El deber y la fuerza [Trabajo]
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El deber y la fuerza [Trabajo]
Me crucé de brazos. Aquello se estaba volviendo algo más ruidoso de lo que esperaba. En cierta forma, había sido culpa mía. Meter a casi todos los Nómadas en un solo lugar... no era dificil de prever el resultado. No todos podían ser relajados y tranquilos, después de todo.
-¡Deja de fruncir el ceño!- dijo Balmayel. El elfo tenía pinta de haber bebido de más. Como la mitad de la gente en esa taberna. -Deberías acercarte a Arren. Seguro que te hace reir.- sugirió, dejando escapar una risilla al ver mi expresión. El hombre gato estaba riendo a carcajadas y golpeando la mesa con el puño, probablemente después de haber escuchado un chiste desagradable.
Chasqueé la lengua. Al menos parecían estar con la moral alta. La verdad es que ese no era precisamente mi concepto de diversión. Pero como "líder", tenía que estar presente para esas cosas. Yo les había hecho volver, después de todo. Aguantarlo durante una noche no sería para tanto.
Al menos Syl podía librarse de esas cosas.
Unos toques a mi espalda me sacaron de mis pensamientos. Alcé la mirada. Irirgo estaba detrás de mi, frotándose la barba. El dragón me hizo una señal para que le siguiera. Salí de la taberna junto a él, satisfecho por tener una excusa para escapar. La cabeza me estaba dando tumbos.
-Tienes cara de haber dormido, por una vez.- comenté, esbozando media sonrisa. El veterano resopló.
-Y en cuanto me despierto, me llegan malas noticias... por eso duermo poco.- replicó. -Voy a necesitarte un rato.-
-Otra emocionante misión a altas horas de la noche. Genial.- Miré a la taberna durante un instante. Seguía siendo mejor que estar ahí.
El dragón comenzó a explicar la situación. Varios informes acerca de algo que había estado causando estragos en unos campos al norte. Muchos animales muertos. Tres campesinos desaparecidos. Según se creía, se trataba de una bestia peligrosa. El hecho de que apareciese en una de las zonas más productivas y de forma tan oportuna era suficiente como para llamar la atención.
También habían mencionado algo sobre magia negra. No era ninguna nube negra bloqueando el sol sobre una ciudad entera, pero...
-¿Vampiros, quizás?- pregunté, pensativo. -Tal vez estén intentando cortar lineas de suministros...-
-No estoy seguro. Ya han intentado contratar a algunos cazadores de Vulwulfar, pero no sé si han recibido respuesta. Y si hay algo más... unos pocos cazadores no serán suficiente.- Ya lo comprendía. Era mejor asegurarse, por si acaso. Pero enviar una respuesta demasiado grande podía ser mala idea. Y el tiempo apremiaba.
-Salgo en diez minutos. ¿Hay caballos disponibles?- pregunté. No me apetecía del todo ir caminando hasta una granja a varios kilometros de la ciudad. Cuanto más tardase, más me arriesgaba.
-Te llevaré yo. Me vendría bien estirar las alas.- Una agradable sorpresa. El dragón no había visto acción en varios meses. No me extrañaba si lo echaba de menos. Además, aquello sería lo más práctico. Asentí y me dirigí a la posada en la que me había estado hospedando. Iba a ir preparado.
Abrí la puerta cuidadosamente. Syl estaba durmiendo en nuestra cama. Lamentablemente, no era un buen momento para quedarme, por apacible que fuese la idea. Mientras me colocaba la armadura, el gato abrió los ojos ligeramente.
-¿Donde vas?- preguntó medio dormido. Me acerqué al felino y le di un beso en la frente, sentándome al borde de la cama por un momento.
-Me necesitan. Ya sabes, siempre hay campesinos en apuros. Alguien tiene que encargarse de matar cosas.- bromeé, ajustando el guantelete de mi mano izquierda. -No te preocupes. Tendré cuidado.- prometí.
-Vuelve antes de que amanezca.- El gato alzó una mano hasta mi cara y la frotó cariñosamente.
-¿Eso es todo? ¿Ni un "buena suerte"?
-¿La necesitas?- preguntó. El pardo cerró los ojos y sonrió. Parecía tranquilo. Besé su mano y me levanté. Después, me aseguré de que lo tenía todo y salí.
Irirgo ya me estaba esperando fuera, en su forma dragón.
-¿No tienes silla de montar?- bromeé, trepando sobre su lomo con cuidado. El tamaño que tenía el veterano en esa forma era considerable, pero la calle era ancha. Tras una corta carrera, el dragón alzó el vuelo.
Aunque no era la primera vez, era difícil a acostumbrarme a aquello. Era incómodo, y tenía cierto peligro. Si bien confiaba plenamente en Irirgo y la caída no me asustaba, las escamas del alado eran, como mínimo, intimidantes. La poca capacidad de conversación que tenía no hizo que el trayecto fuese más llevadero.
Y, al mismo tiempo, lo había echado de menos. El cambiar de perspectiva, sentir el viento azotandome con fuerza... era una sensación difícil de igualar.
[. . .]
Pasó alrededor de media hora antes de que mi compañero comenzase a descender. Habíamos pasado muchos campos de cultivo por el trayecto, pero esa zona los tenía en aún más abundancia. En cuanto aterrizamos y bajé, el dragón se transformó de nuevo en su forma humana, jadeando.
-¿Sabes... lo pesado que eres?- dijo entre exhalaciones. Chasqueé la lengua y le di un par de palmadas en el hombro.
-Te hace falta el ejercicio.- repliqué. -Descansa y vuelve a Roilkat. Yo me encargo del resto.- aseguré. La idea de dejar al resto de Nómadas sin la vigilancia de alguien sobrio me dejaba algo intranquilo.
Me encaminé hacia las casas que se encontraban junto a las granjas. Tendría que empezar por alguna parte. Llamé a la puerta con fuerza. Podía oír ronquidos y murmuros en el interior. Pasó casi un minuto antes de que alguien abriese. Un hombre en la cuarentena de edad.
-¿Que pasa?- preguntó bruscamente, mirándome de arriba a abajo. Por su tono, no parecía demasiado contento de verme. Ignoré la horca que estaba "casualmente" sujetando y clavé mi mirada en la suya.
-He venido a ayudar. He oido que ha habido desapariciones.- respondí. El granjero relajó su postura ligeramente.
-Al fin...- suspiró. -Algo ha estado... rondando por las noches. Ninguno de mis hijos ha desaparecido, gracias a Freya, pero... -
-Es magia negra. Has visto las manchas. - intervino una voz femenina. No podia ver al hablante, pero el hombre se giró y replicó algunas palabras con la otra persona. Finalmente, una mujer de mediana edad se asomó a la puerta. -La sangre de los animales... se ha vuelto negra. Me lo ha dicho la esposa de Geoff. Todas las plantas que han tocado la sangre han muerto.- dijo. El tono de su voz indicaba que estaba más asustada de la situación que del hombre perro de dos metros a su puerta.
-¿Donde puedo encontrar a ese Geoff?-
La mujer salió al exterior y señaló a través del camino, a algo relativamente lejano.
-Es la cuarta casa que vas a ver si sigues por ahí.- aseguró. -Por favor, date prisa. Esa cosa aparece por la noche. No quiero que desaparezcan más vecinos...-
Y con eso, empecé a caminar.
Muchas menciones a NPCs. Todos los del principio están detallados en mi clan, pero no te preocupes: no serán relevantes durante el trabajo. Esta vez, voy solo.
-¡Deja de fruncir el ceño!- dijo Balmayel. El elfo tenía pinta de haber bebido de más. Como la mitad de la gente en esa taberna. -Deberías acercarte a Arren. Seguro que te hace reir.- sugirió, dejando escapar una risilla al ver mi expresión. El hombre gato estaba riendo a carcajadas y golpeando la mesa con el puño, probablemente después de haber escuchado un chiste desagradable.
Chasqueé la lengua. Al menos parecían estar con la moral alta. La verdad es que ese no era precisamente mi concepto de diversión. Pero como "líder", tenía que estar presente para esas cosas. Yo les había hecho volver, después de todo. Aguantarlo durante una noche no sería para tanto.
Al menos Syl podía librarse de esas cosas.
Unos toques a mi espalda me sacaron de mis pensamientos. Alcé la mirada. Irirgo estaba detrás de mi, frotándose la barba. El dragón me hizo una señal para que le siguiera. Salí de la taberna junto a él, satisfecho por tener una excusa para escapar. La cabeza me estaba dando tumbos.
-Tienes cara de haber dormido, por una vez.- comenté, esbozando media sonrisa. El veterano resopló.
-Y en cuanto me despierto, me llegan malas noticias... por eso duermo poco.- replicó. -Voy a necesitarte un rato.-
-Otra emocionante misión a altas horas de la noche. Genial.- Miré a la taberna durante un instante. Seguía siendo mejor que estar ahí.
El dragón comenzó a explicar la situación. Varios informes acerca de algo que había estado causando estragos en unos campos al norte. Muchos animales muertos. Tres campesinos desaparecidos. Según se creía, se trataba de una bestia peligrosa. El hecho de que apareciese en una de las zonas más productivas y de forma tan oportuna era suficiente como para llamar la atención.
También habían mencionado algo sobre magia negra. No era ninguna nube negra bloqueando el sol sobre una ciudad entera, pero...
-¿Vampiros, quizás?- pregunté, pensativo. -Tal vez estén intentando cortar lineas de suministros...-
-No estoy seguro. Ya han intentado contratar a algunos cazadores de Vulwulfar, pero no sé si han recibido respuesta. Y si hay algo más... unos pocos cazadores no serán suficiente.- Ya lo comprendía. Era mejor asegurarse, por si acaso. Pero enviar una respuesta demasiado grande podía ser mala idea. Y el tiempo apremiaba.
-Salgo en diez minutos. ¿Hay caballos disponibles?- pregunté. No me apetecía del todo ir caminando hasta una granja a varios kilometros de la ciudad. Cuanto más tardase, más me arriesgaba.
-Te llevaré yo. Me vendría bien estirar las alas.- Una agradable sorpresa. El dragón no había visto acción en varios meses. No me extrañaba si lo echaba de menos. Además, aquello sería lo más práctico. Asentí y me dirigí a la posada en la que me había estado hospedando. Iba a ir preparado.
Abrí la puerta cuidadosamente. Syl estaba durmiendo en nuestra cama. Lamentablemente, no era un buen momento para quedarme, por apacible que fuese la idea. Mientras me colocaba la armadura, el gato abrió los ojos ligeramente.
-¿Donde vas?- preguntó medio dormido. Me acerqué al felino y le di un beso en la frente, sentándome al borde de la cama por un momento.
-Me necesitan. Ya sabes, siempre hay campesinos en apuros. Alguien tiene que encargarse de matar cosas.- bromeé, ajustando el guantelete de mi mano izquierda. -No te preocupes. Tendré cuidado.- prometí.
-Vuelve antes de que amanezca.- El gato alzó una mano hasta mi cara y la frotó cariñosamente.
-¿Eso es todo? ¿Ni un "buena suerte"?
-¿La necesitas?- preguntó. El pardo cerró los ojos y sonrió. Parecía tranquilo. Besé su mano y me levanté. Después, me aseguré de que lo tenía todo y salí.
Irirgo ya me estaba esperando fuera, en su forma dragón.
-¿No tienes silla de montar?- bromeé, trepando sobre su lomo con cuidado. El tamaño que tenía el veterano en esa forma era considerable, pero la calle era ancha. Tras una corta carrera, el dragón alzó el vuelo.
Aunque no era la primera vez, era difícil a acostumbrarme a aquello. Era incómodo, y tenía cierto peligro. Si bien confiaba plenamente en Irirgo y la caída no me asustaba, las escamas del alado eran, como mínimo, intimidantes. La poca capacidad de conversación que tenía no hizo que el trayecto fuese más llevadero.
Y, al mismo tiempo, lo había echado de menos. El cambiar de perspectiva, sentir el viento azotandome con fuerza... era una sensación difícil de igualar.
[. . .]
Pasó alrededor de media hora antes de que mi compañero comenzase a descender. Habíamos pasado muchos campos de cultivo por el trayecto, pero esa zona los tenía en aún más abundancia. En cuanto aterrizamos y bajé, el dragón se transformó de nuevo en su forma humana, jadeando.
-¿Sabes... lo pesado que eres?- dijo entre exhalaciones. Chasqueé la lengua y le di un par de palmadas en el hombro.
-Te hace falta el ejercicio.- repliqué. -Descansa y vuelve a Roilkat. Yo me encargo del resto.- aseguré. La idea de dejar al resto de Nómadas sin la vigilancia de alguien sobrio me dejaba algo intranquilo.
Me encaminé hacia las casas que se encontraban junto a las granjas. Tendría que empezar por alguna parte. Llamé a la puerta con fuerza. Podía oír ronquidos y murmuros en el interior. Pasó casi un minuto antes de que alguien abriese. Un hombre en la cuarentena de edad.
-¿Que pasa?- preguntó bruscamente, mirándome de arriba a abajo. Por su tono, no parecía demasiado contento de verme. Ignoré la horca que estaba "casualmente" sujetando y clavé mi mirada en la suya.
-He venido a ayudar. He oido que ha habido desapariciones.- respondí. El granjero relajó su postura ligeramente.
-Al fin...- suspiró. -Algo ha estado... rondando por las noches. Ninguno de mis hijos ha desaparecido, gracias a Freya, pero... -
-Es magia negra. Has visto las manchas. - intervino una voz femenina. No podia ver al hablante, pero el hombre se giró y replicó algunas palabras con la otra persona. Finalmente, una mujer de mediana edad se asomó a la puerta. -La sangre de los animales... se ha vuelto negra. Me lo ha dicho la esposa de Geoff. Todas las plantas que han tocado la sangre han muerto.- dijo. El tono de su voz indicaba que estaba más asustada de la situación que del hombre perro de dos metros a su puerta.
-¿Donde puedo encontrar a ese Geoff?-
La mujer salió al exterior y señaló a través del camino, a algo relativamente lejano.
-Es la cuarta casa que vas a ver si sigues por ahí.- aseguró. -Por favor, date prisa. Esa cosa aparece por la noche. No quiero que desaparezcan más vecinos...-
Y con eso, empecé a caminar.
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Muchas menciones a NPCs. Todos los del principio están detallados en mi clan, pero no te preocupes: no serán relevantes durante el trabajo. Esta vez, voy solo.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
La vampira terminaba de ajustarse su reciente adquisición en el baño, apretando las correas de su armadura ligera de cuero para que quedasen bien ceñidas a su cintura. Por suerte había conseguido quitarle las manchas de sangre de las noches anteriores, en las que tanto ella como su compañero se habían visto envueltos en varias peleas contra vampiros y miembros del aquelarre. Lunargenta estaba sumida en el caos y había demasiado que hacer para limpiar las calles, pero aquella noche sus pasos no irían encaminados a buscar un nuevo problema que resolver. - ¿Estás listo? - preguntó, inclinando el torso ligeramente hacia atrás para ver al cazador a través de la puerta abierta.
Sentado al borde de la cama, Alister giró el rostro hacia ella y asintió con la cabeza, el sol acababa de ponerse tras el horizonte, era hora de abandonar la posada. Una vez fuera del aseo la joven se acercó a una de las mesas y paseó su mirada por encima de la ristra de armas que yacían sobre la madera, optando por llevarse finalmente solo una de las dagas, la de acero, que colocó de inmediato en la correa de cuero que le rodeaba el muslo derecho por debajo de la tela de la falda. Con su control de las sombras llevar más le parecía una tontería, ahora que dominaba su oscuro elemento no dudaba en valerse de él para convertirse en una peligrosa enemiga, y de todos modos se suponía que aquel paseo sería tranquilo.
Ya preparada, Elen se dio la vuelta para encarar al alado, esbozó una sonrisa y se acercó a la cama tendiéndole una mano, que al momento él aceptó, impulsándose para levantarse y quedar casi pegado a ella. La sed comenzaba a provocarle aquel molesto ardor en la garganta, pero su autocontrol mejoraba día a día, tanto que ya no temía por la seguridad de su amado, no mientras mantuviese a raya algunas de sus habilidades como criatura de la noche. Confiada, deslizó una mano hasta el cuello de la gabardina del cazador y tiró ligeramente de la tela para atraerlo hacia sí, permitiendo que sus labios se uniesen en un breve pero intenso beso.
Una vez separados caminaron hacia la puerta y bajaron las escaleras que llevaban a la taberna, donde el ambiente comenzaba a animarse gracias a los trabajadores que terminaban su jornada y buscaban algo de entretenimiento. Para entonces la benjamina de los Calhoun ya había tirado de su capucha para ocultar a medias su rostro, tenía demasiados enemigos declarados y cualquiera de ellos podía tener entre los presentes a algún espía o seguidor, así que no quería correr riesgos innecesarios. Con un leve gesto de la mano saludó al atareado tabernero mientras pasaban por delante de la barra, pero aparte de eso no se detuvieron hasta que estuvieron en el exterior.
La fresca brisa nocturna rozó sus mejillas, trayéndole multitud de aromas, unos más tentadores que otros, pero no tenía planeado alimentarse dentro de los muros de la ciudad, no después de que sus visitas a las villas ricas de Lunargenta hubiesen despertado el interés de la guardia. - Recuerda que no podemos alejarnos mucho. - comentó el dragón, al tiempo que encaminaba sus pasos hacia el establo. - No te preocupes por eso, no creo que me cueste encontrar sangre ahí fuera… y aunque así fuese, solo tendríamos que buscar un sitio tranquilo en que pasar el día, fuera de la vista y del alcance del sol. - respondió la vampira, sin perder la sonrisa en ningún momento.
A ninguno de los dos les importaba especialmente el lugar en que estuviesen, durante su viaje de regreso desde isla volcánica habían navegado en un barco que a duras penas flotaba, acampado en cuevas y frondosos bosques, pasado el día en tabernas de mala muerte… lo único que contaba era que siguiesen juntos, lo demás era secundario. Ya dentro del establo, cada uno ensilló su montura para luego sacarlas a la calle e iniciar el trayecto hasta las afueras a paso ligero, optando por dirigirse hacia el norte en busca de algún asentamiento pequeño o rebaño de animales. Las palabras de Bio aún seguían muy presentes en la cabeza de la centinela, no podía seguir alimentándose para siempre de cabezas de ganado, tarde o temprano eso le pasaría factura, pero era la única barrera que la separaba de convertirse en un monstruo por completo.
Si cedía a beber de humanos nada la diferenciaría de los chupasangres que poblaban la ciudad y la sumían en el caos cada noche, por mucho que sus intenciones fuesen buenas terminaría siendo una más, una enemiga más a la que el gremio de cazadores tendría que parar. ¿Cómo podría mirar a Huracán a los ojos si eso llegaba a pasar? Su amiga la había aceptado a pesar de su transformación, no podía defraudarla, ni tampoco al dragón, que ya temía por ella. Alister no lo decía abiertamente pero su mirada y acciones lo delataban, no le gustaba la estrecha conexión que la de ojos verdes tenía con su oscuro elemento y con las almas del medallón, después de todo por lo que habían pasado estaba en su derecho de no aprobarlo, más aun teniendo en cuenta que en el pasado ya se había visto en situaciones en que la bruja perdía el control por culpa de la reliquia.
A toda velocidad, los caballos pasaron por delante de la taberna en que habían quedado con Bio unas noches atrás, apartándose del camino para esquivar las casas y buscar una zona tranquila en la que Elen pudiese cazar. La pareja cabalgó durante algo más de una hora antes de detenerse cerca del lindero del bosque, desmontando de inmediato y atando las riendas de sus corceles a las ramas de un árbol próximo. - Algo se acerca, parece que acabaremos pronto. - musitó la de cabellos cenicientos, aguzando el oído y preparándose para actuar en el momento preciso. Con lo que ninguno de ellos contaba era con que algo más estuviese por los alrededores en busca de su cena, y que su aparición espantase al rebaño al que la vampira tenía echado el ojo.
Tras escuchar un sonoro rugido los animales echaron a correr en distintas direcciones, completamente aterrorizados, pero al menos un par de ellos no tuvieron suerte, los quejidos se alzaron por encima del sonido de las pezuñas al chocar con la tierra, y de pronto el ruido cesó de golpe, tan rápido como había empezado. Ni la centinela ni su compañero se movieron un ápice, sus cuerpos se habían tensado por completo a pesar de la distancia a la que había tenido lugar el ataque, ya no estaban a salvo como habían imaginado. - ¿Has visto lo que era? - preguntó el dragón, que en su forma humana tenía la peor vista de los dos. - No, pero no me ha gustado como sonaba. - susurró la señora de sombras en respuesta, sin dejar de escrutar el campo con la mirada.
Fue entonces cuando escuchó como uno de los novillos del rebaño, completamente perdido y asustado, corría directamente hacia ellos. Las sombras se alargaron y arrastraron por el suelo hasta el pequeño y lo atraparon por las patas, haciéndolo caer y tirando de él hacia el lindero del bosque, donde le aguardaba la muerte en forma de mujer de afilados colmillos. El ardor que la sed le provocaba desapareció en cuestión de segundos, saciando su apetito y devolviéndole parte de las fuerzas que había perdido al pasar todo el día encerrada en la posada, pero seguía intranquila, algo peligroso estaba vagando a sus anchas por las afueras y todavía no sabían de qué se trataba.
- Ya podemos volver. - soltó Alister, tomando las riendas de su caballo. Tenía un mal presentimiento, aquel rugido no era de una bestia común y corriente, no, sus años como cazador le decían que si intentaban averiguar lo que pasaba terminarían metidos nuevamente en una pelea, justo lo que trataban de evitar. - Todavía no, quiero saber qué era esa cosa. - dijo la de ojos verdes, al tiempo que se acercaba a su oscuro corcel para extraer una cantimplora con agua y lavarse la boca, si tenían algo malo los animales en comparación con las personas era el pelo. Lentamente, y sin perder de vista cuanto los rodeaba, ambos comenzaron a avanzar hacia la zona en que se había iniciado el ataque, y allí encontraron algunas pistas de lo más intrigantes.
La bestia había abatido a dos presas pero solo se había llevado a una, dejando a la otra en mitad del campo. Las marcas de los dientes eran profundas y de ellas emanaba un extraño líquido negro, ¿sangre negra? No, no podía ser. - Que raro. - musitó Elen, al ver que al contacto con aquella sustancia la hierba moría. - Puede que sea obra de algún veneno, si tiene toxinas en la saliva podría provocar esta reacción… quizá vuelva a por ella. - intervino el alado, al que cada vez el entraban más ganas de cambiar de forma. - Entonces debemos irnos de aquí, nuestros caballos podrían llamarle más la atención que este novillo escuálido. - instó la vampira, aunque no pensaba dejar las cosas así sin más.
- Preguntemos en las últimas casas que dejamos atrás, seguramente sepan algo. - añadió instantes después, para acto seguido subirse a la silla y espolear a su montura hacia el asentamiento más cercano. A aquellas intempestivas horas muchos estarían durmiendo, pero si de verdad había una criatura rondando las afueras quizá tuviesen suerte y diesen con alguien que la hubiese visto. El trayecto solo les llevó quince minutos, y por una vez la fortuna estuvo de su lado, un par de vecinos seguían aún en la puerta de su casa, como si acabasen de recibir una inesperada visita. - Buenas noches. - saludó la benjamina de los Calhoun, captando la atención de ambos. - ¿Han escuchado algún rumor sobre una bestia que deambula por estos lares? - inquirió sin apenas darles tiempo.
- Más ayuda, gracias a los dioses, por fin nos han escuchado. - contestó la mujer, juntando las manos y entrelazando los dedos mientras alzaba la vista al cielo. - Sí señorita, algo está matando a nuestros animales… también hay personas desaparecidas, si queréis más información seguid ese camino, os encontrareis con un hombre bestia que acaba de pasar por aquí no hace mucho, lo enviamos a la casa de un vecino, la cuarta si seguís el sendero, allí viven Geoff y su esposa, ellos podrán daros más detalles. - prosiguió, con un deje de esperanza en la voz. - Gracias. - dijo la centinela, volviendo a espolear su caballo para alcanzar al hombre bestia que habían mencionado.
El cazador hizo lo propio para poner su montura a la misma altura que la de su compañera, el plan de tener una noche tranquila claramente se había ido al traste así que solo quedaba una cosa, resignarse e intentar terminar con aquello lo más pronto posible para regresar a la ciudad.
Sentado al borde de la cama, Alister giró el rostro hacia ella y asintió con la cabeza, el sol acababa de ponerse tras el horizonte, era hora de abandonar la posada. Una vez fuera del aseo la joven se acercó a una de las mesas y paseó su mirada por encima de la ristra de armas que yacían sobre la madera, optando por llevarse finalmente solo una de las dagas, la de acero, que colocó de inmediato en la correa de cuero que le rodeaba el muslo derecho por debajo de la tela de la falda. Con su control de las sombras llevar más le parecía una tontería, ahora que dominaba su oscuro elemento no dudaba en valerse de él para convertirse en una peligrosa enemiga, y de todos modos se suponía que aquel paseo sería tranquilo.
Ya preparada, Elen se dio la vuelta para encarar al alado, esbozó una sonrisa y se acercó a la cama tendiéndole una mano, que al momento él aceptó, impulsándose para levantarse y quedar casi pegado a ella. La sed comenzaba a provocarle aquel molesto ardor en la garganta, pero su autocontrol mejoraba día a día, tanto que ya no temía por la seguridad de su amado, no mientras mantuviese a raya algunas de sus habilidades como criatura de la noche. Confiada, deslizó una mano hasta el cuello de la gabardina del cazador y tiró ligeramente de la tela para atraerlo hacia sí, permitiendo que sus labios se uniesen en un breve pero intenso beso.
Una vez separados caminaron hacia la puerta y bajaron las escaleras que llevaban a la taberna, donde el ambiente comenzaba a animarse gracias a los trabajadores que terminaban su jornada y buscaban algo de entretenimiento. Para entonces la benjamina de los Calhoun ya había tirado de su capucha para ocultar a medias su rostro, tenía demasiados enemigos declarados y cualquiera de ellos podía tener entre los presentes a algún espía o seguidor, así que no quería correr riesgos innecesarios. Con un leve gesto de la mano saludó al atareado tabernero mientras pasaban por delante de la barra, pero aparte de eso no se detuvieron hasta que estuvieron en el exterior.
La fresca brisa nocturna rozó sus mejillas, trayéndole multitud de aromas, unos más tentadores que otros, pero no tenía planeado alimentarse dentro de los muros de la ciudad, no después de que sus visitas a las villas ricas de Lunargenta hubiesen despertado el interés de la guardia. - Recuerda que no podemos alejarnos mucho. - comentó el dragón, al tiempo que encaminaba sus pasos hacia el establo. - No te preocupes por eso, no creo que me cueste encontrar sangre ahí fuera… y aunque así fuese, solo tendríamos que buscar un sitio tranquilo en que pasar el día, fuera de la vista y del alcance del sol. - respondió la vampira, sin perder la sonrisa en ningún momento.
A ninguno de los dos les importaba especialmente el lugar en que estuviesen, durante su viaje de regreso desde isla volcánica habían navegado en un barco que a duras penas flotaba, acampado en cuevas y frondosos bosques, pasado el día en tabernas de mala muerte… lo único que contaba era que siguiesen juntos, lo demás era secundario. Ya dentro del establo, cada uno ensilló su montura para luego sacarlas a la calle e iniciar el trayecto hasta las afueras a paso ligero, optando por dirigirse hacia el norte en busca de algún asentamiento pequeño o rebaño de animales. Las palabras de Bio aún seguían muy presentes en la cabeza de la centinela, no podía seguir alimentándose para siempre de cabezas de ganado, tarde o temprano eso le pasaría factura, pero era la única barrera que la separaba de convertirse en un monstruo por completo.
Si cedía a beber de humanos nada la diferenciaría de los chupasangres que poblaban la ciudad y la sumían en el caos cada noche, por mucho que sus intenciones fuesen buenas terminaría siendo una más, una enemiga más a la que el gremio de cazadores tendría que parar. ¿Cómo podría mirar a Huracán a los ojos si eso llegaba a pasar? Su amiga la había aceptado a pesar de su transformación, no podía defraudarla, ni tampoco al dragón, que ya temía por ella. Alister no lo decía abiertamente pero su mirada y acciones lo delataban, no le gustaba la estrecha conexión que la de ojos verdes tenía con su oscuro elemento y con las almas del medallón, después de todo por lo que habían pasado estaba en su derecho de no aprobarlo, más aun teniendo en cuenta que en el pasado ya se había visto en situaciones en que la bruja perdía el control por culpa de la reliquia.
A toda velocidad, los caballos pasaron por delante de la taberna en que habían quedado con Bio unas noches atrás, apartándose del camino para esquivar las casas y buscar una zona tranquila en la que Elen pudiese cazar. La pareja cabalgó durante algo más de una hora antes de detenerse cerca del lindero del bosque, desmontando de inmediato y atando las riendas de sus corceles a las ramas de un árbol próximo. - Algo se acerca, parece que acabaremos pronto. - musitó la de cabellos cenicientos, aguzando el oído y preparándose para actuar en el momento preciso. Con lo que ninguno de ellos contaba era con que algo más estuviese por los alrededores en busca de su cena, y que su aparición espantase al rebaño al que la vampira tenía echado el ojo.
Tras escuchar un sonoro rugido los animales echaron a correr en distintas direcciones, completamente aterrorizados, pero al menos un par de ellos no tuvieron suerte, los quejidos se alzaron por encima del sonido de las pezuñas al chocar con la tierra, y de pronto el ruido cesó de golpe, tan rápido como había empezado. Ni la centinela ni su compañero se movieron un ápice, sus cuerpos se habían tensado por completo a pesar de la distancia a la que había tenido lugar el ataque, ya no estaban a salvo como habían imaginado. - ¿Has visto lo que era? - preguntó el dragón, que en su forma humana tenía la peor vista de los dos. - No, pero no me ha gustado como sonaba. - susurró la señora de sombras en respuesta, sin dejar de escrutar el campo con la mirada.
Fue entonces cuando escuchó como uno de los novillos del rebaño, completamente perdido y asustado, corría directamente hacia ellos. Las sombras se alargaron y arrastraron por el suelo hasta el pequeño y lo atraparon por las patas, haciéndolo caer y tirando de él hacia el lindero del bosque, donde le aguardaba la muerte en forma de mujer de afilados colmillos. El ardor que la sed le provocaba desapareció en cuestión de segundos, saciando su apetito y devolviéndole parte de las fuerzas que había perdido al pasar todo el día encerrada en la posada, pero seguía intranquila, algo peligroso estaba vagando a sus anchas por las afueras y todavía no sabían de qué se trataba.
- Ya podemos volver. - soltó Alister, tomando las riendas de su caballo. Tenía un mal presentimiento, aquel rugido no era de una bestia común y corriente, no, sus años como cazador le decían que si intentaban averiguar lo que pasaba terminarían metidos nuevamente en una pelea, justo lo que trataban de evitar. - Todavía no, quiero saber qué era esa cosa. - dijo la de ojos verdes, al tiempo que se acercaba a su oscuro corcel para extraer una cantimplora con agua y lavarse la boca, si tenían algo malo los animales en comparación con las personas era el pelo. Lentamente, y sin perder de vista cuanto los rodeaba, ambos comenzaron a avanzar hacia la zona en que se había iniciado el ataque, y allí encontraron algunas pistas de lo más intrigantes.
La bestia había abatido a dos presas pero solo se había llevado a una, dejando a la otra en mitad del campo. Las marcas de los dientes eran profundas y de ellas emanaba un extraño líquido negro, ¿sangre negra? No, no podía ser. - Que raro. - musitó Elen, al ver que al contacto con aquella sustancia la hierba moría. - Puede que sea obra de algún veneno, si tiene toxinas en la saliva podría provocar esta reacción… quizá vuelva a por ella. - intervino el alado, al que cada vez el entraban más ganas de cambiar de forma. - Entonces debemos irnos de aquí, nuestros caballos podrían llamarle más la atención que este novillo escuálido. - instó la vampira, aunque no pensaba dejar las cosas así sin más.
- Preguntemos en las últimas casas que dejamos atrás, seguramente sepan algo. - añadió instantes después, para acto seguido subirse a la silla y espolear a su montura hacia el asentamiento más cercano. A aquellas intempestivas horas muchos estarían durmiendo, pero si de verdad había una criatura rondando las afueras quizá tuviesen suerte y diesen con alguien que la hubiese visto. El trayecto solo les llevó quince minutos, y por una vez la fortuna estuvo de su lado, un par de vecinos seguían aún en la puerta de su casa, como si acabasen de recibir una inesperada visita. - Buenas noches. - saludó la benjamina de los Calhoun, captando la atención de ambos. - ¿Han escuchado algún rumor sobre una bestia que deambula por estos lares? - inquirió sin apenas darles tiempo.
- Más ayuda, gracias a los dioses, por fin nos han escuchado. - contestó la mujer, juntando las manos y entrelazando los dedos mientras alzaba la vista al cielo. - Sí señorita, algo está matando a nuestros animales… también hay personas desaparecidas, si queréis más información seguid ese camino, os encontrareis con un hombre bestia que acaba de pasar por aquí no hace mucho, lo enviamos a la casa de un vecino, la cuarta si seguís el sendero, allí viven Geoff y su esposa, ellos podrán daros más detalles. - prosiguió, con un deje de esperanza en la voz. - Gracias. - dijo la centinela, volviendo a espolear su caballo para alcanzar al hombre bestia que habían mencionado.
El cazador hizo lo propio para poner su montura a la misma altura que la de su compañera, el plan de tener una noche tranquila claramente se había ido al traste así que solo quedaba una cosa, resignarse e intentar terminar con aquello lo más pronto posible para regresar a la ciudad.
Elen Calhoun
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
Agité la oreja y reposé mi garra sobre la empuñadura de Brillo. Algo se acercaba. Dos caballos al galope, en mitad de la noche. ¿Otros cazadores, quizás? La casa señalada por la mujer estaba cerca, pero no fue hasta que los jinetes me alcanzaron que llegué hasta ella. Me giré, examinando a los desconocidos.
-Elen Calhoun.- dije tras ver a la mujer. El olor... era distinto. No era el que tenía un humano o un brujo. Fruncí el ceño. Sangre. La mujer había cambiado. La energía que tenía era diferente. -No esperaba verte aquí... ni de esa forma.- admití. El hombre que le acompañaba era el mismo que iba con ella semanas atrás. El dragón de pocas palabras.
No creía necesario preguntar por sus intenciones. La conversación que tuve con la (anteriormente) bruja me había dado una impresión específica acerca de sus metas. Si no me equivocaba, era alguien difícil de corromper, con objetivos claros. Una heroína, de la misma clase que Eltrant. Aquella situación no debía estar haciéndole mucha gracia. Si estaba allí, o era responsable de las desapariciones, o había ido a ayudar. Y, a pesar de la condición que parecía haber adquirido, las cosas apuntaban a lo segundo.
-Parece que ambos llevamos una mala temporada.- observé. -Siento que haya sido así.- ¿Que más podía decir? Dudaba de que la mujer necesitase mis condolencias. Traté de mostrarme menos hostil. Me avergonzaba el comportamiento que tuve en nuestro encuentro anterior. Había sido infantil e irresponsable, y las decisiones de aquella noche habían resultado erróneas en su mayoría.
Una extraña sensación recorrió mi cuerpo. Algo iba mal. Olfateé el aire y fruncí el ceño.
-Hemos llegado tarde.- musité, apresurándome a la casa de Geoff. Empujé la puerta, abriéndola sin dificultad. La escena del interior era macabra, cuanto menos.
Varias manchas de sangre negra se encontraban sobre el suelo y las paredes. En el suelo, un sólo cadáver. Sacos caídos y herramientas yacían por el suelo, una de ellas junto al cuerpo del que debía ser Geoff. La peste que emanaba de ese sitio era abrumadora.
Aquello saltaba a la vista. No había sido obra de una bestia. Las marcas eran de un arma de filo. No había sido algo rápido ni indoloro. Se había resistido, a juzgar por el estado de la habitación. Examiné la herramienta que debía haber usado para defenderse. Como muchas otras cosas, estaba manchada de sangre, pero a diferencia del resto, aquella era roja.
-No sugiero que pruebes la negra, salvo que quieras acabar dos veces maldita.- comenté. Giré el cuerpo del suelo, dándole la vuelta y poniéndolo cara arriba. Estaba... demacrado. Como si llevase una semana allí. Pero aquello era imposible. Con el estado de alerta, no podía haber pasado un día sin que nadie se diese cuenta. Tal vez los campesinos tuviesen razón. Debía ser algún tipo de magia negra. Pero, si hubiesen sido vampiros, podrían haber matado a los granjeros sin más... no necesitaban encargarse de los animales, ni dejar atrás una escena como esa.
-¿Aún puedes usar electricidad, Elen?- pregunté. Era posible que nos hiciese falta. No estaba seguro de que había ocurrido exactamente, pero ninguna de las posibilidades se me antojaba como agradable. -Nos falta un cadaver. Se supone que Geoff tenía una mujer.- La cantidad de sangre de esa habitación bien podría ser la de dos personas. Un rastro de sangre llevaba a una puerta trasera, la que debía dar al campo de por sí.
¿Por qué se habrían llevado uno de los cadáveres? Aquello me recordaba a las semanas anteriores a Térpoli. Decenas de cuerpos desaparecidos. Los nigromantes solían usarlos para experimentos, rituales y sacrificios. Aquellas cosas me eran ajenas. La nigromancia nunca me había llamado la atención. Aunque en teoría era posible mover algo muerto usando runas, la utilidad de aquello era reducida, y de ninguna forma superaba los inconvenientes.
Además... era simplemente macabro.
-Elen Calhoun.- dije tras ver a la mujer. El olor... era distinto. No era el que tenía un humano o un brujo. Fruncí el ceño. Sangre. La mujer había cambiado. La energía que tenía era diferente. -No esperaba verte aquí... ni de esa forma.- admití. El hombre que le acompañaba era el mismo que iba con ella semanas atrás. El dragón de pocas palabras.
No creía necesario preguntar por sus intenciones. La conversación que tuve con la (anteriormente) bruja me había dado una impresión específica acerca de sus metas. Si no me equivocaba, era alguien difícil de corromper, con objetivos claros. Una heroína, de la misma clase que Eltrant. Aquella situación no debía estar haciéndole mucha gracia. Si estaba allí, o era responsable de las desapariciones, o había ido a ayudar. Y, a pesar de la condición que parecía haber adquirido, las cosas apuntaban a lo segundo.
-Parece que ambos llevamos una mala temporada.- observé. -Siento que haya sido así.- ¿Que más podía decir? Dudaba de que la mujer necesitase mis condolencias. Traté de mostrarme menos hostil. Me avergonzaba el comportamiento que tuve en nuestro encuentro anterior. Había sido infantil e irresponsable, y las decisiones de aquella noche habían resultado erróneas en su mayoría.
Una extraña sensación recorrió mi cuerpo. Algo iba mal. Olfateé el aire y fruncí el ceño.
-Hemos llegado tarde.- musité, apresurándome a la casa de Geoff. Empujé la puerta, abriéndola sin dificultad. La escena del interior era macabra, cuanto menos.
Varias manchas de sangre negra se encontraban sobre el suelo y las paredes. En el suelo, un sólo cadáver. Sacos caídos y herramientas yacían por el suelo, una de ellas junto al cuerpo del que debía ser Geoff. La peste que emanaba de ese sitio era abrumadora.
Aquello saltaba a la vista. No había sido obra de una bestia. Las marcas eran de un arma de filo. No había sido algo rápido ni indoloro. Se había resistido, a juzgar por el estado de la habitación. Examiné la herramienta que debía haber usado para defenderse. Como muchas otras cosas, estaba manchada de sangre, pero a diferencia del resto, aquella era roja.
-No sugiero que pruebes la negra, salvo que quieras acabar dos veces maldita.- comenté. Giré el cuerpo del suelo, dándole la vuelta y poniéndolo cara arriba. Estaba... demacrado. Como si llevase una semana allí. Pero aquello era imposible. Con el estado de alerta, no podía haber pasado un día sin que nadie se diese cuenta. Tal vez los campesinos tuviesen razón. Debía ser algún tipo de magia negra. Pero, si hubiesen sido vampiros, podrían haber matado a los granjeros sin más... no necesitaban encargarse de los animales, ni dejar atrás una escena como esa.
-¿Aún puedes usar electricidad, Elen?- pregunté. Era posible que nos hiciese falta. No estaba seguro de que había ocurrido exactamente, pero ninguna de las posibilidades se me antojaba como agradable. -Nos falta un cadaver. Se supone que Geoff tenía una mujer.- La cantidad de sangre de esa habitación bien podría ser la de dos personas. Un rastro de sangre llevaba a una puerta trasera, la que debía dar al campo de por sí.
¿Por qué se habrían llevado uno de los cadáveres? Aquello me recordaba a las semanas anteriores a Térpoli. Decenas de cuerpos desaparecidos. Los nigromantes solían usarlos para experimentos, rituales y sacrificios. Aquellas cosas me eran ajenas. La nigromancia nunca me había llamado la atención. Aunque en teoría era posible mover algo muerto usando runas, la utilidad de aquello era reducida, y de ninguna forma superaba los inconvenientes.
Además... era simplemente macabro.
Asher Daregan
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
El trayecto desde la casa del matrimonio hasta la del tal Geoff no era demasiado largo, a lo sumo unos minutos con los caballos al galope, razón por la cual no tardaron en llegar al sendero que la mujer les había señalado y pasar la primera casa. Desde allí pudieron atisbar la silueta del hombre bestia al que buscaban, un individuo alto y lo suficientemente corpulento como para poner nervioso a más de uno, pero no fue eso en lo que se fijó la vampira mientras avanzaba, el olor del extraño le resultaba vagamente familiar. Con un suave movimiento de la mano la joven tiró de las riendas de su montura para que empezara a frenar progresivamente hasta detenerse a escasos metros del hombre, que al percatarse de su llegada no dudó en darse la vuelta para encararlos.
- Volvemos a encontrarnos Asher… - comentó en respuesta a las primeras palabras del lobo, sin olvidar lo ocurrido la última vez que se habían cruzado, cuando el carácter del guerrero a poco había estado de iniciar una pelea entre ambos. Instintivamente la de ojos verdes escrutó los alrededores con la mirada en busca del felino que viajaba con él en aquella ocasión, pero no alcanzó a captar ningún otro aroma que el del propio Asher, así que supuso que estaba solo. El comentario que salió a continuación de boca del hombre bestia dejó claro que se había dado cuenta del cambio que había sufrido, ¿cómo no iba a hacerlo? Sin duda su esencia como criatura de la noche distaba mucho de la que pudiese tener en el pasado, y a eso se podía sumar la oscura aura que ahora la acompañaba de forma permanente.
- Una mala temporada, sí, se podría decir que sí… - musitó sin entrar en detalles, ya que no le gustaba hablar de lo ocurrido en isla volcánica ni de cómo había terminado maldita. El hecho de que se hubiese incluido en la frase despertó la curiosidad de la de cabellos cenicientos, ¿qué podía haberle pasado desde la última vez? A juzgar por su caso cualquier cosa, pero a primera vista no pudo encontrar ningún cambio significativo. - No importa, no es momento para indagar sobre su vida… y probablemente yo sería la última persona a la que querría contarle nada. - se dijo mentalmente la benjamina de los Calhoun, observando como el gesto del hombre bestia cambiaba de forma repentina.
Algo iba mal, lo supo en cuanto Asher se dio la vuelta para dirigirse a la casa de Geoff y entrar sin miramientos. Elen arrugó la nariz al captar el extraño hedor que provenía del interior, desmontó a toda prisa y fue tras el lobo, convencida de que tenía razón, habían llegado tarde. La escena que encontró nada más cruzar el umbral habría conseguido que otros se diesen la vuelta para salir de inmediato, pero no causó efecto alguno en la de ojos verdes, había visto y provocado demasiada muerte como para que algo como aquello la sorprendiese o incomodase. Alister en cambio sí mostró una expresión de desagrado al ver las manchas de sangre negra por todas partes, alrededor del cadáver, en el suelo, las paredes… sin duda quien hubiese perpetrado el asesinato lo había hecho con ensañamiento.
La oscura sustancia captó por completo la atención de la vampira, que avanzó a través de la sala hacia una de las manchas y estuvo tentada de tocarla para comprobar su textura y densidad, quería compararla con lo que habían visto en el novillo, pero debía tener cuidado, si realmente se trataba de un veneno podía arrepentirse. La voz del hombre bestia consiguió que girase el rostro hacia él, dejando de lado la idea de examinar más a fondo aquella sangre al menos hasta que descubriesen qué había ocasionado el cambio de la misma. - Si solo fuesen dos... - pensó la joven, pero no dijo nada al respecto, a aquellas alturas cargaba con al menos tres maldiciones, y su situación no parecía que fuese a mejorar a corto plazo.
Viendo que Asher se disponía a girar el cuerpo decidió acercarse y agacharse junto al difunto para observar mejor las heridas que le habían infligido, todas parecían producto de un arma de filo, lo cual no encajaba con lo que habían visto en el campo. - Esto no tiene sentido, la sangre de su agresor no es tan antigua como para que lleve varios días muerto. - dijo, señalando la herramienta que el hombre había utilizado para defenderse. Allí había algo raro, y cuando ocurría algo que no se podía explicar muchas de las veces la magia tenía algo que ver con ello. - ¿Conoces algún veneno que pueda hacer esto? - preguntó a su compañero, que finalmente decidió entrar en la casa y situarse junto a ella. - No, sabes que mi terreno son las bestias… los tramperos pueden elaborar cosas terribles. - respondió Alister, con el ceño fruncido a causa de la situación.
Elen guardó silencio durante unos instantes tras escuchar la pregunta del guerrero, echaba de menos su antiguo elemento, mucho, pero tenía que adaptarse a su nueva condición, y lo hacía de la mejor manera que podía. - No… ya no puedo… pero no te preocupes, la transformación me ha dado otras habilidades que nos serán útiles. - contestó, mientras se ponía en pie. - Parece que esta noche también tendréis oportunidad de salir. - pensó, consciente de que las almas de su medallón la escuchaban. Unas malignas risas respondieron a su pensamiento, la sed de sangre y muerte de sus aliadas no parecía conocer límite.
Tal como apuntaba Asher en la escena faltaba algo, el cuerpo de la esposa de Geoff, o lo que quedase de él, ya que a juzgar por la cantidad de sangre negra que manchaba todos los rincones bien podrían haberla hecho pedazos allí mismo antes de llevársela. Sea como fuere, en su empeño por llevarse a unas de las víctimas el asesino había dejado un rastro que iba directamente hacia la puerta trasera, y hacia allí se encaminó la de cabellos cenicientos, sin poder evitar ver cierta similitud con lo ocurrido con el rebaño. - Nosotros venimos del norte, buscaba algo… - comenzó a decir, dudando a mitad de la frase. - … buscaba algo de lo que alimentarme cuando un rugido espantó al ganado, la criatura abatió a dos animales jóvenes pero solo se llevó a uno, en el otro encontramos la misma sangre negra. - explicó, dando por hecho que si iban a cooperar lo mejor sería que compartiesen toda la información con la que contaban.
- No vimos a la bestia pero de todos modos no encaja con esto… a juzgar por lo que oímos no habría podido entrar en la casa sin destrozar la puerta por el camino. - prosiguió, a lo que había que sumar las pruebas encontradas en el cuerpo del difunto. - Ambas cosas tienen algo que ver pero no alcanzó a adivinar el qué. - dijo para terminar, mientras por su cabeza pasaban multitud de posibilidades. ¿Sabría algo más Asher?
La vampira salió al exterior por la parte trasera y barrió con su aguda mirada los alrededores, percatándose de que la negruzca sustancia había dejado un rastro de hierba muerta.
- Volvemos a encontrarnos Asher… - comentó en respuesta a las primeras palabras del lobo, sin olvidar lo ocurrido la última vez que se habían cruzado, cuando el carácter del guerrero a poco había estado de iniciar una pelea entre ambos. Instintivamente la de ojos verdes escrutó los alrededores con la mirada en busca del felino que viajaba con él en aquella ocasión, pero no alcanzó a captar ningún otro aroma que el del propio Asher, así que supuso que estaba solo. El comentario que salió a continuación de boca del hombre bestia dejó claro que se había dado cuenta del cambio que había sufrido, ¿cómo no iba a hacerlo? Sin duda su esencia como criatura de la noche distaba mucho de la que pudiese tener en el pasado, y a eso se podía sumar la oscura aura que ahora la acompañaba de forma permanente.
- Una mala temporada, sí, se podría decir que sí… - musitó sin entrar en detalles, ya que no le gustaba hablar de lo ocurrido en isla volcánica ni de cómo había terminado maldita. El hecho de que se hubiese incluido en la frase despertó la curiosidad de la de cabellos cenicientos, ¿qué podía haberle pasado desde la última vez? A juzgar por su caso cualquier cosa, pero a primera vista no pudo encontrar ningún cambio significativo. - No importa, no es momento para indagar sobre su vida… y probablemente yo sería la última persona a la que querría contarle nada. - se dijo mentalmente la benjamina de los Calhoun, observando como el gesto del hombre bestia cambiaba de forma repentina.
Algo iba mal, lo supo en cuanto Asher se dio la vuelta para dirigirse a la casa de Geoff y entrar sin miramientos. Elen arrugó la nariz al captar el extraño hedor que provenía del interior, desmontó a toda prisa y fue tras el lobo, convencida de que tenía razón, habían llegado tarde. La escena que encontró nada más cruzar el umbral habría conseguido que otros se diesen la vuelta para salir de inmediato, pero no causó efecto alguno en la de ojos verdes, había visto y provocado demasiada muerte como para que algo como aquello la sorprendiese o incomodase. Alister en cambio sí mostró una expresión de desagrado al ver las manchas de sangre negra por todas partes, alrededor del cadáver, en el suelo, las paredes… sin duda quien hubiese perpetrado el asesinato lo había hecho con ensañamiento.
La oscura sustancia captó por completo la atención de la vampira, que avanzó a través de la sala hacia una de las manchas y estuvo tentada de tocarla para comprobar su textura y densidad, quería compararla con lo que habían visto en el novillo, pero debía tener cuidado, si realmente se trataba de un veneno podía arrepentirse. La voz del hombre bestia consiguió que girase el rostro hacia él, dejando de lado la idea de examinar más a fondo aquella sangre al menos hasta que descubriesen qué había ocasionado el cambio de la misma. - Si solo fuesen dos... - pensó la joven, pero no dijo nada al respecto, a aquellas alturas cargaba con al menos tres maldiciones, y su situación no parecía que fuese a mejorar a corto plazo.
Viendo que Asher se disponía a girar el cuerpo decidió acercarse y agacharse junto al difunto para observar mejor las heridas que le habían infligido, todas parecían producto de un arma de filo, lo cual no encajaba con lo que habían visto en el campo. - Esto no tiene sentido, la sangre de su agresor no es tan antigua como para que lleve varios días muerto. - dijo, señalando la herramienta que el hombre había utilizado para defenderse. Allí había algo raro, y cuando ocurría algo que no se podía explicar muchas de las veces la magia tenía algo que ver con ello. - ¿Conoces algún veneno que pueda hacer esto? - preguntó a su compañero, que finalmente decidió entrar en la casa y situarse junto a ella. - No, sabes que mi terreno son las bestias… los tramperos pueden elaborar cosas terribles. - respondió Alister, con el ceño fruncido a causa de la situación.
Elen guardó silencio durante unos instantes tras escuchar la pregunta del guerrero, echaba de menos su antiguo elemento, mucho, pero tenía que adaptarse a su nueva condición, y lo hacía de la mejor manera que podía. - No… ya no puedo… pero no te preocupes, la transformación me ha dado otras habilidades que nos serán útiles. - contestó, mientras se ponía en pie. - Parece que esta noche también tendréis oportunidad de salir. - pensó, consciente de que las almas de su medallón la escuchaban. Unas malignas risas respondieron a su pensamiento, la sed de sangre y muerte de sus aliadas no parecía conocer límite.
Tal como apuntaba Asher en la escena faltaba algo, el cuerpo de la esposa de Geoff, o lo que quedase de él, ya que a juzgar por la cantidad de sangre negra que manchaba todos los rincones bien podrían haberla hecho pedazos allí mismo antes de llevársela. Sea como fuere, en su empeño por llevarse a unas de las víctimas el asesino había dejado un rastro que iba directamente hacia la puerta trasera, y hacia allí se encaminó la de cabellos cenicientos, sin poder evitar ver cierta similitud con lo ocurrido con el rebaño. - Nosotros venimos del norte, buscaba algo… - comenzó a decir, dudando a mitad de la frase. - … buscaba algo de lo que alimentarme cuando un rugido espantó al ganado, la criatura abatió a dos animales jóvenes pero solo se llevó a uno, en el otro encontramos la misma sangre negra. - explicó, dando por hecho que si iban a cooperar lo mejor sería que compartiesen toda la información con la que contaban.
- No vimos a la bestia pero de todos modos no encaja con esto… a juzgar por lo que oímos no habría podido entrar en la casa sin destrozar la puerta por el camino. - prosiguió, a lo que había que sumar las pruebas encontradas en el cuerpo del difunto. - Ambas cosas tienen algo que ver pero no alcanzó a adivinar el qué. - dijo para terminar, mientras por su cabeza pasaban multitud de posibilidades. ¿Sabría algo más Asher?
La vampira salió al exterior por la parte trasera y barrió con su aguda mirada los alrededores, percatándose de que la negruzca sustancia había dejado un rastro de hierba muerta.
Elen Calhoun
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
-Tendré que usar magia de mi propia cosecha, entonces.- respondí. Miré a la vampiresa. No parecía estar muy armada. Incluso con poderes de oscuridad y sombras... abusar de esas cosas podía agotar a uno rápidamente. Lyn era la única vampiresa que conocía relativamente bien, y por lo que sabía, el usarla varias veces seguidas le dejaba sin energía alguna.
No, no tenía por qué preocuparme. Estaba seguro de que sabía cuidarse por si sola. Había llegado hasta allí. De hecho, por la fama que tenía, era probablemente más capaz de defenderse que yo mismo. Sacudí la cabeza y pensé en la nueva información que había dado Elen. Pese a la impresión que había dado por los asesinatos, debía haber una bestia de verdad.
-¿Podría haber sido...?- No llegué a terminar la pregunta, distrayéndome con las heridas del cadáver. Los cortes eran profundos, pero parecían... redundantes. Una puñalada certera debía haber sido suficiente para matar, pero ese cuerpo tenía marcas dibujadas con algún tipo de patrón. Al menos, por lo que podía discernir.
Para cuando levanté la mirada, la vampiresa había salido al exterior. Me apresuré a seguirla, urgando en mi bolsillo. Nos estabamos acercando a algo peligroso. Independientemente de lo capaz que fuese la mujer, no dolería el tener un poco de ventaja.
-Espera. Toma... por si acaso.- dije al alcanzarla, tendiéndole un par de las piedras imbuidas. -No son tan fuertes como lo que solías hacer, pero pueden ayudar. Solo lánzalas a algo con fuerza. Les dará una descarga.- expliqué. Quizás me estuviese pasando de la raya al confiarle una de mis armas, pero ya que estábamos cooperando, necesitaba estar seguro de que nos podíamos cubrir entre los dos.
Además, me recordaba a Eltrant, por algún motivo.
-¿Por qué no beber sangre de alguien dispuesto, de todas formas?- pregunté. -Debes tener gente a la que no le importe demasiado.- Según había entendido, los vampiros Nórgedos hacían algo similar. No era necesario matar para beber sangre, después de todo.
Tras escuchar la respuesta, mi vista se tornó hacia su acompañante, el dragón. No iba a acusarle, o algo parecido, pero sentía curiosidad. Si no recordaba mal, aún no habíamos intercambiado una sola palabra. -Me temo que no sé tu nombre.- admití. Aunque no parecía estar especialmente interesado en socializar, era mejor saberlo que gritar "Eh, escupefuego" en mitad de una cacería.
Seguimos el camino de hierba podrida. A pesar de estar acercándonos a la temporada cálida, el viento trajo consigo una sensación escalofriante. Finalmente, pudimos ver algo en mitad del campo. Ahí, la sangre se extendía a los alrededores, siguiendo unos trazos más finos y estables.
-Creo que sigue un patrón...- musité. Parecía más bien un dibujo de plantas muertas. En lo que debía ser el centro, algo carnoso y negro manchaba el suelo. Me acerqué con cautela, manteniéndome a una distancia segura. Parecía... un órgano. ¿Un corazón? -¿Donde está el resto del cuerpo...?-
Un terrible rugido escapó de entre los campos vecinos. Debía ser el mismo que Elen había mencionado. Desenfundé a Brillo. No quedaba elección. Si no nos encargábamos nosotros, no lo haría nadie. Me mantuve en guardia, atento a los sonidos de la bestia. Podía escuchar sus pasos acercándose, pero no veía nada.
Movimiento. Zonas de hierba quedaban aplastadas por algo pesado. Sujete mi espada con fuerza, activando la primera runa del arma e iluminando la hoja. Y después, lancé un tajo al aire.
La onda de energía plateada cortó el aire y las plantas muertas, volando hasta lo que aparentaba no ser nada. Pero entonces, un chasquido interrumpió su vuelo. El proyectil desapareció, y en su lugar, una criatura de enormes proporciones salió de la nada.
Una manticora. El monstruoso ser rugió de nuevo, mostrando su melena de espinas e irguiendo la cola de escorpión. El ataque había impactado, pero no parecía haberle hecho ningún daño real.
-¡Flanqueadla!- grité. Sabía de lo que eran capaces esas bestias. La invisibilidad no era una de ellas. Estaba claro que algo más había intervenido.
Prestada habilidad: Runa Elemental - Descarga a Elen. Al impactar con algo, la runa lanza una descarga eléctrica hacia el objetivo vivo más cercano (max. 2 metros del impacto). El objetivo es aturdido durante un turno y recibe quemaduras eléctricas. 5 turnos de enfriamiento.
Ya que esa habilidad depende de un objeto, no creo que haya problema en prestarla temporalmente :D. Que no te entre nostalgia (?)
Hace su aparición la [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] (me niego a llamarla Manticore)
No, no tenía por qué preocuparme. Estaba seguro de que sabía cuidarse por si sola. Había llegado hasta allí. De hecho, por la fama que tenía, era probablemente más capaz de defenderse que yo mismo. Sacudí la cabeza y pensé en la nueva información que había dado Elen. Pese a la impresión que había dado por los asesinatos, debía haber una bestia de verdad.
-¿Podría haber sido...?- No llegué a terminar la pregunta, distrayéndome con las heridas del cadáver. Los cortes eran profundos, pero parecían... redundantes. Una puñalada certera debía haber sido suficiente para matar, pero ese cuerpo tenía marcas dibujadas con algún tipo de patrón. Al menos, por lo que podía discernir.
Para cuando levanté la mirada, la vampiresa había salido al exterior. Me apresuré a seguirla, urgando en mi bolsillo. Nos estabamos acercando a algo peligroso. Independientemente de lo capaz que fuese la mujer, no dolería el tener un poco de ventaja.
-Espera. Toma... por si acaso.- dije al alcanzarla, tendiéndole un par de las piedras imbuidas. -No son tan fuertes como lo que solías hacer, pero pueden ayudar. Solo lánzalas a algo con fuerza. Les dará una descarga.- expliqué. Quizás me estuviese pasando de la raya al confiarle una de mis armas, pero ya que estábamos cooperando, necesitaba estar seguro de que nos podíamos cubrir entre los dos.
Además, me recordaba a Eltrant, por algún motivo.
-¿Por qué no beber sangre de alguien dispuesto, de todas formas?- pregunté. -Debes tener gente a la que no le importe demasiado.- Según había entendido, los vampiros Nórgedos hacían algo similar. No era necesario matar para beber sangre, después de todo.
Tras escuchar la respuesta, mi vista se tornó hacia su acompañante, el dragón. No iba a acusarle, o algo parecido, pero sentía curiosidad. Si no recordaba mal, aún no habíamos intercambiado una sola palabra. -Me temo que no sé tu nombre.- admití. Aunque no parecía estar especialmente interesado en socializar, era mejor saberlo que gritar "Eh, escupefuego" en mitad de una cacería.
Seguimos el camino de hierba podrida. A pesar de estar acercándonos a la temporada cálida, el viento trajo consigo una sensación escalofriante. Finalmente, pudimos ver algo en mitad del campo. Ahí, la sangre se extendía a los alrededores, siguiendo unos trazos más finos y estables.
-Creo que sigue un patrón...- musité. Parecía más bien un dibujo de plantas muertas. En lo que debía ser el centro, algo carnoso y negro manchaba el suelo. Me acerqué con cautela, manteniéndome a una distancia segura. Parecía... un órgano. ¿Un corazón? -¿Donde está el resto del cuerpo...?-
Un terrible rugido escapó de entre los campos vecinos. Debía ser el mismo que Elen había mencionado. Desenfundé a Brillo. No quedaba elección. Si no nos encargábamos nosotros, no lo haría nadie. Me mantuve en guardia, atento a los sonidos de la bestia. Podía escuchar sus pasos acercándose, pero no veía nada.
Movimiento. Zonas de hierba quedaban aplastadas por algo pesado. Sujete mi espada con fuerza, activando la primera runa del arma e iluminando la hoja. Y después, lancé un tajo al aire.
La onda de energía plateada cortó el aire y las plantas muertas, volando hasta lo que aparentaba no ser nada. Pero entonces, un chasquido interrumpió su vuelo. El proyectil desapareció, y en su lugar, una criatura de enormes proporciones salió de la nada.
Una manticora. El monstruoso ser rugió de nuevo, mostrando su melena de espinas e irguiendo la cola de escorpión. El ataque había impactado, pero no parecía haberle hecho ningún daño real.
-¡Flanqueadla!- grité. Sabía de lo que eran capaces esas bestias. La invisibilidad no era una de ellas. Estaba claro que algo más había intervenido.
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Usada habilidad - Corte de EnergíaPrestada habilidad: Runa Elemental - Descarga a Elen. Al impactar con algo, la runa lanza una descarga eléctrica hacia el objetivo vivo más cercano (max. 2 metros del impacto). El objetivo es aturdido durante un turno y recibe quemaduras eléctricas. 5 turnos de enfriamiento.
Ya que esa habilidad depende de un objeto, no creo que haya problema en prestarla temporalmente :D. Que no te entre nostalgia (?)
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Asher Daregan
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
Sin dejar de observar los alrededores, Elen alcanzó a escuchar los pasos del hombre bestia, que tras terminar de revisar el cuerpo de Geoff había decidido seguirla hasta el exterior. El gesto que Asher tuvo nada más alcanzarla consiguió que empezase a mirarlo con otros ojos, finalmente no solo estaban en el mismo bando sino que podría considerar al guerrero como un aliado de confianza. - Ese cosquilleo… lo echaba de menos. - musitó, clavando la mirada en las piedras que reposaban sobre la palma de su mano. Ambas estaban imbuidas con una runa de descarga, podía sentirlo, y eso inevitablemente le trajo recuerdos de su pasado no tan lejano… no llevaba ni dos meses como criatura de la noche pero le había parecido una eternidad. - Gracias. - añadió, antes de ponerlas a buen recaudo dentro de la bolsa de cuero del cinturón.
Ante la pregunta que el lobo formuló poco después la vampira no pudo evitar que su cuerpo la traicionase, tensándose, pero eso solo duró unos instantes, respiró lentamente y se obligó a no mirar a Alister, delante de Bio su estrecha relación con el cazador había quedado en evidencia pero no tenía por qué pasar lo mismo en aquel momento. - Lo hice, más veces de las que me gustaría. - dijo, recobrando el tono tranquilo que solía usar. ¿Eran aliados no? Entonces no tenía sentido mentir. - Mantener a raya la sed es complicado, más para una persona como yo que lleva poco tiempo transformada… existe el riesgo de que pierda el control mientras me alimento… esa es una de las razones por las que evito beber sangre de humanos, los animales cumplen la misma función, no aportan tanta energía pero es suficiente. - explicó de forma breve.
- El otro motivo puede sonar estúpido pero… no atacar a personas me hace sentir mejor, me aleja del monstruo en que podría convertirme. - agregó, diciéndose mentalmente que no terminaría siendo como los chupasangres que aterrorizaban Lunargenta, aquellos a los que ella misma daba caza para limpiar las calles. Elen se alegró de que la atención del hombre bestia se centrase por unos segundos en su compañero, que giró el rostro para cruzar una mirada con su interlocutor, cierto era, no habían tenido ocasión de conocerse bien en su anterior encuentro, pero ésta vez las cosas parecían bastante diferentes, el ambiente no estaba cargado de tensión. - Me llamo Alister. - respondió el alado, intentando sonar amable.
Antes de conocer a la hechicera había pasado muchos años apartado de las grandes ciudades y sus multitudes, viajando por las tierras del norte y del oeste sin tratar más que lo indispensable con los mercaderes y habitantes de las aldeas de la zona, lo cual había afectado en cierta medida a sus dotes de socialización, algo que había mejorado gracias a la compañía de la benjamina de los Calhoun, pero todavía le quedaba mucho por hacer. En ocasiones podía parecer demasiado serio y reservado, lo era en parte, algunos dirían que incluso podía pecar de arisco, pero eso dependía de la situación y de con quién tratase.
Un escalofrío recorrió la espalda de la joven mientras avanzaban por el campo siguiendo el rastro de hierba muerta, no estaban solos, la pregunta era ¿qué o quién los estaba observando desde la oscuridad? Sus instintos de vampira se agudizaron entonces, buscando cualquier silueta o sonido sospechoso, pero lo más interesante lo tenía ante sus ojos. La negruzca sustancia que quemaba las plantas dibujaba un patrón en torno a un corazón, probablemente el de la desaparecida esposa de Geoff, pero ¿a dónde se habían llevado el resto de la pobre mujer? Los labios de la de cabellos cenicientos se torcieron en una mueca de desagrado, aquella escena se parecía a los rituales que albergaba el libro que había sacado de las catacumbas, directamente de una de las guaridas del aquelarre.
El detalle no le gustó nada, y Alister pronto se dio cuenta de lo mismo, ya que la de ojos verdes le había mostrado algunas páginas de aquel endemoniado tomo. Sin darles tiempo a buscar más pistas, un rugido igual al que la pareja había escuchado antes desde el lindero del bosque los sorprendió, anunciando la llegada de la bestia que había atacado al ganado. La aguda visión de la señora de sombras le permitió ver una silueta grande y para su desgracia, conocida, cabeza de león cubierta de espinas, alas de murciélago y cola de escorpión, no cabía duda… se trataba de una Manticore.
Maldiciendo por lo bajo, ya que era la tercera vez que se enfrentaba a una de aquellas criaturas en su vida, Elen rebuscó con rapidez dentro de su bolsa y extrajo un anillo dorado con una piedra verde en su centro, que de inmediato se colocó en el anular de la diestra. También sacó las piedras que su aliado le había entregado, con la esperanza de que combinando los efectos de ambos objetos pudiesen obtener algo de ventaja. Una onda de energía proveniente de la espada de Asher dejó al descubierto la posición de la bestia, que aparentemente ilesa y bastante molesta volvió a rugirles.
- ¡Cuidado! Algunos pueden escupir un haz de luz para cegar a sus presas. - advirtió el dragón, cambiando de forma a marchas forzadas. La centinela lo sabía, se había enfrentado a un animal con esa cualidad en las islas, pero no iba a darle oportunidad de intentarlo. - ¡Alister cubre el flanco derecho y llama su atención! - le instó la vampira, mientras se entregaba a su elemento hasta mimetizarse con la oscuridad reinante y volverse prácticamente invisible. En cuanto el alado completó su transformación desplegó las alas y profirió un ensordecedor rugido para atraer la atención de la Manticore, acto seguido alzó el vuelo pero solo lo justo para mantenerse un par de metros por encima de su enemiga, desde donde le resultaría más fácil controlarla y devolverla al suelo si intentaba volar.
El vientre del reptil se tornó de un vivo color naranja que se fue extendiendo a través de su garganta hasta las fauces, estaba listo para utilizar su fuego, y no tardó en hacerlo. Un ígneo proyectil chocó a escasos centímetros de la criatura, que se vio obligada a retroceder para esquivar el ataque, con tres frentes abiertos la cosa no pintaba bien para ella, pero si algo sabían tanto Elen como su compañero era que aquellos bichos eran bastante duros. Aprovechando el momento, la benjamina de los Calhoun echó a correr hacia el flanco izquierdo a toda velocidad, no tenía que preocuparse por el ruido que hacían sus pasos ya que la bestia contaba con muy mal oído, pero si debían cuidarse de su oído, ya que pronto perdería el otro sentido que tenía más agudizado.
Siguiendo las instrucciones que le había dado el guerrero, esperó a estar todo lo cerca que le fue posible y solo entonces lanzó una de las piedras de descarga contra una de las alas, acertando en la membrana de la misma, el punto más débil de aquel animal, por así decirlo. La Manticore se revolvió, giró la cabeza en la dirección de que había venido el ataque pero no pudo verla, no estando tan bien mimetizada con el ambiente, aunque sí pudo captar su aroma. - ¡Tapaos los ojos! - exclamó, dando unos segundos a los dos antes de alzar la diestra directamente hacia su oponente y utilizar el anillo cegador. El destello fue tan intenso que la obligó a girar el rostro y cubrirse con el brazo que tenía libre, ser una vampira tenía sus desventajas, y la sensibilidad a la luz era una de ellas.
Un rugido se alzó por encima del sonido que hacía el dragón al batir las alas, y como si fuera un resorte la de cabellos cenicientos retrocedió unos metros para ponerse a una distancia medianamente segura. Desde allí podría ver si los objetos habían surtido el efecto deseado y actuar en consecuencia.
Off: Habilidad de nivel 3: Mimetización
Utilizada una de las piedras prestadas de Asher y el anillo cegador de bestias.
Ante la pregunta que el lobo formuló poco después la vampira no pudo evitar que su cuerpo la traicionase, tensándose, pero eso solo duró unos instantes, respiró lentamente y se obligó a no mirar a Alister, delante de Bio su estrecha relación con el cazador había quedado en evidencia pero no tenía por qué pasar lo mismo en aquel momento. - Lo hice, más veces de las que me gustaría. - dijo, recobrando el tono tranquilo que solía usar. ¿Eran aliados no? Entonces no tenía sentido mentir. - Mantener a raya la sed es complicado, más para una persona como yo que lleva poco tiempo transformada… existe el riesgo de que pierda el control mientras me alimento… esa es una de las razones por las que evito beber sangre de humanos, los animales cumplen la misma función, no aportan tanta energía pero es suficiente. - explicó de forma breve.
- El otro motivo puede sonar estúpido pero… no atacar a personas me hace sentir mejor, me aleja del monstruo en que podría convertirme. - agregó, diciéndose mentalmente que no terminaría siendo como los chupasangres que aterrorizaban Lunargenta, aquellos a los que ella misma daba caza para limpiar las calles. Elen se alegró de que la atención del hombre bestia se centrase por unos segundos en su compañero, que giró el rostro para cruzar una mirada con su interlocutor, cierto era, no habían tenido ocasión de conocerse bien en su anterior encuentro, pero ésta vez las cosas parecían bastante diferentes, el ambiente no estaba cargado de tensión. - Me llamo Alister. - respondió el alado, intentando sonar amable.
Antes de conocer a la hechicera había pasado muchos años apartado de las grandes ciudades y sus multitudes, viajando por las tierras del norte y del oeste sin tratar más que lo indispensable con los mercaderes y habitantes de las aldeas de la zona, lo cual había afectado en cierta medida a sus dotes de socialización, algo que había mejorado gracias a la compañía de la benjamina de los Calhoun, pero todavía le quedaba mucho por hacer. En ocasiones podía parecer demasiado serio y reservado, lo era en parte, algunos dirían que incluso podía pecar de arisco, pero eso dependía de la situación y de con quién tratase.
Un escalofrío recorrió la espalda de la joven mientras avanzaban por el campo siguiendo el rastro de hierba muerta, no estaban solos, la pregunta era ¿qué o quién los estaba observando desde la oscuridad? Sus instintos de vampira se agudizaron entonces, buscando cualquier silueta o sonido sospechoso, pero lo más interesante lo tenía ante sus ojos. La negruzca sustancia que quemaba las plantas dibujaba un patrón en torno a un corazón, probablemente el de la desaparecida esposa de Geoff, pero ¿a dónde se habían llevado el resto de la pobre mujer? Los labios de la de cabellos cenicientos se torcieron en una mueca de desagrado, aquella escena se parecía a los rituales que albergaba el libro que había sacado de las catacumbas, directamente de una de las guaridas del aquelarre.
El detalle no le gustó nada, y Alister pronto se dio cuenta de lo mismo, ya que la de ojos verdes le había mostrado algunas páginas de aquel endemoniado tomo. Sin darles tiempo a buscar más pistas, un rugido igual al que la pareja había escuchado antes desde el lindero del bosque los sorprendió, anunciando la llegada de la bestia que había atacado al ganado. La aguda visión de la señora de sombras le permitió ver una silueta grande y para su desgracia, conocida, cabeza de león cubierta de espinas, alas de murciélago y cola de escorpión, no cabía duda… se trataba de una Manticore.
Maldiciendo por lo bajo, ya que era la tercera vez que se enfrentaba a una de aquellas criaturas en su vida, Elen rebuscó con rapidez dentro de su bolsa y extrajo un anillo dorado con una piedra verde en su centro, que de inmediato se colocó en el anular de la diestra. También sacó las piedras que su aliado le había entregado, con la esperanza de que combinando los efectos de ambos objetos pudiesen obtener algo de ventaja. Una onda de energía proveniente de la espada de Asher dejó al descubierto la posición de la bestia, que aparentemente ilesa y bastante molesta volvió a rugirles.
- ¡Cuidado! Algunos pueden escupir un haz de luz para cegar a sus presas. - advirtió el dragón, cambiando de forma a marchas forzadas. La centinela lo sabía, se había enfrentado a un animal con esa cualidad en las islas, pero no iba a darle oportunidad de intentarlo. - ¡Alister cubre el flanco derecho y llama su atención! - le instó la vampira, mientras se entregaba a su elemento hasta mimetizarse con la oscuridad reinante y volverse prácticamente invisible. En cuanto el alado completó su transformación desplegó las alas y profirió un ensordecedor rugido para atraer la atención de la Manticore, acto seguido alzó el vuelo pero solo lo justo para mantenerse un par de metros por encima de su enemiga, desde donde le resultaría más fácil controlarla y devolverla al suelo si intentaba volar.
El vientre del reptil se tornó de un vivo color naranja que se fue extendiendo a través de su garganta hasta las fauces, estaba listo para utilizar su fuego, y no tardó en hacerlo. Un ígneo proyectil chocó a escasos centímetros de la criatura, que se vio obligada a retroceder para esquivar el ataque, con tres frentes abiertos la cosa no pintaba bien para ella, pero si algo sabían tanto Elen como su compañero era que aquellos bichos eran bastante duros. Aprovechando el momento, la benjamina de los Calhoun echó a correr hacia el flanco izquierdo a toda velocidad, no tenía que preocuparse por el ruido que hacían sus pasos ya que la bestia contaba con muy mal oído, pero si debían cuidarse de su oído, ya que pronto perdería el otro sentido que tenía más agudizado.
Siguiendo las instrucciones que le había dado el guerrero, esperó a estar todo lo cerca que le fue posible y solo entonces lanzó una de las piedras de descarga contra una de las alas, acertando en la membrana de la misma, el punto más débil de aquel animal, por así decirlo. La Manticore se revolvió, giró la cabeza en la dirección de que había venido el ataque pero no pudo verla, no estando tan bien mimetizada con el ambiente, aunque sí pudo captar su aroma. - ¡Tapaos los ojos! - exclamó, dando unos segundos a los dos antes de alzar la diestra directamente hacia su oponente y utilizar el anillo cegador. El destello fue tan intenso que la obligó a girar el rostro y cubrirse con el brazo que tenía libre, ser una vampira tenía sus desventajas, y la sensibilidad a la luz era una de ellas.
Un rugido se alzó por encima del sonido que hacía el dragón al batir las alas, y como si fuera un resorte la de cabellos cenicientos retrocedió unos metros para ponerse a una distancia medianamente segura. Desde allí podría ver si los objetos habían surtido el efecto deseado y actuar en consecuencia.
Off: Habilidad de nivel 3: Mimetización
Utilizada una de las piedras prestadas de Asher y el anillo cegador de bestias.
Elen Calhoun
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
- Música para el combate:
Cambié de posición, aprovechando la distracción que Alister estaba creando. No podía ver a Elen por ninguna parte, pero era probable que estuviese llevando a cabo su propio plan. Por mi parte, tenía que encontrar un punto flaco. Las espinas de su melena eran demasiado peligrosas, y el aguijón, resistente a cortes.
Aquello solo dejaba el estómago. Sin embargo, antes de que pudiese acercarme demasiado, el dragón lanzó una potente bola de fuego que el ser esquivó. La hierba se prendió casi al instante. Si aquello se extendía, podía resultar peligroso, y no solo para nosotros. Por fortuna, tenía una forma de solucionarlo. Alcé a Brillo, activando su segunda runa. Las llamas se arremolinaron por el aire hacia mi espada, cubriéndola por completo. [1]
Ante la orden de Elen, cerré los ojos. Un potente brillo iluminó la zona. Cuando los abrí, me encontré con una grata sorpresa. Lo que había asumido que sería el ataque de la manticora era, en su lugar, un arma de la misma Elen. El animal empezó a agitarse erráticamente, lanzando zarpazos al aire y rugiendo.
Una oportunidad única.
Me lancé hacia la parte anterior del monstruo y me agaché, intentando evitar que me alcanzase con una patada a ciegas. El momento adecuado. Con una estocada, la flamígera hoja de Brillo se hundió en el cuerpo de la bestia. Un terrible rugido de dolor salió de su boca. Sujeté la empuñadura con fuerza, intentando sacarla espada, pero el movimiento del animal no tardó en hacerme perder el equilibrio. La cola de escorpión me impactó en el torso como un látigo.
Salí volando por el fuerte impacto, cayendo a un par de metros de donde estaba. Aunque la armadura había menguado el golpe, tardé un par de segundos en recuperar el aire en mis pulmones.
Al menos había recuperado a Brillo. Me levanté. El animal seguía moviendose. La herida le había enfurecido aún más. Pero podíamos con ello. Apenas habíamos empezado.
-¿Que estáis haciendo con mi mascota?- preguntó una voz. Me giré hacia su origen. Un hombre ataviado en pieles se había alzado en medio del campo. [2] ¿De donde había salido? No parecía alguien que no llamase la atención. Una fea marca de quemadura cubría parte de su rostro, y aquello que portaba...
Su lanza goteaba sangre negra. No tenía que oír más. Me lancé hacia él, lanzando un tajo dirigido a su torso. Su extraña arma de madera y huesos lo detuvo, y una gran fuerza comenzó a empujarme. Clavé mis pies en la tierra, intentando resistir el ataque telekinético y empujando todo lo que podía.
-No deberíais haber venido... Ahora las cosas se pondrán feas.- dijo. Su voz era áspera, pero casi... calmada. El hombre clavó la lanza en la tierra. Algo apareció en medio del dibujo sobre la hierba, donde yacía el corazón podrido. Un portal del negro más intenso se formó en el aire. Y de él, salió una enorme criatura.
Una segunda mantícora, aún más grande que la otra. [3]
-Ahora es un combate mucho más justo, ¿no creéis?- preguntó.
Teníamos problemas. Aquello cambiaba las tornas por completo. Nuestra mejor opción era matar a una de las bestias lo más rápido posible, antes de que la otra se convirtiese en un incordio. No, aún había posibilidades peores. Como la del hombre invocando más de esos seres.
El asalto telekinético disminuyó, dejándome jadeando. Gruñí. Era muy pronto para cansarme. Pero tan pronto tuve un respiro, la mantícora mayor centró su atención en mi, emprendiendo momentáneamente el vuelo para cubrir la distancia que nos separaba. Esquivé el asalto, lanzándome hacia un lado y reposicionándome. La presión era excesiva.
-¡Una mano!- pedí. Había perdido al hombre de vista. Maldije entre dientes. -¡No, olvidadlo! ¡Id a por el nigromante!- grité. Si solo tenía que mantener ocupada a esa cosa, podía encargarme. El aguijón se alzó sobre su cabeza, amenazante. En tan solo un pestañeo, la punta atravesó el aire, buscando mi carne. La intercepté, rechazándola con un tajo de Brillo. A pesar de su fiereza, el fuego parecía intimidarla, aunque solo fuese un poco. Tenía que aprovecharme de eso.
Las circunstancias lo requerían. Dejé que Brillo tocase la hierba del suelo. Las ascuas empezaron a propagarse. Pero por fortuna, tenía sus límites. La zona muerta, manchada por la sangre... estaba fría al tacto. Nada crecería allí. Era posible que ni siquiera el fuego la pudiese quemar.
Solo necesitaba algo de tiempo. Esos seres veían peor con la luz. La manticora mayor rugió, preparándose para su siguiente ataque.
____________________________________________
[1] Asher ha usado una habilidad: Absorber
Subrayadas complicaciones: [2] "El animal está siendo controlado por alguien, el cual no verá con buenos ojos tu intervención" y [3] "Descubres que no es uno, sino dos los especímenes involucrados. Lamentablemente lo descubres cuando ya es un poco tarde, lo que te pone en serio peligro."
La segunda mantícora es más fuerte y resistente físicamente que la primera. El nigromante puede, entre otras cosas, curarlas y hacerlas invisibles temporalmente. Su color es #999900, puedes manejarlo líbremente. Y ponerle más habilidades, si quieres.
- Nigromante:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Nota: El nigromante solo es llamado así por la apariencia, ya que en ningún momento revive a nadie. En la práctica, es básicamente un brujo.
Última edición por Asher el Lun Jul 16 2018, 13:13, editado 1 vez
Asher Daregan
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
Su estrategia funcionó, el anillo cegó a la bestia y ésta, privada de su sentido de la vista, comenzó a lanzar zarpazos al aire sin un objetivo claro mientras rugía, totalmente a la defensiva. Aquel era el mejor momento para atacarla, y Asher no dudó en hacerlo, aprovechando su hoja cubierta con el fuego del dragón para causar más daño a la Manticore. La espada se hundió en su cuerpo y arrancó de su garganta un terrible rugido de dolor, pero no iba a ser tan fácil, nunca lo era con aquellos seres. De algún modo el animal consiguió quitarse de encima al hombre bestia, golpeándolo con la cola y enviándolo a varios metros de distancia, donde tardó unos instantes en recuperar el aliento y reponerse.
Desde su posición, Elen observó la escena con algo de preocupación, pero ésta desapareció en cuanto el lobo volvió a ponerse en pie, estaba bien así que podían continuar, y debían hacerlo de inmediato si querían acabar con aquella pelea pronto. - Está herido, si le inutilizo las alas no deberíamos tener problemas para deshacernos de él. - pensó, mientras permitía que las sombras cubriesen sus manos dándoles forma de alargadas garras. Alister se mantenía en el aire, tratando de atraer de nuevo la atención del monstruo hacia sí volando bajo y provocándolo con sus guturales gruñidos, pero debía tener cuidado con su elemento, si fallaba el tiro o Elen se metía de por medio podría causarle mucho daño.
Repentinamente, antes de que ninguno de los dos pudiese lanzar un nuevo ataque, una voz se alzó en el campo, provocando que la de cabellos cenicientos maldijese por lo bajo. - Otra vez no. - pensó para sí, sin querer delatar su posición ya que seguía mimetizada con la oscuridad. Aquella no era la primera vez que se cruzaba con un loco al que le gustaban las Manticores como mascota, en el norte Huracán y ella se las habían visto con un idiota semejante y la cosa no había acabado bien ni para él ni para su animal de compañía. Sin embargo debía admitir que el individuo al que veía ahora era algo diferente, no parecía un simple campesino a pesar de ir vestido con pieles, la quemadura de su rostro y la sangre negra que goteaba de su lanza revelaban que se trataba de alguien más peligroso, probablemente el culpable de todas las desapariciones que habían tenido lugar en la zona últimamente.
Su aliado debió darse cuenta de ello enseguida, alzó la espada y se lanzó hacia el recién llegado para tratar de herirlo con un tajo directo al torso, pero el extraño detuvo la hoja enemiga con su lanza y valiéndose de una poderosa telequinesis, empujó a Asher para alejarlo de sí. Era brujo, eso había quedado claro, y a juzgar por su afición a matar y realizar rituales con órganos humanos podían deducir que se encontraban frente a un nigromante, quizá un miembro del aquelarre que había preferido quedarse a las afueras de Lunargenta para no llamar la atención. La vampira pudo sentir lo oscuro de su aura, y en cuanto el hombre clavó su arma en la tierra supo que sus problemas solo acababan de comenzar.
El lugar en que había dejado el supuesto corazón de la esposa de Geoff cambió, y con ello apareció un negro portal, del cual no tardó en salir una nueva bestia, más grande que la que habían intentado abatir. La situación se complicó bastante en cuestión de segundos, ahora no solo tenían que enfrentarse a una Manticore sino a dos, y algo le decía que aquel tipo les daría más quebraderos de cabeza antes de terminar la noche. ¿Qué debían hacer? La respuesta era clara, tenían que volver a decantar la balanza en su favor y solo lo conseguirían matando al monstruo que ya estaba herido, pero ellos no fueron los únicos que lo pensaron… Aprovechando la distracción que había causado la llegada de su nueva mascota el nigromante se movió con rapidez hacia la primera, y alzando una de sus manos comenzó a sanar la herida que Asher le había causado.
El lobo pidió ayuda, pero casi al momento los instó a ir contra el hechicero, y eso fue lo que la de cabellos cenicientos decidió hacer, clavando sus ojos en la silueta del enemigo. - ¡Apártalo de la bestia! ¡Que no la cure! - exclamó Elen, envuelta en sus sombras y manipulando el elemento para preparar su siguiente movimiento. El dragón la escuchó y actuó enseguida, volando en picado y lanzando una llamarada que obligó al brujo a echarse hacia atrás para no acabar calcinado, aún no había terminado su trabajo pero buscaría el modo de acercarse a su mascota, que rabiosa rugió y trató de lanzar un zarpazo al alado.
Alister consiguió esquivarlo por poco, y sus llamas hicieron retroceder al animal para que su sentido de la vista no se viese afectado, pero pronto la Manticore tendría ventaja. Desde donde estaba, el nigromante pronunció unas palabras y apuntó a su criatura con la lanza, consiguiendo que ésta se volviese invisible de forma temporal, lo que la ayudaría a imponerse frente al dragón a pesar de que no hubiese podido sanarla del todo. -¿Dónde se ha metido? - preguntó el cazador, olfateando el aire y aguzando el oído para determinar el lugar en que se encontraba su adversaria.
Para entonces las llamas habían empezado a extenderse por el campo, justo donde el hombre bestia combatía con el monstruo que había llegado a través del portal. Los verdes ojos de la vampira esquivaron el vivo tono anaranjado del fuego y se mantuvieron sobre su objetivo, al cual comenzó a acercarse para llamar su atención y dar algo de tiempo a sus compañeros. - Me parece que eso no es muy justo. - echó en cara, señalando hacia el lugar en que hasta hacía solo unos segundos había estado la herida mascota. - Erais tres contra uno, demasiado fácil, ahora tendréis que esforzaros. - respondió el nigromante, sin perder la calma. - Eso crees… pero yo también tengo mis trucos. - soltó con voz fría, mientras las sombras se cernían a su alrededor para luego dejar que tres columnas de humo negro saliesen de ella y tocasen suelo, convirtiéndose en sus aliadas.
- ¡Acabad con él, que no se acerque a ninguna de las bestias! - ordenó, y las criaturas, ávidas de sangre y muerte, obedecieron de inmediato. Ahora el hechicero tendría que buscarse la vida para escapar de las criaturas que ella había liberado, lo que le daba oportunidad de centrarse en ayudar al alado para matar a la Manticore más pequeña.
Off: Habilidad de nivel 6: Llamada a las armas
Desde su posición, Elen observó la escena con algo de preocupación, pero ésta desapareció en cuanto el lobo volvió a ponerse en pie, estaba bien así que podían continuar, y debían hacerlo de inmediato si querían acabar con aquella pelea pronto. - Está herido, si le inutilizo las alas no deberíamos tener problemas para deshacernos de él. - pensó, mientras permitía que las sombras cubriesen sus manos dándoles forma de alargadas garras. Alister se mantenía en el aire, tratando de atraer de nuevo la atención del monstruo hacia sí volando bajo y provocándolo con sus guturales gruñidos, pero debía tener cuidado con su elemento, si fallaba el tiro o Elen se metía de por medio podría causarle mucho daño.
Repentinamente, antes de que ninguno de los dos pudiese lanzar un nuevo ataque, una voz se alzó en el campo, provocando que la de cabellos cenicientos maldijese por lo bajo. - Otra vez no. - pensó para sí, sin querer delatar su posición ya que seguía mimetizada con la oscuridad. Aquella no era la primera vez que se cruzaba con un loco al que le gustaban las Manticores como mascota, en el norte Huracán y ella se las habían visto con un idiota semejante y la cosa no había acabado bien ni para él ni para su animal de compañía. Sin embargo debía admitir que el individuo al que veía ahora era algo diferente, no parecía un simple campesino a pesar de ir vestido con pieles, la quemadura de su rostro y la sangre negra que goteaba de su lanza revelaban que se trataba de alguien más peligroso, probablemente el culpable de todas las desapariciones que habían tenido lugar en la zona últimamente.
Su aliado debió darse cuenta de ello enseguida, alzó la espada y se lanzó hacia el recién llegado para tratar de herirlo con un tajo directo al torso, pero el extraño detuvo la hoja enemiga con su lanza y valiéndose de una poderosa telequinesis, empujó a Asher para alejarlo de sí. Era brujo, eso había quedado claro, y a juzgar por su afición a matar y realizar rituales con órganos humanos podían deducir que se encontraban frente a un nigromante, quizá un miembro del aquelarre que había preferido quedarse a las afueras de Lunargenta para no llamar la atención. La vampira pudo sentir lo oscuro de su aura, y en cuanto el hombre clavó su arma en la tierra supo que sus problemas solo acababan de comenzar.
El lugar en que había dejado el supuesto corazón de la esposa de Geoff cambió, y con ello apareció un negro portal, del cual no tardó en salir una nueva bestia, más grande que la que habían intentado abatir. La situación se complicó bastante en cuestión de segundos, ahora no solo tenían que enfrentarse a una Manticore sino a dos, y algo le decía que aquel tipo les daría más quebraderos de cabeza antes de terminar la noche. ¿Qué debían hacer? La respuesta era clara, tenían que volver a decantar la balanza en su favor y solo lo conseguirían matando al monstruo que ya estaba herido, pero ellos no fueron los únicos que lo pensaron… Aprovechando la distracción que había causado la llegada de su nueva mascota el nigromante se movió con rapidez hacia la primera, y alzando una de sus manos comenzó a sanar la herida que Asher le había causado.
El lobo pidió ayuda, pero casi al momento los instó a ir contra el hechicero, y eso fue lo que la de cabellos cenicientos decidió hacer, clavando sus ojos en la silueta del enemigo. - ¡Apártalo de la bestia! ¡Que no la cure! - exclamó Elen, envuelta en sus sombras y manipulando el elemento para preparar su siguiente movimiento. El dragón la escuchó y actuó enseguida, volando en picado y lanzando una llamarada que obligó al brujo a echarse hacia atrás para no acabar calcinado, aún no había terminado su trabajo pero buscaría el modo de acercarse a su mascota, que rabiosa rugió y trató de lanzar un zarpazo al alado.
Alister consiguió esquivarlo por poco, y sus llamas hicieron retroceder al animal para que su sentido de la vista no se viese afectado, pero pronto la Manticore tendría ventaja. Desde donde estaba, el nigromante pronunció unas palabras y apuntó a su criatura con la lanza, consiguiendo que ésta se volviese invisible de forma temporal, lo que la ayudaría a imponerse frente al dragón a pesar de que no hubiese podido sanarla del todo. -¿Dónde se ha metido? - preguntó el cazador, olfateando el aire y aguzando el oído para determinar el lugar en que se encontraba su adversaria.
Para entonces las llamas habían empezado a extenderse por el campo, justo donde el hombre bestia combatía con el monstruo que había llegado a través del portal. Los verdes ojos de la vampira esquivaron el vivo tono anaranjado del fuego y se mantuvieron sobre su objetivo, al cual comenzó a acercarse para llamar su atención y dar algo de tiempo a sus compañeros. - Me parece que eso no es muy justo. - echó en cara, señalando hacia el lugar en que hasta hacía solo unos segundos había estado la herida mascota. - Erais tres contra uno, demasiado fácil, ahora tendréis que esforzaros. - respondió el nigromante, sin perder la calma. - Eso crees… pero yo también tengo mis trucos. - soltó con voz fría, mientras las sombras se cernían a su alrededor para luego dejar que tres columnas de humo negro saliesen de ella y tocasen suelo, convirtiéndose en sus aliadas.
- ¡Acabad con él, que no se acerque a ninguna de las bestias! - ordenó, y las criaturas, ávidas de sangre y muerte, obedecieron de inmediato. Ahora el hechicero tendría que buscarse la vida para escapar de las criaturas que ella había liberado, lo que le daba oportunidad de centrarse en ayudar al alado para matar a la Manticore más pequeña.
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- Garras de sombra y criaturas:
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Elen Calhoun
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
Esquivé el asalto de la manticora. Sus garras delanteras eran muy débiles en comparación al resto del cuerpo, debido a la forma que tenían. Estaban hechas para volar, no para atacar. Por desgracia, no podía decir lo mismo de la cola. Bloqueé el impacto con Brillo y clavé mi garra metálica en el aguijón. O al menos, lo intenté. Las uñas resbalaron sobre su exoesqueleto, haciéndome retroceder para evitar sufrir un agujero en el pecho.
En cuanto el fuego comenzó a rodearnos, la criatura empezó a mostrarse más agitada. De repente, como si algo le hubiese llamado, se dio la vuelta y saltó hacia su amo, el cual estaba siendo atacado por una serie de criaturas sombrías. La vampiresa había estado ocupada. Una tras otra, las invocaciones de Elen se lanzaron hacia el nigromante, que, lejos de verse indefenso, esgrimía su lanza como defensa, combinándola con potentes golpes telekinéticos para empujarlas.
Aunque la situación parecía mantener al brujo ocupado, no duraría. La mantícora mayor aterrizó frente a una de las criaturas sombrias, buscando aplastar a aquella amenaza.
Tenía que aprovechar aquella distracción. Apunté hacia el brujo con mi espada. La sortija de su empuñadura comenzó a tornarse negra, y de un portal tan oscuro como el del nigromante salió Grito. [1] El monstruo de vacío se lanzó hacia el hechicero con uno de sus característicos chillidos, desgarrándole el costado con sus terribles uñas.
No hubo grito de dolor ni sorpresa. Un fuerte estallido telekinético empujó a todos los presentes y apagó las llamas al instante. Ese tipo... estaba alzándose, literalmente flotando sobre nosotros con el simple uso de su magia. ¿Como de fuerte podía ser? Nunca había visto una maestría similar con aquel "elemento".
-Equilibro las cosas y vosotros os aprovecháis... voy a tener que enseñaros a jugar limpio.- Un haz negro empezó a salir de su lanza, impactando en el suelo y liberando un hedor nauseabundo. Si la sangre hacía que las plantas muriesen, aquello era aún peor. Tras el trayecto que dibujaba, solo quedaba tierra quemada. El brujo dirigió aquella amenaza a los presentes, intentando tocarnos con aquel rayo negro.
-¡Muévete!- grité. Si bien Alister estaba relativamente a salvo mientras volase, Elen y yo seríamos blancos fáciles si nos quedábamos quietos. En medio del campo no había nada tras lo que cubrirse. Salvo...
Miré alrededor. Faltaba una mantícora. El ruido solo procedía de las criaturas sombrías que intentaban inutilmente alcanzar al brujo y el híbrido que se enfrentaba a ellas. Corrí hacia la escaramuza, aprovechando el momento en el que no era a mi a quien intentaba fulminar el nigromante, y alcé mi mano izquierda en dirección a la criatura mayor. Un breve destello rojo recorrió el guantelete metálico.
Y entonces, luz. [2] La explosión iluminó momentáneamente el campo, envolviendo la zona frente a mi en llamas y provocando dos rugidos. La primera mantícora estaba allí, junto a la otra, ahora revelada por mi ataque. Varias espinas se habían desprendido de su melena.
El haz de luz negra cambió de objetivo, volviendo hacia mi, pero estaba preparado. Deslizandome sobre la hierba, me coloqué junto a la abominación del brujo, usándola como escudo y asegurandome de seguir sus movimientos. El rayo se acercó, pero se detuvo.
¿No quería dañar a sus monstruos? Adorable.
Lo que no resultó tan adorable fue su siguiente movimiento. Con un gruñido exasperado, el nigromante apuntó hacia el portal oscuro, reanudando su haz oscuro. El eco de una criatura resonó desde su interior.
-¡Está invocando algo!- advertí. Podía evitarlo. Alcé a Brillo, mirando directamente al humano. Mientras se estuviese quieto, solo tenía que...
Un gigantesco haz de luz cubrió mi visión por completo. Me tambaleé, aturdido por la sorpresa y la fuerza del rugido. Maldije entre dientes. No podía ver nada. Me erguí, dispuesto a correr... pero no llegué a hacerlo. Un horrible dolor invadió mi cuerpo, proveniente de mi estómago. Solté un ladrido de dolor. No necesitaba mi vista para saber lo que había ocurrido. El aguijón de una de las bestias había atravesado mi armadura.
Mis pies abandonaron la tierra. Intenté revolverme, pero no tuve oportunidad antes de que la cola de la manticora se alzase conmigo, sacudiéndome y lanzándome por los aires. Aterricé sobre la hierba... y continué rodando, castigando el resto de mi cuerpo hasta detenerme.
Mi vista seguía en blanco. Solo podía concentrarme en el dolor. Intenté levantarme, pero mi cuerpo temblaba. Mis brazos cedieron.
-Aún puedo... aún... puedo...- murmuré. Había vivido cosas peores. Maldije entre dientes. Aún me pitaban los oidos. Los sonidos de la lucha parecían ajenos, distantes. Respiré pesadamente, apretando la parte ahora húmeda de mi vientre.
[1] Usado objeto: Brillo - Invocar Vacío
[2] Usada habilidad: Estallido
En cuanto el fuego comenzó a rodearnos, la criatura empezó a mostrarse más agitada. De repente, como si algo le hubiese llamado, se dio la vuelta y saltó hacia su amo, el cual estaba siendo atacado por una serie de criaturas sombrías. La vampiresa había estado ocupada. Una tras otra, las invocaciones de Elen se lanzaron hacia el nigromante, que, lejos de verse indefenso, esgrimía su lanza como defensa, combinándola con potentes golpes telekinéticos para empujarlas.
Aunque la situación parecía mantener al brujo ocupado, no duraría. La mantícora mayor aterrizó frente a una de las criaturas sombrias, buscando aplastar a aquella amenaza.
Tenía que aprovechar aquella distracción. Apunté hacia el brujo con mi espada. La sortija de su empuñadura comenzó a tornarse negra, y de un portal tan oscuro como el del nigromante salió Grito. [1] El monstruo de vacío se lanzó hacia el hechicero con uno de sus característicos chillidos, desgarrándole el costado con sus terribles uñas.
No hubo grito de dolor ni sorpresa. Un fuerte estallido telekinético empujó a todos los presentes y apagó las llamas al instante. Ese tipo... estaba alzándose, literalmente flotando sobre nosotros con el simple uso de su magia. ¿Como de fuerte podía ser? Nunca había visto una maestría similar con aquel "elemento".
-Equilibro las cosas y vosotros os aprovecháis... voy a tener que enseñaros a jugar limpio.- Un haz negro empezó a salir de su lanza, impactando en el suelo y liberando un hedor nauseabundo. Si la sangre hacía que las plantas muriesen, aquello era aún peor. Tras el trayecto que dibujaba, solo quedaba tierra quemada. El brujo dirigió aquella amenaza a los presentes, intentando tocarnos con aquel rayo negro.
-¡Muévete!- grité. Si bien Alister estaba relativamente a salvo mientras volase, Elen y yo seríamos blancos fáciles si nos quedábamos quietos. En medio del campo no había nada tras lo que cubrirse. Salvo...
Miré alrededor. Faltaba una mantícora. El ruido solo procedía de las criaturas sombrías que intentaban inutilmente alcanzar al brujo y el híbrido que se enfrentaba a ellas. Corrí hacia la escaramuza, aprovechando el momento en el que no era a mi a quien intentaba fulminar el nigromante, y alcé mi mano izquierda en dirección a la criatura mayor. Un breve destello rojo recorrió el guantelete metálico.
Y entonces, luz. [2] La explosión iluminó momentáneamente el campo, envolviendo la zona frente a mi en llamas y provocando dos rugidos. La primera mantícora estaba allí, junto a la otra, ahora revelada por mi ataque. Varias espinas se habían desprendido de su melena.
El haz de luz negra cambió de objetivo, volviendo hacia mi, pero estaba preparado. Deslizandome sobre la hierba, me coloqué junto a la abominación del brujo, usándola como escudo y asegurandome de seguir sus movimientos. El rayo se acercó, pero se detuvo.
¿No quería dañar a sus monstruos? Adorable.
Lo que no resultó tan adorable fue su siguiente movimiento. Con un gruñido exasperado, el nigromante apuntó hacia el portal oscuro, reanudando su haz oscuro. El eco de una criatura resonó desde su interior.
-¡Está invocando algo!- advertí. Podía evitarlo. Alcé a Brillo, mirando directamente al humano. Mientras se estuviese quieto, solo tenía que...
Un gigantesco haz de luz cubrió mi visión por completo. Me tambaleé, aturdido por la sorpresa y la fuerza del rugido. Maldije entre dientes. No podía ver nada. Me erguí, dispuesto a correr... pero no llegué a hacerlo. Un horrible dolor invadió mi cuerpo, proveniente de mi estómago. Solté un ladrido de dolor. No necesitaba mi vista para saber lo que había ocurrido. El aguijón de una de las bestias había atravesado mi armadura.
Mis pies abandonaron la tierra. Intenté revolverme, pero no tuve oportunidad antes de que la cola de la manticora se alzase conmigo, sacudiéndome y lanzándome por los aires. Aterricé sobre la hierba... y continué rodando, castigando el resto de mi cuerpo hasta detenerme.
Mi vista seguía en blanco. Solo podía concentrarme en el dolor. Intenté levantarme, pero mi cuerpo temblaba. Mis brazos cedieron.
-Aún puedo... aún... puedo...- murmuré. Había vivido cosas peores. Maldije entre dientes. Aún me pitaban los oidos. Los sonidos de la lucha parecían ajenos, distantes. Respiré pesadamente, apretando la parte ahora húmeda de mi vientre.
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- Grito:
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[1] Usado objeto: Brillo - Invocar Vacío
[2] Usada habilidad: Estallido
Asher Daregan
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
Confiando en que sus criaturas pudiesen mantener ocupado al nigromante, la de cabellos cenicientos se acercó al último lugar en que habían visto a la Manticore pequeña, aguzando el oído en busca del sonido de sus pasos o su respiración, pero pronto se dio cuenta de que ya no se encontraba allí. Alister vigilaba desde las alturas, intentando seguir al aroma de su enemiga para determinar a dónde dirigir su próximo ataque, pero no contaba con que las cosas se desmadrasen todavía más. Viendo a su dueño y protector en peligro, la segunda bestia no dudó en acudir a toda prisa junto a él para defenderlo de las sombras que intentaban rodearlo, hecho que desconcentró a la vampira, pues al igual que el brujo, Elen también se preocupaba por sus aliadas.
No, no era una simple preocupación, su conexión con las almas del medallón cobraba fuerza por momentos, consiguiendo que se compenetrasen a la hora de luchar y que entre ambas partes se crease un vínculo de respeto y confianza a pesar de lo sucedido en el pasado. - ¡Tened cuidado! - pensó, sabiendo que la escuchaban. Una de las sombras, la que tenía por cabeza un cráneo de animal y medía más de dos metros, se echó a un lado justo a tiempo de esquivar a la feroz bestia que pretendía aplastarla, gruñó molesta y buscó venganza, lanzando sus garras contra las membranosas alas del animal, aunque sin éxito.
Instantes después una nueva silueta apareció en escena, y a pesar de su oscuro aspecto nada tenía que ver con la benjamina de los Calhoun. Aquella era sin duda una intervención de Asher, ¿cómo lo había hecho? Buena pregunta, pero no era momento de distraerse sino de atacar. El ser lo hizo de inmediato, consiguiendo herir al nigromante en uno de los costados, pero ni siquiera esto pareció afectarle, el dolor no se reflejó en su rostro, en vez de eso volvió a utilizar la telequinesis para alejar a sus enemigos y apagar las llamas, demostrando una vez más el poder que tenía. - Maldita sea. - masculló entre dientes la de ojos verdes, empezando a entender que aquel hombre les daría muchos más problemas que la gentuza a la que se habían enfrentado en la ciudad durante la última semana.
Por un momento echó de menos sus antiguos poderes, no habría tenido reparos en lanzar una tormenta de rayos sobre su cabeza y las de sus mascotas, pero esa no era una opción, así que debía buscar otra cosa. - Si me transformase y lo atacase por la espalda… es demasiado arriesgado… si fallo no podré volver a hacerlo. - consideró, sin olvidar que a pesar de haberse alimentado hacía tan solo un rato sus habilidades consumían mucha energía. Ver cómo su adversario se elevaba por encima de ellos con el uso de su magia no mejoró la situación, pero lo peor estaba por venir.
Blandiendo su lanza, el hechicero creó un negro haz que destruía cuanto tocaba, dejando tras de sí solo tierra quemada. El primer objetivo que se fijó fue la joven que, según él, había hecho trampa al convocar a aquellas criaturas sombrías que ahora peleaban contra una de sus Manticores. Dirigió hacia ella el rayo e intentó alcanzarla, pero gracias a su nueva condición la vampira era más ágil de lo que imaginaba, con lo que no por más que lo intentó, no pudo acertarle antes de que por arte de magia, se desvaneciese ante sus ojos. Mimetizada con su elemento, Elen recuperó el aliento y se apartó de la trayectoria del arma, que pasó a apuntar al hombre bestia en cuanto otra explosión de luz iluminó el campo.
Asher había descubierto a la Manticore que habían perdido de vista junto a la que se enfrentaba a las sombras, y de forma astuta utilizó a una de ellas para cubrirse de haz del brujo, que sin querer dañar a sus mascotas optó por dirigir su lanza hacia el portal por el que había traído al monstruo. ¿Podían ponerse aún peor las cosas? Ya escuchaban el eco de una nueva adversaria acercándose, y para colmo de males una de las ya presentes abrió las fauces, liberando una luz cegadora que alcanzó de lleno al guerrero. Un quejido escapó de la garganta de la centinela, que instintivamente se cubrió los ojos, pero no lo suficientemente rápido. Cuando volvió a abrirlos su visión era borrosa, apenas podía distinguir las siluetas, aunque ciertamente lo que vendría a continuación preferiría no haberlo visto.
Uno de aquellos seres había conseguido clavar su aguijón en la armadura del lobo y lo zarandeó en el aire con violencia, lanzándolo contra la hierba, por la que rodó hasta detenerse. Todo parecía estarles saliendo mal, así que era hora de luchar con sus mejores armas, y en aquel instante la intervención del dragón parecía lo más esperanzador. - Atacad a la pequeña, ¡ahora! - ordenó a sus aliadas, mientras corría hacia el lugar en que había acabado el guerrero. Las sombras rodearon a su objetivo y se lanzaron a la vez, dejando para la que se encontraba al frente la tarea de distraerla mientras las otras dos se abalanzaban sobre su lomo y hundían sus afiladas garras en la membrana de las alas, desgarrándolas y arrebatándole la capacidad de volar.
El rugido de dolor que profirió obligó al nigromante a apartar la vista del portal, ¿sería suficiente para que detuviese el proceso y acudiese a ayudar a su mascota? No importaba, porque el ataque no había acabado aún. Elen se hizo visible en cuanto estuvo a un par de metros del herido, y sin decir nada, cruzó una mirada con su compañero, instándolo a actuar. Las alargadas pupilas del reptil se clavaron sobre el par de bestias, batió con fuerza las alas y se dirigió hacia ellas, cayendo en picado y valiéndose de su peso para derribar a la que se encontraba en peores condiciones. Los dos rodaron por el suelo y trataron desesperadamente de herir al otro con las zarpas y los dientes, pero esto solo duró unos segundos, luego se separaron y sin dar tiempo a su oponente, Alister tomó aire y soltó un ensordecedor rugido que hizo vibrar la tierra bajo sus patas, y que no se parecía en nada a los que había utilizado anteriormente.
La de cabellos cenicientos supo lo que iba a pasar, se situó junto a su aliado y observó fugazmente la gravedad de su herida, tenía que apartarlo de allí antes de que todo estallase. - Vamos Asher, aguanta. - fue lo único que dijo antes de pasarle las manos por debajo de los brazos para tirar de él. El lobo pesaba demasiado para ella, eso hizo que le resultase muy complicado moverlo pero no se rindió, a pesar del esfuerzo que tenía que realizar solo para arrastrarlo unos centímetros.
El cielo se iluminó, y de él comenzó a caer la intensa tormenta de fuego que el alado acababa de invocar, quemando la hierba y provocando que ambas Manticores viesen afectado su sentido de la vista a causa de las llamas que amenazaban con rodearlas por completo. Una de ellas aún tenía opción de escapar volando pero la otra no, así que podía ser un buen momento para acabar con ella. Parte del fuego pasó a través del portal que había creado el hechicero, trayendo del mismo un quejido lejano, quizá ahora se replantease si cerrarlo o mantenerlo abierto.
Las almas del medallón retrocedieron ante el ígneo elemento para no ser alcanzadas, mientras su señora, fuera del radio de alcance, volvía a replantearse sus opciones.
Off: Habilidad de nivel 3: Mimetización
Alister usa su habilidad de nivel 8: Tormenta elemental
No, no era una simple preocupación, su conexión con las almas del medallón cobraba fuerza por momentos, consiguiendo que se compenetrasen a la hora de luchar y que entre ambas partes se crease un vínculo de respeto y confianza a pesar de lo sucedido en el pasado. - ¡Tened cuidado! - pensó, sabiendo que la escuchaban. Una de las sombras, la que tenía por cabeza un cráneo de animal y medía más de dos metros, se echó a un lado justo a tiempo de esquivar a la feroz bestia que pretendía aplastarla, gruñó molesta y buscó venganza, lanzando sus garras contra las membranosas alas del animal, aunque sin éxito.
Instantes después una nueva silueta apareció en escena, y a pesar de su oscuro aspecto nada tenía que ver con la benjamina de los Calhoun. Aquella era sin duda una intervención de Asher, ¿cómo lo había hecho? Buena pregunta, pero no era momento de distraerse sino de atacar. El ser lo hizo de inmediato, consiguiendo herir al nigromante en uno de los costados, pero ni siquiera esto pareció afectarle, el dolor no se reflejó en su rostro, en vez de eso volvió a utilizar la telequinesis para alejar a sus enemigos y apagar las llamas, demostrando una vez más el poder que tenía. - Maldita sea. - masculló entre dientes la de ojos verdes, empezando a entender que aquel hombre les daría muchos más problemas que la gentuza a la que se habían enfrentado en la ciudad durante la última semana.
Por un momento echó de menos sus antiguos poderes, no habría tenido reparos en lanzar una tormenta de rayos sobre su cabeza y las de sus mascotas, pero esa no era una opción, así que debía buscar otra cosa. - Si me transformase y lo atacase por la espalda… es demasiado arriesgado… si fallo no podré volver a hacerlo. - consideró, sin olvidar que a pesar de haberse alimentado hacía tan solo un rato sus habilidades consumían mucha energía. Ver cómo su adversario se elevaba por encima de ellos con el uso de su magia no mejoró la situación, pero lo peor estaba por venir.
Blandiendo su lanza, el hechicero creó un negro haz que destruía cuanto tocaba, dejando tras de sí solo tierra quemada. El primer objetivo que se fijó fue la joven que, según él, había hecho trampa al convocar a aquellas criaturas sombrías que ahora peleaban contra una de sus Manticores. Dirigió hacia ella el rayo e intentó alcanzarla, pero gracias a su nueva condición la vampira era más ágil de lo que imaginaba, con lo que no por más que lo intentó, no pudo acertarle antes de que por arte de magia, se desvaneciese ante sus ojos. Mimetizada con su elemento, Elen recuperó el aliento y se apartó de la trayectoria del arma, que pasó a apuntar al hombre bestia en cuanto otra explosión de luz iluminó el campo.
Asher había descubierto a la Manticore que habían perdido de vista junto a la que se enfrentaba a las sombras, y de forma astuta utilizó a una de ellas para cubrirse de haz del brujo, que sin querer dañar a sus mascotas optó por dirigir su lanza hacia el portal por el que había traído al monstruo. ¿Podían ponerse aún peor las cosas? Ya escuchaban el eco de una nueva adversaria acercándose, y para colmo de males una de las ya presentes abrió las fauces, liberando una luz cegadora que alcanzó de lleno al guerrero. Un quejido escapó de la garganta de la centinela, que instintivamente se cubrió los ojos, pero no lo suficientemente rápido. Cuando volvió a abrirlos su visión era borrosa, apenas podía distinguir las siluetas, aunque ciertamente lo que vendría a continuación preferiría no haberlo visto.
Uno de aquellos seres había conseguido clavar su aguijón en la armadura del lobo y lo zarandeó en el aire con violencia, lanzándolo contra la hierba, por la que rodó hasta detenerse. Todo parecía estarles saliendo mal, así que era hora de luchar con sus mejores armas, y en aquel instante la intervención del dragón parecía lo más esperanzador. - Atacad a la pequeña, ¡ahora! - ordenó a sus aliadas, mientras corría hacia el lugar en que había acabado el guerrero. Las sombras rodearon a su objetivo y se lanzaron a la vez, dejando para la que se encontraba al frente la tarea de distraerla mientras las otras dos se abalanzaban sobre su lomo y hundían sus afiladas garras en la membrana de las alas, desgarrándolas y arrebatándole la capacidad de volar.
El rugido de dolor que profirió obligó al nigromante a apartar la vista del portal, ¿sería suficiente para que detuviese el proceso y acudiese a ayudar a su mascota? No importaba, porque el ataque no había acabado aún. Elen se hizo visible en cuanto estuvo a un par de metros del herido, y sin decir nada, cruzó una mirada con su compañero, instándolo a actuar. Las alargadas pupilas del reptil se clavaron sobre el par de bestias, batió con fuerza las alas y se dirigió hacia ellas, cayendo en picado y valiéndose de su peso para derribar a la que se encontraba en peores condiciones. Los dos rodaron por el suelo y trataron desesperadamente de herir al otro con las zarpas y los dientes, pero esto solo duró unos segundos, luego se separaron y sin dar tiempo a su oponente, Alister tomó aire y soltó un ensordecedor rugido que hizo vibrar la tierra bajo sus patas, y que no se parecía en nada a los que había utilizado anteriormente.
La de cabellos cenicientos supo lo que iba a pasar, se situó junto a su aliado y observó fugazmente la gravedad de su herida, tenía que apartarlo de allí antes de que todo estallase. - Vamos Asher, aguanta. - fue lo único que dijo antes de pasarle las manos por debajo de los brazos para tirar de él. El lobo pesaba demasiado para ella, eso hizo que le resultase muy complicado moverlo pero no se rindió, a pesar del esfuerzo que tenía que realizar solo para arrastrarlo unos centímetros.
El cielo se iluminó, y de él comenzó a caer la intensa tormenta de fuego que el alado acababa de invocar, quemando la hierba y provocando que ambas Manticores viesen afectado su sentido de la vista a causa de las llamas que amenazaban con rodearlas por completo. Una de ellas aún tenía opción de escapar volando pero la otra no, así que podía ser un buen momento para acabar con ella. Parte del fuego pasó a través del portal que había creado el hechicero, trayendo del mismo un quejido lejano, quizá ahora se replantease si cerrarlo o mantenerlo abierto.
Las almas del medallón retrocedieron ante el ígneo elemento para no ser alcanzadas, mientras su señora, fuera del radio de alcance, volvía a replantearse sus opciones.
Off: Habilidad de nivel 3: Mimetización
Alister usa su habilidad de nivel 8: Tormenta elemental
Elen Calhoun
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
Escuché como algo se acercaba. No tan pesado como unas mantícoras o un dragón. Debía ser Elen. No importaba demasiado. En ese estado no podía hacer mucho. La vampiresa comenzó a tirar de mi tras unas palabras de apoyo. Lentamente, mi cuerpo comenzó a arrastrarse por la hierba. ¿A donde me llevaba, y por qué? Gruñí entre dientes. El movimiento no hacía que la herida doliese menos.
-Solo... un momento.- dije entre quejidos. Busqué dentro de una de las bolsas de mi cinturón, cogiendo la forma familiar de aquel frasco. La dejé sobre la hierba y me desabroché la armadura de cuero tan buenamente como podía entre el dolor y mi pulso agitado.
Aún no podía ver nada, pero podía guiarme por tacto. No me era muy dificil adivinar donde me habían herido, a juzgar por el dolor y la sangre. Abrí el frasco y dejé caer el contenido directamente sobre mi pecho, notando la repugnante pasta sobre mi abdomen. [1]
Mientras tanto, los sonidos de la batalla llegaban uno tras otro. Rugidos, llamas... y una tormenta de impactos en el suelo, uno tras otro y de forma caótica. Me abroché la armadura, aún sin levantar la cabeza. El dolor persistía, pero el hormigueo de mi pecho me dejaba claro que aquella cosa estaba empezando a surtir efecto. Parpadeé varias veces. Empezaba a ver algo.
-No he venido hasta aquí para morir.- gruñí, irguiéndome y usando mi espada para levantarme. Debía haber perdido las llamas en algún momento. Si no me hubiese encontrado con Elen y Alister, probablemente no habría sobrevivido aquello. La idea me resultaba irritante. Me había hecho fuerte en ese tiempo, pero no parecía haber sido suficiente.
No, podía con ello. Mi visión se enfocó algo más. El nigromante aún seguía intentando invocar algo, pese a las llamas que atravesaban el portal y los ruidos de su alrededor. El vórtice se estaba haciendo más grande. No tendríamos mucho tiempo antes de que otra monstruosidad apareciese. Sujeté a Brillo con fuerza. Tenía que tomar una decisión rápida. Apunté a Elen con la espada y tracé una linea en el aire, iluminando la novena runa de mi espada.
La copia de mi arma se materializó al alcance de la vampiresa, hecha literalmente de luz sólida. [2]
-Tómala y sígueme.- dije. Pese a la maldición de la mujer, la luz no le dañaría. Aquella espada había sido creada a partir del respeto y la lealtad. No heriría a un aliado.
Empecé a correr de vuelta al campo de batalla. El fuego no me asustaba. Una de las manticoras parecía estar agonizando. La otra, intentaba alejarse de las llamas, demasiado agitada para obedecer a su amo. El hombre redobló sus esfuerzos para ensanchar el portal. El ruido que procedía de este se hacía cada vez más fuerte. Esprinté tan rápido como pude. No tenía tiempo.
Salté. El brujo seguía flotando por encima de mi cabeza. Pero en tan solo un instante, aquella ventaja se desvaneció. [3] En un parpadeo, ascendí hasta donde estaba, apareciendo sobre él y descendiendo con un potente tajo. El corte atravesó su brazo, cercenando la extremidad.
No lo vio venir. El hombre se precipitó al suelo junto a mi. Aterricé relativamente bien, resintiendome un poco en la caida por la herida de mi vientre. El portal había vuelto a su tamaño inicial. Fuera lo que fuese que estuviese invocando, no podría atravesarlo.
Me levanté y miré al nigromante, triunfal. Pero mi sonrisa se desvaneció al ver como él también se levantaba, con una miasma negra formandose en torno a su brazo cortado. Su rostro se había contraido en un gesto demencial. La cruda realidad se hizo evidente. Aún tenía más trucos. Una vez más, me lancé hacia él. Y una vez más, mi acero se encontró con algo de por medio.
Su brazo había cambiado. Mutado hasta convertirse en una monstruosidad de hueso y corrupción, afilada y terrible. Su rostro era el mismo que había mostrado Hibou cuando me atacó. El arma improvisada se movió, golpeando mi espada con una fuerza terrible. Retrocedí, recuperando el equilibrio, y contraataque. Las tinieblas de su brazo se estaban extendiendo por el resto de su cuerpo.
Gruñí. Tenía que acabar con aquello. La misma sortija que había invocado a Grito se iluminó de nuevo, resonando con mi arma y con su copia. [4]
Iba a demostrar por qué estaba allí.
-Solo... un momento.- dije entre quejidos. Busqué dentro de una de las bolsas de mi cinturón, cogiendo la forma familiar de aquel frasco. La dejé sobre la hierba y me desabroché la armadura de cuero tan buenamente como podía entre el dolor y mi pulso agitado.
Aún no podía ver nada, pero podía guiarme por tacto. No me era muy dificil adivinar donde me habían herido, a juzgar por el dolor y la sangre. Abrí el frasco y dejé caer el contenido directamente sobre mi pecho, notando la repugnante pasta sobre mi abdomen. [1]
Mientras tanto, los sonidos de la batalla llegaban uno tras otro. Rugidos, llamas... y una tormenta de impactos en el suelo, uno tras otro y de forma caótica. Me abroché la armadura, aún sin levantar la cabeza. El dolor persistía, pero el hormigueo de mi pecho me dejaba claro que aquella cosa estaba empezando a surtir efecto. Parpadeé varias veces. Empezaba a ver algo.
-No he venido hasta aquí para morir.- gruñí, irguiéndome y usando mi espada para levantarme. Debía haber perdido las llamas en algún momento. Si no me hubiese encontrado con Elen y Alister, probablemente no habría sobrevivido aquello. La idea me resultaba irritante. Me había hecho fuerte en ese tiempo, pero no parecía haber sido suficiente.
No, podía con ello. Mi visión se enfocó algo más. El nigromante aún seguía intentando invocar algo, pese a las llamas que atravesaban el portal y los ruidos de su alrededor. El vórtice se estaba haciendo más grande. No tendríamos mucho tiempo antes de que otra monstruosidad apareciese. Sujeté a Brillo con fuerza. Tenía que tomar una decisión rápida. Apunté a Elen con la espada y tracé una linea en el aire, iluminando la novena runa de mi espada.
La copia de mi arma se materializó al alcance de la vampiresa, hecha literalmente de luz sólida. [2]
-Tómala y sígueme.- dije. Pese a la maldición de la mujer, la luz no le dañaría. Aquella espada había sido creada a partir del respeto y la lealtad. No heriría a un aliado.
Empecé a correr de vuelta al campo de batalla. El fuego no me asustaba. Una de las manticoras parecía estar agonizando. La otra, intentaba alejarse de las llamas, demasiado agitada para obedecer a su amo. El hombre redobló sus esfuerzos para ensanchar el portal. El ruido que procedía de este se hacía cada vez más fuerte. Esprinté tan rápido como pude. No tenía tiempo.
Salté. El brujo seguía flotando por encima de mi cabeza. Pero en tan solo un instante, aquella ventaja se desvaneció. [3] En un parpadeo, ascendí hasta donde estaba, apareciendo sobre él y descendiendo con un potente tajo. El corte atravesó su brazo, cercenando la extremidad.
- Música 2:
No lo vio venir. El hombre se precipitó al suelo junto a mi. Aterricé relativamente bien, resintiendome un poco en la caida por la herida de mi vientre. El portal había vuelto a su tamaño inicial. Fuera lo que fuese que estuviese invocando, no podría atravesarlo.
Me levanté y miré al nigromante, triunfal. Pero mi sonrisa se desvaneció al ver como él también se levantaba, con una miasma negra formandose en torno a su brazo cortado. Su rostro se había contraido en un gesto demencial. La cruda realidad se hizo evidente. Aún tenía más trucos. Una vez más, me lancé hacia él. Y una vez más, mi acero se encontró con algo de por medio.
Su brazo había cambiado. Mutado hasta convertirse en una monstruosidad de hueso y corrupción, afilada y terrible. Su rostro era el mismo que había mostrado Hibou cuando me atacó. El arma improvisada se movió, golpeando mi espada con una fuerza terrible. Retrocedí, recuperando el equilibrio, y contraataque. Las tinieblas de su brazo se estaban extendiendo por el resto de su cuerpo.
Gruñí. Tenía que acabar con aquello. La misma sortija que había invocado a Grito se iluminó de nuevo, resonando con mi arma y con su copia. [4]
Iba a demostrar por qué estaba allí.
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[1] Usado objeto Limitado: Pasta curativa superior
[2] Usado objeto: Brillo - Runa de Oshu. La espada de luz que recibes es una copia de Brillo. Dura solo un turno, así que desaparecerá al final de tu siguiente post. No estás obligada a usarla, por supuesto.
[3] Usada habilidad: Impulso
[4] Usado objeto: Brillo - Potenciar. Si aceptas usar la espada, también se activa en la tuya. Reduce los enfriamientos en 1 turno y aumenta tus atributos y la potencia de tu siguiente habilidad en un 35%.
La mantícora menor está agonizando/muerta. El nigromante seguirá mutando a lo largo de la pelea, hasta que muera.
Asher Daregan
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
Mientras la tormenta de fuego seguía descargando con furia sobre la zona, atrapando a las bestias e impidiéndoles volver a la pelea, la de cabellos cenicientos se detuvo, depositando a su aliado sobre la hierba con cuidado cuando éste le pidió entre quejidos que le diese unos instantes. Más allá, donde tenía lugar la batalla, Alister intentaba mantener ocupada a la Manticore más grande a base de fuerza bruta y ayudándose de su elemento, mientras las sombrías criaturas del medallón solar, viendo que solo les quedaban unos segundos antes de verse obligadas a regresar a la reliquia, buscaban desesperadamente un modo de alcanzar a la pequeña, que agonizante y desorientada, no sabía qué hacer.
Los verdes ojos de la vampira iban de un lado a otro con preocupación, no solo por la herida de Asher y la sangre que estaba perdiendo, detalle que ciertamente ante su presencia no hacía más que empeorar las cosas, sino también por el estado del cazador y las almas que seguían luchando aún. La joven arrugó la nariz al captar el aroma del rojizo líquido, no podía desconcentrarse en aquel momento, así que optó por contener el aliento hasta que el lobo se cubrió el corte con una pasta curativa, cuyo olor le resultó conocido y mucho más agradable dada la situación. Poco después el guerrero pudo levantarse con ayuda de su espada, y sin decir nada apuntó con el arma a la señora de sombras, que lo miró sorprendida, aunque solo por unos segundos.
La idea de que quisiese atacarla era totalmente estúpida pero se le pasó por la cabeza, justo antes de ver como con un movimiento de la mano, Asher hacía aparecer otra espada idéntica a la suya pero creada de pura luz. De forma instintiva la criatura de la noche retrocedió un paso y entornó los ojos ante el brillo que emanaba de la hoja, pero tras unos instantes de duda alzó una mano para colocar los dedos en torno a la empuñadura, comprobando que no le hacía ningún daño. Un suspiro de alivio escapó de sus labios mientras examinaba brevemente el arma, pero pronto volvió a centrar su atención en el combate, al cual ya se dirigía corriendo el hombre bestia.
Su mayor problema era el nigromante así que, aprovechando que la tormenta de fuego parecía haber terminado, la centinela corrió en su dirección, esquivando por el camino las llamas que aún consumían la hierba, hecho que la obligó a ir con más cuidado. Ante el calor y la cercanía del ígneo elemento no pudo hacer mucho, así que se envolvió con sus sombras mientras avanzaba hacia su objetivo, viendo por el rabillo del ojo como les iba a los demás. Las almas del medallón habían encontrado un hueco por el que llegar hasta el moribundo animal y rematarlo, atacándolo con una ferocidad mucho mayor que la que aquellos seres habían mostrado. Un lastimero rugido se alzó cuando las garras de sus enemigos le abrieron el vientre por donde la habían herido anteriormente, dejando que las vísceras se esparciesen por el campo, tiñéndolo de un color entre marrón y rojo.
Aquello fue lo último que las aliadas de la vampira pudieron hacer antes de ser reclamadas por el colgante, al cual regresaron en forma de negras estelas de humo. - Bien, una menos. - pensó la joven, confiando en que el alado pudiese encargarse de la segunda Manticore. Alister hacía cuanto podía para mantener ventaja, obligando a su adversaria a retroceder y abalanzándose sobre ella cada vez que tenía ocasión, asestándole golpes con la cola cubierta de espinas o con las garras, pero también debía cuidarse de no ser alcanzado, lo que le impedía apartar la vista de su enemiga para buscar a la benjamina de los Calhoun y cerciorarse de que estuviese bien.
El portal del brujo seguía creciendo, instándolos a darse prisa antes de que otro animal aún mayor pasase por él, razón por la cual Elen corrió tan rápido como le permitieron las piernas, pero a causa de su vulnerabilidad al fuego Asher le tomó ventaja, la suficiente como para atacar primero y conseguir que el hechicero cayese al suelo con uno de sus brazos cercenado. - Podemos acabar con él. - se dijo mentalmente tras ver el éxito del guerrero, pero esto no duró mucho, aquel extraño tenía demasiados trucos bajo la manga. Su extremidad perdida fue sustituida por otra cosa formada a partir de hueso y magia negra, pero seguían siendo dos contra uno, y ésta vez no flotaba por encima de sus cabezas, lo tenían al alcance.
La vampira se envolvió aún más con su elemento y esperó al momento apropiado, justo cuando la espada que sostenía empezó a reaccionar a una runa que el hombre bestia había activado en la suya. Haciendo gala de la agilidad que su nueva condición le había otorgado saltó hacia la espalda del nigromante, realizando un tajo descendente que le cortó desde el hombro derecho a hasta la cadera, pero consciente de que la hoja no había penetrado más que unos centímetros en la piel giró sobre sí misma para castigar el costado en que el monstruo de su aliado le había herido minutos antes. El filo se deslizó son facilidad, empeorando el estado de su oponente, que con cada corte podría sentir cómo su vitalidad y energías empezaban a abandonarlo.
Gracias a sus reflejos, el mago se giró a tiempo de interponer su amorfo brazo de hueso delante del brillante filo cuando ya volvía a acercarse peligrosamente a su cuerpo, empujando a la de cabellos cenicientos para apartarla de sí, pero esto no bastó para quitársela de encima. Enmascarando su próximo movimiento con una ilusión, Elen consiguió que se cubriese la pierna en vez del torso, a donde sin perder ni un segundo dirigió el arma, girando la empuñadura para que se hundiese horizontalmente en el vientre hasta colarse por entre las costillas.
Con una mezcla de dolor y furia en el semblante, el brujo dirigió contra ella un potente golpe de telequinesis, lanzándola a varios metros de distancia, aunque eso no evitó que al salir despedida, la de ojos verdes aferrase con más fuerza aún su espada para causar daño al extraerla de su adversario. La centinela ahogó un quejido al aterrizar bruscamente contra el suelo, pero pronto el dolor que recorría su espalda no fue nada, para su mala fortuna había acabado junto a uno de los puntos en que seguía ardiendo la hierba, y las llamas le alcanzaron la parte del muslo que la raja de su falda dejaba al descubierto. Un agudo chillido quedó ahogado en su garganta, rodó lejos del fuego y se mordió el puño para no gritar, mientras las dolorosas ampollas comenzaban a cubrir su piel del mismo modo en que lo hacían cuando se exponía al sol.
- ¡Malnacido! ¡te cortaré la cabeza por esto! - soltó furiosa, pero cuando consiguió ponerse de pie y avanzar hacia la brillante hoja que Asher le había entregado, ésta empezó a desvanecerse. - Deja que te ayudemos Elen, podemos matarlo… juntos. - le dijeron las almas del medallón, proponiéndole una unión temporal entre ambas partes, algo que hasta el momento no había hecho nunca. La quemadura le dolía horrores, tenía que acabar con aquella pelea lo antes posible para poder tratársela debidamente, así que la opción de sus sombras cada segundo sonaba más tentadora.
Off: Habilidad de nivel 7: Drenado de vida
Habilidad de nivel 0: espectro de la noche (ilusión)
Los verdes ojos de la vampira iban de un lado a otro con preocupación, no solo por la herida de Asher y la sangre que estaba perdiendo, detalle que ciertamente ante su presencia no hacía más que empeorar las cosas, sino también por el estado del cazador y las almas que seguían luchando aún. La joven arrugó la nariz al captar el aroma del rojizo líquido, no podía desconcentrarse en aquel momento, así que optó por contener el aliento hasta que el lobo se cubrió el corte con una pasta curativa, cuyo olor le resultó conocido y mucho más agradable dada la situación. Poco después el guerrero pudo levantarse con ayuda de su espada, y sin decir nada apuntó con el arma a la señora de sombras, que lo miró sorprendida, aunque solo por unos segundos.
La idea de que quisiese atacarla era totalmente estúpida pero se le pasó por la cabeza, justo antes de ver como con un movimiento de la mano, Asher hacía aparecer otra espada idéntica a la suya pero creada de pura luz. De forma instintiva la criatura de la noche retrocedió un paso y entornó los ojos ante el brillo que emanaba de la hoja, pero tras unos instantes de duda alzó una mano para colocar los dedos en torno a la empuñadura, comprobando que no le hacía ningún daño. Un suspiro de alivio escapó de sus labios mientras examinaba brevemente el arma, pero pronto volvió a centrar su atención en el combate, al cual ya se dirigía corriendo el hombre bestia.
Su mayor problema era el nigromante así que, aprovechando que la tormenta de fuego parecía haber terminado, la centinela corrió en su dirección, esquivando por el camino las llamas que aún consumían la hierba, hecho que la obligó a ir con más cuidado. Ante el calor y la cercanía del ígneo elemento no pudo hacer mucho, así que se envolvió con sus sombras mientras avanzaba hacia su objetivo, viendo por el rabillo del ojo como les iba a los demás. Las almas del medallón habían encontrado un hueco por el que llegar hasta el moribundo animal y rematarlo, atacándolo con una ferocidad mucho mayor que la que aquellos seres habían mostrado. Un lastimero rugido se alzó cuando las garras de sus enemigos le abrieron el vientre por donde la habían herido anteriormente, dejando que las vísceras se esparciesen por el campo, tiñéndolo de un color entre marrón y rojo.
Aquello fue lo último que las aliadas de la vampira pudieron hacer antes de ser reclamadas por el colgante, al cual regresaron en forma de negras estelas de humo. - Bien, una menos. - pensó la joven, confiando en que el alado pudiese encargarse de la segunda Manticore. Alister hacía cuanto podía para mantener ventaja, obligando a su adversaria a retroceder y abalanzándose sobre ella cada vez que tenía ocasión, asestándole golpes con la cola cubierta de espinas o con las garras, pero también debía cuidarse de no ser alcanzado, lo que le impedía apartar la vista de su enemiga para buscar a la benjamina de los Calhoun y cerciorarse de que estuviese bien.
El portal del brujo seguía creciendo, instándolos a darse prisa antes de que otro animal aún mayor pasase por él, razón por la cual Elen corrió tan rápido como le permitieron las piernas, pero a causa de su vulnerabilidad al fuego Asher le tomó ventaja, la suficiente como para atacar primero y conseguir que el hechicero cayese al suelo con uno de sus brazos cercenado. - Podemos acabar con él. - se dijo mentalmente tras ver el éxito del guerrero, pero esto no duró mucho, aquel extraño tenía demasiados trucos bajo la manga. Su extremidad perdida fue sustituida por otra cosa formada a partir de hueso y magia negra, pero seguían siendo dos contra uno, y ésta vez no flotaba por encima de sus cabezas, lo tenían al alcance.
La vampira se envolvió aún más con su elemento y esperó al momento apropiado, justo cuando la espada que sostenía empezó a reaccionar a una runa que el hombre bestia había activado en la suya. Haciendo gala de la agilidad que su nueva condición le había otorgado saltó hacia la espalda del nigromante, realizando un tajo descendente que le cortó desde el hombro derecho a hasta la cadera, pero consciente de que la hoja no había penetrado más que unos centímetros en la piel giró sobre sí misma para castigar el costado en que el monstruo de su aliado le había herido minutos antes. El filo se deslizó son facilidad, empeorando el estado de su oponente, que con cada corte podría sentir cómo su vitalidad y energías empezaban a abandonarlo.
Gracias a sus reflejos, el mago se giró a tiempo de interponer su amorfo brazo de hueso delante del brillante filo cuando ya volvía a acercarse peligrosamente a su cuerpo, empujando a la de cabellos cenicientos para apartarla de sí, pero esto no bastó para quitársela de encima. Enmascarando su próximo movimiento con una ilusión, Elen consiguió que se cubriese la pierna en vez del torso, a donde sin perder ni un segundo dirigió el arma, girando la empuñadura para que se hundiese horizontalmente en el vientre hasta colarse por entre las costillas.
Con una mezcla de dolor y furia en el semblante, el brujo dirigió contra ella un potente golpe de telequinesis, lanzándola a varios metros de distancia, aunque eso no evitó que al salir despedida, la de ojos verdes aferrase con más fuerza aún su espada para causar daño al extraerla de su adversario. La centinela ahogó un quejido al aterrizar bruscamente contra el suelo, pero pronto el dolor que recorría su espalda no fue nada, para su mala fortuna había acabado junto a uno de los puntos en que seguía ardiendo la hierba, y las llamas le alcanzaron la parte del muslo que la raja de su falda dejaba al descubierto. Un agudo chillido quedó ahogado en su garganta, rodó lejos del fuego y se mordió el puño para no gritar, mientras las dolorosas ampollas comenzaban a cubrir su piel del mismo modo en que lo hacían cuando se exponía al sol.
- ¡Malnacido! ¡te cortaré la cabeza por esto! - soltó furiosa, pero cuando consiguió ponerse de pie y avanzar hacia la brillante hoja que Asher le había entregado, ésta empezó a desvanecerse. - Deja que te ayudemos Elen, podemos matarlo… juntos. - le dijeron las almas del medallón, proponiéndole una unión temporal entre ambas partes, algo que hasta el momento no había hecho nunca. La quemadura le dolía horrores, tenía que acabar con aquella pelea lo antes posible para poder tratársela debidamente, así que la opción de sus sombras cada segundo sonaba más tentadora.
Off: Habilidad de nivel 7: Drenado de vida
Habilidad de nivel 0: espectro de la noche (ilusión)
Elen Calhoun
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
Aprovechando el momento, Elen atacó al nigromante por la espalda mientras yo golpeaba de frente. El resultado fue dos tajos certeros en el cuerpo de la abominación. Aunque podía bloquear mis ataques con su brazo, le resultaba imposible proteger ambos flancos a la vez. En cuanto se giró para defenderse de la vampiresa, ataqué por mi lado, atravesando su espalda mientras Elen le empalaba por el estómago.
El impacto telekinético lanzó a Elen por el aire. Aunque estaba dirigido hacia ella, también bastó para desequilibrarme. El monstruo aprovechó el momento para darse la vuelta y golpearme con su brazo demoníaco. Intercepté el golpe con mi guantelete metálico, pero tuve que desprenderme de Brillo.
El golpe dolió. Noté como mi brazo se resentía ante el impacto. Tal vez bastase para desviar espadas, pero no podía defenderme tan bien de un golpe contundente. No obstante, me mantuve ligero en mis pies, saltando y evitando los ataques del nigromante, cada vez más frenéticos y enfurecidos. Cualquier cordura que le quedase parecía estar desapareciendo junto a su humanidad. Espinas de hueso brotaron de sus piernas, asimétricas y malformadas. A pesar del peso añadido, cada vez era más rápido, incluso con mi espada aún incrustada en su pecho.
El ser empezó a darse la vuelta, mirando hacia Elen. Aunque la vampiresa estaba en pie, parecía haber sufrido daños. Estaba furiosa. Una mala sensación me recorrió el cuerpo. Si dejaba que se enfrentase a ella de esa forma, las cosas no saldrían bien.
Tomé una decisión rápida. Saqué aquel frasco aislado de mi cinturón, dejando la "botella" de metal que lo protegía vacía. Antes de que el ser diese un paso más hacia la ex-bruja, lo arrojé por encima de su cabeza. El cristal se rompió al impactar contra el suelo, liberando una enorme llamarada que convirtió la hierba entre Elen y el nigromante en un muro de llamas. Ni las sombras ni la telekinesis lo apagarían fácilmente.
El fuego no tardaría en rodearle. Combinado con las llamas del dragón y las mías propias, el campo quedaba cada vez más iluminado, y la temperatura estaba llegando a niveles alarmantes. Se acababa el tiempo, para los dos. El anteriormente hombre me miró de nuevo, emitiendo un gruñido gutural. Era lo único vivo que podía ver. Desenfundé mi daga y avancé.
Sin la ventaja del alcance, tendría que ser más defensivo y más rápido que él. Hice un amago de lanzarme a su costado, solo para cambiar de dirección al último segundo y agacharme mientras su brazo se lanzaba por encima de mi. Hundí mi garra metálica en la zona entre su hombro y la parte mutada, ralentizándole durante el tiempo suficiente para hundir la daga en su espalda.
Me separé de un salto antes de su contraataque. Aunque estaba cubierto de sangre y heridas, no parecía que estuviese muy dispuesto a morir. Por el contrario, el cansancio no tardaría en convertirse en un problema para mi. Jadeé pesadamente. El calor de las llamas no estaba ayudando. Ahora era yo el que se encontraba entre las llamas y él.
Una distracción. Necesitaba una distracción.
Como si de un milagro se tratase, en cuanto formulé ese pensamiento, el grito de la Manticora restante resonó por todo el campo. No sabía que le pasaba, pero el chillido de su mascota fue suficiente para que lo que le quedase de humano se distrajese por un instante. Corrí hacia adelante y salté por encima de él, evitando su manotazo. Me giré rápidamente. Mi mano izquierda encontró la empuñadura de Brillo. Una ligera luz de color rubí salió de la runa del guantelete... y entonces, llegó la explosión. [1]
La fuerza del estallido impulsó a Brillo más al interior del nigromante, con la potencia suficiente para que le atravesase por completo y formase un grueso agujero en su pecho. Aquello no fue todo. La fuerza había hecho que cayese sobre las llamas que, combinadas con la explosión, le envolvieron por completo.
Los gritos y rugidos demoníacos se volvieron incesantes, devolviéndome algo de esperanza. Esa cosa tenía que caer y morir. Sin más trucos, sin más magia. Tenía el brazo entumecido, Brillo había acabado al otro lado de las llamas y me estaba quedando sin armas. Necesitaba acabar con ello.
[1] Usada habilidad: Estallido
El impacto telekinético lanzó a Elen por el aire. Aunque estaba dirigido hacia ella, también bastó para desequilibrarme. El monstruo aprovechó el momento para darse la vuelta y golpearme con su brazo demoníaco. Intercepté el golpe con mi guantelete metálico, pero tuve que desprenderme de Brillo.
El golpe dolió. Noté como mi brazo se resentía ante el impacto. Tal vez bastase para desviar espadas, pero no podía defenderme tan bien de un golpe contundente. No obstante, me mantuve ligero en mis pies, saltando y evitando los ataques del nigromante, cada vez más frenéticos y enfurecidos. Cualquier cordura que le quedase parecía estar desapareciendo junto a su humanidad. Espinas de hueso brotaron de sus piernas, asimétricas y malformadas. A pesar del peso añadido, cada vez era más rápido, incluso con mi espada aún incrustada en su pecho.
El ser empezó a darse la vuelta, mirando hacia Elen. Aunque la vampiresa estaba en pie, parecía haber sufrido daños. Estaba furiosa. Una mala sensación me recorrió el cuerpo. Si dejaba que se enfrentase a ella de esa forma, las cosas no saldrían bien.
Tomé una decisión rápida. Saqué aquel frasco aislado de mi cinturón, dejando la "botella" de metal que lo protegía vacía. Antes de que el ser diese un paso más hacia la ex-bruja, lo arrojé por encima de su cabeza. El cristal se rompió al impactar contra el suelo, liberando una enorme llamarada que convirtió la hierba entre Elen y el nigromante en un muro de llamas. Ni las sombras ni la telekinesis lo apagarían fácilmente.
El fuego no tardaría en rodearle. Combinado con las llamas del dragón y las mías propias, el campo quedaba cada vez más iluminado, y la temperatura estaba llegando a niveles alarmantes. Se acababa el tiempo, para los dos. El anteriormente hombre me miró de nuevo, emitiendo un gruñido gutural. Era lo único vivo que podía ver. Desenfundé mi daga y avancé.
Sin la ventaja del alcance, tendría que ser más defensivo y más rápido que él. Hice un amago de lanzarme a su costado, solo para cambiar de dirección al último segundo y agacharme mientras su brazo se lanzaba por encima de mi. Hundí mi garra metálica en la zona entre su hombro y la parte mutada, ralentizándole durante el tiempo suficiente para hundir la daga en su espalda.
Me separé de un salto antes de su contraataque. Aunque estaba cubierto de sangre y heridas, no parecía que estuviese muy dispuesto a morir. Por el contrario, el cansancio no tardaría en convertirse en un problema para mi. Jadeé pesadamente. El calor de las llamas no estaba ayudando. Ahora era yo el que se encontraba entre las llamas y él.
Una distracción. Necesitaba una distracción.
Como si de un milagro se tratase, en cuanto formulé ese pensamiento, el grito de la Manticora restante resonó por todo el campo. No sabía que le pasaba, pero el chillido de su mascota fue suficiente para que lo que le quedase de humano se distrajese por un instante. Corrí hacia adelante y salté por encima de él, evitando su manotazo. Me giré rápidamente. Mi mano izquierda encontró la empuñadura de Brillo. Una ligera luz de color rubí salió de la runa del guantelete... y entonces, llegó la explosión. [1]
La fuerza del estallido impulsó a Brillo más al interior del nigromante, con la potencia suficiente para que le atravesase por completo y formase un grueso agujero en su pecho. Aquello no fue todo. La fuerza había hecho que cayese sobre las llamas que, combinadas con la explosión, le envolvieron por completo.
Los gritos y rugidos demoníacos se volvieron incesantes, devolviéndome algo de esperanza. Esa cosa tenía que caer y morir. Sin más trucos, sin más magia. Tenía el brazo entumecido, Brillo había acabado al otro lado de las llamas y me estaba quedando sin armas. Necesitaba acabar con ello.
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[1] Usada habilidad: Estallido
Asher Daregan
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
Sin apartar sus ojos del nigromante, la vampira comenzó a avanzar hacia su objetivo tan rápido como le permitió la pierna, apretando los dientes y dejando que su sed de venganza se impusiese por encima del dolor, haría pagar a aquel desgraciado, sin importar lo que le costase. - Únete a nosotros Elen, le daremos su merecido… lo destrozaremos. - escuchó decir a las almas del medallón, dentro de su cabeza. La joven no tenía una idea clara de lo que le estaban proponiendo, no lo había entrenado con Víctor y sabía por experiencia que al utilizar nuevas habilidades las cosas podían ponerse bastante feas para cualquiera que estuviese a su alrededor, lo que en aquella situación incluía a Alister y a Asher.
El dragón sabía lidiar con ella en esos complicados momentos, pero al hombre bestia lo pillaría de improviso, y si no se apartaba de su camino a tiempo podría acabar muy mal. Consciente de ello la de ojos verdes trató de buscar otra alternativa, echando mano a la daga para abalanzarse sobre su enemigo, pero no tuvo ocasión de hacerlo. Algo voló desde la posición en que se encontraba su aliado, y tras pasar por encima de la cabeza del brujo impactó sobre la hierba, creando de la nada un ardiente muro de fuego que la obligó a retroceder y entornar los ojos. ¿Por qué se interponía justo ahora? ¿Acaso no estaban en el mismo bando?
Los dos querían lo mismo, acabar con aquella pelea de una vez, pero el perro había decidido mantenerla al margen, gesto que no le agradó en absoluto. Con el enfado grabado en el rostro, la benjamina de los Calhoun intentó hacerse una idea de lo que estaba pasando al otro lado de las llamas, no podía ver nada más allá, pero los sonidos de ambos le daban alguna pista. Sus agudos sentidos le permitieron escuchar como el acero se hundía en la carne y captar el aroma de la sangre derramada, pero la de aquel extraño no le resultaba tentadora, al igual que él estaba corrompida, y algo le decía que sabría incluso peor que la de sus congéneres.
Inquieta y visiblemente frustrada por no poder cruzar al otro lado del muro, la centinela bajó la vista durante unos instantes hacia la quemadura de su muslo, se suponía que aquella noche no iban a buscar problemas y por eso se había dejado la mayor parte de sus brebajes en la posada, como mucho podría aplicarse algo para el dolor, cosa que hizo sin perder tiempo. Vigilando el fuego por el rabillo del ojo, ya que empezaba a extenderse peligrosamente, extrajo un frasco de infusión de Inhibis de su bolsa y vertió parte del contenido directamente sobre la zona afectada, aprovechando para dirigir una mirada hacia el dragón mientras el líquido comenzaba a hacerle efecto.
Su compañero seguía enzarzado en una intensa pelea con la Manticore más grande, pero parecía tener ventaja gracias a su elemento, con el que no dudó en arrinconar a la bestia dentro de un anillo de llamas. Desde el aire, y ya con ganas de terminar con su adversaria, Alister se concentró hasta que todo su cuerpo fue sustituido por el brillante tono carmesí que iluminaba el campo, él era fuego… él era la muerte. Antes de que la mascota del nigromante pudiese reaccionar siquiera, el alado se abalanzó sobre ella ferozmente, consiguiendo que profiriese un chillido que distrajo a su amo lo suficiente como para que Asher volviese a la carga.
El sonido de una explosión cercana hizo que la vampira se girase de nuevo hacia la barrera que su aliado había levantado, con el rostro serio y el ceño fruncido. - Después de esto tendré que volver a alimentarme. - masculló entre dientes, maldiciendo interiormente. Las sombras cubrieron su cuerpo por completo en cuestión de segundos, y una vez hecho esto su silueta empezó a fragmentarse a toda prisa, transformándose en un amasijo de murciélagos a los que no les costó sortear el muro de llamas y aterrizar al otro lado, lo más cerca posible del hechicero, que ahora tenía un considerable agujero en el pecho y se quemaba.
- No vuelvas a dejarme fuera de la pelea. - soltó en cuanto recuperó su forma humana, sin buscar el rostro del perro. - Acabemos con esto… - pensó, dando el visto bueno a lo que las almas del medallón le proponían. De la reliquia surgió entonces una negra y espesa estela que la rodeó e inició el cambio, recubriéndole los brazos y dándole unas largas garras, más grandes y amenazadoras que las que solía usar. Sus piernas quedaron envueltas también por la oscuridad y se elevaron por encima de la hierba unos centímetros, dejándola momentáneamente suspendida en el aire. Los cenicientos cabellos se tornaron del color del azabache y ondearon con la brisa, mientras su cuello quedaba cubierto y un par de líneas irregulares le cruzaban en diagonal las mejillas hasta los ojos, que también perdieron su característico verde para convertirse en dos negras esferas, que poco a poco se fueron extendiendo hasta cubrir toda la esclerótica.
Elen era ahora una con las almas del medallón, una sombra más, en la que solo se podía ver algo de claridad gracias a la nívea piel de su rostro. - Muere de una vez. - dijo, con una voz que al igual que ella, parecía distinta. Un simple movimiento de la diestra le bastó para crear un oscuro muro, que avanzó rápidamente hacia el brujo y lo golpeó con brusquedad, apagando de paso las llamas que lo rodeaban. El desgraciado rodó por la hierba aun gritando, pero pronto se vio inmovilizado hasta el punto de no ser capaz ni de retorcerse. Unos gruesos lazos negros habían atrapado sus extremidades y tiraban de él para acercarlo a la vampira, impidiéndole hacer movimiento alguno.
- Te dije que te cortaría la cabeza, pero se me ha ocurrido algo mejor. - comentó en cuanto lo tuvo al alcance, y entonces surgieron otros tres lazos más gruesos de su espalda, uno para cerrarse en torno al cuello del mago y los otros dos para aprovechar el agujero que Asher le había abierto en el pecho. - ¡Eso es! ¡Destrózalo! - la animaban sus sombrías aliadas, que también formaban parte de ella en aquel instante y sentían unas intensas ansias de matar. De forma repentina las ataduras tiraron de su prisionero en dos direcciones, consiguiendo que su cuerpo se dividiese a la altura a la que Brillo había estallado dentro de él. - ¿Puedes recomponerte de eso? - preguntó con malicia, mientras separaba aún más las amorfas piernas del resto del hechicero.
Off: Alister - habilidad de nivel 6: Aspecto primigenio.
Elen - habilidades de nivel 8 y 9: Transformación y Dominio de la oscuridad.
El dragón sabía lidiar con ella en esos complicados momentos, pero al hombre bestia lo pillaría de improviso, y si no se apartaba de su camino a tiempo podría acabar muy mal. Consciente de ello la de ojos verdes trató de buscar otra alternativa, echando mano a la daga para abalanzarse sobre su enemigo, pero no tuvo ocasión de hacerlo. Algo voló desde la posición en que se encontraba su aliado, y tras pasar por encima de la cabeza del brujo impactó sobre la hierba, creando de la nada un ardiente muro de fuego que la obligó a retroceder y entornar los ojos. ¿Por qué se interponía justo ahora? ¿Acaso no estaban en el mismo bando?
Los dos querían lo mismo, acabar con aquella pelea de una vez, pero el perro había decidido mantenerla al margen, gesto que no le agradó en absoluto. Con el enfado grabado en el rostro, la benjamina de los Calhoun intentó hacerse una idea de lo que estaba pasando al otro lado de las llamas, no podía ver nada más allá, pero los sonidos de ambos le daban alguna pista. Sus agudos sentidos le permitieron escuchar como el acero se hundía en la carne y captar el aroma de la sangre derramada, pero la de aquel extraño no le resultaba tentadora, al igual que él estaba corrompida, y algo le decía que sabría incluso peor que la de sus congéneres.
Inquieta y visiblemente frustrada por no poder cruzar al otro lado del muro, la centinela bajó la vista durante unos instantes hacia la quemadura de su muslo, se suponía que aquella noche no iban a buscar problemas y por eso se había dejado la mayor parte de sus brebajes en la posada, como mucho podría aplicarse algo para el dolor, cosa que hizo sin perder tiempo. Vigilando el fuego por el rabillo del ojo, ya que empezaba a extenderse peligrosamente, extrajo un frasco de infusión de Inhibis de su bolsa y vertió parte del contenido directamente sobre la zona afectada, aprovechando para dirigir una mirada hacia el dragón mientras el líquido comenzaba a hacerle efecto.
Su compañero seguía enzarzado en una intensa pelea con la Manticore más grande, pero parecía tener ventaja gracias a su elemento, con el que no dudó en arrinconar a la bestia dentro de un anillo de llamas. Desde el aire, y ya con ganas de terminar con su adversaria, Alister se concentró hasta que todo su cuerpo fue sustituido por el brillante tono carmesí que iluminaba el campo, él era fuego… él era la muerte. Antes de que la mascota del nigromante pudiese reaccionar siquiera, el alado se abalanzó sobre ella ferozmente, consiguiendo que profiriese un chillido que distrajo a su amo lo suficiente como para que Asher volviese a la carga.
El sonido de una explosión cercana hizo que la vampira se girase de nuevo hacia la barrera que su aliado había levantado, con el rostro serio y el ceño fruncido. - Después de esto tendré que volver a alimentarme. - masculló entre dientes, maldiciendo interiormente. Las sombras cubrieron su cuerpo por completo en cuestión de segundos, y una vez hecho esto su silueta empezó a fragmentarse a toda prisa, transformándose en un amasijo de murciélagos a los que no les costó sortear el muro de llamas y aterrizar al otro lado, lo más cerca posible del hechicero, que ahora tenía un considerable agujero en el pecho y se quemaba.
- No vuelvas a dejarme fuera de la pelea. - soltó en cuanto recuperó su forma humana, sin buscar el rostro del perro. - Acabemos con esto… - pensó, dando el visto bueno a lo que las almas del medallón le proponían. De la reliquia surgió entonces una negra y espesa estela que la rodeó e inició el cambio, recubriéndole los brazos y dándole unas largas garras, más grandes y amenazadoras que las que solía usar. Sus piernas quedaron envueltas también por la oscuridad y se elevaron por encima de la hierba unos centímetros, dejándola momentáneamente suspendida en el aire. Los cenicientos cabellos se tornaron del color del azabache y ondearon con la brisa, mientras su cuello quedaba cubierto y un par de líneas irregulares le cruzaban en diagonal las mejillas hasta los ojos, que también perdieron su característico verde para convertirse en dos negras esferas, que poco a poco se fueron extendiendo hasta cubrir toda la esclerótica.
Elen era ahora una con las almas del medallón, una sombra más, en la que solo se podía ver algo de claridad gracias a la nívea piel de su rostro. - Muere de una vez. - dijo, con una voz que al igual que ella, parecía distinta. Un simple movimiento de la diestra le bastó para crear un oscuro muro, que avanzó rápidamente hacia el brujo y lo golpeó con brusquedad, apagando de paso las llamas que lo rodeaban. El desgraciado rodó por la hierba aun gritando, pero pronto se vio inmovilizado hasta el punto de no ser capaz ni de retorcerse. Unos gruesos lazos negros habían atrapado sus extremidades y tiraban de él para acercarlo a la vampira, impidiéndole hacer movimiento alguno.
- Te dije que te cortaría la cabeza, pero se me ha ocurrido algo mejor. - comentó en cuanto lo tuvo al alcance, y entonces surgieron otros tres lazos más gruesos de su espalda, uno para cerrarse en torno al cuello del mago y los otros dos para aprovechar el agujero que Asher le había abierto en el pecho. - ¡Eso es! ¡Destrózalo! - la animaban sus sombrías aliadas, que también formaban parte de ella en aquel instante y sentían unas intensas ansias de matar. De forma repentina las ataduras tiraron de su prisionero en dos direcciones, consiguiendo que su cuerpo se dividiese a la altura a la que Brillo había estallado dentro de él. - ¿Puedes recomponerte de eso? - preguntó con malicia, mientras separaba aún más las amorfas piernas del resto del hechicero.
Off: Alister - habilidad de nivel 6: Aspecto primigenio.
Elen - habilidades de nivel 8 y 9: Transformación y Dominio de la oscuridad.
Elen Calhoun
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
La vampiresa no se dio por vencida. En cuanto tuvo la oportunidad, volvió a aparecer al otro lado a partir de una nube de murcielagos. La miré con cierta preocupación. La frialdad de su voz...
No tardó en volverse aún peor. Aquello no era siquiera comparable a las sombras que utilizaba Lyn, ni al extraño ser de vacío que había convocado en momentos anteriores. Era completamente distinta. Como si algo le hubiese poseido. Tras dar unos pasos hacia el nigromante, la mujer cubrió de sombras a su enemigo, dándole una muerte lenta y extremadamente dolorosa, separando sus extremidades violentamente.
Tenía que hacer algo. Pero no iba a escucharme. Dudaba de que en esos momentos pudiese razonar. Me apresuré hacia mi espada, que había acabado a tan solo unos metros.
-¡BASTA!- exclamé. Puse toda mi fuerza en el siguiente tajo, a pesar del cansancio y el dolor. La hoja de Brillo atravesó el cuello del hombre, cercenandolo a su paso y decapitándolo. Los gritos cedieron, y el cadaver que las sombras sujetaban dejó de moverse. -¿Que demonios te pasa?- gruñí, encarándome con la vampiresa. Podía ser todo lo tenebrosa que quisiera, pero eso no iba a intimidarme a pesar de la horrible sensación de mi pecho. -¿Que ha pasado con lo de alejarte de ser un monstruo? ¡Esto no eres tú!- grité, enfadado. Ni siquiera tenía el mismo pelo, o los ojos. En ese momento, no aparentaba ser más que otro demonio sediento de sangre, como el que acabábamos de matar.
¿Donde había quedado la heroína? ¿La persona que había demostrado ser? Incluso si no la conocía tan bien, sabía de sobra que aquella no era la clase de cosa que Elen haría.
-El que tu cuerpo haya cambiado no significa que tengas que dejar de ser Elen.- espeté. Quería alejarme de ella. Si me quedaba, podía acabar en un enfrentamiento entre ella y yo. Pero algo me empujaba a quedarme. Efectivamente, no era Elen. Era como si hubiese entrado en Frenesí. Irracional. Peligrosa. Respiré, calmándome un poco. Alister sabría como manejar la situación, pero no podía encargarse. No había nadie más. En ese momento, era mi responsabilidad. No podía darle la espalda a la mujer, ni dejar que fuese en busca de más sangre que derramar.
Relajé mi expresión y enfundé mi espada. Podía resolver aquello por la fuerza. Pero eso no era lo mejor. ¿Como podía mirar a Eltrant a los ojos si lo resolvía de esa forma?
-Puedes controlar esto.- aseguré. -Si tienes el autocontrol para no beber de humanos, puedes dejar las sombras y volver a ser tú.- dije, mirándole seriamente.
No sabía que iba a ocurrir. Tal vez volviese a estallar. Tal vez me atacase. En ese momento, no podía estar seguro de nada. Pero el combate casi había acabado. El cuerpo del nigromante no había vuelto a moverse. La otra mantícora estaba en las últimas o muerta. Y mis fuerzas empezaban a abandonarme. Me había excedido.
-Confío en ti, Elen Calhoun.- dije. A pesar de las sombras y el frío. A pesar de sus ojos y sed de sangre. Me alejé lentamente, volviendo a la casa de los granjeros. Esperaba que el dragón pudiese lidiar con la mantícora. Intentar intervenir solo me pondría en peligro, y sería un incordio para Alister. Me gustase o no, mi papel ahí estaba llegando a su fin.
No tardó en volverse aún peor. Aquello no era siquiera comparable a las sombras que utilizaba Lyn, ni al extraño ser de vacío que había convocado en momentos anteriores. Era completamente distinta. Como si algo le hubiese poseido. Tras dar unos pasos hacia el nigromante, la mujer cubrió de sombras a su enemigo, dándole una muerte lenta y extremadamente dolorosa, separando sus extremidades violentamente.
Tenía que hacer algo. Pero no iba a escucharme. Dudaba de que en esos momentos pudiese razonar. Me apresuré hacia mi espada, que había acabado a tan solo unos metros.
-¡BASTA!- exclamé. Puse toda mi fuerza en el siguiente tajo, a pesar del cansancio y el dolor. La hoja de Brillo atravesó el cuello del hombre, cercenandolo a su paso y decapitándolo. Los gritos cedieron, y el cadaver que las sombras sujetaban dejó de moverse. -¿Que demonios te pasa?- gruñí, encarándome con la vampiresa. Podía ser todo lo tenebrosa que quisiera, pero eso no iba a intimidarme a pesar de la horrible sensación de mi pecho. -¿Que ha pasado con lo de alejarte de ser un monstruo? ¡Esto no eres tú!- grité, enfadado. Ni siquiera tenía el mismo pelo, o los ojos. En ese momento, no aparentaba ser más que otro demonio sediento de sangre, como el que acabábamos de matar.
¿Donde había quedado la heroína? ¿La persona que había demostrado ser? Incluso si no la conocía tan bien, sabía de sobra que aquella no era la clase de cosa que Elen haría.
-El que tu cuerpo haya cambiado no significa que tengas que dejar de ser Elen.- espeté. Quería alejarme de ella. Si me quedaba, podía acabar en un enfrentamiento entre ella y yo. Pero algo me empujaba a quedarme. Efectivamente, no era Elen. Era como si hubiese entrado en Frenesí. Irracional. Peligrosa. Respiré, calmándome un poco. Alister sabría como manejar la situación, pero no podía encargarse. No había nadie más. En ese momento, era mi responsabilidad. No podía darle la espalda a la mujer, ni dejar que fuese en busca de más sangre que derramar.
Relajé mi expresión y enfundé mi espada. Podía resolver aquello por la fuerza. Pero eso no era lo mejor. ¿Como podía mirar a Eltrant a los ojos si lo resolvía de esa forma?
-Puedes controlar esto.- aseguré. -Si tienes el autocontrol para no beber de humanos, puedes dejar las sombras y volver a ser tú.- dije, mirándole seriamente.
No sabía que iba a ocurrir. Tal vez volviese a estallar. Tal vez me atacase. En ese momento, no podía estar seguro de nada. Pero el combate casi había acabado. El cuerpo del nigromante no había vuelto a moverse. La otra mantícora estaba en las últimas o muerta. Y mis fuerzas empezaban a abandonarme. Me había excedido.
-Confío en ti, Elen Calhoun.- dije. A pesar de las sombras y el frío. A pesar de sus ojos y sed de sangre. Me alejé lentamente, volviendo a la casa de los granjeros. Esperaba que el dragón pudiese lidiar con la mantícora. Intentar intervenir solo me pondría en peligro, y sería un incordio para Alister. Me gustase o no, mi papel ahí estaba llegando a su fin.
Asher Daregan
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
Los oscuros ojos de la joven observaron como su víctima agonizaba lentamente, disfrutando del momento hasta que Asher decidió intervenir y cortarle la cabeza, dándole una muerte más rápida de lo que se merecía. Las sombras que sujetaban el ahora inerte cuerpo se desvanecieron, dejando únicamente a la criatura que las había creado, y que todavía seguía ligeramente suspendida por encima de la hierba. Los labios tensos dejaban entrever que no estaba contenta con lo que había hecho su aliado, mucho menos con los reproches que el hombre bestia le hizo a continuación.
¿Acaso Geoff o su esposa, unos humildes campesinos que trabajaban de sol a sol para ganarse el pan, habían recibido un final justo? No, claro que no, a él lo habían apuñalado cruelmente y de ella solo había quedado el corazón en mitad de un charco de sangre… lo dioses sabrían por qué sufrimientos había pasado antes de expirar su último aliento. ¿Quién era el verdadero monstruo? ¿El desgraciado que irrumpía por la noche en una casa para asesinar a un indefenso matrimonio o la persona que le hacía pagar por ello? Quizá lo fuesen ambos, pero la vampira optaba por apuntar hacia el hechicero.
Enfadado por lo que acababa de presenciar, el guerrero intentó hacerle ver que iba por mal camino, y que aunque físicamente hubiese cambiado no debía dejar que eso afectase a su personalidad, pero no estaba hablando solo con ella, las almas del medallón también estaban presentes. - No lo escuches, ese malnacido se lo merecía. - le dijeron mentalmente, mientras su sed de sangre disminuía. Ya no había enemigo al que atacar, el vínculo entre ambas partes se basaba en la confianza y en no intentar controlar ni manipular al otro, motivo por la cual, al encontrarse el perro entre los aliados de la portadora de la reliquia, lo descartaba como objetivo.
El ambiente se relajó un poco en cuanto Asher envainó su espada, apelando una vez más a lo que le quedase de humanidad y razón para hacerla reaccionar y volver en sí, pero no era necesario. - Claro que puedo. - respondió, descendiendo hasta el suelo pero sin abandonar aún su nueva forma. Elen no quería discutir, no los llevaría a nada, así que en silencio dirigió una mirada hacia la zona en que había visto a su compañero y a la Manticore minutos antes. Su ayuda allí no era necesaria, el dragón se había alzado victorioso a pesar de las dificultades y de luchar solo, lo más preocupante en aquellos instantes era el fuego que seguía quemando cuanto encontraba a su paso.
Su dominio sobre las sombras no sería suficiente para apagarlo todo pero tendría que intentarlo, al menos mientras le quedasen energías. Tras escuchar la despedida del hombre bestia y ver cómo se alejaba en dirección a las casas de las que habían venido, probablemente para tranquilizar a los vecinos que llevaban semanas viviendo con miedo, la centinela se giró hacia las llamas alzando ambos brazos, concentrando tanta cantidad de su oscuro elemento como le fue posible. Un muro mucho más grande que el que había creado para llegar al nigromante tomó forma ante ella, para de inmediato avanzar por el campo, extinguiendo gran parte del incendio y consumiendo con rapidez las fuerzas que le quedaban.
Debilitada por haberse excedido en el uso de sus habilidades, y por no haberse alimentado mejor antes de meterse en aquel problema, la benjamina de los Calhoun dejó escapar un quejido de cansancio, su visión empezaba a ser borrosa pero sabía que era algo natural, Bio ya le había advertido sobre ello. - ¿Qué has hecho? - escuchó preguntar al alado, que después de matar a la bestia fue directamente hacia ella. - Elen ¿qué demonios es esto? - insistió, con el mismo tono de voz que usaba siempre que se enfadaba. - Hice lo que era necesario. - contestó la joven, pero esa no era la respuesta que Alister quería oír. - ¡¿Necesario?! ¿Pero tú te has visto? ¡Pareces una de esas malditas criaturas del medallón! - soltó con brusquedad, al tiempo que cambiaba a su forma humana.
- No puedes seguir así, ¡me estás preocupando! - exclamó, tomándola por los hombros con fuerza, quizá demasiada. - Deja de sermonearme, Asher ya lo ha hecho. - intervino, sin conseguir que el cazador se relajase ni un ápice. - Me da igual lo que haya podido decirte, él no te conoce como yo… se suponía que íbamos a afrontar tu transformación juntos pero cada día que pasa te veo más cerca de esas cosas que de mí. - confesó, frustrado. Si al menos pudiese quitarse el colgante, alejarlo de sí durante unas horas para mantener a raya la influencia que su oscuridad ejercía sobre ella, pero no, él sabía perfectamente que no podía pedirle tal cosa, había visto de primera mano lo mal que lo pasaba sin la protección del artefacto.
Poco a poco las sombras se fueron desvaneciendo, devolviendo a la vampira a su estado normal. Sin ganas ni energías para discutir, sobre todo porque en parte comprendía su posición, la de cabellos cenicientos se liberó de su agarre y comenzó a andar en la dirección que había tomado el hombre bestia. - Aquí no Alister… lo, lo hablaremos más tarde, cuando me haya alimentado y no esté tan cansada. - pidió, sin mirarlo a la cara. - Tengo que alcanzar a Asher, supongo que le debo una disculpa. - añadió, aunque no muy convencida. Unas cuantas noches atrás le había tocado pasar por algo similar con Bio, entonces optó por dar una explicación al informante y si el guerrero quería escucharla, también se la daría.
Las acusaciones del dragón le dolían, eran ciertas, y eso solo conseguía que se sintiese más culpable aún. Su relación con las almas de la reliquia estaba cambiándola pero ¿qué más podía hacer? Si no colaboraban volvería a iniciarse la batalla por el control.
¿Acaso Geoff o su esposa, unos humildes campesinos que trabajaban de sol a sol para ganarse el pan, habían recibido un final justo? No, claro que no, a él lo habían apuñalado cruelmente y de ella solo había quedado el corazón en mitad de un charco de sangre… lo dioses sabrían por qué sufrimientos había pasado antes de expirar su último aliento. ¿Quién era el verdadero monstruo? ¿El desgraciado que irrumpía por la noche en una casa para asesinar a un indefenso matrimonio o la persona que le hacía pagar por ello? Quizá lo fuesen ambos, pero la vampira optaba por apuntar hacia el hechicero.
Enfadado por lo que acababa de presenciar, el guerrero intentó hacerle ver que iba por mal camino, y que aunque físicamente hubiese cambiado no debía dejar que eso afectase a su personalidad, pero no estaba hablando solo con ella, las almas del medallón también estaban presentes. - No lo escuches, ese malnacido se lo merecía. - le dijeron mentalmente, mientras su sed de sangre disminuía. Ya no había enemigo al que atacar, el vínculo entre ambas partes se basaba en la confianza y en no intentar controlar ni manipular al otro, motivo por la cual, al encontrarse el perro entre los aliados de la portadora de la reliquia, lo descartaba como objetivo.
El ambiente se relajó un poco en cuanto Asher envainó su espada, apelando una vez más a lo que le quedase de humanidad y razón para hacerla reaccionar y volver en sí, pero no era necesario. - Claro que puedo. - respondió, descendiendo hasta el suelo pero sin abandonar aún su nueva forma. Elen no quería discutir, no los llevaría a nada, así que en silencio dirigió una mirada hacia la zona en que había visto a su compañero y a la Manticore minutos antes. Su ayuda allí no era necesaria, el dragón se había alzado victorioso a pesar de las dificultades y de luchar solo, lo más preocupante en aquellos instantes era el fuego que seguía quemando cuanto encontraba a su paso.
Su dominio sobre las sombras no sería suficiente para apagarlo todo pero tendría que intentarlo, al menos mientras le quedasen energías. Tras escuchar la despedida del hombre bestia y ver cómo se alejaba en dirección a las casas de las que habían venido, probablemente para tranquilizar a los vecinos que llevaban semanas viviendo con miedo, la centinela se giró hacia las llamas alzando ambos brazos, concentrando tanta cantidad de su oscuro elemento como le fue posible. Un muro mucho más grande que el que había creado para llegar al nigromante tomó forma ante ella, para de inmediato avanzar por el campo, extinguiendo gran parte del incendio y consumiendo con rapidez las fuerzas que le quedaban.
Debilitada por haberse excedido en el uso de sus habilidades, y por no haberse alimentado mejor antes de meterse en aquel problema, la benjamina de los Calhoun dejó escapar un quejido de cansancio, su visión empezaba a ser borrosa pero sabía que era algo natural, Bio ya le había advertido sobre ello. - ¿Qué has hecho? - escuchó preguntar al alado, que después de matar a la bestia fue directamente hacia ella. - Elen ¿qué demonios es esto? - insistió, con el mismo tono de voz que usaba siempre que se enfadaba. - Hice lo que era necesario. - contestó la joven, pero esa no era la respuesta que Alister quería oír. - ¡¿Necesario?! ¿Pero tú te has visto? ¡Pareces una de esas malditas criaturas del medallón! - soltó con brusquedad, al tiempo que cambiaba a su forma humana.
- No puedes seguir así, ¡me estás preocupando! - exclamó, tomándola por los hombros con fuerza, quizá demasiada. - Deja de sermonearme, Asher ya lo ha hecho. - intervino, sin conseguir que el cazador se relajase ni un ápice. - Me da igual lo que haya podido decirte, él no te conoce como yo… se suponía que íbamos a afrontar tu transformación juntos pero cada día que pasa te veo más cerca de esas cosas que de mí. - confesó, frustrado. Si al menos pudiese quitarse el colgante, alejarlo de sí durante unas horas para mantener a raya la influencia que su oscuridad ejercía sobre ella, pero no, él sabía perfectamente que no podía pedirle tal cosa, había visto de primera mano lo mal que lo pasaba sin la protección del artefacto.
Poco a poco las sombras se fueron desvaneciendo, devolviendo a la vampira a su estado normal. Sin ganas ni energías para discutir, sobre todo porque en parte comprendía su posición, la de cabellos cenicientos se liberó de su agarre y comenzó a andar en la dirección que había tomado el hombre bestia. - Aquí no Alister… lo, lo hablaremos más tarde, cuando me haya alimentado y no esté tan cansada. - pidió, sin mirarlo a la cara. - Tengo que alcanzar a Asher, supongo que le debo una disculpa. - añadió, aunque no muy convencida. Unas cuantas noches atrás le había tocado pasar por algo similar con Bio, entonces optó por dar una explicación al informante y si el guerrero quería escucharla, también se la daría.
Las acusaciones del dragón le dolían, eran ciertas, y eso solo conseguía que se sintiese más culpable aún. Su relación con las almas de la reliquia estaba cambiándola pero ¿qué más podía hacer? Si no colaboraban volvería a iniciarse la batalla por el control.
Elen Calhoun
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
No hubo ninguna sorpresa. Lo había conseguido manejar mejor de lo que esperaba, después de todo. Mis preocupaciones no habían sido del todo infundadas, de todas formas: desconocía cuales eran sus límites y cuanto control perdía cada vez. Aunque era un alivio saber que no era incapaz de razonar, había otras cosas que me preocupaban.
Me senté bajo el marco de la puerta trasera, mirando al exterior. No quería acercarme demasiado, debido al olor. Pero estaba agotado. Mi cuerpo me agradeció el descanso al instante. Todo el cuerpo me dolía debido al esfuerzo. Volver a Roilkat iba a ser una pesadilla.
No tardé en ver como Elen se acercaba. Su expresión y su lenguaje corporal lo decían todo. No hacía falta ningún genio para adivinar lo siguiente.
-No hace falta decir nada.- dije tras una exhalación. -Comprendo como es, más o menos. Me ha pasado... no lo de las sombras y oscuridad, por supuesto, pero... sé lo que es dejarse llevar en medio de un combate.- dije, apoyándome sobre la madera. Una de mis manos rozó una mancha de sangre negra. La restregué sobre un mueble, asqueado. -Es mas o menos como funciona el Frenesí de mi raza. Aunque un berserker lo explicaría mejor.- admití.
Probablemente, no se acercaba tanto como creía. Aquello era magia más complicada. Del tipo que no era aprendida por brujos. Y no parecía algo que tratase sobre supervivencia en momentos extremos: parecía más bien un arma, algo que usar voluntariamente.
-Siempre parece buena idea en el momento. Cuando estás furioso, o lleno de odio.- expliqué. -Es peligroso. Para ti mismo, también. Supongo que se aplica en este caso.- dije, negando con la cabeza. Podía ver que tenía algo que quería decir aún. Pero yo también tenía algo que sacarme del pecho. -Déjame contarte algo, de todas formas.-
-Yo... solía estar obsesionado con la fuerza. El ser más fuerte que los demás. Merecerme su respeto y nunca necesitar ayuda, pese a poder ayudar siempre.- Cerré los ojos. Me avergonzaba, en parte. Era un pensamiento muy infantil. -Descubrí muy pronto que el mundo no funcionaba así. Que los héroes son solo historias, y que la influencia se puede ganar sin mérito. Pero me había equivocado incluso antes de eso. El ser fuerte no es sólo el ser más hábil en combate, o el poder mover cosas pesadas.-
-Es mucho más. Ser fuerte es el ayudar a quien lo necesita. El saber donde están tus límites, y aceptarlos. El ser amable pese a vivir en un mundo cruel, y solucionar cosas sin violencia pese a ser capaz de usarla.- Era una carga pesada. Una responsabilidad con uno mismo y con los demás. Pero una que era llevada con gusto. -Eso es lo que realmente admiro. Pero... incluso alguien fuerte puede necesitar ayuda. Y no debería avergonzarse de ello.-
-El motivo por el que he confiado en ti es, simplemente... que pareces esa clase de persona.- confesé. Sus hazañas habían hablado por ella. E incluso en las breves conversaciones que habíamos tenido, había demostrado que no me equivocaba. -Pero por eso mismo... no es necesario que lleves la carga tu sola. Todo el mundo necesita a alguien, de una forma u otra. No creo que yo sólo pudiese haberme enfrentado a dos mantícoras además del nigromante, por fuerte que crea ser. Lo que quiero decir es...- suspiré. -Que si necesitas ayuda, no hay nada malo en pedirla. No tengo por qué ser yo. Dudo que sea el más capaz para ello. Pero si es posible, sería una buena forma de devolver el favor.- dije. Estaba seguro de que había visto que no era un extraño a distintos tipos de magia, a pesar de las limitaciones de mi raza. Pero también era prácticamente un desconocido.
Fuera como fuese, había ofrecido lo que tenía. Y no me arrepentía de ello. Se hizo un momento de silencio. Ahora era su turno. Si aún quería hablar, le escucharía atentamente, con ojos y orejas enfocados en ella.
Me senté bajo el marco de la puerta trasera, mirando al exterior. No quería acercarme demasiado, debido al olor. Pero estaba agotado. Mi cuerpo me agradeció el descanso al instante. Todo el cuerpo me dolía debido al esfuerzo. Volver a Roilkat iba a ser una pesadilla.
No tardé en ver como Elen se acercaba. Su expresión y su lenguaje corporal lo decían todo. No hacía falta ningún genio para adivinar lo siguiente.
-No hace falta decir nada.- dije tras una exhalación. -Comprendo como es, más o menos. Me ha pasado... no lo de las sombras y oscuridad, por supuesto, pero... sé lo que es dejarse llevar en medio de un combate.- dije, apoyándome sobre la madera. Una de mis manos rozó una mancha de sangre negra. La restregué sobre un mueble, asqueado. -Es mas o menos como funciona el Frenesí de mi raza. Aunque un berserker lo explicaría mejor.- admití.
Probablemente, no se acercaba tanto como creía. Aquello era magia más complicada. Del tipo que no era aprendida por brujos. Y no parecía algo que tratase sobre supervivencia en momentos extremos: parecía más bien un arma, algo que usar voluntariamente.
-Siempre parece buena idea en el momento. Cuando estás furioso, o lleno de odio.- expliqué. -Es peligroso. Para ti mismo, también. Supongo que se aplica en este caso.- dije, negando con la cabeza. Podía ver que tenía algo que quería decir aún. Pero yo también tenía algo que sacarme del pecho. -Déjame contarte algo, de todas formas.-
-Yo... solía estar obsesionado con la fuerza. El ser más fuerte que los demás. Merecerme su respeto y nunca necesitar ayuda, pese a poder ayudar siempre.- Cerré los ojos. Me avergonzaba, en parte. Era un pensamiento muy infantil. -Descubrí muy pronto que el mundo no funcionaba así. Que los héroes son solo historias, y que la influencia se puede ganar sin mérito. Pero me había equivocado incluso antes de eso. El ser fuerte no es sólo el ser más hábil en combate, o el poder mover cosas pesadas.-
-Es mucho más. Ser fuerte es el ayudar a quien lo necesita. El saber donde están tus límites, y aceptarlos. El ser amable pese a vivir en un mundo cruel, y solucionar cosas sin violencia pese a ser capaz de usarla.- Era una carga pesada. Una responsabilidad con uno mismo y con los demás. Pero una que era llevada con gusto. -Eso es lo que realmente admiro. Pero... incluso alguien fuerte puede necesitar ayuda. Y no debería avergonzarse de ello.-
-El motivo por el que he confiado en ti es, simplemente... que pareces esa clase de persona.- confesé. Sus hazañas habían hablado por ella. E incluso en las breves conversaciones que habíamos tenido, había demostrado que no me equivocaba. -Pero por eso mismo... no es necesario que lleves la carga tu sola. Todo el mundo necesita a alguien, de una forma u otra. No creo que yo sólo pudiese haberme enfrentado a dos mantícoras además del nigromante, por fuerte que crea ser. Lo que quiero decir es...- suspiré. -Que si necesitas ayuda, no hay nada malo en pedirla. No tengo por qué ser yo. Dudo que sea el más capaz para ello. Pero si es posible, sería una buena forma de devolver el favor.- dije. Estaba seguro de que había visto que no era un extraño a distintos tipos de magia, a pesar de las limitaciones de mi raza. Pero también era prácticamente un desconocido.
Fuera como fuese, había ofrecido lo que tenía. Y no me arrepentía de ello. Se hizo un momento de silencio. Ahora era su turno. Si aún quería hablar, le escucharía atentamente, con ojos y orejas enfocados en ella.
Asher Daregan
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
El dragón no quiso seguirla, estaba enfadado, cansado de ver que sus esfuerzos no eran suficientes… necesitaba unos minutos para estar solo y volver a calmarse. Por segunda vez en su vida veía con impotencia como la oscuridad destruía a un ser querido, y no era capaz de encontrar la forma de ayudar a la de ojos verdes antes de que se convirtiese en una persona completamente distinta de la que lo había enamorado. Lleno de rabia contra sí mismo, contra las almas del medallón, Géminis, Vladimir y los jinetes, Alister bordeó ampliamente la casa para ir a por los caballos, permitiéndose liberar parte de su frustración contra la puerta principal de la vivienda, a la que propinó un fuerte puñetazo.
- ¿Qué más puedo hacer? - preguntó a la nada, llevándose una mano al rostro mientras se dejaba caer junto a la entrada. Elen estaba cambiando demasiado rápido, y aunque por el día las cosas iban bien entre ellos, en cuanto llegaba la noche todo se complicaba. Aquello tenía que acabar y pronto, pero su única esperanza residía en que la centinela junto con Melena Blanca se enfrentase de una vez a los Tarmúnil y venciese, solo así su maldición desaparecería y podría quitarse el colgante sin acabar postrada en una cama. Una vez conseguido esto, que no sería tarea fácil, se la llevaría de Lunargenta tan rápido como le fuese posible y viajarían a Sandorai, los elfos quizá tuviesen una cura para su vampirismo, algo que visto lo visto también quería revertir.
Sin depender de las almas de la reliquia ni tener sus sombras Elen volvería a la normalidad, sería de nuevo la bruja que se había cruzado en su camino de forma inesperada, tenía que creer en ello, de verdad lo necesitaba en aquel momento. Con expresión triste y la mirada clavada en el suelo, el cazador pasó los siguientes minutos tratando de tranquilizarse, aunque estaba seguro de que discutirían en cuanto llegasen a la posada.
Ignorando la tirantez de su piel quemada, la benjamina de los Calhoun siguió al hombre bestia hasta encontrarlo sentado en la parte trasera de la vivienda, donde se reponía tras el intenso combate que acababan de tener con el nigromante y sus criaturas. Asher tomó la palabra antes de que pudiese abrir la boca, y se mostró sorprendentemente comprensivo con lo que había pasado, comparándolo incluso con el frenesí que sentían los de su raza al pelear. Poco a poco el guerrero se fue abriendo ante ella, a pesar de que no se conocían demasiado, llegando incluso a revelarle la forma en que la veía, y eso la hizo sentir algo culpable por el cruento espectáculo del que lo había obligado a ser testigo.
Incapaz de sentarse a causa de su herida en el muslo, la joven optó por quedarse de pie frente a su aliado, ahora le tocaba el turno a ella de explicarse. - Sí que parece la mejor idea cuando estás en medio de una batalla, cuando solo te mueve la sed de venganza, pero tienes razón, lamento que hayas tenido que ver esa parte de mí. - empezó, sin olvidar que unas noches atrás, Bio le había dicho algo parecido acerca de que no tenía que cargar con todo el peso sola, era afortunada por tener la posibilidad de contar con tan buenos aliados. - Por desgracia la transformación no me ha ayudado, mi cuerpo ya albergaba cierta oscuridad antes pero la situación ha ido a peor. - confesó, al tiempo que alzaba una mano hasta su cuello para tirar del medallón y dejarlo a la vista.
Víctor había sido capaz de sentir lo que había dentro de la reliquia con solo tocarla, y eso lo había horrorizado, ¿le pasaría lo mismo a Asher? - Lo que acabas de ver allí era una unión entre lo que contiene este colgante y yo, la carga que llevo desde hace años. - prosiguió, quitándose el objeto y anudando la cadena a su muñeca para poder acercarlo al guerrero sin soltarlo, ya que esto tendría muy malas consecuencias para ella. - Estoy maldita, no solo por el hecho de ser vampira, si solo fuese eso quizá las cosas serían de otra manera, el medallón es lo único que mantiene a raya los efectos, pero a cambio debo soportar la oscuridad de las almas que encierra. - después de unos instantes, en los que el perro tendría la oportunidad de tocar el artefacto si quería, la de cabellos cenicientos lo devolvió a su lugar, colocándolo por debajo de las ropas para ocultarlo.
- No te mentiré, una parte de mí está llena de odio por lo que me hicieron y clama venganza, vine a Lunargenta por la guerra pero también para matar a la mujer que me transformó y a quien le dio la orden de hacerlo, que da la casualidad de que son los que ahora se hacen llamar reyes de la ciudad dentro del castillo… pero ese camino no me devolverá a quien era antes. - dijo con cierta tristeza en la voz. - Intento ayudar a la gente pero como has podido comprobar, a veces no muestro piedad alguna con los culpables, diciéndome que ellos tampoco se la concedieron a sus víctimas, lo que me pone al mismo nivel del monstruo supongo. - soltó, dejando escapar un suspiro de resignación.
- Nosotros tampoco habríamos podido hacerlo solos, gracias por habernos prestado tu ayuda y por confiar en mí como lo hiciste. - agregó, metiendo la mano en su bolsa de cuero para sacar la piedra de descarga que no había llegado a utilizar. - Después de la tensión que hubo en nuestro último encuentro no me esperaba algo así. - reveló, mientras devolvía el objeto a su dueño. - No me avergüenza pedir ayuda, es más, sé que sin ella no llegaría lejos. - en ese momento buscó al dragón con la mirada pero no lo encontró, seguía en la parte delantera de la casa intentando calmarse. - Alister es mi apoyo, me ha visto en mis peores momentos y a pesar de ello continúa a mi lado, en ocasiones no aprueba mi comportamiento y le enfada lo que me está pasando… pero sigue ahí para mí, para que no tenga que enfrentarme sola a las cosas. Me gustaría poder considerarte a ti también como un aliado, cada vez que nos hemos encontrado has demostrado tu valía, me vendría bien contar contigo de cara a lo que está por venir, que te aseguro, será mucho peor de lo que hayas podido ver hasta ahora. - terminó, consciente de que no podía ignorar el presagio que las nubes traían, pronto se abriría un portal al Oblivion y los jinetes quedarían sueltos por la ciudad, destruyendo todo a su paso.
- ¿Qué más puedo hacer? - preguntó a la nada, llevándose una mano al rostro mientras se dejaba caer junto a la entrada. Elen estaba cambiando demasiado rápido, y aunque por el día las cosas iban bien entre ellos, en cuanto llegaba la noche todo se complicaba. Aquello tenía que acabar y pronto, pero su única esperanza residía en que la centinela junto con Melena Blanca se enfrentase de una vez a los Tarmúnil y venciese, solo así su maldición desaparecería y podría quitarse el colgante sin acabar postrada en una cama. Una vez conseguido esto, que no sería tarea fácil, se la llevaría de Lunargenta tan rápido como le fuese posible y viajarían a Sandorai, los elfos quizá tuviesen una cura para su vampirismo, algo que visto lo visto también quería revertir.
Sin depender de las almas de la reliquia ni tener sus sombras Elen volvería a la normalidad, sería de nuevo la bruja que se había cruzado en su camino de forma inesperada, tenía que creer en ello, de verdad lo necesitaba en aquel momento. Con expresión triste y la mirada clavada en el suelo, el cazador pasó los siguientes minutos tratando de tranquilizarse, aunque estaba seguro de que discutirían en cuanto llegasen a la posada.
Ignorando la tirantez de su piel quemada, la benjamina de los Calhoun siguió al hombre bestia hasta encontrarlo sentado en la parte trasera de la vivienda, donde se reponía tras el intenso combate que acababan de tener con el nigromante y sus criaturas. Asher tomó la palabra antes de que pudiese abrir la boca, y se mostró sorprendentemente comprensivo con lo que había pasado, comparándolo incluso con el frenesí que sentían los de su raza al pelear. Poco a poco el guerrero se fue abriendo ante ella, a pesar de que no se conocían demasiado, llegando incluso a revelarle la forma en que la veía, y eso la hizo sentir algo culpable por el cruento espectáculo del que lo había obligado a ser testigo.
Incapaz de sentarse a causa de su herida en el muslo, la joven optó por quedarse de pie frente a su aliado, ahora le tocaba el turno a ella de explicarse. - Sí que parece la mejor idea cuando estás en medio de una batalla, cuando solo te mueve la sed de venganza, pero tienes razón, lamento que hayas tenido que ver esa parte de mí. - empezó, sin olvidar que unas noches atrás, Bio le había dicho algo parecido acerca de que no tenía que cargar con todo el peso sola, era afortunada por tener la posibilidad de contar con tan buenos aliados. - Por desgracia la transformación no me ha ayudado, mi cuerpo ya albergaba cierta oscuridad antes pero la situación ha ido a peor. - confesó, al tiempo que alzaba una mano hasta su cuello para tirar del medallón y dejarlo a la vista.
Víctor había sido capaz de sentir lo que había dentro de la reliquia con solo tocarla, y eso lo había horrorizado, ¿le pasaría lo mismo a Asher? - Lo que acabas de ver allí era una unión entre lo que contiene este colgante y yo, la carga que llevo desde hace años. - prosiguió, quitándose el objeto y anudando la cadena a su muñeca para poder acercarlo al guerrero sin soltarlo, ya que esto tendría muy malas consecuencias para ella. - Estoy maldita, no solo por el hecho de ser vampira, si solo fuese eso quizá las cosas serían de otra manera, el medallón es lo único que mantiene a raya los efectos, pero a cambio debo soportar la oscuridad de las almas que encierra. - después de unos instantes, en los que el perro tendría la oportunidad de tocar el artefacto si quería, la de cabellos cenicientos lo devolvió a su lugar, colocándolo por debajo de las ropas para ocultarlo.
- No te mentiré, una parte de mí está llena de odio por lo que me hicieron y clama venganza, vine a Lunargenta por la guerra pero también para matar a la mujer que me transformó y a quien le dio la orden de hacerlo, que da la casualidad de que son los que ahora se hacen llamar reyes de la ciudad dentro del castillo… pero ese camino no me devolverá a quien era antes. - dijo con cierta tristeza en la voz. - Intento ayudar a la gente pero como has podido comprobar, a veces no muestro piedad alguna con los culpables, diciéndome que ellos tampoco se la concedieron a sus víctimas, lo que me pone al mismo nivel del monstruo supongo. - soltó, dejando escapar un suspiro de resignación.
- Nosotros tampoco habríamos podido hacerlo solos, gracias por habernos prestado tu ayuda y por confiar en mí como lo hiciste. - agregó, metiendo la mano en su bolsa de cuero para sacar la piedra de descarga que no había llegado a utilizar. - Después de la tensión que hubo en nuestro último encuentro no me esperaba algo así. - reveló, mientras devolvía el objeto a su dueño. - No me avergüenza pedir ayuda, es más, sé que sin ella no llegaría lejos. - en ese momento buscó al dragón con la mirada pero no lo encontró, seguía en la parte delantera de la casa intentando calmarse. - Alister es mi apoyo, me ha visto en mis peores momentos y a pesar de ello continúa a mi lado, en ocasiones no aprueba mi comportamiento y le enfada lo que me está pasando… pero sigue ahí para mí, para que no tenga que enfrentarme sola a las cosas. Me gustaría poder considerarte a ti también como un aliado, cada vez que nos hemos encontrado has demostrado tu valía, me vendría bien contar contigo de cara a lo que está por venir, que te aseguro, será mucho peor de lo que hayas podido ver hasta ahora. - terminó, consciente de que no podía ignorar el presagio que las nubes traían, pronto se abriría un portal al Oblivion y los jinetes quedarían sueltos por la ciudad, destruyendo todo a su paso.
Elen Calhoun
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
Escuché atentamente a la vampiresa. Oscuridad en su interior... por la forma en la que lo decía, sonaba a algo más literal. El colgante no era similar a nada que hubiese visto antes. Incluso si había encantamientos que podían contener un alma, el mantener tantas apresadas de esa forma estaba a un nivel completamente distinto.
La mujer lo acercó a mi, casi ofreciéndolo para que lo tocase. Intercambié una mirada con ella y, lentamente, acerqué mi mano. Cuanto más me aproximaba, más notaba la presencia de una fuerza siniestra y poderosa, casi comparable a la misma Elen momentos atrás. "No dejará que me haga daño." pensé. Mi mano se cerró en torno al talismán.
Durante ese instante, ese eterno instante, escuché las voces.
Voces de furia, sed de sangre, muerte. Imágenes terribles y tenebrosas pasaron por mi mente, junto a los sentimientos que evocaban. Odio. Un odio tan puro y visceral que resultaba casi inimaginable. Hacia todo ser vivo, hacia el amuleto, hacia la prisión... y hacia mi. Las sensaciones se adentraron aún más. Chillando, susurrando, negociando. Sabían cuanta sangre había derramado y cuando odio había sentido. Promesas de pactos y sangre.
Lo primero que sentí fue el terror que invocaban. Pero no tardó en ser dejado de lado. Había vivido mi peor pesadilla, cometido actos detestables y presenciado nigromancia de la peor clase. Había matado y deseado mi muerte. Y lo había dejado todo atrás. El que intentasen evocar mi pasado no era una algo que me asustase. Era algo que me insultaba. La aversión que sentía pasó de ser miedo a odio.
Odiaba esa clase de ser. Almas que, a pesar de su poder, se habían envuelto en odio y rencor. Incapaces de dejarlo atrás. Incapaces de mejorar. En su lugar, corrompían y envenenaban, todo por la debilidad que les había condenado. Esa clase de tortura era precisamente lo que se habían merecido.
El abismo me miró, y le devolví la mirada.
No hubo más tiempo antes de que la conexión se rompiese. Aún sentía el odio hacia las almas, pero intenté relajarme. Eran incapaces de hacer nada. Me forcé a seguir escuchando a Elen. Venganza. Comprensible, aunque poco práctica. No hacía falta que se lo dijese: ella parecía saberlo perfectamente.
Recuperé la runa que le había prestado, y la miré, aún con las orejas enfocadas hacia la vampiresa. Iba a necesitar un momento antes de poder decir nada para reorganizar mis pensamientos. Después de que la ex-bruja terminase de hablar, empecé a procesar lo que había dicho.
-Tienes una carga muy pesada.- admití. En tan solo un instante, ese colgante me había llenado la cabeza de situaciones que horrorizarían a cualquiera. Ella lo llevaba siempre. -Pero no te rindas. En cuanto esas cosas vean una oportunidad, irán a por ella. Aunque estén ligadas a ti, no las consideres aliadas. Por lo que he visto... no conocen otra cosa que el odio.- dije, sacudiendo la imagen de mi cabeza.
-Aún eres tú. Por muchas maldiciones que recibas, o por mucho que esos demonios quieran poseerte.- Si había vivido tanto tiempo con aquella cosa, estaba seguro de que lo sabía. Pero nunca venía mal un recordatorio, sobre todo en momentos así. -Eres más fuerte que todo eso. No lo olvides.- dije, mirándola seriamente. Me levanté. Aún estaba cansado, pero podía moverme.
-Y claro que somos aliados. ¿Crees que le habría dicho todo eso a cualquiera?- pregunté, esbozando media sonrisa. Su relación con Alister parecía ser muy sólida, a pesar de lo poco que había visto. Consideré un instante el ofrecerle algo de mi sangre, pero dudaba de que fuese a acceder, incluso después de todo aquello. Y no era cuestión de discutir o de hacerme heridas para nada. Atravesamos la casa hasta salir al exterior, donde el compañero de Elen parecía estar esperando.
Estaba claro que había cierta tensión. Respiré hondo. Cualquier momento que les dejase a solas sería corto para discutir. Pero no había terminado aún.
-Has estado muy bien.- le dije al dragón. -Pocos podrían haberse enfrentado a un ser como ese. Lo cual me recuerda... había una recompensa por lidiar con esto. Si vais a Roilkat, podeis cobrarla.- expliqué. En cuanto supiesen todo lo que había pasado, estaba seguro de que la paga se multiplicaría. Las espinas de mantícora podían venderse bien, además.
Esperaba que aquello les interesase. La compañía no me vendría mal. Sin ella, sería un camino muy largo. Pero antes de partir, había un detalle más del que quería hablar.
-Hay... algo más ahí fuera. Más peligroso que los vampiros, o que los nigromantes.- dije. -¿Tienes idea de que es, Elen?- Por sus palabras, sospechaba que así era. Algo peor a lo todo lo que hubiese podido ver...
Sonaba a que tendría que hacer mi trabajo.
La mujer lo acercó a mi, casi ofreciéndolo para que lo tocase. Intercambié una mirada con ella y, lentamente, acerqué mi mano. Cuanto más me aproximaba, más notaba la presencia de una fuerza siniestra y poderosa, casi comparable a la misma Elen momentos atrás. "No dejará que me haga daño." pensé. Mi mano se cerró en torno al talismán.
Durante ese instante, ese eterno instante, escuché las voces.
Voces de furia, sed de sangre, muerte. Imágenes terribles y tenebrosas pasaron por mi mente, junto a los sentimientos que evocaban. Odio. Un odio tan puro y visceral que resultaba casi inimaginable. Hacia todo ser vivo, hacia el amuleto, hacia la prisión... y hacia mi. Las sensaciones se adentraron aún más. Chillando, susurrando, negociando. Sabían cuanta sangre había derramado y cuando odio había sentido. Promesas de pactos y sangre.
Lo primero que sentí fue el terror que invocaban. Pero no tardó en ser dejado de lado. Había vivido mi peor pesadilla, cometido actos detestables y presenciado nigromancia de la peor clase. Había matado y deseado mi muerte. Y lo había dejado todo atrás. El que intentasen evocar mi pasado no era una algo que me asustase. Era algo que me insultaba. La aversión que sentía pasó de ser miedo a odio.
Odiaba esa clase de ser. Almas que, a pesar de su poder, se habían envuelto en odio y rencor. Incapaces de dejarlo atrás. Incapaces de mejorar. En su lugar, corrompían y envenenaban, todo por la debilidad que les había condenado. Esa clase de tortura era precisamente lo que se habían merecido.
El abismo me miró, y le devolví la mirada.
No hubo más tiempo antes de que la conexión se rompiese. Aún sentía el odio hacia las almas, pero intenté relajarme. Eran incapaces de hacer nada. Me forcé a seguir escuchando a Elen. Venganza. Comprensible, aunque poco práctica. No hacía falta que se lo dijese: ella parecía saberlo perfectamente.
Recuperé la runa que le había prestado, y la miré, aún con las orejas enfocadas hacia la vampiresa. Iba a necesitar un momento antes de poder decir nada para reorganizar mis pensamientos. Después de que la ex-bruja terminase de hablar, empecé a procesar lo que había dicho.
-Tienes una carga muy pesada.- admití. En tan solo un instante, ese colgante me había llenado la cabeza de situaciones que horrorizarían a cualquiera. Ella lo llevaba siempre. -Pero no te rindas. En cuanto esas cosas vean una oportunidad, irán a por ella. Aunque estén ligadas a ti, no las consideres aliadas. Por lo que he visto... no conocen otra cosa que el odio.- dije, sacudiendo la imagen de mi cabeza.
-Aún eres tú. Por muchas maldiciones que recibas, o por mucho que esos demonios quieran poseerte.- Si había vivido tanto tiempo con aquella cosa, estaba seguro de que lo sabía. Pero nunca venía mal un recordatorio, sobre todo en momentos así. -Eres más fuerte que todo eso. No lo olvides.- dije, mirándola seriamente. Me levanté. Aún estaba cansado, pero podía moverme.
-Y claro que somos aliados. ¿Crees que le habría dicho todo eso a cualquiera?- pregunté, esbozando media sonrisa. Su relación con Alister parecía ser muy sólida, a pesar de lo poco que había visto. Consideré un instante el ofrecerle algo de mi sangre, pero dudaba de que fuese a acceder, incluso después de todo aquello. Y no era cuestión de discutir o de hacerme heridas para nada. Atravesamos la casa hasta salir al exterior, donde el compañero de Elen parecía estar esperando.
Estaba claro que había cierta tensión. Respiré hondo. Cualquier momento que les dejase a solas sería corto para discutir. Pero no había terminado aún.
-Has estado muy bien.- le dije al dragón. -Pocos podrían haberse enfrentado a un ser como ese. Lo cual me recuerda... había una recompensa por lidiar con esto. Si vais a Roilkat, podeis cobrarla.- expliqué. En cuanto supiesen todo lo que había pasado, estaba seguro de que la paga se multiplicaría. Las espinas de mantícora podían venderse bien, además.
Esperaba que aquello les interesase. La compañía no me vendría mal. Sin ella, sería un camino muy largo. Pero antes de partir, había un detalle más del que quería hablar.
-Hay... algo más ahí fuera. Más peligroso que los vampiros, o que los nigromantes.- dije. -¿Tienes idea de que es, Elen?- Por sus palabras, sospechaba que así era. Algo peor a lo todo lo que hubiese podido ver...
Sonaba a que tendría que hacer mi trabajo.
Asher Daregan
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
Su vínculo con las almas del medallón era tan complicado de explicar que prefirió no añadir nada al respecto, entendía el consejo que Asher le daba pero de momento ambas partes tenían un objetivo más o menos parecido, lo que les permitía cooperar en situaciones de combate. En cuanto a su fuerza, sí, había soportado aquel terrible mal durante mucho tiempo, sin caer en la tentación de buscar una vía rápida de escape como había hecho la hermana de Alister al suicidarse, pero en ocasiones se preguntaba si aguantaría lo suficiente como para acabar con los culpables de su maldición, y qué ocurriría con ella después de eso.
La afirmación del guerrero sobre su relación como aliados consiguió que la joven se animase un poco, al menos sacaría algo bueno de aquella accidentada noche. El problema sería arreglar las cosas con el cazador, que más de una vez le había echado en cara las malas decisiones que estaba tomando por dejarse llevar por la maldad que contenía la reliquia. Sin poder retrasar lo inevitable, Elen siguió al hombre bestia a través de la casa, torciendo el gesto cuando pasaron por el cuarto en que yacía el cadáver de Geoff. Los efectos de la infusión de Inhibis pronto comenzarían a desvanecerse para que el dolor regresase a su pierna, y aunque le quedaba un poco del brebaje lo mejor sería que se pusiese en marcha para tener tiempo de alimentarse antes de quedar recluida por culpa del sol.
Una vez en el exterior de la vivienda buscó los ojos del alado, que la miró desde el suelo sin tratar de disimular su enfado, al menos hasta que se percató de la quemadura que tenía en el muslo y escuchó la voz del perro, entonces su expresión cambió, relajándose un tanto. Tras soltar un suspiro de resinación se incorporó hasta quedar en pie, centrando su atención momentáneamente en Asher, que le dedicaba unas palabras. - Gracias, la armadura natural ayuda bastante. - admitió, mientras se sacudía el abrigo. - Tu apoyo nos ha venido bien, entre dos habría sido complicado plantar cara a ese nigromante y a sus animales. - dijo para devolverle el gesto, luego escuchó lo referente a la recompensa.
Roilkat no estaba demasiado lejos, y el dinero era siempre bienvenido, pero le preocupaba el estado de la vampira, si no se trataba debidamente la pierna podría infectársele, a lo que debía sumar el hecho de que después del intenso enfrentamiento que habían tenido con el hechicero, estuviese débil y sedienta de nuevo. Así iba la cosa, la sangre le daba fuerzas pero éstas se consumían con rapidez cuando utilizaba sus habilidades, no podría regresar a la posada sin volver a cazar algo.
El dragón dudó durante unos segundos, luego echó un vistazo a la benjamina de los Calhoun para de inmediato girarse e ir a por sus monturas, que aguardaban a unos metros de la casa. - Llevaos los caballos, así llegareis más rápido a Roilkat. - indicó, entregando las riendas de Sombra a su dueña y tendiendo las de su corcel al hombre bestia. - Dime qué hierbas necesitas de nuestra habitación, iré volando y me reuniré con vosotros en el cuartel de la guardia de la ciudad. - añadió, todavía algo serio al hablar con la de cabellos cenicientos. Elen supo de inmediato lo que intentaba, quería alejarse de ella lo suficiente como para despejar su mente, solo así podrían hablar de lo ocurrido sin entrar directamente en una discusión.
- Hojas de Kortinque, las tengo sobre la estantería, y también un frasco de pócima cicatrizante, son los azules con franjas doradas. - respondió, aceptando que su decisión de unirse a las almas del colgante no sería tan fácil de olvidar para el alado. - Trae algunas vendas, me harán falta. - prosiguió al poco, pero no pidió nada más. Alister la había visto trabajar en sus pociones muchas veces, era capaz de reconocer bastantes ingredientes y algunos de los brebajes, lo justo para ayudar en aquel momento. - Bien, poneos en marcha, os veré en el cuartel. - instó, dándose la vuelta y apartándose de ambos para transformarse. Una vez completada su forma bestial desplegó las alas y las batió con fuerza, ganando altura rápidamente y perdiéndose entre las nubes en cuestión de segundos.
La vampira bajó la vista al suelo y se dedicó a acariciar el cuello de su montura, girando el rostro hacia el hombre bestia cuando éste le preguntó acerca del peligro que acechaba Lunargenta. - Sí, mucho más que todos ellos… ¿has visto las extrañas nubes que cubren el cielo estos días? Son un mal presagio, los culpables de mi maldición van a venir para arrasar todo a su paso y desencadenar un reinado de terror, sangre y fuego, lo he visto miles de veces en las pesadillas que me provocaban. - confesó, pues no tenía caso ocultar algo que pronto todo el mundo vería. - Los jinetes oscuros, así se llaman, y ningún arma o magia de este plano puede dañarlos, solo los portadores de las reliquias podemos desterrarlos al Oblivion, un árido lugar a donde tendremos que cruzar para destruirlos definitivamente. - continuó, aunque con poca esperanza. - El problema es que ellos son doce y nosotros los centinelas solo cuatro… para colmo de males dos de los artefactos han caído en malas manos, lo que nos deja a Melena Blanca y a mí como únicos defensores de estas tierras. - terminó de decir, justo antes de subirse a la silla y apretar los labios para contener un quejido.
- Un panorama desalentador, lo sé, pero no importa, estaré allí cuando lleguen y haré cuanto esté en mi mano para detenerlos. - agregó instantes después, con voz firme. No había ayuda posible para esa batalla, serían solo los dos contra el clan Tarmúnil, a menos que consiguiese matar a Vladimir y entregar el rubí de sangre a un nuevo portador a tiempo. La señora de sombras espolearía su caballo en cuanto su acompañante estuviese listo para iniciar el trayecto hasta Roilkat, donde tendría que pasar al menos un par de días para recuperarse de la quemadura, luego regresaría a Lunargenta y seguiría con su misión.
La afirmación del guerrero sobre su relación como aliados consiguió que la joven se animase un poco, al menos sacaría algo bueno de aquella accidentada noche. El problema sería arreglar las cosas con el cazador, que más de una vez le había echado en cara las malas decisiones que estaba tomando por dejarse llevar por la maldad que contenía la reliquia. Sin poder retrasar lo inevitable, Elen siguió al hombre bestia a través de la casa, torciendo el gesto cuando pasaron por el cuarto en que yacía el cadáver de Geoff. Los efectos de la infusión de Inhibis pronto comenzarían a desvanecerse para que el dolor regresase a su pierna, y aunque le quedaba un poco del brebaje lo mejor sería que se pusiese en marcha para tener tiempo de alimentarse antes de quedar recluida por culpa del sol.
Una vez en el exterior de la vivienda buscó los ojos del alado, que la miró desde el suelo sin tratar de disimular su enfado, al menos hasta que se percató de la quemadura que tenía en el muslo y escuchó la voz del perro, entonces su expresión cambió, relajándose un tanto. Tras soltar un suspiro de resinación se incorporó hasta quedar en pie, centrando su atención momentáneamente en Asher, que le dedicaba unas palabras. - Gracias, la armadura natural ayuda bastante. - admitió, mientras se sacudía el abrigo. - Tu apoyo nos ha venido bien, entre dos habría sido complicado plantar cara a ese nigromante y a sus animales. - dijo para devolverle el gesto, luego escuchó lo referente a la recompensa.
Roilkat no estaba demasiado lejos, y el dinero era siempre bienvenido, pero le preocupaba el estado de la vampira, si no se trataba debidamente la pierna podría infectársele, a lo que debía sumar el hecho de que después del intenso enfrentamiento que habían tenido con el hechicero, estuviese débil y sedienta de nuevo. Así iba la cosa, la sangre le daba fuerzas pero éstas se consumían con rapidez cuando utilizaba sus habilidades, no podría regresar a la posada sin volver a cazar algo.
El dragón dudó durante unos segundos, luego echó un vistazo a la benjamina de los Calhoun para de inmediato girarse e ir a por sus monturas, que aguardaban a unos metros de la casa. - Llevaos los caballos, así llegareis más rápido a Roilkat. - indicó, entregando las riendas de Sombra a su dueña y tendiendo las de su corcel al hombre bestia. - Dime qué hierbas necesitas de nuestra habitación, iré volando y me reuniré con vosotros en el cuartel de la guardia de la ciudad. - añadió, todavía algo serio al hablar con la de cabellos cenicientos. Elen supo de inmediato lo que intentaba, quería alejarse de ella lo suficiente como para despejar su mente, solo así podrían hablar de lo ocurrido sin entrar directamente en una discusión.
- Hojas de Kortinque, las tengo sobre la estantería, y también un frasco de pócima cicatrizante, son los azules con franjas doradas. - respondió, aceptando que su decisión de unirse a las almas del colgante no sería tan fácil de olvidar para el alado. - Trae algunas vendas, me harán falta. - prosiguió al poco, pero no pidió nada más. Alister la había visto trabajar en sus pociones muchas veces, era capaz de reconocer bastantes ingredientes y algunos de los brebajes, lo justo para ayudar en aquel momento. - Bien, poneos en marcha, os veré en el cuartel. - instó, dándose la vuelta y apartándose de ambos para transformarse. Una vez completada su forma bestial desplegó las alas y las batió con fuerza, ganando altura rápidamente y perdiéndose entre las nubes en cuestión de segundos.
La vampira bajó la vista al suelo y se dedicó a acariciar el cuello de su montura, girando el rostro hacia el hombre bestia cuando éste le preguntó acerca del peligro que acechaba Lunargenta. - Sí, mucho más que todos ellos… ¿has visto las extrañas nubes que cubren el cielo estos días? Son un mal presagio, los culpables de mi maldición van a venir para arrasar todo a su paso y desencadenar un reinado de terror, sangre y fuego, lo he visto miles de veces en las pesadillas que me provocaban. - confesó, pues no tenía caso ocultar algo que pronto todo el mundo vería. - Los jinetes oscuros, así se llaman, y ningún arma o magia de este plano puede dañarlos, solo los portadores de las reliquias podemos desterrarlos al Oblivion, un árido lugar a donde tendremos que cruzar para destruirlos definitivamente. - continuó, aunque con poca esperanza. - El problema es que ellos son doce y nosotros los centinelas solo cuatro… para colmo de males dos de los artefactos han caído en malas manos, lo que nos deja a Melena Blanca y a mí como únicos defensores de estas tierras. - terminó de decir, justo antes de subirse a la silla y apretar los labios para contener un quejido.
- Un panorama desalentador, lo sé, pero no importa, estaré allí cuando lleguen y haré cuanto esté en mi mano para detenerlos. - agregó instantes después, con voz firme. No había ayuda posible para esa batalla, serían solo los dos contra el clan Tarmúnil, a menos que consiguiese matar a Vladimir y entregar el rubí de sangre a un nuevo portador a tiempo. La señora de sombras espolearía su caballo en cuanto su acompañante estuviese listo para iniciar el trayecto hasta Roilkat, donde tendría que pasar al menos un par de días para recuperarse de la quemadura, luego regresaría a Lunargenta y seguiría con su misión.
Elen Calhoun
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
Alister mostraba humildad y simpatía, rasgos agradables de ver en cualquier persona. A pesar de la situación, se mostró agradable, además de mostrar una preocupación palpable por la condición de su compañera. Era tierno. Tenía suerte de tener a similar esperándome.
Me sorprendí cuando le ofreció su caballo a un relativo desconocido, pero tomé las riendas con firmeza. Contemplé como el dragón se transformaba de nuevo y despegaba, dejándome a solas con la joven. Cuidadosamente, me subí a la montura prestada. No era la primera vez que montaba a caballo, pero no era algo que hubiese dominado realmente. Siempre me resultaba extraño, incluso si sabía manejarme.
Una vez sobre el corcel, miré a la joven.
Terror, sangre y fuego. Aquello era mucho que asimilar. Y lo estaba diciendo totalmente en serio. Eso era una amenaza mucho más grande que un puñado de vampiros y nigromantes. Apreté la mandíbula, escuchando atentamente todo lo que decía la vampiresa.
Centinelas, jinetes oscuros, reliquias poderosas, planos fuera de este mundo... Parecía casi algún relato legendario sobre héroes que salvaban el mundo de los dioses. Uno de los que solían absorberme. Pero viniendo de Elen, tenía que ser real. No tenía sentido mentirme sobre aquello, después de todo, y dudaba que estuviese bromeando.
-¿...Esto lo sabe alguien de los ejércitos?- pregunté, arqueando una ceja. Si podían librar una guerra, podían intentar derrotar la mayor amenaza que había presenciado Aerandir. Negué con la cabeza. Lo mirase como lo mirase, aquello era una locura. -Un momento... ¿vais a ir contra doce de esos jinetes oscuros inmortales? ¿Sólo dos personas?- pregunté. Sin dejarle un momento para responder, continué. -Y sois los únicos que podéis desterrarlos a su... plano. Donde los podéis destruir de verdad. Y...- Fruncí el ceño, mirando a la peliblanca. -¿...el plan es "hacer lo que esté en tu mano?"-
Respiré hondo, pensando claro en cuales iban a ser mis palabras.
-Elen, eso es estúpido.- declaré, a riesgo de ofender a la centinela. -Si morís, se acabó todo para el resto del mundo. No puedes arriesgarte de esa forma.- No me gustaba decirle a nadie lo que debía hacer, pero aquello parecía dejar muchas cosas en el aire a pesar de todo lo que estaba en juego. -Necesitareis ayuda. Incluso si nadie puede hacerles daño, hay otras formas de hacer las cosas.- dije, pensativo.
-Con un buen grupo... hay más posibilidades. Si no pueden matarlos, pueden distraerlos. Hay magia capaz de retener cosas así.- continué. -Hace falta un plan. Un simple asalto no creo que baste. Si es posible separarlos, tal vez...- Multitud de tácticas y posibilidades cruzaron por mi cabeza. Necesitaría más información. Mientras no fuesen omniscientes, había cientos de formas de sorprenderlos. Con gente lo suficientemente fuerte, el otorgarles una oportunidad estaría dentro de los posibles. Finalmente, suspiré de nuevo y miré a la heroína.
-Has dicho que no te avergonzaba pedir ayuda. Es el mejor momento para ello. Artefactos o no, hay muchas formas de alterar un combate.- Miré a las nubes negras. Lo habían llamado mal presagio. Era más bien una amenaza directa. -Le he cogido gusto a este mundo, Elen. No voy a arriesgarme a que arda, y no voy a quedarme al margen cuando cosas como esta ocurren.- dije seriamente. -Voy a participar. Incluso si tengo que arrastrarlos a su plano demoníaco yo mismo.-
-Y no creo que sea el único. Conozco a gente que también ayudaría. Hace falta más gente si planeas ir contra todo un grupo de doce. Espero que tengas más aliados...- dije. -Eltrant Tale, para empezar.- Si bien los Jinetes Oscuros podían morir, no había pruebas aún de que ese humano pudiese. Su presencia podía cambiar las tornas, sin duda. -Y Niniel Thenidiel. Es la elfa más poderosa que he visto nunca.-
Serían necesarios muchos más, pero era un comienzo. Si no hubieran mantenido esas cosas ocultas, quizás hubiese habido más opciones. Por el momento, la guerra contra los vampiros se había convertido en una preocupación menor. En apenas unos minutos, había recibido información que lo cambiaba todo.
Continuamos el camino hasta Roilkat. Una vez allí, me aseguraría de explicarle todo lo ocurrido a Irirgo. Sin duda, la recompensa por aquello sería generosa, incluso tras repartiría con la joven.
Había mucho que hacer. Y no iba a echarme atrás.
Me sorprendí cuando le ofreció su caballo a un relativo desconocido, pero tomé las riendas con firmeza. Contemplé como el dragón se transformaba de nuevo y despegaba, dejándome a solas con la joven. Cuidadosamente, me subí a la montura prestada. No era la primera vez que montaba a caballo, pero no era algo que hubiese dominado realmente. Siempre me resultaba extraño, incluso si sabía manejarme.
Una vez sobre el corcel, miré a la joven.
Terror, sangre y fuego. Aquello era mucho que asimilar. Y lo estaba diciendo totalmente en serio. Eso era una amenaza mucho más grande que un puñado de vampiros y nigromantes. Apreté la mandíbula, escuchando atentamente todo lo que decía la vampiresa.
Centinelas, jinetes oscuros, reliquias poderosas, planos fuera de este mundo... Parecía casi algún relato legendario sobre héroes que salvaban el mundo de los dioses. Uno de los que solían absorberme. Pero viniendo de Elen, tenía que ser real. No tenía sentido mentirme sobre aquello, después de todo, y dudaba que estuviese bromeando.
-¿...Esto lo sabe alguien de los ejércitos?- pregunté, arqueando una ceja. Si podían librar una guerra, podían intentar derrotar la mayor amenaza que había presenciado Aerandir. Negué con la cabeza. Lo mirase como lo mirase, aquello era una locura. -Un momento... ¿vais a ir contra doce de esos jinetes oscuros inmortales? ¿Sólo dos personas?- pregunté. Sin dejarle un momento para responder, continué. -Y sois los únicos que podéis desterrarlos a su... plano. Donde los podéis destruir de verdad. Y...- Fruncí el ceño, mirando a la peliblanca. -¿...el plan es "hacer lo que esté en tu mano?"-
Respiré hondo, pensando claro en cuales iban a ser mis palabras.
-Elen, eso es estúpido.- declaré, a riesgo de ofender a la centinela. -Si morís, se acabó todo para el resto del mundo. No puedes arriesgarte de esa forma.- No me gustaba decirle a nadie lo que debía hacer, pero aquello parecía dejar muchas cosas en el aire a pesar de todo lo que estaba en juego. -Necesitareis ayuda. Incluso si nadie puede hacerles daño, hay otras formas de hacer las cosas.- dije, pensativo.
-Con un buen grupo... hay más posibilidades. Si no pueden matarlos, pueden distraerlos. Hay magia capaz de retener cosas así.- continué. -Hace falta un plan. Un simple asalto no creo que baste. Si es posible separarlos, tal vez...- Multitud de tácticas y posibilidades cruzaron por mi cabeza. Necesitaría más información. Mientras no fuesen omniscientes, había cientos de formas de sorprenderlos. Con gente lo suficientemente fuerte, el otorgarles una oportunidad estaría dentro de los posibles. Finalmente, suspiré de nuevo y miré a la heroína.
-Has dicho que no te avergonzaba pedir ayuda. Es el mejor momento para ello. Artefactos o no, hay muchas formas de alterar un combate.- Miré a las nubes negras. Lo habían llamado mal presagio. Era más bien una amenaza directa. -Le he cogido gusto a este mundo, Elen. No voy a arriesgarme a que arda, y no voy a quedarme al margen cuando cosas como esta ocurren.- dije seriamente. -Voy a participar. Incluso si tengo que arrastrarlos a su plano demoníaco yo mismo.-
-Y no creo que sea el único. Conozco a gente que también ayudaría. Hace falta más gente si planeas ir contra todo un grupo de doce. Espero que tengas más aliados...- dije. -Eltrant Tale, para empezar.- Si bien los Jinetes Oscuros podían morir, no había pruebas aún de que ese humano pudiese. Su presencia podía cambiar las tornas, sin duda. -Y Niniel Thenidiel. Es la elfa más poderosa que he visto nunca.-
Serían necesarios muchos más, pero era un comienzo. Si no hubieran mantenido esas cosas ocultas, quizás hubiese habido más opciones. Por el momento, la guerra contra los vampiros se había convertido en una preocupación menor. En apenas unos minutos, había recibido información que lo cambiaba todo.
Continuamos el camino hasta Roilkat. Una vez allí, me aseguraría de explicarle todo lo ocurrido a Irirgo. Sin duda, la recompensa por aquello sería generosa, incluso tras repartiría con la joven.
Había mucho que hacer. Y no iba a echarme atrás.
Asher Daregan
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
La vampira apenas se inmutó a pesar de la reacción de su acompañante, entendía perfectamente que lo que acababa de contarle le pareciese como poco una idea descabellada, ella pensaba lo mismo. - La logia lo sabe, colaboramos para hacernos con una de las reliquias que estaban en malas manos pero la cosa no salió como esperábamos. - respondió a la primera pregunta, recordando lo ocurrido en isla volcánica y cómo habían perdido la sábana albina por culpa de la intervención de Frendel y Querostraza. - Doy por hecho que los ejércitos de Dundarak están informados al respecto y los leónicos que viajan junto a mi hermano Melena Blanca también. - añadió, antes de hacer una breve pausa.
Asher creía que el plan de enfrentarse a los jinetes siendo solo dos centinelas era una estupidez y que de fallar el resto de Aerandir quedaría indefensa, por desgracia, tenía razón. - No creas que nos vamos a lanzar contra ellos sin un plan, en estos momentos hay dos poderosos objetos en Lunargenta que podrían equilibrar la batalla, uno de ellos es la corona del dominador, artefacto capaz de doblegar la voluntad ajena a placer, y el otro el rubí de sangre, una reliquia que al igual que la mía, designa a su portador como centinela, en este caso de los reinos del oeste. - explicó, con tranquilidad. - Ambos están en poder de las personas que me transformaron, razón de más para ocuparme de ellos y nombrar a un nuevo protector, alguien digno del cargo y que pueda apoyarnos en la lucha contra los jinetes. - prosiguió, sin ocultar nada a su nuevo aliado.
- También tengo en mi poder un arma capaz de matarlos en cualquier plano solo con que la hoja los corte, mis esperanzas residen en conseguir acabar con al menos un par de ellos aquí antes de cruzar a su terreno. - reveló. - Las distracciones podrían servir sí, pero cualquiera que decidiese implicarse tendría que estar preparado para lo peor, yo lo he visto Asher, no matan sin más… les gusta torturar a sus víctimas de formas que no podrías ni imaginarte. Lo que me viste hacer al nigromante no será nada en comparación con su crueldad. - dijo, bajando un poco la voz. No quería recordar las pesadillas, esas que con el tiempo la habían hecho prácticamente insensible y le habían arrebatado parte de su humanidad.
Sus palabras, aun siendo tan serias, no minaron el ánimo del hombre bestia, que estaba decidido a participar para defender el mundo en el que vivía. - Quizá sea el adecuado. - pensó la joven, que sin decir nada, había empezado a buscar candidatos a ocupar el puesto que Vladimir dejaría cuando muriese, algo que con suerte ocurriría pronto. - Si Alister estuviese aquí te habría respaldado, él también quiere pelear, lo desea desde lo más hondo de su ser pero no podría cargar con su muerte en mi conciencia. - volvió a hablar, casi en un susurro. El dragón le importaba demasiado como para perderlo, y sabía que no sería capaz de concentrarse si él se encontraba cerca, ninguno de los dos lo haría.
- Eltrant… ese hombre y yo tenemos algo en común, atraemos los problemas. - comentó, con una leve sonrisa. Siempre que se topaba con el mercenario terminaba metida en algún lío pero para ella tener un día tranquilo era lo extraño. - Níniel ya cruzó con nosotros al Oblivion una vez, entonces no fuimos lo suficientemente fuertes, allí los jinetes tenían ventaja y nos vimos obligados a huir… perdimos a una valiente aliada en esa batalla, pero nos demostró que también podían morir, gracias a Tyrande no son trece sino doce. - continuó, con cierta tristeza en el rostro por el final de la elfa.
De todos modos la recomendación del perro no era mala, puede que coordinando esfuerzos se pudiese decantar la balanza en favor de los centinelas, o al menos limitar el daño que los Tarmúnil pudiesen ocasionar. - Tengo algunos amigos dispuestos a ayudar, pero vamos a necesitar a mucha gente. Si consiguiésemos separarlos en grupos más pequeños la cosa se facilitaría, Melena Blanca y yo intervendríamos para devolverlos a su plano o matarlos si consigo acercarme lo suficiente a ellos. - cedió, mientras por su cabeza pasaban todo tipo de planes. - Las altas encantadoras de la logia y el Inquisidor podrían darnos apoyo mágico, quien sabe, quizá encuentren alguna forma de retenerlos. - añadió, aunque sin mucha confianza. - La prioridad ahora mismo es recuperar la corona y el rubí, designar a un nuevo centinela y utilizar la reliquia contra ellos, yo ya estoy familiarizada con su poder, si pudiese controlar la voluntad del enemigo podría matarlos sin que opusiesen resistencia, pero es más fácil decirlo que hacerlo. - admitió, espoleando a su montura.
- Por el momento vayamos a Roilkat y aprovechemos la ocasión para reclutar voluntarios, todos serán bienvenidos, pero deberán entender el riesgo al que se exponen antes de decidir. - eso fue lo último que dijo, dando a Asher la oportunidad de responder o aportar lo que quisiese mientras realizaban el trayecto hasta la ciudad, que al galope no les llevó demasiado. Para cuando la de cabellos cenicientos pudo atisbar a lo lejos los muros que rodeaban la villa el dolor ya había regresado a su pierna, cuanto antes llegasen al cuartel mejor, al menos allí podría esperar a su compañero un poco más cómoda.
Asher creía que el plan de enfrentarse a los jinetes siendo solo dos centinelas era una estupidez y que de fallar el resto de Aerandir quedaría indefensa, por desgracia, tenía razón. - No creas que nos vamos a lanzar contra ellos sin un plan, en estos momentos hay dos poderosos objetos en Lunargenta que podrían equilibrar la batalla, uno de ellos es la corona del dominador, artefacto capaz de doblegar la voluntad ajena a placer, y el otro el rubí de sangre, una reliquia que al igual que la mía, designa a su portador como centinela, en este caso de los reinos del oeste. - explicó, con tranquilidad. - Ambos están en poder de las personas que me transformaron, razón de más para ocuparme de ellos y nombrar a un nuevo protector, alguien digno del cargo y que pueda apoyarnos en la lucha contra los jinetes. - prosiguió, sin ocultar nada a su nuevo aliado.
- También tengo en mi poder un arma capaz de matarlos en cualquier plano solo con que la hoja los corte, mis esperanzas residen en conseguir acabar con al menos un par de ellos aquí antes de cruzar a su terreno. - reveló. - Las distracciones podrían servir sí, pero cualquiera que decidiese implicarse tendría que estar preparado para lo peor, yo lo he visto Asher, no matan sin más… les gusta torturar a sus víctimas de formas que no podrías ni imaginarte. Lo que me viste hacer al nigromante no será nada en comparación con su crueldad. - dijo, bajando un poco la voz. No quería recordar las pesadillas, esas que con el tiempo la habían hecho prácticamente insensible y le habían arrebatado parte de su humanidad.
Sus palabras, aun siendo tan serias, no minaron el ánimo del hombre bestia, que estaba decidido a participar para defender el mundo en el que vivía. - Quizá sea el adecuado. - pensó la joven, que sin decir nada, había empezado a buscar candidatos a ocupar el puesto que Vladimir dejaría cuando muriese, algo que con suerte ocurriría pronto. - Si Alister estuviese aquí te habría respaldado, él también quiere pelear, lo desea desde lo más hondo de su ser pero no podría cargar con su muerte en mi conciencia. - volvió a hablar, casi en un susurro. El dragón le importaba demasiado como para perderlo, y sabía que no sería capaz de concentrarse si él se encontraba cerca, ninguno de los dos lo haría.
- Eltrant… ese hombre y yo tenemos algo en común, atraemos los problemas. - comentó, con una leve sonrisa. Siempre que se topaba con el mercenario terminaba metida en algún lío pero para ella tener un día tranquilo era lo extraño. - Níniel ya cruzó con nosotros al Oblivion una vez, entonces no fuimos lo suficientemente fuertes, allí los jinetes tenían ventaja y nos vimos obligados a huir… perdimos a una valiente aliada en esa batalla, pero nos demostró que también podían morir, gracias a Tyrande no son trece sino doce. - continuó, con cierta tristeza en el rostro por el final de la elfa.
De todos modos la recomendación del perro no era mala, puede que coordinando esfuerzos se pudiese decantar la balanza en favor de los centinelas, o al menos limitar el daño que los Tarmúnil pudiesen ocasionar. - Tengo algunos amigos dispuestos a ayudar, pero vamos a necesitar a mucha gente. Si consiguiésemos separarlos en grupos más pequeños la cosa se facilitaría, Melena Blanca y yo intervendríamos para devolverlos a su plano o matarlos si consigo acercarme lo suficiente a ellos. - cedió, mientras por su cabeza pasaban todo tipo de planes. - Las altas encantadoras de la logia y el Inquisidor podrían darnos apoyo mágico, quien sabe, quizá encuentren alguna forma de retenerlos. - añadió, aunque sin mucha confianza. - La prioridad ahora mismo es recuperar la corona y el rubí, designar a un nuevo centinela y utilizar la reliquia contra ellos, yo ya estoy familiarizada con su poder, si pudiese controlar la voluntad del enemigo podría matarlos sin que opusiesen resistencia, pero es más fácil decirlo que hacerlo. - admitió, espoleando a su montura.
- Por el momento vayamos a Roilkat y aprovechemos la ocasión para reclutar voluntarios, todos serán bienvenidos, pero deberán entender el riesgo al que se exponen antes de decidir. - eso fue lo último que dijo, dando a Asher la oportunidad de responder o aportar lo que quisiese mientras realizaban el trayecto hasta la ciudad, que al galope no les llevó demasiado. Para cuando la de cabellos cenicientos pudo atisbar a lo lejos los muros que rodeaban la villa el dolor ya había regresado a su pierna, cuanto antes llegasen al cuartel mejor, al menos allí podría esperar a su compañero un poco más cómoda.
Elen Calhoun
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
Aun había más. Mucho más. Lo que había aprendido ese día era solo el comienzo, al parecer. Si comenzaba a enumerarlos, había una gran cantidad de artefactos y gente involucrada. No solo Elen conocía a los dos candidatos que había propuesto, había cruzado al Oblivion con uno de ellos.
Tal vez la hubiese subestimado.
-El sadismo es debilidad.- dije, esbozando una sonrisa lopuna. Miré hacia adelante. La ciudad de Roilkat no estaba lejos. -Si en vez de matarme se limitan a torturarme, incluso con las peores clases de magia oscura... No tardarán en arrepentirse.- declaré. Había sufrido mi propio infierno tiempo atrás. Y había escapado, a pesar de desear mi propia muerte. Nada de lo que pudiesen imaginar seres inmortales se acercaría. -No quiero presumir ni ser arrogante. Pero tras todo lo que he vivido... no me romperé.- dije con determinación.
Si bien me había mostrado cínico en un principio, aquella conversación había encendido una llama en mi pecho.
-Los Nómadas. Son... mi familia. No puedo hablar por todos ellos, pero estoy seguro de que algunos nos ayudaran.- dije. Si bien quería mantenerlos a salvo... confiaba en ellos. No les negaría la oportunidad de luchar, aunque me aseguraría de explicar bien todos los riesgos. -Flint Roiland y Bashira también pueden asistirnos.- añadí. No se me ocurría mejor momento para ir con todo lo que tenía.
Por supuesto, pensé en Syl. No sabía si estaría en condiciones para actuar en un momento como ese. Elen tampoco quería involucrar a la gente cercana a ella, y no podía juzgarla, pero era una conversación que había tenido decenas de veces con el felino.
Siempre llegaba a la misma conclusión. Si quería luchar, no le detendría. Después de todo, no había nadie mejor para cubrirme las espaldas.
-No te preocupes por reclutar en Roilkat. Puedo encargarme. Por el momento, hay que asegurarse de conseguir esos objetos.- Un rubí y una corona. No eran precisamente cosas que pasasen desapercibidas. Debían estar muy bien protegidas. No importaba. Con los ejércitos a punto de partir, no les quedaba mucho tiempo.
Salí de la posada sosteniendo una más que decente bolsa de aeros. Se la extendí a la centinela y suspiré, mirándola. No estaba seguro de si aquello le serviría realmente, pero valía la pena probar. Saqué un frasco de líquido rojo del bolsillo y se lo mostré.
-Hay vampiros entre los Nórgedos, a pesar de lo que parezca.- admití. -Y la gente coopera con ellos. Voluntariamente. Algunos guardan sangre para cuando haga falta. No son peores por beber. Si se dejasen llevar y matasen... sería distinto. Mientras la maldición no les defina, siguen siendo personas.- Suspiré. Si realmente se negaba, no era quien para decirle que hacer. Era su decisión, al fin y al cabo. -Si no quieres usarla ahora, al menos déjala para cuando sea una emergencia. El mundo te necesita viva y en plena forma.- le recordé.
Realmente, no sabía como de agradable sería el beber sangre si no era "fresca". No se había coagulado, por supuesto. El proceso que usaban era muy especifico y no estaba seguro de los detalles.
Después de aquello, nos acercamos al cuartel de la guardia. Era allí donde se suponía que nos esperaba Alister.
-Creo que nos separamos aquí.- dije, consciente de que tendrían cosas que discutir ellos solos. -Me alegro de habernos encontrado. Han... cambiado muchas cosas, ¿eh?- Di un largo bostezo. Iba a necesitar un buen descanso. -Cuando llegue el momento... tendrás mi ayuda. Aunque no puedo prometerte que lo vayas a ver venir.- sonreí, sosteniendo la runa eléctrica entre los dedos índice y corazón.
Se me daba bien sorprender a la gente, después de todo.
Volví a la posada, agotado. Iba a tener que explicar muchas cosas. Mis dias se acababan de volver infinitamente más ajetreados, y cualquier momento de paz que esperase tener se desvanecería pronto. Pero ese era el precio de la responsabilidad. Los Nómadas confiaban en mi. Era mi deber.
Y era uno que no dudaría en cumplir.
Tal vez la hubiese subestimado.
-El sadismo es debilidad.- dije, esbozando una sonrisa lopuna. Miré hacia adelante. La ciudad de Roilkat no estaba lejos. -Si en vez de matarme se limitan a torturarme, incluso con las peores clases de magia oscura... No tardarán en arrepentirse.- declaré. Había sufrido mi propio infierno tiempo atrás. Y había escapado, a pesar de desear mi propia muerte. Nada de lo que pudiesen imaginar seres inmortales se acercaría. -No quiero presumir ni ser arrogante. Pero tras todo lo que he vivido... no me romperé.- dije con determinación.
Si bien me había mostrado cínico en un principio, aquella conversación había encendido una llama en mi pecho.
-Los Nómadas. Son... mi familia. No puedo hablar por todos ellos, pero estoy seguro de que algunos nos ayudaran.- dije. Si bien quería mantenerlos a salvo... confiaba en ellos. No les negaría la oportunidad de luchar, aunque me aseguraría de explicar bien todos los riesgos. -Flint Roiland y Bashira también pueden asistirnos.- añadí. No se me ocurría mejor momento para ir con todo lo que tenía.
Por supuesto, pensé en Syl. No sabía si estaría en condiciones para actuar en un momento como ese. Elen tampoco quería involucrar a la gente cercana a ella, y no podía juzgarla, pero era una conversación que había tenido decenas de veces con el felino.
Siempre llegaba a la misma conclusión. Si quería luchar, no le detendría. Después de todo, no había nadie mejor para cubrirme las espaldas.
-No te preocupes por reclutar en Roilkat. Puedo encargarme. Por el momento, hay que asegurarse de conseguir esos objetos.- Un rubí y una corona. No eran precisamente cosas que pasasen desapercibidas. Debían estar muy bien protegidas. No importaba. Con los ejércitos a punto de partir, no les quedaba mucho tiempo.
[. . .]
Salí de la posada sosteniendo una más que decente bolsa de aeros. Se la extendí a la centinela y suspiré, mirándola. No estaba seguro de si aquello le serviría realmente, pero valía la pena probar. Saqué un frasco de líquido rojo del bolsillo y se lo mostré.
-Hay vampiros entre los Nórgedos, a pesar de lo que parezca.- admití. -Y la gente coopera con ellos. Voluntariamente. Algunos guardan sangre para cuando haga falta. No son peores por beber. Si se dejasen llevar y matasen... sería distinto. Mientras la maldición no les defina, siguen siendo personas.- Suspiré. Si realmente se negaba, no era quien para decirle que hacer. Era su decisión, al fin y al cabo. -Si no quieres usarla ahora, al menos déjala para cuando sea una emergencia. El mundo te necesita viva y en plena forma.- le recordé.
Realmente, no sabía como de agradable sería el beber sangre si no era "fresca". No se había coagulado, por supuesto. El proceso que usaban era muy especifico y no estaba seguro de los detalles.
Después de aquello, nos acercamos al cuartel de la guardia. Era allí donde se suponía que nos esperaba Alister.
-Creo que nos separamos aquí.- dije, consciente de que tendrían cosas que discutir ellos solos. -Me alegro de habernos encontrado. Han... cambiado muchas cosas, ¿eh?- Di un largo bostezo. Iba a necesitar un buen descanso. -Cuando llegue el momento... tendrás mi ayuda. Aunque no puedo prometerte que lo vayas a ver venir.- sonreí, sosteniendo la runa eléctrica entre los dedos índice y corazón.
Se me daba bien sorprender a la gente, después de todo.
Volví a la posada, agotado. Iba a tener que explicar muchas cosas. Mis dias se acababan de volver infinitamente más ajetreados, y cualquier momento de paz que esperase tener se desvanecería pronto. Pero ese era el precio de la responsabilidad. Los Nómadas confiaban en mi. Era mi deber.
Y era uno que no dudaría en cumplir.
_________________________________________
¡Hasta aquí llega mi parte! Espero que te haya gustado tanto como a mi. Y, para el master, me gustaría usar el último uso del siguiente objeto.
Moneda de latón: Una misteriosa moneda, relacionada con la antigua leyenda del Capitán Gareth. La habilidad de este objeto es sumarle el 50% de tus ganancias en los próximos tres temas con recompensa. Ejemplo: Si en un futuro desafío te premian con 100 aeros, a esos se les sumaran 50 extra.
(Lo he intentado usar otras veces, pero me dijeron que no en algunas ocasiones. Espero que esta vez no haya problema)
Asher Daregan
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
Elen no podía imaginar qué clase de vida había tenido el hombre bestia, pero su determinación al asegurar que no conseguirían romperlo ni siquiera con la tortura parecía absoluta, quizá en otra ocasión fuese él quien se sincerase acerca de su pasado. Instantes después añadió que podrían contar con los nómadas, su familia, y también con un par de personas más a quienes la de ojos verdes no conocía, pero primero tendría que contarles todo y explicarles los riesgos a que se expondrían en caso de decidirse a participar en la batalla. - Gracias, he limpiado buena parte de la ciudad durante esta última semana y conozco el paradero de mis enemigos, se han atrincherado en el castillo con la corona, en cuanto lleguen las fuerzas de Siegfried y estalle la guerra en las calles me dirigiré hasta allí para hacerme con ella. - informó, tras escuchar a Asher, que se ofrecía a encargarse del reclutamiento de aliados en Roilkat.
El resto del trayecto hasta la ciudad no les llevó mucho, pronto cruzaron los muros y llegaron frente a una posada de cierto renombre, a la cual el perro entró para cobrar la recompensa por el nigromante y su par de mascotas. La de ojos verdes aprovechó para desmontar con cuidado, aunque no pudo evitar que una mueca de dolor se apoderase de su rostro al mover la pierna herida. Un rápido vistazo le bastó para darse cuenta de lo que el fuego había hecho a su piel, ahora cubierta de ampollas y enrojecida, no era la primera vez que pasaba por eso, pero siempre resultaba molesto.
Con las riendas de Sombra en una de las manos, y permitiéndose acariciar el cuello del animal mientras esperaba, la benjamina de los Calhoun condujo a su montura hasta el establo y luego hizo lo mismo con la de Alister, ambos necesitarían un lugar para pasar la noche y aquel local era tan bueno como cualquier otro. Esto le llevó el tiempo suficiente como para que Asher terminase de arreglar los asuntos que los habían conducido hasta allí, entregándole una bolsa de aeros a modo de pago por sus servicios en cuanto volvieron a reunirse delante del edificio.
Junto con esto el hombre bestia le tendió también un frasco de sangre, explicándole que los vampiros Nórgedos solían llevarlos encima para calmar su sed cuando les hacía falta y que el contenido provenía de voluntarios, personas que cooperaban con ellos. La centinela alargó la mano y aceptó su gesto, no tenía idea de cómo habían conseguido conservar el líquido sin que llegase a coagularse, algo que le podría venir bien averiguar, pero de momento solo pensaba en que le serviría para reponer las energías que había utilizado en la lucha contra el hechicero sin tener que obligarse a salir de caza, cosa que con la pierna tal como la tenía podría resultarle más complicado que de costumbre.
- Me vendrá bien, gracias de nuevo. - dijo, antes de dirigir sus pasos hacia el cuartel de la guardia. Alister aún no había llegado, lo cual era comprensible dado el trayecto que tenía que hacer para traerle sus remedios desde Lunargenta. Sin embargo, no tuvo que esperar mucho para que el inconfundible sonido de un batir de alas llegase hasta sus oídos, el dragón apareció por entre las nubes y comenzó a descender lentamente, aterrizando con cuidado para no dañar su carga. Con esto había llegado la hora de despedirse, aunque no sería un adiós sino un hasta pronto, la guerra volvería a unir sus caminos tarde o temprano.
- Sí que han cambiado… yo también me alegro de que hayamos coincidido, cuídate Asher, nos veremos pronto. - respondió la de cabellos cenicientos, antes de salvar la distancia que la separaba del cazador para quitarle la bolsa que colgaba de su espinoso cuello de reptil. - Hasta la próxima. - añadió Alister con voz grave, procediendo a transformarse de nuevo en cuanto no tuvo que preocuparse más por las pertenencias de su compañera. Una vez solos se hizo un incómodo y pesado silencio, él tenía mucho que reprocharle pero no pensaba hacerlo en la calle ya que era un tema espinoso, consciente de ello Elen se giró y volvió sobre sus pasos hasta la posada, donde pudieron alquilar una habitación para pasar el resto de la noche y el día siguiente.
El cuarto era pequeño y no contaba con mucho mobiliario, pero tenía lo necesario para que la vampira pudiese descansar y curarse de su herida. Sin pronunciar palabra aún, la joven cruzó el umbral de la puerta y avanzó hacia la ventana para cerrar las cortinas, no quería que el sol la molestase por la mañana, mucho menos aumentar el número de quemaduras en su cuerpo. Tras esto se acercó a la única mesa que había en la estancia y comenzó a desprenderse de parte de su armadura, lo justo para estar cómoda mientras se trataba el muslo, cosa que hizo nada más sentarse en la cama. El alado la observaba sin decir nada desde un rincón, aguardando a que terminase para sacar la conversación que tenían pendiente después de lo ocurrido en el campo.
No iba a ser agradable para ninguno de los dos pero debían afrontar el tema una vez más, así que la benjamina de los Calhoun se dio prisa, desinfectando la zona y aplicando tanto las compresas frías de hojas de Kortinque como la pócima de cicatrización sin marcas, para luego vendarlo todo. Hecho esto bebió el contenido del frasco que el perro le había dado, sorprendiéndose de que no supiese mal del todo, dio un trago a la infusión de Inhibis y girándose hacia su compañero, lo instó a soltar todo lo que se estaba guardando dentro.
Aquello duró un par de horas, y aunque la de ojos verdes se disculpó, consiguiendo aplacar un poco el enfado de Alister y evitando que perdiese los nervios, le quedó claro que no podría seguir así por mucho tiempo, si quería que su relación funcionase tendría que buscar un equilibrio entre lo que él le pedía y lo que ella necesitaba.
El resto del trayecto hasta la ciudad no les llevó mucho, pronto cruzaron los muros y llegaron frente a una posada de cierto renombre, a la cual el perro entró para cobrar la recompensa por el nigromante y su par de mascotas. La de ojos verdes aprovechó para desmontar con cuidado, aunque no pudo evitar que una mueca de dolor se apoderase de su rostro al mover la pierna herida. Un rápido vistazo le bastó para darse cuenta de lo que el fuego había hecho a su piel, ahora cubierta de ampollas y enrojecida, no era la primera vez que pasaba por eso, pero siempre resultaba molesto.
Con las riendas de Sombra en una de las manos, y permitiéndose acariciar el cuello del animal mientras esperaba, la benjamina de los Calhoun condujo a su montura hasta el establo y luego hizo lo mismo con la de Alister, ambos necesitarían un lugar para pasar la noche y aquel local era tan bueno como cualquier otro. Esto le llevó el tiempo suficiente como para que Asher terminase de arreglar los asuntos que los habían conducido hasta allí, entregándole una bolsa de aeros a modo de pago por sus servicios en cuanto volvieron a reunirse delante del edificio.
Junto con esto el hombre bestia le tendió también un frasco de sangre, explicándole que los vampiros Nórgedos solían llevarlos encima para calmar su sed cuando les hacía falta y que el contenido provenía de voluntarios, personas que cooperaban con ellos. La centinela alargó la mano y aceptó su gesto, no tenía idea de cómo habían conseguido conservar el líquido sin que llegase a coagularse, algo que le podría venir bien averiguar, pero de momento solo pensaba en que le serviría para reponer las energías que había utilizado en la lucha contra el hechicero sin tener que obligarse a salir de caza, cosa que con la pierna tal como la tenía podría resultarle más complicado que de costumbre.
- Me vendrá bien, gracias de nuevo. - dijo, antes de dirigir sus pasos hacia el cuartel de la guardia. Alister aún no había llegado, lo cual era comprensible dado el trayecto que tenía que hacer para traerle sus remedios desde Lunargenta. Sin embargo, no tuvo que esperar mucho para que el inconfundible sonido de un batir de alas llegase hasta sus oídos, el dragón apareció por entre las nubes y comenzó a descender lentamente, aterrizando con cuidado para no dañar su carga. Con esto había llegado la hora de despedirse, aunque no sería un adiós sino un hasta pronto, la guerra volvería a unir sus caminos tarde o temprano.
- Sí que han cambiado… yo también me alegro de que hayamos coincidido, cuídate Asher, nos veremos pronto. - respondió la de cabellos cenicientos, antes de salvar la distancia que la separaba del cazador para quitarle la bolsa que colgaba de su espinoso cuello de reptil. - Hasta la próxima. - añadió Alister con voz grave, procediendo a transformarse de nuevo en cuanto no tuvo que preocuparse más por las pertenencias de su compañera. Una vez solos se hizo un incómodo y pesado silencio, él tenía mucho que reprocharle pero no pensaba hacerlo en la calle ya que era un tema espinoso, consciente de ello Elen se giró y volvió sobre sus pasos hasta la posada, donde pudieron alquilar una habitación para pasar el resto de la noche y el día siguiente.
El cuarto era pequeño y no contaba con mucho mobiliario, pero tenía lo necesario para que la vampira pudiese descansar y curarse de su herida. Sin pronunciar palabra aún, la joven cruzó el umbral de la puerta y avanzó hacia la ventana para cerrar las cortinas, no quería que el sol la molestase por la mañana, mucho menos aumentar el número de quemaduras en su cuerpo. Tras esto se acercó a la única mesa que había en la estancia y comenzó a desprenderse de parte de su armadura, lo justo para estar cómoda mientras se trataba el muslo, cosa que hizo nada más sentarse en la cama. El alado la observaba sin decir nada desde un rincón, aguardando a que terminase para sacar la conversación que tenían pendiente después de lo ocurrido en el campo.
No iba a ser agradable para ninguno de los dos pero debían afrontar el tema una vez más, así que la benjamina de los Calhoun se dio prisa, desinfectando la zona y aplicando tanto las compresas frías de hojas de Kortinque como la pócima de cicatrización sin marcas, para luego vendarlo todo. Hecho esto bebió el contenido del frasco que el perro le había dado, sorprendiéndose de que no supiese mal del todo, dio un trago a la infusión de Inhibis y girándose hacia su compañero, lo instó a soltar todo lo que se estaba guardando dentro.
Aquello duró un par de horas, y aunque la de ojos verdes se disculpó, consiguiendo aplacar un poco el enfado de Alister y evitando que perdiese los nervios, le quedó claro que no podría seguir así por mucho tiempo, si quería que su relación funcionase tendría que buscar un equilibrio entre lo que él le pedía y lo que ella necesitaba.
Elen Calhoun
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Re: El deber y la fuerza [Trabajo]
RECOMPENSAS
Me agrada cuando los trabajos rompen esquemas y salen de lo común, esos elementos impredecibles e inesperados tan difíciles de lograr en un trabajo donde ya están los caminos marcados es algo que se agradece, y aunque deben ser cautelosos al momento de elegir villanos, han sabido mantenerse dentro de los límites de lo permitido, ha sido muy interesante y sencillo de leer.
Como aspecto a considerar solo podría decirles que el trabajo en sí, el peligro, la pelea, ha terminado muy pronto, dejando varias rondas para socializar, cosa que de hecho no es mala, pero siento que lo relacionado al trabajo ocurrió de prisa, no obstante ha sido un buen trabajo.
Como recompensas reciben ambos 19 puntos de experiencia; económicamente si hay diferencias, Elen recibe 400 Aeros mientras que Asher recibe 600 Aeros por el uso de su objeto.
Puntos y aeros ya han sido sumados a sus perfiles.
Como aspecto a considerar solo podría decirles que el trabajo en sí, el peligro, la pelea, ha terminado muy pronto, dejando varias rondas para socializar, cosa que de hecho no es mala, pero siento que lo relacionado al trabajo ocurrió de prisa, no obstante ha sido un buen trabajo.
Como recompensas reciben ambos 19 puntos de experiencia; económicamente si hay diferencias, Elen recibe 400 Aeros mientras que Asher recibe 600 Aeros por el uso de su objeto.
Puntos y aeros ya han sido sumados a sus perfiles.
Ansur
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