Miedo y Magia. [libre] [3/4]
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Miedo y Magia. [libre] [3/4]
Tres días.
Tres putos días.
En mi mente esas palabras sonaban constantemente.
Desde el incidente de Roilkat, habían pasado tres malditos y largos días donde solo había podido dormir en pequeñas bosquedas que el camino ponía a mi alcance. Había matado a tres lobos la primera noche. Me salio urticaria al acostarme por culpa de una maldita ardilla que salio de entre la maleza, trayendo consigo seguramente rastros de alguna planta similar a la ortiga. Durante el segundo día utilice la carne de los lobos como alimento para el camino. resulto que uno de ellos debía tener algo que lo mataba, porque hizo que echara todo cuanto había comido a las pocas horas de comerlo. El tercer día trataron de asaltarme... Para su desgracia, solo conseguí hacerme con uno de ellos. Los otros dos que venían en el grupo de tres se fueron con mi bolsa... Pero no me importo demasiado. La bolsa era robada y estaba vacía. En cuanto al bandido que quedo conmigo...
Medité un momento al recordar la mueca de horror en su rostro. Era curioso. Un sistema nervioso diferente. Quizás más sensible que otros. Al quitarle la piel del brazo pude notar que sus gritos eran ligeramente más exagerados de lo que cabria esperarse.
Me encogí de hombros. Seguramente seria un caso aislado de su piel. O quizás simplemente nunca había sido despellejado vivo. Seguí andando mientras, a lo lejos, pude empezar a distinguir las puertas de la ciudad. El camino hasta ahí se me hizo algo corto, puesto que el viento era agradable y movía la hierba que estaba alrededor con un sonido silbante muy agradable. Si no fuera por la falta de suministros en mis bolsillos, quizá hubiera estado ahí sin hacer nada, mirando como la hierba se movía ondulante.
Mientras llegaba, pude ver como dos guardias de la ciudad, relativamente altos y con un par de lanzas, se colocaban en el centro de la entrada, con una mirada fija en mi. Pude ver como, ademas de mi, había varias personas que también estaban tratando de entrar. Un mercader de aspecto exótico estaba hablando una lengua extraña hacia un guardia que, a juzgar por su mirada, no entendía una mierda.
- Alto. - Dijo el guardia que quedaba a mi derecha cuando estube a pocos metros de ellos.
Me detuve en silencio. Mirandoles con la cara ligeramente tapada por los ropajes.
- ¿Si? - Pregunté sin interés. Demasiada gente para empezar a cortar gargantas... Me dije a mi mismo.
- Nadie entra en la ciudad sin un pase. Medidas de seguridad. - Dijo el segundo.
El hombrecillo de al lado seguía tratando de entender (o hacer entender) al mercader que tenia que presentar un pase.
- Aha... - Dije tranquilamente mirando hacia la mercancía del mercader. Había un par de trastos algo caros que podrían llegar a valer sus buenas monedas... Pero no era eso lo que buscaba.
- ¿Tienes el pase? - Insistió el segundo.
- Más importante aun, - Dije yo una vez hube localizado lo que quería. - no debería alguien arreglar la grieta de ahí arriba - Apunté hacia la parte superior de la muralla con el dedo. - ¿Antes de que se os caiga encima algo a vosotros?
Los guardias miraron inútilmente preocupados hacia arriba. Yo tracé un rápido gesto y el papel que el mercader tenia en su alforja trasera voló hacia mi mano, por suerte para mi, el guardia que hablaba con el extranjero tampoco se dio demasiada cuenta.
- En fin... Aquí tenéis el pase. - Dije mientras se lo dejaba en la mano mientras pasaba por su lado. Ellos, por su lado seguían mirando el techo.
- ¿Crees que lo arreglaran...? - Le oí preguntar a uno.
Meneé negativamente la cabeza. Si estos eran quienes protegían la ciudad, estábamos apañados... Pero el truco de magia había cumplido su propósito: Ya estaba dentro de la ciudad.
Había mucha gente en la calle. Mucha más de la que a mi me gusta notar alrededor. Chasqueé la lengua asqueado. Debía encontrar rápidamente una posada... Y lo cierto es que, por una puñetera vez, tuve algo de suerte en eso. Al alzar la vista, algo más allá de todo ese pelotón de personitas sin importancia, pude ver la señal de una jarra de madera dibujada en una madera que ondeaba pesadamente al viento.
No dude demasiado en dar un par de empujones cargados de alguna mirada de mala leche. Al poco, y con mucha más tranquilidad encima, estaba dentro de la posada.
Era pequeña, pero no demasiado oscura. Parecía un sitio concurrido, puesto que realmente no estaba llena, pero aun asi, pese a la hora que era, había más gente de la que esperaba. Note un par de miradas posarse sobre mi, pero no duro demasiado. Pronto volvieron a sus asuntos y siguieron tomando o comiendo... Yo me acerqué a la barra. El camarero era un tipo bastante feo con un bigote poblado y pelirrojo. Mientras que su cabeza era brillante y redonda, sin rastro alguno de un solo pelo.
- ¿Que sera? - Dijo con una voz áspera.
- ¿Que tienes que pueda tumbar un trol?
- Absenta de gusanos de fuego. Es típica de aquí... No te preocupes. El nombre no revela realmente sus ingredientes.
- Eso.
El se alejo y tomo una botella de madera con la que vertió en una jarra un liquido de tonos rojizos y dorados a las velas. Tenia un olor fuerte. Pegue un sorbo. Note ese fuego en la boca que se deslizo lenta y tímidamente por toda mi garganta. Era bueno. Muy bueno.
Asentí con la cabeza y le hice un gesto al camarero para que me dejara tranquilo... Ya habría tiempo luego de comprar provisiones.
Tres putos días.
En mi mente esas palabras sonaban constantemente.
Desde el incidente de Roilkat, habían pasado tres malditos y largos días donde solo había podido dormir en pequeñas bosquedas que el camino ponía a mi alcance. Había matado a tres lobos la primera noche. Me salio urticaria al acostarme por culpa de una maldita ardilla que salio de entre la maleza, trayendo consigo seguramente rastros de alguna planta similar a la ortiga. Durante el segundo día utilice la carne de los lobos como alimento para el camino. resulto que uno de ellos debía tener algo que lo mataba, porque hizo que echara todo cuanto había comido a las pocas horas de comerlo. El tercer día trataron de asaltarme... Para su desgracia, solo conseguí hacerme con uno de ellos. Los otros dos que venían en el grupo de tres se fueron con mi bolsa... Pero no me importo demasiado. La bolsa era robada y estaba vacía. En cuanto al bandido que quedo conmigo...
Medité un momento al recordar la mueca de horror en su rostro. Era curioso. Un sistema nervioso diferente. Quizás más sensible que otros. Al quitarle la piel del brazo pude notar que sus gritos eran ligeramente más exagerados de lo que cabria esperarse.
Me encogí de hombros. Seguramente seria un caso aislado de su piel. O quizás simplemente nunca había sido despellejado vivo. Seguí andando mientras, a lo lejos, pude empezar a distinguir las puertas de la ciudad. El camino hasta ahí se me hizo algo corto, puesto que el viento era agradable y movía la hierba que estaba alrededor con un sonido silbante muy agradable. Si no fuera por la falta de suministros en mis bolsillos, quizá hubiera estado ahí sin hacer nada, mirando como la hierba se movía ondulante.
Mientras llegaba, pude ver como dos guardias de la ciudad, relativamente altos y con un par de lanzas, se colocaban en el centro de la entrada, con una mirada fija en mi. Pude ver como, ademas de mi, había varias personas que también estaban tratando de entrar. Un mercader de aspecto exótico estaba hablando una lengua extraña hacia un guardia que, a juzgar por su mirada, no entendía una mierda.
- Alto. - Dijo el guardia que quedaba a mi derecha cuando estube a pocos metros de ellos.
Me detuve en silencio. Mirandoles con la cara ligeramente tapada por los ropajes.
- ¿Si? - Pregunté sin interés. Demasiada gente para empezar a cortar gargantas... Me dije a mi mismo.
- Nadie entra en la ciudad sin un pase. Medidas de seguridad. - Dijo el segundo.
El hombrecillo de al lado seguía tratando de entender (o hacer entender) al mercader que tenia que presentar un pase.
- Aha... - Dije tranquilamente mirando hacia la mercancía del mercader. Había un par de trastos algo caros que podrían llegar a valer sus buenas monedas... Pero no era eso lo que buscaba.
- ¿Tienes el pase? - Insistió el segundo.
- Más importante aun, - Dije yo una vez hube localizado lo que quería. - no debería alguien arreglar la grieta de ahí arriba - Apunté hacia la parte superior de la muralla con el dedo. - ¿Antes de que se os caiga encima algo a vosotros?
Los guardias miraron inútilmente preocupados hacia arriba. Yo tracé un rápido gesto y el papel que el mercader tenia en su alforja trasera voló hacia mi mano, por suerte para mi, el guardia que hablaba con el extranjero tampoco se dio demasiada cuenta.
- En fin... Aquí tenéis el pase. - Dije mientras se lo dejaba en la mano mientras pasaba por su lado. Ellos, por su lado seguían mirando el techo.
- ¿Crees que lo arreglaran...? - Le oí preguntar a uno.
Meneé negativamente la cabeza. Si estos eran quienes protegían la ciudad, estábamos apañados... Pero el truco de magia había cumplido su propósito: Ya estaba dentro de la ciudad.
Había mucha gente en la calle. Mucha más de la que a mi me gusta notar alrededor. Chasqueé la lengua asqueado. Debía encontrar rápidamente una posada... Y lo cierto es que, por una puñetera vez, tuve algo de suerte en eso. Al alzar la vista, algo más allá de todo ese pelotón de personitas sin importancia, pude ver la señal de una jarra de madera dibujada en una madera que ondeaba pesadamente al viento.
No dude demasiado en dar un par de empujones cargados de alguna mirada de mala leche. Al poco, y con mucha más tranquilidad encima, estaba dentro de la posada.
Era pequeña, pero no demasiado oscura. Parecía un sitio concurrido, puesto que realmente no estaba llena, pero aun asi, pese a la hora que era, había más gente de la que esperaba. Note un par de miradas posarse sobre mi, pero no duro demasiado. Pronto volvieron a sus asuntos y siguieron tomando o comiendo... Yo me acerqué a la barra. El camarero era un tipo bastante feo con un bigote poblado y pelirrojo. Mientras que su cabeza era brillante y redonda, sin rastro alguno de un solo pelo.
- ¿Que sera? - Dijo con una voz áspera.
- ¿Que tienes que pueda tumbar un trol?
- Absenta de gusanos de fuego. Es típica de aquí... No te preocupes. El nombre no revela realmente sus ingredientes.
- Eso.
El se alejo y tomo una botella de madera con la que vertió en una jarra un liquido de tonos rojizos y dorados a las velas. Tenia un olor fuerte. Pegue un sorbo. Note ese fuego en la boca que se deslizo lenta y tímidamente por toda mi garganta. Era bueno. Muy bueno.
Asentí con la cabeza y le hice un gesto al camarero para que me dejara tranquilo... Ya habría tiempo luego de comprar provisiones.
Última edición por Karkaran el Lun Abr 24 2017, 23:39, editado 1 vez
Erenair
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
Llevaba días de travesía, en verdad no sabía ni a dónde iba ni que propósito tenía aquel viaje. "Simplemente será que me divierte viajar"-pensé con una ligera sonrisa dibujada en mi rostro.
En verdad tenía pocas ganas de continuar, o por lo menos las necesarias para parar a descansar en algún lugar, mis piernas no iban a resistir mucho más. A pesar de toda la ilusión causada por observar la belleza de la naturaleza y las costumbres de la gente que me cruzaba en mi viaje mi cuerpo, como el de cualquier mortal, estaba cansado.
Mientras me iba repitiendo a mi mismo ánimos para continuar y así evitar que un sentimiento de abandono me hiciera volver por donde había venido me dio por levantar la vista para poder observar de dónde venía ese barullo. Parecía ser que un tumulto de gente se amontonaba a las puertas de esa ciudad. Pensé que lo mejor sería entrar a la misma y encontrar un humilde refugio donde poder llevarse algo de comer a la boca, era la única necesidad que requería en ese momento. "¿Cómo puedo atravesar de forma pacífica a esa gente sin que ocho guardias se me echen encima?"-medité mientras me acercaba a la multitud. "¡Ah, ya sé!"- pensé justo cuando se me ocurrió la idea perfecta. Mi plan espontáneo se basaba en crear un alboroto gritando que había fuego en el bosque para así despistar a los guardias que paraban al grupo de gente. Sin pensármelo más grité.
-¡Fuego!¡Hay fuego en el bosque!-efectivamente tras pronunciar esas palabras los inútiles guardias corrieron adentrándose en el bosque sin habérselo pensado tal y como había previsto. Sonreí a la multitud y les hice un gesto con la mano para que se colaran en aquel momento.
Mi plan había funcionado, y además de obtener mi resultado, pude ayudar a aquella gente que no podía atravesar a los guardias. Un sentimiento de felicidad tras haber ayudado a gente revitalizó mi espíritu. Sonriente caminé unos pasos por la ciudad en busca de una posada donde poder tomar algo. "Vamos a ver..."-pensé mirando a todos lados buscando. Tras unos minutos de búsqueda vi una y no dudé en entrar. A pesar de que apestaba a un alcohol demasiado fuerte para mi gusto y estaba repleta de borrachos tomé asiento al lado de un joven con un aspecto algo misterioso. Tras pedir algo de beber, le miré detenidamente y con una voz alegre le saludé.
-Buenas, ¿qué tal estamos?-le dije mientras en verdad sabía que me había arriesgado en cuanto vi la seria cara que tenía. Realmente parecía alguien extremadamente agresivo pero a pesar de eso intenté mantener la calma.
En verdad tenía pocas ganas de continuar, o por lo menos las necesarias para parar a descansar en algún lugar, mis piernas no iban a resistir mucho más. A pesar de toda la ilusión causada por observar la belleza de la naturaleza y las costumbres de la gente que me cruzaba en mi viaje mi cuerpo, como el de cualquier mortal, estaba cansado.
Mientras me iba repitiendo a mi mismo ánimos para continuar y así evitar que un sentimiento de abandono me hiciera volver por donde había venido me dio por levantar la vista para poder observar de dónde venía ese barullo. Parecía ser que un tumulto de gente se amontonaba a las puertas de esa ciudad. Pensé que lo mejor sería entrar a la misma y encontrar un humilde refugio donde poder llevarse algo de comer a la boca, era la única necesidad que requería en ese momento. "¿Cómo puedo atravesar de forma pacífica a esa gente sin que ocho guardias se me echen encima?"-medité mientras me acercaba a la multitud. "¡Ah, ya sé!"- pensé justo cuando se me ocurrió la idea perfecta. Mi plan espontáneo se basaba en crear un alboroto gritando que había fuego en el bosque para así despistar a los guardias que paraban al grupo de gente. Sin pensármelo más grité.
-¡Fuego!¡Hay fuego en el bosque!-efectivamente tras pronunciar esas palabras los inútiles guardias corrieron adentrándose en el bosque sin habérselo pensado tal y como había previsto. Sonreí a la multitud y les hice un gesto con la mano para que se colaran en aquel momento.
Mi plan había funcionado, y además de obtener mi resultado, pude ayudar a aquella gente que no podía atravesar a los guardias. Un sentimiento de felicidad tras haber ayudado a gente revitalizó mi espíritu. Sonriente caminé unos pasos por la ciudad en busca de una posada donde poder tomar algo. "Vamos a ver..."-pensé mirando a todos lados buscando. Tras unos minutos de búsqueda vi una y no dudé en entrar. A pesar de que apestaba a un alcohol demasiado fuerte para mi gusto y estaba repleta de borrachos tomé asiento al lado de un joven con un aspecto algo misterioso. Tras pedir algo de beber, le miré detenidamente y con una voz alegre le saludé.
-Buenas, ¿qué tal estamos?-le dije mientras en verdad sabía que me había arriesgado en cuanto vi la seria cara que tenía. Realmente parecía alguien extremadamente agresivo pero a pesar de eso intenté mantener la calma.
Azfa
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
Paseaba por la ciudad, los días habían estado tranquilos desde el regreso de Eoghan, se sentía más segura a su lado, y eso se notaba en su actitud, más confiada y carismática. No demasiado, después de todo Ely no había dejado de ser esa chiquilla asustadiza y temerosa de su propia sombra, seguía siendo una llorona descontrolada y necesitando cargar sus energía cada poco tiempo, seguía su timidez y sus pocas palabras de gestos suaves, pero ya no temía seguir sola, y era capaz de pensar que, si tropezaba, podría levantarse.
Caminó con una sonrisa y su pelo recogido, como se había acostumbrado a llevarlo, por el mercado, cargando su cesta de manzanas como una caperucita roja discreta, que en lugar de caperuza, lucía su pelo del color del fuego. Aun se sentía extraña frente a las miradas de la gente, en su hogar, los elfos pelirrojos eran muy extraños, se les consideraba mestizos y solían ser repudiados a no ser que se probase lo contrario, como había sucedido con ella.
Si algo tenían los elfos, era que no les solían gustar las otras razas, ella no compartía ese pensamiento, a pesar del pánico que le provocaban algunas, pero si podía comprenderlo. Los elfos, al igual que los dragones, tenían una oportunidad de la que carecían el resto de razas que habitaban en Aerandir. Su longevidad les permitía ver el trascender del tiempo, el paso de los años, los cambios de siglos, haciendo que su conocimiento, a parte de parcial, fuera verídico, aunque siempre sería solo una parte de la historia, pero era la que, para ellos, contaba, y eso les había hecho temerosos, precavidos, y desconfiados.
Los caminos que cruzaban Sandorai, vigilados siempre por uno u otro clan, era prueba irrefutable de que, a pesar de que permitían que otros se acercasen, no iban a dejar que les invadieran sus tierras. A Eléanör le importaba bien poco la política territorial mientras su aldea estuviera a salvo y el bosque no se destruyese, le dolería en el alma, y moriría de pena, al ver su amado Sandorai convertido en polvo.
El gruñido de su estomago le dijo que era momento de detenerse a comer algo, las manzanas quería guardarlas para Hans, su amado caballo blanco, y Eoghan, que parecía enfrascado en su trabajo como herrero en los últimos días, mientras ella se había dedicado a estudiar y conocer la ciudad lo bastante como para no perderse cada vez que decidía ir a la biblioteca.
Con un suspiro, viendo que se encontraba lejos de la posada de “el rey y la reina” optó por buscar alguna taberna cercana, soltó su pelo rojizo y brillante, tapando así sus adoradas orejitas puntiagudas, esperando que, creyéndola humana, no la importunasen de modo alguno. Encontró tras varios metros una taberna de la que salía un olor delicioso a estofado. Su estomago protesto nuevamente, queriendo decirle que se negaba a esperar más a poder llenarse con algo de comida, y parecía querer dejar claro que poco le importaba que la elfa no comiera carne, él quería llenarse, y no iba a tener paciencia.
Ely suspiró y decidió entrar, esperando que tuvieran algún plato que no llevase carne el menú. Abrió la puerta con un sonoro crujir de bisagras que quedó amortiguado por la charla banal de algunas personas del interior, sentadas alrededor de una mesa larga y repleta de comida grasienta y de olor fuerte. Arrugó un poco la naricilla, molesta por el tremendo olor a carne, y se sentó cerca de una ventana abierta de que dejaba entrar parte de la brisa fresca y primaveral, que traía el olor de algunas flores de las jardineras de las casas que rodeaban el local.
En la barra, un hombre bebía solitario mientras ella, sentada tranquilamente, esperaba la llegada de la mesera, que se acercó con un bamboleo de cadera, intentando soportar con eso, su evidente tripa, debía estar cerca del ultimo mes de embarazo. Le sonrió cuando llegó a ella con cierta timidez, y esperó que la mujer, con voz cansada, metiendo un mechón de pelo sudoroso, signo de su agotamiento, le preguntase por su pedido.
- M... tiene totata?- preguntó recibiendo un asentimiento.- pues... totata asada, por favor.- murmuró con un leve sonrojo conociendo la expresión sorprendida que recibió de la mujer, que, sin embargo, no dijo nada y se dirigió a por el pedido. Ely suspiró aliviada, es esperó tamborileando los dedos mientras miraba por la ventana, hacía un día precioso para pasear.
Caminó con una sonrisa y su pelo recogido, como se había acostumbrado a llevarlo, por el mercado, cargando su cesta de manzanas como una caperucita roja discreta, que en lugar de caperuza, lucía su pelo del color del fuego. Aun se sentía extraña frente a las miradas de la gente, en su hogar, los elfos pelirrojos eran muy extraños, se les consideraba mestizos y solían ser repudiados a no ser que se probase lo contrario, como había sucedido con ella.
Si algo tenían los elfos, era que no les solían gustar las otras razas, ella no compartía ese pensamiento, a pesar del pánico que le provocaban algunas, pero si podía comprenderlo. Los elfos, al igual que los dragones, tenían una oportunidad de la que carecían el resto de razas que habitaban en Aerandir. Su longevidad les permitía ver el trascender del tiempo, el paso de los años, los cambios de siglos, haciendo que su conocimiento, a parte de parcial, fuera verídico, aunque siempre sería solo una parte de la historia, pero era la que, para ellos, contaba, y eso les había hecho temerosos, precavidos, y desconfiados.
Los caminos que cruzaban Sandorai, vigilados siempre por uno u otro clan, era prueba irrefutable de que, a pesar de que permitían que otros se acercasen, no iban a dejar que les invadieran sus tierras. A Eléanör le importaba bien poco la política territorial mientras su aldea estuviera a salvo y el bosque no se destruyese, le dolería en el alma, y moriría de pena, al ver su amado Sandorai convertido en polvo.
El gruñido de su estomago le dijo que era momento de detenerse a comer algo, las manzanas quería guardarlas para Hans, su amado caballo blanco, y Eoghan, que parecía enfrascado en su trabajo como herrero en los últimos días, mientras ella se había dedicado a estudiar y conocer la ciudad lo bastante como para no perderse cada vez que decidía ir a la biblioteca.
Con un suspiro, viendo que se encontraba lejos de la posada de “el rey y la reina” optó por buscar alguna taberna cercana, soltó su pelo rojizo y brillante, tapando así sus adoradas orejitas puntiagudas, esperando que, creyéndola humana, no la importunasen de modo alguno. Encontró tras varios metros una taberna de la que salía un olor delicioso a estofado. Su estomago protesto nuevamente, queriendo decirle que se negaba a esperar más a poder llenarse con algo de comida, y parecía querer dejar claro que poco le importaba que la elfa no comiera carne, él quería llenarse, y no iba a tener paciencia.
Ely suspiró y decidió entrar, esperando que tuvieran algún plato que no llevase carne el menú. Abrió la puerta con un sonoro crujir de bisagras que quedó amortiguado por la charla banal de algunas personas del interior, sentadas alrededor de una mesa larga y repleta de comida grasienta y de olor fuerte. Arrugó un poco la naricilla, molesta por el tremendo olor a carne, y se sentó cerca de una ventana abierta de que dejaba entrar parte de la brisa fresca y primaveral, que traía el olor de algunas flores de las jardineras de las casas que rodeaban el local.
En la barra, un hombre bebía solitario mientras ella, sentada tranquilamente, esperaba la llegada de la mesera, que se acercó con un bamboleo de cadera, intentando soportar con eso, su evidente tripa, debía estar cerca del ultimo mes de embarazo. Le sonrió cuando llegó a ella con cierta timidez, y esperó que la mujer, con voz cansada, metiendo un mechón de pelo sudoroso, signo de su agotamiento, le preguntase por su pedido.
- M... tiene totata?- preguntó recibiendo un asentimiento.- pues... totata asada, por favor.- murmuró con un leve sonrojo conociendo la expresión sorprendida que recibió de la mujer, que, sin embargo, no dijo nada y se dirigió a por el pedido. Ely suspiró aliviada, es esperó tamborileando los dedos mientras miraba por la ventana, hacía un día precioso para pasear.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
Estaba llegando al final de la segunda jarra cuando entro alguien por la puerta. Ni siquiera alce la vista. En su lugar, alce la jarra para acabar de vaciarla. Solté un ligero soplido al bajarla, dejándola sin demasiada importancia sobre la barra. Lo cierto es que esa bebida de gusanos estaba empezando a gustarme de verdad.
Pude ver pasar a la camarera hacia el fondo de la estancia por el rabillo del ojo. Supuse que debía ir a atender a quienquiera que hubiera entrado por la puerta momentos atrás.
- Otra. -Dije secamente cuando el camarero de la barra vino a recoger mi jarra.
- Tendrás dinero... ¿Verdad? - Dijo el hombrecillo levantando una ceja.
Por respuesta, le mire bastante crudamente. Pude ver como sus ojos se fijaban en un rápido desliz sobre las marcas de mi rostro, ahora descubiertas por la necesidad de beber. Saqué un par de monedas de tonos plateados y las deje sobre la barra, haciendo que resonaran musicalmente mientras golpeaban la madera.
Él no dijo nada. Por respuesta se dio la vuelta y volvió a verter ese rojo licor dentro de mi jarra. Yo le seguí con la mirada mientras se alejaba y se ponía a pasar un viejo y mohoso trapo por encima de la madera del otro extremo de la barra.
Yo baje la mirada de nuevo a mi preciosidad de tonos rojos. De fondo volvió a sonar la puerta de la calle. Eché un sorbo que me supo a gloria hasta que pude notar como el individuo que había entrado en ese momento por la puerta se sentaba justo a mi lado. Era albino. Con el pelo ligeramente crecido. No lo suficiente como para considerarlo largo. Sus ropas eran humildes a excepción de una pequeña hombrera de placas de cuero ligeras y lo que parecía ser un brazalete del mismo material. Atada con un cinturón, una vaina sujetaba una espada de la que solo pude ver el mango de reojo. De un trabajo exquisito. Hice un rápido conteo mental de cuanto podría sacarme en el mercado por ella.
- Buenas. - Dijo entonces el albino, interrumpiendo mis cuentas internas. - ¿Que tal estamos?
Le mire seriamente a la cara. Pude ver una de esas sonrisas que hacen que las mozas pierdan las bragas. Una sonrisa de príncipe galante encantador. Ese típico personaje con el que las princesas de quince años sueñan tener aventuras y que las llenen de pasión bajo la luz de una luna... Le maldije por dentro por eso.
Volví mi atención a la jarra antes de contestar.
- Seco. - Y alce de nuevo la jarra para beber un trago bien largo. Si iba a tener al lado a un puritano, más me valía estar borracho.
Traté que mi expresión, junto con mi forma de mirar únicamente el licor que descansaba en mi copa hicieran entender a ese joven que no iba a prestarle demasiada atención.
Mire alrededor de la posada. Notando cierta brisa. También se podía oír bastante ruido de la calle pese a que el chico albino había cerrado la puerta tras de si. Seguí investigando hasta que lo vi. Una ventana abierta. Al fondo. Al lado de una mesa donde se sentaba una joven de cabellos rojos intensos... "Es mona". Pensé para mi. "Pero que cierre la puta ventana, joder... Demasiado ruido".
Mis ojos conectaron un momento con los de la chica. No cambié la seriedad de mi rostro en ningún momento, pero luego miré a su totata asada y luego volví de nuevo a girarme para mirar al licor. El joven albino parecía seguir hablando de algo...
Pude ver pasar a la camarera hacia el fondo de la estancia por el rabillo del ojo. Supuse que debía ir a atender a quienquiera que hubiera entrado por la puerta momentos atrás.
- Otra. -Dije secamente cuando el camarero de la barra vino a recoger mi jarra.
- Tendrás dinero... ¿Verdad? - Dijo el hombrecillo levantando una ceja.
Por respuesta, le mire bastante crudamente. Pude ver como sus ojos se fijaban en un rápido desliz sobre las marcas de mi rostro, ahora descubiertas por la necesidad de beber. Saqué un par de monedas de tonos plateados y las deje sobre la barra, haciendo que resonaran musicalmente mientras golpeaban la madera.
Él no dijo nada. Por respuesta se dio la vuelta y volvió a verter ese rojo licor dentro de mi jarra. Yo le seguí con la mirada mientras se alejaba y se ponía a pasar un viejo y mohoso trapo por encima de la madera del otro extremo de la barra.
Yo baje la mirada de nuevo a mi preciosidad de tonos rojos. De fondo volvió a sonar la puerta de la calle. Eché un sorbo que me supo a gloria hasta que pude notar como el individuo que había entrado en ese momento por la puerta se sentaba justo a mi lado. Era albino. Con el pelo ligeramente crecido. No lo suficiente como para considerarlo largo. Sus ropas eran humildes a excepción de una pequeña hombrera de placas de cuero ligeras y lo que parecía ser un brazalete del mismo material. Atada con un cinturón, una vaina sujetaba una espada de la que solo pude ver el mango de reojo. De un trabajo exquisito. Hice un rápido conteo mental de cuanto podría sacarme en el mercado por ella.
- Buenas. - Dijo entonces el albino, interrumpiendo mis cuentas internas. - ¿Que tal estamos?
Le mire seriamente a la cara. Pude ver una de esas sonrisas que hacen que las mozas pierdan las bragas. Una sonrisa de príncipe galante encantador. Ese típico personaje con el que las princesas de quince años sueñan tener aventuras y que las llenen de pasión bajo la luz de una luna... Le maldije por dentro por eso.
Volví mi atención a la jarra antes de contestar.
- Seco. - Y alce de nuevo la jarra para beber un trago bien largo. Si iba a tener al lado a un puritano, más me valía estar borracho.
Traté que mi expresión, junto con mi forma de mirar únicamente el licor que descansaba en mi copa hicieran entender a ese joven que no iba a prestarle demasiada atención.
Mire alrededor de la posada. Notando cierta brisa. También se podía oír bastante ruido de la calle pese a que el chico albino había cerrado la puerta tras de si. Seguí investigando hasta que lo vi. Una ventana abierta. Al fondo. Al lado de una mesa donde se sentaba una joven de cabellos rojos intensos... "Es mona". Pensé para mi. "Pero que cierre la puta ventana, joder... Demasiado ruido".
Mis ojos conectaron un momento con los de la chica. No cambié la seriedad de mi rostro en ningún momento, pero luego miré a su totata asada y luego volví de nuevo a girarme para mirar al licor. El joven albino parecía seguir hablando de algo...
Erenair
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
Parecía que ese hombre me iba a matar con la mirada vacía que poseía. Sin prestarme mucha atención me dijo que estaba seco y continuó bebiendo un extraño líquido rojo que apestaba a alcohol y que esparcía un olor amargo por todo el local. Realmente pensé seriamente si debía continuar intentando comenzar una agradable conversación con una persona con un aspecto y una actitud tan poco amigable. Dejando las apariencias me decanté por seguir entablando conversación con aquel misterioso hombre.
-¿Y hay algo en especial que te haya traido hasta este lugar? Pareces una persona sensata, seguro que tienes algo importante que hacer.-añadí sin mirarle directamente, ya que en verdad me sentía bastante inseguro ante un hombre que parecía agresivo y probablemente estuviera borracho.
Opté por mantener el silencio durante unos instantes con intención de no acabar con la paciencia de aquel hombre, ya que estaba tranquilamente disfrutando de su bebida y no tenía porque aguantar a una persona tan pesada como yo. Tras hacerme esta autocrítica mentalmente realmente me di cuenta de que podía resultar algo pesado. "En verdad no tengo remedio."-pensé con una ligera sonrisa en la cara.
Luego no sé si por algún tipo de instinto o por pura casualidad me dio por mirar qué más gente había en aquel lugar aparte de innumerables borrachos que pasaban allí sus días y sus noches y los propietarios y trabajadores que ganaban lo necesario para vivir gracias al derroche de dinero de todas aquellas personas que, no sé si por odio a la vida o por amor al alcohol ,gastaban allí todos sus ahorros. Tras un rato mirando hubo una persona en la que me detuve, era una joven muchacha pelirroja, que en verdad era muy bella. Estaba disfrutando de su comida mientras miraba apaciguadamente por la ventana, como si no tuviera ningún tipo de preocupación en la vida. Mientras esperaba la respuesta de aquel enigmático borracho decidí ir amistosamente a presentarme a aquella hermosa dama.
-Hola, ¿qué tal?- la pregunté educadamente con una ligera sonrisa que solo podía transmitir felicidad.
-¿Te importaría si me siento aquí contigo? Deambulo solo por el mundo y me gusta conocer gente nueva agradable.- añadí esta vez con algo de timidez.
"Ahora que lo pienso espero no haberla asustado, fue muy espontáneo por mi parte, pero algún tipo de instinto me ha hecho querer conocerla."-pensé detenidamente.
En verdad no había acabado de entender porque algo había tomado el control de mi cuerpo hasta el punto de acabar presentándome a una desconocida con tanta poca educación, pero ya estaba hecho, ya había saludado y debía esperar una respuesta. En el fondo realmente buscaba a alguien con quien tener una conversación, llevaba sin conversar con alguien amistosamente demasiado tiempo.
-¿Y hay algo en especial que te haya traido hasta este lugar? Pareces una persona sensata, seguro que tienes algo importante que hacer.-añadí sin mirarle directamente, ya que en verdad me sentía bastante inseguro ante un hombre que parecía agresivo y probablemente estuviera borracho.
Opté por mantener el silencio durante unos instantes con intención de no acabar con la paciencia de aquel hombre, ya que estaba tranquilamente disfrutando de su bebida y no tenía porque aguantar a una persona tan pesada como yo. Tras hacerme esta autocrítica mentalmente realmente me di cuenta de que podía resultar algo pesado. "En verdad no tengo remedio."-pensé con una ligera sonrisa en la cara.
Luego no sé si por algún tipo de instinto o por pura casualidad me dio por mirar qué más gente había en aquel lugar aparte de innumerables borrachos que pasaban allí sus días y sus noches y los propietarios y trabajadores que ganaban lo necesario para vivir gracias al derroche de dinero de todas aquellas personas que, no sé si por odio a la vida o por amor al alcohol ,gastaban allí todos sus ahorros. Tras un rato mirando hubo una persona en la que me detuve, era una joven muchacha pelirroja, que en verdad era muy bella. Estaba disfrutando de su comida mientras miraba apaciguadamente por la ventana, como si no tuviera ningún tipo de preocupación en la vida. Mientras esperaba la respuesta de aquel enigmático borracho decidí ir amistosamente a presentarme a aquella hermosa dama.
-Hola, ¿qué tal?- la pregunté educadamente con una ligera sonrisa que solo podía transmitir felicidad.
-¿Te importaría si me siento aquí contigo? Deambulo solo por el mundo y me gusta conocer gente nueva agradable.- añadí esta vez con algo de timidez.
"Ahora que lo pienso espero no haberla asustado, fue muy espontáneo por mi parte, pero algún tipo de instinto me ha hecho querer conocerla."-pensé detenidamente.
En verdad no había acabado de entender porque algo había tomado el control de mi cuerpo hasta el punto de acabar presentándome a una desconocida con tanta poca educación, pero ya estaba hecho, ya había saludado y debía esperar una respuesta. En el fondo realmente buscaba a alguien con quien tener una conversación, llevaba sin conversar con alguien amistosamente demasiado tiempo.
Azfa
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
El calor del local se veía refrescado por la brisa suave de la ventana y la mujer embarazada había desaparecido tras la barra para devolverle la paz a la pelirroja elfa que se había girado a disfrutar de la brisa que entraba por la ventana mientras un padre pasaba jugando con sus hijos, que gritaban y reían con fuerza. La joven sonrió a la nada que traía el viento, era bonito ver que, incluso en una ciudad así de inmensa, había cabida para personas sencillas y sus vidas tranquilas, sitio para las risas, los juegos y las carreras, esas cosas que parecía olvidar tanta gente y que tan importantes eran.
Ella, que había pensado que se había quedado sola tiempo atrás, comprendía ahora la importancia de disfrutar del momento. Al salir de su hogar lo hizo por elección propia, pero perder a Eoghan fue de sopetón. Ahí supo la inmensa diferencia entre escoger la soledad y darse con ella de bruces. Aun sentía latir el pecho dolorido, las lágrimas que, desde ese instante, se habían instalado, constantes, tras sus párpados, ese aire de melancolía parecía perseguirla a cada momento, sobretodo cuando se quedaba mirando, distante, cualquier punto sin tener nada en concreto que mirar.
Con un suspiro miro de nuevo hacia el interior del local, y tragó saliva, ruborizándose un poco cuando sus ojos se cruzaron con la mirada, no supo si amenazante, del hombre de la barra. Apartó la mirada y sintió un ligero escalofrío que la hizo alzarse a cerrar la ventana y, con esta asegurada y el sonido de voces y risas apagado, volvió a sentarse justo a tiempo de que la mujer le entregase un plato de totatas bien cargado. Con una mirada más al extraño de la barra, decidió comenzar a comer y abandonar pronto la taberna.
Tan tranquila como estaba comiendo, cuando dio el segundo bocado, apareció un hombre de pelo blanco frente a ella con na sonrisa en los labios. Ely tragó con velocidad, nerviosa, y se alejó de él pegándose al respaldo de la silla, con la esperanza de desaparecer, fundida en él. No solían gustarle los desconocidos. No importaba lo amables que parecieran, no le gustaban, le daban miedo, y si estaba sola, más. Por eso, en parte, le gustaba salir a pasear con Eoghan, se sentía segura a su lado, sola no era más que una chiquilla que intentaba ser fuerte sin resultado.
Lo miró de arriba a bajo, insegura. ¿Por qué hablaba con ella estando el local lleno de gente que parecía mucho más divertida e interesante que una chica de mirada perdida? tragó saliva, nerviosa, respirando hondo y acabó por asentir en silencio antes de apartar la mirada del pelo blanco. No entendía a las personas, le seguía siendo difícil saber porque actuaban como lo hacían o que les llevaba a acercarse a alguien, ella, después de todo, y a pesar de los mese fuera de su pueblo natal, seguía siendo una persona socialmente bastante inepta.
- Hola- terminó por musitar con su voz suave.- am... Eléanör.- se presentó.- es... yo... yo soy Eléanör.- murmuró avergonzada, con las mejillas de color y la mirada gacha, aun nerviosa.
Ella, que había pensado que se había quedado sola tiempo atrás, comprendía ahora la importancia de disfrutar del momento. Al salir de su hogar lo hizo por elección propia, pero perder a Eoghan fue de sopetón. Ahí supo la inmensa diferencia entre escoger la soledad y darse con ella de bruces. Aun sentía latir el pecho dolorido, las lágrimas que, desde ese instante, se habían instalado, constantes, tras sus párpados, ese aire de melancolía parecía perseguirla a cada momento, sobretodo cuando se quedaba mirando, distante, cualquier punto sin tener nada en concreto que mirar.
Con un suspiro miro de nuevo hacia el interior del local, y tragó saliva, ruborizándose un poco cuando sus ojos se cruzaron con la mirada, no supo si amenazante, del hombre de la barra. Apartó la mirada y sintió un ligero escalofrío que la hizo alzarse a cerrar la ventana y, con esta asegurada y el sonido de voces y risas apagado, volvió a sentarse justo a tiempo de que la mujer le entregase un plato de totatas bien cargado. Con una mirada más al extraño de la barra, decidió comenzar a comer y abandonar pronto la taberna.
Tan tranquila como estaba comiendo, cuando dio el segundo bocado, apareció un hombre de pelo blanco frente a ella con na sonrisa en los labios. Ely tragó con velocidad, nerviosa, y se alejó de él pegándose al respaldo de la silla, con la esperanza de desaparecer, fundida en él. No solían gustarle los desconocidos. No importaba lo amables que parecieran, no le gustaban, le daban miedo, y si estaba sola, más. Por eso, en parte, le gustaba salir a pasear con Eoghan, se sentía segura a su lado, sola no era más que una chiquilla que intentaba ser fuerte sin resultado.
Lo miró de arriba a bajo, insegura. ¿Por qué hablaba con ella estando el local lleno de gente que parecía mucho más divertida e interesante que una chica de mirada perdida? tragó saliva, nerviosa, respirando hondo y acabó por asentir en silencio antes de apartar la mirada del pelo blanco. No entendía a las personas, le seguía siendo difícil saber porque actuaban como lo hacían o que les llevaba a acercarse a alguien, ella, después de todo, y a pesar de los mese fuera de su pueblo natal, seguía siendo una persona socialmente bastante inepta.
- Hola- terminó por musitar con su voz suave.- am... Eléanör.- se presentó.- es... yo... yo soy Eléanör.- murmuró avergonzada, con las mejillas de color y la mirada gacha, aun nerviosa.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
Fui a coger la jarra pero me fallo la mano. Mierda... Pensé. Quizá ese licor realmente estaba surtiendo efecto.
Con un segundo intento la agarre correctamente y la alce para verter el contenido en mi boca, pero de nuevo, la jarra estaba vacía.
- Me cago en la... - Maldije. - ¡Eh, Barman!
El hombrecillo se acerco, sereno y tranquilo, moviendo su panza a cada paso.
- Será.
- Otra más. - Dije conteniendo un repentino hipo que me había entrado.
- Se ha acabado. No es que no quiera servirte... - Dijo alzándose de hombros, dejando claro que también era el caso. - Es que directamente no puedo.
- Mierda de... -Me contuve a decir lo que realmente pensaba. Aun necesitaba comprar comida.- Bien... Pon algo de queso y cebada para llevar.
El hombre desapareció por una puerta que había ahí, tras la barra, supuse que llevaba a cocinas, porque en el momento de abrirla pude ver a una señora embarazada avivando un fuego.
De pronto, note que ese timbrecillo de voz que estaba sonando hace un rato (y la razón por la cual había empezado a beber como un cosaco) había desaparecido de mi lado. Miré a lado y ha lado de la taberna, buscándolo con la mirada. Tarea más difícil de lo que recordaba, puesto que el alcohol no ayudaba a que las cosas se quedaran en su sitio.
Cuando por fin lo localicé, pude ver como había acabado por sentarse con la chica de cabellos rojos de hacia un rato, parecía que su sonrisa era inquebrantable... Pese a que la chica parecía algo incomoda. Pero habían cerrado la ventana.
- Maldito guaperas... - Murmuré por lo bajo.
Entonces oi un golpe de jarra sobre la madera, seguido de un par de risas.
Giré mi mirada hacia un rincón algo más oscuro, donde un par de hombres con aspecto de mercenarios estaban sentados jugando a una especie de juego de cartas con un par de monedas en la mesa. Me levanté como pude, tambaleándome un poco al empezar a hacerlo, y me dirigí hacia allí.
El más grande de los tres jugadores me miró con algo de suspicacia.
- Cuidado, borrachuzo... Este es un juego serio y no queremos que lo estropees.
- Tranquilo, grandullón. - Dije tan serio como pude con el hedor de alcohol saliendo de mi boca. - Solo vengo a ver a que mierdas jugáis.
- ¿No conoces Reinos de Guerra? - Pregunto el más menudo de los tres, que parecía ser un arquero por el arco corto que colgaba de su espalda. - Es bastante popular por aquí.
- ¿En que conseste? - Pregunté tomando una silla de una mesa de al lado sin preguntar si era usada.
- Tomas el papel de uno de cuatro ejércitos. Cada juego tiene tres rondas, pero solo puedes robar un total de diez cartas en todo el juego. Si consigues ganar dos rondas al rival, vences, pero no es conveniente usar todas las cartas en la primera ronda o entonces te quedaras vulnerable en las otras dos. - Explico el más viejo de los tres. Parecía un maestro de bestias.
Asentí despacio. No era un juego realmente difícil. Simplemente había que saber averiguar que cartas tenia tu adversario.
- Yo juego con los licantropos. - Dijo el grandullón. - Solo que tengo una mierda de cartas...
- Yo voy con los elfos, y me parece que voy a ganar. - Dijo el arquero.
- Y yo voy con los humanos. No tengo muchas posibilidades, no.
- ¿Cual es el ultimo ejercito?
- Los Brujos.
Como no... Pensé en silencio.
- ¿Puedo unirme?
- ¿Tienes monedas? - Preguntó el arquero con una sonrisa.
- Aun no. Pero pienso quedarme con todas las vuestras. - Dije sereno aceptando la baraja de cartas que me ofrecía el viejo. - Por ahora, me apuesto mi daga y... - Mire alrededor, buscando algo de valor. Entonces vi al albino y sonreí por debajo de la bufanda. - Y la espada de mi amigo el albino. Vale sus buenas monedas.
Los tres mercenarios miraron entonces al albino, que parecio coscarse de la mirada y me miro inquisitivo. Yo baje mi bufanda y le sonrei.
Los mercenarios se miraron y el viejo se encojio de hombros.
- Juguemos pues.
Con un segundo intento la agarre correctamente y la alce para verter el contenido en mi boca, pero de nuevo, la jarra estaba vacía.
- Me cago en la... - Maldije. - ¡Eh, Barman!
El hombrecillo se acerco, sereno y tranquilo, moviendo su panza a cada paso.
- Será.
- Otra más. - Dije conteniendo un repentino hipo que me había entrado.
- Se ha acabado. No es que no quiera servirte... - Dijo alzándose de hombros, dejando claro que también era el caso. - Es que directamente no puedo.
- Mierda de... -Me contuve a decir lo que realmente pensaba. Aun necesitaba comprar comida.- Bien... Pon algo de queso y cebada para llevar.
El hombre desapareció por una puerta que había ahí, tras la barra, supuse que llevaba a cocinas, porque en el momento de abrirla pude ver a una señora embarazada avivando un fuego.
De pronto, note que ese timbrecillo de voz que estaba sonando hace un rato (y la razón por la cual había empezado a beber como un cosaco) había desaparecido de mi lado. Miré a lado y ha lado de la taberna, buscándolo con la mirada. Tarea más difícil de lo que recordaba, puesto que el alcohol no ayudaba a que las cosas se quedaran en su sitio.
Cuando por fin lo localicé, pude ver como había acabado por sentarse con la chica de cabellos rojos de hacia un rato, parecía que su sonrisa era inquebrantable... Pese a que la chica parecía algo incomoda. Pero habían cerrado la ventana.
- Maldito guaperas... - Murmuré por lo bajo.
Entonces oi un golpe de jarra sobre la madera, seguido de un par de risas.
Giré mi mirada hacia un rincón algo más oscuro, donde un par de hombres con aspecto de mercenarios estaban sentados jugando a una especie de juego de cartas con un par de monedas en la mesa. Me levanté como pude, tambaleándome un poco al empezar a hacerlo, y me dirigí hacia allí.
El más grande de los tres jugadores me miró con algo de suspicacia.
- Cuidado, borrachuzo... Este es un juego serio y no queremos que lo estropees.
- Tranquilo, grandullón. - Dije tan serio como pude con el hedor de alcohol saliendo de mi boca. - Solo vengo a ver a que mierdas jugáis.
- ¿No conoces Reinos de Guerra? - Pregunto el más menudo de los tres, que parecía ser un arquero por el arco corto que colgaba de su espalda. - Es bastante popular por aquí.
- ¿En que conseste? - Pregunté tomando una silla de una mesa de al lado sin preguntar si era usada.
- Tomas el papel de uno de cuatro ejércitos. Cada juego tiene tres rondas, pero solo puedes robar un total de diez cartas en todo el juego. Si consigues ganar dos rondas al rival, vences, pero no es conveniente usar todas las cartas en la primera ronda o entonces te quedaras vulnerable en las otras dos. - Explico el más viejo de los tres. Parecía un maestro de bestias.
Asentí despacio. No era un juego realmente difícil. Simplemente había que saber averiguar que cartas tenia tu adversario.
- Yo juego con los licantropos. - Dijo el grandullón. - Solo que tengo una mierda de cartas...
- Yo voy con los elfos, y me parece que voy a ganar. - Dijo el arquero.
- Y yo voy con los humanos. No tengo muchas posibilidades, no.
- ¿Cual es el ultimo ejercito?
- Los Brujos.
Como no... Pensé en silencio.
- ¿Puedo unirme?
- ¿Tienes monedas? - Preguntó el arquero con una sonrisa.
- Aun no. Pero pienso quedarme con todas las vuestras. - Dije sereno aceptando la baraja de cartas que me ofrecía el viejo. - Por ahora, me apuesto mi daga y... - Mire alrededor, buscando algo de valor. Entonces vi al albino y sonreí por debajo de la bufanda. - Y la espada de mi amigo el albino. Vale sus buenas monedas.
Los tres mercenarios miraron entonces al albino, que parecio coscarse de la mirada y me miro inquisitivo. Yo baje mi bufanda y le sonrei.
Los mercenarios se miraron y el viejo se encojio de hombros.
- Juguemos pues.
Erenair
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
Con una tímida pero hermosa voz añadió con algunos nervios claramente apreciables que se llamaba Eléanör. Parecía que en verdad mi presencia había acabado con su sosegada y tranquila actitud. "Soy un inútil, desde cuando voy acosando a bellas jóvenes por la vida."-pensé dándome cuenta de lo poco inteligente que era a veces. Para evitar sentirme mal conmigo mismo e intentar caerla mejor solo se me ocurrió una cosa. Uno de los pocos recuerdos de mis padres que se habían quedado grabados en mi memoria era la frase que ambos me decían: "Nunca es tarde para disculparse y continuar", que por primera vez en mucho tiempo decidí utilizar de forma literal.
-Oye, perdóname Eléanör, he sido muy poco respetuoso al aparecer como desconocido que soy sin ningún tipo de sentido, yo... me llamo Azfanath, encantado de conocerte.-añadí mientras la miraba y mis mejillas comenzaban a adquirir unos tonos rojizos. Era como si me hubiera transmitido sus nervios, aunque era obvio que alguien que a pesar de ser tan espontáneo sea tan tímido como yo actuara de ese modo.
Mientras pensaba seriamente cómo continuar la conversación con aquella chica me dio por mirar si aquel borracho enigmático seguía allí. Me fijé en el lugar donde antes me había sentado junto a él y no estaba. "Quizás ya se habrá ido."-pensé, en verdad no me importaba mucho aquel borracho que era incapaz de saludar correctamente, ni siquiera habíamos mantenido una conversación como tal, solo pronunció una palabra que solo daba a entender que quería más de ese brebaje con alto contenido de alcohol.
Ya estaba acabando de hacer una pasada rápida con la vista para confirmar su ausencia cuando sentí que alguien me miraba. Rápidamente seguí mi instinto y encontré aquella mirada. Era ese hombre junto a lo que parecían tres mercenarios. Lo máximo que pude ver aparte de que todos me observaron fijamente durante un instante como si buscaran algo de mi fue que jugaban a algún tipo de juego.
Al no entender el sentido de sus miradas no le di más importancia y me di la vuelta volviendo a mirar de frente a aquella joven. En ese tiempo me había dado tiempo a pensar sobre qué podía preguntarla, así que quité a esos borrachos de mis pensamientos y me dispuse a preguntar.
Y....¿Qué hace una joven como tú en este lugar lleno de borrachos?-mientras esperaba su contestación algo sonrojado me quedé algo atontado con su belleza, pero fui capaz de disimularlo para no parecer ningún tipo de borracho salido.
En verdad yo siempre había sido así de tímido siempre, por lo que nunca pude estar tan cerca de una muchacha y mantener una conversación normal, quizá eso había sido aquel impulso que me hizo acercarme a ella y saludarla, aunque seguía teniendo mis dudas respecto a ello..
-Oye, perdóname Eléanör, he sido muy poco respetuoso al aparecer como desconocido que soy sin ningún tipo de sentido, yo... me llamo Azfanath, encantado de conocerte.-añadí mientras la miraba y mis mejillas comenzaban a adquirir unos tonos rojizos. Era como si me hubiera transmitido sus nervios, aunque era obvio que alguien que a pesar de ser tan espontáneo sea tan tímido como yo actuara de ese modo.
Mientras pensaba seriamente cómo continuar la conversación con aquella chica me dio por mirar si aquel borracho enigmático seguía allí. Me fijé en el lugar donde antes me había sentado junto a él y no estaba. "Quizás ya se habrá ido."-pensé, en verdad no me importaba mucho aquel borracho que era incapaz de saludar correctamente, ni siquiera habíamos mantenido una conversación como tal, solo pronunció una palabra que solo daba a entender que quería más de ese brebaje con alto contenido de alcohol.
Ya estaba acabando de hacer una pasada rápida con la vista para confirmar su ausencia cuando sentí que alguien me miraba. Rápidamente seguí mi instinto y encontré aquella mirada. Era ese hombre junto a lo que parecían tres mercenarios. Lo máximo que pude ver aparte de que todos me observaron fijamente durante un instante como si buscaran algo de mi fue que jugaban a algún tipo de juego.
Al no entender el sentido de sus miradas no le di más importancia y me di la vuelta volviendo a mirar de frente a aquella joven. En ese tiempo me había dado tiempo a pensar sobre qué podía preguntarla, así que quité a esos borrachos de mis pensamientos y me dispuse a preguntar.
Y....¿Qué hace una joven como tú en este lugar lleno de borrachos?-mientras esperaba su contestación algo sonrojado me quedé algo atontado con su belleza, pero fui capaz de disimularlo para no parecer ningún tipo de borracho salido.
En verdad yo siempre había sido así de tímido siempre, por lo que nunca pude estar tan cerca de una muchacha y mantener una conversación normal, quizá eso había sido aquel impulso que me hizo acercarme a ella y saludarla, aunque seguía teniendo mis dudas respecto a ello..
Azfa
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
Respiró hondo, no parecía mala persona, más bien al contrario, al notar su incomodidad, daba la sensación de haber reflexionado y reculado un poco en su comportamiento. Ely pudo relajar un poco sus nervios y escuchar con la mente algo más abierta la disculpa del joven albino que se hacía llamar Azfanath. Asintió apartando la mirada antes de devolverla con cierta timidez, nunca se acostumbraría a la espontaneidad humana.
La primera vez que vio a un humano fue a los tres años, un joven que se perdió en el bosque en busca de la playa, la vio mientras practicaba los pasos para el primer examen para subir a aprendiz de sacerdotisa, todas las jóvenes de la aldea querían formar parte de una de las siete aprendices, pero pocas eran las niñas que lograban serlo. El resto quedaba siempre relegado a ser, guerreras para el clan. Y, en realidad, debía a ese humano el ser quien era, le había ayudado a llegar a la playa, perdiendo el examen, pero cuando la madre había escuchado la razón de su tardanza, había decidido que era digna de ser aprendiz.
Lo más importante en el clan, lo más importante para formar parte del círculo, era la bondad, o eso decía siempre la gran madre, y parecía que su inocencia infantil había conseguido calar en la mujer más que su falta de puntualidad. El caso era que jamás se le olvidaría la facilidad con la que le había pedido ayuda, mientras ella casi había salido corriendo. Eoghan, fue un caso similar, la encontró en apuros, y le faltó tiempo para ir a ayudarla. Eso le demostraba que había gente con muy buen corazón, a pesar de las historias circulantes por su hogar, y que, aun con el miedo, valía la pena tender un puente.
- No importa.- intentó sonreír ante la disculpa, con suavidad.- un placer.- murmuró sonriéndole por fin abiertamente.
Dio un trago de su jarra de agua y esperó en silencio a que él fuera quien hablara, después de todo, quien había tomado asiento, era él también. Siguió la mirada del chico, preguntándose que buscaría, sin mover más que los ojos, hasta que sintió la mirada, esta vez tímida, del muchacho, posarse sobre sus rasgos nuevamente. Se cogió un par de mechones de pelo intentando cubrir más su propia cara, temerosa de que sus pequeñas orejas puntiagudas salieran a la luz.
- Pues... la verdad, venía del mercado, y me ha entrado algo de hambre, solo... he entrado, no sabía el tipo de taberna que era hasta cruzar la puerta, y al hacerlo, me sabía mal marcharme...- confesó avergonzada.- ¿y... tú?- preguntó.
A penas unos minutos después, un fuerte estruendo se escuchó desde su espalda. Tensa, se giró con lentitud tras tensarse en la silla. Uno de los hombretones que se habían sentado un par de mesas más allá, enfurecido, se había levantado tirando la silla al suelo, y con la cara roja, las venas hinchadas y un claro mal humor en los ojos, alzó la mesa con violencia y la mandó a volar por el local. Asustada, la pequeña elfa se escondió bajo la mesa escuchando el chasquido de la madera al romperse y el grito de la mujer embarazada que le había servido.
Una copa debía haber caído al suelo, porque el sonido de cristales fue lo que siguió al de la madera y una silla se arrastró violentamente por el suelo hasta caer y dar contra la pegajosa tarima. Tragó saliva, temblando, y se abrazó a si misma rezando porque la pelea pasara pronto. los ojos comenzaban a inundarse de lágrimas y el deseo de que Eoghan estuviera allí iba en aumento, pero no quería ni debía gritar en busca de ayuda, debía aprender a sacarse las castañas del fuego ella sola. Sacó sus agujas untadas en veneno, solo rezaba por no tener que usarlas. Le temblaban las manos y por una mejilla comenzó a resbalar una gota traicionera, si empezaba a controlarla el miedo, explotaría, literalmente, y el local quedaría cegado por su luz blanca. Lo que estaba sucediendo no era la mejor opción para una mujer embarazada como lo era la tabernera.
La primera vez que vio a un humano fue a los tres años, un joven que se perdió en el bosque en busca de la playa, la vio mientras practicaba los pasos para el primer examen para subir a aprendiz de sacerdotisa, todas las jóvenes de la aldea querían formar parte de una de las siete aprendices, pero pocas eran las niñas que lograban serlo. El resto quedaba siempre relegado a ser, guerreras para el clan. Y, en realidad, debía a ese humano el ser quien era, le había ayudado a llegar a la playa, perdiendo el examen, pero cuando la madre había escuchado la razón de su tardanza, había decidido que era digna de ser aprendiz.
Lo más importante en el clan, lo más importante para formar parte del círculo, era la bondad, o eso decía siempre la gran madre, y parecía que su inocencia infantil había conseguido calar en la mujer más que su falta de puntualidad. El caso era que jamás se le olvidaría la facilidad con la que le había pedido ayuda, mientras ella casi había salido corriendo. Eoghan, fue un caso similar, la encontró en apuros, y le faltó tiempo para ir a ayudarla. Eso le demostraba que había gente con muy buen corazón, a pesar de las historias circulantes por su hogar, y que, aun con el miedo, valía la pena tender un puente.
- No importa.- intentó sonreír ante la disculpa, con suavidad.- un placer.- murmuró sonriéndole por fin abiertamente.
Dio un trago de su jarra de agua y esperó en silencio a que él fuera quien hablara, después de todo, quien había tomado asiento, era él también. Siguió la mirada del chico, preguntándose que buscaría, sin mover más que los ojos, hasta que sintió la mirada, esta vez tímida, del muchacho, posarse sobre sus rasgos nuevamente. Se cogió un par de mechones de pelo intentando cubrir más su propia cara, temerosa de que sus pequeñas orejas puntiagudas salieran a la luz.
- Pues... la verdad, venía del mercado, y me ha entrado algo de hambre, solo... he entrado, no sabía el tipo de taberna que era hasta cruzar la puerta, y al hacerlo, me sabía mal marcharme...- confesó avergonzada.- ¿y... tú?- preguntó.
A penas unos minutos después, un fuerte estruendo se escuchó desde su espalda. Tensa, se giró con lentitud tras tensarse en la silla. Uno de los hombretones que se habían sentado un par de mesas más allá, enfurecido, se había levantado tirando la silla al suelo, y con la cara roja, las venas hinchadas y un claro mal humor en los ojos, alzó la mesa con violencia y la mandó a volar por el local. Asustada, la pequeña elfa se escondió bajo la mesa escuchando el chasquido de la madera al romperse y el grito de la mujer embarazada que le había servido.
Una copa debía haber caído al suelo, porque el sonido de cristales fue lo que siguió al de la madera y una silla se arrastró violentamente por el suelo hasta caer y dar contra la pegajosa tarima. Tragó saliva, temblando, y se abrazó a si misma rezando porque la pelea pasara pronto. los ojos comenzaban a inundarse de lágrimas y el deseo de que Eoghan estuviera allí iba en aumento, pero no quería ni debía gritar en busca de ayuda, debía aprender a sacarse las castañas del fuego ella sola. Sacó sus agujas untadas en veneno, solo rezaba por no tener que usarlas. Le temblaban las manos y por una mejilla comenzó a resbalar una gota traicionera, si empezaba a controlarla el miedo, explotaría, literalmente, y el local quedaría cegado por su luz blanca. Lo que estaba sucediendo no era la mejor opción para una mujer embarazada como lo era la tabernera.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
Todos y cada uno de ellos hacían trampas.
El juego en su inicio no era complicado. Tenias que aplicar las cartas de diferentes valores que te tocaban de forma aleatoria y saber ganar tantas rondas como fuera posible... Pero lo importante aquí no era el juego como tal, sino los trucos que cada uno de ellos hacia.
El más grandullón era el más descarado. Vigilando que nadie le mirase, sacaba una carta de su guante de vez en cuando y la sustituía por otra para que nadie notase que tenia más cartas de las reglamentarias. El arquero, por su lado, estaba claro que estaba tratando por un lado de contar las cartas de valor y hacer un calculo mental. Quizás le hubiera ido bien en otra partida, pero no en esta.
Y luego estaba el viejo. Que he de decir que era el que disimulaba mejor su engaño. Al ser amo de bestias, puntualmente se giraba hacia un lado de la mesa que quedaba a la sombra. Al principio no lo vi, pero tras acostumbrarme un poco a la luz, pude ver que ahí había un perro. Su truco consistía en meter la mano por debajo de su collar y sacar otra carta disimuladamente, similar a como lo hacia el grandullón, pero de forma mucho más disimulada.
Así que decidí aprovecharme de sus trampas.
Por debajo de la mesa, moví de nuevo las manos hacia mi baraja, trayendo hacia mi las cartas que cuidadosamente había dejado en la parte superior. Todas y cada una de ellas con los valores más altos y las habilidades más destructivas. Ni siquiera me moleste en trate de perder al principio. Esos tíos solo hablaban de trabajo mientras jugaban... Y era muy aburrido. Con otro gesto más, hice que el collar del chucho se soltara, abriendo su ervilla. Al jugar las cartas, los números del arquero se rompieron completamente, haciendo que perdiera la cuenta. Y en cuanto al imbécil del gigante, simplemente se quedo tan embobado mirando mis cifras que se le olvido sumar.
La partida acabo cuando coloque la ultima carta sobre la mesa.
- Gané. - Dije simplemente apoyándome en la silla, con tranquilidad.
Mientras que el viejo se cayó sin decir nada, el arquero me miraba con suspicacia... Y el gigante parecía estar a punto de explotar.
Con un gesto brusco, lanzo la mesa por los aires, haciendo volar mi daga y el dinero que había ganado en esa partida de taimados. Seguí con la mirada la bolsa de monedas para no perderlas de vista. No quería irme sin mi dinero.
- Tu....- Dijo babeando. - ¡Tu has hecho trampas!
- Me ofendes. - Dije teatralmente colocando una mano sobre mi pecho, como si realmente me hubiera ofendido. - Soy una persona justa y honesta.
- Lo cierto es que has jugado sorprendentemente bien para no saber jugar... - Dijo el viejo, mirándome de reojo de brazos cruzados.
- Aprendo muy rápido.
- Ya... - Añadió el arquero, quien se había acabado por levantar. - ¿Y porque no me lo creo?
- Es vuestro problema de ser así...
Esto no iba a acabar bien de ninguna de las maneras.
- Bueno... - Dije levantándome con un gesto de manos. - Ha sido un placer jugar con vosotros, pero me tengo que ir...
Cuando me giré, note la brisa de algo pasando a escasos centímetros de mi cabeza, impactando unos metros más alla, en la barra. Me fije en como la flecha seguía moviéndose ligeramente tras impactar.
- Eres rápido... - Le dije al arquero tomando una jarra de vino que alguien había dejado por ahí y girándome a mirar a los mercenarios, que ahora estaban los tres de pie. Lo cierto es que casi todo el mundo se había ido.
- El más rápido. - Dijo el arquero tensando de nuevo una flecha.
Miré a los tres y mire a mi vino. Tenia un plan... Pero era probable que conjurar el hechizo me llevara más tiempo que lo que le llevaría a ese arquero atravesarme la cabeza de un flechazo...
¿Que podía hacer?
El juego en su inicio no era complicado. Tenias que aplicar las cartas de diferentes valores que te tocaban de forma aleatoria y saber ganar tantas rondas como fuera posible... Pero lo importante aquí no era el juego como tal, sino los trucos que cada uno de ellos hacia.
El más grandullón era el más descarado. Vigilando que nadie le mirase, sacaba una carta de su guante de vez en cuando y la sustituía por otra para que nadie notase que tenia más cartas de las reglamentarias. El arquero, por su lado, estaba claro que estaba tratando por un lado de contar las cartas de valor y hacer un calculo mental. Quizás le hubiera ido bien en otra partida, pero no en esta.
Y luego estaba el viejo. Que he de decir que era el que disimulaba mejor su engaño. Al ser amo de bestias, puntualmente se giraba hacia un lado de la mesa que quedaba a la sombra. Al principio no lo vi, pero tras acostumbrarme un poco a la luz, pude ver que ahí había un perro. Su truco consistía en meter la mano por debajo de su collar y sacar otra carta disimuladamente, similar a como lo hacia el grandullón, pero de forma mucho más disimulada.
Así que decidí aprovecharme de sus trampas.
Por debajo de la mesa, moví de nuevo las manos hacia mi baraja, trayendo hacia mi las cartas que cuidadosamente había dejado en la parte superior. Todas y cada una de ellas con los valores más altos y las habilidades más destructivas. Ni siquiera me moleste en trate de perder al principio. Esos tíos solo hablaban de trabajo mientras jugaban... Y era muy aburrido. Con otro gesto más, hice que el collar del chucho se soltara, abriendo su ervilla. Al jugar las cartas, los números del arquero se rompieron completamente, haciendo que perdiera la cuenta. Y en cuanto al imbécil del gigante, simplemente se quedo tan embobado mirando mis cifras que se le olvido sumar.
La partida acabo cuando coloque la ultima carta sobre la mesa.
- Gané. - Dije simplemente apoyándome en la silla, con tranquilidad.
Mientras que el viejo se cayó sin decir nada, el arquero me miraba con suspicacia... Y el gigante parecía estar a punto de explotar.
Con un gesto brusco, lanzo la mesa por los aires, haciendo volar mi daga y el dinero que había ganado en esa partida de taimados. Seguí con la mirada la bolsa de monedas para no perderlas de vista. No quería irme sin mi dinero.
- Tu....- Dijo babeando. - ¡Tu has hecho trampas!
- Me ofendes. - Dije teatralmente colocando una mano sobre mi pecho, como si realmente me hubiera ofendido. - Soy una persona justa y honesta.
- Lo cierto es que has jugado sorprendentemente bien para no saber jugar... - Dijo el viejo, mirándome de reojo de brazos cruzados.
- Aprendo muy rápido.
- Ya... - Añadió el arquero, quien se había acabado por levantar. - ¿Y porque no me lo creo?
- Es vuestro problema de ser así...
Esto no iba a acabar bien de ninguna de las maneras.
- Bueno... - Dije levantándome con un gesto de manos. - Ha sido un placer jugar con vosotros, pero me tengo que ir...
Cuando me giré, note la brisa de algo pasando a escasos centímetros de mi cabeza, impactando unos metros más alla, en la barra. Me fije en como la flecha seguía moviéndose ligeramente tras impactar.
- Eres rápido... - Le dije al arquero tomando una jarra de vino que alguien había dejado por ahí y girándome a mirar a los mercenarios, que ahora estaban los tres de pie. Lo cierto es que casi todo el mundo se había ido.
- El más rápido. - Dijo el arquero tensando de nuevo una flecha.
Miré a los tres y mire a mi vino. Tenia un plan... Pero era probable que conjurar el hechizo me llevara más tiempo que lo que le llevaría a ese arquero atravesarme la cabeza de un flechazo...
¿Que podía hacer?
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
Mientras continuaba mirándola me dijo que simplemente había llegado a este lugar por puro hambre, segundos después me preguntó qué hacía yo allí.
-En verdad, he venido aquí ya que tenía algo de sed, llevo deambulando sin destino durante semanas hasta que me planté frente a esta ciudad. Como puedes ver, mi vida es bastante aburrida, por eso en mi travesía busco conocer gente agradable con la que conversar... c-como tú -añadí sonriente y con las mejillas algo coloradas y no precisamente por ingerir alcohol.
No pasaron más que unos instantes cuando oí un gran estruendo que provenía del lugar donde el borracho de antes se había sentado a jugar a lo que parecía ser un juego de cartas con unos mercenarios. Uno de ellos tres había lanzado una mesa volando con ira, parecía que había perdido, pero él no era el único que parecía cabreado, cuando el borracho se disponía a marcharse uno de los mercenarios le disparó un proyectil sin avisar a milímetros de su cuerpo.
Parecía que esos tres querían ajustar cuentas con aquel muchacho. Desvié la mirada durante un instante y vi que la adorable muchacha se había escondido debajo de la mesa con una cara que describía el terror con todo detalle. No me detuve a pensarlo, solo actué.
-Eléanör, quédate aquí, no tengas miedo, voy a ver si puedo hacer algo...-acto seguido me levanté y me acerque a aquellos individuos y fui a preguntar que ocurría. No sé si por metomentodo o por el simple hecho de no querer darme detalles, nadie me contestó, pero pude observar que se iba a disputar una pelea entre el borracho y los tres mercenarios. No era una pelea justa, así que desenvainé mi espada y me coloqué al lado de aquel hombre enigmático.
-Espero ser de utilidad y no acabar con tu paciencia esta vez.- sonreí sarcásticamente. En ese momento estuve esperando su señal para atacar, o que los otros tomaran la iniciativa.
"¿Por qué he venido a defender a ese hombre?"- pensé. Supuse que mi instinto buscaba justicia intentando nivelar la pelea que iba a comenzar en pocos segundos.
-En verdad, he venido aquí ya que tenía algo de sed, llevo deambulando sin destino durante semanas hasta que me planté frente a esta ciudad. Como puedes ver, mi vida es bastante aburrida, por eso en mi travesía busco conocer gente agradable con la que conversar... c-como tú -añadí sonriente y con las mejillas algo coloradas y no precisamente por ingerir alcohol.
No pasaron más que unos instantes cuando oí un gran estruendo que provenía del lugar donde el borracho de antes se había sentado a jugar a lo que parecía ser un juego de cartas con unos mercenarios. Uno de ellos tres había lanzado una mesa volando con ira, parecía que había perdido, pero él no era el único que parecía cabreado, cuando el borracho se disponía a marcharse uno de los mercenarios le disparó un proyectil sin avisar a milímetros de su cuerpo.
Parecía que esos tres querían ajustar cuentas con aquel muchacho. Desvié la mirada durante un instante y vi que la adorable muchacha se había escondido debajo de la mesa con una cara que describía el terror con todo detalle. No me detuve a pensarlo, solo actué.
-Eléanör, quédate aquí, no tengas miedo, voy a ver si puedo hacer algo...-acto seguido me levanté y me acerque a aquellos individuos y fui a preguntar que ocurría. No sé si por metomentodo o por el simple hecho de no querer darme detalles, nadie me contestó, pero pude observar que se iba a disputar una pelea entre el borracho y los tres mercenarios. No era una pelea justa, así que desenvainé mi espada y me coloqué al lado de aquel hombre enigmático.
-Espero ser de utilidad y no acabar con tu paciencia esta vez.- sonreí sarcásticamente. En ese momento estuve esperando su señal para atacar, o que los otros tomaran la iniciativa.
"¿Por qué he venido a defender a ese hombre?"- pensé. Supuse que mi instinto buscaba justicia intentando nivelar la pelea que iba a comenzar en pocos segundos.
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
Se sonrojó un poco pero sonrió aliviada, no parecía mal chico y tampoco le daba la impresión de que intentase mentir, calmó sus nervios y sonrió para si, si la vida del joven de pelo blanco era aburrida, la suya debía ser puro sopor. Solo Eoghan rompía esa monotonía absurda que tendía a rodearla. No era la típica chica que protagoniza aventuras, no era de las que salvaba gente ni tampoco de las que se metía en líos en los que necesitara a alguien que la protegiera, era solo una chiquilla de aldea, pacífica y más metida en los libros que en las nubes, que había tenido la suerte de salir al mundo y encontrarse a un chico lo bastante dulce y atento como para mostrarle l mundo exterior y sus peligros protegiéndola de todo en el proceso.
Tal vez por eso cuando estalló la pelea y se escondió bajo la mesa, los nervios pudieron con ella. Mientras los golpes se escuchaban a sus espaldas, tras la desaparición del chico albino que le había dicho que se mantuviera escondida para estar segura, comenzó a sentir ese cosquilleo. El miedo que la recorría hacía acelerar su sangre, su garganta se había cerrado y las lágrimas llenaban sus ojos, el pecho le golpeaba con tal fuerza que parecía ir a romperse.
- Eo...- musitó aterrada como una niña que llama a su padre porque se ha caído.
Las manos le empezaron a temblar con fuerza, y, cuando la primera lagrima calló golpeando el suelo, la luz comenzó a salir de ella, estallando y llenando el cuarto. El estallido la dejó mareada, mientras los ojos de los que se habían ido a enfrentar al albino y al joven que jugaba con ellos echaban chiribitas, cegados y mareados. Estarían así un rato. Cuando estallaba, no solo ella quedaba medio ida por el cansancio, si no que los que recibían la fuerza de la luz que explotaba desde ella, quedaban totalmente ciegos durante un rato.
Salió a gatas de la mesa y respiró hondo mirando a los dos chicos que habían estado de espaldas a ella, la taberna había quedado en silencio y la chica seguía llorando mientras los jugadores se restregaban los ojos en un intento vano por recuperar su visión, tardarían lo bastante como para, si ella pudiera correr, estar ya lejos, lo suficientemente lejos como para que no los cogieran.
- Ah... es... co...corred.- pudo decir aun con lagrimillas saliendo a trompicones de la taberna.
A penas llegó a la esquina antes de caer agotada sin poder correr más, después de todo su energía había salido de ella en esa explosión de luz dejándola agotada. Al menos había dado la oportunidad al tabernero de parar la disputa y a los dos que intentaban parar a los provocadores la de escapar. Algo era algo.
Off: Uso de habilidad de nivel 1.
Tal vez por eso cuando estalló la pelea y se escondió bajo la mesa, los nervios pudieron con ella. Mientras los golpes se escuchaban a sus espaldas, tras la desaparición del chico albino que le había dicho que se mantuviera escondida para estar segura, comenzó a sentir ese cosquilleo. El miedo que la recorría hacía acelerar su sangre, su garganta se había cerrado y las lágrimas llenaban sus ojos, el pecho le golpeaba con tal fuerza que parecía ir a romperse.
- Eo...- musitó aterrada como una niña que llama a su padre porque se ha caído.
Las manos le empezaron a temblar con fuerza, y, cuando la primera lagrima calló golpeando el suelo, la luz comenzó a salir de ella, estallando y llenando el cuarto. El estallido la dejó mareada, mientras los ojos de los que se habían ido a enfrentar al albino y al joven que jugaba con ellos echaban chiribitas, cegados y mareados. Estarían así un rato. Cuando estallaba, no solo ella quedaba medio ida por el cansancio, si no que los que recibían la fuerza de la luz que explotaba desde ella, quedaban totalmente ciegos durante un rato.
Salió a gatas de la mesa y respiró hondo mirando a los dos chicos que habían estado de espaldas a ella, la taberna había quedado en silencio y la chica seguía llorando mientras los jugadores se restregaban los ojos en un intento vano por recuperar su visión, tardarían lo bastante como para, si ella pudiera correr, estar ya lejos, lo suficientemente lejos como para que no los cogieran.
- Ah... es... co...corred.- pudo decir aun con lagrimillas saliendo a trompicones de la taberna.
A penas llegó a la esquina antes de caer agotada sin poder correr más, después de todo su energía había salido de ella en esa explosión de luz dejándola agotada. Al menos había dado la oportunidad al tabernero de parar la disputa y a los dos que intentaban parar a los provocadores la de escapar. Algo era algo.
Off: Uso de habilidad de nivel 1.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
Al ver al joven guaperas ponerse a mi lado, no pude sino mirarlo sorprendido un instante antes de volver la atención al grupo.
Cierto era que un filo más siempre venia bien... Pero el gesto altruista de ese hombre me hacia sentir... Extraño. Como si de alguna forma, por la razón que fuera, en ese puto cuento yo era la damisela que el galante apuesto estaba rescatando de un peligro inminente. Se me revolvió el estomago ante la idea, mientras miraba al maestro de bestias, que sujetaba por una correa al Can.
- Mi paciencia lleva agotada toda mi vida, albino... - Dije yo para que solo el me oyera.
Pero entonces algo llamo mi atención. La chica de cabellos carmesíes. Con quien el chico había estado hablando hacia unos instantes. Estaba bajo la mesa y, por su reacción, pude adivinar dos cosas:
La primera, que esa chica tenia magia.
La segunda, que más valía cerrar los ojos.
De un gesto rápido, tomé el hombro del espadachín que me acompaño, dando la espalda a la chica y notando entonces un blanco intenso a mi alrededor, únicamente roto por la negra sombra que mi compañero y yo dibujamos en el suelo.
Al alzar la vista, los tres matones se tambaleaban de un lado a otro, tratando de ver algo mientras murmuraban cosas como "No veo" "Estoy ciego".
No me lo pensé demasiado: Corrí hacia la mesa esquivando los matones y cogí la saca de aeros junto con mi daga.
- Ah... es... co...corred. -Dijo la maga, trotando como podía hacia la puerta de la taberna.
No esperé a nadie. Salí tras ella y la adelante sin esfuerzo, notando como el albino también venia tras de mi. Pero al llegar a la mitad de la segunda calle, notamos un golpe seco en el suelo.
Al girarnos, la chica pelirroja estaba tendida ahí, respirando entrecortadamente.
- Me cago en la... - Maldije acercándome a ella. - ¡No es buen sitio para dormir, niña!
La cargué encima y me puse al lado del albino, haciéndole un gesto de cabeza que dejo bastante clara la idea.
"Hay que desaparecer".
Cierto era que un filo más siempre venia bien... Pero el gesto altruista de ese hombre me hacia sentir... Extraño. Como si de alguna forma, por la razón que fuera, en ese puto cuento yo era la damisela que el galante apuesto estaba rescatando de un peligro inminente. Se me revolvió el estomago ante la idea, mientras miraba al maestro de bestias, que sujetaba por una correa al Can.
- Mi paciencia lleva agotada toda mi vida, albino... - Dije yo para que solo el me oyera.
Pero entonces algo llamo mi atención. La chica de cabellos carmesíes. Con quien el chico había estado hablando hacia unos instantes. Estaba bajo la mesa y, por su reacción, pude adivinar dos cosas:
La primera, que esa chica tenia magia.
La segunda, que más valía cerrar los ojos.
De un gesto rápido, tomé el hombro del espadachín que me acompaño, dando la espalda a la chica y notando entonces un blanco intenso a mi alrededor, únicamente roto por la negra sombra que mi compañero y yo dibujamos en el suelo.
Al alzar la vista, los tres matones se tambaleaban de un lado a otro, tratando de ver algo mientras murmuraban cosas como "No veo" "Estoy ciego".
No me lo pensé demasiado: Corrí hacia la mesa esquivando los matones y cogí la saca de aeros junto con mi daga.
- Ah... es... co...corred. -Dijo la maga, trotando como podía hacia la puerta de la taberna.
No esperé a nadie. Salí tras ella y la adelante sin esfuerzo, notando como el albino también venia tras de mi. Pero al llegar a la mitad de la segunda calle, notamos un golpe seco en el suelo.
Al girarnos, la chica pelirroja estaba tendida ahí, respirando entrecortadamente.
- Me cago en la... - Maldije acercándome a ella. - ¡No es buen sitio para dormir, niña!
La cargué encima y me puse al lado del albino, haciéndole un gesto de cabeza que dejo bastante clara la idea.
"Hay que desaparecer".
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
Ya estábamos listos para nuestra ofensiva y lo único que pude obtener de respuesta del joven fue que su paciencia llevaba agotada toda su vida, cosa que me alivió al saber que yo no era una gran molestia para él. Ya con nuestras armas en mano, listos a cualquier tipo de señal o instinto para comenzar, fue cuando la joven Eléanör, asustada y debajo de la mesa utilizó algún tipo de magia. Antes de que pudiera concretar que estaba haciendo exactamente el hombre tiró de mi evitando que mirase hacia la chica. Una potente luz resplandeciente cegó a todos los presentes salvo a nosotros, ya que estábamos de espaldas a ella. Tras eso nos indicó con una débil y aterrada voz que corriéramos mientras ella salía del local.
El hombre no dudó ni un momento y tras coger una bolsa de aeros echó a correr detrás de ella. No iba a ser yo quién se quedase allí solo a rendir cuentas para cuando esa multitud recuperara la visión, así que les seguí sin pensármelo dos veces.
Tras una corta distancia de huida la chica cayó al suelo, se ve que tantos nervios más el cansancio por utilizar la magia y aquella carrera para escapar de la posada habían acabado con gran parte de sus fuerzas. El joven tras expresar unas ideas soeces por aquella situación cargó con la niña y me miró. En ese momento comprendí que debíamos huir los tres juntos.
Tras alejarnos lo suficiente como para poder parar sin miedo a que un grupo de personas viniera a plantarnos cara suspiré y pregunté si ambos estaban bien. Pude observar que la joven seguía algo cansada, cosa que la impediría desplazarse con normalidad durante cierto tiempo, así que decidí que lo mejor sería quedarse en aquel callejón donde nos habíamos parado para recuperar las fuerzas. Aprovechando por fin esta situación de relativa tranquilidad decidí romper el hielo hablando, típico de un bocazas de mi calibre.
-Hemos estado muy sincronizados esta vez, realmente hacemos un buen equipo.- añadí entre carcajadas aunque todavía seguía algo preocupado por la extraña y profunda fatiga de Eléanör. Tomé la decisión de callarme porque la mirada de aquel hombre no transmitía una sensación de querer continuar hablando, ni por su parte, ni por la mía.
Me senté a reflexionar en silencio para analizar todos aquellos aspectos que habían ocurrido en este exageradamente breve periodo de tiempo. Había conocido a dos personas, de personalidad extremadamente opuesta con las que había conversado, o por lo menos con ella, ya que con él no había sido capaz de continuar un diálogo de más de dos intervenciones, pero tampoco estaba disconforme, ya que no se le puede pedir a la gente que actúe contigo según tus intereses. Lo curioso de aquella situación es que sin conocernos nos habíamos ayudado mutuamente, de forma extrañamente altruista.
El hombre no dudó ni un momento y tras coger una bolsa de aeros echó a correr detrás de ella. No iba a ser yo quién se quedase allí solo a rendir cuentas para cuando esa multitud recuperara la visión, así que les seguí sin pensármelo dos veces.
Tras una corta distancia de huida la chica cayó al suelo, se ve que tantos nervios más el cansancio por utilizar la magia y aquella carrera para escapar de la posada habían acabado con gran parte de sus fuerzas. El joven tras expresar unas ideas soeces por aquella situación cargó con la niña y me miró. En ese momento comprendí que debíamos huir los tres juntos.
Tras alejarnos lo suficiente como para poder parar sin miedo a que un grupo de personas viniera a plantarnos cara suspiré y pregunté si ambos estaban bien. Pude observar que la joven seguía algo cansada, cosa que la impediría desplazarse con normalidad durante cierto tiempo, así que decidí que lo mejor sería quedarse en aquel callejón donde nos habíamos parado para recuperar las fuerzas. Aprovechando por fin esta situación de relativa tranquilidad decidí romper el hielo hablando, típico de un bocazas de mi calibre.
-Hemos estado muy sincronizados esta vez, realmente hacemos un buen equipo.- añadí entre carcajadas aunque todavía seguía algo preocupado por la extraña y profunda fatiga de Eléanör. Tomé la decisión de callarme porque la mirada de aquel hombre no transmitía una sensación de querer continuar hablando, ni por su parte, ni por la mía.
Me senté a reflexionar en silencio para analizar todos aquellos aspectos que habían ocurrido en este exageradamente breve periodo de tiempo. Había conocido a dos personas, de personalidad extremadamente opuesta con las que había conversado, o por lo menos con ella, ya que con él no había sido capaz de continuar un diálogo de más de dos intervenciones, pero tampoco estaba disconforme, ya que no se le puede pedir a la gente que actúe contigo según tus intereses. Lo curioso de aquella situación es que sin conocernos nos habíamos ayudado mutuamente, de forma extrañamente altruista.
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
A penas pasaron dos segundos desde que se había caido, sin fuerzas, por la flaqueza que habían adquirido sus piernas al haber usado su energía soltando el inmenso fogonazo de luz cuando el silencioso joven que había gruñido por la ventana apareció por la esquina mirandola alterado. Al parecer no habían desaprovechado, ni él ni el joven de pelo blanco, la oportunidad de escapar. Lógico, sería de tontos no haberlo hecho, después de todo, lo primero, había aprendido, siempre, era salvar el cuello. No todos eran como Eoghan, que por su propia conciencia intentaban salvar al mundo, ni tan capaces como él. Y no es que pensara que los jovenes que habían intentado enfrentarse a los jugadores no fueran capaces, simplemente apreciaban más su vida, y le parecía algo de lo más inteligente.
Unas frases cortas fue lo unico que intercambió con ella el joven antes de echarsela al hombro y salir corriendo con la chica a sus espaldas, asustada, con ojos llorosos y mordiéndose la lengua para no gritar de la impresión mientras con sus manos finas agarraba con fuerza la camisa del joven, comenzandoe a marear. No le gustaban los trotes, no soportaba ir en carro, el caballo, si llevaba silla y corría, le era horroroso, de un tiempo a esa parte, si subía, necesitaba ir acompañada de su querido guerrero humano, y en ese momento, la carrera sumada a su debilidad no ayudaba demasiado.
Giraron, nuevamente una esquina, y siguieron corriendo hasta detenerse en un callejón oscuro en el que, por el lado contrario al que habían entrado, llegaba una luz suave y un exquisito olor a claveles, cuando la bajaron y pudo sentarse en el suelo a respirar, miró a los dos jóvenes y les sonrió, si podían llamarse equipo... si, lo habían sido, después de todo, habían salido de allí vivos, que era más de lo que podría haber esperado al ver alzarse semejantes moles de músculo de la mesa de juego.
- ¡Se deben haber ido por allí!- escuchó con su fino oído de elfa mientras unos pasos se acercaban por la amplia calle.
- Ah... allí.- señaló el lado iluminado mientras se alzaba pesadamente del suelo y caminaba tambaleante sosteniéndose de la pared.
Caminó hasta llegar a una plazoleta, probablemente privada, con una hermosa fuente en el centro, casas con jardineras repletas de flores coloradas de fuertes y brillantes pétalos, con ojas verdes. el sol, el olor del agua, el lugar, impoluto, parecía un remanso de paz, poca gente debía pasar por allí, le encantaría que Eoghan lo viera. Cansada, se dejó caer sobre la escalinata que precedía una portzuela de madera clara y miró la fuente antes de decidirse a hablar.
- Parece que aun nos buscan.- murmuró.- supongo que tardaremos un poco en poder salir de aquí sin ser vistos.- comentó dejando los codos sobre las rodillas.
Unas frases cortas fue lo unico que intercambió con ella el joven antes de echarsela al hombro y salir corriendo con la chica a sus espaldas, asustada, con ojos llorosos y mordiéndose la lengua para no gritar de la impresión mientras con sus manos finas agarraba con fuerza la camisa del joven, comenzandoe a marear. No le gustaban los trotes, no soportaba ir en carro, el caballo, si llevaba silla y corría, le era horroroso, de un tiempo a esa parte, si subía, necesitaba ir acompañada de su querido guerrero humano, y en ese momento, la carrera sumada a su debilidad no ayudaba demasiado.
Giraron, nuevamente una esquina, y siguieron corriendo hasta detenerse en un callejón oscuro en el que, por el lado contrario al que habían entrado, llegaba una luz suave y un exquisito olor a claveles, cuando la bajaron y pudo sentarse en el suelo a respirar, miró a los dos jóvenes y les sonrió, si podían llamarse equipo... si, lo habían sido, después de todo, habían salido de allí vivos, que era más de lo que podría haber esperado al ver alzarse semejantes moles de músculo de la mesa de juego.
- ¡Se deben haber ido por allí!- escuchó con su fino oído de elfa mientras unos pasos se acercaban por la amplia calle.
- Ah... allí.- señaló el lado iluminado mientras se alzaba pesadamente del suelo y caminaba tambaleante sosteniéndose de la pared.
Caminó hasta llegar a una plazoleta, probablemente privada, con una hermosa fuente en el centro, casas con jardineras repletas de flores coloradas de fuertes y brillantes pétalos, con ojas verdes. el sol, el olor del agua, el lugar, impoluto, parecía un remanso de paz, poca gente debía pasar por allí, le encantaría que Eoghan lo viera. Cansada, se dejó caer sobre la escalinata que precedía una portzuela de madera clara y miró la fuente antes de decidirse a hablar.
- Parece que aun nos buscan.- murmuró.- supongo que tardaremos un poco en poder salir de aquí sin ser vistos.- comentó dejando los codos sobre las rodillas.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
El jardín era bonito, había que reconocérselo al escultor de la fuente.
Trabajado en piedra, la representación de esta era un elaborado trabajo de un pez, a mi entender, una trucha, trazando una especie de salto y escupiendo por la boca el chorro que saltaba del agua. De piedra, para dar base al pez en el aire, un recorrido que representaba muy adecuadamente el agua en movimiento componía la parte inferior de la fuente y el surtidor como si ambos fueran parte de la misma pieza de piedra original. Un trabajo exquisito, sin lugar a dudas.
Si no fuera porque en ese momento me importara una mierda, quizás me habría fijado más en la fuente.
Sin mirar a nadie en concreto, me puse a contar las monedas de la bolsa minuciosamente, una a una y sin pararme a escuchar a ninguno de los dos en concreto. Odiaba descontarme al tratarse de dinero.
Cuando, tras un rato, acabe mi suma, sonreí debajo de la bufanda y saqué dos puñados de monedas. Me acerqué al espadachín y le tendí 20 monedas. Luego me acerqué a la chica y le di 30.
- Las deudas, en moneda o en sangre. - Dije recitando la vieja dicha que me enseñaron las calles.
Luego, me senté despreocupadamente en el suelo y mire directamente a la chica.
- ¿Que hiciste en el bar, chica? No reconozco el conjuro.
No me andaba con rodeos, puesto que realmente me mosqueaba no tener respuesta a preguntas... Pero por otro lado, me alegraba mi recién ganancia de 50 aeros. (Cantidad que no iba a revelar a mis compañeros). Mantuve mi férrea mirada en ella, puesto que, aunque también tenia preguntas para el albino, este ultimo parecía más predispuesto a hablar. Había que sacarle algo primero a la chica elfa...
Trabajado en piedra, la representación de esta era un elaborado trabajo de un pez, a mi entender, una trucha, trazando una especie de salto y escupiendo por la boca el chorro que saltaba del agua. De piedra, para dar base al pez en el aire, un recorrido que representaba muy adecuadamente el agua en movimiento componía la parte inferior de la fuente y el surtidor como si ambos fueran parte de la misma pieza de piedra original. Un trabajo exquisito, sin lugar a dudas.
Si no fuera porque en ese momento me importara una mierda, quizás me habría fijado más en la fuente.
Sin mirar a nadie en concreto, me puse a contar las monedas de la bolsa minuciosamente, una a una y sin pararme a escuchar a ninguno de los dos en concreto. Odiaba descontarme al tratarse de dinero.
Cuando, tras un rato, acabe mi suma, sonreí debajo de la bufanda y saqué dos puñados de monedas. Me acerqué al espadachín y le tendí 20 monedas. Luego me acerqué a la chica y le di 30.
- Las deudas, en moneda o en sangre. - Dije recitando la vieja dicha que me enseñaron las calles.
Luego, me senté despreocupadamente en el suelo y mire directamente a la chica.
- ¿Que hiciste en el bar, chica? No reconozco el conjuro.
No me andaba con rodeos, puesto que realmente me mosqueaba no tener respuesta a preguntas... Pero por otro lado, me alegraba mi recién ganancia de 50 aeros. (Cantidad que no iba a revelar a mis compañeros). Mantuve mi férrea mirada en ella, puesto que, aunque también tenia preguntas para el albino, este ultimo parecía más predispuesto a hablar. Había que sacarle algo primero a la chica elfa...
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
Mientras la joven se dedicaba a relajarse después de la tensión que acababa de pasar, bueno, que acabábamos de pasar los tres el hombre se dedicaba a repartir monedas de una bolsa que le vi coger al huir de la posada con una mirada alegre seguramente por tener en sus manos aquellas monedas. Ella todavía se encontraba algo tensa pero poco a poco recuperaba la respiración tranquila con la que entró a la posada antes de todo esto. El hombre con una actitud algo avariciosa pronunció unas palabras mientras nos daba algunas de sus monedas pero no causaron una gran impresión en mi las palabras sino el acto de generosidad de regalarnos parte de su "botín".
Le acepté el obsequio con una sonrisa, que intenté que comprendiera ya que él no parecía sonreír mucho, diría que nunca había sonreído por felicidad sino por otros aspectos como codicia, ahí estaba la prueba.
-Muchas gracias... Aunque con un "gracias por la ayuda compañero" también me habría servido.-añadí entre carcajadas.
Luego se dispuso a acosar a la muchacha sobre el poder que había utilizado, cosa que también me había sorprendido a mi, pero tampoco era plan de presionarla hasta que soltase todo aquello que el hombre quisiera saber de ella.
-Déjala, ¿no ves que casi le da algo en la huida? Deja que recupere el aire, seguro que va a haber tiempo de sobra para hablar.-dije mirándole sonriente.
Y ahí estábamos, cada uno con sus ideas y su forma de pensar respecto a los otros dos, pero como yo solo podía verlo desde mi forma podía apreciar que la respiración de la joven iba ralentizándose hasta alcanzar un ritmo normal mientras se escuchaba el sonido de las monedas que repartía el joven. No era la mejor de las situaciones el hecho de estar escondidos de a saber cuántos borrachos enfadados, pero mejor eso que haber recibido una paliza mortal de todos ellos por ayudarnos mutuamente.
Suspiré entre carcajadas ya que aquella sucesión de actos era algo surrealista y me decidí a continuar la conversación.
-Habrá que buscarse la vida entre los tres y cooperar para librarnos de estos individuos, aunque a algunos les guste menos que a otros...-añadí guiñándole el ojo al hombre mientras me reía.
Le acepté el obsequio con una sonrisa, que intenté que comprendiera ya que él no parecía sonreír mucho, diría que nunca había sonreído por felicidad sino por otros aspectos como codicia, ahí estaba la prueba.
-Muchas gracias... Aunque con un "gracias por la ayuda compañero" también me habría servido.-añadí entre carcajadas.
Luego se dispuso a acosar a la muchacha sobre el poder que había utilizado, cosa que también me había sorprendido a mi, pero tampoco era plan de presionarla hasta que soltase todo aquello que el hombre quisiera saber de ella.
-Déjala, ¿no ves que casi le da algo en la huida? Deja que recupere el aire, seguro que va a haber tiempo de sobra para hablar.-dije mirándole sonriente.
Y ahí estábamos, cada uno con sus ideas y su forma de pensar respecto a los otros dos, pero como yo solo podía verlo desde mi forma podía apreciar que la respiración de la joven iba ralentizándose hasta alcanzar un ritmo normal mientras se escuchaba el sonido de las monedas que repartía el joven. No era la mejor de las situaciones el hecho de estar escondidos de a saber cuántos borrachos enfadados, pero mejor eso que haber recibido una paliza mortal de todos ellos por ayudarnos mutuamente.
Suspiré entre carcajadas ya que aquella sucesión de actos era algo surrealista y me decidí a continuar la conversación.
-Habrá que buscarse la vida entre los tres y cooperar para librarnos de estos individuos, aunque a algunos les guste menos que a otros...-añadí guiñándole el ojo al hombre mientras me reía.
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
El tintineo de monedas le hizo alzar la vista curiosa. El joven de la barra, el que había apostado y enfadado a los jugadores, contaba sus ganancias. En silencio volvió a desviar su mirada hacia la fuente y se abrazó las rodillas. Realmente se metía en cada lio que no comprendía, ni como entrar ni, mucho menos, como salir. Al menos no solía hacerlo sola. No es que fuera agradable que siempre la tuvieran que rescatar, como si fuera una damisela en apuros, pero reconocía que, siendo como era, asustadiza, débil y apocada, necesitaba ese alguien, Eoghan siempre solía estar a su lado, pero cuando no era el caso, se sentía ansiosa.
No era una persona que hablase con cualquiera, no era alguien que tuviera la fuerza como para expresarse naturalmente, como hacía el joven albino hacía, no, sin el apollo de alguien conocido, no podía hablar tanto como le gustaría. Alzó la vista nuevamente, a tiempo de ver como el joven de las apuestas le tomaba la mano y dejaba caer en ella unos cuantos aeros. La sorpresa cruzó el rostro de la chica y el albino pareció tener su mismo pensamiento y expresarlo a voz viva como ella era incapaz de hacer.
Cedió, sin embargo, sin gana ninguna de tener una discusión. Y tragó saliva al escuchar la pregunta. No quería responder, si sabía de magia, tal vez fuera porque él pudiera usarla, y no era la primera vez que trataba con un brujo, pero le empezaba a dar la impresión de que eran todos unos camorristas. Y temía que, como el primero que vio, este también quisiera emprender una cruzada contra los elfos empezando por ella. Sin embargo, no había ninguna prueba de que sus suposiciones fueran ciertas, solo eran nervios y una imaginación sobrenatural llevada por una simple frase que bien podría haber estado guiada por la mera curiosidad sin tener nada que ver con las habilidades del chico.
Azfa, sin embargo, pareció comprender su malestar e intentó darle tiempo. Ely lo miro, agradecida, y tomó una bocanada de aire, pensando como decirlo antes de hablar, justo tras asentir a lo que afirmaba el chico de pelo blanco, porque, efectivamente, necesitarían algún modo de librarse de los de la taberna. Tragó saliva, ya más recuperada, y miró por unos largos segundos a los dos chicos, sin saber si confiar en ellos, como siempre, demasiado aterrada para tomar una decisión sin alguien que le diera seguridad al lado, pero no, debía tener más valor, no podía depender para siempre de alguien.
- No se como lo hago...- murmuró por fin.- es decir... desde niña, cuando me asusto, estallo en una bola de luz y... y bueno, corro, aunque no suelo llegar muy lejos, la explosión me deja sin energía y... bueno, tardo un poco en recuperarme, pero al menos me llego a poner a salvo, normalmente...- murmuró forzandose a no retirar su pelo de las orejas, era dificil no hacer un gesto que, para ella, era tan natural como respirar.
No era una persona que hablase con cualquiera, no era alguien que tuviera la fuerza como para expresarse naturalmente, como hacía el joven albino hacía, no, sin el apollo de alguien conocido, no podía hablar tanto como le gustaría. Alzó la vista nuevamente, a tiempo de ver como el joven de las apuestas le tomaba la mano y dejaba caer en ella unos cuantos aeros. La sorpresa cruzó el rostro de la chica y el albino pareció tener su mismo pensamiento y expresarlo a voz viva como ella era incapaz de hacer.
Cedió, sin embargo, sin gana ninguna de tener una discusión. Y tragó saliva al escuchar la pregunta. No quería responder, si sabía de magia, tal vez fuera porque él pudiera usarla, y no era la primera vez que trataba con un brujo, pero le empezaba a dar la impresión de que eran todos unos camorristas. Y temía que, como el primero que vio, este también quisiera emprender una cruzada contra los elfos empezando por ella. Sin embargo, no había ninguna prueba de que sus suposiciones fueran ciertas, solo eran nervios y una imaginación sobrenatural llevada por una simple frase que bien podría haber estado guiada por la mera curiosidad sin tener nada que ver con las habilidades del chico.
Azfa, sin embargo, pareció comprender su malestar e intentó darle tiempo. Ely lo miro, agradecida, y tomó una bocanada de aire, pensando como decirlo antes de hablar, justo tras asentir a lo que afirmaba el chico de pelo blanco, porque, efectivamente, necesitarían algún modo de librarse de los de la taberna. Tragó saliva, ya más recuperada, y miró por unos largos segundos a los dos chicos, sin saber si confiar en ellos, como siempre, demasiado aterrada para tomar una decisión sin alguien que le diera seguridad al lado, pero no, debía tener más valor, no podía depender para siempre de alguien.
- No se como lo hago...- murmuró por fin.- es decir... desde niña, cuando me asusto, estallo en una bola de luz y... y bueno, corro, aunque no suelo llegar muy lejos, la explosión me deja sin energía y... bueno, tardo un poco en recuperarme, pero al menos me llego a poner a salvo, normalmente...- murmuró forzandose a no retirar su pelo de las orejas, era dificil no hacer un gesto que, para ella, era tan natural como respirar.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
Miré sus gestos y sus muecas mientras ella hablaba. Pude notar pequeños impulsos en sus muñecas y brazos que acababan siendo retenidos. Quizás miedo. Quizás una costumbre que había sido forzada a aprender.
En conjunto, se podía decir que no mentía.
No respiraba entrecortadamente, y su forma de apartar la vista era más por vergüenza que por tratar de imaginar un escenario. Ademas, las palabras que salian de su boca no eran extravagantes ni trataban de ocultar nada de lo ocurrido.
"¿Magia impulsiva? ¿Pura?" Me pregunté mientras juntaba mis manos delante de mis labios. Ya no miraba a la chica, en su lugar, estaba perdido en el mundo de mis pensamientos.
Podía ver como el albino y ella seguían con parte de su cháchara. Por mi lado, miraba las manos de la follapinos. Ya no temblaban por el cansancio. Quizás incomodidad.
Chasqueé la lengua. Desde luego no iba a obtener respuesta de ella por lo ocurrido. Pero joder, como me quemaba por dentro no tener una respuesta.
Con un gesto, baje mi capucha y me quité la bufanda, dejando al aire mi cabello oscuro, que ondeo un poco al aire. Al notar la brisa sobre mis quemaduras de la cara, cerré los ojos. Disfrutando ese pequeño instante para mi.
- Ahora... - Dije para nadie en concreto - Hemos de organizar una pequeña partida. Tenemos dos opciones. La primera: Eliminar a todos los testigos. Seria la opción más rápida y menos costosa... Pero - Dije abriendo los ojos y observando las miradas horrorizadas de ambos. - Supongo que esa no es opción. - Se relajaron un tanto. - La segunda idea seria sobornar al tabernero y tratar de neutralizar a los pocos que se quedaron en la taberna. El tabernero solo habrá oído cosas sobre lo de tu magia... - Dije señalando a la chica. - Así que el principal problema serán los tres jugadores que apostaron conmigo.
Me rasqué la cabeza relajadamente.
- Si no vamos a matarlos... Lo mejor seria hacer que no nos pudieran causar problemas mientras estamos aquí. Meterlos en el calabozo durante un tiempo o hacer que se larguen de la ciudad... La ultima opción es la que puede ser más arriesgada, pero es la que menos daños les causaría.
No era mi estilo, pero podía notar que era la única opción por la que el espadachín estaría de acuerdo en participar.
- Nos han visto la cara al chulo-putas este - Señalé al albino. - Y a mi, el mutilado de negro... La única que puede convencerlos de que se piren eres tu, niña.
En conjunto, se podía decir que no mentía.
No respiraba entrecortadamente, y su forma de apartar la vista era más por vergüenza que por tratar de imaginar un escenario. Ademas, las palabras que salian de su boca no eran extravagantes ni trataban de ocultar nada de lo ocurrido.
"¿Magia impulsiva? ¿Pura?" Me pregunté mientras juntaba mis manos delante de mis labios. Ya no miraba a la chica, en su lugar, estaba perdido en el mundo de mis pensamientos.
Podía ver como el albino y ella seguían con parte de su cháchara. Por mi lado, miraba las manos de la follapinos. Ya no temblaban por el cansancio. Quizás incomodidad.
Chasqueé la lengua. Desde luego no iba a obtener respuesta de ella por lo ocurrido. Pero joder, como me quemaba por dentro no tener una respuesta.
Con un gesto, baje mi capucha y me quité la bufanda, dejando al aire mi cabello oscuro, que ondeo un poco al aire. Al notar la brisa sobre mis quemaduras de la cara, cerré los ojos. Disfrutando ese pequeño instante para mi.
- Ahora... - Dije para nadie en concreto - Hemos de organizar una pequeña partida. Tenemos dos opciones. La primera: Eliminar a todos los testigos. Seria la opción más rápida y menos costosa... Pero - Dije abriendo los ojos y observando las miradas horrorizadas de ambos. - Supongo que esa no es opción. - Se relajaron un tanto. - La segunda idea seria sobornar al tabernero y tratar de neutralizar a los pocos que se quedaron en la taberna. El tabernero solo habrá oído cosas sobre lo de tu magia... - Dije señalando a la chica. - Así que el principal problema serán los tres jugadores que apostaron conmigo.
Me rasqué la cabeza relajadamente.
- Si no vamos a matarlos... Lo mejor seria hacer que no nos pudieran causar problemas mientras estamos aquí. Meterlos en el calabozo durante un tiempo o hacer que se larguen de la ciudad... La ultima opción es la que puede ser más arriesgada, pero es la que menos daños les causaría.
No era mi estilo, pero podía notar que era la única opción por la que el espadachín estaría de acuerdo en participar.
- Nos han visto la cara al chulo-putas este - Señalé al albino. - Y a mi, el mutilado de negro... La única que puede convencerlos de que se piren eres tu, niña.
Erenair
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
Pese a mis esfuerzos para evitar que el joven acosara con preguntas a la chica, la dulce vocecilla de la misma contestó tímidamente que aquella explosión de luz solo ocurría cuando se sentía incómoda y asustada y que además perdía mucha de su energía realizando dicha conjuración o lo que fuese, eso explicaría que se hubiese desplomado en la huida y siguiese cansada. Me quedé mirando a la joven soltando una ligera sonrisa al ver que se había decidido a hablarnos tranquilamente o por lo menos de forma más despreocupada. El hombre, algo maleducado, tardó en volver a dirigir palabra alguna, parecía que hablaba, pero consigo mismo, y lo hacía de forma muy severa, hasta parecía algo agradable mientras guardaba silencio. Solté una pequeña carcajada al pensar esto, pero fue lo suficientemente pequeña como para que nadie se percatase de ella.
Todo parecía haberse apaciguado hasta que el joven salió del vórtice espacio-temporal en el que su mente se había sumergido. Nos recordó que teníamos que hacer algo para acabar con esta persecución, que por lo menos para mi ya comenzaba a ser algo incómoda por el hecho de no poder caminar libremente sino tener que mantenerme oculto. "Por lo menos tengo alguien con quien charlar mientras tanto"-pensé alegrándome algo respecto a la situación. Él propuso varias alternativas, la primera, como era de esperar de aquel muchacho, era ir a acabar con la vida de todos los que nos perseguían y testigos, que según él era lo más rápido, pero era algo que ni la hermosa joven ni yo estábamos dispuestos a hacer. Continuó, como si nos hubiera leído la mente añadiendo más opciones. La siguiente era sobornar al tabernero y acabar solo con aquellos individuos que seguían en la taberna, idea que a pesar de ser más factible que la anterior seguía sin convencerme. Supongo que por la cara que seguíamos poniendo decidió dar otra opción más, que parecía ser la última de ellas, o eso decía la cara seria que puso en aquel momento. Esta consistía o en conseguir encarcelarlos evitando cualquier tipo de actitud agresiva y dándonos cierto tiempo para salir de la ciudad o en que la chica, a la que seguramente no reconocerían hablara con ellos para que se marcharan.
Tras la ofensa que me hizo el amargado hombre miré a la chica y la murmuré lo más bajo que pude.
-¿Chulo-putas? Si yo soy así como será él.-la dije mientras me entró una carcajada que esta vez no pude controlar. Quitando este momento gracioso volví a repasar las alternativas que no incluyeran violencia y eso solo dejaba la de encarcerlarlos o que Eléanör hablase con ellos. La primera parecía tener cierta dificultad, todavía no entendía cómo narices íbamos a meter entre rejas a aquella gente sin hacer uso de la violencia. Pero la segunda... podría salir mal y no deseaba que hicieran algo a la joven que aunque solo conocía desde hace poco ya empezaba a caerme bien. El joven también comenzaba a caerme bien, pero debido a su difícil personalidad era inviable, o por lo menos a estas alturas, conversar educadamente con él.
-Yo apuesto por lo de encarcelarlos, y así evitamos riesgos para Eléanör. pero no comprendo como vamos a hacerlo,¿tienes un plan?
Su expresión facial me respondió, pero pareció ponerse a pensar justo en ese mismo instante. Mientras lo hacía miré de nuevo a la chica, parecía que su fatiga se iba calmando y cada vez iba recobrando sus fuerzas, cosa de la que me alegraba.
-¿Ya te encuentras mejor Ely?-la dije sonriente para evitar que sus nervios respecto a hablar con la gente que ya había percibido al verla la primera vez se manifestaran de nuevo.
-Y bueno, ¿de dónde eres Eléanör?-añadí para romper el silencio mientras el otro continuaba desarrollando un mapa mental del plan que en unos instantes nos iba a presentar. Aparte de eso, era un buen momento para continuar conociendo a la joven, que después de este percance no había tenido posibilidad alguna. Cansado ya de estar sentado me levanté para estirar las piernas, ya que sino iban a terminar durmiéndose, cosa que no me haría ni una pizca de gracia.
Todo parecía haberse apaciguado hasta que el joven salió del vórtice espacio-temporal en el que su mente se había sumergido. Nos recordó que teníamos que hacer algo para acabar con esta persecución, que por lo menos para mi ya comenzaba a ser algo incómoda por el hecho de no poder caminar libremente sino tener que mantenerme oculto. "Por lo menos tengo alguien con quien charlar mientras tanto"-pensé alegrándome algo respecto a la situación. Él propuso varias alternativas, la primera, como era de esperar de aquel muchacho, era ir a acabar con la vida de todos los que nos perseguían y testigos, que según él era lo más rápido, pero era algo que ni la hermosa joven ni yo estábamos dispuestos a hacer. Continuó, como si nos hubiera leído la mente añadiendo más opciones. La siguiente era sobornar al tabernero y acabar solo con aquellos individuos que seguían en la taberna, idea que a pesar de ser más factible que la anterior seguía sin convencerme. Supongo que por la cara que seguíamos poniendo decidió dar otra opción más, que parecía ser la última de ellas, o eso decía la cara seria que puso en aquel momento. Esta consistía o en conseguir encarcelarlos evitando cualquier tipo de actitud agresiva y dándonos cierto tiempo para salir de la ciudad o en que la chica, a la que seguramente no reconocerían hablara con ellos para que se marcharan.
Tras la ofensa que me hizo el amargado hombre miré a la chica y la murmuré lo más bajo que pude.
-¿Chulo-putas? Si yo soy así como será él.-la dije mientras me entró una carcajada que esta vez no pude controlar. Quitando este momento gracioso volví a repasar las alternativas que no incluyeran violencia y eso solo dejaba la de encarcerlarlos o que Eléanör hablase con ellos. La primera parecía tener cierta dificultad, todavía no entendía cómo narices íbamos a meter entre rejas a aquella gente sin hacer uso de la violencia. Pero la segunda... podría salir mal y no deseaba que hicieran algo a la joven que aunque solo conocía desde hace poco ya empezaba a caerme bien. El joven también comenzaba a caerme bien, pero debido a su difícil personalidad era inviable, o por lo menos a estas alturas, conversar educadamente con él.
-Yo apuesto por lo de encarcelarlos, y así evitamos riesgos para Eléanör. pero no comprendo como vamos a hacerlo,¿tienes un plan?
Su expresión facial me respondió, pero pareció ponerse a pensar justo en ese mismo instante. Mientras lo hacía miré de nuevo a la chica, parecía que su fatiga se iba calmando y cada vez iba recobrando sus fuerzas, cosa de la que me alegraba.
-¿Ya te encuentras mejor Ely?-la dije sonriente para evitar que sus nervios respecto a hablar con la gente que ya había percibido al verla la primera vez se manifestaran de nuevo.
-Y bueno, ¿de dónde eres Eléanör?-añadí para romper el silencio mientras el otro continuaba desarrollando un mapa mental del plan que en unos instantes nos iba a presentar. Aparte de eso, era un buen momento para continuar conociendo a la joven, que después de este percance no había tenido posibilidad alguna. Cansado ya de estar sentado me levanté para estirar las piernas, ya que sino iban a terminar durmiéndose, cosa que no me haría ni una pizca de gracia.
Azfa
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
La voz del hombre encapuchado sonó, ignorando su respuesta, probablemente porque había dejado de interesarle, o, tal vez, porque había satisfecho su curiosidad, como fuere, para Ely fue un alivio que cesaran las preguntas. Comenzó a jugar con uno de sus largos mechones de pelo rojo y ondulado, pensando que, allí fuera, en el mundo exterior, no era tan extraño ver ese color en la cabeza de la gente. Para los elfos, al menos en su hogar, los elfos pelirrojos eran una rareza, su cabello color oxido le había traído algún que otro problema de niña, pero pronto el renombre de sus padres y sus propias capacidades habían sido suficientes como para desterrar cualquier prejuicio que hubiera entorno a su cabello o, sobre si misma.
Color caramelo, la había corregido Eoghan en alguna ocasión, a pesar de su costumbre. Miró el cielo, esperaba no meterse en más líos de camino a casa, irse y, sencillamente, desaparecer. Pero su amigo el señor apuestitas parecía tener otra idea. El gesto de Ely palideció con cada una de sus propuestas y sus palabras, cuanto menos, malsonantes, que sonaban burdas a sus oídos acostumbrados a lenguas más afiladas que dagas y palabras más suaves que seda.
- ¿Qué es chulo-putas?- preguntó inocente al chico de pelo blanco cuando intentó bromear con ella, sin entender ni media palabra.
No quería tener nada que ver con plan alguno, ¿por qué tenía que meterse en medio de un lío que habían provocado él solo? Pero tampoco les podía dejar desamparados a su suerte, si los encontraban... esos tipos habían parecido montañas, eran inmensos, al menos para alguien tan pequeña como lo era Eléanör. Por suerte, el joven albino parecía atento y amable, y se preocupó por su seguridad. Si, ella también creía que la mejor opción era llevarlos frente a la guardia. Había algunos inútiles entre las filas, lo había comprobado tiempo atrás, pero también había gente talentosa que se preocupaba por los ciudadanos, como los Lovelane.
- Si, gracias.- respondió a la pregunta de Azfa, podía volver a respirar, el pecho ya no presionaba y los ojos habían recuperado su color azul usual, además las piernas ya no se sentían pesadas ni la cabeza daba vueltas, ya podía volver a moverse.- ah... pues... de aquí, diría.- Sonrió un poco.
Porque, sin faltar a la verdad, hacía mucho tiempo que no salía de Lunargenta más que para buscar a su guerrero, pero Lunargenta había sido el lugar del que había partido y al que había regresado para descansar cada x tiempo, era su base, su refugio y, aunque hubiera nacido en Sandorai, esa ciudad de locura se había convertido en su hogar.
- ¿Y tu?- preguntó a la espera, mientras su cabeza rumiaba un modo de poder evitar confrontaciones, aunque, ciertamente, no quería ni acercarse a unos tipos que parecían tan peligrosos como lo eran los de la taberna.
Color caramelo, la había corregido Eoghan en alguna ocasión, a pesar de su costumbre. Miró el cielo, esperaba no meterse en más líos de camino a casa, irse y, sencillamente, desaparecer. Pero su amigo el señor apuestitas parecía tener otra idea. El gesto de Ely palideció con cada una de sus propuestas y sus palabras, cuanto menos, malsonantes, que sonaban burdas a sus oídos acostumbrados a lenguas más afiladas que dagas y palabras más suaves que seda.
- ¿Qué es chulo-putas?- preguntó inocente al chico de pelo blanco cuando intentó bromear con ella, sin entender ni media palabra.
No quería tener nada que ver con plan alguno, ¿por qué tenía que meterse en medio de un lío que habían provocado él solo? Pero tampoco les podía dejar desamparados a su suerte, si los encontraban... esos tipos habían parecido montañas, eran inmensos, al menos para alguien tan pequeña como lo era Eléanör. Por suerte, el joven albino parecía atento y amable, y se preocupó por su seguridad. Si, ella también creía que la mejor opción era llevarlos frente a la guardia. Había algunos inútiles entre las filas, lo había comprobado tiempo atrás, pero también había gente talentosa que se preocupaba por los ciudadanos, como los Lovelane.
- Si, gracias.- respondió a la pregunta de Azfa, podía volver a respirar, el pecho ya no presionaba y los ojos habían recuperado su color azul usual, además las piernas ya no se sentían pesadas ni la cabeza daba vueltas, ya podía volver a moverse.- ah... pues... de aquí, diría.- Sonrió un poco.
Porque, sin faltar a la verdad, hacía mucho tiempo que no salía de Lunargenta más que para buscar a su guerrero, pero Lunargenta había sido el lugar del que había partido y al que había regresado para descansar cada x tiempo, era su base, su refugio y, aunque hubiera nacido en Sandorai, esa ciudad de locura se había convertido en su hogar.
- ¿Y tu?- preguntó a la espera, mientras su cabeza rumiaba un modo de poder evitar confrontaciones, aunque, ciertamente, no quería ni acercarse a unos tipos que parecían tan peligrosos como lo eran los de la taberna.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
Miré pacientemente como esos dos empezaban una conversación. Puse los ojos en blanco y, entonces, me fijé en la puerta de la parte trasera de la casa. Era antigua. Bonita. Un trabajo de ébano digno de ser mencionado. Con grabados tallados en la madera. Me acerqué despacio a examinarla mejor.
Cuando estuve frente a ella, pude ver que la cerradura también era exquisita. Y no solo por un acabado en plata que le daba ese aire de elegancia, sino por que pude reconocer ciertas marcas que distinguían lo que era un muy buen mecanismo.
Me giré de medio lado para poder ver como esos dos seguían a lo suyo. Prestándome la mínima atención.
"Mejor" Me dije a mi mismo.
Me agaché despacio mientras sacaba mi ganzúa y un abrecartas viejo que usaba de palanca. Introduje la ganzúa despacio y entrecerré los ojos para centrarme. Como bien había adivinado, era un buen mecanismo. De cinco llaves. Deslicé despacio la primera hasta oír el clic. Toque la segunda y la primera volvió a bajar, rompiendo mi ganzúa.
No maldije. En lugar de eso, sonreí por debajo de la bufanda. Me encantaban los retos.
Continué jugueteando un poco hasta que, por fin, encontré la combinación. Con un sonido de mecanismos un poco más fuerte, la puerta hizo un pequeño gemir mientras se abría teatralmente. Yo guarde mi abrecartas y mi ganzúa, feliz de haber completado ese pequeño puzzle.
Entré despacio. La casa estaba abandonada, sin lugar a dudas. La capa de polvo de varios dedos de alto era la prueba. Al llegar a medio recibidor (que era donde llevaba la puerta) me giré de nuevo hacia los dos tortolitos.
- Eh. - Grité. - Sera mejor que entremos.
Y sin decirles nada más, me puse a mirar la casa por dentro.
Cuando estuve frente a ella, pude ver que la cerradura también era exquisita. Y no solo por un acabado en plata que le daba ese aire de elegancia, sino por que pude reconocer ciertas marcas que distinguían lo que era un muy buen mecanismo.
Me giré de medio lado para poder ver como esos dos seguían a lo suyo. Prestándome la mínima atención.
"Mejor" Me dije a mi mismo.
Me agaché despacio mientras sacaba mi ganzúa y un abrecartas viejo que usaba de palanca. Introduje la ganzúa despacio y entrecerré los ojos para centrarme. Como bien había adivinado, era un buen mecanismo. De cinco llaves. Deslicé despacio la primera hasta oír el clic. Toque la segunda y la primera volvió a bajar, rompiendo mi ganzúa.
No maldije. En lugar de eso, sonreí por debajo de la bufanda. Me encantaban los retos.
Continué jugueteando un poco hasta que, por fin, encontré la combinación. Con un sonido de mecanismos un poco más fuerte, la puerta hizo un pequeño gemir mientras se abría teatralmente. Yo guarde mi abrecartas y mi ganzúa, feliz de haber completado ese pequeño puzzle.
Entré despacio. La casa estaba abandonada, sin lugar a dudas. La capa de polvo de varios dedos de alto era la prueba. Al llegar a medio recibidor (que era donde llevaba la puerta) me giré de nuevo hacia los dos tortolitos.
- Eh. - Grité. - Sera mejor que entremos.
Y sin decirles nada más, me puse a mirar la casa por dentro.
Erenair
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
La inocencia de la joven la obligó a preguntar sobre el significado de aquel apodo un tanto soez con el que aquel borracho se había referido a mi. Lo mejor era no explicárselo, ya que se trataba de algo demasiado atrevido y descortés como para ir dando significado a dicho término.
-N-nada...mejor que no lo sepas, es una palabra un tanto mal sonante y poco adecuada para referirse a alguien de forma respetuosa.-añadí todavía entre carcajadas.
Luego, respondiendo a mi otra pregunta afirmó que se encontraba mejor, algo que me alegro. Según ella vivía "por aquel lugar" , palabras textuales que añadió algo sonriente. Más tarde me formuló la misma pregunta, la cual tuve que pensar unos instantes porque llevaba viviendo como un nómada desde hacía bastante tiempo.
-Pues...la verdad, yo soy de un pequeño pueblo situado a las afueras de Beltrexus, pero desde hace mucho tiempo ni me paso por allí, decidí salir a conocer el resto de territorios y a las gentes que los habitan.-la dije rascándome la cabeza.
Cuando me quise dar cuenta aquel hombre ya había encontrado un pasatiempo y como era de esperar, no era nada legal. Se trataba de un blanco perfecto que forzar con una ganzúa, la cerradura de una casa que parecía algo vieja, pero sin duda se mantenía en muy buen estado y poseía una bonita decoración. La actitud del joven me hizo replantearme si mantenernos junto a él sería una opción que garantizase nuestra seguridad. Antes de seguir razonando, me acerqué a él, que pese a que había estado un buen rato forzando la puerta por fin lo había logrado y se le veía feliz por su hazaña.
-¿Se puede saber qué haces?-le pregunté mientras él sin dudar ya nos invitaba a entrar a la casa.
Solo necesitábamos más problemas...Como todavía no era suficiente que un grupo de hombres armados nos persiguiera ahora teníamos que arriesgarnos a que el dueño de esa propiedad nos viese entrando sin permiso. Tras dudar durante un buen rato por esa razón que acababa de pensar, suspiré y entré disimuladamente, al fin y al cabo, ni siquiera teníamos donde refugiarnos, y aquel callejón empezaba a hacerse molesto.
-N-nada...mejor que no lo sepas, es una palabra un tanto mal sonante y poco adecuada para referirse a alguien de forma respetuosa.-añadí todavía entre carcajadas.
Luego, respondiendo a mi otra pregunta afirmó que se encontraba mejor, algo que me alegro. Según ella vivía "por aquel lugar" , palabras textuales que añadió algo sonriente. Más tarde me formuló la misma pregunta, la cual tuve que pensar unos instantes porque llevaba viviendo como un nómada desde hacía bastante tiempo.
-Pues...la verdad, yo soy de un pequeño pueblo situado a las afueras de Beltrexus, pero desde hace mucho tiempo ni me paso por allí, decidí salir a conocer el resto de territorios y a las gentes que los habitan.-la dije rascándome la cabeza.
Cuando me quise dar cuenta aquel hombre ya había encontrado un pasatiempo y como era de esperar, no era nada legal. Se trataba de un blanco perfecto que forzar con una ganzúa, la cerradura de una casa que parecía algo vieja, pero sin duda se mantenía en muy buen estado y poseía una bonita decoración. La actitud del joven me hizo replantearme si mantenernos junto a él sería una opción que garantizase nuestra seguridad. Antes de seguir razonando, me acerqué a él, que pese a que había estado un buen rato forzando la puerta por fin lo había logrado y se le veía feliz por su hazaña.
-¿Se puede saber qué haces?-le pregunté mientras él sin dudar ya nos invitaba a entrar a la casa.
Solo necesitábamos más problemas...Como todavía no era suficiente que un grupo de hombres armados nos persiguiera ahora teníamos que arriesgarnos a que el dueño de esa propiedad nos viese entrando sin permiso. Tras dudar durante un buen rato por esa razón que acababa de pensar, suspiré y entré disimuladamente, al fin y al cabo, ni siquiera teníamos donde refugiarnos, y aquel callejón empezaba a hacerse molesto.
Azfa
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
Se encogió de hombros y respiró hondo para escuchar su respuesta. Beltreux, el hogar de los brujos. La simple mención la hizo palidecer, era un brujo. Ely tragó saliva, nerviosa. No era el primer brujo que se cruzaba en su vida, aunque definitivamente, si el menos aterrador. Recordaba el primero que había visto, el que la había atacado en la biblioteca de esa misma ciudad. Ese había sido grande, como un monstruo, aterrador. Casi esperaba que todos los brujos se parecieran a ese, o incluso peor, podían haber tenido cuernos, cola, alas, dientes puntiagudos u ojos rojos. Pero no, por suerte o por desgracia se confundían con humanos comunes y así impedían su oportunidad de huir.
Respiró hondo e intentó buscar un modo de huir. Como el tipo de la pelea había dicho, a ella no la habían visto, podría escapar perfectamente sin que nadie notase su falta de presencia y dejar que el barullero y el brujo se apañaran solos, pero por lo que podía ver, Karkaran podría ser un peligro para alguien, ya que, en ese momento, Azfa llamó su atención, el chico intentaba colarse en un hogar ajeno.
Ely volvió a tragar saliva y comenzó a temblar ligeramente. No podía dejar que asaltara una casa, el brujo, a pesar de ser brujo, parecía menos agresivo. Aunque era consciente de que no podía fiarse de esos tramposos. Los brujos eran asesinos, todos ellos, y cuanto más lejos permaneciera, mucho mejor para ella, y bueno, para todos. Se levantó y espero que se abriera la puerta, iría directa a la guardia, no le costaría nada denunciar, recordaba perfectamente el aspecto más que aterrador de esos tipos del bar.
Tomando una buena bocanada de aire subió los pocos escalones que la separaban del interior del hogar, y entró pidiendo permiso en un susurro. la casa, elegante y ricamente decorada con objetos de bronce, cobre y mármol que tenía un pasillo recto, probablemente llevaba hasta la otra calle, pues un patio interior parecía indicar que la casa era lo suficientemente grande como para abarcar más de dos calles.
- Entonces... solo he de ir a la guardia y denunciar lo que ha sucedido, ¿verdad?- preguntó en un murmullo a duras penas audible mientras caminaba nerviosa pegada a la alta pared de la casa, evitando llevarse los cuadros y los tapice colgados por banda.
Respiró hondo e intentó buscar un modo de huir. Como el tipo de la pelea había dicho, a ella no la habían visto, podría escapar perfectamente sin que nadie notase su falta de presencia y dejar que el barullero y el brujo se apañaran solos, pero por lo que podía ver, Karkaran podría ser un peligro para alguien, ya que, en ese momento, Azfa llamó su atención, el chico intentaba colarse en un hogar ajeno.
Ely volvió a tragar saliva y comenzó a temblar ligeramente. No podía dejar que asaltara una casa, el brujo, a pesar de ser brujo, parecía menos agresivo. Aunque era consciente de que no podía fiarse de esos tramposos. Los brujos eran asesinos, todos ellos, y cuanto más lejos permaneciera, mucho mejor para ella, y bueno, para todos. Se levantó y espero que se abriera la puerta, iría directa a la guardia, no le costaría nada denunciar, recordaba perfectamente el aspecto más que aterrador de esos tipos del bar.
Tomando una buena bocanada de aire subió los pocos escalones que la separaban del interior del hogar, y entró pidiendo permiso en un susurro. la casa, elegante y ricamente decorada con objetos de bronce, cobre y mármol que tenía un pasillo recto, probablemente llevaba hasta la otra calle, pues un patio interior parecía indicar que la casa era lo suficientemente grande como para abarcar más de dos calles.
- Entonces... solo he de ir a la guardia y denunciar lo que ha sucedido, ¿verdad?- preguntó en un murmullo a duras penas audible mientras caminaba nerviosa pegada a la alta pared de la casa, evitando llevarse los cuadros y los tapice colgados por banda.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Miedo y Magia. [libre] [3/4]
No dije nada respecto al conocimiento de que ese puñetero príncipe de cabellos blancos era otro brujo. Seguramente, de la escuela Tensai, por como se movía con esos aires de superioridad. No iba a confesarle tan fácilmente ni mi identidad ni mi propósito, por lo que mejor era callar y entrar en ese lugar.
- Estaría bien... - Añadí ante la pregunta de la elfa, mirando uno de los cuadros que representaba a una baronesa puesta posando al lado de un can. - Y de paso, podrías decirles que nosotros dos no estábamos en escena... O bien que te hemos ayudado a identificarlos o reducirlos. Cualquier trola lo suficientemente decente como para que nos libremos de tener que pelear contra la puta guardia también.
Seguí inspeccionando la casa hasta que llegue a una especie de sala principal, donde había una chimenea apagada y unos pocos muebles a medio destrozar repartidos. Acabé por romper del todo una silla y la arroje dentro de la chimenea, luego me gire al brujo.
- ¿Eres un piromantico? - Pregunté tranquilamente. - Porque de ser así, podrías darte un detalle y encender el fuego.
Me senté frente a la hoguera y mire entonces a la elfa, que paseaba por las paredes visiblemente incomoda ante la presencia de lo que creía que era un brujo y un asesino.
No iba demasiado errada. Eramos un brujo y un brujo asesino. Casi.
- Se te ve incomoda, follapinos. - Dije sin pelos en la lengua mientras me quitaba la capucha y la bufanda, dejando completamente al descubierto todo mi feo rostro, quemado y mutilado. El cabello, por eso, cumplió la función de tapar parte de esa desagradable visión. - ¿Que trae a una elfa a la ciudad más racista, movida y asquerosa de todo el puto mundo?
- Estaría bien... - Añadí ante la pregunta de la elfa, mirando uno de los cuadros que representaba a una baronesa puesta posando al lado de un can. - Y de paso, podrías decirles que nosotros dos no estábamos en escena... O bien que te hemos ayudado a identificarlos o reducirlos. Cualquier trola lo suficientemente decente como para que nos libremos de tener que pelear contra la puta guardia también.
Seguí inspeccionando la casa hasta que llegue a una especie de sala principal, donde había una chimenea apagada y unos pocos muebles a medio destrozar repartidos. Acabé por romper del todo una silla y la arroje dentro de la chimenea, luego me gire al brujo.
- ¿Eres un piromantico? - Pregunté tranquilamente. - Porque de ser así, podrías darte un detalle y encender el fuego.
Me senté frente a la hoguera y mire entonces a la elfa, que paseaba por las paredes visiblemente incomoda ante la presencia de lo que creía que era un brujo y un asesino.
No iba demasiado errada. Eramos un brujo y un brujo asesino. Casi.
- Se te ve incomoda, follapinos. - Dije sin pelos en la lengua mientras me quitaba la capucha y la bufanda, dejando completamente al descubierto todo mi feo rostro, quemado y mutilado. El cabello, por eso, cumplió la función de tapar parte de esa desagradable visión. - ¿Que trae a una elfa a la ciudad más racista, movida y asquerosa de todo el puto mundo?
Erenair
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