[Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
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[Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
La historia hasta donde la conocemos…
¿Así que quieres saber, querido lector, cómo Elen Calhoun consiguió reclutar al segundo de los centinelas para su lucha contra los brutales Jinetes Oscuros?
Seguramente conozcas ya la historia de cómo consiguió el apoyo del escurridizo Vladimir, el Inmortal. El centenario vampiro se había unido a la peligrosa secta de una de las mejores amigas de Elen. Si la de cabellos cenicientos quería aliarse con el vampiro, ella buscaba justo lo contrario. El resultado fue un brutal combate entre amigas que terminó decantándose del lado de la centinela. No era para menos, ya que la tensái eléctrica era excepcionalmente poderosa. Finalmente Vladimir aceptó unirse a la campaña de Elen contra los jinetes.
Melena Blanca, el portador de la sábana blanca, no tenía un perfil de villano como lo podían tener Amaterasu y Vladimir. Lejos de ello, era un ser bondadoso y honrado, para el que el honor lo era todo. Se caracterizaba por ser justo, disciplinado y éticamente muy correcto. Un arma de rectitud que, junto a su grupo de mercenarios especializados en combate conocido como los leónicos, impartía justicia desde los bosques de Sandorái a Ulmer, pasando por la Arboleda Central o las tierras del Este.
Melena Blanca y los leónicos como tal, ya ejercían como grupo antes de que éste se convirtiera en centinela, hace aproximadamente diez años. Fue su fama de hombre justo y su amistad con Tyrande Nemanïel, elfa y antigua centinela del Este, la que haría que finalmente ésta delegara su plaza en el león, una vez que ésta descubrió las artimañas que Amaterasu utilizó para convertirse en centinela del Norte, negándose a luchar junto a ella.
El hombre bestia jamás perdonaría esto y, por ello, se negó también a ayudar a Amaterasu o Vladimir en su lucha contra los Jinetes Oscuros. Por ello, a pesar de la bondad y humildad que gastaba este héroe del mundo, la misión de hacer cambiar de idea a un hombre con un alto sentimiento por el honor, de personalidad férrea y con ideales muy claros fue, si cabe, la más complicada de todas. Y os aseguro que no fue únicamente por esta circunstancia…
- Los centinelas Vladimir, Melena Blanca y Amaterasu:
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* * * * * * * * * * * * *
En algún espeso rincón de los bosques del Este
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Un grupo de cuatro hombres bestia lince avanzaba en fila india por el bosque. A un ritmo militar, dando pasos de largas zancadas, de manera sincronizada. Sin detenerse ni debitar un segundo, parecían saber a dónde se dirigían.Los tres leónicos traseros, de menor rango, cantaban al unísono mientras el primero dirigía el avance. Sin miedo, con la frente en alza y, sobre todo, con muy buen humor.
- Canción tipo que cantan los leónicos:
-¡Aú! ¡Aú! – cantaba a viva voz un grupo de tres leónicos liderado por Imargo Ja’zad, lugarteniente y máximo hombre de confianza de Melena Blanca, desfilaban en fila india por un camino en el interior del bosque. - ¡Cazando por la mañana! ¡En la temprana mañana! – cantaban. - ¡Comiendo por la tarde! ¡Bebiendo por la tarde! – bramaban.
-¡Y una buena cama por la noche! – gritaba el leónico que lideraba la patrulla.
-¡Y una buena mujer por la noche! – respondían a coro. Se desternillaban solos cantando. - ¡Aú! ¡Aú! ¡Aúuuuuu! – bramaron los tres agudizando al máximo su voz.
El líder de la patrulla era Imargo Ja’zad, el principal lugarteniente del organizado grupo de leónicos, y también mano diestra de Melena Blanca. En aquella soleada y tranquila mañana, cerca de la hora de comer, tocaba cazar para alimentar a los casi cincuenta hombres que componían el resto de la compañía.
-Hoy hace un día precioso. Y siento que hoy nadie me lo puede fastidiar.– susurraba Imargo sin dejar de caminar, viendo como el sol le deslumbraba por completo.
No demasiado lejos, Níniel Thenidiel y Elen Calhoun transitaban una espesura de los bosques del Este, el más grande de Aerandir. Ambas avanzaban en direcciones contrarias. Y su posición no estaba demasiado lejos del campamento de los leónicos, como tampoco lo hacía de Imargo y de los leónicos, ambas escuchaban al grupo cantar, tal vez Elen sospechase que se podrían tratar de ellos, o Níniel directamente, lo podría saber si había pasado suficiente tiempo por aquellas tierras, aunque a la elfa no es que les interesase especialmente toparse con los mismos, y es que los propósitos de la sacerdotisa allí probablemente fuesen distintos. Y, por caprichos del destino, ambas terminarían por encontrarse en un espeso lugar del bosque.
Puede que sus propósitos no fuesen los mismos, pero, además de escuchar las canciones de los leónicos a la distancia, lo que ambas compartan era una extraña sensación de que unos ojos las observaban entre las ramas.
-Oscuridad… - se susurró a sí misma la voz, sin ser oída.
- Imargo:
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- Leónicos:
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* * * * * * * * * * *
¡Bienvenidas a los bosques del Este! Siempre es un placer dirigir a dos de los personajes más veteranos de Aerandir. Con los novatos suelo tener más paciencia y ponerles retos más asequibles a su nivel. No es vuestro caso. Sois fuertes, poderosas, así que no esperéis que os lo ponga sencillo… Así mismo, a mí también me supone un reto el tratar de sorprenderos después de tantas misiones juntos, ¡espero hacerlo!
Sobre la misión, sólo dos consejos: ¡Decidid bien! Algunos usuarios ya saben que mis misiones tienen peso sobre la historia global del foro. Y, por último pero no menos importante, ¡que la suerte os acompañe!
Ambas: Sería fantástico saber qué os ha llevado a visitar esta densa parte de los bosques del Este. Las razones de Elen las conocemos, pero será interesante que nos des tu punto de vista. En cuanto a Níniel, tal vez esa oscuridad que sientas en tu interior sea la causa, o puede que no. En cualquier caso, te daré la oportunidad de que soluciones dicho problemilla. Tomaos este turno como un punto de partida para poneros al día. La acción no tardará en llegar.
PD: Sobre la etiqueta de mastereado es por la nueva normativa. Si las misiones no salen a concurso deben llamarse así. De hecho, tenía un mastereado mal nombrado misión que ya he cambiado. Al final esto se traduce en un máximo de 20 ptos de experiencia y 200 aeros. Con objetos o recompensas si fuese necesario.
Ger
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
Una vez eliminada la maldición de Amaterasu, esa que había amenazado la vida de Xana y por la cual tanto ella como su compañero Rauko se vieron obligados a viajar al pasado de la mano de la centinela del sur, la misión de Elen había sufrido algunos cambios inesperados, y si ya de por sí antes parecía complicado vencer a los jinetes, ahora las cosas empeoraban por momentos. La ventaja de contar con la nigromante en su bando se había esfumado ya que los Tarmúnil tenían ahora su ADN, y por tanto, podían prepararse para enfrentarse a ella y arrebatarle la corona astada. Esto obligaba a Elen a darse prisa y reunir al resto de sus hermanos, pero antes de dirigir sus pasos hacia isla volcánica debía convencer al protector de las tierras del este, Melena Blanca.
Solo con su apoyo y el de Vladimir tendría alguna oportunidad de conseguir que Amaterasu se uniese a ellos, aunque quizá el hecho de verse amenazada decantase la balanza, pero no podía dar nada por hecho. Lograr que el hombre bestia cooperase tampoco sería una tarea fácil, puede que Tarivius no le hubiese dado demasiada información acerca de él pero sí la suficiente como para saber que no le gustaría en absoluto la idea de trabajar con aquellos a quienes consideraba villanos. ¿Qué pensaría de ella cuando finalmente se conociesen? Esa era una pregunta que asaltaba a la joven a menudo, pero si había logrado ganarse el favor de su antecesor y que éste decidiese sacrificarse para brindarle una oportunidad de luchar contra los jinetes, debía tener algo.
Alister cabalgaba a su lado con expresión seria, después de todo lo ocurrido en las islas, donde ni siquiera estuvo presente para poder ayudar al par de elfos y a su compañera durante su breve pero intensa visita a la guerra entre razas, el dragón empezaba a comprender que la situación se tornaba mortalmente peligrosa. ¿Y si los Tarmúnil hubiesen decidido acabar allí mismo con Elen obviando la regla de no cambiar el pasado? Ella habría muerto y él no habría estado a su lado para protegerla, no podía permitir que volviese a pasar algo así, no sería capaz de perdonarse a sí mismo si ella resultaba herida o algo peor…
Sus sentimientos hacia la tensai estaban detrás de todo aquello, y de que la sola idea de que pudiesen hacerle daño le hubiese cambiado el humor, no podía distraerse, tenía que seguir esforzándose por mejorar y convertirse en un poderoso aliado, a pesar de que no hubiese forma de acompañarla a su batalla final contra los jinetes. Solo los cuatro centinelas podrían cruzar al otro plano, así que urgía que se reuniesen para no dar más tiempo al enemigo, que ya contaba con una gran ventaja no solo numérica sino de poder. ¿Tendrían alguna oportunidad de vencer? Alister trataba de auto convencerse de que así era, pero agradecería que el hombre bestia le demostrase que su bando también tenía posibilidades, no es que subestimase a la benjamina de los Calhoun, pero tenía muy presente que de los cuatro era la menos veterana, así que esperaba bastante de los demás.
La bruja por su parte evitaba el tema y se centraba en el viaje que tenían por delante, sin saber exactamente dónde podría encontrar a Melena Blanca, o al menos eso era lo que la superficie mostraba, ya que por dentro era un mar de dudas. El error de la nigromante había sido un duro golpe, y sin conocer exactamente las habilidades del inmortal, sus esperanzas quedaban depositadas en el protector de aquellas tierras.
El león portaba la sábana blanca, que le fue entregada por la anterior centinela del este, la elfa Tyrande, cuando ésta renunció a su puesto por culpa de Amaterasu, algo que no ayudaría a que cooperasen. Su reliquia era la menos contaminada por la oscuridad y eso ayudaba a que mantuviese sus ideales de justicia y honor, pero a diferencia de él, la benjamina de los Calhoun no tendría diez años antes de empezar a corromperse, su medallón solar albergaba más almas malignas que cualquiera de los otros artefactos, y si no se daba prisa temía perderse a sí misma en aquella espiral de caos y destrucción en la que se había sumido más de una vez.
Por ello debía encontrar el modo de convencer al hombre bestia, aunque aún no tenía idea de cómo afrontar su encuentro con él, momento que no tardaría mucho más en llegar. La bruja y su dracónido acompañante llevaban ya varios días recorriendo el bosque en busca del centinela, pero hasta aquella mañana no habían tenido suerte, aunque eso iba a cambiar en breve. Avanzaban en silencio, y eso les permitió escuchar un lejano canto cuya letra dejaba claro que debía tratarse de un grupo de cazadores, algo llamativo. ¿De verdad esperaban atrapar algo anunciándose de aquel modo? Los animales huirían de forma instintiva nada más oírlos, a no ser que estuviesen acostumbrados a su presencia en la zona, lo cual podía significar que vivían en la espesura, y por tanto, que había bastantes posibilidades de que conociesen al león y supiesen dónde encontrarlo.
La de cabellos cenicientos detuvo su montura para concentrarse en determinar el origen de las voces, acto que su acompañante imitó instantes después, sin cambiar la expresión. - No perdemos nada por preguntar. - comentó, rompiendo el silencio que había viajado con ellos durante buena parte de la mañana. Sin más dilación, ambos volvieron a ponerse en marcha y avanzaron hacia los cazadores, cuyas siluetas pronto atisbarían entre la vegetación. Comprobar que se trataba de un grupo de hombres bestia leónicos hizo que las esperanzas de la hechicera aumentasen, pero aún debían darles alcance y averiguar si realmente sabían algo de Melena Blanca.
Elen espoleó su caballo y Alister hizo lo propio para mantenerse a su lado, pero una extraña e incómoda sensación los invadió al poco, algo o alguien los estaba observando y eso normalmente no solía ser buena señal. La tensión se apoderó de sus cuerpos, pero aun así siguieron avanzando en dirección a la partida de caza, que probablemente no tardaría en percatarse de su presencia.
Solo con su apoyo y el de Vladimir tendría alguna oportunidad de conseguir que Amaterasu se uniese a ellos, aunque quizá el hecho de verse amenazada decantase la balanza, pero no podía dar nada por hecho. Lograr que el hombre bestia cooperase tampoco sería una tarea fácil, puede que Tarivius no le hubiese dado demasiada información acerca de él pero sí la suficiente como para saber que no le gustaría en absoluto la idea de trabajar con aquellos a quienes consideraba villanos. ¿Qué pensaría de ella cuando finalmente se conociesen? Esa era una pregunta que asaltaba a la joven a menudo, pero si había logrado ganarse el favor de su antecesor y que éste decidiese sacrificarse para brindarle una oportunidad de luchar contra los jinetes, debía tener algo.
Alister cabalgaba a su lado con expresión seria, después de todo lo ocurrido en las islas, donde ni siquiera estuvo presente para poder ayudar al par de elfos y a su compañera durante su breve pero intensa visita a la guerra entre razas, el dragón empezaba a comprender que la situación se tornaba mortalmente peligrosa. ¿Y si los Tarmúnil hubiesen decidido acabar allí mismo con Elen obviando la regla de no cambiar el pasado? Ella habría muerto y él no habría estado a su lado para protegerla, no podía permitir que volviese a pasar algo así, no sería capaz de perdonarse a sí mismo si ella resultaba herida o algo peor…
Sus sentimientos hacia la tensai estaban detrás de todo aquello, y de que la sola idea de que pudiesen hacerle daño le hubiese cambiado el humor, no podía distraerse, tenía que seguir esforzándose por mejorar y convertirse en un poderoso aliado, a pesar de que no hubiese forma de acompañarla a su batalla final contra los jinetes. Solo los cuatro centinelas podrían cruzar al otro plano, así que urgía que se reuniesen para no dar más tiempo al enemigo, que ya contaba con una gran ventaja no solo numérica sino de poder. ¿Tendrían alguna oportunidad de vencer? Alister trataba de auto convencerse de que así era, pero agradecería que el hombre bestia le demostrase que su bando también tenía posibilidades, no es que subestimase a la benjamina de los Calhoun, pero tenía muy presente que de los cuatro era la menos veterana, así que esperaba bastante de los demás.
La bruja por su parte evitaba el tema y se centraba en el viaje que tenían por delante, sin saber exactamente dónde podría encontrar a Melena Blanca, o al menos eso era lo que la superficie mostraba, ya que por dentro era un mar de dudas. El error de la nigromante había sido un duro golpe, y sin conocer exactamente las habilidades del inmortal, sus esperanzas quedaban depositadas en el protector de aquellas tierras.
El león portaba la sábana blanca, que le fue entregada por la anterior centinela del este, la elfa Tyrande, cuando ésta renunció a su puesto por culpa de Amaterasu, algo que no ayudaría a que cooperasen. Su reliquia era la menos contaminada por la oscuridad y eso ayudaba a que mantuviese sus ideales de justicia y honor, pero a diferencia de él, la benjamina de los Calhoun no tendría diez años antes de empezar a corromperse, su medallón solar albergaba más almas malignas que cualquiera de los otros artefactos, y si no se daba prisa temía perderse a sí misma en aquella espiral de caos y destrucción en la que se había sumido más de una vez.
Por ello debía encontrar el modo de convencer al hombre bestia, aunque aún no tenía idea de cómo afrontar su encuentro con él, momento que no tardaría mucho más en llegar. La bruja y su dracónido acompañante llevaban ya varios días recorriendo el bosque en busca del centinela, pero hasta aquella mañana no habían tenido suerte, aunque eso iba a cambiar en breve. Avanzaban en silencio, y eso les permitió escuchar un lejano canto cuya letra dejaba claro que debía tratarse de un grupo de cazadores, algo llamativo. ¿De verdad esperaban atrapar algo anunciándose de aquel modo? Los animales huirían de forma instintiva nada más oírlos, a no ser que estuviesen acostumbrados a su presencia en la zona, lo cual podía significar que vivían en la espesura, y por tanto, que había bastantes posibilidades de que conociesen al león y supiesen dónde encontrarlo.
La de cabellos cenicientos detuvo su montura para concentrarse en determinar el origen de las voces, acto que su acompañante imitó instantes después, sin cambiar la expresión. - No perdemos nada por preguntar. - comentó, rompiendo el silencio que había viajado con ellos durante buena parte de la mañana. Sin más dilación, ambos volvieron a ponerse en marcha y avanzaron hacia los cazadores, cuyas siluetas pronto atisbarían entre la vegetación. Comprobar que se trataba de un grupo de hombres bestia leónicos hizo que las esperanzas de la hechicera aumentasen, pero aún debían darles alcance y averiguar si realmente sabían algo de Melena Blanca.
Elen espoleó su caballo y Alister hizo lo propio para mantenerse a su lado, pero una extraña e incómoda sensación los invadió al poco, algo o alguien los estaba observando y eso normalmente no solía ser buena señal. La tensión se apoderó de sus cuerpos, pero aun así siguieron avanzando en dirección a la partida de caza, que probablemente no tardaría en percatarse de su presencia.
Elen Calhoun
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
Un callejón sin salida tras otro, un punto muerto y el final de todas las esperanzas en él depositadas, eso era todo lo que Níniel había conseguido a pesar de todos sus esfuerzos. Nadie sabía gran cosa, los textos por muy antiguos que fueran no llevaban a ninguna parte y sus propias investigaciones y pruebas no habían servido para nada más que para perder el tiempo. Quizá era algo que no tenía remedio. Quizá fuera su destino o la voluntad de los dioses el esgrimir esa fuerza, un regalo que debía esforzarse por dominar en vez de por eliminar...Al fin y al cabo ¿quién rechaza tanto poder cuando se le ofrece? ¿ Acaso no había sido capaz de usarlo para ayudarse a sí misma y a otros? Podía hacerse tanto bien con algo semejante...
-¿Pero durante cuánto tiempo podría hacerlo?.- Se preguntó la joven peliblanca verbalizando en voz baja y para sí misma únicamente la última parte de sus pensamientos con un claro tono de lamento. ¿Cuánto tiempo más podría seguir estando segura de seguir siendo ella misma y no...otra? ¿Podría volver a contener sus emociones la próxima vez que fueran llevadas hasta el límite?
El orgullo la llevaba a decirse que sí a veces, que podría dominarlo, usarlo bien y ser la elfa más poderosa que jamás hubiese caminado sobre la faz de Aerandir. Superar a su madre, superar a Avacyn, la primera y más grande de las sacerdotisas Thenidiel, incluso el apellido Nemaniël podría ser solo una nota a pié de página al lado de lo que ella podría lograr. A veces se sentía tan bien dejarse llevar...Pero aún seguía siendo ella, lo suficiente como para ver que aquello era un disparate, que ese poder era oscuro y enturbiaba sus sentimientos y sentidos, que el precio sería demasiado alto y que si algún día lograba que su nombre opacara a la de la anterior guardiana del este debía de ser gracias a su propio esfuerzo y dedicación y no a...no a eso.
Aún seguía siendo ella misma, sí, pero la oscuridad era insaciable.
-Nemaniël...- Susurró de nuevo llevando a su mente todas las historias que se contaban sobre aquel clan que bien podría ser descrito como legendario. Pocos clanes rivalizaban con ellos en gestas, victorias...y sacrificios. Níniel había crecido con sus historias como los humanos crecían con las de caballeros andantes que combatían contra el mal y salvaban a todos. Algunos de los elfos de más edad contaban con orgullo como ellos o alguno de sus antepasados lucharon codo con codo con alguno... Aunque su madre, por alguna razón que nunca había desvelado, prefería no hablar de ellos y se limitaba a sonreír ausente cuando su padre relataba alguna de sus hazañas.
-Espero que las historias sean ciertas, por una vez necesito que las leyendas lo sean para bien. Se me acaban las opciones.- Comentó para sí misma mientras se levantaba del suelo poniendo fin a su breve pero revitalizante momento de descanso. -¿Tú que opinas Trickster, creés que esa capa blanca es real y hace lo que dicen que hace?- Preguntó entonces la joven limpiándose un poco de tierra de túnica que portaba sobre su armadura y mirando hacia su fiel montura, que se limitó a girar su cabeza y mirarla con curiosidad como única respuesta, a la que añadiría un cariñoso cabezazo en cuanto la tuvo más cerca. -Auch...Sí, esa es tu respuesta para todo...- Se quejó la joven preparándose para montar y retomar su camino, echando un último vistazo al lugar. -Al menos puedo contar con que tú no me dejes de lado pase lo que pase...- Añadió antes de negar con la cabeza para sacarse ese lúgubre pensamiento de la cabeza, montar y salir del pequeño claro al trote a lomos del gran upelero blanco.
Según le habían informado el grupo de Melena Blanca se encontraba por aquella zona, no muy lejos de donde ella misma había parado a descansar. Era una suerte que los hombres bestia no pudieran sentir su aura porque de no ser así seguramente en vez de darle información en las aldeas hubiesen tratado de apresarla o algo peor, algo que por desgracia no podía permitirse en esos momentos y la hubiese obligado a defenderse, algo peligroso en su estado. El grupo del heredero como centinela de messere Tyrande en principio también debía de estar formado únicamente por hombres-bestia, lo cual facilitaría mucho las cosas y le ahorraría un más que probable malentendido, claro que eso no significaba que las cosas fuesen a ser precisamente sencillas. Níniel necesitaba la capa blanca de ese centinela, más bien su supuesta capacidad de absorber la oscuridad...Por desgracia dudaba mucho que el líder de esos "leónicos" fuese a dejar que se la pusiera sin más siendo un objeto tan importante, aunque esperaba poder apelar a su nobleza y justicia para que la ayudase, incluso puede que a su conocimiento de causa.
No había avanzado aún más que unas decenas de metros cuando las voces de aquel pequeño grupo de "cazadores" leónicos llegaron a las puntiagudas orejas de la sacerdotisa. En un primer momento pensó que por raro que fuera se trataba de un grupo de soldados humanos; Esa costumbre de avanzar haciendo tanto ruido como para poder acertarles con una flecha en la distancia y a través de la espesura era muy propia de los orejas redondas, por no mencionar lo soez de la letra sobre bebida y mujeres, algo también muy típico de los humanos.
No obstante no tardaría mucho en darse cuenta de su error cuando, a pesar de que varias de las voces seguían cantando a cierta distancia, de entre la vegetación cercana salió un hombre felino de pelaje oscuro que clavó sus ojos sobre ella como un cazador lo haría sobre su presa. Cómo se las había apañado para acercarse tanto sin que la elfa se diera cuenta a pesar de portar armadura pesada así como espada y escudo era algo que quizá le preguntaría más adelante, pero en ese momento Níniel no pudo evitar dar un respingo e instar a Trickster a retroceder de un salto, poniéndose en guardia. Esperaba ser ella quien acechara al grupo de "alegres cantarines" y evaluar si eran amigos o enemigos pero parecía que no iba a ser así.
-Me pareció haber olido a pollo...Pero me parece que a este no vamos a poder comernoslo. Salvo que la respuesta a quién eres y qué haces aquí no sea de mi agrado.- Preguntó el imponente felino con cautela pero con seguridad...Gente así solían ser los más peligrosos, muy diferentes a los matones o soldados promedio.
-Soy Níniel del clan Thenidiel de Sandorai.- Se apresuró a responder la elfa manteniendo la distancia y sosteniéndole la mirada. -Viajo buscando al centinela Melena Blanca en busca de su ayuda. ¿Es posible que lo haya encontrado?.- Preguntó aún sometida al escrutinio del felino.
-Puede...- Se limitó a decir.
-Ja´zad.- Interrumpió entonces otra voz, seguramente la de uno de los otros sujetos cantarines.- Se acercan jinetes.- Advirtió secamente.
-¿Amigos tuyos?.- Le preguntó entonces aquel sujeto que parecía responder al nombre de Ja´zad a la peliblanca, la cual negó con la cabeza con total sinceridad. Había ido sola hasta allí. -Ven conmigo.- Exigió entonces el hombre bestia agarrando las riendas de Trickster, aunque al segundo intento pues al primero casi recibe un picotazo del upelero. -Nada de gestos raros.- Pidió también a modo de advertencia, sacando a elfa y a upelero a la vista de los demás que ya recibían preparados a los jinetes cuya aproximación habían advertido.
-¿Elen? Vaya...Empiezo a creer que nuestros encuentros no son casualidad.- No pudo evitar decir la sacerdotisa al ver una cara amiga, aunque enseguida se percató de que ella y su acompañante, el dragón Alister, a diferencia de los hombres bestia si podrían notar su aura. Aquello podría ser algo malo por mucho que se conocieran.
-Entonces sí son amigos tuyos...¿Me mentiste elfa?.- Preguntó el felino de oscuro pelaje amonestando a Níniel.
-No, o sea, sí. Son amigos míos pero no vine con ellos, es una coincidencia. Es la verdad, ¿hubiese dejado que tomaras las riendas de mi montura y me condujeras hasta aquí si estuviese mintiendo?- Respondió enseguida, con cierto orgullo pero entendiendo que tuviera sus reticencias, realmente no parecía casualidad.
En ese momento Níniel sintió una extraña sensación. No eran nervios por la situación generada con los hombres bestia o porque Elen pudiera sentir que no era la Níniel de siempre. Sintió que no estaban solos allí, que había algo más en la espesura que no se había dado a conocer, pero al girarse hacia la dirección donde su instinto le decía que el origen de tal sensación se hallaba no vio nada ni siquiera con sus ojos de elfa.
-¿Esperamos a alguien más elfa? No me mientas...- Preguntó el tal Ja´zad mirando también en la misma dirección en la que miraba la joven.
-¿Eh?, no, no. Me pareció que había algo pero...Habrá sido una ardilla.-
-¿Pero durante cuánto tiempo podría hacerlo?.- Se preguntó la joven peliblanca verbalizando en voz baja y para sí misma únicamente la última parte de sus pensamientos con un claro tono de lamento. ¿Cuánto tiempo más podría seguir estando segura de seguir siendo ella misma y no...otra? ¿Podría volver a contener sus emociones la próxima vez que fueran llevadas hasta el límite?
El orgullo la llevaba a decirse que sí a veces, que podría dominarlo, usarlo bien y ser la elfa más poderosa que jamás hubiese caminado sobre la faz de Aerandir. Superar a su madre, superar a Avacyn, la primera y más grande de las sacerdotisas Thenidiel, incluso el apellido Nemaniël podría ser solo una nota a pié de página al lado de lo que ella podría lograr. A veces se sentía tan bien dejarse llevar...Pero aún seguía siendo ella, lo suficiente como para ver que aquello era un disparate, que ese poder era oscuro y enturbiaba sus sentimientos y sentidos, que el precio sería demasiado alto y que si algún día lograba que su nombre opacara a la de la anterior guardiana del este debía de ser gracias a su propio esfuerzo y dedicación y no a...no a eso.
Aún seguía siendo ella misma, sí, pero la oscuridad era insaciable.
-Nemaniël...- Susurró de nuevo llevando a su mente todas las historias que se contaban sobre aquel clan que bien podría ser descrito como legendario. Pocos clanes rivalizaban con ellos en gestas, victorias...y sacrificios. Níniel había crecido con sus historias como los humanos crecían con las de caballeros andantes que combatían contra el mal y salvaban a todos. Algunos de los elfos de más edad contaban con orgullo como ellos o alguno de sus antepasados lucharon codo con codo con alguno... Aunque su madre, por alguna razón que nunca había desvelado, prefería no hablar de ellos y se limitaba a sonreír ausente cuando su padre relataba alguna de sus hazañas.
-Espero que las historias sean ciertas, por una vez necesito que las leyendas lo sean para bien. Se me acaban las opciones.- Comentó para sí misma mientras se levantaba del suelo poniendo fin a su breve pero revitalizante momento de descanso. -¿Tú que opinas Trickster, creés que esa capa blanca es real y hace lo que dicen que hace?- Preguntó entonces la joven limpiándose un poco de tierra de túnica que portaba sobre su armadura y mirando hacia su fiel montura, que se limitó a girar su cabeza y mirarla con curiosidad como única respuesta, a la que añadiría un cariñoso cabezazo en cuanto la tuvo más cerca. -Auch...Sí, esa es tu respuesta para todo...- Se quejó la joven preparándose para montar y retomar su camino, echando un último vistazo al lugar. -Al menos puedo contar con que tú no me dejes de lado pase lo que pase...- Añadió antes de negar con la cabeza para sacarse ese lúgubre pensamiento de la cabeza, montar y salir del pequeño claro al trote a lomos del gran upelero blanco.
Según le habían informado el grupo de Melena Blanca se encontraba por aquella zona, no muy lejos de donde ella misma había parado a descansar. Era una suerte que los hombres bestia no pudieran sentir su aura porque de no ser así seguramente en vez de darle información en las aldeas hubiesen tratado de apresarla o algo peor, algo que por desgracia no podía permitirse en esos momentos y la hubiese obligado a defenderse, algo peligroso en su estado. El grupo del heredero como centinela de messere Tyrande en principio también debía de estar formado únicamente por hombres-bestia, lo cual facilitaría mucho las cosas y le ahorraría un más que probable malentendido, claro que eso no significaba que las cosas fuesen a ser precisamente sencillas. Níniel necesitaba la capa blanca de ese centinela, más bien su supuesta capacidad de absorber la oscuridad...Por desgracia dudaba mucho que el líder de esos "leónicos" fuese a dejar que se la pusiera sin más siendo un objeto tan importante, aunque esperaba poder apelar a su nobleza y justicia para que la ayudase, incluso puede que a su conocimiento de causa.
No había avanzado aún más que unas decenas de metros cuando las voces de aquel pequeño grupo de "cazadores" leónicos llegaron a las puntiagudas orejas de la sacerdotisa. En un primer momento pensó que por raro que fuera se trataba de un grupo de soldados humanos; Esa costumbre de avanzar haciendo tanto ruido como para poder acertarles con una flecha en la distancia y a través de la espesura era muy propia de los orejas redondas, por no mencionar lo soez de la letra sobre bebida y mujeres, algo también muy típico de los humanos.
No obstante no tardaría mucho en darse cuenta de su error cuando, a pesar de que varias de las voces seguían cantando a cierta distancia, de entre la vegetación cercana salió un hombre felino de pelaje oscuro que clavó sus ojos sobre ella como un cazador lo haría sobre su presa. Cómo se las había apañado para acercarse tanto sin que la elfa se diera cuenta a pesar de portar armadura pesada así como espada y escudo era algo que quizá le preguntaría más adelante, pero en ese momento Níniel no pudo evitar dar un respingo e instar a Trickster a retroceder de un salto, poniéndose en guardia. Esperaba ser ella quien acechara al grupo de "alegres cantarines" y evaluar si eran amigos o enemigos pero parecía que no iba a ser así.
-Me pareció haber olido a pollo...Pero me parece que a este no vamos a poder comernoslo. Salvo que la respuesta a quién eres y qué haces aquí no sea de mi agrado.- Preguntó el imponente felino con cautela pero con seguridad...Gente así solían ser los más peligrosos, muy diferentes a los matones o soldados promedio.
-Soy Níniel del clan Thenidiel de Sandorai.- Se apresuró a responder la elfa manteniendo la distancia y sosteniéndole la mirada. -Viajo buscando al centinela Melena Blanca en busca de su ayuda. ¿Es posible que lo haya encontrado?.- Preguntó aún sometida al escrutinio del felino.
-Puede...- Se limitó a decir.
-Ja´zad.- Interrumpió entonces otra voz, seguramente la de uno de los otros sujetos cantarines.- Se acercan jinetes.- Advirtió secamente.
-¿Amigos tuyos?.- Le preguntó entonces aquel sujeto que parecía responder al nombre de Ja´zad a la peliblanca, la cual negó con la cabeza con total sinceridad. Había ido sola hasta allí. -Ven conmigo.- Exigió entonces el hombre bestia agarrando las riendas de Trickster, aunque al segundo intento pues al primero casi recibe un picotazo del upelero. -Nada de gestos raros.- Pidió también a modo de advertencia, sacando a elfa y a upelero a la vista de los demás que ya recibían preparados a los jinetes cuya aproximación habían advertido.
-¿Elen? Vaya...Empiezo a creer que nuestros encuentros no son casualidad.- No pudo evitar decir la sacerdotisa al ver una cara amiga, aunque enseguida se percató de que ella y su acompañante, el dragón Alister, a diferencia de los hombres bestia si podrían notar su aura. Aquello podría ser algo malo por mucho que se conocieran.
-Entonces sí son amigos tuyos...¿Me mentiste elfa?.- Preguntó el felino de oscuro pelaje amonestando a Níniel.
-No, o sea, sí. Son amigos míos pero no vine con ellos, es una coincidencia. Es la verdad, ¿hubiese dejado que tomaras las riendas de mi montura y me condujeras hasta aquí si estuviese mintiendo?- Respondió enseguida, con cierto orgullo pero entendiendo que tuviera sus reticencias, realmente no parecía casualidad.
En ese momento Níniel sintió una extraña sensación. No eran nervios por la situación generada con los hombres bestia o porque Elen pudiera sentir que no era la Níniel de siempre. Sintió que no estaban solos allí, que había algo más en la espesura que no se había dado a conocer, pero al girarse hacia la dirección donde su instinto le decía que el origen de tal sensación se hallaba no vio nada ni siquiera con sus ojos de elfa.
-¿Esperamos a alguien más elfa? No me mientas...- Preguntó el tal Ja´zad mirando también en la misma dirección en la que miraba la joven.
-¿Eh?, no, no. Me pareció que había algo pero...Habrá sido una ardilla.-
Níniel Thenidiel
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
La elfa Níniel fue la primera. Aunque a Imargo pareció mosquearle y se llevó la mano a la barbilla, pensativo y cerrando un ojo, mirando a la elfa. No se fiaba para nada de ella, pero no porque sintiese algo malo en su interior, ni mucho menos lo sospechaba. Como tampoco lo sentía de Elen y tampoco confiaba en ella.
Sin embargo, ambas sí que podrían sentir que algo no iba bien en la otra, pero advertir de esta circunstancia a los leónicos sólo les haría sospechar aún más.
-¿Qué hacemos, jefe? – interrumpió uno de los leónicos a voces, que estaba alejado de su posición después de que el lince se llevase a Níniel y Trickster a un lugar más apartado.
-No lo sé, M’aiq, estoy pensando. – respondió Ja’zad volviéndose hacia él. Luego quedó pensativo, mirando a la elfa y también a los recién llegados, que Níniel había llamado a amigos, aunque la repentina aparición de ambos mosqueaba al lince. – Vale, vale, me ha quedado claro. Eres Níniel. Níniel del clan Thenidiel. Eso ya lo sé. Los Thenidiel sois de sobra conocidos. Aunque tú no, particularmente. – se giró hacia Elen y Alister. - ¿Y vosotros sois…? – entrecerró un ojo y les señaló con la mano. – Pero me refiero, ¿sois alguien importante? ¿Tan importante como para presentaros al Jefe de Guerra? – se estaba haciendo un lío. Imargo era parlanchín, pero a veces le comunicaba transmitir, juntó sus manos, esforzándose en su explicación. – Quiero decir, si es urgente pues han atacado vuestro pueblo unos bandidos, o alguno de los lobos rabiosos que cada vez invaden con mayor frecuencia esta parte de Aerandir, yo os valgo para poner la denuncia. – entrecerró los ojos. – Pero no parecéis tener mucha prisa, así que creo que no es urgente.
-¡Ja’zad! ¡Escuchamos algo aproximarse a velocidad! – insistieron los tres leónicos.
-Ya voy, ya voy. – insistió molesto el felino. – Estos chicos… son más pesados. ¡Agh! – se quejó.
En cualquier caso, el leónico aguardó sus respuestas, dependiendo de lo que dijeran, decidiría individualmente si las llevaría hasta Melena Blanca o si por el contrario las dejaría con un palmo de narices. Envió su mirada entonces sobre Elen, a la que no tardaría en vibrarle el medallón solar que escondía bajo su ropa.
-¿Por qué te vibra la camisa? – le preguntó Imargo a Elen, señalando a esta. Era extraño, el medallón de la bruja no solía vibrar con fuerza a menos que se encontrase cerca del influjo de una magia oscura muy poderoso. ¿Tal vez influencia por la maldición que Níniel sufrió en su encuentro contra Querostraza? Lo cierto es que no podían saberlo a ciencia cierta.
Lo que ambas sí que pudieron sentir fue la tierra y las rocas comenzar a vibrar sobre sus pies, a la vez que se escuchaba el estruendoso barritar de un mastodonte. Si miraban en la dirección en la que se encontraban los mercenarios, podían observar como los árboles comenzar a caer fruto de un fuerte movimiento.
-¡Estampida! ¡Estampida! – gritaron los leónicos, ya con sus armas en ristre, que portaban arco, maza y espada a dos manos. Imargo por su parte, tenía escudo y espada de hierro, portando una pesada armadura también del mismo material, claramente desgastada por los golpes, pero todavía resistente. - ¡Crasgwar al frente!
-¿Crasgwar? – preguntó sorprendido en primera instancia, desarmando su escudo y espada. – No son típicos de estas latitudes. – comentó con cierta extrañeza, pero la realidad es que tenían uno y bien grande allí delante. - ¡Leónicos! ¡A las armas! ¡Formad en “V”! - ordenó el guardián de la patrulla, desentendiéndose de colocándose al frente de su pelotón
De momento, tendréis que ayudar a Imargo y su grupo a deshacerse del crasgwar. Tal vez esto, junto a vuestras respuestas, os sirva para ganaros su confianza y que os lleve ante Melena Blanca. Aunque lo que está claro es que algo pasa en el bosque pues este animal no ha podido llegar tan al Sur por simple migración natural. Podéis describir el combate utilizando a los personajes. En este primer combate en el que sois siete contra un elefante, no necesitaréis lanzar runa.
Sin embargo, ambas sí que podrían sentir que algo no iba bien en la otra, pero advertir de esta circunstancia a los leónicos sólo les haría sospechar aún más.
-¿Qué hacemos, jefe? – interrumpió uno de los leónicos a voces, que estaba alejado de su posición después de que el lince se llevase a Níniel y Trickster a un lugar más apartado.
-No lo sé, M’aiq, estoy pensando. – respondió Ja’zad volviéndose hacia él. Luego quedó pensativo, mirando a la elfa y también a los recién llegados, que Níniel había llamado a amigos, aunque la repentina aparición de ambos mosqueaba al lince. – Vale, vale, me ha quedado claro. Eres Níniel. Níniel del clan Thenidiel. Eso ya lo sé. Los Thenidiel sois de sobra conocidos. Aunque tú no, particularmente. – se giró hacia Elen y Alister. - ¿Y vosotros sois…? – entrecerró un ojo y les señaló con la mano. – Pero me refiero, ¿sois alguien importante? ¿Tan importante como para presentaros al Jefe de Guerra? – se estaba haciendo un lío. Imargo era parlanchín, pero a veces le comunicaba transmitir, juntó sus manos, esforzándose en su explicación. – Quiero decir, si es urgente pues han atacado vuestro pueblo unos bandidos, o alguno de los lobos rabiosos que cada vez invaden con mayor frecuencia esta parte de Aerandir, yo os valgo para poner la denuncia. – entrecerró los ojos. – Pero no parecéis tener mucha prisa, así que creo que no es urgente.
-¡Ja’zad! ¡Escuchamos algo aproximarse a velocidad! – insistieron los tres leónicos.
-Ya voy, ya voy. – insistió molesto el felino. – Estos chicos… son más pesados. ¡Agh! – se quejó.
En cualquier caso, el leónico aguardó sus respuestas, dependiendo de lo que dijeran, decidiría individualmente si las llevaría hasta Melena Blanca o si por el contrario las dejaría con un palmo de narices. Envió su mirada entonces sobre Elen, a la que no tardaría en vibrarle el medallón solar que escondía bajo su ropa.
-¿Por qué te vibra la camisa? – le preguntó Imargo a Elen, señalando a esta. Era extraño, el medallón de la bruja no solía vibrar con fuerza a menos que se encontrase cerca del influjo de una magia oscura muy poderoso. ¿Tal vez influencia por la maldición que Níniel sufrió en su encuentro contra Querostraza? Lo cierto es que no podían saberlo a ciencia cierta.
Lo que ambas sí que pudieron sentir fue la tierra y las rocas comenzar a vibrar sobre sus pies, a la vez que se escuchaba el estruendoso barritar de un mastodonte. Si miraban en la dirección en la que se encontraban los mercenarios, podían observar como los árboles comenzar a caer fruto de un fuerte movimiento.
-¡Estampida! ¡Estampida! – gritaron los leónicos, ya con sus armas en ristre, que portaban arco, maza y espada a dos manos. Imargo por su parte, tenía escudo y espada de hierro, portando una pesada armadura también del mismo material, claramente desgastada por los golpes, pero todavía resistente. - ¡Crasgwar al frente!
-¿Crasgwar? – preguntó sorprendido en primera instancia, desarmando su escudo y espada. – No son típicos de estas latitudes. – comentó con cierta extrañeza, pero la realidad es que tenían uno y bien grande allí delante. - ¡Leónicos! ¡A las armas! ¡Formad en “V”! - ordenó el guardián de la patrulla, desentendiéndose de colocándose al frente de su pelotón
- Crasgwar:
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* * * * * * * * * * * *
Parece que vuestros objetivos son bastante distintos, y eso me ha sorprendido. Contaba con que seríais amigas luchando por la sábana blanca pero parece que Elen volverá a tener al enemigo en casa. ¿Así que quieres ser la antagonista de la historia, Níniel? Bien. Te daré la oportunidad para ello.De momento, tendréis que ayudar a Imargo y su grupo a deshacerse del crasgwar. Tal vez esto, junto a vuestras respuestas, os sirva para ganaros su confianza y que os lleve ante Melena Blanca. Aunque lo que está claro es que algo pasa en el bosque pues este animal no ha podido llegar tan al Sur por simple migración natural. Podéis describir el combate utilizando a los personajes. En este primer combate en el que sois siete contra un elefante, no necesitaréis lanzar runa.
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
Como era de esperar, la partida de caza no tardó en reparar en ellos y se detuvo para recibirlos, pero ya no solo estaban los cuatro leónicos sino que también se encontraba allí una mujer de rasgos inconfundiblemente élficos. La dama iba a lomos de un upelero como los que se vendían en algunas granjas de Lunargenta, curiosa montura sin duda, pero según decían era uno de los animales más fieles que se podía tener. Por un momento la hechicera pensó que podría tratarse de alguna amiga del centinela ya que no le era desconocida la buena relación que existió entre Melena Blanca y su antecesora Tyrande, pero en cuanto estuvo algo más cerca del grupo reconoció de inmediato a la mujer en cuestión, que sorprendentemente resultó ser Níniel… aunque había algo diferente en ella.
Podía parecer absurdo que se sorprendiese de encontrarla allí, a fin de cuenta los miembros de su raza apreciaban el bosque y no era raro cruzárselos en aquellas tierras de vez en cuando, pero no esperaba coincidir con alguien conocido durante su búsqueda del centinela. El caprichoso destino las había vuelto a reunir, y aunque para la de cabellos cenicientos resultaba agradable ver un rostro familiar, podía percibir claramente que la elfa que tenía delante no era la misma de la última vez… algo había cambiado. Aquello captó su atención por completo, y no era de extrañar ya que el aura de Níniel se había oscurecido, algo malo le había pasado eso estaba claro, pero ¿qué? Eso tendría que averiguarlo en cuanto no hubiese leónicos de por medio.
La benjamina de los Calhoun hizo un esfuerzo para no fruncir el ceño, debía mostrarse tranquila y evitar cualquier gesto que pudiese poner nervioso al líder de la partida, que tras darse cuenta de que tanto ella como el dragón eran amigos de la elfa la tachó de mentirosa. Níniel de inmediato explicó que su encuentro allí se debía a simple casualidad pero Ja´zad no parecía fiarse ni de su palabra ni de los recién llegados, si realmente se trataba de uno de los guerreros de Melena Blanca tendrían que esforzarse por ganarse su confianza.
Otro de los miembros de la patrulla intervino para preguntar a Ja´zad lo que harían, pero éste se mostró pensativo y se quedó mirando a los tres extraños durante unos instantes, antes de volver a tomar la palabra. El clan Thenidiel era bien conocido por aquellos lares, pero la hechicera y el dragón no, así que les tocaría presentarse, dejando claro que su presencia allí sí se debía a algo importante. - No vengo a poner una denuncia, soy Elen Calhoun, sucesora del hechicero Tarivius como Centinela del Sur. - reveló, esperando que aquel individuo supiese algo sobre los “hermanos” de su jefe. Para dar veracidad a sus palabras, Elen tiró de la plateada cadena que colgaba de su cuello y mostró el medallón solar a los presentes, mientras la reliquia vibraba con fuerza, quizá por esa oscuridad que percibía en Níniel.
- Éste es mi compañero Alister. - presentó, señalando al dragón con un gesto tras devolver el medallón a su lugar dentro de la camisa. - Un asunto de vital importancia nos ha traído hasta aquí, debo reunirme con Melena Blanca de inmediato. - prosiguió, con tono serio. ¿Qué podía ser más urgente que combatir con el mal que los Tarmúnil representaban? No se le ocurría nada, pero por desgracia su encuentro con el hombre bestia tendría que esperar un poco más. La tierra vibró bajo ellos y puso algo nerviosos a los caballos, que comenzaron a relinchar alertando de un peligro inminente.
Elen acarició el cuello de Sombra para tranquilizarlo pero su corcel coceaba el suelo como solía hacer cuando detectaba una amenaza, el problema era que aquella iba a ser demasiado grande para que pudiese hacerle frente. Los gritos de los leónicos consiguieron que la de cabellos cenicientos desviase su mirada hacia ellos, y tras ver cómo los árboles caían uno tras otro por el paso de algo que avanzaba directamente hacia ellos, supo que se había acabado el momento de charlar. Espoleó su montura para sacarla de la trayectoria del mastodonte y Alister hizo lo mismo pero en dirección contraria, de modo que pudiesen cubrir los dos flancos de la bestia de ser preciso.
El enorme Crasgwar salió de entre los árboles barriendo todo a su paso y cargando contra la partida de caza, que había optado por formar en V para hacerle frente. El arquero comenzó a disparar en cuanto tuvo visibilidad para ellos, y varias de sus flechas se hundieron en la gruesa piel del elefante, pero no lo detuvieron. Elen desmontó tan rápido como pudo, dejando a Sombra en una posición algo más segura para luego intervenir, permitiendo que la electricidad le recorriese ambos brazos y saliese disparada hacia el costado del Crasgwar. No entendía como un ejemplar de aquella especie podía haber llegado tan al sur, acostumbrada como estaba a verlos en las frías tierras del norte, donde se mostraban pacíficos siempre y cuando no se les atacase, pero fuera cual fuese el motivo, debían hacer algo.
Permitir que siguiese destrozando el bosque no era una opción, menos aun teniendo en cuenta las pequeñas aldeas que había por la zona, y que no resistirían un ataque de tal violencia. Alister también se bajó de la silla y se deshizo de su gabardina, dejando que su cuerpo comenzase a transformarse mientras su compañera hacía lo posible por llamar la atención del mastodonte. La descarga consiguió arrancar un gruñido de la garganta del animal, pero no fue suficiente para que cambiase de trayectoria, debía ser más drástica. Dispuesto a embestir con sus cuernos a la partida de caza, la criatura siguió avanzando hacia Ja´zad y sus hombres, que viendo la amenaza tan cercana no tuvieron más remedio que romper la formación.
El arquero buscó una buena posición y siguió disparando a la cabeza, intentando acertar en los ojos para cegarlo, mientras su compañero armado con una espada a dos manos se situaba a un lado de la bestia para realizar un tajo horizontal en la parte trasera de una de sus patas. Desestabilizar al enorme animal les daría ventaja pero no iba a resultar sencillo, así que tras ver que su primer intento fallaba, el leónico volvió a levantar su arma para probar otra vez. Una nueva descarga, más potente que la anterior, brotó de manos de la centinela para acertar en el lomo al Crasgwar, y ésta vez sí consiguió que la bestia se girase hacia ella, decidiendo apartarse momentáneamente de la partida de caza para atacarla.
La tierra vibró con cada paso del mastodonte, pero antes de que pudiese alcanzar a la hechicera sintió como unas afiladas garras se hundían en la gruesa piel que cubría su lomo, Alister había completado su transformación. Valiéndose de su forma bestial el dragón se aferró a su enemigo y batió con fuerza las alas para ralentizarlo, dando una oportunidad al resto de atacar desde cierta distancia y con un poco más de seguridad.
Podía parecer absurdo que se sorprendiese de encontrarla allí, a fin de cuenta los miembros de su raza apreciaban el bosque y no era raro cruzárselos en aquellas tierras de vez en cuando, pero no esperaba coincidir con alguien conocido durante su búsqueda del centinela. El caprichoso destino las había vuelto a reunir, y aunque para la de cabellos cenicientos resultaba agradable ver un rostro familiar, podía percibir claramente que la elfa que tenía delante no era la misma de la última vez… algo había cambiado. Aquello captó su atención por completo, y no era de extrañar ya que el aura de Níniel se había oscurecido, algo malo le había pasado eso estaba claro, pero ¿qué? Eso tendría que averiguarlo en cuanto no hubiese leónicos de por medio.
La benjamina de los Calhoun hizo un esfuerzo para no fruncir el ceño, debía mostrarse tranquila y evitar cualquier gesto que pudiese poner nervioso al líder de la partida, que tras darse cuenta de que tanto ella como el dragón eran amigos de la elfa la tachó de mentirosa. Níniel de inmediato explicó que su encuentro allí se debía a simple casualidad pero Ja´zad no parecía fiarse ni de su palabra ni de los recién llegados, si realmente se trataba de uno de los guerreros de Melena Blanca tendrían que esforzarse por ganarse su confianza.
Otro de los miembros de la patrulla intervino para preguntar a Ja´zad lo que harían, pero éste se mostró pensativo y se quedó mirando a los tres extraños durante unos instantes, antes de volver a tomar la palabra. El clan Thenidiel era bien conocido por aquellos lares, pero la hechicera y el dragón no, así que les tocaría presentarse, dejando claro que su presencia allí sí se debía a algo importante. - No vengo a poner una denuncia, soy Elen Calhoun, sucesora del hechicero Tarivius como Centinela del Sur. - reveló, esperando que aquel individuo supiese algo sobre los “hermanos” de su jefe. Para dar veracidad a sus palabras, Elen tiró de la plateada cadena que colgaba de su cuello y mostró el medallón solar a los presentes, mientras la reliquia vibraba con fuerza, quizá por esa oscuridad que percibía en Níniel.
- Éste es mi compañero Alister. - presentó, señalando al dragón con un gesto tras devolver el medallón a su lugar dentro de la camisa. - Un asunto de vital importancia nos ha traído hasta aquí, debo reunirme con Melena Blanca de inmediato. - prosiguió, con tono serio. ¿Qué podía ser más urgente que combatir con el mal que los Tarmúnil representaban? No se le ocurría nada, pero por desgracia su encuentro con el hombre bestia tendría que esperar un poco más. La tierra vibró bajo ellos y puso algo nerviosos a los caballos, que comenzaron a relinchar alertando de un peligro inminente.
Elen acarició el cuello de Sombra para tranquilizarlo pero su corcel coceaba el suelo como solía hacer cuando detectaba una amenaza, el problema era que aquella iba a ser demasiado grande para que pudiese hacerle frente. Los gritos de los leónicos consiguieron que la de cabellos cenicientos desviase su mirada hacia ellos, y tras ver cómo los árboles caían uno tras otro por el paso de algo que avanzaba directamente hacia ellos, supo que se había acabado el momento de charlar. Espoleó su montura para sacarla de la trayectoria del mastodonte y Alister hizo lo mismo pero en dirección contraria, de modo que pudiesen cubrir los dos flancos de la bestia de ser preciso.
El enorme Crasgwar salió de entre los árboles barriendo todo a su paso y cargando contra la partida de caza, que había optado por formar en V para hacerle frente. El arquero comenzó a disparar en cuanto tuvo visibilidad para ellos, y varias de sus flechas se hundieron en la gruesa piel del elefante, pero no lo detuvieron. Elen desmontó tan rápido como pudo, dejando a Sombra en una posición algo más segura para luego intervenir, permitiendo que la electricidad le recorriese ambos brazos y saliese disparada hacia el costado del Crasgwar. No entendía como un ejemplar de aquella especie podía haber llegado tan al sur, acostumbrada como estaba a verlos en las frías tierras del norte, donde se mostraban pacíficos siempre y cuando no se les atacase, pero fuera cual fuese el motivo, debían hacer algo.
Permitir que siguiese destrozando el bosque no era una opción, menos aun teniendo en cuenta las pequeñas aldeas que había por la zona, y que no resistirían un ataque de tal violencia. Alister también se bajó de la silla y se deshizo de su gabardina, dejando que su cuerpo comenzase a transformarse mientras su compañera hacía lo posible por llamar la atención del mastodonte. La descarga consiguió arrancar un gruñido de la garganta del animal, pero no fue suficiente para que cambiase de trayectoria, debía ser más drástica. Dispuesto a embestir con sus cuernos a la partida de caza, la criatura siguió avanzando hacia Ja´zad y sus hombres, que viendo la amenaza tan cercana no tuvieron más remedio que romper la formación.
El arquero buscó una buena posición y siguió disparando a la cabeza, intentando acertar en los ojos para cegarlo, mientras su compañero armado con una espada a dos manos se situaba a un lado de la bestia para realizar un tajo horizontal en la parte trasera de una de sus patas. Desestabilizar al enorme animal les daría ventaja pero no iba a resultar sencillo, así que tras ver que su primer intento fallaba, el leónico volvió a levantar su arma para probar otra vez. Una nueva descarga, más potente que la anterior, brotó de manos de la centinela para acertar en el lomo al Crasgwar, y ésta vez sí consiguió que la bestia se girase hacia ella, decidiendo apartarse momentáneamente de la partida de caza para atacarla.
La tierra vibró con cada paso del mastodonte, pero antes de que pudiese alcanzar a la hechicera sintió como unas afiladas garras se hundían en la gruesa piel que cubría su lomo, Alister había completado su transformación. Valiéndose de su forma bestial el dragón se aferró a su enemigo y batió con fuerza las alas para ralentizarlo, dando una oportunidad al resto de atacar desde cierta distancia y con un poco más de seguridad.
Elen Calhoun
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
La aparición de Elen y su compañero, así como las consiguientes preguntas, respuestas y explicaciones, había causado que la mente de Níniel se desviara por unos instantes de lo realmente importante. ¿Había dado por fin con el grupo de hombres-bestia que estaba buscando como parecía ser el caso a pesar de las evasivas de aquel tal Ja´zad ? ¿O acaso estaba perdiendo el tiempo allí hablando con algún tipo de grupo de mercenarios cantarines que no parecían fiarse ni un pelo de ninguno de ellos y sin relación alguna con el centinela? Porque si era lo segundo y aquel felino solo estaba jugando con ella y dándose aires...Bueno, quizá tuviera que demostrar antes de lo que le gustaría que efectivamente como gato tenía sieta vidas.
El pobre, aparte de desconfiado, que no era necesariamente un mal rasgo, tampoco es que pareciera de la clase de personas acostumbradas a tomar decisiones. Se tomó su tiempo antes de volver a hablar, y no lo hizo para tomar la decisión por la que incluso sus propios hombres ya clamaban, sino para preguntar a los recién llegados su identidad y sus motivos como ya hiciera antes con la sacerdotisa, a cuyo clan dedicó buenas palabras aunque solo para luego coger el orgullo de Níniel y lanzarlo por el barro como si no fuera más que basura. Aquello obligó a la joven a esforzarse por mantener el semblante sereno para que aquel felpudo con patas no supiera que su comentario la había molestado, decidiendo que no merecía la pena ni siquiera el esfuerzo de enumerar la larga lista de actos por los que podía ser reconocida.
Al hablar Ja´zad nunca usó el nombre de Melena Blanca o Centinela, sino el título de Jefe de guerra para mencionar a su superior, que cada vez estaba más claro se trataba del propio Melena Blanca por mucho que evitara referirse a él de forma tan clara y directa. Quien no dudó sin embargo en usar el título de centinela, pero no del este sino del sur, fue Elen, y no lo hizo precisamente de refilón o expresando ser una enviada suya, que va. Según dijo, y por el modo de decirlo y el tipo de persona que era lo decía muy en serio, ella era la centinela del sur.
Aquella revelación causó que Níniel se la quedara mirando incapaz de ocultar lo sorprendida que estaba. Nunca había conocido a un centinela en persona pero había escuchado de ellos, especialmente de la dama Tyrande. Prácticamente se la consideraba invencible, así como usuaria de un poder al que muy pocos elfos podían aspirar. Era una figura respetada casi hasta la veneración...¿Elen estaba a ese nivel? Sí, era poderosa y lo sabía de primera mano pero...no así. Eran unas palabras que de ser ciertas, y no tenía motivos para dudar de ellas, implicaban una verdad incómoda; Que los centinelas no eran para tanto...justo cuando más necesitaba que no fueran otra verdad a medias bonitamente adornada para reconfortar los corazones de la gente.
Resultaba perturbador. ¿No era ella misma tan poderosa como Elen? ¿Cómo iban a ayudarla entonces los centinelas?¿Acaso aquel camino volvía a conducirla a un callejón sin salida? No necesariamente, el poder bruto no lo era todo, aún podía encontrar la ayuda que necesitaba de la capa blanca, y además ahora no de un centinela sino de dos. Era pronto para dar por muerta aquella posibilidad, pero aquella idea se había instaurado con fuerza en su mente; Su poder rivalizando con el de una centinela... ¿Rivalizar? Su poder superaba al de los centinelas.
De ese modo y casi sin darse cuenta su aura oscura había aumentando en intensidad, alimentándose de los sentimientos de la peliblanca, seduciéndola con un poder cada vez mayor y difícil de rechazar mientras su mirada se clavaba, sin saber por qué, bajo el cuello de la benjamina de los Calhoun, en ese extraño medallón que tan atrayente resultaba y que la de cabellos cenicientos no tardó en volver a ocultar bajo su camisa. Al menos hasta que con un carraspeo de Ja´zad la elfa entendió que era el momento de ampliar la respuesta que le diera antes al felino y explicar mejor por qué buscaba la ayuda del centinela del este, volviendo por fin a la realidad y dejando atrás esas peligrosas ideas, disminuyendo de nuevo su oscura aura y tratando de aparentar normalidad, pero evitando la mirada de la bruja, que al menos por el momento parecía haberle dado un voto de confianza a pesar de que sin duda se había percatado de su "estado".
-Necesito la ayuda del centinela y su capa blanca para combatir contra la oscuridad. Una oscuridad que gana fuerza por momentos, fruto según he podido averiguar de una maldición causada por la exposición a las oscuras fuerzas de un poderoso ser en el norte. Créeme, no necesitaría ayuda para ocuparme de unos lobos o de unos bandidos.- Fueron las palabras de la peliblanca que tampoco quería revelar de manera innecesaria asuntos que por el momento atañían únicamente a la logia. Al menos no delante de aquel...Bueno, lo que fuera dentro de las filas de los leónicos. Entonces sí miró a Elen, con una mirada que pretendía fuera cómplice. Sin duda ella ya sabría que esa maldición no afectaba a un pueblo o ciudad, si no a la propia elfa.
Puede que aquella respuesta bastase al hombre-bestia, puede que no, pero en cualquier caso no hubo tiempo para continuar con el interrogatorio como tampoco la hubo para conocer su veredicto, pues pronto el medallón de la bruja no fue lo único en temblar por allí.
-Eso tampoco lo produce ningún otro amigo mío, os lo aseguro.- Se permitió decir con cierta sorna la peliblanca al dirigir su mirada hacia el origen de lo que bien podía ser confundido con un temblor causado por la propia madre tierra, al menos hasta que comenzó a ser acompañado por el barrito de una criatura que Níniel ubicaba en el norte y no en los bosques del este. De hecho de una criatura tan bien adaptada al frío que difícilmente sobreviviría tan al sur. Aquello no tenía mucho sentido pero era innegable que algo enorme y muy enfadado iba directo hacia ellos, algo tan grande como para agitar y tumbar los árboles con la facilidad con la que ella agitaba su bastón, causando que varias bandadas de aves levantaran el vuelo buscando alejarse de allí lo más posible, algo que ella misma no tardó en poner en práctica instando a Trickster a alejarse y acercarse a la zona con los árboles con el tronco más grueso de todos.
-Si no lo veo no lo creo.- Espetó la joven al ver cómo realmente un Crasgwar, y de los más grandes además, salía de entre los árboles casi tumbando dos demasiado juntos entre sí y dejando parte de sus raíces a la vista. Dirigiendo entonces su letal carga contra los leónicos, que en vez de apartarse formaron en "v" y de forma o muy valiente o muy estúpida trataron de frenar a la criatura. A sus intentos se unieron Elen y Alister ya transformado, pero como era de esperar no tuvieron demasiado éxito en su empeño. Las flechas no podían atravesar su gruesa piel, su armadura de gruesa lana ni su doble capa de grasa, para aquel ser eran como picaduras de mosquito y nada más. Más de lo mismo ocurría con la electricidad de la bruja, el Crasgwar portaba una armadura natural que además le servía de aislante por partida doble. Aquello no les desalentó no obstante, y a pesar de romper la formación siguieron intentándolo con más flechas, espadazos y una nueva descarga de la bruja. No logró tumbarlo, quizá aquella nunca fue su intención, pero sí que logró convertirse en su objetivo.
-Esa no ha sido una buena idea.- Comentó para su fiel Trickster la elfa mientras observaba el espectáculo desde la relativa seguridad de su alejada posición, y el upelero respondió con un uh-uh con el que parecía mostrarse de acuerdo con su amazona. Aquello era una locura, si incluso Alister en su forma dragón apenas podía hacer nada por ralentizar a aquel mastodonte que le superaba por mucho en tamaño. Sería mucho más útil quemar su lana que tratar de pararlo de ese modo.
-Definitivamente los centinelas no son tan fuertes...- Se quejó con amargura la joven mientras se bendecía a sí misma y a Alister con un notable incremento de sus capacidades mágicas para a continuación alzar su mano en dirección a aquella supermole, comenzando de inmediato a absorber su fuerza y hacerla suya. -Aceptaré tu ofrenda ya que tan libremente me la ofreces.- Dijo mientras drenaba más y más de la fuerza de Crasgwar. Esa misma fuerza que ganaba ella y el dracónido compañero de Elen.
El plan era sencillo, mientras el animal se debilitaba el dragón se fortalecía, no tardaría en poder darle la vuelta a la tortilla...Y si su fuerza y la ayuda de Elen y los hombres-bestia no bastaban, su aliento de fuego acabaría el trabajo, en teoría.
El pobre, aparte de desconfiado, que no era necesariamente un mal rasgo, tampoco es que pareciera de la clase de personas acostumbradas a tomar decisiones. Se tomó su tiempo antes de volver a hablar, y no lo hizo para tomar la decisión por la que incluso sus propios hombres ya clamaban, sino para preguntar a los recién llegados su identidad y sus motivos como ya hiciera antes con la sacerdotisa, a cuyo clan dedicó buenas palabras aunque solo para luego coger el orgullo de Níniel y lanzarlo por el barro como si no fuera más que basura. Aquello obligó a la joven a esforzarse por mantener el semblante sereno para que aquel felpudo con patas no supiera que su comentario la había molestado, decidiendo que no merecía la pena ni siquiera el esfuerzo de enumerar la larga lista de actos por los que podía ser reconocida.
Al hablar Ja´zad nunca usó el nombre de Melena Blanca o Centinela, sino el título de Jefe de guerra para mencionar a su superior, que cada vez estaba más claro se trataba del propio Melena Blanca por mucho que evitara referirse a él de forma tan clara y directa. Quien no dudó sin embargo en usar el título de centinela, pero no del este sino del sur, fue Elen, y no lo hizo precisamente de refilón o expresando ser una enviada suya, que va. Según dijo, y por el modo de decirlo y el tipo de persona que era lo decía muy en serio, ella era la centinela del sur.
Aquella revelación causó que Níniel se la quedara mirando incapaz de ocultar lo sorprendida que estaba. Nunca había conocido a un centinela en persona pero había escuchado de ellos, especialmente de la dama Tyrande. Prácticamente se la consideraba invencible, así como usuaria de un poder al que muy pocos elfos podían aspirar. Era una figura respetada casi hasta la veneración...¿Elen estaba a ese nivel? Sí, era poderosa y lo sabía de primera mano pero...no así. Eran unas palabras que de ser ciertas, y no tenía motivos para dudar de ellas, implicaban una verdad incómoda; Que los centinelas no eran para tanto...justo cuando más necesitaba que no fueran otra verdad a medias bonitamente adornada para reconfortar los corazones de la gente.
Resultaba perturbador. ¿No era ella misma tan poderosa como Elen? ¿Cómo iban a ayudarla entonces los centinelas?¿Acaso aquel camino volvía a conducirla a un callejón sin salida? No necesariamente, el poder bruto no lo era todo, aún podía encontrar la ayuda que necesitaba de la capa blanca, y además ahora no de un centinela sino de dos. Era pronto para dar por muerta aquella posibilidad, pero aquella idea se había instaurado con fuerza en su mente; Su poder rivalizando con el de una centinela... ¿Rivalizar? Su poder superaba al de los centinelas.
De ese modo y casi sin darse cuenta su aura oscura había aumentando en intensidad, alimentándose de los sentimientos de la peliblanca, seduciéndola con un poder cada vez mayor y difícil de rechazar mientras su mirada se clavaba, sin saber por qué, bajo el cuello de la benjamina de los Calhoun, en ese extraño medallón que tan atrayente resultaba y que la de cabellos cenicientos no tardó en volver a ocultar bajo su camisa. Al menos hasta que con un carraspeo de Ja´zad la elfa entendió que era el momento de ampliar la respuesta que le diera antes al felino y explicar mejor por qué buscaba la ayuda del centinela del este, volviendo por fin a la realidad y dejando atrás esas peligrosas ideas, disminuyendo de nuevo su oscura aura y tratando de aparentar normalidad, pero evitando la mirada de la bruja, que al menos por el momento parecía haberle dado un voto de confianza a pesar de que sin duda se había percatado de su "estado".
-Necesito la ayuda del centinela y su capa blanca para combatir contra la oscuridad. Una oscuridad que gana fuerza por momentos, fruto según he podido averiguar de una maldición causada por la exposición a las oscuras fuerzas de un poderoso ser en el norte. Créeme, no necesitaría ayuda para ocuparme de unos lobos o de unos bandidos.- Fueron las palabras de la peliblanca que tampoco quería revelar de manera innecesaria asuntos que por el momento atañían únicamente a la logia. Al menos no delante de aquel...Bueno, lo que fuera dentro de las filas de los leónicos. Entonces sí miró a Elen, con una mirada que pretendía fuera cómplice. Sin duda ella ya sabría que esa maldición no afectaba a un pueblo o ciudad, si no a la propia elfa.
Puede que aquella respuesta bastase al hombre-bestia, puede que no, pero en cualquier caso no hubo tiempo para continuar con el interrogatorio como tampoco la hubo para conocer su veredicto, pues pronto el medallón de la bruja no fue lo único en temblar por allí.
-Eso tampoco lo produce ningún otro amigo mío, os lo aseguro.- Se permitió decir con cierta sorna la peliblanca al dirigir su mirada hacia el origen de lo que bien podía ser confundido con un temblor causado por la propia madre tierra, al menos hasta que comenzó a ser acompañado por el barrito de una criatura que Níniel ubicaba en el norte y no en los bosques del este. De hecho de una criatura tan bien adaptada al frío que difícilmente sobreviviría tan al sur. Aquello no tenía mucho sentido pero era innegable que algo enorme y muy enfadado iba directo hacia ellos, algo tan grande como para agitar y tumbar los árboles con la facilidad con la que ella agitaba su bastón, causando que varias bandadas de aves levantaran el vuelo buscando alejarse de allí lo más posible, algo que ella misma no tardó en poner en práctica instando a Trickster a alejarse y acercarse a la zona con los árboles con el tronco más grueso de todos.
-Si no lo veo no lo creo.- Espetó la joven al ver cómo realmente un Crasgwar, y de los más grandes además, salía de entre los árboles casi tumbando dos demasiado juntos entre sí y dejando parte de sus raíces a la vista. Dirigiendo entonces su letal carga contra los leónicos, que en vez de apartarse formaron en "v" y de forma o muy valiente o muy estúpida trataron de frenar a la criatura. A sus intentos se unieron Elen y Alister ya transformado, pero como era de esperar no tuvieron demasiado éxito en su empeño. Las flechas no podían atravesar su gruesa piel, su armadura de gruesa lana ni su doble capa de grasa, para aquel ser eran como picaduras de mosquito y nada más. Más de lo mismo ocurría con la electricidad de la bruja, el Crasgwar portaba una armadura natural que además le servía de aislante por partida doble. Aquello no les desalentó no obstante, y a pesar de romper la formación siguieron intentándolo con más flechas, espadazos y una nueva descarga de la bruja. No logró tumbarlo, quizá aquella nunca fue su intención, pero sí que logró convertirse en su objetivo.
-Esa no ha sido una buena idea.- Comentó para su fiel Trickster la elfa mientras observaba el espectáculo desde la relativa seguridad de su alejada posición, y el upelero respondió con un uh-uh con el que parecía mostrarse de acuerdo con su amazona. Aquello era una locura, si incluso Alister en su forma dragón apenas podía hacer nada por ralentizar a aquel mastodonte que le superaba por mucho en tamaño. Sería mucho más útil quemar su lana que tratar de pararlo de ese modo.
-Definitivamente los centinelas no son tan fuertes...- Se quejó con amargura la joven mientras se bendecía a sí misma y a Alister con un notable incremento de sus capacidades mágicas para a continuación alzar su mano en dirección a aquella supermole, comenzando de inmediato a absorber su fuerza y hacerla suya. -Aceptaré tu ofrenda ya que tan libremente me la ofreces.- Dijo mientras drenaba más y más de la fuerza de Crasgwar. Esa misma fuerza que ganaba ella y el dracónido compañero de Elen.
El plan era sencillo, mientras el animal se debilitaba el dragón se fortalecía, no tardaría en poder darle la vuelta a la tortilla...Y si su fuerza y la ayuda de Elen y los hombres-bestia no bastaban, su aliento de fuego acabaría el trabajo, en teoría.
Níniel usa en este turno su hab Intelecto arcano y su hab aspir.
Níniel Thenidiel
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
Los leónicos formaron en “v” y pronto fueron barridos por la fuerza inhumana del elefante. Por fortuna, sus armaduras pesadas les protegían muy bien de los golpes físicos. Toda responsabilidad quedó rápidamente en las manos de la centinela, su compañero, el dragón alado, y también de Níniel. Si bien los linces se reincorporaron para luchar de nuevo y combatir tal y como su código les obligaba: Hasta la muerte.
No haría falta llegar hasta esos extremos pues pronto Elen los rayos de Elen y, especialmente, la fuerza del dragón, reforzado por las habilidades de apoyo utilizadas por Níniel, terminarían con el animal del Norte. Entre los tres lo habían liquidado como un hombre que aplasta una hormiga. Haciendo uso de unas capacidades reforzadas en intensidad debido a la oscuridad que emanaba por un lado, el medallón solar, y por otro, el alma del dragón Querostraza y, en extensión, del nigromante Frendel.
Aquello extasió a Imargo y los demás, que en cuanto vieron al animal muerto en el suelo no tardaron en celebrarlo. Especialmente los tres de categorías más bajas. - ¡Tenemos comida para una semana! – celebraban, como si el hecho de que un mamut apareciese en un bosque de clima templado no fuese lo suficientemente extraño.
-Vale, vale. Ya me habéis demostrado que no sois gente a la que se le deba decir que no a algo. – miró a Elen, le había llamado la atención el hecho de que se presentase como centinela. - ¿Centinela, eh? No sé que rollos os traéis con el Jefe de Guerra, pero no quiere saber nada de vosotros. – reveló torpemente su lugarteniente. – En cualquier caso, si es urgente, lo hablas con él. – y a continuación se giró a la elfa. – Y tú. Níniel del clan Thenidiel. – la señaló. - El jefe no sabe nada de magia. Como mucho te podrá indicar algún chamán o taumaturgo del bosque. O tal vez algún clan de elfos. ¿Útil? – luego rió mostrando sus dientes de felino. – A la capa blanca no te dejará ni acercarte. – rió mostrándole la lengua.
-¿Cómo lo llevamos, Ja’zad? – preguntaron los leónicos pensando cómo podían transportar hasta el campamento. Ellos seguían a lo suyo.
-¡No lo sé, Mai’q! ¡Esperad un segundo! – rechistó. Y se volvió contra ellos. – ¡Que el dragón lo cargue! – gritó, señalando a Alister.
Pero aquel enemigo no sería sino la primera de las desdichas a las que tendrían que enfrentarse aquel día. Pues pronto podrían escuchar algo moverse entre la espesura del bosque. Los leónicos no tardaron en ponerse alerta, mucho antes que Elen o Níniel, gracias a su afinado oído de gato. Sus orejas se elevaron paulatinamente y se pusieron en guardia.
-¿Habéis oído eso? – preguntó el que llevaba el que llevaba sólo pelo en la parte central, que era el mismo que portaba la maza. Pero entonces, de detrás de los arbustos y brincando con una agilidad encomiable, saldría una figura.
Una elfa a decir por sus orejudas puntiagudas. Sonreía. Pero no era una cualquiera como los muchos que había por el bosque de Sandorái. Esta era menuda, algo más pequeñita que Elen y bastante más que Níniel, pero a parte de esto, que no era destacable, lo que más llamaba la atención era el su piel negruzca y sus ojos carmesís. Los leónicos, asustados, se pusieron detrás de Imargo, aunque con sus armas preparadas, temblando. Dejando la poca hombría que pudieran tener por los suelos.
-¡Una elfa vampira! ¡Una elfa vampira! – gritaron, mostrando sus armas hacia ella.
-¿Cómo va a ser una elfa vampira? – preguntó Ja’zad. Sin perder la compostura. - ¿Un vampiro de día? – miró a la sacerdotisa. – Níniel, ¿qué puedes decirnos de esta mujer? ¿Es un elfo, un vampiro o las dos cosas? – preguntó con toda su ignorancia. Luego miró de nuevo a la extraña. Acariciando su mentón y entrecerrando un ojo.
No. De ninguna manera la sangre pura y luminosa de un elfo podía verse alterada por un vampiro. Y el hecho de que estuviese visible al sol descartaba aquella posibilidad. Sería una elfa. De alguna especie rara y nunca vista, pero una elfa a fin de cuentas. Estaban cerca de Sandorái. Y después del crasgwar, esta segunda anomalía sería más desapercibida. La elfa reía mientras hacían cábalas de su condición. Lo que no podrían quitarse ni Elen ni Níniel era la sensación extraña que les transmitiría aquella curiosa mujer. El medallón de Elen vibraba ahora con mucha fuerza, como nunca lo había hecho. Tal vez, solo habría alcanzado una fuerza similar en su viaje al pasado. Y Níniel sentiría una magia similar a la que ella tenía en su interior. Despertando así la curiosidad de ambas.
-¿Cuánto tiempo vais a seguir prejuzgándome por mi aspecto? Soy una elfa común. – preguntó molesta cuando se cansó de escuchar cábalas. Quizás no era guapa y esbelta como Níniel, pero merecía una consideración. – Mi nombre es Fiwyn. Pícara. – así se presentó. – Me he encontrado con vosotros y no he podido detenerme a cuchichear cómo se desenvuelven cuatro… perdón, siete, patanes, contra un mamut. – Aquello parecía la fiesta de los egos. - ¿Dos centinelas y no sois capaces de solucionar los problemas que lleva teniendo el bosque desde hace semanas? Esto os supera. – afirmó la elfa.
-Gracias por la información, elfa negra. – comentó molesto y cruzándose de brazos el lince. – El Jefe de Guerra está al tanto y está estudiando por qué ocurren estas cosas.
-Qué pena que no tenga ni idea de dónde empezar a buscar.
-¿Y tú sí lo sabes? ¿Una elfa aparecida de la nada? – Fiwyn rió y se llevó el índice a su boca, mordiéndose la uña divertida.
-Sé cosas… - dejó caer sin demasiada información y luego se volvió hacia Elen y Níniel. – El león no os va a dar lo que ansiáis. – y se dio la vuelta. – Decidle al Jefe de Guerra que estaré en el templo del bosque, por si quiere ponerse a buscar en serio. – les informó y, a continuación la pequeña elfa comenzó a caminar entre los arbustos.
-¡Pamplinas! Vayamos al campamento.
* * * * * * * * * * * * * * * * *
Ambas: Acabar con el crasgwar os ha ayudado a ganaros la confianza de Imargo. Pero de repente ha aparecido una nueva sujeta misteriosa, aunque esta parece dialogante. Ambas podéis sentir también que está muy influenciada por la oscuridad, sin embargo, afirma conocer los males del bosque y os invita a seguirla. Individualmente podéis decidir si ir con los Imargo y los leónicos al campamento, donde os reuniréis con Melena Blanca, o si preferís continuar con Fiwyn el camino hacia el templo del bosque. También podéis optar por ir juntas. La aventura se bifurca y será totalmente distinta dependiendo qué senda elijáis.
No haría falta llegar hasta esos extremos pues pronto Elen los rayos de Elen y, especialmente, la fuerza del dragón, reforzado por las habilidades de apoyo utilizadas por Níniel, terminarían con el animal del Norte. Entre los tres lo habían liquidado como un hombre que aplasta una hormiga. Haciendo uso de unas capacidades reforzadas en intensidad debido a la oscuridad que emanaba por un lado, el medallón solar, y por otro, el alma del dragón Querostraza y, en extensión, del nigromante Frendel.
Aquello extasió a Imargo y los demás, que en cuanto vieron al animal muerto en el suelo no tardaron en celebrarlo. Especialmente los tres de categorías más bajas. - ¡Tenemos comida para una semana! – celebraban, como si el hecho de que un mamut apareciese en un bosque de clima templado no fuese lo suficientemente extraño.
-Vale, vale. Ya me habéis demostrado que no sois gente a la que se le deba decir que no a algo. – miró a Elen, le había llamado la atención el hecho de que se presentase como centinela. - ¿Centinela, eh? No sé que rollos os traéis con el Jefe de Guerra, pero no quiere saber nada de vosotros. – reveló torpemente su lugarteniente. – En cualquier caso, si es urgente, lo hablas con él. – y a continuación se giró a la elfa. – Y tú. Níniel del clan Thenidiel. – la señaló. - El jefe no sabe nada de magia. Como mucho te podrá indicar algún chamán o taumaturgo del bosque. O tal vez algún clan de elfos. ¿Útil? – luego rió mostrando sus dientes de felino. – A la capa blanca no te dejará ni acercarte. – rió mostrándole la lengua.
-¿Cómo lo llevamos, Ja’zad? – preguntaron los leónicos pensando cómo podían transportar hasta el campamento. Ellos seguían a lo suyo.
-¡No lo sé, Mai’q! ¡Esperad un segundo! – rechistó. Y se volvió contra ellos. – ¡Que el dragón lo cargue! – gritó, señalando a Alister.
Pero aquel enemigo no sería sino la primera de las desdichas a las que tendrían que enfrentarse aquel día. Pues pronto podrían escuchar algo moverse entre la espesura del bosque. Los leónicos no tardaron en ponerse alerta, mucho antes que Elen o Níniel, gracias a su afinado oído de gato. Sus orejas se elevaron paulatinamente y se pusieron en guardia.
-¿Habéis oído eso? – preguntó el que llevaba el que llevaba sólo pelo en la parte central, que era el mismo que portaba la maza. Pero entonces, de detrás de los arbustos y brincando con una agilidad encomiable, saldría una figura.
Una elfa a decir por sus orejudas puntiagudas. Sonreía. Pero no era una cualquiera como los muchos que había por el bosque de Sandorái. Esta era menuda, algo más pequeñita que Elen y bastante más que Níniel, pero a parte de esto, que no era destacable, lo que más llamaba la atención era el su piel negruzca y sus ojos carmesís. Los leónicos, asustados, se pusieron detrás de Imargo, aunque con sus armas preparadas, temblando. Dejando la poca hombría que pudieran tener por los suelos.
- Fiwyn:
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-¡Una elfa vampira! ¡Una elfa vampira! – gritaron, mostrando sus armas hacia ella.
-¿Cómo va a ser una elfa vampira? – preguntó Ja’zad. Sin perder la compostura. - ¿Un vampiro de día? – miró a la sacerdotisa. – Níniel, ¿qué puedes decirnos de esta mujer? ¿Es un elfo, un vampiro o las dos cosas? – preguntó con toda su ignorancia. Luego miró de nuevo a la extraña. Acariciando su mentón y entrecerrando un ojo.
No. De ninguna manera la sangre pura y luminosa de un elfo podía verse alterada por un vampiro. Y el hecho de que estuviese visible al sol descartaba aquella posibilidad. Sería una elfa. De alguna especie rara y nunca vista, pero una elfa a fin de cuentas. Estaban cerca de Sandorái. Y después del crasgwar, esta segunda anomalía sería más desapercibida. La elfa reía mientras hacían cábalas de su condición. Lo que no podrían quitarse ni Elen ni Níniel era la sensación extraña que les transmitiría aquella curiosa mujer. El medallón de Elen vibraba ahora con mucha fuerza, como nunca lo había hecho. Tal vez, solo habría alcanzado una fuerza similar en su viaje al pasado. Y Níniel sentiría una magia similar a la que ella tenía en su interior. Despertando así la curiosidad de ambas.
-¿Cuánto tiempo vais a seguir prejuzgándome por mi aspecto? Soy una elfa común. – preguntó molesta cuando se cansó de escuchar cábalas. Quizás no era guapa y esbelta como Níniel, pero merecía una consideración. – Mi nombre es Fiwyn. Pícara. – así se presentó. – Me he encontrado con vosotros y no he podido detenerme a cuchichear cómo se desenvuelven cuatro… perdón, siete, patanes, contra un mamut. – Aquello parecía la fiesta de los egos. - ¿Dos centinelas y no sois capaces de solucionar los problemas que lleva teniendo el bosque desde hace semanas? Esto os supera. – afirmó la elfa.
-Gracias por la información, elfa negra. – comentó molesto y cruzándose de brazos el lince. – El Jefe de Guerra está al tanto y está estudiando por qué ocurren estas cosas.
-Qué pena que no tenga ni idea de dónde empezar a buscar.
-¿Y tú sí lo sabes? ¿Una elfa aparecida de la nada? – Fiwyn rió y se llevó el índice a su boca, mordiéndose la uña divertida.
-Sé cosas… - dejó caer sin demasiada información y luego se volvió hacia Elen y Níniel. – El león no os va a dar lo que ansiáis. – y se dio la vuelta. – Decidle al Jefe de Guerra que estaré en el templo del bosque, por si quiere ponerse a buscar en serio. – les informó y, a continuación la pequeña elfa comenzó a caminar entre los arbustos.
-¡Pamplinas! Vayamos al campamento.
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Ambas: Acabar con el crasgwar os ha ayudado a ganaros la confianza de Imargo. Pero de repente ha aparecido una nueva sujeta misteriosa, aunque esta parece dialogante. Ambas podéis sentir también que está muy influenciada por la oscuridad, sin embargo, afirma conocer los males del bosque y os invita a seguirla. Individualmente podéis decidir si ir con los Imargo y los leónicos al campamento, donde os reuniréis con Melena Blanca, o si preferís continuar con Fiwyn el camino hacia el templo del bosque. También podéis optar por ir juntas. La aventura se bifurca y será totalmente distinta dependiendo qué senda elijáis.
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
La respuesta de Níniel al jefe de la partida de caza no hizo más que confirmar sus sospechas, estaba maldita, esa era la razón de que hubiese oscuridad tanto dentro de ella como a su alrededor, pero ¿qué ser era culpable de aquello? ¿Acaso los Tarmúnil habían vuelto a las andadas y se habían cruzado en su camino? A pesar de escrutarla con la mirada no halló runa alguna grabada en su piel, aunque siempre podía estar oculta bajo las ropas. Ambas buscaban lo mismo, la ayuda de Melena Blanca para combatir a la oscuridad, pero lo cierto era que teniendo en cuenta lo que sabía de él, probablemente la elfa tuviese más oportunidades que ella de conseguir convencerle.
Gracias al trabajo en equipo el Crasgwar fue abatido sin que nadie saliese herido, y esa seguridad del resto era el motivo por el cual la de ojos verdes se había contenido, ya que de haber querido matar al mastodonte ella sola habría podido hacerlo, pero desencadenar una tormenta de rayos en mitad del bosque solo le habría dado problemas. Aquello se podría haber saldado con varios árboles quemados y teniendo en cuenta cuanta gente había en la zona alguien terminaría recibiendo una descarga por accidente, cosa que no podía permitir. Alister la conocía y era capaz de reaccionar para apartarse a tiempo pero los leónicos no, y dañar a cualquiera de ellos habría terminado con sus ya de por sí pocas posibilidades de ganarse el favor del centinela del este.
Los cazadores celebraron de inmediato la victoria, ahora tendrían comida para una semana pero lo complicado sería trasladar aquella enorme pieza hasta su campamento. Mientras los tres de rango bajo se situaban alrededor del Crasgwar para buscar una forma de moverlo Ja´zad dedicó un momento a responder tanto a Elen como a Níniel, y según él ninguna de las dos iba a tener mucha suerte en su encuentro con el hombre bestia. La bruja era consciente de que Melena Blanca no quería saber nada ni de Amaterasu ni de Vladimir, pero ella no era como ellos, y aunque aún no sabía cómo, tendría que ingeniárselas para hacerle ver que la amenaza de los jinetes oscuros requería que trabajasen juntos, la batalla final debía tener lugar cuanto antes.
Quizá revelarle su experiencia sirviese de algo, pues no era la única que por caprichos del destino había quedado marcada por culpa de los Tarmúnil, y su tormento se extendería a otros si no hacían nada, hasta que finalmente los jinetes hallasen el modo de cruzar de forma permanente al plano en que se encontraban y la masacre diese comienzo. Muchas de sus víctimas habían elegido el camino fácil, escapando de la maldición quitándose la vida, como era el caso de la hermana de Alister, pero ella no había soportado aquel mal durante años para ahora rendirse, conseguiría el apoyo del centinela como fuese. Se lo debía a Tarivius y a sí misma, pero también a todo Aerandir, pues si lo que había visto en sus pesadillas se convertía en realidad, lo jinetes lo arrasarían todo a su paso.
Las palabras de Ja´zad tampoco animarían a la elfa, pero tendrían que esperar a reunirse con el león antes de dar nada por perdido, aunque para eso volvían a tener un problema, buscar la forma de trasladar al Crasgwar. Al líder del pequeño grupo de hombres bestia pronto se le ocurrió una idea, pero ¿de verdad creía que Alister podría cargar con semejante pieza hasta su campamento? El dragón emitió un leve gruñido al verse convertido en mula de carga, podía hablar pero no quería hacerlo ya que sabía que necesitaban ayuda y no les convenía enemistarse con aquellos leónicos. - Ojalá mi telequinesis sirviese de algo… quizá si la hubiese entrenado más… no, no podría mover esa cosa por más que quisiese. - pensó la hechicera, pero antes de que pudiesen buscar alguna manera de hacerlo, algo entre los árboles alertó a la partida de caza.
Elen aguzó el oído y no tardó en dar con el origen de aquel ruido, poco antes de que con una agilidad pasmosa, una elfa saliese desde detrás de los arbustos. De inmediato pudo percibir que había oscuridad en ella, pero a pesar de eso, y de sus extraños rasgos que no tenían nada que ver con los de Níniel o cualquier otro miembro de su raza que hubiese conocido antes, se trataba de una elfa. Así la delataban sus puntiagudas orejas, aunque el vivo rojo de sus ojos y su negruzca piel bastaron para asustar a los leónicos, que instintivamente se colocaron detrás de su jefe, con las armas en ristre pero temblando.
- ¿Una elfa vampira?, eso no es posible. - masculló Elen al escuchar lo que decían, sin quitar ojo a la pequeña y menuda mujer. Ja´zad fue el único que se mostró tranquilo, y tras poner de manifiesto algo que sus compañeros deberían haber tenido en cuenta antes de echarse a temblar, que aquella extraña no podía ser un vampiro ya que se estaba exponiendo a la luz del día, recurrió a Níniel para que le explicase su apariencia.
El medallón comenzó a vibrar con fuerza bajo la camisa de la hechicera, obligándola a llevar una mano al mismo para sujetarlo y que no le hiciese daño, aquella intensa reacción por parte de la reliquia superaba incluso a la que había tenido al encontrarse frente a todo el clan Tarmúnil durante su viaje al pasado y por tanto, no auguraba nada bueno. ¿Existía un mal mayor que los jinetes? Y de ser así, ¿necesitaría Melena Blanca ayuda para combatirlo? A juzgar por las palabras de la elfa, que se presentó con el nombre de Fiwyn, el bosque llevaba semanas con problemas, y esto quedó confirmado tras la respuesta de Ja´zad, que aseguraba que el Jefe de Guerra estaba al tanto y estudiando el origen de aquella situación.
Sin embargo, la elfa dejó caer que el hombre bestia no tenía idea de por dónde debía empezar a investigar, algo que hizo saltar nuevamente al líder de la patrulla. Fue entonces cuando Fiwyn se giró hacia el otro par de mujeres presentes, asegurándoles que Melena Blanca no iba a darles lo que buscaban para acto seguido dirigirse a los leónicos y darles un mensaje que entregar al centinela el este, que si se decidía a investigar en serio lo que estaba pasando en el bosque lo esperaría en un templo de la zona. Una vez dicho esto giró sobre sus talones para volver por donde había venido, mientras el lince le quitaba importancia e instaba a los demás a ir al campamento.
Elen se quedó inmóvil durante unos instantes, sin quitar ojo a la silueta de Fiwyn, que pronto se perdería entre la espesura. Podía ser una trampa, eso lo tenía muy presente, pero ¿cuáles eran sus opciones? Presentarse ante Melena Blanca solo con el relato de su calvario y pedirle que colaborase con ella y los demás centinelas sabiendo que lo más probable era que recibiese una negativa como respuesta o intentar arreglar los problemas del bosque para tener algo a su favor, la decisión parecía clara. La hechicera fue hasta su caballo y tomó las riendas del mismo antes de hacer un gesto a su compañero, que volvió a su forma humana e hizo lo mismo que ella. - Informad a Melena Blanca de que he venido, veré que tiene que decir esa elfa sobre lo que ocurre en el bosque y luego buscaré vuestro campamento. - indicó, antes de encaminarse hacia los arbustos.
Los leónicos tendrían que hallar algún modo de trasladar al Crasgwar por sí mismos, mientras ella y su compañero se internaban en el bosque, siguiendo de cerca a la misteriosa Fiwyn. - ¿Estás segura de esto? - preguntó Alister, en cuanto dejaron atrás al grupo. - Tú también puedes percibir su oscuridad, debo averiguar lo que ocurre aquí, solo así conseguiré que Melena Blanca me escuche. - respondió la joven en voz baja, de modo que solo el dragón pudiese oírla.
Gracias al trabajo en equipo el Crasgwar fue abatido sin que nadie saliese herido, y esa seguridad del resto era el motivo por el cual la de ojos verdes se había contenido, ya que de haber querido matar al mastodonte ella sola habría podido hacerlo, pero desencadenar una tormenta de rayos en mitad del bosque solo le habría dado problemas. Aquello se podría haber saldado con varios árboles quemados y teniendo en cuenta cuanta gente había en la zona alguien terminaría recibiendo una descarga por accidente, cosa que no podía permitir. Alister la conocía y era capaz de reaccionar para apartarse a tiempo pero los leónicos no, y dañar a cualquiera de ellos habría terminado con sus ya de por sí pocas posibilidades de ganarse el favor del centinela del este.
Los cazadores celebraron de inmediato la victoria, ahora tendrían comida para una semana pero lo complicado sería trasladar aquella enorme pieza hasta su campamento. Mientras los tres de rango bajo se situaban alrededor del Crasgwar para buscar una forma de moverlo Ja´zad dedicó un momento a responder tanto a Elen como a Níniel, y según él ninguna de las dos iba a tener mucha suerte en su encuentro con el hombre bestia. La bruja era consciente de que Melena Blanca no quería saber nada ni de Amaterasu ni de Vladimir, pero ella no era como ellos, y aunque aún no sabía cómo, tendría que ingeniárselas para hacerle ver que la amenaza de los jinetes oscuros requería que trabajasen juntos, la batalla final debía tener lugar cuanto antes.
Quizá revelarle su experiencia sirviese de algo, pues no era la única que por caprichos del destino había quedado marcada por culpa de los Tarmúnil, y su tormento se extendería a otros si no hacían nada, hasta que finalmente los jinetes hallasen el modo de cruzar de forma permanente al plano en que se encontraban y la masacre diese comienzo. Muchas de sus víctimas habían elegido el camino fácil, escapando de la maldición quitándose la vida, como era el caso de la hermana de Alister, pero ella no había soportado aquel mal durante años para ahora rendirse, conseguiría el apoyo del centinela como fuese. Se lo debía a Tarivius y a sí misma, pero también a todo Aerandir, pues si lo que había visto en sus pesadillas se convertía en realidad, lo jinetes lo arrasarían todo a su paso.
Las palabras de Ja´zad tampoco animarían a la elfa, pero tendrían que esperar a reunirse con el león antes de dar nada por perdido, aunque para eso volvían a tener un problema, buscar la forma de trasladar al Crasgwar. Al líder del pequeño grupo de hombres bestia pronto se le ocurrió una idea, pero ¿de verdad creía que Alister podría cargar con semejante pieza hasta su campamento? El dragón emitió un leve gruñido al verse convertido en mula de carga, podía hablar pero no quería hacerlo ya que sabía que necesitaban ayuda y no les convenía enemistarse con aquellos leónicos. - Ojalá mi telequinesis sirviese de algo… quizá si la hubiese entrenado más… no, no podría mover esa cosa por más que quisiese. - pensó la hechicera, pero antes de que pudiesen buscar alguna manera de hacerlo, algo entre los árboles alertó a la partida de caza.
Elen aguzó el oído y no tardó en dar con el origen de aquel ruido, poco antes de que con una agilidad pasmosa, una elfa saliese desde detrás de los arbustos. De inmediato pudo percibir que había oscuridad en ella, pero a pesar de eso, y de sus extraños rasgos que no tenían nada que ver con los de Níniel o cualquier otro miembro de su raza que hubiese conocido antes, se trataba de una elfa. Así la delataban sus puntiagudas orejas, aunque el vivo rojo de sus ojos y su negruzca piel bastaron para asustar a los leónicos, que instintivamente se colocaron detrás de su jefe, con las armas en ristre pero temblando.
- ¿Una elfa vampira?, eso no es posible. - masculló Elen al escuchar lo que decían, sin quitar ojo a la pequeña y menuda mujer. Ja´zad fue el único que se mostró tranquilo, y tras poner de manifiesto algo que sus compañeros deberían haber tenido en cuenta antes de echarse a temblar, que aquella extraña no podía ser un vampiro ya que se estaba exponiendo a la luz del día, recurrió a Níniel para que le explicase su apariencia.
El medallón comenzó a vibrar con fuerza bajo la camisa de la hechicera, obligándola a llevar una mano al mismo para sujetarlo y que no le hiciese daño, aquella intensa reacción por parte de la reliquia superaba incluso a la que había tenido al encontrarse frente a todo el clan Tarmúnil durante su viaje al pasado y por tanto, no auguraba nada bueno. ¿Existía un mal mayor que los jinetes? Y de ser así, ¿necesitaría Melena Blanca ayuda para combatirlo? A juzgar por las palabras de la elfa, que se presentó con el nombre de Fiwyn, el bosque llevaba semanas con problemas, y esto quedó confirmado tras la respuesta de Ja´zad, que aseguraba que el Jefe de Guerra estaba al tanto y estudiando el origen de aquella situación.
Sin embargo, la elfa dejó caer que el hombre bestia no tenía idea de por dónde debía empezar a investigar, algo que hizo saltar nuevamente al líder de la patrulla. Fue entonces cuando Fiwyn se giró hacia el otro par de mujeres presentes, asegurándoles que Melena Blanca no iba a darles lo que buscaban para acto seguido dirigirse a los leónicos y darles un mensaje que entregar al centinela el este, que si se decidía a investigar en serio lo que estaba pasando en el bosque lo esperaría en un templo de la zona. Una vez dicho esto giró sobre sus talones para volver por donde había venido, mientras el lince le quitaba importancia e instaba a los demás a ir al campamento.
Elen se quedó inmóvil durante unos instantes, sin quitar ojo a la silueta de Fiwyn, que pronto se perdería entre la espesura. Podía ser una trampa, eso lo tenía muy presente, pero ¿cuáles eran sus opciones? Presentarse ante Melena Blanca solo con el relato de su calvario y pedirle que colaborase con ella y los demás centinelas sabiendo que lo más probable era que recibiese una negativa como respuesta o intentar arreglar los problemas del bosque para tener algo a su favor, la decisión parecía clara. La hechicera fue hasta su caballo y tomó las riendas del mismo antes de hacer un gesto a su compañero, que volvió a su forma humana e hizo lo mismo que ella. - Informad a Melena Blanca de que he venido, veré que tiene que decir esa elfa sobre lo que ocurre en el bosque y luego buscaré vuestro campamento. - indicó, antes de encaminarse hacia los arbustos.
Los leónicos tendrían que hallar algún modo de trasladar al Crasgwar por sí mismos, mientras ella y su compañero se internaban en el bosque, siguiendo de cerca a la misteriosa Fiwyn. - ¿Estás segura de esto? - preguntó Alister, en cuanto dejaron atrás al grupo. - Tú también puedes percibir su oscuridad, debo averiguar lo que ocurre aquí, solo así conseguiré que Melena Blanca me escuche. - respondió la joven en voz baja, de modo que solo el dragón pudiese oírla.
Elen Calhoun
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
Alister era fuerte, Níniel lo había notado desde el primer momento en el que lo vio aparecer junto a Elen en aquel poblado condenado y cubierto de telarañas tiempo atrás. Puede que en aquella ocasión acabara prontamente herido y no pudiera demostrarlo, al menos no del todo, pero para ella era obvio, lo había percibido en su aura, en su mirada y en su sangre mientras atendía sus heridas. Reforzar su fuerza mientras menguaba la del colosal elefante lanudo había sido por tanto la solución más eficiente a aquel "problemilla", usando además el punto fuerte del enemigo contra él y obteniendo un gran resultado. De hecho quizá se hubiera excedido a la hora de usar sus poderes...Resultaba sinceramente satisfactorio todo aquel poder pero resultaba difícil conocer hasta dónde llegaba, especialmente porque crecía por momentos.
Con la amenaza neutralizada Níniel le dio una palmadita en el cuello a Trickster indicándole que avanzara de vuelta hacia el resto. Había hecho un buen trabajo, puede incluso que hubiese salvado a los leónicos y a la propia Elen de acabar sus días como una masa irreconocible de carne y hueso pegada en el suelo bajo una de las enormes patas del mamut. Si aquello no merecía un cambio de actitud en el felino...Bueno entonces es que era un caso perdido o hacía falta rescatar a un gatito de un incendio para ganarse su confianza.
-Ya te dije que si fuera un asunto menor no necesitaría ayuda.- Le recordó la joven peliblanca deteniendo su montura a solo un par de metros del que esperaba ahora fuera un sujeto mucho más amistoso, alzando la voz para no ser interrumpida por la constante y ruidosa alegría del resto de felinos, más que contentos ante la idea de darse un banquete con la carne del mamut durante los días siguientes. Por desgracia Ja´zad, por mucho que reconoció sus habilidades no tenía nada bueno que decirles, al contrario, solo malas noticias que parecía disfrutar transmitiendo salieron de su boca. Aquel tipo estaba empezando a tocarle las narices.
Sí, admitió por fin que trabaja para Melena Blanca, sí, parecía dispuesto a llevarles ante él...Pero su tono al referirse a los asuntos de los centinelas de forma tan despreocupada resultaba...Y aún fue cuando para horror de Níniel afirmó que el centinela del este no tenía ni idea de magia y que nunca le permitiría ni acercarse a la capa blanca, negándole con una sonrisa, como si fuera una broma, la posibilidad de volver a la normalidad. ¿Acaso le hacía gracia la lucha contra la oscuridad a aquel estúpido felpudo parlante? ¿La suerte de la gente maldita? ¿Así funcionaban los centinelas, el heredero de Tyrande? Enviarla con un clan de elfos...aquello casi tenía hasta gracia, casi.
-Un dragón no es un animal de tiro.- Expresó molesta la joven, más por la burla de aquel reverendo imbécil que por el propio Alister, aunque ciertamente como sacerdotisa dragón mostraba bastante más respeto por los semi-dragones del que aquel gato parecía capaz de mostrar por nadie. -Ya que no has hecho nada para matarlo al menos deberías pensar en el modo de transportarlo, ya sabes, para no parecer un completo inútil.- Le dijo la scerdotisa casi deseando que se tomara a mal sus palabras para poder descargar un golpe contra su cara mientras la fuerza de un mamut recorría su cuerpo.
No obstante, ya se tomara sus palabras con sentido del humor o no, quisiera empezar un combate por ellas o no, no tuvo tiempo de expresarlo. Algo había captado su atención y sus orejas se movían en lo que parecía un intento por captar algo más de lo que fuera que había escuchado, redirigiéndolas de un lado a otro 180 grados y luego alzándolas poco a poco una vez que parecía haber identificado el punto de origen, él y el resto de hombres - bestia que parecían estar imitándole, sobresaltándose como gatos que eran cuando una figura de piel oscura, rápida y ágil surgió de entre la espesura y la maleza esbozando una amplia y confiada sonrisa. A ambos lados de su cabeza, visibles bajo un corto y oscuro cabello, dos puntiagudas orejas como las de la propia Níniel, y en su rostro, sendos ojos de un vivo color rojizo brillando como ascuas.
Su aparición aterró a los felinos, incapaces siquiera de aguantar firmes sus armas y buscando la protección de su líder al colocarse tras él dando lugar a una escena que resultaba tan cómica como lamentable. ¿Se suponía que esos eran los leónicos que debían proteger a la gente? Tan pronto se lanzaban contra un mamut a lo loco como se ponían a temblar como hojas ante una pequeña y extraña mujer...Níniel preferiría a la guardia de Lunargenta a su lado para luchar que a semejantes gatos cobardicas. ¿Y qué era eso de elfa vampira? Estaba claro que no era una elfa como la mayoría pero no podía ser una elfa vampira por varios y obvios motivos. Además de cobardes eran tontos.
-Es una elfa. ¿Qué pasa que todos los hombres gato tenéis el mismo pelaje? ¿No hay hombres de ojos rasgados u hombres con la piel oscura como el ébano? No todos los elfos somos iguales.- Respondió con cierta desidia la joven, mucho más interesada en el aura oscura de la recién llegada que su fisionomía, por mucho que también fuera de lo más interesante pues efectivamente no era muy común. Era como verse en un espejo en ese aspecto, alguien como ella...alguien que quizá pudiera ayudarla, no como ese centinela que no sabía nada de magia y sus no más útiles seguidores. No obstante la elfa de piel oscura no era lo único que acaparaba su atención; Aquel medallón que Elen llevaba al cuello despertaba en gran medida su curiosidad y cómo parecía reaccionar a la oscuridad.
Tras la respuesta de la elfa peliblanca los cuchicheos y nervios no cesaron, de hecho incluso aumentaron como si no terminaran de creérselo. Era algo de esperar, por desgracia, no obstante, al ver que el tiempo pasaba y no acababan de decidirse, la paciencia de la elfa de ojos rojos terminó por agotarse interrumpiendo a los felinos y tomando la palabra, reiterando que efectivamente era una elfa antes de decir algo realmente importante que captó la atención de todos sin excepción. Claro que ojalá no la hubiera comparado a ella con los hombres - bestia, ni a Elen ni a Alister. Puede que Níniel esperara algo más de un centinela, aunque cada vez parecía más claro que estaban sobrevalorados, pero de patanes no tenían nada ninguno de los dos.
-No nos metas a todos en el mismo saco ¿Quieres? No es nada bonito.-Le comentó mirándola directamente a los ojos al respecto esperando que no volviera a hacerlo.
Por sus palabras el bosque estaba en problemas, y la aparición de un mamut allí bien podría ser uno de los síntomas. Melena Blanca lo sabía y no lo había podido solucionar, algo que no extrañaba a la sacerdotisa, el desconocimiento total de la magia expresado por su subalterno debía de limitar al centinela a únicamente poder resolver asuntos mediante la fuerza bruta...Por mucho que dijera Ja´zad parecía que los leónicos no tenían muchas posibilidades de resolver aquello solos, y que la elfa oscura por el contrario sí podía saber lo que se hacía...
Claro que Níniel no estaba allí para ayudar a nadie a evitar que los mamuts u otras anomalías les pasaran por encima, ella estaba allí por motivos personales. Necesitaba encontrar un modo de librarse de esa oscuridad antes de que fuera demasiado tarde y no pudiera hacerlo...O que su voluntad flaqueara y no quisiera. La capa blanca era una de sus últimas opciones, de hecho la mejor de cuantas le quedaban. Pero aquella extraña elfa...Era como ella, quizá supiera más sobre lo que le ocurría, algún otro modo de lidiar con ello. Debía seguirla y averiguarlo, y para su sorpresa Elen también iba a ir detrás ella. Esperaba que fuera con Melena Blanca para comunicarle eso tan urgente, pero quiso averiguar más de la enigmática elfa oscura antes, seguramente pensando en solucionar aquel problema.
-Ya sabes, y como temo que te quedes aquí parado delante del crasgwar y no avises a tu jefe de guerra...Te aconsejo que uno de tus hombres vaya al campamento, hable con Melena Blanca y de paso os traiga ayuda y herramientas para despiezar toda esa carne.-Se despidió la joven elfa instando a Trickster a seguir los pasos de la bruja y su compañero a través de la espesura. La decisión de la menor de los Calhoun aunque inesperada le venía bien, aquella elfa a pesar de sus palabras podría no tener tan buenas intenciones como parecía. De hecho desconfiar de alguien con un aura oscura era lo más sensato, aunque fuera la causa de muchos de sus problemas en esos momentos. Con ellos cualquier peligro sería más fácil de superar.
-Voy con vosotros.- Les dijo acelerando el paso.
Con la amenaza neutralizada Níniel le dio una palmadita en el cuello a Trickster indicándole que avanzara de vuelta hacia el resto. Había hecho un buen trabajo, puede incluso que hubiese salvado a los leónicos y a la propia Elen de acabar sus días como una masa irreconocible de carne y hueso pegada en el suelo bajo una de las enormes patas del mamut. Si aquello no merecía un cambio de actitud en el felino...Bueno entonces es que era un caso perdido o hacía falta rescatar a un gatito de un incendio para ganarse su confianza.
-Ya te dije que si fuera un asunto menor no necesitaría ayuda.- Le recordó la joven peliblanca deteniendo su montura a solo un par de metros del que esperaba ahora fuera un sujeto mucho más amistoso, alzando la voz para no ser interrumpida por la constante y ruidosa alegría del resto de felinos, más que contentos ante la idea de darse un banquete con la carne del mamut durante los días siguientes. Por desgracia Ja´zad, por mucho que reconoció sus habilidades no tenía nada bueno que decirles, al contrario, solo malas noticias que parecía disfrutar transmitiendo salieron de su boca. Aquel tipo estaba empezando a tocarle las narices.
Sí, admitió por fin que trabaja para Melena Blanca, sí, parecía dispuesto a llevarles ante él...Pero su tono al referirse a los asuntos de los centinelas de forma tan despreocupada resultaba...Y aún fue cuando para horror de Níniel afirmó que el centinela del este no tenía ni idea de magia y que nunca le permitiría ni acercarse a la capa blanca, negándole con una sonrisa, como si fuera una broma, la posibilidad de volver a la normalidad. ¿Acaso le hacía gracia la lucha contra la oscuridad a aquel estúpido felpudo parlante? ¿La suerte de la gente maldita? ¿Así funcionaban los centinelas, el heredero de Tyrande? Enviarla con un clan de elfos...aquello casi tenía hasta gracia, casi.
-Un dragón no es un animal de tiro.- Expresó molesta la joven, más por la burla de aquel reverendo imbécil que por el propio Alister, aunque ciertamente como sacerdotisa dragón mostraba bastante más respeto por los semi-dragones del que aquel gato parecía capaz de mostrar por nadie. -Ya que no has hecho nada para matarlo al menos deberías pensar en el modo de transportarlo, ya sabes, para no parecer un completo inútil.- Le dijo la scerdotisa casi deseando que se tomara a mal sus palabras para poder descargar un golpe contra su cara mientras la fuerza de un mamut recorría su cuerpo.
No obstante, ya se tomara sus palabras con sentido del humor o no, quisiera empezar un combate por ellas o no, no tuvo tiempo de expresarlo. Algo había captado su atención y sus orejas se movían en lo que parecía un intento por captar algo más de lo que fuera que había escuchado, redirigiéndolas de un lado a otro 180 grados y luego alzándolas poco a poco una vez que parecía haber identificado el punto de origen, él y el resto de hombres - bestia que parecían estar imitándole, sobresaltándose como gatos que eran cuando una figura de piel oscura, rápida y ágil surgió de entre la espesura y la maleza esbozando una amplia y confiada sonrisa. A ambos lados de su cabeza, visibles bajo un corto y oscuro cabello, dos puntiagudas orejas como las de la propia Níniel, y en su rostro, sendos ojos de un vivo color rojizo brillando como ascuas.
Su aparición aterró a los felinos, incapaces siquiera de aguantar firmes sus armas y buscando la protección de su líder al colocarse tras él dando lugar a una escena que resultaba tan cómica como lamentable. ¿Se suponía que esos eran los leónicos que debían proteger a la gente? Tan pronto se lanzaban contra un mamut a lo loco como se ponían a temblar como hojas ante una pequeña y extraña mujer...Níniel preferiría a la guardia de Lunargenta a su lado para luchar que a semejantes gatos cobardicas. ¿Y qué era eso de elfa vampira? Estaba claro que no era una elfa como la mayoría pero no podía ser una elfa vampira por varios y obvios motivos. Además de cobardes eran tontos.
-Es una elfa. ¿Qué pasa que todos los hombres gato tenéis el mismo pelaje? ¿No hay hombres de ojos rasgados u hombres con la piel oscura como el ébano? No todos los elfos somos iguales.- Respondió con cierta desidia la joven, mucho más interesada en el aura oscura de la recién llegada que su fisionomía, por mucho que también fuera de lo más interesante pues efectivamente no era muy común. Era como verse en un espejo en ese aspecto, alguien como ella...alguien que quizá pudiera ayudarla, no como ese centinela que no sabía nada de magia y sus no más útiles seguidores. No obstante la elfa de piel oscura no era lo único que acaparaba su atención; Aquel medallón que Elen llevaba al cuello despertaba en gran medida su curiosidad y cómo parecía reaccionar a la oscuridad.
Tras la respuesta de la elfa peliblanca los cuchicheos y nervios no cesaron, de hecho incluso aumentaron como si no terminaran de creérselo. Era algo de esperar, por desgracia, no obstante, al ver que el tiempo pasaba y no acababan de decidirse, la paciencia de la elfa de ojos rojos terminó por agotarse interrumpiendo a los felinos y tomando la palabra, reiterando que efectivamente era una elfa antes de decir algo realmente importante que captó la atención de todos sin excepción. Claro que ojalá no la hubiera comparado a ella con los hombres - bestia, ni a Elen ni a Alister. Puede que Níniel esperara algo más de un centinela, aunque cada vez parecía más claro que estaban sobrevalorados, pero de patanes no tenían nada ninguno de los dos.
-No nos metas a todos en el mismo saco ¿Quieres? No es nada bonito.-Le comentó mirándola directamente a los ojos al respecto esperando que no volviera a hacerlo.
Por sus palabras el bosque estaba en problemas, y la aparición de un mamut allí bien podría ser uno de los síntomas. Melena Blanca lo sabía y no lo había podido solucionar, algo que no extrañaba a la sacerdotisa, el desconocimiento total de la magia expresado por su subalterno debía de limitar al centinela a únicamente poder resolver asuntos mediante la fuerza bruta...Por mucho que dijera Ja´zad parecía que los leónicos no tenían muchas posibilidades de resolver aquello solos, y que la elfa oscura por el contrario sí podía saber lo que se hacía...
Claro que Níniel no estaba allí para ayudar a nadie a evitar que los mamuts u otras anomalías les pasaran por encima, ella estaba allí por motivos personales. Necesitaba encontrar un modo de librarse de esa oscuridad antes de que fuera demasiado tarde y no pudiera hacerlo...O que su voluntad flaqueara y no quisiera. La capa blanca era una de sus últimas opciones, de hecho la mejor de cuantas le quedaban. Pero aquella extraña elfa...Era como ella, quizá supiera más sobre lo que le ocurría, algún otro modo de lidiar con ello. Debía seguirla y averiguarlo, y para su sorpresa Elen también iba a ir detrás ella. Esperaba que fuera con Melena Blanca para comunicarle eso tan urgente, pero quiso averiguar más de la enigmática elfa oscura antes, seguramente pensando en solucionar aquel problema.
-Ya sabes, y como temo que te quedes aquí parado delante del crasgwar y no avises a tu jefe de guerra...Te aconsejo que uno de tus hombres vaya al campamento, hable con Melena Blanca y de paso os traiga ayuda y herramientas para despiezar toda esa carne.-Se despidió la joven elfa instando a Trickster a seguir los pasos de la bruja y su compañero a través de la espesura. La decisión de la menor de los Calhoun aunque inesperada le venía bien, aquella elfa a pesar de sus palabras podría no tener tan buenas intenciones como parecía. De hecho desconfiar de alguien con un aura oscura era lo más sensato, aunque fuera la causa de muchos de sus problemas en esos momentos. Con ellos cualquier peligro sería más fácil de superar.
-Voy con vosotros.- Les dijo acelerando el paso.
OFFROL: Espero que mi afirmación sobre la misteriosa elfa oscura sea válido.
Níniel Thenidiel
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
Los leónicos se quedaron pasmados viendo cómo los tres recién llegados los abandonaban de cualquiera manera. Aquello no gustó un pelo a Imargo, que hizo una mueca de desaprobación por el desplante recibido y mostró su dedo corazón una vez éstas se dieron la vuelta. No les había caído bien, y menos después de la desidia de Elen y los insultos de Níniel. Así, volvió a concentrarse de nuevo en el grupo de leónicos.
-¿Y ahora qué hacemos, Ja’zad? – preguntaron. No tenían ninguna manera de trasladar al crasgwar. Su única opción era advertir al campamento e ir despiezándolo poco a poco. Pero teniendo. – Avisemos al jefe. Estas tres no me han gustado un pelo. – comunicó. Antes de perderse en los bosques, olvidándose así de tal valiosa pieza. Y es que quizás Imargo no fuese la criatura más inteligente del planeta, pero sí era alguien fiel que sabía cuál era su deber. Por algo era el segundo al mando.
Tanto a Níniel como a Elen les pareció más atractiva la idea de seguir a Fiwyn, la misteriosa elfa embriagada de un aroma a oscuridad que despertaba más interés para alguien poderoso como eran ellas. Cuando escuchó las ramas secas romperse al paso de las jóvenes, sonrió, aunque nunca se llegó a girar.
-Sois astutas. – comentó ella. – Melena Blanca es la mayor mentira de centinela que ha existido. Se esfuerza por hacerlo bien con bandidos o bestias menores, pero rara vez se ha mostrado efectivo con asuntos de magia. – comentó acerca del león. – Las reliquias deberían portarlas gente capaz de sentir el éter, no unos musculitos descerebrados. – opinó. - Gente como tú, Elen. – afirmó. – O como Níniel… - continuó en un claro mensaje prolongado que buscaba atraer la atención de ésta. Conocía el nombre de ambas pues había espiado la conversación. - Es bastante humillante para un orgulloso elfo el tener que acudir a un hombre bestia o un licántropo para solucionar tus problemas incluso en tu propio bosque. – comentó acerca de la extensión de los “dominios” de Melena Blanca hasta el propio bosque de Sandorái.
Fiwyn no sabía si caería más en gracia que sus predecesores peludos. Pero tampoco le importaba. La elfa desprendía soberbia por los poros, algo curioso para alguien con semejante aspecto frágil. ¿Meros aires de grandeza o había algo tras ella? Tal vez aquel aura marchita que parecía envolverla tuviera algo que ver, pero mientras descubrían qué ocurría exactamente en el bosque, Fiwyn prefirió seguir manteniendo el estereotipo de mujer menuda y débil que necesitaba protección.
El bosque se hacía más espeso a cada paso que daban. Y los árboles, mucho más altos. Señal de que estaban en la frontera entre ambos ecosistemas. Además, la sensación de estar continuamente siendo observados por alguien persistía. Sí. Definitivamente no era Fiwyn aquella persona que Níniel y Elen habían sentido con anterioridad. Alguien más había observándolos. Entre las sombras. Pero por mucho que miraran, les resultaría imposible terminar por percibir tal presencia.
Tras algo más de una hora de camino, llegarían a un pequeño poblado élfico. En los límites entre los bosques del Este y Sandorái. Un lugar en el que se escondía el muy antiguo templo élfico al que Fiwyn no dudó en mirar con admiración durante unos instantes, como si ya supiese lo que había en su interior. Era el famoso templo del bosque. Pero estaba aún bastante lejos.
En cuanto al poblado, estaba plagado de hombres y mujeres de orejas puntiagudas, aunque desde luego no parecidos a la propia “elfa vampiro”. La travesía era difícil pues el paraje estaba repleto de pequeñas cataratas, existiendo permanentemente una sensación de neblina causada por el chispeo del agua, que predominaba en el ambiente y refrescaba constantemente la piel. La joven no tardaría en despejar dudas acerca de sus verdaderas intenciones, descabalgó de su rocín, e instó a los tres a esconderse detrás de un árbol, para darles instrucciones.
-Estamos en el poblado del clan Lentherzail. ¿Sois capaces de sentir esa magia oscura que procede de la dirección en la que está el templo, allá a lo lejos?– informó, señalando la dirección de éste. Los enormes torreones, prácticamente devorados por la naturaleza, se veían al otro lado. Mucho más allá del poblado. En dirección aguas arriba del río. – Bien. Lamento deciros que está sellado, no podremos acceder si no conseguimos la llave. – señaló entonces al poblado, donde podía verse a elfos y elfas realizar sus tareas cotidianas, tales como preparar la comida, lavar la ropa o cuidar de los caballos y diversa fauna del bosque. – Llave que guardan los elfos de este poblado. Son un clan reservado. Y será difícil que dejen que visitemos a sus dioses. – Miró entonces a Níniel. – Tú me ayudarás a conseguirla. – instó y, a continuación miró a Elen y Alister. – Los brujos no sois bien recibidos entre elfos. Id yendo al templo. Tan sólo tendréis que atravesar el bosque y llegaréis al lago. No os debería llevar más de veinte minutos. – señaló en la dirección en la que se encontraba el mismo. – Nos reuniremos con vosotros una vez la hayamos conseguidos.
* * * * * * * * * * * * * *
Ambas habéis tomado la senda de Fiwyn. Bien, desde luego era la más ajetreada. Tardaréis algo más en encontraros con el centinela Melena Blanca, aunque esto tendrá una serie de ventajas/desventajas.
Habéis llegado al pueblo de los elfos del clan Lentherzail.
Elen: Si entras a ese poblado de elfos, tendrás problemas, ya sabes que los de tu raza no son bien recibidos allí. Tendrás que ir hacia el templo. Te llevará dos turnos llegar. Narra tus impresiones y describe tu avance por el bosque como quieras hasta tu llegada a la laguna. Sin embargo, la sensación de que algo os sigue no se te quitará de encima. Y es que efectivamente “algo” os está acechando. Pero no será hasta el próximo turno cuando lo descubras.
Níniel: Tu misión será un poco diferente: Conseguir la llave del templo. Sin ella no podréis acceder al interior del mismo. Pero los elfos no os la darán por las buenas. Puedes elegir ir a hablar con el jefe del clan o explorar el pueblo con tranquilidad en busca de pistas. La llave no tiene un sitio predefinido, así que tienes libertad. Fiwyn va contigo. Puedes preguntarle cualquier inquietud que tengas. También puedes utilizarla respetando su personalidad. Aunque yo me encargaré de los aspectos relativos a la identidad de la elfa, que podrás también preguntarle si es que te inquieta. Tendrás que lanzar una runa que determinará tu éxito a la hora de avanzar la investigación por la llave.
-¿Y ahora qué hacemos, Ja’zad? – preguntaron. No tenían ninguna manera de trasladar al crasgwar. Su única opción era advertir al campamento e ir despiezándolo poco a poco. Pero teniendo. – Avisemos al jefe. Estas tres no me han gustado un pelo. – comunicó. Antes de perderse en los bosques, olvidándose así de tal valiosa pieza. Y es que quizás Imargo no fuese la criatura más inteligente del planeta, pero sí era alguien fiel que sabía cuál era su deber. Por algo era el segundo al mando.
Tanto a Níniel como a Elen les pareció más atractiva la idea de seguir a Fiwyn, la misteriosa elfa embriagada de un aroma a oscuridad que despertaba más interés para alguien poderoso como eran ellas. Cuando escuchó las ramas secas romperse al paso de las jóvenes, sonrió, aunque nunca se llegó a girar.
-Sois astutas. – comentó ella. – Melena Blanca es la mayor mentira de centinela que ha existido. Se esfuerza por hacerlo bien con bandidos o bestias menores, pero rara vez se ha mostrado efectivo con asuntos de magia. – comentó acerca del león. – Las reliquias deberían portarlas gente capaz de sentir el éter, no unos musculitos descerebrados. – opinó. - Gente como tú, Elen. – afirmó. – O como Níniel… - continuó en un claro mensaje prolongado que buscaba atraer la atención de ésta. Conocía el nombre de ambas pues había espiado la conversación. - Es bastante humillante para un orgulloso elfo el tener que acudir a un hombre bestia o un licántropo para solucionar tus problemas incluso en tu propio bosque. – comentó acerca de la extensión de los “dominios” de Melena Blanca hasta el propio bosque de Sandorái.
Fiwyn no sabía si caería más en gracia que sus predecesores peludos. Pero tampoco le importaba. La elfa desprendía soberbia por los poros, algo curioso para alguien con semejante aspecto frágil. ¿Meros aires de grandeza o había algo tras ella? Tal vez aquel aura marchita que parecía envolverla tuviera algo que ver, pero mientras descubrían qué ocurría exactamente en el bosque, Fiwyn prefirió seguir manteniendo el estereotipo de mujer menuda y débil que necesitaba protección.
El bosque se hacía más espeso a cada paso que daban. Y los árboles, mucho más altos. Señal de que estaban en la frontera entre ambos ecosistemas. Además, la sensación de estar continuamente siendo observados por alguien persistía. Sí. Definitivamente no era Fiwyn aquella persona que Níniel y Elen habían sentido con anterioridad. Alguien más había observándolos. Entre las sombras. Pero por mucho que miraran, les resultaría imposible terminar por percibir tal presencia.
Tras algo más de una hora de camino, llegarían a un pequeño poblado élfico. En los límites entre los bosques del Este y Sandorái. Un lugar en el que se escondía el muy antiguo templo élfico al que Fiwyn no dudó en mirar con admiración durante unos instantes, como si ya supiese lo que había en su interior. Era el famoso templo del bosque. Pero estaba aún bastante lejos.
En cuanto al poblado, estaba plagado de hombres y mujeres de orejas puntiagudas, aunque desde luego no parecidos a la propia “elfa vampiro”. La travesía era difícil pues el paraje estaba repleto de pequeñas cataratas, existiendo permanentemente una sensación de neblina causada por el chispeo del agua, que predominaba en el ambiente y refrescaba constantemente la piel. La joven no tardaría en despejar dudas acerca de sus verdaderas intenciones, descabalgó de su rocín, e instó a los tres a esconderse detrás de un árbol, para darles instrucciones.
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El poblado del clan Lentherzail, con los torreones del templo del Bosque, en el claro del fondo, entre los árboles.
-Estamos en el poblado del clan Lentherzail. ¿Sois capaces de sentir esa magia oscura que procede de la dirección en la que está el templo, allá a lo lejos?– informó, señalando la dirección de éste. Los enormes torreones, prácticamente devorados por la naturaleza, se veían al otro lado. Mucho más allá del poblado. En dirección aguas arriba del río. – Bien. Lamento deciros que está sellado, no podremos acceder si no conseguimos la llave. – señaló entonces al poblado, donde podía verse a elfos y elfas realizar sus tareas cotidianas, tales como preparar la comida, lavar la ropa o cuidar de los caballos y diversa fauna del bosque. – Llave que guardan los elfos de este poblado. Son un clan reservado. Y será difícil que dejen que visitemos a sus dioses. – Miró entonces a Níniel. – Tú me ayudarás a conseguirla. – instó y, a continuación miró a Elen y Alister. – Los brujos no sois bien recibidos entre elfos. Id yendo al templo. Tan sólo tendréis que atravesar el bosque y llegaréis al lago. No os debería llevar más de veinte minutos. – señaló en la dirección en la que se encontraba el mismo. – Nos reuniremos con vosotros una vez la hayamos conseguidos.
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Ambas habéis tomado la senda de Fiwyn. Bien, desde luego era la más ajetreada. Tardaréis algo más en encontraros con el centinela Melena Blanca, aunque esto tendrá una serie de ventajas/desventajas.
Habéis llegado al pueblo de los elfos del clan Lentherzail.
Elen: Si entras a ese poblado de elfos, tendrás problemas, ya sabes que los de tu raza no son bien recibidos allí. Tendrás que ir hacia el templo. Te llevará dos turnos llegar. Narra tus impresiones y describe tu avance por el bosque como quieras hasta tu llegada a la laguna. Sin embargo, la sensación de que algo os sigue no se te quitará de encima. Y es que efectivamente “algo” os está acechando. Pero no será hasta el próximo turno cuando lo descubras.
Níniel: Tu misión será un poco diferente: Conseguir la llave del templo. Sin ella no podréis acceder al interior del mismo. Pero los elfos no os la darán por las buenas. Puedes elegir ir a hablar con el jefe del clan o explorar el pueblo con tranquilidad en busca de pistas. La llave no tiene un sitio predefinido, así que tienes libertad. Fiwyn va contigo. Puedes preguntarle cualquier inquietud que tengas. También puedes utilizarla respetando su personalidad. Aunque yo me encargaré de los aspectos relativos a la identidad de la elfa, que podrás también preguntarle si es que te inquieta. Tendrás que lanzar una runa que determinará tu éxito a la hora de avanzar la investigación por la llave.
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
Níniel decidió unirse a ellos y la de cabellos cenicientos se alegró de contar con su compañía, sobre todo de cara a que Fiwyn pudiese estarlos conduciendo hacia una trampa, idea que no descartaba. Había visto a la elfa en acción más de una vez, la más reciente cuando rescataron a Bio del control mental de la reina araña, y a parte de sus dotes como sanadora la sacerdotisa podía resultar muy útil en combate, a lo que había que sumar algo más que evidente, cuantos más aliados tuviese más sencillas serían las cosas. Fiwyn no se giró para mirarlas pero supo que ambas habían optado por seguirla, y casi de inmediato tomó la palabra, demostrando que sabía de lo que hablaba.
Elen frunció el ceño levemente al escuchar como describía al centinela de aquellas tierras, sin querer creer lo que decía acerca de su “hermano” y su falta de capacidad para afrontar problemas con magia de por medio. Melena Blanca portaba la reliquia con menos almas malignas, puede que eso lo hubiese mantenido algo más apartado de la oscuridad pero de algún modo tenía que percibirla, no podía tratarse de un musculitos descerebrado como lo había llamado la misteriosa elfa de ojos rojos. No, la benjamina de los Calhoun se negó a creer eso, necesitaba la ayuda del hombre bestia y si Tyrande le había cedido su puesto estaba segura de que había visto algo en él, del mismo modo que Tarivius en ella.
Las siguientes palabras de Fiwyn no hicieron que se fiase más de ella sino todo lo contrario, casi parecía estar insinuando a Níniel que debía ser ella quien portase la sábana blanca y no el león, algo que no convenía para nada a la hechicera. Los centinelas ya tenían bastante con ella como novata, otra más no haría sino complicar la tarea que de por sí parecía imposible, vencer a los Tarmúnil en inferioridad numérica y con su mejor baza anulada, la eficacia de Amaterasu. Elen necesitaba la experiencia de Melena Blanca y la de los demás, aunque ni siquiera eso les aseguraba tener una oportunidad frente a los jinetes.
El rostro de Ilmerith le vino a la mente por unos instantes, con aquella fría mirada que podía ver más allá de lo que cualquiera podría, pronto volverían a encontrarse y cuando eso ocurriese, uno de los dos moriría. Erzsbeth probablemente también esperase con ansias a que llegase ese día, a fin de cuentas había sido Elen la que la había dejado tirada para que un brujo la encerrase en la piedra, y aunque mucho después había cometido el error de liberarla, la de ojos verdes venció en la cima de isla lunar y amenazó directamente a su enemiga, asegurándole que se convertiría en la peor pesadilla de su clan, cosa que esperaba llegar a ser.
La joven dejó de lado sus pensamientos al notar que Alister clavaba su mirada sobre ella, percatándose de que su mente andaba en otra parte solo con ver la expresión de su rostro. - ¿Ocurre algo? - preguntó, inclinándose hacia ella y manteniendo un tono bajo para evitar que los escuchasen. - Tranquilo, no es nada. - respondió ella, antes de que el bosque comenzase a volverse mucho más denso, lo cual ralentizaba el avance del grupo. La incómoda sensación de que algo o alguien los observaba seguía presente, Elen había creído que se debía a Fiwyn pero estaba claro que no era el caso, ¿tendría la elfa aliados ocultos entre la vegetación? ¿sería aquello el preludio de una emboscada?
Por mucho que pareciese una mujer menuda y hasta un punto frágil, la oscuridad que la envolvía decía otra cosa muy distinta, que en algún momento se convertiría en un peligro, pero ¿para quién? Los verdes ojos de la tensai escrutaron el bosque en busca del posible origen de aquella mala sensación, pero nuevamente no halló nada, fuera lo que fuese sabía mantenerse oculto. Aguzó el oído y se concentró para intentar percibir cualquier flujo de maná cercano pero también fue en vano, así que optó por clavar la mirada sobre la figura de Fiwyn para no perderla de vista, por si acaso tuviese algo que ver.
Los altos árboles complicaban el hacerse una idea del tiempo que llevaban caminando, pero por suerte no tardaron mucho en dar con su destino, un poblado élfico oculto en los límites que separaban Sandorai de los bosques del este. La extraña elfa se detuvo y observó un punto en la lejanía, sin duda se trataba del templo que había mencionado, pero aún les quedaba un buen trecho antes de alcanzarlo y el camino más corto atravesaba el asentamiento repleto de orejas puntiagudas. Fiwyn no tardó en instarlos a esconderse tras un árbol cercano, lugar en que procedió a explicarles un poco lo que debían hacer a continuación. Elen siguió la trayectoria que señalaba la mujer para dar con el lugar que buscaban, y tras comprobar que tal como decía, había un aura oscura alrededor del mismo, prestó atención a lo que tenía planeado.
El templo estaba sellado, eso sería una complicación, pero la de ojos rojos ya tenía todo pensado. El problema era que su plan los obligaba a separarse durante un rato, y dejaría a Níniel sola con ella mientras la hechicera y su compañero evitaban entrar al poblado para no meterse en un enfrentamiento innecesario contra los miembros del clan Lentherzail. ¿Sería prudente dejar a la sacerdotisa con aquella extraña? Cada fibra de su cuerpo le decía que no, pero no tenía otra opción, los de su raza no eran bienvenidos allí. - Tened cuidado. - dijo mirando a Níniel, ya que era por la que realmente se preocupaba, Fiwyn ya había cumplido con llevarlos hasta allí y todavía no confiaba en ella.
Una vez dicho esto, Elen y Alister partieron en la dirección que su guía les había indicado, apartándose un poco del poblado para poder bordearlo de forma segura. Ambos iban a pie y guiaban sus monturas con ayuda de las riendas, avanzando despacio y con sumo cuidado para no delatarse haciendo ruido, ya que no sabían dónde podía haber algún elfo recolectando o cazando. - Esa sensación otra vez. - musitó el dragón, que se sentía algo más cómodo ahora que se habían alejado del resto del grupo. - Lo sé, no estamos solos. - respondió la benjamina de los Calhoun, alerta a cualquier sonido extraño. - ¿Debería transformarme? - preguntó, sin apenas elevar la voz. - Llamarías la atención, será mejor que sigamos… pero mantén los ojos bien abiertos. - indicó ella, con el cuerpo tenso.
La densa vegetación los obligó a buscar rutas lo suficientemente amplias como para que los caballos pudiesen pasar por ellas, hecho que convirtió los veinte minutos en algo más de media hora, pero consiguieron evitar el conflicto con los elfos del poblado, eso era lo que importaba. A fin de cuentas estaba allí para ganarse el favor de Melena Blanca y éste era buen amigo de los moradores del bosque, no le convenía verse implicada en una pelea con ellos. Finalmente pudieron atisbar una laguna, ese era el lugar en que debían reunirse con sus compañeras así que dirigieron sus pasos en aquella dirección, esperando que no tardasen en conseguir la llave.
Elen frunció el ceño levemente al escuchar como describía al centinela de aquellas tierras, sin querer creer lo que decía acerca de su “hermano” y su falta de capacidad para afrontar problemas con magia de por medio. Melena Blanca portaba la reliquia con menos almas malignas, puede que eso lo hubiese mantenido algo más apartado de la oscuridad pero de algún modo tenía que percibirla, no podía tratarse de un musculitos descerebrado como lo había llamado la misteriosa elfa de ojos rojos. No, la benjamina de los Calhoun se negó a creer eso, necesitaba la ayuda del hombre bestia y si Tyrande le había cedido su puesto estaba segura de que había visto algo en él, del mismo modo que Tarivius en ella.
Las siguientes palabras de Fiwyn no hicieron que se fiase más de ella sino todo lo contrario, casi parecía estar insinuando a Níniel que debía ser ella quien portase la sábana blanca y no el león, algo que no convenía para nada a la hechicera. Los centinelas ya tenían bastante con ella como novata, otra más no haría sino complicar la tarea que de por sí parecía imposible, vencer a los Tarmúnil en inferioridad numérica y con su mejor baza anulada, la eficacia de Amaterasu. Elen necesitaba la experiencia de Melena Blanca y la de los demás, aunque ni siquiera eso les aseguraba tener una oportunidad frente a los jinetes.
El rostro de Ilmerith le vino a la mente por unos instantes, con aquella fría mirada que podía ver más allá de lo que cualquiera podría, pronto volverían a encontrarse y cuando eso ocurriese, uno de los dos moriría. Erzsbeth probablemente también esperase con ansias a que llegase ese día, a fin de cuentas había sido Elen la que la había dejado tirada para que un brujo la encerrase en la piedra, y aunque mucho después había cometido el error de liberarla, la de ojos verdes venció en la cima de isla lunar y amenazó directamente a su enemiga, asegurándole que se convertiría en la peor pesadilla de su clan, cosa que esperaba llegar a ser.
La joven dejó de lado sus pensamientos al notar que Alister clavaba su mirada sobre ella, percatándose de que su mente andaba en otra parte solo con ver la expresión de su rostro. - ¿Ocurre algo? - preguntó, inclinándose hacia ella y manteniendo un tono bajo para evitar que los escuchasen. - Tranquilo, no es nada. - respondió ella, antes de que el bosque comenzase a volverse mucho más denso, lo cual ralentizaba el avance del grupo. La incómoda sensación de que algo o alguien los observaba seguía presente, Elen había creído que se debía a Fiwyn pero estaba claro que no era el caso, ¿tendría la elfa aliados ocultos entre la vegetación? ¿sería aquello el preludio de una emboscada?
Por mucho que pareciese una mujer menuda y hasta un punto frágil, la oscuridad que la envolvía decía otra cosa muy distinta, que en algún momento se convertiría en un peligro, pero ¿para quién? Los verdes ojos de la tensai escrutaron el bosque en busca del posible origen de aquella mala sensación, pero nuevamente no halló nada, fuera lo que fuese sabía mantenerse oculto. Aguzó el oído y se concentró para intentar percibir cualquier flujo de maná cercano pero también fue en vano, así que optó por clavar la mirada sobre la figura de Fiwyn para no perderla de vista, por si acaso tuviese algo que ver.
Los altos árboles complicaban el hacerse una idea del tiempo que llevaban caminando, pero por suerte no tardaron mucho en dar con su destino, un poblado élfico oculto en los límites que separaban Sandorai de los bosques del este. La extraña elfa se detuvo y observó un punto en la lejanía, sin duda se trataba del templo que había mencionado, pero aún les quedaba un buen trecho antes de alcanzarlo y el camino más corto atravesaba el asentamiento repleto de orejas puntiagudas. Fiwyn no tardó en instarlos a esconderse tras un árbol cercano, lugar en que procedió a explicarles un poco lo que debían hacer a continuación. Elen siguió la trayectoria que señalaba la mujer para dar con el lugar que buscaban, y tras comprobar que tal como decía, había un aura oscura alrededor del mismo, prestó atención a lo que tenía planeado.
El templo estaba sellado, eso sería una complicación, pero la de ojos rojos ya tenía todo pensado. El problema era que su plan los obligaba a separarse durante un rato, y dejaría a Níniel sola con ella mientras la hechicera y su compañero evitaban entrar al poblado para no meterse en un enfrentamiento innecesario contra los miembros del clan Lentherzail. ¿Sería prudente dejar a la sacerdotisa con aquella extraña? Cada fibra de su cuerpo le decía que no, pero no tenía otra opción, los de su raza no eran bienvenidos allí. - Tened cuidado. - dijo mirando a Níniel, ya que era por la que realmente se preocupaba, Fiwyn ya había cumplido con llevarlos hasta allí y todavía no confiaba en ella.
Una vez dicho esto, Elen y Alister partieron en la dirección que su guía les había indicado, apartándose un poco del poblado para poder bordearlo de forma segura. Ambos iban a pie y guiaban sus monturas con ayuda de las riendas, avanzando despacio y con sumo cuidado para no delatarse haciendo ruido, ya que no sabían dónde podía haber algún elfo recolectando o cazando. - Esa sensación otra vez. - musitó el dragón, que se sentía algo más cómodo ahora que se habían alejado del resto del grupo. - Lo sé, no estamos solos. - respondió la benjamina de los Calhoun, alerta a cualquier sonido extraño. - ¿Debería transformarme? - preguntó, sin apenas elevar la voz. - Llamarías la atención, será mejor que sigamos… pero mantén los ojos bien abiertos. - indicó ella, con el cuerpo tenso.
La densa vegetación los obligó a buscar rutas lo suficientemente amplias como para que los caballos pudiesen pasar por ellas, hecho que convirtió los veinte minutos en algo más de media hora, pero consiguieron evitar el conflicto con los elfos del poblado, eso era lo que importaba. A fin de cuentas estaba allí para ganarse el favor de Melena Blanca y éste era buen amigo de los moradores del bosque, no le convenía verse implicada en una pelea con ellos. Finalmente pudieron atisbar una laguna, ese era el lugar en que debían reunirse con sus compañeras así que dirigieron sus pasos en aquella dirección, esperando que no tardasen en conseguir la llave.
Elen Calhoun
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
Ni Elen ni Alister pusieron pegas o hicieron comentario alguno al hecho de que la peliblanca decidiera ir con ellos en pos de la misteriosa elfa de piel oscura, aunque a pesar de ello Níniel pudo sentir que al menos a la bruja no le disgustaba la idea de contar con su compañía. Un gesto que podía parecer sin importancia pero que llevaba implícita una confianza que la elfa agradecía, especialmente teniendo en cuenta que su aura oscura no era muy diferente a la de Fiwyn, y que no muchos estarían dispuestos a viajar con una elfa oscura delante y otra detrás a la hora de adentrarse en la espesura mientras se acercaban a los límites de Sandorai.
No tardaron mucho en alcanzar a la que iba a ser su guia. La pequeña elfa ni siquiera se giró para recibirles antes de empezar a hablar pero era evidente que esperaba que al menos alguno de los miembros del grupo fuera tras ella, de lo contrario se hubiese alejado de allí a toda velocidad con la facilidad para evitar troncos, ramas y raíces característica de los hijos del bosque, dejándolos atrás sin problema incluso a pesar de ir a pié y ellos contar con monturas. De hecho los caballos no eran muy útiles en el bosque salvo que conocieras los caminos ocultos a ojos de cualquiera, salvo para los que ya saben que están ahí, y si seguían en esa dirección eso no iba a mejorar precisamente.
La joven no sabía si "astuta" era la palabra adecuada para definirla por su decisión. Valiente quizá, aunque tampoco acababa de encajar, quizá temeraria y atrevida o más bien dispuesta a aferrarse a un clavo ardiente visto que el centinela Melena Blanca no parecía poder ayudarla como tampoco parecía capaz de ayudar a los demás y cumplir su cometido. Algo con lo que la elfa de roja mirada parecía estar más que de acuerdo con Níniel, mostrando sin reparos que consideraba a aquel hombre-bestia poco menos que un inútil salvo que hubiera que repartir mamporros. -Debo decir que mi primera impresión no ha sido nada buena tampoco. ¿Cómo puede uno de sus hombres reírse de ese modo ante las peticiones de ayuda? He visto a guardias de Lunargenta más agradables e inteligentes que ese tipo.- Comentó la joven mostrándose a favor de sus palabras y recordando con evidente desagrado el tono de aquel tal Ja´zad.
-Ciertamente no entiendo cómo puede ser centinela alguien incapaz de sentir el éter...Incapaz de percibir aquello a lo que debe enfrentar.- Apoyó también sus siguientes palabras, aunque quedando inmediatamente reflexiva al dejar caer la mujer de corta estatura que el puesto, y por ende la capa blanca, debería estar en manos de alguien más capaz...Alguien como ella.
La elfa de piel oscura tenía razón. Aquella capa había permanecido en manos de los elfos durante generaciones y siempre habían cumplido su labor como era debido. ¿Quién mejor que un elfo para combatir la oscuridad? Ella podía sentir el éter, ella era poderosa, ella había combatido ya contra el mal...Y desde luego ella podría resolver lo que estuviera pasando en el bosque sin las limitaciones de un anciano hombre-bestia...Quizá debiera ser ella quien portara la capa...Quizá era la voluntad de los dioses que estuviera allí en ese momento, que aquella maldición la hubiese llevado hasta allí para que viera que tan valioso artefacto había acabado en malas manos y recuperarlo.
-Pedirle ayuda...y recibir burlas en vez de ello...-Puntualizó la joven llevando a su mente la imagen de aquella bola de pelo con armadura sacándole la lengua mientras le aconsejaba que buscase ayuda de un clan elfo porque su centinela no sabía absolutamente nada de magia.
Pronto los árboles típicos a los que humanos y otras razas estaban acostumbrados fueron dando paso a los altos y gruesos troncos de los grandes árboles que daban forma a los pueblos y ciudades de los elfos. Sus fuertes raíces surcaban la tierra anclándolos firmemente a la tierra y la roca bajo los mismos a un nivel que difïcilmente lograría nunca una construcción de los orejas redondas, y rápidamente la vegetación se tornó más viva y más densa dificultando su avance, aunque el bípode Trickster lo tenía relativamente más fácil. Esa era lo frontera del reino de los elfos; No había letreros, no había señales, ni muros, ni guardias de pié junto a los árboles dando el alto y haciendo preguntas, pero era algo que cualquiera haría bien en saber. A los hijos del bosque no solían gustarles las visitas no deseadas, y no todos preferían observar antes de ampliar la fama de la famosa destreza élfica con el arco a costa de los invasores.
-Siempre es un placer volver a casa...Aunque preferiría que las circunstancias fueran distintas.- Comentó la joven elfa aprovechando que Trickster pasó cerca de uno de los gruesos troncos para tocarlo, casi como si ese mero gesto pudiera llenarla de energía y haciendo que esbozara una leve sonrisa. Un pequeño respiro nada más, pues aunque sus orejas de punta bien podrían al menos garantizarle el poder explicarse ante sus hermanos lo cierto es que no habría habitante del bosque que no percibiera su aura. De hecho también debían de notar la de Fiwyn aunque parecía no preocuparla. Los guiaba como si aquel fuera su hogar y no aparentaba temer consecuencia alguna a pesar de que como ella parecía exhalar oscuridad y llevaba a una bruja con ella. ¿Era seguridad o negligencia?
¿Sería consciente como Níniel de que parecía haber algo o alguien observándolos desde hacía un tiempo ya? Era una sensación demasiado constante como para estar imaginándoselo, además era elfa, eran los orejas redondas los que imaginaban cosas cuando se adentraban en el bosque, ella estaba acostumbrada a la naturaleza y definitivamente no se trataba de una ardilla como le dijo al felpudo, pero tampoco tenía claro de qué se trataba. Le hubiese preguntado al respecto, pero lo cierto es que tras la primera conversación la elfa de piel oscura no se había mostrado muy comunicativa. Ni ella ni nadie de hecho, incluso Elen y el dragón hablaban entre ellos con susurros por lo que Níniel se limitó a permanecer atenta y alerta mientras avanzaban, adentrándose cada vez más en el bosque hasta llegar a su destino; Un poblado élfico ni más ni menos.
Era un lugar hermoso con sus estructuras en comunión con la naturaleza construidas en torno a los grandes árboles así como a las numeros cascadas que salpicaban el lugar cubriendo la zona con una ligera neblina y una sensación de revitalizante frescor. Adornando algunos de los edificios Níniel pudo ver el símbolo de la deidad élfica de la luna y, afinando un poco más la vista, la actividad cotidiana de una aldea de los hijos del bosque, con los adultos trabajando en diferentes tipos de artesanía o cuidando de animales y plantas, los mayores reunidos aquí y allá y seguramente disfrutando de interesantes y profundas conversaciones y los pequeños, pocos como por desgracia era habitual, reunidos en una plaza abierta y fusionada con su entorno, siendo aleccionados por una sacerdotisa, posiblemente en clase.
Prestando más atención aún la elfa pudo ver a un grupo de forestales que parecía prepararse para comenzar sus patrullas, o quizá para darles caza a ellos, pues seguramente ya sabrían que estaban allí. ¿Sería esa la sensación de ser observada? Posiblemente no, los elfos patrullaban sus dominios y muy rara vez más allá, la sensación era incluso anterior a entrar a Sandorai.
En general era lo que cabría esperar del hogar de un clan élfico, no muy distinto a Veyond, su hogar, aunque Veyond se encontraba en un valle al que solo podía accederse descendiendo a través de una serie de cuevas. Lo único extraño en aquel lugar era la oscuridad que emanaba el distante templo, cuyas torres podían verse desde allí. Y precisamente era algo que tornaba todo lo demás en una estampa extraña e irreal. Como si lo uno no pudiese ser al lado de lo otro.
-Cómo no sentirlo...Pero la gente de la aldea...parece llevar una vida normal a pesar de todo. ¿Cómo es posible?- Preguntó la peliblanca sin entender cómo podía ser aquello. No había ni un ápice de miedo o inquietud en aquella comunidad a pesar de la sombra que se arrastraba hacia ellos desde el este. ¿Tenía la oscuridad de Fiwyn relación con la del templo? ¿La conocían en la aldea y por eso nadie les había detenido aún a pesar de la oscuridad que emanaban y de ir junto con dos no-elfos? ¿Por qué necesitaban entrar a ese templo y qué tenía que ver con la aparición de un mamut? La elfa de piel oscura estaba dando muchas cosas por sentadas y no estaba explicando gran cosa, aunque sí pidiendo mucho.
-Estaré bien no te preocupes. Tú vigila bien tu espalda, los elfos vigilamos con celo nuestros hogares y todo esto no es precisamente una situación muy normal. Procura no parecer querer dañar nada o tocar nada sagrado. Y si ocurre lo peor, por favor no mates a ninguno de mis hermanos, solo te traerá más problemas.- Respondió la elfa a la preocupación de la benjamina de los Calhoun antes de que ella y su compañero se alejarán de allí dispuestos a dar un rodeo y evitar el pueblo, pues parecía ser que los brujos corrían más peligro en él que dos elfas oscuras.
-Bien, no perdamos tiempo, y mientras avanzamos podrás decirme qué es lo que está pasando. ¿Por qué atacarían a Elen y no a nosotras que rezumamos oscuridad? ¿Por qué tienes un aura oscura como la mía? Dudo que la hayas conseguido del mismo modo que yo.- Preguntó la peliblanca mientras instaba a Trickster a seguir el camino que les llevaría hasta el propio poblado. -¿Cómo estás tan segura de que puedo ayudarte a conseguir esa llave? Por el modo en el que nos has traído hasta aquí sin problemas no eres una desconocida para ellos y deben confiar en tí, pero a mi no me conocen. Además de que no has dicho a qué se debe la oscuridad del templo, ni por qué esos elfos actúan como si nada ante la oscuridad. Es casi como si estuvieran acostumbrados a ella. - Continuó la sacerdotisa que de no haber llegado a esa conclusión no estaría acercándose hasta la aldea tan a la ligera.
Y efectivamente nadie las atacó ni trató de detenerlas. Algunos elfos las miraron con curiosidad antes de seguir a lo suyo como si tal cosa, mientras que otros las saludaban con las fórmulas de cortesía, aunque solo para volver a sus asuntos con la misma celeridad que los primeros. Era casi como si volviera a ser normal y no tuviera que temer con recelo al juicio de sus iguales, como si fuera la Níniel de siempre y aquella fuera una visita a una aldea vecina sin más...Vale, no eran los elfos más amables del mundo, pero nadie la señalaba con el dedo ni la apuntaba con un arma con intención de apresarla hasta aclarar su condición, lo cual era una grata mejora. Aún así no podía hacer como si la maldición hubiera desaparecido. El aura oscura era real y debían de notarla igual que debían notar la oscuridad que emanaba de su templo. Aquello la hacía sentir extraña, como si estuviera en un mundo al revés. Definitivamente había algo que no estaba funcionando como debía por allí.
-He aquí nuestras visitantes, tal y como dijeron los guardias. - Les saludó un elfo de avanzada edad que junto con dos elfos más jóvenes les salió al paso antes de que se adentraran mucho en la aldea. Se trataba del anciano del lugar a juzgar por sus ropajes y abalorios, y los otros dos debían de ser sus ayudantes, o quizá sus hijos. -Si vuelves a por la llave del templo mi respuesta sigue siendo no, Fiwyn, te ahorraré el esfuerzo. Y Lo mismo va por tí jovencita. Haríais bien en marcharos, los cuatro. Antes de que pase algo y no me quede más remedio que dejar de ser amable...- Fueron sus palabras, claras y concisas, aunque con un evidente tono de advertencia.
No podía decirse que hubiesen empezado con buen pié, a ese paso podían olvidarse de la llave, pero claro, tampoco es que Níniel pudiera hacer mucho más ya que sabía la mitad de la mitad de lo que estaba pasando.
-Lo cierto es que no termino de comprender muy bien la situación así que...Quizá empezar presentándome sea lo mejor. Me llamo Níniel, alta sacerdotisa del clan Thenidiel y como puede ver la oscuridad crece en mí fruto de una maldición de la que espero librarme antes de que sea tarde y deje de ser yo.- Dijo la joven de manera brutalmente sincera mostrando su bastón de dracónicos motivos que evidenciaba que efectivamente era quien decía ser. -Viajé hasta el bosque del este en busca de la ayuda del centinela Melena Blanca y me topé con un Crasgwar, al cual nos vimos obligados a dar muerte. Algo bastante atípico en mi opinión y por lo visto solo una pequeña parte del problema de la zona. Tras ello apareció Fiwyn y nos condujo a mi y al resto hasta aquí alegando que podríamos ayudar, igual que yo albergo la esperanza de que ella pueda ayudarme a mi. Pero parece ser que necesitamos entrar al templo para ello. Si pudiera explicarme qué está ocurriendo quizá sea cierto que podamos ayudar. No creo que nadie quiera que el próximo mamut que aparezca lo haga aquí...Aunque creo que la oscuridad a la que tan acostumbrados parecéis estar es un problema peor que un mamut suelto...Y lo sé por experiencia.-
No tardaron mucho en alcanzar a la que iba a ser su guia. La pequeña elfa ni siquiera se giró para recibirles antes de empezar a hablar pero era evidente que esperaba que al menos alguno de los miembros del grupo fuera tras ella, de lo contrario se hubiese alejado de allí a toda velocidad con la facilidad para evitar troncos, ramas y raíces característica de los hijos del bosque, dejándolos atrás sin problema incluso a pesar de ir a pié y ellos contar con monturas. De hecho los caballos no eran muy útiles en el bosque salvo que conocieras los caminos ocultos a ojos de cualquiera, salvo para los que ya saben que están ahí, y si seguían en esa dirección eso no iba a mejorar precisamente.
La joven no sabía si "astuta" era la palabra adecuada para definirla por su decisión. Valiente quizá, aunque tampoco acababa de encajar, quizá temeraria y atrevida o más bien dispuesta a aferrarse a un clavo ardiente visto que el centinela Melena Blanca no parecía poder ayudarla como tampoco parecía capaz de ayudar a los demás y cumplir su cometido. Algo con lo que la elfa de roja mirada parecía estar más que de acuerdo con Níniel, mostrando sin reparos que consideraba a aquel hombre-bestia poco menos que un inútil salvo que hubiera que repartir mamporros. -Debo decir que mi primera impresión no ha sido nada buena tampoco. ¿Cómo puede uno de sus hombres reírse de ese modo ante las peticiones de ayuda? He visto a guardias de Lunargenta más agradables e inteligentes que ese tipo.- Comentó la joven mostrándose a favor de sus palabras y recordando con evidente desagrado el tono de aquel tal Ja´zad.
-Ciertamente no entiendo cómo puede ser centinela alguien incapaz de sentir el éter...Incapaz de percibir aquello a lo que debe enfrentar.- Apoyó también sus siguientes palabras, aunque quedando inmediatamente reflexiva al dejar caer la mujer de corta estatura que el puesto, y por ende la capa blanca, debería estar en manos de alguien más capaz...Alguien como ella.
La elfa de piel oscura tenía razón. Aquella capa había permanecido en manos de los elfos durante generaciones y siempre habían cumplido su labor como era debido. ¿Quién mejor que un elfo para combatir la oscuridad? Ella podía sentir el éter, ella era poderosa, ella había combatido ya contra el mal...Y desde luego ella podría resolver lo que estuviera pasando en el bosque sin las limitaciones de un anciano hombre-bestia...Quizá debiera ser ella quien portara la capa...Quizá era la voluntad de los dioses que estuviera allí en ese momento, que aquella maldición la hubiese llevado hasta allí para que viera que tan valioso artefacto había acabado en malas manos y recuperarlo.
-Pedirle ayuda...y recibir burlas en vez de ello...-Puntualizó la joven llevando a su mente la imagen de aquella bola de pelo con armadura sacándole la lengua mientras le aconsejaba que buscase ayuda de un clan elfo porque su centinela no sabía absolutamente nada de magia.
Pronto los árboles típicos a los que humanos y otras razas estaban acostumbrados fueron dando paso a los altos y gruesos troncos de los grandes árboles que daban forma a los pueblos y ciudades de los elfos. Sus fuertes raíces surcaban la tierra anclándolos firmemente a la tierra y la roca bajo los mismos a un nivel que difïcilmente lograría nunca una construcción de los orejas redondas, y rápidamente la vegetación se tornó más viva y más densa dificultando su avance, aunque el bípode Trickster lo tenía relativamente más fácil. Esa era lo frontera del reino de los elfos; No había letreros, no había señales, ni muros, ni guardias de pié junto a los árboles dando el alto y haciendo preguntas, pero era algo que cualquiera haría bien en saber. A los hijos del bosque no solían gustarles las visitas no deseadas, y no todos preferían observar antes de ampliar la fama de la famosa destreza élfica con el arco a costa de los invasores.
-Siempre es un placer volver a casa...Aunque preferiría que las circunstancias fueran distintas.- Comentó la joven elfa aprovechando que Trickster pasó cerca de uno de los gruesos troncos para tocarlo, casi como si ese mero gesto pudiera llenarla de energía y haciendo que esbozara una leve sonrisa. Un pequeño respiro nada más, pues aunque sus orejas de punta bien podrían al menos garantizarle el poder explicarse ante sus hermanos lo cierto es que no habría habitante del bosque que no percibiera su aura. De hecho también debían de notar la de Fiwyn aunque parecía no preocuparla. Los guiaba como si aquel fuera su hogar y no aparentaba temer consecuencia alguna a pesar de que como ella parecía exhalar oscuridad y llevaba a una bruja con ella. ¿Era seguridad o negligencia?
¿Sería consciente como Níniel de que parecía haber algo o alguien observándolos desde hacía un tiempo ya? Era una sensación demasiado constante como para estar imaginándoselo, además era elfa, eran los orejas redondas los que imaginaban cosas cuando se adentraban en el bosque, ella estaba acostumbrada a la naturaleza y definitivamente no se trataba de una ardilla como le dijo al felpudo, pero tampoco tenía claro de qué se trataba. Le hubiese preguntado al respecto, pero lo cierto es que tras la primera conversación la elfa de piel oscura no se había mostrado muy comunicativa. Ni ella ni nadie de hecho, incluso Elen y el dragón hablaban entre ellos con susurros por lo que Níniel se limitó a permanecer atenta y alerta mientras avanzaban, adentrándose cada vez más en el bosque hasta llegar a su destino; Un poblado élfico ni más ni menos.
Era un lugar hermoso con sus estructuras en comunión con la naturaleza construidas en torno a los grandes árboles así como a las numeros cascadas que salpicaban el lugar cubriendo la zona con una ligera neblina y una sensación de revitalizante frescor. Adornando algunos de los edificios Níniel pudo ver el símbolo de la deidad élfica de la luna y, afinando un poco más la vista, la actividad cotidiana de una aldea de los hijos del bosque, con los adultos trabajando en diferentes tipos de artesanía o cuidando de animales y plantas, los mayores reunidos aquí y allá y seguramente disfrutando de interesantes y profundas conversaciones y los pequeños, pocos como por desgracia era habitual, reunidos en una plaza abierta y fusionada con su entorno, siendo aleccionados por una sacerdotisa, posiblemente en clase.
Prestando más atención aún la elfa pudo ver a un grupo de forestales que parecía prepararse para comenzar sus patrullas, o quizá para darles caza a ellos, pues seguramente ya sabrían que estaban allí. ¿Sería esa la sensación de ser observada? Posiblemente no, los elfos patrullaban sus dominios y muy rara vez más allá, la sensación era incluso anterior a entrar a Sandorai.
En general era lo que cabría esperar del hogar de un clan élfico, no muy distinto a Veyond, su hogar, aunque Veyond se encontraba en un valle al que solo podía accederse descendiendo a través de una serie de cuevas. Lo único extraño en aquel lugar era la oscuridad que emanaba el distante templo, cuyas torres podían verse desde allí. Y precisamente era algo que tornaba todo lo demás en una estampa extraña e irreal. Como si lo uno no pudiese ser al lado de lo otro.
-Cómo no sentirlo...Pero la gente de la aldea...parece llevar una vida normal a pesar de todo. ¿Cómo es posible?- Preguntó la peliblanca sin entender cómo podía ser aquello. No había ni un ápice de miedo o inquietud en aquella comunidad a pesar de la sombra que se arrastraba hacia ellos desde el este. ¿Tenía la oscuridad de Fiwyn relación con la del templo? ¿La conocían en la aldea y por eso nadie les había detenido aún a pesar de la oscuridad que emanaban y de ir junto con dos no-elfos? ¿Por qué necesitaban entrar a ese templo y qué tenía que ver con la aparición de un mamut? La elfa de piel oscura estaba dando muchas cosas por sentadas y no estaba explicando gran cosa, aunque sí pidiendo mucho.
-Estaré bien no te preocupes. Tú vigila bien tu espalda, los elfos vigilamos con celo nuestros hogares y todo esto no es precisamente una situación muy normal. Procura no parecer querer dañar nada o tocar nada sagrado. Y si ocurre lo peor, por favor no mates a ninguno de mis hermanos, solo te traerá más problemas.- Respondió la elfa a la preocupación de la benjamina de los Calhoun antes de que ella y su compañero se alejarán de allí dispuestos a dar un rodeo y evitar el pueblo, pues parecía ser que los brujos corrían más peligro en él que dos elfas oscuras.
-Bien, no perdamos tiempo, y mientras avanzamos podrás decirme qué es lo que está pasando. ¿Por qué atacarían a Elen y no a nosotras que rezumamos oscuridad? ¿Por qué tienes un aura oscura como la mía? Dudo que la hayas conseguido del mismo modo que yo.- Preguntó la peliblanca mientras instaba a Trickster a seguir el camino que les llevaría hasta el propio poblado. -¿Cómo estás tan segura de que puedo ayudarte a conseguir esa llave? Por el modo en el que nos has traído hasta aquí sin problemas no eres una desconocida para ellos y deben confiar en tí, pero a mi no me conocen. Además de que no has dicho a qué se debe la oscuridad del templo, ni por qué esos elfos actúan como si nada ante la oscuridad. Es casi como si estuvieran acostumbrados a ella. - Continuó la sacerdotisa que de no haber llegado a esa conclusión no estaría acercándose hasta la aldea tan a la ligera.
Y efectivamente nadie las atacó ni trató de detenerlas. Algunos elfos las miraron con curiosidad antes de seguir a lo suyo como si tal cosa, mientras que otros las saludaban con las fórmulas de cortesía, aunque solo para volver a sus asuntos con la misma celeridad que los primeros. Era casi como si volviera a ser normal y no tuviera que temer con recelo al juicio de sus iguales, como si fuera la Níniel de siempre y aquella fuera una visita a una aldea vecina sin más...Vale, no eran los elfos más amables del mundo, pero nadie la señalaba con el dedo ni la apuntaba con un arma con intención de apresarla hasta aclarar su condición, lo cual era una grata mejora. Aún así no podía hacer como si la maldición hubiera desaparecido. El aura oscura era real y debían de notarla igual que debían notar la oscuridad que emanaba de su templo. Aquello la hacía sentir extraña, como si estuviera en un mundo al revés. Definitivamente había algo que no estaba funcionando como debía por allí.
-He aquí nuestras visitantes, tal y como dijeron los guardias. - Les saludó un elfo de avanzada edad que junto con dos elfos más jóvenes les salió al paso antes de que se adentraran mucho en la aldea. Se trataba del anciano del lugar a juzgar por sus ropajes y abalorios, y los otros dos debían de ser sus ayudantes, o quizá sus hijos. -Si vuelves a por la llave del templo mi respuesta sigue siendo no, Fiwyn, te ahorraré el esfuerzo. Y Lo mismo va por tí jovencita. Haríais bien en marcharos, los cuatro. Antes de que pase algo y no me quede más remedio que dejar de ser amable...- Fueron sus palabras, claras y concisas, aunque con un evidente tono de advertencia.
No podía decirse que hubiesen empezado con buen pié, a ese paso podían olvidarse de la llave, pero claro, tampoco es que Níniel pudiera hacer mucho más ya que sabía la mitad de la mitad de lo que estaba pasando.
-Lo cierto es que no termino de comprender muy bien la situación así que...Quizá empezar presentándome sea lo mejor. Me llamo Níniel, alta sacerdotisa del clan Thenidiel y como puede ver la oscuridad crece en mí fruto de una maldición de la que espero librarme antes de que sea tarde y deje de ser yo.- Dijo la joven de manera brutalmente sincera mostrando su bastón de dracónicos motivos que evidenciaba que efectivamente era quien decía ser. -Viajé hasta el bosque del este en busca de la ayuda del centinela Melena Blanca y me topé con un Crasgwar, al cual nos vimos obligados a dar muerte. Algo bastante atípico en mi opinión y por lo visto solo una pequeña parte del problema de la zona. Tras ello apareció Fiwyn y nos condujo a mi y al resto hasta aquí alegando que podríamos ayudar, igual que yo albergo la esperanza de que ella pueda ayudarme a mi. Pero parece ser que necesitamos entrar al templo para ello. Si pudiera explicarme qué está ocurriendo quizá sea cierto que podamos ayudar. No creo que nadie quiera que el próximo mamut que aparezca lo haga aquí...Aunque creo que la oscuridad a la que tan acostumbrados parecéis estar es un problema peor que un mamut suelto...Y lo sé por experiencia.-
Níniel Thenidiel
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
El miembro 'Níniel Thenidiel' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
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Elen y su alado compañero habían llegado al lago en el que se encontraba el templo. El lugar estaba embriagado por el agua. Devorado por la maleza y el curso de los ríos, la corriente había arrastrado varios bloques de lo que antaño tenía toda la apariencia de ser un importante templo élfico, y ahora resultaba prácticamente llegar al enorme portón de piedra que guardaba la esencia maligna de lo que quiera que hubiera dentro. Una esencia que, cada vez, era más intensa para aquellos seres de sentir la magia, como los elfos, los dragones o los propios brujos.
De todos modos, se respiraba tranquilidad en el ambiente. Pájaros de muchos tipos e insectos menores de bella estampa, como mariposas, eran las únicas criaturas que parecían poblar aquel lugar. El trinar de los animales y el sonido del agua y las cascadas eran lo único que se escuchaba en el ambiente. Un lugar apacible en el que descansar hasta que llegasen Fiwyn y Níniel… O eso creía.
-Ron caela rakte a' i' linae*. – decía la voz de un elfo tras los árboles.
-Tuupa amin ohte.** – ordenó la recta mujer que parecía liderar el grupo. No quitaba un ojo de la peliblanca - Amin auta n'e.
Detrás de unos árboles y como una exhalación salió un trío de elfos. Una mujer y dos hombres. Ellos portaban arco, y no dudaron en tensarlo en dirección a Elen y Alister. La mujer, en cambio, únicamente poseía una espada. Un afilado, largo y ligeramente curvado sable, con letras talladas y de un elegante acabado élfico. Giró la espada varias veces alrededor de su mano sin dejar de moverse para terminar. En posición desafiante. -¡Calhoun! – gritó, llamando por el apellido de la mujer. – Lucha, fashateni. – ordenó, mirándola con seriedad, sin desprecio. Era lo único que pronunciaría en lengua común.
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En su otra mano, la diestra, se podía apreciar como iba cargando una intensa luz dorada. Cada vez más brillante, que primero cubrió su brazo. No sabía cómo iba a reaccionar Alister, pero de ningún modo le iba a permitir participar en el combate. Apuntó a los ojos del dragón y la luz se fue directamente a los globos oculares del mismo. – lle naa il- lave*** – indicó en un perfecto élfico. Alister no podría hacer nada más que rascarse por el resquemor que le cegaría por completo.
Mal haría Elen en subestimar a la mujer de verde si creía que por su mayor estatura no sería lo suficientemente ágil como para combatir contra ella. Portaba una larga melena cobriza, que sujetaba con una diadema y tenía una complexión atlética y fuerte. Un rival de entidad que miró sin vacilar a Elen. A la que no quitaba los ojos de encima.
Elen se encontraba ni más ni menos que ante la legendaria forestal, Tyrande Nemaniël. Aquello era algo que tal vez pudiese deducir por la conversación, pues de momento ella no le había revelado nada. Ni siquiera sabía si Tyrande iba a ir a matar o tan sólo estaba poniéndola a prueba.
-*Han llegado al templo.
-**Quedaos detrás de mí. Voy a salir.
-***Tú no.
- Tyrande Nemaniël:
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* * * * * * * * * *
Níniel advirtió a Fiwyn de que atacar a los elfos causaría problemas. Parecía un consejo obvio pero que no estaba de más dado que desconocía el origen de la oscuridad que embriagaba a la elfa. Si bien, ella podría haber hecho lo mismo. En ningún momento hizo alguna objeción.
Siguieron caminando por la aldea, la catarata que bajaba desde el templo resonaba con fuerza, pero eso no impidió a Níniel realizar una serie de cuestiones a su acompañante que no tardaría en resolver.
-Haces muchas preguntas. ¿Estás nerviosa? – le preguntó Fiwyn, caminando por el pueblo. – Tranquila. Somos elfas. Ningún elfo atacaría a una hermana sin motivo. – comenzó a contestar la morena menuda, que rió cuando tuvo que responder la pregunta sobre el origen de su aura oscura, cuestión que no esquivaría. – No. No fue como tú. Yo no tuve la suerte de enfrentarme a ningún dragón. – comentó, respuesta que podría descolocar a Níniel por completo. A fin de cuentas, ella no le había contado su historia a Fiwyn ni a nadie. Simplemente había denotado anteriormente que la había contraído al enfrentarse a un temible ser del Norte. – Fue hace algún tiempo, acabé maldita durante un enfrentamiento contra unos brujos, y desde entonces esta aura me acompaña. No sé si podrás ayudarme a conseguir la llave, pero estás en mi misma circunstancia. Juntas, tal vez, podremos deshacernos de este mal que nos enferma. – comentó de manera natural.
No le dio tiempo responder la última de las preguntas, en relación a por qué aquellos elfos sentían la oscuridad con naturalidad, pues terminaron llegando a lo que parecía ser uno de los centros neurálgicos de la aldea del clan Lentherzail. Un hombre de avanzada edad que parecía ser el profesor de un grupo de jóvenes, recibió a ambas elfas. No puso buena cara pues ya conocía a Fiwyn, por lo visto la elfa ya había intentado conseguir la llave por las buenas. Tal vez con Níniel tuviese mejor suerte.
-¿Un Crasgwar? Sí, es extraño. – preguntó extrañado el veterano, rascándose la mentón. – Pero no creemos que nuestro templo sea, como dice Fiwyn, la causa de todos los males que suceden en el bosque las últimas semanas. – continuó. – Apariciones de criaturas misteriosas. Climatología muy variable. Malestar e inquietud en nuestros animales y en los del bosque… - dijo con cierto tono de preocupación. – Pero ni siquiera permitimos al centinela acceder al interior del templo. Él no podría…
-… ¿Realizar el ritual de purificación del templo? – continuó Fiwyn. El tipo quedó a cuadros.
-¿Có… Cómo sabes tú eso? – preguntó. – Ni siquiera la forestal Nemaniël…
-¡Porque ella es otra necia! Como Melena Blanca.– bramó. Quedando a la vista que la pequeña Fiwyn sabía más de lo que muchos creían. – Y por eso traigo a la sacerdotisa Thenidiel conmigo. Ella puede hacerlo. – explicó. – Tienes dos opciones. Puedes dejarnos intentarlo o esperar a ver si el león da con la solución del problema a golpe de hacha. – continuó.
El hombre quedó pensativo durante unos instantes. Parecía que lo que decían Fiwyn y Níniel podía estar en lo cierto. ¿Y si verdaderamente ellas podían hacer algo? Fiwyn era una extraña, pero el elfo parecía tener claro que Melena Blanca no iba a poder resolverlo. Tal vez sí ellas, aunque fuesen extrañas. ¿Por qué no darles una oportunidad? Aunque era reticente, con la escolta adecuada no tendría por qué ocurrir nada. Y Fiwyn parecía saber de lo que hablaba.
-Está bien. Pero iréis escoltadas por mis mejores hombres. – concluyó el anciano. – Decidle a Nimrod que se preste a trasladarla en su carro.
- "Llave" transportada en carro:
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* * * * * * * * * *
Elen: Poco después de llegar al templo del lago te encuentras nasa más y nada menos con Tyrande Nemaniël, la excentinela, que te reta a un duelo uno contra uno. Parece que quiere ponerte a prueba... ¿o tal vez matarte? Tendrás que describir tu combate contra ella, puedes improvisar habilidades suyas si lo consideras oportuno. Utiliza magia ofensiva de luz. Tienes libertad. Lanza una runa, aunque necesitarás las mejores suertes para salir airosa. Alister no podrá ayudarte.
Níniel: La runa media ha servido para que consigas convencer al hombre, aunque sólo bajo escolta de una vanguardia de elfos del clan Lentherzail, expertos en combate. Podría haber sido peor y tener que verte obligada a robado. Para sorpresa vuestra, la “llave” es una muy pesada roca, por lo que tendréis que escoltarla en una caravana. Tardaréile en llegar al templo. Describe tu travesía. Puedes seguir preguntándole a Fiwyn tus inquietudes por el momento.
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
La oscuridad que había dentro del templo se hizo más patente conforme se acercaban al lago, tanto que la hechicera comenzó a preguntarse con cierta preocupación qué podría haber al otro lado del enorme portón de piedra. Nada bueno eso estaba claro, pero al menos contarían con algo de ayuda de cara a enfrentar lo que allí dentro se escondiese. Ni Fiwyn ni Níniel habían llegado así que debían seguir en el poblado intentando hacerse con la llave del templo, hecho que solo dejaba una opción al dragón y a ella misma, esperar. Eso les daría la oportunidad de teorizar acerca de lo que encontrarían dentro, pero teniendo en cuenta la intensa aura maligna, mayor incluso que la de los Tarmúnil, Elen no estaba segura de querer averiguar la respuesta.
- Esto no pinta bien. - comentó Alister, al tiempo que ataba las riendas de su caballo a un árbol cercano, algo que la de ojos verdes imitó instantes después. - No, espero que los hombres bestia hayan avisado a Melena Blanca, nos vendría bien su ayuda. - respondió la joven, ignorando los comentarios que Fiwyn había hecho acerca del centinela. Elen no comprendía cómo uno de sus hermanos podía estar limitado a la hora de percibir la oscuridad, quería verlo en acción y valorar así las posibilidades reales que tenían de ganar la batalla final, aunque ciertamente hasta el momento solo había visto de lo que era capaz Amaterasu, Vladimir seguía siendo una incógnita. Lo único que sabía de las habilidades del vampiro era que podía manipular las mentes para hacer ver lo que se le antojaba, tal como le había hecho a ella, pero al protegerlo de Huracán no dejó que le mostrase su estilo de combate ni nada más.
Ahora que la nigromante podía ser neutralizada debía confiar más que nunca en el resto de centinelas, pero todo apuntaba a que tendrían problemas para eliminar a los jinetes, ella misma era el eslabón más débil por su falta de experiencia, algo que tendría que suplir entrenando sus poderes para desarrollar nuevos ataques más efectivos, a contra reloj. Soltando un suspiro de resignación, la de cabellos cenicientos paseó su mirada por el templo, casi devorado por completo por la maleza y el agua. Antaño debió ser un lugar imponente a la vista pero el tiempo y la naturaleza habían causado estragos en la estructura, adueñándose de ella y arrastrando algunos bloques de piedra que en su momento debieron formar parte de la misma.
Ni siquiera había un camino directo hacia el portón, al menos no a la vista, así que en vez de perder el tiempo pensando en lo que podría aguardar tras aquellos muros prefirió buscar una ruta de entrada. De fondo solo se escuchaba el cantar de los pájaros y el relajante sonido de las cascadas, pero pronto la tranquilidad se vio rota por la llegada de un trío de elfos que salieron a toda prisa de entre los árboles. ¿No habían sido lo suficientemente precavidos a la hora de bordear el poblado? No habían visto ni oído a nadie durante el trayecto hasta el lago, pero eso no quería decir que no pudiese haber vigilantes ocultos en las alturas, algo con lo que no habían contado. Otra opción era que se tratase de los guardianes del templo y que se hubiesen percatado de su llegada, pero fuera lo que fuese, el conflicto estaba servido.
Los dos hombres que flanqueaban a la elfa de cabellos cobrizos y mirada penetrante portaban arcos y ya estaban listos para dispararles sin mediar palabra, mientras la tercera blandía un sable élfico con letras talladas y lo hacía girar alrededor de su mano. La extraña, sin abandonar su pose desafiante, gritó el apellido de la hechicera, dando a entender que sabía a quién tenía delante, pero lo siguiente que diría sería aún más sorprendente. Estaba allí para luchar, eso era evidente, pero se dirigió a ella llamándola Fashateni, algo que no pasó desapercibido. Solo sus hermanos centinelas y Erzsbeth Tarmúnil la habían llamado así, ¿quién era aquella mujer?
Entonces, como si de un fogonazo se tratase, la imagen le vino a la mente de forma repentina, ya había visto a aquella elfa antes. Durante la noche en que se convirtió en centinela Tarivius le había mostrado a sus nuevos hermanos, y al hablarle de Melena Blanca él no estaba solo en la escena, no, junto al león se encontraba su predecesora, la portadora de la sábana que terminó cediéndole su cargo al enterarse de la forma en que Amaterasu se había hecho con su reliquia. - Tyrande. - consiguió pronunciar la benjamina de los Calhoun, antes de caer en el gran problema en que se estaba metiendo.
¿Qué hacía la ex centinela allí? Y lo que era más importante aún, ¿cómo demonios se iba a ganar el favor de Melena Blanca enfrentándose a ella? Ambos eran amigos y por ello no le convenía enemistarse con la de cabellos cobrizos, pero hablar pacíficamente no entraba en los planes de la elfa, que concentró una brillante luz dorada en torno a su brazo y no dudó en lanzarla contra Alister. - ¡No! - exclamó la bruja, pero no pudo hacer nada por proteger a su compañero, que quedó cegado y profirió un quejido mientras se llevaba las manos a los ojos. Sin dar la espalda a su ahora oponente, Elen acudió junto al dragón y lo instó a arrodillarse, luego trató de examinar el posible daño y confirmó que tenía los ojos irritados y enrojecidos.
- Mantente al margen Alister, y no te muevas de aquí. - le susurró, antes de alzarse y situarse de modo que su cuerpo quedase cubriendo el del cazador, así los arqueros no podrían aprovechar su momentánea vulnerabilidad para dispararle. - Déjale en paz Tyrande, si tenéis que atacar a alguien que sea a mí. - dijo alzando un poco la voz para que la escuchasen, mientras manipulaba su eléctrico elemento para levantar un muro de energía en torno al dragón. Eso le permitiría moverse un poco y daría algo de protección a su compañero, aunque no sabía qué esperar de la ex centinela ni de los otros dos individuos. Pronto entendió que los arqueros no estaban allí para intervenir sino para asegurarse de que el duelo se llevaba a cabo tal como Tyrande quería, en cuanto relajaron sus posturas y destensaron ligeramente sus arcos, dando por hecho que había aceptado enfrentarse a ella en un uno contra uno.
Alister percibió la energía que lo rodeaba y supo que en su estado lo mejor que podía hacer era no convertirse en un estorbo, razón por la cual se quedó justo donde la de ojos verdes lo había dejado, sin poder librarse aún del resquemor pero atento a cuando pasaba a su alrededor. En vista de que no habría forma de hablar con ella civilizadamente, Elen permitió que la electricidad le envolviese el brazo izquierdo y desenvainó una de las espadas con la diestra, esperando que la intención de la elfa no fuese hacer correr la sangre sino simplemente ponerla a prueba para determinar si Tarivius había vuelto a equivocarse a la hora de elegir una sucesora.
Las diferencias entre ella y Amaterasu eran enormes, pero tendría que hallar la forma de hacérselo ver a Tyrande y posteriormente a Melena Blanca, solo así el actual centinela de aquellas tierras escucharía su petición. Sin la menor intención de ser la primera en atacar, ya que se veía obligada a pelear, Elen aguardó a que su adversaria tomase la iniciativa, cosa que no tardó mucho en suceder. Un nuevo rayo de luz salió disparado de manos de la ex centinela, pero la tensai consiguió agacharse a tiempo y esquivarlo, tras lo cual y muy a su pesar, pasó a la ofensiva. Manipulando el viento, la de cabellos cenicientos lanzó una onda contra el trío de moradores de los bosques, buscando lanzarlos al suelo pero sin causarles demasiado daño, ¿de verdad podía permitirse luchar así?
Limitarse a sí misma por no querer herir a la predecesora de Melena Blanca solo la haría menos eficiente en combate, y en realidad no tenía idea del poder que podía albergar Tyrande ni de si existía la más mínima posibilidad de que la venciese en aquel duelo. Haciendo gala de una agilidad pasmosa, la elfa esquivó su ataque sin problema alguno, mientras los arqueros, que no habían tenido tanta suerte, se veían desestabilizados y trataban de mantener el equilibrio para no caerse. Sable en mano, la forestal salvó la distancia que las separaba y arremetió contra ella sin miramientos, haciendo chocar su acero con el de la benjamina de los Calhoun, que transmitió la corriente eléctrica a la hoja para que en caso de alcanzar a su contrincante, la dejase aturdida.
El metálico chasquido de las armas al encontrarse sonó varias veces, mientras cada una vigilaba el brazo de la otra para estar preparada ante un posible ataque mágico. Tyrande fue la primera en intentarlo, concentrando su luz para aprovechar la cercanía y acertar a su adversaria en el vientre, pero Elen vio lo que trataba de hacer y puso tierra de por medio, dirigiendo una potente corriente de viento que las separó varios metros, distancia suficiente para tener alguna opción de esquivar los ataques de la elfa. Adelantándose a ella, la tensai echó mano de su eléctrico elemento y disparó una ráfaga de tres descargas, pero probablemente al igual que con la onda, la ex centinela consiguiese esquivarlas.
- Esto no pinta bien. - comentó Alister, al tiempo que ataba las riendas de su caballo a un árbol cercano, algo que la de ojos verdes imitó instantes después. - No, espero que los hombres bestia hayan avisado a Melena Blanca, nos vendría bien su ayuda. - respondió la joven, ignorando los comentarios que Fiwyn había hecho acerca del centinela. Elen no comprendía cómo uno de sus hermanos podía estar limitado a la hora de percibir la oscuridad, quería verlo en acción y valorar así las posibilidades reales que tenían de ganar la batalla final, aunque ciertamente hasta el momento solo había visto de lo que era capaz Amaterasu, Vladimir seguía siendo una incógnita. Lo único que sabía de las habilidades del vampiro era que podía manipular las mentes para hacer ver lo que se le antojaba, tal como le había hecho a ella, pero al protegerlo de Huracán no dejó que le mostrase su estilo de combate ni nada más.
Ahora que la nigromante podía ser neutralizada debía confiar más que nunca en el resto de centinelas, pero todo apuntaba a que tendrían problemas para eliminar a los jinetes, ella misma era el eslabón más débil por su falta de experiencia, algo que tendría que suplir entrenando sus poderes para desarrollar nuevos ataques más efectivos, a contra reloj. Soltando un suspiro de resignación, la de cabellos cenicientos paseó su mirada por el templo, casi devorado por completo por la maleza y el agua. Antaño debió ser un lugar imponente a la vista pero el tiempo y la naturaleza habían causado estragos en la estructura, adueñándose de ella y arrastrando algunos bloques de piedra que en su momento debieron formar parte de la misma.
Ni siquiera había un camino directo hacia el portón, al menos no a la vista, así que en vez de perder el tiempo pensando en lo que podría aguardar tras aquellos muros prefirió buscar una ruta de entrada. De fondo solo se escuchaba el cantar de los pájaros y el relajante sonido de las cascadas, pero pronto la tranquilidad se vio rota por la llegada de un trío de elfos que salieron a toda prisa de entre los árboles. ¿No habían sido lo suficientemente precavidos a la hora de bordear el poblado? No habían visto ni oído a nadie durante el trayecto hasta el lago, pero eso no quería decir que no pudiese haber vigilantes ocultos en las alturas, algo con lo que no habían contado. Otra opción era que se tratase de los guardianes del templo y que se hubiesen percatado de su llegada, pero fuera lo que fuese, el conflicto estaba servido.
Los dos hombres que flanqueaban a la elfa de cabellos cobrizos y mirada penetrante portaban arcos y ya estaban listos para dispararles sin mediar palabra, mientras la tercera blandía un sable élfico con letras talladas y lo hacía girar alrededor de su mano. La extraña, sin abandonar su pose desafiante, gritó el apellido de la hechicera, dando a entender que sabía a quién tenía delante, pero lo siguiente que diría sería aún más sorprendente. Estaba allí para luchar, eso era evidente, pero se dirigió a ella llamándola Fashateni, algo que no pasó desapercibido. Solo sus hermanos centinelas y Erzsbeth Tarmúnil la habían llamado así, ¿quién era aquella mujer?
Entonces, como si de un fogonazo se tratase, la imagen le vino a la mente de forma repentina, ya había visto a aquella elfa antes. Durante la noche en que se convirtió en centinela Tarivius le había mostrado a sus nuevos hermanos, y al hablarle de Melena Blanca él no estaba solo en la escena, no, junto al león se encontraba su predecesora, la portadora de la sábana que terminó cediéndole su cargo al enterarse de la forma en que Amaterasu se había hecho con su reliquia. - Tyrande. - consiguió pronunciar la benjamina de los Calhoun, antes de caer en el gran problema en que se estaba metiendo.
¿Qué hacía la ex centinela allí? Y lo que era más importante aún, ¿cómo demonios se iba a ganar el favor de Melena Blanca enfrentándose a ella? Ambos eran amigos y por ello no le convenía enemistarse con la de cabellos cobrizos, pero hablar pacíficamente no entraba en los planes de la elfa, que concentró una brillante luz dorada en torno a su brazo y no dudó en lanzarla contra Alister. - ¡No! - exclamó la bruja, pero no pudo hacer nada por proteger a su compañero, que quedó cegado y profirió un quejido mientras se llevaba las manos a los ojos. Sin dar la espalda a su ahora oponente, Elen acudió junto al dragón y lo instó a arrodillarse, luego trató de examinar el posible daño y confirmó que tenía los ojos irritados y enrojecidos.
- Mantente al margen Alister, y no te muevas de aquí. - le susurró, antes de alzarse y situarse de modo que su cuerpo quedase cubriendo el del cazador, así los arqueros no podrían aprovechar su momentánea vulnerabilidad para dispararle. - Déjale en paz Tyrande, si tenéis que atacar a alguien que sea a mí. - dijo alzando un poco la voz para que la escuchasen, mientras manipulaba su eléctrico elemento para levantar un muro de energía en torno al dragón. Eso le permitiría moverse un poco y daría algo de protección a su compañero, aunque no sabía qué esperar de la ex centinela ni de los otros dos individuos. Pronto entendió que los arqueros no estaban allí para intervenir sino para asegurarse de que el duelo se llevaba a cabo tal como Tyrande quería, en cuanto relajaron sus posturas y destensaron ligeramente sus arcos, dando por hecho que había aceptado enfrentarse a ella en un uno contra uno.
Alister percibió la energía que lo rodeaba y supo que en su estado lo mejor que podía hacer era no convertirse en un estorbo, razón por la cual se quedó justo donde la de ojos verdes lo había dejado, sin poder librarse aún del resquemor pero atento a cuando pasaba a su alrededor. En vista de que no habría forma de hablar con ella civilizadamente, Elen permitió que la electricidad le envolviese el brazo izquierdo y desenvainó una de las espadas con la diestra, esperando que la intención de la elfa no fuese hacer correr la sangre sino simplemente ponerla a prueba para determinar si Tarivius había vuelto a equivocarse a la hora de elegir una sucesora.
Las diferencias entre ella y Amaterasu eran enormes, pero tendría que hallar la forma de hacérselo ver a Tyrande y posteriormente a Melena Blanca, solo así el actual centinela de aquellas tierras escucharía su petición. Sin la menor intención de ser la primera en atacar, ya que se veía obligada a pelear, Elen aguardó a que su adversaria tomase la iniciativa, cosa que no tardó mucho en suceder. Un nuevo rayo de luz salió disparado de manos de la ex centinela, pero la tensai consiguió agacharse a tiempo y esquivarlo, tras lo cual y muy a su pesar, pasó a la ofensiva. Manipulando el viento, la de cabellos cenicientos lanzó una onda contra el trío de moradores de los bosques, buscando lanzarlos al suelo pero sin causarles demasiado daño, ¿de verdad podía permitirse luchar así?
Limitarse a sí misma por no querer herir a la predecesora de Melena Blanca solo la haría menos eficiente en combate, y en realidad no tenía idea del poder que podía albergar Tyrande ni de si existía la más mínima posibilidad de que la venciese en aquel duelo. Haciendo gala de una agilidad pasmosa, la elfa esquivó su ataque sin problema alguno, mientras los arqueros, que no habían tenido tanta suerte, se veían desestabilizados y trataban de mantener el equilibrio para no caerse. Sable en mano, la forestal salvó la distancia que las separaba y arremetió contra ella sin miramientos, haciendo chocar su acero con el de la benjamina de los Calhoun, que transmitió la corriente eléctrica a la hoja para que en caso de alcanzar a su contrincante, la dejase aturdida.
El metálico chasquido de las armas al encontrarse sonó varias veces, mientras cada una vigilaba el brazo de la otra para estar preparada ante un posible ataque mágico. Tyrande fue la primera en intentarlo, concentrando su luz para aprovechar la cercanía y acertar a su adversaria en el vientre, pero Elen vio lo que trataba de hacer y puso tierra de por medio, dirigiendo una potente corriente de viento que las separó varios metros, distancia suficiente para tener alguna opción de esquivar los ataques de la elfa. Adelantándose a ella, la tensai echó mano de su eléctrico elemento y disparó una ráfaga de tres descargas, pero probablemente al igual que con la onda, la ex centinela consiguiese esquivarlas.
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
Dos cosas quedaron claras para Níniel tras el leve pero intenso intercambio de palabras con el anciano de la aldea; La primera, que la escasa fe de en las aptitudes como centinela de Melena Blanca era algo que no se limitaba solamente a la opinión de un par de elfas que por azares del destino o la voluntad de los dioses habían acabado recorriendo la senda "juntas", si no que se trataba de algo generalizado incluso en el seno de las comunidades que debía proteger. La segunda, que aquella menuda elfa de piel oscura sabía mucho más de lo que decía aunque no se hubiese negado a responder a sus preguntas. Su capacidad para sorprender incluso a su anciano interlocutor resultó de lo más esclarecedora, aunque también agrandaba el aura de misterio que la rodeaba, contribuyendo a aumentar el recelo de la peliblanca ante la que por el momento parecía ser su mejor opción para aprender más sobre la maldición que la afligía e incluso un modo para librarse de ella. De hecho...¿No la había engañado antes al decir que no sabía si la joven peliblanca podría ayudarla o no? Bien podría haber dicho que la había reconocido como sacerdotisa y que era justo lo que necesitaba, pero no lo había hecho.
-Un ritual de purificación...Ya veo.- Comentó en voz alta la joven más para sí misma de manera reflexiva, elevando su mirada hasta las torres del templo y centrándose en estudiar el aura que llegaba hasta allí procedente del mismo. Sí, como sacerdotisa era una de sus funciones y por tanto algo en lo que había sido adiestrada, aunque no era tan sencillo como llegar y rezarles a los dioses y nada más, cada rito era único en cierta manera y requería de ciertas condiciones el poder realizarse. Claro que la elfa oscura seguro que ya sabía eso también.
-¿Un carro?.- No pudo evitar preguntar Níniel ante las últimas palabras del anciano. Poco le importaba a ella que les otorgaran una escolta, de hecho para alguien como ella, una persona que incluso con la maldición se centraba en magia de curación, protección y refuerzo, eran buenas noticias, no pensaba en mente hacer nada contra aquel clan como para que fueran una amenaza. La cuestión realmente importante era por qué necesitaban un carro para cargar con la llave. Y la respuesta no tardó en presentarse ante ellos.
-Vaya. Debo decir que no me esperaba algo así. Es la llave más grande y extraña que haya visto nunca.- Comentó la joven acercándose hasta el pequeño carromato que un grupo de elfos armados habían llevado hasta donde se encontraban. Debía de tratarse de algún tipo de ornamento encantado o trabajado para hacer la función de llave. Una vez encajado en su lugar activaría algún mecanismo de apertura. El tamaño tenía sus pegas pero la necesidad de un grupo de personas para usarla aseguraba que se usase solo con consenso y que fuese muy difícil de robar. En el clan Thenidiel preferían los encantamientos protectores para sus lugares sagrados pero aquello tampoco estaba del todo mal.
-¿Es un dragón lo que representa?- Preguntó a continuación bajando de su montura y deslizando sus dedos sobre el contorno del bloque de piedra tallado. Si el templo estaba dedicado a ellos bien podría significar que las cosas podrían simplificarse. El clan Thenidiel adoraba a los dragones en Veyond por lo que ambos templos serían muy similares si era ese el caso.
Fuere como fuese, y una vez hechas las presentaciones de rigor con el que sería el líder de su escolta, un elfo de cabello rubio platino que respondía al nombre de Nimrod y que parecía preferir el combate con hacha élfica a dos manos al arco o la espada, el recién formado grupo no tardó en ponerse en marcha. Tomaron un zigzagueante sendero ascendente que atravesaba todo el pueblo evitando las múltiples y ruidosas caídas de agua, ayudando de ese modo a que la pendiente no fuera en ningún punto excesiva, algo que el caballo que tiraba del carro y de su valiosa carga sin duda agradecería, y Trickster también. Pronto dejarían atrás la aldea y con ella a los curiosos que bien de manera individual o en grupo se acercaban con cierto interés al borde camino. La mayoría se limitó a mirarles y a comentar entre ellos pero algunos les desearon suerte mediante las fórmulas tradicionales. Solo los pequeños, que parecían haber terminado ya sus lecciones diarias rompían el protocolo con su jovialidad. Ver que ni siquiera ellos parecían preocupase por su aura oscura y que le pedían que tuviese cuidado o incluso que se ofrecieran a acompañarla hizo que la joven no pudiera contener una sonrisa. Fiwyn tenía razón, los elfos no eran como los humanos, quizá sí era cierto que se había preocupado demasiado por su reacción.. Mucho tiempo entre orejas redondas seguramente, entre los cuales incluso revelar un poco más de piel de lo que estaban acostumbrados podía costarle una sorpresa desagradable.
-Aún no me puedo creer que el anciano haya cambiado de opinión. No quiero decir que esté en contra ni mucho menos pero no creo que podáis hacer nada por mucho que seáis alta sacerdotisa.- Expresó Nimrod poniendo su montura a la altura de la de la joven peliblanca y también dirigiéndose a Fiwyn, que estaba justo delante de ellos, sentada en el borde trasero del carromato con sus piernas colgando y siendo agitadas por el traqueteo del transporte.
-Al menos lo intentaremos, y contamos con ayuda de una centinela que sí siente el éter también. Es una bruja y su compañero un dragón, supongo que ya lo sabréis. Lo digo porque vamos a tener que trabajar juntos. Sé que el templo es un lugar sagrado y una bruja no debería pisarlo, pero es centinela y haremos una excepción a cambio de su ayuda.- Respondió la peliblanca tratando además de ayudar a aquellos elfos a tomar conciencia de lo que iba a pasar. Lo que menos quería en esos momentos es que alguno se dejara llevar por las más cerradas tradiciones y el peor de los rencores y cometiera alguna estupidez. Seguramente acabaría convertido en ceniza y lo que ocurriera a continuación no sería mucho mejor.
-Lo sabemos, no se preocupe por eso sacerdotisa. Mientras se comporte no debe temer nada de nosotros, aunque quizá...- Respondió el elfo dejando la frase en suspenso y haciendo que Níniel clavara su mirada aguamarina en la azul claro del guerrero del bosque, de manera interrogante a la par que apremiante. -La antigua centinela rondaba el templo estos días. Aunque tampoco parece haber sido capaz de solucionar nada.- Expresó tratando de decir eso último de manera respetuosa, logrando que Fiwyn soltara un bufido que sonó casi como una risa. Todo señalaba a que la anterior centinela del este tampoco era santo de su devoción, de hecho ya la había llamado necia ante el anciano del pueblo.
-Nuestra amiga puede acreditar ser centinela. ¿Se supone que trabajan juntos no? Los cuatro. Lady Tyrande no la atacaría.- Comentó la elfa. Y la respuesta del elfo sobre los rumores de luchas fratricidas en el seno de los centinelas no hizo sino que Níniel soltara aire con evidente frustración mientras negaba con la cabeza. - Por los dioses...-
Una centinela como Elen, poderosa sin duda pero lejos de lo que las historias contaban sobre ellos, un centinela hombre-bestia aparentemente inútil y con un montón de idiotas bajo su mando...¿Y ahora había que añadir que ni siquiera se llevaban bien entre ellos? Menudo grupo de protectores estaban hechos, más les valdría a sus protegidos saber valerse por sí mismos porque si no...De repente la idea de formar parte de algo así se le antojó pésima a la joven. Si finalmente necesitaba la capa blanca pues tendría que encontrar el modo de hacerse con ella, pero ser la nueva centinela del este ya no sonaba tan tentador. De hecho parecía traer una seria cantidad de problemas consigo poco o nada relacionados con su cometido.
-Dime al menos que tú sí sabes lo que está pasando y cómo solucionarlo Fiwyn, ya va siendo hora de recibir una buena noticia hoy.- Pidió la peliblanca a la pequeña elfa de piel oscura que parecía satisfecha con el hecho de ver a Níniel confiando cada vez menos en los centinelas. -¿Crees que en el templo encontraremos alguna pista para...ayudarnos con las maldiciones?.- Preguntó también. Pues ese era el principal motivo por el que estaba haciendo todo aquello; Ayudar a la elfa oscura para que ella la ayudara.
-Un ritual de purificación...Ya veo.- Comentó en voz alta la joven más para sí misma de manera reflexiva, elevando su mirada hasta las torres del templo y centrándose en estudiar el aura que llegaba hasta allí procedente del mismo. Sí, como sacerdotisa era una de sus funciones y por tanto algo en lo que había sido adiestrada, aunque no era tan sencillo como llegar y rezarles a los dioses y nada más, cada rito era único en cierta manera y requería de ciertas condiciones el poder realizarse. Claro que la elfa oscura seguro que ya sabía eso también.
-¿Un carro?.- No pudo evitar preguntar Níniel ante las últimas palabras del anciano. Poco le importaba a ella que les otorgaran una escolta, de hecho para alguien como ella, una persona que incluso con la maldición se centraba en magia de curación, protección y refuerzo, eran buenas noticias, no pensaba en mente hacer nada contra aquel clan como para que fueran una amenaza. La cuestión realmente importante era por qué necesitaban un carro para cargar con la llave. Y la respuesta no tardó en presentarse ante ellos.
-Vaya. Debo decir que no me esperaba algo así. Es la llave más grande y extraña que haya visto nunca.- Comentó la joven acercándose hasta el pequeño carromato que un grupo de elfos armados habían llevado hasta donde se encontraban. Debía de tratarse de algún tipo de ornamento encantado o trabajado para hacer la función de llave. Una vez encajado en su lugar activaría algún mecanismo de apertura. El tamaño tenía sus pegas pero la necesidad de un grupo de personas para usarla aseguraba que se usase solo con consenso y que fuese muy difícil de robar. En el clan Thenidiel preferían los encantamientos protectores para sus lugares sagrados pero aquello tampoco estaba del todo mal.
-¿Es un dragón lo que representa?- Preguntó a continuación bajando de su montura y deslizando sus dedos sobre el contorno del bloque de piedra tallado. Si el templo estaba dedicado a ellos bien podría significar que las cosas podrían simplificarse. El clan Thenidiel adoraba a los dragones en Veyond por lo que ambos templos serían muy similares si era ese el caso.
Fuere como fuese, y una vez hechas las presentaciones de rigor con el que sería el líder de su escolta, un elfo de cabello rubio platino que respondía al nombre de Nimrod y que parecía preferir el combate con hacha élfica a dos manos al arco o la espada, el recién formado grupo no tardó en ponerse en marcha. Tomaron un zigzagueante sendero ascendente que atravesaba todo el pueblo evitando las múltiples y ruidosas caídas de agua, ayudando de ese modo a que la pendiente no fuera en ningún punto excesiva, algo que el caballo que tiraba del carro y de su valiosa carga sin duda agradecería, y Trickster también. Pronto dejarían atrás la aldea y con ella a los curiosos que bien de manera individual o en grupo se acercaban con cierto interés al borde camino. La mayoría se limitó a mirarles y a comentar entre ellos pero algunos les desearon suerte mediante las fórmulas tradicionales. Solo los pequeños, que parecían haber terminado ya sus lecciones diarias rompían el protocolo con su jovialidad. Ver que ni siquiera ellos parecían preocupase por su aura oscura y que le pedían que tuviese cuidado o incluso que se ofrecieran a acompañarla hizo que la joven no pudiera contener una sonrisa. Fiwyn tenía razón, los elfos no eran como los humanos, quizá sí era cierto que se había preocupado demasiado por su reacción.. Mucho tiempo entre orejas redondas seguramente, entre los cuales incluso revelar un poco más de piel de lo que estaban acostumbrados podía costarle una sorpresa desagradable.
-Aún no me puedo creer que el anciano haya cambiado de opinión. No quiero decir que esté en contra ni mucho menos pero no creo que podáis hacer nada por mucho que seáis alta sacerdotisa.- Expresó Nimrod poniendo su montura a la altura de la de la joven peliblanca y también dirigiéndose a Fiwyn, que estaba justo delante de ellos, sentada en el borde trasero del carromato con sus piernas colgando y siendo agitadas por el traqueteo del transporte.
-Al menos lo intentaremos, y contamos con ayuda de una centinela que sí siente el éter también. Es una bruja y su compañero un dragón, supongo que ya lo sabréis. Lo digo porque vamos a tener que trabajar juntos. Sé que el templo es un lugar sagrado y una bruja no debería pisarlo, pero es centinela y haremos una excepción a cambio de su ayuda.- Respondió la peliblanca tratando además de ayudar a aquellos elfos a tomar conciencia de lo que iba a pasar. Lo que menos quería en esos momentos es que alguno se dejara llevar por las más cerradas tradiciones y el peor de los rencores y cometiera alguna estupidez. Seguramente acabaría convertido en ceniza y lo que ocurriera a continuación no sería mucho mejor.
-Lo sabemos, no se preocupe por eso sacerdotisa. Mientras se comporte no debe temer nada de nosotros, aunque quizá...- Respondió el elfo dejando la frase en suspenso y haciendo que Níniel clavara su mirada aguamarina en la azul claro del guerrero del bosque, de manera interrogante a la par que apremiante. -La antigua centinela rondaba el templo estos días. Aunque tampoco parece haber sido capaz de solucionar nada.- Expresó tratando de decir eso último de manera respetuosa, logrando que Fiwyn soltara un bufido que sonó casi como una risa. Todo señalaba a que la anterior centinela del este tampoco era santo de su devoción, de hecho ya la había llamado necia ante el anciano del pueblo.
-Nuestra amiga puede acreditar ser centinela. ¿Se supone que trabajan juntos no? Los cuatro. Lady Tyrande no la atacaría.- Comentó la elfa. Y la respuesta del elfo sobre los rumores de luchas fratricidas en el seno de los centinelas no hizo sino que Níniel soltara aire con evidente frustración mientras negaba con la cabeza. - Por los dioses...-
Una centinela como Elen, poderosa sin duda pero lejos de lo que las historias contaban sobre ellos, un centinela hombre-bestia aparentemente inútil y con un montón de idiotas bajo su mando...¿Y ahora había que añadir que ni siquiera se llevaban bien entre ellos? Menudo grupo de protectores estaban hechos, más les valdría a sus protegidos saber valerse por sí mismos porque si no...De repente la idea de formar parte de algo así se le antojó pésima a la joven. Si finalmente necesitaba la capa blanca pues tendría que encontrar el modo de hacerse con ella, pero ser la nueva centinela del este ya no sonaba tan tentador. De hecho parecía traer una seria cantidad de problemas consigo poco o nada relacionados con su cometido.
-Dime al menos que tú sí sabes lo que está pasando y cómo solucionarlo Fiwyn, ya va siendo hora de recibir una buena noticia hoy.- Pidió la peliblanca a la pequeña elfa de piel oscura que parecía satisfecha con el hecho de ver a Níniel confiando cada vez menos en los centinelas. -¿Crees que en el templo encontraremos alguna pista para...ayudarnos con las maldiciones?.- Preguntó también. Pues ese era el principal motivo por el que estaba haciendo todo aquello; Ayudar a la elfa oscura para que ella la ayudara.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
A Tyrande no la sorprendió que Elen la reconociese tan rápido. Era consciente de que Tarivius o cualquiera de los otros centinelas podría haberle hecho su causa. Mantener su identidad no era algo que buscase ya que todo el mundo en aquellos bosques la conocía. Se mantenía concentrada en el combate. Evaluando cada movimiento de Elen con espada y elemento, tratando de buscar el límite de la chica. Luchaba con limpieza y con honor, exactamente igual que ella, algo que la excentinela valoró.
Chasqueó los dedos para que los elfos dejasen en paz a Alister, ella quería un duelo uno para uno. Y no era su intención alertar al dragón, ahora que Elen estaba dispuesta a tenerlo, no tenía sentido para ella herirlo.
La agilidad de la elfa era encomiable. Saltaba y chocaba sus espadas como si previera los movimientos de Elen. Y generaba hechizos de luz en su mano, en forma de rayo similar a los que disponía Elen, pero generados a partir de la luz, y que producían una calambre similar. También generaba orbes de energía, que además de cegar, quemaban la piel. Pero daba la sensación de que ni siquiera estaba haciendo uso de sus mejores habilidades contra su adversario. Cosa que sí parecía verse en Elen al menos en lo que a esfuerzo se refería.
Cuando la bruja lanzó la triple descarga, Tyrande rápidamente paró las tres con su espada, imbuida en la luz que transmitía con sus dos manos sobre el mango, desviando los rayos. Giró sobre sí misma, saltando hacia Elen y al chocar las espadas desarmó a su contrincante y colocó el filo de la suya sobre su cuello, en un movimiento rápido en el que parecía que la iba a rebanar la cabeza, pero que detuvo con una precisión milimétrica al llegar a su cuello. - ¿Así piensas vencer a los jinetes oscuros? – Le hizo ver, antes de guardar su sable con un elegante gesto de muñeca. – Esperaba más de una seguidora de Amaterasu. – se dio la vuelta, mirando al lago. Esperando una respuesta de Elen. Los elfos que la acompañaban se quedaron a su vera.
-Esa elfa que iba contigo. ¿Quién era? – preguntó, mirando el lago, sin girarse. – No la sacerdotisa Thenidiel, la otra. – ahora se giró. – Fiwyn. Conozco a todos los elfos de este bosque. Y no conozco a ninguna con ese nombre, y mucho menos con esos rasgos y esa alma tan… negra. – se llevó la mano al corazón. – Es algo que sólo había sentido cuando… - afirmó, entrecerró los ojos y se detuvo. – Da igual. Llevo días buscando la forma de entrar al templo, siento que hay un mal muy grande en el interior, que es lo que causa las apariciones del bosque. – hablaba acelerada. – Pese a la negativa del clan Lentherzail a cederme la llave, he descubierto por los lugareños que existe una entrada abierta buceando a través del lago. Pero no tengo branquias para estar un rato bajo el agua. – suspiró. – Quería ayudar a Melena Blanca. Esto escapa de su conocimiento. Si al menos tuviera una dichosa poción...– se lamentó, sentándose con impotencia sobre un derruido pilar a los pies del lago. Podía hacer muchas cosas. Derrotar jinetes oscuros, blandir una espada con habilidad o generar electricidad, pero no podía mantener la respiración bajo el agua más que un humano normal.
* * * * * * * * * * * * * * *
Nimrod no entendía la confianza que el decano del clan elfo había depositado en Níniel y Fiwyn. Dos extrañas cualesquiera con un aura misteriosamente oscura. Sin embargo, dada la creencia en la incapacidad de Melena Blanca para resolver la situación. Níniel parecía incómoda por cómo se terminarían por resolver las cosas, y no dudó en preguntar a Fiwyn, sentada en la parte trasera del carro, sobre las posibilidades que tenían de salir del carro.
-Rodeadas como estamos, no te puedo decir demasiado. – le aseguró con tranquilidad la elfina. - Pero si me haces caso, te aseguro que ambas terminaremos sin maldición. Mas no te mentiré, siempre hay un precio a pagar. Aunque no para ti, directamente. – aseguró la elfa con una sonrisa confiada.
No tendrían mucho más tiempo para hablar, pues un grupo de hombres bestia saldría de la espesura para plantarse delante del carro. Veloces como el rayo.
-¡Alto! – sonó una voz muy ronca frente a ellos. Fiwyn, sentada en la parte trasera del carro, giró su cabeza para mirar y se bajó del mismo.
Frente a ellos permanecía un enorme hombre bestia león de cerca 2 metros treinta de altura. Musculado. Mirando seriamente. Portaba una capa blanca que volaba ante un viento que no existía. Un movimiento innatural, más propio de la presencia de un alma muy oscura próxima, del mismo modo que había vibrado el medallón de Elen. Tras él, una escolta de cinco hombres bestia lince, entre los que se encontraba, a su derecha, el fiel Imargo Ja’zad.
-Esas son las elfas de las que le hablaba, jefe de guerra. – indicó el leónico, señalando primero a Fiwyn y después a Níniel. El líder del grupo miró impasible primero a la rubia, y después a la de pelo corto. Mientras rodeaba el carro lentamente. Observando el tamaño de la llave que abría la puerta al interior del templo. Resopló y, poco después, dio comienzo su discurso.
–Este transporte queda requisado por mi compañía. Volved al pueblo. – sentenció. Disponía de autoridad para ello.
-Pero señor… Esa llave pertenece a nuestro pueblo. El clan Lentherzail. – sugirió Nimrod con educación. – No puedo cedérsela sin consentimiento del decano del clan.
-Como centinela del este, no necesito el consentimiento de nadie para investigar aquello que considere peligroso. Es a mí a quien corresponde tal deber. Y a vosotros no causarme dificultades. – comenzó hablando con educación, manteniendo siempre su habitual seriedad. – Ningún otro centinela ni criatura tiene competencias en esta tierra. Y no expondré la vida de ningún inocente sin antes saber lo que hay dentro de ese templo. Es mi responsabilidad como centinela. – un gesto muy noble por su parte. Y es que por si algo destacaba Melena Blanca, era por ser el más honrado y sacrificado de los centinelas. El elfo inclinó la cabeza, aceptando la autoridad del guardián pese a desobedecer al líder de su clan.
Quien no parecía satisfecha era la pequeña Fiwyn. Que miró incomprendida y hecha una furia al hombre león. Su repentina aparición parecía haber tirado por la borda todo su plan.
-¿Este es el legendario Melena Blanca? – preguntó ella dirigiéndose a su espalda. Le llegaba poco más que por la altura del abdomen. - ¿Un incompetente incapaz de dar una solución a los problemas de las apariciones tras dos semanas de investigación? ¿Un vulgar ladrón que abusa de su autoridad para robar a los elfos sus objetos más preciados? – protestó Fiwyn prácticamente encarándose con el grandullón, que la miraba sin contestarle. Su capa vibraba ahora más que nunca, cosa que parecía estar probando. Pero Imargo salió rápidamente en defensa del líder leónico, tomó a la elfa del antebrazo y la empujó fuertemente contra Níniel, y desenfundó su espada, rasgándola bien contra el metal de la funda para producir un sonido bien afilado.
-¿Cómo osas hablar así al Jefe de Guerra? ¡Cuidad vuestras sucias lenguas u os las corto, sabandijas! – amenazó el leal Imargo, apuntándolas a las dos. Su primer contacto con las elfas ya había sido negativo.
-¡Los leónicos sois unos vulgares macarras sin ningún tipo de educación ni respeto por las tradiciones élficas! – protestó ya a gritos la elfa.
Aquello dio comienzo a una estúpida discusión entre leónico y elfa oscura. Algo que el centinela no tardaría en detener, una vez pensó el por qué habían terminado en aquella discusión.
-Basta, Imargo. – ordenó Melena Blanca. Deteniéndose éste por completo. Posó su mirada en Fiwyn y Níniel. - ¿Por qué mi capa vibra cuando estoy cerca de vosotras? – miró a Fiwyn. – Especialmente cuanto estoy cerca de ti. ¿Por qué no os conozco? ¿De qué clan salisteis vosotras dos? – preguntó cerrando un ojo. Esperando primero la respuesta de Níniel, probablemente el poco espabilado de Imargo no recordase lo que le había dicho con anterioridad la sacerdotisa. - Vendréis con nosotros.
-Claro que nos conocemos, Melena Blanca… - susurró ella, desafiante y con odio. – Pensándolo mejor, créeme que estoy deseando que entres a ese templo. - le dijo ella clavando sus ojos carmesíes. - Porque te aseguro que será lo último que hagas… - sentenció en una clara amenaza. El portador de la capa blanca guardó silencio por unos instantes.
-Prendedla. – ordenó el leónico pasando a su lado, sin darle mayor importancia a su comentario. Intentando recordar, sin éxito, donde la había conocido. Y es que su cara no le sonaba para nada. - Con mucho gusto, Jefe. - afirmó gustosamente Imargo y varios leónicos redujeron a la elfa de no muy buenas maneras. Una elfa que en ningún momento puso oposición a su arresto.
Elen: No has obtenido una buena runa, por lo que has perdido el duelo, pero al ser media buena, terminas ilesa. Tu derrota no gusta a Tyrande, pero tal vez tengas una manera de sorprenderla si consigues algo que os permita respirar bajo el agua. Tal vez un objeto en tu lista de tareas o una poción que puedas fabricar con algo de los alrededores. De ser así, podrás acceder al templo junto a Tyrande por la parte inferior del mismo. De lo contrario o, si prefieres esperar al resto del grupo, no te quedará más remedio que esperar por Níniel y Fiwyn. No tardarán en llegar. Es tu decisión. Podrás preguntarle a Tyrande lo que quieras en este turno. Podrás utilizarla si deseas entrar al lago.
Níniel: ¡Y al sexto post por fin ha aparecido Melena Blanca junto a Imargo y varios leónicos! Y os ha requisado la llave. ¿Qué te ha aparecido su actuación? ¿Estarás más del lado de Fiwyn, tratando de convencer a Melena Blanca de su error con la elfa y que la deje en libertad? ¿O le ratificarás al león sus motivos para prenderla y llevarla bajo vigilancia? Puedes dirigirte a cualquiera de los dos. Tu postura hacia uno de los dos o tu neutralidad no dejará indiferente a ninguno, fíjate como ya has conseguido caerle mal a Imargo. Ahora tendrás que describir tu llegada al templo. Puede que Elen y Tyrande hayan decidido esperaros o no, de ser así te encontrarás con ellas. En cualquier caso, terminaréis introduciendo la “llave” en la piedra. Puedes utilizar los personajes que quieras. Nimrod y los elfos os abandonan.
Chasqueó los dedos para que los elfos dejasen en paz a Alister, ella quería un duelo uno para uno. Y no era su intención alertar al dragón, ahora que Elen estaba dispuesta a tenerlo, no tenía sentido para ella herirlo.
La agilidad de la elfa era encomiable. Saltaba y chocaba sus espadas como si previera los movimientos de Elen. Y generaba hechizos de luz en su mano, en forma de rayo similar a los que disponía Elen, pero generados a partir de la luz, y que producían una calambre similar. También generaba orbes de energía, que además de cegar, quemaban la piel. Pero daba la sensación de que ni siquiera estaba haciendo uso de sus mejores habilidades contra su adversario. Cosa que sí parecía verse en Elen al menos en lo que a esfuerzo se refería.
Cuando la bruja lanzó la triple descarga, Tyrande rápidamente paró las tres con su espada, imbuida en la luz que transmitía con sus dos manos sobre el mango, desviando los rayos. Giró sobre sí misma, saltando hacia Elen y al chocar las espadas desarmó a su contrincante y colocó el filo de la suya sobre su cuello, en un movimiento rápido en el que parecía que la iba a rebanar la cabeza, pero que detuvo con una precisión milimétrica al llegar a su cuello. - ¿Así piensas vencer a los jinetes oscuros? – Le hizo ver, antes de guardar su sable con un elegante gesto de muñeca. – Esperaba más de una seguidora de Amaterasu. – se dio la vuelta, mirando al lago. Esperando una respuesta de Elen. Los elfos que la acompañaban se quedaron a su vera.
-Esa elfa que iba contigo. ¿Quién era? – preguntó, mirando el lago, sin girarse. – No la sacerdotisa Thenidiel, la otra. – ahora se giró. – Fiwyn. Conozco a todos los elfos de este bosque. Y no conozco a ninguna con ese nombre, y mucho menos con esos rasgos y esa alma tan… negra. – se llevó la mano al corazón. – Es algo que sólo había sentido cuando… - afirmó, entrecerró los ojos y se detuvo. – Da igual. Llevo días buscando la forma de entrar al templo, siento que hay un mal muy grande en el interior, que es lo que causa las apariciones del bosque. – hablaba acelerada. – Pese a la negativa del clan Lentherzail a cederme la llave, he descubierto por los lugareños que existe una entrada abierta buceando a través del lago. Pero no tengo branquias para estar un rato bajo el agua. – suspiró. – Quería ayudar a Melena Blanca. Esto escapa de su conocimiento. Si al menos tuviera una dichosa poción...– se lamentó, sentándose con impotencia sobre un derruido pilar a los pies del lago. Podía hacer muchas cosas. Derrotar jinetes oscuros, blandir una espada con habilidad o generar electricidad, pero no podía mantener la respiración bajo el agua más que un humano normal.
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Nimrod no entendía la confianza que el decano del clan elfo había depositado en Níniel y Fiwyn. Dos extrañas cualesquiera con un aura misteriosamente oscura. Sin embargo, dada la creencia en la incapacidad de Melena Blanca para resolver la situación. Níniel parecía incómoda por cómo se terminarían por resolver las cosas, y no dudó en preguntar a Fiwyn, sentada en la parte trasera del carro, sobre las posibilidades que tenían de salir del carro.
-Rodeadas como estamos, no te puedo decir demasiado. – le aseguró con tranquilidad la elfina. - Pero si me haces caso, te aseguro que ambas terminaremos sin maldición. Mas no te mentiré, siempre hay un precio a pagar. Aunque no para ti, directamente. – aseguró la elfa con una sonrisa confiada.
No tendrían mucho más tiempo para hablar, pues un grupo de hombres bestia saldría de la espesura para plantarse delante del carro. Veloces como el rayo.
-¡Alto! – sonó una voz muy ronca frente a ellos. Fiwyn, sentada en la parte trasera del carro, giró su cabeza para mirar y se bajó del mismo.
Frente a ellos permanecía un enorme hombre bestia león de cerca 2 metros treinta de altura. Musculado. Mirando seriamente. Portaba una capa blanca que volaba ante un viento que no existía. Un movimiento innatural, más propio de la presencia de un alma muy oscura próxima, del mismo modo que había vibrado el medallón de Elen. Tras él, una escolta de cinco hombres bestia lince, entre los que se encontraba, a su derecha, el fiel Imargo Ja’zad.
- El centinela, Melena Blanca, y la capa blanca:
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-Esas son las elfas de las que le hablaba, jefe de guerra. – indicó el leónico, señalando primero a Fiwyn y después a Níniel. El líder del grupo miró impasible primero a la rubia, y después a la de pelo corto. Mientras rodeaba el carro lentamente. Observando el tamaño de la llave que abría la puerta al interior del templo. Resopló y, poco después, dio comienzo su discurso.
–Este transporte queda requisado por mi compañía. Volved al pueblo. – sentenció. Disponía de autoridad para ello.
-Pero señor… Esa llave pertenece a nuestro pueblo. El clan Lentherzail. – sugirió Nimrod con educación. – No puedo cedérsela sin consentimiento del decano del clan.
-Como centinela del este, no necesito el consentimiento de nadie para investigar aquello que considere peligroso. Es a mí a quien corresponde tal deber. Y a vosotros no causarme dificultades. – comenzó hablando con educación, manteniendo siempre su habitual seriedad. – Ningún otro centinela ni criatura tiene competencias en esta tierra. Y no expondré la vida de ningún inocente sin antes saber lo que hay dentro de ese templo. Es mi responsabilidad como centinela. – un gesto muy noble por su parte. Y es que por si algo destacaba Melena Blanca, era por ser el más honrado y sacrificado de los centinelas. El elfo inclinó la cabeza, aceptando la autoridad del guardián pese a desobedecer al líder de su clan.
Quien no parecía satisfecha era la pequeña Fiwyn. Que miró incomprendida y hecha una furia al hombre león. Su repentina aparición parecía haber tirado por la borda todo su plan.
-¿Este es el legendario Melena Blanca? – preguntó ella dirigiéndose a su espalda. Le llegaba poco más que por la altura del abdomen. - ¿Un incompetente incapaz de dar una solución a los problemas de las apariciones tras dos semanas de investigación? ¿Un vulgar ladrón que abusa de su autoridad para robar a los elfos sus objetos más preciados? – protestó Fiwyn prácticamente encarándose con el grandullón, que la miraba sin contestarle. Su capa vibraba ahora más que nunca, cosa que parecía estar probando. Pero Imargo salió rápidamente en defensa del líder leónico, tomó a la elfa del antebrazo y la empujó fuertemente contra Níniel, y desenfundó su espada, rasgándola bien contra el metal de la funda para producir un sonido bien afilado.
-¿Cómo osas hablar así al Jefe de Guerra? ¡Cuidad vuestras sucias lenguas u os las corto, sabandijas! – amenazó el leal Imargo, apuntándolas a las dos. Su primer contacto con las elfas ya había sido negativo.
-¡Los leónicos sois unos vulgares macarras sin ningún tipo de educación ni respeto por las tradiciones élficas! – protestó ya a gritos la elfa.
Aquello dio comienzo a una estúpida discusión entre leónico y elfa oscura. Algo que el centinela no tardaría en detener, una vez pensó el por qué habían terminado en aquella discusión.
-Basta, Imargo. – ordenó Melena Blanca. Deteniéndose éste por completo. Posó su mirada en Fiwyn y Níniel. - ¿Por qué mi capa vibra cuando estoy cerca de vosotras? – miró a Fiwyn. – Especialmente cuanto estoy cerca de ti. ¿Por qué no os conozco? ¿De qué clan salisteis vosotras dos? – preguntó cerrando un ojo. Esperando primero la respuesta de Níniel, probablemente el poco espabilado de Imargo no recordase lo que le había dicho con anterioridad la sacerdotisa. - Vendréis con nosotros.
-Claro que nos conocemos, Melena Blanca… - susurró ella, desafiante y con odio. – Pensándolo mejor, créeme que estoy deseando que entres a ese templo. - le dijo ella clavando sus ojos carmesíes. - Porque te aseguro que será lo último que hagas… - sentenció en una clara amenaza. El portador de la capa blanca guardó silencio por unos instantes.
-Prendedla. – ordenó el leónico pasando a su lado, sin darle mayor importancia a su comentario. Intentando recordar, sin éxito, donde la había conocido. Y es que su cara no le sonaba para nada. - Con mucho gusto, Jefe. - afirmó gustosamente Imargo y varios leónicos redujeron a la elfa de no muy buenas maneras. Una elfa que en ningún momento puso oposición a su arresto.
* * * * * * * * * * * * *
Elen: No has obtenido una buena runa, por lo que has perdido el duelo, pero al ser media buena, terminas ilesa. Tu derrota no gusta a Tyrande, pero tal vez tengas una manera de sorprenderla si consigues algo que os permita respirar bajo el agua. Tal vez un objeto en tu lista de tareas o una poción que puedas fabricar con algo de los alrededores. De ser así, podrás acceder al templo junto a Tyrande por la parte inferior del mismo. De lo contrario o, si prefieres esperar al resto del grupo, no te quedará más remedio que esperar por Níniel y Fiwyn. No tardarán en llegar. Es tu decisión. Podrás preguntarle a Tyrande lo que quieras en este turno. Podrás utilizarla si deseas entrar al lago.
Níniel: ¡Y al sexto post por fin ha aparecido Melena Blanca junto a Imargo y varios leónicos! Y os ha requisado la llave. ¿Qué te ha aparecido su actuación? ¿Estarás más del lado de Fiwyn, tratando de convencer a Melena Blanca de su error con la elfa y que la deje en libertad? ¿O le ratificarás al león sus motivos para prenderla y llevarla bajo vigilancia? Puedes dirigirte a cualquiera de los dos. Tu postura hacia uno de los dos o tu neutralidad no dejará indiferente a ninguno, fíjate como ya has conseguido caerle mal a Imargo. Ahora tendrás que describir tu llegada al templo. Puede que Elen y Tyrande hayan decidido esperaros o no, de ser así te encontrarás con ellas. En cualquier caso, terminaréis introduciendo la “llave” en la piedra. Puedes utilizar los personajes que quieras. Nimrod y los elfos os abandonan.
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
El ataque de la hechicera fue repelido por el arma de Tyrande, cuya hoja había recubierto de luz, sin mayor problema, y en cuanto la elfa pasó nuevamente al ataque Elen no tuvo mucha suerte. Las espadas volvieron a chocar, pero ésta vez el impulso y la superioridad en combate de la ex centinela se impusieron, provocando que la de ojos verdes sintiese como la empuñadura se le escapaba de entre los dedos. La hoja acabó a unos metros de su posición, donde ya no le sería posible recuperarla para continuar luchando, ya que Tyrande se apresuró a colocar el filo de la suya a escasos milímetros de su cuello.
Alister observó horrorizado la escena, dispuesto a atravesar el muro que lo protegía e intervenir a pesar de su estado, pero no fue necesario, aquella mujer no pretendía matar a su compañera. - Yo no sigo a Amaterasu. - respondió Elen, en cuanto su oponente envainó su espada y se giró hacia el lago. - Tarivius me encomendó la misión de reunir a los demás para combatir juntos a los jinetes, y eso es lo que voy a hacer. - añadió instantes después, mientras recogía su arma y la guardaba. El muro de energía que rodeaba al dragón se desvaneció, permitiéndole acercarse a la tensai a pesar de seguir sufriendo molestias por culpa del ataque de la elfa.
- Déjame ver. - musitó la de cabellos cenicientos, antes de ponerse a examinar los ojos del cazador, que seguían visiblemente enrojecidos. La benjamina de los Calhoun rebuscó en su bolsa hasta dar con un pequeño frasquito, que de inmediato destapó y tendió al alado. - Esto te aliviará. - comentó, entregándole el la infusión a base de semillas de Acruire agria, pero no hacía falta que lo dijera, Alister conocía bien sus habilidades alquímicas y confiaba en los brebajes que preparaba, aunque muchas veces supiesen fatal. Tener buen sabor no era algo propio de las infusiones de hierbas, pero su efectividad suplía eso, y pronto el dragón comenzó a notar que el resquemor cesaba.
- Fiwyn, se nos apareció en el bosque cuando tratábamos con los hombres bestia que siguen a Melena Blanca… yo también he percibido esa oscuridad en ella, es demasiado intensa. - respondió a las preguntas de Tyrande, volviéndose hacia la ex centinela. - No puedo decirte mucho más acerca de ella, solo que no me da buena espina, no me gusta como habla del protector de estas tierras, es casi como si quisiera que otra persona ocupase su puesto. - prosiguió, recordando las palabras de la mujer hacia Níniel. ¿Habría alguien dispuesto a repetir los actos de Amaterasu y a hacerse con la reliquia por la fuerza? La de ojos verdes esperaba que no fuese el caso, pero ahora tenía que hacerse a la idea de que algunos envidiarían el cargo y poder de sus hermanos, sin tener en cuenta la carga maligna que ello implicaba.
¿Llegaría el día en que alguien intentase arrebatarle su medallón? Esa era una buena pregunta, pero prefería no pensar en ello de momento. En silencio, la tensai siguió escuchando a Tyrande, que al parecer ya había intentado hacerse con la llave del templo y había fracasado, aunque no se podía decir que hubiese perdido el tiempo. Los lugareños le habían desvelado la existencia de una segunda entrada, más complicada ya que había que sumergirse en el lago para encontrarla, pero no estaba fuera de su alcance. - Puedo arreglar eso. - dijo, al tiempo que se encaminaba hacia su caballo para extraer el par de pequeños peroles que usaban para cocinar de entre las alforjas. - Alister, voy a necesitar tu fuego. - indicó, y su compañero al momento comenzó a transformarse.
El dragón aguardó a que la bruja reuniese lo necesario para elaborar la poción que tenía en mente, momento en que se reunieron junto a la orilla del lago. Elen no solo traía consigo los calderos, agua y leña, también cargaba con una segunda bolsa de cuero algo más grande que la que colgaba de su cinturón, en la cual solía guardar los ingredientes que iba recolectando por el camino. Su visita al pantano misterioso de camino a tierras del este finalmente iba a resultar útil, pues de aquellas estancadas aguas la alquimista se había traído algo consigo. Sin perder tiempo, colocó la leña de forma extendida y uno de los peroles sobre ésta, para acto seguido verter en él algo de agua y extraer de la bolsa de cuero un frasco del tamaño de su cabeza, en cuyo interior descansaba un alga de intenso color verde.
Alister encendió el fuego con una pequeña llamarada y se quedó a su lado, mientras la joven comenzaba a separar las esferas de la respirantia del resto del alga con sumo cuidado, tal como Crowley le había enseñado. Una vez hecho esto dejó la planta dentro del caldero que ya estaba al fuego para obtener la infusión, pero su trabajo no acababa ahí. Con delicadeza, Elen llenó de agua hasta la mitad el segundo caldero y a falta de una aguja, se valió de uno de los afilados puñales arrojadizos que su hermano le había fabricado para extraer la sustancia que contenían las esferas, siguiendo las indicaciones de su maestro alquimista. Sumergía cada orbe antes de pincharlo para sacarle el contenido, y gracias a la práctica no se le malogró ninguno, con lo que pronto tuvo suficiente para seguir con la elaboración del brebaje.
Ahora debía dejar ambos calderos al fuego durante diez minutos, tras los cuales vertió el segundo en el primero, donde la infusión estaba casi lista, y tocó esperar un poco más. - Ya está lista. - dijo finalmente en cuanto consideró que la poción había terminado de prepararse. - Espero que sepas orientarte ahí abajo. - comentó, dirigiéndose a Tyrande. Con ayuda de un grueso paño tomó el asa del perol y lo llevó a la orilla del lago para que se enfriase más rápido, aprovechando para añadir al brebaje unas gotas de potenciador de lamia, elemento que les daría algo de tiempo extra. - Con esta pócima podremos sumergirnos y aguantar más sin necesidad de respirar. - indicó, esperando con ello demostrarle que a pesar de haber perdido el duelo, tenía sus recursos.
- ¿Qué pasa con Níniel? - preguntó Alister, en cuanto volvió a su forma humana. - Le dejaré una nota para que en caso de no conseguir la llave sepa cómo seguirnos. - respondió Elen, aunque no le hacía mucha gracia dejar a la elfa sola con Fiwyn. Sin embargo, en aquel momento pesaba más el hecho de conseguir que la ex centinela cambiase la opinión que tenía de ella, puede que no fuese lo más prudente pero a la tensai no le habían regalado el medallón solar por su cara bonita, había luchado por ganarse el cargo que ostentaba y quería que Tyrande se diese cuenta de ello. - ¿En qué parte del lago dices que esta esa entrada? - preguntó a la forestal. - Según los lugareños se encuentra en el lateral izquierdo. - respondió ella, sin dar mucho detalle. - Supongo que sigues en estas tierras para ayudar al actual protector, ¿es cierto que Melena Blanca no es capaz de percibir la oscuridad? - inquirió, para salir de dudas.
La de cabellos cenicientos volvió junto a su caballo mientras esperaba la respuesta de Tyrande, extrajo un trozo de pergamino y una barra de carboncillo, con la que escribió un completo mensaje para la Thenidiel.
“Níniel, vamos a entrar a través del lago.
La entrada está bajo el agua en el lateral izquierdo del templo, lo que queda en el caldero es pócima para aguantar sumergido sin tener que respirar. Tyrande está con nosotros.
Elen.”
Una vez escrito el aviso, la benjamina de los Calhoun lo colocó sobre uno de los trozos de leña que no había usado, clavándolo al mismo con ayuda de su cuchillo arrojadizo, de modo que no saliese volando. Retiró el perol del agua y con ayuda de unos frascos fue dosificando parte de su contenido para que todos pudiesen tomar el brebaje y sobrara para al menos Níniel y Fiwyn. Luego apagaron el fuego y llegó la hora de ponerse en marcha, dejando atrás todo lo necesario para que la sacerdotisa pudiese rastrearlos, los caballos, los restos de la hoguera, los calderos y la nota que descansaba junto a ellos.
- Por aquí. - indicó la ex centinela, guiándolos hacia el lateral que les interesaba. Nada más llegar al supuesto punto en que debía estar la entrada oculta, bebieron la poción de Respirantia y se lanzaron al agua, sumergiéndose y siguiendo a la elfa de cabellos cobrizos, de ella dependía que hallasen o no el lugar del que le habían hablado.
Alister observó horrorizado la escena, dispuesto a atravesar el muro que lo protegía e intervenir a pesar de su estado, pero no fue necesario, aquella mujer no pretendía matar a su compañera. - Yo no sigo a Amaterasu. - respondió Elen, en cuanto su oponente envainó su espada y se giró hacia el lago. - Tarivius me encomendó la misión de reunir a los demás para combatir juntos a los jinetes, y eso es lo que voy a hacer. - añadió instantes después, mientras recogía su arma y la guardaba. El muro de energía que rodeaba al dragón se desvaneció, permitiéndole acercarse a la tensai a pesar de seguir sufriendo molestias por culpa del ataque de la elfa.
- Déjame ver. - musitó la de cabellos cenicientos, antes de ponerse a examinar los ojos del cazador, que seguían visiblemente enrojecidos. La benjamina de los Calhoun rebuscó en su bolsa hasta dar con un pequeño frasquito, que de inmediato destapó y tendió al alado. - Esto te aliviará. - comentó, entregándole el la infusión a base de semillas de Acruire agria, pero no hacía falta que lo dijera, Alister conocía bien sus habilidades alquímicas y confiaba en los brebajes que preparaba, aunque muchas veces supiesen fatal. Tener buen sabor no era algo propio de las infusiones de hierbas, pero su efectividad suplía eso, y pronto el dragón comenzó a notar que el resquemor cesaba.
- Fiwyn, se nos apareció en el bosque cuando tratábamos con los hombres bestia que siguen a Melena Blanca… yo también he percibido esa oscuridad en ella, es demasiado intensa. - respondió a las preguntas de Tyrande, volviéndose hacia la ex centinela. - No puedo decirte mucho más acerca de ella, solo que no me da buena espina, no me gusta como habla del protector de estas tierras, es casi como si quisiera que otra persona ocupase su puesto. - prosiguió, recordando las palabras de la mujer hacia Níniel. ¿Habría alguien dispuesto a repetir los actos de Amaterasu y a hacerse con la reliquia por la fuerza? La de ojos verdes esperaba que no fuese el caso, pero ahora tenía que hacerse a la idea de que algunos envidiarían el cargo y poder de sus hermanos, sin tener en cuenta la carga maligna que ello implicaba.
¿Llegaría el día en que alguien intentase arrebatarle su medallón? Esa era una buena pregunta, pero prefería no pensar en ello de momento. En silencio, la tensai siguió escuchando a Tyrande, que al parecer ya había intentado hacerse con la llave del templo y había fracasado, aunque no se podía decir que hubiese perdido el tiempo. Los lugareños le habían desvelado la existencia de una segunda entrada, más complicada ya que había que sumergirse en el lago para encontrarla, pero no estaba fuera de su alcance. - Puedo arreglar eso. - dijo, al tiempo que se encaminaba hacia su caballo para extraer el par de pequeños peroles que usaban para cocinar de entre las alforjas. - Alister, voy a necesitar tu fuego. - indicó, y su compañero al momento comenzó a transformarse.
El dragón aguardó a que la bruja reuniese lo necesario para elaborar la poción que tenía en mente, momento en que se reunieron junto a la orilla del lago. Elen no solo traía consigo los calderos, agua y leña, también cargaba con una segunda bolsa de cuero algo más grande que la que colgaba de su cinturón, en la cual solía guardar los ingredientes que iba recolectando por el camino. Su visita al pantano misterioso de camino a tierras del este finalmente iba a resultar útil, pues de aquellas estancadas aguas la alquimista se había traído algo consigo. Sin perder tiempo, colocó la leña de forma extendida y uno de los peroles sobre ésta, para acto seguido verter en él algo de agua y extraer de la bolsa de cuero un frasco del tamaño de su cabeza, en cuyo interior descansaba un alga de intenso color verde.
Alister encendió el fuego con una pequeña llamarada y se quedó a su lado, mientras la joven comenzaba a separar las esferas de la respirantia del resto del alga con sumo cuidado, tal como Crowley le había enseñado. Una vez hecho esto dejó la planta dentro del caldero que ya estaba al fuego para obtener la infusión, pero su trabajo no acababa ahí. Con delicadeza, Elen llenó de agua hasta la mitad el segundo caldero y a falta de una aguja, se valió de uno de los afilados puñales arrojadizos que su hermano le había fabricado para extraer la sustancia que contenían las esferas, siguiendo las indicaciones de su maestro alquimista. Sumergía cada orbe antes de pincharlo para sacarle el contenido, y gracias a la práctica no se le malogró ninguno, con lo que pronto tuvo suficiente para seguir con la elaboración del brebaje.
Ahora debía dejar ambos calderos al fuego durante diez minutos, tras los cuales vertió el segundo en el primero, donde la infusión estaba casi lista, y tocó esperar un poco más. - Ya está lista. - dijo finalmente en cuanto consideró que la poción había terminado de prepararse. - Espero que sepas orientarte ahí abajo. - comentó, dirigiéndose a Tyrande. Con ayuda de un grueso paño tomó el asa del perol y lo llevó a la orilla del lago para que se enfriase más rápido, aprovechando para añadir al brebaje unas gotas de potenciador de lamia, elemento que les daría algo de tiempo extra. - Con esta pócima podremos sumergirnos y aguantar más sin necesidad de respirar. - indicó, esperando con ello demostrarle que a pesar de haber perdido el duelo, tenía sus recursos.
- ¿Qué pasa con Níniel? - preguntó Alister, en cuanto volvió a su forma humana. - Le dejaré una nota para que en caso de no conseguir la llave sepa cómo seguirnos. - respondió Elen, aunque no le hacía mucha gracia dejar a la elfa sola con Fiwyn. Sin embargo, en aquel momento pesaba más el hecho de conseguir que la ex centinela cambiase la opinión que tenía de ella, puede que no fuese lo más prudente pero a la tensai no le habían regalado el medallón solar por su cara bonita, había luchado por ganarse el cargo que ostentaba y quería que Tyrande se diese cuenta de ello. - ¿En qué parte del lago dices que esta esa entrada? - preguntó a la forestal. - Según los lugareños se encuentra en el lateral izquierdo. - respondió ella, sin dar mucho detalle. - Supongo que sigues en estas tierras para ayudar al actual protector, ¿es cierto que Melena Blanca no es capaz de percibir la oscuridad? - inquirió, para salir de dudas.
La de cabellos cenicientos volvió junto a su caballo mientras esperaba la respuesta de Tyrande, extrajo un trozo de pergamino y una barra de carboncillo, con la que escribió un completo mensaje para la Thenidiel.
“Níniel, vamos a entrar a través del lago.
La entrada está bajo el agua en el lateral izquierdo del templo, lo que queda en el caldero es pócima para aguantar sumergido sin tener que respirar. Tyrande está con nosotros.
Elen.”
Una vez escrito el aviso, la benjamina de los Calhoun lo colocó sobre uno de los trozos de leña que no había usado, clavándolo al mismo con ayuda de su cuchillo arrojadizo, de modo que no saliese volando. Retiró el perol del agua y con ayuda de unos frascos fue dosificando parte de su contenido para que todos pudiesen tomar el brebaje y sobrara para al menos Níniel y Fiwyn. Luego apagaron el fuego y llegó la hora de ponerse en marcha, dejando atrás todo lo necesario para que la sacerdotisa pudiese rastrearlos, los caballos, los restos de la hoguera, los calderos y la nota que descansaba junto a ellos.
- Por aquí. - indicó la ex centinela, guiándolos hacia el lateral que les interesaba. Nada más llegar al supuesto punto en que debía estar la entrada oculta, bebieron la poción de Respirantia y se lanzaron al agua, sumergiéndose y siguiendo a la elfa de cabellos cobrizos, de ella dependía que hallasen o no el lugar del que le habían hablado.
Elen Calhoun
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
Fiwyn se mostró reacia a responder a la pregunta de la peliblanca alegando no poder entrar en detalles rodeadas como estaban por el pequeño grupo de elfos que el líder del poblado les había puesto como escoltas. Parecía que a ella si que la molestaba contar con su presencia, no demasiado, pero desde luego sí lo suficiente como para contener su lengua, algo curioso pues Níniel no había dudado en hablarle de su maldición al anciano de la aldea y como era de esperar su sinceridad no las había perjudicado en nada. Nimrod ya sabía de su maldición y muy posiblemente es sus aparentes más de cien años de vida hubiese tenido la ocasión de aprender mucho de aquel templo ahora teñido de oscuridad. ¿Acaso lo que la elfa oscura sabía de aquel lugar iba más allá incluso de lo que los propios lugareños sabían de él? ¿A qué se debía ese repentino temor cuando hasta ese momento había hablado sin pelos en las lengua incluso delante de una centinela?
Aquellas dudas quedarían en el aire, pues antes de proseguir con la conversación el grupo sería "asaltado", pues aquello se asemejaba más al asalto de unos bandidos humanos a los caminos que a cualquier otra cosa, ni más ni menos que por el felpudo con patas y sus "brillantes" ayudantes, dirigidos esta vez por el mismísimo Melena Blanca en persona, pues aquel enorme hombre-bestia no podía ser otro más que el trístemente célebre nuevo centinela del este. Enorme, imponente, de aspecto noble, con una voz que retumbaba como el trueno de una tormenta de verano y con un aire de...bondad. Además portaba la capa blanca, objeto en el que Níniel posó casi toda su atención por lo que no podía tratarse otro, y la pequeña comitiva no dudó en detenerse sin hacer siquiera ademán de desenvainar sus armas y defenderse pues lo conocían de sobra. Al contrario, a pesar de las dudas en sus capacidades los elfos guardianes no tardaron en presentarle sus respeto mediante las fórmulas tradicionales y las inclinaciones de deferencia pertinentes, no demasiado profusas lo cual denotaba que se limitaban a la etiqueta, pero ahí estaban.
-Eres tú...- Se dirigió con claro tono despreciativo la peliblanca a Ja´zad cuando el hombre-bestia se acercó al carromato disfrutando de un respeto que realmente nadie allí le estaba mostrando a él sino a su líder. -No, si te lo estás preguntando no puedes usar este carro para cargar con la carne despiezada del mamut del que nos ocupamos por ti salvando vuestras vidas. Vas a tener que seguir buscando.- Comentó la elfa lo suficientemente alto para que Melena Blanca lo escuchara. A saber lo que aquel inútil pretencioso le había contado a su jefe por culpa de su herido orgullo.
Si la había escuchado el gran hombre-león no lo demostró, y se limitó a rodear también el carromato evaluando su preciada carga antes de comenzar a hablar con seguridad, soltando palabras que en Veyond le hubiese costado la risa de todos los elfos presentes, por no hablar de un recordatorio de su posición para que bajase el tono y esos aires de grandeza que su subordinado parecía haber aprendido de él.
A Níniel le hubiese encantado ponerle en su sitio como hiciera antes con felpudín. Recordarle que no debía confundirse el respeto que los clanes procesaban hacia el clan Nemaniël o al título de centinela con una obediencia o supeditación a la voluntad de un solo hombre o mujer, menos aún a uno que ni siquiera era elfo. Que cada clan de hijos del bosque era soberano en su territorio y no tenía que rendir cuentas a nadie. Incluso el consejo de sabios y ancianos en árbol madre era una asamblea para que los clanes se pusieran de acuerdo en temas de interés general, no un órgano de gobierno como tal. Los centinelas podían ser respetados o no y sus peticiones ser valoradas o no, pero desde luego no estaban por encima del clan y desde luego no podían apropiarse de la propiedad de ninguno de ellos sin su permiso como parecía ser el caso. No obstante, ya que los propios miembros del clan acabaron por acceder, aunque a regañadientes, la sacerdotisa no era quién para negárselo, claro que no le gustó ni un pelo aquella situación y su mirada lo dejaba más que claro. Los elfos no habían luchado casi hasta la extinción por sus tierras para acabar teniendo que obedecer sin rechistar a un hombre-bestia que abusaba de un título más bien honorífico y basado en un respeto que Níniel dudaba mucho aquellos tipos merecieran.
-No importa que se queden con la llave Fiwyn, al fin y al cabo van a llevarnos donde queremos ir. ¿Qué más da que sean ellos en vez de los elfos del clan?.- Le susurró la sacerdotisa a su compañera tras descender de su montura. Y lo hizo en un tono tan bajo que poco importaba el fino oído de aquellos hombres bestia, no podrían escucharla. Más a continuación alzó su mirada para enfrentarla a la de Ja´zad, de cuyas formas estaba ya hasta la coronilla y al que no tenía el menor miedo. -Sigue amenazándome con ese trozo de metal al que llamas espada y tendré que cortarte esa mano. Lo que no sé es si lo haré antes o después de contarle a todos los clanes la deshonra en la que sumes a tu centinela cada vez que abres la boca...Justo lo que necesitáis ahora mismo, ¿verdad?- Dijo la joven poniendo en aquella única frase tanto una clara advertencia como la no demasiado buena posición de Melena Blanca en lo que a la opinión general sobre él se trataba.
Por supuesto aquello, junto con las nuevas palabras de la menuda elfa, que a pesar de escuchar a Níniel no quiso contener su lengua, desembocaron en que estallara un fuerte enfrentamiento dialéctico, especialmente entre felpudín y Fiwyn, que no terminó hasta que pasados unos instantes Melena Blanca le puso fin. Algo de agradecer porque al final Níniel estaba a punto de no poder evitar sacudirle un bastonazo al hombre-lince y hacer un favor al centinela librándole de su irritante presencia.
-Como le dije a ese sujeto...Soy Níniel, del clan Thenidiel, alta sacerdotisa. Y por si acaso tampoco te informó...De camino ya al templo iba la centinela del sur que venía con nosotras. En respuesta a tu segunda pregunta; si las historias sobre la capa son ciertas, vibra porque percibe la oscuridad que emanamos fruto de una maldición. Se supone que la capa es capaz de absorber la oscuridad por lo que hice un largo viaje en busca de tu ayuda y consejo, solo para recibir insultos y desprecios de parte de ese tal Ja´zad, y eso que le salvé de ser aplastado por un colosal mamut lanudo. Me dejó muy claro que no sabías nada de magia y que no me dejarías ni acercarme a la capa que bien podría salvarme. Me envió, riéndose y sacándome la lengua, a buscar ayuda de un clan de elfos con evidente sorna...Fiwyn apareció de repente y se ofreció a ayudarme, además de decir ser capaz de paso de solucionar el problema que afecta a este lugar y que parece relacionado con el templo y la insomne oscuridad que parece brotar de él, asunto que del que no has podido ocuparte por tu cuenta.- Resumió la joven elfa sin pasar por alto la posibilidad de denunciar la mala praxis de felpudín, esperando la reacción de Melena Blanca al respecto para saber con qué tipo de persona estaba tratando. Un centinela serio, justo y honorable se ocuparía de castigar Ja´zad severamente, y como poco se disculparía tras enviarlo a cavar letrinas. ¿Qué iba a hacer al respecto el hombre-león?
Ignorarla y ordenar que detuvieran a Fiwyn tras proferir esta una extra y oscura amenaza sobre la vida del centinela del este que incluso a la joven peliblanca desubicó y dejó sin ser capaz de pedir su inmediata liberación, eso hizo.
De todos modos ¿En qué estaba pensando Fiwyn? Una cosa era hablar de lo inútiles que eran él y sus leónicos, o si merecía o no ser centinela, pero desear la muerte a otra persona con la malicia con la que lo hizo la elfa oscura era muy distinto. ¿Por qué odiaba tanto a Melena Blanca? Casi parecía ser algo personal, ¿y qué era eso de que si que se conocían dicho con ese tono? El león no parecía reconocerla a ella, y eso que lo meditó unos instantes. En cualquier caso Ja´Zad no dudó en ejecutar la orden, y tras ello miró de nuevo a su jefe y a Níniel como si esperara que fuese a ordenarle apresarla a ella también, algo que sin duda le hubiese gustado poder hacer pero con cuyas ganas tuvo que quedarse ya que Melena Blanca solo quería de la elfa de blancos cabellos que fuera con ellos.
-Pensábamos ir de todos modos. Todo esto es innecesario. Si en ese templo hay una solución a mi problema o una pista pienso dar con ella.- Aseveró subiéndose de nuevo a Trickster, que no había permitido que nadie se acercara a él, y siguiendo de cerca a la carreta que portaba la llave y ahora a Fiwyn prisionera, con quien quiso intercambiar más de una mirada interrogativa sobre lo que había pasado pero de la que no obtuvo nada más que silencio y miradas tranquilas como respuesta.
No tardaría mucho el grupo en llegar hasta la zona del bosque que entraba ya en los límites del templo, y eso quedó patente en el ambiente pues aunque la oscuridad y sus efectos eran perceptibles desde la distancia hubo un punto en el que parecía que habían entrado en un bosque totalmente distinto al que habían estado tan solo un par de metros atrás. Un silencio sepulcral se adueñó del lugar y, aunque a lo lejos podía escucharse el cantar de algunas aves, el sonido del movimiento de algún animal o el susurro del viento agitando las ramas de los altos árboles, ninguno de esos sonidos provenía directamente de esa zona. Era como si allí no hubiese animales e incluso el viento hubiese dejado de soplar. Una sensación realmente inquietante para una elfa como Níniel pues ni siquiera en la ciudad de los humanos había llegado a sentirse tan...aislada. Y eso que algo le decía que la oscuridad que crecía en su interior la estaba reconfortando, sin ella la sensación sería realmente angustiosa, tanto que incluso los hombres-bestia debían de percibir algo a pesar de no ser sensibles al éter.
-No sé cómo pueden seguir viviendo en la aldea tan tranquilos con...esto aquí. -No pudo evitar comentar la joven a pesar de que su nuevo grupo no contaba precisamente con sus simpatía, ni ella con la de ellos seguramente.
El lugar era hermoso, con un bonito lago de aguas cristalinas ocupando buena parte del lugar y llegando a inundar parte de lo que en su momento debió ser el exterior del templo. Un lugar donde celebrar rituales al aire libre bajo la luz del sol, o de la luna y las estrellas y en contacto con la madre tierra. La estructura estaba seriamente dañada y la vegetación había tomado ya buena parte de los patios y las paredes, debilitando la piedra que sin las debidas atenciones había acabado por resquebrajarse y partirse en muchos puntos, incluida la ornamentación, entre la cual costaba encontrar una representación de alguna de las deidades o ritos que no estuviera dañada, llegando incluso a estar la mitad superior de la representación de Anar derribada en el suelo y parcialmente cubierta por agua...Algo que como sacerdotisa le causaba autentica lástima el ver. Aquel lugar debía de llevar abandonado siglos, no semanas. Eso o por alguna razón en aquel clan les gustaba rendir culto a los dioses entre ruinas. Puede que le dieran más importancia a la naturaleza salvaje que al templo en sí y fuera algo buscado y deseado, o que fuera un templo antiguo y tuvieran otro, Níniel no tenía respuesta para eso.
Inmediatamente, a parte del estado del templo, el grupo pudo darse cuenta de que alguien había estado allí hacía poco. Los restos de una hoguera estaban aún calientes, recién apagados de hecho, y cerca de los mismos descansaban las monturas de Elen y Alister. Por un momento Níniel se alteró al ver marcas evidentes de un enfrentamiento en el lugar, lucha en el que Elen se había visto implicada aunque con quién no estaba claro, aunque la elfa recordó que Nimrod había mencionado que lady Tyrande estaba por allí. No obstante la centinela del sur no había abandonado aquel lugar sin dejar aviso, y había dejado una nota en la que explicaba su situación y sus intenciones. Nota que primero leyó Melena Blanca y cuyo contenido compartió luego con la peliblanca al considerar que era de su interés, claro que no pareció hacerle mucha gracia que otra centinela le llevara ventaja en la que debía de considerar su tarea...Por mucho que llevaba semanas sin obtener resultados por su cuenta. ¿O quizá no quería quedar mal ante su mentora?
-Buscad dónde colocar esta llave, rápido.- Instó a sus hombres mientras Níniel bajaba de su montura y se agachaba a examinar la poción que Elen les había dejado allí, guardándola en su bolsa tras cerciorarse de que efectivamente era lo que la nota decía que era y no algún tipo de engaño o trampa urdida por algún enemigo, dándole por tanto validez al resto de la nota.
-¿Cuántos centinelas hacen falta para cambiar el aceite de una lámpara?.- Se preguntó a sí misma la joven ante lo que era ya una reunión de tres centinelas o ex centinelas a modo de broma para sí misma. Los leónicos parecían ocupados buscando, el que vigilaba a Fiwyn no pareció entender lo que quería decir, pero la elfa oscura no pudo evitar una media sonrisa.
Aquellas dudas quedarían en el aire, pues antes de proseguir con la conversación el grupo sería "asaltado", pues aquello se asemejaba más al asalto de unos bandidos humanos a los caminos que a cualquier otra cosa, ni más ni menos que por el felpudo con patas y sus "brillantes" ayudantes, dirigidos esta vez por el mismísimo Melena Blanca en persona, pues aquel enorme hombre-bestia no podía ser otro más que el trístemente célebre nuevo centinela del este. Enorme, imponente, de aspecto noble, con una voz que retumbaba como el trueno de una tormenta de verano y con un aire de...bondad. Además portaba la capa blanca, objeto en el que Níniel posó casi toda su atención por lo que no podía tratarse otro, y la pequeña comitiva no dudó en detenerse sin hacer siquiera ademán de desenvainar sus armas y defenderse pues lo conocían de sobra. Al contrario, a pesar de las dudas en sus capacidades los elfos guardianes no tardaron en presentarle sus respeto mediante las fórmulas tradicionales y las inclinaciones de deferencia pertinentes, no demasiado profusas lo cual denotaba que se limitaban a la etiqueta, pero ahí estaban.
-Eres tú...- Se dirigió con claro tono despreciativo la peliblanca a Ja´zad cuando el hombre-bestia se acercó al carromato disfrutando de un respeto que realmente nadie allí le estaba mostrando a él sino a su líder. -No, si te lo estás preguntando no puedes usar este carro para cargar con la carne despiezada del mamut del que nos ocupamos por ti salvando vuestras vidas. Vas a tener que seguir buscando.- Comentó la elfa lo suficientemente alto para que Melena Blanca lo escuchara. A saber lo que aquel inútil pretencioso le había contado a su jefe por culpa de su herido orgullo.
Si la había escuchado el gran hombre-león no lo demostró, y se limitó a rodear también el carromato evaluando su preciada carga antes de comenzar a hablar con seguridad, soltando palabras que en Veyond le hubiese costado la risa de todos los elfos presentes, por no hablar de un recordatorio de su posición para que bajase el tono y esos aires de grandeza que su subordinado parecía haber aprendido de él.
A Níniel le hubiese encantado ponerle en su sitio como hiciera antes con felpudín. Recordarle que no debía confundirse el respeto que los clanes procesaban hacia el clan Nemaniël o al título de centinela con una obediencia o supeditación a la voluntad de un solo hombre o mujer, menos aún a uno que ni siquiera era elfo. Que cada clan de hijos del bosque era soberano en su territorio y no tenía que rendir cuentas a nadie. Incluso el consejo de sabios y ancianos en árbol madre era una asamblea para que los clanes se pusieran de acuerdo en temas de interés general, no un órgano de gobierno como tal. Los centinelas podían ser respetados o no y sus peticiones ser valoradas o no, pero desde luego no estaban por encima del clan y desde luego no podían apropiarse de la propiedad de ninguno de ellos sin su permiso como parecía ser el caso. No obstante, ya que los propios miembros del clan acabaron por acceder, aunque a regañadientes, la sacerdotisa no era quién para negárselo, claro que no le gustó ni un pelo aquella situación y su mirada lo dejaba más que claro. Los elfos no habían luchado casi hasta la extinción por sus tierras para acabar teniendo que obedecer sin rechistar a un hombre-bestia que abusaba de un título más bien honorífico y basado en un respeto que Níniel dudaba mucho aquellos tipos merecieran.
-No importa que se queden con la llave Fiwyn, al fin y al cabo van a llevarnos donde queremos ir. ¿Qué más da que sean ellos en vez de los elfos del clan?.- Le susurró la sacerdotisa a su compañera tras descender de su montura. Y lo hizo en un tono tan bajo que poco importaba el fino oído de aquellos hombres bestia, no podrían escucharla. Más a continuación alzó su mirada para enfrentarla a la de Ja´zad, de cuyas formas estaba ya hasta la coronilla y al que no tenía el menor miedo. -Sigue amenazándome con ese trozo de metal al que llamas espada y tendré que cortarte esa mano. Lo que no sé es si lo haré antes o después de contarle a todos los clanes la deshonra en la que sumes a tu centinela cada vez que abres la boca...Justo lo que necesitáis ahora mismo, ¿verdad?- Dijo la joven poniendo en aquella única frase tanto una clara advertencia como la no demasiado buena posición de Melena Blanca en lo que a la opinión general sobre él se trataba.
Por supuesto aquello, junto con las nuevas palabras de la menuda elfa, que a pesar de escuchar a Níniel no quiso contener su lengua, desembocaron en que estallara un fuerte enfrentamiento dialéctico, especialmente entre felpudín y Fiwyn, que no terminó hasta que pasados unos instantes Melena Blanca le puso fin. Algo de agradecer porque al final Níniel estaba a punto de no poder evitar sacudirle un bastonazo al hombre-lince y hacer un favor al centinela librándole de su irritante presencia.
-Como le dije a ese sujeto...Soy Níniel, del clan Thenidiel, alta sacerdotisa. Y por si acaso tampoco te informó...De camino ya al templo iba la centinela del sur que venía con nosotras. En respuesta a tu segunda pregunta; si las historias sobre la capa son ciertas, vibra porque percibe la oscuridad que emanamos fruto de una maldición. Se supone que la capa es capaz de absorber la oscuridad por lo que hice un largo viaje en busca de tu ayuda y consejo, solo para recibir insultos y desprecios de parte de ese tal Ja´zad, y eso que le salvé de ser aplastado por un colosal mamut lanudo. Me dejó muy claro que no sabías nada de magia y que no me dejarías ni acercarme a la capa que bien podría salvarme. Me envió, riéndose y sacándome la lengua, a buscar ayuda de un clan de elfos con evidente sorna...Fiwyn apareció de repente y se ofreció a ayudarme, además de decir ser capaz de paso de solucionar el problema que afecta a este lugar y que parece relacionado con el templo y la insomne oscuridad que parece brotar de él, asunto que del que no has podido ocuparte por tu cuenta.- Resumió la joven elfa sin pasar por alto la posibilidad de denunciar la mala praxis de felpudín, esperando la reacción de Melena Blanca al respecto para saber con qué tipo de persona estaba tratando. Un centinela serio, justo y honorable se ocuparía de castigar Ja´zad severamente, y como poco se disculparía tras enviarlo a cavar letrinas. ¿Qué iba a hacer al respecto el hombre-león?
Ignorarla y ordenar que detuvieran a Fiwyn tras proferir esta una extra y oscura amenaza sobre la vida del centinela del este que incluso a la joven peliblanca desubicó y dejó sin ser capaz de pedir su inmediata liberación, eso hizo.
De todos modos ¿En qué estaba pensando Fiwyn? Una cosa era hablar de lo inútiles que eran él y sus leónicos, o si merecía o no ser centinela, pero desear la muerte a otra persona con la malicia con la que lo hizo la elfa oscura era muy distinto. ¿Por qué odiaba tanto a Melena Blanca? Casi parecía ser algo personal, ¿y qué era eso de que si que se conocían dicho con ese tono? El león no parecía reconocerla a ella, y eso que lo meditó unos instantes. En cualquier caso Ja´Zad no dudó en ejecutar la orden, y tras ello miró de nuevo a su jefe y a Níniel como si esperara que fuese a ordenarle apresarla a ella también, algo que sin duda le hubiese gustado poder hacer pero con cuyas ganas tuvo que quedarse ya que Melena Blanca solo quería de la elfa de blancos cabellos que fuera con ellos.
-Pensábamos ir de todos modos. Todo esto es innecesario. Si en ese templo hay una solución a mi problema o una pista pienso dar con ella.- Aseveró subiéndose de nuevo a Trickster, que no había permitido que nadie se acercara a él, y siguiendo de cerca a la carreta que portaba la llave y ahora a Fiwyn prisionera, con quien quiso intercambiar más de una mirada interrogativa sobre lo que había pasado pero de la que no obtuvo nada más que silencio y miradas tranquilas como respuesta.
No tardaría mucho el grupo en llegar hasta la zona del bosque que entraba ya en los límites del templo, y eso quedó patente en el ambiente pues aunque la oscuridad y sus efectos eran perceptibles desde la distancia hubo un punto en el que parecía que habían entrado en un bosque totalmente distinto al que habían estado tan solo un par de metros atrás. Un silencio sepulcral se adueñó del lugar y, aunque a lo lejos podía escucharse el cantar de algunas aves, el sonido del movimiento de algún animal o el susurro del viento agitando las ramas de los altos árboles, ninguno de esos sonidos provenía directamente de esa zona. Era como si allí no hubiese animales e incluso el viento hubiese dejado de soplar. Una sensación realmente inquietante para una elfa como Níniel pues ni siquiera en la ciudad de los humanos había llegado a sentirse tan...aislada. Y eso que algo le decía que la oscuridad que crecía en su interior la estaba reconfortando, sin ella la sensación sería realmente angustiosa, tanto que incluso los hombres-bestia debían de percibir algo a pesar de no ser sensibles al éter.
-No sé cómo pueden seguir viviendo en la aldea tan tranquilos con...esto aquí. -No pudo evitar comentar la joven a pesar de que su nuevo grupo no contaba precisamente con sus simpatía, ni ella con la de ellos seguramente.
El lugar era hermoso, con un bonito lago de aguas cristalinas ocupando buena parte del lugar y llegando a inundar parte de lo que en su momento debió ser el exterior del templo. Un lugar donde celebrar rituales al aire libre bajo la luz del sol, o de la luna y las estrellas y en contacto con la madre tierra. La estructura estaba seriamente dañada y la vegetación había tomado ya buena parte de los patios y las paredes, debilitando la piedra que sin las debidas atenciones había acabado por resquebrajarse y partirse en muchos puntos, incluida la ornamentación, entre la cual costaba encontrar una representación de alguna de las deidades o ritos que no estuviera dañada, llegando incluso a estar la mitad superior de la representación de Anar derribada en el suelo y parcialmente cubierta por agua...Algo que como sacerdotisa le causaba autentica lástima el ver. Aquel lugar debía de llevar abandonado siglos, no semanas. Eso o por alguna razón en aquel clan les gustaba rendir culto a los dioses entre ruinas. Puede que le dieran más importancia a la naturaleza salvaje que al templo en sí y fuera algo buscado y deseado, o que fuera un templo antiguo y tuvieran otro, Níniel no tenía respuesta para eso.
Inmediatamente, a parte del estado del templo, el grupo pudo darse cuenta de que alguien había estado allí hacía poco. Los restos de una hoguera estaban aún calientes, recién apagados de hecho, y cerca de los mismos descansaban las monturas de Elen y Alister. Por un momento Níniel se alteró al ver marcas evidentes de un enfrentamiento en el lugar, lucha en el que Elen se había visto implicada aunque con quién no estaba claro, aunque la elfa recordó que Nimrod había mencionado que lady Tyrande estaba por allí. No obstante la centinela del sur no había abandonado aquel lugar sin dejar aviso, y había dejado una nota en la que explicaba su situación y sus intenciones. Nota que primero leyó Melena Blanca y cuyo contenido compartió luego con la peliblanca al considerar que era de su interés, claro que no pareció hacerle mucha gracia que otra centinela le llevara ventaja en la que debía de considerar su tarea...Por mucho que llevaba semanas sin obtener resultados por su cuenta. ¿O quizá no quería quedar mal ante su mentora?
-Buscad dónde colocar esta llave, rápido.- Instó a sus hombres mientras Níniel bajaba de su montura y se agachaba a examinar la poción que Elen les había dejado allí, guardándola en su bolsa tras cerciorarse de que efectivamente era lo que la nota decía que era y no algún tipo de engaño o trampa urdida por algún enemigo, dándole por tanto validez al resto de la nota.
-¿Cuántos centinelas hacen falta para cambiar el aceite de una lámpara?.- Se preguntó a sí misma la joven ante lo que era ya una reunión de tres centinelas o ex centinelas a modo de broma para sí misma. Los leónicos parecían ocupados buscando, el que vigilaba a Fiwyn no pareció entender lo que quería decir, pero la elfa oscura no pudo evitar una media sonrisa.
Níniel Thenidiel
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
Tyrande sabía perfectamente donde se encontraba la entrada alternativa, sólo que no había sido capaz de llegar a ella al no disponer de nada que le permitiera respirar bajo el agua. Pero las nociones alquímicas de la benjamina de los Calhoun hicieron que ésta finalmente pudiera entrar por la entrada que originalmente tenía pensado. Nada más tomar el vial en sus manos, envió una mirada de confianza y agradecimiento a la peliblanca y, acto seguido, bebió el contenido. Ordenó a sus elfos esconderse en el bosque y, junto con Alister y Elen, descendió.
Bucearon durante casi unos diez minutos, pero finalmente la excentinela consiguió dar con la entrada de acuerdo con las indicaciones que le habían dado, una pequeña entrada circular y considerablemente oscura. El pasadizo interior era bastante estrecho, algo claustrofóbico sobre todo estando en el agua. Pero por fortuna su longitud no era demasiado larga, y finalmente terminaron saliendo a flote en una especie de estanque que conectaba directamente con la parte inferior del templo.
La elfa imbuyó su brazo en energía lumínica de color verde para iluminar la totalmente apagada estancia. Quizás con ayuda de Elen podrían conseguir algo más de luz, suficiente para iluminar todo el área, que era considerablemente grande.
-Comparto tus impresiones negativas acerca de Fiwyn. Y espero que no dudes jamás de Melena Blanca. Si estoy aquí no es porque no confíe en sus capacidades. – comentó empapada, ya sobre tierra firme, acerca de los anteriores comentarios de Elen sobre la elfa oscura. - Él tiene mi plena confianza, y aunque ya no sea centinela, siempre tendrá mi ayuda como yo tuve la suya. – fraternizó. – Sé que no tiene dotes mágicas, pero tiene el corazón más grande de todos los centinelas. Por eso le escogí a él. Porque a veces, el corazón está por encima de la habilidad. La gente trabajadora y humilde, puede compaginarse con la talentosa y soberbia.– expresó. - Si consigues simpatizar con él, tendrás a alguien que te cubra la espalda cuando te enfrentes a los jinetes. No me fiaría de Vladimir, y mucho menos de Amaterasu. – le dijo en estrecha confianza, echando un vistazo a la estancia. – En ti veo algo más de luz. Un eslabón conciliador que siempre faltó. – expresó. - Quizás, después de todo, aún haya una esperanza.
Tras esperar la réplica de Elen o Alister, Tyrande continuó dando vueltas al estanque. La elfa podía sentir el éter en su expresión más oscura, y como tal, intuía que algo no iba bien.
-Siento la presencia de un ente muy maligno en este templo, Elen. – confirmó Tyrande. La bruja podría sentir algo mismo, incluso vibrar su medallón, algo que la elfa no tardó en advertir. – El medallón solar vibra. ¿Sabes lo que eso significa? – preguntó en la alusión de peligro. – No quiero verte bajar la guardia. Mantente alerta, fashateni. – le advirtió seria.
No parecía haber nada demasiado interesante. El lugar estaba totalmente empapado por el agua en constante filtración. Dando la sensación de lluvia y humedad. Sólo parecía haber una única vía de escape, a la que Tyrande se asomó ligeramente, viendo que ésta seguía una escalera ascendente. – Es la única salida. – comentó en eco, volviendo de nuevo al estanque, junto a Elen. Podía parecer que no había nada allí, pero si se fijaban, podrían apreciarse una especie de pinturas en azul, muy primitivas, en las paredes de roca de este estanque.
Bucearon durante casi unos diez minutos, pero finalmente la excentinela consiguió dar con la entrada de acuerdo con las indicaciones que le habían dado, una pequeña entrada circular y considerablemente oscura. El pasadizo interior era bastante estrecho, algo claustrofóbico sobre todo estando en el agua. Pero por fortuna su longitud no era demasiado larga, y finalmente terminaron saliendo a flote en una especie de estanque que conectaba directamente con la parte inferior del templo.
- Estanque en el que aparecéis:
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La elfa imbuyó su brazo en energía lumínica de color verde para iluminar la totalmente apagada estancia. Quizás con ayuda de Elen podrían conseguir algo más de luz, suficiente para iluminar todo el área, que era considerablemente grande.
- Tyrande generando luz:
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-Comparto tus impresiones negativas acerca de Fiwyn. Y espero que no dudes jamás de Melena Blanca. Si estoy aquí no es porque no confíe en sus capacidades. – comentó empapada, ya sobre tierra firme, acerca de los anteriores comentarios de Elen sobre la elfa oscura. - Él tiene mi plena confianza, y aunque ya no sea centinela, siempre tendrá mi ayuda como yo tuve la suya. – fraternizó. – Sé que no tiene dotes mágicas, pero tiene el corazón más grande de todos los centinelas. Por eso le escogí a él. Porque a veces, el corazón está por encima de la habilidad. La gente trabajadora y humilde, puede compaginarse con la talentosa y soberbia.– expresó. - Si consigues simpatizar con él, tendrás a alguien que te cubra la espalda cuando te enfrentes a los jinetes. No me fiaría de Vladimir, y mucho menos de Amaterasu. – le dijo en estrecha confianza, echando un vistazo a la estancia. – En ti veo algo más de luz. Un eslabón conciliador que siempre faltó. – expresó. - Quizás, después de todo, aún haya una esperanza.
Tras esperar la réplica de Elen o Alister, Tyrande continuó dando vueltas al estanque. La elfa podía sentir el éter en su expresión más oscura, y como tal, intuía que algo no iba bien.
-Siento la presencia de un ente muy maligno en este templo, Elen. – confirmó Tyrande. La bruja podría sentir algo mismo, incluso vibrar su medallón, algo que la elfa no tardó en advertir. – El medallón solar vibra. ¿Sabes lo que eso significa? – preguntó en la alusión de peligro. – No quiero verte bajar la guardia. Mantente alerta, fashateni. – le advirtió seria.
No parecía haber nada demasiado interesante. El lugar estaba totalmente empapado por el agua en constante filtración. Dando la sensación de lluvia y humedad. Sólo parecía haber una única vía de escape, a la que Tyrande se asomó ligeramente, viendo que ésta seguía una escalera ascendente. – Es la única salida. – comentó en eco, volviendo de nuevo al estanque, junto a Elen. Podía parecer que no había nada allí, pero si se fijaban, podrían apreciarse una especie de pinturas en azul, muy primitivas, en las paredes de roca de este estanque.
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Imargo y Níniel no se llevaban bien, y eso quedaba patente por los continuos roces entre uno y otro. La acusación de la elfa hacia su persona no sorprendió al jefe de guerra. Conocía perfectamente a su fiel escudero y sabía lo poco que le gustaban aquellos seres dominadores de la magia, de los que Imargo no se fiaba para nada. Imargo siempre advertía al líder que tuviese cuidado con ellos, pero más allá de lo reservado que podía parecer, era un fiel escudero dispuesto a dar la vida por su grupo. Por ello Níniel no conseguiría cambiar la opinión del centinela respecto a su fiel sirviente.
Nada más llegar al lago, Melena Blanca ordenó al resto de leónicos buscar donde encajar la pieza. Níniel aprovechó este momento para pasarle la nota de Elen. De poco le servirían los viales de habérselos dado pues el centinela, como buen felino, no sabía nadar. – Tyra… - musitó el centinela del este al leer el nombre. – Le he dicho que no se metiera en esto, pero ella siempre quiere ayudarme. – sin embargo, el leer el nombre de Elen sí que resquemó bastante más al portador de la capa blanca. ¿Tyra confiando en Elen Calhoun? Elen Calhoun no tiene honor. Sirve a la peligrosa Amaterasu. Traicionó a sus amigos. Tarivius, el anterior centinela, murió por su culpa. No debe fiarse de ella. – se confesó con Níniel. – Elen debería ocuparse de sus propios problemas. – comentó con enfado.
-¡Es aquí, jefe! – gritó el grupo de leónicos gesticulando con los brazos, tratando de llamar la atención del centinela.
No había sido demasiado difícil, la puerta central tenía un orificio en el que encajaba perfectamente la llave. Un trabajo muy sencillo. Entre seis o siete hombres bestia, de una manera muy torpe, cargaron con la roca de casi una tonelada. - ¡Que se cae! – gritó cuando uno de los leónicos cedió, partiendo parte de la estampa de la roca, que volvieron a levantar. – Au Au Au. – gritaron a la vez. Tirando de ella todos a la vez. – Ahí va. – y por fin la consiguieron encajar, comenzando ellos a gritar eufóricos.
-Buen trabajo. – inquirió Melena Blanca.
-Para lo que necesite, jefe. – respondió orgulloso uno de ellos fatigado.
-Inútiles… - musitó Fiwyn para sí misma.
El templo no era cerrado, sino abierto. Un enorme patio en estado de abandonó similar al exterior se abriría ante los valientes aventureros. Ni un ápice de vida en su interior, más que algún reptil o ave suelta. Todo estaba en absoluta tranquilidad, sin embargo, la capa de Melena Blanca comenzó a vibrar con mayor fuerza. Y Fiwyn, maniatada y sujeta por un leónico, comenzó a reír.
Ante ellos un templo de arquitectura élfica muy antigua, de hace milenios. Melena Blanca mantuvo una seria mirada sobre una escalinata del fondo, en una especie de panteón a alguna deidad que permanecía abierto. Aunque desde la distancia no lo veían muy claro, en su interior parecía haber una estatua de tamaño considerable, tal vez a alguna deidad.
A su derecha, más próximo a ellos, había otra escalera a un edificio que sí que parecía atechado. Por la ornamentación del edificio, puede que albergase algo importante.
-¿A dónde vamos, jefe? – preguntó Ja'zad. Él y el leónico que sujetaba a Fiwyn eran los únicos serios. El resto se encontraban jugando y trepando por el roído templo, sin guardar ningún tipo de respeto por el patrimonio histórico de aquel lugar milenario. Melena Blanca permaneció serio.
-Que nos lo digan ellas. – preguntó mirando a Níniel.
-Lo llevas claro si crees que te voy a decir algo, centinela. – sonrió la elfa oscura de ojos carmesí, que desde que entraron no había dejado de reír con malicia. Sus verdaderas intenciones continuaban siendo un misterio. - ¿No eres autosuficiente? Demuéstralo. – desafió. Melena Blanca se giró entonces hacia la elfa liberada, que se había mostrado más afable y comunicativa.
-Eres capaz de sentir la magia, sacerdotisa. – indicó. - ¿Qué te parece prioritario?
Nada más llegar al lago, Melena Blanca ordenó al resto de leónicos buscar donde encajar la pieza. Níniel aprovechó este momento para pasarle la nota de Elen. De poco le servirían los viales de habérselos dado pues el centinela, como buen felino, no sabía nadar. – Tyra… - musitó el centinela del este al leer el nombre. – Le he dicho que no se metiera en esto, pero ella siempre quiere ayudarme. – sin embargo, el leer el nombre de Elen sí que resquemó bastante más al portador de la capa blanca. ¿Tyra confiando en Elen Calhoun? Elen Calhoun no tiene honor. Sirve a la peligrosa Amaterasu. Traicionó a sus amigos. Tarivius, el anterior centinela, murió por su culpa. No debe fiarse de ella. – se confesó con Níniel. – Elen debería ocuparse de sus propios problemas. – comentó con enfado.
-¡Es aquí, jefe! – gritó el grupo de leónicos gesticulando con los brazos, tratando de llamar la atención del centinela.
No había sido demasiado difícil, la puerta central tenía un orificio en el que encajaba perfectamente la llave. Un trabajo muy sencillo. Entre seis o siete hombres bestia, de una manera muy torpe, cargaron con la roca de casi una tonelada. - ¡Que se cae! – gritó cuando uno de los leónicos cedió, partiendo parte de la estampa de la roca, que volvieron a levantar. – Au Au Au. – gritaron a la vez. Tirando de ella todos a la vez. – Ahí va. – y por fin la consiguieron encajar, comenzando ellos a gritar eufóricos.
-Buen trabajo. – inquirió Melena Blanca.
-Para lo que necesite, jefe. – respondió orgulloso uno de ellos fatigado.
-Inútiles… - musitó Fiwyn para sí misma.
El templo no era cerrado, sino abierto. Un enorme patio en estado de abandonó similar al exterior se abriría ante los valientes aventureros. Ni un ápice de vida en su interior, más que algún reptil o ave suelta. Todo estaba en absoluta tranquilidad, sin embargo, la capa de Melena Blanca comenzó a vibrar con mayor fuerza. Y Fiwyn, maniatada y sujeta por un leónico, comenzó a reír.
Ante ellos un templo de arquitectura élfica muy antigua, de hace milenios. Melena Blanca mantuvo una seria mirada sobre una escalinata del fondo, en una especie de panteón a alguna deidad que permanecía abierto. Aunque desde la distancia no lo veían muy claro, en su interior parecía haber una estatua de tamaño considerable, tal vez a alguna deidad.
A su derecha, más próximo a ellos, había otra escalera a un edificio que sí que parecía atechado. Por la ornamentación del edificio, puede que albergase algo importante.
- Patio del templo:
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-¿A dónde vamos, jefe? – preguntó Ja'zad. Él y el leónico que sujetaba a Fiwyn eran los únicos serios. El resto se encontraban jugando y trepando por el roído templo, sin guardar ningún tipo de respeto por el patrimonio histórico de aquel lugar milenario. Melena Blanca permaneció serio.
-Que nos lo digan ellas. – preguntó mirando a Níniel.
-Lo llevas claro si crees que te voy a decir algo, centinela. – sonrió la elfa oscura de ojos carmesí, que desde que entraron no había dejado de reír con malicia. Sus verdaderas intenciones continuaban siendo un misterio. - ¿No eres autosuficiente? Demuéstralo. – desafió. Melena Blanca se giró entonces hacia la elfa liberada, que se había mostrado más afable y comunicativa.
-Eres capaz de sentir la magia, sacerdotisa. – indicó. - ¿Qué te parece prioritario?
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Habéis llegado a la parte central de la trama. Os encontráis en la mazmorra del Templo del Agua. A partir de ahora será todo más “lineal”, pero vuestras decisiones serán, si caben, más importantes. Después de esta primera parte, podrían haber sido otros, pero estos son los grupos formados. Todas las cartas están sobre la mesa:
Superficie: Níniel, Melena Blanca, Imargo y Fiwyn
Planta inferior: Elen, Alister y Tyrande.
NPC’s usables: Todos, menos Fiwyn.
Elen: Parece que tus acciones hacen que vayas ganando confianza con Tyrande, que ya se atreve a mantener conversaciones más interesantes contigo. Habéis llegado a una especie de estanque aparentemente vacío en el que únicamente hay unas escaleras que parecen ser vuestra única salida. Aunque tal vez prefiráis deteneros a investigar esas antiquísimas pinturas azules que hay en la roca. Debes decidir. Te he sumado 1 pto de habilidad pasiva – Alquimia.
Níniel: Tú apareces en un sitio mucho más descampado, pero igual de muerto. Tienes de nuevo a los leónicos a tu disposición. Indecisos sin saber si estudiar el panteón con una enorme estatua que desde la distancia no distinguís o bien dirigiros al mausoleo lateral, del que parece brotar el agua. Fiwyn parece que ahora no quiere colaborar, pero ya te ha dado alguna indicación previamente. También tendrás que decidir qué investigar.
No os lo toméis a la ligera las elecciones, pues si bien no os libraréis de los problemas. Serán “más”, o tal vez “menos”, livianos según a donde vayáis. No os queda mucho para la acción, y luego advierto que será un no parar.
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
Los elfos que acompañaban a Tyrande no se unirían a ellos en aquella misión, así lo decidió la ex centinela al enviarlos al bosque para que se escondiesen, lo que la dejaba sola con la nueva protectora de las tierras del sur y el dragón. Sin duda alguna la moradora de los bosques había demostrado sus habilidades en combate, quizá fuese por esto por lo que no se preocupaba, o quizá comenzase a confiar en la bruja después de escuchar sus palabras y ver cómo solucionaba el pequeño problema que le impedía acceder al templo. Una vez en el agua les costó un poco orientarse, no se veía el fondo y había escombros que el río había arrastrado a lo largo de los años, formando obstáculos que les tocaría rodear.
La visibilidad no era muy buena, pero aun así no perdieron de vista el cuerpo de la elfa, que buscó sin detenerse hasta hallar lo que los lugareños le habían revelado, una pequeña entrada circular en cuyo interior no podía verse nada a causa de la oscuridad. Tyrande entró primero, seguida de Elen y luego de Alister, y ninguno de los tres encontró cómodo aquel estrecho pasaje, más bien era agobiante, sobre todo por encontrarse bajo el agua y dependiendo de una poción para aguantar allí sin ahogarse. Por suerte el brebaje de respirantia tenía un efecto de aproximadamente quince minutos, a lo que había que sumar el tiempo extra por haber añadido potenciador de lamia, lo que les dejaba casi media hora para dar con la forma de entrar al templo, pero no necesitaron tanto.
El angosto pasadizo no era demasiado largo, así que pronto encontraron una salida, una especie de estanque situada en la parte inferior de la estructura. Tampoco allí se veía nada, así que nada más salir del agua, Tyrande puso algo de luz envolviendo su brazo con un tono verdoso, lo justo para que pudiesen apreciar parte del lugar en que se encontraban. Elen apoyó los brazos en el borde y se impulsó para abandonar el agua, algo que imitó el dragón casi al momento, ya estaban dentro, ahora quedaba encontrar la fuente de aquella oscuridad y erradicarla, algo que probablemente fuese más fácil de decir que de hacer.
Siempre que la de cabellos cenicientos andaba metida en algo todo se complicaba y aquella no iba a ser la excepción, así que debían actuar con cabeza y no precipitarse hacia lo que allí dentro aguardase. ¿Habría conseguido Níniel la llave para unirse a ellos? Se preguntó, consciente de que las habilidades de la sacerdotisa podrían ser muy útiles de cara al combate, porque claramente iba a haber uno allí dentro, lo único que quedaba por descubrir era qué o quién sería el enemigo. Por otra parte esperaba también que Ja´zad hubiese hecho lo que le pidieron, a fin de cuentas aquellas tierras estaban bajo la protección de Melena Blanca y era de esperar que participase en la eliminación de aquel mal, puede que eso incluso le beneficiase de cara a aquellos que no creían en él o lo ponían en duda.
En el mejor de los casos conseguirían formar un numeroso grupo con el que resultaría más sencillo hacer frente al origen de aquella oscuridad, pero de momento Elen y sus dos compañeros solo podían investigar el interior del templo para averiguar qué le estaba pasando al bosque. Algo estaba atrayendo a criaturas de zonas muy lejanas y seguramente hubiese más cosas, algo que quizá Tyrande pudiese contarle ahora que parecía confiar un poco más en ella. Concentrando su eléctrico elemento, la hechicera creó dos orbes de energía y los hizo flotar en direcciones opuestas para determinar cuán grande era la estancia en que se encontraban, lo que de paso también ayudaría a iluminar mejor el estanque, con un brillante tono celeste.
El lugar era más amplio de lo que podría haber imaginado, pero teniendo en cuenta que se trataba de un templo, imponente en tiempos que ya habían quedado en el olvido, no era raro que las salas tuviesen un tamaño considerable. ¿Obra de elfos? Probablemente, pero eso no era lo que importaba. Avanzar por el interior con las ropas empapadas no sería cómodo, así que sin pensárselo dos veces, la tensai creó una corriente de viento que los envolvió a los tres, secando casi por completo sus vestimentas y cabellos en cuestión de un minuto. Mientras tanto escuchó lo que Tyrande tenía que decir acerca de su sucesor, comprendiendo perfectamente que le hubiese elegido a él por algo que no tenía que ver con el poder o la percepción de la oscuridad.
Tarivius podría haber buscado a alguien mucho más diestro con la magia para cederle su cargo, pero en vez de eso decidió darle una oportunidad, depositando sus esperanzas en que ella consiguiese lo que a pesar de los años él no pudo, unir a los centinelas por un objetivo común. Esa era su misión, y después de que se hubiese sacrificado por ella no podía defraudarle. - No me fio de ellos. - comentó, en cuanto la elfa terminó de hablar. Elen apartó ligeramente el brazal de cuero que cubría su muñeca izquierda y acarició la marca que el hechicero le había dejado. - Tarivius me habló de los demás antes de desaparecer y me dijo lo mismo acerca de Melena Blanca, sé lo complicado que será convencerlo para colaborar con Amaterasu después de lo que hizo para obtener la corona astada. - continuó, dejando claro que conocía la terrible muerte de la dama del lago, motivo por el cual Tyrande había dejado su cargo.
- Él sigue conmigo en cierto modo. - añadió, mostrando el árbol de la vida a la forestal. La corriente de viento cesó entonces, mientras la joven volvía a colocarse el brazal y su interlocutora daba vueltas alrededor del estanque. El medallón no había dejado de vibrar desde que habían llegado al templo y ahora lo hacía con algo más de intensidad, cosa que no pasó inadvertida. Elen asintió con la cabeza en respuesta a las palabras de la ex centinela, debían estar preparados para cualquier cosa, y eso implicaba que iba siendo hora de que Alister volviese a cambiar de forma. El alado adoptó su forma bestial mientras Tyrande señalaba la única salida, unas escaleras ascendentes, pero algo en las paredes atrajo la atención de la benjamina de los Calhoun.
De inmediato, la hechicera avanzó hacia una de ellas e intensificó el orbe de energía que iluminaba la zona, descubriendo unas primitivas pintadas azules en la roca. - El mausoleo de los Tarmúnil… - musitó, recordando que allí también había visto algo parecido. - Aquí hay algo Tyrande, quizá podría darnos información acerca del origen de esta oscuridad. - dijo, esperando que la elfa se acercase a examinar las pintadas. El templo era élfico y muy antiguo, pero cabía la posibilidad de que ella conociese mejor el lugar o su historia, y que pudiese interpretar los dibujos gracias a ello. La forestal no tardó en llegar junto a ella, alargó la mano hacia la roca y deslizó los dedos por encima de una de las figuras, tras lo cual paseó su mirada por el resto de dibujos.
La visibilidad no era muy buena, pero aun así no perdieron de vista el cuerpo de la elfa, que buscó sin detenerse hasta hallar lo que los lugareños le habían revelado, una pequeña entrada circular en cuyo interior no podía verse nada a causa de la oscuridad. Tyrande entró primero, seguida de Elen y luego de Alister, y ninguno de los tres encontró cómodo aquel estrecho pasaje, más bien era agobiante, sobre todo por encontrarse bajo el agua y dependiendo de una poción para aguantar allí sin ahogarse. Por suerte el brebaje de respirantia tenía un efecto de aproximadamente quince minutos, a lo que había que sumar el tiempo extra por haber añadido potenciador de lamia, lo que les dejaba casi media hora para dar con la forma de entrar al templo, pero no necesitaron tanto.
El angosto pasadizo no era demasiado largo, así que pronto encontraron una salida, una especie de estanque situada en la parte inferior de la estructura. Tampoco allí se veía nada, así que nada más salir del agua, Tyrande puso algo de luz envolviendo su brazo con un tono verdoso, lo justo para que pudiesen apreciar parte del lugar en que se encontraban. Elen apoyó los brazos en el borde y se impulsó para abandonar el agua, algo que imitó el dragón casi al momento, ya estaban dentro, ahora quedaba encontrar la fuente de aquella oscuridad y erradicarla, algo que probablemente fuese más fácil de decir que de hacer.
Siempre que la de cabellos cenicientos andaba metida en algo todo se complicaba y aquella no iba a ser la excepción, así que debían actuar con cabeza y no precipitarse hacia lo que allí dentro aguardase. ¿Habría conseguido Níniel la llave para unirse a ellos? Se preguntó, consciente de que las habilidades de la sacerdotisa podrían ser muy útiles de cara al combate, porque claramente iba a haber uno allí dentro, lo único que quedaba por descubrir era qué o quién sería el enemigo. Por otra parte esperaba también que Ja´zad hubiese hecho lo que le pidieron, a fin de cuentas aquellas tierras estaban bajo la protección de Melena Blanca y era de esperar que participase en la eliminación de aquel mal, puede que eso incluso le beneficiase de cara a aquellos que no creían en él o lo ponían en duda.
En el mejor de los casos conseguirían formar un numeroso grupo con el que resultaría más sencillo hacer frente al origen de aquella oscuridad, pero de momento Elen y sus dos compañeros solo podían investigar el interior del templo para averiguar qué le estaba pasando al bosque. Algo estaba atrayendo a criaturas de zonas muy lejanas y seguramente hubiese más cosas, algo que quizá Tyrande pudiese contarle ahora que parecía confiar un poco más en ella. Concentrando su eléctrico elemento, la hechicera creó dos orbes de energía y los hizo flotar en direcciones opuestas para determinar cuán grande era la estancia en que se encontraban, lo que de paso también ayudaría a iluminar mejor el estanque, con un brillante tono celeste.
El lugar era más amplio de lo que podría haber imaginado, pero teniendo en cuenta que se trataba de un templo, imponente en tiempos que ya habían quedado en el olvido, no era raro que las salas tuviesen un tamaño considerable. ¿Obra de elfos? Probablemente, pero eso no era lo que importaba. Avanzar por el interior con las ropas empapadas no sería cómodo, así que sin pensárselo dos veces, la tensai creó una corriente de viento que los envolvió a los tres, secando casi por completo sus vestimentas y cabellos en cuestión de un minuto. Mientras tanto escuchó lo que Tyrande tenía que decir acerca de su sucesor, comprendiendo perfectamente que le hubiese elegido a él por algo que no tenía que ver con el poder o la percepción de la oscuridad.
Tarivius podría haber buscado a alguien mucho más diestro con la magia para cederle su cargo, pero en vez de eso decidió darle una oportunidad, depositando sus esperanzas en que ella consiguiese lo que a pesar de los años él no pudo, unir a los centinelas por un objetivo común. Esa era su misión, y después de que se hubiese sacrificado por ella no podía defraudarle. - No me fio de ellos. - comentó, en cuanto la elfa terminó de hablar. Elen apartó ligeramente el brazal de cuero que cubría su muñeca izquierda y acarició la marca que el hechicero le había dejado. - Tarivius me habló de los demás antes de desaparecer y me dijo lo mismo acerca de Melena Blanca, sé lo complicado que será convencerlo para colaborar con Amaterasu después de lo que hizo para obtener la corona astada. - continuó, dejando claro que conocía la terrible muerte de la dama del lago, motivo por el cual Tyrande había dejado su cargo.
- Él sigue conmigo en cierto modo. - añadió, mostrando el árbol de la vida a la forestal. La corriente de viento cesó entonces, mientras la joven volvía a colocarse el brazal y su interlocutora daba vueltas alrededor del estanque. El medallón no había dejado de vibrar desde que habían llegado al templo y ahora lo hacía con algo más de intensidad, cosa que no pasó inadvertida. Elen asintió con la cabeza en respuesta a las palabras de la ex centinela, debían estar preparados para cualquier cosa, y eso implicaba que iba siendo hora de que Alister volviese a cambiar de forma. El alado adoptó su forma bestial mientras Tyrande señalaba la única salida, unas escaleras ascendentes, pero algo en las paredes atrajo la atención de la benjamina de los Calhoun.
De inmediato, la hechicera avanzó hacia una de ellas e intensificó el orbe de energía que iluminaba la zona, descubriendo unas primitivas pintadas azules en la roca. - El mausoleo de los Tarmúnil… - musitó, recordando que allí también había visto algo parecido. - Aquí hay algo Tyrande, quizá podría darnos información acerca del origen de esta oscuridad. - dijo, esperando que la elfa se acercase a examinar las pintadas. El templo era élfico y muy antiguo, pero cabía la posibilidad de que ella conociese mejor el lugar o su historia, y que pudiese interpretar los dibujos gracias a ello. La forestal no tardó en llegar junto a ella, alargó la mano hacia la roca y deslizó los dedos por encima de una de las figuras, tras lo cual paseó su mirada por el resto de dibujos.
Off: Como no sé qué hay en las pintadas he preferido no especificar nada.
Elen Calhoun
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
Cada vez que Ja´zad abría la boca subía el pan, como solían decir los humanos cuando querían dejar constancia de que en su opinión algunas personas estaban mejor calladitas, pero a diferencia de las de aquel botarate las palabras de Melena Blanca si que resultaban interesantes. Incluso permitían leer entre líneas para obtener aún más información de la que muy posiblemente él centinela quería transmitir, lo cual ayudaba a la joven peliblanca a entender un poco mejor aquella situación en la que se había visto envuelta por su necesidad de averiguar algo más sobre la maldición que la afectaba.
Parecía que la relación que unía a Melena Blanca con lady Tyrande no se limitaba únicamente a lo laboral, a sus funciones como centinelas y quizá en algún momento del pasado al de maestra y alumno. Llamar "Tyra" a toda una ex centinela, a una de las hijas del bosque más notorias y a la última representante de uno de los clanes con cuyas historias todo elfo de Sandorai había crecido era...bueno, irrespetuoso. Un diminutivo muy cariñoso y cercano que hacía que la joven intuyera una profunda amistad, y quizá algo más. Puede que por eso la capa blanca estuviera en su posesión y no en la de manos más capaces. Por amistad y confianza más que por capacidades...Un método de elección de centinelas que bien podría resultar tremendamente problemático, como denotaba la incapacidad del león para solventar los problemas del bosque.
También dejó claro que Nimrod no había exagerado a la hora de hablar de los problemas en el seno de los centinelas, e incluso que el elfo se había quedado corto y había adornado la situación para que no resultara tan alarmante. Según el hombre bestia Elen era una persona sin honor y traicionera a las órdenes de otra centinela aún peor, e incluso insinuó que aquellas "luchas fratricidas" no se habían limitado a meras diferencias ideológicas sino que habían llevado a la muerte del antecesor de Elen en el cargo. La bruja lo iba a tener difícil para convencer a aquel tipo de que la ayudara, de hecho debería de estar agradecida de no haber ido a su campamento en vez de seguir a la elfa oscura. A saber lo que le habría hecho teniendo en cuenta la formada opinión que tenía de ella; Errada por supuesto. Elen no era ninguna traidora y la había visto arriesgar su vida altruistamente incluso por unos meros campesinos a los que no conocía ni debía nada así como por sus amigos. Las palabras del león para la elfa eran como si le hablara de otra persona.
-Hablas como si hubieras estado presente cuando pasaron esas cosas...- Se limitó a decir sabiendo que de poco le serviría tratar de romper una lanza en favor de su amiga. No era como si fuese a creerla, teniendo en cuenta que en cierto modo ella no estaba en una posición mucho mejor que Fiwyn con aquella gente. -En cualquier caso la poción es lo que la nota dice que es...Así que con confianza o no parece ser cierto que ambas han ido por una ruta alternativa. Seguramente demos con ellas en el interior y podrás hablarlo en persona.- Dijo alisándose los pliegues de su túnica para acomodarla mejor a la ligera armadura que portaba bajo la misma antes de ponerse en movimiento hacia la entrada de la estructura, donde los leónicos habían dado con el punto en el que colocar "la llave". Proceso en el que una vez más demostraron lo inútiles que eran al causarle severos daños a la valiosa reliquia.
-Durante miles de años los elfos de este clan habrán usado ese ornamento para acceder al templo. Decenas de generaciones guardandola y protegiéndola con mimo y celo. Y en tan solo unos minutos en vuestras manos...- Comentó la joven cerca de la escena, negando con la cabeza ante los gestos de aprobación y orgullo de aquellos idiotas cuando deberían estar lamentándose y sabiendo que cuando la devolvieran al poblado tendrían suerte si les volvían a permitir pisar aquellas tierras de nuevo.
Con la piedra en su sitio el mecanismo de apertura de la puerta no tardó en comenzar a abrir las pesadas puertas de piedra de manera silenciosa, como si las abriera lentamente pero sin pausa alguna especie de ente invisible a sus ojos y no un ancestral mecanismo antiguo basado en pesos y contrapesos. Mientras las puertas se abrían, una intensa ráfaga de energía oscura golpeó a la joven y a los allí presentes, aunque los felinos no la sintieran, no como algo más que una extraña racha de simple y helado viento. Un aviso, una advertencia para aquellos capacitados para sentirla: No era solo oscuridad. Allí dentro había algo, algo que no podía ni debía ser ignorado. Algo que sabía que tenía compañía.
Tras solo unos instantes de espera el mecanismo cumplió su cometido y el grupo tuvo pleno acceso al interior del lugar. Frente a ellos un patio interior abierto, tranquilo y silencioso ideal para la oración aunque los bancos de piedra estaban ya tan desgastados que apenas si destacaban sobre el suelo. Al fondo del mismo una estructura también semiabierta donde debía de hallarse un gran altar a una o varias de las divinidades élficas. A la derecha otra cerrada, lugar donde debían de estar las dependencias de las sacerdotisas, los altares privados, la sala de rituales y otras salas destinadas al buen funcionamiento del templo, como almacenes y relicarios.
Ajenos al peligro, y mientras que Níniel observaba el lugar concentrada y con semblante serio acompañada por el "núcleo duro" de aquel grupo, los hombres de Melena Blanca comenzaron a hacer el subnormal por el lugar; Saltando, riendo y burlándose con sus acciones de un lugar sagrado tan antiguo que la mera existencia de los hombres bestia en Aerandir no era en el tiempo más que un suspiro en comparación, y uno ni siquiera demasiado largo. Sus acciones estaban enfadando en gran medida a la sacerdotisa, algo poco prudente teniendo en cuenta lo que pasaba cuando daba rienda suelta al poder que la maldición le otorgaba, aunque se libraban por el momento gracias a que por suerte para ellos había algo mucho más importante que requería su atención en esos momentos...Y quien sabe, quizá alguno de ellos acabara por revelar a lo que fuera que había allí, de ese modo servirían para algo, aunque fuera muriendo.
-¿Prioritario? ¿No notas como vibra tu capa?. Todo el lugar emana una oscuridad tan profunda como la misma noche. Lo prioritario para cualquiera sería salir de aquí y no volver nunca.- Hizo una pausa, parecía estar tratando de percibir algo más concreto entre toda aquella oscuridad. -Pero ya que no podemos hacer eso...¿Qué tal si controlas a esos idiotas antes de que como sacerdotisa me vea obligada a retorcer sus cuellos con mis propias manos? Este es un lugar tan sagrado que vuestra mera presencia aquí ya sería castigada con la muerte en circunstancias normales, mejor si dejáis de faltar al respeto a toda una raza...y si podéis evitar romper nada más mucho mejor. -Dijo seria antes de centrar su mirada en la estructura cerrada a su derecha y fruncir los labios.
-Quiero revisar primero el panteón y asegurar el exterior. Saber a quien está consagrado este lugar me ayudará con el ritual de purificación, y quizá encuentre alguna señal sobre cómo se llegó a esto en ese lugar de poder.- Se decidió finalmente.
Parecía que la relación que unía a Melena Blanca con lady Tyrande no se limitaba únicamente a lo laboral, a sus funciones como centinelas y quizá en algún momento del pasado al de maestra y alumno. Llamar "Tyra" a toda una ex centinela, a una de las hijas del bosque más notorias y a la última representante de uno de los clanes con cuyas historias todo elfo de Sandorai había crecido era...bueno, irrespetuoso. Un diminutivo muy cariñoso y cercano que hacía que la joven intuyera una profunda amistad, y quizá algo más. Puede que por eso la capa blanca estuviera en su posesión y no en la de manos más capaces. Por amistad y confianza más que por capacidades...Un método de elección de centinelas que bien podría resultar tremendamente problemático, como denotaba la incapacidad del león para solventar los problemas del bosque.
También dejó claro que Nimrod no había exagerado a la hora de hablar de los problemas en el seno de los centinelas, e incluso que el elfo se había quedado corto y había adornado la situación para que no resultara tan alarmante. Según el hombre bestia Elen era una persona sin honor y traicionera a las órdenes de otra centinela aún peor, e incluso insinuó que aquellas "luchas fratricidas" no se habían limitado a meras diferencias ideológicas sino que habían llevado a la muerte del antecesor de Elen en el cargo. La bruja lo iba a tener difícil para convencer a aquel tipo de que la ayudara, de hecho debería de estar agradecida de no haber ido a su campamento en vez de seguir a la elfa oscura. A saber lo que le habría hecho teniendo en cuenta la formada opinión que tenía de ella; Errada por supuesto. Elen no era ninguna traidora y la había visto arriesgar su vida altruistamente incluso por unos meros campesinos a los que no conocía ni debía nada así como por sus amigos. Las palabras del león para la elfa eran como si le hablara de otra persona.
-Hablas como si hubieras estado presente cuando pasaron esas cosas...- Se limitó a decir sabiendo que de poco le serviría tratar de romper una lanza en favor de su amiga. No era como si fuese a creerla, teniendo en cuenta que en cierto modo ella no estaba en una posición mucho mejor que Fiwyn con aquella gente. -En cualquier caso la poción es lo que la nota dice que es...Así que con confianza o no parece ser cierto que ambas han ido por una ruta alternativa. Seguramente demos con ellas en el interior y podrás hablarlo en persona.- Dijo alisándose los pliegues de su túnica para acomodarla mejor a la ligera armadura que portaba bajo la misma antes de ponerse en movimiento hacia la entrada de la estructura, donde los leónicos habían dado con el punto en el que colocar "la llave". Proceso en el que una vez más demostraron lo inútiles que eran al causarle severos daños a la valiosa reliquia.
-Durante miles de años los elfos de este clan habrán usado ese ornamento para acceder al templo. Decenas de generaciones guardandola y protegiéndola con mimo y celo. Y en tan solo unos minutos en vuestras manos...- Comentó la joven cerca de la escena, negando con la cabeza ante los gestos de aprobación y orgullo de aquellos idiotas cuando deberían estar lamentándose y sabiendo que cuando la devolvieran al poblado tendrían suerte si les volvían a permitir pisar aquellas tierras de nuevo.
Con la piedra en su sitio el mecanismo de apertura de la puerta no tardó en comenzar a abrir las pesadas puertas de piedra de manera silenciosa, como si las abriera lentamente pero sin pausa alguna especie de ente invisible a sus ojos y no un ancestral mecanismo antiguo basado en pesos y contrapesos. Mientras las puertas se abrían, una intensa ráfaga de energía oscura golpeó a la joven y a los allí presentes, aunque los felinos no la sintieran, no como algo más que una extraña racha de simple y helado viento. Un aviso, una advertencia para aquellos capacitados para sentirla: No era solo oscuridad. Allí dentro había algo, algo que no podía ni debía ser ignorado. Algo que sabía que tenía compañía.
Tras solo unos instantes de espera el mecanismo cumplió su cometido y el grupo tuvo pleno acceso al interior del lugar. Frente a ellos un patio interior abierto, tranquilo y silencioso ideal para la oración aunque los bancos de piedra estaban ya tan desgastados que apenas si destacaban sobre el suelo. Al fondo del mismo una estructura también semiabierta donde debía de hallarse un gran altar a una o varias de las divinidades élficas. A la derecha otra cerrada, lugar donde debían de estar las dependencias de las sacerdotisas, los altares privados, la sala de rituales y otras salas destinadas al buen funcionamiento del templo, como almacenes y relicarios.
Ajenos al peligro, y mientras que Níniel observaba el lugar concentrada y con semblante serio acompañada por el "núcleo duro" de aquel grupo, los hombres de Melena Blanca comenzaron a hacer el subnormal por el lugar; Saltando, riendo y burlándose con sus acciones de un lugar sagrado tan antiguo que la mera existencia de los hombres bestia en Aerandir no era en el tiempo más que un suspiro en comparación, y uno ni siquiera demasiado largo. Sus acciones estaban enfadando en gran medida a la sacerdotisa, algo poco prudente teniendo en cuenta lo que pasaba cuando daba rienda suelta al poder que la maldición le otorgaba, aunque se libraban por el momento gracias a que por suerte para ellos había algo mucho más importante que requería su atención en esos momentos...Y quien sabe, quizá alguno de ellos acabara por revelar a lo que fuera que había allí, de ese modo servirían para algo, aunque fuera muriendo.
-¿Prioritario? ¿No notas como vibra tu capa?. Todo el lugar emana una oscuridad tan profunda como la misma noche. Lo prioritario para cualquiera sería salir de aquí y no volver nunca.- Hizo una pausa, parecía estar tratando de percibir algo más concreto entre toda aquella oscuridad. -Pero ya que no podemos hacer eso...¿Qué tal si controlas a esos idiotas antes de que como sacerdotisa me vea obligada a retorcer sus cuellos con mis propias manos? Este es un lugar tan sagrado que vuestra mera presencia aquí ya sería castigada con la muerte en circunstancias normales, mejor si dejáis de faltar al respeto a toda una raza...y si podéis evitar romper nada más mucho mejor. -Dijo seria antes de centrar su mirada en la estructura cerrada a su derecha y fruncir los labios.
-Quiero revisar primero el panteón y asegurar el exterior. Saber a quien está consagrado este lugar me ayudará con el ritual de purificación, y quizá encuentre alguna señal sobre cómo se llegó a esto en ese lugar de poder.- Se decidió finalmente.
Níniel Thenidiel
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
Elen llamó la atención de la excentinela al destacar una serie de pinturas azules que parecían dibujadas en la roca. Astutamente, la bruja rápidamente las relacionó con las pinturas de los Tarmúnil que encontró en isla Lunar, justo antes de la muerte de Tarivius y de convertirse en centinela.
A Tyrande también parecieron recordarle a algo, y la elfa tenía un conocimiento más profundo que el que podía tener Elen acerca de los jinetes oscuros. Su cara no pudo mostrar más desconcierto en cuanto rápidamente se acercó a examinar los grabados. – Los jinetes… - dijo como primera aproximación, aunque no tenía ni idea de qué hacían en un templo élfico como aquel.
En las pinturas, los jinetes cabalgaban en sus monturas por los cielos, saliendo de una especie de aro en cuyo interior había un portal, del que a su vez además salía una especie de cadena que terminaba en un ancla que se clavaba en el suelo. Elen era la primera vez que veía aquella representación, pero Tyrande ya la había visto en más de una ocasión.
-Es un portal al Oblivion. – describió en una voz ahogada en la cueva. – Un portal que conecta el plano de los jinetes con el nuestro. Es por donde acceden. ¿Pero qué hace este dibujo aquí? – preguntó, y puso su mano sobre el mismo, pues el dibujo parecía tener un pequeño relieve.
La pared se hizo a un lado repentinamente, dando lugar a una especie de estancia secreta, ésta parecía pertenecer al misterioso templo élfico, pues la pared esta vez era lisa y no excavada en roca. Había muchas vasijas y ánforas de antiquísima factura élfica, Tyrande no tardó en explicárselo a Elen, además estaban cubiertas por polvo y telas de araña, que rápidamente Tyrande eliminó calentándolas con su magia luminosa.
Veintiséis ojos sentirían entonces elfa y bruja sobre ellas. En la pared había pinturas de muchos hombres y mujeres mirando hacia ellas: Hacia el punto de entrada a la estancia. Todos con risas diabólicas. – Trece elfos… - comentó Tyrande. – Trece jinetes… - continuó después. Pero no eran jinetes, sino figuras de elfos humanos distintos a los que Elen y Tyrande conocían, si bien por su número, su mirada, su sonrisa, y por los corceles negros que había al lado de cada uno, podía deducirse que éstos eran los jinetes, en una forma más humana, menos banal.
Aquello era nuevo para la excentinela, que fue examinándolos uno a uno. Hasta encontrar uno que especialmente llamó su atención. La undécima de las figuras era una joven de pelo negro y corto. Con los ojos carmesíes. -¿Esta no es Fiwyn? – preguntó. Lo cierto es que su parecido era total. La elfa parecía estar riéndose y mirándola fijamente. Sobre ellos, en la parte superior de la pared de aquel panteón. Había un grabado en élfico antiguo, que Tyrande no tardaría en traducir.
-Cada cierto tiempo, que uno aparezca allá donde se nos rinda culto. Los portales nos traen del Oblivion al mundo. Abridlos e invocad al resto. Destruid todo a vuestro paso. Sembrad la muerte y la destrucción. Sólo las reliquias podrán exiliarnos. – leyó la elfa, iluminando cuidadosamente cada trozo en la estancia cuadrada. Y rápidamente volvió hacia la posición en la que se encontraba la figura de Fiwyn a tamaño real. – La undécima… - entrecerró los ojos. – Verzela… - se giró rápidamente hacia Elen, a paso acelerado. – Eso lo explica todo. Por eso había tanta maldad en su persona. La vibración en tu medallón. Incluso esas extrañas apariciones. – miró a la bruja y a su compañero dragón con preocupación – Han venido con ella, Elen, Fiwyn es Verzela Tarmúnil. No sé si los elfos del clan Lentherzair tienen algo que ver, pero aquí se rinde culto en secreto a los Jinetes Oscuros y esto es un portal encubierto al oblivion: Su dimensión. – describió. - Tenemos que encontrar a Fiwyn. No quiero ni pensar qué ocurriría si los trece aparecen aquí a la vez.
Todos los dibujos de los jinetes comenzaron a reír sincronizadamente tras decir esto y el techo de la cueva entera comenzó a quebrarse, brotando el agua que envolvía al santuario por las grietas de éstas. Incluida la zona del estanque, Elen, Alister y Tyrande no tendrían ahora más remedio que huir por la única salida que les quedaba factible para tratar de llegar lo más posible a la superficie.
La amenaza de Níniel no gustó un pelo a Ja’zad. Estaba claro que tenían distintas maneras de entender el mundo, Níniel, como sacerdotisa, respetaba todo aquello relacionado con la naturaleza y los dioses, Ja’zad, como segundo de a bordo de una compañía de mercenarios, no era creyente y poco o nada le importaban los templos o los dioses de los elfos. La misma teoría podía aplicarse al resto del grupo, que podían ser muy fieles, pero no destacaban por tener un alto coeficiente intelectual.
En cualquier caso, Níniel indicó que lo mejor sería explorar el panteón en primer lugar. Quizás un reconocimiento de la deidad le permitiría realizar el ritual de purificación. Pero el cielo estaba tornándose cada vez más negro tras su llegada al templo. – Corred, que va a llover. – instó Jazad. Para los leónicos aquello no significaba nada, pero Fiwyn reiría al ver en su ignorancia como el firmamento ennegrecía increíblemente rápido, formándose una especie de remolino en éste que para nada era natural. Si bien Níniel, que gozaba de suficiente sabiduría, podría saber que aquello no era algo común. – Parece que va a venir un huracán. – bromeó Imargo al ver como el cielo se arremolinaba justo sobre el templo.
-Sí… va a ser eso. – ironizó Fiwyn, que no apartaba el ojo de la inminente “tormenta”.
-Tú a callar. Ya has oído al jefe. – ordenó, dándole un pequeño empujón.
Mientras los leónicos exploraban el exterior, Melena Blanca, junto a Níniel, ascendió las escaleras hasta la deidad élfica. Una vez arriba, tal vez por la forma o ropajes de la esculpida figura femenina, o tal vez por la cabeza deteriorada que reposaba en mitad de la escalera, Níniel podría distinguir que aquel templo guardaba culto a Nís, diosa del agua. Algo que guardaba coherencia con la estética general del lugar.
-No sé qué deidad es. – aseguró Melena Blanca. – Pero tienes razón, hay algo que no funciona en el templo.
En ese momento, Ja’zad corrió hasta las escaleras del mismo, fatigado, para atraer a voces la atención de elfa y centinela.
-¡Jefe! ¡Jefe! La elfa. Fiwyn. Parece que la ha poseído un demonio. Le va a estallar la patata. – y señaló a la misma. Estaba en el suelo, con un corrillo de leónicos alrededor suya que permanecían inmóviles observándola con sorpresa. Se movía convulsivamente, con los ojos en blanco, en el suelo, diciendo palabras ininteligibles en élfico antiguo.
El cielo estaba ahora más oscuro que nunca, y del remolino ya comenzaban a salir truenos. Un enorme aro se había formado alrededor de éste. Melena Blanca, como centinela, podía saber de qué se trataba. Los leónicos movían sus colas asustados. Sólo Melena Blanca y Ja’zad guardaban medianamente la compostura. Aunque el centinela parecía tener claro que era lo que ocurría.
-¡Fieles hombres míos, mirad el cielo! Es un portal al Oblivion, el plano de los jinetes oscuros. – indicó el centinela. – La pequeña tiene algo que ver con esto. ¿Y Níniel? – el mastodonte sacó su enorme hacha a doble manos, el arma era, en sí, más grande que Níniel miró a la elfa, la olfateó, y gruñó. Y es que no estaba muy seguro de qué posición ocupaba ésta en todo aquello. – Espero que tú no tengas ninguna relación.
Melena Blanca buscó con la mirada a Fiwyn, pero notó que ésta ya no estaba sobre el suelo, sino que había dado un salto hasta lo más alto de uno de los edificios del templo.
La pequeña morena mantuvo su corte de pelo, pero creció en tamaño, su cara envejeció para mostrar algo más de edad y permaneció desnuda durante unos instantes en los que sus ropajes brillaron y se convirtieron en una elegante y tétrica armadura ligera con una capa roja. Su característico tono de piel oscuro y sus ojos carmesíes seguían iguales. El mismo que el de todos sus hermanos. Fiwyn portaba ahora un arco, cuyas flechas eran negras como el carbón.
-¿Ahora ya me conoces, escoria? ¡Yo soy Verzela Tarmúnil! – gritó Fiwyn, desde lo alto del templo. – Ni tú ni ninguno de los portadores pueden detener el Apocalipsis que hoy se avecina. - Miró al cielo. Ahora más oscuro que nunca. – Será divertido ver como morís mientras intentáis detenernos. Cuando la capa blanca y el medallón solar estén en nuestra posesión, será más fácil arrasar todo a nuestro paso. Sin reglas. Sin oposición. – se giró entonces hacia Níniel, a la que pretendía ofrecer. - Tu maldición tiene orígenes muy oscuro. Sólo yo puedo quitártela. Ofrezco eliminártela a cambio de la capa del centinela o, al menos, a cambio de que permanezcas donde estás sin hacer nada. ¿Qué me dices, Níniel? ¿Quieres ser libre? – comentó llevándose los dedos a la boca y dando un silbido. Momento en el que un caballo negro bajaba corriendo literalmente por el aire, en dirección a donde se encontraba Verzela, aunque aún tardaría en llegar. El relincho de éste se escuchó en kilómetros a la redonda.
-¡Leónicos! ¡En guardia! – rugió el centinela. Sólo Melena Blanca podía desterrar a Verzela y cerrar el portal al Oblivion. Níniel y los leónicos no podían ser más que meros espectadores, y máxime cuando ni siquiera llevaban arco. Verzela, que no fallaba un tiro con flechas ígneeas, los iba matando con flechazos en el corazón o cabeza, atravesando sus escudos armaduras, y pudriendo sus cuerpos e incendiando el templo a cada golpe.
-¡No puedes hacer nada! ¡Los has traído a su muerte! ¡Te dije que eras un incompetente– gritó a un Melena Blanca que veía caer, uno a uno, a tres de sus seguidores, que ni siquiera disponían de armas a distancia para contraatacar a la elfa.
* * * * * * * * * * * *
¡Qué buena puntería tenéis, queridas! Ambas habéis ido a ir con la “pista” que explica el origen de la maldad son los Tarmúnil, aunque con repercusiones diferentes. En cualquier caso, comienza la acción, y ahora será un no parar hasta el final.
Elen: Tu curiosidad ha hecho que descubras otro mausoleo de los Tarmúnil. También has descubierto lo que en realidad escondía Fiwyn, la razón por la que tu medallón vibraba. ¿Te lo esperabas? No lo sé. Lo que seguro no imaginabas es que los bajos del templo comenzasen a derrumbarse. Tendrás que huir. Darás a la zona del templo a la que Níniel no entró, pero tendrás que lanzar una runa que determinará si llegáis las dos o aún no. Has escuchado el famoso relincho y ya sabes lo que te espera arriba. Y sólo tu o Melena Blanca podéis dañar a Verzela
Níniel: La pista de la diosa Nís te servirá para realizar la purificación que salve el lugar, pero aún no has encontrado el mismo. Ahora llega uno de los momentos decisivos. Fiwyn era, en realidad, uno de los jinetes oscuros (¿de verdad no lo esperabais ninguna?) y te ha dicho que la única manera de eliminar tu maldición es, ni más ni menos, que ayudándola o manteniéndote neutral. Estoy convencido que dirás: “seguro que podré quitarla después” La respuesta ya te la spoileo desde el Valhalla: No. No podrás. Proponerte ayudar al bueno o al malo sin nada “gordo” sería una decisión demasiado sencilla. A veces hay que hacer sacrificios. ¿Quieres deshacerte de tu maldición? Ayuda a Verzela tratando de robarle la capa a Melena Blanca o, simplemente, permanece neutral. Ella no te atacará por ahora. Tu otra alternativa, impedir que ésta masacre a los leónicos con tus habilidades, pero esto supondría renunciar a la cura de tu maldición. El templo está cerrado y esperan su muerte como los condenados al paredón. Gran previsión por parte de Melena Blanca. Os dije que sería una misión difícil y me gusta plantearos estos dilemas existenciales. En cualquier caso, tira una runa que determinará el destino de estos pobres hombres bestia. Tú estás a salvo este turno pues tus acciones hasta ahora otorgan a la Tarmúnil el beneficio de la duda.
El fin es inevitable. Los jinetes oscuros no están muy lejos…
A Tyrande también parecieron recordarle a algo, y la elfa tenía un conocimiento más profundo que el que podía tener Elen acerca de los jinetes oscuros. Su cara no pudo mostrar más desconcierto en cuanto rápidamente se acercó a examinar los grabados. – Los jinetes… - dijo como primera aproximación, aunque no tenía ni idea de qué hacían en un templo élfico como aquel.
En las pinturas, los jinetes cabalgaban en sus monturas por los cielos, saliendo de una especie de aro en cuyo interior había un portal, del que a su vez además salía una especie de cadena que terminaba en un ancla que se clavaba en el suelo. Elen era la primera vez que veía aquella representación, pero Tyrande ya la había visto en más de una ocasión.
-Es un portal al Oblivion. – describió en una voz ahogada en la cueva. – Un portal que conecta el plano de los jinetes con el nuestro. Es por donde acceden. ¿Pero qué hace este dibujo aquí? – preguntó, y puso su mano sobre el mismo, pues el dibujo parecía tener un pequeño relieve.
La pared se hizo a un lado repentinamente, dando lugar a una especie de estancia secreta, ésta parecía pertenecer al misterioso templo élfico, pues la pared esta vez era lisa y no excavada en roca. Había muchas vasijas y ánforas de antiquísima factura élfica, Tyrande no tardó en explicárselo a Elen, además estaban cubiertas por polvo y telas de araña, que rápidamente Tyrande eliminó calentándolas con su magia luminosa.
Veintiséis ojos sentirían entonces elfa y bruja sobre ellas. En la pared había pinturas de muchos hombres y mujeres mirando hacia ellas: Hacia el punto de entrada a la estancia. Todos con risas diabólicas. – Trece elfos… - comentó Tyrande. – Trece jinetes… - continuó después. Pero no eran jinetes, sino figuras de elfos humanos distintos a los que Elen y Tyrande conocían, si bien por su número, su mirada, su sonrisa, y por los corceles negros que había al lado de cada uno, podía deducirse que éstos eran los jinetes, en una forma más humana, menos banal.
Aquello era nuevo para la excentinela, que fue examinándolos uno a uno. Hasta encontrar uno que especialmente llamó su atención. La undécima de las figuras era una joven de pelo negro y corto. Con los ojos carmesíes. -¿Esta no es Fiwyn? – preguntó. Lo cierto es que su parecido era total. La elfa parecía estar riéndose y mirándola fijamente. Sobre ellos, en la parte superior de la pared de aquel panteón. Había un grabado en élfico antiguo, que Tyrande no tardaría en traducir.
-Cada cierto tiempo, que uno aparezca allá donde se nos rinda culto. Los portales nos traen del Oblivion al mundo. Abridlos e invocad al resto. Destruid todo a vuestro paso. Sembrad la muerte y la destrucción. Sólo las reliquias podrán exiliarnos. – leyó la elfa, iluminando cuidadosamente cada trozo en la estancia cuadrada. Y rápidamente volvió hacia la posición en la que se encontraba la figura de Fiwyn a tamaño real. – La undécima… - entrecerró los ojos. – Verzela… - se giró rápidamente hacia Elen, a paso acelerado. – Eso lo explica todo. Por eso había tanta maldad en su persona. La vibración en tu medallón. Incluso esas extrañas apariciones. – miró a la bruja y a su compañero dragón con preocupación – Han venido con ella, Elen, Fiwyn es Verzela Tarmúnil. No sé si los elfos del clan Lentherzair tienen algo que ver, pero aquí se rinde culto en secreto a los Jinetes Oscuros y esto es un portal encubierto al oblivion: Su dimensión. – describió. - Tenemos que encontrar a Fiwyn. No quiero ni pensar qué ocurriría si los trece aparecen aquí a la vez.
Todos los dibujos de los jinetes comenzaron a reír sincronizadamente tras decir esto y el techo de la cueva entera comenzó a quebrarse, brotando el agua que envolvía al santuario por las grietas de éstas. Incluida la zona del estanque, Elen, Alister y Tyrande no tendrían ahora más remedio que huir por la única salida que les quedaba factible para tratar de llegar lo más posible a la superficie.
* * * * * * * * * * * *
La amenaza de Níniel no gustó un pelo a Ja’zad. Estaba claro que tenían distintas maneras de entender el mundo, Níniel, como sacerdotisa, respetaba todo aquello relacionado con la naturaleza y los dioses, Ja’zad, como segundo de a bordo de una compañía de mercenarios, no era creyente y poco o nada le importaban los templos o los dioses de los elfos. La misma teoría podía aplicarse al resto del grupo, que podían ser muy fieles, pero no destacaban por tener un alto coeficiente intelectual.
En cualquier caso, Níniel indicó que lo mejor sería explorar el panteón en primer lugar. Quizás un reconocimiento de la deidad le permitiría realizar el ritual de purificación. Pero el cielo estaba tornándose cada vez más negro tras su llegada al templo. – Corred, que va a llover. – instó Jazad. Para los leónicos aquello no significaba nada, pero Fiwyn reiría al ver en su ignorancia como el firmamento ennegrecía increíblemente rápido, formándose una especie de remolino en éste que para nada era natural. Si bien Níniel, que gozaba de suficiente sabiduría, podría saber que aquello no era algo común. – Parece que va a venir un huracán. – bromeó Imargo al ver como el cielo se arremolinaba justo sobre el templo.
-Sí… va a ser eso. – ironizó Fiwyn, que no apartaba el ojo de la inminente “tormenta”.
-Tú a callar. Ya has oído al jefe. – ordenó, dándole un pequeño empujón.
Mientras los leónicos exploraban el exterior, Melena Blanca, junto a Níniel, ascendió las escaleras hasta la deidad élfica. Una vez arriba, tal vez por la forma o ropajes de la esculpida figura femenina, o tal vez por la cabeza deteriorada que reposaba en mitad de la escalera, Níniel podría distinguir que aquel templo guardaba culto a Nís, diosa del agua. Algo que guardaba coherencia con la estética general del lugar.
-No sé qué deidad es. – aseguró Melena Blanca. – Pero tienes razón, hay algo que no funciona en el templo.
En ese momento, Ja’zad corrió hasta las escaleras del mismo, fatigado, para atraer a voces la atención de elfa y centinela.
-¡Jefe! ¡Jefe! La elfa. Fiwyn. Parece que la ha poseído un demonio. Le va a estallar la patata. – y señaló a la misma. Estaba en el suelo, con un corrillo de leónicos alrededor suya que permanecían inmóviles observándola con sorpresa. Se movía convulsivamente, con los ojos en blanco, en el suelo, diciendo palabras ininteligibles en élfico antiguo.
El cielo estaba ahora más oscuro que nunca, y del remolino ya comenzaban a salir truenos. Un enorme aro se había formado alrededor de éste. Melena Blanca, como centinela, podía saber de qué se trataba. Los leónicos movían sus colas asustados. Sólo Melena Blanca y Ja’zad guardaban medianamente la compostura. Aunque el centinela parecía tener claro que era lo que ocurría.
-¡Fieles hombres míos, mirad el cielo! Es un portal al Oblivion, el plano de los jinetes oscuros. – indicó el centinela. – La pequeña tiene algo que ver con esto. ¿Y Níniel? – el mastodonte sacó su enorme hacha a doble manos, el arma era, en sí, más grande que Níniel miró a la elfa, la olfateó, y gruñó. Y es que no estaba muy seguro de qué posición ocupaba ésta en todo aquello. – Espero que tú no tengas ninguna relación.
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Melena Blanca buscó con la mirada a Fiwyn, pero notó que ésta ya no estaba sobre el suelo, sino que había dado un salto hasta lo más alto de uno de los edificios del templo.
La pequeña morena mantuvo su corte de pelo, pero creció en tamaño, su cara envejeció para mostrar algo más de edad y permaneció desnuda durante unos instantes en los que sus ropajes brillaron y se convirtieron en una elegante y tétrica armadura ligera con una capa roja. Su característico tono de piel oscuro y sus ojos carmesíes seguían iguales. El mismo que el de todos sus hermanos. Fiwyn portaba ahora un arco, cuyas flechas eran negras como el carbón.
- Boss 1: Jinete oscuro: Verzela Tarmúnil:
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-¿Ahora ya me conoces, escoria? ¡Yo soy Verzela Tarmúnil! – gritó Fiwyn, desde lo alto del templo. – Ni tú ni ninguno de los portadores pueden detener el Apocalipsis que hoy se avecina. - Miró al cielo. Ahora más oscuro que nunca. – Será divertido ver como morís mientras intentáis detenernos. Cuando la capa blanca y el medallón solar estén en nuestra posesión, será más fácil arrasar todo a nuestro paso. Sin reglas. Sin oposición. – se giró entonces hacia Níniel, a la que pretendía ofrecer. - Tu maldición tiene orígenes muy oscuro. Sólo yo puedo quitártela. Ofrezco eliminártela a cambio de la capa del centinela o, al menos, a cambio de que permanezcas donde estás sin hacer nada. ¿Qué me dices, Níniel? ¿Quieres ser libre? – comentó llevándose los dedos a la boca y dando un silbido. Momento en el que un caballo negro bajaba corriendo literalmente por el aire, en dirección a donde se encontraba Verzela, aunque aún tardaría en llegar. El relincho de éste se escuchó en kilómetros a la redonda.
- Montura de Verzela:
-¡Leónicos! ¡En guardia! – rugió el centinela. Sólo Melena Blanca podía desterrar a Verzela y cerrar el portal al Oblivion. Níniel y los leónicos no podían ser más que meros espectadores, y máxime cuando ni siquiera llevaban arco. Verzela, que no fallaba un tiro con flechas ígneeas, los iba matando con flechazos en el corazón o cabeza, atravesando sus escudos armaduras, y pudriendo sus cuerpos e incendiando el templo a cada golpe.
-¡No puedes hacer nada! ¡Los has traído a su muerte! ¡Te dije que eras un incompetente– gritó a un Melena Blanca que veía caer, uno a uno, a tres de sus seguidores, que ni siquiera disponían de armas a distancia para contraatacar a la elfa.
* * * * * * * * * * * *
¡Qué buena puntería tenéis, queridas! Ambas habéis ido a ir con la “pista” que explica el origen de la maldad son los Tarmúnil, aunque con repercusiones diferentes. En cualquier caso, comienza la acción, y ahora será un no parar hasta el final.
Elen: Tu curiosidad ha hecho que descubras otro mausoleo de los Tarmúnil. También has descubierto lo que en realidad escondía Fiwyn, la razón por la que tu medallón vibraba. ¿Te lo esperabas? No lo sé. Lo que seguro no imaginabas es que los bajos del templo comenzasen a derrumbarse. Tendrás que huir. Darás a la zona del templo a la que Níniel no entró, pero tendrás que lanzar una runa que determinará si llegáis las dos o aún no. Has escuchado el famoso relincho y ya sabes lo que te espera arriba. Y sólo tu o Melena Blanca podéis dañar a Verzela
Níniel: La pista de la diosa Nís te servirá para realizar la purificación que salve el lugar, pero aún no has encontrado el mismo. Ahora llega uno de los momentos decisivos. Fiwyn era, en realidad, uno de los jinetes oscuros (¿de verdad no lo esperabais ninguna?) y te ha dicho que la única manera de eliminar tu maldición es, ni más ni menos, que ayudándola o manteniéndote neutral. Estoy convencido que dirás: “seguro que podré quitarla después” La respuesta ya te la spoileo desde el Valhalla: No. No podrás. Proponerte ayudar al bueno o al malo sin nada “gordo” sería una decisión demasiado sencilla. A veces hay que hacer sacrificios. ¿Quieres deshacerte de tu maldición? Ayuda a Verzela tratando de robarle la capa a Melena Blanca o, simplemente, permanece neutral. Ella no te atacará por ahora. Tu otra alternativa, impedir que ésta masacre a los leónicos con tus habilidades, pero esto supondría renunciar a la cura de tu maldición. El templo está cerrado y esperan su muerte como los condenados al paredón. Gran previsión por parte de Melena Blanca. Os dije que sería una misión difícil y me gusta plantearos estos dilemas existenciales. En cualquier caso, tira una runa que determinará el destino de estos pobres hombres bestia. Tú estás a salvo este turno pues tus acciones hasta ahora otorgan a la Tarmúnil el beneficio de la duda.
El fin es inevitable. Los jinetes oscuros no están muy lejos…
Ger
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Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos
Los verdes ojos de la hechicera se deslizaron por encima de los dibujos mientras Tyrande los examinaba, observando una escena diferente a la que había visto en el mausoleo de isla lunar, pero con los mismos protagonistas. Los Tarmúnil surcaban el cielo sobre sus negras monturas, y tras ellos un portal que debía ser la unión de su plano con el de Aerandir, del cual salía un ancla que se clavaba en el suelo. ¿Sería esa su forma de cruzar al otro lado para hacer realidad lo que tantas veces había visto la tensai en sus pesadillas? La forestal no tardó en confirmar sus temores, estaban ante los grabados de un portal al Oblivion, lugar en que los jinetes aguardaban hasta hallar la forma de pasar al otro lado.
Reaccionando al toque de la elfa, la pared se hizo a un lado, mostrándoles una estancia oculta a la vista en que descansaban un montón de vasijas y ánforas élficas, muy antiguas según las palabras de Tyrande. La ex centinela utilizó su magia para calentarlas y eliminar de ese modo las gruesas capas de polvo y telarañas que se habían adueñado de la estancia, y fue entonces cuando la mirada de Elen se clavó en unas nuevas pinturas que habían quedado al descubierto. Allí estaban, los trece miembros del clan Tarmúnil observándolas con maliciosas sonrisas en sus rostros, aunque en una versión diferente a la que la bruja había visto en su viaje al pasado. Se les representaba como elfos normales, pero aquellas miradas lo decían todo, eran ellos.
Al igual que Tyrande, la de cabellos cenicientos ignoró la multitud de vasijas para acercarse a examinar mejor las figuras de la pared, preguntándose interiormente si sin saberlo, se habría cruzado ya con alguna de aquellas humanas versiones de quienes se habían ganado a pulso el título de ser sus peores enemigos. ¿Habría pasado alguno de ellos por el callejón para dejar la bolsa de aeros con la que todo empezó? No lo sabía ni recordaba haber visto a nadie más aquella noche aparte del hombre con el que se vio obligada a pelear, pero no resultaba disparatado pensar en que cabía la posibilidad de que así hubiese ocurrido.
La forestal dio primero con ella, pero de inmediato consiguió que la atención de la hechicera se centrase sobre la figura que señalaba, la undécima. Tenía el pelo corto y negro, pero lo que más destacaba eran sus ojos, de un vivo tono carmesí, idénticos a los de Fiwyn. Elen maldijo por lo bajo, con el rostro serio y ligeramente ensombrecido, mientras la ex centinela traducía el antiguo grabado élfico que había sobre las pinturas, aquel que indicaba lo que los jinetes planeaban hacer dentro del templo. Verzela Tarmúnil había tomado su forma humana para engañarlos y utilizarlos con el único objetivo de acceder al interior y abrir un portal al Oblivion, cosa que de conseguir, permitiría a todos sus hermanos y hermanas llegar a Aerandir y arrasar con todo a su paso.
El hecho de que alguien pudiese rendir culto a los jinetes resultaba preocupante y sin duda tendrían que investigar de quién se trataba para evitar que otro lugar se convirtiese en su puerta de entrada, pero lo primero era averiguar si Fiwyn y Níniel habían conseguido la llave del templo, y por ende, estaban allí. - Maldita sea, Níniel está sola con esa desgraciada. - comentó, arrepintiéndose de haber decidido seguir adelante sin esperarla. Elen deseó que el clan de elfos las hubiese detenido, pero aunque no hubiesen obtenido la llave aún les quedaba la poción que ella misma había dejado en el caldero para ambas, y que les daba otra forma de entrar.
Alister desvió la vista hacia el estanque mientras la ex centinela mostraba su preocupación al no querer imaginarse un escenario en que los trece jinetes consiguiesen cruzar al plano de Aerandir, y una onda en las hasta aquel momento tranquilas aguas unida a una leve vibración lo pusieron en alerta, el sitio no era seguro. - Tenemos que irnos. - dijo, alzando su voz por encima de las irritantes risas de las pinturas. De forma repentina todo el techo de la estancia comenzó a quebrarse, dejando pasar el agua de alguna sala superior, hecho que los obligaba a salir de allí de inmediato, pues a pesar de seguir bajo el efecto de la poción de respirantia, en cuanto la piedra cediese se enfrentarían al riesgo de derrumbamiento.
Elen tiró de la elfa para instarla a abandonar la estancia secreta, tras lo cual ambas se reunieron con el dragón y salieron corriendo escaleras arriba tan rápido como le permitieron las piernas. - Espero que Níniel encuentre una forma de dar con nosotros. - pensó la tensai, dando por sentado que el estanque quedaría impracticable y que todo el espacio se vería pronto inundado. La benjamina de los Calhoun echó mano a sus poderes de viento para crear una corriente que los impulsase y les diese algo de velocidad, mientras su cabeza se convertía en un hervidero de pensamientos. ¿Estaría ya Fiwyn allí dentro? ¿Qué podrían hacer para detenerla? Y en el peor de los casos, ¿cómo demonios iban a ingeniárselas para devolver a los Tarmúnil al otro lado… eran demasiados para ella, y teniendo en cuenta que ni Tyrande ni Alister podían hacer nada para herirlos toda la presión recaía sobre ella.
La hazaña de Amaterasu había sido desterrar a tres a la vez, pero ¿trece?, ni siquiera estando en las mejores condiciones podría hacer algo así sola, necesitaría un milagro. Melena Blanca, ojalá él estuviese allí para ayudarla a evitar el apocalipsis que supondría la llegada de los jinetes. Elen agitó la cabeza para sacar de su mente todas aquellas ideas, centrándose en intensificar la corriente que los impulsaba para alcanzar la estancia superior lo antes posible. Debía detener a Fiwyn y devolverla al lugar del que había venido, pero no sería una tarea sencilla. La bruja aún recordaba su enfrentamiento con Erzsbeth en isla lunar, y tenía muy presente que la suerte había estado de su lado aquella vez, algo que podía cambiar de un momento a otro.
Alister las seguía de cerca, incómodo ya que subir escaleras estando transformado no era tan fácil, el espacio era reducido y debía controlar sus alas, manteniéndolas en todo momento pegadas al cuerpo para no darse con las paredes ni el techo. Mientras el agua se adueñaba del lugar en que antes había estado el estanque, haciendo flotar las vasijas y provocando que algunas de éstas se rompiesen contra la roca, los tres prosiguieron su camino hacia la zona superior del templo, llegando a atisbar una sala al final de las escaleras, pero ¿conseguirían alcanzarla? Un relincho igual al que había escuchado en isla lunar consiguió que se obligase a ir más rápido aún, Fiwyn ya estaba dentro del lugar y no podía permitir de ningún modo que abriese el portal al Oblivion.
Reaccionando al toque de la elfa, la pared se hizo a un lado, mostrándoles una estancia oculta a la vista en que descansaban un montón de vasijas y ánforas élficas, muy antiguas según las palabras de Tyrande. La ex centinela utilizó su magia para calentarlas y eliminar de ese modo las gruesas capas de polvo y telarañas que se habían adueñado de la estancia, y fue entonces cuando la mirada de Elen se clavó en unas nuevas pinturas que habían quedado al descubierto. Allí estaban, los trece miembros del clan Tarmúnil observándolas con maliciosas sonrisas en sus rostros, aunque en una versión diferente a la que la bruja había visto en su viaje al pasado. Se les representaba como elfos normales, pero aquellas miradas lo decían todo, eran ellos.
Al igual que Tyrande, la de cabellos cenicientos ignoró la multitud de vasijas para acercarse a examinar mejor las figuras de la pared, preguntándose interiormente si sin saberlo, se habría cruzado ya con alguna de aquellas humanas versiones de quienes se habían ganado a pulso el título de ser sus peores enemigos. ¿Habría pasado alguno de ellos por el callejón para dejar la bolsa de aeros con la que todo empezó? No lo sabía ni recordaba haber visto a nadie más aquella noche aparte del hombre con el que se vio obligada a pelear, pero no resultaba disparatado pensar en que cabía la posibilidad de que así hubiese ocurrido.
La forestal dio primero con ella, pero de inmediato consiguió que la atención de la hechicera se centrase sobre la figura que señalaba, la undécima. Tenía el pelo corto y negro, pero lo que más destacaba eran sus ojos, de un vivo tono carmesí, idénticos a los de Fiwyn. Elen maldijo por lo bajo, con el rostro serio y ligeramente ensombrecido, mientras la ex centinela traducía el antiguo grabado élfico que había sobre las pinturas, aquel que indicaba lo que los jinetes planeaban hacer dentro del templo. Verzela Tarmúnil había tomado su forma humana para engañarlos y utilizarlos con el único objetivo de acceder al interior y abrir un portal al Oblivion, cosa que de conseguir, permitiría a todos sus hermanos y hermanas llegar a Aerandir y arrasar con todo a su paso.
El hecho de que alguien pudiese rendir culto a los jinetes resultaba preocupante y sin duda tendrían que investigar de quién se trataba para evitar que otro lugar se convirtiese en su puerta de entrada, pero lo primero era averiguar si Fiwyn y Níniel habían conseguido la llave del templo, y por ende, estaban allí. - Maldita sea, Níniel está sola con esa desgraciada. - comentó, arrepintiéndose de haber decidido seguir adelante sin esperarla. Elen deseó que el clan de elfos las hubiese detenido, pero aunque no hubiesen obtenido la llave aún les quedaba la poción que ella misma había dejado en el caldero para ambas, y que les daba otra forma de entrar.
Alister desvió la vista hacia el estanque mientras la ex centinela mostraba su preocupación al no querer imaginarse un escenario en que los trece jinetes consiguiesen cruzar al plano de Aerandir, y una onda en las hasta aquel momento tranquilas aguas unida a una leve vibración lo pusieron en alerta, el sitio no era seguro. - Tenemos que irnos. - dijo, alzando su voz por encima de las irritantes risas de las pinturas. De forma repentina todo el techo de la estancia comenzó a quebrarse, dejando pasar el agua de alguna sala superior, hecho que los obligaba a salir de allí de inmediato, pues a pesar de seguir bajo el efecto de la poción de respirantia, en cuanto la piedra cediese se enfrentarían al riesgo de derrumbamiento.
Elen tiró de la elfa para instarla a abandonar la estancia secreta, tras lo cual ambas se reunieron con el dragón y salieron corriendo escaleras arriba tan rápido como le permitieron las piernas. - Espero que Níniel encuentre una forma de dar con nosotros. - pensó la tensai, dando por sentado que el estanque quedaría impracticable y que todo el espacio se vería pronto inundado. La benjamina de los Calhoun echó mano a sus poderes de viento para crear una corriente que los impulsase y les diese algo de velocidad, mientras su cabeza se convertía en un hervidero de pensamientos. ¿Estaría ya Fiwyn allí dentro? ¿Qué podrían hacer para detenerla? Y en el peor de los casos, ¿cómo demonios iban a ingeniárselas para devolver a los Tarmúnil al otro lado… eran demasiados para ella, y teniendo en cuenta que ni Tyrande ni Alister podían hacer nada para herirlos toda la presión recaía sobre ella.
La hazaña de Amaterasu había sido desterrar a tres a la vez, pero ¿trece?, ni siquiera estando en las mejores condiciones podría hacer algo así sola, necesitaría un milagro. Melena Blanca, ojalá él estuviese allí para ayudarla a evitar el apocalipsis que supondría la llegada de los jinetes. Elen agitó la cabeza para sacar de su mente todas aquellas ideas, centrándose en intensificar la corriente que los impulsaba para alcanzar la estancia superior lo antes posible. Debía detener a Fiwyn y devolverla al lugar del que había venido, pero no sería una tarea sencilla. La bruja aún recordaba su enfrentamiento con Erzsbeth en isla lunar, y tenía muy presente que la suerte había estado de su lado aquella vez, algo que podía cambiar de un momento a otro.
Alister las seguía de cerca, incómodo ya que subir escaleras estando transformado no era tan fácil, el espacio era reducido y debía controlar sus alas, manteniéndolas en todo momento pegadas al cuerpo para no darse con las paredes ni el techo. Mientras el agua se adueñaba del lugar en que antes había estado el estanque, haciendo flotar las vasijas y provocando que algunas de éstas se rompiesen contra la roca, los tres prosiguieron su camino hacia la zona superior del templo, llegando a atisbar una sala al final de las escaleras, pero ¿conseguirían alcanzarla? Un relincho igual al que había escuchado en isla lunar consiguió que se obligase a ir más rápido aún, Fiwyn ya estaba dentro del lugar y no podía permitir de ningún modo que abriese el portal al Oblivion.
Última edición por Elen Calhoun el Miér Mayo 31 2017, 16:18, editado 1 vez
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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