Lágrimas de sal [desafío]

Abrazando su alma desnuda y pura,
dulce guardián encargado llamado viento.
Aquel que navega con los sentimientos
como si fueran las notas de un instrumento.

Su visita envolvió de amor a un caído,
un niño cuya inocencia le fue arrebatada.
El destino lo juzgó y su vida casi proclamó,
más su abrazo lo salvó, como si el amor añoraba.

Sus destinos se enlazaron por poco tiempo,
pues el viento a nuevas tierras debía marchar.
No sin antes entregarle un tributo a su cariño,
una hermosa arpa, algo hermoso de atesorar.


Así se echó a la mar,
su destino embarcado,
sus pulmones con sal,
su vista al futuro,
aunque con un mal cantar.
Pues su linda arpa
no sabía cómo tocar.
Los oídos dolían,
parecía la música matar.


Fue entonces cuando el viento sintió un dolor,
un algo que aquejó su sensible corazón.
Agonía de un amor no correspondido,
junto con el dolor envuelto en colusión.

Viajaba más allá de los sentidos naturales.
Y así, de la mejilla de la dolida sirena,
sus lágrimas se confundieron con el mar,
sin querer ahogando silenciosamente la pena.

No demoró en tomar una embarcación pequeña,
muy a protestar de los navegantes del mar.
El viento, desentendido del original destino,
aquel dolor deseaba conocer, y decidió continuar.

¿Se volvía más sensible con el tiempo?
¿Su corazón era algo menos duro?
¿O siempre existió gente sufriendo?
Atrapada en un eterno conjuro,
clamando ante la vida y la muerte,
entre sentimientos injustos e impuros.

Una doncella frente a ella se mostró.
Sus ojos eran dulces como la miel,
de cabellos oscuros como la noche
y blanca como la nieve era su piel.

Muy distinta de ella era la criatura del mar.
Hermosas esmeraldas poseía como mirada,
hilos de oro nacían de su alma triste,
y pecas adornaban como estrellas su cara.

La sirena se asustó frente a la intrusión,
más quieta se quedó antes de escapar,
pues, el viento venía en paz a su lado
una voz única, pura, y carente de maldad.

Su canto se parecía al de sus hermanas,
pero había algo distinto en su corazón,
algo que la invitaba a tocar sus sentimientos,
mientras las lágrimas sin control anhelaban compasión.

"Soy una amiga,
te escuché llorar.
No sé por qué duele,
¿Es por la soledad?

Sufrir sola así,
nadie lo merece.
Quiero entender eso
que en tu alma crece

Si no lo deseas,
no confíes en mí.
No quiero lastimar,
solo saber de ti

¿Por qué tu corazón sufre así?
¿Alguien que amabas te abandonó?
¿El peso del tiempo es muy grande?
¿O tu amor por la vida menguó?"

El navío lentamente acercó al suave viento,
quién esperó que aceptara su invitación.
Deseaba ser su confort en su sufrimiento,
solo esperaba que no confundiera su intención.

Por fortuna, la esperanza se abrió ante el viento,
coincidiendo sus manos en cercana fraternidad.
La sirena, con sus ojos llorosos, rogó a ella
su triste y vacía historia escuchar.

“No sé cómo se llama ni sus años de vida,
solo sé que del mar vive y se alimenta.
Imagino mi futuro a su lado,
pero no parece que para él existiera.

Mi alma desea dedicarle las estrellas,
mis cantos más abnegados y sinceros,
reunirnos en un abrazo, avanzar juntos,
y el crear una vida solo sería el comienzo.

Pero no existo.
Su vida es el mar.
Si tiene familia,
¡mi alma morirá!

Te suplico, viento,
dame tu réplica.
¿Debo renunciar a esta vida,
abandonar de forma sincera,
el mar, mi cola y mis hermanas,
y dejar de ser una sirena?”

¿Qué podía responder ante tal arrebato?
El viento muchos amores anheló para sí,
infructuosamente sus sentimientos varaban,
siempre fue esquivo aquel angustiante sentir.

“El amor es algo hermoso de sentir,
más debes cuidar tus deseos,
para unir y corresponder,
este debe de ser sincero,
para nutrirse en cariño,
y unirse en amor eterno

Sirena enamorada,
si tanto así lo amas,
ayudarte es mi deber.
Cuéntame tus sentimientos,
sincérate frente al viento,
y déjame el miedo romper.”

Los sentimientos, resonancia del alma,
tan hermosos entre los seres de luz,
y sin embargo, tan confusos y poco claros,
atados a una dolorosa esclavitud.

¿Acaso tendría razón la sirena?
¿Solo con el sabor de un beso bastaría?
¿Sería la unión de los cantos la llave
que cuyos sentimientos liberaría?
¿O aquel miedo, de apellido prejuicio,
haría su voluntad y el amor negaría?

- No me atrevería a negarlo,
pues tus ojos muestran un encanto
que me derritiría enseguida
si mi humanidad fuera la de un macho

Escucha, pues tu amor no debe varar
En una mujer, algo tan hermoso,
Es nuestra tradición protegerlo,
Para que se mantenga airoso

No pienses en un beso,
piensa en una canción.
Algo de ese rincón,
lleno de un amor
que hace honesto
al más grande cabrón.
Y que hasta el cobarde,
sin vergüenza ni honor,
consigue que cambie
a ser alguien mejor.

Envuélvelo en una amalgama de sentimientos,
haz que sienta que ya no pueda vivir sin ti.
Su pasado dejará atrás para llegar a ti,
y querrá crear un futuro con lo que sentís.

La sonrisa de la sirena era inmensa,
al igual que el nacer de su esperanza.
El viento se llevó de ella aquellas lágrimas
tan llenas de tristeza y dudanza.

- Viento, si he de seguirte,
¿me amará para siempre?
¿Llamará por mi nombre
cuando sus labios corteje?
Y cuando su cabeza
decida dormir en mi vientre,
¿seré la única en su sueños
y la única en su mente?

- Solo si su corazón decide
que por ti desea darlo todo.
Si cantas de forma sincera,
todo quedará en sus hombros.

Aquel corazón inocente se apretó,
pues debía confiar en el viento y en su amor.
Confiar en que todo saldría como amaba,
pero no podía evitar pensar en lo peor.

Solo en el viento podía confiar,
aquel que buscaba a su amor en el puerto.
Más, aun cuando prometió encontrarlo,
aquel lugar reafirmó su pensar cierto,
y desde lo más escondido de su mente,
exclamó: “¡Todos los elfos son idénticos!”

Todos muy suaves y bonitos,
todos altos y perfectos,
sin aquella variedad
que ellos llaman defectos.

“¿No estaría mejor con un dragón?”,
mientras buscaba, su mente inundó.

Alguien alto y fuerte, de buen lomo
que abrazara sus inseguridades
cuando los días fueran pesados
e inundados de adversidades.
Que pudiera sostener una familia,
sin miedo de decir aquellas verdades
cuando la distancia y el tiempo lo exigiera.
Un hombre buscaría con esas cualidades.

Sus expectativas no demoraron en caer,
pues aquel olor fue como una bofeteada,
algo que la hubiera dejado inconsciente
y tirada en el suelo sin sentir nada.

“¡Huele como un pez del mar!”, su nariz aulló,
“¡Enano como una cría!”, su mirada indicó,
“Quemado por el sol…”, su tacto roñó,
“… y su voz raspa”, su audición lloró.

¿Aquel era el elfo que tanto deseaba?
Era el único elfo que salió en su barco
cuando la sirena se lo encontró.
“Realmente el amor es algo mágico.”

“Disculpa que os moleste”, se acercó,
intentando no demostrarse incómoda,
tomándole mucha de sus energías,
y concentrándose de manera monstruosa.

“Oh, una bella dama ha venido”, exclamó,
llegando a su lado de forma veloz,
sorprendido que alguien como ella llegara,
lo que mejoró gratamente su humor.

- Dígame, ¿ha venido por alguna oferta?
¿Busca los peces más frescos del mar?
¿O acaso la ha traído mi encanto personal,
como si se tratara de un imán?

No es necesario que se sienta tímida,
pues soy un caballero de palabra.
Los dioses me bendicen cuando salgo al mar
y con las damas que llegan abrumadas
buscando cariño en sus vidas solitarias,
aunque no falta la que está chiflada.
Pero no pareces de aquel tipo, sabes,
puedo ver en tus ojos que eres sabia,
hermosa y llena de rebosante juventud,
pero también con gran templanza.

El viento pocas veces se encontró mudo,
con la mente en blanco e impactado.
En ningún momento fue su intención,
pero al parecer todo había empeorado.
Mas sus palabras sentenciaron sus intentos,
casi como si todo estuviera zanjado.

- Deberá disculparme, mi señor,
pues se que tiene buena intención,
pero para mi usted es tosco,
seco, feo, y muy hablador.
Y desgraciadamente para mi,
solo hacia las mujeres siento adhesión.

El elfo cambió su rostro simplón,
pues muchas veces fue rechazado,
“Pues… mi dama, con todo respeto,
Con solo decir ‘no’ hubiera bastado”

- Lo siento si fui muy dura con usted,
pues, lo que me ha traído es el compromiso,
una tarea importante para alguien
cuyo corazón sufre de asfixio.
Es alguien que lo desea con ahínco,
con un amor claro y cristalino,
y desea conocerlo, estar a solas,
y declarar su amor por eternos siglos.

Su corazón rejuveneció ante sus palabras,
sin tardar en creer las palabras del viento,
pues, aun cuando no deseaba reconocerlo,
en el amor nunca tuvo mucho éxito,
pues el rechazo y las burlas toleró,
dejándolo en soledad por mucho tiempo.

No tardaron en llegar al lugar destinado,
viajando lo más rápido que el viento quiso,
mientras que la ansiedad a todos se comía,
¡¿Por qué demoraba tanto el navío?!

Aquellos eran tres corazones:
una perdida enamorada,
un desesperado solitario,
y una viajera cansada,
pues aun cuando se lo repitiera,
¡la dragona no era lesbiana!
Era una lección a aprender,
nunca mentir si no quieren migrañas.

Fue una señal inequívoca al llegar,
pues ambos corazones parecían saberlo.
Lentamente sus ojos se cruzaron,
hirviendo sus sentimientos con anhelo.

El silencio los enmudeció,
mientras el mar se calmó.
La dragona para si pidió
que aquello que tejió
no se perdiera en desolación,
pues significaría que fracasó.

Ninguno de los dos hablaba,
los nervios solo aumentaban,
mientras el viento sudaba,
siquiera daba para charla.

Fue una idea improvisada,
y aún sin la maestría,
sin pensar tomó su lira,
las notas serían una guía
para darle aquella ayuda
que la sirena necesitaría.

Las notas enblanquecieron su mente,
olvidó sus dudas y sus miedos,
el camino del corazón a las palabras
se despejó y volvió a sentirse completo.

No hubo palabras en su canto.
No contó como la hacía sentir.
Olvidó aquello que ensayó,
simplemente dejó fluir
lo que sentía su amor,
lo que quería admitir.

Los tonos subieron,
sus latidos pararon.
El mar se detuvo,
sus ojos cerraron.

¿Qué hacer cuando una hija,
una tan inocente y capaz,
deseaba unir su destino
con alguien que no era del mar?

El viento y el mar se dieron cuenta
que el amor era maravilloso,
pues no conoce de lugares ni fechas,
o si alguno de ellos era buenmozo,
pues solo importaba si sus latidos
eran únicos, bellos y hermosos.

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