Las gemelas Greason [Desafío]
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Las gemelas Greason [Desafío]
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El escenario era patético. Quizás no fuera la mejor descripción que pudiera dar, pero si la única que se le ocurría: “Patético”. Wetmore sintió la sangre hervir por el interior de sus venas. Estaba enfadado y no entendía por qué, motivos no le faltaban. El gigante había matado a las niñas. No necesitaban pruebas para acusarle, solamente había que verlo. Estaba sentado en el suelo, su espalda reposaba en una enorme piedra tan grande como él. En cada brazo sostenía el cuerpo inmóvil de las gemelas Greason.
Wetmore intentó apartar la vista de los cadáveres y fijarse en el rostro del gigante, le fue imposible. Parecía que las niñas le estuvieran llamando desde la muerte. “Mírame, estamos aquí. No dejes de mirarnos”. Y Richart Wetmore las miraba; sus ojos saltones estaban fijos en las niñas. El peor detalle de éstas, el que jamás le contaría a nadie, ni si quiera a su esposa al terminar el día, era el cabello. Los mechones rojizos de las gemelas estaban tiesos como el esparto. No se podía diferenciar el rojo natural del cabello de las niñas con los grandes manchurrones de sangre.
Wetmore tuvo ganas de vomitar, se contuvo por respeto al señor Greason, ahí presente en el coro de lanzas que apuntaba hacia Boomer.
-Boomer llegar tarde- decía el gigante entre llantos.
Según les había contado el señor Greason, un hombre había entrado durante la noche a su rancho, estranguló a su perro con sus propias manos y se llevó a las niñas. Había que ser un hombre muy grande como para poder estrangular a un pastor belga con las manos; Boomer lo era. En cuanto Greason fue consciente de que sus hijas desaparecieron, movilizó a todos los vecinos: Los Koranto fueron los primeros en seguir a Fred Greason y su hijo mayor, Roland Greason, en busca de alguna pista que les llevase hacia las pequeñas (y el asesino). Karl Kora llevó a un par de cerdos que utilizaba para buscar trufas, dijo que eran buenos con el olfato y Fred, en la desesperación, aceptó la ayuda. Jeff Holen y Richart Wetmore se unieron poco después, cada uno con su par de perros.
Hubo un momento del viaje en el que los cerdos de Kora se desviaron por el camino de los perros. Karl, de un empujón, los volvió a guiar con los otros perros. Éstos fueron los que encontrar al gigante Boomer gritando como si fuera un animal herido (más que un animal, Wetmore lo comparaba con un monstruo del Ragnarok) mientras abrazaba los cadáveres de las niñas.
-Boomer llegar tarde. Boomer intentar ayudar-.
Las manos de Roland temblaron, su lanza era la que estaba más cerca del gigante. Los hombres estaban nerviosos; todos lo estaban. Pero era Roland quien, por su juventud mezclada con la rabia, estaba dando los primeros pasos al encuentro del gigante asesino. Wetmore le siguió desde cerca y, después de él, vinieron el resto.
* Bienhallado/a rastreador/a de niñas: Estás en el grupo que los Greason han reunido para dar caza al asesino de sus hijas. Debo decir que no me importa cómo has llegado hasta aquí, pero si deseas explicarlo, eres libre de hacerlo. No sé si conoces a Boomer, de ser así sabrás que el pobre no mataría ni a una mosca. Tu deber, en este primer turno, es demostrar la inocencia del gigante. Los hombres que apuntan al gigante con sus lanzas son hombres de campo, son “duros de mollera”.
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Wetmore intentó apartar la vista de los cadáveres y fijarse en el rostro del gigante, le fue imposible. Parecía que las niñas le estuvieran llamando desde la muerte. “Mírame, estamos aquí. No dejes de mirarnos”. Y Richart Wetmore las miraba; sus ojos saltones estaban fijos en las niñas. El peor detalle de éstas, el que jamás le contaría a nadie, ni si quiera a su esposa al terminar el día, era el cabello. Los mechones rojizos de las gemelas estaban tiesos como el esparto. No se podía diferenciar el rojo natural del cabello de las niñas con los grandes manchurrones de sangre.
Wetmore tuvo ganas de vomitar, se contuvo por respeto al señor Greason, ahí presente en el coro de lanzas que apuntaba hacia Boomer.
-Boomer llegar tarde- decía el gigante entre llantos.
Según les había contado el señor Greason, un hombre había entrado durante la noche a su rancho, estranguló a su perro con sus propias manos y se llevó a las niñas. Había que ser un hombre muy grande como para poder estrangular a un pastor belga con las manos; Boomer lo era. En cuanto Greason fue consciente de que sus hijas desaparecieron, movilizó a todos los vecinos: Los Koranto fueron los primeros en seguir a Fred Greason y su hijo mayor, Roland Greason, en busca de alguna pista que les llevase hacia las pequeñas (y el asesino). Karl Kora llevó a un par de cerdos que utilizaba para buscar trufas, dijo que eran buenos con el olfato y Fred, en la desesperación, aceptó la ayuda. Jeff Holen y Richart Wetmore se unieron poco después, cada uno con su par de perros.
Hubo un momento del viaje en el que los cerdos de Kora se desviaron por el camino de los perros. Karl, de un empujón, los volvió a guiar con los otros perros. Éstos fueron los que encontrar al gigante Boomer gritando como si fuera un animal herido (más que un animal, Wetmore lo comparaba con un monstruo del Ragnarok) mientras abrazaba los cadáveres de las niñas.
-Boomer llegar tarde. Boomer intentar ayudar-.
Las manos de Roland temblaron, su lanza era la que estaba más cerca del gigante. Los hombres estaban nerviosos; todos lo estaban. Pero era Roland quien, por su juventud mezclada con la rabia, estaba dando los primeros pasos al encuentro del gigante asesino. Wetmore le siguió desde cerca y, después de él, vinieron el resto.
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* Bienhallado/a rastreador/a de niñas: Estás en el grupo que los Greason han reunido para dar caza al asesino de sus hijas. Debo decir que no me importa cómo has llegado hasta aquí, pero si deseas explicarlo, eres libre de hacerlo. No sé si conoces a Boomer, de ser así sabrás que el pobre no mataría ni a una mosca. Tu deber, en este primer turno, es demostrar la inocencia del gigante. Los hombres que apuntan al gigante con sus lanzas son hombres de campo, son “duros de mollera”.
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Última edición por Sigel el Mar Ago 29 2017, 11:58, editado 1 vez
Sigel
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Re: Las gemelas Greason [Desafío]
¡Oh grandes dioses! Alabado sea el día en que su suerte nos acompañe a nosotros los torpemente valientes mortales y el cielo no pronostique una incesante tormenta de problemas. Esa mañana, me había despertado con buen pie... ¿o debería decir buena pata? Da igual, el punto es que, en ese preciso instante, todo parecía sonreírme. El sol brillaba con más intensidad, las nubes hacían todo tipo de formas para observar durante horas, se podía admirar un tono más fuerte en el verde de las hojas. La más mínima y patética semilla de mostaza parecía ocultar un mar de fantasías y maravillas, sí; así de idiota me encontraba. Tomando en cuenta el aura de problemas que siempre me rodeaba, ¿a qué se debía pues semejante y tan poco frecuente estado de felicidad? Lo siento, me he equivocado, creo que la expresión correcta era... quien y no que.
Así es, solo bastaba con recordarme aquel pequeño y breve contacto entre nuestros labios para aliviar todos mis pesares, y pensar que antes de que todo ocurriera me estaba enfrentando a una endemoniada niña domadora de endemoniados cuervos que me dejo como una endemoniada pero deliciosa brocheta de oso... oh, esperen, eso sería canibalismo, ¿cierto? En fin, ¿mi nueva adicción? Labios élficos, dulces y suaves labios élficos. Su exquisito sabor a miel todavía le brinda placer a mi paladar. ¿Es así como se siente estar... enamorado? No lo creo, es demasiado pronto. De todas formas, sea lo que sea; me gusta, lo admito. Incluso voy a repetirlo: ¡Oh grandes dioses! Alabado sea el día en que su suerte nos acompañe a nosotros los mortales y el cielo no pronostique un huracán de problemas, pues todo indicaba a que ese día era hoy.
Pero claro, ¿a quién quería engañar? ¿Qué clase de capítulo de mi vida sería si no hay de por medio una increíble casualidad que me arrastre a un mar de adversidades? Por supuesto que nada podía salir tan perfecto en un solo día. No entiendo como hay personas que no creen en el mito de que la luna nos vuelve más idiotasque de costumbre, pues apenas vi la gran lumbrera nocturna flotando en medio del cielo oscuro y un mar de estrellas, se me ocurrió la "brillante" idea de salir a buscar la sincronía con mi lado animal. Lo que no me había provocado en todo un día de arco iris, felicidad y amor, me provoco precisamente en la oscuridad de la noche; cuando el peligro y las desgracias acechan. ¡Espléndido, Yomo, espléndido! Luego no preguntes por qué esta tu rostro en medio de la diana de los dioses.
Poco fue el tiempo que estuve buscando la conexión con mi lado espiritual. No, no porque la haya encontrado apenas me adentre en el bosque. Es porque, literalmente, apenas pise el bosque escuche gritos de auxilio retumbar entre los arboles del mismo modo en que los secretos se esparcen por Las catacumbas. Adiós a mi racha de buena suerte. Mi increíblemente inútil e impertinente sentido de la justicia me hizo dirigirme a toda pastilla hasta el origen de aquel grito, no tarde en llegar hasta al rancho de Fred Greason, un granjero que relataba desesperado como un hombre gigante había entrado a su rancho, estrangulo a su perro y se llevó a sus atesoradas hijas menores gemelas. No me doy un tiempo para cuestionar la credibilidad del asunto, pues aunque en los libros hacen ver muy fácil el detenerte a pensar mientras ocurren desgracias a tu alrededor, en la realidad no es tan sencillo como parece. Adrenalina, miedo, desesperación, todo se fusiona para poner al mando a tus instintos y desplazar por completo a tu razón.
En poco tiempo, se había formado un escuadrón de rastreo, escuadrón del que obviamente no pude evitar presentarme voluntario. Nos desplazábamos por el bosque, quizá no de la forma más veloz ni de la forma más cautelosa, pero debo reconocer que lo hacíamos de la forma más... original. Créeme, ese tal Karl Kora y su par de cerdos rastreadores no es algo que veas todos los días. Además, de no ser por los cerdos, no nos habríamos retrasado lo suficiente para escuchar el grito de la bestia que nos llevó hasta el culpable del secuestro. Llegamos a un punto en que se podía escuchar a una bestia sollozar al otro lado de un gigantesco pedrusco, todo el escuadrón parecía estar a punto de ensuciar sus pantalones mientras escuchaban esos lamentos animales. ¿Yo? No es que tuviera miedo, pero ni hechizado sería el cordero que se sacrificaría por el resto del grupo para enfrentarse a la bestia, he tenido que aprender por las malas a no arriesgarme tanto.
Roland Greason fue el que,con claros instintos suicidas, decidió dar el primer paso. Yo por supuesto que fui el último en acercarme a la escena del... crimen, pensándolo bien hubiera sido mejor idea mantenerme al margen de todo esto. Un hombre gigante lloraba inconsolable mientras... ¿abrazaba? El cadáver de las gemelas. Q-quiero creer que el cabello de las mocosas tiene ese tono natural de rojo... pero aún con la poco precisa iluminación que nos brindaban las antorchas, era obvio que se trataba de sangre. Algo no estaba bien, algo me inquietaba, tengo otra vez esa extraña sensación de como los espíritus de mis antepasados me abofetean para que reaccione ante lo obvio. No tenía que ver con los cadáveres, había algo en el claro asesino que... me recordaba algo. La sensación se incrementó cuando le escuche volver a sollozar.
—¡Alto, alto! ¡Tiempo fuera! —anuncie interponiéndome repentinamente entre las lanzas y el asesino. —¿Q-qué es lo que has dicho, grandullón? —le pregunte al gigante llorón.
—¿Ayudar? —respondió uno de los granjeros antes de que la mole lograra emitir un sonido. Disculpa, creo que le pregunte al gigante, no a ti.
—¡No, no, no! Antes de eso. —volví a preguntar.
—¿Intentar? —volvió a responder otro de los granjeros. Respira Yomo... respira.
—Grr... ¿¡Quieren callarse de una maldita vez!? ¡Dejen que el gigante responda! —gruñí obstinado. —Ahora... ¿Qué fue lo que dijiste, grandullón?
—Boomer llegar tarde. Boomer intentar ayudar —repitió finalmente el gigante antes de volver a sumirse en sus llanto de bebe.
Boomer, ese nombre lo he escuchado en otro lugar... ¿Pero donde...? ¡Maldita sea! No puedo recordarlo. ¿Cómo era que se llamaba esa celebración? Be... Betai... Be-bealta... ¡Bealtaine! ¡Claro! ¿Cómo he podido olvidar esa noche tan especial? Creo haber escuchado el nombre del grandullón en alguno de los relatos... "El nombre que reside en mi corazón es el de mi buen amigo Boomer y está es su historia" ¡Este hombre es el amigo especial de la payasa Shimpony! Debí haberlo notado antes, su infantil comportamiento encaja perfectamente con el relato de la payasa.
Este... Yomo. No sé si lo has notado, pero tu trasero está obstruyendo el camino de un montón de lanzas que buscan vengar la muerte de las gemelas por medio de la sangre del gigante. Oh... demonios. T-tiene que haber un error, Shimpony no describía al gigante como una persona capaz de hacerle daño a alguien. No porque no pueda, claramente tiene todo lo necesario para exterminar toda una estampida de búfalos. Pero es que con solo verle a los ojos puedes comprobar como Boomer no es más que un inocente bebé atrapado en el cuerpo de un inmenso golem. A-además, esa chica... sabe la verdad. No sé cómo hizo para conocer tal información, pero ella sabe que fue lo que paso en realidad. De cierto modo... estoy en deuda con ella, no puedo permitir que encarcelen a su amado grandullón. El problema es... ¿cómo demonios voy a sacar al grandote de esta?
—¡E-esperen! —me gire para plantar cara a los granjeros sedientos de venganza, sus lanzas de justicia ahora se enfocaban en mi. —¡Esto tiene que ser un error! Un malentendido. Conozco a este hombre y no sería capaz de lastimar a nadie, mucho menos matar.
—¿Si? ¿¡Y cómo planeas demostrarlo!? —anuncio Wetmore, reflejando claramente su rabia en cada una de sus palabras.
—Pues... yo... —dije con clara inseguridad. ¿¡Que diablos iba a hacer!? Las dedos del gigante se entrelazaban con los ensangrentados rizos de ambas gemelas, incluso su ropa se había manchado con la sangre de los cadáveres. Si había alguna forma de comprobar la inocencia de Boomer, él mismo la había tirado por la plancha. Piensa, piensa... ¿y si...? —¡D-denme un segundo!
En pocos minutos, la mujer árbol había relatado una historia que conmovió el corazón de cada uno de los granjeros. Un par de niñas gemelas con rizos brillantes como el fuego habían ayudado a un inmenso e inocente golem que se hallaba llorando por una amiga... Una amiga muy especial que había perdido. Gemelas de fuego prometer a golem ayudarle a buscar amiga especial. Gemelas de fuego cada día salir junto a golem a buscar. Golem y gemelas volverse los mejores amigos. ¡Pero, oh discordia! ¡Qué terrible final! Hombre malo aparecer en el hogar de las gemelas y secuestrarlas. Golem intentar salvar gemelas... Pero golem no conseguir llegar a tiempo. Golem volver a perder amigas especiales.
La mujer árbol era el mejor testigo que el grandote pudo haber conseguido, pues los granjeros creyeron en cada una de las palabras del relato aparentemente real, la referencia era demasiado obvia incluso para ellos. Me niego a cuestionar si se la historia es real o no, en realidad ni siquiera tengo la opción de hacerlo, me he tragado cada una de las palabras de la mujer árbol. El punto es que ahora los granjeros se disculpaban con Boomer por haberle culpado injustamente. Idiotas, no todo puede ser tan colorido y feliz, aún debe haber un asesino de gemelas suelto por el bosque. Sí el relato del Árbol Bealtaine era real... Solo había alguien que podía revelar o darnos una pista sobre la identidad de "hombre malo".
—Hey, grandullón. —dije acercándome a Boomer. Las gemelas habían sido retiradas de sus brazos, pero el permanecía ahí, sentado en la roca. —¿Te encuentras bien? Soy Yomo, es un placer conocerte. —me senté frente a él buscando su mirada. Si mal no recuerdo, Shimpony se refería a él como: "El pequeño Boomer". El apodo no le podía quedar mejor. —S-sé que debes estar pasando por un momento muy duro, es triste perder cosas tan valiosas como los amigos... —trague saliva. —p-pero necesito que me ayudes con algo, ¿crees poder?
Así es, solo bastaba con recordarme aquel pequeño y breve contacto entre nuestros labios para aliviar todos mis pesares, y pensar que antes de que todo ocurriera me estaba enfrentando a una endemoniada niña domadora de endemoniados cuervos que me dejo como una endemoniada pero deliciosa brocheta de oso... oh, esperen, eso sería canibalismo, ¿cierto? En fin, ¿mi nueva adicción? Labios élficos, dulces y suaves labios élficos. Su exquisito sabor a miel todavía le brinda placer a mi paladar. ¿Es así como se siente estar... enamorado? No lo creo, es demasiado pronto. De todas formas, sea lo que sea; me gusta, lo admito. Incluso voy a repetirlo: ¡Oh grandes dioses! Alabado sea el día en que su suerte nos acompañe a nosotros los mortales y el cielo no pronostique un huracán de problemas, pues todo indicaba a que ese día era hoy.
Pero claro, ¿a quién quería engañar? ¿Qué clase de capítulo de mi vida sería si no hay de por medio una increíble casualidad que me arrastre a un mar de adversidades? Por supuesto que nada podía salir tan perfecto en un solo día. No entiendo como hay personas que no creen en el mito de que la luna nos vuelve más idiotas
Poco fue el tiempo que estuve buscando la conexión con mi lado espiritual. No, no porque la haya encontrado apenas me adentre en el bosque. Es porque, literalmente, apenas pise el bosque escuche gritos de auxilio retumbar entre los arboles del mismo modo en que los secretos se esparcen por Las catacumbas. Adiós a mi racha de buena suerte. Mi increíblemente inútil e impertinente sentido de la justicia me hizo dirigirme a toda pastilla hasta el origen de aquel grito, no tarde en llegar hasta al rancho de Fred Greason, un granjero que relataba desesperado como un hombre gigante había entrado a su rancho, estrangulo a su perro y se llevó a sus atesoradas hijas menores gemelas. No me doy un tiempo para cuestionar la credibilidad del asunto, pues aunque en los libros hacen ver muy fácil el detenerte a pensar mientras ocurren desgracias a tu alrededor, en la realidad no es tan sencillo como parece. Adrenalina, miedo, desesperación, todo se fusiona para poner al mando a tus instintos y desplazar por completo a tu razón.
En poco tiempo, se había formado un escuadrón de rastreo, escuadrón del que obviamente no pude evitar presentarme voluntario. Nos desplazábamos por el bosque, quizá no de la forma más veloz ni de la forma más cautelosa, pero debo reconocer que lo hacíamos de la forma más... original. Créeme, ese tal Karl Kora y su par de cerdos rastreadores no es algo que veas todos los días. Además, de no ser por los cerdos, no nos habríamos retrasado lo suficiente para escuchar el grito de la bestia que nos llevó hasta el culpable del secuestro. Llegamos a un punto en que se podía escuchar a una bestia sollozar al otro lado de un gigantesco pedrusco, todo el escuadrón parecía estar a punto de ensuciar sus pantalones mientras escuchaban esos lamentos animales. ¿Yo? No es que tuviera miedo, pero ni hechizado sería el cordero que se sacrificaría por el resto del grupo para enfrentarse a la bestia, he tenido que aprender por las malas a no arriesgarme tanto.
Roland Greason fue el que,
—¡Alto, alto! ¡Tiempo fuera! —anuncie interponiéndome repentinamente entre las lanzas y el asesino. —¿Q-qué es lo que has dicho, grandullón? —le pregunte al gigante llorón.
—¿Ayudar? —respondió uno de los granjeros antes de que la mole lograra emitir un sonido. Disculpa, creo que le pregunte al gigante, no a ti.
—¡No, no, no! Antes de eso. —volví a preguntar.
—¿Intentar? —volvió a responder otro de los granjeros. Respira Yomo... respira.
—Grr... ¿¡Quieren callarse de una maldita vez!? ¡Dejen que el gigante responda! —gruñí obstinado. —Ahora... ¿Qué fue lo que dijiste, grandullón?
—Boomer llegar tarde. Boomer intentar ayudar —repitió finalmente el gigante antes de volver a sumirse en sus llanto de bebe.
Boomer, ese nombre lo he escuchado en otro lugar... ¿Pero donde...? ¡Maldita sea! No puedo recordarlo. ¿Cómo era que se llamaba esa celebración? Be... Betai... Be-bealta... ¡Bealtaine! ¡Claro! ¿Cómo he podido olvidar esa noche tan especial? Creo haber escuchado el nombre del grandullón en alguno de los relatos... "El nombre que reside en mi corazón es el de mi buen amigo Boomer y está es su historia" ¡Este hombre es el amigo especial de la payasa Shimpony! Debí haberlo notado antes, su infantil comportamiento encaja perfectamente con el relato de la payasa.
Este... Yomo. No sé si lo has notado, pero tu trasero está obstruyendo el camino de un montón de lanzas que buscan vengar la muerte de las gemelas por medio de la sangre del gigante. Oh... demonios. T-tiene que haber un error, Shimpony no describía al gigante como una persona capaz de hacerle daño a alguien. No porque no pueda, claramente tiene todo lo necesario para exterminar toda una estampida de búfalos. Pero es que con solo verle a los ojos puedes comprobar como Boomer no es más que un inocente bebé atrapado en el cuerpo de un inmenso golem. A-además, esa chica... sabe la verdad. No sé cómo hizo para conocer tal información, pero ella sabe que fue lo que paso en realidad. De cierto modo... estoy en deuda con ella, no puedo permitir que encarcelen a su amado grandullón. El problema es... ¿cómo demonios voy a sacar al grandote de esta?
—¡E-esperen! —me gire para plantar cara a los granjeros sedientos de venganza, sus lanzas de justicia ahora se enfocaban en mi. —¡Esto tiene que ser un error! Un malentendido. Conozco a este hombre y no sería capaz de lastimar a nadie, mucho menos matar.
—¿Si? ¿¡Y cómo planeas demostrarlo!? —anuncio Wetmore, reflejando claramente su rabia en cada una de sus palabras.
—Pues... yo... —dije con clara inseguridad. ¿¡Que diablos iba a hacer!? Las dedos del gigante se entrelazaban con los ensangrentados rizos de ambas gemelas, incluso su ropa se había manchado con la sangre de los cadáveres. Si había alguna forma de comprobar la inocencia de Boomer, él mismo la había tirado por la plancha. Piensa, piensa... ¿y si...? —¡D-denme un segundo!
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] | Baje de mi espalda el saco que usaba para transportar cada una de mis pertenencias y empecé a buscar desesperadamente algo en él. Por favor, por favor, dime que si lo trajiste contigo, necio cambiapieles. ¡Aquí esta! Envuelto irresponsablemente con un saco, llevaba conmigo un pequeño árbol, no cualquier árbol enano, este era sumamente especial. Al liberarle del saco, se revelo un bello árbol cuyo tronco se asemejaba a la silueta de una hermosa mujer. Este árbol había crecido entre las cenizas de la inmensa fogata que había escuchado cada uno de los relatos y cuyo fulgor no se extinguió hasta que fue contado el último de ellos. Como hice para desenterrarlo y por qué lo llevo conmigo a todos lados, son datos que no tienen ningún valor. El punto es que su simple presencia emitía un aura que impedía que le quitaras la vista de encima, haciéndonos olvidar incluso que a nuestras espaldas estaba un sospechoso de asesinato abrazando a dos cadáveres gemelos. Me acerque al oído de la mujer árbol y le susurre una breve frase. |
En pocos minutos, la mujer árbol había relatado una historia que conmovió el corazón de cada uno de los granjeros. Un par de niñas gemelas con rizos brillantes como el fuego habían ayudado a un inmenso e inocente golem que se hallaba llorando por una amiga... Una amiga muy especial que había perdido. Gemelas de fuego prometer a golem ayudarle a buscar amiga especial. Gemelas de fuego cada día salir junto a golem a buscar. Golem y gemelas volverse los mejores amigos. ¡Pero, oh discordia! ¡Qué terrible final! Hombre malo aparecer en el hogar de las gemelas y secuestrarlas. Golem intentar salvar gemelas... Pero golem no conseguir llegar a tiempo. Golem volver a perder amigas especiales.
La mujer árbol era el mejor testigo que el grandote pudo haber conseguido, pues los granjeros creyeron en cada una de las palabras del relato aparentemente real, la referencia era demasiado obvia incluso para ellos. Me niego a cuestionar si se la historia es real o no, en realidad ni siquiera tengo la opción de hacerlo, me he tragado cada una de las palabras de la mujer árbol. El punto es que ahora los granjeros se disculpaban con Boomer por haberle culpado injustamente. Idiotas, no todo puede ser tan colorido y feliz, aún debe haber un asesino de gemelas suelto por el bosque. Sí el relato del Árbol Bealtaine era real... Solo había alguien que podía revelar o darnos una pista sobre la identidad de "hombre malo".
—Hey, grandullón. —dije acercándome a Boomer. Las gemelas habían sido retiradas de sus brazos, pero el permanecía ahí, sentado en la roca. —¿Te encuentras bien? Soy Yomo, es un placer conocerte. —me senté frente a él buscando su mirada. Si mal no recuerdo, Shimpony se refería a él como: "El pequeño Boomer". El apodo no le podía quedar mejor. —S-sé que debes estar pasando por un momento muy duro, es triste perder cosas tan valiosas como los amigos... —trague saliva. —p-pero necesito que me ayudes con algo, ¿crees poder?
Asger Björn
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Re: Las gemelas Greason [Desafío]
Los presentes creyeron la historia de la pequeña mujer árbol; no tenían alternativa. La voz de la mujer árbol era la voz de la Diosa Bealtraine. Boomer era inocente, no había lugar para la duda.
Vacilantes, los hombres dejaron caer sus lanzas y se miraron entre ellos. Fred Greason, padre de las chiquillas, tenía los ojos vidriosos. Era como si, hasta el momento, no hubiera sido consciente de que sus hijas habían sido asesinadas. La figura de un culpable fue un analgésico para él. Se concentró más en el sentimiento de venganza que en el dolor. Cuando la mujer árbol, la Diosa Bealtraine, contó su historia, desapareció la figura de un culpable y el dolor se apoderó del corazón del señor Greason. Lloraba por sus hijas, por él mismo y por el Pequeño Boomer a quien había acusado sin pruebas.
-Boomer llegar tarde. Boomer fracasar- el gigante también lloraba tanto como el padre de las difuntas gemelas.
Fred Greason cayó de rodillas al suelo, rápidamente, su hijo Roland fue en su ayuda y le sostuvo por la espalda.
Richart Wetmore, Karl Kora, John Koranto y su primo Vince Koranto y Jeff Holen, los pocos granjeros que siguieron a los Greason en busca de venganza, se miraron entre ellos con un gesto acusador. La mujer árbol acabó su historia diciendo que entre los presentes estaba el verdadero culpable y que éste se escondía bajo una máscara de modestia y humildad. Wetmore recordó a los cerdos busca trufas de Karl Koran que cambiaron de ruta casi en el último momento de la expedición. ¿Y si los cerdos habían encontrado el rastro que les dirigía hacia el culpable y los perros seguían el olor de las gemelas? Era una buena teoría, pero no se atrevió a decirla en voz alta por respeto a Fred Greason, no quiso interrumpir el llanto de aquel hombre. Richart Wetmore miró al joven que había sacado la mujer árbol he intento decir, todo aquello que no se atrevía, con los ojos. “Es uno de nosotros, los cerdos son la solución”. Los ojos saltones de Wetmore, pequeños como dos gotas de aceite, votaron en cada uno de los presentes con un gesto acusador para acabar mirando los cerdos que sujetaba Karl Koran con las dos manos.
Esperaba, más bien deseaba, que el joven fuera más valiente que él a la hora de hablar. Teorías habían muchas, pistas pocas. Richart Wetmore intentó concentrarse en agrupar todas las posibles pistas que había visto. Los cerdos de Koran apuntaban con sus narices en dirección a los Greason. ¿Era una prueba? Justo delante de ellos estaba Boomer con las gemelas. Quizás, solo estén señalando lo mismo que los perros. ¿Qué otra pista había? Los Koranto fueron los primeros que se unieron a Fred Greason. Wetmore conocía la historia de aquella familia: setenta años atrás pertenecía a los Koran pero, después de una discusión por la herencia de una señora que no recordaba el nombre, el hijo menor de aquella señora y abuelo de los presentes Vince y John Koranto, que por lo visto se había quedado sin un aero después de fallecer su madre, se separó de su familia formando una nueva: Los Koranto. Se decía que los Korantos eran hombres envidiosos por naturaleza; buenos sospechosos de haber matado a las niñas más bellas del lugar. Pero aquello era una teoría, no una prueba. Además, si lo pensaba bien, el primero que se unió a Fred Greason fue su hijo primogénito. Un tanto sospechoso si tenía en cuenta que éste vivía en una casa diferente a la de sus padres. Luego estaba lo del perro. ¿Por qué no se defendió cuando lo estrangularon?
Aprovechando que todos estaban en silencio, Boomer empezó a hablar. Wetmore lo escuchó con atención. Cualquier cosa que dijera podría ser una pista que señalase al verdadero culpable.
-Boomer encontrar niñas guapas. Boomer pensar que seguir vivas. Boomer ver ojos con vida. Boomer querer salvar. Boomer correr para salvar a niñas guapas. Boomer llegar tarde. Boomer encontrar muertas. Boomer coger y abrazar niñas guapas y muertas. Boomer llorar porque no correr suficiente-.
Las palabras que llamaron la atención a la mayoría de los presentes, especialmente Fred Greason, fueron “niñas guapas y muertas”; las que, en cambio, se fijó Wetmore fueron “ojos con vida”. Las gemelas Greason llegaron vivas hasta allí. Quien fuera el asesino, las llevó lejos de su casa y luego las mató. ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué no matarlas directamente en sus camas? Wetmore se llevó la mano en la cabeza, tenía la sensación que las preguntas que se hacía pesaban demasiado para poder sostenerlas solamente con la cabeza.
* Yomo Taemasu: Ahora es cuando viene la parte más divertida del desafío. Debes de utilizar tus mejores dotes de detective para poder señalar al auténtico asesino de las gemelas. Por desgracia, el motivo del crimen seguirá siendo un misterio para ti, pero creo que tienes pistas suficientes para señalar a alguien.
Si fallas, condenarás a la horca a un inocente y quedarás maldito.
Vacilantes, los hombres dejaron caer sus lanzas y se miraron entre ellos. Fred Greason, padre de las chiquillas, tenía los ojos vidriosos. Era como si, hasta el momento, no hubiera sido consciente de que sus hijas habían sido asesinadas. La figura de un culpable fue un analgésico para él. Se concentró más en el sentimiento de venganza que en el dolor. Cuando la mujer árbol, la Diosa Bealtraine, contó su historia, desapareció la figura de un culpable y el dolor se apoderó del corazón del señor Greason. Lloraba por sus hijas, por él mismo y por el Pequeño Boomer a quien había acusado sin pruebas.
-Boomer llegar tarde. Boomer fracasar- el gigante también lloraba tanto como el padre de las difuntas gemelas.
Fred Greason cayó de rodillas al suelo, rápidamente, su hijo Roland fue en su ayuda y le sostuvo por la espalda.
Richart Wetmore, Karl Kora, John Koranto y su primo Vince Koranto y Jeff Holen, los pocos granjeros que siguieron a los Greason en busca de venganza, se miraron entre ellos con un gesto acusador. La mujer árbol acabó su historia diciendo que entre los presentes estaba el verdadero culpable y que éste se escondía bajo una máscara de modestia y humildad. Wetmore recordó a los cerdos busca trufas de Karl Koran que cambiaron de ruta casi en el último momento de la expedición. ¿Y si los cerdos habían encontrado el rastro que les dirigía hacia el culpable y los perros seguían el olor de las gemelas? Era una buena teoría, pero no se atrevió a decirla en voz alta por respeto a Fred Greason, no quiso interrumpir el llanto de aquel hombre. Richart Wetmore miró al joven que había sacado la mujer árbol he intento decir, todo aquello que no se atrevía, con los ojos. “Es uno de nosotros, los cerdos son la solución”. Los ojos saltones de Wetmore, pequeños como dos gotas de aceite, votaron en cada uno de los presentes con un gesto acusador para acabar mirando los cerdos que sujetaba Karl Koran con las dos manos.
Esperaba, más bien deseaba, que el joven fuera más valiente que él a la hora de hablar. Teorías habían muchas, pistas pocas. Richart Wetmore intentó concentrarse en agrupar todas las posibles pistas que había visto. Los cerdos de Koran apuntaban con sus narices en dirección a los Greason. ¿Era una prueba? Justo delante de ellos estaba Boomer con las gemelas. Quizás, solo estén señalando lo mismo que los perros. ¿Qué otra pista había? Los Koranto fueron los primeros que se unieron a Fred Greason. Wetmore conocía la historia de aquella familia: setenta años atrás pertenecía a los Koran pero, después de una discusión por la herencia de una señora que no recordaba el nombre, el hijo menor de aquella señora y abuelo de los presentes Vince y John Koranto, que por lo visto se había quedado sin un aero después de fallecer su madre, se separó de su familia formando una nueva: Los Koranto. Se decía que los Korantos eran hombres envidiosos por naturaleza; buenos sospechosos de haber matado a las niñas más bellas del lugar. Pero aquello era una teoría, no una prueba. Además, si lo pensaba bien, el primero que se unió a Fred Greason fue su hijo primogénito. Un tanto sospechoso si tenía en cuenta que éste vivía en una casa diferente a la de sus padres. Luego estaba lo del perro. ¿Por qué no se defendió cuando lo estrangularon?
Aprovechando que todos estaban en silencio, Boomer empezó a hablar. Wetmore lo escuchó con atención. Cualquier cosa que dijera podría ser una pista que señalase al verdadero culpable.
-Boomer encontrar niñas guapas. Boomer pensar que seguir vivas. Boomer ver ojos con vida. Boomer querer salvar. Boomer correr para salvar a niñas guapas. Boomer llegar tarde. Boomer encontrar muertas. Boomer coger y abrazar niñas guapas y muertas. Boomer llorar porque no correr suficiente-.
Las palabras que llamaron la atención a la mayoría de los presentes, especialmente Fred Greason, fueron “niñas guapas y muertas”; las que, en cambio, se fijó Wetmore fueron “ojos con vida”. Las gemelas Greason llegaron vivas hasta allí. Quien fuera el asesino, las llevó lejos de su casa y luego las mató. ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué no matarlas directamente en sus camas? Wetmore se llevó la mano en la cabeza, tenía la sensación que las preguntas que se hacía pesaban demasiado para poder sostenerlas solamente con la cabeza.
_____________________
* Yomo Taemasu: Ahora es cuando viene la parte más divertida del desafío. Debes de utilizar tus mejores dotes de detective para poder señalar al auténtico asesino de las gemelas. Por desgracia, el motivo del crimen seguirá siendo un misterio para ti, pero creo que tienes pistas suficientes para señalar a alguien.
Si fallas, condenarás a la horca a un inocente y quedarás maldito.
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Re: Las gemelas Greason [Desafío]
La tensión se podía sentir en el ambiente, el lugar parecía haberse congelado en un fragmento del tiempo. La ira de Fred Greason había pasado a un segundo plano, dando paso al dolor que guardaba en su corazón. Debe ser duro para un padre no poder apreciar los últimos momentos de sus hijos. Yo estuve en una posición inversa, en varios sentidos de la palabra. Pude ver con mis propios ojos la fría y corta muerte de mi padre. El recuerdo aún es doloroso, pero al menos tengo un corto, frío y doloroso momento al que puedo aferrarme. Este hombre solo tenía dos cadáveres y un mar de dudas. Siento pena por él. La misma sensación se extiende hasta el Pequeño Boomer. Hago lo posible por intentar calmar su llanto, en serio mostraba un verdadero aprecio por las gemelas. Mientras el grupo de granjeros se miraban unos a otros y ofrecían sus disculpas al grandullón, la mujer árbol dio un último anuncio. Sus palabras lograron erizarme el vello de la nuca y añadió un notorio ambiente de pesadez entre todos los presentes.
El asesino de las gemelas Greason se encontraba entre nosotros.
Vaya que se había liado el asunto. Realmente no esperaba que mientras yo gozaba un bello día bajo el sol, otros planeaban un asesinato de menores. La ayuda que brindo Boomer no fue precisamente lo que yo esperaba. No logro aclarar la neblina que rodeaba la identidad del culpable, solo nos ofreció datos acerca de los últimos minutos de las hermanas de pelo rojizo. No menosprecio sus pistas, en lo absoluto, cualquier dato puede servirnos para llevarnos al auténtico culpable. Pero hubiera preferido una información mucho más clara y precisa, quizás el señor Greason piense del mismo modo que yo. Richart Wetmore me mira a los ojos. Veo en ellos el reflejo de las dudas y teorías que vuelan raudas por su mente en este mismo instante. ¿Es que acaso es demasiado cobarde para exponer sus pensamientos por su cuenta? ¿O es solo que me he vuelto para él una especie de ídolo salvador al demostrar la inocencia del gigante llorón? No importa en realidad. Necesitamos un culpable y no tengo problemas con ser el que nos lleve a la verdad.
Para la sorpresa e indignación de Richart Wetmore, me aparte del lugar. Necesitaba estar lejos del grupo de granjeros y los progresivamente molestos llantos de Fred Greason y el Pequeño Boomer. Necesitaba un lugar apartado, donde pudiera pensar y analizar la situación. Un lugar donde pudiera entrar en armonía con mi espíritu y lograr así trascender. No el tipo de trascendencia que suelo emplear con mayor frecuencia, esa en la que enloquezco y me transformo en un destructivo animal sediento de sangre. Una trascendencia en la que puedo separarme de mi cuerpo físico y ascender hasta un plano espiritual, donde podré analizar la situación con mayor calma y sin interrupciones.
Ignorando los llamados y las quejas de los otros miembros del grupo, me dirigí con paso lento hasta un lugar no muy lejos de la escena del crimen. Me acerque a un árbol que lamentablemente había sido talado, dejando atrás un nivelado y fino tocón. El lugar era justo lo que buscaba: perfecto para sentarse y entrar en armonía con el universo, se podía incluso escuchar a los espíritus de la naturaleza susurrarte. Limpie la suciedad de la superficie y me senté sobre él cruzando ambas piernas. Las sandalias que llevo me molestan en esta posición. Las retiro y las dejo reposar en la tierra. Sin más posibles molestias que me impidan alcanzar una plena concentración, uno las puntas de mis dedos y formo una especie de ovalo con mis manos, cierro los ojos, enderezo el torso y me sumerjo en una profunda meditación.
Analizar el crimen y reunir datos.
El asesinato ocurrió en la oscuridad de la noche. El asesino entro sin permiso en el rancho de los Greason. El único sistema de seguridad era un perro pastor belga, conocidos por ser una raza de gran tamaño y resistencia. El perro fue hallado muerto por estrangulamiento, se requiere de gran fuerza para realizar tal acción. Se sabe también que el perro no se defendió ante su agresor. El asesino entro en la casa en busca de las hijas menores de Fred Greason, conocidas por ser las más bellas del lugar. Encontró a la niñas en su habitación, sin embargo, este no las asesino en el sitio. El asesino se llevó a las niñas a una gran distancia lejos de su hogar. Las victimas no mostraron oposición, para ellas; aquello no era un secuestro. Estas no parecían estar asustadas, no fueron conscientes del peligro hasta el momento de su muerte. El padre no descubrió la ausencia de las niñas hasta pasado un considerable lapso de tiempo, pidiendo ayuda a sus vecinos y organizando un escuadrón de búsqueda. Su hijo primogénito fue el primero en auxiliarle, seguido por los Koranto, Karl Koran y sus cerdos rastreadores; Jeff Holen y finalmente Richart Wetmore junto a sus perros. Se dio inicio a la búsqueda de las gemelas, pero en un último punto del rastreo, los cerdos se desviaron del camino que seguían los perros, logrando encontrar finalmente al Pequeño Boomer junto al cadáver de las gemelas.
Se presumía que el gigante había sido el culpable del asesinato, utilizando como base la abrupta fuerza de Boomer al relacionarla con el estrangulamiento del perro. Si bien pensaba que no había forma de demostrar la inocencia de Boomer por métodos de deducción, veo ahora que estaba equivocado. Hay algo que se me ha pasado en una primera instancia: ¿Como fueron asesinadas las gemelas Greason? Los cadáveres no presentan sangre o heridas en ninguna parte del cuerpo, a excepción de la cabellera. Sus rizos se encuentran considerablemente teñidos por la sangre de las gemelas. He allí la respuesta. Es imposible que las gemelas fueran asesinadas por severo daño craneal tras recibir un golpe contundente. La sangre en los rizos de las gemelas es demasiada para provenir de un trauma cerebral. Si bien la zona facial de las pequeñas se encuentra intacta, se precisa de atravesar los tejidos y el cráneo para causar una hemorragia de esa magnitud. El asesino debió utilizar un arma blanca para causar tal hemorragia. El Pequeño Boomer carece de armas, haciendo imposible que sea él el asesino. No obstante, es completamente posible que cualquier miembro del equipo de rastreo fuera capaz de asesinar a las niñas, todos están armados con lanzas. Si bien ninguno de ellos muestra sangre en sus ropas o en sus armas, el asesino tuvo el tiempo suficiente para limpiarse, el crimen no se descubrió hasta un tiempo posterior.
Un crimen bien pensado. Aún hay muchos espacios en blanco.
¿Qué impulso al asesino a matar a unas inocentes niñas? ¿Por qué los cerdos fueron los únicos capaces de encontrar a las gemelas? ¿Por qué señalan ahora a los Greason? ¿Por qué el hijo mayor de los Greason vivía separado del resto de su familia? ¿Por qué el perro no se defendió cuando le atacaron? ¿Por qué las niñas no eran conscientes del peligro que corrían?
El Pequeño Boomer. No entra en el rango de los sospechosos, es el único de los presentes que no pudo haber asesinado a las niñas.
Jeff Holen y Richart Wetmore. Si bien ambos concuerdan con la descripción de la mujer árbol, ninguno guarda alguna prueba o motivo que los lleve a estar relacionados con el asesinato.
Karl Koran. Claramente, sus cerdos tienen un olfato y habilidades de rastreo superiores a la de los canes. Me preocupa es el hecho de que, al ver como los cerdos se desviaron, el hombre los devolvió bruscamente al camino que seguían los perros. ¿Que lo llevo a hacer tal acción? Realmente es enredarse demasiado. Aun respondiendo las preguntas relacionadas a los cerdos, Karl Koran no tiene ningún motivo para querer asesinar a un par de niñas ni otras pruebas que le puedan señalar como el culpable. Una de los cadenas se quiebra.
John y Vince Koranto. Conocidos por tener un pasado que los llevo a volverse sumamente envidiosos. Su envidia podría considerarse un motivo para querer asesinar a las niñas más bellas del lugar, sin embargo, su motivo no tiene suficiente fuerza para quebrar la incongruencia. Ellos no son los culpables.
Fred Greason. Los cerdos le señalan. Un perro nunca atacaría a su amo. Las pruebas apuntan claramente a él, además, ¿por qué tardo tanto en percatarse de la ausencia de sus hijas? Quizás la respuesta sea una simple negligencia, pues el padre de las niñas carece de un verdadero motivo para querer asesinar a sus bellas hijas. Su corazón no está relacionado con las cadenas.
Roland Greason. Fue el primero en unirse al escuadrón de su padre y le acompaña en el foco del olfato de los cerdos. El perro le conoce, nunca le atacaría. Las niñas iban junto a su hermano, ¿por qué deberían temer? Vivía separado del resto de su familia, ¿a qué se debía? ¿Quería independizarse? ¿O es que acaso... existía cierta preferencia por las gemelas? ¿Sus celos de hermano mayor fueron tan fuertes para llevarle al asesinato? Las pruebas dicen que sí, y no es todo, Roland Greason fue el primero en acercarse a Boomer. ¿Realmente lo hacía movido por la rabia? ¿O acaso había otro motivo? Aún con pequeñas dudas, todas la cadenas se quebraron.
—¡Roland Greason! —dije levantándome de golpe y llamando la atención de todos los presentes. Señale con el dedo índice al hombre que había sido juzgado por los espíritus. —Tú lo hiciste. Tú mataste a las gemelas Greason.
El asesino de las gemelas Greason se encontraba entre nosotros.
Vaya que se había liado el asunto. Realmente no esperaba que mientras yo gozaba un bello día bajo el sol, otros planeaban un asesinato de menores. La ayuda que brindo Boomer no fue precisamente lo que yo esperaba. No logro aclarar la neblina que rodeaba la identidad del culpable, solo nos ofreció datos acerca de los últimos minutos de las hermanas de pelo rojizo. No menosprecio sus pistas, en lo absoluto, cualquier dato puede servirnos para llevarnos al auténtico culpable. Pero hubiera preferido una información mucho más clara y precisa, quizás el señor Greason piense del mismo modo que yo. Richart Wetmore me mira a los ojos. Veo en ellos el reflejo de las dudas y teorías que vuelan raudas por su mente en este mismo instante. ¿Es que acaso es demasiado cobarde para exponer sus pensamientos por su cuenta? ¿O es solo que me he vuelto para él una especie de ídolo salvador al demostrar la inocencia del gigante llorón? No importa en realidad. Necesitamos un culpable y no tengo problemas con ser el que nos lleve a la verdad.
Para la sorpresa e indignación de Richart Wetmore, me aparte del lugar. Necesitaba estar lejos del grupo de granjeros y los progresivamente molestos llantos de Fred Greason y el Pequeño Boomer. Necesitaba un lugar apartado, donde pudiera pensar y analizar la situación. Un lugar donde pudiera entrar en armonía con mi espíritu y lograr así trascender. No el tipo de trascendencia que suelo emplear con mayor frecuencia, esa en la que enloquezco y me transformo en un destructivo animal sediento de sangre. Una trascendencia en la que puedo separarme de mi cuerpo físico y ascender hasta un plano espiritual, donde podré analizar la situación con mayor calma y sin interrupciones.
Ignorando los llamados y las quejas de los otros miembros del grupo, me dirigí con paso lento hasta un lugar no muy lejos de la escena del crimen. Me acerque a un árbol que lamentablemente había sido talado, dejando atrás un nivelado y fino tocón. El lugar era justo lo que buscaba: perfecto para sentarse y entrar en armonía con el universo, se podía incluso escuchar a los espíritus de la naturaleza susurrarte. Limpie la suciedad de la superficie y me senté sobre él cruzando ambas piernas. Las sandalias que llevo me molestan en esta posición. Las retiro y las dejo reposar en la tierra. Sin más posibles molestias que me impidan alcanzar una plena concentración, uno las puntas de mis dedos y formo una especie de ovalo con mis manos, cierro los ojos, enderezo el torso y me sumerjo en una profunda meditación.
Analizar el crimen y reunir datos.
El asesinato ocurrió en la oscuridad de la noche. El asesino entro sin permiso en el rancho de los Greason. El único sistema de seguridad era un perro pastor belga, conocidos por ser una raza de gran tamaño y resistencia. El perro fue hallado muerto por estrangulamiento, se requiere de gran fuerza para realizar tal acción. Se sabe también que el perro no se defendió ante su agresor. El asesino entro en la casa en busca de las hijas menores de Fred Greason, conocidas por ser las más bellas del lugar. Encontró a la niñas en su habitación, sin embargo, este no las asesino en el sitio. El asesino se llevó a las niñas a una gran distancia lejos de su hogar. Las victimas no mostraron oposición, para ellas; aquello no era un secuestro. Estas no parecían estar asustadas, no fueron conscientes del peligro hasta el momento de su muerte. El padre no descubrió la ausencia de las niñas hasta pasado un considerable lapso de tiempo, pidiendo ayuda a sus vecinos y organizando un escuadrón de búsqueda. Su hijo primogénito fue el primero en auxiliarle, seguido por los Koranto, Karl Koran y sus cerdos rastreadores; Jeff Holen y finalmente Richart Wetmore junto a sus perros. Se dio inicio a la búsqueda de las gemelas, pero en un último punto del rastreo, los cerdos se desviaron del camino que seguían los perros, logrando encontrar finalmente al Pequeño Boomer junto al cadáver de las gemelas.
Se presumía que el gigante había sido el culpable del asesinato, utilizando como base la abrupta fuerza de Boomer al relacionarla con el estrangulamiento del perro. Si bien pensaba que no había forma de demostrar la inocencia de Boomer por métodos de deducción, veo ahora que estaba equivocado. Hay algo que se me ha pasado en una primera instancia: ¿Como fueron asesinadas las gemelas Greason? Los cadáveres no presentan sangre o heridas en ninguna parte del cuerpo, a excepción de la cabellera. Sus rizos se encuentran considerablemente teñidos por la sangre de las gemelas. He allí la respuesta. Es imposible que las gemelas fueran asesinadas por severo daño craneal tras recibir un golpe contundente. La sangre en los rizos de las gemelas es demasiada para provenir de un trauma cerebral. Si bien la zona facial de las pequeñas se encuentra intacta, se precisa de atravesar los tejidos y el cráneo para causar una hemorragia de esa magnitud. El asesino debió utilizar un arma blanca para causar tal hemorragia. El Pequeño Boomer carece de armas, haciendo imposible que sea él el asesino. No obstante, es completamente posible que cualquier miembro del equipo de rastreo fuera capaz de asesinar a las niñas, todos están armados con lanzas. Si bien ninguno de ellos muestra sangre en sus ropas o en sus armas, el asesino tuvo el tiempo suficiente para limpiarse, el crimen no se descubrió hasta un tiempo posterior.
Un crimen bien pensado. Aún hay muchos espacios en blanco.
¿Qué impulso al asesino a matar a unas inocentes niñas? ¿Por qué los cerdos fueron los únicos capaces de encontrar a las gemelas? ¿Por qué señalan ahora a los Greason? ¿Por qué el hijo mayor de los Greason vivía separado del resto de su familia? ¿Por qué el perro no se defendió cuando le atacaron? ¿Por qué las niñas no eran conscientes del peligro que corrían?
Cada pregunta desata cadenas frente a mí, la duda toma forma y se transforma en una cerradura. Les puedo ver flotar frente a mí: frías, intimidantes, las cadenas del corazón son la manifestación espiritual de las incongruencias. Como cambiapieles, camino entre el mundo físico y espiritual, mi deber es quebrar cada una de esas cerraduras con la verdad y así hallar al culpable. | [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] |
El Pequeño Boomer. No entra en el rango de los sospechosos, es el único de los presentes que no pudo haber asesinado a las niñas.
Jeff Holen y Richart Wetmore. Si bien ambos concuerdan con la descripción de la mujer árbol, ninguno guarda alguna prueba o motivo que los lleve a estar relacionados con el asesinato.
Karl Koran. Claramente, sus cerdos tienen un olfato y habilidades de rastreo superiores a la de los canes. Me preocupa es el hecho de que, al ver como los cerdos se desviaron, el hombre los devolvió bruscamente al camino que seguían los perros. ¿Que lo llevo a hacer tal acción? Realmente es enredarse demasiado. Aun respondiendo las preguntas relacionadas a los cerdos, Karl Koran no tiene ningún motivo para querer asesinar a un par de niñas ni otras pruebas que le puedan señalar como el culpable. Una de los cadenas se quiebra.
John y Vince Koranto. Conocidos por tener un pasado que los llevo a volverse sumamente envidiosos. Su envidia podría considerarse un motivo para querer asesinar a las niñas más bellas del lugar, sin embargo, su motivo no tiene suficiente fuerza para quebrar la incongruencia. Ellos no son los culpables.
Fred Greason. Los cerdos le señalan. Un perro nunca atacaría a su amo. Las pruebas apuntan claramente a él, además, ¿por qué tardo tanto en percatarse de la ausencia de sus hijas? Quizás la respuesta sea una simple negligencia, pues el padre de las niñas carece de un verdadero motivo para querer asesinar a sus bellas hijas. Su corazón no está relacionado con las cadenas.
Roland Greason. Fue el primero en unirse al escuadrón de su padre y le acompaña en el foco del olfato de los cerdos. El perro le conoce, nunca le atacaría. Las niñas iban junto a su hermano, ¿por qué deberían temer? Vivía separado del resto de su familia, ¿a qué se debía? ¿Quería independizarse? ¿O es que acaso... existía cierta preferencia por las gemelas? ¿Sus celos de hermano mayor fueron tan fuertes para llevarle al asesinato? Las pruebas dicen que sí, y no es todo, Roland Greason fue el primero en acercarse a Boomer. ¿Realmente lo hacía movido por la rabia? ¿O acaso había otro motivo? Aún con pequeñas dudas, todas la cadenas se quebraron.
Cuando las cadenas del corazón se quiebran.
La mentira deja de ser verdadera.
Los espacios en blanco se llenan.
Y la identidad del culpable se revela.
La mentira deja de ser verdadera.
Los espacios en blanco se llenan.
Y la identidad del culpable se revela.
Roland Greason.
—¡Roland Greason! —dije levantándome de golpe y llamando la atención de todos los presentes. Señale con el dedo índice al hombre que había sido juzgado por los espíritus. —Tú lo hiciste. Tú mataste a las gemelas Greason.
Asger Björn
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Re: Las gemelas Greason [Desafío]
Era una noche única, perfecta para hacer aquello con lo que siempre había soñado y nunca se había atrevido. Había una oscuridad total, la luna estaba oculta detrás de unas nubes que anunciaban tormenta para el día siguiente; no para esta maravillosa noche. No había lugar para la lluvia, el viento o cualquier otra cosa que fastidiase la ocasión. En una palabra: Era perfecta.
Entrar en el rancho fue la parte más fácil, la valla era pequeña y fácil de saltar. Bobby, el pastor belga, plácidamente en su caseta. Antes de que pudiera dar la alarma, decidió que era ocuparse de él. Se puso delante de la caseta del perro, ésta era blanca con el tejado rojo. El perro se despertó, levantó la cabeza y reconoció al hombre que tenía enfrente. Las manos se acercaron al cuello del animal, él las lamió ajeno a los propósitos del intruso. Dos minutos duró el estrangulamiento, dos minutos en los que el perro intentó ladrar pero no pudo hacerlo.
Entrar a la casa no iba a ser tan sencillo como saltar una valla o estrangular al perro que conocía. Quizás ésta fue la parte más complicada. Las ventanas y puertas estaban cerradas y el intruso, el futuro asesino, no tenía llave para abrirlas. Claro, tenía la opción de romper una de las ventanas y saltar al interior, pero hubiera hecho demasiado ruido. Lo último que quería era despertar al señor Greason. Como solución decidió tomar una vía que no estaba acostumbrado a coger: Trepar. Nunca fue bueno subiéndose a los árboles, ni de niño ni ahora de adulto, pero aquello era lo único que se le ocurría hacer. Trepó por el nogal que daba sombra a la casa. Miró al suelo cinco veces durante la escalada y tragó saliva otras cinco; al final, consiguió saltar a la cima y llegar al tejado de la casa. Allí había una claraboya que daba al cuarto de las hermosas niñas. Estaba cerrada, por supuesto, pero fue fácil hacer que las niñas la abrieran desde dentro. Bastó dar un par de golpecitos para despertarlas y saludarlas con la misma sonrisa que siempre le había dirigido.
Una vez dentro, tomó a cada niña con una mano. Les dijo que les llevaría a un lugar secreto que había encontrado en el bosque. Ellas accedieron a ir con él igual que el perro accedió a ser acariciado por las mismas manos que le estrangularon. Si por fortuna, las gemelas Greason hubieran estado más despiertas, más atentas a lo que sucedía, se hubieran preguntado por qué Bobby no ladró cuando los tres salieron de la casa. Entonces, descubrirían el cadáver del perro y ellas no hubieran muerto a manos del hombre que las estaba arrastrando, no literalmente, hacia el bosque.
Amanecía justo en el momento en el que llegaron al lugar secreto. Era un hermoso claro con fantásticas florecillas blancas y amarillas. Las niñas fueron a coger las flores, tenían la idea de hacer un ramillete para papá. El hombre, el intruso, se puso detrás de ella. Estaba enamorado de ellas, siempre lo había estado. Desde el primer momento en que las vio, casi en el mismo día de su nacimiento, supo que ellas eran especiales y que las quería. Observó cómo contoneaban sus caderas mientras recogían las flores y hacían el ramillete. Uno podría pensar que sus instintos más infames despertaron en el momento en el que decidió secuestrarlas durante la noche y matar al perro Bobby; pero se equivocaría. La lujuria despertó en él cuando las vio coger las flores.
Una de las niñas, estaba tan distraído que no supo diferenciar cuál de las dos era, le enseñó el ramillete acabado. El hombre alargo la mano, no para coger el ramo sino para coger a la chica por la blusa, lo más cerca posible de sus pechos redondos. Ella dio un respingo hacia atrás; cayó de bruces contra el suelo.
-¡Roland!- gritó la otra de las gemelas, la que no había intentado coger.
Las gemelas Greason gritaron al unísono. La que gritó su nombre, se dio la vuelta y corrió por el bosque; la del suelo estaba demasiado asustada. Roland Greason se llevó las manos a la cintura y cogió lo primero que pudo palmar: su martillo de trabajo. Era más rápido que la chica, cuando la alcanzó le golpeó la cabeza. La otra chica todavía no se había movido del suelo, se estaba abrochando los botones del escote de la blusa cuando Roland le golpeó como a su hermana. No estaban muertas; inmóviles, mal heridas y asustadas, pero no muertas. Roland Greason se aprovechó de sus hermanas. Terminada la faena, se vistió con tranquilidad y preparó, con la sangre fría de un experto asesino, la cuartada con la que defendería su inocencia.
-¡Papá, no puedes creerle! Mírame, soy tu hijo. He estado contigo durante todo este tiempo. No le he hecho nada a las gemelas. ¡Las quería, por los Dioses!-
Y era verdad, las quería tanto que no soportó verlas en los brazos del primer hombre. Si hubiera tenido oportunidad, hubiera matado al gigante Boomer por haber tocado los cadáveres de las chicas que amaba.
-Todas las pruebas apuntan hacia ti- contestó Wetmore con tranquilidad.
-¡Mentira, estáis mintiendo! ¿Cómo voy a ser yo el asesino? ¿Eran mis hermanas? ¡Joder! Además, os olvidáis lo más obvio. Este infeliz está cubierto de la sangre de mis hermas. ¡MIS HERMANAS!- señaló al gigante.
-Boomer intentar ayudar. Boomer no matar. Boomer es bueno. Chico listo enseñar mujer árbol y ella decir que soy bueno. Mujer árbol no poder mentir, hombres mentir. Hombres como tú mentir siempre. Chico listo tener pruebas contra hombre mentiroso-.
-¡No sabes hablar, cállate!-
En el momento en el que Roland Greason fue a coger la lanza, Boomer lo cogió por los pies, lo levantó sin dificultad y lo arrojó contra las flores que, horas antes, estuvieron recogiendo las gemelas Greason. Wetmore se encargó de atar las manos y los pies de Roland para llevarlo a la cárcel donde un verdugo lo ejecutaría dos días después.
* Yomo Taemasu: Es una suerte que al final te hayas decantado por la lógica y no por tus instintos como dijiste en CB.
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Entrar en el rancho fue la parte más fácil, la valla era pequeña y fácil de saltar. Bobby, el pastor belga, plácidamente en su caseta. Antes de que pudiera dar la alarma, decidió que era ocuparse de él. Se puso delante de la caseta del perro, ésta era blanca con el tejado rojo. El perro se despertó, levantó la cabeza y reconoció al hombre que tenía enfrente. Las manos se acercaron al cuello del animal, él las lamió ajeno a los propósitos del intruso. Dos minutos duró el estrangulamiento, dos minutos en los que el perro intentó ladrar pero no pudo hacerlo.
Entrar a la casa no iba a ser tan sencillo como saltar una valla o estrangular al perro que conocía. Quizás ésta fue la parte más complicada. Las ventanas y puertas estaban cerradas y el intruso, el futuro asesino, no tenía llave para abrirlas. Claro, tenía la opción de romper una de las ventanas y saltar al interior, pero hubiera hecho demasiado ruido. Lo último que quería era despertar al señor Greason. Como solución decidió tomar una vía que no estaba acostumbrado a coger: Trepar. Nunca fue bueno subiéndose a los árboles, ni de niño ni ahora de adulto, pero aquello era lo único que se le ocurría hacer. Trepó por el nogal que daba sombra a la casa. Miró al suelo cinco veces durante la escalada y tragó saliva otras cinco; al final, consiguió saltar a la cima y llegar al tejado de la casa. Allí había una claraboya que daba al cuarto de las hermosas niñas. Estaba cerrada, por supuesto, pero fue fácil hacer que las niñas la abrieran desde dentro. Bastó dar un par de golpecitos para despertarlas y saludarlas con la misma sonrisa que siempre le había dirigido.
Una vez dentro, tomó a cada niña con una mano. Les dijo que les llevaría a un lugar secreto que había encontrado en el bosque. Ellas accedieron a ir con él igual que el perro accedió a ser acariciado por las mismas manos que le estrangularon. Si por fortuna, las gemelas Greason hubieran estado más despiertas, más atentas a lo que sucedía, se hubieran preguntado por qué Bobby no ladró cuando los tres salieron de la casa. Entonces, descubrirían el cadáver del perro y ellas no hubieran muerto a manos del hombre que las estaba arrastrando, no literalmente, hacia el bosque.
Amanecía justo en el momento en el que llegaron al lugar secreto. Era un hermoso claro con fantásticas florecillas blancas y amarillas. Las niñas fueron a coger las flores, tenían la idea de hacer un ramillete para papá. El hombre, el intruso, se puso detrás de ella. Estaba enamorado de ellas, siempre lo había estado. Desde el primer momento en que las vio, casi en el mismo día de su nacimiento, supo que ellas eran especiales y que las quería. Observó cómo contoneaban sus caderas mientras recogían las flores y hacían el ramillete. Uno podría pensar que sus instintos más infames despertaron en el momento en el que decidió secuestrarlas durante la noche y matar al perro Bobby; pero se equivocaría. La lujuria despertó en él cuando las vio coger las flores.
Una de las niñas, estaba tan distraído que no supo diferenciar cuál de las dos era, le enseñó el ramillete acabado. El hombre alargo la mano, no para coger el ramo sino para coger a la chica por la blusa, lo más cerca posible de sus pechos redondos. Ella dio un respingo hacia atrás; cayó de bruces contra el suelo.
-¡Roland!- gritó la otra de las gemelas, la que no había intentado coger.
Las gemelas Greason gritaron al unísono. La que gritó su nombre, se dio la vuelta y corrió por el bosque; la del suelo estaba demasiado asustada. Roland Greason se llevó las manos a la cintura y cogió lo primero que pudo palmar: su martillo de trabajo. Era más rápido que la chica, cuando la alcanzó le golpeó la cabeza. La otra chica todavía no se había movido del suelo, se estaba abrochando los botones del escote de la blusa cuando Roland le golpeó como a su hermana. No estaban muertas; inmóviles, mal heridas y asustadas, pero no muertas. Roland Greason se aprovechó de sus hermanas. Terminada la faena, se vistió con tranquilidad y preparó, con la sangre fría de un experto asesino, la cuartada con la que defendería su inocencia.
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-¡Papá, no puedes creerle! Mírame, soy tu hijo. He estado contigo durante todo este tiempo. No le he hecho nada a las gemelas. ¡Las quería, por los Dioses!-
Y era verdad, las quería tanto que no soportó verlas en los brazos del primer hombre. Si hubiera tenido oportunidad, hubiera matado al gigante Boomer por haber tocado los cadáveres de las chicas que amaba.
-Todas las pruebas apuntan hacia ti- contestó Wetmore con tranquilidad.
-¡Mentira, estáis mintiendo! ¿Cómo voy a ser yo el asesino? ¿Eran mis hermanas? ¡Joder! Además, os olvidáis lo más obvio. Este infeliz está cubierto de la sangre de mis hermas. ¡MIS HERMANAS!- señaló al gigante.
-Boomer intentar ayudar. Boomer no matar. Boomer es bueno. Chico listo enseñar mujer árbol y ella decir que soy bueno. Mujer árbol no poder mentir, hombres mentir. Hombres como tú mentir siempre. Chico listo tener pruebas contra hombre mentiroso-.
-¡No sabes hablar, cállate!-
En el momento en el que Roland Greason fue a coger la lanza, Boomer lo cogió por los pies, lo levantó sin dificultad y lo arrojó contra las flores que, horas antes, estuvieron recogiendo las gemelas Greason. Wetmore se encargó de atar las manos y los pies de Roland para llevarlo a la cárcel donde un verdugo lo ejecutaría dos días después.
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Es el ramillete de flores que hicieron las chicas para su papá. Lo coges y descubres que están impregnadas de la fragancia de las Gemelas Greason. Todo aquel que huele el aroma está condenado a decir la verdad por el resto del tema en el que lo uses. Este poder lo puedes utilizar hasta dosveces en dos objetivos diferentes. Una vez gastes los usos, deberás regalar el ramo a la persona que más quieras.Ashryn Elaynorpor poner un ejemplo.
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