Sangre y Prejuicio.[+18] [ 3/3] [Libre] [Cerrado]
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Otra vez tenia que pegarse uno de esos viajes por mercancías. Había ocasiones en los que Judas no pensaba que realmente el riesgo que conllevaba con ese tipo de hierba, ya era bastante jodido pasar parte de los controles en las afueras, como para que finalmente la descubrieran. Solo recordaba mientras a paso lento entraba en la plaza las indicaciones con el pack de las explicaciones del viejo pirata: "Debes esperar bajo las alcobas de la taberna, allí aparecerá garras sucias. Es un pirata cojo y demacrado por la vida alocada que ha solido llevar. Esas hierbas sirven para relajarse y ver enormes Falcolyar por el ambiente".
La chica no podía dejar arquear realmente su ceja, meditando en quien podría fumarse una hierba ,para obtener una alucinación.Ya podía realmente pagarle con creces o acabaría con las bebidas de la taberna.-Realmente me debe de quedar poco,detrás de aquellas dos calles debería llegar- Decía mientras guardaba un viejo mapa que le había entregado junto con la mercancía.
Mientras caminaba, en silencio, evitando chocar con la gente que parecía llegar y salir de la misma ciudad. Observaba cada pequeño detalle que decoraba a esta pequeña ciudad, cada casa empedrada, cada enredadera, cada antorcha enorme que tenían bien sujeta en cada portón.
Era una ciudad gris, transitada, famoso por el gran negocio de herbolario y armas, ahora realmente Runa comprendía la fama de la susodicha.
Parecía que había varios tipos de criaturas, algunos realmente aparentaban seres demasiado alegres, otros sin embargo, nada más que la joven pasaba al lado , ya se sentía observaba, con malos ojos, miradas frías.
Y eso, era de las cosas que realmente la enfadaban.
Apretó su puño y chasqueando los dientes continuó hasta dar con la pequeña plaza en la que salia en sus indicaciones.
Tan solo avanzó sin mirar atrás y tuvo que escuchar con oídos sordos como un hombre bestia llamaba su atención como si de un trofeo se tratase.-Estúpidas bestias descerebradas- Rechistaba mientras observaba dichas alcobas a unos cuarenta pasos de ella. No había llegado garras sucias, y su dificultad para llegar entre tanta gente estaba volviéndose cada vez más fácil.
La ladrona comenzaba a sacar su mal genio.
La chica no podía dejar arquear realmente su ceja, meditando en quien podría fumarse una hierba ,para obtener una alucinación.Ya podía realmente pagarle con creces o acabaría con las bebidas de la taberna.-Realmente me debe de quedar poco,detrás de aquellas dos calles debería llegar- Decía mientras guardaba un viejo mapa que le había entregado junto con la mercancía.
Mientras caminaba, en silencio, evitando chocar con la gente que parecía llegar y salir de la misma ciudad. Observaba cada pequeño detalle que decoraba a esta pequeña ciudad, cada casa empedrada, cada enredadera, cada antorcha enorme que tenían bien sujeta en cada portón.
Era una ciudad gris, transitada, famoso por el gran negocio de herbolario y armas, ahora realmente Runa comprendía la fama de la susodicha.
Parecía que había varios tipos de criaturas, algunos realmente aparentaban seres demasiado alegres, otros sin embargo, nada más que la joven pasaba al lado , ya se sentía observaba, con malos ojos, miradas frías.
Y eso, era de las cosas que realmente la enfadaban.
Apretó su puño y chasqueando los dientes continuó hasta dar con la pequeña plaza en la que salia en sus indicaciones.
Tan solo avanzó sin mirar atrás y tuvo que escuchar con oídos sordos como un hombre bestia llamaba su atención como si de un trofeo se tratase.-Estúpidas bestias descerebradas- Rechistaba mientras observaba dichas alcobas a unos cuarenta pasos de ella. No había llegado garras sucias, y su dificultad para llegar entre tanta gente estaba volviéndose cada vez más fácil.
La ladrona comenzaba a sacar su mal genio.
Última edición por Runa Thorgil el Lun 24 Abr 2017 - 17:45, editado 3 veces
Runa Thorgil
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Salir de Vulwulfar se le estaba haciendo complicado. Odiaba la ciudad pero por varias cosas ajenas a ella se había tenido que quedar una semana. Y no es que fuera su sitio idílico en donde permanecer. Iba a ir a Lunargenta a seguir su búsqueda y parecía que todo se alargaba. Estaba perdiendo tiempo.
Después de varios días comprando algunas cosas para su viaje, se dispuso a salir de la ciudad. Estaba abarrotada de gente, diferentes razas pululaban por sus calles, empujando, se detenían a hablar en medio de todo… Era ese tipo de sitios que Helyare detestaba bastante. Le parecía una ciudad putrefacta a pesar de lo bien que venía a los viajeros. Pero… Un tumulto descontrolado no podía ser el lugar idóneo para vivir. En eso pensó mientras cruzaba a través de la gente, en lo que sería vivir en Vulwulfar y le parecía una tortura. Donde estuviera la calma de Sandorai…
Se tenía que mover y adaptarse a las acciones de los demás, eso no le gustaba. A veces tenía que ladearse para poder entrar entre varios grupos que obstruían su paso y le estaban dando ganas de darles una patada a cada uno que le impedía continuar. Sobretodo tenía cuidado con que no golpearan su arco o las flechas ya que algunos parecían no tener ojos en la cara.
Por suerte, llegó a la plaza, ahí pudo respirar un poco, aunque todavía había un gran gentío. Y el pensar que tenía que recorrer otra calle a base de empujones no la ilusionaba demasiado. Con algo de resignación se dispuso a caminar, pero chocó contra una humana, haciendo que esta fuese golpeada por las plumas de una de las flechas que llevaba en el carcaj. –Eh, ten más cuidado. –Espetó la elfa con mal humor a la muchacha que no había mirado. No quería que se le hubiesen caído y la gente las pisara o algo así, y esa estúpida humana había golpeado una con su cabeza. Resopló con impaciencia, haciendo un gesto de desprecio a la chica. –Humanos… –Musitó para sí, dispuesta a seguir su camino.
Después de varios días comprando algunas cosas para su viaje, se dispuso a salir de la ciudad. Estaba abarrotada de gente, diferentes razas pululaban por sus calles, empujando, se detenían a hablar en medio de todo… Era ese tipo de sitios que Helyare detestaba bastante. Le parecía una ciudad putrefacta a pesar de lo bien que venía a los viajeros. Pero… Un tumulto descontrolado no podía ser el lugar idóneo para vivir. En eso pensó mientras cruzaba a través de la gente, en lo que sería vivir en Vulwulfar y le parecía una tortura. Donde estuviera la calma de Sandorai…
Se tenía que mover y adaptarse a las acciones de los demás, eso no le gustaba. A veces tenía que ladearse para poder entrar entre varios grupos que obstruían su paso y le estaban dando ganas de darles una patada a cada uno que le impedía continuar. Sobretodo tenía cuidado con que no golpearan su arco o las flechas ya que algunos parecían no tener ojos en la cara.
Por suerte, llegó a la plaza, ahí pudo respirar un poco, aunque todavía había un gran gentío. Y el pensar que tenía que recorrer otra calle a base de empujones no la ilusionaba demasiado. Con algo de resignación se dispuso a caminar, pero chocó contra una humana, haciendo que esta fuese golpeada por las plumas de una de las flechas que llevaba en el carcaj. –Eh, ten más cuidado. –Espetó la elfa con mal humor a la muchacha que no había mirado. No quería que se le hubiesen caído y la gente las pisara o algo así, y esa estúpida humana había golpeado una con su cabeza. Resopló con impaciencia, haciendo un gesto de desprecio a la chica. –Humanos… –Musitó para sí, dispuesta a seguir su camino.
Helyare
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Era fácil saber qué hacían los pueblerinos aquella ajetreada mañana invernal en la que Jules y yo avanzábamos por las atiborradas calles de Vulwulfar. Las compras del día, intercambiar el ganado, o lavar la ropa. Sin embargo, les resultaría más complicado a los ciudadanos saber qué hacían un hombre y una mujer altos, vestidos de negro y armados como si fuesen a la guerra: con una ballesta pesada con su respectivo carcaj, dos cortas de mano a los bolsillos. Simplemente estábamos de paso. Nuestro destino era el frío y helado Norte, donde se supone que se encontraba Rachel Roche, la hermana perdida de Jules. Le había prometido encontrarla con vida y después de toda su fideligna ayuda en la búsqueda de Vladimir y los eventos de la mascarada, era hora de que yo le tendiera la mano a él.
-¿Por qué pones esa cara, Huri? – me preguntó Jules, riéndose, dándome un golpe en la espalda. Le miré seria y mal por ello. – La gente, ¿verdad?
¿Hacía falta que respondiera? No iba a hacerlo. Pocas veces lo hacía. Mi vida se basaba en cazar vampiros, por lo tanto, la noche era cuando más me desenvolvía. Nuestros ropajes negros desentonaban entre toda aquella gama de vivos colores que utilizaban en aquel rincón del mundo, y me molestaban las temblorosas miradas constantes de la gente hacia nosotros, o sus loas y disculpas cuando tropezaban con nosotros. Agriaban, aún más, mi carácter. Y Jules lo vio.
-Te noto… Tensa. – me dijo deteniéndose y parando en los hombros. – Tu abuela ya no puede verte. Ya no llevas su marca. Así que tranquilízate, ¿vale? – me comentó. Miré hacia otro lado. – Voy a comprar provisiones para el viaje, vuelvo en un rato. – sonrió, y me dio una palmada en la cara el siempre optimista hechicero, y se fue.
Decidí sentarme en un banco entre la multitud de aquella plaza central. Abarrotada. Perdí mi vista entre la gente y, entonces, vi un rostro conocido, uno que hacía prácticamente un año que no veía. ¿Dónde había visto aquel rostro? Fue entonces cuando caí. –Runa. – me dije. Recordando a la joven de las justas, la pequeña ladrona que había derrotado a un gigante mayor que ella en un combate. Caminaba con prisa, y no con cara de buenos amigos, acababa de tropezar con un hombre bestia. Y es que Vulwulfar, ciudad que actuaba de entrada a Verisar, era un lugar muy cosmopolita y de diversa variedad cultural.
En cuanto a Runa, lo cierto es que tenía demasiados problemas en mi vida como para acordarme de Runa Thorgil. Empezó cayéndome mal, aunque nuestra relación mejoró cuando comprobé que, en el fondo, era una buena chica. Además, me inquietaba saber qué hacía la ladrona en la ciudad. De modo que me levanté del banco y me acerqué hasta ella.
Poco antes de llegar, vi como otra chica, bastante más baja que yo, tropezaba justo con ella. Se giró hacia mi conocida y le dedicó unas palabras descorteses y un gesto todavía más repugnante. Qué fácil era vacilar a una joven de aspecto tan humilde e inofensivo como el de Runa. Veremos si a mí tenía valor para hacerme el mismo gesto a mí, o salía corriendo en cuanto viera mi aspecto y mi armamento pesado para la caza de vampiros.
-Menudos modales... – comenté, llegando por su espalda. Seria, pero con educación - Relájate. – le advertí con serenidad y voz pausada a la elfa, con los ojos entrecerrados y sin sonreír, que pronto descubriría por mis rasgos que yo no era una humana normal y corriente como Runa, sino una bruja, y no una cualquiera. De modo que más le valía proseguir su camino e ignorarme. Yo hice lo propio y me quedé mirando para la ladrona a los ojos, con mi típica mirada inexpresiva y sin decir nada, no estaba acostumbrada a ser yo la que saludara.
-¿Por qué pones esa cara, Huri? – me preguntó Jules, riéndose, dándome un golpe en la espalda. Le miré seria y mal por ello. – La gente, ¿verdad?
¿Hacía falta que respondiera? No iba a hacerlo. Pocas veces lo hacía. Mi vida se basaba en cazar vampiros, por lo tanto, la noche era cuando más me desenvolvía. Nuestros ropajes negros desentonaban entre toda aquella gama de vivos colores que utilizaban en aquel rincón del mundo, y me molestaban las temblorosas miradas constantes de la gente hacia nosotros, o sus loas y disculpas cuando tropezaban con nosotros. Agriaban, aún más, mi carácter. Y Jules lo vio.
-Te noto… Tensa. – me dijo deteniéndose y parando en los hombros. – Tu abuela ya no puede verte. Ya no llevas su marca. Así que tranquilízate, ¿vale? – me comentó. Miré hacia otro lado. – Voy a comprar provisiones para el viaje, vuelvo en un rato. – sonrió, y me dio una palmada en la cara el siempre optimista hechicero, y se fue.
Decidí sentarme en un banco entre la multitud de aquella plaza central. Abarrotada. Perdí mi vista entre la gente y, entonces, vi un rostro conocido, uno que hacía prácticamente un año que no veía. ¿Dónde había visto aquel rostro? Fue entonces cuando caí. –Runa. – me dije. Recordando a la joven de las justas, la pequeña ladrona que había derrotado a un gigante mayor que ella en un combate. Caminaba con prisa, y no con cara de buenos amigos, acababa de tropezar con un hombre bestia. Y es que Vulwulfar, ciudad que actuaba de entrada a Verisar, era un lugar muy cosmopolita y de diversa variedad cultural.
En cuanto a Runa, lo cierto es que tenía demasiados problemas en mi vida como para acordarme de Runa Thorgil. Empezó cayéndome mal, aunque nuestra relación mejoró cuando comprobé que, en el fondo, era una buena chica. Además, me inquietaba saber qué hacía la ladrona en la ciudad. De modo que me levanté del banco y me acerqué hasta ella.
Poco antes de llegar, vi como otra chica, bastante más baja que yo, tropezaba justo con ella. Se giró hacia mi conocida y le dedicó unas palabras descorteses y un gesto todavía más repugnante. Qué fácil era vacilar a una joven de aspecto tan humilde e inofensivo como el de Runa. Veremos si a mí tenía valor para hacerme el mismo gesto a mí, o salía corriendo en cuanto viera mi aspecto y mi armamento pesado para la caza de vampiros.
-Menudos modales... – comenté, llegando por su espalda. Seria, pero con educación - Relájate. – le advertí con serenidad y voz pausada a la elfa, con los ojos entrecerrados y sin sonreír, que pronto descubriría por mis rasgos que yo no era una humana normal y corriente como Runa, sino una bruja, y no una cualquiera. De modo que más le valía proseguir su camino e ignorarme. Yo hice lo propio y me quedé mirando para la ladrona a los ojos, con mi típica mirada inexpresiva y sin decir nada, no estaba acostumbrada a ser yo la que saludara.
Anastasia Boisson
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Empujones,pisotones,golpes. La cosa estaba mejorando y no había llegado hasta el punto indicado. Una de las flechas que portaba una elfa pelirroja que la había empujado con repulsión, rozó su mejilla provocando una cortadura mínima pero lo suficientemente honda como para iniciar a sangrar.
Encima, la chica se dirigió a ella con cierta soberanía y continuó adelante tratándola como si de una raza mínima a ella se tratase.-¡Eh tú!- Llamó la atención de la elfa.
--¿No te han enseñado modales maxi orejas?- Se dirigió hacia el ser con desprecio.
Antes de que la dicha se girará para hablar con ella, escuchó una voz bastante familiar , una voz fría y oscura como las propias noches. Tan solo tuvo que girar la vista y volver a ver aquella mujer carismática que le apuntó con una flecha entre ceja y ceja, siempre con su ropa preparada para la batalla y su cara de perro apaleado.
En el fondo, la ladrona a pesar del fuerte encuentro, se encariño de ella cuando en aquel carro se dedicaba a molestarla y esta le daba motivos para continuar.
Huracán era temible, una mujer que arrasaba con todo lo que se pusiera en su camino,era sin duda de las pocas personas que realmente no debías de joder mucho sino querías acabar bajo tierra.
Irónicamente se alegraba de ver a Huracán.-Te veo maravillosa Huracán.- Sonrió levemente hacia su conocida y volvió a dirigir la mirada a la elfa.-Me pillas en un mal momento, me temo- Indicó con el dedo indice hacia arriba con cierta gracia, pero al ver el rostro de la pelirroja,antipático y bastante repulsivo por su parte la chica no pudo contener la rabia contenida soltando un puñetazo en el hocico.-¡Estúpida insolente!- Sin saber que realmente había comenzado una guerra.
-Estoy cansada de pertinentes como esta tipa- Comentaba Runa a Huracán sin prestar atención a la otra.-Veo que sigues tan alegre como siempre.- Bromeó como solía hacer con ella.-¿Qué ha sido de ti este tiempo?- Solo le dio tiempo a preguntar antes que toda la plaza se alterara.
Encima, la chica se dirigió a ella con cierta soberanía y continuó adelante tratándola como si de una raza mínima a ella se tratase.-¡Eh tú!- Llamó la atención de la elfa.
--¿No te han enseñado modales maxi orejas?- Se dirigió hacia el ser con desprecio.
Antes de que la dicha se girará para hablar con ella, escuchó una voz bastante familiar , una voz fría y oscura como las propias noches. Tan solo tuvo que girar la vista y volver a ver aquella mujer carismática que le apuntó con una flecha entre ceja y ceja, siempre con su ropa preparada para la batalla y su cara de perro apaleado.
En el fondo, la ladrona a pesar del fuerte encuentro, se encariño de ella cuando en aquel carro se dedicaba a molestarla y esta le daba motivos para continuar.
Huracán era temible, una mujer que arrasaba con todo lo que se pusiera en su camino,era sin duda de las pocas personas que realmente no debías de joder mucho sino querías acabar bajo tierra.
Irónicamente se alegraba de ver a Huracán.-Te veo maravillosa Huracán.- Sonrió levemente hacia su conocida y volvió a dirigir la mirada a la elfa.-Me pillas en un mal momento, me temo- Indicó con el dedo indice hacia arriba con cierta gracia, pero al ver el rostro de la pelirroja,antipático y bastante repulsivo por su parte la chica no pudo contener la rabia contenida soltando un puñetazo en el hocico.-¡Estúpida insolente!- Sin saber que realmente había comenzado una guerra.
-Estoy cansada de pertinentes como esta tipa- Comentaba Runa a Huracán sin prestar atención a la otra.-Veo que sigues tan alegre como siempre.- Bromeó como solía hacer con ella.-¿Qué ha sido de ti este tiempo?- Solo le dio tiempo a preguntar antes que toda la plaza se alterara.
Runa Thorgil
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La abarrotada plaza no era, para nada, del agrado de la elfa. El chocarse con todos y los empujones no mejoraban su estado anímico. ¡Y encima la humana esa la increpaba! En cuanto escuchó que la llamaba de malas maneras se giró con su peor cara mirando a la muchacha. –¿Qué? –El tono era muy despectivo, impropio de gente de su raza, pero es que esa chica tenía la osadía de increparla en su camino, aparte del estrés al no poder salir bien de la plaza.
Otra voz llamó la atención de Helyare y se giró para ver de frente a una persona… O bruja, más bien. Se empezó a poner muy nerviosa. Sentía unas ganas terribles de ir contra ella. Encima era insolente. Le dedicó una mirada fría como el hielo a la mujer.
De nuevo, volvió a voltearse cuando escuchó la voz de la humana, acabando, un poco, con sus ganas de ajusticiar a la bruja por la venganza de sus antepasados. La muchacha la insultó y lanzó un puñetazo que, por suerte, pudo esquivar, por muy poco. Llegó a rozarle uno de los pliegues de su capucha. Sujetó su antebrazo en un rápido movimiento y con la pierna que más cerca tenía de la humana, golpeó su tobillo haciendo un barrido para tirarla al suelo.
Realmente no quería dañar a la muchacha, simplemente que la dejase en paz. –Aquí no pintas nada, bruja. Deberías cerrar la boca. –Miró a la humana, pero a quien se dirigió fue a la hechicera. De nuevo volvió a girarse para contemplar sus sombríos gestos.
La gente de la plaza empezó a alborotarse al lado de las tres chicas, pero nadie se acercaba, parecían meros espectadores de un espectáculo. Helyare miró a todos lados buscando un lugar por donde continuar su camino, aunque eso de golpear a la bruja se le hacía muy tentador. Mas quería largarse cuando antes de esa escandalosa villa.
No tuvo mucha reacción ante la mujer que tenía enfrente, a pesar de su armamento que, por cierto, era la primera vez que veía algo así.
Otra voz llamó la atención de Helyare y se giró para ver de frente a una persona… O bruja, más bien. Se empezó a poner muy nerviosa. Sentía unas ganas terribles de ir contra ella. Encima era insolente. Le dedicó una mirada fría como el hielo a la mujer.
De nuevo, volvió a voltearse cuando escuchó la voz de la humana, acabando, un poco, con sus ganas de ajusticiar a la bruja por la venganza de sus antepasados. La muchacha la insultó y lanzó un puñetazo que, por suerte, pudo esquivar, por muy poco. Llegó a rozarle uno de los pliegues de su capucha. Sujetó su antebrazo en un rápido movimiento y con la pierna que más cerca tenía de la humana, golpeó su tobillo haciendo un barrido para tirarla al suelo.
Realmente no quería dañar a la muchacha, simplemente que la dejase en paz. –Aquí no pintas nada, bruja. Deberías cerrar la boca. –Miró a la humana, pero a quien se dirigió fue a la hechicera. De nuevo volvió a girarse para contemplar sus sombríos gestos.
La gente de la plaza empezó a alborotarse al lado de las tres chicas, pero nadie se acercaba, parecían meros espectadores de un espectáculo. Helyare miró a todos lados buscando un lugar por donde continuar su camino, aunque eso de golpear a la bruja se le hacía muy tentador. Mas quería largarse cuando antes de esa escandalosa villa.
No tuvo mucha reacción ante la mujer que tenía enfrente, a pesar de su armamento que, por cierto, era la primera vez que veía algo así.
Helyare
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Re: Sangre y Prejuicio.[+18] [ 3/3] [Libre] [Cerrado]
Runa me saludó, aunque no tuvo correspondencia por mi parte más que una mirada. Se podía decir que la iba soportando, pero no éramos para nada amigas. Crucé los brazos e incliné ligeramente el labio en un amago de sonrisa en relación a su comentario en el que estaba ocupada. Como era de esperar, se tomó a mal el gesto de la elfa y le sacudió un puñetazo que rápidamente. ¡Vaya genio! Se veía que Runa era una joven con carácter.
La elfa esquivó el golpe y sujetó el brazo de mi compañera para hacer un barrido y tirar a Runa al suelo. Sólo era un tonto malentendido entre las dos y no esperaba intervenir y, sinceramente, no creía que Runa necesitase ayuda con aquella tipa. Pero la pelirroja, lejos de conformarse con haber derribado a mi compañera, se dirigió a mí en malos tonos.
¿Y qué fue lo que me dijo? Que no pintaba nada. Que me callara. Haciendo un gesto de muy baja realeza. Aquella elfa estaba muy crecida. ¿Se creía que podía agredir a alguien e insultarme y salir tan campante? No conmigo. – Estúpida niñata. – musité suspirando. estiré mi mano para generar una corriente de aire repentina que, de alcanzarle, la haría salir rodando por el suelo varios metros. - ¿Tengo pinta de ser alguien a quien tú puedas vacilar? – le pregunté con sorna, descruzando los brazos y mirándola con desafío.
Mi aspecto y mi actitud solía imponer a la gente mundana, como ella. Pero aquella era una elfa con demasiado orgullo patrio, escondido en un fuerte rencor hacia los brujos por las guerras perdidas hace siglos. Creía que aquellas diferencias raciales se habían extinguido con la llegada de la globalización, pero por lo visto aún había algunos cavernícolas que seguían anclados en el pasado, no había más que ver a Milton Harrowmont. En cualquier caso, no tardaría en bajar de las nubes a aquella maleducada.
-¿Estás bien? – Le pregunté a Runa. Sin llamarla por el nombre y mostrando mi mirada como el hielo. Sin mostrar un atisbo de sonrisa, pero tendiéndole una mano para ayudarla a levantarse.
-Damas y caballeros. ¡El legendario combate entre elfos y brujos! ¡En Vulwufar! – gritaba un tipo con barba y con una túnica de campesino larga. Se había hecho un corrillo alrededor nuestra, lo que no pudo hacerme sino poner una mueca de disgusto. Qué poco me gustaban los batiburrillos y ser el centro de atención. Algo que me hizo enfadarme aún más. – Loados sean los dioses por permitirnos presenciar tan gran espectáculo! – el tipo se acercó a mí. Que lo miraba con cara de asco y brazos cruzados. – Oye, bruja, ¿y si te dejas perder, recaudo a tu favor y nos llevamos los dos una comisión?
-Largo. – le dije al tipo con voz seca, mirándole de reojo, sin descruzar los brazos. - O el que cobra la comisión completa eres tú. – hice una pausa. - Pero de hostias. – le miré con asco y el tipo. Acobardado. Salió huyendo.
La aglomeración comenzó a deshacerse ante mi advertencia. La gente seguiría mirando, pero desde la distancia. Aquella elfa que había osado incordiarme sería un buen saco de entrenamiento. Mis ataques, en cualquier caso, jamás irían a matar, yo no era una asesina, sólo una bruja molesta por el racismo de una niñata de orejas puntiagudas.
Le hice un gesto a Runa, que estaba a mi lado, para que se calmara y volví a mirar hacia la elfa. Esta vez, con más decisión que antes. Me relajé y cerré los ojos. Comencé a invocar al viento. Una brisa comenzaría a soplar suavemente en la ciudad. Mi elemento estaba ahí e iba a luchar a mi lado, como hacía siempre, esperando mi llamada. Pero esta vez no para enfrentarme a Mortagglia o para cazar vampiros, sino para enseñar modales a una elfa maleducada.
-Deberías aprender a respetar a la gente. – le dije a la elfa. Que comenzaría a notar como el viento se había vuelto más fuerte. Una mera acción intimidatoria. Y eso que aún no había sacado las ballestas. – O, al menos, cuidarte de insultar a alguien que es mejor que tú. – sentencié. Dejándole claro quién era la que mandaba en aquella plaza. Y es que o mucho me sorprendía, o aquella elfa mundana no era rival para una cazadora de vampiros curtida en mil batallas.
La elfa esquivó el golpe y sujetó el brazo de mi compañera para hacer un barrido y tirar a Runa al suelo. Sólo era un tonto malentendido entre las dos y no esperaba intervenir y, sinceramente, no creía que Runa necesitase ayuda con aquella tipa. Pero la pelirroja, lejos de conformarse con haber derribado a mi compañera, se dirigió a mí en malos tonos.
¿Y qué fue lo que me dijo? Que no pintaba nada. Que me callara. Haciendo un gesto de muy baja realeza. Aquella elfa estaba muy crecida. ¿Se creía que podía agredir a alguien e insultarme y salir tan campante? No conmigo. – Estúpida niñata. – musité suspirando. estiré mi mano para generar una corriente de aire repentina que, de alcanzarle, la haría salir rodando por el suelo varios metros. - ¿Tengo pinta de ser alguien a quien tú puedas vacilar? – le pregunté con sorna, descruzando los brazos y mirándola con desafío.
Mi aspecto y mi actitud solía imponer a la gente mundana, como ella. Pero aquella era una elfa con demasiado orgullo patrio, escondido en un fuerte rencor hacia los brujos por las guerras perdidas hace siglos. Creía que aquellas diferencias raciales se habían extinguido con la llegada de la globalización, pero por lo visto aún había algunos cavernícolas que seguían anclados en el pasado, no había más que ver a Milton Harrowmont. En cualquier caso, no tardaría en bajar de las nubes a aquella maleducada.
-¿Estás bien? – Le pregunté a Runa. Sin llamarla por el nombre y mostrando mi mirada como el hielo. Sin mostrar un atisbo de sonrisa, pero tendiéndole una mano para ayudarla a levantarse.
-Damas y caballeros. ¡El legendario combate entre elfos y brujos! ¡En Vulwufar! – gritaba un tipo con barba y con una túnica de campesino larga. Se había hecho un corrillo alrededor nuestra, lo que no pudo hacerme sino poner una mueca de disgusto. Qué poco me gustaban los batiburrillos y ser el centro de atención. Algo que me hizo enfadarme aún más. – Loados sean los dioses por permitirnos presenciar tan gran espectáculo! – el tipo se acercó a mí. Que lo miraba con cara de asco y brazos cruzados. – Oye, bruja, ¿y si te dejas perder, recaudo a tu favor y nos llevamos los dos una comisión?
-Largo. – le dije al tipo con voz seca, mirándole de reojo, sin descruzar los brazos. - O el que cobra la comisión completa eres tú. – hice una pausa. - Pero de hostias. – le miré con asco y el tipo. Acobardado. Salió huyendo.
La aglomeración comenzó a deshacerse ante mi advertencia. La gente seguiría mirando, pero desde la distancia. Aquella elfa que había osado incordiarme sería un buen saco de entrenamiento. Mis ataques, en cualquier caso, jamás irían a matar, yo no era una asesina, sólo una bruja molesta por el racismo de una niñata de orejas puntiagudas.
Le hice un gesto a Runa, que estaba a mi lado, para que se calmara y volví a mirar hacia la elfa. Esta vez, con más decisión que antes. Me relajé y cerré los ojos. Comencé a invocar al viento. Una brisa comenzaría a soplar suavemente en la ciudad. Mi elemento estaba ahí e iba a luchar a mi lado, como hacía siempre, esperando mi llamada. Pero esta vez no para enfrentarme a Mortagglia o para cazar vampiros, sino para enseñar modales a una elfa maleducada.
-Deberías aprender a respetar a la gente. – le dije a la elfa. Que comenzaría a notar como el viento se había vuelto más fuerte. Una mera acción intimidatoria. Y eso que aún no había sacado las ballestas. – O, al menos, cuidarte de insultar a alguien que es mejor que tú. – sentencié. Dejándole claro quién era la que mandaba en aquella plaza. Y es que o mucho me sorprendía, o aquella elfa mundana no era rival para una cazadora de vampiros curtida en mil batallas.
Anastasia Boisson
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Re: Sangre y Prejuicio.[+18] [ 3/3] [Libre] [Cerrado]
Aquella insolente le había dado un barrido que la había lanzado al suelo. Su tobillo apenas le dolía, casi no le daba importancia, pero realmente le molestó con generosidad la actitud de aquella elfa, que apenas por su capucha se podía notar el olor putrefacto que desprendía..No le importaba de donde llegaba, le molestaba esos modales que parecía no haber aprendido. A ella no le ignoraban y se marchaban como si nada, puede que las malas palabras resonaran hacia Huracán, pero absolutamente ninguna criatura le iba a dejar en la altura de la mierda.
La bruja al menos mostró un pequeño interés en la ladrona al menos preguntando su estado. Tan solo asintió emitiendo un sonido un carrasposo y en parte hostil.Agarró la mano que esta le había ofrecido y se puso de pie mientras parecía que se colocaba en posición de desafío. Ni siquiera la interrupción de uno de los visitantes, que trataba sacar beneficio del combate que estaba apunto de comenzar , y las grandes respuestas toscas a la de vez cómicas para la joven ladrona, no le provocado la mínima risa.La rabia comenzaba a crecer en su interior, y Huracán fue consciente de ello, cuando la palma de su mano derecha hizo una señal para que permaneciera quieta, segundos después lanzó a dicha elfa por los aires con su viento.
-No voy a quedarme quieta- Apretó los dientes, como si de un lobo se tratase. Enseñar los dientes cuando algo te perturbaba la paz interior.Desenganchó su bastón y emprendió el trote sin importar que su compañera estaba ya preparada para un nuevo ataque.
Le daba igual si la tiraba por el suelo con su viento. Antes, aquella mujer molesta sabría que a pesar de ser una simple humana, descubriría de que pasta estaba hecha.Calculó el momento exacto en el que se estaba poniendo de pie para golpear con el apoyo de su bastón en su estomago, acto seguido mientras recibió el golpe que la hizo escupir, cogió su cabeza y con fuerza la impacto contra el suelo.-Regla número uno: Nunca subestimes a alguien que te parece débil- Dijo mientras se alejaba unos pasos atrás y la señalaba con el dicho bastón.
-¿Acaso no queráis un espectáculo?- Comentó a todo el publico incluyendo al hombre que trató de hacer porra con Huracán.
A partir de ahora, Runa le quedaba claro, que si hacia falta se partía la cabeza antes que una ignorante la menospreciara.
La bruja al menos mostró un pequeño interés en la ladrona al menos preguntando su estado. Tan solo asintió emitiendo un sonido un carrasposo y en parte hostil.Agarró la mano que esta le había ofrecido y se puso de pie mientras parecía que se colocaba en posición de desafío. Ni siquiera la interrupción de uno de los visitantes, que trataba sacar beneficio del combate que estaba apunto de comenzar , y las grandes respuestas toscas a la de vez cómicas para la joven ladrona, no le provocado la mínima risa.La rabia comenzaba a crecer en su interior, y Huracán fue consciente de ello, cuando la palma de su mano derecha hizo una señal para que permaneciera quieta, segundos después lanzó a dicha elfa por los aires con su viento.
-No voy a quedarme quieta- Apretó los dientes, como si de un lobo se tratase. Enseñar los dientes cuando algo te perturbaba la paz interior.Desenganchó su bastón y emprendió el trote sin importar que su compañera estaba ya preparada para un nuevo ataque.
Le daba igual si la tiraba por el suelo con su viento. Antes, aquella mujer molesta sabría que a pesar de ser una simple humana, descubriría de que pasta estaba hecha.Calculó el momento exacto en el que se estaba poniendo de pie para golpear con el apoyo de su bastón en su estomago, acto seguido mientras recibió el golpe que la hizo escupir, cogió su cabeza y con fuerza la impacto contra el suelo.-Regla número uno: Nunca subestimes a alguien que te parece débil- Dijo mientras se alejaba unos pasos atrás y la señalaba con el dicho bastón.
-¿Acaso no queráis un espectáculo?- Comentó a todo el publico incluyendo al hombre que trató de hacer porra con Huracán.
A partir de ahora, Runa le quedaba claro, que si hacia falta se partía la cabeza antes que una ignorante la menospreciara.
Runa Thorgil
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“Los brujos son seres despreciables. Nos han hecho mucho daño. Sobre ellos pesa la carga de la muerte de nuestros ancestros, aquellos que lucharon con valor por defender nuestras tierras. Mas no pudieron. Los brujos son traicioneros, destructivos, deleznables… Y es vuestra misión defender a vuestros hermanos, vengar a aquellos que cayeron por nosotros, cubrir de honra a nuestro pueblo.”
Esa y otras enseñanzas parecidas eran las que recibían desde muy, muy pequeños, los elfos del clan Eytherzair. El ver a un brujo les suponía un rechazo muy grande y unas ganas casi irrefrenables de matarlo y entregar su cabeza a los miembros del Caercilcarn para cubrirse de gloria. Por eso la elfa miraba con tanto resentimiento a la muchacha que se había entrometido donde no la llamaban. Por un momento vio una de sus flechas atravesándole el ojo a la hechicera y saliendo la punta por la parte de la coronilla. El sonido del virote volando y atravesando el cráneo era bastante desagradable para la gente, pero si era para ajusticiar a alguien, el sonido era casi armonioso. Y más si era contra un brujo.
Sin embargo, no era así. La humana estaba levantándose, mientras la elfa se había girado hacia muchacha morena y la miraba con total desprecio. –Tienes pinta de que arderías muy bien en una hoguera, bruja.
Después de eso miró a los que intentaban vitorear y hacer espectáculo, odiaba sentirse observada. Giró la cabeza a ambos lados buscando que esa gente se fuera, alguna forma para que se largasen de allí y siguieran con su vida. No se dio cuenta de que el viento había empezado a soplar y, una ráfaga, la lanzó unos metros hacia atrás. –Ittee taar…
Iba a responder a ese comentario de la bruja sobre que era mejor que ella. ¿Mejor? ¿Qué una elfa? No había frase más ridícula que decir, pero no le dio tiempo a contestar de vuelta. De pronto recibió un golpe en el estómago que la hizo perder el aliento por un segundo. Después lo que notó fue un fuerte choque contra la piedra de las calles de Vulwulfar. Notó la humedad de la sangre, como si resbalase, el frío de la roca y se sentía un poco mareada ante tal golpe, estaba como desubicada durante apenas unos segundos, los que tardó en incorporarse y ver a la miserable humana apuntándola con el bastón. ¿¡Cómo alguien tan débil se atrevía siquiera a mirarla!?
De un fuerte tirón atrajo el bastón hacia ella, agarrándolo lo más cerca posible de donde lo tenía la humana y lo hizo girar para que lo soltase si no quería hacerse daño en las manos, aprovechando el giro la golpeó a ella en la cabeza. De otro tiró le arrancó el arma de las manos y lo tiró hacia donde estaban los espectadores, con mala gana. –Regla número dos: Aprende que eres inferior.
Cargó el arco y apuntó a Runa en la cabeza. Quería matarla. La tenía tan cerca que sabía que si en ese momento soltaba la cuerda, ella moriría. Lo deseaba. Pero... ¿Arrebatar una vida por un impulso? No, eso no estaba bien. Sólo era justificable si la víctima era un brujo y tampoco sería impulso, viendo las masacres que realizaron con sus antepasados.
No matar pero, ¿herir? Ella le había hecho daño, aún notaba la sangre en su cara. Así que apuntó y disparó, pero bajando el arco para que la flecha impactase contra su pierna. Ya sí que no tenía miramientos con ella. Había intentado apartarla y centrarse en la bruja, había tratado de no hacerla daño, viendo que parecía muy débil, pero la había golpeado tan fuerte que iba a vengarse. Aunque no pretendiera acabar con su, ya, miserable vida.
Notaba la sangre correr por su mejilla izquierda y por la parte de su sien, se había hecho un par de cortes al haber chocado contra la piedra y los notaba palpitar, pero a pesar de todo no le dolían. Eran la rabia y el orgullo lo que le pesaban, más que las heridas físicas.
Justo al disparar levantó el arco y, con la mano libre, se pasó la manga por la cara, manchándose la tela y arrastrando parte de la sangre por su cara. A pesar de eso le seguía saliendo.
Con el mismo movimiento de limpiarse la cara, aprovechó y sacó otra flecha del carcarj y con ella apuntó a la bruja, sin decir nada.
Esa y otras enseñanzas parecidas eran las que recibían desde muy, muy pequeños, los elfos del clan Eytherzair. El ver a un brujo les suponía un rechazo muy grande y unas ganas casi irrefrenables de matarlo y entregar su cabeza a los miembros del Caercilcarn para cubrirse de gloria. Por eso la elfa miraba con tanto resentimiento a la muchacha que se había entrometido donde no la llamaban. Por un momento vio una de sus flechas atravesándole el ojo a la hechicera y saliendo la punta por la parte de la coronilla. El sonido del virote volando y atravesando el cráneo era bastante desagradable para la gente, pero si era para ajusticiar a alguien, el sonido era casi armonioso. Y más si era contra un brujo.
Sin embargo, no era así. La humana estaba levantándose, mientras la elfa se había girado hacia muchacha morena y la miraba con total desprecio. –Tienes pinta de que arderías muy bien en una hoguera, bruja.
Después de eso miró a los que intentaban vitorear y hacer espectáculo, odiaba sentirse observada. Giró la cabeza a ambos lados buscando que esa gente se fuera, alguna forma para que se largasen de allí y siguieran con su vida. No se dio cuenta de que el viento había empezado a soplar y, una ráfaga, la lanzó unos metros hacia atrás. –Ittee taar…
Iba a responder a ese comentario de la bruja sobre que era mejor que ella. ¿Mejor? ¿Qué una elfa? No había frase más ridícula que decir, pero no le dio tiempo a contestar de vuelta. De pronto recibió un golpe en el estómago que la hizo perder el aliento por un segundo. Después lo que notó fue un fuerte choque contra la piedra de las calles de Vulwulfar. Notó la humedad de la sangre, como si resbalase, el frío de la roca y se sentía un poco mareada ante tal golpe, estaba como desubicada durante apenas unos segundos, los que tardó en incorporarse y ver a la miserable humana apuntándola con el bastón. ¿¡Cómo alguien tan débil se atrevía siquiera a mirarla!?
De un fuerte tirón atrajo el bastón hacia ella, agarrándolo lo más cerca posible de donde lo tenía la humana y lo hizo girar para que lo soltase si no quería hacerse daño en las manos, aprovechando el giro la golpeó a ella en la cabeza. De otro tiró le arrancó el arma de las manos y lo tiró hacia donde estaban los espectadores, con mala gana. –Regla número dos: Aprende que eres inferior.
Cargó el arco y apuntó a Runa en la cabeza. Quería matarla. La tenía tan cerca que sabía que si en ese momento soltaba la cuerda, ella moriría. Lo deseaba. Pero... ¿Arrebatar una vida por un impulso? No, eso no estaba bien. Sólo era justificable si la víctima era un brujo y tampoco sería impulso, viendo las masacres que realizaron con sus antepasados.
No matar pero, ¿herir? Ella le había hecho daño, aún notaba la sangre en su cara. Así que apuntó y disparó, pero bajando el arco para que la flecha impactase contra su pierna. Ya sí que no tenía miramientos con ella. Había intentado apartarla y centrarse en la bruja, había tratado de no hacerla daño, viendo que parecía muy débil, pero la había golpeado tan fuerte que iba a vengarse. Aunque no pretendiera acabar con su, ya, miserable vida.
Notaba la sangre correr por su mejilla izquierda y por la parte de su sien, se había hecho un par de cortes al haber chocado contra la piedra y los notaba palpitar, pero a pesar de todo no le dolían. Eran la rabia y el orgullo lo que le pesaban, más que las heridas físicas.
Justo al disparar levantó el arco y, con la mano libre, se pasó la manga por la cara, manchándose la tela y arrastrando parte de la sangre por su cara. A pesar de eso le seguía saliendo.
Con el mismo movimiento de limpiarse la cara, aprovechó y sacó otra flecha del carcarj y con ella apuntó a la bruja, sin decir nada.
- Anotación:
- Ittee taar: Puta bruja (Bruja en tono despectivo)
Última edición por Helyare el Dom 15 Ene 2017 - 22:04, editado 1 vez
Helyare
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Runa tomó el brazo que le había acercado para ayudarla a levantarse y se limpió el polvo que se le había quedado en la ropa, momento que la elfa aprovechó para dedicarme unas palabras llenas de odio y xenofobia como nunca nadie me había dicho, alegando que ardería muy bien en una hoguera. Puse una mueca de disgusto. Era la primera vez que me encontraba una elfa tan radical.
-¿Qué has dicho? – Repetí para ver si había oído bien. Lejos de escandalizarme por aquel episodio, me mantuve serena tratando de contener mis ganas de sacarle las tripas. Me mojé los labios lanzándole una mirada sentenciante.
Para colmo, Runa indicó que no iba a dejar que aquello terminase allí, vaciló a la elfa y alentó al público. Pero la montaciervos, lejos de guardarse su opinión demostró que no sólo tenía palabras para mí, sino también para la ladrona, a la que describió como “inferior”. Puse una mano delante de Runa por si acaso tenía el amago de salir a por ella como una loca, la joven ya había demostrado que tenía tanto o más carácter que yo, pero no era capaz de controlarlo de la manera en que yo lo hacía.
Sin embargo, la elfa, lejos de calmarse y largarse, tomó el arco y disparó una flecha a mi compañera. Aquella era la gota que colmaba el vaso. Un ataque gratuito y desproporcionado procedente de una insensata. Haciéndolo en una plaza pública de día y delante de todo el populacho. – ¡Cuidado! – grité a Runa, para tratar de alertarla para que esquivase el golpe. Giré la cabeza hacia nuestra adversaria, que en ese momento vi como cargaba una nueva flecha en su arco, pero esta vez me apuntaba a mí. – ¿Pero qué haces, pirada? – le dije observando su flecha.
Cuando destensó su arma flexioné mis rodillas y traté de esquivarla mediante una voltereta lateral, exhibiendo una gran agilidad gracias a mi buena forma física y al viento, que sobre mis pies me ayudaba a elevarme y me permitía realizar un amplio repertorio de piruetas imposibles.
Elevando mis piernas por encima de mi cuerpo, conseguí evitar que me diese de lleno en el torso, pero esto no bastó para que la flecha me rozase la pierna y me dejase una herida teñida de sangre en el muslo. Caí de pie, aunque algo desequilibrada. Lo primero que hice fue quejarme y llevarme la mano a la pierna. Escocía bastante, pero no era más que una nueva cicatriz a las muchas que ya tenía. Alcé la mirada de nuevo, ahora sí, hastiada y llena de odio. - Regla número tres: Nunca me toques los ovarios. – aquella estúpida xenófoba iba a enterarse de por qué me llamaban Huracán. Le daría tal paliza que terminaría suplicando por su vida.
Ante la expectación de la gente, comencé a correr y a realizar piruetas, manteniendo la distancia con ella. Disparándole con las ballestas pequeñas a pares y deslizándome por el suelo por varios metros para llegar hasta los puestos del mercado y ponerme a cubierto cada vez que me disparaba una flecha. - ¿Qué pasa, orejuda? ¿No puedes volver a darme? – vacilé con una sonrisa sin perder de vista dónde estaba Runa, que seguro que planeaba hacer una de las suyas.
Cuando me quedé sin virotes en las ballestas, clavé la rodilla en el suelo y me dejé deslizar para esconderme detrás de un puesto de verdura, abrí la faltriquera y me puse a recargar los virotes de ambas armas con rapidez. No fui capaz de ver si alguno de los que le había disparado le había alcanzado o no, pero tenía bastantes más virotes en mi faltriquera con los que gustosamente perforaría a aquella elfa engreída.
Buscando sorprenderla, volví a salir de mi escondrijo con una enorme voltereta sobre el aire, saltando por encima del puesto, caí de pie y en carrera corrí hacia ella, estirando el brazo con todas mis fuerzas. - ¡Ash balla ná! – grité en dirección a la elfa. Y una fuerte corriente de aire se fue recta a por la mano con la que sujetaba el arco. Buscaba desarmarla, de esta manera Runa, si estaba atenta, podría quitarle el arco y sus posibilidades de salir victoriosa de aquella contienda se reducirían notablemente.
-¿Qué has dicho? – Repetí para ver si había oído bien. Lejos de escandalizarme por aquel episodio, me mantuve serena tratando de contener mis ganas de sacarle las tripas. Me mojé los labios lanzándole una mirada sentenciante.
Para colmo, Runa indicó que no iba a dejar que aquello terminase allí, vaciló a la elfa y alentó al público. Pero la montaciervos, lejos de guardarse su opinión demostró que no sólo tenía palabras para mí, sino también para la ladrona, a la que describió como “inferior”. Puse una mano delante de Runa por si acaso tenía el amago de salir a por ella como una loca, la joven ya había demostrado que tenía tanto o más carácter que yo, pero no era capaz de controlarlo de la manera en que yo lo hacía.
Sin embargo, la elfa, lejos de calmarse y largarse, tomó el arco y disparó una flecha a mi compañera. Aquella era la gota que colmaba el vaso. Un ataque gratuito y desproporcionado procedente de una insensata. Haciéndolo en una plaza pública de día y delante de todo el populacho. – ¡Cuidado! – grité a Runa, para tratar de alertarla para que esquivase el golpe. Giré la cabeza hacia nuestra adversaria, que en ese momento vi como cargaba una nueva flecha en su arco, pero esta vez me apuntaba a mí. – ¿Pero qué haces, pirada? – le dije observando su flecha.
Cuando destensó su arma flexioné mis rodillas y traté de esquivarla mediante una voltereta lateral, exhibiendo una gran agilidad gracias a mi buena forma física y al viento, que sobre mis pies me ayudaba a elevarme y me permitía realizar un amplio repertorio de piruetas imposibles.
Elevando mis piernas por encima de mi cuerpo, conseguí evitar que me diese de lleno en el torso, pero esto no bastó para que la flecha me rozase la pierna y me dejase una herida teñida de sangre en el muslo. Caí de pie, aunque algo desequilibrada. Lo primero que hice fue quejarme y llevarme la mano a la pierna. Escocía bastante, pero no era más que una nueva cicatriz a las muchas que ya tenía. Alcé la mirada de nuevo, ahora sí, hastiada y llena de odio. - Regla número tres: Nunca me toques los ovarios. – aquella estúpida xenófoba iba a enterarse de por qué me llamaban Huracán. Le daría tal paliza que terminaría suplicando por su vida.
Ante la expectación de la gente, comencé a correr y a realizar piruetas, manteniendo la distancia con ella. Disparándole con las ballestas pequeñas a pares y deslizándome por el suelo por varios metros para llegar hasta los puestos del mercado y ponerme a cubierto cada vez que me disparaba una flecha. - ¿Qué pasa, orejuda? ¿No puedes volver a darme? – vacilé con una sonrisa sin perder de vista dónde estaba Runa, que seguro que planeaba hacer una de las suyas.
Cuando me quedé sin virotes en las ballestas, clavé la rodilla en el suelo y me dejé deslizar para esconderme detrás de un puesto de verdura, abrí la faltriquera y me puse a recargar los virotes de ambas armas con rapidez. No fui capaz de ver si alguno de los que le había disparado le había alcanzado o no, pero tenía bastantes más virotes en mi faltriquera con los que gustosamente perforaría a aquella elfa engreída.
Buscando sorprenderla, volví a salir de mi escondrijo con una enorme voltereta sobre el aire, saltando por encima del puesto, caí de pie y en carrera corrí hacia ella, estirando el brazo con todas mis fuerzas. - ¡Ash balla ná! – grité en dirección a la elfa. Y una fuerte corriente de aire se fue recta a por la mano con la que sujetaba el arco. Buscaba desarmarla, de esta manera Runa, si estaba atenta, podría quitarle el arco y sus posibilidades de salir victoriosa de aquella contienda se reducirían notablemente.
Anastasia Boisson
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Un golpe efectivo que la había dejado noqueada por unos minutos.Runa cantaba victoria, la elfa tardaba en responder, mientras se levantaba del golpe y sangraba por todo el rostro.La chica hizo una mueca todavía apuntándola con el bastón tan confiada como la vida le había enseñado, pero como aprendes en las victorias, que ellas mismas pueden ser una absoluta derrota.
En este caso el combate era definitivo.
La elfa agarró su bastón fuerte y obligó a la ladrona a soltarlo lanzandolo lejos de su alcance.Se despistó, tan un solo segundo, un segundo lo suficientemente rápido para que la come hierbas le atizará un golpe en el ojo dejando una pequeña marca en el rabillo.¿Inferior?, aquella abraza arboles se había atrevido el lujo de llamarla inferior, alguien que sin duda necesitaba obligatoriamente un castigo sobre la moralidad.-No me mires con esa cara de puerca ¡Orco!- Respondió con desprecio ante la visitante, que por más avisos intentará dar Huracán, decidió disparar a su pierna y volver a ignorarla de nuevo.
La chica se arrancó la flecha velozmente, y con unas pequeñas vendas ató un nudo fuerte, lo suficiente para permitirle continuar en la batalla.La elfa y huracán comenzaron a hacer una batalla en la distancia, flechas volaban hacia la bruja, y ante una respuesta ya más seria virotes hacia la elfa. Runa se puso un momento a salvo.Detrás de una caja.
No podía evitar quitar la mirada ante el combate, tenía que fastidiar a aquella rumiante como fuera. Observó entre el poco publico ,un hombre regordete portando una cadena. En seguida la mente de la chica se le iluminó y se acercó esquivando como podía hasta él.-Verá, la voy a necesitar.-. Le comentó a aquel hombre que parecía tan simpático.
-¿ESTAS LOCA? ¿ACASO QUIERES QUE ESAS DOS ME PERFOREN EL CULO? Gritaba alterado.Gracias a los dioses, ninguna de las dos presentes se daba cuenta de lo que la chica tramaba.-La única que te volará es la cara cuervo y será la cabeza sino acabamos con esa elfa fea.- Respondió con gracia la chica saliendose con la suya.
Atrapó la cadena, y esperó el momento en el que una de las dos frenó. Huracán parecía haberse quedado sin munición, así que apuntó hacia el arco, entonces Runa aprovechó que la elfa atendía a la bruja para lanzar la cadena rodeando su muñeca e haciendo que soltará el arco a la fuerza.- ¡Vas a ver puerca!- Salió corriendo hacia el arco mientras Huracán todavía le apuntaba. Derrapó pero lo atrapó velozmente a pesar de las molestias de su pierna, y se aseguró ponerse a cubierto.
Ahora la táctica era "Misión enfadar a Huracán".
-¡Vamos Huri, no vas a dejar que una pordiosera te deje por los suelos. ¿Verdad?-
Conocía el carácter de la bruja. Sabia que si esa elfa continuaba en ese camino, no saldría al menos de pie de la ciudad.
En este caso el combate era definitivo.
La elfa agarró su bastón fuerte y obligó a la ladrona a soltarlo lanzandolo lejos de su alcance.Se despistó, tan un solo segundo, un segundo lo suficientemente rápido para que la come hierbas le atizará un golpe en el ojo dejando una pequeña marca en el rabillo.¿Inferior?, aquella abraza arboles se había atrevido el lujo de llamarla inferior, alguien que sin duda necesitaba obligatoriamente un castigo sobre la moralidad.-No me mires con esa cara de puerca ¡Orco!- Respondió con desprecio ante la visitante, que por más avisos intentará dar Huracán, decidió disparar a su pierna y volver a ignorarla de nuevo.
La chica se arrancó la flecha velozmente, y con unas pequeñas vendas ató un nudo fuerte, lo suficiente para permitirle continuar en la batalla.La elfa y huracán comenzaron a hacer una batalla en la distancia, flechas volaban hacia la bruja, y ante una respuesta ya más seria virotes hacia la elfa. Runa se puso un momento a salvo.Detrás de una caja.
No podía evitar quitar la mirada ante el combate, tenía que fastidiar a aquella rumiante como fuera. Observó entre el poco publico ,un hombre regordete portando una cadena. En seguida la mente de la chica se le iluminó y se acercó esquivando como podía hasta él.-Verá, la voy a necesitar.-. Le comentó a aquel hombre que parecía tan simpático.
-¿ESTAS LOCA? ¿ACASO QUIERES QUE ESAS DOS ME PERFOREN EL CULO? Gritaba alterado.Gracias a los dioses, ninguna de las dos presentes se daba cuenta de lo que la chica tramaba.-La única que te volará es la cara cuervo y será la cabeza sino acabamos con esa elfa fea.- Respondió con gracia la chica saliendose con la suya.
Atrapó la cadena, y esperó el momento en el que una de las dos frenó. Huracán parecía haberse quedado sin munición, así que apuntó hacia el arco, entonces Runa aprovechó que la elfa atendía a la bruja para lanzar la cadena rodeando su muñeca e haciendo que soltará el arco a la fuerza.- ¡Vas a ver puerca!- Salió corriendo hacia el arco mientras Huracán todavía le apuntaba. Derrapó pero lo atrapó velozmente a pesar de las molestias de su pierna, y se aseguró ponerse a cubierto.
Ahora la táctica era "Misión enfadar a Huracán".
-¡Vamos Huri, no vas a dejar que una pordiosera te deje por los suelos. ¿Verdad?-
Conocía el carácter de la bruja. Sabia que si esa elfa continuaba en ese camino, no saldría al menos de pie de la ciudad.
Runa Thorgil
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Re: Sangre y Prejuicio.[+18] [ 3/3] [Libre] [Cerrado]
Abrumada por todo lo que estaba sucediendo y casi sin pensarlo, Helyare estaba apuntando a la bruja con su arco. Ella sí merecía morir, tenía que pagar con su sangre la que habían hecho derramar los de su especie en las Guerras Illidenses. La humana no le era muy importante, total, sólo era una caminante zarrapastrosa que no tenía mucho más valor para ella. Pero esa bruja… Esa maldita bruja despertaba todo su odio. Además osaba responderle con altanería, eso era impensable. Desde siempre había sido educada en la superioridad con respecto a los hechiceros, ella se consideraba más que esa desgraciada, ¡y encima se atrevía a vacilarla!
Sin pensarlo mucho más destensó la cuerda para que la flecha saliese en dirección a la bruja, pero no la golpeó. Al ver esa voltereta los que estaban en la plaza vitoreaban. No habían sido capaces de ver más que la bruja había esquivado, por poco, un flechazo a gran velocidad. De pronto empezó una lluvia de virotes que la elfa trató de esquivar con gran velocidad, aunque al ser dobles, los primeros llegaron a rozarla. Uno de ellos rasgó parte de la piel de su brazo, un hilo de sangre empezó a manchar su camisa. El otro consiguió esquivarlo a tiempo, pero al instante volvió a escuchar los virotes abrirse paso a través del viento. De uno, uno de ellos volvió a rozarla, pero en la pierna, esta vez haciendo un tajo más profundo. El otro, atravesó su capa, rasgándola. ¡Esa maldita bruja!
O hacía algo rápido o acabaría atinando. Por suerte, no paraba quieta y no siempre acertaba con los virotes, aunque algunos de los que estaban observando recibieron los impactos, y unos pocos, de la peor manera posible. Un par de cuerpos cayeron desplomados al suelo. La gente empezó a asustarse de verdad y muchos se fueron de la plaza, donde había demasiados curiosos. Otros decidieron observar, pero a cubierto. Aún así nadie les garantizaba que estuvieran a salvo.
La elfa también lanzó un par de flechas más hacia la bruja, pero con nulo resultado. Tampoco quería sesgar la vida a los curiosos, así que trataba de lanzarlas cuando la bruja estaba en un sitio donde detrás no hubiese gente. Le molestaba que estuvieran observándola, que hablasen, apuntillasen, pero no quería llevarse a nadie por delante, no era una asesina sin alma. Sólo buscaba justicia. Y los humanos, a pesar de ser seres inferiores con ningún respeto por la naturaleza, no habían asesinado a los elfos durante tres guerras.
De nuevo la bruja salió de su escondite y justo apuntó de nuevo hacia ella. La tenía a tiro, pero una cadena se enrolló en su muñeca, haciendo que se moviese el arco y no pudiese apuntar. La apretaba, y justo en ese momento, su arma voló por una corriente de aire. La maldita humana cogió el arco y salió corriendo. Helyare trató de alcanzarla pero Runa se metió entre la gente que quedaba para ocultarse y no podía darle la espalda a la bruja, no cuando llevaba dos ballestas. La elfa se quedó mirándola fijamente, y empezó a moverme despacio. Observaba todo a su alrededor, sabía lo que iba a hacer.
De un sprint muy rápido se ocultó entre la poca gente que se había quedado a ver, usándolos como escudo a tiempo que seguía corriendo. Sabía donde había tirado el bastón de la humana, podía ver una parte de él cuando le habían arrebatado el arco. Lo agarró se acercó lo máximo que pudo a la bruja usando a los observadores como parapeto, quienes la miraban sorprendidos.
La elfa salió de entre la gente y de un barrido con el bastón de Runa, golpeó el tobillo de la bruja para desestabilizarla, el otro extremo del bastón lo hizo chocar contra uno de sus codos, con la intención de que una de las ballestas, al menos, cayese. Justo donde estaba, al lado de la bruja, aprovechó la posición en la que golpeaba su codo, para darle ella un codazo en la cara a la morena.
No era, ni mucho menos, experta en la lucha cuerpo a cuerpo, pero necesitaba hacer algo, al menos quitarle una de las ballestas o acabaría con un virote atravesándola en el pecho. No iba a rendirse ante una bruja. ¡Lucharía hasta el último aliento! No podía volver a caer en la deshonra… Y usaría lo que fuese para ello.
Sin pensarlo mucho más destensó la cuerda para que la flecha saliese en dirección a la bruja, pero no la golpeó. Al ver esa voltereta los que estaban en la plaza vitoreaban. No habían sido capaces de ver más que la bruja había esquivado, por poco, un flechazo a gran velocidad. De pronto empezó una lluvia de virotes que la elfa trató de esquivar con gran velocidad, aunque al ser dobles, los primeros llegaron a rozarla. Uno de ellos rasgó parte de la piel de su brazo, un hilo de sangre empezó a manchar su camisa. El otro consiguió esquivarlo a tiempo, pero al instante volvió a escuchar los virotes abrirse paso a través del viento. De uno, uno de ellos volvió a rozarla, pero en la pierna, esta vez haciendo un tajo más profundo. El otro, atravesó su capa, rasgándola. ¡Esa maldita bruja!
O hacía algo rápido o acabaría atinando. Por suerte, no paraba quieta y no siempre acertaba con los virotes, aunque algunos de los que estaban observando recibieron los impactos, y unos pocos, de la peor manera posible. Un par de cuerpos cayeron desplomados al suelo. La gente empezó a asustarse de verdad y muchos se fueron de la plaza, donde había demasiados curiosos. Otros decidieron observar, pero a cubierto. Aún así nadie les garantizaba que estuvieran a salvo.
La elfa también lanzó un par de flechas más hacia la bruja, pero con nulo resultado. Tampoco quería sesgar la vida a los curiosos, así que trataba de lanzarlas cuando la bruja estaba en un sitio donde detrás no hubiese gente. Le molestaba que estuvieran observándola, que hablasen, apuntillasen, pero no quería llevarse a nadie por delante, no era una asesina sin alma. Sólo buscaba justicia. Y los humanos, a pesar de ser seres inferiores con ningún respeto por la naturaleza, no habían asesinado a los elfos durante tres guerras.
De nuevo la bruja salió de su escondite y justo apuntó de nuevo hacia ella. La tenía a tiro, pero una cadena se enrolló en su muñeca, haciendo que se moviese el arco y no pudiese apuntar. La apretaba, y justo en ese momento, su arma voló por una corriente de aire. La maldita humana cogió el arco y salió corriendo. Helyare trató de alcanzarla pero Runa se metió entre la gente que quedaba para ocultarse y no podía darle la espalda a la bruja, no cuando llevaba dos ballestas. La elfa se quedó mirándola fijamente, y empezó a moverme despacio. Observaba todo a su alrededor, sabía lo que iba a hacer.
De un sprint muy rápido se ocultó entre la poca gente que se había quedado a ver, usándolos como escudo a tiempo que seguía corriendo. Sabía donde había tirado el bastón de la humana, podía ver una parte de él cuando le habían arrebatado el arco. Lo agarró se acercó lo máximo que pudo a la bruja usando a los observadores como parapeto, quienes la miraban sorprendidos.
La elfa salió de entre la gente y de un barrido con el bastón de Runa, golpeó el tobillo de la bruja para desestabilizarla, el otro extremo del bastón lo hizo chocar contra uno de sus codos, con la intención de que una de las ballestas, al menos, cayese. Justo donde estaba, al lado de la bruja, aprovechó la posición en la que golpeaba su codo, para darle ella un codazo en la cara a la morena.
No era, ni mucho menos, experta en la lucha cuerpo a cuerpo, pero necesitaba hacer algo, al menos quitarle una de las ballestas o acabaría con un virote atravesándola en el pecho. No iba a rendirse ante una bruja. ¡Lucharía hasta el último aliento! No podía volver a caer en la deshonra… Y usaría lo que fuese para ello.
Helyare
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Re: Sangre y Prejuicio.[+18] [ 3/3] [Libre] [Cerrado]
Esa elfa era insistente. Era tal su odio hacia los brujos que ignoraba por completo a Runa, que era la que había empezado el conflicto, para centrarse totalmente en mí. Craso error por su parte, yo era bastante más violenta y peligrosa que la humana.
Cuando salí de mi escondrijo para ir a por ella pude ver como una cadena rodeaba la mano de la elfa, desequilibrándola, con la corriente de aire que generé conseguí que su arco saliese por los aires lejos de ella. Ahora estaba desarmada y me resultaría más fácil derrotarla. Desenfundé de nuevo mis ballestas y le disparé pero la elfa desapareció como una exhalación y se mezcló entre la gente. Quedé expectante mirando por todos lados, a ver dónde se había escondido.
Runa tuvo palabras de ánimo para mí que más que animarme me encabronaron aún más. ¿Dejarme por los suelos a mí? ¿Esa elfa pueblerina? Apreté los dientes. En cuanto saliese de su escondrijo le daría todavía más fuerte por aquellas palabras de la humana, que parecía estar herida por el flechazo que la elfa le había asestado. Esa estúpida pagaría por haber dañado a mi compañera, y pagaría por su racismo contra mi raza.
Con un grito salió de entre la multitud con el bastón de Runa, que parecía haber cogido, conseguí verla pero me pilló de improviso, me golpeó en el tobillo, haciendo que mi rodilla cediera, luego en un rápido movimiento me golpeó en la mano, haciéndome perder una de mis ballestas y, por la inercia, me dio un codazo en la nariz, rodé por el suelo para zafarme de la serie de movimientos rápidos que estaba haciendo y quedé con una rodilla en el suelo y la otra flexionada.
Un hilo de sangre que caía por la nariz recorría ahora mis labios y mi mentón. Sin quejarme, me lo quité con la mano. ¿Se creía victoriosa? Craso error para ella, iba a necesitar mucho más que atizarme con un palo para dejarme inconsciente. – Te vas a enterar. – le dije para mí misma y, arrodillada como estaba, realicé un elevado salto con voltereta en el aire ayudándome de los poderes del viento.
Volé por encima de ella y caí a su espalda. - ¡Ash balla ná! – grité desde su espalda. Haciéndola salir despedida de bruces contra el puesto de madera de un vendedor de hortalizas, que por el impacto de la elfa pronto rodarían las lechugas y los tomates. Pero no la dejaría ahí, sino que corrí hacia ella sin darle un respiro. Tenía todavía mi daga, una ballesta de mano y mi ballesta pesada, pero no las utilizaría todavía.
Mientras trataba de despertar del susto todavía, de espaldas a mí como había llegado la tomé por la cabeza y se la estampé con todas mis fuerzas contra el estante de madera. – Dime ahora. – La levanté por la ropa, la volví a tomar por la cabeza y se la estampé contra uno de los postes de madera laterales que sujetaban el techo del puestito. – Quién de nosotras. – La giré contra mí para vernos el rostro a escasos centímetros. Quería ver su estúpida cara sangrante por mis golpes y quería que ella fuese consciente de cómo una bruja, sí, una bruja, le partía la cara. – Es la inferior. – Puñetazo en toda la cara para derribarla por completo y hacerla comer el suelo. Le di tan fuerte que hasta me hice daño en la mano.
Estaba fuera de mis casillas. Me volví a limpiar la sangre que todavía brotaba de mi nariz. Odiaba que la gente me insultara gratuitamente. – Mírate, eres el firme reflejo de tu sociedad decadente. Das pena. – le decía muy alterada, para seguir haciéndola enfadar y, simultáneamente, para humillarla delante de todo el gentío. No opinaba así con respecto a los elfos, de hecho, tenía buenas amigas elfas como Níniel Thenidiel, pero sabía que aquellas palabras le dolerían más que cualquier golpe que le realizara, y máxime tras verse rodando por el suelo ante una bruja. Poniéndome en la piel de ella, aquello tenía que ser un auténtico golpe para su orgullo. – ¿No os han bastado tres guerras para daros cuenta de que sois unos perdedores? ¿De que siempre lo seguiréis siendo?– negué con la cabeza un par de veces, tratando de tranquilizarme y bajando la guardia ligeramente. Imaginaba que no volvería a levantarse… ¿o sí? ¿Se rendiría y aceptaría su inferioridad o seguiría dando guerra?
*Uso de habilidad de nivel 1: Medio naturalCuando salí de mi escondrijo para ir a por ella pude ver como una cadena rodeaba la mano de la elfa, desequilibrándola, con la corriente de aire que generé conseguí que su arco saliese por los aires lejos de ella. Ahora estaba desarmada y me resultaría más fácil derrotarla. Desenfundé de nuevo mis ballestas y le disparé pero la elfa desapareció como una exhalación y se mezcló entre la gente. Quedé expectante mirando por todos lados, a ver dónde se había escondido.
Runa tuvo palabras de ánimo para mí que más que animarme me encabronaron aún más. ¿Dejarme por los suelos a mí? ¿Esa elfa pueblerina? Apreté los dientes. En cuanto saliese de su escondrijo le daría todavía más fuerte por aquellas palabras de la humana, que parecía estar herida por el flechazo que la elfa le había asestado. Esa estúpida pagaría por haber dañado a mi compañera, y pagaría por su racismo contra mi raza.
Con un grito salió de entre la multitud con el bastón de Runa, que parecía haber cogido, conseguí verla pero me pilló de improviso, me golpeó en el tobillo, haciendo que mi rodilla cediera, luego en un rápido movimiento me golpeó en la mano, haciéndome perder una de mis ballestas y, por la inercia, me dio un codazo en la nariz, rodé por el suelo para zafarme de la serie de movimientos rápidos que estaba haciendo y quedé con una rodilla en el suelo y la otra flexionada.
Un hilo de sangre que caía por la nariz recorría ahora mis labios y mi mentón. Sin quejarme, me lo quité con la mano. ¿Se creía victoriosa? Craso error para ella, iba a necesitar mucho más que atizarme con un palo para dejarme inconsciente. – Te vas a enterar. – le dije para mí misma y, arrodillada como estaba, realicé un elevado salto con voltereta en el aire ayudándome de los poderes del viento.
Volé por encima de ella y caí a su espalda. - ¡Ash balla ná! – grité desde su espalda. Haciéndola salir despedida de bruces contra el puesto de madera de un vendedor de hortalizas, que por el impacto de la elfa pronto rodarían las lechugas y los tomates. Pero no la dejaría ahí, sino que corrí hacia ella sin darle un respiro. Tenía todavía mi daga, una ballesta de mano y mi ballesta pesada, pero no las utilizaría todavía.
Mientras trataba de despertar del susto todavía, de espaldas a mí como había llegado la tomé por la cabeza y se la estampé con todas mis fuerzas contra el estante de madera. – Dime ahora. – La levanté por la ropa, la volví a tomar por la cabeza y se la estampé contra uno de los postes de madera laterales que sujetaban el techo del puestito. – Quién de nosotras. – La giré contra mí para vernos el rostro a escasos centímetros. Quería ver su estúpida cara sangrante por mis golpes y quería que ella fuese consciente de cómo una bruja, sí, una bruja, le partía la cara. – Es la inferior. – Puñetazo en toda la cara para derribarla por completo y hacerla comer el suelo. Le di tan fuerte que hasta me hice daño en la mano.
Estaba fuera de mis casillas. Me volví a limpiar la sangre que todavía brotaba de mi nariz. Odiaba que la gente me insultara gratuitamente. – Mírate, eres el firme reflejo de tu sociedad decadente. Das pena. – le decía muy alterada, para seguir haciéndola enfadar y, simultáneamente, para humillarla delante de todo el gentío. No opinaba así con respecto a los elfos, de hecho, tenía buenas amigas elfas como Níniel Thenidiel, pero sabía que aquellas palabras le dolerían más que cualquier golpe que le realizara, y máxime tras verse rodando por el suelo ante una bruja. Poniéndome en la piel de ella, aquello tenía que ser un auténtico golpe para su orgullo. – ¿No os han bastado tres guerras para daros cuenta de que sois unos perdedores? ¿De que siempre lo seguiréis siendo?– negué con la cabeza un par de veces, tratando de tranquilizarme y bajando la guardia ligeramente. Imaginaba que no volvería a levantarse… ¿o sí? ¿Se rendiría y aceptaría su inferioridad o seguiría dando guerra?
Anastasia Boisson
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Re: Sangre y Prejuicio.[+18] [ 3/3] [Libre] [Cerrado]
La cadena rodeó la muñeca de la miserable, tensa provocando gracias a la ráfaga de viento que el arco se soltará y la ladrona, hábil lo atrapara antes que la orejuda le diera alcance.Entre el gentío lograba darle esquinazo, detrás de aquellos hombres bestias bien portados y suficientemente grandes para que no pudiera localizarla, tenía que volver a apretar el nudo de la pierna, que a la carrera se lo había debilitado y ponerse manos a la obra.
Se apretó apoyada en uno de los puestos de pociones, se apretó el nudo mientras por el rabillo observaba como iba la bruja contra ella. Parecía que sus palabras habían dado efecto, el orgullo de Huracán en ocasiones era tan imparable, tan abrasador que no permitiría que una simple elfa de la calle, ni siquiera un instante la pusiera en duda. Aquella elfa salía del montón, y atrevida de coger su preciado bastón para golpear primero el tobillo de la bruja, seguido de un golpe en la mano para desarmarla y un codazo en la nariz.Pudo ver la sangre correr por sus labios.-Vamos Huri, tú vales más que esta pordiosera.- Se susurró a si misma mientras trataba de encontrar algo que lanzar contra aquella chupa savias.
Las cosas cambiaban, mientras entre los trozos de las tiendas rotas, encontraba lo que parecía ser una especie de estaca. Los creyentes de los vampiros era sumamente cuidadosos con el tema, así que no solían presumir con una de ellas en el cuello, y mucho menos si apenas sabias batallar. La atrapo en su mano derecha, y dispuesta para ver como lo lanzaba a través de arco, observó a una Huri levitando y mandando volar a la otra contra el puesto de hortalizas.-¡ACABA CON ELLA!- Se grito de efusividad se escuchó durante toda la plaza.
Se puso encima de ella, Huri estaba encima de ella y no hacia más que golpearla constantemente, contra todo. Hasta que la dejo tirada, en el suelo, mostrando su vergüenza ante una sociedad que ella repudiaba, estaba mostrada como un ser inferior, tal y como ella decía, y por si no fuera poco, la ladrona salió entre el gentío hacia ambas, pasando el arco a Huracán en una milésima de segundo aprovechó que la mugre se levantaba lentamente por el golpe, para golpear su cabeza con la misma pierna a la que había disparado.
El golpe no había sido tan fuerte gracias a la herida, así que podría volver a levantarse de nuevo.
-Eres una verguenza , Elfa . - Dijo dando pasos atrás al lado de Huracán.
Se apretó apoyada en uno de los puestos de pociones, se apretó el nudo mientras por el rabillo observaba como iba la bruja contra ella. Parecía que sus palabras habían dado efecto, el orgullo de Huracán en ocasiones era tan imparable, tan abrasador que no permitiría que una simple elfa de la calle, ni siquiera un instante la pusiera en duda. Aquella elfa salía del montón, y atrevida de coger su preciado bastón para golpear primero el tobillo de la bruja, seguido de un golpe en la mano para desarmarla y un codazo en la nariz.Pudo ver la sangre correr por sus labios.-Vamos Huri, tú vales más que esta pordiosera.- Se susurró a si misma mientras trataba de encontrar algo que lanzar contra aquella chupa savias.
Las cosas cambiaban, mientras entre los trozos de las tiendas rotas, encontraba lo que parecía ser una especie de estaca. Los creyentes de los vampiros era sumamente cuidadosos con el tema, así que no solían presumir con una de ellas en el cuello, y mucho menos si apenas sabias batallar. La atrapo en su mano derecha, y dispuesta para ver como lo lanzaba a través de arco, observó a una Huri levitando y mandando volar a la otra contra el puesto de hortalizas.-¡ACABA CON ELLA!- Se grito de efusividad se escuchó durante toda la plaza.
Se puso encima de ella, Huri estaba encima de ella y no hacia más que golpearla constantemente, contra todo. Hasta que la dejo tirada, en el suelo, mostrando su vergüenza ante una sociedad que ella repudiaba, estaba mostrada como un ser inferior, tal y como ella decía, y por si no fuera poco, la ladrona salió entre el gentío hacia ambas, pasando el arco a Huracán en una milésima de segundo aprovechó que la mugre se levantaba lentamente por el golpe, para golpear su cabeza con la misma pierna a la que había disparado.
El golpe no había sido tan fuerte gracias a la herida, así que podría volver a levantarse de nuevo.
-Eres una verguenza , Elfa . - Dijo dando pasos atrás al lado de Huracán.
Runa Thorgil
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Re: Sangre y Prejuicio.[+18] [ 3/3] [Libre] [Cerrado]
El grito de la bruja presagiaba lo inminente: una corriente de viento empujó a la elfa contra un puesto de verduras. El hombre que regentaba ese lugarcito salió corriendo en cuanto vio el cuerpo de la muchacha volando hacia su negocio. Ella se estampó contra el expositor tirando todo lo que había. El golpe había sido fuerte pero había conseguido cubrirse con los brazos para que su cara no resultase tan perjudicada.
Al instante, la bruja apareció detrás de Helyare y la estampó, de nuevo, contra uno de los estantes, esta vez sí que su cara golpeó la madera, agravando la brecha que ya tenía a un lado de la frente y haciendo que saliera más sangre, manchando su rostro, y abrió otra herida en uno de sus pómulos. Todavía se sentía confusa del primer golpe, ahora lo estaba mucho más. Sin darle tiempo a recuperarse, volvió a estamparla contra el puesto. La elfa podía escuchar lo que decía, pero estaba bastante confusa por los golpes, hasta que quedó frente a Huracán, mientras esta la sujetaba.
Justo en cuanto acabó de pronunciar la última sílaba, Helyare le escupió en la cara a la bruja, manchándola con la sangre que caía por su rostro hasta su boca, dejándola un buen reguero carmesí que se confundía con la propia de la bruja. Su acto no quedó impune y al instante recibió otro golpe que la dejó en el suelo. Se intentó incorporar, viendo la sangre que goteaba al suelo y lo teñía con manchones. Esa era su sangre… Rara vez la había visto en el suelo. Podía decirse que esta era la segunda vez que su propia sangre era derramada.
Y mientras esa maldita bruja que no callaba. Lo de las guerras tocó mucho el orgullo de la elfa, era algo que llevaba muy dentro como para que esa maldita se riera de lo que su asquerosa raza había hecho, de las atrocidades que habían cometido. ¡Los brujos debían morir! Desde su salida de Sandorai, esos desgraciados habían causado problemas a la elfa y cada vez deseaba más acabar con ellos.
La humana también colaboró dándole una patada que la hizo flaquear y caer al suelo. Esa maldita desgraciada no podía hacer las cosas sola. Se volvió a incorporar, resoplando para quitarse la sangre que se acumulaba en su boca y se puso, finalmente, de pie, para quedar a la altura de la bruja que ahora llevaba su arco. La sucia humana se lo había dado y en cuanto vio que la hechicera llevaba su arma su rostro cambió. –Aparta tus manos de mi arco. –Dijo con todo el odio del mundo.
Su arma nunca se la había dejado tocar a nadie y que esa bruja repulsiva lo tuviera en sus manos le revolvía el estómago. La gente empezaba a alejarse más de donde se desarrollaba la batalla y algunos habían optado por llamar a los guardias de la ciudad para que deshicieran el entuerto.
Mientras tanto, Helyare no iba a rendirse ante un ser así. Era imposible que a alguien a quien habían educado para llegar a morir en una batalla decidiera retirarse e irse. Y menos después de que esa mujer se riera de lo ocurrido en las guerras y la llamase inferior.
Ignorando a la humana, le soltó un puñetazo a la bruja y, valiéndose de la conmoción, le quitó el arco de un tirón, aprovechando también para quitarle la daga que llevaba colgada en el muslo y propinarle un rodillazo en el estómago. Fueron movimientos rápidos, quería hacerlo todo antes de que ella se recobrase y volviese a atacar con sus corrientes de aire. De nuevo volvía a tener el arco en su poder y eso le daba más seguridad. Pero también tenía la daga de la bruja y a ella muy cerca, así que de un movimiento le hizo un corte en el pómulo a Huracán con su propia arma. Fue un momento de ira incontrolada. Si bien podía haber intentado matarla haciendo el corte en el cuello o habérsela clavado en algún punto vital, no lo había hecho. Se había conformado con dejarle una marca en la cara. Si no curaba bien, esa cicatriz le dejaría un buen recuerdo de los elfos. Esos a los que creía inferiores.
Mas no estaba todo hecho: la humana seguía por ahí y, aunque no era su enemigo directo estando la bruja presente, sí que era muy molesta. A ella también le propinó un codazo en la cara para hacer que perdiera el equilibro y después le dio una patada en la rodilla de la pierna que tenía herida. No quería que molestara más ni que ayudase a la mujer, a quien volvió a mirar, mientras seguía jugando con su daga. –Los brujos sois los inferiores, quienes corrompéis la magia, un poder que no os merecéis. –Escupió las palabras con asco al dirigirse a ella. –¿Eres capaz de reírte de la masacre que cometieron los tuyos? –Se apartó la sangre de la cara usando la manga de la camisa y se colocó el arco a la espalda. –Los brujos no merecéis la vida pues no apreciáis ninguna otra.
Agarró a Huracán del cuello y la empotró contra el suelo, colocando la daga en esa parte de su cuerpo. Quería acabar con esa bruja, pero no ser ella quien sesgase una vida así, delante de todos. Sabía que las muertes no debían ser un ejercicio público. –Ahora mismo podría matarte y vengar con tu sangre la que hicisteis derramar en las guerras. Te enseñaría lo que es no apreciar una vida.
Al instante, la bruja apareció detrás de Helyare y la estampó, de nuevo, contra uno de los estantes, esta vez sí que su cara golpeó la madera, agravando la brecha que ya tenía a un lado de la frente y haciendo que saliera más sangre, manchando su rostro, y abrió otra herida en uno de sus pómulos. Todavía se sentía confusa del primer golpe, ahora lo estaba mucho más. Sin darle tiempo a recuperarse, volvió a estamparla contra el puesto. La elfa podía escuchar lo que decía, pero estaba bastante confusa por los golpes, hasta que quedó frente a Huracán, mientras esta la sujetaba.
Justo en cuanto acabó de pronunciar la última sílaba, Helyare le escupió en la cara a la bruja, manchándola con la sangre que caía por su rostro hasta su boca, dejándola un buen reguero carmesí que se confundía con la propia de la bruja. Su acto no quedó impune y al instante recibió otro golpe que la dejó en el suelo. Se intentó incorporar, viendo la sangre que goteaba al suelo y lo teñía con manchones. Esa era su sangre… Rara vez la había visto en el suelo. Podía decirse que esta era la segunda vez que su propia sangre era derramada.
Y mientras esa maldita bruja que no callaba. Lo de las guerras tocó mucho el orgullo de la elfa, era algo que llevaba muy dentro como para que esa maldita se riera de lo que su asquerosa raza había hecho, de las atrocidades que habían cometido. ¡Los brujos debían morir! Desde su salida de Sandorai, esos desgraciados habían causado problemas a la elfa y cada vez deseaba más acabar con ellos.
La humana también colaboró dándole una patada que la hizo flaquear y caer al suelo. Esa maldita desgraciada no podía hacer las cosas sola. Se volvió a incorporar, resoplando para quitarse la sangre que se acumulaba en su boca y se puso, finalmente, de pie, para quedar a la altura de la bruja que ahora llevaba su arco. La sucia humana se lo había dado y en cuanto vio que la hechicera llevaba su arma su rostro cambió. –Aparta tus manos de mi arco. –Dijo con todo el odio del mundo.
Su arma nunca se la había dejado tocar a nadie y que esa bruja repulsiva lo tuviera en sus manos le revolvía el estómago. La gente empezaba a alejarse más de donde se desarrollaba la batalla y algunos habían optado por llamar a los guardias de la ciudad para que deshicieran el entuerto.
Mientras tanto, Helyare no iba a rendirse ante un ser así. Era imposible que a alguien a quien habían educado para llegar a morir en una batalla decidiera retirarse e irse. Y menos después de que esa mujer se riera de lo ocurrido en las guerras y la llamase inferior.
Ignorando a la humana, le soltó un puñetazo a la bruja y, valiéndose de la conmoción, le quitó el arco de un tirón, aprovechando también para quitarle la daga que llevaba colgada en el muslo y propinarle un rodillazo en el estómago. Fueron movimientos rápidos, quería hacerlo todo antes de que ella se recobrase y volviese a atacar con sus corrientes de aire. De nuevo volvía a tener el arco en su poder y eso le daba más seguridad. Pero también tenía la daga de la bruja y a ella muy cerca, así que de un movimiento le hizo un corte en el pómulo a Huracán con su propia arma. Fue un momento de ira incontrolada. Si bien podía haber intentado matarla haciendo el corte en el cuello o habérsela clavado en algún punto vital, no lo había hecho. Se había conformado con dejarle una marca en la cara. Si no curaba bien, esa cicatriz le dejaría un buen recuerdo de los elfos. Esos a los que creía inferiores.
Mas no estaba todo hecho: la humana seguía por ahí y, aunque no era su enemigo directo estando la bruja presente, sí que era muy molesta. A ella también le propinó un codazo en la cara para hacer que perdiera el equilibro y después le dio una patada en la rodilla de la pierna que tenía herida. No quería que molestara más ni que ayudase a la mujer, a quien volvió a mirar, mientras seguía jugando con su daga. –Los brujos sois los inferiores, quienes corrompéis la magia, un poder que no os merecéis. –Escupió las palabras con asco al dirigirse a ella. –¿Eres capaz de reírte de la masacre que cometieron los tuyos? –Se apartó la sangre de la cara usando la manga de la camisa y se colocó el arco a la espalda. –Los brujos no merecéis la vida pues no apreciáis ninguna otra.
Agarró a Huracán del cuello y la empotró contra el suelo, colocando la daga en esa parte de su cuerpo. Quería acabar con esa bruja, pero no ser ella quien sesgase una vida así, delante de todos. Sabía que las muertes no debían ser un ejercicio público. –Ahora mismo podría matarte y vengar con tu sangre la que hicisteis derramar en las guerras. Te enseñaría lo que es no apreciar una vida.
Helyare
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Re: Sangre y Prejuicio.[+18] [ 3/3] [Libre] [Cerrado]
La elfa me escupió su propia sangre ¡Cómo se atrevía! Pero mientras me la quitaba con la manga Runa apareció para propinarle una nueva patada en la cara. Habría gozado de aquel golpe, pero tenía demasiadas ganas de partirle la cara a aquella puta elfa. Apreté los dientes y, en ese momento, Runa me pasó el arco de la orejaspicudas, que se lo había robado. ¿Para qué quería yo ese arco?
Aquello fue prácticamente una distracción que la elfa aprovechó para levantarse con rapidez y golpearme un fuerte puñetazo, me arrebató el arco y estiró su brazo hasta mi muslo para robarme la daga. Estaba hecha una furia y me desbordó por completo, esquivé como pude sus golpes con mi daga pero entonces me terminó realizando un corte en la mejilla. Grité de dolor, y mientras me retorcía de dolor en el suelo la elfa contraatacó a Runa, que trató de ayudarme. No necesitaba ningún tipo de ayuda con la elfa asque…
Cuando me di cuenta me había agarrado por el cuello y me empotró contra el suelo, colocándome la daga en el cuello, ahora sí que estaba en un aprieto y no tuve sino que callar ante sus palabras, pensando como saldría de ahí. Estaba furiosa. Quería matarla ahora mismo.
-¡Basta! Me rindo. – le dije, mirándola fijamente a los ojos, nuestras caras sangraban, la mirada de odio pasaba de la una a la otra. Puse mi mano en su estómago sin apretarle, con suavidad, para hacerle creer que me rendía. Pero yo era mejor. Era más poderosa y estaba dispuesta a deshacerme de aquella sucia xenófoba sin ayuda de nadie. - ¡Ash balla ná! – con su mano estómago y la hice salir volando de nuevo. ¡Estúpida! ¿Lady Anastasia Maria Boisson di Miraclo rendirse? ¿Creía que podía humillarme y salir ilesa? Yo iba a ganar ese combate, pero no iba a matarla, eso sería demasiado honor para ella.
Con mis propios poderes de viento me elevé de una manera soberbia, haciendo una voltereta desde el cielo. Ahora llegaba mi turno. ¿Ella iba a matar? Yo también. – Déjamela. – le dije a Runa para detener sus ansias de venganza por los ataques de la racista, y me llevé al pantalón la mano, una de los orbes esféricos mágicos de Soffleheimer, pulsé el botón de activación y se lo lancé a la elfa. Era el orbe aturdidor, que emitía un fuerte pitido y explosión que cegaba a los enemigos por instantes. Tiempo suficiente para acercarme.
Cerré los ojos para evitar herirme a mí misma, y corrí con la ballesta pesada mientras salía del atolladero, la elfa podría verme ir corriendo hacia ella, pero para cuando se diera cuenta ya estaría cerca de ella, momento que aproveché para saltar nuevamente por encima de ella impulsándome en el aire. Una pirueta estilizada, en el aire, y gracias a mi increíble habilidad a la hora de hacer piruetas desenfundé mi ballesta pesada, caí justo a su espalda, un chasquido certificó que el virote había entrado en la recámara y se lo puse en el cogote.
-¡Quieta! – exclamé. – Atrévete a mover un dedo, o a insultarme, y te vuelo la cabeza. ¿Me has entendido? – advertí en una voz que casi era un susurro, muy enfadada, pero casi perturbadora, mientras la pinchaba con el virote a la altura del cuello. Mi ballesta pesada era un arma destinada a matar vampiros y grandes bestias. Los virotes eran tan grandes como el antebrazo de una persona. - ¡¿Me has entendido?! – le grité. Esperaba que respondiera de palabra. – Suelta las armas. ¡Ahora! Y pon las manos donde las pueda ver. – le ordené mientras acariciaba el gatillo, me mordí un labio para tratar de reprimirme las ganas de disparar. Estaba fuera de mí. Cada palabra, la pronunciaba a voces para toda la plaza. – ¡De rodillas! ¡Ahora! – grité delante de todo el público que formaba corrillo alrededor nuestra. - ¡Vamos! – volví a gritarle, y le tiré del pelo para "facilitarle" que lo hiciera. Y más valía que lo hiciera. Entonces le quité la capucha, para que todo el mundo distinguiera su raza. - Muy bien, así me gusta. Los elfos siempre de rodillas ante los brujos. Cientos de años y no habéis cambiado en nada. – reí, disfrutando del momento, de cada palabra, estaba segura de que aquella frase era el golpe más duro que había recibido en todo el combate, aunque estuviese sangrando por el corte que me acababa de hacer en el pómulo. La tomé por el pelo, tiré de él, alzándole la cabeza, apuntándola ahora en la sien. – Mira. Todos han visto cómo te humilla una bruja. La próxima vez, aprende a no vacilar a una cazadora de vampiros.– le dije para que fuese consciente de todos los que la veían en la plaza. - ¡Runa! ¡Átale las manos! La llevaremos al cuartel. Es un peligro para cualquier ciudadano. – le comenté a mi compañera, también de malos modales.
Off1: Todos los metaroleos que hacemos en los hilos son consentidos por las users.Aquello fue prácticamente una distracción que la elfa aprovechó para levantarse con rapidez y golpearme un fuerte puñetazo, me arrebató el arco y estiró su brazo hasta mi muslo para robarme la daga. Estaba hecha una furia y me desbordó por completo, esquivé como pude sus golpes con mi daga pero entonces me terminó realizando un corte en la mejilla. Grité de dolor, y mientras me retorcía de dolor en el suelo la elfa contraatacó a Runa, que trató de ayudarme. No necesitaba ningún tipo de ayuda con la elfa asque…
Cuando me di cuenta me había agarrado por el cuello y me empotró contra el suelo, colocándome la daga en el cuello, ahora sí que estaba en un aprieto y no tuve sino que callar ante sus palabras, pensando como saldría de ahí. Estaba furiosa. Quería matarla ahora mismo.
-¡Basta! Me rindo. – le dije, mirándola fijamente a los ojos, nuestras caras sangraban, la mirada de odio pasaba de la una a la otra. Puse mi mano en su estómago sin apretarle, con suavidad, para hacerle creer que me rendía. Pero yo era mejor. Era más poderosa y estaba dispuesta a deshacerme de aquella sucia xenófoba sin ayuda de nadie. - ¡Ash balla ná! – con su mano estómago y la hice salir volando de nuevo. ¡Estúpida! ¿Lady Anastasia Maria Boisson di Miraclo rendirse? ¿Creía que podía humillarme y salir ilesa? Yo iba a ganar ese combate, pero no iba a matarla, eso sería demasiado honor para ella.
Con mis propios poderes de viento me elevé de una manera soberbia, haciendo una voltereta desde el cielo. Ahora llegaba mi turno. ¿Ella iba a matar? Yo también. – Déjamela. – le dije a Runa para detener sus ansias de venganza por los ataques de la racista, y me llevé al pantalón la mano, una de los orbes esféricos mágicos de Soffleheimer, pulsé el botón de activación y se lo lancé a la elfa. Era el orbe aturdidor, que emitía un fuerte pitido y explosión que cegaba a los enemigos por instantes. Tiempo suficiente para acercarme.
Cerré los ojos para evitar herirme a mí misma, y corrí con la ballesta pesada mientras salía del atolladero, la elfa podría verme ir corriendo hacia ella, pero para cuando se diera cuenta ya estaría cerca de ella, momento que aproveché para saltar nuevamente por encima de ella impulsándome en el aire. Una pirueta estilizada, en el aire, y gracias a mi increíble habilidad a la hora de hacer piruetas desenfundé mi ballesta pesada, caí justo a su espalda, un chasquido certificó que el virote había entrado en la recámara y se lo puse en el cogote.
-¡Quieta! – exclamé. – Atrévete a mover un dedo, o a insultarme, y te vuelo la cabeza. ¿Me has entendido? – advertí en una voz que casi era un susurro, muy enfadada, pero casi perturbadora, mientras la pinchaba con el virote a la altura del cuello. Mi ballesta pesada era un arma destinada a matar vampiros y grandes bestias. Los virotes eran tan grandes como el antebrazo de una persona. - ¡¿Me has entendido?! – le grité. Esperaba que respondiera de palabra. – Suelta las armas. ¡Ahora! Y pon las manos donde las pueda ver. – le ordené mientras acariciaba el gatillo, me mordí un labio para tratar de reprimirme las ganas de disparar. Estaba fuera de mí. Cada palabra, la pronunciaba a voces para toda la plaza. – ¡De rodillas! ¡Ahora! – grité delante de todo el público que formaba corrillo alrededor nuestra. - ¡Vamos! – volví a gritarle, y le tiré del pelo para "facilitarle" que lo hiciera. Y más valía que lo hiciera. Entonces le quité la capucha, para que todo el mundo distinguiera su raza. - Muy bien, así me gusta. Los elfos siempre de rodillas ante los brujos. Cientos de años y no habéis cambiado en nada. – reí, disfrutando del momento, de cada palabra, estaba segura de que aquella frase era el golpe más duro que había recibido en todo el combate, aunque estuviese sangrando por el corte que me acababa de hacer en el pómulo. La tomé por el pelo, tiré de él, alzándole la cabeza, apuntándola ahora en la sien. – Mira. Todos han visto cómo te humilla una bruja. La próxima vez, aprende a no vacilar a una cazadora de vampiros.– le dije para que fuese consciente de todos los que la veían en la plaza. - ¡Runa! ¡Átale las manos! La llevaremos al cuartel. Es un peligro para cualquier ciudadano. – le comenté a mi compañera, también de malos modales.
Off2: Game over Hely! No se cabrea a gente que te saca 3 lvls. En eso tengo yo experiencia xDDD
Anastasia Boisson
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Re: Sangre y Prejuicio.[+18] [ 3/3] [Libre] [Cerrado]
Pocos segundos le costaron a la elfa para reaccionar y atinar un puñetazo a Huracán en el rostro. Le arrebato el Arco y una pequeña daga que siempre llevaba escondida en la pierna, así añadiendo un rodillazo en su estomago. Con la misma daga de la bruja, se atrevió a hacerle un corte a la dicha, que el grito se escuchó, se escuchaba profundamente.
Tanto que Runa intento intervenir y recibió un codazo en el rostro y una patada en la rodilla de la pierna herida.
-¡Maldita tipeja!- Exclamó la ladrona perdiendo el equilibrio mientras observaba como agarraba a Huracán del cuello y la empotraba.
La amenaza. Capaz de tener fe de poder vencer a alguien con las habilidades de la bruja, la amenazaba poniendo la daga en su cuello creyendo en su poder. Derrepente, todo se paró cuando se escuchó "Me rindo" de la bruja, en esas milésimas de segundo un mito se estaba cayendo a Runa, no podía llegar a entender esas palabras, como con tanta suavidad ponía su mano en el estomago de aquella elfa y...
¡Por los aires!
La ladrona no pudo evitar sonreír de la satisfacción, pero tenía que golpearla hasta reventar. Se levantó como puso y trato de ir hacia donde había caído, pero Huracán no la dejo. Se puso de pie de nuevo y lanzó algo que realmente era desconocido hasta para la ladrona.
Soló por acto reflejo, se dio la vuelta cerrando los ojos y tapando sus oídos espero unos tres segundos, así para volver a tener contacto visual.
La bruja había agarrado de los huevos a la prepotente. Se encontraba bastante hostil amenzandole que no moviera un solo dedo o le volaba la cabeza. Observando el tamaño de esos virotes , la ladrona pensó que no le gustaría estar en su lugar, aunque realmente por odiosa se lo estaba mereciendo.
Ya estaba tan gruñona, que de malos modales pidió a la chica que la atara.
-Voy. Solo relájate.- Añadió para echar humor al asunto.
Se movió unos pasos hasta el puesto que habían destrozado antes y agarró una cuerda rota, lo bastante gruesa para soportar los intentos de fuga de alguien como ella. Se acercó ante la elfa y la miró fijamente, sin musitar palabra, disfrutando de ese momento de humillación. Solo se movió hacia su lado , arreándole un codazo también en su rostro y rápidamente echando su propio cuerpo sobre el de ella en el suelo, Runa, aunque era una simple humana, tenía más fuerza fisica que aquella, así que por más que trataba de librarse no lo lograba.
Golpeó su frente contra su nuca, haciendo de choque contra el suelo , y le arrebató la daga de Huracán. Sin que ella no parara de tratar de escapar, con la hoja de esta daga, en el mismo brazo de la malnacida, comenzó a escribir muy fuerte HURACÁN mientras sangraba, para molestarla por ese gran odio a los brujos, para fastidiarla tanto que cada vez que pensara en la humana, no creyera que era una simple criatura inferior.
Notó el lloro, el dolor y cuando tan solo existió un momento en que dejó de intentarlo, agarró sus dos brazos y la ató fuerte, a su espalda. Añadiendo en su muñeca, una R , así recordaría que esa simple humana poseía un nombre con esa letra.
-Regla número 5: Te vas a acordar de mi el resto de tu miserable vida.- La dijo en alto, al lado del oído y se quitó de encima de susodicha.
Se escucharon unos pitidos. Posiblemente se trataba de la guardia, o no. Huracán estaba apuntando todavía, y en realidad por una vez Runa no había provocado el problema. Se encontraba tranquila.
-Toda tuya- Añadió a su compañera mientras pisaba la cabeza de aquella criatura.
Off: Metarol consentido por Helyare.
Tanto que Runa intento intervenir y recibió un codazo en el rostro y una patada en la rodilla de la pierna herida.
-¡Maldita tipeja!- Exclamó la ladrona perdiendo el equilibrio mientras observaba como agarraba a Huracán del cuello y la empotraba.
La amenaza. Capaz de tener fe de poder vencer a alguien con las habilidades de la bruja, la amenazaba poniendo la daga en su cuello creyendo en su poder. Derrepente, todo se paró cuando se escuchó "Me rindo" de la bruja, en esas milésimas de segundo un mito se estaba cayendo a Runa, no podía llegar a entender esas palabras, como con tanta suavidad ponía su mano en el estomago de aquella elfa y...
¡Por los aires!
La ladrona no pudo evitar sonreír de la satisfacción, pero tenía que golpearla hasta reventar. Se levantó como puso y trato de ir hacia donde había caído, pero Huracán no la dejo. Se puso de pie de nuevo y lanzó algo que realmente era desconocido hasta para la ladrona.
Soló por acto reflejo, se dio la vuelta cerrando los ojos y tapando sus oídos espero unos tres segundos, así para volver a tener contacto visual.
La bruja había agarrado de los huevos a la prepotente. Se encontraba bastante hostil amenzandole que no moviera un solo dedo o le volaba la cabeza. Observando el tamaño de esos virotes , la ladrona pensó que no le gustaría estar en su lugar, aunque realmente por odiosa se lo estaba mereciendo.
Ya estaba tan gruñona, que de malos modales pidió a la chica que la atara.
-Voy. Solo relájate.- Añadió para echar humor al asunto.
Se movió unos pasos hasta el puesto que habían destrozado antes y agarró una cuerda rota, lo bastante gruesa para soportar los intentos de fuga de alguien como ella. Se acercó ante la elfa y la miró fijamente, sin musitar palabra, disfrutando de ese momento de humillación. Solo se movió hacia su lado , arreándole un codazo también en su rostro y rápidamente echando su propio cuerpo sobre el de ella en el suelo, Runa, aunque era una simple humana, tenía más fuerza fisica que aquella, así que por más que trataba de librarse no lo lograba.
Golpeó su frente contra su nuca, haciendo de choque contra el suelo , y le arrebató la daga de Huracán. Sin que ella no parara de tratar de escapar, con la hoja de esta daga, en el mismo brazo de la malnacida, comenzó a escribir muy fuerte HURACÁN mientras sangraba, para molestarla por ese gran odio a los brujos, para fastidiarla tanto que cada vez que pensara en la humana, no creyera que era una simple criatura inferior.
Notó el lloro, el dolor y cuando tan solo existió un momento en que dejó de intentarlo, agarró sus dos brazos y la ató fuerte, a su espalda. Añadiendo en su muñeca, una R , así recordaría que esa simple humana poseía un nombre con esa letra.
-Regla número 5: Te vas a acordar de mi el resto de tu miserable vida.- La dijo en alto, al lado del oído y se quitó de encima de susodicha.
Se escucharon unos pitidos. Posiblemente se trataba de la guardia, o no. Huracán estaba apuntando todavía, y en realidad por una vez Runa no había provocado el problema. Se encontraba tranquila.
-Toda tuya- Añadió a su compañera mientras pisaba la cabeza de aquella criatura.
Off: Metarol consentido por Helyare.
Runa Thorgil
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Re: Sangre y Prejuicio.[+18] [ 3/3] [Libre] [Cerrado]
Por fin tenía a esa maldita bruja en el suelo. ¿Se iba a rendir? Eso parecía. Respiró tranquila al verse a ella como la artífice de la rendición de semejante calaña de persona. Lo había conseguido. Las palabras de esa bruja eran gratificantes a sus oídos. Se rendía.
Pero todo ocurrió muy rápido, de pronto salió volando chocándose ella contra el suelo, de espaldas. Apenas se incorporó dispuesta a volver a derribar a esa mujer cuando una luz brillante la cegó y dejó confusa. No sabía, durante unos instantes, donde estaba. Escuchaba un pitido en sus oídos y se sentía mareada. Se quedó quieta, tratando de mantenerse de pie en un sitio que ahora era brillante para ella.
A los pocos segundos el pitido se apagó y un chasquido fue lo siguiente que escuchó. Tenía a la bruja detrás apuntándola con una de sus ballestas. ¿Ya? ¿Iba a acabar todo así? La mujer instaba a que no se moviera, ni siquiera la dijera nada, así que tuvo que reprimir sus ganas de insultarla. Helyare miraba al frente con resignación, presa de la rabia por haberse dejado hacer eso, por no haber cubierto bien sus espaldas. La muy asquerosa le pedía que soltase las armas y ella no iba a dejar caer el arco así como así, podría mellarse. Tampoco respondió cuando instaba a que dijera si había entendido sus órdenes, no le daría el gusto de oír su voz para darle la razón. Simplemente no dijo nada, colocó las manos donde la bruja pudiera verlas, lanzó la daga a mala gana contra el suelo y, esta vez con cuidado, encogió las rodillas para agacharse y depositar el arco sobre la fría piedra de la plaza. No iba a soltarlo de golpe.
La siguiente frase de la hechicera se le clavó demasiado. ¿De rodillas? ¿Ella? ¿Ante una bruja? ¡Ni hablar! No hizo nada, no quería hacerlo. Y muchísimo menos con toda esa gente mirando. ¡Jamás!
Pero su negativa se acabó con el empujón que le propinó Huracán hacia abajo para que se colocara de rodillas. Seguía mirando al frente, inexpresiva, pero casi se podía ver el orgullo de la elfa partirse en mil pedazos. De rodillas, en medio de una plaza de una ciudad concurrida, ante una bruja. Ella… Que había sido líder de la Guardia. Que había llevado a la victoria a sus guerreros en muchas ocasiones. Y ahora… De rodillas ante una maldita hechicera.
Mas los dioses parecían disfrutar de esa escena y castigarla por sus antiguos errores, no podían haber hecho que parase ahí. La bruja se regodeaba de tenerla en esa posición. Los pedazos de orgullo de la elfa ahora se hacían más añicos.
“Los elfos siempre de rodillas ante los brujos…”
Le había quitado la capucha descubriendo su rostro ante los presentes, quienes cuchicheaban. Era de las peores cosas que podían pasarle, estaba siendo juzgada por un gran error y por no haber tenido cuidado a la hora de la lucha. Y encima, vencida por un ser inferior.
Un nudo se formó en su garganta, quería salir de allí corriendo y ocultarse en lo más profundo de una cueva. No volver a salir. Era una completa vergüenza para ella haber acabado de rodillas ante una bruja. Se sentía desnuda sin su capucha, humillada y con tremendas ganas de llorar. Pero esto último lo controlaba por no darle más gusto a la maldita hechicera, que aún se regodeaba. Cerró los ojos para tratar de evadirse. Esto tenía que ser una pesadilla. Ella no podía haber perdido contra Huracán. Se mordió los labios, que todavía sabían a sangre, su piel estaba pegajosa por el líquido, que aun caía por su barbilla.
¿Qué dirían de ella si la vieran así? Estaría muerta, eso seguro. Quiso demostrarse a sí misma que, a pesar de sus errores del pasado aún podía valer para la lucha, que se habían equivocado al quitarle el puesto de líder. Pero, ahora… Sin duda que la matase era la mejor opción, pues soportar una vida sin honra era el peor de los castigos.
Y aún así no apretó el gatillo. Parecía seguir disfrutando de tener a la elfa así. Helyare sintió el tirón que hizo que levantase la cabeza, mas no abrió los ojos. No quería ver la cara de esa asquerosa tan de cerca, ni saber con qué la apuntaba, ni ver a los que las rodeaban. Sentía que si abría los ojos se echaría a llorar de la impotencia y la rabia que estaba sintiendo. ¡Ella no podía perder así! Quería matarla. Tenía que hacerlo. Pero sabía que al mínimo movimiento esa loca apretaría el gatillo y, si iba a morir, al menos que ella también se llevase por delante a la bruja. No podía dejar que la ira se apoderase de sus movimientos, pues los haría sin pensar. Eso es lo que le había pasado, se había cegado por la rabia de tener a esa mujer delante.
¿Y si hubiese acabado todo ahí? Los dioses ya se habían degustado viendo cómo Helyare era víctima de la peor de las humillaciones que podía sentir. Pero no, parecía que no estaban a gusto con lo que le sucedía a la elfa. Querían más. ¿Tan graves habían sido sus errores?
La humana, la mísera humana a la que apenas había dado importancia estaba allí dispuesta a continuar con la humillación.
De un golpe la dejó en el suelo y consiguió inmovilizar a Helyare, quien se resistía para que la soltara. La bruja seguía estática en la misma posición y apuntando con la ballesta. ¿No se le podía escapar algún virote y clavárselo a la humana que tenía encima? A la elfa le estaba fastidiando demasiado que esta humana estuviese encima y la aplastase. Estaba contra el suelo, Runa había juntado sus manos para atárselas pero…
Helyare sintió un gran dolor y no pudo evitar gritar al sentir cómo se abría su carne del antebrazo no una ni dos, si no varias veces. ¡Esa miserable estaba rayando su piel con la hoja de la daga! Notaba el calor en su brazo, la sangre escurrirle por la piel y cómo su corazón latía con fuerza en la extremidad. Y ese dolor tan insoportable y repetido. Apoyó la frente contra el suelo, tiñendo las rocas de sangre. Se encogía de dolor lo más que le permitía esa loca que la tenía inmovilizada. Sólo podía mover la cabeza y realmente no sabía hacia dónde, eran movimientos bruscos que expresaban el daño que estaba sufriendo. ¿Era necesaria tanta tortura? Se sentía, de nuevo, mareada por aguantar lo que la estaba haciendo. Se le hizo eterno cuando por fin paró de clavar el cuchillo en su brazo, Helyare temblaba a causa del fuerte dolor y respiraba de forma entrecortada, atragantándose con su propia sangre, que le caía de la frente.
Notó otra vez los fuertes pinchazos en su muñeca y una presión, aunque eso último apenas lo notaba después de que su brazo palpitase tanto. Lo notaba pegajoso y el líquido rojizo manchaba su capa.
–Dejádmela a mí, puedo llevarla al cuartel. –Un hombre al que Helyare no alcanzó a ver salió de entre el gentío y avanzó varios pasos, aunque mantuvo la distancia entre las chicas y él. –La estábamos buscando porque está acusada de ser cómplice de la muerte de una mujer muy importante de esta ciudad. –No se preocupó en saber si esas chicas conocían o no a Francesca, pero Helyare sí sabía a qué se refería y empezó a tratar de librarse como fuera del agarre de Runa. –Por supuesto, les puedo ofrecer monedas si me dejan llevármela. Estarían haciendo un bien a Vulwulfar. –El tono de ese hombre era bastante tranquilo. No estaba vestido como un miembro de la guardia de la ciudad, pero trataba de parecerlo con sus palabras, tal vez así las pudiera convencer. Pero en realidad era uno de los cazarrecompensas de los Lombardi, una adinerada familia de brujos.
Por suerte, Helyare consiguió apartar a la humana de encima y empujar la cuerda con fuerza suficiente como para que se soltase, pues no le había dado demasiado tiempo a apretarla bien y con la sangre resbalaba. Golpeó de nuevo a Runa para apartarla, llevándose la daga de la bruja y cogiendo el arco del suelo. Salió corriendo y se metió por la primera calle que vio.
El bullicio volvió en cuanto ella echó a correr. Ya le daba igual la bruja maldita con la ballesta y la humana asquerosa esa que le había dañado el brazo. Tenía que salir corriendo de allí. Seguía corriendo entre callejones, sabía que ese tipo la estaba persiguiendo y tenía que despistarlo. Se agarró con fuerza el brazo mientras corría, contra su pecho, para evitar que la sangre siguiera goteando por donde iba, estaba dejando demasiado rastro.
Se coló por una pequeña callejuela y dio a parar a la parte de atrás de una taberna. Ahí se quedó, oculta entre las cajas que sacaban los propietarios, encogida. Dejó el arco en el suelo, contra la pared y ella se quedó sentada con las piernas encogidas. Trató de coger aire, pues se notaba sofocada y presa de una extraña sensación. Con la manga se limpió un poco el ojo de sangre y la boca.
Seguía sintiendo el escozor de su brazo, sabía que sus heridas no iban a curar como las de cualquier otro elfo, pero tenía que intentar que dejarse de sangrar. Se descubrió la manga del brazo derecho y contempló, horrorizada, cómo había escrito en él el nombre de la bruja: “Huracán”.
–No… No… No… –Musitó desesperada al ver cómo su piel estaba dañada con ese maldito nombre. No podía parar de repetir esa palabra, presa del pánico. ¿Le iba a quedar esa cicatriz? ¡Esa asquerosa humana había osado lacerar su piel para escribir el nombre de la bruja! Había marcado su brazo con esa palabra… Como en un bucle, siguió repitiendo eso, muy angustiada. No podía tener eso ahí, no podía. –¡Desaparece! –Gritó en voz baja, titubeando mucho, le temblaba la barbilla.Se apretó el brazo con fuerza, clavándose las uñas. Sentía odio hacia ella misma por haberse dejado hacer eso, y por ellas por habérselo hecho.
En un instante, y sin pensarlo, cogió la daga, que también había dejado en el suelo, y empezó a clavársela en las heridas. El dolor era mayor que antes, pero tenía que hacer desaparecer esas malditas letras.
De forma descontrolada comenzó a rajar su piel por donde pasaban las otras marcas, desde el codo hasta la muñeca. Todo su antebrazo estaba destrozado. La sangre salía a borbotones de su brazo derecho y las lágrimas de sus ojos, tal vez por el extremo dolor o por su orgullo herido… O por las dos cosas. –¡¡Desaparece!!
Presa de la rabia siguió rajándose la piel con la daga de esa maldita. Había jirones de su piel entre los cortes, la sangre apenas dejaba ver por dónde pasaba ya la hoja, los cortes eran irregulares, torcidos... Todo fruto de una profunda rabia hacia sí misma por haber permitido algo así.
Así siguió unos minutos, eternos para ella, hasta que ya no pudo más y dejó la daga caer. Se apoyó más contra la pared y levantó la cabeza cogiendo aire. No sentía bien el brazo, sólo un inmenso dolor. Rápidamente apoyó la frente en sus rodillas y presionó su extremidad dañada contra su cuerpo, embarrándose entera de sangre. –No puedo llevar eso… No puedo… –Trataba de respirar de forma entrecortada y controlar el dolor, pero temblaba. Le dio tantísima rabia todo lo que estaba sucediendo que pateó la daga, haciéndola deslizarse por el callejón hasta chocar contra un barril. –Malditas seáis…
Quiso golpear con el puño una de las cajas que tenía a su lado pero eran su parapeto, si ese tipejo venía le servirían tanto para esconderse como para tratar de lanzar una flecha. Aunque con el brazo tal y como lo tenía en esos momentos ya no podía ni sujetar el arco.
Y sabía que la estaría buscando.
Pero todo ocurrió muy rápido, de pronto salió volando chocándose ella contra el suelo, de espaldas. Apenas se incorporó dispuesta a volver a derribar a esa mujer cuando una luz brillante la cegó y dejó confusa. No sabía, durante unos instantes, donde estaba. Escuchaba un pitido en sus oídos y se sentía mareada. Se quedó quieta, tratando de mantenerse de pie en un sitio que ahora era brillante para ella.
A los pocos segundos el pitido se apagó y un chasquido fue lo siguiente que escuchó. Tenía a la bruja detrás apuntándola con una de sus ballestas. ¿Ya? ¿Iba a acabar todo así? La mujer instaba a que no se moviera, ni siquiera la dijera nada, así que tuvo que reprimir sus ganas de insultarla. Helyare miraba al frente con resignación, presa de la rabia por haberse dejado hacer eso, por no haber cubierto bien sus espaldas. La muy asquerosa le pedía que soltase las armas y ella no iba a dejar caer el arco así como así, podría mellarse. Tampoco respondió cuando instaba a que dijera si había entendido sus órdenes, no le daría el gusto de oír su voz para darle la razón. Simplemente no dijo nada, colocó las manos donde la bruja pudiera verlas, lanzó la daga a mala gana contra el suelo y, esta vez con cuidado, encogió las rodillas para agacharse y depositar el arco sobre la fría piedra de la plaza. No iba a soltarlo de golpe.
La siguiente frase de la hechicera se le clavó demasiado. ¿De rodillas? ¿Ella? ¿Ante una bruja? ¡Ni hablar! No hizo nada, no quería hacerlo. Y muchísimo menos con toda esa gente mirando. ¡Jamás!
Pero su negativa se acabó con el empujón que le propinó Huracán hacia abajo para que se colocara de rodillas. Seguía mirando al frente, inexpresiva, pero casi se podía ver el orgullo de la elfa partirse en mil pedazos. De rodillas, en medio de una plaza de una ciudad concurrida, ante una bruja. Ella… Que había sido líder de la Guardia. Que había llevado a la victoria a sus guerreros en muchas ocasiones. Y ahora… De rodillas ante una maldita hechicera.
Mas los dioses parecían disfrutar de esa escena y castigarla por sus antiguos errores, no podían haber hecho que parase ahí. La bruja se regodeaba de tenerla en esa posición. Los pedazos de orgullo de la elfa ahora se hacían más añicos.
“Los elfos siempre de rodillas ante los brujos…”
Le había quitado la capucha descubriendo su rostro ante los presentes, quienes cuchicheaban. Era de las peores cosas que podían pasarle, estaba siendo juzgada por un gran error y por no haber tenido cuidado a la hora de la lucha. Y encima, vencida por un ser inferior.
Un nudo se formó en su garganta, quería salir de allí corriendo y ocultarse en lo más profundo de una cueva. No volver a salir. Era una completa vergüenza para ella haber acabado de rodillas ante una bruja. Se sentía desnuda sin su capucha, humillada y con tremendas ganas de llorar. Pero esto último lo controlaba por no darle más gusto a la maldita hechicera, que aún se regodeaba. Cerró los ojos para tratar de evadirse. Esto tenía que ser una pesadilla. Ella no podía haber perdido contra Huracán. Se mordió los labios, que todavía sabían a sangre, su piel estaba pegajosa por el líquido, que aun caía por su barbilla.
¿Qué dirían de ella si la vieran así? Estaría muerta, eso seguro. Quiso demostrarse a sí misma que, a pesar de sus errores del pasado aún podía valer para la lucha, que se habían equivocado al quitarle el puesto de líder. Pero, ahora… Sin duda que la matase era la mejor opción, pues soportar una vida sin honra era el peor de los castigos.
Y aún así no apretó el gatillo. Parecía seguir disfrutando de tener a la elfa así. Helyare sintió el tirón que hizo que levantase la cabeza, mas no abrió los ojos. No quería ver la cara de esa asquerosa tan de cerca, ni saber con qué la apuntaba, ni ver a los que las rodeaban. Sentía que si abría los ojos se echaría a llorar de la impotencia y la rabia que estaba sintiendo. ¡Ella no podía perder así! Quería matarla. Tenía que hacerlo. Pero sabía que al mínimo movimiento esa loca apretaría el gatillo y, si iba a morir, al menos que ella también se llevase por delante a la bruja. No podía dejar que la ira se apoderase de sus movimientos, pues los haría sin pensar. Eso es lo que le había pasado, se había cegado por la rabia de tener a esa mujer delante.
¿Y si hubiese acabado todo ahí? Los dioses ya se habían degustado viendo cómo Helyare era víctima de la peor de las humillaciones que podía sentir. Pero no, parecía que no estaban a gusto con lo que le sucedía a la elfa. Querían más. ¿Tan graves habían sido sus errores?
La humana, la mísera humana a la que apenas había dado importancia estaba allí dispuesta a continuar con la humillación.
De un golpe la dejó en el suelo y consiguió inmovilizar a Helyare, quien se resistía para que la soltara. La bruja seguía estática en la misma posición y apuntando con la ballesta. ¿No se le podía escapar algún virote y clavárselo a la humana que tenía encima? A la elfa le estaba fastidiando demasiado que esta humana estuviese encima y la aplastase. Estaba contra el suelo, Runa había juntado sus manos para atárselas pero…
Helyare sintió un gran dolor y no pudo evitar gritar al sentir cómo se abría su carne del antebrazo no una ni dos, si no varias veces. ¡Esa miserable estaba rayando su piel con la hoja de la daga! Notaba el calor en su brazo, la sangre escurrirle por la piel y cómo su corazón latía con fuerza en la extremidad. Y ese dolor tan insoportable y repetido. Apoyó la frente contra el suelo, tiñendo las rocas de sangre. Se encogía de dolor lo más que le permitía esa loca que la tenía inmovilizada. Sólo podía mover la cabeza y realmente no sabía hacia dónde, eran movimientos bruscos que expresaban el daño que estaba sufriendo. ¿Era necesaria tanta tortura? Se sentía, de nuevo, mareada por aguantar lo que la estaba haciendo. Se le hizo eterno cuando por fin paró de clavar el cuchillo en su brazo, Helyare temblaba a causa del fuerte dolor y respiraba de forma entrecortada, atragantándose con su propia sangre, que le caía de la frente.
Notó otra vez los fuertes pinchazos en su muñeca y una presión, aunque eso último apenas lo notaba después de que su brazo palpitase tanto. Lo notaba pegajoso y el líquido rojizo manchaba su capa.
–Dejádmela a mí, puedo llevarla al cuartel. –Un hombre al que Helyare no alcanzó a ver salió de entre el gentío y avanzó varios pasos, aunque mantuvo la distancia entre las chicas y él. –La estábamos buscando porque está acusada de ser cómplice de la muerte de una mujer muy importante de esta ciudad. –No se preocupó en saber si esas chicas conocían o no a Francesca, pero Helyare sí sabía a qué se refería y empezó a tratar de librarse como fuera del agarre de Runa. –Por supuesto, les puedo ofrecer monedas si me dejan llevármela. Estarían haciendo un bien a Vulwulfar. –El tono de ese hombre era bastante tranquilo. No estaba vestido como un miembro de la guardia de la ciudad, pero trataba de parecerlo con sus palabras, tal vez así las pudiera convencer. Pero en realidad era uno de los cazarrecompensas de los Lombardi, una adinerada familia de brujos.
Por suerte, Helyare consiguió apartar a la humana de encima y empujar la cuerda con fuerza suficiente como para que se soltase, pues no le había dado demasiado tiempo a apretarla bien y con la sangre resbalaba. Golpeó de nuevo a Runa para apartarla, llevándose la daga de la bruja y cogiendo el arco del suelo. Salió corriendo y se metió por la primera calle que vio.
El bullicio volvió en cuanto ella echó a correr. Ya le daba igual la bruja maldita con la ballesta y la humana asquerosa esa que le había dañado el brazo. Tenía que salir corriendo de allí. Seguía corriendo entre callejones, sabía que ese tipo la estaba persiguiendo y tenía que despistarlo. Se agarró con fuerza el brazo mientras corría, contra su pecho, para evitar que la sangre siguiera goteando por donde iba, estaba dejando demasiado rastro.
Se coló por una pequeña callejuela y dio a parar a la parte de atrás de una taberna. Ahí se quedó, oculta entre las cajas que sacaban los propietarios, encogida. Dejó el arco en el suelo, contra la pared y ella se quedó sentada con las piernas encogidas. Trató de coger aire, pues se notaba sofocada y presa de una extraña sensación. Con la manga se limpió un poco el ojo de sangre y la boca.
Seguía sintiendo el escozor de su brazo, sabía que sus heridas no iban a curar como las de cualquier otro elfo, pero tenía que intentar que dejarse de sangrar. Se descubrió la manga del brazo derecho y contempló, horrorizada, cómo había escrito en él el nombre de la bruja: “Huracán”.
–No… No… No… –Musitó desesperada al ver cómo su piel estaba dañada con ese maldito nombre. No podía parar de repetir esa palabra, presa del pánico. ¿Le iba a quedar esa cicatriz? ¡Esa asquerosa humana había osado lacerar su piel para escribir el nombre de la bruja! Había marcado su brazo con esa palabra… Como en un bucle, siguió repitiendo eso, muy angustiada. No podía tener eso ahí, no podía. –¡Desaparece! –Gritó en voz baja, titubeando mucho, le temblaba la barbilla.Se apretó el brazo con fuerza, clavándose las uñas. Sentía odio hacia ella misma por haberse dejado hacer eso, y por ellas por habérselo hecho.
En un instante, y sin pensarlo, cogió la daga, que también había dejado en el suelo, y empezó a clavársela en las heridas. El dolor era mayor que antes, pero tenía que hacer desaparecer esas malditas letras.
De forma descontrolada comenzó a rajar su piel por donde pasaban las otras marcas, desde el codo hasta la muñeca. Todo su antebrazo estaba destrozado. La sangre salía a borbotones de su brazo derecho y las lágrimas de sus ojos, tal vez por el extremo dolor o por su orgullo herido… O por las dos cosas. –¡¡Desaparece!!
Presa de la rabia siguió rajándose la piel con la daga de esa maldita. Había jirones de su piel entre los cortes, la sangre apenas dejaba ver por dónde pasaba ya la hoja, los cortes eran irregulares, torcidos... Todo fruto de una profunda rabia hacia sí misma por haber permitido algo así.
Así siguió unos minutos, eternos para ella, hasta que ya no pudo más y dejó la daga caer. Se apoyó más contra la pared y levantó la cabeza cogiendo aire. No sentía bien el brazo, sólo un inmenso dolor. Rápidamente apoyó la frente en sus rodillas y presionó su extremidad dañada contra su cuerpo, embarrándose entera de sangre. –No puedo llevar eso… No puedo… –Trataba de respirar de forma entrecortada y controlar el dolor, pero temblaba. Le dio tantísima rabia todo lo que estaba sucediendo que pateó la daga, haciéndola deslizarse por el callejón hasta chocar contra un barril. –Malditas seáis…
Quiso golpear con el puño una de las cajas que tenía a su lado pero eran su parapeto, si ese tipejo venía le servirían tanto para esconderse como para tratar de lanzar una flecha. Aunque con el brazo tal y como lo tenía en esos momentos ya no podía ni sujetar el arco.
Y sabía que la estaría buscando.
- Off:
- En este post es donde introduzco al cazarrecompensas de mi misión con Master Ger, a ver si me atrapa o no. Luego vosotras podéis ayudarme o putearme, tirando runas n.n"
Mi runa es por si ese tipo que ha aparecido me consigue atrapar o no.
Helyare
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Un hombre interrumpió en medio de la plaza para dirigirse educadamente a Runa y Huracán. A pesar de su intento de engaño y su humilde carta de presentación, la elfa había descubierto que se trataba en realidad de uno de los asesinos de los Lombardi, que la perseguían por haber sido cómplice en el asesinato de Francesca Lombardi. Su aparente inocente presentación hizo que Runa y Huracán, que sujetaban, humillaban y torturaban a la elfa, se despistasen. Helyare aprovechó esta distracción para soltarse y comenzar a huir.
-¡Detenedla! – gritó el hombre a ambas mujeres y también a cualquiera de la plaza que se uniera a su persecución.
Trató de perseguirla lo más rápido que pudo, aunque terminó perdiéndola de vista. - ¿Dónde se habrá metido? – se preguntó mientras sujetaba su cuchillo buscando a la elfa y mirando nervioso hacia todos lados. Temía que ésta, a pesar de herida, le atacase por la retaguardia. Tenía fama de ser muy ágil. Terminó internándose en los distintos callejones de Vulwulfar hasta que sintió unos agónicos gritos de dolor. Fue en esta dirección y terminó encontrando a una joven con el antebrazo completamente ensangrentado. Se pasaba una daga para tratar de borrar el nombre de la bruja que Runa había grabado en su hasta entonces impoluta piel.
-¡Oh! ¡Estás aquí! – los ojos parecieron abrírsele de ilusión en cuanto la vio. – Los Lombardi me pagarán bien por ti. – y se lanzó a por ella, para tratar de capturarla.
* * * * * * * * * * * * * *
A petición de Helyare, me paso por el hilo. El primero de los tres intentos de Lombardi por capturarla por sus acciones en la misión “Las piras de Vulwulfar”.
Huracán & Runa: Podéis decidir lanzar una runa para ayudar al cazarrecompensas a capturar a Helyare o bien para defenderla del mismo. También podéis ignorar el ataque y no lanzar nada.
Helyare: Si alguna runa contra ti es mejor que la tuya, entonces serás capturada. Si no, podrás huir… por ahora.
No intervendré más en el post. La interpretación restante quedará a vuestro criterio. Un hilo muy ameno. Seguid así. Pero no os acostumbréis a metarrolear.
-¡Detenedla! – gritó el hombre a ambas mujeres y también a cualquiera de la plaza que se uniera a su persecución.
Trató de perseguirla lo más rápido que pudo, aunque terminó perdiéndola de vista. - ¿Dónde se habrá metido? – se preguntó mientras sujetaba su cuchillo buscando a la elfa y mirando nervioso hacia todos lados. Temía que ésta, a pesar de herida, le atacase por la retaguardia. Tenía fama de ser muy ágil. Terminó internándose en los distintos callejones de Vulwulfar hasta que sintió unos agónicos gritos de dolor. Fue en esta dirección y terminó encontrando a una joven con el antebrazo completamente ensangrentado. Se pasaba una daga para tratar de borrar el nombre de la bruja que Runa había grabado en su hasta entonces impoluta piel.
-¡Oh! ¡Estás aquí! – los ojos parecieron abrírsele de ilusión en cuanto la vio. – Los Lombardi me pagarán bien por ti. – y se lanzó a por ella, para tratar de capturarla.
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A petición de Helyare, me paso por el hilo. El primero de los tres intentos de Lombardi por capturarla por sus acciones en la misión “Las piras de Vulwulfar”.
Huracán & Runa: Podéis decidir lanzar una runa para ayudar al cazarrecompensas a capturar a Helyare o bien para defenderla del mismo. También podéis ignorar el ataque y no lanzar nada.
Helyare: Si alguna runa contra ti es mejor que la tuya, entonces serás capturada. Si no, podrás huir… por ahora.
No intervendré más en el post. La interpretación restante quedará a vuestro criterio. Un hilo muy ameno. Seguid así. Pero no os acostumbréis a metarrolear.
Ger
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Re: Sangre y Prejuicio.[+18] [ 3/3] [Libre] [Cerrado]
La elfa no se opuso a mi detención y terminó arrodillada, sin decir nada. Era creída, valiente, pero por lo menos tenía aprecio por su vida, si movía la cabeza estaba muerta, y si volvía a insultarme, también. Ver como esa racista ignorante cerraba los ojos para evitar llorar de impotencia por su derrota
El sonido del arco de la estúpida elfa tocando el suelo para que no terminara con su triste existencia era melodía para mis oídos. Me mordí el labio para contenerme, como cuando tenía a un vampiro bajo mi ballesta, solo que en esta ocasión era una montaciervos a quien tenía en el mástil y no a un chupasangres. El placer era similar. Poco a poco fui conteniendo mi rabia y mi odio ante una persona derrotada e indefensa.
Poco después apareció Runa para golpearla en la frente, tomar su brazo y comenzar a escribir mi apodo con una daga. ¡Joder! Eso tenía que doler. Y los gritos de la elfa así lo indicaban. Demasiado sádico. Demasiado dolor incluso para ella. Resoplé como si me lo estuvieran haciendo a mí. ¿Hasta qué punto estaba bien hacerle aquello? Había intentado matarme, pero, ¿en serio era necesaria la tortura? Ni siquiera acostumbraba a torturar a los vampiros, a los que les daba una muerte rápida. ¿Qué sentido tenía hacer aquello? No le dije nada a mi amiga pero consideraba que se estaba excediendo, quizás, un poco.
Mi agresividad volvería a su normalidad cuando un guardia se postró como “el rescatador” involuntario de la joven. ¿Qué aquella elfa había asesinado a una bruja? ¿Por qué? Probablemente por mero racismo, del mismo modo que lo había intentado conmigo. ¡Maldita escoria! Repentinamente volvieron a entrarme ganas de volarle la cabeza. Esa asesina tenía que acabar en la cárcel, y me dispuse a entregársela al guardia.
Pero los dos segundos que perdí de vista fue suficiente para que ésta se escurriera y huyera. El guardia salió tras él y pidió a alguien que fuese tras ella. - ¡Vamos, Runa! – insté a mi compañera a correr. Traté de no perderla de vista y la perseguía por las calles, pero era muy rápida y, al ser de baja estatura, se escurría y se entremezclaba entre la gente con facilidad. – Mierda. La hemos perdido. – me quejé a la ladrona, rechistando.
Comencé a buscar posibles sitios por dónde pudiese haber huido. Revolví entre las calles y de repente vi al supuesto guardia pasar. Decidí seguirle, parecía haberla visto. Efectivamente, se metió en un callejón estrecho, sin salida. ¡Hasta para eso era una estúpida! Escuché lo que le decía a la elfa desde su espalda. Mostraba satisfacción en haberla encontrado, pero no era un guardia, sino un cazarrecompensas. Se dirigía con su daga hacia la indefensa elfa. ¿Qué demonios hacía? No podía darle una muerte rápida sin ser juzgada por sus crímenes.
Llevé la mano al cinturón y tomé una de las ballestas. Disparé al tipo en el gemelo sin pensármelo dos veces y lo hice caer al suelo. Anduve hacia él con tranquilidad, meneando mis caderas femeninas de un lado a otro. – Ella es mía. – advertí al pasar a su lado sin mirarle, mientras chillaba como una cerda en celo. De la que pasaba le pisé los testículos con el tacón de mi bota. A propósito por supuesto. Haciendo fuerza para incrementar el dolor y que gritara aún más. ¿Quién era aquel hombre para quitarme la presa? Si no era un guardia, yo la llevaría hasta prisión. – Te pudrirás en una celda el resto de tu vida. – le comenté inexpresiva, mirándola desafiante y sin alzar ni siquiera una ceja o expresar algún tipo de sentimiento en mi rostro, apuntándole con una de mis ballestas de mano.
Guardé el arma de nuevo. Mas cuando me disponía a correr hacia ella para partirle la rodilla y evitar que pudiese volver a salir corriendo, escuché una voz familiar a mis espaldas la de un hombre. - ¡Huracán! ¿Te dejo una hora sola y te dedicar a armar camorra? Está claro que no se te puede dejar sola...– Jules apareció detrás de mí. Pero ni siquiera me giré a mirarle, no le quitaba mi mirada fruncida a esa sucia racista. - ¡Huracán por los dioses, detente! ¡No le dispares! ¡Que solo es una elfa! – me gritó, cogiéndome por la espalda. Tenía que sujetarme porque si no me lanzaría. Yo intentaba desquitarme de él para ir a por ella. Pero el brujo me rodeó con fuerza con sus brazos y me sujetó, tratando de empujarme hacia atrás, yo quería acabar con la elfa, a la que no dejaba de mirar. Estaba fuera de mí. – ¡Runa, ayúdame que como se me escape se la come! - ¿de qué conocía Jules a Runa? Eso sería otra historia. Yo no miraba al brujo ni escuchaba lo que decía, sino que trataba liberarme de su "abrazo" para mirar a la sangrante elfa. Si no me detenían el tiempo suficiente la iba a terminar destrozando a puñetazos, y máxime ahora que estaba debilitada. ¿Runa seguiría hastiada de la miserable elfa?
El sonido del arco de la estúpida elfa tocando el suelo para que no terminara con su triste existencia era melodía para mis oídos. Me mordí el labio para contenerme, como cuando tenía a un vampiro bajo mi ballesta, solo que en esta ocasión era una montaciervos a quien tenía en el mástil y no a un chupasangres. El placer era similar. Poco a poco fui conteniendo mi rabia y mi odio ante una persona derrotada e indefensa.
Poco después apareció Runa para golpearla en la frente, tomar su brazo y comenzar a escribir mi apodo con una daga. ¡Joder! Eso tenía que doler. Y los gritos de la elfa así lo indicaban. Demasiado sádico. Demasiado dolor incluso para ella. Resoplé como si me lo estuvieran haciendo a mí. ¿Hasta qué punto estaba bien hacerle aquello? Había intentado matarme, pero, ¿en serio era necesaria la tortura? Ni siquiera acostumbraba a torturar a los vampiros, a los que les daba una muerte rápida. ¿Qué sentido tenía hacer aquello? No le dije nada a mi amiga pero consideraba que se estaba excediendo, quizás, un poco.
Mi agresividad volvería a su normalidad cuando un guardia se postró como “el rescatador” involuntario de la joven. ¿Qué aquella elfa había asesinado a una bruja? ¿Por qué? Probablemente por mero racismo, del mismo modo que lo había intentado conmigo. ¡Maldita escoria! Repentinamente volvieron a entrarme ganas de volarle la cabeza. Esa asesina tenía que acabar en la cárcel, y me dispuse a entregársela al guardia.
Pero los dos segundos que perdí de vista fue suficiente para que ésta se escurriera y huyera. El guardia salió tras él y pidió a alguien que fuese tras ella. - ¡Vamos, Runa! – insté a mi compañera a correr. Traté de no perderla de vista y la perseguía por las calles, pero era muy rápida y, al ser de baja estatura, se escurría y se entremezclaba entre la gente con facilidad. – Mierda. La hemos perdido. – me quejé a la ladrona, rechistando.
Comencé a buscar posibles sitios por dónde pudiese haber huido. Revolví entre las calles y de repente vi al supuesto guardia pasar. Decidí seguirle, parecía haberla visto. Efectivamente, se metió en un callejón estrecho, sin salida. ¡Hasta para eso era una estúpida! Escuché lo que le decía a la elfa desde su espalda. Mostraba satisfacción en haberla encontrado, pero no era un guardia, sino un cazarrecompensas. Se dirigía con su daga hacia la indefensa elfa. ¿Qué demonios hacía? No podía darle una muerte rápida sin ser juzgada por sus crímenes.
Llevé la mano al cinturón y tomé una de las ballestas. Disparé al tipo en el gemelo sin pensármelo dos veces y lo hice caer al suelo. Anduve hacia él con tranquilidad, meneando mis caderas femeninas de un lado a otro. – Ella es mía. – advertí al pasar a su lado sin mirarle, mientras chillaba como una cerda en celo. De la que pasaba le pisé los testículos con el tacón de mi bota. A propósito por supuesto. Haciendo fuerza para incrementar el dolor y que gritara aún más. ¿Quién era aquel hombre para quitarme la presa? Si no era un guardia, yo la llevaría hasta prisión. – Te pudrirás en una celda el resto de tu vida. – le comenté inexpresiva, mirándola desafiante y sin alzar ni siquiera una ceja o expresar algún tipo de sentimiento en mi rostro, apuntándole con una de mis ballestas de mano.
Guardé el arma de nuevo. Mas cuando me disponía a correr hacia ella para partirle la rodilla y evitar que pudiese volver a salir corriendo, escuché una voz familiar a mis espaldas la de un hombre. - ¡Huracán! ¿Te dejo una hora sola y te dedicar a armar camorra? Está claro que no se te puede dejar sola...– Jules apareció detrás de mí. Pero ni siquiera me giré a mirarle, no le quitaba mi mirada fruncida a esa sucia racista. - ¡Huracán por los dioses, detente! ¡No le dispares! ¡Que solo es una elfa! – me gritó, cogiéndome por la espalda. Tenía que sujetarme porque si no me lanzaría. Yo intentaba desquitarme de él para ir a por ella. Pero el brujo me rodeó con fuerza con sus brazos y me sujetó, tratando de empujarme hacia atrás, yo quería acabar con la elfa, a la que no dejaba de mirar. Estaba fuera de mí. – ¡Runa, ayúdame que como se me escape se la come! - ¿de qué conocía Jules a Runa? Eso sería otra historia. Yo no miraba al brujo ni escuchaba lo que decía, sino que trataba liberarme de su "abrazo" para mirar a la sangrante elfa. Si no me detenían el tiempo suficiente la iba a terminar destrozando a puñetazos, y máxime ahora que estaba debilitada. ¿Runa seguiría hastiada de la miserable elfa?
*Off: Yo ignoro el ataque. Decido no detener a Helyare (gracias a Jules, claro, no creas que me caes mejor elfa)
Anastasia Boisson
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Ambas fueron interrumpidas por un que interrumpió el lugar, muy pacíficamente convenciéndolas que se trataba de un guardia que narraba como aquella elfa, en el suelo todavía humillada, estaba siendo acusada de asesinato hacia una bruja. Cuando ambas podrían pensar que aquella era desdichada que realmente portaba un tufillo a racismo hacia a otras razas, descubrían que sus acciones eran todavía más oscuras que lo que Huracán , o quizás la pequeña Runa habían cometido jamás.
La elfa logró desatarse, y no tardó velozmente en dejarlas atrás.
A pesar de los gritos de aquel hombre, la mayoría de la gente se apartaba mientras aquella se alejaba hasta perderla de vista. La ladrona acompañaba a la cazadora tras la búsqueda, la habían perdido, y como sabuesos ambas se pusieron a buscar profundamente entre las callejuelas. Bastó unos pequeños minutos en los que se separó de la bruja y buscar por su cuenta, para escuchar un pequeño ruido, no muy lejos de ella.
-¿Qué narices es eso? Comentaba para si misma.
Alarmada por el grito del hombre que las paró antes, no cesó en darse prisa hacia el lugar de los gimoteos, encontrándose a una Huracán decidida que caminaba hacia la elfa, agachada llorando con el brazo ensangrentado y aquel tipo con una flecha al gemelo y digamos con unos testículos planos, tan planos que su chillido se podría captar por toda la ciudad.
Runa arqueando la ceja ante la gran presencia de su compañera, la chulería que mostraba tan despampanante y segura de si misma que estaba haciendo la escena digna de recordad. Huracán no paraba de mirarla fijamente, diciendo que un tiro no sería lo más justo y lanzándose hacia la contrincante . con la mala suerte que una voz masculina les interrumpió.
Era Jules, aquel hombre que conoció cuando aquel reloj, tan extraño no hizo que dar problemas. Recordaba aquella cara, recordaba aquella cyborg Rachel, pero apenas tenía confianza con él.
Jules sujetó a la cazadora para que no se arrancará hacia aquella elfa. La rabia de Huracán se podía notar en el ambiente, en como forcejeaba a su compañero, y este tomando confianza, aparte de meterle el sermón a la bruja, rogó a la chica que la detenga.
-Estas pidiendo el favor a la persona equivocada Lo miró inexpresiva y poco preocupada del asunto.
Esta mujer, es la que ha empezado todo el asunto. Siguió comentando relajada mientras en una pausa suspiraba.No puedes pretender que el agua se calme cuando quiere empujar con la fuerza de una cascada, pues este caso es lo mismo. Aclaraba convincente mientras que miraba a la elfa.-Pero la vida es así... Añadió metiéndose el dedo anular y el indice en la boca silbando fuerte.
-¡Ma-Hui! al ataque
Pocos minutos después apareció un hermoso perro rojizo, que en cuanto la chica le hizo una seña el animal se lanzó hacia la joven. Aprovechando la distracción del animal, Runa señaló hacia el fondo de la calle para que Jules bajará la guardia y Huracán pudiera escapar.
Ma-Hui, afortunadamente, había logrado capturar una bota de la contrincante caminando feliz hacia su dueña, como si tal proeza hubiera logrado. La chica se agachó , lo acaricio como el sol que era y se levantó , cogiendo carrerilla hacia la elfa.
Aquella elfa, debía recibir el último golpe antes de ser arrestada, tenía que hacer Jules soltará a su amiga. Huracán debía volver a tener el control de la situación.
Off: siento la tardanza. Disfrutar de mi adorado Ma-Hui <3. ¡ Que tengas suertes con las runa Hely!
La elfa logró desatarse, y no tardó velozmente en dejarlas atrás.
A pesar de los gritos de aquel hombre, la mayoría de la gente se apartaba mientras aquella se alejaba hasta perderla de vista. La ladrona acompañaba a la cazadora tras la búsqueda, la habían perdido, y como sabuesos ambas se pusieron a buscar profundamente entre las callejuelas. Bastó unos pequeños minutos en los que se separó de la bruja y buscar por su cuenta, para escuchar un pequeño ruido, no muy lejos de ella.
-¿Qué narices es eso? Comentaba para si misma.
Alarmada por el grito del hombre que las paró antes, no cesó en darse prisa hacia el lugar de los gimoteos, encontrándose a una Huracán decidida que caminaba hacia la elfa, agachada llorando con el brazo ensangrentado y aquel tipo con una flecha al gemelo y digamos con unos testículos planos, tan planos que su chillido se podría captar por toda la ciudad.
Runa arqueando la ceja ante la gran presencia de su compañera, la chulería que mostraba tan despampanante y segura de si misma que estaba haciendo la escena digna de recordad. Huracán no paraba de mirarla fijamente, diciendo que un tiro no sería lo más justo y lanzándose hacia la contrincante . con la mala suerte que una voz masculina les interrumpió.
Era Jules, aquel hombre que conoció cuando aquel reloj, tan extraño no hizo que dar problemas. Recordaba aquella cara, recordaba aquella cyborg Rachel, pero apenas tenía confianza con él.
Jules sujetó a la cazadora para que no se arrancará hacia aquella elfa. La rabia de Huracán se podía notar en el ambiente, en como forcejeaba a su compañero, y este tomando confianza, aparte de meterle el sermón a la bruja, rogó a la chica que la detenga.
-Estas pidiendo el favor a la persona equivocada Lo miró inexpresiva y poco preocupada del asunto.
Esta mujer, es la que ha empezado todo el asunto. Siguió comentando relajada mientras en una pausa suspiraba.No puedes pretender que el agua se calme cuando quiere empujar con la fuerza de una cascada, pues este caso es lo mismo. Aclaraba convincente mientras que miraba a la elfa.-Pero la vida es así... Añadió metiéndose el dedo anular y el indice en la boca silbando fuerte.
-¡Ma-Hui! al ataque
Pocos minutos después apareció un hermoso perro rojizo, que en cuanto la chica le hizo una seña el animal se lanzó hacia la joven. Aprovechando la distracción del animal, Runa señaló hacia el fondo de la calle para que Jules bajará la guardia y Huracán pudiera escapar.
Ma-Hui, afortunadamente, había logrado capturar una bota de la contrincante caminando feliz hacia su dueña, como si tal proeza hubiera logrado. La chica se agachó , lo acaricio como el sol que era y se levantó , cogiendo carrerilla hacia la elfa.
Aquella elfa, debía recibir el último golpe antes de ser arrestada, tenía que hacer Jules soltará a su amiga. Huracán debía volver a tener el control de la situación.
Off: siento la tardanza. Disfrutar de mi adorado Ma-Hui <3. ¡ Que tengas suertes con las runa Hely!
Runa Thorgil
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Re: Sangre y Prejuicio.[+18] [ 3/3] [Libre] [Cerrado]
El dolor era tan intenso que, durante minutos, apenas dolía nada. Era irónico pensar eso pero había ratos en los que Helyare no sentía absolutamente nada, a pesar de que su cuerpo aún temblaba. Su antebrazo estaba destrozado, incluso le colgaban jirones de piel y la sangre manaba por entre las heridas que tenía hasta caer al suelo a goterones. Con fuerza, se apretaba contra el torso, manchándose aún más, pero tenía que detener la hemorragia como fuera. Los pinchazos se iban alternando con quemazón, sentía que le ardía esa parte de su cuerpo, y el resto estaba frío. La elfa no había experimentado más dolor en su vida, que ella recordase pero era preferible eso a llevar el nombre de esa bruja en su piel. Mil veces preferiría pasar por semejante dolor antes que eso.
Todo lo demás parecía ajeno, estaba despersonalizado. Vio aparecer al tipo de la plaza, quien llevaba una daga y se acercaba a ella con intención de capturarla. Sabía dónde había dejado su arco y el carcaj, pero sólo pudo mover su brazo izquierdo para cogerlo. Sabía que con el otro no podría hacer nada y en esos momentos lamentaba haber lanzado de tan mala gana la daga de la bruja. Podía ser útil para defenderse. Aunque tenía la intención de golpear las cajas para impedir el paso del hombre, al menos le daría tiempo a levantase y poder usar otro modo de defensa.
Escuchó otras voces acercarse y en un instante apareció Huracán, detrás del hombre. En esos momentos sí que se dio por perdida, pues la bruja maldita esa era bastante más difícil de esquivar que el hombre de la daga. Pero, sorprendentemente, el orgullo de la mujer impidió que el hombre atentase contra Helyare. Quería ser ella quien tomase justicia y acabó golpeando al hombre para dejarlo en el suelo entre gritos de dolor.
La elfa miró a Huracán aproximarse a ella, ligeramente desenfocada. Estaba preparada para tratar de defenderse aunque su posición no fuera la más adecuada. No iba a permitir dejarse ganar así, no ahora que estaban ellas solas. O eso creía. Como un rayo apareció otro hombre por la calle que agarró a la bruja con fuerza para impedir que se acercase más. Entre gritos trataba de hacer que se calmara, pero era imposible.
Runa, la humana que también estaba incordiando en la plaza, apareció detrás del hombre. ¿Se podía tener más odio a una persona así que a una hechicera? El odio de la elfa iba fluctuando entre las dos mujeres. La miserable humana era quien había sido la causante de que su brazo estuviera destrozado, y quería matarla. Sentía verdaderas ganas de venganza contra las dos. Su mayor deseo en esos momentos era verlas decapitadas. En lugar de Francesca tendría que haber muerto Huracán, sin duda. En esos momentos ansiaba verla sin vida. Y a esa asquerosa humana, igual.
El perro de la muchacha llegó hasta donde estaba Helyare y la despojó de una de sus botas. En ese momento ni ella se dio cuenta, o directamente no le dio importancia. Tenía cosas más importantes en las que centrar sus pensamientos que en un pequeño animal de compañía. Su brazo era una de esas cosas, pues seguía sangrando demasiado y tenía que cortarlo cuanto antes. Mas las dos chicas parecían ignorar lo que estaba pasando, sólo querían llevar a juicio a la elfa. ¡Si ella no había hecho nada! Había empezado Runa con su mal genio y luego esa deleznable bruja se había metido en medio. Si hubiese pasado, Helyare ni se habría percatado de su presencia. Pero era una buscapleitos y tuvo que meterse.
Con cierto esfuerzo, y aprovechando que la loca de la bruja estaba siendo agarrada por el hombre, la elfa se incorporó y tomó su arco. Le costaba un poco tratar de aplacar el dolor y dejarlo en un segundo plano, pero tenía que intentarlo si quería salir de allí cuanto antes.
Había dicho que se pudriría en una celda antes de que apareciera el tal Jules. ¿Una celda? ¿Quién se creía la bruja esa? ¿Un miembro de la Guardia? Quería reventarle la cabeza contra el suelo pero Helyare era consciente de que en su situación no podía hacer nada, sería regalarle una victoria y que ella acabase encerrada a saber dónde. Y no iba a permitir eso. Aunque tuviera que dejar de lado su orgullo y esperar a vengarse. Eso era lo que más dolía a la elfa, que había perdido una de las batallas. Y no estaba acostumbrada a perder.
Pero esa vez estaba sola, contra dos personas, una de ellas era una hechicera que usaba sus artimañas mágicas, el lugar no era su medio natural para luchar, como lo era Sandorai y faltaban sus guerreros. Y las dos últimas cosas nunca las volvería a tener, así que debía cambiar su modo de combate para tomar venganza. Quería acabar con ellas, pero no ahora. Sino cuando volviese a estar en sus plenas facultades y pudiera presentar batalla contra esas malditas.
Con rabia se plantó a unos metros de la bruja, que seguía agitada, y quedó frente a ella. –Tú y yo ya nos veremos, sucia bruja. –Musitó escupiendo las palabras con la mayor dosis de odio y veneno que pudo.
La otra muchacha, Runa, avanzaba hacia ella con ganas de volver a iniciar la pelea. Lejos de responder su ataque, lo esquivó. Su rostro permanecía inmutable, cargado por el asco que le daban esas dos mujeres. Deseaba la muerte a ambas. Pero no ahora, y no así. Debía esperar y aguantarse las ganas de golpearlas. –Y lo mismo para ti, rastrera. Estaré “encantada” de encontrarme con vosotras en otra ocasión.
Su voz era irónica cuando dijo “encantada”, pero de verdad tenía ganas de volver a verlas en una situación favorable para la elfa. Por primera vez había antepuesto su vida a la lucha. Pero el orgullo, aunque estaba dañado, impedía que se batiese en una batalla en su estado. Aguardó en silencio durante un par de segundos, pasando la vista por ambas.
Acabó de coger el carcaj con su brazo libre se fue por donde había ido, pero en lugar de meterse por la calle principal, se metió por entre callejones oscuros y estrechos. Como antes, sujetó con fuerza su brazo y lo tapó con una tela que guardaba en su bolsito. Ni estirándolo todo lo posible tapaba el destrozo de su piel, y al instante estaba teñido de rojo, pero quería impedir que siguiese cayendo la sangre en la mayor medida de lo posible. Cuando se aseguró que no goteaba tanto, y apoyándolo en su misma ropa, salió corriendo como pudo a un lugar para tratar de lavar su herida.
Por desgracia, tenía que agradecer a ese brujo que hubiese detenido a la loca de Huracán, le había dado otra oportunidad de enfrentarse a ella y vengarse por lo que había hecho, sobre todo por haberla dejado de rodillas en la plaza. Eso era algo de lo que no iba a olvidarse tan fácilmente y que le haría pagar. Y a la otra… De ella sí que iba a vengarse por mellar su piel.
Pero no ahora, ni mañana… Sino cuando llegase el momento idóneo para poder hacerlo.
Todo lo demás parecía ajeno, estaba despersonalizado. Vio aparecer al tipo de la plaza, quien llevaba una daga y se acercaba a ella con intención de capturarla. Sabía dónde había dejado su arco y el carcaj, pero sólo pudo mover su brazo izquierdo para cogerlo. Sabía que con el otro no podría hacer nada y en esos momentos lamentaba haber lanzado de tan mala gana la daga de la bruja. Podía ser útil para defenderse. Aunque tenía la intención de golpear las cajas para impedir el paso del hombre, al menos le daría tiempo a levantase y poder usar otro modo de defensa.
Escuchó otras voces acercarse y en un instante apareció Huracán, detrás del hombre. En esos momentos sí que se dio por perdida, pues la bruja maldita esa era bastante más difícil de esquivar que el hombre de la daga. Pero, sorprendentemente, el orgullo de la mujer impidió que el hombre atentase contra Helyare. Quería ser ella quien tomase justicia y acabó golpeando al hombre para dejarlo en el suelo entre gritos de dolor.
La elfa miró a Huracán aproximarse a ella, ligeramente desenfocada. Estaba preparada para tratar de defenderse aunque su posición no fuera la más adecuada. No iba a permitir dejarse ganar así, no ahora que estaban ellas solas. O eso creía. Como un rayo apareció otro hombre por la calle que agarró a la bruja con fuerza para impedir que se acercase más. Entre gritos trataba de hacer que se calmara, pero era imposible.
Runa, la humana que también estaba incordiando en la plaza, apareció detrás del hombre. ¿Se podía tener más odio a una persona así que a una hechicera? El odio de la elfa iba fluctuando entre las dos mujeres. La miserable humana era quien había sido la causante de que su brazo estuviera destrozado, y quería matarla. Sentía verdaderas ganas de venganza contra las dos. Su mayor deseo en esos momentos era verlas decapitadas. En lugar de Francesca tendría que haber muerto Huracán, sin duda. En esos momentos ansiaba verla sin vida. Y a esa asquerosa humana, igual.
El perro de la muchacha llegó hasta donde estaba Helyare y la despojó de una de sus botas. En ese momento ni ella se dio cuenta, o directamente no le dio importancia. Tenía cosas más importantes en las que centrar sus pensamientos que en un pequeño animal de compañía. Su brazo era una de esas cosas, pues seguía sangrando demasiado y tenía que cortarlo cuanto antes. Mas las dos chicas parecían ignorar lo que estaba pasando, sólo querían llevar a juicio a la elfa. ¡Si ella no había hecho nada! Había empezado Runa con su mal genio y luego esa deleznable bruja se había metido en medio. Si hubiese pasado, Helyare ni se habría percatado de su presencia. Pero era una buscapleitos y tuvo que meterse.
Con cierto esfuerzo, y aprovechando que la loca de la bruja estaba siendo agarrada por el hombre, la elfa se incorporó y tomó su arco. Le costaba un poco tratar de aplacar el dolor y dejarlo en un segundo plano, pero tenía que intentarlo si quería salir de allí cuanto antes.
Había dicho que se pudriría en una celda antes de que apareciera el tal Jules. ¿Una celda? ¿Quién se creía la bruja esa? ¿Un miembro de la Guardia? Quería reventarle la cabeza contra el suelo pero Helyare era consciente de que en su situación no podía hacer nada, sería regalarle una victoria y que ella acabase encerrada a saber dónde. Y no iba a permitir eso. Aunque tuviera que dejar de lado su orgullo y esperar a vengarse. Eso era lo que más dolía a la elfa, que había perdido una de las batallas. Y no estaba acostumbrada a perder.
Pero esa vez estaba sola, contra dos personas, una de ellas era una hechicera que usaba sus artimañas mágicas, el lugar no era su medio natural para luchar, como lo era Sandorai y faltaban sus guerreros. Y las dos últimas cosas nunca las volvería a tener, así que debía cambiar su modo de combate para tomar venganza. Quería acabar con ellas, pero no ahora. Sino cuando volviese a estar en sus plenas facultades y pudiera presentar batalla contra esas malditas.
Con rabia se plantó a unos metros de la bruja, que seguía agitada, y quedó frente a ella. –Tú y yo ya nos veremos, sucia bruja. –Musitó escupiendo las palabras con la mayor dosis de odio y veneno que pudo.
La otra muchacha, Runa, avanzaba hacia ella con ganas de volver a iniciar la pelea. Lejos de responder su ataque, lo esquivó. Su rostro permanecía inmutable, cargado por el asco que le daban esas dos mujeres. Deseaba la muerte a ambas. Pero no ahora, y no así. Debía esperar y aguantarse las ganas de golpearlas. –Y lo mismo para ti, rastrera. Estaré “encantada” de encontrarme con vosotras en otra ocasión.
Su voz era irónica cuando dijo “encantada”, pero de verdad tenía ganas de volver a verlas en una situación favorable para la elfa. Por primera vez había antepuesto su vida a la lucha. Pero el orgullo, aunque estaba dañado, impedía que se batiese en una batalla en su estado. Aguardó en silencio durante un par de segundos, pasando la vista por ambas.
Acabó de coger el carcaj con su brazo libre se fue por donde había ido, pero en lugar de meterse por la calle principal, se metió por entre callejones oscuros y estrechos. Como antes, sujetó con fuerza su brazo y lo tapó con una tela que guardaba en su bolsito. Ni estirándolo todo lo posible tapaba el destrozo de su piel, y al instante estaba teñido de rojo, pero quería impedir que siguiese cayendo la sangre en la mayor medida de lo posible. Cuando se aseguró que no goteaba tanto, y apoyándolo en su misma ropa, salió corriendo como pudo a un lugar para tratar de lavar su herida.
Por desgracia, tenía que agradecer a ese brujo que hubiese detenido a la loca de Huracán, le había dado otra oportunidad de enfrentarse a ella y vengarse por lo que había hecho, sobre todo por haberla dejado de rodillas en la plaza. Eso era algo de lo que no iba a olvidarse tan fácilmente y que le haría pagar. Y a la otra… De ella sí que iba a vengarse por mellar su piel.
Pero no ahora, ni mañana… Sino cuando llegase el momento idóneo para poder hacerlo.
- Off:
- Yo nunca tengo suerte con las runas… Salvo en este hilo, que al final voy a tener que enmarcarlo para que quede constancia xDDD
Off 2: Por mi parte este es mi último turno, como acordamos, a no ser que queráis alargarlo más, avisadme y sigo! :3
Me ha gustado mucho, aunque os odie n.n"
Helyare
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-¡Suéltame! – le gritaba a Jules de mala manera, tratando de deshacerme de sus brazos. Tenía ganas de ir a cerrarle el pico a aquella estúpida elfa. Ahora estaba indefensa y en un callejón. ¿Qué mejor para darle una paliza a la orejuda sin que la guardia se enterara?
Runa trataba de convencer a Jules para que me liberase, pero el brujo no parecía o no quería escucharla. En aquel momento no me había dado cuenta, pero pensándolo en frío la ladrona no había hecho más que meter cizaña durante todo el enfrentamiento. Había hecho que me enfureciera por encima de mis límites, tomándome sus palabras casi como un desafío. Pero no sería sino a posteriori cuando me daría cuenta de este hecho y reflexionaría del mismo.
De momento, había ordenado atacar a su perro, que rápidamente se lanzó a por Helyare siguiendo las instrucciones de su ama y se fue directo a por su pie, despojándola de una de sus botas. Se estaba levantando.
-¿Ves lo que me ha dicho? – le grité fuera de mí a Jules. - ¡Te ordeno que me sueltes, Jules! ¿Quién es la jefa aquí? – intenté tratar de escapar, pero él como hombre entrenado que era, tenía más fuerza que yo. Podría liberarme con mis corrientes de aire, pero atacar a un compañero de aquella manera me parecía incluso demasiado.
-No estamos de servicio, “jefa”. Sólo somos dos transeúntes en medio de una apacible velada… – recalcó el brujo con ironía, y entonces recibió un golpe. - ¡Eh! No me pegues a mí codazos en la nariz. – miró a la elfa. – ¡Corre antes de que se suelte! – le advirtió a la elfa, incitándola a huir antes de que me liberara.
La elfa se liberó del can y se puso en pie, tomando su armamento. Pero estaba herida, demasiado como para atacarnos a los tres. Por lo que optó por la huida, la cobarde aceptó su derrota y huyó, pero no sin antes lanzar una amenaza gratuita al aire. Asegurando que tomaría venganza de aquel encuentro. ¡Insensata! No tenía una mínima oportunidad contra mí como había quedado demostrado. ¿Acaso cree que podría con una mujer curtida en batallas contra Belladonna, Mortagglia, Vladimir el Inmortal y otros tantos? Aquella exiliada, porque tenía todas las pintas de serlo, seguramente lo más violento que habría cazado era un ciervo. ¿Quién se creía que era para amenazarme a mí? ¿A Lady Anastasia Boisson y di Miraclo de Beltrexus? – Aquí te esperaré para darte otra paliza, zorra. – la reté.
Cuando ya no la tenía al alcance, Jules me soltó por fin, me había dejado una fuerte marca de su mano por tratar de agarrarme. Gruñí. En caliente no me había dado cuenta, pero estaba gastando los mismos modales que empleaba con los vampiros, sólo que esta vez la víctima era una elfa. Odiaba que la gente me insultara gratuitamente, y máxime sin ser nadie. Y aquella follaárboles me había calumniado sin ningún motivo, simplemente por un mero tropezón y no conmigo, sino con la ladrona.
-¡Se te va la pinza! – me dijo Jules, girando el dedo índice en torno a su sien. - ¿En qué demonios pensabas, Huracán?
-Sólo me defendía. - traté de excusarme. El brujo puso sus brazos en jarra, rió y se mordió los labios.
–Venga Huri... – suspiró, como si no supiera qué hacer conmigo. – Que nos conocemos.
No respondí. No le daría la razón. Aunque era increíble como la mera presencia de aquel brujo conseguía tranquilizarme. Era imposible dedicarle una mala cara a Jules. Su manera de ser, tan humana, hacía imposible que me llevara mal con él. Estaba ya comenzando a tranquilizarme. Pensándolo en frío, tal vez me hubiese excedido un poco, pero aquella elfa llegó incluso a amenazarme con un cuchillo. Y lo único que pretendía era entregarla a la guardia… después de darle una paliza, claro.
Pero por supuesto yo nunca daría mi brazo a torcer ni reconocería que, tal vez, aquello se me hubiese ido de las manos. Me disponía a salir del callejón con mala cara sin decir nada a Runa ni a Jules. ¿Qué más podía salir mal? ¡Oh! Claro, tenía algo colgando de mis pantalones.
-¿Pero qué coño…? – el chucho de Runa estaba tratando de trepar por mi pierna, ladrando, como si quisiera jugar conmigo. Estaba yo como para reírle las gracias a un perro. – Quita bicho. – y lo aparté de mala gana de una pequeña patada que no le haría ningún daño, pero al menos lo distraería. Era consciente de que a Runa seguramente no le sentase bien, pero estaba harta y lo cierto es que me daba igual. Aquel que me dijera algo iba a pagar los platos rotos de que. Ya habían conseguido lo que querían: Joderme el día.
-Déjala, es mejor que no le digas nada hasta mañana. – instó Jules "pacificador" Roche, poniendo una mano sobre el hombro de Runa, antes de que a ésta se le ocurriese increparme.
Runa trataba de convencer a Jules para que me liberase, pero el brujo no parecía o no quería escucharla. En aquel momento no me había dado cuenta, pero pensándolo en frío la ladrona no había hecho más que meter cizaña durante todo el enfrentamiento. Había hecho que me enfureciera por encima de mis límites, tomándome sus palabras casi como un desafío. Pero no sería sino a posteriori cuando me daría cuenta de este hecho y reflexionaría del mismo.
De momento, había ordenado atacar a su perro, que rápidamente se lanzó a por Helyare siguiendo las instrucciones de su ama y se fue directo a por su pie, despojándola de una de sus botas. Se estaba levantando.
-¿Ves lo que me ha dicho? – le grité fuera de mí a Jules. - ¡Te ordeno que me sueltes, Jules! ¿Quién es la jefa aquí? – intenté tratar de escapar, pero él como hombre entrenado que era, tenía más fuerza que yo. Podría liberarme con mis corrientes de aire, pero atacar a un compañero de aquella manera me parecía incluso demasiado.
-No estamos de servicio, “jefa”. Sólo somos dos transeúntes en medio de una apacible velada… – recalcó el brujo con ironía, y entonces recibió un golpe. - ¡Eh! No me pegues a mí codazos en la nariz. – miró a la elfa. – ¡Corre antes de que se suelte! – le advirtió a la elfa, incitándola a huir antes de que me liberara.
La elfa se liberó del can y se puso en pie, tomando su armamento. Pero estaba herida, demasiado como para atacarnos a los tres. Por lo que optó por la huida, la cobarde aceptó su derrota y huyó, pero no sin antes lanzar una amenaza gratuita al aire. Asegurando que tomaría venganza de aquel encuentro. ¡Insensata! No tenía una mínima oportunidad contra mí como había quedado demostrado. ¿Acaso cree que podría con una mujer curtida en batallas contra Belladonna, Mortagglia, Vladimir el Inmortal y otros tantos? Aquella exiliada, porque tenía todas las pintas de serlo, seguramente lo más violento que habría cazado era un ciervo. ¿Quién se creía que era para amenazarme a mí? ¿A Lady Anastasia Boisson y di Miraclo de Beltrexus? – Aquí te esperaré para darte otra paliza, zorra. – la reté.
Cuando ya no la tenía al alcance, Jules me soltó por fin, me había dejado una fuerte marca de su mano por tratar de agarrarme. Gruñí. En caliente no me había dado cuenta, pero estaba gastando los mismos modales que empleaba con los vampiros, sólo que esta vez la víctima era una elfa. Odiaba que la gente me insultara gratuitamente, y máxime sin ser nadie. Y aquella follaárboles me había calumniado sin ningún motivo, simplemente por un mero tropezón y no conmigo, sino con la ladrona.
-¡Se te va la pinza! – me dijo Jules, girando el dedo índice en torno a su sien. - ¿En qué demonios pensabas, Huracán?
-Sólo me defendía. - traté de excusarme. El brujo puso sus brazos en jarra, rió y se mordió los labios.
–Venga Huri... – suspiró, como si no supiera qué hacer conmigo. – Que nos conocemos.
No respondí. No le daría la razón. Aunque era increíble como la mera presencia de aquel brujo conseguía tranquilizarme. Era imposible dedicarle una mala cara a Jules. Su manera de ser, tan humana, hacía imposible que me llevara mal con él. Estaba ya comenzando a tranquilizarme. Pensándolo en frío, tal vez me hubiese excedido un poco, pero aquella elfa llegó incluso a amenazarme con un cuchillo. Y lo único que pretendía era entregarla a la guardia… después de darle una paliza, claro.
Pero por supuesto yo nunca daría mi brazo a torcer ni reconocería que, tal vez, aquello se me hubiese ido de las manos. Me disponía a salir del callejón con mala cara sin decir nada a Runa ni a Jules. ¿Qué más podía salir mal? ¡Oh! Claro, tenía algo colgando de mis pantalones.
-¿Pero qué coño…? – el chucho de Runa estaba tratando de trepar por mi pierna, ladrando, como si quisiera jugar conmigo. Estaba yo como para reírle las gracias a un perro. – Quita bicho. – y lo aparté de mala gana de una pequeña patada que no le haría ningún daño, pero al menos lo distraería. Era consciente de que a Runa seguramente no le sentase bien, pero estaba harta y lo cierto es que me daba igual. Aquel que me dijera algo iba a pagar los platos rotos de que. Ya habían conseguido lo que querían: Joderme el día.
-Déjala, es mejor que no le digas nada hasta mañana. – instó Jules "pacificador" Roche, poniendo una mano sobre el hombro de Runa, antes de que a ésta se le ocurriese increparme.
Anastasia Boisson
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