Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
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Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
La flecha pasó zumbando en el aire. En cuestión de segundos, la punta metálica se incrustó en el pequeño pecho del mamífero, mismo que se quedó inmóvil una vez que la vida escapó de su cuerpo. El sonido sordo que provocó el animal al caer muerto, fue el sutil aviso que éste daba a los demás para huir del predador que había terminado por cazarlo con tanta facilidad. La luz de la luna es la única fuente luminosa en ese bosque que alumbra la zona y la única que baña de plata el líquido escarlata que, de pronto, se derrama en la tierra y las hojas secas que han caído de los árboles. Arco en mano aún, Morweena se acercó al cadáver del conejo. Su puntería había sido tan prístina que el animal moriría en el instante que el proyectil golpease su zona torácica. No era muy grande, apenas un ejemplar joven, macho, que iba a servirle, a lo mucho, para alimentarse esa noche, más, al día siguiente, tendría que buscar alimento de nuevo.
Esa era su tercera noche lejos de casa. Prófuga del inclemente ingenio de una mujer a la que, alguna vez, osó llamar “madre”. A veces se preguntaba qué sería de ella. ¿Sería feliz? ¿Sería infeliz? ¿Subsistiría sin el ingreso diario de la forja que ella trabajaba? ¿La estaría buscando? ¿Y qué de la herrería? Interrogantes lejos de ser respondidas. Una cosa era clara: no podía regresar a Vulwulfar, tendría que vagar y buscar la forma de sobrevivir con las enseñanzas que había recopilado en su no tan corta vida. Sedentaria la mayor parte de su adolescencia y vida adulta, a Morweena le apetecía desolador el paisaje. Con fuerza, arrancó la flecha del cuerpo de la presa, misma que salió empapada de sangre. De las orejas tomó al conejo y regresó al pequeño campamento que había armado en un claro del bosque, rodeada de suficientes árboles como para que el frío de aire no fuese tan fuerte para conciliar el sueño. En medio de dos troncos cortados, una fogata bastante decente crepitaba rodeada de un montón de rocas de diversos tamaños. Apenas se acercó, el calor de las brasas le dio un poco de consuelo. Tomó asiento en el tronco más ancho y, con ayuda de la punta de una flecha, comenzó a despellejar al animal.
A nadie podía decírselo –prácticamente porque carecía de amigos– pero añoraba los años de pacífica convivencia posterior a la muerte de su padre y aún no lograba comprender el giro tan vertiginoso que había tomado el destino para llevarla a ese punto. Desprovista de un techo que, por derecho, le pertenecía; desprovista de una familia que, de inicio, había comenzado un poco rota por la ausencia de su madre sanguínea; carente del cariño que antaño gozaría de la gente que la rodearía por tantos años y que, ahora, por falacias de una mujer, la miraba con desdén, recelo e, incluso, miedo. Pensar en el pasado la ponía melancólica y, ahora, sólo le quedaba acostumbrarse a ese nuevo trote, a moverse y poner en práctica las enseñanzas del único oficio que sabía desempeñar con maestría, para con ello dejar que pasara el tiempo y, quizá, regresar a su hogar cuando la tormenta hubiera cesado. Eso, claro, sino antes encontraba información suficiente de Agatha como para probar su inocencia. Y para eso, debía moverse al lugar donde todo había empezado.
No tardó mucho en cortarle la cabeza y limpiar al conejo antes de atarlo a un palo y éste colocarlo entre dos más en forma de Y a poca distancia del fuego para que la carne se cociera. Mientras aguardaba, desenvolvió el rollo de pieles que llevaba consigo y se lo echó a la espalda, para con ello cubrirse del frío.
Esa era su tercera noche lejos de casa. Prófuga del inclemente ingenio de una mujer a la que, alguna vez, osó llamar “madre”. A veces se preguntaba qué sería de ella. ¿Sería feliz? ¿Sería infeliz? ¿Subsistiría sin el ingreso diario de la forja que ella trabajaba? ¿La estaría buscando? ¿Y qué de la herrería? Interrogantes lejos de ser respondidas. Una cosa era clara: no podía regresar a Vulwulfar, tendría que vagar y buscar la forma de sobrevivir con las enseñanzas que había recopilado en su no tan corta vida. Sedentaria la mayor parte de su adolescencia y vida adulta, a Morweena le apetecía desolador el paisaje. Con fuerza, arrancó la flecha del cuerpo de la presa, misma que salió empapada de sangre. De las orejas tomó al conejo y regresó al pequeño campamento que había armado en un claro del bosque, rodeada de suficientes árboles como para que el frío de aire no fuese tan fuerte para conciliar el sueño. En medio de dos troncos cortados, una fogata bastante decente crepitaba rodeada de un montón de rocas de diversos tamaños. Apenas se acercó, el calor de las brasas le dio un poco de consuelo. Tomó asiento en el tronco más ancho y, con ayuda de la punta de una flecha, comenzó a despellejar al animal.
A nadie podía decírselo –prácticamente porque carecía de amigos– pero añoraba los años de pacífica convivencia posterior a la muerte de su padre y aún no lograba comprender el giro tan vertiginoso que había tomado el destino para llevarla a ese punto. Desprovista de un techo que, por derecho, le pertenecía; desprovista de una familia que, de inicio, había comenzado un poco rota por la ausencia de su madre sanguínea; carente del cariño que antaño gozaría de la gente que la rodearía por tantos años y que, ahora, por falacias de una mujer, la miraba con desdén, recelo e, incluso, miedo. Pensar en el pasado la ponía melancólica y, ahora, sólo le quedaba acostumbrarse a ese nuevo trote, a moverse y poner en práctica las enseñanzas del único oficio que sabía desempeñar con maestría, para con ello dejar que pasara el tiempo y, quizá, regresar a su hogar cuando la tormenta hubiera cesado. Eso, claro, sino antes encontraba información suficiente de Agatha como para probar su inocencia. Y para eso, debía moverse al lugar donde todo había empezado.
No tardó mucho en cortarle la cabeza y limpiar al conejo antes de atarlo a un palo y éste colocarlo entre dos más en forma de Y a poca distancia del fuego para que la carne se cociera. Mientras aguardaba, desenvolvió el rollo de pieles que llevaba consigo y se lo echó a la espalda, para con ello cubrirse del frío.
Morweena Laggard
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
Dejé atrás las tierras de los elfos para volver al punto dónde había dejado a Gus, el conejo no muerto que me perseguía desde que salí de la fiesta de los horrores1. La aventura en las tierras elfícas había sido más ajetreada de lo que me esperaba para una festividad, ¿quien iba a pensar que saldría una especie de demonio gaseoso de la nada?
-Ahí estás. - señalé al conejo que me había esperado obedientemente en la roca en la que lo había dejado - ¡Vamos! Creo que ya he tenido muchos viajes largos por una temporada. - el conejo me siguió mientras intentaba orientarme para tomar el camino más rápido hacia Ulmer.
La noche no tardó en reinar en el firmamento, y con ella llegó también el hambre y mi característico y defectuoso dolor de cabeza2.
"¿Cuando me dejarás en paz?"
"Cuando te maté" gruñó el lobo de mi interior.
"Siempre tan cariñoso..." me detuvé de golpe y olfateé mejor el aire que llegaba a mi.
Tanto el lobo como yo sentimos un subidón de alegría.
-Huele a carne asada. - miré fijamente hacia la dirección de la que provenía el olor mientras comenzaba a salivar. -Mmm...- comencé a caminar deleitándome con aquella fraganciar.
"Sea quién sea, lo matamos, nos comemos la carne y luego lo asamos a él" volvió a arremeter produciéndome un persistente dolor de cabeza.
"¡Ni de broma!" me llevé las manos a la cabeza para intentar controlar a aquel sádico ser. "Miraremos nos presentaremos amablemente y nos calentaremos al fuego como buenos chicos."
El olor se hacía cada vez más intenso, su origen no estaría muy lejos.
"Me das vergüenza"
"¿Que yo...?" zarandeé la cabeza. "Creo que por hoy ya he hablado suficiente contigo." el lobo bramó "¡Vuelve a tu jaula bestia!" me dí un golpe en la cabeza, haciéndome daño a mi mismo, pero que sirvió para reducir la presencia de aquel otro yo en mi mente.
Pude vislumbrar la luz de un fuego bien controlado por un muro de piedras. Y pude distinguir al causante de aquel aroma, un apetitoso conejo colgaba de un palo encima de la hoguera. Me extrañó no ver a ninguna persona en aquel improvisado campamento, hasta que vi una especie de montículo cubierto por pieles y del que sobresalían unas manos.
-¡Buenas noches tenga! Me llamó Ircan, - saludé colocándome a la luz del fuego para que pudiera ver bien mis pacificas intenciones. -¿Le importaría compartir su fuego conmigo?
Seguramente no era muy prudente mostrarse de una forma tan directa en tierras desconocidas, y más siendo prácticamente un niño que parecía tener un letrero en la frente que dijera "Robame". Pero, después de enfrentarme a cosas tan raras como Discordia o al espíritu gaseoso, la verdad es que tener a un bandido como enemigo sería un buen cambio para variar.
_________________________________________________________________________________________________________
1:Uso de objeto máster, animal acompañante.
2: Consecuencias de mi habilidad "Un solo ser": -5 en destreza, inteligencia y sabiduría durante la noche.
Edito: Ni idea de porque se han lanzado las runas, no recuerdo haberle dado a tirar O.o Simplemente ignorarlas no tienen ningún sentido con mi post-Ahí estás. - señalé al conejo que me había esperado obedientemente en la roca en la que lo había dejado - ¡Vamos! Creo que ya he tenido muchos viajes largos por una temporada. - el conejo me siguió mientras intentaba orientarme para tomar el camino más rápido hacia Ulmer.
La noche no tardó en reinar en el firmamento, y con ella llegó también el hambre y mi característico y defectuoso dolor de cabeza2.
"¿Cuando me dejarás en paz?"
"Cuando te maté" gruñó el lobo de mi interior.
"Siempre tan cariñoso..." me detuvé de golpe y olfateé mejor el aire que llegaba a mi.
Tanto el lobo como yo sentimos un subidón de alegría.
-Huele a carne asada. - miré fijamente hacia la dirección de la que provenía el olor mientras comenzaba a salivar. -Mmm...- comencé a caminar deleitándome con aquella fraganciar.
"Sea quién sea, lo matamos, nos comemos la carne y luego lo asamos a él" volvió a arremeter produciéndome un persistente dolor de cabeza.
"¡Ni de broma!" me llevé las manos a la cabeza para intentar controlar a aquel sádico ser. "Miraremos nos presentaremos amablemente y nos calentaremos al fuego como buenos chicos."
El olor se hacía cada vez más intenso, su origen no estaría muy lejos.
"Me das vergüenza"
"¿Que yo...?" zarandeé la cabeza. "Creo que por hoy ya he hablado suficiente contigo." el lobo bramó "¡Vuelve a tu jaula bestia!" me dí un golpe en la cabeza, haciéndome daño a mi mismo, pero que sirvió para reducir la presencia de aquel otro yo en mi mente.
Pude vislumbrar la luz de un fuego bien controlado por un muro de piedras. Y pude distinguir al causante de aquel aroma, un apetitoso conejo colgaba de un palo encima de la hoguera. Me extrañó no ver a ninguna persona en aquel improvisado campamento, hasta que vi una especie de montículo cubierto por pieles y del que sobresalían unas manos.
-¡Buenas noches tenga! Me llamó Ircan, - saludé colocándome a la luz del fuego para que pudiera ver bien mis pacificas intenciones. -¿Le importaría compartir su fuego conmigo?
Seguramente no era muy prudente mostrarse de una forma tan directa en tierras desconocidas, y más siendo prácticamente un niño que parecía tener un letrero en la frente que dijera "Robame". Pero, después de enfrentarme a cosas tan raras como Discordia o al espíritu gaseoso, la verdad es que tener a un bandido como enemigo sería un buen cambio para variar.
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1:Uso de objeto máster, animal acompañante.
2: Consecuencias de mi habilidad "Un solo ser": -5 en destreza, inteligencia y sabiduría durante la noche.
Última edición por Ircan el Jue 7 Dic - 13:11, editado 1 vez
Ircan
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
El miembro 'Ircan' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
Los ojos, quietos y ausentes, miraban un punto fijo en las llamas que crepitaban al consumir la leña. ¿En qué podía pensar? Nada más que cosas fatídicas, dudas existenciales, temas depresivos y uno que otro pendiente que, hasta ahora, había actuado de forma excelsa para mantenerle el cerebro trabajando. De vez en vez rememoraba el rostro de Agatha, altivo, triunfante, cuando le dijera que el pueblo entero había decidido en someterla a un juicio por parricidio, todo aquello mientras sus manos de largos dedos sostenían una pequeña botella de vidrio con un líquido que ella desconocía pero, sospechaba, era la prueba prefabricada que su madrastra utilizaría para asegurar que la colgaran, degollaran, quemaran viva o a saber qué pena habrían de imponer sobre su cabeza. Inocente se juraba ser, más quién iba a creerle cuando tenía todo en su contra. Ni siquiera Atki, la panadera con la que había convivido desde su más tierna infancia, levantaría la mano para defenderla.
Como era evidente en ese bosque, estaba sola. No quedaba duda.
Se cerró las pieles sobre el pecho, como si los recuerdos le provocaran dolores en el corazón y el frío tan sólo ayudase a incrementar su dolencia. Sólo dejó salir uno de sus brazos cuando tuvo que atizar el fuego y darle vuelta al palo donde el conejo se rostizaba lentamente. Completamente inconsciente de su alrededor, la atención de Morweena se centró en mantenerse caliente y evitar que la carne del mamífero fuese a quemarse, porque de ser así, su estómago reclamaría por haberle alimentado con puras cenizas. Aún medio ausente, escuchó crujidos de hojas secas cerca de ella. Se puso en alerta y miró hacia el punto de donde salía el particular sonido. De entre la penumbra, emergió la figura de un muchacho.
En ese bosque, tan apartado de la civilización, le resultó particular tal aparición. Podía haber esperado quizá alguna bestia salvaje cuyas intenciones fueran sobrevivir a costa de matarla y alimentarse con su tierna carne de doncella humana. Más eso no fue lo que ocurrió, por el contrario, el jovencito se dirigió a ella con total amabilidad. Era demasiado extraño. Morweena tuvo que echar hacia atrás la pequeña caperuza que formaban las pieles encima de su cabeza para no tener nada de por medio que pudiera interponerse en su visión. No era una visión, era algo real. Igual de solo que ella, un muchacho de unos trece, quizá un par de años más grande, se postraba frente a ella mendigando calor en esa cruda noche. Todo el cuadro le sacó de su ausencia en ese plano terrenal. Incluso le pareció cómica la mascota que parecía seguirlo. Un conejo más vivo que el que ya se cocía en la fogata.
— Yo… ahm… sí, seguro… — respondió de la misma forma amable que él emplearía antes de pararse de su asiento, tomar el arco y su aljaba — Sólo… No se te ocurra moverte...— sacó una de las flechas y la tensó, para apuntar hacia los puntos que rodeaban al muchacho, esperando que algo emergiera, casi segura de que la presencia de ese adolescente en un bosque olvidado de los dioses, fuera una trampa; más, tras unos cuantos minutos de espera, nada emergió de la oscuridad, al final y más tranquila, bajó la postura y dejó su equipo de caza — Uno nunca puede ser demasiado confiado — acabó por decir antes de volverse a sentar sobre el tronco y cobijarse con las pieles.
Como era evidente en ese bosque, estaba sola. No quedaba duda.
Se cerró las pieles sobre el pecho, como si los recuerdos le provocaran dolores en el corazón y el frío tan sólo ayudase a incrementar su dolencia. Sólo dejó salir uno de sus brazos cuando tuvo que atizar el fuego y darle vuelta al palo donde el conejo se rostizaba lentamente. Completamente inconsciente de su alrededor, la atención de Morweena se centró en mantenerse caliente y evitar que la carne del mamífero fuese a quemarse, porque de ser así, su estómago reclamaría por haberle alimentado con puras cenizas. Aún medio ausente, escuchó crujidos de hojas secas cerca de ella. Se puso en alerta y miró hacia el punto de donde salía el particular sonido. De entre la penumbra, emergió la figura de un muchacho.
En ese bosque, tan apartado de la civilización, le resultó particular tal aparición. Podía haber esperado quizá alguna bestia salvaje cuyas intenciones fueran sobrevivir a costa de matarla y alimentarse con su tierna carne de doncella humana. Más eso no fue lo que ocurrió, por el contrario, el jovencito se dirigió a ella con total amabilidad. Era demasiado extraño. Morweena tuvo que echar hacia atrás la pequeña caperuza que formaban las pieles encima de su cabeza para no tener nada de por medio que pudiera interponerse en su visión. No era una visión, era algo real. Igual de solo que ella, un muchacho de unos trece, quizá un par de años más grande, se postraba frente a ella mendigando calor en esa cruda noche. Todo el cuadro le sacó de su ausencia en ese plano terrenal. Incluso le pareció cómica la mascota que parecía seguirlo. Un conejo más vivo que el que ya se cocía en la fogata.
— Yo… ahm… sí, seguro… — respondió de la misma forma amable que él emplearía antes de pararse de su asiento, tomar el arco y su aljaba — Sólo… No se te ocurra moverte...— sacó una de las flechas y la tensó, para apuntar hacia los puntos que rodeaban al muchacho, esperando que algo emergiera, casi segura de que la presencia de ese adolescente en un bosque olvidado de los dioses, fuera una trampa; más, tras unos cuantos minutos de espera, nada emergió de la oscuridad, al final y más tranquila, bajó la postura y dejó su equipo de caza — Uno nunca puede ser demasiado confiado — acabó por decir antes de volverse a sentar sobre el tronco y cobijarse con las pieles.
Morweena Laggard
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
Cuando aquel montículo de pieles se convirtió en una mujer y se puso a apuntarme como un arco levanté las manos de forma involuntaria para evitar que se confundieran mis intenciones. Pero parece que estaba más preocupada por mis alrededores que en mi, seguramente pensaría que era el señuelo de algún plan típico de bandidos, sin duda mi aspecto era poco amenazante.
"Como siempre vas de buenazo haces que nos tomen como imbéciles." el lobo de mi interior se removió furioso queriendo salir a mostrar cuan indefenso era él.
Zarandeé la cabeza para intentar despejarme de su presencia, algo que supuse que la chica podría ver raro. Sonreí algo avergonzado y cerré los ojos reprimiendo las ganas de taparme el rostro con la mano, intentando disimular aunque puede que sólo empeorara las cosas.
-Tranquila... Mi única compañía es este conejo. - señalé al conejo en estado de putrefacción.Me quedé mirandolo. "Sin duda Gus no es que me ayudé mucho para conseguir su confianza, ¿que persona normal va por ahí acompañado de un conejo muerto que parece vivo?"
Esperé con las manos levantadas hasta que la mujer decidió que ya no había peligro y bajó el arco. Respiré aliviado y me senté lo más cerca del fuego y lo más lejos de ella, para no forzar más las cosas. Me froté las manos, les insufle mi vaho y las puse cerca del fuego para calentarme.
-Sí, estoy de acuerdo. Hay que ser cuidadosos. Aunque creo que si el mal le busca a uno al final este siempre le encuentra. - mis ojos se ensombrecieron. - O puedes ser como yo y arriesgarte a acercarte a la gente, y exponerte a que te den un flechazo. - sonreí y le guiñé un ojo, intentando que se obviara el pequeño momento siniestro que había formado.
Miré el conejo que cada vez olía más bien. Era una buena pieza, aunque no daría alimento a más de una persona, cuyo honor le correspondería a su cazadora.
- Veo que se te da bien el arco. - me giré a mi acompañante. - Un disparó limpio al corazón, ¿me equivoco?
Rebusqué en mi morral y saqué algo de pan, así como mis propias provisiones de carne seca y mi pellejo de agua.
-¡Coge! - le lancé un pedazo de pan a mi anfitriona. - En muestra de gratitud y para ir abriendo el estomago. - le pegué un mordisco a mi trozo. -Y....- tragué. - ¿Que te trae a estos bosques alejados de los poblados, señorita...? - dejé la frase en el aire, mientras la miraba animándola a que me diera su nombre.
"Como siempre vas de buenazo haces que nos tomen como imbéciles." el lobo de mi interior se removió furioso queriendo salir a mostrar cuan indefenso era él.
Zarandeé la cabeza para intentar despejarme de su presencia, algo que supuse que la chica podría ver raro. Sonreí algo avergonzado y cerré los ojos reprimiendo las ganas de taparme el rostro con la mano, intentando disimular aunque puede que sólo empeorara las cosas.
-Tranquila... Mi única compañía es este conejo. - señalé al conejo en estado de putrefacción.Me quedé mirandolo. "Sin duda Gus no es que me ayudé mucho para conseguir su confianza, ¿que persona normal va por ahí acompañado de un conejo muerto que parece vivo?"
Esperé con las manos levantadas hasta que la mujer decidió que ya no había peligro y bajó el arco. Respiré aliviado y me senté lo más cerca del fuego y lo más lejos de ella, para no forzar más las cosas. Me froté las manos, les insufle mi vaho y las puse cerca del fuego para calentarme.
-Sí, estoy de acuerdo. Hay que ser cuidadosos. Aunque creo que si el mal le busca a uno al final este siempre le encuentra. - mis ojos se ensombrecieron. - O puedes ser como yo y arriesgarte a acercarte a la gente, y exponerte a que te den un flechazo. - sonreí y le guiñé un ojo, intentando que se obviara el pequeño momento siniestro que había formado.
Miré el conejo que cada vez olía más bien. Era una buena pieza, aunque no daría alimento a más de una persona, cuyo honor le correspondería a su cazadora.
- Veo que se te da bien el arco. - me giré a mi acompañante. - Un disparó limpio al corazón, ¿me equivoco?
Rebusqué en mi morral y saqué algo de pan, así como mis propias provisiones de carne seca y mi pellejo de agua.
-¡Coge! - le lancé un pedazo de pan a mi anfitriona. - En muestra de gratitud y para ir abriendo el estomago. - le pegué un mordisco a mi trozo. -Y....- tragué. - ¿Que te trae a estos bosques alejados de los poblados, señorita...? - dejé la frase en el aire, mientras la miraba animándola a que me diera su nombre.
Ircan
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
Los viajes de la osa por territorio humano resultaban tan divertidos como ella esperaba, aunque estos tuviesen una serie de costumbres extrañas, no tenían una forma de vida tan distinta a la de su propio clan, pensaba mientras seguía caminando por el bosque impávida al frio de aquella noche, su pelaje la protegía del exterior y no necesitaba de tanta ropa como los pobres “sin pelaje”, aun así ella sufría tanto de un mismo inconveniente que los humanos, o hasta más que estos debido a su tamaño… hambre, la pobre osa estaba famélica, aunque por suerte tenía consigo unos cinco pescados que consiguió atrapar de un rio cercano los cuales colgaban de su espalda.
La osa estaba ansiosa por encontrar un lugar donde ponerse a comer sus pescados, cuando de pronto el dulce aroma de lo que era carne asándose llego a su sensible nariz, movida por la curiosidad de saber quién estaría en el bosque de noche, la osa siguió el olor mientras caminaba usando su gran martillo de madera como bastón de caminar.
Una bestia de casi dos metros de altura hace mucho ruido al desplazarse por el bosque, sobre todo cuando no le importa ocultar su presencia, los pobres cerca del fuego, debieron de asustarse mucho al escuchar a Bruna acercarse, osa se dio cuenta de ello, y antes de llegar con los dos humanos cerca del fuego, cuando su silueta entre los arboles aún no se podía distinguir por la oscuridad de la noche, la mujer bestia entono una suave melodía con su voz femenina, una canción de cuna que su madre le cantaba por las noches. A pesar de ser suave y gentil su vos le hacia justicia a su tamaño, poseyendo también fuerza y profundidad.
Cuando finalmente estuvo lo bastante cerca, los dos humanos pudieron ver que se trataba de una mujer bestia, con la apariencia de una osa, la cual cargaba un martillo de madera tan grande como ella, y esta se dio cuenta de que eran un par de humanos, una mujer joven y un muchacho aún más joven. Les sonrió con ternura, en un intento de calmarlos e hizo una pequeña reverencia mientras se presentaba -buenas noches, me llamo Bruna…- se irguió y cerro los ojos inclinando la cabeza a un costado mientras mantenía su sonrisa -¿les molesta que les acompañe en esta velada?
La osa estaba ansiosa por encontrar un lugar donde ponerse a comer sus pescados, cuando de pronto el dulce aroma de lo que era carne asándose llego a su sensible nariz, movida por la curiosidad de saber quién estaría en el bosque de noche, la osa siguió el olor mientras caminaba usando su gran martillo de madera como bastón de caminar.
Una bestia de casi dos metros de altura hace mucho ruido al desplazarse por el bosque, sobre todo cuando no le importa ocultar su presencia, los pobres cerca del fuego, debieron de asustarse mucho al escuchar a Bruna acercarse, osa se dio cuenta de ello, y antes de llegar con los dos humanos cerca del fuego, cuando su silueta entre los arboles aún no se podía distinguir por la oscuridad de la noche, la mujer bestia entono una suave melodía con su voz femenina, una canción de cuna que su madre le cantaba por las noches. A pesar de ser suave y gentil su vos le hacia justicia a su tamaño, poseyendo también fuerza y profundidad.
Cuando finalmente estuvo lo bastante cerca, los dos humanos pudieron ver que se trataba de una mujer bestia, con la apariencia de una osa, la cual cargaba un martillo de madera tan grande como ella, y esta se dio cuenta de que eran un par de humanos, una mujer joven y un muchacho aún más joven. Les sonrió con ternura, en un intento de calmarlos e hizo una pequeña reverencia mientras se presentaba -buenas noches, me llamo Bruna…- se irguió y cerro los ojos inclinando la cabeza a un costado mientras mantenía su sonrisa -¿les molesta que les acompañe en esta velada?
- nota::
- Por si se preguntan que cantaba Bruna, aquí lo tienen:
Bruna
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
Debe de estar tan solo como yo, pensó Morweena. En esos páramos de paso, las almas errantes eran raras de ver. Antes de llegar a ese claro, la herrera había viajado como compañía fortuita de una caravana de mercaderes de telas quienes tenían por destino la ciudad de Dundarak. Si bien no compartirían lugar de arribo, la sola presencia de más de una persona completamente indiferente a sus propósitos, le harían sentirse cómoda por un trayecto razonable. Por lo menos hasta que llegó el momento de separarse. Las intenciones de reunirse quedaron al aire aunque a Morweena le quedaba la ligera sensación de que aquello no sucedería. Por lejos, ese muchacho y su curioso acompañante cuadrúpedo, era la compañía más extraña que tendría hasta entonces.
— Vaya… esa es una compañía algo, ahm… exótica. ¿Qué te ha hecho el pobre animal para que simplemente no lo dejes morir? — comentó ella genuinamente intrigada por la presencia de ese animal de apariencia atormentada y que parecía atado al muchacho; Morweena ladeó la cabeza tratando de captar la imagen mejor, pero simplemente el animal se estaba cayendo a pedazos, por donde lo viera, era horroroso — Si en un futuro planeas ir a algún establecimiento dentro de alguna ciudad, no te va a ser sencillo deshacerte del olor que seguramente desprende — agregó volviendo a atizar las llamas con su largo palo de madera.
A lo siguiente era caso omiso. Suficiente sabía de lo mal que podía obrar el destino a veces como para ahondar en ello. Suficiente tenía con mirarse en el reflejo más cercano para darse cuenta de lo mucho que había perdido en cuestión de días. Y sin embargo, sonrió, como si aquella pequeña filosofía no le afectara en lo más mínimo. Aquella forma de actuar era su forma prioritaria de sobrevivencia e incluso ya hacía uso de ella sin darse cuenta.
—No me quejo. Quizá no sea la mejor arquera de la región, pero me ayuda a no morir de hambre y asustar a una que otra presencia indeseable — se acurrucó en su asiento — No lo digo por ti, no te ofendas. — rectificó casi de inmediato antes de que un trozo de hogaza de pan le cayera en el regazo. Esa era la primera seña de cordialidad que había tenido mucho tiempo y, sin duda, la agradecía mucho. La alzó en el aire como brindando con ella antes de hincarle el diente — Yo… — dudó un momento antes de replicar.
¿Qué iba a decirle, que tenía una sentencia de muerte sobre su cabeza y huía de su fatídico destino? Aquello era demasiada honestidad, una de la que no podía darse el lujo aunque el chico comenzara a caerle bien. Sin embargo, tendría que empatizar con su nuevo compañero si planeaba dormir de forma más plácida sabiendo que contaba con alguien que le cuidara la espalda.
— Soy huérfana desde niña. No tengo familia, nadie a quién rendirle cuentas. Así que me he visto en la necesidad de arreglármelas sola desde entonces — se encogió de hombros quitándole importancia al asunto — Por un tiempo trabajé con un herrero en Vulwulfar y ahora es a lo que me dedico para ganar algo con qué sustentarme, eso y… bueno, la cacería y una que otra tarea que encuentre en los tablones de las tabernas — dio un largo suspiro antes de volver a morder el pan — Así que esa es mi escueta historia. Por la apariencia de tu mascota, dudo que la tuya sea tan aburrida como la mía… Espera... Siencio — finalizó parándose antes de darle oportunidad a él para que contara su historia.
De nuevo, crujidos sobre la hojarasca. Por el sonido, Morweena podía asegurar que se trataba de una criatura mucho más grande que ella o que el muchacho. Rauda y veloz, recogió el arco del suelo y apuntó rápidamente a la zona de dónde provenía el sonido. Su instinto protector actuó por si solo y comenzó a hacerle señas al muchacho para que se moviera — Detrás de mí— ordenó y, entonces, una melodía. Sonaba suave, proveniente de una voz femenina; su actitud defensiva se acentuó aún más, tensó una de sus flechas en el arco. Esa noche, conforme avanzaba, se volvía cada vez más extraña.
— ¿¡Quién anda ahí?! — gritó controlando el nervio que le provocaba la incertidumbre.
Una mujer bestia. Antropomorfa como los de su clase, mezclaba la fisiología de un ser humano con la de lo que, por descarte, debía ser un oso. En efecto, medía mucho más que ella misma o que el muchacho que ahora la acompañaba. No bajó la postura incluso cuando ella hizo una reverencia, marca de una educación civilizada, y se presentó. Tardó unos segundos antes de que su sexto sentido le dictara que debía confiar un poco, por segunda vez en esa noche. Miró al chico de reojo antes de bajar la guardia.
—Estuve a dos ¡A dos! De pegarte un tiro. — respondió enérgica, se movió hasta llegar donde el conejo se asaba y le dio vueltas tomándolo del extremo del palo donde se hallaba atado — Primero este niño y ahora tú… — se sobó las sienes tratando de calmarse y luego levantó la mirada para ver a quien, ahora, conocía por el nombre de Bruna — Vamos, toma asiento. Supongo que sustos como éstos me gano por preferir dormir a aire libre en vez de irme a la posada más cercana. — inhaló hondo y luego se presentó como era debido — Yo soy Morweena y él es Ircan. — soltó finalmente y luego miró al cuadrúpedo en estado putrefacto — Y esa cosa de ahí es Gus — finalizó tratando de no hacer mueca de asco por miedo a que el animalito se ofendiera.
— Vaya… esa es una compañía algo, ahm… exótica. ¿Qué te ha hecho el pobre animal para que simplemente no lo dejes morir? — comentó ella genuinamente intrigada por la presencia de ese animal de apariencia atormentada y que parecía atado al muchacho; Morweena ladeó la cabeza tratando de captar la imagen mejor, pero simplemente el animal se estaba cayendo a pedazos, por donde lo viera, era horroroso — Si en un futuro planeas ir a algún establecimiento dentro de alguna ciudad, no te va a ser sencillo deshacerte del olor que seguramente desprende — agregó volviendo a atizar las llamas con su largo palo de madera.
A lo siguiente era caso omiso. Suficiente sabía de lo mal que podía obrar el destino a veces como para ahondar en ello. Suficiente tenía con mirarse en el reflejo más cercano para darse cuenta de lo mucho que había perdido en cuestión de días. Y sin embargo, sonrió, como si aquella pequeña filosofía no le afectara en lo más mínimo. Aquella forma de actuar era su forma prioritaria de sobrevivencia e incluso ya hacía uso de ella sin darse cuenta.
—No me quejo. Quizá no sea la mejor arquera de la región, pero me ayuda a no morir de hambre y asustar a una que otra presencia indeseable — se acurrucó en su asiento — No lo digo por ti, no te ofendas. — rectificó casi de inmediato antes de que un trozo de hogaza de pan le cayera en el regazo. Esa era la primera seña de cordialidad que había tenido mucho tiempo y, sin duda, la agradecía mucho. La alzó en el aire como brindando con ella antes de hincarle el diente — Yo… — dudó un momento antes de replicar.
¿Qué iba a decirle, que tenía una sentencia de muerte sobre su cabeza y huía de su fatídico destino? Aquello era demasiada honestidad, una de la que no podía darse el lujo aunque el chico comenzara a caerle bien. Sin embargo, tendría que empatizar con su nuevo compañero si planeaba dormir de forma más plácida sabiendo que contaba con alguien que le cuidara la espalda.
— Soy huérfana desde niña. No tengo familia, nadie a quién rendirle cuentas. Así que me he visto en la necesidad de arreglármelas sola desde entonces — se encogió de hombros quitándole importancia al asunto — Por un tiempo trabajé con un herrero en Vulwulfar y ahora es a lo que me dedico para ganar algo con qué sustentarme, eso y… bueno, la cacería y una que otra tarea que encuentre en los tablones de las tabernas — dio un largo suspiro antes de volver a morder el pan — Así que esa es mi escueta historia. Por la apariencia de tu mascota, dudo que la tuya sea tan aburrida como la mía… Espera... Siencio — finalizó parándose antes de darle oportunidad a él para que contara su historia.
De nuevo, crujidos sobre la hojarasca. Por el sonido, Morweena podía asegurar que se trataba de una criatura mucho más grande que ella o que el muchacho. Rauda y veloz, recogió el arco del suelo y apuntó rápidamente a la zona de dónde provenía el sonido. Su instinto protector actuó por si solo y comenzó a hacerle señas al muchacho para que se moviera — Detrás de mí— ordenó y, entonces, una melodía. Sonaba suave, proveniente de una voz femenina; su actitud defensiva se acentuó aún más, tensó una de sus flechas en el arco. Esa noche, conforme avanzaba, se volvía cada vez más extraña.
— ¿¡Quién anda ahí?! — gritó controlando el nervio que le provocaba la incertidumbre.
Una mujer bestia. Antropomorfa como los de su clase, mezclaba la fisiología de un ser humano con la de lo que, por descarte, debía ser un oso. En efecto, medía mucho más que ella misma o que el muchacho que ahora la acompañaba. No bajó la postura incluso cuando ella hizo una reverencia, marca de una educación civilizada, y se presentó. Tardó unos segundos antes de que su sexto sentido le dictara que debía confiar un poco, por segunda vez en esa noche. Miró al chico de reojo antes de bajar la guardia.
—Estuve a dos ¡A dos! De pegarte un tiro. — respondió enérgica, se movió hasta llegar donde el conejo se asaba y le dio vueltas tomándolo del extremo del palo donde se hallaba atado — Primero este niño y ahora tú… — se sobó las sienes tratando de calmarse y luego levantó la mirada para ver a quien, ahora, conocía por el nombre de Bruna — Vamos, toma asiento. Supongo que sustos como éstos me gano por preferir dormir a aire libre en vez de irme a la posada más cercana. — inhaló hondo y luego se presentó como era debido — Yo soy Morweena y él es Ircan. — soltó finalmente y luego miró al cuadrúpedo en estado putrefacto — Y esa cosa de ahí es Gus — finalizó tratando de no hacer mueca de asco por miedo a que el animalito se ofendiera.
Morweena Laggard
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
Miré a Gus, que me devolvió la mirada con aquel rostro impasible y en putrefacción. Ladeé la cabeza intentado responderme a mi mismo la pregunta que había hecho la chica.
- La verdad... - me giré hacia la chica y me encogí de hombros. - Es que yo no le he hecho nada. Simplemente me lo encontré así de casualidad y empezó a seguirme. - me rasqué el mentón pensando en alguna respuesta más logica. - Puede.... - fruncí el ceñó y mire a Gus. - Puede que tenga algo que ver con la Feria de los Horrores y el premio de aquella prueba. - volví a girarme hacía la chica alzando el brazo hacia ella en señal de alarma. - En ese sitio ocurrieron cosas muy extrañas. - mi voz sonó más siniestra de lo que hubiese querido, y seguramente mi rostro acompañó aquella temática.
Zarandeé la cabeza para dejar atrás el tono oscuro y sonreí cuando la chica comenzó a contarme su situación. Gracias a eso supe que ya no me consideraba una amenaza, lo que era una buena noticia. Incluso el hecho de haberle dado el pan pareció crear en ella una especie de sentimiento de culpa, ¿me estaba ocultado cosas? Seguramente, ¿pero acaso podía culparla? Nadie en su sano juicio cuenta sus intimidades a cualquier desconocido que se le presenta, algo que me excluía de este grupo.
-Yo... - la chica me detuvo antes de cometer la irresponsabilidad de sincerar mis secretos.
Había escuchado algo y parece que lobo de mi interior también lo hizo, porque se abalanzó contra los barrotes de su jaula con violencia. Yo también pude escuchar el crujir de las hojas secas. Mi mano fue de forma instintiva hacía la daga de mi cintura cuando la chica se puse delante mía como para protegerme.
"¡Ves!" rugió el lobo con fuerza. "¡Das pena! ¡Siempre escudándote en los demás! ¡Ahora estás usando de escudo a una mujer!" y rió con malicia.
Me sentí un poco avergonzado, no porque me protegiera aquella mujer, ya había podido ser testigo de la nula diferencia de ambos sexos en un combate real, más bien era el hecho de mostrar una imagen débil de mi mismo.
"Cállate." me mordí el labio con rabia a espaldas de mi protectora. "Sólo es por la diferencia de edad..."
"Eso dicen los débiles"
El bosque trajo una melodía con una voz femenina, ¿acaso era un espíritu lo que nos importunaba? ¿Los espíritus pisan las hojas? Mis dudas se desvanecieron cuando una mujer osa apareció ante nosotros con amables intenciones.
"Osos...." murmuró el lobo antes de retirarse de nuevo.
No me sorprendió ver a la mujer bestia, no era la primera vez que veía a alguien de su especie y tipo. Pero si que me trajo a la mente aquellos amargos recuerdos que quería dejar atrás. Aquellos dos niños osos.... Mi corazón se comprimió un poco, zarandeé la cabeza para intentar recuperarme y aparentar normalidad.
-Supongo que son los gajes de los viajeros. - le dediqué una sonrisa a la chica. - Es un placer Bruna, por mi tampoco hay problema en que tomes asiento. Además la hoguera es suya. - señalé a Morweena y volví a sonreír. - ¿Tu también andas como un alma errante por estos bosques al igual que nuestra anfitriona? ¿O tienes un destino fijado?- rebusqué en mi morral y encontré mi ultimo pedazo de pan, lo saqué y se lo lance a la recién llegada.
Me acomodé en mi sitió dispuesto a escuchar a mis compañeras, pero una parte de mi se mantuvo alerta, tres personas reunidas ya eran un numero considerable para ser el objetivo de cualquier mal que escondiera aquel bosque, y no quería dar más peso a mi imagen de debilidad.
- La verdad... - me giré hacia la chica y me encogí de hombros. - Es que yo no le he hecho nada. Simplemente me lo encontré así de casualidad y empezó a seguirme. - me rasqué el mentón pensando en alguna respuesta más logica. - Puede.... - fruncí el ceñó y mire a Gus. - Puede que tenga algo que ver con la Feria de los Horrores y el premio de aquella prueba. - volví a girarme hacía la chica alzando el brazo hacia ella en señal de alarma. - En ese sitio ocurrieron cosas muy extrañas. - mi voz sonó más siniestra de lo que hubiese querido, y seguramente mi rostro acompañó aquella temática.
Zarandeé la cabeza para dejar atrás el tono oscuro y sonreí cuando la chica comenzó a contarme su situación. Gracias a eso supe que ya no me consideraba una amenaza, lo que era una buena noticia. Incluso el hecho de haberle dado el pan pareció crear en ella una especie de sentimiento de culpa, ¿me estaba ocultado cosas? Seguramente, ¿pero acaso podía culparla? Nadie en su sano juicio cuenta sus intimidades a cualquier desconocido que se le presenta, algo que me excluía de este grupo.
-Yo... - la chica me detuvo antes de cometer la irresponsabilidad de sincerar mis secretos.
Había escuchado algo y parece que lobo de mi interior también lo hizo, porque se abalanzó contra los barrotes de su jaula con violencia. Yo también pude escuchar el crujir de las hojas secas. Mi mano fue de forma instintiva hacía la daga de mi cintura cuando la chica se puse delante mía como para protegerme.
"¡Ves!" rugió el lobo con fuerza. "¡Das pena! ¡Siempre escudándote en los demás! ¡Ahora estás usando de escudo a una mujer!" y rió con malicia.
Me sentí un poco avergonzado, no porque me protegiera aquella mujer, ya había podido ser testigo de la nula diferencia de ambos sexos en un combate real, más bien era el hecho de mostrar una imagen débil de mi mismo.
"Cállate." me mordí el labio con rabia a espaldas de mi protectora. "Sólo es por la diferencia de edad..."
"Eso dicen los débiles"
El bosque trajo una melodía con una voz femenina, ¿acaso era un espíritu lo que nos importunaba? ¿Los espíritus pisan las hojas? Mis dudas se desvanecieron cuando una mujer osa apareció ante nosotros con amables intenciones.
"Osos...." murmuró el lobo antes de retirarse de nuevo.
No me sorprendió ver a la mujer bestia, no era la primera vez que veía a alguien de su especie y tipo. Pero si que me trajo a la mente aquellos amargos recuerdos que quería dejar atrás. Aquellos dos niños osos.... Mi corazón se comprimió un poco, zarandeé la cabeza para intentar recuperarme y aparentar normalidad.
-Supongo que son los gajes de los viajeros. - le dediqué una sonrisa a la chica. - Es un placer Bruna, por mi tampoco hay problema en que tomes asiento. Además la hoguera es suya. - señalé a Morweena y volví a sonreír. - ¿Tu también andas como un alma errante por estos bosques al igual que nuestra anfitriona? ¿O tienes un destino fijado?- rebusqué en mi morral y encontré mi ultimo pedazo de pan, lo saqué y se lo lance a la recién llegada.
Me acomodé en mi sitió dispuesto a escuchar a mis compañeras, pero una parte de mi se mantuvo alerta, tres personas reunidas ya eran un numero considerable para ser el objetivo de cualquier mal que escondiera aquel bosque, y no quería dar más peso a mi imagen de debilidad.
Ircan
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
Bruna reía un poco ante la respuesta de la mujer –y eso que la canción fue para intentar calmarlos- decía de forma inocente, no sabía que muchas de las historias de horror humanas tenían que ver con mujeres cantando en la oscuridad. La osa toma en pan en el aire y se lo devuelve al chico de la misma forma en la que este vino a ella, dejando caer su gran martillo al suelo por ello –agradezco la oferta, pero a los osos no nos gusta tanto el trigo- dijo con tono amable mientras se agachaba para recoger su arma y luego acercarse a la fogata.
La compañía de esa noche parecía ser de lo más interesante para ella, la pobre mujer humana parecía bastante estresada y el chico venía acompañado de lo que parecía ser un conejo muerto que aun podía moverse, por desgracia, estaba demasiado podrido como para que le pareciera apetitoso.
Se detuvo frente a la fogata y se sentó dejándose caer sobre su trasero con un gesto un poco cómico, antes de apoyar su martillo en el suelo con un poco mas de delicadeza esta vez y acostar a sus pescados sobre su regazo –además…- dijo mirando al muchacho –traje mi propia comida- dijo alegremente mientras comenzaba a sacarle las escamas a uno de los pescados con sus propias garras, por lo que se veía parecía que se comería los pescados crudos.
Aunque Bruna no estuviese enterada la ingesta de carne cruda no era una costumbre muy esparcida, o aprobada entre los humanos, quienes solían tener fuertes reacciones al ver como miembros de otras razas devoraban animales muertos sin cocinarlos o incluso cuando seguían vivos en algunos casos.
Mientras se daba a la tarea de limpiar el pescado la osa se dispuso a responder las dudas del joven –solo voy de paso, es una tradición de mi clan que algunos jóvenes partan una temporada a ver el mundo, yo y mi hermano estamos pasando por nuestro periodo de nómadas- la voz de la osa se volvía un poco más alegre al mencionar a su familia a los cuales tiene mucho cariño.
De pronto su mente es devuelta al presente por un aroma peculiar que no venía del conejo medio muerto o de la mujer, sino del chico que se identificaba como Ircam. Aunque intentara disimularlo, la osa no pudo evitar olfatear un poco el aire cerca de él, el muchacho no emanaba exactamente el mismo olor característico de los humanos al cual estaba ya acostumbrada, de hecho era un olor parecido al que identificaba a los hombres bestia, aunque un poco mas diluido, como si se encontrara en medio de los dos, aunque literalmente Ircam se encontraba sentando en medio de Morweena y Bruna alrededor de la fogata ahora mismo, lo cual le dio un poco de gracia a la osa e hizo que se olvidara un poco de sus dudas sobre el chico.
La osa se puso a mirar a la mujer y empezó a olisquearla un poco también –lamento si los asuste, a veces olvido que aspecto tengo para ustedes los humanos...- decía con un tono tranquilizante, o intentando calmar a sus recién encontrados compañeros de velada –te dedicas a la herrería acaso?- pregunto de pronto con tono inocente a la mujer –tienes el mismo aroma a brazas y metal que uno de mis hermanos mayores que es herrero como nuestro abuelo.
La compañía de esa noche parecía ser de lo más interesante para ella, la pobre mujer humana parecía bastante estresada y el chico venía acompañado de lo que parecía ser un conejo muerto que aun podía moverse, por desgracia, estaba demasiado podrido como para que le pareciera apetitoso.
Se detuvo frente a la fogata y se sentó dejándose caer sobre su trasero con un gesto un poco cómico, antes de apoyar su martillo en el suelo con un poco mas de delicadeza esta vez y acostar a sus pescados sobre su regazo –además…- dijo mirando al muchacho –traje mi propia comida- dijo alegremente mientras comenzaba a sacarle las escamas a uno de los pescados con sus propias garras, por lo que se veía parecía que se comería los pescados crudos.
Aunque Bruna no estuviese enterada la ingesta de carne cruda no era una costumbre muy esparcida, o aprobada entre los humanos, quienes solían tener fuertes reacciones al ver como miembros de otras razas devoraban animales muertos sin cocinarlos o incluso cuando seguían vivos en algunos casos.
Mientras se daba a la tarea de limpiar el pescado la osa se dispuso a responder las dudas del joven –solo voy de paso, es una tradición de mi clan que algunos jóvenes partan una temporada a ver el mundo, yo y mi hermano estamos pasando por nuestro periodo de nómadas- la voz de la osa se volvía un poco más alegre al mencionar a su familia a los cuales tiene mucho cariño.
De pronto su mente es devuelta al presente por un aroma peculiar que no venía del conejo medio muerto o de la mujer, sino del chico que se identificaba como Ircam. Aunque intentara disimularlo, la osa no pudo evitar olfatear un poco el aire cerca de él, el muchacho no emanaba exactamente el mismo olor característico de los humanos al cual estaba ya acostumbrada, de hecho era un olor parecido al que identificaba a los hombres bestia, aunque un poco mas diluido, como si se encontrara en medio de los dos, aunque literalmente Ircam se encontraba sentando en medio de Morweena y Bruna alrededor de la fogata ahora mismo, lo cual le dio un poco de gracia a la osa e hizo que se olvidara un poco de sus dudas sobre el chico.
La osa se puso a mirar a la mujer y empezó a olisquearla un poco también –lamento si los asuste, a veces olvido que aspecto tengo para ustedes los humanos...- decía con un tono tranquilizante, o intentando calmar a sus recién encontrados compañeros de velada –te dedicas a la herrería acaso?- pregunto de pronto con tono inocente a la mujer –tienes el mismo aroma a brazas y metal que uno de mis hermanos mayores que es herrero como nuestro abuelo.
Bruna
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
El mayor de los peligros había pasado. Incluso la presencia de ese animal en medio de la tierra de los vivos y los muertos, ya no parecía del todo innovadora al lado de la enorme osa que ya se disponía a colocar su vasto cuerpo sobre algún punto que pudiera ser usado como asiento. En medio de ese claro, tres entidades muy diferentes –y no del todo– llevaban a cabo una peculiar reunión la cual se veía protegida por la protocolaria ley de la hospitalidad que Morweena había desplegado para ambos al momento de su arribo imprevisto. Tan sólo por observación y oído, la humana podía deducir con poco miedo a errar, que sus dos acompañantes no pasaban de la segunda edad, esa en la que están en pleno desarrollo. Unos adolescentes apenas. De alguna forma, a Morweena le inspiraban cierto sentido de protección, a pesar de que ambos lucieran lo suficientemente preparados como para reaccionar bien ante cualquier adversidad, sobre todo la mujer bestia. Silente, Morweena se paró de su asiento para picar al conejo que se asaba, en las costillas, para mirar hacia el interior del mamífero y cerciorarse que estuviera bien cocido hasta por dentro. Con una sonrisa amplia, comprobó el estado de su comida y fácilmente la desmontó del palo para comenzar a ingerirla, no sin antes arrancarle una buena pata y lanzársela a Ircan para que con ella empezara a llenarse la tripa.
— Sé que no es mucho y que tampoco debe de saber muy bien, no tiene ningún tipo de especia para sazonar, ni siquiera sal, pero algo es algo — comentó antes de encogerse de hombros y, con sus dedos, proceder a despojar el conejo de su carne para comerla.
Sin emitir sonido alguno para que el característico que la boca hace cuando mastica, Morweena escuchó a la recién llegada. Y ahí estaba otra vez el concepto que ahora era su forma de vida: la vida nómada. Algo a lo que todavía no se acostumbraba y que, sin embargo, si una osa podía hacer en plena adolescencia, ella con más razón debía intentarlo. Peculiar, muy peculiar, pensó.
— Bueno, todas las historias de terror para niños tienen por lugar un bosque lo suficientemente espeluznante y solo como para que cualquier cosa pueda aparecer, desde un niño con una mascota de dudosa procedencia, hasta una mujer bestia con garras tan filosas como para… bueno… como para pelar un pez. No es tu culpa, en mi particular caso culpo a mi padre y su imperiosa necesidad de contarme cuentos de niñas que se pierden en los bosques. — Bromeó para liberar la tensión que se le agarrotaba en los hombros, acto seguido se metió un trozo de carne, masticó y tragó antes de responder a lo segundo con una sonrisa un poco más cálida de lo que habría esperado — Vaya, ese es un muy buen sentido del olfato — aceptó —Soy herrera, sí, de espadería principalmente y se algo de armaduría, aunque no estoy muy empapada de ello en la práctica. — explicó con la vista en la tostada piel del conejo cuya grasa hacía que le brillaran los dedos.
— Sé que no es mucho y que tampoco debe de saber muy bien, no tiene ningún tipo de especia para sazonar, ni siquiera sal, pero algo es algo — comentó antes de encogerse de hombros y, con sus dedos, proceder a despojar el conejo de su carne para comerla.
Sin emitir sonido alguno para que el característico que la boca hace cuando mastica, Morweena escuchó a la recién llegada. Y ahí estaba otra vez el concepto que ahora era su forma de vida: la vida nómada. Algo a lo que todavía no se acostumbraba y que, sin embargo, si una osa podía hacer en plena adolescencia, ella con más razón debía intentarlo. Peculiar, muy peculiar, pensó.
— Bueno, todas las historias de terror para niños tienen por lugar un bosque lo suficientemente espeluznante y solo como para que cualquier cosa pueda aparecer, desde un niño con una mascota de dudosa procedencia, hasta una mujer bestia con garras tan filosas como para… bueno… como para pelar un pez. No es tu culpa, en mi particular caso culpo a mi padre y su imperiosa necesidad de contarme cuentos de niñas que se pierden en los bosques. — Bromeó para liberar la tensión que se le agarrotaba en los hombros, acto seguido se metió un trozo de carne, masticó y tragó antes de responder a lo segundo con una sonrisa un poco más cálida de lo que habría esperado — Vaya, ese es un muy buen sentido del olfato — aceptó —Soy herrera, sí, de espadería principalmente y se algo de armaduría, aunque no estoy muy empapada de ello en la práctica. — explicó con la vista en la tostada piel del conejo cuya grasa hacía que le brillaran los dedos.
Morweena Laggard
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
Miré a Gus, que movía su descompuesto hocico como si fuera un conejo normal, lo de dudosa procedencia le venía al pelo. No sabía exactamente como había aparecido a su lado, y obviamente el animalito no se lo iba a decir. Tampoco era algo que me quitará el sueño, se portaba bien, no molestaba y me ayudaba a no hablar sólo como si estuviera loco cuando el viaje se alargaba demasiado.
-Historias de miedo....- susurré para mi. - Si yo les contará....- el mes había sido algo movidito en aquel aspecto. Discordia y el fantasma negro de Sandorai habían cumplido el cupo. Tome la pata del conejo que se me ofrecía con una sonrisa. -Tranquila, se que los conejos no dan para mucho. - miré a Gus. - Sin animo de ofender.
La osa en cambio, traía su propio alimento, y en bastante abundancia. Rechazó el trozo de pan y me lo devolvió. Lo cogí al vuelo y sonreí.
-Bueno, pues a más tocamos. - me encogí de hombros y lo coloqué encima del morral, por si a alguien le apetecía.
Como bien había dicho la mujer, aquella escena era la típica de una escena de terror, los dioses nos libraran de ello. Sin embargo aquello se estaba comenzando a asemejar más a una tranquila y alegre merienda campestre, en un verde y amplio claro armonizado con el cantar de los pájaros y el sonido del agua de un manantial cercano. Pero allí no se escuchaban los pájaros, y el verde prado era sustituido por un esquelético bosque caducifolio. Algo no terminaba de cuadrar dentro de mi cabeza, acostumbrada ya a los sobresaltos.
Miré de nuevo alrededor del improvisado campamento, no había nada extraño, nada que a priori pudiera amenazarnos. No había ningún sonido proveniente del bosque, puede que fuera aquello lo que me preocupaba. Dentro de mi tenía la sensación de que aquel silencio no era una buena señal.
Le di un mordisco a la pata de conejo e intenté aparentar normalidad, no quería alarmar a mis acompañantes con mis paranoias, aunque estas sonaban cada vez más fuerte en mi interior.
"Algo no va bien..." miré de reojo al bosque. "Hay algo escondido en este bosque." Tomé mi trozo de pan y le di un bocado para acompañarlo con la carne. "¿Será seguro pernoctar aquí?"
Arrugué los morros algo indeciso.
-¡Vaya! ¡Que casualidad!- exclamé al escuchar a lo que se dedicaba Morweena. -Yo estoy trabajando de aprendiz en una herreria de Ulmer. - me levante, y aproveché aquel momento para intentar estudiar mejor el bosque. - Es más ¡Esta armadura que llevo la he fabricado yo!. - di una vuelta sobre mi mismo, para explorar todos los ángulos posibles. -Y la espada de mi izquierda.- señalé a mi espalda. - Y la daga de mi cintura. - me senté de nuevo, no había logrado encontrar el motivo de mi inquietud. -Se que no son una obra maestra, pero para ser las primeras estoy orgulloso. ¿Tu has hecho muchas? ¿Y tu Bruma? ¿También te dedicas a la herrería?-
probé a tranquilizarme soltando preguntas, puede que aquello solo fuera producto de mi imaginación machacada tras los últimos acontecimientos.
-Historias de miedo....- susurré para mi. - Si yo les contará....- el mes había sido algo movidito en aquel aspecto. Discordia y el fantasma negro de Sandorai habían cumplido el cupo. Tome la pata del conejo que se me ofrecía con una sonrisa. -Tranquila, se que los conejos no dan para mucho. - miré a Gus. - Sin animo de ofender.
La osa en cambio, traía su propio alimento, y en bastante abundancia. Rechazó el trozo de pan y me lo devolvió. Lo cogí al vuelo y sonreí.
-Bueno, pues a más tocamos. - me encogí de hombros y lo coloqué encima del morral, por si a alguien le apetecía.
Como bien había dicho la mujer, aquella escena era la típica de una escena de terror, los dioses nos libraran de ello. Sin embargo aquello se estaba comenzando a asemejar más a una tranquila y alegre merienda campestre, en un verde y amplio claro armonizado con el cantar de los pájaros y el sonido del agua de un manantial cercano. Pero allí no se escuchaban los pájaros, y el verde prado era sustituido por un esquelético bosque caducifolio. Algo no terminaba de cuadrar dentro de mi cabeza, acostumbrada ya a los sobresaltos.
Miré de nuevo alrededor del improvisado campamento, no había nada extraño, nada que a priori pudiera amenazarnos. No había ningún sonido proveniente del bosque, puede que fuera aquello lo que me preocupaba. Dentro de mi tenía la sensación de que aquel silencio no era una buena señal.
Le di un mordisco a la pata de conejo e intenté aparentar normalidad, no quería alarmar a mis acompañantes con mis paranoias, aunque estas sonaban cada vez más fuerte en mi interior.
"Algo no va bien..." miré de reojo al bosque. "Hay algo escondido en este bosque." Tomé mi trozo de pan y le di un bocado para acompañarlo con la carne. "¿Será seguro pernoctar aquí?"
Arrugué los morros algo indeciso.
-¡Vaya! ¡Que casualidad!- exclamé al escuchar a lo que se dedicaba Morweena. -Yo estoy trabajando de aprendiz en una herreria de Ulmer. - me levante, y aproveché aquel momento para intentar estudiar mejor el bosque. - Es más ¡Esta armadura que llevo la he fabricado yo!. - di una vuelta sobre mi mismo, para explorar todos los ángulos posibles. -Y la espada de mi izquierda.- señalé a mi espalda. - Y la daga de mi cintura. - me senté de nuevo, no había logrado encontrar el motivo de mi inquietud. -Se que no son una obra maestra, pero para ser las primeras estoy orgulloso. ¿Tu has hecho muchas? ¿Y tu Bruma? ¿También te dedicas a la herrería?-
probé a tranquilizarme soltando preguntas, puede que aquello solo fuera producto de mi imaginación machacada tras los últimos acontecimientos.
Ircan
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
Bruna escuchaba atentamente a las palabras de sus nuevos compañeros de campamento mientras se deleitaba con la carne cruda del salmón entre sus zarpas, la mayoría de humanos enfermarían por una dieta de este tipo, pero el intestino de un hombre oso era capaz de digerir sin problemas alimentos de este tipo, aunque la tribu de la chica no era totalmente ajena al concepto de cocina, pues ella estaba aprovechando la fogata de Morweena para cocinar tres de sus restantes cuatro pescados clavándolos a unas ramas que a su ves estaba enterradas firmemente en el suelo cerca de la fogata.
Mientras que la mujer parecía haberse tranquilizado el muchacho se notaba inquieto mientras hacia alarde de los… “frutos” de su trabajo en la herrería -no herede la profesión de herrero de mi abuelo o hermano mayor…- dijo sonriendo -herede la necesidad de aventuras de mi padre, lamentablemente, soy mas propensa a romper cosas que a fabricarlas- decía con un tono de vergüenza en su voz -¿ahora podrías estarte quieto? Te aseguro que no ahí nada mas temible que yo en este bosque actualmente- la inquietud del muchacho comenzaba a molestarla, era obvio que todo ese show era solo para revisar sus alrededores, al fin y al cabo ¿Quién se levanta y da toda una vuelta solo para enseñar una armadura fea y una espada casi rota?
La osa le hecho otra mirada a Morweena -bueno supongo que tu padre quería advertirte de los peligros de los bosques de noche, a mi no me preocupa tanto porque… bueno, me ves- soltaba una risilla al mencionar su aspecto y tamaño -pero supongo que para ustedes los humanos no a de ser lo mismo- si la osa tuviese un defecto era el hecho de ser un poquito orgullosa de lo que era, los osos jóvenes de su tribu normalmente eran consientes de su poder físico y no dudaban en ejercerlo, incluso siempre estaban en busca de hacer exactamente eso, muchos de los “juegos infantiles” de los cuales disfruto Bruna se traducían a competencias de poder físico que pondrían al limite a un hombre adulto, como sus contrapartes ferales, los hombres osos comúnmente se enfrascaban en combates singulares por mera diversión personal.
Mientras que la mujer parecía haberse tranquilizado el muchacho se notaba inquieto mientras hacia alarde de los… “frutos” de su trabajo en la herrería -no herede la profesión de herrero de mi abuelo o hermano mayor…- dijo sonriendo -herede la necesidad de aventuras de mi padre, lamentablemente, soy mas propensa a romper cosas que a fabricarlas- decía con un tono de vergüenza en su voz -¿ahora podrías estarte quieto? Te aseguro que no ahí nada mas temible que yo en este bosque actualmente- la inquietud del muchacho comenzaba a molestarla, era obvio que todo ese show era solo para revisar sus alrededores, al fin y al cabo ¿Quién se levanta y da toda una vuelta solo para enseñar una armadura fea y una espada casi rota?
La osa le hecho otra mirada a Morweena -bueno supongo que tu padre quería advertirte de los peligros de los bosques de noche, a mi no me preocupa tanto porque… bueno, me ves- soltaba una risilla al mencionar su aspecto y tamaño -pero supongo que para ustedes los humanos no a de ser lo mismo- si la osa tuviese un defecto era el hecho de ser un poquito orgullosa de lo que era, los osos jóvenes de su tribu normalmente eran consientes de su poder físico y no dudaban en ejercerlo, incluso siempre estaban en busca de hacer exactamente eso, muchos de los “juegos infantiles” de los cuales disfruto Bruna se traducían a competencias de poder físico que pondrían al limite a un hombre adulto, como sus contrapartes ferales, los hombres osos comúnmente se enfrascaban en combates singulares por mera diversión personal.
Bruna
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
Me quedé mirando algo perplejo a la osa.
"¿Debería de presentarle a Discordia o a Imargo a ver si sigue opinando lo mismo?" pensé al momento, había vivido demasiadas cosas peligrosas como para creerme aquel intento de tranquilizarme.
Pero, decidí ser educado y me quedé quieto afinando todo lo posible mi oído, no me gustaba estar en un bosque que desconocía.
-Bueno... supongo que cada cual tiene sus dones. - acaricié las irregulares orejas de Gus, a las que les faltaban algunos trozos de carne, pese a su aspecto le había cogido bastante cariño a aquel peculiar animalillo. -Así que aventuras... bueno en eso puede ser algo en lo que coincidamos, el mundo es demasiado grande como para quedarse quieto en un lugar para siempre, ¿no? - di otro bocado a la hogaza de pan.
Vi como poco a poco la luz que pasaba entre las ramas de los arboles comenzaba a desaparecer, dando lugar a un entorno mucho más lúgrebe. Un entorno que parecía querer abalanzarse sobre nosotros, siendo el fuego de aquella pequeña hoguera lo único que lo detenía.
Aunque estaba distraído escuché el alegato, cargado de cierto orgullo, realizado por la mujer bestia.
-Es verdad, nosotros -me incluí dentro de el grupo de humanos aunque no fuera en realidad así. -No tenemos una robustez que se pueda comparar con la de un oso. Debemos de ser algo más cautos. Supongo que cada raza se adapta de una forma diferente para sobrevivir.
Nada más acabar mi intervención la chica soltó un bostezo, seguramente había tenido un día agotador y entre sus planes no entraba tener una larga charla antes de acostarse.
-En fin...- esbocé una sonrisa y miré a mis compañeros.- las aventuras no se pueden vivir con sueño. Si queréis puedo hacer la primera guardia. - así por lo menos terminaría de cenar.
"¿Debería de presentarle a Discordia o a Imargo a ver si sigue opinando lo mismo?" pensé al momento, había vivido demasiadas cosas peligrosas como para creerme aquel intento de tranquilizarme.
Pero, decidí ser educado y me quedé quieto afinando todo lo posible mi oído, no me gustaba estar en un bosque que desconocía.
-Bueno... supongo que cada cual tiene sus dones. - acaricié las irregulares orejas de Gus, a las que les faltaban algunos trozos de carne, pese a su aspecto le había cogido bastante cariño a aquel peculiar animalillo. -Así que aventuras... bueno en eso puede ser algo en lo que coincidamos, el mundo es demasiado grande como para quedarse quieto en un lugar para siempre, ¿no? - di otro bocado a la hogaza de pan.
Vi como poco a poco la luz que pasaba entre las ramas de los arboles comenzaba a desaparecer, dando lugar a un entorno mucho más lúgrebe. Un entorno que parecía querer abalanzarse sobre nosotros, siendo el fuego de aquella pequeña hoguera lo único que lo detenía.
Aunque estaba distraído escuché el alegato, cargado de cierto orgullo, realizado por la mujer bestia.
-Es verdad, nosotros -me incluí dentro de el grupo de humanos aunque no fuera en realidad así. -No tenemos una robustez que se pueda comparar con la de un oso. Debemos de ser algo más cautos. Supongo que cada raza se adapta de una forma diferente para sobrevivir.
Nada más acabar mi intervención la chica soltó un bostezo, seguramente había tenido un día agotador y entre sus planes no entraba tener una larga charla antes de acostarse.
-En fin...- esbocé una sonrisa y miré a mis compañeros.- las aventuras no se pueden vivir con sueño. Si queréis puedo hacer la primera guardia. - así por lo menos terminaría de cenar.
Ircan
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
Bruna no le presto atención al chico que se ofrecía a montar guardia, pues estaba más interesada en ver como se cocinaban sus pescados, los osos no piensas demasiado cuando están hambrientos, más allá de cómo llenarse el estomago, aunque si le llamo bastante la atención lo rápido que se quedo dormida Morweena.
La osa estaba muy atenta a los pescados, tocándolos con el dedo de tanto en tanto para ver que tan bien se cocinaban, no le preocupaba mucho que la noche estuviese cayendo en el bosque, pues estaba segura que a menos que se tratara de otra criatura tan, o más grande que ella, estaría bien, el exceso de confianza en su fuerza bruta era un rasgo bastante común entre los hombres bestia, sobre todo si se trataban de sub especies de animales grandes y fuertes , y aunque esa actitud los dejara vendidos en más de una ocasión en el pasado, no se podía negar la ventaja que tenia sobre especies más pequeñas.
Se comenzaban a escuchar los ruidos de los animales nocturnos del bosque, búhos, roedores y grillos producían sonidos que eran acompañados por la melodía nocturna del viento entre las ramas de los arboles, muy agradable a los oídos de la osa, quien se dio la vuelta en dirección a una colina por la que paso anteriormente al escuchar el sonido de los aullidos de varios lobos en la distancia –parece que es la temporada de apareamiento de los lobos locales- le decía a Ircan con una sonrisa en el rostro –mi padre me solía contar muchas historias muy lindas sobre los lobos y sus parientes cambia formas, decía que cuando llegaba la temporada de apareamiento los miembros jóvenes de la camada se apartaban del grupo para buscar pareja con la cual pasaban todo el tiempo juntos y no se separaban de ellos…- la mujer oso seguía contando esas historias con un tono alegre, como si se tratara de una fabula –pero no siempre decía cosas tan amables de los licántropos…- su tono cambio a uno más melancólico –antes de que mi padre y mi madre se conocieran, el trabajo como mercenario, dijo que en su carrera como soldado de fortuna tuvo que luchar muchas veces con clanes de hombres lobo que habían bastardizado la imagen de la camada que se suponía trataba de una familia amorosa a poco más que un grupo de bandidos que causaban estragos a sus vecinos creyéndose invencibles.
La osa recogió uno de los pescados que ya se habían cocinado y le ofreció un poco a Ircan –por supuesto no creo que todos los hombres lobo sean así, ni mi padre lo cree, el me conto de muchas veces que conocía a personas muy agradables dentro de esa raza, que incluso lucho codo con codo con muchos de su especie, incluso contra las jaurías de lobos bandidos…- al estar más cerca del chico se dio cuenta de algo extraño y empezó a olfatearlo para aclarar sus dudas, ya sin los aromas del pescado y el conejo asados en medio se dio cuenta que su olor era muy peculiar para ser un humano, aunque no podía identificar bien que podría ser.
La osa estaba muy atenta a los pescados, tocándolos con el dedo de tanto en tanto para ver que tan bien se cocinaban, no le preocupaba mucho que la noche estuviese cayendo en el bosque, pues estaba segura que a menos que se tratara de otra criatura tan, o más grande que ella, estaría bien, el exceso de confianza en su fuerza bruta era un rasgo bastante común entre los hombres bestia, sobre todo si se trataban de sub especies de animales grandes y fuertes , y aunque esa actitud los dejara vendidos en más de una ocasión en el pasado, no se podía negar la ventaja que tenia sobre especies más pequeñas.
Se comenzaban a escuchar los ruidos de los animales nocturnos del bosque, búhos, roedores y grillos producían sonidos que eran acompañados por la melodía nocturna del viento entre las ramas de los arboles, muy agradable a los oídos de la osa, quien se dio la vuelta en dirección a una colina por la que paso anteriormente al escuchar el sonido de los aullidos de varios lobos en la distancia –parece que es la temporada de apareamiento de los lobos locales- le decía a Ircan con una sonrisa en el rostro –mi padre me solía contar muchas historias muy lindas sobre los lobos y sus parientes cambia formas, decía que cuando llegaba la temporada de apareamiento los miembros jóvenes de la camada se apartaban del grupo para buscar pareja con la cual pasaban todo el tiempo juntos y no se separaban de ellos…- la mujer oso seguía contando esas historias con un tono alegre, como si se tratara de una fabula –pero no siempre decía cosas tan amables de los licántropos…- su tono cambio a uno más melancólico –antes de que mi padre y mi madre se conocieran, el trabajo como mercenario, dijo que en su carrera como soldado de fortuna tuvo que luchar muchas veces con clanes de hombres lobo que habían bastardizado la imagen de la camada que se suponía trataba de una familia amorosa a poco más que un grupo de bandidos que causaban estragos a sus vecinos creyéndose invencibles.
La osa recogió uno de los pescados que ya se habían cocinado y le ofreció un poco a Ircan –por supuesto no creo que todos los hombres lobo sean así, ni mi padre lo cree, el me conto de muchas veces que conocía a personas muy agradables dentro de esa raza, que incluso lucho codo con codo con muchos de su especie, incluso contra las jaurías de lobos bandidos…- al estar más cerca del chico se dio cuenta de algo extraño y empezó a olfatearlo para aclarar sus dudas, ya sin los aromas del pescado y el conejo asados en medio se dio cuenta que su olor era muy peculiar para ser un humano, aunque no podía identificar bien que podría ser.
Bruna
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
"¿Soy yo o me está haciendo una proposición?" pensé cuando comentó lo de la época de apareamiento. -¿Ah si? No tenía ni idea.- cosa que era cierta ya que había pasado mi vida alejado de mi verdadera raza y para mi los lobos solo habían sido enemigos dentro de bosque que podían hacerte quedar muy mal, lo básico en cultura campesina. -Sinceramente no se mucho sobre el tema, mi conocimiento en lobos es limitado. Sólo se lo básico.- esbocé una sonrisa.
Por lo que parecía la osa sospechaba que yo era un licántropo, un instinto sorprendente pues para muchos sólo era un muchacho humano, la mayoría de las veces para mi mismo no era otra cosa. Parecía que buscaba una confesión sobre mi raza que yo no veía oportuna, por que siguió hablando de lobos, bueno más bien de licántropos.
-Bueno.. supongo que cada raza tiene sus ovejas negras...- me acomodé en la piedra en la que me apoyaba y poniendo las manos en mi nunca me puse a mirar al cielo. - Para mi los licántropos, dragones y demás han sido hasta hace poco los personajes de las historias de los bardos, nunca pensé que llegaran a existir en realidad. Mi aldea estaba bastante apartada del mundo y yo era demasiado fantasioso para creer que algo como eso era real.- hice una pausa y miré a la osa. -Seguro que tu padre ha vivido muchas aventuras, yo espero hacer lo mismo para conocer aquello que desconozco.
"¡Esta osa quiere guerra!" bramó el lobo con un gruñido.
"¿¡Pero que dices!? Sólo está intentando ser amable y comenzar una conversación."
"Los osos son como los enemigos naturales de nuestros hermanos menores, no nos metemos en su territorio y ellos no se meten en el nuestro. Si la osa considera que este es su territorio somos una amenaza para ella"
"¡No digas tonterías!"
"Tu eres tonto y en tu manada no lo saben"
En ese momento la osa se levantó y se acercó a mi ofreciéndome un pescado. Lo acepté con una sonrisa y agradeciéndoselo al instante, pero ella siguió contando su historia, cada vez más cerca...
"¡Va a morderte!"
"¿Qué dices? ¡No es una vampira!"
"¡Por Fenrir!" exclamó el lobo desesperado.
Bruna estaba cada vez más cerca, ya podía oler su olor a osa, seguramente el mismo que el lobo había advertido mucho antes. La verdad es que tenía unos bonitos ojos verdes, pero aquello comenzaba a incomodarme. Puede porque me sintiera demasiado pequeño a su lado, o que no estaba preparado para esas cercanías. El punto álgido fue cuando comenzó a olfatearme, algo que hizo que me pusiera como un tomate.
-Bruna... esto...- se me hacía una especie de nudo en la garganta que me impedía hablar bien. -¿Acaso me estás cortejando?
Por lo que parecía la osa sospechaba que yo era un licántropo, un instinto sorprendente pues para muchos sólo era un muchacho humano, la mayoría de las veces para mi mismo no era otra cosa. Parecía que buscaba una confesión sobre mi raza que yo no veía oportuna, por que siguió hablando de lobos, bueno más bien de licántropos.
-Bueno.. supongo que cada raza tiene sus ovejas negras...- me acomodé en la piedra en la que me apoyaba y poniendo las manos en mi nunca me puse a mirar al cielo. - Para mi los licántropos, dragones y demás han sido hasta hace poco los personajes de las historias de los bardos, nunca pensé que llegaran a existir en realidad. Mi aldea estaba bastante apartada del mundo y yo era demasiado fantasioso para creer que algo como eso era real.- hice una pausa y miré a la osa. -Seguro que tu padre ha vivido muchas aventuras, yo espero hacer lo mismo para conocer aquello que desconozco.
"¡Esta osa quiere guerra!" bramó el lobo con un gruñido.
"¿¡Pero que dices!? Sólo está intentando ser amable y comenzar una conversación."
"Los osos son como los enemigos naturales de nuestros hermanos menores, no nos metemos en su territorio y ellos no se meten en el nuestro. Si la osa considera que este es su territorio somos una amenaza para ella"
"¡No digas tonterías!"
"Tu eres tonto y en tu manada no lo saben"
En ese momento la osa se levantó y se acercó a mi ofreciéndome un pescado. Lo acepté con una sonrisa y agradeciéndoselo al instante, pero ella siguió contando su historia, cada vez más cerca...
"¡Va a morderte!"
"¿Qué dices? ¡No es una vampira!"
"¡Por Fenrir!" exclamó el lobo desesperado.
Bruna estaba cada vez más cerca, ya podía oler su olor a osa, seguramente el mismo que el lobo había advertido mucho antes. La verdad es que tenía unos bonitos ojos verdes, pero aquello comenzaba a incomodarme. Puede porque me sintiera demasiado pequeño a su lado, o que no estaba preparado para esas cercanías. El punto álgido fue cuando comenzó a olfatearme, algo que hizo que me pusiera como un tomate.
-Bruna... esto...- se me hacía una especie de nudo en la garganta que me impedía hablar bien. -¿Acaso me estás cortejando?
Ircan
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
El aroma del chico le recordaba a algo, pero no sabía bien que exactamente, algo mas… “animal”, por falta de un mejor termino, no podía identificarlo bien del todo, ya que esta era su primera ves detectando el aroma de un hombre lobo.
Bruna continuaba con su inspección sin prestar mucha atención a cómo reaccionaba Ircan, cuando de pronto escucho la pregunta “¿acaso estas cortejándome?”, lo que provoco que la osa se echara a reír –si quisiera cortejarte seria más directa, y no estaría ablando pura tonterías- dijo mientras sacaba el resto de los pescados, ya cocidos de cerca del fuego y empezó a limpiarlos para comerlos.
De pronto se levanto y camino hasta el chico –además…- dijo mientras lo levantaba del piso con la facilidad con la que una madre levanta a su bebe –eres muy pequeño para mi… en más de un sentido- afirmo antes de dejarlo caer a Ircan sobre sus pies de forma tosca y seca, a este punto era claro que Bruna se estaba aprovechando de la inocencia del chico para reírse un rato –solo es que tienes un aroma extraño para un humano, nunca antes lo había percibido- la osa podía aparentar ser muy inocente, pero no era ninguna tonta, sabía que había algo raro con el chico, dejando de lado que su aroma era extraño seguía el hecho de que su mascota era un conejo muerto que seguía caminando, otra cosa que Bruna nunca antes había visto, viajar era muy divertido, pero también le resultaba peculiar lo que encontraba a veces… muy peculiar.
La osa se disponía a comer sus pescados mientras un silencio incomodo caía en la fogata, no sabía que otro tema de conversación sacarle al chico, no sabía que preguntarle, aparte que se dio cuenta que fue muy indiscreta al invadir de esa forma su espacio personal y luego reírse de él de ese modo tan cruel, lo cierto es que se la notaba un poco apenada.
Bruna continuaba con su inspección sin prestar mucha atención a cómo reaccionaba Ircan, cuando de pronto escucho la pregunta “¿acaso estas cortejándome?”, lo que provoco que la osa se echara a reír –si quisiera cortejarte seria más directa, y no estaría ablando pura tonterías- dijo mientras sacaba el resto de los pescados, ya cocidos de cerca del fuego y empezó a limpiarlos para comerlos.
De pronto se levanto y camino hasta el chico –además…- dijo mientras lo levantaba del piso con la facilidad con la que una madre levanta a su bebe –eres muy pequeño para mi… en más de un sentido- afirmo antes de dejarlo caer a Ircan sobre sus pies de forma tosca y seca, a este punto era claro que Bruna se estaba aprovechando de la inocencia del chico para reírse un rato –solo es que tienes un aroma extraño para un humano, nunca antes lo había percibido- la osa podía aparentar ser muy inocente, pero no era ninguna tonta, sabía que había algo raro con el chico, dejando de lado que su aroma era extraño seguía el hecho de que su mascota era un conejo muerto que seguía caminando, otra cosa que Bruna nunca antes había visto, viajar era muy divertido, pero también le resultaba peculiar lo que encontraba a veces… muy peculiar.
La osa se disponía a comer sus pescados mientras un silencio incomodo caía en la fogata, no sabía que otro tema de conversación sacarle al chico, no sabía que preguntarle, aparte que se dio cuenta que fue muy indiscreta al invadir de esa forma su espacio personal y luego reírse de él de ese modo tan cruel, lo cierto es que se la notaba un poco apenada.
Bruna
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
Fui levantado por la osa y la miré arqueando una ceja, la facilidad con la que lo había hecho era bastante sorprenderte. Luego me dejó caer al suelo sin miramientos.
-Vaya... - me sacudí un poco los pantalones - Si que te has ofendido... - la miré con una sonrisa. -¿Pequeño? - la miré detenidamente, Bruna era grande, pero tampoco era mucho mayor que yo, una decena de centímetros o así. -No deberías ir levantando gente así. Alguien podría tomárselo a mal y podrías tener problemas. La altura no lo es todo...- recordé al monstruo que había aparecido en el ritual de los elfos. -En este mundo hay cosas y gente mucho más fuertes que tu, aunque sean más bajitos.
Miré a la osa con algo de sorpresa cuando comentó lo de mi olor.
"¿Pero que haces? ¡Te ha dejado en ridículo! ¡Vamos a cargárnosla!" el lobo bramaba furioso dispuesto salir y realizar todo un masacre.
"¡Cállate! ¡No ha sido nada! No hay que ponerse así." me llevé las manos a la cabeza y volví a dirigir mi mirada a la osa. -A eso me refería... Puedes encontrarte con cosas que desconozcas. Cosas que pueden ser peligrosas...- eso lo decía más bien para mi y para el lobo, en un intento desesperado para retenerlo.
Tras eso se hizo un momento incomodo, en el que tuvo mucho que ver la escena anterior. No me gustaba estar incomodo en una situación en la que el lobo se estaba haciendo más fuerte.
-Voy a hacer guardia. Vamos Gus.- me levanté seguido de los pequeños saltitos del conejo. -Duerme un poco.
Me alejé un poco del improvisado campamento y me senté en uno de los troncos caído, mirando la oscuridad de la noche esperando a que se me adaptará la vista y se me aclarara la mente.
-Vaya... - me sacudí un poco los pantalones - Si que te has ofendido... - la miré con una sonrisa. -¿Pequeño? - la miré detenidamente, Bruna era grande, pero tampoco era mucho mayor que yo, una decena de centímetros o así. -No deberías ir levantando gente así. Alguien podría tomárselo a mal y podrías tener problemas. La altura no lo es todo...- recordé al monstruo que había aparecido en el ritual de los elfos. -En este mundo hay cosas y gente mucho más fuertes que tu, aunque sean más bajitos.
Miré a la osa con algo de sorpresa cuando comentó lo de mi olor.
"¿Pero que haces? ¡Te ha dejado en ridículo! ¡Vamos a cargárnosla!" el lobo bramaba furioso dispuesto salir y realizar todo un masacre.
"¡Cállate! ¡No ha sido nada! No hay que ponerse así." me llevé las manos a la cabeza y volví a dirigir mi mirada a la osa. -A eso me refería... Puedes encontrarte con cosas que desconozcas. Cosas que pueden ser peligrosas...- eso lo decía más bien para mi y para el lobo, en un intento desesperado para retenerlo.
Tras eso se hizo un momento incomodo, en el que tuvo mucho que ver la escena anterior. No me gustaba estar incomodo en una situación en la que el lobo se estaba haciendo más fuerte.
-Voy a hacer guardia. Vamos Gus.- me levanté seguido de los pequeños saltitos del conejo. -Duerme un poco.
Me alejé un poco del improvisado campamento y me senté en uno de los troncos caído, mirando la oscuridad de la noche esperando a que se me adaptará la vista y se me aclarara la mente.
Ircan
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
Por el momento a la osa le interesaba más terminar su pescado que ir a dormir, no conseguirá conciliar sueño con la panza vacía de todos modos, tan centrada estaba en su comida, que no le prestó atención, ni lo que le decía Ircan, ni que se fuera a montar guardia junto a su mascota, en el fondo seguía intrigada por el aroma del chico, pero, como al resto que no fuera su comida, tampoco le prestaba demasiada atención en ese momento dado.
Esa noche la luna brillaba alta en el cielo, iluminando el bosque con su hermosa luz, Bruna se estaba quedando lentamente dormida luego de terminar su comida, el ambiente la transportaba a un estado de paz que pocas veces se llega a experimentar, la osa cerro sus ojos y no los pudo abrir más, pero, de pronto, el resto de sus sentidos se agudizaron de golpe, podía oler mejor los diversos aromas que la rodeaban, escuchaba cada ruido en el bosque, y podía sentir el viento en cada uno de los pelos de su cuerpo y escuchar incluso los pasos del conejo de Ircan. Era una sensación extraña que nunca experimento en su vida y de la que nadie nunca le hablo, estaba sorprendida, pero a la vez fascinada.
Se despertó de golpe, ya sin sueño, no sabía cuánto tiempo había pasado, o que le sucedió exactamente, pero estaba exaltada y con ganas de contárselo a alguien, Morveena seguía dormida, así que se levanto y fue corriendo donde Ircan para contarle lo que había experimentado, sin poder contener mas su alegría.
Esa noche la luna brillaba alta en el cielo, iluminando el bosque con su hermosa luz, Bruna se estaba quedando lentamente dormida luego de terminar su comida, el ambiente la transportaba a un estado de paz que pocas veces se llega a experimentar, la osa cerro sus ojos y no los pudo abrir más, pero, de pronto, el resto de sus sentidos se agudizaron de golpe, podía oler mejor los diversos aromas que la rodeaban, escuchaba cada ruido en el bosque, y podía sentir el viento en cada uno de los pelos de su cuerpo y escuchar incluso los pasos del conejo de Ircan. Era una sensación extraña que nunca experimento en su vida y de la que nadie nunca le hablo, estaba sorprendida, pero a la vez fascinada.
Se despertó de golpe, ya sin sueño, no sabía cuánto tiempo había pasado, o que le sucedió exactamente, pero estaba exaltada y con ganas de contárselo a alguien, Morveena seguía dormida, así que se levanto y fue corriendo donde Ircan para contarle lo que había experimentado, sin poder contener mas su alegría.
Bruna
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
Me removí entre los troncos para encontrar una postura cómoda. Apoyé mis manos sobre mis rodillas y mi cabeza sobre ellas. Miré al infinito cielo nocturno intentando calmarme. Habían sido demasiadas emociones juntas últimamente, demasiadas para cualquier joven de dieciséis años, siendo justos, me sorprendía a mi mismo por haber conseguido seguir vivo hasta ahora, aunque siempre hubiese sido por los pelos. La osa era demasiado confiada, se notaba que no había visto los mismo horrores que había visto yo, o puede que estuviera hecha de una pasta totalmente diferente, pero aún así...
Zarandeé la cabeza, quería despejarme de todo aquello. Vivir una plácida noche en el bosque y nada más sin tener que preocuparme de seres sobrenaturales o increíblemente peligrosos. Gus mordisqueaba la hierba sin ningún sentido, la cogía entre sus dientes y la dejaba caer, ¿un residuo de cuando estaba vivo? No había nada que le importunara.
-Espero algún día poder vivir tan tranquilamente. - alargué mi brazo izquierdo y le rasqué las parciales orejas con cariño. Era un bicho feo si, pero le había cogido cariño. No era mala compañía.
Me recosté un poco más sobre los troncos y miré al cielo. Pensé en las personas que había conocido y que me habían caído bien, ¿estarían ellos también viendo el cielo como yo? ¿Estaría mi madre viéndolo también?
Aún no había podido averiguar nada sobre que había sido de su suerte. Había estado demasiado ocupado sobreviviendo, o eso me decía para calmar mi culpa. Apreté los puños clavando mis uñas en la palma de mi mano.
"Debo encontrarla..."
Sentí el movimiento de las ramas moverse y me giré lo más rápido posible llevando la mano a la espada que tenía ceñida al lado izquierdo de mi espalda. Justo cuando quería descansar un poco la tensión.
Afortunadamente era Bruna, así que aparté la mano del pomo y me reincorporé con normalidad.
-¿Ha pasado algo? ¿Qué ocurre?
Zarandeé la cabeza, quería despejarme de todo aquello. Vivir una plácida noche en el bosque y nada más sin tener que preocuparme de seres sobrenaturales o increíblemente peligrosos. Gus mordisqueaba la hierba sin ningún sentido, la cogía entre sus dientes y la dejaba caer, ¿un residuo de cuando estaba vivo? No había nada que le importunara.
-Espero algún día poder vivir tan tranquilamente. - alargué mi brazo izquierdo y le rasqué las parciales orejas con cariño. Era un bicho feo si, pero le había cogido cariño. No era mala compañía.
Me recosté un poco más sobre los troncos y miré al cielo. Pensé en las personas que había conocido y que me habían caído bien, ¿estarían ellos también viendo el cielo como yo? ¿Estaría mi madre viéndolo también?
Aún no había podido averiguar nada sobre que había sido de su suerte. Había estado demasiado ocupado sobreviviendo, o eso me decía para calmar mi culpa. Apreté los puños clavando mis uñas en la palma de mi mano.
"Debo encontrarla..."
Sentí el movimiento de las ramas moverse y me giré lo más rápido posible llevando la mano a la espada que tenía ceñida al lado izquierdo de mi espalda. Justo cuando quería descansar un poco la tensión.
Afortunadamente era Bruna, así que aparté la mano del pomo y me reincorporé con normalidad.
-¿Ha pasado algo? ¿Qué ocurre?
Ircan
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
Al ver a Ircan, la osa le salta encima alegremente, atrapándolo con sus brazos y llevándoselo al suelo, tanto fue el impulso que llevaba que ambos terminaron rodando como pelota, hasta que la enorme bola de pelos termino por chocar con un árbol que tenía en frente, afortunadamente el suave cuerpo de la mujer oso cubrió al joven de cualquier daño grave que podría provocarse por la caída, de hecho… la cosa salió tan bien que casi parecía que la osa lo había hecho a propósito y que, incluso tenia practica asiéndolo.
De todos modos nadie le quita el susto que se llevo el muchacho al ver semejante bestia peluda cayéndole encima así sin avisar, y que para colmo, se lo llevara varios metros por delante, aunque ahora se encontrase rodeado por el pelaje de la osa que se encontraba acostada sobre el lecho de las hojas sirviéndole como cama, seguramente eso no ayudaría mucho.
Bruna empezó a acariciar la cabeza de Ircan como si se tratara de una mascota y le empezó a hablar con un tono alegre sobre las raras sensaciones que acababa de experimentar mientras estaba dormida, sin prestarle mucha importancia al estado emocional que podría tener.
Desde su perspectiva aquello solo eran juegos inocentes e inofensivos, pero todavía no había interactuado lo suficiente con humanos como para poder darse cuenta de los sustos que podría provocarles con esas conductas que, seguramente, la pondrían en serios problemas en un futuro.
De todos modos nadie le quita el susto que se llevo el muchacho al ver semejante bestia peluda cayéndole encima así sin avisar, y que para colmo, se lo llevara varios metros por delante, aunque ahora se encontrase rodeado por el pelaje de la osa que se encontraba acostada sobre el lecho de las hojas sirviéndole como cama, seguramente eso no ayudaría mucho.
Bruna empezó a acariciar la cabeza de Ircan como si se tratara de una mascota y le empezó a hablar con un tono alegre sobre las raras sensaciones que acababa de experimentar mientras estaba dormida, sin prestarle mucha importancia al estado emocional que podría tener.
Desde su perspectiva aquello solo eran juegos inocentes e inofensivos, pero todavía no había interactuado lo suficiente con humanos como para poder darse cuenta de los sustos que podría provocarles con esas conductas que, seguramente, la pondrían en serios problemas en un futuro.
Bruna
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
-¿Pero qué...? - no tuve tiempo de terminar, aquella enorme bola de pelo se lanzó encima mía haciendo que rodáramos por un pendiente como en una historia de enamorados. Al menos la osa tuvo el detalle de cubrirme con su cuerpo.
Y no sólo eso. De repente le dio por ponerse cariñosa y comenzar a acariciarme la cabeza, ¿acaso se había enamorado de mi?
"¿¡Pero que haces apareándote con osas!?" rugió el lobo mientras Bruna se ponía a contarme no se que de unos sentimientos muy extraños.
"¿¡Pero que dices!?" al menos la presencia del lobo no era una amenaza, al parecer no tenía interés de salir en aquella situación que comenzaba a ser algo bochornosa.
"No se... los osos son muy raros..." comencé a temer que el lobo tuviera razón.
-Me parece muy interesante Bruna, pero... ¿¡Debías de contármelo haciéndome rodar por medio monte!?- hice un mohín y comencé a zafarme del abrazo de la osa. "Que suerte al menos ella a dormido." como si fuera por capricho de los dioses las primeras luces del alba comenzaron a asomar por el horizonte. "Perfecto... Aquí termina mi guardia..." esperaba que el día siguiente fuera más tranquilo y me permitiera descansar las horas de sueño no cobradas. -Venga vamos a despertar a nuestra bella durmiente y recobremos cada uno nuestro camino. - señalé con la cabeza la dirección hacía el improvisado campamento. Le hubiese dado la mano, pero ya había conocido suficiente efusividad de la osa y temí que volviera a zarandearme como a un trapo.
Cuando llegamos al campamento, Morweena ya se había ido. Bueno al menos no había tocado nuestras cosas.
-Vaya... que educación tienen algunas... - recogí mi zurrón con cierto enfado y me giré para mirar a la osa. -Bueno ha sido un placer conocerte, Bruna. Y gracias por la efusividad de tus... sentimientos, pero... ten un poco más de cuidado. -moví el hombro como estirándolo. -No todos somos tan grandes y tenemos tu misma masa corporal. -le sonreí, no me parecía mala gente, solo que tenía que controlar mejor sus impulsos.
Y no sólo eso. De repente le dio por ponerse cariñosa y comenzar a acariciarme la cabeza, ¿acaso se había enamorado de mi?
"¿¡Pero que haces apareándote con osas!?" rugió el lobo mientras Bruna se ponía a contarme no se que de unos sentimientos muy extraños.
"¿¡Pero que dices!?" al menos la presencia del lobo no era una amenaza, al parecer no tenía interés de salir en aquella situación que comenzaba a ser algo bochornosa.
"No se... los osos son muy raros..." comencé a temer que el lobo tuviera razón.
-Me parece muy interesante Bruna, pero... ¿¡Debías de contármelo haciéndome rodar por medio monte!?- hice un mohín y comencé a zafarme del abrazo de la osa. "Que suerte al menos ella a dormido." como si fuera por capricho de los dioses las primeras luces del alba comenzaron a asomar por el horizonte. "Perfecto... Aquí termina mi guardia..." esperaba que el día siguiente fuera más tranquilo y me permitiera descansar las horas de sueño no cobradas. -Venga vamos a despertar a nuestra bella durmiente y recobremos cada uno nuestro camino. - señalé con la cabeza la dirección hacía el improvisado campamento. Le hubiese dado la mano, pero ya había conocido suficiente efusividad de la osa y temí que volviera a zarandearme como a un trapo.
Cuando llegamos al campamento, Morweena ya se había ido. Bueno al menos no había tocado nuestras cosas.
-Vaya... que educación tienen algunas... - recogí mi zurrón con cierto enfado y me giré para mirar a la osa. -Bueno ha sido un placer conocerte, Bruna. Y gracias por la efusividad de tus... sentimientos, pero... ten un poco más de cuidado. -moví el hombro como estirándolo. -No todos somos tan grandes y tenemos tu misma masa corporal. -le sonreí, no me parecía mala gente, solo que tenía que controlar mejor sus impulsos.
Ircan
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Re: Los primeros 3 días {Libre} [Cerrado]
No le tardo mucho tiempo a la osa darse cuenta de tontería que acaba de hacer, totalmente avergonzada decidió ayudar a Ircan a levantarse y quitarle el polvo y hojas de sus ropas –¡lo siento mucho! No sé en que estaba pensando…- dijo con tono apenado –no estoy muy acostumbrada a estar junto a humanos, para nosotros lo que acabo de hacer es solo un simple juego de niños, pero para ti debió ser una experiencia muy traumática- la pobre Bruna había pasado de un estado de alegría a uno de vergüenza y constantes disculpas en confronto del pobre Ircan.
Para cuando habían de regresar al campamento, Morweena, aquella mujer que le había caído tan simpática ya se había marchado, Bruna mostro un poco de tristeza en sus ojos al ver que ni siquiera los espero para despedirse, y ahora tocaría separarse de Ircan también.
Bruna le dio nuevamente un abrazo, pero esta vez con mucha más dulzura y cuidado, ya por mucho lo había hecho pasar, esta noche había sido bastante productiva para ella, ahora sabía que tenía que controlar sus impulsos cerca de la gente.
La osa recogió su martillo de madera, y deseándole buena suerte al muchacho se encamino en dirección al este, ansiosa de vivir mas aventuras.
Para cuando habían de regresar al campamento, Morweena, aquella mujer que le había caído tan simpática ya se había marchado, Bruna mostro un poco de tristeza en sus ojos al ver que ni siquiera los espero para despedirse, y ahora tocaría separarse de Ircan también.
Bruna le dio nuevamente un abrazo, pero esta vez con mucha más dulzura y cuidado, ya por mucho lo había hecho pasar, esta noche había sido bastante productiva para ella, ahora sabía que tenía que controlar sus impulsos cerca de la gente.
La osa recogió su martillo de madera, y deseándole buena suerte al muchacho se encamino en dirección al este, ansiosa de vivir mas aventuras.
Bruna
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