La broma del dios Bragi, hada por un día [Privado][Cerrado]
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La broma del dios Bragi, hada por un día [Privado][Cerrado]
Después de acudir dos noches consecutivas a los festejos del Bragiväl, Elen decidió que no era necesario asistir a la tercera, tanto ella como Alister habían disfrutado de un par de veladas agradables pero era hora de volver a la realidad, y con ello a su preparación para lo que estaba por venir. El tiempo la apremiaba a reunirse con Melena Blanca y Amaterasu para conseguir sus apoyos lo más pronto posible, los Tarmúnil ya les llevaban ventaja y no podían permitirse que eso siguiese aumentando con el paso de los días. El caso era que los últimos días, o más bien semanas, la hechicera se había centrado en retomar sus estudios alquímicos con un solo objetivo, descubrir hasta qué punto se podía borrar la memoria de alguien. ¿Con qué fin? Ese era un tema algo espinoso.
Descubrir los sentimientos que tenía hacia el dragón la había puesto en una difícil tesitura, ¿debía permitir que siguiese acompañándola o sería mejor que sus caminos se separasen? Una parte de ella le decía que debía velar por el bienestar del cazador, pero conociendo lo terco que podía llegar a ser estaba segura de que no aceptaría de buenas a primeras su decisión en caso de que se decantase por la segunda opción. De ahí que hubiese empezado a interesarse por las pócimas desmemorizantes, pero ¿hasta qué punto eran efectivas? ¿cuánto tiempo podían llegar a borrar sin volverse peligrosas para quien las ingería? Esas eran las cuestiones que trataba de resolver, pero todo apuntaba a que tras tanto tiempo compartido, ningún brebaje sería capaz de arrebatar al dragón sus recuerdos.
En cierto modo se alegraba de ello, su parte egoísta no quería desaparecer de la vida de Alister, pero debía ser realista, aunque estuviese enamorada de él en algún momento aquel viaje terminaría y probablemente entonces el alado regresase a su hogar en las tierras del norte, quizá a rehacer su vida después de vengar la muerte de su hermana. Aquella idea la entristecía, se había acostumbrado a su presencia e imaginarse sola de nuevo no le agradaba, a pesar de que había pasado así varios años de su vida, viajando de un lado a otro sin más compañía que la de su caballo.
Aquella noche se quedó leyendo hasta tarde, pero no había manera de crear lo que buscaba sin poner en peligro la mente del cazador, así que finalmente desechó la idea y tras apagar las velas que descansaban sobre la mesa, se retiró a la cama, donde no tardó en caer rendida al sopor. De fondo se podía escuchar la música del Bragiväl y las risas de cuantos pasaban junto a la posada, sin duda los festejos habían traído la alegría a Lunargenta y sus gentes, pero como todo lo bueno, debía tener un final. El silencio se apoderó de las calles horas después, cuando los últimos invitados se retiraron a sus respectivas viviendas, dando por terminada la fiesta, de la cual sin duda se hablaría durante los días siguientes.
La noche dio paso al día, y cuando los primeros rayos de la mañana comenzaron a colarse en la habitación, la de cabellos cenicientos empezó a moverse bajo las sábanas. Instintivamente se cubrió el rostro para alargar unos minutos más su descanso, pero de pronto notó que algo le molestaba en la espalda, impidiendo que se girase sin sentirse incómoda. Con el ceño ligeramente fruncido, abrió los ojos y echó hacia atrás una de las manos para palpar aquella cosa, pero pronto su expresión se tornó confundida y un poco preocupada, al notar que tenía sensibilidad en ella. Estando como estaba, tendida casi al borde de la cama, su siguiente movimiento, con el que se incorporó bruscamente, la llevó a caer al suelo, y fue allí donde se dio cuenta de que algo iba mal.
No llevaba las ropas de la noche anterior sino el primer vestido con que había acudido a los festejos del Bragiväl, aunque ahora parecía mucho más realista, casi parecía que las plumas de pavo real formasen parte de su cuerpo. - ¿Qué está pasando? - preguntó a la nada, mientras se levantaba para mirarse en el espejo. Aquella molestia de su espalda eran un par de alas de hada, casi idénticas a las que había llevado con su disfraz pero que ahora se movían, oscilando levemente. Elen se frotó los ojos para comprobar que no estaba soñando, no es que fuera la primera vez que por asistir a un evento terminaba convertida en algo, de hecho solía pasarle, pero normalmente los efectos se mostraban durante la fiesta, no después.
Probó a tirar de ellas para arrancarlas pero tras dejar escapar un quejido de dolor, supo que no podría hacer nada al respecto, al menos no a lo bruto. Aquel tipo de transformaciones solían ser efecto de algo que se bebía o comía durante el evento, pero ¿por qué no había pasado antes? Y lo que era más importante aún, ¿cuánto duraría? No podía salir así a la calle, aunque probablemente algunos creyesen que simplemente estaba alargando la celebración. Sin saber qué hacer, comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación intentando hallar alguna respuesta o idea para solucionar aquello, pero antes de que se le ocurriese nada, el dragón llamó a su puerta.
- ¿No bajas a desayunar? - preguntó Alister desde el otro lado, consiguiendo que la bruja se detuviese. - Será mejor que no. - respondió ella, y algo en su tono de voz debió delatarla. - ¿Pasa algo? - volvió a inquirir él, sin moverse del sitio. - No… bueno sí, no sé qué decir la verdad. - dijo la hechicera, que aún podía verse de lejos en el espejo. - ¿Te encuentras bien? ¿qué es lo que ocurre? - continuó el dragón, intrigado. - Entra y lo verás. - le instó Elen, para acto seguido acercarse a la puerta y hacer girar la llave, de modo que pudiese abrirla desde fuera si problemas, luego se apartó y se sentó al borde de la cama.
- Sabía que te gustaba pero los festejos han terminado. - comentó nada más verla, aunque teniendo en cuenta lo bien que le sentaba no iba a poner queja alguna a que lo llevase puesto. - No es cosa mía, me he despertado así. - explicó la joven, antes de examinar a su compañero de pies a cabeza. - ¿Por qué a ti no te ha pasado nada? - preguntó, tras ver que iba ataviado con ropas totalmente normales. - ¿Qué iba a pasarme? - fue lo único que se le ocurrió decir, antes de que la tensai volviese a ponerse en pie y se situase frente a él. - Yo me he transformado, ¿por qué tú no? - insistió, rodeando al cazador para verificar que tanto su pantalón como su camisa no tenían nada que ver con los trajes que había llevado al Bragiväl.
- ¿Transformado? - musitó él, antes de fijarse en el débil aleteo de su compañera. Con los ojos muy abiertos, Alister la siguió con la mirada hasta cerciorarse de que no había sido imaginación suya, las alas eran de verdad. - ¿Pero qué…? - no llegó a terminar la pregunta. - Esto ya me había pasado antes pero durante los eventos no después, algo debe haber salido mal. - reveló la tensai, inquieta y sin parar de andar de un lado para otro. - ¿De verdad te ha pasado antes? - quiso indagar. - Sí, las fiestas aquí son así, bebes o comes algo y cambias de aspecto durante la celebración pero solo un rato, no entiendo por qué ha ocurrido ahora. - respondió la hechicera, antes de dejarse caer pesadamente sobre el borde de la cama y cubrirse el rostro con ambas manos.
Alister no estaba familiarizado con aquel tipo de fiestas y no había visto algo así antes, pero ¿por qué lamentarse? Si tal como decía la centinela solo duraba un rato no tenían que darle tanta importancia. - Tranquila, volverás a la normalidad de un momento a otro, pero mientras tanto podríamos aprovechar y bajar a la taberna. - propuso, consiguiendo que Elen negase con la cabeza y apartase las manos para mirarlo. - No puedo salir así. - musitó, para acto seguido clavar la vista en el suelo de madera. - ¿Por qué no? ¿es por la gente? En ese caso no hay problema, compraré algunas cosas y nos marcharemos a pasar el día a las afueras. - la intención del alado era buena, no quería que su compañera volviese a encerrarse en su cuarto como había hecho algunos días atrás, y de paso si tenía ocasión de compartir con ella un relajado día en el campo, sin preocupaciones ni peleas, mejor que mejor.
- Aún es temprano, apenas habrá gente en el local o en las calles. - continuó, en un intento por convencerla. - Vamos, me adelantaré para ver qué tiene hoy en el menú el propietario, te espero en el establo. - esas fueron las últimas palabras de Alister antes de que abandonase la habitación cerrando la puerta tras de sí y sin dar tiempo a la tensai para responderle. Elen se lo pensó durante unos minutos, la idea de pasar el día con el dragón se le antojaba de lo más agradable y sabía que su aspecto de hada le sentaba bien, así que tras debatirse interiormente sobre si ir o no, terminó optando por hacer caso a su acompañante. Se aseó rápidamente y terminó de arreglarse, tras lo cual preparó una muda de ropa por si acaso, ya que no sabía cuándo volvería a la normalidad ni cómo quedaría entonces, probablemente ataviada únicamente con su ropa interior y la holgada camisa que usaba para dormir, que era lo que llevaba antes de la transformación.
Una vez hecho esto abandonó su cuarto, cerró con llave y descendió la escalera que llevaba a la taberna, pasando a toda prisa por delante de la barra para salir al encuentro del dragón lo antes posible, aunque no consiguió pasar desapercibida a ojos del propietario.
Off: Gracias a Master Sigel por darme un motivo para desarrollar la relación entre mis personajes *-*
Descubrir los sentimientos que tenía hacia el dragón la había puesto en una difícil tesitura, ¿debía permitir que siguiese acompañándola o sería mejor que sus caminos se separasen? Una parte de ella le decía que debía velar por el bienestar del cazador, pero conociendo lo terco que podía llegar a ser estaba segura de que no aceptaría de buenas a primeras su decisión en caso de que se decantase por la segunda opción. De ahí que hubiese empezado a interesarse por las pócimas desmemorizantes, pero ¿hasta qué punto eran efectivas? ¿cuánto tiempo podían llegar a borrar sin volverse peligrosas para quien las ingería? Esas eran las cuestiones que trataba de resolver, pero todo apuntaba a que tras tanto tiempo compartido, ningún brebaje sería capaz de arrebatar al dragón sus recuerdos.
En cierto modo se alegraba de ello, su parte egoísta no quería desaparecer de la vida de Alister, pero debía ser realista, aunque estuviese enamorada de él en algún momento aquel viaje terminaría y probablemente entonces el alado regresase a su hogar en las tierras del norte, quizá a rehacer su vida después de vengar la muerte de su hermana. Aquella idea la entristecía, se había acostumbrado a su presencia e imaginarse sola de nuevo no le agradaba, a pesar de que había pasado así varios años de su vida, viajando de un lado a otro sin más compañía que la de su caballo.
Aquella noche se quedó leyendo hasta tarde, pero no había manera de crear lo que buscaba sin poner en peligro la mente del cazador, así que finalmente desechó la idea y tras apagar las velas que descansaban sobre la mesa, se retiró a la cama, donde no tardó en caer rendida al sopor. De fondo se podía escuchar la música del Bragiväl y las risas de cuantos pasaban junto a la posada, sin duda los festejos habían traído la alegría a Lunargenta y sus gentes, pero como todo lo bueno, debía tener un final. El silencio se apoderó de las calles horas después, cuando los últimos invitados se retiraron a sus respectivas viviendas, dando por terminada la fiesta, de la cual sin duda se hablaría durante los días siguientes.
La noche dio paso al día, y cuando los primeros rayos de la mañana comenzaron a colarse en la habitación, la de cabellos cenicientos empezó a moverse bajo las sábanas. Instintivamente se cubrió el rostro para alargar unos minutos más su descanso, pero de pronto notó que algo le molestaba en la espalda, impidiendo que se girase sin sentirse incómoda. Con el ceño ligeramente fruncido, abrió los ojos y echó hacia atrás una de las manos para palpar aquella cosa, pero pronto su expresión se tornó confundida y un poco preocupada, al notar que tenía sensibilidad en ella. Estando como estaba, tendida casi al borde de la cama, su siguiente movimiento, con el que se incorporó bruscamente, la llevó a caer al suelo, y fue allí donde se dio cuenta de que algo iba mal.
No llevaba las ropas de la noche anterior sino el primer vestido con que había acudido a los festejos del Bragiväl, aunque ahora parecía mucho más realista, casi parecía que las plumas de pavo real formasen parte de su cuerpo. - ¿Qué está pasando? - preguntó a la nada, mientras se levantaba para mirarse en el espejo. Aquella molestia de su espalda eran un par de alas de hada, casi idénticas a las que había llevado con su disfraz pero que ahora se movían, oscilando levemente. Elen se frotó los ojos para comprobar que no estaba soñando, no es que fuera la primera vez que por asistir a un evento terminaba convertida en algo, de hecho solía pasarle, pero normalmente los efectos se mostraban durante la fiesta, no después.
Probó a tirar de ellas para arrancarlas pero tras dejar escapar un quejido de dolor, supo que no podría hacer nada al respecto, al menos no a lo bruto. Aquel tipo de transformaciones solían ser efecto de algo que se bebía o comía durante el evento, pero ¿por qué no había pasado antes? Y lo que era más importante aún, ¿cuánto duraría? No podía salir así a la calle, aunque probablemente algunos creyesen que simplemente estaba alargando la celebración. Sin saber qué hacer, comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación intentando hallar alguna respuesta o idea para solucionar aquello, pero antes de que se le ocurriese nada, el dragón llamó a su puerta.
- ¿No bajas a desayunar? - preguntó Alister desde el otro lado, consiguiendo que la bruja se detuviese. - Será mejor que no. - respondió ella, y algo en su tono de voz debió delatarla. - ¿Pasa algo? - volvió a inquirir él, sin moverse del sitio. - No… bueno sí, no sé qué decir la verdad. - dijo la hechicera, que aún podía verse de lejos en el espejo. - ¿Te encuentras bien? ¿qué es lo que ocurre? - continuó el dragón, intrigado. - Entra y lo verás. - le instó Elen, para acto seguido acercarse a la puerta y hacer girar la llave, de modo que pudiese abrirla desde fuera si problemas, luego se apartó y se sentó al borde de la cama.
- Sabía que te gustaba pero los festejos han terminado. - comentó nada más verla, aunque teniendo en cuenta lo bien que le sentaba no iba a poner queja alguna a que lo llevase puesto. - No es cosa mía, me he despertado así. - explicó la joven, antes de examinar a su compañero de pies a cabeza. - ¿Por qué a ti no te ha pasado nada? - preguntó, tras ver que iba ataviado con ropas totalmente normales. - ¿Qué iba a pasarme? - fue lo único que se le ocurrió decir, antes de que la tensai volviese a ponerse en pie y se situase frente a él. - Yo me he transformado, ¿por qué tú no? - insistió, rodeando al cazador para verificar que tanto su pantalón como su camisa no tenían nada que ver con los trajes que había llevado al Bragiväl.
- ¿Transformado? - musitó él, antes de fijarse en el débil aleteo de su compañera. Con los ojos muy abiertos, Alister la siguió con la mirada hasta cerciorarse de que no había sido imaginación suya, las alas eran de verdad. - ¿Pero qué…? - no llegó a terminar la pregunta. - Esto ya me había pasado antes pero durante los eventos no después, algo debe haber salido mal. - reveló la tensai, inquieta y sin parar de andar de un lado para otro. - ¿De verdad te ha pasado antes? - quiso indagar. - Sí, las fiestas aquí son así, bebes o comes algo y cambias de aspecto durante la celebración pero solo un rato, no entiendo por qué ha ocurrido ahora. - respondió la hechicera, antes de dejarse caer pesadamente sobre el borde de la cama y cubrirse el rostro con ambas manos.
Alister no estaba familiarizado con aquel tipo de fiestas y no había visto algo así antes, pero ¿por qué lamentarse? Si tal como decía la centinela solo duraba un rato no tenían que darle tanta importancia. - Tranquila, volverás a la normalidad de un momento a otro, pero mientras tanto podríamos aprovechar y bajar a la taberna. - propuso, consiguiendo que Elen negase con la cabeza y apartase las manos para mirarlo. - No puedo salir así. - musitó, para acto seguido clavar la vista en el suelo de madera. - ¿Por qué no? ¿es por la gente? En ese caso no hay problema, compraré algunas cosas y nos marcharemos a pasar el día a las afueras. - la intención del alado era buena, no quería que su compañera volviese a encerrarse en su cuarto como había hecho algunos días atrás, y de paso si tenía ocasión de compartir con ella un relajado día en el campo, sin preocupaciones ni peleas, mejor que mejor.
- Aún es temprano, apenas habrá gente en el local o en las calles. - continuó, en un intento por convencerla. - Vamos, me adelantaré para ver qué tiene hoy en el menú el propietario, te espero en el establo. - esas fueron las últimas palabras de Alister antes de que abandonase la habitación cerrando la puerta tras de sí y sin dar tiempo a la tensai para responderle. Elen se lo pensó durante unos minutos, la idea de pasar el día con el dragón se le antojaba de lo más agradable y sabía que su aspecto de hada le sentaba bien, así que tras debatirse interiormente sobre si ir o no, terminó optando por hacer caso a su acompañante. Se aseó rápidamente y terminó de arreglarse, tras lo cual preparó una muda de ropa por si acaso, ya que no sabía cuándo volvería a la normalidad ni cómo quedaría entonces, probablemente ataviada únicamente con su ropa interior y la holgada camisa que usaba para dormir, que era lo que llevaba antes de la transformación.
Una vez hecho esto abandonó su cuarto, cerró con llave y descendió la escalera que llevaba a la taberna, pasando a toda prisa por delante de la barra para salir al encuentro del dragón lo antes posible, aunque no consiguió pasar desapercibida a ojos del propietario.
Off: Gracias a Master Sigel por darme un motivo para desarrollar la relación entre mis personajes *-*
Última edición por Elen Calhoun el Mar Jun 20 2017, 10:34, editado 1 vez
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: La broma del dios Bragi, hada por un día [Privado][Cerrado]
Una vez fuera del local, la de cabellos cenicientos no perdió el tiempo, bordeó la taberna hasta llegar al establo, donde ya la aguardaba Alister con sus monturas ensilladas y listas para partir. Elen tomó las riendas de su caballo y lo sacó del lugar, para luego subirse a la silla e iniciar el trayecto hacia las afueras de la ciudad, a toda prisa. El dragón la seguía de cerca y ya que la joven no podía verle, se permitió esbozar una sonrisa, puede que ella no se sintiese a gusto con aquel aspecto pero a él sí que le agradaba, aunque para ser sinceros no importaba lo que llevase, la bruja le gustaba de cualquier forma. Incluso cuando la pillaba recién levantada con la melena alborotada, vestida con su holgada camisa en la que podrían caber dos como ella y sin aquella sombra negra enmarcando su mirada.
Por eso la idea de pasar un día tranquilo a las afueras con ella se le antojaba como una perfecta ocasión para intentar acercarse a la tensai, sobre todo después de las dos noches de festejos a las que habían acudido juntos, y en las que quitando un par de momentos, se habían divertido bastante. Cierto era que en la última al alado lo habían traicionado sus emociones, cuando golpeó a un borracho que la estaba molestando, dejándose llevar y sin pensar en que eso podría delatarlo a ojos de la hechicera, pero Elen no comentó nada al respecto durante el resto de la velada. La situación era complicada, pero aunque hasta aquel momento Alister no se hubiese atrevido a confesarle sus sentimientos por miedo a su rechazo y lo que éste traería consigo de cara a la misión que había unido sus caminos, si veía en ella algún indicio de que pudiese estar interesada o le correspondiese, eso lo cambiaría todo.
Sin aminorar la marcha, cruzaron la plaza central de Lunargenta y prosiguieron hacia una de las puertas, agradeciendo que al ser tan temprano apenas hubiese gente en las calles. Los guardias que custodiaban la salida tampoco les dijeron nada, conocían bastante a la centinela y también a su compañero, y teniendo en cuenta lo que ella había hecho por la ciudad, y las veces que sin dudarlo, se había alistado para luchar en conflictos como el de Terpoli o Roilkat, no la molestarían ni harían comentario alguno sobre su extraña apariencia.
El resto del trayecto hasta las afueras no les llevó más de media hora, y tras pasar algunas modestas casitas con sus campos de cultivo, la benjamina de los Calhoun pudo relajarse y dar un respiro a Sombra. - Bien, ya hemos dejado atrás la ciudad, ¿cuál es tu plan? - preguntó Elen, en cuanto su compañero se le puso a la par. - ¿Por qué debería tener uno? Solo quiero pasar un día tranquilo, sin vampiros, demonios ni bestias de por medio. - respondió el dragón, resumiendo en aquella breve lista los enemigos a los que se habían enfrentado últimamente. - Suena bien. - musitó la bruja, que siendo como era un imán para los problemas, pocas veces podía disfrutar de la calma. Sin embargo, la amenaza de los Tarmúnil seguía presente en sus pensamientos todo el tiempo, por mucho que pareciese relajada.
Su encuentro con Amaterasu era lo que más la preocupaba, ¿cómo se tomaría la nigromante lo que tenía que contarle acerca de las consecuencias de haber maldecido a Xana? Ahora que los jinetes tenían su adn cualquier ventaja que creyese tener contra ellos se había esfumado por completo, y la corona astada corría peligro. Ese sería un duro golpe para los centinelas, pero de algún modo tendrían que sobreponerse y seguir adelante, aunque no sabía muy bien cómo. Puede que el mero hecho de verse amenazada convenciese a la revividora para cooperar con el resto pero no podía darlo por sentado, y aún quedaba pendiente el favor que le debía, uno que la intrigaba bastante, sobre todo porque ni la mismísima Amaterasu se veía capaz de conseguirlo. Ese detalle no auguraba nada bueno pero había dado su palabra y tarde o temprano, tendría que cumplirla.
Viendo que se quedaba algo ensimismada, Alister tomó la delantera y buscó un lugar apartado de los campesinos, internándose un poco en el lindero del bosque pero sin alejarse mucho del camino ya que tal como había dicho, no quería problemas aquel día. No tardó mucho en encontrar un pequeño claro entre los árboles, sin duda el sitio perfecto para sentarse a descansar, y teniendo en cuenta sus habilidades y elemento, no les costaría encender una hoguera cuando fuera preciso. Tras desmontar, guió su caballo hasta uno de los árboles para atar las riendas a una rama del mismo, acción que la tensai imitó instantes después, justo antes de echar un vistazo a los alrededores.
Desde donde estaban se podía ver a lo lejos la ciudad mientras esta despertaba a un nuevo día, pronto los mercaderes comenzarían a montar sus puestos y el bullicio se apoderaría de la zona comercial.
Por eso la idea de pasar un día tranquilo a las afueras con ella se le antojaba como una perfecta ocasión para intentar acercarse a la tensai, sobre todo después de las dos noches de festejos a las que habían acudido juntos, y en las que quitando un par de momentos, se habían divertido bastante. Cierto era que en la última al alado lo habían traicionado sus emociones, cuando golpeó a un borracho que la estaba molestando, dejándose llevar y sin pensar en que eso podría delatarlo a ojos de la hechicera, pero Elen no comentó nada al respecto durante el resto de la velada. La situación era complicada, pero aunque hasta aquel momento Alister no se hubiese atrevido a confesarle sus sentimientos por miedo a su rechazo y lo que éste traería consigo de cara a la misión que había unido sus caminos, si veía en ella algún indicio de que pudiese estar interesada o le correspondiese, eso lo cambiaría todo.
Sin aminorar la marcha, cruzaron la plaza central de Lunargenta y prosiguieron hacia una de las puertas, agradeciendo que al ser tan temprano apenas hubiese gente en las calles. Los guardias que custodiaban la salida tampoco les dijeron nada, conocían bastante a la centinela y también a su compañero, y teniendo en cuenta lo que ella había hecho por la ciudad, y las veces que sin dudarlo, se había alistado para luchar en conflictos como el de Terpoli o Roilkat, no la molestarían ni harían comentario alguno sobre su extraña apariencia.
El resto del trayecto hasta las afueras no les llevó más de media hora, y tras pasar algunas modestas casitas con sus campos de cultivo, la benjamina de los Calhoun pudo relajarse y dar un respiro a Sombra. - Bien, ya hemos dejado atrás la ciudad, ¿cuál es tu plan? - preguntó Elen, en cuanto su compañero se le puso a la par. - ¿Por qué debería tener uno? Solo quiero pasar un día tranquilo, sin vampiros, demonios ni bestias de por medio. - respondió el dragón, resumiendo en aquella breve lista los enemigos a los que se habían enfrentado últimamente. - Suena bien. - musitó la bruja, que siendo como era un imán para los problemas, pocas veces podía disfrutar de la calma. Sin embargo, la amenaza de los Tarmúnil seguía presente en sus pensamientos todo el tiempo, por mucho que pareciese relajada.
Su encuentro con Amaterasu era lo que más la preocupaba, ¿cómo se tomaría la nigromante lo que tenía que contarle acerca de las consecuencias de haber maldecido a Xana? Ahora que los jinetes tenían su adn cualquier ventaja que creyese tener contra ellos se había esfumado por completo, y la corona astada corría peligro. Ese sería un duro golpe para los centinelas, pero de algún modo tendrían que sobreponerse y seguir adelante, aunque no sabía muy bien cómo. Puede que el mero hecho de verse amenazada convenciese a la revividora para cooperar con el resto pero no podía darlo por sentado, y aún quedaba pendiente el favor que le debía, uno que la intrigaba bastante, sobre todo porque ni la mismísima Amaterasu se veía capaz de conseguirlo. Ese detalle no auguraba nada bueno pero había dado su palabra y tarde o temprano, tendría que cumplirla.
Viendo que se quedaba algo ensimismada, Alister tomó la delantera y buscó un lugar apartado de los campesinos, internándose un poco en el lindero del bosque pero sin alejarse mucho del camino ya que tal como había dicho, no quería problemas aquel día. No tardó mucho en encontrar un pequeño claro entre los árboles, sin duda el sitio perfecto para sentarse a descansar, y teniendo en cuenta sus habilidades y elemento, no les costaría encender una hoguera cuando fuera preciso. Tras desmontar, guió su caballo hasta uno de los árboles para atar las riendas a una rama del mismo, acción que la tensai imitó instantes después, justo antes de echar un vistazo a los alrededores.
Desde donde estaban se podía ver a lo lejos la ciudad mientras esta despertaba a un nuevo día, pronto los mercaderes comenzarían a montar sus puestos y el bullicio se apoderaría de la zona comercial.
Elen Calhoun
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Re: La broma del dios Bragi, hada por un día [Privado][Cerrado]
Tras admirar la ciudad durante unos segundos, Elen se giró hacia su compañero y buscó un sitio donde sentarse sin que sus nuevas alas le resultasen un estorbo, cosa que la limitaba un tanto. Apoyar la espalda contra un tronco quedaba descartado pero solo para ella, así que se situó cerca de un árbol y se acomodó como buenamente pudo, mientras el dragón se sentaba tomando el grueso tronco del mismo a modo de respaldo. Una vez hecho esto echó mano a la bolsa de cuero en que había guardado los alimentos que había comprado en la posada antes de salir, extrayendo de ésta un pañuelo que envolvía un par de barras de pan ya cortadas en rodajas y algo de queso también listo para consumir. Además había traído frutas frescas, agua, leche y unas cuantas pastas dulces, de esas que sabía que a Elen le gustaban. Eso bastaría para un desayuno ligero, más tarde podrían encender una hoguera y cocinar la carne que descansaba en el interior de la bolsa, acompañándola con algo de guarnición.
La joven se decantó por una brillante y apetitosa manzana roja, seguida como no de un par de aquellos irresistibles dulces que solía comprar en el mercado de Lunargenta cuando tenía ocasión. El hecho de que su compañero se hubiese fijado en sus preferencias no era extraño, después de todo el tiempo que llevaban viajando juntos habían llegado a conocerse bastante bien, pero apreciaba el detalle por su parte, ya que aquellas pastas solo las elaboraba una panadera en concreto. ¿Tanto había tardado en prepararse? Se preguntó interiormente, pero instantes después dejó de lado aquella cuestión, cuando una extraña idea se le cruzó por la mente.
Estaban solos, sí, casi siempre que viajaban lo estaban pero desde que había descubierto, por las malas, que sentía algo por el dragón, aquellos momentos le resultaban al mismo tiempo agradables y turbadores. Ya no podía comportarse como antes, al menos no con tanta facilidad, porque la imagen del cazador herido la perseguía, ¿qué debía hacer? La opción de borrarle la memoria no era segura y tampoco le gustaba, pero ¿cómo protegerlo sino? Viajar con ella implicaba peligro, tanto que su próxima visita al hogar de Amaterasu en cierto modo la tenía aterrada.
¿Qué podía esperar de la nigromante cuando había lanzado una maldición a Xana de forma tan innecesaria? Puede que su plan fuese más allá, querer conocer el origen de los jinetes, pero todo había acabado mal y sin duda se pondría de mal humor cuando se enterase de lo ocurrido. ¿Dirigiría su enfado entonces contra el alado? No quería ni pensarlo. A ella no le haría nada, al menos hasta que cumpliese la misión que le tenía reservada, pero Alister podía ser un blanco fácil para su ira, y sabiendo cómo se las podía gastar Amaterasu, la tensai tendría que tomar ciertas precauciones.
Tratar de convencer a su compañero para que no fuese con ella sería una pérdida de tiempo, bien lo sabía después de ver lo terco que podía llegar a ser, así que sus opciones se reducían drásticamente. Elen dejó escapar un leve suspiro de resignación y se quedó ensimismada observando lo que quedaba de la pasta que sostenía entre los dedos, hasta que se dio cuenta de que no estaban tan solos como creía. El crujir de una rama delató la presencia de alguien en los alrededores, y en cuanto levantó la vista pudo ver una figura semi oculta tras un árbol cercano, que la observaba con los ojos muy abiertos. Era una niña, ataviada con modestas ropas que se habían llenado de barro mientras jugaba.
Viéndose descubierta, la pequeña se escondió, pero volvió a asomarse poco después. - Sal, no tengas miedo. - instó Elen, con voz suave. La niña, retorciendo su vestido obedeció, y avanzó hacia el par de viajeros con paso inseguro, sin apartar la vista de aquella extraña mujer con alas. - ¿Qué ocurre? - preguntó la bruja, sin pensar que aquel interés pudiese deberse a su apariencia. - Nunca había visto un hada de verdad. - contestó, con un brillo especial en los ojos, como si estuviese ante una criatura extraordinaria. Alister sonrió al escucharla y guardó silencio, no sería él quien le quitase la ilusión, ni tampoco la hechicera.
- Uhmm… no solemos salir mucho del bosque. - mintió, de forma algo torpe pero fue suficiente como para que la pequeña la creyese. - ¿Cumplís deseos como en los cuentos? - preguntó, sin poder contenerse. - Lo siento, no soy ese tipo de hada. - dijo la joven, y aunque decepcionó un poco a la niña, pronto eso quedó olvidado. Manipulando su eléctrico elemento, la de ojos verdes creó una ilusión como las que había usado en algunas fiestas para entretener al público, dándole forma de colibrí y haciendo que volase en círculos alrededor de la chica, que de inmediato comenzó a reír y girar para seguir al pájaro. - No lo toques o la magia desaparecerá. - advirtió, para que no se hiciese daño al entrar en contacto con la corriente.
Tras unos minutos la pequeña terminó cansada pero no dejó de sonreír, se despidió del hada dándole las gracias y añadiendo que esperaba verla de nuevo pronto, algo que no ocurriría pero que ella no tenía por qué saber.
La joven se decantó por una brillante y apetitosa manzana roja, seguida como no de un par de aquellos irresistibles dulces que solía comprar en el mercado de Lunargenta cuando tenía ocasión. El hecho de que su compañero se hubiese fijado en sus preferencias no era extraño, después de todo el tiempo que llevaban viajando juntos habían llegado a conocerse bastante bien, pero apreciaba el detalle por su parte, ya que aquellas pastas solo las elaboraba una panadera en concreto. ¿Tanto había tardado en prepararse? Se preguntó interiormente, pero instantes después dejó de lado aquella cuestión, cuando una extraña idea se le cruzó por la mente.
Estaban solos, sí, casi siempre que viajaban lo estaban pero desde que había descubierto, por las malas, que sentía algo por el dragón, aquellos momentos le resultaban al mismo tiempo agradables y turbadores. Ya no podía comportarse como antes, al menos no con tanta facilidad, porque la imagen del cazador herido la perseguía, ¿qué debía hacer? La opción de borrarle la memoria no era segura y tampoco le gustaba, pero ¿cómo protegerlo sino? Viajar con ella implicaba peligro, tanto que su próxima visita al hogar de Amaterasu en cierto modo la tenía aterrada.
¿Qué podía esperar de la nigromante cuando había lanzado una maldición a Xana de forma tan innecesaria? Puede que su plan fuese más allá, querer conocer el origen de los jinetes, pero todo había acabado mal y sin duda se pondría de mal humor cuando se enterase de lo ocurrido. ¿Dirigiría su enfado entonces contra el alado? No quería ni pensarlo. A ella no le haría nada, al menos hasta que cumpliese la misión que le tenía reservada, pero Alister podía ser un blanco fácil para su ira, y sabiendo cómo se las podía gastar Amaterasu, la tensai tendría que tomar ciertas precauciones.
Tratar de convencer a su compañero para que no fuese con ella sería una pérdida de tiempo, bien lo sabía después de ver lo terco que podía llegar a ser, así que sus opciones se reducían drásticamente. Elen dejó escapar un leve suspiro de resignación y se quedó ensimismada observando lo que quedaba de la pasta que sostenía entre los dedos, hasta que se dio cuenta de que no estaban tan solos como creía. El crujir de una rama delató la presencia de alguien en los alrededores, y en cuanto levantó la vista pudo ver una figura semi oculta tras un árbol cercano, que la observaba con los ojos muy abiertos. Era una niña, ataviada con modestas ropas que se habían llenado de barro mientras jugaba.
Viéndose descubierta, la pequeña se escondió, pero volvió a asomarse poco después. - Sal, no tengas miedo. - instó Elen, con voz suave. La niña, retorciendo su vestido obedeció, y avanzó hacia el par de viajeros con paso inseguro, sin apartar la vista de aquella extraña mujer con alas. - ¿Qué ocurre? - preguntó la bruja, sin pensar que aquel interés pudiese deberse a su apariencia. - Nunca había visto un hada de verdad. - contestó, con un brillo especial en los ojos, como si estuviese ante una criatura extraordinaria. Alister sonrió al escucharla y guardó silencio, no sería él quien le quitase la ilusión, ni tampoco la hechicera.
- Uhmm… no solemos salir mucho del bosque. - mintió, de forma algo torpe pero fue suficiente como para que la pequeña la creyese. - ¿Cumplís deseos como en los cuentos? - preguntó, sin poder contenerse. - Lo siento, no soy ese tipo de hada. - dijo la joven, y aunque decepcionó un poco a la niña, pronto eso quedó olvidado. Manipulando su eléctrico elemento, la de ojos verdes creó una ilusión como las que había usado en algunas fiestas para entretener al público, dándole forma de colibrí y haciendo que volase en círculos alrededor de la chica, que de inmediato comenzó a reír y girar para seguir al pájaro. - No lo toques o la magia desaparecerá. - advirtió, para que no se hiciese daño al entrar en contacto con la corriente.
Tras unos minutos la pequeña terminó cansada pero no dejó de sonreír, se despidió del hada dándole las gracias y añadiendo que esperaba verla de nuevo pronto, algo que no ocurriría pero que ella no tenía por qué saber.
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Elen Calhoun
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Re: La broma del dios Bragi, hada por un día [Privado][Cerrado]
- No sabía que podías hacer eso. - comentó Alister, en cuanto volvieron a quedarse solos. - Aprendí a crear ilusiones hace un par de años, por entonces las utilizaba para entretener al público durante las fiestas. - reveló la bruja, trayendo a su mente la actuación que había hecho en carnaval. Al parecer, al dragón aún le quedaba mucho por conocer de su compañera, pero no pensaba apartarse de su lado, así que tendría todo el tiempo del mundo para hacerlo. - Sabes… podría acostumbrarme a verte así. - tomó la palabra, tras un breve silencio solo roto por la suave brisa y el cantar de los pájaros. Elen lo miró y vio que señalaba sus alas, esas que no sabía cuándo desaparecerían.
- Venga ya, no te burles de mí. - dijo, al tiempo que se rodeaba las rodillas con los brazos. ¿Quién la tomaría en serio con esa apariencia? Casi podía imaginar a Amaterasu riéndose de ella, no, no podía presentarse en isla lunar hasta que aquel efecto se hubiese esfumado, aunque también debía poner en orden algunas cosas antes de encaminarse a las tierras del norte. - Lo digo en serio, bueno… está claro que ese par de alitas tan pequeñas no te servirán para volar pero te quedan bien. - aseguró el cazador, sonriendo levemente. Elen bajó la vista al suelo para tratar de concentrarse en algo que no la pusiera nerviosa, porque ahora de nada le valían los años que se obligó a tener a raya sus emociones, lo que sentía por su compañero le afectaba como le hubiese pasado a cualquier muchacha de su edad, y eso podía convertirse en un problema.
No podía permitir que se le notase, así que tomó aire y clavó su mirada en el horizonte antes de volver a hablar. - Pues no son las primeras que tengo, quizá debería haber nacido con alas. - comentó, intrigando al dragón. - ¿Ah no? Tendrás que ponerme al día, en Dundarak no solemos ver este tipo de cosas. - intervino Alister, esperando que la joven le contase con más detalle lo que le había ocurrido en el pasado. - Uhmm… la magia siempre está presente de algún modo en los eventos sociales, pero no solo en la decoración como cabría imaginar, aquí todo lo que se come o se bebe tiene algún efecto curioso. - comenzó a decir, mientras su memoria la llevaba directamente a la primera gran celebración a la que había asistido.
- Cuando vivía en las islas evitaba ese tipo de celebraciones, pero una vez en la ciudad las cosas cambiaron. El rey decidió organizar un baile de navidad y abrir su castillo al pueblo, esa fue la primera vez que me vi en una fiesta tan importante. - continuó, situando al dragón. - Yo no tenía idea de que los alimentos y bebidas estaban hechizados, así que terminé hablando en verso y con unas pequeñas alas negras, muy parecidas a las de un cuervo. - los labios de la hechicera se curvaron en una sonrisa, había pasado tanto tiempo desde aquello. Alister la escuchaba con atención e intentaba imaginársela de esa guisa, cosa que resultaba divertida. - Por supuesto los efectos desaparecieron antes incluso de que acabase la fiesta, siempre fue así… hasta ahora. - comentó, volviendo a mirar su extraño atuendo.
- Días después regresé a las islas para la celebración del año nuevo, esa sí que fue una noche caótica. - las imágenes iban y venían, recordándole algunos aspectos del evento. - Todo empezó con un juego de cartas pero terminó desmadrándose, de pronto tenía alas de mariposa y mi compañera se había convertido en un felino, había gente flotando o transformándose, una enorme langosta lanzándonos dulces… - aquello podía sonar totalmente ridículo pero era real. - Nos vimos obligados a vencer al monstruo y entonces fue cuando acabé atada por el tobillo a un dragón, que casi me arrastra en su ataque contra la bestia. - caótico parecía quedarse corto para todo lo que había pasado en apenas unas horas.
Alister la miró extrañado, como si le costase imaginar todo lo que estaba diciendo, algo completamente normal teniendo en cuenta del lugar del que venía. - Me tomas el pelo. - comentó, consiguiendo que la hechicera se girase hacia él. - Sé que parece una locura pero fue justo como te lo cuento… debería llevarte a la próxima fiesta de año nuevo de las islas, seguro que después de eso nada te extrañaría. - dijo sin pensar, y al momento se quedó callada, nada le aseguraba que el dragón siguiese a su lado para entonces. - Te tomo la palabra. - contestó el alado, aceptando aquella inesperada propuesta. Elen se mantuvo callada durante unos instantes, con la vista clavada en sus rodillas y una leve sonrisa.
- Bueno, ¿y qué paso luego? - preguntó, para que la joven volviese a hablar. - Ganamos por supuesto, y los diferentes efectos se fueron desvaneciendo, una pena… esas alas sí que me gustaban, y al menos me permitían volar un poco, aunque no demasiado alto. - respondió, para luego recordar el último evento al que había asistido antes de toparse con él. - La última fiesta a la que asistí fue un poco diferente, me convertí en una mujer bestia felina y me pusieron a prueba en una carrera, que por suerte gané. - relató de forma breve, bajo la atenta mirada del cazador. - Y ahora eres un hada. - intervino de nuevo, observando el débil aleteo de la tensai. - Sí, espero que no dure mucho o tendré que irme a vivir al bosque. - bromeó, relajando su postura. - Es un sitio agradable cuando te acostumbras, y estoy seguro de que no nos costaría adaptarnos a él. - dijo, incluyéndose en el plan.
Los dos, viviendo solos en el bosque… mierda ya volvía a pasarle, los nervios habían regresado. Antes no le importaba estar a solas con el dragón pero todo había cambiado, tenía que distraerse con algo. Echando mano a su elemento, la de ojos verdes se concentró en crear otra ilusión eléctrica, una mariposa con las alas del mismo color del que ella las había tenido, que revoloteó sobre su mano antes de comenzar a volar en círculos sobre la hierba.
- Venga ya, no te burles de mí. - dijo, al tiempo que se rodeaba las rodillas con los brazos. ¿Quién la tomaría en serio con esa apariencia? Casi podía imaginar a Amaterasu riéndose de ella, no, no podía presentarse en isla lunar hasta que aquel efecto se hubiese esfumado, aunque también debía poner en orden algunas cosas antes de encaminarse a las tierras del norte. - Lo digo en serio, bueno… está claro que ese par de alitas tan pequeñas no te servirán para volar pero te quedan bien. - aseguró el cazador, sonriendo levemente. Elen bajó la vista al suelo para tratar de concentrarse en algo que no la pusiera nerviosa, porque ahora de nada le valían los años que se obligó a tener a raya sus emociones, lo que sentía por su compañero le afectaba como le hubiese pasado a cualquier muchacha de su edad, y eso podía convertirse en un problema.
No podía permitir que se le notase, así que tomó aire y clavó su mirada en el horizonte antes de volver a hablar. - Pues no son las primeras que tengo, quizá debería haber nacido con alas. - comentó, intrigando al dragón. - ¿Ah no? Tendrás que ponerme al día, en Dundarak no solemos ver este tipo de cosas. - intervino Alister, esperando que la joven le contase con más detalle lo que le había ocurrido en el pasado. - Uhmm… la magia siempre está presente de algún modo en los eventos sociales, pero no solo en la decoración como cabría imaginar, aquí todo lo que se come o se bebe tiene algún efecto curioso. - comenzó a decir, mientras su memoria la llevaba directamente a la primera gran celebración a la que había asistido.
- Cuando vivía en las islas evitaba ese tipo de celebraciones, pero una vez en la ciudad las cosas cambiaron. El rey decidió organizar un baile de navidad y abrir su castillo al pueblo, esa fue la primera vez que me vi en una fiesta tan importante. - continuó, situando al dragón. - Yo no tenía idea de que los alimentos y bebidas estaban hechizados, así que terminé hablando en verso y con unas pequeñas alas negras, muy parecidas a las de un cuervo. - los labios de la hechicera se curvaron en una sonrisa, había pasado tanto tiempo desde aquello. Alister la escuchaba con atención e intentaba imaginársela de esa guisa, cosa que resultaba divertida. - Por supuesto los efectos desaparecieron antes incluso de que acabase la fiesta, siempre fue así… hasta ahora. - comentó, volviendo a mirar su extraño atuendo.
- Días después regresé a las islas para la celebración del año nuevo, esa sí que fue una noche caótica. - las imágenes iban y venían, recordándole algunos aspectos del evento. - Todo empezó con un juego de cartas pero terminó desmadrándose, de pronto tenía alas de mariposa y mi compañera se había convertido en un felino, había gente flotando o transformándose, una enorme langosta lanzándonos dulces… - aquello podía sonar totalmente ridículo pero era real. - Nos vimos obligados a vencer al monstruo y entonces fue cuando acabé atada por el tobillo a un dragón, que casi me arrastra en su ataque contra la bestia. - caótico parecía quedarse corto para todo lo que había pasado en apenas unas horas.
Alister la miró extrañado, como si le costase imaginar todo lo que estaba diciendo, algo completamente normal teniendo en cuenta del lugar del que venía. - Me tomas el pelo. - comentó, consiguiendo que la hechicera se girase hacia él. - Sé que parece una locura pero fue justo como te lo cuento… debería llevarte a la próxima fiesta de año nuevo de las islas, seguro que después de eso nada te extrañaría. - dijo sin pensar, y al momento se quedó callada, nada le aseguraba que el dragón siguiese a su lado para entonces. - Te tomo la palabra. - contestó el alado, aceptando aquella inesperada propuesta. Elen se mantuvo callada durante unos instantes, con la vista clavada en sus rodillas y una leve sonrisa.
- Bueno, ¿y qué paso luego? - preguntó, para que la joven volviese a hablar. - Ganamos por supuesto, y los diferentes efectos se fueron desvaneciendo, una pena… esas alas sí que me gustaban, y al menos me permitían volar un poco, aunque no demasiado alto. - respondió, para luego recordar el último evento al que había asistido antes de toparse con él. - La última fiesta a la que asistí fue un poco diferente, me convertí en una mujer bestia felina y me pusieron a prueba en una carrera, que por suerte gané. - relató de forma breve, bajo la atenta mirada del cazador. - Y ahora eres un hada. - intervino de nuevo, observando el débil aleteo de la tensai. - Sí, espero que no dure mucho o tendré que irme a vivir al bosque. - bromeó, relajando su postura. - Es un sitio agradable cuando te acostumbras, y estoy seguro de que no nos costaría adaptarnos a él. - dijo, incluyéndose en el plan.
Los dos, viviendo solos en el bosque… mierda ya volvía a pasarle, los nervios habían regresado. Antes no le importaba estar a solas con el dragón pero todo había cambiado, tenía que distraerse con algo. Echando mano a su elemento, la de ojos verdes se concentró en crear otra ilusión eléctrica, una mariposa con las alas del mismo color del que ella las había tenido, que revoloteó sobre su mano antes de comenzar a volar en círculos sobre la hierba.
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Re: La broma del dios Bragi, hada por un día [Privado][Cerrado]
El resto de la mañana transcurrió sin incidentes ni inesperadas visitas, justo como quería el dragón, que poco después de terminar su desayuno decidió tumbarse en la hierba, con ambos brazos a modo de almohada bajo la cabeza. No podía pedir un día mejor, el cielo estaba despejado y una suave brisa mantenía el calor en un punto agradable, los pájaros cantaban y la hechicera estaba allí con él, a ratos distraída con sus ilusiones, pero eso no importaba. Elen se preguntaba mentalmente cuánto tiempo más duraría aquel hechizo, no podía ponerse cómoda como su compañero por culpa de las alas, así que se quedó sentada pero con la espalda levemente inclinada hacia atrás, con ambos brazos como soporte.
A Alister le resultaba más fácil desconectar de los problemas que a ella, quizá porque atesoraba aquellos escasos momentos de tranquilidad que tenían y hacía lo posible por disfrutarlos, tal como habían hecho durante los festejos del Bragiväl, aunque la segunda noche se dejó llevar por sus emociones y eso podría haberlo delatado. Conocía bien a la centinela pero había mucho más que aún no había descubierto, y claramente quería hacerlo, aunque fuesen cosas triviales como la razón por la que maquillaba sus ojos con aquel toque negro o el origen de la cicatriz que le cruzaba el rostro.
- Nunca me has contado cómo te hicieron eso. - comentó el dragón, señalándose la mejilla para que supiese a qué se refería. Hasta el momento había preferido evitar el tema ya que algunas mujeres se acomplejaban por su aspecto, pero Elen no era de esas, nunca había tratado de ocultar su cicatriz ni disimularla. - Ah, esto. - musitó la joven, pasando las yemas de los dedos por la línea que empezaba bajo su ojo izquierdo. - Unos bandidos intentaron asaltarnos a Vince y a mí cuando nos dirigíamos al norte en busca de nuestros padres. - comenzó a contar, trasladándose mentalmente a aquella noche en el lago de la luna. - Llegaron de noche para robarnos y quién sabe qué más… pero no sabían con quién se estaban metiendo. - continuó, obviando los detalles.
- Vince y yo nos ocupamos de ellos pero no antes de que uno de los ladrones me dejase este recuerdo en la cara, aunque teniendo en cuenta que él no salió vivo del bosque está claro que se llevó la peor parte. - terminó la joven, sin inmutarse. Con el tiempo había aceptado aquella marca como parte de sí misma, y aunque existiese un modo de hacerla desaparecer no se lo plantearía. - Obtuvo lo que se merecía. - intervino Alister, sin apartar la vista de la tensai, que se había quedado pensativa. Aquello no era más que arañar la superficie, bajo las ropas Elen era un mapa de cicatrices que le marcaban los muslos, costados, hombros, antebrazos y por supuesto no olvidaba la runa grabada a fuego sobre su pecho ni el recuerdo que Tarivius había dejado en el interior de su muñeca. Muchas eran tenues pero aún podían verse, y por desgracia sabía que antes de acabar su lucha contra los Tarmúnil era probable que sumase un par más a la lista, ¿quién podría ver belleza en un cuerpo así?
Nadie, la respuesta era clara, y eso hizo que comprendiese lo estúpida que había sido al permitirse enamorarse del cazador, debía enterrar sus sentimientos y concentrarse en terminar su tarea, luego él se marcharía al norte y ella tendría que obligarse a olvidar, algo que no le resultaría sencillo. - ¿Pasa algo? - preguntó él, interrumpiendo sus pensamientos al ver cómo le cambiaba la expresión, tornándose seria. - No, nada. - contestó. - Es solo que no traía a mi mente esos recuerdos desde hacía años. - añadió para disimular. - Lo siento, no debí preguntar… - se disculpó Alister, pero la de cabellos cenicientos lo cortó de inmediato. - No te preocupes, no es nada. - aseguró, esbozando una leve sonrisa.
Durante un rato la benjamina de los Calhoun se mantuvo en silencio, observando como la brisa mecía las ramas de los árboles y los pájaros volaban de uno a otro, luego dirigió la vista hacia la ciudad, desde la cual se alzaban ya varias finas columnas de humo, era mediodía y muy probablemente el mercado estuviese abarrotado de gente a aquellas horas, igual que las tabernas y posadas. Con la vista puesta en el almuerzo, Alister comenzó a preparar la leña para la hoguera con que cocinarían la carne que había comprado, cambió de forma y utilizó su elemento para prenderla, demostrando que sabía controlar muy bien el fuego y su intensidad.
- Bueno, ¿y qué hay de ti? Sé cuál fue el motivo que te empujó a convertirte en cazador de demonios pero no me has contado mucho al respecto. - inquirió Elen, mientras el dragón se aseguraba de que las ascuas no se apagasen. El reptil la miró y se irguió para responderle, sin abandonar su forma bestial. - Un viejo amigo de mi padre había tenido una experiencia cercana con uno de esos seres, su hijo mayor había encontrado un extraño objeto en la llanura y desde entonces había empezado a comportarse diferente, tanto que parecía otra persona. - explicó, lentamente. - Estaba seguro de que algo le pasaba pero no sabía qué podía ser así que buscó ayuda, aunque por desgracia no le llegó a tiempo. - continuó, dirigiendo su mirada hacia el fuego.
- Para cuando supo que se trataba de una posesión demoníaca su hijo ya había desaparecido, trató de seguirlo pero no dio con él, y muchos al escuchar lo que aseguraba lo tomaron por loco. - las alargadas pupilas del reptil volvieron centrarse en ella tras decir esto. - Yo conocía los rumores y en cuanto Emily murió acudí a él para que compartiese conmigo lo que sabía, luego decidí que acabaría con todos y cada uno de esos seres hasta encontrar a los que la habían maldecido, empezando justamente por el que había ocupado el cuerpo de su hijo. - dijo para finalizar, al tiempo que su cuerpo volvía a cambiar a su apariencia humana. - Podrás imaginar el resto, nueve años de cacerías en los que tuve que aprender y mejorar para hacerles frente, hasta que te encontré a ti. - los labios de Alister se curvaron en una sonrisa al terminar la frase, pues a pesar de lo accidentado que fue su primer encuentro con la hechicera, era lo mejor que le había podido pasar.
A Alister le resultaba más fácil desconectar de los problemas que a ella, quizá porque atesoraba aquellos escasos momentos de tranquilidad que tenían y hacía lo posible por disfrutarlos, tal como habían hecho durante los festejos del Bragiväl, aunque la segunda noche se dejó llevar por sus emociones y eso podría haberlo delatado. Conocía bien a la centinela pero había mucho más que aún no había descubierto, y claramente quería hacerlo, aunque fuesen cosas triviales como la razón por la que maquillaba sus ojos con aquel toque negro o el origen de la cicatriz que le cruzaba el rostro.
- Nunca me has contado cómo te hicieron eso. - comentó el dragón, señalándose la mejilla para que supiese a qué se refería. Hasta el momento había preferido evitar el tema ya que algunas mujeres se acomplejaban por su aspecto, pero Elen no era de esas, nunca había tratado de ocultar su cicatriz ni disimularla. - Ah, esto. - musitó la joven, pasando las yemas de los dedos por la línea que empezaba bajo su ojo izquierdo. - Unos bandidos intentaron asaltarnos a Vince y a mí cuando nos dirigíamos al norte en busca de nuestros padres. - comenzó a contar, trasladándose mentalmente a aquella noche en el lago de la luna. - Llegaron de noche para robarnos y quién sabe qué más… pero no sabían con quién se estaban metiendo. - continuó, obviando los detalles.
- Vince y yo nos ocupamos de ellos pero no antes de que uno de los ladrones me dejase este recuerdo en la cara, aunque teniendo en cuenta que él no salió vivo del bosque está claro que se llevó la peor parte. - terminó la joven, sin inmutarse. Con el tiempo había aceptado aquella marca como parte de sí misma, y aunque existiese un modo de hacerla desaparecer no se lo plantearía. - Obtuvo lo que se merecía. - intervino Alister, sin apartar la vista de la tensai, que se había quedado pensativa. Aquello no era más que arañar la superficie, bajo las ropas Elen era un mapa de cicatrices que le marcaban los muslos, costados, hombros, antebrazos y por supuesto no olvidaba la runa grabada a fuego sobre su pecho ni el recuerdo que Tarivius había dejado en el interior de su muñeca. Muchas eran tenues pero aún podían verse, y por desgracia sabía que antes de acabar su lucha contra los Tarmúnil era probable que sumase un par más a la lista, ¿quién podría ver belleza en un cuerpo así?
Nadie, la respuesta era clara, y eso hizo que comprendiese lo estúpida que había sido al permitirse enamorarse del cazador, debía enterrar sus sentimientos y concentrarse en terminar su tarea, luego él se marcharía al norte y ella tendría que obligarse a olvidar, algo que no le resultaría sencillo. - ¿Pasa algo? - preguntó él, interrumpiendo sus pensamientos al ver cómo le cambiaba la expresión, tornándose seria. - No, nada. - contestó. - Es solo que no traía a mi mente esos recuerdos desde hacía años. - añadió para disimular. - Lo siento, no debí preguntar… - se disculpó Alister, pero la de cabellos cenicientos lo cortó de inmediato. - No te preocupes, no es nada. - aseguró, esbozando una leve sonrisa.
Durante un rato la benjamina de los Calhoun se mantuvo en silencio, observando como la brisa mecía las ramas de los árboles y los pájaros volaban de uno a otro, luego dirigió la vista hacia la ciudad, desde la cual se alzaban ya varias finas columnas de humo, era mediodía y muy probablemente el mercado estuviese abarrotado de gente a aquellas horas, igual que las tabernas y posadas. Con la vista puesta en el almuerzo, Alister comenzó a preparar la leña para la hoguera con que cocinarían la carne que había comprado, cambió de forma y utilizó su elemento para prenderla, demostrando que sabía controlar muy bien el fuego y su intensidad.
- Bueno, ¿y qué hay de ti? Sé cuál fue el motivo que te empujó a convertirte en cazador de demonios pero no me has contado mucho al respecto. - inquirió Elen, mientras el dragón se aseguraba de que las ascuas no se apagasen. El reptil la miró y se irguió para responderle, sin abandonar su forma bestial. - Un viejo amigo de mi padre había tenido una experiencia cercana con uno de esos seres, su hijo mayor había encontrado un extraño objeto en la llanura y desde entonces había empezado a comportarse diferente, tanto que parecía otra persona. - explicó, lentamente. - Estaba seguro de que algo le pasaba pero no sabía qué podía ser así que buscó ayuda, aunque por desgracia no le llegó a tiempo. - continuó, dirigiendo su mirada hacia el fuego.
- Para cuando supo que se trataba de una posesión demoníaca su hijo ya había desaparecido, trató de seguirlo pero no dio con él, y muchos al escuchar lo que aseguraba lo tomaron por loco. - las alargadas pupilas del reptil volvieron centrarse en ella tras decir esto. - Yo conocía los rumores y en cuanto Emily murió acudí a él para que compartiese conmigo lo que sabía, luego decidí que acabaría con todos y cada uno de esos seres hasta encontrar a los que la habían maldecido, empezando justamente por el que había ocupado el cuerpo de su hijo. - dijo para finalizar, al tiempo que su cuerpo volvía a cambiar a su apariencia humana. - Podrás imaginar el resto, nueve años de cacerías en los que tuve que aprender y mejorar para hacerles frente, hasta que te encontré a ti. - los labios de Alister se curvaron en una sonrisa al terminar la frase, pues a pesar de lo accidentado que fue su primer encuentro con la hechicera, era lo mejor que le había podido pasar.
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Re: La broma del dios Bragi, hada por un día [Privado][Cerrado]
- Nueve años… eso es mucho tiempo. - comentó la joven, con voz suave. No podía imaginarse todo por lo que su compañero habría pasado durante ese período de su vida, pero ahora que sentía algo por él tenía cierta curiosidad por conocer mejor su historia, y qué mejor momento que aquel, en que disfrutaban de un tranquilo día a las afueras, para preguntarle. - ¿Cómo era tu vida antes de convertirte en cazador? - formuló, pero al momento cayó en que quizá Alister prefiriese no recordar aquella época. - Si no quieres hablar de ello lo entenderé. - añadió de inmediato. El dragón se quedó callado durante unos instantes, en parte alegre porque la de ojos verdes se interesase por él, pero evitaba sacar el tema para no remover el pasado, aunque con Elen haría una excepción, a fin de cuentas se había convertido en una persona realmente importante para él y eso lo impulsaba a querer compartir cosas con ella.
- Era un muchacho como cualquier otro, trabajaba como ayudante en algunos talleres de Dundarak y soñaba con convertirme en caballero dragón para seguir los pasos de mi padre, mientras Emily se labraba un futuro como enfermera en el hospital. - comenzó a contar, bajando la vista hacia las llamas. - No teníamos mucho pero era más que suficiente. - continuó al poco. - Mi padre hacía cuanto podía para que no nos faltase nada pero la verdad es que hubiese preferido tenerlo en casa más tiempo y sacrificar algunas cosas. - prosiguió, sin apartar la vista del fuego. - Aparte de eso no hay mucho más que contar, conoces el resto de la historia. - dijo para finalizar, cruzando una mirada con la hechicera.
- Cuando todo esto acabe podrías regresar, conozco a uno de los altos mandos del cuartel de caballeros dragones y estoy segura de que te aceptarían sin pensárselo dos veces. - comentó Elen, aunque la idea de verlo partir no le agradaba. - Ya no me interesa, tengo otros planes en mente. - respondió el dragón, sin quitarle los ojos de encima. - Eso está bien… - musitó la de cabellos cenicientos, desviando la vista hacia los árboles. Resultaba comprensible que no quisiese volver al lugar en que había perdido a toda su familia de forma tan trágica, pero entonces ¿qué tenía pensado hacer? ¿volvería a su vida de cazador de demonios en solitario? Era una opción bastante lógica ya que tras nueve años probablemente no se viese haciendo otra cosa, pero esa idea a ella no le gustaba, aunque dadas las escasas probabilidades de victoria que tenían los centinelas en la batalla final, lo mejor era dejar que su compañero buscase la manera de rehacer su vida, aunque esto incluyese la presencia de esos malditos seres en ella.
- ¿Y tú? - preguntó Alister para romper el silencio que se había creado entre ambos. - ¿Yo qué? - inquirió la de ojos verdes, girándose hacia él. - ¿Cómo eras antes de que te maldijesen? Los jinetes truncaron tu vida siendo muy joven. - ahora era el dragón quien quería conocer más acerca de su compañera, y ésta no tuvo reparos en responderle. - Nunca fui como el resto de chicas de mi edad… bueno, quizá cuando era una niña pero pronto mis prioridades cambiaron. - empezó a relatar, sin cambiar el tono suave y tranquilo que había mantenido hasta el momento. - En cuanto dejamos de recibir cartas de mis padres supimos que algo no iba bien, pero yo era aún muy pequeña para emprender un viaje tan largo y Vincent no quiso dejarme sola, así que aprovechamos los años siguientes para prepararnos a conciencia de cara a lo que podríamos encontrar fuera de las islas. - explicó, mientras los recuerdos asaltaban su mente.
- Mientras la mayoría de las chicas jugaban o empezaban a prepararse para la vida en sociedad y todo lo que ello conllevaba yo pasaba los días en la biblioteca, buscando información sobre las diferentes zonas de Aerandir y sus características, flora, fauna, cualquier cosa que pudiese ayudarme durante el viaje. - continuó, rememorando aquella época. - También estudié algo acerca de las diferentes razas y estuve practicando hasta mejorar mis hechizos, así que como podrás imaginar, no tenía mucho tiempo libre ni tampoco demasiados amigos. - reveló, sin avergonzarse de haberse convertido en una muchacha algo aislada del mundo. - Mi hermano y los Stone, la familia que nos acogió, eran la única compañía que necesitaba así que me centré completamente en adquirir nuevos conocimientos para estar lista cuando cumpliese la mayoría de edad, momento en que abandonamos las islas y llegamos aquí, a la imponente y bulliciosa Lunargenta. - terminó, echando un vistazo a la ciudad.
- Nos robaron la posibilidad de tener una vida normal. - musitó Alister, al comprender que la benjamina de los Calhoun ni siquiera había tenido los años que él tuvo para vivir de forma despreocupada antes del incidente con Emily, no, la de cabellos cenicientos apenas era una niña cuando todo su mundo cambió. - Sí, pero la verdad es que no me gustaría ser como esas personas que ignoran lo que ocurre a su alrededor, puede sonar sombrío pero ya me he acostumbrado a esto. - intervino Elen, esbozando una leve sonrisa para quitar hierro al asunto. - Alguien tiene que proteger estas tierras y a cuantos moran en ellas, no me parece un mal trabajo. - añadió, recordando a la pequeña que los había interrumpido hacía un rato. Si sus esfuerzos servían para que otras personas como esa inocente niña pudiesen llevar una vida tranquila y plena, valía la pena pagar el precio.
- Te sacrificarías por defenderlos y ni siquiera sabrían que lo has hecho… no es justo para ti. - dijo el cazador, mientras vigilaba como se cocinaba la carne al fuego. - Nadie dijo que tuviese que serlo, Tarivius dio su vida para ayudarme a tener una oportunidad contra los jinetes, se lo debo. - contestó la centinela, llevándose el pulgar a la marca que el hechicero le había dejado antes de desaparecer. - ¿Entonces qué será de ti cuando la batalla haya acabado? ¿qué futuro te espera? - preguntó, con los ojos clavados en la bruja y un deje de incertidumbre en la voz. - Ninguno. - respondió ella, con seriedad. Aquella simple palabra le sentó como si le hubiesen dado una patada en el estómago, pero antes de que pudiese decir nada la tensai volvió a hablar. - Soy realista, Amaterasu era nuestra mejor baza y ahora ya conocen sus habilidades, haré cuanto esté en mi mano para reunir a los demás y luchar, pero no creo que haya un después de la batalla para mí. Lo más probable es que no vuelva del otro plano. - soltó la tensai, ante su atónito compañero.
- Era un muchacho como cualquier otro, trabajaba como ayudante en algunos talleres de Dundarak y soñaba con convertirme en caballero dragón para seguir los pasos de mi padre, mientras Emily se labraba un futuro como enfermera en el hospital. - comenzó a contar, bajando la vista hacia las llamas. - No teníamos mucho pero era más que suficiente. - continuó al poco. - Mi padre hacía cuanto podía para que no nos faltase nada pero la verdad es que hubiese preferido tenerlo en casa más tiempo y sacrificar algunas cosas. - prosiguió, sin apartar la vista del fuego. - Aparte de eso no hay mucho más que contar, conoces el resto de la historia. - dijo para finalizar, cruzando una mirada con la hechicera.
- Cuando todo esto acabe podrías regresar, conozco a uno de los altos mandos del cuartel de caballeros dragones y estoy segura de que te aceptarían sin pensárselo dos veces. - comentó Elen, aunque la idea de verlo partir no le agradaba. - Ya no me interesa, tengo otros planes en mente. - respondió el dragón, sin quitarle los ojos de encima. - Eso está bien… - musitó la de cabellos cenicientos, desviando la vista hacia los árboles. Resultaba comprensible que no quisiese volver al lugar en que había perdido a toda su familia de forma tan trágica, pero entonces ¿qué tenía pensado hacer? ¿volvería a su vida de cazador de demonios en solitario? Era una opción bastante lógica ya que tras nueve años probablemente no se viese haciendo otra cosa, pero esa idea a ella no le gustaba, aunque dadas las escasas probabilidades de victoria que tenían los centinelas en la batalla final, lo mejor era dejar que su compañero buscase la manera de rehacer su vida, aunque esto incluyese la presencia de esos malditos seres en ella.
- ¿Y tú? - preguntó Alister para romper el silencio que se había creado entre ambos. - ¿Yo qué? - inquirió la de ojos verdes, girándose hacia él. - ¿Cómo eras antes de que te maldijesen? Los jinetes truncaron tu vida siendo muy joven. - ahora era el dragón quien quería conocer más acerca de su compañera, y ésta no tuvo reparos en responderle. - Nunca fui como el resto de chicas de mi edad… bueno, quizá cuando era una niña pero pronto mis prioridades cambiaron. - empezó a relatar, sin cambiar el tono suave y tranquilo que había mantenido hasta el momento. - En cuanto dejamos de recibir cartas de mis padres supimos que algo no iba bien, pero yo era aún muy pequeña para emprender un viaje tan largo y Vincent no quiso dejarme sola, así que aprovechamos los años siguientes para prepararnos a conciencia de cara a lo que podríamos encontrar fuera de las islas. - explicó, mientras los recuerdos asaltaban su mente.
- Mientras la mayoría de las chicas jugaban o empezaban a prepararse para la vida en sociedad y todo lo que ello conllevaba yo pasaba los días en la biblioteca, buscando información sobre las diferentes zonas de Aerandir y sus características, flora, fauna, cualquier cosa que pudiese ayudarme durante el viaje. - continuó, rememorando aquella época. - También estudié algo acerca de las diferentes razas y estuve practicando hasta mejorar mis hechizos, así que como podrás imaginar, no tenía mucho tiempo libre ni tampoco demasiados amigos. - reveló, sin avergonzarse de haberse convertido en una muchacha algo aislada del mundo. - Mi hermano y los Stone, la familia que nos acogió, eran la única compañía que necesitaba así que me centré completamente en adquirir nuevos conocimientos para estar lista cuando cumpliese la mayoría de edad, momento en que abandonamos las islas y llegamos aquí, a la imponente y bulliciosa Lunargenta. - terminó, echando un vistazo a la ciudad.
- Nos robaron la posibilidad de tener una vida normal. - musitó Alister, al comprender que la benjamina de los Calhoun ni siquiera había tenido los años que él tuvo para vivir de forma despreocupada antes del incidente con Emily, no, la de cabellos cenicientos apenas era una niña cuando todo su mundo cambió. - Sí, pero la verdad es que no me gustaría ser como esas personas que ignoran lo que ocurre a su alrededor, puede sonar sombrío pero ya me he acostumbrado a esto. - intervino Elen, esbozando una leve sonrisa para quitar hierro al asunto. - Alguien tiene que proteger estas tierras y a cuantos moran en ellas, no me parece un mal trabajo. - añadió, recordando a la pequeña que los había interrumpido hacía un rato. Si sus esfuerzos servían para que otras personas como esa inocente niña pudiesen llevar una vida tranquila y plena, valía la pena pagar el precio.
- Te sacrificarías por defenderlos y ni siquiera sabrían que lo has hecho… no es justo para ti. - dijo el cazador, mientras vigilaba como se cocinaba la carne al fuego. - Nadie dijo que tuviese que serlo, Tarivius dio su vida para ayudarme a tener una oportunidad contra los jinetes, se lo debo. - contestó la centinela, llevándose el pulgar a la marca que el hechicero le había dejado antes de desaparecer. - ¿Entonces qué será de ti cuando la batalla haya acabado? ¿qué futuro te espera? - preguntó, con los ojos clavados en la bruja y un deje de incertidumbre en la voz. - Ninguno. - respondió ella, con seriedad. Aquella simple palabra le sentó como si le hubiesen dado una patada en el estómago, pero antes de que pudiese decir nada la tensai volvió a hablar. - Soy realista, Amaterasu era nuestra mejor baza y ahora ya conocen sus habilidades, haré cuanto esté en mi mano para reunir a los demás y luchar, pero no creo que haya un después de la batalla para mí. Lo más probable es que no vuelva del otro plano. - soltó la tensai, ante su atónito compañero.
Elen Calhoun
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Re: La broma del dios Bragi, hada por un día [Privado][Cerrado]
Alister no podía creer que la hechicera dijese aquello sin apenas inmutarse, ¿de verdad se había resignado a perecer en su lucha contra los jinetes? No podía ser cierto, no era propio de ella hablar así, con esa negatividad. - Sé que esos desgraciados no son como los enemigos a los que estamos acostumbrados a enfrentarnos, pero no puedes estar hablando en serio, ¿no volver? ¿de verdad crees que no lo harás? - inquirió, segundos después de la intervención de la tensai. Su rostro denotaba una mezcla entre incertidumbre y preocupación, ahora que por fin había encontrado algo por lo que merecía la pena luchar no estaba dispuesto a perderlo tan fácilmente. - Es muy posible, aunque haré cuanto pueda por regresar con vida y que mis hermanos también lo hagan. - respondió Elen, sin cambiar el tono serio de voz.
Amaterasu, Melena Blanca, Vladimir… ¿podrían los cuatro llegar a coordinarse para erradicar la amenaza que los Tarmúnil representaban? Quizá con algo de tiempo pudiesen elaborar una estrategia de cara a la batalla, pero tiempo era justamente lo que no tenían. Soltando un leve suspiro, la de ojos verdes centró su mirada en la hoguera y la carne que ya estaba casi a punto. - Tienes que volver, a este lado hay gente que te quiere… - comentó el cazador, incluyéndose por supuesto en ese grupo, aunque no lo diría. - Lo sé, eso será lo más complicado de llevar. - dijo la bruja, sin saber cómo se despediría de su familia y amigos. ¿Cómo se suponía que iba a decir a Yennefer que se marchaba? Después de todo lo que había sufrido su madre y del tiempo que había perdido sin disfrutar de sus hijos la centinela no tenía idea de cómo afrontar tal conversación, a pesar de que la morena ya sabía en qué tipo de asuntos andaba metida.
Vincent, la pequeña Allyson, los Stone, Huracán, Jules, Alister, todas serían despedidas amargas, unas más que otras sin duda, pero nada agradables. - De todos modos aún queda mucho por hacer, convencer a Amaterasu de que coopere no será fácil. - volvió a hablar la hechicera, sin olvidar ni por un momento que le debía un favor. - ¿Y si no consigues su apoyo? - preguntó Alister, sin quitarle ojo de encima a su compañera. - No sabría qué hacer, habría fallado a Tarivius. - respondió ella, antes de que el silencio se adueñase del lugar, únicamente roto por el crepitar de las llamas y el leve canto de los pájaros.
El almuerzo transcurrió también envuelto en aquel silencio, y una vez terminado la de ojos verdes buscó la manera de acomodarse sin dañar sus alas, que al parecer no querían desaparecer aún. Alister observaba el fuego pensativo, deseando interiormente poder cruzar al otro lado con ella para ayudarla, pero sabía bien que eso no era posible, y que sin una de las cuatro reliquias nada de lo que hiciese dañaría a los jinetes. Impotente ante la idea de perderla sin poder hacer nada, su rostro cambió, adquiriendo un matiz serio y sombrío que no gustó nada a la de cabellos cenicientos. - ¿Qué se le estará pasando por la cabeza? - se preguntó interiormente, antes de recordar que tenía algo para él.
- Casi se me olvida. - comentó, al tiempo que rebuscaba en el interior de su bolsa de cuero. - El otro día compré algo que nos podría resultar muy útil. - añadió, mientras extraía un pergamino y se lo tendía a su compañero. - Contiene uno de mis hechizos, la tormenta para ser precisos, quiero que lo tengas. - dijo, esbozando una leve sonrisa y esperando que la expresión de Alister se relajase con el cambio de tema. El dragón extendió una mano y tomó el pergamino, para acto seguido examinarlo sin abrirlo. - Si llegamos a necesitarlo solo tendrías que desplegarlo, podría venirnos bien en caso de que me fallen las fuerzas. - explicó, con vistas a lo que pudiese pasar en isla volcánica. - Parece útil, pero… ¿no será mejor que lo lleves tú? Con las transformaciones podría perderlo sin darme cuenta. - dijo el alado. - Ponlo en uno de los bolsillos de tu gabardina, así lo tendrás a mano y no le pasará nada. - indicó Elen.
La verdad era que esperaba no tener que utilizarlo en su visita al territorio de Amaterasu, más bien era un regalo para el dragón por si tal como imaginaba, no regresaba del otro plano. Alister asintió con la cabeza y colocó el pergamino en uno de sus bolsillos, tras lo cual desvió la vista hacia el cielo, solo les quedaban unas cuantas horas antes de que anocheciese y tuviesen que regresar a la ciudad.
Amaterasu, Melena Blanca, Vladimir… ¿podrían los cuatro llegar a coordinarse para erradicar la amenaza que los Tarmúnil representaban? Quizá con algo de tiempo pudiesen elaborar una estrategia de cara a la batalla, pero tiempo era justamente lo que no tenían. Soltando un leve suspiro, la de ojos verdes centró su mirada en la hoguera y la carne que ya estaba casi a punto. - Tienes que volver, a este lado hay gente que te quiere… - comentó el cazador, incluyéndose por supuesto en ese grupo, aunque no lo diría. - Lo sé, eso será lo más complicado de llevar. - dijo la bruja, sin saber cómo se despediría de su familia y amigos. ¿Cómo se suponía que iba a decir a Yennefer que se marchaba? Después de todo lo que había sufrido su madre y del tiempo que había perdido sin disfrutar de sus hijos la centinela no tenía idea de cómo afrontar tal conversación, a pesar de que la morena ya sabía en qué tipo de asuntos andaba metida.
Vincent, la pequeña Allyson, los Stone, Huracán, Jules, Alister, todas serían despedidas amargas, unas más que otras sin duda, pero nada agradables. - De todos modos aún queda mucho por hacer, convencer a Amaterasu de que coopere no será fácil. - volvió a hablar la hechicera, sin olvidar ni por un momento que le debía un favor. - ¿Y si no consigues su apoyo? - preguntó Alister, sin quitarle ojo de encima a su compañera. - No sabría qué hacer, habría fallado a Tarivius. - respondió ella, antes de que el silencio se adueñase del lugar, únicamente roto por el crepitar de las llamas y el leve canto de los pájaros.
El almuerzo transcurrió también envuelto en aquel silencio, y una vez terminado la de ojos verdes buscó la manera de acomodarse sin dañar sus alas, que al parecer no querían desaparecer aún. Alister observaba el fuego pensativo, deseando interiormente poder cruzar al otro lado con ella para ayudarla, pero sabía bien que eso no era posible, y que sin una de las cuatro reliquias nada de lo que hiciese dañaría a los jinetes. Impotente ante la idea de perderla sin poder hacer nada, su rostro cambió, adquiriendo un matiz serio y sombrío que no gustó nada a la de cabellos cenicientos. - ¿Qué se le estará pasando por la cabeza? - se preguntó interiormente, antes de recordar que tenía algo para él.
- Casi se me olvida. - comentó, al tiempo que rebuscaba en el interior de su bolsa de cuero. - El otro día compré algo que nos podría resultar muy útil. - añadió, mientras extraía un pergamino y se lo tendía a su compañero. - Contiene uno de mis hechizos, la tormenta para ser precisos, quiero que lo tengas. - dijo, esbozando una leve sonrisa y esperando que la expresión de Alister se relajase con el cambio de tema. El dragón extendió una mano y tomó el pergamino, para acto seguido examinarlo sin abrirlo. - Si llegamos a necesitarlo solo tendrías que desplegarlo, podría venirnos bien en caso de que me fallen las fuerzas. - explicó, con vistas a lo que pudiese pasar en isla volcánica. - Parece útil, pero… ¿no será mejor que lo lleves tú? Con las transformaciones podría perderlo sin darme cuenta. - dijo el alado. - Ponlo en uno de los bolsillos de tu gabardina, así lo tendrás a mano y no le pasará nada. - indicó Elen.
La verdad era que esperaba no tener que utilizarlo en su visita al territorio de Amaterasu, más bien era un regalo para el dragón por si tal como imaginaba, no regresaba del otro plano. Alister asintió con la cabeza y colocó el pergamino en uno de sus bolsillos, tras lo cual desvió la vista hacia el cielo, solo les quedaban unas cuantas horas antes de que anocheciese y tuviesen que regresar a la ciudad.
Elen Calhoun
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Re: La broma del dios Bragi, hada por un día [Privado][Cerrado]
Las horas pasaron volando, y para cuando quisieron darse cuenta la noche había caído ya sobre ellos, pero ninguno de los dos tenía ganas de regresar a la ciudad, aunque fuese algo inevitable. La tranquilidad nunca dura, se dijo interiormente la hechicera sin quitar ojo a las danzantes llamas de la hoguera, que ya solo permitían ver unos cuantos metros alrededor de la misma. El cielo estaba despejado y mostraba una grande y brillante luna llena rodeada de estrellas, imagen que tenía al dragón con la vista clavada en el firmamento. No sabía qué les deparaba el futuro ni tampoco cómo acabaría aquella historia, pero los últimos días que habían compartido, o más bien las noches del Bragiväl, los habían acercado bastante.
Ambos evitaban sacar temas incómodos como los que habían tratado horas antes, aquel se suponía que tenía que ser un día diferente, para olvidar las preocupaciones que los atormentaban todo el tiempo, así que hablar de lo que la negativa visión de futuro de la tensai no entraba en sus planes. En vez de eso prefirieron romper el silencio con preguntas sencillas que les sirvieron para conocer un poco más a la persona que tenían al lado. Alister reveló cómo tras abandonar Dundarak le había costado un tiempo adaptarse a la vida en soledad, como había aprendido a ganarse la vida para subsistir y se había convertido en un cazador tan experto, al menos en lo que a bestias se refiere. No estudió ni nada por el estilo, fue descubriendo las cosas a base de tener que enfrentarse a ellas y seguir con vida, pero viendo el resultado nadie podría decir que le había ido mal.
Elen por su parte le habló de Beltrexus y de su época en la academia, de los trabajos que había realizado no solo en las islas sino también fuera y le contó algunas anécdotas de su pasado, aquellas de las cuales guardaba buenos recuerdos. La conversación estaba siendo agradable, pero tarde o temprano tendrían que volver a la realidad, esa en que la benjamina de los Calhoun debía darse prisa y prepararse a conciencia para visitar a Amaterasu en isla volcánica, terminando así de reunir a sus hermanos centinelas para cruzar al otro plano lo más pronto posible.
Con esa idea en mente la de cabellos cenicientos dejó escapar un suspiro, al tiempo que volvía la mirada hacia aquel vestido de pavo real que seguía sin desaparecer. Sus alas oscilaban con la brisa, y sin saber cuánto más duraría aquel hechizo, se resignó a regresar a Lunargenta con aquella apariencia de hada del bosque. - Es tarde, deberíamos volver. - comentó, mientras se ponía en pie. El dragón la siguió con la mirada e hizo lo propio, levantándose y recogiendo sus cosas del suelo. Habían perdido la noción del tiempo, tanto que era ya medianoche, y con el cambio de día algo comenzó a ocurrirle a la bruja. Elen sintió un extraño cosquilleo que le recorría todo el cuerpo, se quedó inmóvil sin saber qué estaba pasando, pero pronto aquella rara sensación daría paso a otra cosa. - Elen, estás brillando. - dijo Alister con un deje de sorpresa en la voz, al ver como un halo formado por cientos de luminosos puntos celestes la envolvía.
Las alas comenzaron a desvanecerse lentamente, al igual que el tocado que decoraba sus grisáceos cabellos y su vestido de hada cubierto de plumas, finalmente el hechizo del Bragiväl se estaba rompiendo, devolviéndola a la normalidad. Su disfraz fue sustituido por aquella camisa que utilizaba para dormir, tan amplia como para que cupiesen dos personas de su tamaño dentro y lo suficientemente larga para cubrirle hasta los muslos, aparte de lo cual solo llevaba sus botas. No era la primera vez que Alister la veía así, pero sus sentimientos hacia la hechicera provocaron que se turbara y bajase la vista, aunque casi al momento reaccionó y se acercó a ella. Se detuvo frente a la joven y abriendo su gabardina la pasó por detrás de ella para echársela sobre los hombros, no es que hiciese demasiado frío pero sin duda no le convenía quedarse así, y mucho menos regresar a la ciudad sin cambiarse.
- Gracias. - musitó Elen, cerrando el abrigo y agradeciendo que la oscuridad disimulase el rubor que seguramente se había adueñado de sus mejillas. Antes de que el cazador pudiese notar algo, la benjamina de los Calhoun se apresuró a buscar la muda de ropa que había traído consigo por si aquello llegaba a suceder, y en cuanto la tuvo hizo un gesto a su compañero para que se diese la vuelta mientras ella se cambiaba. El dragón se giró y trató de centrarse en otra cosa, pero no resultaba fácil. ¿Estaba cometiendo un error al no revelarle sus sentimientos? Hasta el momento no lo había hecho por miedo a que las cosas cambiasen entre ellos, pero quizá estaban perdiendo un tiempo que no pudiesen recuperar. Lo peor que le podía pasar era declararse y recibir una negativa por respuesta, pero tarde o temprano se le acabaría notando, aunque después de lo sucedido durante la segunda noche del Bragiväl probablemente la tensai ya sospechase algo.
¿Y si ella sentía lo mismo? Resultaba difícil de leer, pero algunos de sus actos le habían llevado a pensar que podría tener alguna oportunidad. Alister siguió sumido en sus cavilaciones hasta que notó la mano de la joven sobre su hombro, momento en que se volvió hacia ella y tomó la gabardina que ésta le tendía. - Ya podemos irnos. - indicó, antes de dirigirse hacia su montura y prepararse para partir de regreso a Lunargenta. El trayecto de vuelta lo hicieron mayormente en silencio, guiados por los orbes de energía con que Elen iluminaba el camino por delante de ellos. La ciudad dormía ya cuando llegaron, solo quedaban algunos guardias y vagabundos en las calles, así que no tardaron en alcanzar la posada y descargar a los caballos, dejándoles algo de heno y agua antes de dirigirse al interior del local.
El tabernero los saludó nada más verlos, ya que el resto de clientes dormitaban sobre las mesas tras haber bebido más de la cuenta y pronto le tocaría sacarlos de allí, algo poco agradable sobre todo teniendo en cuenta lo violentos que se ponían a veces. Ambos respondieron por educación y siguieron hacia el piso superior sin apenas detenerse, era tarde y a pesar de haber tenido un día tranquilo, necesitaban descansar. Sus habitaciones estaban una frente a la otra así que tocaba despedirse en el pasillo, al menos hasta el día siguiente. - Buenas noches Alister, ha estado bien. - dijo la bruja, con una leve sonrisa en los labios. - Si, buenas noches Elen. - respondió él, mientras la joven abría su puerta y se adentraba en su cuarto, pero antes de que cerrase decidió añadir algo más. - Elen. - pronunció, deteniendo a la tensai. - ¿Si? - preguntó ella, sujetando la puerta con una mano.
- No puedo acompañarte al otro plano pero estaré aquí esperando que regreses, nos quedan muchas cosas por hacer aún y me debes una celebración de año nuevo. - dijo, clavando su mirada en los verdes ojos de la hechicera. Ella asintió con la cabeza antes de desaparecer tras la puerta, apoyando la espalda contra esta y quedándose allí hasta escuchar como el dragón entraba en su habitación. Entonces depositó sus cosas sobre una mesa cercana y se dejó caer en la cama, sin poder borrar la sonrisa de su rostro y preguntándose interiormente qué debía hacer con respecto a lo que sentía por su compañero.
Pronto ambos se vieron sumidos en un profundo sueño, y aunque difícilmente volverían a tener un día como aquel, no perderían la esperanza.
Ambos evitaban sacar temas incómodos como los que habían tratado horas antes, aquel se suponía que tenía que ser un día diferente, para olvidar las preocupaciones que los atormentaban todo el tiempo, así que hablar de lo que la negativa visión de futuro de la tensai no entraba en sus planes. En vez de eso prefirieron romper el silencio con preguntas sencillas que les sirvieron para conocer un poco más a la persona que tenían al lado. Alister reveló cómo tras abandonar Dundarak le había costado un tiempo adaptarse a la vida en soledad, como había aprendido a ganarse la vida para subsistir y se había convertido en un cazador tan experto, al menos en lo que a bestias se refiere. No estudió ni nada por el estilo, fue descubriendo las cosas a base de tener que enfrentarse a ellas y seguir con vida, pero viendo el resultado nadie podría decir que le había ido mal.
Elen por su parte le habló de Beltrexus y de su época en la academia, de los trabajos que había realizado no solo en las islas sino también fuera y le contó algunas anécdotas de su pasado, aquellas de las cuales guardaba buenos recuerdos. La conversación estaba siendo agradable, pero tarde o temprano tendrían que volver a la realidad, esa en que la benjamina de los Calhoun debía darse prisa y prepararse a conciencia para visitar a Amaterasu en isla volcánica, terminando así de reunir a sus hermanos centinelas para cruzar al otro plano lo más pronto posible.
Con esa idea en mente la de cabellos cenicientos dejó escapar un suspiro, al tiempo que volvía la mirada hacia aquel vestido de pavo real que seguía sin desaparecer. Sus alas oscilaban con la brisa, y sin saber cuánto más duraría aquel hechizo, se resignó a regresar a Lunargenta con aquella apariencia de hada del bosque. - Es tarde, deberíamos volver. - comentó, mientras se ponía en pie. El dragón la siguió con la mirada e hizo lo propio, levantándose y recogiendo sus cosas del suelo. Habían perdido la noción del tiempo, tanto que era ya medianoche, y con el cambio de día algo comenzó a ocurrirle a la bruja. Elen sintió un extraño cosquilleo que le recorría todo el cuerpo, se quedó inmóvil sin saber qué estaba pasando, pero pronto aquella rara sensación daría paso a otra cosa. - Elen, estás brillando. - dijo Alister con un deje de sorpresa en la voz, al ver como un halo formado por cientos de luminosos puntos celestes la envolvía.
Las alas comenzaron a desvanecerse lentamente, al igual que el tocado que decoraba sus grisáceos cabellos y su vestido de hada cubierto de plumas, finalmente el hechizo del Bragiväl se estaba rompiendo, devolviéndola a la normalidad. Su disfraz fue sustituido por aquella camisa que utilizaba para dormir, tan amplia como para que cupiesen dos personas de su tamaño dentro y lo suficientemente larga para cubrirle hasta los muslos, aparte de lo cual solo llevaba sus botas. No era la primera vez que Alister la veía así, pero sus sentimientos hacia la hechicera provocaron que se turbara y bajase la vista, aunque casi al momento reaccionó y se acercó a ella. Se detuvo frente a la joven y abriendo su gabardina la pasó por detrás de ella para echársela sobre los hombros, no es que hiciese demasiado frío pero sin duda no le convenía quedarse así, y mucho menos regresar a la ciudad sin cambiarse.
- Gracias. - musitó Elen, cerrando el abrigo y agradeciendo que la oscuridad disimulase el rubor que seguramente se había adueñado de sus mejillas. Antes de que el cazador pudiese notar algo, la benjamina de los Calhoun se apresuró a buscar la muda de ropa que había traído consigo por si aquello llegaba a suceder, y en cuanto la tuvo hizo un gesto a su compañero para que se diese la vuelta mientras ella se cambiaba. El dragón se giró y trató de centrarse en otra cosa, pero no resultaba fácil. ¿Estaba cometiendo un error al no revelarle sus sentimientos? Hasta el momento no lo había hecho por miedo a que las cosas cambiasen entre ellos, pero quizá estaban perdiendo un tiempo que no pudiesen recuperar. Lo peor que le podía pasar era declararse y recibir una negativa por respuesta, pero tarde o temprano se le acabaría notando, aunque después de lo sucedido durante la segunda noche del Bragiväl probablemente la tensai ya sospechase algo.
¿Y si ella sentía lo mismo? Resultaba difícil de leer, pero algunos de sus actos le habían llevado a pensar que podría tener alguna oportunidad. Alister siguió sumido en sus cavilaciones hasta que notó la mano de la joven sobre su hombro, momento en que se volvió hacia ella y tomó la gabardina que ésta le tendía. - Ya podemos irnos. - indicó, antes de dirigirse hacia su montura y prepararse para partir de regreso a Lunargenta. El trayecto de vuelta lo hicieron mayormente en silencio, guiados por los orbes de energía con que Elen iluminaba el camino por delante de ellos. La ciudad dormía ya cuando llegaron, solo quedaban algunos guardias y vagabundos en las calles, así que no tardaron en alcanzar la posada y descargar a los caballos, dejándoles algo de heno y agua antes de dirigirse al interior del local.
El tabernero los saludó nada más verlos, ya que el resto de clientes dormitaban sobre las mesas tras haber bebido más de la cuenta y pronto le tocaría sacarlos de allí, algo poco agradable sobre todo teniendo en cuenta lo violentos que se ponían a veces. Ambos respondieron por educación y siguieron hacia el piso superior sin apenas detenerse, era tarde y a pesar de haber tenido un día tranquilo, necesitaban descansar. Sus habitaciones estaban una frente a la otra así que tocaba despedirse en el pasillo, al menos hasta el día siguiente. - Buenas noches Alister, ha estado bien. - dijo la bruja, con una leve sonrisa en los labios. - Si, buenas noches Elen. - respondió él, mientras la joven abría su puerta y se adentraba en su cuarto, pero antes de que cerrase decidió añadir algo más. - Elen. - pronunció, deteniendo a la tensai. - ¿Si? - preguntó ella, sujetando la puerta con una mano.
- No puedo acompañarte al otro plano pero estaré aquí esperando que regreses, nos quedan muchas cosas por hacer aún y me debes una celebración de año nuevo. - dijo, clavando su mirada en los verdes ojos de la hechicera. Ella asintió con la cabeza antes de desaparecer tras la puerta, apoyando la espalda contra esta y quedándose allí hasta escuchar como el dragón entraba en su habitación. Entonces depositó sus cosas sobre una mesa cercana y se dejó caer en la cama, sin poder borrar la sonrisa de su rostro y preguntándose interiormente qué debía hacer con respecto a lo que sentía por su compañero.
Pronto ambos se vieron sumidos en un profundo sueño, y aunque difícilmente volverían a tener un día como aquel, no perderían la esperanza.
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