Forjando el camino [Trabajo]
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Forjando el camino [Trabajo]
-Te digo que no es para tanto...- dije, apoyándome sobre la pared de aquel edificio. -He estado allí antes, y no hacía tanto calor.-
-¡Y yo te digo que no estoy hecho para esto! ¡Estoy acostumbrado al frío de Dundarak!- se quejó Kothán, mirando el cielo despejado con preocupación. Era como si lo que más temiese en su vida fuese un día agradable. El zorro hizo un aspaviento, separando el cuello de su camisa repetidas veces como si fuese un humano sudoroso.
Era cierto que hacía un día extraordinario para estar la época de lluvias. Un pequeño recuerdo del verano, tal vez. Ni una nube en el cielo, y el sol brillaba con intensidad. Esa clase de clima me hacía sonreír, pero por el contrario, Koth parecía casi nervioso. Se rascó el cuello, inquieto, y me lanzó una mirada acusadora.
-Quieres matarme, ¿verdad? Habéis decidido que no valgo la pena y queréis deshaceros de mi. Matándome con el calor. Nadie lo sospecharía nunca, es el crimen perfecto.- declaró. Sonreí.
-Si quisiera matarte lo habría hecho hace dos semanas, cuando fuiste a beber agua al río. Un pequeño empujón contra las rocas, y...- golpeé mi puño contra la palma de mi otra mano. El zorro esbozó una mueca.
-Gracias. Eso me hace sentir mucho mejor.- dijo, cruzándose de brazos y apartándose un paso de mi.
-No sé por qué te preocupa tanto... ¿no dices que eres un coyote? Los coyotes son animales de climas cálidos...- comenté, arqueando una ceja.
-¿Qué? No es cierto. No, espera. ¿Lo es?- preguntó. Parecía haberlo pillado por sorpresa. -Es mentira. Puedo verlo. Estás mintiendo... ¿no?- Ladeé la cabeza, sin cambiar mi expresión. La verdad es que no estaba del todo seguro, pero si eso funcionaba...
-Y los zorros, por el contrario, son más del este y el norte...- dejé caer. El zorro resopló.
-¡Ya lo sabía! Estaba bromeando... Este calor no es nada. No te pensabas que de verdad me molestaba, ¿no?- sonrió, relajándose. Era casi convincente. Casi.
-En ese caso... ponte tu armadura y prepárate. No tardaremos mucho.- dije, poniendo mi enorme zarpa en su hombro. Era gracioso. Cada vez que hacía eso, el zorro parecía sufrir un diminuto respingo. Me había asegurado de aprovecharlo. Koth miró las ligeras protecciones de cuero que yacían a su lado, a la sombra de aquella casa, y empezó a recogerlas.
Muchos de los edificios en Roilkat eran bajos y tenían tejados planos, no muy distintos a los que vi en la ciudad de los Nórgedos en su momento, con colores que raramente se alejaban del blanco. Tuve que buscar un rato hasta encontrar uno lo suficientemente alto, y aun así, no había llegado a lo que quería. Tres pisos. Eso serviría, por el momento. Miré alrededor, esbozando un plan en mi cabeza, y me puse en movimiento. Me encaramé a un arco, ascendí al tejado de un edificio vecino, y salté a una ventana cercana. Desde ahí, fue sencillo.
Syl ya estaba ahí. El felino se giró y me dedicó una cálida sonrisa.
-¿Alguna señal?-
-Aún nada. ¿Le has dado la dirección correcta?
-Eh...- hice memoria. ¿Se la había dado? Estaba seguro de que había escrito alguna indicación en la carta, pero ni siquiera estaba seguro de si le había llegado. Claro que, ¿cuanto tiempo podía haberse pasado el humano en las malditas islas? - Bueno, seguro que nos encuentra. O le encontraremos nosotros. No es difícil de rastrear.-
-Claro que no. Apesta a metal y sangre.- respondió el gato
-Eso es solo cuando está herido.- puntualicé.
-¿Cuando no está herido?-
-...es una buena pregunta.- admití, sonriendo. Syl había estado de muy buen humor los últimos días, y yo también. Nada como estar al borde de la muerte y escapar para subir los ánimos. Aun así, había notado que el gato estaba más tenso alrededor de Koth, y el mismo zorro parecía evitarlo. Eran signos pequeños. Las posiciones de colas, garras, orejas... incluso sus pelajes parecían algo distintos cuando se encontraban cerca el uno del otro. Los humanos nunca se daban cuenta de esas cosas, pero para mi era algo importante.
Aun así, confiaba en ellos. Tal vez el trabajar juntos les iría bien, incluso. Me senté al borde del tejado, esperando a Eltrant.
Me preguntaba si realmente me haría caso, y aparecería donde le había indicado. Le había invitado específicamente a encontrarse conmigo en el tejado de un edificio. Quería ver si lo conseguía. Ver a un humano acorazado y extraordinariamente torpe escalar cualquier clase de obstáculo era algo digno de presenciar, después de todo.
"Eltrant.
Ve a Roilkat. Tienes tres días. Nos encontraremos en el techo del edificio más alto de la ciudad, a las diez de la mañana. Necesito tu ayuda. Ven armado.
-¡Y yo te digo que no estoy hecho para esto! ¡Estoy acostumbrado al frío de Dundarak!- se quejó Kothán, mirando el cielo despejado con preocupación. Era como si lo que más temiese en su vida fuese un día agradable. El zorro hizo un aspaviento, separando el cuello de su camisa repetidas veces como si fuese un humano sudoroso.
Era cierto que hacía un día extraordinario para estar la época de lluvias. Un pequeño recuerdo del verano, tal vez. Ni una nube en el cielo, y el sol brillaba con intensidad. Esa clase de clima me hacía sonreír, pero por el contrario, Koth parecía casi nervioso. Se rascó el cuello, inquieto, y me lanzó una mirada acusadora.
-Quieres matarme, ¿verdad? Habéis decidido que no valgo la pena y queréis deshaceros de mi. Matándome con el calor. Nadie lo sospecharía nunca, es el crimen perfecto.- declaró. Sonreí.
-Si quisiera matarte lo habría hecho hace dos semanas, cuando fuiste a beber agua al río. Un pequeño empujón contra las rocas, y...- golpeé mi puño contra la palma de mi otra mano. El zorro esbozó una mueca.
-Gracias. Eso me hace sentir mucho mejor.- dijo, cruzándose de brazos y apartándose un paso de mi.
-No sé por qué te preocupa tanto... ¿no dices que eres un coyote? Los coyotes son animales de climas cálidos...- comenté, arqueando una ceja.
-¿Qué? No es cierto. No, espera. ¿Lo es?- preguntó. Parecía haberlo pillado por sorpresa. -Es mentira. Puedo verlo. Estás mintiendo... ¿no?- Ladeé la cabeza, sin cambiar mi expresión. La verdad es que no estaba del todo seguro, pero si eso funcionaba...
-Y los zorros, por el contrario, son más del este y el norte...- dejé caer. El zorro resopló.
-¡Ya lo sabía! Estaba bromeando... Este calor no es nada. No te pensabas que de verdad me molestaba, ¿no?- sonrió, relajándose. Era casi convincente. Casi.
-En ese caso... ponte tu armadura y prepárate. No tardaremos mucho.- dije, poniendo mi enorme zarpa en su hombro. Era gracioso. Cada vez que hacía eso, el zorro parecía sufrir un diminuto respingo. Me había asegurado de aprovecharlo. Koth miró las ligeras protecciones de cuero que yacían a su lado, a la sombra de aquella casa, y empezó a recogerlas.
Muchos de los edificios en Roilkat eran bajos y tenían tejados planos, no muy distintos a los que vi en la ciudad de los Nórgedos en su momento, con colores que raramente se alejaban del blanco. Tuve que buscar un rato hasta encontrar uno lo suficientemente alto, y aun así, no había llegado a lo que quería. Tres pisos. Eso serviría, por el momento. Miré alrededor, esbozando un plan en mi cabeza, y me puse en movimiento. Me encaramé a un arco, ascendí al tejado de un edificio vecino, y salté a una ventana cercana. Desde ahí, fue sencillo.
Syl ya estaba ahí. El felino se giró y me dedicó una cálida sonrisa.
-¿Alguna señal?-
-Aún nada. ¿Le has dado la dirección correcta?
-Eh...- hice memoria. ¿Se la había dado? Estaba seguro de que había escrito alguna indicación en la carta, pero ni siquiera estaba seguro de si le había llegado. Claro que, ¿cuanto tiempo podía haberse pasado el humano en las malditas islas? - Bueno, seguro que nos encuentra. O le encontraremos nosotros. No es difícil de rastrear.-
-Claro que no. Apesta a metal y sangre.- respondió el gato
-Eso es solo cuando está herido.- puntualicé.
-¿Cuando no está herido?-
-...es una buena pregunta.- admití, sonriendo. Syl había estado de muy buen humor los últimos días, y yo también. Nada como estar al borde de la muerte y escapar para subir los ánimos. Aun así, había notado que el gato estaba más tenso alrededor de Koth, y el mismo zorro parecía evitarlo. Eran signos pequeños. Las posiciones de colas, garras, orejas... incluso sus pelajes parecían algo distintos cuando se encontraban cerca el uno del otro. Los humanos nunca se daban cuenta de esas cosas, pero para mi era algo importante.
Aun así, confiaba en ellos. Tal vez el trabajar juntos les iría bien, incluso. Me senté al borde del tejado, esperando a Eltrant.
Me preguntaba si realmente me haría caso, y aparecería donde le había indicado. Le había invitado específicamente a encontrarse conmigo en el tejado de un edificio. Quería ver si lo conseguía. Ver a un humano acorazado y extraordinariamente torpe escalar cualquier clase de obstáculo era algo digno de presenciar, después de todo.
"Eltrant.
Ve a Roilkat. Tienes tres días. Nos encontraremos en el techo del edificio más alto de la ciudad, a las diez de la mañana. Necesito tu ayuda. Ven armado.
- Asher.
"Asher Daregan
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
Procedió a comprobar su equipo antes de salir. Ajustó las gruesas correas que mantenían sujeta la claymore blanca a su espalda, dando tras esto un par de saltos sin moverse de dónde estaba, asegurándose de que esta quedaba bien atada.
No sabía para que necesitaba el lobo su ayuda, pero podía haber mencionado, al menos, algo además de un “Ven armado”, esto no hacía sino advertir al errante que, como mínimo, se trataba de alguno de los dudosos negocios que este hacía.
- Más te vale no salir de la habitación. – Le dijo a Lyn mientras comprobaba la espada que pendía de su cinturón – No tardaré mucho, creo. – Dijo asegurándose de que el imponente armario que cubría la única ventana del dormitorio no se movía. La vampiresa, que estaba tumbada bocabajo en la cama no contestó inmediatamente, se limitó a girarse sobre sí misma y a mirarle con ojos acusadores.
- Me abandonas, Mortal. Abandonas a tu ama. – Dijo llevándose una de las manos, dramáticamente, hasta la cara - Yo, que te salvé de llevar faldas y de hacer té por el resto de tus días. – Aseguró – ¡Págamelo con esto! Quiero ir contigo. – Eltrant no contestó - Venga, que hace tiempo que no les veo. – Dijo dando un par de giros más en la cama mientras Eltrant ataba con fuerza las pretinas que mantenían firme la armadura sobre su cuerpo.
- No… no vuelvas a recordarme eso. – Dijo llevándose una de las manos hasta la cara suspirando, rememorando momentáneamente la corta aventura que había tenido con Iredia y Karkaran en la mansión del brujo – Y no te abandono. – Añadió sonriendo, Lyn no pareció conforme con esta respuesta, pues infló los mofletes y se incorporó dispuesta a entablar una acalorada discusión con el exmercenario. Eltrant, previendo lo que iba a suceder, señaló el lugar en el que estaba la ventana, oculta tras el mueble – Luz solar – Dijo – Muerte instantánea – Advirtió señalando ahora a Lyn.
- ¡Eso es una exageración! – Protestó Lyn. – La muerte llega tras unos cinco minutos de agonía insufrible, no al instante. – Se sentó en el borde de la cama. – No sabes nada sobre mí, Mortal. – La ojiazul se cruzó de brazos, sentada en la cama y desvió la mirada, fingiendo molestia.
- Entiendo… - Eltrant se atusó la barba y tras mirar fijamente a la muchacha durante unos largos y silenciosos segundos, se encaminó a la salida de la habitación. – …Miralo de este modo, puedes aprovechar para escribir – Dijo girándose, sonriendo a la joven antes de cerrar la puerta.
- Puedes contar con ello. – Contestó la vampiresa - ¡Y te lo vas a leer todo! – Exclamó según veía desaparecer a su compañero a través de la puerta. - ¡Hasta las partes románticas!
Volvió a repasar la carta mientras avanzaba por las calles de Roilkat, se habían desviado de su destino principal por aquella nota, esperaba que mereciese la pena. Eso era, al menos, lo que se decía en su cabeza, en realidad no lo tenían pensado del todo, lo único en lo que estaban de acuerdo era que se dirijan hacía Sacrestic.
Aquel desvió importaba, en realidad, más bien poco.
Se detuvo en mitad de la calle y guardó la carta amarillenta en uno de los bolsillos que llevaba sobre la armadura. Había llegado, el edificio que tenía frente a él era en dónde le habían citado.
En un principio la edificación era prácticamente idéntica a todas las demás de la ciudad, quizás, la única diferencia visible a simple vista era la altura del mismo: con tres pisos de altura, aquella vivienda se alzaba sobre las que había a su alrededor.
- ¿No podíamos vernos en una taberna como todo el mundo? – Frunció el ceño y comenzó a estudiar la fachada de la vivienda, por algún motivo a Asher le había parecido divertido citarle en el mismo tejado de la construcción, cosa que se encargaría de recordarle cuando se encontrase con él. – A ver… - Se rascó la barba. ¿Trepaba? Sus ojos recorrieron de forma automática los salientes y balcones por los que intuía que era más sencillo subir. No obstante, descartó aquella idea casi de inmediato; no iba a conseguirlo de aquel modo, no era ningún misterio que no era la persona más ágil que conocía.
Negó con la cabeza. ¿Tenía alguna otra alternativa? Sin Lyn allí no tenía demasiado dónde elegir. Dio un par de saltitos en el sitio, preparándose para el esfuerzo, estiró ambos brazos repetidamente hasta que, al final, se dijo un par de palabras de ánimo a sí mismo. Un anciano que pasaba por allí se quedó mirándole hacer esto durante unos segundos, antes de reemprender su camino negando levemente con la cabeza.
Se asió a las rejas de metal forjado que adornaban las ventanas y, tras mentalizarse de nuevo, se impulsó. Sintió la gravedad casi de inmediato, pero no dejó que esta ganase, tomó aire y, metódicamente, comenzó a ascender, ignorando todo el metal con el que cargaba.
Como era lógico, las fuerzas comenzaron a fallarle según llegó al segundo piso, había tenido suerte, por algún motivo no había apenas transeúntes y, los pocos que había, apenas se paraban a mirar al como el imbécil acorazado trepaba. Como mucho se apartaban un poco, temiendo que este se desprendiese y cayese al suelo como si de un pesado proyectil metálico se tratase.
Jadeando copiosamente agarró el saliente que, finalmente, le conduciría hasta el tejado. Solo un empujón más. Mientras se preparaba para el último impulso, oyó las voces de las persnas que le esperaan, aunque no distinguía el mensaje de las mismas podía imaginarse al lobo sonriendo mordazmente al verle aparecer, soltando alguna de sus frases.
Haciendo acopio de sus fuerzas apretó los dientes e hizo un último esfuerzo y, al final, cayó bocabajo; en el tejado del edificio más alto de la ciudad.
- La próxima vez, por todos los dioses… - Dijo incorporándose hasta quedar sentado, alternando la mirada entre el felino y el lobo, las dos únicas personas que aguardaban en el tejado - … nos encontramos en una taberna. - Dijo Eltrant secandose el sudor que resbalaba por su frente.
No sabía para que necesitaba el lobo su ayuda, pero podía haber mencionado, al menos, algo además de un “Ven armado”, esto no hacía sino advertir al errante que, como mínimo, se trataba de alguno de los dudosos negocios que este hacía.
- Más te vale no salir de la habitación. – Le dijo a Lyn mientras comprobaba la espada que pendía de su cinturón – No tardaré mucho, creo. – Dijo asegurándose de que el imponente armario que cubría la única ventana del dormitorio no se movía. La vampiresa, que estaba tumbada bocabajo en la cama no contestó inmediatamente, se limitó a girarse sobre sí misma y a mirarle con ojos acusadores.
- Me abandonas, Mortal. Abandonas a tu ama. – Dijo llevándose una de las manos, dramáticamente, hasta la cara - Yo, que te salvé de llevar faldas y de hacer té por el resto de tus días. – Aseguró – ¡Págamelo con esto! Quiero ir contigo. – Eltrant no contestó - Venga, que hace tiempo que no les veo. – Dijo dando un par de giros más en la cama mientras Eltrant ataba con fuerza las pretinas que mantenían firme la armadura sobre su cuerpo.
- No… no vuelvas a recordarme eso. – Dijo llevándose una de las manos hasta la cara suspirando, rememorando momentáneamente la corta aventura que había tenido con Iredia y Karkaran en la mansión del brujo – Y no te abandono. – Añadió sonriendo, Lyn no pareció conforme con esta respuesta, pues infló los mofletes y se incorporó dispuesta a entablar una acalorada discusión con el exmercenario. Eltrant, previendo lo que iba a suceder, señaló el lugar en el que estaba la ventana, oculta tras el mueble – Luz solar – Dijo – Muerte instantánea – Advirtió señalando ahora a Lyn.
- ¡Eso es una exageración! – Protestó Lyn. – La muerte llega tras unos cinco minutos de agonía insufrible, no al instante. – Se sentó en el borde de la cama. – No sabes nada sobre mí, Mortal. – La ojiazul se cruzó de brazos, sentada en la cama y desvió la mirada, fingiendo molestia.
- Entiendo… - Eltrant se atusó la barba y tras mirar fijamente a la muchacha durante unos largos y silenciosos segundos, se encaminó a la salida de la habitación. – …Miralo de este modo, puedes aprovechar para escribir – Dijo girándose, sonriendo a la joven antes de cerrar la puerta.
- Puedes contar con ello. – Contestó la vampiresa - ¡Y te lo vas a leer todo! – Exclamó según veía desaparecer a su compañero a través de la puerta. - ¡Hasta las partes románticas!
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Volvió a repasar la carta mientras avanzaba por las calles de Roilkat, se habían desviado de su destino principal por aquella nota, esperaba que mereciese la pena. Eso era, al menos, lo que se decía en su cabeza, en realidad no lo tenían pensado del todo, lo único en lo que estaban de acuerdo era que se dirijan hacía Sacrestic.
Aquel desvió importaba, en realidad, más bien poco.
Se detuvo en mitad de la calle y guardó la carta amarillenta en uno de los bolsillos que llevaba sobre la armadura. Había llegado, el edificio que tenía frente a él era en dónde le habían citado.
En un principio la edificación era prácticamente idéntica a todas las demás de la ciudad, quizás, la única diferencia visible a simple vista era la altura del mismo: con tres pisos de altura, aquella vivienda se alzaba sobre las que había a su alrededor.
- ¿No podíamos vernos en una taberna como todo el mundo? – Frunció el ceño y comenzó a estudiar la fachada de la vivienda, por algún motivo a Asher le había parecido divertido citarle en el mismo tejado de la construcción, cosa que se encargaría de recordarle cuando se encontrase con él. – A ver… - Se rascó la barba. ¿Trepaba? Sus ojos recorrieron de forma automática los salientes y balcones por los que intuía que era más sencillo subir. No obstante, descartó aquella idea casi de inmediato; no iba a conseguirlo de aquel modo, no era ningún misterio que no era la persona más ágil que conocía.
Negó con la cabeza. ¿Tenía alguna otra alternativa? Sin Lyn allí no tenía demasiado dónde elegir. Dio un par de saltitos en el sitio, preparándose para el esfuerzo, estiró ambos brazos repetidamente hasta que, al final, se dijo un par de palabras de ánimo a sí mismo. Un anciano que pasaba por allí se quedó mirándole hacer esto durante unos segundos, antes de reemprender su camino negando levemente con la cabeza.
Se asió a las rejas de metal forjado que adornaban las ventanas y, tras mentalizarse de nuevo, se impulsó. Sintió la gravedad casi de inmediato, pero no dejó que esta ganase, tomó aire y, metódicamente, comenzó a ascender, ignorando todo el metal con el que cargaba.
Como era lógico, las fuerzas comenzaron a fallarle según llegó al segundo piso, había tenido suerte, por algún motivo no había apenas transeúntes y, los pocos que había, apenas se paraban a mirar al como el imbécil acorazado trepaba. Como mucho se apartaban un poco, temiendo que este se desprendiese y cayese al suelo como si de un pesado proyectil metálico se tratase.
Jadeando copiosamente agarró el saliente que, finalmente, le conduciría hasta el tejado. Solo un empujón más. Mientras se preparaba para el último impulso, oyó las voces de las persnas que le esperaan, aunque no distinguía el mensaje de las mismas podía imaginarse al lobo sonriendo mordazmente al verle aparecer, soltando alguna de sus frases.
Haciendo acopio de sus fuerzas apretó los dientes e hizo un último esfuerzo y, al final, cayó bocabajo; en el tejado del edificio más alto de la ciudad.
- La próxima vez, por todos los dioses… - Dijo incorporándose hasta quedar sentado, alternando la mirada entre el felino y el lobo, las dos únicas personas que aguardaban en el tejado - … nos encontramos en una taberna. - Dijo Eltrant secandose el sudor que resbalaba por su frente.
Eltrant Tale
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
-¿Como te sientes?- preguntó Syl, mirandome de reojo. No era muy dificil entender a que se refería.
-Estoy bien, no te preocupes... honestamente, es como si nunca hubiese pasado.- respondí, encogiendome de hombros. Desde que superé aquella plaga, me sentía con mucha más energía, y la moral del grupo se había disparado. -¿Que hay de ti?-
-Estoy... algo nervioso, la verdad. Se me hace raro. Es como volver a casa.- admitió, dirigiendo su mirada al arenal que se extendía hasta el horizonte. -No fue hace tanto que nos fuimos, pero...-
-Es distinto, ¿verdad?- pregunté. Mi compañero asintió brevemente, aún pensativo. -Se me hace dificil. Nunca llegué a considerar ese sitio como un hogar. Solo es un sitio en el que viví durante un tiempo.-
Se hizo un breve silencio, interrumpido solo por el murmullo de las calles. ¿En que estaría pensando Syl? Ni siquiera estaba seguro de si quería volver, o si iba a plantearse el quedarse allí.
-¿Que es un hogar, entonces?- inquirió de repente. Difícil pregunta.
-Hay quien dice que es donde está el corazón...- musité.
-Genial. Mi hogar está en mi pecho, entonces.- sonrió.
-...pero yo diría que es un sitio al que quieras volver, cada día y cada noche.-
-Ohhh... ¿Y si ese sitio cambia, o se mueve?-
-Entonces tu hogar es una persona.- reí.
-¡Ja! Eso es... oh, escucha. Ahí viene.- se interrumpió, agitando el oído. Me asomé al borde, y contemplé la imagen de Eltrant Tale sudoroso, escalando por el edificio con dificultad. Solté una carcajada. Era inevitable. No podía creerme que lo estuviese haciendo de verdad.
-¡Eltrant! Que alegría verte por aquí. Es toda una casualidad.- bromeé, esbozando una sonrisa sarcástica. -¿Que te trae por aquí? Es raro verte por encima del nivel del suelo.-
-Salvo cuando está cayendo, o le está levantando un dragón.- intervino el gato. Esperé unos segundos a que el humano recuperase el aliento, y me acuclillé delante de él.
-Las tabernas son muy aburridas de todos modos. Ahora dime. ¿Por qué has elegido la ruta más dificil posible? Porque podías haber apilado las cajas del callejón de atrás para subir más facilmente.
-O haber dejado la coraza en el suelo...-
-O haberme gritado desde abajo para decirme que bajase una vez vieses a Koth...-
-Pero, la otra pregunta es, ¿como va a bajar?-
-Eso, Elt. ¿Como vas a bajar?- sonreí. -Bueno, supongo que para ti no es muy dificil. Seguramente sobrevivirás, si caes bien.-
-¡Caer bien nunca ha sido uno de sus mejores talentos!- exclamó Kothán desde abajo. Segundos después, el zorro apareció, trepando hasta la cima con mucha menos dificultad. -Hola, Tail.-
En el fondo, me compadecía del humano. Había trepado ese edificio enfundado en una armadura pesada, solo porque se lo había pedido, y su sufrimiento no había hecho más que comenzar. Su única compañía iban a ser tres hombres bestia con lenguas afiladas y muy dispuestos a burlarse de él, durante al menos un día o dos. En un arenal con temperaturas hostiles y fauna letal. Pero iba a ser tan divertido.
-Bueno, al grano. De arena. Nuestro "queridísimo" Lord Roiland sigue empeñado en expandir fronteras, pero los guardias escasean un poco debido a la plaga, los vampiros, y tal. Así que quiere mercenarios para que exploren el arenal. Hacer reconocimiento táctico.- Aquel tipo estaba enfermo. Debí haber aprovechado para abrir a su hijo en canal cuando tuve la oportunidad, pero no estaba en una buena situación. Roiland era la clase de persona más detestable e inmunda a la que había conocido. -...pero no podemos hacerlo nosotros. Me conocen, y también a Syl. Necesitamos que seas nuestra cara y aceptes el trabajo por nosotros. Nos ayudas, y nos dividimos la recompensa. Fácil, ¿eh?- pregunté, guiñándole un ojo.
Por supuesto, había algo más. No tenía ninguna intención de ayudar a Roiland. Al contrario. Si había gente que se había ganado al menos un poco de mi lealtad, eran los Nórgedos. La información iba a ser absolutamente falsa. Cuanto más les hiriese, mejor... pero no estaba seguro de si Eltrant aceptaría eso. Había sido guardia, después de todo. Por el momento, era mejor no entrar en detalle.
-Ah, necesitaremos algunas provisiones... y tal vez no quieras llevar la armadura. Eso lo dejo a tu elección, vamos a estar al menos veinte horas fuera. Tal vez cuarenta. Seguramente te darán parte de lo que necesites en la oficina...- cavilé.
-Sabes, siempre podíamos haber hecho que Irirgo se presentase...- dejó caer el gato. Sutil, pero ¿era eso cierta hostilidad hacia el humano? Era difícil de decir. El gato solía mantenerse apartado de la gente que no conocía bien. O de aquellos que no le gustaban. Casi como si intentase olvidar que existían. En ese momento, su mirada se centraba más en mi que en Koth o Tale.
-Demasiado viejo... no sé si el calor le sentaría bien.- replicó Koth. -Además, Eltrant es mucho más divertido.-
-Bueno, de todas formas...- dije, dirigiéndome a Eltrant y ofreciéndole una mano para que se levantase. -Está chupado. Solo tienes que bajar, ir a la oficina, y presentar esto. Diles que tienes tu propio grupo esperando, y que somos cuatro personas en total. Y luego vas, te preparas, y nos encontramos en... ¿hay algún volcán cerca?- pregunté, mirando alrededor. -Junto a la salida del arenal, entonces.-
-Estoy bien, no te preocupes... honestamente, es como si nunca hubiese pasado.- respondí, encogiendome de hombros. Desde que superé aquella plaga, me sentía con mucha más energía, y la moral del grupo se había disparado. -¿Que hay de ti?-
-Estoy... algo nervioso, la verdad. Se me hace raro. Es como volver a casa.- admitió, dirigiendo su mirada al arenal que se extendía hasta el horizonte. -No fue hace tanto que nos fuimos, pero...-
-Es distinto, ¿verdad?- pregunté. Mi compañero asintió brevemente, aún pensativo. -Se me hace dificil. Nunca llegué a considerar ese sitio como un hogar. Solo es un sitio en el que viví durante un tiempo.-
Se hizo un breve silencio, interrumpido solo por el murmullo de las calles. ¿En que estaría pensando Syl? Ni siquiera estaba seguro de si quería volver, o si iba a plantearse el quedarse allí.
-¿Que es un hogar, entonces?- inquirió de repente. Difícil pregunta.
-Hay quien dice que es donde está el corazón...- musité.
-Genial. Mi hogar está en mi pecho, entonces.- sonrió.
-...pero yo diría que es un sitio al que quieras volver, cada día y cada noche.-
-Ohhh... ¿Y si ese sitio cambia, o se mueve?-
-Entonces tu hogar es una persona.- reí.
-¡Ja! Eso es... oh, escucha. Ahí viene.- se interrumpió, agitando el oído. Me asomé al borde, y contemplé la imagen de Eltrant Tale sudoroso, escalando por el edificio con dificultad. Solté una carcajada. Era inevitable. No podía creerme que lo estuviese haciendo de verdad.
-¡Eltrant! Que alegría verte por aquí. Es toda una casualidad.- bromeé, esbozando una sonrisa sarcástica. -¿Que te trae por aquí? Es raro verte por encima del nivel del suelo.-
-Salvo cuando está cayendo, o le está levantando un dragón.- intervino el gato. Esperé unos segundos a que el humano recuperase el aliento, y me acuclillé delante de él.
-Las tabernas son muy aburridas de todos modos. Ahora dime. ¿Por qué has elegido la ruta más dificil posible? Porque podías haber apilado las cajas del callejón de atrás para subir más facilmente.
-O haber dejado la coraza en el suelo...-
-O haberme gritado desde abajo para decirme que bajase una vez vieses a Koth...-
-Pero, la otra pregunta es, ¿como va a bajar?-
-Eso, Elt. ¿Como vas a bajar?- sonreí. -Bueno, supongo que para ti no es muy dificil. Seguramente sobrevivirás, si caes bien.-
-¡Caer bien nunca ha sido uno de sus mejores talentos!- exclamó Kothán desde abajo. Segundos después, el zorro apareció, trepando hasta la cima con mucha menos dificultad. -Hola, Tail.-
En el fondo, me compadecía del humano. Había trepado ese edificio enfundado en una armadura pesada, solo porque se lo había pedido, y su sufrimiento no había hecho más que comenzar. Su única compañía iban a ser tres hombres bestia con lenguas afiladas y muy dispuestos a burlarse de él, durante al menos un día o dos. En un arenal con temperaturas hostiles y fauna letal. Pero iba a ser tan divertido.
-Bueno, al grano. De arena. Nuestro "queridísimo" Lord Roiland sigue empeñado en expandir fronteras, pero los guardias escasean un poco debido a la plaga, los vampiros, y tal. Así que quiere mercenarios para que exploren el arenal. Hacer reconocimiento táctico.- Aquel tipo estaba enfermo. Debí haber aprovechado para abrir a su hijo en canal cuando tuve la oportunidad, pero no estaba en una buena situación. Roiland era la clase de persona más detestable e inmunda a la que había conocido. -...pero no podemos hacerlo nosotros. Me conocen, y también a Syl. Necesitamos que seas nuestra cara y aceptes el trabajo por nosotros. Nos ayudas, y nos dividimos la recompensa. Fácil, ¿eh?- pregunté, guiñándole un ojo.
Por supuesto, había algo más. No tenía ninguna intención de ayudar a Roiland. Al contrario. Si había gente que se había ganado al menos un poco de mi lealtad, eran los Nórgedos. La información iba a ser absolutamente falsa. Cuanto más les hiriese, mejor... pero no estaba seguro de si Eltrant aceptaría eso. Había sido guardia, después de todo. Por el momento, era mejor no entrar en detalle.
-Ah, necesitaremos algunas provisiones... y tal vez no quieras llevar la armadura. Eso lo dejo a tu elección, vamos a estar al menos veinte horas fuera. Tal vez cuarenta. Seguramente te darán parte de lo que necesites en la oficina...- cavilé.
-Sabes, siempre podíamos haber hecho que Irirgo se presentase...- dejó caer el gato. Sutil, pero ¿era eso cierta hostilidad hacia el humano? Era difícil de decir. El gato solía mantenerse apartado de la gente que no conocía bien. O de aquellos que no le gustaban. Casi como si intentase olvidar que existían. En ese momento, su mirada se centraba más en mi que en Koth o Tale.
-Demasiado viejo... no sé si el calor le sentaría bien.- replicó Koth. -Además, Eltrant es mucho más divertido.-
-Bueno, de todas formas...- dije, dirigiéndome a Eltrant y ofreciéndole una mano para que se levantase. -Está chupado. Solo tienes que bajar, ir a la oficina, y presentar esto. Diles que tienes tu propio grupo esperando, y que somos cuatro personas en total. Y luego vas, te preparas, y nos encontramos en... ¿hay algún volcán cerca?- pregunté, mirando alrededor. -Junto a la salida del arenal, entonces.-
Asher Daregan
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
Llevándose las manos hasta las sienes escuchó, con una sonrisa cansada, las palabras que todos los presentes le dedicaron al verle.
- Sí, ya. Una casualidad. – Dijo negando con la cabeza. Como esperaba las burlas no tardaron en llegar, Eltrant suspiró y miró a la calle desde las alturas, Asher tenía razón, había elegido la peor de las formas para llegar hasta allí. – Bajar… - Se rascó la barba, depositó sus ojos en Kothán, que subió grácilmente hasta dónde estaban todos, casi parecía insultante - ¿Igual que cómo he subido? – Aquella pregunta no era una respuesta a las de los bandidos de Asher, era más bien para él mismo, cerró los ojos unos instantes al pensar en el esfuerzo que le esperaba y volvió a mirar hacia abajo. - …Supongo. – Dijo con cara de circunstancia. – Tale – Dijo al zorro como corrección, cruzándose de brazos, cuando volvió a “Confundirse” con su nombre.
- Ese imbécil está enfermo. – Dijo Eltrant cuando Asher mencionó el plan de Roiland de seguir expandiendo su territorio. – Me sorprende que siga con vida. – Añadió seguido en un susurro, suspirando levemente.
Frunció el ceño y, cruzado de brazos, bajo la cabeza después de todo lo que había sufrido en el Arenal para salvar al joven Flint sabía mejor que nadie la mentalidad de aquel hombre respecto al desierto, apenas le había agradecido el salvar a su hijo de las garras de Shalam, incluso parecía abatido con las noticias de que Bashira, la nueva Sheik, iba a frenar la política expansionista de los antiguos y se iba a enfocar en desarrollar sus territorios.
Aquel idiota buscaba reanudar la guerra incluso con Flint, Bashira y toda una corte de nobles en su contra. Si por algún motivo esta no volvía a estallar era porque todo el mundo sabía cómo lidiar con él, por lo que había oído de sus días en la guardia controlaba a demasiada gente como para deponerlo de su trono, los últimos rumerel muy loco incluso empezaba a sospechar de su hijo. No estaría mal que la plaga acabase con su vida, o un buen samaritano con una hoja afiliada, le daba bastante igual, la ciudad de Roilkat necesitaba un buen líder y, aunque Flint era joven y bastante ingenuo en muchos aspectos, era un mejor líder que aquel tipo.
- Entonces… - Tomó aire, el cálido abrazo del desierto se internó en sus pulmones. – ¿Solo queréis que haga de cara visible para el grupo? – Se llevó las manos hasta el cinturón y miró a los hombres-bestia, no era muy creíble, pero si le habían pedido ayuda era por algo. Asintió conforme. – Esta bien – Dijo depositando una mano en el hombro de Asher – Pero la próxima vez nos reunimos en tierra. – Sonrió - Y no te preocupes por la armadura – Dijo – No es la primera vez que me meto en el Arenal – Aseveró de forma casual levantando el dedo pulgar al lobo.
Syl, como de costumbre, parecía ser reticente a aceptar su ayuda y advirtió a su líder de que podían haber usado al viejo dragón como intermediario en lugar de al humano, Eltrant se limitó escuchar atentamente las palabras del felino y no hizo ningún comentario al respecto. En cierto modo él mismo también pensaba que esa quizás habría sido una mejor idea, pero como se había dicho a si mismo momentos atrás, el lobo tendría sus motivos.
- Vale – Tomó el papel que le había entregado Asher, el que tenía que llevar hasta a la oficina, volvió a mirar hacía el vacío, trago saliva. - ¿Sabéis? – Dijo antes de marcharse – Tengo otra petición. – Amplió su sonrisa – Lyn está en… - Rebuscó entre sus bolsillos hasta que localizo el pequeño pedazo de papel amarillento. - …esta posada. – Dijo ofreciéndole el papel a Asher. - ¿Podéis mandarle compañía? – Preguntó. – Para estos dos días. – Entornó los ojos unos instantes, mirando fijamente al horizonte, donde intuía que estaba la posada en la que se hospedaban. – No me terminó de fiar de ella. – Dijo como explicación. Solo los dioses sabían que le pasaba por la cabeza a la vampiresa y, aunque tenía prácticamente un centenar de años, estaba casi seguro de que intentaría seguirles de alguna forma en cuanto se enterase de lo que estaba tramando el castaño. – Ahora voy a… - Señaló al suelo - …a bajar – Se pasó la mano por la barba. – Así que… creo que voy a tardar un rato. – Continuó diciendo – Bueno… vamos allá. – Se agachó y, torpemente, se sujetó de la cornisa. – Como subir, pero en fácil Tale – Se dijo a sí mismo – Como subir, pero en fácil.
- ¡Quiero ir! – Dijo Lyn, molesta, una vez más.
- No – Contestó Eltrant cortante. – Vamos al Arenal, no es un lugar donde puedas ocultarte al amanecer. – Expuso – Además, te dejo a ti a cargo de… del dinero. – Dijo lanzándole la bolsita de Aeros a la vampiresa, una parte de él era consciente de que era la peor idea que podía haber tenido – Es una responsabilidad muy… - Lyn le lanzó a Eltrant una de sus zapatillas a la cabeza haciendo gala de un sorprendente sentido de la puntería.
- No soy una cría, Mortal. – Aseveró. – No intentes contentarme con trabajos inútiles para mantenerme entretenida. – Eltrant esbozó una sonrisa, ¿Tan evidente había sido?
- Pues… - Se atusó la barba, para, tras unos segundos pensativo tomar unos pocos Aeros para el mismo de la bolsa y dejarle el resto a ella. – Ahí tienes, gástatelos como mejor veas. – Sentenció, Lyn enarcó una ceja y tanteó el peso de la bolsita que tenía entre las manos, para al final sonreír enigmáticamente.
- Me hallo complacida. – Dijo al final, estirándose en la cama. – Puede marcharse, mi fiel sirviente, no me moveré de aquí hasta que vuelva. Espero que traigas ofrendas en forma de dinero para tu ama – Lyn amplió la sonrisa, Eltrant hizo lo opuesto, ¿Qué estaba tramando?
- No hagas que me arrepiente de esto. – Dijo entornando los ojos, cruzándose de brazos. – Contrólate. – Le dijo señalándola con el dedo índice, Lyn se envolvió entre las sabanas.
- Si yo solo voy a dormir y a pasar unos días tranquila. – Dijo. – Nada de lo que preocuparse. – Añadió – Como si estuviese en cama enferma. – Continuó hablando. – Y ya me has dado buena parte de tu sangre hoy, puedo aguantar hasta dentro de unos días. No morderé a nadie, promesa. – Se siguió enredando entre las sabanas hasta que acabó momificada, momento en el que le dedicó una sonrisa.
Eltrant suspiró y negó con la cabeza antes de abandonar la habitación, esperaba que Asher enviase a alguien capaz de tenerla, como mínimo, controlada.
- Ten cuidado, Mortal. Si te mueres serás testigo de mi ira. – Fue lo último que escuchó antes de marcharse.
Había sido el primero en llegar. Un intenso y cálido sol se alzaba sobre su cabeza, golpeándole directamente con sus rayos. Como había predicho Asher, la armadura no era un aliciente para la caminata que le esperaba, pero no pensaba dejarla en la posada si iba a viajar con Asher y parte de su grupo, le conocía lo suficientemente bien para saber que, de algún modo u otro, iba a acabar usándola.
Afortunadamente había aprendido de la última vez y como entonces le habían recomendado había cubierto su armadura por una serie de prendas de color blanco que ocultaban el metal y reflejaban el sol, alejando el calor lo máximo posible.
En aquel momento se encontraba bien, sobre todo si tenía en cuenta de que no había nada parecido a sombra a la vista. La indumentaria funcionaba, podría aguantar la caminata.
Mientras esperaba se aseguró su equipo, era algo que, llegados a aquel punto, hacía casi más por inercia que otra cosa: Las espadas, la armadura, las provisiones que se había encargado de obtener, todo estaba bien.
Se sentó en el suelo y estiró los brazos, en un principio era un trabajo de apenas dos días, nada que no hubiese hecho antes.
No le había sido muy difícil aceptar el trabajo, casi como en los tiempos en los que era mercenario. Lo curioso fue que ni siquiera le reconocieron, no le extrañaba, el nombre de “Eltrant Tale” se había desvirtuado bastante con los días, la proeza de Kagzilla era, para muchos, tonterías de borrachos. Para la mayoría de los ciudadanos de Roilkat los rescatadores de Lord Flint Roiland habían sido dos guardas de Lunargenta anónimos.
En cierto modo lo agradecía, las personas que de verdad sabían lo que sucedió ya se lo agradecían y le consideraban su amigo, no necesitaba el reconocimiento de nadie más.
- Sí, ya. Una casualidad. – Dijo negando con la cabeza. Como esperaba las burlas no tardaron en llegar, Eltrant suspiró y miró a la calle desde las alturas, Asher tenía razón, había elegido la peor de las formas para llegar hasta allí. – Bajar… - Se rascó la barba, depositó sus ojos en Kothán, que subió grácilmente hasta dónde estaban todos, casi parecía insultante - ¿Igual que cómo he subido? – Aquella pregunta no era una respuesta a las de los bandidos de Asher, era más bien para él mismo, cerró los ojos unos instantes al pensar en el esfuerzo que le esperaba y volvió a mirar hacia abajo. - …Supongo. – Dijo con cara de circunstancia. – Tale – Dijo al zorro como corrección, cruzándose de brazos, cuando volvió a “Confundirse” con su nombre.
- Ese imbécil está enfermo. – Dijo Eltrant cuando Asher mencionó el plan de Roiland de seguir expandiendo su territorio. – Me sorprende que siga con vida. – Añadió seguido en un susurro, suspirando levemente.
Frunció el ceño y, cruzado de brazos, bajo la cabeza después de todo lo que había sufrido en el Arenal para salvar al joven Flint sabía mejor que nadie la mentalidad de aquel hombre respecto al desierto, apenas le había agradecido el salvar a su hijo de las garras de Shalam, incluso parecía abatido con las noticias de que Bashira, la nueva Sheik, iba a frenar la política expansionista de los antiguos y se iba a enfocar en desarrollar sus territorios.
Aquel idiota buscaba reanudar la guerra incluso con Flint, Bashira y toda una corte de nobles en su contra. Si por algún motivo esta no volvía a estallar era porque todo el mundo sabía cómo lidiar con él, por lo que había oído de sus días en la guardia controlaba a demasiada gente como para deponerlo de su trono, los últimos rumerel muy loco incluso empezaba a sospechar de su hijo. No estaría mal que la plaga acabase con su vida, o un buen samaritano con una hoja afiliada, le daba bastante igual, la ciudad de Roilkat necesitaba un buen líder y, aunque Flint era joven y bastante ingenuo en muchos aspectos, era un mejor líder que aquel tipo.
- Entonces… - Tomó aire, el cálido abrazo del desierto se internó en sus pulmones. – ¿Solo queréis que haga de cara visible para el grupo? – Se llevó las manos hasta el cinturón y miró a los hombres-bestia, no era muy creíble, pero si le habían pedido ayuda era por algo. Asintió conforme. – Esta bien – Dijo depositando una mano en el hombro de Asher – Pero la próxima vez nos reunimos en tierra. – Sonrió - Y no te preocupes por la armadura – Dijo – No es la primera vez que me meto en el Arenal – Aseveró de forma casual levantando el dedo pulgar al lobo.
Syl, como de costumbre, parecía ser reticente a aceptar su ayuda y advirtió a su líder de que podían haber usado al viejo dragón como intermediario en lugar de al humano, Eltrant se limitó escuchar atentamente las palabras del felino y no hizo ningún comentario al respecto. En cierto modo él mismo también pensaba que esa quizás habría sido una mejor idea, pero como se había dicho a si mismo momentos atrás, el lobo tendría sus motivos.
- Vale – Tomó el papel que le había entregado Asher, el que tenía que llevar hasta a la oficina, volvió a mirar hacía el vacío, trago saliva. - ¿Sabéis? – Dijo antes de marcharse – Tengo otra petición. – Amplió su sonrisa – Lyn está en… - Rebuscó entre sus bolsillos hasta que localizo el pequeño pedazo de papel amarillento. - …esta posada. – Dijo ofreciéndole el papel a Asher. - ¿Podéis mandarle compañía? – Preguntó. – Para estos dos días. – Entornó los ojos unos instantes, mirando fijamente al horizonte, donde intuía que estaba la posada en la que se hospedaban. – No me terminó de fiar de ella. – Dijo como explicación. Solo los dioses sabían que le pasaba por la cabeza a la vampiresa y, aunque tenía prácticamente un centenar de años, estaba casi seguro de que intentaría seguirles de alguna forma en cuanto se enterase de lo que estaba tramando el castaño. – Ahora voy a… - Señaló al suelo - …a bajar – Se pasó la mano por la barba. – Así que… creo que voy a tardar un rato. – Continuó diciendo – Bueno… vamos allá. – Se agachó y, torpemente, se sujetó de la cornisa. – Como subir, pero en fácil Tale – Se dijo a sí mismo – Como subir, pero en fácil.
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- ¡Quiero ir! – Dijo Lyn, molesta, una vez más.
- No – Contestó Eltrant cortante. – Vamos al Arenal, no es un lugar donde puedas ocultarte al amanecer. – Expuso – Además, te dejo a ti a cargo de… del dinero. – Dijo lanzándole la bolsita de Aeros a la vampiresa, una parte de él era consciente de que era la peor idea que podía haber tenido – Es una responsabilidad muy… - Lyn le lanzó a Eltrant una de sus zapatillas a la cabeza haciendo gala de un sorprendente sentido de la puntería.
- No soy una cría, Mortal. – Aseveró. – No intentes contentarme con trabajos inútiles para mantenerme entretenida. – Eltrant esbozó una sonrisa, ¿Tan evidente había sido?
- Pues… - Se atusó la barba, para, tras unos segundos pensativo tomar unos pocos Aeros para el mismo de la bolsa y dejarle el resto a ella. – Ahí tienes, gástatelos como mejor veas. – Sentenció, Lyn enarcó una ceja y tanteó el peso de la bolsita que tenía entre las manos, para al final sonreír enigmáticamente.
- Me hallo complacida. – Dijo al final, estirándose en la cama. – Puede marcharse, mi fiel sirviente, no me moveré de aquí hasta que vuelva. Espero que traigas ofrendas en forma de dinero para tu ama – Lyn amplió la sonrisa, Eltrant hizo lo opuesto, ¿Qué estaba tramando?
- No hagas que me arrepiente de esto. – Dijo entornando los ojos, cruzándose de brazos. – Contrólate. – Le dijo señalándola con el dedo índice, Lyn se envolvió entre las sabanas.
- Si yo solo voy a dormir y a pasar unos días tranquila. – Dijo. – Nada de lo que preocuparse. – Añadió – Como si estuviese en cama enferma. – Continuó hablando. – Y ya me has dado buena parte de tu sangre hoy, puedo aguantar hasta dentro de unos días. No morderé a nadie, promesa. – Se siguió enredando entre las sabanas hasta que acabó momificada, momento en el que le dedicó una sonrisa.
Eltrant suspiró y negó con la cabeza antes de abandonar la habitación, esperaba que Asher enviase a alguien capaz de tenerla, como mínimo, controlada.
- Ten cuidado, Mortal. Si te mueres serás testigo de mi ira. – Fue lo último que escuchó antes de marcharse.
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Había sido el primero en llegar. Un intenso y cálido sol se alzaba sobre su cabeza, golpeándole directamente con sus rayos. Como había predicho Asher, la armadura no era un aliciente para la caminata que le esperaba, pero no pensaba dejarla en la posada si iba a viajar con Asher y parte de su grupo, le conocía lo suficientemente bien para saber que, de algún modo u otro, iba a acabar usándola.
Afortunadamente había aprendido de la última vez y como entonces le habían recomendado había cubierto su armadura por una serie de prendas de color blanco que ocultaban el metal y reflejaban el sol, alejando el calor lo máximo posible.
En aquel momento se encontraba bien, sobre todo si tenía en cuenta de que no había nada parecido a sombra a la vista. La indumentaria funcionaba, podría aguantar la caminata.
Mientras esperaba se aseguró su equipo, era algo que, llegados a aquel punto, hacía casi más por inercia que otra cosa: Las espadas, la armadura, las provisiones que se había encargado de obtener, todo estaba bien.
Se sentó en el suelo y estiró los brazos, en un principio era un trabajo de apenas dos días, nada que no hubiese hecho antes.
No le había sido muy difícil aceptar el trabajo, casi como en los tiempos en los que era mercenario. Lo curioso fue que ni siquiera le reconocieron, no le extrañaba, el nombre de “Eltrant Tale” se había desvirtuado bastante con los días, la proeza de Kagzilla era, para muchos, tonterías de borrachos. Para la mayoría de los ciudadanos de Roilkat los rescatadores de Lord Flint Roiland habían sido dos guardas de Lunargenta anónimos.
En cierto modo lo agradecía, las personas que de verdad sabían lo que sucedió ya se lo agradecían y le consideraban su amigo, no necesitaba el reconocimiento de nadie más.
Eltrant Tale
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
¿Mandarle compañía a Lyn? Aquello era... extraño, cuanto menos. Tal vez fuese para que no se aburriese, pero no dejaba de parecerme que Eltrant trataba a la vampiresa como una niña. O una mascota. A saber la edad que tenía en realidad. ¿Que clase de relación tenian? Nunca me había parado a pensarlo.
Era raro. Pero decidí no darle muchas vueltas, y accedí con un gruñido. Cuando le mencioné la idea, Dann parecía casi entusiasmado por aceptar. Tal vez se aburría estando allí sin hacer nada. Irirgo, por su parte, agradecería el tener tiempo para si mismo durante unos días. Aquello dejaba todos los cabos atados.
Una vez terminados los preparativos, nos pusimos en camino. Teniamos más agua de la que íbamos a necesitar, y comida suficiente. Todo iría bien. No tardamos en encontrarnos junto a las puertas de la ciudad que limitaban con el desierto. Tenía bastantes guardias apostados, lo cual no era muy sorprendente. Si los Nórgedos atacaban de nuevo, ese era el mejor lugar. A unos metros de ahí, estaba Eltrant Tale, sentado en el suelo. Era raro que fuese el primero en llegar, pero tampoco iba a quejarme.
Una vez me acerqué, me fijé en el cambio de vestimenta. Su armadura estaba oculta bajo prendas blancas. No le quedaba mal.
-Deberias llevar eso siempre. Es mucho más sutil que la armadura.- comenté como saludo. No era el único que había cambiado de indumentaria. Syl se había librado de su pesada chaqueta de cuero, optando en su lugar por las ropas que había llevado en su tiempo con los Nórgedos: prendas resistentes, con una ligera túnica roja culminada con una capucha, como protección contra el sol. Por el contrario, Kothán y yo habíamos seguido con lo habitual, la única diferencia siendo la falta de vendajes que me había acostumbrado a llevar. No había rastro de la plaga en mi cuerpo... pero la marca de mi hombro seguía intacta.
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-Bueno, hora de moverse. Tu primero.- dije, invitándole a ponerse en cabeza. Era necesario. Los guardias tenían que comprobar que todo el que entraba y salia tenia permiso. Una vez nos acercamos a la puerta, uno de ellos nos detuvo, pero se relajó en cuanto vio el preciado salvoconducto del que era portador Tale.
-Un humano y tres hombres bestia... muy bien. Según esto, tenéis que adentraros en la zona nornoroeste. No pierdas esto. Lo necesitareis para entrar.- advirtió. El hombre escudriñó con la mirada a Eltrant, y luego brevemente al resto. Pero sus ojos se posaron en mi. -¿No te he visto en alguna parte?-
Mostré los dientes con un gruñido, y miré a Koth. El zorro reaccionó al instante.
-¡Otra vez no! ¡Malditos humanos! ¿Es que sois incapaces de distinguir entre dos hombres bestia de la misma especie? ¡No tienes ni idea de lo racista que es eso!- empezó, dando un paso hacia adelante y señalandole con un dedo acusador. -¡Es increíble! ¡Incluso cuando estamos haciéndole un servicio a la ciudad! ¡Seguro que ni siquiera sabrías decir si soy un zorro o un coyote!- exclamó, molesto.
-Vale, vale, disculpa...- respondió el guardia, visiblemente incómodo. -No me pagan lo suficiente para esto... podéis seguir.-
-Muy bien. Pero que no vuelva a pasar.-
Me contuve la risa mientras atravesamos la puerta, que se cerró tras nosotros. Una vez estuvimos lo suficientemente lejos, tanto el coyote como yo lanzamos una larga carcajada.
-Menuda cara ha puesto...- dijo, sonriente.
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-...y entonces, Asher invocó un ser de sombras con la sortija de su espada. Era horripilante, pero fascinante. Al parecer, lo ha llamado "Grito", y es capaz de obedecer órdenes, aunque se desvanece al poco tiempo.- dijo el brujo. Había acabado en la habitación de Lyn, intercambiando historias con la vampiresa. Era un público perfecto: hacia preguntas continuamente, y parecía siempre emocionada. -Por cierto, te he traído tres cosas.- sonrió.
El brujo sacó una pequeña pelota de cuero de su bolsillo. Cabía perfectamente en el puño de un niño. Acto seguido, la dejó caer al suelo, y la pelota rebotó. Y otra vez. Y otra vez. No estaba perdiendo velocidad ni altura: cada vez que ascendia, lo hacía más alto que antes. En poco tiempo, alcanzó el techo, y rebotó de nuevo hacia el suelo. Poco a poco, aquella pequeña esfera de cuero empezó a ganar una velocidad vertiginosa, pero de repente, se detuvo en el aire.
-Es una pelota encantada. Es... dificil de parar, salvo que uses telekinesis.- explicó, moviendo la esfera lentamente y dejándola al alcance de la niña. -Pero cuanto más rápido va, más blanda se vuelve, así que es bastante segura. Creo que no podría matar a nadie. Probablemente. Puedes quedártela. Lo segundo que traigo son preguntas: ¿Cuanto puedes controlar a alguien? ¿Sabe la gente cuando la estás controlando? ¿Recuerdan algo? ¿Puedes darle a alguien una idea y que no se de cuenta de que no es suya?- inquirió el brujo, sacando unas hojas de papel para tomar notas. El interior de la habitación era algo lúgubre, iluminada solo por velas, así que Dann conjuró una pequeña esfera de luz, como había hecho tiempo atrás en las minas de Baslodia.
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El desierto era inmensamente aburrido.
Había tenido cierto encanto al principio. La arena y el sol sustituyendo la tierra firme, sobrevivir a los elementos, y demás. Pero empezaba a acordarme por qué había decidido irme de allí. No había nada que no fuese un incordio. Tras un largo rato de caminata, acabamos alcanzando un cañón: un pequeño refugio contra el viento y calor. Podiamos comer allí. Pero también nos esperaba una sorpresa.
-¿...es eso un edificio?- pregunté. Efectivamente... era del mismo color y material que los cañones, pero esas paredes estaban hechas por humanos. ¿Habiamos descubierto un refugio? Nos acercamos a la entrada.
-No hay huellas, pero el viento puede haberlas tapado. Es difícil de decir en este sitio.- advirtió el felino. Miré a mis compañeros. No sabíamos que nos esperaba, pero un lugar así podía ser un alivio después de semejante caminata.
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Asher Daregan
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
Escuchó atentamente las distintas historias que Dannos, el brujo que acompañaba a Asher en sus aventuras y que ahora se encontraba en su habitación, le contaba; no se cortó en preguntar cada vez que tenía oportunidad alguna acerca de los detalles más ínfimos que podían ocurrírsele, las historias del grupo de bandidos no tenían nada que envidiar a las del propio Mortal, y eso que ella había acabado metida en situaciones que solo podían describirse como “raras” por su culpa.
Sonrió emocionada cuando Dannos mencionó al ser de sombras que invocó el lobo. ¿Era realmente posible hacerlo sin tener su condición? ¿Le había puesto un nombre? ¿Le podían poner nombres a los seres de sombras? Todo lo que salía de los labios del brujo le parecía poco.
A decir verdad, no se esperaba compañía aquellos días, la presencia del brujo allí le había pillado totalmente desprevenida, aquello era un hecho, era algo que estaba segura que el propio brujo había sido capaz de notar en cuanto la muchacha abrió la puerta del dormitorio ligeramente somnolienta. De todas formas, llegados a aquel punto, la vampiresa tenía bastante claro de que el Mortal tenía algo que ver con ello y, aunque agradecía la compañía de Dann, en un principio se la había tomado como una afrenta a su independencia.
¿Es que el Mortal se esperaba que hiciese algo raro en su ausencia? Lo cierto es que no podía culparle por temer esa posibilidad, no obstante, a pesar de esto, estaba segura de que le había dado razones suficientes para que confiase en ella; por otro lado, este le había dejado prácticamente todo el dinero que tenían ¿No era eso confiar en ella? Frunció el ceño levemente mientras observaba como la pelota de Dannos ganaba más y más velocidad.
Sonrió al verla rebotar por la habitación y miró a Dann, que decidió que ahora era él quien quería hacer las preguntas. Quizás el Mortal fuese un imbécil redomado en muchas ocasiones, pero agradecía la compañía de Dannos, era extraño, había vivido la mayor parte de sus años por su propia cuenta, el Mortal lo sabía, la soledad no era ningún problema para ella.
Pero seguía agradeciendo estar acompañada.
- Bien, bien. – Dijo cruzándose de brazos, agachándose enseguida a recuperar la pelota del brujo, pasándosela de su mano a otra. – Así me gusta, que tomes nota de mis increíbles capacidades. – Dijo notando las hojas del brujo. – “Alguien” – Hizo especial énfasis en la palabra según se sentaba junto a la bola de luz que había conjurado el brujo y que estaba muy, pero que muy tentada de tocar. – Debería aprender de ti. – Amplió su sonrisa y se llevó una de las manos hasta el mentón pensativa, se estaba divirtiendo, la gente solía evitar el simple contacto con ella, preguntarle cosas por simple curiosidad era algo que no pasaba básicamente nunca. – Depende de lo cansada que esté, principalmente. – Dijo a la primera pregunta. – Es más o menos… - Pensó como continuar. – Como si le preguntases a alguien ¿Cuánto tiempo puedes correr sin pararte? - Expuso – La respuesta es la misma, diría yo. – Dijo ahora jugueteando con su flequillo. ¿Estaba bien explicado? Miró a Dann esperando ver si estaba conforme o no con la respuesta, Lyn decidió que sí lo estaba por su propia cuenta y continuó hablando. – Usualmente no saben que estoy dentro de su cabeza – Afirmó – Esa es… la utilidad de esto, supongo. – Dijo bajando un poco la voz - Aunque depende mucho de la persona – Admitió. ¿Estaba bien contarle aquellas cosas a una tercera persona? ¿Lo usarían en su contra? Prefería pensar que Dann estaba guiado por la curiosidad, como ella – La voluntad o algo así, nunca lo he tenido muy claro. A veces funciona y a veces no. - Negó con la cabeza y sonrió cansada – Aunque usualmente funciona. Solo hay una… - Se detuvo un momento. – …dos personas que lo han aguantado. – Sonrió – Y lo de darle ideas a otras personas es… - Se mordió el labio inferior, aquella pregunta no le gustaba demasiado, era básicamente exponer el estereotipo de un vampiro, el que jugaba con la cabeza de los demás a su voluntad para conseguir su alimento. Aquella era, al menos, la forma que había usado para comer durante mucho años después de todo. La que usaría, muy probablemente, si se volviese a encontrar sola - …Posible. – Dijo – También es posible hacer que no recuerden nada. – Admitió agachando la cabeza un poco.
Alzó la mano para tocar la esfera de luz que flotaba a escasos centímetros de su cabeza, y se quedó en silencio unos minutos. Las sombras que rodeaban a dan comenzaron a levantarse, lentamente y comenzaron a rodear la esfera de luz, haciendo que la iluminación oscilase por momentos, enfocando el resplandor a distintos puntos de la estancia.
Era ligeramente relajante.
- ¡Ahora te toca a ti! – Dijo de nuevo, al cabo de unos segundos, recuperando el buen humor. - ¿¡Serias capaz de hacer una casa de piedra de la nada!? – Preguntó - ¿Y de deshacer las murallas de un castillo? O, mejor aún, ¿Podrías levantar un puente entre el continente y las islas? Nos podríamos sacar muchos Aeros con esa idea. – Dijo agachándose a tomar una botella de vino que había descorchado poco antes de que llegase el brujo.
Se mantuvo en la cabeza del grupo hasta un par de horas después de haber dejado las puertas de la ciudad a sus espaldas.
El Arenal era como lo recordaba, monótono y caluroso. Quizás fuese un lugar interesante de mirar durante las tres primeras horas que pasabas en su interior, pero pasado ese tiempo las dunas comenzaban a repetirse y, muy a su pesar, hacía aproximadamente veinte dunas que estas empezaban a parecérsele todas iguales.
Por otro lado, tenía la impresión de que, tan pronto dejaron la ciudad, no era bien recibido en el grupo, quizás Asher era tolerante con su presencia, cosa que según se imaginaba, no sucedía con Syl y Koth, quienes cuando no le hablaban con chistes, se dedicaban a evitarle.
Se limitó, por esto, a seguir al grupo en silencio a través de la arena hasta que, finalmente, llegaron a un cañón. Uno en el que había construido, o más bien tallado en una de las gruesas paredes de roca, un edificio de enormes proporciones.
Sonrió emocionada cuando Dannos mencionó al ser de sombras que invocó el lobo. ¿Era realmente posible hacerlo sin tener su condición? ¿Le había puesto un nombre? ¿Le podían poner nombres a los seres de sombras? Todo lo que salía de los labios del brujo le parecía poco.
A decir verdad, no se esperaba compañía aquellos días, la presencia del brujo allí le había pillado totalmente desprevenida, aquello era un hecho, era algo que estaba segura que el propio brujo había sido capaz de notar en cuanto la muchacha abrió la puerta del dormitorio ligeramente somnolienta. De todas formas, llegados a aquel punto, la vampiresa tenía bastante claro de que el Mortal tenía algo que ver con ello y, aunque agradecía la compañía de Dann, en un principio se la había tomado como una afrenta a su independencia.
¿Es que el Mortal se esperaba que hiciese algo raro en su ausencia? Lo cierto es que no podía culparle por temer esa posibilidad, no obstante, a pesar de esto, estaba segura de que le había dado razones suficientes para que confiase en ella; por otro lado, este le había dejado prácticamente todo el dinero que tenían ¿No era eso confiar en ella? Frunció el ceño levemente mientras observaba como la pelota de Dannos ganaba más y más velocidad.
Sonrió al verla rebotar por la habitación y miró a Dann, que decidió que ahora era él quien quería hacer las preguntas. Quizás el Mortal fuese un imbécil redomado en muchas ocasiones, pero agradecía la compañía de Dannos, era extraño, había vivido la mayor parte de sus años por su propia cuenta, el Mortal lo sabía, la soledad no era ningún problema para ella.
Pero seguía agradeciendo estar acompañada.
- Bien, bien. – Dijo cruzándose de brazos, agachándose enseguida a recuperar la pelota del brujo, pasándosela de su mano a otra. – Así me gusta, que tomes nota de mis increíbles capacidades. – Dijo notando las hojas del brujo. – “Alguien” – Hizo especial énfasis en la palabra según se sentaba junto a la bola de luz que había conjurado el brujo y que estaba muy, pero que muy tentada de tocar. – Debería aprender de ti. – Amplió su sonrisa y se llevó una de las manos hasta el mentón pensativa, se estaba divirtiendo, la gente solía evitar el simple contacto con ella, preguntarle cosas por simple curiosidad era algo que no pasaba básicamente nunca. – Depende de lo cansada que esté, principalmente. – Dijo a la primera pregunta. – Es más o menos… - Pensó como continuar. – Como si le preguntases a alguien ¿Cuánto tiempo puedes correr sin pararte? - Expuso – La respuesta es la misma, diría yo. – Dijo ahora jugueteando con su flequillo. ¿Estaba bien explicado? Miró a Dann esperando ver si estaba conforme o no con la respuesta, Lyn decidió que sí lo estaba por su propia cuenta y continuó hablando. – Usualmente no saben que estoy dentro de su cabeza – Afirmó – Esa es… la utilidad de esto, supongo. – Dijo bajando un poco la voz - Aunque depende mucho de la persona – Admitió. ¿Estaba bien contarle aquellas cosas a una tercera persona? ¿Lo usarían en su contra? Prefería pensar que Dann estaba guiado por la curiosidad, como ella – La voluntad o algo así, nunca lo he tenido muy claro. A veces funciona y a veces no. - Negó con la cabeza y sonrió cansada – Aunque usualmente funciona. Solo hay una… - Se detuvo un momento. – …dos personas que lo han aguantado. – Sonrió – Y lo de darle ideas a otras personas es… - Se mordió el labio inferior, aquella pregunta no le gustaba demasiado, era básicamente exponer el estereotipo de un vampiro, el que jugaba con la cabeza de los demás a su voluntad para conseguir su alimento. Aquella era, al menos, la forma que había usado para comer durante mucho años después de todo. La que usaría, muy probablemente, si se volviese a encontrar sola - …Posible. – Dijo – También es posible hacer que no recuerden nada. – Admitió agachando la cabeza un poco.
Alzó la mano para tocar la esfera de luz que flotaba a escasos centímetros de su cabeza, y se quedó en silencio unos minutos. Las sombras que rodeaban a dan comenzaron a levantarse, lentamente y comenzaron a rodear la esfera de luz, haciendo que la iluminación oscilase por momentos, enfocando el resplandor a distintos puntos de la estancia.
Era ligeramente relajante.
- ¡Ahora te toca a ti! – Dijo de nuevo, al cabo de unos segundos, recuperando el buen humor. - ¿¡Serias capaz de hacer una casa de piedra de la nada!? – Preguntó - ¿Y de deshacer las murallas de un castillo? O, mejor aún, ¿Podrías levantar un puente entre el continente y las islas? Nos podríamos sacar muchos Aeros con esa idea. – Dijo agachándose a tomar una botella de vino que había descorchado poco antes de que llegase el brujo.
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Se mantuvo en la cabeza del grupo hasta un par de horas después de haber dejado las puertas de la ciudad a sus espaldas.
El Arenal era como lo recordaba, monótono y caluroso. Quizás fuese un lugar interesante de mirar durante las tres primeras horas que pasabas en su interior, pero pasado ese tiempo las dunas comenzaban a repetirse y, muy a su pesar, hacía aproximadamente veinte dunas que estas empezaban a parecérsele todas iguales.
Por otro lado, tenía la impresión de que, tan pronto dejaron la ciudad, no era bien recibido en el grupo, quizás Asher era tolerante con su presencia, cosa que según se imaginaba, no sucedía con Syl y Koth, quienes cuando no le hablaban con chistes, se dedicaban a evitarle.
Se limitó, por esto, a seguir al grupo en silencio a través de la arena hasta que, finalmente, llegaron a un cañón. Uno en el que había construido, o más bien tallado en una de las gruesas paredes de roca, un edificio de enormes proporciones.
Eltrant Tale
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
Las respuestas de Lyn eran interesantes. Normalmente, el brujo no tenía ninguna oportunidad de entrevistar a un vampiro. Había oído que esas cosas solían salir mal. Y normalmente los vampiros que "conocía" estaban intentando matarlo. Su magia parecía extrañamente similar a la de los elfos o brujos, salvo por un detalle.
-¿Voluntad? Hmm... tiene sentido. Alguien que esté muy seguro de sus acciones suele ser difícil de convencer. Por lo que hacerle cambiar de idea mediante magia también debería ser distinto...- caviló. La vampiresa empezó a controlar las sombras de su alrededor, oscureciendo partes de la habitación. Luego, comenzó a hacer algunas de sus propias preguntas. -Depende de la composición. Las murallas no están hechas solo de piedra. Los fuertes y castillos tienen cemento, que funciona como adhesivo, y gran parte de este es agua... básicamente, cuanto más roca pura tenga, más fácil sería.- dijo. Prácticamente estaba pensando en voz alta. Una vez terminó, levantó la mirada de nuevo y sonrió. -Un puente... algo así es demasiado excesivo. Haría falta una enorme cantidad de brujos para algo así, y sería muy poco práctico. Sin tierra que lo soporte en medio, haría falta una gran fuerza telekinetica para mantenerlo, y el oleaje podría acabar inundandolo o destruyendolo.- continuó.
-Puedo hacer un puente, pero depende de a donde. La distancia y el material del que disponga también es importante. Observa.- Dannos mostró la palma de su mano y cerró los ojos. Un grano de tierra oscilaba levemente sobre ella. Poco a poco, empezó a crecer, tomando el tamaño de un pequeño guijarro, y finalmente, una roca del tamaño de un puño. Dann abrió los ojos, y comenzó a darle forma. La piedra se volvió un bloque cuadrado. Luego, se formó un "filo" en la parte superior, similar a un tejado. Lentamente, la roca se parecía más y más a una casa. Finalmente, Dann sujetó el pequeño pisapapeles con la mano y se lo dio a Lynn. -Ahí tienes, tu casa de piedra. Es mucho más difícil crear una roca que moverla o darle forma. Si tengo minerales cerca, no es ningún problema hacer cosas decentes, pero a falta de eso... es difícil. No es como la magia de agua, viento, fuego o ilusiones: los brujos de agua pueden usar la humedad del ambiente en el que estén, los de viento básicamente todo movimiento en la superficie, y los de fuego y luz... bueno, es más complicado.- explicó, recordando sus estudios. Si se ponía a dar su clase de teoría mágica, acabaría aburriendo a la niña. -Básicamente, crear materia es posible, pero muy difícil y agotador.- resumió.
-Pero...- La esfera de luz se había vuelto tenue, debido a la concentración que había dedicado a su otra magia. Las sombras la envolvían casi por completo. El brujo se centró, y la luz se hizo mucho más brillante, ignorando por un momento la oscuridad que pretendía envolverla. -Mis estudios son más variados.- dijo, centrándose ahora en la luz. -Venga, a ver quien gana.- sonrió. Probablemente ella, se dijo a si mismo. Aquello un campo secundario para él, después de todo.
El lugar estaba habitado, al parecer. Aquello nos dejaba en una situación interesante, aunque a Eltrant no parecía importarle demasiado.
-No estoy muy cómodo invadiendo el refugio de otra persona, la verdad.- confesó Syl. Era comprensible. Podía acabar dando a una situación bastante violenta, en varios sentidos de la palabra. -Pero probablemente no pase nada si nos quedamos unos minutos.-
-Eso. Mis pies me están matando.- se quejó Koth, tomando asiento. Había varias losas de piedra rodeando una mesa. La madera estaba algo vieja, y tenia bastantes marcas de cuchillos y demás. Ese lugar estaba hecho para durar, al parecer, pero había algo que no terminaba de encajar.
-Las camas son improvisadas, pero la mesa es vieja...- murmuré. Me acerqué a una de las cajas. Muchas estaban vacías, pero seguía habiendo un buen montón al fondo que no habían sido abiertas. Mantas, algunas prendas simples, leña para fuego, y... -Comida. Arroz, almendras, y... miel. ¡Ja! Ya lo entiendo.- sonreí. -Esto es un refugio. Tal vez sirva de puesto de avanzada, pero parece estar hecho para ayudar a cualquiera que lo necesite. Esta comida no se pudre. No creo que esto le pertenezca realmente a nadie.- expliqué. Recordaba algo sobre esos lugares de mi estancia con los Nórgedos. En su momento, me pareció algo ingenuo. Nada le impedía a nadie llevarse todo lo que quisiera, después de todo. Pero el sobrecargarse era una idea muy estúpida en el desierto, y muchas de esas cosas no tenían valor fuera.
-No sabía que hubiese uno por aquí...- mencionó Syl. El gato tomó asiento enfrente de Kothán, pero no alzó la vista. En su lugar, sacó un mapa incompleto del arenal en el que nos encontrábamos, y me miró.
-Cierto.- dije, acercándome a la mesa y colocando un pequeño bote de tinta y una pluma a su lado. El felino comenzó a dibujar bajo mi atenta mirada. Lo hacía con una seguridad casi envidiable. Durante unos segundos, estimó la distancia que habíamos cruzado, y colocó una marca en una zona bastante alejada de donde supuse que nos encontrábamos. Sonreí. Había colocado el refugio en un lugar absolutamente expuesto. Si alguien se acercaba buscando el lugar, le verían desde lejos. -Bueno, deja eso por ahora. Tenemos que comer, ¿no?- sugerí, acercándome a los restos de la fogata.
Saqué una piedra de mi bolsillo y empecé a golpearla varias veces con otra, invocando fuego a la antigua usanza... salvo por el hecho que ese pedernal estaba encantado. Las chispas eran mucho mayores a las que cualquiera esperaria, y no tardé en provocar una llama bastante decente, reavivando la hoguera.
-Dann tenía razón.- sonreí, satisfecho. Rebusqué un poco más entre las cajas: afortunadamente, había ollas y otros utensilios de cocina. No estaban particularmente limpios, pero tampoco iba a quejarme. -¿Alguien quiere comida caliente?-
pregunté.
-Yo creo que me voy a explorar un poco primero. Este lugar parece interesante.- dijo Koth. -¿Te vienes, Eltrant?- invitó. Syl alzó la cabeza, extrañado. Espera, ¿estaba...? ¿Qué...?
No, era imposible.
Fuera como fuese, Kothán insistió lo suficiente como para atraer al humano, dejándonos a Syl y a mi en aquel... salón, cocina o lo que fuese.
-Este sitio da algo de miedo, ¿eh?- preguntó el zorro. -Mejor tener a alguien armado que me defienda... y que sufra las trampas que haya en mi lugar- sonrió, mirando fijamente al suelo en busca de cualquier baldosa sospechosa.
Pasaron unos minutos en silencio mientras ambos cruzaban los pasillos. El lugar era laberíntico, pero cada vez que encontraban una sala, parecía estar vacía. El zorro chasqueó la lengua.
-Ni tesoros ocultos ni nada. No se puede fiar uno de los rumores de borrachos.- se lamentó al encontrar la tercera sala desierta. Sin embargo, se adentró en ella. No había muebles ni cajas como en las otras, pero los muros parecían estar decorados con pinturas y murales. Koth los observó atentamente. -Mira ese símbolo... es uno que seguramente habrás visto muchas veces. Es uno que los Nórgedos crearon para maldecir a los humanos que les exiliaron, hace mucho tiempo. Dicen que cualquier soldado que haya hecho alguna vez el juramento del guardia, será maldito en el momento en el que pose su mirada en él.- dijo, seriamente. -Espera, ¿tu no eras...?-
Kothán se volvió hacia Eltrant, aterrado. Al instante, señaló hacia algo a la espalda del guardia y gritó.
-¡GAAAAAAH! ¡ELTRANT!-
...
-Era broma.- rió el zorro, ladeando ligeramente la cabeza. -¿Pero a que es un símbolo bonito? Incluso si sirve como maldición a toda tu gente.- continuó. -Ah, por cierto, Asher ha estado enfermo con la plaga y casi muere.- dijo, poniéndose serio esta vez. -Pero ahora está mejor.
-¿Voluntad? Hmm... tiene sentido. Alguien que esté muy seguro de sus acciones suele ser difícil de convencer. Por lo que hacerle cambiar de idea mediante magia también debería ser distinto...- caviló. La vampiresa empezó a controlar las sombras de su alrededor, oscureciendo partes de la habitación. Luego, comenzó a hacer algunas de sus propias preguntas. -Depende de la composición. Las murallas no están hechas solo de piedra. Los fuertes y castillos tienen cemento, que funciona como adhesivo, y gran parte de este es agua... básicamente, cuanto más roca pura tenga, más fácil sería.- dijo. Prácticamente estaba pensando en voz alta. Una vez terminó, levantó la mirada de nuevo y sonrió. -Un puente... algo así es demasiado excesivo. Haría falta una enorme cantidad de brujos para algo así, y sería muy poco práctico. Sin tierra que lo soporte en medio, haría falta una gran fuerza telekinetica para mantenerlo, y el oleaje podría acabar inundandolo o destruyendolo.- continuó.
-Puedo hacer un puente, pero depende de a donde. La distancia y el material del que disponga también es importante. Observa.- Dannos mostró la palma de su mano y cerró los ojos. Un grano de tierra oscilaba levemente sobre ella. Poco a poco, empezó a crecer, tomando el tamaño de un pequeño guijarro, y finalmente, una roca del tamaño de un puño. Dann abrió los ojos, y comenzó a darle forma. La piedra se volvió un bloque cuadrado. Luego, se formó un "filo" en la parte superior, similar a un tejado. Lentamente, la roca se parecía más y más a una casa. Finalmente, Dann sujetó el pequeño pisapapeles con la mano y se lo dio a Lynn. -Ahí tienes, tu casa de piedra. Es mucho más difícil crear una roca que moverla o darle forma. Si tengo minerales cerca, no es ningún problema hacer cosas decentes, pero a falta de eso... es difícil. No es como la magia de agua, viento, fuego o ilusiones: los brujos de agua pueden usar la humedad del ambiente en el que estén, los de viento básicamente todo movimiento en la superficie, y los de fuego y luz... bueno, es más complicado.- explicó, recordando sus estudios. Si se ponía a dar su clase de teoría mágica, acabaría aburriendo a la niña. -Básicamente, crear materia es posible, pero muy difícil y agotador.- resumió.
-Pero...- La esfera de luz se había vuelto tenue, debido a la concentración que había dedicado a su otra magia. Las sombras la envolvían casi por completo. El brujo se centró, y la luz se hizo mucho más brillante, ignorando por un momento la oscuridad que pretendía envolverla. -Mis estudios son más variados.- dijo, centrándose ahora en la luz. -Venga, a ver quien gana.- sonrió. Probablemente ella, se dijo a si mismo. Aquello un campo secundario para él, después de todo.
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El lugar estaba habitado, al parecer. Aquello nos dejaba en una situación interesante, aunque a Eltrant no parecía importarle demasiado.
-No estoy muy cómodo invadiendo el refugio de otra persona, la verdad.- confesó Syl. Era comprensible. Podía acabar dando a una situación bastante violenta, en varios sentidos de la palabra. -Pero probablemente no pase nada si nos quedamos unos minutos.-
-Eso. Mis pies me están matando.- se quejó Koth, tomando asiento. Había varias losas de piedra rodeando una mesa. La madera estaba algo vieja, y tenia bastantes marcas de cuchillos y demás. Ese lugar estaba hecho para durar, al parecer, pero había algo que no terminaba de encajar.
-Las camas son improvisadas, pero la mesa es vieja...- murmuré. Me acerqué a una de las cajas. Muchas estaban vacías, pero seguía habiendo un buen montón al fondo que no habían sido abiertas. Mantas, algunas prendas simples, leña para fuego, y... -Comida. Arroz, almendras, y... miel. ¡Ja! Ya lo entiendo.- sonreí. -Esto es un refugio. Tal vez sirva de puesto de avanzada, pero parece estar hecho para ayudar a cualquiera que lo necesite. Esta comida no se pudre. No creo que esto le pertenezca realmente a nadie.- expliqué. Recordaba algo sobre esos lugares de mi estancia con los Nórgedos. En su momento, me pareció algo ingenuo. Nada le impedía a nadie llevarse todo lo que quisiera, después de todo. Pero el sobrecargarse era una idea muy estúpida en el desierto, y muchas de esas cosas no tenían valor fuera.
-No sabía que hubiese uno por aquí...- mencionó Syl. El gato tomó asiento enfrente de Kothán, pero no alzó la vista. En su lugar, sacó un mapa incompleto del arenal en el que nos encontrábamos, y me miró.
-Cierto.- dije, acercándome a la mesa y colocando un pequeño bote de tinta y una pluma a su lado. El felino comenzó a dibujar bajo mi atenta mirada. Lo hacía con una seguridad casi envidiable. Durante unos segundos, estimó la distancia que habíamos cruzado, y colocó una marca en una zona bastante alejada de donde supuse que nos encontrábamos. Sonreí. Había colocado el refugio en un lugar absolutamente expuesto. Si alguien se acercaba buscando el lugar, le verían desde lejos. -Bueno, deja eso por ahora. Tenemos que comer, ¿no?- sugerí, acercándome a los restos de la fogata.
Saqué una piedra de mi bolsillo y empecé a golpearla varias veces con otra, invocando fuego a la antigua usanza... salvo por el hecho que ese pedernal estaba encantado. Las chispas eran mucho mayores a las que cualquiera esperaria, y no tardé en provocar una llama bastante decente, reavivando la hoguera.
-Dann tenía razón.- sonreí, satisfecho. Rebusqué un poco más entre las cajas: afortunadamente, había ollas y otros utensilios de cocina. No estaban particularmente limpios, pero tampoco iba a quejarme. -¿Alguien quiere comida caliente?-
pregunté.
-Yo creo que me voy a explorar un poco primero. Este lugar parece interesante.- dijo Koth. -¿Te vienes, Eltrant?- invitó. Syl alzó la cabeza, extrañado. Espera, ¿estaba...? ¿Qué...?
No, era imposible.
Fuera como fuese, Kothán insistió lo suficiente como para atraer al humano, dejándonos a Syl y a mi en aquel... salón, cocina o lo que fuese.
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-Este sitio da algo de miedo, ¿eh?- preguntó el zorro. -Mejor tener a alguien armado que me defienda... y que sufra las trampas que haya en mi lugar- sonrió, mirando fijamente al suelo en busca de cualquier baldosa sospechosa.
Pasaron unos minutos en silencio mientras ambos cruzaban los pasillos. El lugar era laberíntico, pero cada vez que encontraban una sala, parecía estar vacía. El zorro chasqueó la lengua.
-Ni tesoros ocultos ni nada. No se puede fiar uno de los rumores de borrachos.- se lamentó al encontrar la tercera sala desierta. Sin embargo, se adentró en ella. No había muebles ni cajas como en las otras, pero los muros parecían estar decorados con pinturas y murales. Koth los observó atentamente. -Mira ese símbolo... es uno que seguramente habrás visto muchas veces. Es uno que los Nórgedos crearon para maldecir a los humanos que les exiliaron, hace mucho tiempo. Dicen que cualquier soldado que haya hecho alguna vez el juramento del guardia, será maldito en el momento en el que pose su mirada en él.- dijo, seriamente. -Espera, ¿tu no eras...?-
Kothán se volvió hacia Eltrant, aterrado. Al instante, señaló hacia algo a la espalda del guardia y gritó.
-¡GAAAAAAH! ¡ELTRANT!-
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-Era broma.- rió el zorro, ladeando ligeramente la cabeza. -¿Pero a que es un símbolo bonito? Incluso si sirve como maldición a toda tu gente.- continuó. -Ah, por cierto, Asher ha estado enfermo con la plaga y casi muere.- dijo, poniéndose serio esta vez. -Pero ahora está mejor.
Asher Daregan
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
Habían pasado apenas unos cinco minutos desde que accedió a acompañar al zorro a través de los laberinticos pasadizos de aquel refugio y ya estaba empezando a arrepentirse de ello.
- Ya, bueno… - Dijo sorteando una serie de baldosas de dudosa resistencia cuando Koth mencionó lo importante que era recorrer aquellos pasillos con alguien capaz de absorber todos los golpes y accionar las trampas en su lugar. – Supongo que no te equivocas. – Admitió encogiéndose de hombros. ¿Por qué querría Kothán que le acompañase? No estaba seguro de qué era exactamente lo que pasaba por la cabeza de Koth, pero tenía claro que, como mínimo, tramaba algo.
Y no era solo que estuviese escudriñando las habitaciones en busca de tesoros sin descubrir.
Intentó quitarle importancia al asunto y, siguiendo a Kothán, estudió las paredes a su alrededor; algunas de ellas tenían grabados polvorientos, escritos difícilmente legibles debido al paso de los años.
¿Habría sido aquel lugar un templo tiempo atrás? Parecía que sí, aunque no podía jurar a ciencia cierta. Sonrió para sí, no hace mucho habría dado cualquier cosa por pararse a analizar todos y cada uno de aquellos grabados. Se sintió un poco nostálgico al rememorar esto, pero la realidad era que, por mucho que muchos se negasen a cambiar, esto sucedía, para bien o para mal, las prioridades de las personas no siempre eran las mismas con el tiempo.
Continuó tras su inesperado acompañante, pensando, esta vez, en los utensilios y los viveres que habían encontrado en el área principal. Había oído hablar de aquellos lugares, de los refugios que en mitad del desierto se encargaban de proporcionar asilo y alimento a los viajeros necesitados. En sí, el guía que Bashira les había proporcionado para volver de Dalmasca hasta Roilkat había parado en un par de ellos para descansar.
Mucha gente interpretaba que eran demasiado ingenuos, que cualquiera podría aprovecharse de ellos. Eltrant opinaba diferente.
La voz del zorro atrajo su atención hacía el emblema que descansaba en la pared del fondo de la última habitación que había explorado el dúo, la estancia más alejada respecto a la estancia principal del centro, dónde descasaban en aquel mismo momento Syl y Asher.
Escuchó la breve descripción que Kothan dio acerca del significado del símbolo y se cruzó de brazos, mirando directamente la insignia, ¿Así que una maldición que afectaba a los que habían jurado lealtad a la guardia? Era interesante.
- Así que si miro esto voy a… - Fue incapaz de hilar más pensamientos respecto al significado del emblema, Kothán dejó escapar un gritó aterrado mientras señalaba justo tras él, lo que le obligó a girarse inmediatamente, con el corazón en un puño y tomando el pomo de la espada que pendía de su cinturón, la que tenía más a mano.
Pero se encontró con un extenso pasillo deshabitado, tan vacío como cuando lo habían atravesado, quizás habitado por alguna solitaria salamandra que, atraída por las voces, se había acercado a curiosear.
Las carcajadas del zorro no se hicieron esperar, como si tuviese a varios individuos riéndose frente a él, el eco de la risa rebotó en las polvorientas paredes de la habitación mientras que Eltrant, suspirando pesarosamente, volvía a envainar la espada.
- Vas a conseguir que se me pare el corazón, y no en el buen sentido. – Se quejó pasándose la mano por la barba, volviendo a mirar el símbolo que le iba a maldecir y apoyándose contra la pared. – Sí, sí que es bonito. Tengo que admitirlo – Dijo analizando las suaves curvas del escudo. Estaba casi totalmente seguro que el zorro se había inventado aquella historia por completo, y si era cierta, esperaba que al menos fuese una exageración.
Pero aquello no fue lo que le llamó más la atención de las últimas palabras del zorro: una maldición para “Toda tu gente”, había dicho el zorro a continuación, “toda tu gente”. Para Kothán él no era “Eltrant Tale”, era un guarda más, uno de esos tipos que imponía una ley férrea y, a sus ojos, injusta. Empezaba a entender por qué no le caía bien al zorro, aun cuando no vestía los colores de la guardia seguía siendo uno de “ellos”, era un estigma que, para Koth aparentemente, no iba a desaparecer.
Estuvo tentado de decir algo, pero continuó escuchando en silencio. Dudaba mucho que pudiese convencerle de algo, tampoco creía que fuese el momento ni el lugar. Él tenía la conciencia tranquila al menos.
No obstante, seguidamente, Kothán le comentó que Asher había contraído la plaga y, tras estar al borde de la muerte, salir de esta y encontrarse bien. Enarcó una ceja, ¿Por qué le contaba aquello? ¿Era esa información el motivo por el cual le había llevado hasta allí? Bajó la cabeza y se atusó la barba, la última vez que vio a Asher fue en Villa Centollo y ya hacía un par de semanas de eso, prácticamente un mes.
¿Había notado algo raro en el lobo aquella noche? Nada salvo que estaba cansado, después de la pelea, cuando se marchó. ¿Sus suposiciones entonces habían estado acertadas? No recordaba con exactitud los detalles de aquella noche, pero sí que recordaba haber pensado: “He visto esa expresión muchas veces en este viaje”.
Suspiró y se pasó la mano por el pelo, peinándolo pobremente.
- … ya veo. – Dijo con sencillez, dejándose caer totalmente contra la pared. El muy imbécil se había contagiado con la plaga y solo los dioses podían saber cómo. ¿En uno de sus trabajos? Era lo más probable, Asher era muchas cosas, y aunque no creía que fuese mala persona de por sí, este no era de esos curanderos que se prestaban a ayudar a los enfermos sin ningún motivo de peso, sobre todo si tenían una plaga mortal y sin cura dentro. – Gracias por decírmelo. – Dijo al zorro con una sonrisa cansada. – …Es demasiado cabezón para dejar que una enfermedad se lo lleve por delante, y también para admitir que la ha pillado al parecer. – Suspiró - ¿Sabes? Se sentiría insultado si muriese así. Después de muerto, intentaría por todos los medios volver a la vida, desafiando a los mismos dioses solo para demostrar que están equivocados – Dijo negando con la cabeza, riendo por lo bajo. – Pero… parece que está bien, se le ve bastante sano. Así que… – Se separó de la pared y se encaminó hacía la salida de la habitación - ¿Volvemos? – Le dijo asegurándose de que había envainado la espada bien y esta no estaba suelta. – Sí no me lo ha dicho… bueno, tendrá sus motivos. – Dijo según caminaba hacía el pasillo. – No es un tema fácil de tratar. A mi desde luego no me gustaría hablarlo, es decir, no conozco a nadie que la haya superado… no tiene que haber sido fácil. – Añadió. – El caso es que si él no le da más importancia de la necesaria. – Se giró hacía Koth y le puso una mano en el hombro, lo zarandeó un poco. – Yo tampoco. – Puntualizó con una sonrisa volviendo a tomar la delantera, en dirección a la sala principal. – Dioses, solo de pensar que si tuviese que exponerle todas las veces que he estado a punto de morir en estas últimas semanas no hubiésemos salido de Roilkat. Incluso me lanzaron una maldición que me impedía sujetar armas. Por tratar de salvarle la vida a un maldito crío, que, para colmo, también había tratado de matar a unos cuantos. ¿Te lo puedes creer? Aún tengo esquirlas de metal en la mano izquierda por culpa de eso – Dijo dejando escapar una carcajada nerviosa, era interesante, por unos instantes se había sentido cómodo hablando con Kothán, casi como si este no estuviese analizando cada palabra que salía de su boca, cosa que, probablemente, era lo que estaba sucediendo.
Continuaron caminando en dirección a la habitación principal, sin ningún sobresalto aparente. Se giró a mirar al zorro una última vez. – “Así que… toda tu gente” – Pensó durante unos instantes, sin detenerse.
- Ya, bueno… - Dijo sorteando una serie de baldosas de dudosa resistencia cuando Koth mencionó lo importante que era recorrer aquellos pasillos con alguien capaz de absorber todos los golpes y accionar las trampas en su lugar. – Supongo que no te equivocas. – Admitió encogiéndose de hombros. ¿Por qué querría Kothán que le acompañase? No estaba seguro de qué era exactamente lo que pasaba por la cabeza de Koth, pero tenía claro que, como mínimo, tramaba algo.
Y no era solo que estuviese escudriñando las habitaciones en busca de tesoros sin descubrir.
Intentó quitarle importancia al asunto y, siguiendo a Kothán, estudió las paredes a su alrededor; algunas de ellas tenían grabados polvorientos, escritos difícilmente legibles debido al paso de los años.
¿Habría sido aquel lugar un templo tiempo atrás? Parecía que sí, aunque no podía jurar a ciencia cierta. Sonrió para sí, no hace mucho habría dado cualquier cosa por pararse a analizar todos y cada uno de aquellos grabados. Se sintió un poco nostálgico al rememorar esto, pero la realidad era que, por mucho que muchos se negasen a cambiar, esto sucedía, para bien o para mal, las prioridades de las personas no siempre eran las mismas con el tiempo.
Continuó tras su inesperado acompañante, pensando, esta vez, en los utensilios y los viveres que habían encontrado en el área principal. Había oído hablar de aquellos lugares, de los refugios que en mitad del desierto se encargaban de proporcionar asilo y alimento a los viajeros necesitados. En sí, el guía que Bashira les había proporcionado para volver de Dalmasca hasta Roilkat había parado en un par de ellos para descansar.
Mucha gente interpretaba que eran demasiado ingenuos, que cualquiera podría aprovecharse de ellos. Eltrant opinaba diferente.
La voz del zorro atrajo su atención hacía el emblema que descansaba en la pared del fondo de la última habitación que había explorado el dúo, la estancia más alejada respecto a la estancia principal del centro, dónde descasaban en aquel mismo momento Syl y Asher.
Escuchó la breve descripción que Kothan dio acerca del significado del símbolo y se cruzó de brazos, mirando directamente la insignia, ¿Así que una maldición que afectaba a los que habían jurado lealtad a la guardia? Era interesante.
- Así que si miro esto voy a… - Fue incapaz de hilar más pensamientos respecto al significado del emblema, Kothán dejó escapar un gritó aterrado mientras señalaba justo tras él, lo que le obligó a girarse inmediatamente, con el corazón en un puño y tomando el pomo de la espada que pendía de su cinturón, la que tenía más a mano.
Pero se encontró con un extenso pasillo deshabitado, tan vacío como cuando lo habían atravesado, quizás habitado por alguna solitaria salamandra que, atraída por las voces, se había acercado a curiosear.
Las carcajadas del zorro no se hicieron esperar, como si tuviese a varios individuos riéndose frente a él, el eco de la risa rebotó en las polvorientas paredes de la habitación mientras que Eltrant, suspirando pesarosamente, volvía a envainar la espada.
- Vas a conseguir que se me pare el corazón, y no en el buen sentido. – Se quejó pasándose la mano por la barba, volviendo a mirar el símbolo que le iba a maldecir y apoyándose contra la pared. – Sí, sí que es bonito. Tengo que admitirlo – Dijo analizando las suaves curvas del escudo. Estaba casi totalmente seguro que el zorro se había inventado aquella historia por completo, y si era cierta, esperaba que al menos fuese una exageración.
Pero aquello no fue lo que le llamó más la atención de las últimas palabras del zorro: una maldición para “Toda tu gente”, había dicho el zorro a continuación, “toda tu gente”. Para Kothán él no era “Eltrant Tale”, era un guarda más, uno de esos tipos que imponía una ley férrea y, a sus ojos, injusta. Empezaba a entender por qué no le caía bien al zorro, aun cuando no vestía los colores de la guardia seguía siendo uno de “ellos”, era un estigma que, para Koth aparentemente, no iba a desaparecer.
Estuvo tentado de decir algo, pero continuó escuchando en silencio. Dudaba mucho que pudiese convencerle de algo, tampoco creía que fuese el momento ni el lugar. Él tenía la conciencia tranquila al menos.
No obstante, seguidamente, Kothán le comentó que Asher había contraído la plaga y, tras estar al borde de la muerte, salir de esta y encontrarse bien. Enarcó una ceja, ¿Por qué le contaba aquello? ¿Era esa información el motivo por el cual le había llevado hasta allí? Bajó la cabeza y se atusó la barba, la última vez que vio a Asher fue en Villa Centollo y ya hacía un par de semanas de eso, prácticamente un mes.
¿Había notado algo raro en el lobo aquella noche? Nada salvo que estaba cansado, después de la pelea, cuando se marchó. ¿Sus suposiciones entonces habían estado acertadas? No recordaba con exactitud los detalles de aquella noche, pero sí que recordaba haber pensado: “He visto esa expresión muchas veces en este viaje”.
Suspiró y se pasó la mano por el pelo, peinándolo pobremente.
- … ya veo. – Dijo con sencillez, dejándose caer totalmente contra la pared. El muy imbécil se había contagiado con la plaga y solo los dioses podían saber cómo. ¿En uno de sus trabajos? Era lo más probable, Asher era muchas cosas, y aunque no creía que fuese mala persona de por sí, este no era de esos curanderos que se prestaban a ayudar a los enfermos sin ningún motivo de peso, sobre todo si tenían una plaga mortal y sin cura dentro. – Gracias por decírmelo. – Dijo al zorro con una sonrisa cansada. – …Es demasiado cabezón para dejar que una enfermedad se lo lleve por delante, y también para admitir que la ha pillado al parecer. – Suspiró - ¿Sabes? Se sentiría insultado si muriese así. Después de muerto, intentaría por todos los medios volver a la vida, desafiando a los mismos dioses solo para demostrar que están equivocados – Dijo negando con la cabeza, riendo por lo bajo. – Pero… parece que está bien, se le ve bastante sano. Así que… – Se separó de la pared y se encaminó hacía la salida de la habitación - ¿Volvemos? – Le dijo asegurándose de que había envainado la espada bien y esta no estaba suelta. – Sí no me lo ha dicho… bueno, tendrá sus motivos. – Dijo según caminaba hacía el pasillo. – No es un tema fácil de tratar. A mi desde luego no me gustaría hablarlo, es decir, no conozco a nadie que la haya superado… no tiene que haber sido fácil. – Añadió. – El caso es que si él no le da más importancia de la necesaria. – Se giró hacía Koth y le puso una mano en el hombro, lo zarandeó un poco. – Yo tampoco. – Puntualizó con una sonrisa volviendo a tomar la delantera, en dirección a la sala principal. – Dioses, solo de pensar que si tuviese que exponerle todas las veces que he estado a punto de morir en estas últimas semanas no hubiésemos salido de Roilkat. Incluso me lanzaron una maldición que me impedía sujetar armas. Por tratar de salvarle la vida a un maldito crío, que, para colmo, también había tratado de matar a unos cuantos. ¿Te lo puedes creer? Aún tengo esquirlas de metal en la mano izquierda por culpa de eso – Dijo dejando escapar una carcajada nerviosa, era interesante, por unos instantes se había sentido cómodo hablando con Kothán, casi como si este no estuviese analizando cada palabra que salía de su boca, cosa que, probablemente, era lo que estaba sucediendo.
Continuaron caminando en dirección a la habitación principal, sin ningún sobresalto aparente. Se giró a mirar al zorro una última vez. – “Así que… toda tu gente” – Pensó durante unos instantes, sin detenerse.
Eltrant Tale
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
Kothán sonrió brevemente. Eltrant parecía habérselo tomado bien. Era curioso: no había dudado de lo que decía ni por un segundo, incluso después de la burda mentira sobre la maldición de los guardias. Nunca había visto a nadie igual. Todo el mundo desconfiaba, normalmente, por buen motivo, pero Tale... no. Era reconfortante, aunque el zorro se empezó a compadecer un poco de él. Debía haberse llevado muchos golpes por ello.
También parecía conocer muy bien a Asher, a juzgar por su idea. Sonaba exactamente a lo que haría el perro. De hecho, era posible que lo consiguiese, y volviese a la vida solo porque aún le quedaban nobles que torturar.
-Tienes una vida muy complicada.- sonrió el zorro. -Entonces... si fueses el líder, ¿gobernarías con puño de hierro? ¿Mano dura? ¿A-cero compasión?- el hombre bestia lanzó una carcajada, y empezó a dar ligeras palmadas en el hombro de Eltrant. -Venga, venga. Es una broma. No ME TALadres con la mirada. Oh, dioses. Venga, vamos a contárselo a Asher. Ojala Lyn estuviese aquí.- dijo alegremente, volviendo por los pasillos.
Pero la escena que se encontró al volver era, cuanto menos, inesperada.
Asher y Syl estaban a apenas un metro el uno del otro, y tenían las armas desenfundadas. Ambos tenían la mirada clavada en una tercera persona. En la otra entrada a la habitación, había una mujer morena, de pelo castaño... y con un hacha en cada mano.
-¿Que demonios estais haciendo aquí?- preguntó la mujer, aún en guardia. -¿Y quienes son esos? Creía que te habías ido con Irirgo.- dijo, señalando a Koth y Eltrant con una de sus hachas.
-Baja las armas, Leah.- advirtió Syl. -No somos tus enemigos.-
-¿O qué? ¿Qué vas a hacer? ¿Dispararme?- resopló la mujer.
-Si es necesario.- respondió, solemnemente. Leah escudriñó al felino con la mirada.
-Espera, ¿va en serio? ¿Me dispararias? ¿A mí? Lamkh. Sois peores de lo que imaginaba.- gruñó.
-Venga, venga. No estamos haciendo ningún mal.- dije, alzando mi mano izquierda en gesto pacificador. -De hecho, os estamos ayudando. Estamos dándole información falsa a Roilkat.- La mujer lanzó una risa seca y forzada como respuesta.
-Discúlpame si no te creo, pero nunca te he tomado por alguien leal a la causa.-
-Me hieres.-
-Te fuiste en cuanto las cosas se torcieron. Y te llevaste a tres de los nuestros. Así que prueba con una mentira más convincente.- dijo, torciendo el gesto.
Miré a Syl, y luego a Koth y Eltrant. Prefería no tener que matar a esa mujer. No era mala persona, por lo que sabía. Tenia otras opciones. De ninguna manera podía ganar contra cuatro, pero tampoco tenía por qué amenazarla. Finalmente, suspiré y enfundé mi espada. Luego, me dirigí a la mesa y levanté el mapa en el que había estado trabajando Syl.
-¿Ves? Hemos puesto este refugio en un lugar abierto. Si van hacia allí, no encontrarán nada.- expliqué. Leah miró el mapa, aún frunciendo en ceño. Lentamente, bajó las hachas y se las colocó al cinto. Syl se relajó.
-¿Y que ganais con esto?- inquirió, cruzándose de brazos.
-¿Tanto te cuesta creer que lo hacemos por los Nórgedos?- pregunté, esbozando una sonrisa sarcástica. -Por dinero, por supuesto. Y para joder a Roiland.
-Una causa justa, entonces.- dijo. -¿Y ellos son...?- preguntó, apuntando a los recién llegados.
-Elran Tail y Kothán Mérador.- se presentó el zorro, realizando una exagerada reverencia. Arqueé una ceja.
-¿Te apellidas Mérador?- sonreí. Nunca le había preguntado. -Espera, ¿tienes un apellido?- siempre había pensado que era simplemente Koth. De hecho, ni siquiera estaba seguro de que fuese su nombre.
-¡Por supuesto que tengo un apellido! ¿Qué, creías que era un bastardo o algo?- resopló, algo molesto.
-¿...puedes culparme?- pregunté. El zorro rió ligeramente a modo de respuesta. Leah carraspeó, interrumpiendo la conversación.
-Leah. Encantada.- dijo, con una cara que decía todo lo contrario. -Ahora, si me disculpais... tengo cosas que hacer.-
Perdiendo todo el interés, la mujer se acercó a una de las camas improvisadas, y sacó una pequeña mochila oculta bajo una manta. Provisiones, supuse. Tal vez se había olvidado de llevárselas al salir y por eso había vuelto. Una vez obtuvo lo que quería, se dirigió a la salida.
-Por tu bien, Asher, espero que no me estés mintiendo. No toquéis mis cosas. Espero que os hayáis ido para cuando vuelva.- declaró, dándonos la espalda.
-Que encanto...-
-Espera, Leah. ¿A donde vas?- preguntó Syl.
La mujer hizo una pausa, probablemente decidiendo si responder o no. Finalmente, accedió.
-Hay un campamento de renegados al oeste de aquí. Voy a vigilar sus movimientos, y asegurarme de que no están intentando nada serio.- afirmó, encogiendose de hombros. -No os metais en mi camino.-
-Un momento. Podemos ayudar.- declaró el gato.
-¿Qué? ¿Podemos?- dijo Koth, alarmado.
-Oh. ¿Podemos?- Syl me miró, y Leah también. -...supongo que podemos. Para devolver el favor.-
-¿Primero me apuntas con un arma y ahora me ofreces ayuda?- preguntó Leah. -Siempre has sido extraño, hombre gato... pero no negaré que no me vendría mal. Estos están siendo un dolor de cabeza.-
-¿Qué son esos renegados?- preguntó el zorro. -Suena a bandidos con muy poca creatividad.-
-Son Nórgedos qué...-
-No. No son de los nuestros.- interrumpió Leah. -Son escoria. Y el pueblo de las arenas cuida de su gente. Esos son bastardos que se aprovechan de los débiles. Atacan a los nuestros, a los guardias, exploradores, o cualquiera del que puedan sacar beneficio.- explicó, sin molestarse por ocultar su odio.
-...vale. ¿Y que podemos hacer?-
-Ya verás. Os espero fuera. Teneis veinte minutos.- dijo la guerrera. -Y, Syl. Me alegro de verte de vuelta.-
-Ouch. Mis sentimientos.-
Syl suspiró, tranquilizándose un poco. Después, se dirigió a la mesa, y empezó a recoger sus cosas. Mientras, Koth se sentó frente a uno de los pañuelos que hacían de mantel para su almuerzo, e invitó a Eltrant a sentarse frente al suyo. Carne, nueces, y un par de piezas de fruta: las provisiones del viaje no eran precisamente lo mejor que había, pero tampoco era para quejarse.
-Disculpa, Tale. Esa era Leah, una exploradora de los Nórgedos. Era amiga de Syl. Más o menos.- expliqué. -Confio en que no tengas nada en contra de ayudar, ¿hmm?-
-Los renegados serían un problema para nosotros también. Nos atacarían. Pero pueden servirnos. Si atraemos a la guardia a su campamento, se librarán de ellos por nosotros...- musitó el gato. Era un buen plan, pero llevaría su tiempo.
-Sea como sea, deberíamos prepararnos. Seguramente habrá otra pequeña caminata, así que haced todo lo que tengáis que hacer.-
También parecía conocer muy bien a Asher, a juzgar por su idea. Sonaba exactamente a lo que haría el perro. De hecho, era posible que lo consiguiese, y volviese a la vida solo porque aún le quedaban nobles que torturar.
-Tienes una vida muy complicada.- sonrió el zorro. -Entonces... si fueses el líder, ¿gobernarías con puño de hierro? ¿Mano dura? ¿A-cero compasión?- el hombre bestia lanzó una carcajada, y empezó a dar ligeras palmadas en el hombro de Eltrant. -Venga, venga. Es una broma. No ME TALadres con la mirada. Oh, dioses. Venga, vamos a contárselo a Asher. Ojala Lyn estuviese aquí.- dijo alegremente, volviendo por los pasillos.
Pero la escena que se encontró al volver era, cuanto menos, inesperada.
Asher y Syl estaban a apenas un metro el uno del otro, y tenían las armas desenfundadas. Ambos tenían la mirada clavada en una tercera persona. En la otra entrada a la habitación, había una mujer morena, de pelo castaño... y con un hacha en cada mano.
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-¿Que demonios estais haciendo aquí?- preguntó la mujer, aún en guardia. -¿Y quienes son esos? Creía que te habías ido con Irirgo.- dijo, señalando a Koth y Eltrant con una de sus hachas.
-Baja las armas, Leah.- advirtió Syl. -No somos tus enemigos.-
-¿O qué? ¿Qué vas a hacer? ¿Dispararme?- resopló la mujer.
-Si es necesario.- respondió, solemnemente. Leah escudriñó al felino con la mirada.
-Espera, ¿va en serio? ¿Me dispararias? ¿A mí? Lamkh. Sois peores de lo que imaginaba.- gruñó.
-Venga, venga. No estamos haciendo ningún mal.- dije, alzando mi mano izquierda en gesto pacificador. -De hecho, os estamos ayudando. Estamos dándole información falsa a Roilkat.- La mujer lanzó una risa seca y forzada como respuesta.
-Discúlpame si no te creo, pero nunca te he tomado por alguien leal a la causa.-
-Me hieres.-
-Te fuiste en cuanto las cosas se torcieron. Y te llevaste a tres de los nuestros. Así que prueba con una mentira más convincente.- dijo, torciendo el gesto.
Miré a Syl, y luego a Koth y Eltrant. Prefería no tener que matar a esa mujer. No era mala persona, por lo que sabía. Tenia otras opciones. De ninguna manera podía ganar contra cuatro, pero tampoco tenía por qué amenazarla. Finalmente, suspiré y enfundé mi espada. Luego, me dirigí a la mesa y levanté el mapa en el que había estado trabajando Syl.
-¿Ves? Hemos puesto este refugio en un lugar abierto. Si van hacia allí, no encontrarán nada.- expliqué. Leah miró el mapa, aún frunciendo en ceño. Lentamente, bajó las hachas y se las colocó al cinto. Syl se relajó.
-¿Y que ganais con esto?- inquirió, cruzándose de brazos.
-¿Tanto te cuesta creer que lo hacemos por los Nórgedos?- pregunté, esbozando una sonrisa sarcástica. -Por dinero, por supuesto. Y para joder a Roiland.
-Una causa justa, entonces.- dijo. -¿Y ellos son...?- preguntó, apuntando a los recién llegados.
-Elran Tail y Kothán Mérador.- se presentó el zorro, realizando una exagerada reverencia. Arqueé una ceja.
-¿Te apellidas Mérador?- sonreí. Nunca le había preguntado. -Espera, ¿tienes un apellido?- siempre había pensado que era simplemente Koth. De hecho, ni siquiera estaba seguro de que fuese su nombre.
-¡Por supuesto que tengo un apellido! ¿Qué, creías que era un bastardo o algo?- resopló, algo molesto.
-¿...puedes culparme?- pregunté. El zorro rió ligeramente a modo de respuesta. Leah carraspeó, interrumpiendo la conversación.
-Leah. Encantada.- dijo, con una cara que decía todo lo contrario. -Ahora, si me disculpais... tengo cosas que hacer.-
Perdiendo todo el interés, la mujer se acercó a una de las camas improvisadas, y sacó una pequeña mochila oculta bajo una manta. Provisiones, supuse. Tal vez se había olvidado de llevárselas al salir y por eso había vuelto. Una vez obtuvo lo que quería, se dirigió a la salida.
-Por tu bien, Asher, espero que no me estés mintiendo. No toquéis mis cosas. Espero que os hayáis ido para cuando vuelva.- declaró, dándonos la espalda.
-Que encanto...-
-Espera, Leah. ¿A donde vas?- preguntó Syl.
La mujer hizo una pausa, probablemente decidiendo si responder o no. Finalmente, accedió.
-Hay un campamento de renegados al oeste de aquí. Voy a vigilar sus movimientos, y asegurarme de que no están intentando nada serio.- afirmó, encogiendose de hombros. -No os metais en mi camino.-
-Un momento. Podemos ayudar.- declaró el gato.
-¿Qué? ¿Podemos?- dijo Koth, alarmado.
-Oh. ¿Podemos?- Syl me miró, y Leah también. -...supongo que podemos. Para devolver el favor.-
-¿Primero me apuntas con un arma y ahora me ofreces ayuda?- preguntó Leah. -Siempre has sido extraño, hombre gato... pero no negaré que no me vendría mal. Estos están siendo un dolor de cabeza.-
-¿Qué son esos renegados?- preguntó el zorro. -Suena a bandidos con muy poca creatividad.-
-Son Nórgedos qué...-
-No. No son de los nuestros.- interrumpió Leah. -Son escoria. Y el pueblo de las arenas cuida de su gente. Esos son bastardos que se aprovechan de los débiles. Atacan a los nuestros, a los guardias, exploradores, o cualquiera del que puedan sacar beneficio.- explicó, sin molestarse por ocultar su odio.
-...vale. ¿Y que podemos hacer?-
-Ya verás. Os espero fuera. Teneis veinte minutos.- dijo la guerrera. -Y, Syl. Me alegro de verte de vuelta.-
-Ouch. Mis sentimientos.-
Syl suspiró, tranquilizándose un poco. Después, se dirigió a la mesa, y empezó a recoger sus cosas. Mientras, Koth se sentó frente a uno de los pañuelos que hacían de mantel para su almuerzo, e invitó a Eltrant a sentarse frente al suyo. Carne, nueces, y un par de piezas de fruta: las provisiones del viaje no eran precisamente lo mejor que había, pero tampoco era para quejarse.
-Disculpa, Tale. Esa era Leah, una exploradora de los Nórgedos. Era amiga de Syl. Más o menos.- expliqué. -Confio en que no tengas nada en contra de ayudar, ¿hmm?-
-Los renegados serían un problema para nosotros también. Nos atacarían. Pero pueden servirnos. Si atraemos a la guardia a su campamento, se librarán de ellos por nosotros...- musitó el gato. Era un buen plan, pero llevaría su tiempo.
-Sea como sea, deberíamos prepararnos. Seguramente habrá otra pequeña caminata, así que haced todo lo que tengáis que hacer.-
Asher Daregan
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
- ¿Nadie te ha dicho que eres un idiota? – Preguntó sonriendo, notando como el zorro le daba palmadas en la espalda una de tras de otra. Muy a su pesar, entendía por qué el zorro y Lyn se llevaban tan bien. – ¡Oh, venga ya! – Exclamó a continuación poniendo los ojos en blanco, tras escuchar las siguientes frases del zorro. – Eso no ha sido tan gracioso. – Añadió – Además, Lyn ya ha superado prácticamente lo del nombre… creo. – Se llevó la mano hasta la barba y, con una sonrisa agotada, se unió a las risas del hombre-bestia. – …No suena tan mal ¿No? – Pregunto a Kothán, aunque por el tonó parecía más que estaba tratando de convencerse de ello que otra cosa.
No tardaron mucho más en llegar al refugio.
Lo que encontró Eltrant una vez irrumpió en la amplia habitación era algo que no esperaba, y por la expresión que puso Kothán, parecía que era algo mutuo. Una mujer de tez oscura, una nativa de la región, miraba a Asher y a Syl con cara de pocos amigos, una expresión a juego con las dos hachas que esta esgrimía en aquel moemnto, el perro y el gato, por otro lado, también estaban preparados para la pelea, o eso indicaban las armas que descansaban entre sus manos.
- …Muy bien… - Apartó un poco a Kothán con el brazo izquierdo, hasta que este estuvo prácticamente tras él y llevó, cuidadosamente, la mano derecha hasta el pomo de la claymore que, envuelta en tela de color blanco, descansaba oculta a su espalda.
No llegó a desenvainar del todo, con la mano firmemente sujetando su arma se quedó mirando como la mujer, Leah, conversaba con sus dos compañeros. Al parecer se conocían. ¿Por qué todos los que conocían a Asher acababan apuntándole con sus armas, al menos, una vez en su vida?
Frunció levemente el ceño cuando el perro mencionó en voz alta que estaban ofreciéndole información falsa a Roilkat, no esperaba menos de Asher, tampoco es como si quisiese aportar algo a la cruzada particular de Roiland. Los bandidos que tenía frente a él estaban haciendo más por parar una guerra que muchas de las personas que custodiaban las murallas de la ciudad.
Tardó unos instantes más que el resto en relajarse, pero se aseguró de soltar su espada cuando Asher envainó la suya. Se cruzó de brazos y, desde la distancia, observó como el can le mostraba el mapa que llevaban con ellos y dónde, por lo que pudo ver Eltrant, estaban evitando anotar toda la información relevante que iban encontrando.
- Eltrant Tale – Dijo corrigiendo al zorro a la vez que le daba un codazo en el costillar.
Leah no tardó en presentarse al oír los nombres, aunque esta, por mucho que lo hubiese afirmado, no parecía encantada de conocerles. Sonrió y respondió con una cabezada a lo que había dicho; estaba empezando a habituarse a aquella expresión en la cara de las mujeres con las que se cruzaba, casi le recordaba a Huracán, le faltaba quizás un porte aún más arrogante.
Lo siguiente que expuso la mujer al grupo es que iba a lidiar con un grupo problemático que operaba en las inmediaciones. Afortunadamente, Kothán se encargó de preguntar lo que le pasaba al errante por la cabeza.
La definición que dio Leah de aquel grupo fue bastante concisa, indeseables que se aprovechaban de los demás independientemente de quienes fuesen; por cómo les había descrito si estos podían aprovecharse de ti y dejarse desangrándote en una duna lo iban a hacer, daba igual que fueses un mercader arruinado con un burro y dos sacos de especias.
- Podemos ayudar. – Afirmó Eltrant en último lugar, le había sorprendido que Syl fuese el primero en proponer aquella idea, y, en cierto modo, también que los demás no hubiesen tardado en dar su visto bueno. Leah aprobó el grupo y salió del refugio, dando veinte minutos a los presentes para que se preparasen.
- Sí que tiene prisa... – Dijo cruzándose de brazos al verla desaparecer. Negó con la cabeza y le dedicó una sonrisa al perro, quien además de explicarle que la historia de Syl y Leah tenía su tiempo, le preguntó a él si este tenía algún problema ayudando a la mujer. – Para nada. – Afirmó dejándose caer frente a Kothán, tomando parte de la comida y llevándosela inmediatamente a la boca – Podéis contar conmigo. – Añadió después de casi ahogarse con un trozo obscenamente grande de pan.
Continuó comiendo, pensando en lo que había dicho Syl de atraer a la guardia hasta el campamento de los renegados. No era mala idea, pero las puertas de la Roilkat estaban a más de cinco horas de allí, si querían emplear aquel método iban a tardar un tiempo, un tiempo que Leah, por lo que había afirmado con su “Tenéis veinte minutos” no estaba dispuesta a esperar.
Se llevó una pieza de fruta a la boca y siguió pensando, se había percatado de que el zorro iba, en apariencia, desarmado. Lo cierto es que no le había visto pelear nunca, aunque sí que había salido de algún enfrentamiento que otro mediante la “diplomacia” de la que solía hacer gala.
Desató la espada de hielo que pendía en su cinto.
- Toma – Dijo tendiéndosela al hombre-bestia. – Ya sé que no eres de meterte en peleas. – Le dijo sonriendo. – Pero es mejor que no tener nada. Así que quédatela por ahora, insisto. – Quizás la espada fuese demasiado pesada para el zorro, después de todo tenía básicamente las mismas proporciones que la de Asher, pero si iban a “lidiar” con un grupo que tenía fama de ser tan ridículamente cruel, a Kothán le iba a hacer falta algo más que palabras. – Asegúrate de devolvérmela entera. – Dijo zarandeándole un poco.
Se levantó y miró a los presentes, que estaban ultimando los preparativos; sin nada más que decir comprobó su equipo una última vez antes de salir al exterior, cosa que hizo en último lugar, justo cuando todos hubieron salido del refugio. Fuera esperaba Leah con su ya característica cara de pocos amigos, Syl y ella intercambiaron unas palabras en voz baja antes de partir, aunque no llegó a oírlas desde dónde estaba, cosa que tampoco necesitaba, si de verdad su historia se remontaba a tiempo atrás necesitarían su espacio.
Se colocó junto a Asher y, tras darle una palmada amistosa en la espalda, comenzaron a marchar a través del desierto. No tardaron apenas unos diez minutos en abandonar el cañón, con varias decenas más se aseguraron de que este no fuese sino una pequeña colina a sus espaldas. Con Leah a la cabeza del grupo se estaban viendo forzados a moverse aún más rápido, la mujer era una de las señoras de las Arenas, de eso no cabía duda, se movía con una facilidad a través de las arenas que solo acentuaba la dificultad que él mismo tenía para avanzar, era incluso frustrante lo sencillo que la mujer hacía parecer el moverse. Se preguntaba si conocería a Bashira, no de oídas, por supuesto, sino en persona; todo el mundo en el desierto sabía quién era Bashira IV “La Justa”.
- Me gusta este ritmo. – Dijo a Asher con una sonrisa, secando el sudor que resbalaba por su frente con la tela que cubría su armadura. – Viene bien para calentar antes de empezar a… hacer lo que vayamos a hacer. – Amplió su sonrisa. – Aunque creo que voy a beber un poco más de agua… - Sin detenerse tomó la pequeña cantimplora que pendía de su cinturón y le dio un leve trago, no sabía cómo encajaban el calor los tres hombres-bestia que le acompañaban, él podía llevar una coraza de metal encima, pero seguía sin tener pelaje por todo el cuerpo.
– No te lo he dicho antes… - Fijó su mirada en el horizonte, donde unos puntitos marrones comenzaban a aparecerse en la fina línea que separaba el mar amarillo sobre el que caminaban y el firmamento. – Pero gracias por mandar alguien a la habitación de Lyn. ¿Ha sido Dann o Irirgo? – Dijo – La verdad es muy orgullosa para admitirlo – Sonrió, se volvió a pasar el brazo por la frente – Pero no le gusta demasiado quedarse sola y tenía ganas de veros. – Se atusó la barba. – …Además de que luego me lo habría echado en cara durante bastante tiempo. – Miró a Asher y se encogió de hombros.
Las dos motas marrones comenzaron a convertirse en montañas y, con esto, Leah se paró un y señaló el lugar. Habían construido su campamento en otro cañón, era obvio que lo hubiesen hecho, no había muchos lugares que fortificar en el arenal y, desde allí, podían defenderse y contemplar los alrededores en busca de supuestos atacantes y víctimas.
No tardaron mucho más en llegar al refugio.
Lo que encontró Eltrant una vez irrumpió en la amplia habitación era algo que no esperaba, y por la expresión que puso Kothán, parecía que era algo mutuo. Una mujer de tez oscura, una nativa de la región, miraba a Asher y a Syl con cara de pocos amigos, una expresión a juego con las dos hachas que esta esgrimía en aquel moemnto, el perro y el gato, por otro lado, también estaban preparados para la pelea, o eso indicaban las armas que descansaban entre sus manos.
- …Muy bien… - Apartó un poco a Kothán con el brazo izquierdo, hasta que este estuvo prácticamente tras él y llevó, cuidadosamente, la mano derecha hasta el pomo de la claymore que, envuelta en tela de color blanco, descansaba oculta a su espalda.
No llegó a desenvainar del todo, con la mano firmemente sujetando su arma se quedó mirando como la mujer, Leah, conversaba con sus dos compañeros. Al parecer se conocían. ¿Por qué todos los que conocían a Asher acababan apuntándole con sus armas, al menos, una vez en su vida?
Frunció levemente el ceño cuando el perro mencionó en voz alta que estaban ofreciéndole información falsa a Roilkat, no esperaba menos de Asher, tampoco es como si quisiese aportar algo a la cruzada particular de Roiland. Los bandidos que tenía frente a él estaban haciendo más por parar una guerra que muchas de las personas que custodiaban las murallas de la ciudad.
Tardó unos instantes más que el resto en relajarse, pero se aseguró de soltar su espada cuando Asher envainó la suya. Se cruzó de brazos y, desde la distancia, observó como el can le mostraba el mapa que llevaban con ellos y dónde, por lo que pudo ver Eltrant, estaban evitando anotar toda la información relevante que iban encontrando.
- Eltrant Tale – Dijo corrigiendo al zorro a la vez que le daba un codazo en el costillar.
Leah no tardó en presentarse al oír los nombres, aunque esta, por mucho que lo hubiese afirmado, no parecía encantada de conocerles. Sonrió y respondió con una cabezada a lo que había dicho; estaba empezando a habituarse a aquella expresión en la cara de las mujeres con las que se cruzaba, casi le recordaba a Huracán, le faltaba quizás un porte aún más arrogante.
Lo siguiente que expuso la mujer al grupo es que iba a lidiar con un grupo problemático que operaba en las inmediaciones. Afortunadamente, Kothán se encargó de preguntar lo que le pasaba al errante por la cabeza.
La definición que dio Leah de aquel grupo fue bastante concisa, indeseables que se aprovechaban de los demás independientemente de quienes fuesen; por cómo les había descrito si estos podían aprovecharse de ti y dejarse desangrándote en una duna lo iban a hacer, daba igual que fueses un mercader arruinado con un burro y dos sacos de especias.
- Podemos ayudar. – Afirmó Eltrant en último lugar, le había sorprendido que Syl fuese el primero en proponer aquella idea, y, en cierto modo, también que los demás no hubiesen tardado en dar su visto bueno. Leah aprobó el grupo y salió del refugio, dando veinte minutos a los presentes para que se preparasen.
- Sí que tiene prisa... – Dijo cruzándose de brazos al verla desaparecer. Negó con la cabeza y le dedicó una sonrisa al perro, quien además de explicarle que la historia de Syl y Leah tenía su tiempo, le preguntó a él si este tenía algún problema ayudando a la mujer. – Para nada. – Afirmó dejándose caer frente a Kothán, tomando parte de la comida y llevándosela inmediatamente a la boca – Podéis contar conmigo. – Añadió después de casi ahogarse con un trozo obscenamente grande de pan.
Continuó comiendo, pensando en lo que había dicho Syl de atraer a la guardia hasta el campamento de los renegados. No era mala idea, pero las puertas de la Roilkat estaban a más de cinco horas de allí, si querían emplear aquel método iban a tardar un tiempo, un tiempo que Leah, por lo que había afirmado con su “Tenéis veinte minutos” no estaba dispuesta a esperar.
Se llevó una pieza de fruta a la boca y siguió pensando, se había percatado de que el zorro iba, en apariencia, desarmado. Lo cierto es que no le había visto pelear nunca, aunque sí que había salido de algún enfrentamiento que otro mediante la “diplomacia” de la que solía hacer gala.
Desató la espada de hielo que pendía en su cinto.
- Toma – Dijo tendiéndosela al hombre-bestia. – Ya sé que no eres de meterte en peleas. – Le dijo sonriendo. – Pero es mejor que no tener nada. Así que quédatela por ahora, insisto. – Quizás la espada fuese demasiado pesada para el zorro, después de todo tenía básicamente las mismas proporciones que la de Asher, pero si iban a “lidiar” con un grupo que tenía fama de ser tan ridículamente cruel, a Kothán le iba a hacer falta algo más que palabras. – Asegúrate de devolvérmela entera. – Dijo zarandeándole un poco.
Se levantó y miró a los presentes, que estaban ultimando los preparativos; sin nada más que decir comprobó su equipo una última vez antes de salir al exterior, cosa que hizo en último lugar, justo cuando todos hubieron salido del refugio. Fuera esperaba Leah con su ya característica cara de pocos amigos, Syl y ella intercambiaron unas palabras en voz baja antes de partir, aunque no llegó a oírlas desde dónde estaba, cosa que tampoco necesitaba, si de verdad su historia se remontaba a tiempo atrás necesitarían su espacio.
Se colocó junto a Asher y, tras darle una palmada amistosa en la espalda, comenzaron a marchar a través del desierto. No tardaron apenas unos diez minutos en abandonar el cañón, con varias decenas más se aseguraron de que este no fuese sino una pequeña colina a sus espaldas. Con Leah a la cabeza del grupo se estaban viendo forzados a moverse aún más rápido, la mujer era una de las señoras de las Arenas, de eso no cabía duda, se movía con una facilidad a través de las arenas que solo acentuaba la dificultad que él mismo tenía para avanzar, era incluso frustrante lo sencillo que la mujer hacía parecer el moverse. Se preguntaba si conocería a Bashira, no de oídas, por supuesto, sino en persona; todo el mundo en el desierto sabía quién era Bashira IV “La Justa”.
- Me gusta este ritmo. – Dijo a Asher con una sonrisa, secando el sudor que resbalaba por su frente con la tela que cubría su armadura. – Viene bien para calentar antes de empezar a… hacer lo que vayamos a hacer. – Amplió su sonrisa. – Aunque creo que voy a beber un poco más de agua… - Sin detenerse tomó la pequeña cantimplora que pendía de su cinturón y le dio un leve trago, no sabía cómo encajaban el calor los tres hombres-bestia que le acompañaban, él podía llevar una coraza de metal encima, pero seguía sin tener pelaje por todo el cuerpo.
– No te lo he dicho antes… - Fijó su mirada en el horizonte, donde unos puntitos marrones comenzaban a aparecerse en la fina línea que separaba el mar amarillo sobre el que caminaban y el firmamento. – Pero gracias por mandar alguien a la habitación de Lyn. ¿Ha sido Dann o Irirgo? – Dijo – La verdad es muy orgullosa para admitirlo – Sonrió, se volvió a pasar el brazo por la frente – Pero no le gusta demasiado quedarse sola y tenía ganas de veros. – Se atusó la barba. – …Además de que luego me lo habría echado en cara durante bastante tiempo. – Miró a Asher y se encogió de hombros.
Las dos motas marrones comenzaron a convertirse en montañas y, con esto, Leah se paró un y señaló el lugar. Habían construido su campamento en otro cañón, era obvio que lo hubiesen hecho, no había muchos lugares que fortificar en el arenal y, desde allí, podían defenderse y contemplar los alrededores en busca de supuestos atacantes y víctimas.
Eltrant Tale
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
Eltrant parecía haber hecho buenas migas con Kothán. Al principio parecía un poco tenso, pero ahora parecían bromear y hablar con más naturalidad. Pero Tale hizo un gesto que ni yo me esperaba.
-¡Oh!- exclamó Koth, tomado algo por sorpresa al recibir la espada. -No sé si... bueno.- el zorro levantó la segunda espada de Tale, midiéndola con curiosidad. Se levantó y la sacó de su vaina por un momento, sonriendo. ¿Por qué me sonaba esa espada...? Juraría haberla tenido en mis manos en algún momento, pero aquello era imposible. No había usado ninguna que no fuese Brillo en mucho tiempo. -Gracias, Eltrant. Espero no necesitarla.- dijo, asintiendo solemnemente.
Miré a Syl, y este desvió su mirada al instante. ¿En que estaría pensando...? Seguí al felino mientras salía del edificio. Leah estaba fuera, fiel a su palabra.
-Ya era hora. Venga, no hay tiempo que perder. Cada minuto es un riesgo.-
-Ya entiendo por qué os lleváis tan bien...- musité. Ambos me atravesaron con la mirada. Sonreí. -Es por lo bien que os movéis en las arenas, por supuesto.-
Me quedé un poco atrás, dejándoles un tiempo para hablar, y quedándome junto a Eltrant, aunque seguía pendiente de la conversación del felino. Era buen momento para observarle interactuar con alguien fuera del grupo. Más bien, una situación casi única.
-¿Qué has estado haciendo todo este tiempo, Syl?- el tono de la mujer indicaba más curiosidad que educación. ¿Echaría de menos el exterior?
-Asaltando nobles. Algunas veces, por dinero. Otras, por... deporte. Es arriesgado, pero es vida.- confesó.
-...ya veo. ¿Que hay de Irirgo y Dann?
-Siguen bien. Más o menos como siempre, supongo... ¿Qué hay de tu familia?- preguntó el felino.
-Están... bien. Mar ha empezado a cazar con arco. Me tiene muy orgullosa.- sonrió Leah. Recordaba haber visto al chico una vez o dos. -Sarah le admira mucho, pero no creo que tenga el estómago para combatir. En ese sentido es igual que Minal. Ese chico es demasiado dulce, pero será un buen explorador.- La mujer continuó hablando de sus hijos. Parecía ser uno de los pocos temas que le relajaban, según mi experiencia. Claro que podía equivocarme. Según sabía, todos o casi todos eran hijos adoptivos de distintas razas y orígenes. Y eran bastantes. Solo en esa conversación reconocí media docena de nombres distintos. -Disculpa, estoy desvariando. ¿Estás... contento fuera?-
-La verdad es que no he estado mejor en mucho tiempo.- admitió Syl. Sus siguientes palabras fueron casi un murmuro. Al mismo tiempo, Eltrant se dirigió hacia mi, impidiéndome seguir escuchando.
El sudor resbalaba por su frente. Por un instante, me pregunté como sería sudar por tantas partes del cuerpo. Parecía raro. La única parte en la que yo sudaba era la nariz y las almohadillas de mis dedos. Claro que tener piel expuesta también era curioso de por sí. Lo gracioso es que en muchas zonas tenian algo de pelo, pero no lo suficiente para ofrecer nada de protección contra el calor. O el frío. Mi pelaje aún no había comenzado a mudar a la capa de invierno, por suerte, así que el calor no era tan malo como debía serlo para el humano. Casi me compadecía. Casi. Kothán estaba en una situación similar, pero por lo que sabía, Syl no cambiaba su tipo de pelaje. Supuse que simplemente era distinto para felinos: mi compañero no parecía estar sufriendo demasiado.
-Ah. Fue Dann. Parecía tener ganas de verla, también.- dije simplemente. Seguía sin entender exactamente por qué viajaban juntos. Su relación era rara. Eran raros.
Justo mientras pensaba eso, me volví... y vi como Koth estaba abrazando la espada de Eltrant.
-¿Qué demonios estás haciendo? Sabes que puedes atartela al cinto, ¿no?- pregunté, soltando una risa. El zorro estaba sonriendo.
-¡Está fría! ¡Es maravilloso!- exclamó, entusiasmado. -No quiero soltarla el resto del viaje.-
-¿...Fría?- pregunté. Espera, ¿era esa...? -Déjamela un segundo.- El zorro enseñó los dientes.
-Por encima de mi adorable y peludo cadaver.- dijo seriamente, echando a correr y poniéndose en cabeza. -Maldito zorro.- Empecé a perseguirle, haciendo que Leah arquease una ceja. Tres minutos después, me levanté, dejando a Koth refunfuñando en la arena. -Au. Eres peor que Irirgo.- se quejó, levantándose del suelo y sacudiéndose.
-No haber corrido tanto...- jadeé. Ese bastardo era rápido. Si no hubiese saltado desde la cima de la duna, no lo habría pillado. Desenvainé la espada y la examiné con cuidado. -Esta runa... ah. Ya me acuerdo. ¡Es la espada que encanté yo!- dije, perplejo. Me sorprendía que Eltrant la hubiese conservado tanto tiempo. -¿Qué demonios le has hecho?- Parte del símbolo estaba... cortado. De hecho, eso cambiaba el significado de la runa por completo. -¡TALE, ERES IDIOTA!- grité.
-Vaya, si que has tardado...- murmuró el zorro. -¿Qué te lleva a tal increíble conclusión?-
-¡El símbolo de "Siempre" es un círculo! ¡Y adivina que pasa cuando cortas parte de ese círculo!- grité. -¡SE VUELVE "A VECES"! ¡HAS HECHO QUE ESTA BASURA DE ESPADA ESTÉ FRÍA A VECES!- Era casi impresionante. Había tantas formas de romper una runa y que no se convirtiese en una distinta de forma que no cambiase el efecto. Gruñí. -Agh. Da igual. Ni siquiera era un encantamiento muy bueno. De hecho, era casi vergonzoso. Era mejor que consiguiese uno mejor para su espadón actual. Pero tampoco iba a admitir aquello.
-Vaya, está más animado de lo que recordaba...- dijo Leah.
-Ha tenido sus fases.- sonrió Syl, encogiéndose de hombros.
-Da igual. Dejad de gritar. El campamento está allí.- señaló la mujer. El lugar estaba en otro cañón... pero era más grande de lo que esperaba. Sería difícil atacar por nuestra cuenta, y aún más el pillarlos por sorpresa.
-Es... ya veo. ¿Cual es el plan? ¿Que tenemos que hacer?- pregunté.
-Generalmente, me dedico a observar desde un punto relativamente lejano, pero es difícil saber que planean. No sabemos lo que saben. Así que si van al sur, puede ser que han descubierto el refugio y van a asaltarlo, o que van en cualquier dirección para cazar...- explicó Leah. Dudé. ¿Quería recopilar información? Era muy distinto a lo que solía hacer. -Pero tienen planos. Algunos de entre sus filas saben leer, al parecer. Tal vez sea el líder, o tal vez no. Si robamos sus mapas, tendremos ventajas.-
-Entonces, infiltración y robo...- murmuró el felino.
-Podemos acercarnos más aún. Ocultarnos tras uno de los cañones, y tenderles una emboscada si persiguen. Pero es... arriesgado.- dijo. Empezó a rebuscar algo de su bolsa, y sacó una especie de manto. El color era prácticamente el mismo que el de las arenas. -Tenemos esto, al menos. Solo una, pero servirá para camuflarse durante un tiempo... aunque no hará mucho una vez dentro.-
-Entonces, ¿una sola persona se infiltra, roba los planos, y vuelve mientras el resto se queda esperando?- pregunté. -Es una misión suicida. No voy a sacrificar a alguien de mi familia por esto.- gruñí. Leah me escudriñó con la mirada, pero finalmente, se encogió de hombros.
-Muy bien. Entonces iré yo. Pero no tendremos trampas. Iba a preparar algunas, por si algo se torcía.- explicó. La mujer respiró hondo. -Tengo mucho por lo que vivir. Pero vosotros también. Lo entiendo. Pero si no vuelvo...-
-No, espera. Yo puedo...- empezó Syl.
-Ah, cierra el pico. Lo haré yo.- intervino Kothán. Todas las miradas se tornaron hacia él. -¿Qué? Estamos perdiendo el tiempo. Además, soy más escurridizo que vosotros, y no serviría de mucho en una emboscada.- explicó, tomando la capa marrón y poniéndosela por encima. Syl se había quedado mudo, y yo también. ¿Que demonios estaba haciendo? -Id a prepararos. Venga. Sé que mi belleza es cegadora, pero espabilad.- dijo.
-¿Estás... seguro?- pregunté, frunciendo el ceño. Era mucho más arriesgado de lo que estábamos acostumbrados. Koth miró a Syl a los ojos, y asintió.
-Muy bien. Tan solo evita las zonas de arena roja al volver. Si te persiguen, irán montados en kags. No lo verán venir.- explicó Leah, enterrando la última de las armas en la arena. Eran objetos... extraños. Trampas de metal, al parecer. Me recordaban a los biociberneticos. Al detectar suficiente peso, una larga cuchilla salía despedida del suelo para empalar lo que fuese que pisase la placa. Debían de ser geniales para cazar, aunque eran muy inquietantes a la vista. -Buena suerte, Kothán Mérador. Tu valentía no será olvidada.-
-Valentía. Ya.- murmuró el coyote, colocándose la capucha por encima de las orejas. Esa cosa le cubría prácticamente toda la cara y el torso, pero debía de ser muy incómoda. -Ugh... Ya me estoy asando. Bueno. Nos vemos en un rato, ¿eh?.-
El zorro se movió lentamente, acercándose poco a poco al campamento. Había dos entradas, con vigías apostados en ambos. Además de la protección natural que representaba el cañón, habían levantado o intentado levantar vallas de madera: debido a la falta de materiales, la mayor parte estaba a medio construir, o con desperfectos que no se habían molestado en arreglar.
Más de una vez, uno de los vigías miró en su dirección. Al coyote se le heló la sangre, pero decidió quedarse quieto, esperando que su camuflaje funcionase. La falta de reacción del humano le indicó que sí, pero cada vez que le miraba, tardaba unos segundos más en apartar la vista. La presión empezaba a amontonarse. Pero, finalmente, llegó hasta la pared del cañón.
Un breve momento para descansar. Pero desde ese punto, empezaba lo dificil. El zorro se deshizo del pesado manto, agobiado por el calor. Ya no le iba a servir más. Respiró hondo. El vigía se movía con un patrón. Koth había contado los segundos. Tres, dos... el zorro empezó a moverse, moviéndose de roca a roca. Se congeló en el sitio. Diez segundos más. Diez eternos segundos en los que Kothán sintió una horrible ansiedad sobre sus orejas sobresaliendo. Pero ningún grito de alerta. Tenía que moverse.
El hombre bestia se había metido en el campamento. Había varias tiendas de campaña ahí. Muchas de ellas, agujereadas o roídas. Pero una estaba más arreglada que el resto. Eso era estatus. Sin pensarlo dos veces, Koth se deslizó dentro, evitando por poco la mirada de uno de los bandidos que dibujaba en la arena con un palo, aburrido.
El interior de la tienda era casi todo lo que esperaba de un grupo de bandidos. Salvo por el hecho de que no eran analfabetos. Un saco de dormir, varias bolsas roídas... lamentablemente, como pudo comprobar el zorro, no tenían aeros. Esos tipos no tenían necesidad de dinero. Pero si había una mesa. Una mesa repleta de pergaminos. Justo lo que buscaba. Sin embargo, no tenía ni idea de cual de todos serviría, así que, apresuradamente, recogió todos los papeles que pudo y se los colocó bajo el brazo.
El sonido de un cuerno de guerra hizo que el hombre bestia casi sufriese un infarto. Eso no estaba en el plan. Rápidamente, salió de la tienda. Podía escuchar voces.
-Menuda pérdida de tiempo... ni caza, ni gente a la que robar. Igual es mejor...- las palabras se congelaron a la espalda del zorro. Koth se dio la vuelta. Ese tipo le estaba mirando directamente. -¿Quien cojones eres?-
-Eh... soy...- el zorro dudó. ¿Que sería una excusa creible? No había ninguna forma de acabar esa conversación de buena manera. -Soy un ladrón.- confesó. Acto seguido, dio media vuelta.
Y corrió.
Los gritos empezaron a resonar por todo el campamento. Tras veinte segundos de improperios y flechas volando, el cuerno de guerra enmudeció todo ruido una vez más. Y empezó la persecución.
-No mires atrás, no mires atrás...- se dijo a si mismo, mirando atrás. Tres. Tres kags alfa, con sus respectivos jinetes. El zorro corrió más deprisa, aferrándose a los pergaminos con fuerza. Esos tipos estaban armados. [1]Una jabalina se clavó a unos metros del hombre bestia. Pero no dejó de correr. Maldijo su idea de presentarse voluntario, y a Eltrant por confiarle un arma, y todas las decisiones que había tomado en su vida que le llevasen a ese punto. Pero no dejó de correr.
Veinte metros más. Los kags le pisaban los talones. Eran demasiado rápidos. Si saltaban, le alcanzarían. Casi podía sentir el aliento de las bestias, hambrientas. Un horrible gruñido salió de la boca del más cercano. Su boca se abrió, revelando enormes filas de letales dientes. No podía evitarlo. No tenia forma de huir. En cuanto esa boca se cerrase, el zorro sentiría el dolor de verdad, y su vida llegaría a su fin.
Un virote se clavó en la boca del kag. El animal cayó al suelo, aterrizando sobre una de las trampas. Una horrenda cuchilla atravesó el estómago de aquel ser. Había llegado hasta la emboscada.
Pero aún no estaba a salvo.
-¡Oh!- exclamó Koth, tomado algo por sorpresa al recibir la espada. -No sé si... bueno.- el zorro levantó la segunda espada de Tale, midiéndola con curiosidad. Se levantó y la sacó de su vaina por un momento, sonriendo. ¿Por qué me sonaba esa espada...? Juraría haberla tenido en mis manos en algún momento, pero aquello era imposible. No había usado ninguna que no fuese Brillo en mucho tiempo. -Gracias, Eltrant. Espero no necesitarla.- dijo, asintiendo solemnemente.
Miré a Syl, y este desvió su mirada al instante. ¿En que estaría pensando...? Seguí al felino mientras salía del edificio. Leah estaba fuera, fiel a su palabra.
-Ya era hora. Venga, no hay tiempo que perder. Cada minuto es un riesgo.-
-Ya entiendo por qué os lleváis tan bien...- musité. Ambos me atravesaron con la mirada. Sonreí. -Es por lo bien que os movéis en las arenas, por supuesto.-
Me quedé un poco atrás, dejándoles un tiempo para hablar, y quedándome junto a Eltrant, aunque seguía pendiente de la conversación del felino. Era buen momento para observarle interactuar con alguien fuera del grupo. Más bien, una situación casi única.
-¿Qué has estado haciendo todo este tiempo, Syl?- el tono de la mujer indicaba más curiosidad que educación. ¿Echaría de menos el exterior?
-Asaltando nobles. Algunas veces, por dinero. Otras, por... deporte. Es arriesgado, pero es vida.- confesó.
-...ya veo. ¿Que hay de Irirgo y Dann?
-Siguen bien. Más o menos como siempre, supongo... ¿Qué hay de tu familia?- preguntó el felino.
-Están... bien. Mar ha empezado a cazar con arco. Me tiene muy orgullosa.- sonrió Leah. Recordaba haber visto al chico una vez o dos. -Sarah le admira mucho, pero no creo que tenga el estómago para combatir. En ese sentido es igual que Minal. Ese chico es demasiado dulce, pero será un buen explorador.- La mujer continuó hablando de sus hijos. Parecía ser uno de los pocos temas que le relajaban, según mi experiencia. Claro que podía equivocarme. Según sabía, todos o casi todos eran hijos adoptivos de distintas razas y orígenes. Y eran bastantes. Solo en esa conversación reconocí media docena de nombres distintos. -Disculpa, estoy desvariando. ¿Estás... contento fuera?-
-La verdad es que no he estado mejor en mucho tiempo.- admitió Syl. Sus siguientes palabras fueron casi un murmuro. Al mismo tiempo, Eltrant se dirigió hacia mi, impidiéndome seguir escuchando.
El sudor resbalaba por su frente. Por un instante, me pregunté como sería sudar por tantas partes del cuerpo. Parecía raro. La única parte en la que yo sudaba era la nariz y las almohadillas de mis dedos. Claro que tener piel expuesta también era curioso de por sí. Lo gracioso es que en muchas zonas tenian algo de pelo, pero no lo suficiente para ofrecer nada de protección contra el calor. O el frío. Mi pelaje aún no había comenzado a mudar a la capa de invierno, por suerte, así que el calor no era tan malo como debía serlo para el humano. Casi me compadecía. Casi. Kothán estaba en una situación similar, pero por lo que sabía, Syl no cambiaba su tipo de pelaje. Supuse que simplemente era distinto para felinos: mi compañero no parecía estar sufriendo demasiado.
-Ah. Fue Dann. Parecía tener ganas de verla, también.- dije simplemente. Seguía sin entender exactamente por qué viajaban juntos. Su relación era rara. Eran raros.
Justo mientras pensaba eso, me volví... y vi como Koth estaba abrazando la espada de Eltrant.
-¿Qué demonios estás haciendo? Sabes que puedes atartela al cinto, ¿no?- pregunté, soltando una risa. El zorro estaba sonriendo.
-¡Está fría! ¡Es maravilloso!- exclamó, entusiasmado. -No quiero soltarla el resto del viaje.-
-¿...Fría?- pregunté. Espera, ¿era esa...? -Déjamela un segundo.- El zorro enseñó los dientes.
-Por encima de mi adorable y peludo cadaver.- dijo seriamente, echando a correr y poniéndose en cabeza. -Maldito zorro.- Empecé a perseguirle, haciendo que Leah arquease una ceja. Tres minutos después, me levanté, dejando a Koth refunfuñando en la arena. -Au. Eres peor que Irirgo.- se quejó, levantándose del suelo y sacudiéndose.
-No haber corrido tanto...- jadeé. Ese bastardo era rápido. Si no hubiese saltado desde la cima de la duna, no lo habría pillado. Desenvainé la espada y la examiné con cuidado. -Esta runa... ah. Ya me acuerdo. ¡Es la espada que encanté yo!- dije, perplejo. Me sorprendía que Eltrant la hubiese conservado tanto tiempo. -¿Qué demonios le has hecho?- Parte del símbolo estaba... cortado. De hecho, eso cambiaba el significado de la runa por completo. -¡TALE, ERES IDIOTA!- grité.
-Vaya, si que has tardado...- murmuró el zorro. -¿Qué te lleva a tal increíble conclusión?-
-¡El símbolo de "Siempre" es un círculo! ¡Y adivina que pasa cuando cortas parte de ese círculo!- grité. -¡SE VUELVE "A VECES"! ¡HAS HECHO QUE ESTA BASURA DE ESPADA ESTÉ FRÍA A VECES!- Era casi impresionante. Había tantas formas de romper una runa y que no se convirtiese en una distinta de forma que no cambiase el efecto. Gruñí. -Agh. Da igual. Ni siquiera era un encantamiento muy bueno. De hecho, era casi vergonzoso. Era mejor que consiguiese uno mejor para su espadón actual. Pero tampoco iba a admitir aquello.
-Vaya, está más animado de lo que recordaba...- dijo Leah.
-Ha tenido sus fases.- sonrió Syl, encogiéndose de hombros.
-Da igual. Dejad de gritar. El campamento está allí.- señaló la mujer. El lugar estaba en otro cañón... pero era más grande de lo que esperaba. Sería difícil atacar por nuestra cuenta, y aún más el pillarlos por sorpresa.
-Es... ya veo. ¿Cual es el plan? ¿Que tenemos que hacer?- pregunté.
-Generalmente, me dedico a observar desde un punto relativamente lejano, pero es difícil saber que planean. No sabemos lo que saben. Así que si van al sur, puede ser que han descubierto el refugio y van a asaltarlo, o que van en cualquier dirección para cazar...- explicó Leah. Dudé. ¿Quería recopilar información? Era muy distinto a lo que solía hacer. -Pero tienen planos. Algunos de entre sus filas saben leer, al parecer. Tal vez sea el líder, o tal vez no. Si robamos sus mapas, tendremos ventajas.-
-Entonces, infiltración y robo...- murmuró el felino.
-Podemos acercarnos más aún. Ocultarnos tras uno de los cañones, y tenderles una emboscada si persiguen. Pero es... arriesgado.- dijo. Empezó a rebuscar algo de su bolsa, y sacó una especie de manto. El color era prácticamente el mismo que el de las arenas. -Tenemos esto, al menos. Solo una, pero servirá para camuflarse durante un tiempo... aunque no hará mucho una vez dentro.-
-Entonces, ¿una sola persona se infiltra, roba los planos, y vuelve mientras el resto se queda esperando?- pregunté. -Es una misión suicida. No voy a sacrificar a alguien de mi familia por esto.- gruñí. Leah me escudriñó con la mirada, pero finalmente, se encogió de hombros.
-Muy bien. Entonces iré yo. Pero no tendremos trampas. Iba a preparar algunas, por si algo se torcía.- explicó. La mujer respiró hondo. -Tengo mucho por lo que vivir. Pero vosotros también. Lo entiendo. Pero si no vuelvo...-
-No, espera. Yo puedo...- empezó Syl.
-Ah, cierra el pico. Lo haré yo.- intervino Kothán. Todas las miradas se tornaron hacia él. -¿Qué? Estamos perdiendo el tiempo. Además, soy más escurridizo que vosotros, y no serviría de mucho en una emboscada.- explicó, tomando la capa marrón y poniéndosela por encima. Syl se había quedado mudo, y yo también. ¿Que demonios estaba haciendo? -Id a prepararos. Venga. Sé que mi belleza es cegadora, pero espabilad.- dijo.
-¿Estás... seguro?- pregunté, frunciendo el ceño. Era mucho más arriesgado de lo que estábamos acostumbrados. Koth miró a Syl a los ojos, y asintió.
[. . .]
-Muy bien. Tan solo evita las zonas de arena roja al volver. Si te persiguen, irán montados en kags. No lo verán venir.- explicó Leah, enterrando la última de las armas en la arena. Eran objetos... extraños. Trampas de metal, al parecer. Me recordaban a los biociberneticos. Al detectar suficiente peso, una larga cuchilla salía despedida del suelo para empalar lo que fuese que pisase la placa. Debían de ser geniales para cazar, aunque eran muy inquietantes a la vista. -Buena suerte, Kothán Mérador. Tu valentía no será olvidada.-
-Valentía. Ya.- murmuró el coyote, colocándose la capucha por encima de las orejas. Esa cosa le cubría prácticamente toda la cara y el torso, pero debía de ser muy incómoda. -Ugh... Ya me estoy asando. Bueno. Nos vemos en un rato, ¿eh?.-
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- Música:
El zorro se movió lentamente, acercándose poco a poco al campamento. Había dos entradas, con vigías apostados en ambos. Además de la protección natural que representaba el cañón, habían levantado o intentado levantar vallas de madera: debido a la falta de materiales, la mayor parte estaba a medio construir, o con desperfectos que no se habían molestado en arreglar.
Más de una vez, uno de los vigías miró en su dirección. Al coyote se le heló la sangre, pero decidió quedarse quieto, esperando que su camuflaje funcionase. La falta de reacción del humano le indicó que sí, pero cada vez que le miraba, tardaba unos segundos más en apartar la vista. La presión empezaba a amontonarse. Pero, finalmente, llegó hasta la pared del cañón.
Un breve momento para descansar. Pero desde ese punto, empezaba lo dificil. El zorro se deshizo del pesado manto, agobiado por el calor. Ya no le iba a servir más. Respiró hondo. El vigía se movía con un patrón. Koth había contado los segundos. Tres, dos... el zorro empezó a moverse, moviéndose de roca a roca. Se congeló en el sitio. Diez segundos más. Diez eternos segundos en los que Kothán sintió una horrible ansiedad sobre sus orejas sobresaliendo. Pero ningún grito de alerta. Tenía que moverse.
El hombre bestia se había metido en el campamento. Había varias tiendas de campaña ahí. Muchas de ellas, agujereadas o roídas. Pero una estaba más arreglada que el resto. Eso era estatus. Sin pensarlo dos veces, Koth se deslizó dentro, evitando por poco la mirada de uno de los bandidos que dibujaba en la arena con un palo, aburrido.
El interior de la tienda era casi todo lo que esperaba de un grupo de bandidos. Salvo por el hecho de que no eran analfabetos. Un saco de dormir, varias bolsas roídas... lamentablemente, como pudo comprobar el zorro, no tenían aeros. Esos tipos no tenían necesidad de dinero. Pero si había una mesa. Una mesa repleta de pergaminos. Justo lo que buscaba. Sin embargo, no tenía ni idea de cual de todos serviría, así que, apresuradamente, recogió todos los papeles que pudo y se los colocó bajo el brazo.
El sonido de un cuerno de guerra hizo que el hombre bestia casi sufriese un infarto. Eso no estaba en el plan. Rápidamente, salió de la tienda. Podía escuchar voces.
-Menuda pérdida de tiempo... ni caza, ni gente a la que robar. Igual es mejor...- las palabras se congelaron a la espalda del zorro. Koth se dio la vuelta. Ese tipo le estaba mirando directamente. -¿Quien cojones eres?-
-Eh... soy...- el zorro dudó. ¿Que sería una excusa creible? No había ninguna forma de acabar esa conversación de buena manera. -Soy un ladrón.- confesó. Acto seguido, dio media vuelta.
Y corrió.
Los gritos empezaron a resonar por todo el campamento. Tras veinte segundos de improperios y flechas volando, el cuerno de guerra enmudeció todo ruido una vez más. Y empezó la persecución.
-No mires atrás, no mires atrás...- se dijo a si mismo, mirando atrás. Tres. Tres kags alfa, con sus respectivos jinetes. El zorro corrió más deprisa, aferrándose a los pergaminos con fuerza. Esos tipos estaban armados. [1]Una jabalina se clavó a unos metros del hombre bestia. Pero no dejó de correr. Maldijo su idea de presentarse voluntario, y a Eltrant por confiarle un arma, y todas las decisiones que había tomado en su vida que le llevasen a ese punto. Pero no dejó de correr.
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Veinte metros más. Los kags le pisaban los talones. Eran demasiado rápidos. Si saltaban, le alcanzarían. Casi podía sentir el aliento de las bestias, hambrientas. Un horrible gruñido salió de la boca del más cercano. Su boca se abrió, revelando enormes filas de letales dientes. No podía evitarlo. No tenia forma de huir. En cuanto esa boca se cerrase, el zorro sentiría el dolor de verdad, y su vida llegaría a su fin.
Un virote se clavó en la boca del kag. El animal cayó al suelo, aterrizando sobre una de las trampas. Una horrenda cuchilla atravesó el estómago de aquel ser. Había llegado hasta la emboscada.
Pero aún no estaba a salvo.
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[1] Subrayada complicación: "Encontráis un grupo de asaltadores nórgedos montados a caballo que querrán atacaros, secuestraros o robar vuestras pertenencias. Por los motivos que consideréis.". Técnicamente no son Nórgedos ni están montados a caballo (aunque, realmente, los kags son peores), pero creo que cumple la idea de la complicaciónAsher Daregan
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
Se esperaba alguna palabra más por parte del perro, le notaba pensativo, más callado de lo habitual desde que comenzaron la travesía. ¿Era el efecto de haber vuelto al Arenal? No podía descartarlo, había muchas cosas que no sabía de Asher, quizás lo mejor que podía hacer era dejarle su propio espacio, dejarle pensar. No obstante, que el lobo mencionase que Dannos quien estaba con Lyn era tranquilizador. Ya que si dejaba a un lado la curiosidad innata de la que hacía gala el brujo, lo cierto era que al menos le daría un par de temas de conversación interesantes a la vampiresa, suficiente para que no gastase todo el dinero en vino.
Se giró a mirar a Koth, que caminaba justo detrás de ellos, susurrando cosas en voz baja y abrazando la espada que Eltrant le había dejado. Enarcó una ceja, el rápido intercambio de frases que él coyote y Asher tuvieron indicó a Eltrant que el primero había descubierto las propiedades mágicas de la hoja. Sonrió cuando Asher se acercó a su compañero con intención de estudiar el acero helado y, cuando el coyote se negó y comenzó a correr tras él, dejó escapar una carcajada. ¿Se había olvidado de que había sido él el que la había encantado? Se detuvo un instante a ver como ambos correteaban por las arenas hasta que, al final, Asher atrapó al escurridizo zorro.
- Sí, es la espada que me encantaste. – Admitió Eltrant manteniendo el ritmo, suspiró con suavidad al ver el grabado de la hoja, al volver a leer la palabra “Recuerda” que yacía escrita con una caligrafía bastante tosca metal azulado. Habían pasado tantas cosas desde entonces… aquel mensaje seguía teniendo el mismo significado para él, cuando lo miraba sentía que el tiempo no había pasado, algo que no debía de ser del todo bueno. - ¿Qué le he hecho? – Alzó una ceja, sonriendo. – Bueno, la he usado por supues… - Asher le gritó la obviedad que todos los presentes, excepto quizás Leah, sabían perfectamente. Ensanchó su sonrisa y, ya que Kothán había preguntado, esperó a que el lobo argumentase que le había llevado hasta tal compleja suposición.
- Oh… - Fue lo único que pudo responder cuando Asher explicó lo que había pasado con la runa de hielo y el motivo por el que ahora el brillo de la hoja oscilaba con suavidad, se encogió de hombros tras pensar en silencio durante unos instantes. – Entiendo. – Mintió atusándose la barba. - ¿Entonces podrías arreglarlo? – Preguntó volviéndose a acercar al can.
No llegó a obtener respuesta, en la distancia un gran cañón se alzaba sobre el desierto como si de un castillo se tratarse. Leah no dudó y señaló a la formación rocosa, indicando que era el lugar en el que habían levantado los renegados su campamento.
- Una fortaleza natural… - Susurró cruzándose de brazos. No iban a poder tomarla por la fuerza, no si iban de frente, aunque no era algo que no descartaría hacer.
Afortunadamente para el grupo el plan de Leah distaba mucho de ser similar al que él hubiese puesto en marcha de estar a la cabeza, en momentos como aquel se alegraba de haber dejado la guarda. ¿De verdad era él alguien indicado para ostentar un cargo con una responsabilidad de ese estilo?
La idea de Leah era una misión suicida de infiltración en la que Asher no confiaba demasiado, peligrosa, pero, evidentemente, una táctica más inteligente que un ataque frontal directo. “No voy a sacrificar a alguien de mi familia por esto” habían sido las palabras exactas de Asher. Sonrió, ¿Le consideraba Asher de su familia? ¿De su grupo? No podía afirmar que el lobo le había tenido en cuenta a la hora de decir esto, pero era agradable ver como se preocupaba por los suyos, era una faceta de él que siempre que la veía, daba igual la cantidad de veces que pasase, le sorprendía.
Le sorprendió aún más que fuese Kothán quien se prestó, al final, como voluntario para infiltrarse en el campamento. Se quedó en silencio, observando como el zorro arrebataba la capa marrón de las manos de Leah y se la colocaba sobre los hombros; Syl y Asher tampoco dijeron nada en un principio, se limitaron a mirarle fijamente. No era ningún misterio que ellos estaban tan sorprendidos como él mismo.
¿A que venía aquel alarde de valentía en el último momento? Kothán había argumentado los motivos por los cuales él era el mejor candidato, pero, aun cuando estos tenían sentido, no dejaba de resultarle extraño. Lanzó una última mirada a la espada que pendía del cinturón del zorro y asintió levemente con la cabeza, daba igual lo que él pensase, el coyote había tomado una decisión y, por la forma en la que miraba a Syl, esta era definitiva.
Se dejó caer sobre la arena y contempló como Leah ultimaba las trampas de las que había hablado con anterioridad. La Nórgeda era una persona interesante, había podido captar parte de la conversación que esta había tenido con Syl. Una mujer con familia, con hijos que, aunque no fuesen de su misma clase, lo eran todo para ella; era algo que se podía asumir, simplemente, oyendo el tono de voz de la mujer al hablar de ellos.
Y allí estaba, arriesgando su vida para con un grupo de indeseables que dudaba mucho que se arriesgasen a acercarse siquiera a las proximidades de la ciudad. Era consciente lo importante que era la familia para el pueblo Nórgedo, también tenía muy presente que el concepto de familia podía extenderse bastante más para ellos. Sí Leah estaba allí era por su familia, daba igual que no les hubiese visto nunca, el mercader que proporcionaba comida a los suyos también era parte del circulo que debía proteger.
O eso era lo que Eltrant intuía por lo que había visto y conocía del pueblo Nórgedo, después de todo, apenas había cruzado varias palabras con Leah y todas tenían que ver con la emboscada que estaban preparando.
Se atusó la barba, analizó la arena roja bajo la cual estaban enterradas las trampas. Nunca había visto mecanismos como aquellos, eran de confección extraña, como los propios Bio-Cibernéticos. Negando con la cabeza y, tratando de no pensar demasiado en el efecto que harían aquellas cosas si pisabas sobre una, desenvolvió el espadón que colgaba a su espalda y la clavó sobre la arena, a su lado.
Oteó el cañón al que se dirigía el zorro, no parecía, al menos desde dónde estaban, muy fortificado, aunque sí que pudo vislumbrar alguna distante silueta haciendo de vigía en la parte más alta de las rocosas. Se preguntaba si les verían desde allí, no parecía posible, si fuese cierto les habrían lanzado todo el regimiento de bandidos que se ocultaban en el campamento.
Finalmente clavó los ojos en el último lugar en el que había viso la figura de Kothán, la cual se había disuelto entre las arenas tan pronto se alejó un par de palmos del grupo. La capa hacía su trabajo extraordinariamente bien, quizás Asher y Syl lo pudiesen ver mejor dados sus sentidos más afinados, pero él probablemente no vería al coyote reaparecerse hasta que fuese demasiado tarde.
El estruendoso sonido de un cuerno de guerra cruzo el firmamento, frunció el ceño y miró a los demás. ¿Habían descubierto a Kothán? Apretó los dientes y negó con la cabeza, prefería pensar que no, el coyote era evasivo y tenía la capa de su lado, eso le tenía que servir de algo.
El cuerno de guerra de los renegados volvió a apoderarse de todo el sonido cercano al campamento, esta vez, además, se unieron a él distantes gritos de alerta apagados por el grosor de la montaña.
- Esa es la señal, supongo. – Se dijo pasándose la mano por el cuello, limpiándolo de sudor para, después de desclavar la espada de la arena colarse el mandoble a la espalda una vez más. No estaba seguro de que hacían ahora, ¿Era aquello parte del plan? Tragó saliva y oteó el horizonte ¿Iban a buscar a Kothan? ¿Esperaban a que él volviese por su propia cuenta? Miró a Asher esperando algo parecido a una reacción, pero la figura del coyote, seguida de cerca por tres bestias de gran tamaño y sus jinetes aparecieron en el lugar exacto en el que habían planeado.
Frunció el ceño, aquellas cosas eran rápidas, lo suficiente como para atrapar al coyote si no hacían algo rápido. Syl debió haber leído sus pensamientos y disparó de inmediato contra el animal que estaba más cerca de Koth, acertando de pleno entre sus fauces segundos antes de que este atrapase a su compañero de forma que el animal se desplomó sobre una de las trampas de Leah, activándola de inmediato.
Apenas se paró a mirar como la gigantesca cuchilla salía de las arenas y atravesaba al monstruo con una facilidad aterradora, matándolo al instante. Eltrant se deslizó por la duna desde la que observaba la situación dispuesto a auxiliar al zorro, que seguía inmerso entre los kags.
Llegó a tiempo para parar la espada del jinete que pertenecía al kag muerto con el brazo, el cual había rodado por la arena y, preso de la ira, se había vuelto a abalanzar sobre el coyote. Se sacudió al hombre de encima como buenamente pudo y se giró hacía Kothán.
- ¡Sigue corriendo! – Tomó al zorro por la camisa que este vestía y le instó a que continuase su camino con un empujón. - ¡Vamos! – Gritó, se volvió a girar hacia los que tenía delante, no podía darles la espalda. Tenían ventaja, estaban en un lugar repleto de trampas y su bando sabía en donde estaban posicionadas, no podía ser muy difícil. ¿O sí?
Sonrió, el corazón le latía con fuerza, el sol, en el firmamento, golpeaba la claymore plateada que desenvainó con cuidado. Todavía no había probado todo lo que podía hacer aquella hoja, aquella no era una mala oportunidad
Analizó a cada uno de los adversarios que tenía frente a él. Los jinetes se habían detenido, aquello estaba bien, les daba algo más de tiempo para preparase, se podía ver a simple vista que estos no sabían dónde podían pisar y dónde no, dudaban.
Frunció el ceño cuando el soldado que iba a pie se armó de valor volvió a lanzarse contra él, no le fue muy difícil adivinar que aquella espada, un arma diseñada para atravesar armaduras de cuero que vestían en aquellos lares, no iba a servir de gran cosa contra la coraza de metal que vestía bajo la tela de color blanco.
Observó durante unos segundos la cara de incredulidad que se dibujó en el rostro del bandido al contemplar como su golpe no servía de absolutamente nada. No le culpaba. ¿Quién en su sano juicio pretendía usar una armadura de placas en mitad del arenal?
- Adorable – Aseveró lanzando un tajo al hombro del soldado con su espada. La pesada hoja de metal ayudada por la gravedad traspasó el cuero que cubría el torso del hombre con relativa facilidad, rasgando la carne que protegía. - …Tiene pinta de doler - Pasar tanto tiempo con Asher comenzaba a ser una mala influencia, la expresión del hombre cambió varias veces antes de detenerse completamente, inerte, las últimas palabras que había oído habían sido un chiste malo. Frunciendo el ceño dio varios tirones de la espada, que se había atascado en el torso del, ahora, cadáver. – Sal, maldita sea - Por otro lado, la espada no estaba nada mal, el tamaño de la hoja le hacía ser ligeramente más lento, pero la forma de esgrimirla era idéntica y pegaba con mucha más fuerza, cosa que, como descubriría apenas segundos después de aquello, sería de mucha utilidad cuando el jinete de otro de los kag, cansado de ser paciente y de tratar de vislumbrar dónde estaban las trampas de Leah, se lanzó contra él.
Las fauces del animal se cerraron en torno al antebrazo de Eltrant, que, en aquella situación, no pudo hacer gran cosa para mantener al otro jinete ocupado, por lo que este comenzó a avanzar, cuidadosamente, a través del campo minado.
No le extrañaba que se lo tomasen con calma aun si se exponían a más saetas de, para ellos, el arquero desconocido que era Syl. Puede que estuviesen en una persecución, pero acababan de ver lo que las trampas eran capaces de hacer, no debían de querer correr riesgos, la única ventaja que tenían en aquella emboscada eran sus monturas.
- No estoy muy sabroso. Te lo prometo – Dijo Eltrant forcejando con la criatura, sintiendo como la armadura cedía ante la fuerza de las mandíbulas del Kag. – ¡Eh! - Se agachó rápidamente, esquivando la pica que portaba el jinete y que buscaba su frente - ¡No me apuntes con eso! – Exclamó apartando ahora la cabeza, girándose levemente - ¡¿Es que no ves que pincha!? – Agitó el brazo atrapado sin conseguir nada a cambio.
Chasqueó la lengua cuando vio como el otro se le escapaba y comenzaba a correr hacía Koth de nuevo, recobrando parte de la confianza en que no habría más trampas. ¿Cómo podía tener tanta suerte aquel tipo? ¿Habían intuido lo de la arena roja? No, no era eso, volvió a mirar tras de sí, habían sido las huellas de Kothán.
- ¡Se me escapa ese! – Gritó, volvió a girarse hacía el Kag que mordía su brazo - ¿¡Te importaría soltarme!? – Los dientes de la criatura comenzaban a perforar el acero. – ¡Muy bien! ¡Pues por las malas! – La espada pesaba demasiado como para blandirla con una sola mano, pero aquello no significaba que no pudiese golpear, malamente, al Kag con el pomo de la claymore. Repitió aquel gesto el número suficiente de veces hasta que al final, tras haber recibido varios impactos de la lanza en el torso y haber perdido gran parte de la tela que le cubría, le acertó en un ojo.
El kag rugió y retrocedió dolorido, Eltrant dejó escapar una risotada de júbilo y volvió a asir la espada con ambas manos, cosa que sirvió de más bien poco, pues la bestia saltó sobre él con un rugido y le arrastró por la arena, como si de un gato jugando con un insecto se tratase.
- No, no, no, no. – Repitió varias veces, cubriéndose la cabeza con ambos brazos, deseando que las zarpas no se la arrancasen de cuajo y rezando a los dioses por no acabar sobre la arena roja. - ¡Se acabó! – Estiró los brazos y agarró la arena que tenía bajo él, comenzó a arrastrarse todo lo rápido que pudo, que no era demasiado, hasta que llegó hasta dónde había caído la espada.
Lo primero que hizo al recuperarla, además de sentir como el kag le golpeaba en la espalda con fuerza y le propulsaba a través de la arena fue incorporarse. Después se defendió. Las dimensiones de la espada eran las suficientes como para que sirviesen de escudo improvisado.
Volvió a perder el equilibrio debido a la fuerza de la bestia y cayó al suelo de nuevo, pero la pata trasera de aquella cosa activó, por fortuna, una de las trampas y una gigantesca cuchilla brotó del suelo, cercenándola en lo que dura un parpadeo. La pierna cayó sobre la arena tiñéndola de carmesí casi a la vez que el animal rugió a los cielos dolorido, comenzando a girar sobre sí mismo de forma frenética, obligando a que el jinete se sujetase aun con más ahínco a su montura.
Aquella cosa estaba herida, pero no por ello era menos peligrosa, tragó saliva y sujetó su espada con firmeza, no podía dejarla escapar ni que se recuperase. Frunció el ceño y miró a su alrededor, hacía unos minutos que había pedido de vista a la otra criatura, pero ponerse a buscarla y descuidar a aquella era un suicidio, apretó los dientes y cargó contra la criatura y su jinete con la espada por delante, gritando.
Embistió con fuerza al animal[1], deteniéndose en seco en cuanto la tocó, era, básicamente, como si hubiese placado una pared. Aquella era una mole de carne inmensa, que estaba pretendiendo ¿Derribarla? Lo único que consiguió fue entumecerla un poco, obligarla a detenerse y sacudir la cabeza por el impacto, afortunadamente era justo lo que necesitaba, consiguió los segundos exactos para hundir su espada, profundamente, en la carne del animal.
Pero no había acabado, la jabalina del jinete seguía buscando su cabeza desesperadamente, ahora casi de forma enfermiza, y, por otro lado, aun sin pata trasera y herido, los afilados colmillos del Kag buscaban su carne entre rugidos de dolor. Apretó los dientes y cerró los ojos, podía notar como el acero seguía protegiéndole de los impactos del arma del jinete.
Empujó.
Gritó y, sin extraer la espada de la herida del Kag, comenzó a empujar asegurándose de que la cabeza del animal se quedaba siempre lo suficientemente lejos de él; había trampas por todas partes, solo era cuestión de tempo que se topase con alguna y acabase con aquella cosa de una vez, sin pierna trasera el animal no podía oponer demasiada resistencia.
Sacudió la cabeza cuando el envés de la lanza del renegado le golpeó en la cabeza, gritó a los dioses lo incompetentes que eran cuando las zarpas de la criatura le obligaron a detenerse unos segundos. Una brecha apareció en su frente, masculló un par de insultos en voz baja y reemprendió la marcha, no pasaba nada, aquello seguía siendo preferible a que le decapitasen.
Siguió empujando, ignoró la sangre que descendía por su frente y giró la espada, la cual seguía firmemente clavada en el cuerpo del Kag, para facilitarse las cosas; la herida de la criatura comenzó a manar aún más sangre, iba a debilitarla con el dolor.
No supo exactamente cuánto tiempo continuo de aquella forma, pero fue demasiado para su gusto; Si fueron minutos a Eltrant se le antojaron como horas. Pero al final el resorte de otra de las trampas se activó y la hoja oculta emergió de las profundidades de la tierra a una velocidad vertiginosa, cortando al animal en dos y lanzando al jinete por los aires.
Parpadeó repetidas veces, jadeando, contemplando el acero ensangrentado que había pasado a escasos centímetros frente a su cabeza mientras, ahora, agradecía a los dioses el no haber acabado como el Kah. Lo cierto es que tenía una relación un tanto bipolar con ellos.
Tras limpiarse la sangre de su frente con la poca tela blanca que cubría su armadura y extraer la espada de los restos del animal, se giró hacía el renegado, que se arrastraba, como buenamente podía, hacía la lanza que había escapado de entre sus manos.
Dejó caer el espadón sobre su hombro y avanzó en varios y pesados pasos hasta dónde estaba el hombre, el cual, viéndose incapaz de alcanzar lo que pretendía, se giró sobre sí mismo y encarando a Eltrant echó mano de su cinturón, donde descansaba la característica espada curva de los Nórgedos.
- No te lo aconsejo. – Dijo Eltrant ejecutando al renegado, clavando firmemente la espada en su pecho antes de que este pudiese siquiera desenvainar la suya. – Se acabó - Puede que sonase cruel, pero no tenía otra alternativa, no iban a trasladar prisioneros en aquella situación y tampoco pretendía dejarle con libertad, lo último que necesitaban es que este anunciase a sus amigos que el ladrón no era uno solo y que había escapado con los pergaminos.
Estaba seguro de que el hombre que yacía muerto a sus pies lo hubiese comprendido de no ser enemigos.
Se volvió a pasar la mano por la frente para, justo después atarse los restos de la tela blanca que aún le quedaba en torno a su cabeza, como si de un pañuelo se tratase. Se giró sobre sí mismo y buscó al resto del grupo con la mirada, el otro Kag le había esquivado y había ido directamente a por los planos.
Frunció el ceño, podía haberle dicho al muerto que había acabado, pero no sabía si los demás se habían deshecho del otro renegado. Armándose de nuevo con la espada se encaminó a la duna tras la cual se seguía oyendo el particular sonido del metal chocar entre sí.
[1] Habilidad de Nivel 5: Embestir
Se giró a mirar a Koth, que caminaba justo detrás de ellos, susurrando cosas en voz baja y abrazando la espada que Eltrant le había dejado. Enarcó una ceja, el rápido intercambio de frases que él coyote y Asher tuvieron indicó a Eltrant que el primero había descubierto las propiedades mágicas de la hoja. Sonrió cuando Asher se acercó a su compañero con intención de estudiar el acero helado y, cuando el coyote se negó y comenzó a correr tras él, dejó escapar una carcajada. ¿Se había olvidado de que había sido él el que la había encantado? Se detuvo un instante a ver como ambos correteaban por las arenas hasta que, al final, Asher atrapó al escurridizo zorro.
- Sí, es la espada que me encantaste. – Admitió Eltrant manteniendo el ritmo, suspiró con suavidad al ver el grabado de la hoja, al volver a leer la palabra “Recuerda” que yacía escrita con una caligrafía bastante tosca metal azulado. Habían pasado tantas cosas desde entonces… aquel mensaje seguía teniendo el mismo significado para él, cuando lo miraba sentía que el tiempo no había pasado, algo que no debía de ser del todo bueno. - ¿Qué le he hecho? – Alzó una ceja, sonriendo. – Bueno, la he usado por supues… - Asher le gritó la obviedad que todos los presentes, excepto quizás Leah, sabían perfectamente. Ensanchó su sonrisa y, ya que Kothán había preguntado, esperó a que el lobo argumentase que le había llevado hasta tal compleja suposición.
- Oh… - Fue lo único que pudo responder cuando Asher explicó lo que había pasado con la runa de hielo y el motivo por el que ahora el brillo de la hoja oscilaba con suavidad, se encogió de hombros tras pensar en silencio durante unos instantes. – Entiendo. – Mintió atusándose la barba. - ¿Entonces podrías arreglarlo? – Preguntó volviéndose a acercar al can.
No llegó a obtener respuesta, en la distancia un gran cañón se alzaba sobre el desierto como si de un castillo se tratarse. Leah no dudó y señaló a la formación rocosa, indicando que era el lugar en el que habían levantado los renegados su campamento.
- Una fortaleza natural… - Susurró cruzándose de brazos. No iban a poder tomarla por la fuerza, no si iban de frente, aunque no era algo que no descartaría hacer.
Afortunadamente para el grupo el plan de Leah distaba mucho de ser similar al que él hubiese puesto en marcha de estar a la cabeza, en momentos como aquel se alegraba de haber dejado la guarda. ¿De verdad era él alguien indicado para ostentar un cargo con una responsabilidad de ese estilo?
La idea de Leah era una misión suicida de infiltración en la que Asher no confiaba demasiado, peligrosa, pero, evidentemente, una táctica más inteligente que un ataque frontal directo. “No voy a sacrificar a alguien de mi familia por esto” habían sido las palabras exactas de Asher. Sonrió, ¿Le consideraba Asher de su familia? ¿De su grupo? No podía afirmar que el lobo le había tenido en cuenta a la hora de decir esto, pero era agradable ver como se preocupaba por los suyos, era una faceta de él que siempre que la veía, daba igual la cantidad de veces que pasase, le sorprendía.
Le sorprendió aún más que fuese Kothán quien se prestó, al final, como voluntario para infiltrarse en el campamento. Se quedó en silencio, observando como el zorro arrebataba la capa marrón de las manos de Leah y se la colocaba sobre los hombros; Syl y Asher tampoco dijeron nada en un principio, se limitaron a mirarle fijamente. No era ningún misterio que ellos estaban tan sorprendidos como él mismo.
¿A que venía aquel alarde de valentía en el último momento? Kothán había argumentado los motivos por los cuales él era el mejor candidato, pero, aun cuando estos tenían sentido, no dejaba de resultarle extraño. Lanzó una última mirada a la espada que pendía del cinturón del zorro y asintió levemente con la cabeza, daba igual lo que él pensase, el coyote había tomado una decisión y, por la forma en la que miraba a Syl, esta era definitiva.
[…]
Se dejó caer sobre la arena y contempló como Leah ultimaba las trampas de las que había hablado con anterioridad. La Nórgeda era una persona interesante, había podido captar parte de la conversación que esta había tenido con Syl. Una mujer con familia, con hijos que, aunque no fuesen de su misma clase, lo eran todo para ella; era algo que se podía asumir, simplemente, oyendo el tono de voz de la mujer al hablar de ellos.
Y allí estaba, arriesgando su vida para con un grupo de indeseables que dudaba mucho que se arriesgasen a acercarse siquiera a las proximidades de la ciudad. Era consciente lo importante que era la familia para el pueblo Nórgedo, también tenía muy presente que el concepto de familia podía extenderse bastante más para ellos. Sí Leah estaba allí era por su familia, daba igual que no les hubiese visto nunca, el mercader que proporcionaba comida a los suyos también era parte del circulo que debía proteger.
O eso era lo que Eltrant intuía por lo que había visto y conocía del pueblo Nórgedo, después de todo, apenas había cruzado varias palabras con Leah y todas tenían que ver con la emboscada que estaban preparando.
Se atusó la barba, analizó la arena roja bajo la cual estaban enterradas las trampas. Nunca había visto mecanismos como aquellos, eran de confección extraña, como los propios Bio-Cibernéticos. Negando con la cabeza y, tratando de no pensar demasiado en el efecto que harían aquellas cosas si pisabas sobre una, desenvolvió el espadón que colgaba a su espalda y la clavó sobre la arena, a su lado.
Oteó el cañón al que se dirigía el zorro, no parecía, al menos desde dónde estaban, muy fortificado, aunque sí que pudo vislumbrar alguna distante silueta haciendo de vigía en la parte más alta de las rocosas. Se preguntaba si les verían desde allí, no parecía posible, si fuese cierto les habrían lanzado todo el regimiento de bandidos que se ocultaban en el campamento.
Finalmente clavó los ojos en el último lugar en el que había viso la figura de Kothán, la cual se había disuelto entre las arenas tan pronto se alejó un par de palmos del grupo. La capa hacía su trabajo extraordinariamente bien, quizás Asher y Syl lo pudiesen ver mejor dados sus sentidos más afinados, pero él probablemente no vería al coyote reaparecerse hasta que fuese demasiado tarde.
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El estruendoso sonido de un cuerno de guerra cruzo el firmamento, frunció el ceño y miró a los demás. ¿Habían descubierto a Kothán? Apretó los dientes y negó con la cabeza, prefería pensar que no, el coyote era evasivo y tenía la capa de su lado, eso le tenía que servir de algo.
El cuerno de guerra de los renegados volvió a apoderarse de todo el sonido cercano al campamento, esta vez, además, se unieron a él distantes gritos de alerta apagados por el grosor de la montaña.
- Esa es la señal, supongo. – Se dijo pasándose la mano por el cuello, limpiándolo de sudor para, después de desclavar la espada de la arena colarse el mandoble a la espalda una vez más. No estaba seguro de que hacían ahora, ¿Era aquello parte del plan? Tragó saliva y oteó el horizonte ¿Iban a buscar a Kothan? ¿Esperaban a que él volviese por su propia cuenta? Miró a Asher esperando algo parecido a una reacción, pero la figura del coyote, seguida de cerca por tres bestias de gran tamaño y sus jinetes aparecieron en el lugar exacto en el que habían planeado.
Frunció el ceño, aquellas cosas eran rápidas, lo suficiente como para atrapar al coyote si no hacían algo rápido. Syl debió haber leído sus pensamientos y disparó de inmediato contra el animal que estaba más cerca de Koth, acertando de pleno entre sus fauces segundos antes de que este atrapase a su compañero de forma que el animal se desplomó sobre una de las trampas de Leah, activándola de inmediato.
Apenas se paró a mirar como la gigantesca cuchilla salía de las arenas y atravesaba al monstruo con una facilidad aterradora, matándolo al instante. Eltrant se deslizó por la duna desde la que observaba la situación dispuesto a auxiliar al zorro, que seguía inmerso entre los kags.
Llegó a tiempo para parar la espada del jinete que pertenecía al kag muerto con el brazo, el cual había rodado por la arena y, preso de la ira, se había vuelto a abalanzar sobre el coyote. Se sacudió al hombre de encima como buenamente pudo y se giró hacía Kothán.
- ¡Sigue corriendo! – Tomó al zorro por la camisa que este vestía y le instó a que continuase su camino con un empujón. - ¡Vamos! – Gritó, se volvió a girar hacia los que tenía delante, no podía darles la espalda. Tenían ventaja, estaban en un lugar repleto de trampas y su bando sabía en donde estaban posicionadas, no podía ser muy difícil. ¿O sí?
Sonrió, el corazón le latía con fuerza, el sol, en el firmamento, golpeaba la claymore plateada que desenvainó con cuidado. Todavía no había probado todo lo que podía hacer aquella hoja, aquella no era una mala oportunidad
Analizó a cada uno de los adversarios que tenía frente a él. Los jinetes se habían detenido, aquello estaba bien, les daba algo más de tiempo para preparase, se podía ver a simple vista que estos no sabían dónde podían pisar y dónde no, dudaban.
Frunció el ceño cuando el soldado que iba a pie se armó de valor volvió a lanzarse contra él, no le fue muy difícil adivinar que aquella espada, un arma diseñada para atravesar armaduras de cuero que vestían en aquellos lares, no iba a servir de gran cosa contra la coraza de metal que vestía bajo la tela de color blanco.
Observó durante unos segundos la cara de incredulidad que se dibujó en el rostro del bandido al contemplar como su golpe no servía de absolutamente nada. No le culpaba. ¿Quién en su sano juicio pretendía usar una armadura de placas en mitad del arenal?
- Adorable – Aseveró lanzando un tajo al hombro del soldado con su espada. La pesada hoja de metal ayudada por la gravedad traspasó el cuero que cubría el torso del hombre con relativa facilidad, rasgando la carne que protegía. - …Tiene pinta de doler - Pasar tanto tiempo con Asher comenzaba a ser una mala influencia, la expresión del hombre cambió varias veces antes de detenerse completamente, inerte, las últimas palabras que había oído habían sido un chiste malo. Frunciendo el ceño dio varios tirones de la espada, que se había atascado en el torso del, ahora, cadáver. – Sal, maldita sea - Por otro lado, la espada no estaba nada mal, el tamaño de la hoja le hacía ser ligeramente más lento, pero la forma de esgrimirla era idéntica y pegaba con mucha más fuerza, cosa que, como descubriría apenas segundos después de aquello, sería de mucha utilidad cuando el jinete de otro de los kag, cansado de ser paciente y de tratar de vislumbrar dónde estaban las trampas de Leah, se lanzó contra él.
Las fauces del animal se cerraron en torno al antebrazo de Eltrant, que, en aquella situación, no pudo hacer gran cosa para mantener al otro jinete ocupado, por lo que este comenzó a avanzar, cuidadosamente, a través del campo minado.
No le extrañaba que se lo tomasen con calma aun si se exponían a más saetas de, para ellos, el arquero desconocido que era Syl. Puede que estuviesen en una persecución, pero acababan de ver lo que las trampas eran capaces de hacer, no debían de querer correr riesgos, la única ventaja que tenían en aquella emboscada eran sus monturas.
- No estoy muy sabroso. Te lo prometo – Dijo Eltrant forcejando con la criatura, sintiendo como la armadura cedía ante la fuerza de las mandíbulas del Kag. – ¡Eh! - Se agachó rápidamente, esquivando la pica que portaba el jinete y que buscaba su frente - ¡No me apuntes con eso! – Exclamó apartando ahora la cabeza, girándose levemente - ¡¿Es que no ves que pincha!? – Agitó el brazo atrapado sin conseguir nada a cambio.
Chasqueó la lengua cuando vio como el otro se le escapaba y comenzaba a correr hacía Koth de nuevo, recobrando parte de la confianza en que no habría más trampas. ¿Cómo podía tener tanta suerte aquel tipo? ¿Habían intuido lo de la arena roja? No, no era eso, volvió a mirar tras de sí, habían sido las huellas de Kothán.
- ¡Se me escapa ese! – Gritó, volvió a girarse hacía el Kag que mordía su brazo - ¿¡Te importaría soltarme!? – Los dientes de la criatura comenzaban a perforar el acero. – ¡Muy bien! ¡Pues por las malas! – La espada pesaba demasiado como para blandirla con una sola mano, pero aquello no significaba que no pudiese golpear, malamente, al Kag con el pomo de la claymore. Repitió aquel gesto el número suficiente de veces hasta que al final, tras haber recibido varios impactos de la lanza en el torso y haber perdido gran parte de la tela que le cubría, le acertó en un ojo.
El kag rugió y retrocedió dolorido, Eltrant dejó escapar una risotada de júbilo y volvió a asir la espada con ambas manos, cosa que sirvió de más bien poco, pues la bestia saltó sobre él con un rugido y le arrastró por la arena, como si de un gato jugando con un insecto se tratase.
- No, no, no, no. – Repitió varias veces, cubriéndose la cabeza con ambos brazos, deseando que las zarpas no se la arrancasen de cuajo y rezando a los dioses por no acabar sobre la arena roja. - ¡Se acabó! – Estiró los brazos y agarró la arena que tenía bajo él, comenzó a arrastrarse todo lo rápido que pudo, que no era demasiado, hasta que llegó hasta dónde había caído la espada.
Lo primero que hizo al recuperarla, además de sentir como el kag le golpeaba en la espalda con fuerza y le propulsaba a través de la arena fue incorporarse. Después se defendió. Las dimensiones de la espada eran las suficientes como para que sirviesen de escudo improvisado.
Volvió a perder el equilibrio debido a la fuerza de la bestia y cayó al suelo de nuevo, pero la pata trasera de aquella cosa activó, por fortuna, una de las trampas y una gigantesca cuchilla brotó del suelo, cercenándola en lo que dura un parpadeo. La pierna cayó sobre la arena tiñéndola de carmesí casi a la vez que el animal rugió a los cielos dolorido, comenzando a girar sobre sí mismo de forma frenética, obligando a que el jinete se sujetase aun con más ahínco a su montura.
Aquella cosa estaba herida, pero no por ello era menos peligrosa, tragó saliva y sujetó su espada con firmeza, no podía dejarla escapar ni que se recuperase. Frunció el ceño y miró a su alrededor, hacía unos minutos que había pedido de vista a la otra criatura, pero ponerse a buscarla y descuidar a aquella era un suicidio, apretó los dientes y cargó contra la criatura y su jinete con la espada por delante, gritando.
Embistió con fuerza al animal[1], deteniéndose en seco en cuanto la tocó, era, básicamente, como si hubiese placado una pared. Aquella era una mole de carne inmensa, que estaba pretendiendo ¿Derribarla? Lo único que consiguió fue entumecerla un poco, obligarla a detenerse y sacudir la cabeza por el impacto, afortunadamente era justo lo que necesitaba, consiguió los segundos exactos para hundir su espada, profundamente, en la carne del animal.
Pero no había acabado, la jabalina del jinete seguía buscando su cabeza desesperadamente, ahora casi de forma enfermiza, y, por otro lado, aun sin pata trasera y herido, los afilados colmillos del Kag buscaban su carne entre rugidos de dolor. Apretó los dientes y cerró los ojos, podía notar como el acero seguía protegiéndole de los impactos del arma del jinete.
Empujó.
Gritó y, sin extraer la espada de la herida del Kag, comenzó a empujar asegurándose de que la cabeza del animal se quedaba siempre lo suficientemente lejos de él; había trampas por todas partes, solo era cuestión de tempo que se topase con alguna y acabase con aquella cosa de una vez, sin pierna trasera el animal no podía oponer demasiada resistencia.
Sacudió la cabeza cuando el envés de la lanza del renegado le golpeó en la cabeza, gritó a los dioses lo incompetentes que eran cuando las zarpas de la criatura le obligaron a detenerse unos segundos. Una brecha apareció en su frente, masculló un par de insultos en voz baja y reemprendió la marcha, no pasaba nada, aquello seguía siendo preferible a que le decapitasen.
Siguió empujando, ignoró la sangre que descendía por su frente y giró la espada, la cual seguía firmemente clavada en el cuerpo del Kag, para facilitarse las cosas; la herida de la criatura comenzó a manar aún más sangre, iba a debilitarla con el dolor.
No supo exactamente cuánto tiempo continuo de aquella forma, pero fue demasiado para su gusto; Si fueron minutos a Eltrant se le antojaron como horas. Pero al final el resorte de otra de las trampas se activó y la hoja oculta emergió de las profundidades de la tierra a una velocidad vertiginosa, cortando al animal en dos y lanzando al jinete por los aires.
Parpadeó repetidas veces, jadeando, contemplando el acero ensangrentado que había pasado a escasos centímetros frente a su cabeza mientras, ahora, agradecía a los dioses el no haber acabado como el Kah. Lo cierto es que tenía una relación un tanto bipolar con ellos.
Tras limpiarse la sangre de su frente con la poca tela blanca que cubría su armadura y extraer la espada de los restos del animal, se giró hacía el renegado, que se arrastraba, como buenamente podía, hacía la lanza que había escapado de entre sus manos.
Dejó caer el espadón sobre su hombro y avanzó en varios y pesados pasos hasta dónde estaba el hombre, el cual, viéndose incapaz de alcanzar lo que pretendía, se giró sobre sí mismo y encarando a Eltrant echó mano de su cinturón, donde descansaba la característica espada curva de los Nórgedos.
- No te lo aconsejo. – Dijo Eltrant ejecutando al renegado, clavando firmemente la espada en su pecho antes de que este pudiese siquiera desenvainar la suya. – Se acabó - Puede que sonase cruel, pero no tenía otra alternativa, no iban a trasladar prisioneros en aquella situación y tampoco pretendía dejarle con libertad, lo último que necesitaban es que este anunciase a sus amigos que el ladrón no era uno solo y que había escapado con los pergaminos.
Estaba seguro de que el hombre que yacía muerto a sus pies lo hubiese comprendido de no ser enemigos.
Se volvió a pasar la mano por la frente para, justo después atarse los restos de la tela blanca que aún le quedaba en torno a su cabeza, como si de un pañuelo se tratase. Se giró sobre sí mismo y buscó al resto del grupo con la mirada, el otro Kag le había esquivado y había ido directamente a por los planos.
Frunció el ceño, podía haberle dicho al muerto que había acabado, pero no sabía si los demás se habían deshecho del otro renegado. Armándose de nuevo con la espada se encaminó a la duna tras la cual se seguía oyendo el particular sonido del metal chocar entre sí.
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[1] Habilidad de Nivel 5: Embestir
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
El zorro cayó al suelo, agotado. Había estado muy cerca de acabar hecho pedazos, pero Syl había sido lo suficientemente rápido. Lamentablemente, la acción acababa de empezar. Eltrant había sido el primero en lanzarse contra los jinetes, y estos parecían haberse detenido un instante. Kothán corría peligro, pero el humano se aseguró de que siguiese moviéndose.
Uno de los kags le persiguió, evitando a Eltrant. Estaba ignorando la emboscada. ¿Tanto importaban esos mapas? ¿O era solo el instinto de atacar a todo lo que se comporte como una presa? No importaba. Tenía que hacer algo. Pero no había tiempo. El coyote estaba cansado, y la bestia que le seguía era demasiado rápida. Apunté al kag con mi espada, y di tan solo un nombre.
-¡SILENCIO!- exclamé. El anillo del mango comenzó a brillar y volverse negro. Un ser de la oscuridad más absoluta surgió de la nada, entre el kag y su presa. [1] Una criatura de vacío de forma indiscernible se lanzó contra el kag, deteniendo su carga y levantándolo ligeramente, impidiendo que sus patas delanteras tocasen el suelo. El jinete gruñó. Si ese truco le había sorprendido, no lo mostró: en cuanto vio a la invocación, lanzó un tajo contra el ser, atravesándolo sin dificultad. El monstruo se desvaneció sin un solo sonido. Pero la criatura se había quedado quieta unos breves instantes, intentando recuperar el equilibrio. -¡Syl! ¡Ahora!-
No hizo falta que lo dijese dos veces. En cuanto vio la oportunidad, el hombre gato corrió hacia el kag y saltó, subiendo al lomo de la bestia. [2] El jinete intentó darse la vuelta, sorprendido, pero no pudo evitarlo. La patada del felino le alcanzó de lleno, derribándole de su montura.
-¡Eso pasa por no ensillarlos!- sonrió el felino. Sin embargo, tuvo que saltar a las arenas al poco tiempo: al notar la intrusión, el kag empezó a agitarse y sacudirse, intentando tirarlo. -¡Leah!-
La mujer no le hizo esperar. Leah se lanzó contra el kag, incrustando sus hachas en las escamas del reptil y dejándolas encajadas en su grueso cuello. El animal rugió y se giró, azotándole con su larga cola en el pecho y lanzándole unos metros por el aire. La Nórgeda rodó por la arena. El impacto debía haberle dejado sin aliento.
Aquel depredador no iba a esperar a que se recompusiese. La bestia la persiguió, abriendo y cerrando sus mandíbulas, buscando despedazar a la guerrera. Un virote se hundió entre las escamas de su pierna trasera, haciendole soltar otro rugido de dolor. La mirada de Syl se había vuelto seria. No fallaría.
Pero había otro peligro cerca. El jinete había desaparecido.
-¡ASHER!- la voz de Koth gritó a mi espalda. Me torné. El zorro estaba de espaldas al cañón, retrocediendo. Su costado sangraba. El bandido estaba ahí. El hombre portaba un arma extraña, similar a una lanza acabada en una hoz. Corrí. No. No tenía tiempo. Brillo. Acero, plata, energía, distancia, luna. [3] Recité las runas en mi mente, y lancé un tajo al aire. Koth dejó caer los pergaminos al suelo. La onda blanca voló, en dirección al jinete. Este alzó llevó su arma atrás, preparando su siguiente ataque. No. Había tardado demasiado en intervenir. No le alcanzaría a tiempo. Kothán...
La lanza se movió, buscando hundirse en el zorro. Pero solo encontró acero. En un rápido movimiento, Koth interpuso la espada de Eltrant entre si mismo y su rival. Mi ataque impactó en la espalda del jinete. Un grito de dolor. El coyote aprovechó su oportunidad, y lanzó un tajo desesperado. El hombre cayó al suelo, derramando su sangre sobre la arena.
Me di la vuelta, buscando al kag. No fue difícil encontrarlo. El grito de guerra de Leah me hizo tornarme una vez más. ¿Qué estaba haciendo? Sus armas seguían clavadas en la bestia. Koth esquivó ágilmente las arremetidas del animal, intentando guiarlo a las trampas. Demasiado arriesgado. Me lancé a la carga. Esa vez no fallaría. Me deslicé bajo el kag, y me levanté con un tajo ascendente. El filo de mi espada se tiño de rojo. El rugido fue más débil esta vez. Le quedaba poco.
Pero no vi venir el zarpazo.
La armadura detuvo parte del arañazo. Pero dolió. Mi pecho ardía, y empecé a notar la cálida humedad de mi propia sangre. No. Tenía que levantarme. Intenté ponerme en pie, torpemente. No tenía tiempo, pero me sentía aletargado. El siguiente golpe-
El sonido de una hoja atravesando carne resonó en mis oídos. Miré alrededor. Leah estaba detrás del kag. En sus manos, una de sus trampas atravesaba el estómago de la bestia. ¿La había usado como arma? El combate había acabado. ¿Estaba Tale...? Notaba mi cabeza ligera. Caí al suelo. Vi a Syl. Estaba gritando algo, pero no lo entendía. ¿Que había...?
[1] Usado objeto: Sortija encantada por la luna (Súbdito de vacío)
[2] Syl ha usado su habilidad de Nivel 3: Trampolín
[3] Usada habilidad de nivel 1: Corte de energía
El hombre perro cayó inconsciente. Syl miró alrededor, dando órdenes. Leah se movió hacia Kothán, comprobando su estado y recogiendo sus pergaminos. No tenían tiempo.
-¡Tale! ¡Carga con Asher! ¡No tenemos tiempo!- exclamó, señalándolo. Para bien o para mal, las trampas iban a tener que quedarse allí. Tarde o temprano arruinarían el día de algún bandido o kag salvaje. ¿Por qué demonios se había desmayado el perro? Syl se apresuró a su compañero, ayudando a Eltrant. La herida era algo profunda, pero no demasiado ancha, gracias a la armadura. Sangraba bastante. El felino desató su cinturón, que era poco más que un largo trozo de tela roja, y lo colocó sobre la herida. Después, empezó a moverse.
-Kothán. ¿Estás bien? ¿Puedes caminar?- preguntó Leah, poniendo los pergaminos en su bolsa.
-Eso... no ha sido nada.- rió el zorro, antes de soltar un quejido al levantarse. Se llevó la mano al costado, pero se irguió. -Si, estoy bien... pero no me vendría mal un respiro.-
-Me temo que tendrá que esperar. Es posible que vengan más. Hay que darse prisa.- explicó la mujer. Koth esbozó una mueca. -Toma esto. Máscala.- dijo, dándole un manojo de hierbas secas. El zorro le miró extrañado, pero obedeció.
-Buagh. Están amargas.- se quejó.
-Tu hazlo, y ya verás como te deja de doler. Es inhibis.- aseguró la mujer, encabezando la marcha.
El paso fue rápido. Tras diez eternos minutos, el grupo empezó a respirar más tranquilo. Los renegados no parecían seguirlos. Pero no podían estar seguros.
-Es... la primera vez que he matado a alguien.- musitó Kothán.
-Espera. ¿De verdad? ¿Cuantos años tienes?- preguntó Leah, sorprendida. -Nunca puedo estar segura con hombres bestia...-
-...grosera. Tengo treinta y ocho. Creo.-
-¿Qué? ¿Eres más mayor que Asher?- interrumpió Syl, incrédulo.
-¿...insinuas algo?- El gato no respondió. -Bueno. Si, como decia... he derramado sangre alguna vez, pero... nunca a matar. Directamente.-
-¿Directamente?- inquirió la mujer, frunciendo el ceño.
-Los accidentes ocurren... tal vez le haya robado a alguien algo que necesitase para sobrevivir, o... negado a ayudar a un moribundo, pero...- aclaró. -Nunca con intención de matar...-
-No te preocupes. Lo has hecho muy bien. El tipo estaba bastante muerto.- aseguró Leah.
-Gracias, es todo un alivio.- replicó, sarcástico.
Un gruñido escapó de los labios de Asher. El hombre perro pestañeó un par de veces, antes de abrir los ojos definitivamente. Syl suspiró, sintiendo como se libraba de una pesada carga sobre sus hombros... literalmente. Dejó que se arrodillase sobre la arena antes de ayudarlo a levantarse.
-¿...que ha pasado?- preguntó. -Oh. Seguimos aquí.- observó, mirando alrededor
-Oh, mirad. Debe haberle invocado el uso del sarcasmo.- sonrió Koth.
-Tranquilo. Estamos bien. Tan solo... vamos de vuelta al refugio, antes de descansar.- dijo Syl. -Será mejor quedarnos ahí por el resto del día. Lo necesitamos.-
Una vez de vuelta en el refugio de los Nórgedos, todo el mundo se dejó caer sobre un asiento o el suelo. Me dolía todo el cuerpo, pero ni siquiera era el que peor estaba. Solo tenia una herida, después de todo. ¿Era esa la tela de Syl? Olía a Syl.
-¿Ha dejado de doler?- le preguntó Leah al zorro.
-Err... más o menos. Aún lo noto, pero menos que antes.- admitió, ladeando la cabeza.
-Pues no debería, porque la hoja de inhibis no hace nada. Es la flor la que adormece el dolor.- sonrió Leah. El rostro de Koth no expresaba alegría.
-Te odio.- gimió, escupiendo las hierbas mascadas al suelo. -¿Como demonios le has mentido al dolor? Eso no debería ser posible.-
-¿...es grave?- pregunté con un hilo de voz. Me sentía algo culpable. Debería haber estado más atento. Reaccionado antes. Pero el zorro agitó la mano, restándole importancia.
-No es para tanto. Nada que me hiciese perder el conocimiento. Pero espero que deje cicatriz. Son sexys.- sonrió.
-Si alguien se acerca lo suficiente para ver la cicatriz, es que no necesitas ser atractivo. Es bastante superficial.- observó Syl, acuclillándose para revisar mi herida. Me desaté el cinto y se lo di, asintiendo agradecido. -...no es tan serio. ¿Por qué te has desmayado?-
-Quería llamar la atención, obviamente.- respondí. Después, me encogí de hombros. -No lo sé. A veces pasa... hay gente que se desmaya al recibir cualquier golpe serio. Pero generalmente tengo que perder mucha sangre para eso...- musité.
-Aún tienes esa crema, ¿verdad?- preguntó el felino. Asentí, y llevé la mano a mi bolsillo, sacando el frasco que compró Syl. Suspiré. Odiaba el olor.
-Espera. Eltrant lo necesita más.- repliqué, buscando al humano con la mirada. Sorprendéntemente, no parecía herido. -...me tomas el pelo. ¿De verdad?- refunfuñé. Debía ser la primera vez que salía de un combate sin estar medio muerto. -Ugh. Vale.-
Odiaba depender de medicinas. Me quité la armadura, exponiendo la otra mitad de mi torso, y empecé a aplicar ese potingue sobre la herida. Iba a tener que limpiarme después. La sangre había ensuciado mi pelaje hasta la cintura. Una vez terminado el frasco, me levanté, asegurandome de respirar por la boca.
-¿Que tal estás tú, Leah? Ese kag te dio un buen golpe.- observó Syl.
-Para nada. Me lo merezco, por no haberlo visto venir. Pero al final, le dimos bien, ¿eh?- dijo, lanzando una risotada. -Hacemos un buen equipo, debo admitir. Aunque los trucos del perro me siguen poniendo de los nervios.-
El gato asintió, probablemente de acuerdo.
-Lo secundo.- dijo Koth.
-¡Traidor! ¡Mortal, defiende mi honor!-
-¿Qué? Ese bicho de sombras me puso los pelos de punta. No me importa si vas lanzando bolas de fuego o lo que sea, pero esa cosa...- un pequeño escalofrío sacudió su cuerpo. -¿Y que es eso de ponerle nombre?-
-Venga, es inofensivo.- dije, chasqueando la lengua. -Y se llama Silencio, porque no hace ruido. El que es inquietante de verdad es Grito.- sonreí.
-No quiero conocerlo.-
-Sois tan raros...- dijo Leah, negando con la cabeza. -De todas formas... creo que nunca os pregunté. ¿Por qué os exiliaron?- dijo. El cambio de tema me pilló de improvisto. ¿Habíamos ablandado su corazón lo suficiente como para que sintiese curiosidad?
-Robo.- respondió Syl. -Metí mano en el bolsillo equivocado. Aunque también podrían haberme pillado por caza furtiva. ¿Tú?-
-Asalto. Era cazarrecompensas cuando estaba en el exterior, ¿recuerdas? Pues este tipo tenia era clavadito a un tipo bastante buscado... resulta que era su hermano, o algo así. No me acuerdo demasiado. Estaba borracha. Pero básicamente, era el hermano rico.- dijo, encogiéndose de hombros. Luego, miró a Kothán.
-¿Yo? Es mi primera vez aquí. No me han exiliado. Pero si lo hicieran, sería por robo. O estafa. O desorden público. O por ser un vagabundo...- admitió Koth, refiriéndose a la "extraña" ausencia de gente sin techo en Roilkat. Yo era el siguiente. Carraspeé.
-Bueno, primero diré los de Dann e Irirgo. El único crimen de Dann fue quedarse en deuda, por una estafa. El exilio de Irirgo fue voluntario. Ni siquiera vivía en Roilkat. Yo...- suspiré. Entraba en un territorio algo difícil. Syl sabía la historia, y probablemente Eltrant también, pero el resto de los presentes no.- Era un mercenario. Pero uno bastante... salvaje. Odiaba a la gente para la que trabajaba, y acababa haciendo lo que me viniese en gana. Asaltos, robos, asesinatos... Un día, la guardia me atrapó. Y estuve entre rejas durante meses.
>> Creía que me iban a ejecutar, pero no fue así. Mi juicio fue bastante caotico y divertido, la verdad. Pero incluso si la gente quería mi cabeza, mi destino fue distinto. Me llevaron ante un capitán de la guardia. Tyron. Él tuvo una brillante idea. ¿Por qué ejecutar a criminales, si puedes usarlos para mejorar la vida del resto y que paguen su deuda a la sociedad? De esa forma, el desgraciado no moriría, y la gente se beneficiaría. Todos ganan, ¿eh?
En ese momento, no estaba de acuerdo. Quería morir. Lo prefería a ser esclavizado. Pero no tuve la opción. Y me marcaron con esto. La runa de mi hombro. Aún me sorprende que no la hayan usado para traerme de vuelta. Si no me hubiese mantenido fuera del alcance de la guardia, seguramente lo habrían hecho. No recuerdo cuanto tiempo estuve allí. ¿Dos meses? ¿Más? El tiempo se hace eterno cuando te han roto.
Pero un día, conseguí mi oportunidad. Partidas de reconocimiento a un territorio desconocido, después de la guerra con vosotros. Roiland quería conquista. Me enviaron aquí, junto a otro grupo. Eramos seis en total. En cuanto llegamos a un pueblo, tres de los guardias intentaron violar a una local. Derecho de conquista o algo así, lo llamaron. Los otros tres les dimos una paliza. En medio del conflicto, apareció Bashira con su séquito.
Aproveché. Mentí sobre mi identidad, pero dije la verdad sobre los tres guardias. Bashira me acogió a vuestro pueblo. Estar aquí era mejor que ser un esclavo, así que me quedé. Hasta que vi que tampoco era seguro.
Suspiré, terminando mi historia. Todo el mundo se había callado, dejando un silencio solemne en la sala. Miré alrededor. Syl cerró lentamente sus ojos y asintió, dándome su apoyo. Koth me miraba, aún con interés. Leah era la única que parecía pensativa respecto a la historia. Sin embargo, al final pareció satisfecha.
-No apruebo el que hayas engañado a Bashira, pero... parece que tenias tus motivos. Todo el mundo tiene derecho a querer ser libre.- afirmó. -¿Qué hay de ti, Eltrant Tale?-
-Él... tampoco es un exiliado. Lo conocí el día de mi juicio. Era un guardia.- interrumpí.
-¿Qué? ¿Has traído un guardia hasta aquí?- saltó la mujer, levantándose. -Lamkh. ¿Estás mal de la cabeza?-
-He dicho "era"- gruñí, enseñando los dientes.- Lo dejó.-
-Un guardia sin uniforme sigue siendo un guardia.- replicó Leah.
-Da igual si lo es o no. Le confiaría mi vida.- respondí, levantándome también. Desafié a la mujer con la mirada. Acabábamos de luchar juntos. Había acabado con un kag, sin ayuda, por nosotros. ¿A qué venía esa actitud?
-Espera. ¿Por qué no le preguntamos a él? Eltrant. ¿Estás con la guardia de Lunargenta?-
Todas las miradas se tornaron al humano, expectantes. No importaba lo que dijese. Estaría a su lado.
Uno de los kags le persiguió, evitando a Eltrant. Estaba ignorando la emboscada. ¿Tanto importaban esos mapas? ¿O era solo el instinto de atacar a todo lo que se comporte como una presa? No importaba. Tenía que hacer algo. Pero no había tiempo. El coyote estaba cansado, y la bestia que le seguía era demasiado rápida. Apunté al kag con mi espada, y di tan solo un nombre.
-¡SILENCIO!- exclamé. El anillo del mango comenzó a brillar y volverse negro. Un ser de la oscuridad más absoluta surgió de la nada, entre el kag y su presa. [1] Una criatura de vacío de forma indiscernible se lanzó contra el kag, deteniendo su carga y levantándolo ligeramente, impidiendo que sus patas delanteras tocasen el suelo. El jinete gruñó. Si ese truco le había sorprendido, no lo mostró: en cuanto vio a la invocación, lanzó un tajo contra el ser, atravesándolo sin dificultad. El monstruo se desvaneció sin un solo sonido. Pero la criatura se había quedado quieta unos breves instantes, intentando recuperar el equilibrio. -¡Syl! ¡Ahora!-
No hizo falta que lo dijese dos veces. En cuanto vio la oportunidad, el hombre gato corrió hacia el kag y saltó, subiendo al lomo de la bestia. [2] El jinete intentó darse la vuelta, sorprendido, pero no pudo evitarlo. La patada del felino le alcanzó de lleno, derribándole de su montura.
-¡Eso pasa por no ensillarlos!- sonrió el felino. Sin embargo, tuvo que saltar a las arenas al poco tiempo: al notar la intrusión, el kag empezó a agitarse y sacudirse, intentando tirarlo. -¡Leah!-
La mujer no le hizo esperar. Leah se lanzó contra el kag, incrustando sus hachas en las escamas del reptil y dejándolas encajadas en su grueso cuello. El animal rugió y se giró, azotándole con su larga cola en el pecho y lanzándole unos metros por el aire. La Nórgeda rodó por la arena. El impacto debía haberle dejado sin aliento.
Aquel depredador no iba a esperar a que se recompusiese. La bestia la persiguió, abriendo y cerrando sus mandíbulas, buscando despedazar a la guerrera. Un virote se hundió entre las escamas de su pierna trasera, haciendole soltar otro rugido de dolor. La mirada de Syl se había vuelto seria. No fallaría.
Pero había otro peligro cerca. El jinete había desaparecido.
-¡ASHER!- la voz de Koth gritó a mi espalda. Me torné. El zorro estaba de espaldas al cañón, retrocediendo. Su costado sangraba. El bandido estaba ahí. El hombre portaba un arma extraña, similar a una lanza acabada en una hoz. Corrí. No. No tenía tiempo. Brillo. Acero, plata, energía, distancia, luna. [3] Recité las runas en mi mente, y lancé un tajo al aire. Koth dejó caer los pergaminos al suelo. La onda blanca voló, en dirección al jinete. Este alzó llevó su arma atrás, preparando su siguiente ataque. No. Había tardado demasiado en intervenir. No le alcanzaría a tiempo. Kothán...
La lanza se movió, buscando hundirse en el zorro. Pero solo encontró acero. En un rápido movimiento, Koth interpuso la espada de Eltrant entre si mismo y su rival. Mi ataque impactó en la espalda del jinete. Un grito de dolor. El coyote aprovechó su oportunidad, y lanzó un tajo desesperado. El hombre cayó al suelo, derramando su sangre sobre la arena.
Me di la vuelta, buscando al kag. No fue difícil encontrarlo. El grito de guerra de Leah me hizo tornarme una vez más. ¿Qué estaba haciendo? Sus armas seguían clavadas en la bestia. Koth esquivó ágilmente las arremetidas del animal, intentando guiarlo a las trampas. Demasiado arriesgado. Me lancé a la carga. Esa vez no fallaría. Me deslicé bajo el kag, y me levanté con un tajo ascendente. El filo de mi espada se tiño de rojo. El rugido fue más débil esta vez. Le quedaba poco.
Pero no vi venir el zarpazo.
La armadura detuvo parte del arañazo. Pero dolió. Mi pecho ardía, y empecé a notar la cálida humedad de mi propia sangre. No. Tenía que levantarme. Intenté ponerme en pie, torpemente. No tenía tiempo, pero me sentía aletargado. El siguiente golpe-
El sonido de una hoja atravesando carne resonó en mis oídos. Miré alrededor. Leah estaba detrás del kag. En sus manos, una de sus trampas atravesaba el estómago de la bestia. ¿La había usado como arma? El combate había acabado. ¿Estaba Tale...? Notaba mi cabeza ligera. Caí al suelo. Vi a Syl. Estaba gritando algo, pero no lo entendía. ¿Que había...?
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[1] Usado objeto: Sortija encantada por la luna (Súbdito de vacío)
[2] Syl ha usado su habilidad de Nivel 3: Trampolín
[3] Usada habilidad de nivel 1: Corte de energía
El hombre perro cayó inconsciente. Syl miró alrededor, dando órdenes. Leah se movió hacia Kothán, comprobando su estado y recogiendo sus pergaminos. No tenían tiempo.
-¡Tale! ¡Carga con Asher! ¡No tenemos tiempo!- exclamó, señalándolo. Para bien o para mal, las trampas iban a tener que quedarse allí. Tarde o temprano arruinarían el día de algún bandido o kag salvaje. ¿Por qué demonios se había desmayado el perro? Syl se apresuró a su compañero, ayudando a Eltrant. La herida era algo profunda, pero no demasiado ancha, gracias a la armadura. Sangraba bastante. El felino desató su cinturón, que era poco más que un largo trozo de tela roja, y lo colocó sobre la herida. Después, empezó a moverse.
-Kothán. ¿Estás bien? ¿Puedes caminar?- preguntó Leah, poniendo los pergaminos en su bolsa.
-Eso... no ha sido nada.- rió el zorro, antes de soltar un quejido al levantarse. Se llevó la mano al costado, pero se irguió. -Si, estoy bien... pero no me vendría mal un respiro.-
-Me temo que tendrá que esperar. Es posible que vengan más. Hay que darse prisa.- explicó la mujer. Koth esbozó una mueca. -Toma esto. Máscala.- dijo, dándole un manojo de hierbas secas. El zorro le miró extrañado, pero obedeció.
-Buagh. Están amargas.- se quejó.
-Tu hazlo, y ya verás como te deja de doler. Es inhibis.- aseguró la mujer, encabezando la marcha.
[. . .]
El paso fue rápido. Tras diez eternos minutos, el grupo empezó a respirar más tranquilo. Los renegados no parecían seguirlos. Pero no podían estar seguros.
-Es... la primera vez que he matado a alguien.- musitó Kothán.
-Espera. ¿De verdad? ¿Cuantos años tienes?- preguntó Leah, sorprendida. -Nunca puedo estar segura con hombres bestia...-
-...grosera. Tengo treinta y ocho. Creo.-
-¿Qué? ¿Eres más mayor que Asher?- interrumpió Syl, incrédulo.
-¿...insinuas algo?- El gato no respondió. -Bueno. Si, como decia... he derramado sangre alguna vez, pero... nunca a matar. Directamente.-
-¿Directamente?- inquirió la mujer, frunciendo el ceño.
-Los accidentes ocurren... tal vez le haya robado a alguien algo que necesitase para sobrevivir, o... negado a ayudar a un moribundo, pero...- aclaró. -Nunca con intención de matar...-
-No te preocupes. Lo has hecho muy bien. El tipo estaba bastante muerto.- aseguró Leah.
-Gracias, es todo un alivio.- replicó, sarcástico.
Un gruñido escapó de los labios de Asher. El hombre perro pestañeó un par de veces, antes de abrir los ojos definitivamente. Syl suspiró, sintiendo como se libraba de una pesada carga sobre sus hombros... literalmente. Dejó que se arrodillase sobre la arena antes de ayudarlo a levantarse.
-¿...que ha pasado?- preguntó. -Oh. Seguimos aquí.- observó, mirando alrededor
-Oh, mirad. Debe haberle invocado el uso del sarcasmo.- sonrió Koth.
-Tranquilo. Estamos bien. Tan solo... vamos de vuelta al refugio, antes de descansar.- dijo Syl. -Será mejor quedarnos ahí por el resto del día. Lo necesitamos.-
_________________________________________________________________________________________
Una vez de vuelta en el refugio de los Nórgedos, todo el mundo se dejó caer sobre un asiento o el suelo. Me dolía todo el cuerpo, pero ni siquiera era el que peor estaba. Solo tenia una herida, después de todo. ¿Era esa la tela de Syl? Olía a Syl.
-¿Ha dejado de doler?- le preguntó Leah al zorro.
-Err... más o menos. Aún lo noto, pero menos que antes.- admitió, ladeando la cabeza.
-Pues no debería, porque la hoja de inhibis no hace nada. Es la flor la que adormece el dolor.- sonrió Leah. El rostro de Koth no expresaba alegría.
-Te odio.- gimió, escupiendo las hierbas mascadas al suelo. -¿Como demonios le has mentido al dolor? Eso no debería ser posible.-
-¿...es grave?- pregunté con un hilo de voz. Me sentía algo culpable. Debería haber estado más atento. Reaccionado antes. Pero el zorro agitó la mano, restándole importancia.
-No es para tanto. Nada que me hiciese perder el conocimiento. Pero espero que deje cicatriz. Son sexys.- sonrió.
-Si alguien se acerca lo suficiente para ver la cicatriz, es que no necesitas ser atractivo. Es bastante superficial.- observó Syl, acuclillándose para revisar mi herida. Me desaté el cinto y se lo di, asintiendo agradecido. -...no es tan serio. ¿Por qué te has desmayado?-
-Quería llamar la atención, obviamente.- respondí. Después, me encogí de hombros. -No lo sé. A veces pasa... hay gente que se desmaya al recibir cualquier golpe serio. Pero generalmente tengo que perder mucha sangre para eso...- musité.
-Aún tienes esa crema, ¿verdad?- preguntó el felino. Asentí, y llevé la mano a mi bolsillo, sacando el frasco que compró Syl. Suspiré. Odiaba el olor.
-Espera. Eltrant lo necesita más.- repliqué, buscando al humano con la mirada. Sorprendéntemente, no parecía herido. -...me tomas el pelo. ¿De verdad?- refunfuñé. Debía ser la primera vez que salía de un combate sin estar medio muerto. -Ugh. Vale.-
Odiaba depender de medicinas. Me quité la armadura, exponiendo la otra mitad de mi torso, y empecé a aplicar ese potingue sobre la herida. Iba a tener que limpiarme después. La sangre había ensuciado mi pelaje hasta la cintura. Una vez terminado el frasco, me levanté, asegurandome de respirar por la boca.
-¿Que tal estás tú, Leah? Ese kag te dio un buen golpe.- observó Syl.
-Para nada. Me lo merezco, por no haberlo visto venir. Pero al final, le dimos bien, ¿eh?- dijo, lanzando una risotada. -Hacemos un buen equipo, debo admitir. Aunque los trucos del perro me siguen poniendo de los nervios.-
El gato asintió, probablemente de acuerdo.
-Lo secundo.- dijo Koth.
-¡Traidor! ¡Mortal, defiende mi honor!-
-¿Qué? Ese bicho de sombras me puso los pelos de punta. No me importa si vas lanzando bolas de fuego o lo que sea, pero esa cosa...- un pequeño escalofrío sacudió su cuerpo. -¿Y que es eso de ponerle nombre?-
-Venga, es inofensivo.- dije, chasqueando la lengua. -Y se llama Silencio, porque no hace ruido. El que es inquietante de verdad es Grito.- sonreí.
-No quiero conocerlo.-
-Sois tan raros...- dijo Leah, negando con la cabeza. -De todas formas... creo que nunca os pregunté. ¿Por qué os exiliaron?- dijo. El cambio de tema me pilló de improvisto. ¿Habíamos ablandado su corazón lo suficiente como para que sintiese curiosidad?
-Robo.- respondió Syl. -Metí mano en el bolsillo equivocado. Aunque también podrían haberme pillado por caza furtiva. ¿Tú?-
-Asalto. Era cazarrecompensas cuando estaba en el exterior, ¿recuerdas? Pues este tipo tenia era clavadito a un tipo bastante buscado... resulta que era su hermano, o algo así. No me acuerdo demasiado. Estaba borracha. Pero básicamente, era el hermano rico.- dijo, encogiéndose de hombros. Luego, miró a Kothán.
-¿Yo? Es mi primera vez aquí. No me han exiliado. Pero si lo hicieran, sería por robo. O estafa. O desorden público. O por ser un vagabundo...- admitió Koth, refiriéndose a la "extraña" ausencia de gente sin techo en Roilkat. Yo era el siguiente. Carraspeé.
-Bueno, primero diré los de Dann e Irirgo. El único crimen de Dann fue quedarse en deuda, por una estafa. El exilio de Irirgo fue voluntario. Ni siquiera vivía en Roilkat. Yo...- suspiré. Entraba en un territorio algo difícil. Syl sabía la historia, y probablemente Eltrant también, pero el resto de los presentes no.- Era un mercenario. Pero uno bastante... salvaje. Odiaba a la gente para la que trabajaba, y acababa haciendo lo que me viniese en gana. Asaltos, robos, asesinatos... Un día, la guardia me atrapó. Y estuve entre rejas durante meses.
>> Creía que me iban a ejecutar, pero no fue así. Mi juicio fue bastante caotico y divertido, la verdad. Pero incluso si la gente quería mi cabeza, mi destino fue distinto. Me llevaron ante un capitán de la guardia. Tyron. Él tuvo una brillante idea. ¿Por qué ejecutar a criminales, si puedes usarlos para mejorar la vida del resto y que paguen su deuda a la sociedad? De esa forma, el desgraciado no moriría, y la gente se beneficiaría. Todos ganan, ¿eh?
En ese momento, no estaba de acuerdo. Quería morir. Lo prefería a ser esclavizado. Pero no tuve la opción. Y me marcaron con esto. La runa de mi hombro. Aún me sorprende que no la hayan usado para traerme de vuelta. Si no me hubiese mantenido fuera del alcance de la guardia, seguramente lo habrían hecho. No recuerdo cuanto tiempo estuve allí. ¿Dos meses? ¿Más? El tiempo se hace eterno cuando te han roto.
Pero un día, conseguí mi oportunidad. Partidas de reconocimiento a un territorio desconocido, después de la guerra con vosotros. Roiland quería conquista. Me enviaron aquí, junto a otro grupo. Eramos seis en total. En cuanto llegamos a un pueblo, tres de los guardias intentaron violar a una local. Derecho de conquista o algo así, lo llamaron. Los otros tres les dimos una paliza. En medio del conflicto, apareció Bashira con su séquito.
Aproveché. Mentí sobre mi identidad, pero dije la verdad sobre los tres guardias. Bashira me acogió a vuestro pueblo. Estar aquí era mejor que ser un esclavo, así que me quedé. Hasta que vi que tampoco era seguro.
Suspiré, terminando mi historia. Todo el mundo se había callado, dejando un silencio solemne en la sala. Miré alrededor. Syl cerró lentamente sus ojos y asintió, dándome su apoyo. Koth me miraba, aún con interés. Leah era la única que parecía pensativa respecto a la historia. Sin embargo, al final pareció satisfecha.
-No apruebo el que hayas engañado a Bashira, pero... parece que tenias tus motivos. Todo el mundo tiene derecho a querer ser libre.- afirmó. -¿Qué hay de ti, Eltrant Tale?-
-Él... tampoco es un exiliado. Lo conocí el día de mi juicio. Era un guardia.- interrumpí.
-¿Qué? ¿Has traído un guardia hasta aquí?- saltó la mujer, levantándose. -Lamkh. ¿Estás mal de la cabeza?-
-He dicho "era"- gruñí, enseñando los dientes.- Lo dejó.-
-Un guardia sin uniforme sigue siendo un guardia.- replicó Leah.
-Da igual si lo es o no. Le confiaría mi vida.- respondí, levantándome también. Desafié a la mujer con la mirada. Acabábamos de luchar juntos. Había acabado con un kag, sin ayuda, por nosotros. ¿A qué venía esa actitud?
-Espera. ¿Por qué no le preguntamos a él? Eltrant. ¿Estás con la guardia de Lunargenta?-
Todas las miradas se tornaron al humano, expectantes. No importaba lo que dijese. Estaría a su lado.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
Arrastró la espada por la arena dejando tras de sí un pequeño surco que marcaba su limitada travesía hacía el lugar en el que, por el sonido, debían de estar los demás combatiendo al último Kag.
Resopló agotado, trepando la duna, sintiendo como el sol impactaba ahora directamente contra su armadura y se giró por última vez a observar si alguno de los sujetos a los que había enfrentado seguían vivos o no.
Estaban bastante muertos, era imposible que pudiesen siquiera moverse.
Una vez llegó lo alto de la duna se encontró con que el último de los kag acababa de ser abatido por sus compañeros y que su jinete también estaba muerto; el sonido del combate había desaparecido, reemplazado por la voz de Syl que, nerviosa, gritaba órdenes a todos los presentes.
Frunció el ceño y, apresuradamente, envainó la gigantesca hoja que tenía en la mano para correr hasta dónde estaban Syl y los demás, apenas tardó unos instantes, le sorprendió la velocidad que podía poner a su disposición en determinados momentos.
Asher yacía abatido en el suelo.
- ¿¡Que ha pasado?! – La respuesta a aquella pregunta era evidente, asintió a las palabras de Syl y levantó, junto al gato, como buenamente pudo al perro. Examinó a los demás por encima, mientras afianzaba sus manos en torno a Asher, para que no se le escapase. ¿Cómo podía haberles dejado solos? Negó con la cabeza, ahora no era el momento para preocuparse por eso.
Asió al can aun con más fuerza y aguardó a Syl envolviese la herida de su líder con su cinturón, intentando frenar la sangre que manaba de ella, comenzando a caminar, justo después, en dirección al refugio, siguiendo a Leah de cerca, que había tomado la delantera.
Apretó los dientes, había visto muchas heridas como la del perro en su propio cuerpo, por fortuna este estaba vistiendo aquel intento de armadura de cuero, el cual parecía haber frenado parte del tajo y no aparentaba ser una herida demasiado profunda.
Lo que más le preocupaba era la sangre, independientemente de la profundidad del corte, la sangre no dejaba de salir.
El sudor seguirá resbalando por su frente, la caminata se estaba convirtiendo en un paseo interminable, pero no iba a permitirse bajar el ritmo, los renegados no les seguían, pero siempre cabía la posibilidad de que se estuviesen reagrupando.
Volvió a trastabillar, su pierna se hundió profundamente en la arena, masculló un par de insultos y salió de aquella trampa natural. Quizás él no fuese tan ágil en las arenas como los demás, pero lo paliaba con fuerza de voluntad, no pensaba detenerse hasta que llegasen al refugio, aunque tuviese que cargar con el perro por su cuenta.
Tragó saliva y se reajustó el peso del perro sobre su hombro, no sabía exactamente cuándo podía pesar Asher, pero podían ser noventa kilos fácilmente. Sin contar su equipo.
Frente a ellos, Leah y Kothán lideraban la marcha, Eltrant enarcó una ceja al escuchar hablar al coyote, su espada le había sido de ayuda después de todo, cerró los ojos unos instantes escuchándole hablar, conocía aquella sensación.
En cierto modo la echaba en falta, matar se había vuelto preocupantemente fácil para él, los dos hombres a los que, en el sentido más literal de la palabra, había ejecutado seguían siendo personas con aspiraciones y, muy probablemente, familia. Pero no le habían dejado otra solución, aquella era la única manera de la que podía dejar.
No dejaban otra solución.
Antes de que pudiese intervenir en la conversación Asher dio su primera muestra de vida desde que perdió el conocimiento, gruñó levemente, momento en el que, siguiendo los movimientos del felino, Eltrant le dejó descansar en la arena, arrodillado.
- Bienvenido de vuelta. – Dijo Eltrant con una sonrisa, agachándose junto a él, examinando la herida, la cual, gracias al cinturón de Syl, había dejado de sangrar. – Syl tiene razón - Dijo ayudando al perro a levantarse. – Relájate – Volvió a ayudarle a cargar con su peso. – Todo ha salido bien. – Sentenció.
Apoyó su claymore a un lado, en la esquina de la habitación.
- No se va a morir, no te preocupes por él. – Dijo Eltrant con una sonrisa cuando Asher preguntó, desde dónde estaba, si la herida del coyote era grave. – Es demasiado escurridizo para que la muerte le atrape. – Procedió a quitarse los guanteletes, el izquierdo seguía ligeramente doblado, con las dentelladas del Kag firmemente marcadas en él. - … Y cargante. – Añadió cuando se desabrochó las correas que mantenían sujeta la coraza a su pecho.
Torció el gesto cuando notó como le dolía el pecho y los brazos en diferentes puntos. ¿Incluso cuando no tenía sangre? Se descamisó mientras escuchaba hablar a Leah y, comprobó, que estaba repleto de moratones.
- Pues que bien. – Era lo que se merecía, palpó los distintos moratones, comprobando si bajo ellos había algún hueso roto. No debía de haberlo, los sentirían al moverse. Sacudió la cabeza y se volvió a colocar la camisa, el Kag había jugado con él de la misma forma que un gato jugaba con un ovillo de lana, tenía suerte de seguir con vida.
Se sentó de nuevo junto al grupo, justo cuando Asher mencionó que a veces la gente se desmayaba por que sí, solo con sentir un dolor muy agudo.
- A veces pasa. – Dijo reafirmando las palabras del perro – Hay veces en la que… - Se atusó la barba, buscando exactamente como decirlo. – Te apagas. – Añadió. – Como una antorcha a la que le da una corriente de aire muy intensa. – No habían sido pocas las veces en las que le había pasado, podía contar unas diez sin siquiera esforzarse en pensar demasiado.
Analizó el frasco que sacó Asher de sus bolsillos, parecía medicamento. Era una buena idea llevar esas cosas encima para casos como el que se encontraban, una idea que, por alguna razón, Eltrant nunca parecía entender, y no era por falta de bolsillos.
Dejó escapar una risotada cuando el lobo le miró de arriba abajó y refunfuñó al verle sin heridas de gravedad.
- Lo creas o no, también me sorprende. – Dijo riendo, encogiéndose de hombros. – Deja de quejarte y ponte eso. – Ordenó de buen humor, estirando los brazos, gimiendo en voz baja cuando los músculos se le resintieron.
- A mí no me mires. – Dijo negando con la cabeza ante la petición de Asher, se calló un instante y frunció el ceño. ¿Acababa de responder al nombre de “Mortal”? Iba a tener una charla muy seria con Lyn cuando volviese a la ciudad. - ¿Bicho de sombras? – Inquirió mirando a Asher, la conversación habita tomado un cáliz un tanto extraño y solo se había ausentado mentalmente unos minutos, trató de unir las piezas, por los nombres que tenían y la forma que el perro había tenido de decir “Son inofensivos” no le apetecía descubrir de que se trataban.
Seguidamente y, por primera vez desde que Leah estaba con el grupo, esta pareció interesarse de verdad por los presentes. Les preguntó acerca de su procedencia, de cómo habían acabado en el arenal exiliados.
Podía intuir las historias de los presentes, todas se parecían en cierto modo, metete con el tipo equivocado, roba al sujeto equivocado. La de Asher era la que más se salía de la línea y, muy a su pesar, una que conocía muy bien.
No dijo nada, escuchó atentamente como el lobo exponía lo que había vivido cuando se conocieron en la guardia. Se preguntó cómo estaba Tyron, o en el destino que había tenido Garret con la ciudad llena de vampiros. Agachó la cabeza y se centró en la voz del lobo. Cuando finalizó la historia la habitación se quedó en silencio.
Alzó la mirada cuando le preguntaron cómo había acabado él en aquel lugar, el corazón se le saltó un latido mientras pensaba que responder, pero Asher se adelantó y le dijo simple y llanamente la verdad.
Sonrió al ver la reacción de la mujer, bajó la cabeza y negó con ella lentamente, dejando escapar una ligera risa. No le sorprendía la reacción que esta había tenido “Un guarda sin uniforme sigue siendo un guarda” En cierto modo no se equivocaba, en cierto modo.
Miró a Asher unos segundos, analizando su expresión al discutir con la Nórgeda. Le estaba defendiendo con uñas y dientes, aun en aquella situación. En momentos como aquel no podía sino sentirse parte de su familia, era innegable, Asher cuidaba de los suyos aun cuando todo estaba en contra de ellos, y él respondería de igual forma, siempre que le necesitase.
Kothán, al final, le preguntó a él directamente si estaba con la Guardia de Lunargenta. Una pregunta bastante simple de contestar, con un “Sí” o un “No” le bastaría a cualquiera, pero para él esa pregunta era bastante más compleja. Agradecía, sin embargo, que lo hubiese hecho, el zorro había sido rápido en darle la palabra a él antes de que todo acabase peor.
Se pasó la mano por el pelo y suspiró levemente, podía ver los ojos de todos clavados en él, juzgándole.
- Estoy… - Se pensó que decir – Estoy… con los que me necesiten. Es bastante simple. – Aseguró, él también se había oído, era consciente de lo ambiguo y lo ingenuo que sonaba eso, casi a cuento infantil. Miró a Leah durante unos instantes, después pasó de cara en cara, estudiando las expresiones de los demás. – Sí, se cómo suena… pero me da igual si es enfrentándome a un Kag gigante en un coliseo de Dalmasca. – Dijo – … O encajando el puñetazo cargado de ira de alguien que ha recibido un castigo injusto. – Continuó hablando. – Hay veces que los demás no pueden valerse por sí mismos, da igual los motivos y las circunstancias. En esos momentos… bueno, en esos momentos ayudas. Por qué es lo único que puedes hacer. ¿Quién va a hacerlo si no? – Llegados a aquel punto no sería ningún misterio pensar que los presentes se habían dado cuenta de que no era precisamente un maestro dando discursos.
– Me gusta pensar que el mundo necesita más… - Sonrió, cerró los ojos, aquella frase era una tontería; quizás a Lyn le gustase y la pusiese en su libro cada tres párrafos, puede que Irirgo le encontrase cierto romanticismo, pero en aquella habitación no encajaba, o eso pensaba. – No sé. – Se levantó, estiró los brazos, suspiró. – Vestí los colores de la guardia de Lunargenta. – Afirmó. – Eso es así. Encarcelé ladrones y nobles. Más de la mitad de Aerandir quiere verme muerto por ello y la mayoría quieren que sufra en el proceso. – Se golpeó levemente el pecho, frunció el ceño. – Pero se quiénes son mis amigos, independientemente de cómo piensen. No dudaría un instante en dar mi vida por Asher, por todos los que estáis en esta habitación. – Relajó ligeramente la expresión y tomó aire – No es un trabajo bien pagado. – Volvió a sonreír – Pero es un buen trabajo – Dijo encogiéndose de hombros. – Ese es quien soy. – Dijo sentandose de nuevo.
No sabía si aquello iba a ser suficiente para los presentes, confiaba en que sí para Asher, dudaba de los demás; aunque, curiosamente, Kothán estaba bastante más simpático con él de lo que recordaba, quizás la charla acerca de la enfermedad de Asher había servido de algo.
Cerró los ojos unos segundos, la claridad que entraba por los agujeros del techo comenzaba a desaparecer, lentamente, la noche llegaba y con ella, el particular frío del desierto. Noches heladas y días infernales, los Nórgedos eran gente recia, de eso no cabía duda.
Pensó en lo que podría estar haciendo la vampiresa en la taberna y suspiró, necesitaban ese dinero para continuar con el viaje, confiaba en que lo gastase con prudencia.
Suspiró y esperó una respuesta, sí Leah decidía expulsarle, aun si era por la fuerza, no pensaba defenderse.
Resopló agotado, trepando la duna, sintiendo como el sol impactaba ahora directamente contra su armadura y se giró por última vez a observar si alguno de los sujetos a los que había enfrentado seguían vivos o no.
Estaban bastante muertos, era imposible que pudiesen siquiera moverse.
Una vez llegó lo alto de la duna se encontró con que el último de los kag acababa de ser abatido por sus compañeros y que su jinete también estaba muerto; el sonido del combate había desaparecido, reemplazado por la voz de Syl que, nerviosa, gritaba órdenes a todos los presentes.
Frunció el ceño y, apresuradamente, envainó la gigantesca hoja que tenía en la mano para correr hasta dónde estaban Syl y los demás, apenas tardó unos instantes, le sorprendió la velocidad que podía poner a su disposición en determinados momentos.
Asher yacía abatido en el suelo.
- ¿¡Que ha pasado?! – La respuesta a aquella pregunta era evidente, asintió a las palabras de Syl y levantó, junto al gato, como buenamente pudo al perro. Examinó a los demás por encima, mientras afianzaba sus manos en torno a Asher, para que no se le escapase. ¿Cómo podía haberles dejado solos? Negó con la cabeza, ahora no era el momento para preocuparse por eso.
Asió al can aun con más fuerza y aguardó a Syl envolviese la herida de su líder con su cinturón, intentando frenar la sangre que manaba de ella, comenzando a caminar, justo después, en dirección al refugio, siguiendo a Leah de cerca, que había tomado la delantera.
Apretó los dientes, había visto muchas heridas como la del perro en su propio cuerpo, por fortuna este estaba vistiendo aquel intento de armadura de cuero, el cual parecía haber frenado parte del tajo y no aparentaba ser una herida demasiado profunda.
Lo que más le preocupaba era la sangre, independientemente de la profundidad del corte, la sangre no dejaba de salir.
[…]
El sudor seguirá resbalando por su frente, la caminata se estaba convirtiendo en un paseo interminable, pero no iba a permitirse bajar el ritmo, los renegados no les seguían, pero siempre cabía la posibilidad de que se estuviesen reagrupando.
Volvió a trastabillar, su pierna se hundió profundamente en la arena, masculló un par de insultos y salió de aquella trampa natural. Quizás él no fuese tan ágil en las arenas como los demás, pero lo paliaba con fuerza de voluntad, no pensaba detenerse hasta que llegasen al refugio, aunque tuviese que cargar con el perro por su cuenta.
Tragó saliva y se reajustó el peso del perro sobre su hombro, no sabía exactamente cuándo podía pesar Asher, pero podían ser noventa kilos fácilmente. Sin contar su equipo.
Frente a ellos, Leah y Kothán lideraban la marcha, Eltrant enarcó una ceja al escuchar hablar al coyote, su espada le había sido de ayuda después de todo, cerró los ojos unos instantes escuchándole hablar, conocía aquella sensación.
En cierto modo la echaba en falta, matar se había vuelto preocupantemente fácil para él, los dos hombres a los que, en el sentido más literal de la palabra, había ejecutado seguían siendo personas con aspiraciones y, muy probablemente, familia. Pero no le habían dejado otra solución, aquella era la única manera de la que podía dejar.
No dejaban otra solución.
Antes de que pudiese intervenir en la conversación Asher dio su primera muestra de vida desde que perdió el conocimiento, gruñó levemente, momento en el que, siguiendo los movimientos del felino, Eltrant le dejó descansar en la arena, arrodillado.
- Bienvenido de vuelta. – Dijo Eltrant con una sonrisa, agachándose junto a él, examinando la herida, la cual, gracias al cinturón de Syl, había dejado de sangrar. – Syl tiene razón - Dijo ayudando al perro a levantarse. – Relájate – Volvió a ayudarle a cargar con su peso. – Todo ha salido bien. – Sentenció.
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Apoyó su claymore a un lado, en la esquina de la habitación.
- No se va a morir, no te preocupes por él. – Dijo Eltrant con una sonrisa cuando Asher preguntó, desde dónde estaba, si la herida del coyote era grave. – Es demasiado escurridizo para que la muerte le atrape. – Procedió a quitarse los guanteletes, el izquierdo seguía ligeramente doblado, con las dentelladas del Kag firmemente marcadas en él. - … Y cargante. – Añadió cuando se desabrochó las correas que mantenían sujeta la coraza a su pecho.
Torció el gesto cuando notó como le dolía el pecho y los brazos en diferentes puntos. ¿Incluso cuando no tenía sangre? Se descamisó mientras escuchaba hablar a Leah y, comprobó, que estaba repleto de moratones.
- Pues que bien. – Era lo que se merecía, palpó los distintos moratones, comprobando si bajo ellos había algún hueso roto. No debía de haberlo, los sentirían al moverse. Sacudió la cabeza y se volvió a colocar la camisa, el Kag había jugado con él de la misma forma que un gato jugaba con un ovillo de lana, tenía suerte de seguir con vida.
Se sentó de nuevo junto al grupo, justo cuando Asher mencionó que a veces la gente se desmayaba por que sí, solo con sentir un dolor muy agudo.
- A veces pasa. – Dijo reafirmando las palabras del perro – Hay veces en la que… - Se atusó la barba, buscando exactamente como decirlo. – Te apagas. – Añadió. – Como una antorcha a la que le da una corriente de aire muy intensa. – No habían sido pocas las veces en las que le había pasado, podía contar unas diez sin siquiera esforzarse en pensar demasiado.
Analizó el frasco que sacó Asher de sus bolsillos, parecía medicamento. Era una buena idea llevar esas cosas encima para casos como el que se encontraban, una idea que, por alguna razón, Eltrant nunca parecía entender, y no era por falta de bolsillos.
Dejó escapar una risotada cuando el lobo le miró de arriba abajó y refunfuñó al verle sin heridas de gravedad.
- Lo creas o no, también me sorprende. – Dijo riendo, encogiéndose de hombros. – Deja de quejarte y ponte eso. – Ordenó de buen humor, estirando los brazos, gimiendo en voz baja cuando los músculos se le resintieron.
- A mí no me mires. – Dijo negando con la cabeza ante la petición de Asher, se calló un instante y frunció el ceño. ¿Acababa de responder al nombre de “Mortal”? Iba a tener una charla muy seria con Lyn cuando volviese a la ciudad. - ¿Bicho de sombras? – Inquirió mirando a Asher, la conversación habita tomado un cáliz un tanto extraño y solo se había ausentado mentalmente unos minutos, trató de unir las piezas, por los nombres que tenían y la forma que el perro había tenido de decir “Son inofensivos” no le apetecía descubrir de que se trataban.
Seguidamente y, por primera vez desde que Leah estaba con el grupo, esta pareció interesarse de verdad por los presentes. Les preguntó acerca de su procedencia, de cómo habían acabado en el arenal exiliados.
Podía intuir las historias de los presentes, todas se parecían en cierto modo, metete con el tipo equivocado, roba al sujeto equivocado. La de Asher era la que más se salía de la línea y, muy a su pesar, una que conocía muy bien.
No dijo nada, escuchó atentamente como el lobo exponía lo que había vivido cuando se conocieron en la guardia. Se preguntó cómo estaba Tyron, o en el destino que había tenido Garret con la ciudad llena de vampiros. Agachó la cabeza y se centró en la voz del lobo. Cuando finalizó la historia la habitación se quedó en silencio.
Alzó la mirada cuando le preguntaron cómo había acabado él en aquel lugar, el corazón se le saltó un latido mientras pensaba que responder, pero Asher se adelantó y le dijo simple y llanamente la verdad.
Sonrió al ver la reacción de la mujer, bajó la cabeza y negó con ella lentamente, dejando escapar una ligera risa. No le sorprendía la reacción que esta había tenido “Un guarda sin uniforme sigue siendo un guarda” En cierto modo no se equivocaba, en cierto modo.
Miró a Asher unos segundos, analizando su expresión al discutir con la Nórgeda. Le estaba defendiendo con uñas y dientes, aun en aquella situación. En momentos como aquel no podía sino sentirse parte de su familia, era innegable, Asher cuidaba de los suyos aun cuando todo estaba en contra de ellos, y él respondería de igual forma, siempre que le necesitase.
Kothán, al final, le preguntó a él directamente si estaba con la Guardia de Lunargenta. Una pregunta bastante simple de contestar, con un “Sí” o un “No” le bastaría a cualquiera, pero para él esa pregunta era bastante más compleja. Agradecía, sin embargo, que lo hubiese hecho, el zorro había sido rápido en darle la palabra a él antes de que todo acabase peor.
Se pasó la mano por el pelo y suspiró levemente, podía ver los ojos de todos clavados en él, juzgándole.
- Estoy… - Se pensó que decir – Estoy… con los que me necesiten. Es bastante simple. – Aseguró, él también se había oído, era consciente de lo ambiguo y lo ingenuo que sonaba eso, casi a cuento infantil. Miró a Leah durante unos instantes, después pasó de cara en cara, estudiando las expresiones de los demás. – Sí, se cómo suena… pero me da igual si es enfrentándome a un Kag gigante en un coliseo de Dalmasca. – Dijo – … O encajando el puñetazo cargado de ira de alguien que ha recibido un castigo injusto. – Continuó hablando. – Hay veces que los demás no pueden valerse por sí mismos, da igual los motivos y las circunstancias. En esos momentos… bueno, en esos momentos ayudas. Por qué es lo único que puedes hacer. ¿Quién va a hacerlo si no? – Llegados a aquel punto no sería ningún misterio pensar que los presentes se habían dado cuenta de que no era precisamente un maestro dando discursos.
– Me gusta pensar que el mundo necesita más… - Sonrió, cerró los ojos, aquella frase era una tontería; quizás a Lyn le gustase y la pusiese en su libro cada tres párrafos, puede que Irirgo le encontrase cierto romanticismo, pero en aquella habitación no encajaba, o eso pensaba. – No sé. – Se levantó, estiró los brazos, suspiró. – Vestí los colores de la guardia de Lunargenta. – Afirmó. – Eso es así. Encarcelé ladrones y nobles. Más de la mitad de Aerandir quiere verme muerto por ello y la mayoría quieren que sufra en el proceso. – Se golpeó levemente el pecho, frunció el ceño. – Pero se quiénes son mis amigos, independientemente de cómo piensen. No dudaría un instante en dar mi vida por Asher, por todos los que estáis en esta habitación. – Relajó ligeramente la expresión y tomó aire – No es un trabajo bien pagado. – Volvió a sonreír – Pero es un buen trabajo – Dijo encogiéndose de hombros. – Ese es quien soy. – Dijo sentandose de nuevo.
No sabía si aquello iba a ser suficiente para los presentes, confiaba en que sí para Asher, dudaba de los demás; aunque, curiosamente, Kothán estaba bastante más simpático con él de lo que recordaba, quizás la charla acerca de la enfermedad de Asher había servido de algo.
Cerró los ojos unos segundos, la claridad que entraba por los agujeros del techo comenzaba a desaparecer, lentamente, la noche llegaba y con ella, el particular frío del desierto. Noches heladas y días infernales, los Nórgedos eran gente recia, de eso no cabía duda.
Pensó en lo que podría estar haciendo la vampiresa en la taberna y suspiró, necesitaban ese dinero para continuar con el viaje, confiaba en que lo gastase con prudencia.
Suspiró y esperó una respuesta, sí Leah decidía expulsarle, aun si era por la fuerza, no pensaba defenderse.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
"Con los que me necesiten."
Definitivamente, era la clase de respuesta que daría Eltrant. No lo entendía. O más bien: entendía su forma de pensar, pero no sus motivos. No tenía pretensiones de ser un héroe, ni de ganar fama o gloria. No, era simplemente altruista. Ayudaba a quien necesitaba ayuda. Brutalmente simple. Era algo que, simplemente, estaba en él, de la misma forma que estaba en mí el cuidar de mi familia.
Aquello debía ser lo que le movía. Lo que hacía que Eltrant Tale actuase como Eltrant Tale. La idea de ayudar a los demás, a pesar de todo. A pesar de lo jodido que estuviese el mundo, y de todo lo que no podía hacer. No era de extrañar que hubiese dejado de ser un mercenario. A pesar de haber compartido profesión con él, estaba en un polo completamente opuesto. Era extraño que no acabásemos enfrentados. Si las circunstancias hubiesen sido diferentes, probablemente seriamos enemigos mortales. Y, sin embargo, allí estaba.
La mirada de Leah era severa y firme. Me recordaba a la de Irirgo cuando nos juzgaba. Debía de ser cosa de gente con hijos. Sin embargo, acabó suspirando y relajándose.
-Tienes buen corazón, Eltrant Tale. Eso es evidente. Me parece difícil que alguien pueda decir algo así y estar mintiendo... puedes quedarte.- dijo, sentándose de nuevo. -Pero tienes que prometer que no le hablarás de este sitio a nadie fuera del arenal. ¿Queda claro?-
-Espera, espera, eso me ha sonado a desafío.- intervino Kothán. El zorro carraspeó, alzó las manos, y se dio la vuelta. Luego, respiró hondo, y nos miró con un rostro serio. -Leah. Hay algo que no os he contado. La verdad es... que soy un elfo. Unos nigromantes me maldijeron para parecer lo que soy ahora, pero...- el "elfo" sollozó, conteniendo unas lágrimas. -Sé que soy un elfo de corazón. Y lo sé, porque en mi corazón existe un amor incondicional. Hacia los árboles.- Solté una carcajada, y Leah también. El zorro reprimió una sonrisa. -Este sitio me está matando. La falta de vegetación... duele. No he podido abrazar a un tronco de árbol, o palpar una hortaliza, en semanas. Mi corazón sufre.- El zorro se puso de rodillas en el suelo y exclamó a los cielos.
-¡POR FAVOR! ¡NECESITO UN VEGETAL!- gritó. Leah estalló en carcajadas.
-¡Es... es genial! ¡Es casi igual a lo que ha dicho Eltrant!- dijo con un hilo de voz.
-¿...de verdad? A mi me ha parecido mucho más dramático.- sonreí.
El zorro se levantó y dio una ligera reverencia, con una sonrisa orgullosa. Toda la tensión de la sala había desaparecido, como si nos hubiésemos olvidado de la discusión. Una vez nos tranquilizamos, fue sencillo darse cuenta de una cosa: estaba anocheciendo. Y estaba hambriento. Seguramente, el resto también.
-Deberíamos cenar. ¿Tienes algo que no sepa a polvo guardado por ahí, Leah?- pregunté.
-Muerdete la lengua, perro. Hay lo que hay. Aunque... tal vez sería buen momento para sacar un trozo de buey que tengo guardado en sal. Es demasiado para una sola persona.- dijo, dirigiéndose a una de las cajas del fondo.
-¿De donde demonios has sacado eso?- inquirí, frunciendo el ceño.
-Hay rutas comerciales con el exterior. El arenal llega hasta el mar, y hay algunos barcos que están abiertos a comerciar.- explicó Syl.-
-Espera. ¿Y por qué no se usan para sacar a la gente del arenal?- intervino el zorro. No podía negar que era una buena pregunta.
-No todo el mundo quiere salir. Si vuelves a Roilkat y te ve la persona equivocada, te exiliarán de nuevo. Además, es muy caro. A los mercaderes no les importa comerciar, pero llevar criminales a otros puertos es ilegal.- apuntó Leah. -Muchos prefieren quedarse. Aquí la gente puede encontrar una nueva vida.
-Mejor aquí que en la sociedad humana.- asentí. -Al menos aquí no hay tanta corrupción.-
-No te olvides de Shalam.- repuso Leah. -Siempre hay una manzana podrida. Eso me recuerda... Eltrant. ¿Has mencionado Dalmasca?- dijo, volviendo con varias piezas de carme cubiertas de blanco. -¿O he oido mal?
-Ah, Kagzilla... Es cierto, eso fuiste tú. No lo vi con mis propios ojos, pero Dann si.- dije.
-¡No! ¿Fue él? ¡Mar me contó la historia!- dijo, abriendo los ojos sorprendida. -¿Es cierto que lo levantaste y lo arrojaste por los aires? ¿Como demonios hiciste eso?-
La conversación fue relativamente animada mientras Leah preparaba la comida. Syl siguió dibujando los planos, bajo mi supervisión. Luego, empecé a escribir lo que representaba cada símbolo. La única localización que era fiel a su ubicación real era el campamento de los renegados, marcado como "Puesto de avanzada de los Nórgedos"
-La verdad es que hace tiempo que no tengo una cena en grupo.- admitió la guerrera. -No soy la única que utiliza el refugio, pero la mayoría son otros exploradores y vigías. Se quedan un día o dos, y se van.
-¿Cuando vuelves a Dalmasca?- inquirió Syl. -¿Llevas mucho tiempo aquí?-
-Me falta tan solo una semana o dos. Llevo medio mes, al menos. Básicamente, es donde paso la mitad del tiempo. Un mes aquí, un mes allí...- dijo, encogiéndose de hombros. -Se hace algo duro, a veces. Pero puedo aguantar.-
Tras eso, empezó a servir la comida. La boca se me hacía agua. Aquello tenía muy buen aspecto, y el olor era increíblemente atractivo.
-Espero que os guste. Tomadlo como un "gracias por arriesgar el pellejo".- dijo la mujer, tomando asiento.
La noche había caído por completo. El frío empezaba a notarse. Por fortuna, ese lugar tenía mantas de sobra, y más que suficiente espacio para acomodarse. El edificio era bastante amplio, después de todo. Antes de ponernos a preparar las camas, sin embargo, llamé la atención de la Nórgeda.
-Oye, Leah... ¿Que eran esas trampas que pusiste? No había visto nada igual en mucho tiempo.- musité.
-Ah... supongo que puedo decirlo. Hay una especie de... templo. Unas ruinas. Por algún motivo, solo se abre ante ciertas personas, y está lleno de cosas metálicas y demás. Creo que pertenece a los bio-cibernéticos.- declaró.
-¿Qué? ¿De veras? Eso quiero verlo. ¿Está lejos?- pregunté. Aquello sonaba bastante emocionante. ¿Que clase de cosas podría haber dentro? Esa información podía ser valiosa. Una pena que Dann no estuviese allí.
-Un poco, pero... supongo que os puedo llevar. El ataque de hoy debe haber afectado bastante a esos renegados. Se han quedado sin monturas.- sonrió. -Pero mañana. Es tarde para empezar ningún viaje.-
Asentí. Por ahora, lo único que tenía que preocuparme era donde dormir. Terminé asentándome en una de las habitaciones vacías, con una pieza del techo derruida. Era algo más fría, pero en el momento adecuado, podía ver la luna. El resto del grupo se movía por el refugio a su propio son, pero en ese instante, solo le prestaba atención al orbe blanco, y al anillo de mi espada que brillaba en su presencia. Casi sin darme cuenta, comencé a tararear una melodía.
A mi espalda, escuché los pasos de uno de mis compañeros. No me detuve, ni me giré. Eran bienvenidos en ese lugar, si querían serlo.
Después de todo, eran mi familia.
Definitivamente, era la clase de respuesta que daría Eltrant. No lo entendía. O más bien: entendía su forma de pensar, pero no sus motivos. No tenía pretensiones de ser un héroe, ni de ganar fama o gloria. No, era simplemente altruista. Ayudaba a quien necesitaba ayuda. Brutalmente simple. Era algo que, simplemente, estaba en él, de la misma forma que estaba en mí el cuidar de mi familia.
Aquello debía ser lo que le movía. Lo que hacía que Eltrant Tale actuase como Eltrant Tale. La idea de ayudar a los demás, a pesar de todo. A pesar de lo jodido que estuviese el mundo, y de todo lo que no podía hacer. No era de extrañar que hubiese dejado de ser un mercenario. A pesar de haber compartido profesión con él, estaba en un polo completamente opuesto. Era extraño que no acabásemos enfrentados. Si las circunstancias hubiesen sido diferentes, probablemente seriamos enemigos mortales. Y, sin embargo, allí estaba.
La mirada de Leah era severa y firme. Me recordaba a la de Irirgo cuando nos juzgaba. Debía de ser cosa de gente con hijos. Sin embargo, acabó suspirando y relajándose.
-Tienes buen corazón, Eltrant Tale. Eso es evidente. Me parece difícil que alguien pueda decir algo así y estar mintiendo... puedes quedarte.- dijo, sentándose de nuevo. -Pero tienes que prometer que no le hablarás de este sitio a nadie fuera del arenal. ¿Queda claro?-
-Espera, espera, eso me ha sonado a desafío.- intervino Kothán. El zorro carraspeó, alzó las manos, y se dio la vuelta. Luego, respiró hondo, y nos miró con un rostro serio. -Leah. Hay algo que no os he contado. La verdad es... que soy un elfo. Unos nigromantes me maldijeron para parecer lo que soy ahora, pero...- el "elfo" sollozó, conteniendo unas lágrimas. -Sé que soy un elfo de corazón. Y lo sé, porque en mi corazón existe un amor incondicional. Hacia los árboles.- Solté una carcajada, y Leah también. El zorro reprimió una sonrisa. -Este sitio me está matando. La falta de vegetación... duele. No he podido abrazar a un tronco de árbol, o palpar una hortaliza, en semanas. Mi corazón sufre.- El zorro se puso de rodillas en el suelo y exclamó a los cielos.
-¡POR FAVOR! ¡NECESITO UN VEGETAL!- gritó. Leah estalló en carcajadas.
-¡Es... es genial! ¡Es casi igual a lo que ha dicho Eltrant!- dijo con un hilo de voz.
-¿...de verdad? A mi me ha parecido mucho más dramático.- sonreí.
El zorro se levantó y dio una ligera reverencia, con una sonrisa orgullosa. Toda la tensión de la sala había desaparecido, como si nos hubiésemos olvidado de la discusión. Una vez nos tranquilizamos, fue sencillo darse cuenta de una cosa: estaba anocheciendo. Y estaba hambriento. Seguramente, el resto también.
-Deberíamos cenar. ¿Tienes algo que no sepa a polvo guardado por ahí, Leah?- pregunté.
-Muerdete la lengua, perro. Hay lo que hay. Aunque... tal vez sería buen momento para sacar un trozo de buey que tengo guardado en sal. Es demasiado para una sola persona.- dijo, dirigiéndose a una de las cajas del fondo.
-¿De donde demonios has sacado eso?- inquirí, frunciendo el ceño.
-Hay rutas comerciales con el exterior. El arenal llega hasta el mar, y hay algunos barcos que están abiertos a comerciar.- explicó Syl.-
-Espera. ¿Y por qué no se usan para sacar a la gente del arenal?- intervino el zorro. No podía negar que era una buena pregunta.
-No todo el mundo quiere salir. Si vuelves a Roilkat y te ve la persona equivocada, te exiliarán de nuevo. Además, es muy caro. A los mercaderes no les importa comerciar, pero llevar criminales a otros puertos es ilegal.- apuntó Leah. -Muchos prefieren quedarse. Aquí la gente puede encontrar una nueva vida.
-Mejor aquí que en la sociedad humana.- asentí. -Al menos aquí no hay tanta corrupción.-
-No te olvides de Shalam.- repuso Leah. -Siempre hay una manzana podrida. Eso me recuerda... Eltrant. ¿Has mencionado Dalmasca?- dijo, volviendo con varias piezas de carme cubiertas de blanco. -¿O he oido mal?
-Ah, Kagzilla... Es cierto, eso fuiste tú. No lo vi con mis propios ojos, pero Dann si.- dije.
-¡No! ¿Fue él? ¡Mar me contó la historia!- dijo, abriendo los ojos sorprendida. -¿Es cierto que lo levantaste y lo arrojaste por los aires? ¿Como demonios hiciste eso?-
La conversación fue relativamente animada mientras Leah preparaba la comida. Syl siguió dibujando los planos, bajo mi supervisión. Luego, empecé a escribir lo que representaba cada símbolo. La única localización que era fiel a su ubicación real era el campamento de los renegados, marcado como "Puesto de avanzada de los Nórgedos"
-La verdad es que hace tiempo que no tengo una cena en grupo.- admitió la guerrera. -No soy la única que utiliza el refugio, pero la mayoría son otros exploradores y vigías. Se quedan un día o dos, y se van.
-¿Cuando vuelves a Dalmasca?- inquirió Syl. -¿Llevas mucho tiempo aquí?-
-Me falta tan solo una semana o dos. Llevo medio mes, al menos. Básicamente, es donde paso la mitad del tiempo. Un mes aquí, un mes allí...- dijo, encogiéndose de hombros. -Se hace algo duro, a veces. Pero puedo aguantar.-
Tras eso, empezó a servir la comida. La boca se me hacía agua. Aquello tenía muy buen aspecto, y el olor era increíblemente atractivo.
-Espero que os guste. Tomadlo como un "gracias por arriesgar el pellejo".- dijo la mujer, tomando asiento.
[. . .]
La noche había caído por completo. El frío empezaba a notarse. Por fortuna, ese lugar tenía mantas de sobra, y más que suficiente espacio para acomodarse. El edificio era bastante amplio, después de todo. Antes de ponernos a preparar las camas, sin embargo, llamé la atención de la Nórgeda.
-Oye, Leah... ¿Que eran esas trampas que pusiste? No había visto nada igual en mucho tiempo.- musité.
-Ah... supongo que puedo decirlo. Hay una especie de... templo. Unas ruinas. Por algún motivo, solo se abre ante ciertas personas, y está lleno de cosas metálicas y demás. Creo que pertenece a los bio-cibernéticos.- declaró.
-¿Qué? ¿De veras? Eso quiero verlo. ¿Está lejos?- pregunté. Aquello sonaba bastante emocionante. ¿Que clase de cosas podría haber dentro? Esa información podía ser valiosa. Una pena que Dann no estuviese allí.
-Un poco, pero... supongo que os puedo llevar. El ataque de hoy debe haber afectado bastante a esos renegados. Se han quedado sin monturas.- sonrió. -Pero mañana. Es tarde para empezar ningún viaje.-
Asentí. Por ahora, lo único que tenía que preocuparme era donde dormir. Terminé asentándome en una de las habitaciones vacías, con una pieza del techo derruida. Era algo más fría, pero en el momento adecuado, podía ver la luna. El resto del grupo se movía por el refugio a su propio son, pero en ese instante, solo le prestaba atención al orbe blanco, y al anillo de mi espada que brillaba en su presencia. Casi sin darme cuenta, comencé a tararear una melodía.
A mi espalda, escuché los pasos de uno de mis compañeros. No me detuve, ni me giré. Eran bienvenidos en ese lugar, si querían serlo.
Después de todo, eran mi familia.
Asher Daregan
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
Se llevó la mano hasta la cara y cerró los ojos, las risas generalizadas, provocadas por Kothán y su breve actuación elfica habían aliviado la tensión del momento, parecía que todos estaban conformes con la respuesta que él había dado, al menos en apariencia.
- Yo no sueno así... y no te preocupes, no diré nada. – Dijo Eltrant contagiándose con la risa de los demás. – No, enserio. ¿Sueno así? – Preguntó a continuación, cuando el coyote le ofreció una reverencia a su reducido público y se sentó.
Aquel fue el momento en el cual Asher propuso cenar, algo a lo que el resto del grupo accedió sin apenas pensárselo; todos estaban cansados, el día había tenido demasiadas horas y la mayor parte de las mismas las habían pasado bajo el intenso sol del desierto. Leah ofreció parte de la carne en salazón que llevaba consigo como plato principal, cosa que Eltrant agradeció con creces, era algo consistente que llevarse a la boca, mucho más que el pan con sabor a arena y la fruta reseca que llevaban ellos, vendría bien para reponer fuerzas.
Enarcó una ceja al oír la respuesta que Syl le dio a Asher, ¿Paraban barcos en el Arenal? No lo sabía, aunque, por supuesto, esa era la idea; si fuese consciente de que había comerciantes que paraban en el arenal significaba que alguien había hablado más de la cuenta, todo un riesgo, ya que el único comercio permitido para el Arenal era el terrestre.
Por lo que sabía Bashira estaba trabajando en arreglar eso, incluso había rumores de que quería fundar una ciudad portuaria. Eso si Roiland no se metía de por medio, por supuesto.
La voz de Leah, cuando volvió de su pequeño viaje a por la carne, le sacó de sus pensamientos. Sonrió y negó con la cabeza cuando esta le preguntó acerca de Dalmasca.
- Con fuerza de voluntad. – Dijo como toda respuesta, se ajustó de forma instintiva el guantelete de cuero que portaba sobre el brazo izquierdo, ese no se lo solía quitar nunca, y amplió la sonrisa. – Además, no fui yo. – Movió la muñeca quitándole importancia al asunto, agradeciendo después con una cabezada la carne que le había ofrecido la mujer - ¿No era un tal Edén Taylor? – Olisqueó el trozo de comida que tenía entre las manos, debía de haberle costado bastante, no era carne de mala calidad precisamente - ¿O Edward Tall? – Se le escapó una carcajada corta, lo cierto es que nadie conseguía atribuir su nombre a aquella proeza, seguía diluyéndose cada vez más con cada copa que los presentes aquel día se tomaban. – Incluso he llegado a oír que fue un tal Mark Spencer – Negó con la cabeza. – Seguro que fue ese. – Añadió.
El suave chisporroteo de la carne asándose levemente en el fuego que Leah había preparado no hacía sino abrirle aún más el apetito, pero afortunadamente el coyote se encargó de dirigir la conversación.
Kothán podía mentir más de lo que hablaba en muchos casos, esa era la fama tenía al menos y, por lo que había podido observar, era una fama merecida. Pero siempre solía contar cosas interesantes, aun cuando no tenía forma de saber si la historia que relató acerca de cómo convenció a un par de nobles para que se desnudasen era verdad, lo cierto es que era bastante divertida.
Le gustaba pensar que contaba la verdad.
Había viajado solo durante mucho tiempo y a Lyn, por alguna razón, no le entusiasmaba demasiado la idea de contar historias acerca de sus viajes. La vampiresa había vivido casi un siglo, estaba seguro de que tenía más de una anécdota interesante que contar, incluso si tenía cosas que ocultar había vivido lo suficiente como para poder seleccionar los relatos más inocentes. ¿Estaba ocultándole algo?
Aceptó la comida cuando la Nórgeda comenzó a repartirla entre los presentes, justo después de que esta mencionara el número de días que se pasaba por su cuenta en aquel refugio. Apartando todo aquello de su cabeza, comenzó a comer, ya tendría tiempo de hablar con ella una vez volviese a la ciudad.
Se asentó en la habitación del emblema maldito.
Suspiró profundamente al verlo y depositó su equipo en una de las esquinas de la habitación. Tras esto procedió a, metódicamente, preparar un camastro con las mantas que les había proporcionado Leah.
Se dejó caer sobre las mantas una vez hubo terminado y cerró los ojos. ¿Cuánto de verdad tenía lo que les había contado antes? ¿No se había marchado al bosque huyendo precisamente de esos ideales? Tragó saliva y volvió a abrir los ojos, clavó su mirada en el techo semiderruido del templo, por donde entraba una suave brisa.
Algo había cambiado, no estaba seguro de qué, pero no quería volver a la cabaña, tampoco estaba completamente seguro de hacía donde quería ir, por primera vez en mucho tiempo se sentía como cuando dejó la granja con dieciséis años: libre.
Se revolvió entre las mantas durante unos minutos, hasta que, incapaz de conciliar el sueño volvió a levantarse. Bostezó con fuerza y, después, pasó las yemas de los dedos por el símbolo Nórgedo que, centrado en la pared, parecía ser el motivo por el que habían construido aquella sala para empezar.
Frunció el ceño y respiró profundamente. ¿Había recordado finalmente quién era? ¿Se había olvidado de eso aun sin maldición? Sonrió para sí y se agachó junto a la espada de hielo. Kothán se la había devuelto antes de irse a su habitación a descansar, se lo había agradecido, seguía viendo un deje de remordimiento en los ojos del coyote por haberla usado de aquella forma.
La desenvainó.
El brillo azul iluminó su rostro, palpó el gélido filo de la espada, pasó la mano sobre el grabado de la hoja.
- Recuerda. – Leyó en voz alta.
Sí, se había acordado de quien era, y había tenido que recorrer medio Aerandir con una vampiresa cargante para hacerlo. Se preguntó durante unos instantes como estarían sus patatas, probablemente bien, el viejo alcalde estaba a cargo de ellas.
Lanzó una estocada al aire, la hoja dejó escapar leves volutas de vaho producidas por el frío del acero al cortar el aire, tan pronto terminó aquel ataque encadenó otro más en diagonal y hacía arriba, el enemigo imaginario que tenía frente a él cayó al suelo derrotado.
Sonrió y volvió a envainar la espada, la depositó junto al mandoble y procedió a abandonar su “dormitorio”.
Quizás la brisa del desierto le ayudase a dormir.
Avanzó por los oscuros pasadizos de la edificación buscando la salida, solo guiándose por la suave claridad plateada que se filtraba por los distintos agujeros que había en las paredes del templo. Creyó haberse perdido en un par de ocasiones y, al final, localizó unas escaleras que no recordaba haber visto con anterioridad.
Se encogió de hombros y subió al piso superior.
Acabó en una especie de terraza, por la posición en la que se encontró supuso que estaba directamente encima del lugar en el que habían cenado, ¿Cómo no se había fijado en las escaleras antes? Eran muy difíciles de no ver.
Avanzó un par de pasos y alzó la mirada, un cielo completamente despejado, repleto de pequeñas estrellas y una gigantesca luna plateada le miraban desde allí arriba. Cerró los ojos y respiró profundamente.
No se había dado cuenta, pero no estaba solo. Arqueó ambas cejas, ligeramente sorprendido, al ver la silueta de Syl sentada en el borde del patio, mirando al vacío, escudriñando el oscuro desierto que, desde dónde estaban, se podía ver más allá del cañón.
¿Se acercaba? Era consciente de lo celoso que era el felino con su espacio personal, también sabía que, de entre todas las personas con las que compartía grupo quizás fuese él la que menos le apetecía ver.
Aunque daba igual que se marcharse o no, probablemente Syl se habría percatado de su presencia tan pronto puso un pie en la escalinata para llegar hasta allí. Se acercó.
- ¿No puedes dormir? – Preguntó Eltrant sentándose a su lado, no esperaba que respondiese de inmediato, así que continuó hablando. – Yo llevo un rato intentándolo, pero… parece que no. – Dijo – Aunque puedo marcharme si prefieres estar solo. – Dijo estirando los brazos por encima de su cabeza, dejando escapar un bostezo corto.
Se quedó en silencio durante unos instantes, solo acompañado por el susurro del viento arrastrando las arenas.
- Me recuerda al cielo que tenía en la granja. – Dijo alzando la mirada, más para sí que para el felino. – Repleto de estrellas, por todas partes. – Se pasó la mano por el pelo, sonrió. – Casi hace parecer que no hay problemas aquí abajo. ¿No crees? – Esbozó una sonrisa cansada, negó con la cabeza.
Se atusó la barba, no estaba seguro de como continuar, no solía tener la oportunidad de hablar a solas con el gato como en aquel momento, mucho menos de hacerlo sin que este acabase gritándole lo idiota y egoísta que era.
- Asher es… muy importante para ti. ¿Verdad? – Dijo sin girarse a mirarle, se pasó la mano por la frente, limpiando un poco la sangre seca que quedaba del combate contra el Kag – …Es la primera vez que te veo así de alterado. Lo de esta tarde, digo – Continuó, se volvió a quedar en silencio una vez más, estudiando exactamente qué más decir.
– Familia… – Dijo en voz baja pensando en la forma en la que el lobo hablaba de sus aliados – Es una palabra que la gente tiende a usar con frecuencia. Casi dándola por hecho. – Sentenció.
¿Qué era para él su familia? Se acordó de Alexander, su hermano mayor, con quien no había estado siquiera en su lecho de muerte, se acordó de Cassandra, la primogénita Tale y la única persona que podría ganarle en fuerza bruta.
Les echaba de menos, más del que se dignaba a admitir, pero no podía volver, no todavía. Ahí afuera también tenía familia; Alanna, Asher, incluso Lyn. No podías dejarles solos e irse a una vida de cuidar patatas, no era él.
Suspiró.
- …Gracias por cuidar de Asher, Syl. – Dijo al final mirando el horizonte, el mismo punto al que Syl llevaba un rato observando, no veía nada, ¿Vería el felino algo? – Sé que hablamos poco y que… bueno, no te caigo especialmente bien. - Se rascó la barba. – Pero… era algo que quería que decirte desde hacía tiempo. Te respeto, Syl.– Aseguró con una sonrisa, volvió a quedarse en silencio. – Tienes una buena familia. – Dijo volviendo a levantar la cabeza.
- Yo no sueno así... y no te preocupes, no diré nada. – Dijo Eltrant contagiándose con la risa de los demás. – No, enserio. ¿Sueno así? – Preguntó a continuación, cuando el coyote le ofreció una reverencia a su reducido público y se sentó.
Aquel fue el momento en el cual Asher propuso cenar, algo a lo que el resto del grupo accedió sin apenas pensárselo; todos estaban cansados, el día había tenido demasiadas horas y la mayor parte de las mismas las habían pasado bajo el intenso sol del desierto. Leah ofreció parte de la carne en salazón que llevaba consigo como plato principal, cosa que Eltrant agradeció con creces, era algo consistente que llevarse a la boca, mucho más que el pan con sabor a arena y la fruta reseca que llevaban ellos, vendría bien para reponer fuerzas.
Enarcó una ceja al oír la respuesta que Syl le dio a Asher, ¿Paraban barcos en el Arenal? No lo sabía, aunque, por supuesto, esa era la idea; si fuese consciente de que había comerciantes que paraban en el arenal significaba que alguien había hablado más de la cuenta, todo un riesgo, ya que el único comercio permitido para el Arenal era el terrestre.
Por lo que sabía Bashira estaba trabajando en arreglar eso, incluso había rumores de que quería fundar una ciudad portuaria. Eso si Roiland no se metía de por medio, por supuesto.
La voz de Leah, cuando volvió de su pequeño viaje a por la carne, le sacó de sus pensamientos. Sonrió y negó con la cabeza cuando esta le preguntó acerca de Dalmasca.
- Con fuerza de voluntad. – Dijo como toda respuesta, se ajustó de forma instintiva el guantelete de cuero que portaba sobre el brazo izquierdo, ese no se lo solía quitar nunca, y amplió la sonrisa. – Además, no fui yo. – Movió la muñeca quitándole importancia al asunto, agradeciendo después con una cabezada la carne que le había ofrecido la mujer - ¿No era un tal Edén Taylor? – Olisqueó el trozo de comida que tenía entre las manos, debía de haberle costado bastante, no era carne de mala calidad precisamente - ¿O Edward Tall? – Se le escapó una carcajada corta, lo cierto es que nadie conseguía atribuir su nombre a aquella proeza, seguía diluyéndose cada vez más con cada copa que los presentes aquel día se tomaban. – Incluso he llegado a oír que fue un tal Mark Spencer – Negó con la cabeza. – Seguro que fue ese. – Añadió.
El suave chisporroteo de la carne asándose levemente en el fuego que Leah había preparado no hacía sino abrirle aún más el apetito, pero afortunadamente el coyote se encargó de dirigir la conversación.
Kothán podía mentir más de lo que hablaba en muchos casos, esa era la fama tenía al menos y, por lo que había podido observar, era una fama merecida. Pero siempre solía contar cosas interesantes, aun cuando no tenía forma de saber si la historia que relató acerca de cómo convenció a un par de nobles para que se desnudasen era verdad, lo cierto es que era bastante divertida.
Le gustaba pensar que contaba la verdad.
Había viajado solo durante mucho tiempo y a Lyn, por alguna razón, no le entusiasmaba demasiado la idea de contar historias acerca de sus viajes. La vampiresa había vivido casi un siglo, estaba seguro de que tenía más de una anécdota interesante que contar, incluso si tenía cosas que ocultar había vivido lo suficiente como para poder seleccionar los relatos más inocentes. ¿Estaba ocultándole algo?
Aceptó la comida cuando la Nórgeda comenzó a repartirla entre los presentes, justo después de que esta mencionara el número de días que se pasaba por su cuenta en aquel refugio. Apartando todo aquello de su cabeza, comenzó a comer, ya tendría tiempo de hablar con ella una vez volviese a la ciudad.
[…]
Se asentó en la habitación del emblema maldito.
Suspiró profundamente al verlo y depositó su equipo en una de las esquinas de la habitación. Tras esto procedió a, metódicamente, preparar un camastro con las mantas que les había proporcionado Leah.
Se dejó caer sobre las mantas una vez hubo terminado y cerró los ojos. ¿Cuánto de verdad tenía lo que les había contado antes? ¿No se había marchado al bosque huyendo precisamente de esos ideales? Tragó saliva y volvió a abrir los ojos, clavó su mirada en el techo semiderruido del templo, por donde entraba una suave brisa.
Algo había cambiado, no estaba seguro de qué, pero no quería volver a la cabaña, tampoco estaba completamente seguro de hacía donde quería ir, por primera vez en mucho tiempo se sentía como cuando dejó la granja con dieciséis años: libre.
Se revolvió entre las mantas durante unos minutos, hasta que, incapaz de conciliar el sueño volvió a levantarse. Bostezó con fuerza y, después, pasó las yemas de los dedos por el símbolo Nórgedo que, centrado en la pared, parecía ser el motivo por el que habían construido aquella sala para empezar.
Frunció el ceño y respiró profundamente. ¿Había recordado finalmente quién era? ¿Se había olvidado de eso aun sin maldición? Sonrió para sí y se agachó junto a la espada de hielo. Kothán se la había devuelto antes de irse a su habitación a descansar, se lo había agradecido, seguía viendo un deje de remordimiento en los ojos del coyote por haberla usado de aquella forma.
La desenvainó.
El brillo azul iluminó su rostro, palpó el gélido filo de la espada, pasó la mano sobre el grabado de la hoja.
- Recuerda. – Leyó en voz alta.
Sí, se había acordado de quien era, y había tenido que recorrer medio Aerandir con una vampiresa cargante para hacerlo. Se preguntó durante unos instantes como estarían sus patatas, probablemente bien, el viejo alcalde estaba a cargo de ellas.
Lanzó una estocada al aire, la hoja dejó escapar leves volutas de vaho producidas por el frío del acero al cortar el aire, tan pronto terminó aquel ataque encadenó otro más en diagonal y hacía arriba, el enemigo imaginario que tenía frente a él cayó al suelo derrotado.
Sonrió y volvió a envainar la espada, la depositó junto al mandoble y procedió a abandonar su “dormitorio”.
Quizás la brisa del desierto le ayudase a dormir.
Avanzó por los oscuros pasadizos de la edificación buscando la salida, solo guiándose por la suave claridad plateada que se filtraba por los distintos agujeros que había en las paredes del templo. Creyó haberse perdido en un par de ocasiones y, al final, localizó unas escaleras que no recordaba haber visto con anterioridad.
Se encogió de hombros y subió al piso superior.
Acabó en una especie de terraza, por la posición en la que se encontró supuso que estaba directamente encima del lugar en el que habían cenado, ¿Cómo no se había fijado en las escaleras antes? Eran muy difíciles de no ver.
Avanzó un par de pasos y alzó la mirada, un cielo completamente despejado, repleto de pequeñas estrellas y una gigantesca luna plateada le miraban desde allí arriba. Cerró los ojos y respiró profundamente.
No se había dado cuenta, pero no estaba solo. Arqueó ambas cejas, ligeramente sorprendido, al ver la silueta de Syl sentada en el borde del patio, mirando al vacío, escudriñando el oscuro desierto que, desde dónde estaban, se podía ver más allá del cañón.
¿Se acercaba? Era consciente de lo celoso que era el felino con su espacio personal, también sabía que, de entre todas las personas con las que compartía grupo quizás fuese él la que menos le apetecía ver.
Aunque daba igual que se marcharse o no, probablemente Syl se habría percatado de su presencia tan pronto puso un pie en la escalinata para llegar hasta allí. Se acercó.
- ¿No puedes dormir? – Preguntó Eltrant sentándose a su lado, no esperaba que respondiese de inmediato, así que continuó hablando. – Yo llevo un rato intentándolo, pero… parece que no. – Dijo – Aunque puedo marcharme si prefieres estar solo. – Dijo estirando los brazos por encima de su cabeza, dejando escapar un bostezo corto.
Se quedó en silencio durante unos instantes, solo acompañado por el susurro del viento arrastrando las arenas.
- Me recuerda al cielo que tenía en la granja. – Dijo alzando la mirada, más para sí que para el felino. – Repleto de estrellas, por todas partes. – Se pasó la mano por el pelo, sonrió. – Casi hace parecer que no hay problemas aquí abajo. ¿No crees? – Esbozó una sonrisa cansada, negó con la cabeza.
Se atusó la barba, no estaba seguro de como continuar, no solía tener la oportunidad de hablar a solas con el gato como en aquel momento, mucho menos de hacerlo sin que este acabase gritándole lo idiota y egoísta que era.
- Asher es… muy importante para ti. ¿Verdad? – Dijo sin girarse a mirarle, se pasó la mano por la frente, limpiando un poco la sangre seca que quedaba del combate contra el Kag – …Es la primera vez que te veo así de alterado. Lo de esta tarde, digo – Continuó, se volvió a quedar en silencio una vez más, estudiando exactamente qué más decir.
– Familia… – Dijo en voz baja pensando en la forma en la que el lobo hablaba de sus aliados – Es una palabra que la gente tiende a usar con frecuencia. Casi dándola por hecho. – Sentenció.
¿Qué era para él su familia? Se acordó de Alexander, su hermano mayor, con quien no había estado siquiera en su lecho de muerte, se acordó de Cassandra, la primogénita Tale y la única persona que podría ganarle en fuerza bruta.
Les echaba de menos, más del que se dignaba a admitir, pero no podía volver, no todavía. Ahí afuera también tenía familia; Alanna, Asher, incluso Lyn. No podías dejarles solos e irse a una vida de cuidar patatas, no era él.
Suspiró.
- …Gracias por cuidar de Asher, Syl. – Dijo al final mirando el horizonte, el mismo punto al que Syl llevaba un rato observando, no veía nada, ¿Vería el felino algo? – Sé que hablamos poco y que… bueno, no te caigo especialmente bien. - Se rascó la barba. – Pero… era algo que quería que decirte desde hacía tiempo. Te respeto, Syl.– Aseguró con una sonrisa, volvió a quedarse en silencio. – Tienes una buena familia. – Dijo volviendo a levantar la cabeza.
Eltrant Tale
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
Reconocí el olor. Era Kothán. Era raro que el hombre zorro se acercase a visitarme, pero lo hizo sin dudar demasiado. Mi compañero siguió mi mirada, y observó la luna durante unos minutos. Después, se sentó al borde de una de las mantas que había traido.
-Te has hecho un pequeño fuerte, ¿eh?- preguntó. Gracias al excesivo número de coberturas que había encontrado en la caja, me había permitido llevarme una cantidad bastante decente de ellas, apilando una sobre otra para hacer algo que prácticamente era una cama. -Yo prefiero usarlas de hamaca.- dijo. -Hay dos pilares en mi habitación que parecen funcionar bien para eso.-
Hubo unos segundos de pausa. Pero, finalmente, le miré de reojo.
-No has venido aquí para hablarme de camas.- observé.
-¿Disculpa? A mi me parece un tema apasionante.- repuso. -Pero supongo que no.- suspiró. Pasó un momento en silencio, tal vez buscando las palabras adecuadas. -¿Cuanto tiempo hace que conoces a Syl?-
-Mmmhm... casi un año entero, creo.- murmuré. ¿Aquello era sobre el gato? Era raro que se interesase por él. Por lo que sabía, su relación era fría, cuanto menos.
-¿Y... por qué crees que me odia?-
-No te "odia".- dije, frunciendo el ceño. -Solo es... algo desconfiado. Tarda en acercarse a la gente. Apenas me hablaba durante las primeras semanas en las que hablamos.-
-Pfft. Pues debo ser especialmente sospechoso. No sé muy bien que hacer.- resopló. -No quiero hostilidades. Dormiría mucho más tranquilo sin tener la preocupación de que me fuese a rajar el cuello por la noche.-
-Venga, no exageres...-
-¡Casi me dispara la primera vez que me vio! ¡Y estoy seguro de que pensaba hacerlo! ¿Has visto como me mira a veces?- preguntó. -He estado intentando ver que hacía mal, pero... es difícil de leer.-
-Mmmh...- medité un segundo. Conocía bien al felino. Había observado sus reacciones durante mucho tiempo, y podía imaginar que clase de cosas era mejor evitar con él. -Bueno, realmente, odia que le mientan.- El coyote se llevó las manos a la cara, emitiendo un gemido de desesperación. -No invadas su espacio. Ten cuidado con tus palabras, es fácil de ofender. Pero, generalmente, juzga más los actos que lo demás. Creo que lo que le molestaba más era que no intervinieses en peleas.- El zorro me miró, pensativo.
-Eso había supuesto, un poco... por eso he...- empezó. Asentí. Se había presentado voluntario para una misión suicida, y enfrentado a uno de los jinetes por su cuenta, sólo para demostrar algo. No estaba seguro de que fuese lo correcto, pero...
-Creo que eso ayuda. Tal vez esté un poco más cómodo contigo... tu dale tiempo. Seguro que al final sois grandes amigos.- dije. El zorro me dedicó una mirada escéptica, pero parecía algo satisfecho.
-Ya veremos. Gracias, Asher.- dijo, levantándose. -Buenas noches.-
Era el humano. Syl lo supo con tan solo escuchar las pisadas. El sonido del calzado dejaba bastante claro que no era un hombre bestia, y Leah caminaba de forma distinta. Más segura de si misma. Era su territorio, después de todo. Aún estaba a tiempo de ocultarse, si lo deseaba, o incluso trepar a la cima del refugio, pero no valía la pena. No tenía ningún motivo para evitarlo, después de todo.
Asi que, simplemente, se quedó quieto, mirando al horizonte. Las dunas estaban aún más quietas que durante el día. Ningún animal salía de su refugio. Nada de lo que preocuparse. Eltrant llegó, y con él, la conversación forzada. No le molestaba de por sí: podía tolerarlo, pero iba a necesitar un tema más relevante si esperaba una respuesta.
-El cielo es el mismo en todas partes. Eres tú el que ha cambiado. Tal vez para las estrellas, tú les recuerdes al Eltrant que veían en una granja.- replicó. El humano se quedó callado unos segundos, pero luego, volvió a hablar. Espíritus. Eso si que era inoportuno. No llegaba a ser molesto, pero tenía que corregirlo, incluso si sólo era para su propio bien. Pero esperó. Esperó hasta que Eltrant le agradeció por cuidar de Asher, y hasta que habló de su familia. Y, finalmente, abrió la boca.
-Estás ciego, Eltrant Tale.- fue lo primero que dijo. -De hecho, estás tan ciego que ni siquiera sabes que no puedes ver. Ese es el problema que tenía contigo. Puedes sentir cosas, en un nivel absúrdamente simple, pero te paras ahí. Hoy me has visto cuidar de Asher, y has pensado "Es importante para él". Es como si veo agua en el mar, y pensase "Está húmeda." No te equivocas, pero es algo que no hace falta decir.- explicó. Llegado a ese punto, tal vez fuese mejor decirle todo lo que pensase. -Pero otras veces, te confundes por completo. No, hoy no estaba alterado. Tenía que mantener la calma y tomar cargo en una situación peligrosa. Es necesario para sobrevivir. Y es lo que hice. Nos saqué de ahí antes de que se volviese peor.- declaró.
-Pero...- murmuró. -Es absurdo enfadarse con alguien que es ciego sólo porque sea ciego. No es algo dentro de tu control, y definitivamente no soy la persona adecuada para enseñarte a ver.- suspiró. -Lo que sí puedo hacer es describirte como algo es de forma que lo entiendas. Puede que te suene arrogante, pero créeme, no lo verás si es de otra forma.- dijo, cruzándose de brazos.
-Asher es la primera y mejor verdadera amistad que he tenido nunca. Es la persona más cercana que tengo. No he conocido a nadie igual en el mundo, y probablemente, no lo haré jamás. Podría confiarle lo que fuese, y sé que estará de mi parte.- explicó.- Y no quiero que muera. Tampoco quiero morir yo. Es algo increible que nunca había tenido, y me niego a perderlo. Así que odio todo lo que sea un peligro innecesario. Pero la vida, y en especial las vuestras, están llenas de riesgos y encuentros con la muerte. Tal vez a ti no te importe morir. Te comportas como si fuese el caso. Si me creo lo que dice, a él sí le importa. Pero a pesar de todo, está tirando la cautela al viento.-
Hizo una pequeña pausa, recuperando saliva. No solía hablar tanto.
-Y, por supuesto, eso es malo. Horriblemente malo. Es todo lo que quiero evitar. No digo que sea culpa tuya: eres libre de vivir como quieras. La culpa es suya por tomar ejemplo. Pero no puedes negar que es así.- musitó, negando con la cabeza. -Porque con Kothán, ha pasado lo mismo. Le has dado una espada, y eso le ha dado la idea de que puede luchar. No puede. Casi muere. Espero que aprenda de eso. En este caso, al menos, no es del todo malo. El zorro era un cobarde antes de eso que solo se preocupaba por su propio pellejo. Tal vez... sea distinto ahora. Pero la idea es la misma. Influyes en la gente, para bien o para mal. Es dificil no verte como un peligro.- el hombre gato dudó un instante. Pero luego, continuó.-O quizás lo sería, si fuese tu intención. Pero has demostrado que no. Tienes un buen corazón, eres leal hacia Asher, y quieres ayudar a la gente. No sé si son defectos o no. Pero al menos sé que quieres ayudar, y ayudas como puedes. Puedo confiar en ti, incluso si estás ciego. Mejor ciego que vil. Yo me encargaré de que Asher no haga el idiota.-
Syl se levantó. Era un buen momento para concluir. Por última vez en la noche, miró al humano a los ojos.
-Tú simplemente sigue siendo Eltrant Tale.-
Y con eso, el gato desapareció en el refugio.
La mañana siguiente fue relativamente tranquila. El sol empezaba a iluminar las dunas, y el frío de la noche empezaba a desaparecer por completo. Las mantas me agobiaban. Me sacudí, quitándolas de encima. ¿Que hora era? ¿Y que eran esos pasos que oía acercandose amenazadoramente?
-¡VENGA! ¡A DESPERTAR!- el grito amortiguado de Leah resonó por todo el edificio. Dioses. ¿Estaba golpeando cosas de metal? Pobre de aquel que la mujer hubiese visitado en primer lugar.
Los pasos se acercaron. Oh, no. Era el siguiente.
-¡Estoy despierto! ¡Por favor, piedad!- exclamé antes de verla aparecer. La mujer se cruzó de brazos, poniendo su típica cara de pocos amigos.
-Es una hora más tarde de lo que suelo despertarme. Vamos. Suficiente descanso.-
-Nunca en mi vida tendré suficiente descanso...- se quejó Kothán, vagando por los pasillos.
En menos de una hora, empezamos la expedición de ese día. Seguíamos yendo hacia el norte, aunque tomamos un camino distinto entre los cañones. Nuestro objetivo eran esas ruinas que le mujer había mencionado el día anterior.
Todo el mundo, salvo Leah, parecía cansado. ¿Cuantas horas de sueño nos había dejado la mujer? ¿Y cuanto dormía ella normalmente? Normal que siempre pareciese estar de mal humor.
El calor era aceptable, al menos. Mucho más que en el día anterior. Eso no quitaba que la marcha fuese molesta y agotadora. Pero, finalmente, vislumbramos el lugar. Parecía... una pirámide. No era demasiado grande, pero era dificil no verla teniendo solo dunas alrededor.
-Está relativamente cerca de un asentamiento de mi gente. No lo mencionéis en el mapa, ¿eh?- dijo la mujer.
A medida que nos acercamos, notamos distintas cosas sobre el sitio. En primer lugar, la pirámide estaba decorada: enormes dibujos en azul celeste y dorado decoraban la pared. De alguna forma, la arena y el viento no la habían desgastado. Lo segundo fue que no estábamos solos allí. Dos figuras estaban charlando cerca, una de ellas sentada.
Una vez llegamos, me llevé una ligera sorpresa. Ambos eran hombres bestia. El mayor era un tigre, vestido en curiosos ropajes y gesticulando varias veces hacia el cielo, la segunda persona, y a si mismo. El otro, el que estaba sentado, era bastante joven: debía tener alrededor de quince o dieciséis años, y era un cánido. ¿Una hiena? El tigre había estado hablando y hablando. Tal vez estuviese explicándole algo sobre la pirámide.
-...y por lo tanto, si los Guías no actúan, es por el bien mayor. Incluso si crees no haber sentido su protección, puedes descansar sabiendo que había un buen motivo para lo ocurrido.- dijo el tigre, señalando al cielo con una de sus garras. -Puede parecer... Oh, Leah.- el hombre se percató de nuestra presencia. Primero se fijó en la mujer. Luego, en el resto de nosotros. -¿Quienes son estos? ¿Nuevos miembros?-
El desconocido nos observó con sus brillantes ojos azules, curioso. Había algo en él que me resultaba familiar, pero no estaba seguro de qué. Definitivamente no le había visto antes: apenas recordaba la última vez que me había cruzado con un hombre tigre. Estaba algo delgado, y su rostro tenía cierto atractivo, a pesar de estar algo entrado en años.
-Viejos miembros, en realidad. Están aquí de paso, y querían visitar la... cosa.- explicó, señalando la pirámide con la cabeza. El tigre ladeó la cabeza.
-¿De paso? ¿Vienen de fuera?- inquirió. Se acercó un par de pasos, escrutinándonos cuidadosamente. -Venís de distintos lugares, ¿hmm? Vuestros ojos dicen cosas distintas. Si ves una roca obstruyendo tu camino, la rompes o lanzas lejos, ¿verdad?- preguntó, dirigido a mi. Arqueé una ceja. ¿A qué venía eso? ¿Estaba mal de la cabeza? Sin embargo, no esperó una respuesta antes de fijarse en Syl. -Tú. Tienes algo que quieres decir. Venga, di.- sonrió el tigre.
-Eres... eres un chamán, ¿verdad?- preguntó el gato. -Antes has mencionado a los Guías, y esos símbolos en tu ropa...- La sonrisa del tigre se ensanchó.
-Efectivamente. Fui el consejero y guía espiritual de la tribu Gaemun de las Islas Illidenses. Mi nombre es Rakfyr. Me alegra que lo hayas notado. ¿Sigues el camino de los Guías?- preguntó. Syl dudó un segundo, pero asintió firmemente. -Maravilloso. Bajo la misma estrella fuimos creados, y en la tierra nos regocijaremos juntos. Toma.- el hombre tigre sacó una pequeña bolsa que tenía atada al cinto, y tras hurgar unos instantes en ella, le tendió una pequeña figura de hueso. ¿Un símbolo? Era difícil de discernir, pero lo había visto antes.
Syl abrió los ojos, sorprendido. El felino examinó el símbolo de hueso, y asintió solemnemente.
-Muchas gracias.- dijo, algo conmovido. -Mi nombre es Syl. Estos son Asher, Kothán, y Eltrant Tale.- continuó, señalando a cada uno con un pequeño gesto.
-¿Que hay de vosotros? ¿Seguidores del Lobo?- inquirió, dirigiéndose hacia Koth y a mi. El zorro me miró, algo confuso.
-No exactamente.- respondí, cruzándome de brazos. No di mayor explicación. Era ligeramente familiar con la religión espiritista, pero la había considerado una tradición absurda desde que era joven. En esos tiempos, sin embargo, estaba algo menos seguro de en qué creer. El tigre me sostuvo la mirada durante unos instantes, pero se encogió de hombros.
-Nunca es tarde para encontrar un Guía, si lo deseas.- musitó. -Pero, volvamos a lo que os interesa. La pirámide...-
-Espera, espera.- intervino Koth. -¿De qué va eso del Camino? ¿Y Guías? ¿Y que es eso que le has dado?- preguntó. Intercambié una mirada con Syl. Era raro que no supiese nada al respecto. ¿No había dicho que tenía un apellido?
-Oh, ¡buena pregunta!- respondió Rakfyr, satisfecho. -Para responderla por completo, tendría que pasarme horas hablando, como he estado haciendo con el joven Izar, aquí presente.- dijo, señalando al canino con el que estaba hablando.
-Hablando de eso. ¿Puedo irme?- preguntó este, hablando por primera vez. El chamán suspiró.
-Está bien. Pero continuaremos la lección mañana.- afirmó. Se volvió hacia nosotros, llevándose la mano a la boca. -Como iba diciendo... una versión resumida sería la siguiente: Syl y yo, como muchos hombres bestia, seguimos la creencia de que los espíritus naturales tienen una gran influencia sobre el mundo. Los Guías son algo así como los "padres" de esos espíritus, y cada uno tiene su forma de actuar y presentarle un camino a sus seguidores.- explicó. -Lo que le he dado a Syl es un tótem de mi guía y el suyo, el Tigre, que protege a los felinos. Es algo así como un amuleto protector.- dijo
-Oh. Entiendo...- murmuró el zorro. Carraspeé, llamando la atención del tigre.
-La pirámide.- le recordé.
-Cierto. Muy bien, seguidme.-
-Antes de eso... debería irme, chicos. Lo siento, pero no puedo dejar a esos tipos sin vigilar durante mucho tiempo.- intervino Leah. -Os dejo en manos de Rakfyr. Seguramente no os vea en el camino de vuelta, así que... gracias por vuestra ayuda. Habéis hecho algo increíble.- dijo la mujer.
-Camina en paz, Leah.-
-Tu también, Syl. Nos vemos.- sonrió. Tras recibir las despedidas del resto, la Nórgeda se dio la vuelta y emprendió la marcha. Seguramente nos volveríamos a ver, en algún momento. Fuese dentro o fuera del arenal.
El tigre nos mostró la entrada del edificio. Una enorme puerta azul, con el mismo tono que tenian las pinturas en las paredes. Parecían ser de algún tipo de piedra particular, pero no sabía reconocerla. Lo más curioso, sin embargo, es que las puertas no tenian ningún tipo de cerrojo, bisagra o picaporte. Lo único que realmente hacía que la identificase como una puerta eran los dibujos, divididos en el punto medio del muro.
-Aquí la tenéis. Dicen que está viva, pero no termino de creerme que sea algún tipo de animal. No es nada que haya visto antes.- dijo el tigre.
-¿Viva? ¿Como que está viva?- preguntó Koth
-Tócala y verás.- le animó, sonriendo. El zorro no se lo pensó dos veces, y colocó las palmas de sus manos sobre el muro azul. Y, ahí, en medio de la pared, se abrió un ojo. Un gran ojo de diez centímetros de radio, completamente negro, pero brillante. Kothán retrocedió, horrorizado, y cayó hacia atrás sobre la arena. El ojo le observó fijamente, antes de cerrarse de nuevo sin dejar rastro.
-¿¡Qué cojones ha sido eso!?- preguntó, acusando al tigre con la mirada. El felino dio una carcajada.
-Sorprendente, ¿verdad? Nadie está seguro. Pero con algunas personas, a veces... se abre.- explicó. -Me pregunto a quien considera digno...- dijo, lanzando una vaga mirada hacia el resto de nosotros. ¿Era eso un desafío?
Resoplé y me adelanté, colocando las manos sobre la puerta. De nuevo, apareció el ojo, aunque en un punto más alto del que había salido antes. Apreté la palma de mi mano sobre el ojo. La superficie era dura y fría, pero completamente lisa y cristalina. Sin embargo, no se inmutó, y en cuanto retiré la mano, volvió a cerrarse.
-...supongo que eso es un no. ¿Alguien más quiere probar?- pregunté.
-Te has hecho un pequeño fuerte, ¿eh?- preguntó. Gracias al excesivo número de coberturas que había encontrado en la caja, me había permitido llevarme una cantidad bastante decente de ellas, apilando una sobre otra para hacer algo que prácticamente era una cama. -Yo prefiero usarlas de hamaca.- dijo. -Hay dos pilares en mi habitación que parecen funcionar bien para eso.-
Hubo unos segundos de pausa. Pero, finalmente, le miré de reojo.
-No has venido aquí para hablarme de camas.- observé.
-¿Disculpa? A mi me parece un tema apasionante.- repuso. -Pero supongo que no.- suspiró. Pasó un momento en silencio, tal vez buscando las palabras adecuadas. -¿Cuanto tiempo hace que conoces a Syl?-
-Mmmhm... casi un año entero, creo.- murmuré. ¿Aquello era sobre el gato? Era raro que se interesase por él. Por lo que sabía, su relación era fría, cuanto menos.
-¿Y... por qué crees que me odia?-
-No te "odia".- dije, frunciendo el ceño. -Solo es... algo desconfiado. Tarda en acercarse a la gente. Apenas me hablaba durante las primeras semanas en las que hablamos.-
-Pfft. Pues debo ser especialmente sospechoso. No sé muy bien que hacer.- resopló. -No quiero hostilidades. Dormiría mucho más tranquilo sin tener la preocupación de que me fuese a rajar el cuello por la noche.-
-Venga, no exageres...-
-¡Casi me dispara la primera vez que me vio! ¡Y estoy seguro de que pensaba hacerlo! ¿Has visto como me mira a veces?- preguntó. -He estado intentando ver que hacía mal, pero... es difícil de leer.-
-Mmmh...- medité un segundo. Conocía bien al felino. Había observado sus reacciones durante mucho tiempo, y podía imaginar que clase de cosas era mejor evitar con él. -Bueno, realmente, odia que le mientan.- El coyote se llevó las manos a la cara, emitiendo un gemido de desesperación. -No invadas su espacio. Ten cuidado con tus palabras, es fácil de ofender. Pero, generalmente, juzga más los actos que lo demás. Creo que lo que le molestaba más era que no intervinieses en peleas.- El zorro me miró, pensativo.
-Eso había supuesto, un poco... por eso he...- empezó. Asentí. Se había presentado voluntario para una misión suicida, y enfrentado a uno de los jinetes por su cuenta, sólo para demostrar algo. No estaba seguro de que fuese lo correcto, pero...
-Creo que eso ayuda. Tal vez esté un poco más cómodo contigo... tu dale tiempo. Seguro que al final sois grandes amigos.- dije. El zorro me dedicó una mirada escéptica, pero parecía algo satisfecho.
-Ya veremos. Gracias, Asher.- dijo, levantándose. -Buenas noches.-
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Era el humano. Syl lo supo con tan solo escuchar las pisadas. El sonido del calzado dejaba bastante claro que no era un hombre bestia, y Leah caminaba de forma distinta. Más segura de si misma. Era su territorio, después de todo. Aún estaba a tiempo de ocultarse, si lo deseaba, o incluso trepar a la cima del refugio, pero no valía la pena. No tenía ningún motivo para evitarlo, después de todo.
Asi que, simplemente, se quedó quieto, mirando al horizonte. Las dunas estaban aún más quietas que durante el día. Ningún animal salía de su refugio. Nada de lo que preocuparse. Eltrant llegó, y con él, la conversación forzada. No le molestaba de por sí: podía tolerarlo, pero iba a necesitar un tema más relevante si esperaba una respuesta.
-El cielo es el mismo en todas partes. Eres tú el que ha cambiado. Tal vez para las estrellas, tú les recuerdes al Eltrant que veían en una granja.- replicó. El humano se quedó callado unos segundos, pero luego, volvió a hablar. Espíritus. Eso si que era inoportuno. No llegaba a ser molesto, pero tenía que corregirlo, incluso si sólo era para su propio bien. Pero esperó. Esperó hasta que Eltrant le agradeció por cuidar de Asher, y hasta que habló de su familia. Y, finalmente, abrió la boca.
-Estás ciego, Eltrant Tale.- fue lo primero que dijo. -De hecho, estás tan ciego que ni siquiera sabes que no puedes ver. Ese es el problema que tenía contigo. Puedes sentir cosas, en un nivel absúrdamente simple, pero te paras ahí. Hoy me has visto cuidar de Asher, y has pensado "Es importante para él". Es como si veo agua en el mar, y pensase "Está húmeda." No te equivocas, pero es algo que no hace falta decir.- explicó. Llegado a ese punto, tal vez fuese mejor decirle todo lo que pensase. -Pero otras veces, te confundes por completo. No, hoy no estaba alterado. Tenía que mantener la calma y tomar cargo en una situación peligrosa. Es necesario para sobrevivir. Y es lo que hice. Nos saqué de ahí antes de que se volviese peor.- declaró.
-Pero...- murmuró. -Es absurdo enfadarse con alguien que es ciego sólo porque sea ciego. No es algo dentro de tu control, y definitivamente no soy la persona adecuada para enseñarte a ver.- suspiró. -Lo que sí puedo hacer es describirte como algo es de forma que lo entiendas. Puede que te suene arrogante, pero créeme, no lo verás si es de otra forma.- dijo, cruzándose de brazos.
-Asher es la primera y mejor verdadera amistad que he tenido nunca. Es la persona más cercana que tengo. No he conocido a nadie igual en el mundo, y probablemente, no lo haré jamás. Podría confiarle lo que fuese, y sé que estará de mi parte.- explicó.- Y no quiero que muera. Tampoco quiero morir yo. Es algo increible que nunca había tenido, y me niego a perderlo. Así que odio todo lo que sea un peligro innecesario. Pero la vida, y en especial las vuestras, están llenas de riesgos y encuentros con la muerte. Tal vez a ti no te importe morir. Te comportas como si fuese el caso. Si me creo lo que dice, a él sí le importa. Pero a pesar de todo, está tirando la cautela al viento.-
Hizo una pequeña pausa, recuperando saliva. No solía hablar tanto.
-Y, por supuesto, eso es malo. Horriblemente malo. Es todo lo que quiero evitar. No digo que sea culpa tuya: eres libre de vivir como quieras. La culpa es suya por tomar ejemplo. Pero no puedes negar que es así.- musitó, negando con la cabeza. -Porque con Kothán, ha pasado lo mismo. Le has dado una espada, y eso le ha dado la idea de que puede luchar. No puede. Casi muere. Espero que aprenda de eso. En este caso, al menos, no es del todo malo. El zorro era un cobarde antes de eso que solo se preocupaba por su propio pellejo. Tal vez... sea distinto ahora. Pero la idea es la misma. Influyes en la gente, para bien o para mal. Es dificil no verte como un peligro.- el hombre gato dudó un instante. Pero luego, continuó.-O quizás lo sería, si fuese tu intención. Pero has demostrado que no. Tienes un buen corazón, eres leal hacia Asher, y quieres ayudar a la gente. No sé si son defectos o no. Pero al menos sé que quieres ayudar, y ayudas como puedes. Puedo confiar en ti, incluso si estás ciego. Mejor ciego que vil. Yo me encargaré de que Asher no haga el idiota.-
Syl se levantó. Era un buen momento para concluir. Por última vez en la noche, miró al humano a los ojos.
-Tú simplemente sigue siendo Eltrant Tale.-
Y con eso, el gato desapareció en el refugio.
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La mañana siguiente fue relativamente tranquila. El sol empezaba a iluminar las dunas, y el frío de la noche empezaba a desaparecer por completo. Las mantas me agobiaban. Me sacudí, quitándolas de encima. ¿Que hora era? ¿Y que eran esos pasos que oía acercandose amenazadoramente?
-¡VENGA! ¡A DESPERTAR!- el grito amortiguado de Leah resonó por todo el edificio. Dioses. ¿Estaba golpeando cosas de metal? Pobre de aquel que la mujer hubiese visitado en primer lugar.
Los pasos se acercaron. Oh, no. Era el siguiente.
-¡Estoy despierto! ¡Por favor, piedad!- exclamé antes de verla aparecer. La mujer se cruzó de brazos, poniendo su típica cara de pocos amigos.
-Es una hora más tarde de lo que suelo despertarme. Vamos. Suficiente descanso.-
-Nunca en mi vida tendré suficiente descanso...- se quejó Kothán, vagando por los pasillos.
[. . .]
En menos de una hora, empezamos la expedición de ese día. Seguíamos yendo hacia el norte, aunque tomamos un camino distinto entre los cañones. Nuestro objetivo eran esas ruinas que le mujer había mencionado el día anterior.
Todo el mundo, salvo Leah, parecía cansado. ¿Cuantas horas de sueño nos había dejado la mujer? ¿Y cuanto dormía ella normalmente? Normal que siempre pareciese estar de mal humor.
El calor era aceptable, al menos. Mucho más que en el día anterior. Eso no quitaba que la marcha fuese molesta y agotadora. Pero, finalmente, vislumbramos el lugar. Parecía... una pirámide. No era demasiado grande, pero era dificil no verla teniendo solo dunas alrededor.
-Está relativamente cerca de un asentamiento de mi gente. No lo mencionéis en el mapa, ¿eh?- dijo la mujer.
A medida que nos acercamos, notamos distintas cosas sobre el sitio. En primer lugar, la pirámide estaba decorada: enormes dibujos en azul celeste y dorado decoraban la pared. De alguna forma, la arena y el viento no la habían desgastado. Lo segundo fue que no estábamos solos allí. Dos figuras estaban charlando cerca, una de ellas sentada.
Una vez llegamos, me llevé una ligera sorpresa. Ambos eran hombres bestia. El mayor era un tigre, vestido en curiosos ropajes y gesticulando varias veces hacia el cielo, la segunda persona, y a si mismo. El otro, el que estaba sentado, era bastante joven: debía tener alrededor de quince o dieciséis años, y era un cánido. ¿Una hiena? El tigre había estado hablando y hablando. Tal vez estuviese explicándole algo sobre la pirámide.
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-...y por lo tanto, si los Guías no actúan, es por el bien mayor. Incluso si crees no haber sentido su protección, puedes descansar sabiendo que había un buen motivo para lo ocurrido.- dijo el tigre, señalando al cielo con una de sus garras. -Puede parecer... Oh, Leah.- el hombre se percató de nuestra presencia. Primero se fijó en la mujer. Luego, en el resto de nosotros. -¿Quienes son estos? ¿Nuevos miembros?-
El desconocido nos observó con sus brillantes ojos azules, curioso. Había algo en él que me resultaba familiar, pero no estaba seguro de qué. Definitivamente no le había visto antes: apenas recordaba la última vez que me había cruzado con un hombre tigre. Estaba algo delgado, y su rostro tenía cierto atractivo, a pesar de estar algo entrado en años.
-Viejos miembros, en realidad. Están aquí de paso, y querían visitar la... cosa.- explicó, señalando la pirámide con la cabeza. El tigre ladeó la cabeza.
-¿De paso? ¿Vienen de fuera?- inquirió. Se acercó un par de pasos, escrutinándonos cuidadosamente. -Venís de distintos lugares, ¿hmm? Vuestros ojos dicen cosas distintas. Si ves una roca obstruyendo tu camino, la rompes o lanzas lejos, ¿verdad?- preguntó, dirigido a mi. Arqueé una ceja. ¿A qué venía eso? ¿Estaba mal de la cabeza? Sin embargo, no esperó una respuesta antes de fijarse en Syl. -Tú. Tienes algo que quieres decir. Venga, di.- sonrió el tigre.
-Eres... eres un chamán, ¿verdad?- preguntó el gato. -Antes has mencionado a los Guías, y esos símbolos en tu ropa...- La sonrisa del tigre se ensanchó.
-Efectivamente. Fui el consejero y guía espiritual de la tribu Gaemun de las Islas Illidenses. Mi nombre es Rakfyr. Me alegra que lo hayas notado. ¿Sigues el camino de los Guías?- preguntó. Syl dudó un segundo, pero asintió firmemente. -Maravilloso. Bajo la misma estrella fuimos creados, y en la tierra nos regocijaremos juntos. Toma.- el hombre tigre sacó una pequeña bolsa que tenía atada al cinto, y tras hurgar unos instantes en ella, le tendió una pequeña figura de hueso. ¿Un símbolo? Era difícil de discernir, pero lo había visto antes.
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Syl abrió los ojos, sorprendido. El felino examinó el símbolo de hueso, y asintió solemnemente.
-Muchas gracias.- dijo, algo conmovido. -Mi nombre es Syl. Estos son Asher, Kothán, y Eltrant Tale.- continuó, señalando a cada uno con un pequeño gesto.
-¿Que hay de vosotros? ¿Seguidores del Lobo?- inquirió, dirigiéndose hacia Koth y a mi. El zorro me miró, algo confuso.
-No exactamente.- respondí, cruzándome de brazos. No di mayor explicación. Era ligeramente familiar con la religión espiritista, pero la había considerado una tradición absurda desde que era joven. En esos tiempos, sin embargo, estaba algo menos seguro de en qué creer. El tigre me sostuvo la mirada durante unos instantes, pero se encogió de hombros.
-Nunca es tarde para encontrar un Guía, si lo deseas.- musitó. -Pero, volvamos a lo que os interesa. La pirámide...-
-Espera, espera.- intervino Koth. -¿De qué va eso del Camino? ¿Y Guías? ¿Y que es eso que le has dado?- preguntó. Intercambié una mirada con Syl. Era raro que no supiese nada al respecto. ¿No había dicho que tenía un apellido?
-Oh, ¡buena pregunta!- respondió Rakfyr, satisfecho. -Para responderla por completo, tendría que pasarme horas hablando, como he estado haciendo con el joven Izar, aquí presente.- dijo, señalando al canino con el que estaba hablando.
-Hablando de eso. ¿Puedo irme?- preguntó este, hablando por primera vez. El chamán suspiró.
-Está bien. Pero continuaremos la lección mañana.- afirmó. Se volvió hacia nosotros, llevándose la mano a la boca. -Como iba diciendo... una versión resumida sería la siguiente: Syl y yo, como muchos hombres bestia, seguimos la creencia de que los espíritus naturales tienen una gran influencia sobre el mundo. Los Guías son algo así como los "padres" de esos espíritus, y cada uno tiene su forma de actuar y presentarle un camino a sus seguidores.- explicó. -Lo que le he dado a Syl es un tótem de mi guía y el suyo, el Tigre, que protege a los felinos. Es algo así como un amuleto protector.- dijo
-Oh. Entiendo...- murmuró el zorro. Carraspeé, llamando la atención del tigre.
-La pirámide.- le recordé.
-Cierto. Muy bien, seguidme.-
-Antes de eso... debería irme, chicos. Lo siento, pero no puedo dejar a esos tipos sin vigilar durante mucho tiempo.- intervino Leah. -Os dejo en manos de Rakfyr. Seguramente no os vea en el camino de vuelta, así que... gracias por vuestra ayuda. Habéis hecho algo increíble.- dijo la mujer.
-Camina en paz, Leah.-
-Tu también, Syl. Nos vemos.- sonrió. Tras recibir las despedidas del resto, la Nórgeda se dio la vuelta y emprendió la marcha. Seguramente nos volveríamos a ver, en algún momento. Fuese dentro o fuera del arenal.
El tigre nos mostró la entrada del edificio. Una enorme puerta azul, con el mismo tono que tenian las pinturas en las paredes. Parecían ser de algún tipo de piedra particular, pero no sabía reconocerla. Lo más curioso, sin embargo, es que las puertas no tenian ningún tipo de cerrojo, bisagra o picaporte. Lo único que realmente hacía que la identificase como una puerta eran los dibujos, divididos en el punto medio del muro.
-Aquí la tenéis. Dicen que está viva, pero no termino de creerme que sea algún tipo de animal. No es nada que haya visto antes.- dijo el tigre.
-¿Viva? ¿Como que está viva?- preguntó Koth
-Tócala y verás.- le animó, sonriendo. El zorro no se lo pensó dos veces, y colocó las palmas de sus manos sobre el muro azul. Y, ahí, en medio de la pared, se abrió un ojo. Un gran ojo de diez centímetros de radio, completamente negro, pero brillante. Kothán retrocedió, horrorizado, y cayó hacia atrás sobre la arena. El ojo le observó fijamente, antes de cerrarse de nuevo sin dejar rastro.
-¿¡Qué cojones ha sido eso!?- preguntó, acusando al tigre con la mirada. El felino dio una carcajada.
-Sorprendente, ¿verdad? Nadie está seguro. Pero con algunas personas, a veces... se abre.- explicó. -Me pregunto a quien considera digno...- dijo, lanzando una vaga mirada hacia el resto de nosotros. ¿Era eso un desafío?
Resoplé y me adelanté, colocando las manos sobre la puerta. De nuevo, apareció el ojo, aunque en un punto más alto del que había salido antes. Apreté la palma de mi mano sobre el ojo. La superficie era dura y fría, pero completamente lisa y cristalina. Sin embargo, no se inmutó, y en cuanto retiré la mano, volvió a cerrarse.
-...supongo que eso es un no. ¿Alguien más quiere probar?- pregunté.
Asher Daregan
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
“Tú simplemente sigue siendo Eltrant Tale”
Y con esas palabras, se marchó. El gato le dejó completamente a solas en aquel lugar, acompañado por el suave susurro de la brisa nocturna y la luz de la luna.
Se revolvió el pelo y suspiró, agachó la cabeza y cerró los ojos, tratando de ordenar las ideas que el felino le había metido en la cabeza. Él solo quería tomar el aire, dar un paseo antes de dormirse. ¿A qué venía todo ese rollo de “Estas ciego”? ¿Tan insoportable era su presencia para el gato? ¿Es que ni siquiera era capaz de aceptar un cumplido suyo? Por no hablar que no le había dejado tiempo siquiera a responderle, había dado la conversación por zanjada y se había marchado.
- A mí también me importa morir… - Le dijo a la nada en apenas un susurro, suspirando. Era demasiado ingenuo, pero había razones por las que, en su cabeza, merecía la pena dar la vida, aunque no quisiese hacerlo en realidad; No era por unos ideales, no por objetos de valor, ni por fama o gloria.
Quizás ni siquiera él estuviese muy seguro de dónde estaba el límite.
Por supuesto, fuese lo que fuese, eran razones que ni Syl ni Asher compartían con él, ninguno de los que estaba allí lo hacía. Se atusó la barba, volvió a otear el horizonte, las lejanas dunas ligeramente plateadas y pensó en las personas a las que conocía. En realidad, no había nadie que compartiese aquello con él, estaba completamente solo, sonrió y se pasó la mano por la cara, el gato tenía más razón de la que su orgullo se dignaba a admitir.
- Entonces… - Se levantó, miró al lugar por el cual había desaparecido Syl, dejó caer sus manos hasta la cintura. – Entonces estoy ciego. – Suspiró. – Ya veo - Era una manera de decirlo, quizás solo veía lo que a él le gustaba ver, quizás prefería ignorar a la muerte antes de rendirse ante ella, ante el mundo.
La brisa se volvió más fría, bostezó y se ajustó la camisa, los parpados comenzaban a pesarle. Tras una última y larga mirada se levantó y volvió al interior.
No le caía bien a Syl, aquella charla lo había demostrado, el gato no tenía ningún interés en convertirse en su amigo y tampoco parecía creer que fuese seguro hacerlo, no le culpaba.
Al menos podía confiar en que este le cubriese las espaldas.
Llegó de nuevo a su habitación, miró el símbolo maldito durante unos instantes y torció el gesto, segundos después se tumbó en aquel camastro que difícilmente podía ser considerado como tal. Entrelazó las manos tras su cabeza y, durante varios minutos, se quedó mirando el cielo estrellado que se podía ver a través del agujero del techo.
Un rayo de sol, uno que se filtraba por el mismo agujero que se había pasado la mayor parte de la noche mirando, le despertó. Bostezó profundamente y se incorporó hasta quedarse sentado sobre las mantas.
La voz de Leah comenzó a abrirse paso a través de las habitaciones, era la hora de partir hacía el templo que Asher tenía interés en ver. Si le hubiesen preguntado a él habría optado por volver a la ciudad, después de la charla de la última noche no le apetecía demasiado salir a caminar por el desierto y, a sus ojos, ya habían terminado el trabajo. Pero era un hecho que sin él y el salvoconducto que portaba el grupo no podía volver a Roilkat, tendría que resignarse y acompañarles.
Era curioso, años atrás habría estado incluso entusiasmado por explorar aquel lugar que “Solo se abría ante unos pocos”.
- Ya estoy despierto. – Dijo moviendo la mano cuando oyó a Leah aproximarse a la habitación, bostezando de nuevo, para indicarle a esta que se alejase y no le gritase como a los demás. Se levantó del todo y, frotándose los ojos, se agachó junto a su indumentaria, la cual no tardó apenas unos minutos en ponerse. – Una costumbre sana. – Dijo para sí, asintiendo, mientras ajustaba el guantelete mordido en torno a su brazo. Aun recordaba cuando necesitaba de otra persona y al menos media hora para enfundarse en todo aquel metal, sonrió.
Lo último que hizo, antes de abandonar la habitación del emblema maldito, fue ajustarse ambas espadas a su cuerpo. Leah seguía usando la cacerola con los demás, despertando a los que aun estuviesen adormilados. Seguro que era Kothán.
- Vamos…
No habló demasiado durante la primera mitad del trayecto, en último lugar se limitó a seguir las huellas de Leah en la arena. El sol hacía relativamente poco que había salido y, aun así, golpeaba con tanta fuerza que Eltrant se había visto obligado a camuflar de nuevo su armadura con tela, aunque esta vez dejaba mucho que desear dada la cantidad con la que contaba para hacerlo.
Era una suerte que no hiciese tanto calor como el día anterior.
No pudo evitar observar que todos, salvo la mujer, tenían aspecto de haber dormido poco. ¿Estaban Asher y Kothán bien? Al fin y al cabo, ellos dos habían sido los únicos heridos. Se pasó la mano por la frente, secando el sudor que resbalaba por la misma y continuó caminando tras el grupo.
Tomó al zorro del hombro para llamar su atención, no podía quitarse lo que había dicho Syl la noche anterior de la cabeza, tampoco estaba muy seguro de que decirle.
- ¿Te encuentras bien? – Preguntó con sencillez, bajando la mirada hasta la venda que rodeaba la herida del zorro. – Con todo lo que pasó ayer y tal… - Suspiró – No he podido preguntarte en condiciones. Lo siento. – Dijo tratando de mantener el ritmo, por el tamaño de la pirámide que comenzó a aparecerse en el horizonte faltaba, al menos, una media hora de travesía por las arenas.
No sabía que más decir. ¿Era cierto que había hecho pensar al zorro que podía pelear? ¿Qué por su culpa casi moría? Quizás lo sensato fuese que se alejase de aquel grupo, que fuese por su cuenta y riesgo, que le dijese a Lyn que viajase por su cuenta.
Apretó los dientes, no podía dejar que una simple conversación penetrara tan profundamente en él. Asió al coyote por el brazo con más fuerza, deteniéndolo un instante, cerró la otra mano de forma inconsciente en torno a la empuñadura de la espada que llevaba al cinto.
- Fuiste muy valiente ayer. – Le dijo – Pero no todo el mundo lleva armadura completa y se puede permitir hacer el idiota como yo. – Sonrió, aunque él también se comportaba de aquella forma cuando no tenía armadura. De todas formas, estaba seguro de poder encajar más espadazos que el zorro – Así que la próxima vez: los enemigos a distancia de espada – Aseguró liberándole, le daba miedo sonar como un padre preocupado, o demasiado arrogante, pero las palabras de Syl habían calado en él, no podía evitar pensar que de no tener espada no se habría arriesgado tanto.
– Puedo darte un par de lecciones en lo que volvemos a la ciudad – Por otro lado seguía sin creer que fuese totalmente culpa suya. Kothán, después de todo, pertenecía a una familia, y él también querría probar que podía defenderla. Él lo haría de estar en su lugar al menos, por lo que había oído estaba herido por haber tratado de ayudar a Asher.
– Aunque no sé si mi estilo… - Se atusó la barba. ¿Tenía él un estilo a la hora de pelear? Se había enseñado a sí mismo, sí que era verdad que ahora era capaz de intuir los movimientos de los demás y actuar acorde con más facilidad, pero era algo que le había costado muchas heridas, quizás demasiadas para que fuese un método de entrenamiento útil – Creo que el de Asher se ajusta más a cómo te mueves. – Dijo tras unos segundos pensativos. - Podrías preguntarle a él. – Soltó la espada para mantener el ritmo, de aquella forma le costaba más moverse. – Dudo que te diga que no. – Puso los ojos en blanco y le dio un codazo al zorro. – Le encanta presumir de esgrima. – Sonrió, aunque la sonrisa desapareció al momento. – Demasiado… créeme.
Puede que el zorro no supiese pelear, pero eso no significaba que no pudiese aprender con el tiempo, que no pudiese proteger a quienes les importaba. Le parecía más egoísta la opción de Syl, esa de tacharle de un caso perdido. “No puede pelear”, negó con la cabeza, todos pueden pelear, lo único que cambia es la forma en la que lo hacen.
- Oh y… - Antes de seguir avanzando miró fijamente a Kothán, la pirámide ya se había convertido en un elemento importante del paisaje, lo suficientemente grande como para poder ver las dos siluetas que estaban a los pies de la misma, aparentemente, conversando. – Te oí hablar ayer con Leah… - Se atusó la barba unos momentos, pensando que decirle. ¿Quizás necesitaba interiorizarlo por su cuenta? Quizás, pero él habría agradecido aquellas palabras tiempo atrás – Seguramente no sea el más adecuado para decirte esto, pero… - Suspiró - … esa sensación acaba pasando. – Afirmó. – Tú o él. – Le puso una mano en el hombro según caminaban. – Y esto es algo en lo que Asher también estará de acuerdo. – Cerró los ojos, la única frase que había oído el zorro de aquel tema había sido “Lo has dejado muy muerto” – Normalmente es mejor que sea él el que acaba en el suelo.
Las dos siluetas acabaron convirtiéndose en personas, hombres-bestia en concreto. Un Tigre y una especie de perro al que Eltrant no era capaz de ponerle nombre. El Tigre por como hablaba y actuaba era una especie de profesor, cuando estuvieron lo suficiente Eltrant descubrió que se trataba de un predicador.
Se cruzó de brazos y se dejó caer sobre una de las tantas piedras que había desperdigadas por la zona, la pirámide era más grande de lo que había pensado en principio, de un vivo azul que, desde la lejanía, probablemente se fundiría con el cielo si la mirabas a la hora adecuada.
El tigre se interesó de inmediato por Asher y Syl. Eltrant no puedo evitar sonreír ante la criptica descripción que hizo este del primero, Syl hizo gala de aquella parte de su personalidad que ya había visto en contadas ocasiones, no tardó en reconocer al tigre como un chamán.
Levantó una mano cuando el tigre se presentó como Rakfyr y Syl introdujo al resto del grupo, el felino parecía, de algún modo, entusiasmado por la presencia del chamán en aquel lugar. La expresión de Asher, por otro lado, parecía indicar otra cosa.
De todos modos, ¿Qué sabía él? Si estaba ciego.
Torció el gesto durante unos instantes al pensar en esto, obviando por encima la explicación que dio el tigre acerca de la religión que este seguía, y acabando al final con una sonrisa cansada cuando apartó aquel extraño rencor de su cabeza. El gato no tenía mala intención al hablarle de aquel modo, se preocupaba por lo que más quería en Aerandir, y como bien había explicado la noche anterior ese era Asher, era normal que se mostrase reticente con él.
Trató de comprenderle. Aunque este se negase muchas veces a hacer lo contrario.
Volvió a atender a la conversación que mantenían los distintos hombres-bestia cuando Leah dijo al grupo que se marchaba, enarcó una ceja al oír lo inmediato de la decisión y levantó de su asiento.
Tras sacudirse la polvorienta tela que cubría su armadura levantó una de las manos como despedida a Leah y le ofreció una sonrisa.
- Cuídate. – Dijo como toda despedida, fijándose en la espalda de la mujer alejarse más y más.
Era curioso, él podría conseguir, si se lo propusiese, un salvoconducto oficial para cualquiera que estuviese allí, incluso para todos a la vez. Es decir, había combatido en dos guerras y había salvado al hijo de Roiland, le debían un favor, varios de hecho.
Pero dudaba mucho que Leah, Asher o los demás lo aceptasen.
Una vez Leah se hubo despedido Rakfyr les condujo hasta la entrada a la pirámide, dónde al parecer descansaba una inmensa pared lisa del mismo color que el resto de la estructura.
- Parece más una pared… - Susurró Eltrant observándola apartado, estudiándola desde la distancia. No veía bisagras ¿Se abriría hacía arriba? ¿Cómo el portón de una fortificación? Cabía la posibilidad, pero eso solo dejaba un par de opciones para entrar y dudaba mucho que aquel lugar estuviese habitado para que les abriesen desde el interior.
Lo siguiente que el chamán dijo hizo que la curiosidad que, en alguna parte, seguía poseyendo en su interior se avisase. ¿Qué la pared estaba viva y elegía a quien dejaba pasar a voluntad? Frunció el ceño y sonrió, aquello tenía que verlo para creerlo.
Kothán fue el primero que hizo la prueba, estuvo tentado de no dejarle tocar la pared. Sabía mejor que nadie el riesgo que conllevaba el tocar cosas que no debían ser tocadas, pero por fortuna, la acción del coyote solo hizo que un ojo, un ojo negro y brillante se abriese en mitad de la pared.
Lo que más le sorprendió fue el gritó del coyote, la sorpresa del zorro fue suficiente como para que el exmercenario, que tampoco se esperaba que aquella puerta tuviese un ojo, llevase la mano derecha hasta su espada, sobresaltado.
- Vale. – Dijo a continuación. – No lo toques. No sabes que puede pasar – Pero nadie pareció oírle, en sí, Rakfyr, convencido de que aquella puerta mágica no iba a sorberle el alma a nadie, lanzó una especie de desafío a los presentes; Uno que Asher no tardó en aceptar. – Y después soy yo el idiota. – Musitó frunciendo el ceño, soltando la espada y cruzándose de brazos.
La magia nunca traía buenos resultados, y si aquella cosa era magia, iban a arrepentirse. Después iba a cargar con un libro que contenía sus recuerdos en él por toda Aerandir. Casi podía verlo.
Salvo por el ojo que se volvió a abrir, curioso, a otear quien había tocado la entrada a la pirámide, el lugar permaneció tal y como había estado segundos antes de que el lobo colocase la palma de su mano sobre la fría pared de granito azul.
- ¿Seguro que eso no es una pared y ya? – Preguntó Eltrant, nadie parecía querer seguirle el ritmo al tigre, nadie de los que aún no habían probado. No sabía que pasaba por la cabeza de Syl en aquel momento, pero sabía que el gato era demasiado prudente como para aceptar aquel desafío.
Mantuvo la mirada de Asher durante unos instantes, aquellos profundos ojos amarillos. Podía oírle en sus pensamientos, en el futuro, en una taberna, con aquella sonrisa sarcástica riéndose por los siglos de los siglos por que no se atrevió a tocar un trozo de muro azul.
- Muy bien. – Respiró hondo y comenzó a desatarse el guantelete. – No voy a quedar como un cobarde. – Dijo mirando a Asher, sonriéndole y dándole un codazo amistoso según pasaba junto a él. Le tendió el guantelete al zorro para que se lo sujetase y suspiró hondo. – Vamos allá… - Levantó la mano izquierda, aun protegida en parte por el guante de cuero y la mantuvo a un palmo de la pared – Vaaaamos allá – Susurró una vez más, podía sentir las miradas de los demás en su espalda.
Apretó los dientes y depositó las yemas de sus dedos, desnudos, sobre el granito azul.
El ojo se abrió, de igual forma que había sucedido las dos veces anteriores, pero, esta vez, no se cerró. La gigantesca puerta comenzó a emitir un leve pitido, un sonido similar al que produciría una campana pequeña y, tras varios segundos así, comenzó a vibrar con tal intensidad que Eltrant creyó que el suelo iba a hundirse bajo sus pies.
- ¡Lo sabía! – Exclamó echando mano de su espada, aquella cosa se iba a llevar su alma. ¿Por que siempre tocaba lo que no debía? La puerta comenzó a ascender levemente, crujiendo con fuerza, dejando caer una gran cantidad de polvo a su alrededor. Frunciendo el ceño se apartó de la estructura y esperó a ver si sucedía algo más una vez la puerta hubo terminado de ascender, pero como había dicho el chamán, aquello no era más que una puerta, una puerta ridículamente ostentosa que se abría ante algunas personas.
¿Por qué a él? ¿Qué tenía él de especial? Con la cara tan blanca como las prendas que cubrían su armadura soltó el pomo de la espada y miró a Rakfyr inquisitivamente, buscando alguna respuesta por parte de este. Suspiró y se volvió a calzar el guantelete de metal en torno a su brazo, el ojo negro seguía abierto, en lo alto, mirándole fijamente.
Ahora que había abierto el portón la curiosidad de Asher no podría con él, iban a entrar irremediablemente en la pirámide, era una suerte que contasen con el tigre como guía. Lo cierto es que él también sentía cierto interés por saber que aguardaba al otro lado de aquella entrada, sobre todo ahora que aquella cosa había reaccionado ante él.
- ¿...Ahora qué? – Preguntó.
Y con esas palabras, se marchó. El gato le dejó completamente a solas en aquel lugar, acompañado por el suave susurro de la brisa nocturna y la luz de la luna.
Se revolvió el pelo y suspiró, agachó la cabeza y cerró los ojos, tratando de ordenar las ideas que el felino le había metido en la cabeza. Él solo quería tomar el aire, dar un paseo antes de dormirse. ¿A qué venía todo ese rollo de “Estas ciego”? ¿Tan insoportable era su presencia para el gato? ¿Es que ni siquiera era capaz de aceptar un cumplido suyo? Por no hablar que no le había dejado tiempo siquiera a responderle, había dado la conversación por zanjada y se había marchado.
- A mí también me importa morir… - Le dijo a la nada en apenas un susurro, suspirando. Era demasiado ingenuo, pero había razones por las que, en su cabeza, merecía la pena dar la vida, aunque no quisiese hacerlo en realidad; No era por unos ideales, no por objetos de valor, ni por fama o gloria.
Quizás ni siquiera él estuviese muy seguro de dónde estaba el límite.
Por supuesto, fuese lo que fuese, eran razones que ni Syl ni Asher compartían con él, ninguno de los que estaba allí lo hacía. Se atusó la barba, volvió a otear el horizonte, las lejanas dunas ligeramente plateadas y pensó en las personas a las que conocía. En realidad, no había nadie que compartiese aquello con él, estaba completamente solo, sonrió y se pasó la mano por la cara, el gato tenía más razón de la que su orgullo se dignaba a admitir.
- Entonces… - Se levantó, miró al lugar por el cual había desaparecido Syl, dejó caer sus manos hasta la cintura. – Entonces estoy ciego. – Suspiró. – Ya veo - Era una manera de decirlo, quizás solo veía lo que a él le gustaba ver, quizás prefería ignorar a la muerte antes de rendirse ante ella, ante el mundo.
La brisa se volvió más fría, bostezó y se ajustó la camisa, los parpados comenzaban a pesarle. Tras una última y larga mirada se levantó y volvió al interior.
No le caía bien a Syl, aquella charla lo había demostrado, el gato no tenía ningún interés en convertirse en su amigo y tampoco parecía creer que fuese seguro hacerlo, no le culpaba.
Al menos podía confiar en que este le cubriese las espaldas.
Llegó de nuevo a su habitación, miró el símbolo maldito durante unos instantes y torció el gesto, segundos después se tumbó en aquel camastro que difícilmente podía ser considerado como tal. Entrelazó las manos tras su cabeza y, durante varios minutos, se quedó mirando el cielo estrellado que se podía ver a través del agujero del techo.
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Un rayo de sol, uno que se filtraba por el mismo agujero que se había pasado la mayor parte de la noche mirando, le despertó. Bostezó profundamente y se incorporó hasta quedarse sentado sobre las mantas.
La voz de Leah comenzó a abrirse paso a través de las habitaciones, era la hora de partir hacía el templo que Asher tenía interés en ver. Si le hubiesen preguntado a él habría optado por volver a la ciudad, después de la charla de la última noche no le apetecía demasiado salir a caminar por el desierto y, a sus ojos, ya habían terminado el trabajo. Pero era un hecho que sin él y el salvoconducto que portaba el grupo no podía volver a Roilkat, tendría que resignarse y acompañarles.
Era curioso, años atrás habría estado incluso entusiasmado por explorar aquel lugar que “Solo se abría ante unos pocos”.
- Ya estoy despierto. – Dijo moviendo la mano cuando oyó a Leah aproximarse a la habitación, bostezando de nuevo, para indicarle a esta que se alejase y no le gritase como a los demás. Se levantó del todo y, frotándose los ojos, se agachó junto a su indumentaria, la cual no tardó apenas unos minutos en ponerse. – Una costumbre sana. – Dijo para sí, asintiendo, mientras ajustaba el guantelete mordido en torno a su brazo. Aun recordaba cuando necesitaba de otra persona y al menos media hora para enfundarse en todo aquel metal, sonrió.
Lo último que hizo, antes de abandonar la habitación del emblema maldito, fue ajustarse ambas espadas a su cuerpo. Leah seguía usando la cacerola con los demás, despertando a los que aun estuviesen adormilados. Seguro que era Kothán.
- Vamos…
[…]
No habló demasiado durante la primera mitad del trayecto, en último lugar se limitó a seguir las huellas de Leah en la arena. El sol hacía relativamente poco que había salido y, aun así, golpeaba con tanta fuerza que Eltrant se había visto obligado a camuflar de nuevo su armadura con tela, aunque esta vez dejaba mucho que desear dada la cantidad con la que contaba para hacerlo.
Era una suerte que no hiciese tanto calor como el día anterior.
No pudo evitar observar que todos, salvo la mujer, tenían aspecto de haber dormido poco. ¿Estaban Asher y Kothán bien? Al fin y al cabo, ellos dos habían sido los únicos heridos. Se pasó la mano por la frente, secando el sudor que resbalaba por la misma y continuó caminando tras el grupo.
Tomó al zorro del hombro para llamar su atención, no podía quitarse lo que había dicho Syl la noche anterior de la cabeza, tampoco estaba muy seguro de que decirle.
- ¿Te encuentras bien? – Preguntó con sencillez, bajando la mirada hasta la venda que rodeaba la herida del zorro. – Con todo lo que pasó ayer y tal… - Suspiró – No he podido preguntarte en condiciones. Lo siento. – Dijo tratando de mantener el ritmo, por el tamaño de la pirámide que comenzó a aparecerse en el horizonte faltaba, al menos, una media hora de travesía por las arenas.
No sabía que más decir. ¿Era cierto que había hecho pensar al zorro que podía pelear? ¿Qué por su culpa casi moría? Quizás lo sensato fuese que se alejase de aquel grupo, que fuese por su cuenta y riesgo, que le dijese a Lyn que viajase por su cuenta.
Apretó los dientes, no podía dejar que una simple conversación penetrara tan profundamente en él. Asió al coyote por el brazo con más fuerza, deteniéndolo un instante, cerró la otra mano de forma inconsciente en torno a la empuñadura de la espada que llevaba al cinto.
- Fuiste muy valiente ayer. – Le dijo – Pero no todo el mundo lleva armadura completa y se puede permitir hacer el idiota como yo. – Sonrió, aunque él también se comportaba de aquella forma cuando no tenía armadura. De todas formas, estaba seguro de poder encajar más espadazos que el zorro – Así que la próxima vez: los enemigos a distancia de espada – Aseguró liberándole, le daba miedo sonar como un padre preocupado, o demasiado arrogante, pero las palabras de Syl habían calado en él, no podía evitar pensar que de no tener espada no se habría arriesgado tanto.
– Puedo darte un par de lecciones en lo que volvemos a la ciudad – Por otro lado seguía sin creer que fuese totalmente culpa suya. Kothán, después de todo, pertenecía a una familia, y él también querría probar que podía defenderla. Él lo haría de estar en su lugar al menos, por lo que había oído estaba herido por haber tratado de ayudar a Asher.
– Aunque no sé si mi estilo… - Se atusó la barba. ¿Tenía él un estilo a la hora de pelear? Se había enseñado a sí mismo, sí que era verdad que ahora era capaz de intuir los movimientos de los demás y actuar acorde con más facilidad, pero era algo que le había costado muchas heridas, quizás demasiadas para que fuese un método de entrenamiento útil – Creo que el de Asher se ajusta más a cómo te mueves. – Dijo tras unos segundos pensativos. - Podrías preguntarle a él. – Soltó la espada para mantener el ritmo, de aquella forma le costaba más moverse. – Dudo que te diga que no. – Puso los ojos en blanco y le dio un codazo al zorro. – Le encanta presumir de esgrima. – Sonrió, aunque la sonrisa desapareció al momento. – Demasiado… créeme.
Puede que el zorro no supiese pelear, pero eso no significaba que no pudiese aprender con el tiempo, que no pudiese proteger a quienes les importaba. Le parecía más egoísta la opción de Syl, esa de tacharle de un caso perdido. “No puede pelear”, negó con la cabeza, todos pueden pelear, lo único que cambia es la forma en la que lo hacen.
- Oh y… - Antes de seguir avanzando miró fijamente a Kothán, la pirámide ya se había convertido en un elemento importante del paisaje, lo suficientemente grande como para poder ver las dos siluetas que estaban a los pies de la misma, aparentemente, conversando. – Te oí hablar ayer con Leah… - Se atusó la barba unos momentos, pensando que decirle. ¿Quizás necesitaba interiorizarlo por su cuenta? Quizás, pero él habría agradecido aquellas palabras tiempo atrás – Seguramente no sea el más adecuado para decirte esto, pero… - Suspiró - … esa sensación acaba pasando. – Afirmó. – Tú o él. – Le puso una mano en el hombro según caminaban. – Y esto es algo en lo que Asher también estará de acuerdo. – Cerró los ojos, la única frase que había oído el zorro de aquel tema había sido “Lo has dejado muy muerto” – Normalmente es mejor que sea él el que acaba en el suelo.
Las dos siluetas acabaron convirtiéndose en personas, hombres-bestia en concreto. Un Tigre y una especie de perro al que Eltrant no era capaz de ponerle nombre. El Tigre por como hablaba y actuaba era una especie de profesor, cuando estuvieron lo suficiente Eltrant descubrió que se trataba de un predicador.
Se cruzó de brazos y se dejó caer sobre una de las tantas piedras que había desperdigadas por la zona, la pirámide era más grande de lo que había pensado en principio, de un vivo azul que, desde la lejanía, probablemente se fundiría con el cielo si la mirabas a la hora adecuada.
El tigre se interesó de inmediato por Asher y Syl. Eltrant no puedo evitar sonreír ante la criptica descripción que hizo este del primero, Syl hizo gala de aquella parte de su personalidad que ya había visto en contadas ocasiones, no tardó en reconocer al tigre como un chamán.
Levantó una mano cuando el tigre se presentó como Rakfyr y Syl introdujo al resto del grupo, el felino parecía, de algún modo, entusiasmado por la presencia del chamán en aquel lugar. La expresión de Asher, por otro lado, parecía indicar otra cosa.
De todos modos, ¿Qué sabía él? Si estaba ciego.
Torció el gesto durante unos instantes al pensar en esto, obviando por encima la explicación que dio el tigre acerca de la religión que este seguía, y acabando al final con una sonrisa cansada cuando apartó aquel extraño rencor de su cabeza. El gato no tenía mala intención al hablarle de aquel modo, se preocupaba por lo que más quería en Aerandir, y como bien había explicado la noche anterior ese era Asher, era normal que se mostrase reticente con él.
Trató de comprenderle. Aunque este se negase muchas veces a hacer lo contrario.
Volvió a atender a la conversación que mantenían los distintos hombres-bestia cuando Leah dijo al grupo que se marchaba, enarcó una ceja al oír lo inmediato de la decisión y levantó de su asiento.
Tras sacudirse la polvorienta tela que cubría su armadura levantó una de las manos como despedida a Leah y le ofreció una sonrisa.
- Cuídate. – Dijo como toda despedida, fijándose en la espalda de la mujer alejarse más y más.
Era curioso, él podría conseguir, si se lo propusiese, un salvoconducto oficial para cualquiera que estuviese allí, incluso para todos a la vez. Es decir, había combatido en dos guerras y había salvado al hijo de Roiland, le debían un favor, varios de hecho.
Pero dudaba mucho que Leah, Asher o los demás lo aceptasen.
Una vez Leah se hubo despedido Rakfyr les condujo hasta la entrada a la pirámide, dónde al parecer descansaba una inmensa pared lisa del mismo color que el resto de la estructura.
- Parece más una pared… - Susurró Eltrant observándola apartado, estudiándola desde la distancia. No veía bisagras ¿Se abriría hacía arriba? ¿Cómo el portón de una fortificación? Cabía la posibilidad, pero eso solo dejaba un par de opciones para entrar y dudaba mucho que aquel lugar estuviese habitado para que les abriesen desde el interior.
Lo siguiente que el chamán dijo hizo que la curiosidad que, en alguna parte, seguía poseyendo en su interior se avisase. ¿Qué la pared estaba viva y elegía a quien dejaba pasar a voluntad? Frunció el ceño y sonrió, aquello tenía que verlo para creerlo.
Kothán fue el primero que hizo la prueba, estuvo tentado de no dejarle tocar la pared. Sabía mejor que nadie el riesgo que conllevaba el tocar cosas que no debían ser tocadas, pero por fortuna, la acción del coyote solo hizo que un ojo, un ojo negro y brillante se abriese en mitad de la pared.
Lo que más le sorprendió fue el gritó del coyote, la sorpresa del zorro fue suficiente como para que el exmercenario, que tampoco se esperaba que aquella puerta tuviese un ojo, llevase la mano derecha hasta su espada, sobresaltado.
- Vale. – Dijo a continuación. – No lo toques. No sabes que puede pasar – Pero nadie pareció oírle, en sí, Rakfyr, convencido de que aquella puerta mágica no iba a sorberle el alma a nadie, lanzó una especie de desafío a los presentes; Uno que Asher no tardó en aceptar. – Y después soy yo el idiota. – Musitó frunciendo el ceño, soltando la espada y cruzándose de brazos.
La magia nunca traía buenos resultados, y si aquella cosa era magia, iban a arrepentirse. Después iba a cargar con un libro que contenía sus recuerdos en él por toda Aerandir. Casi podía verlo.
Salvo por el ojo que se volvió a abrir, curioso, a otear quien había tocado la entrada a la pirámide, el lugar permaneció tal y como había estado segundos antes de que el lobo colocase la palma de su mano sobre la fría pared de granito azul.
- ¿Seguro que eso no es una pared y ya? – Preguntó Eltrant, nadie parecía querer seguirle el ritmo al tigre, nadie de los que aún no habían probado. No sabía que pasaba por la cabeza de Syl en aquel momento, pero sabía que el gato era demasiado prudente como para aceptar aquel desafío.
Mantuvo la mirada de Asher durante unos instantes, aquellos profundos ojos amarillos. Podía oírle en sus pensamientos, en el futuro, en una taberna, con aquella sonrisa sarcástica riéndose por los siglos de los siglos por que no se atrevió a tocar un trozo de muro azul.
- Muy bien. – Respiró hondo y comenzó a desatarse el guantelete. – No voy a quedar como un cobarde. – Dijo mirando a Asher, sonriéndole y dándole un codazo amistoso según pasaba junto a él. Le tendió el guantelete al zorro para que se lo sujetase y suspiró hondo. – Vamos allá… - Levantó la mano izquierda, aun protegida en parte por el guante de cuero y la mantuvo a un palmo de la pared – Vaaaamos allá – Susurró una vez más, podía sentir las miradas de los demás en su espalda.
Apretó los dientes y depositó las yemas de sus dedos, desnudos, sobre el granito azul.
El ojo se abrió, de igual forma que había sucedido las dos veces anteriores, pero, esta vez, no se cerró. La gigantesca puerta comenzó a emitir un leve pitido, un sonido similar al que produciría una campana pequeña y, tras varios segundos así, comenzó a vibrar con tal intensidad que Eltrant creyó que el suelo iba a hundirse bajo sus pies.
- ¡Lo sabía! – Exclamó echando mano de su espada, aquella cosa se iba a llevar su alma. ¿Por que siempre tocaba lo que no debía? La puerta comenzó a ascender levemente, crujiendo con fuerza, dejando caer una gran cantidad de polvo a su alrededor. Frunciendo el ceño se apartó de la estructura y esperó a ver si sucedía algo más una vez la puerta hubo terminado de ascender, pero como había dicho el chamán, aquello no era más que una puerta, una puerta ridículamente ostentosa que se abría ante algunas personas.
¿Por qué a él? ¿Qué tenía él de especial? Con la cara tan blanca como las prendas que cubrían su armadura soltó el pomo de la espada y miró a Rakfyr inquisitivamente, buscando alguna respuesta por parte de este. Suspiró y se volvió a calzar el guantelete de metal en torno a su brazo, el ojo negro seguía abierto, en lo alto, mirándole fijamente.
Ahora que había abierto el portón la curiosidad de Asher no podría con él, iban a entrar irremediablemente en la pirámide, era una suerte que contasen con el tigre como guía. Lo cierto es que él también sentía cierto interés por saber que aguardaba al otro lado de aquella entrada, sobre todo ahora que aquella cosa había reaccionado ante él.
- ¿...Ahora qué? – Preguntó.
Eltrant Tale
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
-¿Oh?- soltó Kothán, confuso. ¿De qué hablaba Eltrant? Parecía algo preocupado. Fue entonces cuando el zorro recordó la herida. -Ah. Si, no te preocupes. Apenas me molesta un poco.-
El agarre de Eltrant se hizo más rígido, y el humano se llevó la mano a la espada. ¿Que mosca le había picado? Miró al humano, algo confuso y asustado. Sus palabras no encajaban en absoluto con lo que estaba haciendo. ¿Le estaba dando un ataque? Había visto a alguien actuar de forma errática, una vez, pero la chica en cuestión cayó al suelo convulsionando a los pocos segundos.
Le llevó un par de segundos más el darse cuenta de que no estaba siendo agresivo. Tan sólo estaba... ¿Preocupado? ¿Por su bienestar? Estaba sonando un poco hipócrita. Según lo que había oído, el humano era el primero que se lanzaba de cabeza a por cualquier cosa por peligrosa que fuese. Al principio, no dijo nada, y esperó a que terminase de hablar. ¿Clases de esgrima? ¿Darle lecciones? ¿Quien se creía que era? Estaba acostumbrado a que le mirasen por encima del hombro, pero había al menos supuesto que allí le tratarían de igual.
Se calló, olvidándose momentáneamente de aquello. No fue hasta que la gigantesca puerta de la pirámide se abrió que volvió a notar esa molesta sensación. Esa estúpida pirámide le había declarado "no digno", pero Eltrant la abrió sin problemas. ¿De que demonios iba eso? ¿Que era lo que juzgaba esa cosa? ¡El humano no era mejor que él!
Esperó a que el resto del grupo se adelantase, y retuvo a Eltrant un momento mientras los demás se adentraban.
-Escúchame bien, Eltrant Tale.- gruñó. -No te he pedido consejo. No quiero tus lecciones ni las de nadie. Deja que te recuerde que he vivido más que tú. Y sin armadura, ni espada. No eres nadie para decirme que puedo o debo hacer. ¿Entendido?- dijo, frunciendo el ceño. Le daba igual si había sido guardia o no. No tenía autoridad sobre él., ni derecho para hablarle de esa manera. Una vez terminado, el coyote se giró y se apresuró para alcanzar al resto, borrando todo gesto de enfado de su cara.
Honestamente, era tal y como me lo esperaba. Eltrant abrió la puerta de la pirámide sin dificultad. No me extrañaba, aunque si era ligeramente molesto. De cualquier forma, ese sitio estaba construido por los bio-cibernéticos. Si mi experiencia con ellos servía de algo, sabía que no eran los seres más inteligentes que rondaban Aerandir. Su juicio sobre quien podía entrar y quien no, me daba igual.
El primer pasillo que encontramos era largo, y parecía estar hecho de piedra, pero la sala que conectaba con este era... completamente distinta. Metal y hierro negro envolvían las paredes, y salían de estas en forma de tubos. Muchas zonas estaban descubiertas, revelando extraños hilos de distintos colores. De algunos, saltaban chispas. Pero lo más extraño era la cantidad de bios muertos que había. La mayoría de ellos habían sido despedazados, probablemente, para aprovechar sus partes metálicas.
-Es un poco macabro...- murmuré. -Imagínate que usasen tu piel para fabricar una armadura.- dije, arrodillándome junto a uno de los seres de metal.
-¿No llevas varias prendas de cuero ahora mismo?- preguntó el tigre. -Sabes de donde sale, ¿no?-
-No es lo mismo.- repliqué, mirándole fijamente. -No es de piel de persona. Claro que... ni siquiera estoy seguro de si son personas realmente.- musité, examinando los restos.
-De todas formas, si fuese yo... lo preferiría. Una vez el espíritu ha ascendido, el cuerpo no sirve de mucho. Mejor aprovecharlo tanto como sea posible.- dijo Rakfyr.
-Sí, ya. Pero, ¿haces eso cada vez que cazas un animal?- respondí, chasqueando la lengua.
-Sí. Por lo general, evito tomar vidas. Si de verdad es necesario... me aseguraré de que no sea en vano. Sea hueso, carne o piel, utilizo todo lo que pueda.- asintió, firmemente. -Salvo el corazón. Eso debe quedar intacto.- Escudriñé al chamán con la mirada, pero no dije nada. Sólo continué avanzando.
-Los bios son bastante duros... deberías aprovechar, Eltrant. Hazte una armadura de metal bio. Seguro que aguanta más.- sonrió Kothán. El zorro me había parecido algo molesto antes de entrar, pero tal vez me equivocase. Parecía estar bien. -¡O virotes! O una espada. Venga, son materiales gratis.-
A medida que avanzamos, nos encontramos con ambientes menos destrozados. Tal vez los saqueadores que habían alcanzado en lugar no se habían adentrado demasiado. No debían de ser muchos los que entraban en la piramide, al fin y al cabo. El suelo estaba cubierto por placas metálicas, lisas y uniformes. Eran extrañas al tacto. Demasíado frío y artificial... igual que los bios.
-Este sitio me pone de los nervios...- murmuró Syl.
-A mi me parece algo triste. Tantos seres, imitando la vida, pero sin espíritu...- dijo el predicador.
-Por el amor de... ¡eres como el chamán de mi tribu!- gruñí, molesto.
-¿...es por eso por lo que pareces tan... hostil?- inquirió Rakfyr, mirándome con ojos curiosos.
-¡...Si!- confesé. -¡Puede! ¿De que te ríes?- pregunté, frunciendo el ceño ante su reacción. Tuve que reprimir una sonrisa: la verdad es que tenía algo de gracia. Pero no iba a darle eso a aquel santurrón arrogante. -Era un capullo.-
-Tal vez deberías respirar. No soy esa persona a la que pareces... no apreciar. No es bueno tener tan mala cara durante tanto tiempo.- dijo, ladeando la cabeza.
-...Creo que tiene razón. No ha hecho nada malo, y estás mejor cuando sonríes.- intervino Syl. Me crucé de brazos, refunfuñando.
-Eso es lo contrario de lo que deberías estar haciendo, grandullón.- añadió Kothán, acercándose. El coyote me golpeó en el hombro y guiñó un ojo. Todos contra mi, una vez más.
-Tch. Ya veremos.- dije, cortando la conversación. Inconscientemente, empecé a agitar la cola. Ya me había rendido ante las palabras del resto. Pero no iba a admitir eso.
Nuestra exploración desembocó en... otra puerta, muy distinta de la anterior. Al igual que la otra, impedía el paso por completo, y carecía de huecos o cerrojos. Sin embargo, tenía varias marcas en ella, como si alguien la hubiese intentado derribar con un hacha, sin éxito. Apreté mi mano contra la puerta, pero no hubo ninguna reacción. Ni siquiera un ojo esa vez. Algo me decía que no sería tan sencillo.
-Nadie ha logrado pasar de aquí, creo. Aunque he visto a unos cuantos intentarlo.- dijo Rakfyr. -Pero debe haber alguna forma.-
-¿Tal vez haya algún tipo de puzzle o prueba?- preguntó Kothán. -Si lo resolvemos, seguro que hay algo valioso al otro lado...-
Miré alrededor. Había una especie de interruptor al lado de la puerta. Estiré una mano y lo moví, pero no pasó nada. Algunos de esos hilos de colores sobresalían del interruptor, pero estaban... cortados. Se me ocurrió una idea. Desenfundé mi espada. El tigre me miró, arqueando una ceja.
-No creo que esto sea algo que puedas resolver con un arma.- musitó. Le dediqué una sonrisa enigmática, y cogí uno de los hilos, mirándolo de cerca. Como sospechaba, las partes de colores no eran más que coberturas. Fundas. No reconocía el material, pero su tacto era raro. Eso no importaba. Dentro de ellos, si había hilos: hilos metálicos. Los había visto sobresalir, y emitían chispas. Esos, sin embargo, estaban muertos.
Busqué más de ellos junto a la puerta. Efectivamente, había algunos, cortados por la mitad. No era difícil deducir la conexión. Las chispas podían ser de calor, o de electricidad. Afortunadamente, tenia de ambas. Coloqué mi espada en el suelo, y junté los cables rotos de forma que los extremos tocaban la hoja. Después, me levanté y saqué una runa de mi bolsillo.
Si funcionaba, me iba a sentir muy bien.
Dejé caer la pequeña piedra sobre la espada, provocando una brillante descarga eléctrica. La hoja empezó a rezumar con energía, y tiré de la palanca, una vez más. La puerta empezó a ascender con un temblor, lentamente. Di una ligera reverencia.
-Muy bien. Podéis aplaudir.- dije, sonriendo orgulloso. Para mi sorpresa, lo hicieron: Koth empezó a aplaudir, entusiasmado, y los otros dos hombres bestia le siguieron. Tomé mi espada del suelo, y continué, poniéndome en cabeza junto a Eltrant.
Usadas habilidades de nivel 2 y 3: Runa Elemental - Descarga y Absorber.
Subrayada complicación: Encontráis una excavación abandonada de antiguas ruinas ancestrales. En ella halláis información relacionada con los primeros biocibernéticos que poblaron Aerandir.
El agarre de Eltrant se hizo más rígido, y el humano se llevó la mano a la espada. ¿Que mosca le había picado? Miró al humano, algo confuso y asustado. Sus palabras no encajaban en absoluto con lo que estaba haciendo. ¿Le estaba dando un ataque? Había visto a alguien actuar de forma errática, una vez, pero la chica en cuestión cayó al suelo convulsionando a los pocos segundos.
Le llevó un par de segundos más el darse cuenta de que no estaba siendo agresivo. Tan sólo estaba... ¿Preocupado? ¿Por su bienestar? Estaba sonando un poco hipócrita. Según lo que había oído, el humano era el primero que se lanzaba de cabeza a por cualquier cosa por peligrosa que fuese. Al principio, no dijo nada, y esperó a que terminase de hablar. ¿Clases de esgrima? ¿Darle lecciones? ¿Quien se creía que era? Estaba acostumbrado a que le mirasen por encima del hombro, pero había al menos supuesto que allí le tratarían de igual.
Se calló, olvidándose momentáneamente de aquello. No fue hasta que la gigantesca puerta de la pirámide se abrió que volvió a notar esa molesta sensación. Esa estúpida pirámide le había declarado "no digno", pero Eltrant la abrió sin problemas. ¿De que demonios iba eso? ¿Que era lo que juzgaba esa cosa? ¡El humano no era mejor que él!
Esperó a que el resto del grupo se adelantase, y retuvo a Eltrant un momento mientras los demás se adentraban.
-Escúchame bien, Eltrant Tale.- gruñó. -No te he pedido consejo. No quiero tus lecciones ni las de nadie. Deja que te recuerde que he vivido más que tú. Y sin armadura, ni espada. No eres nadie para decirme que puedo o debo hacer. ¿Entendido?- dijo, frunciendo el ceño. Le daba igual si había sido guardia o no. No tenía autoridad sobre él., ni derecho para hablarle de esa manera. Una vez terminado, el coyote se giró y se apresuró para alcanzar al resto, borrando todo gesto de enfado de su cara.
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Honestamente, era tal y como me lo esperaba. Eltrant abrió la puerta de la pirámide sin dificultad. No me extrañaba, aunque si era ligeramente molesto. De cualquier forma, ese sitio estaba construido por los bio-cibernéticos. Si mi experiencia con ellos servía de algo, sabía que no eran los seres más inteligentes que rondaban Aerandir. Su juicio sobre quien podía entrar y quien no, me daba igual.
El primer pasillo que encontramos era largo, y parecía estar hecho de piedra, pero la sala que conectaba con este era... completamente distinta. Metal y hierro negro envolvían las paredes, y salían de estas en forma de tubos. Muchas zonas estaban descubiertas, revelando extraños hilos de distintos colores. De algunos, saltaban chispas. Pero lo más extraño era la cantidad de bios muertos que había. La mayoría de ellos habían sido despedazados, probablemente, para aprovechar sus partes metálicas.
-Es un poco macabro...- murmuré. -Imagínate que usasen tu piel para fabricar una armadura.- dije, arrodillándome junto a uno de los seres de metal.
-¿No llevas varias prendas de cuero ahora mismo?- preguntó el tigre. -Sabes de donde sale, ¿no?-
-No es lo mismo.- repliqué, mirándole fijamente. -No es de piel de persona. Claro que... ni siquiera estoy seguro de si son personas realmente.- musité, examinando los restos.
-De todas formas, si fuese yo... lo preferiría. Una vez el espíritu ha ascendido, el cuerpo no sirve de mucho. Mejor aprovecharlo tanto como sea posible.- dijo Rakfyr.
-Sí, ya. Pero, ¿haces eso cada vez que cazas un animal?- respondí, chasqueando la lengua.
-Sí. Por lo general, evito tomar vidas. Si de verdad es necesario... me aseguraré de que no sea en vano. Sea hueso, carne o piel, utilizo todo lo que pueda.- asintió, firmemente. -Salvo el corazón. Eso debe quedar intacto.- Escudriñé al chamán con la mirada, pero no dije nada. Sólo continué avanzando.
-Los bios son bastante duros... deberías aprovechar, Eltrant. Hazte una armadura de metal bio. Seguro que aguanta más.- sonrió Kothán. El zorro me había parecido algo molesto antes de entrar, pero tal vez me equivocase. Parecía estar bien. -¡O virotes! O una espada. Venga, son materiales gratis.-
A medida que avanzamos, nos encontramos con ambientes menos destrozados. Tal vez los saqueadores que habían alcanzado en lugar no se habían adentrado demasiado. No debían de ser muchos los que entraban en la piramide, al fin y al cabo. El suelo estaba cubierto por placas metálicas, lisas y uniformes. Eran extrañas al tacto. Demasíado frío y artificial... igual que los bios.
-Este sitio me pone de los nervios...- murmuró Syl.
-A mi me parece algo triste. Tantos seres, imitando la vida, pero sin espíritu...- dijo el predicador.
-Por el amor de... ¡eres como el chamán de mi tribu!- gruñí, molesto.
-¿...es por eso por lo que pareces tan... hostil?- inquirió Rakfyr, mirándome con ojos curiosos.
-¡...Si!- confesé. -¡Puede! ¿De que te ríes?- pregunté, frunciendo el ceño ante su reacción. Tuve que reprimir una sonrisa: la verdad es que tenía algo de gracia. Pero no iba a darle eso a aquel santurrón arrogante. -Era un capullo.-
-Tal vez deberías respirar. No soy esa persona a la que pareces... no apreciar. No es bueno tener tan mala cara durante tanto tiempo.- dijo, ladeando la cabeza.
-...Creo que tiene razón. No ha hecho nada malo, y estás mejor cuando sonríes.- intervino Syl. Me crucé de brazos, refunfuñando.
-Eso es lo contrario de lo que deberías estar haciendo, grandullón.- añadió Kothán, acercándose. El coyote me golpeó en el hombro y guiñó un ojo. Todos contra mi, una vez más.
-Tch. Ya veremos.- dije, cortando la conversación. Inconscientemente, empecé a agitar la cola. Ya me había rendido ante las palabras del resto. Pero no iba a admitir eso.
Nuestra exploración desembocó en... otra puerta, muy distinta de la anterior. Al igual que la otra, impedía el paso por completo, y carecía de huecos o cerrojos. Sin embargo, tenía varias marcas en ella, como si alguien la hubiese intentado derribar con un hacha, sin éxito. Apreté mi mano contra la puerta, pero no hubo ninguna reacción. Ni siquiera un ojo esa vez. Algo me decía que no sería tan sencillo.
-Nadie ha logrado pasar de aquí, creo. Aunque he visto a unos cuantos intentarlo.- dijo Rakfyr. -Pero debe haber alguna forma.-
-¿Tal vez haya algún tipo de puzzle o prueba?- preguntó Kothán. -Si lo resolvemos, seguro que hay algo valioso al otro lado...-
Miré alrededor. Había una especie de interruptor al lado de la puerta. Estiré una mano y lo moví, pero no pasó nada. Algunos de esos hilos de colores sobresalían del interruptor, pero estaban... cortados. Se me ocurrió una idea. Desenfundé mi espada. El tigre me miró, arqueando una ceja.
-No creo que esto sea algo que puedas resolver con un arma.- musitó. Le dediqué una sonrisa enigmática, y cogí uno de los hilos, mirándolo de cerca. Como sospechaba, las partes de colores no eran más que coberturas. Fundas. No reconocía el material, pero su tacto era raro. Eso no importaba. Dentro de ellos, si había hilos: hilos metálicos. Los había visto sobresalir, y emitían chispas. Esos, sin embargo, estaban muertos.
Busqué más de ellos junto a la puerta. Efectivamente, había algunos, cortados por la mitad. No era difícil deducir la conexión. Las chispas podían ser de calor, o de electricidad. Afortunadamente, tenia de ambas. Coloqué mi espada en el suelo, y junté los cables rotos de forma que los extremos tocaban la hoja. Después, me levanté y saqué una runa de mi bolsillo.
Si funcionaba, me iba a sentir muy bien.
Dejé caer la pequeña piedra sobre la espada, provocando una brillante descarga eléctrica. La hoja empezó a rezumar con energía, y tiré de la palanca, una vez más. La puerta empezó a ascender con un temblor, lentamente. Di una ligera reverencia.
-Muy bien. Podéis aplaudir.- dije, sonriendo orgulloso. Para mi sorpresa, lo hicieron: Koth empezó a aplaudir, entusiasmado, y los otros dos hombres bestia le siguieron. Tomé mi espada del suelo, y continué, poniéndome en cabeza junto a Eltrant.
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Usadas habilidades de nivel 2 y 3: Runa Elemental - Descarga y Absorber.
Subrayada complicación: Encontráis una excavación abandonada de antiguas ruinas ancestrales. En ella halláis información relacionada con los primeros biocibernéticos que poblaron Aerandir.
Última edición por Asher el Mar Nov 07 2017, 23:48, editado 1 vez
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
Parpadeó de forma repetida, casi sin creerse lo que acababa de oír. ¿A qué venía eso? Frunció el ceño al ver al zorro alejarse tras el resto del grupo y soltó la espada de hielo, se pasó la mano por la cara y suspiró.
- Dadme un maldito respiro. - ¿Qué era lo que querían de él? No les entendía, no era capaz de hacerlo, lo intentaba con todas sus fuerzas, pero, al parecer, siempre acababa ofendiéndoles. Quizás empezase a ser ya más su problema que el suyo propio. Estaba cansado, se merecía estar cansado.
¿Es que acaso les debía algo?
Sacudió la cabeza y se afianzó la espada a la espalda. Asher, ese era el motivo por el que estaba allí. Se centró en esa idea, el lobo se había ganado su respeto, por eso estaba en aquel angosto pasaje, lo consideraba su amigo y su aliado, y daría la vida por él.
Había cruzado un desierto y se había jugado la vida por ellos, todo ello por a ayudarles a hacer un trabajo que no tenía por qué aceptar, y, encima de todo, le seguían tratando como si fuese un paria en aquel grupo, ni siquiera lo consideraban un compañero, o un amigo. Dejó escapar un gruñido molesto y comenzó a caminar detrás de los presentes, manteniéndose siembre en último lugar, no le apetecía demasiado hablar.
Los demás no hacían nada más que bailar con él, con sus intenciones, se pensaban especiales ¿De verdad lo eran? Había visto mil historias como las del gato o las del zorro. Masculló un par de insultos en su cabeza ¿Se estaban aprovechando de su carácter? Lyn tenía razón cada vez que se lo decía, tenía que aprender a escucharla.
Respiró hondo y, sin mediar palabra con nadie, siguió al resto del grupo. El espectáculo con el que se encontraron en el interior fue un tanto macabro, cosa que Asher no tardó de mencionar al ver el enorme número de Bio-cibernéticos que estaban, prácticamente, sin piel, todos desperdigados por el largo pasillo a medio derruir por el que avanzaban.
Se agachó junto al que tenía más cerca, un hombre robusto en vida, de gruesa barba poblada; su mirada apagada, de metal, se clavó firmemente en sus ojos, mirándole sin ver nada. Examinó el cadáver un poco más de cerca, palpó lo poco que quedaba de piel de aquel hombre, aquel Bio no parecía ser exactamente igual que los que solía ver en Lunargenta.
Parecía menos hombre, más máquina. Aunque, por supuesto, estaba muerto, daba igual lo que pareciese, le habían arrancado la piel para usarlos como materiales.
Escuchó la voz de Kothán abrirse paso entre las demás, refiriéndose a él, no estaba prestando demasiada atención a la conversación que estaba teniendo el resto del grupo, si antes quería marcharse de aquel lugar, ahora luchaba por no girarse e internarse en el desierto por su cuenta.
- Oh. – Enarcó una ceja al ver la sonrisa del coyote, que hacía como si la conversación nunca hubiese tenido lugar y contuvo el impulso de cincelarle la cara con su puño derecho para romperle el tabique nasal a aquel idiota arrogante. - ¿Es que ahora somos amigos? – Preguntó de mala manera. No esperó ninguna respuesta, tampoco pretendía escucharla, el zorro había traicionado la confianza que había depositado en él.
Pero la culpa era suya, había sido ridículamente ingenuo al pensar que tenían algo remotamente parecido a una “amistad”. Como el resto del grupo de Asher solo se preocupaba de sí mismo y de los suyos, él era de fuera, un extranjero que solo le había dejado una espada. ¿Por qué había esperado otra cosa?
Esperó en silencio, sin levantarse, a que el grupo continuase su camino mientras examinaba al hombre.
Con cada paso que avanzaban los pasillos se volvían, a ojos de Eltrant, más plenos, más de metal, como si nadie los hubiese pisado en años. Casi parecía que, por algún motivo. los saqueadores, habían hubiesen tenido suficiente con el principio; dudaba que fuese esto, nunca era suficiente, sobre todo si era el metal que tenían frente a sus narices.
Obvió la mayor parte de la conversación que Rakfyr tuvo con Asher, no era nada que no hubiese oído antes cuando patrullaba las calles de Lunargenta con el perro, recordaba algunos predicadores realmente insistentes en otorgarle al can la “salvación”, personas a las que siempre había rechazado con algún comentario mordaz acerca de sus creencias.
Aunque no podía negar que la religión del Tigre era interesante.
Tampoco hizo ningún comentario cuando todos parecieron ponerse en contra de la aparente animadversión que Asher sentía hacía el tigre.
No era ningún misterio para él que al lobo no le entusiasmaban los dioses que él seguía y, en definitiva, los de nadie; quizás sí que sentía que Rakfyr se estaba centrando demasiado en hacer que el perro cambiase de opinión, pero tampoco podía afirmar que fuese un mal tipo. Es decir, no había llegado a dirigirle la palabra directamente a él, no tenía manera de saberlo. ¿Sería por qué era el único humano del grupo? Lo cierto es que, si ese era el caso, tampoco le importaba mucho. ¿Podía culparle? No estaba mostrándose lo que se decía hablador.
Llegaron hasta otro callejón sin salida, suspiró aliviado, no había puerta aparente y el tigre mencionó que, muchos otros, habían tratado de sortear aquel muro sin éxito. Trató de que no se notara el alivio que se dibujó en su expresión al escuchar esto, quizás al ver esto podrían darse por vencidos y volver a la ciudad de una vez por todas. Si había algo que necesitaba en aquel momento era un buen trago, estaba cansado de jugar a lo que fuese que estaban jugando Syl y Kothán.
Pero Asher nunca se rendía. No le sorprendió, Eltrant se apoyó contra la pared y tras cruzar las piernas observó, curioso, lo que planeaba hacer el perro para sortear aquel muro.
Los detalles de lo que trataba de hacer se le escapaban, como todo lo relacionado con la mágica. Pero creyó comprender la idea general, por lo que pudo ver, la intención del lobo era usar las extrañas lianas que había repartidas por doquier, o lo que había en el interior de las mismas: metal.
Enarcó ambas cejas cuando vio al lobo localizar el mismo metal cerca del muro y, haciendo uso de su magia y su espada, consiguió abrir la puerta contra todo pronóstico. Sonrió, por primera vez desde que había entrado en la pirámide se sintió medianamente conforme con la idea de explorar el lugar y se unió al resto del grupo en el breve aplauso que recibió Asher por su actuación.
- Siempre hay una forma de entrar ¿No? – Le dijo al lobo, acercándose y sujetándole el hombro de forma amigable, dedicándole una sonrisa.
Lo cierto es que en momentos como aquel se sentía un inútil. ¿Qué podía hacer él aparte de ganarse enemigos y recibir golpes? Él había abierto una puerta tocándola, Asher había resuelto un puzzle que nadie más había logrado antes. Suspiró y tomó la delantera, no había llegado allí para quedarse en la puerta principal.
Lo que encontraron al otro lado del muro sellado con magia fue, básicamente, más de lo anterior.
Salvando algunos detalles.
Ya no estaban en un pasillo, la primera idea que le vino a Eltrant a la cabeza era que habían acabado en el centro de la misma pirámide, solo en aquel lugar había espacio para lo que estaban viendo.
Abrió la boca de par en par, pero no dijo nada, lo que tenían frente a ellos era una enorme habitación circular de color azul acabada en cúpula. Más cadáveres de cibernéticos, desperdigados por todas partes yacían muertos en diferentes posturas, desde los amplios andamios que rodeaban la circunferencia, hasta la entrada que acababan de sortear.
Pero, lo más llamativo de todo, era la gigantesca esfera de color negro que flotaba, colgada del techo, a medio palmo del suelo. Frunció el ceño, estuvo tentado de ir a tocarla, el material se parecía bastante al del ojo que les había permitido el paso hasta allí.
Bostezó y caminó un poco por la habitación, el eco de sus pasos rebotó por las paredes del lugar. Rakfyr no mentía, nadie más había entrado allí, la gruesa capa de polvo y arena que lo cubría todo lo indicaba. ¿Cuántos años habrían pasado desde la última vez que alguien puso un pie en aquel sitio? Sonrió, a Lyn le habría encantado estar allí.
- ¿Y ahora qué hacemos? – Preguntó Eltrant a Asher, volviendo con el gripo. Habían llegado hasta allí, hasta dónde nadie más había estado, y se habían encontrado con más de lo mismo, cibernéticos sin vida en una habitación hecha de metal.
O eso pensaba.
Un sonido, el mismo sonido que esperarías oír de un animal moribundo emanó de la esfera negra. Se giró inmediatamente. ¿Había alguna bestia allí encerrada? No parecía posible. ¿Cómo iba a sobrevivir en aquel sitio cerrado? ¿Cómo iba a alimentarse?
Se equivocaba, no era una bestia, no exactamente.
En apenas una fracción de segundo una infinidad de líneas de color rojo surcaron la esfera de un lugar a otro, frenéticamente, como si un niño estuviese garabateando sobre un lienzo completamente negro y, al final, después de emitir aquel gemido.
Los muertos se levantaron.
No fueron todos y no lo hicieron de golpe, no sabía que estaba sucediendo, pero muchos de los cibernéticos se alzaron del suelo, tambaleantes, sus pupilas, vacías y sin vida, adquirieron el mismo color que las líneas de la esfera.
Una voz bramó de la esfera, una voz que no entendía pero que, por lo que intuía, no podía decir nada bueno. Los muertos avanzaron, la puerta por la que habían entrado cayó pesada a sus espaldas, imposibilitándoles el salir de nuevo al exterior.
- ¿¡Asher?! – Era la familia del perro la que estaba en juego, era él el que tenía que decidir qué hacer, en cualquier caso, se giró a mirar el rostro de su aliado, esperando una respuesta. Apretó los dientes y, en el mismo momento en el que se giró, sintió como una vara de metal penetraba firmemente en su armadura atravesándola y hundiéndose en su carne.
Dejó escapar un grito ahogado, hasta ahora todo había sido muy bonito para ser verdad. ¿Una exploración en la que no sangraba? ¿Cómo iban los dioses a permitir eso? Quizás los guías a los que seguían Syl y Rakfyr fuesen más benevolentes.
La vara de metal procedía de la misma esfera. Concretamente, de varias lianas que bajaron de la base de la misma. No eran muchas, pero las suficientes como para dar aún más problemas, contó cinco, y una de ella parecía apagada, marchita, sin moverse.
Los muertos se acercaban por todas pares, de forma lenta, pero constante, tratando de cercarles presa de una especie de ira antinatural, dos de ellos, por algún motivo, más agiles y armados con afiladas espadas negras, se acercaron a Asher.
Aquellos ojos iban a darle pesadillas, muchas más que la hoja que estaba firmemente clavada en su espalda. ¿Qué clase de magia era aquella? Maldijo en voz alta y frunció el ceño, todo estaba pasando muy deprisa, demasiado para que pudiese reaccionar acorde.
Al menos pudo ver como una de las enredaderas negras se detenía en mitad de su frenético baile, y, tras adquirir una inusual rigidez, apuntaba directamente a dónde estaban Kothán y Rakfyr.
- ¡Mal… maldita sea! – Se movió un poco, sintió como su cuerpo tiraba de él hacía abajo, gruñó de dolor una vez más y estudió sus alrededores como buenamente pudo. El mismo sonido seco, intenso, que había oído instantes antes de notar la afilada hoja negra penetrar su carne se produjo y una vara de metal afilado voló hacia dónde estaban los hombres-bestia.
¿Qué podía hacer en aquel momento?
“Simplemente, sé Eltrant Tale”
Era un idiota. Lo pensó durante los segundos en los que se lanzó frente a Kothán y al tigre y lo pensó cuando la vara de metal traspasó su armadura como si no fuese nada.
Volvió a gritar, la estaca de hierro había perforado su hombro y dolía más de lo que le gustaba admitir, la coraza no había permitido, al menos, que las hojas se hundiesen hasta atravesarle de par en par como si fuese un trozo de yeso.
Observó como el segundo tentáculo caía muerto mientras que el primero ascendía, muy lentamente, hacía la esfera. ¿No podían disparar más de una vez? ¿Podían volver a por más?
Se giró a mirar a Kothán y se arrancó, literalmente, la espada de hielo del cinturón, para tirársela justo después.
- ¡No te alejes del chamán! ¡Recuerda: distancia de espada! – Gritó, le daba igual lo que pensase el coyote de él, le daba igual que fuese un imbécil que había sobrevivido mucho tiempo por su cuenta. Aquel día también lo iba a hacer, se iba a asegurar de ello.
Apartó a uno de los muertos con el antebrazo, no eran particularmente fuertes, no más que un vampiro cuerpo a cuerpo, pero sí que eran resistentes y cuando se acercaban lo suficiente, cosa que ya habían hecho, trataban de destrozarte con sus puños o el objeto contundente que tuviesen más cerca.
Se tambaleó un par de pasos frente al grupo, su armadura comenzaba a tomar cierta tonalidad rojiza, respiró hondo e ignoró la sangre que resbalaba por la comisura de su labio.
Apretó los dientes y sacó la hoja que tenía en el pecho, la sangre se desparramó sobre su armadura, gritó varios improperios a sus dioses y se aseguró de quedarse de pie. Varios bios se acercaron lo suficiente para golpearle con fuerza, pero, aunque estos golpes eran contundentes, la mayoría iba desarmados y no lograron gran cosa para atravesar la armadura, volvió a retroceder e imitó exactamente lo mismo.
Tragó saliva, o sangre, llegados a aquel punto no estaba muy seguro de cuál fue la proporción exacta. Era un hecho, iba a desangrarse allí.
Masculló un par de palabras inconexas y continuó caminando. No había llegado a Teniente de la guardia de Lunargenta si no supiese un mínimo de estrategia, si no supiese analizar, al menos, algo de las personas con las que trabajaba, si no supiese confiar en ellos y delegar en lo que creyese oportuno.
No era un líder para aquellas personas, lo era Asher, lo sabía, era consciente de ello. Recordó las palabras de Syl, él también sabía comportarse como uno bajo presión, o al menos podía intentarlo.
Sí, era una buena idea, él tenía la armadura.
- ¡Syl! – Gritó lo más alto que pudo, desenvainó el espadón blanco y se armó con él, pesaba más de lo que recordaba. – A… ¡Asher! – Añadió en seguida, debían de estar liados con los cibernéticos, pero no podía hacer otra cosa para reclamar su atención. - ¡Vo…! - Se calló un instante, apartó a uno de los muertos con su espadón, se le iba la fuerza por la boca, literalmente - ¡Vo... sotros sois los listos! – Gritó, otro tentáculo se tensó, apretó los dientes esperando lo peor, pero la siguiente hoja no dio de lleno y rebotó contra su armadura, impactando de rebote en el cráneo de otro de los bio y rematándolo.
A él el impacto solo hizo retroceder un par de pasos, apretó los dientes, seguro que se había roto algo, pero lo ignoró por el momento.
- ¡No te caigas Tale! – Bramó para sí, sintiendo como le temblaban las piernas. – No ahora – Atacó a otro muerto, aunque más bien lo apartó de su camino, y se acercó aún más a la esfera. - ¡Pensad… como… como tumbar esa cosa! – Vociferó, escupió algo de sangre. – Yo… - Aquella frase la había dicho tantas veces que había perdido hasta el sentido dramático en su cabeza. - …la distraigo mientras. – No podía permitir que aquella bola disparase a nadie más que a él, la fuerza de aquellas cosas le recordaba a las de una balista, o un arma de asedio, les atravesarían como si apenas estuviesen ahí.
Solo quedaban dos lianas moviéndose, la primera había desaparecido en el interior de la esfera y las otras comenzaban a ascender.
- Todo va a salir bien. – Siguió avanzando, arrollando con todo lo que se cruzaba en su camino, era bastante oportuno que la bola atacara, como era de esperar, a lo que tuviese más cerca, le daba margen para moverse, para despreocuparse en cierto modo, por lo que pasaba a sus espaldas.
Otro disparo más, en mitad del pecho, el metal que vestía se dobló como si no fuese más que papel. Soltó la espada, cayó de rodillas. Se le escapó una risotada corta. ¿Por qué no había pensado en escapar? ¿Por qué su primera acción había sido en ponerse frente a los demás? ¿Por qué su plan no había sido, sencillamente, huir de allí?
Syl tenía razón, estaba ciego.
Cerró los ojos, respiró profundamente, tenía suerte que las hojas se frenasen o esa le habría atravesado el corazón, seguía con vida.
- Eres un idiota, Eltrant Tale. – Asió la espada a su lado, con una mano, y trató de levantarse, obligó a su corazón a que siguiese trabajando, todavía le quedaba mucha sangre por gastar, muchos insultos que aguantar. [1]
Ese era él, carne y metal, mucho más que todos aquellos autómatas, él era el muro de acero y no el que les rodeaba; Sí era él quien se rendía en aquel momento era solo cuestión de segundos que aquella cosa disparase a Asher, a Syl o a Kothán.
No podía levantar su espada, pesaba demasiado, la soltó, continuó moviéndose suplicando a su cuerpo por un poco más de fuerza con cada movimiento. Se quitó él guantelete izquierdo, bajo él descasaba la última arma que le quedaba.
- To....davía no estoy muerto. - Balbuceó cerró el puño, el ultimo tentaculo se detuvo, quedandose completamente rígido.
Aunque le faltaba poco.
[1] - Habilidad de Nivel 1: Adrenalina.
- Dadme un maldito respiro. - ¿Qué era lo que querían de él? No les entendía, no era capaz de hacerlo, lo intentaba con todas sus fuerzas, pero, al parecer, siempre acababa ofendiéndoles. Quizás empezase a ser ya más su problema que el suyo propio. Estaba cansado, se merecía estar cansado.
¿Es que acaso les debía algo?
Sacudió la cabeza y se afianzó la espada a la espalda. Asher, ese era el motivo por el que estaba allí. Se centró en esa idea, el lobo se había ganado su respeto, por eso estaba en aquel angosto pasaje, lo consideraba su amigo y su aliado, y daría la vida por él.
Había cruzado un desierto y se había jugado la vida por ellos, todo ello por a ayudarles a hacer un trabajo que no tenía por qué aceptar, y, encima de todo, le seguían tratando como si fuese un paria en aquel grupo, ni siquiera lo consideraban un compañero, o un amigo. Dejó escapar un gruñido molesto y comenzó a caminar detrás de los presentes, manteniéndose siembre en último lugar, no le apetecía demasiado hablar.
Los demás no hacían nada más que bailar con él, con sus intenciones, se pensaban especiales ¿De verdad lo eran? Había visto mil historias como las del gato o las del zorro. Masculló un par de insultos en su cabeza ¿Se estaban aprovechando de su carácter? Lyn tenía razón cada vez que se lo decía, tenía que aprender a escucharla.
Respiró hondo y, sin mediar palabra con nadie, siguió al resto del grupo. El espectáculo con el que se encontraron en el interior fue un tanto macabro, cosa que Asher no tardó de mencionar al ver el enorme número de Bio-cibernéticos que estaban, prácticamente, sin piel, todos desperdigados por el largo pasillo a medio derruir por el que avanzaban.
Se agachó junto al que tenía más cerca, un hombre robusto en vida, de gruesa barba poblada; su mirada apagada, de metal, se clavó firmemente en sus ojos, mirándole sin ver nada. Examinó el cadáver un poco más de cerca, palpó lo poco que quedaba de piel de aquel hombre, aquel Bio no parecía ser exactamente igual que los que solía ver en Lunargenta.
Parecía menos hombre, más máquina. Aunque, por supuesto, estaba muerto, daba igual lo que pareciese, le habían arrancado la piel para usarlos como materiales.
Escuchó la voz de Kothán abrirse paso entre las demás, refiriéndose a él, no estaba prestando demasiada atención a la conversación que estaba teniendo el resto del grupo, si antes quería marcharse de aquel lugar, ahora luchaba por no girarse e internarse en el desierto por su cuenta.
- Oh. – Enarcó una ceja al ver la sonrisa del coyote, que hacía como si la conversación nunca hubiese tenido lugar y contuvo el impulso de cincelarle la cara con su puño derecho para romperle el tabique nasal a aquel idiota arrogante. - ¿Es que ahora somos amigos? – Preguntó de mala manera. No esperó ninguna respuesta, tampoco pretendía escucharla, el zorro había traicionado la confianza que había depositado en él.
Pero la culpa era suya, había sido ridículamente ingenuo al pensar que tenían algo remotamente parecido a una “amistad”. Como el resto del grupo de Asher solo se preocupaba de sí mismo y de los suyos, él era de fuera, un extranjero que solo le había dejado una espada. ¿Por qué había esperado otra cosa?
Esperó en silencio, sin levantarse, a que el grupo continuase su camino mientras examinaba al hombre.
Con cada paso que avanzaban los pasillos se volvían, a ojos de Eltrant, más plenos, más de metal, como si nadie los hubiese pisado en años. Casi parecía que, por algún motivo. los saqueadores, habían hubiesen tenido suficiente con el principio; dudaba que fuese esto, nunca era suficiente, sobre todo si era el metal que tenían frente a sus narices.
Obvió la mayor parte de la conversación que Rakfyr tuvo con Asher, no era nada que no hubiese oído antes cuando patrullaba las calles de Lunargenta con el perro, recordaba algunos predicadores realmente insistentes en otorgarle al can la “salvación”, personas a las que siempre había rechazado con algún comentario mordaz acerca de sus creencias.
Aunque no podía negar que la religión del Tigre era interesante.
Tampoco hizo ningún comentario cuando todos parecieron ponerse en contra de la aparente animadversión que Asher sentía hacía el tigre.
No era ningún misterio para él que al lobo no le entusiasmaban los dioses que él seguía y, en definitiva, los de nadie; quizás sí que sentía que Rakfyr se estaba centrando demasiado en hacer que el perro cambiase de opinión, pero tampoco podía afirmar que fuese un mal tipo. Es decir, no había llegado a dirigirle la palabra directamente a él, no tenía manera de saberlo. ¿Sería por qué era el único humano del grupo? Lo cierto es que, si ese era el caso, tampoco le importaba mucho. ¿Podía culparle? No estaba mostrándose lo que se decía hablador.
Llegaron hasta otro callejón sin salida, suspiró aliviado, no había puerta aparente y el tigre mencionó que, muchos otros, habían tratado de sortear aquel muro sin éxito. Trató de que no se notara el alivio que se dibujó en su expresión al escuchar esto, quizás al ver esto podrían darse por vencidos y volver a la ciudad de una vez por todas. Si había algo que necesitaba en aquel momento era un buen trago, estaba cansado de jugar a lo que fuese que estaban jugando Syl y Kothán.
Pero Asher nunca se rendía. No le sorprendió, Eltrant se apoyó contra la pared y tras cruzar las piernas observó, curioso, lo que planeaba hacer el perro para sortear aquel muro.
Los detalles de lo que trataba de hacer se le escapaban, como todo lo relacionado con la mágica. Pero creyó comprender la idea general, por lo que pudo ver, la intención del lobo era usar las extrañas lianas que había repartidas por doquier, o lo que había en el interior de las mismas: metal.
Enarcó ambas cejas cuando vio al lobo localizar el mismo metal cerca del muro y, haciendo uso de su magia y su espada, consiguió abrir la puerta contra todo pronóstico. Sonrió, por primera vez desde que había entrado en la pirámide se sintió medianamente conforme con la idea de explorar el lugar y se unió al resto del grupo en el breve aplauso que recibió Asher por su actuación.
- Siempre hay una forma de entrar ¿No? – Le dijo al lobo, acercándose y sujetándole el hombro de forma amigable, dedicándole una sonrisa.
Lo cierto es que en momentos como aquel se sentía un inútil. ¿Qué podía hacer él aparte de ganarse enemigos y recibir golpes? Él había abierto una puerta tocándola, Asher había resuelto un puzzle que nadie más había logrado antes. Suspiró y tomó la delantera, no había llegado allí para quedarse en la puerta principal.
Lo que encontraron al otro lado del muro sellado con magia fue, básicamente, más de lo anterior.
Salvando algunos detalles.
Ya no estaban en un pasillo, la primera idea que le vino a Eltrant a la cabeza era que habían acabado en el centro de la misma pirámide, solo en aquel lugar había espacio para lo que estaban viendo.
Abrió la boca de par en par, pero no dijo nada, lo que tenían frente a ellos era una enorme habitación circular de color azul acabada en cúpula. Más cadáveres de cibernéticos, desperdigados por todas partes yacían muertos en diferentes posturas, desde los amplios andamios que rodeaban la circunferencia, hasta la entrada que acababan de sortear.
Pero, lo más llamativo de todo, era la gigantesca esfera de color negro que flotaba, colgada del techo, a medio palmo del suelo. Frunció el ceño, estuvo tentado de ir a tocarla, el material se parecía bastante al del ojo que les había permitido el paso hasta allí.
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Bostezó y caminó un poco por la habitación, el eco de sus pasos rebotó por las paredes del lugar. Rakfyr no mentía, nadie más había entrado allí, la gruesa capa de polvo y arena que lo cubría todo lo indicaba. ¿Cuántos años habrían pasado desde la última vez que alguien puso un pie en aquel sitio? Sonrió, a Lyn le habría encantado estar allí.
- ¿Y ahora qué hacemos? – Preguntó Eltrant a Asher, volviendo con el gripo. Habían llegado hasta allí, hasta dónde nadie más había estado, y se habían encontrado con más de lo mismo, cibernéticos sin vida en una habitación hecha de metal.
O eso pensaba.
Un sonido, el mismo sonido que esperarías oír de un animal moribundo emanó de la esfera negra. Se giró inmediatamente. ¿Había alguna bestia allí encerrada? No parecía posible. ¿Cómo iba a sobrevivir en aquel sitio cerrado? ¿Cómo iba a alimentarse?
Se equivocaba, no era una bestia, no exactamente.
En apenas una fracción de segundo una infinidad de líneas de color rojo surcaron la esfera de un lugar a otro, frenéticamente, como si un niño estuviese garabateando sobre un lienzo completamente negro y, al final, después de emitir aquel gemido.
Los muertos se levantaron.
No fueron todos y no lo hicieron de golpe, no sabía que estaba sucediendo, pero muchos de los cibernéticos se alzaron del suelo, tambaleantes, sus pupilas, vacías y sin vida, adquirieron el mismo color que las líneas de la esfera.
Una voz bramó de la esfera, una voz que no entendía pero que, por lo que intuía, no podía decir nada bueno. Los muertos avanzaron, la puerta por la que habían entrado cayó pesada a sus espaldas, imposibilitándoles el salir de nuevo al exterior.
- ¿¡Asher?! – Era la familia del perro la que estaba en juego, era él el que tenía que decidir qué hacer, en cualquier caso, se giró a mirar el rostro de su aliado, esperando una respuesta. Apretó los dientes y, en el mismo momento en el que se giró, sintió como una vara de metal penetraba firmemente en su armadura atravesándola y hundiéndose en su carne.
Dejó escapar un grito ahogado, hasta ahora todo había sido muy bonito para ser verdad. ¿Una exploración en la que no sangraba? ¿Cómo iban los dioses a permitir eso? Quizás los guías a los que seguían Syl y Rakfyr fuesen más benevolentes.
La vara de metal procedía de la misma esfera. Concretamente, de varias lianas que bajaron de la base de la misma. No eran muchas, pero las suficientes como para dar aún más problemas, contó cinco, y una de ella parecía apagada, marchita, sin moverse.
Los muertos se acercaban por todas pares, de forma lenta, pero constante, tratando de cercarles presa de una especie de ira antinatural, dos de ellos, por algún motivo, más agiles y armados con afiladas espadas negras, se acercaron a Asher.
Aquellos ojos iban a darle pesadillas, muchas más que la hoja que estaba firmemente clavada en su espalda. ¿Qué clase de magia era aquella? Maldijo en voz alta y frunció el ceño, todo estaba pasando muy deprisa, demasiado para que pudiese reaccionar acorde.
Al menos pudo ver como una de las enredaderas negras se detenía en mitad de su frenético baile, y, tras adquirir una inusual rigidez, apuntaba directamente a dónde estaban Kothán y Rakfyr.
- ¡Mal… maldita sea! – Se movió un poco, sintió como su cuerpo tiraba de él hacía abajo, gruñó de dolor una vez más y estudió sus alrededores como buenamente pudo. El mismo sonido seco, intenso, que había oído instantes antes de notar la afilada hoja negra penetrar su carne se produjo y una vara de metal afilado voló hacia dónde estaban los hombres-bestia.
¿Qué podía hacer en aquel momento?
“Simplemente, sé Eltrant Tale”
Era un idiota. Lo pensó durante los segundos en los que se lanzó frente a Kothán y al tigre y lo pensó cuando la vara de metal traspasó su armadura como si no fuese nada.
Volvió a gritar, la estaca de hierro había perforado su hombro y dolía más de lo que le gustaba admitir, la coraza no había permitido, al menos, que las hojas se hundiesen hasta atravesarle de par en par como si fuese un trozo de yeso.
Observó como el segundo tentáculo caía muerto mientras que el primero ascendía, muy lentamente, hacía la esfera. ¿No podían disparar más de una vez? ¿Podían volver a por más?
Se giró a mirar a Kothán y se arrancó, literalmente, la espada de hielo del cinturón, para tirársela justo después.
- ¡No te alejes del chamán! ¡Recuerda: distancia de espada! – Gritó, le daba igual lo que pensase el coyote de él, le daba igual que fuese un imbécil que había sobrevivido mucho tiempo por su cuenta. Aquel día también lo iba a hacer, se iba a asegurar de ello.
Apartó a uno de los muertos con el antebrazo, no eran particularmente fuertes, no más que un vampiro cuerpo a cuerpo, pero sí que eran resistentes y cuando se acercaban lo suficiente, cosa que ya habían hecho, trataban de destrozarte con sus puños o el objeto contundente que tuviesen más cerca.
Se tambaleó un par de pasos frente al grupo, su armadura comenzaba a tomar cierta tonalidad rojiza, respiró hondo e ignoró la sangre que resbalaba por la comisura de su labio.
Apretó los dientes y sacó la hoja que tenía en el pecho, la sangre se desparramó sobre su armadura, gritó varios improperios a sus dioses y se aseguró de quedarse de pie. Varios bios se acercaron lo suficiente para golpearle con fuerza, pero, aunque estos golpes eran contundentes, la mayoría iba desarmados y no lograron gran cosa para atravesar la armadura, volvió a retroceder e imitó exactamente lo mismo.
Tragó saliva, o sangre, llegados a aquel punto no estaba muy seguro de cuál fue la proporción exacta. Era un hecho, iba a desangrarse allí.
Masculló un par de palabras inconexas y continuó caminando. No había llegado a Teniente de la guardia de Lunargenta si no supiese un mínimo de estrategia, si no supiese analizar, al menos, algo de las personas con las que trabajaba, si no supiese confiar en ellos y delegar en lo que creyese oportuno.
No era un líder para aquellas personas, lo era Asher, lo sabía, era consciente de ello. Recordó las palabras de Syl, él también sabía comportarse como uno bajo presión, o al menos podía intentarlo.
Sí, era una buena idea, él tenía la armadura.
- ¡Syl! – Gritó lo más alto que pudo, desenvainó el espadón blanco y se armó con él, pesaba más de lo que recordaba. – A… ¡Asher! – Añadió en seguida, debían de estar liados con los cibernéticos, pero no podía hacer otra cosa para reclamar su atención. - ¡Vo…! - Se calló un instante, apartó a uno de los muertos con su espadón, se le iba la fuerza por la boca, literalmente - ¡Vo... sotros sois los listos! – Gritó, otro tentáculo se tensó, apretó los dientes esperando lo peor, pero la siguiente hoja no dio de lleno y rebotó contra su armadura, impactando de rebote en el cráneo de otro de los bio y rematándolo.
A él el impacto solo hizo retroceder un par de pasos, apretó los dientes, seguro que se había roto algo, pero lo ignoró por el momento.
- ¡No te caigas Tale! – Bramó para sí, sintiendo como le temblaban las piernas. – No ahora – Atacó a otro muerto, aunque más bien lo apartó de su camino, y se acercó aún más a la esfera. - ¡Pensad… como… como tumbar esa cosa! – Vociferó, escupió algo de sangre. – Yo… - Aquella frase la había dicho tantas veces que había perdido hasta el sentido dramático en su cabeza. - …la distraigo mientras. – No podía permitir que aquella bola disparase a nadie más que a él, la fuerza de aquellas cosas le recordaba a las de una balista, o un arma de asedio, les atravesarían como si apenas estuviesen ahí.
Solo quedaban dos lianas moviéndose, la primera había desaparecido en el interior de la esfera y las otras comenzaban a ascender.
- Todo va a salir bien. – Siguió avanzando, arrollando con todo lo que se cruzaba en su camino, era bastante oportuno que la bola atacara, como era de esperar, a lo que tuviese más cerca, le daba margen para moverse, para despreocuparse en cierto modo, por lo que pasaba a sus espaldas.
Otro disparo más, en mitad del pecho, el metal que vestía se dobló como si no fuese más que papel. Soltó la espada, cayó de rodillas. Se le escapó una risotada corta. ¿Por qué no había pensado en escapar? ¿Por qué su primera acción había sido en ponerse frente a los demás? ¿Por qué su plan no había sido, sencillamente, huir de allí?
Syl tenía razón, estaba ciego.
Cerró los ojos, respiró profundamente, tenía suerte que las hojas se frenasen o esa le habría atravesado el corazón, seguía con vida.
- Eres un idiota, Eltrant Tale. – Asió la espada a su lado, con una mano, y trató de levantarse, obligó a su corazón a que siguiese trabajando, todavía le quedaba mucha sangre por gastar, muchos insultos que aguantar. [1]
Ese era él, carne y metal, mucho más que todos aquellos autómatas, él era el muro de acero y no el que les rodeaba; Sí era él quien se rendía en aquel momento era solo cuestión de segundos que aquella cosa disparase a Asher, a Syl o a Kothán.
No podía levantar su espada, pesaba demasiado, la soltó, continuó moviéndose suplicando a su cuerpo por un poco más de fuerza con cada movimiento. Se quitó él guantelete izquierdo, bajo él descasaba la última arma que le quedaba.
- To....davía no estoy muerto. - Balbuceó cerró el puño, el ultimo tentaculo se detuvo, quedandose completamente rígido.
Aunque le faltaba poco.
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[1] - Habilidad de Nivel 1: Adrenalina.
Eltrant Tale
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
Algo iba mal.
Empecé a notarlo desde que puse el pie en esa habitación. El olor era distinto, lo cual no era de extrañar: había estado sellada durante... quien sabe cuanto. Pero había algo más. Algo que me decía que estuviese en guardia. El silencio de esa sala era abrumador. ¿Que era esa esfera?
Alcé una mano hacia el resto del grupo, indicandoles que se quedasen quietos. Syl pareció comprenderme, incluso sin necesidad de palabras, y sacó su ballesta, observando la sala atentamente. Sujeté mi espada con firmeza y caminé algo encurvado, con cuidado de no hacer ruido.
La esfera gimió.
-Eltrant. Quédate atrás.- advertí. Demasiado tarde. Algo se había despertado. Y fuera lo que fuese, no parecía bueno. Los "cadáveres" empezaron a levantarse. -Genial, más no muertos...- dije entre dientes. Algo empezó a moverse, junto a la esfera. Hilos de hierro, apuntados hacia... -¡TALE!-
Demasiado tarde. Una lanza de metal salió del tentáculo, clavandose directamente en él. Aquello pintaba mal. Syl respondió inmediatamente, disparando un virote hacia la esfera. El proyectil se clavó en ella, pero no hubo gemido ni grito de dolor. Debía estar protegida. Aquello no sería suficiente. Iba a tener que ponerme serio.
-Syl. Encárgate de los bios.- ordené, empuñando mi espada con ambas manos. La sortija volvió a brillar, y al instante, empecé a sentirme más fuerte y ligero. Podía con ello. Tenía la energía para hacer lo que quisiera. Mi espada chispeó, lanzando leves descargas al aire. Dos de esos monstruos se dirigieron hacia mi, ambos armados. ¿Guardianes? Parecían más peligrosos que el resto. Pues que así fuese.
Como si fuese accionado por un mecanismo, empecé a moverme, esquivando uno de los no-muertos. Los movimientos de los guerreros eran mecánicos y no dependían de ningún instinto. Tenía que tomar tácticas adecuadas. Por fortuna, tenía algo a mi favor.
Cargué hacia el bio, y este se preparó, juntando ambas espadas. Sin embargo, retrocedí al último instante, no llegando a impactar. Después, lancé una estocada rápida, apenas alcanzando la mano del ser. Una descarga eléctrica recorrió el brazo del guardián, que comenzó a moverse erráticamente y echar humo negro de su hombro. Era algo perturbador y peligroso: la extremidad del bio se sacudía de un lado a otro de forma casi aleatoria. En uno de los movimientos, su mano se abrió, y la espada salió despedida por la habitación.
No tenía tiempo para disfrutar de aquella pequeña victoria. Aún tenía tres espadas más de las que preocuparme. Salté hacia un lado, evitando por poco el corte del segundo guardián. Necesitaba más espacio. Detuve mi ofensiva y empecé a correr hacia el pasillo, con los dos guardianes pisándome los talones y derribando a los bios menores que estaban en su camino. Eran más altos que el resto, pero eso les hacía más vulnerables.
Me di la vuelta con un tajo giratorio, esperando pillarlos por sorpresa, pero lo esquivaron con casi naturalidad. ¿Estaban imitando mis movimientos? No tenía forma de enfrentarme y no salir herido. Necesitaba una distracción.
Syl disparó al ojo de otro bio, derribándolo al suelo. Tenía suerte. Un arco no tendría la fuerza para romper su equilibrio, y eran lo suficientemente lentos como para ser un objetivo fácil. Sin embargo, eran implacables. Incluso los caidos se movian, aunque de forma más errática. Syl disparó cuatro, cinco, seis veces. Cada virote acertaba en su objetivo, incrustándose en un punto débil. Ojo, muñeca, rodilla. Esos seres no sentian dolor, pero un trozo de metal metido en el lugar correcto podía impedirles moverse.
Pero ese no era el único problema. Eltrant estaba recibiendo un disparo tras otro de aquella esfera. Las varas de metal parecían ignorar su coraza por completo. Inevitablemente, Kothán pensó en lo bien que le habría venido una armadura de metal biocibernetico. Su cabeza apenas funcionaba, y no hizo más que mirarle incrédulo mientras el humano le daba su segunda espada, una vez más.
¿Como podía ser tan arrogante? Eltrant tenía razón. Necesitaba aprender a luchar. En el momento en el que era necesario, se había quedado congelado, a pesar de tener una espada encantada en sus manos.
-Kothán. Espabila.- advirtió el tigre, mirándole.- No es momento para no hacer nada.- Rakfyr respiró, y empezó a moverse hacia el bio más cercano a pesar de estar desarmado. El predicador llevó su mano a la cabeza del bio y la empujó hacia la pared, rompiendo algunos mecanismos. "No te alejes del chamán" empezaba a sonar como un buen consejo.
No podía dejar que fuese el único inútil. Otra vez no. El zorro sujetó el arma con ambas manos. Distancia de espada. De repente, todo parecía estar a distancia de espada. Zarandeó el arma, golpeando el cuello de uno de los bios más cercanos, que cayó al suelo estrepitosamente. El siguiente. Aquella vez, tomó la iniciativa y se acercó primero. En lugar de apuntar a la cabeza, golpeó las piernas con todas sus fuerzas, tirándolo también. Las peleas sucias eran a lo que estaba acostumbrado. Tal vez podía usar aquello. Una vez se vio relativamente a salvo, apuntó con la espada a la cabeza de unos bios y la insertó tanto como pudo. El ser dejó de moverse. ¡Estaba funcionando!
Pero sus brazos ya empezaban a cansarse. No tenía tiempo para quejas. El zorro se dedicó a ejecutar a los caídos, mientras Rakfyr derribaba o desarmaba a los que podía. Los seres de metal no eran muy vulnerables a golpes y arañazos, pero podían ser empujados con relativa facilidad.
-¡Deja de desangrarte, Tale!- gritó Syl, observando como otro de los disparos se clavaba en el pecho de Eltrant. -¡Nadie te ha dado permiso para eso!- El muy idiota se había puesto a hacer de escudo humano, diciendo que se encargasen de la esfera.
Y luego afirmaría tener instinto de supervivencia. Si, claro. El problema era lo caótica que estaba siendo la sala. Demasiados enemigos. Los ataques no estaban coordinados: Asher estaba demasiado ocupado, y él mismo seguía intentando derribar al resto. Se llevó la mano al carcaj, y recargó de nuevo. Demasiado ligero. Se estaba quedando sin munición.
No podía seguir malgastando los pocos tiros que tenía con esos. Tenía que acabar con aquello, y deprisa. Syl se reposicionó, saltando sobre bios caidos y esquivando aquellos que aún intentaban despedazarlo, colocandose finalmente en el otro extremo de la sala. Se arrodilló. Tenía un tiro claro. Los guardianes seguían atacando a Asher, y este estaba forzado a evitarlos a duras penas. Inhaló. El último de los tentáculos apuntó hacia Eltrant, ignorando a los hombres bestia. Syl disparó primero.
Y acertó en la cabeza del guardián herido, desequilibrándolo y moviéndolo en la trayectoria de la liana metálica. Su proyectil se incrustó en el pecho del bio, tirándolo por el suelo y apagando el brillo rojo de sus ojos. Sólo le quedaban cuatro virotes, pero tenían un problema menos del que preocuparse.
Usado objeto: Sortija encantada por la luna (Atributos)
Empecé a notarlo desde que puse el pie en esa habitación. El olor era distinto, lo cual no era de extrañar: había estado sellada durante... quien sabe cuanto. Pero había algo más. Algo que me decía que estuviese en guardia. El silencio de esa sala era abrumador. ¿Que era esa esfera?
Alcé una mano hacia el resto del grupo, indicandoles que se quedasen quietos. Syl pareció comprenderme, incluso sin necesidad de palabras, y sacó su ballesta, observando la sala atentamente. Sujeté mi espada con firmeza y caminé algo encurvado, con cuidado de no hacer ruido.
La esfera gimió.
-Eltrant. Quédate atrás.- advertí. Demasiado tarde. Algo se había despertado. Y fuera lo que fuese, no parecía bueno. Los "cadáveres" empezaron a levantarse. -Genial, más no muertos...- dije entre dientes. Algo empezó a moverse, junto a la esfera. Hilos de hierro, apuntados hacia... -¡TALE!-
Demasiado tarde. Una lanza de metal salió del tentáculo, clavandose directamente en él. Aquello pintaba mal. Syl respondió inmediatamente, disparando un virote hacia la esfera. El proyectil se clavó en ella, pero no hubo gemido ni grito de dolor. Debía estar protegida. Aquello no sería suficiente. Iba a tener que ponerme serio.
-Syl. Encárgate de los bios.- ordené, empuñando mi espada con ambas manos. La sortija volvió a brillar, y al instante, empecé a sentirme más fuerte y ligero. Podía con ello. Tenía la energía para hacer lo que quisiera. Mi espada chispeó, lanzando leves descargas al aire. Dos de esos monstruos se dirigieron hacia mi, ambos armados. ¿Guardianes? Parecían más peligrosos que el resto. Pues que así fuese.
Como si fuese accionado por un mecanismo, empecé a moverme, esquivando uno de los no-muertos. Los movimientos de los guerreros eran mecánicos y no dependían de ningún instinto. Tenía que tomar tácticas adecuadas. Por fortuna, tenía algo a mi favor.
Cargué hacia el bio, y este se preparó, juntando ambas espadas. Sin embargo, retrocedí al último instante, no llegando a impactar. Después, lancé una estocada rápida, apenas alcanzando la mano del ser. Una descarga eléctrica recorrió el brazo del guardián, que comenzó a moverse erráticamente y echar humo negro de su hombro. Era algo perturbador y peligroso: la extremidad del bio se sacudía de un lado a otro de forma casi aleatoria. En uno de los movimientos, su mano se abrió, y la espada salió despedida por la habitación.
No tenía tiempo para disfrutar de aquella pequeña victoria. Aún tenía tres espadas más de las que preocuparme. Salté hacia un lado, evitando por poco el corte del segundo guardián. Necesitaba más espacio. Detuve mi ofensiva y empecé a correr hacia el pasillo, con los dos guardianes pisándome los talones y derribando a los bios menores que estaban en su camino. Eran más altos que el resto, pero eso les hacía más vulnerables.
Me di la vuelta con un tajo giratorio, esperando pillarlos por sorpresa, pero lo esquivaron con casi naturalidad. ¿Estaban imitando mis movimientos? No tenía forma de enfrentarme y no salir herido. Necesitaba una distracción.
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Syl disparó al ojo de otro bio, derribándolo al suelo. Tenía suerte. Un arco no tendría la fuerza para romper su equilibrio, y eran lo suficientemente lentos como para ser un objetivo fácil. Sin embargo, eran implacables. Incluso los caidos se movian, aunque de forma más errática. Syl disparó cuatro, cinco, seis veces. Cada virote acertaba en su objetivo, incrustándose en un punto débil. Ojo, muñeca, rodilla. Esos seres no sentian dolor, pero un trozo de metal metido en el lugar correcto podía impedirles moverse.
Pero ese no era el único problema. Eltrant estaba recibiendo un disparo tras otro de aquella esfera. Las varas de metal parecían ignorar su coraza por completo. Inevitablemente, Kothán pensó en lo bien que le habría venido una armadura de metal biocibernetico. Su cabeza apenas funcionaba, y no hizo más que mirarle incrédulo mientras el humano le daba su segunda espada, una vez más.
¿Como podía ser tan arrogante? Eltrant tenía razón. Necesitaba aprender a luchar. En el momento en el que era necesario, se había quedado congelado, a pesar de tener una espada encantada en sus manos.
-Kothán. Espabila.- advirtió el tigre, mirándole.- No es momento para no hacer nada.- Rakfyr respiró, y empezó a moverse hacia el bio más cercano a pesar de estar desarmado. El predicador llevó su mano a la cabeza del bio y la empujó hacia la pared, rompiendo algunos mecanismos. "No te alejes del chamán" empezaba a sonar como un buen consejo.
No podía dejar que fuese el único inútil. Otra vez no. El zorro sujetó el arma con ambas manos. Distancia de espada. De repente, todo parecía estar a distancia de espada. Zarandeó el arma, golpeando el cuello de uno de los bios más cercanos, que cayó al suelo estrepitosamente. El siguiente. Aquella vez, tomó la iniciativa y se acercó primero. En lugar de apuntar a la cabeza, golpeó las piernas con todas sus fuerzas, tirándolo también. Las peleas sucias eran a lo que estaba acostumbrado. Tal vez podía usar aquello. Una vez se vio relativamente a salvo, apuntó con la espada a la cabeza de unos bios y la insertó tanto como pudo. El ser dejó de moverse. ¡Estaba funcionando!
Pero sus brazos ya empezaban a cansarse. No tenía tiempo para quejas. El zorro se dedicó a ejecutar a los caídos, mientras Rakfyr derribaba o desarmaba a los que podía. Los seres de metal no eran muy vulnerables a golpes y arañazos, pero podían ser empujados con relativa facilidad.
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-¡Deja de desangrarte, Tale!- gritó Syl, observando como otro de los disparos se clavaba en el pecho de Eltrant. -¡Nadie te ha dado permiso para eso!- El muy idiota se había puesto a hacer de escudo humano, diciendo que se encargasen de la esfera.
Y luego afirmaría tener instinto de supervivencia. Si, claro. El problema era lo caótica que estaba siendo la sala. Demasiados enemigos. Los ataques no estaban coordinados: Asher estaba demasiado ocupado, y él mismo seguía intentando derribar al resto. Se llevó la mano al carcaj, y recargó de nuevo. Demasiado ligero. Se estaba quedando sin munición.
No podía seguir malgastando los pocos tiros que tenía con esos. Tenía que acabar con aquello, y deprisa. Syl se reposicionó, saltando sobre bios caidos y esquivando aquellos que aún intentaban despedazarlo, colocandose finalmente en el otro extremo de la sala. Se arrodilló. Tenía un tiro claro. Los guardianes seguían atacando a Asher, y este estaba forzado a evitarlos a duras penas. Inhaló. El último de los tentáculos apuntó hacia Eltrant, ignorando a los hombres bestia. Syl disparó primero.
Y acertó en la cabeza del guardián herido, desequilibrándolo y moviéndolo en la trayectoria de la liana metálica. Su proyectil se incrustó en el pecho del bio, tirándolo por el suelo y apagando el brillo rojo de sus ojos. Sólo le quedaban cuatro virotes, pero tenían un problema menos del que preocuparse.
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Usado objeto: Sortija encantada por la luna (Atributos)
Asher Daregan
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
El ultimo tentáculo disparó.
Apretó los dientes preparándose para lo peor, tenso los músculos, si caía al suelo una vez más había muchas probabilidades de que no volviese a levantarse otra vez, tenía que esquivarlo, daba igual como.
Segundos antes de que pudiese ordenar a sus músculos, tarde, que reaccionasen ante el disparo uno de los bios de mayor tamaño se interpuso en el camino de la vara de metal, uno que tenía una saeta firmemente clavada en la frente.
Ignoró unos instantes el cadáver del bio, que había quedado empalado en el suelo, y buscó con la mirada a Syl. Sonrió.
- No… no me estoy desangrando, gato. – Dijo, aunque por el volumen que usó no estaba seguro si le habían oído. Su puño izquierdo comenzó a sisear, levemente, una nube de vapor comenzó a emanar del guantelete de cuero, se sujetó el brazo, el humo cesó, aquella cosa parecía tener interés por ser usada. Pero todavía no había llegado el momento, podía valerse por sí mismo, no necesitaba magia – Estoy… - Sonrió, se tambaleó un poco, pero logró mantener el equilibrio - … perdiendo sangre… con estilo. – Dijo parafraseando a Lyn, amplió la sonrisa.
El primero de los muertos que se acercó a por él acabó derribándolo de nuevo contra el suelo, sintió como todo el aire salía de sus pulmones por el impacto, cerró los ojos unos instantes y se sacudió a aquella cosa de encima como buenamente pudo.
- Vais a… necesitar… mucho más que eso para matarme – Se protegió la cabeza con los brazos cuando varios bio se acumularon en torno a él y comenzaron a golpearle. - ¡Mucho más! – Notó como le asestaban un puñetazo en la cara, apretó los dientes, era curioso, hubiese agradecido tener la mano de metal en aquel momento, hubiese facilitado mucho más las cosas en aquella situación.
Gritó de dolor cuando se colocaron sobre la hoja que tenía clavada en el pecho, anteponiéndose a este lo máximo que pudo, alargó la mano hasta la espada que descansaba junto a él
- ¡Ya… ya está bien! – Gritando lanzó una estocada que apenas podía considerarse como tal, la hoja apartó al bio que tenía directamente sobre él. - ¡Abajo! – Usando la hoja plateada a modo de bastón se impulsó y volvió a levantarse, se zafó de los que tenía a su alrededor, vomitó un poco de sangre.
Quizás debería plantearse el retirarse; Aquella idea surcó su cabeza quizás, durante lo que dura un parpadeo, dejó escapar una risa nerviosa y retrocedió un par de pasos, ¿Escapar? ¿En aquel momento? No, había demasiado en juego.
Sujetó la espada con ambas manos, la alzó como buenamente pudo, su cuerpo le clavaba, le imploraba que se rindiese, volvió a retroceder cuando contempló como varios Bio se acumulaban frente a él.
- ¡¿A qué esperáis?! ¡Soy fácil de dar! – El primer tentáculo, el que había disparado en primer lugar había vuelto a la vida y, tras pasarse unos minutos en el interior de la bola, volvía a moverse frenéticamente en la base de la esfera, buscando un objetivo.
Tenía que ser él.
La bola rugió, o eso le pareció, no estaba seguro de si esta era consciente o funcionaba de igual forma que lo hacía una bestia, tampoco sabía siquiera si podía asegurar que estaba “viva”, ¿Era un ente mágico? Daba igual, si existía, podía ser destruido; si estaba vivo, podía morir.
Gritó con toda la fuerza que le quedaba, la cual no era precisamente mucha y, usando toda la inercia que le proporcionaba la claymore que blandía, lanzó una estocada hacía los tres bio que tenía frente a él, una en la que empleó todo lo que le quedaba en los brazos.
La hoja se hundió en el metal del primero bio, crujió y se abrió pasó a través del interior del mismo, cortando todo a su paso, pero se detuvo a la mitad, se quedó encallada firmemente en el vientre del bio, a la altura del ombligo.[1]
Arqueó ambas cejas al ver como aquella cosa ni se inmutaba, ninguno de los cibernéticos presentes sentía dolor, ninguno se detenía cuando les cortabas. Bramó un par de improperios y tiró de la espada, una parte de él confiaba en haber atravesado a los tres con aquel golpe, cosa que en su estado era imposible, cualquiera podía verlo a simple vista.
Menos él.
Pero no se iba a rendir, frunció el ceño y tiró con aún más fuerza de su hoja cuando los dos bio que acompañaban al herido se acercaban a él.
- ¡Todavía no he acabado! – Bramó cuando, por fin, consiguió extraer la espada del vientre del bio, cortándolo definitivamente en dos y arrancándole el brazo al que estaba directamente junto a él cuando el metal salió del cuerpo del cibernético.
Jadeó repetidamente y volvió a perder terreno, todo aquel esfuerzo le estaba haciendo perder aún más sangre, el lado bueno era que, al menos, aquellos cibernéticos no eran muy duchos en estrategia. Seguía habiendo una cantidad absurda de ellos, pero no eran finitos y se movían de forma instintiva, atacaban a lo que tenían más cerca.
- …Va… vamos… - Se arrancó la hoja del pecho, quizás funcionara como tapón para la sangre, pero cada movimiento que hacía con aquella cosa incrustada en su cuerpo era como sentir ser apuñalado de nuevo. El mundo se tambaleaba. ¿Ese era su límite? Había sido apuñalado solo tres veces, podía soportar mucho más, estaba seguro.
Dejó caer su espada en su hombro para no tener que levantarla para el siguiente ataque, parpadeó repetidamente, sacudió la cabeza tratando de mantenerse consciente.
- Venid a por mí… - Tensó su cuerpo. – Os… voy a enseñar… quien es aquí el monstruo…
Esta vez no gritó, no le quedaba apenas aire en los pulmones. Cuando atacó el espadón escapó de entre sus dedos, no podía sujetarlo correctamente.
Tensó la mandíbula al ver como la hoja acababa alojada en el cuerpo del autómata más cercano a él, y caía al suelo incapacitado. Retrocedió una vez más, en un último esfuerzo por colocar algo de distancia entre él y los hombres de metal, probablemente también tendría algunos tras él, por lo que estaba básicamente rodeado, pero esos estarían yendo a por Kothán y el sorpresivamente ágil chaman.
Le hubiese gustado hacer algo al respecto.
Se llevó la mano hasta la herida del pecho, se volvió a tambalear unos instantes y cayó de rodillas, incapaz de mantenerse de pie.
- Muy bien… - Estudió el patrón de movimiento de la liana oscura, asió el guantelete mágico, quizás hubiese sido buena idea él usarlo antes. Tras alternar entre Syl, los Kothán y Rakfyr y él, la liana se quedó apuntándole – Muy... bien… - ¿Iba a rematar al herido? Sonrió, se tendría que disculpar con la vampiresa más adelante, cerró los ojos unos instantes.
- Muro de acero, Tale – Se dijo volviendo a levantarse.
[1] Habilidad Nivel 3: Hoja Cargada.
Apretó los dientes preparándose para lo peor, tenso los músculos, si caía al suelo una vez más había muchas probabilidades de que no volviese a levantarse otra vez, tenía que esquivarlo, daba igual como.
Segundos antes de que pudiese ordenar a sus músculos, tarde, que reaccionasen ante el disparo uno de los bios de mayor tamaño se interpuso en el camino de la vara de metal, uno que tenía una saeta firmemente clavada en la frente.
Ignoró unos instantes el cadáver del bio, que había quedado empalado en el suelo, y buscó con la mirada a Syl. Sonrió.
- No… no me estoy desangrando, gato. – Dijo, aunque por el volumen que usó no estaba seguro si le habían oído. Su puño izquierdo comenzó a sisear, levemente, una nube de vapor comenzó a emanar del guantelete de cuero, se sujetó el brazo, el humo cesó, aquella cosa parecía tener interés por ser usada. Pero todavía no había llegado el momento, podía valerse por sí mismo, no necesitaba magia – Estoy… - Sonrió, se tambaleó un poco, pero logró mantener el equilibrio - … perdiendo sangre… con estilo. – Dijo parafraseando a Lyn, amplió la sonrisa.
El primero de los muertos que se acercó a por él acabó derribándolo de nuevo contra el suelo, sintió como todo el aire salía de sus pulmones por el impacto, cerró los ojos unos instantes y se sacudió a aquella cosa de encima como buenamente pudo.
- Vais a… necesitar… mucho más que eso para matarme – Se protegió la cabeza con los brazos cuando varios bio se acumularon en torno a él y comenzaron a golpearle. - ¡Mucho más! – Notó como le asestaban un puñetazo en la cara, apretó los dientes, era curioso, hubiese agradecido tener la mano de metal en aquel momento, hubiese facilitado mucho más las cosas en aquella situación.
Gritó de dolor cuando se colocaron sobre la hoja que tenía clavada en el pecho, anteponiéndose a este lo máximo que pudo, alargó la mano hasta la espada que descansaba junto a él
- ¡Ya… ya está bien! – Gritando lanzó una estocada que apenas podía considerarse como tal, la hoja apartó al bio que tenía directamente sobre él. - ¡Abajo! – Usando la hoja plateada a modo de bastón se impulsó y volvió a levantarse, se zafó de los que tenía a su alrededor, vomitó un poco de sangre.
Quizás debería plantearse el retirarse; Aquella idea surcó su cabeza quizás, durante lo que dura un parpadeo, dejó escapar una risa nerviosa y retrocedió un par de pasos, ¿Escapar? ¿En aquel momento? No, había demasiado en juego.
Sujetó la espada con ambas manos, la alzó como buenamente pudo, su cuerpo le clavaba, le imploraba que se rindiese, volvió a retroceder cuando contempló como varios Bio se acumulaban frente a él.
- ¡¿A qué esperáis?! ¡Soy fácil de dar! – El primer tentáculo, el que había disparado en primer lugar había vuelto a la vida y, tras pasarse unos minutos en el interior de la bola, volvía a moverse frenéticamente en la base de la esfera, buscando un objetivo.
Tenía que ser él.
La bola rugió, o eso le pareció, no estaba seguro de si esta era consciente o funcionaba de igual forma que lo hacía una bestia, tampoco sabía siquiera si podía asegurar que estaba “viva”, ¿Era un ente mágico? Daba igual, si existía, podía ser destruido; si estaba vivo, podía morir.
Gritó con toda la fuerza que le quedaba, la cual no era precisamente mucha y, usando toda la inercia que le proporcionaba la claymore que blandía, lanzó una estocada hacía los tres bio que tenía frente a él, una en la que empleó todo lo que le quedaba en los brazos.
La hoja se hundió en el metal del primero bio, crujió y se abrió pasó a través del interior del mismo, cortando todo a su paso, pero se detuvo a la mitad, se quedó encallada firmemente en el vientre del bio, a la altura del ombligo.[1]
Arqueó ambas cejas al ver como aquella cosa ni se inmutaba, ninguno de los cibernéticos presentes sentía dolor, ninguno se detenía cuando les cortabas. Bramó un par de improperios y tiró de la espada, una parte de él confiaba en haber atravesado a los tres con aquel golpe, cosa que en su estado era imposible, cualquiera podía verlo a simple vista.
Menos él.
Pero no se iba a rendir, frunció el ceño y tiró con aún más fuerza de su hoja cuando los dos bio que acompañaban al herido se acercaban a él.
- ¡Todavía no he acabado! – Bramó cuando, por fin, consiguió extraer la espada del vientre del bio, cortándolo definitivamente en dos y arrancándole el brazo al que estaba directamente junto a él cuando el metal salió del cuerpo del cibernético.
Jadeó repetidamente y volvió a perder terreno, todo aquel esfuerzo le estaba haciendo perder aún más sangre, el lado bueno era que, al menos, aquellos cibernéticos no eran muy duchos en estrategia. Seguía habiendo una cantidad absurda de ellos, pero no eran finitos y se movían de forma instintiva, atacaban a lo que tenían más cerca.
- …Va… vamos… - Se arrancó la hoja del pecho, quizás funcionara como tapón para la sangre, pero cada movimiento que hacía con aquella cosa incrustada en su cuerpo era como sentir ser apuñalado de nuevo. El mundo se tambaleaba. ¿Ese era su límite? Había sido apuñalado solo tres veces, podía soportar mucho más, estaba seguro.
Dejó caer su espada en su hombro para no tener que levantarla para el siguiente ataque, parpadeó repetidamente, sacudió la cabeza tratando de mantenerse consciente.
- Venid a por mí… - Tensó su cuerpo. – Os… voy a enseñar… quien es aquí el monstruo…
Esta vez no gritó, no le quedaba apenas aire en los pulmones. Cuando atacó el espadón escapó de entre sus dedos, no podía sujetarlo correctamente.
Tensó la mandíbula al ver como la hoja acababa alojada en el cuerpo del autómata más cercano a él, y caía al suelo incapacitado. Retrocedió una vez más, en un último esfuerzo por colocar algo de distancia entre él y los hombres de metal, probablemente también tendría algunos tras él, por lo que estaba básicamente rodeado, pero esos estarían yendo a por Kothán y el sorpresivamente ágil chaman.
Le hubiese gustado hacer algo al respecto.
Se llevó la mano hasta la herida del pecho, se volvió a tambalear unos instantes y cayó de rodillas, incapaz de mantenerse de pie.
- Muy bien… - Estudió el patrón de movimiento de la liana oscura, asió el guantelete mágico, quizás hubiese sido buena idea él usarlo antes. Tras alternar entre Syl, los Kothán y Rakfyr y él, la liana se quedó apuntándole – Muy... bien… - ¿Iba a rematar al herido? Sonrió, se tendría que disculpar con la vampiresa más adelante, cerró los ojos unos instantes.
- Muro de acero, Tale – Se dijo volviendo a levantarse.
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[1] Habilidad Nivel 3: Hoja Cargada.
Eltrant Tale
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
Uno de los guardianes había caido.
Aquello era justo lo que necesitaba. Me moví a la ofensiva, lanzando un tajo tras otro. El bio se movía con agilidad, casi calculando perfectamente el alcance que tenía, y moviendose justo fuera de él. Sin embargo, cada vez que lo hacía, perdía terreno. Un paso, tras otro, tras otro. Mis brazos empezaban a cansarse, pero si continuaba así, no tardaría en tropezarse con uno de los muertos del suelo.
Pero no lo hizo. Sus brillantes ojos rojos parpadearon un momento, y su táctica cambió. Sus hojas se movieron al mismo tiempo, rechazando mi espada. Di un paso atrás, aprovechando el cambio de movimiento. Las espadas del ser se lanzaron a por mi, buscando clavarse en mi cuello. Me aparté de su camino, pero no fue suficiente. La espada giró, alcanzando mi hombro derecho y haciéndome soltar una exclamación de dolor y sorpresa. La sangre empezó a manar de la herida. Contemplé la máquina con odio. Esa cosa no iba a superarme.
Esos seres no estaban vivos. La forma en la que actuaban no era natural: si encontraban una táctica, la repetirían hasta que dejase de funcionar. O al menos, eso pensaba. Pero si estaba en lo cierto...
Me lancé de nuevo con un ataque vertical, ligeramente fuera de mi alcance. Lo esquivó. Y entonces, empujé hacia adelante e hice ascender mi espada con todas mis fuerzas. El ser intentó bloquearlas, pero no había suficiente espacio. La hoja se clavó en la pierna del ser. No me detendría ahí. Continué empujando, desequilibrando al bio-cibernético y alzándolo en el aire durante medio segundo. La hoja atravesó la pierna, separándola del guardián. Sabía de sobra que el resto de extremidades continuarían funcionando. No le di esa oportunidad. Brillo encontró su cabeza antes de que pudiese volver a moverse. La descarga eléctrica sacudió el metal, y tras un par de segundos, la luz roja de sus ojos se apagó por completo.
Una victoria insignificante. Los muertos seguían moviendose. Eltrant estaba de rodillas. No había tiempo.
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Los cibernéticos habían muerto, pero la pregunta seguía en el aire. ¿Como demonios destruian aquella esfera? Parecía ser lo que daba vida al resto de seres. Pero su coraza era demasiado resistente. Tenía que tener algún punto débil. Pero no había nada que pudiese ver. Era casi completamente lisa, salvo por las lineas rojas. Casi imposible de trepar. Y flotaba. ¿Por qué flotaba? Estaba colgando de cables, pero... ¿por qué?
No tenía más ideas, y solo cuatro oportunidades. Sin embargo, tenía que actuar.
Respiró hondo. Los cables eran gruesos y de un material desconocido, pero cables al fin y al cabo. Era un tiro dificil. Arriesgado. Pero disparó. El virote voló por la sala... y se encontró con el primero de los cuatro cables, atravesando y partiendolo. La esfera giró ligeramente, desprovista de uno de sus seguros, y lanzó un rugido. Los muertos se detuvieron al instante, y fijaron su vista en el gato.
-...Mierda.- gruñó el felino. Tenía poco tiempo. Pero eso significaba que había dado en el clavo. Recargó, y apuntó de nuevo. Un segundo virote cortó el siguiente cable. Los muertos estaban demasiado cerca. Tenía que huir. Syl se escurrió entre los muertos, evitando agarres y recibiendo tan solo unos puñetazos en malos ángulos. La liana negra se olvidó de Eltrant, y apuntó al mismo objetivo que el resto. Kothán y Rakfyr se habían dado cuenta de la situación.
Los dos hombres bestia se interpusieron entre la masa y el felino, interrumpiendo y derribando a tantos seres mecánicos como pudieron. Les estaban ignorando por completo, pretendiendo solo centrarse en Syl, pero eso les costaría varios entre sus filas. Uno tras otro, cayeron al suelo. A los pocos segundos, algunos conseguían levantarse.
La liana metálica se sacudió, buscando al felino pero sin alcanzar un tiro limpio. Demasiados en la multitud. Finalmente, el gato se despejó de objetivos, y apuntó con su ballesta de nuevo. El tentáculo se quedó rígido. Pero Syl disparó primero. La esfera se inclinó, sujetada tan solo por un cable, y la liana se movió en el último instante, incrustando su proyectil en una pared de la sala.
-¡Asher!- gritó, recargando por última vez.
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-¡Lo tengo!- respondí, clavando mi mirada en el núcleo de la habitación. El cuarto y último virote de Syl atravesó el cable, y el ser que sujetaba cayó al suelo, rodando y exponiendo algo que no esperaba. En el punto más alto, había un agujero que irradiaba una potente luz azul. No veía lo que era. Pero no me hacía falta.
Lancé un corte al aire. Una media luna azul surcó la habitación, lanzando pequeñas chispas a todo lo que se encontraba cerca.[1] El ataque impactó en la luz... y una gran cantidad de líquido morado salió del interior. ¿Esa cosa tenía sangre?
El rugido se volvió ensordecedor. Palabras en un idioma que no entendía empezaron a resonar por toda la pirámide. El agujero azul que creía haber visto empezó a cambiar. Era una... ¿bolsa? A medida que perdía el líquido, vi lo que ocultaba detrás. Algo pequeño, metido en el interior de la esfera. Algo que, probablemente, no debía salir fuera. Corrí hacia él, preparado para lanzar una estocada...
Y perdí el aliento. Una liana negra se alzó en el momento justo, golpeandome en el pecho y empujandome varios metros por el aire. Me retorcí en el suelo. Brillo se había escapado de mis manos. Tenía que moverme. Jadeé, levantándome. Y volví a correr, clavando mi mirada en la espada negra que uno de los guardianes había perdido. La cogí por la punta, clavándome el filo en la mano. No importaba. Me deslicé en el suelo, evitando otro latigazo de los tentáculos, y metí la espada de lleno en el pequeño espacio.
Un intenso calor salió de la esfera. Y entonces, explotó, lanzándome por los aires una vez más. Caí al suelo, rodeado de trozos de metal y líquido morado, hasta impactar con algo blando. Kothán amortiguó mi viaje, atrapándome con un quejido. Los muertos dejaron de moverse al instante, y cayeron inertes al suelo.
Habiamos ganado. Pero...
Rakfyr corrió hacia el humano, preocupado. Sin pensarlo dos veces, deshizo las correas de su armadura, que cayó al suelo con un estruendo, y rasgó la ropa que llevaba debajo de ella con sus garras, sin desperdiciar un segundo.
-Deberías estar inconsciente.- murmuró el chamán, inspeccionando el cuerpo de Eltrant. -Espíritus. Esto va a escocer.- advirtió. El tigre empezó a tender las heridas más urgentes del humano. Me levanté con un gruñido, llevándome la mano al pecho. No había más sangre que la que resbalaba de mi hombro, pero era el golpe que más me dolía. Miré al coyote.
-¿Has visto eso?- sonreí -¡Ha sido genial! Ojala pudiese haberlo visto desde aquí.- dije. -Gracias por pillarme mientras rodaba, por cierto.-
-Créeme, ha sido por accidente... pero de nada.- dijo, intentando levantarse. El zorro puso una mueca de dolor y se mantuvo en el suelo. -Au, au, au. Creo que me quedaré aquí un segundo.- gimió.
Noté una mano en mi hombro sano. Syl. El gato me detuvo, y suspiró mientras desataba el cinturón de tela que tenía aún sobre mi pecho y lo ponía sobre mi hombro.
-Va a ser aún más rojo que antes... gracias.- musité.
-Teñido con la sangre de un enemigo... y de un aliado.- dijo solemnemente, mostrando indicios de una sonrisa.
Una voz empezó a salir del núcleo de la esfera. La explosión había destruido la coraza, que yacía en el suelo, inerte. Me volví, y recogí mi espada. Después, me acerqué lentamente a aquella cosa. Pero en cuanto estuve a tan solo unos metros, me detuve. Una idea surgió en mi cabeza.Un humano. Trae a un humano. Instantáneamente, me volví, buscando a Eltrant con la mirada.
-Tale. Deberías mirar esto.-
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[1] Usada habilidad de nivel 1: Corte de EnergíaAsher Daregan
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
La esfera negra cayó frente a él, destrozada, emitió una voluminosa explosión purpura antes de apagarse por completo. Asher y Syl la habían destruido, lo habían conseguido.
Se relajó al ver esto, o es que lo se dijo en la cabeza, la realidad fue que su cuerpo no dio más de sí y este, agotado, imitó al resto de los autómatas que, sin la esfera, habían vuelto a caer al suelo inertes.
Sintió como le levantaban, y como, justo después el peso que tenía sobre los hombros se desaparecía con un estruendo metálico, le estaban quitando la armadura. Abrió los ojos, una figura felina estaba frente a él. ¿Syl? No, no había insultado su inteligencia. Sonrió y sujetó al hombre por el brazo, principalmente para no volver a caerse.
- ¿Cómo… están los demás? – Preguntó apretando los dientes al notar como Rakfyr manipulaba la herida de su pecho. El chamán tenía razón, escocia.
Volvió a desmayarse. Al menos durante unos segundos.
Recuperó la consciencia cuando escuchó a Asher y a Syl hablar entre ellos, ¿Un amigo y un enemigo? No comprendía nada de lo que sucedía a su alrededor, lo que veía desaparecía y volvía a aparecerse con voluntad propia, casi parecía estar en un sueño.
Sacudió la cabeza con insistencia, lo hizo hasta que el mundo recobró algo de color y consistencia. Estaba seguro que había sido gracias a los cuidados del tigre quien, tras haber vertido un mejunje que acentuaba el dolor de su cuerpo sobre las heridas que le cubrían, se dedicó a vendarlas lentamente.
- Gracias. – Murmuró. Buscó desde dónde estaba a los demás con la mirada. No había heridos, no de gravedad, sonrió, incluso Kothán estaba perfectamente.
Dejó la mente en blanco durante unos minutos y se centró en los cuidados del chamán, se sentía débil, pero era evidente que sabía lo que hacía, al menos no iba a morir desangrado y, aunque le producían un dolor inimaginable, los medicamentos que este usaba aliviaban bastante pasados unos minutos.
Entonces le llamó Asher.
Levantó la cabeza y miró al lobo, sonrió.
- ¿Tú crees? – Preguntó mientras, ayudándose con el tigre, se levantaba. – Muy bien. – Asintiendo para sí, se tambaleó un poco cuando estuvo completamente de pie y se palpó la tela que cubría sus heridas, al menos estaba entero.
- ¿Qué es eso tan interesante? – Preguntó tambaleándose hasta dónde estaba Asher, le colocó una mano en el hombro, para no caerse, y sonrió. – Al final solo era una pelota gigante ¿No? – Dijo al lobo dándole un codazo.
Una voz incomprensible seguía saliendo de los restos de la esfera. ¿Ero era lo que quería que viese? Miró al lobo inquisitivamente y, tras dejar escapar un ligero suspiro, se acercó.
Con cada paso que daba sentía como sus heridas trataban de volver a abrirse. ¿Seguro que aquello era una buena idea? Se detuvo a pocos metros de la bola y volvió a mirar a su amigo.
- Si me mata… - Miró hacía abajo unos instantes, y se le escapo una carcajada que terminó en un quejido – Si termina de matarme. – Aseveró. – Te mato. – Ensanchó la sonrisa y, al final, se acercó totalmente al “cadáver” de la esfera.
La voz seguía repitiéndose en bucle, una y otra vez, siempre las mismas palabras sin sentido. Hasta el momento en el que Eltrant depositó su mano en lo que quedaba de la coraza de la esfera, en ese momento, esta dejó de hablar.
- ¿Por qué toco siempre lo que no debo? – Volvió a decirse suspirando.
Afortunadamente, no sucedió gran cosa, la esfera volvió a hablar, y, con cada iteración que realizaba, se la comprendía mejor, al cabo de unas diez repeticiones aquella cosa podía hablar común con menos acento que muchos norteños.
- … Dispositivo desactivado, comprobando patrones de dialogo, cien ciclos solares, actualizando… - Eltrant frunció el ceño y se alejó un par de pasos, no pudo hacerlo excesivamente rápido, pero aquella bola había estado a punto de matarles, y ahora, resultaba que hablaba.
La intensidad y el tono de aquella voz fue variando, entremezclándose durante varios minutos, repitiendo sentencias simples, una tras otra, sin sentido aparente, hasta que, al final, cuando la esfera parecía tener una voz jovial, la voz de una chica joven, se calló.
- Operación finalizada. – Dijo a continuación, el castaño enarcó una ceja y trató de echar mano de su espada, cosa que no pudo hacer. La claymore yacía en el suelo lejos de dónde él estaba y la espada de hielo seguía estando en poder de Kothán.
– Así que… - La voz emanaba directamente de la esfera, de toda ella, no tenía ni idea de cómo lo hacía ni dónde tenía que mirarla. ¿Tenía cara? - … me habéis destruido. – Añadió, parecía ligeramente decaída. ¿Qué demonios era aquella cosa? – Una lástima. – Aseguró al final.
- ¿Qué… eres? – Se atrevió a preguntar, varios pitidos y chasquidos siguieron a su pregunta, algunas líneas, ahora de color morado, aparecieron en los restos de la estructura destruida.
- Soy Atenea. – Dijo – Mi cometido es proteger este baúl para que lo abráis cuando estéis preparados, cosa que no estáis. – Eltrant no contestó. – …cosa que… no he conseguido hacer. – Atenea se rio, o imitó este sonido para aparentar que lo hacía, fuese como fuese, parecía totalmente natural. El castaño se giró hacía Rakfyr, esperando que el hombre de fe, la única persona que conocía la pirámide de antemano supiese de que iba todo aquello.
- A pesar de esto… mi más sincera enhorabuena – Dijo – Jamás hubiese imaginado que me encontraría con individuos como vosotros, capaces de destruir mis defensas con… ese armamento. – Aseguró. – Si tuviese brazos, aplaudiría. – Frunció el ceño, volvió a asirse de Asher para no caerse. – Aunque claro… con mis reservas de energía al mínimo no he podido usar las ametrall…
- Has intentado matarnos. – Contestó Eltrant, cortándola a mitad de frase – Has usado a… a… - Miró a los cadáveres de los bio. – …Para atacarnos. ¿Cómo puedes estar tan… tranquila?
- Estaba cumpliendo mi programación. – Sentenció con total naturalidad, Eltrant no sabía que significaba aquella palabra, pero no le pareció suficiente. – No podía permitiros entrar aquí. No estáis preparados. Todavía no. El baúl debe permanecer sellado hasta que alguien apto aparezca – Afirmó. – El precio de vuestra intrusión era, lógicamente, la muerte. – Agregó, no hizo mención alguna a la condición de autómata de los cadáveres, casi lo prefería así, no quería ni imaginarse que tipo de excusa usaría, quizás le enfadaría más.
- ¡Pues te hemos vencido! – Levantó un brazo, gruñó dolorido y se detuvo antes de continuar hablando.
- Eso es indiferente. – Añadió. – Digno de elogio, pero no os hace más aptos – Su voz parecía ¿Triste? Eltrant se detuvo y miró a Asher – Cien… ciclos. – Le pareció que aquella cosa suspiraba. – Os faltan años. – Aseguró – El contenido del sarcófago pertenecía a los hijos de vuestros hijos. – Varios chasquidos y pitidos más. – Quizás para los hijos de los hijos de esos… - Volvió a detenerse.
- Ahora, tengo que pediros que os marchéis. – Dijo Atenea – Mi función ha terminado, no tengo razón de ser. – Eltrant se separó de Asher, se tambaleó un poco, pero consiguió mantener el equilibrio. - Se acabó. - ¿Qué estaba tratando de decir?
- ¿Qué se supone que significa eso? – Inquirió, Atenea no pareció prestarle atención. ¿Iba a matarse? ¿Podría hacerla cambiar de parecer? ¿Era la guardiana una bola de metal o había algo más ahí adentro? – Espera, espera. No tienes por qué…
– Cómo premio por haberme derrotado, os lo diré, no os merecéis compartir mi destino. – La voz se distorsionó un poco, pero no tardó en estabilizarse. – Esta edificación se vendrá abajo en, aproximadamente, diez minutos. – Dijo – Quizás quince. Una lástima, estaba construida para asemejarse a las pirámides de mi mundo. - ¿Su mundo? Aquello cada vez era más y más raro, aunque, por lo que sabía, los cibernéticos no eran originarios de Aerandir, tenía sentido, un mínimo de sentido al menos – Unas estructuras formidables, alzándose sobre las arenas de Egi… - Se detuvo. – Mis disculpas, estoy desvariando y no os sobra el tiempo. – La puerta tras ellos se abrió pesadamente, liberando una gran cantidad de polvo y dejando ver que todos los bio que yacían desmontados en los pasillos habían llegado hasta allí tratando de alcanzarles en mitad del combate, pero se habían visto incapaces de entrar a la sala.
- Ha estado bien hablar con alguien por primera vez después de tanto tiempo. – La voz se apagó unos instantes, Eltrant frunció el ceño y no dijo nada. – Buen viaje, aventureros. – Las demás puertas que mantenían sellada la habitación comenzaron a abrirse una tras de otra. – Estoy segura que, en algún momento de vuestro futuro, vuestros descendientes serán dignos. – Con aquella frase tan criptica las ultimas luces moradas que quedaban sobre la superficie de la bola se apagaron para ser sustituidas por un número diez de color azul que, suavemente, parpadeaba sobre los restos de Atenea.
- ¿…Deberíamos darnos prisa?
Se relajó al ver esto, o es que lo se dijo en la cabeza, la realidad fue que su cuerpo no dio más de sí y este, agotado, imitó al resto de los autómatas que, sin la esfera, habían vuelto a caer al suelo inertes.
Sintió como le levantaban, y como, justo después el peso que tenía sobre los hombros se desaparecía con un estruendo metálico, le estaban quitando la armadura. Abrió los ojos, una figura felina estaba frente a él. ¿Syl? No, no había insultado su inteligencia. Sonrió y sujetó al hombre por el brazo, principalmente para no volver a caerse.
- ¿Cómo… están los demás? – Preguntó apretando los dientes al notar como Rakfyr manipulaba la herida de su pecho. El chamán tenía razón, escocia.
Volvió a desmayarse. Al menos durante unos segundos.
Recuperó la consciencia cuando escuchó a Asher y a Syl hablar entre ellos, ¿Un amigo y un enemigo? No comprendía nada de lo que sucedía a su alrededor, lo que veía desaparecía y volvía a aparecerse con voluntad propia, casi parecía estar en un sueño.
Sacudió la cabeza con insistencia, lo hizo hasta que el mundo recobró algo de color y consistencia. Estaba seguro que había sido gracias a los cuidados del tigre quien, tras haber vertido un mejunje que acentuaba el dolor de su cuerpo sobre las heridas que le cubrían, se dedicó a vendarlas lentamente.
- Gracias. – Murmuró. Buscó desde dónde estaba a los demás con la mirada. No había heridos, no de gravedad, sonrió, incluso Kothán estaba perfectamente.
Dejó la mente en blanco durante unos minutos y se centró en los cuidados del chamán, se sentía débil, pero era evidente que sabía lo que hacía, al menos no iba a morir desangrado y, aunque le producían un dolor inimaginable, los medicamentos que este usaba aliviaban bastante pasados unos minutos.
Entonces le llamó Asher.
Levantó la cabeza y miró al lobo, sonrió.
- ¿Tú crees? – Preguntó mientras, ayudándose con el tigre, se levantaba. – Muy bien. – Asintiendo para sí, se tambaleó un poco cuando estuvo completamente de pie y se palpó la tela que cubría sus heridas, al menos estaba entero.
- ¿Qué es eso tan interesante? – Preguntó tambaleándose hasta dónde estaba Asher, le colocó una mano en el hombro, para no caerse, y sonrió. – Al final solo era una pelota gigante ¿No? – Dijo al lobo dándole un codazo.
Una voz incomprensible seguía saliendo de los restos de la esfera. ¿Ero era lo que quería que viese? Miró al lobo inquisitivamente y, tras dejar escapar un ligero suspiro, se acercó.
Con cada paso que daba sentía como sus heridas trataban de volver a abrirse. ¿Seguro que aquello era una buena idea? Se detuvo a pocos metros de la bola y volvió a mirar a su amigo.
- Si me mata… - Miró hacía abajo unos instantes, y se le escapo una carcajada que terminó en un quejido – Si termina de matarme. – Aseveró. – Te mato. – Ensanchó la sonrisa y, al final, se acercó totalmente al “cadáver” de la esfera.
La voz seguía repitiéndose en bucle, una y otra vez, siempre las mismas palabras sin sentido. Hasta el momento en el que Eltrant depositó su mano en lo que quedaba de la coraza de la esfera, en ese momento, esta dejó de hablar.
- ¿Por qué toco siempre lo que no debo? – Volvió a decirse suspirando.
Afortunadamente, no sucedió gran cosa, la esfera volvió a hablar, y, con cada iteración que realizaba, se la comprendía mejor, al cabo de unas diez repeticiones aquella cosa podía hablar común con menos acento que muchos norteños.
- … Dispositivo desactivado, comprobando patrones de dialogo, cien ciclos solares, actualizando… - Eltrant frunció el ceño y se alejó un par de pasos, no pudo hacerlo excesivamente rápido, pero aquella bola había estado a punto de matarles, y ahora, resultaba que hablaba.
La intensidad y el tono de aquella voz fue variando, entremezclándose durante varios minutos, repitiendo sentencias simples, una tras otra, sin sentido aparente, hasta que, al final, cuando la esfera parecía tener una voz jovial, la voz de una chica joven, se calló.
- Operación finalizada. – Dijo a continuación, el castaño enarcó una ceja y trató de echar mano de su espada, cosa que no pudo hacer. La claymore yacía en el suelo lejos de dónde él estaba y la espada de hielo seguía estando en poder de Kothán.
– Así que… - La voz emanaba directamente de la esfera, de toda ella, no tenía ni idea de cómo lo hacía ni dónde tenía que mirarla. ¿Tenía cara? - … me habéis destruido. – Añadió, parecía ligeramente decaída. ¿Qué demonios era aquella cosa? – Una lástima. – Aseguró al final.
- ¿Qué… eres? – Se atrevió a preguntar, varios pitidos y chasquidos siguieron a su pregunta, algunas líneas, ahora de color morado, aparecieron en los restos de la estructura destruida.
- Soy Atenea. – Dijo – Mi cometido es proteger este baúl para que lo abráis cuando estéis preparados, cosa que no estáis. – Eltrant no contestó. – …cosa que… no he conseguido hacer. – Atenea se rio, o imitó este sonido para aparentar que lo hacía, fuese como fuese, parecía totalmente natural. El castaño se giró hacía Rakfyr, esperando que el hombre de fe, la única persona que conocía la pirámide de antemano supiese de que iba todo aquello.
- A pesar de esto… mi más sincera enhorabuena – Dijo – Jamás hubiese imaginado que me encontraría con individuos como vosotros, capaces de destruir mis defensas con… ese armamento. – Aseguró. – Si tuviese brazos, aplaudiría. – Frunció el ceño, volvió a asirse de Asher para no caerse. – Aunque claro… con mis reservas de energía al mínimo no he podido usar las ametrall…
- Has intentado matarnos. – Contestó Eltrant, cortándola a mitad de frase – Has usado a… a… - Miró a los cadáveres de los bio. – …Para atacarnos. ¿Cómo puedes estar tan… tranquila?
- Estaba cumpliendo mi programación. – Sentenció con total naturalidad, Eltrant no sabía que significaba aquella palabra, pero no le pareció suficiente. – No podía permitiros entrar aquí. No estáis preparados. Todavía no. El baúl debe permanecer sellado hasta que alguien apto aparezca – Afirmó. – El precio de vuestra intrusión era, lógicamente, la muerte. – Agregó, no hizo mención alguna a la condición de autómata de los cadáveres, casi lo prefería así, no quería ni imaginarse que tipo de excusa usaría, quizás le enfadaría más.
- ¡Pues te hemos vencido! – Levantó un brazo, gruñó dolorido y se detuvo antes de continuar hablando.
- Eso es indiferente. – Añadió. – Digno de elogio, pero no os hace más aptos – Su voz parecía ¿Triste? Eltrant se detuvo y miró a Asher – Cien… ciclos. – Le pareció que aquella cosa suspiraba. – Os faltan años. – Aseguró – El contenido del sarcófago pertenecía a los hijos de vuestros hijos. – Varios chasquidos y pitidos más. – Quizás para los hijos de los hijos de esos… - Volvió a detenerse.
- Ahora, tengo que pediros que os marchéis. – Dijo Atenea – Mi función ha terminado, no tengo razón de ser. – Eltrant se separó de Asher, se tambaleó un poco, pero consiguió mantener el equilibrio. - Se acabó. - ¿Qué estaba tratando de decir?
- ¿Qué se supone que significa eso? – Inquirió, Atenea no pareció prestarle atención. ¿Iba a matarse? ¿Podría hacerla cambiar de parecer? ¿Era la guardiana una bola de metal o había algo más ahí adentro? – Espera, espera. No tienes por qué…
– Cómo premio por haberme derrotado, os lo diré, no os merecéis compartir mi destino. – La voz se distorsionó un poco, pero no tardó en estabilizarse. – Esta edificación se vendrá abajo en, aproximadamente, diez minutos. – Dijo – Quizás quince. Una lástima, estaba construida para asemejarse a las pirámides de mi mundo. - ¿Su mundo? Aquello cada vez era más y más raro, aunque, por lo que sabía, los cibernéticos no eran originarios de Aerandir, tenía sentido, un mínimo de sentido al menos – Unas estructuras formidables, alzándose sobre las arenas de Egi… - Se detuvo. – Mis disculpas, estoy desvariando y no os sobra el tiempo. – La puerta tras ellos se abrió pesadamente, liberando una gran cantidad de polvo y dejando ver que todos los bio que yacían desmontados en los pasillos habían llegado hasta allí tratando de alcanzarles en mitad del combate, pero se habían visto incapaces de entrar a la sala.
- Ha estado bien hablar con alguien por primera vez después de tanto tiempo. – La voz se apagó unos instantes, Eltrant frunció el ceño y no dijo nada. – Buen viaje, aventureros. – Las demás puertas que mantenían sellada la habitación comenzaron a abrirse una tras de otra. – Estoy segura que, en algún momento de vuestro futuro, vuestros descendientes serán dignos. – Con aquella frase tan criptica las ultimas luces moradas que quedaban sobre la superficie de la bola se apagaron para ser sustituidas por un número diez de color azul que, suavemente, parpadeaba sobre los restos de Atenea.
- ¿…Deberíamos darnos prisa?
Eltrant Tale
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Re: Forjando el camino [Trabajo]
Observé cuidadosamente a Eltrant. Una voz parecía estar interesada en él. La voz de aquella... cosa. Atenea. El resto del grupo se colocó detrás de mi, escuchando la conversación, perplejos. Incluso Rakfyr parecía impresionado. Intenté asimilar la información que recibía. Maldita sea, odiaba a los bios. Siempre decían lo mismo. "Está en mi programación." ¿Que demonios significaba eso?
Esbocé una mueca. Si había entendido bien, no había tesoro. Solo una voz molesta, una decepción para todos los involucrados, y una muerte horrible si no nos movíamos. Suspiré.
-Muy bien... vamos. Diez minutos es tiempo de sobra si no nos distraemos.- declaré, poniéndome en marcha. -¿Todos podemos caminar?-
El grupo asintió. Eltrant era el que peor estaba. Nadie dijo nada más hasta que salimos. Tal vez estaban intentando pensar en ello, o simplemente estaban nerviosos ante la cuenta atrás. Pero una vez atravesamos la última entrada y la pirámide se cerró detrás de nosotros, todo el mundo empezó a hablar.
-...ha sido una pérdida de tiempo.-
-Es increíble. Jamás habría pensado que...
-¡Y ni siquiera nos llevamos un recuerdo! ¡Al menos nos podía...!-
-¿Que demonios significaba eso de "no aptos"?
-He estado aquí años, y...-
Las voces de los hombres bestia se interrumpieron entre sí, como si hubiesen estado embotellando todos sus pensamientos y los sacasen en ese momento. Sin embargo, a los pocos segundos, un temblor los hizo enmudecer. La pirámide vibraba con intensidad, como si de un terremoto se tratase. Y entonces, lentamente, empezó a descender bajo la arena, hundiéndose en las profundidades. Afortunadamente, estábamos a una distancia lo suficientemente segura como para no vernos enterrados con ella.
-...supongo que lo de "venirse abajo" iba en serio.- observé.
-Lástima.- suspiró el tigre. -Era bonita y atraía viajeros. Pero es bueno saber por qué estaba allí.- admitió.
-Bueno. Todo eso está muy bien, pero... ¿que hacemos ahora?- preguntó Kothán. -Estoy molido. No aguanto otro dia más.-
-Supongo que volvemos al refugio, y luego, a Roilkat. Hemos explorado más que suficiente.- declaré. Realmente, ni siquiera hacía falta dar un paso más. Odiamos inventarnos los detalles en el mapa.
-¿...a Roilkat? ¿He oído bien?- preguntó Rakfyr. -¿Podéis salir del arenal?-
-Asher. ¿Crees que él podría acompañarnos?- preguntó Syl. -Podría incluso... viajar con nosotros.-
Arqueé una ceja. Aquello si que no me lo esperaba. ¿Syl invitando a alguien? ¿Era sólo porque era un chamán? El gato parecía casi avergonzado. El tigre, por el contrario, me miraba expectante e ilusionado. Si bien había gente que permanecía en ese sitio sin quejas, Rakfyr no estaba entre ellos. Miré a Koth, y este se encogió de hombros. Suspiré.
-Muy bien. Puede ir con nosotros, por ahora.- dije. El tigre llevó los brazos arriba, visiblemente contento.
-¡Bien! ¡Gracias! ¡Muchas gracias!- exclamó, abrazándome de repente. Tras un par de segundos, recobró la compostura y carraspeó. -Es decir... te lo agradezco. Haré lo que pueda para compensarlo.-
-Esto es tan surrealista...-
El viaje de vuelta fue algo más animado que el de ida, a pesar de las heridas. Rakfyr nos habló, emocionado, sobre lo mucho que añoraba estar en un lugar sin arena, rodeado de plantas y vida. Finalmente, llegamos al refugio por última vez. Leah no estaba allí, como supuse. Aún teníamos un buen rato hasta que atardeciese. Podíamos descansar, comer allí y llegar a Roilkat antes de que se hiciese de noche.
Durante la siguiente hora, el chamán se dedicó a revisar todas las heridas del grupo, sobre todo las de Eltrant. Era sorprendente la cantidad de cicatrices que el humano mostraba al quitarse la camisa. Si tan solo Lyn fuese una elfa. Cuando terminó con él y accedió a dejar el corte de mi hombro en paz, le hice una señal al humano para que caminase conmigo.
Me dirigí directamente a la sala en la que el humano había dormido la noche anterior. Tenía algo de lo que hablar.
-Eltrant Tale, Caballero Errante, Primera Espada de la Luna Invernal, Ex-miembro del Escuadrón de Acero, Guardián de los Débiles. Héroe. Tienes muchos títulos, ¿eh?- pregunté, golpeándole amistosamente en el hombro. -Y aun así, la pirámide se abrió solo porque eres humano. De haber sabido quienes éramos, se habría quedado cerrada.- sonreí. Me había dado cuenta en cuanto entramos dentro. Leah había visto el interior, y mucha gente se las había arreglado para saquear el lugar. Además, los bios siempre parecían más atentos a los humanos que al resto. No era difícil unir los puntos.
Me senté en el suelo, mirando al humano. Era extraño. Sus motivos parecían ser extraordinariamente simples, pero no lo entendía. Tal vez nunca lo haría. Pero no importaba realmente. Eramos muy distintos, al fin y al cabo.
-Gracias por venir conmigo, Eltrant. Ha sido divertido.- sonreí. -Tal vez debería sentirme un poco culpable. Honestamente, no te necesitaba aquí.- admití. -Pero... bueno, está bien si te lo explico. Aunque no vayas diciéndolo por ahí. La verdad es que no tengo muchos amigos ahí fuera. Aparte de mi familia, por supuesto... tu y Lyn sois los únicos. En parte, quería asegurarme de que todo iba bien. Pero también quería estar cerca un día o dos. Charlar. Cortar cabezas. esas cosas que hacen los amigos.- reí.
-Pero lo siento. Sé que has venido porque creías que necesitaba ayuda. Es lo que haces, ¿hmm? Ayudar a quien lo necesite.- murmuré. -Tenemos caminos muy distintos, tu y yo. Según cualquier historia... tú serías el héroe, Tale. Y yo, el villano.- dije con una risa amarga. Desenfundé la daga que tenía en la cintura, examinando la hoja. -No lo voy a negar, he sido un verdadero bastardo. No sabes la cantidad de sangre que he derramado. Por algo acabé en juicio. Y, de la mayor parte de mis crímenes... ni siquiera me arrepiento. Duermo bien por las noches, Tale. El mundo es muy injusto...-
-Aunque... tal vez tenga mis motivos. Creo que los tenía. Había algo que era incapaz de encontrar, pero, ahora que lo tengo... hay más razones.- musité. -Hago el mal, Eltrant. No tengo intención de negarlo. Cualquiera podría intentar detenerme, y no les culparía. Y aun así... hay algo mayor que eso. Hay algo que quiero hacer, algo que está por encima de mi. Algo que puede eliminar mucha infelicidad.- Equilibré la daga en la punta de mi dedo. Era un truco que había aprendido de un mercenario, mucho tiempo atrás. Tras unos segundos, la dejé caer y la cogí al vuelo. -Si lo hago bien, no habrá más gente como yo en el futuro... tal vez podría considerarlo mi redención, incluso.- sonreí. -Pero no debería. Esas serán las consecuencias. No busco felicidad para el resto, sino para...- dudé. Sin terminar la frase, me levanté y me dirigí al mural.
-Koth me ha contado de lo que hablasteis aquí.- dije. El zorro le había gastado una broma en ese sitio, respecto a cierto símbolo de la pared. -Sí, y sé que sabes que estuve enfermo. Podrías al menos estar un poco impresionado.- sonreí. Miré la marca. Algo contra los soldados, había dicho. Clavé mi daga en el centro del símbolo, arañando la pintura. Lentamente, inscribí una palabra en el muro. Una única palabra. -Sabes, Tale, alguien como tu no debería atormentarse por nada. No importa las veces que caigas al suelo, mientras vuelvas a levantarte. No importa quien fueses en el pasado. Lo que importa es quien eres ahora.- dije, apuntándole con la daga. -Y, si no me falla la memoria, eres Eltrant Tale.-
Salí de la habitación, dejando al humano ahí, junto a la marca permanente que había inscrito en la pared.
"Olvida."
Un rato después, Rakfyr se esforzó en mostrar otro de sus talentos, como si aún temiese que cambiasemos de idea. La cocina. El hombre tigre se encargó de preparar un delicioso estofado con algún tipo de leche que, según decía, era de un fruto del arenal. Sin embargo, a la hora de comer, el chamán se quedó con tan solo caldo en su cuenco.
-Evito comer carne.- dijo ante la mirada inquisitiva de Kothán. Parecía algo incómodo.
-Pero... eres un tigre.-
-Y eres quien ha cocinado esto.- añadió Syl
-...lo sé. Pero aun así.- murmuró, cada vez menos convencido. Intercambié una mirada con el resto del grupo.
-¿Estás... seguro?-
-No.- gimió. -Si. Yo...-
Suspiré y me levanté con mi cuenco en la mano. Acto seguido, me acerqué y vertí parte del contenido en el suyo, dejandole con una generosa pieza de carne. Para cuando me volví a sentar en mi sitio, había desaparecido, y el hombre bestia estaba masticando con los ojos cerrados.
Esperé unos segundos. Jamás había visto a nadie disfrutar tanto de un pedazo de carne. Sonreí.
-Gracias. Lo siento. Es... difícil el no sucumbir. No me gusta comer si un animal ha tenido que morir para ello. Pero el olor me estaba...- dijo, aún incómodo.
-Tranquilo. No hace falta que des explicaciones... no pasa nada.- dije, algo satisfecho. Tal vez no fuese exactamente como los chamanes que conocía, después de todo.
Unas cuantas horas más tarde, nos encontramos de vuelta en las puertas de Roilkat, presentando un salvoconducto con un sospechoso agujero que tapaba cierto detalle sobre el número de hombres bestia. Una pequeña discusión y un par de mentiras inocentes por parte de Kothán después, atravesamos la entrada a la civilización.
Habían sido unos días muy largos. Pero finalmente, estábamos allí.
-Vosotros seguid. Yo iré con Eltrant a cobrar la recompensa.- les dije a mis congéneres. La posada en la que nos hospedábamos no estaba lejos, pero era distinta a la de Lyn. Era curioso, el humano parecía elegir la que más llamase la atención, mientras que nosotros solo acabábamos durmiendo en lugares difíciles de encontrar en los márgenes de la ciudad. Gajes del oficio, supuse.
Esbocé una mueca. Si había entendido bien, no había tesoro. Solo una voz molesta, una decepción para todos los involucrados, y una muerte horrible si no nos movíamos. Suspiré.
-Muy bien... vamos. Diez minutos es tiempo de sobra si no nos distraemos.- declaré, poniéndome en marcha. -¿Todos podemos caminar?-
El grupo asintió. Eltrant era el que peor estaba. Nadie dijo nada más hasta que salimos. Tal vez estaban intentando pensar en ello, o simplemente estaban nerviosos ante la cuenta atrás. Pero una vez atravesamos la última entrada y la pirámide se cerró detrás de nosotros, todo el mundo empezó a hablar.
-...ha sido una pérdida de tiempo.-
-Es increíble. Jamás habría pensado que...
-¡Y ni siquiera nos llevamos un recuerdo! ¡Al menos nos podía...!-
-¿Que demonios significaba eso de "no aptos"?
-He estado aquí años, y...-
Las voces de los hombres bestia se interrumpieron entre sí, como si hubiesen estado embotellando todos sus pensamientos y los sacasen en ese momento. Sin embargo, a los pocos segundos, un temblor los hizo enmudecer. La pirámide vibraba con intensidad, como si de un terremoto se tratase. Y entonces, lentamente, empezó a descender bajo la arena, hundiéndose en las profundidades. Afortunadamente, estábamos a una distancia lo suficientemente segura como para no vernos enterrados con ella.
-...supongo que lo de "venirse abajo" iba en serio.- observé.
-Lástima.- suspiró el tigre. -Era bonita y atraía viajeros. Pero es bueno saber por qué estaba allí.- admitió.
-Bueno. Todo eso está muy bien, pero... ¿que hacemos ahora?- preguntó Kothán. -Estoy molido. No aguanto otro dia más.-
-Supongo que volvemos al refugio, y luego, a Roilkat. Hemos explorado más que suficiente.- declaré. Realmente, ni siquiera hacía falta dar un paso más. Odiamos inventarnos los detalles en el mapa.
-¿...a Roilkat? ¿He oído bien?- preguntó Rakfyr. -¿Podéis salir del arenal?-
-Asher. ¿Crees que él podría acompañarnos?- preguntó Syl. -Podría incluso... viajar con nosotros.-
Arqueé una ceja. Aquello si que no me lo esperaba. ¿Syl invitando a alguien? ¿Era sólo porque era un chamán? El gato parecía casi avergonzado. El tigre, por el contrario, me miraba expectante e ilusionado. Si bien había gente que permanecía en ese sitio sin quejas, Rakfyr no estaba entre ellos. Miré a Koth, y este se encogió de hombros. Suspiré.
-Muy bien. Puede ir con nosotros, por ahora.- dije. El tigre llevó los brazos arriba, visiblemente contento.
-¡Bien! ¡Gracias! ¡Muchas gracias!- exclamó, abrazándome de repente. Tras un par de segundos, recobró la compostura y carraspeó. -Es decir... te lo agradezco. Haré lo que pueda para compensarlo.-
-Esto es tan surrealista...-
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El viaje de vuelta fue algo más animado que el de ida, a pesar de las heridas. Rakfyr nos habló, emocionado, sobre lo mucho que añoraba estar en un lugar sin arena, rodeado de plantas y vida. Finalmente, llegamos al refugio por última vez. Leah no estaba allí, como supuse. Aún teníamos un buen rato hasta que atardeciese. Podíamos descansar, comer allí y llegar a Roilkat antes de que se hiciese de noche.
Durante la siguiente hora, el chamán se dedicó a revisar todas las heridas del grupo, sobre todo las de Eltrant. Era sorprendente la cantidad de cicatrices que el humano mostraba al quitarse la camisa. Si tan solo Lyn fuese una elfa. Cuando terminó con él y accedió a dejar el corte de mi hombro en paz, le hice una señal al humano para que caminase conmigo.
Me dirigí directamente a la sala en la que el humano había dormido la noche anterior. Tenía algo de lo que hablar.
-Eltrant Tale, Caballero Errante, Primera Espada de la Luna Invernal, Ex-miembro del Escuadrón de Acero, Guardián de los Débiles. Héroe. Tienes muchos títulos, ¿eh?- pregunté, golpeándole amistosamente en el hombro. -Y aun así, la pirámide se abrió solo porque eres humano. De haber sabido quienes éramos, se habría quedado cerrada.- sonreí. Me había dado cuenta en cuanto entramos dentro. Leah había visto el interior, y mucha gente se las había arreglado para saquear el lugar. Además, los bios siempre parecían más atentos a los humanos que al resto. No era difícil unir los puntos.
Me senté en el suelo, mirando al humano. Era extraño. Sus motivos parecían ser extraordinariamente simples, pero no lo entendía. Tal vez nunca lo haría. Pero no importaba realmente. Eramos muy distintos, al fin y al cabo.
-Gracias por venir conmigo, Eltrant. Ha sido divertido.- sonreí. -Tal vez debería sentirme un poco culpable. Honestamente, no te necesitaba aquí.- admití. -Pero... bueno, está bien si te lo explico. Aunque no vayas diciéndolo por ahí. La verdad es que no tengo muchos amigos ahí fuera. Aparte de mi familia, por supuesto... tu y Lyn sois los únicos. En parte, quería asegurarme de que todo iba bien. Pero también quería estar cerca un día o dos. Charlar. Cortar cabezas. esas cosas que hacen los amigos.- reí.
-Pero lo siento. Sé que has venido porque creías que necesitaba ayuda. Es lo que haces, ¿hmm? Ayudar a quien lo necesite.- murmuré. -Tenemos caminos muy distintos, tu y yo. Según cualquier historia... tú serías el héroe, Tale. Y yo, el villano.- dije con una risa amarga. Desenfundé la daga que tenía en la cintura, examinando la hoja. -No lo voy a negar, he sido un verdadero bastardo. No sabes la cantidad de sangre que he derramado. Por algo acabé en juicio. Y, de la mayor parte de mis crímenes... ni siquiera me arrepiento. Duermo bien por las noches, Tale. El mundo es muy injusto...-
-Aunque... tal vez tenga mis motivos. Creo que los tenía. Había algo que era incapaz de encontrar, pero, ahora que lo tengo... hay más razones.- musité. -Hago el mal, Eltrant. No tengo intención de negarlo. Cualquiera podría intentar detenerme, y no les culparía. Y aun así... hay algo mayor que eso. Hay algo que quiero hacer, algo que está por encima de mi. Algo que puede eliminar mucha infelicidad.- Equilibré la daga en la punta de mi dedo. Era un truco que había aprendido de un mercenario, mucho tiempo atrás. Tras unos segundos, la dejé caer y la cogí al vuelo. -Si lo hago bien, no habrá más gente como yo en el futuro... tal vez podría considerarlo mi redención, incluso.- sonreí. -Pero no debería. Esas serán las consecuencias. No busco felicidad para el resto, sino para...- dudé. Sin terminar la frase, me levanté y me dirigí al mural.
-Koth me ha contado de lo que hablasteis aquí.- dije. El zorro le había gastado una broma en ese sitio, respecto a cierto símbolo de la pared. -Sí, y sé que sabes que estuve enfermo. Podrías al menos estar un poco impresionado.- sonreí. Miré la marca. Algo contra los soldados, había dicho. Clavé mi daga en el centro del símbolo, arañando la pintura. Lentamente, inscribí una palabra en el muro. Una única palabra. -Sabes, Tale, alguien como tu no debería atormentarse por nada. No importa las veces que caigas al suelo, mientras vuelvas a levantarte. No importa quien fueses en el pasado. Lo que importa es quien eres ahora.- dije, apuntándole con la daga. -Y, si no me falla la memoria, eres Eltrant Tale.-
Salí de la habitación, dejando al humano ahí, junto a la marca permanente que había inscrito en la pared.
"Olvida."
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Un rato después, Rakfyr se esforzó en mostrar otro de sus talentos, como si aún temiese que cambiasemos de idea. La cocina. El hombre tigre se encargó de preparar un delicioso estofado con algún tipo de leche que, según decía, era de un fruto del arenal. Sin embargo, a la hora de comer, el chamán se quedó con tan solo caldo en su cuenco.
-Evito comer carne.- dijo ante la mirada inquisitiva de Kothán. Parecía algo incómodo.
-Pero... eres un tigre.-
-Y eres quien ha cocinado esto.- añadió Syl
-...lo sé. Pero aun así.- murmuró, cada vez menos convencido. Intercambié una mirada con el resto del grupo.
-¿Estás... seguro?-
-No.- gimió. -Si. Yo...-
Suspiré y me levanté con mi cuenco en la mano. Acto seguido, me acerqué y vertí parte del contenido en el suyo, dejandole con una generosa pieza de carne. Para cuando me volví a sentar en mi sitio, había desaparecido, y el hombre bestia estaba masticando con los ojos cerrados.
Esperé unos segundos. Jamás había visto a nadie disfrutar tanto de un pedazo de carne. Sonreí.
-Gracias. Lo siento. Es... difícil el no sucumbir. No me gusta comer si un animal ha tenido que morir para ello. Pero el olor me estaba...- dijo, aún incómodo.
-Tranquilo. No hace falta que des explicaciones... no pasa nada.- dije, algo satisfecho. Tal vez no fuese exactamente como los chamanes que conocía, después de todo.
[. . .]
Unas cuantas horas más tarde, nos encontramos de vuelta en las puertas de Roilkat, presentando un salvoconducto con un sospechoso agujero que tapaba cierto detalle sobre el número de hombres bestia. Una pequeña discusión y un par de mentiras inocentes por parte de Kothán después, atravesamos la entrada a la civilización.
Habían sido unos días muy largos. Pero finalmente, estábamos allí.
-Vosotros seguid. Yo iré con Eltrant a cobrar la recompensa.- les dije a mis congéneres. La posada en la que nos hospedábamos no estaba lejos, pero era distinta a la de Lyn. Era curioso, el humano parecía elegir la que más llamase la atención, mientras que nosotros solo acabábamos durmiendo en lugares difíciles de encontrar en los márgenes de la ciudad. Gajes del oficio, supuse.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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