Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
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Re: Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
No contesté de primeras a las provocaciones de los elfos, pues parecía que, al menos, uno de ellos, parecía tener algo más de cabeza pese a notarse a la legua que seguía sin hacerle demasiada gracia que yo estuviera allí.
El guaperas me miro detenidamente con una burlona sonrisa que no correspondí.
Tras eso, hablo el que parecía más estúpido.
- Bueno, vamos a ver de qué pasta estás hecho, brujo... Un duelo etílico entre los tres. Ahí, en esa mesa. El primero que vomite, pierde.
Miré a la elfa, que pareció compadecerse de los otros dos que iban a participar con una sonrisa. Luego, se me acerco para susurrar:
- Que sepas que los duelos aquí se hacen completamente desnudos, como reflejo de nobleza.
- ¿Que clase de nobleza va en bolas? - Pregunté a la elfa sin esperar respuesta de verdad, observando en silencio como los otros tres se dirigían a la mesa mientras se quitaban las pocas ropas que llevaban.
Como ya dije antes, no era del todo ajeno a la filosofía elfica de lo bello. Pero no significaba que la compartiera.
Di otro suspiro mientras, sin demasiadas ganas, empezaba a desnudarme. Ademas, la puta conversación había atraído demasiadas miradas. No se me paso por alto que Iredia sonreía.
"Maldita elfa... Luego le voy a enseñar..." Me dije a mi mismo mientas, ante la mirada de todos, me bajaba los pantalones también.
Sin disimular un ápice, los presentes no se estuvieron de bajar la mirada y examinarme detenidamente. Iredia incluida, por supuesto. Las caras de los tres elfos pasaron de sonrisas a una mueca de horror y sorpresa. La amiga de Iredia se quedo con la boca abierta.
No hice ningún comentario. Simplemente me senté y serví la primera ronda de vino.
- Venga. No tengo toda la noche...
Los elfos parecieron picarse, y tomaron el vino como si agua fuera. Yo hice lo mismo. Miré el vaso una vez lo tuve vació. "¿Esta mierda acaso lleva alcohol?" Pregunté disgustado.
Dos rondas. Tres. Cuatro. Quince.
Los dos elfos se balanceaban sentados en la mesa. Yo simplemente esperaba. Era imposible que perdiera ese duelo. Ni siquiera estaba notando si ese supuesto vino me afectaba de alguna forma.
Y entonces, el que originalmente llevaba un jubón para tapar sus piernas, se arqueo para atrás y volvo hacia un lado, expulsando todo lo que había tomado. El grandullón, al ver esa visión, se arqueo también, pero se echo la mano a la boca y aguanto un poco. Luego, sonriente y sudoroso, me miro.
- Yo no... Caeré tan fácil.
- Mejor. - Di por respuesta sacando mi cuchillo. - Ahora lo discutiremos a mi manera.
Y con dos rápidas puñaladas, agujereé rápidamente los dos barriles de vino, que empezaron a brotar y desbordar todo su contenido. Yo me coloqué en el primer chorro y empece a beber. El elfo, al verme, trago saliva, pero balanceándose, llego también a donde estaba la segunda ráfaga de vino y empezó a beber.
Los otros elfos animaban a su compañero. Yo solo bebía.
Y entonces, tosiendo y arqueándose atragantado, el elfo se aparto, tosió y vomito en el suelo, bañándose entero a si mismo de vino y de pota.
Yo me aparté despacio y me volví a sentar, al lado del primer elfo que había vomitado. Ahora dormía la mona tirado en la mesa.
- Yo gano. - Dije tranquilo.
Los otros elfos me miraban contrariados. El grandullón se levanto con una cara no tan divertida como antes.
- Te crees muy fuerte... ¿Verdad? - Dijo este acercándose y tomando asiento en el otro lado de la mesa.
- No tanto. - Dije encogiéndome de hombros. - Pero justo has ido a coger un combate en el que no podias ganar.
- ¿Y que me dices de este...? - Dijo colocando el codo sobre la mesa, con el brazo alzado y esperando que hiciera lo mismo para tomarle la mano en esa competición de fuerza.
Un pulso.
El guaperas me miro detenidamente con una burlona sonrisa que no correspondí.
Tras eso, hablo el que parecía más estúpido.
- Bueno, vamos a ver de qué pasta estás hecho, brujo... Un duelo etílico entre los tres. Ahí, en esa mesa. El primero que vomite, pierde.
Miré a la elfa, que pareció compadecerse de los otros dos que iban a participar con una sonrisa. Luego, se me acerco para susurrar:
- Que sepas que los duelos aquí se hacen completamente desnudos, como reflejo de nobleza.
- ¿Que clase de nobleza va en bolas? - Pregunté a la elfa sin esperar respuesta de verdad, observando en silencio como los otros tres se dirigían a la mesa mientras se quitaban las pocas ropas que llevaban.
Como ya dije antes, no era del todo ajeno a la filosofía elfica de lo bello. Pero no significaba que la compartiera.
Di otro suspiro mientras, sin demasiadas ganas, empezaba a desnudarme. Ademas, la puta conversación había atraído demasiadas miradas. No se me paso por alto que Iredia sonreía.
"Maldita elfa... Luego le voy a enseñar..." Me dije a mi mismo mientas, ante la mirada de todos, me bajaba los pantalones también.
Sin disimular un ápice, los presentes no se estuvieron de bajar la mirada y examinarme detenidamente. Iredia incluida, por supuesto. Las caras de los tres elfos pasaron de sonrisas a una mueca de horror y sorpresa. La amiga de Iredia se quedo con la boca abierta.
No hice ningún comentario. Simplemente me senté y serví la primera ronda de vino.
- Venga. No tengo toda la noche...
Los elfos parecieron picarse, y tomaron el vino como si agua fuera. Yo hice lo mismo. Miré el vaso una vez lo tuve vació. "¿Esta mierda acaso lleva alcohol?" Pregunté disgustado.
Dos rondas. Tres. Cuatro. Quince.
Los dos elfos se balanceaban sentados en la mesa. Yo simplemente esperaba. Era imposible que perdiera ese duelo. Ni siquiera estaba notando si ese supuesto vino me afectaba de alguna forma.
Y entonces, el que originalmente llevaba un jubón para tapar sus piernas, se arqueo para atrás y volvo hacia un lado, expulsando todo lo que había tomado. El grandullón, al ver esa visión, se arqueo también, pero se echo la mano a la boca y aguanto un poco. Luego, sonriente y sudoroso, me miro.
- Yo no... Caeré tan fácil.
- Mejor. - Di por respuesta sacando mi cuchillo. - Ahora lo discutiremos a mi manera.
Y con dos rápidas puñaladas, agujereé rápidamente los dos barriles de vino, que empezaron a brotar y desbordar todo su contenido. Yo me coloqué en el primer chorro y empece a beber. El elfo, al verme, trago saliva, pero balanceándose, llego también a donde estaba la segunda ráfaga de vino y empezó a beber.
Los otros elfos animaban a su compañero. Yo solo bebía.
Y entonces, tosiendo y arqueándose atragantado, el elfo se aparto, tosió y vomito en el suelo, bañándose entero a si mismo de vino y de pota.
Yo me aparté despacio y me volví a sentar, al lado del primer elfo que había vomitado. Ahora dormía la mona tirado en la mesa.
- Yo gano. - Dije tranquilo.
Los otros elfos me miraban contrariados. El grandullón se levanto con una cara no tan divertida como antes.
- Te crees muy fuerte... ¿Verdad? - Dijo este acercándose y tomando asiento en el otro lado de la mesa.
- No tanto. - Dije encogiéndome de hombros. - Pero justo has ido a coger un combate en el que no podias ganar.
- ¿Y que me dices de este...? - Dijo colocando el codo sobre la mesa, con el brazo alzado y esperando que hiciera lo mismo para tomarle la mano en esa competición de fuerza.
Un pulso.
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Re: Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
En efecto, Iredia mantuvo constantemente una "dulce" sonrisa (es decir, se lo estaba pasando en grande). Sin embargo, cuando Karkaran se bajó los pantalones y ella lo vio en todo su esplendor, tuvo que tragar saliva.
<<A mí eso... no me cabe.>>, pensó inmediatamente. Aunque nunca era tarde para comprobarlo. Sin embargo, tenía que estar al tanto, pues su amiga de las margaritas también le había echado el ojo.
Tenía que reconocer que, de los tres elfos, el único que le caía realmente bien era el primero que acababa de vomitar. No pudo evitar compadecerse de ellos. El orgullo era un rasgo distintivo en muchos de su raza, más si se trataba de competir contra su enemigo. Era realmente lamentable ver aquella escena, pero se lo estaba pasando en grande, tapándose la boca incluso para reprimir las risas. Cuando Karkaran agujereó los barriles y vio cómo caían como moscas, ya no ocultó su sonrisa. Casi sintió el triunfo como suyo y no pudo evitar poder cierta pose orgullosa. Se había buscado al mejor protector de todo Aerandir.
Hasta que le propuso el pulso. No estaba segura de cuánta fuerza tenía Karkaran, pero sí sabía que el elfo que le había retado no era un personaje débil. Tenía brazos fuertes y constitución recia. Decidió intervenir. Discretamente, por supuesto. Fingió que se tapaba el rostro con las manos, aparentando asombro y ligero temor. La elfa de las margaritas, muy astutamente, aprovechó ese momento para acercarse a Karkaran y rodearlo con un brazo y apoyando sus tetas en la espalda de él. Estaba claro que después de ver el.. instrumento del brujo, de repente se le habían olvidado los odios raciales.
<<Ah, no, no. Si eso no me cabe a mí, no le cabe a nadie. Hipócrita.>>. Por supuesto, jamás reconocería este sentimiento como algún tipo de celos.
Con una motivación extra, comenzó a recitar una plegaria:
(Uso de habilidad: Vínculo de fuerza)
Sus manos empezaron a emanar un calor espectacular. tanto que temió que el resto de elfos lo notasen. Gracias a los dioses, estaban demasiado borrachos. Sin un ápice de discreción, se acercó de nuevo a donde estaban la elfa y Karkaran y, sin pensarlo, de un caderazo echó a la elfa de la espalda de Karkaran y se puso ella, posando las manos sobre los hombros del brujo, con una postura desenfadada como quien tiene un gesto cariñoso. Él notaría una súbita sensación de calor, como adrenalina que alimentaba sus músculos. La elfa de las margaritas, por supuesto, le dirigió a Iredia una mirada casi mortal, que ella correspondió con un guiño desenfadado, fingiendo que había sido un gesto inocente. Además, le señaló con la mirada al elfo con el que Karkaran iba a competir con cierta complicidad.
-Es mi protector, Beldaras. -advirtió después, mirando fijamente al elfo, al cual le brillaban los ojos de la borrachera- Y como ves, sigo viva.
Así, ya de paso, marcaba territorio con la elfa. El elfo pareció que se quedaba mirando a Iredia como si no terminase de comprender su idioma, con cara de empanado. Después, haciendo caso omiso, miró a Karkaran, esperando que asiese su brazo.
-Después de que acabes, te llevo a un sitio más tranquilo.- le susurró al brujo con cierta nota de preocupación en su voz. No era preocupación porque Karkaran no fuese a ganar. El problema era que lo hiciese. Los elfos llegarían a las manos al final, más en ese estado. Era algo que Iredia quería evitar a toda costa.
<<A mí eso... no me cabe.>>, pensó inmediatamente. Aunque nunca era tarde para comprobarlo. Sin embargo, tenía que estar al tanto, pues su amiga de las margaritas también le había echado el ojo.
Tenía que reconocer que, de los tres elfos, el único que le caía realmente bien era el primero que acababa de vomitar. No pudo evitar compadecerse de ellos. El orgullo era un rasgo distintivo en muchos de su raza, más si se trataba de competir contra su enemigo. Era realmente lamentable ver aquella escena, pero se lo estaba pasando en grande, tapándose la boca incluso para reprimir las risas. Cuando Karkaran agujereó los barriles y vio cómo caían como moscas, ya no ocultó su sonrisa. Casi sintió el triunfo como suyo y no pudo evitar poder cierta pose orgullosa. Se había buscado al mejor protector de todo Aerandir.
Hasta que le propuso el pulso. No estaba segura de cuánta fuerza tenía Karkaran, pero sí sabía que el elfo que le había retado no era un personaje débil. Tenía brazos fuertes y constitución recia. Decidió intervenir. Discretamente, por supuesto. Fingió que se tapaba el rostro con las manos, aparentando asombro y ligero temor. La elfa de las margaritas, muy astutamente, aprovechó ese momento para acercarse a Karkaran y rodearlo con un brazo y apoyando sus tetas en la espalda de él. Estaba claro que después de ver el.. instrumento del brujo, de repente se le habían olvidado los odios raciales.
<<Ah, no, no. Si eso no me cabe a mí, no le cabe a nadie. Hipócrita.>>. Por supuesto, jamás reconocería este sentimiento como algún tipo de celos.
Con una motivación extra, comenzó a recitar una plegaria:
(Uso de habilidad: Vínculo de fuerza)
Sus manos empezaron a emanar un calor espectacular. tanto que temió que el resto de elfos lo notasen. Gracias a los dioses, estaban demasiado borrachos. Sin un ápice de discreción, se acercó de nuevo a donde estaban la elfa y Karkaran y, sin pensarlo, de un caderazo echó a la elfa de la espalda de Karkaran y se puso ella, posando las manos sobre los hombros del brujo, con una postura desenfadada como quien tiene un gesto cariñoso. Él notaría una súbita sensación de calor, como adrenalina que alimentaba sus músculos. La elfa de las margaritas, por supuesto, le dirigió a Iredia una mirada casi mortal, que ella correspondió con un guiño desenfadado, fingiendo que había sido un gesto inocente. Además, le señaló con la mirada al elfo con el que Karkaran iba a competir con cierta complicidad.
-Es mi protector, Beldaras. -advirtió después, mirando fijamente al elfo, al cual le brillaban los ojos de la borrachera- Y como ves, sigo viva.
Así, ya de paso, marcaba territorio con la elfa. El elfo pareció que se quedaba mirando a Iredia como si no terminase de comprender su idioma, con cara de empanado. Después, haciendo caso omiso, miró a Karkaran, esperando que asiese su brazo.
-Después de que acabes, te llevo a un sitio más tranquilo.- le susurró al brujo con cierta nota de preocupación en su voz. No era preocupación porque Karkaran no fuese a ganar. El problema era que lo hiciese. Los elfos llegarían a las manos al final, más en ese estado. Era algo que Iredia quería evitar a toda costa.
Iredia
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Re: Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
Miré detenidamente a ese joven a los ojos antes de bajar la vista levemente hacia su brazo amenazadoramente alzado.
Si bien era cierto que en alcohol por litro que podía entrar en mi cuerpo no había ser viviente capaz de vencerme, de mi fuerza no tenia yo un concepto demasiado alto.
Los brujos, en general, eran personas mucho más endebles y enfocadas en el arte de conjurar grandes hechizos. Tenían mucha inteligencia, pero poca resistencia y fuerza física. Pese a que, a diferencia de los otros brujos, mi fuerza era considerablemente superior a la suya, seguía sin ser algo especialmente a destacar de mi persona. Era fuerte, si... Pero estaba bastante seguro de que ese musculoso elfo podía llegar a ser mucho más atlético y de músculos más poderosos.
Note de pronto unos pechos a mi espalda, sorprendido, me gire y vi a la elfa de antes. Chasqueé la lengua disgustado. Enfadado conmigo mismo por haber pensado por un instante que se trataba de Iredia. Pero para mi sorpresa, justo como si escuchara mis pensamientos, la ardillita vino de pronto y apartó a la primera elfa, colocándose en su lugar y poniendo sus manos sobre mis hombros y sus pechos en mi nuca.
No trate de disimular en ningún momento la media sonrisa que creció tímidamente en mi rostro...
Y entonces noté ese calor.
Pude notar un pequeño instante en el que pareció que todos mis músculos se tensaban de golpe, como por impulso. Un recorrido de energía y mi sangre pareció quemar una décima de segundo que se fue tan rápido como un parpadeo. Me miré la mano sorprendido. Abrí despacio la boca, notando un sudor frió por todo mi cuerpo. Al expulsar el aire que, inconscientemente, había tomado, salio vapor de mi boca y mire con una sonrisa salvaje a ese elfo. Que pese a estar borracho, pareció notar que algo había cambiado. Tome con fuerza su mano y me coloque despacio en la mesa.
La elfa nos miro y dijo:
- Ya!
Y de un solo impulso, moví tan rápido y enérgicamente la mano que pareció que nunca la había tenido allí. Del impulso, el elfo se cayo de la silla, y la mesa se astillo allí donde había acabado de enviar la mano del elfo. Expulse de nuevo aire. Más vapor.
"Adoro esto..." Pensé para mi, mirando de reojo a la elfa, que pareció entender rápidamente mi sonrisa salvaje.
El resto de elfos miraban al escena atonitos, sorprendidos del giro inesperado de los acontecimientos.
Me levanté despacio y tome mis pantalones únicamente. Me vestí sin ningún tipo de prisa, aun notando esa energía dentro de mi.
Cuando estuve listo, mire a los elfos que trataban de cargar al grandullón del suelo.
- Hasta luego. - Dije tranquilo, pasando mi brazo por encima de Iredia mientras notaba la mirada de rabia de ellos. La atraje contra mi. - Eso, mi querida ardilla... - Dije mirándola a los ojos aun con esa sonrisa tan viva - Ha sido acojonante.
Si bien era cierto que en alcohol por litro que podía entrar en mi cuerpo no había ser viviente capaz de vencerme, de mi fuerza no tenia yo un concepto demasiado alto.
Los brujos, en general, eran personas mucho más endebles y enfocadas en el arte de conjurar grandes hechizos. Tenían mucha inteligencia, pero poca resistencia y fuerza física. Pese a que, a diferencia de los otros brujos, mi fuerza era considerablemente superior a la suya, seguía sin ser algo especialmente a destacar de mi persona. Era fuerte, si... Pero estaba bastante seguro de que ese musculoso elfo podía llegar a ser mucho más atlético y de músculos más poderosos.
Note de pronto unos pechos a mi espalda, sorprendido, me gire y vi a la elfa de antes. Chasqueé la lengua disgustado. Enfadado conmigo mismo por haber pensado por un instante que se trataba de Iredia. Pero para mi sorpresa, justo como si escuchara mis pensamientos, la ardillita vino de pronto y apartó a la primera elfa, colocándose en su lugar y poniendo sus manos sobre mis hombros y sus pechos en mi nuca.
No trate de disimular en ningún momento la media sonrisa que creció tímidamente en mi rostro...
Y entonces noté ese calor.
Pude notar un pequeño instante en el que pareció que todos mis músculos se tensaban de golpe, como por impulso. Un recorrido de energía y mi sangre pareció quemar una décima de segundo que se fue tan rápido como un parpadeo. Me miré la mano sorprendido. Abrí despacio la boca, notando un sudor frió por todo mi cuerpo. Al expulsar el aire que, inconscientemente, había tomado, salio vapor de mi boca y mire con una sonrisa salvaje a ese elfo. Que pese a estar borracho, pareció notar que algo había cambiado. Tome con fuerza su mano y me coloque despacio en la mesa.
La elfa nos miro y dijo:
- Ya!
Y de un solo impulso, moví tan rápido y enérgicamente la mano que pareció que nunca la había tenido allí. Del impulso, el elfo se cayo de la silla, y la mesa se astillo allí donde había acabado de enviar la mano del elfo. Expulse de nuevo aire. Más vapor.
"Adoro esto..." Pensé para mi, mirando de reojo a la elfa, que pareció entender rápidamente mi sonrisa salvaje.
El resto de elfos miraban al escena atonitos, sorprendidos del giro inesperado de los acontecimientos.
Me levanté despacio y tome mis pantalones únicamente. Me vestí sin ningún tipo de prisa, aun notando esa energía dentro de mi.
Cuando estuve listo, mire a los elfos que trataban de cargar al grandullón del suelo.
- Hasta luego. - Dije tranquilo, pasando mi brazo por encima de Iredia mientras notaba la mirada de rabia de ellos. La atraje contra mi. - Eso, mi querida ardilla... - Dije mirándola a los ojos aun con esa sonrisa tan viva - Ha sido acojonante.
Erenair
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Re: Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
Miró atónita cómo el brujo despachaba en segundo y medio al elfo, rompiendo la mesa y la mano de aquel pobre desdichado.
<<Igual me he pasado un poco.>>, pensó, dirigiendo una breve mirada a sus manos.
Esa sonrisa salvaje que le dedicó el brujo le hizo reír. Ahora ya empezaba a ver de lo que era capaz ella. Vio con cara divertida cómo los demás se apresuraban a recoger al maltrecho elfo, aunque necesitaron varios intentos, pues la elfa no es que tuviese tampoco mucha fuerza y el otro elfo restante también estaba muy borracho como para sujetarse siquiera a sí mismo. Mientras Karkaran se vestía, miró a su alrededor. El crepúsculo caía sobre ellos. Pronto empezaría la danza de la hoguera y la gente empezaba a encontrarse en un estado lamentable. Al volver a mirar a los elfos, descubrió que la elfa de las margaritas la observaba con sospecha. Iredia intuyó que podría haberse dado cuenta de que sus manos habían tenido algo que ver en esa victoria. Menos mal que no le importaba un carajo lo que pensase.
Entonces, Karkaran, ya medio vestido, la asió por los hombros, despidiéndose de ellos. Iredia, en respuesta, pasó un brazo por la cintura del brujo, despidiéndose de los elfos agitando la mano (con un poco de recochineo añadido).
-Eso, mi querida ardilla, ha sido acojonante. -le dijo a ella aparte.
Mantuvo esa mirada fija que le dedicaba y le agradó mucho esa sonrisa deslumbrante. Había conseguido sorprenderlo una vez más y era una sensación gratificante. Ella le guiñó un ojo y le sonrió picarona, dándole un toquecito simpático con el dedo índice en la nariz.
-Debes saber, mi querido brujo... -hizo una pausa dramática y se acercó a su oído- Que sé hacer muchas cosas con estas manos. -esta vez, el doble sentido fue más intencionado, se le notó en la intensa mirada que le dirigió después.
Entonces, de nuevo con picardía, le dio un caderazo leve en su muslo.
-Ven, que quiero enseñarte más cosas. -hizo entonces presión en la cintura de él para dirigirlo al centro de la fiesta.
Los elfos, desnudos, semivestidos o vestidos por completo, estaban completamente ebrios (algunos más que otros. Las mesas estaban llenas de alcohol, comida de todos los colores, flores y elfos durmiendo la mona. Una orquesta tocaba timbales y el laud, dando al ambiente un ritmo alegre y desenfadado. A medida que iban llegando al centro, vieron una pira enorme de madera con forma triangular y elfos alrededor poniendo piedras. Esa iba a ser la gran hoguera. A medida que pasaban entre la gente, algunos saludaban a Iredia, otros escupían al suelo cuando veían pasar a Karkaran. Ella iba arrastrándolo entre la muchedumbre borracha. De hecho, tuvo que soltarlo de la cintura y cogerlo de la mano para que no se perdiera. Por el camino, mangó una bandeja de comida, llevó al brujo a un lugar más apartado y le dio a probar un fruto amarillo con forma de cilindro.
-Esto es quinda -torció el morro, no se acordaba del término en lengua común- Creo que los humanos lo llaman "papucias" o algo así. Ten cuidado que tiene mucho jugo y te vas a poner perdido el pecho -era un fruto amargo que a Iredia le encantaba. Para demostrar lo del jugo, pegó un mordisco y le salpicó algo de líquido amarillo verdoso a las comisuras de los labios, que le empapó toda la barbilla. También salpicó al brujo en la cara. Le entró la risa y se tuvo que tapar la boca mientras masticaba y le tendía el fruto para que lo probase él (por si quería venganza por la salpicadura).
Cuán fue su sorpresa cuando, echando un vistazo a la multitud, de repente vio al viejo Carl completamente en bolas con una pipa de marfil larguísima en la mano. Lo peor es que esa pipa la reconoció: era de su madre, Arystra. El viejo los vio y se acercó, con absolutamente todas las carnes bailando y con un combo fantástico entre fumado y borracho.
-¡Parejita! -los rodeó en un sudoroso abrazo que hizo poner a Iredia cara de circunstancias- El vino es una mierrrrrda, pero esshtosh hierrbajos son una marravilla. Veo lucccceecitas flotannndo porr el jaire. Oyeeee, tuu marre eshtá ahíi -señaló con la pipa una especie de jaima.
Iredia aprovechó y le cogió la pipa humeante.
-¡Tranquilo, Carl! Yo cuido esto, tú a beber. -le dijo con voz encantadora.
El pobre viejo, olvidando que aquella embaucadora elfa le había quitado la pipa, se quedó mirándola con cara de bobalicón sonriente. Iredia dio una calada y se la ofreció a Karkaran con una sonrisita algo traviesa mientras echaba el humo por la nariz. Era un tabaco fuerte, le lagrimearon los ojos una barbaridad por intentar contenerse la tos, pero no le dijo nada al brujo. A ver si colaba y le hacía toser a él.
<<Igual me he pasado un poco.>>, pensó, dirigiendo una breve mirada a sus manos.
Esa sonrisa salvaje que le dedicó el brujo le hizo reír. Ahora ya empezaba a ver de lo que era capaz ella. Vio con cara divertida cómo los demás se apresuraban a recoger al maltrecho elfo, aunque necesitaron varios intentos, pues la elfa no es que tuviese tampoco mucha fuerza y el otro elfo restante también estaba muy borracho como para sujetarse siquiera a sí mismo. Mientras Karkaran se vestía, miró a su alrededor. El crepúsculo caía sobre ellos. Pronto empezaría la danza de la hoguera y la gente empezaba a encontrarse en un estado lamentable. Al volver a mirar a los elfos, descubrió que la elfa de las margaritas la observaba con sospecha. Iredia intuyó que podría haberse dado cuenta de que sus manos habían tenido algo que ver en esa victoria. Menos mal que no le importaba un carajo lo que pensase.
Entonces, Karkaran, ya medio vestido, la asió por los hombros, despidiéndose de ellos. Iredia, en respuesta, pasó un brazo por la cintura del brujo, despidiéndose de los elfos agitando la mano (con un poco de recochineo añadido).
-Eso, mi querida ardilla, ha sido acojonante. -le dijo a ella aparte.
Mantuvo esa mirada fija que le dedicaba y le agradó mucho esa sonrisa deslumbrante. Había conseguido sorprenderlo una vez más y era una sensación gratificante. Ella le guiñó un ojo y le sonrió picarona, dándole un toquecito simpático con el dedo índice en la nariz.
-Debes saber, mi querido brujo... -hizo una pausa dramática y se acercó a su oído- Que sé hacer muchas cosas con estas manos. -esta vez, el doble sentido fue más intencionado, se le notó en la intensa mirada que le dirigió después.
Entonces, de nuevo con picardía, le dio un caderazo leve en su muslo.
-Ven, que quiero enseñarte más cosas. -hizo entonces presión en la cintura de él para dirigirlo al centro de la fiesta.
Los elfos, desnudos, semivestidos o vestidos por completo, estaban completamente ebrios (algunos más que otros. Las mesas estaban llenas de alcohol, comida de todos los colores, flores y elfos durmiendo la mona. Una orquesta tocaba timbales y el laud, dando al ambiente un ritmo alegre y desenfadado. A medida que iban llegando al centro, vieron una pira enorme de madera con forma triangular y elfos alrededor poniendo piedras. Esa iba a ser la gran hoguera. A medida que pasaban entre la gente, algunos saludaban a Iredia, otros escupían al suelo cuando veían pasar a Karkaran. Ella iba arrastrándolo entre la muchedumbre borracha. De hecho, tuvo que soltarlo de la cintura y cogerlo de la mano para que no se perdiera. Por el camino, mangó una bandeja de comida, llevó al brujo a un lugar más apartado y le dio a probar un fruto amarillo con forma de cilindro.
-Esto es quinda -torció el morro, no se acordaba del término en lengua común- Creo que los humanos lo llaman "papucias" o algo así. Ten cuidado que tiene mucho jugo y te vas a poner perdido el pecho -era un fruto amargo que a Iredia le encantaba. Para demostrar lo del jugo, pegó un mordisco y le salpicó algo de líquido amarillo verdoso a las comisuras de los labios, que le empapó toda la barbilla. También salpicó al brujo en la cara. Le entró la risa y se tuvo que tapar la boca mientras masticaba y le tendía el fruto para que lo probase él (por si quería venganza por la salpicadura).
Cuán fue su sorpresa cuando, echando un vistazo a la multitud, de repente vio al viejo Carl completamente en bolas con una pipa de marfil larguísima en la mano. Lo peor es que esa pipa la reconoció: era de su madre, Arystra. El viejo los vio y se acercó, con absolutamente todas las carnes bailando y con un combo fantástico entre fumado y borracho.
-¡Parejita! -los rodeó en un sudoroso abrazo que hizo poner a Iredia cara de circunstancias- El vino es una mierrrrrda, pero esshtosh hierrbajos son una marravilla. Veo lucccceecitas flotannndo porr el jaire. Oyeeee, tuu marre eshtá ahíi -señaló con la pipa una especie de jaima.
Iredia aprovechó y le cogió la pipa humeante.
-¡Tranquilo, Carl! Yo cuido esto, tú a beber. -le dijo con voz encantadora.
El pobre viejo, olvidando que aquella embaucadora elfa le había quitado la pipa, se quedó mirándola con cara de bobalicón sonriente. Iredia dio una calada y se la ofreció a Karkaran con una sonrisita algo traviesa mientras echaba el humo por la nariz. Era un tabaco fuerte, le lagrimearon los ojos una barbaridad por intentar contenerse la tos, pero no le dijo nada al brujo. A ver si colaba y le hacía toser a él.
Iredia
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Re: Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
Cuando Iredia respondió con tal osadía a mi declaración, trate de hacer ese apaño que tanto usaba de regalarle una media sonrisa, pero la euforia y adrenalina de mi cuerpo hicieron que sonriera completamente, mostrando unos dientes emblanquecidos con magia y cuidado.
En silencio, me pregunte hasta donde podría llegar en un contexto algo más erótico con esa inagotable energía. ¿Se veria afectado también mi rendimiento en ese campo? En esta ocasión, no expuse mi pregunta de forma tan indiscriminada. Por un lado, no quería que Iredia supiera que valoraba realmente esa provocación. Por otro lado, no quería saber si la elfa lo había usado con anterioridad en ese mismo contexto. Prefería no saberlo.
Al darme la fruta y mancharme el pecho, no me contuve. El efecto de ese hechizo estaba menguando, pero mi capacidad de asociar era rápida y despierta, como siempre. Sonrei de medio lado mientras, colocando la fruta justo encima de mi boca, la apretaba, salpicando a todos lados y haciendo que el jugo de esta cayera limpiamente hacia mi boca. Era ligeramente amargo, con un pequeño añadido cítrico al final. El conjunto era muy refrescante. Lo cierto era que estaba buena.
Mire de reojo y con esa media sonrisa como al explotar la fruta, tanto la cara de la elfa como parte de su cuello se habían manchado del jugo. Me acerqué despacio y lamí una gota que estaba en su yugular. Luego me aparte y seguí mi camino, sin añadir ningún comentario.
No disimule el disgusto en mi cara cuando vi aparecer al viejo completamente desnudo. Contuve como pude un frió escalofrió que me recorrió la espalda. Iredia, demostrando su mente fría, consiguió hacerse con la pipa y despacharlo rápidamente. Dio una calada, la cual pareció ser lo suficientemente fuerte como para que los ojos se le enrojecieran ligeramente. Acepté la pipa y la mire detenidamente.
No era la primera vez que probaba hierbas extrañas... Pero algo me decía que eso era algo similar a una trampa por parte de la torpe elfa.
Se la devolví sin tocarla y le insistí para que diera otra calada, esta vez, al apartarse la pipa, aproveche ese momento para taparle la boca, para que no expulsara el aire y me acerqué mucho a ella, dejando nuestras bocas separadas solo por milímetros mientras ella, sorprendida (o excitada) soltaba todo el aire de golpe directamente en el interior de la mía, mientras yo inhalaba esos aires.
Me aparté despacio, saboreandolo. Luego lo solté con una bonita forma esférica. La miré sonriente y dije.
- Es una hierba... Fuerte.
En silencio, me pregunte hasta donde podría llegar en un contexto algo más erótico con esa inagotable energía. ¿Se veria afectado también mi rendimiento en ese campo? En esta ocasión, no expuse mi pregunta de forma tan indiscriminada. Por un lado, no quería que Iredia supiera que valoraba realmente esa provocación. Por otro lado, no quería saber si la elfa lo había usado con anterioridad en ese mismo contexto. Prefería no saberlo.
Al darme la fruta y mancharme el pecho, no me contuve. El efecto de ese hechizo estaba menguando, pero mi capacidad de asociar era rápida y despierta, como siempre. Sonrei de medio lado mientras, colocando la fruta justo encima de mi boca, la apretaba, salpicando a todos lados y haciendo que el jugo de esta cayera limpiamente hacia mi boca. Era ligeramente amargo, con un pequeño añadido cítrico al final. El conjunto era muy refrescante. Lo cierto era que estaba buena.
Mire de reojo y con esa media sonrisa como al explotar la fruta, tanto la cara de la elfa como parte de su cuello se habían manchado del jugo. Me acerqué despacio y lamí una gota que estaba en su yugular. Luego me aparte y seguí mi camino, sin añadir ningún comentario.
No disimule el disgusto en mi cara cuando vi aparecer al viejo completamente desnudo. Contuve como pude un frió escalofrió que me recorrió la espalda. Iredia, demostrando su mente fría, consiguió hacerse con la pipa y despacharlo rápidamente. Dio una calada, la cual pareció ser lo suficientemente fuerte como para que los ojos se le enrojecieran ligeramente. Acepté la pipa y la mire detenidamente.
No era la primera vez que probaba hierbas extrañas... Pero algo me decía que eso era algo similar a una trampa por parte de la torpe elfa.
Se la devolví sin tocarla y le insistí para que diera otra calada, esta vez, al apartarse la pipa, aproveche ese momento para taparle la boca, para que no expulsara el aire y me acerqué mucho a ella, dejando nuestras bocas separadas solo por milímetros mientras ella, sorprendida (o excitada) soltaba todo el aire de golpe directamente en el interior de la mía, mientras yo inhalaba esos aires.
Me aparté despacio, saboreandolo. Luego lo solté con una bonita forma esférica. La miré sonriente y dije.
- Es una hierba... Fuerte.
Erenair
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Re: Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
Las dos jugadas se le habían vuelto en contra. Y encima, con el añadido de que, de repente, se encontraba... alterada. Como nerviosilla. Primero, aquel lametón en la yugular. Después, se la jugó doblemente con la pipa. Cuando fue a expulsar el humo y él le tapó la boca y se acercó tanto, el corazón empezó a latirle a mil por hora. Al expulsar el humo de golpe en su boca, además tuvo que toser porque esta vez le había rascado el humo en la garganta demasiado y, total, el engaño no había surtido efecto. ¡Y encima hacía aros de humo! La joven lo miró, mordiéndose ligeramente el labio con una sonrisilla mientras entrecerraba los ojos, sopesando ideas de venganza.
<<Te voy a borrar esa sonrisita, brujo...y te vas a enterar.>>, pensó, maliciosa. La piel del brazo, por unos instantes, se le puso de gallina por la excitación.
Vio cómo el viejo Carl, desnudo y ciertamente grotesco, volvía a meterse en aquella enorme jaima. Cogió otra papucia de la bandeja y, después de ofrecerle a Karkaran, dejó ésta última por ahí. Hizo una seña al brujo con un guiño cómplice y se dirigió a la jaima.
Por el camino fue fumando y, en un momento dado, se giró para ver si el brujo no se había perdido, se distrajo y se chocó con un elfo que llevaba dos jarras de vino, una en cada mano. Se cayeron al suelo y ambas jarras de vino acabaron en el traje y en el pelo de Iredia, dejándola empapada de cintura para arriba. El elfo, medio borracho, empezó a decirle sandeces a Iredia en élfico mientras se balanceaba intentando levantarse. Ella, en respuesta, se levantó del suelo y le propinó una patada en el culo, molesta.
Se miró entonces a sí misma, con el pelo empapado, el pecho y la tripa empapados y apestando a vino. Bajo su punto de vista, no muy erótico. El elfo se levantó y se encaró con la elfa de nuevo.
-Undomeh an haloi (mira por dónde vas) -protestó mientras se frotaba el glúteo dolorido.
-¡Peindolen!Undomeh amir halen(¡Borracho! Mira por dónde vas tú)- exclamó, contrariada, señalando sus ropas mojadas.
Entonces, el elfo la miró de arriba abajo y desató la crueldad, pues la había reconocido.
-Breija(Bruja).
Los ojos violáceos de Iredia estallaron de ira y le propinó un bofetón al elfo (de una altura aproximada a la de su protector). Agitó la mano después, pero le gustó ver que le había dejado una marca roja a ese idiota.
<<Esta violencia se me está pegando de ti, Kar>>, pensó con ironía.
El elfo se tocó la mejilla y se quedó mirándola unos instantes, dudando en si encararse de nuevo con ella o no. Algunos ya estaban girando sus ebrios rostros para ver qué sucedía.
<<Te voy a borrar esa sonrisita, brujo...y te vas a enterar.>>, pensó, maliciosa. La piel del brazo, por unos instantes, se le puso de gallina por la excitación.
Vio cómo el viejo Carl, desnudo y ciertamente grotesco, volvía a meterse en aquella enorme jaima. Cogió otra papucia de la bandeja y, después de ofrecerle a Karkaran, dejó ésta última por ahí. Hizo una seña al brujo con un guiño cómplice y se dirigió a la jaima.
Por el camino fue fumando y, en un momento dado, se giró para ver si el brujo no se había perdido, se distrajo y se chocó con un elfo que llevaba dos jarras de vino, una en cada mano. Se cayeron al suelo y ambas jarras de vino acabaron en el traje y en el pelo de Iredia, dejándola empapada de cintura para arriba. El elfo, medio borracho, empezó a decirle sandeces a Iredia en élfico mientras se balanceaba intentando levantarse. Ella, en respuesta, se levantó del suelo y le propinó una patada en el culo, molesta.
Se miró entonces a sí misma, con el pelo empapado, el pecho y la tripa empapados y apestando a vino. Bajo su punto de vista, no muy erótico. El elfo se levantó y se encaró con la elfa de nuevo.
-Undomeh an haloi (mira por dónde vas) -protestó mientras se frotaba el glúteo dolorido.
-¡Peindolen!Undomeh amir halen(¡Borracho! Mira por dónde vas tú)- exclamó, contrariada, señalando sus ropas mojadas.
Entonces, el elfo la miró de arriba abajo y desató la crueldad, pues la había reconocido.
-Breija(Bruja).
Los ojos violáceos de Iredia estallaron de ira y le propinó un bofetón al elfo (de una altura aproximada a la de su protector). Agitó la mano después, pero le gustó ver que le había dejado una marca roja a ese idiota.
<<Esta violencia se me está pegando de ti, Kar>>, pensó con ironía.
El elfo se tocó la mejilla y se quedó mirándola unos instantes, dudando en si encararse de nuevo con ella o no. Algunos ya estaban girando sus ebrios rostros para ver qué sucedía.
Iredia
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Re: Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
Odiaba estar agobiado de esa forma. Odiaba aun más estar agobiado de esa forma notando gente desnuda a mi alrededor. Muchos de ellos, ademas, sudorosos por el calor de esa sala.
Me esforcé en que mi cara no rebelara mi incomodidad en la situación, pues no quería que se sintieran ofendidos y tener a todo el puñetero campamento elfico en mi contra... O más en mi contra de lo que ya estaban. Procure apartarme lo máximo posible cuando vi al elfo viejo de la casa de sanación en el otro extremo de la estancia. Pero, ocupado en escabullirme de ese individuo arrugado y desnudo, había acabado por perder a Iredia.
- Genial... - Susurré, mirando alrededor. - Como hay pocos aquí con la piel pálida...
Noté la mirada de una joven con el pecho al descubierto a mi lado, algo molesta por el comentario. Me encogí de hombros.
- Sin ofender.
Poco a poco, apartando a la gente con el mejor intento de educación del que fui capaz, conseguí abrirme paso unos cuantos metros allá, pero era imposible de ver el reflejo de sus violáceos ojos en ninguna parte. "Maldita elfa de los ..."
Y entonces, un par de metros más allá, escuche el ruido de dos jarras romperse.
No lo dude ni un instante. Si había alguien así de torpe en esa fiesta, debía ser ella.
Empece a hacer camino en dirección a donde se había escuchado el estruendo, lugar que parecia ser escena de un pequeño corrillo, donde, efectivamente, se encontraba Iredia en el.
Y justo cuando iba a llamar la atención de la joven, esta le cruzo la cara al elfo que tenia delante.
La mirada de esta, he de decir me impresiono. Vi fuego. Vi rabia... Pero también vi la fuerza que tenia ese gesto. La fuerza que desprendía el no querer ser pisada por nadie pese a la sensación de ser débil... La fortaleza de un ganador. Sonrei de medio lado sin entender el porque de la situación, pero me sentí orgulloso de proteger a esa elfa.
Vi también como el elfo la miraba rabioso. Me preparé. Dio un paso adelante y yo salte en medio, deteniendo el brazo alzado del elfo agarrándolo de la muñeca y mirándolo con mi lado mas sincero. Sereno y tranquilo le dije:
- Amir hrit an, it meer karug amir.
Mi lenguaje era algo tosco, sin duda ninguna. Estaba seguro que no había usado del todo correcto los tiempos verbales élficos, pero desde luego, solo con ver la cara del elfo y del resto de personas que nos miraba, estaba claro el mensaje:
"Si tu la tocas, yo te mataré."
Me esforcé en que mi cara no rebelara mi incomodidad en la situación, pues no quería que se sintieran ofendidos y tener a todo el puñetero campamento elfico en mi contra... O más en mi contra de lo que ya estaban. Procure apartarme lo máximo posible cuando vi al elfo viejo de la casa de sanación en el otro extremo de la estancia. Pero, ocupado en escabullirme de ese individuo arrugado y desnudo, había acabado por perder a Iredia.
- Genial... - Susurré, mirando alrededor. - Como hay pocos aquí con la piel pálida...
Noté la mirada de una joven con el pecho al descubierto a mi lado, algo molesta por el comentario. Me encogí de hombros.
- Sin ofender.
Poco a poco, apartando a la gente con el mejor intento de educación del que fui capaz, conseguí abrirme paso unos cuantos metros allá, pero era imposible de ver el reflejo de sus violáceos ojos en ninguna parte. "Maldita elfa de los ..."
Y entonces, un par de metros más allá, escuche el ruido de dos jarras romperse.
No lo dude ni un instante. Si había alguien así de torpe en esa fiesta, debía ser ella.
Empece a hacer camino en dirección a donde se había escuchado el estruendo, lugar que parecia ser escena de un pequeño corrillo, donde, efectivamente, se encontraba Iredia en el.
Y justo cuando iba a llamar la atención de la joven, esta le cruzo la cara al elfo que tenia delante.
La mirada de esta, he de decir me impresiono. Vi fuego. Vi rabia... Pero también vi la fuerza que tenia ese gesto. La fuerza que desprendía el no querer ser pisada por nadie pese a la sensación de ser débil... La fortaleza de un ganador. Sonrei de medio lado sin entender el porque de la situación, pero me sentí orgulloso de proteger a esa elfa.
Vi también como el elfo la miraba rabioso. Me preparé. Dio un paso adelante y yo salte en medio, deteniendo el brazo alzado del elfo agarrándolo de la muñeca y mirándolo con mi lado mas sincero. Sereno y tranquilo le dije:
- Amir hrit an, it meer karug amir.
Mi lenguaje era algo tosco, sin duda ninguna. Estaba seguro que no había usado del todo correcto los tiempos verbales élficos, pero desde luego, solo con ver la cara del elfo y del resto de personas que nos miraba, estaba claro el mensaje:
"Si tu la tocas, yo te mataré."
Erenair
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Re: Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
Como siempre, su protector apareció delante de ella, a tiempo. El elfo no le iba a alzar la mano contra ella, pero sí que es cierto que tenía una pose lo suficientemente amenazadora como para despertar dudas. No se hubiera atrevido a pegarla, si bien es cierto que probablemente hubiera tenido algún gesto despectivo más doloroso que una bofetada. Iredia se dio cuenta entonces de una terrible verdad: Su tribu le había perdido el respeto desde que el brujo apareció. Lo veía en los rostros de los que estaban empezando a formar el corrillo a su alrededor. ¿Por qué criticaban tanto a los humanos y a los brujos si ellos no eran mejores?
El elfo, mientras tanto, se mesó el mentón, evaluando al brujo de arriba abajo y, de repente, sonrió ampliamente con crueldad.
-Tïndale ora mah, diorë menn. (A ella no la mataría, a ti sí).
Y se puso en el centro del círculo que habían formado los espectadores, enseñando con osadía su pecho desnudo incitando a Karkaran a que le golpease. No llevaba armas, iba cuerpo a cuerpo. Parecía seguro de sí mismo, pero con la pega de que estaba ebrio como para pelear al cien por cien, sus reflejos serían más lentos. La gente alrededor empezó a vociferar "tïndalon, tïndalon"(mátalo, mátalo), amén de otros gritos más ininteligibles. Iredia estaba espantada. Algo le hacía sospechar que esta pelea era algo que los de su tribu estaban deseando, sólo habían necesitado un pretexto.
La elfa notó de repente que unos brazos la sujetaban. Cuando miró, descubrió a la elfa de las margaritas con una sonrisa maliciosa. Otra amiga, una rubia, la aferraba fuertemente de su brazo izquierdo.
-Dïena, priitë, donole aarum anduria. (Apartaos, princesa, esto es un duelo de honor).-y entonces la de las margaritas se acercó a su oído- Valum daar(Y sin trampas)
Iredia forcejeó. Estaba segura de que la elfa de las margaritas estaba muy contenta de alejarla de Karkaran. Definitivamente, había descubierto su trampa en el pulso. Amor libre... patrañas.
-Häma andurië, pandalah. möe ahjie nae gerilon(Duelo de honor, y una mierda, esto es venganza contra un brujo inocente) -protestó mientras seguía tratando de librarse de las garras de ambas elfas.
-Ioru yen rioren acuenlio. (Nuestro pueblo la merece)
<<Nuestro pueblo está perdiendo el rumbo.>>, pensó Iredia con amargura.
Las elfas echaron para atrás a Iredia, alejándola del brujo un par de metros. Sin embargo, a la joven le dio tiempo a vociferar.
-¡¡No lo mates!!
No la alejaron mucho, pues estaba claro que esas elfas querían que viese en un primer plano cómo su brujo era ridiculizado. O eso creían ellos. No eran conscientes de que el brujo sería quién les ridiculizase a ellos. El elfo combatiente miró a Iredia, pensando que el comentario iba hacia él. La miró con cierto desdén, pero parece ser que captó la orden. Sin embargo, se lo estaba diciendo a su protector. Si fuera para el otro, habría hablado en élfico. La joven se sentía furiosa e impotente. Furiosa por no poder controlar a esa marabunta de elfos jóvenes, por esa injusticia. Porque eran todos idiotas. Impotente porque era Karkaran siempre el que daba la cara por ella y nunca podría devolverle el favor en ese sentido.
Vio la cara del médico Vivial también en el corrillo, en silencio. Cruzaron una mirada y el médico asintió y se fue, muy serio. No disfrutaba tampoco de esa pelea. Y entonces, Iredia vio a su lado a un chiquillo, no tendría más de 32 años (8 años humanos). El chiquillo miraba la escena asustado. Iredia lo llamó y el chiquillo se acercó a ella. Las elfas estaban demasiado ocupadas mirando la pelea.
-Tun derio onlonën, ¡da! (Avisa a la matriarca, ¡ya!) - y el chiquillo salió corriendo hacia la gran jaima.
El elfo, mientras tanto, se mesó el mentón, evaluando al brujo de arriba abajo y, de repente, sonrió ampliamente con crueldad.
-Tïndale ora mah, diorë menn. (A ella no la mataría, a ti sí).
Y se puso en el centro del círculo que habían formado los espectadores, enseñando con osadía su pecho desnudo incitando a Karkaran a que le golpease. No llevaba armas, iba cuerpo a cuerpo. Parecía seguro de sí mismo, pero con la pega de que estaba ebrio como para pelear al cien por cien, sus reflejos serían más lentos. La gente alrededor empezó a vociferar "tïndalon, tïndalon"(mátalo, mátalo), amén de otros gritos más ininteligibles. Iredia estaba espantada. Algo le hacía sospechar que esta pelea era algo que los de su tribu estaban deseando, sólo habían necesitado un pretexto.
La elfa notó de repente que unos brazos la sujetaban. Cuando miró, descubrió a la elfa de las margaritas con una sonrisa maliciosa. Otra amiga, una rubia, la aferraba fuertemente de su brazo izquierdo.
-Dïena, priitë, donole aarum anduria. (Apartaos, princesa, esto es un duelo de honor).-y entonces la de las margaritas se acercó a su oído- Valum daar(Y sin trampas)
Iredia forcejeó. Estaba segura de que la elfa de las margaritas estaba muy contenta de alejarla de Karkaran. Definitivamente, había descubierto su trampa en el pulso. Amor libre... patrañas.
-Häma andurië, pandalah. möe ahjie nae gerilon(Duelo de honor, y una mierda, esto es venganza contra un brujo inocente) -protestó mientras seguía tratando de librarse de las garras de ambas elfas.
-Ioru yen rioren acuenlio. (Nuestro pueblo la merece)
<<Nuestro pueblo está perdiendo el rumbo.>>, pensó Iredia con amargura.
Las elfas echaron para atrás a Iredia, alejándola del brujo un par de metros. Sin embargo, a la joven le dio tiempo a vociferar.
-¡¡No lo mates!!
No la alejaron mucho, pues estaba claro que esas elfas querían que viese en un primer plano cómo su brujo era ridiculizado. O eso creían ellos. No eran conscientes de que el brujo sería quién les ridiculizase a ellos. El elfo combatiente miró a Iredia, pensando que el comentario iba hacia él. La miró con cierto desdén, pero parece ser que captó la orden. Sin embargo, se lo estaba diciendo a su protector. Si fuera para el otro, habría hablado en élfico. La joven se sentía furiosa e impotente. Furiosa por no poder controlar a esa marabunta de elfos jóvenes, por esa injusticia. Porque eran todos idiotas. Impotente porque era Karkaran siempre el que daba la cara por ella y nunca podría devolverle el favor en ese sentido.
Vio la cara del médico Vivial también en el corrillo, en silencio. Cruzaron una mirada y el médico asintió y se fue, muy serio. No disfrutaba tampoco de esa pelea. Y entonces, Iredia vio a su lado a un chiquillo, no tendría más de 32 años (8 años humanos). El chiquillo miraba la escena asustado. Iredia lo llamó y el chiquillo se acercó a ella. Las elfas estaban demasiado ocupadas mirando la pelea.
-Tun derio onlonën, ¡da! (Avisa a la matriarca, ¡ya!) - y el chiquillo salió corriendo hacia la gran jaima.
Iredia
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Re: Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
En silencio, y mirando de reojo como un par de elfas tomaban a Iredia, escuche sus palabras y no necesite más.
Asentí lo suficientemente sutil como para que mi oponente no entendiera que era ese gesto, pero lo bastante claro como para que mi protegida comprendiera que había recibido el mensaje.
Me coloque en posición, procurando prestar toda mi atención a mi oponente y dejando estar las voces de mi alrededor. No mostré rabia en el rostro. Ni siquiera le di el placer de cambiar mi expresión a alguna que fuera más ofendida o alterada. Me mantuve sereno y tome aire.
Si querian un espectaculo, se lo iba a dar... Pero no el que ellos esperaban ver.
Sin previo aviso, el elfo acometió entonces.
Era rápido. Más rápido que muchos humanos a los que había enfrentado... Pero desde luego, el alcohol parecía haber echo mella en sus movimientos. Pese a la velocidad, sus movimientos eran arqueados y poco precisos. Con un gesto de mano, aparte su ataque con el antebrazo, desviándolo y propinándole con el otro puño un golpe seco en la nariz. No demasiado fuerte. Lo justo como para humillarlo un poco y hacerle retroceder unos pasos tocándose el sitio donde lo había golpeado.
Ande despacio dibujando un circulo alrededor.
Entonces, el, esta vez mucho más concentrado y preciso, apunto a mi estomago. Tube que bloquear el golpe con ambos antebrazos, dejando una brecha.
"Mierda!" Pensé mientras veía su otro brazo venir rápidamente hacia mi mejilla.
Encaje el golpe como pude, dando dos pasos atrás, mientras el cargaba de nuevo, tratando de tumbarme. Pero alcé rápidamente la rodilla y le golpeé la barbilla con ella, haciendo que cayera para atrás. Deje que se levantara torpemente mientras yo escupía sangre hacia un lado y me limpiaba la boca con el dorso de la mano.
Entonces dijo algo en elfico que no entendí, pero por la expresion, quedaba claro que no era precisamente un piropo.
Vino hacia a mi y giro sobre su cadera, tratando de alcanzarme con una patada lateral que esquive deslizandome hacia abajo, tomando yo la iniciativa y golpeando con fuerza su abdomen. El retrocedio por la fuerza del golpe un par de centimetros hacia atras arrastrando los pies, pero sonrio salvajemente.
- Naar dalai... NAAR DALAINA. (No duele... NO DUELE EN ABSOLUTO)
Chasqueé la lengua mientras lo veía reír y venir salvajemente. Trato de alcanzarme dos veces con dos rápidos puñetazos que esquive tirándome a lado y a lado... Pero tenia suficiente.
Ya había leído su patrón.
Di un saltó atrás y tomé aire, mirando únicamente su mano derecha. El vino hacia mi corriendo, pero me pareció que, esta vez, se movía incluso más lento. Cuando trato de golpearme con ella, esquivé el gesto y lo agarre de la muñeca, girando sobre mi mismo y golpeándole entonces la cara con mi codo. El siguió riendo. Le propiné entonces otro giro con golpe. La sonrisa se borro de su cara mientras la sangre salpicaba el suelo. Un directo en su pecho. Otro en su barbilla ascendente. Los elfos habían parado de abuchearme y miraban la pelea en silencio.
Y en un ultimo golpe, coloque la palma de mi mano plana sobre su pecho, trazando tres rápidos símbolos que Iredia ya había visto antes.
"Aire, Punto, Fuerza"
Y como si se tratara de una piedra impactando contra el suelo, ese golpe levanto en su pecho una especie de movimiento de aire y polvo que dibujo un par de remolinos en la sala. El elfo tenia la mirada perdida y cayo entonces despacio hacia el suelo, de rodillas, quedándose sentado.
Incluso inconsciente, parecía no estar dispuesto a que un brujo lo tumbara.
Solté entonces el aire que había concentrado con una exhalación. Tenia el cuerpo sudoroso. Controlar el flujo del aire como para que fuera un único golpe lo suficientemente fuerte como para dañarlo, pero no como para mandarlo a volar había sido complicado. Miré mi mano y me pregunté en silencio como podría mejorar mis círculos de mana.
"Quizás tenga que investigar..." Me dije para mi mientras empezaba a andar hacia Iredia y muchos elfos me miraban con una mezcla de odio, asombro y miedo en el rostro.
- Ya esta.
Asentí lo suficientemente sutil como para que mi oponente no entendiera que era ese gesto, pero lo bastante claro como para que mi protegida comprendiera que había recibido el mensaje.
Me coloque en posición, procurando prestar toda mi atención a mi oponente y dejando estar las voces de mi alrededor. No mostré rabia en el rostro. Ni siquiera le di el placer de cambiar mi expresión a alguna que fuera más ofendida o alterada. Me mantuve sereno y tome aire.
Si querian un espectaculo, se lo iba a dar... Pero no el que ellos esperaban ver.
Sin previo aviso, el elfo acometió entonces.
Era rápido. Más rápido que muchos humanos a los que había enfrentado... Pero desde luego, el alcohol parecía haber echo mella en sus movimientos. Pese a la velocidad, sus movimientos eran arqueados y poco precisos. Con un gesto de mano, aparte su ataque con el antebrazo, desviándolo y propinándole con el otro puño un golpe seco en la nariz. No demasiado fuerte. Lo justo como para humillarlo un poco y hacerle retroceder unos pasos tocándose el sitio donde lo había golpeado.
Ande despacio dibujando un circulo alrededor.
Entonces, el, esta vez mucho más concentrado y preciso, apunto a mi estomago. Tube que bloquear el golpe con ambos antebrazos, dejando una brecha.
"Mierda!" Pensé mientras veía su otro brazo venir rápidamente hacia mi mejilla.
Encaje el golpe como pude, dando dos pasos atrás, mientras el cargaba de nuevo, tratando de tumbarme. Pero alcé rápidamente la rodilla y le golpeé la barbilla con ella, haciendo que cayera para atrás. Deje que se levantara torpemente mientras yo escupía sangre hacia un lado y me limpiaba la boca con el dorso de la mano.
Entonces dijo algo en elfico que no entendí, pero por la expresion, quedaba claro que no era precisamente un piropo.
Vino hacia a mi y giro sobre su cadera, tratando de alcanzarme con una patada lateral que esquive deslizandome hacia abajo, tomando yo la iniciativa y golpeando con fuerza su abdomen. El retrocedio por la fuerza del golpe un par de centimetros hacia atras arrastrando los pies, pero sonrio salvajemente.
- Naar dalai... NAAR DALAINA. (No duele... NO DUELE EN ABSOLUTO)
Chasqueé la lengua mientras lo veía reír y venir salvajemente. Trato de alcanzarme dos veces con dos rápidos puñetazos que esquive tirándome a lado y a lado... Pero tenia suficiente.
Ya había leído su patrón.
Di un saltó atrás y tomé aire, mirando únicamente su mano derecha. El vino hacia mi corriendo, pero me pareció que, esta vez, se movía incluso más lento. Cuando trato de golpearme con ella, esquivé el gesto y lo agarre de la muñeca, girando sobre mi mismo y golpeándole entonces la cara con mi codo. El siguió riendo. Le propiné entonces otro giro con golpe. La sonrisa se borro de su cara mientras la sangre salpicaba el suelo. Un directo en su pecho. Otro en su barbilla ascendente. Los elfos habían parado de abuchearme y miraban la pelea en silencio.
Y en un ultimo golpe, coloque la palma de mi mano plana sobre su pecho, trazando tres rápidos símbolos que Iredia ya había visto antes.
"Aire, Punto, Fuerza"
Y como si se tratara de una piedra impactando contra el suelo, ese golpe levanto en su pecho una especie de movimiento de aire y polvo que dibujo un par de remolinos en la sala. El elfo tenia la mirada perdida y cayo entonces despacio hacia el suelo, de rodillas, quedándose sentado.
Incluso inconsciente, parecía no estar dispuesto a que un brujo lo tumbara.
Solté entonces el aire que había concentrado con una exhalación. Tenia el cuerpo sudoroso. Controlar el flujo del aire como para que fuera un único golpe lo suficientemente fuerte como para dañarlo, pero no como para mandarlo a volar había sido complicado. Miré mi mano y me pregunté en silencio como podría mejorar mis círculos de mana.
"Quizás tenga que investigar..." Me dije para mi mientras empezaba a andar hacia Iredia y muchos elfos me miraban con una mezcla de odio, asombro y miedo en el rostro.
- Ya esta.
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Re: Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
Iredia, mientras tanto, sufría. Miraba insistentemente a lo lejos a ver si divisaba a su madre. De nuevo miraba la pelea. Un golpe, otro, otro más. Karkaran parecía ganar, pero el elfo era duro pese a estar borracho. Las elfas amarraban sus brazos sin piedad, querían que mirase y se quedase para ver la humillación del brujo. La supuesta humillación.
Entonces su protector recibió un puñetazo y escupió sangre. A Iredia le hirvió la suya y trató de tironear de nuevo de las elfas para zafarse, sin éxito. Maldijo para sus adentros no estar lo suficientemente cerca y tener a las elfas encima. Si hubiera usado sus dones, ese puñetazo ni siquiera lo habría recibido. Empezó a preocuparse de veras, estaba roja de furia, más aún cuando vio que el elfo luchador reía y alardeaba de su aguante. Y ocurrió, Karkaran de nuevo hizo alarde de sus habilidades. Una sucesión de golpes tras otra mantuvo a Iredia quieta. Vio aquellos símbolos y supo que el elfo ya no tenía posibilidades, ya no se levantaría hasta dentro de unas horas. De allí, era realmente la única persona que se alegraba de la victoria de alguien que era su enemigo por raza. Les había dado una lección a todos aquellos que ahora permanecían en silencio. Sus brazos ya no eran amarrados.
Se fijó entonces en su porte. Torso desnudo, sudoroso, caminando hacia ella altivo, fiero y fuerte. Si no fuera por la situación, le habría llevado aparte y no le hubiera dejado irse hasta el amanecer. Notó entonces que la elfa de las margaritas se le adelantó. Se acercó ella primero a Karkaran, después de su simple y contundente "ya está", contoneándose de forma exagerada bajo la percepción de Iredia. Se quitó una de las margaritas del pelo y la enganchó en el cinto de él. Después, le guiñó el ojo.
-Guromen toliosh darukan, breije...(Sois un gran luchador, brujo) -y le guiñó un ojo.
Iredia, entonces, estalló. Con una tranquilidad mortal, se acercó a ambos y, cuando parecía que estaba todo bien, cogió del pelo a la elfa de las margaritas y tiró fuertemente hacia atrás, provocandole un grito. La sufridora se llevó las manos hacia atrás, tratando de paliar el dolor. Iredia no alteró su rostro ni un ápice y tenía las mejillas encendidas de rabia. Sus ojos violáceos tenían un brillo iracundo pese a lo recto de su semblante. Con voz gélida, le habló al oído.
-Dur conevosh-ne andaliah kiriatoh, yuan-nna(Ni se te ocurra acercarte a él, zorra) -tironeó aún con más fuerza (poca, pero suficiente para hacer daño en el cuero cabelludo)- Daari heioden-ne(No lo comparto contigo).
Sus palabras podían interpretarse en más de un sentido y todos los sentidos eran correctos. Estaba claro que su idea de amor libre no la iba a aplicar con ella y no le importó que Karkaran se diese cuenta (ya se arrepentiría después). Soltó a la elfa con brusquedad y se quedó mirando a Karkaran fijamente, evaluándolo. Alzó una mano hacia la comisura de los labios, con los ojos violáceos teñidos de dolor y decepción por su gente. Le limpió suavemente una gota de sangre que le colgaba de la barbilla. Él podría notar cómo le temblaba la mano de la furia que aún sentía.
En ese preciso instante, una llamarada crepitó salvajemente en el lugar donde antes había estado aquella pirámide de madera. La hoguera, el baile ritual a Imbar, ya comenzaba. De repente, los elfos silenciosos se dispersaron, cuchicheando. Los timbales y la flauta comenzaron a sonar y comenzaron a danzar alrededor del fuego con pasos muy marcados y un ritmo que parecía ensayado.
Una silueta se enmarcó entre las llamas, acercándose a la pareja con paso firme y seguro. La matriarca Arystra sabía hacer entradas triunfales. Recogió del suelo su pipa con gran parsimonia, sopló un poco y la volvió a rellenar de tabaco. Una vez con ellos, miró a ambos con ojos fríos y penetrantes. Iba con una corona de flores y una túnica verde larga y preciosa. En el cinturón, llevaba otras dos pipas. Se las tendió una a cada uno. Ambas llevaban tabaco.
-Venid conmigo, -dijo sin más.
Los guió hasta un sitial de madera, algo más alto y apartado, pero con vistas en primera fila de la danza. Iredia no habló en todo el trayecto, mantenía un silencio taciturno. Arystra se sentó, cogió una cerilla, encendió su pipa y se la pasó a Iredia, quien se hizo lo mismo y se la pasó a Karkaran. La elfita se sentó al lado de su madre. Arystra se dirigió al brujo.
-¿Estás bien?
Abajo, en la hoguera, el incidente parecía olvidado. La danza de la diosa Imbar hacía perder por unos momentos la noción del tiempo.
Entonces su protector recibió un puñetazo y escupió sangre. A Iredia le hirvió la suya y trató de tironear de nuevo de las elfas para zafarse, sin éxito. Maldijo para sus adentros no estar lo suficientemente cerca y tener a las elfas encima. Si hubiera usado sus dones, ese puñetazo ni siquiera lo habría recibido. Empezó a preocuparse de veras, estaba roja de furia, más aún cuando vio que el elfo luchador reía y alardeaba de su aguante. Y ocurrió, Karkaran de nuevo hizo alarde de sus habilidades. Una sucesión de golpes tras otra mantuvo a Iredia quieta. Vio aquellos símbolos y supo que el elfo ya no tenía posibilidades, ya no se levantaría hasta dentro de unas horas. De allí, era realmente la única persona que se alegraba de la victoria de alguien que era su enemigo por raza. Les había dado una lección a todos aquellos que ahora permanecían en silencio. Sus brazos ya no eran amarrados.
Se fijó entonces en su porte. Torso desnudo, sudoroso, caminando hacia ella altivo, fiero y fuerte. Si no fuera por la situación, le habría llevado aparte y no le hubiera dejado irse hasta el amanecer. Notó entonces que la elfa de las margaritas se le adelantó. Se acercó ella primero a Karkaran, después de su simple y contundente "ya está", contoneándose de forma exagerada bajo la percepción de Iredia. Se quitó una de las margaritas del pelo y la enganchó en el cinto de él. Después, le guiñó el ojo.
-Guromen toliosh darukan, breije...(Sois un gran luchador, brujo) -y le guiñó un ojo.
Iredia, entonces, estalló. Con una tranquilidad mortal, se acercó a ambos y, cuando parecía que estaba todo bien, cogió del pelo a la elfa de las margaritas y tiró fuertemente hacia atrás, provocandole un grito. La sufridora se llevó las manos hacia atrás, tratando de paliar el dolor. Iredia no alteró su rostro ni un ápice y tenía las mejillas encendidas de rabia. Sus ojos violáceos tenían un brillo iracundo pese a lo recto de su semblante. Con voz gélida, le habló al oído.
-Dur conevosh-ne andaliah kiriatoh, yuan-nna(Ni se te ocurra acercarte a él, zorra) -tironeó aún con más fuerza (poca, pero suficiente para hacer daño en el cuero cabelludo)- Daari heioden-ne(No lo comparto contigo).
Sus palabras podían interpretarse en más de un sentido y todos los sentidos eran correctos. Estaba claro que su idea de amor libre no la iba a aplicar con ella y no le importó que Karkaran se diese cuenta (ya se arrepentiría después). Soltó a la elfa con brusquedad y se quedó mirando a Karkaran fijamente, evaluándolo. Alzó una mano hacia la comisura de los labios, con los ojos violáceos teñidos de dolor y decepción por su gente. Le limpió suavemente una gota de sangre que le colgaba de la barbilla. Él podría notar cómo le temblaba la mano de la furia que aún sentía.
En ese preciso instante, una llamarada crepitó salvajemente en el lugar donde antes había estado aquella pirámide de madera. La hoguera, el baile ritual a Imbar, ya comenzaba. De repente, los elfos silenciosos se dispersaron, cuchicheando. Los timbales y la flauta comenzaron a sonar y comenzaron a danzar alrededor del fuego con pasos muy marcados y un ritmo que parecía ensayado.
Una silueta se enmarcó entre las llamas, acercándose a la pareja con paso firme y seguro. La matriarca Arystra sabía hacer entradas triunfales. Recogió del suelo su pipa con gran parsimonia, sopló un poco y la volvió a rellenar de tabaco. Una vez con ellos, miró a ambos con ojos fríos y penetrantes. Iba con una corona de flores y una túnica verde larga y preciosa. En el cinturón, llevaba otras dos pipas. Se las tendió una a cada uno. Ambas llevaban tabaco.
-Venid conmigo, -dijo sin más.
Los guió hasta un sitial de madera, algo más alto y apartado, pero con vistas en primera fila de la danza. Iredia no habló en todo el trayecto, mantenía un silencio taciturno. Arystra se sentó, cogió una cerilla, encendió su pipa y se la pasó a Iredia, quien se hizo lo mismo y se la pasó a Karkaran. La elfita se sentó al lado de su madre. Arystra se dirigió al brujo.
-¿Estás bien?
Abajo, en la hoguera, el incidente parecía olvidado. La danza de la diosa Imbar hacía perder por unos momentos la noción del tiempo.
Iredia
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Re: Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
Tal como llegue a donde estaba Iredia, otra elfa se me acerco y me colocó una flor en el símbolo y dijo una frase.
No entendí una mierda, pero no debía ser algo demasiado bueno, porque Iredia se acerco y, para mi sorpresa, la agarró del cabello y estiro de ella, humillándola ante la mirada de todos. Yo, atónito, no supe ni reaccionar ni pararla. La verdad es que, desde hacia años, encontré algo que me acojonaba enfrentar: A la elfa y esa mirada de fuego liliáceo.
Tras eso, le declaro algo de lo cual solo conseguí entender tres o cuatro palabras sueltas con las que, lógicamente, no era siquiera capaz de entender el contexto general. Pero estaba claro que no eran palabras sutiles o cariñosas, pues las miradas de nuestro alrededor, ademas de reflejar la sorpresa del enfrentamiento, casi parecieron mostrar un gesto insólito ante las elficas palabras de Iredia.
Y entonces, Iredia, tras soltarla, me limpio la sangre de la barbilla. Yo tomé su mano con cuidado y note que temblaba. Incline un poco la cabeza mientras, torpemente, acariciaba con la yema de los dedos el dorso de su mano, con cuidado, tratado en un intento tranquilo y sutil que se calmara.
Y justo cuando iba a abrir la boca, la pira se encendió.
Con un fuego enorme y con la importancia suficiente como para que todos los elfos desnudos y semivestidos desviaran la mirada un momento y se difuminaran con la multitud mientras hablaban entre ellos.
Me dije a mi mismo que, si quería dejar de perderme cosas, más me valía aprender de una jodida vez el lenguaje de los follapinos.
- Venid conmigo. - Dijo la voz de la matriarca sorprendiendome. No me habia fijado en ella hasta que estaba a nuestro lado. Incline la cabeza en silencio mirando de reojo a Iredia, que la siguio sin demasiadas dudas. Yo di un suspiro mientras, antes de irme, miraba a dos elfos que estaban recogiendo a su compañero del suelo mientras murmuraban cosas despectivas. Solo entendí una palabra: Breij.
Brujo.
Cuando se me ofrecio más alla la cerilla para la pipa, di otro suspiro. Suspiraba mucho. Encendi la pipa por compromiso, pues realmente despues de esa pelea, no me apetecia para nada el tabaco. Di un par de caladas de educación, concentrandome en retener el tiempo justo el humo dentro de mi y luego lo expulsé.
- ¿Estás bien? - Preguntó la matriarca.
La miré tranquilamente.
- Si... No ha sido nada inesperado. - Dije encogiéndome de hombros.
Ella tampoco negó mi declaración. Estaba claro que esto iba a pasar de un momento a otro.
- No puedo pedirte disculpas por eso, brujo. Mis gentes son rencorosas. Somos un pueblo que recuerda.
- Y de la filosofía de justos por pecadores... - Dije tranquilo. No me importaba en absoluto si podía llegar a ofenderla. Las calles te enseñan que, a la larga, la verdad ni es bonita ni quiere escucharse.
Ella no se molesto, por eso.
- Solo te diré que tengas cuidado. Ellos están enfadados con tu gente y buscaran cualquier excusa para matarte... Haber perdido hoy esta batalla te hubiera echo las cosas más fáciles.
- No quiero cosas fáciles, matriarca. - Dije. - Si fuese así, no hubiera aceptado el trabajo de proteger a su hija.
Ella inclinó la cabeza lateralmente, como dándome la razón.
No entendí una mierda, pero no debía ser algo demasiado bueno, porque Iredia se acerco y, para mi sorpresa, la agarró del cabello y estiro de ella, humillándola ante la mirada de todos. Yo, atónito, no supe ni reaccionar ni pararla. La verdad es que, desde hacia años, encontré algo que me acojonaba enfrentar: A la elfa y esa mirada de fuego liliáceo.
Tras eso, le declaro algo de lo cual solo conseguí entender tres o cuatro palabras sueltas con las que, lógicamente, no era siquiera capaz de entender el contexto general. Pero estaba claro que no eran palabras sutiles o cariñosas, pues las miradas de nuestro alrededor, ademas de reflejar la sorpresa del enfrentamiento, casi parecieron mostrar un gesto insólito ante las elficas palabras de Iredia.
Y entonces, Iredia, tras soltarla, me limpio la sangre de la barbilla. Yo tomé su mano con cuidado y note que temblaba. Incline un poco la cabeza mientras, torpemente, acariciaba con la yema de los dedos el dorso de su mano, con cuidado, tratado en un intento tranquilo y sutil que se calmara.
Y justo cuando iba a abrir la boca, la pira se encendió.
Con un fuego enorme y con la importancia suficiente como para que todos los elfos desnudos y semivestidos desviaran la mirada un momento y se difuminaran con la multitud mientras hablaban entre ellos.
Me dije a mi mismo que, si quería dejar de perderme cosas, más me valía aprender de una jodida vez el lenguaje de los follapinos.
- Venid conmigo. - Dijo la voz de la matriarca sorprendiendome. No me habia fijado en ella hasta que estaba a nuestro lado. Incline la cabeza en silencio mirando de reojo a Iredia, que la siguio sin demasiadas dudas. Yo di un suspiro mientras, antes de irme, miraba a dos elfos que estaban recogiendo a su compañero del suelo mientras murmuraban cosas despectivas. Solo entendí una palabra: Breij.
Brujo.
Cuando se me ofrecio más alla la cerilla para la pipa, di otro suspiro. Suspiraba mucho. Encendi la pipa por compromiso, pues realmente despues de esa pelea, no me apetecia para nada el tabaco. Di un par de caladas de educación, concentrandome en retener el tiempo justo el humo dentro de mi y luego lo expulsé.
- ¿Estás bien? - Preguntó la matriarca.
La miré tranquilamente.
- Si... No ha sido nada inesperado. - Dije encogiéndome de hombros.
Ella tampoco negó mi declaración. Estaba claro que esto iba a pasar de un momento a otro.
- No puedo pedirte disculpas por eso, brujo. Mis gentes son rencorosas. Somos un pueblo que recuerda.
- Y de la filosofía de justos por pecadores... - Dije tranquilo. No me importaba en absoluto si podía llegar a ofenderla. Las calles te enseñan que, a la larga, la verdad ni es bonita ni quiere escucharse.
Ella no se molesto, por eso.
- Solo te diré que tengas cuidado. Ellos están enfadados con tu gente y buscaran cualquier excusa para matarte... Haber perdido hoy esta batalla te hubiera echo las cosas más fáciles.
- No quiero cosas fáciles, matriarca. - Dije. - Si fuese así, no hubiera aceptado el trabajo de proteger a su hija.
Ella inclinó la cabeza lateralmente, como dándome la razón.
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Re: Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
Iredia, por primera vez, no rió la gracia acerca de lo complicado que era protegerla. Se sentía demasiado mal, tenía una gran desazón interior. Sin romper su silencio taciturno, fumaba compulsivamente mientras ellos conversaban. Aquellas hierbas fuertes tenían un efecto narcótico: calmaban el temperamento, embotaban los sentidos y te hacían reír por tonterías. Si fumaba mucho, igual después de un rato conseguía reírse algo más. Se acabó la pipa y se rellenó otra. Volvió a sentarse. Volvió a fumar.
Su madre entonces le quitó la pipa sin brusquedad.
-Se acabó por hoy. Te vas a quedar inconsciente si te fumas una calada más.
Iredia no dijo nada, aceptando estoicamente que le quitase las hierbas. Se quedó mirando las llamas en silencio. No era normal que estuviese callada tanto rato.
-De todos modos, brujo, sólo has conocido a aquellos jóvenes que aún no han salido de aquí -dio una tranquila calada de tabaco y prosiguió, echando el humo mientras hablaba- No saben lo que es de verdad el odio. No saben lo que es la impotencia. Sólo saben lo que les hemos contado - la mirada violácea de la matriarca se perdió en las llamas y luego miró de reojo a Iredia- Por eso es tan importante que salgáis fuera. Para que cuando volváis, seáis críticos. Seáis libres y no esclavos de lo que os hemos enseñado.
Iredia asintió a las sabias palabras de su madre. La matriarca no pretendía defender al brujo, sino explicar el porqué de los actos de aquellos jóvenes. La elfa se llegó a preguntar si alguna vez adquiriría la sabiduría de su madre. Sin decir palabra alguna, la elfa se levantó y se alejó de ellos. La matriarca hizo un gesto hacia el brujo para que esperase.
-Dale unos momentos. Es demasiado idiota para confesarte que se siente culpable por ti. -hizo una pausa y una sonrisa leve y cariñosa dulcificó un tanto el rostro de la jefa- Irá a bailar a la hoguera para desahogarse. -dio otra calada- Que sepas que te respeto, brujo. No me gustas, pero te respeto. -viniendo de la matriarca, es lo más parecido a un halago que podría recibir de ella.
Un viejo gordo y escalofriante empezó a subir hacia ellos. Un feote que Karkaran conocía bien. Carl abrió los brazos con alegría al llegar a la cima. Seguía desnudo, algo más borracho todavía y completamente feliz.
-¡Mi sssssseñora! Eshta esss unna fiessta dddivina. ¿Osss cuento un chisste?
Era una pregunta retórica, lo contó igualmente.
- Un hombre va a visitar a un adivino para saber si ganará su próximo enfrentamiento. Llega a la puerta y golpea...
-Toc, toc.
Desde adentro se escucha:
-¿Quién es?
Y el hombre exclama:
-¡Pues qué adivino más malo!
Carl empezó a reírse solo tanto que se acuclilló y, de la risa, se cayó de espaldas. La visión era ciertamente grotesca. Arystra puso los ojos en blanco, aunque sí que se le escapó una carcajada. Al parecer, había acogido a ese hombre de buena gana con ellos. Quién sabe para qué.
Desde el suelo, Carl se secó las lágrimas de la risa de la cara y los miró.
-Ay, quién fuera joven como tú. -señaló ahora con melancolía- Siempre me quedé con ganas de ir a la Torre de la Niebla a por esos pergaminos... -suspiró.
Arystra ignoró al viejo. No parecía la primera vez que le oía esa historia en el tiempo que llevaba allí. Volvió a mirar a la hoguera. La danza estaba en pleno auge y todos bailaban al unísono en un espectáculo ciertamente cautivador. Señaló con la cabeza a una figura pelirroja.
-Ahí está.
En efecto, Iredia estaba abajo. Se había quitado la parte de arriba, dejándose los pechos al aire. Todos a su alrededor bailaban al mismo paso, destiñendo alegría. Sin embargo, el baile de Iredia era furia, era ira, como el fuego que crepitaba y se reflejaba en su pelo. Sus pasos eran pasionales, su ritmo frenético. Sus ojos estaban cerrados. El sudor empezó a hacerle brillar la piel. Llevaba un colocón tremendo pero consiguió no confundirse en ningún paso. Aunque su pueblo ahora mismo la detestase, sí podía decir que se sabía los pasos, así que no podrían insultarla por eso. Pronto se iría de nuevo y tardaría largo tiempo en regresar.
Su madre entonces le quitó la pipa sin brusquedad.
-Se acabó por hoy. Te vas a quedar inconsciente si te fumas una calada más.
Iredia no dijo nada, aceptando estoicamente que le quitase las hierbas. Se quedó mirando las llamas en silencio. No era normal que estuviese callada tanto rato.
-De todos modos, brujo, sólo has conocido a aquellos jóvenes que aún no han salido de aquí -dio una tranquila calada de tabaco y prosiguió, echando el humo mientras hablaba- No saben lo que es de verdad el odio. No saben lo que es la impotencia. Sólo saben lo que les hemos contado - la mirada violácea de la matriarca se perdió en las llamas y luego miró de reojo a Iredia- Por eso es tan importante que salgáis fuera. Para que cuando volváis, seáis críticos. Seáis libres y no esclavos de lo que os hemos enseñado.
Iredia asintió a las sabias palabras de su madre. La matriarca no pretendía defender al brujo, sino explicar el porqué de los actos de aquellos jóvenes. La elfa se llegó a preguntar si alguna vez adquiriría la sabiduría de su madre. Sin decir palabra alguna, la elfa se levantó y se alejó de ellos. La matriarca hizo un gesto hacia el brujo para que esperase.
-Dale unos momentos. Es demasiado idiota para confesarte que se siente culpable por ti. -hizo una pausa y una sonrisa leve y cariñosa dulcificó un tanto el rostro de la jefa- Irá a bailar a la hoguera para desahogarse. -dio otra calada- Que sepas que te respeto, brujo. No me gustas, pero te respeto. -viniendo de la matriarca, es lo más parecido a un halago que podría recibir de ella.
Un viejo gordo y escalofriante empezó a subir hacia ellos. Un feote que Karkaran conocía bien. Carl abrió los brazos con alegría al llegar a la cima. Seguía desnudo, algo más borracho todavía y completamente feliz.
-¡Mi sssssseñora! Eshta esss unna fiessta dddivina. ¿Osss cuento un chisste?
Era una pregunta retórica, lo contó igualmente.
- Un hombre va a visitar a un adivino para saber si ganará su próximo enfrentamiento. Llega a la puerta y golpea...
-Toc, toc.
Desde adentro se escucha:
-¿Quién es?
Y el hombre exclama:
-¡Pues qué adivino más malo!
Carl empezó a reírse solo tanto que se acuclilló y, de la risa, se cayó de espaldas. La visión era ciertamente grotesca. Arystra puso los ojos en blanco, aunque sí que se le escapó una carcajada. Al parecer, había acogido a ese hombre de buena gana con ellos. Quién sabe para qué.
Desde el suelo, Carl se secó las lágrimas de la risa de la cara y los miró.
-Ay, quién fuera joven como tú. -señaló ahora con melancolía- Siempre me quedé con ganas de ir a la Torre de la Niebla a por esos pergaminos... -suspiró.
Arystra ignoró al viejo. No parecía la primera vez que le oía esa historia en el tiempo que llevaba allí. Volvió a mirar a la hoguera. La danza estaba en pleno auge y todos bailaban al unísono en un espectáculo ciertamente cautivador. Señaló con la cabeza a una figura pelirroja.
-Ahí está.
En efecto, Iredia estaba abajo. Se había quitado la parte de arriba, dejándose los pechos al aire. Todos a su alrededor bailaban al mismo paso, destiñendo alegría. Sin embargo, el baile de Iredia era furia, era ira, como el fuego que crepitaba y se reflejaba en su pelo. Sus pasos eran pasionales, su ritmo frenético. Sus ojos estaban cerrados. El sudor empezó a hacerle brillar la piel. Llevaba un colocón tremendo pero consiguió no confundirse en ningún paso. Aunque su pueblo ahora mismo la detestase, sí podía decir que se sabía los pasos, así que no podrían insultarla por eso. Pronto se iría de nuevo y tardaría largo tiempo en regresar.
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Re: Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
- No quiero agradarle a nadie en concreto, matriarca... Y eso de que solo he conocido a elfos en este lugar es mentira.
Me incline un poco en la silla y me quede mirando el fuego.
- Ya he conocido con anterioridad a otros pielesverdes... Todos, sin excepción ninguna, son incapaces de comprender la totalidad de un conjunto. Consideran a todos los brujos culpables de algo que va mucho más allá de nosotros mismos. La guerra acabo, y aun hay resentimiento por parte de ambos... Pero no todos los brujos detestan a los brujos por no dejarles expandirse hacia otros lares. ¿Acaso no es esto lo mismo? No existen buenos o malos en una guerra. Solo existen ganadores y perdedores. Aun con este final, las historias de cada uno son diferentes. Los brujos explicamos que la culpa fue nuestra y que los elfos, como pueblo inteligente, se defendió de una forma increíble. Pero no adornamos con odio esos cuentos. Eso solo lo hace un pueblo... - La mire a los ojos. - Y no es del que yo vengo.
Como para cortar esa situación tan incomoda de acusaciones, Carl apareció contando un nefasto chiste que pareció divertir a la matriarca. Yo suspire mientras me apoyaba en esa especie de asiento improvisado.
- Ay, quién fuera joven como tú. Siempre me quedé con ganas de ir a la Torre de la Niebla a por esos pergaminos...
Presté atención entonces, levantando solo la cabeza.
- ¿Que es la torre de la Niebla?
La matriarca puso los ojos en blanco mientras que Carl sonreía embriagadamente.
- Es una grrrran pregunta, mirquerido brujo... ¡Resulta! - Dijo separando esa palabra del resto de la frase. - Que hace cien años... Hubo por las zonas del sud del bozque cierto elfo... Capaz de conjurar magia cual brujo. Decían que errrra invatible. Y era elfo. - Repitió.
- La leyenda dice... - Dijo la matriarca con otra calada. - Que oculto sus escritos de como había conseguido dominar nuestra magia prohibida en su laboratorio. También conocido como la torre de la niebla... A uno o dos días de camino desde aquí.
Medite en silencio y me levanté.
- Con permiso...
- ¿Te hemos dado que pensar? - Preguntó la matriarca.
- No. Me habéis dado un motivo suficiente para largarme de este puto lugar.
Carl me miró sorprendido mientras la matriarca reía con ganas ante el comentario antes de dar otra calada.
Busque con la mirada a la elfa. Y me lleve una grata sorpresa al verla sudorosa y con el torso desnudo. Me quede a una distancia prudencial, viéndola bailar con las llamas dibujando colores y brillos en su sudada piel y pecho. En silencio, dibuje una sonrisa que se vio interrumpida por una llamada de atención a mi derecha.
Al girarme vi a la chica de las margaritas.
- ¿Que?
- ¿Var harr mil va nila?
Pareció estar quitándose la ropa mientras sonreía. Por respuesta, gire mi cara y empecé a hacer camino hacia mi protegida, ignorando completamente a la otra elfa.
- Galan Breij! - Dijo ofendida.
No entendi muy bien el significado, pero vendría a ser un insulto.
Sumergida en la pasión de su baile, Iredia no se percato de mi presencia, así que decidí que lo mejor seria apartarla de ahí disimuladamente. Le tomé la mano con cuidado, mientras ella se sorprendía y me miraba inquisitiva.
- Aquí no... - Dije. - Vamos.
Y con ese gesto que ya habíamos vivido anteriormente, la aparte de la mirada de la gente escondiéndonos de todo el mundo.
Tenia una idea que plantearle.
Me incline un poco en la silla y me quede mirando el fuego.
- Ya he conocido con anterioridad a otros pielesverdes... Todos, sin excepción ninguna, son incapaces de comprender la totalidad de un conjunto. Consideran a todos los brujos culpables de algo que va mucho más allá de nosotros mismos. La guerra acabo, y aun hay resentimiento por parte de ambos... Pero no todos los brujos detestan a los brujos por no dejarles expandirse hacia otros lares. ¿Acaso no es esto lo mismo? No existen buenos o malos en una guerra. Solo existen ganadores y perdedores. Aun con este final, las historias de cada uno son diferentes. Los brujos explicamos que la culpa fue nuestra y que los elfos, como pueblo inteligente, se defendió de una forma increíble. Pero no adornamos con odio esos cuentos. Eso solo lo hace un pueblo... - La mire a los ojos. - Y no es del que yo vengo.
Como para cortar esa situación tan incomoda de acusaciones, Carl apareció contando un nefasto chiste que pareció divertir a la matriarca. Yo suspire mientras me apoyaba en esa especie de asiento improvisado.
- Ay, quién fuera joven como tú. Siempre me quedé con ganas de ir a la Torre de la Niebla a por esos pergaminos...
Presté atención entonces, levantando solo la cabeza.
- ¿Que es la torre de la Niebla?
La matriarca puso los ojos en blanco mientras que Carl sonreía embriagadamente.
- Es una grrrran pregunta, mirquerido brujo... ¡Resulta! - Dijo separando esa palabra del resto de la frase. - Que hace cien años... Hubo por las zonas del sud del bozque cierto elfo... Capaz de conjurar magia cual brujo. Decían que errrra invatible. Y era elfo. - Repitió.
- La leyenda dice... - Dijo la matriarca con otra calada. - Que oculto sus escritos de como había conseguido dominar nuestra magia prohibida en su laboratorio. También conocido como la torre de la niebla... A uno o dos días de camino desde aquí.
Medite en silencio y me levanté.
- Con permiso...
- ¿Te hemos dado que pensar? - Preguntó la matriarca.
- No. Me habéis dado un motivo suficiente para largarme de este puto lugar.
Carl me miró sorprendido mientras la matriarca reía con ganas ante el comentario antes de dar otra calada.
Busque con la mirada a la elfa. Y me lleve una grata sorpresa al verla sudorosa y con el torso desnudo. Me quede a una distancia prudencial, viéndola bailar con las llamas dibujando colores y brillos en su sudada piel y pecho. En silencio, dibuje una sonrisa que se vio interrumpida por una llamada de atención a mi derecha.
Al girarme vi a la chica de las margaritas.
- ¿Que?
- ¿Var harr mil va nila?
Pareció estar quitándose la ropa mientras sonreía. Por respuesta, gire mi cara y empecé a hacer camino hacia mi protegida, ignorando completamente a la otra elfa.
- Galan Breij! - Dijo ofendida.
No entendi muy bien el significado, pero vendría a ser un insulto.
Sumergida en la pasión de su baile, Iredia no se percato de mi presencia, así que decidí que lo mejor seria apartarla de ahí disimuladamente. Le tomé la mano con cuidado, mientras ella se sorprendía y me miraba inquisitiva.
- Aquí no... - Dije. - Vamos.
Y con ese gesto que ya habíamos vivido anteriormente, la aparte de la mirada de la gente escondiéndonos de todo el mundo.
Tenia una idea que plantearle.
Erenair
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Re: Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
El baile era una de las actividades favoritas de Iredia, junto con la de meterse en problemas. Buscaba caer agotada esta vez, embotar su cabeza hasta el limite, rendirse al cansancio. Siempre se había sentdo segura en casa, pero en apenas unos días la percepción de su mundo había cambiado por completo.
De repente, alguien tomó su mano suavemente. Se sorprendió gratamente. Se le notaba que estaba un poco ida, tenia las pupilas dilatadas y un brillo en los ojos típico de alguien con la percepción de la realidad alterada. Intentó atraerlo hacia sí, tratando de hacer que bailase con ella, pero entonces vio que el brujo no estaba por la labor de bailar precisamente. Ella le miró interrogante. Él leyó sus pensamientos.
-Aquí no. Vamos.
La condujo aparte, lejos de todos, de miradas discretas e indiscretas. Iredia jadeaba un poco por el esfuerzo de la danza. Al alejarse, el aire fresco le espabiló algo el cerebro. Una vez pararon y él la miró, se le enrojecieron las mejillas una barbaridad. Se miró a sí misma. Luego, lo miró otra vez.
-Kar... sea lo que sea, necesito lavarme un poco. -puso cara de circunstancias y le mostró su cuerpo, sudado, pechos al aire, oliendo a vino, flores y tabaco. Claro, la elfa había pensado... mal.
De repente, alguien tomó su mano suavemente. Se sorprendió gratamente. Se le notaba que estaba un poco ida, tenia las pupilas dilatadas y un brillo en los ojos típico de alguien con la percepción de la realidad alterada. Intentó atraerlo hacia sí, tratando de hacer que bailase con ella, pero entonces vio que el brujo no estaba por la labor de bailar precisamente. Ella le miró interrogante. Él leyó sus pensamientos.
-Aquí no. Vamos.
La condujo aparte, lejos de todos, de miradas discretas e indiscretas. Iredia jadeaba un poco por el esfuerzo de la danza. Al alejarse, el aire fresco le espabiló algo el cerebro. Una vez pararon y él la miró, se le enrojecieron las mejillas una barbaridad. Se miró a sí misma. Luego, lo miró otra vez.
-Kar... sea lo que sea, necesito lavarme un poco. -puso cara de circunstancias y le mostró su cuerpo, sudado, pechos al aire, oliendo a vino, flores y tabaco. Claro, la elfa había pensado... mal.
Iredia
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Re: Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
Al decirme tal frase, tuve dos primeros pensamientos:
El primero, más que pensamiento, puestos a ser justos fue una mirada directa a su cuerpo brillando por el sudor y el vino. No pude estarme de mirarla detenidamente unos segundos, sin apartar la vista ni parpadear. Deseé en silencio que la joven estuviera lo suficiente embriagada con el tabaco como para no percatarse de la descarada mirada que acababa de pegarle.
El segundo, una pequeña voz en mi cabeza que me decía que no había tampoco tanta prisa por irse de ese pueblo con tan buenas vistas.
Meneé la cabeza un instante, volviendo en mi, y mire a los ojos a la elfa antes de decirle, con voz tranquila.
- Ardillita, no me refería a eso... Esta vez. - Dije lo ultimo un poco más bajo. - ... Y solo para que lo sepas.
Esta vez, no me contuve. Le lamí el cuello, desde la yugular hasta la barbilla, su piel se erizo y note sus uñas en mis hombros, agarrándome con fuerza.
Me aparté con una media sonrisa mientras miraba sus vidriosos y bellos ojos.
- Jamas te voy a preferir de otra forma que no sea la que tenga delante.
Me aparté un poco de ella, pero le tome la mano y la conduje hacia un árbol.
- Quiero irme de aquí. - Expliqué, directo al grano. - Quiero averiguar ciertas cosas que se cuentan de una torre que esta unos cuantos días de camino hacia el sud desde aquí. Puede que allí aprenda ciertas cosas interesantes sobre la magia y... necesito ir. - No entré en demasiados detalles, pero, de repente, mirándola a los ojos apoyada en ese árbol, coloque mi mano al lado de su cabeza, impidiendo que pudiera irse a ninguna parte.
La miré allí, con el pecho descubierto, los pezones excitados por el lametón de hacia un momento. Su cuerpo sudado. Tuve que tragar saliva para no robarle un beso en ese momento.
- Y no me quiero ir de aquí sin ti.
El primero, más que pensamiento, puestos a ser justos fue una mirada directa a su cuerpo brillando por el sudor y el vino. No pude estarme de mirarla detenidamente unos segundos, sin apartar la vista ni parpadear. Deseé en silencio que la joven estuviera lo suficiente embriagada con el tabaco como para no percatarse de la descarada mirada que acababa de pegarle.
El segundo, una pequeña voz en mi cabeza que me decía que no había tampoco tanta prisa por irse de ese pueblo con tan buenas vistas.
Meneé la cabeza un instante, volviendo en mi, y mire a los ojos a la elfa antes de decirle, con voz tranquila.
- Ardillita, no me refería a eso... Esta vez. - Dije lo ultimo un poco más bajo. - ... Y solo para que lo sepas.
Esta vez, no me contuve. Le lamí el cuello, desde la yugular hasta la barbilla, su piel se erizo y note sus uñas en mis hombros, agarrándome con fuerza.
Me aparté con una media sonrisa mientras miraba sus vidriosos y bellos ojos.
- Jamas te voy a preferir de otra forma que no sea la que tenga delante.
Me aparté un poco de ella, pero le tome la mano y la conduje hacia un árbol.
- Quiero irme de aquí. - Expliqué, directo al grano. - Quiero averiguar ciertas cosas que se cuentan de una torre que esta unos cuantos días de camino hacia el sud desde aquí. Puede que allí aprenda ciertas cosas interesantes sobre la magia y... necesito ir. - No entré en demasiados detalles, pero, de repente, mirándola a los ojos apoyada en ese árbol, coloque mi mano al lado de su cabeza, impidiendo que pudiera irse a ninguna parte.
La miré allí, con el pecho descubierto, los pezones excitados por el lametón de hacia un momento. Su cuerpo sudado. Tuve que tragar saliva para no robarle un beso en ese momento.
- Y no me quiero ir de aquí sin ti.
Erenair
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Re: Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
Vio que Karkaran se la quedaba mirando unos segundos completamente callado. No interpretó la mirada como algo descarado, sino como alguien que mira a otro que ha abierto la boca de más. En esos momentos, quería que la tragase la tierra y la escupiese en una isla muy lejana de allí. Encima, el efecto del tabaco hacía que le latiesen las sienes por el subidón.
Sin embargo, el brujo tenía una capacidad muy alta para sorprenderla. Oír ese "esta vez" le provocó un súbito vuelco estomacal, una sacudida que la dejó pasmada. Y después, él se acercó a ella. Le lamió el cuello y ella alzó el mentón cerrando los ojos y entreabriendo los labios. Karkaran oiría que, a la par que las uñas de ella arañaban levemente su espalda, se le escapaba un pequeño y sutil gemido. La piel se le puso de gallina y el corazón empezó a latirle con fuerza.
- Jamas te voy a preferir de otra forma que no sea la que tenga delante.
Se le escapó una sonrisa tierna. Si le hubiera lamido otra parte del cuerpo, no habría dicho esa frase, seguro. Pero tuvo la prudencia de morderse la lengua y no fastidiar el momento. Tomada de su mano, la llevó a un árbol. Ella apoyó ahí su espalda y lo miró fijamente. Se notaba lenta de reflejos y de pensamiento, pero el cuerpo, gracias a ese lametón, lo tenía bien despierto.
- Quiero irme de aquí.
<<Normal...>>, pensó Iredia casi sin querer.
Narró aquella historia de la torre y entonces él puso su mano al lado de su cabeza. Era un maldito "Marquitas" sensual
Estaba segurísima de que Karkaran podría escuchar los latidos prácticamente desbocados de su pecho. Lo miró fijamente unos segundos, de forma intensa. Tenerlo ahí tan cerca, con esa postura y esa mirada, sumando el efecto del lametón, provocó que la elfa arañase sin querer la corteza del árbol, deseando que fuese su espalda otra vez.
-Y no me quiero ir de aquí sin ti.
Trató de mantener la mente tranquila, inhaló una vez y echó el aire de nuevo. Todo esto sin dejar de mirarlo. Y, de repente, sonrió limpia y ampliamente, acercándose a su rostro y dejando apenas un par de milímetros entre sus labios, de forma muy intencionada. Empezó a asumir que su protector era un gran embaucador, pues a ella en esos momentos la tenía casi a sus pies. Casi. A este juego podían jugar dos.
-No te vas a librar tan fácilmente de mí, brujillo. -su sonrisa se tornó más traviesa. Personalmente, ella tampoco estaba agusto. Necesitaba un tiempo fuera de su pueblo.
Con mucha picardía, le dio un suave beso muy cerca de la comisura de sus labios y se apartó casi al segundo, por si se giraba de sopetón.
-Dame una hora. Me lavo -pasó el dedo índice por el centro del pecho de él, en dirección descendente hasta su ombligo- Me visto -hizo lo mismo, en sentido ascendente. No dejaba de sostenerle la mirada- Y nos vamos. - y le dio un toquecito simpático en la nariz- ¿Vale? Y me cuentas de qué va eso.
Realmente, desearía que en vez de hablar estuviesen haciendo otras cosas, pero se sentía demasiado sucia y el efecto del tabaco no iba a ayudar a demostrarle su pleno potencial. No era el momento, decía su mente, aunque su cuerpo pedía a gritos lo contrario.
Sin embargo, el brujo tenía una capacidad muy alta para sorprenderla. Oír ese "esta vez" le provocó un súbito vuelco estomacal, una sacudida que la dejó pasmada. Y después, él se acercó a ella. Le lamió el cuello y ella alzó el mentón cerrando los ojos y entreabriendo los labios. Karkaran oiría que, a la par que las uñas de ella arañaban levemente su espalda, se le escapaba un pequeño y sutil gemido. La piel se le puso de gallina y el corazón empezó a latirle con fuerza.
- Jamas te voy a preferir de otra forma que no sea la que tenga delante.
Se le escapó una sonrisa tierna. Si le hubiera lamido otra parte del cuerpo, no habría dicho esa frase, seguro. Pero tuvo la prudencia de morderse la lengua y no fastidiar el momento. Tomada de su mano, la llevó a un árbol. Ella apoyó ahí su espalda y lo miró fijamente. Se notaba lenta de reflejos y de pensamiento, pero el cuerpo, gracias a ese lametón, lo tenía bien despierto.
- Quiero irme de aquí.
<<Normal...>>, pensó Iredia casi sin querer.
Narró aquella historia de la torre y entonces él puso su mano al lado de su cabeza. Era un maldito "Marquitas" sensual
Estaba segurísima de que Karkaran podría escuchar los latidos prácticamente desbocados de su pecho. Lo miró fijamente unos segundos, de forma intensa. Tenerlo ahí tan cerca, con esa postura y esa mirada, sumando el efecto del lametón, provocó que la elfa arañase sin querer la corteza del árbol, deseando que fuese su espalda otra vez.
-Y no me quiero ir de aquí sin ti.
Trató de mantener la mente tranquila, inhaló una vez y echó el aire de nuevo. Todo esto sin dejar de mirarlo. Y, de repente, sonrió limpia y ampliamente, acercándose a su rostro y dejando apenas un par de milímetros entre sus labios, de forma muy intencionada. Empezó a asumir que su protector era un gran embaucador, pues a ella en esos momentos la tenía casi a sus pies. Casi. A este juego podían jugar dos.
-No te vas a librar tan fácilmente de mí, brujillo. -su sonrisa se tornó más traviesa. Personalmente, ella tampoco estaba agusto. Necesitaba un tiempo fuera de su pueblo.
Con mucha picardía, le dio un suave beso muy cerca de la comisura de sus labios y se apartó casi al segundo, por si se giraba de sopetón.
-Dame una hora. Me lavo -pasó el dedo índice por el centro del pecho de él, en dirección descendente hasta su ombligo- Me visto -hizo lo mismo, en sentido ascendente. No dejaba de sostenerle la mirada- Y nos vamos. - y le dio un toquecito simpático en la nariz- ¿Vale? Y me cuentas de qué va eso.
Realmente, desearía que en vez de hablar estuviesen haciendo otras cosas, pero se sentía demasiado sucia y el efecto del tabaco no iba a ayudar a demostrarle su pleno potencial. No era el momento, decía su mente, aunque su cuerpo pedía a gritos lo contrario.
Iredia
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Re: Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
Mantuve un silencio férreo durante su beso y el paseo de su dedo indice por mi pecho. No di ningún comentario, lo único que hice ante eso fue sonreirlé de medio lado y asentir. Ella se alejo con una sonrisa, en dirección a la fiesta de nuevo. Supuse que para acabar de recoger sus cosas y irse del lugar.
Yo, por mi lado, fui a tomar mis cosas y volví al punto donde había quedado con Iredia. Me iba a sentar en un tocón cuando una voz me sorprendió por la espalda.
- Breij. (Brujo)
Yo me puse en guardia rápidamente y me giré mirando a la cara del elfo que, minutos antes, había tenido que enfrentar en un combate singular. El me seguía mirando con algún rastro de ira en su mirada, pero su postura no reflejaba ningún tipo de símbolo de agresividad. Sus brazos estaban cruzados y, esta vez, a su espalda portaba una espada de un tono plateado.
- Nuul va muli. Viir ma nusta. (No vine a pelear. ???)
Entrecerré un poco los ojos. No entendí del todo su frase, pero me quedo claro la primera parte. Me destensé un poco. Cierto era que su gesto no daba a intuir que fuera a saltar para mi. Su espada estaba envainada y no parecía tampoco dispuesto a sacarla en ese momento.
- Con toda franqueza... Pero me cuesta entenderte. - Dije simplemente. - ¿Hablas Breno?
El pareció molestarse por la pregunta, pero no cambio de posición.
- No gustar idioma Sera. - Respondió. - Simple. Tosco.
Hizo un gesto con la mano desde su boca hacia su frente, abriendo la mano.
- No bonito.
- Es más practico. - Di por respuesta. - ¿Que quieres?
- Tradición dicta justa. Tu ganar.
Se acerco dos pasos decididos y saco la espada de su funda. Yo me volví a tensar un instante hasta que veía como tomaba la espada con ambas manos y se la colocaba en forma de ofrenda.
- Si tu proteger elfa. Tu usar. Cuando misión acaba, tu devuelve. Espada saber verdad.
Y allí, en sus manos, descansaba una espada de características élficas, pero de una manufactura impresionante. Como si se tratara de algo mágico, parecía toda sacada de una única pieza de metal, mango incluido. Era de un solo filo y bastante fina,
pero por el brillo de su hoja y el trabajo de su fundición se podía también ver que no era para nada endeble o quebradiza.
Le miré un instante a los ojos antes de tomarla y sopesarla. No era ni demasiado ligera ni demasiado pesada. Era una buena espada. Capaz de salvar vidas o de quitarlas según necesidad.
- Buena hoja... - Dije sincero, contemplando la luna reflejarse en ella.
- Mejor. - Dijo el elfo levantándose y girándose. - Recordar... Tu proteger. Si no hacer, espada saber.
Y sin más, se perdió en el bosque, segundos antes de que Iredia apareciera por otro lugar.
Si vio al otro elfo, no dijo nada, pero miro inquisitiva la espada. Yo di un suspiro y guarde la espada en mi cinturón. Ya le haría una funda por el camino.
- Te lo contare todo ahora... Pero vayámonos de una puta vez.
Yo, por mi lado, fui a tomar mis cosas y volví al punto donde había quedado con Iredia. Me iba a sentar en un tocón cuando una voz me sorprendió por la espalda.
- Breij. (Brujo)
Yo me puse en guardia rápidamente y me giré mirando a la cara del elfo que, minutos antes, había tenido que enfrentar en un combate singular. El me seguía mirando con algún rastro de ira en su mirada, pero su postura no reflejaba ningún tipo de símbolo de agresividad. Sus brazos estaban cruzados y, esta vez, a su espalda portaba una espada de un tono plateado.
- Nuul va muli. Viir ma nusta. (No vine a pelear. ???)
Entrecerré un poco los ojos. No entendí del todo su frase, pero me quedo claro la primera parte. Me destensé un poco. Cierto era que su gesto no daba a intuir que fuera a saltar para mi. Su espada estaba envainada y no parecía tampoco dispuesto a sacarla en ese momento.
- Con toda franqueza... Pero me cuesta entenderte. - Dije simplemente. - ¿Hablas Breno?
El pareció molestarse por la pregunta, pero no cambio de posición.
- No gustar idioma Sera. - Respondió. - Simple. Tosco.
Hizo un gesto con la mano desde su boca hacia su frente, abriendo la mano.
- No bonito.
- Es más practico. - Di por respuesta. - ¿Que quieres?
- Tradición dicta justa. Tu ganar.
Se acerco dos pasos decididos y saco la espada de su funda. Yo me volví a tensar un instante hasta que veía como tomaba la espada con ambas manos y se la colocaba en forma de ofrenda.
- Si tu proteger elfa. Tu usar. Cuando misión acaba, tu devuelve. Espada saber verdad.
Y allí, en sus manos, descansaba una espada de características élficas, pero de una manufactura impresionante. Como si se tratara de algo mágico, parecía toda sacada de una única pieza de metal, mango incluido. Era de un solo filo y bastante fina,
pero por el brillo de su hoja y el trabajo de su fundición se podía también ver que no era para nada endeble o quebradiza.
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Le miré un instante a los ojos antes de tomarla y sopesarla. No era ni demasiado ligera ni demasiado pesada. Era una buena espada. Capaz de salvar vidas o de quitarlas según necesidad.
- Buena hoja... - Dije sincero, contemplando la luna reflejarse en ella.
- Mejor. - Dijo el elfo levantándose y girándose. - Recordar... Tu proteger. Si no hacer, espada saber.
Y sin más, se perdió en el bosque, segundos antes de que Iredia apareciera por otro lugar.
Si vio al otro elfo, no dijo nada, pero miro inquisitiva la espada. Yo di un suspiro y guarde la espada en mi cinturón. Ya le haría una funda por el camino.
- Te lo contare todo ahora... Pero vayámonos de una puta vez.
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Re: Dos heridos y un destino [Karkaran e Iredia] [Tema Cerrado]
Iredia, por su parte, volvió a donde estaba su madre a recoger sus bártulos. La matriarca la miraba con cierta preocupación, pero su semblante seguía siendo frío e implacable. Sólo su hija sabía cómo interpretar esas miradas.
-Hija, tu gente no te odia. Y créeme, te entiendo mejor de lo que crees. -se lo dijo en élfico. Si no estaba el brujo no tenía sentido hablar el idioma humano- Algún día tendrás que volver a casa, pero sólo hazlo cuando tengas las cosas claras.
La joven elfa paró de recoger trastos y miró a su madre. No tenía muy claro si quería animarla, la estaba criticando o las dos a la vez. Aún así, se acercó a ella y le dio un intenso abrazo que la matriarca correspondió. Por una vez, cambió ese semblante regio y verdaderamente parecía su madre.
-Estarás a salvo con él. -miró a su hija y le apartó un mechón de pelo del rostro- No le des muchos dolores de cabeza.
Ambas se rieron y Arystra le dio un beso en la frente. Antes de irse, la matriarca le pidió que esperase, hurgó en sus cosas y sacó un precioso arco élfico.
Iredia lo contempló con los ojos abiertos. Le daba pánico perder ese arco, dada su experiencia anterior.
-Este perteneció a tu padre. Cuídalo bien, tienes que traerlo de vuelta. ¿Me has oído?
La joven elfa asintió, colocándose el arco a la espalda junto con una aljaba de flechas. Esta vez, se prometió a sí misma, no lo perdería. O al menos, haría el esfuerzo. Se ajustó el puñal en el cinto, junto con el zurrón con un botiquín (hierbas y vendas) y algo de pan élfico por si le entraba hambre.
Ya de camino a ver a Karkaran, y antes de llegar, se encontró a la elfa de las margaritas sentada, con la espalda reposando en el tronco de un árbol y los ojos vidriosos. Parecía haber estado llorando. Iredia la iba a ignorar, pero ella no se dejó.
-Iredia.
Esta se giró hacia ella, con una mirada gélida.
- Me has humillado delante de todos. ¿Por qué?
-Porque eres una hipócrita. -contestó ella, seca.
-¿Es hipócrita querer acostarme con un gran luchador? -la elfa florida se levantó con un ligero traspiés. Estaba un tanto bebida.
-No, lo es odiarlo por ser brujo, intentar ridiculizarlo y luego desearlo en cuanto viste su pene y su forma de pelear.
La otra elfa fue a replicar, pero Iredia cortó por lo sano, marchándose sin querer continuar con la conversación. Oyó una voz a su espalda.
-¡Elfa o bruja, Iredia!¡No puedes ser las dos!
La apelada no hizo ningún gesto que diera a entender que la había oído. Llegó al punto con Karkaran, justo a tiempo de ver cómo la espalda que se alejaba del elfo que había combatido contra él hacía un rato. Lo miró interrogante, pues se había fijado en aquella preciosa espada que colgaba de su cinturón.
- Te lo contare todo ahora... Pero vayámonos de una puta vez.
Asintió y lo sacó del nido de enemigos del brujo, fuera de su hogar. Directos al sur.
-Hija, tu gente no te odia. Y créeme, te entiendo mejor de lo que crees. -se lo dijo en élfico. Si no estaba el brujo no tenía sentido hablar el idioma humano- Algún día tendrás que volver a casa, pero sólo hazlo cuando tengas las cosas claras.
La joven elfa paró de recoger trastos y miró a su madre. No tenía muy claro si quería animarla, la estaba criticando o las dos a la vez. Aún así, se acercó a ella y le dio un intenso abrazo que la matriarca correspondió. Por una vez, cambió ese semblante regio y verdaderamente parecía su madre.
-Estarás a salvo con él. -miró a su hija y le apartó un mechón de pelo del rostro- No le des muchos dolores de cabeza.
Ambas se rieron y Arystra le dio un beso en la frente. Antes de irse, la matriarca le pidió que esperase, hurgó en sus cosas y sacó un precioso arco élfico.
- Arco:
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Iredia lo contempló con los ojos abiertos. Le daba pánico perder ese arco, dada su experiencia anterior.
-Este perteneció a tu padre. Cuídalo bien, tienes que traerlo de vuelta. ¿Me has oído?
La joven elfa asintió, colocándose el arco a la espalda junto con una aljaba de flechas. Esta vez, se prometió a sí misma, no lo perdería. O al menos, haría el esfuerzo. Se ajustó el puñal en el cinto, junto con el zurrón con un botiquín (hierbas y vendas) y algo de pan élfico por si le entraba hambre.
Ya de camino a ver a Karkaran, y antes de llegar, se encontró a la elfa de las margaritas sentada, con la espalda reposando en el tronco de un árbol y los ojos vidriosos. Parecía haber estado llorando. Iredia la iba a ignorar, pero ella no se dejó.
-Iredia.
Esta se giró hacia ella, con una mirada gélida.
- Me has humillado delante de todos. ¿Por qué?
-Porque eres una hipócrita. -contestó ella, seca.
-¿Es hipócrita querer acostarme con un gran luchador? -la elfa florida se levantó con un ligero traspiés. Estaba un tanto bebida.
-No, lo es odiarlo por ser brujo, intentar ridiculizarlo y luego desearlo en cuanto viste su pene y su forma de pelear.
La otra elfa fue a replicar, pero Iredia cortó por lo sano, marchándose sin querer continuar con la conversación. Oyó una voz a su espalda.
-¡Elfa o bruja, Iredia!¡No puedes ser las dos!
La apelada no hizo ningún gesto que diera a entender que la había oído. Llegó al punto con Karkaran, justo a tiempo de ver cómo la espalda que se alejaba del elfo que había combatido contra él hacía un rato. Lo miró interrogante, pues se había fijado en aquella preciosa espada que colgaba de su cinturón.
- Te lo contare todo ahora... Pero vayámonos de una puta vez.
Asintió y lo sacó del nido de enemigos del brujo, fuera de su hogar. Directos al sur.
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