en las que hubiera algo de comida, medicina o cualquier otra cosa que fuera útil para que los tres hombres emprendieran el viaje hacia Lunargenta por sí solos. Ya había muerto mucha gente; ellos tres no iban a morir.
-Muchacho,- sin gritar, pero alzando la voz para que le pudiera oír, llamó a Lycon - ¿cuántas de éstas crees que podrás cargar?- lanzó a los pies del licántropo una mochila de cuero llena de latas de comida en conserva. – Me temo que yo solo podré con una,- fue una mentira piadosa. Podía llevar al menos cuatro de esas mochilas durante todo el viaje sin tener que estar parándose constantemente a tomar aire. Sin embargo, Callahan contaba que sería él quien llevase a Dornös. Era su obligación – deberás ser tú quien cargue con casi todo el equipaje-.
Se ató una de las mochilas a su pecho y fue hacia la caravana donde estaba Dornös. Había dejado de gritar y sus ojos estaban en un punto donde no se podía decir si estaban abiertos o cerrados. La herida de la pierna, ahora que no estaba el elfo para ayudar a cicatrizarla, había vuelto a abrirse y estaba empezando a sangrar. Dörnos tenía sus dos manos apoyadas en esa pierna, pero no hacía fuerza. No tenía fuerza.
-¿Cómo te encuentras?- a falta de algo mejor, aquello fue lo único que Callahan se atrevió a decir.
-Tengo fri-fri-frió- Dörnos tiritando, al menos hablaba.
El Padre Callahan le puso una manta (que había cogido previamente de uno de los cadáveres) por encima al licántropo y lo cargó en su espalda. Cuando se reencontró con Lycon, su voz sonó mucho más seca y amarga que la que sonó la primera vez que hablaron:
-Adelante-. Indirectamente, con una única palabra y un imponente tono de voz, Donald Frank Callahan le decía a Lycon que tenían que darse prisa, que Dörnos estaba muy herido y que él (Callahan) quería irse de ahí y dejar descansar a los muertos de inmediato.
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Lycon: Para ser tu primer desafío, no lo has hecho nada mal. Tenía algunas expectativas sobre ti, y las has superado todas. Dejemos los halagos para otra ocasión y veamos lo que ha sucedido en el tema: El día ha sido duro para todos y el peligro todavía no ha terminado. Puede el combate sí, en el siguiente turno (tu último post en este desafío) no habrá ninguna pelea más. Ya hemos peleado suficiente. Ahora, tu objetivo es el de llegar a Lunargenta y el de mantener a Dörnos con vida. Te recomiendo que prestes principal atención en el segundo objetivo pues, según tus decisiones y los tratos que le des en el tema, el lobo podrá seguir o no viviendo. Depende de ti.
PD: Si lo quieres saber, el color de Callahan es esté: [color=#663333] Aunque, sinceramente, el tema de los colores es lo menos importante, en estos casos.
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Re: En el convoy [Desafío]
Era el momento, mi día aún no había terminado, habían vidas que salvar, sería una deshonra para mí dejar que alguien muriese si no lo merecía según mi parecer y dado que no conozco a ese hombre le tengo que dar una oportunidad. Para mi sorpresa, uno de los integrantes del convoy que iba con el hombre herido y el viejo ¡era un elfo! Y gracias a Anfaüglir se me ocurre que al siempre la elfa llevar hierbas encima, tal vez el también llevase. Busco en sus pertenencias y veo una pequeña bolsa ornamentada y al abrirla hay varias bolsitas mas pequeñas. Pero sobretodo destaca un manojo de Barrimoth, hierba medicinal que se vendía en Ulmer. No sabía demasiado de ella, lo poco que conocía era por la elfa la cual me había enseñado. Su usaje era sencillo, pero voy a usar un mortero o un plato para agilizarlo. Tras estar un rato buscando no encuentro nada que me sirviese.-Mierda- Exclamo mientras vuelvo a por la bolsa de hierbas. Tocó improvisar.-Aún no Don, tengo una cosa que hacer primero si quieres que el hombre viva.- Hago que baje al hombre el cual tiritaba.-En el camino seguro que hay pueblos, el primero pediremos ayuda, pero por el momento tendremos que conformarnos con esto, barrimoth-La herida del desconocido estaba abierta por lo que debía ser rápido.
Para empezar, agarro el barrimoth, y separandolo en trozos considerables, lo introduzco en mi boca para masticarlo y así hacer una pasta para aplicar en la herida y que estabilizarlo hasta llegar al siguiente pueblo. A medida que voy considerando que la pasta esta hecha, la voy aplicando en el corte hasta cubrirlo del todo, acto seguido, voy buscando en las caravanas hasta encontrar un paño limpio lo suficientemente grande como para envolver su pierna como un vendaje. Mientras buscaba y desde que empecé a poner la masa se le escuchaba gritar y lamentarse, sin fuerzas. Pobre desdichado, que habrá hecho para merecer tanto dolor, pensaba cada vez que lo escuchaba. Vuelvo donde el herido y con ayuda del hombre mayor, envolvemos la herida. Una vez está hecho, lo ayudo a cargárselo a la espalda y sujetarlo para que no se cayese la masa.-Caminaremos lo rápido que podamos -Después de decir esto, cargo las mochilas que puedo, en total cinco, dos a la espalda, una delante y dos en las manos. Eso es todo lo que podía cargar y ser útil más tarde.
Comenzamos a caminar, a un lado del paso, entre árboles, para no se vistos por nadie. Era extraño pero en todo el recorrido que estábamos haciendo no se escuchaba ningún ser humano cuando , de repente y tras una hora y media de camino, Don dice susurrando:- Chico, Lycon, mira allá, es un pueblo, esperemos que nos ayuden.-Al callarse, se le escucha decir unas palabras en voz baja, no se que estaba pidiendo a su padre o algo por el estilo. Como llevaba haciendo todo el camino, atento al herido, lo tocaba y le meneaba la cabeza, llamándole la atención para que no cerrase los ojos pues cabe la posibilidad de que no volviese a abrirlos jamás. Venga, un poco más, podía ver al viejo cansado, no era justo por mi parte que el llevase al hombre, pero siempre estaba ayudándolo en cuanto lo veía flaquear.
Por fin llegamos al pueblo, hay bastante vida y al ser un pueblo grande, a primera vista, debía tener un matasanos o varios quizás. No eran lo que más necesitaba ese hombre, pero quizás lo salvasen, al menos hasta llegar a la capital. No es muy difícil encontrar uno tras preguntar a varios campesinos humanos. Una tienda llena de plantas y hierbas de todo tipo y detrás de una mesa, un hombre sonriente.-Bien..Bien..Bienvenidos a la ti..ti..tienda d..d..de herbología, ¡ajá! La mejor d..d..de estas tierras ¡Sin ninguna duda! ¿Estás dudando?...¿Dudas joven?-Tiene una voz repulsiva demonios..está chiflado..la exposición a tantas hierbas...rezo por que no sea así en los apaños.-No dudo , en ningún momento..no..no insista que no..tenemos a un herido..¿qué puede hacer?-Lo lamentaba demasiado, pero Don y yo sabíamos que era lo único que podíamos hacer en ese momento.-Mu..mu bien..si claro..tienda..curar..¡Exacto! Estás en el lugar correcto, ¡la mejor, la inigu..inigu..alable!-De verdad que no entiendo a ese hombre.- Su vida esta en manos de Dios Padre- Nos hace pasar a una sala tras una cortina en la que hay una camilla, pero para mi sorpresa estaba todo suficientemente limpio como para que no muriese de una infección.-Pero claro..todo tiene un precio..¿cuanto vale la vida de tu amigo, joven?- ¿Qué? Su voz había cambiado por completo cuando habla de dinero, parece que se lo toma muy enserio. Miro mi bolsa de aeros.-Solo tengo cincuenta monedas..uhm..- Digo mientras las revolvía con un dedo. -¡No es suficiente, no es suficiente, no es suficiente!- Exclama una y otra vez y miro a Don que me niega con la cabeza indicando que no tiene nada. Chasqueo los dedos y me pongo a rebuscar en las mochilas que traíamos. -Tiene que haber algo venga...¡ajá!-Reconozco esa mochila, era de la pareja que viajaba conmigo antes de fallecer. Un pequeño colgante de plata con unos relieves.-¿Esto servirá?- Le muestro el colgante y se le iluminan los ojos, lo agarra corriendo de un manotazo y se va de nuevo a la sala de las hierbas dando saltitos y palmadas en el aire. Al cabo de unos segundos vuelve corriendo con más hierbas sobretodo más Barrimoth y unas cuentas bayas de fuego que también se suelen vender pero menos en Ulmer.-¡Esto que es! ¿Quién a hecho este desastre? Tienes suerte de que siga vivo- Supongo que exageraba puesto que despues de limpiar la herida estaba haciendo lo mismo que yo pero aplastando la hierba ahora si en un mortero. Tras aplicarla y poner unos vendajes nuevos, le ofrece al herido el líquido machacado de las bayas, según él le ayudaría a aguantar más.-Bueno bueno, por lo que me has dado poco más puedo hacer jo..jovencito pequeñito ¡Sí!-Salimos lo más rápido que podemos de esa tienda y nos dirigimos al camino con la suerte de que un carro de un comerciante que salía de la ciudad marcaba para allí. Después de hablar y contarles nuestra situación, accede y nos montamos.-Todo va a estar bien...no queda mucho de camino ¿no?- Pregunto mientras acaricio la cabeza del herido.-No no..hombre, no mucho, al atardecer ya deberíamos estar, no es seguro viajar de noche ¿sabes? Hay mal paridos.- A mi me vas a contar..
Ya esta anocheciendo y se puede ver el castillo de Lunargenta junto a sus murallas, lo habíamos conseguido y esperaba que Don tuviese un plan, supongo que si. Por el momento ya no pienso en la artesanía, estaba feliz conmigo mismo y agotado..muy agotado. Cierro los ojos y dejo que mi cuerpo fluya por el movimiento del carro, cruzando la gran puerta de la capital.- Gracias Lycon..que Dios te lo pague...pues solo soy un humilde servidor-Las últimas palabras que oí antes de perderme en mis pensamientos.
Para empezar, agarro el barrimoth, y separandolo en trozos considerables, lo introduzco en mi boca para masticarlo y así hacer una pasta para aplicar en la herida y que estabilizarlo hasta llegar al siguiente pueblo. A medida que voy considerando que la pasta esta hecha, la voy aplicando en el corte hasta cubrirlo del todo, acto seguido, voy buscando en las caravanas hasta encontrar un paño limpio lo suficientemente grande como para envolver su pierna como un vendaje. Mientras buscaba y desde que empecé a poner la masa se le escuchaba gritar y lamentarse, sin fuerzas. Pobre desdichado, que habrá hecho para merecer tanto dolor, pensaba cada vez que lo escuchaba. Vuelvo donde el herido y con ayuda del hombre mayor, envolvemos la herida. Una vez está hecho, lo ayudo a cargárselo a la espalda y sujetarlo para que no se cayese la masa.-Caminaremos lo rápido que podamos -Después de decir esto, cargo las mochilas que puedo, en total cinco, dos a la espalda, una delante y dos en las manos. Eso es todo lo que podía cargar y ser útil más tarde.
Comenzamos a caminar, a un lado del paso, entre árboles, para no se vistos por nadie. Era extraño pero en todo el recorrido que estábamos haciendo no se escuchaba ningún ser humano cuando , de repente y tras una hora y media de camino, Don dice susurrando:- Chico, Lycon, mira allá, es un pueblo, esperemos que nos ayuden.-Al callarse, se le escucha decir unas palabras en voz baja, no se que estaba pidiendo a su padre o algo por el estilo. Como llevaba haciendo todo el camino, atento al herido, lo tocaba y le meneaba la cabeza, llamándole la atención para que no cerrase los ojos pues cabe la posibilidad de que no volviese a abrirlos jamás. Venga, un poco más, podía ver al viejo cansado, no era justo por mi parte que el llevase al hombre, pero siempre estaba ayudándolo en cuanto lo veía flaquear.
Por fin llegamos al pueblo, hay bastante vida y al ser un pueblo grande, a primera vista, debía tener un matasanos o varios quizás. No eran lo que más necesitaba ese hombre, pero quizás lo salvasen, al menos hasta llegar a la capital. No es muy difícil encontrar uno tras preguntar a varios campesinos humanos. Una tienda llena de plantas y hierbas de todo tipo y detrás de una mesa, un hombre sonriente.-Bien..Bien..Bienvenidos a la ti..ti..tienda d..d..de herbología, ¡ajá! La mejor d..d..de estas tierras ¡Sin ninguna duda! ¿Estás dudando?...¿Dudas joven?-Tiene una voz repulsiva demonios..está chiflado..la exposición a tantas hierbas...rezo por que no sea así en los apaños.-No dudo , en ningún momento..no..no insista que no..tenemos a un herido..¿qué puede hacer?-Lo lamentaba demasiado, pero Don y yo sabíamos que era lo único que podíamos hacer en ese momento.-Mu..mu bien..si claro..tienda..curar..¡Exacto! Estás en el lugar correcto, ¡la mejor, la inigu..inigu..alable!-De verdad que no entiendo a ese hombre.- Su vida esta en manos de Dios Padre- Nos hace pasar a una sala tras una cortina en la que hay una camilla, pero para mi sorpresa estaba todo suficientemente limpio como para que no muriese de una infección.-Pero claro..todo tiene un precio..¿cuanto vale la vida de tu amigo, joven?- ¿Qué? Su voz había cambiado por completo cuando habla de dinero, parece que se lo toma muy enserio. Miro mi bolsa de aeros.-Solo tengo cincuenta monedas..uhm..- Digo mientras las revolvía con un dedo. -¡No es suficiente, no es suficiente, no es suficiente!- Exclama una y otra vez y miro a Don que me niega con la cabeza indicando que no tiene nada. Chasqueo los dedos y me pongo a rebuscar en las mochilas que traíamos. -Tiene que haber algo venga...¡ajá!-Reconozco esa mochila, era de la pareja que viajaba conmigo antes de fallecer. Un pequeño colgante de plata con unos relieves.-¿Esto servirá?- Le muestro el colgante y se le iluminan los ojos, lo agarra corriendo de un manotazo y se va de nuevo a la sala de las hierbas dando saltitos y palmadas en el aire. Al cabo de unos segundos vuelve corriendo con más hierbas sobretodo más Barrimoth y unas cuentas bayas de fuego que también se suelen vender pero menos en Ulmer.-¡Esto que es! ¿Quién a hecho este desastre? Tienes suerte de que siga vivo- Supongo que exageraba puesto que despues de limpiar la herida estaba haciendo lo mismo que yo pero aplastando la hierba ahora si en un mortero. Tras aplicarla y poner unos vendajes nuevos, le ofrece al herido el líquido machacado de las bayas, según él le ayudaría a aguantar más.-Bueno bueno, por lo que me has dado poco más puedo hacer jo..jovencito pequeñito ¡Sí!-Salimos lo más rápido que podemos de esa tienda y nos dirigimos al camino con la suerte de que un carro de un comerciante que salía de la ciudad marcaba para allí. Después de hablar y contarles nuestra situación, accede y nos montamos.-Todo va a estar bien...no queda mucho de camino ¿no?- Pregunto mientras acaricio la cabeza del herido.-No no..hombre, no mucho, al atardecer ya deberíamos estar, no es seguro viajar de noche ¿sabes? Hay mal paridos.- A mi me vas a contar..
Ya esta anocheciendo y se puede ver el castillo de Lunargenta junto a sus murallas, lo habíamos conseguido y esperaba que Don tuviese un plan, supongo que si. Por el momento ya no pienso en la artesanía, estaba feliz conmigo mismo y agotado..muy agotado. Cierro los ojos y dejo que mi cuerpo fluya por el movimiento del carro, cruzando la gran puerta de la capital.- Gracias Lycon..que Dios te lo pague...pues solo soy un humilde servidor-Las últimas palabras que oí antes de perderme en mis pensamientos.
Lycon
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Re: En el convoy [Desafío]
Callahan no las tenía todas consigo. Una única pregunta rondaba su cabeza. Por mucho que intentase desviar sus pensamientos hacia otra parte y otro lugar, los recuerdos, todavía demasiado recientes, traían a su memoria lo ocurrido en el día de hoy. La sangre de sus manos, también era igual de reciente. No importaba cuántas veces se las lavase, seguiría notando el tacto viscoso de la sangre de Dörnos. Seguiría pensando en él.
-¿Vivirá o morirá?- en plazos de dos y tres minutos, repetía en susurros inaudibles la misma pregunta que se hacía mentalmente.
No podía pensar en otra cosa. Se martirizaba por haber dejado la vida del joven licántropo en manos de unos matasanos cualquiera. De nada servía consolarse al suplicar a Dios Padre que ejerciera el poder de su mano sanadora en el cuerpo del mucho. Bien sabía Callahan que suplicar a Dios no servía de nada. Sus asuntos están en el Cielo, ahí donde obran sus manos. En la Tierra, eran los hombres y mujeres los encargados de implantar justicia y amor. Si la Tierra estuviera en manos del Creador, no hubiera dejado que Lupe se convirtiera en un monstruo vampiro. No, rezar a Dios no servía para nada. La vida de Dörnos estaba más allá del poder de Dios, más allá de las hierbas que había encontrado el muchacho en la mochila del elfo y, por supuesto, más allá de la cuestionable inteligencia de los matasanos.
¿Vivirá o morirá?
Cuatro días después de haber llegado a Lunargenta, se encontró con Dörnos. Mejor dicho, él se encontró con el Padre Callahan. Los matasanos le habían serrado, sin piedad, la pierna herida. Dörnos tenía que caminar con una especie de muletas, mal talladas, de madera. Según le contó el licántropo, la herida se le había infectado antes de llegar al pueblo donde encontraron a los matasanos. Si no se la hubieran cortado, dijo mirando al suelo, la gangrena hubiera crecido hasta tal punto que su pierna se habría convertido en un colgajo rojo, inútil y putrefacto.
Por lo menos, estaba vivo.
* Lycon: Has salvado a Dörnos. ¿Pero a qué precio?
Recompensas:
* +2 ptos de experiencia en función de la calidad del texto.
* +2 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 4 ptos totales de experiencia
Los puntos han sido sumados directamente a tu perfil.
Maldición:Marca del vil ladrón.
-¿Vivirá o morirá?- en plazos de dos y tres minutos, repetía en susurros inaudibles la misma pregunta que se hacía mentalmente.
No podía pensar en otra cosa. Se martirizaba por haber dejado la vida del joven licántropo en manos de unos matasanos cualquiera. De nada servía consolarse al suplicar a Dios Padre que ejerciera el poder de su mano sanadora en el cuerpo del mucho. Bien sabía Callahan que suplicar a Dios no servía de nada. Sus asuntos están en el Cielo, ahí donde obran sus manos. En la Tierra, eran los hombres y mujeres los encargados de implantar justicia y amor. Si la Tierra estuviera en manos del Creador, no hubiera dejado que Lupe se convirtiera en un monstruo vampiro. No, rezar a Dios no servía para nada. La vida de Dörnos estaba más allá del poder de Dios, más allá de las hierbas que había encontrado el muchacho en la mochila del elfo y, por supuesto, más allá de la cuestionable inteligencia de los matasanos.
¿Vivirá o morirá?
Cuatro días después de haber llegado a Lunargenta, se encontró con Dörnos. Mejor dicho, él se encontró con el Padre Callahan. Los matasanos le habían serrado, sin piedad, la pierna herida. Dörnos tenía que caminar con una especie de muletas, mal talladas, de madera. Según le contó el licántropo, la herida se le había infectado antes de llegar al pueblo donde encontraron a los matasanos. Si no se la hubieran cortado, dijo mirando al suelo, la gangrena hubiera crecido hasta tal punto que su pierna se habría convertido en un colgajo rojo, inútil y putrefacto.
Por lo menos, estaba vivo.
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* Lycon: Has salvado a Dörnos. ¿Pero a qué precio?
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* +2 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 4 ptos totales de experiencia
Los puntos han sido sumados directamente a tu perfil.
Maldición:Marca del vil ladrón.
- Marca del vil ladrón:
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Una cosa es coger el abrigo y el alimento que han dejado los muertos del convoy y, otra muy distinta, es robarles las joyas. Aunque, la intención haya sido la buena, has incumplido el séptimo mandamiento de nuestro Señor: “NO ROBARÁS”. Días después de lo sucedido en el convoy, aparece en un tu mano derecha una marca de dos serpientes blancas enredándose entre ellas. Todos quienes vean esta marca te reconocerán como un ladrón.
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