Desierto de sangre [Libre] [Cerrado]

Después de mear, escupió al suelo y maldijo cien veces.

¿Pero quién me mandaría meterme en este puñetero erial?

Ben llevaba un tiempo caminando, siguiendo un rumbo errante y sin destino aparente. Tan pronto caminaba junto a una caravana de comerciantes siguiendo una ruta cómoda y de repente se veía solo en los terrenos más abruptos de aquel mundo. Y allí estaba él, en las minas de arena para los cristaleros; hogar para los Nórgedos; erial para los extranjeros. Y en verdad aquel sitio se podía convertir en una trampa si te despistabas un instante.

Ben, caminaba o creía caminar en dirección a Roilkat, su camino le había llevado cerca de aquella zona y quería pasar por la ciudad para preguntar sobre unos rumores que había oído a unos caminantes. Se hablaba de una ruinas de alguna antigua civilización que estaban saliendo a la superficie. Rumores... Llevaba un ritmo constante, lento, pero constante, de vez en cuando una leve ráfaga unido al sudo que bañaba su cara, lo refrescaba y le daba un soplo de energía que sin embargo no tardaba en desvanecerse. No hacía mucho había levantado la vista al cielo, de vez en cuando era agradable cambiar del color blanco anaranjado de la arena al azul prístino del cielo. De repente hizo un alto en el camino y oteó el horizonte. El paisaje cambiaba poco a poco, se podían ver rocas y un suelo algo más duro de lo qué el estaba pisando en aquellos instantes. Después alzó la cabeza y vio una nube y buscó a ver dónde proyectaba su sombra, sería agradable descansar del sol. Aunque no vio nada, decidió caminar en dirección a la nube.

¿Qué se sentirá al volar? Preguntó al desierto, pero este, como era evidente, no le respondió. Otra pregunta más que no obtiene respuesta. Debería plantearme buscar preguntas más fáciles de responder como por ejemplo... ¿Hay preguntas fáciles? ¿Qué es algo fácil? De manera súbita se calló porque algo o alguien le dijo que se dejara de perder el tiempo y la energía, que siguiera caminando para salir del arenal. Sin duda alguna sus antepasados seguían con él y algún día descansarían en el hogar de su casa.

Escuchó una voz justo en el momento que alcanzó la sombra de la nube. No se detuvo y avanzó en la dirección de la voz y efectivamente a lo lejos había un hombre sentado. Se acercó a él con curiosidad pensando en que tal vez podría... ¿Era un niño? Por todos los Dioses... Agilizó el paso hasta convertirlo en carrera y cuando estuvo más cerca aún escuchó sus últimas palabras:

[...]jodidamente feo aunque solo ahora me doy cuenta de la ironía que ostenta su calificativo jejeje. ¿Aquel chaval estaba loco? ¿Sería un brujo? ¿De qué demonios hablaba? ¿Tendrá agua?

Ey, hola. Dijo para captar su atención. Cuando se miraron el rostro de Ben mostró un grave rasgo de incredulidad mezclado con preocupación y asombro. Asombro porque aquel joven parecía saber lo que estaba haciendo aunque era mejor salir de dudas. ¿Qué... qué haces aquí? ¿Te has perdido? Se quedó allí plantado mientras se recuperaba del ligero trote que había mantenido durante los últimos metros.

Había tomado más tiempo del que esperaba durar fuera de casa pero aún así consideraba que no era tiempo de regresar, el constante sol y arena ya se había vuelto una costumbre diaria ¿Qué pensaría Emilia de aquel panorama? Posiblemente algo positivo los primeros tres segundos y luego chillaría a los cuatro vientos que aquel sitio era horrible solo porque la arena entró en su ojo. Levanté la vista al despejado cielo mientras calculaba cuantos pasos había realizado hasta el momento aquel día, estadísticamente había caminado ya gran parte de aquella zona del desierto iniciando por todos los puntos que lograse recordar de norte a sur.

Las condiciones en el sistema se veían favorables aún, una pausa forzada podía ralentizar la exploración del día. Moví el brazo metálico un par de veces examinando si algún ruido extraño salía de este pero todo parecía estar bajo control, siempre era mejor consultar dos veces las cosas. El peso de la mochila sobre la espalda era imperceptible en aquel punto, lo único que me permitía recordar que cargaba un peso adicional era el constante tintineo de las botellas que llevaba, algunas aún tenían líquido y otras estaban definitivamente vacías.

Tomé la cantimplora que golpeaba en el muslo y la abrí con cuidado, llevándola instantáneamente a la boca para sentir como el vino que esta contenía se abría paso por la garganta; sabía que aquel trago había sido totalmente innecesario y que debía ahorrar el alcohol para mantener el motor en funcionamiento, aún así no pasaba nada si bebía un par de gotas o dos, quedaba provisión suficiente para el resto del día y quizá para parte del otro.

El silencio en aquel sitio era totalmente diferente al silencio que recordaba de los bosques, sin contar que el sonido de la brisa sin dudarlo no tenía similitud. El aire en aquel lugar solo arrastraba tras de sí más calor y arena, mientras que el de los sitios llenos de hierba mantenía frescura y solía arrastrar olores y uno que otro sonido distante de un animal al menos.

Recordando uno de los trucos que había aprendido de los escasos ambulantes que me había topado en el arenal dejé car la mochila al suelo y retiré la chaqueta de cuero; aquella gente al inicio me había preguntado si estaba loco, al parecer un material como el cuero solo servía para proporcionar más calor del que se debería en aquella zona, así que la mejor recomendación que me habían dado era que la llevara atada a la cintura y que la camisa blanca de mangas largas se encargase de todo el trabajo de vestimenta superior. Tras hacer un nudo lo suficientemente simple para que la prenda quedara justa en la cadera recogí la mochila con licor y la acomodé en la espalda, reanudando el paso despreocupado sobre la arena.

A la lejanía logré visualizar dos siluetas algo borrosas, no estaba a una distancia lo suficientemente favorable como para saber si aquello sería algún grupo personas o quizá plantas del desierto, de todos modos no llevaba prisa en averiguarlo ya que a este paso existía gran posibilidad de que en un par de minutos me topara con aquello "A menos que sean personas y también tengan un rumbo por el arenal".

¿Nunca has visto a un niño hablar solo en mitad del desierto?... pues [...] en realidad quiero tu alma.

En primer lugar no le gustó la cara con la que le miró, parecía que hablaba en serio. Ben frunció el ceño y dio un paso atrás, desconfiado. Le miró con ojos escrutadores como si pudiera conseguir algo así, A lo mejor puedo convencerle de que... un momento ¿será un brujo? Malditos sean los puñeteros brujos.

jajajaja lo siento jejeje no pude evitarlo jaja

Ahora sí que sí, Sango no entendía nada y a la vez estaba más convencido de que era una especie de brujo o alguna cosa parecida, pero claro, ¿cómo se distingue un brujo de un niño? Era difícil, sin duda, tratar de saber cómo actuaría aquel niño o que diría pero algo estaba claro, debería sacarle de aquel desierto, los desiertos no son lugares para los niños, tampoco para los hombres y aquí estoy... Sus pensamientos se desvanecieron cuando el niño le dijo su nombre y le preguntó quién era.

Ben. Soy Ben Nelad, pero me conocen como Sango. Hizo una pausa y siguió hablando. Mira, este sitio es peligroso, no hay agua y la comida escasea por no decir que es inexistente. Deberíamos irnos cuanto antes...

Lo cierto es que espero a varios “conocidos” … andan retrasados como es habitual en los frijoles.

Aquel niño empezaba a resultarle irritante, no era el hecho de que jugara con él, sino que ahora ni siquiera le escuchaba. Ben se estaba preguntando si había hecho bien en para a hablar con aquel... niño o hechicero daba igual porque algo le decía que el chiquillo necesitaba ayuda con algo, se le habrá perdido la mascota, sonrió levemente con aquel pensamiento y contestó a Chimar que le había hecho una pregunta que difícilmente podía responder. Gruñó algo y se limitó a decirle:

Busco un tesoro. Mi familia lo ha buscado durante generaciones y cada uno de mis antepasados lo ha encontrado... A su manera, claro. Esbozó una sonrisa y recordó las palabras de su padre, después siguió hablando. Pero, creo que estoy condenado a no encontrarlo... Je, al menos no todavía, así que me limito a viajar, a conocer nuevos lugares y nuevas gentes. Iba hacia Roilkat, debería haber dado un rodeo, pero nunca había estado aquí en este arenal y quería ver si encontraba alguna pista sobre ese "tesoro" y, bueno, puede que la encuentre o no. No lo sé. Sólo los Dioses lo saben.

Cuando el sol volvió a golpearles, Ben estuvo a punto de dejar al brujo allí, pero no pudo. Se obligó a quedarse con el niño. Y con más razón ahora, que se acercaba, a lo lejos, otro hombre.

Que los Dioses nos guarden. Murmuró mientras se acomodaba para poder defenderse él y al niño ante una inminente amenaza.

Otro que se une a la fiesta… esta roca tiene más tráfico que un oasis. A Ben se le escapó una sonrisa con aquel comentario.

Disculpas del jugador tras Sango escribió:Perdonadme compañeros, estuve sin Internet por una avería en la línea, que afortunadamente está arreglada (espero).

Por la cercanía las siluetas se podían visualizar en la ahora escasa distancia, la variable de que las figuras representaran un par de plantas quedaba totalmente descartada, dejando como única y cierta opción el hecho de que más adelante habían dos personas posiblemente hablando. En aquel momento se presentaban nuevas dudas referente a lo que esperaba más adelante ¿Acaso quienes estaban allí eran buenas personas? Esperaba que así fuese, por los rumores de Roilkat había una gran cantidad de bandidos en el arenal pero por el momento solo me había topado con comerciantes y seres que parecían agradables.

    Con cada paso analizaba todas las opciones que le quedaban en aquel momento, detenerse y dar marcha atrás figuraba entre todo lo posible pero aquella opción podía causar problemas ¿Qué sucedía si quienes estaban en frente necesitaban ayuda? También debía considerar que cabía posibilidad de que también me hubiesen visto, después de todo en aquella zona cualquier objeto o ser podía ser notado con varios metros de distancia ¿Qué sucedería entonces si aquella gente eran jinetes del arenal y luego me perseguían? Realmente consideraba tener varias posibilidades de ganarles pero a veces era mejor no arriesgar tanto.

Subí la mano derecha hasta el rostro para cubrir los ojos del sol, esperaba que aligerando los reflejos de luz lograse mejorar un poco más la vista. Podía escuchar el murmullo del viento arrastrando la arena, si prestaba la suficiente atención también podía llegar a captar el murmullo de las voces, eso significaba que los seres que estaban al frente tal vez estuviesen manteniendo una charla y no habían notado que me acercaba.

Ya a escasos podía ver quienes se encontraban al frente, al parecer solo eran dos viajeros más sin montura alguna para desplazarse por el desierto, quizá llevasen poco tiempo caminando en aquel sitio. Me detuve a una distancia lo suficientemente aceptable para analizar a todos los presentes en aquel sitio, por costumbre no me extrañaría que la pareja que estuviese allí también se dejara llevar por la curiosidad.

     Recorrí con la vista al mayor de aquel par notando cierta tensión en el lenguaje corporal de esa persona, no estaba seguro si se estaba preparando para defenderse o atacar así que preferí no actuar por el momento, el tiempo dictaría como se desarrollarían los sucesos. Tuve que bajar la mirada para poder detallar al otro presente, al principio dudé de lo que podía estar viendo ya que era extraño encontrar un rostro conocido en aquel entorno.

- Te conozco. – Comenté finalmente señalando al niño, aquello era más una afirmación que una duda. – Tu nombre es Chimar ¿Me equivoco? – Pregunté sabiendo que la respuesta aún así sería afirmativa.

    Sin bajar la mano movilicé la señal al otro sujeto, apuntándolo unos momentos y arrugando el ceño. – A ti no te conozco. – Dije bajando la mano y dejándola junto a la cantimplora. – No busco problemas. – Aquello debería bastar para que el sujeto calmase su postura; esperaba que fuese un conocido del joven presente, si era así quizá la confianza que solían transferir los cercanos sirviera para que se relajara.

No se relajó al escuchar el comentario del chiquillo, al fin y al cabo, era un niño y no le creía capaz de ver peligro en situaciones aparentemente normales, Y... ¿yo sí? Pensó, cosa que no le sentó nada bien porque; A ver, ¿qué impresión da alguien que siempre se lleva la mano hacia el arma como algo instintivo? Joder, supongo que me hace parecer débil pero más vale prevenir ¿o no? Era lo que había aprendido desde bien joven e incluso alguno de sus instructores militares en Lunargenta les repetía aquella consigna.

Sin ser consciente del paso del tiempo, sintió que el joven Chimar le había dicho algo, ¿qué? murmuró con la voz entrecortada lo que hizo que sonara como un gruñido. El desconocido se plantó allí pocos instantes después y fue testigo de una reconciliación, quizá no la más emotiva, pero se reencontraron dos conocidos, la pregunta era, ¿por qué un niño y un adulto se conocían? Seguramente serían familia, primos, o parientes lejanos. Habrá venido a rescatar al joven, supongo... Aunque si fueran familia, el hombre habría saludado de otra manera... ¿será una alucinación conjurada por el niño? Pues no me extrañaría, la verdad, este niño tiene algo...

A ti no te conozco. No busco problemas. Hablaba con él. Por unos instantes se pudo fijar en aquel hombre que de estatura era igual que él y al igual que Sango era pelirrojo. Mi hermano perdido. Sonrió brevemente al pensar en aquella idea.

Que tal Alois, tiempo sin verte; nuestro colega aquí solo representa amenaza si eres una botella de licor. Miró a Chimar y decidió confiar en él. Relajó su postura y dio un paso hacia el recién llegado para tenderle, a modo de saludo y presentación, la mano derecha, que por supuesto había alejado del hacha.

Soy Sango. El silencio se apoderó del yermo, interrumpido en aquel momento por una leve brisa que sirvió para refrescarles, al menos a Sango. Después dio unos pasos atrás y se centró en Chimar, que en ese preciso instante sacaba algo que Ben no había visto jamás. El chaval se llevó aquel palo a la cara, en concreto a un ojo. Volvió a mirar a Alois (así lo había llamado Chimar previamente), llevaba algo atado a la cintura, y en la parte superior sólo llevaba una camisa y la mochila.

¿No te cabe eso en la mochila? Le preguntó con intención de empezar una conversación. No sabía si era buena idea, lo que si estaba claro es que el joven confiaba en él, o al menos eso parecía. Escudriñó entonces al joven Chimar, era demasiado raro para ser un niño. Quizás raro no es la palabra que mejor lo describe. O sí. O... A lo mejor no es un niño. Puede ser que sobre él pese una maldición... O simplemente es fruto de la hechicería, no hay nada que pase más desapercibido que un niño... Excepto en un desierto. Soltó una sonora carcajada. El sol empezaba a hacer de las suyas, debería cubrirse la cabeza con algo. Pero antes miró hacia donde Chimar estaba orientado. Sango no entendía nada y entonces como si fuera capaz de leer la impaciencia de Sango:

No llamen su atención, solo debo observar algo y podre tomar un merecido baño en la ciudad. Desconcertado y con una sed en aumento, Sango empezó a perder los nervios, algo parecido a cogerlo del cuello y zarandearlo hasta llevarlo a la ciudad más cercana. No obstante, aún no había llegado a ese punto pues cuando visualizó la escena quedó horrorizado y seguramente se viera reflejado en su cara. Podía marcharse en cualquier momento, pero algo le retenía. O alguien. No pudo más que resignarse y seguir al niño, sea como fuere, parecía importante y él se obligaba a ayudarle.

El día que salga de este arenal del demonio, pienso pasarme días encerrado en cualquier tasca que tenga sombra, porque amigos míos, hizo una pausa para sacudirse la ropa, la sombra es y siempre será nuestra aliada.

Acto seguido se sentó en el suelo esperando a que aquel chico acabara de hacer sus cosas con aquella cosa.

Seguro que si me pongo a cavar en el suelo, bueno, a quitar una capa superficial de arena, digamos... un palmo, esa arena tiene la suficiente humedad como para enfriarme al instante... ¿qué opináis?

El niño no demoró en expresar su saludo a mi persona, por lo visto sus habilidades para recordar rostros del pasado no eran tan dificultosas. Respondí el saludo con un leve asentimiento de cabeza, escuchando lo siguiente que soltaba el joven; las palabras continuas fueron dirigidas al acompañante de este, al parecer insinuaba que el mayor solo correría peligro si se transformase en una botella de licor “Posiblemente se trate de una broma.”

Las palabras habías bastado pare relajar al sujeto, el porte de este había cambiado y había un claro cambio de su estado de alerta. El sujeto adelantó un paso y levantó su mano posiblemente para saludar, detallé un par de segundos la extremidad del sujeto y levanté la mirada para observarle a los ojos “Sango” No era un nombre que acostumbrase a escucharse por allí, aunque no es como si conociese mucha gente en el exterior para realizar tal análisis.

Estiré la mano derecha hacía el sujeto y lo saludé con un tenue apretón de manos, controlando la fuerza que generaba con el brazo de bronce. Agradecía que el gesto de saludo y presentación que se efectuaba fuese aquel, por lo general era el que menos preguntas e interrogatorios de presentación conllevaba entre los participantes.

Aquel que se hacía llamar Sango procedió a retirarse para concentrarse en el niño, el joven había dicho que estaban hablando de un pastel y luego al parecer indicó que nos agacháramos. Me coloqué de cuclillas y observé al sitio en el cual el niño apuntaba aquel objeto ¿Acaso aquella cosa era una especie de arma? Cabía posibilidad de que fuese una cerbatana, solo que había leído que las cerbatanas se posicionaban en la boca y no en algún ojo.

- ¿No cabe en la mochila? – Dije regresando la atención al sujeto mayor. Palpé los objetos que llevaba en la cintura mientras bajaba la mirada, lo único relevante allí era la chaqueta de cuero y mi confiable cantimplora. – Considero más adecuado tener estas pertenencias a mano. – Respondí desabrochando la cantimplora y dando un largo trago al vino que esta contenía. – Si tengo toda la bebida en mi espalda el proceso de tomar sería algo complicado e incomodo, por otro lado empacar la chaqueta obstaculizaría las otras pertenencias por si deseo retirarlas. – Los segundos pasaron y aquel sujeto rió, no encontraba mucha razón lógica para aquella reacción después de todo.

Otra nueva orden se presentó por parte del menor, quería mantener la presencia lo menos relevante posible de lo que estuviese viendo. Regresé la mirada al sitio que el niño debía estar observando, en aquel sitio solo se veían escasas siluetas que eran borradas por la arena arrastrada.

- Eso. – Comencé diciendo, señalando la cerbatana para ojos que poseía el joven. – ¿Te permite observar o es algún arma? – Muy pocas veces algo me despertaba tal curiosidad y servía para llamar la atención, podía deberse a que se trataba de algo que no había presenciado antes.

Sango no dejaba de hablar, al parecer la acción de mantener un perfil bajo no se le daba bien… eso o no querría colaborar con la petición del niño para evitar llamar la atención. Por lo que logré escuchar el sujeto mencionaba algo de beber en una taberna y también que la sombra era la mejor aliada, luego de de eso preguntó por la cantidad de arena que debía retirar para conseguir humedad subterránea suficiente y así estar fresco.

- Principalmente, los textos especifican que hay vampiros que suelen usar las sombras para acabar con sus presas. – Respondí por lo bajo a Sango. – Así que el término “Aliada” siempre variará. Segundo, no estamos cerca de pozos subterráneos, deberás cavar al menos un metro o más para conseguir la humedad que deseas… o al menos eso estimo.

Era un argumento irrebatible el que había dado Alois. Había que tener cuidado con las sombras, pero en aquellos momentos seguramente sería, si no la mejor, una muy buena aliada de aquel grupo. Seguro. Como no tenía nada más que añadir al respecto, y si lo había no se le vino a la cabeza, decidió seguir con el tema de la humedad del suelo.

No quería decir húmedo en sentido de mojado, sino de fresco y para eso quizá no sea necesario llegar tan profundo. Yo me refería a cavar lo justo y suficiente como para eliminar esta arena superficial, que sin duda está tan caliente como un demonio, y alcanzar tierra fresca... pero a ver esto es como una casa en verano: si tocas una pared exterior, estará caliente y si te vas dentro estará más fresca. Se encogió de hombros y ladeó un poco la cabeza. No sé, eso en mi casa pasaba.

Al poco tiempo de decir aquello la voz del joven Chimar llegó a sus oídos y parecía desconcertado. Ben se incorporó y miró al muchacho limpiar el aparato para ver a distancia. ¿Que habrá visto? ¿Algún peligro? ¿Agua? Pero no, el niño no se lo iba a decir, aún no. Malditos brujos... No obstante sí que les ofreció seguirle a cambio de alguna recompensa. Sí, mencionó algo de sufrimiento, pero el que algo quiere algo le cuesta. Además sus sospechas se confirmaron: primero con el uso de artilugios de alta tecnología; segundo un niño que aparece casi como de la nada en el desierto; tercero, ¿un niño ofreciendo recompensas? Además, él no sabía volver, de hecho no sabía ni dónde estaba. Sango sonrió satisfecho con sus razonamientos. Casi sin pensarlo una sola vez, dio una respuesta.

Yo te acompaño. Pero si hay problemas y necesitas desatar tu poder avisa para que podamos apartarnos del medio. Miró a Alois y le guiñó un ojo como queriendo hacerle saber que él también conocía el secreto del pequeño. Los brujos eran gente peligrosa y según tenía entendido Ben, era mejor tenerlos como amigos y si no era posible pues con conformarse con que no fueran enemigos sería suficiente.

Le alegró pensar en ponerse en marcha de una vez y abandonar aquella roca. Lo que le ponía algo nervioso era no saber a dónde iban y qué quería el pequeño brujo, pero pensó que lo mejor era ponerse en marcha. Levantó la cabeza y oteó el horizonte. Nada. Ni rastro de... de algo. Un escalofrío recorrió a Sango. ¿Dónde se acababa de meter?

Que los Dioses nos guarden. Murmuró mientras esperaba la siguiente orden.

Las primeras palabras de Chimar fueron “Estos campesinos” y parecían tener un tono de burla o decepción,  al menos el niño se tomó la molestia de dar una explicación para aquel objeto. Esa extraña vara no era un arma, lo cual resultaba tranquilizante, pero lo mejor del asunto era la verdadera función que cumplía aquel artefacto “Un artefacto que permite observar a distancia.” Aquello sonaba bien.

Mientras que el niño respondía Sango seguía con la hipótesis de la humedad, su argumento se basaba en la relación que tenía el interior de una casa en zona fresca y con la frescura que poseía la arena al no estar en contacto con el sol. Ladeé un poco la cabeza calculando el posible resultado de aquello, una frescura relativa no conllevaba gran trabajo como lo exigiría un terreno más fresco y este último dependería más que nada de la cercanía a pozos de agua subterráneos.

- Comprendo lo que dices. – Comencé diciendo al sujeto. – Tomando en cuenta los movimientos de arena recientes podría suponer que hay al menos tres palmos de calor bajo nosotros, todo eso para solo llegar a la superficie de la… frescura. – Arrugué un poco el ceño al pronunciar aquella palabra, no recordaba haber usado “Frescura” antes para definir algo. – Así que para que refrescar gran parte de tu cuerpo deberás cavar un buen tramo.

Otras palabras del niño bastaron para poner fin al asunto de la arena, observé al enano que lucía algo desconcertado quizá por lo que había observado con su aparato. Fuese lo que fuese haber visto bastó para que el joven ofreciera algo, prometía una búsqueda para averiguar sucesos extraños pero que podían conllevar al dolor  y de igual modo también había una recompensa de por medio “Averiguar sucesos extraños”  Aquello era lo importante, llevaba días explorando aquel extenso sector de arena esperando conseguir algo interesante y al fin ese algo se presentaba. De igual manera aquel par de humanos podría necesitar ayuda, si Chimar había insinuado posible peligro no podía “hacer la vista gorda” como dice alguna gente.

- Agua y licor. – Murmuré por lo bajo ¿Cómo era posible conseguir licor en un sitio tan desolado como aquel? Eso también debía averiguarlo, sería de gran utilidad si llegaba a correr peligro alguno en el futuro por falta de combustible.

El mayor de aquel par volvió a abrir la boca, hasta el momento había descubierto que mucho lo que decía aquel hombre carecía de sentido, por algún motivo mencionaba una clase de poder que podía poseer el pequeño Chimar. Comentario que acompañó con un guiñar de ojo a mi persona, gesto que bastó para desconcertarme un poco más ¿Acaso no era aquella la señal que usaba la mayoría de hombres para coquetear con una mujer?  

- No estoy interesado, gracias. – Respondí ante la insinuación del sujeto levantando una mano, veía totalmente innecesario aquel afecto mostrado por seres, me bastaba con la confianza que irradiaba la “amistad.”

Me levanté del sitio en el cual me había mantenido acuclillado y di un par de pasos antes de detenerme, un leve vistazo a los datos que presentaba el ojo artificial bastó para saber que pronto debería hacer una recarga de suministro en el sistema refrigerante interno. Sacudí un poco el brazo en el aire y estiré los dedos, esperaba tener el tiempo suficiente para siquiera acabar primero aquella extraña búsqueda.

- Debo suponer que ya conoces el camino que debemos tomar. – Dije al niño sin girar para verlo. – Así que lo más sensato es que estés a la cabeza o lo compartas, dudo mucho que la opción que tomes pueda presentar problemas para el desarrollo de la caminata… a menos que mueras en el proceso y nos dejes sin información de la ruta a seguir.

¿Pero qué...?  No estaba interesado en qué exactamente. Ben se quedó pensativo unos instantes y decidió olvidar el tema al no encontrar una respuesta que tuviera algún tipo de sentido para él, aunque quizá debería empezar a pensar en cosas sin sentido para preguntas con sentido. El mundo era un lugar extraño y aquellas casualidades podían darse.

Ben escuchó como el otro hombre, Alois, aceptaba unirse a la expedición y luego... Sí, tenía sentido, si el niño brujo moría se quedarían en mitad del desierto y... Bueno, lo mejor es ponerse en marcha, ¿vale Ben? Pensó mientras empezaron a caminar. Su actitud cambió, mantuvo el brazo derecho pegado al costado, a punto de reaccionar ante cualquier peligro, con la mano izquierda, de vez en cuando, se protegía los ojos del sol para echar un vistazo al rededor. Se mantenía a cuatro pasos del joven Chimar, que iba en cabeza. ¿A dónde iban? ¿Qué encontrarían? Y lo mejor de todo ¿qué se llevaría? Ben apartó esos pensamientos sacudiendo la cabeza y concentrándose en el niño, ¿por qué no conjuraba alguna nube que fuera sobre ellos? Ah, claro, llamaría la atención y a lo mejor algún otro brujo detectaría nuestra presencia, es mucho mejor pen...

¡Joder!

Parpadeó un par de veces y movió los brazos. Luego las piernas. Bien, bien... Se acordó en ese momento de un viejo amigo de su padre que por una caída, cuando escalaba un árbol para cortar unas ramas, se quedó inmóvil de cintura para abajo. Cuando recordaba como aquel hombre contaba esa historia se estremecía ante la posibilidad de quedar sin movilidad. Por otra parte era una historia de lucha y de fortaleza que inspiraba a Ben y a cualquiera que la escuchara. Ben trató de ponerse en pie. Por lo visto había caído sobre el costado izquierdo porque le dolía una barbaridad el brazo y la rodilla. Apoyado sobre la rodilla derecha empezó a toser tratando de eliminar el picor de su garganta, le había caído una buena cantidad de arena encima y parte de ella había entrado en su cuerpo. Cuando se calmó, contestó a Chimar

Sí, aquí... ¿Estás bien? Tenemos que salir de aquí. Dijo mientras terminaba de ponerse en pie. Dio un par de pasos, cojeando y buscando algún punto de apoyo. El sol se filtraba por el hueco y le permitió echar un vistazo a su alrededor. Era una construcción, antigua supuso o...

¿Creéis que es antiguo o que alguien se ha tomado muchas molestias para esconder esta construcción? Ante su propio comentario, sacó el hacha y la empuñó con fuerza. Miró de nuevo hacia el hueco sobre su cabeza. Igual entre Alois y él podían subir al pequeño y que fuera a buscar ayuda, aunque dejarlo solo... Tendrían que unir esfuerzos para salir de allí. Miró hacia Chimar, los brujos deberían prever estas cosas. Por todos los Dioses, ¿dónde me he metido? Se pasó la lengua por los labios. Al menos había sombra. Dejó de mirar el hueco y se centró en la estancia. Dio un par de pasos alejándose de sus compañeros para echar un vistazo a la sala. Nunca había visto una forma de construir como aquella, aunque claro, él no era un gurú de la construcción.

¿Estáis bien? ¿Creéis que podremos salir por el boquete de ahí arriba? Hablaba en un tono de voz bajo. Volvió con sus compañeros. Se rascó la cabeza y notó algo pegajoso, sangre, sin duda. Se la limpió con la manga y trató de parar la hemorragia. Era muy pequeña y poniendo la mano sobre ella, bastaría.

Creo que si entre él y yo te levantamos, Chimar, quizás puedas salir a buscar ayuda... o al menos intentarlo.

- No hay de que, brindo todo el apoyo posible. – Comenté ante la acotación del menor, por lo que había leído antes generalmente en los grupos de combate, exploración o simplemente vigilancia siempre resultaba grato un ser que mantuviese la moral en alto proporcionando todo el apoyo posible a los demás integrantes “Una labor muy importante, si se piensa bien.”

El menor no comparte la ruta a seguir y prefiere guiar la expedición, una decisión algo peligrosa y temeraria para un ser de su edad. El otro integrante tampoco puso quejas ante la falta de órdenes del niño, al parecer había suficiente confianza en el joven integrante para que los presentes simplemente le siguieran.

La formación actual del grupo era algo confusa, Chimar iba a la cabeza mientras Sango le seguía relativamente cerca. El menor por ley debería ir a mitad de la formación, siendo escoltado en la delantera por el hombre que iba algo tenso, con la mano lista para desenfundar en caso de emergencia, y escoltado en la parte trasera por mi persona.

Cada quien había estado tan centrado en sus propios pensamientos que la caída fue una sorpresa; usando toda la posible velocidad de reacción llevé las manos a mi pecho y tratando de aterrizar de la manera más oportuna, si giraba en el aire lo suficiente podía aterrizar sobre la mochila y eso causaría una total perdida de botellas con combustible.  El impacto contra el suelo fue molesto, me mantuve en el suelo el tiempo suficiente para revisar si la articulación derecha había sufrido algún daño comprometedor pero por el momento todo parecía ir bien, solo había un tenue dolor en las extremidades más naturales pero suponía que aquello debía ser normal por la gravedad del impacto.

Mientras los otros humanos se ponían al tanto de su situación me incorporé y sacudí la arena que había cubierto mi ropa, retiré la mochila de mi espalda y la deposité en el suelo con cuidado para luego estirar los brazos “¿Qué es este extraño sitio?”  No se parecía mucho a la antigua construcción donde había hecho acto de presencia con la partida de exploradores, esto parecía más antiguo.

Paseé la mano por la pared  comprobando que había cierto desgaste en estas, aunque no era tan crítico para considerar que la estructura se viniese abajo en un abrir y cerrar de ojos.  Aquel sitio era interesante, no era lo que había estado buscando pero sin duda no perdería la oportunidad de averiguar más sobre ese sector.

- ¿Salir? – Finalmente había prestado atención a las palabras de Sango y por lo visto el mayor solo pensaba en retirarse inmediatamente.  El hombre al parecer ya había ideado un plan de escape, pensaba en la colaboración para rescatar al menor y que Chimar luego fuese por ayuda, si hacíamos aquello posiblemente el niño se apresuraría a buscar gente en Roilkat para informar el asunto… aunque el verdadero problema era que Sango y yo deberíamos esperar en el mismo sitio sin poder explorar aquella construcción. Sacudí la cabeza un poco y recorrí a los presentes con la mirada, al parecer debería recurrir a las mentiras. – No es buena idea. – Comencé diciendo, alzando la vista al agujero por donde se filtraba la luz. – No sabemos en qué condición pueda estar el terreno adyacente al derrumbe, aunque podamos acercar a Chimar este debería hacer  fuerza para retirar el resto de su cuerpo al exterior ¿Qué sucedería si esa presión es suficiente para provocar otra caída? – Hice silencio un par de segundos esperando para que ambos pensaran en aquello. – No solo el niño volvería a caer, esta vez podría arrastrar más peso sobre nosotros y aplastarnos. – Subí la mano derecha y la descargué con algo de fuerza sobre la palma izquierda, tratando de hacer una recreación con los gestos y que el mensaje fuese más claro. – Nos dejaría sin posibilidades de supervivencia… Ahora supongamos que él pueda salir ¿Qué evita que unos… bandidos lo capturen o que unos Kags lo devoren vivo?  El arenal no es un territorio muy amistoso. – Aquel  último argumento no era tan falso después de todo, puede que solo hubiese recurrido a la leve exageración de los hechos.

Tomé la mochila con la mano izquierda y di un par de pasos por la construcción aquella en dirección a la ruta más cercana, señalé a la nada y pensé en todo lo que podría haber en aquel sitio. – Lo más sensato es que busquemos una salida al exterior que esté en buenas condiciones,  si nos mantenemos cerca nadie se perdería ¿No suena mejor?

El hombre tenía razón en todo lo que había dicho. Ben no pensó en los posibles peligros del exterior y tampoco en otro posible derrumbamiento y darse cuenta tarde le frustró un poco. Escupió al suelo intentando sacarse los últimos resto de arena de la boca y también algo de rabia. Estaba al lado del otro hombre y mientras Chimar trasteaba, Ben intentó entablar una conversación olvidando que hacía tan solo unos instantes los dos se habían puesto de acuerdo para echar por tierra sus planes de huida.

Hará cosa de un mes oí hablar a unos tipos en una tasca de algún camino al norte de aquí, no me preguntéis cuál porque no recuerdo el nombre. Hablaban sobre crear una especie de grupo anti elfo o alguna historia similar. Querían exterminarlos a todos y quedarse con sus cosas. Me hizo gracia porque a los quince minutos se estaban peleando por el amor de una prostituta. Fue gracioso. Ben estaba aterrado. No quería estar ni un minuto más bajo tierra y menos aún cuando Alois sugirió que podía ocurrir otro derrumbe. Ben agarraba el hacha con firmeza y se alejó del grupo para explorar un poco cada una de las salidas posibles, y también para que no vean que estoy aterrado, no lo ocultes Ben. En la primera salida no parecía haber gran cosa, simplemente un pasillo y oscuridad a lo lejos, decidió probar una cosa. Pegó tres golpes con la puntera en el suelo y comprobó a ver si había eco o si algo más allá reaccionaba. No pasó nada así que pasó a la siguiente y cuando llegó a ella el corazón le dio un vuelco.

Una forma humana surgió del suelo y Ben de manera instintiva dio un paso hacia su izquierda, saliendo del campo visual de la bestia. Se dio la vuelta y quedó de espaldas contra la pared y entonces lo vio. Chimar había encendido una luz y lo que había visto Ben era su sombra. Tardó un rato en calmarse y poder articular una frase. No dijo nada y prosiguió con su inspección pero siendo más precavido todavía. No le aterraba el echo de estar oscuro, sino el echo de morir ahí abajo, sepultado, ahogado, sin poder hacer nada. Aunque su propia sombra le había dado un buen susto, igual era una señal...

Por aquel tunel he sentido una corriente de aire. Hmm, no sé qué deciros sobre el resto... La corriente ha sido muy leve y el aire no me parecía que oliera tan cargado, tan a cerrado, ¿sabéis lo que os digo, no? Caminó hacia ellos. Si se mantenían en grupo todo saldría bien, aunque el único armado fuera él. Tú decides, pequeño. Yo iré delante por si hubiera alguna sombra rebelde. Bromeó. Por lo que más quieras pequeño, ojalá seas un brujo y puedas sacarnos de aquí.

Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.

- No comprendo… ¿Es acaso un chiste? Uno como el del licántropo, el elfo y el dragón que entra a la taberna. – Observé al adulto con una ceja enarcada, el último comentario dicho por Sango no poseía nada de sentido y tampoco le encontraba lugar en la conversación y debate actual ¿Acaso era una broma para calmar el ambiente? ¿Se trataba de una pista para conseguir una escapatoria? La verdad es que era complicado saberlo.

Sango no demoró en alejarse también un par de pasos del grupo, era claro el nerviosismo y la tensión que había en su postura, al parecer desconfiaba de lo que pudiese ocultarse allí abajo en la oscuridad. Era extraño ver aquella situación, Chimar que era el menor debería ser el preocupado en aquel caso pero era el más sensato y calmado entre aquel par, era un esquema totalmente diferente al que solía presenciarse entre la sociedad.

- Ambos casos apelan a la suerte, aunque me atrevería a decir que la moneda se debatiría con probabilidades de mitad y mitad. – Arreglé la mochila en mi espalda escuchando el ruido que causaba Sango con los golpes, la técnica usada por el sujeto era extraña ¿Acaso pretendía imitar a los murciélagos y sus métodos de detección?

La luz se hizo en la estancia por otro aparato curioso del niño, aquel joven tenía más sorpresas de la que podía esperar. Me tomé algo de tiempo observando los pasillos, con luz la investigación podía ser más sencilla “Y si nos llegamos a perder puedo recordar con más precisión la ruta de regreso”  Por el momento consideraba que el peligro a futuro era muy escaso ¿Qué podía salir mal? Dudaba que existieran escorpiones gigantes y territoriales en esas ruinas, como mucho habría una que otra escorpión de tamaño normal.

El mayor aportó algo de información que podría resultar útil, una corriente de aire bajo tierra era una gran pista para obtener caminos… aunque podía ser una corriente subterránea, nunca se sabía en aquellos sitios de donde podía provenir el aire. Me giré al pasillo indicado por Sango y traté de analizarlo todo lo posible con la escasa luz que se adentraba en él.

- No es mala idea ir y revisar, si no hay nada solo debemos regresar y tomar otro camino. – Apunté regresando la atención al grupo presente. – A menos que una sección del camino se derrumbe o quede bloqueada por algún extraño mecanismo. – Me encogí de hombros tal como hacía alguna gente para demostrar despreocupación. – Si vamos a ir formados pido ir a la cabeza, Sango no parece estar tan tranquilo como para poder afrontar alguna sorpresa, un ataque al corazón es lo que menos requerimos actualmente. Chimar, tu puedes ir en el centro proporcionando luz. – Señalé al mayor por si este aún no entendía su posición en la formación.- Tú cubres nuestras espaldas, si algo se acerca tendrás eco suficiente para reaccionar con antelación y no morir. – Bajé la mano y acaricié la corta barba esperando la respuesta de ambos integrantes, esperaba que el plan fuese de agrado para ambos. –  Si piensan de manera diferente, desean añadir o extraer algo… sería mejor indicarlo ahora.

Buena idea, yo os cubro la espalda, si nos atacan espero no ver quién lo hace, porque si sobrevivo y lo veo... Sonrió y se colocó detrás mientras comenzaron la marcha. Ben avanzaba cogiendo el hacha con fuerza y la otra mano pegada a la pared. Notaba las irregularidades de la piedra, las juntas, el mortero y gracias a la luz que proporcionaba Chimar se podía distinguir que aquellas paredes habían estado pintadas pues aún se veían restos, sobre todo en la parte alta. Era eso o quizá se estaba volviendo loco allí abajo. El sonido de los pasos y la respiración era lo único que mantenía a Sango en tensión, pero había una delgada línea entre la tensión y el miedo absoluto y sabía que aquel día, en algún momento, traspasaría esa línea.

Llegaron a lo que parecía un salón y desde donde llegaron parecía tener más de ancho que de largo. Se quedaron unos instantes quietos, a la salida del pasillo. Quizá esperaban por él, para ver si podía encontrar esa ráfaga de aire de la que hablaba antes. Lo único que vio fue un montón de lo que parecía arena en el fondo de la sala. Se puso a la cabeza y se adelantó. La antorche de Chimar marcaba sin duda la diferencia pues a más de quince pasos, Ben tuvo la certeza de que era arena y había mucha. Miró al techo para buscar alguna grieta, alguna fisura, pero desistió rápidamente. El salón, según pudo ver, tenía más puertas, había restos de muebles apilados en una esquina, troceados, y arrastrados pues el suelo se veía arañado. Miró a sus compañeros en busca de iniciativa por decidir qué hacer en aquellos momentos decidió repetir lo que había hecho anteriormente para ver si detectaba el aire de nuevo. Pero aquella vez no hubo suerte. Se encogió de hombros frente al montón de arena y lo observó detenidamente. Cogió un puñado de arena y para su sorpresa parecía estar algo caliente.

Mirad, ¿no os parece que esta arena está más caliente de lo que debería estar en lugar cómo este? Soltó la arena. ¿Creéis que este puede ser otro derrumbamiento?

Ben estaba desconcertado. El derrumbe parecía reciente pero no se veía absolutamente nada en el techo, ni siquiera se intuía la abertura por la que se podía colar la arena. Cogió otro puñado de arena y esta seguía caliente. Brujería, sin duda alguna. Pensó Sango. Al instante vio al pequeño Chimar salir corriendo hacia una columna, Ben lo siguió con la mirada y cuando la luz estuvo quieta volvió a mirar el montón de arena que parecía... un silbido. Chimar les hacia señas para que le siguieran o hicieran como él. La arena estaba humeando.

-¡Por todos los Dioses!- Ben soltó el puñado de arena corrió en dirección a la luz, la arena explotó a su espalda y una fuerza lo tiró al suelo. Afortunadamente para él pudo arrastrarse casi de manera inmediata detrás de una columna. Quedó sentado con la espalda en la columna y las pierna estiradas. Ben trataba de recuperar el aliento perdido por el impacto de la explosión cuando se dio cuenta de que no tenía el hacha encima. Se tocó la cintura, por si la hubiera guardado en algún momento pero no estaba allí. Algo brillaba cerca de donde había caído, sin duda era el hacha. Se arrastró hacia ella y mientras estaba a ello, escuchó:

Tenemos ratas en la cueva, el inquisidor quiere mantener esta ubicación secreta así que es tiempo de limpiar.

Cuando terminó de hablar alcanzó el hacha y un instante después de retirarse un llamarada impactó en el sitio.

-Pero será cabrón...- Se puso de pie y notó como las llamas azotaban la columna en la que estaba él y vio más atrás que también atacaban la del pequeño.

-Alois, ¿dónde coño estás?- Dijo intentando hacerse oír por encima de las llamas. Tenían que hacer algo y salir a por ellos sería un suicidio y volver por el túnel casi casi lo mismo. Decidió que lo mejor sería darle tiempo al pequeño

-¡Vete pequeño, busca ayuda! ¡Apaga la luz!- Gritó mientras se acercó al pecho el hacha y la agarró con las dos manos y se encomendó a todos los dioses que conocía. Cuando las llamas parecieron darle un respiro (porque se concentraron en otro punto, o eso parecía) Sango sacó un brazo con el hacha por un lado y dos latidos después salió corriendo por el otro lado de la columna, despistando al hechicero que lanzaba la magia. Ben no se detuvo en la siguiente columna sino que avanzó hacia los magos cuando se dieron cuenta de la treta, Sango llevaba el hacha levantada lista para asestar un golpe pero la fortuna quiso que no asestara ese golpe pues cuando estaba a punto de lanzar un hachazo al frente, resbaló debido a la arena. Tuvo la buena suerte de esquivar una llamarada que se abalanzó contra él. Se deslizó por el suelo y llegando a sus enemigos, que dejaron de lanzar fuego, asestó un hachazo en el pie de uno de los brujos y noto como crujían los huesos que rompía el hacha.

La sala se lleno de gritos del brujo que se tiró al suelo dolorido. Justo después de que Sango recuperara el hacha y cuando se disponía a levantarse una patada en el costado lo puso boca arriba. El otro brujo se puso a horcajadas sobre él, aprisionándole el brazo del hacha y antes de que le pudiera lanzar un golpe, Sango cogió un puñado de arena y se lo lanzó a la cara, esperaba que algo se le colara entre las rendijas de los ojos de la máscara, pero pareció no afectarle pues le pudo propinar un puñetazo brutal en la cara que lo dejó casi sin sentido. Escuchó a lo lejos (o eso le parecía a él) una voz y el brujo lo dejó en paz durante unos instantes, el tiempo justo para que Ben pudiera lanzar un golpe con el brazo libre a la cara y lanzaba una patada a sus partes. Se arrepintió de lanzar el golpe pues la mano había impactado con metal, no obstante el golpe bajo hizo su efecto porque el brujo se movió lo suficiente como para dejar de aprisionarle el brazo del hacha.

Fue entonces cuando Sango sacó fuerzas de flaqueza (1) y pudo quitarse al brujo de encima, que cayó de espaldas al suelo, y ponerse en pie casi al mismo tiempo. Justo después se lanzó contra el brujo y empezó a pegarle golpazos con el hacha en la máscara y aunque el brujo tratara de quitárselo de encima no ocurrió hasta que una fuerza, parecida a un viento golpeó a Sango y lo lanzó contra el muro más cercano. Ben impactó a una altura casi equivalente a la suya y luego se desplomó contra el suelo. El aire quería volver a su cuerpo, por eso jadeaba con fuerza y hacía sonidos extraños, pero todo eso acabó casi al instante de caer al suelo.

Todo acabó cuando una bota impactó contra su cara.

(1):

Sango estaba, una vez más, en aquel [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Gris allá donde mirara todo aquello era gris, tierra, cielo, horizonte, todo. Ben se puso de pie y caminó. La última vez que caminó acabó dando con la salida y eso pretendía hacer. Tenía la boca seca y el cuerpo dolorido, pero eso no le impidió seguir caminando hasta ver a lo lejos lo que parecía una columna de humo que por supuesto era gris, pero tenía un color más claro.

-A lo mejor esa columna es la salida.- Dijo en voz alta. - Es más, puede que sea una cascada de agua... algo turbia, sí, pero al menos refrescará algo, digo yo.-

La distancia no parecía acortarse pero él seguía caminando. De vez en cuando echaba un vistazo a su alrededor por si hubiera algún otro detalle que sobresaliera a parte de la columna de humo, pero no ocurrió. En uno de estos vistazos, Sango escuchó algo a su espalda y antes de que pudiera darse la vuelta estaba volando en dirección a la columna de humo y llegando a ella se precipitó al suelo. La visión que hubo después fue maravillosa -Oh, el cielo, y... ¡agua! Por los Dioses, estoy en casa. Estoy a salvo- Se dijo a sí mismo antes de que todo volviera a cambiar casi al instante. Ahora en vez del cielo veía arena y cuando fue consciente de todo lo que había pasado no hacía mucho, no tuvo tiempo de poner las manos delante para frenar el impacto contra el suelo. Después del choque rodó hasta caer en un pozo. Se hundió durante unos breves instantes pero pudo salir a la superficie y arrastrarse hasta tierra firme. Tosió durante un buen rato, tratando de sacar todo el agua que había tragado. Los ultimos estertores echaron sangre. Escupió y volvió a acercarse al agua para beber. Mala idea pues se volvió a atragantar y volvió a toser.

-¿Te apuntas a otra vuelta?- Escuchó al pequeño Chimar. Alzó la cabeza lo buscó con la mirada y le hizo un gesto con la cabeza para después volver a toser. Entre tos y tos escuchó al pequeño reír a carcajadas. Una vez se hubo calmado se tumbó boca arriba y tranquilizó su respiración mientras ponía en orden sus pensamientos. Por fortuna al estirar el brazo derecho encontró su hacha, la arrastró y se la puso sobre el pecho agarrándola firmemente.

-¿Dónde cojones nos hemos metido? ¿Era eso alguna especie de edificio sectario o algo así? Por todos los Dioses...- Dejó pasar un rato mientras sus latidos se iban normalizando. -¿Deberíamos ir a buscar a Alois? Igual se quedó sepultado en arena y... joder, ¿de dónde sale toda esa agua? ¿Esos malditos cabrones la estaban robando? ¿Quiénes eran? ¿Por qué nos han atacado sin preguntarnos quienes eramos? Joder, este mundo está loco.- Seguía tumbado, mirando al cielo, mientras, el sol se encargaba de secarle. Además, las preguntas se le amontonaban en la cabeza y aún tenía unas cuantas más, pero aquel no era el momento ni el lugar de ponerse a hablar de aquello. Sería mejor ponerse en marcha a la ciudad más cercana, Roilkat, y allí tratar de buscar un sitio con sombra en el que estar metido una semana.

-Y, bueno, quería darte las gracias por sacarme de allí, sin tu hechicería... Sí, no tienes que ocultarlo más, sé que eres un brujo. Por mi parte puedes contar con mi total discreción sobre esta pequeña aventura.- Se puso de pie y aunque aun se sentía mareado por el golpe en la cabeza pudo estabilizarse. Colgó el hacha del gancho que llevaba en su cintura y miró hacia todas direcciones.

-Roilkat, ¿eh? Creo que es por allí.- Señaló una dirección y esperó al joven Chimar.