[Misión] La Dama del Lago [Woodpecker-Lexie-Chimar]

Perfecto, era simplemente perfecto. No, en realidad no. Ni siquiera la ironía que siempre reposaba en los bordes de mis pensamientos era capaz de rozar la verdad que nos había devorado. Todo fue tan rápido, tan hermoso… era el punto culmine del caos. El desorden vivo y palpable. Por unos momentos incluso había olvidado cuánto odiaba los asuntos del mana, la luz y el candor de la inminente destrucción abrieron mis ojos hacia lo que no había querido ver hasta entonces. Las luces… el poder abominable, el portal poderoso y omnipotente, imposible de evadir. “Oh Fenrir, hágase tu voluntad” había pensado con devoción, justo antes de que la luz nos envolviera.

Disfrutaba el estado de la nada hasta que el gato feo habló. Tch no era la primera vez que creía estar muerta pero en realidad no lo estaba, esta era simplemente otra de esas experiencias… sólo quería decir que tendría que vivir otro día más, continuar respirando para, tal vez, ser lo suficientemente suertuda –o desgraciada- para continuar con este tipo de aventuras. Perfecto… Me senté y miré alrededor. Al menos Ergit parecía estar sano, es decir, mejor, o bueno, como fuese, ya no era una pasa. El chico vampiro-no-vampiro había alcanzado su límite y el joven Chimar parecía mejor que todo el resto junto. Le di un empujoncito con mi hocico, el chico tenía buena madera.

Con relación al resto… sabía que esta vez si la había cagao hasta el fondo, es decir, ¿qué demonios? En algún lugar de mi cabeza algo hizo click, ya no cuestionaría eso de mi sanidad, todo era demasiado loco como para oponerme a este nuevo desafío. Realidad o fantasía, no importaba, buscaría la forma de partirle el cuello al responsable de esa maldita situación. “Arrrrrgggggg aAAaAa” rodé en mis costillas y comencé a golpear el suelo con mis puños cerrados, aullando de ira y rabia. Mi pataleta duró un par de minutos, los necesarios para digerir toda la cuestión. Todo había desaparecido. Es decir, estábamos nosotros y tal, en el bosque, todo igual a excepción que la maldita casa había desaparecido. Li-te-ral-men-te. Ni siquiera había un minúsculo rastro de ella, ni un olor a una de sus astillas. A la distancia, la chupa sangre y la amante del bosque se habían convertido en humo. Imposible de confundirlas con las víboras con las que nos habíamos enfrentado.

Respiré profundamente. De acuerdo. Lo tenía. Estaba bajo control. Tal vez. Sabía que probablemente me arrepentiría por volver a mi piel humana, pero el gato parecía haber perdido eso que lo había convertido en mi rival/hermano, asique no podría confiar en que él pudiese interpretar correctamente lo que estaba pensando. Cerré mis ojos y masajee mi hocico con los dedos índice y pulgar, a pesar de que estaba demasiado tensa tendría que hacerlo, hallar una idea de paz que me permitiera romper con la transformación. Ah…Joner, Emel y Alex, la luna llena, la sensación del viento… Abrí mis ojos nuevamente como una humana. Tomé una pierna del chico que había perdido el conocimiento y lo arrastré hasta estar cerca de las mujeres de humo, no estaba segura sobre lo que debía atenerme, por lo que no quería estar separada de él Te ves más tétrica bajo esta luz le dije a la vampira, pero la respuesta que esperaba no llegó. Me volví hacia el niño y el gato con el ceño fruncido.

Parece que estamos fregados. El hecho de estar repentinamente en un crepúsculo que parecía no acabar tampoco era precisamente algo tranquilizante. Eh Chimar ¿sabes algo de esto? ¿sugerencias? pregunté dando un profundo suspiro de anticipación. Sabía lo que pasaría. Bueno, no lo sabía, pero estaba segura que de una forma u otra terminaríamos enfrentándonos a esa roba niños con el poder suficiente para hacernos chupar por un portal y probablemente hallaríamos la verdad. Sólo esperaba que esa verdad no incluyera encontrar muerto al niño de Ergit. Esto apesta murmuré con muchas ganas de volver a hacer una pataleta. Cualquiera fuera la decisión del pequeño humano, acataría sus órdenes; después de todo, yo no servía para pensar.

En algunas ocasiones el pequeño humano hacia que se me erizara la piel, de momentos parecía tener un aura sádica; lo comprobé mientras intentaba asestarle uno de sus virotes a las figuras humeantes de nuestras compañeras. Procuré tomar una nota mental de no mostrar puntos flacos frente a él, presentía que me podía arrepentir en un futuro cercano, muy cercano. Me parece bien, soy buena para alterar cosas afirmé con convicción, siempre alteraba cosas, incluso sin querer. Pero antes de que siquiera me pusiera a pensar en una forma de alterar algo que parecía no tener sentimientos, aparecieron nuestras amigas, sólo que esta vez estábamos de igual a igual.

• Ergit no lo pensó dos veces y sin demasiada lucha acabó con una de esas serpientes… ¿de luz?. Genial… no solamente flotaban como luciérnagas psicodélicas sino que además se cristalizaban en pequeñas luces fugaces. Aquello era totalmente extraño. Hipnotizada con el movimiento de una de esas cosas que estaba frente a mi, apenas pude reaccionar antes de que me mordiera con esos mortíferos colmillos amenazantes. En el apuro me valí de ambas manos para detener su avance, tomándola por detrás de la cabeza, como la ponzonña que era. Luego de una lucha breve pero intensa, logré separar su cabeza del cuerpo con la ayuda de mi hacha. Aliviada, miré el objeto que me había traído de vuelta a la realidad mientras estaba bajo el encantamiento de la serpiente. Se trataba de un frasco con un mensaje, enviado por nuestras compañeras del más allá. ¿Salvar la luz? leí y pregunté al mismo tiempo, esperando que mis compañeros tuviesen alguna idea, más en un pestañear mirando la nada y las estrategias diferentes de los hombres del grupo, supuse que se trataba de las piedras- luciérnagas.Entonces me apresuré a tomar una y echármela a la boca, pero de nada funcionó, era como un caramelo rancio y sin un gusto particular.

¿Al frasco? pregunté siguiendo la pista de alguien, pero ya era demasiado tarde para mis luces. Tenía que matar más serpientes. Sonreí de lado jé reí y me preparé para filetear a la siguiente víctima. Nunca había tenido nada particular en contra de las víboras, sangre fría, hibernación y otras cuestiones, eran por lo general más saludables que un oso pardo. Pero un enemigo era un enemigo y hacia que tratarlo como tal pulpa de serpiente fresca para llevar, Wood toma pedidos canturree mientras me enfrentaba a la siguiente, con el frasco a la mano para llevarlo de piedras luciérnagas.

La entrega de carne viperina no se hacía de tardar, además de los colmillos, una no tenía mucho más a lo que temer, por lo que la batalla no había pasado a más que una escaramuza. Lo complicado había sido atrapar a las piedras luciérnagas, pero el más joven del grupo había convertido la actividad en poco menos que una competencia; ese humanillo no dejaba de sorprenderme, sus habilidades físicas para ese tipo de tareas sobrepasaban las mías y las del gato por bastante. Pero la técnica no era precisamente sinónimo de victoria, sabía en mi cabeza que al grupo de las bestias le había ido mejor que al humano, y claro, con un compañero casi consciente y prototipo de vampiro maricón, Chimar no tenía mucha ventaja, la velocidad humana dejaba un poco que desear.

Los siguientes acontecimientos se sucedieron como una cascada, lentos e inexorables, como la acción del mismo tiempo. El hijito de Ergit, ese gato-bestia-peluda y tarambana, finalmente había aparecido. Rodny. Rodny no era como mis hijitos, pequeño, abrazable o incluso lindo e ingenuo al punto de querer hacerlo llorar solo por el hecho de que son tan tiernos. No. Rodny era Rodny. Ingenua de mi al pensar que un gato podría llegar a tener una buena cría que le llenase el ojo a una mamá licántropo como lo era yo misma. Rodny. Ese Rodny por el que terminé de decidirme a aceptar la misión era peludo, grotesco, sonreía con malicia y yo era su maldito objetivo. Juas jajaja comencé a reír. Los dioses tenían un humor más negro que el ojo del futuro. Era irónico e hilarante. Además, como siempre, había en él una sombra poco natural, era imposible que con su físico hiciera la tierra temblar como lo había hecho. Los dioses me han olviado.

Esquivar sus garras era como intentar evadir varias de esas serpientes de humo al mismo tiempo. ¡¿Por… qué… siem tropecé, pero la intervención a tiempo de Ergit me salvó el pellejo. Continué con los esquives, transformarme estaba fuera de discusión, después de todo no dejaba de ser un crío, uno que podría arrancarme la mitad del cuello de un zarpazo… pero un crío al fin. ¡¿Por qué siempre yo?! terminé la sentencia contra el tronco de un gran árbol, con mi hacha larga bloqueando una de sus garras. Si de su boca no salían más de esas bichajas de sangre fría, tal vez podría dejarlo estampado contra el tronco con un movimiento. No habían muchas más opciones, el tipo estaba totalmente ido y lo peor es que no presentaba ningún signo extraño, parecía el maldito hijo del mismo Satán de los cuentos de las catacumbas. Tal vez no era en verdad hijo del blandengue de Ergit. Los miré dos veces. Nhe. Eran como dos estúpidas gotas de agua.

Tenía una sola oportunidad, una pequeña. Mi intención era continuar forcejeando y obligar al chico a estar en mi posición, entonces dejarlo inconsciente de alguna forma, contaba con su inexperiencia en la batalla, o al menos la presencia de su padre como un factor decisivo de distracción. Pero… Pfftt jajajaja reí mientras veía que el chico se abalanzaba hacía mí con la intención de terminarme. La sangre de mi abdomen brotaba oscura por entre la presión de mis dedos, el frío del suelo calaba por mi espalda como un terrible presagio. Ergit me jaló por el suelo hacia él, librándome de las garras de la muerte. Mi plan había fallado. Mi estrategia dio asco. Nunca había sido buena para adelantarme a los acontecimientos. El chico parecía un guerrero curtido. Lo había subestimado. No había tomado en consideración su fuerza y ese talante imperturbable. Era un cazador que disfrutaba del momento. Un sudor frío bajó por mi sien mientras sentía que los brazos con el suave pelaje de Ergit me rodeaban como una égida protectora.

-Este no es mi Rodny. No puedo más que morir contigo-

El gato tenía menos esperanza que yo. Reí. O más bien convulsioné. Los padres no hablan así. Habrá que enseñarle a respetar. Dije obligándole a bajarme. Nos habíamos escondido tras un follaje denso, probablemente nos quedaba solamente lo que un respiro antes de que la bestia demoledora de su “pequeño” Rodny nos encontrase. Es tu obligación prácticamente rugí antes de volver a mi forma bípeda. El hijo, creyendo ser yo, atacó a la sombra de su padre. Entonces vi la oportunidad de tomar brevemente sus brazos y bloquear sus movimientos. Gruñí. Esperaba que Ergit le diese un golpe decisivo que dejara a ese mocoso con su mirada hacia el más adentro que el más afuera. No le vendría mal dormir un poco, al menos eso pensaba yo. La mirada del gato se cruzó con la mía en un momento de iluminación divina, oh si. Por un momento, las bestias habíamos conectado. Solo esperaba que el puño del padre conectara con el abdomen de su hijo antes de que las fuerzas me fallaran y me quedase sin sangre. Aún no había revisado mi herida, era ligeramente perturbador, pero no era algo que pudiera arreglar con solo el pensamiento.

Bajé el hocico cuando escuché la decisión de Ergit, hacer lo que iba a hacer incluso me dolía a mí, pero era cuestión de vida o muerte. “Sólo me odian [los dioses]”. Cerré mi pensamiento junto con mis ojos cuando sentí el impacto del golpe que nos arrastró al suelo. El gato no se había guardado nada. Luché con el cuerpo del hijo para liberarme de su peso, me llamó la atención que el tigre no me hubiera ayudado, aunque mis ojos quedaron como dos huevos duros cuando observé cómo se desenvolvía la escena frente a mis narices. Dejé salir un sonido gutural de disgusto “… ¿de verdad? Que asco”. A los dioses gracias que mi cuerpo de semi bestia no reaccionaba de la misma forma que el humano.

Aplastando lo más posible las orejas contra mi cabeza para ignorar el chillido comencé a observar la herida de mi vientre. Podía haber sido bastante peor… probablemente el Rodny ese había dado con alguna vena o algo así. Dolía como los demonios, sangraba bastante, pero nada que no hubiera padecido antes. Levanté la vista al escuchar la voz desesperada de una fémina. Un sonido de odio y angustia mezclados con cierta sensualidad ominosa. Ahí estaba de nuevo, esa especie de aureola del caos. Mis pelos se erizaron. No pude haber estado tan enfrascada en lo mío… ¿o sí? me hubiera gustado chasquear mi lengua muchas veces. En cambio cerré y abrí los puños continuamente. ¿De dónde había salido esa?

Miré de arriba abajo a la beldad que estaba con esa expresión perturbadora. Así que esa era la tal Erin por la que todos estaban tan preocupados… Negué con la cabeza. Montura y todo. Yo siempre me involucraba en ese tipo de cuestiones. Dejé salir el aire en un soplido, resignada. “Que alguien no exista en un cuerpo no quiere decir que haya dejado de existir, además, ese cuerpo no le pertenecía. Teníamos una misión doble al parecer… ¿Matar a la poseedora del cuerpo? Al menos inmovilizarla lo suficiente como para volver al mundo de donde habíamos salido y en las mismas condiciones… quería golpear mi cabeza contra el primer troco hasta dejarla plana. Estaba cansada, magullada, golpeada, lastimada. Pero lo más perturbador era estar frente a un suceso tan extraño sin maldita idea de qué hacer.

Mi mirada había vagado al portal y de ahí al niño humano. Al verlo guardarse algunas piedras empecé a interpretar algunas cosas. El joven Chimar había robado mis líneas y de alguna forma, las mismas palabras habían sonado casi cómicas en su boca. Como si fuese un reflejo, sentí que los pelos de mi lomo se pararon como alambres. No iba a permitir que el valiente humano sufriera ningún daño. No después de haber venido tras él a este mundo extraño, no después de haber matado serpientes juntos y menos luego de haber presenciado esa capacidad suya de aparecer con sus virotes en el lugar y el momento adecuados. Tal vez, en unos cuantos años más, la hermandad encontraría en él a un importante integrante.

La vampiresa fue más rápida que mis acciones. Por algún motivo ajeno a toda mi comprensión, había venido a este mundo para ayudarnos. Tenía que aceptarlo, estaba sorprendida. Tomé al proyecto de vampiro de un brazo y comencé prácticamente a arrastrarlo hacia el portal, Ergit hizo lo propio con su cría, con la vista periférica mantenía vigilados a la Erin esa y su montura de sangre fría. Frente al umbral nos reunimos todos y escuché al niño. Mi hermano de armas y yo nos miramos profundamente a los ojos por un largo momento.

- ¡Yo me quedo!

Dos cosas pasaron al mismo tiempo, Ergit me miró con cierta petulancia y su hijo hizo un sonido por lejos de ser emitido por un jovencito humano de la misma edad. Resoplé. De no ser porque no podía hablar, él no me hubiese ganado. Mi voluntad era tirar al tigre por el portal y quedarme yo en el más acá. Total, comenzaba a pensar que era algo así como inmortal por alguna maldición de vida eterna. Dejando de lado a la vampira, yo era la que tenía el alma más condenada de todos los presentes. Era solo lógico rezagarme como la oveja negra que era. Le mostré mis dientes a los presentes y sacudí mi cabeza como quién se sacude después de un baño. Estábamos perdiendo el tiempo. Apunté con mi hocico al portal. El tiempo apremiaba. Me quedaría hasta atrás con Ergit, él y yo. Y le haría volver. Sólo yo.