La tierra no sabe a chocolate [Libre] [Cerrado]

Dejó de pensar. Simplemente fijo su mirada en el cielo y se concentro en sentir cada palabra melodiosa que sus labios pronunciaban.  Se dejó llevar por primera vez por la tranquilidad del paramo y olvidó el cansancio, el hambre, los errores que habia cometido y cualquier cosa que el futuro le tendria preparado.

Cuando terminó de cantar, miro a ambas en busca de reacciones, analizando el rostro de sus compañeras en busca de alguna respuesta. Zukura había sido muy amable. Ofrecía un halago a su canto que, a pesar de lo que podría pensar Seyren sobre su desafinado tono, resultaba sumamente satisfactorio para él. No lo arruinaría diciendo algo como: "Disculpen o Sé que no es lo mejor" no. En esta ocasión dejaría la modestia de lado. Si su compañera aseguraba que había sido "genial" entonces sería así como Seyren erguiría su espalda y respondería con una amplia y humilde sonrisa en agradecimiento por sus palabras.

De igual modo, Arethusa no tiene más que decir. Sus acciones son todo lo que había buscado el joven. Aquella simple acción de dejar de lado las lagrimas y su sutil pero claro tono de voz fue todo en su momento. Seyren quedo sorprendido. Había sido necesario tan poco y a la vez algo tan complicado, para él, lograr este momento. Cómo lo había pensado, Seyren lo había logrado. El que fue un asesino no habría sido capaz de hacer sonreír a una joven con una acción tan desinteresada e inocente pero Seyren sacaba su pecho cual gorrión orgulloso luego de aprender a volar.

El regocijo del joven no terminaba ahí. Zukura se había unido a él en su canto, entonando su propia melodía. Escucho con suma atención las palabras de la chica y de igual modo dejó volar su imaginación mientras caminaba. Su historia, aunque triste, era sumamente interesante. Se preguntaba si aquella canción sería propia de los de su raza pues jamás había llegado a sus oídos.

El chico de ojos rojos rió amablemente ante aquella idea de su compañera. Le parecía atinado su comparación ente el niño de la historia y su aspecto. —Quizás tenga razón y yo sea el hijo "no-querido" de la Luna. Mis ojos no han sido afines a su pálido color—. Respondió en broma para su compañera luego de señalar el resplandor carmesí de su par de ojos.

Zukura puso el pie. Otorgó el turno a la pequeña para acompañarlos. No podría ocultarlo. Había estado esperando este momento. Seyren sabia que disfrutaría la melodía de la pequeña ante tal deslumbrante talento. En buena hora, pues las lagrimas se habían vaporizado por completo. Su sonrisa parecía alargarse de oreja a oreja. Sus mejillas radiaban como tomates mientras la elfo tomaba su instrumento y lo colocaba con gracia sobre su hombro. Seyren tomo aliento y tranquilizó sus pensamientos,

«Inesperado» Pensó cuando las cuerdas del violín emanaron sus primeros trastes. El joven quedó hipnotizado ante aquel melancólico ritmo, como si de alguna forma la música de la joven intentara comunicarse con sus reprimidos pensamientos. A medida que la música avanzaba, Seyren no podía dejar de sentirse tan comprometido con el acto. Miles de pensamientos vagaban por los recovecos de su mente. Sentía miedo, desolación y nostalgia, pero era la misma música quien inspiraba valentía en el interior del muchacho. Su corazón dio un golpe y se vio convencido a seguir.

—Gracias —Añadió luego de la canción mientras miraba los ojos de Arethusa con ojos llenos de determinación y satisfacción.

Sin darse cuenta, los altos muros de Lunargenta se alzaban sobre el horizonte como los rayos del sol a pleno atardecer. Su proximidad a la ciudad marcaba la pauta para el fin de este viaje y su primer paso hacia sus nuevos objetivos.