Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
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Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
- ¿Villa Centollo? – Preguntó mirando el ajado cartel que tenía frente a él.
- ¡Villa Centollo! – Respondió Lyn mirando el mismo trozo de madera.
Suspiró y miró el angosto camino que conducía hasta el pequeño poblado costero que descansaba a varios kilómetros de dónde estaban. Estudió las distantes antorchas que mantenían iluminado el lugar, las cuales brillaban tenuemente en una interesante variedad de colores, anunciando la presencia del poblado a los viajeros que, por algún casual, llegasen hasta allí.
Moverse por Verisar estaba siendo difícil, más de lo que recordaba; guardias cada veinte pasos y controles contra la plaga cada cincuenta, pasaban más tiempo exponiendo el por qué viajaban a los distintos soldados con los que se cruzaban que viajando.
Pero en cualquier caso habían tenido bastante suerte, Eltrant y Lyn se encontraban entre la última tanda de viajeros con derecho de paso y eso facilitaba más las cosas de lo que parecía.
Siguiendo a la muchacha que, en cuanto leyó el cartel comenzó a avanzar hacia la aldea silbando de buen humor, o intentarlo hacerlo pues la chica no sabía silbar, Eltrant levantó la mirada. Aquella noche la luna estaba llena, por lo que era particularmente sencillo moverse aún sin antorchas, sobre todo si contabas con una vampiresa en el equipo.
- Eso es escupir…– Dijo Eltrant colocándose al lado de la joven – Déjalo antes de que nos vea alguien, ya parecemos bastante raros de por sí – Lyn continuó intentándolo, ignorando las palabras del exmercenario.
- No parecemos raros – Contestó, cuando soltó algo parecido a un gruñido – Tú pareces raro, Mortal. – Dijo cruzándose de brazos, sonriendo. – Con la armadura y… y esa cara de ido, y no hablemos del olor. – Eltrant enarcó una ceja.
- ¿Olor? – La muchacha obvió la pregunta y siguió caminando, analizando el rostro del castaño mientras se movía, este levantó un brazo y olisqueó el interior de la armadura, negó con la cabeza.
- ¿Y alguna vez te afeitas? Tu barba esta como… congelada en el tiempo. – Lyn alzó la mano para tocarle la cara al castaño, que la apartó rápidamente. – Es… preocupante. ¿Es una maldición? Por favor, dime que es una maldición. – Amplió su sonrisa - ¡¿Has insultado al dios de las barbas?!
– No cambies de tema. – Eltrant le dio un empujón a la vampiresa, el cual esquivó acelerando el ritmo levemente. - Tienes casi cien años. ¿Cómo es que no sabes silbar? – Se atusó la barba sutilmente, casi en un acto reflejo activado por la vampiresa.
- Porque tengo todo el tiempo del mundo para preocuparme por eso. – Contestó está extendiendo los brazos. – No como tú, Mortal. – Señaló a Eltrant. - ¿Sientes eso? Es el tiempo. ¡Y no puedes huir de él! – La vampiresa escapar una risotada exagerada para quedarse en silenció y protestar en cuanto Eltrant le propinó un manotazo en la nuca.
- ¿Alguna vez me vas a llamar por mi nombre? – Inquirió dejando escapar un suspiró, cruzándose de brazos.
- No cuentes con ello. – Contestó Lyn con una sonrisa.
No tardaron en llegar hasta la aldea, la cual era lo que Eltrant esperaba de un lugar tan apartado: Pequeño, desierto a aquellas horas de la noche, y con una posada diminuta frente a la extensa playa en la que se acumulaban los botes pesqueros.
Caminó a través de las pocas calles con las que contaba Villa Centollo, todas con las luces estaban apagadas, ¿Cuántos habitantes podía tener aquel lugar? ¿Cien? ¿Doscientos? Finalmente llegó hasta un edificio de mayor tamaño, uno que a diferencia del resto de chozas, tenía dos pisos y, afortunadamente, contaba con luz en su interior.
- Nunca es demasiado tarde para emborracharse… - Supuso acariciándose la barba. - ¿Entramos?
Lyn se encogió de hombros y se acercó hasta el papel amarillento que había clavado en la pared del edificio, momento en el que lo repaso de arriba abajo varias veces.
- “La Gloriosa Billa Sentollo se henorguyece de presentar su hedifisio extreya: La Posada el Molusco Durmiente” – Leyó dejando escapar una risita, para enseguida repetir el texto aún más alto para que lo escuchase Eltrant – Suena elegante. – Eltrant no pudo sino sonreír a la muchacha y encogerse de hombros.
- No seas cruel. – Dijo abriendo la puerta del lugar y adentrándose en el interior.
- ¿Cruel? – Lyn se carcajeó a gusto - ¡Sí aquí te vas a sentir como en casa!
Un hombre de edad avanzada y de aspecto afable esperaba en un mostrador tras la puerta principal, sonrió a los viajeros cuando estos cerraron la puerta de su, muy posiblemente, poco transitado local.
- Bueno – Dijo el hombre sacando una pequeña llave y depositándola sobre la mesa – Ese es mi trabajo – Sonrió – Que os sintáis aquí como en casa. – Eltrant intercambió unas palabras con el hombre y se encargó de reservar las habitaciones mientras que Lyn, bajó la mirada ligeramente avergonzada y, en silencio, se adentró hasta la parte del local que hacía las veces de taberna.
El lugar no estaba a reventar, pero tenía a varios lugareños conversando animadamente acerca de las distintas noticias que recorrían Verisar. Que si la plaga era mortal y estaban todos acabados, que si una tipa con una ballesta estaba llamando la atención por la zona, que si un grupo de bandidos lideraros por un perro le estaban haciendo las cosas imposibles al noble encargado de aquella comarca… lo típico que te podías encontrar en todas las tabernas de la región.
La vampiresa se sentó en la barra y aguardó a que Eltrant llegase, para cuando el exmercenario ya había terminado de hablar con el encargado de la posada la muchacha ya tenía una copa de vino frente a sus ojos.
- Gracias por invitarme, Mortal – Dijo sacudiendo con suavidad la copa, tomando una pose de noble y mirando al castaño con cierta condescendencia – Me encargaré de tenerlo en cuenta, lacayo. - Eltrant suspiró y se sentó junto a ella.
- Así no se sienta un noble… – Eltrant le arrebató la copa y se cruzó de piernas en el taburete. - Tienes que mover más… así los brazos. – Le dio un sorbo al vino y alzó ambas manos en un gesto grandilocuente. - Lyn, tráeme un bocata – Ordenó levantando la copa, la camarera se alejó de dónde ellos estaban lo más rápido que pudo, justo tras dejar la jarra de cerveza que el castaño habia pedido.
- He visto cascotes con mejor capacidad interpretativa – Dijo Lyn volviendo a recuperar su bebida. - ¡Tienes que mirar a los demás con desdén! ¡Como si no te importasen! – Se giró y miró a Eltrant por encima del hombro – Así, ¿Ves? ¡Ahora preparame el baño, Mortal!
- Eres tan buena actriz como escritora – Afirmó Eltrant dándole un trago a su bebida. Lyn asintió conforme, aunque luego miró largo y tendido al exmercenario por unos segundos, mientras, muy lentamente, se llevaba la copa de vino hasta los labios. Entornó los ojos.
- Espero que estés tratando de decirme que mi libro es perfecto.
Eltrant dejó escapar una carcajada y negó con la cabeza. Aquel sitio era pequeño, lo suficiente como para que, aparentemente, nunca sucediese nada interesante, probablemente su llegada era lo más intenso que aquellos pueblerinos habían vivido en semanas.
¿Qué podía salir mal? Era imposible tener tan mala suerte.
- Matadlos a todos. – Una voz seca, una voz que parecía no haber bebido agua en varios días resonó en las paredes de granito de la fortaleza.
- ¡Villa Centollo! – Respondió Lyn mirando el mismo trozo de madera.
Suspiró y miró el angosto camino que conducía hasta el pequeño poblado costero que descansaba a varios kilómetros de dónde estaban. Estudió las distantes antorchas que mantenían iluminado el lugar, las cuales brillaban tenuemente en una interesante variedad de colores, anunciando la presencia del poblado a los viajeros que, por algún casual, llegasen hasta allí.
Moverse por Verisar estaba siendo difícil, más de lo que recordaba; guardias cada veinte pasos y controles contra la plaga cada cincuenta, pasaban más tiempo exponiendo el por qué viajaban a los distintos soldados con los que se cruzaban que viajando.
Pero en cualquier caso habían tenido bastante suerte, Eltrant y Lyn se encontraban entre la última tanda de viajeros con derecho de paso y eso facilitaba más las cosas de lo que parecía.
Siguiendo a la muchacha que, en cuanto leyó el cartel comenzó a avanzar hacia la aldea silbando de buen humor, o intentarlo hacerlo pues la chica no sabía silbar, Eltrant levantó la mirada. Aquella noche la luna estaba llena, por lo que era particularmente sencillo moverse aún sin antorchas, sobre todo si contabas con una vampiresa en el equipo.
- Eso es escupir…– Dijo Eltrant colocándose al lado de la joven – Déjalo antes de que nos vea alguien, ya parecemos bastante raros de por sí – Lyn continuó intentándolo, ignorando las palabras del exmercenario.
- No parecemos raros – Contestó, cuando soltó algo parecido a un gruñido – Tú pareces raro, Mortal. – Dijo cruzándose de brazos, sonriendo. – Con la armadura y… y esa cara de ido, y no hablemos del olor. – Eltrant enarcó una ceja.
- ¿Olor? – La muchacha obvió la pregunta y siguió caminando, analizando el rostro del castaño mientras se movía, este levantó un brazo y olisqueó el interior de la armadura, negó con la cabeza.
- ¿Y alguna vez te afeitas? Tu barba esta como… congelada en el tiempo. – Lyn alzó la mano para tocarle la cara al castaño, que la apartó rápidamente. – Es… preocupante. ¿Es una maldición? Por favor, dime que es una maldición. – Amplió su sonrisa - ¡¿Has insultado al dios de las barbas?!
– No cambies de tema. – Eltrant le dio un empujón a la vampiresa, el cual esquivó acelerando el ritmo levemente. - Tienes casi cien años. ¿Cómo es que no sabes silbar? – Se atusó la barba sutilmente, casi en un acto reflejo activado por la vampiresa.
- Porque tengo todo el tiempo del mundo para preocuparme por eso. – Contestó está extendiendo los brazos. – No como tú, Mortal. – Señaló a Eltrant. - ¿Sientes eso? Es el tiempo. ¡Y no puedes huir de él! – La vampiresa escapar una risotada exagerada para quedarse en silenció y protestar en cuanto Eltrant le propinó un manotazo en la nuca.
- ¿Alguna vez me vas a llamar por mi nombre? – Inquirió dejando escapar un suspiró, cruzándose de brazos.
- No cuentes con ello. – Contestó Lyn con una sonrisa.
No tardaron en llegar hasta la aldea, la cual era lo que Eltrant esperaba de un lugar tan apartado: Pequeño, desierto a aquellas horas de la noche, y con una posada diminuta frente a la extensa playa en la que se acumulaban los botes pesqueros.
Caminó a través de las pocas calles con las que contaba Villa Centollo, todas con las luces estaban apagadas, ¿Cuántos habitantes podía tener aquel lugar? ¿Cien? ¿Doscientos? Finalmente llegó hasta un edificio de mayor tamaño, uno que a diferencia del resto de chozas, tenía dos pisos y, afortunadamente, contaba con luz en su interior.
- Nunca es demasiado tarde para emborracharse… - Supuso acariciándose la barba. - ¿Entramos?
Lyn se encogió de hombros y se acercó hasta el papel amarillento que había clavado en la pared del edificio, momento en el que lo repaso de arriba abajo varias veces.
- “La Gloriosa Billa Sentollo se henorguyece de presentar su hedifisio extreya: La Posada el Molusco Durmiente” – Leyó dejando escapar una risita, para enseguida repetir el texto aún más alto para que lo escuchase Eltrant – Suena elegante. – Eltrant no pudo sino sonreír a la muchacha y encogerse de hombros.
- No seas cruel. – Dijo abriendo la puerta del lugar y adentrándose en el interior.
- ¿Cruel? – Lyn se carcajeó a gusto - ¡Sí aquí te vas a sentir como en casa!
Un hombre de edad avanzada y de aspecto afable esperaba en un mostrador tras la puerta principal, sonrió a los viajeros cuando estos cerraron la puerta de su, muy posiblemente, poco transitado local.
- Bueno – Dijo el hombre sacando una pequeña llave y depositándola sobre la mesa – Ese es mi trabajo – Sonrió – Que os sintáis aquí como en casa. – Eltrant intercambió unas palabras con el hombre y se encargó de reservar las habitaciones mientras que Lyn, bajó la mirada ligeramente avergonzada y, en silencio, se adentró hasta la parte del local que hacía las veces de taberna.
El lugar no estaba a reventar, pero tenía a varios lugareños conversando animadamente acerca de las distintas noticias que recorrían Verisar. Que si la plaga era mortal y estaban todos acabados, que si una tipa con una ballesta estaba llamando la atención por la zona, que si un grupo de bandidos lideraros por un perro le estaban haciendo las cosas imposibles al noble encargado de aquella comarca… lo típico que te podías encontrar en todas las tabernas de la región.
La vampiresa se sentó en la barra y aguardó a que Eltrant llegase, para cuando el exmercenario ya había terminado de hablar con el encargado de la posada la muchacha ya tenía una copa de vino frente a sus ojos.
- Gracias por invitarme, Mortal – Dijo sacudiendo con suavidad la copa, tomando una pose de noble y mirando al castaño con cierta condescendencia – Me encargaré de tenerlo en cuenta, lacayo. - Eltrant suspiró y se sentó junto a ella.
- Así no se sienta un noble… – Eltrant le arrebató la copa y se cruzó de piernas en el taburete. - Tienes que mover más… así los brazos. – Le dio un sorbo al vino y alzó ambas manos en un gesto grandilocuente. - Lyn, tráeme un bocata – Ordenó levantando la copa, la camarera se alejó de dónde ellos estaban lo más rápido que pudo, justo tras dejar la jarra de cerveza que el castaño habia pedido.
- He visto cascotes con mejor capacidad interpretativa – Dijo Lyn volviendo a recuperar su bebida. - ¡Tienes que mirar a los demás con desdén! ¡Como si no te importasen! – Se giró y miró a Eltrant por encima del hombro – Así, ¿Ves? ¡Ahora preparame el baño, Mortal!
- Eres tan buena actriz como escritora – Afirmó Eltrant dándole un trago a su bebida. Lyn asintió conforme, aunque luego miró largo y tendido al exmercenario por unos segundos, mientras, muy lentamente, se llevaba la copa de vino hasta los labios. Entornó los ojos.
- Espero que estés tratando de decirme que mi libro es perfecto.
Eltrant dejó escapar una carcajada y negó con la cabeza. Aquel sitio era pequeño, lo suficiente como para que, aparentemente, nunca sucediese nada interesante, probablemente su llegada era lo más intenso que aquellos pueblerinos habían vivido en semanas.
¿Qué podía salir mal? Era imposible tener tan mala suerte.
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- Matadlos a todos. – Una voz seca, una voz que parecía no haber bebido agua en varios días resonó en las paredes de granito de la fortaleza.
Última edición por Eltrant Tale el Vie Ago 25 2017, 22:37, editado 3 veces
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
Una sombra se había estado moviendo de árbol en árbol tras aquella extraña pareja de viajeros. ¿Quién podía recorrer los caminos de Verisar tan despreocupadamente en esos tiempos caóticos? Muchos como Zatch huyeron de las ciudades por temor a contagiarse y, ahora, quienes habían abandonado todos sus bienes para vagar por los bosques debían dedicarse a quitárselos a los viajeros solitarios. No era el caso del zorro, quien nunca dejó de ser un ladrón. Su problema era que las personas adineradas comenzaban a escasear; todas ellas, justamente gracias a su poder adquisitivo, habían partido en barco a las lejanas islas supuestamente libres de la plaga. Ahora sólo le quedaba acechar a “dones nadie” como aquellos dos. Aunque la brillante armadura del hombre, a quien sólo había visto de espaldas, le instaba a tomárselo con suma cautela.
Los seguía a una distancia prudente, que se agrandaba cuando le era imposible evadir un control. Entonces actuaba como un salvaje y les decía, en un rudimentario idioma que constaba más de gruñidos que de palabras, que él era una criatura del bosque y no había puesto las patas sobre ninguna ciudad. Demostraba no presentar ningún síntoma y seguía adelante, tomando atajos para evitar los siguientes controles y volver a alcanzar a sus presas.
La pareja se dirigió a una villa que el zorro desconocía. Se veía lejana y pequeña, y el camino estaba libre de transeúntes aparte de ellos. Suspiró y se detuvo durante un momento junto al cartel que rezaba “Villa Centollo” para meditar sus posibilidades. ¿Estaría libre de contagiados? Si era así, sería la primera vez en varias semanas en que podría disfrutar de una comida caliente y, mejor aún: de bolsillos tintineantes. Los caminos desolados comenzaban a angustiarle sobremanera.
-Está bien. De todas formas no tengo nada que perder.
Alzó los hombros, se caló más la capucha y retomó la sigilosa marcha a espaldas de la pareja. Aunque dudaba que se percatasen de su presencia así fuese dando tumbos tras ellos. ¿Cómo podían hablar tanto y de tantas estupideces? Sonrió de lado. Le caían bien. Comenzaba a tomar en cuenta la posibilidad de atracarlos de la forma más amable posible: sin rajarle el cogote a ninguno de los dos.
Le bastó seguirlos para dar con la modesta posada costera. -Gracias a Odín... -Pensó con alivio; tenía las patas entumecidas de tanto andar. Esperó media hora una vez la pareja hubo entrado para proceder a abrir la puerta. El encargado lo atendió con la misma amabilidad que a todos los recién llegados.
-¡Buenas noches! ¿Una habitación?
-Y algo para llenar mi estómago. -Esperó con los brazos cruzados a que el hombre anotase su reserva y luego se dirigió a la cantina, como le había indicado, para comer y beber todo cuanto pudiese pagar. Había notado que sólo tres llaves, contando la suya, faltaban en el llavero. Sólo debía averiguar, o adivinar, cuál de las otras dos habitaciones pertenecía a la parejita para echar mano a sus pertenencias. Con una armadura tan reluciente, ese mercenario debía tener también muy brillantes aeros escondidos en algún sitio.
No había muchas mesas y todas estaban ocupadas por algún lugareño. Suspiró y se dirigió a la barra. Como acababa de decidir que les robaría forzando la cerradura cuando no estuvieran, no pasaba nada si charlaba con ellos un rato, ¿verdad? Además, la charlatana jovencita le había caído simpática. Luego de tantos días de silencio y soledad en los caminos, una conversación no le vendría mal... Aunque fuese con sus futuras víctimas.
Se sentó pesadamente junto a la muchacha, cuidando de no aplastarse la cola y echándose la capucha hacia atrás, liberando por fin sus grandes orejas. Sonrió a la camarera, quien lo observó por un segundo con cierto atisbo de sorpresa, y le pidió:
-Una jarra de cerveza y el plato que más carne tenga del menú. -La mujer asintió, trayéndole primero la bebida. El zorro empinó la jarra y bebió la mitad de una sola vez. Al bajarla, se secó los labios con el peludo antebrazo y giró el rostro hacia la jovencita que tenía al lado para guiñarle un ojo- Los viajes largos sí que abren el apetito, ¿no crees?
Alzó entonces la ambarina mirada hacia el hombre. En todo el camino no les había visto las caras... y ahora el rostro de ese mercenario le resultaba tremendamente conocido.
Los seguía a una distancia prudente, que se agrandaba cuando le era imposible evadir un control. Entonces actuaba como un salvaje y les decía, en un rudimentario idioma que constaba más de gruñidos que de palabras, que él era una criatura del bosque y no había puesto las patas sobre ninguna ciudad. Demostraba no presentar ningún síntoma y seguía adelante, tomando atajos para evitar los siguientes controles y volver a alcanzar a sus presas.
La pareja se dirigió a una villa que el zorro desconocía. Se veía lejana y pequeña, y el camino estaba libre de transeúntes aparte de ellos. Suspiró y se detuvo durante un momento junto al cartel que rezaba “Villa Centollo” para meditar sus posibilidades. ¿Estaría libre de contagiados? Si era así, sería la primera vez en varias semanas en que podría disfrutar de una comida caliente y, mejor aún: de bolsillos tintineantes. Los caminos desolados comenzaban a angustiarle sobremanera.
-Está bien. De todas formas no tengo nada que perder.
Alzó los hombros, se caló más la capucha y retomó la sigilosa marcha a espaldas de la pareja. Aunque dudaba que se percatasen de su presencia así fuese dando tumbos tras ellos. ¿Cómo podían hablar tanto y de tantas estupideces? Sonrió de lado. Le caían bien. Comenzaba a tomar en cuenta la posibilidad de atracarlos de la forma más amable posible: sin rajarle el cogote a ninguno de los dos.
Le bastó seguirlos para dar con la modesta posada costera. -Gracias a Odín... -Pensó con alivio; tenía las patas entumecidas de tanto andar. Esperó media hora una vez la pareja hubo entrado para proceder a abrir la puerta. El encargado lo atendió con la misma amabilidad que a todos los recién llegados.
-¡Buenas noches! ¿Una habitación?
-Y algo para llenar mi estómago. -Esperó con los brazos cruzados a que el hombre anotase su reserva y luego se dirigió a la cantina, como le había indicado, para comer y beber todo cuanto pudiese pagar. Había notado que sólo tres llaves, contando la suya, faltaban en el llavero. Sólo debía averiguar, o adivinar, cuál de las otras dos habitaciones pertenecía a la parejita para echar mano a sus pertenencias. Con una armadura tan reluciente, ese mercenario debía tener también muy brillantes aeros escondidos en algún sitio.
No había muchas mesas y todas estaban ocupadas por algún lugareño. Suspiró y se dirigió a la barra. Como acababa de decidir que les robaría forzando la cerradura cuando no estuvieran, no pasaba nada si charlaba con ellos un rato, ¿verdad? Además, la charlatana jovencita le había caído simpática. Luego de tantos días de silencio y soledad en los caminos, una conversación no le vendría mal... Aunque fuese con sus futuras víctimas.
Se sentó pesadamente junto a la muchacha, cuidando de no aplastarse la cola y echándose la capucha hacia atrás, liberando por fin sus grandes orejas. Sonrió a la camarera, quien lo observó por un segundo con cierto atisbo de sorpresa, y le pidió:
-Una jarra de cerveza y el plato que más carne tenga del menú. -La mujer asintió, trayéndole primero la bebida. El zorro empinó la jarra y bebió la mitad de una sola vez. Al bajarla, se secó los labios con el peludo antebrazo y giró el rostro hacia la jovencita que tenía al lado para guiñarle un ojo- Los viajes largos sí que abren el apetito, ¿no crees?
Alzó entonces la ambarina mirada hacia el hombre. En todo el camino no les había visto las caras... y ahora el rostro de ese mercenario le resultaba tremendamente conocido.
Zatch
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
-Sigo sin creerme que este sitio se llame Villa Centollo.- dijo Koth. -Es tan glamuroso.-
-Sigue siendo mejor que las plagadas ruinas de una ciudad fantasma.- replicó el dragón entre dientes, observando el pueblo desde lejos. Habiamos acampado a una distancia decente de aquel sitio, alejados de los caminos y de los guardias. Eso ayudaba a que no nos viesen, ya que solian estar más atentos al camino que a otra cosa.
-¿No es un poco pronto para llamarla "ciudad fantasma"? Ni que se hubiesen extinguido los dragones...
-Se me pega el dramatismo sarcástico del perro. Es una mala influencia.
-Como... ¡como puedes decir algo así! ¡No te perdonaré nunca!- dije, sollozando con un gesto teatral. -¡Mi corazón! ¡Apuñalado! ¡Me desangro en este momento y muero!- añadí, dejándome caer sobre Syl, que me sujetó por la espalda. - Pero si, tal vez lo sea.
-"Tal vez".- dijo el gato, poniendo los ojos en blanco. Reí, levantándome de nuevo.
-De todos modos... ¿de verdad deberiamos estar haciendo esto?- preguntó Dann. -En menos de tres dias, hemos asaltado al recaudador de impuestos, robado una caravana mercante entera y matado a... quince soldados. ¿De verdad es tan opresor el tipo de aquí?- preguntó, refiriendose al noble de la zona.
-Uno:- dije, alzando el dedo índice. -Ha llamado al pueblo "Villa Centollo". Si eso no es prueba de su crueldad, no sé que lo es. Dos:- continué, alzando un segundo dedo. -Nunca nos ha importado lo opresor o no que sea un noble. Mientras sean nobles, se lo merecen. Y tres... no hay número tres. Pero de verdad, Lord Centollo se lo merece.-
-...estoy bastante seguro de que ese no es su nombre.- murmuró Syl. Koth soltó una larga carcajada.
-¡Lord Centollo! Es... es maravilloso.- dijo entre risas. -¿Creeis que come almejas, o lo considera canibalismo?
-El... ¿el centollo no es un tipo de cangrejo?- preguntó el brujo, frunciendo el ceño. Me encogí de hombros.
-Bah, bah. Lo que sea.- respondió, agitando la mano para quitarle importancia. -Oye, ¿que has hecho con esa caravana? No llegué a verla.-
-Robamos lo que nos servia, y abandonamos el resto en el camino junto a la ciudad.- respondí.
-Dioses. Entre eso y lo de los impuestos... el pueblo nos tiene que adorar.- observó Irirgo.
-¿De donde te crees que he estado sacando tantas bebidas gratis?- preguntó Kothán.
-...creía que las robabas.
-Bueno, si. Pero también me las dan en una posada. Esa grande del centro.-
-Mmmh... podriamos probar. No hay más trabajo por hoy, y probablemente nos tengamos que ir en un dia o dos. Hace buena noche para descansar.- dije. Koth sonrió, agitando la cola. Eso significaba bebidas. Para él, al menos.
-¡Si! Vamos. Tal vez incluso pueda dormir en una cama por una vez.-
-No te pases. Eso es arriesgado. Nos conocen.- repliqué. Nadie parecia tener ninguna queja, así que el grupo empezó a levantarse. Habiamos cenado, pero aún faltaba un tiempo antes de que nos quedasemos sin energía. Con el estomago lleno y buen humor, bajamos la colina y nos acercamos a la elegante Villa Centollo.
El lugar era... dificilmente notable. Aparte de la posada, no había absolutamente nada que llamase la atención. Incluso el "hedifisio extreya" parecia bastante mediocre en comparación con cualquier lugar que pudiese encontrar en las ciudades. Pero serviría. Abrí la puerta y entré con mi grupo.
-¡Bienvenidos! Oh, cuantas caras nuevas en una sola noche. ¿Viajeros?- preguntó un hombre tras el mostrador. -¡Oh, Koth!¡Y el hombre perro! Eso significa...- el humano abrió los ojos, probablemente reconociendonos. Nos acercamos a una mesa, pero empecé a notar un olor familiar. Un olor a tierra, sudor, acero y...
-¡Tale!- exclamé, sonriendo. Ultimamente, me encontraba al humano en todas partes. -Quiero decir... ¡Mortal!- corregí, mirando a la vampiresa. -Alteza.- le saludé, haciendo una exagerada reverencia. Me senté en una gran mesa con el grupo, e invité a la pareja a que se acercasen con un gesto.
Había un hombre bestia con ellos. O, más bien, cerca de ellos. No lo había visto nunca, pero en cierto modo, se parecía bastante a Kothán. Era extraño ver a alguien de mi raza por ahí, y aún más en un pueblo tan alejado. Miré a Syl, y luego a Koth. Ninguno de ellos parecía tener ninguna opinión sobre el tipo.
El posadero me sacó de mis pensamientos, acercándose a nuestra mesa con varias jarras en las manos. Puso uno frente a cada miembro de la mesa, sonriente.
-Me habeis librado de los impuestos de un año. Invita la casa.- dijo. Irirgo y Koth parecieron particularmente agradecidos por el gesto. Era un buen detalle que nuestras "hazañas" fuesen recordadas, pero la recompensa no era precisamente de mi gusto. No bebía alcohol, después de todo. Empujñe la jarra de vuelta y miré alrededor. No iba a incentivar a nadie de mi grupo a beber más.
-No bebo. Dásela a ese hombre zorro de la barra, ¿quieres?- pregunté. El hombre asintió y se acercó al cánido. Syl ladeó la cabeza, mirándome con gesto interrogante. -¿Qué?-
-Nada, nada... hermano mayor.
-¿...hermano mayor? ¿Qué?
-Es que... a todos los hombres bestia que sean mínimamente similares... los tratas de forma distinta.- explicó.
-No es cierto. Yo soy un encanto con todo el mundo.-
-...Syl tiene razón.- dijo Kothán, tras dar un largo trago a su cerveza.- La primera vez que nos vimos, creí que iba a arrancarme la cabeza. Si tuviese cara de humano, lo habría hecho.-
Chasqueé la lengua. Si estaban de acuerdo por una vez, no iba a ponerme a discutir. En su lugar, me dirigí a mi ex-compañero guarda.
-Mortal, Mortal, Mortal... ¿aún en tu misión de escolta?- pregunté, esbozando una sonrisa sarcástica. -Casi parece que nos estás siguiendo, en realidad...-
-¿No eres tú el que decidió ir al sur en cuanto Eltrant...?- interumpió el brujo.
-Cállate, Dann.- le corté. -Como decía... lo tuyo es obsesivo. Espero que no hayas perdido mucha sangre en llegar. Siempre que nos vemos, acabo liandome a golpes con algo o alguien.- dije. -...creo que eres gafe, o algo.-
Ignoré el hecho de que la mayoría de esas veces fuese culpa mía. El que el humano trajese mala suerte era mucho más probable.
Asher Daregan
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
Se quedó en silencio bebiendo su copa mientras Lyn, sin decir nada a su acompañante, clavó sus ojos en el nuevo cliente que acababa de sentarse junto a ella. Un hombre-bestia que, por su apariencia, era un zorro, uno que a Eltrant le resultaba familiar.
¿Le había visto en algún lugar antes?
Fuese como fuese, Lyn no tardó en dejar escapar un “Ooooh” ahogado por sus manos, e ignorando el concepto de espacio personal, acercó su taburete al del zorro.
- ¡¿Puedo acariciarte!? – El castaño dejó escapar un suspiro lastimero y se terminó la jarra de un solo trago, y pensar que creía que la noche iba a ser tranquila - ¡Detrás de las orejas! – Señaló a las orejas – Tan… suaves… tan… esponjosas… - Acercó la mano muy lentamente a la cabeza del hombre-bestia, fascinada por los movimientos que las orejas hacían, por un momento Eltrant creyó que la muchacha iba a llorar de la emoción.
- No, no puedes acariciarle – Contestó Eltrant agarrándola por la parte trasera de la camisa, la muchacha se giró y se cruzó de brazos. – Compórtate.
- ¡Eso solo lo puede decidir él! – Exclamó, atrajo un par de miradas, alguna risa que otra, la camarera no sabía que hacer exactamente con aquel grupo, pero se mantuvo distante - ¡Y todos saben que es el deber cívico de todo aquel con pelaje suave! – Extendió los brazos - ¡Deben ser acariciados por el bien común! - Eltrant se llevó la mano a la cara, las risas se había generalizado, incluso el dueño del lugar se había asomado a ver que sucedida con una sonrisa.
- Lyn… - Depositó la mano en el hombro de la muchacha – Déjalo, por favor. – La muchacha amplió su sonrisa y miró al zorro. Eltrant tomó aire y pidió otra jarra de cerveza.
En ese momento una voz que conocía bastante bien sonó en el local. Se giró inmediatamente a mirar a Asher y al resto de su grupo de bandoleros, respondió a su saludo con una sonrisa y se rascó la barba. ¿Qué estaban haciendo allí? ¿Otro trabajo de los suyos? Enarcó una ceja al oír como este le llamaba mortal, Lyn sonrió al oír esto y respondió a la exagerada reverencia del lobo imitándola con una sonrisa.
- Me place veros, Lord Asher– Dijo acercándose al grupo, mirando fijamente a Syl con cierto brillo en su mirada, no obstante no dijo nada, se dejó caer en la mesa que el grupo había ocupado, manteniéndose lo más alejada posible de Irirgo.
- Siento lo… que acaba de pasar – Le dio una palmada amistosa al zorro en el hombro y dejó un par de Aeros frente a él. Era lo mínimo que podía hacer por el mal trago que Lyn solía hacer pasar a los desconocidos.– Invito yo a esa copa. – Dijo tomando sus guanteletes y encaminándose hacía la mesa de Asher.
- Así que un encanto… – Dijo irrumpiendo en la conversación - ¿Has bebido? – Miró a Dann y esbozó una sonrisa - ¿Ha empezado a beber? – Preguntó a Koth, que era el que tenía al lado – Intente convencerle por todos los medios que…
El lobo interrumpió lo que estaba diciendo y continuó hablando, parecía tenerle cariño al apelativo que Lyn había decidido imponerle, la vampiresa, por otro lado, encontraba divertido el hecho de que Asher también lo usase con él.
La chica, no obstante, no prestaba ahora atención a lo que el lobo decía, estaba demasiado ocupada hablando con Syl de las ventajas que podía tener para el pelaje ser acariciado cada cierto tiempo, por supuesto, se lo estaba inventando todo.
Eltrant no dijo nada, rio de buen humor ante las palabras del lobo. ¿Gafe? No se equivocaba, no del todo. Dio un largo trago a su bebida y la dejó a un lado en la mesa.
- Primero – Dijo levantando un dedo – Ya no hago “misiones” – Se quedó en silencio unos instantes – …Hace un par de meses que dejé la guardia – Admitió finalmente, pidió otra copa.- Ahora soy un granjero, otra vez. - Sonrió.
- Seguro que te echaron – Cortó Lyn irrumpiendo en la conversación con una sonrisa. – Por gafe. – ¿Había estado atenta a lo que decía Asher? La vampiresa tenía una capacidad de atención para los insultos hacía su persona que no dejaba de sorprenderle.
- Me fui yo. – Contestó Eltrant cortante, frunciendo el ceño. Lyn se encogió de hombros y le despojó a Dann de su bebida tras susurrar un “¿Qué es esto? Huele bien”, segundos después, la vampiresa le devolvió la copa a Dannos con una sonrisa y un escueto “Me voy a pedir lo mismo, gracias” y volvió a acercarse a Syl.
- ¿Jugamos a las cartas? – Preguntó a Syl y a Dann, zarandeó a Kothán - Tengo una baraja – Se levantó y fue hasta la barra, dónde estaba el zorro - ¡Tú! ¡También juegas! – Ordenó. - ¿Quién más se apunta? – Posó sus ojos en Irirgo, aunque desvió la mirada rápidamente.
Eltrant se preguntó de dónde había sacado aquellas cartas y si sabría usarlas, suspiró y se limitó a sonreír, aquella actitud era la que conseguías si la vampiresa se sentía cómoda.
- Dejando eso a un lado… – Eltrant ignoró a Lyn y miró al lobo – Eres tú el que tiene como afición el meterse en líos. – Miró a los demás que aun si no querían unirse al juego de la ojiazul esta ya estaba repartiendo – Y eso me lleva a… ¿Qué os ha traído hasta la humilde Villa Centollo? – Sonrió, volvió hacia Asher. - ¿Me echabas de menos? – Le pasó el brazo por encima del hombro - ¿Es eso? Venga, admitelo…
Era imposible que el perro tuviese razón. No podía ser gafe. ¿Verdad?
No tanto.
- Preparad las espadas. – Ordenó el líder del grupo subiéndose a su montura – Tenemos una aldea que purgar.
¿Le había visto en algún lugar antes?
Fuese como fuese, Lyn no tardó en dejar escapar un “Ooooh” ahogado por sus manos, e ignorando el concepto de espacio personal, acercó su taburete al del zorro.
- ¡¿Puedo acariciarte!? – El castaño dejó escapar un suspiro lastimero y se terminó la jarra de un solo trago, y pensar que creía que la noche iba a ser tranquila - ¡Detrás de las orejas! – Señaló a las orejas – Tan… suaves… tan… esponjosas… - Acercó la mano muy lentamente a la cabeza del hombre-bestia, fascinada por los movimientos que las orejas hacían, por un momento Eltrant creyó que la muchacha iba a llorar de la emoción.
- No, no puedes acariciarle – Contestó Eltrant agarrándola por la parte trasera de la camisa, la muchacha se giró y se cruzó de brazos. – Compórtate.
- ¡Eso solo lo puede decidir él! – Exclamó, atrajo un par de miradas, alguna risa que otra, la camarera no sabía que hacer exactamente con aquel grupo, pero se mantuvo distante - ¡Y todos saben que es el deber cívico de todo aquel con pelaje suave! – Extendió los brazos - ¡Deben ser acariciados por el bien común! - Eltrant se llevó la mano a la cara, las risas se había generalizado, incluso el dueño del lugar se había asomado a ver que sucedida con una sonrisa.
- Lyn… - Depositó la mano en el hombro de la muchacha – Déjalo, por favor. – La muchacha amplió su sonrisa y miró al zorro. Eltrant tomó aire y pidió otra jarra de cerveza.
En ese momento una voz que conocía bastante bien sonó en el local. Se giró inmediatamente a mirar a Asher y al resto de su grupo de bandoleros, respondió a su saludo con una sonrisa y se rascó la barba. ¿Qué estaban haciendo allí? ¿Otro trabajo de los suyos? Enarcó una ceja al oír como este le llamaba mortal, Lyn sonrió al oír esto y respondió a la exagerada reverencia del lobo imitándola con una sonrisa.
- Me place veros, Lord Asher– Dijo acercándose al grupo, mirando fijamente a Syl con cierto brillo en su mirada, no obstante no dijo nada, se dejó caer en la mesa que el grupo había ocupado, manteniéndose lo más alejada posible de Irirgo.
- Siento lo… que acaba de pasar – Le dio una palmada amistosa al zorro en el hombro y dejó un par de Aeros frente a él. Era lo mínimo que podía hacer por el mal trago que Lyn solía hacer pasar a los desconocidos.– Invito yo a esa copa. – Dijo tomando sus guanteletes y encaminándose hacía la mesa de Asher.
- Así que un encanto… – Dijo irrumpiendo en la conversación - ¿Has bebido? – Miró a Dann y esbozó una sonrisa - ¿Ha empezado a beber? – Preguntó a Koth, que era el que tenía al lado – Intente convencerle por todos los medios que…
El lobo interrumpió lo que estaba diciendo y continuó hablando, parecía tenerle cariño al apelativo que Lyn había decidido imponerle, la vampiresa, por otro lado, encontraba divertido el hecho de que Asher también lo usase con él.
La chica, no obstante, no prestaba ahora atención a lo que el lobo decía, estaba demasiado ocupada hablando con Syl de las ventajas que podía tener para el pelaje ser acariciado cada cierto tiempo, por supuesto, se lo estaba inventando todo.
Eltrant no dijo nada, rio de buen humor ante las palabras del lobo. ¿Gafe? No se equivocaba, no del todo. Dio un largo trago a su bebida y la dejó a un lado en la mesa.
- Primero – Dijo levantando un dedo – Ya no hago “misiones” – Se quedó en silencio unos instantes – …Hace un par de meses que dejé la guardia – Admitió finalmente, pidió otra copa.- Ahora soy un granjero, otra vez. - Sonrió.
- Seguro que te echaron – Cortó Lyn irrumpiendo en la conversación con una sonrisa. – Por gafe. – ¿Había estado atenta a lo que decía Asher? La vampiresa tenía una capacidad de atención para los insultos hacía su persona que no dejaba de sorprenderle.
- Me fui yo. – Contestó Eltrant cortante, frunciendo el ceño. Lyn se encogió de hombros y le despojó a Dann de su bebida tras susurrar un “¿Qué es esto? Huele bien”, segundos después, la vampiresa le devolvió la copa a Dannos con una sonrisa y un escueto “Me voy a pedir lo mismo, gracias” y volvió a acercarse a Syl.
- ¿Jugamos a las cartas? – Preguntó a Syl y a Dann, zarandeó a Kothán - Tengo una baraja – Se levantó y fue hasta la barra, dónde estaba el zorro - ¡Tú! ¡También juegas! – Ordenó. - ¿Quién más se apunta? – Posó sus ojos en Irirgo, aunque desvió la mirada rápidamente.
Eltrant se preguntó de dónde había sacado aquellas cartas y si sabría usarlas, suspiró y se limitó a sonreír, aquella actitud era la que conseguías si la vampiresa se sentía cómoda.
- Dejando eso a un lado… – Eltrant ignoró a Lyn y miró al lobo – Eres tú el que tiene como afición el meterse en líos. – Miró a los demás que aun si no querían unirse al juego de la ojiazul esta ya estaba repartiendo – Y eso me lleva a… ¿Qué os ha traído hasta la humilde Villa Centollo? – Sonrió, volvió hacia Asher. - ¿Me echabas de menos? – Le pasó el brazo por encima del hombro - ¿Es eso? Venga, admitelo…
Era imposible que el perro tuviese razón. No podía ser gafe. ¿Verdad?
No tanto.
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- Preparad las espadas. – Ordenó el líder del grupo subiéndose a su montura – Tenemos una aldea que purgar.
Eltrant Tale
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
Un gruñido ahogado, lo que habría sido una carcajada de haber abierto la boca, retumbó en la garganta del zorro al ver la reacción de la chiquilla. Sólo los niños se emocionaban tanto con su presencia. Los adultos, por otro lado, preferían mirarlo con desconfianza o superioridad, dependiendo de la ocasión. Se limitó a sonreír de oreja a oreja y mover suavemente la cola mientras el compañero de la chica se las arreglaba para sosegar tan avivado ánimo. Cuando la aparición de nuevos viajeros llamó la atención del mercenario, Zatch se inclinó disimuladamente hacia la pelinegra y susurró:
-Diez aeros por acariciarme las orejas. Cincuenta por la panza.
Los ojos de la cría brillaron y el zorro, experto en adivinar los pensamientos de la gente juzgando sus expresiones faciales, pudo ver que se moría de ganas por cerrar el trato. No obstante, a juzgar por la repentina mueca de frustración de ella, seguramente era el mercenario quien manejaba el dinero.
Estaba dispuesto a regatear, pero la muchachita se distrajo cuando el aparente conocido le habló. Zatch se encogió de hombros y volvió la atención a su jarra de cerveza, no sin antes mirar de reojo al pintoresco grupo de viajeros. Sintió especial curiosidad por el cánido más pequeño del grupo. ¿Un zorro? No, sabía reconocer a uno de los suyos y ese no lo era. ¿Un chacal, quizás? ¿O un coyote? También un gato y un enorme perro. ¡Cuatro hombres-bestia en una sola posada! Los humanos debían estar incomodándose, sin duda alguna.
Empinó la cerveza para beber lo poco que quedaba en ella cuando la amistosa -pero desmedidamente fuerte- palmada de su futura víctima hizo que metiese el hocico dentro de la jarra hasta hundir la nariz en el líquido. Tosió, estornudó y maldijo, sin entender a qué había venido aquello.
-¡Lo sentirás cuando te...! -Pero el tintineo de los aeros siendo depositados frente a él le hizo cambiar de opinión- ...Cuando teee lo agradezca más tarde. ¡Te perdono, compañero! -Y, por fin, terminó la bebida para inmediatamente pedir otra con el recién adquirido dinero.
Pero, al parecer, el universo finalmente estaba dispuesto a retribuirle todas las buenas acciones de su vida: Cuando la camarera le estaba sirviendo la jarra, otra más fue dejada frente a él.
-Cortesía del perr-... Del señor de allá.
Le dijo el posadero, señalándole al hombre-perro. Zatch se volteó con los ojos bien abiertos y le hizo un ademán de agradecimiento bajando la cabeza. Le costaba no chillar de la emoción; debía ser la primera vez en la vida que recibía algo gratis... sin haberlo exigido con un cuchillo, claro. Feliz como un niño en su cumpleaños, el zorro tomó ambas jarras de sus asas para ir alternando los sorbos que les daba. La cúspide de su euforia llegó cuando un sabroso plato de carne asada y verduras fue puesto frente a su hocico. Apartó las verduras y se dispuso a devorar con avidez escuchando, mientras tanto, la conversación que sucedía a sus espaldas.
Decían algo de un escolta, misiones, la guardia... ¿Que el mercenario había sido un guarda? Zatch frunció el ceño y miró con disimulo por sobre su hombro. El tipo le sonaba mucho. ¿Sería uno de los tantos inútiles que habían intentado arrestarlo? Bueno, si acababa de decir que había renunciado, no tenía por qué preocuparse.
Masticaba el último trozo de carne cuando una chillona voz demasiado cercana le provocó un respingo. -¡Tú! ¡También juegas! -¿Mh? Eh... -No le dio tiempo a responder. La chica lo arrancó del taburete tironeándolo del brazo, no parecía tener la opción de negarse. Y, para qué mentir, tampoco se resistió; estaba aburrido de estar solo. Con las orejas echadas hacia atrás, Zatch arrimó una silla a la mesa y saludó al grupo alzando la mano.
-Me llamo Zatch. ¿Encantado?
Era raro que se sintiese amedrentado ante desconocidos. Sin embargo, ya que nunca había estado frente a un grupo tan numeroso de bestias, se sentía inesperadamente nervioso.
Sintiéndose ajeno a la conversación aclaró su garganta y tomó las cartas, analizándolas meticulosamente. Por supuesto, no perdió la oportunidad de deslizar una bajo la manga de su capa sin que se diera cuenta. Mientras tanto seguía pensando de dónde le sonaba el hombre de la armadura. Y entonces, quizás por el eco de las palabras del perro, lo recordó.
-¡La torre del reloj! -Exclamó, estampando el puño con las cartas contra la mesa y apuntando al implicado con el índice de la otra mano- ¡Eres el guardia de aquella vez! -Miró a los demás con una sonrisa estúpida y, pasando a apuntarse el propio pecho con el dedo pulgar, procedió a explicar- Hace un tiempo luchamos juntos contra unas gárgolas. Bueno, yo lo salvé de dos de ellas. Este tipo -señaló entonces al ex-soldado- se trepó al reloj de Lunargenta para combatir a una, ¡y sí que le dieron duro por hacerse el héroe! Creímos que habías muerto,
amigo. -Apoyó los codos sobre la mesa y rió. Sus mirada, al igual que casi todas las demás, estaba clavada sobre el pobre muchacho- Vaya, la verdad que sí es bastante gafe. -Murmuró, echando una mirada cómplice al hombre-perro antes de volver a recoger las cartas.
Zatch
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
Syl escuchó hablar a la vampiresa, algo incómodo. Lyn se estaba acercándo demasiado. Su aspecto no le tranquilizaba en absoluto: nunca había tratado con niños, y era aún más extraño teniendo en cuenta que, probablemente, tenia varias veces su edad. Por otra parte, estaban los colmillos. La "niña" sonreía a menudo, y no era dificil ver el brillo que los humanos no tenian. Colmillos capaces de hundirse en la carne de cualquiera e inmovilizarles en cuestión de segundos.
Y el control mental. Los vampiros podian usar magia, y de las clases más oscuras y peligrosas. Ni siquiera con sus sentidos alerta podría darse cuenta de si la estaba ejerciendo o no. ¿Por qué tenía tanta obsesión con tocarlo? ¿Le sería más fácil controlarlo si le tocaba? No, no tenía sentido. Si quisiese alimento, podía simplemente agasajar al brujo. Dann era un objetivo mucho más fácil.
No entendía a los vampiros. El gato se mantuvo tenso. ¿Qué demonios era eso de que el ser acariciado era bueno para el pelaje? Ni que quisiese brillo en el pelo. Si brillaba, llamaría la atención. Lyn no parecía ser agresiva, pero era dificil de saber. Syl miró su jarra. No solía beber, pero aquella situación lo requería. Tomó el vaso y dio un largo trago, evitando hacer una mueca por el horrible sabor. Amargo. Demasiado amargo. Devolvió la jarra a la mesa y notó un ligero mareo. Para cuando miró alrededor, había sucedido un milagro. La chica había decidido hablar con Eltrant y Asher. El gato cerró los ojos y llevó la mano al colgante de su cuello, con el símbolo de su Guía. El Tigre. El espíritu que le protegía. Syl murmuró una corta plegaria, agradeciendo el breve descanso.
Aquella bendición no duró demasiado. La vampiresa no tardó en volver, esta vez con ánimo de jugar a las cartas. El felino frunció el ceño. ¿Cartas? Era bastante bueno en esas cosas, pero aquello iría en contra del objetivo que había asumido que la vampiresa tenía. Tal vez se equivocaba. Pero aun así...
-Yo... creo que me ausentaré por un rato. Vuelvo enseguida.- dijo, levantándose y dirigiendose a la puerta.
El aire libre le sentaba mucho mejor. El gato miró alrededor. Aún quedaba gente por las calles, aunque la mayoría se dirigían a sus hogares o a la taberna de la que acababa de salir. Lentamente, el hombre bestia paseó alrededor del edificio. Era el único que tenía dos plantas, pero aun así, superaba a la mayoría de árboles de la zona. Iba a tener que conformarse. Syl tomó carrerilla y saltó hacia la pared, sólo para tomar impulso en esta y trepar a la ventana adyacente. Desde ahí, ascendió hasta el tejado sin mucha dificultad y se tumbó sobre este.
Desde ahí, el ruido de la taberna era mucho menor. Y, lo que era mejor, podía observar las constelaciones.
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Dannos observó a la gente de alrededor, dando un pequeño sorbo a su bebida. La gente a la que solian denominar como "campesinos" resultaba casi predecible. No era dificil imaginar su reacción ante determinado estímulo. Si alzaba un pilar de piedra del suelo, le mirarian asombrados, enfadados o asustados, dependiendo de su conocimiento sobre magia. Si se tropezaba y hacia que alguien derramase su bebida, ese alguien estaría enfadado y esperaría una disculpa o compensación. O iniciaría una pelea, dependiendo de lo mucho que hubiese bebido.
Lo extraño era la uniformidad de reacciones. Eran tan similares. Si tomaba a su grupo como ejemplo, ante cada estímulo tendría cinco reacciones completamente distintas. Y no era algo exclusivo. Eltrant y Lyn también aportarían dos más. El hombre zorro desconocido, probablemente también sería distinto. ¿Que determinaba eso? Tenia que experimentar alguna vez.
El sabor dulce de su bebida le recordó a la música. Cantar siempre se le había dado bien, pero era algo tímido. Le daba vergüenza, y era más que consciente sobre ello. Sin embargo, desde que empezó a prácticar con la ocarina, no le había costado tanto el interpretar. Tal vez fuese porque era un regalo. Lamentaba el no haber visto a Merrigan de nuevo, pero estaba seguro de que la encontraría alguna vez.
Lamentablemente, era imposible tocar la ocarina y cantar al mismo tiempo, lo cual le impedía usar ambos talentos a la vez. ¿O tal vez...? ¿Sería posible el tocar un instrumento usando sólo telekinesis? Sonaba dificil. Necesitaria imitar la fuerza de un pulmón para empujar el aire, y bloquear los agujeros de la ocarina con pequeños tapones de fuerza. Un tensai de viento lo tendría mucho más fácil. Lo peor era que se arriesgaría a que el preciado instrumento se cayese al suelo y se rompiera, si se desconcentraba. Aunque, por otra parte... podía simplemente sujetarlo, e incluso tapar los agujeros sin soplar. Eso lo simplificaria.
Aun así, el esfuerzo de "soplar" usando telekinesis por tanto tiempo sería agotador. ¿Y si usaba runas? Podía hablarlo con Asher. Pero la ocarina ya estaba encantada. ¿Sería posible el crear un sello mágico estable con...?
La voz de Lyn sacó al brujo de sus pensamientos.
-Ah. Es... cidra dulce. Se hace con manzana.- respondió, algo sorprendido. La vampiresa le devolvió su bebida, y sugirió un juego. ¿Cartas? Dannos ladeó la cabeza, curioso. Sonaba interesante. -Vale. Aunque necesitaré que me expliques las normas.- respondió
El brujo observó atentamente a los movimientos de la vampiresa, al menos hasta que se acercó el hombre zorro. Este último consiguió atraer la atención de Dann. Era similar a Koth. Las orejas, sin embargo, eran parecidas en los cuatro hombres bestia. Triangulares, expresivas, siempre moviendose... ¿se les enfriarían en invierno, como a los humanos? Nunca se acordaba de preguntarle a Asher. Sabía que Syl no le respondería, y Koth simplemente reía como si se lo tomase a broma y cambiaba de tema. ¿Eran todos los hombres bestia tan elusivos?
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Koth continuó bebiendo, alegremente. Aunque no era dificil encontrar momentos para ello, raramente conseguía que el grupo le acompañase a celebrar. A pesar de su insistencia, el perro se negaba a probar trago, lo cual le quitaba parte de su diversión. Se moría por ver como actuaba sin toda esa fachada de "lobo feroz y malvado". Pero nada. Con el resto tampoco había tenido demasiado éxito. Irirgo no necesitaba que nadie le insistiese, Dannos solo se animaba con bebidas de poco alcohol, y Syl...
Syl ni siquiera le escucharía. Cada vez que le miraba, el hombre gato parecía estar a punto de meterle un virote entre las cejas. No lo entendía. Si bebiese tal vez se soltaría un poco. Pero apenas daba trago, y si lo hacía, era con una lentitud exasperante. No iba a llegar a nada de esa forma.
Sin embargo, el hecho de que hubiese un hombre zorro en el local también le devolvió de buen humor. Al fin tendria oportunidad para demostrar lo que quería. El desconocido se acercó empujado por Lyn, y esta empezó a repartir.
-¡Compañero!- dijo, saludandole con su bebida en mano. -Hazme un favor. Ayúdame a explicarles a estos cretinos la diferencia entre un zorro y un coyote.- pidió, señalando a Dann e Irirgo.
-Sigue empeñado en que no es un zorro.- explicó el último. -Yo digo que es igual. Es como un cruce entre Asher y Syl.- dijo. Koth suspiró.
-...a veces son un poco lentos, perdonalos. Encantado, Zatch. Yo soy Kothán. El viejo es Irirgo. El brujo se llama Dann, el de malas pulgas es Asher, y el... ¿dónde está Syl?- preguntó, mirando alrededor.- Syl es el gato. La pequeñaja se llama Lyn, y el otro humano es Elran Tail.- dijo, mostrando una sonrisa traviesa mientras miraba sus cartas.
-Creo que es por el color.- dijo Dann. -O los ojos. Los de Koth son verdes, y los de Zatch son... como los de Asher. Dorados.-
-¡No es sólo por el color!- replicó Koth, incrédulo. -¡Somos muy diferentes! ¡La cola de los zorros es más gruesa! ¡Y son más pequeños y ligeros!- aseguró.
Irirgo se inclinó, comparando la cola de ambos con la mirada.
-A mi me parecen iguales... tal vez la de Koth sea un poco más corta, pero... tampoco parece que haya diferencia de peso.- dijo Irirgo.
-La verdad es que no lo sé. Por mucho que lo mire, no sabría decir... es decir, Zatch tiene mucho más pelo, pero eso se puede estilizar, ¿no?- preguntó el brujo.
-Me vais a hacer llorar.- se quejó el zorro/coyote, derrumbandose sobre la mesa.
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-Asi que... ya no eres guardia, ¿eh?- pregunté. Curioso. Nunca le había conocido antes de que se uniese a la guardia. La verdad era que no sabía mucho de su vida, fuera de su caracter. Tenía que tener alguna charla con él, alguna vez. Conocerle de verdad. -Sabes, los granjeros no suelen llevar armadura completa por todas partes.- observé, sonriendo. -Seguro que te aburres y por eso te has buscado una excusa para salir... deberías unirte a nosotros en su lugar.-
El hombre zorro al que había invitado interrumpió, contando brevemente una de las hazañas del humano. Mi sonrisa se ensanchó, y acabé soltando una carcajada ante los comentarios de Zatch.
-Así que te pegaron por hacerte el héroe... es un buen resumen de tu día a día, ¿eh?- dije, socarrón. -Aunque, realmente, no es justo decir que es gafe. Gafe es alguien que atrae mala suerte. Tu no tienes mala suerte, simplemente te metes en lios por tus decisiones suicidas.- expliqué
Fue entonces cuando me di cuenta de que Syl había desaparecido. Algo le tenía que haber sentado mal... o tal vez fuese solo el ambiente. Era comprensible. A mi también me costaba entrar en lugares ocupados. Probablemente no era nada, pero tenía que asegurarme.
-Vuelvo en un minuto.- dije, levantándome. Salí hacia la puerta y al exterior. ¿Tejados, árboles o colina? La colina estaba demasiado lejos, y el resto eran demasiado bajos, salvo por...
Me encaramé al edificio del que acababa de salir, tirando de mi propio peso hacia arriba. Tras unos largos segundos, conseguí subir a la cima de la taberna, y me encontré con la curiosa mirada del felino.
-Ah... hola...- jadeé, apoyandome sobre mis piernas. -¿Todo bien?-
-Eh... sí.- respondió, algo extrañado. -¿Ocurre algo?-
-No, nada. Solo era para asegurarme. Por si te sentías incómodo.-
-Oh... gracias. Pero estoy bien, de verdad.
-Vale... vale.- dije, recuperando mi aliento. -Entonces, creo que volveré dentro. -El felino asintió, pero antes de que empezase a bajar...
-Espera.- dijo. Syl dio un par de pasos y me rodeó con los brazos en un abrazo. -Gracias por preocuparte.- dijo. Tras unos segundos, el gato retrocedió y me dedicó una sonrisa.
-Para eso estoy.- asentí, contento. Tras el breve encuentro, comencé mi descenso al suelo y volví a entrar en la taberna, mucho más tranquilo.
Asher Daregan
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
- Oh, eso… - Miró sorprendido al zorro, seguía sin recodarle, pero lo que contaba era verdad, al menos en parte. Justo después sonrió cansado a Asher y se encogió de hombros. – … Suele pasarme – Admitió cuando Zatch aseguró que muchos de los transeúntes que habían vislumbrado la pelea le habían tomado por muerto, alzó su copa.
Bajó la cabeza y clavó los ojos en su bebida ¿Había estado Zatch en la torre del reloj? Apenas comprendía lo que, realmente, sucedió aquella noche, no estaba seguro de que pudiese llamarlo siquiera noche, era algo que no terminaba de sentir correcto.
Suspiró, por otro lado sí que recordaba haber destruido parte del edificio en la pelea.
¿Cómo lo había hecho? Había intercambiado más de una decena de golpes con un monstruo de piedra, con una de las gárgolas que adornaban la torre; Como de costumbre había acabado herido, maltrecho, pero logró matar a aquella cosa al final, salvó la situación ¿No era verdad?.
Y aun así el resultado de la escaramuza fueron escombros por doquier, precipitándose al suelo desde las alturas, decenas de ciudadanos heridos por su culpa.
¿Por qué se tenía que acordar justo en aquel momento?
- … Por otro de mis tantos fracasos como guarda – Susurró levantando su jarra sin alzar la mirada en el mismo instante en el que Asher se dejó caer sobre su silla. ¿Había salido? No se había dado cuenta. Sacudió la cabeza y se levantó. – Me toca salir a que me dé un poco el aire – Dijo casualmente a los presentes tomando los guanteletes que descansaban a su lado.
Notó como Lyn dejaba de repartir por unos instantes y se paraba a mirarle fijamente cuando escuchó estas palabras, podía notar como la muchacha analizaba la decisión que acababa de tomar.
- No tardes – Dijo al final volviendo al juego, Eltrant asintió como toda respuesta. – Te necesito para equilibrar la balanza. – El exmercenario sonrió. – ¡Si juegas en mi equipo seguro que ganamos, Mortal!
- Deja de adularme, no te voy a dar más dinero. – Contestó este riendo. – Tú trata de no perderlo.
Antes de irse lanzó una última mirada a los miembros de la familia de Asher y a Zatch, como todos conversaban, las bromas que hacían mientras jugaban a las cartas.
- Me… me has pillado. ¡En realidad eres horrible jugando! ¡Que lo sepas! – Aseguró cruzándose de brazos, ruborizada – …Menos mal que no estás en mi equipo, me has quitado un peso de encima. ¡Ahora voy con Kothán! ¡Que… que es mejor que tú! – Señaló al coyote - Pero claro, soy tan amable que me veía obligada a decírtelo. ¡Agradécemelo, Mortal!
- Ya, ya. Lo que tú digas. Gracias. - Una escueta sonrisa se dibujó en su rostro al oír aquellas palabras, se encaminó al exterior.
No había pasado por alto las palabras del lobo, ¿Unirse a su grupo?, si bien era tentador no creía que fuese una buena idea. Para empezar no compartía los ideales del perro, la justicia que este hacía valer a los nobles a Eltrant le parecía venganza, una venganza, no obstante, que el lobo se había ganado a pulso el reclamar.
Caminó hasta la playa, algo que se traducía a, básicamente, dar un par de pasos hasta pasar de largo el edificio del que acababa de salir. Una vez sobre la arena dejó caer los guanteletes a un lado y desenvainó su espada lentamente.
Se concentró en el suave sonido del oleaje y volvió a tomar aire, dejó que el aroma a salitre inundase sus pulmones.
El brillo azul de la hoja que tenía entre las manos era irregular, cambiante, ya no era uniforme. No le extrañaba, aunque había conseguido reparar el arma con sus pobres habilidades de herrero esta seguía teniendo una cicatriz perfectamente visible en mitad de la hoja, una marca que no había conseguido borrar por más que lo había intentado.
Palpó el metal con la yema de los dedos, sintiendo el efecto gélido de la runa que daba poder al arma.
- Ahora somos iguales… - Murmuró - ¿No?
Puede que Asher hubiese tratado de diluir sus palabras al final, pero no dejaba de tener razón. Era gafe, atraía la mala suerte. Y si no lo era, la alternativa no era precisamente tranquilizadora.
¿Cuántos inocentes habían muerto por que se había inmiscuido en cosas que no le interesaban?
Sentía que hacía lo correcto, eso era lo peor. ¿Se estaba equivocando? ¿Habría tenido Lyn, por ejemplo, un viaje más tranquilo sin su presencia?
Clavó la espada en la arena y se sentó junto a ella, para después depositar su mirada en el horizonte, en la fina línea apenas visible que separaba el mar del firmamento. Unos minutos más y volvería adentro.
Se mordió el labio inferior cuando el felino se marchó, pero hizo como si no pasase nada, continuó repartiendo cartas con la mejor sonrisa que podía poner, incluso pasó por alto el hecho de que el zorro que respondía al nombre de Zatch se hubiese escondido un as bajo la manga.
¿De verdad era tan molesta? ¿Se había marchado Syl por que no soportaba su actitud o era porque temía que fuese a saltarle al cuello por su sangre en cualquier momento?
Respiró de forma pausada, tratando de luchar contra la necesidad de desvanecerse del bar y buscó la mirada del Mortal, esperando algo parecido a una mirada tranquilizadora, no obstante el muy inútil parecía haber descubierto algo realmente interesante al fondo de su jarra pues estaba como en trance, susurrando cosas en voz baja.
Jugueteó con su flequillo, estuvo a punto de acercarse a ver si le ocurría algo serio, llevaba el tiempo suficiente con el castaño como para saber interpretar, en mayor o menor medida, cuando le rondaba algo por la cabeza.
Aunque también era cierto que tampoco era tan difícil leerle, había conocido ladrillos capaces de ocultar mejor sus emociones.
Cuando el exmercenario se levantó y afirmó que necesitaba tomar el aire se incorporó levemente, dispuesta a seguirle, pero no era tonta, era evidente que necesitaba un tiempo a solas por lo que volvió a sentarse y volvió a tomar sus cartas.
- No tardes.– Dijo con sencillez. – Te necesito para equilibrar la balanza – Bromeó sonriendo, tratando de animar un poco al Mortal - ¡Si juegas en mi equipo seguro que ganamos, Mortal!
- Deja de adularme, no te voy a dar más dinero. – Respondió Eltrant riendo, por una parte había conseguido lo que pretendía, aquella carcajada no la había fingido, por otro lado Lyn se quedó muda unos instantes, después frunció el ceño, sus mejillas adquirieron un leve tono rojo – Tú trata de no perderlo.
Encima que se preocupaba por él, era un idiota. ¡Un idiota! ¡Tenía una piedra por cerebro! ¡No! ¡Una piedra era demasiado para él! ¡Serrín! ¡Tenía serrín en la cabeza!
- Me… me has pillado. – Pronunció - ¡En realidad eres horrible jugando! ¡Que lo sepas! – Exclamó tratando de buscar las palabras adecuadas – …Menos… menos mal que no estás en mi equipo, me has quitado un peso de encima. - Se cruzó de brazos - ¡Ahora voy con Kothán! ¡Que… que es mejor que tú! ¡Mucho mejor! – Señaló al coyote - Pero claro, soy tan amable que me veía obligada a decírtelo. ¡Agradécemelo, Mortal!
- Ya, ya. Lo que tú digas. Gracias - Lyn suspiró y le miró alejarse. ¿Le habría hecho daño? Se disculparía después en cualquier caso, aunque parecía haberle visto sonreír, algo al menos. A veces era demasiado dura con él.
Se giró hacía el resto del grupo y se aclaró la garganta.
- ¿No sois los dos zorros? – Preguntó metiéndose en la conversación – A mí me parecéis zorros – Sonrió a Kothán – Aunque… no he visto muchos… – Se llevó ambas manos hasta la barbilla pensativa.
Las distantes luces de Villa Centollo ya eran perfectamente visibles, no tardarían demasiado, apenas una hora más.
- ¡Desmontad! – Ordenó bajándose de su caballo de un salto – A partir de aquí vamos a pie. Que no nos oigan llegar.
Bajó la cabeza y clavó los ojos en su bebida ¿Había estado Zatch en la torre del reloj? Apenas comprendía lo que, realmente, sucedió aquella noche, no estaba seguro de que pudiese llamarlo siquiera noche, era algo que no terminaba de sentir correcto.
Suspiró, por otro lado sí que recordaba haber destruido parte del edificio en la pelea.
¿Cómo lo había hecho? Había intercambiado más de una decena de golpes con un monstruo de piedra, con una de las gárgolas que adornaban la torre; Como de costumbre había acabado herido, maltrecho, pero logró matar a aquella cosa al final, salvó la situación ¿No era verdad?.
Y aun así el resultado de la escaramuza fueron escombros por doquier, precipitándose al suelo desde las alturas, decenas de ciudadanos heridos por su culpa.
¿Por qué se tenía que acordar justo en aquel momento?
- … Por otro de mis tantos fracasos como guarda – Susurró levantando su jarra sin alzar la mirada en el mismo instante en el que Asher se dejó caer sobre su silla. ¿Había salido? No se había dado cuenta. Sacudió la cabeza y se levantó. – Me toca salir a que me dé un poco el aire – Dijo casualmente a los presentes tomando los guanteletes que descansaban a su lado.
Notó como Lyn dejaba de repartir por unos instantes y se paraba a mirarle fijamente cuando escuchó estas palabras, podía notar como la muchacha analizaba la decisión que acababa de tomar.
- No tardes – Dijo al final volviendo al juego, Eltrant asintió como toda respuesta. – Te necesito para equilibrar la balanza. – El exmercenario sonrió. – ¡Si juegas en mi equipo seguro que ganamos, Mortal!
- Deja de adularme, no te voy a dar más dinero. – Contestó este riendo. – Tú trata de no perderlo.
Antes de irse lanzó una última mirada a los miembros de la familia de Asher y a Zatch, como todos conversaban, las bromas que hacían mientras jugaban a las cartas.
- Me… me has pillado. ¡En realidad eres horrible jugando! ¡Que lo sepas! – Aseguró cruzándose de brazos, ruborizada – …Menos mal que no estás en mi equipo, me has quitado un peso de encima. ¡Ahora voy con Kothán! ¡Que… que es mejor que tú! – Señaló al coyote - Pero claro, soy tan amable que me veía obligada a decírtelo. ¡Agradécemelo, Mortal!
- Ya, ya. Lo que tú digas. Gracias. - Una escueta sonrisa se dibujó en su rostro al oír aquellas palabras, se encaminó al exterior.
No había pasado por alto las palabras del lobo, ¿Unirse a su grupo?, si bien era tentador no creía que fuese una buena idea. Para empezar no compartía los ideales del perro, la justicia que este hacía valer a los nobles a Eltrant le parecía venganza, una venganza, no obstante, que el lobo se había ganado a pulso el reclamar.
Caminó hasta la playa, algo que se traducía a, básicamente, dar un par de pasos hasta pasar de largo el edificio del que acababa de salir. Una vez sobre la arena dejó caer los guanteletes a un lado y desenvainó su espada lentamente.
Se concentró en el suave sonido del oleaje y volvió a tomar aire, dejó que el aroma a salitre inundase sus pulmones.
El brillo azul de la hoja que tenía entre las manos era irregular, cambiante, ya no era uniforme. No le extrañaba, aunque había conseguido reparar el arma con sus pobres habilidades de herrero esta seguía teniendo una cicatriz perfectamente visible en mitad de la hoja, una marca que no había conseguido borrar por más que lo había intentado.
Palpó el metal con la yema de los dedos, sintiendo el efecto gélido de la runa que daba poder al arma.
- Ahora somos iguales… - Murmuró - ¿No?
Puede que Asher hubiese tratado de diluir sus palabras al final, pero no dejaba de tener razón. Era gafe, atraía la mala suerte. Y si no lo era, la alternativa no era precisamente tranquilizadora.
¿Cuántos inocentes habían muerto por que se había inmiscuido en cosas que no le interesaban?
Sentía que hacía lo correcto, eso era lo peor. ¿Se estaba equivocando? ¿Habría tenido Lyn, por ejemplo, un viaje más tranquilo sin su presencia?
Clavó la espada en la arena y se sentó junto a ella, para después depositar su mirada en el horizonte, en la fina línea apenas visible que separaba el mar del firmamento. Unos minutos más y volvería adentro.
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Se mordió el labio inferior cuando el felino se marchó, pero hizo como si no pasase nada, continuó repartiendo cartas con la mejor sonrisa que podía poner, incluso pasó por alto el hecho de que el zorro que respondía al nombre de Zatch se hubiese escondido un as bajo la manga.
¿De verdad era tan molesta? ¿Se había marchado Syl por que no soportaba su actitud o era porque temía que fuese a saltarle al cuello por su sangre en cualquier momento?
Respiró de forma pausada, tratando de luchar contra la necesidad de desvanecerse del bar y buscó la mirada del Mortal, esperando algo parecido a una mirada tranquilizadora, no obstante el muy inútil parecía haber descubierto algo realmente interesante al fondo de su jarra pues estaba como en trance, susurrando cosas en voz baja.
Jugueteó con su flequillo, estuvo a punto de acercarse a ver si le ocurría algo serio, llevaba el tiempo suficiente con el castaño como para saber interpretar, en mayor o menor medida, cuando le rondaba algo por la cabeza.
Aunque también era cierto que tampoco era tan difícil leerle, había conocido ladrillos capaces de ocultar mejor sus emociones.
Cuando el exmercenario se levantó y afirmó que necesitaba tomar el aire se incorporó levemente, dispuesta a seguirle, pero no era tonta, era evidente que necesitaba un tiempo a solas por lo que volvió a sentarse y volvió a tomar sus cartas.
- No tardes.– Dijo con sencillez. – Te necesito para equilibrar la balanza – Bromeó sonriendo, tratando de animar un poco al Mortal - ¡Si juegas en mi equipo seguro que ganamos, Mortal!
- Deja de adularme, no te voy a dar más dinero. – Respondió Eltrant riendo, por una parte había conseguido lo que pretendía, aquella carcajada no la había fingido, por otro lado Lyn se quedó muda unos instantes, después frunció el ceño, sus mejillas adquirieron un leve tono rojo – Tú trata de no perderlo.
Encima que se preocupaba por él, era un idiota. ¡Un idiota! ¡Tenía una piedra por cerebro! ¡No! ¡Una piedra era demasiado para él! ¡Serrín! ¡Tenía serrín en la cabeza!
- Me… me has pillado. – Pronunció - ¡En realidad eres horrible jugando! ¡Que lo sepas! – Exclamó tratando de buscar las palabras adecuadas – …Menos… menos mal que no estás en mi equipo, me has quitado un peso de encima. - Se cruzó de brazos - ¡Ahora voy con Kothán! ¡Que… que es mejor que tú! ¡Mucho mejor! – Señaló al coyote - Pero claro, soy tan amable que me veía obligada a decírtelo. ¡Agradécemelo, Mortal!
- Ya, ya. Lo que tú digas. Gracias - Lyn suspiró y le miró alejarse. ¿Le habría hecho daño? Se disculparía después en cualquier caso, aunque parecía haberle visto sonreír, algo al menos. A veces era demasiado dura con él.
Se giró hacía el resto del grupo y se aclaró la garganta.
- ¿No sois los dos zorros? – Preguntó metiéndose en la conversación – A mí me parecéis zorros – Sonrió a Kothán – Aunque… no he visto muchos… – Se llevó ambas manos hasta la barbilla pensativa.
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Las distantes luces de Villa Centollo ya eran perfectamente visibles, no tardarían demasiado, apenas una hora más.
- ¡Desmontad! – Ordenó bajándose de su caballo de un salto – A partir de aquí vamos a pie. Que no nos oigan llegar.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
Apenas se sentó a la mesa, el gato, cuyo nombre -como luego sabría- era Syl, se excusó para alejarse del grupo. El zorro no lo pasó por alto, aunque ni un músculo de su rostro lo evidenció. Por mucho que se escondiera tras una gruesa barrera de falsa autoestima, en realidad era bastante inseguro y esas situaciones lo ponían nervioso. ¿Se habría marchado por su culpa? ¿No le gustarían los cánidos? Improbable; parecía llevarse bien con el perro y el coyote. ¿Quizá desconfiaba de los extraños? Pues bastante razón tenía al hacerlo. Se encogió de hombros y suspiró.
-Probablemente le sucede cualquier otra cosa. Y si no es así... ¿qué me importa? Ni siquiera lo conozco.
Se regañó. No obstante, seguía molestándole. Le hacía ilusión confraternizar con otros hombres-bestia y, aunque jamás lo admitiría en voz alta, con ellos no se sentía como con los humanos. Existía, o por lo menos así lo percibía él, una unión tácita casi fraternal entre los de su tipo. Las bestias se entendían entre ellas y la gran mayoría, si no todos, había sufrido cosas similares en sus vidas: rechazo, hostilidad, desprestigio... sólo por haber nacido con esos rasgos. Era un pensamiento que incluso él mismo tachaba de infantil pero, cosa inusual en él, esta vez le importaba caerle bien a sus congéneres.
Por ello se alegró al percibir que parecía agradarle a Kothán... aunque quizás, como él mismo solía hacer, se trataba más de actuación que de verdadera simpatía. El cánido presentó a sus compañeros, a lo cual Zatch iba mirando a cada uno para asociar rostros con nombres. Pero, cuando llegó el turno del mercenario, rió tan fuerte que casi se cae de la silla.
-¡Elran Tail! -Repitió entre carcajadas ahogadas por gruñidos que se le escapaban de la garganta- ¿¡No deberías tener un nombre un poco más... imponente!? -Sus risotadas se extendieron al coyote y, aunque más por lo bajo, a la “jovencita” de cabello oscuro- B-Bueno... ahora entiendo por qué atenta contra su vida tan seguido. Teniendo ese nombre yo también lo haría. -Murmuró, haciendo que Kothán escupiese su bebida por la risa.
Pese al buen ánimo de la reunión, luego el hombre perro, Asher, se levantó también. El zorro había visto su mirada de preocupación ante la partida del gato. Miradas similares lo siguieron a él cuando salió. Parecían ser un grupo muy unido pese a las evidentes diferencias... casi como una familia. Zatch sintió envidia. Lo más cercano que había tenido él a una familia, quitando a los traidores con quienes compartía sangre, era Ingela, su... ¿podría llamarla “novia”? Pero ni siquiera sabía qué había sido de ella, dado que el caos en Lunargenta causado por las revueltas de los enfermos había sido tan intenso como para llevarlos por caminos separarlos. Esperaba que estuviera bien, que siguiera junto a la elfa... y que no se contagiara. Sintió un nudo en la garganta ante la idea de perderla, de volver a estar completamente solo en el mundo. Quizás era un nudo parecido al que acababa de sentir Asher ante la repentina salida de su compañero.
El tiempo pasaba entre charlas triviales y cartas que iban y venían, tal como los comensales. El perro regresó, pero entonces el ex-guardia salió, suscitando una larga mirada por parte del zorro, que luego se fijó en Lyn. Todos en esa mesa parecían sentir un profundo aprecio por alguien más. Incluso él la estaba pasando bien, sensación que ya casi ni siquiera recordaba, tanto que hasta olvidó que estaba codeándose con la pareja que acechó durante horas con intenciones mucho más dañinas que un simple juego de cartas. Además, la conversación era tan entretenida (¡y encima trataba de él!) que no pensaba retirarse de la mesa.
-Los zorros somos más inteligentes y mejor parecidos. -Intervino, aunque ante la mirada indignada del coyote rompió a reír- ¡Es broma! -entonces se inclinó hacia Lyn para susurrar- En realidad no lo es. -luego volvió a alzar la voz- Es como dice Kothán. El color, la cola, el tamaño... Ah, también tú deberías ser muy veloz, ¿no? -El coyote asintió con orgullo- ...Pero probablemente yo soy más ágil, creo. -Se señaló con el dedo pulgar. En realidad, en cuanto a altura, Zatch era bastante alto, midiendo 180cm. Quizás lo había heredado de su familia materna; al no haber conocido a su padre no podía saberlo con certeza. El caso era que, aunque similares en tamaño, el zorro era mucho más delgado que el coyote- De todas maneras, sólo los más avispados pueden notar la diferencia. Algunos idiotas hasta me confunden un perro... sin ofender. -Dijo alzando las manos ante Asher como gesto pacífico -¡A mi también! -Gimió Kothán. Zatch asintió y le palmeó la espalda con compañerismo, murmurando algo respecto a la estupidez innata de los humanos y que no podían hacer nada al respecto.
-En fin, ahora a lo importante. Doblo, ¡no! Triplico las apuestas. ¿Quién se anima? -Entonces, volviendo la atención al juego de cartas, desprendió las dos vainas que pendían de su cinturón para dejar sobre la mesa el par de dagas. Una era normal y corriente, su empuñadura de cuero se veía bastante gastada. La otra, sin embargo, tenía un acabado finísimo con coloridas piedras incrustadas en el pomo e incluso la guarda parecía ser de oro, además de exhibir detalles dorados sobre la filosa hoja. Era la daga que había recibido como “condecoración” por su nuevo estatus de asesino. Probablemente su precio era altísimo. Pero, dado que jamás sabía cuándo parar de apostar (una de las tantas razones por las cuales medio Aerandir lo buscaba era para que saldara sus deudas... y para rebanarle el cuello, claro) la acababa de dejar con toda seguridad de que ganaría. Y confiaba en que así lo haría, pues aún no había usado su as bajo la manga.
-Vamos, si subes tu apuesta podrías conseguir los aeros que te faltan para... ya sabes. -Incentivó a Lyn, guiñándole un ojo y moviendo una de las orejas con gesto astuto.
No hubiese podido decir qué hora era, pero seguramente bastante tarde. Al llegar, todas las mesas estaban ocupadas. Poco a poco la gente se marchaba a descansar, por lo cual ahora sólo quedaban ellos y un par de personas más, aparte del posadero. Incluso la camarera limpiaba los últimos vasos con cierta modorra y comenzaba a desatarse el delantal. El ameno ambiente auguraba una noche tranquila.
-Probablemente le sucede cualquier otra cosa. Y si no es así... ¿qué me importa? Ni siquiera lo conozco.
Se regañó. No obstante, seguía molestándole. Le hacía ilusión confraternizar con otros hombres-bestia y, aunque jamás lo admitiría en voz alta, con ellos no se sentía como con los humanos. Existía, o por lo menos así lo percibía él, una unión tácita casi fraternal entre los de su tipo. Las bestias se entendían entre ellas y la gran mayoría, si no todos, había sufrido cosas similares en sus vidas: rechazo, hostilidad, desprestigio... sólo por haber nacido con esos rasgos. Era un pensamiento que incluso él mismo tachaba de infantil pero, cosa inusual en él, esta vez le importaba caerle bien a sus congéneres.
Por ello se alegró al percibir que parecía agradarle a Kothán... aunque quizás, como él mismo solía hacer, se trataba más de actuación que de verdadera simpatía. El cánido presentó a sus compañeros, a lo cual Zatch iba mirando a cada uno para asociar rostros con nombres. Pero, cuando llegó el turno del mercenario, rió tan fuerte que casi se cae de la silla.
-¡Elran Tail! -Repitió entre carcajadas ahogadas por gruñidos que se le escapaban de la garganta- ¿¡No deberías tener un nombre un poco más... imponente!? -Sus risotadas se extendieron al coyote y, aunque más por lo bajo, a la “jovencita” de cabello oscuro- B-Bueno... ahora entiendo por qué atenta contra su vida tan seguido. Teniendo ese nombre yo también lo haría. -Murmuró, haciendo que Kothán escupiese su bebida por la risa.
Pese al buen ánimo de la reunión, luego el hombre perro, Asher, se levantó también. El zorro había visto su mirada de preocupación ante la partida del gato. Miradas similares lo siguieron a él cuando salió. Parecían ser un grupo muy unido pese a las evidentes diferencias... casi como una familia. Zatch sintió envidia. Lo más cercano que había tenido él a una familia, quitando a los traidores con quienes compartía sangre, era Ingela, su... ¿podría llamarla “novia”? Pero ni siquiera sabía qué había sido de ella, dado que el caos en Lunargenta causado por las revueltas de los enfermos había sido tan intenso como para llevarlos por caminos separarlos. Esperaba que estuviera bien, que siguiera junto a la elfa... y que no se contagiara. Sintió un nudo en la garganta ante la idea de perderla, de volver a estar completamente solo en el mundo. Quizás era un nudo parecido al que acababa de sentir Asher ante la repentina salida de su compañero.
El tiempo pasaba entre charlas triviales y cartas que iban y venían, tal como los comensales. El perro regresó, pero entonces el ex-guardia salió, suscitando una larga mirada por parte del zorro, que luego se fijó en Lyn. Todos en esa mesa parecían sentir un profundo aprecio por alguien más. Incluso él la estaba pasando bien, sensación que ya casi ni siquiera recordaba, tanto que hasta olvidó que estaba codeándose con la pareja que acechó durante horas con intenciones mucho más dañinas que un simple juego de cartas. Además, la conversación era tan entretenida (¡y encima trataba de él!) que no pensaba retirarse de la mesa.
-Los zorros somos más inteligentes y mejor parecidos. -Intervino, aunque ante la mirada indignada del coyote rompió a reír- ¡Es broma! -entonces se inclinó hacia Lyn para susurrar- En realidad no lo es. -luego volvió a alzar la voz- Es como dice Kothán. El color, la cola, el tamaño... Ah, también tú deberías ser muy veloz, ¿no? -El coyote asintió con orgullo- ...Pero probablemente yo soy más ágil, creo. -Se señaló con el dedo pulgar. En realidad, en cuanto a altura, Zatch era bastante alto, midiendo 180cm. Quizás lo había heredado de su familia materna; al no haber conocido a su padre no podía saberlo con certeza. El caso era que, aunque similares en tamaño, el zorro era mucho más delgado que el coyote- De todas maneras, sólo los más avispados pueden notar la diferencia. Algunos idiotas hasta me confunden un perro... sin ofender. -Dijo alzando las manos ante Asher como gesto pacífico -¡A mi también! -Gimió Kothán. Zatch asintió y le palmeó la espalda con compañerismo, murmurando algo respecto a la estupidez innata de los humanos y que no podían hacer nada al respecto.
-En fin, ahora a lo importante. Doblo, ¡no! Triplico las apuestas. ¿Quién se anima? -Entonces, volviendo la atención al juego de cartas, desprendió las dos vainas que pendían de su cinturón para dejar sobre la mesa el par de dagas. Una era normal y corriente, su empuñadura de cuero se veía bastante gastada. La otra, sin embargo, tenía un acabado finísimo con coloridas piedras incrustadas en el pomo e incluso la guarda parecía ser de oro, además de exhibir detalles dorados sobre la filosa hoja. Era la daga que había recibido como “condecoración” por su nuevo estatus de asesino. Probablemente su precio era altísimo. Pero, dado que jamás sabía cuándo parar de apostar (una de las tantas razones por las cuales medio Aerandir lo buscaba era para que saldara sus deudas... y para rebanarle el cuello, claro) la acababa de dejar con toda seguridad de que ganaría. Y confiaba en que así lo haría, pues aún no había usado su as bajo la manga.
-Vamos, si subes tu apuesta podrías conseguir los aeros que te faltan para... ya sabes. -Incentivó a Lyn, guiñándole un ojo y moviendo una de las orejas con gesto astuto.
No hubiese podido decir qué hora era, pero seguramente bastante tarde. Al llegar, todas las mesas estaban ocupadas. Poco a poco la gente se marchaba a descansar, por lo cual ahora sólo quedaban ellos y un par de personas más, aparte del posadero. Incluso la camarera limpiaba los últimos vasos con cierta modorra y comenzaba a desatarse el delantal. El ameno ambiente auguraba una noche tranquila.
Zatch
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
Eltrant salió después de verme entrar. ¿Me había perdido algo? Lyn pareció hacer un esfuerzo para que este se sintiese mejor, pero tal vez cayese en vano: o el humano era idiota, o realmente le preocupaba algo distinto. Probablemente ambas. Suspiré. ¿Iba detrás de él?
Era raro. No le conocía tan bien, a pesar de todo. Nunca habiamos tenido una larga conversación. No le entendía, y probablemente él tampoco me entendía a mi. Miré a Irirgo. El dragón parecía algo ausente, muy distinto de como solia ser cuando bebía. Tras unos segundos, se levantó.
-Voy a ver que tal está Eltrant.- dijo. Le miré, algo sorprendido. Definitivamente debía haberme perdido algo. Se hizo un momento un poco tenso entre el resto.
-Con tanta gente yendo y viniendo, esto parece un mercado...- dijo Koth, rompiendo el silencio. Los chicos retornaron a su juego de cartas. Dann parecía haber sido bastante cuidadoso, y no había perdido gran cosa, a diferencia del zorro-coyote, cuyo capital crecia y disminuia rápidamente. La discusión sobre su raza me resultaba un poco cómica, pero era extraño. Kothán era un buen mentiroso. Era dificil saber si realmente era un coyote como insistia, pero parecía serio sobre el tema.
-La verdad... físicamente, tienes todos los rasgos de un zorro, pero realmente me da igual. Si te consideras un coyote, por mi, lo eres.- declaré, encogiendome de hombros.
-¿Y si dijese que es un humano? ¿Sería lo mismo?- preguntó Dann.
-Si es importante para él, sí.- dije simplemente. -Es cosa suya. No soy quien para decirle a otra gente como deberian sentirse.- Koth me miró, algo sorprendido. Finalmente, asintió con la cabeza lentamente.
-Gracias.- murmuró. -Ahora... ¿quieres ver como gano?- preguntó, recuperando su tono alegre.
Fue entonces cuando Zatch hizo un gesto algo osado, apostando una daga ornamentada. El arma me sonaba de algo. ¿De donde la había sacado? Era un arma... elegante. Más para mostrar estatus que práctica, aunque era evidente que también hacía su trabajo. Tal vez la hubiese robado. Me pateé a mi mismo por pensar aquello: que fuese de mi raza no significaba que fuese como yo. Pero realmente parecía la clase de persona que lo hacía. Después de todo, si le tuviese apego sentimental, no la apostaría así como así, ¿no?
Fuera como fuese, no podía permitir que las cosas diesen aquel giro.
-Vale, entonces yo...- empezó Koth.
-Espera, espera.- le detuve, levantándome. -Os estais yendo un poco lejos para ser un juego amistoso. No voy a dejar que te lleves su daga, ni que pidas dinero prestado para pagar deudas.- dije, mirando fijamente a Koth.
-¡Eh! Creo que puedo decidir esas cosas yo solo, gracias.- respondió. El hombre bestia me devolvió la mirada, desafiante, pero no tenia mucha determinación en sus ojos.
-...creo que Asher tiene razón.- intervino el brujo. -No quiero que nos acabemos enfadando por esto.-
-Mmmh... bah, vale.- dijo, recogiendo sus apuestas. -Aguafiestas... estaba a punto de destrozarle...- refunfuñó. No lo dudaba. Aunque si dudaba de que fuese limpiamente.
-¿Te ocurre algo, Zatch?- inquirí. -No he visto a gente apostar así, salvo cuando están desesperados por ganar... si realmente necesitas aeros, puedes trabajar con nosotros.- ofrecí, señalándome con el pulgar.
-Esto empieza a parecer un clan de hombres bestia.- le comentó el brujo a la niña.
-Bueno, no es como si le estuviese ofreciendo un hueco permanente. Eso lo tendría que hablar con el resto. Pero seguro que nos puedes echar una mano con algún trabajo aquí o allá.- dije. Había reconocido la daga. Era del gremio de asesinos, lo cual era prueba de sus talentos: o pertenecia al gremio, o había matado a alguien de él. -De todos modos... ¿por qué no nos cuentas un poco sobre ti? ¿De donde eres?-
-Oh, a mi no me hiciste esa entrevista.- dijo Koth, volviendo a la conversación. -¡Yo quiero! Vengo de Dundarak.-
-...eso ya lo sabia. Te encontramos allí.- respondí, arqueando una ceja.
-Si. Bueno. Quiero decir que nací allí... y nunca he viajado demasiado, la verdad. ¿De donde eres tú, listillo?- preguntó.
-Ah... es cierto, nunca nos lo has contado realmente.- dijo el brujo, apoyándose sobre la mesa interesadamente.
-Ya veo... así que os gustaría saberlo, ¿hmm?- pregunté, reclinandome sobre mi asiento. Examiné mis manos, moviendo mis garras y haciendome el interesante. -Tal vez os lo cuente... por un precio. Historia por historia.- dije con mi sonrisa lopuna. Señalé a Zatch. -¿Que te parece? Tú primero.
Irirgo miró alrededor, buscando al humano. No le costó demasiado: apenas había gente allí fuera. La mayoría debía estar en sus casas. Eltrant estaba sentado en la playa. Observando el oleaje, tal vez. Era dificil culparle: el mar en ese sitio estaba mucho más calmado que en las tierras del norte de donde procedía el dragón. Allí, los acantilados eran gigantescos, y el agua se esforzaba por lanzarse una y otra vez contra la piedra, intentando derruirla.
La única gente que se acercaba tanto al mar lo hacía para no volver nunca. El recuerdo asaltó su cabeza. La furia del oleaje y el viento, silbando en sus oidos con fuerza. El dolor de cabeza. Se sentía pesado. Le costaba respirar. Solo tenía que dar un paso más.
El dragón reprimió ese pensamiento.
Avanzó lentamente hacia el humano, no muy seguro de que decir. Finalmente, se decidió por unas palabras y se sentó a su lado.
-Pareces alguien que se preocupa por cosas.- dijo el veterano. -Sé como es eso. No te importa que me siente, ¿verdad?- preguntó.
-Es una mala costumbre que tenemos, pero es parte de la vida. Todo el mundo se preocupa... incluso Asher, aunque no lo parezca. Es lo que une a la gente. Tu te preocupas por él. Él por ti, y por todos nosotros. Syl por él. Yo por Syl y Dann. Dann por... sus libros.- sonrió. -Y así. Esa chica... Lyn. Se preocupa por ti.- admitió, algo incómodo. -A pesar de lo que haya dicho.-
-El problema... nuestro problema, es que nos preocupamos por muchas más cosas de las que deberiamos. Según lo que dice Asher... y según lo que he visto y oido. Tu eres un héroe, a sus ojos. Yo lo intenté ser, en su momento.- explicó, suspirando. -Es el peor trabajo del mundo.-
El centenario se apoyó sobre la arena. Hacía una buena noche.
-Sé muy bien que no nos conocemos tanto, pero... soy viejo. Eso me hace objetivamente superior al resto, y me da la responsabilidad de dar consejo a todo el mundo. -sonrió. -Si tienes algo metido en tu cabeza, suele ser mejor hablarlo con alguien. Antes de que hagas algo estúpido.-
La luna brillaba sobre el mar con intensidad. Respiró hondo, y escuchó.
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Zatch: Cuidado con usar NPCs ajenos. No has hecho nada malo ni excesivo (de hecho, has llevado a Koth de forma bastante fiel), pero no suelo permitir que otros users los dirijan. No es necesario que edites, por supuesto: solo lo digo como referencia futura. Si te parece, podemos llegar a un acuerdo al respecto sobre usar al coyotezorro en concreto.
Era raro. No le conocía tan bien, a pesar de todo. Nunca habiamos tenido una larga conversación. No le entendía, y probablemente él tampoco me entendía a mi. Miré a Irirgo. El dragón parecía algo ausente, muy distinto de como solia ser cuando bebía. Tras unos segundos, se levantó.
-Voy a ver que tal está Eltrant.- dijo. Le miré, algo sorprendido. Definitivamente debía haberme perdido algo. Se hizo un momento un poco tenso entre el resto.
-Con tanta gente yendo y viniendo, esto parece un mercado...- dijo Koth, rompiendo el silencio. Los chicos retornaron a su juego de cartas. Dann parecía haber sido bastante cuidadoso, y no había perdido gran cosa, a diferencia del zorro-coyote, cuyo capital crecia y disminuia rápidamente. La discusión sobre su raza me resultaba un poco cómica, pero era extraño. Kothán era un buen mentiroso. Era dificil saber si realmente era un coyote como insistia, pero parecía serio sobre el tema.
-La verdad... físicamente, tienes todos los rasgos de un zorro, pero realmente me da igual. Si te consideras un coyote, por mi, lo eres.- declaré, encogiendome de hombros.
-¿Y si dijese que es un humano? ¿Sería lo mismo?- preguntó Dann.
-Si es importante para él, sí.- dije simplemente. -Es cosa suya. No soy quien para decirle a otra gente como deberian sentirse.- Koth me miró, algo sorprendido. Finalmente, asintió con la cabeza lentamente.
-Gracias.- murmuró. -Ahora... ¿quieres ver como gano?- preguntó, recuperando su tono alegre.
Fue entonces cuando Zatch hizo un gesto algo osado, apostando una daga ornamentada. El arma me sonaba de algo. ¿De donde la había sacado? Era un arma... elegante. Más para mostrar estatus que práctica, aunque era evidente que también hacía su trabajo. Tal vez la hubiese robado. Me pateé a mi mismo por pensar aquello: que fuese de mi raza no significaba que fuese como yo. Pero realmente parecía la clase de persona que lo hacía. Después de todo, si le tuviese apego sentimental, no la apostaría así como así, ¿no?
Fuera como fuese, no podía permitir que las cosas diesen aquel giro.
-Vale, entonces yo...- empezó Koth.
-Espera, espera.- le detuve, levantándome. -Os estais yendo un poco lejos para ser un juego amistoso. No voy a dejar que te lleves su daga, ni que pidas dinero prestado para pagar deudas.- dije, mirando fijamente a Koth.
-¡Eh! Creo que puedo decidir esas cosas yo solo, gracias.- respondió. El hombre bestia me devolvió la mirada, desafiante, pero no tenia mucha determinación en sus ojos.
-...creo que Asher tiene razón.- intervino el brujo. -No quiero que nos acabemos enfadando por esto.-
-Mmmh... bah, vale.- dijo, recogiendo sus apuestas. -Aguafiestas... estaba a punto de destrozarle...- refunfuñó. No lo dudaba. Aunque si dudaba de que fuese limpiamente.
-¿Te ocurre algo, Zatch?- inquirí. -No he visto a gente apostar así, salvo cuando están desesperados por ganar... si realmente necesitas aeros, puedes trabajar con nosotros.- ofrecí, señalándome con el pulgar.
-Esto empieza a parecer un clan de hombres bestia.- le comentó el brujo a la niña.
-Bueno, no es como si le estuviese ofreciendo un hueco permanente. Eso lo tendría que hablar con el resto. Pero seguro que nos puedes echar una mano con algún trabajo aquí o allá.- dije. Había reconocido la daga. Era del gremio de asesinos, lo cual era prueba de sus talentos: o pertenecia al gremio, o había matado a alguien de él. -De todos modos... ¿por qué no nos cuentas un poco sobre ti? ¿De donde eres?-
-Oh, a mi no me hiciste esa entrevista.- dijo Koth, volviendo a la conversación. -¡Yo quiero! Vengo de Dundarak.-
-...eso ya lo sabia. Te encontramos allí.- respondí, arqueando una ceja.
-Si. Bueno. Quiero decir que nací allí... y nunca he viajado demasiado, la verdad. ¿De donde eres tú, listillo?- preguntó.
-Ah... es cierto, nunca nos lo has contado realmente.- dijo el brujo, apoyándose sobre la mesa interesadamente.
-Ya veo... así que os gustaría saberlo, ¿hmm?- pregunté, reclinandome sobre mi asiento. Examiné mis manos, moviendo mis garras y haciendome el interesante. -Tal vez os lo cuente... por un precio. Historia por historia.- dije con mi sonrisa lopuna. Señalé a Zatch. -¿Que te parece? Tú primero.
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Irirgo miró alrededor, buscando al humano. No le costó demasiado: apenas había gente allí fuera. La mayoría debía estar en sus casas. Eltrant estaba sentado en la playa. Observando el oleaje, tal vez. Era dificil culparle: el mar en ese sitio estaba mucho más calmado que en las tierras del norte de donde procedía el dragón. Allí, los acantilados eran gigantescos, y el agua se esforzaba por lanzarse una y otra vez contra la piedra, intentando derruirla.
La única gente que se acercaba tanto al mar lo hacía para no volver nunca. El recuerdo asaltó su cabeza. La furia del oleaje y el viento, silbando en sus oidos con fuerza. El dolor de cabeza. Se sentía pesado. Le costaba respirar. Solo tenía que dar un paso más.
El dragón reprimió ese pensamiento.
Avanzó lentamente hacia el humano, no muy seguro de que decir. Finalmente, se decidió por unas palabras y se sentó a su lado.
-Pareces alguien que se preocupa por cosas.- dijo el veterano. -Sé como es eso. No te importa que me siente, ¿verdad?- preguntó.
-Es una mala costumbre que tenemos, pero es parte de la vida. Todo el mundo se preocupa... incluso Asher, aunque no lo parezca. Es lo que une a la gente. Tu te preocupas por él. Él por ti, y por todos nosotros. Syl por él. Yo por Syl y Dann. Dann por... sus libros.- sonrió. -Y así. Esa chica... Lyn. Se preocupa por ti.- admitió, algo incómodo. -A pesar de lo que haya dicho.-
-El problema... nuestro problema, es que nos preocupamos por muchas más cosas de las que deberiamos. Según lo que dice Asher... y según lo que he visto y oido. Tu eres un héroe, a sus ojos. Yo lo intenté ser, en su momento.- explicó, suspirando. -Es el peor trabajo del mundo.-
El centenario se apoyó sobre la arena. Hacía una buena noche.
-Sé muy bien que no nos conocemos tanto, pero... soy viejo. Eso me hace objetivamente superior al resto, y me da la responsabilidad de dar consejo a todo el mundo. -sonrió. -Si tienes algo metido en tu cabeza, suele ser mejor hablarlo con alguien. Antes de que hagas algo estúpido.-
La luna brillaba sobre el mar con intensidad. Respiró hondo, y escuchó.
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Zatch: Cuidado con usar NPCs ajenos. No has hecho nada malo ni excesivo (de hecho, has llevado a Koth de forma bastante fiel), pero no suelo permitir que otros users los dirijan. No es necesario que edites, por supuesto: solo lo digo como referencia futura. Si te parece, podemos llegar a un acuerdo al respecto sobre usar al coyotezorro en concreto.
Asher Daregan
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
Suspiró profundamente y se pasó la mano por el pelo.
Jamás había imaginado que, de todas las personas que estaban en el interior de la posada, fuese Irirgo el que terminase sentado junto a él, en la arena, interesándose por lo que pasaba por su cabeza.
En un principio se limitó a sonreír con educación al dragón, no esperaba que le ayudase demasiado, y en sí no dijo nada que él no supiese, o que no intuyese, pero Irirgo tenía algo que Eltrant no sabría describir con exactitud, una especie de aura, de presencia.
Te sentías obligado a escucharle, aunque no quisieses.
Aguardó en silencio a que el dragón terminase de hablar y, cuando lo hizo, volvió a clavar sus ojos en el horizonte que tenía delante de él. “Si tienes algo metido en tu cabeza, suele ser mejor hablarlo con alguien.” Había dicho. ¿Qué podía decirle? No dijo nada durante unos segundos, volvió a dejar que el murmullo de las olas se apoderase de la playa.
– No soy… - ¿De verdad estaba hablando de aquello con el dragón? No se conocían, aunque, quizás era por eso por lo que se sentía más cómodo hablando de aquello que con Alanna o a Asher - … alguien con muchas ambiciones. – Bajó la cabeza – La primera vez que salí de casa fue para ver el mundo. Nada más. – Se atusó la barba – … Mi familia tiene una granja ¿Sabes? – Dijo – En aquella dirección – Señaló justo detrás de Irirgo – A unas dos semanas de aquí. – Extrajo la espada de la arena y la volvió a envainar, estiró los brazos, de detuvo otro instante. – … Soy eso, un granjero con armadura. – Le dio una palmada amistosa al dragón en el hombro.
- … y lo mejor de todo esto… - Dijo a continuación, sonriendo agotado, Irirgo tenía razón, pensaba en demasiadas cosas, muchas de ellas se escapaban, simplemente, a su control – …Es que nunca he querido ser el héroe de nadie. – Dijo, volvió a callarse unos instantes, tratando de buscar que palabras decir. – Solo trato de… no sé. ¿Hacer lo correcto? No ignorar al pobre desgraciado al que le están dando una paliza porque sí en la calle - Miró al hombre. – Eso no… es ser un héroe – Afirmó – ...es sentido común.
Suspiró profundamente y tomó aire, cerró los ojos.
– Y no soy un crío. – Dijo enseguida - Sé que no se puede salvar a todo el mundo, sé que no todo es blanco o negro… – Sonrió agotado – Pero… ¿Pero quién va a hacerlo si no soy yo? Maldita sea, ¿Quién va a ponerse delante de quien no puede defenderse? ¿Los nobles? ¿La guardia? ¿La Logia? ¿O los cazadores de vampiros? Nadie, no lo va a hacer nadie. Todos esos se preocupan por sí mismos. – Cerró el puño delante de su cara, con fuerza. – Así funciona Aerandir, hasta yo me doy cuenta. - Aseveró.
– He visto a nobles ejecutar a personas por cazar. – Siguió hablando - ¡Y no he podido tocarles por llevar un emblema en el pecho! – Se estaba enfadando - ¡He visto a mercenarios reducir aldeas a cenizas por un par de cabezas de ganado! – Masculló – ¡La única forma que tengo de ayudar es con mi armadura y esta maldita espada rota! - Respiró hondo, tratando de tranquilizarse. - ¡Y cuando lo intento solo consigo que haya más heridos! ¡Eso es lo que logro! ¡Más inocentes muertos! – Se levantó - ¡¿Qué clase de dioses permiten eso!? – Gritó al cielo - ¡¡Os estoy hablando a vosotros cabrones desagradecidos!!
Se calló, bajó la cabeza, el silencio volvió a apoderarse de la playa.
- Lo siento. – Dijo pasándose la mano por el pelo, tratando de peinarlo pobremente. Sonrió al dragón y se sentó junto a él. – Gracias. – Levantó la mirada.
A los pocos minutos de que Eltrant dejase de hablar, de que volviese a dejar que Irirgo tomase la palabra una llamarada cubrió el cielo, tras aquella primera siguió otra y, tras la segunda, una tercera.
Dragones. Frunció el ceño, por sus movimientos pretendían quemar el pueblo, contó cuatro. Apretó la mandíbula y se levantó, desenvainando la espada.
- ¿Ha sido por lo de cabrones verdad? – Preguntó en un susurro mirando de nuevo hacia arriba, aunque ahora sus ojos estaban fijos en algo totalmente diferente. El rugido de los dragones rebotó en las colinas que rodeaban el pueblo. – ...Muy bien.
- ¡Me apuesto la armadura del Mortal! – Exclamó Lyn en cuanto vio la daga de Zatch sobre la mesa - ¡Y su espada! – Añadió enseguida dando un manotazo sobre la mesa. Era imposible que perdiese, tenía tres parejas de treses ¿Aunque no eran esas muchas parejas? ¿A qué juego estaban jugando exactamente? Daba igual, estaba segura de que cuanto más se repitiese un número, mejor.
Su jugada maestra no sirvió de nada cuando Asher decidió ser, sorpresivamente, ya que Eltrant le había asegurado más de una vez que no solía ser así, la voz de la razón. El lobo opto por rechazar las apuestas que estaban comenzado a realizarse, asegurando que podían acabar en enfrentamientos que, en realidad, nadie deseaba.
- Y yo que iba a ganar… - Dijo Lyn cruzándose de brazos, aunque no hizo ningún comentario más, se quedó escuchando lo que decían, lanzando a veces rápidos vistazos hacía la entrada principal, esperando a ver si entraba o no el Mortal.
- El mejor tipo de clan – Aseguró la vampiresa asintiendo para sí con una sonrisa, conforme ante la idea de un clan solo de hombres bestia cuando Dannos lo comentó. Lo relevante para la vampiresa era, no obstante, que Asher se había interesado por el origen de Zatch y si este accedia a relatar de dónde procedía y su historia, el lobo le correspondería de forma similar.
Sonrió ante la idea de aquel intercambio de historias y acercó más la silla a la mesa para oír mejor. Aunque esperaba que no le preguntasen a ella. No hacía mucho que había visitado la aldea de la que ella procedía, y como cada año, no eran más que unas ruinas polvorientas en mitad del monte, nada interesante, uno de tantos pueblos abandonados en mitad de la nada, no mejor que Villa Centollo.
- Me parece un buen trato. - Dijo mirando a Zatch, era extraño, a pesar de la calma que reinaba en el lugar, tenía la sensación de que algo no iba bien.
Jamás había imaginado que, de todas las personas que estaban en el interior de la posada, fuese Irirgo el que terminase sentado junto a él, en la arena, interesándose por lo que pasaba por su cabeza.
En un principio se limitó a sonreír con educación al dragón, no esperaba que le ayudase demasiado, y en sí no dijo nada que él no supiese, o que no intuyese, pero Irirgo tenía algo que Eltrant no sabría describir con exactitud, una especie de aura, de presencia.
Te sentías obligado a escucharle, aunque no quisieses.
Aguardó en silencio a que el dragón terminase de hablar y, cuando lo hizo, volvió a clavar sus ojos en el horizonte que tenía delante de él. “Si tienes algo metido en tu cabeza, suele ser mejor hablarlo con alguien.” Había dicho. ¿Qué podía decirle? No dijo nada durante unos segundos, volvió a dejar que el murmullo de las olas se apoderase de la playa.
– No soy… - ¿De verdad estaba hablando de aquello con el dragón? No se conocían, aunque, quizás era por eso por lo que se sentía más cómodo hablando de aquello que con Alanna o a Asher - … alguien con muchas ambiciones. – Bajó la cabeza – La primera vez que salí de casa fue para ver el mundo. Nada más. – Se atusó la barba – … Mi familia tiene una granja ¿Sabes? – Dijo – En aquella dirección – Señaló justo detrás de Irirgo – A unas dos semanas de aquí. – Extrajo la espada de la arena y la volvió a envainar, estiró los brazos, de detuvo otro instante. – … Soy eso, un granjero con armadura. – Le dio una palmada amistosa al dragón en el hombro.
- … y lo mejor de todo esto… - Dijo a continuación, sonriendo agotado, Irirgo tenía razón, pensaba en demasiadas cosas, muchas de ellas se escapaban, simplemente, a su control – …Es que nunca he querido ser el héroe de nadie. – Dijo, volvió a callarse unos instantes, tratando de buscar que palabras decir. – Solo trato de… no sé. ¿Hacer lo correcto? No ignorar al pobre desgraciado al que le están dando una paliza porque sí en la calle - Miró al hombre. – Eso no… es ser un héroe – Afirmó – ...es sentido común.
Suspiró profundamente y tomó aire, cerró los ojos.
– Y no soy un crío. – Dijo enseguida - Sé que no se puede salvar a todo el mundo, sé que no todo es blanco o negro… – Sonrió agotado – Pero… ¿Pero quién va a hacerlo si no soy yo? Maldita sea, ¿Quién va a ponerse delante de quien no puede defenderse? ¿Los nobles? ¿La guardia? ¿La Logia? ¿O los cazadores de vampiros? Nadie, no lo va a hacer nadie. Todos esos se preocupan por sí mismos. – Cerró el puño delante de su cara, con fuerza. – Así funciona Aerandir, hasta yo me doy cuenta. - Aseveró.
– He visto a nobles ejecutar a personas por cazar. – Siguió hablando - ¡Y no he podido tocarles por llevar un emblema en el pecho! – Se estaba enfadando - ¡He visto a mercenarios reducir aldeas a cenizas por un par de cabezas de ganado! – Masculló – ¡La única forma que tengo de ayudar es con mi armadura y esta maldita espada rota! - Respiró hondo, tratando de tranquilizarse. - ¡Y cuando lo intento solo consigo que haya más heridos! ¡Eso es lo que logro! ¡Más inocentes muertos! – Se levantó - ¡¿Qué clase de dioses permiten eso!? – Gritó al cielo - ¡¡Os estoy hablando a vosotros cabrones desagradecidos!!
Se calló, bajó la cabeza, el silencio volvió a apoderarse de la playa.
- Lo siento. – Dijo pasándose la mano por el pelo, tratando de peinarlo pobremente. Sonrió al dragón y se sentó junto a él. – Gracias. – Levantó la mirada.
A los pocos minutos de que Eltrant dejase de hablar, de que volviese a dejar que Irirgo tomase la palabra una llamarada cubrió el cielo, tras aquella primera siguió otra y, tras la segunda, una tercera.
Dragones. Frunció el ceño, por sus movimientos pretendían quemar el pueblo, contó cuatro. Apretó la mandíbula y se levantó, desenvainando la espada.
- ¿Ha sido por lo de cabrones verdad? – Preguntó en un susurro mirando de nuevo hacia arriba, aunque ahora sus ojos estaban fijos en algo totalmente diferente. El rugido de los dragones rebotó en las colinas que rodeaban el pueblo. – ...Muy bien.
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- ¡Me apuesto la armadura del Mortal! – Exclamó Lyn en cuanto vio la daga de Zatch sobre la mesa - ¡Y su espada! – Añadió enseguida dando un manotazo sobre la mesa. Era imposible que perdiese, tenía tres parejas de treses ¿Aunque no eran esas muchas parejas? ¿A qué juego estaban jugando exactamente? Daba igual, estaba segura de que cuanto más se repitiese un número, mejor.
Su jugada maestra no sirvió de nada cuando Asher decidió ser, sorpresivamente, ya que Eltrant le había asegurado más de una vez que no solía ser así, la voz de la razón. El lobo opto por rechazar las apuestas que estaban comenzado a realizarse, asegurando que podían acabar en enfrentamientos que, en realidad, nadie deseaba.
- Y yo que iba a ganar… - Dijo Lyn cruzándose de brazos, aunque no hizo ningún comentario más, se quedó escuchando lo que decían, lanzando a veces rápidos vistazos hacía la entrada principal, esperando a ver si entraba o no el Mortal.
- El mejor tipo de clan – Aseguró la vampiresa asintiendo para sí con una sonrisa, conforme ante la idea de un clan solo de hombres bestia cuando Dannos lo comentó. Lo relevante para la vampiresa era, no obstante, que Asher se había interesado por el origen de Zatch y si este accedia a relatar de dónde procedía y su historia, el lobo le correspondería de forma similar.
Sonrió ante la idea de aquel intercambio de historias y acercó más la silla a la mesa para oír mejor. Aunque esperaba que no le preguntasen a ella. No hacía mucho que había visitado la aldea de la que ella procedía, y como cada año, no eran más que unas ruinas polvorientas en mitad del monte, nada interesante, uno de tantos pueblos abandonados en mitad de la nada, no mejor que Villa Centollo.
- Me parece un buen trato. - Dijo mirando a Zatch, era extraño, a pesar de la calma que reinaba en el lugar, tenía la sensación de que algo no iba bien.
Eltrant Tale
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
Estaba a sólo un as bajo la manga de volverse un poco más rico cuando Asher decidió que no era buena idea apostar. No necesitaba el dinero, la verdad, pero era incapaz de controlar sus ansias por tener los bolsillos cada vez más abultados. Con las orejas echadas hacia atrás y la cola lánguida, dejó las cartas sobre la mesa y exhaló un gruñido de hastío.
-Vaya aguafiestas. -Refunfuñó, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Tan desanimado como los otros dos que, al igual que él, estaban perdiendo la cabeza con las apuestas, retiró a regañadientes sus objetos de la mesa.
-No apuesto por desesperación, amigo. Apuesto porque estoy seguro de mi futura victoria.
Dijo con arrogancia mientras volvía a engancharse las vainas en el cinturón.
Entonces, el perro soltó una propuesta que paralizó durante un instante los movimientos del zorro. No esperaba tal ofrecimiento por parte de un tipo que apenas acababa de conocer. No obstante, en vez de negarse de inmediato, como normalmente habría hecho, alzó la mirada y observó a los miembros del grupo que quedaban sentados a la mesa. Volvía a ver con envidia el vínculo fraternal que los unía. Eran todos muy distintos pero, al final, se cuidaban los unos a los otros. No le desagradaba la idea de estar con personas así.
-No es que necesite los aeros... -Murmuró, negando con la cabeza. Le avergonzaba que lo vieran como un miserable, ¡antes prefería admitir su problema con las apuestas!- ...pero no me molestaría echarles una mano de vez en cuando. ¡Pero sólo de vez en cuando! -aclaró- Me gusta la libertad, ya saben, no estar atado a nada. Soy un lobo solitario... pero en versión zorro, ¡ja! -sonrió y, en voz más baja, preguntó:- de todas formas... ¿de qué clase de trabajos estamos hablando exactamente?
Habiendo aceptado tener una relación con el grupo más allá de una simple noche de cartas, inevitablemente tocaba presentarse. Aunque se lo veía venir, no pudo evitar ponerse tenso. Zatch era muy receloso con su intimidad... pero todos en la mesa le estaban poniendo los ojos encima, expectantes. No podía negarse, la atenta mirada de Lyn comenzaba a incomodarle. Carraspeó y se acomodó mejor en la silla, reclinándose hacia atrás.
-Historia por historia... -Accedió en voz baja antes de tomarse un momento para pensar lo que contaría. Respiró profundo, cruzó las piernas y esbozó una sonrisa que parecía derrochar confianza... aunque sólo se trataba de su típica fachada.
-Pues bien. Nací en Roilkat, pero me fui de allí a los... ¿nueve años? No saben lo aburrido que es ese lugar. -Arrugó el hocico con gesto asqueado. No pensaba hablar de su familia, le daban náuseas de sólo pensar en ella.- Viví un tiempo en el bosque pero tampoco ocurría mucho por allí, así que comencé a visitar las ciudades. Lunargenta está muy bien, ¿ah? -se encogió de hombros, aunque al recordar el caótico estado en que se encontraba la ciudad actualmente, negó con la cabeza- ...bueno, estaba. El caso es que terminé prácticamente viviendo ahí, aunque soy un culo inquieto, así que siempre estoy yendo y viniendo. Y algo me dice que ustedes también lo son, ¿no?
Volvió a observarlos en un intento por descifrar algo más de su estilo de vida basándose en su apariencia. ¿Serían bandidos? ¿ladrones? ¿simples nómadas? No parecían ser campesinos ni granjeros... aunque “Elran Tail” tampoco lo parecía y aún así decía serlo. Hasta que no supiera qué clase de personas eran, prefería no develar ningún detalle realmente importante sobre su vida. Lo bueno de estar en un pueblo tan insignificante era que no estaba empapelado con carteles de su rostro como ocurría en Lunargenta; en Villa Centollo podía fingir ser quien se le antojase.
-Mi vida no es muy interesante, como verán. -se encogió de hombros, observando a Asher con gesto socarrón- Creo que ahora te toca a ti.
Se puso cómodo para escuchar. Estando todos tan atentos, el silencio se asentaba en el establecimiento con una atmósfera cargada de modorra. La mujer que atendía la barra estaba sentada tras ésta, esperando con aburrimiento que los últimos clientes decidieran marcharse. Fue gracias a esa calma, que las orejas del zorro se sacudieron al percibir los velados sonidos del exterior. Giró el rostro hacia la puerta, tensando los músculos instintivamente.
-¿Escuchan esos... truenos? -masculló- Qué raro. Estaba despejado cuando entré.
-Vaya aguafiestas. -Refunfuñó, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Tan desanimado como los otros dos que, al igual que él, estaban perdiendo la cabeza con las apuestas, retiró a regañadientes sus objetos de la mesa.
-No apuesto por desesperación, amigo. Apuesto porque estoy seguro de mi futura victoria.
Dijo con arrogancia mientras volvía a engancharse las vainas en el cinturón.
Entonces, el perro soltó una propuesta que paralizó durante un instante los movimientos del zorro. No esperaba tal ofrecimiento por parte de un tipo que apenas acababa de conocer. No obstante, en vez de negarse de inmediato, como normalmente habría hecho, alzó la mirada y observó a los miembros del grupo que quedaban sentados a la mesa. Volvía a ver con envidia el vínculo fraternal que los unía. Eran todos muy distintos pero, al final, se cuidaban los unos a los otros. No le desagradaba la idea de estar con personas así.
-No es que necesite los aeros... -Murmuró, negando con la cabeza. Le avergonzaba que lo vieran como un miserable, ¡antes prefería admitir su problema con las apuestas!- ...pero no me molestaría echarles una mano de vez en cuando. ¡Pero sólo de vez en cuando! -aclaró- Me gusta la libertad, ya saben, no estar atado a nada. Soy un lobo solitario... pero en versión zorro, ¡ja! -sonrió y, en voz más baja, preguntó:- de todas formas... ¿de qué clase de trabajos estamos hablando exactamente?
Habiendo aceptado tener una relación con el grupo más allá de una simple noche de cartas, inevitablemente tocaba presentarse. Aunque se lo veía venir, no pudo evitar ponerse tenso. Zatch era muy receloso con su intimidad... pero todos en la mesa le estaban poniendo los ojos encima, expectantes. No podía negarse, la atenta mirada de Lyn comenzaba a incomodarle. Carraspeó y se acomodó mejor en la silla, reclinándose hacia atrás.
-Historia por historia... -Accedió en voz baja antes de tomarse un momento para pensar lo que contaría. Respiró profundo, cruzó las piernas y esbozó una sonrisa que parecía derrochar confianza... aunque sólo se trataba de su típica fachada.
-Pues bien. Nací en Roilkat, pero me fui de allí a los... ¿nueve años? No saben lo aburrido que es ese lugar. -Arrugó el hocico con gesto asqueado. No pensaba hablar de su familia, le daban náuseas de sólo pensar en ella.- Viví un tiempo en el bosque pero tampoco ocurría mucho por allí, así que comencé a visitar las ciudades. Lunargenta está muy bien, ¿ah? -se encogió de hombros, aunque al recordar el caótico estado en que se encontraba la ciudad actualmente, negó con la cabeza- ...bueno, estaba. El caso es que terminé prácticamente viviendo ahí, aunque soy un culo inquieto, así que siempre estoy yendo y viniendo. Y algo me dice que ustedes también lo son, ¿no?
Volvió a observarlos en un intento por descifrar algo más de su estilo de vida basándose en su apariencia. ¿Serían bandidos? ¿ladrones? ¿simples nómadas? No parecían ser campesinos ni granjeros... aunque “Elran Tail” tampoco lo parecía y aún así decía serlo. Hasta que no supiera qué clase de personas eran, prefería no develar ningún detalle realmente importante sobre su vida. Lo bueno de estar en un pueblo tan insignificante era que no estaba empapelado con carteles de su rostro como ocurría en Lunargenta; en Villa Centollo podía fingir ser quien se le antojase.
-Mi vida no es muy interesante, como verán. -se encogió de hombros, observando a Asher con gesto socarrón- Creo que ahora te toca a ti.
Se puso cómodo para escuchar. Estando todos tan atentos, el silencio se asentaba en el establecimiento con una atmósfera cargada de modorra. La mujer que atendía la barra estaba sentada tras ésta, esperando con aburrimiento que los últimos clientes decidieran marcharse. Fue gracias a esa calma, que las orejas del zorro se sacudieron al percibir los velados sonidos del exterior. Giró el rostro hacia la puerta, tensando los músculos instintivamente.
-¿Escuchan esos... truenos? -masculló- Qué raro. Estaba despejado cuando entré.
Zatch
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
Eltrant empezó a hablar. Al principio, de su origen. Irirgo se quedó pensativo. En su tiempo, había pensado que los granjeros eran... simplemente peores. Que no ascendian porque no se esforzaban lo suficiente, o eran complacientes. Pero habían pasado décadas desde aquello. La experiencia del dragón le había enseñado muchas cosas.
El dragón se mantuvo callado, escuchando atentamente al humano. Las preocupaciones que tenía eran evidentes. La frustración por ver que nadie hacía lo correcto. Por como a nadie le importaba el sufrimiento ajeno. Lo entendía muy bien. Había visto demasiada crueldad en su tiempo. Demasiada sangre. Esperó a que Eltrant se tranquilizase antes de hablar.
-Sabes... tienes justo la mentalidad de un héroe. ¿Recuerdas cuando nos vimos por primera vez? ¿Cuando hablamos de que Asher actuaba como un líder sin pretenderlo?- preguntó. -No quieres gloria, ni fama, ni poder. Solo haces lo que puedes. Lo correcto.- enunció. -Dices que no tienes muchas ambiciones, pero... salvar a la gente es un gran objetivo.-
-Soy mucho más cínico que tú, chico. Un viejo gruñón. No creo que se pueda realmente salvar a nadie. Proteges a un pueblo durante un dia, y sobrevivirá... hasta el día siguiente. Entrenas una milicia y el pueblo aguantará un año. Pero al final...- apretó los puños, y a continuación, extendió los dedos, haciendo un gesto de "desaparecer". -Se acaban derrumbando. O un grupo especialmente fuerte les ataca. O aparece una plaga. Y todos mueren.- suspiró. -La única manera de que se salven es que se salven ellos mismos.-
-Pero, volviendo a tu problema...- continuó. -Creo que deberías pensar en lo que quieres. ¿Una vida larga y tranquila? ¿Salir ahí y ayudar a la gente? ¿Retrasar su muerte durante un día? ¿O...?- le miró a los ojos. -¿O actuar con cabeza? La única forma de solucionar algo de verdad es yendo a la raiz. La pregunta es... ¿dónde crees que está la raiz?- preguntó. -Asher lo tiene claro, y no creo que se equivoque. Tal vez le siga por eso, en parte. Conoces su respuesta... pero es la suya.-
-No vas a arreglar nada siguiendo las ideas de otros, Eltrant. Pero, si no me equivoco contigo, no te vas a quedar en una granja mientras el mundo arde a tu alrededor. - dijo, levantándose. -Has visto cosas horribles. Las hay peores, incluso. Una espada rota y una armadura dan para mucho más de lo que crees, si las usas bien... saca tus propias conclusiones.-
No había más que decir. Eso debía ser suficiente, si el humano reflexionaba.
-Hazlo bien, Eltrant. El mundo necesita más héroes.-
Un rugido le interrumpió. Irirgo miró hacia arriba. Cuatro de sus congéneres surcaban el cielo... peligrosamente cerca de la aldea. Sus movimientos lo dejaban claro. No era ningún espectáculo. Querian quemar. Dirigió la vista a la posada. Eltrant iba a inmiscuirse. Asher... no iba a perder la oportunidad de mancharse de sangre junto a su amigo. Nunca iba a tener una sola noche tranquila.
El veterano puso sus manos sobre la arena y empezó a transformarse. Su cuerpo creció con una serie de crujidos. Escamas empezaron a cubrir lo que antes era piel, y una larga cola se formó sobre la arena. El dragón contuvo un rugido. El dolor pasaría. Sería rápido. Su visión se elevó, alzada por un largo cuello, y sintió como sus alas se liberaban de su torso. Irirgo lanzó un rugido, y, con un potente batir de alas, emprendió el vuelo.
Miré al zorro de arriba a abajo. Su historia era un tanto... vaga. No había dicho nada en concreto, solo mencionado lugares. Aseguraba no ser muy interesante, pero eso me hacía apostar por lo contrario. La daga del gremio decía muchas cosas, después de todo. Aquello no era una historia. Ni media historia... ni siquiera un cuarto. Pero tampoco iba a forzarle a hablar, si no quería.
El zorro sonrió, y le devolví la sonrisa. Si pretendía jugar, iba a tener que hacerlo mejor.
-Bueno, si te interesa... somos bandidos.- admití, encogiendome de hombros. Demasiada notoriedad como para fingir cualquier otra cosa. -Robamos. Engañamos. A veces nos manchamos de sangre.- "A veces". -Saqueamos, quemamos... salimos en cuentos como villanos...-
-Dos veces en su caso. También hace de lobo feroz.- rió Koth.
-Alguien tiene que serlo.- sonreí.
-Siempre intentas parecer duro, no sé si se te daría bien... a veces me pareces demasiado amable para esto.- replicó, burlón.
-Oh, Koth. Tu no me has visto ser "malo".- dije, manteniendole la mirada.
Se hizo un pequeño silencio. La noche se había calmado bastante, lo suficiente como para que escuchase algo raro. Zatch también lo notó. ¿Truenos? Imposible. Agudicé el oido... y escuché mi nombre.
-¡Asher!-
Era la voz de Syl.
-La historia va a tener que esperar.- dije, levantándome y lanzándome hacia la puerta.
Alcé la mirada. Llamaradas. Un silbido llamó mi atención desde el tejado. La silueta del gato me saludó ligeramente.
-¿Que hacemos?- preguntó.
-Dialogamos pacificamente, por supuesto.-
-Ja. Lo suponía.-
-¿Crees que les puedes dar en las alas?
-¿Me estás desafiando?-
-Definitivamente.- desenfundé mi espada y miré al cielo. Cuatro. No, cinco... por la forma del último, debía ser Irirgo. Sentí pasos detrás de mi. El grupo. -Koth... quedate dentro. Dann, no dejes que los que caigan vuelvan al aire.- ordené.
-...no hacía falta que me dijeras eso.
Una llamarada pasó por encima de mi cabeza, impactando contra el edificio del que acababa de salir. Me cubrí con el brazo, molesto.
-...50 aeros al que mate a ese.- dije. ¿A quien intentaba engañar? Iba a cobrarme su cabeza yo mismo.
El dragón se mantuvo callado, escuchando atentamente al humano. Las preocupaciones que tenía eran evidentes. La frustración por ver que nadie hacía lo correcto. Por como a nadie le importaba el sufrimiento ajeno. Lo entendía muy bien. Había visto demasiada crueldad en su tiempo. Demasiada sangre. Esperó a que Eltrant se tranquilizase antes de hablar.
-Sabes... tienes justo la mentalidad de un héroe. ¿Recuerdas cuando nos vimos por primera vez? ¿Cuando hablamos de que Asher actuaba como un líder sin pretenderlo?- preguntó. -No quieres gloria, ni fama, ni poder. Solo haces lo que puedes. Lo correcto.- enunció. -Dices que no tienes muchas ambiciones, pero... salvar a la gente es un gran objetivo.-
-Soy mucho más cínico que tú, chico. Un viejo gruñón. No creo que se pueda realmente salvar a nadie. Proteges a un pueblo durante un dia, y sobrevivirá... hasta el día siguiente. Entrenas una milicia y el pueblo aguantará un año. Pero al final...- apretó los puños, y a continuación, extendió los dedos, haciendo un gesto de "desaparecer". -Se acaban derrumbando. O un grupo especialmente fuerte les ataca. O aparece una plaga. Y todos mueren.- suspiró. -La única manera de que se salven es que se salven ellos mismos.-
-Pero, volviendo a tu problema...- continuó. -Creo que deberías pensar en lo que quieres. ¿Una vida larga y tranquila? ¿Salir ahí y ayudar a la gente? ¿Retrasar su muerte durante un día? ¿O...?- le miró a los ojos. -¿O actuar con cabeza? La única forma de solucionar algo de verdad es yendo a la raiz. La pregunta es... ¿dónde crees que está la raiz?- preguntó. -Asher lo tiene claro, y no creo que se equivoque. Tal vez le siga por eso, en parte. Conoces su respuesta... pero es la suya.-
-No vas a arreglar nada siguiendo las ideas de otros, Eltrant. Pero, si no me equivoco contigo, no te vas a quedar en una granja mientras el mundo arde a tu alrededor. - dijo, levantándose. -Has visto cosas horribles. Las hay peores, incluso. Una espada rota y una armadura dan para mucho más de lo que crees, si las usas bien... saca tus propias conclusiones.-
No había más que decir. Eso debía ser suficiente, si el humano reflexionaba.
-Hazlo bien, Eltrant. El mundo necesita más héroes.-
Un rugido le interrumpió. Irirgo miró hacia arriba. Cuatro de sus congéneres surcaban el cielo... peligrosamente cerca de la aldea. Sus movimientos lo dejaban claro. No era ningún espectáculo. Querian quemar. Dirigió la vista a la posada. Eltrant iba a inmiscuirse. Asher... no iba a perder la oportunidad de mancharse de sangre junto a su amigo. Nunca iba a tener una sola noche tranquila.
El veterano puso sus manos sobre la arena y empezó a transformarse. Su cuerpo creció con una serie de crujidos. Escamas empezaron a cubrir lo que antes era piel, y una larga cola se formó sobre la arena. El dragón contuvo un rugido. El dolor pasaría. Sería rápido. Su visión se elevó, alzada por un largo cuello, y sintió como sus alas se liberaban de su torso. Irirgo lanzó un rugido, y, con un potente batir de alas, emprendió el vuelo.
______________________________________________________________________________________
Miré al zorro de arriba a abajo. Su historia era un tanto... vaga. No había dicho nada en concreto, solo mencionado lugares. Aseguraba no ser muy interesante, pero eso me hacía apostar por lo contrario. La daga del gremio decía muchas cosas, después de todo. Aquello no era una historia. Ni media historia... ni siquiera un cuarto. Pero tampoco iba a forzarle a hablar, si no quería.
El zorro sonrió, y le devolví la sonrisa. Si pretendía jugar, iba a tener que hacerlo mejor.
-Bueno, si te interesa... somos bandidos.- admití, encogiendome de hombros. Demasiada notoriedad como para fingir cualquier otra cosa. -Robamos. Engañamos. A veces nos manchamos de sangre.- "A veces". -Saqueamos, quemamos... salimos en cuentos como villanos...-
-Dos veces en su caso. También hace de lobo feroz.- rió Koth.
-Alguien tiene que serlo.- sonreí.
-Siempre intentas parecer duro, no sé si se te daría bien... a veces me pareces demasiado amable para esto.- replicó, burlón.
-Oh, Koth. Tu no me has visto ser "malo".- dije, manteniendole la mirada.
Se hizo un pequeño silencio. La noche se había calmado bastante, lo suficiente como para que escuchase algo raro. Zatch también lo notó. ¿Truenos? Imposible. Agudicé el oido... y escuché mi nombre.
-¡Asher!-
Era la voz de Syl.
-La historia va a tener que esperar.- dije, levantándome y lanzándome hacia la puerta.
Alcé la mirada. Llamaradas. Un silbido llamó mi atención desde el tejado. La silueta del gato me saludó ligeramente.
-¿Que hacemos?- preguntó.
-Dialogamos pacificamente, por supuesto.-
-Ja. Lo suponía.-
-¿Crees que les puedes dar en las alas?
-¿Me estás desafiando?-
-Definitivamente.- desenfundé mi espada y miré al cielo. Cuatro. No, cinco... por la forma del último, debía ser Irirgo. Sentí pasos detrás de mi. El grupo. -Koth... quedate dentro. Dann, no dejes que los que caigan vuelvan al aire.- ordené.
-...no hacía falta que me dijeras eso.
Una llamarada pasó por encima de mi cabeza, impactando contra el edificio del que acababa de salir. Me cubrí con el brazo, molesto.
-...50 aeros al que mate a ese.- dije. ¿A quien intentaba engañar? Iba a cobrarme su cabeza yo mismo.
Asher Daregan
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
¿Por qué querría alguien quemar Villa Centollo? ¿Por qué iba nadie a querer hacerles daño? Eran una población apartada, vivían gracias al poco pescado que podían atrapar cada mañana. ¿Qué podían a ganar con aquello?
A su espalda Irirgo se metamorfoseó en dragón y no tardó en emprender el vuelo.
- La raíz del problema… - No había pasado por alto las palabras del veterano, no podía quitárselas de la cabeza.
¿Qué era lo que él quería hacer? ¿Por qué había vuelto a abandonar su cabaña? ¿Por Lyn? ¿Por ayudar? ¿Cuál era para él la raíz del problema? Asió con más fuerza la espada y tensó la mandíbula.
Contempló como los cuatro dragones danzaban en el aire, desafiando la gravedad con sus monstruosas alas, rugiendo tras haber notado la presencia del quinto dragón, Irirgo, el cual hacía empequeñecer a los demás lagartos solo con su presencia.
- Sí que es grande… - Susurró corriendo en dirección a la posada, tenía que hacer algo. Irirgo era fuerte, era algo que se podía obviar solo con verle, pero seguían siendo cuatro contra uno, hasta el veterano se encontraría en problemas contra alguien así. – Piensa Tale… piensa… - Miró a su alrededor, seguía siendo un humano, no podía volar, no podía saltar tan alto. Él no podía subir, no como Irirgo, tenía que ingeniárselas para bajarles.
Cada segundo que pasaba era un segundo más en el cual los dragones aprovechaban su ventaja sobre el centenario, los que no trataban de matar a Irirgo seguían desprendiendo fuego sobre la aldea, un fuego que, afortunadamente, debido a la humedad esta no terminaba de prender.
Antes de que pudiese entrar en el interior para avisar a los demás, la puerta de la posada se abrió de par en par, Asher y el resto del grupo salió al exterior justo a tiempo para que una llamarada pasase por encima del lobo, que clavó su mirada en el dragón que la había lanzado con cara de circunstancia.
- Cualquiera diría que somos gafes – Dijo acercándose al lobo, dejando descansar su espada en su hombro y alzando la mirada. Aquellos dragones no tenían nada que ver con Asher, cosa que había sospechado en un principio, si pensaba fríamente en la actitud de los atacantes estos estaban arremetiendo contra la aldea, no querían venganza, querían incinerarlo todo.
– ¿Cómo les hacemos bajar? ¿Fuerza bruta? Yo digo que fuerza bruta. – Afirmó, otra llamarada impactó cerca, maldiciendo por lo bajo negó con la cabeza, Lyn estaba tras el hombre bestia, no la había visto en un principio. – Quédate dentro, no te separes ni de Kothán ni de Zatch – Ordenó inmediatamente, la muchacha asintió y se apoyó en el marco de la puerta mirando a los dragones dar más pasadas sobre ellos.
- Ten cuidado. – Contestó mordiéndose el labio inferior. - Te necesito para... alimentarme y eso.
Algunos de los aldeanos salieron de sus hogares, preguntándose qué sucedida, por qué de pronto tronaba, confusos por el olor a quemado que empezaba a apoderarse de sus viviendas.
- Vale, vale. Hay que actuar, hay que hacerlo. – Dijo para sí.
¿Cuál era la raíz de lo que sucedía? No podía quitarse aquella pregunta de la mente, aún en la situación en la que se encontraban Irirgo había cincelado aquella cuestión en su cabeza. Asher tenía su respuesta, una que compartía con el resto de su grupo.
– Dann – Se giró hacía el brujo, estaba cansado de mirar - ¿Puedes impulsarme? – Eltrant frunció el ceño y sonrió enigmáticamente al lobo – Tengo una idea – Aseveró ampliando su sonrisa. – Va a ser divertido.
Surcaba el aire, como un proyectil, impulsado por la columna de tierra que Dannos había creado a sus pies a una velocidad inusitada.
¿Cuál era la raíz de lo que sucedia? La pasividad de las personas, eso era lo que creía.
Los que permitían que pasasen cosas como aquellas, los que no actuaban, los que se desentendían de un mundo que no se podía arreglar en dos días, los que se encerraban en una cabaña en mitad de la nada y decidían culpar a los que hacían el mal en lugar de tratar de detenerlos.
¿El mundo necesitaba más héroes? Bien. Pues iba a ser uno, por lo menos aquella noche.
- ¡Me paso, me paso, me paso! – Gritó, pataleó en el aire.
Se pasaba, ¿Había calculado mal la trayectoria? Había cinco dragones volando por encima de él y se había lanzado hacía el que tenía más cerca, el que volaba prácticamente a ras del suelo, el que trataba de capturar personas entre sus garras para destrozarlas. - ¡No, no, no! – Exclamó.
Extendió los brazo tratando de asirse a la criatura. Pudo ver en la mirada del dragón cierta sorpresa, un indiscutible asombro ante la tremenda estupidez que acababa de realizar el exmercenario.
Aquel segundo de confusión le valió para poder sujetarse , muy pobremente, a una de las escamosas alas del lagarto. Dejó escapar una carcajada de júbilo entremezclada con un grito de terror y clavó su espada en la membrana antes de resbalarse por completo.
- ¡Abajo! – Su peso, unido a la estocada, desequilibro al dragón.
Ambos cayeron en picado casi de inmediato, atravesó en primer lugar el tejado de madera de una de las tantas viviendas de Villa Centollo y después, envuelto en un mar de astillas y sin separarse del dragón, destrozó todo el mobiliario que se interpuso en su trayectoria.
Gimió dolorido y abrió los ojos, se quitó varias tablas de encima y sacudió la cabeza, su espada volvía a estar rota y el dragón había acabado en la habitación contigua a la suya. Masculló un par de insultos y se incorporó solo para descubrir que su brazo estaba doblado de forma extraña, se había dislocado el codo.
Gritó con más fuerza al descubrir esto e insistentemente tiró del brazo hasta que lo devolvió a su estado original, cosa que solo sucedió tras oír un sonoro y doloroso crujido.
Volvió a insultar a los dioses humanos y procedió a mover los dedos del brazo afectado para comprobar que seguían funcionando, tenía suerte de que los guanteletes de metal siguiesen en la playa, no podría haberse recolocado el codo con todo el metal doblado de por medio.
Una vez realizadas las arcaicas reparaciones de su cuerpo notó que había perdido demasiado tiempo, el dragón se encargó de recordarle, sutilmente, de su presencia atravesando la pared que tenía justo a su derecha, rugiendo.
Vociferó un par de improperios al sentir la garra de aquella cosa lanzarle por los aires, haciendo atravesar otra pared más, sacándole al exterior.
- ¿¡Pero de que están hechas las casas aquí!? – Gritó tratando de recuperar el aire que el dragón le había sacado de los pulmones con el golpe. Seguía estando de una pieza, dolorido pero entero, la armadura había absorbido la mayor parte del golpe. – Buena chica – Dijo a su coraza levantándose, palpando el lugar en el que las garras se habían hundido en el metal.
No tuvo tiempo de disfrutar de las fantásticas vistas del cielo estrellado que tenía sobre su cabeza, el dragón le siguió hacía el exterior traspasando como buenamente pudo el agujero que había hecho en la pared.
Eltrant sonrió al ver como las alas del lagarto estaban dobladas de forma aparentemente dolorosa. ¿Estaban rotas? En cualquier caso, no iba a emprender el vuelo de nuevo.
La llamarada que exhaló a continuación, y que solo pudo esquivar gracias a que los dioses solo parecían ayudarle cuando les insultaba, indicó que aun en tierra aquel tipo era peligrosamente letal. Afianzó ambas manos en torno a la espada rota, ignoró el punzante dolor que se había apoderado de su codo, tenía que acercarse más.
A su espalda Irirgo se metamorfoseó en dragón y no tardó en emprender el vuelo.
- La raíz del problema… - No había pasado por alto las palabras del veterano, no podía quitárselas de la cabeza.
¿Qué era lo que él quería hacer? ¿Por qué había vuelto a abandonar su cabaña? ¿Por Lyn? ¿Por ayudar? ¿Cuál era para él la raíz del problema? Asió con más fuerza la espada y tensó la mandíbula.
Contempló como los cuatro dragones danzaban en el aire, desafiando la gravedad con sus monstruosas alas, rugiendo tras haber notado la presencia del quinto dragón, Irirgo, el cual hacía empequeñecer a los demás lagartos solo con su presencia.
- Sí que es grande… - Susurró corriendo en dirección a la posada, tenía que hacer algo. Irirgo era fuerte, era algo que se podía obviar solo con verle, pero seguían siendo cuatro contra uno, hasta el veterano se encontraría en problemas contra alguien así. – Piensa Tale… piensa… - Miró a su alrededor, seguía siendo un humano, no podía volar, no podía saltar tan alto. Él no podía subir, no como Irirgo, tenía que ingeniárselas para bajarles.
Cada segundo que pasaba era un segundo más en el cual los dragones aprovechaban su ventaja sobre el centenario, los que no trataban de matar a Irirgo seguían desprendiendo fuego sobre la aldea, un fuego que, afortunadamente, debido a la humedad esta no terminaba de prender.
Antes de que pudiese entrar en el interior para avisar a los demás, la puerta de la posada se abrió de par en par, Asher y el resto del grupo salió al exterior justo a tiempo para que una llamarada pasase por encima del lobo, que clavó su mirada en el dragón que la había lanzado con cara de circunstancia.
- Cualquiera diría que somos gafes – Dijo acercándose al lobo, dejando descansar su espada en su hombro y alzando la mirada. Aquellos dragones no tenían nada que ver con Asher, cosa que había sospechado en un principio, si pensaba fríamente en la actitud de los atacantes estos estaban arremetiendo contra la aldea, no querían venganza, querían incinerarlo todo.
– ¿Cómo les hacemos bajar? ¿Fuerza bruta? Yo digo que fuerza bruta. – Afirmó, otra llamarada impactó cerca, maldiciendo por lo bajo negó con la cabeza, Lyn estaba tras el hombre bestia, no la había visto en un principio. – Quédate dentro, no te separes ni de Kothán ni de Zatch – Ordenó inmediatamente, la muchacha asintió y se apoyó en el marco de la puerta mirando a los dragones dar más pasadas sobre ellos.
- Ten cuidado. – Contestó mordiéndose el labio inferior. - Te necesito para... alimentarme y eso.
Algunos de los aldeanos salieron de sus hogares, preguntándose qué sucedida, por qué de pronto tronaba, confusos por el olor a quemado que empezaba a apoderarse de sus viviendas.
- Vale, vale. Hay que actuar, hay que hacerlo. – Dijo para sí.
¿Cuál era la raíz de lo que sucedía? No podía quitarse aquella pregunta de la mente, aún en la situación en la que se encontraban Irirgo había cincelado aquella cuestión en su cabeza. Asher tenía su respuesta, una que compartía con el resto de su grupo.
– Dann – Se giró hacía el brujo, estaba cansado de mirar - ¿Puedes impulsarme? – Eltrant frunció el ceño y sonrió enigmáticamente al lobo – Tengo una idea – Aseveró ampliando su sonrisa. – Va a ser divertido.
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Surcaba el aire, como un proyectil, impulsado por la columna de tierra que Dannos había creado a sus pies a una velocidad inusitada.
¿Cuál era la raíz de lo que sucedia? La pasividad de las personas, eso era lo que creía.
Los que permitían que pasasen cosas como aquellas, los que no actuaban, los que se desentendían de un mundo que no se podía arreglar en dos días, los que se encerraban en una cabaña en mitad de la nada y decidían culpar a los que hacían el mal en lugar de tratar de detenerlos.
¿El mundo necesitaba más héroes? Bien. Pues iba a ser uno, por lo menos aquella noche.
- ¡Me paso, me paso, me paso! – Gritó, pataleó en el aire.
Se pasaba, ¿Había calculado mal la trayectoria? Había cinco dragones volando por encima de él y se había lanzado hacía el que tenía más cerca, el que volaba prácticamente a ras del suelo, el que trataba de capturar personas entre sus garras para destrozarlas. - ¡No, no, no! – Exclamó.
Extendió los brazo tratando de asirse a la criatura. Pudo ver en la mirada del dragón cierta sorpresa, un indiscutible asombro ante la tremenda estupidez que acababa de realizar el exmercenario.
Aquel segundo de confusión le valió para poder sujetarse , muy pobremente, a una de las escamosas alas del lagarto. Dejó escapar una carcajada de júbilo entremezclada con un grito de terror y clavó su espada en la membrana antes de resbalarse por completo.
- ¡Abajo! – Su peso, unido a la estocada, desequilibro al dragón.
Ambos cayeron en picado casi de inmediato, atravesó en primer lugar el tejado de madera de una de las tantas viviendas de Villa Centollo y después, envuelto en un mar de astillas y sin separarse del dragón, destrozó todo el mobiliario que se interpuso en su trayectoria.
Gimió dolorido y abrió los ojos, se quitó varias tablas de encima y sacudió la cabeza, su espada volvía a estar rota y el dragón había acabado en la habitación contigua a la suya. Masculló un par de insultos y se incorporó solo para descubrir que su brazo estaba doblado de forma extraña, se había dislocado el codo.
Gritó con más fuerza al descubrir esto e insistentemente tiró del brazo hasta que lo devolvió a su estado original, cosa que solo sucedió tras oír un sonoro y doloroso crujido.
Volvió a insultar a los dioses humanos y procedió a mover los dedos del brazo afectado para comprobar que seguían funcionando, tenía suerte de que los guanteletes de metal siguiesen en la playa, no podría haberse recolocado el codo con todo el metal doblado de por medio.
Una vez realizadas las arcaicas reparaciones de su cuerpo notó que había perdido demasiado tiempo, el dragón se encargó de recordarle, sutilmente, de su presencia atravesando la pared que tenía justo a su derecha, rugiendo.
Vociferó un par de improperios al sentir la garra de aquella cosa lanzarle por los aires, haciendo atravesar otra pared más, sacándole al exterior.
- ¿¡Pero de que están hechas las casas aquí!? – Gritó tratando de recuperar el aire que el dragón le había sacado de los pulmones con el golpe. Seguía estando de una pieza, dolorido pero entero, la armadura había absorbido la mayor parte del golpe. – Buena chica – Dijo a su coraza levantándose, palpando el lugar en el que las garras se habían hundido en el metal.
No tuvo tiempo de disfrutar de las fantásticas vistas del cielo estrellado que tenía sobre su cabeza, el dragón le siguió hacía el exterior traspasando como buenamente pudo el agujero que había hecho en la pared.
Eltrant sonrió al ver como las alas del lagarto estaban dobladas de forma aparentemente dolorosa. ¿Estaban rotas? En cualquier caso, no iba a emprender el vuelo de nuevo.
La llamarada que exhaló a continuación, y que solo pudo esquivar gracias a que los dioses solo parecían ayudarle cuando les insultaba, indicó que aun en tierra aquel tipo era peligrosamente letal. Afianzó ambas manos en torno a la espada rota, ignoró el punzante dolor que se había apoderado de su codo, tenía que acercarse más.
Última edición por Eltrant Tale el Sáb Jul 29 2017, 03:38, editado 3 veces (Razón : jramatika)
Eltrant Tale
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
El trato de “historia por historia” fue echado por tierra cuando el hombre-perro se levantó de la mesa para dirigirse hacia la salida, siendo seguido por el resto de los presentes segundos después. No era como si lo lamentara, pero debía admitir que comenzaba a sentir cierta curiosidad por la procedencia de aquella bestia. Sin embargo, al menos ahora tenía la certeza de que aquellas personas eran como él: oportunistas que vivían fuera de la ley. Interesante. Pero no tan interesante como lo que sucedía en el vasto cielo de Villa Centollo.
Cinco imponentes bestias aladas surcaban el aire sobre sus cabezas. Cuatro eran los que debían morder el polvo. Pese a que contaban con superioridad numérica, sólo uno de quienes habían estado sentados a la mesa podía lidiar con ellos: el dragón. Era el único que lograba estar, literalmente, a la altura de los enemigos.
O lo fue hasta que Elran Tail decidió hacer la estupidez más grande que Zatch había presenciado en toda su vida.
-Sí que le gustan las alturas. -Comentó con sorna, recordando la silueta del exmercenario dibujada sobre la Torre del Reloj de Lunargenta... una imagen bastante similar a la que sus ojos veían ahora, salvo que esta vez ningún edificio soportaba el peso del guardia retirado. Gracias a las peripecias del hombre, uno de los lagartos cayó, junto a éste, justo sobre la vivienda de algún desafortunado pescador.
-...Auch.
Zatch alzó la mirada, intentando descubrir la manera de atraer a los dragones hacia ellos dado que, a no ser que les crecieran alas, no podían hacer nada para defenderse. No deseaba combatirlos con el fin de proteger al miserable pueblito; la gente de aquel sitio le importaba más bien poco. Simplemente le disgustaba la idea de ser incinerado por estar en el lugar y en el momento incorrectos. Y el dueño de la posada, que se estaba asomando junto al grupo para presenciar los terribles acontecimientos, parecía ser víctima del mismo temor.
-¡Dr-dra-dragones! -Gimió. Zatch se volteó a observarlo; el pobre tipo estaba en un estado calamitoso. Detrás de él, en un segundo plano, pudo ver la pequeña barra que servía de recepción. Había sido echado de muchas posadas y tabernas en su vida por... distintos tipos de disturbios. Y, si algo sabía, era que todo posadero que se precie tiene bien cerca algún arma con el cual amenazar y echar a los clientes molestos.
-¿Tienes alguna ballesta? -Inquirió. El pobre hombre lo miró con los ojos bien abiertos y balbuceó algo ininteligible. Zatch lo sacudió, agarrándolo firmemente por los hombros y arrastrándolo hasta la recepción.
-¿Un arco? ¿Una honda? ¡Reacciona!
-¡S-sí!
El zorro se metió tras la barra-escritorio por sí mismo para buscar. Además de las llaves, el libro donde anotaban los ingresos y salidas de los clientes con una horrible caligrafía y un par de fruslerías, apoyado a un costado descansaba un machete y, bajo la tabla, una pequeña ballesta de mediano alcance con su respectivo carcaj. Tomó ambos y corrió hacia la salida, entregando el arma blanca al primer miembro del grupo que se encontró. Acto seguido se encaramó sobre el techo del establecimiento, que humeaba debido a los recientes ataques, tal como el gato había hecho un rato antes. Se acomodó la ballesta, poniéndose en posición para disparar.
-En momentos como este desearía que mi puntería no fuera una mierda.
Cerró un ojo y siguió con el otro las rápidas siluetas de los adversarios. Esperaba que se acercaran lo suficiente y entonces disparaba. No tenía práctica de tiro y gran parte de las flechas terminaban clavadas en el suelo varios metros más allá, pero al menos incomodaba un poco a los dragones e incluso pudo acercar un par de veces, ante lo cual exhalaba eufóricos gritos de victoria.
Cinco imponentes bestias aladas surcaban el aire sobre sus cabezas. Cuatro eran los que debían morder el polvo. Pese a que contaban con superioridad numérica, sólo uno de quienes habían estado sentados a la mesa podía lidiar con ellos: el dragón. Era el único que lograba estar, literalmente, a la altura de los enemigos.
O lo fue hasta que Elran Tail decidió hacer la estupidez más grande que Zatch había presenciado en toda su vida.
-Sí que le gustan las alturas. -Comentó con sorna, recordando la silueta del exmercenario dibujada sobre la Torre del Reloj de Lunargenta... una imagen bastante similar a la que sus ojos veían ahora, salvo que esta vez ningún edificio soportaba el peso del guardia retirado. Gracias a las peripecias del hombre, uno de los lagartos cayó, junto a éste, justo sobre la vivienda de algún desafortunado pescador.
-...Auch.
Zatch alzó la mirada, intentando descubrir la manera de atraer a los dragones hacia ellos dado que, a no ser que les crecieran alas, no podían hacer nada para defenderse. No deseaba combatirlos con el fin de proteger al miserable pueblito; la gente de aquel sitio le importaba más bien poco. Simplemente le disgustaba la idea de ser incinerado por estar en el lugar y en el momento incorrectos. Y el dueño de la posada, que se estaba asomando junto al grupo para presenciar los terribles acontecimientos, parecía ser víctima del mismo temor.
-¡Dr-dra-dragones! -Gimió. Zatch se volteó a observarlo; el pobre tipo estaba en un estado calamitoso. Detrás de él, en un segundo plano, pudo ver la pequeña barra que servía de recepción. Había sido echado de muchas posadas y tabernas en su vida por... distintos tipos de disturbios. Y, si algo sabía, era que todo posadero que se precie tiene bien cerca algún arma con el cual amenazar y echar a los clientes molestos.
-¿Tienes alguna ballesta? -Inquirió. El pobre hombre lo miró con los ojos bien abiertos y balbuceó algo ininteligible. Zatch lo sacudió, agarrándolo firmemente por los hombros y arrastrándolo hasta la recepción.
-¿Un arco? ¿Una honda? ¡Reacciona!
-¡S-sí!
El zorro se metió tras la barra-escritorio por sí mismo para buscar. Además de las llaves, el libro donde anotaban los ingresos y salidas de los clientes con una horrible caligrafía y un par de fruslerías, apoyado a un costado descansaba un machete y, bajo la tabla, una pequeña ballesta de mediano alcance con su respectivo carcaj. Tomó ambos y corrió hacia la salida, entregando el arma blanca al primer miembro del grupo que se encontró. Acto seguido se encaramó sobre el techo del establecimiento, que humeaba debido a los recientes ataques, tal como el gato había hecho un rato antes. Se acomodó la ballesta, poniéndose en posición para disparar.
-En momentos como este desearía que mi puntería no fuera una mierda.
Cerró un ojo y siguió con el otro las rápidas siluetas de los adversarios. Esperaba que se acercaran lo suficiente y entonces disparaba. No tenía práctica de tiro y gran parte de las flechas terminaban clavadas en el suelo varios metros más allá, pero al menos incomodaba un poco a los dragones e incluso pudo acercar un par de veces, ante lo cual exhalaba eufóricos gritos de victoria.
Zatch
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
Un pilar de piedra salió del suelo, obra de Dann. Miré alrededor. ¿Por qué había hecho eso? No podía alcanzar a ninguno de los dragones con algo tan pequeño. ¿Y donde estaba Tale?
Seguí la mirada de Dann. Algo pequeño estaba... volando. Ascendiendo. Pataleando.
-Será idiota...- murmuré. ¿En que demonios estaba pensando? Con esa coraza no había forma de que llegase a la altura suficiente. Demasiado peso. Poco control. El brujo tenía que haberse esforzado mucho para alzarlo con tanta potencia. -Oh, por el amor de...- vi a Dann jadeando, apoyandose contra un edificio. ¿Cuanta energía había gastado en matar a Eltrant?
-Era un... experimento... quería ver si...-
-¿Si realmente tiene piedras en la cabeza? No hacía falta. Eso te lo puede decir cualquiera.
El brujo no respondió. Solo respiró pesadamente, aún sin aliento. Miré al cielo una vez más. Un dragón estaba cayendo en picado, dirigiendose a un edificio. Con Eltrant. Fruncí el ceño. ¿Aquello era un desafio? Me parecía un desafio. No iba a dejar que Tale me fuese a superar en eso.
Le hice una señal a Irirgo, y esperé a que se acercase. Tras unos segundos, el dragón aterrizó a mi lado.
-Llévame. Voy a equilibrar la balanza.- ordené, saltándo sobre su lomo. No era la primera vez que volaba. Era relativamente fácil, aunque incómodo. Mientras me mantuviese alejado de las alas y no le desequilibrase, el dragón era capaz de llevarme sin problemas. O eso suponía: no era capaz de quejarse en esa forma.
Afortunadamente, tampoco podía discutir. Me agarré con fuerza, e Irirgo despegó.
En otro momento, tal vez habría disfrutado del viento azotandonos con fuerza. De la fuerza y el frío que traian consigo. De la emoción y el miedo de la enorme altura a la que nos encontrabamos. Habría sido una sensación increible. Aquello era sentirse vivo. Pero en ese momento, tenía que estar concentrado. Mis ojos se clavaron en un dragón rojo, el más alejado de los edificios. Irirgo sabía lo que hacía. A diferencia del resto, ese no lanzaba simples llamaradas, sino grandes bolas de fuego que explotaban al encontrar el suelo.
Potencialmente, era el que más daño podía hacer. Debiamos destruirlo.
Volamos alto, lo suficiente como para que tuviese que sujetarme al cuello del veterano con fuerza. Nos encontrabamos por encima de todo. Más alto de lo que había estado. Más que cualquier torre o castillo. Y, lo más importante, más alto que el dragón rojo.
Podía escuchar el gruñido de Irirgo. Tal vez estuviese dudando. Pero no había tiempo para segundas decisiones. El otro reptil se encontraba a tan solo un par de metros debajo de nosotros. No nos había visto aún. Demasiado centrado en escupir sus proyectiles. Irirgo aleteó con fuerza, adelantándose y empezó a inclinarse en el vuelo. Señal de que nos separabamos.
Desenfundé mi espada y salté, alejándome del veterano. Los siguientes segundos fueron breves, pero intensos. La caida era demasiado alta. No fallaría.
Caí en picado, sujetando mi espada con ambas manos... y aterricé sobre el dragón carmesí, enterrando mi hoja en su espalda. El impacto contra sus escamas me dejó sin aliento. Fue casi como caer sobre una losa de piedra. Dolería. Pero lo que iba a hacer le iba a doler más.
Mi espada, Brillo, comenzó a iluminarse. El dragón lanzó un chillido de dolor. Había perforado sus órganos. Las alas del reptil se agitaron freneticamente, buscando separarse de mi. Usando toda la fuerza que tenía a mi disposición, empecé a mover mi espada dentro de él, desgarrando carne y escamas. En su interior, se empezó a formar una media luna que descendería en picado, cortando todo lo que se encontrase a su paso, y destrozando el interior de la bestia por completo.
El chillido se hizo más fuerte, y entonces, cesó. No llegaría al suelo con vida. Por supuesto, ya estabamos cayendo a una velocidad descontrolada. Había calculado la distancia. Cincuenta metros.
Abracé el cadáver del dragón. Era lo único que tenía como protección, después de todo. Cerré los ojos. ¿Tenía tiempo para unirme a una religión y rezar?
No. El impacto me sacudió por completo, y el frío inundó mi cuerpo. El agua estaba helada. Afortunadamente, el dragón había sido lo primero que perforó la superficie, y se llevó la mayor parte del impacto. Separé mi espada de su cuerpo y empecé a nadar hacia arriba. El sabor del agua salada era repugnante, y sentía un picor por todo el cuerpo. Pero había matado a uno.
"¡Chúpate esa, Tale! ¡Yo tengo más estilo!"
Syl gruñó, molesto. ¿Por qué eran los dos tan idiotas?
A veces parecía que carecian de cualquier instinto de supervivencia. Primero Tale, y luego Asher. Intentaban volar sin tener alas. Alcanzar a dragones usando espadas. Era estúpido. Tan absurdamente estúpido. Un movimiento en falso, y morirían. O peor, se encontrarían con huesos rotos o lesiones permanentes. Sólo por algo insignificante como aquello. Si salia mal, se arrepentirían el resto de sus vidas.
Pero lo más frustrante era que salia bien. Por algún tipo de humor cruel, los espíritus y la suerte parecían evitar que se llevasen cualquier tipo de consecuencia desagradable. Una persona normal habría muerto diez veces. Mutilado, atrapado, destrozado o en estado vegetal. Pero ellos no. Debían tener alguna bendición. Algo de lo que el resto carecía.
¿Era eso lo que les volvía tan arrogantes? ¿Su propia experiencia les había enseñado que no moririan? No tenía sentido. ¿Y si fuese al revés? ¿Y si ese comportamiento, valiente y temerario hasta la estupidez, era lo que hacia que les protegiesen?
No. Había visto a otra gente actuar así. Y morían.
En cualquier caso, había funcionado. Dos dragones habian caido. Uno al agua, y el otro al suelo. El de Eltrant seguía vivo. Tendría que hacer ayudar. Syl saltó del tejado de la posada y corrió, dirigiendose hacia Eltrant. Pero a medio camino, se detuvo. El chasquido de una ballesta le frenó en seco. Miró alrededor, y vio al hombre zorro. No Koth. Zatch. Este le entregó un machete. El gato pestañeó un par de veces y se lo sujetó en el cinturón, murmurando un agradecimiento.
El zorro estaba intentando disparar a los dragones. No lo conseguiría de esa forma.
-Extiende el brazo.- dijo, alzando su brazo izquierdo en dirección a uno de los dragones. Cerró el puño, a excepción de un pulgar. -Apunta a un pulgar de donde quieras disparar si apuntas al azul. Dos si es al negro.- ordenó. Una guia extremadamente burda, y solo aplicable a esa situación. Pero era lo que podía hacer. Sin pensar en si le había entendido o no, echó a correr de nuevo, empuñando el machete.
No tardó en encontrar a Eltrant. Solo tenía que seguir los gritos y llamaradas. A esa distancia, su ballesta solo le serviría para un disparo. En su lugar, tendría que ayudar de otra forma.
El gato se deslizó hacia el dragón, aprovechando que estaba ocupado con el humano, y lanzó un tajo contra la parte superior. Sin embargo, el machete rebotó inutilmente. No dijo nada. Solo juzgó la calidad de su arma en silencio. Tendría que atacar por debajo.
Por desgracia, no tuvo tal oportunidad. El dragón se giró, golpeandole con su gruesa cola en el estómago y derribándole. El hombre bestia cayó estrepitosamente al suelo. Se levantó. Iba a tener que esquivar mejor.
Seguí la mirada de Dann. Algo pequeño estaba... volando. Ascendiendo. Pataleando.
-Será idiota...- murmuré. ¿En que demonios estaba pensando? Con esa coraza no había forma de que llegase a la altura suficiente. Demasiado peso. Poco control. El brujo tenía que haberse esforzado mucho para alzarlo con tanta potencia. -Oh, por el amor de...- vi a Dann jadeando, apoyandose contra un edificio. ¿Cuanta energía había gastado en matar a Eltrant?
-Era un... experimento... quería ver si...-
-¿Si realmente tiene piedras en la cabeza? No hacía falta. Eso te lo puede decir cualquiera.
El brujo no respondió. Solo respiró pesadamente, aún sin aliento. Miré al cielo una vez más. Un dragón estaba cayendo en picado, dirigiendose a un edificio. Con Eltrant. Fruncí el ceño. ¿Aquello era un desafio? Me parecía un desafio. No iba a dejar que Tale me fuese a superar en eso.
Le hice una señal a Irirgo, y esperé a que se acercase. Tras unos segundos, el dragón aterrizó a mi lado.
-Llévame. Voy a equilibrar la balanza.- ordené, saltándo sobre su lomo. No era la primera vez que volaba. Era relativamente fácil, aunque incómodo. Mientras me mantuviese alejado de las alas y no le desequilibrase, el dragón era capaz de llevarme sin problemas. O eso suponía: no era capaz de quejarse en esa forma.
Afortunadamente, tampoco podía discutir. Me agarré con fuerza, e Irirgo despegó.
En otro momento, tal vez habría disfrutado del viento azotandonos con fuerza. De la fuerza y el frío que traian consigo. De la emoción y el miedo de la enorme altura a la que nos encontrabamos. Habría sido una sensación increible. Aquello era sentirse vivo. Pero en ese momento, tenía que estar concentrado. Mis ojos se clavaron en un dragón rojo, el más alejado de los edificios. Irirgo sabía lo que hacía. A diferencia del resto, ese no lanzaba simples llamaradas, sino grandes bolas de fuego que explotaban al encontrar el suelo.
Potencialmente, era el que más daño podía hacer. Debiamos destruirlo.
Volamos alto, lo suficiente como para que tuviese que sujetarme al cuello del veterano con fuerza. Nos encontrabamos por encima de todo. Más alto de lo que había estado. Más que cualquier torre o castillo. Y, lo más importante, más alto que el dragón rojo.
Podía escuchar el gruñido de Irirgo. Tal vez estuviese dudando. Pero no había tiempo para segundas decisiones. El otro reptil se encontraba a tan solo un par de metros debajo de nosotros. No nos había visto aún. Demasiado centrado en escupir sus proyectiles. Irirgo aleteó con fuerza, adelantándose y empezó a inclinarse en el vuelo. Señal de que nos separabamos.
Desenfundé mi espada y salté, alejándome del veterano. Los siguientes segundos fueron breves, pero intensos. La caida era demasiado alta. No fallaría.
Caí en picado, sujetando mi espada con ambas manos... y aterricé sobre el dragón carmesí, enterrando mi hoja en su espalda. El impacto contra sus escamas me dejó sin aliento. Fue casi como caer sobre una losa de piedra. Dolería. Pero lo que iba a hacer le iba a doler más.
Mi espada, Brillo, comenzó a iluminarse. El dragón lanzó un chillido de dolor. Había perforado sus órganos. Las alas del reptil se agitaron freneticamente, buscando separarse de mi. Usando toda la fuerza que tenía a mi disposición, empecé a mover mi espada dentro de él, desgarrando carne y escamas. En su interior, se empezó a formar una media luna que descendería en picado, cortando todo lo que se encontrase a su paso, y destrozando el interior de la bestia por completo.
El chillido se hizo más fuerte, y entonces, cesó. No llegaría al suelo con vida. Por supuesto, ya estabamos cayendo a una velocidad descontrolada. Había calculado la distancia. Cincuenta metros.
Abracé el cadáver del dragón. Era lo único que tenía como protección, después de todo. Cerré los ojos. ¿Tenía tiempo para unirme a una religión y rezar?
No. El impacto me sacudió por completo, y el frío inundó mi cuerpo. El agua estaba helada. Afortunadamente, el dragón había sido lo primero que perforó la superficie, y se llevó la mayor parte del impacto. Separé mi espada de su cuerpo y empecé a nadar hacia arriba. El sabor del agua salada era repugnante, y sentía un picor por todo el cuerpo. Pero había matado a uno.
"¡Chúpate esa, Tale! ¡Yo tengo más estilo!"
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Syl gruñó, molesto. ¿Por qué eran los dos tan idiotas?
A veces parecía que carecian de cualquier instinto de supervivencia. Primero Tale, y luego Asher. Intentaban volar sin tener alas. Alcanzar a dragones usando espadas. Era estúpido. Tan absurdamente estúpido. Un movimiento en falso, y morirían. O peor, se encontrarían con huesos rotos o lesiones permanentes. Sólo por algo insignificante como aquello. Si salia mal, se arrepentirían el resto de sus vidas.
Pero lo más frustrante era que salia bien. Por algún tipo de humor cruel, los espíritus y la suerte parecían evitar que se llevasen cualquier tipo de consecuencia desagradable. Una persona normal habría muerto diez veces. Mutilado, atrapado, destrozado o en estado vegetal. Pero ellos no. Debían tener alguna bendición. Algo de lo que el resto carecía.
¿Era eso lo que les volvía tan arrogantes? ¿Su propia experiencia les había enseñado que no moririan? No tenía sentido. ¿Y si fuese al revés? ¿Y si ese comportamiento, valiente y temerario hasta la estupidez, era lo que hacia que les protegiesen?
No. Había visto a otra gente actuar así. Y morían.
En cualquier caso, había funcionado. Dos dragones habian caido. Uno al agua, y el otro al suelo. El de Eltrant seguía vivo. Tendría que hacer ayudar. Syl saltó del tejado de la posada y corrió, dirigiendose hacia Eltrant. Pero a medio camino, se detuvo. El chasquido de una ballesta le frenó en seco. Miró alrededor, y vio al hombre zorro. No Koth. Zatch. Este le entregó un machete. El gato pestañeó un par de veces y se lo sujetó en el cinturón, murmurando un agradecimiento.
El zorro estaba intentando disparar a los dragones. No lo conseguiría de esa forma.
-Extiende el brazo.- dijo, alzando su brazo izquierdo en dirección a uno de los dragones. Cerró el puño, a excepción de un pulgar. -Apunta a un pulgar de donde quieras disparar si apuntas al azul. Dos si es al negro.- ordenó. Una guia extremadamente burda, y solo aplicable a esa situación. Pero era lo que podía hacer. Sin pensar en si le había entendido o no, echó a correr de nuevo, empuñando el machete.
No tardó en encontrar a Eltrant. Solo tenía que seguir los gritos y llamaradas. A esa distancia, su ballesta solo le serviría para un disparo. En su lugar, tendría que ayudar de otra forma.
El gato se deslizó hacia el dragón, aprovechando que estaba ocupado con el humano, y lanzó un tajo contra la parte superior. Sin embargo, el machete rebotó inutilmente. No dijo nada. Solo juzgó la calidad de su arma en silencio. Tendría que atacar por debajo.
Por desgracia, no tuvo tal oportunidad. El dragón se giró, golpeandole con su gruesa cola en el estómago y derribándole. El hombre bestia cayó estrepitosamente al suelo. Se levantó. Iba a tener que esquivar mejor.
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Usada habilidad de nivel 1: Corte de energía
Última edición por Asher el Mar Ago 01 2017, 15:31, editado 1 vez (Razón : Resaltar habilidad)
Asher Daregan
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
Se pasó lo que quedaba de su espada de una mano a otra, tanteó al dragón que tenía frente a él. Era grande, no tanto como Irirgo, pero lo suficiente como para hacerle pasar un mal rato haciendo si hacía uso de su fuerza bruta, algo que Eltrant ya había comprobado por las malas. También podía lanzar ataques a distancia, llamaradas que, de pillarle de lleno, lamentaría el estar enfundado en su coraza.
- ¿Puedes hablar estando así? – Señaló el rostro del dragón, rompiendo el breve silencio que había seguido al anterior fogonazo - ¿No quieres solucionar esto pacíficamente? Tengo la espada rota… tienes las alas rotas… ¿Empate? – Sonrió para sí tras mientras hacía aquellas preguntas, tragó saliva y se deslizó lentamente, tratando de posicionarse sutilmente, sin apartar su mirada de las fauces del lagarto. – Solo tienes que irte por dónde has venido – Aseveró ampliando la sonrisa. - ¿Eres de Dundarak? – Preguntó, volvió a avanzar – Tiene que ser Dundarak. – Afirmó.
No era muy expresivos, pero los gestos del reptil eran lo suficientemente humanos como para que Eltrant pudiese anticipar la llamarada que este no tardó en lanzar en su dirección como toda respuesta a sus palabras.
- … Me… me tomaré eso como que tienes un mal día. – Masculló arrastrándose por el suelo, tratando de esquivar las columnas de fuego que no tardaron de seguir a la primera. Distraerle no era una opción, tenía que acercarse por las malas, de frente.
Se incorporó, estuvo a punto de no conseguirlo y se tropezó en más de una ocasión, pero al final logró erguirse. Su velocidad al hacerlo le brindó, no obstante, varias dolorosas quemaduras en los brazos y la cara.
No había tiempo para quejarse, apretó los dientes y cargó contra el dragón, llegó a estar a punto de saltar sobre él, incluso levantó su espada para asestar un golpe gusto en el rostro de la criatura, pero en el último instante se vio obligado a saltar a un lado para evitar ser consumido por el fuego que esta no tardó en volver a desprender.
- ¿¡Quieres dejar de hacer eso?! – Exclamó retrocediendo una vez más.
Afortunadamente el dragón no podía mantener la llama de forma constante, este se detenía un par de segundos entre llamarada y llamarada, a tomar aire quizás, en cualquier caso, aquella pequeña fracción de tiempo era la que tenía que usar en su favor.
Un nuevo actor irrumpió en la escena, Syl se apareció de entre las sombras y acometió contra el reptil por la retaguardia.
Agradeció la ayuda aunque no sirvió de gran cosa, el gato atacó con lo que parecía ser un machete, uno que simplemente rebotó contra las escamas del lagarto. El dragón se giró inmediatamente a encarar a su nuevo adversario, arrollándole con la cola en el proceso, derribándole.
- ¡Syl! – El felino no tardó en volver a levantarse, Eltrant no era capaz de comprender lo que le pasaba al este por la cabeza, siempre con aquella mirada indescifrable, siempre sumido en sus pensamientos. Sin embargo no le era muy complicado intuir por qué el gato se mantenía alejado de él y de Lyn, y aun así, allí estaba, arriesgando su vida, ayudandole.
Tensó la mandíbula y frunció el ceño, el dragón había decidido que el Syl era un mejor adversario que él mismo. El felino peleaba a distancia, no cuerpo a cuerpo, no iba a permitir que se acercase nada a él.
Aceleró el ritmo, tras dejar caer la espada a un lado agarró a aquella cosa por la cola.
- ¡Darme la espalda es una muy mala idea! – El brazo contusionado crujió levemente ante el esfuerzo, cerró los ojos y tiró con fuerza. Pero se enfrentaba a un dragón, uno que no era precisamente pequeño, no consiguió gran cosa salvo ralentizarle, desviar sutilmente su cabeza impidiendo que el fuego acabase dónde la bestia pretendía. Esta siguió avanzando en dirección a Syl, ignorando el esfuerzo de Eltrant en mayor parte. – ¡No! ¡No, no, no! – Repitió una y otra vez, con cada “No” asentaba aún más sus pies al suelo.
Syl era ágil y él había ralentizado lo suficiente al dragón como para que este pudiese esquivar todo lo que le lanzase, ahora solo tenía que encontrar una manera de matarlo sin estar armado con su espada.
- ¡¡Quédate quieto!! – Gritó sin parar de tirar. Como siempre que sucedía cuando pensaba los planes sobre la marcha las cosas no salieron como él esperaba. El lagarto se cansó de su presencia, de sentir como sus movimientos se veían limitados por culpa de Eltrant, se giró sobre sí misma y, aprovechando que tenía al exmercenario básicamente al lado, se tiró sobre él.
Eltrant dejó escapar un grito de dolor cuando sintió como los afilados dientes del dragón perforaban su carne, como atravesaban la armadura emitiendo un sinfín de chasquidos metálicos. Las garras le mantenían sujeto al suelo con firmeza, apenas podía girar la cabeza, cada movimiento se veía traducido a un penetrante dolor en el pecho.
Algo parecido a una sonrisa ensangrentada se podía vislumbrar en la mirada del lagarto, una sonrisa que delataba un inconmensurable orgullo ante el enemigo caído, ante una victoria aplastante en el sentido más literal de la palabra.
Tragó saliva y llevó ambos brazos hasta la cara del dragón, la sujetó con fuerza, trató de abrirle la boca. ¿La espada de Syl no funcionaba? ¿Eran las escamas? Había peleado con algún dragón que otro antes que aquel, básicamente tenían una armadura natural.
- ¡Syl! – Exclamó, consiguió alejar la cabeza de la criatura varios centímetros - ¡Al cuello! – Pudo contemplar como el dragón abría las fauces al oír a Eltrant decir eso, liberándole de la mordedura, tratando de girarse hacía el gato al que había descuidado.
El castaño no perdió un segundo, hizo acopio de todas sus fuerzas, usó toda esa fuerza que ya estaba acostumbrado a recibir cuando la adrenalina comenzaba a recorrer su cuerpo y cerró ambos brazos en torno la mandíbula de la bestia, obligándole a cerrar la boca.[1]
- ¡¿Ahora te quieres ir!? – Preguntó dejando escapar una extraña carcajada mezclada con una exclamación de dolor - ¡¡No te has terminado la cena!! – Le obligó a desviar la cabeza, a mirarle a él. - ¡Vamos! - El dragón usó sus garras para deshacerse de Eltrant, o más bien para tratar de hacerlo. Eltrant no dejó que abriese la boca ni se separó de él, aun cuando sus zarpas imitaban la dentellada y se abrían paso a través de la armadura.
Había perdido la primera capa, había perdido su piel de hierro, pero aún le quedaba la carne. El dragón no se iba a escapar, no hasta que estuviese muerto.
¿Quería un trozo de él? Iba a tener todo el Tale que quisiese.
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Habilidad Nivel 0: Adrenalina.
- ¿Puedes hablar estando así? – Señaló el rostro del dragón, rompiendo el breve silencio que había seguido al anterior fogonazo - ¿No quieres solucionar esto pacíficamente? Tengo la espada rota… tienes las alas rotas… ¿Empate? – Sonrió para sí tras mientras hacía aquellas preguntas, tragó saliva y se deslizó lentamente, tratando de posicionarse sutilmente, sin apartar su mirada de las fauces del lagarto. – Solo tienes que irte por dónde has venido – Aseveró ampliando la sonrisa. - ¿Eres de Dundarak? – Preguntó, volvió a avanzar – Tiene que ser Dundarak. – Afirmó.
No era muy expresivos, pero los gestos del reptil eran lo suficientemente humanos como para que Eltrant pudiese anticipar la llamarada que este no tardó en lanzar en su dirección como toda respuesta a sus palabras.
- … Me… me tomaré eso como que tienes un mal día. – Masculló arrastrándose por el suelo, tratando de esquivar las columnas de fuego que no tardaron de seguir a la primera. Distraerle no era una opción, tenía que acercarse por las malas, de frente.
Se incorporó, estuvo a punto de no conseguirlo y se tropezó en más de una ocasión, pero al final logró erguirse. Su velocidad al hacerlo le brindó, no obstante, varias dolorosas quemaduras en los brazos y la cara.
No había tiempo para quejarse, apretó los dientes y cargó contra el dragón, llegó a estar a punto de saltar sobre él, incluso levantó su espada para asestar un golpe gusto en el rostro de la criatura, pero en el último instante se vio obligado a saltar a un lado para evitar ser consumido por el fuego que esta no tardó en volver a desprender.
- ¿¡Quieres dejar de hacer eso?! – Exclamó retrocediendo una vez más.
Afortunadamente el dragón no podía mantener la llama de forma constante, este se detenía un par de segundos entre llamarada y llamarada, a tomar aire quizás, en cualquier caso, aquella pequeña fracción de tiempo era la que tenía que usar en su favor.
Un nuevo actor irrumpió en la escena, Syl se apareció de entre las sombras y acometió contra el reptil por la retaguardia.
Agradeció la ayuda aunque no sirvió de gran cosa, el gato atacó con lo que parecía ser un machete, uno que simplemente rebotó contra las escamas del lagarto. El dragón se giró inmediatamente a encarar a su nuevo adversario, arrollándole con la cola en el proceso, derribándole.
- ¡Syl! – El felino no tardó en volver a levantarse, Eltrant no era capaz de comprender lo que le pasaba al este por la cabeza, siempre con aquella mirada indescifrable, siempre sumido en sus pensamientos. Sin embargo no le era muy complicado intuir por qué el gato se mantenía alejado de él y de Lyn, y aun así, allí estaba, arriesgando su vida, ayudandole.
Tensó la mandíbula y frunció el ceño, el dragón había decidido que el Syl era un mejor adversario que él mismo. El felino peleaba a distancia, no cuerpo a cuerpo, no iba a permitir que se acercase nada a él.
Aceleró el ritmo, tras dejar caer la espada a un lado agarró a aquella cosa por la cola.
- ¡Darme la espalda es una muy mala idea! – El brazo contusionado crujió levemente ante el esfuerzo, cerró los ojos y tiró con fuerza. Pero se enfrentaba a un dragón, uno que no era precisamente pequeño, no consiguió gran cosa salvo ralentizarle, desviar sutilmente su cabeza impidiendo que el fuego acabase dónde la bestia pretendía. Esta siguió avanzando en dirección a Syl, ignorando el esfuerzo de Eltrant en mayor parte. – ¡No! ¡No, no, no! – Repitió una y otra vez, con cada “No” asentaba aún más sus pies al suelo.
Syl era ágil y él había ralentizado lo suficiente al dragón como para que este pudiese esquivar todo lo que le lanzase, ahora solo tenía que encontrar una manera de matarlo sin estar armado con su espada.
- ¡¡Quédate quieto!! – Gritó sin parar de tirar. Como siempre que sucedía cuando pensaba los planes sobre la marcha las cosas no salieron como él esperaba. El lagarto se cansó de su presencia, de sentir como sus movimientos se veían limitados por culpa de Eltrant, se giró sobre sí misma y, aprovechando que tenía al exmercenario básicamente al lado, se tiró sobre él.
Eltrant dejó escapar un grito de dolor cuando sintió como los afilados dientes del dragón perforaban su carne, como atravesaban la armadura emitiendo un sinfín de chasquidos metálicos. Las garras le mantenían sujeto al suelo con firmeza, apenas podía girar la cabeza, cada movimiento se veía traducido a un penetrante dolor en el pecho.
Algo parecido a una sonrisa ensangrentada se podía vislumbrar en la mirada del lagarto, una sonrisa que delataba un inconmensurable orgullo ante el enemigo caído, ante una victoria aplastante en el sentido más literal de la palabra.
Tragó saliva y llevó ambos brazos hasta la cara del dragón, la sujetó con fuerza, trató de abrirle la boca. ¿La espada de Syl no funcionaba? ¿Eran las escamas? Había peleado con algún dragón que otro antes que aquel, básicamente tenían una armadura natural.
- ¡Syl! – Exclamó, consiguió alejar la cabeza de la criatura varios centímetros - ¡Al cuello! – Pudo contemplar como el dragón abría las fauces al oír a Eltrant decir eso, liberándole de la mordedura, tratando de girarse hacía el gato al que había descuidado.
El castaño no perdió un segundo, hizo acopio de todas sus fuerzas, usó toda esa fuerza que ya estaba acostumbrado a recibir cuando la adrenalina comenzaba a recorrer su cuerpo y cerró ambos brazos en torno la mandíbula de la bestia, obligándole a cerrar la boca.[1]
- ¡¿Ahora te quieres ir!? – Preguntó dejando escapar una extraña carcajada mezclada con una exclamación de dolor - ¡¡No te has terminado la cena!! – Le obligó a desviar la cabeza, a mirarle a él. - ¡Vamos! - El dragón usó sus garras para deshacerse de Eltrant, o más bien para tratar de hacerlo. Eltrant no dejó que abriese la boca ni se separó de él, aun cuando sus zarpas imitaban la dentellada y se abrían paso a través de la armadura.
Había perdido la primera capa, había perdido su piel de hierro, pero aún le quedaba la carne. El dragón no se iba a escapar, no hasta que estuviese muerto.
¿Quería un trozo de él? Iba a tener todo el Tale que quisiese.
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Eltrant Tale
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
Dos de los enormes lagartos habían caído. Quedaba otro par revoloteando sobre sus cabezas: El azul, cuyos movimientos eran bruscos e impredecibles y el negro, que volaba más rápido pero con mayor elegancia y, debido a sus escamas de obsidiana, era difícil distinguir su silueta recortándose en el cielo nocturno. Lo único que resaltaba de éste último eran los pequeños ojos rojos que brillaban a los lados de su cráneo... y el haz de fuego que emergía entre sus fauces.
El zorro seguía intentando darle a cualquiera que se acercara lo suficiente. Sin embargo, salvo un par de saetas que fueron repelidas por las duras escamas, el resto terminaba volando hacia cualquier sitio. Incluso uno de los proyectiles se incrustó a menos de un metro del exmercenario tras rozarle la cabeza cuando éste estaba inmerso en la batalla con su respectivo contrincante.
-¡Ups! ¡Lo siento!
Para su fortuna, Syl se detuvo a darle un consejo antes de alejarse del edificio. “A un pulgar del azul y dos del negro” repitió mentalmente mientras extendía el brazo tal como había hecho el gato. En esa posición le era más difícil mantener estable la ballesta, pero se concentró en acostumbrarse a seguir las siluetas dracónicas durante un breve rato antes de volver a aprestar una nueva flecha.
El dragón más oscuro volaba en línea recta y sus giros eran suaves; seguirlo era mucho más fácil que al otro, que de repente zigzagueaba y cambiaba el rumbo de sus piruetas. Por ello eligió al negro. Sin embargo, tuvo que entrecerrar los ojos y concentrarse al máximo en seguir los pequeños puntos de color rubí que lo observaban todo desde la altura, eligiendo qué edificio incinerar a continuación.
-Acércate sólo un poco más... -Murmuró, preparado para lanzar. Al presenciar a la imponente criatura le era imposible no pensar en Ingela, su querida dragona. ¿Qué diría si supiera que estaba intentando abatir a uno de los suyos? Esperaba que nunca se enterase. De todas formas, podía decir que era en defensa personal. No era su culpa que esos demonios alados quisieran incendiar justamente la villa donde él se encontraba. ¿Por qué demonios les interesaba reducir a cenizas esa villa alejada de la mano de Odín?
La lagartija voladora descendió suavemente y comenzó a planear sobre las modestas edificaciones, por fin en dirección al “hedifisio extreya” sobre el cual Zatch esperaba con paciencia el momento exacto para disparar. Y, siguiendo el consejo de Syl, su puntería mejoró con creces... pero no lo suficiente. La saeta rebotó justo en el entrecejo del dragón, que dirigió una mirada ladina hacia el zorro y exhaló un bufido iracundo. En ese instante, su vuelo pasó de la serenidad a la excitación con un furioso batir de alas. Trazando una U en el cielo, la criatura viró y encaró nuevamente hacia la posada con endemoniada velocidad, dispuesto a vengarse del imbécil que había creído poder vérselas con él.
-Oh oh...
Repuso el proyectil tan rápido como pudo, acomodó la ballesta y extendió el brazo con el pulgar en alto para volver a apuntar. Faltaban menos de tres segundos para que estuviera justo encima suyo, segundos que pasaron con horrorosa lentitud. “Uno...” el dragón abrió sus enormes fauces, dos... inhaló profundamente para preparar la llamarada- ¡Tres! -Gritó Zatch y disparó a la par que el fuego impactaba sobre el techo, a medio metro de donde estaba situado. La saeta atravesó la llamarada y el zorro saltó para caer en cuatro patas sobre el arenoso suelo y ponerse a rodar. Era la tercera o cuarta vez que la cola se le incendiaba en lo que iba del maldito año.
-¡Auch! ¡Ay! ¡Mierda!
Tan ocupado estaba intentando ahogar las llamas que le lamían la espalda que no se percató de que había dado justo en el ojo izquierdo del dragón. Sin embargo, el estruendo causado por éste al caer al suelo fue suficiente para saberlo. El zorro soltó un grito de júbilo y se desprendió de su capa para liberarse del fuego. Con la cola humeando, se puso de pie y corrió a asomarse para verificar el estado de la criatura.
El dragón negro estaba incorporándose e intentaba arrancarse la flecha del ojo, pero no podía tomarla con las garras sin hacerse más daño. Claramente estaba vivo, pero Zatch cruzó los dedos para que la molestia causada fuese lo suficientemente grave como para invalidarlo.
-¡Otro abajo, pero vive! -Avisó al grupo.
El zorro seguía intentando darle a cualquiera que se acercara lo suficiente. Sin embargo, salvo un par de saetas que fueron repelidas por las duras escamas, el resto terminaba volando hacia cualquier sitio. Incluso uno de los proyectiles se incrustó a menos de un metro del exmercenario tras rozarle la cabeza cuando éste estaba inmerso en la batalla con su respectivo contrincante.
-¡Ups! ¡Lo siento!
Para su fortuna, Syl se detuvo a darle un consejo antes de alejarse del edificio. “A un pulgar del azul y dos del negro” repitió mentalmente mientras extendía el brazo tal como había hecho el gato. En esa posición le era más difícil mantener estable la ballesta, pero se concentró en acostumbrarse a seguir las siluetas dracónicas durante un breve rato antes de volver a aprestar una nueva flecha.
El dragón más oscuro volaba en línea recta y sus giros eran suaves; seguirlo era mucho más fácil que al otro, que de repente zigzagueaba y cambiaba el rumbo de sus piruetas. Por ello eligió al negro. Sin embargo, tuvo que entrecerrar los ojos y concentrarse al máximo en seguir los pequeños puntos de color rubí que lo observaban todo desde la altura, eligiendo qué edificio incinerar a continuación.
-Acércate sólo un poco más... -Murmuró, preparado para lanzar. Al presenciar a la imponente criatura le era imposible no pensar en Ingela, su querida dragona. ¿Qué diría si supiera que estaba intentando abatir a uno de los suyos? Esperaba que nunca se enterase. De todas formas, podía decir que era en defensa personal. No era su culpa que esos demonios alados quisieran incendiar justamente la villa donde él se encontraba. ¿Por qué demonios les interesaba reducir a cenizas esa villa alejada de la mano de Odín?
La lagartija voladora descendió suavemente y comenzó a planear sobre las modestas edificaciones, por fin en dirección al “hedifisio extreya” sobre el cual Zatch esperaba con paciencia el momento exacto para disparar. Y, siguiendo el consejo de Syl, su puntería mejoró con creces... pero no lo suficiente. La saeta rebotó justo en el entrecejo del dragón, que dirigió una mirada ladina hacia el zorro y exhaló un bufido iracundo. En ese instante, su vuelo pasó de la serenidad a la excitación con un furioso batir de alas. Trazando una U en el cielo, la criatura viró y encaró nuevamente hacia la posada con endemoniada velocidad, dispuesto a vengarse del imbécil que había creído poder vérselas con él.
-Oh oh...
Repuso el proyectil tan rápido como pudo, acomodó la ballesta y extendió el brazo con el pulgar en alto para volver a apuntar. Faltaban menos de tres segundos para que estuviera justo encima suyo, segundos que pasaron con horrorosa lentitud. “Uno...” el dragón abrió sus enormes fauces, dos... inhaló profundamente para preparar la llamarada- ¡Tres! -Gritó Zatch y disparó a la par que el fuego impactaba sobre el techo, a medio metro de donde estaba situado. La saeta atravesó la llamarada y el zorro saltó para caer en cuatro patas sobre el arenoso suelo y ponerse a rodar. Era la tercera o cuarta vez que la cola se le incendiaba en lo que iba del maldito año.
-¡Auch! ¡Ay! ¡Mierda!
Tan ocupado estaba intentando ahogar las llamas que le lamían la espalda que no se percató de que había dado justo en el ojo izquierdo del dragón. Sin embargo, el estruendo causado por éste al caer al suelo fue suficiente para saberlo. El zorro soltó un grito de júbilo y se desprendió de su capa para liberarse del fuego. Con la cola humeando, se puso de pie y corrió a asomarse para verificar el estado de la criatura.
El dragón negro estaba incorporándose e intentaba arrancarse la flecha del ojo, pero no podía tomarla con las garras sin hacerse más daño. Claramente estaba vivo, pero Zatch cruzó los dedos para que la molestia causada fuese lo suficientemente grave como para invalidarlo.
-¡Otro abajo, pero vive! -Avisó al grupo.
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
Syl saltó a un lado, evitando las enormes garras del dragón. Era... más grande de lo que esperaba. Y más duro. Visto desde ese ángulo, aquel ser era más intimidante de lo que creía. No tanto como Irirgo, pero el veterano le ponía nervioso incluso estando de su parte. Ese otro no lo estaba.
El lagarto abrió la boca. Durante medio segundo, el gato fue incapaz de respirar. Tenía que moverse. Se tiró al suelo. Pero no sería suficiente. Por fortuna, Eltrant forzó al dragón a moverse, impidiendo que la llamarada le alcanzase. Syl se levantó, agradeciendo su suerte, y continuó evitando los incesantes ataques del lagarto.
No podía quedarse sin hacer nada. Pero aquel enemigo era el más temible al que se había enfrentado. Sus armas no funcionaban. No llegó a tomar una decisión, pues la bestia se dio la vuelta y volvió a atacar al humano.
El grito de Eltrant hizo que se le erizase el pelo. En aquel momento estaba casi seguro de que el humano moriría allí. Que en unos segundos escucharía el chasquido de su columna rompiendose y caería inerte al suelo. Se le heló la sangre. Había luchado junto a él, y se habian ayudado el uno al otro. Aun así, no sentía ningún tipo de vínculo con él. En cualquier otra situación, probablemente no le habría importado lo que le pasase más allá de como afectase al resto de su grupo. Le habría abandonado a su suerte.
Pero ahí... no podía simplemente dejarlo ahí.
El grito de Eltrant hizo que reaccionase. Seguía vivo. El cuello. El cuello.
Syl corrió y se deslizó bajo el dragón, levantando tierra y polvo. El estómago del reptil era blanco, y menos duro que la parte superior. Desprotegido. La hoja del machete se insertó en su carne casi sin dificultad. El felino se impulsó hacia adelante, abriendo una enorme herida desde la tripa al cuello.
La sangre empezó a brotar a gran velocidad. Casi a presión. Debía haber cercenado alguna vena. Una enorme cantidad del líquido carmesí cubrió la tierra, el machete, y al propio gato. Al principio, creía que era fuego. Cálida. Demasiado caliente. Pese a todo lo que acababa de pasar, solo podía pensar en lo raro que resultaba aquello. Creía que todos los reptiles tenían sangre fría.
El dragón no se movia. O, si lo hacía, era demasiado lento. Sus piernas empezaron a temblar, por lo que Syl se arrastró fuera de su camino para evitar ser aplastado. El felino jadeó, sintiendose pesado y mareado. Su pelaje estaba cubierto de un tono carmesí, siendo más evidente por su chaqueta y camisa abiertas.
Se sentó en el suelo. Las manos aún le temblaban. Tenía que buscar un sitio donde ocultarse: odiaba mostrarse vulnerable. Pero entonces recordó un detalle: Eltrant estaba malherido. Tenía que estarlo. Ni siquiera esa armadura podía haber resistido perfectamente. Se aproximó al humano y le ayudó a separar las fauces del dragón, que ya había caido al suelo.
-Es... peor de lo que imaginaba...- musitó con voz temblorosa, refiriendose a la bestia. Tragó saliva. Eltrant estaba sangrando. Ayudó al humano a levantarse, aun a duras penas. Tenía que llevarlo a... alguna parte. La posada. Ahí tendrian algo. Tal vez... -¡LYN!- gritó. Daba igual lo que creyese o que le pusiese nervioso. En esa situación, lo que pensase no importaba. Tenía que hacer todo lo que pudiese. Ayudó a Eltrant, intentando cargar con el peso que podía.
-No te mereces estar vivo...- murmuró. -...parece que no soy yo el que tiene siete vidas.-
Irirgo se lanzó una vez más contra el otro dragón. Había conseguido convertirse en una verdadera molestia. La sierpe azul era más pequeña, y más rápida... pero no tenía posibilidad de ganar en un enfrentamiento físico. Por lo tanto, su táctica se había convertido en huir mientras intentaba incinerar el resto de edificios.
No resultaba. Sin concentrarse en un punto fijo, sus llamaradas alcanzaban puntos muertos: caminos de tierra, puntos demasiado alejados, o incluso el mar. No solo eso: el veterano estaba determinado a embestirle, y a cada segundo que pasaba, acortaba un poco de distancia. No tardó en encontrarse a la distancia adecuada, y lanzó una fuerte llamarada que alcanzó la cola de su presa.
Aquello fue suficiente para distraerle. Durante una fracción de segundo, sus alas flaquearon cuando debían haber batido. Irirgo se lanzó de cabeza contra su oponente, impactando en un costado y provocando que perdiese el equilibrio y cayese, dolorido. El veterano bajó en picado, persiguiendole. A esa distancia, aún tenía tiempo para recuperarse.
Y, efectivamente, lo hizo. Pero esta vez, el golpe fue peor. Todo el peso del dragón gris cayó sobre su lomo, utilizando su cuerpo como ariete. El rugido de dolor fue inutil. Ahí arriba nadie le escucharía gritar.
El reptil se precipitó contra el suelo, levantándo una gran cantidad de humo. La caida le había resultado extremadamente dura. Sus alas estaban desgarradas, y muchos de sus huesos estaban rotos. Cerró los ojos, agonizante. Irirgo aterrizó cerca.
Matarlo habría sido sencillo. Clavar sus garras en el cuello. O atacar a la cara. Aquellas tácticas eran comunes entre dragones. Pero el veterano nunca había sido la clase de persona que tomaba decisiones sencillas. No tenía por qué acabar con él. No se levantaría pronto.
Los ojos de su oponente se clavaron en los suyos. Zafiros. Ojos temerosos. Doloridos. Tal vez astutos, incluso. Como si supiese lo que iba a hacer. Como si esperase morir.
Irirgo resopló. Había perdido porque le temía. Probablemente, los aldeanos de aquel lugar lo rematarian. O se desangraría sin más. Si no, moriría en su siguiente batalla. O le alcanzaría la plaga. Sus posibilidades de sobrevivir eran muy bajas, y solo estaba retrasando lo inevitable. Como le había dicho a Eltrant, no podía salvarlo.
Pero podía darle una posibilidad de que se salvase él sólo. De que volviese a su forma humana y buscase atención médica. De que se retirase de su estilo de vida y se buscase un trabajo menos peligroso. Era pequeña, pero era una posibilidad.
Irirgo alzó el vuelo, para la sorpresa del otro dragón. Tal vez el idealismo de Eltrant se le hubiese pegado. Tal vez hubiese despertado algo que ya tenía dentro.
Era una posibilidad.
Dann observó como el dragón caía, arrasando todo a su paso. Ver a la bestia le puso algo incómodo, sobre todo por la herida que acababa de recibir: un virote se había incrustado en su ojo, ahora ensangrentado. ¿Había sido Syl? Suponía que sí, puesto que no había visto a ningún otro arquero. Su compañero tenía la puntería suficiente, después de todo.
Fuera como fuese, la sierpe seguía viva. Y, probablemente, estaría furiosa. Pero si podía evitar que se arrancase el virote, tal vez tuviese una posibilidad. El brujo alzó sus manos en dirección al suelo. Dos pilares de piedra se alzaron, a apenas un metro entre sí, y se cerraron en torno al cuello del dragón, atrapando su cabeza e impidiendole moverse.
Para cuando se dió cuenta, fue demasiado tarde. Por más que se agitaba y rugía, su "collar" de piedra no iba a ceder.
Probablemente.
El lagarto abrió la boca. Durante medio segundo, el gato fue incapaz de respirar. Tenía que moverse. Se tiró al suelo. Pero no sería suficiente. Por fortuna, Eltrant forzó al dragón a moverse, impidiendo que la llamarada le alcanzase. Syl se levantó, agradeciendo su suerte, y continuó evitando los incesantes ataques del lagarto.
No podía quedarse sin hacer nada. Pero aquel enemigo era el más temible al que se había enfrentado. Sus armas no funcionaban. No llegó a tomar una decisión, pues la bestia se dio la vuelta y volvió a atacar al humano.
El grito de Eltrant hizo que se le erizase el pelo. En aquel momento estaba casi seguro de que el humano moriría allí. Que en unos segundos escucharía el chasquido de su columna rompiendose y caería inerte al suelo. Se le heló la sangre. Había luchado junto a él, y se habian ayudado el uno al otro. Aun así, no sentía ningún tipo de vínculo con él. En cualquier otra situación, probablemente no le habría importado lo que le pasase más allá de como afectase al resto de su grupo. Le habría abandonado a su suerte.
Pero ahí... no podía simplemente dejarlo ahí.
El grito de Eltrant hizo que reaccionase. Seguía vivo. El cuello. El cuello.
Syl corrió y se deslizó bajo el dragón, levantando tierra y polvo. El estómago del reptil era blanco, y menos duro que la parte superior. Desprotegido. La hoja del machete se insertó en su carne casi sin dificultad. El felino se impulsó hacia adelante, abriendo una enorme herida desde la tripa al cuello.
La sangre empezó a brotar a gran velocidad. Casi a presión. Debía haber cercenado alguna vena. Una enorme cantidad del líquido carmesí cubrió la tierra, el machete, y al propio gato. Al principio, creía que era fuego. Cálida. Demasiado caliente. Pese a todo lo que acababa de pasar, solo podía pensar en lo raro que resultaba aquello. Creía que todos los reptiles tenían sangre fría.
El dragón no se movia. O, si lo hacía, era demasiado lento. Sus piernas empezaron a temblar, por lo que Syl se arrastró fuera de su camino para evitar ser aplastado. El felino jadeó, sintiendose pesado y mareado. Su pelaje estaba cubierto de un tono carmesí, siendo más evidente por su chaqueta y camisa abiertas.
Se sentó en el suelo. Las manos aún le temblaban. Tenía que buscar un sitio donde ocultarse: odiaba mostrarse vulnerable. Pero entonces recordó un detalle: Eltrant estaba malherido. Tenía que estarlo. Ni siquiera esa armadura podía haber resistido perfectamente. Se aproximó al humano y le ayudó a separar las fauces del dragón, que ya había caido al suelo.
-Es... peor de lo que imaginaba...- musitó con voz temblorosa, refiriendose a la bestia. Tragó saliva. Eltrant estaba sangrando. Ayudó al humano a levantarse, aun a duras penas. Tenía que llevarlo a... alguna parte. La posada. Ahí tendrian algo. Tal vez... -¡LYN!- gritó. Daba igual lo que creyese o que le pusiese nervioso. En esa situación, lo que pensase no importaba. Tenía que hacer todo lo que pudiese. Ayudó a Eltrant, intentando cargar con el peso que podía.
-No te mereces estar vivo...- murmuró. -...parece que no soy yo el que tiene siete vidas.-
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Irirgo se lanzó una vez más contra el otro dragón. Había conseguido convertirse en una verdadera molestia. La sierpe azul era más pequeña, y más rápida... pero no tenía posibilidad de ganar en un enfrentamiento físico. Por lo tanto, su táctica se había convertido en huir mientras intentaba incinerar el resto de edificios.
No resultaba. Sin concentrarse en un punto fijo, sus llamaradas alcanzaban puntos muertos: caminos de tierra, puntos demasiado alejados, o incluso el mar. No solo eso: el veterano estaba determinado a embestirle, y a cada segundo que pasaba, acortaba un poco de distancia. No tardó en encontrarse a la distancia adecuada, y lanzó una fuerte llamarada que alcanzó la cola de su presa.
Aquello fue suficiente para distraerle. Durante una fracción de segundo, sus alas flaquearon cuando debían haber batido. Irirgo se lanzó de cabeza contra su oponente, impactando en un costado y provocando que perdiese el equilibrio y cayese, dolorido. El veterano bajó en picado, persiguiendole. A esa distancia, aún tenía tiempo para recuperarse.
Y, efectivamente, lo hizo. Pero esta vez, el golpe fue peor. Todo el peso del dragón gris cayó sobre su lomo, utilizando su cuerpo como ariete. El rugido de dolor fue inutil. Ahí arriba nadie le escucharía gritar.
El reptil se precipitó contra el suelo, levantándo una gran cantidad de humo. La caida le había resultado extremadamente dura. Sus alas estaban desgarradas, y muchos de sus huesos estaban rotos. Cerró los ojos, agonizante. Irirgo aterrizó cerca.
Matarlo habría sido sencillo. Clavar sus garras en el cuello. O atacar a la cara. Aquellas tácticas eran comunes entre dragones. Pero el veterano nunca había sido la clase de persona que tomaba decisiones sencillas. No tenía por qué acabar con él. No se levantaría pronto.
Los ojos de su oponente se clavaron en los suyos. Zafiros. Ojos temerosos. Doloridos. Tal vez astutos, incluso. Como si supiese lo que iba a hacer. Como si esperase morir.
Irirgo resopló. Había perdido porque le temía. Probablemente, los aldeanos de aquel lugar lo rematarian. O se desangraría sin más. Si no, moriría en su siguiente batalla. O le alcanzaría la plaga. Sus posibilidades de sobrevivir eran muy bajas, y solo estaba retrasando lo inevitable. Como le había dicho a Eltrant, no podía salvarlo.
Pero podía darle una posibilidad de que se salvase él sólo. De que volviese a su forma humana y buscase atención médica. De que se retirase de su estilo de vida y se buscase un trabajo menos peligroso. Era pequeña, pero era una posibilidad.
Irirgo alzó el vuelo, para la sorpresa del otro dragón. Tal vez el idealismo de Eltrant se le hubiese pegado. Tal vez hubiese despertado algo que ya tenía dentro.
Era una posibilidad.
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Dann observó como el dragón caía, arrasando todo a su paso. Ver a la bestia le puso algo incómodo, sobre todo por la herida que acababa de recibir: un virote se había incrustado en su ojo, ahora ensangrentado. ¿Había sido Syl? Suponía que sí, puesto que no había visto a ningún otro arquero. Su compañero tenía la puntería suficiente, después de todo.
Fuera como fuese, la sierpe seguía viva. Y, probablemente, estaría furiosa. Pero si podía evitar que se arrancase el virote, tal vez tuviese una posibilidad. El brujo alzó sus manos en dirección al suelo. Dos pilares de piedra se alzaron, a apenas un metro entre sí, y se cerraron en torno al cuello del dragón, atrapando su cabeza e impidiendole moverse.
Para cuando se dió cuenta, fue demasiado tarde. Por más que se agitaba y rugía, su "collar" de piedra no iba a ceder.
Probablemente.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
Llegados a aquel punto no estaba seguro cuál era su sangre y cual pertenecía al dragón que yacía muerto sobre él. Dejó caer su cabeza sobre la arena y cerró los ojos, tomó un poco de aire, el intenso aroma metalizado de la sangre que le cubría inundó sus pulmones. Sintiendo cierto alivio cuando las extremidades de la bestia dejaron de ejercer presión sobre él.
Syl le había abierto en canal al lagarto, salvando, con toda seguridad, su vida en el proceso.
Eltrant suspiró aliviado al notar como las extremidades del reptil dejaban de ejercer presión sobre su cuerpo, empujó levemente el cadáver, apartando los afilados colmillos de su cuerpo, iba a necesitar, no obstante, ayuda para salir bajo el dragón.
Los pocos segundos de silencio que sucedieron a la muerte del dragón se le hicieron eternos, los agradeció; El tiempo pareció ralentizarse, en realidad le apetecía quedarse allí tumbado, descansar un poco.
Syl, quien también estaba cubierto de sangre, se acercó a él y le ayudó a quitarse el reptil de encima, el gato parecía nervioso, le temblaba la voz ¿Era la primera vez que veía tanta sangre? ¿Qué enfrentaba a un dragón como aquel? Estando en el grupo de Asher dudaba que aquel fuese el motivo.
Gimiendo por lo bajo Eltrant aceptó de buena gana la mano del felino y se incorporó de nuevo.
- No te preocupes… - Sonrió como mejor pudo cuando el gato llamó a Lyn de un grito y recuperó los restos de su espada del suelo. – Aunque… me duele un poco al reírme – Dejó escapar una ligera carcajada mezclada con indiscutibles gestos de dolor en un intento por que el gato se tranquilizase un poco, pero no estaba seguro de haberlo conseguido.
- Eso… tiene bastante de verdad – Admitió cuando oyó las palabras que Syl le dedicó. Aceptó la ayuda de este y dejó que cargase con parte de su peso, pero se esforzó por tratar de caminar por su cuenta. – …Los Dioses se lo deben pasar en grande viéndome hacer estas cosas… – Encogió el rostro en una mueca cuando sintió como se le resentía el pecho, le costaba respirar. – … por alguna razón mi vida es una maldita broma para ellos. – Aseguró riendo por lo bajo - Pero eh, nos hemos desecho de un dragón. Ya no están quemando la aldea. Seguro que esta gente duerme mejor esta noche. – Se liberó del agarre de Syl y, pobremente, mantuvo el equilibro, continuó caminando por su cuenta - No está nada mal ¿No crees? – Musitó – … Al parecer una espada rota y una armadura dan para mucho más de lo que aparenta. – Dijo mirando a Irirgo descender desde los cielos junto al último de los dragones.
- … Y no tenías… por qué ayudarme – Dijo inmediatamente después suspirando. Sacudió la cabeza y depositó la mano que le dolía menos en el hombro de Syl, aunque fue más para mantener el equilibrio que para seguir la conversación. – Gracias – Dijo. Había sido él y no el gato quien se había lanzado por su cuenta y riesgo contra aquella bestia, el felino había arriesgado su vida, y aunque sospechaba que había sido más por Asher que por voluntad propia, seguía agradeciendo la ayuda.
- …Ahora …espera… un segundo… - Se quedaba sin aliento. – Parece que ya no quedan dragones en el aire, así que… - Las heridas comenzaban a, lentamente, palpitar con más y más fuerza bajo sus ropajes, hubiese agradecido descansar un poco, pero seguían teniendo trabajo que hacer. – Respira un poco y… - Negó con la cabeza y se apoyó en una pared, la coraza, de pronto parecía pegársele como una segunda piel, le molestaba.
Se desabrochó una de las tantas correas de cuero que rodeaban su cuerpo, el metal cayó al suelo cubierto de sangre.
– …no …no es para tanto – Aseguró presionándose la herida que había ocultado el metal, tambaleándose un poco, volvió a apoyarse en el gato – He estado peor – Respiró hondo y se ató la espada a su cinturón con más fuerza.
- ¡Eres un idiota! – Eltrant contempló, sin poder hacer nada para evitarlo, como la mano de la vampiresa emergía de entre las sombras y se materializaba junto a su moflete para propinarle una de las mayores bofetadas que recordaba haber recibido. - ¿¡Que parte de “Mortal” no entiendes?! – Eltrant se llevó la mano a la cara, Lyn se terminó de encarnar a su lado y le propinó otra bofetada en la cara - ¿¡Cuantas veces van ya que haces esto!? – Un tercer guantazo - ¡¿Te crees invulnerable?! – Una más - ¿¡O es que tienes ganas de morirte!? – La chica frunció el ceño y agarró al exmercenario por el cuello de la camisa.
- …Pero los dragones que… - Lyn negó con la cabeza. – Pero así es como yo hago las… - La cara del castaño había adquirido un color rojo solo comparable con la sangre que resbalaba por esta, sin añadir nada más a las quejas de Lyn se presionó la herida del pecho, la camisa se le había pegado a esta, por lo que estaba sirviendo de venda improvisada, iba a ser un problema para separarla después.
- ¡No hay excusas que… ! – Protestó Lyn, quien se percató a mitad de frase de que Syl también estaba allí, momento en el que bajó la mirada repentinamente. - Ne…¡Necesito tu sangre intacta! – Dijo enseguida, cruzándose de brazos – Eso… eso es… ¡Si te mueres no me vales de nada! – Se giró ahora hacía Syl – Gracias por… ayudar a este idiota, si no me hubieses llamado… – Dijo, pero se mantuvo alejada del gato, lo suficiente, esperaba.
- Si no te hubiese llamado… ¿Qué? – Preguntó Eltrant – Ya hemos acabado, estamos yendo a la posada. – Lyn no contestó, suspiró y comenzó a hacer rizos con su flequillo.
No tardaron mucho en llegar hasta el local en el que se iban a hospedar, dónde por lo visto un dragón seguía con vida, atrapado entre dos gruesos pilares de piedra que habían rodeado su cuello.
- ¿Estáis todos bien? – Fue lo primero que preguntó Eltrant al llegar, antes siquiera de fijarse en el estado de la bestia alada que tenía a un par de metros de dónde estaba. Una vez obtuvo una respuesta se giró hacía el ultimo rival que quedaba con vida.
Suspiró, esperaba que todos estuviesen muertos. Sin decir nada más acercó al lagarto aun cuando escuchaba los gritos de protesta de la vampiresa a su espalda, desenvainó su espada.
- ¿No puedes moverte? – Golpeó el pilar levemente, el dragón le miró con furia con su único ojo bueno, quería escaparse, quería acabar el trabajo de su aliado y matar a Eltrant, trató de alcanzarle con las garras, pero estas habían quedado en una extraña posición bajo su propio cuerpo.
La sierpe no mantuvo su mirada durante mucho tiempo en él, era el brujo el que más atraía su atención, era a Dannos a quien quería destrozar.
– ¿Somos amigos? ¿Te puedo liberar y dejarte vivir? – El reptil rugió con fuerza, trató de lanzar una llamara a Eltrant pero, afortunadamente, la posición en la que se encontraba no le permitía apuntar correctamente. – Ya veo. – Sin decir nada más clavó lo que quedaba su espada en el mismo lugar del cuello en el que lo había hecho Syl, lo más profundo que pudo, chasqueó la lengua al notar las heridas del pecho.
No pasó mucho tiempo hasta que la bestia murió desangrada, un par de minutos.
- Es raro… - Se cruzó de brazos, sentándose junto a la puerta principal de posada - …Podía simplemente haberse transformado de nuevo en humano. – Comentó en voz alta – Para escapar digo. – Cerró los ojos, tenía muchisimo sueño.
¿Habría algún medico en la aldea? No parecía que fuese lo suficientemente grande como para albergarlo, aunque esperaba que tuviesen medicamentos al menos, si no tenía las horas contadas. Fuese como fuese, no iba a quedarle más remedio que pasar unas cuantas noches en aquel lugar, descansar un poco, idea que no le incomodaba, cuando no había lagartos voladores sedientos de sangre y si obviabas el fragante analfabetismo de la región, era un lugar realmente acogedor.
- Eso es porque era un soldado orgulloso de su señor. Ha muerto como le pedí que lo hiciera.
Abrió los ojos, un hombre de mediana edad, ataviado elegantemente y dueño de un bigote ridículo, venía acompañado de un sequito de aproximadamente diez esbirros.
Todos armados en mayor o menor medida.
- ¿Vosotros sois los héroes que han decidido ayudar a los idiotas de este tugurio? – Eltrant sintió como varias miradas de clavaban en él, Lyn incluso le señaló, a lo que respondió con una sonrisa. – Soy el dueño de estas tierras. – Dijo adoptando un gesto grandilocuente – Retiraos, haré lo que me plazca con estos traidores, yo imparto justicia, no vosotros. Estoy en mi derecho – Eltrant enarcó una ceja, asió de nuevo su arma – Oro, pescado, maíz... – Continuó diciendo – Todo lo suyo – Se señaló con el pulgar – Me pertenece. Incluso sus vidas. – Llevó ambas manos hasta su espalda. – Pero hoy me siento generoso – Dijo – Os colmaré en oro si me ayudáis a recuperar lo que es mío, sin rencores. Os perdonaré incluso el haber matado a mis vasallos, puedo pedir más de dónde han venido. - Se carcajeó con ganas - No es como si hubiese pocos de esos por aquí ultimamente. ¿No es cierto?
- Que curioso... - Dijo Eltrant levantandose, ayudandose con la pared, mirando fijamente a la caricatura de villano que tenía delante – Yo hoy… me siento un bandido – Aseguró – Uno de esos avariciosos. Quiero oro y... no sé, cosas. Así que... - Le volvia a faltar aire - ...creo que voy a robarte tus pertenencias. ¿Por dónde queda tu castillo? – Taladró a aquel tipo con la mirada.
Aquellas personas no eran de su propiedad, no eran objetos de los que deshacerse. Estaba encargado de velar por ellas, era el maldito señor de estas tierras.
- ¿Por ahí? – Señaló al camino de salida de Villa Centollo. – Espero que tengas cuadros caros, me gustan los cuadros – Dijo levantando la espada, pero se tambaleó, ¿Cuanta sangre había perdido? Masculló un par de insultos y se giró hacía la vampiresa – Lyn, muérdeme – Solo necesitaba un par de minutos sin dolor, eso le bastaba para mandar a aquel malnacido al otro barrio.
- No – Contestó la vampira cruzándose de brazos, seria. Eltrant enarcó una ceja. – Siéntate, lacayo, tú ya estas herido – Ordenó en el mismo tono de voz que el noble había dedicado a los presentes. – … Sé que por mucho que me queje no voy a hacerte cambiar de opinión, Mortal, vas a seguir siendo un imbécil suicida. Y es mi deber, como tu señora, defenderte. - Varias sombras comenzaron a rodear a la vampiresa, lentamente, formando un circulo a su alrededor.
– No… no se me da bien… pelear – Susurró, cierta inseguridad se apoderó de su tono de voz, tragó saliva - ¡Pero! – Miró al noble, frunció el ceño - ¡Llevo… llevo viva un siglo! – Exclamó, seguia teniendo cierta indecisión en la mirada, pero las sombras se alzaron a su alrededor, rodeando su cuerpo.
- ¡...Eres una mala influencia, Mortal! ¡Qué lo sepas!
Syl le había abierto en canal al lagarto, salvando, con toda seguridad, su vida en el proceso.
Eltrant suspiró aliviado al notar como las extremidades del reptil dejaban de ejercer presión sobre su cuerpo, empujó levemente el cadáver, apartando los afilados colmillos de su cuerpo, iba a necesitar, no obstante, ayuda para salir bajo el dragón.
Los pocos segundos de silencio que sucedieron a la muerte del dragón se le hicieron eternos, los agradeció; El tiempo pareció ralentizarse, en realidad le apetecía quedarse allí tumbado, descansar un poco.
Syl, quien también estaba cubierto de sangre, se acercó a él y le ayudó a quitarse el reptil de encima, el gato parecía nervioso, le temblaba la voz ¿Era la primera vez que veía tanta sangre? ¿Qué enfrentaba a un dragón como aquel? Estando en el grupo de Asher dudaba que aquel fuese el motivo.
Gimiendo por lo bajo Eltrant aceptó de buena gana la mano del felino y se incorporó de nuevo.
- No te preocupes… - Sonrió como mejor pudo cuando el gato llamó a Lyn de un grito y recuperó los restos de su espada del suelo. – Aunque… me duele un poco al reírme – Dejó escapar una ligera carcajada mezclada con indiscutibles gestos de dolor en un intento por que el gato se tranquilizase un poco, pero no estaba seguro de haberlo conseguido.
- Eso… tiene bastante de verdad – Admitió cuando oyó las palabras que Syl le dedicó. Aceptó la ayuda de este y dejó que cargase con parte de su peso, pero se esforzó por tratar de caminar por su cuenta. – …Los Dioses se lo deben pasar en grande viéndome hacer estas cosas… – Encogió el rostro en una mueca cuando sintió como se le resentía el pecho, le costaba respirar. – … por alguna razón mi vida es una maldita broma para ellos. – Aseguró riendo por lo bajo - Pero eh, nos hemos desecho de un dragón. Ya no están quemando la aldea. Seguro que esta gente duerme mejor esta noche. – Se liberó del agarre de Syl y, pobremente, mantuvo el equilibro, continuó caminando por su cuenta - No está nada mal ¿No crees? – Musitó – … Al parecer una espada rota y una armadura dan para mucho más de lo que aparenta. – Dijo mirando a Irirgo descender desde los cielos junto al último de los dragones.
- … Y no tenías… por qué ayudarme – Dijo inmediatamente después suspirando. Sacudió la cabeza y depositó la mano que le dolía menos en el hombro de Syl, aunque fue más para mantener el equilibrio que para seguir la conversación. – Gracias – Dijo. Había sido él y no el gato quien se había lanzado por su cuenta y riesgo contra aquella bestia, el felino había arriesgado su vida, y aunque sospechaba que había sido más por Asher que por voluntad propia, seguía agradeciendo la ayuda.
- …Ahora …espera… un segundo… - Se quedaba sin aliento. – Parece que ya no quedan dragones en el aire, así que… - Las heridas comenzaban a, lentamente, palpitar con más y más fuerza bajo sus ropajes, hubiese agradecido descansar un poco, pero seguían teniendo trabajo que hacer. – Respira un poco y… - Negó con la cabeza y se apoyó en una pared, la coraza, de pronto parecía pegársele como una segunda piel, le molestaba.
Se desabrochó una de las tantas correas de cuero que rodeaban su cuerpo, el metal cayó al suelo cubierto de sangre.
– …no …no es para tanto – Aseguró presionándose la herida que había ocultado el metal, tambaleándose un poco, volvió a apoyarse en el gato – He estado peor – Respiró hondo y se ató la espada a su cinturón con más fuerza.
- ¡Eres un idiota! – Eltrant contempló, sin poder hacer nada para evitarlo, como la mano de la vampiresa emergía de entre las sombras y se materializaba junto a su moflete para propinarle una de las mayores bofetadas que recordaba haber recibido. - ¿¡Que parte de “Mortal” no entiendes?! – Eltrant se llevó la mano a la cara, Lyn se terminó de encarnar a su lado y le propinó otra bofetada en la cara - ¿¡Cuantas veces van ya que haces esto!? – Un tercer guantazo - ¡¿Te crees invulnerable?! – Una más - ¿¡O es que tienes ganas de morirte!? – La chica frunció el ceño y agarró al exmercenario por el cuello de la camisa.
- …Pero los dragones que… - Lyn negó con la cabeza. – Pero así es como yo hago las… - La cara del castaño había adquirido un color rojo solo comparable con la sangre que resbalaba por esta, sin añadir nada más a las quejas de Lyn se presionó la herida del pecho, la camisa se le había pegado a esta, por lo que estaba sirviendo de venda improvisada, iba a ser un problema para separarla después.
- ¡No hay excusas que… ! – Protestó Lyn, quien se percató a mitad de frase de que Syl también estaba allí, momento en el que bajó la mirada repentinamente. - Ne…¡Necesito tu sangre intacta! – Dijo enseguida, cruzándose de brazos – Eso… eso es… ¡Si te mueres no me vales de nada! – Se giró ahora hacía Syl – Gracias por… ayudar a este idiota, si no me hubieses llamado… – Dijo, pero se mantuvo alejada del gato, lo suficiente, esperaba.
- Si no te hubiese llamado… ¿Qué? – Preguntó Eltrant – Ya hemos acabado, estamos yendo a la posada. – Lyn no contestó, suspiró y comenzó a hacer rizos con su flequillo.
No tardaron mucho en llegar hasta el local en el que se iban a hospedar, dónde por lo visto un dragón seguía con vida, atrapado entre dos gruesos pilares de piedra que habían rodeado su cuello.
- ¿Estáis todos bien? – Fue lo primero que preguntó Eltrant al llegar, antes siquiera de fijarse en el estado de la bestia alada que tenía a un par de metros de dónde estaba. Una vez obtuvo una respuesta se giró hacía el ultimo rival que quedaba con vida.
Suspiró, esperaba que todos estuviesen muertos. Sin decir nada más acercó al lagarto aun cuando escuchaba los gritos de protesta de la vampiresa a su espalda, desenvainó su espada.
- ¿No puedes moverte? – Golpeó el pilar levemente, el dragón le miró con furia con su único ojo bueno, quería escaparse, quería acabar el trabajo de su aliado y matar a Eltrant, trató de alcanzarle con las garras, pero estas habían quedado en una extraña posición bajo su propio cuerpo.
La sierpe no mantuvo su mirada durante mucho tiempo en él, era el brujo el que más atraía su atención, era a Dannos a quien quería destrozar.
– ¿Somos amigos? ¿Te puedo liberar y dejarte vivir? – El reptil rugió con fuerza, trató de lanzar una llamara a Eltrant pero, afortunadamente, la posición en la que se encontraba no le permitía apuntar correctamente. – Ya veo. – Sin decir nada más clavó lo que quedaba su espada en el mismo lugar del cuello en el que lo había hecho Syl, lo más profundo que pudo, chasqueó la lengua al notar las heridas del pecho.
No pasó mucho tiempo hasta que la bestia murió desangrada, un par de minutos.
- Es raro… - Se cruzó de brazos, sentándose junto a la puerta principal de posada - …Podía simplemente haberse transformado de nuevo en humano. – Comentó en voz alta – Para escapar digo. – Cerró los ojos, tenía muchisimo sueño.
¿Habría algún medico en la aldea? No parecía que fuese lo suficientemente grande como para albergarlo, aunque esperaba que tuviesen medicamentos al menos, si no tenía las horas contadas. Fuese como fuese, no iba a quedarle más remedio que pasar unas cuantas noches en aquel lugar, descansar un poco, idea que no le incomodaba, cuando no había lagartos voladores sedientos de sangre y si obviabas el fragante analfabetismo de la región, era un lugar realmente acogedor.
- Eso es porque era un soldado orgulloso de su señor. Ha muerto como le pedí que lo hiciera.
Abrió los ojos, un hombre de mediana edad, ataviado elegantemente y dueño de un bigote ridículo, venía acompañado de un sequito de aproximadamente diez esbirros.
Todos armados en mayor o menor medida.
- ¿Vosotros sois los héroes que han decidido ayudar a los idiotas de este tugurio? – Eltrant sintió como varias miradas de clavaban en él, Lyn incluso le señaló, a lo que respondió con una sonrisa. – Soy el dueño de estas tierras. – Dijo adoptando un gesto grandilocuente – Retiraos, haré lo que me plazca con estos traidores, yo imparto justicia, no vosotros. Estoy en mi derecho – Eltrant enarcó una ceja, asió de nuevo su arma – Oro, pescado, maíz... – Continuó diciendo – Todo lo suyo – Se señaló con el pulgar – Me pertenece. Incluso sus vidas. – Llevó ambas manos hasta su espalda. – Pero hoy me siento generoso – Dijo – Os colmaré en oro si me ayudáis a recuperar lo que es mío, sin rencores. Os perdonaré incluso el haber matado a mis vasallos, puedo pedir más de dónde han venido. - Se carcajeó con ganas - No es como si hubiese pocos de esos por aquí ultimamente. ¿No es cierto?
- Que curioso... - Dijo Eltrant levantandose, ayudandose con la pared, mirando fijamente a la caricatura de villano que tenía delante – Yo hoy… me siento un bandido – Aseguró – Uno de esos avariciosos. Quiero oro y... no sé, cosas. Así que... - Le volvia a faltar aire - ...creo que voy a robarte tus pertenencias. ¿Por dónde queda tu castillo? – Taladró a aquel tipo con la mirada.
Aquellas personas no eran de su propiedad, no eran objetos de los que deshacerse. Estaba encargado de velar por ellas, era el maldito señor de estas tierras.
- ¿Por ahí? – Señaló al camino de salida de Villa Centollo. – Espero que tengas cuadros caros, me gustan los cuadros – Dijo levantando la espada, pero se tambaleó, ¿Cuanta sangre había perdido? Masculló un par de insultos y se giró hacía la vampiresa – Lyn, muérdeme – Solo necesitaba un par de minutos sin dolor, eso le bastaba para mandar a aquel malnacido al otro barrio.
- No – Contestó la vampira cruzándose de brazos, seria. Eltrant enarcó una ceja. – Siéntate, lacayo, tú ya estas herido – Ordenó en el mismo tono de voz que el noble había dedicado a los presentes. – … Sé que por mucho que me queje no voy a hacerte cambiar de opinión, Mortal, vas a seguir siendo un imbécil suicida. Y es mi deber, como tu señora, defenderte. - Varias sombras comenzaron a rodear a la vampiresa, lentamente, formando un circulo a su alrededor.
– No… no se me da bien… pelear – Susurró, cierta inseguridad se apoderó de su tono de voz, tragó saliva - ¡Pero! – Miró al noble, frunció el ceño - ¡Llevo… llevo viva un siglo! – Exclamó, seguia teniendo cierta indecisión en la mirada, pero las sombras se alzaron a su alrededor, rodeando su cuerpo.
- ¡...Eres una mala influencia, Mortal! ¡Qué lo sepas!
Eltrant Tale
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
El brujo actuó rápido, atrapando al dragón antes de que pudiera siquiera intentar escapar. Zatch se acercó con cautela para observarlo desde un punto ciego en su costado, donde creía que no podría ser alcanzado por las llamas en caso de que la gran bestia atacase.
Poco después Syl, Lyn y Elran se acercaron; éste último estaba en tan deplorable estado que incluso el zorro esbozó una mueca de preocupación. Aunque, debía admitirlo, el tono carmín que teñía las mejillas del exmercenario, provocado por sonoras cachetadas cuyo ruido había llegado hasta sus tímpanos momentos atrás, le causaba cierta gracia.
Zatch se cruzó de brazos y desvió la mirada cuando el humano le dio muerte a la criatura alada. No era la escena en sí lo que le causaba impresión; sus manos y ojos estaban ya demasiado manchados con sangre como para amedrentarse por esas cosas, hecho que la daga del gremio de asesinos confirmaba con creces. Lo que le molestaba era la raza de quien acababa de perecer, dado que le recordaba mucho a Ingela y estaba bastante seguro de que, si llegase a enterarse de lo que había ocurrido, la dragona no estaría precisamente feliz con que su novio hubiese abatido a uno de los suyos de una forma tan deshonrosa como con un virote ensartado el ojo. Tendría que hacer todo lo posible para que esa historia jamás llegase a oídos de la rubia.
Finalmente suspiró y tomó su capa chamuscada del piso para volver a ponérsela, dispuesto a irse por donde había venido. Luego de haber estado a punto de ser incinerado, lo último que deseaba para esa noche eran más emociones; la idea de robarle al exguardia ya no sonaba tan buena en su cabeza. No obstante, al parecer todavía quedaban cabos sueltos: Un patético grupo de nobles culo-empolvados acababa de aparecer balbuceando las típicas idioteces que sólo podían salir de las bocas de alta cuna. Zatch enarcó una ceja y presenció la conversación con paciencia; su opinión respecto a esa mezquina gente era, probablemente, la misma que tenían quienes lo rodeaban.
Entonces, en vista de que Elran Tail no estaba en su mejor momento, fue la vampiresa quien dio un paso adelante para encargarse del bigotudo. Sí, no había que ser muy inteligente para atar cabos y descubrir que aquella chica no se trataba de una simple adolescente humana: “Mortal”, “Muérdeme” y la magia de las sombras alzándose en torno a ella eran pistas suficientes para darse una idea. Aún así, no parecía tener la determinación para encargarse del grupo. El zorro se adelantó y, antes de que la niña fuese totalmente tragada por las sombras, le dio una palmada en la espalda para llamarle la atención y detenerla.
-¿Acaso no te han enseñado a no tirar los limones antes de haber exprimido hasta su última gota? -Sonrió- Estoy de acuerdo con Tail. Sería un desperdicio rajarles el cogote antes de saber dónde guardan el dinero.
Miró fijamente a los lacayos del hombre. Eran once en total, pero dudaba que ese noble barrigón supiese luchar. Ellos, en cambio, eran... ¿ocho? Aunque, en esas condiciones, Elran no contaba... bueno, sí, quizás contaba como la mitad de uno. Estaban en desventaja numérica, pero acababan de abatir a cuatro inmensos dragones, que no era poca cosa. Incluso supuso que solamente Irirgo podría encargarse de esos mozalbetes exhalándoles un par de llamaradas encima.
-También podrían colmarnos en oro para que los dejemos vivir. -Negoció, rascándose la barbilla y echando una mirada a Asher- ¿Tú qué opinas, jefe de los bandidos?
Poco después Syl, Lyn y Elran se acercaron; éste último estaba en tan deplorable estado que incluso el zorro esbozó una mueca de preocupación. Aunque, debía admitirlo, el tono carmín que teñía las mejillas del exmercenario, provocado por sonoras cachetadas cuyo ruido había llegado hasta sus tímpanos momentos atrás, le causaba cierta gracia.
Zatch se cruzó de brazos y desvió la mirada cuando el humano le dio muerte a la criatura alada. No era la escena en sí lo que le causaba impresión; sus manos y ojos estaban ya demasiado manchados con sangre como para amedrentarse por esas cosas, hecho que la daga del gremio de asesinos confirmaba con creces. Lo que le molestaba era la raza de quien acababa de perecer, dado que le recordaba mucho a Ingela y estaba bastante seguro de que, si llegase a enterarse de lo que había ocurrido, la dragona no estaría precisamente feliz con que su novio hubiese abatido a uno de los suyos de una forma tan deshonrosa como con un virote ensartado el ojo. Tendría que hacer todo lo posible para que esa historia jamás llegase a oídos de la rubia.
Finalmente suspiró y tomó su capa chamuscada del piso para volver a ponérsela, dispuesto a irse por donde había venido. Luego de haber estado a punto de ser incinerado, lo último que deseaba para esa noche eran más emociones; la idea de robarle al exguardia ya no sonaba tan buena en su cabeza. No obstante, al parecer todavía quedaban cabos sueltos: Un patético grupo de nobles culo-empolvados acababa de aparecer balbuceando las típicas idioteces que sólo podían salir de las bocas de alta cuna. Zatch enarcó una ceja y presenció la conversación con paciencia; su opinión respecto a esa mezquina gente era, probablemente, la misma que tenían quienes lo rodeaban.
Entonces, en vista de que Elran Tail no estaba en su mejor momento, fue la vampiresa quien dio un paso adelante para encargarse del bigotudo. Sí, no había que ser muy inteligente para atar cabos y descubrir que aquella chica no se trataba de una simple adolescente humana: “Mortal”, “Muérdeme” y la magia de las sombras alzándose en torno a ella eran pistas suficientes para darse una idea. Aún así, no parecía tener la determinación para encargarse del grupo. El zorro se adelantó y, antes de que la niña fuese totalmente tragada por las sombras, le dio una palmada en la espalda para llamarle la atención y detenerla.
-¿Acaso no te han enseñado a no tirar los limones antes de haber exprimido hasta su última gota? -Sonrió- Estoy de acuerdo con Tail. Sería un desperdicio rajarles el cogote antes de saber dónde guardan el dinero.
Miró fijamente a los lacayos del hombre. Eran once en total, pero dudaba que ese noble barrigón supiese luchar. Ellos, en cambio, eran... ¿ocho? Aunque, en esas condiciones, Elran no contaba... bueno, sí, quizás contaba como la mitad de uno. Estaban en desventaja numérica, pero acababan de abatir a cuatro inmensos dragones, que no era poca cosa. Incluso supuso que solamente Irirgo podría encargarse de esos mozalbetes exhalándoles un par de llamaradas encima.
-También podrían colmarnos en oro para que los dejemos vivir. -Negoció, rascándose la barbilla y echando una mirada a Asher- ¿Tú qué opinas, jefe de los bandidos?
Zatch
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
Syl mostró los dientes y emitió algo similar a un gruñido al oir las palabras de Eltrant.
-¿Los Dioses? Tch. No. La culpa no es de los dioses.- resopló. -La culpa es tuya. Eres tú el que decide como actuar. Ni siquiera creo en los mismos dioses que tú, y aun así sé eso. Ningún ser te obliga a hacer lo que haces. Lo que ocurra en esta aldea no es asunto tuyo. Si sufres esto, es por tu propia descisión.- declaró, molesto. - Y no se te ocurra decir algo como "No tenía elección". Porque lo único que haces con eso es echarle la culpa a otro.
Antes de que Eltrant pudiese responder, la vampiresa salió de entre las sombras. Y empezó a darle bofetadas, furiosa. En aquel momento, Syl se sintió algo más cercano a Lyn. Estaban en situaciones muy similares, después de todo. En otras circunstancias, tal vez el felino hubiese hecho lo mismo. Esperó a que la niña terminase. Su intervención había hecho que se calmase, al menos.
-Eres un necio, Eltrant Tale.- dijo, seriamente. -Y un egoista. ¿Te crees que tus decisiones solo te afectan a ti? ¿Que si mueres como un idiota, eres el único que sufre? ¿Y que hay de todos los demás? ¿Acaso has tenido en cuenta lo que siente el resto? Si tu no hubieses saltado a la ayuda de este sitio, Asher no se habría planteado el quedarse a luchar. Ninguno de nosotros estaría en peligro.- musitó. -Tus acciones tienen consecuencias para los demás. No eres ningún lobo solitario.-
Tal vez esas palabras no fuesen pensadas para el humano con el que hablaba. En cualquier caso, no tardaron en llegar a la posada... donde aún quedaba uno de los dragones. Capturado, pero vivo. Syl preparó su ballesta y apuntó, preparado para disparar en cualquier momento. No tardó en notar la mirada que la bestia le lanzaba al brujo. Sin dejar de apuntarlo, el felino se acercó a Dannos y le alejó de la sierpe con firmeza. El dragón lanzó una llamarada, pero era incapaz de moverse, por lo que solo acabó calentando el aire por encima de ellos.
Eltrant no dejó que llegase a más, y acabó con el dragón rápidamente. Se hizo el silencio... pero no para Syl. Agitó su oreja. Notaba algo. Gente. Acercándose. Instintivamente, el hombre bestia se dirigió a la posada y trepó hasta el techo una vez más. Aquello no había acabado.
El felino premaneció alerta, con su ballesta preparada. Si la situación se volvía peligrosa, daría el primer ataque.
Salí del agua y me dejé caer sobre la arena. Mis músculos ardian y picaban. El sabor y olor a agua salada me estaba dando nauseas. Casi tenía ganas de vomitar. Había acabado demasiado lejos de la costa. Más de lo que creía. Pero, afortunadamente, había logrado volver a la playa.
Bueno. A una playa. No reconocía el lugar, y no veía las luces del pueblo desde donde estaba. Comprobé los bolsillos que colgaban de mi cinturón. Seguían firmemente cerrados, por suerte. Y mi espada seguía en su cinto. Al menos no había perdido nada. Pero me sentía tan pesado. Secarme me llevaría horas. Estúpidos dragones.
Respiré pesadamente. Podría descansar cuando estuviese muerto. Aunque no me sentía especialmente vivo, aún tenía trabajo que hacer. Me levanté y me sacudí, regando la zona a mi alrededor con agua. Miré alrededor, tratando de orientarme...
No estaba lejos. Notaba el olor de mi grupo, relativamente cerca. Y el... mio propio. Extraño. Seguí mi olfato, hasta encontrarme con algo que confirmó mis sospechas. Mi campamento. Eso significaba que Villa Centollo estaba colina abajo. Efectivamente, desde ahí pude vislumbrar las luces del pueblo... y unas cuantas más. Fuego. Pero ningún dragón en el aire. Tal vez hubiesen acabado con todos, al final.
No bajé inmediatamente. Miré alrededor, aprovechando la ventaja de altura. Podía ver varias figuras... Una de ellas debía ser Dannos, pues estaba apoyado en su lanza. Lyn y Eltrant no estaban lejos. Empecé a moverme, pero me detuve al ver como un pequeño contingente se dirigía hacia la posada. Estaban armados. Me acerqué en cuclillas. Estaba a las espaldas de los recien llegados, por lo que no podrian verme venir facilmente.
Las figuras estaban hablando. Sus voces no eran familiares, pero tenian un lider claro. Por desgracia, el único dispuesto a encargarse de la diplomacia en nuestro bando era Eltrant. Desenfundé mi espada lentamente. Empezaba a oirlos claramente. "Mis vasallos". ¡Ese tipo era el noble! Oh, aquello era maravilloso. Nos tenía que odiar tanto.
Sonreí al escuchar la respuesta de Tale. ¿Se sentía un poco bandido? Al fin había empezado a influir en él. Para bien o para mal. Salí de mi escondite. Nadie iba a hablar de robar y saquear sin mi presencia.
-Opino que sé exactamente donde se encuentra su mansión. Y su negocio. Y su casa de verano. Y su cabeza- dije, alzando la voz y sobresaltando a algunos de los mercenarios del lord. -Y que vamos a despojar a Lord Centollo de todas esas cosas.- No tenía ninguna duda de que Lord Centollo me reconocería por mi descripción. Negociar nunca había sido posible.
Claro que tampoco iba a hacerlo en primer lugar.
Lancé una pequeña piedra al aire, directamente sobre mi. Una runa eléctrica. Algo que, efectivamente, lanzaría un rayo contra el ser vivo más cercano. Antes de que impactase contra el suelo, sin embargo, lancé un tajo al aire, partiendo la runa con mi espada. El filo empezó a irradiar energía, emanando pequeñas chispas. Apunté al noble. Las negociaciones acababan de terminar.
Uno de los esbirros cayó al suelo, llevandose las manos al cuello. El primer virote había acertado.
-¿Los Dioses? Tch. No. La culpa no es de los dioses.- resopló. -La culpa es tuya. Eres tú el que decide como actuar. Ni siquiera creo en los mismos dioses que tú, y aun así sé eso. Ningún ser te obliga a hacer lo que haces. Lo que ocurra en esta aldea no es asunto tuyo. Si sufres esto, es por tu propia descisión.- declaró, molesto. - Y no se te ocurra decir algo como "No tenía elección". Porque lo único que haces con eso es echarle la culpa a otro.
Antes de que Eltrant pudiese responder, la vampiresa salió de entre las sombras. Y empezó a darle bofetadas, furiosa. En aquel momento, Syl se sintió algo más cercano a Lyn. Estaban en situaciones muy similares, después de todo. En otras circunstancias, tal vez el felino hubiese hecho lo mismo. Esperó a que la niña terminase. Su intervención había hecho que se calmase, al menos.
-Eres un necio, Eltrant Tale.- dijo, seriamente. -Y un egoista. ¿Te crees que tus decisiones solo te afectan a ti? ¿Que si mueres como un idiota, eres el único que sufre? ¿Y que hay de todos los demás? ¿Acaso has tenido en cuenta lo que siente el resto? Si tu no hubieses saltado a la ayuda de este sitio, Asher no se habría planteado el quedarse a luchar. Ninguno de nosotros estaría en peligro.- musitó. -Tus acciones tienen consecuencias para los demás. No eres ningún lobo solitario.-
Tal vez esas palabras no fuesen pensadas para el humano con el que hablaba. En cualquier caso, no tardaron en llegar a la posada... donde aún quedaba uno de los dragones. Capturado, pero vivo. Syl preparó su ballesta y apuntó, preparado para disparar en cualquier momento. No tardó en notar la mirada que la bestia le lanzaba al brujo. Sin dejar de apuntarlo, el felino se acercó a Dannos y le alejó de la sierpe con firmeza. El dragón lanzó una llamarada, pero era incapaz de moverse, por lo que solo acabó calentando el aire por encima de ellos.
Eltrant no dejó que llegase a más, y acabó con el dragón rápidamente. Se hizo el silencio... pero no para Syl. Agitó su oreja. Notaba algo. Gente. Acercándose. Instintivamente, el hombre bestia se dirigió a la posada y trepó hasta el techo una vez más. Aquello no había acabado.
El felino premaneció alerta, con su ballesta preparada. Si la situación se volvía peligrosa, daría el primer ataque.
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Salí del agua y me dejé caer sobre la arena. Mis músculos ardian y picaban. El sabor y olor a agua salada me estaba dando nauseas. Casi tenía ganas de vomitar. Había acabado demasiado lejos de la costa. Más de lo que creía. Pero, afortunadamente, había logrado volver a la playa.
Bueno. A una playa. No reconocía el lugar, y no veía las luces del pueblo desde donde estaba. Comprobé los bolsillos que colgaban de mi cinturón. Seguían firmemente cerrados, por suerte. Y mi espada seguía en su cinto. Al menos no había perdido nada. Pero me sentía tan pesado. Secarme me llevaría horas. Estúpidos dragones.
Respiré pesadamente. Podría descansar cuando estuviese muerto. Aunque no me sentía especialmente vivo, aún tenía trabajo que hacer. Me levanté y me sacudí, regando la zona a mi alrededor con agua. Miré alrededor, tratando de orientarme...
No estaba lejos. Notaba el olor de mi grupo, relativamente cerca. Y el... mio propio. Extraño. Seguí mi olfato, hasta encontrarme con algo que confirmó mis sospechas. Mi campamento. Eso significaba que Villa Centollo estaba colina abajo. Efectivamente, desde ahí pude vislumbrar las luces del pueblo... y unas cuantas más. Fuego. Pero ningún dragón en el aire. Tal vez hubiesen acabado con todos, al final.
No bajé inmediatamente. Miré alrededor, aprovechando la ventaja de altura. Podía ver varias figuras... Una de ellas debía ser Dannos, pues estaba apoyado en su lanza. Lyn y Eltrant no estaban lejos. Empecé a moverme, pero me detuve al ver como un pequeño contingente se dirigía hacia la posada. Estaban armados. Me acerqué en cuclillas. Estaba a las espaldas de los recien llegados, por lo que no podrian verme venir facilmente.
Las figuras estaban hablando. Sus voces no eran familiares, pero tenian un lider claro. Por desgracia, el único dispuesto a encargarse de la diplomacia en nuestro bando era Eltrant. Desenfundé mi espada lentamente. Empezaba a oirlos claramente. "Mis vasallos". ¡Ese tipo era el noble! Oh, aquello era maravilloso. Nos tenía que odiar tanto.
Sonreí al escuchar la respuesta de Tale. ¿Se sentía un poco bandido? Al fin había empezado a influir en él. Para bien o para mal. Salí de mi escondite. Nadie iba a hablar de robar y saquear sin mi presencia.
-Opino que sé exactamente donde se encuentra su mansión. Y su negocio. Y su casa de verano. Y su cabeza- dije, alzando la voz y sobresaltando a algunos de los mercenarios del lord. -Y que vamos a despojar a Lord Centollo de todas esas cosas.- No tenía ninguna duda de que Lord Centollo me reconocería por mi descripción. Negociar nunca había sido posible.
Claro que tampoco iba a hacerlo en primer lugar.
Lancé una pequeña piedra al aire, directamente sobre mi. Una runa eléctrica. Algo que, efectivamente, lanzaría un rayo contra el ser vivo más cercano. Antes de que impactase contra el suelo, sin embargo, lancé un tajo al aire, partiendo la runa con mi espada. El filo empezó a irradiar energía, emanando pequeñas chispas. Apunté al noble. Las negociaciones acababan de terminar.
Uno de los esbirros cayó al suelo, llevandose las manos al cuello. El primer virote había acertado.
Asher Daregan
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
Abrió y cerró la mano derecha de forma repetida, sintiendo el dolor de sus heridas en lo más profundo de su ser con cada movimiento, miró a Lyn adelantarse al resto, encarar al noble y a todos sus vasallos.
Oyó las palabras de la vampiresa de fondo sin poder hacer nada para que esta volviese al interior de la posada, le ignoró; Oía la voz de la muchacha distante, casi difusa, como si estuviesen siendo acallada por el estruendo de una cascada, estaba mareado.
Necio, le había llamado Syl, necio y egoísta.
¿Es que nadie iba a darle un respiro? ¿Todo lo que hacía estaba mal? Si se quedaba quieto no podía vivir consigo mismo, pasaba las noches en vela sintiéndose un inútil, y si por otro lado intervenía, de pronto era un egoísta que no era capaz de comprender los sentimientos de los demás.
Apretó los dientes y frunció el ceño, incapaz de mantenerse más tiempo de pie se deslizó por la pared de la posada, manchándola de sangre en el proceso.
El sonido de la batalla que acababa de comenzar se apoderó del lugar; Zatch y Asher no tardaron en unirse a Lyn en la trifulca, Syl también intervino anotándose para él la primera de las sangres con una de sus saetas.
Le temblaban las manos, le costaba respirar.
Era él quien había decidido arriesgar su vida por socorrer a aquellos aldeanos; pero no había obligado a nadie a seguirle, no recordaba haber puesto una espada en el cuello de Asher para que ayudase con todas aquellas personas que, conociéndole como le conocía, le importaban más bien poco.
Cerró ambos puños con fuerza y luchó por volver a levantarse.
¿Le estaban menospreciando? ¿Era eso? Una impotencia similar a la que sentía cada vez que miraba el libro de color rojo que tiempo atrás le arrebató sus recuerdos se apoderó de su cuerpo, tenía que levantarse.
Las palabras del felino se repetían en su cabeza, una y otra vez, al compás metálico que se producía a su alrededor ¿Todos veían en él a un imbécil que iba a morir tarde o temprano? ¿Todos pensaban que no era más que un niñato enfundado en una armadura con unos ideales ridículos?
Tensó aún más la mandíbula, clavó su espada en la pared para impulsarse en un intento inútil por terminar de levantarse. Dejó escapar una retahíla de insultos mientas sentía como todas las heridas clamaban por un segundo más de tranquilidad, como estas se tensaban por los esfuerzos del exmercenario.
Era un imbécil y era consciente de ello, sabía perfectamente que las palabras de Syl tenían sentido, aunque no compartiese la opinión del gato estas eran lógicas, y eso era lo que más le molestaba.
Para él las personas que vivían allí no se diferenciaban de las de su aldea, los habitantes de Villa Centollo no eran diferentes de los miembros de su familia a un par de pueblos de distancia. No hacer nada era, básicamente, ser un cómplice en aquella masacre.
¿No le habría gustado a él que un imbécil con armadura saliese a defenderles de ser necesario? ¿No agradecería la ayuda de un desconocido si un Lord con ínfulas de grandeza decidía que tenía que quemar su granja por qué sí?
Su cuerpo no daba más de sí, pero no se iba a quedar sin hacer nada.
Syl no tenía razón, no del todo, no era ningún egoísta. Seria egoísta si en algún momento aceptaba su muerte, si se dejaba matar por que sí, si no luchaba hasta su último aliento y no actuaba como los demás confiaban que lo hiciera, si dejaba de pensar en las personas que tenía a su alrededor.
Se lanzó contra el soldado que tenía más cerca, sin ni siquiera terminar de levantarse, sujetó a aquel pobre diablo de la cintura, y antes de que este pudiese comprender que estaba sucediendo, lo estrelló contra la pared.
Cayeron los dos al suelo estrepitosamente y, arrastrándose desesperado, Eltrant se colocó sobre el hombre, a quien se encargó de golpear repetidamente en la cara hasta que dejó de moverse.
No podía encarar a todos de golpe ni ser, en aquel momento, remotamente útil, pero al menos había podido quitar a uno de en medio.
Depositó su mirada en otro.
¡Iba a enseñarles a todos de lo que era capaz de hacer! Solo tenía que mantenerse concentrada, fijarse en los alrededores y no perder de vista a ninguno de los hombres que tenía delante de ella, no era la primera vez que se veía obligada a hacerlo, iba a salir bien.
Suspiró profundamente y se dijo a sí misma, otra vez más, que todo iba a salir bien. No estaba sola, Zatch y Asher estaba cerca, Syl también. Y aunque el gato no terminase de aguantar ni a Eltrant ni a ella estaba segura de que no les dejaría solos, aunque fuese por obligación hacía Asher.
Lyn lanzó un último vistazo a Eltrant instantes antes de que la saeta de Syl comenzase la pelea. El Mortal era, desde luego, más bruto que un bocata de remaches, el muy idiota seguía tratando de levantarse aun cuando era evidente que tenía más sangre fuera que dentro.
- ¿No ves que te estas rompiendo? ¡No te levantes! – Ordenó, aunque este pareció no escucharle, estaba demasiado ocupado luchando consigo mismo. - ¿No… me oyes…? – Antes de que pudiese a acercarse a comprobar el estado de su compañero una saeta se deslizó a través del aire y acabó firmemente clavada en el cuello de uno de los hombres de Lord Centollo, iniciando el combate.
Respiró profundamente cuando varios gritos se sucedieron, los hombres del señor de los cangrejos atacaron de inmediato. Mantuvo la calma, o trató de hacerlo, le temblaban las piernas.
Lyn frunció el ceño y, sonriendo enigmáticamente, movió las sombras, hizo que estas bailaran entre sus manos, se las pasó entre ellas, las moldeó.
- ¡Luces fuera! – Dio un pisotón en el suelo, con fuerza. Una nube de humo negro emanó desde la parte inferior de su bota y se deslizó a través del aire hasta arremolinarse, en apenas una fracción de segundo, alrededor de la cabeza del hombre que decidió que ella, posiblemente por su baja estatura, era un mejor oponente que el lobo que blandía un arma bañada en relámpagos.
La vampiresa dejó escapar una risilla al ver al soldado lanzar estocadas a diestro y siniestro, tratando inútilmente de acertar a alguno de los enemigos del Centollo, consiguiendo, solamente, cortar a algunos de sus aliados en el proceso.
Tragó saliva y saltó hacia atrás para evitar la embestida de otro de sus enemigos.
- ¡No… no me apuntes con eso que pincha! – Exclamó señalando la espada del hombre - ¡Enserio! ¡Tengo la piel delicada! – Se señaló la cara, sonrió desvelando los dos afilados incisivos con los que contaba.
- Monstruo...
- ¡De… detrás de ti! ¡Ten cuidado! – Gritó a continuación, el soldado alzó su espada riendo por lo bajo, Lyn no se movió, se limitó a esperar a que el hombre que seguía cegado acertase a su amigo por la espalda. - ¡Te lo dije! – Afirmó sin perder la sonrisa.
Volvió a retroceder, se movió alrededor del lugar lo más rápido que pudo, tratando de ser una con la oscuridad, de ser lo más insignificante posible para sus enemigos. No podía desvanecerse, tampoco hacerse intangible, ambas habilidades la cansaban demasiado, por lo que se dedicó a evitar las afiliadas hojas de sus oponentes con una mezcla entre suerte y distancia.
Continuó haciendo danzar a las sombras alrededor de sus extremidades, con cada paso que la vampiresa daba están adquirían formas extrañas, siempre distintas. Llegó a atrapar, literalmente, las sombras de las personas a las que enfrentaba entre sus manos.
- ¡Os las devuelvo! – Exclamó abriendo las manos y apuntando con ellas hacía varios guerreros que estaban juntos.
Estaba ganando cierta confianza en sí misma, el lugar era caótico, había tantas cosas que no podía controlar, tantísimas cosas que podían salir mal. No obstante, el Mortal, por algún motivo, había conseguido derribar ya a dos hombres desde dónde se encontraba y estaba hecho un trapo, por no hablar que la gran mayoría de la tropa Centollo se había dividido entre todos los presentes.
El torbellino de sombras que había lanzado no tardó en afianzarse en torno la pierna de un sujeto que esgrimia un pesado martillo. Dejando su arma aun lado, aquel tipo trató de separar la masa de sombras de su pierna de inmediato, la cual, al notar esto, se arraigó aun con más fuerza en torno al muslo de aquel desdichado individuo, que no pudo sino gritar aterrado al ver como la oscuridad se iba abriendo, lentamente, paso a través de la carne.
- Da miedo ¿A que sí?
Oyó las palabras de la vampiresa de fondo sin poder hacer nada para que esta volviese al interior de la posada, le ignoró; Oía la voz de la muchacha distante, casi difusa, como si estuviesen siendo acallada por el estruendo de una cascada, estaba mareado.
Necio, le había llamado Syl, necio y egoísta.
¿Es que nadie iba a darle un respiro? ¿Todo lo que hacía estaba mal? Si se quedaba quieto no podía vivir consigo mismo, pasaba las noches en vela sintiéndose un inútil, y si por otro lado intervenía, de pronto era un egoísta que no era capaz de comprender los sentimientos de los demás.
Apretó los dientes y frunció el ceño, incapaz de mantenerse más tiempo de pie se deslizó por la pared de la posada, manchándola de sangre en el proceso.
El sonido de la batalla que acababa de comenzar se apoderó del lugar; Zatch y Asher no tardaron en unirse a Lyn en la trifulca, Syl también intervino anotándose para él la primera de las sangres con una de sus saetas.
Le temblaban las manos, le costaba respirar.
Era él quien había decidido arriesgar su vida por socorrer a aquellos aldeanos; pero no había obligado a nadie a seguirle, no recordaba haber puesto una espada en el cuello de Asher para que ayudase con todas aquellas personas que, conociéndole como le conocía, le importaban más bien poco.
Cerró ambos puños con fuerza y luchó por volver a levantarse.
¿Le estaban menospreciando? ¿Era eso? Una impotencia similar a la que sentía cada vez que miraba el libro de color rojo que tiempo atrás le arrebató sus recuerdos se apoderó de su cuerpo, tenía que levantarse.
Las palabras del felino se repetían en su cabeza, una y otra vez, al compás metálico que se producía a su alrededor ¿Todos veían en él a un imbécil que iba a morir tarde o temprano? ¿Todos pensaban que no era más que un niñato enfundado en una armadura con unos ideales ridículos?
Tensó aún más la mandíbula, clavó su espada en la pared para impulsarse en un intento inútil por terminar de levantarse. Dejó escapar una retahíla de insultos mientas sentía como todas las heridas clamaban por un segundo más de tranquilidad, como estas se tensaban por los esfuerzos del exmercenario.
Era un imbécil y era consciente de ello, sabía perfectamente que las palabras de Syl tenían sentido, aunque no compartiese la opinión del gato estas eran lógicas, y eso era lo que más le molestaba.
Para él las personas que vivían allí no se diferenciaban de las de su aldea, los habitantes de Villa Centollo no eran diferentes de los miembros de su familia a un par de pueblos de distancia. No hacer nada era, básicamente, ser un cómplice en aquella masacre.
¿No le habría gustado a él que un imbécil con armadura saliese a defenderles de ser necesario? ¿No agradecería la ayuda de un desconocido si un Lord con ínfulas de grandeza decidía que tenía que quemar su granja por qué sí?
Su cuerpo no daba más de sí, pero no se iba a quedar sin hacer nada.
Syl no tenía razón, no del todo, no era ningún egoísta. Seria egoísta si en algún momento aceptaba su muerte, si se dejaba matar por que sí, si no luchaba hasta su último aliento y no actuaba como los demás confiaban que lo hiciera, si dejaba de pensar en las personas que tenía a su alrededor.
Se lanzó contra el soldado que tenía más cerca, sin ni siquiera terminar de levantarse, sujetó a aquel pobre diablo de la cintura, y antes de que este pudiese comprender que estaba sucediendo, lo estrelló contra la pared.
Cayeron los dos al suelo estrepitosamente y, arrastrándose desesperado, Eltrant se colocó sobre el hombre, a quien se encargó de golpear repetidamente en la cara hasta que dejó de moverse.
No podía encarar a todos de golpe ni ser, en aquel momento, remotamente útil, pero al menos había podido quitar a uno de en medio.
Depositó su mirada en otro.
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¡Iba a enseñarles a todos de lo que era capaz de hacer! Solo tenía que mantenerse concentrada, fijarse en los alrededores y no perder de vista a ninguno de los hombres que tenía delante de ella, no era la primera vez que se veía obligada a hacerlo, iba a salir bien.
Suspiró profundamente y se dijo a sí misma, otra vez más, que todo iba a salir bien. No estaba sola, Zatch y Asher estaba cerca, Syl también. Y aunque el gato no terminase de aguantar ni a Eltrant ni a ella estaba segura de que no les dejaría solos, aunque fuese por obligación hacía Asher.
Lyn lanzó un último vistazo a Eltrant instantes antes de que la saeta de Syl comenzase la pelea. El Mortal era, desde luego, más bruto que un bocata de remaches, el muy idiota seguía tratando de levantarse aun cuando era evidente que tenía más sangre fuera que dentro.
- ¿No ves que te estas rompiendo? ¡No te levantes! – Ordenó, aunque este pareció no escucharle, estaba demasiado ocupado luchando consigo mismo. - ¿No… me oyes…? – Antes de que pudiese a acercarse a comprobar el estado de su compañero una saeta se deslizó a través del aire y acabó firmemente clavada en el cuello de uno de los hombres de Lord Centollo, iniciando el combate.
Respiró profundamente cuando varios gritos se sucedieron, los hombres del señor de los cangrejos atacaron de inmediato. Mantuvo la calma, o trató de hacerlo, le temblaban las piernas.
Lyn frunció el ceño y, sonriendo enigmáticamente, movió las sombras, hizo que estas bailaran entre sus manos, se las pasó entre ellas, las moldeó.
- ¡Luces fuera! – Dio un pisotón en el suelo, con fuerza. Una nube de humo negro emanó desde la parte inferior de su bota y se deslizó a través del aire hasta arremolinarse, en apenas una fracción de segundo, alrededor de la cabeza del hombre que decidió que ella, posiblemente por su baja estatura, era un mejor oponente que el lobo que blandía un arma bañada en relámpagos.
La vampiresa dejó escapar una risilla al ver al soldado lanzar estocadas a diestro y siniestro, tratando inútilmente de acertar a alguno de los enemigos del Centollo, consiguiendo, solamente, cortar a algunos de sus aliados en el proceso.
Tragó saliva y saltó hacia atrás para evitar la embestida de otro de sus enemigos.
- ¡No… no me apuntes con eso que pincha! – Exclamó señalando la espada del hombre - ¡Enserio! ¡Tengo la piel delicada! – Se señaló la cara, sonrió desvelando los dos afilados incisivos con los que contaba.
- Monstruo...
- ¡De… detrás de ti! ¡Ten cuidado! – Gritó a continuación, el soldado alzó su espada riendo por lo bajo, Lyn no se movió, se limitó a esperar a que el hombre que seguía cegado acertase a su amigo por la espalda. - ¡Te lo dije! – Afirmó sin perder la sonrisa.
Volvió a retroceder, se movió alrededor del lugar lo más rápido que pudo, tratando de ser una con la oscuridad, de ser lo más insignificante posible para sus enemigos. No podía desvanecerse, tampoco hacerse intangible, ambas habilidades la cansaban demasiado, por lo que se dedicó a evitar las afiliadas hojas de sus oponentes con una mezcla entre suerte y distancia.
Continuó haciendo danzar a las sombras alrededor de sus extremidades, con cada paso que la vampiresa daba están adquirían formas extrañas, siempre distintas. Llegó a atrapar, literalmente, las sombras de las personas a las que enfrentaba entre sus manos.
- ¡Os las devuelvo! – Exclamó abriendo las manos y apuntando con ellas hacía varios guerreros que estaban juntos.
Estaba ganando cierta confianza en sí misma, el lugar era caótico, había tantas cosas que no podía controlar, tantísimas cosas que podían salir mal. No obstante, el Mortal, por algún motivo, había conseguido derribar ya a dos hombres desde dónde se encontraba y estaba hecho un trapo, por no hablar que la gran mayoría de la tropa Centollo se había dividido entre todos los presentes.
El torbellino de sombras que había lanzado no tardó en afianzarse en torno la pierna de un sujeto que esgrimia un pesado martillo. Dejando su arma aun lado, aquel tipo trató de separar la masa de sombras de su pierna de inmediato, la cual, al notar esto, se arraigó aun con más fuerza en torno al muslo de aquel desdichado individuo, que no pudo sino gritar aterrado al ver como la oscuridad se iba abriendo, lentamente, paso a través de la carne.
- Da miedo ¿A que sí?
Eltrant Tale
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
Para desgracia de aquel noblucho, el improvisado tumulto de bandidos estuvo de acuerdo en que esa sarta de inútiles pendencieros no merecía vivir. Un silbido pasó junto a su oreja e instantes después un vasallo cayó hacia atrás, desparramándose sin vida. Fue obra del gato, quien acababa de dar comienzo a la trifulca.
Zatch había lanzado lejos la ballesta al caer del techo para esquivar el ardiente aliento del dragón. No le hacía falta; la corta distancia que lo separaba de los contrincantes era perfecta para echar mano a las armas que mejor manejaba: sus dagas. De las dos que colgaban de su cinturón, tomó la más vieja. Reservaba la del gremio para enemigos más interesantes; era un dolor en el culo limpiar la sangre de la filigrana de oro que cubría la hoja y no valía la pena ensuciarla por ese insignificante montón de esbirros.
Aunque estaban en inferioridad numérica, tal como el zorro había pensado ese pequeño detalle no supuso ningún impedimento para dar una buena lucha. Elran Tail iba ya por su segunda víctima y, a pocos metros de distancia. Lyn, por su parte, acababa de desatar el caos, llevándose la vida de varios hombres sin siquiera mancharse las manos en el proceso. Syl estaba en una excelente posición para continuar aumentando las bajas y Asher... Asher enarbolaba una espada que refulgía y relampagueaba. ¿Magia? Le sorprendió que un hombre bestia tuviera acceso a esos artilugios, no era algo que se viera con mucha frecuencia.
-Vaya presumido. -Pensó, sonriendo con envidia ante tal demostración.
Con tremendo despliegue de habilidades, no sentía que realmente hiciera falta unirse a la barahúnda. Probablemente terminarían enseguida con los pocos que quedaban aún sin su ayuda. Sin embargo, no quería perderse la emoción de la trifulca y, para qué negarlo, le interesaba continuar presenciando la manera en que sus aliados se desenvolvían en batalla. Ensanchó la sonrisa y apretó la daga con fuerza. Cuando dos de los seguidores del ricachón se le lanzaron encima, un ágil movimiento bastó para apartarse del camino y dejar que se chocasen entre ellos. Era tan flacucho y veloz que, más que pelear, parecía estar bailando para esquivarlos.
-¡Ay, estos nobles! -Se carcajeó en la cara de los tipos mientras éstos se incorporaban para volver a atacarlo- ¿Hasta dónde llegará su avaricia? Por ahorrarse un par de aeros, contratan guardaespaldas que no saben moverse. -Esquivó un sablazo dando un salto hacia atrás. Los hombres lo observaban con los dientes apretados y el rostro colorado de furia- Disculpa, amigo, pero estás empuñando mal la espada. Debería ser así. -Le dijo a uno mientras alzaba la mano y le mostraba cómo tomaba la daga. Acto seguido, se precipitó hacia adelante e incrustó la hoja en el cuello del tipo. Al arrancarla, un chorro de sangre que bombeó desde la yugular le manchó el pecho- ¡Puaj! -Intentó limpiarse sin éxito, instante que el otro aprovechó para arremeter contra él, lanzándolo al suelo.
Al caer de espaldas, tanto él como quien tenía encima comenzaron a toser. Una nube de arena levantada por sus cuerpos acababa de meterse en sus ojos y bocas. El guerrero, enceguecido, ensartó su espada a pocos centímetros del rostro de Zatch, quien se removió como un pez fuera del agua en un intento por quitárselo de encima. No obstante, éste era mucho más grande y pesado que el zorro. Sus dos brazos habían quedado apresados bajo el torso del hombre y acababa de soltar la daga para no clavársela a sí mismo. Apretó los párpados una y otra vez, haciéndose daño con las partículas de arena, pero poco a poco consiguiendo removerlas de su visión. Cuando pudo volver a ver, notó que el hombre todavía mantenía los ojos cerrados. Un segundo estoque de la espada, esta vez peligrosamente más cerca de su mollera, le cortó el costado de la oreja. No le cupo duda de que la próxima vez acertaría y, desesperado, optó por recurrir a defenderse de la forma que más le desagradaba.
Tomó impulso y arremetió contra la frente del guerrero con la propia, tan fuerte que lo obligó a hacerse hacia atrás. Aprovechó el instante en que el tipo ladeaba la cabeza, dejando el cuello a la vista, y abrió las fauces en toda su amplitud para incrustar sus aguzados dientes en el cogote desprotegido.
Su boca se llenó de sangre y sus tímpanos vibraron dolorosamente ante el grito agónico del hombre, que soltó su arma para utilizar ambas manos en un bruto intento por apartar al zorro. Zatch lo soltó, a sabiendas de que la mordida había sido profunda y fatal, y tomó ventaja de la separación empujándolo hacia atrás. Libre al fin, recuperó la daga y se arrastró lejos para escupir el buche carmín en la arena. Podía ser un depredador, pero la sangre humana no era precisamente su sabor favorito.
Zatch había lanzado lejos la ballesta al caer del techo para esquivar el ardiente aliento del dragón. No le hacía falta; la corta distancia que lo separaba de los contrincantes era perfecta para echar mano a las armas que mejor manejaba: sus dagas. De las dos que colgaban de su cinturón, tomó la más vieja. Reservaba la del gremio para enemigos más interesantes; era un dolor en el culo limpiar la sangre de la filigrana de oro que cubría la hoja y no valía la pena ensuciarla por ese insignificante montón de esbirros.
Aunque estaban en inferioridad numérica, tal como el zorro había pensado ese pequeño detalle no supuso ningún impedimento para dar una buena lucha. Elran Tail iba ya por su segunda víctima y, a pocos metros de distancia. Lyn, por su parte, acababa de desatar el caos, llevándose la vida de varios hombres sin siquiera mancharse las manos en el proceso. Syl estaba en una excelente posición para continuar aumentando las bajas y Asher... Asher enarbolaba una espada que refulgía y relampagueaba. ¿Magia? Le sorprendió que un hombre bestia tuviera acceso a esos artilugios, no era algo que se viera con mucha frecuencia.
-Vaya presumido. -Pensó, sonriendo con envidia ante tal demostración.
Con tremendo despliegue de habilidades, no sentía que realmente hiciera falta unirse a la barahúnda. Probablemente terminarían enseguida con los pocos que quedaban aún sin su ayuda. Sin embargo, no quería perderse la emoción de la trifulca y, para qué negarlo, le interesaba continuar presenciando la manera en que sus aliados se desenvolvían en batalla. Ensanchó la sonrisa y apretó la daga con fuerza. Cuando dos de los seguidores del ricachón se le lanzaron encima, un ágil movimiento bastó para apartarse del camino y dejar que se chocasen entre ellos. Era tan flacucho y veloz que, más que pelear, parecía estar bailando para esquivarlos.
-¡Ay, estos nobles! -Se carcajeó en la cara de los tipos mientras éstos se incorporaban para volver a atacarlo- ¿Hasta dónde llegará su avaricia? Por ahorrarse un par de aeros, contratan guardaespaldas que no saben moverse. -Esquivó un sablazo dando un salto hacia atrás. Los hombres lo observaban con los dientes apretados y el rostro colorado de furia- Disculpa, amigo, pero estás empuñando mal la espada. Debería ser así. -Le dijo a uno mientras alzaba la mano y le mostraba cómo tomaba la daga. Acto seguido, se precipitó hacia adelante e incrustó la hoja en el cuello del tipo. Al arrancarla, un chorro de sangre que bombeó desde la yugular le manchó el pecho- ¡Puaj! -Intentó limpiarse sin éxito, instante que el otro aprovechó para arremeter contra él, lanzándolo al suelo.
Al caer de espaldas, tanto él como quien tenía encima comenzaron a toser. Una nube de arena levantada por sus cuerpos acababa de meterse en sus ojos y bocas. El guerrero, enceguecido, ensartó su espada a pocos centímetros del rostro de Zatch, quien se removió como un pez fuera del agua en un intento por quitárselo de encima. No obstante, éste era mucho más grande y pesado que el zorro. Sus dos brazos habían quedado apresados bajo el torso del hombre y acababa de soltar la daga para no clavársela a sí mismo. Apretó los párpados una y otra vez, haciéndose daño con las partículas de arena, pero poco a poco consiguiendo removerlas de su visión. Cuando pudo volver a ver, notó que el hombre todavía mantenía los ojos cerrados. Un segundo estoque de la espada, esta vez peligrosamente más cerca de su mollera, le cortó el costado de la oreja. No le cupo duda de que la próxima vez acertaría y, desesperado, optó por recurrir a defenderse de la forma que más le desagradaba.
Tomó impulso y arremetió contra la frente del guerrero con la propia, tan fuerte que lo obligó a hacerse hacia atrás. Aprovechó el instante en que el tipo ladeaba la cabeza, dejando el cuello a la vista, y abrió las fauces en toda su amplitud para incrustar sus aguzados dientes en el cogote desprotegido.
Su boca se llenó de sangre y sus tímpanos vibraron dolorosamente ante el grito agónico del hombre, que soltó su arma para utilizar ambas manos en un bruto intento por apartar al zorro. Zatch lo soltó, a sabiendas de que la mordida había sido profunda y fatal, y tomó ventaja de la separación empujándolo hacia atrás. Libre al fin, recuperó la daga y se arrastró lejos para escupir el buche carmín en la arena. Podía ser un depredador, pero la sangre humana no era precisamente su sabor favorito.
Zatch
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
Respiré hondo. Aquel encuentro era algo que había ansiado durante meses. Lord Centollo era la clase de persona que más odiaba. Un miembro de la nobleza, avaricioso y con pretensiones de poder, alguien que cree estar por encima de todos y que se refugia detrás de su dinero. Alguien que, en el pasado, me habría contratado como mercenario. Un "cliente". Había tenido muy pocas ocasiones para encontrarme a uno cara a cara.
Y ahí estaba. Casi al alcance de mi mano. No tenía escapatoria. Y lo que era mejor: me temía. Sus ojos le delataban. Tal vez no se esperaba que tuviese el tamaño que tenía. O que mi espada emanase electricidad. O que hubiese eliminado a cuatro dragones con un grupo pequeño.
-¿¡A que estais esperando!? ¡MATADLO! ¡MATADLO!- gritó, dando un paso atrás. Dos soldados se miraron entre sí, algo inseguros. Lancé un tajo al aire, emitiendo un fuerte chasquido eléctrico. No dijeron nada. -¡Doble! ¡No, el triple! ¡Pagaré el triple, pero matadlo de una vez!- dijo, algo más desesperado. Uno de ellos reaccionó ante aquello, y arremetió en mi dirección con un pesado martillo de guerra.
Mostré los dientes. Ya había derramado sangre ese día, y no dudaría en hacerlo de nuevo. Retrocedí de un salto, viendo como el martillo pasaba por delante de mi. Tal vez estuviese demasiado acostumbrado a las espadas, o tal vez ese hombre no tuviese la fuerza suficiente, pero aquello resultaba... lento. Muy, muy lento. Tal vez fuese intimidante, pero nada más. Ese arma no iba a alcanzarme.
Por supuesto, eso no era sufiiciente para convencer a su portador. Lanzó otro ataque, encontrando solo aire a su paso. No llegó a intentarlo por tercera vez antes de que atravesase su cota de mallas con una estocada. No fue suficiente para matar, solo un corte superficial... pero era suficiente. La electricidad empezó a fluir por su cuerpo y armadura, debilitando su agarre lo suficiente como para que soltase su arma. El hombre gritó. Empujé, hundiendo mi espada en su torso hasta que consideré suficiente, y arranqué a Brillo de su interior, desperdigando algunos trozos de metal de su armadura por el suelo. El soldado cayó al suelo, aún temblando ligeramente por la descarga.
Miré al siguiente. Estaba en guardia, con la espada en alto. No había sido tan decisivo como su compañero. Pero estaba en mi camino. Entre Lord Centollo y yo. Le atravesé con la mirada. El mensaje estaba claro.
-Apartate o muere.- ladré. El hombre no respondió. Su espada aún temblaba. No tenía tiempo para eso.
Me adelanté en un rápido paso y mi hoja impactó contra la suya, enviandola por el suelo. Apenas reaccionó antes de que volviese a atacar, golpeandole con el pomo de Brillo en un lado de la cabeza, derribándolo. Lord Centollo dio un paso atrás.
Quería verlo huir. Quería perseguirlo y cazarlo. Esbocé una sonrisa cruel. El caos a mi alrededor no significaba nada para mi. Los mercenarios de su bando caian uno tras otro. Y él lo había notado.
Pero a pesar de todo, su orgullo era aún mayor que su miedo. Esbocé una sonrisa cruel mientras veía como desenfundaba su sable.
-Sucia alimaña... ¡No tienes ni idea de a quien te enfrentas!- gritó. Tan formulaico. ¿Se sacaban todos los nobles las frases del mismo libro?
-Es cierto, sólo te conozco como "Lord Centollo".- admití. -¿Que prefieres que ponga en tu epitafio? ...es broma. No quedará nada que enterrar.- reí.
-Bastardo... ¡estas son MIS tierras! ¡Soy yo quien ejerce justicia!- vociferó, lanzándose hacia mi con un tajo que bloqueé sin dificultad.
-Bonito sable. ¿Sabes de alguna casa de empeños donde pueda venderlo?- pregunté, aún sin borrar mi sonrisa. -Seguro que como adorno tiene más uso. He visto a ardillas borrachas con más hab...-
-¡CÁLLATE! ¡CÁLLATE!- gritó, atacando una y otra vez. El primer tajo fue simple, pero el segundo casi me pilló por sorpresa. Aquello empezaba a ser una molestia. Por satisfactorio que fuese burlarme, era hora de hacerle sentir miedo.
Y dolor. Ataqué con una velocidad endiablada, y el pobre Centollo solo pudo desviar uno de los cortes. El otro encontró su brazo... y lo atravesó, despojandole de la extremidad. El arma y la mano del noble cayeron al suelo frente a sus ojos. El alarido de dolor enmudeció cualquier otro ruido de la batalla. Cayó al sueño, sujetandose el muñón ensangrentado. Los pocos matones que quedaban conscientes fueron testigos de como su "señor", el hombre que les había prometido una fortuna, yacía en el suelo desangrándose.
Miré alrededor. Creía que había más... pero de los diez, solo quedaba uno vivo. El mismo al que había desarmado.
Syl recargó su ballesta y apuntó de nuevo. Aquella posición le permitia ver prácticamente todo lo que ocurría. Por algún motivo, Eltrant había decidido volverse aún más suicida. A pesar de su estado, y de estar desarmado, no pareció dudar un instante en lanzarse una vez más. El felino tuvo que reprimir un gruñido. ¿Es que no tenia remedio? ¿O estaba tan ciego como para no escuchar lo que sabía que era cierto?
Daba igual. Si moría... era lo que se había buscado. Tal vez sirviese como lección para Asher.
Aquellos mercenarios no parecían acostumbrados a trabajar en equipo. Estaban dispersos, divididos entre diferentes enemigos, y como consecuencia, estaban sufriendo una baja tras otra. Uno de ellos parecía estar cegado. Sin duda, gracias a algún tipo de magia oscura. Era impredecible en ese estado, pero estaba vulnerable. No fue dificil acertarle en la cara con un virote.
No era el único afectado. Los poderes de la vampiresa eran verdaderamente inquietantes. Y a pesar de todo... su personalidad no era la que esperaba. Tal vez fuese algún tipo de manipulación, pero... Aquella reacción que tuvo con Eltrant parecía genuina. Si lo era, realmente se preocupaba por él.
Pero alguien podía ser peligroso y preocuparse por otros al mismo tiempo. No significaba nada... ¿no?
Recargó. Tenía que concentrarse. Aquel hombre estaba herido. Una nube de tinieblas cubría su pierna. Estaba en el suelo y gritaba, aterrorizado. El disparo de Syl fue casi un acto de piedad. Directo al corazón. Buscó al siguiente con la mirada. El hombre zorro habia eliminado a dos. ¿Por qué no era Kothán como él? Aquel coyote nunca había dado la cara. No era de fiar, pero nadie más lo veía.
Asher. Se estaba enfrentando al noble... pero ya había vencido. Solo quedaba uno. No atacó. Tiró su arma al suelo y echó a correr. ¿Abandonaba? Era un riesgo. No lo conocía. Podía volver a por venganza. Un peligro para su familia. La decisión fue casi instantanea.
El hombre cayó al suelo, abatido con un virote en la nuca. El combate había acabado.
Pasaron dos minutos hasta que el felino se relajó. Colgó su ballesta a su espalda. Decisiones. ¿Iria la guardia a por ellos? No habian acudido cuando vieron dragones. Tal vez Lord Centollo les hubiese sobornado. El lord... estaba vivo. Aún respiraba. Asher estaba a su lado, apuntándole con su espada. Syl bajó de su puesto y se acercó.
-...no grites tanto, Centollo. Deberias acostumbrarte. No es el único miembro que vas a perder.- dijo el canino. El hombre no respondio. Solo temblaba en el suelo. -Tch... mirate. Patético.- escupió. -Casi no vale la pena, pero...-
Asher se dirigió a la posada. Tras unos segundos, salió con algo en sus manos: un rollo de vendas. Kothán iba detrás. ¿Era ahí donde se había quedado? El hombre perro se dirigió al noble y empezó a enrollar las vendas sobre el muñón. ¿Por qué estaba tendiendo sus heridas...?
Y ahí estaba. Casi al alcance de mi mano. No tenía escapatoria. Y lo que era mejor: me temía. Sus ojos le delataban. Tal vez no se esperaba que tuviese el tamaño que tenía. O que mi espada emanase electricidad. O que hubiese eliminado a cuatro dragones con un grupo pequeño.
-¿¡A que estais esperando!? ¡MATADLO! ¡MATADLO!- gritó, dando un paso atrás. Dos soldados se miraron entre sí, algo inseguros. Lancé un tajo al aire, emitiendo un fuerte chasquido eléctrico. No dijeron nada. -¡Doble! ¡No, el triple! ¡Pagaré el triple, pero matadlo de una vez!- dijo, algo más desesperado. Uno de ellos reaccionó ante aquello, y arremetió en mi dirección con un pesado martillo de guerra.
Mostré los dientes. Ya había derramado sangre ese día, y no dudaría en hacerlo de nuevo. Retrocedí de un salto, viendo como el martillo pasaba por delante de mi. Tal vez estuviese demasiado acostumbrado a las espadas, o tal vez ese hombre no tuviese la fuerza suficiente, pero aquello resultaba... lento. Muy, muy lento. Tal vez fuese intimidante, pero nada más. Ese arma no iba a alcanzarme.
Por supuesto, eso no era sufiiciente para convencer a su portador. Lanzó otro ataque, encontrando solo aire a su paso. No llegó a intentarlo por tercera vez antes de que atravesase su cota de mallas con una estocada. No fue suficiente para matar, solo un corte superficial... pero era suficiente. La electricidad empezó a fluir por su cuerpo y armadura, debilitando su agarre lo suficiente como para que soltase su arma. El hombre gritó. Empujé, hundiendo mi espada en su torso hasta que consideré suficiente, y arranqué a Brillo de su interior, desperdigando algunos trozos de metal de su armadura por el suelo. El soldado cayó al suelo, aún temblando ligeramente por la descarga.
Miré al siguiente. Estaba en guardia, con la espada en alto. No había sido tan decisivo como su compañero. Pero estaba en mi camino. Entre Lord Centollo y yo. Le atravesé con la mirada. El mensaje estaba claro.
-Apartate o muere.- ladré. El hombre no respondió. Su espada aún temblaba. No tenía tiempo para eso.
Me adelanté en un rápido paso y mi hoja impactó contra la suya, enviandola por el suelo. Apenas reaccionó antes de que volviese a atacar, golpeandole con el pomo de Brillo en un lado de la cabeza, derribándolo. Lord Centollo dio un paso atrás.
Quería verlo huir. Quería perseguirlo y cazarlo. Esbocé una sonrisa cruel. El caos a mi alrededor no significaba nada para mi. Los mercenarios de su bando caian uno tras otro. Y él lo había notado.
Pero a pesar de todo, su orgullo era aún mayor que su miedo. Esbocé una sonrisa cruel mientras veía como desenfundaba su sable.
-Sucia alimaña... ¡No tienes ni idea de a quien te enfrentas!- gritó. Tan formulaico. ¿Se sacaban todos los nobles las frases del mismo libro?
-Es cierto, sólo te conozco como "Lord Centollo".- admití. -¿Que prefieres que ponga en tu epitafio? ...es broma. No quedará nada que enterrar.- reí.
-Bastardo... ¡estas son MIS tierras! ¡Soy yo quien ejerce justicia!- vociferó, lanzándose hacia mi con un tajo que bloqueé sin dificultad.
-Bonito sable. ¿Sabes de alguna casa de empeños donde pueda venderlo?- pregunté, aún sin borrar mi sonrisa. -Seguro que como adorno tiene más uso. He visto a ardillas borrachas con más hab...-
-¡CÁLLATE! ¡CÁLLATE!- gritó, atacando una y otra vez. El primer tajo fue simple, pero el segundo casi me pilló por sorpresa. Aquello empezaba a ser una molestia. Por satisfactorio que fuese burlarme, era hora de hacerle sentir miedo.
Y dolor. Ataqué con una velocidad endiablada, y el pobre Centollo solo pudo desviar uno de los cortes. El otro encontró su brazo... y lo atravesó, despojandole de la extremidad. El arma y la mano del noble cayeron al suelo frente a sus ojos. El alarido de dolor enmudeció cualquier otro ruido de la batalla. Cayó al sueño, sujetandose el muñón ensangrentado. Los pocos matones que quedaban conscientes fueron testigos de como su "señor", el hombre que les había prometido una fortuna, yacía en el suelo desangrándose.
Miré alrededor. Creía que había más... pero de los diez, solo quedaba uno vivo. El mismo al que había desarmado.
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Syl recargó su ballesta y apuntó de nuevo. Aquella posición le permitia ver prácticamente todo lo que ocurría. Por algún motivo, Eltrant había decidido volverse aún más suicida. A pesar de su estado, y de estar desarmado, no pareció dudar un instante en lanzarse una vez más. El felino tuvo que reprimir un gruñido. ¿Es que no tenia remedio? ¿O estaba tan ciego como para no escuchar lo que sabía que era cierto?
Daba igual. Si moría... era lo que se había buscado. Tal vez sirviese como lección para Asher.
Aquellos mercenarios no parecían acostumbrados a trabajar en equipo. Estaban dispersos, divididos entre diferentes enemigos, y como consecuencia, estaban sufriendo una baja tras otra. Uno de ellos parecía estar cegado. Sin duda, gracias a algún tipo de magia oscura. Era impredecible en ese estado, pero estaba vulnerable. No fue dificil acertarle en la cara con un virote.
No era el único afectado. Los poderes de la vampiresa eran verdaderamente inquietantes. Y a pesar de todo... su personalidad no era la que esperaba. Tal vez fuese algún tipo de manipulación, pero... Aquella reacción que tuvo con Eltrant parecía genuina. Si lo era, realmente se preocupaba por él.
Pero alguien podía ser peligroso y preocuparse por otros al mismo tiempo. No significaba nada... ¿no?
Recargó. Tenía que concentrarse. Aquel hombre estaba herido. Una nube de tinieblas cubría su pierna. Estaba en el suelo y gritaba, aterrorizado. El disparo de Syl fue casi un acto de piedad. Directo al corazón. Buscó al siguiente con la mirada. El hombre zorro habia eliminado a dos. ¿Por qué no era Kothán como él? Aquel coyote nunca había dado la cara. No era de fiar, pero nadie más lo veía.
Asher. Se estaba enfrentando al noble... pero ya había vencido. Solo quedaba uno. No atacó. Tiró su arma al suelo y echó a correr. ¿Abandonaba? Era un riesgo. No lo conocía. Podía volver a por venganza. Un peligro para su familia. La decisión fue casi instantanea.
El hombre cayó al suelo, abatido con un virote en la nuca. El combate había acabado.
Pasaron dos minutos hasta que el felino se relajó. Colgó su ballesta a su espalda. Decisiones. ¿Iria la guardia a por ellos? No habian acudido cuando vieron dragones. Tal vez Lord Centollo les hubiese sobornado. El lord... estaba vivo. Aún respiraba. Asher estaba a su lado, apuntándole con su espada. Syl bajó de su puesto y se acercó.
-...no grites tanto, Centollo. Deberias acostumbrarte. No es el único miembro que vas a perder.- dijo el canino. El hombre no respondio. Solo temblaba en el suelo. -Tch... mirate. Patético.- escupió. -Casi no vale la pena, pero...-
Asher se dirigió a la posada. Tras unos segundos, salió con algo en sus manos: un rollo de vendas. Kothán iba detrás. ¿Era ahí donde se había quedado? El hombre perro se dirigió al noble y empezó a enrollar las vendas sobre el muñón. ¿Por qué estaba tendiendo sus heridas...?
Asher Daregan
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Re: Tercera Parada: Villa Centollo [Interpretativo][Libre][3/3][Cerrado]
- ¡Oh, venga ya! – Se quejó Eltrant con una sonrisa, apoyándose de nuevo a la pared cuando vio a Asher pasar justo por su lado con un juego de vendas y avanzar hasta el noble herido. - ¿No me has visto? – Preguntó haciendo un par de aspavientos desde el suelo.
La pelea había finalizado, el grupo de soldados del noble yacía en el suelo inmóviles, como un juego de muñecos de trapo cubiertos de rojo. No había hecho gran cosa, pero todo aquel que se había cruzado en su camino había acabado mal, el pueblo estaba a salvo, por ahora.
– Zatch, échame una mano ¿Quieres? – Pidió alzando la mano, esperando que el zorro se la estrechase y le ayudase a levantarse. – Gracias – Dijo asintiendo con una sonrisa. - Cómo en la torre del reloj. – Dijo dándole una suave palmada al zorro en el hombro. Miró la aldea, no había nada ardiendo y los lugareños salían tímidamente a las calles ahora que el incesante ruido de la pelea había terminado, aquello había salido mejor que “Lo de la torre del reloj”
Suspiró profundamente al encontrarse otra de vez y tragó saliva, había tanta sangre en el ambiente que podía oler sin ninguna dificultad el metal de la misma, se pasó la mano por la frente, limpiando la mezcla entre sangre y sudor que resbalaba por esta.
Dejando escapar una carcajada se tambaleó hasta dónde “Lord Centollo” yacía, a los pies de un Asher y Kothán, que acababa de salir de la taberna.
– Dame una anda – Dijo depositando su mano en el hombro del lobo para aguantar el equilibrio, arrebatándole una de las vendas sin usar a este. – Me ha mordido un dragón. – Dijo como toda explicación, como si supiese que Asher iba comprender exactamente qué había sucedido solo con aquella frase. Sonrió y entre quejidos se deshizo de la camisa ensangrentada que vestía, dejándola caer a un lado. – Sí, otra vez – Volvió a reír, la carcajada terminó en un sonoro “Auch” al aplicarse la venda en la herida del pecho - ...Aunque este no me ha soltado gritando que huelo a ajo. – Aseguró ampliando la sonrisa. – Eso… es una mejora ¿No? - Miró de arriba abajo al noble que el lobo cuidaba, el cual no decía nada salvo dejar escapar un insulto de vez en cuanto quejarse de la situación en la que se encontraba.
A Centollo le faltaba un brazo, una extremidad que seguía sangrando copiosamente, de forma insistente aún bajo los cuidados del lobo. No le daba ninguna pena, frunció el ceño y le mantuvo la mirada.
Quizás fuese la influencia de Asher, pero no sentía ningún tipo de respeto por aquel noble, nada parecido a compasión pasaba por su cabeza, no se merecía nada mejor que la muerte por lo que acababa de hacer, por atacar a un montón de personas indefensas, aldeanos a los que él, como señor de aquellas tierras, había jurado proteger.
Lo que encontraba más insultante es que había decidido llamarlo justicia, su justicia. Se atusó la barba y siguió mirando al noble, quizás aquel fuese un pensamiento un poco extremista , otra parte importante de él debatía sobre si entregar a aquel tipo a la guardia, sobre si se merecía un juicio justo o no. En cualquier caso, conocía al lobo lo suficiente como para saber que no era eso lo que le esperaba a Centollo, se traía algo entre manos.
– ¿Crees que es sensato dejarlo con vida? – Preguntó a Asher presionando en la herida del pecho con la venda que tenía entre las manos, dejó escapar un gemido, le volvía a faltar aire – … No me importaría acabar con este imbécil, hacer los honores y eso - Se agachó junto a él, acercó su cara a la del hombre hasta que la suya estuvo básicamente a un palmo de esta, este balbuceó un par de insultos entre sollozos de dolor – Justicia – Le dijo entre dientes, a su alrededor, algunos aldeanos que se habían atrevido a salir de sus hogares susurraban ante lo que tenían delante. Se volvió a levantar y bostezó, le dio una palmada a lobo en la espalda.
- Tú decides. – Le dijo sonriendo, si Asher había redescubierto que tenía sentido de la piedad, cosa que Eltrant dudaba pues estaba seguro de que aquella acción tenía algún motivo detrás, no iba a luchar por arrebatárselo – Hagas lo que hagas te cubro las espaldas, como siempre – Dijo, aunque era evidente que Asher no necesitaba la ayuda de un imbécil malherido como él, le gustaba recordárselo de vez en cuando, el lobo tendía a ser más bien solitario, al menos en sus tiempos en la guardia lo era, ahora tenía una familia por la que se preocupaba.
- ¿Es que te has olvidado de mí, Mortal? – Escuchó la voz de Lyn a su espalda, la muchacha estaba cruzada de brazos.
- No – Contestó Eltrant sonriendo, acercándose a ella. - ¿Desde cuándo sabes hacer…esas cosas con las sombras? – Preguntó rodeándose el pecho, pobremente, con la venda ahora ensangrentada que tenía en su poder.
- No, no. Ahora no te acerques a mí, sigue con amigo de pelaje impoluto en vez de adorar a tu señora. – Contestó llevándose una mano a la cara, fingiendo malestar. - ¡Ofendida me hallo! – Se dejó caer al suelo. - ¡Yo, que he luchado por ti en un acto de desinterés digno de una mártir! – Extendió los brazos.
- … Levántate, exagerada – Ordenó cruzándose de brazos, suspirando.
- Ah, y que sepas que no te voy a morder – Dijo sonriendo mordazmente, levantándose de un salto y acercándose a un Eltrant que miraba con una ceja alzada a la vampiresa. – Vive con tus decisiones, Mortal – Dijo presionando la herida que el castaño había ocultado tras el vendaje con suavidad.
Eltrant gruñó por el dolor y frunció el ceño.
- ¡Sádica! – Exclamó.
- ¡Bestia! – Respondió Lyn enseguida.
- ¡Arpía! – Contestó Eltrant.
- ¡Bruto! – Añadió Lyn.
- ¡Sanguijuela! – Dijo el exmercenario.
- ¡Mira quién habla! ¡La bolsa de Sangre! – Lyn dejó caer sus brazos hasta la cintura, Eltrant dejó escapar una risotada al escuchar esto, la vampiresa imitó modestamente al ex guarda.
- Solo… ten más cuidado. – Dijo dándole un leve empujón al castaño, que, suspirando, negó con la cabeza y miró el pueblo que tenía a su alrededor. Syl tenía razón, sus acciones tenían consecuencias, pero no solo tenían una. Aquel pueblo iba a vivir un día más, mínimo, gracias a ellos.
- …Lo intentaré. – Dijo agachando la cabeza, mirado a Lyn a los ojos, ofreciéndole la mejor sonrisa que podía dibujar en su rostro dadas las circunstancias. - Lo siento - Le revolvió el pelo.
- ¿Qué te crees que tengo? ¿Cinco años? – Preguntó la vampiresa apartando la mano ensangrentada de Eltrant de su cabeza, quien se limitó a sonreír y, tras unos instantes en silencio, se marchó hacía la puerta de la posada, dónde estaba Dannos, dejándose caer junto a él.
Suspiró profundamente al ver al mortal alejarse. No tenía remedio.
Iba a acabar muerto más pronto que tarde, y no iba a poder hacer nada para evitarlo. Había momentos como aquel en los que se planteaba lavarle el cerebro, convertirle en un títere que no se lanzase a proteger a cualquiera que lo necesitase.
¿Pero no era aquel el tipo de cosas que quería evitar? Cerró los ojos apartando todo recuerdo relacionado con aquella idea de su cabeza. No podía controlarle, dejando a un lado la resistencia sobrehumana que tenía para soportar ese tipo de cosas, si manipulaba al Mortal de aquel modo, simplemente, dejaba de ser el Mortal.
Se colocó junto a Syl, lanzando una última mirada a Eltrant, que conversaba con Dannos y Zatch.
- Puedo irme si molesto. – Dijo sentándose en el suelo, abrazándose las rodillas, era consciente de que el gato no les toleraba ni a ella y ni al Mortal, pero Koth seguía ocupado, y no le apetecía mucho, en aquel instante, sentarse junto a su compañero.
A pocos metros de dónde estaban, Asher y Koth seguían atendiendo al noble que había comenzado todo aquello, no sabía si Syl había hablado con ellos ya o no, hacía ya bastante que el ballestero había descendido desde el tejado, le podía haber dado tiempo a hacerlo perfectamente, fuese como fuese, su rostro dejaba entrever que no parecía muy seguro de lo que estaba viendo.
- ¿De dónde viene Syl? Me gusta. – Dijo sin levantar la mirada, desabrochando y abrochando las correas de sus botas para mantenerse entretenida. - ¿Es un diminutivo? – Añadió – Suena bien. – Se calló unos instantes – Lyn… sí que es un diminutivo – Sonrió escuetamente, continuó sin mirar al felino. – Lyanna – Dijo - …Ese es mi nombre completo. – No era muy dada darlo, solo había unas pocas personas que lo sabían. ¿Se lo había dicho al Mortal? Probablemente, aunque no recordaba cuando.
La pelea había finalizado, el grupo de soldados del noble yacía en el suelo inmóviles, como un juego de muñecos de trapo cubiertos de rojo. No había hecho gran cosa, pero todo aquel que se había cruzado en su camino había acabado mal, el pueblo estaba a salvo, por ahora.
– Zatch, échame una mano ¿Quieres? – Pidió alzando la mano, esperando que el zorro se la estrechase y le ayudase a levantarse. – Gracias – Dijo asintiendo con una sonrisa. - Cómo en la torre del reloj. – Dijo dándole una suave palmada al zorro en el hombro. Miró la aldea, no había nada ardiendo y los lugareños salían tímidamente a las calles ahora que el incesante ruido de la pelea había terminado, aquello había salido mejor que “Lo de la torre del reloj”
Suspiró profundamente al encontrarse otra de vez y tragó saliva, había tanta sangre en el ambiente que podía oler sin ninguna dificultad el metal de la misma, se pasó la mano por la frente, limpiando la mezcla entre sangre y sudor que resbalaba por esta.
Dejando escapar una carcajada se tambaleó hasta dónde “Lord Centollo” yacía, a los pies de un Asher y Kothán, que acababa de salir de la taberna.
– Dame una anda – Dijo depositando su mano en el hombro del lobo para aguantar el equilibrio, arrebatándole una de las vendas sin usar a este. – Me ha mordido un dragón. – Dijo como toda explicación, como si supiese que Asher iba comprender exactamente qué había sucedido solo con aquella frase. Sonrió y entre quejidos se deshizo de la camisa ensangrentada que vestía, dejándola caer a un lado. – Sí, otra vez – Volvió a reír, la carcajada terminó en un sonoro “Auch” al aplicarse la venda en la herida del pecho - ...Aunque este no me ha soltado gritando que huelo a ajo. – Aseguró ampliando la sonrisa. – Eso… es una mejora ¿No? - Miró de arriba abajo al noble que el lobo cuidaba, el cual no decía nada salvo dejar escapar un insulto de vez en cuanto quejarse de la situación en la que se encontraba.
A Centollo le faltaba un brazo, una extremidad que seguía sangrando copiosamente, de forma insistente aún bajo los cuidados del lobo. No le daba ninguna pena, frunció el ceño y le mantuvo la mirada.
Quizás fuese la influencia de Asher, pero no sentía ningún tipo de respeto por aquel noble, nada parecido a compasión pasaba por su cabeza, no se merecía nada mejor que la muerte por lo que acababa de hacer, por atacar a un montón de personas indefensas, aldeanos a los que él, como señor de aquellas tierras, había jurado proteger.
Lo que encontraba más insultante es que había decidido llamarlo justicia, su justicia. Se atusó la barba y siguió mirando al noble, quizás aquel fuese un pensamiento un poco extremista , otra parte importante de él debatía sobre si entregar a aquel tipo a la guardia, sobre si se merecía un juicio justo o no. En cualquier caso, conocía al lobo lo suficiente como para saber que no era eso lo que le esperaba a Centollo, se traía algo entre manos.
– ¿Crees que es sensato dejarlo con vida? – Preguntó a Asher presionando en la herida del pecho con la venda que tenía entre las manos, dejó escapar un gemido, le volvía a faltar aire – … No me importaría acabar con este imbécil, hacer los honores y eso - Se agachó junto a él, acercó su cara a la del hombre hasta que la suya estuvo básicamente a un palmo de esta, este balbuceó un par de insultos entre sollozos de dolor – Justicia – Le dijo entre dientes, a su alrededor, algunos aldeanos que se habían atrevido a salir de sus hogares susurraban ante lo que tenían delante. Se volvió a levantar y bostezó, le dio una palmada a lobo en la espalda.
- Tú decides. – Le dijo sonriendo, si Asher había redescubierto que tenía sentido de la piedad, cosa que Eltrant dudaba pues estaba seguro de que aquella acción tenía algún motivo detrás, no iba a luchar por arrebatárselo – Hagas lo que hagas te cubro las espaldas, como siempre – Dijo, aunque era evidente que Asher no necesitaba la ayuda de un imbécil malherido como él, le gustaba recordárselo de vez en cuando, el lobo tendía a ser más bien solitario, al menos en sus tiempos en la guardia lo era, ahora tenía una familia por la que se preocupaba.
- ¿Es que te has olvidado de mí, Mortal? – Escuchó la voz de Lyn a su espalda, la muchacha estaba cruzada de brazos.
- No – Contestó Eltrant sonriendo, acercándose a ella. - ¿Desde cuándo sabes hacer…esas cosas con las sombras? – Preguntó rodeándose el pecho, pobremente, con la venda ahora ensangrentada que tenía en su poder.
- No, no. Ahora no te acerques a mí, sigue con amigo de pelaje impoluto en vez de adorar a tu señora. – Contestó llevándose una mano a la cara, fingiendo malestar. - ¡Ofendida me hallo! – Se dejó caer al suelo. - ¡Yo, que he luchado por ti en un acto de desinterés digno de una mártir! – Extendió los brazos.
- … Levántate, exagerada – Ordenó cruzándose de brazos, suspirando.
- Ah, y que sepas que no te voy a morder – Dijo sonriendo mordazmente, levantándose de un salto y acercándose a un Eltrant que miraba con una ceja alzada a la vampiresa. – Vive con tus decisiones, Mortal – Dijo presionando la herida que el castaño había ocultado tras el vendaje con suavidad.
Eltrant gruñó por el dolor y frunció el ceño.
- ¡Sádica! – Exclamó.
- ¡Bestia! – Respondió Lyn enseguida.
- ¡Arpía! – Contestó Eltrant.
- ¡Bruto! – Añadió Lyn.
- ¡Sanguijuela! – Dijo el exmercenario.
- ¡Mira quién habla! ¡La bolsa de Sangre! – Lyn dejó caer sus brazos hasta la cintura, Eltrant dejó escapar una risotada al escuchar esto, la vampiresa imitó modestamente al ex guarda.
- Solo… ten más cuidado. – Dijo dándole un leve empujón al castaño, que, suspirando, negó con la cabeza y miró el pueblo que tenía a su alrededor. Syl tenía razón, sus acciones tenían consecuencias, pero no solo tenían una. Aquel pueblo iba a vivir un día más, mínimo, gracias a ellos.
- …Lo intentaré. – Dijo agachando la cabeza, mirado a Lyn a los ojos, ofreciéndole la mejor sonrisa que podía dibujar en su rostro dadas las circunstancias. - Lo siento - Le revolvió el pelo.
- ¿Qué te crees que tengo? ¿Cinco años? – Preguntó la vampiresa apartando la mano ensangrentada de Eltrant de su cabeza, quien se limitó a sonreír y, tras unos instantes en silencio, se marchó hacía la puerta de la posada, dónde estaba Dannos, dejándose caer junto a él.
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Suspiró profundamente al ver al mortal alejarse. No tenía remedio.
Iba a acabar muerto más pronto que tarde, y no iba a poder hacer nada para evitarlo. Había momentos como aquel en los que se planteaba lavarle el cerebro, convertirle en un títere que no se lanzase a proteger a cualquiera que lo necesitase.
¿Pero no era aquel el tipo de cosas que quería evitar? Cerró los ojos apartando todo recuerdo relacionado con aquella idea de su cabeza. No podía controlarle, dejando a un lado la resistencia sobrehumana que tenía para soportar ese tipo de cosas, si manipulaba al Mortal de aquel modo, simplemente, dejaba de ser el Mortal.
Se colocó junto a Syl, lanzando una última mirada a Eltrant, que conversaba con Dannos y Zatch.
- Puedo irme si molesto. – Dijo sentándose en el suelo, abrazándose las rodillas, era consciente de que el gato no les toleraba ni a ella y ni al Mortal, pero Koth seguía ocupado, y no le apetecía mucho, en aquel instante, sentarse junto a su compañero.
A pocos metros de dónde estaban, Asher y Koth seguían atendiendo al noble que había comenzado todo aquello, no sabía si Syl había hablado con ellos ya o no, hacía ya bastante que el ballestero había descendido desde el tejado, le podía haber dado tiempo a hacerlo perfectamente, fuese como fuese, su rostro dejaba entrever que no parecía muy seguro de lo que estaba viendo.
- ¿De dónde viene Syl? Me gusta. – Dijo sin levantar la mirada, desabrochando y abrochando las correas de sus botas para mantenerse entretenida. - ¿Es un diminutivo? – Añadió – Suena bien. – Se calló unos instantes – Lyn… sí que es un diminutivo – Sonrió escuetamente, continuó sin mirar al felino. – Lyanna – Dijo - …Ese es mi nombre completo. – No era muy dada darlo, solo había unas pocas personas que lo sabían. ¿Se lo había dicho al Mortal? Probablemente, aunque no recordaba cuando.
Eltrant Tale
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