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Mensaje  Tyr Miér Mayo 31 2017, 16:12

El miembro 'Elen Calhoun' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses


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Mensaje  Níniel Thenidiel Mar Jun 06 2017, 23:52

La energía oscura que lo impregnaba todo en aquel lugar se condensaba alarmantemente rápido alterando el mismo cielo y conformando unas densas nubes negras sobre sus cabezas que no tenían nada de natural como parecían creer los leónicos. Sí, eran el presagio de una tormenta tal y como felpudín desde su estupidez sin límites a la vista aseveraba, pero no era la clase de tormenta a la que él hacía referencia ni por asomo. Ni siquiera era una tormenta mágica como la que los brujos de más alto nivel como la madre de Huracán podían conjurar para enviar barcos enteros contra los riscos hasta no dejar de ellos más que restos astillados...No, aquello era otra cosa, algo mucho peor, algo que Níniel creía que había comenzado en cuanto pusieron un pie en aquel lugar maldito. Como si hubiera reaccionado a algo que hubiesen hecho, a a algo que llevaban consigo o hubiesen despertado algo que dormía, esperando.

Fuere como fuese parecía que no había sido muy buena idea ir hasta allí después de todo. Y allí estaba la ideóloga de ello, observando al cielo con una inquietante sonrisa que sumar a su perverso comportamiento mostrado en las últimas ocasiones. Su gesto evidenciaba que sabía de sobra lo que estaba ocurriendo y lo que estaba por suceder, así como que era algo que anhelaba que llegara. Lo que unido a su comportamiento anterior era ya demasiado sospechoso y vil como para seguir creyendo que tuviera la más mínima buena intención. Estaba tramando algo muy distinto a ayudar a ponerle fin a aquella crisis...¿Pero qué? -¿Por qué sonríes Fiwyn? ¿Qué es eso? ¿Qué estás tramando?- Preguntó la joven acusatoriamente sin acabar de comprender qué sucedía pero sabiendo que era algo muy grande y muy muy malo. Algo que no iba a solucionarse dándole unos pocos empujones a aquella pequeña elfa oscura, que por supuesto se negaría a responder a ninguna pregunta y se limitaría a sonreír sardónicamente y a volver a mirar al cielo ignorando a la sacerdotisa.

-Maldita sea. Sea lo que sea se nos acaba el tiempo hombre-bestia, preparaos para algo peor que un huracán. Y no la pierdas de vista.- Le advirtió a Ja´zad pesar de que no sentía precisamente una gran simpatía hacia su persona mientras seguía al centinela escaleras arriba hasta el panteón semi abierto, donde esperaba averiguar algo que pudiera serles de ayuda, aunque por su rostro especialmente serio podía evidenciarse que era consciente de la gravedad de la situación. Se suponía que sería Fiwyn quien sabría lo que tendrían que hacer dentro del templo, pero en esos momentos estaba claro que eso solo había sido parte de un engaño para acceder al lugar sellado. Si había realmente un modo de detener todo aquello tendría que averiguarlo por sí misma...Igual que tendría que hacer con la maldición ahora que no parecía tener más remedio que soltarse de aquel clavo ardiente que suponía la elfa oscura, la cual parecía simplemente haberla utilizado aprovechándose de su situación y la ineptitud de los leónicos.

-Es un altar consagrado a la diosa Nís, diosa de las aguas. Uno de los muchos aspectos de la madre Imbar y de cuyo nombre deriva el mio. - Explicó sin muchas ganas la joven a Melena Blanca una vez llegaron hasta arriba. -Muchos rituales de purificación se hacen en su nombre, eso podría sernos de ayuda, pero sinceramente no sé por dónde empezar. Hay algo en el templo que alimenta toda esta oscuridad y alimenta...eso.- Dijo señalando a los cada vez más densos y oscuros nubarrones visibles entre las columnas de aquel lugar sagrado. -Los templos elfos no se construyen en cualquier lugar, se construyen sobre lugares de poder y se consagran en consecuencia. Ya has visto el lago y cómo ha terminado por inundar buena parte del lugar...Este templo no solo está la lado de un lago, debe de estar sobre él, en él...Aguas cargadas de magia, impregnada con los ritos sagrados celebrados durante decenas de miles de años...Un agua que ha dado vida al bosque incluso desde antes de que los elfos camináramos por estas tierras...-Siguió explicando mientras se arrodillaba ante la figura decapitada de la diosa y a pesar de la situación cerraba los ojos por un instante para dedicarle una interiorizada plegaria, buscando su consejo y su intercesión mientras en su mente reunía todo su conocimiento y trataba de dar con alguna forma de acabar con aquello.

Pasados unos instantes abrió los ojos sin haber obtenido respuesta y miró con pesar hacia la cabeza cercenada de Nís, pensando en si no era la voluntad de los dioses que acabarán todos así, como las estatuas de aquel templo. Como estaba aquella y como estaba la de la deidad solar en la entrada de la estructura, olvidada bajo las aguas como estaría todo el templo en unos pocos cientos de años más. La naturaleza siempre reclamaba lo que era suyo por derecho, sin excepción...Y fue en ese momento cuando, ya fuera por puro azar de su mente lógica o guiada por los dioses, tuvo una idea, algo que quizás podría funcionar.

-Si todo el templo se hundiera bajo las aguas todo acabaría...Pero si no podemos hundir el templo en el lago... quizá podamos traer el lago al templo.- Expresó entonces recordando los rituales de los guardianes de los ríos que protegían sus tierras. Aunque pensar en la inmensa cantidad de magia que se requería para algo así la hizo fruncir los labios. -Al fin y al cabo es el templo de Nís...-Terminó de decir atando cabos en su cabeza ante un perplejo Melena Blanca al que aquello debía de sonarle a auténtica locura o como poco a un sinsentido.

Seguramente iba a replicar las palabras de la elfa, dudar de su cordura o quizá en el mejor de los casos preguntar cómo sería algo así posible, pero antes de que pudiera articular palabra con su enorme boca llena de grandes y afilados dientes Ja´zad llegó corriendo hasta ellos vociferando algo sobre Fiwyn, una posesión demoníaca y una patata. ¿A quién le importaba lo que le pasara a la patata de Fiwyn? Además, ¿qué patata y que tenía que ver un demonio con ella? ¿Era una patata mágica o simplemente asada? No fue hasta que elfa y hombre-bestia salieron del panteón y pudieron observar la escena que la joven pudo entender a qué se refería aquel cateto que ni hablar sabía con eso de "patata". Parecía como si a la elfa oscura le estuviera dando un ataque de algún tipo y sufría de fuertes convulsiones sin que ninguno de los leónicos hiciera nada por ayudarla, manteniéndose a cierta distancia como si efectivamente creyeran que aquello era obra de un demonio.

-¿Ha tomado algo? Maldita sea, te dije que no le quitaras el ojo de encima...- Expresó la joven lanzándose escaleras abajo en pos de llegar hasta ella y tratar de detener aquel ataque que parecía a punto de costarle la vida. Quizá tuvieran que sacarle respuestas, no podía dejar que muriera. Más en ese momento un gran aro de un material extraño apareció en el cielo entre las negras nubes y de él brotaron unas grandes cadenas que comenzaron a alargarse hasta la tierra, buscando clavarse en ella como si de algún tipo de anclas se trataran. Ante aquello, y ya que una de las cadenas aterrizó a pocos metros delante de ella, Níniel se detuvo en seco y asombrada miró hacia arriba, hasta que Melena Blanca por primera vez expresó una respuesta que la joven no conocía a una pregunta no formulada.

-Un portal...Pensaba que solo eran cuentos, que los únicos portales comunicaban con la tierra...- Expresó sin terminar de creérselo a pesar de que lo tenía delante. -¿Algo que ver? Preferiría no estar aquí en este momento si eso te sirve de respuesta.- Fue cuanto le dijo pues creía que resultaba evidente a esas alturas que ella ni tenía nada que ver ni sabía siquiera qué era esa cosa hasta que él lo dijo.

Entonces, tal y como hiciera el hombre león, Níniel apartó la mirada del aro para volver a mirar a Fiwyn, quien estaba fuera de toda duda era la artífice de todo aquello o como poco la causante de la aparición de algo así sobre sus cabezas amenazando no solo sus vidas si no las de cientos de personas en todo Aerandir. Más la pequeña elfa ya no estaba en el mismo sitio. Se había recuperado del ataque, claro que seguramente no había sido uno, y totalmente recuperada, y desatada, se las había apañado para encaramarse en lo alto de uno de los edificios, donde finalmente reveló su verdadera forma, así como sus verdaderas y terribles intenciones. Y no solo su cuerpo había cambiado, incluso había hecho aparecer una armadura y un arma mediante magia con la que ahora amenazaba a los allí presentes, la mayoría de los cuales eran presa del pánico. y no era para menos. Por los dioses si hasta había llamado a una corcel negro desde el otro lado del portal.

Una jinete oscura en persona, allí, ¿cómo había podido estar tan ciega? Debería haberse negado a colaborar con ella en cuanto percibió su oscuridad, haber aplicado la máxima de que no podías fiarte de ningún ser que emanara un aura así... Había creído que podría ayudarla, que estaba maldita como ella, que sus intenciones eran buenas, que era como ella...Pero no era como ella en absoluto...Y aún así la hizo bailar en la palma de su mano manipulando su ego y su maldición para engañarla y hacerla dudar. Para llenar su corazón con aún más oscuridad y su mente con anhelos de poder y grandeza...

Y aún se atrevía a insultar a su inteligencia una vez más con vacías promesas de libertad...A cambio de no hacer nada...Aquello era aún más irritante que soportar a Ja´zad. Esa zorra estaba pidiendo a gritos que le bajasen los humos...a palos.

-!YA BASTA! Basta de esta incansable verborrea...Como sea que hayas dicho que te llames...¿Varicela? Sí, te pega, eres tan molesta como el picor que produce. ¿Que me quede quieta? ¿Que consiga la capa para ti? ¿Tienes miedo? Puedes quedarte con esa cura para la maldición la cual además seguramente sea mentira como todo lo demás...Voy a usar este poder contra tí y si muero haciéndolo lo haré sabiendo que podré ir a la casa de mis ancestros con la cabeza bien alta. Ya sé que soy tanto o más fuerte que una centinela...Vamos a comprobar si soy más fuerte que una jinete. Quizá sea tu capa la que me quede al final.- Profirió la joven mientras acumulaba más y más maná antes de llevar su mano a la bolsa y apurar de un trago su poción de inteligencia para aumentar aún más su poder. Momento en el que comenzó a bendecir a los que serían sus aliados en aquella batalla. Dotando a Imargo y a Melena Blanca de un gran incremento de su destreza y protegiendo a otros dos leónicos con sendas armaduras mágicas de pura luz. Preparándose para repeler cualquier otro ataque con su magia y sus curas para atender a los heridos y cansados.
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Mensaje  Tyr Mar Jun 06 2017, 23:52

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Mensaje  Ger Sáb Jun 10 2017, 10:54

Elen, Tyrande y Alister comenzaron a ascender por los estrechos recovecos de un templo que se caía y se inundaba a pedazos. La elfa guiaba la marcha con una agilidad y unos reflejos felinos, saltando y esquivando trozos de roca que se desmoronaban. La bruja y el dragón, que no disponían de la agilidad de una elfa forestal, también esquivaban las rocas aunque con mucha menos rapidez. Las paredes de arenisca pronto comenzaron a tornarse en piedras talladas, indicando que estaban llegando a lo que era el propio templo. Se encontraban cerca de la parte superior del mismo.

-¡Ya casi estamos! – alentaba Tyrande, y es que si levantaban la vista podrían ver la luz del sol en un día nublado entrar por un portón abierto. Habían llegado a una estancia muy espaciosa y repleta de columnas, pero lo que más destacaba era la fuente en su centro. Todo parecía indicar que aquella fuente era el corazón del templo del agua.

Fuente:

Esta era, ni más ni menos, la estancia a la que Níniel había decidido no investigar en detrimento del panteón de la diosa Nís. Aquel lugar estaba embriagado por una clara influencia oscura que parecía emanar de aquella fuente. – Esta fuente es el corazón del templo. ¿Sois capaces de sentir la presencia del mal? Está contaminada por la impía sangre de los Tarmúnil. Debemos realizar una purificación. - aportó la sabia mujer en carrera.

Y es que los gritos de los leónicos agonizantes fuera podían ser escuchados por los tres visitantes. También los rugidos de Melena Blanca. Lo que evidenciaba una masacre en el exterior. Por la apertura de la puerta pudieron ver como ascendía derrotado hacia los cielos Melena Blanca sin su capa blanca, presumiblemente hacia los planos - ¡Por Imbar! ¡Se están llevando a Melena Blanca! ¡Te lo ruego, Elen! ¡Date prisa! ¡Sólo tú puedes detenerla! – suplicó la elfa.

Pero esta frase pareció actuar más de gafe que de arenga, y es que la benjamina de los Calhoun era bastante más lenta que la forestal y una de las partes de aquella estancia terminó por hundirse. Haciendo que la joven cayera irremediablemente junto con su compañero dragón varios metros hasta el sitio del que habían llegado. - ¡No! – gritó Nemaniël inútilmente, acercándose al enorme socavón que se había abierto sobre la estancia de la fontana. Tyrande no tenía tiempo para ayudarlos pues los gritos de los leónicos parecían actuar como reclamo de su ayuda. Tuvo que salir fuera.

El dúo de bruja y dragón había vuelto de nuevo a la zona del estanque inferior, área ahora mucho más inundada que antes, mas no podían de ninguna manera volver por donde había subido ya que el sitio estaba repleto de agua. El brebaje aún hacía efecto, pero no había manera posible de ascender a menos que Alister pudiese tomar el vuelo y devolverlos por el enorme agujero que se había abierto. Si bien no tenían manera de comunicarse bajo el agua y el dragón había quedado atrapado en su cola por una roca de las que se habían desprendido con ellos. Parte de las paredes del templo se habían despegado y muchos cantos continuaban cayendo. Si no hacían algo, tendrían un triste final allí, dilapidados.

* * * * * * * * * * * * *
-¿Más poderosa que una jinete? Qué osadía... - rió la Tarmúnil. Noble corazón el de la elfa Níniel al hacer frente a Verzhela, aún habiéndole ofrecido esta curar su terrible maldición. Una promesa que ella entendió como vacía. No iba muy desencaminada viendo a quién tenía delante. La sacerdotisa ya había comenzado a dudar de ella en cuanto entraron al templo.

Por desgracia, esta vez sus plegarias y rezos de protección no servirían demasiado. La diosa de la luna Isil no la acompañó esta vez, quizás porque se encontraba completamente cubierta por la negrura del firmamento. Por el enorme vórtice que se había abierto allí y sobre el que podían verse a los doce jinetes oscuros cabalgar el cielo en círculos alrededor del mismo, como preparándose para algo peor. También de allí se aproximó un negro rocín, al que Verzhela saltó en cuanto éste llegó a su altura, surcando los cielos sobre el templo a lomos de éste, que dejaba un rastro de fuego a su paso.

Sus flechas negras atravesaban a los leónicos, pero no los mataba únicamente, sino que en ellos daba comienzo un severo proceso de descomposición, propagado por cientos de larvas que comían sus cuerpos una vez estos morían, y se desintegraban una vez no tenían sustento alimenticio. Una manera repugnante de morir.

-¡Jefe! ¡Por favor! ¿Cómo salimos de esta? – preguntaba un asustado Imargo, que aún no había recibido ninguna flecha por parte de Verzhela, consiguiendo esquivar los ataques. Melena Blanca tenía que pensar rápido.
-Níniel. Protege a mis hombres. Te lo imploro. – le pidió preocupado el hombre bestia, que veía caer a los suyos como moscas, momentos antes de lanzarse a por Verzhela en una de sus aproximaciones a la tierra. Cortó con su enorme arma una de las flechas de la jinete oscuro que iba hacia él y trató de derribarla de un fuerte hachazo transversal…

… Pero su golpe fue esquivado por la elfa, el líder leónico dejó un costado desprotegido que ésta aprovechó para golpear con una flecha en el costado al hombre león, que tras un feroz rugido cayó al suelo. Momento en que Verzhela saltó del caballo, que continuaría incendiando todo a su paso.

-Te vienes conmigo, fashateni. – sentenció Verzhela, que con su mano apuntó al vórtice donde se encontraban sus hermanos y desplegó una especie de camino oscuro que descendió del mismo hasta la figura del centinela, Su cuerpo comenzó a ascender como si fuese arrastrado hacia el cielo por un ángel, sólo que este cielo era mucho peor que el que ningún creyente cristiano pudiera nunca imaginar.
-Nunca. – se resignó un aquejado Melena Blanca que había sido bastante más resistente que sus hombres al no perecer ante el virote maldito de Verzhela.
-Jefe… Jefe por favor… - sollozaba un Imargo que veía como su líder era abducido por aquella miserable mujer, sin poder hacer nada por el mismo tras estar malherido en el suelo, tratando de recuperarse.

El centinela, en su inevitable ascenso, en el que vio a todos los jinetes esperándole, sacó fuerzas de donde no las había, se desabrochó su capa blanca y la tiró con fuerza al suelo. El viento se encargó de enviar ésta junto a Níniel. Verzhela sonreía y no perdió vista de la posición de la capa.

-Entrégamela o muere, elfa. – le ordenó la arquera tensando su arco en dirección a la elfa. – Qué demonios. Te mataré de todos modos. – y sonrió con malicia, apuntando con su arco negro a Níniel.

Un providencial rayo solar apareció de uno de los extremos del panteón que Níniel había decidido no visitar. Golpeando de lleno en el pecho de Verzhela, que no la había visto llegar, pero causándole un pírrico daño. Cosquillas, tal vez. La figura de Tyrande Nemaniël, que había sido la autora del ataque, atrajo ahora la atención de todos los presentes, momentos que Níniel podría aprovechar, si quería, para alejarse de la escena.

-¡Vaya! ¡Pero si es la legendaria forestal! – rió, tensando su arco. - ¿Has olvidado que tus ataques ahora sólo me hacen cosquillas?
-No importa, Verzhela. Tú eres la oscuridad. – comentó seria. – Y la luz es la encargada de que las sombras huyan.
-Debo admitir que eras una centinela competente y que nos lo pusiste difícil. – reconoció. – Pero esa mentalidad de anciano decadente que aún cree ser el valeroso guerrero de tiempos pasados no te hace ningún bien. – y se dispuso a cargar el arco. – No tienes ninguna oportunidad.
-Puede. Pero tengo que intentarlo. - concluyó.

Tyrande, sin decir nada, pues Verzhela, movida por el odio, se había centrado completamente en ella y olvidado de la capa, miró a Níniel y estiró el brazo como pidiéndole que le trajera la capa blanca. Medio batallón estaba perdido, pero aún quedaba esperanza.

* * * * * * * * * * * * *
¡Menudas runas me habéis sacado! No hay manera de ayudaros con semejantes tiradas. Ya sabéis que estas cosas tienen sus consecuencias y ahora en la batalla final tendréis que jugárosla aún más.

Elen: Tal vez los nervios, o la mala fortuna, quién sabe. Has fallado a Melena Blanca, a Tyrande, y, tal vez, al mundo. Todos aguardaban en el momento en el que la centinela les salvaría, y en vez de eso permaneces hundida en el fondo de la fuente, casi sin esperanzas de poder salir de ahí. Tu mala suerte te impedirá ayudar a Tyrande en su lucha contra Verzhela ni tampoco rescatar a Melena Blanca, que terminará irremediablemente en el Oblivion. Sólo yendo hasta allí podrás rescatarlo pero, de momento, tendrás que liberar a Alister y salir de donde estáis antes de morir dilapidados. ¿Juntos hasta el final, verdad?

Níniel: ¡Qué corazón tan noble el tuyo! Rechazar una posible salvación por salvar a la humanidad. No esperaba menos de ti, sacerdotisa. Pero por desgracia tu fortuna tampoco ha sido del todo buena y tus protecciones mágicas no son efectivas contra los ataques de Verzhela Tarmúnil, que ahora te verá como una enemiga. Como he prometido no hay consecuencias para ti. Pero no sé si lo preferirías, pues no has podido proteger al grupo y la mayoría de los leónicos han muerto, y los pocos que sobreviven agonizan en el suelo. Además, Melena Blanca ha sido arrastrado hasta el vórtice del cielo. Tan sólo el leal Imargo, hundido moralmente pero con rabia y sed de venganza, y Tyrande, que ha aparecido para salvarte por ahora, harán frente a Verzhela. Tienes la capa blanca a tus pies, y una enemiga formidable delante, que se centrará en la excentinela. Dejaré que seas tu misma la que narre el épico combate, pero debes decidir a quién entregar la capa para luchar contra Verzhela: Tyrande, Imargo, o tú misma. Sólo si te dices por la última opción tendrás que lanzar una runa.

Puedes utilizar a Imargo y Tyrande.

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Mensaje  Elen Calhoun Vie Jun 16 2017, 08:26

Haciendo gala de una agilidad trabajada durante décadas, Tyrande no tardó en sacar ventaja a sus compañeros, que tenían más dificultades para esquivar los cascotes que caían sin cesar, siendo la primera en llegar a la estancia que habían atisbado mientras ascendían por las escaleras, una especie de sala con columnas de piedra, presidida por una fuente de la cual emanaba una intensa oscuridad. Habían llegado al corazón del templo y éste debía ser purificado para erradicar la influencia de los Tarmúnil, pero la situación que los esperaba en el exterior no les daría tiempo de hacer tal cosa. Los gritos de los leónicos obligaron a los recién llegados a girarse hacia la puerta que conectaba aquella estancia con la parte del panteón, y escuchar los rugidos de Melena Blanca provocó que la de ojos verdes contuviese el aliento durante unos instantes.

Él estaba allí, pero Verzela lo había herido y pretendía llevárselo al Oblivion consigo, sin importar que ya no tuviese la capa blanca. - ¡Melena Blanca no! - gritó Elen al ver tal escena, sintiendo como sus esperanzas de reunir a los cuatro centinelas empezaban a desvanecerse ante sus ojos, y entonces todo fue a peor. Tyrande le rogó que interviniese para detener a la elfa y rescatar al león, y aunque la joven quiso correr en su ayuda de inmediato, el suelo se hundió bajo sus pies, enviándola tanto a ella como a Alister al fondo de nuevo. Un grito de frustración escapó de su garganta mientras caía, ¿por qué tenía siempre que estar la suerte en su contra? Casi parecía que los dioses se divertían haciéndola pasar por aquellas situaciones, pero ésta vez no era una tontería que pudiese arreglarse fácilmente, perder a Melena Blanca podía resultar terrible.

Alister abrió una de sus alas y la rodeó con ella instintivamente en un gesto protector, atrayendo a la hechicera contra su cuerpo para que su coraza natural le sirviese a modo de escudo contra los escombros que seguían cayendo, pero sus problemas no acabarían ahí. Cayeron a la inundada sala en que hasta hacía solo unos instantes había estado el estanque, y aunque tenían un enorme socavón por el cual ascender nuevamente hasta el corazón del templo, las paredes y el techo seguían derrumbándose sobre sus cabezas, debían salir de allí cuanto antes. Por suerte la poción de respirantia aún les hacía efecto, pero estando bajo el agua les resultaba imposible comunicarse más allá de los gestos, y la cosa terminó de complicarse cuando uno de los trozos de piedra atrapó la cola del dragón, impidiéndole volver a la superficie.

Elen sintió como su compañero ahogaba un gruñido, se liberó de su agarre y observó con preocupación la situación en que se encontraba, sin dejar de vigilar los cascotes que seguían cayendo al agua y que ralentizaban su caída hacia al fondo nada más entrar en el líquido elemento. No sabía cuánto tiempo más podría durar el efecto de la pócima, así que sin pensárselo dos veces nadó hacia la cola del alado y trató de retirar la roca tirando de ella, en vano. Su fuerza no era suficiente para conseguirlo pero no pensaba rendirse, solo tenía que idear otra cosa lo más rápido posible.

Una vez más la de cabellos cenicientos se reprendió interiormente por no haber desarrollado más su telequinesis, pero a decir verdad, y teniendo en cuenta que lo que solía hacer levitar eran dagas o cuchillos ligeros, tenía sus dudas sobre si algún día sería capaz de mover algo tan pesado como la piedra que retenía a su compañero. Probablemente no lo consiguiese por mucho que entrenase, así que tocaba pasar al plan b, su elemento. Ayudándose de una corriente de aire quizá consiguiese retirarla lo suficiente como para que Alister pudiese hacer fuerza y terminar de liberarse, pero el tiempo estaba en su contra, ya casi podía notar como el efecto de la poción empezaba a perder intensidad, y el alado también se dio cuenta de ello.

Pronto les costaría aguantar la respiración bajo el agua, y en vista de eso, las alargadas pupilas del reptil se clavaron sobre la hechicera. No quería verla morir allí por intentar salvarlo, así que valiéndose de su cabeza la apartó de su cuerpo y la empujó levemente hacia arriba, instándola a escapar sola y dejarlo allí, cosa que la benjamina de los Calhoun no estaba dispuesta a hacer. Elen negó con la cabeza y lo miró con seriedad, ¿cómo podía siquiera pensar en que lo abandonase a morir? No, de ninguna manera. Sin perder un instante, la centinela volvió a situarse junto a la cola del dragón y concentró su elemento para crear una corriente dentro del agua, haciéndola girar hasta formar un remolino en el agua que los envolvió a los dos, algo que les permitiría respirar pero que a su vez los expondría de forma más directa a los escombros. Su hechizo funcionó a la perfección, pero sin tiempo para celebrarlo, la tensai se centró en crear una corriente secundaria con la que liberar a Alister.

- ¿Se puede saber qué demonios se te pasa por la cabeza? No pienso dejarte aquí. - le reprendió en cuanto pudo hablar de nuevo, con un deje de frustración en la voz a causa del tiempo que estaban perdiendo por culpa del mal estado en que se encontraba el templo y de no saber lo que ocurría en el panteón. ¿Habría llegado Tyrande a tiempo de evitar que se llevasen a Melena Blanca? Probablemente no, y sin una reliquia la elfa tampoco podría hacer nada contra Verzela, hecho que la apremiaba a salir de allí cuanto antes para poder hacer frente a la jinete de una vez. - Ellos te necesitan. - respondió Alister tras unos segundos, pero se alegraba de que se hubiese quedado a ayudarlo. - Y tú también, vamos, a la de tres haz fuerza. - instó Elen, antes de iniciar una cuenta rápida.

Justo en el momento anterior a llegar al tres, desvió ambas corrientes de aire hacia la roca desde un lateral, y mientras el agua volvía a caerles encima la suma de su elemento con la fuerza del dragón consiguió que éste se deshiciese de la piedra que lo retenía. Al fin Alister volvía a sentirse libre, pero ahora la poción ya no les hacía efecto alguno, debían llegar a la superficie y reunirse con los demás de inmediato. Con un gesto de cabeza el reptil indicó a su compañera que se subiese a su lomo y extendió las alas, listo para iniciar el ascenso en cuanto Elen estuviese sobre él. La bruja no dudó en hacerlo, sujetándose como podía al cuello del alado, que sin perder ni un instante comenzó a nadar hacia arriba, impulsado no solo por su fuerza sino también por una corriente que repentinamente apareció desde detrás de la cola, esa era la forma de ayudar que la tensai tenía.

El peligro no pasó ni siquiera cuando alcanzaron la superficie, los cascotes seguían cayendo y en el piso superior les esperaba una batalla sumamente complicada, pero la de ojos verdes solo podía pensar en una cosa, llegar a tiempo de evitar la catástrofe. - Cuando estemos en la sala protege a los que queden con vida y no hagas ninguna tontería. - dijo la joven, mientras su compañero la llevaba a través del socavón hasta el corazón del templo. - Eres tú la que va a lanzarse de cabeza contra un jinete. - respondió Alister, preocupado por lo que pudiese ocurrir cuando finalmente la benjamina de los Calhoun se enfrentase a Verzela Tarmúnil. Saber que nada de lo que hiciese podría herir a aquella maldita mujer lo hacía sentir impotente, solo podría limitarse a observar como la persona a la que amaba se jugaba la vida, algo injusto en su opinión.

Dejando de lado la fuente, ya que era más importante intervenir en la pelea, Alister aterrizó en la sala y corrió hacia la puerta que daba al panteón, aún con la hechicera sobre su lomo, la destrozó a su paso y así fue como hicieron su entrada. La de cabellos cenicientos desmontó y dejándose llevar por sus emociones, que la impulsaban a atacar sin mediar palabra, permitió que la electricidad le envolviese el brazo izquierdo por completo y desenvainó su espada, lista para intervenir contra la elfa de ojos rojos.



Off: Disculpad la demora, mis nuevos horarios de trabajo me ponen difícil sacar tiempo e inspiración para escribir, intentaré que no se repita.
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[Mastereado] Melena Blanca y los leónicos - Página 2 Empty Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos

Mensaje  Níniel Thenidiel Lun Jun 19 2017, 20:50

Níniel se sentía fuerte, notaba como el éter fluía por su cuerpo como un torrente de energía inagotable que hacía que el cansancio o el miedo fueran sensaciones y sentimientos distantes y ajenos a ella. algo de lo que no tenía que preocuparse. Era una sensación tan embriagadora que resultaba sencillo perderse en ella, dejarse llevar sin darse cuenta de que aquella euforia no era fruto de su propio poder, que no era poco, ni siquiera producto del aumento de capacidades que le brindaba la poción que había ingerido, sino que era obra de la maldición que pesaba sobre ella. Una maldición que la llevaba a superar todos sus límites, a pulverizarlos, y sin embargo a querer aún más. Una maldición que hacía que la lástima que pudiera sentir al haber sido incapaz de salvar a los leónicos blanco de la elfa oscura fuera opacada por una intensa rabia debido al fracaso y a sentirse menospreciada, al ser sus habilidades tan fácilmente sobrepasadas.

-¿Qué crees que intento hacer? Pero ya has visto cómo sus flechas atraviesan las armaduras de luz.- Fue la tajante respuesta de Níniel a un atribulado Melena Blanca que tampoco es que se hubiese movido mucho para aprovechar el enorme incremento de su destreza que la magia de la peliblanca le brindaba. A diferencia de Imargo que si bien tampoco había sido muy útil al menos sí se las había apañado para evitar acabar como sus compañeros. -¿No deberíais estar intentando cortarle la cabeza en vez de quejaros tanto? ¿Es qué tengo que hacerlo yo todo?- Espetó a continuación dando un par de pasos hacia atrás al ver como Verzhela se disponía a realizar una nueva pasada a lomos de su llameante corcel con toda la intención de terminar lo que había empezado desde su transformación.

Melena Blanca, incapaz de atacar a distancia, aprovechó ese momento, al mismo tiempo el de mayor peligro y su mejor oportunidad, y con un potente movimiento acortó distancias hasta la jinete para descargar un feroz tajo con su enorme arma directamente sobre la enemiga. Durante un instante pareció que iba a lograrlo, que haciendo caso a la elfa había decidido entrar en acción dispuesto a demostrar de una vez por todas por qué lady Tyrande le había confiado a él la capa blanca. Pero aquello solo fue una breve ilusión que se desvaneció en un parpadeo cuando la jinete esquivó su golpe con la suficiente facilidad como para además clavarle una flecha en el costado dejándolo malherido en el suelo. Aunque a diferencia de los otros leónicos no acabó sufriendo de la vil podredumbre que las flechas de Verzhela causaban por lo que salvó la vida. Algo que sin duda tendría que agradecerle a la capa blanca.

Sobre sus cabezas el vórtice de oscuras nubes en cuyo centro se hallaba aquel extraño portal parecía estabilizarse poco a poco con el tiempo y, disfrutando de su victoria, hasta allí quiso llevar Verzhela al derrotado centinela mediante algún tipo de telekinesis que no emanaba de ella si no del portal mismo, por mucho que la elfa oscura alzara la mano al cielo para invocar tal poder. Tan segura de sí misma estaba que incluso se había permitido desmontar de nuevo y hacer un alto en sus ataques al grupo mientras ofrecía al hombre bestia al resto de jinetes, congregados al otro lado del portal sin duda esperando el momento en el que pudieran cruzarlo hasta Aerandir. Aún herido, Melena Blanca trató de zafarse de aquella fuerza, pero tras ver que era un esfuerzo inútil finalmente optó por poner a salvo la capa blanca, la cual acabó a los pies de Níniel, privando, al menos por unos instantes más, de la victoria total a los jinetes. Algo que no obstante no parecía preocupar en demasía a la elfa oscura, segura como estaba de poder acabar también con Níniel sin problemas.

-No hace tanto decías que la capa estaría mejor en manos más capaces, como las mías.- Expresó la joven peliblanca ya con la capa en su mano libre, sintiendo su suave y sedoso tacto y sintiendo que efectivamente era mucho más que un simple trozo de tela, aunque su naturaleza concreta le resulta extraña e intrigante mientras ésta vibraba al sostenerla. Vibración a la que pronto se uniría la del propio suelo bajo sus pies aunque esta de origen desconocido, tanto para ella como para Verzhela a juzgar por su momentánea expresión de ligera extrañeza, que no duró mucho.

Níniel no pudo saber si fue debido al más absoluto desdén o al temor de que una vez más una elfa estuviera en posesión de un artefacto que tanto peligro suponía para sus planes, pero en ese preciso momento la pausa en los ataques de la jinete llegó a su fín y no tardó en apuntarla con su arco y tensarlo dispuesta a matarla allí mismo y sin demora. Por supuesto aquello era algo que Níniel no iba a permitir, por lo que preparó su barrera protectora para repeler el mortal ataque solo lamentando no poder aplastar a su adversaria entre ella y uno de los gruesos muros del templo. Más antes de que su flecha fuera disparada y de que la barrera fuera conjurada un ataque de luz proveniente de la dirección de la estructura cerrada del templo interrumpió dicho duelo atrayendo la atención de ambas.

-Lady Tyrande...- Expresó la joven peliblanca al reconocer a quien había llegado para ayudarla en tan buen momento, aunque inmediatamente fijando su aguda vista elfa tras ella, entrecerrando los ojos en una pregunta muda al esperar ver que tras ella llegaran Elen y su dracónico compañero, algo que no pasó. ¿Se habían separado? ¿Les había pasado algo relacionado con el temblor que había podido sentirse momentos antes bajo el suelo? La situación no se prestaba a responder a tales cuestiones en ese momento pero no por ello iban a ser ignoradas, solo aplazadas. Había pensamientos aún más apremiantes y que hacían que el hecho de que de nuevo su enemiga la ignorase, aunque fuese igual de irritante que antes, resultara mucho más útil, al darle tiempo a la elfa para atar cabos, tomar decisiones y perfilar un plan que acabara con esa maldita elfa oscura lamiendo la suela de su bota.

Estaba bastante claro a tenor de las palabras de su enemiga y los acontecimientos; Tyrande había sido una gran enemiga de los jinetes a lo largo de los años, pero su ataque no le había hecho gran cosa debido a que "ahora" no funcionaban en ellos porque no portaba la capa. Melena Blanca había fracasado pero la capa aún estaba en su poder por lo que aquel que se la pusiera sería el encargado de darle el golpe de gracia a aquella malnacida...La cuestión era quién de los allí presentes debía cargar con esa responsabilidad...Y ser portador de tan notorio poder.

La primera opción era ella misma. Era elfa, poderosa, inteligente, estudiosa, de una gran familia...Ella tendría éxito donde Melena Blanca había fracasado y sin duda podría entablar mejores relaciones con las gentes de Sandorai que aquellos hombre bestia que ni sabían ni querían aprender nada sobre los elfos, mostrando un nulo respeto por lo que para los hijos del bosque era sagrado. No obstante, ¿Realmente quería ser una centinela? Además carecía de magia netamente ofensiva. Todo dependía de ser capaces de derrotar a la elfa oscura, pero lo cierto es que difícilmente podría ser ella quien la atacara directamente, por mucho que lo deseara.

La segunda opción podría ser Ja´zad porque...No, en serio Imargo era un maldito inútil más tonto que un canto rodado. Su único talento parecía ser la lealtad y la agilidad felina, lo que lo convertía en un buen mayordomo o algo así, pero nada más. Jamás le entregaría a él la capa blanca, antes prefería dársela directamente a los jinetes.

Eso llevaba a Níniel a Tyrande. Ya había sido centinela, era una elfa cuyas habilidades eran legendarias y poseedora de una magia de luz en su más pura expresión, solo al alcance de muy pocos elfos. Experiencia, inteligencia sabiduría...Nunca debió dejar de ser centinela...pero lo hizo. ¿Acaso los motivos que la hicieron dejarlo diez años antes podrían llevarla a cometer otra insensatez que dejara la capa de nuevo a los incapaces leónicos? Seguramente acabara de nuevo de vuelta a las manos de Melena Blanca si sobrevivía...

-Maldita sea.- Se quejó la elfa tentada a quedársela a pesar de saber que no podría utilizarla en esas circunstancias. No obstante era la maldición la que le decía que poco importaba eso, que la haría más poderosa aún, que era por lo que había ido hasta aquel lugar en primer lugar... Finalmente tomaría su costosa decisión, y hacerlo fue tan difícil como arrancarse una daga clavada en el cuerpo, tanto que durante un tiempo tendría que convencerse a sí misma de si realmente había tomado la correcta.

-Haz algo útil y asegurate de dársela a lady Tyrande.- Dijo de peor humor que nunca a felpudín y casi entregándole la capa a Imargo como si le diera unos harapos de los que quería deshacerse. -Es la mejor posibilidad de salir de esta y salvar a Melena Blanca.- Añadió a continuación comenzando a concentrar más y más éter. El felino seguía con su destreza aumentada por la magia de Níniel por lo que su velocidad, que ya le había permitido esquivar los ataques de Verzhela, lo convertían en un mejor mensajero que ella. Además Níniel no había acabado aún con aquella condenada elfa. Puede que no fuera capaz de lanzar rayos de luz como Tyrande, o de esgrimir una espada de luz con una habilidad tal que dejaba a todos boquiabiertos como su padre, pero podía controlar la energía vital misma como su madre y se le daba muy bien. Aquella zorra iba a lamentar haberse reído de ella, pues, aún distraída, no sabía que acababa de ponerse en marcha un plan con el único objetivo de destruirla.

-¿A quién estás mirando Varicela?.- Espetó la joven cuando Imargo hubo cogido el valioso objeto y se hubo alejado unos pasos de ella para de ese modo no ser ambos un único objetivo. -Te has burlado de mí por última vez. Usaré esta capa contra ti y te devolveré al sucio agujero del que no debiste salir.- La provocó hablando como si aún tuviera la capa para distraerla. Algo que en un principio no funcionó, pues apenas sí se giró para lanzarle una mirada condescendiente, pero que enseguida cambió cuando se percató de que la peliblanca ya no estaba en posesión del objeto que tanto anhelaba.

-¿Qué has hecho con ella elfa? Esconderla no te servirá de nada.- Dijo mirándola por fín pero poco después dándose cuenta de que el hombre bestia estaba corriendo a toda velocidad directo hacia Tyrande, la cual había permanecido quieta hasta ese momento para no levantar sospechas pero que en ese momento también comenzó a correr hacia Imargo.- JAJAJA. ¿Ese es tu plan? Eres más estúpida de lo que creía. Aunque admito que no pensé que fueses a deshacerte de la capa...Y menos dársela a ese tonto animal...- Dijo con tono burlón preparando su arco y disparándole una flecha a Ja´zad que éste volvió a esquivar logrando que la elfa oscura profiriera un gruñido de disgusto. No parecía acostumbrada a errar sus disparos.

-No tan rápido.- Dijo Níniel, liberando el éter acumulado en una bendición que aumentaría sus propias capacidades mágicas y las de Tyrande de manera más que notable. -Has olvidado hacerle una ofrenda a los dioses del templo.- Añadió bendiciendo a todos aquellos ya bajo el efecto de una bendición, incluida ella misma, con la furia de Anar. -Y están muy molestos contigo.- Continuó robándole su destreza una y otra vez, limitando su velocidad y su habilidad con su arco mientras que ella y sus aliados se hacían cada vez más y más rápidos, más de lo que nadie creería posible. -Aunque no tanto como yo.-

-¿Qué? No, maldita sacerdotisa...¿Creés que esto es suficiente? No es suficiente ni por asomo.- Dijo disparando una flecha hacia ella que la peliblanca esquivó con la misma insultante facilidad con la que ella había esquivado a Melena Blanca, resultado de la pérdida de su habilidad y de la ganancia de la misma de la sacerdotisa. -No, yo no...mis manos....-Se quejó abriendo los ojos con miedo por primera vez al desviar la mirada y ver que Tyrande estaba a punto de recibir la capa, tratando de disparar pero nuevamente sin éxito. Sencillamente sus objetivos eran ahora demasiado rápidos y ágiles y ella se había vuelto lenta y torpe.

-Quizá acabe lamentando no haberme quedado con esa capa pero...Lo que más lamento ahora es que no voy a ser yo quien te muela a golpes.- Le dijo esbozando una amplia sonrisa mientras Tyrande se anudaba la capa y alzaba sus manos al cielo invocando una serie de tres potentes rayos de luz que parecerían surgir del portal y que golpearían sobre la elfa oscura como el martillo de los dioses, resquebrajando incluso el propio suelo.

Nín usa Intelecto arcano. Furia de Anar y Aspir x3 este turno.
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Mensaje  Ger Sáb Jun 24 2017, 13:19

Valiente Níniel. Tuvo el valor de enfrentarse a nada más y nada menos que a un jinete oscuro. ¿Cómo de valiente o insensato había que ser para, no ya enfrentarse, sino vacilar a tan formidable enemiga? Sólo podía ser ella, que con ingenio consiguió distraer a la Tarmúnil para que Imargo le entregase la capa ¿a quién? A una excentinela que por capacidades nunca debió dejar de serlo. Quizás, la más formidable de todos. Tyrande Nemaniël, sólo ella podía asestarle un golpe de gracia a aquella estúpida. Espléndidos fueron los haces de luz caídos de los cielos que impactaron en su enemiga. Ahora, ataviada con la capa blanca como estaba, su rival era vencible.

Mas por muy fuerte que fueran los golpes o por mucha reliquia de la muerte que tuvieran, los jinetes no podían morir. No en Aerandir, donde eran inmortales. No. Había que cruzar a su plano, el Oblivion, y matarlos allí. Un terreno desconocido para todos donde eran mucho más fuertes y poderosos. Allí se habían llevado a Melena Blanca, y Verzhela lo sabía, y a pesar del terrible golpe que la había derribado, aún se sentía con ventaja. Dedicó una media sonrisa a los presentes. Que ya se reducían a Imargo, Tyrande y Níniel. Y también a Elen, que por fin había llegado a lomos de Alister, de nuevo al combate.

-Es una pena que ninguna podáis matarme. – rió. - ¿Podrá decir lo mismo el gatito? – preguntó introduciéndose en el portal. – No tardéis demasiado.

Era un reto. Un desafío que tenía dos nombres y dos apellidos: Tyrande Nemaniël y Elen Calhoun. La jinete quería jugar en su terreno. Sabía que allí eran más y conocían el terreno. Tenían una clara ventaja. Pero si querían rescatar a Melena Blanca, su única opción pasaba por atravesar el portal y dirigirse al Oblivion. Allí, ellos eran mortales a manos de los centinelas. Pero también lo eran y con más motivo: Elen, Tyrande y cualquiera que quisiese entrar. 13 contra 2, tal vez cinco, pero tres de ellos no podían hacerles daño. Verzhela ya se había introducido y tenían dos opciones: Quedarse fuera viendo como ocurría un cataclismo, o adentrarse y tratar de rescatar a Melena Blanca y poner fin a todo aquello.

Y es que el vórtice del cielo era ya una tormenta. Y de él empezaban a emanar disparadas enormes rocas de fuego o meteoritos que comenzaban a estrellarse con fuerza contra el templo y también con el bosque. Incendiándolo todo. Aquello desesperó a Tyrande.

-¡¿Dónde estabas?! – preguntó con el ceño fruncido la forestal, que volvía a lucir capa blanca, a Elen. – ¡Mira cuántos han muerto ya! Tienes buenas intenciones, pero no puedes dejar que la presión te venza de esa manera. Ellos no van a tener piedad de ti. – la reprendió. Ignorando que al decirle eso, en realidad, la estaba presionando más. Luego miró a Níniel con seriedad. – Necesito tus mejores bendiciones, sacerdotisa. – pidió. – Voy a cruzar. Tengo que sacar a Melena Blanca de esto. Debo hacerlo.– advirtió. – Y además, no tengo otra opción, una vez desplegado el vórtice, la única manera de destruirlo es yendo a su mundo y destruyendo la cadena que lo une con el nuestro. – una empresa nada sencilla para una sola persona. Pero Tyrande estaba dispuesta a morir por la causa. ¿Hasta qué punto estaba el resto? No parecía dispuesta a sacrificar a nadie más. – Elen, por favor, quédate aquí junto al resto. No podemos exponer las dos reliquias. – pidió a la centinela, aunque sabía perfectamente que sola no tendría ninguna posibilidad. Aún así, guardaba la esperanza de que junto a Vladimir y Amaterasu pudiera poner fin a los centinelas.

Ante un silencio sepulcral y la cara de circunstancias, Imargo dio un paso al frente.

-Lady Tyrande. Sepa que la admiro del mismo modo que la admiraba el jefe. Pero no puedo sino negar su orden. – comunicó con la mano en el pecho. – Sé que no tengo oportunidad alguna contra esos hombres de negro o como se llamen, pero la mayoría de mis amigos yacen en el suelo, muertos, a tus pies. – mostró el hombre bestia con lágrimas en los ojos, pero mostrando una entereza total. - Si el destino dice que tengo que morir hoy, entonces moriré junto a ellos. – y sin aguardar una orden, cruzó el primero el portal en un admirable gesto de valentía y lealtad por parte de la mano derecha del centinela. Ella ni se lo pensó y corrió tras el leónico.

* * * * * * * * * * * *

¿Y cuál era el plano de los centinelas? Un lugar desolado y carbonizado, completamente cubierto por cenizas y sin un atisbo de vida. Una realidad paralela a la que se encontraban. Fuera como fuera, se encontraban en una especie de templo, considerablemente más grande que su opuesto de Aerandir.  En el centro del mismo había una enorme torre. Desde ella, se asomó imponente la figura de Ilmerith Tarmúnil, el líder de los jinetes oscuros. Miró a los centinelas con desafío, pero no dijo nada. Simplemente rió de lado mientras sus doce hermanos, hombres y mujeres irreconocibles por sus negras armaduras de obsidiana, iban colocándose en posición, rodeando a los héroes.

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Melena Blanca yacía en el suelo delante de Tyrande e Imargo, reposando malherido en la carbonizada tierra de aquella extraña dimensión del mundo, con los ojos abiertos, rugiendo impotente por no poder levantarse y ayudar a sus amigos por su herida en el costado.

-¡Tyrande! Iros de aquí. ¡Es una orden! - pidió el centinela desde el suelo, con gran esfuerzo.
-Nunca.- respondió la elfa.

El intenso calor sólo era uno más de los problemas de esta realidad del mundo. Pues todos los que hubiesen atravesado el portal sentirían ahora como sus fuerzas disminuían. Algunos se habían exprimido ya al máximo contra una jinete, y ahora tenían nada más y nada menos que a trece jinetes, y doce de ellos frescos. Avanzando hacia ellos.

Lady Tyrande no se lo pensó y se lanzó a por el primero que vio, uno masculino de aspecto de alto rango, que presumiblemente era Caranthir. Trató de realizarle un corte espada en mano, pero éste esquivó su ataque y le dio un golpe fuerte de hombro, tirándola hacia atrás. Tyrande se dio cuenta entonces que tenía a los demás jinetes rodeándola y que el combate iba a ser especialmente complicado. Imargo pegó su espalda a la de la elfa, para cubrirla como tan bien sabía hacer.

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Ninguno de los jinetes dijo nada. Simplemente fueron distribuyéndose, descolgando su respectivo y variado armamento, que iba desde espadas pesadas, a arcos de gran calibre o a adornados báculos mágicos. Ninguno vaciló. Ninguno esbozó más que una tímida tras sus yelmos. ¿Para qué? ¿Acaso era necesario decir qué iba a ocurrir allí? No. Todos los presentes sabían lo que iba a pasar.

* * * * * * * * * * * *
Elen & Níniel: Por fin volvéis a juntaros, aunque Elen ha llegado algo tarde para rematar el combate, ahora tendrá la oportunidad de resarcirse. Los ataques de Níniel y, especialmente, Tyrande, han sido efectivos y ahora Verzhela se ha retirado a su plano, donde se encuentra Melena Blanca. Al principio os decía que la misión iba a ser difícil, y hasta ahora no os he expuesto a ninguna de las dos a verdaderas dificultades. Bien, es ahora cuando debéis sentiros en peligro. Estando en esta coyuntura tenéis dos opciones:

-Entrar al Oblivion junto a Imargo y Tyrande: Sí. Sé que esta es la opción que más os llama la atención, pero no está de más deciros que las consecuencias pueden ser muy graves para vosotras (y para los NPC’s de la misión) si vuestras habilidades u objetos no funcionan y la diosa Tyr no os acompaña. Vais a enfrentaros al pack completo de jinetes oscuros. Si elegís esta opción, tendréis que o bien luchar contra ellos apoyando a Tyrande e Imargo, o bien tratar de curar a Melena Blanca por magia/alquimia. Si conseguís rescatar a Melena Blanca podréis tener un combatiente, pero cuantos más os apoyéis y más sinergia creéis, tendréis menos probabilidades de salir mal parados. Es vuestra elección.En cualquier caso, tirad una runa para ver el éxito de vuestras acciones y de los ataques de los jinetes. Por favor, dad epicidad al combate, sois de las mejores en ello. No dudo que lo bordaréis.

-Desentenderse de todo y permanecer en Aerandir: La opción conservadora, para los cobardes. Pero como no quiero oíros decir que master Ger me metió en una encrucijada sin salida, no os voy a obligar a enfrentaros a vuestros miedos si preferís salir corriendo por patas, además estamos on rol y me gusta dar libertad, la cobardía siempre es una opción. Hay unos meteoritos destruyendo el pueblo e incendiando el bosque. Podéis empezar curando a los leónicos heridos del patio. Esa gente puede necesitar vuestra ayuda. En este caso no tendréis que tirar ninguna runa.

Podéis utilizar a Imargo y Tyrande

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Mensaje  Elen Calhoun Mar Jun 27 2017, 10:45

Tyrande luchaba contra Verzela, con la capa blanca anudada al cuello y haciendo uso de su luz contra la Tarmúnil, que a pesar de verse alcanzada no perdió la sonrisa. No podía morir en aquel plano y lo sabía, como mucho conseguirían desterrarla al Oblivion, donde esperaban sus doce hermanos y tenían retenido a Melena Blanca, visiblemente herido. Consciente de que el hombre bestia sería la excusa perfecta para atraer a las otras dos centinelas a su terreno, la elfa de ojos rojos no dudó en lanzarles un reto, antes de introducirse ella misma a través del portal.

Una vez allí jugaría con ventaja no solo numérica, ya que serían trece contra cuantos osasen seguirla, sino que también se volverían más poderosos, algo que provocó que la tensai frunciese el ceño. No había tiempo que perder, mucho menos ahora que una tormenta de fuego estaba sobre sus cabezas y amenazaba con destruir por completo el templo, pero Tyrande creyó necesario increparle por su tardanza, como si ella lo hubiese hecho a propósito. - ¿Presión? ¿Acaso crees que derrumbé el suelo para quedarme atrás? - Soltó la bruja con un deje de enfado en la voz, ya tenía bastante con no haber llegado a tiempo de evitar que se llevasen a Melena Blanca, aquellas palabras de la ex centinela simplemente sobraban.

- Como si esta mierda de estructura inestable fuese culpa mía. - añadió entre dientes, frustrada por el hecho de que su supuesta aliada le hablase así. Alister gruñó, también molesto por el comentario de la elfa, pero su mirada estaba clavada en el portal, y más concretamente en las figuras que aguardaban al otro lado… los asesinos de su hermana Emily. Una parte de él quería lanzarse de cabeza al Oblivion y verlos arder entre las llamas, pero sabía que nada de lo que hiciese serviría en aquel lugar, sus ataques no dañarían al enemigo que tanto había esperado encontrar. Eso lo hizo sentir impotente, pero la cosa iba a ponerse peor aún.

Tyrande estaba decidida a cruzar y rescatar a Melena Blanca, pero no solo eso, para cerrar el vórtice debía destruir la cadena que unía el Oblivion al plano de Aerandir, y tenía la loca idea de que haría todo aquello sola. Era casi como entregarles en bandeja de plata la sábana blanca, así que ignorando su petición de que aguardase al otro lado, Elen se preparó para enfrentarse de una vez a sus mayores enemigos. - Puedo matarlos. - se dijo interiormente, pues a pesar de que era como meterse en la boca del lobo, quizá cooperando ambas tuviesen ocasión de quitar de en medio a alguno de los Tarmúnil, necesitaba creer que era posible. Por un momento deseó que Vladimir estuviese con ellas, que fuese su apoyo en combate, a pesar de que la más efectiva era Amaterasu, aunque quizá ya no lo fuese después de lo sucedido en el pasado, durante la guerra en isla lunar.

Decidida, Elen se giró hacia su compañero y lo miró durante unos instantes, trayendo a su mente el rostro del cazador, algo que podría no volver a ver. - Alister, quiero que te quedes aquí y protejas del fuego a los que siguen con vida, mantenlos a salvo y estate atento, si la cosa se pone fea lanzaré el medallón a este lado… y será tuyo. - dijo, acallando las protestas del reptil con un gesto de la mano. Imargo y Tyrande ya habían cruzado al Oblivion así que no perdió más tiempo, echó a correr hacia el portal sin mirar atrás en ningún momento, aceptando que aquel podía ser su final.

Nunca se había imaginado cómo podría ser el plano de los jinetes, pero sin duda encajaba con la visión que tenía de ellos, un lugar árido y sin vida, cubierto de ceniza. Ilmerith Tarmúnil observaba todo desde lo alto de un enorme templo que destacaba sobre el resto del paisaje, mientras sus hermanos y hermanas rodeaban a los intrusos para ocuparse de ellos y hacerse con la codiciada sábana blanca. El calor resultaba agobiante, casi parecía absorber las fuerzas, pero nada iba a detenerla ahora que tenía la oportunidad de vengarse de aquellos que tanto la habían hecho sufrir durante los últimos años. Echando mano a uno de sus bolsillos, la tensai frotó una pequeña figura con forma de pájaro que había conseguido hacía bastante tiempo, y que según le dijeron, traía suerte.

Luego observó como rodeaban a sus aliados, y de inmediato decidió intervenir lanzando una potente onda contra los jinetes más cercanos a su posición, esperando con ello al menos desestabilizarlos, y en el mejor de los casos tirarlos al suelo. Sin esperar a ver la efectividad de su ataque, empuñó con fuerza su espada y permitió que la electricidad la envolviese de forma visible, brillando con aquel tono celeste que tanto le gustaba.


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- ¡Te dije que esperases al otro lado! - exclamó Tyrande nada más percatarse de su presencia. - No iba a quedarme de brazos cruzados mientras tú peleabas. - fue lo único que obtuvo como respuesta.

Ilmerith sonreía en lo alto de la torre, seguro de que conseguirían hacerse con dos de las reliquias y que aquel par de centinelas no serían rivales para ellos, pero eso estaba por verse. Tres jinetes se apresuraron a rodearla para tratar de mantenerla ocupada y por tanto aislada de los demás, una de ellas Verzela, y los otros dos no había forma de identificarlos con aquellas armaduras, aunque la hechicera habría jurado reconocer a Erzsbeth. La arquera disparó una de sus flechas negras directamente al pecho de su oponente, pero ésta, valiéndose de sus habilidades con la telequinesis detuvo el proyectil en el aire, para luego hacerlo girar y devolverlo con una potente corriente de viento contra su dueña, obligándola a moverse si quería esquivarlo.

Los otros dos, armados con espadas, acortaron distancias para comenzar a atacar cuerpo a cuerpo, algo que la de cabellos cenicientos evitaría en la medida de lo posible. La electricidad se concentró en sus brazos y salió disparada hacia el cielo, algo que extrañó a los jinetes ya que parecía haber fallado un tiro fácil, pero que pronto los haría elevar la vista, en cuanto los truenos de la tormenta que acababa de desencadenar se alzaron por encima de cualquier otro sonido. Pronto los rayos comenzarían a caer con fiereza sobre sus enemigos, ese sería el momento perfecto para atacarlos, sacar a Melena Blanca de allí y romper la cadena, pero debía confiar en que sus aliados entendiesen el plan que solo ella conocía y aprovechasen la ocasión.


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Off: Utilizo un objeto de mi inventario.
Una figura de madera con forma de pájaro.
Usos: 0/2
Frotar la figura brindará suerte al usuario, siendo más capaz de tener éxito en lo que se proponga durante los siguientes cuatro turnos.
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Mensaje  Tyr Mar Jun 27 2017, 10:45

El miembro 'Elen Calhoun' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses


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Mensaje  Níniel Thenidiel Vie Jun 30 2017, 22:33

Una tras otra las columnas de pura y destructiva luz cayeron sobre Verzhela e iluminaron todo el lugar, desterrando las sombras creadas por el oscuro vórtice que aún giraba sobre sus cabezas durante unos breves pero reconfortantes instantes en los que cualquiera de los allí presentes podría llegar a creer que la victoria era posible, que estaba al alcance. Cualquiera capaz de sentir el éter, y más aún cualquiera afín a la luz como lo era Níniel, no podría evitar estremecerse ante semejante sensación, sentir como toda esa energía recorría su cuerpo como la caricia del ser amado...Ese sí era un poder abrumador digno de todas las historias que se contaban sobre los centinelas, y desde luego a la elfa oscura, por muy jinete que fuera, no le debía de estar pareciendo ninguna carantoña, al menos por el modo en el gritaba mientras su cuerpo sufría y se retorcía bajo semejante y poderoso ataque, capaz de hacer que la propia tierra se estremeciera.

Aquello habría bastado para purificar a cualquiera de los enemigos a los que Níniel se hubiese enfrentado en su corta pero intensa vida, con la única excepción, quizá, de Querostraza. No habría dejado ni las cenizas de los peligrosos miembros de la banda de los escorpiones, y poco más que los huesos del enorme dragón azul que casi se los come por culpa de Bio...Pero Verzhela no era ni lo uno ni lo otro, y aunque debería estar muerta, con su armadura prácticamente destrozada, y ocultando bastante menos incluso de lo que una elfa consideraría decoroso, se levantó como si tal cosa y no tardó en reírse burlona antes de retirarse hasta el portal, instándolos a ir tras ella, recordándoles que la vida de Melena Blanca dependía de ello.

-Las historias son ciertas...- Musitó la joven peliblanca sin poder evitar que en su mente se formara la idea de lo impresionantes que eran los jinetes. Casi invulnerables ante cualquiera que no portara una de las reliquias de los centinelas, inmortales incluso ante ellos en Aerandir...Un poder a priori mucho mayor que el de la capa blanca, aunque debía de tener algún punto débil pues al fin y al cabo era fruto de una maldición, y como ella sabía muy bien debido a su estado, los grandes poderes no eran gratuitos. Claro que tampoco es que estuviera interesada en un poder así...Su interés era puramente académico y en aras de salvar su vida y la de cientos de personas en el mundo...O al menos eso quiso creer al verse pensando sobre el mismo.

-¿Y ahora qué?.- Preguntó en voz alta y de forma cortante Níniel mientras que a su alrededor las cosas lejos de darles un respiro no hacían si no empeorar cada vez más, esta vez debido a la lluvia de ígneos proyectiles que comenzó a caer sobre ellos y sus alrededores. Una seria amenaza para sus vidas, pues si no les mataba uno de los proyectiles lo acabaría haciendo el fuego o el humo de los incendios que no tardarían en extenderse si aquello seguía así. -¿Hay algo que podamos hacer con eso?- Insistió la joven señalando al portal y recibiendo una severa mirada por parte de Tyrande a modo de respuesta a sus preguntas, tras la cual la centinela pareció pagar sus propias dudas y frustraciones con Elen, casi culpándola de las muertes de los leónicos.

-Tampoco os vi a vos aquí para ayudarles. De hecho si algo hubiese podido salvarles la vida sería que la capa blanca hubiese estado en manos más capaces cuando esto empezó.- Soltó la joven sin contener la lengua. Y es que a pesar de que respetaba a Tyrande, no podía si no estar en total desacuerdo con su decisión de a quién le había entregado aquel artefacto, así como su modo de dirigirse a Elen. Bien podría haber elegido otras palabras o haberle mostrado su apoyo a su amiga de otro modo pero...Bueno, su tolerancia a lo que consideraba una gilipollez estaba bajo mínimos desde hacía unos cuantos días, y en esos momentos aún más.

Sin duda Tyrande la había oído pero, o bien decidiendo ignorarla o bien aceptando que aquel había sido un buen punto, no hizo comentario alguno al respecto y se limitó a volver a mirarla con seriedad y a pedirle bendiciones con un tono totalmente imperativo. Tal fue la fuerza de sus ojos que la habrían hecho tragar saliva de no estar bajo los efectos de la maldición, o de seguir siendo la Níniel que dejara su hogar tiempo atrás, mucho menos curtida. hasta ese punto resultaba intimidante. -Ya estáis bajo el efecto de las más poderosas, centinela.- Respondió en un tono algo más rebajado aunque aún firme. -Mi magia ya refuerza vuestras capacidades mágicas y vuestra destreza hasta niveles solo alcanzables por los héroes de leyenda. Incluso notaréis que vuestro límite al usar vuestras mejores habilidades es mayor que nunca. Si no es suficiente con eso, nada lo será.- Fueron sus palabras, aunque la elfa no debería necesitar que se lo dijera, ya debía de sentir la gracia de los dioses recorriendo todo su ser y fortaleciéndola. -La verdad es que no creo que sea suficiente. Ellos son trece y si todas las historias son ciertas allí cuentan con más ventajas que solo la numérica.- Añadiría la sacerdotisa mirando hacia el portal y haciendo una mueca de profundo disgusto al conocer que el portal solo se cerraría desde el otro lado y que para más inri la centinela pensaba ir sola. -Prácticamente habían ganado ya incluso antes de empezar...Entrar ahí es un suicidio...- Dijo con amargura. Palabras que no detuvieron sin embargo a Imargo, dispuesto a morir luchando a pesar de que solo los portadores podrían dañar seriamente a los jinetes, ni a Tyrande, que tras hablar con el felino no tardó en ir tras él.

-Lo mejor será llegar hasta la aldea. Avisarles de lo que pasa para que envien mensaje a todo el bosque. Hay que convocar a los ejércitos de Sandorai. Si no podemos evitar que crucen, al menos podremos evitar que lo arrasen todo. Puede que no puedan morir, pero se les puede debilitar y apresar.- Sugirió la joven tras ver como aquel par de tontos cruzaban el portal a sabiendas de que solo un milagro les permitiría regresar de allí con vida. -Y hay que evacuar los poblados cerca...- Siguió diciendo mientras se giraba para mirar a los pocos compañeros que le quedaban, dejando la frase sin terminar al ver a Elen hablando con Alister en lo que claramente era una despedida. -Espera, ¿no me has oído?. Es un suicidio. Si enviamos mensaje a...-Pero Elen como los demás tampoco la escuchó, y cruzó también al otro lado dejando allí sola a Níniel con Alister, ambos mirando el portal y lo que podía verse a través de él, quietos, inmóviles.

-...Y ahí va otra de las reliquias. ¿Por qué será que parece que han acabado todas en manos de imbéciles?- Se quejó la de ojos aguamarina alzando la vista al cielo y siguiendo la trayectoria de una de las llameantes rocas hasta que ésta se estrelló en el lago levantando una enorme cantidad de agua visible incluso desde el interior del templo. Alister le mostró entonces sus afilados dientes, indicativo de que no le gustaba que hubiese llamado imbécil a su pareja, pero Níniel se limitó a encogerse de hombros. -¿Qué? Es verdad. Detrás de ti soy la segunda persona aquí que más aprecia a Elen, y no te permitiré ponerlo en duda...Pero ir allí, es claramente una trampa, no saldrán vivos. Preferiría que se hubiese quedado aquí, ir a buscar ayuda. Este es el bosque de los elfos ¿sabes?. Te aseguro que esos trece no podrían hacer nada contra un ejército de dos mil elfos apoyados por unas cuantas docenas de sacerdotisas. Y menos luchando en el bosque.- Expresó con un tono más conciliador, realmente preocupada por Elen, más que por ninguno de los otros dos. Volviendo la vista al portal y apretando con fuerza su bastón entre sus manos, comenzando a caminar de un lado a otro.

-AAAAHHHGGG !Maldita sea!- Espetó apenas unos segundos después echando mano de un kit de primeros auxilios que portaba en su bolsa y dejándolo a los pies del dragón. -Usa esto con los heridos hasta que vuelva, voy a entrar. Y si no vuelvo, que es lo más probable...Bueno, espero que estés muy lejos de aquí si eso pasa.- Informó revisando un par de cosas más de su bolsa antes de dirigirse al portal, deteniéndose justo antes y mordiéndose el labio inferior mientras negaba con la cabeza. -¿Quién es más imbécil, los imbéciles, o la imbécil que sigue a los imbéciles?.- Espetaría antes de cruzar, obligándose a mantener los ojos abiertos hasta llegar al otro lado y con su fiel bastón preparado para hacer frente a sus enemigos, los cuales en esos momentos se dividían en grupos más pequeños que buscaban aislar a sus compañeros para así eliminarlos con mayor facilidad, aunque estos no parecían estar poniéndoselo fácil a pesar de su inferioridad numérica.

-Este lugar...- Lograría decir la elfa notando algo mucho peor que un calor sofocante en aquel lado del portal. Y es que sí, apenas había llegado y por su frente ya resbalaban gotas de sudor que se deslizaban por su rostro hasta ir a morir sobre su túnica o sobre el mar de ceniza que era el suelo en aquel espantoso mundo, o lo que buenamente fuera....Pero lo que más la afectó, golpeándola como un puñetazo en el estómago fue que allí todo estaba muerto. Ni una brizna de hierba brotaba, ni un árbol había, ni el más pequeño de los animales trataba de sobrevivir en semejante entorno...Nada crecía ni vivía allí, ni podía sentir Níniel la vida de Aerandir tampoco...Algo así sería la peor de las prisiones para un elfo de Sandorai, para una sacerdotisa, mucho más en sintonía aún con las energías del mundo, un infierno del que salir cuanto antes. Había éter, sí, pero parecía que era lo poco que le quedaba a aquel lugar, el último aliento de un mundo agonizante. Un residuo que atestiguaba que aquel lugar no fué siempre así.

Níniel se apoyó en su bastón y respiró profundamente, sintiendo el ardiente aire llenar sus pulmones, permitiéndole recuperarse de aquel shock, aunque la sensación al tomar aliento no era enteramente agradable. Era un aire cargado de ceniza, caliente y por ende molesto de respirar haciéndola toser, por lo que la joven no tardó en proteger sus vías respiratorias cubriéndolas. Y lo hubiera hecho con una tela humedecida de haber sido otra la situación, pero su presencia no sería ignorada por mucho más tiempo, ni sus compañeros tampoco estaban en situación de esperar.

Tres, incluida una casi desnuda Verzhela, buscaban atacar a Elen. Peor lo tenían Tyrande e Imargo, los cuales espalda contra espalda a duras penas podían mantener a raya a varios de aquellos malditos jinetes mientras defendían a un herido Melena Blanca. Seguramente de haberles atacado en serio en vez de parecer estar tanteando sus fuerzas, e incluso tratando de humillarlos, elfa y hombre bestia estarían aún peor, puede que incluso muertos ya. Pero los jinetes eran arrogantes, confiados de su superioridad, y eso era algo que Níniel había aprovechado antes, y que pensaba seguir aprovechando mientras pudiera.

-Elfa. Pensaba que a estas alturas estabas ya a medio camino de la ciudad más cercana, buscando la seguridad de sus muros.- La saludó Imargo lanzando un corte hacia un enemigo que parecía recuperarse de alguna clase de conmoción cuya causa era desconocida para la sacerdotisa. Parecía que al no haberla visto llegar junto a Elen había creído que había huído como una cobarde, o simplemente si no soltaba alguna frase que creía erróneamente ingeniosa cada cinco minutos no estaba a gusto; Huir hubiese sido mucho más inteligente que cruzar el portal, y lo habría hecho siguiendo instrucciones de Tyrande, por lo cual nadie hubiese podido llamarla cobarde.

-¿Y perderme el ver como estos tipos te cierran la boca? Nunca. -Fue la respuesta de la peliblanca mientras tres de aquellos jinetes, dos de ellos con mandoble y el tercero con un martillo de guerra del tamaño de un niño, dejaban de acosar a sus aliados para ir a por ella, lenta pero inexorablemente. -Bién, esto va a ser interesante...De algún modo que no alcanzo a comprender.- Trataba de mentalizarse la joven tratando de ver algo en su entorno que la pudiera ayudar a cobrar una ventaja que necesitaba, usando también su vista de elfa para tratar de identificar qué zonas de las armaduras de sus enemigos estaban más expuestas y, en general, tratando de hacer que su inteligencia, sabiduría e ingenio compensara lo que le faltaba de músculo y habilidad con armas.

El primero de los jinetes llegó hasta ella y sin decir nada en absoluto alzó su mandoble por encima de su cabeza descargando un potente tajo descendente que Níniel esquivó con soltura pues aún gozaba de la destreza aumentada que le robó a Verzhela. De hecho resultó tan sencillo que, aprovechando el momento en el que el arma de su enemigo estaba en el suelo, la joven lanzó un golpe con todas sus fuerzas con su bastón usando su lado afilado directamente sobre el cuello de su enemigo, buscando hacerle retroceder. Por desgracia, aunque Níniel calculó perfectamente la velocidad y dirección de su ataque, no tuvo en cuenta la dureza de la armadura de aquel tipo. No solo evitó que recibiera nada más que un mero golpe, claro que ella no podía hacerles auténtico daño sin una reliquia, sino que quebró aquella parte del bastón de la elfa, cuyos pedazos cayeron al suelo dejándola a ella tan sorprendida que por poco no acaba partida en dos ante el contraataque, viéndose obligada a usar su velocidad para alejarse y ponerse a salvo mientras pensaba en otra cosa.

Había pensado que ya era bastante difícil no poder herirlos y solo distraerlos mientras Tyrande o Elen hacían el resto, pero esperaba al menos poder incapacitarlos, golpear en puntos vitales y de dolor para que no pudieran seguir luchando, para que les resultara fácil a las centinelas acabar con ellos o al menos disminuir su número de efectivos...Si no podía ni siquiera atravesar sus armaduras...

En ese momento Níniel observó como el combate entre Tyrande e Imargo se recrudecía. Imargo era como un relámpago, lanzando tajos a diestro y siniestro y bloqueando rápidamente de nuevo gracias a las bendiciones de Níniel, pero como ella no era capaz de dañarlos. Por ello la centinela, también rápida como un pestañeo, atacaba allí donde el hombre bestia creaba una apertura y éste la protegía con su escudo de inmediato en una danza hermosa a su manera que ya había dejado al menos a uno de los jinetes arrodillado en el suelo, aunque no muerto aún. Por desgracia las bendiciones no durarían mucho más, necesitaban hacerles mucho más daño o cuando estas desaparecieran acabarían todos muertos.

No obstante no todo eran malas noticias, para los ojos de la sacerdotisa no pasó por alto algo más que podría ser importante. Y es que mientras intercambiaban golpes, el grupo se había desplazado, dejando a Melena Blanca, que no parecía poder levantarse del suelo, algo alejado de los tres focos de lucha. Sin su capa su ayuda sería limitada, pero poder distraer, incapacitar o retener a alguno más de sus enemigos podría resultar de gran importancia para el combate, por lo que Níniel comenzó a moverse en aquella dirección sin perder de vista a sus tres peligrosos adversarios. Trataba de usar su velocidad para mantener la distancia, pero sin que perdieran su interés en ella y que no se lanzaran a atacar a nadie más, llegando incluso a lanzarles varios montones de ceniza a la cara para ello, algo de lo que aquel lugar proveía en abundancia. El problema de querer distraer a aquellos tres y al mismo tiempo recuperar a Melena Blanca para su bando era evidente. Mientras la siguieran no podría sanarle, y aunque pudiera usar la plegaria antes necesitaba sacarle aquella flecha, algo que tampoco iban a dejar que hiciera sin más. Necesitaba un plan, y creía tener uno.

Un destello de luz iluminó el lugar y cerca de allí uno de los jinetes abandonó el combate gritando de dolor mientras un humo oscuro brotaba de las articulaciones de su armadura. Sus alaridos agónicos bastarían para ponerle la piel de gallina al más pintado, pero nadie detuvo la lucha para ir a ayudarlo o a poner fin a su sufrimiento. Tyrande empezaba a ponerse seria y con aquel ya iban dos jinetes menos de los que preocuparse, al menos por el momento.

-Todos acabaréis así, hoy es el día en el que los jinetes son aplastados, y ni siquiera hacen falta los cuatro centinelas para ello, insectos.- Se atrevió a amenazarles la joven abandonando el combate y corriendo hacia el ya muy cercano centinela herido, notando como el calor hacía que su esfuerzo por mantenerse a distancia de sus enemigos y esquivar sus ataques estaba siendo mayor de lo esperado. Llegando hasta melena Blanca con algo de ventaja sobre sus perseguidores y poniéndose de rodillas a su lado a pesar de sus quejas.

-¿Qué haces elfa? Yo estoy perdido. Sal de aquí, solo conseguirás que te maten.- Protestó el león que parecía preferir morir antes de que los demás arriesgaran su vida por él. -Haz que los demás también...-

-No van a matarme, al menos no ahora. Creo que ya he demostrado que soy una elfa con recursos.- Le dijo la joven al hombre bestia herido. Alzando la vista para ver que sus perseguidores ya estaban casi encima suyo, preparando sus armas para ejecutarla a ella y también a Melena Blanca, quizá pensando que la elfa había ido hasta allí para morir a su lado y que ya se había rendido tras no poder hacer nada más que huir de ellos...Nada más lejos de la verdad.

-Ma Sheshield.-  Murmuró con una sonrisa en los labios. Y una barrera de luz pura con la forma de dos grandes alas apareció entre ellos protegiéndolos de todo mal, creciendo tanto y tan rápido en dimensiones que para los que la miraran parecería que aquellas alas se desplegaban hasta alcanzar varios metros de envergadura, golpeando con su fulgurante avance a los tres atacantes antes de que pudieran retroceder e incluso pillando a uno con su martillo de guerra alzado. Tal fue el impacto que los tres jinetes salieron despedidos por los aires, cayendo en posturas que auguraban un intenso dolor e incluso desplazándose varios metros por la ceniza tras caer por la fuerza del golpe, llegando incluso a llamar la atención de algunos de los enemigos que luchaban contra Tyrande.

-No debería decirlo, pero me ha gustado ese crujido...¿Creés que ha sido el casco o sus cráneos?.- Preguntó la sanadora a Melena blanca, aprovechando el momento de distracción para extraerle la flecha negra y haciéndole a pesar de ello aullar de dolor, quedando sus manos y el manto de ceniza manchados con abundante sangre. -Lo lamento. Normalmente esto no se debe hacer así pero...No tenemos tiempo.- Dijo colocando ambas manos sobre la herida y comenzando a sanarla aceleradamente bajo el amparo de una gran esfera de luz protectora con la forma de una alada y angelical figura de pura luz en cuyo rostro podía verse una maliciosa sonrisa de satisfacción, coronada por la gran tormenta eléctrica que acababa de estallar.


Níniel usa su habilidad Santuario este turno.
(El resultado final del mismo, así como del resultado del combate de Imargo y Tyrande quedan abiertos a interpretación del Master.)


Última edición por Níniel Thenidiel el Vie Jun 30 2017, 22:42, editado 1 vez
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Mensaje  Tyr Vie Jun 30 2017, 22:33

El miembro 'Níniel Thenidiel' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses


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Mensaje  Ger Lun Jul 03 2017, 18:27

La destreza con la que Tyrande combatía a los jinetes era propia de la literatura épica. A poca gente en la historia de Aerandir se le habría visto realizar tal exhibición de agilidad, efectividad y poder como el que estaba allí mostrando la elfa, un derroche de maná ante unos enemigos a la altura de sus capacidades. También es verdad, que los conjuros de apoyo de Níniel la ayudaban, y mucho, a parecer más de lo que en realidad era, pero desde luego, la guardabosques no era ninguna negligente en combate. Y eso saltaba a la vista. Era evidente que los jinetes se estaban viendo exigidos y por los rostros de algunos podía percibirse que algunos empezaban a plantearse si fue buena idea el haber “invitado” a aquellos cuatro valientes al Oblivion.

Quizás uno podría plantearse qué habían estado haciendo los centinelas todos estos años. Pero la realidad era bien distinta y el aspecto social lo llevaban bastante peor que sus homólogos jinetes. Las reliquias simplemente habían estado en las manos equivocadas durante muchos años.

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Los rayos y los truenos de Elen, imbuida en poder eléctrico. La joven peliblanca estaba también desatada y también se sintió intocable. Incluso Ja’zad, cuyos golpes quedaban en nada, parecía que se iba a comer el mundo. Quizás el mayor problema de los jinetes ahora era la alta autoestima de sus rivales. Una de sus mayores ventajas siempre había sido el miedo escénico, el terror que tenían contra ellos sus enemigos. Perdido eso, se desvanecía gran parte de su potencial.

El escudo protector del santuario de Níniel sirvió para proteger a todos los que estuvieran en su interior, mientras la elfa curaba rápidamente a Melena Blanca y Elen se las veía con Erzsbeth, con la que ya había tenido un encuentro en el pasado, el día que consiguió el medallón solar. La jinete decía palabras impronunciables e ininteligibles para una bruja que no tenía ni idea de élfico antiguo.

Tyrande seguía a lo suyo, y después de conseguir que todos los jinetes salieran de la esfera de protección por la paliza que se estaban llevando, se dirigió a ambas. -¿Queréis saber lo que es poder? – miró jadeante a Níniel y Elen mientras dejaba que la una mezcla de luz y sombras recorría sus brazos. – Esto lo es.

Tyrande aguardó unos segundos, estaba canalizando un poderosísimo ataque. Liberó entonces toda la energía maligna que contenía la capa blanca para utilizarla contra uno de los jinetes, contra Verzhela concretamente, ya que era, quizás, la más debilitada de todos. Lanzó un poderosísimo rayo de luz que al impactar contra la arquera, situada en un saliente, la envolvió por completo en una especie de nube de luz de la tonalidad de su magia, pero que también albergaba de sombras y oscuridad, procedentes de la reliquia, al portal la reliquia había causado el doble de daño en su enemiga. Cuando la tuvo en el aire, la arrastró contra sus hermanos para derribarlos y tiró de ella para hacerla pasar por el escudo de Níniel, la lanzó por los aires y, como si fuera un látigo, la volvió a coger en pleno aire para aplastarla contra el suelo con toda la fuerza. De Verzhela sólo quedarían los miles de trozos en los que se había desintegrado.

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¡Habían matado a un jinete oscuro! Sus hermanos no se lo podían creer. El factor psicológico estaba ahora del lado de los centinelas, que comenzaban a creer que la “machada” era posible. Para unos jinetes que jamás habían salido derrotados de ningún sitio, que llevaban milenios juntos, sin perder jamás un miembro, la pérdida de Verzhela iba a ser algo difícil de superar. Algo había cambiado en los centinelas. Algo comenzaba a funcionar, y la evidente sincronía entre Elen y Tyrande era un hecho. Ahora, además, Melena Blanca estaba también listo después de las curaciones de la sacerdotisa.

Ilmerith Tarmúnil descendió de la torre y se personó para apoyar a los jinetes. Tranquilizó a sus hermanos, que vieron en él la figura de la esperanza y se juntaron alrededor. El líder fijó su mirada en Tyrande, ella había sido la causante del fallecimiento de su querida hermana, y ella tenía que morir.

-La magia se desvanece... No nos queda mucho tiempo. – aportó Tyrande al grupo de cuatro héroes. Frente a frente contra los, ahora doce, jinetes. Imargo rugió y se puso al frente de todos ellos, con su escudo, rugiendo. Valiente a la par de insensato. Las bendiciones de Níniel perduraban, pero no tardarían mucho tiempo en desvanecerse, no tendrían tiempo a acabar con los doce… ¿O sí? Tomó por la muñeca a Elen y la miró a los ojos. La joven combatía a los jinetes con bravura. – ¡Elen! La gente… Tenemos que utilizar este aumento de espíritu para salir de aquí. Salvarlos. Ya hemos conseguido matar a uno. Si volvemos todos, será un éxito. – aunque la joven bruja parecía dispuesta a acabar con todos allí mismo. Ella sí que parecía sentirse aún fuerte. ¿Utilizaría la cabeza, o se dejaría llevar por la maldad del medallón? El portal permanecía abierto.

Melena Blanca miró entonces a la gran cadena que unía el Oblivion con el vórtice de Aerandir. – Antes de irnos, tendríamos que romper esa cadena, es la única manera de evitar que un cataclismo asole el bosque.
-Yo la romperé. Vosotros sois los centinelas. Volved al plano. – sentenció la elfa.
-¡Nunca, Tyra! – gritó Melena Blanca furioso, que se sentía fracasado. – Yo soy el centinela del Este y me corresponde a mí. Tú ya has hecho demasiado. Entrégame la capa. – amenazó, tomando su reliquia y despistando así a la elfa. Ridícula discusión en medio de un combate.
-Yo iré, jefe. Vosotros sois más importantes. Yo partiré la cadena. – concluyó Imargo.

No había un acuerdo y no tenían demasiado tiempo, pues el escudo de Níniel comenzaba a resquebrajarse por la oscura magia de Ilmerith. Sus hermanos esperaban ansiosos dar el paso.

* * * * * * * * * *
Ambas: No puedo sino admitir que os ha salido muy bien la jugada. Habilidades y suerte os han sido fieles compañeras en el momento más importante. Habéis conseguido eliminar a Verzhela Tarmúnil. La magia de Níniel sigue activa, pero tiene un límite, y no os queda demasiado para llegar. Las decisiones que toméis en el próximo par de turnos serán vitales para los distintos finales de la historia.

Veréis que he tirado una runa. Uno de los compañeros abandonará la esfera de protección.

-Runa muy mala/mala: Imargo saldrá de la protección para tratar de romper la enorme cadena, espada en mano. Sin capa. Os podéis imaginar qué pasará. Tyrande (capa) y Melena Blanca lucharán contra Ilmerith y su séquito. Esta la marco como la peor “posibilidad” ya veréis por qué.
-Runa media: Será Melena Blanca (sin capa) quien salga  a romper la cadena. Y serán Tyrande e Imargo quienes se enfrenten a Ilmerith y demás jinetes.
-Runa Buena/muy buena: Será Tyrande la que rompa la cadena tras dejar la capa a Melena Blanca. Mientras los leónicos se enfrentan a Ilmerith..

En definitiva, el que se enfrente a Ilmerith tendrá la capa. En función de esto. Vosotras podéis decidir entre lo siguiente:

-Desentenderos y huir por el portal. Estaréis a salvo de cualquier herida y/o maldición.
-Ayudar a destruir la cadena a aquel que abandone la esfera. Protegiéndole de los ataques. Si es Níniel deberá lanzar una runa que determinará si la rompe (mínimo media) o si no la rompe y termina herida (mala suerte). Si es Elen, como la fortuna la acompaña la cadena se romperá seguro y evitaréis el cataclismo. Si no vais ninguna, tiraré yo la runa. Necesitaréis mínimo una media para salvar el bosque, pero el NPC morirá.
-Ayudar a los miembros restantes a luchar contra Ilmerith y los jinetes. Que romperán el escudo. ¡Cuidado! UNO de los dos NPC's que se enfrente a él morirá (por medio de runa, delimitado en mi siguiente turno). La única manera de salvar a ambos, será concentrandoos ambas contra ellos, pero claro, el de la cadena, y por tanto, el pueblo de los elfos y el bosque, quedará expuesto también a fortuna por mi parte en el próximo turno. Si sólo os enfrentáis una: Si es Níniel tendrá que tirar runa para ver cómo sale de ilesa del combate. Si es Elen saldrá ilesa y podrá elegir salvar a uno de los que se enfrenten a Ilmerith (el que decida). Si nadie ayuda en combate, morirán los dos NPC’s.
-Sólo Elen: Puedes hacer que se salven todos tus compañeros si vas tú misma a cortar la cadena. Ordenando al que se lanzó primero que se concentre en luchar contra los jinetes. Como tienes el objeto de la fortuna, la cortarás seguro, por lo que salvarás el bosque. Pero permanecerás sola en el Oblivion y eso tendrá "sorpresas" para ti, y fijo probablemente maldiciones y heridas graves para tu figura. A fin de cuentas, te vas a quedar sola en el plano con los jinetes. El mastereado era para ti, y tú eres la centinela. ¿Aceptas el reto?

Muchas opciones, y muchas variables. ¿Emocionante, verdad? Daros la opción de salvarlos simplemente obrando bien era demasiado fácil. Necesitaréis una runa buena en algún sitio para evitar que fallezcan. No es complicado.

Edición: ¡Mi runa favorita! Los dioses quieren que os ponga un nuevo gif.



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Mensaje  Tyr Lun Jul 03 2017, 18:27

El miembro 'Ger' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses


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Mensaje  Elen Calhoun Miér Jul 05 2017, 13:01

Los rayos no se hicieron esperar, pronto comenzaron a caer con fiereza sobre el campo de batalla, obligando a los Tarmúnil a alzar la vista al cielo para intentar prever sus trayectorias y esquivarlos, algo que les resultó más complicado de lo que podían haber imaginado. Varios jinetes se vieron alcanzados por las descargas y terminaron en el suelo, aunque solo de forma momentánea ya que una vez pasado el aturdimiento podrían volver a levantarse para seguir luchando. La misma suerte corrió uno de los que intentaban rodear a la hechicera, aquel al que no había podido reconocer hasta el momento, lo que dejó a la benjamina de los Calhoun viéndose las caras con Erzsbeth, sin duda la miembro del clan con quien tenía más cosas pendientes.

Verzhela también se vio obligada a apartarse para no ser alcanzada por uno de los rayos, dejando a su hermana la tarea de hacerse cargo de aquella centinela y con suerte, arrebatarle su medallón. Tanto ella como el otro jinete se mantuvieron a cierta distancia, mientras Erzsbeth comenzaba a pronunciar algo en su lengua materna, incomprensible para la de ojos verdes. Elen había cometido un grave error al liberarla de la cabeza de piedra en isla lunar, si hubiese escuchado a Tarivius aquello no habría pasado… pero debía aceptar las consecuencias de sus actos, aunque estas supusiesen sumar un enemigo más. Su viaje al pasado, a la época en que elfos y brujos luchaban por el territorio le dio la oportunidad de conocer algo más a aquella guerrera y su estilo de lucha, algo que ahora le vendría de perlas. También tuvo ocasión de traicionarla para que acabase prisionera en la piedra en que mucho después la encontraría, y sin duda la Tarmúnil no habría olvidado aquello.

- Volvemos a vernos. - dijo Elen, blandiendo con fuerza su espada y lista para entrar en un combate cuerpo a cuerpo. - Y pensar que tuve que protegerte en la playa… cuanto me habría gustado ver como te electrocutabas… aunque aún no es tarde. - añadió con una media sonrisa, sin tener que alzar la vista para saber que su tormenta seguía descargando con fuerza sobre sus cabezas. Los destellos y el sonido de los truenos eran más que suficiente, música para los oídos de la tensai, que no quitaba ojo de encima a su adversaria. Erzsbeth se lanzó en su dirección espada en mano, dispuesta a acabar lo que había empezado en la cima de isla lunar, cuando tras obtener el medallón solar, Elen la desterró a su plano con una insultante facilidad.

Las hojas chocaron y el metálico chasquido se escuchó por entre los truenos, pero las distancias cortas no solo beneficiaban a la elfa de negros cabellos, sino también a la hechicera, que tenía un blanco claro e imposible de fallar. Una potente onda de viento lanzó hacia atrás a la jinete, desestabilizándola pero sin conseguir que cayese al suelo, lo cual habría dado gran ventaja a la centinela para tratar de acabar con ella. El mayor problema iba a ser su armadura, aparentemente impenetrable y tan resistente como para que su arma no pudiese atravesarla, pero hallaría el modo  de dañarla, tarde o temprano.

No muy lejos de su posición Tyrande seguía luchando sin descanso junto a Imargo, demostrando un poder increíble y que dejar la capa blanca en manos del hombre bestia podría haber sido un gran error. Todo provocado por las acciones de Amaterasu, con la cual probablemente se negase a colaborar, pero si existía una posibilidad por pequeña que fuese de convencer a la forestal, lo intentaría. Níniel también había optado por cruzar al Oblivion finalmente, y bajo un escudo protector, se estaba encargando de sanar a toda prisa la herida de Melena Blanca para ganar un valioso aliado, aunque seguían disponiendo solo de dos reliquias, lo cual les limitaría. Aun así estaría bien contar con el leónico en su bando, lo suficientemente recuperado como para dar apoyo o al menos regresar al portal, a fin de cuentas habían cruzado para rescatarlo y ese era el objetivo a cumplir.

Al otro lado, Alister hacía lo posible por socorrer a los heridos que aún seguían con vida en el templo, dirigiendo su vista hacia el portal de vez en cuando para ver cómo se estaba desarrollando la pelea. Pocos habían sobrevivido a las flechas de Verzhela, apenas un par de leónicos seguían respirando de forma entrecortada, y si no recibían ayuda pronto correrían la misma suerte de sus compañeros. Aprovechando su forma bestial, el reptil los arrastró hasta un lugar seguro, fuera del alcance de los meteoritos que amenazaban con reducir todo a cenizas, y allí cambió de forma para poder atenderlos con ayuda del kit que Níniel le había entregado antes de cruzar al Oblivion. Viajar junto a una alquimista lo ayudó a reconocer ciertos productos, que de inmediato utilizó para detener el sangrado y aliviar el dolor a los heridos, pero necesitarían mucha más ayuda para combatir el oscuro veneno que Verzela había utilizado contra ellos. Aquello era solo un apaño hasta que Elen o Níniel regresasen, y eso hizo que volviese a levantar la vista hacia el portal, a tiempo de ver como su compañera seguía luchando con Erzsbeth.

La jinete cargó contra su enemiga, haciendo chocar su hoja con la de ésta y aprovechando el impulso para empujar a la bruja varios metros hacia atrás, pero sin conseguir que perdiese el equilibrio, que era su objetivo. Fue entonces cuando la joven dejó de lado sus poderes de viento para centrarse en la forma avanzada de su elemento, atrayendo hacia sí uno de los fieros rayos que caían de la tormenta y redirigiéndolo hacia la Tarmúnil. La electricidad se abrió paso a través del metal de su armadura y convirtió aquella defensa en una potencial cárcel, elevando la temperatura en el interior y obligando a Erzsbeth a quitarse el casco para respirar. Al fin se veían las caras, y la de la elfa estaba ligeramente enrojecida por el calor, puede que estuviese acostumbrada al cálido y agobiante ambiente del Oblivion pero no a que repentinamente este aumentase casi al doble.

Vista la efectividad de su último ataque, Elen volvió a repetirlo en cuanto su enemiga comenzó a acortar distancias, consiguiendo ésta vez que terminase arrodillada en el suelo, pero no tendría ocasión de rematarla. Verzhela y su otro hermano, que hasta el momento se habían mantenido como meros observadores de la pelea, se situaron por delante de Erzsbeth para tomar el relevo. Lo que la arquera no imaginaba era que se había convertido en objetivo de Tyrande, la cual tras dedicar unas palabras a sus aliadas, combinó su poder de luz con la oscuridad de la capa para arremeter contra Verzhela.

La arquera se vio atrapada por un rayo de luz que la envolvió y la arrastró contra sus hermanos, derribándolos al momento. Luego fue lanzada por los aires y nuevamente el látigo de luz se cernió a su alrededor, para estamparla contra el suelo y dejar de ella como únicos restos los miles de trozos en que se había dividido a causa del impacto. Muerta, Verzhela Tarmúnil estaba muerta, y Tyrande lo había hecho posible, demostrando no solo a sus aliados sino también a los jinetes que las cosas habían cambiado, la victoria era posible. Elen observó con asombro y admiración a la forestal, que a sus ojos había logrado una hazaña con la que ella solo podía soñar… o quizá ya no fuese así. Erzsbeth estaba debilitada, si conseguía deshacerse del individuo que las separaba quizá pudiese acabar con ella y menguar el tamaño del clan de elfos, pero no todo iba a resultar fácil.

Ante la repentina muerte de su hermana, Ilmerith descendió para dar esperanza a los suyos, habían recibido un duro golpe pero se repondrían y por supuesto, cobrarían venganza. Los demás, incluida Erzsbeth, formaron a su alrededor, complicando a la tensai su plan. Aun así la de cabellos cenicientos no le quitó ojo de encima, mirándola como haría un depredador con su presa en mitad de una cacería, tenía que apartarla del resto antes de que recuperase las fuerzas. Sin embargo, el toque de la ex centinela la hizo volverse, no les quedaba mucho tiempo antes de que se debilitasen, y aunque deseaba pelear hasta el final, lo más sensato era centrarse en salvar el bosque cortando la cadena que lo unía al Oblivion.

Tyrande estaba dispuesta a ocuparse de ello, pero Melena Blanca se oponía en rotundo, y a pesar de la delicada situación en que se encontraban se permitió discutir con la elfa delante de todos, al tiempo que le arrebataba la capa. Imargo también se ofreció a hacerlo, añadiendo que ellos eran más importantes, pero sin reliquia ni habilidades con las que competir con un jinete poco tenía que hacer, y eso la forestal lo sabía perfectamente. La oscura magia de Ilmerith comenzó a resquebrajar el escudo de la sacerdotisa, apremiándolos a tomar una decisión, que no se hizo esperar. La ex centinela abandonó sin previo aviso la esfera de protección en dirección a la cadena, dejando para los leónicos el enfrentamiento contra los Tarmúnil, para el cual no estarían solos.

Elen quería proteger a Tyrande, pero teniendo en cuenta sus habilidades supo que lo mejor que podía hacer era quedarse y luchar junto a Melena Blanca e Imargo, confiando en que quizá Níniel con sus bendiciones pudiese mantener salvo a la forestal mientras ésta trataba de salvar al bosque. Así pues, se adelantó e hizo un gesto a los demás para que se mantuviesen dentro del escudo hasta el último momento, algo se avecinaba y ni siquiera ella misma sabía lo que era. Las chispas recorrían todo su cuerpo de forma visible, como si se estuviese sobrecargando, y no resultaba extraño teniendo en cuenta a quien se enfrentaba.

Los odiaba a todos y cada uno de ellos, los odiaba tanto que el deseo de ver como quedaban hechos pedazos del mismo modo que había pasado a Verzhela invadió su mente por completo, quería matarlos, es más, necesitaba hacerlo. Esto sumado a la oscura influencia de las almas que contenía su medallón la sumió en un estado diferente, cargado de rabia, aquello debía terminar de una maldita vez. Todas las pesadillas con que la habían torturado durante años, las fiebres, las muertes de inocentes la hermana de Alister, todo se fue sumando mientras la electricidad seguía creciendo y acumulándose en su interior, hasta alcanzar su límite.

Entonces, y actuando por mero instinto, Elen se lanzó fuera del escudo y corrió hacia su enemigo, en un acto que podría parecer suicida o cuanto menos insensato, pero algo le decía que lo hiciese y rápido. Avanzó hacia ellos a toda prisa y cuando ya apenas los separaban unos cuantos metros, sucedió… Toda la energía eléctrica que había en su interior salió de golpe como si de una explosión se tratase, en forma de rayos zigzagueantes que se dirigían a todas partes. Pocos podrían esquivar su ataque a tan poca distancia, pero sabiendo que no sería suficiente para derrotarlos, sujetó con fuerza la espada y arremetió contra el jinete más cercano, uno situado al lado de Ilmerith. Melena Blanca e Imargo abandonaron el escudo para luchar también a su lado, demostrando la valentía y fiereza de los leónicos.

El centinela de las tierras del Este fue directamente hacia Ilmerith para medirse con él, mientras su fiel seguidor avanzaba contra otro de los Tarmúnil, uno al que la hechicera no reconocía. Fuerza y magia unidas, quizá pudiesen hacer algo contra los jinetes, pero la situación de Tyrande seguía preocupando a Elen, que no podía permitirse mirar en su dirección para ver si ya había llegado a la cadena. Con una onda de viento se deshizo de un par de enemigos, intentando que la superioridad numérica se viese reducida al menos por momentos, pero tarde o temprano tendrían que retirarse hacia el portal.


Off: Utilizo mi ataque de nivel 8: Explosión eléctrica.
Al final vas a poder usar el gif, he optado por la pelea y decido salvar a Melena Blanca.
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Mensaje  Níniel Thenidiel Sáb Jul 08 2017, 18:45

-Debo decir que...eso no me lo esperaba.- Admitió Melena Blanca hablando con dificultad y de manera entrecortada mientras trataba de incorporarse ligeramente para observar lo que sucedía a su alrededor. Demostrando una vez más una peligrosa despreocupación por su propio bienestar y todo lo contrario por la suerte y desempeño de sus compañeros. Algo loable, aunque contraproducente hasta que su herida hubiese sanado por completo, por lo que se ganó una seria mirada de desaprobación por parte de la joven peliblanca arrodillada a su lado, la cual no obstante no intentó nada por impedírselo a sabiendas de que de poco serviría. Aquel hombre bestia era fácilmente cuatro veces más grande que ella, y tampoco iba a causarle dolor a posta para que la obedeciera...Aunque quizás así aprendiera que por muy centinela que fuera, en asuntos médicos hay que hacer siempre caso de la sanadora.

-¿La barrera o la súbita extracción de la flecha?.- Preguntó la elfa con su atención fija en la herida del peludo costado del leónico, solo desviada breves instantes en miradas fugaces a su alrededor con la intención de cerciorarse de la posición de sus enemigos, así como que sus compañeros seguían dandoles una buena batalla hasta que ellos pudieran volver a unirse a la lucha.

-Ambas...La barrera menos. ¿Estás segura de que sabes lo que haces, te brillán las manos... ¿Estamos seguros dentro? Si vuelven tienes que...-Respondió el león denotando una vez más su absoluta falta de conocimientos en los que a las artes mágicas se refería, lo cual parecía llevarle a cierto temor hacía la misma.

-Dejarte y salvarme...- Terminó su frase por él la peliblanca a sabiendas de lo que iba a decir. -Soy sanadora, sé perfectamente lo que hago. Y no, no pueden hacernos daño, aquí estamos a salvo, pero no durará eternamente. Una vez recuperado podrás moverte sin problemas, incluso mejor que de costumbre pues aún noto activa en ti la gracia de los dioses, así que estate quieto. -Le pidió pues cada vez se movía más dificultando su tarea.- Deberíamos aprovecharlo, romper esa dichosa cadena y regresar mientras podamos. Me encantaría poder borrarle esa sonrisa a Verzhela de la cara, pero permanecer aquí es una locura.- Aleccionó la sacerdotisa consciente de que aunque parecieran estar siendo capaces de enfrentarse a los trece jinetes aquello no era si no una ilusión que no tardaría en desvanecerse. Y sería mejor no estar allí cuando eso sucediera.

-La gracia de los dioses...Así que ese es el cosquilleo que siento desde hace un rato...- Comentó el leónico cada vez más recuperado y apretando en esos momentos sus enormes garras tanteando sus propias fuerzas. -Los elfos sois sorprendentes...Veo que hice bien confiando en tí, elfa.-Añadió en lo que a todas luces era lo más parecido a un cumplido que los orgullosos leónicos parecían capaces de realizar.

-Lo más probable es que el cosquilleo fuese debido a la pérdida de sangre en gran medida. -Dijo no obstante la joven de forma cortantemente sincera. -Pero puede que tengas algo de razón.- Concedió.- Bien, he terminado. Puedes levantarte. Dime cómo te sientes.- Indicó la joven observando como su paciente se levantaba con soltura y realizaba unos rápidos movimientos de prueba tras los cuales mostró una gran y feroz sonrisa llena de afilados dientes.

-Estoy...mejor que nunca.- Dijo tomando su gran arma del suelo, llevada hasta allí seguramente al mismo tiempo que el león sin que Verzhela se huviera dado cuenta, posiblemente demasiado pagada de sí misma como para darle importancia a dónde acababa el arma de un enemigo derrotado. - Vamos elfa, nuestros amigos han luchado solos demasiado tiempo. Es hora de unirnos a ellos y...-

En ese momento, y causando que la frase del leónico quedara en el aire, Tyrande, proclamó toda una declaración de intenciones a voz en grito, y buscó llamar la atención tanto de Elen como de Níniel mientras se preparaba para canalizar algo realmente grande. Inmediatamente, Níniel y Melena Blanca clavaron sus ojos en la centinela intuyendo que harían bien en no perder detalle de lo que estaba por acontecer, sin atreverse a decir nada. Y no fue para menos, pues lo que ocurrió a continuación fue algo que la sacerdotisa no olvidaría jamás en la vida.

Como si su magía tomara la forma de un látigo de pura energia, Tyrande atacó a Verzhela, que en aquellos momentos se enfrentaba a Elen ignorante de lo que estaba a punto de sucederle. Aquel zarcillo de energia hizo presa de ella y, como si de un mero monigote se tratara, la zarandeó y golpeó sin piedad, arrastrandola por todo el lugar y usandola para golpear también a todo aquel jinete que se encontrara en su camino. Varios de ellos, incluidos los tres a los que la sacerdotisa enviara a volar al invocar su barrera, acabaron de nuevo besando el polvo, mientras que otros terminarían impactando con fuerza contra las piedras cercanas, causando un derrumbe que sepultaría parcialmente a uno de ellos bajo varias de ellas. No obstante la peor parte se la llevaría la propia Verzhela, que acabó golpeándose contra la impenetrable barrera de Níniel, prácticamente destrozándose en ella, antes de que su cuerpo fuera enviado por los aires y de vuelta al suelo, no quedando de la orgullosa elfa oscura más que pedacitos. Una escena realmente grotesca e impactante.

-Por los dioses...Cuando dije que hoy era el fin de los jinetes solo quería que se acercaran más...No pensaba que...Van a tener que recogerla con un cepillo...- Fueron las palabras de una Níniel que apenas si se daba cuenta de lo que decía pues su mente estaba tratando aún de asimilar lo absurdamente poderosa que era lady Tyrande. Sí, la magía de la sacerdotisa sin duda la estaba ayudando, lo cual significaba que parte del satisfactorio mérito de haber acabado con su enemiga era suyo, pero aún así...¿Y acaso no había usado la centinela oscuridad para su ataque?

En cualquier caso era un hecho, una de las jinetes había muerto. No, había sido destrozada. Y no solo eso, el resto de los jinetes estaban la mayoría heridos o conmocionados, separados unos de otros y con poco o ningún rastro de la seguridad que habían mostrado hasta ese momento. Temían a Tyrande, cuya imponente figura era recortada por los destellos de los relámpagos que aún caían sobre aquel páramo ceniciento, hostigandoles. Debían de estar furiosos por la muerte de su hermana, pero su moral estaba por los suelos y ni siquiera a atacar se atrevían, manteniendose a la defensiva.

-¿Se rinden?- Preguntó la joven a Melena blanca el cual seguía allí a su lado dentro de la esfera protectora, observando con animal instinto a todos aquellos enemigos momentáneamente paralizados por la indecisión mientras que el grupo liderado por Tyrande se reunía dentro de la barrera de luz.

-Quizá tengan una palabra en esa lengua suya para decir retirada, pero dudo que la tengan para “rendición”, elfa.-Fueron las palabras del leónico, nada dispuesto a bajar la guardia mientras hacía un gesto con la cabeza, señalando a aquel jinete que vieran en lo alto de la torre y que no había participado en la lucha hasta ese momento. Debía de ser alguien importante entre los propios jinetes, su líder, pues el resto de ellos se congregó en torno a su figura de manera silenciosa, recuperando en apariencia la compostura tras la figura de autoridad del primero entre ellos. El cual tomó la delantera lanzando una potente ráfaga de algún tipo de magia de color azulado contra la barrera buscando destruirla, más ésta aguantó, vibrando ostensiblemente ante la virulencia del ataque recibido.

-Supongo que hubiese sido demasiado fácil...- Se quejó la joven cerrando los ojos para concentrarse en su barrera. Su aguante no era un problema, aguantaría cualquier ataque dirigido hacia ella sin problemas, pero solo durante un tiempo, y ese tiempo estaba llegando a su límite.

Percatándose de que la barrera no aguantaría mucho más Tyrande habló e instó al grupo a ceñirse al plan original, si es que realmente podía llamarse plan al modo en el que más bien de manera individual habían acabado decidiéndose a cruzar al otro lado del portal. Hablaba con la voz de la razón y la verdad desde luego, de hecho sus palabras eran las mismas con las que Níniel se había dirigido a Melena Blanca solo unos instantes antes...Pero tras ver cómo lograban matar a una de las jinetes la peliblanca dudaba. ¿Y sí antes de retirarse se llevaban por delante a alguno más de aquellos enemigos jurados de todo Aerandir? Parecía factible, aunque para la centinela no era una opción. De hecho la absurda discusión posterior a las palabras de la elfa no trató sobre si atacar una vez más o no, si no sobre quien cortaría la cadena de entre ellos. Siendo finalmente Tyrande quien se ocuparía de ello mediante decisión unilateral, aunque sin la capa blanca, que volvería a manos de Melena Blanca, quien no parecía nada contento ante la situación.

Por si aquello no fuera ya bastante problemático, Elen, también de manera unilateral y en un estado alterado, salió de la protección de la esfera por su cuenta instando al resto a quedarse dentro hasta el último momento, el cual no tardaría en llegar. Lanzándose hacia los enemigos y atacándoles con un ataque especialmente intenso de elemento rayo cuyo efecto la joven peliblanca no pudo comprobar enteramente, aunque al menos consiguió que el incesante ataque del líder de los jinetes contra su barrera se detuviera justo antes de que esta alcanzara su límite.

-La barrera ya no aguanta más, id con Elen antes de que la maten. Yo no os serviría en combate así que iré trás Tyrande. Dadnos todo el tiempo que podais.- Les pidió a los leónicos mientras la barrera se desahacía y aprovechando esos breves instantes para bendecir las armas de ambos con su luz. Tras lo cual los hombres bestia se lanzaron contra los jinetes mientras que Níniel lo hacía en pos de la veloz Tyrande, diréctamente hacia la cadena principal que mantenía abierto el portal.

La cadena, similar a las que habían estabilizado el portal en el otro lado, estaba forjada por enormes eslabones de aquel extraño metal del que también estaba hecho el propio portal, y era tan ancha como un hombre. Secundando a la misma había cerca de una docena de cadenas más pequeñas, aunque aún así tan grandes como las del ancla de un buque mercante, repartidas por todo el lugar. Llegar hasta ella, con los jinetes combatiendo y sin nadie o nada para impedir que las elfas la alcanzasen fue sencillo, pero una vez ante ella quedó claro que aquello no sería tan sencillo como darle un golpecito. Estaba profundamente clavada en la tierra y ni un gigante podría sacarla de allí. Sus eslabones eran demasiado gruesos como para intentarlo con sus armas, por no mencionar que Níniel ya había destrozado su bastón al intentar atizarle a uno de los jinetes sin éxito, por lo que solo disponía de su daga.

-Vale, ¿cómo lo hacemos? ¿Tiéne alguna clase de mecanismo o un truco o algo?- Preguntó la peliblanca haciendo que la centinela se girase para mirarla con cierto deje de enfado.

-Os dije que yo me ocuparía. Deberías estar con los demás. ¿Qué haces aquí?.- Preguntó imperativamente haciendo que la joven retrocediera un paso antes de responder.

-Pues ayudarte. Soy sacerdotisa no guerrera. Tienen todas las bendiciones que he podido darles y...Bueno, si no cortamos esta cadena todo esto no habrá valido para nada así que...Aquí estoy. ¿Cómo vamos a hacerlo?- Volvió a inquirir la sacerdotisa.

-Igual que con Verzhela. Retrocede un poco.- Pidió la centinela tras soltar un suspiro concentrándose de nuevo y lanzando un ataque similar al que había usado contra la jinete hacia el metal. Manteniéndolo durante unos segundos hasta que el metal comenzó a verse afectado y a fundirse, aunque muy poco a poco. Demasiado poco a poco teniendo en cuenta el esfuerzo que parecía requerirle a Tyrande, quien a duras penas parecía capaz de mantener el hechizo ahora que no estaba en posesión de la capa blanca.

Percatándose, Níniel llevó una de sus manos a la espalda de la centinela y concentrándose tanto como pudo comenzó a usar su magia sanadora sobre ella para restablecer sus energías. Esperaba que las energías combinadas de ambas fueran suficientes para terminar de romper aquellos eslabones y poner fin a aquella crisis, si no era así, las consecuencias podrían ser desastrosas.

Níniel usa la habilidad Imbuir este turno.
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Mensaje  Tyr Sáb Jul 08 2017, 18:45

El miembro 'Níniel Thenidiel' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses


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Mensaje  Ger Lun Jul 10 2017, 22:51

Elen y Melena Blanca lucharon contra Ilmerith con valor y decisión. Aunque este jinete mostraba un poder inigualable y conseguía defenderse de todos sus ataques. Tanto del hacha de Melena Blanca, que intentaba sin éxito acabar con la vida de su enemigo, como de Elen, cuyos procedentes de sus manos o de la tormenta se disipaban en torno a un escudo invisible que parecía rodear a este hermano, que además se desenvolvía manejando el bastón con gran agilidad. El resultado fue un combate bastante parejo en el que Melena Blanca esta vez sí dio la talla y conseguía esquivar con éxito todos los ataques mágicos de su adversario, bien rodando o defendiéndose con su arma encantada, o quizás por la energía adicional que le suponía poseer la capa blanca. Incluso logró rasgar parte de su armadura en un gran golpe que causó el furor de su enemigo, que se centró ahora en el guerrero, olvidando en parte a la hechicera.

Por su parte, Tyrande clavó su potente rayo de luz en la cadena de enormes eslabones. El acero comenzó a fundirse, algo que rápidamente fue visto por los Tarmúnil. Mientras concentraba toda su energía, quedaba totalmente desprotegida, recayendo esta nueva tarea en la sacerdotisa, que ahora veía como tenían cinco jinetes intentando evitar que el dúo de elfas estropease sus planes.

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Pero cinco jinetes, tres de ataques cuerpo a cuerpo más un arquero y una hechicera a distancia, eran demasiados para una agotada Níniel. Caranthir, uno de los líderes del grupo, estaba enfurecido por la muerte de su hermana y sin perder un ápice de ánimo, terminó por llegar hasta la elfa y, ante la falta terminó por partir su báculo de un fuerte espadazo. El báculo mágico al que tanto cariño tenía Níniel por todo su legado familiar. Destruido. Y con él, todo su poder. En cuanto a Tyrande, concentrada en destruir la cadena por encima de su vida, recibió un fuerte flechazo en el hombro de Aegus Tarmúnil, el otro arquero del grupo, como los muchos que habían recibido los leónicos. Ahora, sin ningún tipo de protección divina, no era cuestión de tiempo que falleciera.

-Muerte. – sentenció Caranthir clavando su mirada en Níniel, que aún no había recibido ningún corte de las armas negras. Iba a darle allí mismo una muerte rápida. Qué triste final para tan heroica historia. ¿Verdad? La cadena no se partió, y las heroínas mueren. Haber asesinado a una jinete incluso se antojaba poco premio para tan valerosos actos. Finalmente. Los jinetes ganarían.

Bueno, tal vez todo no terminara así. El último aliento de esperanza quedaba en el grito del valiente leónico Imargo, que había visto como el panorama se volvía negro para las elfas, y dirigiéndose a la cadena claramente debilitada por Tyrande, espada en mano, llamando la atención de todos los presentes. Golpeó con todas sus fuerzas la cadena debilitada a la altura del suelo por Tyrande, sólo quedaba un poco más por fundir, suficiente para que la cadena se partiera por el impacto, pero también para que una espada endeble, aunque forjada en acero, como la de Imargo se partiera también en el impacto por el maligno poder que la envolvía.

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-¡Níniel! ¡Saca a Tyrande! – pidió a gritos un apurado leónico contra el que todos los Tarmúnil se habían volcado, señalándolo y pidiendo su ejecución inmediata. Pero el leónico comenzó a correr en dirección al portal esquivando todos los ataques con agilidad e incluso deteniendo alguno con su escudo y contraatacando con su espada rota. La cadena comenzó a moverse peligrosamente por todo el área, destrozándolo todo a su paso, al ritmo que comenzaba a derrumbarse el enorme aro que unía el Oblivion con Aerandir.

-¡Ignóralo! ¡Huye! – ordenó una herida Tyrande, por la que un vertido negro salía por la boca. Antes de quitarse una muñequera de su mano y entregársela a Níniel. Y es que Caranthir no había llegado a rematarla. - ¡Vamos! ¡VETE! – le gritó enfurecida para que reaccionara. Se sabía perdida.

¿Y Melena Blanca? Él podía cargar con su amiga, pero tenía la capa blanca, y con ella una enorme responsabilidad. Pero estaba demasiado lejos y no podía arriesgarse a rescatar a la malherida elfa, por mucho que quisiera. No. Tyrande no querría que él falleciese así, y por mucho que estuviese dispuesto a intentarlo, sabía que no sobreviviría. Debían huir. El anillo del cielo se estaba desmoronando. Pero tampoco sabía como reaccionar tras estar hundido moralmente por ver cómo la vida de una de las personas más importantes de su vida se desvanecía allí, tendría que ser Elen la que finalmente pusiese algo de cordura a la situación y le instara a salir.

* * * * * * * * * *

Una vez en el otro mundo, los supervivientes pudieron ver como el anillo comenzaba ascender, desapareciendo entre las oscuras nubes, perdiéndose la enorme cadena en estas, como si fuera absorbida. El bosque estaba a salvo ahora.

-¡Joder! Hemos sobrevivido. ¡Lo logramos! - Imargo estaba exhausto, pero pletórico por la victoria, con su espada rota y su escudo y armadura rasgados, el escudero de Melena Blanca había caído en la parte baja del templo. Poco tardó en caer en que aproximadamente la mitad de sus compañeros habían fallecido en el combate. Ahora tan sólo una decena de linces aguardaban vivos, y de ellos, como la mitad se encontraban ilesos, acudiendo a auxiliar la llegada de los héroes, con cara de circunstancias. – Chicos, ¿qué tal estáis? – preguntó el guerrero.
-Mal, Ja’zad. Han muerto muchos. – comentó de los hombres, totalmente decepcionados. – Demasiados. Es… Es horrible, Ja’zad. – todo el subidón de adrenalina entonces, bajó. Y es que los leónicos no habían sido los únicos que habían

Melena Blanca, por su parte, bajó las escaleras del templo de Nís, se descolgó la capa blanca y se arrodilló, con clara decepción en su rostro. Del enorme animal, que aún de rodillas era casi tan alto como Níniel y más que Elen no pudo evitar escapársele una lágrima al contemplar detenidamente la reliquia que un día perteneció a su amiga, Tyrande. No dijo nada. Nadie le diría nada. Tan sólo negó con la cabeza.

También estaba allí Alister, que no había traspasado el portal, y que tan pronto como vio a Elen pasar, corrió hacia ella. La de cabellos cenicientos tenía que estar agotada y tenía el pelo casi negro por la ceniza y el polvo acumulado, como el resto de los presentes. Se había enfrentado a sus miedos.

Níniel, por su parte también había salido ilesa, aunque ahora tenía el bello bastón que había pertenecido a su familia cortado en dos. Además, con la muerte de Tyrande, no había ningún ser con magia que pudiese quitarle la maldición. Tenía que purificar el lugar como sacerdotisa, para sellar ese templo a Nís y evitar que fuese en el futuro utilizado de nuevo por los Tarmúnil. Para ello debía ir a la fuente que, en primer lugar, no visitó, por donde Elen y Tyrande habían salido.

-Elen. – dijo Melena Blanca, todavía arrodillado y con la capa entre sus manos, sin mirar a la bruja. – Te acompañaré. Iremos a buscar a Amaterasu y Vladimir. – aclaró de manera escueta. – Tyra... –musitó mordiéndose el hocico, conteniéndose la rabia y también las lágrimas. – Te vengaré.

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* * * * * * * * * *

Ambas: ¡Éxito! ¡Habéis completado la misión! Habéis hecho un trabajo excelente. Finalmente no habéis conseguido que todos los personajes sobrevivieran, es complicado que lo hagan los tres. Pero vuestras elecciones han sido casi siempre las correctas y la suerte os ha acompañado casi toda la partida. Una pena esa última runa de Níniel. Como siempre, rolear con vosotras dos es sinónimo de calidad y de emoción. Habéis estado a la altura. Siempre lo estáis.

Tendréis que rolear un último turno final a modo de epílogo en el que Elen se reencontrará con Alister y Níniel tendrá que sellar el pozo para poner fin a la oscuridad del lugar.

Recompensas (según la normativa de los mastereados) son:

-10 puntos base + 10 puntos por buen desarrollo = 20 puntos de experiencia. (ya sumados)
-Melena Blanca se une a Elen. Ahora te acompañará en las misiones como un personaje más si lo deseas, hasta que decidas viajar a Isla Lunar y reencontrarte con Amaterasu y Vladimir. Quedando Imargo a cargo de los leónicos.
-Níniel: La ruptura de tu bastón no es definitiva. Podrás reconstruirlo en un tema libre y que recupere su funcionalidad, aunque siempre le quedarán marcas de esta épica batalla. Siento lo de la maldición, pero no queda ningún mago vivo que pueda quitártela y ningún modo coherente para quitar la misma. He visto que te has apuntado a una misión con Wyn, tal vez ella encuentre alguna forma de quitártela si se lo comentas.

Objeto para Elen: La matajinetes
La matajinetes:

Objeto para Níniel: Auryn de resurrección de Anar
Auryn de resurrección de Anar:


* * * * * * * * * *


Estadísticas de la misión y posibles finales:

NPC importantes supervivientes (2/3):

-Melena Blanca ha sobrevivido.

-Imargo Ja’zad ha sobrevivido.
-Tyrande Nemaniël ha muerto.

Objetivos cumplidos (2/3):

-No habéis salvado a los leónicos, que han sido masacrados. Apenas ha sobrevivido una decena.
-Habéis matado a Fiwyn/Verzhela Tarmúnil y escapado ilesas de los jinetes oscuros.
-Habéis destruido la cadena y salvado el bosque y los pueblos élficos de los alrededores.

Finales principales:

-Final de los leónicos: A los leónicos les costará reponerse. Han tenido muchas bajas, pero seguirán protegiendo los bosques bajo el liderazgo de Imargo hasta la vuelta de Melena Blanca.
-Final del bosque/pueblos élficos: Los pueblos elfos han sobrevivido. Ahora tienen ahora más fe en los leónicos y en los centinelas. Los problemas del bosque han desaparecido porque han destruido el portal del Oblivion.

Finales posibles para Elen Calhoun:

1) Si sobreviven (T,I,MB): Tyrande convence a Melena Blanca para ayudarla contra los jinetes, por su juramento a no ayudar a Amaterasu. Va con ella a Isla Volcánica. Imargo líder de leónicos en su ausencia.
2) Sobreviven (T,MB): Igual que 1. Los leónicos se disuelven pues MB no quiere perder más amigos.
3) Sobreviven (T,I): Tyrande asume el papel de centinela y ayuda a Elen en venganza por la muerte de su amigo. Imargo jefe de los leónicos.

4) Sobrevive (MB,I): Melena Blanca acompañará a Elen a Isla Volcánica por motu propio, buscando venganza por la muerte de Tyrande. Imargo jefe de los leónicos en su ausencia.
5) Sólo sobrevive uno de los 3: Se convierte en Centinela. Los leónicos se disuelven.
6) No sobrevive ninguno: Níniel Thenidiel centinela.
7) Extra: Elen termina atrapada en el Oblivion. Aparecen Amaterasu y Vladimir, la rescatan y la llevan a isla volcánica. Es maldecida. Los supervivientes la darán por muerta, aunque la considerarán heroína.


Posibles maldiciones/heridas en función de runas/acciones.

Finales posibles de Níniel Thenidiel:

1)Ayuda a Fiwyn/Verzhela: Pierde su maldición. Pero gana enemistad de elfos, leónicos. No puede pisar los bosques en una temporada. Imargo muere en combate.

Si no ayuda a Fiwyn/Verzhela:

2) Sobrevive Tyrande: Tyrande le quita la maldición por su muestra de honor.

3) No sobrevive Tyrande: No hay ningún mago que le pueda quitar la maldición.
4) No sobrevive nadie: Se convierte en centinela.

Posibles maldiciones/heridas en función de runas/acciones.

Por último, si queréis enviarme por privado vuestras opiniones, quejas o sugerencias os estaría muy agradecido. Para así poder saber en qué mejorar. Espero que hayáis disfrutado la misión tanto como yo lo he hecho. Os aseguro que a nivel de epicidad ha sido de las mejores que he dirigido.

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[Mastereado] Melena Blanca y los leónicos - Página 2 Empty Re: [Mastereado] Melena Blanca y los leónicos

Mensaje  Elen Calhoun Mar Jul 11 2017, 10:26

Una vez dispersados los enemigos, gracias a las ondas de viento con que la hechicera los lanzaba tan lejos como podía, ambos centinelas unieron sus esfuerzos para combatir al que claramente era su líder, Ilmerith. Elen sintió la frustración recorriendo su cuerpo al ver como ninguno de sus ataques llegaba al elfo, que parecía estar protegido por alguna especie de escudo mágico pero su compañero, que luchaba cuerpo a cuerpo y finalmente mostraba sus habilidades en combate, consiguió rasgar parte de la armadura del Tarmúnil con el filo de su hacha, lo cual demostraba que su objetivo no era imposible de alcanzar, solo tenían que seguir intentándolo.

Mientras la atención de Ilmerith se centraba en Melena Blanca, la hechicera se percató de que varios miembros del clan se alejaban en la dirección en que estaba Tyrande, ahora acompañada de Níniel. La forestal estaba usando nuevamente su látigo de luz para destrozar la cadena fundiéndola, y esto los alertó de inmediato, obligándolos a dejar de lado el enfrentamiento con los centinelas para acabar con ella a como diese lugar. Elen pasó entonces a intentar detenerlos, pero solo consiguió que uno de ellos se quedase en el sitio, los otros cinco salieron a toda prisa al encuentro de la ex centinela. Maldiciendo interiormente, la de cabellos cenicientos descargó su frustración contra el jinete que había logrado parar, haciendo lo mismo que le había hecho a Erzsbeth poco antes.

Los rayos de la tormenta iban directamente a sus manos para luego salir disparados contra el enemigo, que consiguió esquivar el primero pero no tuvo tanta suerte con los demás, hecho por el cual acabó regresando junto a sus hermanos en cuanto pudo para valerse de la ventaja que el número les seguía dando y en cierto modo, de la protección de Ilmerith. Con un grito, Imargo abandonó la lucha para dirigirse a la cadena y dar apoyo al par de elfas justo en el momento en que peor se encontraban, con Tyrande herida y Níniel a punto de probar el acero de Caranthir. Sin dudarlo ni un segundo, el valiente leónico corrió hacia la debilitada cadena y la golpeó con su espada, terminando de romperla gracias al impacto, aunque su arma también acabó del mismo modo.

Consciente de que aquello solo les daba unos instantes para llegar al portal y salir del Oblivion antes de que este se cerrase, Imargo instó a la sacerdotisa a que sacase de allí a Tyrande, mientras él hacía lo propio, corriendo hacia el portal y defendiéndose de los jinetes por el camino. El tiempo apremiaba, y sabiéndose herida de muerte por una flecha negra, la forestal ordenó a su aliada que se marchase de allí a voz en grito, acompañando sus palabras con un pequeño objeto, una muñequera que había pertenecido al clan Nemaniël desde hacía siglos. Su voz llegó a donde se encontraban el par de centinelas, dejando al leónico entre la espada y la pared, ¿intentar salvar a su amiga arriesgando la capa blanca o dejarla allí? Era una dura decisión.

El portal comenzaría a cerrarse de un momento a otro, y aunque a ella tampoco le gustaba la idea de abandonar allí a la forestal, Elen intervino para librarse de los jinetes con una fuerte onda de viento, lo suficientemente potente para poner distancia entre ellos y el enemigo. - ¡Tenemos que irnos! - exclamó al hombre bestia, y este reaccionó instantes después, desolado por el destino que correría su amiga pero consciente de que estaba demasiado lejos de ella, y que no conseguiría nada si se quedaba allí atrapado. Ambos corrieron hacia el portal esquivando los ataques de unos desesperados Tarmúnil, que veían como a pesar de haber vencido a la ex centinela y con ello haber cobrado venganza por la muerte de su hermana Verzhela, las dos reliquias abandonaban su plano a toda prisa.

Solo se detuvieron para mirar por última vez a la elfa de cabellos cobrizos, una heroína sin duda, a la que ninguno de los dos olvidaría. Abatidos, el leónico por la pérdida de la que fue su predecesora y la hechicera porque una aliada tan formidable acabase de aquel modo, ambos cruzaron el portal y comenzaron a descender las escaleras del templo con lentitud, podía verse en sus rostros que no estaban contentos con el resultado de aquella batalla. Imargo hablaba con el resto de leónicos supervivientes, mientras su jefe de guerra se arrodillaba al pie de las escaleras y tomaba la capa blanca entre sus manos, dejando escapar una lágrima por su compañera y amiga.

Tyrande había logrado aquello con lo que la benjamina de los Calhoun solo había soñado, y la imagen de la elfa matando a Verzhela, reduciéndola a pedazos, jamás se borraría de su mente. Le habría encantado tenerla como aliada en la batalla final, pero eso ya no sería posible, así que debía aceptar que Melena blanca fuese su compañero de cara a aquella lucha… si éste decidía unirse a ella. Cabizbaja, la tensai avanzó hasta quedarse unos cuantos pasos por delante del león, lugar en que Alister la alcanzó, tomándola por los hombros de inmediato. - ¿Estás bien? - preguntó el dragón, observando como la ceniza había dejado los cabellos de la bruja casi negros y había manchado parte de su rostro. - Si, supongo. - contestó ella, sin apenas alzar la voz. El cazador supo entonces que el daño no era físico sino moral, había aprendido a identificar los diferentes tonos de voz de su compañera y aquel denotaba una mezcla entre impotencia y tristeza.

- Deberíamos terminar con esto, el templo sigue bajo la influencia oscura de los Tarmúnil y todo proviene de la fuente que hay en esa estancia, ¿podrías purificarla Níniel? - preguntó la joven señalando en dirección al lugar por el que había llegado, centrándose en acabar su trabajo y salir de allí cuanto antes, para no volver. Con gusto habría buscado el modo de reducir a escombros todo el templo solo para que nadie pudiese volver a usarlo como portal al otro lado, pero no tenía ni fuerzas ni ganas de buscarse problemas con los elfos de la zona, aunque si le habría gustado encontrar a los culpables de aquello para darles su merecido y evitar de paso que rindiesen culto a los jinetes en otra parte.

La voz de Melena Blanca consiguió que se girase hacia él, liberándose del agarre del dragón, que ya podía respirar tranquilo al saberla sana y salva, aunque tendría que verla marchar de nuevo a Oblivion cuando hubiese reunido al resto de centinelas. El león, movido por el deseo de vengar a su amiga, decidió acompañarla en la búsqueda de Vladimir y Amaterasu, convirtiéndose en su aliado. - Les haremos pagar por todo lo que han hecho. - aseguró la hechicera, avanzando hacia él y colocando una mano en su hombro para darle apoyo. - Vladimir ya está de nuestro lado, solo queda convencer a Amaterasu. - reveló a continuación, pero sabía que eso podría ser complicado y que aún le debía un favor a la nigromante.

Entonces, y quizá por el respeto que la joven se había ganado al enfrentarse sin miedo a los jinetes, Imargo se acercó a ambos y tendió su rota espada a la bruja. - Está rota pero significa bastante para mí, me la entregaron al unirme a los leónicos y quiero que la tengas como recuerdo. - dijo, mostrándose más amable de lo que cabría esperar. - Jefe, yo cuidaré del resto hasta que vuelva. - añadió dirigiéndose al centinela. - Gracias. - respondió Elen aceptando el detalle y observado por unos instantes la empuñadura con forma de cabeza de león. Ya solo quedaba purificar el templo y largarse de allí, ella con un nuevo compañero, y los demás con la esperanza de que unidos, pudiesen erradicar de una vez el mal que los Tarmúnil representaban.
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Mensaje  Níniel Thenidiel Vie Jul 14 2017, 18:52

Un fuerte sonido metálico retumbó por todo el lugar cuando parte de la gruesa cadena cedió ante el poder de lady Tyrande, amagando con romperse por completo por la tensión que debía soportar y emitiendo un estridente chirrido de protesta mientras a duras penas aguantaba la fuerza con la que el portal sobre sus cabezas trataba de soltarse y cerrarse. Tanta que varias de las cadenas más pequeñas no pudieron soportarlo y se soltaron con violencia, agitándose en el aire, arrasando todo lo que se cruzaba en su descontrolado camino y llegando incluso a golpear contra la torre principal del templo, causando que una sección de la misma se desmoronase levantando una gran nube de polvo y ceniza no muy lejos de donde los centinelas plantaban cara a los jinetes.

-Si nos golpea una de esas cadenas estamos muertas...- Advirtió en voz alta la joven peliblanca mientras seguía la trayectoria de la más cercana a ellas, haciéndolo a pesar del tono más para concienciarse del peligro a sí misma que a la ex centinela. Devolviéndola rápidamente de nuevo hacia sus enemigos, a los que no quería perder de vista. Momento en el que se percató de que hasta la mitad de los mismos abandonaban la lucha para ir directamente hacia ellas, dispuestos a evitar que las hijas del bosque completaran su tarea.

Uno de ellos sería detenido por Elen, quien sin duda sería consciente de que desprovistas de reliquia alguna y con Tyrande centrada en romper la cadena eran un blanco demasiado fácil. Pero por desgracia los otros cinco no tardaron en recortar distancias y plantarse delante de una Níniel ya sin opciones para plantarles cara o incluso para ganar más tiempo. Al menos ninguna real.

-Maldita sea...¿Por qué no te rompes ya estúpida cadena?.- Se quejó la peliblanca amargamente separándose unos pasos de la ex centinela y esgrimiendo su dañado bastón en un inútil intento por darle a su compañera unos instantes más. Tratando de hacer que aunque fuese para burlarse de ella sus enemigos no llegaran aún hasta la elfa de cabello cobrizo. -¿Quién quiere ser el primero en volver a salir volando, ¿eh?.- Amenazaría incluso recurriendo al recuerdo de su barrera. Haciendo que dos de aquellos condenados jinetes se detuvieran y se miraran entre sí, como preguntándose entre ellos si aquello sería verdad o no. No obstante el farol no duraría, pues cuando uno de ellos siguió avanzando sin temor alguno y nada sucedió quedó patente que repetir tal acción estaba ya fuera de las posibilidades de la elfa.

En un abrir y cerrar los ojos la de blanco cabello fue despojada de su arma y lanzada al suelo con fuerza, acabando con su rostro contra el manto de ceniza que cubría por completo aquel mundo muerto, desde donde vería impotente cómo su bastón era quebrado y Tyrande era herida de muerte por una flecha negra.

Habían estado tan cerca. Habían llegado tan lejos...Pero parecía que no irían más allá. Habían plantado cara en inferioridad total a todos los jinetes, habían matado a uno de ellos y enseñado el significado del temor al resto, demostrando que podían sangrar, que no eran invencibles...No era motivo de vergüenza morir de ese modo... Pero aún así Níniel no se sentía en paz...Se sentía frustrada... furiosa. Y como si de la pataleta de una niña se tratara se vio a sí misma cerrando los puños y golpeando con ellos el suelo una y otra vez sin resignarse a acabar así.

Al menos hasta que uno de los jinetes, aquel que había quebrado su bastón habló, diciendo una sola palabra; Muerte. Algo que causó una respuesta en la peliblanca que nadie de los allí presentes esperaría, ni siquiera ella misma.

-¿Muerte?- Preguntaría la elfa deteniéndose de inmediato y esbozando una peculiar sonrisa de medio lado. -Cuántas formalidades, puedes llamarme Níniel.- Diría clavando sus ojos en la ranura del yelmo de su interlocutor. Unos ojos inyectados en una oscuridad que había consumido momentáneamente y por completo el aguamarina de su mirada. Y sin decir nada más, la joven sacó su daga de entre los pliegues de su túnica a la vez una visible aura negra rodeó su hoja y la mano que la empuñaba, con cierta forma difusa, como si de la garra de un dragón se tratara.

Qué hubiese pasado de no haber aparecido Imargo en ese momento es algo que quedaría en el terreno de la especulación. De hecho si alguien le preguntase más tarde a la joven sacerdotisa sobre lo ocurrido en ese instante, ésta sencillamente aseguraría no recordar en qué momento había tomado la daga, achacándolo al más puro instinto de supervivencia. Fuere como fuese la repentina aparición del leónico resultó providencial. Rompiendo la ya severamente dañada cadena y atrayendo la atención y la furia de los jinetes hacia su persona. Salvando a Níniel y a todos con tan sencilla y a la vez decisiva acción.

-¿Que ha...? ¿Felpudín?- Lograría decir una confundida Níniel volviendo a la realidad mientras la oscuridad se retiraba de su mente y corazón. Mirando rápidamente a su alrededor, guardando la daga y usando ambas manos para tirar de Tyrande como había pedido Imargo, tratando de llevarla hasta el portal al ver que todos sus compañeros habían iniciado una retirada general tras conseguir quebrar por fin aquella dichosa cadena.

Más a pesar de sus esfuerzos apenas si fue capaz de desplazarla unos pocos metros sobre la ceniza. Pesaba demasiado para ella, e incapaz de sostenerse en pié era un peso muerto con el que no podía cargar ni llegar al portal a tiempo.

Sabiéndose perdida, la ex centinela buscó soltarse con las pocas fuerzas que le quedaban, instando a la peliblanca a dejarla allí no sin antes hacerle entrega de un hermoso accesorio de factura élfica. No le comunicó qué era, tampoco qué quería que hiciera con ello, sencillamente se lo entregó, y con una mirada decidida señaló hacia el portal.

Níniel frunció los labios y finalmente asintió, comprendiendo que quedándose solo conseguiría que murieran las dos, pero no la dejaría sin antes recitar la plegaría tradicional del pueblo elfo que permitiría a su alma encontrar el camino al hogar de sus ancestros. -Las generaciones venideras contarán como aquí hoy comenzó el principio del fin de los jinetes.- Serían las últimas palabras que le dedicara a la valiente centinela antes de que esta falleciera. Iniciando entonces la sanadora su carrera en pos de regresar a su mundo. Corriendo con todas las fuerzas que le quedaban a través de un campo de nubes de ceniza y caos causado por el resto de las cadenas al soltarse. Una de las cuales golpeó a dos de los jinetes enviándolos por el aire y causando que un fragmento de piedra golpeara a la joven en un brazo, arrancándole un aullido de dolor aunque no detuvo su carrera. A pesar de ello la joven era la última en llegar al portal y éste estaba ya prácticamente cerrado, cruzando por los pelos al otro lado y con apenas unos segundos de margen.

Tan pronto como sus pies tocaron la piedra del templo de Nís, Níniel pudo ver como las cadenas que anclaban aquel lado del portal regresaban a oblivion. La lluvia ardiente cesó tan rápido como había surgido y una vez cerrado el portal las nubes comenzaron a aclararse y a disiparse, llegando incluso a permitir que poco a poco los rayos del sol volvieran a iluminar el lugar, arrancando claros destellos allí donde estos incidían con el agua que inundaba parcialmente aquel lugar sagrado.

Agotada y dolorida, pero sintiéndose a salvo por fin, Níniel se acercó hasta una fuente de agua y se dejó caer de rodillas al suelo ante ella, sintiendo de golpe el agotamiento acumulado que su cuerpo se había negado a aceptar hasta ese momento.

Respiraba de forma agitada, su brazo le dolía horrores y sentía tanto calor que no dudó en despojarse de su capa y cerrar los ojos en un intento por recuperarse, agradeciendo el frío contacto de la piedra, el aire puro, la humedad y el sentir de nuevo la vida a su alrededor mientras llevaba su mano hasta su brazo para sanarlo. Tarea que le llevó más de lo esperado debido al cansancio, a pesar de que pronto pudo comprobar que no estaba roto, solo contusionado.

A escasa distancia de ella Imargo reunía a los pocos leónicos que quedaban con vida, Elen se reencontraba con Alister y Melena Blanca lloraba la pérdida de Tyrande aferrado a la capa blanca sin que nadie se atreviera a interrumpir su duelo.

El ambiente era pesado y triste a pesar de la gesta realizada. Y es que, aunque habían vencido, algo indiscutible pues las dos reliquias estaban a salvo, el portal se había cerrado y Verzhela había muerto, el precio de aquella victoria había sido muy alto. Los centinelas echarían en falta a Tyrande en las luchas venideras. Melena Blanca, por mucha que fuese su nobleza, no llenaría nunca ese hueco. Aunque Níniel tenía que admitir que en esos momentos entendía por qué su honorada hermana había optado por confiarle a él su reliquia.

-Aunque estaría mejor en manos de una de nuestras grandes sacerdotisas o de nuestras generales forestales...- Murmuraría para si misma bajando la mirada hasta aquel extraño abalorio que recibiera de la propia mano de la ex centinela antes de su muerte, sintiendo el gran poder que contenía y recordando las historias que se contaban sobre los tesoros antiguos de la familia Nemanïel.

-Otro misterio más que resolver. Y supongo que tendré que buscar otro modo de eliminar la maldición.- Añadiría poniéndose el objeto y soltando un largo suspiro de resignación ante la certeza de que con Verzhela y Tyrande muertas no encontraría allí la ayuda que precisaba, ni siquiera aunque se hiciera con la capa. -Otro callejón sin salida. -Continuaría murmurando para cuando Elen la interrumpió.

-¿Una fuente? Entiendo. Buena parte de la influencia negativa ha desaparecido ya. Pero sí, me ocuparé de ello. No sé quien pervirtió este lugar pero cuando acabe volverá a ser lo que debe ser.- Dijo con seguridad descendiendo los escalones del panteón de Nís y dirigiéndose hacia el lugar señalado.

-Aguas oscuras contaminando la fuente sagrada...Mancillando la pureza de todo el templo.- Comentaría la peliblanca nada más llegar a aquel lugar parcialmente afectado por un derrumbe reciente y en parte inundado. -A saber cuánto tiempo lleva este lugar corrompido.- Añadiría preguntándose cómo había acabado sucediendo algo así y quién podría haberlo hecho. ¿Había sido alguien de la aldea? ¿Cuándo si llevaba sellado mucho tiempo? ¿Estaban al tanto de ello? ¿Lo habían consentido o solo sufrido hasta convertirse en una situación insostenible, decidiéndose entonces a sellar al lugar? Melena Blanca haría bien en asegurarse de que aquello se investigara a conciencia. Costaba creer que los propios elfos estuvieran implicados directamente, pero incluso entre los hijos del bosque podían crecer malas hierbas.

Alejando aquellos pensamientos de su cabeza y concentrándose, Níniel comenzaría a realizar los preparativos de la purificación. Preparando cuatro grandes cuencos con agua pura y colocándolos ante la fuente con cierta teatralidad, casi danzando a la hora de hacerlo debido a la gracia de movimientos propia de su raza.

-Podéis quedaros, pero en silencio. Y pase lo que pase no os mováis- Diría arrodillándose en medio de los mismos una vez colocados y extendiendo los brazos en cruz con las palmas de sus manos hacia arriba, comenzando a recitar un hermoso cántico en élfico que se alargaría durante unos minutos.

Pronto el agua de la fuente empezaría a aclararse, aunque también a agitarse. Como si fuera un ser consciente luchando por su vida y resistiéndose a la purificación, salpicando y tratando de alejar el agua pura de sí mismo. Ante aquello, prueba de su éxito, la sacerdotisa elevó su melódica voz, sobreponiéndola al del ruido proveniente de la fuente y comenzó a acompañar su canto con suaves movimientos de su cuerpo, manos, brazos y cabeza en una danza ritual que podía llegar a ser hipnótica, y que buscaba representar el movimiento natural de las aguas calmas y el discurrir tranquilo de los ríos.

Ante aquello las aguas malditas se movieron encolerizadas y turbulentas, como un mar embravecido, y del mismo modo los movimientos de la sacerdotisa también se tornaron más rápidos y violentos en respuesta, librando un combate ritual que difícilmente ningún no-elfo podría entender, al menos no del todo. Hasta que poco después, y de pronto, todo quedó en calma, tranquilo y silencioso. Volviendo Níniel a su posición inicial muy despacio, juntando entonces lentamente las manos y pronunciando el nombre de Nís en un último agradecimiento. Levantándose, vertiendo en la fuente uno a uno el contenido de los cuatro recipientes de agua y probándola a continuación personalmente con un generoso sorbo.

-El agua vuelve a ser pura, y ahora limpiara todo lo que antes manchaba.- Declaró la peliblanca dando por finalizada la purificación. -Ahora, atenderé a los heridos y...- Añadiría, aunque dando un leve traspiés y teniendo que sentarse en el borde de la fuente. - Quizá sea mejor trasladarlos a la aldea...Creo que necesito un descanso...y algo de comida.- Terminaría de decir, manteniéndose sentada unos instantes más antes de ponerse de nuevo en pie.
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