La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
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La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
La suave brisa acarreaba el murmullo de las hojas y los infinitos aromas del bosque. Entre ellos, algunos eran fáciles de distinguir: El penetrante olor del pino, la medicinal fragancia del abedul, la venerable sobriedad del roble, la húmeda frescura seminal del musgo y del liquen. Todos ellos formaban una especie de sutil constante, el escenario sobre el cual estaban pintados los personajes de este mundo incorpóreo de aromas, vapores y hormonas. Animales, insectos, aves, cadáveres, huellas, rastros, manada, humanos, lobos, peligros, presas, caza, siempre caza. El bosque era constante cambio, suave caos, un infinito movimiento de retorno sobre sí mismo, y él se sabía parte indistinguible de este orden.
Los ojos azules del lobo exploraron brevemente las sombras danzantes de las ramas en el viento. En algún punto cercano un sonido tenue llamó su atención. Pasos ligeros, ¿un tejón, quizás? No está lejos. Presa. Caza. No, advirtió de inmediato el lado humano de su mente, siempre presente mas difuso y débil frente a la infinidad de estímulos de su forma animal, como un observador distante perdido en fantasía, como un niño que sueña ser un lobo.
El animal echó a andar nuevamente, su cabeza gacha buscando aquellos olores que flotan ligeramente sobre el suelo. La tierra húmeda y las hojas semi descompuestas formaban una base uniforme sobre la cual captar olores específicos era tan sencillo como mirar una sombra en movimiento. Allí. Junto a la rocas. Sudor, miedo, torpeza, pequeños aromas desconectados y exóticos. Humano. El lobo aceleró el paso con un gruñido excitado. La pista era ahora inconfundible, su presa demasiado torpe, demasiado descuidada, exquisitamente previsible. El bosque cambió a su alrededor, nuevos aromas y sonidos, todos ignorados a media que el rastro se hacía más fuerte, acompañado ahora del sonido de los pasos apresurados e irregulares y la respiración frenética del humano. Instantes más tarde la figura del hombre apareció entre la espesura y los agudos ojos del lobo examinaron cada detalle; la raída túnica de lana teñida en tonos verdosos, el tosco pantalón grisáceo reforzado en cuero, los mechones de cabello castaño pegados al sudor que cubría su rostro enrojecido, el esfuerzo de su diafragma al bombear aire desesperadamente hacia sus pulmones, la oscura vaina colgada a su cinturón.
La adrenalina saturaba las venas del lobo. Como perdido en un trance sus patas le llevaron peligrosamente cerca del humano. Una parte de sí protestó consternada recordando las palabras del viejo Meredydd. Su misión era rastrear, observar y regresar con la información, sólo eso. Anunciar su presencia arruinaría el plan por completo y, sin embargo, sus patas parecían completamente desconectadas respecto a las protestas de su mente, acortando la distancia peligrosamente. El lobo en él se encontraba completamente ebrio en la sobrecogedora emoción de la caza, mientras el humano en él reía entusiasmado por el lúdico desafío. El joven licántropo se sintió como un espiritu invisible, como un suspiro en la brisa, pero la ilusión fue efímera. Una rama centenaria cedió bajo sus patas con un crujido ominoso alertando al humano de la presencia de la bestia. El rostro del hombre se contrajo en pánico, mas su mano alcanzó la empuñadura de su espada como un látigo. Años de experiencia le forzaron a girarse sobre sus talones y enfrentarse a su persecutor.
“¿A-a qué esperas jodido perro?" gritó al borde del delirio. Su miedo súbitamente reemplazado por el desesperado frenesí de la criatura acorralada que se sabe a punto de morir. El lobo caminó lentamente a su alrededor, profiriendo gruñidos bajos y avanzando un par de pasos hacia el humano, incitándole a la acción con una desfachatez que bordeaba la mofa. La misma voz de hace apenas un instante sugirió en su mente que era el momento de abandonar la persecución, pero hacerlo significaría fracasar, dejarles ganar. No, este era el momento de pelear. La espada trazó un arco tentativo acompañada de un grito trémulo y las pupilas del lobo se expandieron triunfalmente. Aquello era todo lo que necesitaba. Velocidad y alcance. Cuando la espada comenzó un nuevo arco frente a él sus furtes patas estallaron como un látigo. El objetivo era el brazo extendido frente a él, realmente lo era, por lo que verlo perderse tras su campo de visión fue una sorpresa que el cazador lupino no tuvo tiempo de procesar. En un fracción de segundo el hombre caía de espaldas con un alarido ahogado, una decena de colmillos fuertemente incrustados en su garganta. El lobo mantuvo la vista fija en su presa mientras su mandíbula cortaba el flujo de aire y sangre a su cerebro. Parecía ser que todos los sonidos del bosque habían sido reemplazados por los guturales murmullos líquidos del humano tragando y aspirando su propia sangre, sus brazos extendidos en el suelo como si en sus últimos momentos quisiera fundirse en los helechos y el musgo. Su rostro se relajó lentamente, ojos sin vida fijos en la copa de los árboles apreciando en ellos, quizás, alguna efímera sabiduría.
El silencio en el bosque era absoluto. El lobo era ahora un niño acuclillado sobre el cadáver, sus labios y mentón cubiertos en sangre y sus ojos vivaces y trémulos, como los de quién despierta de una ilusión confusamente real. Sin perder tiempo sus finas manos tantearon la ropa del hombre. El viejo Meredydd había dicho que cualquier objeto de valor era importante. Dinero, joyas, cualquier cosa. En este punto estaba improvisando, intentando torpemente arreglar la situación. Mierda. No debía matarle, aquello había sido un error. El muchacho tragó con dificultad y saboreó nuevamente la sangre del humano con un mohín de disgusto del que ni siquiera fue consciente. La sangre fresca sabía distinto sobre su lengua humana, y esta más que ninguna que hubiese probado. Algo en su interior pareció revolverse y el pequeño bufó consternado. Gwynn había sido criado para prestar siempre atención a sus instintos, para dejarse guiar por ellos y ahora su instinto humano emergía asqueado, y es que el joven licántropo había violado, sin entenderlo realmente, el segundo principio fundamental de la naturaleza humana.
Con un quejido agudo conjuró la voz del viejo Meredydd, repitiendo sus palabras en su cabeza y intentando encontrar en ellas consuelo. Esto era lo que eventualmente sucedería, ¿no? Después de todo estaban protegiendo aquella aldea. Esta gente era peligrosa, animales rabiosos corrompidos completamente por la avaricia humana. Las palabras eran ciertas. Él sabía que lo eran. ¿Por qué entonces se encontraba al borde de las lágrimas? Con un movimiento vigoroso enjugó la sangre que adornaba sus labios usando sus atebrazos, consiguiendo con ello esparcirla torpemente.
El muchacho sacudió su cabeza con un movimiento brusco, como si con ello pudiese deshacerse de sus pensamientos y su angustia. Sus manos continuaron buscando con un ligero temblor que no se debía únicamente a la adrenalina.
Gwynn
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
Me encontraba cerca de la ciudad de Lunargenta, en los bosques de las afueras, donde había establecido un campamento temporal para poder analizar la situación en la metrópolis. Mi sueño siempre había sido visitar la capital humana, era una hazaña arquitectónica que quería explorar completamente, rozar cada piedra y admirar toda construcción dentro y fuera de ésta. Por ese motivo había escogido un posicionamiento estratégico para mi campamento temporal, desde donde estaba situada podía divisar las enormes murallas grisáceas que cubrían y defendían toda la urbe. Sin embargo, en mi viaje hacia el territorio humano me enteré de la invasión de los vampiros sobre la ciudad, cruel y despiadada, sin ningún tipo de honor; pues atacaron en las horas más aciagas a los hombres y mujeres que habitaban el lugar. Solo quedaban enfermos que rezaban a sus dioses para sobrevivir a esa horrible condena, a la afección que les asolaba día y noche y esos viles seres decidieron atacar, no se podía culpar a toda la raza pero ese había sido un golpe muy bajo por su parte, a mi parecer habían perdido toda credibilidad ética y moral.
Debido a los nuevos habitantes de la zona, cambié mi horario de sueño, me dormía cuando el sol empezaba a despuntar en el horizonte y me despertaba cuando éste ya estaba en lo más alto y, por desgracia, la luz ya no me permitía descansar. De esa forma podría defenderme ante un ataque, ante cualquier cosa que acechara en la oscuridad de la noche. No obstante, en ese momento, sobre las primeras horas de la tarde, lo único que llamaba mi atención era el rugir de mi estómago vacío, pues no había conseguido comer nada más que vegetales mal cocinados durante las últimas semanas; era la pena de aquel que viajaba sin dinero- Como desearía tener más parte cabra que humana… digerir la hierba como lo haces tú sería mucho más fácil de esa forma… -dejé ir pensativa mientras miraba como Fluffy, mi compañero de batalla, comía felizmente todo aquello que fuera verde a nuestro alrededor.
Suspiré un par de veces antes de decirme a buscar algún vegetal que pudiera cocinar rápidamente, unas patatas o alguna zanahoria salvaje me hubieran ido de maravilla en el momento, pero no lograba encontrar nada en especial. A pesar de esa aparente mala racha después de unos minutos unas bayas llamaron mi atención, se encontraban algo lejos de mí pero su color rojizo, casi negro, las delataba claramente como unas deliciosas y apetecibles moras, perfectas para recuperar un poco de energía. Sin embargo, en el momento en el que iba a salir corriendo hacia esas dulces delicias un ruido extraño llamó mi atención.
Paso acelerado y respiración entrecortada, un hombre de mediana edad avanzaba con rapidez por el lugar, interponiéndose en mi camino. Sin dudarlo ni un momento me escondí en el primer arbusto que encontré, ese humano tenía el miedo escrito en el rostro, el horror de una persecución en sus ojos, algo le estaba siguiendo y le aterraba enormemente. Me sorprendí al ver aparecer en mi campo de visión a un lobo, más bien el hecho de que un lobo estuviera cazando solo a una presa tan grande y probablemente peligrosa, sin una manada respaldándole. Admiré la presteza del animal, suponía que aquel humano llevaba algo encima que había atraído la atención del canino y que por ese motivo lo estaba persiguiendo; la otra opción era que el humano se hubiera acercado demasiado al territorio de la bestia y esta lo estuviera asustando y echando de aquella zona. Sin duda esperaba que no se tratara del segundo caso, pues el humano estaba siendo muy reticente a salir corriendo y eso no le gustaría al animal, quien ya mostraba señales de estar preparado para atacar.
En el momento en el que el hombre desenvainó su arma supe que esto no iba a acabar bien, miré horrorizada como el lobo empezaba a rodear pacientemente a esa pobre alma, profiriendo gruñidos bajos y amenazantes. Tenía la necesidad de actuar, de evitar esa masacre pero el miedo tenía invadidas mis venas y no me dejaba intervenir, ahuyentar al animal o como mínimo intentar defender al muchacho. Cuando el lobo saltó a por su presa un grito ahogado y desgarrador salió involuntariamente de mis labios, pues el humano había caído muerto en el acto. Mis manos, temblorosas, taparon mi boca en un intento de apagar el sonido del llanto que cubría mi rostro mientras observaba la escena que había resultado de mi ineptitud para proteger a ese hombre.
En ese momento cerré los ojos, la frustración estaba presente en cada músculo, cada elemento que formaba mi ser y lo único que deseaba en ese momento era desaparecer, pues no entendía el porqué de mis actos, "¿cómo es posible que haya reaccionado así?" Pensaba sin cesar; quería ser una guerrera, una protectora por y para mi pueblo y me había quedado quieta ante un lobo, un mísero lobo. Ante la aparición del animal en mis pensamientos, no pude evitar dirigir mi mirada hacia el cuerpo inerte, esperando encontrar sobre él a un animal triunfante y hambriento, destrozando hasta las entrañas el muerto que se encontraba en el suelo. Sin embargo una figura pálida y temblorosa se encontraba en su lugar. Su rostro níveo cubierto de sangre, su antebrazo por igual, todo él permanecía tenso mientras buscaba por los bolsillos del que yacía en el lugar. Un extraño sentimiento de resentimiento, de dolor inmenso, hacia mí misma me impulsó a avanzar hacia el chico sin ningún tipo de precaución; mi proposito era intentar enmendar el error anterior, la desfachatez de mis actos, y avisar al chico sobre el lobo que muy posiblemente aún se encontraba en las cercanías.
Intenté hablar un par de veces pero lo único que salía de mi garganta eran sonidos ahogados, breves llantos cohibidos, acallados por mi inconsciente- Perdona… –salió de mis labios siendo no más que un susurro- deberías irte de aquí… hay… hay un lobo por la zona y podría atacarte si te acercas mucho a su territorio –La visión más cercana del cadáver hizo que mis músculos pararan en seco; el olor a sangre nublaba mis sentidos, estaba saturando mi olfato y en un momento dado, todo fue demasiado. Vómito, bilis pura salía de mis entrañas. Me arrodillé en el suelo derrotada, nunca había presenciado algo tan… cruel y horrendo como la muerte misma, no sabía quién tenía la culpa, si el animal o el hombre, lo único que le tenía claro era que nunca jamás quería volver a presenciar algo así, sin embargo… sabía que el mundo no era tan bonito como para que ese deseo infantil se cumpliera, al fin y al cabo ese era el motivo por el que había iniciado mi viaje de entrenamiento, para proteger y evitar que eso pudiera pasar a la gente de mi tribu.
Debido a los nuevos habitantes de la zona, cambié mi horario de sueño, me dormía cuando el sol empezaba a despuntar en el horizonte y me despertaba cuando éste ya estaba en lo más alto y, por desgracia, la luz ya no me permitía descansar. De esa forma podría defenderme ante un ataque, ante cualquier cosa que acechara en la oscuridad de la noche. No obstante, en ese momento, sobre las primeras horas de la tarde, lo único que llamaba mi atención era el rugir de mi estómago vacío, pues no había conseguido comer nada más que vegetales mal cocinados durante las últimas semanas; era la pena de aquel que viajaba sin dinero- Como desearía tener más parte cabra que humana… digerir la hierba como lo haces tú sería mucho más fácil de esa forma… -dejé ir pensativa mientras miraba como Fluffy, mi compañero de batalla, comía felizmente todo aquello que fuera verde a nuestro alrededor.
Suspiré un par de veces antes de decirme a buscar algún vegetal que pudiera cocinar rápidamente, unas patatas o alguna zanahoria salvaje me hubieran ido de maravilla en el momento, pero no lograba encontrar nada en especial. A pesar de esa aparente mala racha después de unos minutos unas bayas llamaron mi atención, se encontraban algo lejos de mí pero su color rojizo, casi negro, las delataba claramente como unas deliciosas y apetecibles moras, perfectas para recuperar un poco de energía. Sin embargo, en el momento en el que iba a salir corriendo hacia esas dulces delicias un ruido extraño llamó mi atención.
Paso acelerado y respiración entrecortada, un hombre de mediana edad avanzaba con rapidez por el lugar, interponiéndose en mi camino. Sin dudarlo ni un momento me escondí en el primer arbusto que encontré, ese humano tenía el miedo escrito en el rostro, el horror de una persecución en sus ojos, algo le estaba siguiendo y le aterraba enormemente. Me sorprendí al ver aparecer en mi campo de visión a un lobo, más bien el hecho de que un lobo estuviera cazando solo a una presa tan grande y probablemente peligrosa, sin una manada respaldándole. Admiré la presteza del animal, suponía que aquel humano llevaba algo encima que había atraído la atención del canino y que por ese motivo lo estaba persiguiendo; la otra opción era que el humano se hubiera acercado demasiado al territorio de la bestia y esta lo estuviera asustando y echando de aquella zona. Sin duda esperaba que no se tratara del segundo caso, pues el humano estaba siendo muy reticente a salir corriendo y eso no le gustaría al animal, quien ya mostraba señales de estar preparado para atacar.
En el momento en el que el hombre desenvainó su arma supe que esto no iba a acabar bien, miré horrorizada como el lobo empezaba a rodear pacientemente a esa pobre alma, profiriendo gruñidos bajos y amenazantes. Tenía la necesidad de actuar, de evitar esa masacre pero el miedo tenía invadidas mis venas y no me dejaba intervenir, ahuyentar al animal o como mínimo intentar defender al muchacho. Cuando el lobo saltó a por su presa un grito ahogado y desgarrador salió involuntariamente de mis labios, pues el humano había caído muerto en el acto. Mis manos, temblorosas, taparon mi boca en un intento de apagar el sonido del llanto que cubría mi rostro mientras observaba la escena que había resultado de mi ineptitud para proteger a ese hombre.
En ese momento cerré los ojos, la frustración estaba presente en cada músculo, cada elemento que formaba mi ser y lo único que deseaba en ese momento era desaparecer, pues no entendía el porqué de mis actos, "¿cómo es posible que haya reaccionado así?" Pensaba sin cesar; quería ser una guerrera, una protectora por y para mi pueblo y me había quedado quieta ante un lobo, un mísero lobo. Ante la aparición del animal en mis pensamientos, no pude evitar dirigir mi mirada hacia el cuerpo inerte, esperando encontrar sobre él a un animal triunfante y hambriento, destrozando hasta las entrañas el muerto que se encontraba en el suelo. Sin embargo una figura pálida y temblorosa se encontraba en su lugar. Su rostro níveo cubierto de sangre, su antebrazo por igual, todo él permanecía tenso mientras buscaba por los bolsillos del que yacía en el lugar. Un extraño sentimiento de resentimiento, de dolor inmenso, hacia mí misma me impulsó a avanzar hacia el chico sin ningún tipo de precaución; mi proposito era intentar enmendar el error anterior, la desfachatez de mis actos, y avisar al chico sobre el lobo que muy posiblemente aún se encontraba en las cercanías.
Intenté hablar un par de veces pero lo único que salía de mi garganta eran sonidos ahogados, breves llantos cohibidos, acallados por mi inconsciente- Perdona… –salió de mis labios siendo no más que un susurro- deberías irte de aquí… hay… hay un lobo por la zona y podría atacarte si te acercas mucho a su territorio –La visión más cercana del cadáver hizo que mis músculos pararan en seco; el olor a sangre nublaba mis sentidos, estaba saturando mi olfato y en un momento dado, todo fue demasiado. Vómito, bilis pura salía de mis entrañas. Me arrodillé en el suelo derrotada, nunca había presenciado algo tan… cruel y horrendo como la muerte misma, no sabía quién tenía la culpa, si el animal o el hombre, lo único que le tenía claro era que nunca jamás quería volver a presenciar algo así, sin embargo… sabía que el mundo no era tan bonito como para que ese deseo infantil se cumpliera, al fin y al cabo ese era el motivo por el que había iniciado mi viaje de entrenamiento, para proteger y evitar que eso pudiera pasar a la gente de mi tribu.
Alira Bellowood
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
Las manos del muchacho se detuvieron paulatinamente a medida que el ritmo de sus pensamientos se aceleraba. Salvo una pequeña faltriquera llena de aeros y la gastada espada, el hombre no portaba ningún objeto de valor ni adorno reconocible, nada que demostrara que se trataba de uno de los integrantes de la banda que debían localizar. Su estómago se contrajo bajo el peso de sus nervios y sus manos masajearon sus propias rodillas en respuesta. Un nuevo gemido nacido de su frustración amenazó con escapar de sus labios cuando el sonido de pasos vacilantes y restringido sollozo le forzaron a levantar la mirada con un respingo.
Los ojos del licántropo se abrieron en incrédula estupefacción. Frente a él una niña de rostro conpungido avanzaba hacia él directamente y Gwynn se maldijo por no prestar atención a sus alrededores, y maldijo también los limitados sentidos de su forma humana. El muchacho se irguió como tocado por un relámpago tensando instintivamente sus piernas, listo para correr o para atacar, sus mirada recorriendo los exóticos rasgos de la pequeña. El pelo en sus brazos, sus peculiares orejas y los inconfundibles cuernos en su cabeza, no había duda de que se trataba de una cachorra de los hombres bestia. De entre las distintas razas aquella era una de las Gwynn había aprendido a desconfiar. Sus padres solían hablar de ellos como criaturas trágicas atrapadas entre dos reinos, miopes y perdidos.
“Perdona… deberías irte de aquí… hay… hay un lobo por la zona y podría atacarte si te acercas mucho a su territorio,” dijo la chica ahogando sus sollozos y el licántropo frunció el ceño con la confusión pintada en su rostro. ¿Un lobo..? ¿Acaso se refería a él? ¿Qué clase de artimaña era esta, no le había visto hace unos momentos? El rostro de la niña se contorsionó en una mueca de náusea y vomitó cayendo de rodillas visiblemente consternada. ¿Acaso conocía al hombre? Gwynn sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y sus ojos otearon la profunidad del bosque nuevamente. No, pensó sacudiendo la cabeza levemente con dientes apretados, esto debía ser una treta. En dos rápidos movimientos cogió la espada del hombre y se acercó a la niña llevando la hoja hacia su rostro.
“¿Eres uno de ellos? ¿Cuántos hay? ¿Qué tan cerca están?” preguntó intentando sonar tan intimidante como su apariencia y falta de vestido le permitían. El arma se sentía incómodamente pesada en su palma acrecentando el temblor de sus manos. “No finjas. Sé que has visto todo. Tienes que haberlo visto. Yo no quería… yo no...”
Un crujido distante y el estridente llamado de un cuervo le interrumpieron y los ojos azules del muchacho exploraron las siluetas de los árboles. Su corazón latía desenfrenado, su mente podía imaginar ya las saetas silbando en su dirección. La chica a sus pies tenía la expresión y la postura de alguien que había experimentado una pérdida importante, quizás de algo personal, quizás algo inmaterial. Gwynn sintió una sobrecogedora oleada de culpa pero mantuvo la temblorosa hoja metálica cerca del rostro de la niña.
“Lo siento. Yo… lo siento,” dijo plenamente consciente de que el temblor de su labio era tan pronunciado como el de su voz. “No quería matarle, de verdad no quería.”
Un par de lágrimas se deslizaron por sus mejillas y el muchacho no hizo esfuerzo alguno por enjugarlas. Cómo deseaba que su hermana estuviese allí para pronunciar por él las palabras que quería decir, pero desconocía, para abrazarle y susurrarle que todo estaba bien. El joven licántropo suspiró profundamente. No podía depender para siempre de otros. Estaba solo en esta situación y era él quien debía solucionar sus errores.
“No voy a lastimarte, ¿vale? Sólo... sólo dime dónde están.”
El cuervo repitió su llamado como una velada advertencia. La brisa había cambiado ocultando con su susurro el suave crujir de los pasos a la distancia.
Los ojos del licántropo se abrieron en incrédula estupefacción. Frente a él una niña de rostro conpungido avanzaba hacia él directamente y Gwynn se maldijo por no prestar atención a sus alrededores, y maldijo también los limitados sentidos de su forma humana. El muchacho se irguió como tocado por un relámpago tensando instintivamente sus piernas, listo para correr o para atacar, sus mirada recorriendo los exóticos rasgos de la pequeña. El pelo en sus brazos, sus peculiares orejas y los inconfundibles cuernos en su cabeza, no había duda de que se trataba de una cachorra de los hombres bestia. De entre las distintas razas aquella era una de las Gwynn había aprendido a desconfiar. Sus padres solían hablar de ellos como criaturas trágicas atrapadas entre dos reinos, miopes y perdidos.
“Perdona… deberías irte de aquí… hay… hay un lobo por la zona y podría atacarte si te acercas mucho a su territorio,” dijo la chica ahogando sus sollozos y el licántropo frunció el ceño con la confusión pintada en su rostro. ¿Un lobo..? ¿Acaso se refería a él? ¿Qué clase de artimaña era esta, no le había visto hace unos momentos? El rostro de la niña se contorsionó en una mueca de náusea y vomitó cayendo de rodillas visiblemente consternada. ¿Acaso conocía al hombre? Gwynn sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y sus ojos otearon la profunidad del bosque nuevamente. No, pensó sacudiendo la cabeza levemente con dientes apretados, esto debía ser una treta. En dos rápidos movimientos cogió la espada del hombre y se acercó a la niña llevando la hoja hacia su rostro.
“¿Eres uno de ellos? ¿Cuántos hay? ¿Qué tan cerca están?” preguntó intentando sonar tan intimidante como su apariencia y falta de vestido le permitían. El arma se sentía incómodamente pesada en su palma acrecentando el temblor de sus manos. “No finjas. Sé que has visto todo. Tienes que haberlo visto. Yo no quería… yo no...”
Un crujido distante y el estridente llamado de un cuervo le interrumpieron y los ojos azules del muchacho exploraron las siluetas de los árboles. Su corazón latía desenfrenado, su mente podía imaginar ya las saetas silbando en su dirección. La chica a sus pies tenía la expresión y la postura de alguien que había experimentado una pérdida importante, quizás de algo personal, quizás algo inmaterial. Gwynn sintió una sobrecogedora oleada de culpa pero mantuvo la temblorosa hoja metálica cerca del rostro de la niña.
“Lo siento. Yo… lo siento,” dijo plenamente consciente de que el temblor de su labio era tan pronunciado como el de su voz. “No quería matarle, de verdad no quería.”
Un par de lágrimas se deslizaron por sus mejillas y el muchacho no hizo esfuerzo alguno por enjugarlas. Cómo deseaba que su hermana estuviese allí para pronunciar por él las palabras que quería decir, pero desconocía, para abrazarle y susurrarle que todo estaba bien. El joven licántropo suspiró profundamente. No podía depender para siempre de otros. Estaba solo en esta situación y era él quien debía solucionar sus errores.
“No voy a lastimarte, ¿vale? Sólo... sólo dime dónde están.”
El cuervo repitió su llamado como una velada advertencia. La brisa había cambiado ocultando con su susurro el suave crujir de los pasos a la distancia.
Gwynn
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
Las arcadas no paraban, el olor, la pestilencia de la sangre no me permitía concentrarme en nada más y por ende, en un principio, no me percaté de los movimientos bruscos y rápidos del muchacho, ni del filo de una espada a milímetros de mi rostro, tampoco de la desnudez del chico, no podía reflexionar, mi mente repetía una y otra vez el rostro asustado del hombre, el grito ahogado… y la visión posterior del niño manchado de escarlata en su rostro, su cuerpo, el temblor de sus músculos, el miedo, mi cerebro reincidía en esa palabra, “miedo, miedo, miedo… tengo miedo, él tiene miedo, él… tenía miedo…” se encontraba en un bucle insano y demente “sangre, miedo, olor, sangre, miedo… espada”. Lentamente fui levantando el rostro, dándome cuenta de que sin percatarme estaba tapando mis oídos en un intento desesperado de acallar las voces de mi subconsciente.
Las palabras del chico tardaban en asimilarse en mi cabeza- U…un… -una fuerte tos fue la consecuencia de intentar hablar después del llanto y el vómito anteriores, no obstante quise intentarlo una vez más- No sé de quién… me estás hablando, yo… yo no soy un lobo –mi voz no era más que un susurro ahogado en el silencio que reinaba. Sin embargo, con el pasar de los segundos aquello que el muchacho le estaba contando empezaba a tomar sentido- Eras... ¡¿tú eras el lobo?! –No pude evitar elevar mi tono de voz, que se convirtió en un chillido agudo ante la revelación, la crispación de mis nervios hizo que me alejara unos centímetros de él, reculando en el suelo, arrastrándome desesperadamente hacia atrás con las pocas fuerzas que me quedaban. En ese momento el sonido de un cuervo a lo lejos me inquietó, un escalofrío recorrió enteramente mi espina dorsal, y puse todos mis sentidos en alerta.
“Lo siento. Yo… lo siento. No quería matarle, de verdad que no quería” La voz del joven volcó otra vez mi atención en él, un sentimiento de protección salió de la boca de mi estómago, tenía una bola de sentimientos que luchaban por salir, pues en ese momento quería a la vez matar y resguardar al muchacho; por encima de todo quería huir, era una intuición innata, mi parte animal estaba gritándome a viva voz que debía alejarme de aquel lugar “depredadores, malos, metal, armas, susurros, muerte…”. Ya no quería prestar atención al supuesto licántropo que tenía delante de mí, solo podía observar los alrededores, buscando la fuente del ruido*, notaba como mis orejas se movían sin cesar, mis ojos atentos a cualquier movimiento, algo nos estaba cazando y antes de hacer justicia prevalecía la supervivencia, definitivamente íbamos a sobrevivir más en grupo pensé echando un vistazo rápido al cadáver.
Dictaminado el veredicto observé la situación en la que nos encontrábamos, vomito, sangre, olor a muerto y dos niños prácticamente indefensos, uno indudablemente desnudo y con rastros de sangre delatadora en los labios, ante lo que parecía un grupo de gente bien armada- Como nos quedemos aquí esto no va acabar bien… -susurré para mí misma antes de dirigir todo mi interés de nuevo al individuo que se encontraba delante de mí, observándome aún con el arma en su mano- será mejor que sepas… usar eso… -le dije bajando la voz para que solo él me escuchara- lo vamos a necesitar… -añadí mientras me levantaba y limpiaba el vómito de que aún tenía en mis manos en mis ropajes.
Sin embargo en el momento en el cual iba a volver a hablar los pasos se escucharon increíblemente cerca y en un impulso instintivo nos empujé a los dos en un arbusto cercano, poniendo una de mis manos en su boca para acallar cualquier protesta. Mis ojos se abrieron de par en par cuando un par de voces sonaron al otro lado del minúsculo claro donde nos encontrábamos y apresuradamente le hice una señal al licántropo para que guardara silencio- debemos irnos de aquí… -dije sin levantar la voz ni un ápice. El sonido de las armas y las armaduras se escuchaba cada vez más cerca, lo único que quedaba era rezar para que el muchacho tuviera alguna brillante idea para lograr salir del lugar sin que acabáramos ensartados entre flechas y espadas.
Las palabras del chico tardaban en asimilarse en mi cabeza- U…un… -una fuerte tos fue la consecuencia de intentar hablar después del llanto y el vómito anteriores, no obstante quise intentarlo una vez más- No sé de quién… me estás hablando, yo… yo no soy un lobo –mi voz no era más que un susurro ahogado en el silencio que reinaba. Sin embargo, con el pasar de los segundos aquello que el muchacho le estaba contando empezaba a tomar sentido- Eras... ¡¿tú eras el lobo?! –No pude evitar elevar mi tono de voz, que se convirtió en un chillido agudo ante la revelación, la crispación de mis nervios hizo que me alejara unos centímetros de él, reculando en el suelo, arrastrándome desesperadamente hacia atrás con las pocas fuerzas que me quedaban. En ese momento el sonido de un cuervo a lo lejos me inquietó, un escalofrío recorrió enteramente mi espina dorsal, y puse todos mis sentidos en alerta.
“Lo siento. Yo… lo siento. No quería matarle, de verdad que no quería” La voz del joven volcó otra vez mi atención en él, un sentimiento de protección salió de la boca de mi estómago, tenía una bola de sentimientos que luchaban por salir, pues en ese momento quería a la vez matar y resguardar al muchacho; por encima de todo quería huir, era una intuición innata, mi parte animal estaba gritándome a viva voz que debía alejarme de aquel lugar “depredadores, malos, metal, armas, susurros, muerte…”. Ya no quería prestar atención al supuesto licántropo que tenía delante de mí, solo podía observar los alrededores, buscando la fuente del ruido*, notaba como mis orejas se movían sin cesar, mis ojos atentos a cualquier movimiento, algo nos estaba cazando y antes de hacer justicia prevalecía la supervivencia, definitivamente íbamos a sobrevivir más en grupo pensé echando un vistazo rápido al cadáver.
Dictaminado el veredicto observé la situación en la que nos encontrábamos, vomito, sangre, olor a muerto y dos niños prácticamente indefensos, uno indudablemente desnudo y con rastros de sangre delatadora en los labios, ante lo que parecía un grupo de gente bien armada- Como nos quedemos aquí esto no va acabar bien… -susurré para mí misma antes de dirigir todo mi interés de nuevo al individuo que se encontraba delante de mí, observándome aún con el arma en su mano- será mejor que sepas… usar eso… -le dije bajando la voz para que solo él me escuchara- lo vamos a necesitar… -añadí mientras me levantaba y limpiaba el vómito de que aún tenía en mis manos en mis ropajes.
Sin embargo en el momento en el cual iba a volver a hablar los pasos se escucharon increíblemente cerca y en un impulso instintivo nos empujé a los dos en un arbusto cercano, poniendo una de mis manos en su boca para acallar cualquier protesta. Mis ojos se abrieron de par en par cuando un par de voces sonaron al otro lado del minúsculo claro donde nos encontrábamos y apresuradamente le hice una señal al licántropo para que guardara silencio- debemos irnos de aquí… -dije sin levantar la voz ni un ápice. El sonido de las armas y las armaduras se escuchaba cada vez más cerca, lo único que quedaba era rezar para que el muchacho tuviera alguna brillante idea para lograr salir del lugar sin que acabáramos ensartados entre flechas y espadas.
- OffRol:
- Uso de la habilidad: Sentidos Salvajes (Rasgo) Los sentidos desarrollados del Hombre-Bestia le permiten saber en todo momento la posición de sus rivales en un combate (sólo la posición relativa a su ubicación, no detalles como su postura o si está llevando a cabo un ataque o no.
Última edición por Alira Bellowood el Vie 10 Nov - 17:30, editado 1 vez
Alira Bellowood
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
La chica a sus pies parecía sinceramente horrorizada, acrecentando el nudo que Gwynn sentía en su estómago. Horrorizada de tus acciones, pensó amargamente sorprendido, horrorizada de ti. No podía culparla, ni siquiera él mismo era capaz de reconocerse en estos momentos, blandiendo un arma humana para amenazar y amedrentar a alguien sobre quien nada sabía. Sus cavilaciones fueron interrumpidas por el inconfundible y pesado sonido de pasos humanos, forzándole una vez más a elevar la mirada hacia el bosque sintiendo su corazón dar un vuelco. El casi inaudible susurro de la niña capturó nuevamente su atención.
“Será mejor sepas usar eso,” dijo la chica en un volumen ahora audible. “Lo vamos a necesitar.”
Gwynn abrió la boca para decir algo pero ningún sonido salió de ella. Sabía que estos eran instantes críticos, pero, ¿qué podía hacer? ¿Correr y dejar a la extraña chica allí? No. Claramente no era una de ellos, posiblemente sólo una desafortunada espectadora. No le fue necesario pensar mucho en ello, pues para su infinita sorpresa la chica decidió ignorar completamente la amenaza de la espada y empujarle junto a ella a un arbusto cercano. El muchacho sólo pudo observarle con ojos incrédulos mientras una mano cubría su boca firmemente.
El sonido de pesadas botas se oía ya cercano a su improvisado escondite acompañado ahora de voces ásperas.
“Tiene que haber sido aquí, muy cerca,” gruñó uno de los hombres con una voz áspera y ahogada.
“Es igual, Duncan, seguro ha sido un cervatillo,” rió un sujeto joven, golpeteando rítmicamente lo que bien podría haber sido un peto de cuero cocido.
“Nah,” respondió el primero pensativo. “No ha sido un cervatillo ni nada similar. Demasiado agudo, como el chillido de un crío.”
“¡Mierda! ¡Allí! ¿No es ese Craig? Está muerto, su cuello...”
Un cuarteto de hombres se abalanzó sobre el cadáver entre improperios e interjecciones varias.
“Aún está tibio y la herida no ha coagulado. ¿Ha sido un animal? ¿Un lobo quizás?”
“No, su espada ha desaparecido. Alguien la ha cogido. Ah, mira allí. Vómito.”
“Sea quien sea el hijo de puta está cerca. ¡Dispersaros!”
Gwynn observó atentamente al grupo de recién llegados, todos ellos armados y vestidos con armaduras ligeras y equipo de caza. Por la manera en que se movían era obvio que no carecían de experiencia, y era también seguro asumir que su conocimiento de aquel bosque superaría con creces a los del joven licántropo. Su mirada se posó nuevamente en el rostro de la peculiar niña bestia y apartando la mano de su boca inspiró temblorosamente. Escondido tras el metal de la sangre, la pungencia del vómito y la sobrecogedora pesadez del miedo, el agudo olfato del muchacho podía percibir claramente en la chica aquel aroma cálido y sutil que es único de cada persona. Ella había confiado en él, pese a haber presenciado lo que había hecho, pese a las amenazas, y había pensado en él aún cuando el instinto le obligaba a huir. Aquello era suficiente para instaurar en Gwynn un genuino sentimiento de espontánea camaradería.
El muchacho cerró los ojos unos instantes apretando en su mano la empuñadura de la espada. Por supuesto no sabía usarla, jamás lo había intentado, y aún cuando supiera difícilmente sería un oponente para cualquiera de esos humanos… ni pensar en cuatro de ellos.
“Vale,” susurró abriendo sus ojos con una chispa de resolución medio ahogada en un mar de temerosa inseguridad, su acento marcado en cada palabra, “no podemos quedarnos aquí, pero… ti-tienes que… tendremos que… sólo sígueme, ¿vale?”
La cuadrilla se dispersaba lentamente alrededor del cadáver, uno de ellos a escasos pies de distancia del arbusto. No podrían evitarle, mucho menos escapar. Tendrían que nivelar sus oportunidades. Gwynn tensó sus hombros y cogiendo la espada con dos manos la elevó entre las ramas dirigiendo la punta hacia el humano. Un paso, dos, tres, cuatro. El hombre a penas tuvo tiempo de distinguir el metal entre las hojas antes de sentir su tráquea ser perforada torpe y débilmente por el filo de la espada, su mirada confusa clavada en los ojos asustados del niño frente a él. Profiriendo un gruñido que más asemejaba un ronquido líquido cayó de rodillas llevando ambas manos a la herida.
Gwynn se giró en el acto y fue su turno de cubrir firmemente la boca de la chica con su mano, ojos azules rogándole a la vez perdón y silencio. Es la única manera, quiso decir. No sabes quiénes son. Sin esperar respuesta cogió la mano de la niña-bestia en la suya fuertemente y con un tirón echó a correr sin mirar atrás. Los gritos y el sonido del desenfundar de armas les siguieron tan sólo momentos más tarde.
“Será mejor sepas usar eso,” dijo la chica en un volumen ahora audible. “Lo vamos a necesitar.”
Gwynn abrió la boca para decir algo pero ningún sonido salió de ella. Sabía que estos eran instantes críticos, pero, ¿qué podía hacer? ¿Correr y dejar a la extraña chica allí? No. Claramente no era una de ellos, posiblemente sólo una desafortunada espectadora. No le fue necesario pensar mucho en ello, pues para su infinita sorpresa la chica decidió ignorar completamente la amenaza de la espada y empujarle junto a ella a un arbusto cercano. El muchacho sólo pudo observarle con ojos incrédulos mientras una mano cubría su boca firmemente.
El sonido de pesadas botas se oía ya cercano a su improvisado escondite acompañado ahora de voces ásperas.
“Tiene que haber sido aquí, muy cerca,” gruñó uno de los hombres con una voz áspera y ahogada.
“Es igual, Duncan, seguro ha sido un cervatillo,” rió un sujeto joven, golpeteando rítmicamente lo que bien podría haber sido un peto de cuero cocido.
“Nah,” respondió el primero pensativo. “No ha sido un cervatillo ni nada similar. Demasiado agudo, como el chillido de un crío.”
“¡Mierda! ¡Allí! ¿No es ese Craig? Está muerto, su cuello...”
Un cuarteto de hombres se abalanzó sobre el cadáver entre improperios e interjecciones varias.
“Aún está tibio y la herida no ha coagulado. ¿Ha sido un animal? ¿Un lobo quizás?”
“No, su espada ha desaparecido. Alguien la ha cogido. Ah, mira allí. Vómito.”
“Sea quien sea el hijo de puta está cerca. ¡Dispersaros!”
Gwynn observó atentamente al grupo de recién llegados, todos ellos armados y vestidos con armaduras ligeras y equipo de caza. Por la manera en que se movían era obvio que no carecían de experiencia, y era también seguro asumir que su conocimiento de aquel bosque superaría con creces a los del joven licántropo. Su mirada se posó nuevamente en el rostro de la peculiar niña bestia y apartando la mano de su boca inspiró temblorosamente. Escondido tras el metal de la sangre, la pungencia del vómito y la sobrecogedora pesadez del miedo, el agudo olfato del muchacho podía percibir claramente en la chica aquel aroma cálido y sutil que es único de cada persona. Ella había confiado en él, pese a haber presenciado lo que había hecho, pese a las amenazas, y había pensado en él aún cuando el instinto le obligaba a huir. Aquello era suficiente para instaurar en Gwynn un genuino sentimiento de espontánea camaradería.
El muchacho cerró los ojos unos instantes apretando en su mano la empuñadura de la espada. Por supuesto no sabía usarla, jamás lo había intentado, y aún cuando supiera difícilmente sería un oponente para cualquiera de esos humanos… ni pensar en cuatro de ellos.
“Vale,” susurró abriendo sus ojos con una chispa de resolución medio ahogada en un mar de temerosa inseguridad, su acento marcado en cada palabra, “no podemos quedarnos aquí, pero… ti-tienes que… tendremos que… sólo sígueme, ¿vale?”
La cuadrilla se dispersaba lentamente alrededor del cadáver, uno de ellos a escasos pies de distancia del arbusto. No podrían evitarle, mucho menos escapar. Tendrían que nivelar sus oportunidades. Gwynn tensó sus hombros y cogiendo la espada con dos manos la elevó entre las ramas dirigiendo la punta hacia el humano. Un paso, dos, tres, cuatro. El hombre a penas tuvo tiempo de distinguir el metal entre las hojas antes de sentir su tráquea ser perforada torpe y débilmente por el filo de la espada, su mirada confusa clavada en los ojos asustados del niño frente a él. Profiriendo un gruñido que más asemejaba un ronquido líquido cayó de rodillas llevando ambas manos a la herida.
Gwynn se giró en el acto y fue su turno de cubrir firmemente la boca de la chica con su mano, ojos azules rogándole a la vez perdón y silencio. Es la única manera, quiso decir. No sabes quiénes son. Sin esperar respuesta cogió la mano de la niña-bestia en la suya fuertemente y con un tirón echó a correr sin mirar atrás. Los gritos y el sonido del desenfundar de armas les siguieron tan sólo momentos más tarde.
Gwynn
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
Cuando las voces empezaron a cobrar sentido el miedo enraizó en mi músculos, en mi cabeza, las manos me temblaban sin remedio y, desesperada, miraba al muchacho que ahora se encontraba delante de mí. No obstante, lo último que esperé encontrarme en la mirada del licántropo fue ese terror atroz, incondicional, que tanto se parecía al que yo misma estaba sufriendo y, ante la revelación, un sentimiento de empatía se instauró en mi mente “Nada de esto debería haber pasado, pero la… la vida es cruel” pensé fugazmente.
Cuando los soldados llegaron al claro los instintos que habían sido acallados durante unos instantes debido al pánico del momento volvieron con más fuerza que nunca, conseguía escuchar cada tintineo metálico de sus armaduras, cada paso sobre las briznas de hierba, cada respiración. Sin embargo las palabras de esos hombres no fueron un concepto claro hasta que hablaron específicamente del cadáver que se encontraba a escasos metros de donde se estaban escondiendo ellos “¡Mierda! ¡Allí! ¿No es ese Craig? Esté muerto, su cuello…” hubo algo en el hecho de ponerle nombre al humano que me erizó la piel y me revolvió las entrañas “Y si tenía… ¿Acaso tendría una familia? ¿Alguien que le esperara en casa? Ese… ese podría haber sido mi padre, podría haber sido cualquiera, oh… oh mier…” la poca bilis que quedaba en mi estómago amenazó con salir y por muy poco nos delaté, algún tipo de milagro logró parar el vómito justo a tiempo para escuchar al niño “¿Puedo confiar en él? No, almenos de momento no puedo, pero ¿acaso existe otra opción factible en ese momento?”
A pesar de eso, de saber que ese chico podía ser peligroso, hubo algo en la mirada del muchacho que la incitó a dejarse guiar por él, había un pequeño ápice de seguridad de sus ojos, ínfimo, pero indudablemente se encontraba ahí.
Uno de los soldados empezó a acercarse peligrosamente a nuestra posición, el licántropo cogió la espada, él sabía cómo iba a acabar eso, yo sabía cómo iba a acabar eso, hasta la última hoja de ese maldito bosque sabía que la muerte iba a ser la mejor de las fortunas para ese hombre, sin embargo no estaba preparada. El mismo horror se extendió por el rostro del soldado, la misma expresión de neutralidad le siguió, sus ojos ya no tenían alma, ya no tenían vida, ya no tenían nada. En el momento en el que un sonido ahogado intentó salir por mi garganta la mano del joven, que aún desprendía olor a sangre, cubrió mi boca, en un rezo sin palabras me pedía que no lo hiciera “Era la única forma…” me repetía una y otra vez mientras empezaba a correr detrás del chico “No se podía hacer… ¿nada más?” pensaba irremediablemente.
Al dar comienzo a nuestra huida los soldados desenfundaron sus armas y nos siguieron, sin embargo solo eran dos, uno de ellos se había quedado atrás, mis oídos podían escuchar los sollozos y gritos que profanaba a la gran arboleda por donde corríamos desenfrenadamente. En todo momento mantuvimos una buena distancia, éramos más ligeros, esquivábamos el espeso bosque de forma más sencilla. La mano del muchacho se mantuvo junto a la mía todo el camino, de alguna forma ese contacto lograba mantenerme cuerda, no estaba sola en esto, no era solo yo quien tenía miedo,…
Los pasos fueron disipándose hasta desaparecer, no sabía dónde nos encontrábamos ni cuanto rato habíamos corrido, mi respiración era completamente entrecortada y mis piernas temblaban por el enorme esfuerzo al que habían sido expuestas. En un momento dado me solté del contacto que tenía con el chico y paré en seco. La adrenalina del momento fue disminuyendo y sin poder evitarlo volví a vomitar, aunque esta vez fue… algo más llevadero, pues el no tener el cadáver delante de mis ojos conseguía mantener en mi mente algo de sensatez.
No conocía la parte del bosque donde nos encontrábamos, no reconocía ni un solo elemento, solo se podía ver densidad; arbustos, plantas extrañas que no había visto nunca e infinitos árboles a nuestro alrededor- ¿Do… dónde estamos? –Pregunté después de descansar unos minutos- No conozco esta zona del bosque… -añadí mientras miraba a todos lados menos al licántropo, con todo lo que había pasado no había recaído en el estado en el que se encontraba, al fin y al cabo estaba desnudo y ensangrentado por todos lados.
Carraspeé un par de veces antes de coger algunas hojas y hacer algo que de alguna forma se parecía a una falda además de quitarme el abrigo de lana; me acerqué entonces a él y se lo entregué todo sin mirarle, pues de alguna forma intentaba respetar su intimidad- Ejem… úsalos, no sería conveniente que cogieras frío y enfermaras… -sabía que era una excusa sin sentido, no pasaba ni una brisa de aire y el ambiente en el bosque era denso y caluroso, pero no se me ocurrió nada más.
Por si esa situación no era ya lo suficiente surrealista un pequeño detalle lo empeoró aún más. Un sonoro rugido salió de mi estómago y un sonrojo cubrió mi rostro hasta las orejas- Oh… por los dioses, al final no he comido nada en todo el día… -susurré para mí misma, definitivamente estaba siendo un día muy largo.
Cuando los soldados llegaron al claro los instintos que habían sido acallados durante unos instantes debido al pánico del momento volvieron con más fuerza que nunca, conseguía escuchar cada tintineo metálico de sus armaduras, cada paso sobre las briznas de hierba, cada respiración. Sin embargo las palabras de esos hombres no fueron un concepto claro hasta que hablaron específicamente del cadáver que se encontraba a escasos metros de donde se estaban escondiendo ellos “¡Mierda! ¡Allí! ¿No es ese Craig? Esté muerto, su cuello…” hubo algo en el hecho de ponerle nombre al humano que me erizó la piel y me revolvió las entrañas “Y si tenía… ¿Acaso tendría una familia? ¿Alguien que le esperara en casa? Ese… ese podría haber sido mi padre, podría haber sido cualquiera, oh… oh mier…” la poca bilis que quedaba en mi estómago amenazó con salir y por muy poco nos delaté, algún tipo de milagro logró parar el vómito justo a tiempo para escuchar al niño “¿Puedo confiar en él? No, almenos de momento no puedo, pero ¿acaso existe otra opción factible en ese momento?”
A pesar de eso, de saber que ese chico podía ser peligroso, hubo algo en la mirada del muchacho que la incitó a dejarse guiar por él, había un pequeño ápice de seguridad de sus ojos, ínfimo, pero indudablemente se encontraba ahí.
Uno de los soldados empezó a acercarse peligrosamente a nuestra posición, el licántropo cogió la espada, él sabía cómo iba a acabar eso, yo sabía cómo iba a acabar eso, hasta la última hoja de ese maldito bosque sabía que la muerte iba a ser la mejor de las fortunas para ese hombre, sin embargo no estaba preparada. El mismo horror se extendió por el rostro del soldado, la misma expresión de neutralidad le siguió, sus ojos ya no tenían alma, ya no tenían vida, ya no tenían nada. En el momento en el que un sonido ahogado intentó salir por mi garganta la mano del joven, que aún desprendía olor a sangre, cubrió mi boca, en un rezo sin palabras me pedía que no lo hiciera “Era la única forma…” me repetía una y otra vez mientras empezaba a correr detrás del chico “No se podía hacer… ¿nada más?” pensaba irremediablemente.
Al dar comienzo a nuestra huida los soldados desenfundaron sus armas y nos siguieron, sin embargo solo eran dos, uno de ellos se había quedado atrás, mis oídos podían escuchar los sollozos y gritos que profanaba a la gran arboleda por donde corríamos desenfrenadamente. En todo momento mantuvimos una buena distancia, éramos más ligeros, esquivábamos el espeso bosque de forma más sencilla. La mano del muchacho se mantuvo junto a la mía todo el camino, de alguna forma ese contacto lograba mantenerme cuerda, no estaba sola en esto, no era solo yo quien tenía miedo,…
Los pasos fueron disipándose hasta desaparecer, no sabía dónde nos encontrábamos ni cuanto rato habíamos corrido, mi respiración era completamente entrecortada y mis piernas temblaban por el enorme esfuerzo al que habían sido expuestas. En un momento dado me solté del contacto que tenía con el chico y paré en seco. La adrenalina del momento fue disminuyendo y sin poder evitarlo volví a vomitar, aunque esta vez fue… algo más llevadero, pues el no tener el cadáver delante de mis ojos conseguía mantener en mi mente algo de sensatez.
No conocía la parte del bosque donde nos encontrábamos, no reconocía ni un solo elemento, solo se podía ver densidad; arbustos, plantas extrañas que no había visto nunca e infinitos árboles a nuestro alrededor- ¿Do… dónde estamos? –Pregunté después de descansar unos minutos- No conozco esta zona del bosque… -añadí mientras miraba a todos lados menos al licántropo, con todo lo que había pasado no había recaído en el estado en el que se encontraba, al fin y al cabo estaba desnudo y ensangrentado por todos lados.
Carraspeé un par de veces antes de coger algunas hojas y hacer algo que de alguna forma se parecía a una falda además de quitarme el abrigo de lana; me acerqué entonces a él y se lo entregué todo sin mirarle, pues de alguna forma intentaba respetar su intimidad- Ejem… úsalos, no sería conveniente que cogieras frío y enfermaras… -sabía que era una excusa sin sentido, no pasaba ni una brisa de aire y el ambiente en el bosque era denso y caluroso, pero no se me ocurrió nada más.
Por si esa situación no era ya lo suficiente surrealista un pequeño detalle lo empeoró aún más. Un sonoro rugido salió de mi estómago y un sonrojo cubrió mi rostro hasta las orejas- Oh… por los dioses, al final no he comido nada en todo el día… -susurré para mí misma, definitivamente estaba siendo un día muy largo.
Alira Bellowood
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
Corrieron hasta sentir sus músculos temblar y sus pulmones arder, impulsados únicamente por la adrenalina y el miedo. Gwynn estaba seguro que en cualquier momento sus piernas cederían, por lo que no pudo evitar sentir una oleada de alivio cuando la chica soltó su mano deteniéndose en seco doblándose para vomitar una vez más. El muchacho sintió un súbito vértigo en su vientre que más tenía que ver con una sensación de culposa compasión que con su agotamiento. Instintivamente alzó una mano hacia la chica para confortarle tal como sus padres solían hacer con él cuando se sentía enfermo, tocando su cabello y su espalda, pero el miembro quedó congelado en el aire. La pequeña mujer bestia no confiaba en él, recordó contrito. Probablemente le despreciase por lo que había hecho y cualquier repentino y espontáneo contacto no haría nada por ayudar la situación.
“Reconozco este lugar,” dijo el muchacho al cabo de unos minutos mientras sus dedos recorrían delicadamente el lichen que cubría el tronco de un aliso. “¿Oyes eso? Hay un arroyo tras esas hayas. Si lo seguimos llegaremos a una pequeña aldea en los lindes del bosque, Wolsingham.”
Gwynn clavó sus ojos en la chica, quien evitaba a toda costa mirarle. Resultaba obvio que se sentía incómoda con él y el muchacho sintió su corazón hundirse pesadamente. Era de esperar, pensó mirando al suelo, después de todo en sus ojos no eres más que un asesino. Su sorpresa fue mayor cuando la chica le ofreció su propio abrigo de lana y algunas hojas aún sin mirarle. Grynn frunció el ceño confundido unos momentos antes de caer en cuenta de qué era lo que realmente incomodaba a la niña.
“Oh, ya veo,” comentó quedamente. Habían estado a punto de perder la vida a manos de un grupo de bandidos, y aún así era el absurdo pudor humano lo que dominaba los pensamientos de la chica. Los ojos de Gwynn la evaluaron con una pizca de desilusión y resignada exasperación.
“Pensé que tu gente lo entendería,” dijo ahora de manera audible señalando con un dedo los cuernos que adornaban la cabeza de la niña bestia. “Si debemos esconder lo que nos hace diferentes, ¿por qué no ocultar también lo que te distancia de los humanos?”
Su voz era suave y amable y aún así la pregunta había sonado suficientemente recriminatoria como para que el muchacho mordiera su propia lengua arrepentido. Era injusto arrojar sobre la chica una crítica a la narrativa que seguramente había definido su mundo desde su nacimiento. Sus padres habían hablado sobre los muchos hombres bestia que vivían completamente asimilados en la sociedad humana, compartiendo sus valores y principios pese a nunca poder sentirse plenamente parte de ellos.
“Lo siento,” se apresuró a decir sintiendo el calor expandirse hacia su rostro y orejas, “no quise insultarte a ti ni a tu raza. Es sólo que no deberías nunca tener que ocultar lo que eres… o al menos así creemos nosotros. Mi tribu, quiero decir.”
El muchacho suspiró profundamente sintiéndose de pronto asquerosamente sucio. No era la sangre o el sudor que cubrían su piel, sino una inmundicia tan invisible como insidiosa; la culpa y la tristeza rodeándole como una espectral película de alquitrán. Sin esperar un momento más el joven hombre lobo se giró sobre sus talones y echó a andar rumbo al arroyo cercano.
“Si te hace sentir mejor vestiré el abrigo, sólo… necesito primero limpiar la sangre,” dijo sin mirar a la chica. Tras los comentarios proferidos cualquier silencio sería incómodo, por lo que el joven optó por normalizar en lo posible la situación. “Por cierto, mi nombre es Gwynn, y soy, ah, un hombre lobo… creo que eso es un poco evidente. ¿Qué hay de ti? Quiero decir, sé lo que eres, pero no quién eres.”
“Reconozco este lugar,” dijo el muchacho al cabo de unos minutos mientras sus dedos recorrían delicadamente el lichen que cubría el tronco de un aliso. “¿Oyes eso? Hay un arroyo tras esas hayas. Si lo seguimos llegaremos a una pequeña aldea en los lindes del bosque, Wolsingham.”
Gwynn clavó sus ojos en la chica, quien evitaba a toda costa mirarle. Resultaba obvio que se sentía incómoda con él y el muchacho sintió su corazón hundirse pesadamente. Era de esperar, pensó mirando al suelo, después de todo en sus ojos no eres más que un asesino. Su sorpresa fue mayor cuando la chica le ofreció su propio abrigo de lana y algunas hojas aún sin mirarle. Grynn frunció el ceño confundido unos momentos antes de caer en cuenta de qué era lo que realmente incomodaba a la niña.
“Oh, ya veo,” comentó quedamente. Habían estado a punto de perder la vida a manos de un grupo de bandidos, y aún así era el absurdo pudor humano lo que dominaba los pensamientos de la chica. Los ojos de Gwynn la evaluaron con una pizca de desilusión y resignada exasperación.
“Pensé que tu gente lo entendería,” dijo ahora de manera audible señalando con un dedo los cuernos que adornaban la cabeza de la niña bestia. “Si debemos esconder lo que nos hace diferentes, ¿por qué no ocultar también lo que te distancia de los humanos?”
Su voz era suave y amable y aún así la pregunta había sonado suficientemente recriminatoria como para que el muchacho mordiera su propia lengua arrepentido. Era injusto arrojar sobre la chica una crítica a la narrativa que seguramente había definido su mundo desde su nacimiento. Sus padres habían hablado sobre los muchos hombres bestia que vivían completamente asimilados en la sociedad humana, compartiendo sus valores y principios pese a nunca poder sentirse plenamente parte de ellos.
“Lo siento,” se apresuró a decir sintiendo el calor expandirse hacia su rostro y orejas, “no quise insultarte a ti ni a tu raza. Es sólo que no deberías nunca tener que ocultar lo que eres… o al menos así creemos nosotros. Mi tribu, quiero decir.”
El muchacho suspiró profundamente sintiéndose de pronto asquerosamente sucio. No era la sangre o el sudor que cubrían su piel, sino una inmundicia tan invisible como insidiosa; la culpa y la tristeza rodeándole como una espectral película de alquitrán. Sin esperar un momento más el joven hombre lobo se giró sobre sus talones y echó a andar rumbo al arroyo cercano.
“Si te hace sentir mejor vestiré el abrigo, sólo… necesito primero limpiar la sangre,” dijo sin mirar a la chica. Tras los comentarios proferidos cualquier silencio sería incómodo, por lo que el joven optó por normalizar en lo posible la situación. “Por cierto, mi nombre es Gwynn, y soy, ah, un hombre lobo… creo que eso es un poco evidente. ¿Qué hay de ti? Quiero decir, sé lo que eres, pero no quién eres.”
Gwynn
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
En el momento en el que supe que ese chico conocía la zona donde nos encontrábamos inevitablemente solté un suspiro de alivio, no podría haber soportado dar vueltas perdidos por ese bosque denso durante más tiempo del estrictamente necesario “¿Un arroyo?” pensé mientras agradecía a los dioses, al karma, a lo que fuera, el habernos traído hasta aquí. Me sorprendí en sobremanera ante la reacción del muchacho respecto a las vestimentas que el ofrecía, mi intención no era ofenderle ni incomodarle, en mi aldea había gente que prefería ir más bien desnuda, sobre todo aquellos que tenían más parte animal que humana, pero en general todo el mundo llevaba alguna prenda de ropa puesta, aunque fuera por pura modestia.
Iba a retirar el ofrecimiento amablemente pero después de unos muy breves momentos el joven se disculpó y un sonrojo cubrió enteramente su rostro de color carmesí. Sin poder evitarlo una risa disimulada se escapó por mis labios mientras él se apresuraba a rectificar sus palabras, aunque nada de lo que había dicho con anterioridad me había ofendido en lo más mínimo. La situación era de lo más surrealista, estaba siendo un día de los más surrealistas, extraños y bizarros que había vivido nunca, no obstante por un momento, un mísero momento, el rostro avergonzado delante de mí me transmitió tranquilidad, como si todo lo que hubiera pasado no existiera y ellos dos solo fueran un par de niños que juegan en el bosque.
Sin embargo la vida no es tan simple ni agradable y en el momento en el que las facciones del que por un momento había considerado un compañero cambiaron a unas más oscuras y reales todo la alegría se vino abajo, el olor a sangré volvió como una patada en el estómago, revolviéndome las entrañas y provocándome breves arcadas.
La voz del chico, ahora algo lejana, me sacó del trance en el que me encontraba y eché a andar detrás de él- No hace falta que te pongas el abrigo, pensé que te haría sentir más cómodo si llevábamos una cantidad… similar de ropa –susurré algo absorta mientras acortaba las distancias con el licántropo- Alira, Alira Bellowood, vengo… vengo de los bosques de Midgar, ahí se encuentra mi aldea –estaba algo absorta, la mirada perdida mientras nos aproximábamos al río- mi propósito es viajar por el mundo y conseguir objetos que acrediten mi fuerza y valentía para… poder ser una guerrera y protectora de mi pueblo –añadí torciendo mi semblante amargamente “No sé a quién quieres engañar, no has podido defender a nadie, este viaje va a ser en vano y no vas a lograr nada” me atormentaba mi conciencia.
Al cabo de unos segundos el pequeño arroyo emergió de entre las ramas de los árboles; sin duda era un paraje muy bonito, las piedras adornaban irregularmente el lugar junto a una pequeña cascada a lo lejos. El ahora autoproclamado Gwynn se sumergió en el riachuelo nada más llegar, un río de sangre fue desprendiéndose de su cuerpo y mi mirada lo iba siguiendo sin cesar hasta que desaparecía disuelto entre la maleza que cubría parte del río más allá de dónde nos encontrábamos. Cerré los ojos algo consternada en un intento de alejar las imágenes tortuosas de mi cabeza, sin embargo esa acción solo consiguió que se acentuaran sin cesar los rostros de los dos muertos; me veía a mi misma empuñando el arma, la espada cubierta de color carmesí, el rostro torturado del hombre y los ojos desesperados, abatidos, pero inyectados en odio mientras el filo, inerte y estéril, atravesaba su garganta en una herida mortal.
El mayor escalofrío que había sentido jamás surcó mi cuerpo entero y, movida por la desesperación, me lancé directa al río en un intento de que mi cuerpo entero quedara sepultado por el agua. Un grito horrendo desgarró mis cuerdas vocales, dejándose oír aun encontrándome dentro del arroyo de pies a cabeza, y me despojó del poco aire que aún residía en mis pulmones. En ese momento no me quedó más remedio que ponerme de pie, quedándome el río a la altura de la cintura.
Me encontraba cabizbaja, el agua resbalaba por mi pelo y mi cuerpo en una imagen patéticamente triste y, sin poder -ni querer- evitarlo, el llanto se apoderó de mí. Sollozos y espasmos invadieron mi cuerpo y mientras todo esto ocurría miré a mi derecha buscando al causante del dolor que no podía parar, el chico que había causado todo esto. Mis manos se movieron solas y sin fuerza alguna restante en mi cuerpo empecé a pegarle en el brazo, luego en el pecho; ésto siguió unos instantes hasta que, necesitada de contacto físico, de un pequeño resguardo de realidad, de normalidad (y olvidando por completo al desnudez del chico) lo abracé desesperadamente entre mis brazos temblorosos, esperando encontrar algún ápice de alivio, aunque fuera el más mínimo, que lograra hacer desaparecer la tortura que estaba sufriendo.
Iba a retirar el ofrecimiento amablemente pero después de unos muy breves momentos el joven se disculpó y un sonrojo cubrió enteramente su rostro de color carmesí. Sin poder evitarlo una risa disimulada se escapó por mis labios mientras él se apresuraba a rectificar sus palabras, aunque nada de lo que había dicho con anterioridad me había ofendido en lo más mínimo. La situación era de lo más surrealista, estaba siendo un día de los más surrealistas, extraños y bizarros que había vivido nunca, no obstante por un momento, un mísero momento, el rostro avergonzado delante de mí me transmitió tranquilidad, como si todo lo que hubiera pasado no existiera y ellos dos solo fueran un par de niños que juegan en el bosque.
Sin embargo la vida no es tan simple ni agradable y en el momento en el que las facciones del que por un momento había considerado un compañero cambiaron a unas más oscuras y reales todo la alegría se vino abajo, el olor a sangré volvió como una patada en el estómago, revolviéndome las entrañas y provocándome breves arcadas.
La voz del chico, ahora algo lejana, me sacó del trance en el que me encontraba y eché a andar detrás de él- No hace falta que te pongas el abrigo, pensé que te haría sentir más cómodo si llevábamos una cantidad… similar de ropa –susurré algo absorta mientras acortaba las distancias con el licántropo- Alira, Alira Bellowood, vengo… vengo de los bosques de Midgar, ahí se encuentra mi aldea –estaba algo absorta, la mirada perdida mientras nos aproximábamos al río- mi propósito es viajar por el mundo y conseguir objetos que acrediten mi fuerza y valentía para… poder ser una guerrera y protectora de mi pueblo –añadí torciendo mi semblante amargamente “No sé a quién quieres engañar, no has podido defender a nadie, este viaje va a ser en vano y no vas a lograr nada” me atormentaba mi conciencia.
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Al cabo de unos segundos el pequeño arroyo emergió de entre las ramas de los árboles; sin duda era un paraje muy bonito, las piedras adornaban irregularmente el lugar junto a una pequeña cascada a lo lejos. El ahora autoproclamado Gwynn se sumergió en el riachuelo nada más llegar, un río de sangre fue desprendiéndose de su cuerpo y mi mirada lo iba siguiendo sin cesar hasta que desaparecía disuelto entre la maleza que cubría parte del río más allá de dónde nos encontrábamos. Cerré los ojos algo consternada en un intento de alejar las imágenes tortuosas de mi cabeza, sin embargo esa acción solo consiguió que se acentuaran sin cesar los rostros de los dos muertos; me veía a mi misma empuñando el arma, la espada cubierta de color carmesí, el rostro torturado del hombre y los ojos desesperados, abatidos, pero inyectados en odio mientras el filo, inerte y estéril, atravesaba su garganta en una herida mortal.
El mayor escalofrío que había sentido jamás surcó mi cuerpo entero y, movida por la desesperación, me lancé directa al río en un intento de que mi cuerpo entero quedara sepultado por el agua. Un grito horrendo desgarró mis cuerdas vocales, dejándose oír aun encontrándome dentro del arroyo de pies a cabeza, y me despojó del poco aire que aún residía en mis pulmones. En ese momento no me quedó más remedio que ponerme de pie, quedándome el río a la altura de la cintura.
Me encontraba cabizbaja, el agua resbalaba por mi pelo y mi cuerpo en una imagen patéticamente triste y, sin poder -ni querer- evitarlo, el llanto se apoderó de mí. Sollozos y espasmos invadieron mi cuerpo y mientras todo esto ocurría miré a mi derecha buscando al causante del dolor que no podía parar, el chico que había causado todo esto. Mis manos se movieron solas y sin fuerza alguna restante en mi cuerpo empecé a pegarle en el brazo, luego en el pecho; ésto siguió unos instantes hasta que, necesitada de contacto físico, de un pequeño resguardo de realidad, de normalidad (y olvidando por completo al desnudez del chico) lo abracé desesperadamente entre mis brazos temblorosos, esperando encontrar algún ápice de alivio, aunque fuera el más mínimo, que lograra hacer desaparecer la tortura que estaba sufriendo.
Alira Bellowood
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
La presentación de la chica provocó en él una sonrisa que no acabó de llegar a sus ojos.
“Los bosques de Midgar, ¿huh? Algún día los visitaré,” comentó mirando distraídamente el sutil cambio en la vegetación a medida que se acercaban al riachuelo. Los helechos y frondosos arbustos dieron paso a los juncos y a la heterogénea colección de hierbas y floridas malezas que suelen rodear los cuerpos de agua dulce. El rápido golpetear de un pájaro carpintero acompañó sus pasos sobre la tierra húmeda, y cerca, muy cerca de allí, el ladrido ronco de una garza reverberó por sobre el murmullo liquido.
Sus pies rompieron lentamente la superficie del agua y el muchacho cerró los ojos con deleite cuando sus dedos se hundieron en el suave barro de materia vegetal depositada en la orilla. Una familia de azulones le miró con cautelosa curiosidad mientras caminaba hasta el centro de la gentil corriente. El pequeño licántropo recordó su vida hasta hace tan sólo meses, los juegos, los aullidos, las historias y las canciones bajo la luna. Ahora, con la vista perdida en sus manos ensangrentadas todo ello parecía ser recuerdos de una vida pasada. Sorprendido advirtió que había dejado de respirar e inspiró profunda y conscientemente antes de arrodillarse para dejar que la corriente le envolviese con la lentitud hierática de quien practica una ablución.
El sonido de un cuerpo golpear la superficie del agua y el grito apagado que le siguió le hicieron abrir los ojos aún sumergido. Asustado se puso de pie de un salto a tiempo para ver a Alira emerger del agua junto a él, el rostro empapado de la chica una imagen de pura tribulación.
“Alira,” murmuró el joven licántropo dando un paso hacia ella. La chica estalló en sollozos que sacuderon sus delicados hombros y Gwynn sintió aquel vértigo en su estómago crecer hasta hacerle sentir mareado. Permaneció estático cuando la pequeña niña bestia comenzó a golpear su brazo y luego su pecho, incapaz de articular más que ahogados sonidos de sorpresa o débil protesta, pero fue cuando la chica le rodeó con sus brazos que sintió su corazón detenerse y las lágrimas desbordad sus ojos. El abrazo era desesperado y urgente, cargado de tristeza, rabia y confusión, sentimientos que resonaron en el muchacho como si Alira fuese un espejo ineludible forzándole a mirarse a sí mismo sin filtro ni distracción. Gwynn pudo sentir algo fracturarse dentro de él y advirtió con espanto que no sabía exactamente qué, sólo que nada volvería ser como antes. Sus brazos rodearon a la chica con la misma desesperada urgencia y rompió en sollozos viscerales que sólo ahora daba cuenta había reprimido.
“Lo siento. Yo… lo siento. Lo siento. Lo siento,” susurró como un mantra entre sollozos e hipo entrecortado. Permanecieron de pie en medio del río, aferrados uno al otro como si fuesen el único refugio existente, compartiendo su llanto, su desesperación, sus latidos acelerados y su necesidad de consuelo. La mente Gwynn era una vorágine confusa. Ningún referente emocional, ninguna experiencia ni enseñanza le había preparado para lidiar con lo que ahora sentía. La culpa le carcomía, la exasperante sensación de no saber hasta qué punto había errado, cuáles eran las líneas que había cruzado y si era posible regresar. Sabía que los guerreros y los cazadores debían, en ocasiones, ir más allá de las fronteras de lo moral en nombre del deber, pero él no era uno ni otro, no realmente, no aún…
Sus sollozos se apagaron paulatinamente pero el muchacho no rompió al abrazo. Sentía que era imperativo decir algo, comunicar algo de manera honesta y transparente. Con un familiar habría bastado frotar sus cabezas y lamer su mejilla, vestigios de lenguaje lupino que su gente utilizaba aún en forma humana, pero Alira no era una loba y probablemente no entendería el gesto. Pero, ¿qué podía decirse en estas circunstancias? ¿Qué palabras podía usar para expresar lo que sentía… arrepentimiento, culpa, vergüenza, ansiedad? ¿De qué manera podía consolar a la chica en sus brazos si no sabía qué decir?
Las preguntas aún se sucedían en su mente cuando se dio cuenta, sorprendido, de que estaba cantando. Su voz era apenas un murmullo, aún ligeramente temblorosa, pero la melodía y sus palabras eran claras, y el muchacho se dejó llevar, sabiendo ahora que era algo que él mismo necesitaba. La canción era una balada suave y dulcemente nostálgica sobre la añoranza y encanto del hogar, los recuerdos felices de la infancia y la plenitud que causa la pertenencia. Gwynn la había escuchado cientos de veces mientras cerraba los ojos para dormir arrullado por las voces de sus padres, y la había cantado otras tantas también para sus hermanos. Al apagarse finalmente su voz el muchacho se separó lo suficiente como para mirar a Alira, mas su vista se mantuvo fija en algún punto de la corriente temiendo ver en el rostro de la joven cualquier indicio de reproche, desprecio o, peor aún, miedo. Sus ojos buscaron finalmente los de la chica dedicándole una mirada sincera, desnuda y pesarosa.
“Lo siento,” susurró una vez más intentando condensar en ese sonido todo el mar de emociones que sentía, esperando, deseando, que Alira pudiese ver en su rostro escritas todas las palabras que quería decir.
“Los bosques de Midgar, ¿huh? Algún día los visitaré,” comentó mirando distraídamente el sutil cambio en la vegetación a medida que se acercaban al riachuelo. Los helechos y frondosos arbustos dieron paso a los juncos y a la heterogénea colección de hierbas y floridas malezas que suelen rodear los cuerpos de agua dulce. El rápido golpetear de un pájaro carpintero acompañó sus pasos sobre la tierra húmeda, y cerca, muy cerca de allí, el ladrido ronco de una garza reverberó por sobre el murmullo liquido.
Sus pies rompieron lentamente la superficie del agua y el muchacho cerró los ojos con deleite cuando sus dedos se hundieron en el suave barro de materia vegetal depositada en la orilla. Una familia de azulones le miró con cautelosa curiosidad mientras caminaba hasta el centro de la gentil corriente. El pequeño licántropo recordó su vida hasta hace tan sólo meses, los juegos, los aullidos, las historias y las canciones bajo la luna. Ahora, con la vista perdida en sus manos ensangrentadas todo ello parecía ser recuerdos de una vida pasada. Sorprendido advirtió que había dejado de respirar e inspiró profunda y conscientemente antes de arrodillarse para dejar que la corriente le envolviese con la lentitud hierática de quien practica una ablución.
El sonido de un cuerpo golpear la superficie del agua y el grito apagado que le siguió le hicieron abrir los ojos aún sumergido. Asustado se puso de pie de un salto a tiempo para ver a Alira emerger del agua junto a él, el rostro empapado de la chica una imagen de pura tribulación.
“Alira,” murmuró el joven licántropo dando un paso hacia ella. La chica estalló en sollozos que sacuderon sus delicados hombros y Gwynn sintió aquel vértigo en su estómago crecer hasta hacerle sentir mareado. Permaneció estático cuando la pequeña niña bestia comenzó a golpear su brazo y luego su pecho, incapaz de articular más que ahogados sonidos de sorpresa o débil protesta, pero fue cuando la chica le rodeó con sus brazos que sintió su corazón detenerse y las lágrimas desbordad sus ojos. El abrazo era desesperado y urgente, cargado de tristeza, rabia y confusión, sentimientos que resonaron en el muchacho como si Alira fuese un espejo ineludible forzándole a mirarse a sí mismo sin filtro ni distracción. Gwynn pudo sentir algo fracturarse dentro de él y advirtió con espanto que no sabía exactamente qué, sólo que nada volvería ser como antes. Sus brazos rodearon a la chica con la misma desesperada urgencia y rompió en sollozos viscerales que sólo ahora daba cuenta había reprimido.
“Lo siento. Yo… lo siento. Lo siento. Lo siento,” susurró como un mantra entre sollozos e hipo entrecortado. Permanecieron de pie en medio del río, aferrados uno al otro como si fuesen el único refugio existente, compartiendo su llanto, su desesperación, sus latidos acelerados y su necesidad de consuelo. La mente Gwynn era una vorágine confusa. Ningún referente emocional, ninguna experiencia ni enseñanza le había preparado para lidiar con lo que ahora sentía. La culpa le carcomía, la exasperante sensación de no saber hasta qué punto había errado, cuáles eran las líneas que había cruzado y si era posible regresar. Sabía que los guerreros y los cazadores debían, en ocasiones, ir más allá de las fronteras de lo moral en nombre del deber, pero él no era uno ni otro, no realmente, no aún…
Sus sollozos se apagaron paulatinamente pero el muchacho no rompió al abrazo. Sentía que era imperativo decir algo, comunicar algo de manera honesta y transparente. Con un familiar habría bastado frotar sus cabezas y lamer su mejilla, vestigios de lenguaje lupino que su gente utilizaba aún en forma humana, pero Alira no era una loba y probablemente no entendería el gesto. Pero, ¿qué podía decirse en estas circunstancias? ¿Qué palabras podía usar para expresar lo que sentía… arrepentimiento, culpa, vergüenza, ansiedad? ¿De qué manera podía consolar a la chica en sus brazos si no sabía qué decir?
Las preguntas aún se sucedían en su mente cuando se dio cuenta, sorprendido, de que estaba cantando. Su voz era apenas un murmullo, aún ligeramente temblorosa, pero la melodía y sus palabras eran claras, y el muchacho se dejó llevar, sabiendo ahora que era algo que él mismo necesitaba. La canción era una balada suave y dulcemente nostálgica sobre la añoranza y encanto del hogar, los recuerdos felices de la infancia y la plenitud que causa la pertenencia. Gwynn la había escuchado cientos de veces mientras cerraba los ojos para dormir arrullado por las voces de sus padres, y la había cantado otras tantas también para sus hermanos. Al apagarse finalmente su voz el muchacho se separó lo suficiente como para mirar a Alira, mas su vista se mantuvo fija en algún punto de la corriente temiendo ver en el rostro de la joven cualquier indicio de reproche, desprecio o, peor aún, miedo. Sus ojos buscaron finalmente los de la chica dedicándole una mirada sincera, desnuda y pesarosa.
“Lo siento,” susurró una vez más intentando condensar en ese sonido todo el mar de emociones que sentía, esperando, deseando, que Alira pudiese ver en su rostro escritas todas las palabras que quería decir.
Gwynn
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
El muchacho respondió a mi gesto con desesperación, nos abrazábamos como si nuestra vida fuera en ello y en parte, emocionalmente, era así; “Inútil, decepcionante, asesina” eso era todo lo que repetía mi mente y la única cosa que mantenía en pie la poca cordura que me quedaba en ese momento era el contacto con ese chico, desnudo y empapado, en medio de un río que ahogaba nuestras palabras y sollozos, que no parecían tener fin alguno- Lo siento… lo… lo siento –sin darme cuenta mimetice el mantra que no paraba de salir de los labios de Gwynn- Debería haber intervenido, intentado… algo… lo siento, de verdad que… que lo siento… -mis brazos apretaron el cuerpo del chico intentando hacer desaparecer la angustia que me afligía, buscando purgar los pecados que desolaban mi mente.
Lentamente las lágrimas y las palabras fueron silenciadas y sustituidas por solo el temblor de nuestros músculos, espasmos de dolor que quemaban de dentro hasta el último y fino pelo que adornaba mi piel. Lo último que me esperaba era el suave sonido de una melodía cerca de mi oído, el cantar suave y dulce del licántropo hizo que cerrara los ojos ensimismada y gradualmente mis músculos fueron relajándose. En mi mente sucedían imágenes de mis padres, de mis amigos y mi tribu, la canción me recordaba a las agradables, dóciles y apacibles nanas que tarareaba mi madre para lograr que me durmiera cada noche. A las feroces, pero amigables, luchas con mi padre en las que me entrenaba para ser una guerrera fuerte y a las charlas de mi abuelo, quien murió cuando era yo muy joven pero que siempre me repetía la misma frase “la familia es familia, puedes equivocarte, puedes llorar, puedes ser débil, nosotros siempre estaremos ahí para protegerte, así como sabemos que tú lo estarás para nosotros. Te queremos y eso no cambiará nunca”.
Una nostálgica sonrisa asoló mis labios y la melancolía manchó mi rostro; sin embargo, aquello que hacía unas horas sentía rotó y destrozado, el dolor inmenso que me provocó el no haber hecho nada para salvar a ese hombre, se aplacó y pude sentir un leve pero apaciguarte alivio recorrer mis venas. En ese momento el chico separó unos centímetros su cuerpo del mío y mis pupilas se clavaron dudosas en su semblante, sus facciones transmitían temor mientras miraba a cualquier lado menos a mi persona “Oh, claro, acabas de abalanzarte encima de un desconocido, pegándole y llorando, es normal que se sienta incomodo, hah… por los dioses... Hasta ha tenido que ayudarte a calmarte” me decía a mí misma mientras se torcía mi rostro en una mueca de disgusto y mordía mi labio inferior nerviosa.
Cuando levantó la vista y la fijó en mí un escalofrío me recorrió el cuerpo, pues hacía tiempo que no contemplaba una mirada tan transparente, tan limpia; el miedo, el arrepentimiento, el… dolor, estaban reflejados tan cristalinos como el agua que recorría nuestras figuras “Lo siento” dejó ir en un susurro cargado de emociones. Sin poder, ni querer, evitarlo una sonrisa dulce y sincera surcó mis labios tímidamente- Gracias, lo… lo entiendo –musité mientras bajaba mi mirada. Cogí su mano y tiré de él para que saliéramos de río, el frío estaba empezando a calar en mis huesos aún con el ambiente relativamente cálido que había en esa parte del bosque- No podemos hacer nada para enmendar los errores del pasado… sin embargo me gustaría realizar algo para ellos… -expliqué mientras me separaba de él.
Ligeramente abstraída empecé a buscar por el lindar del río, había algunas flores pero no eran lo que buscaba para esta ocasión, no obstante al cabo de unos minutos encontré aquello que necesitaba; un par de lirios aparecieron de entre la gran densidad del bosque, resaltaban como nunca los había visto, blanco invernal contra el verde casi selvático de la zona. Me acerqué y di las gracias a la naturaleza por ese regalo, tal y como me había enseñado mi tribu, antes de cogerlos meticulosamente de donde se encontraban. Volví entonces al lado del licántropo y le dediqué una sonrisa antes de seguir con aquello que me había propuesto.
Con algunas flores más y un par de lianas secas creé una pequeña pero bonita corona de flores que rememoraba a aquellas que usábamos en los funerales de mi aldea, seguidamente cogí de la mano a Gwynn y nos acerqué a un gran árbol que había cerca- No sabemos quiénes eran, si tenían familias, amigos, pero éste obsequio es para ellos, que los lirios os protejan y la naturaleza os clame, vida eterna de árbol a hombre y de hombre a árbol… -apreté suavemente la mano del chicho y dejé la corona a mis pies, a las raíces de lo que parecía un enorme roble- Podemos irnos… –añadí segura mientras una sonrisa distante pero agradecida se posaba en mi rostro- siento haberte hecho esperar -
Lentamente las lágrimas y las palabras fueron silenciadas y sustituidas por solo el temblor de nuestros músculos, espasmos de dolor que quemaban de dentro hasta el último y fino pelo que adornaba mi piel. Lo último que me esperaba era el suave sonido de una melodía cerca de mi oído, el cantar suave y dulce del licántropo hizo que cerrara los ojos ensimismada y gradualmente mis músculos fueron relajándose. En mi mente sucedían imágenes de mis padres, de mis amigos y mi tribu, la canción me recordaba a las agradables, dóciles y apacibles nanas que tarareaba mi madre para lograr que me durmiera cada noche. A las feroces, pero amigables, luchas con mi padre en las que me entrenaba para ser una guerrera fuerte y a las charlas de mi abuelo, quien murió cuando era yo muy joven pero que siempre me repetía la misma frase “la familia es familia, puedes equivocarte, puedes llorar, puedes ser débil, nosotros siempre estaremos ahí para protegerte, así como sabemos que tú lo estarás para nosotros. Te queremos y eso no cambiará nunca”.
Una nostálgica sonrisa asoló mis labios y la melancolía manchó mi rostro; sin embargo, aquello que hacía unas horas sentía rotó y destrozado, el dolor inmenso que me provocó el no haber hecho nada para salvar a ese hombre, se aplacó y pude sentir un leve pero apaciguarte alivio recorrer mis venas. En ese momento el chico separó unos centímetros su cuerpo del mío y mis pupilas se clavaron dudosas en su semblante, sus facciones transmitían temor mientras miraba a cualquier lado menos a mi persona “Oh, claro, acabas de abalanzarte encima de un desconocido, pegándole y llorando, es normal que se sienta incomodo, hah… por los dioses... Hasta ha tenido que ayudarte a calmarte” me decía a mí misma mientras se torcía mi rostro en una mueca de disgusto y mordía mi labio inferior nerviosa.
Cuando levantó la vista y la fijó en mí un escalofrío me recorrió el cuerpo, pues hacía tiempo que no contemplaba una mirada tan transparente, tan limpia; el miedo, el arrepentimiento, el… dolor, estaban reflejados tan cristalinos como el agua que recorría nuestras figuras “Lo siento” dejó ir en un susurro cargado de emociones. Sin poder, ni querer, evitarlo una sonrisa dulce y sincera surcó mis labios tímidamente- Gracias, lo… lo entiendo –musité mientras bajaba mi mirada. Cogí su mano y tiré de él para que saliéramos de río, el frío estaba empezando a calar en mis huesos aún con el ambiente relativamente cálido que había en esa parte del bosque- No podemos hacer nada para enmendar los errores del pasado… sin embargo me gustaría realizar algo para ellos… -expliqué mientras me separaba de él.
Ligeramente abstraída empecé a buscar por el lindar del río, había algunas flores pero no eran lo que buscaba para esta ocasión, no obstante al cabo de unos minutos encontré aquello que necesitaba; un par de lirios aparecieron de entre la gran densidad del bosque, resaltaban como nunca los había visto, blanco invernal contra el verde casi selvático de la zona. Me acerqué y di las gracias a la naturaleza por ese regalo, tal y como me había enseñado mi tribu, antes de cogerlos meticulosamente de donde se encontraban. Volví entonces al lado del licántropo y le dediqué una sonrisa antes de seguir con aquello que me había propuesto.
- Corona de flores:
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Con algunas flores más y un par de lianas secas creé una pequeña pero bonita corona de flores que rememoraba a aquellas que usábamos en los funerales de mi aldea, seguidamente cogí de la mano a Gwynn y nos acerqué a un gran árbol que había cerca- No sabemos quiénes eran, si tenían familias, amigos, pero éste obsequio es para ellos, que los lirios os protejan y la naturaleza os clame, vida eterna de árbol a hombre y de hombre a árbol… -apreté suavemente la mano del chicho y dejé la corona a mis pies, a las raíces de lo que parecía un enorme roble- Podemos irnos… –añadí segura mientras una sonrisa distante pero agradecida se posaba en mi rostro- siento haberte hecho esperar -
Alira Bellowood
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
Gwynn se dejó llevar de la mano sintiéndose extrañamente ligero. La sonrisa y las palabras de Alira habían quitado un peso enorme de su pecho sacándole del ciclo vicioso de culpa y miedo, y permitiéndole sentirse una vez más él mismo. Aún algo pasmado tras el llanto observó con fascinación cada movimiento de la chica mientras buscaba entre plantas y malezas, ladeando levemente la cabeza cuando le vio regresar con flores en sus manos.
Las finas manos de la niña tejieron una pequeña corona de flores y Gwynn no pudo evitar fruncir el ceño intrigado al oír el propósito de todo aquello, pero se dejó dirigir nuevamente de la mano descubirendo que en ese corto intervalo había echado de menos el contacto. Las palabras de Alira frente al árbol hicieron que el muchacho sintiese una vez más una oleada de vertiginosa culpa. Sabía que había actuado mal, que había cruzado todos los límites, pero aún así, ¿se merecían aquel par de almas la bendición y generosidad de la niña bestia? ¿Pronunciaría Alira aquellas palabras sabiendo quienes eran, lo que probablemente habían hecho? El pensamiento le hizo sentir infinitamente mezquino.
Como percibiendo su inquietud la chica apretó suavemente su mano y el joven licántropo sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
“No tienes que disculparte,” dijo devolviendo tímidamente la sonrisa. “ Wolsingham está cerca. Si seguimos el agua llegaremos antes de perder nuestras sombras,*” continuó echando a andar sin soltar la mano de la joven.
El sol se encontraba casi en su zenit y el bosque había mutado sutilmente en respuesta. El calor moderado y la creciente humedad poco a poco había transformado los aromas del entorno y ahora que la brisa había amainado el sonido de insectos, aves y pequeños mamíferos reinaba a su alrededor. Un silencio apacible había caído sobre el joven licántropo y la niña bestia, y Gwynn suspiró aliviado, como si cada paso les alejara un poco más del horror y la ansiedad que habían experimentado. De vez en cuando su antebrazo rozaba el de la chica y cada vez el muchacho sonreía al sentir el cosquilleo del suave pelo blanco contra su piel.
El espesor del bosque dio paso a amplios claros y arboledas cada vez más pequeñas hasta que finalmente, a la distancia, suaves columnas de humo blanco y las primeras edificaciones de madera y piedra anunciaban la llegada a su destino. Gwynn miró a Alira sonriente y sus labios se separaron para comentar sobre…
“¡GWYNN!” el rugido áspero de una voz a la distancia le obligó a girar su cabeza como un látigo en su dirección, y el muchacho dejó caer la mandíbula frente a la aparición. A unas cincuenta yardas de distancia una figura encapuchada corría a buena velocidad hacia ellos, la sobrecargada mochila en su espalda moviéndose de lado a lado en un vaivén imposible. Se trataba de un hombre cercano a su sexta década en este mundo, tal como atestiguaban los hilos de plata que surcaban su abundante barba rojiza e imponente bigote, y las pronunciadas arrugas que adornaban sus ojos grises y que sugerían una sonrisa fácil y frecuente. Su vestimenta era de una sobria elegancia y el delicado y gastado cayado que le asistía le otorgaba un aire venerable que excedía su edad.
“¿Meredydd?” preguntó perplejo el muchacho cuando el recién llegado estuvo suficientemente cerca. “¿Qué haces aquí?”
“¡Oh! Es el hado el que decreta nuestro encuentro, querido. ¡Qué oportuno! ¡Qué magnífico! ¡Qué… coño?” profirió el hombre al posar sus ojos sobre Alira y su mano aún unida a la de Gwynn. Sus ojos expresaron por un momento desconcierto, transformándose instantáneamente en elación para acabar finalmente en una risotada sonora que sacudió su enorme mochila produciendo una cacofonía de ollas, sartenes y un sinfín de artículos invisibles a la vista. “¡El lobo y la cabra!” rugió entre carcajadas apuntando un dedo nudoso hacia ellos. “¡La ironía es exquisita! ¡Poética! Pero veo que aún te rebelas frente a la decencia del hombre civilizado, vulgar salvaje sinvergüenza. Mira, aquí, he encontrado tu túnica,” continuó sin pausa alguna mientras su mano libre extraía con increíble destreza la prenda de algunos de los múltiples bolsillo laterales de su equipaje para acto seguido arrojarla con un movimiento fluido en dirección al licántropo.
“No sé qué ha pasado con el resto, me he visto obligado a marchar con forzosa celeridad, pero aquello será suficiente para cubrir tu modestia,” comentó el viejo sonriendo divertido, haciendo un gesto vago hacia la entrepierna del muchacho. Su semblante cambió en una fracción de segundo a uno de seriedad extrema que contrastaba con su voz aún jovial. “Escucha, Gwynn, no puedo permanecer en Wolsingham. Ha habido un desafortunado desacuerdo exacerbado por la ignominiosa ignorancia de aquellos densos palurdos. Mis elogios hacia la hija del jefe eran puros e inocuos, y sin embargo me han acusado de perfidia y corrupción de una doncella. ¡El descaro! En fin, saludos a tu hermana y al amargo bruto que le acompaña, diles que nos reuniremos en Roilkat. He dejado algo de dinero en tu habitación, sé bueno con tu pequeña nueva amiga. He pensado dejarte una nota, pero luego he recordado que no sabes leer ni el tiempo. Por cierto, un verdadero placer, señorita,” dijo el barbudo sujeto haciendo una exagerada reverencia hasta casi aplastar ambos niños con su portentosa mochila. “Por favor, tenga paciencia con este pequeño y salvaje filisteo que tiene como acompañante. Tiene un corazón de oro.”
Sin otra palabra y dedicando a los jóvenes un guiño exagerado el viejo reanudó la carrera envuelto en tintineos metálicos y correas de cuero a punto de colapsar. Gwynn le siguió unos momentos con la mirada, sus labios apretados y su rosto completo teñido de un rojo furioso. No podía pensar en una situación más embarazosa y humillante que aquella. Sin mirar a Alira cogió la túnica que el viejo había arrojado vistiéndose torpemente.
“Lo siento… ese es, ah, Meredydd. Es una larga historia,” dijo llevándose una mano a la nuca. “La habitación está en la posada en el camino principal, podemos usar el dinero para comer algo. Debes estar hambrienta,” propuso recordando las protestas del estómago de Alira anteriormente en el bosque. "Ni siquiera ha traído mi cinturón. ¡Me veo como un idiota!"
* La tribu de Gwynn no suele utilizar medidas formales de tiempo, por lo que es común recurrir a metáforas y referencias como esta.
Gwynn
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
Al empezar a andar un dulce silenció inundó la caminata, si bien no habían palabras el reconfortante tacto que me proporcionaba la mano del joven licántropo me transmitía todo aquello que necesita, resultaba un apoyo emocional extrañamente fuerte y lograba hacerme sentir ligera, feliz, mientras observaba los preciosos árboles que nos rodeaban, de gran altura y tamaño y con una copas densa, repleta de hojas, flores, frutos y animales. En ocasiones el contacto se agrandaba, cuando me ponía a su altura durante unos momentos para admirar alguna flor o arbusto y sin querer nuestros antebrazos se rozaban en una casta acción que lograba hacer que se me escapara una risa inocente y tenue, prácticamente etérea.
Sin darme cuenta del paso del tiempo pude ver como las primeras edificaciones de madera empezaron a adornar la vista que teníamos ante nosotros, definitivamente mucho menos embellecidas por la naturaleza. Iba a comentar la obviedad de nuestra llegada cuando un bramido apasionado sonó en la distancia, clamando sin reparos el nombre de aquel que tenía aun cogido de la mano. Un hombre de curiosa apariencia entró en escena y no pude evitar fijarme en el color azafrán que cubría su denso y formidable vello facial; no obstante, sus ojos, la viveza y sinceridad que los adornaban, fue lo que hizo que sin ninguna premisa sintiera a ese insólito individuo como alguien de confianza.
Pude comprobar la verdad en mis suposiciones cuando pomposas y divertidas palabras empezaron a salir del recién nombrado “Meredydd”, sin poder evitarlo una mal disimulada pero inocente risotada se dejó oír cuando el hombre explicó porque no podía quedarse en la aldea “Sin duda se podrían malinterpretar las palabras que escapan por su boca, apenas puedo entender un cuarto de lo que dice…” pensé mientras negaba levemente la cabeza, no comprendía de que conocía Gwynn pero sin duda parecía alguien de confianza- La tendré, buen señor –respondí a su última frase conteniendo las ganas de reírme a carcajadas, pues al dirigir unos segundos mi mirada al licántropo que estaba a mi lado me encontré con algo que parecía más bien un tomate, un enorme y avergonzado tomate.
Escuché claramente como el hombre se iba, el retumbar de las cazuelas más claro que el agua ante mis oídos, sin embargo mi mirada estaba clavada en el rostro completamente carmesí de Gwynn. Una risa picara se posó en mis labios mientras el muchacho se vestía estrepitosa y torpemente con lo que parecía una túnica de lo más simple- No te preocupes, definitivamente ha sido… un placer hablar con él… -las frases salían entrecortadas mientras intentaba aguantar la risa que luchaba por salir sin ningún tipo de control. Sin embargo la última frase lanzada al aire con esa solemnidad ceremoniosa y absurda fue mi limite- Pff… jajajajja… lo… lo siento… es que… te… ¡te ves adorable así! –pude dejar ir entre carcajadas mientras me doblaba sobre mi estómago levemente, apoyándome con mi mano libre en mi rodilla- ya… ya paro.. jeje… lo siento, la situación me ha sobrepasado… -una sonrisa sincera y un semblante teñido de inocencia y algo de arrepentimiento fue lo que pude dirigirle después de tal espectáculo.
Apreté la mano de Gwynn con suavidad intentando aliviar un poco la situación y tirando levemente de él empecé a caminar en dirección a la aldea- ¿Quién era ese hombre? Parecía alguien muy jovial y agradable –pregunté con verdadera curiosidad- aunque siendo sincera apenas he entendido la mitad de las cosas que ha comentado, nunca había escuchado a nadie con un vocabulario tan… ¡pomposo! –añadí con una risa ligera y dulce inundando mis palabras. Después de unos minutos entramos en aquello que se podía considerar la aldea en sí, era realmente grande y estaba llena de gente muy variopinta (o almenos a mí me lo parecía a comparación de mi tribu); las casas, la mayoría de madera, eran mucho más grandes de lo que estaba acostumbrada.
No obstante, aquello que más me impactó fue le humo blanco que se elevaba por encima de algunas de las residencias, posadas y talleres de la zona; pues me recordó de golpe el estado de mis ropajes, del vello de mis antebrazos, gemelos y pies y de mi pelo por igual. Se encontraban completamente húmedos y ante la idea de un fuego cálido un escalofrío recorrió mi cuerpo- Gwynn… -mencioné en un susurro- no quiero ser una molestia… pero creo que debería secar mis ropajes o voy a coger alguna enfermedad, ¿falta mucho para llegar a la posada? –mencioné algo preocupada, al fin y al cabo era una invitada y no quería molestar más de lo necesario a ese pobre chico que, sin duda, parecía igual o más cansado de lo que yo me encontraba.
Sin darme cuenta del paso del tiempo pude ver como las primeras edificaciones de madera empezaron a adornar la vista que teníamos ante nosotros, definitivamente mucho menos embellecidas por la naturaleza. Iba a comentar la obviedad de nuestra llegada cuando un bramido apasionado sonó en la distancia, clamando sin reparos el nombre de aquel que tenía aun cogido de la mano. Un hombre de curiosa apariencia entró en escena y no pude evitar fijarme en el color azafrán que cubría su denso y formidable vello facial; no obstante, sus ojos, la viveza y sinceridad que los adornaban, fue lo que hizo que sin ninguna premisa sintiera a ese insólito individuo como alguien de confianza.
Pude comprobar la verdad en mis suposiciones cuando pomposas y divertidas palabras empezaron a salir del recién nombrado “Meredydd”, sin poder evitarlo una mal disimulada pero inocente risotada se dejó oír cuando el hombre explicó porque no podía quedarse en la aldea “Sin duda se podrían malinterpretar las palabras que escapan por su boca, apenas puedo entender un cuarto de lo que dice…” pensé mientras negaba levemente la cabeza, no comprendía de que conocía Gwynn pero sin duda parecía alguien de confianza- La tendré, buen señor –respondí a su última frase conteniendo las ganas de reírme a carcajadas, pues al dirigir unos segundos mi mirada al licántropo que estaba a mi lado me encontré con algo que parecía más bien un tomate, un enorme y avergonzado tomate.
Escuché claramente como el hombre se iba, el retumbar de las cazuelas más claro que el agua ante mis oídos, sin embargo mi mirada estaba clavada en el rostro completamente carmesí de Gwynn. Una risa picara se posó en mis labios mientras el muchacho se vestía estrepitosa y torpemente con lo que parecía una túnica de lo más simple- No te preocupes, definitivamente ha sido… un placer hablar con él… -las frases salían entrecortadas mientras intentaba aguantar la risa que luchaba por salir sin ningún tipo de control. Sin embargo la última frase lanzada al aire con esa solemnidad ceremoniosa y absurda fue mi limite- Pff… jajajajja… lo… lo siento… es que… te… ¡te ves adorable así! –pude dejar ir entre carcajadas mientras me doblaba sobre mi estómago levemente, apoyándome con mi mano libre en mi rodilla- ya… ya paro.. jeje… lo siento, la situación me ha sobrepasado… -una sonrisa sincera y un semblante teñido de inocencia y algo de arrepentimiento fue lo que pude dirigirle después de tal espectáculo.
Apreté la mano de Gwynn con suavidad intentando aliviar un poco la situación y tirando levemente de él empecé a caminar en dirección a la aldea- ¿Quién era ese hombre? Parecía alguien muy jovial y agradable –pregunté con verdadera curiosidad- aunque siendo sincera apenas he entendido la mitad de las cosas que ha comentado, nunca había escuchado a nadie con un vocabulario tan… ¡pomposo! –añadí con una risa ligera y dulce inundando mis palabras. Después de unos minutos entramos en aquello que se podía considerar la aldea en sí, era realmente grande y estaba llena de gente muy variopinta (o almenos a mí me lo parecía a comparación de mi tribu); las casas, la mayoría de madera, eran mucho más grandes de lo que estaba acostumbrada.
No obstante, aquello que más me impactó fue le humo blanco que se elevaba por encima de algunas de las residencias, posadas y talleres de la zona; pues me recordó de golpe el estado de mis ropajes, del vello de mis antebrazos, gemelos y pies y de mi pelo por igual. Se encontraban completamente húmedos y ante la idea de un fuego cálido un escalofrío recorrió mi cuerpo- Gwynn… -mencioné en un susurro- no quiero ser una molestia… pero creo que debería secar mis ropajes o voy a coger alguna enfermedad, ¿falta mucho para llegar a la posada? –mencioné algo preocupada, al fin y al cabo era una invitada y no quería molestar más de lo necesario a ese pobre chico que, sin duda, parecía igual o más cansado de lo que yo me encontraba.
Alira Bellowood
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
“¡No te rías!” protestó el chico intentando fingir enfado pero su propia risa le traicionó finalmente. El elogio de Alira, sin embargo, no había ayudado mayormente a disminuir su rubor. Estirando los brazos hacia ambos lados observó brevemente la túnica intentando decidir si lo decía con sinceridad o si, por el contrario, era una broma respecto a su apariencia. Al elevar la mirada la sonrisa honesta e inocente de la chica le convencieron instantáneamente de que se trataba de lo primero.
“Gracias,” murmuró devolviendo la sonrisa. Alira cogió su mano apretándola suavemente y el licántropo sintió una vez más una ligera sensación de vértigo en el estómago, pero esta vez era cálida, agradable y reconfortante. Era como si el contacto con la chica tuviese el poder de disipar cualquier incertidumbre o inquietud, reemplazándolas por un placentero sosiego que no fallaba en hacerle sonreír.
“¿Meredydd? Es un brujo, sabe hacer magia y pociones, aunque mi hermana a veces dice que es un viejo charlatán, y otras veces que es un verdadero sabio y un guía,” comentó el muchacho mientras caminaban hacia la aldea. “Se conocieron poco después que dejáramos nuestra tribu y desde entonces hablan sobre cómo cambiar las cosas para que la gente sea más feliz, o eso al menos es lo que me han dicho. La misión de hoy tenía que ver con eso,” los ojos del muchacho se endurecieron al pensar en los eventos de aquella mañana e hizo un esfuerzo conscientge por suprimir la angustia que por un segundo amenazó con retornar. “A Meredydd le encanta hablar y la mitad del tiempo no sabes qué está diciendo, ¡no eres la única! A veces pienso que ni él mismo sabe lo que dice y sólo habla por jugar. Creo que es una buena persona, aunque a veces… Ah, esta es la entrada Este, tendremos que caminar hacia el Sur para encontrar la posada.”
Wolsingham mantenía aún la denominación de aldea, pero su ubicación a un costado de una estratégica ruta de comercio le había hecho experimentar un crecimiento explosivo en los últimos años. Lo que hacía no mucho era un modesto asentamiento dedicado a la caza, la agricultura de subsistencia y una muy básica industria maderera, ahora se erigía como un pequeño punto de comercio y artesanía centrados en su imponente posada y el mercado contiguo.
Los ojos de Gwynn exploraron nuevamente los talleres y modestas viviendas mientras atravesaban una de las tres calles principales de la aldea, dedicando especial atención a la pequeña herrería. Había pasado buen rato durante su primer día en Wolsingham hipnotizado por los pesados y secos golpes del martillo sobre el hierro candente, apreciando maravillado cómo el metal cedía lentamente adoptando distintas formas y grosores. Aquello era algo que el muchacho jamás había visto en su vida, y aún después de que Meredydd le explicara cómo funcionaba el proceso, en los ojos del joven licántropo aquello era un verdadero acto de magia, para nada diferente a los fantásticos conjuros y reacciones alquímicas que el brujo en ocasiones realizaba para entretenerle.
Los dedos de Alira apretaron suavemente su mano sacándole de su ensimismamiento.
“¡Oh! No, para nada, la posada es ese edificio grande entre las dos calles. Meredydd consiguió una de las dos únicas habitaciones privadas en el segundo nivel a cambio de una pócima mágica para el dueño. Algo sobre curar la impotencia. Supongo que beberla te hace más fuerte,” respondió el muchacho encogiéndose de hombros. Tras una breve pausa añadió sonriendo sinceramente: “Y no es ninguna molestia, Alira. Me alegra estés aquí.”
La Nueva Vieja Posada era el orgullo y estandarte de Wolsingham. Se trataba de un enorme edificio de dos niveles construido en piedra, madera y simétricas tejas de barro cocido el cual contrastaba en estilo y ornamentación con cualquier otra construcción cercana. Había sido edificada hace pocos años sobre la antigua y dilapidada Vieja Posada, y bautizada como El León Rugiente. La obtusa insistencia de los aldeanos de referirse al establecimiento con el nombre de la anterior posada había llevado a rebautizarlo poco tiempo después.
Gwynn condujo a la chica a través de la entrada principal y el corto pasillo que conducía al gran salón, un amplio y bien iluminado espacio repleto de mesas y sillas dispuestas en torno al enorme hogar central. Un buen número de variopintos individuos -mercaderes, mercenarios y viajeros- comían y bebían entre risas y ruidosa conversación. De pie junto al fuego un par de músicos tocaba una alegre pieza de flauta y tambor. Un par de sujetos sentados cerca de la entrada apuntaron un dedo hacia los jóvenes recién llegados y rieron con burda mofa.
“Al dueño no le gusta que yo esté aquí abajo, al menos no en la noche,” explicó el muchacho como si fuese un secreto, acercando los labios a la oreja de la chica para hacerse oír claramente entre el barullo y la música. “Si quieres podemos sentarnos junto al fuego, o si prefieres podemos subir a la habitación. Yo puedo llevar un brasero de la cocina y algo para comer.”
Gwynn
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
Un alivio sin par irrumpió mi semblante ante la afirmación de Gwynn- yo también me alegro de estar aquí… -susurré sonriente y algo avergonzada mientras, casi como un tic nervioso, me rascaba levemente la nuca. La imagen de la posada a tan pocos metros logró que la alegría se consumara, pues entre el caer del sol y mis ropajes mojados el frío estaba empezando a calar hondo en mis huesos “será un milagro si no cojo algún tipo de enfermedad…” pensé mientras seguíamos aproximándonos a aquella posada.
Sin duda era un edificio destacable, su ornamentación extremadamente contrastante con la que lo rodeaba pero a la vez más acogedora; los materiales de los que estaba construido eran tan pulidos y limpios que lo realzaban por encima de todos los demás e invitaban a entrar y a refugiarse en esa fonda de gran carácter. El calor emanaba del edificio, podía oír las risas, los cuchicheos y oler... olía la deliciosa comida a metros de distancia, un aroma que se incrementó en el momento en el que mi acompañante abrió la puerta, hecho que hizo que mi estómago rugiera con fuerza, oyéndose aun con el ruido que inundaba el lugar.
La música embelesó mis oídos y en cuanto vislumbré el ambiente de la sala mis ojos se abrieron de par en par a causa del asombro, pues nunca había estado en un lugar tan vivo, que pareciera tan alegre y vivaz. Miraba a los instrumentistas con asombro mientras el aura que impregnaba ese pequeño rincón de mundo me hacía sonreír como a una boba; escuché, no obstante, el comentario de Gwynn, aunque no sin alguna dificultad- Creo que será mejor subir arriba, debería dejar secar algo de ropa y la… la idea de algo de comida me parece demasiado apetitosa en este momento como para rechazarla… -Mi tono de voz, aunque audible, fue rebajándose por momentos, aun algo avergonzada.
Cuando subimos al piso superior me sorprendió la cantidad de madera que decoraba el lugar, la más interesante era la de color castaño, casi rojizo, que era usada en los marcos y puertas; nunca había visto ninguna que tuviera ese tono o pigmento y la curiosidad me pudo. Al llegar a la que supuse que era la habitación de Gwynn rocé con mi mano libre uno de los listones que formaban parte de la puerta, asombrada por el tacto áspero de ésta. Justo después de que el licántropo abriera el paso a la estancia se marchó murmurando algo sobre un brasero y algo de comida, dejándome sola en el dormitorio.
Era una habitación relativamente grande, tenía un tamaño similar a la cabaña donde solían dormir mis padres, y se encontraba decorada hasta el techo de madera de todo tipo y color. La disposición era de lo más agradable, pues la cama, encajada contra la pared, tenía justo encima un precioso ventanal por donde muy posiblemente entraba una luz preciosa a primera hora del día. A los pies de ésta se encontraba un pequeño y algo desgastado escritorio y al otro lado de la habitación había un armario y una puerta algo más pequeña que la principal que supuse que llevaría a alguna clase de aseo o estancia privada.
Aun algo asombrada me cercioré de si me hallaba sola y, al ver que así era, cogí con el máximo cuidado que pude la fina y maniobrable frazada que se encontraba doblada encima de la cama. Sin dudar, y temiendo que llegara Gwynn en cualquier momento, me quité rápidamente el abrigo, el vestido y los pantalones y me cubrí completamente con la tela, haciendo algo que parecía una toga improvisada. Debido a mi estatura mi nuevo “vestido” se arrastraba por el suelo y me dificultaba enormemente el caminar, creando una imagen algo cómica… pero menos era nada; llegué entonces, como pude, a la cama y me estiré, el frío aún se mantenía en mi cuerpo aunque sin los ropajes mojados, que habían quedado hechos una bola en el suelo, me sentía un poco más liviana y cálida.
Inconscientemente mis pestañas empezaron a cerrarse, pues el cansancio iba ganando terreno y cada vez me era más difícil mantenerme despierta. En mis últimos letargos de consciencia oí el ruido de la puerta abrirse y la voz de Gwynn en el fondo, pero no pude evitarlo…
Caí dormida y una leve pero graciosa sonata de ronquidos empezó a sonar en la sala.
Sin duda era un edificio destacable, su ornamentación extremadamente contrastante con la que lo rodeaba pero a la vez más acogedora; los materiales de los que estaba construido eran tan pulidos y limpios que lo realzaban por encima de todos los demás e invitaban a entrar y a refugiarse en esa fonda de gran carácter. El calor emanaba del edificio, podía oír las risas, los cuchicheos y oler... olía la deliciosa comida a metros de distancia, un aroma que se incrementó en el momento en el que mi acompañante abrió la puerta, hecho que hizo que mi estómago rugiera con fuerza, oyéndose aun con el ruido que inundaba el lugar.
La música embelesó mis oídos y en cuanto vislumbré el ambiente de la sala mis ojos se abrieron de par en par a causa del asombro, pues nunca había estado en un lugar tan vivo, que pareciera tan alegre y vivaz. Miraba a los instrumentistas con asombro mientras el aura que impregnaba ese pequeño rincón de mundo me hacía sonreír como a una boba; escuché, no obstante, el comentario de Gwynn, aunque no sin alguna dificultad- Creo que será mejor subir arriba, debería dejar secar algo de ropa y la… la idea de algo de comida me parece demasiado apetitosa en este momento como para rechazarla… -Mi tono de voz, aunque audible, fue rebajándose por momentos, aun algo avergonzada.
Cuando subimos al piso superior me sorprendió la cantidad de madera que decoraba el lugar, la más interesante era la de color castaño, casi rojizo, que era usada en los marcos y puertas; nunca había visto ninguna que tuviera ese tono o pigmento y la curiosidad me pudo. Al llegar a la que supuse que era la habitación de Gwynn rocé con mi mano libre uno de los listones que formaban parte de la puerta, asombrada por el tacto áspero de ésta. Justo después de que el licántropo abriera el paso a la estancia se marchó murmurando algo sobre un brasero y algo de comida, dejándome sola en el dormitorio.
Era una habitación relativamente grande, tenía un tamaño similar a la cabaña donde solían dormir mis padres, y se encontraba decorada hasta el techo de madera de todo tipo y color. La disposición era de lo más agradable, pues la cama, encajada contra la pared, tenía justo encima un precioso ventanal por donde muy posiblemente entraba una luz preciosa a primera hora del día. A los pies de ésta se encontraba un pequeño y algo desgastado escritorio y al otro lado de la habitación había un armario y una puerta algo más pequeña que la principal que supuse que llevaría a alguna clase de aseo o estancia privada.
Aun algo asombrada me cercioré de si me hallaba sola y, al ver que así era, cogí con el máximo cuidado que pude la fina y maniobrable frazada que se encontraba doblada encima de la cama. Sin dudar, y temiendo que llegara Gwynn en cualquier momento, me quité rápidamente el abrigo, el vestido y los pantalones y me cubrí completamente con la tela, haciendo algo que parecía una toga improvisada. Debido a mi estatura mi nuevo “vestido” se arrastraba por el suelo y me dificultaba enormemente el caminar, creando una imagen algo cómica… pero menos era nada; llegué entonces, como pude, a la cama y me estiré, el frío aún se mantenía en mi cuerpo aunque sin los ropajes mojados, que habían quedado hechos una bola en el suelo, me sentía un poco más liviana y cálida.
Inconscientemente mis pestañas empezaron a cerrarse, pues el cansancio iba ganando terreno y cada vez me era más difícil mantenerme despierta. En mis últimos letargos de consciencia oí el ruido de la puerta abrirse y la voz de Gwynn en el fondo, pero no pude evitarlo…
Caí dormida y una leve pero graciosa sonata de ronquidos empezó a sonar en la sala.
Alira Bellowood
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
“El dueño estaba en la cocina,” dijo Gwynn mientras abría torpemente la puerta de la habitación empujándola con la espalda, sus brazos ocupados cargando un pequeño brasero de bronce que, al menos para el muchacho, resultaba engañosamente pesado. “Al principio he pensado que me regañaría, ¡pero adivina qué! La pócima contra la impotencia de Meredydd parece haber funcionado, pues el dueño dijo que ahora era un toro en la cama. Sinceramente no le veo mucho sentido beber una poción de fuerza y luego quedarse acostado, pero se le veía muy feliz. Me ha dado… oh”
La mirada del licántropo se posó sobre el bulto en la cama y una sonrisa apareció en su rostro al notar los cuernos y mechones de cabello rubio de Alira sobre la almohada. Con un último esfuerzo depositó el brasero en el centro de la habitación y escarbando cuidadosamente con sus dedos cubrió parcialmente las brasas con la ceniza que les servía de base. Su clan solía usar braseros de greda cocida en lo más crudo del invierno, especialmente durante las tormentas más serias. El pelaje de los lobos era suficiente abrigo para soportar el frío cuando la nieve cubría el bosque y el viento gélido parecía infinito, pero la naturaleza dual de los licántropos reclamaba pasar tiempo en su forma humana, frágil y delicada como era, y para ello el fuego era un requerimiento.
Gwynn trepó a la cama y se sentó a un costado de Alira observándola en su sueño y tuvo que cubrir su propia boca para frenar la risita que amenazaba con escapar a causa de los suaves ronquidos. Al parecer aquel era un rasgo universal que afectaba a todas las razas. Con cuidado para no despertar a la chica el licántropo se estiró en la cama con la mirada aún en la figura junto a él. Aquello era algo que había echado de menos estas últimas semanas, la cercanía con otros, el contacto, el lenguaje sin palabras. Había crecido rodeado de hermanos y hasta el día en que abandonó su aldea la soledad era un concepto completamente extraño. Acostumbrado a dormir rodeado de cuerpos, o bien en un pila de cuerpos los meses de invierno, encontrarse de pronto sólo y en absoluto silencio había sido una experiencia algo desconcertante, estresante incluso.
A pesar de lo agradable y comfortable de su posición el muchacho no tenía sueño, por lo que se contentó con continuar su atenta vigilia, observando el rostro de Alira y los peculiares rasgos que lo hacían único. En su mente imaginó cómo sería el clan de la chica. Sabía que vivían en algún bosque lejano, ¿serían similares a su propio clan? ¿Eran todos parecidos en aspecto, con rasgos animales como los de la chica? Los dedos del joven licántropo levitaron a escasa pulgada de distancia de los cuernos y peculiares orejas que adornaban el rostro de Alira, pero permanecieron congelados en su sitio. Las costumbres de otras razas eran diferentes a la suyas, recordó retirando la mano haciéndola un puño contra su pecho. No quería asustar a la niña otra vez, no despúes de lo que había sucedido más temprano. La idea de la distancia entre ellos le generó una extraña y leve angustia y el muchacho tiró frustrado de su túnica, súbitamente incómoda otra vez como si la prenda fuese un recordatorio de que no pertenecía allí
Las sombras en la habitación comenzaban a alargarse ya hasta el punto de fusionarse unas con otras y Gwynn decidió que era hora de comer algo. Con cuidado se levantó de la cama y dejó la habitación en silencio. El viaje a la cocina fue rápido. Las mujeres que la administraban, conscientes del nuevo aprecio que el dueño sentía por el viejo excéntrico y, por extensión, el niño que le acompañaba, le recibieron con sonrisas y no tardaron en llenar una bandeja de pan, queso y un generoso cuenco con carne de oveja en salsa de menta.
Gwynn regresó a la habitación con una sonrisa enorme en el rostro, ¡ahora sí tenía hambre y no podía esperar a ver el rostro de Alira cuando viera la comida! Depositó la bandeja junto a la niña en el medio de la cama y se sentó nuevamente junto a ella.
“Hey, Alira,” dijo clavando suavemente su índice en el brazo de la chica. “Despierta, mira, he conseguido todo esto. Hay pan, queso y carne de ovej… de ove… uh.”
La sonrisa del muchacho se desvaneció y miró a la niña estupefacto, su rostro completamente pálido salvo la constelación de pecas sobre su nariz y mejillas. Mierda, mierda, ¡mierda! Pensó sintiendo algo de pánico. Los cuernos, las orejas, el suave pelaje blanquecino de sus brazos… ¿qué animal era Alira? ¿Podría ser una oveja? ¿Comía carne si quiera? La sola idea de comerse un lobo resultaba completamente repulsiva para Gwynn, pero eso era porque él era un lobo, al menos tanto como era humano. ¿Sería igual para los hombres bestia?
“Yo… lo siento, no lo he pensado,” dijo apoyando las manos sobre la cama inclinándose levemente hacia la chica con hombros encogidos en una postura de sumisión que ofrecía disculpas, pero que posiblemente sólo hacía sentido para los lobos. “No sé nada sobre tu gente, ni como sentís lo que sois.”
La mirada del licántropo se posó sobre el bulto en la cama y una sonrisa apareció en su rostro al notar los cuernos y mechones de cabello rubio de Alira sobre la almohada. Con un último esfuerzo depositó el brasero en el centro de la habitación y escarbando cuidadosamente con sus dedos cubrió parcialmente las brasas con la ceniza que les servía de base. Su clan solía usar braseros de greda cocida en lo más crudo del invierno, especialmente durante las tormentas más serias. El pelaje de los lobos era suficiente abrigo para soportar el frío cuando la nieve cubría el bosque y el viento gélido parecía infinito, pero la naturaleza dual de los licántropos reclamaba pasar tiempo en su forma humana, frágil y delicada como era, y para ello el fuego era un requerimiento.
Gwynn trepó a la cama y se sentó a un costado de Alira observándola en su sueño y tuvo que cubrir su propia boca para frenar la risita que amenazaba con escapar a causa de los suaves ronquidos. Al parecer aquel era un rasgo universal que afectaba a todas las razas. Con cuidado para no despertar a la chica el licántropo se estiró en la cama con la mirada aún en la figura junto a él. Aquello era algo que había echado de menos estas últimas semanas, la cercanía con otros, el contacto, el lenguaje sin palabras. Había crecido rodeado de hermanos y hasta el día en que abandonó su aldea la soledad era un concepto completamente extraño. Acostumbrado a dormir rodeado de cuerpos, o bien en un pila de cuerpos los meses de invierno, encontrarse de pronto sólo y en absoluto silencio había sido una experiencia algo desconcertante, estresante incluso.
A pesar de lo agradable y comfortable de su posición el muchacho no tenía sueño, por lo que se contentó con continuar su atenta vigilia, observando el rostro de Alira y los peculiares rasgos que lo hacían único. En su mente imaginó cómo sería el clan de la chica. Sabía que vivían en algún bosque lejano, ¿serían similares a su propio clan? ¿Eran todos parecidos en aspecto, con rasgos animales como los de la chica? Los dedos del joven licántropo levitaron a escasa pulgada de distancia de los cuernos y peculiares orejas que adornaban el rostro de Alira, pero permanecieron congelados en su sitio. Las costumbres de otras razas eran diferentes a la suyas, recordó retirando la mano haciéndola un puño contra su pecho. No quería asustar a la niña otra vez, no despúes de lo que había sucedido más temprano. La idea de la distancia entre ellos le generó una extraña y leve angustia y el muchacho tiró frustrado de su túnica, súbitamente incómoda otra vez como si la prenda fuese un recordatorio de que no pertenecía allí
Las sombras en la habitación comenzaban a alargarse ya hasta el punto de fusionarse unas con otras y Gwynn decidió que era hora de comer algo. Con cuidado se levantó de la cama y dejó la habitación en silencio. El viaje a la cocina fue rápido. Las mujeres que la administraban, conscientes del nuevo aprecio que el dueño sentía por el viejo excéntrico y, por extensión, el niño que le acompañaba, le recibieron con sonrisas y no tardaron en llenar una bandeja de pan, queso y un generoso cuenco con carne de oveja en salsa de menta.
Gwynn regresó a la habitación con una sonrisa enorme en el rostro, ¡ahora sí tenía hambre y no podía esperar a ver el rostro de Alira cuando viera la comida! Depositó la bandeja junto a la niña en el medio de la cama y se sentó nuevamente junto a ella.
“Hey, Alira,” dijo clavando suavemente su índice en el brazo de la chica. “Despierta, mira, he conseguido todo esto. Hay pan, queso y carne de ovej… de ove… uh.”
La sonrisa del muchacho se desvaneció y miró a la niña estupefacto, su rostro completamente pálido salvo la constelación de pecas sobre su nariz y mejillas. Mierda, mierda, ¡mierda! Pensó sintiendo algo de pánico. Los cuernos, las orejas, el suave pelaje blanquecino de sus brazos… ¿qué animal era Alira? ¿Podría ser una oveja? ¿Comía carne si quiera? La sola idea de comerse un lobo resultaba completamente repulsiva para Gwynn, pero eso era porque él era un lobo, al menos tanto como era humano. ¿Sería igual para los hombres bestia?
“Yo… lo siento, no lo he pensado,” dijo apoyando las manos sobre la cama inclinándose levemente hacia la chica con hombros encogidos en una postura de sumisión que ofrecía disculpas, pero que posiblemente sólo hacía sentido para los lobos. “No sé nada sobre tu gente, ni como sentís lo que sois.”
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
Me encontraba sumergida.
Agua, lo abarcaba todo, cual cristalina y voraz criatura que, a medida que me hundía, presionaba mi cuerpo hasta la saciedad.
Aire, de mis pulmones cedía e iba escapándose lentamente hacia la lejana e inalcanzable superficie.
Rojo, teñía de color aquello que me rodeaba, sangre, angustia y dolor; mi cuerpo no se mueve.
Llanto, arrepentimiento, un canto.
Redención
Alira…
______________________________________
Agua, lo abarcaba todo, cual cristalina y voraz criatura que, a medida que me hundía, presionaba mi cuerpo hasta la saciedad.
Aire, de mis pulmones cedía e iba escapándose lentamente hacia la lejana e inalcanzable superficie.
Rojo, teñía de color aquello que me rodeaba, sangre, angustia y dolor; mi cuerpo no se mueve.
Llanto, arrepentimiento, un canto.
Redención
Alira…
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Abrí lentamente mis ojos, parpadeando varias veces mientras intentaba adaptarme a la luz que bañaba la habitación, no recordaba exactamente que había soñado, solo podía rememorar una dulce melodía muy parecida a la que Gwynn había cantado en el río; esta danzaba por mi mente juguetona y agradable, logrando que una sonrisa se posara en mi rostro “Despierta, mira, he conseguido todo esto. Hay pan, queso y carne de ovej… de ove… uh” posé mis pupilas en el semblante del chico, quien tenía el rostro níveo, en un tono que parecía casi enfermizo y durante unos momentos no acabé de entender cuál era el problema. Los ojos del licántropo no paraban de bailar entre la comida y mi persona, el horror patente en su rostro “Había dicho que en la bandeja había carne de ovej…” mis dudas se esclarecieron y entendí instantáneamente porque el pobre chico estaba tan asustado.
Al empezar a tomar consciencia de la situación noté instantáneamente el cambio de temperatura que había habido en la habitación, ahora mucho más cálida, y un breve vistazo hizo que me percatara del pequeño brasero que se encontraba ahora en medio de la estancia; por ese motivo las disculpas del chico hicieron que el pecho se me encogiera, después de todas las molestias que se había tomado era doloroso ver como parecía irse todo en vano. Gwynn adoptó entonces una posición que me recordó completamente a un canino arrepentido, la cabeza baja… casi podía ver las orejas caídas y el entristecedor sonido tan característico salir de su persona. Decidida en aligerar un poco la tensión me senté en la cama, dejando de lado la posición recostada, y con una sonrisa pacífica y sincera alargué mi brazo hacia él para revolverle el pelo suavemente- No tienes de que preocuparte –añadí segura de mis palabras- de… de verdad, muchas gracias por todo esto, por... cuidar de mí… ahora entiendo aún más porque tu amigo decía que tienes un corazón de oro –susurré alegre y algo avergonzada mientras apartaba mi mano del muchacho; no quería hacer que se sintiera incomodo, y menos aun después de todo lo que había hecho por mí.
- Antes de que lo preguntes, no, no como carne –añadí sonriendo de forma algo pícara- mi estómago puede digerirla pero como comprenderás no es de mis… comidas favoritas –dirigí entonces mi mirada hacia el plato de carne de oveja y sin reparos ni muecas de asco lo cogí y se lo entregué a Gwynn con una sonrisa de oreja a oreja- ¡Todo tuyo! Para ser carne tiene bastante buena pinta… -añadí algo absorta mientras, relamiéndome los labios, cogía parte del pan y me lo llevaba a la boca sin ningún tipo de piedad o reparo. Un sonido de puro placer resonó por la habitación mientras caía de lado en la cama- Comidha… -susurré aun con la boca medio llena; sin poder evitarlo fui llevándome pedazo tras pedazo al estómago hasta que, llena hasta los topes, un pequeño y vergonzoso eructo salió de mis labios- …perdón… -susurré entre risas- estaba todo delicioso, gracias por la comida –añadí sonriente.
- ¿Sabes? En mi pueblo solemos comer sin reparos, vivimos en una zona donde no suele haber problemas para encontrar comida así que intentamos alimentarnos lo mejor que podamos –dije algo absorta, recordando los días de festín que teníamos en la aldea- este viaje está siendo difícil, ¡encontrar comida en según qué lugares es todo un reto! –añadí sonriente mientras dirigía de nuevo mi mirada hacia Gwynn- En mi pueblo solo mi familia es completamente vegetariana, así que estoy acostumbrada a ver, oler y hasta probar la carne; mi padre es medio oveja y mi madre medio cabra, los dos tienen bastantes rasgos humanos, así como los tenían mis abuelos, o eso me han contado –poco a poco fui irguiéndome de nuevo, adoptando una posición un poco más cómoda- Somos unos 30 en la tribu, todos muy variados la verdad –puntualicé recordando a aquellos que me habían visto crecer- Está la familia Greytal, grandes amigos de mis padres y jefes de la aldea, son medio osos e increíblemente altos… ¡Oh! Y los Fallfure, su hija es una mezcla de felinos muy extraña… -Poco a poco y sin darme cuenta fui relatando los personajes más característicos de la aldea, mencionando algunos de los recuerdos e historias más surrealistas- Los echo mucho de menos… -añadí al terminar- iniciar mi viaje está siendo una experiencia increíble, ¡he tenido la suerte de conocerte a ti, por ejemplo! Pero no es algo fácil… -susurré finalmente.
Estuve unos segundos en silencio hasta que una revelación me vino a la mente- Oh… por los dioses… ¿Cuánto rato llevo hablando sin parar? –Tapé mi rostro con ambas manos y no pude evitar reír, dejando ir suaves y avergonzadas carcajadas- lo siento… yo… jeje… me emociono con facilidad… -destapando mi rostro gradualmente volví a fijar mis pupilas en el pobre chico- espero no haberte molestado con tantas historias –murmuré con una sonrisa y algo de arrepentimiento- Pregunta lo que quieras o… también puedes contarme algo sobre ti si te apetece, ¡soy todo oídos! –añadí justo después mientras, apoyando mis codos en mis rodillas, miraba emocionada al chico que se encontraba delante de mí.
Alira Bellowood
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
Gwynn sonrió al sentir los dedos de Alira revolver su cabello. Era sin duda un alivio que para la chica lo de la carne de oveja no tuviese mayor importancia, aunque eso no significaba que no se sintiera algo incómodo con ello. Quizás aquello era una de las diferencias entre los lobos y los hombres bestia, pensó el muchacho, quizás para estos últimos su lado animal era un aspecto que sólo influía en su identidad, distinta y única. Al fin y al cabo Alira podría tener rasgos físicos animales, pero jamás había sido uno realmente, jamás había caminado en cuatro patas ni había experimentado el mundo a través de sentidos completamente distintos a los de su forma actual.
“No tienes que agradecerme, quería compartir esto contigo,” dijo sin perder la pequeña sonrisa. “¡Y no hagas caso a lo que dice Meredydd! Él mismo dice que se debe masticar y saborear las palabras de la gente, pero nunca tragárselas a no ser que sepamos que son buenas para ti.”
El muchacho apartó el cuenco murmurando algo sobre no tener mucha hambre y se sentó algo más cerca de la niña para compartir un poco de pan y queso, sus ojos fijos en Alira mientras le escuchaba hablar sobre su familia, su pueblo, su gente y curiosas remembranzas de su vida entre ellos. Gwynn sonreía y reía con sus relatos, intentando imaginar en su mente la apariencia de los quiméricos personajes y el bosque que les servía de hogar.
“No, el afortunado soy yo de que me encontraras. Ojalá hubiese sido de otra forma...” dijo con un hilo de voz. Por un momento una sombra cruzó su rostro, pero la sonrisa no tardó en regresar una vez más. “¡No tienes que disculparte! Me gusta oír tus historias y aprender un poco sobre tu gente. Eres la primera de tu raza que he conocido, bueno, he visto un par de hombres bestia este último par de semanas, pero nunca había hablado con uno. ¡Si todos son como tú entonces es mi nueva raza favorita!” rió entrelazando sus dedos tras su nuca. Intentando sin resultado fingir seria soberbia añadió: “Bueno, después de los lobos, claro, pero a ti te nombraré loba honoraria. Oh, es verdad...”
El licántropo se puso de pie dejando la cama y se acuclilló junto al brasero para remover con sus dedos las cenizas, facilitando que el carbón continuara su combustión. Agarrando una de las asas arrastró el recipiente algo más cerca de la cama para luego subir a ella y retomar su lugar junto a Alira.
“Mmm, algo sobre mí,” repitió pensativo. “Pues, mi clan vive en los Bosques del Este, aunque nosotros solemos llamarlo simplemente el Bosque. Tengo muchos hermanos y hermanas, y muchos padres y madres que se dedican a la caza, a recolectar y preparar comida y a cantar. Nos gusta mucho cantar y contar cuentos. Oh, y somos todos lobos, aunque supongo ya te lo imaginabas. En nuestro caso no es que seamos mitad lobos, y mitad humanos, sino que somos ambos a la vez. A veces adoptamos una forma, y aveces la otra, por eso no llevamos vestido alguno. De hecho no sé por qué los humanos insisten en cubrirse así. Vale, quizás es necesario para ellos cuando hace frío pero, ¿todo el tiempo? ¡Es incómodo!” dijo tirando de su túnica con el ceño ligeramente fruncido, como si tan sólo entonces hubiese recordado que llevaba encima la endemoniada prenda. El muchacho guardó silencio unos momentos con su mirada fija en la niña.
“¿Te dolió cuando tus cuernos crecieron?” preguntó finalmente inclinándose hacia ella y llevando una mano hacia las piezas que adornaban la cabeza de Alira. Por alguna razón se sorprendió de que la textura y dureza fuesen similares a la de las astas de otros animales. Sus dedos se deslizaron delicadamente hasta una de las orejas de la chica acariciando el fino pelaje que las cubría, admirando su suavidad al tacto. Hasta hace muy poco no se hubiese atrevido a realizar una acción semejante, inseguro aún de cómo interactuaba la gente de Alira entre sí, pero la chica había revuelto sus cabellos rompiendo con ello una barrera física entre ellos. Tras unos momentos retiró su mano y miró a la chica a los ojos.
“Alira,” dijo el licántropo algo más serio, “has dicho antes que has tenido problemas encontrando comida. Si quieres, quizás por un tiempo, puedas quedarte con nosotros. Meredydd está loco, Alasdair a veces no es la persona más alegre y mi hermana… no, mi hermana está bien. Pero al menos con nosotros no pasarías hambre y estarías protegida. Y podríamos viajar juntos,” añadió sintiendo el rubor alcanzar sus mejillas por quizás tercera vez ese día. No tenía idea de qué dirían los otros sobre su oferta, ni podía ofrecer muchos detalles sobre a dónde se dirigían ni por qué, francamente no tenía idea, y quizás la propuesta en sí sonaba un poco absurda pero, a pesar de todo, el prospecto le hizo sentir un cosquilleo en el estómago.
“No tienes que agradecerme, quería compartir esto contigo,” dijo sin perder la pequeña sonrisa. “¡Y no hagas caso a lo que dice Meredydd! Él mismo dice que se debe masticar y saborear las palabras de la gente, pero nunca tragárselas a no ser que sepamos que son buenas para ti.”
El muchacho apartó el cuenco murmurando algo sobre no tener mucha hambre y se sentó algo más cerca de la niña para compartir un poco de pan y queso, sus ojos fijos en Alira mientras le escuchaba hablar sobre su familia, su pueblo, su gente y curiosas remembranzas de su vida entre ellos. Gwynn sonreía y reía con sus relatos, intentando imaginar en su mente la apariencia de los quiméricos personajes y el bosque que les servía de hogar.
“No, el afortunado soy yo de que me encontraras. Ojalá hubiese sido de otra forma...” dijo con un hilo de voz. Por un momento una sombra cruzó su rostro, pero la sonrisa no tardó en regresar una vez más. “¡No tienes que disculparte! Me gusta oír tus historias y aprender un poco sobre tu gente. Eres la primera de tu raza que he conocido, bueno, he visto un par de hombres bestia este último par de semanas, pero nunca había hablado con uno. ¡Si todos son como tú entonces es mi nueva raza favorita!” rió entrelazando sus dedos tras su nuca. Intentando sin resultado fingir seria soberbia añadió: “Bueno, después de los lobos, claro, pero a ti te nombraré loba honoraria. Oh, es verdad...”
El licántropo se puso de pie dejando la cama y se acuclilló junto al brasero para remover con sus dedos las cenizas, facilitando que el carbón continuara su combustión. Agarrando una de las asas arrastró el recipiente algo más cerca de la cama para luego subir a ella y retomar su lugar junto a Alira.
“Mmm, algo sobre mí,” repitió pensativo. “Pues, mi clan vive en los Bosques del Este, aunque nosotros solemos llamarlo simplemente el Bosque. Tengo muchos hermanos y hermanas, y muchos padres y madres que se dedican a la caza, a recolectar y preparar comida y a cantar. Nos gusta mucho cantar y contar cuentos. Oh, y somos todos lobos, aunque supongo ya te lo imaginabas. En nuestro caso no es que seamos mitad lobos, y mitad humanos, sino que somos ambos a la vez. A veces adoptamos una forma, y aveces la otra, por eso no llevamos vestido alguno. De hecho no sé por qué los humanos insisten en cubrirse así. Vale, quizás es necesario para ellos cuando hace frío pero, ¿todo el tiempo? ¡Es incómodo!” dijo tirando de su túnica con el ceño ligeramente fruncido, como si tan sólo entonces hubiese recordado que llevaba encima la endemoniada prenda. El muchacho guardó silencio unos momentos con su mirada fija en la niña.
“¿Te dolió cuando tus cuernos crecieron?” preguntó finalmente inclinándose hacia ella y llevando una mano hacia las piezas que adornaban la cabeza de Alira. Por alguna razón se sorprendió de que la textura y dureza fuesen similares a la de las astas de otros animales. Sus dedos se deslizaron delicadamente hasta una de las orejas de la chica acariciando el fino pelaje que las cubría, admirando su suavidad al tacto. Hasta hace muy poco no se hubiese atrevido a realizar una acción semejante, inseguro aún de cómo interactuaba la gente de Alira entre sí, pero la chica había revuelto sus cabellos rompiendo con ello una barrera física entre ellos. Tras unos momentos retiró su mano y miró a la chica a los ojos.
“Alira,” dijo el licántropo algo más serio, “has dicho antes que has tenido problemas encontrando comida. Si quieres, quizás por un tiempo, puedas quedarte con nosotros. Meredydd está loco, Alasdair a veces no es la persona más alegre y mi hermana… no, mi hermana está bien. Pero al menos con nosotros no pasarías hambre y estarías protegida. Y podríamos viajar juntos,” añadió sintiendo el rubor alcanzar sus mejillas por quizás tercera vez ese día. No tenía idea de qué dirían los otros sobre su oferta, ni podía ofrecer muchos detalles sobre a dónde se dirigían ni por qué, francamente no tenía idea, y quizás la propuesta en sí sonaba un poco absurda pero, a pesar de todo, el prospecto le hizo sentir un cosquilleo en el estómago.
Gwynn
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
Una sonrisa sin par se postró en mi rostro ante las agradables palabras de Gwynn, así como un sentimiento cálido hizo de mi pecho su posada, recordándome esas dulces y delicadas tardes en las que junto a mi familia nos contábamos historias, reales o no, sobre todo aquello que se nos ocurriera- ¿Loba honoraria? –Mis ojos se abrieron de par en par de la sorpresa y la alegría- ¡Sería un placer! –dije de forma algo abrupta pensando que podría ser algo importante para su tribu; al fin y al cabo, y viendo los pequeños matices similares que tenían nuestras aldeas, no me habría extrañado que en la suya también se requiriera de algún tipo de iniciación o ritual, “loba honoraria” sonaba como algo realmente importante y más aún si todo su clan estaba conformada por licántropos.
Gwynn se levantó para acuclillarse junto al pequeño brasero de latón, sus dedos removían delicadamente las brasas mientras una tenue y placida luz jugaba en su rostro, iluminando sus rasgos. Con esa tenue luz, mientras las sombras y el silencio reinaban durante unos segundos el lugar, pude observar más detenidamente las facciones del licántropo. Me percaté de las pecas que adornaban sus mejillas, una divertida constelación de estrellas que me hizo sonreír levemente, y de cómo se removía incomodo a cada momento que pasaba; sin duda la túnica le molestaba, pero no se me ocurría que otra opción podía darle “¿Acaso estaría cómodo en forma de lobo? Aunque estando yo aquí... ¿no sería para él algo extraño y foráneo? Tal vez incluso desagradable…” pensé algo distante de la situación.
Cuando mi nuevo compañero se sentó en la cama nuevamente me desperté del pequeño trance en el que me encontraba y escuché atentamente aquello que me iba contando- Una vez estuve en Ulmer, aunque no fue una visita agradable, no en todos los sentidos almenos… –dije aún sonriente- durante varias semanas divagué por los bosques y me encontré con algunos licántropos… bueno, muchos licántropos a decir verdad – añadí riendo mientras recordaba los encuentros día y noche donde me encontraban tras haber pensado que era alguna clase de oveja o carnero perdido por el bosque- ¡Aun con los inconvenientes tengo que decir que sois una raza muy amable y sincera! Aunque no sepáis ir con ropa más de 10 minutos… –finalicé risueña mientras chocaba amigablemente mi hombro con el de Gwynn.
La pregunta sobre mis cuernos me pilló algo desprevenida pero no dudé inclinar mansamente mi cuerpo para que tuviera fácil acceso al tocado natural que adornaba mi cabeza- Nací con ellos, eran prácticamente inexistentes cuando era pequeña y al principio, cuando rompieron la barrera de la piel, dolió un poco; aunque nunca fue algo que me molestara demasiado… -un escalofrío recorrió mi columna y poco a poco mi voz se fue apagando, un tinte rojo coloreando mis mejillas gradualmente pues había pasado mucho tiempo desde la última vez que dejé que alguien ajeno a mi familia realizara algo tan entrañable y fraternal.
“Alira”
Mis pupilas, que hasta ese momento se habían ocultado tras parpados cerrados a cal y canto mientras mi cuerpo resistía el inclinarse más hacia el licántropo, se fijaron instintivamente en su rostro. La propuesta me dejó algo perpleja en un principio, el rubor cubría ambos rostros y mientras pensaba como articular mi respuesta mi labios se abrieron un par de veces en un intento de sacar sonido de ellos- Yo… -no entendía exactamente porque pero había una calidez en mi pecho, un cosquilleo en mi estómago, que me incitaba a aceptar la propuesta; pues después de divagar sola durante tanto tiempo no podía evitar querer ser egoísta para así poder seguir disfrutando de tan agradable compañía, no quería ni imaginarme pasar otra noche sola en el bosque tras conocer a Meredydd y a Gwynn, tras encontrar contacto humano, cercano; siendo este tan simple y placido. Ante la resolutiva que imperó en mis pensamientos no pude evitar sonreír, definitivamente sería la mejor opción, no había otra que realmente me contentara y por una vez… por una vez no era algo malo ser egoísta.
Sin dudar ni un segundo más abracé a Gwynn con todas mis fuerzas- Me… me encantaría… –añadí felizmente mientras me separaba gradualmente de él- si... no es molestia claro, ¡puedo cazar y ayudar a recolectar bayas! No seré una carga para el grupo… -dije algo preocupada mientras evitaba mirarlo durante más tiempo del que fuera necesario. Por encima de todo no quería ser un problema más para este dulce muchacho que, después de todo, me había ayudado, dado comida y cuidado sin ningún tipo de aliciente detrás “Después de todo lo que ha hecho, ¿cómo podría compensarlo…?” pensé mientras cavilaba ideas en mi cabeza.
Entonces, tras un gesto diminuto e inconsciente, una mano tirando incómodamente de su túnica, una pregunta me vino a la mente y se escapó por mis labios sin ningún tipo de precaución, sin pensar- ¿Por qué no te transformas? –dije mirando fijamente sus pupilas- e…eh… qu…quiero decir… -tras unos escasos segundos un rubor cubrió mis facciones- hah… ¿si tanto te incomoda la túnica porque no te transformas? A… a mí no me importa… -añadí con la voz casi en un susurro y con la mirada clavada en mis manos- después de todo lo que has hecho por ayudarme me gustaría que estuvieras lo más cómodo posible… -finalicé rascándome nerviosa cerca del hombro.
Prediciendo la negativa y la subsecuente incomodidad que correspondería me aparaté unos centímetros del chico y aún sin mirarlo, con la cabeza gacha y el cuerpo algo encogido, decidí olvidar el tema- Perdona, estoy segura de que esto ha sido algo violento, no me hagas caso… -susurré intentando enmendar la situación- hah… lo siento, no era con mala intención –añadí elevando mi rostro lentamente y rascando mi brazo inconscientemente con algo más de intensidad.
Gwynn se levantó para acuclillarse junto al pequeño brasero de latón, sus dedos removían delicadamente las brasas mientras una tenue y placida luz jugaba en su rostro, iluminando sus rasgos. Con esa tenue luz, mientras las sombras y el silencio reinaban durante unos segundos el lugar, pude observar más detenidamente las facciones del licántropo. Me percaté de las pecas que adornaban sus mejillas, una divertida constelación de estrellas que me hizo sonreír levemente, y de cómo se removía incomodo a cada momento que pasaba; sin duda la túnica le molestaba, pero no se me ocurría que otra opción podía darle “¿Acaso estaría cómodo en forma de lobo? Aunque estando yo aquí... ¿no sería para él algo extraño y foráneo? Tal vez incluso desagradable…” pensé algo distante de la situación.
Cuando mi nuevo compañero se sentó en la cama nuevamente me desperté del pequeño trance en el que me encontraba y escuché atentamente aquello que me iba contando- Una vez estuve en Ulmer, aunque no fue una visita agradable, no en todos los sentidos almenos… –dije aún sonriente- durante varias semanas divagué por los bosques y me encontré con algunos licántropos… bueno, muchos licántropos a decir verdad – añadí riendo mientras recordaba los encuentros día y noche donde me encontraban tras haber pensado que era alguna clase de oveja o carnero perdido por el bosque- ¡Aun con los inconvenientes tengo que decir que sois una raza muy amable y sincera! Aunque no sepáis ir con ropa más de 10 minutos… –finalicé risueña mientras chocaba amigablemente mi hombro con el de Gwynn.
La pregunta sobre mis cuernos me pilló algo desprevenida pero no dudé inclinar mansamente mi cuerpo para que tuviera fácil acceso al tocado natural que adornaba mi cabeza- Nací con ellos, eran prácticamente inexistentes cuando era pequeña y al principio, cuando rompieron la barrera de la piel, dolió un poco; aunque nunca fue algo que me molestara demasiado… -un escalofrío recorrió mi columna y poco a poco mi voz se fue apagando, un tinte rojo coloreando mis mejillas gradualmente pues había pasado mucho tiempo desde la última vez que dejé que alguien ajeno a mi familia realizara algo tan entrañable y fraternal.
“Alira”
Mis pupilas, que hasta ese momento se habían ocultado tras parpados cerrados a cal y canto mientras mi cuerpo resistía el inclinarse más hacia el licántropo, se fijaron instintivamente en su rostro. La propuesta me dejó algo perpleja en un principio, el rubor cubría ambos rostros y mientras pensaba como articular mi respuesta mi labios se abrieron un par de veces en un intento de sacar sonido de ellos- Yo… -no entendía exactamente porque pero había una calidez en mi pecho, un cosquilleo en mi estómago, que me incitaba a aceptar la propuesta; pues después de divagar sola durante tanto tiempo no podía evitar querer ser egoísta para así poder seguir disfrutando de tan agradable compañía, no quería ni imaginarme pasar otra noche sola en el bosque tras conocer a Meredydd y a Gwynn, tras encontrar contacto humano, cercano; siendo este tan simple y placido. Ante la resolutiva que imperó en mis pensamientos no pude evitar sonreír, definitivamente sería la mejor opción, no había otra que realmente me contentara y por una vez… por una vez no era algo malo ser egoísta.
Sin dudar ni un segundo más abracé a Gwynn con todas mis fuerzas- Me… me encantaría… –añadí felizmente mientras me separaba gradualmente de él- si... no es molestia claro, ¡puedo cazar y ayudar a recolectar bayas! No seré una carga para el grupo… -dije algo preocupada mientras evitaba mirarlo durante más tiempo del que fuera necesario. Por encima de todo no quería ser un problema más para este dulce muchacho que, después de todo, me había ayudado, dado comida y cuidado sin ningún tipo de aliciente detrás “Después de todo lo que ha hecho, ¿cómo podría compensarlo…?” pensé mientras cavilaba ideas en mi cabeza.
Entonces, tras un gesto diminuto e inconsciente, una mano tirando incómodamente de su túnica, una pregunta me vino a la mente y se escapó por mis labios sin ningún tipo de precaución, sin pensar- ¿Por qué no te transformas? –dije mirando fijamente sus pupilas- e…eh… qu…quiero decir… -tras unos escasos segundos un rubor cubrió mis facciones- hah… ¿si tanto te incomoda la túnica porque no te transformas? A… a mí no me importa… -añadí con la voz casi en un susurro y con la mirada clavada en mis manos- después de todo lo que has hecho por ayudarme me gustaría que estuvieras lo más cómodo posible… -finalicé rascándome nerviosa cerca del hombro.
Prediciendo la negativa y la subsecuente incomodidad que correspondería me aparaté unos centímetros del chico y aún sin mirarlo, con la cabeza gacha y el cuerpo algo encogido, decidí olvidar el tema- Perdona, estoy segura de que esto ha sido algo violento, no me hagas caso… -susurré intentando enmendar la situación- hah… lo siento, no era con mala intención –añadí elevando mi rostro lentamente y rascando mi brazo inconscientemente con algo más de intensidad.
Alira Bellowood
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
El abrazo le agarró desprevenido, pero esta vez no tardó en devolverlo con idéntica intensidad, soltando el aliento que ni siquiera se había dado cuenta había contenido. Sus manos permanecieron sobre los hombros de la chica tras romper el contacto y sonrió divertido ante su oferta de ayudar a cazar junto a ellos. Por mucho que Gwynn disfrutaría ese escenario no estaba seguro sobre cómo podría Alira ayudar en ello, y sospechaba también que no sería una actividad que la chica disfrutaría especialmente.
“No te preocupes por la comida ni ninguna otra cosa. Meredydd sabe hacer dinero y mi hermana y Alasdair pueden cazar lo suficiente para mantener un clan entero,” rió el muchacho entrelazando sus dedos tras su nuca, un gesto distendido que era habitual en él. “No es necesario que hagas nada. En un clan cada uno tiene un lugar, sólo debe descubrirlo. Bueno, nuestro grupo no es un clan, pero es lo mismo.”
La proposición que a continuación ofreció Alira le sorprendió incluso más que el abrazo y Gwynn permaneció congelado unos instantes mirando fijamente a la chica, intentando discernir la motivación tras sus palabras. Transformarse en lobo era para el muchacho algo tan natural como respirar, y su forma animal era tan suya como la que exhibía en esos momentos. Era una noción imposible de explicar a gente de otras razas, pero cuando Gwynn observaba reflejado en el agua su rostro humano se reconocía a sí mismo con exactamente la misma naturalidad que cuando el rostro reflejado era uno lupino.
No, no era eso lo que le había paralizado momentáneamente, sino el temor a lo que Alira vería en él en su forma de lobo. ¿Vería la chica, acaso, la misma bestia que apenas medio día atrás había desgarrado con sus colmillos la garganta de un hombre en el bosque? Y sin embargo también había matado con sus manos humanas, a escasos pies de distancia de la chica. O, quizás, había también interés por parte de ella de conocerle y entenderle.
“Yo,” se detuvo un momento buscando las palabras. “Si. Si quieres puedo mostrarte la transformación, pero, ah, soy yo, ¿vale? Sé que suena estúpido decirlo, pero a veces la gente que no es como nosotros piensa que el lobo es otro ser, como una bestia que invocamos o algo así. Bien. Vale.”
Sin otra palabra el muchacho se arrodilló en el centro de la cama y se quitó la túnica sin prestarle a la acción atención alguna, arrojando la prenda al suelo junto al brasero. Sus manos se posaron sobre las sábanas y agachó la cabeza anticipando la corriente ígnea que recorría sus miembros cada vez que su cuerpo cambiaba. El proceso podría llamarse doloroso, pero para el joven licántropo era algo tan natural y cotidiano que el concepto de dolor resultaba demasiado parcial para describirlo. Era un relámpago que contraía y moldeaba sus músculos, un fuego que fundía y volvía a forjar sus huesos, un cosquilleo violento cuando su tersa piel daba paso a suave pelaje. Tras unos segundos no había sobre la cama un niño, sino un lobo joven de ojos azules que observaba atentamente a la chica frente a él.
Gwynn se acercó cuidadosamente a Alira percibiéndola a través de sus sentidos lupinos. Podía oír tenuemente el latir acelerado de su corazón y acercó su nariz inconscientemente al cuello de la chica para apreciar el aroma que era propio y único de ella, y que en el mundo olfativo del lobo era tan descriptivo como observar el rostro de la niña. Aquello era otra de las cosas que era imposible explicar a otras razas, el cómo el cambiar de forma alteraba también la manera en que se percibía el mundo. Gwynn, en estos momentos, ni siquiera era consciente activamente de que su cola se movía de lado a lado, y apenas fue consciente de lamer un par de veces la mejilla de la chica, sencillamente resultaba natural en su forma lupina, de la misma manera que sonreír o reír resultaban naturales en su forma humana.
Los orejas del lobo se irguieron notoriamente y su cola se detuvo en el aire. Un momento más tarde un golpeteo rápido sobre madera hizo que el licántropo girara su cabeza.
“Lo siento, cariño,” dijo una mujer de rostro regordete y amable asomando su cabeza tras la puerta. “El señor Evans me ha pedido que te… que… eh…”
El rostro de la mujer pasó de un momento a otro a ser una máscara de puro horror. Emitiendo un alarido tan estridente como gutural se giró sobre sus talones y echó a correr pidiendo auxilio a gritos. “¡Un lobo! ¡Un lobo endemoniado! ¡La niña! ¡Se comerá a la criatura!”
Gwynn dejó escapar un pequeño quejido agachando las orejas antes de regresar nuevamente a su forma humana. Sus ojos buscaron a los de Alira y abrió la boca para decir algo, mas fue interrumpido por una descomunal patada sobre la puerta que reveló a un grupo de parroquianos armados con cuchillos, varas y hasta un taburete. Los adultos buscaron con la mirada cada rincón de la habitación entre gritos y gruñidos exaltados, pero al no descubrir rastro alguno de la bestia su atención se desvió a la escena frente a ellos. Los rostros enardecidos cambiaron paulatinamente. Las ropa esparcida por el suelo y el niño desnudo sobre la cama junto a una niñas cubierta por una frazada. Olvidado ya el peligro la adrenalina de los presentes dio paso a las carcajadas.
“¡Vaya! ¡Pero qué pasa aquí!” rió uno de los hombres aún armado con su taburete. “Creo que hemos interrumpido algo.”
“¡Así se hace muchacho! ¡Apenas ha dejado las faldas de su madre y ya está en campaña!”
“¡Qué dices!” recriminó una mujer de voz ronca intentando mirar entre las figuras frente a ella. “Si son unos críos. Estáis todos mal de la cabeza, manojo de bastardos. Os hace falta iros de putas.”
“¡Aquí no hay ningún lobo!” gritó Gwynn sobreponiéndose finalmente a su estupefacción. Algunos de los hombre rieron levantando las manos fingiendo contrición. “¡Y no podéis estar aquí!”
El joven licántropo se puso de pie y atravesando la distancia con un par de saltos cerró la pesada puerta de madera dando un portazo que remeció la habitación, pero que sólo logró que las risas y las bromas al otro lado aumentaran en número y volumen. Suspirando pesadamente regresó a la cama retomando su lugar frente a Alira.
“Esa es la razón por la que no es buena idea transformarse en los asentamientos humanos,” dijo llevándose una mano a la nuca y dedicándole a la chica una sonrisa divertida que ofrecía también disculpas. “Pero no te preocupes, viajando con nosotros tendrás muchas oportunidades de vernos como lobos. ¡Ah! ¡Lo siento!” se apresuró a decir recordando que estaba nuevamente desnudo y que aquello era algo que incomodaba a la chica. Rápidamente recogió su túnica y se vistió con ella antes de volver a su lugar. “¡Listo!” exclamó riendo extendiendo los brazos para hacer alarde burlón de la prenda. Tras unos momentos añadió: “Lamento el espectáculo. Debería haber usado el cerrojo de la puerta, ¡es la falta de costumbre! ¡Para un momento de tranquilidad que teníamos! Pero quizá sirva para que te acostumbres. Tras unirse Meredydd a nuestro grupo han sido pocos los días aburridos.”
“No te preocupes por la comida ni ninguna otra cosa. Meredydd sabe hacer dinero y mi hermana y Alasdair pueden cazar lo suficiente para mantener un clan entero,” rió el muchacho entrelazando sus dedos tras su nuca, un gesto distendido que era habitual en él. “No es necesario que hagas nada. En un clan cada uno tiene un lugar, sólo debe descubrirlo. Bueno, nuestro grupo no es un clan, pero es lo mismo.”
La proposición que a continuación ofreció Alira le sorprendió incluso más que el abrazo y Gwynn permaneció congelado unos instantes mirando fijamente a la chica, intentando discernir la motivación tras sus palabras. Transformarse en lobo era para el muchacho algo tan natural como respirar, y su forma animal era tan suya como la que exhibía en esos momentos. Era una noción imposible de explicar a gente de otras razas, pero cuando Gwynn observaba reflejado en el agua su rostro humano se reconocía a sí mismo con exactamente la misma naturalidad que cuando el rostro reflejado era uno lupino.
No, no era eso lo que le había paralizado momentáneamente, sino el temor a lo que Alira vería en él en su forma de lobo. ¿Vería la chica, acaso, la misma bestia que apenas medio día atrás había desgarrado con sus colmillos la garganta de un hombre en el bosque? Y sin embargo también había matado con sus manos humanas, a escasos pies de distancia de la chica. O, quizás, había también interés por parte de ella de conocerle y entenderle.
“Yo,” se detuvo un momento buscando las palabras. “Si. Si quieres puedo mostrarte la transformación, pero, ah, soy yo, ¿vale? Sé que suena estúpido decirlo, pero a veces la gente que no es como nosotros piensa que el lobo es otro ser, como una bestia que invocamos o algo así. Bien. Vale.”
Sin otra palabra el muchacho se arrodilló en el centro de la cama y se quitó la túnica sin prestarle a la acción atención alguna, arrojando la prenda al suelo junto al brasero. Sus manos se posaron sobre las sábanas y agachó la cabeza anticipando la corriente ígnea que recorría sus miembros cada vez que su cuerpo cambiaba. El proceso podría llamarse doloroso, pero para el joven licántropo era algo tan natural y cotidiano que el concepto de dolor resultaba demasiado parcial para describirlo. Era un relámpago que contraía y moldeaba sus músculos, un fuego que fundía y volvía a forjar sus huesos, un cosquilleo violento cuando su tersa piel daba paso a suave pelaje. Tras unos segundos no había sobre la cama un niño, sino un lobo joven de ojos azules que observaba atentamente a la chica frente a él.
Gwynn se acercó cuidadosamente a Alira percibiéndola a través de sus sentidos lupinos. Podía oír tenuemente el latir acelerado de su corazón y acercó su nariz inconscientemente al cuello de la chica para apreciar el aroma que era propio y único de ella, y que en el mundo olfativo del lobo era tan descriptivo como observar el rostro de la niña. Aquello era otra de las cosas que era imposible explicar a otras razas, el cómo el cambiar de forma alteraba también la manera en que se percibía el mundo. Gwynn, en estos momentos, ni siquiera era consciente activamente de que su cola se movía de lado a lado, y apenas fue consciente de lamer un par de veces la mejilla de la chica, sencillamente resultaba natural en su forma lupina, de la misma manera que sonreír o reír resultaban naturales en su forma humana.
Los orejas del lobo se irguieron notoriamente y su cola se detuvo en el aire. Un momento más tarde un golpeteo rápido sobre madera hizo que el licántropo girara su cabeza.
“Lo siento, cariño,” dijo una mujer de rostro regordete y amable asomando su cabeza tras la puerta. “El señor Evans me ha pedido que te… que… eh…”
El rostro de la mujer pasó de un momento a otro a ser una máscara de puro horror. Emitiendo un alarido tan estridente como gutural se giró sobre sus talones y echó a correr pidiendo auxilio a gritos. “¡Un lobo! ¡Un lobo endemoniado! ¡La niña! ¡Se comerá a la criatura!”
Gwynn dejó escapar un pequeño quejido agachando las orejas antes de regresar nuevamente a su forma humana. Sus ojos buscaron a los de Alira y abrió la boca para decir algo, mas fue interrumpido por una descomunal patada sobre la puerta que reveló a un grupo de parroquianos armados con cuchillos, varas y hasta un taburete. Los adultos buscaron con la mirada cada rincón de la habitación entre gritos y gruñidos exaltados, pero al no descubrir rastro alguno de la bestia su atención se desvió a la escena frente a ellos. Los rostros enardecidos cambiaron paulatinamente. Las ropa esparcida por el suelo y el niño desnudo sobre la cama junto a una niñas cubierta por una frazada. Olvidado ya el peligro la adrenalina de los presentes dio paso a las carcajadas.
“¡Vaya! ¡Pero qué pasa aquí!” rió uno de los hombres aún armado con su taburete. “Creo que hemos interrumpido algo.”
“¡Así se hace muchacho! ¡Apenas ha dejado las faldas de su madre y ya está en campaña!”
“¡Qué dices!” recriminó una mujer de voz ronca intentando mirar entre las figuras frente a ella. “Si son unos críos. Estáis todos mal de la cabeza, manojo de bastardos. Os hace falta iros de putas.”
“¡Aquí no hay ningún lobo!” gritó Gwynn sobreponiéndose finalmente a su estupefacción. Algunos de los hombre rieron levantando las manos fingiendo contrición. “¡Y no podéis estar aquí!”
El joven licántropo se puso de pie y atravesando la distancia con un par de saltos cerró la pesada puerta de madera dando un portazo que remeció la habitación, pero que sólo logró que las risas y las bromas al otro lado aumentaran en número y volumen. Suspirando pesadamente regresó a la cama retomando su lugar frente a Alira.
“Esa es la razón por la que no es buena idea transformarse en los asentamientos humanos,” dijo llevándose una mano a la nuca y dedicándole a la chica una sonrisa divertida que ofrecía también disculpas. “Pero no te preocupes, viajando con nosotros tendrás muchas oportunidades de vernos como lobos. ¡Ah! ¡Lo siento!” se apresuró a decir recordando que estaba nuevamente desnudo y que aquello era algo que incomodaba a la chica. Rápidamente recogió su túnica y se vistió con ella antes de volver a su lugar. “¡Listo!” exclamó riendo extendiendo los brazos para hacer alarde burlón de la prenda. Tras unos momentos añadió: “Lamento el espectáculo. Debería haber usado el cerrojo de la puerta, ¡es la falta de costumbre! ¡Para un momento de tranquilidad que teníamos! Pero quizá sirva para que te acostumbres. Tras unirse Meredydd a nuestro grupo han sido pocos los días aburridos.”
Gwynn
Experto
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
Clavé mi mirada en Gwynn en el mismo instante en el que anunció que se transformaría, miles de imágenes espeluznantes me venían a la mente sobre cómo sería para el aparente cuerpo humano de un licántropo un cambio tan radical hacia la forma lobuna que supuestamente iba a adoptar- lo... lo entiendo –dije asintiendo de forma automática, expectante ante las hechos que se disponían a ocurrir en esta pequeña y acogedora habitación. Mi único interés estaba perdido en el rostro del muchacho, la parte que más curiosidad me aportaba “Como… cómo será el cambio… ¡su rostro es muy diferente al de un lobo!” pensaba sin parar imaginando transformaciones de los más disparatadas. De la fascinación que recorría mi cuerpo ni siquiera presté atención a la desnudez del muchacho, solamente podía fijarme en sus ojos, en su rostro, en como poco a poco fue agachando la cabeza y ante la perplejidad de mis pupilas su cuerpo empezaba a alterar su forma.
Los miembros cada vez más finos mientras las manos y los pies pasaban a ser patas, garras, y el pelo ya existente se fundía lentamente en uno más espeso que lo cubría todo, un blanco puro y cristalino, mucho más claro que el que llevaba en su forma humana, bañaba a ese animal que ahora se encontraba encima de la cama. No pude evitar soltar algún ruido que otro de puro asombro, el corazón me latía velozmente en el pecho y solo podía mirar anonadada como se movía lentamente hacia mí- ¿Gwynn? –susurré más bien para cercenarme a mí misma que lo que estaba ante mis ojos había sido real- Eso ha sido asombroso… –añadí absorta.
No pude evitar reír levemente cuando la nariz fría del licántropo pasó por la piel que cubría mi cuello, mis manos abandonaron su sitio temblorosas, dirigiéndose hacia la cabeza del lobo en un intento de acariciarlo, de hacerle entender que no me daba miedo alguno, aunque fuera algo que nunca hubiera imaginado. El pelaje que pasaba por debajo de mis palmas era suave al tacto y una vez realizado el primer contacto no dudé en experimentar un poco más; cuando el licántropo se dispuso a olfatear mejor mi cuello aproveché y acurruque mi rostro con el de él, sintiendo como el fino y agradable pelo acariciaba dulcemente mi mejilla. Sin embargo no pude evitar sorprenderme ante el tacto de la lengua, era mucho más áspera de lo que podía haber imaginado- Pppppss… -un ruido extraño salió por mis labios seguido inmediatamente de una carcajada- ¡G-Gwynn! –añadí riendo mientras acariciaba el pelaje del lobo, quien no dejaba de mover la cola y retorcerse de forma divertida cada vez que revolvía mis manos cerca de sus orejas.
No obstante, cuando el licántropo elevó sus orejas y tensó su cuerpo ya era demasiado tarde, una mujer que me era completamente desconocida entró en la habitación y tras unos segundos salió corriendo pidiendo ayuda- ¡No…!¡Espere! – grité intentando levantarme para ir tras ella, aunque con la frazada me fuera imposible- Ah… ¿qué hacemos ahora? –solté sin pensar mientras notaba como Gwynn iba transformándose en humano otra vez, el peso en la cama repartiéndose de forma diferente. Solo atiné a mirar vislumbrar al chico unos segundos cuando la puerta se abrió de par en par con un retumbante golpe seco que me dejo completamente parilizada.
Delante de nosotros había un grupo de lo que parecían ser parroquianos armados hasta los dientes con todo tipo de objetos, desde cuchillos hasta un taburete. Se me heló la sangré durante un momento, intentando dejar salir mi voz para dar explicaciones, para destensar el ambiente, pues en los ojos de esos hombres podía verse pura adrenalina; sin embargo al cabo de unos segundos puras carcajadas inundaron la habitación y no pude evitar mirar a Gwynn desconcertada, no entendía de que estaban hablando en un principio, mis pupilas divagando entre el muchacho y el grupo, pero en el momento en el que los comentarios de halago empezaron a llover hacia Gwynn la situación inundó mi rostro de un profundo color rojizo- Oh… por los dioses… -susurré para mí misma mientras tapaba mi rostro profundamente avergonzada.
Cuando oí el cerrojo de la puerta cerrarse y los pasos bajar por las ruidosas escaleras de madera solté todo el aire que no sabía que había estado acumulando y miré a Gwynn a los ojos, quien se había vuelto a sentar frente a mí en la cama- Ah… si… culpa mía… -añadí en un susurró sin poder mirarle a la cara debido a la desnudez que aún exhibía sin darse cuenta. Un alivio sin par inundó mi ser cuando la túnica volvió a tapar el cuerpo del muchacho, después de todos esos comentarios indecentes no podía evitar sentirme mucho más avergonzada de lo normal por todo lo que había pasado.
Ante el último comentario del licántropo no pude evitar reírme y tras despojarme de la vergüenza que aún me quedaba logré mirarlo a los ojos y sonreír sinceramente- ¡Si es como lo describes creo que va a ser un viaje de lo más interesante! –dije golpeando suavemente el brazo de Gwynn- Tu… forma en lobo es preciosa… -susurré francamente- Aunque es de lo más divertido como te comportas… no pensaba que fuera a ser tan… ¿animal? –añadí algo más fuerte- no sé si ese comentario tiene sentido… -finalicé tapándome el rostro con las manos y riendo a carcajada limpia- ¡Por cierto! ¿A que venía tanto olisquear mi cuello? –pregunté curiosa por la actitud de Gwynn- No es como si tuviera un olor característico… -murmuré oliéndome el brazo suavemente.
Al cabo de unos minutos un escalofrío recorrió mi cuerpo, pues la frazada empezaba a ser poco abrigo y la temperatura en la habitación empezaba a bajar demasiado como para llevar solo eso- Eh… Gwynn… -susurré- ¿te importa girarte un momento? Debería... eh… vestirme… -tosí un poco mientras me levantaba de la cama. Recogí lo más rápido que pude toda la ropa que había quedado esparcida por la habitación y de espaldas a Gwynn me quité la frazada de encima; mi pequeña cola, siempre algo apretujada debido a la ropa, se movió levemente pero la dejé hacer mientras me colocaba el vestido y los pantalones- ¡Listo! –dije alto y claro mientras doblaba el abrigo y dejaba las cosas en un rincón de la habitación bien dobladas y ordenadas- Así estaré algo más cómoda también… -añadí aún sin girarme y sin darme cuenta de que mi cola aún sobresalía por encima del pantalón- Hm… -estiré mi espalda levemente, elevando los brazos y dejando que los músculos de mi espalda se relajaran durante unos instantes mientras me giraba de cara a Gwynn- Definitivamente… ¡mucho mejor! –añadí sonriente mientras volvía a sentarme en la cama.
Los miembros cada vez más finos mientras las manos y los pies pasaban a ser patas, garras, y el pelo ya existente se fundía lentamente en uno más espeso que lo cubría todo, un blanco puro y cristalino, mucho más claro que el que llevaba en su forma humana, bañaba a ese animal que ahora se encontraba encima de la cama. No pude evitar soltar algún ruido que otro de puro asombro, el corazón me latía velozmente en el pecho y solo podía mirar anonadada como se movía lentamente hacia mí- ¿Gwynn? –susurré más bien para cercenarme a mí misma que lo que estaba ante mis ojos había sido real- Eso ha sido asombroso… –añadí absorta.
No pude evitar reír levemente cuando la nariz fría del licántropo pasó por la piel que cubría mi cuello, mis manos abandonaron su sitio temblorosas, dirigiéndose hacia la cabeza del lobo en un intento de acariciarlo, de hacerle entender que no me daba miedo alguno, aunque fuera algo que nunca hubiera imaginado. El pelaje que pasaba por debajo de mis palmas era suave al tacto y una vez realizado el primer contacto no dudé en experimentar un poco más; cuando el licántropo se dispuso a olfatear mejor mi cuello aproveché y acurruque mi rostro con el de él, sintiendo como el fino y agradable pelo acariciaba dulcemente mi mejilla. Sin embargo no pude evitar sorprenderme ante el tacto de la lengua, era mucho más áspera de lo que podía haber imaginado- Pppppss… -un ruido extraño salió por mis labios seguido inmediatamente de una carcajada- ¡G-Gwynn! –añadí riendo mientras acariciaba el pelaje del lobo, quien no dejaba de mover la cola y retorcerse de forma divertida cada vez que revolvía mis manos cerca de sus orejas.
No obstante, cuando el licántropo elevó sus orejas y tensó su cuerpo ya era demasiado tarde, una mujer que me era completamente desconocida entró en la habitación y tras unos segundos salió corriendo pidiendo ayuda- ¡No…!¡Espere! – grité intentando levantarme para ir tras ella, aunque con la frazada me fuera imposible- Ah… ¿qué hacemos ahora? –solté sin pensar mientras notaba como Gwynn iba transformándose en humano otra vez, el peso en la cama repartiéndose de forma diferente. Solo atiné a mirar vislumbrar al chico unos segundos cuando la puerta se abrió de par en par con un retumbante golpe seco que me dejo completamente parilizada.
Delante de nosotros había un grupo de lo que parecían ser parroquianos armados hasta los dientes con todo tipo de objetos, desde cuchillos hasta un taburete. Se me heló la sangré durante un momento, intentando dejar salir mi voz para dar explicaciones, para destensar el ambiente, pues en los ojos de esos hombres podía verse pura adrenalina; sin embargo al cabo de unos segundos puras carcajadas inundaron la habitación y no pude evitar mirar a Gwynn desconcertada, no entendía de que estaban hablando en un principio, mis pupilas divagando entre el muchacho y el grupo, pero en el momento en el que los comentarios de halago empezaron a llover hacia Gwynn la situación inundó mi rostro de un profundo color rojizo- Oh… por los dioses… -susurré para mí misma mientras tapaba mi rostro profundamente avergonzada.
Cuando oí el cerrojo de la puerta cerrarse y los pasos bajar por las ruidosas escaleras de madera solté todo el aire que no sabía que había estado acumulando y miré a Gwynn a los ojos, quien se había vuelto a sentar frente a mí en la cama- Ah… si… culpa mía… -añadí en un susurró sin poder mirarle a la cara debido a la desnudez que aún exhibía sin darse cuenta. Un alivio sin par inundó mi ser cuando la túnica volvió a tapar el cuerpo del muchacho, después de todos esos comentarios indecentes no podía evitar sentirme mucho más avergonzada de lo normal por todo lo que había pasado.
Ante el último comentario del licántropo no pude evitar reírme y tras despojarme de la vergüenza que aún me quedaba logré mirarlo a los ojos y sonreír sinceramente- ¡Si es como lo describes creo que va a ser un viaje de lo más interesante! –dije golpeando suavemente el brazo de Gwynn- Tu… forma en lobo es preciosa… -susurré francamente- Aunque es de lo más divertido como te comportas… no pensaba que fuera a ser tan… ¿animal? –añadí algo más fuerte- no sé si ese comentario tiene sentido… -finalicé tapándome el rostro con las manos y riendo a carcajada limpia- ¡Por cierto! ¿A que venía tanto olisquear mi cuello? –pregunté curiosa por la actitud de Gwynn- No es como si tuviera un olor característico… -murmuré oliéndome el brazo suavemente.
Al cabo de unos minutos un escalofrío recorrió mi cuerpo, pues la frazada empezaba a ser poco abrigo y la temperatura en la habitación empezaba a bajar demasiado como para llevar solo eso- Eh… Gwynn… -susurré- ¿te importa girarte un momento? Debería... eh… vestirme… -tosí un poco mientras me levantaba de la cama. Recogí lo más rápido que pude toda la ropa que había quedado esparcida por la habitación y de espaldas a Gwynn me quité la frazada de encima; mi pequeña cola, siempre algo apretujada debido a la ropa, se movió levemente pero la dejé hacer mientras me colocaba el vestido y los pantalones- ¡Listo! –dije alto y claro mientras doblaba el abrigo y dejaba las cosas en un rincón de la habitación bien dobladas y ordenadas- Así estaré algo más cómoda también… -añadí aún sin girarme y sin darme cuenta de que mi cola aún sobresalía por encima del pantalón- Hm… -estiré mi espalda levemente, elevando los brazos y dejando que los músculos de mi espalda se relajaran durante unos instantes mientras me giraba de cara a Gwynn- Definitivamente… ¡mucho mejor! –añadí sonriente mientras volvía a sentarme en la cama.
Alira Bellowood
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
Gwynn sonrió divertido al advertir el sonrojo que aún teñía las mejillas de Alira. Por supuesto la situación había sido incómoda y vergonzosa para él también, pero el bochorno reflejado en el rostro de la chica resultaba adorable. El cumplido sobre su apariencia lupina logró que volviera a sentir ese ligero vértigo en el estómago, y el comentario sobre su comportamiento le hizo reír brevemente.
“También me comporto como animal en forma humana,” dijo apuntando a su propio rostro con el índice. “Sólo que de manera distinta. Como cuando ríes, o arrugas los labios, o cuando te acercas sin darte cuenta a las personas que te agradan, o cuando lloras. Todo eso son cosas que los humanos hacen porque son humanos, porque está en su naturaleza. Pero es verdad que los humanos suelen pensar que ellos son diferentes, que todo lo que hacen es porque así lo han decidido. Olvidan que son tan animales como cualquier otro, desde el momento en que abren los ojos en la mañana hasta cuando los cierran para descansar en la noche. Cuando acariciaste el pelaje de mi cabeza se sintió muy bien, pero sé que también se hubiera sentido bien en mi forma humana. Supongo que nosotros recordamos mejor que los humanos qué es ser humano. ¿Suena raro, no?”
El muchacho giró el rostro para ver los últimos rayos rojizos del sol perdido ya en el horizonte. Las sombras comenzaban a cubrir ya la habitación y dentro de poco la única fuente de luz sería el brillo mortecino de las brasas. Había un manojo de velas de junco e incluso un par de velas de sebo sobre el minúsculo escritorio junto a la ventana, pero Gwynn prefirió esperar a agotar completamente la luz natural antes de encenderlas. Dependiendo de la grasa y el proceso empleado en su confección estas velas podían desprender un olor que resultaba bastante desagradable para el agudo olfato del pequeño licántropo.
“¿Girarme?” preguntó retornando su atención a la chica sin entender en primera instancia, pero inmediatamente sus labios formaron una o y asintió con la cabeza. “Oh, um, seguro, supongo que ya hace un poco más de frío,” dijo mientras dejaba la cama y se acuclillaba frente al brasero para desenterrar aún más las brasas. Probablemente sería suficiente para aumentar un poco la temperatura de la habitación, y siempre podía pedir más en la cocina ahora que contaba con el beneplácito del señor Evans. Aunque tras el episodio del lobo sospechaba que se encontraría con más de algún comentario o sonrisa pícara…
“Oh, ¿y tu cuello?” preguntó con cejas enarcadas mientras removía las cenizas. Sabía que su respuesta conseguiría aumentar el bochorno de la chica pero debía ser honesto, en especial sobre algo así y, quizás, sólo quizás, comenzaba a disfrutar la imagen de su rostro sonrojado. “Me gusta como hueles. Cada persona es única, y puedes aprender mucho de ellos así, incluso saber si están nerviosos, felices o asustados. Los humanos no lo saben porque su olfato no funciona bien. Es como la vista de los ancianos cuando el blanco cubre sus ojos y sólo pueden ver sombras, pero como lobo puedes percibir muchas cosas. ¡Y sí que tienes un olor específico! Tú hueles...” el muchacho hizo una pausa frunciendo los labios mientras buscaba las palabras para luego esbozar una sonrisa amplia, satisfecho con su hallazgo. “Como lavanda y rocío sobre la tierra en verano.”
Al girarse finalmente, la chica estaba ya completamente vestida con el mismo pantalón y vestido de antes, aunque hubo un detalle que capturó de inmediato la atención del muchacho. Sobresaliendo por encima del pantalón había un pequeño y curioso apéndice cubierto de suave pelaje blanco. Gwynn ladeó la cabeza confundido antes de caer en cuenta de qué, exactamente, era eso y no pudo evitar dejar escapar una exclamación aguda que bien podría haber sido un pequeño ladrido.
“Tienes... ¡Tienes una cola!” dijo señalando el apéndice con el dedo, soltando una carcajada de deleite y acercando su rostro con genuino entusiasmo. “¡Es adorable! ¿La mueves como nosotros? ¿Puedo verla? ¡No puedo creer que estuviese escondida bajo tu vestido! Ah, ¿tienes otros rasgos animales?”
“También me comporto como animal en forma humana,” dijo apuntando a su propio rostro con el índice. “Sólo que de manera distinta. Como cuando ríes, o arrugas los labios, o cuando te acercas sin darte cuenta a las personas que te agradan, o cuando lloras. Todo eso son cosas que los humanos hacen porque son humanos, porque está en su naturaleza. Pero es verdad que los humanos suelen pensar que ellos son diferentes, que todo lo que hacen es porque así lo han decidido. Olvidan que son tan animales como cualquier otro, desde el momento en que abren los ojos en la mañana hasta cuando los cierran para descansar en la noche. Cuando acariciaste el pelaje de mi cabeza se sintió muy bien, pero sé que también se hubiera sentido bien en mi forma humana. Supongo que nosotros recordamos mejor que los humanos qué es ser humano. ¿Suena raro, no?”
El muchacho giró el rostro para ver los últimos rayos rojizos del sol perdido ya en el horizonte. Las sombras comenzaban a cubrir ya la habitación y dentro de poco la única fuente de luz sería el brillo mortecino de las brasas. Había un manojo de velas de junco e incluso un par de velas de sebo sobre el minúsculo escritorio junto a la ventana, pero Gwynn prefirió esperar a agotar completamente la luz natural antes de encenderlas. Dependiendo de la grasa y el proceso empleado en su confección estas velas podían desprender un olor que resultaba bastante desagradable para el agudo olfato del pequeño licántropo.
“¿Girarme?” preguntó retornando su atención a la chica sin entender en primera instancia, pero inmediatamente sus labios formaron una o y asintió con la cabeza. “Oh, um, seguro, supongo que ya hace un poco más de frío,” dijo mientras dejaba la cama y se acuclillaba frente al brasero para desenterrar aún más las brasas. Probablemente sería suficiente para aumentar un poco la temperatura de la habitación, y siempre podía pedir más en la cocina ahora que contaba con el beneplácito del señor Evans. Aunque tras el episodio del lobo sospechaba que se encontraría con más de algún comentario o sonrisa pícara…
“Oh, ¿y tu cuello?” preguntó con cejas enarcadas mientras removía las cenizas. Sabía que su respuesta conseguiría aumentar el bochorno de la chica pero debía ser honesto, en especial sobre algo así y, quizás, sólo quizás, comenzaba a disfrutar la imagen de su rostro sonrojado. “Me gusta como hueles. Cada persona es única, y puedes aprender mucho de ellos así, incluso saber si están nerviosos, felices o asustados. Los humanos no lo saben porque su olfato no funciona bien. Es como la vista de los ancianos cuando el blanco cubre sus ojos y sólo pueden ver sombras, pero como lobo puedes percibir muchas cosas. ¡Y sí que tienes un olor específico! Tú hueles...” el muchacho hizo una pausa frunciendo los labios mientras buscaba las palabras para luego esbozar una sonrisa amplia, satisfecho con su hallazgo. “Como lavanda y rocío sobre la tierra en verano.”
Al girarse finalmente, la chica estaba ya completamente vestida con el mismo pantalón y vestido de antes, aunque hubo un detalle que capturó de inmediato la atención del muchacho. Sobresaliendo por encima del pantalón había un pequeño y curioso apéndice cubierto de suave pelaje blanco. Gwynn ladeó la cabeza confundido antes de caer en cuenta de qué, exactamente, era eso y no pudo evitar dejar escapar una exclamación aguda que bien podría haber sido un pequeño ladrido.
“Tienes... ¡Tienes una cola!” dijo señalando el apéndice con el dedo, soltando una carcajada de deleite y acercando su rostro con genuino entusiasmo. “¡Es adorable! ¿La mueves como nosotros? ¿Puedo verla? ¡No puedo creer que estuviese escondida bajo tu vestido! Ah, ¿tienes otros rasgos animales?”
Gwynn
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
No me esperaba esa respuesta, definitivamente no era lo primero que me había venido a la mente después de hacer esa pregunta “Pues claro que estaba captando tu aroma, parece mentira que seas parte animal y no cayeras en eso…” pensé para mí misma mientras se me escapaba una suave risa nerviosa y algo avergonzada; la respuesta de Gwynn me había dejado algo anonadada, había sido una respuesta sencilla, concisa, pero que le gustara mi esencia, aquello que tan importante era desde el punto de vista animal causaba un revuelo en mi estómago cada vez que lo pensaba.
"Lavanda y lluvia en verano…" era una curiosa descripción de cómo podía oler una persona, sin embargo, por alguna razón, encajaba perfectamente en mi cabeza; como si, efectivamente, estuviera hecha a medida para mí. Por un momento intenté pensar en cómo olía él, a que me recordaba su aroma, pero me era imposible descifrarlo, solo sabía que era algo relativamente dulce y muy fresco, no podía discernir nada mas de ello; hecho que en cierta forma me molestaba, pues sabía que era algo importante para él, para los licántropos, para alguien que comparte tantos rasgos con un animal- A veces me gustaría ser menos humana… -murmuré casi inaudiblemente.
El olfato era uno de los sentidos que peor desarrollado tenía, aunque un poco más fuerte que el de un humano seguía siendo prácticamente nulo si lo comparamos a los niveles de un licántropo “Debe ser fascinante poder entrar en una forma puramente animal pero siendo consciente de una forma humana… o… ¿animalmente humana? ¿Es esa expresión correcta?” divagando como estaba no me percaté del acercamiento que el chico estaba realizando lentamente, menos aún me había dado cuenta de la cola que sobresalía discretamente de entre mis ropajes, así que en el momento en el que Gwynn hizo referencia a ello, y casi como un acto reflejo, subí mis pantalones y me giré como si de un resorte se tratara.
Mi rostro era un verdadero poema, los ojos abiertos de par en par, el rostro de puro carmesí y las manos instintivamente en la zona baja de la espalda, en un intento de ocultar aún más ese bochornoso e inútil elemento decorativo- N…no, yo… no… eso no es… -no me salían las palabras, sin embargo las facciones del lobo no dejaban de indicar pura encandilación por el apéndice- oh… por los dioses… -añadí tapándome el rostro con ambas manos y mirando al muchacho por los huecos que quedaban entre mis dedos- No… me gusta mi cola… es… demasiado adorable –añadí murmurando con algo de desdén mientras volvía a bajar mis manos.
- ¡No puedo hacer que haga nada! Solo está ahí, molestando… en fin, no creo que sea tan interesante de ver… pero si tanta ilusión te hace… -añadí algo arrepentida por la reacción tan a la defensiva que había tenido, al fin y al cabo él había cedido a transformarse sabiendo de los riesgos que puede tener eso en un asentamiento humano “además, ¿qué de malo puede tener enseñársela a Gwynn?, si confío en alguien es en él” pensé mientras dirigía un sonrisa algo avergonzada hacia el licántropo- siento haber reaccionado así… no estoy acostumbrada a que la gente la vea… los únicos que saben de su existencia son mis padres, pues siempre la llevo tapada -añadí aun algo avergonzada.
Me puse de espaldas al chico y volví a dejar salir la condenadamente adorable cola, una pequeña bola de pelo blanco que asimilaba la de un cabrito joven, respingona y graciosa- Puedes jugar con ella si quieres, aunque no se hacer nada con ella, es como si tuviera vida propia… -añadí mientras esperaba a la reacción del muchacho.
Podría haber imaginado muchas formas de repudiar el contacto, formas en las que mi cuerpo habría realizado mil saltos y cavilaciones para evitar que alguien se acercara demasiado a esa zona; pues hacía tiempo que nadie tocaba mi cola y en esos casos eran solo mis padres quienes la lavaban o peinaban. Sin embargo, cuando los dedos del licántropo acariciaron el anexo en la parte baja de mi espalda un respingo recorrió toda mi espina dorsal, casi como si de un escalofrío se tratara, moviendo todo mi cuerpo hacia delante por puro instinto- Que… ¿Qué acabas de hacer? –dije mientras giraba mi torso levemente, clavando una mirada confundida y desconcertada- Nunca había reaccionado así… -añadí más para mí misma.
La segunda vez que llegó el roce mis instintos estaban más preparados y solo la cola se movió levemente debido al contacto- Aparte de la cola también tengo el pelo en la parte baja de las piernas, estoy segura que puedes verlo desde ahí –describí algo absorta las pocas cosas que recordaban a un animal, el pelo de los gemelos era el más pronunciado, había bastante, aunque muy fino y de un blanco níveo, muy suave al tacto; éste creaba remolinos de pelo un poco más pronunciados y rizados en la parte de detrás de la rodilla- tambien está el pelo de mis antebrazos, aunque eso puede que ya lo hayas notado –añadí riendo delicadamente.
"Lavanda y lluvia en verano…" era una curiosa descripción de cómo podía oler una persona, sin embargo, por alguna razón, encajaba perfectamente en mi cabeza; como si, efectivamente, estuviera hecha a medida para mí. Por un momento intenté pensar en cómo olía él, a que me recordaba su aroma, pero me era imposible descifrarlo, solo sabía que era algo relativamente dulce y muy fresco, no podía discernir nada mas de ello; hecho que en cierta forma me molestaba, pues sabía que era algo importante para él, para los licántropos, para alguien que comparte tantos rasgos con un animal- A veces me gustaría ser menos humana… -murmuré casi inaudiblemente.
El olfato era uno de los sentidos que peor desarrollado tenía, aunque un poco más fuerte que el de un humano seguía siendo prácticamente nulo si lo comparamos a los niveles de un licántropo “Debe ser fascinante poder entrar en una forma puramente animal pero siendo consciente de una forma humana… o… ¿animalmente humana? ¿Es esa expresión correcta?” divagando como estaba no me percaté del acercamiento que el chico estaba realizando lentamente, menos aún me había dado cuenta de la cola que sobresalía discretamente de entre mis ropajes, así que en el momento en el que Gwynn hizo referencia a ello, y casi como un acto reflejo, subí mis pantalones y me giré como si de un resorte se tratara.
Mi rostro era un verdadero poema, los ojos abiertos de par en par, el rostro de puro carmesí y las manos instintivamente en la zona baja de la espalda, en un intento de ocultar aún más ese bochornoso e inútil elemento decorativo- N…no, yo… no… eso no es… -no me salían las palabras, sin embargo las facciones del lobo no dejaban de indicar pura encandilación por el apéndice- oh… por los dioses… -añadí tapándome el rostro con ambas manos y mirando al muchacho por los huecos que quedaban entre mis dedos- No… me gusta mi cola… es… demasiado adorable –añadí murmurando con algo de desdén mientras volvía a bajar mis manos.
- ¡No puedo hacer que haga nada! Solo está ahí, molestando… en fin, no creo que sea tan interesante de ver… pero si tanta ilusión te hace… -añadí algo arrepentida por la reacción tan a la defensiva que había tenido, al fin y al cabo él había cedido a transformarse sabiendo de los riesgos que puede tener eso en un asentamiento humano “además, ¿qué de malo puede tener enseñársela a Gwynn?, si confío en alguien es en él” pensé mientras dirigía un sonrisa algo avergonzada hacia el licántropo- siento haber reaccionado así… no estoy acostumbrada a que la gente la vea… los únicos que saben de su existencia son mis padres, pues siempre la llevo tapada -añadí aun algo avergonzada.
Me puse de espaldas al chico y volví a dejar salir la condenadamente adorable cola, una pequeña bola de pelo blanco que asimilaba la de un cabrito joven, respingona y graciosa- Puedes jugar con ella si quieres, aunque no se hacer nada con ella, es como si tuviera vida propia… -añadí mientras esperaba a la reacción del muchacho.
Podría haber imaginado muchas formas de repudiar el contacto, formas en las que mi cuerpo habría realizado mil saltos y cavilaciones para evitar que alguien se acercara demasiado a esa zona; pues hacía tiempo que nadie tocaba mi cola y en esos casos eran solo mis padres quienes la lavaban o peinaban. Sin embargo, cuando los dedos del licántropo acariciaron el anexo en la parte baja de mi espalda un respingo recorrió toda mi espina dorsal, casi como si de un escalofrío se tratara, moviendo todo mi cuerpo hacia delante por puro instinto- Que… ¿Qué acabas de hacer? –dije mientras giraba mi torso levemente, clavando una mirada confundida y desconcertada- Nunca había reaccionado así… -añadí más para mí misma.
La segunda vez que llegó el roce mis instintos estaban más preparados y solo la cola se movió levemente debido al contacto- Aparte de la cola también tengo el pelo en la parte baja de las piernas, estoy segura que puedes verlo desde ahí –describí algo absorta las pocas cosas que recordaban a un animal, el pelo de los gemelos era el más pronunciado, había bastante, aunque muy fino y de un blanco níveo, muy suave al tacto; éste creaba remolinos de pelo un poco más pronunciados y rizados en la parte de detrás de la rodilla- tambien está el pelo de mis antebrazos, aunque eso puede que ya lo hayas notado –añadí riendo delicadamente.
Alira Bellowood
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
Gwynn miró a la chica algo preocupado al ver su reacción, temiendo que su observación hubiese sido motivo de vergüenza, o incluso insulto. Su sonrisa retornó al escuchar la explicación de Alira, pero en su mente no podía dejar de preguntarse si la apariencia corporal fuese un tema delicado para los hombres bestia. Sabía que los había de muchos tipos, algunos prácticamente humanos, como Alira, y otros que realmente parecían animales bípedos, su único rasgo homínido el de su estructura y proporciones óseas.
El licántropo abrió los ojos sorprendido cuando la chica se giró ofreciendo nuevamente acceso a la pequeña cola.
“¿De verdad puedo?” preguntó cuidadosamente. Su mano se acercó al apéndice y sus dedos sintieron el suave pelaje que lo cubría. No era tan fino como el de las orejas de Alira, pero más que el de la cola de un lobo, agradable y tupido. Su mirada buscó el perfil del rostro de la chica y esbozando una sonrisa pícara añadió: “¡Es muy pequeñita! Me pregunto si funciona igual que la nuestra...”
Sus dedos medios buscaron el punto en que la cola se unía a la espalda y presionaron ligeramente. Frente al respingo que pegó la niña soltó una carcajada triunfal.
“¡Lo sabía! ¡Igual que la de los lobos!” dijo presionando el área nuevamente. “Esa parte de la espalda es muy sensible. Meredydd dice que es porque nuestras colas están conectadas a la columna a través de… um, ¿pelotas nerviosas? No, ¿pedazos nerviosos? Ya no recuerdo, pero es lo que hace que cuando alguien rasca ese área se siente muy bien. De hecho como lobo a mí me hace mover una pata. Es extraño, no puedo evitarlo. Es como si sintiera electricidad en mi pierna y esta se moviera sola.”
Guardó finalmente silencio apartando su mano. La oscuridad había inundado la habitación casi por completo. Afuera, en la aldea, las primeras fogatas habían sido encendidas, y aunque la mayoría de la gente estaba ya resguardada en sus hogares era aún posible ver el titilar de algunas antorchas o linternas a la distancia; viajeros o campesinos rezagados regresando al abrigo y tranquilidad de sus familias, o de una buena jarra de cerveza.
“Um, ¿estás cansada?” preguntó estirando los brazos por sobre su cabeza. “Ya empiezo a sentir el frío yo también. Creo que será mejor dormir un poco. Supongo Caoimhe llegará aquí antes del alba y no sé si querrá descansar o si continuaremos el viaje en seguida. Oh, y tendré que presentarte… será una gran sorpresa, estoy seguro,” dijo llevando una mano a su nuca. Esperaba que su hermana no objetara demasiado, y que Alasdair no estuviera presente. Estaba seguro que finalmente aceptarían, y que tras unos pocos días con Alira se darían cuenta de que había sido un acierto, pero no quería que el primer encuentro resultase incómodo para la chica.
“¡Hop!” exclamó de pronto arrojándose a la cama con brazos extendidos hacia los costados y rió al aterrizar de cara sobre el colchón. Sin esperar un momento removió de un tirón una esquina de las sábanas y edredón y se envolvió en ellas con un escalofrío exagerado. Bajo otras circunstancias hubiese preferido dormir como lobo, pero ese era un riesgo que no podía correr en tierras humanas como bien le había advertido su hermana en múltiples ocasiones. Si alguien entraba en la habitación en medio de la noche y veía allí un lobo, bien podría acabar muerto sin llegar nunca a darse cuenta.
“Espero que te agrade mi hermana,” dijo mirando a Alira con el rostro semi cubierto. “Y me alegro que no tengamos que despedirnos. Eres la primera amiga que hago, ¿sabes? Quiero decir, fuera del clan, sin contar mis hermanos y hermanas. Me alegro que me hayas encontrado.”
Gwynn
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Re: La ambigüedad del deber [Privado][Alira B.]
Ante la posibilidad de dormir revoloteando por mi cabeza un bostezo se hizo dueño de mis labios- La… verdad es que sigo estando cansada –dije volviendo a esconder la cola y girándome para seguir a Gwynn con la mirada- Y si, como dices, tu familia llega antes del alba creo que deberíamos intentar… dormir… -añadí siendo presa de otro sonoro bostezo- Espero no ser un estorbo para tu grupo… -añadí sonriendo- no me gustaría tener que irme tan pronto, aun tienes que conocer a Fluffy… -murmuré lo último para mí misma, casi en un susurro inaudible, mientras pensaba donde podría haberse quedado mi compañero animal. Sabía que podía llegar a rastrearme a kilómetros de distancia pero aun así estaba algo preocupada de que no llegara a tiempo antes de partir al alba; pues si nos alejábamos demasiado sí que no iba a poder encontrarme.
Cuando Gwynn se enterró bajo las sabanas no pude evitar dejar escapar una sonora carcajada pues su rostro semicubierto por las sabanas y su pelo despeinado y esparcido por la almohada sin ton ni son era lo único que podía vislumbrar de él, junto con sus divertidas pupilas y las múltiples pecas esparcidas por sus mejillas; era una escena increíblemente adorable- Si tu hermana se parece a ti estoy segura de que me encantará –manifesté en voz alta mientras me encaminaba hacia la cama- ¡y que sepas que tú también eres el primer amigo que hago fuera de la Aldea…! La verdad es que me alegro mucho de haberte encontrado, fuera como fuera ha sido una suerte haber cruzado caminos contigo –me sinceré mientras me estiraba al otro lado de la cama- Y ahora, ¡A dormir! –añadí enterrándome debajo de las sabanas tal y como había hecho el licántropo.
La habitación no tardó en sumirse en el silencio, solo las brasas y el suave ruido de la respiración del chico que me acompañaba llenaban la estancia; de fondo podían escucharse algunos hombres riendo en la planta inferior, agudizando el oído podía escuchar como reían y brindaban. Miré por la ventana, absorta ante la magnitud de la noche, la brillante y majestuosa luna adornaba el cielo aun solamente medio llena e iluminaba tenuemente el dormitorio junto a las pocas brasas que quedaban en cuenco de latón. Cerré los ojos y me acurruque sobre mi misma pues un escalofrío recorrió mi cuerpo; instintivamente me sepulté aún más dentro de las sabanas, sin embargo no conseguía que el frío desapareciera de mi piel y gradualmente todo mi cuerpo empezó a temblar.
Mis ojos se abrieron de par en par cuando un brazo se apoyó perezosamente en mi abdomen, sin embargo la cálida piel del licántropo logró que poco a poco cesaran los temblores, que lentamente fuera relajándome y volviera cerrar los ojos mientras sin darme cuenta me giraba cara a cara con el muchacho.
De alguna forma u otra acabamos acurrucados, combatiendo el frío cual valientes, al fin empezaron a sonar dos calmadas y dormidas respiraciones en la sala que solo fueron interrumpidas cuando un enorme sonrojo y algún que otro grito agudo inundo el lugar por la mañana.
Sin embargo aquí a no hay anda más que contar, ¡Pues este es el comienzo de nuestra siguiente historia!
Cuando Gwynn se enterró bajo las sabanas no pude evitar dejar escapar una sonora carcajada pues su rostro semicubierto por las sabanas y su pelo despeinado y esparcido por la almohada sin ton ni son era lo único que podía vislumbrar de él, junto con sus divertidas pupilas y las múltiples pecas esparcidas por sus mejillas; era una escena increíblemente adorable- Si tu hermana se parece a ti estoy segura de que me encantará –manifesté en voz alta mientras me encaminaba hacia la cama- ¡y que sepas que tú también eres el primer amigo que hago fuera de la Aldea…! La verdad es que me alegro mucho de haberte encontrado, fuera como fuera ha sido una suerte haber cruzado caminos contigo –me sinceré mientras me estiraba al otro lado de la cama- Y ahora, ¡A dormir! –añadí enterrándome debajo de las sabanas tal y como había hecho el licántropo.
La habitación no tardó en sumirse en el silencio, solo las brasas y el suave ruido de la respiración del chico que me acompañaba llenaban la estancia; de fondo podían escucharse algunos hombres riendo en la planta inferior, agudizando el oído podía escuchar como reían y brindaban. Miré por la ventana, absorta ante la magnitud de la noche, la brillante y majestuosa luna adornaba el cielo aun solamente medio llena e iluminaba tenuemente el dormitorio junto a las pocas brasas que quedaban en cuenco de latón. Cerré los ojos y me acurruque sobre mi misma pues un escalofrío recorrió mi cuerpo; instintivamente me sepulté aún más dentro de las sabanas, sin embargo no conseguía que el frío desapareciera de mi piel y gradualmente todo mi cuerpo empezó a temblar.
Mis ojos se abrieron de par en par cuando un brazo se apoyó perezosamente en mi abdomen, sin embargo la cálida piel del licántropo logró que poco a poco cesaran los temblores, que lentamente fuera relajándome y volviera cerrar los ojos mientras sin darme cuenta me giraba cara a cara con el muchacho.
De alguna forma u otra acabamos acurrucados, combatiendo el frío cual valientes, al fin empezaron a sonar dos calmadas y dormidas respiraciones en la sala que solo fueron interrumpidas cuando un enorme sonrojo y algún que otro grito agudo inundo el lugar por la mañana.
Sin embargo aquí a no hay anda más que contar, ¡Pues este es el comienzo de nuestra siguiente historia!
Alira Bellowood
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