Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
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Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
Fergusson se agarraba la cabeza con ambas manos, tirando de su cabello con angustia. Mientras los demás luchaban contra las llamas, él estaba ahí, apretando los dientes con ganas de vomitar. Todo se quemaba, la casa mayor, los campos, los silos, el establo, todo, absolutamente todo estaba en llamas. Gente corría por todos lados con trapos y baldes de agua, luchando con las llamas, tratando de salvar los cultivos, el grano, los animales, todo lo que él poseía se quemaba.
Eliah pasó corriendo a su lado y Fergusson lo pillo del hombro, frenándolo -Las bestias, las bestias- le dijo, con los ojos desorbiados. Eliah se había olvidado de las bestias. Miró a su jefe abriendo los ojos como platos y, asintiendo, salió corriendo hacia el establo. Allí estaba oculto un sótano donde estaban guardadas las bestias, animales humanoides por los cuales pagaban buenas sumas en el oscuro y secreto mercado de los esclavos. Estas bestias eran más inteligentes que un simple animal, y mucho más fuertes. Se les podía dar cualquier uso, dependiendo del animal, desde labores en el campo hasta los burdeles y era allí donde Fergusson tenía pensado enviar a las bestias que había comprado la semana pasada, aún las estaba ablandando.
Eliah saltó entre las llamas y corrió hacia la puerta escondida bajo el heno del fondo con el corazón apretado. Descubrió la puerta abierta. Sin pensarlo bajó, solamente para encontrar que las bestias no estaban. -¡No están! ¡Ninguna de ellas! Las soltaron, a todas, las soltaron- le decía al jefe, con el aliento entrecortado. -Alguien las soltó... en la confusión... ¿quién se iba a dar cuenta?- le decía, justificándose, sacándose la culpa, porque el pobre Eliah era el encargado de mantener vivas a las bestias.
Fergusson apretaba los puños tan fuerte que las uñas se le clavaban en la piel al intentar no dar de puñetazos a Eliah. Una tarea, una sola tarea tenía este imbécil y la había hecho mal. -Encárgate de que aparezcan, haz lo que sea. Tantos aeros de mi bolsillo no puede estar por ahí corriendo- le dijo en un susurro que hizo que al pobre Eliah le corriera un escalofrío por la espalda.
Dejó la labor de apagar las llamas para ir a la taberna local, allí tenía que haber quienes, por una buena suma de aeros, le pudieran ayudar a encontrar a las bestias.
Entró y se acercó a la barra, pidió una jarra de cerveza, necesitaba algo que le calmara los nervios -Gracias...- dijo al tabernero cuando le pasó la jara -Mi buen amigo... tengo un tremendo problema, quizás me puedas ayudar- dijo y el tabernero se acercó a escucharlo -Verá, se me perdieron unos animales, creo que me los robaron, y busco quienes me puedan ayudar a encontrarlos- dijo, capturando la atención del hombre -Pero no son animales comunes, son especiales.. parecen humanos, pero no lo son- dijo, tratando de explicarle al tabernero.
-Son cuatro, todas hembras, una es una ovejita, tiene hasta los cuernos y la lana- comenzó a describirlas.
-La otra, una pollita, una belleza emplumada- continuó diciendo y su cara cabiaba, los ojos le brillaban -Claro, con las garras y las alitas cortadas, pero oye, toda una delicia- dijo, esa parecía ser su favorita.
-La otra es una perrita, una lobita. Tierna, oye, tierna, si vieras cómo mueve la colita- dijo.
-Y la yegua negra- dijo sin ocultar su desprecio. Esa maldita yegua que no se dejaba ablandar, que gritaba y chillaba, daba de coces y lo tiraba al piso cuando trataba de dominarla con cuerdas. ¡Cómo disfrutaba dándole latigazos! Aunque no lloraba y luego lo miraba con sus asquerosos ojos amarillos.
-Si usted llega a saber de alguien que pueda ayudar... la recompensa es bastante jugosa, que las bestias son de Fergusson Sin Dientes- le dijo guiñando un ojo.
Eliah pasó corriendo a su lado y Fergusson lo pillo del hombro, frenándolo -Las bestias, las bestias- le dijo, con los ojos desorbiados. Eliah se había olvidado de las bestias. Miró a su jefe abriendo los ojos como platos y, asintiendo, salió corriendo hacia el establo. Allí estaba oculto un sótano donde estaban guardadas las bestias, animales humanoides por los cuales pagaban buenas sumas en el oscuro y secreto mercado de los esclavos. Estas bestias eran más inteligentes que un simple animal, y mucho más fuertes. Se les podía dar cualquier uso, dependiendo del animal, desde labores en el campo hasta los burdeles y era allí donde Fergusson tenía pensado enviar a las bestias que había comprado la semana pasada, aún las estaba ablandando.
Eliah saltó entre las llamas y corrió hacia la puerta escondida bajo el heno del fondo con el corazón apretado. Descubrió la puerta abierta. Sin pensarlo bajó, solamente para encontrar que las bestias no estaban. -¡No están! ¡Ninguna de ellas! Las soltaron, a todas, las soltaron- le decía al jefe, con el aliento entrecortado. -Alguien las soltó... en la confusión... ¿quién se iba a dar cuenta?- le decía, justificándose, sacándose la culpa, porque el pobre Eliah era el encargado de mantener vivas a las bestias.
Fergusson apretaba los puños tan fuerte que las uñas se le clavaban en la piel al intentar no dar de puñetazos a Eliah. Una tarea, una sola tarea tenía este imbécil y la había hecho mal. -Encárgate de que aparezcan, haz lo que sea. Tantos aeros de mi bolsillo no puede estar por ahí corriendo- le dijo en un susurro que hizo que al pobre Eliah le corriera un escalofrío por la espalda.
Dejó la labor de apagar las llamas para ir a la taberna local, allí tenía que haber quienes, por una buena suma de aeros, le pudieran ayudar a encontrar a las bestias.
Entró y se acercó a la barra, pidió una jarra de cerveza, necesitaba algo que le calmara los nervios -Gracias...- dijo al tabernero cuando le pasó la jara -Mi buen amigo... tengo un tremendo problema, quizás me puedas ayudar- dijo y el tabernero se acercó a escucharlo -Verá, se me perdieron unos animales, creo que me los robaron, y busco quienes me puedan ayudar a encontrarlos- dijo, capturando la atención del hombre -Pero no son animales comunes, son especiales.. parecen humanos, pero no lo son- dijo, tratando de explicarle al tabernero.
-Son cuatro, todas hembras, una es una ovejita, tiene hasta los cuernos y la lana- comenzó a describirlas.
- Mujer Oveja:
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-La otra, una pollita, una belleza emplumada- continuó diciendo y su cara cabiaba, los ojos le brillaban -Claro, con las garras y las alitas cortadas, pero oye, toda una delicia- dijo, esa parecía ser su favorita.
- Mujer Pájaro:
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-La otra es una perrita, una lobita. Tierna, oye, tierna, si vieras cómo mueve la colita- dijo.
- Mujer Lobo:
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-Y la yegua negra- dijo sin ocultar su desprecio. Esa maldita yegua que no se dejaba ablandar, que gritaba y chillaba, daba de coces y lo tiraba al piso cuando trataba de dominarla con cuerdas. ¡Cómo disfrutaba dándole latigazos! Aunque no lloraba y luego lo miraba con sus asquerosos ojos amarillos.
-Si usted llega a saber de alguien que pueda ayudar... la recompensa es bastante jugosa, que las bestias son de Fergusson Sin Dientes- le dijo guiñando un ojo.
Akanke
Sacerdotisa del Templo de los Monos
Sacerdotisa del Templo de los Monos
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
Al cuerno la suerte de uno se puede andar cuando un mercenario que detesta los vampiros hasta la medula termina viéndose obligado a entrar en lo profundo de su territorio, y lo que era peor, tener que aceptar un encargo de uno, aunque este al menos resulto ser honorable y mantuvo su palabra y pago su deuda, y el trabajo por el que contrato al espadachín fue uno sencillo, un duelo de honor por la tenencia de una pequeña parcela de tierra en contra del equivalente humano a un pedazo de estiércol con piernas conocido como Fergusson Sin Dientes.
Ninguno de los dos se presento a combatir en persona, el vampiro porque la cita fue de día, y el otro sujeto por ser un cobarde que no podía hacer nada por sí solo, así que ambos presentaron sus “campeones”, un par de matones con un notorio historial de violencia, capaces de hacer cualquier trabajo por algo de dinero, pero el representante del señor vampiro se metió en una pelea con un mercenario estando ebrio y termino muerto con un hacha clavada en el cráneo. ¿Que hizo la sanguijuela astuta? Decidió contratar al bastardo que mato a su campeón, el cual resulto ser una apuesta segura que le permitió ganarse su parcela de tierra, y este le pago con 400 aereos y una botella de vino, porque, aparentemente, el chupasangre ganaba dinero como vinicultor. ¿Quién diría que una sanguijuela pudiese hacer algo bueno con su vida?
Lo curioso de esta historia comienza cuando el espadachín se entera de que el no fue el único dolor de cabeza para el viejo Fergusson, aparentemente unos dos días después del duelo su propiedad fue atacada y entre numerosos daños, unas bestias “raras” que tenia para la venta se escaparon de cautiverio y ahora estaban corriendo por los bosques, el guerrero no estaba para nada interesado en esta clase de trabajos, sobre todo porque no le importaba en lo absoluto, lo único que quería era marcharse de ese lugar lo más rápido posible.
Los caminos de estos lares se volvían peligrosos de noche y, aunque el espadachín fuera un loco que le gustaba meterse en peleas en las cuales era consciente que las posibilidades de su muerte eran altas, no era ningún idiota, sobretodo tomando en cuenta que hace mucho desecho su vieja armadura, demasiado usada para poder repararse y de todos modos le resultaba cómodo ir por la vida vistiendo su camisa de tela, aunque todavía conservaba sus brazaletes y botas tachonadas, que aun estaba en un buen estado, relativamente hablando. Por estos motivos el joven guerrero tuvo la brillante idea de cortar camino por los bosques, y sorprendentemente, todo iba bien, hasta que se encontró un grupo de huellas muy peculiares en su camino.
El muchacho no era el mejor de los rastreadores, pero fue capaz de distinguir, pezuñas, dos animales o uno, no era capaz de decir, un canino particularmente grande y un pájaro demasiado grande, por cómo se orientaban los rastros, parecían que iban en grupo, tomando en cuenta que todas parecían ir en la misma dirección, sin contar que no parecía que el canino los estuviese cazando. De pronto los rumores de las bestias escapadas empezaron a venir en la mente del mercenario que, siendo la persona tan desinteresada que es con los animales, decidió dejar pasar esto y seguir con su camino, sin darse cuenta que, con su rumbo actual, corría mucho riesgo de encontrarse con las bestias… como dije: no es el mejor de los rastreadores.
Ninguno de los dos se presento a combatir en persona, el vampiro porque la cita fue de día, y el otro sujeto por ser un cobarde que no podía hacer nada por sí solo, así que ambos presentaron sus “campeones”, un par de matones con un notorio historial de violencia, capaces de hacer cualquier trabajo por algo de dinero, pero el representante del señor vampiro se metió en una pelea con un mercenario estando ebrio y termino muerto con un hacha clavada en el cráneo. ¿Que hizo la sanguijuela astuta? Decidió contratar al bastardo que mato a su campeón, el cual resulto ser una apuesta segura que le permitió ganarse su parcela de tierra, y este le pago con 400 aereos y una botella de vino, porque, aparentemente, el chupasangre ganaba dinero como vinicultor. ¿Quién diría que una sanguijuela pudiese hacer algo bueno con su vida?
Lo curioso de esta historia comienza cuando el espadachín se entera de que el no fue el único dolor de cabeza para el viejo Fergusson, aparentemente unos dos días después del duelo su propiedad fue atacada y entre numerosos daños, unas bestias “raras” que tenia para la venta se escaparon de cautiverio y ahora estaban corriendo por los bosques, el guerrero no estaba para nada interesado en esta clase de trabajos, sobre todo porque no le importaba en lo absoluto, lo único que quería era marcharse de ese lugar lo más rápido posible.
Los caminos de estos lares se volvían peligrosos de noche y, aunque el espadachín fuera un loco que le gustaba meterse en peleas en las cuales era consciente que las posibilidades de su muerte eran altas, no era ningún idiota, sobretodo tomando en cuenta que hace mucho desecho su vieja armadura, demasiado usada para poder repararse y de todos modos le resultaba cómodo ir por la vida vistiendo su camisa de tela, aunque todavía conservaba sus brazaletes y botas tachonadas, que aun estaba en un buen estado, relativamente hablando. Por estos motivos el joven guerrero tuvo la brillante idea de cortar camino por los bosques, y sorprendentemente, todo iba bien, hasta que se encontró un grupo de huellas muy peculiares en su camino.
El muchacho no era el mejor de los rastreadores, pero fue capaz de distinguir, pezuñas, dos animales o uno, no era capaz de decir, un canino particularmente grande y un pájaro demasiado grande, por cómo se orientaban los rastros, parecían que iban en grupo, tomando en cuenta que todas parecían ir en la misma dirección, sin contar que no parecía que el canino los estuviese cazando. De pronto los rumores de las bestias escapadas empezaron a venir en la mente del mercenario que, siendo la persona tan desinteresada que es con los animales, decidió dejar pasar esto y seguir con su camino, sin darse cuenta que, con su rumbo actual, corría mucho riesgo de encontrarse con las bestias… como dije: no es el mejor de los rastreadores.
Klinge
Honorable
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
Büzk Langädf
Los reinos del este eran lugares totalmente desconocidos para una persona como yo, alguien que parte de su vida la paso metido en una cabaña de madera algo destartalada. Con sus hermanos y sus padres, un hogar donde la familia feliz tenia varios secretos que preferían esconder, perdidos entre bosques inmensos al otro lado del lago. Estos últimos años vivía de taberna en taberna, en cualquiera de sus aspectos era mejor y más baratas que las posadas. Aunque no tenia ni un Aero, por suerte, era un ilusionista al que el dinero se la daba muy bien cuando tenia que hacerlo aparecer de la nada.
Había llegado hace poco a Sacrestic Ville, era un sitio algo tétrico y por lo visto, lleno de criaturas de la noche, pero tenia una idea muy clara, no iba a preguntar sobre ello a nadie de por ahí, simplemente era un lugar de paso y evitarme problemas era lo que quería por esta vez.
El ruido me despertó de mi sueño perfecto en aquella barra sucia y agrietada por el tiempo, en un pasado muy lejano, parecía haber sido un lugar algo más aceptable de lo que hoy podía llegar a ser. Solté de mi mano la espada que portaba, no me iban a quitar mi reliquia mientras daba una cabezadita, aunque pensándolo mejor, un lugar repleto de vampiros como se comenta, no era el mejor lugar para dormir.
Gire mi rostro para mirar por las ventanas amarillentas y sucias, llenas de cadáveres de insectos. Algo se prendía fuego y parecía algo importante. Me volví otra vez, y suspire para pedir una jarra de lo que fuera eso. Su costo era bajo, pero igualmente no se lo pensaba pagar a aquel tabernero de aspecto sucio, pero la verdad, no era el mejor para criticar las apariencias. Vivía de barra en barra.
De un momento a otro un hombre con pisadas fuertes interrumpió en aquel sitio algo cansado. Hablaba rápido con el tabernero pero como curioso que soy, me estire un poco para observarlo y escuchar lo que decía. Parecía que se le habían perdido algunos animales. Mucha gente vivia de su rebaño y de los productos que daban estos, me dio pena el hombre, pero eso no era razón para seguir escuchando como hablaba de esos supuestos animales. - Animales...- Susurre por lo bajo con una sonrisa de medio lado, con un leve suspiro que se transformo en carcajada.
Me levante y camine lentamente dando tumbos con la apariencia de un borracho, una técnica de un viejo amigo, pero bueno, la verdad es que él si lo estaba. Me senté a su lado y lo mire fijamente durante unos segundos, una mirada simpática que esperaba no hacerle sospechar. - Hablas de esos animales, como si les tuviera algún aprecio. Pero sois tan despreciable como él que más en estos lares.- Arqueo una ceja mirandolo esperándole que afirmara lo que le decía. - Acaso me vas a decir que no los vendeis al mejor postor cuando ya le habéis dado los golpes suficientes. - Doy un largo trago terminando la jarra para luego mirarlo sonriente y golpear la barra con la jarra. Mi rostros de borracho simpático de volvió hacia el tabernero con un gesto de que le pusiera otra.
Los reinos del este eran lugares totalmente desconocidos para una persona como yo, alguien que parte de su vida la paso metido en una cabaña de madera algo destartalada. Con sus hermanos y sus padres, un hogar donde la familia feliz tenia varios secretos que preferían esconder, perdidos entre bosques inmensos al otro lado del lago. Estos últimos años vivía de taberna en taberna, en cualquiera de sus aspectos era mejor y más baratas que las posadas. Aunque no tenia ni un Aero, por suerte, era un ilusionista al que el dinero se la daba muy bien cuando tenia que hacerlo aparecer de la nada.
Había llegado hace poco a Sacrestic Ville, era un sitio algo tétrico y por lo visto, lleno de criaturas de la noche, pero tenia una idea muy clara, no iba a preguntar sobre ello a nadie de por ahí, simplemente era un lugar de paso y evitarme problemas era lo que quería por esta vez.
Sacrestic Ville
El ruido me despertó de mi sueño perfecto en aquella barra sucia y agrietada por el tiempo, en un pasado muy lejano, parecía haber sido un lugar algo más aceptable de lo que hoy podía llegar a ser. Solté de mi mano la espada que portaba, no me iban a quitar mi reliquia mientras daba una cabezadita, aunque pensándolo mejor, un lugar repleto de vampiros como se comenta, no era el mejor lugar para dormir.
Gire mi rostro para mirar por las ventanas amarillentas y sucias, llenas de cadáveres de insectos. Algo se prendía fuego y parecía algo importante. Me volví otra vez, y suspire para pedir una jarra de lo que fuera eso. Su costo era bajo, pero igualmente no se lo pensaba pagar a aquel tabernero de aspecto sucio, pero la verdad, no era el mejor para criticar las apariencias. Vivía de barra en barra.
De un momento a otro un hombre con pisadas fuertes interrumpió en aquel sitio algo cansado. Hablaba rápido con el tabernero pero como curioso que soy, me estire un poco para observarlo y escuchar lo que decía. Parecía que se le habían perdido algunos animales. Mucha gente vivia de su rebaño y de los productos que daban estos, me dio pena el hombre, pero eso no era razón para seguir escuchando como hablaba de esos supuestos animales. - Animales...- Susurre por lo bajo con una sonrisa de medio lado, con un leve suspiro que se transformo en carcajada.
Me levante y camine lentamente dando tumbos con la apariencia de un borracho, una técnica de un viejo amigo, pero bueno, la verdad es que él si lo estaba. Me senté a su lado y lo mire fijamente durante unos segundos, una mirada simpática que esperaba no hacerle sospechar. - Hablas de esos animales, como si les tuviera algún aprecio. Pero sois tan despreciable como él que más en estos lares.- Arqueo una ceja mirandolo esperándole que afirmara lo que le decía. - Acaso me vas a decir que no los vendeis al mejor postor cuando ya le habéis dado los golpes suficientes. - Doy un largo trago terminando la jarra para luego mirarlo sonriente y golpear la barra con la jarra. Mi rostros de borracho simpático de volvió hacia el tabernero con un gesto de que le pusiera otra.
Jared
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
Off: Hola a todos! Antes que nada algunas aclaraciones. Vengo porque Akanke me lo ha permitido. Voy a hacer el papel de la lobita que estaba encerrada con ella. Segundo, perdon por mi intro tan larga, pero tenia que encontrar una forma de acomodarlo a mi crolologia ya que mi partner on rol ha desaparecido xD. Tercero, dado que me ausento hasta el 9, la idea es que se salteen mi turno. Se supone que Akanke y yo nos separamos en la huida y luego me uno a ustedes de nuevo. Asique mi post no debria de perjudicarles hasta que regrese <3. Gracias por leerme
Todas las precauciones habían sido pocas; sentía que moriría: ¿Quién había inventado los sentimientos? ¡Una podía vivir muy bien sin ellos! quería volver al pasado… muy atrás en el tiempo. ¿Cuánto? Al menos cuatro años atrás, allá, cuando tuve mi primer amigo vampiro, en los tiempos en los que había sido exiliada de la manada por mi sangre sucia. En las épocas en las que lo único que sentía era el dolor carnal, ese que sientes cuando te desgarran la carne o se te sale una extremidad de su lugar. Ahora, después de tantos años era débil, mi cuerpo era más fuerte, yo tenía más experiencia: podría matar a la distancia y con una venda en los ojos, usar venenos, trampas… ideas. Pero la espina en mi corazón sangraba. Temía que de quitar esa daga que me perforara el pecho me hiciera perecer.
Días antes de mi boda con Alex había aparecido su enemigo, pero no estaba solo. Mi pareja se quedó atrás para hacer frente a ellos y darme una oportunidad de salvar a nuestros hijos. ¡Malditos! pensé golpeando con el puño cerrado el tronco muerto de un árbol. Aquello no era lo único ni lo peor: días, semanas… meses. Vagamos cuidando nuestras espaldas, sin tener noticias de mi lobo negro. Los reinos del este, la llanura nevada, Dundarak… el Lago de la Luna… siempre nos acechaba una sombra desde la oscuridad. Lo sabía, ellos venían tras de mí, de nosotros… los hijos del lobo que se reveló. Sólo unos pocos conocían el secreto tras el nacimiento de mis mellizos, sólo unos pocos que no hablarían. Aunque en esos momentos hubiese deseado poder confiárselos al cazador, su padre biológico, no habría como hallarlo. No en las heladas tierras del Norte.
Lejos de todo, allá donde lo más cerca es el poblado abandonado, una tribu de hombres bestia tigres tuvieron piedad de mí, de nosotros. Entonces tomé la decisión de enterrar parte de mi corazón en las nieves eternas y regresar por mi amor. Pero ellos me hallaron antes, toda una manada, con ojos asesinos y tan unidos como un solo ser. Me llevé unos cuantos a la tumba, pero parecía que por cada uno que hería otro más aparecía del aire, dispuesto a llevarme con él. Para entonces lo sabía: Alex tenía que estar muerto. No había forma de que un lobo joven como él le hiciera frente a eso. Escapé. Fue una de las pocas veces en las que me había retirado. Era más pesado el hueco en mi pecho que las ganas de pelear o de gastar mi vida con ellos. Volvería, volvería pero más fuerte. Me encargaría que esa manada quedase extinta, occisa, finada, terminada, incluso de cualquier registro. Sería mi último regalo. Pero antes debía vivir. Con los más jóvenes pisándome los talones crucé al territorio de los vampiros. Estaba herida de gravedad, me movía por pura voluntad, voluntad negra y asesina.
¡Malditos! volví a pensar apretando tanto el puño que mis garras abrieron la carne. Sí, todos, todo. Mi estrella era mala, tanto que opacaba las buenas estrellas de aquellos quienes estaban lo suficientemente cerca. Cuando abrí los ojos estaba en poder de un vampiro, un sucio vampiro. El maldito me había sanado las heridas, tal vez con el don de la elfa que parecía su esclava, o tal vez simplemente pasó tiempo, mucho tiempo. El suficiente como para que mi cuerpo se sintiera pesado. El muy ruin me había puesto algo que mantenía mi forma física bípeda. No podía volver a m forma humana y tampoco a la feral. Estaba condenada a mantenerme como un lobo que andaba a dos patas, uno que no podía hablar ni moverse más allá de la cadena que le habían puesto en el pescuezo. Lo había sido todo en la vida, todo menos una esclava. Nadie hablaba frente a mí, no lo hacía la elfa ni tampoco mi raptor. Él se mantenía en las sombras de lo que parecía una casa grande, muy vieja, muy húmeda… escondido a la vista, eso estaba seguro. Los rayos del sol apenas se filtraban un par de minutos al día por entre los barrotes de donde estaba.
No sabía cuánto tiempo había pasado, la comida nunca venía en un horario fijo. En el lugar sólo parecían residir estos dos personajes. Pero un día percibí nuevas esencias en el ambiente. Voces. Una discusión. Alguien negociaba. Me negociaban. Estaba siendo vendida como una vulgar perra. Como una lobita. Una vulgar loba esclava. Mi risa sonó como un lamento. “Las mascotas también muerden” esa era la mejor noticia que podría tener. Cuando pudiese hacerme con un arma todos morirían. ¡Aerandir Ardería! La hoguera sólo se extinguiría al comienzo del mar y allá, donde las nieves que nunca perecen residen. Auuuu uuuuuuu au au auuuu mi aullido mordaz despertó a todos los canes de la zona. Wood estaba de vuelta. Bueno… casi. Cuando la puerta se abrió la luz me dejó ciega por lo suficiente como para no ver en las sombras a mi captor, pero bien que le escuché: “Me debes. No olvides”. Maldito. De tener la facultad, le hubiese escupido. Él sería el primero. Lo ataría al árbol más viejo para que se asara lentamente en el sol.
Me metieron de mala gana en una caravana, la noche casi nos abrazaba dentro del bosque. No presté demasiada atención a los que me rodeaban, sólo esperaba una oportunidad que nunca llegó. Ésos eran profesionales. Mejor. Cuando cayeran no me tocaría el corazón en rajarles sus gargantas con mis colmillos o abrir sus vientres con mis garras. Sería más fácil. Mucho más rápido. Bajo el cobijo de la oscuridad fuimos encerradas cuatro en un sótano, alejado del ojo de los dioses, allá donde ni siquiera las alimañas bajan. Perdón, me corrijo: donde una alimaña y media bajaban. La alimaña completa era un hombre asqueroso con menos de la mitad de los dientes en su boca, casi todos los que le quedaban estaban podridos, así como aquello que alguna vez fue su alma. La otra, era uno de esos estúpidos elfos; ese se encargaba de mantenernos con vida, sólo con vida. Agua suficiente para tres, no cuatro. Y nos sanaba de lo más grande que nos hacía su empleador, porque lo demás tenía que mantenerse para que la lección nos entrara.
La niña oveja era la más rebelde luego de la mujer caballo. Había oído alguna vez algo de mitología acerca de seres similares a ella, pero para mí no era más que una vil mujer caballo, con tan mal genio que daban ganas de domarla. Me hizo tanto acuerdo a mi propia yegua negra que enseguida le tomé cariño. Para mí era tonto intentar poner resistencia. En el mismo momento que habíamos caído en ese pozo yo ya me había formado mi propio plan. Y se los hubiese comunicado si es que hubiese podido hablar. Pero en mi forma lupina solamente podía mover mi cola e intentar abrazar a aquellas que se dejaban. Las intenciones de Fergusson eran claras. Nos quería vender a un burdel, al menos a la chica águila y la corderita. Ellas pecaban de lindas. Aunque yo nunca me negué, el asqueroso de nuestro “dueño” prefería pasar el rato con la Furia Negra, como me gustaba nombrar en mi mente a la chica oscura, y la chica ave. Ovejita y yo éramos más bien un adorno, aunque estaba segura que se acercaba el momento.
Cada vez me costaba más trabajo parecer ser una buena hermana mayor, una madre. Quería agarrar al Fergusson ese y arrancarle la cabeza pero él siempre estaba en guardia. Tenía que amansarme, tenía que amanzarlo. Amanzarlo para comérmelo. Me sentía como el pastor cuidando de su rebaño, al menos tenía la piel del pastor. Ya me encargaría de revelar mis verdaderos colores. Cuando pudiera volver a cambiar mi apariencia. Sabía qué haría. Hacerlos arder era poco, mi plan poco a poco se refinaba.
Días antes de mi boda con Alex había aparecido su enemigo, pero no estaba solo. Mi pareja se quedó atrás para hacer frente a ellos y darme una oportunidad de salvar a nuestros hijos. ¡Malditos! pensé golpeando con el puño cerrado el tronco muerto de un árbol. Aquello no era lo único ni lo peor: días, semanas… meses. Vagamos cuidando nuestras espaldas, sin tener noticias de mi lobo negro. Los reinos del este, la llanura nevada, Dundarak… el Lago de la Luna… siempre nos acechaba una sombra desde la oscuridad. Lo sabía, ellos venían tras de mí, de nosotros… los hijos del lobo que se reveló. Sólo unos pocos conocían el secreto tras el nacimiento de mis mellizos, sólo unos pocos que no hablarían. Aunque en esos momentos hubiese deseado poder confiárselos al cazador, su padre biológico, no habría como hallarlo. No en las heladas tierras del Norte.
Lejos de todo, allá donde lo más cerca es el poblado abandonado, una tribu de hombres bestia tigres tuvieron piedad de mí, de nosotros. Entonces tomé la decisión de enterrar parte de mi corazón en las nieves eternas y regresar por mi amor. Pero ellos me hallaron antes, toda una manada, con ojos asesinos y tan unidos como un solo ser. Me llevé unos cuantos a la tumba, pero parecía que por cada uno que hería otro más aparecía del aire, dispuesto a llevarme con él. Para entonces lo sabía: Alex tenía que estar muerto. No había forma de que un lobo joven como él le hiciera frente a eso. Escapé. Fue una de las pocas veces en las que me había retirado. Era más pesado el hueco en mi pecho que las ganas de pelear o de gastar mi vida con ellos. Volvería, volvería pero más fuerte. Me encargaría que esa manada quedase extinta, occisa, finada, terminada, incluso de cualquier registro. Sería mi último regalo. Pero antes debía vivir. Con los más jóvenes pisándome los talones crucé al territorio de los vampiros. Estaba herida de gravedad, me movía por pura voluntad, voluntad negra y asesina.
¡Malditos! volví a pensar apretando tanto el puño que mis garras abrieron la carne. Sí, todos, todo. Mi estrella era mala, tanto que opacaba las buenas estrellas de aquellos quienes estaban lo suficientemente cerca. Cuando abrí los ojos estaba en poder de un vampiro, un sucio vampiro. El maldito me había sanado las heridas, tal vez con el don de la elfa que parecía su esclava, o tal vez simplemente pasó tiempo, mucho tiempo. El suficiente como para que mi cuerpo se sintiera pesado. El muy ruin me había puesto algo que mantenía mi forma física bípeda. No podía volver a m forma humana y tampoco a la feral. Estaba condenada a mantenerme como un lobo que andaba a dos patas, uno que no podía hablar ni moverse más allá de la cadena que le habían puesto en el pescuezo. Lo había sido todo en la vida, todo menos una esclava. Nadie hablaba frente a mí, no lo hacía la elfa ni tampoco mi raptor. Él se mantenía en las sombras de lo que parecía una casa grande, muy vieja, muy húmeda… escondido a la vista, eso estaba seguro. Los rayos del sol apenas se filtraban un par de minutos al día por entre los barrotes de donde estaba.
No sabía cuánto tiempo había pasado, la comida nunca venía en un horario fijo. En el lugar sólo parecían residir estos dos personajes. Pero un día percibí nuevas esencias en el ambiente. Voces. Una discusión. Alguien negociaba. Me negociaban. Estaba siendo vendida como una vulgar perra. Como una lobita. Una vulgar loba esclava. Mi risa sonó como un lamento. “Las mascotas también muerden” esa era la mejor noticia que podría tener. Cuando pudiese hacerme con un arma todos morirían. ¡Aerandir Ardería! La hoguera sólo se extinguiría al comienzo del mar y allá, donde las nieves que nunca perecen residen. Auuuu uuuuuuu au au auuuu mi aullido mordaz despertó a todos los canes de la zona. Wood estaba de vuelta. Bueno… casi. Cuando la puerta se abrió la luz me dejó ciega por lo suficiente como para no ver en las sombras a mi captor, pero bien que le escuché: “Me debes. No olvides”. Maldito. De tener la facultad, le hubiese escupido. Él sería el primero. Lo ataría al árbol más viejo para que se asara lentamente en el sol.
Me metieron de mala gana en una caravana, la noche casi nos abrazaba dentro del bosque. No presté demasiada atención a los que me rodeaban, sólo esperaba una oportunidad que nunca llegó. Ésos eran profesionales. Mejor. Cuando cayeran no me tocaría el corazón en rajarles sus gargantas con mis colmillos o abrir sus vientres con mis garras. Sería más fácil. Mucho más rápido. Bajo el cobijo de la oscuridad fuimos encerradas cuatro en un sótano, alejado del ojo de los dioses, allá donde ni siquiera las alimañas bajan. Perdón, me corrijo: donde una alimaña y media bajaban. La alimaña completa era un hombre asqueroso con menos de la mitad de los dientes en su boca, casi todos los que le quedaban estaban podridos, así como aquello que alguna vez fue su alma. La otra, era uno de esos estúpidos elfos; ese se encargaba de mantenernos con vida, sólo con vida. Agua suficiente para tres, no cuatro. Y nos sanaba de lo más grande que nos hacía su empleador, porque lo demás tenía que mantenerse para que la lección nos entrara.
La niña oveja era la más rebelde luego de la mujer caballo. Había oído alguna vez algo de mitología acerca de seres similares a ella, pero para mí no era más que una vil mujer caballo, con tan mal genio que daban ganas de domarla. Me hizo tanto acuerdo a mi propia yegua negra que enseguida le tomé cariño. Para mí era tonto intentar poner resistencia. En el mismo momento que habíamos caído en ese pozo yo ya me había formado mi propio plan. Y se los hubiese comunicado si es que hubiese podido hablar. Pero en mi forma lupina solamente podía mover mi cola e intentar abrazar a aquellas que se dejaban. Las intenciones de Fergusson eran claras. Nos quería vender a un burdel, al menos a la chica águila y la corderita. Ellas pecaban de lindas. Aunque yo nunca me negué, el asqueroso de nuestro “dueño” prefería pasar el rato con la Furia Negra, como me gustaba nombrar en mi mente a la chica oscura, y la chica ave. Ovejita y yo éramos más bien un adorno, aunque estaba segura que se acercaba el momento.
Cada vez me costaba más trabajo parecer ser una buena hermana mayor, una madre. Quería agarrar al Fergusson ese y arrancarle la cabeza pero él siempre estaba en guardia. Tenía que amansarme, tenía que amanzarlo. Amanzarlo para comérmelo. Me sentía como el pastor cuidando de su rebaño, al menos tenía la piel del pastor. Ya me encargaría de revelar mis verdaderos colores. Cuando pudiera volver a cambiar mi apariencia. Sabía qué haría. Hacerlos arder era poco, mi plan poco a poco se refinaba.
Woodpecker
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
Aquella noche, Akanke se cuestionaba su vida. Había recibido una buena dosis de latigazos unas horas atrás y esta vez, le golpearon algo más que la piel. Hacía años que recibía latigazos, ¿sería hora de dejarse domar? Había pasado de mano en mano los últimos años. Ha sido revendida tantas veces, a tan variados precios, que ya no sabe dónde está o cómo volver junto a los suyos. ¡Por los dioses! ¡Que ni siquiera sabe a ciencia cierta quién es!
Y ya estaba cansada de los azotes, de los golpes, de luchar, era mejor rendirse. Hacía una semana estaba allí y todos los días, todos y cada uno, había recibido látigo. El primer día intentaron ponerle una tela en el lomo y ella se lo quitó y gruñó, tirándosela en la cara al asqueroso tipo con los dientes podridos. Recibió tantos golpes de vara, incontables, que quedó en el piso tirada, más cansada que adolorida. Así fueron todas las jornadas para ella.
Akanke era especialmente rebelde y salvaje. A pesar de los años de cadenas y golpes, su espíritu se mantenía intacto, tan silvestre y libre como el día en que nació. No entendía por qué insistían en poner esos arcos metálicos en sus cascos o la razón por la cual torturaban a la mujer pájaro, cortando sus garras y arrancando las plumas de sus alas. Las otras dos eran más dóciles y aunque al principio las miraba con desprecio, por entregarse tan fácil a su captor, en ese momento las miraba con envidia. Eran más dóciles y se llevaban muchos menos golpes, incluso más comida. Debería ser así, como ellas, y entregarse a su suerte.
Una lágrima corría por su mejilla mientras sentía como su voluntad se le iba del cuerpo, como traicionaba a su familia y a todo lo que ella creía ser. Cerró los ojos y escupió saliva que era más sangre que otra cosa. Se incorporó lentamente, y se acercó a la mujer pájaro, quien aún tiritaba de dolor. Sus patas estaban cubiertas de sangre, igual que las plumas de sus alas. Estiró el brazo a través de los barrotes que las separaban y se permitió tocarla, acariciar su espalda. Comenzó a cantarle, despacito, casi en un susurro. La chica pájaro lloraba en silencio. Quiso decirle que se tranquilizara, que se entregara, que ella lo iba a hacer. Quizás, si se rendían, las sacarían de ahí, de esa inmunda cloaca donde las mantenían, rodeadas de mierda.
Un fuerte golpe arriba sacudió el techo, como un temblor que hizo sobresaltar a las mujeres. La chica oveja gritó y buscó la cercanía de la mujer lobo. Arriba trajinaban, tanto y con tantas fuerzas, que del techo les caían escombros. De repente, la puerta se abre y entra una ráfaga de calor. Un chico de orejas picudas, un elfo que las miraba de lejos siempre con tristeza, bajó corriendo con un juego de llaves. Las manos le temblaban mientras encontraba la llave que abría las jaulas. Cuando llegó a la de Akanke, ella ludo ver su cara marcada por una larga cicatriz que cruzaba desde la ceja izquierda hasta el mentón. Las miró asustado -Corran, huyan, pronto- les dijo luego de liberarlas -¡Ahora!- gritó antes de desaparecer entre las llamas.
Akanke reaccionó después que la loba, quien sin dudarlo salió corriendo, dejándolas atrás. Salió de su jaula y tomó a la chica ave, ayudándola a levantarse y ponerse en su lomo. Hizo que sus brazos le rodearan la cintura y los apretó -Fuerte- dijo la centáuride y salió a todo galope. La chica oveja la seguía, completamente en pánico.
Afuera todo era caos, las llamas devoraban el establo de madera, los animales corrían de un lado a otro y eso aprovechó Akanke para huir hacia el bosque. No podían detenerse -¡Espera! ¡La loba! ¡La loba!- chillaba la niña -Callar- le dijo con firmeza -Correr, lejos, correr- decía sin parar, agarrándo a la chica ave que a momentos se desvanecía.
Lágrimas corrían por la cara de Akanke. Los dioses le dieron la oportunidad de huir. ¡No te rindas! Eso le decían. ¡No te entregues! ¡Eres libre! ¡Lucha!
_____________________________
Eliah miraba asqueado al borracho que le hablaba en la cara con su aliento era asesino. Eso, junto a su aspecto sucio y desaliñado le revolvieron el estómago. -¿Qué te importa lo que yo haga con las bestias? Son animales salvajes que tienen que ser ablandados y... vaya, una vez domesticadas cumplen bien su labor...- comenzó a hablar, tan legua suelta como él era. Le gustaba hacer alarde de su trabajo, disfrutaba que lo vieran como un tipo desalmado y cruel, tal como su jefe. Que en realidad no era su jefe, era su padre. Eliah era el bastardo de Fergusson Sin Dientes, aunque jamás lo había reconocido, pero él lo sabía, estaba seguro.
Se sacó al borracho de encima con desprecio -Mira, a menos que sepas rastrear y quieras ganar dinero, no me interesa- le dijo, acomodando su camisa -No tienes nada que perder, solo ganancias; un saco gordo de aeros y la gratitud de mi pad... de Fergusson Sin Dientes- le dijo, mirándolo con arrogancia. El tipo era un borracho, pero Eliah estaba desesperado, anhelaba que le dijera que sí.
Y ya estaba cansada de los azotes, de los golpes, de luchar, era mejor rendirse. Hacía una semana estaba allí y todos los días, todos y cada uno, había recibido látigo. El primer día intentaron ponerle una tela en el lomo y ella se lo quitó y gruñó, tirándosela en la cara al asqueroso tipo con los dientes podridos. Recibió tantos golpes de vara, incontables, que quedó en el piso tirada, más cansada que adolorida. Así fueron todas las jornadas para ella.
Akanke era especialmente rebelde y salvaje. A pesar de los años de cadenas y golpes, su espíritu se mantenía intacto, tan silvestre y libre como el día en que nació. No entendía por qué insistían en poner esos arcos metálicos en sus cascos o la razón por la cual torturaban a la mujer pájaro, cortando sus garras y arrancando las plumas de sus alas. Las otras dos eran más dóciles y aunque al principio las miraba con desprecio, por entregarse tan fácil a su captor, en ese momento las miraba con envidia. Eran más dóciles y se llevaban muchos menos golpes, incluso más comida. Debería ser así, como ellas, y entregarse a su suerte.
Una lágrima corría por su mejilla mientras sentía como su voluntad se le iba del cuerpo, como traicionaba a su familia y a todo lo que ella creía ser. Cerró los ojos y escupió saliva que era más sangre que otra cosa. Se incorporó lentamente, y se acercó a la mujer pájaro, quien aún tiritaba de dolor. Sus patas estaban cubiertas de sangre, igual que las plumas de sus alas. Estiró el brazo a través de los barrotes que las separaban y se permitió tocarla, acariciar su espalda. Comenzó a cantarle, despacito, casi en un susurro. La chica pájaro lloraba en silencio. Quiso decirle que se tranquilizara, que se entregara, que ella lo iba a hacer. Quizás, si se rendían, las sacarían de ahí, de esa inmunda cloaca donde las mantenían, rodeadas de mierda.
Un fuerte golpe arriba sacudió el techo, como un temblor que hizo sobresaltar a las mujeres. La chica oveja gritó y buscó la cercanía de la mujer lobo. Arriba trajinaban, tanto y con tantas fuerzas, que del techo les caían escombros. De repente, la puerta se abre y entra una ráfaga de calor. Un chico de orejas picudas, un elfo que las miraba de lejos siempre con tristeza, bajó corriendo con un juego de llaves. Las manos le temblaban mientras encontraba la llave que abría las jaulas. Cuando llegó a la de Akanke, ella ludo ver su cara marcada por una larga cicatriz que cruzaba desde la ceja izquierda hasta el mentón. Las miró asustado -Corran, huyan, pronto- les dijo luego de liberarlas -¡Ahora!- gritó antes de desaparecer entre las llamas.
Akanke reaccionó después que la loba, quien sin dudarlo salió corriendo, dejándolas atrás. Salió de su jaula y tomó a la chica ave, ayudándola a levantarse y ponerse en su lomo. Hizo que sus brazos le rodearan la cintura y los apretó -Fuerte- dijo la centáuride y salió a todo galope. La chica oveja la seguía, completamente en pánico.
Afuera todo era caos, las llamas devoraban el establo de madera, los animales corrían de un lado a otro y eso aprovechó Akanke para huir hacia el bosque. No podían detenerse -¡Espera! ¡La loba! ¡La loba!- chillaba la niña -Callar- le dijo con firmeza -Correr, lejos, correr- decía sin parar, agarrándo a la chica ave que a momentos se desvanecía.
Lágrimas corrían por la cara de Akanke. Los dioses le dieron la oportunidad de huir. ¡No te rindas! Eso le decían. ¡No te entregues! ¡Eres libre! ¡Lucha!
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Eliah miraba asqueado al borracho que le hablaba en la cara con su aliento era asesino. Eso, junto a su aspecto sucio y desaliñado le revolvieron el estómago. -¿Qué te importa lo que yo haga con las bestias? Son animales salvajes que tienen que ser ablandados y... vaya, una vez domesticadas cumplen bien su labor...- comenzó a hablar, tan legua suelta como él era. Le gustaba hacer alarde de su trabajo, disfrutaba que lo vieran como un tipo desalmado y cruel, tal como su jefe. Que en realidad no era su jefe, era su padre. Eliah era el bastardo de Fergusson Sin Dientes, aunque jamás lo había reconocido, pero él lo sabía, estaba seguro.
Se sacó al borracho de encima con desprecio -Mira, a menos que sepas rastrear y quieras ganar dinero, no me interesa- le dijo, acomodando su camisa -No tienes nada que perder, solo ganancias; un saco gordo de aeros y la gratitud de mi pad... de Fergusson Sin Dientes- le dijo, mirándolo con arrogancia. El tipo era un borracho, pero Eliah estaba desesperado, anhelaba que le dijera que sí.
Akanke
Sacerdotisa del Templo de los Monos
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
Las chispas que saltaban del fuego eran el único sonido que interrumpían el silencio del bosque en esa noche a parte de los grillos y búhos que lo habitaban, nada interrumpía ese momento de soledad en el que se encontraba el mercenario que se encontraba sentado a la sombra de un árbol frente a la pequeña fogata que encendió para mantenerse caliente con sus pensamientos como única compañía, pero ¿en qué pensaba un espadachín que buscaba la muerte en combate en estos momentos de soledad?
Mirando a las estrellas en el firmamento el joven recordaba lo consiente de su propia mortalidad, sabía que sus días llegaran a su fin pronto, sabia como pasaría, pero no sabía cuando, una parte de si mismo le temía a la muerte, algo que vio muchas veces en su vida y que dio a mucha gente con la que se encontró, le dio una mirada a su espada guardada en la funda, recordó el pacto que se izo cuando la empuño por primera vez para matar a un hombre, esa promesa que le dio a los dioses en aquel entonces que sellaría su destino, la de morir por la espada y con una en sus manos, la de nunca conocer la felicidad de un hogar y una familia, la de jamás dejar una esposa e hijos que puedan llorarlo cuando muera ¿Por qué alguien había de dar luto por su final? En el fondo de su corazón se dio la promesa de regresar del lodo al que lo abandonaron en sus primeros días de vida.
De pronto lo venció el sueño, el espadachín se quedo dormido en la posición en la que estaba, con sus armas guardadas detrás de su espalda, mientras una de sus espadas descansaba dentro de su funda sobre su pecho, bien agarrada por la mano izquierda del mercenario, mientras, en lo profundo de los sueños del guerrero, el único regalo que le dieron los dioses se presentaba ante él, las visiones de su destino, visiones de sangre y muerte, visiones de gloria y furia, visiones de su muerte. El guerrero soñaba con el momento de su muerte, de su combate final en un campo de batalla plagado de cadáveres, como combatía contra un guerrero encapuchado que llevaba una espada en una sola mano, como todas las noches el mercenario daba lo mejor de sí para vencer a este adversario, pero no era capaz de hacer nada contra su enemigo, ni rasguñarlo o sorprenderlo, finalmente intento desesperadamente ver la cara de quien lo iba a vencer. Cuando finalmente, el acero de su enemigo estaba atravesando su pecho en un golpe fatal al corazón, es cuando la penumbra que cubría el rostro de su rival empezó a disiparse revelando la cara de…
Entonces despertó de sobresalto, aun con la sensación de la puñalada fresca en su pecho, el pulso a mil y la cara empapada en sudor frio, se aferraba con fuerza a su arma en la funda con la respiración agitada, entonces empezó a reír mientras se tapaba el rostro con la mano derecha. Lo que empezó como una leve y nerviosa risa se volvió en una salvaje y fuerte carcajada dirigida al cielo, el espadachín se levanto de golpe elevando un rugido desafiante al cielo más parecido al de una bestia que el de un hombre como retando a los dioses, como invocando su destino a que lo alcance en ese instante.
Después de recuperar el aliento, el espadachín se disponía a sentarse de vuelta para intentar volver a conciliar el sueño, cuando escucho ruidos como pasos, que lo impulsaron a levantarse de vuelta, con todos los sentidos en guardia mientras su mano derecha sostenía con firmeza el mango de su espada, listo para sacarla en cuanto se presentase una amenaza.
Mirando a las estrellas en el firmamento el joven recordaba lo consiente de su propia mortalidad, sabía que sus días llegaran a su fin pronto, sabia como pasaría, pero no sabía cuando, una parte de si mismo le temía a la muerte, algo que vio muchas veces en su vida y que dio a mucha gente con la que se encontró, le dio una mirada a su espada guardada en la funda, recordó el pacto que se izo cuando la empuño por primera vez para matar a un hombre, esa promesa que le dio a los dioses en aquel entonces que sellaría su destino, la de morir por la espada y con una en sus manos, la de nunca conocer la felicidad de un hogar y una familia, la de jamás dejar una esposa e hijos que puedan llorarlo cuando muera ¿Por qué alguien había de dar luto por su final? En el fondo de su corazón se dio la promesa de regresar del lodo al que lo abandonaron en sus primeros días de vida.
De pronto lo venció el sueño, el espadachín se quedo dormido en la posición en la que estaba, con sus armas guardadas detrás de su espalda, mientras una de sus espadas descansaba dentro de su funda sobre su pecho, bien agarrada por la mano izquierda del mercenario, mientras, en lo profundo de los sueños del guerrero, el único regalo que le dieron los dioses se presentaba ante él, las visiones de su destino, visiones de sangre y muerte, visiones de gloria y furia, visiones de su muerte. El guerrero soñaba con el momento de su muerte, de su combate final en un campo de batalla plagado de cadáveres, como combatía contra un guerrero encapuchado que llevaba una espada en una sola mano, como todas las noches el mercenario daba lo mejor de sí para vencer a este adversario, pero no era capaz de hacer nada contra su enemigo, ni rasguñarlo o sorprenderlo, finalmente intento desesperadamente ver la cara de quien lo iba a vencer. Cuando finalmente, el acero de su enemigo estaba atravesando su pecho en un golpe fatal al corazón, es cuando la penumbra que cubría el rostro de su rival empezó a disiparse revelando la cara de…
Entonces despertó de sobresalto, aun con la sensación de la puñalada fresca en su pecho, el pulso a mil y la cara empapada en sudor frio, se aferraba con fuerza a su arma en la funda con la respiración agitada, entonces empezó a reír mientras se tapaba el rostro con la mano derecha. Lo que empezó como una leve y nerviosa risa se volvió en una salvaje y fuerte carcajada dirigida al cielo, el espadachín se levanto de golpe elevando un rugido desafiante al cielo más parecido al de una bestia que el de un hombre como retando a los dioses, como invocando su destino a que lo alcance en ese instante.
Después de recuperar el aliento, el espadachín se disponía a sentarse de vuelta para intentar volver a conciliar el sueño, cuando escucho ruidos como pasos, que lo impulsaron a levantarse de vuelta, con todos los sentidos en guardia mientras su mano derecha sostenía con firmeza el mango de su espada, listo para sacarla en cuanto se presentase una amenaza.
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
Büzk Langädf
Lo mire de arriba a bajo con desprecio, necesitaba el dinero. Y salir de aquí con un par de Aeros, me venia genial la verdad, aunque cazaba la comida, la cerveza no crece de los arboles ni mucho menos, o eso es lo que creo. Me levante estirandome, tambaleandome un poco, me movía de lado a lado mientras miraba mis manos, cubiertas por guantes de cuero, donde solo se dejaban ver los dedos hasta la mitad de ellos. -Bueno señor, creo que la caza es lo mio desde pequeño, pero siempre me ha costado negociar las condiciones de todo esto. - Me quite el guante para con lentitud, lo coloque encima de la barra, junto a mi dorada jarra de cerveza. Lleve mi mano a mis bolsillos, donde saque tranquilamente anillo por anillo, colocandolos en mis grande manos. Cada uno más grande que el anterior.
Me coloque enfrente de él, suspirando fuertemente. En el momento que se giro para darme la cara, lo tome por el cuello por mi mano libre sin anillos. Lo arrastre durante un par de metros para colocarlo contra una pared de madera. Lo observe seriamente, aquel borracho había desaparecido totalmente. Sus ojos eran oscuro y serios, algo más de lo común. Me quite los trapos de la cara, me mantenían caliente y me hacían pasar desprevenido. - Te encontrare a tu animalitos, a cada uno de ellos si quieres. Pero quiero la mitad ahora, y el resto cuando los encuentre. Y como intentes estafarme, seras el sin dientes junior. - Termino por golpear la pared a pocos centímetros de él. Lo solté y me senté en mi lugar anteriormente para tomar la jarra y tomarme de un trago la cerveza.
No pensaba entregarle los animales, solo quería encontrarlos y terminar con este hijo de puta que se quedara sin futuros dientes. Eso si, no voy a arreglarle la cara de forma gratuita. Cobro por hacerle un favor a la humanidad. Gente como él termina con especies, las vende y cuando ya se han cansado de recibir palos tras palos. Me recuerda mucho, cuando se cazaba a los dragones por sus escamas brillantes, una época que a terminado para ellos, pero no para animales más extraños, donde no tenían una ciudad donde esconderse o un rey que los gobiernen. Ellos son el ultimo signo de liberta que queda en estas tierras.
Salí de aquella taberna sin pagar un duro, el tabernero me miro pero no dijo nada, creo que aquel susodicho me seguía para confiar que el trabajo se hacia.Mire el suelo en busqueda de las huellas, no debía ser muy difícil encontrarlas, salían de lo que suele decir común.- Si me vas a seguir durante todo el camino, solo quiero que te calles.- Mi actitud había cambiado, mi verdadero yo había salido de mi gran papel de borracho. Camine durante unos metros, pero había un problema, las huellas se separaban, y yo no podía dividirme en dos por el momento. Me quede en silencio y me agache un poco observando lo hundida que estaban esas huellas. Debía seguir al animal más grande, seguramente no fuera tan rápido como los demás. Y si no me equivoco, todos deberían estar bebiendo agua en el lado este del gran rió. No quiero imaginar las miserias pasadas por este tipo de gente. Me levante y empecé a caminar mientras susurraba una canción.
Lo mire de arriba a bajo con desprecio, necesitaba el dinero. Y salir de aquí con un par de Aeros, me venia genial la verdad, aunque cazaba la comida, la cerveza no crece de los arboles ni mucho menos, o eso es lo que creo. Me levante estirandome, tambaleandome un poco, me movía de lado a lado mientras miraba mis manos, cubiertas por guantes de cuero, donde solo se dejaban ver los dedos hasta la mitad de ellos. -Bueno señor, creo que la caza es lo mio desde pequeño, pero siempre me ha costado negociar las condiciones de todo esto. - Me quite el guante para con lentitud, lo coloque encima de la barra, junto a mi dorada jarra de cerveza. Lleve mi mano a mis bolsillos, donde saque tranquilamente anillo por anillo, colocandolos en mis grande manos. Cada uno más grande que el anterior.
Me coloque enfrente de él, suspirando fuertemente. En el momento que se giro para darme la cara, lo tome por el cuello por mi mano libre sin anillos. Lo arrastre durante un par de metros para colocarlo contra una pared de madera. Lo observe seriamente, aquel borracho había desaparecido totalmente. Sus ojos eran oscuro y serios, algo más de lo común. Me quite los trapos de la cara, me mantenían caliente y me hacían pasar desprevenido. - Te encontrare a tu animalitos, a cada uno de ellos si quieres. Pero quiero la mitad ahora, y el resto cuando los encuentre. Y como intentes estafarme, seras el sin dientes junior. - Termino por golpear la pared a pocos centímetros de él. Lo solté y me senté en mi lugar anteriormente para tomar la jarra y tomarme de un trago la cerveza.
No pensaba entregarle los animales, solo quería encontrarlos y terminar con este hijo de puta que se quedara sin futuros dientes. Eso si, no voy a arreglarle la cara de forma gratuita. Cobro por hacerle un favor a la humanidad. Gente como él termina con especies, las vende y cuando ya se han cansado de recibir palos tras palos. Me recuerda mucho, cuando se cazaba a los dragones por sus escamas brillantes, una época que a terminado para ellos, pero no para animales más extraños, donde no tenían una ciudad donde esconderse o un rey que los gobiernen. Ellos son el ultimo signo de liberta que queda en estas tierras.
Salí de aquella taberna sin pagar un duro, el tabernero me miro pero no dijo nada, creo que aquel susodicho me seguía para confiar que el trabajo se hacia.Mire el suelo en busqueda de las huellas, no debía ser muy difícil encontrarlas, salían de lo que suele decir común.- Si me vas a seguir durante todo el camino, solo quiero que te calles.- Mi actitud había cambiado, mi verdadero yo había salido de mi gran papel de borracho. Camine durante unos metros, pero había un problema, las huellas se separaban, y yo no podía dividirme en dos por el momento. Me quede en silencio y me agache un poco observando lo hundida que estaban esas huellas. Debía seguir al animal más grande, seguramente no fuera tan rápido como los demás. Y si no me equivoco, todos deberían estar bebiendo agua en el lado este del gran rió. No quiero imaginar las miserias pasadas por este tipo de gente. Me levante y empecé a caminar mientras susurraba una canción.
Oh, misty eye of the mountain below
Keep careful watch of my brothers' souls
And should the sky be filled with fire and smoke.
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Jared
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
No tenía idea alguna de hacia dónde estaba yendo. Seguía una línea recta porque sabía que así tendría a sus espaldas el infierno de los hombres y hacia adelante la libertad. Ella no conocía aquel territorio, ni que en la noche era cuando más peligro corrían por los seres que tenían allí su habitaban. Sus piernas jamás habían sido tan poderosas como en ese momento, y claro, era porque corrían lejos de las cadenas, del látigo y del hombre maldito que la apresaba y ponía precio a su vida.
Olvidó por completo la chica que huía junto a ella, incluso a la que llevaba en sus ancas, hacía rato que corría sola, hasta que escuchó un grito, un clamor de ayuda de la chica oveja que hizo parar en seco a Akanke. En ese momento recordó a las otras dos. ¡Las había perdido! ¡Había soltado a la mujer pájaro! Angustiada, regresó sobre sus pisadas hasta encontrarlas. La niña oveja abrazaba a la mujer pájaro, quién ardía en fiebre -Debemos detenernos, Negra, debemos encontrar agua- le dijo casi llorando.
Ellas desconocían el nombre de Akanke, la centáuride no hablaba mucho y si lo hacía, eran palabras sueltas que a veces no tenían sentido. Por eso la llamaban Negra, por su color de piel, tan oscuro como el azabache, al igual que su cabello. De este solo se veía una corta mota que le cubría la cabeza, pues su frondosa melena crespa había sido rapada tiempo atrás, igual que su melena y su cola. Así evitaban los piojos.
No sabían que Akanke no hablaba el idioma común. Había llegado a entenderlo, sabía lo que los otros decían, pero para ella era difícil comunicarse, desconocía los nombres de las cosas, de los sentimientos, incluso había muchas que ella no conocía. Su lengua materna era la de su clan y con ella se comunicaba a la perfección. La lengua común era de humanos, esos malditos humanos que solo le daban valor a esas piezas doradas.
Akanke asintió y volvió a tomar a la mujer pájaro, con sumo cuidado, como si cargara una delicada figura de cristal. La chica tiritaba, sudaba y deliraba. Le acarició la frente, secando el sudor y le prometió que la ayudaría mientras la pegaba a su pecho, abrazándola. Así retomaron el camino, esta vez Akanke no se dejó llevar por sus ansias de libertad, aquellas mujeres eran como ella, víctimas de una raza maldita. No pagarían la ambición del hombre con sus vidas.
La niña oveja olfateó agua, así que la siguió, confiando en los sentidos de la chica. Ella comenzó a caminar más rápido -Estamos cerca- dijo, pero Akanke la detuvo tomándola por el hombro -Hombre- dijo, haciendo un gesto con la cabeza, señalando una luz que se entreveía por los árboles. Dejó a la mujer ave al pié de un árbol -Proteger Ave- le dijo a la oveja y avanzó lentamente hacia donde se veía la luz. A los ojos de la chica oveja, la Negra desapareció, se esfumó, no la escuchó más ni percibió en el aire. Se hizo una con la noche.
Akanke tomó una rama y la quebró, fue el único sonido que se pudo escuchar. Encontró que el fuego era de un hombre, uno solo, estaba alerta y dispuesto a pelear. No era ninguno de los que había visto antes. Tomó la rama con ambas manos y se asomó, mirándolo, mostrando solamente su torso humano. Tapando su parte equina, Akanke pasaba como una mujer extremadamente alta y esbelta, de pechos turgentes y negra piel lustrosa. Sus ojos amarillos y rostro inocente eran tan misteriosos y atractivos que hipnotizaban.
_____________________________________
Eliah partió con el rubio, le entregó una bolsa con 200 aeros, confiado en que haría un buen trabajo. Se le veía en la cara, en los ojos, que estaba determinado a encontrarlas. Desde atrás, se veía como un gigante, seguro del norte, seguro era un dragón, se percibía algo distinto en él, lo que los humanos llaman magia. En el camino se les unió otro hombre, un vampiro con dos perros de caza, rastreadores también. Se adentraron en el bosque, siguiendo las huellas. Pero estas se separaban.
Amaro, el vampiro, siguió un camino con sus perros, Eliah siguió al rubio por el otro. -Ya te pagué y aún no me dices quién eres ni cómo te llamas- le dijo, mirándolo desde atrás.
Akanke, yo soy Akanke Benk'os, del clan Bij'hago, soy libre, soy libre...
Olvidó por completo la chica que huía junto a ella, incluso a la que llevaba en sus ancas, hacía rato que corría sola, hasta que escuchó un grito, un clamor de ayuda de la chica oveja que hizo parar en seco a Akanke. En ese momento recordó a las otras dos. ¡Las había perdido! ¡Había soltado a la mujer pájaro! Angustiada, regresó sobre sus pisadas hasta encontrarlas. La niña oveja abrazaba a la mujer pájaro, quién ardía en fiebre -Debemos detenernos, Negra, debemos encontrar agua- le dijo casi llorando.
Ellas desconocían el nombre de Akanke, la centáuride no hablaba mucho y si lo hacía, eran palabras sueltas que a veces no tenían sentido. Por eso la llamaban Negra, por su color de piel, tan oscuro como el azabache, al igual que su cabello. De este solo se veía una corta mota que le cubría la cabeza, pues su frondosa melena crespa había sido rapada tiempo atrás, igual que su melena y su cola. Así evitaban los piojos.
No sabían que Akanke no hablaba el idioma común. Había llegado a entenderlo, sabía lo que los otros decían, pero para ella era difícil comunicarse, desconocía los nombres de las cosas, de los sentimientos, incluso había muchas que ella no conocía. Su lengua materna era la de su clan y con ella se comunicaba a la perfección. La lengua común era de humanos, esos malditos humanos que solo le daban valor a esas piezas doradas.
Akanke asintió y volvió a tomar a la mujer pájaro, con sumo cuidado, como si cargara una delicada figura de cristal. La chica tiritaba, sudaba y deliraba. Le acarició la frente, secando el sudor y le prometió que la ayudaría mientras la pegaba a su pecho, abrazándola. Así retomaron el camino, esta vez Akanke no se dejó llevar por sus ansias de libertad, aquellas mujeres eran como ella, víctimas de una raza maldita. No pagarían la ambición del hombre con sus vidas.
La niña oveja olfateó agua, así que la siguió, confiando en los sentidos de la chica. Ella comenzó a caminar más rápido -Estamos cerca- dijo, pero Akanke la detuvo tomándola por el hombro -Hombre- dijo, haciendo un gesto con la cabeza, señalando una luz que se entreveía por los árboles. Dejó a la mujer ave al pié de un árbol -Proteger Ave- le dijo a la oveja y avanzó lentamente hacia donde se veía la luz. A los ojos de la chica oveja, la Negra desapareció, se esfumó, no la escuchó más ni percibió en el aire. Se hizo una con la noche.
Akanke tomó una rama y la quebró, fue el único sonido que se pudo escuchar. Encontró que el fuego era de un hombre, uno solo, estaba alerta y dispuesto a pelear. No era ninguno de los que había visto antes. Tomó la rama con ambas manos y se asomó, mirándolo, mostrando solamente su torso humano. Tapando su parte equina, Akanke pasaba como una mujer extremadamente alta y esbelta, de pechos turgentes y negra piel lustrosa. Sus ojos amarillos y rostro inocente eran tan misteriosos y atractivos que hipnotizaban.
_____________________________________
Eliah partió con el rubio, le entregó una bolsa con 200 aeros, confiado en que haría un buen trabajo. Se le veía en la cara, en los ojos, que estaba determinado a encontrarlas. Desde atrás, se veía como un gigante, seguro del norte, seguro era un dragón, se percibía algo distinto en él, lo que los humanos llaman magia. En el camino se les unió otro hombre, un vampiro con dos perros de caza, rastreadores también. Se adentraron en el bosque, siguiendo las huellas. Pero estas se separaban.
Amaro, el vampiro, siguió un camino con sus perros, Eliah siguió al rubio por el otro. -Ya te pagué y aún no me dices quién eres ni cómo te llamas- le dijo, mirándolo desde atrás.
Akanke
Sacerdotisa del Templo de los Monos
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
El sonido de una rama romperse puso en alerta al guerrero, que inmediatamente, se puso en guardia listo para desenfundar su espada, cuando de pronto una figura, aparentemente la de una mujer particularmente alta con una rama entre las manos, salió de un arbusto.
La oscuridad de la noche no le permitía ver bien la figura que salió del arbusto en un primer momento, pero tras una más atenta mirada vio a una mujer de piel tan oscura que se podría confundir con el cielo nocturno, su belleza era tal que el guerrero casi quedo embobado por esa figura, pero, afortunadamente para él no era tan idiota como para olvidar que estaba en territorio de vampiros –no te muevas!- exclamo apuntándole a la mujer con su espada aun dentro de la funda, el era muy consciente de que una de las tácticas favoritas de las sanguijuelas era la seducción y el engaño, funcionaba con idiotas, pero él no era uno, o intentaba no serlo al menos.
Aun apuntándole a la mujer con su espada en la funda el espadachín usa su otra mano para hacerle señas a la mujer para que se acercara –ven más cerca del fuego, lentamente…- con pasos lentos y sin desviar la mirada se coloco de modo que la fogata estuviese en medio de la chica y el –quiero estar seguro de que no eres una sanguijuela…- no quería arriesgarse a volverse la cena de un chupa sangre esa noche, y no se dejaría engañar por una cara bonita.
La oscuridad de la noche no le permitía ver bien la figura que salió del arbusto en un primer momento, pero tras una más atenta mirada vio a una mujer de piel tan oscura que se podría confundir con el cielo nocturno, su belleza era tal que el guerrero casi quedo embobado por esa figura, pero, afortunadamente para él no era tan idiota como para olvidar que estaba en territorio de vampiros –no te muevas!- exclamo apuntándole a la mujer con su espada aun dentro de la funda, el era muy consciente de que una de las tácticas favoritas de las sanguijuelas era la seducción y el engaño, funcionaba con idiotas, pero él no era uno, o intentaba no serlo al menos.
Aun apuntándole a la mujer con su espada en la funda el espadachín usa su otra mano para hacerle señas a la mujer para que se acercara –ven más cerca del fuego, lentamente…- con pasos lentos y sin desviar la mirada se coloco de modo que la fogata estuviese en medio de la chica y el –quiero estar seguro de que no eres una sanguijuela…- no quería arriesgarse a volverse la cena de un chupa sangre esa noche, y no se dejaría engañar por una cara bonita.
Klinge
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
Jared
Acepte aquellos aeros y los guarde en mi bolsa delantera, no me iba a arriesgar ser robado por un idiota. Camine encírculos un par de veces para agacharme y tomar un poco de tierra,deshacerla entre mis dedos para sentir la humedad del camino. Al ponerme de pie, pude ver que venia más gente, que a los pocos metros se dividía siguiendo las huellas que llevaban a otro sendero. Eso iba a ser un gran problema, los planes que tenia en mente no podrían ser del todo fiable. Una vez en las profundidades del bosque, lo mire de reojo sin que se diera cuenta. - Soy Jared, Jared el forastero de Aerandir.- No eran palabras literales, se había criado un sitio sin nombre. De un lugar donde nadie pasa, ni por casualidad. Recorría el reino sin amigos, sin personas a las que añorar ni festejar celebridades. Solo recorría mundo, o mejor dicho, taberna por taberna, y por el tiempo que llevaba, parecían que estas empeoraban.
Camine en silencio hasta que me freno en seco, cambie de rumbo, alejandome de las pisada. Cuando el hombre que me pagaba me seguía, gire mi cabeza para mirarlo un segundo. - ¿Piensas sostenerme la polla también? - Aquel hombre sin decir nada, se volvió hacia el ultimo punto donde se encontraban las huellas. Camine unos metros más, busque dos arboles donde me taparan totalmente. Despues de desahogarme, utiliza una técnica básica de ilusionismo. Una ilusión de mi salio de detrás de aquellos arboles y empezó a caminar hacia el gran lago.
Yo tenia que ocuparme de otra cosa, en aquel camino, parecía que uno de esos pobres animales, se había acercado a un fuego. Unas pisada hace 200 metros atrás nuestra, se desviaban. Pero que iba a saber aquel pobre diablo, no prestaba atención a nada más lejos de sus narices, cegado por el valor de aquellos animales. Camine un poco entre las ramas el bosque, intentando hacer el menos ruido posible. Me acerque como una brisa suave hasta aquel campamento,
pude escuchar como parecía que teníamos a un humano asustado de ser devorado por un vampiro.
La verdad, es que me parecía algo estúpido acampar con una fogata, cerca de un pueblo repleto de vampiros, al parecer estos se alimentaban de neuronas, en ese caso, podía estar tranquilo. Aquella espada, enfundada, apuntaba a algo que seguramente debía ser uno de esos animales. Pero por extraño que parezca, aun no podía ver. Estaba demasiado lejos, para poder ver con claridad, pero sin que ellos pudieran detectarme. Con mi poder racial, la telequinesis, lance la espada hacia alguna parte del bosque, solo tenia dos opciones. Soltar la espada, o salir volando tras ella.
Mientras tanto, mi ilusión seguía dando vueltas en círculos a el pobre humano. Debía darme prisa, eso me daría poco tiempo, necesitaba salvar a la mayor parte posible de las manos de unos cuantos idiotas. Una voz grave pero tranquilizadora, con intención de calmar a una bestia enfurecida, de roto corazón. Susurre una palabras, dejandome ver detrás de una arboleda que se encontraba a las espaldas de aquel caballero. Que pobre de é,l fue ignorado totalmente, mientras susurraba estas palabras, me quitaba todos aquellos trapos que cubrían mi cara, intentando tranquilizar al pobre animal lo más posible. Solté incluso mi preciada arma junto al loco de los vampiros. Acerque mis manos al animal, pero sin tocarlo. Aun quedaban cinco metros, en ese momento, no volví a moverme pero si intentando tranquilizarla.
En ese momento pude apreciar su piel oscura, era eso lo que la camuflaba en la noche. Era una mujer hermosa, demasiado para ser ocultada por la oscuridad de la noche. Exactamente no podía ver que clase de bestia era, ya que su rostro y firme pecho, era lo único que se observaba. Baje mi mirada al suelo, esperando que no sesintieraa amenazada.
I saw the light fade from the sky
On the wind I heard a sigh
As the snowflakes cover my fallen brothers
I will say this last goodbye
Night is now falling
Acepte aquellos aeros y los guarde en mi bolsa delantera, no me iba a arriesgar ser robado por un idiota. Camine encírculos un par de veces para agacharme y tomar un poco de tierra,deshacerla entre mis dedos para sentir la humedad del camino. Al ponerme de pie, pude ver que venia más gente, que a los pocos metros se dividía siguiendo las huellas que llevaban a otro sendero. Eso iba a ser un gran problema, los planes que tenia en mente no podrían ser del todo fiable. Una vez en las profundidades del bosque, lo mire de reojo sin que se diera cuenta. - Soy Jared, Jared el forastero de Aerandir.- No eran palabras literales, se había criado un sitio sin nombre. De un lugar donde nadie pasa, ni por casualidad. Recorría el reino sin amigos, sin personas a las que añorar ni festejar celebridades. Solo recorría mundo, o mejor dicho, taberna por taberna, y por el tiempo que llevaba, parecían que estas empeoraban.
Camine en silencio hasta que me freno en seco, cambie de rumbo, alejandome de las pisada. Cuando el hombre que me pagaba me seguía, gire mi cabeza para mirarlo un segundo. - ¿Piensas sostenerme la polla también? - Aquel hombre sin decir nada, se volvió hacia el ultimo punto donde se encontraban las huellas. Camine unos metros más, busque dos arboles donde me taparan totalmente. Despues de desahogarme, utiliza una técnica básica de ilusionismo. Una ilusión de mi salio de detrás de aquellos arboles y empezó a caminar hacia el gran lago.
Yo tenia que ocuparme de otra cosa, en aquel camino, parecía que uno de esos pobres animales, se había acercado a un fuego. Unas pisada hace 200 metros atrás nuestra, se desviaban. Pero que iba a saber aquel pobre diablo, no prestaba atención a nada más lejos de sus narices, cegado por el valor de aquellos animales. Camine un poco entre las ramas el bosque, intentando hacer el menos ruido posible. Me acerque como una brisa suave hasta aquel campamento,
pude escuchar como parecía que teníamos a un humano asustado de ser devorado por un vampiro.
La verdad, es que me parecía algo estúpido acampar con una fogata, cerca de un pueblo repleto de vampiros, al parecer estos se alimentaban de neuronas, en ese caso, podía estar tranquilo. Aquella espada, enfundada, apuntaba a algo que seguramente debía ser uno de esos animales. Pero por extraño que parezca, aun no podía ver. Estaba demasiado lejos, para poder ver con claridad, pero sin que ellos pudieran detectarme. Con mi poder racial, la telequinesis, lance la espada hacia alguna parte del bosque, solo tenia dos opciones. Soltar la espada, o salir volando tras ella.
Mientras tanto, mi ilusión seguía dando vueltas en círculos a el pobre humano. Debía darme prisa, eso me daría poco tiempo, necesitaba salvar a la mayor parte posible de las manos de unos cuantos idiotas. Una voz grave pero tranquilizadora, con intención de calmar a una bestia enfurecida, de roto corazón. Susurre una palabras, dejandome ver detrás de una arboleda que se encontraba a las espaldas de aquel caballero. Que pobre de é,l fue ignorado totalmente, mientras susurraba estas palabras, me quitaba todos aquellos trapos que cubrían mi cara, intentando tranquilizar al pobre animal lo más posible. Solté incluso mi preciada arma junto al loco de los vampiros. Acerque mis manos al animal, pero sin tocarlo. Aun quedaban cinco metros, en ese momento, no volví a moverme pero si intentando tranquilizarla.
En ese momento pude apreciar su piel oscura, era eso lo que la camuflaba en la noche. Era una mujer hermosa, demasiado para ser ocultada por la oscuridad de la noche. Exactamente no podía ver que clase de bestia era, ya que su rostro y firme pecho, era lo único que se observaba. Baje mi mirada al suelo, esperando que no sesintieraa amenazada.
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Jared
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
El hombre de la hoguera parecía asustado, por lo menos. ¿Por qué un hombre tan bien armado estaba tan nervioso? Akanke apretó más aquella rama que había arrancado, era una pobre arma, pero hacía sentir seguridad a la centáuride. Claro está, que aquella triste ramita no era rival para las espadas del humano. Porque era un humano, ese característico aroma a sudor y orina los delataba siempre.
Akanke tenía unos sentidos muy desarrollados, especialmente el oído, la vista y el olfato. Ella era una mujer caballo, en la cadena alimenticia el animal con el que estaba mezclada su genética era alimento de los predadores armados naturalmente con colmillos y garras. En compensación, tenían largas y poderosas piernas que los hacían muy veloces, pero para poder huir a tiempo, tenían que detectar a aquellos predadores mucho antes que pudieran cazarlos. Nunca tendría un olfato como el de los caninos, pero sí cientos de veces mejor que el de un humano normal. Y ahí estaba, justamente, un ser cuya genética era simple y su aroma tan particular que lo delataba a metros.
Estaba solo, no había otra fuente de aquel perfume humano. Ella estaba a punto de dar un paso y revelar el resto de su cuerpo cuando de la nada, la espada que el hombre apuntaba hacia ella salió volando por los aires. Asustada, dio un paso atrás, estirando los brazos, apuntando hacia el hombre su rama. ¿Qué había pasado? Akanke se preparaba para lo peor, estaba lista para luchar cuando, de entre los árboles detrás del primer hombre, salió otro.
El segundo hombre, sin embargo, no era humano, no, olía diferente, un perfume emanaba de su cuerpo, uno parecido al del muchacho de orejas puntiagudas que las había liberado unas horas atrás. Pero no era idéntico y él no tenía orejas en punta. Era otra clase de ser. ¿Cuántas variedades de bípedos habían? Era abrumador para la centáuride.
El segundo hombre cantaba, con las manos en alto. Había soltado su arma y la miraba de una manera que ella no entendía. Pero su actitud era completamente diferente a la del primero. Este no estaba asustado, este estaba calmado y, extrañamente, generaba en ella tranquilidad y confianza. Pero ella no bajó la guardia ni un poco. -Agua- dijo ella -Necesita agua- repitió -Necesita ayuda, no daño- dijo, aún con desconfianza. Pero, ¿qué más podría hacer? La chica ave, Pajarita, como la Oveja la llamaba, necesitaba ayuda.
____________________________________________
Eliah seguía a Jared hacía tiempo y algo se sentía extraño. -¡Oye! ¡Oye! ¿Estás seguro que sabes a dónde vas? Que este árbol ya lo he visto como tres veces- dijo, acercándose a él para tomarlo por el hombro. Pero su sorpresa, o más bien el susto que se llevó, fue mayúsculo, cuando su mano siguió de largo. Aquella figura era una ilusión, ¡una puta ilusión! ¿Había estado caminando detrás de un fantasma? Pero si le pasó los aeros, los guardó... Eliah soltó un grito de terror, uno muy lejano de ser varonil, al darse cuenta que su maravilloso rastreador era un fantasma. -¡Devuélveme mi dinero!- atinó a gritar, pero la ilusión siguió caminando. Eliah se quedó quieto, maldiciendo a gritos a Jared. Escupió al suelo y se dio vuelta, había perdido 200 aeros y el rastro de las bestias.
Caminaba rápido mirando al piso, mordiéndose las uñas. -Las voy a encontrar yo mismo... ¿Qué tan difícil puede ser? Son unas bestias enormes, se ven a distancia, las pisadas, eso, busca pisadas- se decía, angustiado. Y la suerte le sonrió. Encontró una pisada extraña, eran huellas como de cascos. Sonrió, una mueca retorcida que mostraba sus dientes amarillos. Era la yegua negra, sí, tenía que ser. La siguió, siempre mirando al suelo, siempre buscando las huellas de los cascos.
Akanke tenía unos sentidos muy desarrollados, especialmente el oído, la vista y el olfato. Ella era una mujer caballo, en la cadena alimenticia el animal con el que estaba mezclada su genética era alimento de los predadores armados naturalmente con colmillos y garras. En compensación, tenían largas y poderosas piernas que los hacían muy veloces, pero para poder huir a tiempo, tenían que detectar a aquellos predadores mucho antes que pudieran cazarlos. Nunca tendría un olfato como el de los caninos, pero sí cientos de veces mejor que el de un humano normal. Y ahí estaba, justamente, un ser cuya genética era simple y su aroma tan particular que lo delataba a metros.
Estaba solo, no había otra fuente de aquel perfume humano. Ella estaba a punto de dar un paso y revelar el resto de su cuerpo cuando de la nada, la espada que el hombre apuntaba hacia ella salió volando por los aires. Asustada, dio un paso atrás, estirando los brazos, apuntando hacia el hombre su rama. ¿Qué había pasado? Akanke se preparaba para lo peor, estaba lista para luchar cuando, de entre los árboles detrás del primer hombre, salió otro.
El segundo hombre, sin embargo, no era humano, no, olía diferente, un perfume emanaba de su cuerpo, uno parecido al del muchacho de orejas puntiagudas que las había liberado unas horas atrás. Pero no era idéntico y él no tenía orejas en punta. Era otra clase de ser. ¿Cuántas variedades de bípedos habían? Era abrumador para la centáuride.
El segundo hombre cantaba, con las manos en alto. Había soltado su arma y la miraba de una manera que ella no entendía. Pero su actitud era completamente diferente a la del primero. Este no estaba asustado, este estaba calmado y, extrañamente, generaba en ella tranquilidad y confianza. Pero ella no bajó la guardia ni un poco. -Agua- dijo ella -Necesita agua- repitió -Necesita ayuda, no daño- dijo, aún con desconfianza. Pero, ¿qué más podría hacer? La chica ave, Pajarita, como la Oveja la llamaba, necesitaba ayuda.
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Eliah seguía a Jared hacía tiempo y algo se sentía extraño. -¡Oye! ¡Oye! ¿Estás seguro que sabes a dónde vas? Que este árbol ya lo he visto como tres veces- dijo, acercándose a él para tomarlo por el hombro. Pero su sorpresa, o más bien el susto que se llevó, fue mayúsculo, cuando su mano siguió de largo. Aquella figura era una ilusión, ¡una puta ilusión! ¿Había estado caminando detrás de un fantasma? Pero si le pasó los aeros, los guardó... Eliah soltó un grito de terror, uno muy lejano de ser varonil, al darse cuenta que su maravilloso rastreador era un fantasma. -¡Devuélveme mi dinero!- atinó a gritar, pero la ilusión siguió caminando. Eliah se quedó quieto, maldiciendo a gritos a Jared. Escupió al suelo y se dio vuelta, había perdido 200 aeros y el rastro de las bestias.
Caminaba rápido mirando al piso, mordiéndose las uñas. -Las voy a encontrar yo mismo... ¿Qué tan difícil puede ser? Son unas bestias enormes, se ven a distancia, las pisadas, eso, busca pisadas- se decía, angustiado. Y la suerte le sonrió. Encontró una pisada extraña, eran huellas como de cascos. Sonrió, una mueca retorcida que mostraba sus dientes amarillos. Era la yegua negra, sí, tenía que ser. La siguió, siempre mirando al suelo, siempre buscando las huellas de los cascos.
Akanke
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
Escuchaba aquellas palabras, parecía que no tenia pensado atacarme. En ocasiones anteriores había pecado al confiarme de personas que me habían dicho los mismo o eso aparentaban. Todo aquello era extraño, pero entendía que aquel ser necesitaba ayuda. Con una de mis manos, busque en la parte posterior de mi pantalón, para sacar una botella de agua. Esta era de metal frió, se conservaba a buena temperatura en aquella botella.
Mi otra mano seguí mostrándose para que no desconfiara de mi. - Tengo agua. - Dio unos pasos acercándose mientras le mostraba aquella botella. Me coloque frente a ella, era muy oscura pero de ojos hermosos. Abrí la botella y se la deje para que bebiera de ahí, no había mucho, pero era lo que tenia en ese momento. La miro de arriba a bajo pero su sorpresa fue ver aquella parte animal, su piel se volvió practicamente transparente, no sabia que decir ni como actuar. Mitad persona, mitad caballo. Esa especia tenia un nombre que no recordaba. Había oído hablar de una tribu con semejantes rasgos.
- Se donde hay más agua, puedo ayudar a tus amigas. - Volví hasta su rostro para mirar a los ojos y asentí mientras les seguía mostrando las manos desnudas y brazos desnudos. Retrocedí para recoger aquella espada con un esmeralda en su puño. Una espada de gran tamaño con un dibujo tallado en ella. La guarde en mi espalda y seguía con mis manos quietas. - No te voy a hacer daño, solo a los enemigos. -
Coloque mi mano en mi pecho mirándola de frente. - Soy Jared, Jared el forastero de Aerandir. - Intente que entendiera lo que decía. - ¿Como es tu nombre? - Empecé a caminar intentando adentrarme a aquel bosque y señalando hacia la dirección del lago. - Agua .- Le intente explicar haciendo como si bebiera desde la botella que hace unos momentos le había dejado. Estire mi mano para que me acompañara y ella diera el primer paso para acercarse.
Mi otra mano seguí mostrándose para que no desconfiara de mi. - Tengo agua. - Dio unos pasos acercándose mientras le mostraba aquella botella. Me coloque frente a ella, era muy oscura pero de ojos hermosos. Abrí la botella y se la deje para que bebiera de ahí, no había mucho, pero era lo que tenia en ese momento. La miro de arriba a bajo pero su sorpresa fue ver aquella parte animal, su piel se volvió practicamente transparente, no sabia que decir ni como actuar. Mitad persona, mitad caballo. Esa especia tenia un nombre que no recordaba. Había oído hablar de una tribu con semejantes rasgos.
- Se donde hay más agua, puedo ayudar a tus amigas. - Volví hasta su rostro para mirar a los ojos y asentí mientras les seguía mostrando las manos desnudas y brazos desnudos. Retrocedí para recoger aquella espada con un esmeralda en su puño. Una espada de gran tamaño con un dibujo tallado en ella. La guarde en mi espalda y seguía con mis manos quietas. - No te voy a hacer daño, solo a los enemigos. -
Coloque mi mano en mi pecho mirándola de frente. - Soy Jared, Jared el forastero de Aerandir. - Intente que entendiera lo que decía. - ¿Como es tu nombre? - Empecé a caminar intentando adentrarme a aquel bosque y señalando hacia la dirección del lago. - Agua .- Le intente explicar haciendo como si bebiera desde la botella que hace unos momentos le había dejado. Estire mi mano para que me acompañara y ella diera el primer paso para acercarse.
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
El segundo hombre comenzó a acercarse, había tirado su arma al piso y se mostraba pacífico. Aparentemente, no la iba a lastimar. Pero Akanke no podía confiar por completo en un hombre, por mucho que su aroma le dijera que no era humano. Dio un paso atrás y lo apuntó con su rama cuando él estiró su brazo hacia ella, sosteniendo un objeto metálico y brillante en su mano. Agua, decía él. ¡Pero eso era un cachivache brillante! Era imposible que eso fuera agua. Sí, olía diferente porque no era humano, era un ser tonto.
El echarse hacia atrás hizo que mostrara el resto de su cuerpo. Los arbustos ya no ocultaban sus patas de caballo y el hombre rubio la vio. Empalideció por completo, haciéndola sentir aún más incómoda. Lo miró con el ceño fruncido, apretando más la rama entre sus manos, interponiéndola entre ellos.
-Al agua- dijo ella, moviendo su rama, indicándole que se moviera. -Al... agua- repitió, pronunciando lentamente, lo mejor que pudo.
_______________________________
Eliah las encontró. La bestia como oveja acariciaba las plumas de la que más le gustaba. Era una escena hasta tierna. Sacó su cuchillo de la funda y salió de entre los árboles. -Vaya, ¡mira nada más hasta dónde llegaron!- les dijo con su voz ronca y desagradable. -No debieron haber salido corriendo... no, no, no...- siguió hablando, relamiéndose los labios, avanzando cuidadosamente y a paso lento. Ovejita se paró, afirmándo bien sus cuatro patas en el suelo. Lo miró desafiante, sin miedo, bufando, inclinando su cabeza. Estaba lista para embestir.
Detrás de ella, Pajarita se incorporó, la rabia hacía desaparecer el dolor. -Pagaras con tu vida toda la sangre que me has hecho derramar- le dijo furiosa. Fue en ese momento que Eliah vio su error. Vaya error. El grito de que salió de su garganta retumbó por todo el bosque. Ahora sí podía decir que los seres que tenía cautivos, eran bestias.
El echarse hacia atrás hizo que mostrara el resto de su cuerpo. Los arbustos ya no ocultaban sus patas de caballo y el hombre rubio la vio. Empalideció por completo, haciéndola sentir aún más incómoda. Lo miró con el ceño fruncido, apretando más la rama entre sus manos, interponiéndola entre ellos.
-Al agua- dijo ella, moviendo su rama, indicándole que se moviera. -Al... agua- repitió, pronunciando lentamente, lo mejor que pudo.
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Eliah las encontró. La bestia como oveja acariciaba las plumas de la que más le gustaba. Era una escena hasta tierna. Sacó su cuchillo de la funda y salió de entre los árboles. -Vaya, ¡mira nada más hasta dónde llegaron!- les dijo con su voz ronca y desagradable. -No debieron haber salido corriendo... no, no, no...- siguió hablando, relamiéndose los labios, avanzando cuidadosamente y a paso lento. Ovejita se paró, afirmándo bien sus cuatro patas en el suelo. Lo miró desafiante, sin miedo, bufando, inclinando su cabeza. Estaba lista para embestir.
Detrás de ella, Pajarita se incorporó, la rabia hacía desaparecer el dolor. -Pagaras con tu vida toda la sangre que me has hecho derramar- le dijo furiosa. Fue en ese momento que Eliah vio su error. Vaya error. El grito de que salió de su garganta retumbó por todo el bosque. Ahora sí podía decir que los seres que tenía cautivos, eran bestias.
Akanke
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
No parecía que llegara a confiar en mi, utilizaba aquella rama para alejarme y tener unas distancias consideradas con él.
Camine como ella quería, cada dos por tres giraba mi cabeza intentando socializar con ella soltando algunas frases como: Cual es tu nombre?, o ¿De donde vienes?.
Al no hacerle mucho caso seguí los pasos que nos dirigían al agua, no estaba tan lejos como pensaba, pero de un momento a otro se escucho un grito en la misma dirección a la que estábamos caminando. Empecé a correr junto a la mujer caballo, cada segundo giraba mi cabeza para verla, pero en cuestiones de segundo esta me adelantaba. Podía ver las cicatriz que tenia en todo su cuerpo pero no debía dejarla escapar, así sin más. Tome el mango de mi espada, preparado a todo lo que pudiera suceder y seguí corriendo todo lo que pude, pero esta bestia, había nacido para ello.
Cuando llegamos hasta el punto de donde provenia el grito, pude ver como aquel hombre asqueroso había encontrado a las otras bestias. Eran totalmente diferentes a lo que había visto, no sabia muy bien lo que estaba viendo. Antes de que alguna de ellas, le atacaran. Con mi habilidad racial, hice volar el arma que llevaba este hombre. En ese momento, se los deje a todas ellas. - Esta no es mi venganza, yo no voy a interferir más.- Las venganzas se pagan, pero no iba a ser un cobrador. Solté la empuñadura de mi espada y camine hasta ellas, con tranquilidad.
Me senté en una de las rocas, y saque aquella agua que había rechazado aquella bestia con anterioridad. Tome un trago sin terminarla, pude ver que la que más necesitaba ayuda, no era la mujer caballo. Si no, en una chica pájaro. Este día sera algo inolvidable.
Camine como ella quería, cada dos por tres giraba mi cabeza intentando socializar con ella soltando algunas frases como: Cual es tu nombre?, o ¿De donde vienes?.
Al no hacerle mucho caso seguí los pasos que nos dirigían al agua, no estaba tan lejos como pensaba, pero de un momento a otro se escucho un grito en la misma dirección a la que estábamos caminando. Empecé a correr junto a la mujer caballo, cada segundo giraba mi cabeza para verla, pero en cuestiones de segundo esta me adelantaba. Podía ver las cicatriz que tenia en todo su cuerpo pero no debía dejarla escapar, así sin más. Tome el mango de mi espada, preparado a todo lo que pudiera suceder y seguí corriendo todo lo que pude, pero esta bestia, había nacido para ello.
Cuando llegamos hasta el punto de donde provenia el grito, pude ver como aquel hombre asqueroso había encontrado a las otras bestias. Eran totalmente diferentes a lo que había visto, no sabia muy bien lo que estaba viendo. Antes de que alguna de ellas, le atacaran. Con mi habilidad racial, hice volar el arma que llevaba este hombre. En ese momento, se los deje a todas ellas. - Esta no es mi venganza, yo no voy a interferir más.- Las venganzas se pagan, pero no iba a ser un cobrador. Solté la empuñadura de mi espada y camine hasta ellas, con tranquilidad.
Me senté en una de las rocas, y saque aquella agua que había rechazado aquella bestia con anterioridad. Tome un trago sin terminarla, pude ver que la que más necesitaba ayuda, no era la mujer caballo. Si no, en una chica pájaro. Este día sera algo inolvidable.
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
Borroso y complicado. Esas dos palabras resumían un espacio de tiempo en el que la realidad y el mundo de los pensamientos se entremezclaban. Recuerdo que en determinado momento estábamos todas en el sótano… la mujer ave y la Furia Negra parecían querer consolarse, muy en el fondo creí percibir como si ellas se fuesen a quebrar, quería ser capaz de hablarles, de darles esperanza, de ser como la “corderita” pero fuese lo que fuese que me había hecho el vampiro, aún no se revertía. Había una especie de niebla que nublaba mi razonamiento, era como si poco a poco un lado desconocido para mí se estuviese apoderando de mí, como si pasar tanto tiempo en una forma de semilobo mezclase naturalmente emociones y sensaciones que no estaban hechas para estar juntas. La realidad distorsionada se sentía lejana, como si existiese una pared flexible y transparente entre lo que sucedía frente a mis ojos y tras de ellos. Un tipo de embriaguez se había adueñado de mi cuerpo, mis reacciones eran lentas, desatinadas. Tenía la boca seca y estaba comenzando a marearme. Perdí el equilibrio e iba cayendo muy lentamente cuando una ráfaga de aire fresco me golpeó el hocico.
El elfo hacía aspavientos, su cicatriz era prominente, observé cómo se movía su boca pero no escuchaba sus palabras. ¿Es que era tonto? NO la sorda era yo. No escuchaba, pero sentía en cada fibra de mi pelaje como el hambre del fuego vibraba sobre mi piel, todo temblaba como una hoja y mis instintos me gritaban que no estaba segura allí. Corrí. Las dejé atrás. Dejé todo atrás… Quería auto convencerme que había escuchado los cascos de Furia Negra tras de mí, pero eso no era cierto. Una vez fuera de lo que parecía un silo, un galpón o cualquiera fuera la estructura grande en la que se escondía el sótano, me volví para comprobar con mis propios ojos la suerte de mis compañeras, pero el borrón difuso de lo que veía no tenía sentido. Animales en llamas, personas quemándose, gritos, ese ruido característico de las llamas tragando todo a su paso, como si el tan aclamado infierno se abriera desde las entrañas de la tierra, provocando un sonido como de mil abejas rondando tu cabeza. Tosí. Había vuelto a mi forma humana sin darme cuenta. Una mano me tomó de un seno y sentí como era arrastrada hacia atrás. Tropecé y caí convulsionando, estaba en un proceso que parecía de interminable transformación y dolor. Dolor puro y duro.
Cuando volví a abrir los ojos tenía las garras cubiertas de sangre, por lo que vi, también lo estaba parte de mi torso y muy probablemente también mi hocico, aunque no sintiera el gusto característico del hierro sobre mi lengua. Ese hecho me dio un poco de esperanza, tan solo un poco. Estaba en el bosque, desorientada. A lo lejos aún se veía el resplandor de las llamas devorando los restos de la propiedad del Fergusson ese. Mostré mis dientes a la oscuridad de la noche y resoplé por el hocico con fuerza. Se lo merecía, había dicho que Aerandir ardería ¡era sólo cuestión de tiempo! Lo único malo era que no estaba ardiendo por obra de mi mano, pero eso se podía arreglar… Me debes. Lo olvidaste. Instantáneamente quedé tensa. Había bajado la guardia, el vampiro estaba allí, con su elfa esclava, o mascota, o quién sabía qué significaba su existencia para él. Frente a mí solamente estaba ese asqueroso chupasangre, con su cara eternamente anciana, pero más vieja pose de antiguo ser maldito. En su diestra un látigo y en la siniestra una cadena que terminaba enganchada en el collar de la amante de la naturaleza. “Simplemente perfecto” pensé. Quería preguntarle qué tenía él que ver con todo eso, y si era el causante del fuego, pero no podía hacerlo. Es más, volvía a sentirme mal.
- Son los efectos de mi alquimia. ¿Los disfrutas?- preguntó con sorna. Clavé mis rodillas sobre la tierra y me llevé una mano a la cabeza. Mi respuesta no era más que un gruñido. -Apostaría uno de mis ojos a que en este momento deseas mi vida- “Maldito imbécil egocéntrico. Claro que quiero matarte, pero hay una larga lista de ¡ugh!... otras cosas que quiero antes. Ya habrías perdido un ojo” le respondí en mis fueros internos. El dolor recedía lentamente. Era como si mi cuerpo luchase contra él mismo para mantener la forma imperfecta. -Ven por ella… ¡ven por la cura!- levanté una pierna y puse trabajosamente todo mi peso sobre ese tobillo mientras buscaba una abertura para ir por la elfa. ¿Tal vez ella era la clave en la cura? Exhalé mirando al frente y vi… observé como el maldito hijo de la noche atraía de un jalón en la cadena a su esclava. Fui testigo involuntaria de cómo el hijo de Habakhuk clavaba esos desagradables dientes sobre la piel de la fémina, miré como graciosamente acariciaba la delicada piel con aquellos labios tentados con la vida en estado líquido de su presa. Volví a exhalar cuando los orbes dorados de la elfa se volvieron joyas sin brillo, el aire salió de una forma quebrada de mi cuerpo. La había roto como quien pisa una flor de invierno.
El regusto amargo de la sangre maldita era característico; pestañee un par de veces sólo para ver más allá de mi hocico los ojos exaltados e inyectados de sangre de un vampiro que moría desangrado. - Khe… kekekeke- su risa convulsionada me revolvió el estómago. Con cada una de sus carcajadas aceleraba su muerte, o no muerte, o como fuera. Era un loco suicida que me había jodido la existencia, verle morir de una forma tan patética no pagaba todo lo que me había hecho sufrir. Patee su triste cadáver hasta que me cansé y me di cuenta que había vuelto a mi forma humana. Bastardo calculador… murmuré escupiendo a un lado. Encontré mis pertenencias no muy lejos de allí, prácticamente encima del rastro de mis compañeras. Por Fenrir… esto está del color de las pulgas. Basura vampírica… ¿en qué más me habrás metido? espeté mientras comprobaba el filo de mi hacha. Las pisadas iban recto por dentro del bosque, estaba segura de que esa Furia Negra no se detendría hasta darse contra un témpano de hielo. O hasta llegar al mar por cualquiera de sus bordes… tal vez.
Después de haber perdido la noción del tiempo en mi forma bípeda, era raro caminar en forma humana. Estaba exhausta como para intentar algo chistoso. Se me hacía difícil incluso seguir un rastro tan evidente como esos espectacularmente fuertes cascos. Iba lento, avanzaba con dificultad. Los sonidos del bosque eran profundos y solemnes. No recordaba el tiempo que hacía que estaba sola bajo los grandes árboles que no conocen del paso del tiempo, esos que son testigos mudos de tantos secretos. Caminaba tras el rastro de la Furia Negra cual un fiel a ciegas dentro de un templo sagrado, buscando la luz de la redención a su pecado. Sin embargo en este recinto de la vida, donde el más fuerte es el que vence, yo podía ver y escuchar. El bosque me lo contó; los animales que allí residían me alertaron, se acercaban… los otros depredadores se acercaban. Perros. Perros de caza. Podía escucharlos, podía olerlos. Podía percibirle... Otro vampiro; un vampiro cazador. Presa de la situación, no tuve más opción que treparme a un árbol y comenzar a desplazarme todo lo posible por el aire para conocer sus intenciones. Sería mucha coincidencia que estuviese tras de mí… ¿o no?. De apariencia joven, no más alto que yo. Caminaba erguido, con la espalda semi encorvada, llevaba algo entre sus labios. Iba descalzo, con unos pantalones cortos de tirantes y una camisa abierta. Parecía ser el amo de dos bestias cazadoras, perros adiestrados para encontrar. Si era por mí no encontrarían ni sus espantosas manchas domésticas en esas pieles libres de pulgas. Todos se detuvieron a varios metros de mí, olfateando el aire.
El elfo hacía aspavientos, su cicatriz era prominente, observé cómo se movía su boca pero no escuchaba sus palabras. ¿Es que era tonto? NO la sorda era yo. No escuchaba, pero sentía en cada fibra de mi pelaje como el hambre del fuego vibraba sobre mi piel, todo temblaba como una hoja y mis instintos me gritaban que no estaba segura allí. Corrí. Las dejé atrás. Dejé todo atrás… Quería auto convencerme que había escuchado los cascos de Furia Negra tras de mí, pero eso no era cierto. Una vez fuera de lo que parecía un silo, un galpón o cualquiera fuera la estructura grande en la que se escondía el sótano, me volví para comprobar con mis propios ojos la suerte de mis compañeras, pero el borrón difuso de lo que veía no tenía sentido. Animales en llamas, personas quemándose, gritos, ese ruido característico de las llamas tragando todo a su paso, como si el tan aclamado infierno se abriera desde las entrañas de la tierra, provocando un sonido como de mil abejas rondando tu cabeza. Tosí. Había vuelto a mi forma humana sin darme cuenta. Una mano me tomó de un seno y sentí como era arrastrada hacia atrás. Tropecé y caí convulsionando, estaba en un proceso que parecía de interminable transformación y dolor. Dolor puro y duro.
Cuando volví a abrir los ojos tenía las garras cubiertas de sangre, por lo que vi, también lo estaba parte de mi torso y muy probablemente también mi hocico, aunque no sintiera el gusto característico del hierro sobre mi lengua. Ese hecho me dio un poco de esperanza, tan solo un poco. Estaba en el bosque, desorientada. A lo lejos aún se veía el resplandor de las llamas devorando los restos de la propiedad del Fergusson ese. Mostré mis dientes a la oscuridad de la noche y resoplé por el hocico con fuerza. Se lo merecía, había dicho que Aerandir ardería ¡era sólo cuestión de tiempo! Lo único malo era que no estaba ardiendo por obra de mi mano, pero eso se podía arreglar… Me debes. Lo olvidaste. Instantáneamente quedé tensa. Había bajado la guardia, el vampiro estaba allí, con su elfa esclava, o mascota, o quién sabía qué significaba su existencia para él. Frente a mí solamente estaba ese asqueroso chupasangre, con su cara eternamente anciana, pero más vieja pose de antiguo ser maldito. En su diestra un látigo y en la siniestra una cadena que terminaba enganchada en el collar de la amante de la naturaleza. “Simplemente perfecto” pensé. Quería preguntarle qué tenía él que ver con todo eso, y si era el causante del fuego, pero no podía hacerlo. Es más, volvía a sentirme mal.
- Son los efectos de mi alquimia. ¿Los disfrutas?- preguntó con sorna. Clavé mis rodillas sobre la tierra y me llevé una mano a la cabeza. Mi respuesta no era más que un gruñido. -Apostaría uno de mis ojos a que en este momento deseas mi vida- “Maldito imbécil egocéntrico. Claro que quiero matarte, pero hay una larga lista de ¡ugh!... otras cosas que quiero antes. Ya habrías perdido un ojo” le respondí en mis fueros internos. El dolor recedía lentamente. Era como si mi cuerpo luchase contra él mismo para mantener la forma imperfecta. -Ven por ella… ¡ven por la cura!- levanté una pierna y puse trabajosamente todo mi peso sobre ese tobillo mientras buscaba una abertura para ir por la elfa. ¿Tal vez ella era la clave en la cura? Exhalé mirando al frente y vi… observé como el maldito hijo de la noche atraía de un jalón en la cadena a su esclava. Fui testigo involuntaria de cómo el hijo de Habakhuk clavaba esos desagradables dientes sobre la piel de la fémina, miré como graciosamente acariciaba la delicada piel con aquellos labios tentados con la vida en estado líquido de su presa. Volví a exhalar cuando los orbes dorados de la elfa se volvieron joyas sin brillo, el aire salió de una forma quebrada de mi cuerpo. La había roto como quien pisa una flor de invierno.
El regusto amargo de la sangre maldita era característico; pestañee un par de veces sólo para ver más allá de mi hocico los ojos exaltados e inyectados de sangre de un vampiro que moría desangrado. - Khe… kekekeke- su risa convulsionada me revolvió el estómago. Con cada una de sus carcajadas aceleraba su muerte, o no muerte, o como fuera. Era un loco suicida que me había jodido la existencia, verle morir de una forma tan patética no pagaba todo lo que me había hecho sufrir. Patee su triste cadáver hasta que me cansé y me di cuenta que había vuelto a mi forma humana. Bastardo calculador… murmuré escupiendo a un lado. Encontré mis pertenencias no muy lejos de allí, prácticamente encima del rastro de mis compañeras. Por Fenrir… esto está del color de las pulgas. Basura vampírica… ¿en qué más me habrás metido? espeté mientras comprobaba el filo de mi hacha. Las pisadas iban recto por dentro del bosque, estaba segura de que esa Furia Negra no se detendría hasta darse contra un témpano de hielo. O hasta llegar al mar por cualquiera de sus bordes… tal vez.
Después de haber perdido la noción del tiempo en mi forma bípeda, era raro caminar en forma humana. Estaba exhausta como para intentar algo chistoso. Se me hacía difícil incluso seguir un rastro tan evidente como esos espectacularmente fuertes cascos. Iba lento, avanzaba con dificultad. Los sonidos del bosque eran profundos y solemnes. No recordaba el tiempo que hacía que estaba sola bajo los grandes árboles que no conocen del paso del tiempo, esos que son testigos mudos de tantos secretos. Caminaba tras el rastro de la Furia Negra cual un fiel a ciegas dentro de un templo sagrado, buscando la luz de la redención a su pecado. Sin embargo en este recinto de la vida, donde el más fuerte es el que vence, yo podía ver y escuchar. El bosque me lo contó; los animales que allí residían me alertaron, se acercaban… los otros depredadores se acercaban. Perros. Perros de caza. Podía escucharlos, podía olerlos. Podía percibirle... Otro vampiro; un vampiro cazador. Presa de la situación, no tuve más opción que treparme a un árbol y comenzar a desplazarme todo lo posible por el aire para conocer sus intenciones. Sería mucha coincidencia que estuviese tras de mí… ¿o no?. De apariencia joven, no más alto que yo. Caminaba erguido, con la espalda semi encorvada, llevaba algo entre sus labios. Iba descalzo, con unos pantalones cortos de tirantes y una camisa abierta. Parecía ser el amo de dos bestias cazadoras, perros adiestrados para encontrar. Si era por mí no encontrarían ni sus espantosas manchas domésticas en esas pieles libres de pulgas. Todos se detuvieron a varios metros de mí, olfateando el aire.
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
Akanke seguía de cerca al hombre hacia el agua. Era cierto, se sentía el frescor en el ambiente aumentar a medida que avanzaban. Entre él y ella habían un par de metros y una amenazante rama que ella sostenía. Era un chiste. Un hombre grande y fornido como él, armado además con una formidable espada; ella, débil y desarmada por completo, apuntándolo con una rama hueca y frágil. El hombre giraba y le sonreía, hablándole, ella ni siquiera le respondía y mucho menos cambiaba su expresión seria, con el ceño fruncido.
Apretó el paso, anticipando su llegada al agua. La necesitaba tanto para ella como para sus compañeras, estaba sedienta y hacía mucho tiempo que no sentía el fresco líquido limpiar su cuerpo. Pero el meterse al agua y lavar con ella todo el dolor de su cuerpo tendría que postergarse un poco más. Un aterrador grito se escuchó, proviniendo del lugar por donde estaban las demás mujeres bestia. Y aunque no sonó a un grito de alguna de ellas, el corazón de la centáuride se apretó de miedo al pensar que las habían encontrado.
Arrancó a correr hacia ellas, olvidando al hombre que la llevaba al agua. Galopó con todas sus fuerzas, sintiendo retumbar su cuerpo con cada paso que daba. Y las encontró encima de Eliah, golpeándolo una y otra vez. Estaba todo cubierto de sangre, lleno de cortes, y aunque se defendía con un cuchillo, Pajarita y Corderita no dejaban de golpearlo sin misericordia alguna. El hombre rubio llegó a su lado y justo en ese momento, el cuchillo de Eliah cayó a las patas de Akanke.
Las mujeres bestia detuvieron la golpiza y los miraron. Eliah estiró un brazo, pidiendo ayuda a Jared. Akanke se arrodilló para tomar el cuchillo.
La Furia Negra miró al hombre -Espera, luego por agua- le dijo antes de avanzar lentamente hasta Eliah. Lo miró un buen rato, él lloraba, pidiendo clemencia. Pero los gimoteos del desgraciado solo hicieron que la ira de Akanke y las demás aumentara.
____________________________
Abdón buscaba con la mirada, sus ojos de vampiro le permitían ver en la oscuridad. Sus perros olfateaban el aire, buscando el rastro perdido. -Vamos muchachos, encuéntrenla- le decía a sus sabuesos de caza. Al salir del terreno de Fergusson habían encontrado un rastro muy fuerte, luego se fue diluyendo y en ese momento, era como si se hubiese esfumado en el aire -Oh, por favor... no se pudo haber esfumado así como así- le decía a los perros, tirando de sus correas.
Iba a darles una zurra cuando escuchó un grito. Posiblemente de mujer. Quizás eran ellas. Tiró de sus sabuesos y corrió en dirección de los gritos.
Apretó el paso, anticipando su llegada al agua. La necesitaba tanto para ella como para sus compañeras, estaba sedienta y hacía mucho tiempo que no sentía el fresco líquido limpiar su cuerpo. Pero el meterse al agua y lavar con ella todo el dolor de su cuerpo tendría que postergarse un poco más. Un aterrador grito se escuchó, proviniendo del lugar por donde estaban las demás mujeres bestia. Y aunque no sonó a un grito de alguna de ellas, el corazón de la centáuride se apretó de miedo al pensar que las habían encontrado.
Arrancó a correr hacia ellas, olvidando al hombre que la llevaba al agua. Galopó con todas sus fuerzas, sintiendo retumbar su cuerpo con cada paso que daba. Y las encontró encima de Eliah, golpeándolo una y otra vez. Estaba todo cubierto de sangre, lleno de cortes, y aunque se defendía con un cuchillo, Pajarita y Corderita no dejaban de golpearlo sin misericordia alguna. El hombre rubio llegó a su lado y justo en ese momento, el cuchillo de Eliah cayó a las patas de Akanke.
Las mujeres bestia detuvieron la golpiza y los miraron. Eliah estiró un brazo, pidiendo ayuda a Jared. Akanke se arrodilló para tomar el cuchillo.
La Furia Negra miró al hombre -Espera, luego por agua- le dijo antes de avanzar lentamente hasta Eliah. Lo miró un buen rato, él lloraba, pidiendo clemencia. Pero los gimoteos del desgraciado solo hicieron que la ira de Akanke y las demás aumentara.
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Abdón buscaba con la mirada, sus ojos de vampiro le permitían ver en la oscuridad. Sus perros olfateaban el aire, buscando el rastro perdido. -Vamos muchachos, encuéntrenla- le decía a sus sabuesos de caza. Al salir del terreno de Fergusson habían encontrado un rastro muy fuerte, luego se fue diluyendo y en ese momento, era como si se hubiese esfumado en el aire -Oh, por favor... no se pudo haber esfumado así como así- le decía a los perros, tirando de sus correas.
Iba a darles una zurra cuando escuchó un grito. Posiblemente de mujer. Quizás eran ellas. Tiró de sus sabuesos y corrió en dirección de los gritos.
Akanke
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
Aquella situación no dejaba indiferente a Jared, ya había vivido muchas muertes y en ocasiones, tal vez demasiadas con sus propias manos. Pero eso eran cosas del pasado, cosas que no volvería a ver ni intentar en ningún caso. El cuchillo que sostenia aquella mujer caballo, la que aun no lograba superar, parecía que ella daría el golpe de gracia.
Aquel hombre me pedía ayuda de forma desesperada. Estiraba la mano hacia mi, pero mi mirada era trasparente, parecía un árbol más de aquel bosque, no le iba a salvar de aquello que se había buscado él mismo con sus actos. En ese momento, la mujer pájaro miro el cuchillo, y antes de que pudiera reaccionar, ya lo tenia clavado en su cuello. Me levantes estirando mis piernas y brazos, tenia una ultima misión, conseguir que vivieran. Nadie me iba a pagar por ello, pero alguien debía dar un respiro a esas bestias. Camine hacia ellas mientras la mujer pájaro me mira y apreta aquel cuchillo. En ese momento me detuve y empece a caminar hacia el agua que se encontraba a unos veinte metros de la muerte de ese idiota. - Agua. - Grite mientras caminaba hacia el lugar, solo esperaba que una vez llegara al lago, no terminara con un cuchillo en el cuello. No podía sobrestimar la ira hacia los humanos que tenían esas bestias de gran carácter.
Una vez llegado hasta el agua, deje mi espada en la orilla de esta, junto a mis botas y camisa. Me adentre en el agua esperando a que las bestias aparecieran, tenían un cuchillo y aunque no parecían tener la idea de matarme, se que tenían odio hacia los humanos que le habían causado tal daño, mis ojos no se separaban del camino donde debían aparecer despues de unos segundos. Lave mi cara para despues mi beber un poco de esta y meterla en mi botella metálica para terminar rellenarla.
Con un acto de broma, dije mientras escuchaban que se acercaban. - Que nadie orine el lago. - Bromee esperando que no se lo tomaran a mal, tal vez ni me entendían pero ahí estaba yo, con unas bestias que seguramente podrían matarme.
Lave mi cuerpo como pude, no sabia que tipo de criaturas se encontraban ahí, y temía meterme donde mi vista no llegara. Una vez las bestias se acercaron al lago, con un gesto preocupado me intente acercar pero parecía que molestaba más de lo que podía ayudarla. Una de ellas parecía enferma, la misma que acababa de asesinar al hombre, tenia fiebre y tal vez algo peor. Con la mala suerte de que yo, de medicina solo conocia el Whisky y alguna jarra de hidromiel. Me quede a lo lejos mirando como trataban a esta pobre bestia, tal vez no sobreviviera, tal vez si, no lo sabia con claridad.
Aquel hombre me pedía ayuda de forma desesperada. Estiraba la mano hacia mi, pero mi mirada era trasparente, parecía un árbol más de aquel bosque, no le iba a salvar de aquello que se había buscado él mismo con sus actos. En ese momento, la mujer pájaro miro el cuchillo, y antes de que pudiera reaccionar, ya lo tenia clavado en su cuello. Me levantes estirando mis piernas y brazos, tenia una ultima misión, conseguir que vivieran. Nadie me iba a pagar por ello, pero alguien debía dar un respiro a esas bestias. Camine hacia ellas mientras la mujer pájaro me mira y apreta aquel cuchillo. En ese momento me detuve y empece a caminar hacia el agua que se encontraba a unos veinte metros de la muerte de ese idiota. - Agua. - Grite mientras caminaba hacia el lugar, solo esperaba que una vez llegara al lago, no terminara con un cuchillo en el cuello. No podía sobrestimar la ira hacia los humanos que tenían esas bestias de gran carácter.
Una vez llegado hasta el agua, deje mi espada en la orilla de esta, junto a mis botas y camisa. Me adentre en el agua esperando a que las bestias aparecieran, tenían un cuchillo y aunque no parecían tener la idea de matarme, se que tenían odio hacia los humanos que le habían causado tal daño, mis ojos no se separaban del camino donde debían aparecer despues de unos segundos. Lave mi cara para despues mi beber un poco de esta y meterla en mi botella metálica para terminar rellenarla.
Con un acto de broma, dije mientras escuchaban que se acercaban. - Que nadie orine el lago. - Bromee esperando que no se lo tomaran a mal, tal vez ni me entendían pero ahí estaba yo, con unas bestias que seguramente podrían matarme.
Lave mi cuerpo como pude, no sabia que tipo de criaturas se encontraban ahí, y temía meterme donde mi vista no llegara. Una vez las bestias se acercaron al lago, con un gesto preocupado me intente acercar pero parecía que molestaba más de lo que podía ayudarla. Una de ellas parecía enferma, la misma que acababa de asesinar al hombre, tenia fiebre y tal vez algo peor. Con la mala suerte de que yo, de medicina solo conocia el Whisky y alguna jarra de hidromiel. Me quede a lo lejos mirando como trataban a esta pobre bestia, tal vez no sobreviviera, tal vez si, no lo sabia con claridad.
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Jared
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
- nota:
- lamento mucho la tardanza, como Akanke y Jared saben (gracias a mps) la demora se debió a interferencias climáticas, intentare estar mas pendiente en el futuro.
ps: si se preguntan, continuo usando el apodo "el tal sin dientes" debido a que manejo que Klinge no se acuerda del nombre del "villano" principal de esta historia, y ni se molesta en intentar recordarlo.
De pronto la espada del mercenario salió volando a la espesura del bosque de su mano, el joven guerrero soltó una maldición mientras agarraba el resto de sus armas y se iba en busca de su otra espada, después de un rato de estar buscando finalmente la encontró y la acomodo en su cinturón junto al resto de sus armas, enfurecido, soltó un grito al cielo –quien quiera que fuera que me gasto semejante broma, me las va a pagar!- rujio, antes de salir de los arbustos, cuando empezó a escuchar un grito de terror, que provenía de la garganta de un hombre.
El mercenario se tomo el tiempo de volver a por su valija en la fogata antes de ir a investigar los ruidos, cuando llego al lugar solo encontró el cadáver de un hombre, que al inspeccionarlo, y sacarle las pocas monedas que cargaba encima, reconoció como uno de los siervos del tal sin dientes, uno de los cuales estuvo presente en el duelo por la tenencia de tierras en el que participo, se dio cuenta que lo habían golpeado brutalmente antes de liquidarlo con una daga, parecía que quien lo mato le tenía mucho odio, o poseía mucha fuerza, al explorar un poco la zona supo que el asesino no se trataba de un vampiro hambriento que encontró una presa fácil, no dejaría tanta sangre a desperdiciarse.
Recordó a aquella mujer de piel oscura con la que encontró antes, quizás se trataba de una bruja, eso explicaría porque su espada salió volando de golpe como lo hizo, quizás una prisionera que se escapo de algún traficante de esclavos ilícito. Se puso a explorar la zona y dio con un rio donde vio tres, cuatro, figuras extrañas, tres de esos parecían indudablemente gente bestia, el cuarto aparentaba ser un hombre que se bañaba en las aguas del rio en plena noche, el idiota realmente quería enfermarse por lo que parecía, miro con mas atención a las tres figuras antropomórficas, reconoció a una como la mujer de piel oscura que vio antes, solo que con cuatro piernas y un trasero de caballo.
Estaba acompañada por otras tres mujeres, una chica que se parecía a la negra, solo que como oveja, y la tercera era una mujer pájaro. Al mercenario no le tomo mucho atar cabos, el hombre tenía que ser un brujo, visto que nunca había escuchado de gente bestia usar magia, las tres debieron ser capturadas y serian vendidas en el mercado negro como siervas, seguramente por el tal sin dientes, visto que el pordiosero muerto era uno de los suyos, estas de una u otra manera debieron escapar y el desdentado mando a sus lacayos a que las recapturaran, pero se dejo matar, quizás el brujo fue el que las ayudo en la huida.
Ahora sí que se encontraba en una encrucijada, por un lado el espadachín podía simplemente irse por su camino y dejarlo todo como estaba, el problema era que si él se encontró con el rastro de las mujeres bestia por casualidad eso quería decir que los cazadores del sin dientes debían de estar cerca también, de otro modo tenían que ser una manga de ciego sordo mudos, todos y cada uno de ellos, lo que se traducía a que ir por la vida solo era una mala idea.
Otra opción era tratar de ir junto al grupo, intentando presentarse como un amigo, pero viendo como despacharon al imbécil del sin dientes, bien podrían hacer lo mismo con él. Finalmente, el espadachín soltó un último suspiro de resignación antes de asegurarse de cada una de sus armas estuviese en su lugar, echarse su bolso de viaje a la espalda y salir de los arbustos tranquilamente, sin ninguna intención de ocultar su presencia o parecen intimidante.
El mercenario se tomo el tiempo de volver a por su valija en la fogata antes de ir a investigar los ruidos, cuando llego al lugar solo encontró el cadáver de un hombre, que al inspeccionarlo, y sacarle las pocas monedas que cargaba encima, reconoció como uno de los siervos del tal sin dientes, uno de los cuales estuvo presente en el duelo por la tenencia de tierras en el que participo, se dio cuenta que lo habían golpeado brutalmente antes de liquidarlo con una daga, parecía que quien lo mato le tenía mucho odio, o poseía mucha fuerza, al explorar un poco la zona supo que el asesino no se trataba de un vampiro hambriento que encontró una presa fácil, no dejaría tanta sangre a desperdiciarse.
Recordó a aquella mujer de piel oscura con la que encontró antes, quizás se trataba de una bruja, eso explicaría porque su espada salió volando de golpe como lo hizo, quizás una prisionera que se escapo de algún traficante de esclavos ilícito. Se puso a explorar la zona y dio con un rio donde vio tres, cuatro, figuras extrañas, tres de esos parecían indudablemente gente bestia, el cuarto aparentaba ser un hombre que se bañaba en las aguas del rio en plena noche, el idiota realmente quería enfermarse por lo que parecía, miro con mas atención a las tres figuras antropomórficas, reconoció a una como la mujer de piel oscura que vio antes, solo que con cuatro piernas y un trasero de caballo.
Estaba acompañada por otras tres mujeres, una chica que se parecía a la negra, solo que como oveja, y la tercera era una mujer pájaro. Al mercenario no le tomo mucho atar cabos, el hombre tenía que ser un brujo, visto que nunca había escuchado de gente bestia usar magia, las tres debieron ser capturadas y serian vendidas en el mercado negro como siervas, seguramente por el tal sin dientes, visto que el pordiosero muerto era uno de los suyos, estas de una u otra manera debieron escapar y el desdentado mando a sus lacayos a que las recapturaran, pero se dejo matar, quizás el brujo fue el que las ayudo en la huida.
Ahora sí que se encontraba en una encrucijada, por un lado el espadachín podía simplemente irse por su camino y dejarlo todo como estaba, el problema era que si él se encontró con el rastro de las mujeres bestia por casualidad eso quería decir que los cazadores del sin dientes debían de estar cerca también, de otro modo tenían que ser una manga de ciego sordo mudos, todos y cada uno de ellos, lo que se traducía a que ir por la vida solo era una mala idea.
Otra opción era tratar de ir junto al grupo, intentando presentarse como un amigo, pero viendo como despacharon al imbécil del sin dientes, bien podrían hacer lo mismo con él. Finalmente, el espadachín soltó un último suspiro de resignación antes de asegurarse de cada una de sus armas estuviese en su lugar, echarse su bolso de viaje a la espalda y salir de los arbustos tranquilamente, sin ninguna intención de ocultar su presencia o parecen intimidante.
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
Me dieron ganas de cerrar los ojos cuando creí que el vampiro azotaría a sus bestias, pero no lo hice, los canes me daban lástima; sin embargo no iba a delatarme porque ese cazador les maltratase. No era como que me estuviesen encubriendo a propósito. Un grito desesperado nos alertó a todos, el manto de Fenrir me volvía a salvar una vez más. Respiré aliviada mientras bajaba trabajosamente de las alturas, los licántropos no estábamos diseñados para estar haciendo piruetas de gato por los aires. Tomé una nota mental de comprar uno de esos sortilegios… ¿Cómo se llamaban? una de esas cosas para mantener tus cosas cuando cambias de forma. Suspiré. No quería hacerlo… de verdad no quería hacerlo, pero lo haría. Empecé a trotar hacia el origen de ese escalofriante grito que perturbó la noche. Mi olfato no mentía, provenía desde el mismo sitio donde se perdía el rastro de mis compañeras perdidas.
A medida que entraba en calor, sentía que recobraba mis dotes naturales, como si todo el tiempo que había permanecido encerrada tanto en el sótano como en mi forma bípeda hubiese sido un mal sueño. La clave para la cura de ese extraño estado había sido la sangre de ese vampiro suicida. Es más, ahora me sentía rebosante de energía, como una cachorra corriendo por la pradera. Pero en vez de dulces trinos, lo que me rodeaban eran los ecos de los perros de caza. Tch chasquee la lengua y aceleré el paso. Probablemente habían dado con mi esencia, intuía que me estaban siguiendo de cerca. Estaba claro que ese cazador estaba tras de mí, tras de nosotras y me preguntaba cómo estarían las demás. Ese grito tan poco bestial no podía pertenecer a ninguna de ellas y eso me calmaba. Estoy llegando mascullé. En el fondo de mi mente pensaba en que ese cazador se estaba interponiendo un poco en mis planes. No debía llegar con alguien pisándome los talones pero quería llegar rápido.
Llegué a un punto donde pude escuchar las voces de la chica águila y corderita, la Furia Negra no solía hacer muchos sonidos, pero su olor delataba que se encontraba cerca, o al menos lo había estado no hacía mucho. No tenía tiempo, el cazador no estaba muy lejos; me quité la ropa, asegurándome de tirarla en distintas direcciones para intentar sacarle algo de ventaja y me transformé a mi forma de lobo, necesitaba correr rápido, realmente rápido y con eso me refería a usar las cuatro patas. Aullé una vez, anunciando mi llegada. Si tenía suerte ellas se pondrían en guardia. Pero a medida que me acercaba y que mi olfato de bestia se hacía más fino encontraba más rastros desconocidos. Un humano y otro, alguien que usaba mana, tal vez un brujo. También percibía el olor inconfundible de la sangre, de mucha sangre entremezclada. En mi forma de lobo los pensamientos no eran tan lineales como en mi forma humana, pero sentía culpa. Tenía además una tremenda sensación de tristeza, no quería que nada les pasara, eran como mis hermanas pequeñas de cautiverio.
Los perros me alcanzaron antes que el vampiro, esas criaturas eran endemoniadamente rápidas como para alcanzarme y mucho más para tener el valor de atacarme en mi forma de lobo. Les habían adiestrado bien. Entré en mi modo alfa y prácticamente no dudaron en continuar con la carrera. Cada uno en mis flancos, eran una reverenda molestia en mi avance. Cada vez que quería matar uno, el otro llamaba mi atención clavándome sus colmillos en la piel. Gruñía de rabia, solo el rastro fresco del humano me recordaba mi objetivo. Un humano que se dirigía al lago. Pensé en atacarle por la espalda, pero tres enemigos ya serían bastante, además un último instinto humano me detuvo “¿Y si es amigo y no enemigo?” pasé apenas a unos centímetros de él, juraría que uno de los perros que me perseguía le pechó, pero no era como que me daría vuelta en mitad de la pelea para hacerle una reverencia y disculparme.
Mi destino final era el lago, a ver si esos perros domesticados serían capaces de seguirme dentro de sus aguas. De reojo vi el bulto de las chicas bestia, no parecían estar en problemas en esos momentos, por lo que continué hacia las rocas y salté como una maldita bala de cañón a lo más profundo del lago. En mi caída vi el torso desnudo de un hombre y mis pulmones comenzaron a convulsionar en un intento de risa que casi me cuesta la vida una vez que me zambullí en el agua helada. No podía creer que un hombre se estuviese bañando en medio de todo aquello, encima parecía bien dotado… mis compañeras tendrían que haber pasado muy bien durante mi ausencia. Me había preocupado en balde. Asomé mi hocico, toda esa pelambre no hacía fácil el tema de la flotación. No recordaba cuántos años hacía que no nadaba en mi forma de lobo, por suerte aún recordaba lo básico: el nado de perrito. “Juas, si pudiera hablar me estaría ahogando de la risa”. Una vez segura de que no iría a pique hacia el fondo del lago, busqué con la mirada a mis perseguidores.
Off: Eh Aka, el vampi es Amaro o Abdon? si quieres lo bautizamos en el lago como Abdmaro xDD
A medida que entraba en calor, sentía que recobraba mis dotes naturales, como si todo el tiempo que había permanecido encerrada tanto en el sótano como en mi forma bípeda hubiese sido un mal sueño. La clave para la cura de ese extraño estado había sido la sangre de ese vampiro suicida. Es más, ahora me sentía rebosante de energía, como una cachorra corriendo por la pradera. Pero en vez de dulces trinos, lo que me rodeaban eran los ecos de los perros de caza. Tch chasquee la lengua y aceleré el paso. Probablemente habían dado con mi esencia, intuía que me estaban siguiendo de cerca. Estaba claro que ese cazador estaba tras de mí, tras de nosotras y me preguntaba cómo estarían las demás. Ese grito tan poco bestial no podía pertenecer a ninguna de ellas y eso me calmaba. Estoy llegando mascullé. En el fondo de mi mente pensaba en que ese cazador se estaba interponiendo un poco en mis planes. No debía llegar con alguien pisándome los talones pero quería llegar rápido.
Llegué a un punto donde pude escuchar las voces de la chica águila y corderita, la Furia Negra no solía hacer muchos sonidos, pero su olor delataba que se encontraba cerca, o al menos lo había estado no hacía mucho. No tenía tiempo, el cazador no estaba muy lejos; me quité la ropa, asegurándome de tirarla en distintas direcciones para intentar sacarle algo de ventaja y me transformé a mi forma de lobo, necesitaba correr rápido, realmente rápido y con eso me refería a usar las cuatro patas. Aullé una vez, anunciando mi llegada. Si tenía suerte ellas se pondrían en guardia. Pero a medida que me acercaba y que mi olfato de bestia se hacía más fino encontraba más rastros desconocidos. Un humano y otro, alguien que usaba mana, tal vez un brujo. También percibía el olor inconfundible de la sangre, de mucha sangre entremezclada. En mi forma de lobo los pensamientos no eran tan lineales como en mi forma humana, pero sentía culpa. Tenía además una tremenda sensación de tristeza, no quería que nada les pasara, eran como mis hermanas pequeñas de cautiverio.
Los perros me alcanzaron antes que el vampiro, esas criaturas eran endemoniadamente rápidas como para alcanzarme y mucho más para tener el valor de atacarme en mi forma de lobo. Les habían adiestrado bien. Entré en mi modo alfa y prácticamente no dudaron en continuar con la carrera. Cada uno en mis flancos, eran una reverenda molestia en mi avance. Cada vez que quería matar uno, el otro llamaba mi atención clavándome sus colmillos en la piel. Gruñía de rabia, solo el rastro fresco del humano me recordaba mi objetivo. Un humano que se dirigía al lago. Pensé en atacarle por la espalda, pero tres enemigos ya serían bastante, además un último instinto humano me detuvo “¿Y si es amigo y no enemigo?” pasé apenas a unos centímetros de él, juraría que uno de los perros que me perseguía le pechó, pero no era como que me daría vuelta en mitad de la pelea para hacerle una reverencia y disculparme.
Mi destino final era el lago, a ver si esos perros domesticados serían capaces de seguirme dentro de sus aguas. De reojo vi el bulto de las chicas bestia, no parecían estar en problemas en esos momentos, por lo que continué hacia las rocas y salté como una maldita bala de cañón a lo más profundo del lago. En mi caída vi el torso desnudo de un hombre y mis pulmones comenzaron a convulsionar en un intento de risa que casi me cuesta la vida una vez que me zambullí en el agua helada. No podía creer que un hombre se estuviese bañando en medio de todo aquello, encima parecía bien dotado… mis compañeras tendrían que haber pasado muy bien durante mi ausencia. Me había preocupado en balde. Asomé mi hocico, toda esa pelambre no hacía fácil el tema de la flotación. No recordaba cuántos años hacía que no nadaba en mi forma de lobo, por suerte aún recordaba lo básico: el nado de perrito. “Juas, si pudiera hablar me estaría ahogando de la risa”. Una vez segura de que no iría a pique hacia el fondo del lago, busqué con la mirada a mis perseguidores.
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Woodpecker
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
Pajarita terminó con la miserable vida de Elijah con gusto. Era la primera vez que lo hacía, y la última. Solo soñaba con volver con su familia y olvidar cada minuto que pasó encerrada y siendo torturada por los humanos. Ya no quería volver a ver uno en su vida. Sus garras y plumas crecerían con el tiempo, pero ese maldito no regresaría del infierno, no después de que le arrancara el corazón con sus manos.
Siguieron a Jared al agua. Con la ayuda de la Negra y de Corderita, la mujer ave se sentó cerca de la orilla. Corderita tomó el cuchillo y se cortó un puñado de su mullida lana. Con un trotecito alegre, fue hasta el agua y sumergió su lana hasta que quedó empapada. Luego volvió con Pajarita para ponersela en la frente y el cuello a manera de paño frío para bajarle la fiebre. Pajarita sonrió, se sentía mucho mejor.
Akanke se quedó junto a ellas mientras el hombre se metió al agua. Les hablaba y sonreía, aunque no le prestaban mucha atención. -Es un brujo- dijo Pajarita -No son humanos por completo- continuó -Ellos tienen magia en su ser y son capaces de cosas increíbles... este no parece peligroso, pero mejor tengamos cuidado- dijo mientras se incorporaba para sentarse. Por eso su aroma era distinto al de los humanos, ahora Akanke entendía todo.
Akanke y Corderita asintieron, harían caso a Pajarita, tenían que tener cuidado e irse cuanto antes. Se comenzaban a poner de pie cuando el aroma a humano apareció. Giraron y vieron con terror como, de entre los árboles, salía otro. Era el de la fogata. Akanke lo había olvidado. No parecía amenazador, pero vamos... ¡ningún humano lo parece!
Justo tras de él, salió la Loba, perseguida de unos perros. -Vámonos, tenemos que irnos de inmediato- sentenció Pajarita. Akanke se levantó y miró a Jared, luego al hombre -Si tú amigo, no dañar- habló. Era la primera vez que las demás escuchaban su voz -Si tú- dijo mirando alternadamente a Jared y al otro hombre -Si amigo, ayudar- dijo, aunque sentía asco y rabia de tener que pedir ayuda.
Pajarita se subió al lomo de Akanke y se abrazó a su torso -Ahora corre, no me caeré- le dijo, besando su hombro.
____________________________
Abdon veía el cuerpo de Elijah con una sonrisa burlona -Este imbécil...- dijo para si -Y te moriste sin haberle enterrado el nabo a una mujer- dijo y se echó a reír. -Bueno, creo que ahora el pago por las bestias será mayor, pero yo no soy un idiota como tú, ¿eh? Son cosa seria, necesitaré ayuda- finalizó. Llamó con un silbido a sus perros al darse vuelta.
Cuando Fergusson supo la suerte de su bastardo, sintió tanta tristeza como alivio por librarse de ese inútil. Le prometió a Abdon 5 veces más de lo que le ofreció Elijah por traerle a las bestias. -Pero las quiero vivas, ¿entendiste? Las quiero vivas- dijo mirando al vampiro a los ojos. Él ya se encargaría de vengarse de ellas.
Siguieron a Jared al agua. Con la ayuda de la Negra y de Corderita, la mujer ave se sentó cerca de la orilla. Corderita tomó el cuchillo y se cortó un puñado de su mullida lana. Con un trotecito alegre, fue hasta el agua y sumergió su lana hasta que quedó empapada. Luego volvió con Pajarita para ponersela en la frente y el cuello a manera de paño frío para bajarle la fiebre. Pajarita sonrió, se sentía mucho mejor.
Akanke se quedó junto a ellas mientras el hombre se metió al agua. Les hablaba y sonreía, aunque no le prestaban mucha atención. -Es un brujo- dijo Pajarita -No son humanos por completo- continuó -Ellos tienen magia en su ser y son capaces de cosas increíbles... este no parece peligroso, pero mejor tengamos cuidado- dijo mientras se incorporaba para sentarse. Por eso su aroma era distinto al de los humanos, ahora Akanke entendía todo.
Akanke y Corderita asintieron, harían caso a Pajarita, tenían que tener cuidado e irse cuanto antes. Se comenzaban a poner de pie cuando el aroma a humano apareció. Giraron y vieron con terror como, de entre los árboles, salía otro. Era el de la fogata. Akanke lo había olvidado. No parecía amenazador, pero vamos... ¡ningún humano lo parece!
Justo tras de él, salió la Loba, perseguida de unos perros. -Vámonos, tenemos que irnos de inmediato- sentenció Pajarita. Akanke se levantó y miró a Jared, luego al hombre -Si tú amigo, no dañar- habló. Era la primera vez que las demás escuchaban su voz -Si tú- dijo mirando alternadamente a Jared y al otro hombre -Si amigo, ayudar- dijo, aunque sentía asco y rabia de tener que pedir ayuda.
Pajarita se subió al lomo de Akanke y se abrazó a su torso -Ahora corre, no me caeré- le dijo, besando su hombro.
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Abdon veía el cuerpo de Elijah con una sonrisa burlona -Este imbécil...- dijo para si -Y te moriste sin haberle enterrado el nabo a una mujer- dijo y se echó a reír. -Bueno, creo que ahora el pago por las bestias será mayor, pero yo no soy un idiota como tú, ¿eh? Son cosa seria, necesitaré ayuda- finalizó. Llamó con un silbido a sus perros al darse vuelta.
Cuando Fergusson supo la suerte de su bastardo, sintió tanta tristeza como alivio por librarse de ese inútil. Le prometió a Abdon 5 veces más de lo que le ofreció Elijah por traerle a las bestias. -Pero las quiero vivas, ¿entendiste? Las quiero vivas- dijo mirando al vampiro a los ojos. Él ya se encargaría de vengarse de ellas.
Akanke
Sacerdotisa del Templo de los Monos
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
Esta noche parecía que los dioses se querían reír del espadachín, primero un mago manda a volar su espada sin razón, forzándolo a meterse en los arbustos para buscarla y ahora era atropellado por un perro que perseguía a un lobo, casi derribándolo, de no ser porque el guerrero consigo equilibrarse poniendo un pie por enfrente del otro.
El animal se irguió en sus cuatro patas lo más rápido que puedo para gruñirle al poste humano contra el cual choco en su carrera, solo para recibir la disciplina de la punta de una bota que se abatió contra su hocico con tanta fuerza que el sonido del chillido de dolor del animal retumbo tan fuerte en el aire como el ruido de su segunda caída al piso –chucho de mierda, como se te ocurre enseñarme los dientes?- gruño el mercenario irritado que se dispuso a desenfundar sus armas cuando escucho el silbido llamando de vuelta a los sabuesos.
De pronto la negra le hablo diciéndole que si quería probarse amistoso tendría que ayudarlas, cosa completamente sensata, se acerco a ellas a toda prisa después de recoger su bolsa, cuando llego cerca vio que la mujer pájaro no se encontraba muy bien, algún imbécil le había cortado las plumas y las garras, con razón que se enfermaría, además que era fácil de notar que las otras dos mujeres bestia no estaban en mejor estado, todas estaban golpeadas y desnutridas, no podía hablar de la loba porque se la pasaba en el agua, pero era obvio que habían pasado por bastante maltrato, el tal sin dientes no era suave con lo que consideraba su mercancía.
De pronto escucha a la mujer pájaro incitando a la yegua a correr, de puro reflejo se puso delante de la negra para que no saliera disparada de golpe –esperen, los bípedos no estamos hechos para mantener el ritmo a un cuadrúpedo en una carrera!- exclamo señalando con el dedo índice de su mano libre el cielo –además que están todas exhaustas y desnutridas, si se sobre exigen son capaces de desmayarse por el esfuerzo!- aunque su argumento era más para evitar que lo dejaran atrás, ya que era consciente que, en la vida, dejarían un humano montar en su lomo, lo que decía no era mentira, al condición de la mujer pájaro era causa del maltrato sumándole el estrés y la falta de comida y descanso, si tendría que llegar lejos deberían que recuperar sus fuerzas antes de emprender cualquier carrera.
El animal se irguió en sus cuatro patas lo más rápido que puedo para gruñirle al poste humano contra el cual choco en su carrera, solo para recibir la disciplina de la punta de una bota que se abatió contra su hocico con tanta fuerza que el sonido del chillido de dolor del animal retumbo tan fuerte en el aire como el ruido de su segunda caída al piso –chucho de mierda, como se te ocurre enseñarme los dientes?- gruño el mercenario irritado que se dispuso a desenfundar sus armas cuando escucho el silbido llamando de vuelta a los sabuesos.
De pronto la negra le hablo diciéndole que si quería probarse amistoso tendría que ayudarlas, cosa completamente sensata, se acerco a ellas a toda prisa después de recoger su bolsa, cuando llego cerca vio que la mujer pájaro no se encontraba muy bien, algún imbécil le había cortado las plumas y las garras, con razón que se enfermaría, además que era fácil de notar que las otras dos mujeres bestia no estaban en mejor estado, todas estaban golpeadas y desnutridas, no podía hablar de la loba porque se la pasaba en el agua, pero era obvio que habían pasado por bastante maltrato, el tal sin dientes no era suave con lo que consideraba su mercancía.
De pronto escucha a la mujer pájaro incitando a la yegua a correr, de puro reflejo se puso delante de la negra para que no saliera disparada de golpe –esperen, los bípedos no estamos hechos para mantener el ritmo a un cuadrúpedo en una carrera!- exclamo señalando con el dedo índice de su mano libre el cielo –además que están todas exhaustas y desnutridas, si se sobre exigen son capaces de desmayarse por el esfuerzo!- aunque su argumento era más para evitar que lo dejaran atrás, ya que era consciente que, en la vida, dejarían un humano montar en su lomo, lo que decía no era mentira, al condición de la mujer pájaro era causa del maltrato sumándole el estrés y la falta de comida y descanso, si tendría que llegar lejos deberían que recuperar sus fuerzas antes de emprender cualquier carrera.
- Spoiler:
- disculpen por la tardanza, mi internet me imposibilito responder antes.
Klinge
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
Oh agua de los dioses, tan límpida y tan clara dije mientras salía del lago en mi forma humana. Ya me había percatado de la retirada momentánea del vampiro, las chicas parecían querer huir y estaban discutiendo con el humano armado. Miré al que parecía ser brujo que en vez de piel tenía tatuajes Mmm… salió con tanto efecto que casi me sorprendí de mi misma. En otro momento hubiese agregado algún que otro comentario sarcástico pero el tiempo y la situación apremiaban Parece que la hora de recreo terminó. Lástima comenté arqueando una ceja y mostrándole media sonrisa antes de dirigirme hacia el cuarteto. Calma calma… mi voz era suave, esparcí mis brazos demostrando estar desarmada. Tal vez mis compañeras no se hubieran percatado que en realidad era una licántropo. El vampiro no podrá cazarnos cuando salga el sol. El humano tiene razón, no podemos correr por siempre. Tendremos que hacerles frente tarde o temprano…
Ahora que estaba más cerca podía percibir que parte de la sangre que había olfateado pertenecía a la chica águila. Intenté omitir la imagen rota de lo que alguna vez fuera el elfo que nos había ayudado a huir. Su flaqueza no le permitió sobrevivir, ¿quién podría entenderle? Nos liberó y luego vino en nuestra búsqueda. Por un momento lo que quedaba de su cadáver mancillado me dio lástima, pero al menos él ya se había librado de este mundo. Pajarita estaba en una condición seria. Observé a la Furia Negra, ¿me habría reconocido? Sólo para asegurarme transformé mis brazos en los de un lobo por unos segundos, usando mi control de la transformación. Soy la lobita. Un licántropo. Recuperé mi forma humana informé dando un paso tentativo hacia la negra y su jinete. Corderita sí me reconoció, podía verlo en sus ojos, podía ver eso y algo más. Me acerqué para abrazarla Siento mucho haberme separado. No sé qué me pasó. Pero no me apartaré más, a no ser que no me quieran con ustedes informé separándome un poco de mi amiga lanuda para mirar los ojos de las otras dos.
Miré al humano de arriba abajo, joven y fuertemente armado. Una mala combinación ciertamente, aunque sus palabras le hacían parecer coherente. ¿Conoces la zona? ¿Sabes si hay algún lugar donde podamos refugiarnos, cazar y tal vez curar a la herida? No era exactamente cómodo estar huyendo con compañeras de encierro y ni siquiera saber sus nombres. Una ráfaga de aire me recordó que estaba desnuda y empapada. “Estúpidos canes. Estúpido cazador y estúpido Fergusson” pensé mientras me separaba para buscar mis pertenencias. Al menos el vampiro rastreador no se había robado mi olor con alguna de mis cosas. Ya habiendo recobrado algo de mi calor salí al encuentro del grupo, sin estar muy segura de si volvería a ser aceptada y lo que habían decidido.
Ahora que estaba más cerca podía percibir que parte de la sangre que había olfateado pertenecía a la chica águila. Intenté omitir la imagen rota de lo que alguna vez fuera el elfo que nos había ayudado a huir. Su flaqueza no le permitió sobrevivir, ¿quién podría entenderle? Nos liberó y luego vino en nuestra búsqueda. Por un momento lo que quedaba de su cadáver mancillado me dio lástima, pero al menos él ya se había librado de este mundo. Pajarita estaba en una condición seria. Observé a la Furia Negra, ¿me habría reconocido? Sólo para asegurarme transformé mis brazos en los de un lobo por unos segundos, usando mi control de la transformación. Soy la lobita. Un licántropo. Recuperé mi forma humana informé dando un paso tentativo hacia la negra y su jinete. Corderita sí me reconoció, podía verlo en sus ojos, podía ver eso y algo más. Me acerqué para abrazarla Siento mucho haberme separado. No sé qué me pasó. Pero no me apartaré más, a no ser que no me quieran con ustedes informé separándome un poco de mi amiga lanuda para mirar los ojos de las otras dos.
Miré al humano de arriba abajo, joven y fuertemente armado. Una mala combinación ciertamente, aunque sus palabras le hacían parecer coherente. ¿Conoces la zona? ¿Sabes si hay algún lugar donde podamos refugiarnos, cazar y tal vez curar a la herida? No era exactamente cómodo estar huyendo con compañeras de encierro y ni siquiera saber sus nombres. Una ráfaga de aire me recordó que estaba desnuda y empapada. “Estúpidos canes. Estúpido cazador y estúpido Fergusson” pensé mientras me separaba para buscar mis pertenencias. Al menos el vampiro rastreador no se había robado mi olor con alguna de mis cosas. Ya habiendo recobrado algo de mi calor salí al encuentro del grupo, sin estar muy segura de si volvería a ser aceptada y lo que habían decidido.
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
El humano se interpuso, haciéndola frenar en seco. Pajarita casi cae con el brusco movimiento que tuvo que hacer Akanke. Tanto él como Loba, quien ahora mostraba su forma de mujer, decían de descansar, de reposar para seguir huyendo con el día. Era lógico, la mayoría de los hombres de Fergusson eran vampiros, con la luz del sol no podrían seguirlos, y si lo hacían, sería un pequeño contingente.
Akanke y Pajarita aceptaron. Corderita estuvo feliz de que la Loba volviera a reunirse con ellas -¡Lobita! Pero si eres humana... ¿por qué no mostraste esa forma antes?- le preguntó mientras la estrechaba en un fuerte abrazo. Era muy dulce la niña cordero. -¿Podemos hacer un fuego? para calentar un poco el cuerpo- preguntó luego, viendo que Akanke ayudaba a Pajarita a desmontar y se acercaban a un árbol de grueso tronco para recostarse.
Akanke extremaba cuidados para con Pajarita. La veía tan frágil y débil, que todo su instinto protector se volcó hacia la muejr alada, quien la miraba agradecida -Soy Alahambra- le dijo a la centáuride, quien se echaba junto a ella. Corderita hablaba con Loba y el humano de fogatas y buscar comida para poder usar las últimas horas de la noche en recuperar un poco las energías y descansar.
Akanke sonrió al conocer el nombre de la mujer emplumada -Akanke- le respondió, mientras abrazaba a la mujer que se había acurrucado en su pecho. -Gracias por cuidarme- le dijo cerrando los ojos para descansar.
_____________________
Fergusson escuchó el relato de Abdón. Su bastardo yacía muerto en algún lado del bosque. Bueno, se lo había buscado, por estúpido e imprudente. Su rabia crecía junto con las ganas de atraparlas. Ordenó a Abdón el armar un contingente para atraparlas, ya no le importaba que la gente supiera de su pequeño pero lucrativo negocio oculto, solamente las quería agarrar.
Akanke y Pajarita aceptaron. Corderita estuvo feliz de que la Loba volviera a reunirse con ellas -¡Lobita! Pero si eres humana... ¿por qué no mostraste esa forma antes?- le preguntó mientras la estrechaba en un fuerte abrazo. Era muy dulce la niña cordero. -¿Podemos hacer un fuego? para calentar un poco el cuerpo- preguntó luego, viendo que Akanke ayudaba a Pajarita a desmontar y se acercaban a un árbol de grueso tronco para recostarse.
Akanke extremaba cuidados para con Pajarita. La veía tan frágil y débil, que todo su instinto protector se volcó hacia la muejr alada, quien la miraba agradecida -Soy Alahambra- le dijo a la centáuride, quien se echaba junto a ella. Corderita hablaba con Loba y el humano de fogatas y buscar comida para poder usar las últimas horas de la noche en recuperar un poco las energías y descansar.
Akanke sonrió al conocer el nombre de la mujer emplumada -Akanke- le respondió, mientras abrazaba a la mujer que se había acurrucado en su pecho. -Gracias por cuidarme- le dijo cerrando los ojos para descansar.
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Fergusson escuchó el relato de Abdón. Su bastardo yacía muerto en algún lado del bosque. Bueno, se lo había buscado, por estúpido e imprudente. Su rabia crecía junto con las ganas de atraparlas. Ordenó a Abdón el armar un contingente para atraparlas, ya no le importaba que la gente supiera de su pequeño pero lucrativo negocio oculto, solamente las quería agarrar.
Akanke
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
El espadachín suspiro de alivio al ver que las mujeres decidieron entender razones y no se vería obligado a perseguirlas por el bosque de noche, la oveja y la mujer lobo preguntaban por fuego y refugio –antes de que cierto brujo mandara a volar mi espada estaba descansando frente a una fogata encendida en un claro aquí cerca.- dijo señalando la dirección de donde vino con el pulgar.
Cuando las mujeres terminaron de presentarse decidió guiarlas a la fogata –síganme, Akanke también conoce el lugar, ella me encontró ahí.- dijo encaminándose de vuelta a los arbustos, no les tomo mucho llegar a la fogata, aun estaba prendida, aunque a punto de apagarse, por suerte tenía algo de leña de reserva guardada cerca lo cual lo ayudo a reavivarlo, luego saco unas herramientas de cocina de su bolsa de viaje –puedo cocinar algo si tienen hambre, me quedan unas cuantas verduras, pero si tienen carne la mujer lobo tendrá que cazar, yo no me muevo bien en la oscuridad.
El espadachín empezó a preparar una sopa con las verduras y raíces que aun cargaba consigo, en condiciones normales le bastarían para comer cerca de tres o cuatro días, pero tendría que alimentar a cuatro mujeres que estuvieron en cautiverio y mal nutridas durante saben los dioses cuanto, esto se pondría difícil –yo no necesito comer, así que tomen todo para ustedes, les hace mas falta.- decía mientras mesclaba los ingredientes en una olla de cerámica –pero solo tengo dos platos para sopa, o comparten o toman turnos para comer!- aunque su tono de vos fuera tosco, traicionaba una cierta empatía que intentaba esconder, como si intentara deliberadamente esconder que tenía intención de ayudarlas, por alguna razón –por cierto, a mi me dicen Klinge, por si se preguntan significa daga en alguna lengua muerta.
Luego de un rato el mercenario sirvió un poco de la soba en un tazón de cerámica que se lo paso a la mujer caballo –dáselo a tu amiga con plumas…- dijo con un tono más suave, muy opuesto a su forma ruda de hablar de antes –ella está peor, ella come primero.- luego sirvió en el otro cuenco y se lo acerco a la oveja, aunque la sopa fuera un poco escueta, de seguro seria mucho mas nutritiva de todo lo que le habrán dado en cautiverio, el espadachín pensó que si no fuera porque las perseguían podría intentar cazar o pescar algo en el rio en la mañana, aunque no sabía si a una mujer caballo y una mujer oveja les sentaría bien la carne.
Cuando las mujeres terminaron de presentarse decidió guiarlas a la fogata –síganme, Akanke también conoce el lugar, ella me encontró ahí.- dijo encaminándose de vuelta a los arbustos, no les tomo mucho llegar a la fogata, aun estaba prendida, aunque a punto de apagarse, por suerte tenía algo de leña de reserva guardada cerca lo cual lo ayudo a reavivarlo, luego saco unas herramientas de cocina de su bolsa de viaje –puedo cocinar algo si tienen hambre, me quedan unas cuantas verduras, pero si tienen carne la mujer lobo tendrá que cazar, yo no me muevo bien en la oscuridad.
El espadachín empezó a preparar una sopa con las verduras y raíces que aun cargaba consigo, en condiciones normales le bastarían para comer cerca de tres o cuatro días, pero tendría que alimentar a cuatro mujeres que estuvieron en cautiverio y mal nutridas durante saben los dioses cuanto, esto se pondría difícil –yo no necesito comer, así que tomen todo para ustedes, les hace mas falta.- decía mientras mesclaba los ingredientes en una olla de cerámica –pero solo tengo dos platos para sopa, o comparten o toman turnos para comer!- aunque su tono de vos fuera tosco, traicionaba una cierta empatía que intentaba esconder, como si intentara deliberadamente esconder que tenía intención de ayudarlas, por alguna razón –por cierto, a mi me dicen Klinge, por si se preguntan significa daga en alguna lengua muerta.
Luego de un rato el mercenario sirvió un poco de la soba en un tazón de cerámica que se lo paso a la mujer caballo –dáselo a tu amiga con plumas…- dijo con un tono más suave, muy opuesto a su forma ruda de hablar de antes –ella está peor, ella come primero.- luego sirvió en el otro cuenco y se lo acerco a la oveja, aunque la sopa fuera un poco escueta, de seguro seria mucho mas nutritiva de todo lo que le habrán dado en cautiverio, el espadachín pensó que si no fuera porque las perseguían podría intentar cazar o pescar algo en el rio en la mañana, aunque no sabía si a una mujer caballo y una mujer oveja les sentaría bien la carne.
Klinge
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Re: Las quiero vivas [LIBRE] [CERRADO]
La cuestión estaba decidida para cuando volví a incorporarme al grupo. Sonreí de buena gana sólo por estar cerca de la corderita, ella era tan cálida como el sol de la mañana. No podía volver a mi forma humana. Un vampiro desquiciado me había puesto una maldición suspiré No sé si tenga que ver con los bastardos de Fergusson, pero el que murió estaba bastante malo de la cabeza. Quién sabe qué les hacía el esclavista dije asombrada de mis propias palabras. Mi pasado de lucha contra esclavistas parecía perseguirme; después de todo ¿cuál era la posibilidad de encontrar esclavistas? y de esas posibilidades ¿cuántas eran encontrar unos en medio de Sacrestic, tierra de vampiros y otros seres nocturnos? Acaricié la cabeza de la ovejita, tan tierna que daban ganas de comerla a besos.
El humano guía parecía más un anciano que un joven guerrero, no me hubiera sorprendido que se llevara las manos a la espalda y se quejase de sus reumas y la ciática. Era todo un experto en el tema de la comida y la distribución de los recursos; en su presencia mejor acepta y callar. Entre las chicas las que estábamos mejor éramos la Furia Negra y yo y, a decir verdad, no estaba muy segura de cuál era su estado real. El maldito enfermo se había sobrepasado con ella y con Alahambra. -Yo soy Nawali. Lobita ¿Cómo te llamas?- la pregunta me tomó desprevenida. Me giré instintivamente para observarla como si fuese la primera vez y sonreí de lado, olvidando por un momento la breve discusión sobre ir a buscar o no una presa para comer. Feith, pero me conocen como Wood. Y todo eso… de alguna forma hizo que me sintiera un pelín mejor con toda la situación.
El plato hervido olía tan vegetariano que el poco apetito que tenía desapareció en el aire. Eh… yo paso. Haré la primera ronda me ofrecí dando un largo bostezo, me rasqué despreocupadamente mi escasa melena La señal serán dos aullidos seguidos informé, sin más me alejé un poco para comenzar a quitarme la ropa. Esperaría a escuchar sus respuestas, pero de todas formas volvería a mi forma feral para dar aunque sea una vuelta. En esos momentos era lo único que me hacía sentir un poco más segura, con los sentidos más despiertos. Tal vez de esa forma, encontraría al menos alguna carcasa que roer en el camino, o lo que fuese. Le confié a Nawali mis pertenencias y con un suave empujoncito de mi hocico sobre su antebrazo, me despedí para comenzar a recorrer el camino al trote.
Mantuve el territorio en un diámetro bastante pequeño, por el Este el lago, el punto donde estaba el campamento lo tomé como centro y desde él, tomando el agua como referencia, intenté hacer un perímetro circular. El tufo a vampiro se perdía en el sudoeste, lo más probable es que los perros de ese asqueroso rastreador volvieran por el mismo lugar por el que corrieron con la cola entre las patas. Me aseguraría de cuidar muy bien ese flanco. Nunca había tenido problemas particulares con el territorio de los chupasangres, pero no podía dejar de comparar nuestros árboles limpios, la luz y el viento de los bosques del Este con ese horrendo bosque lleno de neblina y aire estancado. Era fácil perderse allí, afortunadamente la madre naturaleza me había equipado con un olfato bastante decente como para no dejarme en evidencia frente a mis nuevos compañeros.
La niebla amplificaba los sonidos, mis pasos sonaban casi como una manada. Mis pensamientos se dedicaron a mis seres queridos, a Ulmer… de pronto quería volver a casa y estar dentro de los lindes del Colmillo de Hierro, o en los territorios de la hermandad. Me sentí huérfana, solitaria… Apuré el paso, más adelante olfatee algo que parecía ser prometedor.
El humano guía parecía más un anciano que un joven guerrero, no me hubiera sorprendido que se llevara las manos a la espalda y se quejase de sus reumas y la ciática. Era todo un experto en el tema de la comida y la distribución de los recursos; en su presencia mejor acepta y callar. Entre las chicas las que estábamos mejor éramos la Furia Negra y yo y, a decir verdad, no estaba muy segura de cuál era su estado real. El maldito enfermo se había sobrepasado con ella y con Alahambra. -Yo soy Nawali. Lobita ¿Cómo te llamas?- la pregunta me tomó desprevenida. Me giré instintivamente para observarla como si fuese la primera vez y sonreí de lado, olvidando por un momento la breve discusión sobre ir a buscar o no una presa para comer. Feith, pero me conocen como Wood. Y todo eso… de alguna forma hizo que me sintiera un pelín mejor con toda la situación.
El plato hervido olía tan vegetariano que el poco apetito que tenía desapareció en el aire. Eh… yo paso. Haré la primera ronda me ofrecí dando un largo bostezo, me rasqué despreocupadamente mi escasa melena La señal serán dos aullidos seguidos informé, sin más me alejé un poco para comenzar a quitarme la ropa. Esperaría a escuchar sus respuestas, pero de todas formas volvería a mi forma feral para dar aunque sea una vuelta. En esos momentos era lo único que me hacía sentir un poco más segura, con los sentidos más despiertos. Tal vez de esa forma, encontraría al menos alguna carcasa que roer en el camino, o lo que fuese. Le confié a Nawali mis pertenencias y con un suave empujoncito de mi hocico sobre su antebrazo, me despedí para comenzar a recorrer el camino al trote.
Mantuve el territorio en un diámetro bastante pequeño, por el Este el lago, el punto donde estaba el campamento lo tomé como centro y desde él, tomando el agua como referencia, intenté hacer un perímetro circular. El tufo a vampiro se perdía en el sudoeste, lo más probable es que los perros de ese asqueroso rastreador volvieran por el mismo lugar por el que corrieron con la cola entre las patas. Me aseguraría de cuidar muy bien ese flanco. Nunca había tenido problemas particulares con el territorio de los chupasangres, pero no podía dejar de comparar nuestros árboles limpios, la luz y el viento de los bosques del Este con ese horrendo bosque lleno de neblina y aire estancado. Era fácil perderse allí, afortunadamente la madre naturaleza me había equipado con un olfato bastante decente como para no dejarme en evidencia frente a mis nuevos compañeros.
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Woodpecker
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