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El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]

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El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado] - Página 2 Empty Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]

Mensaje  Ircan Lun Oct 09 2017, 23:16

"¿Pareja?" miré a Nuría perplejo mientras notaba como un ardor comenzaba a posarse en mis mejillas. Me revolví en la silla un poco incomodo, no por la idea, sino por el hecho de ser la pareja de alguien, y encima de alguien tan... Zarandeé mi cabeza notando como cada vez el ardor era mayor en mi rostro. Miré de nuevo a Nuria y recordé aquel momento en la cama, aquella bella visión de mi compañera... Pero aquella no era la única sorpresa de la noche.

Yo… también me encargué de li… limmpiar  todo. -vi como señalaba todo mi cuerpo.

Mis ojos se abrieron de par en par, por pura decisión propia, y creo que de haber medido la temperatura de mi rostro hubiera podido fundir metal en él, pues seguramente me mimeticé a la perfección con el color granate de mi sillón.

"Esta hermosa chica..." no podía moverme y mi mente funcionaba ajena a mi control. "Esas pequeñas y delicadas manos..." miré las manos de Nuria que parecían suaves y tiernas. "han.... han...." noté como me ponía tenso sintiendo sensaciones que nunca antes había experimentado. "No puede ser... no puede ser... ella y yo... ¿yo desnudo ante ella? ¿Sus manos en mi cuerpo desnudo?" aquello era demasiado para mi inexperto conocimiento y trato con el genero femenino, lo que hizo que mi cerebro sufriera un cortocircuito.

Cuando volví de aquel fantástico mundo, aunque vergonzoso, de mi imaginación mi compañera ya se había dormido en la silla. Fui consciente en aquel momento en que me había quedado mirándola con la boca abierta. Cerré la boca, me levanté y me acerqué a la chica en silencio. La vi dormir plácidamente en el sillón, sinceramente a la luz del fuego, aquella fue la visión más bella que había visto en mi vida. Recordé el momento en la cama e inconscientemente mi mano avanzó para tocar su mejilla. Pero esta se quedo a escasos centímetros de hacerlo.

"No puedo maldecirla con mi tacto" pensé furioso con mi estado de enfermo.

Me dirigí a un armario cercano y rebusqué en él. Tome unas mantas y me acerqué de nuevo a mi compañera. La envolví en las mantas con sumo cuidado y detenimiento para no despertarla. La tomé, sin tocar un centímetro de su piel, y la llevé a la cama. La tumbe y la tape bien antes de recrearme por unos minutos viendo su belleza. Negué con la cabeza para despejar mis ideas y volví de nuevo al sillón. Había descansado lo suficiente para que una persona normal no tuviera sueño, pero yo estaba enfermo y la enfermedad se había cobrado mucho de mi estado físico, sobretodo con aquella aventura. Me senté en el sillón enfrentado al fuego y mis parpados no tardaron mucho a llevarme a un mundo de sueños y pesadillas por igual.


*                   *                   *

A la mañana siguiente, uno de aquellos extraños criados de la casa, nos trajo un desayuno rico en lacteos, por no decir que era  un noventa por ciento del menú, queso y leche acompañados de un pequeño trozo de pan. Nuria y yo desayunamos en un silencio tenso marcado por las experiencias de la noche anterior, podría decirse que a ninguno de los dos se nos daban bien las palabras en aquellas situaciones, y menos después de lo vivido ante mi escasa experiencia en el campo amoroso, no sabia si en su caso sería igual.

Maddie me trajo unos ropajes nuevos.

-Lo siento señor Ircan.- dijo intentado esconder cierto miedo, parecía que la explicación de Nuria no les había sido muy convincente. -Quemamos sus ropas debido a su.... problema...- dijo aquella niña, que había tenido que madurar a golpes, intentando escoger las palabras adecuadas para no ofenderme.

Las prendas no eran mejores que las que me había dado Tom, pero al menos me estaban menos anchas y no tenía que atarmelas con una cuerda cutre. Me gustó la capucha, estaba más nueva que la anterior y era oscura, aunque no pude evitar sentir un poco de pena por la anterior, habíamos vivido demasiados momentos juntos.

-Muchas gracias señorita Maddie. - agradecí esbozando una amplia sonrisa. Cierta parte de mi se enorgullecía de que sintieran miedo, pero a la otra le era un poco incomodo. -No olvidaré este bonito gesto.- y por in pude ver como la chica esbozaba una sonrisa sincera. -Bueno ya es hora de...

Los golpes de un aldabón interrumpieron mis palabras sonando estrepitosamente por toda la casa. La niña se quedó tensa y al mismo tiempo preocupada. Comprendí que pensaba en sus amigos, aquellas extrañas criaturas. La situación podría complicarse.

-Tranquila, nosotros nos ocuparemos.- reaccioné con una voz sería mirando de soslayo a Nuria, para buscar su consentimiento. Esta asintió. -Diles que no hagan nada pequeña, que se escondan o se mantengan sólo en una forma humana.

La niña cambio el semblante de preocupación por uno marcado con una sonrisa de alegría. Me miró con un brillo de esperanza en sus ojos, seguramente motivado por las historias que le había contado Nuria en su momento. Sin duda que un ser "terrible y que da miedo" te proteja es algo alentador. Le hice un gesto a Nuria con la mano y nos apresuramos a acudir a la puerta. Seguí a Nuria por los corredores de la casa, ya que en verdad yo no conocía en absoluto en lugar, mientras Nuria había tenido más tiempo para eso.

-Quédate a cubierto hasta que averigüe sus intenciones.- le indiqué cuando nos hayamos frente a la puerta principal que volvió a ser victima de unos fuertes golpeteos. La chica asintió y se colocó de forma que al abrir la puerta, esta le cubriera.

Abrí la puerta y vi como un hombre con unos andrajos, que antaño seguramente fueran una ropa elegante, estaba acompañado de un joven con un aspecto aún más andrajoso, y que no seria mucho más pequeño que yo.

-¡Oh! ¿Quien es usted? - me preguntó el hombre totalmente indignado. -¿Qué se supone que está haciendo aquí?- se me quedó mirando con el ceño fruncido.

-Emm... ¿Eso no debería preguntarlo yo?- arqueé una ceja devolviéndole la mirada. Sinceramente no me esperaba una situación así.

-¡YO SOY EL SEÑOR DE ESTA CASA! - me espetó alzando un dedo de forma amenazante mientras le temblaba la papada producto de la ira. -¡Y EXIJO SABER QUE HACE USTED EN MI CASA! ¿¡QUE LE HA HECHO A MI FAMILIA!?- se abalanzó sobre mi con ambas manos con la intención de estrangularme. Yo di un paso para atrás intentando zafarme de él. El joven siguió al hombre y Nuría salio de su escondite cargando amenazándoles con un candelabro. Yo llevé la mano a la empuñadora de mi espada pero...

-¡PAPA!- gritó Maddie a mi espalda.

-¿Papa? - repetí confuso mientras miraba espectante al paralizado hombre cuya mirada se había quedado petrificada ante la aparición de Maddie.

-¡HIJA!- el hombre reaccionó cambiando el destino de sus manos hacía Maddie para estrujarla en un fuerte abrazo.

Yo miré a Nuria sin comprender muy bien la situación mientras que el joven se unía al abrazo familiar. Aquellas extrañas criaturas comenzaron a salir de sus escondrijos mirando extrañados y con cierto miedo la escena.

Tras un largo rato de lloros e intercambio de historias, descubrí que había pasado. Al parecer, la madre y el hermano de Maddie habían contraído unas gripes muy altas que les habían forzado a ir a la ciudad en busca de un curandero. El hermano tuvo la suerte de curarse, pero a madre no. Este drama no sólo estaba formado por el fallecimiento de la mujer, los honorarios del curandero habían sido más elevados de los que el señor Abes se podía permitir. Algo que les hizo tener varios problemas en la ciudad, que se resolvió con la entrada a prisión tanto del señor como del señorito Abes, al no poder pagar al curandero. Durante una especie de insurrección de los vampiros durante la pandemia de "El mal del cielo" padre e hijo consiguieron escapar de la prisión y de la ciudad, y por fin pudieron volver a casa. Mientras tanto en la casa familiar, la familia no había sido consciente de que la madre del señor Abes también había contraído aquella gripe y que murió por la misma meses después a la partida de la familia, dejando como única integrante de la familia a una niña de tres años, Maddie. Ante la ausencia de una figura de autoridad y viendo que nadie les iba a pagar, el servicio abandono la casa y a la pequeña niña, que habría seguido el mismo destino de su abuela de no haber aparecido "sus amigos", aquellas extrañas criaturas, que al ver la casa abandonada decidieron ocuparla. Aquellas extrañas criaturas habían intentado asustar a Maddie para hacer que se fuera, pero está en vez de asustarse se reía, lo que conmovió a las criaturas y llevó a que se hicieran amigos. A partir de aquel momento las criaturas cuidaron de Maddie y la protegieron de los diferentes bandalos que intentaron asaltar en más de una ocasión la residencia familiar.

-M...m...muchas g...gracias.- agradeció el señor Abes con gran esfuerzo al líder de aquellas criaturas. Y no era de extrañar ya que el líder había adoptado la apariencia de la madre del señor Abes.- Gracias por cuidar a mi hija.

La falsa abuela Abes, miró al hombre con reticencias estudiándolo de arriba a bajo.


-No hay de que...-
respondió tras un largo silencio mientras se rascaba la nariz. -Mis compañeros y yo nos iremos en seguida.

-¡NOOOOO! - gritó Maddie levantándose de golpe encarándose a la anciana con los brazos en jarra y los labios fruncidos.

-Pero... Maddie...

La niña se abalanzó sobre la anciana y la abrazó.

-Después de tantos años sois también mi familia. No podéis abandonarme....- la niña la miró con los ojos lagrimosos. -Una familia se mantiene unida. Se protegen unos a otros.... ¡Tu me lo dijiste!

-Pero... nosotros...

-Para mi seria uno honor que permanecierais en esta casa. - intervino al padre colocándose una mano en el pecho, deseoso de cumplir con los deseos de su hija.- Me da igual lo que seáis. Protegisteis a mi hija durante muchos años, no puedo hacer nada más que acogeros como parte de esta casa, dándoos cobijo y alimento.- el señor Abes se acercó a la anciana, que mostró reticencias a ese acercamiento. Sus otros compañeros también estaban incómodos. -Habéis sido los guardianes de mi hija y mi casa durante muchos años.- extendió la mano, algo que provocó cierto murmullo entre las criaturas y algo de rechazo en el lider. -Sed ahora también guardianes nuestros.

El murmulló cesó al instante, la tensión cambio de un estado negativo a uno expectante. Todos miraban a su líder que miraba con los ojos totalmente paralizados al señor Abes con un cuerpo petrificado ante la sorpresa. Miró la mano con una mezcla de desconfianza y esperanza, mientras que parecía como mil recuerdos pasaban fugazmente por su mente.

-Aceptamos.- estrechó la mano del señor Abes. Al momento se convirtió en una fornido hombre con una armadura media. -Defenderemos y nos ocuparemos de esta casa y de vosotros, a cambio de un hogar, comida y vuestro reconocimiento.

El señor Abes sonrió y se dirigió de nuevo a su hija, sin duda estaba a punto de darse un feliz reencuentro.

-Bueno...- carraspeé interrumpiendo durante un momento aquella bonita escena. Ya que ni yo ni Nuria pintábamos nada allí. -Ya es hora de que nosotros nos vayamos.- dije señalando a Nuria y luego a mi mismo. -Espero que os vaya muy bien. - les deseé con una sonrisa.

-¡Gracias por todo a los dos! - exclamó Maddie euforica de alegría, por fin mostraba una actitud acorde a su edad, por fin podría volver a ser una niña. -¡Espero que volváis pronto a hacernos una visita!

Sonreí.

-No lo dudes pequeña.

Sin dar paso a más despedidas abandoné aquella casa, seguido de Nuria. Avanzamos uno al lado del otro hasta el camino que nos separaría, pues íbamos en direcciones opuestas.

-Pese a no conocernos de nada. - intervine para interrumpir aquel incomodo silenció rascándome la cabeza algo nervioso. -No nos ha ido tan mal, ¿no crees?

-Umm...hum. - Nuria le dió un rapapolvo a su falda para alisarla.- No. No ha estado mal. -reconoció con una tímida sonrisa que evitó mostrar.

Yo sonreí y la miré con cierto cariño. Pero recordé el momento de anoche dónde me imagine como me había limpiado estando yo desnudo y me puse rojo al instante. Me di la vuelta para que no pudiera verlo y comencé a caminar sintiendo como mi cuerpo en aquel momento era un verdadero flan.

-Bueno... esto...- tosí para aclararme la garganta e intentar desterrar a mi vergüenza. -Ha sido divertido. Espero que volvamos a vernos algún día. - me giré para mirarla con una sonrisa, y vi como ella miraba sus zapatos como si los analizara.

-Umm... Si...- Nuría se mordió el labio y levantó la mirada. -Yo vivo en la Residencia Branzen. Por si...- Nuria volvió a bajar la mirada.

-Volveremos a vernos.-
le interrumpí para salir en su ayuda. -Estoy seguro.- y le sonreí.
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