El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
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El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
- “…Entonces la dulce melodía del piano cayó tres cuartos, se hizo un silencio… y ¡BAM BAM BAM! El tenor grave del instrumento reflejó las expresiones de los presentes al corroborar que el músico estaba muerto. Se escuchó un trueno y los relámpagos iluminaron en silencio a los hombres convertidos en estatuas. Uno de los presentes era el asesino.”
Pese a su tamaño, el señor Branzen estaba acuclillado abrazando las piernas de doña Irma, con su cabeza entre las enaguas de la, ya entrada en años, ama de llaves. Nelly, quién leía la historia de su nueva y orgullosa adquisición “Compendio de historias de terror y varios antes de ir a dormir” rió con cierta malicia. Nuria sabía que la criada era bastante retorcida en su interior, después de todo, no había un solo integrante “normal” dentro de la residencia Summer-Branzen. El mayordomo se aclaró la garganta, su calva se hizo hacia adelante mientras se separaba de la pared en la que se había encaramado sin que nadie lo notase. Cuando Osman daba esa señal, todas volvían a sus labores.
-Amo Branzen, es hora de volver a su trabajo. Los diseños no se terminan solos
Un rayo cayó no muy lejos de la casa, acentuando el tono grave del hombre. Doña Irma, que había tenido problemas para desembarazarse un poco del señor, prácticamente voló por los aires con un grito apagado mientras éste buscaba cobijo en su cuerpo débil y avejentado.
-¡Oh!- el suspiro de la criada repuso un poco la calma- yo preparando el ambiente para que Owen me llame a la recámara e Irma se lleva toda la acción. ¡Rayos!
Nuria había escuchado atentamente el capítulo de la historia; parecía calma, como la luz de las velas que iluminaban el espacioso recinto. Su rostro no revelaba sus pensamientos, aunque ella estaba disfrutando de los sonidos de la tormenta. Le permitían recordar y reconstruir sus sueños de la noche anterior, aquella magdalena rellena con biusas y nueces se veía tan deliciosa… Algo la trajo a la realidad, un sonido que parecían gritos desesperados “¿Señor Branzen?” –pensó poniendo de lado la cabeza para escuchar mejor- Dejó la galleta de sésamo a medio comer en su bolsillo, lo más disimuladamente posible, y asintió una vez para sí misma. Sus cejas estaban fruncidas, le habría gustado escuchar el final de la historia, o ser ella misma como dijo su amiga Nelly, quien asistiera al señor. Pero como todo en la vida, lo bueno se acababa pronto.
- Nuria, el señor requiere de sus servicios- el tono calmo de Osman era grave, profundo, implacable.
El rostro de la joven se iluminó, era la primera vez que el mayordomo le dedicaba esas palabras. Él miró su reloj de bolsillo y el bigote se le movió hacia un lado cuando escuchó los ecos de las tres campanadas del reloj de pie del recibidor. Todos sabían que era amante de la puntualidad. Para entonces Nuria a había estrujado cada parte de su delantal en anticipación a la orden que deseaba, anhelaba, recibir.
-… usted conoce muy bien la botica de la señora Adams. Probablemente esta noche el señor sufra de sus migrañas y nos hemos quedado sin aceite de lavanda.
Nuria no necesitaba escuchar más. Sabía que esa era una orden inapelable. Pestañeó un par de veces, mientras procesaba el golpe emocional e hizo un gesto con la cabeza en señal de aceptación. Las palabras le llegaron a la crisma bastante después del momento exacto, si se atrevía a decir algo en ese momento, sabía que llamaría la atención innecesariamente. Estaba ligeramente disgustada por no saber quién era el asesino; ella estaba segura de que era el mismo detective. Por otro lado, la carcomía el pensamiento de que su galleta de sésamo no duraría bajo la intensa lluvia en su bolsillo. Tenía que metérsela a la boca mientras se acomodaba la manta y salía, farol en mano. Todo eso sin que Osman la viese, el mayordomo detestaba que comiesen mientras estaban en servicio.
El hecho de que Nuria conociera la botica y que fueran las tres de la tarde no significaba nada. Que el destino de la joven estuviese a menos de una legua de distancia y por derecho, tampoco. La lluvia era tan profusa que el sol había desaparecido, lo cual era bueno, puesto que no le gustaba el calor del astro rey, ni su luz innecesariamente cegadora. En cambio, la figura redonda de plata que se escondía juguetona entre las nubes, parecía llamarla. Caminó y caminó, sus pies se cansaron y sus rodillas comenzaron a flaquear. Entonces la lluvia se detuvo y el cielo se aclaró. “Esas nubes negras se comieron a las estrellas. Por eso lloraban tanto, embutieron más de lo que podían resistir” pensó Nuria, observando a la luna como si fuese una traidora. Pero por más que lo deseara, no podía quitar sus ojos de ella. Se veía tan cercana… Estiró sus manos en un intento de sentir su luz, en cambio logró estornudar tres veces seguidas. Negó con la cabeza, pocas veces tenía el privilegio de salir de la casa; esa era la primera vez que estaba sola durante la noche. Su sentido de la responsabilidad le decía que tenía que comer algo para no resfriarse.
- Um hum… - murmuró, echándose a la boca una dolma. Aunque era una receta antigua en su familia, no era el gusto que recordaba –la mojadura no tenía que ver tampoco- Um hum… -repitió, buscando retornar, sólo para darse cuenta que estaba bastante más lejos de su estimación. -La residencia Abes - susurró, quebrando el silencio de la noche mientras se dirigía hacia la puerta de servicio, intentando no embarrarse con el agua de las charcas. Era imposible que volviese con el señor Branzen esa noche, Nelly se encargaría de su migraña con esos pechos obscenos, casi podía verlo. Era mejor pedir cobijo allí por el momento, después de todo, ella no creía en los rumores sin fundamento que rodeaban a esa casa “la gente necesita hablar, los chismes son sólo para que no se hable de la muerte del joven amo” pensó Nuria algo taciturna. Una vez la idea se le arraigó en la mente, recordó que tenía frío y hambre. Debió pensar en otras cosas, como en no entrar a la casa cuando nadie le había respondido, o que estaba inusualmente silencioso, por desgracia, Nuria era una persona que se movía antes de pensar. La puerta también tuvo algo de culpa, por haber cedido prácticamente sin contacto con sus delgados dedos, pero ese detalle pasaría inadvertido para ella por algunos minutos más.
Pese a su tamaño, el señor Branzen estaba acuclillado abrazando las piernas de doña Irma, con su cabeza entre las enaguas de la, ya entrada en años, ama de llaves. Nelly, quién leía la historia de su nueva y orgullosa adquisición “Compendio de historias de terror y varios antes de ir a dormir” rió con cierta malicia. Nuria sabía que la criada era bastante retorcida en su interior, después de todo, no había un solo integrante “normal” dentro de la residencia Summer-Branzen. El mayordomo se aclaró la garganta, su calva se hizo hacia adelante mientras se separaba de la pared en la que se había encaramado sin que nadie lo notase. Cuando Osman daba esa señal, todas volvían a sus labores.
-Amo Branzen, es hora de volver a su trabajo. Los diseños no se terminan solos
Un rayo cayó no muy lejos de la casa, acentuando el tono grave del hombre. Doña Irma, que había tenido problemas para desembarazarse un poco del señor, prácticamente voló por los aires con un grito apagado mientras éste buscaba cobijo en su cuerpo débil y avejentado.
-¡Oh!- el suspiro de la criada repuso un poco la calma- yo preparando el ambiente para que Owen me llame a la recámara e Irma se lleva toda la acción. ¡Rayos!
Nuria había escuchado atentamente el capítulo de la historia; parecía calma, como la luz de las velas que iluminaban el espacioso recinto. Su rostro no revelaba sus pensamientos, aunque ella estaba disfrutando de los sonidos de la tormenta. Le permitían recordar y reconstruir sus sueños de la noche anterior, aquella magdalena rellena con biusas y nueces se veía tan deliciosa… Algo la trajo a la realidad, un sonido que parecían gritos desesperados “¿Señor Branzen?” –pensó poniendo de lado la cabeza para escuchar mejor- Dejó la galleta de sésamo a medio comer en su bolsillo, lo más disimuladamente posible, y asintió una vez para sí misma. Sus cejas estaban fruncidas, le habría gustado escuchar el final de la historia, o ser ella misma como dijo su amiga Nelly, quien asistiera al señor. Pero como todo en la vida, lo bueno se acababa pronto.
- Nuria, el señor requiere de sus servicios- el tono calmo de Osman era grave, profundo, implacable.
El rostro de la joven se iluminó, era la primera vez que el mayordomo le dedicaba esas palabras. Él miró su reloj de bolsillo y el bigote se le movió hacia un lado cuando escuchó los ecos de las tres campanadas del reloj de pie del recibidor. Todos sabían que era amante de la puntualidad. Para entonces Nuria a había estrujado cada parte de su delantal en anticipación a la orden que deseaba, anhelaba, recibir.
-… usted conoce muy bien la botica de la señora Adams. Probablemente esta noche el señor sufra de sus migrañas y nos hemos quedado sin aceite de lavanda.
Nuria no necesitaba escuchar más. Sabía que esa era una orden inapelable. Pestañeó un par de veces, mientras procesaba el golpe emocional e hizo un gesto con la cabeza en señal de aceptación. Las palabras le llegaron a la crisma bastante después del momento exacto, si se atrevía a decir algo en ese momento, sabía que llamaría la atención innecesariamente. Estaba ligeramente disgustada por no saber quién era el asesino; ella estaba segura de que era el mismo detective. Por otro lado, la carcomía el pensamiento de que su galleta de sésamo no duraría bajo la intensa lluvia en su bolsillo. Tenía que metérsela a la boca mientras se acomodaba la manta y salía, farol en mano. Todo eso sin que Osman la viese, el mayordomo detestaba que comiesen mientras estaban en servicio.
El hecho de que Nuria conociera la botica y que fueran las tres de la tarde no significaba nada. Que el destino de la joven estuviese a menos de una legua de distancia y por derecho, tampoco. La lluvia era tan profusa que el sol había desaparecido, lo cual era bueno, puesto que no le gustaba el calor del astro rey, ni su luz innecesariamente cegadora. En cambio, la figura redonda de plata que se escondía juguetona entre las nubes, parecía llamarla. Caminó y caminó, sus pies se cansaron y sus rodillas comenzaron a flaquear. Entonces la lluvia se detuvo y el cielo se aclaró. “Esas nubes negras se comieron a las estrellas. Por eso lloraban tanto, embutieron más de lo que podían resistir” pensó Nuria, observando a la luna como si fuese una traidora. Pero por más que lo deseara, no podía quitar sus ojos de ella. Se veía tan cercana… Estiró sus manos en un intento de sentir su luz, en cambio logró estornudar tres veces seguidas. Negó con la cabeza, pocas veces tenía el privilegio de salir de la casa; esa era la primera vez que estaba sola durante la noche. Su sentido de la responsabilidad le decía que tenía que comer algo para no resfriarse.
- Um hum… - murmuró, echándose a la boca una dolma. Aunque era una receta antigua en su familia, no era el gusto que recordaba –la mojadura no tenía que ver tampoco- Um hum… -repitió, buscando retornar, sólo para darse cuenta que estaba bastante más lejos de su estimación. -La residencia Abes - susurró, quebrando el silencio de la noche mientras se dirigía hacia la puerta de servicio, intentando no embarrarse con el agua de las charcas. Era imposible que volviese con el señor Branzen esa noche, Nelly se encargaría de su migraña con esos pechos obscenos, casi podía verlo. Era mejor pedir cobijo allí por el momento, después de todo, ella no creía en los rumores sin fundamento que rodeaban a esa casa “la gente necesita hablar, los chismes son sólo para que no se hable de la muerte del joven amo” pensó Nuria algo taciturna. Una vez la idea se le arraigó en la mente, recordó que tenía frío y hambre. Debió pensar en otras cosas, como en no entrar a la casa cuando nadie le había respondido, o que estaba inusualmente silencioso, por desgracia, Nuria era una persona que se movía antes de pensar. La puerta también tuvo algo de culpa, por haber cedido prácticamente sin contacto con sus delgados dedos, pero ese detalle pasaría inadvertido para ella por algunos minutos más.
Última edición por Nuria el Mar Oct 10 2017, 14:37, editado 1 vez
Nuria
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
La salida del [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] no había sido complicada, sin embargo la noche comenzó a reinar en la península de Verisar con una gran luna. Al momento, note como los efectos del astro nocturno comenzaban a despertar la bestia de mi interior, que se revolvió con furia dentro de mi.*
"¡Dejame salir!" gritaba el lobo.
Lo ignoré y centre todas mis fuerzas en concentrarme para controlar no transformarme. Estaba en un pequeño... ¿poblado?. Para ser más exactos eran un conjunto de casas muy separadas, puede que haciendas que los nobles humanos solían tener a las afueras. Bueno, fuera lo que fuera, no quería poner en riesgo vidas inocentes.
Para hacerlo todo un poco más interesante, comenzó a llover y a tronar como si el fin del mundo se acercará.
-¡Lo que faltaba!- exclamé enfadado, influenciado por mi yo animal, mientras me colocaba bien la capucha para guarecerme de la lluvia.
Me apresuré intentando buscar un refugio, pero allí no había nada más que una gran explanada y casas, obviamente ocupadas, pues de todas ellas salia luz. Pero... había una de la que no, algo extraño. O tenía la mejor de las suertes y aquella casa estaba abandonada o sus inquilinos simplemente estaban durmiendo. Pero la lluvia y los truenos apremiaban, así que me encaminé hacia aquella casa. La verdad, tampoco pensaba que duraría mucho más debido al cansanció que aún provocaba en mi la enfermedad que imbuía mi organismo.
Cuando llegué me sorprendí de que la casa estuviera abierta.
"¿Que significa esto?" pensé intrigado alargando el cuello para intentar mirar detrás de la puerta a una cierta distancia. "Dudo que me estén invitando a entrar."
De repente, el sonido de un trueno cercano, me sobresaltó lo suficiente como para que dejará de hacerme preguntas y entrar a la casa cagando leches.
Al entrar, toda una psicofonía de sonidos inundó mis oídos. La mayoría de ellos eran de la madera crujiendo por la fuerza del viento y la lluvia. Pero mi oído captó, de entre todos aquellos sonidos, el sonido de unos pasos.
-¿Quien anda ahí?- pregunté algo asustado mientras desenvainaba mi espada.
No es que sea un miedoso, pero en verdad, el ambiente proporcionado por la lluvia y los truenos, sumado al ambiente tétrico de una casa abandonada y el sonido de unos pasos invisibles, me hacían ser, por lo menos, precavido.
De repente noté un sonido a mi izquierda y me giré rápidamente apuntando al susodicho con mi espada.
-¡¿QUE!? - exclamé sorprendido al encontrarme con el rostro de una chica, que parecía ser de mi edad. -¿¡Quien eres!? ¿¡Que haces aquí!? - pregunté totalmente nervioso y de forma incoherente. ¿Quien era yo para preguntar, en una casa que no era la mia, que hacía alguien allí?
La verdad es que la chica me había dado un susto de muerte, hecho por el cual casi le rebano el cuello. Tampoco es que ella ayudara mucho, con esa tez tan pálida, acercándose sigilosamente en una casa abandonada, de ambiente tétrico, y con una tremenda tormenta en el exterior, era como ponerse un cartel que rezará "Por favor matadme".
____________________________________________________________________________________________________
Off-rol:
*:Hago mención de los efectos de mi habilidad de nivel 0 "Un solo ser", que me otorga en este tema un -10 en destreza, sabiduria e inteligencia, debido a que es de noche y con luna llena.
Aunque me paso de los temas que me indicaron, por lo que tengo planeado y pactado con la máster, sigo con la maldición enfermedad debido a que la cura aún parece muy lejana.
"¡Dejame salir!" gritaba el lobo.
Lo ignoré y centre todas mis fuerzas en concentrarme para controlar no transformarme. Estaba en un pequeño... ¿poblado?. Para ser más exactos eran un conjunto de casas muy separadas, puede que haciendas que los nobles humanos solían tener a las afueras. Bueno, fuera lo que fuera, no quería poner en riesgo vidas inocentes.
Para hacerlo todo un poco más interesante, comenzó a llover y a tronar como si el fin del mundo se acercará.
-¡Lo que faltaba!- exclamé enfadado, influenciado por mi yo animal, mientras me colocaba bien la capucha para guarecerme de la lluvia.
Me apresuré intentando buscar un refugio, pero allí no había nada más que una gran explanada y casas, obviamente ocupadas, pues de todas ellas salia luz. Pero... había una de la que no, algo extraño. O tenía la mejor de las suertes y aquella casa estaba abandonada o sus inquilinos simplemente estaban durmiendo. Pero la lluvia y los truenos apremiaban, así que me encaminé hacia aquella casa. La verdad, tampoco pensaba que duraría mucho más debido al cansanció que aún provocaba en mi la enfermedad que imbuía mi organismo.
Cuando llegué me sorprendí de que la casa estuviera abierta.
"¿Que significa esto?" pensé intrigado alargando el cuello para intentar mirar detrás de la puerta a una cierta distancia. "Dudo que me estén invitando a entrar."
De repente, el sonido de un trueno cercano, me sobresaltó lo suficiente como para que dejará de hacerme preguntas y entrar a la casa cagando leches.
Al entrar, toda una psicofonía de sonidos inundó mis oídos. La mayoría de ellos eran de la madera crujiendo por la fuerza del viento y la lluvia. Pero mi oído captó, de entre todos aquellos sonidos, el sonido de unos pasos.
-¿Quien anda ahí?- pregunté algo asustado mientras desenvainaba mi espada.
No es que sea un miedoso, pero en verdad, el ambiente proporcionado por la lluvia y los truenos, sumado al ambiente tétrico de una casa abandonada y el sonido de unos pasos invisibles, me hacían ser, por lo menos, precavido.
De repente noté un sonido a mi izquierda y me giré rápidamente apuntando al susodicho con mi espada.
-¡¿QUE!? - exclamé sorprendido al encontrarme con el rostro de una chica, que parecía ser de mi edad. -¿¡Quien eres!? ¿¡Que haces aquí!? - pregunté totalmente nervioso y de forma incoherente. ¿Quien era yo para preguntar, en una casa que no era la mia, que hacía alguien allí?
La verdad es que la chica me había dado un susto de muerte, hecho por el cual casi le rebano el cuello. Tampoco es que ella ayudara mucho, con esa tez tan pálida, acercándose sigilosamente en una casa abandonada, de ambiente tétrico, y con una tremenda tormenta en el exterior, era como ponerse un cartel que rezará "Por favor matadme".
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Off-rol:
*:Hago mención de los efectos de mi habilidad de nivel 0 "Un solo ser", que me otorga en este tema un -10 en destreza, sabiduria e inteligencia, debido a que es de noche y con luna llena.
Aunque me paso de los temas que me indicaron, por lo que tengo planeado y pactado con la máster, sigo con la maldición enfermedad debido a que la cura aún parece muy lejana.
Ircan
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
Flacuchenta y siniestra era la luz que emanaba del farol en la cocina. Haber servido casi la mitad de su vida en casas ajenas, le habían enseñado a Nuria a fijarse en tres cosas: lo importante, los detalles y lo que no estaba. Tras un nuevo estornudo, se quitó el saco y lo colgó para que se escurriese. Apretó sus ojos con los dedos pulgar e índice y masajeó. Sabía que estaba mal lo que estaba haciendo, que aquello era considerado traspaso de la propiedad ajena y que, si los señores de la residencia Abes presionaban, podría ser un problema para ella y ultimadamente para su señor Branzen; su dignidad de criada sufriría bastante si algo así ocurriese. Sin embargo, aquella inexperiencia que le hacía pensar dos veces antes de dar otro paso dentro de la cocina, también le impelía para continuar con una pequeña exploración nocturna. Las tres cosas en las que se había fijado comenzaban a picarle la curiosidad y el bichito de la maldad, le urgió a ignorar su seguridad para investigar un poco.
Rebuscó entre sus cosas sin éxito. La rodaja de pan que había escondido durante la mañana se había vuelto migas. -Lo siento Lucrezia- dijo con tono afable, arrepintiéndose de corazón por haberse robado el noble alimento de la cocina del señor Branzen. Nuria creía ciegamente en las habilidades culinarias de Lucrezia, hermana de Osman. La tenía tan alto aprecio que para ella no había nadie mejor, ni igual. Sus dones eran comparables a la alquimia alimentaria. Nuria sintió que sus ceño se estaba frunciendo nuevamente, puso un dedo entre sus cejas y volvió a masajear. - Tendré que conformarme con lo que hay- agregó, sus palabras se apagaban con los sonidos de la tormenta que volvía a arreciar. Mientras buscaba algo que ponerse entre pecho y espalda encontró varios uniformes de criados, cera derretida y muchas botellas de leche. “Extraño” pensó y con su mente ocupada en lo que podría hallar en la despensa se dispuso a poner a secar su propia ropa.
La pregunta de una voz masculina ahogada entre los sonidos de la lluvia la distrajeron de su pequeño festín. Nuria, demostrando una inquietante destreza olfativa en un momento de hambre absoluto, encontró un jarrón lleno de miel, almibar de los dioses que no dudó en mantener abrazado mientras se acercaba al que suponía, era el dueño de la casa. Silenciosamente y con humildad se situó tras el hombre… o más bien, el joven. Curioso, era la primera vez que el amo de una casa (o el joven señor en su defecto) vistiese ropas tan austeras, además parecía tan mojado como ella lo había estado, aunque su cabello aún húmedo la delatase. Pese a que tuviese sus dudas, aún le daría una oportunidad de explicarse al caballero, y a su vez, pretendía exponer sus razones por encontrarse allí, después de todo, era una criada de pleno hecho y a mucho orgullo. La espada cerca de su garganta no favorecía precisamente, su ya insuficiente dialecto natural. Por unos instantes el corazón de Nuria latía con tanta fuerza y voracidad que creyó estar escuchando en los truenos, las reprimendas de su misma madre por no estar siempre en guardia.
Afortunadamente, la sangre asesina que corría en sus venas, como a ella le gustaba pensarlo en vez del producto de los años de entrenamiento intensivo, le decía que el joven no tenía un intento asesino. Habiendo juzgado eso, tragó saliva, dio un paso atrás, se aclaró la garganta y puso su cabeza de lado. -Eso es peligroso- las palabras salían tan separadas una de la otra que daba la sensación de enojo, aunque en realidad ella buscaba enfatizar que casi la mata de un ataque al corazón - Se puede lastimar usted con eso. Las espadas son armas. – informó. La chica acomodó su postura, sin dejar de lado su preciada jarra -Mi nombre es Nuria, la criada del señor Branzen… la finca que debería de estar a algunos kilómetros de aquí- dio la dirección vagamente a propósito, no quería desvelar tan rápidamente cuán torpe era cuando se trataba de la orientación. - Me encontraba en un mandado para mi señor y tuve que refugiarme aquí por la tormenta. Por su porte imagino que usted no es el dueño de esta propiedad, por lo que mi profesión me impele a que me corresponda con las mismas señas que le he facilitado- el esfuerzo de hablar tanto fue casi agotador. La parte verbal de ser una criada siempre había sido uno de sus puntos débiles.
Mientras esperaba la respuesta de su interlocutor, se aseguró de mirar bien lo que les rodeaba (no quería ser vista por otro “Omer” mientras tomaba sus alimentos) para luego volver a zambullirse en su miel. No esperaba el momento de volver a la cocina para que la noche se acabase de una vez y alguien le ayudase a regresar a la mansión Branzen. Pero el alimento ya no tenía esa misma dulzura. Miró al joven seriamente y luego pensó “Imposible” no podía ser su culpa, aunque de todos modos, no estaría mal ver mejor al susodicho, razón por lo que le hizo una señal para que la acompañase hasta la claridad de la cocina. Su lugar seguro. ¿Debía darle la espalda? ¿le seguiría? Nuria en esos momoentos tenía su mente ocupada en las delicias que prepararía Lucrezia el día siguiente.
Rebuscó entre sus cosas sin éxito. La rodaja de pan que había escondido durante la mañana se había vuelto migas. -Lo siento Lucrezia- dijo con tono afable, arrepintiéndose de corazón por haberse robado el noble alimento de la cocina del señor Branzen. Nuria creía ciegamente en las habilidades culinarias de Lucrezia, hermana de Osman. La tenía tan alto aprecio que para ella no había nadie mejor, ni igual. Sus dones eran comparables a la alquimia alimentaria. Nuria sintió que sus ceño se estaba frunciendo nuevamente, puso un dedo entre sus cejas y volvió a masajear. - Tendré que conformarme con lo que hay- agregó, sus palabras se apagaban con los sonidos de la tormenta que volvía a arreciar. Mientras buscaba algo que ponerse entre pecho y espalda encontró varios uniformes de criados, cera derretida y muchas botellas de leche. “Extraño” pensó y con su mente ocupada en lo que podría hallar en la despensa se dispuso a poner a secar su propia ropa.
La pregunta de una voz masculina ahogada entre los sonidos de la lluvia la distrajeron de su pequeño festín. Nuria, demostrando una inquietante destreza olfativa en un momento de hambre absoluto, encontró un jarrón lleno de miel, almibar de los dioses que no dudó en mantener abrazado mientras se acercaba al que suponía, era el dueño de la casa. Silenciosamente y con humildad se situó tras el hombre… o más bien, el joven. Curioso, era la primera vez que el amo de una casa (o el joven señor en su defecto) vistiese ropas tan austeras, además parecía tan mojado como ella lo había estado, aunque su cabello aún húmedo la delatase. Pese a que tuviese sus dudas, aún le daría una oportunidad de explicarse al caballero, y a su vez, pretendía exponer sus razones por encontrarse allí, después de todo, era una criada de pleno hecho y a mucho orgullo. La espada cerca de su garganta no favorecía precisamente, su ya insuficiente dialecto natural. Por unos instantes el corazón de Nuria latía con tanta fuerza y voracidad que creyó estar escuchando en los truenos, las reprimendas de su misma madre por no estar siempre en guardia.
Afortunadamente, la sangre asesina que corría en sus venas, como a ella le gustaba pensarlo en vez del producto de los años de entrenamiento intensivo, le decía que el joven no tenía un intento asesino. Habiendo juzgado eso, tragó saliva, dio un paso atrás, se aclaró la garganta y puso su cabeza de lado. -Eso es peligroso- las palabras salían tan separadas una de la otra que daba la sensación de enojo, aunque en realidad ella buscaba enfatizar que casi la mata de un ataque al corazón - Se puede lastimar usted con eso. Las espadas son armas. – informó. La chica acomodó su postura, sin dejar de lado su preciada jarra -Mi nombre es Nuria, la criada del señor Branzen… la finca que debería de estar a algunos kilómetros de aquí- dio la dirección vagamente a propósito, no quería desvelar tan rápidamente cuán torpe era cuando se trataba de la orientación. - Me encontraba en un mandado para mi señor y tuve que refugiarme aquí por la tormenta. Por su porte imagino que usted no es el dueño de esta propiedad, por lo que mi profesión me impele a que me corresponda con las mismas señas que le he facilitado- el esfuerzo de hablar tanto fue casi agotador. La parte verbal de ser una criada siempre había sido uno de sus puntos débiles.
Mientras esperaba la respuesta de su interlocutor, se aseguró de mirar bien lo que les rodeaba (no quería ser vista por otro “Omer” mientras tomaba sus alimentos) para luego volver a zambullirse en su miel. No esperaba el momento de volver a la cocina para que la noche se acabase de una vez y alguien le ayudase a regresar a la mansión Branzen. Pero el alimento ya no tenía esa misma dulzura. Miró al joven seriamente y luego pensó “Imposible” no podía ser su culpa, aunque de todos modos, no estaría mal ver mejor al susodicho, razón por lo que le hizo una señal para que la acompañase hasta la claridad de la cocina. Su lugar seguro. ¿Debía darle la espalda? ¿le seguiría? Nuria en esos momoentos tenía su mente ocupada en las delicias que prepararía Lucrezia el día siguiente.
Nuria
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
No se quién de los dos estaba más asustado en aquel momento. Si la chica o yo. La verdad es que a mi, incluso al lobo de mi interior, casi nos da un paro cardíaco.
"¿¡Pero que haces!?" se agitaba furioso el lobo. "Casi nos mata de un infarto ¿Por qué no nos la comemos?"
Miré mejor a la chica mientras ella también se recuperaba del susto, que a buen seguro le había dado. Una parte de mi la vio como una presa apetitosa, con mucho hueso para roer. Otra sin embargo la vio como una muchacha de cierto atractivo.
"¡Cállate!" le espeté al lobo. "La situación ya es demasiado compleja como para que me des problemas."
"Sigues siendo demasiado débil, niñato" respondió antes de retirarse.
Desde el momento de la cueva, las cosas estaban más calmadas entre él y yo, pero la tensión seguía muy presente y no dudaba que aprovecharía cualquier momento para hacerse con el control de mi cuerpo. Por suerte, dentro de la casa la luz de la luna no me hacía tanto efecto.
Para ese entonces la chica había comenzado hablar, de una forma un tanto extraña. Me quedé perplejo mirándola durante un rato, sin parpadear y con la cabeza inclinada hacía a un lado. Como un perro cuando mira a su amo sin entender muy bien que quiere de él. Parpadee algo perdido antes de responder.
-Yo me llamo Ircan. - y me quedé mirándola intentado descifrar, tanto a la chica como lo que me había dicho. -Y no soy de aquí. -añadí sin estar muy seguro de si le importaba o no esa información.
Al menos había entendido que no era el único "no invitado en la casa", lo cual me aliviaba.
La chica se giró de repente y se encamino hacía una de las estancias de la casa. Yo no sé muy bien a donde iba o si me estaba invitando a seguirla. Así que simplemente me quité la capucha empapada dejando al descubierto mi pelo blanco, pero no me quité la venda que llevaba en el rostro como prevención de no extender la enfermedad.
Cuando me la quité vi como la chica me miraba con seriedad, estudiándome. Fue entonces cuando me hizo una señal para que la siguiera.
"Si no fuera por qué creo que es imposible," pensé mientras seguía a la chica que se había presentado como Nuria. "diría que es un espíritu"
La verdad, en aquel momento todo aquello no tenía buena pinta. Y notaba como el lobo de mi interior aguardaba alerta para asaltarme en cualquier momento en el que mi guardia y concentración estuviera baja. Y no podría culparle. En verdad, era mi mejor baza a la hora de pelear o huir si las cosas se ponían feas.
Al seguir a la chica y pasar el umbral de una de las puertas de la casa, me hallé en lo que parecía ser la cocina, que estaba iluminada por un farol. Algo que le daba un aspecto más tétrico a la estancia, debido al juego de sombras.
"¿¡Pero que haces!?" se agitaba furioso el lobo. "Casi nos mata de un infarto ¿Por qué no nos la comemos?"
Miré mejor a la chica mientras ella también se recuperaba del susto, que a buen seguro le había dado. Una parte de mi la vio como una presa apetitosa, con mucho hueso para roer. Otra sin embargo la vio como una muchacha de cierto atractivo.
"¡Cállate!" le espeté al lobo. "La situación ya es demasiado compleja como para que me des problemas."
"Sigues siendo demasiado débil, niñato" respondió antes de retirarse.
Desde el momento de la cueva, las cosas estaban más calmadas entre él y yo, pero la tensión seguía muy presente y no dudaba que aprovecharía cualquier momento para hacerse con el control de mi cuerpo. Por suerte, dentro de la casa la luz de la luna no me hacía tanto efecto.
Para ese entonces la chica había comenzado hablar, de una forma un tanto extraña. Me quedé perplejo mirándola durante un rato, sin parpadear y con la cabeza inclinada hacía a un lado. Como un perro cuando mira a su amo sin entender muy bien que quiere de él. Parpadee algo perdido antes de responder.
-Yo me llamo Ircan. - y me quedé mirándola intentado descifrar, tanto a la chica como lo que me había dicho. -Y no soy de aquí. -añadí sin estar muy seguro de si le importaba o no esa información.
Al menos había entendido que no era el único "no invitado en la casa", lo cual me aliviaba.
La chica se giró de repente y se encamino hacía una de las estancias de la casa. Yo no sé muy bien a donde iba o si me estaba invitando a seguirla. Así que simplemente me quité la capucha empapada dejando al descubierto mi pelo blanco, pero no me quité la venda que llevaba en el rostro como prevención de no extender la enfermedad.
Cuando me la quité vi como la chica me miraba con seriedad, estudiándome. Fue entonces cuando me hizo una señal para que la siguiera.
"Si no fuera por qué creo que es imposible," pensé mientras seguía a la chica que se había presentado como Nuria. "diría que es un espíritu"
La verdad, en aquel momento todo aquello no tenía buena pinta. Y notaba como el lobo de mi interior aguardaba alerta para asaltarme en cualquier momento en el que mi guardia y concentración estuviera baja. Y no podría culparle. En verdad, era mi mejor baza a la hora de pelear o huir si las cosas se ponían feas.
Al seguir a la chica y pasar el umbral de una de las puertas de la casa, me hallé en lo que parecía ser la cocina, que estaba iluminada por un farol. Algo que le daba un aspecto más tétrico a la estancia, debido al juego de sombras.
Ircan
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
La cocina era como cualquier otra, los utensilios estaban dispuestos en un orden lógico, con un poco de experiencia e intuición era fácil moverse allí. Por eso se le hizo difícil a la joven, entender por qué algunos cajones parecían estar desacomodados. Conocía de oído a la familia Abes, era imposible que sus criados fuesen tan descuidados e irresponsables. Se acababa de convencer que algo definitivamente no estaba bien. Eran demasiadas casualidades. Dejó frente a Ircan varios objetos, su miel, un tazón con agua, un filete de carne y queso, luego se sentó en silencio por unos momentos, su vista perdida. En sus pensamientos no había más que ideas sueltas, algunas a la historia del libro de Nelly, otras sobre su señor Branzen, la comida de Lucrezia, los comentarios de la finca en la que se encontraban y el joven que estaba ahora con ella. Lo más importante: intentaba recordar qué tipo de habladurías eran las que corrían sobre el lugar donde se encontraba.
Nuria prestó atención al joven, no terminaba de recordar su nombre, ya le volvería a la mente… esperaba. Nunca había visto unos ojos tan grandes como esos. Decidió no hablarle de nada personal por el momento, sólo decir en voz alta sus pensamientos, para ponerlos en orden - Cosas importantes sobre esta mansión, la mansión Abes- murmuró, luego recordó que no estaba sola y le acercó el queso al chico. - Va a ser una larga noche…- se puso en pie y comenzó a caminar con las manos a la espalda. - La familia Abes era una de las más respetables de la zona. Un matrimonio joven, un hijo y una hija. La viuda Abes viviendo en otra ala de la casa. De un día para el otro el hijo mayor muere y rumores comienzan a esparcirse. No obstante…- dejó de caminar, no quería importunar al joven. - No obstante, al llegar aquí la puerta estaba sin seguro y podría decir lo mismo de la puerta por donde usted entró-
Si el joven realmente no era de allí, era improbable que forzara casualmente la puerta de esa residencia y no la de cualquier otro, sin contar con que estaba visiblemente herido. - Los detalles indican que se han producido hechos extraordinarios- Nuria mantuvo para sí las cosas que ya había percibido mientras buscaba alimento - Y lo que más me llama la atención es la ausencia total de servicio. Ni un solo criado, ni un alma. La casa sin protección pero sin signos de haber sido violentada… que curioso…- Sus palabras se fueron apagando. - ¿No lo cree?...- No recordaba todavía su nombre, pero miró al joven de los ojos azules. De pronto, bajó su mano, no entendía cuándo la había llevado a su barbilla, pero encontrarse con su mirada y toda la situación hizo que los colores se le subieran al rostro. Apenada se aclaró la garganta y volvió a sentarse frente a él.
-Debe de estar huyendo. Sus cabellos... de ese color llaman la atención- ahora le miraba con tristeza, sólo él sabía por lo que estaría pasando. Se sacó el delantal y lo puso sobre la mesa -Para que se seque. Debe usted de tener frío. ¡Oh! Pero que torpe. La carne es para que su lesión o inflamación se sienta mejor, más deshinchado. Si me permite puedo ayudarle, a curarse, me refiero. Pero me temo que en estos momentos es lo único que puedo hacer por usted. Después iré a investigar la casa, temo que algo realmente malo pueda haber ocurrido a sus habitantes- Como un presagio, se escuchó el retumbar de lo que pareció un rayo cercano.
Nuria prestó atención al joven, no terminaba de recordar su nombre, ya le volvería a la mente… esperaba. Nunca había visto unos ojos tan grandes como esos. Decidió no hablarle de nada personal por el momento, sólo decir en voz alta sus pensamientos, para ponerlos en orden - Cosas importantes sobre esta mansión, la mansión Abes- murmuró, luego recordó que no estaba sola y le acercó el queso al chico. - Va a ser una larga noche…- se puso en pie y comenzó a caminar con las manos a la espalda. - La familia Abes era una de las más respetables de la zona. Un matrimonio joven, un hijo y una hija. La viuda Abes viviendo en otra ala de la casa. De un día para el otro el hijo mayor muere y rumores comienzan a esparcirse. No obstante…- dejó de caminar, no quería importunar al joven. - No obstante, al llegar aquí la puerta estaba sin seguro y podría decir lo mismo de la puerta por donde usted entró-
Si el joven realmente no era de allí, era improbable que forzara casualmente la puerta de esa residencia y no la de cualquier otro, sin contar con que estaba visiblemente herido. - Los detalles indican que se han producido hechos extraordinarios- Nuria mantuvo para sí las cosas que ya había percibido mientras buscaba alimento - Y lo que más me llama la atención es la ausencia total de servicio. Ni un solo criado, ni un alma. La casa sin protección pero sin signos de haber sido violentada… que curioso…- Sus palabras se fueron apagando. - ¿No lo cree?...- No recordaba todavía su nombre, pero miró al joven de los ojos azules. De pronto, bajó su mano, no entendía cuándo la había llevado a su barbilla, pero encontrarse con su mirada y toda la situación hizo que los colores se le subieran al rostro. Apenada se aclaró la garganta y volvió a sentarse frente a él.
-Debe de estar huyendo. Sus cabellos... de ese color llaman la atención- ahora le miraba con tristeza, sólo él sabía por lo que estaría pasando. Se sacó el delantal y lo puso sobre la mesa -Para que se seque. Debe usted de tener frío. ¡Oh! Pero que torpe. La carne es para que su lesión o inflamación se sienta mejor, más deshinchado. Si me permite puedo ayudarle, a curarse, me refiero. Pero me temo que en estos momentos es lo único que puedo hacer por usted. Después iré a investigar la casa, temo que algo realmente malo pueda haber ocurrido a sus habitantes- Como un presagio, se escuchó el retumbar de lo que pareció un rayo cercano.
Nuria
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
Perdiendo un poco la timidez y, por qué negarlo, el miedo del principio, me acerqué y tomé asiento en una de las mesas de la cocina. Al momento, y como si fuera el señor de la casa, la muchacha extendió ante mi un improvisado banquete: miel, un tazón con agua, un filete de carne y un trozo de queso, y luego se sentó sin mencionar palabra.
Yo por mi parte la miré incrédulo, el hecho de que me estuvieran dando de comer era demasiado bonito como para ser verdad, ¿cuánto tiempo había estado mendigando en vano algo de comida por todo Aerandir? Creo que demasiado.
De repente, volvió a mirarme, estudiándome de nuevo como intentando recordar algo o perdiéndose en algunos de mis rasgos, ¿sería por la tela de mi rostro? Creí que era el momento de contarle sobre mi enfermedad, se lo debía por la amabilidad que me había mostrado. Pero antes de que pudiera decir palabra alguna, comenzó a hablar con un interlocutor invisible, probablemente ella misma. Pero todo fue muy raro, pues tras eso me ofreció el trozo de queso, invitándome a comer.
-Gracias.- agradecí tomando el trozo de queso prestando gran atención en no tocar ni un centímetro de la piel de ella.
Luego siguió hablando, por lo que parecía estaba recordando la historia de la casa donde estábamos y de la familia que la había habitado, una historia que no invitaba a la tranquilidad precisamente. Puede que sea una tontería, pero estar en una noche tormentosa en una casa donde había muerto gente en extrañas circunstancias no era algo muy halagüeño. La chica, mientras tanto, seguía caminando de un lado a otro mientras intentaba unir la información que tenía intentando darle algún sentido, antes de ponerse a registrar la cocina, sin parar de hablar. Yo mientras disfrutaba del queso que se me había dado, el hecho de estar hambriento y con un lobo en el interior que se moría de ganas por comerse a mi compañera, no me dejaba mucho hueco para pensar.
Cuando levanté la vista, tras pegar un mordisco al trozo de queso, me quede sorprendido al ver como la chica había parado de rebuscar para observarme ensimismada mientras se rascaba la barbilla pensativa. Noté como mis mejillas se ruborizaban un poco, no estaba acostumbrado a esas situaciones.
De improvisto, despertó de su ensoñación y me metió en la conversación pidiéndome mi opinión. Fue en ese momento, cuando se dio cuenta de que me estaba mirando, las mejillas de ella imitaron a las mías y cambio rápidamente de posición, parece ser que ella tampoco estaba acostumbrada a aquellas situaciones.
-Si-n... Sin duda es curioso.- tartamudeé un poco mientras reconocía que opinaba como ella. -¿Que habrá sucedido en realidad?- aquella pregunta me rondaba la cabeza desde que entre en la casa. Ya no era sólo curiosidad, sino mi instinto me decía que de la respuesta dependía mi supervivencia.
No pude seguir hablando, pues la chica se sentó ahora enfrente mía y me miró de forma más directa, cambiando totalmente el tema de la conversación. Me atraganté un poco con el queso, ante la sorpresa y tosí. Cuando pude mirarla a los ojos pude detectar en ellos pena y lastima hacía a mi. Algo que había escaseado durante mi largo viaje. Y no se por qué le gustó mi pelo, aunque a mi también me gustaba, pero no era lo habitual.
-Bueno, no estoy huyendo exactamente...- hicé una pausa y cruce mis manos sobre la mesa buscando elegir bien las palabras para no alarmarla demasiado. -En verdad, voy... pululando por el mundo, por así decirlo. Aunque ahora estaba marcando mi vuelta a casa, a Ulmer, pero aún me queda muy lejos. -vi el delantal que me ofreció Nuria y sonreí agradecido, aunque seguramente con la tela que llevaba en el rostro no se pudiera apreciar. -Muchas gracias, pero no podría aceptarlo. Pues de usarlo, tú nunca mas podrías hacerlo.
Hice una pausa mordiéndome el labio inferior algo nervioso, aquello era más difícil de explicar. Y, como para darle dramatismo al asunto, la luz de un rayo alumbró toda la estancia con una luz fantasmagórica para luego ser acompañada de un trueno que sonó muy cercano.
-Veras...- apreté los dientes algo nervioso. -No estoy herido exactamente... Mas bien, estoy enfermo. - me sinceré finalmente soltando un suspiro. -Muy enfermo. Y es muy contagioso. -remarqué para prevenir a la chica y así evitar que no se infectará por mi culpa. Sería algo que me costaría mucho sobrellevar luego. - Y por desgracia, aún no existe ninguna cura para este mal. Supongo que estarás al tanto de la pandemía que está asolando Aerandir, pues yo soy uno de los afectados. La tela la llevo para intentar no infectar a nadie. Así que agradezco tu desinteresada ayuda, pero toma la carne para ti y toma de nuevo el delantal. Puedo sobrevivir a unas gotas. -agradecí con otra sonrisa, que seguramente la chica no podría apreciar.- Y respecto a lo de explorar. Dame unos momentos que me recupere del cansancio Y te acompañaré. No me dan muy buenas sensaciones está casa y creo que separarnos puede ser un error fatal..
De repente, una corriente de aire recorrió toda la casa con un sonido como de ultratumba y apagó la luz del farol, quedándonos sólo con la luz que daba la Luna a través de las ventanas.
-O puede que debamos salir de esta casa cuanto antes.- añadí una opción llevando de nuevo mi mano a mi espada mientras miraba vigilante la puerta de la cocina con desconfianza.
Yo por mi parte la miré incrédulo, el hecho de que me estuvieran dando de comer era demasiado bonito como para ser verdad, ¿cuánto tiempo había estado mendigando en vano algo de comida por todo Aerandir? Creo que demasiado.
De repente, volvió a mirarme, estudiándome de nuevo como intentando recordar algo o perdiéndose en algunos de mis rasgos, ¿sería por la tela de mi rostro? Creí que era el momento de contarle sobre mi enfermedad, se lo debía por la amabilidad que me había mostrado. Pero antes de que pudiera decir palabra alguna, comenzó a hablar con un interlocutor invisible, probablemente ella misma. Pero todo fue muy raro, pues tras eso me ofreció el trozo de queso, invitándome a comer.
-Gracias.- agradecí tomando el trozo de queso prestando gran atención en no tocar ni un centímetro de la piel de ella.
Luego siguió hablando, por lo que parecía estaba recordando la historia de la casa donde estábamos y de la familia que la había habitado, una historia que no invitaba a la tranquilidad precisamente. Puede que sea una tontería, pero estar en una noche tormentosa en una casa donde había muerto gente en extrañas circunstancias no era algo muy halagüeño. La chica, mientras tanto, seguía caminando de un lado a otro mientras intentaba unir la información que tenía intentando darle algún sentido, antes de ponerse a registrar la cocina, sin parar de hablar. Yo mientras disfrutaba del queso que se me había dado, el hecho de estar hambriento y con un lobo en el interior que se moría de ganas por comerse a mi compañera, no me dejaba mucho hueco para pensar.
Cuando levanté la vista, tras pegar un mordisco al trozo de queso, me quede sorprendido al ver como la chica había parado de rebuscar para observarme ensimismada mientras se rascaba la barbilla pensativa. Noté como mis mejillas se ruborizaban un poco, no estaba acostumbrado a esas situaciones.
De improvisto, despertó de su ensoñación y me metió en la conversación pidiéndome mi opinión. Fue en ese momento, cuando se dio cuenta de que me estaba mirando, las mejillas de ella imitaron a las mías y cambio rápidamente de posición, parece ser que ella tampoco estaba acostumbrada a aquellas situaciones.
-Si-n... Sin duda es curioso.- tartamudeé un poco mientras reconocía que opinaba como ella. -¿Que habrá sucedido en realidad?- aquella pregunta me rondaba la cabeza desde que entre en la casa. Ya no era sólo curiosidad, sino mi instinto me decía que de la respuesta dependía mi supervivencia.
No pude seguir hablando, pues la chica se sentó ahora enfrente mía y me miró de forma más directa, cambiando totalmente el tema de la conversación. Me atraganté un poco con el queso, ante la sorpresa y tosí. Cuando pude mirarla a los ojos pude detectar en ellos pena y lastima hacía a mi. Algo que había escaseado durante mi largo viaje. Y no se por qué le gustó mi pelo, aunque a mi también me gustaba, pero no era lo habitual.
-Bueno, no estoy huyendo exactamente...- hicé una pausa y cruce mis manos sobre la mesa buscando elegir bien las palabras para no alarmarla demasiado. -En verdad, voy... pululando por el mundo, por así decirlo. Aunque ahora estaba marcando mi vuelta a casa, a Ulmer, pero aún me queda muy lejos. -vi el delantal que me ofreció Nuria y sonreí agradecido, aunque seguramente con la tela que llevaba en el rostro no se pudiera apreciar. -Muchas gracias, pero no podría aceptarlo. Pues de usarlo, tú nunca mas podrías hacerlo.
Hice una pausa mordiéndome el labio inferior algo nervioso, aquello era más difícil de explicar. Y, como para darle dramatismo al asunto, la luz de un rayo alumbró toda la estancia con una luz fantasmagórica para luego ser acompañada de un trueno que sonó muy cercano.
-Veras...- apreté los dientes algo nervioso. -No estoy herido exactamente... Mas bien, estoy enfermo. - me sinceré finalmente soltando un suspiro. -Muy enfermo. Y es muy contagioso. -remarqué para prevenir a la chica y así evitar que no se infectará por mi culpa. Sería algo que me costaría mucho sobrellevar luego. - Y por desgracia, aún no existe ninguna cura para este mal. Supongo que estarás al tanto de la pandemía que está asolando Aerandir, pues yo soy uno de los afectados. La tela la llevo para intentar no infectar a nadie. Así que agradezco tu desinteresada ayuda, pero toma la carne para ti y toma de nuevo el delantal. Puedo sobrevivir a unas gotas. -agradecí con otra sonrisa, que seguramente la chica no podría apreciar.- Y respecto a lo de explorar. Dame unos momentos que me recupere del cansancio Y te acompañaré. No me dan muy buenas sensaciones está casa y creo que separarnos puede ser un error fatal..
De repente, una corriente de aire recorrió toda la casa con un sonido como de ultratumba y apagó la luz del farol, quedándonos sólo con la luz que daba la Luna a través de las ventanas.
-O puede que debamos salir de esta casa cuanto antes.- añadí una opción llevando de nuevo mi mano a mi espada mientras miraba vigilante la puerta de la cocina con desconfianza.
Ircan
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
Nuria juzgó que el joven no era malo. Aunque para ella nadie lo era hasta que demostrase lo contrario con palabras y acciones. Era difícil para ella creer, que la persona sentada del otro lado de la mesa no tenía buenas intenciones. No obstante, esperó con anticipación escuchar su historia. La primera explicación que ella le dio a su encuentro con él no había sido correcta y eso hizo que apretara los labios con expresión seria, no era muy frecuente que sus corazonadas estuviesen erradas, pero de nuevo, quería escuchar, tenía curiosidad. Eran pocas las ocasiones que ella tenía para hablar libremente con alguien. Este joven parecía ser un buen candidato, una conversación diferente a las cotidianas. Era apasionante prestar oídos su relato.
La primera idea que tuvo cuando la oferta del delantal fue declinada, consistió en que el joven era demasiado humilde o escrupuloso para aceptar, la segunda sensación era que él era un leproso. Nunca se hubiese imaginado que la pandemia, tan irreal para ella, estuviese acercándose tan rápida y violentamente a su vida diaria. La idea fue un golpe para ella. Su hermano podría morir sin que ella lo conociera, sus conocidos podrían morir. El joven infectado podría morir… “Puedo morir” esa idea la tranquilizó “Todos podemos morir” su mente volvió a la paz de la nada; continuaba escuchando.
“Ulmer…” la mente de Nuria era un caos, ella ya había desistido en intentar comprenderse, en vez de eso, disfrutaba de su paz mental y de la nada hasta que todo iba cayendo lentamente en su lugar. Como un puzzle, como las pistas de los libros de Nelly. Para cuando él terminó de hablar, ella le miraba seriamente. En su interior albergaba sentimientos que había aprendido a reprimir: ira, enojo y violencia. ¡Tenía tantas ganas de darle un zape en la cabeza al joven que hasta recordó su nombre! Por suerte para ambos, la luz del farol la volvió completamente ciega, volviendo una prioridad quedarse quieta y escuchar. El cambio de ideas del que suponía era un licántropo le hizo reír en voz alta, pero sólo dos carcajadas. Su risa le daba bastante vergüenza, no le gustaba oírse a sí misma. - Creo que no somos los únicos habitantes de la casa- su voz hizo eco en la habitación y sintió un escalofrío bajar por su espalda. -¿Ircan?- preguntó con la voz temblorosa, sin querer moverse. Su orientación no era buena, la visión aún no se le había acostumbrado y estaba segura de que alguien más estaba allí. Respiró aliviada al darse cuenta que él no la había abandonado, aún.
-Desde que llegamos es la primera ráfaga de aire que nos encuentra. Debe haber alguien escaleras arriba o llegó otro invitado inesperado con la tormenta- Sus palabras eran casi silenciosas, precavidas. Algo en ella hacía que no se sintiese segura. -¿Cuánto cree que le llevará descansar? ¿necesita una cama?- en su voz no se notaba ninguna expresión, aunque no dejaba de mover su cabeza para intentar escuchar algo más allá de sus limitados sentidos. Una vez que Nuria aceptaba un plan, no había tormenta, rayo, temblor o bestia que la hiciera cambiar de opinión. Hacía un buen rato que había ordenado sus prioridades: su compañero, los Abes, tratar con cualquier cosa que surgiese. Ese era el orden y así sería, como que se llamaba Nuria Nesrin y Bittori.
- Permítame agregar, joven Ircan, que nadie sobrevive solo a las gotas, ni a los caminos, ni mucho menos a una enfermedad. Soy humana Ircan, mi padre murió a manos de un vampiro, mi madre de quién sabe quién, probablemente otro humano. Mi marido de una dolencia en su pecho.- "¡Ulmer!"-... Lo que quiero decir es que todos vamos a morir eventualmente y cualquiera puede ser el siguiente. Usted tiene la enfermedad, pero yo puedo morir dentro de los siguientes diez minutos, por la propia debilidad de mi naturaleza frente a otras razas, porque mi cuerpo no funcione o porque el destino decidió que era mi hora- Nuria se permitió sonreírle a la oscuridad, donde suponía que estaba su compañero.
-Claro que no quiero tentar la suerte en vano, pero usted debería de aceptar todo. Solo espero que no esté sufriendo mucho- aquella parte generosa de su carácter le impulsaba a hacer contacto físico con él para demostrarle sus sentimientos, aunque su fino raciocinio la mantenía quieta. Sus ojos comenzaban a ver figuras en la penumbra. Podría jurar que vio algo pequeño moverse no muy lejos. - ¿Ircan? Tengo miedo- algo más allá de lo que ella podía comprender hacía que su piel se brotara, un frío súbito la envolvió y por primera vez experimentaba el miedo a la oscuridad. Era irónico, porque siempre había estado sola, o había tenido que proteger a alguien, su vida había estado en peligro en varias ocasiones y era la primera vez que estando acompañada había dicho esas palabras.
La primera idea que tuvo cuando la oferta del delantal fue declinada, consistió en que el joven era demasiado humilde o escrupuloso para aceptar, la segunda sensación era que él era un leproso. Nunca se hubiese imaginado que la pandemia, tan irreal para ella, estuviese acercándose tan rápida y violentamente a su vida diaria. La idea fue un golpe para ella. Su hermano podría morir sin que ella lo conociera, sus conocidos podrían morir. El joven infectado podría morir… “Puedo morir” esa idea la tranquilizó “Todos podemos morir” su mente volvió a la paz de la nada; continuaba escuchando.
“Ulmer…” la mente de Nuria era un caos, ella ya había desistido en intentar comprenderse, en vez de eso, disfrutaba de su paz mental y de la nada hasta que todo iba cayendo lentamente en su lugar. Como un puzzle, como las pistas de los libros de Nelly. Para cuando él terminó de hablar, ella le miraba seriamente. En su interior albergaba sentimientos que había aprendido a reprimir: ira, enojo y violencia. ¡Tenía tantas ganas de darle un zape en la cabeza al joven que hasta recordó su nombre! Por suerte para ambos, la luz del farol la volvió completamente ciega, volviendo una prioridad quedarse quieta y escuchar. El cambio de ideas del que suponía era un licántropo le hizo reír en voz alta, pero sólo dos carcajadas. Su risa le daba bastante vergüenza, no le gustaba oírse a sí misma. - Creo que no somos los únicos habitantes de la casa- su voz hizo eco en la habitación y sintió un escalofrío bajar por su espalda. -¿Ircan?- preguntó con la voz temblorosa, sin querer moverse. Su orientación no era buena, la visión aún no se le había acostumbrado y estaba segura de que alguien más estaba allí. Respiró aliviada al darse cuenta que él no la había abandonado, aún.
-Desde que llegamos es la primera ráfaga de aire que nos encuentra. Debe haber alguien escaleras arriba o llegó otro invitado inesperado con la tormenta- Sus palabras eran casi silenciosas, precavidas. Algo en ella hacía que no se sintiese segura. -¿Cuánto cree que le llevará descansar? ¿necesita una cama?- en su voz no se notaba ninguna expresión, aunque no dejaba de mover su cabeza para intentar escuchar algo más allá de sus limitados sentidos. Una vez que Nuria aceptaba un plan, no había tormenta, rayo, temblor o bestia que la hiciera cambiar de opinión. Hacía un buen rato que había ordenado sus prioridades: su compañero, los Abes, tratar con cualquier cosa que surgiese. Ese era el orden y así sería, como que se llamaba Nuria Nesrin y Bittori.
- Permítame agregar, joven Ircan, que nadie sobrevive solo a las gotas, ni a los caminos, ni mucho menos a una enfermedad. Soy humana Ircan, mi padre murió a manos de un vampiro, mi madre de quién sabe quién, probablemente otro humano. Mi marido de una dolencia en su pecho.- "¡Ulmer!"-... Lo que quiero decir es que todos vamos a morir eventualmente y cualquiera puede ser el siguiente. Usted tiene la enfermedad, pero yo puedo morir dentro de los siguientes diez minutos, por la propia debilidad de mi naturaleza frente a otras razas, porque mi cuerpo no funcione o porque el destino decidió que era mi hora- Nuria se permitió sonreírle a la oscuridad, donde suponía que estaba su compañero.
-Claro que no quiero tentar la suerte en vano, pero usted debería de aceptar todo. Solo espero que no esté sufriendo mucho- aquella parte generosa de su carácter le impulsaba a hacer contacto físico con él para demostrarle sus sentimientos, aunque su fino raciocinio la mantenía quieta. Sus ojos comenzaban a ver figuras en la penumbra. Podría jurar que vio algo pequeño moverse no muy lejos. - ¿Ircan? Tengo miedo- algo más allá de lo que ella podía comprender hacía que su piel se brotara, un frío súbito la envolvió y por primera vez experimentaba el miedo a la oscuridad. Era irónico, porque siempre había estado sola, o había tenido que proteger a alguien, su vida había estado en peligro en varias ocasiones y era la primera vez que estando acompañada había dicho esas palabras.
Nuria
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
Los sentimientos expresados por la chica habían cambiado antes de que la luz les abandonará. Pero en aquel momento había cosas más importantes, como el hecho de vigilar la única entrada a la estancia cuando el vello de la nuca te gritaba "¡Alerta! ¡Alerta!"
-Si, estoy aquí. Y no, no estamos solos.- coincidí con mi compañera sin dejar de observar la puerta.
Puede, que por fin los efectos de la Luna me otorgaran algo positivo. Puede que me lleve mal con mi lobo interior, pero a la hora de sobrevivir somos unos sólo, y obviamente a mi lobo interno tampoco le gustaba nada aquella situación. Así pues, por decirlo de alguna forma, me hecho un cable a la hora de ver y oír, pues mis ojos se adaptaron con una rapidez abrumadora a la oscuridad y mi oído se afino más de lo normal.
-Pues llámame egoísta o mal anfitrión, pero no me gustan las visitas inesperadas.- me coloqué bien los guantes por si tenía que salir corriendo con Nuria, en el caso de tocarla no ponerla en peligro.- Con sólo un rato bastará. Es más que nada para recuperar el aliento.- respondí ante la atención tan servicial que estaba teniendo aquella muchacha conmigo.
La chica bajo la voz, una decisión inteligente que pronto imité, mirando siempre a la puerta sin perderla de vista. Pero de repente volvió a cambiar de tema, y está vez era a uno bastante tétrico y de mal agüero, teniendo en cuenta nuestra situación tan negra.
-Vaya, Nuria. Que tema más animado para hablarlo en una casa abandonada, con una tormenta fuera y con ráfagas de aire bastante sospechosas. - comenté mientras tragaba saliva y miraba a Nuria en la oscuridad. -Bueno, yo no puedo ponerme en tu lugar, supongo que has sufrido mucho con todo eso y lo siento. Yo aún no me he visto en esas situaciones... aunque mi madre...
Me quedé callado un momento. ¿Qué habría sido de mi madre? No sabía si quiera si estaba viva o muerta.
-Lo que quiero decir...- retomé intentando ocultar mis sentimientos. - Es que comprendo tu forma de pensar. Pero... a mis dieciséis, casi diecisiete años, pienso que no debemos de resignarnos a lo que creamos que el destino nos depara. Sino que debemos esforzarnos en crear uno. Pues de no ser así, no llevaría meses luchando con una enfermedad, cuyo destino de todas las personas que la han contraído era morir. Y si vamos a morir, puede incluso que esa sea la gracia de la vida, que está se agota. -hice una pausa para darle fuerza a mis palabras y darle ánimos a la chica. Pues los íbamos a necesitar. -Y hasta entonces vamos a centrarnos en que no se agote demasiado pronto.
Ví como la chica me miraba, incluso creí distinguir una sonrisa, no se si por mis palabras o por las que ella había dicho. Pero de repente, la vista de la chica se desvió hacía otra cosa. La seguí con la mirada, pero no pude ver nada. Aunque era obvio que algo estaba sucediendo.
-Tranquila. Estoy aquí.- dije alargando el brazo para infundirle ánimos colocando su mano enguantada en el hombro cubierto de ella, evitando así el peligro de contagio. -Y hay algo en lo que tienes razón. Nadie sobrevive sólo. Por eso me tienes a mi contigo. No voy a permitir que te pase nada malo.
Lo mismo le había dicho a los niños oseznos. ¿Podría en verdad cumplirla ahora? Estaba decidido en que sí lo haría.
Y fue entonces cuando lo ví. Algo, que estaba envuelto en sombras, estaba detrás de Nuria. No se muy bien que hacía, pero no me gustaba un pelo. Tiré del brazo de Nuria, para alejarla de aquella... cosa. Al tiempo que con la mano en la que sujetaba la espada daba un tajo, mientras emprendía la huida. Mi espada sólo sintió la resistencia del aire, nada más.
-¡Corre! ¡Debemos salir de aquí!- le grité a Nuría mientras miraba hacia atrás. Pero ya no había nada.
-Si, estoy aquí. Y no, no estamos solos.- coincidí con mi compañera sin dejar de observar la puerta.
Puede, que por fin los efectos de la Luna me otorgaran algo positivo. Puede que me lleve mal con mi lobo interior, pero a la hora de sobrevivir somos unos sólo, y obviamente a mi lobo interno tampoco le gustaba nada aquella situación. Así pues, por decirlo de alguna forma, me hecho un cable a la hora de ver y oír, pues mis ojos se adaptaron con una rapidez abrumadora a la oscuridad y mi oído se afino más de lo normal.
-Pues llámame egoísta o mal anfitrión, pero no me gustan las visitas inesperadas.- me coloqué bien los guantes por si tenía que salir corriendo con Nuria, en el caso de tocarla no ponerla en peligro.- Con sólo un rato bastará. Es más que nada para recuperar el aliento.- respondí ante la atención tan servicial que estaba teniendo aquella muchacha conmigo.
La chica bajo la voz, una decisión inteligente que pronto imité, mirando siempre a la puerta sin perderla de vista. Pero de repente volvió a cambiar de tema, y está vez era a uno bastante tétrico y de mal agüero, teniendo en cuenta nuestra situación tan negra.
-Vaya, Nuria. Que tema más animado para hablarlo en una casa abandonada, con una tormenta fuera y con ráfagas de aire bastante sospechosas. - comenté mientras tragaba saliva y miraba a Nuria en la oscuridad. -Bueno, yo no puedo ponerme en tu lugar, supongo que has sufrido mucho con todo eso y lo siento. Yo aún no me he visto en esas situaciones... aunque mi madre...
Me quedé callado un momento. ¿Qué habría sido de mi madre? No sabía si quiera si estaba viva o muerta.
-Lo que quiero decir...- retomé intentando ocultar mis sentimientos. - Es que comprendo tu forma de pensar. Pero... a mis dieciséis, casi diecisiete años, pienso que no debemos de resignarnos a lo que creamos que el destino nos depara. Sino que debemos esforzarnos en crear uno. Pues de no ser así, no llevaría meses luchando con una enfermedad, cuyo destino de todas las personas que la han contraído era morir. Y si vamos a morir, puede incluso que esa sea la gracia de la vida, que está se agota. -hice una pausa para darle fuerza a mis palabras y darle ánimos a la chica. Pues los íbamos a necesitar. -Y hasta entonces vamos a centrarnos en que no se agote demasiado pronto.
Ví como la chica me miraba, incluso creí distinguir una sonrisa, no se si por mis palabras o por las que ella había dicho. Pero de repente, la vista de la chica se desvió hacía otra cosa. La seguí con la mirada, pero no pude ver nada. Aunque era obvio que algo estaba sucediendo.
-Tranquila. Estoy aquí.- dije alargando el brazo para infundirle ánimos colocando su mano enguantada en el hombro cubierto de ella, evitando así el peligro de contagio. -Y hay algo en lo que tienes razón. Nadie sobrevive sólo. Por eso me tienes a mi contigo. No voy a permitir que te pase nada malo.
Lo mismo le había dicho a los niños oseznos. ¿Podría en verdad cumplirla ahora? Estaba decidido en que sí lo haría.
Y fue entonces cuando lo ví. Algo, que estaba envuelto en sombras, estaba detrás de Nuria. No se muy bien que hacía, pero no me gustaba un pelo. Tiré del brazo de Nuria, para alejarla de aquella... cosa. Al tiempo que con la mano en la que sujetaba la espada daba un tajo, mientras emprendía la huida. Mi espada sólo sintió la resistencia del aire, nada más.
-¡Corre! ¡Debemos salir de aquí!- le grité a Nuría mientras miraba hacia atrás. Pero ya no había nada.
Ircan
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
Nuria aún no lo imaginaba, pero aquello que le hacía expresar en voz alta sus sentimientos tan fácilmente con el joven era una extraña combinación de cuatro factores: un ambiente distinto, la cercanía de edades entre ambos, el que él hiciera comentarios que a ella le parecían tan abiertos que le causaban gracia y el hecho de que suponía que no era humano porque pertenecía a un pueblo de guerreros hombres lobo, seres míticos con la capacidad de transformarse en una bestia a voluntad. Lo que ella no comprendía era por qué nadie que ella conociera se refiriera a ellos de una forma agradable, siempre lo describían como bestias, bruscos, groseros y abusadores de alcohol. Seres que no valoraban la vida de la misma forma que los humanos y que de quererlo, podían romper los huesos de cualquier animal con solo sus el poder de sus grandes colmillos. Ircan no se asemejaba en nada a esa descripción. Ella lo sabía, no debía hacer caso de los rumores. De forma análoga, no podía estar perdiendo el tiempo estando asustada. Después de todo, estaba acompañada por alguien muy fuerte. Nuria se sentía alienada, de pronto era como que ese joven de pelo cenizo resplandeciera ante sus ojos. La primera persona mítica que ella conocía.
Sí, se sentía como la protagonista de uno de los libros que tanto le gustaba leer. Con la diferencia de que ella no era una princesa, ni era delicada… ni graciosa. -Um hum…- repasó un poco esa idea. Probablemente ella era el personaje secundario que moría justo antes del final, a tiempo para que el protagonista descubriese la verdad sobre el asesino. Eso le gustaba más. “¡Oh! Lo hice de nuevo” pensó, dándose cuenta que se había perdido en su pequeño mundo de fantasías. Al menos no había pasado mucho tiempo en la realidad. Ircan aún tenía la mano sobre su hombro, hecho que le reaseguraba. Pero no estaban allí para perder el tiempo. Juzgó que el debería de haber descansado lo suficiente para entonces. Lo que ella no había agregado a la ecuación era el invitado no deseado. El súbito jalón que recibió por parte del joven la dejó en blanco, alarmada y tan aplastada en el suelo como uno de esos tapetes de piel que se ven como decoración en las casas acomodadas. Ella había aterrizado sobre su estómago, resintió un poco la piel de sus codos y con todo el ajetreo intentó levantarse apresuradamente y acabó sobre su espalda. Ella misma se sorprendió de esa nueva habilidad de caer y golpearse en varios lugares en una cadena consecutiva.
Quería correr y estar al lado de Ircan, pero eso le tomaría un poco más de tiempo. Si deseaba levantarse de allí en vez de seguir batiendo barro sobre la madera húmeda, era mejor ir lento pero seguro. Además, desde aquella posición notó unas extrañas cuerdas colgantes del techo, lo notó porque esa misma figura que había visto anteriormente, se desplazaba con su ayuda. - Um hum…- finalmente se puso en pie -Creo que no debemos salir de aquí. Estábamos siendo observados. Probablemente si intentamos salir algo nos ataque. Sugiero adelantar los planes de exploración- aunque esas palabras estaban saliendo de su boca, no podía tranquilizar su respiración. Le costó un esfuerzo sobrehumano siquiera articular bien, estaba nerviosa, excitada, alegre por haber hallado un misterio y a la vez con miedo de ir a por él. Golpeó un poco sus faldas para devolverles un poco la forma, ahora podía ver mejor en la oscuridad, pero debía restablecer la luz del farol. Ella sabía que volverían y no solo uno esta vez. Algo tan pequeño no podía desatar rumores tan grandes. Encontró algo de yesca en el aparador y no fue difícil retornar a la precaria calma del inicio una vez que la pequeña llama le devolvía su sentido predominante: la vista.
Nuria levantó su brazo con el farol cuan larga era, apuntaba al techo con él. - Interesante ¿no? Creo que esto es una pista- aseveró, armándose de una sartén de buen volumen buscó los ojos de Ircan - ¿Estamos listos?- sus ojos brillaban de la expectación. Dio un paso tentativo hacia la sala, donde había encontrado a su compañero, más se detuvo en seco - ¿Eres capaz de distinguir la raza de algo con tu olfato?- Ella no quería depender totalmente del joven, estaba enfermo después de todo, preferiría no darle más penas, pero ella tampoco era una experta en dolencias, sabía que no lograría curarle avasallándole con preguntas y tratándole como a un infante. Por otro lado, era casi tangible lo que podrían lograr si resolvían el misterio de la mansión Abes. Nuria llevaba muchos años de criada, había visto que muchas familias adineradas mantenían mascotas que no siempre eran capaces de controlar, tal vez ese era uno de los casos, sin embargo, aún no se atrevía a verbalizar sus ideas.
Lo sentía por la sartén, vínculo y conductor de las comidas más deliciosas… pero era necesario utilizarla en caso de emergencia, sólo se preguntaba si su fuerza sería la suficiente como para hacer retroceder a una bestia. Inintencionadamente le lanzó una mirada de soslayo al joven. Ircan era demasiado humano como para temerle si realmente fuese una de esas bestias, de todas formas sabía que su arma improvisada no sería rival si él era realmente una de esas majestuosas bestias. Pero si lo fuese… ¿no sería como su rey? “Tonterías” pensó, descartando la idea y reemplazándola por las botellas de leche vacías que había visto antes. En esos momentos se le antojaba un buen vaso de leche tibia con algo de pan y queso.
Sí, se sentía como la protagonista de uno de los libros que tanto le gustaba leer. Con la diferencia de que ella no era una princesa, ni era delicada… ni graciosa. -Um hum…- repasó un poco esa idea. Probablemente ella era el personaje secundario que moría justo antes del final, a tiempo para que el protagonista descubriese la verdad sobre el asesino. Eso le gustaba más. “¡Oh! Lo hice de nuevo” pensó, dándose cuenta que se había perdido en su pequeño mundo de fantasías. Al menos no había pasado mucho tiempo en la realidad. Ircan aún tenía la mano sobre su hombro, hecho que le reaseguraba. Pero no estaban allí para perder el tiempo. Juzgó que el debería de haber descansado lo suficiente para entonces. Lo que ella no había agregado a la ecuación era el invitado no deseado. El súbito jalón que recibió por parte del joven la dejó en blanco, alarmada y tan aplastada en el suelo como uno de esos tapetes de piel que se ven como decoración en las casas acomodadas. Ella había aterrizado sobre su estómago, resintió un poco la piel de sus codos y con todo el ajetreo intentó levantarse apresuradamente y acabó sobre su espalda. Ella misma se sorprendió de esa nueva habilidad de caer y golpearse en varios lugares en una cadena consecutiva.
Quería correr y estar al lado de Ircan, pero eso le tomaría un poco más de tiempo. Si deseaba levantarse de allí en vez de seguir batiendo barro sobre la madera húmeda, era mejor ir lento pero seguro. Además, desde aquella posición notó unas extrañas cuerdas colgantes del techo, lo notó porque esa misma figura que había visto anteriormente, se desplazaba con su ayuda. - Um hum…- finalmente se puso en pie -Creo que no debemos salir de aquí. Estábamos siendo observados. Probablemente si intentamos salir algo nos ataque. Sugiero adelantar los planes de exploración- aunque esas palabras estaban saliendo de su boca, no podía tranquilizar su respiración. Le costó un esfuerzo sobrehumano siquiera articular bien, estaba nerviosa, excitada, alegre por haber hallado un misterio y a la vez con miedo de ir a por él. Golpeó un poco sus faldas para devolverles un poco la forma, ahora podía ver mejor en la oscuridad, pero debía restablecer la luz del farol. Ella sabía que volverían y no solo uno esta vez. Algo tan pequeño no podía desatar rumores tan grandes. Encontró algo de yesca en el aparador y no fue difícil retornar a la precaria calma del inicio una vez que la pequeña llama le devolvía su sentido predominante: la vista.
Nuria levantó su brazo con el farol cuan larga era, apuntaba al techo con él. - Interesante ¿no? Creo que esto es una pista- aseveró, armándose de una sartén de buen volumen buscó los ojos de Ircan - ¿Estamos listos?- sus ojos brillaban de la expectación. Dio un paso tentativo hacia la sala, donde había encontrado a su compañero, más se detuvo en seco - ¿Eres capaz de distinguir la raza de algo con tu olfato?- Ella no quería depender totalmente del joven, estaba enfermo después de todo, preferiría no darle más penas, pero ella tampoco era una experta en dolencias, sabía que no lograría curarle avasallándole con preguntas y tratándole como a un infante. Por otro lado, era casi tangible lo que podrían lograr si resolvían el misterio de la mansión Abes. Nuria llevaba muchos años de criada, había visto que muchas familias adineradas mantenían mascotas que no siempre eran capaces de controlar, tal vez ese era uno de los casos, sin embargo, aún no se atrevía a verbalizar sus ideas.
Lo sentía por la sartén, vínculo y conductor de las comidas más deliciosas… pero era necesario utilizarla en caso de emergencia, sólo se preguntaba si su fuerza sería la suficiente como para hacer retroceder a una bestia. Inintencionadamente le lanzó una mirada de soslayo al joven. Ircan era demasiado humano como para temerle si realmente fuese una de esas bestias, de todas formas sabía que su arma improvisada no sería rival si él era realmente una de esas majestuosas bestias. Pero si lo fuese… ¿no sería como su rey? “Tonterías” pensó, descartando la idea y reemplazándola por las botellas de leche vacías que había visto antes. En esos momentos se le antojaba un buen vaso de leche tibia con algo de pan y queso.
Nuria
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
Busqué al enemigo con la mirada mientras Nuria se levantaba del suelo y me hablaba.
"¿Dónde demonios se ha metido?"- pensaba escudriñando la habitación asiendo con fuerza la empuñadura de mi espada.
-A partir de ahora puede haber una trampa detrás de cada puerta. Creo que han tenido el tiempo suficiente para hacerlo.- le respondí sin comprender muy bien por qué estaba empeñada en registrar toda la casa. "Eso suponiendo de que sean seres tangibles."
Me había enfrentado a muchas cosas en mis viajes, hombres-bestia, wendingos, bandidos, etc... Nunca hubiese pensado que sobreviviría a todo aquello. Pero... enfrentarme a un fantasma o a un espectro, eso era abusar totalmente de mi capacidad. ¿Cómo se daña a algo que no tiene cuerpo? No tenía la respuesta a esa pregunta y por eso no quería arriesgarme. Pero tampoco podía dejar sola a aquella chica.
Sin duda, cuando la chica alumbró la estancia y enfocó hacia unas cuerdas que colgaban del techo, me tranquilicé. Esa cosa se movía por las cuerdas, por lo tanto tenía un cuerpo. Eso bajaba las probabilidades de que muriéramos de un 300% a un 98%.
-Sin duda es una pista muy valiosa. -dije mirando las cuerdas que aún se mecían. -Es pequeño y ágil, algo es algo.
Inflé mis pulmones de aires y los solté en un largo suspiro, resignandome al plan de la chica. Pero me quedé muy extrañado con la pregunta que me hizo la chica, mirándola totalmente sorprendido e incrédulo.
"¿Cómo sabe que soy un licántropo?" me pregunté mirándola expectante. "Puede que lo haya relacionado al decir que mi casa está en Ulmer? ¡Soy un imbécil!"
-Bueno...- respondí bastante avergonzado e incomodo. -No se me da muy bien el olfato...- dije sin negar o afirmar que era licántropo. -Así que no.- definitivamente quería mantener aquello en secreto. Nunca se sabe como puede reaccionar la gente al saber que eres una bestia y no un humano.
Tras eso seguí la mirada de la chica, hacía unas botellas vacías, que me recordaron a aquellas botellas dónde mi madre guardaba la leche.
"¿Por qué hay tantas botellas vacías?"
-Comprendo tu deseo de revisar la casa. Pero creo que deberíamos empezar por aquí.- dije con la esperanza de retrasar todo lo posible lo inevitable, y también para satisfacer la curiosa pregunta que se había formado en mi mente.
Me acerqué al estante donde estaban todas aquellas botellas y las examiné. Estaban vacías pero... Me quité uno de los guantes y examine con mis dedos el cuello de las botellas. Todos estaban secos, menos dos.
-Estos dos están húmedos, han sido utilizados recientemente.- informé a Nuria que esperaba cerca de la puerta.
Alcé la vista y vi como una puerta de un estante estaba semiabierta.
"Esto no estaba así antes" pensé mientras habría la puerta.
Dentro había una botella de leche llena, con el cristal húmedo por la parte de fuera, como si lo acabaran de traer de la calle.
-Creo que ya se por qué nuestro amiguito nos hizo una visita. - le dije a Nuria mientras señalaba la botella. -Estaba guardando sus provisiones. Creo que también le hemos pillado de improvisto.
Aquello no era el todo una buena noticia. Nos habíamos metido en el territorio de una criatura desconocida, que sin duda lo defendería hasta matarnos a ambos. Puede que Nuria tuviera razón, puede que ya no pudiéramos salir de aquella casa.
"¿Dónde demonios se ha metido?"- pensaba escudriñando la habitación asiendo con fuerza la empuñadura de mi espada.
-A partir de ahora puede haber una trampa detrás de cada puerta. Creo que han tenido el tiempo suficiente para hacerlo.- le respondí sin comprender muy bien por qué estaba empeñada en registrar toda la casa. "Eso suponiendo de que sean seres tangibles."
Me había enfrentado a muchas cosas en mis viajes, hombres-bestia, wendingos, bandidos, etc... Nunca hubiese pensado que sobreviviría a todo aquello. Pero... enfrentarme a un fantasma o a un espectro, eso era abusar totalmente de mi capacidad. ¿Cómo se daña a algo que no tiene cuerpo? No tenía la respuesta a esa pregunta y por eso no quería arriesgarme. Pero tampoco podía dejar sola a aquella chica.
Sin duda, cuando la chica alumbró la estancia y enfocó hacia unas cuerdas que colgaban del techo, me tranquilicé. Esa cosa se movía por las cuerdas, por lo tanto tenía un cuerpo. Eso bajaba las probabilidades de que muriéramos de un 300% a un 98%.
-Sin duda es una pista muy valiosa. -dije mirando las cuerdas que aún se mecían. -Es pequeño y ágil, algo es algo.
Inflé mis pulmones de aires y los solté en un largo suspiro, resignandome al plan de la chica. Pero me quedé muy extrañado con la pregunta que me hizo la chica, mirándola totalmente sorprendido e incrédulo.
"¿Cómo sabe que soy un licántropo?" me pregunté mirándola expectante. "Puede que lo haya relacionado al decir que mi casa está en Ulmer? ¡Soy un imbécil!"
-Bueno...- respondí bastante avergonzado e incomodo. -No se me da muy bien el olfato...- dije sin negar o afirmar que era licántropo. -Así que no.- definitivamente quería mantener aquello en secreto. Nunca se sabe como puede reaccionar la gente al saber que eres una bestia y no un humano.
Tras eso seguí la mirada de la chica, hacía unas botellas vacías, que me recordaron a aquellas botellas dónde mi madre guardaba la leche.
"¿Por qué hay tantas botellas vacías?"
-Comprendo tu deseo de revisar la casa. Pero creo que deberíamos empezar por aquí.- dije con la esperanza de retrasar todo lo posible lo inevitable, y también para satisfacer la curiosa pregunta que se había formado en mi mente.
Me acerqué al estante donde estaban todas aquellas botellas y las examiné. Estaban vacías pero... Me quité uno de los guantes y examine con mis dedos el cuello de las botellas. Todos estaban secos, menos dos.
-Estos dos están húmedos, han sido utilizados recientemente.- informé a Nuria que esperaba cerca de la puerta.
Alcé la vista y vi como una puerta de un estante estaba semiabierta.
"Esto no estaba así antes" pensé mientras habría la puerta.
Dentro había una botella de leche llena, con el cristal húmedo por la parte de fuera, como si lo acabaran de traer de la calle.
-Creo que ya se por qué nuestro amiguito nos hizo una visita. - le dije a Nuria mientras señalaba la botella. -Estaba guardando sus provisiones. Creo que también le hemos pillado de improvisto.
Aquello no era el todo una buena noticia. Nos habíamos metido en el territorio de una criatura desconocida, que sin duda lo defendería hasta matarnos a ambos. Puede que Nuria tuviera razón, puede que ya no pudiéramos salir de aquella casa.
Ircan
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
El azar siempre había jugado un papel importante en la vida de Nuria. Probablemente esa fuera la razón por la que no se concernía en asuntos que no estuviesen directamente vinculados con ella y ante sus ojos. Las palabras de Ircan le habían entrado por un oído y salido por el otro, pero aún las estaba procesando, lentamente. “Forjarse el destino” pensó con un regusto amargo, ella tenía sus ideas preconcebidas, las de una chica inocente que ha experimentado el lado oscuro de la vida brillante que tenía. Ella seguía fielmente su propia estrella, probablemente consideraba que ella misma era su lugar seguro. Sin embargo, el joven vendado le estaba mostrando otro tipo de luz durante la tempestad.
Aún armada con la sartén se devolvió sobre sus pasos para posicionarse tras el joven y comprobar lo que decía. La curiosidad la atraía más que el ardor latente de sus codos o ese pensamiento que intentaba alejar de su mente. Se negaba a querer creer que Ircan era un humano como ella. Quería seguir pensando que estaban en uno de los libros que leía. Se podía notar en su rostro, tenía la cara contorsionada con tantos sentimientos embotellados que de ser en otro momento, y de verse en un espejo, se hubiera reído a carcajadas. Pero la espalda de su compañero era amplia, era como si la invitase a llorar, aunque aún no quería aceptar esa razón. De hacerlo, nuevamente entraría en conflicto. De ser así su lugar seguro de soledad probablemente se derrumbaría como un castillo de naipes sobre una hoja en el viento. Así se sentía Nuria. Tenía el corazón estrujado y se vio obligada a escoger dejar el farol sobre la amplia mesada para llevarse la diestra al pecho, allí donde le dolía.
Ircan era alto, no solamente para una persona promedio, sino que la joven se sentía como una pequeña cría de goblin tras él. Se mordió el labio superior, el estante de arriba quedaba bastante más elevado de lo que ella hubiese querido aceptar. De pequeña su escaso tamaño le había originado más de un inconveniente y en esos momentos que se sentía tan débil emocionalmente era como una bofetada a la cara. Apretó su agarre en la sartén, no iba a llorar. Quería gritar y dejarse caer de rodillas cuando el joven le hizo saber que más que observador, su visitante había sido sorprendido. Lo que más le dolía a Nuria era que su intuición y sus deducciones habían sido, enfáticamente, muy distintas a la realidad. Comenzando por su compañero.
Las charlas entre las criadas sobre la vida en casa eran muy diferentes a la otra realidad, la que incluía pandemias, monstruos y muertes diarias. Las analogías que hizo para auto convencerse de que estaban bien ya no eran válidas desde el momento en el que Ircan no daba señales de ser la criatura que ella suponía. Debía de ser realista: él no era para nada mítico, si realmente fuera tan bestial no estaría muriendo por la enfermedad –otra de las suposiciones que más tarde probarían estar equivocadas- Todas las mentiras que se dijo para persuadirse de que no estaba sucediendo algo realmente terrible en la casa caían por su propio peso, esas que aseveraban que todo tenía una explicación racional, como las contenidas en las páginas sin vida de los libros que relataban imágenes absurdas producidas por el aburrimiento humano. Esa era la realidad y debía de aceptarla. Una realidad fría, lluviosa, tormentosa, mojada y muy misteriosa.
En el rostro naturalmente sin mucho color, podía notarse la palidez de la joven. El recorrido que dejaban sus lágrimas parecía contener pequeños reflejos intermitentes, producto de la cercanía con el farol. Tomó la ropa de Ircan, apretando un pequeño trocito de su prenda entre su pulgar y el puño cerrado. No le tenía la confianza para pedirle consuelo, su pequeño orgullo le impedía acercarse más. La enfermedad de él la tenía presente, igual que la comida y el frío. - Recuerdo el rumor- dijo en voz baja, mirando el suelo. Esa era una de las pocas veces en las que odiaba esa parte olvidadiza de ella o su incapacidad orientativa. -Nadie sale bien librado. Los niños desaparecen, se dice que riegan las rosas del jardín con su sangre para que sean aún más hermosas- Un relámpago iluminó su rostro en ese momento -La casa respira. Está viva- En aquél momento, una bocanada de aire golpeó la puerta y las cortinas tomaron fuego. Probablemente había sido el farol que ella había dejado descuidadamente. El foco ígneo se dirigía a las cuerdas que parecían conectar toda la casa.
- ¡¿Qué he hecho?! ¡Hay que apagarlo! ¡Apagarlo!- gritó saltando en círculos, buscando el agua. Con su tamaño sería imposible cortar las sogas del techo para que el incendio no saliera de la cocina.
Off: Dejo a Nuria en tus manos <3 puedes usarla como creas más conveniente, ya que acabo de hacer cosas malas fufufufu
Aún armada con la sartén se devolvió sobre sus pasos para posicionarse tras el joven y comprobar lo que decía. La curiosidad la atraía más que el ardor latente de sus codos o ese pensamiento que intentaba alejar de su mente. Se negaba a querer creer que Ircan era un humano como ella. Quería seguir pensando que estaban en uno de los libros que leía. Se podía notar en su rostro, tenía la cara contorsionada con tantos sentimientos embotellados que de ser en otro momento, y de verse en un espejo, se hubiera reído a carcajadas. Pero la espalda de su compañero era amplia, era como si la invitase a llorar, aunque aún no quería aceptar esa razón. De hacerlo, nuevamente entraría en conflicto. De ser así su lugar seguro de soledad probablemente se derrumbaría como un castillo de naipes sobre una hoja en el viento. Así se sentía Nuria. Tenía el corazón estrujado y se vio obligada a escoger dejar el farol sobre la amplia mesada para llevarse la diestra al pecho, allí donde le dolía.
Ircan era alto, no solamente para una persona promedio, sino que la joven se sentía como una pequeña cría de goblin tras él. Se mordió el labio superior, el estante de arriba quedaba bastante más elevado de lo que ella hubiese querido aceptar. De pequeña su escaso tamaño le había originado más de un inconveniente y en esos momentos que se sentía tan débil emocionalmente era como una bofetada a la cara. Apretó su agarre en la sartén, no iba a llorar. Quería gritar y dejarse caer de rodillas cuando el joven le hizo saber que más que observador, su visitante había sido sorprendido. Lo que más le dolía a Nuria era que su intuición y sus deducciones habían sido, enfáticamente, muy distintas a la realidad. Comenzando por su compañero.
Las charlas entre las criadas sobre la vida en casa eran muy diferentes a la otra realidad, la que incluía pandemias, monstruos y muertes diarias. Las analogías que hizo para auto convencerse de que estaban bien ya no eran válidas desde el momento en el que Ircan no daba señales de ser la criatura que ella suponía. Debía de ser realista: él no era para nada mítico, si realmente fuera tan bestial no estaría muriendo por la enfermedad –otra de las suposiciones que más tarde probarían estar equivocadas- Todas las mentiras que se dijo para persuadirse de que no estaba sucediendo algo realmente terrible en la casa caían por su propio peso, esas que aseveraban que todo tenía una explicación racional, como las contenidas en las páginas sin vida de los libros que relataban imágenes absurdas producidas por el aburrimiento humano. Esa era la realidad y debía de aceptarla. Una realidad fría, lluviosa, tormentosa, mojada y muy misteriosa.
En el rostro naturalmente sin mucho color, podía notarse la palidez de la joven. El recorrido que dejaban sus lágrimas parecía contener pequeños reflejos intermitentes, producto de la cercanía con el farol. Tomó la ropa de Ircan, apretando un pequeño trocito de su prenda entre su pulgar y el puño cerrado. No le tenía la confianza para pedirle consuelo, su pequeño orgullo le impedía acercarse más. La enfermedad de él la tenía presente, igual que la comida y el frío. - Recuerdo el rumor- dijo en voz baja, mirando el suelo. Esa era una de las pocas veces en las que odiaba esa parte olvidadiza de ella o su incapacidad orientativa. -Nadie sale bien librado. Los niños desaparecen, se dice que riegan las rosas del jardín con su sangre para que sean aún más hermosas- Un relámpago iluminó su rostro en ese momento -La casa respira. Está viva- En aquél momento, una bocanada de aire golpeó la puerta y las cortinas tomaron fuego. Probablemente había sido el farol que ella había dejado descuidadamente. El foco ígneo se dirigía a las cuerdas que parecían conectar toda la casa.
- ¡¿Qué he hecho?! ¡Hay que apagarlo! ¡Apagarlo!- gritó saltando en círculos, buscando el agua. Con su tamaño sería imposible cortar las sogas del techo para que el incendio no saliera de la cocina.
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Nuria
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
Mientras rebuscaba en la cocina posibles pistas sobre la criatura que os amenazaba, percibí, por las sombras que emitía luz que despedía el farol, que Nuria se estaba resguardando detrás mía. Como si quisiera ocultar algo que le daba vergüenza. Luego, sentí como tímidamente Nuria me cogía por un pequeño trozo de mi camisa.
"¿Qué le ocurre?" me pregunté algo nervioso por mi inexperiencia con mujeres.
Me giré para ver que le pasaba a mi compañera, o si el tirón que había dado en mi camisa era para que me tornase. Cuando lo hice pude ver, como unas lagrimas, que parecían doradas por la luz del farol, rodaban por las mejillas de la chica. Estudie su rostro y pude ver que en él imperaba la desilusión, el desanimo y la tristeza. Como si las cosas no estuvieran saliendo como ella esperaba.
Antes de que pudiera preguntarle por qué lloraba la chica se puso a hablar con frases un poco inconexas. Y menos mal, pues el hecho de preguntarle aquello me ponía un poco incomodo, tal vez el motivo por el cual se había resguardado tras de mi era para que no la viera llorar.
"Ha entrado en pánico..." pensé al escucharla decir todas aquellas frases con un rostro tan tétrico, al que le dio más ambiente la luz del relampago.
De repente, sonó el viento, justo cuando Nuria dijo que lo haría.
"¿Está metida en esto?" me pregunté y la miré de reojo durante una fracción de segundo con desconfianza.
Tampoco pude permitirme más, de repente las cortinas se prendieron fuego y yo escuche como se cerraba la puerta con un "clack" como si la hubieran cerrado con llave.
- ¡¿Qué he hecho?! - se culpó la chica mientras corría a apagar el fuego como podía.
-No has sido tu. - le dije para tranquilizarla, estando nerviosa no serviría de gran ayuda. - A sido nuestro querido amigo. -confirmé al ver como el farol estaba perfectamente cerrado con su cristal.
Miré como las cortinas comenzaban a arder con fuerza y seguí la preocupada mirada de Nuría hacía el techo, donde estaban aquellas viejas cuerdas que seguro que ardían de maravilla.
Sin dudarlo, me subí a la mesa de un saltó y desenvaine mi espada. Lancé un poderoso tajo a la sujeción de las cortinas, para hacerlas caer al suelo e intentar reducir el riesgo de incendio. Sin embargo, presa de mi torpeza, cortesía de mi amigo lobo, me caí de la mesa de una forma estrepitosa, diciendo adiós a una acción impecable de héroe.
-¡Corre! ¡Pisa las cortinas! - le grité a Nuria mientras intentaba levantarme.
Entre los dos conseguimos apagar el juego, aunque acabamos con las suelas de nuestros zapatos un poco chamuscadas.
-Ufff... que poco- suspiré agotado por el esfuerzo. "Maldita enfermedad" tosí aquejado.
De repente, el fuego comenzó a surgir por todos lados. Las cuerdas comenzaron a quemarse, el resto de cortinas, incluso algunas llamas salían de las maderas del suelo.
-¡Oh! ¡Venga allá! - miré con furia hacia la puerta. - ¡Me las vas a pagar maldita criatura! - le azucé el puño sin saber si quiera si estaba o no detrás de la puerta. -¡Nuestro amiguito nos quiere hacer a la barbacoa! - le dije a Nuría visiblemente enfadado.
El lobo de mi interior estaba rebosante de furia. Podía sentir sus ansias de matar a aquella criatura. De probar su sangre y degustar lentamente su hígado. No fui consciente de que en aquel momento mis ojos brillaron con un intenso color ambarino, como aquella noche en la arboleda con Eileen.
Miré por la ventana, de una forma totalmente hiperactiva, y maldije, tenía una verja que nos impediría salir. Maldije y recorrí la sala mientras evitaba las llamas. Nuría estaba totalmente asustada y se centraba en alejarse todo lo posible de las llamas.
"¡Esto es una maldita jaula!" bramaba el lobo.
"Debe de haber alguna salida" respondí fijándome de una forma alarmante en todos los detalles de la sala.
"¡Pues como no tiremos la puerta abajo!" propusó el lobo.
Pero demasiado tarde, la puerta también estaba ardiendo.
"Tengo una idea mejor."
Miré al suelo y pude comprobar lo vieja que era la madera, motivo por el cual la casa gruñía tanto con los azotes del viento y por el cual el fuego se extendía tan rápido.
Cogí con fuerza mi espada y comencé a clavarla en la vieja madera una y otra vez. El tiempo apremiaba, el calor era cada vez más asfixiante. Deje que toda la ira de mi interior fluyera hacía la espada, que demostró su buena calidad al no ceder ante la madera. El fuego ya nos rodeaba por completo.
Habiendo abierto un hueco bastante grande, cogí el tablón más suelto con ambas manos y tiré con fuerza, para sacarlo de su sitio. Ya era lo suficientemente grande.
-¡Ven! - le grité a Nuria apremiándola a salir de allí.
Pero no se muy bien por qué, no se movió. Se quedó allí parada. No se si fue por qué mi semblante le daba miedo o porque había entrado en shock al verse rodeada de llamas. Pero tampoco tenía tiempo para averiguarlo. La cogí y tiré de ella pegándola a mi, para luego saltar por el agujero, que supuse que llevaba al sótano. Era la idea que estaba sosteniendo todo mi plan, de no ser así estaríamos condenados.
Al caer la coloqué encima mía para mitigar los posibles daños que pudiera recibir. Después de unos segundos, noté como mi cuerpo impactaba contra el suelo al mismo tiempo que era aprisionado por el cuerpo de Nuria, perdiendo el aire por unos momentos.
Me permití quedarme unos momentos ahí tumbado, mirando el techo del sótano iluminado por el fuego que lo consumía, antes de que este desapareciera por arte de magia.
"Maldito bicho." fue lo único que pensé.
"¿Qué le ocurre?" me pregunté algo nervioso por mi inexperiencia con mujeres.
Me giré para ver que le pasaba a mi compañera, o si el tirón que había dado en mi camisa era para que me tornase. Cuando lo hice pude ver, como unas lagrimas, que parecían doradas por la luz del farol, rodaban por las mejillas de la chica. Estudie su rostro y pude ver que en él imperaba la desilusión, el desanimo y la tristeza. Como si las cosas no estuvieran saliendo como ella esperaba.
Antes de que pudiera preguntarle por qué lloraba la chica se puso a hablar con frases un poco inconexas. Y menos mal, pues el hecho de preguntarle aquello me ponía un poco incomodo, tal vez el motivo por el cual se había resguardado tras de mi era para que no la viera llorar.
"Ha entrado en pánico..." pensé al escucharla decir todas aquellas frases con un rostro tan tétrico, al que le dio más ambiente la luz del relampago.
De repente, sonó el viento, justo cuando Nuria dijo que lo haría.
"¿Está metida en esto?" me pregunté y la miré de reojo durante una fracción de segundo con desconfianza.
Tampoco pude permitirme más, de repente las cortinas se prendieron fuego y yo escuche como se cerraba la puerta con un "clack" como si la hubieran cerrado con llave.
- ¡¿Qué he hecho?! - se culpó la chica mientras corría a apagar el fuego como podía.
-No has sido tu. - le dije para tranquilizarla, estando nerviosa no serviría de gran ayuda. - A sido nuestro querido amigo. -confirmé al ver como el farol estaba perfectamente cerrado con su cristal.
Miré como las cortinas comenzaban a arder con fuerza y seguí la preocupada mirada de Nuría hacía el techo, donde estaban aquellas viejas cuerdas que seguro que ardían de maravilla.
Sin dudarlo, me subí a la mesa de un saltó y desenvaine mi espada. Lancé un poderoso tajo a la sujeción de las cortinas, para hacerlas caer al suelo e intentar reducir el riesgo de incendio. Sin embargo, presa de mi torpeza, cortesía de mi amigo lobo, me caí de la mesa de una forma estrepitosa, diciendo adiós a una acción impecable de héroe.
-¡Corre! ¡Pisa las cortinas! - le grité a Nuria mientras intentaba levantarme.
Entre los dos conseguimos apagar el juego, aunque acabamos con las suelas de nuestros zapatos un poco chamuscadas.
-Ufff... que poco- suspiré agotado por el esfuerzo. "Maldita enfermedad" tosí aquejado.
De repente, el fuego comenzó a surgir por todos lados. Las cuerdas comenzaron a quemarse, el resto de cortinas, incluso algunas llamas salían de las maderas del suelo.
-¡Oh! ¡Venga allá! - miré con furia hacia la puerta. - ¡Me las vas a pagar maldita criatura! - le azucé el puño sin saber si quiera si estaba o no detrás de la puerta. -¡Nuestro amiguito nos quiere hacer a la barbacoa! - le dije a Nuría visiblemente enfadado.
El lobo de mi interior estaba rebosante de furia. Podía sentir sus ansias de matar a aquella criatura. De probar su sangre y degustar lentamente su hígado. No fui consciente de que en aquel momento mis ojos brillaron con un intenso color ambarino, como aquella noche en la arboleda con Eileen.
Miré por la ventana, de una forma totalmente hiperactiva, y maldije, tenía una verja que nos impediría salir. Maldije y recorrí la sala mientras evitaba las llamas. Nuría estaba totalmente asustada y se centraba en alejarse todo lo posible de las llamas.
"¡Esto es una maldita jaula!" bramaba el lobo.
"Debe de haber alguna salida" respondí fijándome de una forma alarmante en todos los detalles de la sala.
"¡Pues como no tiremos la puerta abajo!" propusó el lobo.
Pero demasiado tarde, la puerta también estaba ardiendo.
"Tengo una idea mejor."
Miré al suelo y pude comprobar lo vieja que era la madera, motivo por el cual la casa gruñía tanto con los azotes del viento y por el cual el fuego se extendía tan rápido.
Cogí con fuerza mi espada y comencé a clavarla en la vieja madera una y otra vez. El tiempo apremiaba, el calor era cada vez más asfixiante. Deje que toda la ira de mi interior fluyera hacía la espada, que demostró su buena calidad al no ceder ante la madera. El fuego ya nos rodeaba por completo.
Habiendo abierto un hueco bastante grande, cogí el tablón más suelto con ambas manos y tiré con fuerza, para sacarlo de su sitio. Ya era lo suficientemente grande.
-¡Ven! - le grité a Nuria apremiándola a salir de allí.
Pero no se muy bien por qué, no se movió. Se quedó allí parada. No se si fue por qué mi semblante le daba miedo o porque había entrado en shock al verse rodeada de llamas. Pero tampoco tenía tiempo para averiguarlo. La cogí y tiré de ella pegándola a mi, para luego saltar por el agujero, que supuse que llevaba al sótano. Era la idea que estaba sosteniendo todo mi plan, de no ser así estaríamos condenados.
Al caer la coloqué encima mía para mitigar los posibles daños que pudiera recibir. Después de unos segundos, noté como mi cuerpo impactaba contra el suelo al mismo tiempo que era aprisionado por el cuerpo de Nuria, perdiendo el aire por unos momentos.
Me permití quedarme unos momentos ahí tumbado, mirando el techo del sótano iluminado por el fuego que lo consumía, antes de que este desapareciera por arte de magia.
"Maldito bicho." fue lo único que pensé.
Ircan
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
Era difícil sorprender a la pequeña Nuria, cuando eso sucedía su mente se desconectaba y entraba en pánico. La mitad de las veces quería arreglar las cosas y comenzaba a actuar como un biocibernético descontrolado, saltado aquí y allá o moviéndose de forma torpe, embarazosa e inconexa. El vivo ejemplo de este comportamiento es el que demostró al momento en que el calor de las llamas rozaba su piel. Mientras su compañero, de la misma edad y enfermo, actuaba de forma coherente y lógica, revelando un carácter templado y ágil pensamiento, ella no hacía más que pensar en agua y velas. Al menos su capacidad auditiva estaba un poco más centrada en esos breves instantes. Le alegró saber que ella no había sido la responsable. Esa revelación fue profundamente perturbadora: alguien no los quería en ese mundo.
En lo que ella observaba las acciones de Ircan, pensaba que era bastante útil ser así de alto y portar una espada. Probablemente si tuviese a mano su naginata, al menos sería un poco más útil. Nuria lo sabía, si una criada no era apropiada y demostraba su valor, entonces no era necesaria. Ella quería tener su lugar, un lugar… sin embargo, estaba demostrando todo lo contrario. El joven era seguro y confiable, como el masculino de una criada, la versión mejorada del mayordomo Omer. Al darse cuenta de que estaba poniendo a un perfecto desconocido en imágenes mentales hizo que la chica espabilase. - ¡Sí!- respondió, remangándose las faldas para ayudar a pisar las cortinas y ahogar el fuego bajo sus pisadas. En su mente no hacía más que preguntarse si él se encontraba bien luego de terrible golpe, casi que le dolía el cuerpo con sólo el recuerdo de haberlo visto aterrizar sobre sus pulmones.
-Um hum...- masticaba ese sonido, intentando ir a la par del joven en silencio. Intentaría ser su asistente perfecta. Tenía que prepararse mentalmente para ello, aunque ya hubiese eliminado ese pensamiento de su acervo de ideas, definitivamente sentía que era el apoyo del personaje principal. Sonrió con timidez, tal vez podrían hacerlo. Pero con la misma rapidez que había vuelto a tener esperanzas, aquella débil expresión de sus sentimientos se marchitó, así como las olas del mar que rompen en la costa y luego se revienen, de igual modo, su semblante se volvió sombrío. “No hay salvación para la pecadora” recordó las palabras finales de una de las novelas que había leído. Irónicamente el final de ese personaje fue muy similar al suyo: la muerte en la hoguera. Nuria vio el desplante energético de Ircan sin poder comprenderlo. “¿Cómo puede mantenerse así?” se preguntó queda, asombrada, aunque no pensaba nada en específico, el trasfondo de su mente era oscuro. Inmóvil intentaba ver una salida a la situación en la que se encontraban. “Imposible” una tras otra, las ideas caían como pájaros bajo el azote de las piedras. -Ya… - fue lo único que respondió casi en silencio y a destiempo.
Era inversamente proporcional el movimiento de ambos personajes; la otra mitad de las veces en que Nuria era sorprendida, se congelaba. Cuanto más se movía Ircan, más petrificada quedaba ella. Allí, desde su sitio en la mitad de todo, observaba. Lo veía todo, como él no era para nada ordinario. Tal vez no fuese mítico, pero tampoco era normal. “Los ojos…” dijo para sus fueros internos, atribuyéndole ese brillo a la enfermedad que le aquejaba. Ella también percibió como él se aferraba a la vida con pasión, con total entrega y muy en el fondo se preguntó si sería capaz de lo mismo, siendo los papeles invertidos. Advirtió cómo los labios de él se movían y él parecía apremiarle a hacer algo, empero, más allá de sus esfuerzos su cuerpo parecía no responderle.
- Patatas y claveles- murmuró al volver en sí tras unos momentos de confusión. Enarcó una ceja al ver el rostro de Ircan tan de cerca. Tenía que admitir que estaba tentada en quitarle esas vendas para ver su rostro que prometía ser atractivo, no obstante se percató de la extraña posición en la que se encontraban e intentó rodar hacia un lado, sólo luego de secarse la baba con el revés de su mano. No sabía cuándo, pero a juzgar por el pecho húmedo del joven, estaba segura de que había hecho algo que no debía. Se aclaró la garganta y puso cara de póker, como su estrategia de rodar no funcionó más que para sentir en otras posiciones el cuerpo de él, terminó por sentarse sobre el joven, girar sobre él y finalmente levantarse.
-Lo siento mucho- dijo fuerte y claro, tal vez más fuerte de lo que había planeado originalmente mientras le tendía la mano para ayudarle a ponerse en pie, era lo mínimo que podía hacer a esas alturas. Acto seguido, se atusó el pelo y le dio un rapapolvo a su falda, algo inquieta. - Imaginaba explorar escaleras arriba. No abajo- comentó sin salir de su asombro. De la misma forma que anteriormente, ella sintió un cambio de aire y luego ¡se hizo la luz! El sótano en el que se encontraban parecía haber sido remodelado en un pasado cercano, incluyendo iluminación. Mucha iluminación. A unos metros por delante, colgaba una araña ricamente decorada y llena de velas. Pero lo inquietante no era lo que se podía ver, sino aquello que se resguardaba en la penumbra, aquellos sonidos irreconocibles para una chica inexperta como Nuria. Ruidos que ella figuraba eran de seres vivos junto con agudos chirridos. Volvió a morderse el labio superior, quería tener al menos su sartén a la mano, pero recordaba haberla dejado caer cuando fue jalada por su compañero.
-Parece bastante largo. ¿Deberíamos ver qué hay o ir escaleras arriba?- preguntó con un hilo de voz. Ella ya había decidido asumir el papel de personaje de soporte, por lo que se encontraba ligeramente más atrás que él, con los puños cerrados y armándose de valor para seguir a su protagonista heroico.
En lo que ella observaba las acciones de Ircan, pensaba que era bastante útil ser así de alto y portar una espada. Probablemente si tuviese a mano su naginata, al menos sería un poco más útil. Nuria lo sabía, si una criada no era apropiada y demostraba su valor, entonces no era necesaria. Ella quería tener su lugar, un lugar… sin embargo, estaba demostrando todo lo contrario. El joven era seguro y confiable, como el masculino de una criada, la versión mejorada del mayordomo Omer. Al darse cuenta de que estaba poniendo a un perfecto desconocido en imágenes mentales hizo que la chica espabilase. - ¡Sí!- respondió, remangándose las faldas para ayudar a pisar las cortinas y ahogar el fuego bajo sus pisadas. En su mente no hacía más que preguntarse si él se encontraba bien luego de terrible golpe, casi que le dolía el cuerpo con sólo el recuerdo de haberlo visto aterrizar sobre sus pulmones.
-Um hum...- masticaba ese sonido, intentando ir a la par del joven en silencio. Intentaría ser su asistente perfecta. Tenía que prepararse mentalmente para ello, aunque ya hubiese eliminado ese pensamiento de su acervo de ideas, definitivamente sentía que era el apoyo del personaje principal. Sonrió con timidez, tal vez podrían hacerlo. Pero con la misma rapidez que había vuelto a tener esperanzas, aquella débil expresión de sus sentimientos se marchitó, así como las olas del mar que rompen en la costa y luego se revienen, de igual modo, su semblante se volvió sombrío. “No hay salvación para la pecadora” recordó las palabras finales de una de las novelas que había leído. Irónicamente el final de ese personaje fue muy similar al suyo: la muerte en la hoguera. Nuria vio el desplante energético de Ircan sin poder comprenderlo. “¿Cómo puede mantenerse así?” se preguntó queda, asombrada, aunque no pensaba nada en específico, el trasfondo de su mente era oscuro. Inmóvil intentaba ver una salida a la situación en la que se encontraban. “Imposible” una tras otra, las ideas caían como pájaros bajo el azote de las piedras. -Ya… - fue lo único que respondió casi en silencio y a destiempo.
Era inversamente proporcional el movimiento de ambos personajes; la otra mitad de las veces en que Nuria era sorprendida, se congelaba. Cuanto más se movía Ircan, más petrificada quedaba ella. Allí, desde su sitio en la mitad de todo, observaba. Lo veía todo, como él no era para nada ordinario. Tal vez no fuese mítico, pero tampoco era normal. “Los ojos…” dijo para sus fueros internos, atribuyéndole ese brillo a la enfermedad que le aquejaba. Ella también percibió como él se aferraba a la vida con pasión, con total entrega y muy en el fondo se preguntó si sería capaz de lo mismo, siendo los papeles invertidos. Advirtió cómo los labios de él se movían y él parecía apremiarle a hacer algo, empero, más allá de sus esfuerzos su cuerpo parecía no responderle.
- Patatas y claveles- murmuró al volver en sí tras unos momentos de confusión. Enarcó una ceja al ver el rostro de Ircan tan de cerca. Tenía que admitir que estaba tentada en quitarle esas vendas para ver su rostro que prometía ser atractivo, no obstante se percató de la extraña posición en la que se encontraban e intentó rodar hacia un lado, sólo luego de secarse la baba con el revés de su mano. No sabía cuándo, pero a juzgar por el pecho húmedo del joven, estaba segura de que había hecho algo que no debía. Se aclaró la garganta y puso cara de póker, como su estrategia de rodar no funcionó más que para sentir en otras posiciones el cuerpo de él, terminó por sentarse sobre el joven, girar sobre él y finalmente levantarse.
-Lo siento mucho- dijo fuerte y claro, tal vez más fuerte de lo que había planeado originalmente mientras le tendía la mano para ayudarle a ponerse en pie, era lo mínimo que podía hacer a esas alturas. Acto seguido, se atusó el pelo y le dio un rapapolvo a su falda, algo inquieta. - Imaginaba explorar escaleras arriba. No abajo- comentó sin salir de su asombro. De la misma forma que anteriormente, ella sintió un cambio de aire y luego ¡se hizo la luz! El sótano en el que se encontraban parecía haber sido remodelado en un pasado cercano, incluyendo iluminación. Mucha iluminación. A unos metros por delante, colgaba una araña ricamente decorada y llena de velas. Pero lo inquietante no era lo que se podía ver, sino aquello que se resguardaba en la penumbra, aquellos sonidos irreconocibles para una chica inexperta como Nuria. Ruidos que ella figuraba eran de seres vivos junto con agudos chirridos. Volvió a morderse el labio superior, quería tener al menos su sartén a la mano, pero recordaba haberla dejado caer cuando fue jalada por su compañero.
-Parece bastante largo. ¿Deberíamos ver qué hay o ir escaleras arriba?- preguntó con un hilo de voz. Ella ya había decidido asumir el papel de personaje de soporte, por lo que se encontraba ligeramente más atrás que él, con los puños cerrados y armándose de valor para seguir a su protagonista heroico.
Nuria
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
Off-rol: Hago una tirada de runas previas para ver mi suerte en las acciones que voy a tomar.
Muy mala: salgo herido y quedo encerrado en el sótano, pero Nuria se salva.
Mala: salgo herido pero consigo salir del sótano con Nuria
Normal:Salgo del sótano, pero me desplomo por el cansancio originado por la enfermedad.
Buena: Salgo del sótano, pero necesito un momento para descansar y veo borroso.
Muy buena: Salgo del sótano y simplemente tengo que recuperar el aliento.
Muy mala: salgo herido y quedo encerrado en el sótano, pero Nuria se salva.
Mala: salgo herido pero consigo salir del sótano con Nuria
Normal:Salgo del sótano, pero me desplomo por el cansancio originado por la enfermedad.
Buena: Salgo del sótano, pero necesito un momento para descansar y veo borroso.
Muy buena: Salgo del sótano y simplemente tengo que recuperar el aliento.
Ircan
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
El miembro 'Ircan' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
Por unos instantes, me quedé dormido, debido al cansancio acumulado y al golpe que me acaba de dar. Me desperté al sentir como un cuerpo delicado se refrotaba contra mi, algo que, para mi sorpresa, no fue para nada molesto, más bien al contrario. Pero el "bonito" despertar se interrumpió cuando sentí como dicho cuerpo se sentaba en mi estomago para levantarse.
-Aghh. - me quejé mientras sentía como el aire abandonaba mis pulmones cuando me oprimían el estomago.
Cuando ya volví un poco más en mi, vi como Nuria me tendía la mano para ayudarme a levantarme. La acepte y di las gracias que las vendas de mi rostro ocultaban el rubor de mis mejillas. El cuerpo que se había restregado contra mi había sido el de Nuria, y bueno prácticamente habíamos dormido juntos, algo totalmente nuevo para mi a la par que inesperado.
-¿Por qué tengo el pecho mojado?- pregunté a Nuria extrañado, no recordaba que hubiera caído agua, y ella se había despertado antes que yo, a lo mejor sabia la respuesta.
Pero en ese momento se hizo la luz, a niveles extremos. De repente, el sótano, se iluminó con ocho candelabros pegados y repartidos entre las dos paredes laterales que conducían a la escalera de salida. Mientras que en el techo se imponía impresionante una lujosa lampara de araña.
-Que cosas más rara tienen los ricos en los sótanos. - dije extrañado ante la presencia de aquellos objetos.
Escuché la tímida pregunta de mi acompañante que se situaba detrás mía. Parece ser que había tomado la decisión de usarme como escudo, ante los posibles peligros que seguramente aquella casa nos reservaba. Por una parte me sentí halagado, todo aquello se acercaba mucho a las historias que había oído cantar a los bardos, el honorable héroe que protege a la damisela. Pero recordé que la vida no era un cuento, ni yo tenia aspecto de héroe, ni Nuria, por mi guapa que fuera, tenía aspecto de princesa.
Sin embargo, la habitación decidió quitarme el turno de respuesta. Supongo que tenía derecho a ofrecer también una respuesta, y en este caso fue una bastante contundente.
De repente, la luz de la lampara de araña comenzó a parpadear, antes de comenzar a deformarse. Los brazos de la lampara, comenzaron a alargarse y a oscurecerse. El cuerpo de la lampará se agrando tomando la forma de un 8 y se oscureció mientras la parte de arriba se iba haciendo cada vez más gorda. Y así fue, como de la nada y ante nuestro ojos, una gigantesca araña, apareció ante nosotros bajando del techo con su hilo de tela.
-¡Es que esto no se va a acabar nunca! - grité enfadado mientras desenvainaba mi espada. -¡Nuria! ¡Ponte detrás de mi! -me gire hacía la chica con gesto protector. -Y aprovecha cual....
Sin previo aviso sentí como algo me golpeaba las costillas y me estampaba contra la pared dejándome aprisionado contra ella. Miré hacía aquello que me aprisionaba y vi una de las patas de la araña, la cual se acercaba peligrosamente con sus colmillos.
Me mordí el labio furioso y enarbolé mi espada para clavarla en la pata de la araña que me aprisionaba. La araña gimió de dolor y se vio obligada a soltarme. Caí al suelo y me levanté rápidamente para aprovechar el tiempo que había ganado. Corrí hacía Nuria y la tomé de la mano, tirando de ella para salir de allí cuanto antes.
-¡Corre! ¡Tenemos que salir de aquí! -le apremié. No podía dejar que le pasará nada malo.
Pero nuestro, o nuestros enemigos más bien, no nos pondrían las cosas tan fáciles. De improvisto, los candelabros colocados en las paredes se convirtieron también en arañas, del tamaño de un perro, gradualmente, dejando la habitación cada vez más a oscuras.
Las arañas saltaban a por nosotros, y yo las repelía bien con mi espada o bien a patadas. Pero cada vez eran más, y la araña gigante cada vez estaba más cerca. La sala estaba cada vez más oscura, sólo quedaban dos candelabros encendidos, los más cercanos a la escalera. Gracias a la desaparición gradual de la luz, mis ojos se pudieron adaptar antes a la oscuridad. Notaba como el lobo de mi interior bramía furioso por salir, algo que me otorgaba alguna de sus cualidades, pero no podía dejarle salir. No estando Nuria conmigo, aquella bestia no distinguía entre amigo y enemigo.
-¡Corre a la escalera! ¡Sal de aquí!- le grité a la chica que se dispuso a replicar. -¡YA! - le grité, dándole una orden directa que no admitía replica.
Los dos últimos candelabros desaparecieron para convertirse en arañas, dejando la prácticamente a oscuras, la luz de la luna que entraba por el agujero que había hecho nos ayudaba un poco. Sin embargo, la chica parecía que no se adaptaba tan bien a la oscuridad. No vio como las arañas, que antes eran candelabros, se lanzaban hacía ella.
La empujé antes de que estas pudieran alcanzarla. La chica calló colocando las manos en uno de los primeros escalones de las escaleras y comenzó a subirla a ciegas. Yo mientras tanto había repelido a una de las arañas con mi espada, pero la otra me mordió el gemelo de la pierna izquierda, provocandome un inmenso dolor. Furioso, balanceé mi espada para atravesar al maldito bicho. Pero cuando mi espada se disponía a atravesar su cabeza, la araña se desvaneció.
"Pero que demonios..." pensé mirando incrédulo al lugar vació que había ocupado la araña, pues aunque la araña no estaba mi herida era totalmente real.
Me giré y bateé otra araña que se lanzaba hacía a mí, y subí las escaleras, con gran dificultad, pues lo hacía de espaldas y herido mientras me defendía de nuevas acometidas.
Llegando a los últimos escalones, pateé a una araña y me apresuré a pasar por la puerta y cerrarla.
-¡Ayudame! - le grité a Nuria que me miraba sin saber muy bien que hacer.
-¡Nosotros solos no vamos a poder!- me gritó algo nerviosa mientras se acercaba a la puerta.
La chica tenía razón. Busqué con la mirada y vi un armario cercano a la puerta.
-Tienes razón.- le dije mientras abandonaba la puerta para ir a por el armario. -¡Aguanta un poco!- le rogué viendo como la puerta comenzaba a abriré con fuertes golpes, mientras la chica hacía uso de toda su fuerza para mantenerla cerrada.
Empecé a empujar el armario para acercarlo a la puerta, pero iba demasiado despacio.
-¡No voy a poder aguantar mucho más! -gritó la chica desesperada mientras la puerta comenzaba a ceder, pues se veían ya algunas patas de las arañas.
-¡Maldita sea!- maldije al armario mirándolo con rabia. Y le pegué un empujón, que lo hizo zarandearse, lo que me dio una idea. -¡Apártate! - le grité antes de darle un empujón al armario con más fuerza, haciéndolo caer hacía la puerta.
La chica se quitó en el momento justo en el que el armario cayó cerrando la puerta y cercenando algunas patas que habían traspasado el umbral. Por ahora estábamos a salvo.
-Lo siento. Siento haberte tirado un armario encima. - me disculpé por la peligrosa, aunque eficiente, idea que había tenido.
Tras eso, todo el cansancio acumulado y el dolor de la pierna me vino de golpe. A parte, sentí como la pierna se me dormía, y caí irremediablemente al suelo. A parte de que estaba agotado, sentí como mi cuerpo se paralizaba, seguramente era parte del veneno de la araña.
-Cie...cierra... la...- intenté articular palabra. Me estaba quedando paralizado, pero había distinguido la sala en la que estábamos, era por la que yo había entrado.- pu..pu..puerta d..d..e la co...co...cina.- conseguí avisar a mi acompañante.
Pues era consciente de que si no nos aseguramos de que esa puerta quedaba cerrada, seguramente las arañas nos seguirían al piso de arriba por el agujero que había hecho.
Tras eso, caí en un profundo sueño.
_______________________________________________________________________________________________________
Off rol: Espero que no te moleste como he movido a Nuria o los diálogos. Cualquier problema me dices y edito sin demora
PD: Ahora Ircan queda en tus manos xD, agradéceselo a las runas.
-Aghh. - me quejé mientras sentía como el aire abandonaba mis pulmones cuando me oprimían el estomago.
Cuando ya volví un poco más en mi, vi como Nuria me tendía la mano para ayudarme a levantarme. La acepte y di las gracias que las vendas de mi rostro ocultaban el rubor de mis mejillas. El cuerpo que se había restregado contra mi había sido el de Nuria, y bueno prácticamente habíamos dormido juntos, algo totalmente nuevo para mi a la par que inesperado.
-¿Por qué tengo el pecho mojado?- pregunté a Nuria extrañado, no recordaba que hubiera caído agua, y ella se había despertado antes que yo, a lo mejor sabia la respuesta.
Pero en ese momento se hizo la luz, a niveles extremos. De repente, el sótano, se iluminó con ocho candelabros pegados y repartidos entre las dos paredes laterales que conducían a la escalera de salida. Mientras que en el techo se imponía impresionante una lujosa lampara de araña.
-Que cosas más rara tienen los ricos en los sótanos. - dije extrañado ante la presencia de aquellos objetos.
Escuché la tímida pregunta de mi acompañante que se situaba detrás mía. Parece ser que había tomado la decisión de usarme como escudo, ante los posibles peligros que seguramente aquella casa nos reservaba. Por una parte me sentí halagado, todo aquello se acercaba mucho a las historias que había oído cantar a los bardos, el honorable héroe que protege a la damisela. Pero recordé que la vida no era un cuento, ni yo tenia aspecto de héroe, ni Nuria, por mi guapa que fuera, tenía aspecto de princesa.
Sin embargo, la habitación decidió quitarme el turno de respuesta. Supongo que tenía derecho a ofrecer también una respuesta, y en este caso fue una bastante contundente.
De repente, la luz de la lampara de araña comenzó a parpadear, antes de comenzar a deformarse. Los brazos de la lampara, comenzaron a alargarse y a oscurecerse. El cuerpo de la lampará se agrando tomando la forma de un 8 y se oscureció mientras la parte de arriba se iba haciendo cada vez más gorda. Y así fue, como de la nada y ante nuestro ojos, una gigantesca araña, apareció ante nosotros bajando del techo con su hilo de tela.
-¡Es que esto no se va a acabar nunca! - grité enfadado mientras desenvainaba mi espada. -¡Nuria! ¡Ponte detrás de mi! -me gire hacía la chica con gesto protector. -Y aprovecha cual....
Sin previo aviso sentí como algo me golpeaba las costillas y me estampaba contra la pared dejándome aprisionado contra ella. Miré hacía aquello que me aprisionaba y vi una de las patas de la araña, la cual se acercaba peligrosamente con sus colmillos.
Me mordí el labio furioso y enarbolé mi espada para clavarla en la pata de la araña que me aprisionaba. La araña gimió de dolor y se vio obligada a soltarme. Caí al suelo y me levanté rápidamente para aprovechar el tiempo que había ganado. Corrí hacía Nuria y la tomé de la mano, tirando de ella para salir de allí cuanto antes.
-¡Corre! ¡Tenemos que salir de aquí! -le apremié. No podía dejar que le pasará nada malo.
Pero nuestro, o nuestros enemigos más bien, no nos pondrían las cosas tan fáciles. De improvisto, los candelabros colocados en las paredes se convirtieron también en arañas, del tamaño de un perro, gradualmente, dejando la habitación cada vez más a oscuras.
Las arañas saltaban a por nosotros, y yo las repelía bien con mi espada o bien a patadas. Pero cada vez eran más, y la araña gigante cada vez estaba más cerca. La sala estaba cada vez más oscura, sólo quedaban dos candelabros encendidos, los más cercanos a la escalera. Gracias a la desaparición gradual de la luz, mis ojos se pudieron adaptar antes a la oscuridad. Notaba como el lobo de mi interior bramía furioso por salir, algo que me otorgaba alguna de sus cualidades, pero no podía dejarle salir. No estando Nuria conmigo, aquella bestia no distinguía entre amigo y enemigo.
-¡Corre a la escalera! ¡Sal de aquí!- le grité a la chica que se dispuso a replicar. -¡YA! - le grité, dándole una orden directa que no admitía replica.
Los dos últimos candelabros desaparecieron para convertirse en arañas, dejando la prácticamente a oscuras, la luz de la luna que entraba por el agujero que había hecho nos ayudaba un poco. Sin embargo, la chica parecía que no se adaptaba tan bien a la oscuridad. No vio como las arañas, que antes eran candelabros, se lanzaban hacía ella.
La empujé antes de que estas pudieran alcanzarla. La chica calló colocando las manos en uno de los primeros escalones de las escaleras y comenzó a subirla a ciegas. Yo mientras tanto había repelido a una de las arañas con mi espada, pero la otra me mordió el gemelo de la pierna izquierda, provocandome un inmenso dolor. Furioso, balanceé mi espada para atravesar al maldito bicho. Pero cuando mi espada se disponía a atravesar su cabeza, la araña se desvaneció.
"Pero que demonios..." pensé mirando incrédulo al lugar vació que había ocupado la araña, pues aunque la araña no estaba mi herida era totalmente real.
Me giré y bateé otra araña que se lanzaba hacía a mí, y subí las escaleras, con gran dificultad, pues lo hacía de espaldas y herido mientras me defendía de nuevas acometidas.
Llegando a los últimos escalones, pateé a una araña y me apresuré a pasar por la puerta y cerrarla.
-¡Ayudame! - le grité a Nuria que me miraba sin saber muy bien que hacer.
-¡Nosotros solos no vamos a poder!- me gritó algo nerviosa mientras se acercaba a la puerta.
La chica tenía razón. Busqué con la mirada y vi un armario cercano a la puerta.
-Tienes razón.- le dije mientras abandonaba la puerta para ir a por el armario. -¡Aguanta un poco!- le rogué viendo como la puerta comenzaba a abriré con fuertes golpes, mientras la chica hacía uso de toda su fuerza para mantenerla cerrada.
Empecé a empujar el armario para acercarlo a la puerta, pero iba demasiado despacio.
-¡No voy a poder aguantar mucho más! -gritó la chica desesperada mientras la puerta comenzaba a ceder, pues se veían ya algunas patas de las arañas.
-¡Maldita sea!- maldije al armario mirándolo con rabia. Y le pegué un empujón, que lo hizo zarandearse, lo que me dio una idea. -¡Apártate! - le grité antes de darle un empujón al armario con más fuerza, haciéndolo caer hacía la puerta.
La chica se quitó en el momento justo en el que el armario cayó cerrando la puerta y cercenando algunas patas que habían traspasado el umbral. Por ahora estábamos a salvo.
-Lo siento. Siento haberte tirado un armario encima. - me disculpé por la peligrosa, aunque eficiente, idea que había tenido.
Tras eso, todo el cansancio acumulado y el dolor de la pierna me vino de golpe. A parte, sentí como la pierna se me dormía, y caí irremediablemente al suelo. A parte de que estaba agotado, sentí como mi cuerpo se paralizaba, seguramente era parte del veneno de la araña.
-Cie...cierra... la...- intenté articular palabra. Me estaba quedando paralizado, pero había distinguido la sala en la que estábamos, era por la que yo había entrado.- pu..pu..puerta d..d..e la co...co...cina.- conseguí avisar a mi acompañante.
Pues era consciente de que si no nos aseguramos de que esa puerta quedaba cerrada, seguramente las arañas nos seguirían al piso de arriba por el agujero que había hecho.
Tras eso, caí en un profundo sueño.
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PD: Ahora Ircan queda en tus manos xD, agradéceselo a las runas.
Ircan
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
Las escasas habilidades comunicacionales de Nuria se rechazaban una a la otra, siendo todas de igual fuerza, se anulaban dejando a la joven humana acogiendo silenciosamente en su semblante, las respuestas tardías ante los comentarios de Ircan: sonrojos, debilidad en las rodillas, ligeros temblores. Por otro lado, las reacciones que eran ajenas a lo que respectaba a su compañero se volvieron hoscas y duras, sus ojos parecían haberse enfriado, perdiendo su habitual brillo. -Um hmm…- La presión entre sus labios dibujó una línea blanca. No sabía qué eran esas cosas, pero ciertamente, sabía cómo tratar con arañas. Aplastándolas. Esas mal agradecidas siempre causaban estragos allí donde les perdonaba la vida. “Patitas asadas” pensó, jugando con la idea de descuartizarlas, dado su tamaño. La joven estaba prácticamente segura que esa era una nueva raza en la familia y por tanto, no le importaría ofrecerse de voluntaria como jurado gourmet. Aunque en el fondo no quería, se mantuvo tras su defensor, después de todo, ella probablemente no ofrecería más que un escaso aperitivo si esas mascotas se volvían violentas.
Una parte de la mente de Nuria se preguntaba qué se sentiría ser envuelta en su tela, otra, se dedicaba a bloquear la parte de ser disuelta internamente antes de convertirse en el té de media tarde. -¡Oh!- atinó a decir al ver a Ircan siendo barrido literalmente de su vista. Se llevó las manos a la cabeza, manteniendo sus labios en forma de “O”. La criada buscó entre sus ropajes las tijeras que siempre llevaba consigo “poca estatura pero no coraje” pensó para sí un momento antes de lanzarse a apuñalar a la bestia, pero se detuvo en seco al constatar que Ircan no parecía gravemente herido y al ver que tenía más sentido atacar con una espada cuantiosamente más larga, que con un par de tijeras endebles. Tomó una nota mental de que a partir de ese momento, debería de salir con la naginata, incluso a dar un paseo. El joven sabía cómo moverse, Nuria le observaba sin perder detalle, unas gotas calientes sobre su cabello y brazos llamaron su atención, distrayéndole. Parecía sangre. “Llueve sangre” observó para sí, pero pronto se dio cuenta de dos cosas: la primera, ante ese pensamiento, los ojos de la araña cambiaron momentáneamente de color.
“Ser jalada de los brazos no es exactamente la forma más cómoda para pensar”. El hecho de que insectos tan grandes como un can intentaran detenerles a toda costa, tampoco era para nada ignorable, incluso para la despistada de Nuria. Sin embargo, no podía hacer mucho frente a múltiples enemigos. De estar en una situación normal, probablemente las hubiese ahuyentado con fuego para luego alimentarles con carne envenenada, pero la situación era crítica, por lo que se limitó a correr, intentando no tropezar con sus propios pies en tanto la oscuridad les envolvía. La orden de separarse de él fue una revelación, no solamente Ircan creía que ella sería un estorbo, sino que le tenía por muy poca cosa si creía que dejaría a un amigo enfermo con esas bestias. Pero ese “ya” que para ella sonó peor que un grito para apartar a un perro sarnoso hizo que se arrepintiera en el acto de lo que comenzaba a decir. Se mordió el labio inferior e inhaló fuertemente por la nariz, tragándose sus ganas de llorar junto con alguna lagrimita traidora. Giró sobre su eje y reanudó la carrera con su mente en blanco.
“No solo me corre sino que además me aporrea” sus pensamientos eran poco menos que vociferaciones en lo que, cual un zopilote encandilado, intentaba subir por las escaleras, o más bien reptar por ellas, ajena en gran medida, a las batallas de su compañero para mantenerla a salvo. Una vez del otro lado de la puerta y en la claridad de una habitación que no tuvo mucho tiempo de explorar vio a Ircan luchando contra enemigos invisibles. Para entonces ella estaba bastante cabreada y sin saber qué más pensar. No sabía si su compañero había perdido el ancla a la realidad o las arañas eran más misteriosas de lo que ella había juzgado. Ante la orden del joven, comenzó a chillar y por un momento se mantuvo en silencio, incapaz de reconocerse a ella misma en lo que había dicho. Era perfecto, comenzaba a responder como una persona normal. Su mente se volvió rosa, olvidando por un momento la situación.
Después del incidente del armario, Ircan quedó inconsciente. Nuria se acercó a él para evaluar rápidamente su estado y puso una mano bajo su nariz para comprobar si respiraba, al cerciorarse que estaba vivo, se dirigió a la cocina pero su sorpresa la hizo detenerse. A su espalda se encontraba su compañero inconsciente, a varios metros a su izquierda la puerta principal, algunos pasos a su derecha, después de una pequeña antesala, la entrada a la cocina (puerta que debía cerrar) pero frente a ella, se desplegaba una elegante escalera que debía llevar al segundo piso, el sobresalto, era consecuencia de la presencia de alrededor de diez niños, similares en apariencia y edad. - ¡…!- estaba atónita. La criada hizo un esbozo de saludo levantando la mano, pero recordó a las arañas y corrió hacia la puerta. ¡Jamás se había dado un susto tan grande en toda su vida! Y es que, cuando estaba a un click de cerrarla en la cara de uno de esos animales, el brazo delicado de una niña salió de la habitación tomando la mano de la joven. Nuria dio un grito inentendible mientras soltaba la abertura antes de machacarle el brazo a la criatura.
La joven dio unos pasos hacia atrás sólo para percatarse que el grupo había bajado silenciosamente las escaleras para acercarse a ella, aunque aquello no era más que el producto de su imaginación y concentración en la otra habitación, puesto que la tormenta aún arreciaba y los sonidos de los pasos se apagaban con la enorme alfombra que recubría el descenso de los interminables escalones. Sus labios se curvaron hacia abajo en un gesto desesperanzado y triste; era casi imposible que todos saliesen con bien de la situación. Sin embargo, la aparición de la niña aparentemente sana, le devolvió un semblante más tranquilo. “¿Qué se hicieron esas bestias?” se preguntaba mientras tomaba la mano de la infante y caminaba hacia el grupo compacto. Los pequeños aparentaban unos diez años y se comprimían contra una figura de la que no se había percatado antes: una dama que no habría pasado los treintas. Su largo cabello ébano caía en cascada por sus hombros, descubiertos en un vestido que había visto mejores tiempos pero que aún le favorecía. Su tez más bien oscura denotaba una belleza exótica que realzaba el azul de sus ojos. El marco elegante de sus hombros y su porte la delataban como la señora Abes.
Nuria no cabía en su asombro. Era tal su estupefacción que no fue capaz de citar sus tres comidas favoritas en voz alta. Una vez asimilada la primera impresión se movió con más rapidez, a lo que el grupo respondió alejándose torpemente. Le temían. - No pretendo ningún daño, sino todo lo contrario. Mi nombre es Nuria, vengo desde la mansión Branzen, me acerqué a esta residencia buscando cobijo de la tormenta pero mi amigo y yo nos vimos emboscados por el fuego y las arañas.- La joven acompañaba sus palabras con ademanes para dar más credibilidad a la historia, quería estar del lado bueno de la que suponía era Ágata, Ágata Abes. Al principio ella se mostró renuente, le recordó a Ircan con sus vendas y timidez, parte del rostro de ella también estaba recubierto, al igual que el de algunos de los niños. -Mi amigo está herido e inconsciente más atrás- presionó, conocía esa expresión, la señora Abes estaba debatiéndolo.
La niña que salió de la cocina con arañas, tomó la mano de la fémina “no hay más niñas” racionalizó la criada mientras ponía sus ojos en el resto del grupo para analizarlos mejor. Algunos de los vendados parecían inquietos, deseosos de rascarse bajo las vendas. Otros le devolvían la misma mirada curiosa que ella misma tenía. Pero todos, incluso Ágata, parecían temerle a algo, estaban renuentes a hacer contacto con ella. - Se que nuestra presencia no es deseada, en cuanto podamos movernos prometo que nos iremos de aquí. Es un alivio saber que los Abes se encuentran bien- agregó, intentando algo de coerción sentimental. Al parecer eso gatilló la respuesta de la dama.
- Mostrádmelo, yo misma le atenderé. Se marcharán cuando yo lo estime conveniente, ni antes ni después
La amenaza velada fue desestimada por Nuria casi en el mismo instante en el que la escuchó, ya había tenido bastante de eso en el pasado, comenzando por su madre para hacerle pensar que si ella tenía sus propias ideas sobre algo, solo la incordiaba a ella.
Una vez que Ircan fue curado y puesto sobre un divan, la criada pudo respirar tranquila y sintió que las piernas se le aflojaban. Cayó sentada al piso, sintiendo que el aire entraba a su cuerpo por primera vez en mucho tiempo.
-Ahora que todos estamos más tranquilos, quiero saber quiénes son y la razón de su estancia aquí. Si realmente estás bajo las órdenes del señor Branzen, es imposible que desconozcas los rumores- Sus ojos se posaron sobre la cera roja de las velas sobre el cuerpo de Nuria. - Ya no hay vuelta atrás pequeña…
Una parte de la mente de Nuria se preguntaba qué se sentiría ser envuelta en su tela, otra, se dedicaba a bloquear la parte de ser disuelta internamente antes de convertirse en el té de media tarde. -¡Oh!- atinó a decir al ver a Ircan siendo barrido literalmente de su vista. Se llevó las manos a la cabeza, manteniendo sus labios en forma de “O”. La criada buscó entre sus ropajes las tijeras que siempre llevaba consigo “poca estatura pero no coraje” pensó para sí un momento antes de lanzarse a apuñalar a la bestia, pero se detuvo en seco al constatar que Ircan no parecía gravemente herido y al ver que tenía más sentido atacar con una espada cuantiosamente más larga, que con un par de tijeras endebles. Tomó una nota mental de que a partir de ese momento, debería de salir con la naginata, incluso a dar un paseo. El joven sabía cómo moverse, Nuria le observaba sin perder detalle, unas gotas calientes sobre su cabello y brazos llamaron su atención, distrayéndole. Parecía sangre. “Llueve sangre” observó para sí, pero pronto se dio cuenta de dos cosas: la primera, ante ese pensamiento, los ojos de la araña cambiaron momentáneamente de color.
“Ser jalada de los brazos no es exactamente la forma más cómoda para pensar”. El hecho de que insectos tan grandes como un can intentaran detenerles a toda costa, tampoco era para nada ignorable, incluso para la despistada de Nuria. Sin embargo, no podía hacer mucho frente a múltiples enemigos. De estar en una situación normal, probablemente las hubiese ahuyentado con fuego para luego alimentarles con carne envenenada, pero la situación era crítica, por lo que se limitó a correr, intentando no tropezar con sus propios pies en tanto la oscuridad les envolvía. La orden de separarse de él fue una revelación, no solamente Ircan creía que ella sería un estorbo, sino que le tenía por muy poca cosa si creía que dejaría a un amigo enfermo con esas bestias. Pero ese “ya” que para ella sonó peor que un grito para apartar a un perro sarnoso hizo que se arrepintiera en el acto de lo que comenzaba a decir. Se mordió el labio inferior e inhaló fuertemente por la nariz, tragándose sus ganas de llorar junto con alguna lagrimita traidora. Giró sobre su eje y reanudó la carrera con su mente en blanco.
“No solo me corre sino que además me aporrea” sus pensamientos eran poco menos que vociferaciones en lo que, cual un zopilote encandilado, intentaba subir por las escaleras, o más bien reptar por ellas, ajena en gran medida, a las batallas de su compañero para mantenerla a salvo. Una vez del otro lado de la puerta y en la claridad de una habitación que no tuvo mucho tiempo de explorar vio a Ircan luchando contra enemigos invisibles. Para entonces ella estaba bastante cabreada y sin saber qué más pensar. No sabía si su compañero había perdido el ancla a la realidad o las arañas eran más misteriosas de lo que ella había juzgado. Ante la orden del joven, comenzó a chillar y por un momento se mantuvo en silencio, incapaz de reconocerse a ella misma en lo que había dicho. Era perfecto, comenzaba a responder como una persona normal. Su mente se volvió rosa, olvidando por un momento la situación.
Después del incidente del armario, Ircan quedó inconsciente. Nuria se acercó a él para evaluar rápidamente su estado y puso una mano bajo su nariz para comprobar si respiraba, al cerciorarse que estaba vivo, se dirigió a la cocina pero su sorpresa la hizo detenerse. A su espalda se encontraba su compañero inconsciente, a varios metros a su izquierda la puerta principal, algunos pasos a su derecha, después de una pequeña antesala, la entrada a la cocina (puerta que debía cerrar) pero frente a ella, se desplegaba una elegante escalera que debía llevar al segundo piso, el sobresalto, era consecuencia de la presencia de alrededor de diez niños, similares en apariencia y edad. - ¡…!- estaba atónita. La criada hizo un esbozo de saludo levantando la mano, pero recordó a las arañas y corrió hacia la puerta. ¡Jamás se había dado un susto tan grande en toda su vida! Y es que, cuando estaba a un click de cerrarla en la cara de uno de esos animales, el brazo delicado de una niña salió de la habitación tomando la mano de la joven. Nuria dio un grito inentendible mientras soltaba la abertura antes de machacarle el brazo a la criatura.
La joven dio unos pasos hacia atrás sólo para percatarse que el grupo había bajado silenciosamente las escaleras para acercarse a ella, aunque aquello no era más que el producto de su imaginación y concentración en la otra habitación, puesto que la tormenta aún arreciaba y los sonidos de los pasos se apagaban con la enorme alfombra que recubría el descenso de los interminables escalones. Sus labios se curvaron hacia abajo en un gesto desesperanzado y triste; era casi imposible que todos saliesen con bien de la situación. Sin embargo, la aparición de la niña aparentemente sana, le devolvió un semblante más tranquilo. “¿Qué se hicieron esas bestias?” se preguntaba mientras tomaba la mano de la infante y caminaba hacia el grupo compacto. Los pequeños aparentaban unos diez años y se comprimían contra una figura de la que no se había percatado antes: una dama que no habría pasado los treintas. Su largo cabello ébano caía en cascada por sus hombros, descubiertos en un vestido que había visto mejores tiempos pero que aún le favorecía. Su tez más bien oscura denotaba una belleza exótica que realzaba el azul de sus ojos. El marco elegante de sus hombros y su porte la delataban como la señora Abes.
Nuria no cabía en su asombro. Era tal su estupefacción que no fue capaz de citar sus tres comidas favoritas en voz alta. Una vez asimilada la primera impresión se movió con más rapidez, a lo que el grupo respondió alejándose torpemente. Le temían. - No pretendo ningún daño, sino todo lo contrario. Mi nombre es Nuria, vengo desde la mansión Branzen, me acerqué a esta residencia buscando cobijo de la tormenta pero mi amigo y yo nos vimos emboscados por el fuego y las arañas.- La joven acompañaba sus palabras con ademanes para dar más credibilidad a la historia, quería estar del lado bueno de la que suponía era Ágata, Ágata Abes. Al principio ella se mostró renuente, le recordó a Ircan con sus vendas y timidez, parte del rostro de ella también estaba recubierto, al igual que el de algunos de los niños. -Mi amigo está herido e inconsciente más atrás- presionó, conocía esa expresión, la señora Abes estaba debatiéndolo.
La niña que salió de la cocina con arañas, tomó la mano de la fémina “no hay más niñas” racionalizó la criada mientras ponía sus ojos en el resto del grupo para analizarlos mejor. Algunos de los vendados parecían inquietos, deseosos de rascarse bajo las vendas. Otros le devolvían la misma mirada curiosa que ella misma tenía. Pero todos, incluso Ágata, parecían temerle a algo, estaban renuentes a hacer contacto con ella. - Se que nuestra presencia no es deseada, en cuanto podamos movernos prometo que nos iremos de aquí. Es un alivio saber que los Abes se encuentran bien- agregó, intentando algo de coerción sentimental. Al parecer eso gatilló la respuesta de la dama.
- Mostrádmelo, yo misma le atenderé. Se marcharán cuando yo lo estime conveniente, ni antes ni después
La amenaza velada fue desestimada por Nuria casi en el mismo instante en el que la escuchó, ya había tenido bastante de eso en el pasado, comenzando por su madre para hacerle pensar que si ella tenía sus propias ideas sobre algo, solo la incordiaba a ella.
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Una vez que Ircan fue curado y puesto sobre un divan, la criada pudo respirar tranquila y sintió que las piernas se le aflojaban. Cayó sentada al piso, sintiendo que el aire entraba a su cuerpo por primera vez en mucho tiempo.
-Ahora que todos estamos más tranquilos, quiero saber quiénes son y la razón de su estancia aquí. Si realmente estás bajo las órdenes del señor Branzen, es imposible que desconozcas los rumores- Sus ojos se posaron sobre la cera roja de las velas sobre el cuerpo de Nuria. - Ya no hay vuelta atrás pequeña…
Nuria
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
El mundo era totalmente oscuro, el veneno paralizante de aquella araña no me dejaba abrir ni los parpados. Menos mal que el oído me seguía funcionando bastante bien. De repente, como si salieran de la nada, había aparecido gente, eso o Nuria había decidido ponerse a hablar sola, ninguna de las cosas era algo bueno. Después de lo que había pasado en aquella casa por mi parte no esperaba ninguna ayuda de sus posibles inquilinos ¿qué persona confiable tenía arañas gigantes en el sótano? yo no conozco ninguna. Y luego, la posibilidad de que mi compañera comenzará hablar sola me preocupaba, si la chica había perdido el juicio nuestra situación sólo podría ir a peor. Pero esta segunda posibilidad pronto se desecho por si sola cuando escuche la voz de otra mujer, aunque la respuesta que nos dio la mujer me hizo desear que ojala mi compañera hubiera perdido el juicio. Al momento sentí como varías manos me subían por la escalera.
Una vez fui depositado, sobre una especie de superficie blanda, noté como me vendaban la herida de la pierna, y me la limpiaban con algún tipo de liquido, cuyo olor mi olfato no encontró. Luego la voz femenina se puso a hablar con mi compañera, aunque no me gusto nada el tono que usaba aquella mujer. Mi compañera le repitió nuestras intenciones y le dio la poca información que disponía de mi, que obviamente no era mucha, no habíamos tenido mucho tiempo para hablar.
-Bueno... - intervino la mujer con aquella voz que me sonaba tan sospechosa. - No te preocupes pequeña. Ahora deberías descansar.- y en ese momento sonó una campanita.
De repente sonó una puerta abrirse y unos pasos.
-Estos señores te acompañaran a tu alcoba. Nosotros nos ocuparemos de cuidar a tu amigo. Créeme querida, no puede estar en mejores manos.
-Pero...
-Es de mala educación dudar de la hospitalidad de tus anfitriones, señorita. - le interrumpió la mujer con tono airado. - Y muy descortés por tu parte hacerlo sin haber sido invitada a esta casa. Si gustas podríamos tiraros a la calle ahora mismo.- amenazó haciendo énfasis en la fuerte tormenta que sonaba en el exterior. -Seguro que tu joven amigo lo agradece.- añadió con bastante maldad e inteligencia.
-No...no.- se rindió Nuria ante las palabras de la mujer.
-Muy bien. Por favor señor.... Thomson. Llévela a la habitación de invitados del ala oeste.
Fue en ese momento cuando, por fin, pude abrir los ojos y ver la escena que estaba sucediendo. Una mujer entrada en edad con un vestido que había visto décadas mejores, observaba con una sonrisa malévola como Nuria salia acompañada de una especie de intento de mayordomo algo destartalado y silencioso.
-Nu...Nu...ría n...n...no. - conseguí articular con gran dificultad pero con una voz muy débil. Para cuando lo hice la puerta ya se había cerrado, era prácticamente que Nuria me hubiese oído.
La que si que me oyó fue aquella extraña mujer, la cual se giró hacía a mi con una satisfactoria sonrisa.
-Y tu, asqueroso humano, vas a pagar bien caro lo que les has hecho a mi hermanos.- me amenazó mientras su rostro se transformaba en el de la araña gigante que habíamos visto en el sótano.
No podía moverme, ni siquiera gritar, así que simplemente me morí de miedo en silencio. Sin embargo, el hecho de no tener ninguna libertad de movimientos, me hizo fijarme en una cosa. La cabeza de araña y la de la mujer tenía algo en común. La mujer tenía los mismos ojos que dos de los ocho que tenía la araña.
* * *
Una vez fui depositado, sobre una especie de superficie blanda, noté como me vendaban la herida de la pierna, y me la limpiaban con algún tipo de liquido, cuyo olor mi olfato no encontró. Luego la voz femenina se puso a hablar con mi compañera, aunque no me gusto nada el tono que usaba aquella mujer. Mi compañera le repitió nuestras intenciones y le dio la poca información que disponía de mi, que obviamente no era mucha, no habíamos tenido mucho tiempo para hablar.
-Bueno... - intervino la mujer con aquella voz que me sonaba tan sospechosa. - No te preocupes pequeña. Ahora deberías descansar.- y en ese momento sonó una campanita.
De repente sonó una puerta abrirse y unos pasos.
-Estos señores te acompañaran a tu alcoba. Nosotros nos ocuparemos de cuidar a tu amigo. Créeme querida, no puede estar en mejores manos.
-Pero...
-Es de mala educación dudar de la hospitalidad de tus anfitriones, señorita. - le interrumpió la mujer con tono airado. - Y muy descortés por tu parte hacerlo sin haber sido invitada a esta casa. Si gustas podríamos tiraros a la calle ahora mismo.- amenazó haciendo énfasis en la fuerte tormenta que sonaba en el exterior. -Seguro que tu joven amigo lo agradece.- añadió con bastante maldad e inteligencia.
-No...no.- se rindió Nuria ante las palabras de la mujer.
-Muy bien. Por favor señor.... Thomson. Llévela a la habitación de invitados del ala oeste.
Fue en ese momento cuando, por fin, pude abrir los ojos y ver la escena que estaba sucediendo. Una mujer entrada en edad con un vestido que había visto décadas mejores, observaba con una sonrisa malévola como Nuria salia acompañada de una especie de intento de mayordomo algo destartalado y silencioso.
-Nu...Nu...ría n...n...no. - conseguí articular con gran dificultad pero con una voz muy débil. Para cuando lo hice la puerta ya se había cerrado, era prácticamente que Nuria me hubiese oído.
La que si que me oyó fue aquella extraña mujer, la cual se giró hacía a mi con una satisfactoria sonrisa.
-Y tu, asqueroso humano, vas a pagar bien caro lo que les has hecho a mi hermanos.- me amenazó mientras su rostro se transformaba en el de la araña gigante que habíamos visto en el sótano.
No podía moverme, ni siquiera gritar, así que simplemente me morí de miedo en silencio. Sin embargo, el hecho de no tener ninguna libertad de movimientos, me hizo fijarme en una cosa. La cabeza de araña y la de la mujer tenía algo en común. La mujer tenía los mismos ojos que dos de los ocho que tenía la araña.
Ircan
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
Nuria estaba bajo la impresión de que la señora Abes la estaba subestimando en varios aspectos. Ella era pequeña, pero sólo de tamaño, no de edad. Evidentemente no aún le faltaban partes para desarrollarse, con sólo una mirada, cualquiera se podría dar cuenta de que no podía llenar tan bien su uniforme como lo hacía Ágata con su vestido. “Eso no es todo lo que importa” pensó para sí mientras se apretujaba los pechos a espaldas del extraño mayordomo. La forma en la que había sido prácticamente obligada a dejar a su compañero solamente le hacía dudar de las intenciones de su anfitriona. Por unos instantes la idea de ser tirados a la calle le pareció tentadora. La señora Abes no le había gustado, el carácter prepotente y casi tiránico solamente levantaron sospechas; en un mundo pandémico era solamente normal que alguien deje de ser gentil y amable, pero tantos extremos eran cuanto menos dignos de almacenar en algún rincón de su mente.
El señor Thomson era como Omer, despedía ese aire de tanta suficiencia que se volvía inquietante. Nuria para ese entonces, no estaba de humor como para que la continuaran envolviendo en marañas sin sentido. Al contrario del mayordomo de la residencia Branzen, este parecía no tener voz, solo la voluntad de cumplir los deseos de Ágata. -Hm hum…- no le gustaba alejarse de Ircan, cuando pensó en excusarse para regresar, el mayordomo giró su cabeza como una lechuza, de una forma casi antinatural, sus ojos parecían brillar como la araña del sótano por unos momentos. La criada abandonó en seguida esa línea de pensamiento “extraño” y se mordió la uña de su pulgar derecho mientras jugaba con el lóbulo de la oreja izquierda, un signo de extrema concentración en ella. “Y si…” pensó para sí mientras se detenía concentrándose en un cuadro del pasillo. El mayordomo pareció restarle importancia y volvió sobre sus pasos para ponerse a su lado, como si fuese algo natural para una joven de su edad mirar una obra de arte que plasmaba una niña tirando la cabeza de su madre por un barranco.
-…
Retomaron camino, Nuria, quién cuando no quería dejarse llevar podía llegar a ser más terca que una mula, volvió a pensar en volver con Ircan, pero esta vez sus pensamientos tenían un borde áspero, miró de reojo al criado, quién tuvo la misma reacción en su semblante, sobre todo sus ojos. “No, demasiado descabellado” se dijo para sí, pero tenía la duda muy arraigada. Realmente no quería pensar que esas cosas pudiesen entrar en su cabeza o qué tanto podían leer. Aunque Thomson no pudo leer algo que Nuria no pensó, en primer lugar porque solía moverse instintivamente y no pensar mucho, y en segundo lugar, porque el desvío de su camino tras el hombre obedeció a un hecho fortuito. Tropezó con una arruga en la alfombra, se recostó sobre una pared y ésta cedió, trasladándola a una habitación contigua. Decorada con cuadros como el que había admirado minutos atrás.
Nuria tuvo que esquivar un lienzo volador, luego un juego de pinceles y finalmente pinturas. La destreza con la que pudo salir bien librada del asunto, hizo que su pequeña atacante se enojara aún más, tirándose al piso para hacer una rabieta, con golpes en el suelo con manos y pies y muchas lágrimas. Como la criada sólo había escuchado acerca de ese tipo de escenas pero nunca presenciado una, se agachó a su lado y la picó con su índice. La niña se detuvo un momento, se miraron y continuó con el berrinche.
- Lo siento, me he equivocado de habitación. Debería de estar con Thomson en el ala Oeste.
Sus palabras cayeron en saco roto. Nuria suspiró y se puso en pie, intentó encontrar una forma de salir pero le fue imposible.
- ¿A ti no te importa que llore?
La criada lo pensó unos momentos, el simple hecho de que lo hiciera agregó al mal humor de la niña.
-Claro, me importa que las personas lloren. Pero solo si es lo que sienten en su corazón
La niña pareció sopesarlo por un momento. Entonces entrecerró sus ojos y miró a la criada con una expresión cruel.
-Veremos si tu Ircan siente el dolor de la tortura de mis amigos en su corazón
-… Amigos… ¿Las arañas?
-Y los demás
-¿Los niños?
-¡Los niños no son mis amigos! Mis amigos creyeron que alguno de ellos podría ser mi hermano y de alguna forma se han ido juntando. Ni siquiera se cuántos siguen vivos
-…
Nuria miró sus manos, intentaba ser buena y no pensar mal de los Abes.
-Se supone que tu hermano murió
La niña se encogió de hombros, triunfante.
-No entiendo por qué te dejaron viva. Eres una molestia y como tal deberías de estar muerta y no aquí. ¡Quiero que mueras! ¿Por qué tus pesadillas no te atacan? ¿por qué mamá no te mató?
Nuria golpeó la palma de su mano derecha con el puño izquierdo, produciendo un sonido fuerte e inesperado que le causó un sobresalto a la niña.
-…
-¿Por qué hiciste eso? como Nuria no le respondió una vez en su trance de pensamiento, la niña había decidido continuar pero fue interrumpida.
- La señora Abes cree que soy pequeña
-¿Tú? ¡Ja! Pero si eres una vieja ¡y más plana que una tabla de planchar! Esas cosas deben de estar perdiendo su toque…
Una ceja se le paró a la criada “cosas” “pesadillas” “muerte”. Nuria pensó en distintas cosas que podrían enojar a la niña, pero solamente consiguió hacer caras raras que hicieron reír a la chiquilla. Definitivamente ella era normal. “¿Sólo los niños son normales aquí?”
El señor Thomson era como Omer, despedía ese aire de tanta suficiencia que se volvía inquietante. Nuria para ese entonces, no estaba de humor como para que la continuaran envolviendo en marañas sin sentido. Al contrario del mayordomo de la residencia Branzen, este parecía no tener voz, solo la voluntad de cumplir los deseos de Ágata. -Hm hum…- no le gustaba alejarse de Ircan, cuando pensó en excusarse para regresar, el mayordomo giró su cabeza como una lechuza, de una forma casi antinatural, sus ojos parecían brillar como la araña del sótano por unos momentos. La criada abandonó en seguida esa línea de pensamiento “extraño” y se mordió la uña de su pulgar derecho mientras jugaba con el lóbulo de la oreja izquierda, un signo de extrema concentración en ella. “Y si…” pensó para sí mientras se detenía concentrándose en un cuadro del pasillo. El mayordomo pareció restarle importancia y volvió sobre sus pasos para ponerse a su lado, como si fuese algo natural para una joven de su edad mirar una obra de arte que plasmaba una niña tirando la cabeza de su madre por un barranco.
-…
Retomaron camino, Nuria, quién cuando no quería dejarse llevar podía llegar a ser más terca que una mula, volvió a pensar en volver con Ircan, pero esta vez sus pensamientos tenían un borde áspero, miró de reojo al criado, quién tuvo la misma reacción en su semblante, sobre todo sus ojos. “No, demasiado descabellado” se dijo para sí, pero tenía la duda muy arraigada. Realmente no quería pensar que esas cosas pudiesen entrar en su cabeza o qué tanto podían leer. Aunque Thomson no pudo leer algo que Nuria no pensó, en primer lugar porque solía moverse instintivamente y no pensar mucho, y en segundo lugar, porque el desvío de su camino tras el hombre obedeció a un hecho fortuito. Tropezó con una arruga en la alfombra, se recostó sobre una pared y ésta cedió, trasladándola a una habitación contigua. Decorada con cuadros como el que había admirado minutos atrás.
Nuria tuvo que esquivar un lienzo volador, luego un juego de pinceles y finalmente pinturas. La destreza con la que pudo salir bien librada del asunto, hizo que su pequeña atacante se enojara aún más, tirándose al piso para hacer una rabieta, con golpes en el suelo con manos y pies y muchas lágrimas. Como la criada sólo había escuchado acerca de ese tipo de escenas pero nunca presenciado una, se agachó a su lado y la picó con su índice. La niña se detuvo un momento, se miraron y continuó con el berrinche.
- Lo siento, me he equivocado de habitación. Debería de estar con Thomson en el ala Oeste.
Sus palabras cayeron en saco roto. Nuria suspiró y se puso en pie, intentó encontrar una forma de salir pero le fue imposible.
- ¿A ti no te importa que llore?
La criada lo pensó unos momentos, el simple hecho de que lo hiciera agregó al mal humor de la niña.
-Claro, me importa que las personas lloren. Pero solo si es lo que sienten en su corazón
La niña pareció sopesarlo por un momento. Entonces entrecerró sus ojos y miró a la criada con una expresión cruel.
-Veremos si tu Ircan siente el dolor de la tortura de mis amigos en su corazón
-… Amigos… ¿Las arañas?
-Y los demás
-¿Los niños?
-¡Los niños no son mis amigos! Mis amigos creyeron que alguno de ellos podría ser mi hermano y de alguna forma se han ido juntando. Ni siquiera se cuántos siguen vivos
-…
Nuria miró sus manos, intentaba ser buena y no pensar mal de los Abes.
-Se supone que tu hermano murió
La niña se encogió de hombros, triunfante.
-No entiendo por qué te dejaron viva. Eres una molestia y como tal deberías de estar muerta y no aquí. ¡Quiero que mueras! ¿Por qué tus pesadillas no te atacan? ¿por qué mamá no te mató?
Nuria golpeó la palma de su mano derecha con el puño izquierdo, produciendo un sonido fuerte e inesperado que le causó un sobresalto a la niña.
-…
-¿Por qué hiciste eso? como Nuria no le respondió una vez en su trance de pensamiento, la niña había decidido continuar pero fue interrumpida.
- La señora Abes cree que soy pequeña
-¿Tú? ¡Ja! Pero si eres una vieja ¡y más plana que una tabla de planchar! Esas cosas deben de estar perdiendo su toque…
Una ceja se le paró a la criada “cosas” “pesadillas” “muerte”. Nuria pensó en distintas cosas que podrían enojar a la niña, pero solamente consiguió hacer caras raras que hicieron reír a la chiquilla. Definitivamente ella era normal. “¿Sólo los niños son normales aquí?”
Nuria
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
Me trasladaron hacía el desván, mientras los efectos del veneno iban desapareciendo de mi cuerpo. Sin embargo, no tuve mucho tiempo para disfrutarlo, pues no tardaron en inmovilizarme con cadenas en los pies y con otras. que colgaban del techo. en las manos.
-Espero que estés cómodo, asqueroso humano. - masticó con maldad cada palabra la mujer. -Te voy a devolver multiplicado por diez el daño que me has causado. - me dijo, con una voz muy poco femenina, mientras me mostraba una herida en su brazo, que parecía muy reciente.
-Un momento...- interviné mirando la herida con estupefacción. "No puede ser. ¡Es imposible" -¿Tú eres la araña del sótano? ¿Cómo es posible eso? ¿¡Qué clase de demonio eres!?
-Es una información que no necesitas saber mi querido cadáver, pero aún así... - se acercó a mi con una mirada que ya distaba ser la misma que la de una vieja humana, era algo muy raro, una fusión de humano y de piel de cerdo en constante movimiento. Me cogió el mentón y se acercó mucho a mi. - Soy el peor demonio de todos.
Si quería asustarme, en verdad lo estaba consiguiendo, pero no podía mostrar debilidad, ¡debía encontrar alguna salida!
-¡JA! Si te libras de mi, mi compañera no tardará mucho en darse cuenta. - hice una pausa mostrando una sonrisa completamente malévola e inteligente para dar fuerza a la mentira. -Y se os acabará la diversión. ¡No sabéis de que es capaz! ¡Volará esta casa en pedazos!
-Oh... No te preocupes querido. Ya sabemos como ocuparnos de tu amiga sin problemas. - me devolvió la sonrisa, consciente de que había ganado aquella batalla. -Uhhh... ¡Casi se me olvida! - exclamó mientras se abanicaba con la mano de forma burlesca. - No puedo ser tan mala anfitriona. Ahora mismo la estoy haciendo esperar. A sido un placer, - hizo una semi reverencia con una sonrisa divertida. - cadaver. -añadió con una voz cargada de maldad.
Me revolví con violencia agitando las cadenas, echándome hacía adelante todo lo que podía con la intención de agarrarla por el cuello, mientras apretaba furioso los dientes gruñendo maldiciones.
-Que sufra. - le dijo a uno de los criados que me había traído al desván. -Ya sabes como y date prisa. No podemos perder el tiempo.
El criado asintió y la mujer abandonó el desván acompañada del otro. Miré con furia al criado y este me respondió con un mirada divertida, como si fuera a disfrutar aquel momento.
Se acercó a mí y me miró con aquella fea cara de pamfilo que tenía. Y, sin previó aviso, se transforma delante de mí, deformando mágicamente su cuerpo, hasta que me muestra una imagen calcada de mi mismo, a la total perfección, salvo en un detalle. Ese otro yo tenía los mismos ojos castaños que me había mostrado el criado.
-Disfrutaré cuando maté a tu amiga con tus propias manos. -dijo con una gran diversión antes de castigarme las costillas con un puñetazo.
-¡Agghhh...!- expiré con dolor antes de recibir otro puñetazo en la boca del estomago, que me hizo doblarme todo lo que me
permitieron las cadenas. -¡Ughh!- escupí al suelo furioso. -¡Me las pagaras desgraciado!- grité notando como el lobo de mi interior se agitaba y se rebelaba a mi control con la intención de matar a aquel tipo.
La respuesta fue una larga y sonora carcajada acompañada de un puñetazo en la cara que me partió el labio y me hizo sangrar.
-Voy a disfrutar con esto. - dijo el criado mientras se reía y me golpeaba.
Los golpes se sucedían uno tras otro: uno me partió la ceja, otro de nuevo en las costillas y dos seguidos de nuevo en la boca del estomago, que me hizo escupir sangre. Él se reía y el lobo de mi interior rugía de rabia, pero no se porqué no salía, ahora que quería transformarme no podía. Si me transformaba en el lobo me libraría de aquellas cadenas, no estaban pensadas para atrapar garras. Pero, como no, hizo gala la mala estrella que me acompañaba, no podía transformarme.
Volvieron a llegar los golpes, me castigó de nuevo las costillas y la boca del estomago, y por ultimo me dio un rodillazo en el rostro, haciendo que ahora también me sangrará la nariz, no sabía si estaba rota, había dejado de sentir el dolor.
Justo en el momento en el que iba a propinarme otro puñetazo en la cara, me revolví por instinto y clave mis dientes en su antebrazo. Apreté mi mandíbula hasta que sentí la sangre de mi enemigo inundar mi boca. Mi copia, gritó de dolor y intentó zafarse con todas sus fuerzas de mis dientes, empujando mi cabeza hacía atrás.
-Así que quieres jugar...- dijeron mis labios con una voz que no era la mía mientras alzaba mi cabeza lentamente, para mirar con un total odio a mi enemigo.
-¡Ven! - solté una carcajada malévola totalmente sincera, quería que aquel ser se acercará. -¿¡Crees que por estar atado lo vas a tener fácil!? - le grité totalmente poseído por mi yo lobo. -¡Me sobra con mis dientes para matarte maldita cucaracha! -apreté mis dientes con fuerza respirando ansioso y deseando que el falso se acercará para matarlo con mis dientes.
No se muy bien cual sería la verdadera expresión de mi rostro o mis ojos. Supongo que en aquel momento mis ojos brillaban de forma incandescente, como me han comentado que a veces me pasa. La cuestión es que cause tanto miedo en mi torturador que se alejó de mi lentamente con una expresión de profundo temor. Estaba completamente atrapado por el miedo, y no podía apartar la mirada de mi, como si temiera que en cualquier momento saltará para matarlo, pese al estar encadenado.
-Espero que estés cómodo, asqueroso humano. - masticó con maldad cada palabra la mujer. -Te voy a devolver multiplicado por diez el daño que me has causado. - me dijo, con una voz muy poco femenina, mientras me mostraba una herida en su brazo, que parecía muy reciente.
-Un momento...- interviné mirando la herida con estupefacción. "No puede ser. ¡Es imposible" -¿Tú eres la araña del sótano? ¿Cómo es posible eso? ¿¡Qué clase de demonio eres!?
-Es una información que no necesitas saber mi querido cadáver, pero aún así... - se acercó a mi con una mirada que ya distaba ser la misma que la de una vieja humana, era algo muy raro, una fusión de humano y de piel de cerdo en constante movimiento. Me cogió el mentón y se acercó mucho a mi. - Soy el peor demonio de todos.
Si quería asustarme, en verdad lo estaba consiguiendo, pero no podía mostrar debilidad, ¡debía encontrar alguna salida!
-¡JA! Si te libras de mi, mi compañera no tardará mucho en darse cuenta. - hice una pausa mostrando una sonrisa completamente malévola e inteligente para dar fuerza a la mentira. -Y se os acabará la diversión. ¡No sabéis de que es capaz! ¡Volará esta casa en pedazos!
-Oh... No te preocupes querido. Ya sabemos como ocuparnos de tu amiga sin problemas. - me devolvió la sonrisa, consciente de que había ganado aquella batalla. -Uhhh... ¡Casi se me olvida! - exclamó mientras se abanicaba con la mano de forma burlesca. - No puedo ser tan mala anfitriona. Ahora mismo la estoy haciendo esperar. A sido un placer, - hizo una semi reverencia con una sonrisa divertida. - cadaver. -añadió con una voz cargada de maldad.
Me revolví con violencia agitando las cadenas, echándome hacía adelante todo lo que podía con la intención de agarrarla por el cuello, mientras apretaba furioso los dientes gruñendo maldiciones.
-Que sufra. - le dijo a uno de los criados que me había traído al desván. -Ya sabes como y date prisa. No podemos perder el tiempo.
El criado asintió y la mujer abandonó el desván acompañada del otro. Miré con furia al criado y este me respondió con un mirada divertida, como si fuera a disfrutar aquel momento.
Se acercó a mí y me miró con aquella fea cara de pamfilo que tenía. Y, sin previó aviso, se transforma delante de mí, deformando mágicamente su cuerpo, hasta que me muestra una imagen calcada de mi mismo, a la total perfección, salvo en un detalle. Ese otro yo tenía los mismos ojos castaños que me había mostrado el criado.
-Disfrutaré cuando maté a tu amiga con tus propias manos. -dijo con una gran diversión antes de castigarme las costillas con un puñetazo.
-¡Agghhh...!- expiré con dolor antes de recibir otro puñetazo en la boca del estomago, que me hizo doblarme todo lo que me
permitieron las cadenas. -¡Ughh!- escupí al suelo furioso. -¡Me las pagaras desgraciado!- grité notando como el lobo de mi interior se agitaba y se rebelaba a mi control con la intención de matar a aquel tipo.
La respuesta fue una larga y sonora carcajada acompañada de un puñetazo en la cara que me partió el labio y me hizo sangrar.
-Voy a disfrutar con esto. - dijo el criado mientras se reía y me golpeaba.
Los golpes se sucedían uno tras otro: uno me partió la ceja, otro de nuevo en las costillas y dos seguidos de nuevo en la boca del estomago, que me hizo escupir sangre. Él se reía y el lobo de mi interior rugía de rabia, pero no se porqué no salía, ahora que quería transformarme no podía. Si me transformaba en el lobo me libraría de aquellas cadenas, no estaban pensadas para atrapar garras. Pero, como no, hizo gala la mala estrella que me acompañaba, no podía transformarme.
Volvieron a llegar los golpes, me castigó de nuevo las costillas y la boca del estomago, y por ultimo me dio un rodillazo en el rostro, haciendo que ahora también me sangrará la nariz, no sabía si estaba rota, había dejado de sentir el dolor.
Justo en el momento en el que iba a propinarme otro puñetazo en la cara, me revolví por instinto y clave mis dientes en su antebrazo. Apreté mi mandíbula hasta que sentí la sangre de mi enemigo inundar mi boca. Mi copia, gritó de dolor y intentó zafarse con todas sus fuerzas de mis dientes, empujando mi cabeza hacía atrás.
-Así que quieres jugar...- dijeron mis labios con una voz que no era la mía mientras alzaba mi cabeza lentamente, para mirar con un total odio a mi enemigo.
- Descripción de la mirada:
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-¡Ven! - solté una carcajada malévola totalmente sincera, quería que aquel ser se acercará. -¿¡Crees que por estar atado lo vas a tener fácil!? - le grité totalmente poseído por mi yo lobo. -¡Me sobra con mis dientes para matarte maldita cucaracha! -apreté mis dientes con fuerza respirando ansioso y deseando que el falso se acercará para matarlo con mis dientes.
No se muy bien cual sería la verdadera expresión de mi rostro o mis ojos. Supongo que en aquel momento mis ojos brillaban de forma incandescente, como me han comentado que a veces me pasa. La cuestión es que cause tanto miedo en mi torturador que se alejó de mi lentamente con una expresión de profundo temor. Estaba completamente atrapado por el miedo, y no podía apartar la mirada de mi, como si temiera que en cualquier momento saltará para matarlo, pese al estar encadenado.
Ircan
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
Dado que las cosas habían llegado a un punto extremo (Nuria recordó la mención de la tortura de Ircan) la criada decidió hacer un cambio de planes, usaría “esa” táctica.
- Hm hum… entonces dices que “esas cosas” matan a las personas que son adultas. Además, “esas cosas” quieren complacerte
Algo confundida con el giro en la conversación, pero complacida por estar recibiendo la atención que se merecía, la niña levantó la cabeza y la bajó con agudeza, en sus ojos una pregunta. El rostro de Nuria era inescrutable, como si estuviera pensando seriamente en un asunto de vida o muerte.
- En otras palabras, te complace ver gente muerta
Nuria señaló con su dedo índice los cuadros que decoraban la habitación, obras muy similares a la del pasillo, pero con otras representaciones de los momentos finales de las mismas personas, como si alguien hubiese imaginado múltiples veces el deceso de un hombre, un niño (muy similar a los que estaban fuera) y una fémina: la señora Abes. Si esa era la familia de la niña, el hombre tenía que ser el señor Abes. Miró de reojo a la niña, ella tenía que ser la hija de Ágata. Su aseveración pareció hacer palidecer a la pequeña. Su labio inferior tembló y movió su cabeza de lado a lado.
--Hm hum… dices que no te gusta ver gente muerta, pero hablas de tortura como algo muy común. ¿Torturas a tus visitantes? No imaginaba que una niña tan bonita y de tan alta cuna fuese tan MALA
Esta vez no hubo respuesta, parecía que la niña Abes había vaciado su mente, sus ojos carecían de vida. Sus manos se habían cerrado en un par de puños, cruzó sus brazos a la altura de su pecho. Era evidente que estaba preparada para la tortura emocional. La criada decidió volver a cambiar el rumbo de la conversación.
-…porque si tú no fueses mala, entonces las criaturas no harían daño a las personas a no ser que ellas fuesen MALAS. Lástima que mi novio es tan malo. Bueno… en realidad no es mi novio, él decidió que yo era de su propiedad para hacerme esto y aquello, como soy una criada para él es sólo natural hacerme ese tipo de cosas.
Nuria se tomó unos segundos, los suficientes para darle dramatismo al asunto. A las niñas les gusta que se les insinúen cosas, pero tampoco podía presionar mucho. Se miró las uñas y cuando percibió que la infanta deseaba hablar, continuó con sus mentiras.
-Oh si, Ircan se puede poner MUY salvaje. Antes solía temerle a los vampiros, pero me di cuenta que él puede ser peor que cualquier BESTIA. ¿El hombre del saco? JAJA, es muchas veces peor que él. Cuando mi amo Ircan se aburre de alguien le corta ¿dije corta? Perdón, quise decir ARRANCA, partes de su cuerpo para disfrutar de los gritos de dolor de las personas y eso es lo mínimo que hace… yo he llegado a ver sin desmayarme (por la horrible impresión) cómo se comía los ojos de un viejito que lo único que hizo fue tropezar con su bastón frente a él cuando estábamos haciendo cosas de adultos.
Las manos de la pequeña se habían caído a los lados, sus dedos se movían nerviosamente, pero para entonces no parecía tener la fuerza como para dejar de escuchar las invenciones de Nuria.
- Pero bueno, en verdad no importa, porque a ti no te importa lo que le pase a esas “cosas malas” que se preocupan por ti
La última afirmación fue el detonante. La niña empujó la pared en un punto específico y ésta cedió, girando de la misma forma que lo había hecho para permitirle la entrada a la criada. Nuria no tardó en seguirla, sentía en el volado de sus faldas de criada que estaba a punto de descubrir lo que en realidad estaba pasando en la casa. De una forma discreta observaba de reojo a la pequeña Abes, estaban volviendo sobre sus pasos, regresando donde Ircan. De pronto la niña comenzó a llamar a voz de grito varios nombres, sus lágrimas brotaban sin dar tregua a sus ojitos claros.
-¡No! Mis amigos no quieren hacer daño, solo me acompañan y me cuidan. No les gusta verme triste. Es mentira que les gusta matar, sólo sucedió algunas veces… accidentalmente
“Accidentalmente” Repitió Nuria en sus pensamientos, dándole espacio a la jovencita a que siguiera explicándose.
-¡Tienes que ayudarme!
Nuria supo que ese era su momento. Estaban a escasos metros de la puerta de la habitación en la que estaba Ircan. Se adelantó a la niña y se puso frente a ella, bloqueando el paso del pasillo.
-Tengo que ayudar ¿Por qué? Dijiste que me querías muerta. Si quieres mi ayuda, tienes mucho que explicar y muy poco tiempo. Mi amo es cruel y una vez que comienza algo no deja las cosas a medias. Y.Por.Sobre.Todo.No.Perdona-
Las bestias que habían sido llamadas llegaron desde todas direcciones, rodeando a las dos féminas. Aunque eran tantos, parecían compartir la angustia de la niña, cambiaban de forma casi que con cada parpadeo de la niña. Eran tantos y tan diferentes que Nuria simplemente los ignoró. Después de todo, se mantenían a una distancia prudencial, sólo parecían haberse reunido por el llamado de la niña Abes.
-Ellos son inocentes. ¡La culpa la tienen los adultos que los cazaban! Pueden cambiar de forma para protegerse. Cuando mi madre murió llegaron a casa y me protegieron. Comenzamos con los rumores cuando algunos parientes lejanos quisieron apropiarse de mi casa. El líder de ellos es más fuerte y puede hablar, por lo que adquiere la forma de mi madre. ¡Ellos no quieren hacer daño! Solo hacemos circular rumores, aprovechando que pueden cambiar de forma. Pensábamos liberarlos en un par de horas más.
En varias ocasiones se le trabó la lengua a la infanta, la explicación dejaba algunos huecos pero explicaba en gran medida el calvario que habían experimentado Nuria e Ircan hasta el momento. La criada suspiró al ver acercarse a la “señora Abes” en una pose de culpabilidad extrema y dio paso a toda la comitiva que no se movió hasta que ella habló.
-Está bien, supongo que mi amo algunas veces es complaciente conmigo. Su rostro se volvió carmesí, de un rojo tan vivo que ella sintió como si se hubiera comido una ración completa de pimientos secos. Recién estaba cayendo en cuenta que Ircan no estaba al tanto de sus mentiras, sería bastante difícil de explicar toda la historia. Abrió la puerta y se quedó tiesa, incluso se le interrumpió la respiración. Frente a ella estaba su compañero asustado, cara a cara con una bestia muy similar a él, pero con su rostro contorsionado, parecía estar lleno de ira atado de pies y manos, una bestia herida y violenta. Los hombres parecían espejo que reflejaba dos seres opuestos. La criada sintió un tic en el ojo izquierdo y recordó respirar. Dio un paso tentativo hacia el Ircan de sus memorias, el que sonreía de una forma amigable, pero él le propinó tal golpe en el rostro que la sentó en el suelo.
- Ronco ¡No!
La criada se sobó la mandíbula y vio cómo su Ircan se transformaba en un pequeño animal "Ronco", volviendo con su ama con la cola entre las patas. Si ese no era su Ircan, entonces… sus mentiras… ¿se habían vuelto realidad?. Con los ojos abiertos como el oro de las cartas, se puso en pie tras varios intentos fallidos. Su nariz sangraba como si estuviese rota, pero ese dolor no era comparable a ver a su amigo vuelto una furia. El chico sensible, lógico y bueno. Su salvador, convertido en algo menos que una bestia, algo que respiraba con tanta violencia que parecía tener otro juego de pulmones, ojos ámbar inyectados en sangre y una expresión… atemorizante. Le habían herido y atado como a una bestia. Ya no parecía el chico frágil que habían curado de la mordida de araña, o al que le costaba respirar bajo los efectos del agua fría de la lluvia por su enfermedad. A ella le parecía una versión totalmente sana de alguien que nunca conoció. Olvidó el dolor de su golpe y se puso frente a él, el miedo apenas le permitía estarse en pie, su corazón latía con tanta intensidad que sus oídos se habían tapado. No podían haber cambiado la mente de Ircan a otro cuerpo en tan poco tiempo que estuvieron separados, además el sólo pensarlo era una insensatez. Las posibilidades infinitas y tan locas que corrían por la mente de Nuria se convirtieron en nada cuando ella se paró frente a él.
-¿Ircan?
La criada estiró una mano tentativamente, pero la echó atrás enseguida, con temor a ser mordida por esa otra versión de su compañero. Su ropa era la misma, el arma, las heridas e incluso la baba que tenía en su pecho. Nuria temblaba frente a ese desconocido. Miró a la niña y “esas cosas”. Tenía que ser más convincente, pero tenía miedo, mucho miedo.
- Soy yo, Nuria. La criada. La misma a la que salvaste. Todo está bien, el misterio se resolvió y nos van a liberar. Cuando pueda volver a moverme La última frase la expidió torpemente, quería mostrar la llave que la niña Abes le había pasado cuando estaban en el umbral de la puerta, pero era demasiado cobarde.
- Hm hum… entonces dices que “esas cosas” matan a las personas que son adultas. Además, “esas cosas” quieren complacerte
Algo confundida con el giro en la conversación, pero complacida por estar recibiendo la atención que se merecía, la niña levantó la cabeza y la bajó con agudeza, en sus ojos una pregunta. El rostro de Nuria era inescrutable, como si estuviera pensando seriamente en un asunto de vida o muerte.
- En otras palabras, te complace ver gente muerta
Nuria señaló con su dedo índice los cuadros que decoraban la habitación, obras muy similares a la del pasillo, pero con otras representaciones de los momentos finales de las mismas personas, como si alguien hubiese imaginado múltiples veces el deceso de un hombre, un niño (muy similar a los que estaban fuera) y una fémina: la señora Abes. Si esa era la familia de la niña, el hombre tenía que ser el señor Abes. Miró de reojo a la niña, ella tenía que ser la hija de Ágata. Su aseveración pareció hacer palidecer a la pequeña. Su labio inferior tembló y movió su cabeza de lado a lado.
--Hm hum… dices que no te gusta ver gente muerta, pero hablas de tortura como algo muy común. ¿Torturas a tus visitantes? No imaginaba que una niña tan bonita y de tan alta cuna fuese tan MALA
Esta vez no hubo respuesta, parecía que la niña Abes había vaciado su mente, sus ojos carecían de vida. Sus manos se habían cerrado en un par de puños, cruzó sus brazos a la altura de su pecho. Era evidente que estaba preparada para la tortura emocional. La criada decidió volver a cambiar el rumbo de la conversación.
-…porque si tú no fueses mala, entonces las criaturas no harían daño a las personas a no ser que ellas fuesen MALAS. Lástima que mi novio es tan malo. Bueno… en realidad no es mi novio, él decidió que yo era de su propiedad para hacerme esto y aquello, como soy una criada para él es sólo natural hacerme ese tipo de cosas.
Nuria se tomó unos segundos, los suficientes para darle dramatismo al asunto. A las niñas les gusta que se les insinúen cosas, pero tampoco podía presionar mucho. Se miró las uñas y cuando percibió que la infanta deseaba hablar, continuó con sus mentiras.
-Oh si, Ircan se puede poner MUY salvaje. Antes solía temerle a los vampiros, pero me di cuenta que él puede ser peor que cualquier BESTIA. ¿El hombre del saco? JAJA, es muchas veces peor que él. Cuando mi amo Ircan se aburre de alguien le corta ¿dije corta? Perdón, quise decir ARRANCA, partes de su cuerpo para disfrutar de los gritos de dolor de las personas y eso es lo mínimo que hace… yo he llegado a ver sin desmayarme (por la horrible impresión) cómo se comía los ojos de un viejito que lo único que hizo fue tropezar con su bastón frente a él cuando estábamos haciendo cosas de adultos.
Las manos de la pequeña se habían caído a los lados, sus dedos se movían nerviosamente, pero para entonces no parecía tener la fuerza como para dejar de escuchar las invenciones de Nuria.
- Pero bueno, en verdad no importa, porque a ti no te importa lo que le pase a esas “cosas malas” que se preocupan por ti
La última afirmación fue el detonante. La niña empujó la pared en un punto específico y ésta cedió, girando de la misma forma que lo había hecho para permitirle la entrada a la criada. Nuria no tardó en seguirla, sentía en el volado de sus faldas de criada que estaba a punto de descubrir lo que en realidad estaba pasando en la casa. De una forma discreta observaba de reojo a la pequeña Abes, estaban volviendo sobre sus pasos, regresando donde Ircan. De pronto la niña comenzó a llamar a voz de grito varios nombres, sus lágrimas brotaban sin dar tregua a sus ojitos claros.
-¡No! Mis amigos no quieren hacer daño, solo me acompañan y me cuidan. No les gusta verme triste. Es mentira que les gusta matar, sólo sucedió algunas veces… accidentalmente
“Accidentalmente” Repitió Nuria en sus pensamientos, dándole espacio a la jovencita a que siguiera explicándose.
-¡Tienes que ayudarme!
Nuria supo que ese era su momento. Estaban a escasos metros de la puerta de la habitación en la que estaba Ircan. Se adelantó a la niña y se puso frente a ella, bloqueando el paso del pasillo.
-Tengo que ayudar ¿Por qué? Dijiste que me querías muerta. Si quieres mi ayuda, tienes mucho que explicar y muy poco tiempo. Mi amo es cruel y una vez que comienza algo no deja las cosas a medias. Y.Por.Sobre.Todo.No.Perdona-
Las bestias que habían sido llamadas llegaron desde todas direcciones, rodeando a las dos féminas. Aunque eran tantos, parecían compartir la angustia de la niña, cambiaban de forma casi que con cada parpadeo de la niña. Eran tantos y tan diferentes que Nuria simplemente los ignoró. Después de todo, se mantenían a una distancia prudencial, sólo parecían haberse reunido por el llamado de la niña Abes.
-Ellos son inocentes. ¡La culpa la tienen los adultos que los cazaban! Pueden cambiar de forma para protegerse. Cuando mi madre murió llegaron a casa y me protegieron. Comenzamos con los rumores cuando algunos parientes lejanos quisieron apropiarse de mi casa. El líder de ellos es más fuerte y puede hablar, por lo que adquiere la forma de mi madre. ¡Ellos no quieren hacer daño! Solo hacemos circular rumores, aprovechando que pueden cambiar de forma. Pensábamos liberarlos en un par de horas más.
En varias ocasiones se le trabó la lengua a la infanta, la explicación dejaba algunos huecos pero explicaba en gran medida el calvario que habían experimentado Nuria e Ircan hasta el momento. La criada suspiró al ver acercarse a la “señora Abes” en una pose de culpabilidad extrema y dio paso a toda la comitiva que no se movió hasta que ella habló.
-Está bien, supongo que mi amo algunas veces es complaciente conmigo. Su rostro se volvió carmesí, de un rojo tan vivo que ella sintió como si se hubiera comido una ración completa de pimientos secos. Recién estaba cayendo en cuenta que Ircan no estaba al tanto de sus mentiras, sería bastante difícil de explicar toda la historia. Abrió la puerta y se quedó tiesa, incluso se le interrumpió la respiración. Frente a ella estaba su compañero asustado, cara a cara con una bestia muy similar a él, pero con su rostro contorsionado, parecía estar lleno de ira atado de pies y manos, una bestia herida y violenta. Los hombres parecían espejo que reflejaba dos seres opuestos. La criada sintió un tic en el ojo izquierdo y recordó respirar. Dio un paso tentativo hacia el Ircan de sus memorias, el que sonreía de una forma amigable, pero él le propinó tal golpe en el rostro que la sentó en el suelo.
- Ronco ¡No!
La criada se sobó la mandíbula y vio cómo su Ircan se transformaba en un pequeño animal "Ronco", volviendo con su ama con la cola entre las patas. Si ese no era su Ircan, entonces… sus mentiras… ¿se habían vuelto realidad?. Con los ojos abiertos como el oro de las cartas, se puso en pie tras varios intentos fallidos. Su nariz sangraba como si estuviese rota, pero ese dolor no era comparable a ver a su amigo vuelto una furia. El chico sensible, lógico y bueno. Su salvador, convertido en algo menos que una bestia, algo que respiraba con tanta violencia que parecía tener otro juego de pulmones, ojos ámbar inyectados en sangre y una expresión… atemorizante. Le habían herido y atado como a una bestia. Ya no parecía el chico frágil que habían curado de la mordida de araña, o al que le costaba respirar bajo los efectos del agua fría de la lluvia por su enfermedad. A ella le parecía una versión totalmente sana de alguien que nunca conoció. Olvidó el dolor de su golpe y se puso frente a él, el miedo apenas le permitía estarse en pie, su corazón latía con tanta intensidad que sus oídos se habían tapado. No podían haber cambiado la mente de Ircan a otro cuerpo en tan poco tiempo que estuvieron separados, además el sólo pensarlo era una insensatez. Las posibilidades infinitas y tan locas que corrían por la mente de Nuria se convirtieron en nada cuando ella se paró frente a él.
-¿Ircan?
La criada estiró una mano tentativamente, pero la echó atrás enseguida, con temor a ser mordida por esa otra versión de su compañero. Su ropa era la misma, el arma, las heridas e incluso la baba que tenía en su pecho. Nuria temblaba frente a ese desconocido. Miró a la niña y “esas cosas”. Tenía que ser más convincente, pero tenía miedo, mucho miedo.
- Soy yo, Nuria. La criada. La misma a la que salvaste. Todo está bien, el misterio se resolvió y nos van a liberar. Cuando pueda volver a moverme La última frase la expidió torpemente, quería mostrar la llave que la niña Abes le había pasado cuando estaban en el umbral de la puerta, pero era demasiado cobarde.
Off: <3 Te presto a Nuria, tratala con amor <3
Nuria
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
De repente abrieron la puerta, pero yo sólo tenía ojos para mi agresor que me miraba con un profundo temor, como de el que mira a la muerte a la cara. Sin previó aviso Nuria apareció en mi campo de visión intentando ayudar a mi torturador.
"¿Está con ellos?" pensé al momento dando con esto más fuerza al lobo de mi interior que cada vez controlaba más mi cuerpo.
Pero mi torturador se zafo de Nuría y se transformó en un extraño animalito que me recordó el enorme hambre que tenía, haciendo que me relamiera los labios, y con el la sangre que tenía en ellos, acto que atemorizó aún mas a la gente que me miraba, cuya presencia aún no había advertido.
En ese momento Nuria se acercó con miedo hacía a mi, mirándome aterrorizada y confundida.
"Traidora" gruñí, haciendo que Nuria vacilará y se quedará completamente quieta deteniendo el avance de su mano.
"¡No lo es!." respondí intentando recuperar el control de mi cuerpo.
-¡Liberame, humana! - ordené aún con aquella voz áspera que no era mía. "Luego os mataré a todos." pensó mi yo lobo con una rasgada carcajada interior.
"¡No lo harás!" me intenté concentrar, pero el lobo era demasiado fuerte...
En ese momento Nuría se movió, con grandes esfuerzos y con un profundo temblor en sus manos.
-Uh..uh...- musitó nerviosa sin parar de temblar mientras acerca una llave a las cadenas.
Primero me liberó la pierna izquierda, y siento agradecido la ausencia del metal en mi tobillo. El lobo vuelve a relamerse los labios mirando a la niña rubia y a sus... ¿sirvientes? variopintos en el umbral de la puerta, mirando temerosos el desenlace de todo aquello.
"¿Ves debilucho? Conmigo los cazadores se convierten en sumisas presas." me dijo el lobo dejando claro que era superior a mi. "Me voy a divertir matándolos a todos. Y empezaré por está criada." miró con deseo a Nuria que me apartaba la cadena de mi pie derecho.
Pero en ese momento, Nuria levanta su mirada y se cruza con mis ojos. Vi en ella miedo, terror y.... algo más.
"¿Ves? Sólo somos un monstruo para ella. Debe morir."
¿Preocupación? ¿Cariño? ¿Amistad? No podría decir exactamente sentimiento me transmitió aquella mirada, pero fue algo muy poderoso.
"No." respondí notando como la mirada de Nuria me llenaba de fuerza.
"¿No?" preguntó el lobo sorprendido y temeroso notando como iba perdiendo el control de mi cuerpo.
"No vas a hacerle nada. Ella no es como los demás. No nos ve como un monstruo" mi dominio sobre mi cuerpo cada vez era mayor.
En ese momento Nuria liberó mi brazo derecho, que cayó como muerto pegándose a mi cuerpo.
"¡Pero...!"
"¡Calla y vuelve a tu jaula lobo!" ordené habiendo recuperado ya el pleno control.
Pero sin la fuerza del lobo, noté como mi cuerpo se sentía más débil que nunca, quería desfallecerse, mis piernas querían dejar mi cuerpo caer una vez me liberaran completamente.
-N...no puedes caer Ircan...- me dijo Nuria con una voz cargada de miedo. No me temía sólo a mi, sino también a la gente que había detrás. -Ellos... ellos deben creer que...- no podía hablar, estaba demasiado asustado. Aquello era demasiado para ella.
"¿Que les habrá dicho?" miré de nuevo a aquellos que nos esperaban en la puerta, noté como su miedo aún seguía dentro de ellos. Y sentí que todos ponian sus ojos en mi, representando el mismo semblante que había tenido mi torturador. "¿Que les habrá contado Nuria?"
En ese momento, la chica al fin me liberó, y yo, con todas las fuerzas de las que pude hacer acopio, me mantuve de pie dando sólo unos pasos adelante y apoyando mi mano en el hombro de Nuria. Estrujé su hombro, pues no podía aguantar mi peso, pero gruñí para que se interpretara como un gesto de furia y no de debilidad.
-No te preocupes Nuria. - le susurré con una voz más calmada y amistosa.
Me erguí y miré a los que hasta ahora habían sido nuestros agresores. Cerré los ojos y me relamí los labios de nuevo, imitando a los gestos que había hecho mi yo lobo. Los abrí de improvisto, con un gesto furioso, e intenté imitar la misma voz áspera que había tenido él.
-¡Quiero una habitación! - ordené mientras arrugaba la nariz con desprecio. Pero todos se quedaron paralizados ¿Mi actuación había sido demasiado buena? - ¡YA! - entonces de repente todos se movieron chocando unos con otros totalmente aterrados. -¡Vamos! ¡Y tú! -me giré señalando a Nuria con gesto fiero. -Te vienes conmigo. Debes de satisfacerme. -me volví a girarme y miré a la desorganizada tropa que había entrado en panico. -¡Y como alguien me moleste! - hice una pausa realizando un profundo silencio. -¡Me lo como! - grité mostrando mis dientes manchados de sangre.
No sabia exactamente que mentira les había contado Nuria o que había pasado. Pero viendo que todos me miraban aterrorizados vi oportuno el ser un maldito sádico dictador y para mi sorpresa funcionó.
-Por favor....- se acercó uno de los criados que no mantenía una única forma y estaba casi en perpetua transformación dando a su cuerpo un montón de aspectos diferentes. -Siganme... se...se...señores...
-¡Nuria! -grité llamando a mi compañera. En verdad la necesitaba.
La chica se posó a mi lado al momento, también temblando. ¿También la había engañado a ella? Me sabía mal, pero no podía abandonar mi papel, o moriríamos los dos. Pase la mano por su hombro indicando un gesto posesivo, pero en verdad cargué gran parte de mi peso en ella, disimulando todo lo que podía, pero si no lo hacía pronto caería desvanecido al suelo.
-Ahora si. - me relamí de nuevo los labios mirando a Nuria, dejando claras oscuras intenciones, tal como esperaba. -Vamos.
-Hum..hum...- asintió Nuria aún temblando, pero soportando gran parte de mi peso.
Seguimos al criado, mientras el resto nos dejaba paso haciéndonos un pasillo totalmente asustados por mi presencia. Sonreí, en verdad aquella situación me hacía gracia, pues estaba asustando a gente estando medio muerto. Incluso escuche algún suspiro de alivio al verme sonreír.
"¿Que demonios les ha contado Nuria?"
Bajamos por la escalera. No podía ir muy rápido, pero intenté disimular mi lento avance con la escusa de disfrutar con la cercanía de Nuria, que cada vez estaba más roja. El criado seguía asustado y nos miraba de reojo, deseoso de dejarnos pronto en una habitación.
-Vas a tener que limpiarme como tu sabes querida. Sólo así olvidaré está funesta noche.- dije intentando lanzar un mensaje a Nuria, necesitaba primeros auxilios urgentemente.
-N...no...no se preocupe se...se...señor. - tartamudeó el criado. -E...e...enseguida le traermos t...t...todo lo necesario para su a...a...aseo.- el criado se paró delante de una puerta y se giró muy nervioso.-S...s...su ha...ha...habitación. - anunció mientras abría la puerta.
Nuria y yo entramos, haciendo mis últimos esfuerzos, ya no podía más. Pero el criado se nos quedó mirando sin saber muy bien que hacer.
-¿¡Es que acaso esperas propina!? - el criado dio un respingo. -¡Vete de una puta vez y trae lo que te preciso! ¡YA! - el criado reaccionó totalmente aterrado y desapareció cerrando la puerta.
Miré a Nuría y ella me miró. Noté como por fracciones de segundos su rostro cada vez estaba más rojo ¿Que estaría pensando aquella bella cabecita?
-Por fin solos....- dije en casi un susurro notando como Nuria daba un respingo antes de desmayarme.
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Off rol: Siempre te trato con mucho amor, ahora te toca a ti jajajaja
"¿Está con ellos?" pensé al momento dando con esto más fuerza al lobo de mi interior que cada vez controlaba más mi cuerpo.
Pero mi torturador se zafo de Nuría y se transformó en un extraño animalito que me recordó el enorme hambre que tenía, haciendo que me relamiera los labios, y con el la sangre que tenía en ellos, acto que atemorizó aún mas a la gente que me miraba, cuya presencia aún no había advertido.
En ese momento Nuria se acercó con miedo hacía a mi, mirándome aterrorizada y confundida.
"Traidora" gruñí, haciendo que Nuria vacilará y se quedará completamente quieta deteniendo el avance de su mano.
"¡No lo es!." respondí intentando recuperar el control de mi cuerpo.
-¡Liberame, humana! - ordené aún con aquella voz áspera que no era mía. "Luego os mataré a todos." pensó mi yo lobo con una rasgada carcajada interior.
"¡No lo harás!" me intenté concentrar, pero el lobo era demasiado fuerte...
En ese momento Nuría se movió, con grandes esfuerzos y con un profundo temblor en sus manos.
-Uh..uh...- musitó nerviosa sin parar de temblar mientras acerca una llave a las cadenas.
Primero me liberó la pierna izquierda, y siento agradecido la ausencia del metal en mi tobillo. El lobo vuelve a relamerse los labios mirando a la niña rubia y a sus... ¿sirvientes? variopintos en el umbral de la puerta, mirando temerosos el desenlace de todo aquello.
"¿Ves debilucho? Conmigo los cazadores se convierten en sumisas presas." me dijo el lobo dejando claro que era superior a mi. "Me voy a divertir matándolos a todos. Y empezaré por está criada." miró con deseo a Nuria que me apartaba la cadena de mi pie derecho.
Pero en ese momento, Nuria levanta su mirada y se cruza con mis ojos. Vi en ella miedo, terror y.... algo más.
"¿Ves? Sólo somos un monstruo para ella. Debe morir."
¿Preocupación? ¿Cariño? ¿Amistad? No podría decir exactamente sentimiento me transmitió aquella mirada, pero fue algo muy poderoso.
"No." respondí notando como la mirada de Nuria me llenaba de fuerza.
"¿No?" preguntó el lobo sorprendido y temeroso notando como iba perdiendo el control de mi cuerpo.
"No vas a hacerle nada. Ella no es como los demás. No nos ve como un monstruo" mi dominio sobre mi cuerpo cada vez era mayor.
En ese momento Nuria liberó mi brazo derecho, que cayó como muerto pegándose a mi cuerpo.
"¡Pero...!"
"¡Calla y vuelve a tu jaula lobo!" ordené habiendo recuperado ya el pleno control.
Pero sin la fuerza del lobo, noté como mi cuerpo se sentía más débil que nunca, quería desfallecerse, mis piernas querían dejar mi cuerpo caer una vez me liberaran completamente.
-N...no puedes caer Ircan...- me dijo Nuria con una voz cargada de miedo. No me temía sólo a mi, sino también a la gente que había detrás. -Ellos... ellos deben creer que...- no podía hablar, estaba demasiado asustado. Aquello era demasiado para ella.
"¿Que les habrá dicho?" miré de nuevo a aquellos que nos esperaban en la puerta, noté como su miedo aún seguía dentro de ellos. Y sentí que todos ponian sus ojos en mi, representando el mismo semblante que había tenido mi torturador. "¿Que les habrá contado Nuria?"
En ese momento, la chica al fin me liberó, y yo, con todas las fuerzas de las que pude hacer acopio, me mantuve de pie dando sólo unos pasos adelante y apoyando mi mano en el hombro de Nuria. Estrujé su hombro, pues no podía aguantar mi peso, pero gruñí para que se interpretara como un gesto de furia y no de debilidad.
-No te preocupes Nuria. - le susurré con una voz más calmada y amistosa.
Me erguí y miré a los que hasta ahora habían sido nuestros agresores. Cerré los ojos y me relamí los labios de nuevo, imitando a los gestos que había hecho mi yo lobo. Los abrí de improvisto, con un gesto furioso, e intenté imitar la misma voz áspera que había tenido él.
-¡Quiero una habitación! - ordené mientras arrugaba la nariz con desprecio. Pero todos se quedaron paralizados ¿Mi actuación había sido demasiado buena? - ¡YA! - entonces de repente todos se movieron chocando unos con otros totalmente aterrados. -¡Vamos! ¡Y tú! -me giré señalando a Nuria con gesto fiero. -Te vienes conmigo. Debes de satisfacerme. -me volví a girarme y miré a la desorganizada tropa que había entrado en panico. -¡Y como alguien me moleste! - hice una pausa realizando un profundo silencio. -¡Me lo como! - grité mostrando mis dientes manchados de sangre.
No sabia exactamente que mentira les había contado Nuria o que había pasado. Pero viendo que todos me miraban aterrorizados vi oportuno el ser un maldito sádico dictador y para mi sorpresa funcionó.
-Por favor....- se acercó uno de los criados que no mantenía una única forma y estaba casi en perpetua transformación dando a su cuerpo un montón de aspectos diferentes. -Siganme... se...se...señores...
-¡Nuria! -grité llamando a mi compañera. En verdad la necesitaba.
La chica se posó a mi lado al momento, también temblando. ¿También la había engañado a ella? Me sabía mal, pero no podía abandonar mi papel, o moriríamos los dos. Pase la mano por su hombro indicando un gesto posesivo, pero en verdad cargué gran parte de mi peso en ella, disimulando todo lo que podía, pero si no lo hacía pronto caería desvanecido al suelo.
-Ahora si. - me relamí de nuevo los labios mirando a Nuria, dejando claras oscuras intenciones, tal como esperaba. -Vamos.
-Hum..hum...- asintió Nuria aún temblando, pero soportando gran parte de mi peso.
Seguimos al criado, mientras el resto nos dejaba paso haciéndonos un pasillo totalmente asustados por mi presencia. Sonreí, en verdad aquella situación me hacía gracia, pues estaba asustando a gente estando medio muerto. Incluso escuche algún suspiro de alivio al verme sonreír.
"¿Que demonios les ha contado Nuria?"
Bajamos por la escalera. No podía ir muy rápido, pero intenté disimular mi lento avance con la escusa de disfrutar con la cercanía de Nuria, que cada vez estaba más roja. El criado seguía asustado y nos miraba de reojo, deseoso de dejarnos pronto en una habitación.
-Vas a tener que limpiarme como tu sabes querida. Sólo así olvidaré está funesta noche.- dije intentando lanzar un mensaje a Nuria, necesitaba primeros auxilios urgentemente.
-N...no...no se preocupe se...se...señor. - tartamudeó el criado. -E...e...enseguida le traermos t...t...todo lo necesario para su a...a...aseo.- el criado se paró delante de una puerta y se giró muy nervioso.-S...s...su ha...ha...habitación. - anunció mientras abría la puerta.
Nuria y yo entramos, haciendo mis últimos esfuerzos, ya no podía más. Pero el criado se nos quedó mirando sin saber muy bien que hacer.
-¿¡Es que acaso esperas propina!? - el criado dio un respingo. -¡Vete de una puta vez y trae lo que te preciso! ¡YA! - el criado reaccionó totalmente aterrado y desapareció cerrando la puerta.
Miré a Nuría y ella me miró. Noté como por fracciones de segundos su rostro cada vez estaba más rojo ¿Que estaría pensando aquella bella cabecita?
-Por fin solos....- dije en casi un susurro notando como Nuria daba un respingo antes de desmayarme.
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Ircan
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
La luz del atardecer se filtraba por la ventana, iluminando el rostro cansado de Nuria. Se había sentado de forma tal, que con solo levantar la vista podía vigilar al hombre dormido. La criada acarició ausente el parche que cubría su ojo y se echó un dulce a la boca. La niña Abes, Maddie, tenía buena mano para la cocina y no era mala, simplemente había tenido que crecer demasiado rápido. Nuria se dio cuenta que con un poco más de trato con otras personas y algo de cariño, se convertiría en una damita muy querida. No hacía una hora que ella misma había subido, preocupada, a ver cómo se encontraba Nuria luego de la tormentosa salida del desván y los extraños sonidos que se habían escuchado durante el transcurso del día. Temas que no había querido tocar cuando se encontraron en la cocina a la hora del almuerzo.
Nuria sonrió y movió su mano tímidamente a través de la ventana para saludar a la niña bruja que se encontraba jugando en el jardín con los otros niños, en su mayoría huérfanos. Degustó el dulce y se estiró fatigada. Apoyó el peso de su cabeza sobre un brazo y se puso a jugar con el lóbulo de su oreja, concentrada, recordando paso a paso lo ocurrido desde que encontrara a Ircan en ese estado de enajenación e ira. La simple evocación del miedo vivido horas atrás la tensó por unos momentos. Recién estaba digiriendo lo ocurrido, se habían sucedido tantos hechos extraordinarios para su vida tan resguardada, que comenzaba a pensar en que tal vez su madre se había empeñado en volverla más fuerte con el fin de protegerla. Ella había sido tan impredecible y sádica que esa podría haber sido una opción. “O pudo querer hacerme la vida imposible” se sacudió el pensamiento con otro trocito de dulce.
Observó al joven descansando en la cama. Pensó que era mucho más maduro y peligroso que ella con la misma edad y sintió admiración. Ircan era un hombre, el protector ideal que siempre había imaginado en sus sueños. Probablemente era la primera vez que sentía un deseo prohibido. Él estaba a unos pasos de ella, podría estirar su mano y culminar lo que comenzó en su noche de bodas con el difunto que se marchó dejándola doncella. La criada se mordió el labio inferior, superponiendo la escena inconclusa del día nupcial con las nuevas memorias del cuerpo del hombre joven que estaba allí, con ella. Sintió que el fuego se esparcía desde su vientre hacia el resto de su cuerpo. Se desabotonó el escote y acarició el cuello, tenía calor.
-Um hmm…- solo porque él estaba enfermo ella no tocó su piel, pero eso no significó que ella dejase de tratar con cuidado todo lo que se ve, y aquello que no siempre está al alcance de los ojos. El hecho de que él estuviese inconsciente facilitó las cosas, pudo tomarse su tiempo para limpiarlo y curarlo, analizarlo… Se puso en pie y abrió la ventana. “ es bueno que no me vea hacer el ridículo” pensó y se sirvió una taza de té. -Por todos los cielos. ¿Cómo le voy a explicar a señor Branzen que fui por su aceite de lavanda y tardé dos días en recorrer dos leguas?- sus palabras en voz baja la sorprendieron caminando adelante y atrás, al costado de Ircan. Se detuvo a verle, quería tocar su pelo, saber cómo se sentía su piel, pero no debía.
Apretó su puño y desvió la mirada al bulto de telas, toallas y ropa en un rincón. Varios de los niños le habían explicado como curar al hombre “bestial”, cuando ella había bajado a buscar lo que necesitaba para cuidar de él. Los pequeños niños temían que Ircan se enojara con ellos por permitir que ella se contagiara también, por lo que se habían ocupado de cuidarla y enseñarle. Varios de ellos habían perdido a sus familias en la pandemia, otros nunca la habían tenido y unos pocos, estaban allí porque se sentían a gusto y conmutaban entre sus casas y la mansión Abes para jugar.
La criada pensó en Maddie y la soledad que debió sentir cuando murió su abuela y su hermano desapareció. Al momento en el que su padre se fuera a buscar a su hermano y su madre muriese por un accidente. La niña bruja tuvo que haber tenido el mismo miedo que ella mientras liberaba a Ircan… cuando se marchaba con él sin estar segura si retornaría entera de esa misión que llevaba a los hombros. En esos momentos en los que el peso del hombre se había vuelto como si todo Aerandir pendiera sobre sus pequeños hombros. Por un lado una niña peligrosa con sus animales raros y por el otro su salvador que ahora le mostraba un lado oscuro, fiero, pero natural. Nuria no sabía que podría ser de ella mientras se llevaba medio a rastras a su compañero, pero sentía que todo iría bien en su interior, probablemente igual que Maddie al encontrarse con sus amigos.
-La niña Abes es más frágil de lo que aparenta- le comentó a Ircan creyéndolo dormido. Nuria se sentó a un lado de la cama y cruzó sus piernas. Maddie se había sentado a su lado cuando la criada tomaba sus alimentos, rodeada de ojos inquisidores y comentarios de lo sucedido la noche anterior. La culpa se leía en sus ojos chocolate, tal vez porque se sentía mal de verle el morado del ojo a la joven, o porque se dio cuenta que había llevado las cosas demasiado lejos, le tendió un parche zurcido a mano. Estaban haciendo las paces, y dado que Nuria no tenía nada mejor, decidió contarle la verdad sobre ellos, su llegada, los rumores que rondaban la casa y por sobre todo, le pasó un rapapolvo épico sobre hacer daño físico y las cuestiones morales tras lo que había acontecido.
-…No podrías imaginar la expresión de Maddie al saber que le había mentido sobre ti, sobre nosotros… de hecho estoy casi segura de que cree que cuando le dije la verdad, en realidad le mentía para mejorar tu imagen. La niña totalmente cree que le arrancas los ojos a los ancianitos- La criada ahogó una risita y miró al hombre - Debo admitir que no esperaba ver que tuvieras una personalidad tan… - se interrumpió, no estaba segura de lo que había querido decir, por lo que cambió el tema deliberadamente - ¿Qué estás esperando Ircan? Quiero ver tus ojos abiertos para irme tranquila- suspiró y le jaló de su camisa como lo hizo la primera vez. Joven e inexperta como era, se sentía atraída por el hombre en la cama, era como un imán que le atraía… se detuvo a escasos milímetros de tocar su piel. “La enfermedad” pensó con un regusto amargo “estúpida muerte”.
Nuria sonrió y movió su mano tímidamente a través de la ventana para saludar a la niña bruja que se encontraba jugando en el jardín con los otros niños, en su mayoría huérfanos. Degustó el dulce y se estiró fatigada. Apoyó el peso de su cabeza sobre un brazo y se puso a jugar con el lóbulo de su oreja, concentrada, recordando paso a paso lo ocurrido desde que encontrara a Ircan en ese estado de enajenación e ira. La simple evocación del miedo vivido horas atrás la tensó por unos momentos. Recién estaba digiriendo lo ocurrido, se habían sucedido tantos hechos extraordinarios para su vida tan resguardada, que comenzaba a pensar en que tal vez su madre se había empeñado en volverla más fuerte con el fin de protegerla. Ella había sido tan impredecible y sádica que esa podría haber sido una opción. “O pudo querer hacerme la vida imposible” se sacudió el pensamiento con otro trocito de dulce.
Observó al joven descansando en la cama. Pensó que era mucho más maduro y peligroso que ella con la misma edad y sintió admiración. Ircan era un hombre, el protector ideal que siempre había imaginado en sus sueños. Probablemente era la primera vez que sentía un deseo prohibido. Él estaba a unos pasos de ella, podría estirar su mano y culminar lo que comenzó en su noche de bodas con el difunto que se marchó dejándola doncella. La criada se mordió el labio inferior, superponiendo la escena inconclusa del día nupcial con las nuevas memorias del cuerpo del hombre joven que estaba allí, con ella. Sintió que el fuego se esparcía desde su vientre hacia el resto de su cuerpo. Se desabotonó el escote y acarició el cuello, tenía calor.
-Um hmm…- solo porque él estaba enfermo ella no tocó su piel, pero eso no significó que ella dejase de tratar con cuidado todo lo que se ve, y aquello que no siempre está al alcance de los ojos. El hecho de que él estuviese inconsciente facilitó las cosas, pudo tomarse su tiempo para limpiarlo y curarlo, analizarlo… Se puso en pie y abrió la ventana. “ es bueno que no me vea hacer el ridículo” pensó y se sirvió una taza de té. -Por todos los cielos. ¿Cómo le voy a explicar a señor Branzen que fui por su aceite de lavanda y tardé dos días en recorrer dos leguas?- sus palabras en voz baja la sorprendieron caminando adelante y atrás, al costado de Ircan. Se detuvo a verle, quería tocar su pelo, saber cómo se sentía su piel, pero no debía.
Apretó su puño y desvió la mirada al bulto de telas, toallas y ropa en un rincón. Varios de los niños le habían explicado como curar al hombre “bestial”, cuando ella había bajado a buscar lo que necesitaba para cuidar de él. Los pequeños niños temían que Ircan se enojara con ellos por permitir que ella se contagiara también, por lo que se habían ocupado de cuidarla y enseñarle. Varios de ellos habían perdido a sus familias en la pandemia, otros nunca la habían tenido y unos pocos, estaban allí porque se sentían a gusto y conmutaban entre sus casas y la mansión Abes para jugar.
La criada pensó en Maddie y la soledad que debió sentir cuando murió su abuela y su hermano desapareció. Al momento en el que su padre se fuera a buscar a su hermano y su madre muriese por un accidente. La niña bruja tuvo que haber tenido el mismo miedo que ella mientras liberaba a Ircan… cuando se marchaba con él sin estar segura si retornaría entera de esa misión que llevaba a los hombros. En esos momentos en los que el peso del hombre se había vuelto como si todo Aerandir pendiera sobre sus pequeños hombros. Por un lado una niña peligrosa con sus animales raros y por el otro su salvador que ahora le mostraba un lado oscuro, fiero, pero natural. Nuria no sabía que podría ser de ella mientras se llevaba medio a rastras a su compañero, pero sentía que todo iría bien en su interior, probablemente igual que Maddie al encontrarse con sus amigos.
-La niña Abes es más frágil de lo que aparenta- le comentó a Ircan creyéndolo dormido. Nuria se sentó a un lado de la cama y cruzó sus piernas. Maddie se había sentado a su lado cuando la criada tomaba sus alimentos, rodeada de ojos inquisidores y comentarios de lo sucedido la noche anterior. La culpa se leía en sus ojos chocolate, tal vez porque se sentía mal de verle el morado del ojo a la joven, o porque se dio cuenta que había llevado las cosas demasiado lejos, le tendió un parche zurcido a mano. Estaban haciendo las paces, y dado que Nuria no tenía nada mejor, decidió contarle la verdad sobre ellos, su llegada, los rumores que rondaban la casa y por sobre todo, le pasó un rapapolvo épico sobre hacer daño físico y las cuestiones morales tras lo que había acontecido.
-…No podrías imaginar la expresión de Maddie al saber que le había mentido sobre ti, sobre nosotros… de hecho estoy casi segura de que cree que cuando le dije la verdad, en realidad le mentía para mejorar tu imagen. La niña totalmente cree que le arrancas los ojos a los ancianitos- La criada ahogó una risita y miró al hombre - Debo admitir que no esperaba ver que tuvieras una personalidad tan… - se interrumpió, no estaba segura de lo que había querido decir, por lo que cambió el tema deliberadamente - ¿Qué estás esperando Ircan? Quiero ver tus ojos abiertos para irme tranquila- suspiró y le jaló de su camisa como lo hizo la primera vez. Joven e inexperta como era, se sentía atraída por el hombre en la cama, era como un imán que le atraía… se detuvo a escasos milímetros de tocar su piel. “La enfermedad” pensó con un regusto amargo “estúpida muerte”.
Nuria
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
Estaba en una sala abovedada, como una de esas capillas cristianas, construida en mármol negro e iluminada por la tenue luz de unas antorchas que colgaban de los pilares de la estancia.
-¿Dónde estoy?- pregunté al vació mientras giraba sobre mi mismo estudiando la estancia, buscando alguna pista de donde me encontraba, el sitio me resultaba familiar.
Sonó un gruñido a mi espalda. Las luces, como si siguieran mis movimientos, alumbraron una enorme jaula. Achiné los ojos e intenté identificar que había dentro de la jaula. Avancé unos pasos, algo se removía en el interior de aquella gran jaula. Cuando me acerqué lo suficiente, los gruesos barrotes de la jaula detuvieron las fauces de un enorme lobo que se abalanzó sobre mí. Salté hacía atrás presa del miedo, los barrotes habían detenido por poco las garras del lobo que intentaron colarse entre ellos.
"Así que he vuelto a este sitio..." pensé mientras me llevaba la mano al corazón recuperándome del susto.
Me levanté y miré fijamente a aquel enorme blanco, que era tan alto como yo, y que me miraba furioso con aquellos brillantes ojos ambarinos.
"Acércate más maldito niño." sonó la voz del lobo en mi cabeza, era la única forma con la cual podía comunicarse conmigo.
-Yo también me alegro de verte. - le respondí haciendo caso omiso a su amenaza cruzándome de brazos con total tranquila. -Yo...- no me podía creer lo que iba a decir. -Quería darte las gracias... - aparté la mirada molesto conmigo mismo y avergonzado.
Pero alguno de los dos debía de dar el primer paso, obviamente no esperaba que fuera él. Hubo un largo silencio.
"Sólo eres un pedazo de carne enclenque y débil." respondió al rato el lobo, aunque con cierto esfuerzo. "Sin mi no serías nada. ¡Nos habrían matado mil veces! " el lobo gruñó furioso. "Cuando encuentre el modo de salir de aquí, seré el yo quien te de las gracias por la satisfacción que me dará tu derrota."
Hice una mueca algo enfadado y apreté los dientes con rabia, pero no podía dejarme llevar, eso era lo que él quería.
-Debo irme ya.- le anuncié descruzando mis brazos y dándole la espalda. -Prometo que volveré a verte, lobo. -me despedí sin girarme, solamente alce la mano.
La respuesta del lobo fue un largo y furioso aullido.
-La niña Abes es ... fragil... escuché mientras poco a poco recuperaba la consciencia.
Volví a sentir mi cuerpo, lo cual no fue del todo agradable, pues sentía un terrible dolor en gran parte de las articulaciones pero sobretodo en el rostro, en mi estomago y en mi pierna, Aún no podía moverme, no podía no abrir los ojos, mi cuerpo se estaba tomando el tiempo para cederme el control, así que me mantenía en aquel estado de semiconsciente.
-No podrías imaginar la expresión de Maddie al saber ..... sobre.... nosotros… - reconocí la voz de Nuria, que sonaba cálida y armoniosa a mi lado, como si me envolviera en un suave manto.
"¿Sobre nosotros? ¿He escuchado bien?" me pregunté y aún me lo pregunto. "¿Que ha pasado para que haya un nosotros?"
Intenté sumergirme en mis recuerdos pero estos estaban muy borrosos, no recordaba nada en aquel momento.
- Debo admitir que .... quiero....- escuché la voz de Nuria cada vez más cálida, cada vez más cercana.
Percibí cercano su identificable olor, que ya se había guardado en mi mente. Aquel olor a jazmín que despedía su cuello, que te traslada a una soleada pradera y que te invita a recorrerla, lentamente disfrutando de su tacto y del calor que te aportan los rayos de su propio sol particular. El aroma suave y fresco de su negro pelo, que evoca las frescas brisas de las noches de verano, tan escasas, deseadas y agradables, una caricia que tu cuerpo desea notar. Sentí como su menuda mano tiraba de mi camisa, acariciando mi piel sin la necesidad de tocarla, sentí esa caricia fresca de su corto pelo que recorría mi cuello, sentí el calor de su propio cuerpo sin que este estuviera sobre el mio, incluso sentí el calor de sus labios cercanos a los míos, sin la necesidad de tocarlos.
Suspiré como si de verdad todo aquello fuera un sueño, y como en todo buen sueño era el momento de despertar. Abrí lentamente los ojos, y borrosamente intenté identificar mi entorno gracias a las ultimas luces del atardecer. No tardé mucho en distinguir a Nuria muy cerca de mi, con su rostro a escasos centímetros de los míos. Ella me miró fijamente, como si también estuviera dentro de un sueño. Estaba prácticamente sobre mi, tal y como había sentido, su mano estaba posada en mi vientre. No pude evitar estudiar y admirar aquella visión angelical. Vi como uno de los botones de su escote estaba desabrochando de forma muy insinuante, mostrando algo de sus pequeños pero deseosos tesoros. No pude evitar como mi propio calor se unía al de la mujer que tenía enfrente de mi, intenté echarle la culpa a la fiebre pero... eso sería ser injusto con la propia Nuria.
"Sobre... nosotros." recordé mientras la miraba hipnotiado. "Debo admitir que... quiero..." había dicho. ¿Que me había perdido mientras dormía?
Volví a escudriñar aquel hermoso rostro que no había dejado de mirarme. Vi el hermoso contraste que realizaba aquel tono blanco con las luces rosadas y amarillentas del atardecer, haciendo que el rostro de ella resplandeciera como una aparición divina. Ni si quiera el morado de su ojo izquierdo podía manchar esa visión. Alargué mi mano, quería acariciar aquel rostro. No. Necesitaba acariciar a aquella mujer. Tomé su mejilla con mi mano enguantada, sin poder sentir el tacto de su piel, me maldije por no poder sentirla. Ella cerró los ojos y suspiró con tristeza. No sabía que decir, no sabia que hacer ¿Que podía hacer? ¿Y ahora que debía hacer?.
-¿Qué...- carraspeé, me costaba hablar, mi garganta estaba completamente seca. -...te ha pasado en el ojo? ¿Quien... - casi susurraba, mi voz sonaba débil pero cariñosa y con una verdadera preocupación.- ...te lo ha hecho?- terminé de preguntarlo con cierto enfado.
No podía dejar de acariciar aquel rostro con todo el cuidado y la suavidad de la que disponía. Ella volvió a abrir los ojos y me miró dedicándome con una sonrisa.
-No tiene importancia.- posó su mano izquierda sobre la mano que la acariciaba.
Nos quedamos mirando por unos segundos, no hacían falta palabras. Sin embargo, de repente nos dimos cuenta de lo que implicaban aquellos actos y posiciones. Puede que fuera producto de la vergüenza o la inexperiencia de ambos, pero ambos nos apartamos con torpeza. Yo me aparté mi mano, aunque luego me lamentará por ello, y me revolví en la cama. Ella se alejó de mi con el rostro colorado mientras llevaba las manos a su busto para abrochar aquel botón juguetón.
-¿Es...es...tas bi... bi...en? - tartamudeó la chica nerviosa.
-¡S...s...sí!- aparté la mirada totalmente avergonzado por a dónde habían ido a parar mis ojos al poco tiempo de despertar. Sin duda no era una situación cómoda. -S...s...sólo tengo algo de hambre y sed.- mentí, en verdad me moría de hambre y sed.
-¡Iré pop...pop...por la cena! - exclamó saliendo de la habitación intentado ocultar su rostro con una de sus manos y alisando la falda a manotazos con la otra.
Pasó el tiempo y me distraje viendo como la luz del atardecer se desvanecía poco a poco, para dar paso a la oscuridad de la noche. Necesitaba alejar mi mente de aquel bochornoso, pero sin duda preciado, momento que había vivido.
Probé con levantarme, y con grandes esfuerzos lo conseguí. Tomé la vela encendida que reposaba sobre un candil en una mesa cercana y encendí el resto de luces de la habitación. Tras eso, volví a dejar la vela en la mesa y me derrumbe sobre uno de los sillones que consideré más cómodo.
No tardé en ver como la puerta de la habitación se abría para dar paso a Nuria, que llevaba una gran bandeja con comida, y a una niña pequeña rubia que la acompañaba.
-Ircan. - parecía que los nervios aún seguían traicionando a Nuria, su voz sonaba aún algo temblorosa.- Te presento a Maddie, la verdadera señora de la casa.
La niña me miró con temor y se escondió un poco detrás del cuerpo de Nuria.
-¡E...e...encantada se...se...señor Ircan! - exclamo con unos nervios provocados por el miedo, mientras su cuerpo temblaba un poco. -¡Es...es...espero que este dis...dis...disfrutando de su estancia!
Recordaba a aquella niña, poco a poco los recuerdos habían vuelto a mi mente. Era la chiquilla que había aparecido en la puerta del desván y le había dado a Nuria la llave para liberarme. La misma que estaba rodeada de aquella... "cosas" y que parecía controlarlas.
-Hola, es un placer conocerte Maddie.- dije con una amplia y sincera sonrisa. A fin de cuentas si seguía vivo no creí que hiciera falta fingir más. -¿Cenaras con nosotros?- pregunté de una forma simple ignorando un poco el protocolo que a lo mejor debería haber llevado.
La niña me miró sorprendida abriendo mucho la boca incrédula y me pareció escuchar a Nuria susurrar un "Te lo dije".
"¿Que habrá pasado entre ellas dos?" me pregunté curioso viendo la simplicidad que mostraban.
Nuría dejo la bandeja encima de la mesa y invitó a Maddi a sentarse, antes de tomar ella asiento. La niña se sentó lo más lejos de mi, y Nuria se puso entre los dos, como si fuera una mediadora.
-Siento mucho todos los inconvenientes que ha sufrido señor Ircan. - se disculpó la chiquilla entre asustada y avergonzada. -Sólo queríamos defender nuestro hogar.
Miré a la niña intentado internarme en su interior, en sus sentimientos. Me pregunté sobre todo lo que había tenido que pasar aquella criatura, para estar viviendo con unos seres tan... "especiales". También evalué como eran los tiempos que estaban corriendo por Aerandir, en pleno brote epidémico, era más que normal y justificado ser recelosos ante los desconocidos, que podían ser tanto enfermos como bandidos.
-No puedo culpar a nadie por querer defender su hogar, señorita Maddi.- respondí con una sonrisa intentando relajar aquel ambiente. -Y todo lo contrario, lamento la forma en que se ha dado nuestra presencia en su hogar, pensábamos que la casa estaba abandonada y nos tomamos demasiadas libertades.
La niña me sonrió con una sonrisa, sincera e infantil, por primera vez desde que la había visto parecía ser una niña de su edad.
-¡Eso fue idea de Ronco! ¡Le gusta mucho esas cosas! - habló con gran admiración de su amigo. -Es uno de mis amigos más fuerte e inteligente, el que más nos protege...- y su rostro se apagó un poco. -El siente lo que te hizo pero...
-Ya te he dicho - corté rápidamente a la niña. No quería que volvieramos a un ambiente de tensión. - que esta olvidado señorita Maddi.- sonreí para tranquilizarla y que viera que lo decia en serio. -Y, si no os importa, me gustaría comer y beber algo mientras me ponéis un poco al día. Intuyó que tenéis mucho que decirme... - miré de reojo a Nuria, recordando aquella conversación de mi ensoñación "Sobre... nosotros..."
No pude saber si se percató de aquella timida mirada, que no alargué mucho, pues me oculté rápidamente en el simple acto de comenzar a comer.
-¿Dónde estoy?- pregunté al vació mientras giraba sobre mi mismo estudiando la estancia, buscando alguna pista de donde me encontraba, el sitio me resultaba familiar.
Sonó un gruñido a mi espalda. Las luces, como si siguieran mis movimientos, alumbraron una enorme jaula. Achiné los ojos e intenté identificar que había dentro de la jaula. Avancé unos pasos, algo se removía en el interior de aquella gran jaula. Cuando me acerqué lo suficiente, los gruesos barrotes de la jaula detuvieron las fauces de un enorme lobo que se abalanzó sobre mí. Salté hacía atrás presa del miedo, los barrotes habían detenido por poco las garras del lobo que intentaron colarse entre ellos.
"Así que he vuelto a este sitio..." pensé mientras me llevaba la mano al corazón recuperándome del susto.
Me levanté y miré fijamente a aquel enorme blanco, que era tan alto como yo, y que me miraba furioso con aquellos brillantes ojos ambarinos.
"Acércate más maldito niño." sonó la voz del lobo en mi cabeza, era la única forma con la cual podía comunicarse conmigo.
-Yo también me alegro de verte. - le respondí haciendo caso omiso a su amenaza cruzándome de brazos con total tranquila. -Yo...- no me podía creer lo que iba a decir. -Quería darte las gracias... - aparté la mirada molesto conmigo mismo y avergonzado.
Pero alguno de los dos debía de dar el primer paso, obviamente no esperaba que fuera él. Hubo un largo silencio.
"Sólo eres un pedazo de carne enclenque y débil." respondió al rato el lobo, aunque con cierto esfuerzo. "Sin mi no serías nada. ¡Nos habrían matado mil veces! " el lobo gruñó furioso. "Cuando encuentre el modo de salir de aquí, seré el yo quien te de las gracias por la satisfacción que me dará tu derrota."
Hice una mueca algo enfadado y apreté los dientes con rabia, pero no podía dejarme llevar, eso era lo que él quería.
-Debo irme ya.- le anuncié descruzando mis brazos y dándole la espalda. -Prometo que volveré a verte, lobo. -me despedí sin girarme, solamente alce la mano.
La respuesta del lobo fue un largo y furioso aullido.
-La niña Abes es ... fragil... escuché mientras poco a poco recuperaba la consciencia.
Volví a sentir mi cuerpo, lo cual no fue del todo agradable, pues sentía un terrible dolor en gran parte de las articulaciones pero sobretodo en el rostro, en mi estomago y en mi pierna, Aún no podía moverme, no podía no abrir los ojos, mi cuerpo se estaba tomando el tiempo para cederme el control, así que me mantenía en aquel estado de semiconsciente.
-No podrías imaginar la expresión de Maddie al saber ..... sobre.... nosotros… - reconocí la voz de Nuria, que sonaba cálida y armoniosa a mi lado, como si me envolviera en un suave manto.
"¿Sobre nosotros? ¿He escuchado bien?" me pregunté y aún me lo pregunto. "¿Que ha pasado para que haya un nosotros?"
Intenté sumergirme en mis recuerdos pero estos estaban muy borrosos, no recordaba nada en aquel momento.
- Debo admitir que .... quiero....- escuché la voz de Nuria cada vez más cálida, cada vez más cercana.
Percibí cercano su identificable olor, que ya se había guardado en mi mente. Aquel olor a jazmín que despedía su cuello, que te traslada a una soleada pradera y que te invita a recorrerla, lentamente disfrutando de su tacto y del calor que te aportan los rayos de su propio sol particular. El aroma suave y fresco de su negro pelo, que evoca las frescas brisas de las noches de verano, tan escasas, deseadas y agradables, una caricia que tu cuerpo desea notar. Sentí como su menuda mano tiraba de mi camisa, acariciando mi piel sin la necesidad de tocarla, sentí esa caricia fresca de su corto pelo que recorría mi cuello, sentí el calor de su propio cuerpo sin que este estuviera sobre el mio, incluso sentí el calor de sus labios cercanos a los míos, sin la necesidad de tocarlos.
Suspiré como si de verdad todo aquello fuera un sueño, y como en todo buen sueño era el momento de despertar. Abrí lentamente los ojos, y borrosamente intenté identificar mi entorno gracias a las ultimas luces del atardecer. No tardé mucho en distinguir a Nuria muy cerca de mi, con su rostro a escasos centímetros de los míos. Ella me miró fijamente, como si también estuviera dentro de un sueño. Estaba prácticamente sobre mi, tal y como había sentido, su mano estaba posada en mi vientre. No pude evitar estudiar y admirar aquella visión angelical. Vi como uno de los botones de su escote estaba desabrochando de forma muy insinuante, mostrando algo de sus pequeños pero deseosos tesoros. No pude evitar como mi propio calor se unía al de la mujer que tenía enfrente de mi, intenté echarle la culpa a la fiebre pero... eso sería ser injusto con la propia Nuria.
"Sobre... nosotros." recordé mientras la miraba hipnotiado. "Debo admitir que... quiero..." había dicho. ¿Que me había perdido mientras dormía?
Volví a escudriñar aquel hermoso rostro que no había dejado de mirarme. Vi el hermoso contraste que realizaba aquel tono blanco con las luces rosadas y amarillentas del atardecer, haciendo que el rostro de ella resplandeciera como una aparición divina. Ni si quiera el morado de su ojo izquierdo podía manchar esa visión. Alargué mi mano, quería acariciar aquel rostro. No. Necesitaba acariciar a aquella mujer. Tomé su mejilla con mi mano enguantada, sin poder sentir el tacto de su piel, me maldije por no poder sentirla. Ella cerró los ojos y suspiró con tristeza. No sabía que decir, no sabia que hacer ¿Que podía hacer? ¿Y ahora que debía hacer?.
-¿Qué...- carraspeé, me costaba hablar, mi garganta estaba completamente seca. -...te ha pasado en el ojo? ¿Quien... - casi susurraba, mi voz sonaba débil pero cariñosa y con una verdadera preocupación.- ...te lo ha hecho?- terminé de preguntarlo con cierto enfado.
No podía dejar de acariciar aquel rostro con todo el cuidado y la suavidad de la que disponía. Ella volvió a abrir los ojos y me miró dedicándome con una sonrisa.
-No tiene importancia.- posó su mano izquierda sobre la mano que la acariciaba.
Nos quedamos mirando por unos segundos, no hacían falta palabras. Sin embargo, de repente nos dimos cuenta de lo que implicaban aquellos actos y posiciones. Puede que fuera producto de la vergüenza o la inexperiencia de ambos, pero ambos nos apartamos con torpeza. Yo me aparté mi mano, aunque luego me lamentará por ello, y me revolví en la cama. Ella se alejó de mi con el rostro colorado mientras llevaba las manos a su busto para abrochar aquel botón juguetón.
-¿Es...es...tas bi... bi...en? - tartamudeó la chica nerviosa.
-¡S...s...sí!- aparté la mirada totalmente avergonzado por a dónde habían ido a parar mis ojos al poco tiempo de despertar. Sin duda no era una situación cómoda. -S...s...sólo tengo algo de hambre y sed.- mentí, en verdad me moría de hambre y sed.
-¡Iré pop...pop...por la cena! - exclamó saliendo de la habitación intentado ocultar su rostro con una de sus manos y alisando la falda a manotazos con la otra.
Pasó el tiempo y me distraje viendo como la luz del atardecer se desvanecía poco a poco, para dar paso a la oscuridad de la noche. Necesitaba alejar mi mente de aquel bochornoso, pero sin duda preciado, momento que había vivido.
Probé con levantarme, y con grandes esfuerzos lo conseguí. Tomé la vela encendida que reposaba sobre un candil en una mesa cercana y encendí el resto de luces de la habitación. Tras eso, volví a dejar la vela en la mesa y me derrumbe sobre uno de los sillones que consideré más cómodo.
No tardé en ver como la puerta de la habitación se abría para dar paso a Nuria, que llevaba una gran bandeja con comida, y a una niña pequeña rubia que la acompañaba.
-Ircan. - parecía que los nervios aún seguían traicionando a Nuria, su voz sonaba aún algo temblorosa.- Te presento a Maddie, la verdadera señora de la casa.
La niña me miró con temor y se escondió un poco detrás del cuerpo de Nuria.
-¡E...e...encantada se...se...señor Ircan! - exclamo con unos nervios provocados por el miedo, mientras su cuerpo temblaba un poco. -¡Es...es...espero que este dis...dis...disfrutando de su estancia!
Recordaba a aquella niña, poco a poco los recuerdos habían vuelto a mi mente. Era la chiquilla que había aparecido en la puerta del desván y le había dado a Nuria la llave para liberarme. La misma que estaba rodeada de aquella... "cosas" y que parecía controlarlas.
-Hola, es un placer conocerte Maddie.- dije con una amplia y sincera sonrisa. A fin de cuentas si seguía vivo no creí que hiciera falta fingir más. -¿Cenaras con nosotros?- pregunté de una forma simple ignorando un poco el protocolo que a lo mejor debería haber llevado.
La niña me miró sorprendida abriendo mucho la boca incrédula y me pareció escuchar a Nuria susurrar un "Te lo dije".
"¿Que habrá pasado entre ellas dos?" me pregunté curioso viendo la simplicidad que mostraban.
Nuría dejo la bandeja encima de la mesa y invitó a Maddi a sentarse, antes de tomar ella asiento. La niña se sentó lo más lejos de mi, y Nuria se puso entre los dos, como si fuera una mediadora.
-Siento mucho todos los inconvenientes que ha sufrido señor Ircan. - se disculpó la chiquilla entre asustada y avergonzada. -Sólo queríamos defender nuestro hogar.
Miré a la niña intentado internarme en su interior, en sus sentimientos. Me pregunté sobre todo lo que había tenido que pasar aquella criatura, para estar viviendo con unos seres tan... "especiales". También evalué como eran los tiempos que estaban corriendo por Aerandir, en pleno brote epidémico, era más que normal y justificado ser recelosos ante los desconocidos, que podían ser tanto enfermos como bandidos.
-No puedo culpar a nadie por querer defender su hogar, señorita Maddi.- respondí con una sonrisa intentando relajar aquel ambiente. -Y todo lo contrario, lamento la forma en que se ha dado nuestra presencia en su hogar, pensábamos que la casa estaba abandonada y nos tomamos demasiadas libertades.
La niña me sonrió con una sonrisa, sincera e infantil, por primera vez desde que la había visto parecía ser una niña de su edad.
-¡Eso fue idea de Ronco! ¡Le gusta mucho esas cosas! - habló con gran admiración de su amigo. -Es uno de mis amigos más fuerte e inteligente, el que más nos protege...- y su rostro se apagó un poco. -El siente lo que te hizo pero...
-Ya te he dicho - corté rápidamente a la niña. No quería que volvieramos a un ambiente de tensión. - que esta olvidado señorita Maddi.- sonreí para tranquilizarla y que viera que lo decia en serio. -Y, si no os importa, me gustaría comer y beber algo mientras me ponéis un poco al día. Intuyó que tenéis mucho que decirme... - miré de reojo a Nuria, recordando aquella conversación de mi ensoñación "Sobre... nosotros..."
No pude saber si se percató de aquella timida mirada, que no alargué mucho, pues me oculté rápidamente en el simple acto de comenzar a comer.
Ircan
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Re: El misterio de la residencia Abes [libre][cerrado]
El hombre abre sus ojos y la criada se sorprende, su respiración se paraliza por una fracción de segundo, luego la retoma pero su corazón se agita. Él la encadena con su mirada, la cautiva quitándole la voluntad. Ella se pierde, se olvida de sí misma y siente que flota.
El hombre tenía la voz quebrada, un hecho previsible si se tiene en cuenta la cantidad que horas que había dormido. La criada se dejó llevar por la situación, era joven, era ingenua. Creía en las miradas, creía en las palabras y sus propios deseos se entremezclaban con el mensaje que Ircan le estaba dando. “No seas tan bueno, será cruel” pensaba, se lo repetía a sí misma. Quería levantar un muro entre ellos, estaba mal desear el cuerpo de una persona que no era suya. Se sentía impura, una pecadora. Pero no podía esconderlo, era imposible negárselo a ella misma. Tartamudeaba, temblaba, se sonrojaba y sonreía de una forma que jamás se lo había permitido ella misma. Ircan estaba cabeza a cabeza con su pudding favorito.
-Cena…- dijo en voz alta cuando cerró la puerta tras su espalda. Había querido esconder su rostro del hombre pecaminoso, ese, que despertaba en ella sensaciones que solamente debería de generar su marido o su amo. Lo sentía por el fallecido pero Nuria sabía que “esto y aquello” eran cosas diferentes. Maddie la encontró en el pasillo parada, viendo la nada. Movió sus manos frente a la criada, pero no consiguió que pestañase siquiera. Obtuvo el mismo resultado cuando le sacó la lengua e incluso cuando le puso un dedo ensalivado en la oreja. Sin embargo, antes que levantase su falda para ver la ropa interior de Nuria, ella reaccionó tomándole por una oreja y haciendo un arco con sus cejas. En su rostro estaba escrito que quería una explicación; no solo eso, su expresión reflejaba claramente lo que estaba pensando: “No te lo perdonaré ni aunque te disculpes mil veces”.
Pensándolo mejor, decidió llevarla consigo a la habitación. Tal vez así se ahorraría una situación embarazosa. Probablemente Ircan tendría mucho más experiencia que ella en esos asuntos y su actitud probablemente la delataría. Ella era más honesta consigo misma de lo que podría perdonarse. -Estoy segura que el pavo fue la mejor idea. Ircan ha de necesitar algo como esto hm um…- aseveró, para reasegurar a la niña. La joven Abes se había vuelto dócil y dulce, incluso tímida. La criada tuvo que valerse de todos sus recursos para lograr la colaboración de la pequeña sin que se enterase de sus verdaderas intenciones.
La joven se detuvo frente a la puerta dubitativa. Tras pensarlo un momento abrió sin tocar, se trataba de un paciente, no de un amante. Ircan incluso podría haberse vuelto a dormir, por lo que sería tonto siquiera estar teniendo tiempo para sonrojarse y poner nerviosa. Nuria se sorprendió al ver el cuarto iluminado, por encima de eso, él estaba sentado en un sillón, prácticamente invitándole a servirse de lo que había. -Ircan- llamó, su voz delató sus intenciones. Sintió a Maddie tras ella y puso todo su empeño en calmar sus nervios y contenerse. –Te presento a Maddie, la verdadera señora de la casa-
Ircan era simpático y alegre, el mismo hombre que encontré en la cocina. Se mostró abierto e indulgente con Maddie. Nuria no podía dejar de observarlo, ver cómo le brillaban los ojos y cómo se movían sus labios. Cuando se sirvió otra taza de té, totalmente ausente, no se dio cuenta que estaba casi fría y eso sólo porque por algún motivo estaba imaginando beber de Ircan. Apretó sus labios y miró la taza como si la hubiese mordido. “Mucho que decirme” las palabras de él no dejaban de repetirse en su cabeza. Se puso en pie y sirvió al hombre en silencio. La niña no quiso comer y se excusó diciendo que comería con el resto. Cuando la puerta se cerró dejándoles solos, la criada se sentó pesadamente en la silla con un suspiro en la puerta de sus labios; sus rodillas ya no resistían más. Ahogó un bostezo y depositó sus ojos cuidadosamente sobre su plato, evitando los claros de su acompañante.
-Cuando conocí a Maddie, no parecía tan sumisa como la niña que acaba de irse. Tuve que decir… algunas cosas…
La criada se sentó recta, olvidando por unos momentos el cansancio que hacía rato había vuelto sus párpados pesados y sus movimientos sutilmente erráticos. “Fuerza” pensó depositando el puño cerrado sobre la mesa, haciendo temblar los utensilios que se encontraban sobre su plato medio vacío.
-Les hice creer que eras malo y que somos una parejaSe mordió el interior de su mejilla y recordó que tenía algo más que decir - Lo siento mucho. Fue… estrictamente necesario. Yo… también me encargué de- se aclaró la garganta y señaló todo el cuerpo del hombre - li… limmpiar todo
Le miró de reojo por unos momentos y decidió que tenía que terminar lo que fuese que estaba en su plato antes de colapsar, si no moría de nervios, estaba segura de que su cabeza caería sobre el plato en cualquier momento. Imaginaba que tendría que dormir en el sillón, pero no creería que podría llegar hasta allí con el estómago lleno. De pronto la silla en la que estaba se volvió tan cómoda como el más cálido edredón de plumas. Poco a poco el reino de los sueños comenzó a reclamar la conciencia de la joven humana.
Off: Mi último post. Buen manejo de Nuria allí arriba. Por favor, postea la salida de Nu de la casa <3
Nuria
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