Bragiväl [+18] [Evento]
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Bragiväl [+18] [Evento]
Bragiväl
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Beltrexus se llena de luz y color, ¡Bragiväl ha llegado a la ciudad!
Las calles se copan de adornos, de cintas y de flores. La música llena el ambiente, los bardos cantan, cuentan historias.
Los más pequeños, con las caras llenas de pintura, corretean por todos lados, felices. Están deseando poder comer los postres típicos de la fiesta. ¡Y el sabroso olor se funde con el aire! Deliciosos los dulces, pero los adultos prefieren dejarse llevar por el vino y el hidromiel. Tan sabrosas bebidas de los dioses...
Un gran árbol sin hojas, seco, situado a las afueras de la ciudad, está decorado con velas, telas, cintas, flores, adornos de todo tipo, e incluso pintura. En su base, hay muchos objetos de todo tipo: juguetes, armas, vestimentas, más flores, adornos...
Los habitantes de la ciudad se engalanan y se maquillan. Tienen que quedar irreconocibles. Hoy es la noche en la que podrán ser quienes quieran ser, sin coartarse por nada. Hoy no serán juzgados, ni serán vistos de malas formas. Es Bragiväl, todo vale. Enormes disfraces, con plumas, con flores, con cintas, con máscaras, con pinturas. ¡Cualquier cosa sirve para dar culto al dios Bragi!
La música y los cantos de los bardos hacen bailar a todos, los ciudadanos se mueven a su son, ríen y beben. Beben mucho.
Las flores vuelan, se las lanzan los mismos habitantes. Parece una batalla de flores.
Pero todos, todos, van en torno al árbol a dejar en su base algo viejo o algo que les haya podido traer mala suerte. Quieren un año de buenas cosechas, de fertilidad, de buenos deseos. Así que hay que deshacerse de lo que no sirve.
Es la noche en la que Bragi concederá deseos, en la que la fiesta y la felicidad darán lugar a buenas energías. Por eso hay que deshacerse de lo malo. Por la mañana, con los primeros rayos del sol, se quemará ese árbol y todo lo que haya malo en él.
Pero durante toda la noche hay que celebrar, bailar, cantar y dejar salir a quien en realidad eres. Sin trabas.
¡Empieza Bragiväl!
________________________________
• ¡Bienvenidos/as, mortales! Este evento será de libre participación, no serán necesarios los 10 posts on rol.
• Para los más nuevos: un evento consiste en un tema grupal, sin intervención máster (a no ser que sea necesaria), en el que se suele celebrar una fiesta del calendario nórdico antiguo, pero adaptada a Aerandir. En este caso, Bragiväl correspondería a "carnaval".
• Objetivos del evento: ¡Disfrutar! Tenéis baile, música... y podéis dejar en el árbol un objeto que ya no queráis, que no uséis o que os haya traido mala suerte (no podéis dejar objetos con maldiciones puestas por másters).
• No habrá orden de posteo, pero sí que pido que se tenga cierta lógica al postear.
• Todos aquellos que hagan una pequeña trama, tendrán recompensa adicional.
• El Evento inicia el 11 de febrero de 2018 y finaliza el 20 de febrero de 2018
Recompensas:
• Habrá un pequeño regalo para todos los participantes.
• Habrá un premio para el que tenga el disfraz más original.
• Recompensa adicional a aquellos usuarios que realicen una trama entre ellos.
• Recompensa adicional a aquellos usuarios que ayuden a crear ambientación (bardos, música, comida, bailes...)
• 50 aeros
• 5 puntos de experiencia
Última edición por Fehu el Vie 16 Feb - 22:05, editado 2 veces
Fehu
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
Música, bailes, una cantidad inusual de disfraces y mucho, mucho alcohol. Eso era Beltrexus en aquel momento; tenía que admitir que era agradable.
- Ahora entiendo por qué Huracán… aguanta tanto alcohol – Le dijo a su compañera con media sonrisa, sentándose en uno de los bancos y cruzándose de brazos al ver como como algunos brujos de aspecto “noble” bailaban inmersos en una extraña coreografía que, de haberla ensayado, cuando recuperasen la sobriedad se arrepentirían mucho de haberlo hecho.
El lugar estaba inmerso en otra festividad; Bragiväl, la conocía, aunque nunca había participado plenamente en ella, la versión de ella en Verisar era bastante distinta. Al menos la de su aldea.
- A mi… Maestra le gustaba Bragiväl… solía decir que… que en días como este no importaba quien fueses – dijo Lyn, con una sonrisa cansada, sentándose a su lado y mirando fijamente la enorme fogata que habían encendido frente a ellos y alrededor de la cual bailaban y se lanzaban flores los unos a los otros. Eltrant enarcó una ceja al oír las palabras de la vampiresa, conocía la existencia de aquella misteriosa “Maestra”, Lyn había hablado de ella alguna vez que otra, pero siempre en contadas ocasiones y desviando el tema de conversación en seguida, sobre todo si Eltrant trataba de preguntar algo más acerca de ella.
No dijo nada de todas formas, dejó que Lyn siguiese inmersa en sus pensamientos y comenzó a desplazar sus ojos de persona a persona, tratando de figurarse qué tipo de sujeto se encontraba bajo el maquillaje.
Incluso los bardos estaban disfrazados.
– ¿Sabes? – La vampiresa le dio un leve codazo al cabo de unos minutos, para llamar su atención, y le ofreció una sonrisa cómplice cuando la captó. – Últimamente el número de puñaladas que recibes se acerca peligrosamente a cero. – aseguró dando varios codazos más - ¿Te estás haciendo viejo? – preguntó enseguida, ampliando su sonrisa.
Eltrant se pasó la mano por la barba y suspiró.
- ¿Y eso es algo malo? – agregó el exmercenario enseguida. – Aunque lo parezca, no me gusta que me acuchillen. - Lyn negó con la cabeza, divertida. – Tengo la piel delicada, que lo sepas. – dijo Eltrant dejando escapar una carcajada, haciéndose con una de las enormes jarras de alcohol que una joven ataviada en una versión indecorosa de las tradicionales túnicas de los brujos servía a los que parecía que no se terminaban de unir a los festejos.
- ¿Tú? ¿La piel delicada? - preguntó cruzándose de brazos, volviendo a enfocar su mirada en las distintas personas que se repartían flores por el lugar, sonriendo. – Te he visto partir nueces con las manos, Mortal. – dijo riendo – Pero… sí que está bien descansar de cuando en cuando - aseguró en voz algo más baja.
Eltrant se cruzó de piernas y siguió contemplando como se sucedía la fiesta, como el centenar de disfraces desfilaban frente a él como si de un tapiz de colores infinitos se tratase. Los había de todos los tipos: desde trajes absurdamente ostentosos con llamativas plumas en todo color imaginable y joyas engarzadas a atavíos más simples y discretos, como los de una joven de cabellos castaños que bailaba junto a un muchacho no mucho mayor que ella.
Parecían felices.
Respiró hondo y se concentró en la música, en la voz de la joven cantando de fondo.
- ¿No quieres participar? – preguntó Eltrant al cabo de un rato, Lyn seguía a su lado, sin moverse, mirando como todos se divertían. Era extraño, normalmente ella la primera en ponerse a bailar o, en su caso, a mover las extremidades como si estas estuviesen en llamas. – Baila un poco, te vendrá bien. – dijo acomodándose aún más sobre el banco.
Lyn bostezó sonoramente y se encogió de hombros.
- ¿Qué te pasa que últimamente quieres que baile en todas partes? – Sonrió divertida, Eltrant se rascó la barba suspirando, Lyn le dio un par de codazos. – Admítelo, Mortal. Quieres verme bailar. – dijo sin parar de codear a su compañero. – Cosa que no me extraña, mis pasos de baile son formidables. – Levantó ambos brazos. - ¡La envidia de los bardos! – adoptó una pose dramática, algunos de los lugareños más cercanos se giraron a ver a la vampiresa.
Sonrió.
- ¿Entonces a que esperas? – Preguntó sonriendo, hacía tanto tiempo que no se relajaba así, puede que llevase una temporada relativamente tranquila, pero sabía que acabaría de nuevo en algún lugar en el que las cosas no siempre salían bien.
Le gustaba aquella sensación, era una lástima que fuese a acabar tan pronto siguiese otro rumor.
- No tengo ningún disfraz como los de ellos… - dijo cruzándose de brazos, mirando a más personas pasar junto a ellos ataviados en trajes de colores – Aunque… - ensanchó su sonrisa, las sombras de su alrededor se acumularon en torno a ella, en apenas unos instantes, tenía una vestimenta nueva.
- Estas más… ¿Alta? – Preguntó Eltrant enarcando una ceja, ¿Aquello tenía que ver con la magia de sombras que la vampiresa usaba? No dejaba de sorprenderle, creía recordar cómo esta le había dicho que, hasta un límite, podía cambiar su apariencia a voluntad con la oscuridad.
La ojiazul sonrió al escuchar al castaño y se encogió de hombros. Las sombras se pegaron a ella como si estas fuesen un vestido cuidadosamente cosido a medida y, al compás de la suave música que ahora sonaba de fondo, empezó a girar sobre sí misma, alejándose de Eltrant y dejándole a solas.
Las sombras que esta vestía sobre sus ropajes comunes comenzaron a danzar a su alrededor, con cada movimiento que hacía, como si estuviesen siendo mecidas por el viento, pero nunca sin despegarse de su cuerpo ni de perder la apariencia que acababa de adquirir.
Eltrant se incorporó un poco y observó desde la distancia como su amiga danzaba cordialmente con alguno de los lugareños. Nadie parecía darse cuenta de que era una vampiresa.
¿De verdad estaba bien arrastrarla con él a todas partes? ¿Meterla en todas las situaciones en las que se veía el involucrado? Se llevó la mano hasta la cara, pensativo.
- ¡Eh! ¡Mortal! ¡Mira! ¡Pero mírame! ¡Sin manos! – La vampiresa agitó uno de sus brazos para hacerse notar entre la multitud y, entonces, dio varios saltos en el sitio en el que se encontraba. El vestido se amoldó al aire como si de una capa etérea se tratase, algunos aplaudieron, otros susurraron sorprendidos. Eltrant aplaudió brevemente, sonriendo a su amiga, aunque esperaba que estos creyesen que Lyn no era más que una de las muchas brujas que había allí en aquel momento. - ¿¡Que te parece!? Nada mal ¿Verdad? – Dejó escapar una carcajada evidentemente exagerada y le señaló con el índice - ¡No te quedes ahí parado! ¡Cómo se nota que eres de pueblo! ¡Muévete un poco! – Volvió a dar varios giros sobre sí misma, riendo ahora genuinamente.
- ¡Vamos!
Estaba bien momentos como aquellos; A veces agradecía no ser un muro de acero, un escudo.
A veces, simplemente, quería ser normal.
Murmurando un par de improperios en voz baja, se pasó la mano por la cara y se levantó para entonces encaminarse hacia dónde estaba su compañera.
- ¡Venga! ¡No pongas esa cara! ¡Diviértete! ¡Por una semana más sin puñaladas!
- Ahora entiendo por qué Huracán… aguanta tanto alcohol – Le dijo a su compañera con media sonrisa, sentándose en uno de los bancos y cruzándose de brazos al ver como como algunos brujos de aspecto “noble” bailaban inmersos en una extraña coreografía que, de haberla ensayado, cuando recuperasen la sobriedad se arrepentirían mucho de haberlo hecho.
El lugar estaba inmerso en otra festividad; Bragiväl, la conocía, aunque nunca había participado plenamente en ella, la versión de ella en Verisar era bastante distinta. Al menos la de su aldea.
- A mi… Maestra le gustaba Bragiväl… solía decir que… que en días como este no importaba quien fueses – dijo Lyn, con una sonrisa cansada, sentándose a su lado y mirando fijamente la enorme fogata que habían encendido frente a ellos y alrededor de la cual bailaban y se lanzaban flores los unos a los otros. Eltrant enarcó una ceja al oír las palabras de la vampiresa, conocía la existencia de aquella misteriosa “Maestra”, Lyn había hablado de ella alguna vez que otra, pero siempre en contadas ocasiones y desviando el tema de conversación en seguida, sobre todo si Eltrant trataba de preguntar algo más acerca de ella.
No dijo nada de todas formas, dejó que Lyn siguiese inmersa en sus pensamientos y comenzó a desplazar sus ojos de persona a persona, tratando de figurarse qué tipo de sujeto se encontraba bajo el maquillaje.
Incluso los bardos estaban disfrazados.
– ¿Sabes? – La vampiresa le dio un leve codazo al cabo de unos minutos, para llamar su atención, y le ofreció una sonrisa cómplice cuando la captó. – Últimamente el número de puñaladas que recibes se acerca peligrosamente a cero. – aseguró dando varios codazos más - ¿Te estás haciendo viejo? – preguntó enseguida, ampliando su sonrisa.
Eltrant se pasó la mano por la barba y suspiró.
- ¿Y eso es algo malo? – agregó el exmercenario enseguida. – Aunque lo parezca, no me gusta que me acuchillen. - Lyn negó con la cabeza, divertida. – Tengo la piel delicada, que lo sepas. – dijo Eltrant dejando escapar una carcajada, haciéndose con una de las enormes jarras de alcohol que una joven ataviada en una versión indecorosa de las tradicionales túnicas de los brujos servía a los que parecía que no se terminaban de unir a los festejos.
- ¿Tú? ¿La piel delicada? - preguntó cruzándose de brazos, volviendo a enfocar su mirada en las distintas personas que se repartían flores por el lugar, sonriendo. – Te he visto partir nueces con las manos, Mortal. – dijo riendo – Pero… sí que está bien descansar de cuando en cuando - aseguró en voz algo más baja.
Eltrant se cruzó de piernas y siguió contemplando como se sucedía la fiesta, como el centenar de disfraces desfilaban frente a él como si de un tapiz de colores infinitos se tratase. Los había de todos los tipos: desde trajes absurdamente ostentosos con llamativas plumas en todo color imaginable y joyas engarzadas a atavíos más simples y discretos, como los de una joven de cabellos castaños que bailaba junto a un muchacho no mucho mayor que ella.
Parecían felices.
Respiró hondo y se concentró en la música, en la voz de la joven cantando de fondo.
- ¿No quieres participar? – preguntó Eltrant al cabo de un rato, Lyn seguía a su lado, sin moverse, mirando como todos se divertían. Era extraño, normalmente ella la primera en ponerse a bailar o, en su caso, a mover las extremidades como si estas estuviesen en llamas. – Baila un poco, te vendrá bien. – dijo acomodándose aún más sobre el banco.
Lyn bostezó sonoramente y se encogió de hombros.
- ¿Qué te pasa que últimamente quieres que baile en todas partes? – Sonrió divertida, Eltrant se rascó la barba suspirando, Lyn le dio un par de codazos. – Admítelo, Mortal. Quieres verme bailar. – dijo sin parar de codear a su compañero. – Cosa que no me extraña, mis pasos de baile son formidables. – Levantó ambos brazos. - ¡La envidia de los bardos! – adoptó una pose dramática, algunos de los lugareños más cercanos se giraron a ver a la vampiresa.
Sonrió.
- ¿Entonces a que esperas? – Preguntó sonriendo, hacía tanto tiempo que no se relajaba así, puede que llevase una temporada relativamente tranquila, pero sabía que acabaría de nuevo en algún lugar en el que las cosas no siempre salían bien.
Le gustaba aquella sensación, era una lástima que fuese a acabar tan pronto siguiese otro rumor.
- No tengo ningún disfraz como los de ellos… - dijo cruzándose de brazos, mirando a más personas pasar junto a ellos ataviados en trajes de colores – Aunque… - ensanchó su sonrisa, las sombras de su alrededor se acumularon en torno a ella, en apenas unos instantes, tenía una vestimenta nueva.
- Estas más… ¿Alta? – Preguntó Eltrant enarcando una ceja, ¿Aquello tenía que ver con la magia de sombras que la vampiresa usaba? No dejaba de sorprenderle, creía recordar cómo esta le había dicho que, hasta un límite, podía cambiar su apariencia a voluntad con la oscuridad.
La ojiazul sonrió al escuchar al castaño y se encogió de hombros. Las sombras se pegaron a ella como si estas fuesen un vestido cuidadosamente cosido a medida y, al compás de la suave música que ahora sonaba de fondo, empezó a girar sobre sí misma, alejándose de Eltrant y dejándole a solas.
Las sombras que esta vestía sobre sus ropajes comunes comenzaron a danzar a su alrededor, con cada movimiento que hacía, como si estuviesen siendo mecidas por el viento, pero nunca sin despegarse de su cuerpo ni de perder la apariencia que acababa de adquirir.
Eltrant se incorporó un poco y observó desde la distancia como su amiga danzaba cordialmente con alguno de los lugareños. Nadie parecía darse cuenta de que era una vampiresa.
¿De verdad estaba bien arrastrarla con él a todas partes? ¿Meterla en todas las situaciones en las que se veía el involucrado? Se llevó la mano hasta la cara, pensativo.
- ¡Eh! ¡Mortal! ¡Mira! ¡Pero mírame! ¡Sin manos! – La vampiresa agitó uno de sus brazos para hacerse notar entre la multitud y, entonces, dio varios saltos en el sitio en el que se encontraba. El vestido se amoldó al aire como si de una capa etérea se tratase, algunos aplaudieron, otros susurraron sorprendidos. Eltrant aplaudió brevemente, sonriendo a su amiga, aunque esperaba que estos creyesen que Lyn no era más que una de las muchas brujas que había allí en aquel momento. - ¿¡Que te parece!? Nada mal ¿Verdad? – Dejó escapar una carcajada evidentemente exagerada y le señaló con el índice - ¡No te quedes ahí parado! ¡Cómo se nota que eres de pueblo! ¡Muévete un poco! – Volvió a dar varios giros sobre sí misma, riendo ahora genuinamente.
- ¡Vamos!
Estaba bien momentos como aquellos; A veces agradecía no ser un muro de acero, un escudo.
A veces, simplemente, quería ser normal.
Murmurando un par de improperios en voz baja, se pasó la mano por la cara y se levantó para entonces encaminarse hacia dónde estaba su compañera.
- ¡Venga! ¡No pongas esa cara! ¡Diviértete! ¡Por una semana más sin puñaladas!
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
- IMPORTANTE:
- Lo que escribo a continuación es un recuerdo de Eyre, por lo cual me temo que no podrán interactuar con ella.
Sí, me copié de Helyare porque es la admin más sensual (?)
La noche en que cada uno puede ser quien quiera ser... La noche en la cual no importa ser quien eres. Uno de los más cálidos recuerdos que Eyre guardaba en su corazón, era precisamente una tibia noche de Bragiväl.
Había sucedido hacía ya un año, durante el comienzo de la más difícil época de su corta vida. Acosada por las visiones, alejada del Hekshold, aislada en su hogar, Eyre no hacía más que sumirse en su propia miseria. Todos los días eran iguales, mecidos por una amarga monotonía en la cual sonreír era una hazaña cada vez más grande. Todos los días, excepto aquel que precedió la noche de Bragiväl.
Asomada a la ventana de su habitación, la joven bruja no pudo ignorar los preparativos que se desplegaban a lo largo y ancho del pueblo. La gente iba y venía, atareada y sonriente, ocupada en embellecer la ocasión más mágica del año, y Eyre de pronto se vio embargada por una apabullante sensación de osadía. ¿Qué rayos hacía allí, sola y aburrida, mientras todos se divertían?
Decidió que si iba a rebelarse alguna vez, ese era sin duda el momento adecuado para hacerlo.
Abrió su armario y escogió el atuendo más bonito de todos los que poseía. Una vez vestida, se peinó torpemente y posó frente al espejo. Faltaba algo imprescindible: el maquillaje. ¡Nadie debía reconocerla! Rebuscó y rebuscó en su escritorio hasta que encontró los potes que contenían ciertos menjunjes que usaba para estudiar alquimia; era usar eso o pedirle maquillaje de verdad a su madre, opción que descartó inmediatamente. Estaba abriendo uno de los recipientes cuando ¡Toc, toc, toc!, alguien llamó a su puerta, haciendo que, de los nervios, se le cayese todo el brebaje al suelo.
-¡Ya... ya voy! -Exclamó ansiosa. La puerta, no obstante, se abrió sin esperar su aprobación, dejando entrever el rostro de aquella dulce anciana que la había criado con aún más mimo que su propia madre; su nana.
-Oh, querida, ¿qué estás...?
-¡Shhh! ¡Calla, nana, entra y cierra la puerta!
Agarrada con las manos en la masa, la jovencita no tuvo más opción que confesar su fallido plan.
-No puedes ir... -Eyre exhaló un profuso suspiro y asintió quedamente. Estaba ya quitándose el vestido, cabizbaja y con lágrimas en los ojos, cuando su nana la detuvo agarrándole el brazo con una de sus ajadas manos- ...No con la cara así, descubierta. Déjame maquillarte, querida, haremos que seas la más bonita de todo el Bragiväl. -Ante la estupefacta mirada de la joven, la anciana le dedicó una ancha sonrisa carente de dientes y abrió los brazos para recibirla en un cálido apretón. ¡Esa mujer era increíble!
Habrían tardado mucho menos en terminar los preparativos... si su querida protectora no se hubiese inspirado tanto a la hora de confeccionar el disfraz. De maquillaje pasaron a peluca y, de peluca, a una espectacular corona; aquella mujer tenía una impresionante habilidad de improvisación para mezclar telas y objetos que uno nunca imaginaría puestos en una tiara. Para cuando se miró al espejo, Eyre fue incapaz de reconocerse. Jamás en su vida se había sentido tan bonita, tan segura, tan... libre. Fuera de sí de la emoción, se aproximó a la ventana y la abrió para salir por allí. Desde la puerta, su nana susurró:
-Le dejaré dicho a los señores que te sentías mal y que no cenarás con ellos. Prométeme que te cuidarás y que regresarás temprano, ¿sí?
-¡Sí, nanita, te lo prometo! ¡Yo... muchas gracias!
-¡Ve, niña, ve!
La joven bruja corrió tan rápido como pudo hacia el centro de la festividad. Nunca comió, bailó ni rió tanto como aquella noche. Pudo disfrutar, al menos por un ratito, de no ser quien era en absoluto.
- DISFRAZ DE EYRE:
VESTIDO
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Eyre
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
El gato parecía estar muy concentrado en lo que veía a través de la ventana. Siempre parecía tan enigmático. A veces me confundía. Era como si intentase corregirse para parecer más abierto. En esos días, parecía haber buscado distintas formas de utilizar incorrectamente una silla, sentandose del revés o reclinandose ligeramente.
-Está tardando mucho.- mencioné, intentando romper el silencio. -¿Quieres salir fuera?-
-Dijo que tardaría... recuerda que está visitando a su familia. No les ha visto en años.- replicó Syl, dedicándome una media sonrisa. Chasqueé la lengua, pero no protesté. La mirada era suficiente. Yo mismo había tenido algo parecido poco tiempo atrás, así que no podia echarle nada en cara. -Se paciente.-
-Bueno. ¿Quieres subirte al tejado con la ballesta y aterrorizar a la gente? Seguro que puedes acertarle a todos los músicos.- bromeé. El felino se cruzó de brazos. -¿Es eso un sí?- sonreí.
-Tu madre tenía razón. Tienes demasiada energía.- fruncí el ceño.
-Rakfyr no es mi madre. Aunque...-
Unos golpes en la puerta me cortaron a mitad de la frase. Me levanté y la abrí. Rakfyr esperaba al otro lado, como si el oir su nombre le hubiese invocado.
-Hola... oh. ¿No vais a disfrazaros?- preguntó, mirándonos a ambos de arriba a abajo. Sus ojos se clavaron en mi. -Por favor, no lleves armas al Bragiväl.- dijo, pasándose la mano por la cara.
-Te lo dije.- intervino Syl.
-¡Me dijiste que la llevase!- protesté.
-Te dije que llevases algo. Y solo porque mencionaste lo lleno de brujos que estaría el lugar.- Los dos felinos me dedicaron una larga mirada. Dejé escapar un suspiro teatral y saqué la vaina de Brillo de mi cinturón. Luego, la daga: hice una pequeña floritura con ella antes de dejarla sobre la cama. A continuación, desabroché las correas de mi armadura y, tras forcejear unos segundos, la dejé caer. Mis manos se movieron hacia mi cinturón, y...
-Vale, vale, es suficiente.- me detuvo el tigre, alzando ambas manos. -Salvo que guardes algún arma por debajo de la cintura.- Reprimí una carcajada y sonreí, mirando a Syl con expectación. -No, espera...-
-Mi arma más peligrosa está hecha de carne.- apunté.
-Espíritus...- suspiró Rakfyr, negando con la cabeza.
-Es mi afilada lengua, por supuesto.- sonreí. El chamán me miró con desaprobación. Como si hubiese ofendido a todos sus ancestros a la vez. Era una pena que Kothán no estuviese ahí en ese momento. -Aunque también la uso para lam...-
-¡No!- suplicó el tigre. -Suficiente. ¿Desde cuando haces chistes verdes?-
-Ha estado muy aburrido. Creo que no ha hecho nada violento en dos días.- explicó Syl. -¿Que tal ha ido con tu tribu?-
-Mejor de lo que esperaba. Pero os lo contaré luego. ¿Vamos?
Rakfyr nos guió a través de las calles de Beltrexus. El lugar parecía completamente distinto a como solía estar. Los faroles que iluminaban la zona brillaban con distintos colores. Reconocía algunas de las recetas: las lámparas azules se hacian con unas sales marinas bastante comunes en las islas. Cada farol estaba rodeado con cintas del mismo color que emitía, por lo que había zonas de un rojo intenso, indicando el camino a la gran pira, o zonas de un brillante verde, con abundantes flores y plantas creciendo alrededor.
Nada menos de lo que uno esperaría en la capital de los brujos.
-¿Por qué hay tanta gente disfrazada?- pregunté, haciéndome oír por encima de la música. Giramos en una esquina, acabando en una zona más apartada.
-Es parte de la tradición. Todo el mundo puede ser quien quiera ser. Por tres dias y tres noches, nadie juzga a nadie... debería ser así más a menudo.- explicó. -En otras palabras, puedes desinhibirte tanto como quieras.-
Intercambié una mirada con Syl. Me preguntaba que pasaría por su cabeza. Le notaba algo tenso cuando la gente se acercaba.
-Entonces he hecho bien en no ponerme nada raro. Yo soy quien quiero ser.- sonreí, orgulloso.
-Esa es una actitud muy positiva.- asintió el tigre. -¿Que hay de ti, Syl?-
-Es... difícil de decir.- dijo este, ladeando la cabeza. -Nunca lo he pensado demasiado.- Me acerqué al gato y puse una mano en su hombro, intentando relajarle.
-No te comas demasiado la cabeza. Es lo contrario a lo que hay que hacer.- aconsejé. -Simplemente... olvídate de la gente, y haz lo que sea natural.- El felino me miró unos segundos, y asintió levemente. Rakfyr sonrió, satisfecho, e incluso murmuró algo que no llegué a oír.
Continuamos la marcha. Cuanto más nos alejábamos de la posada, más cosas curiosas encontrábamos. Pétalos de todo tipo de flores adornaban el suelo. Algunos recogían montones y se los arrojaban entre sí, dejando una masa de plantas de distintos colores aplastadas entre sí por las calles. Arqueé una ceja. Aquello parecía aburrido.
-Las flores no pesan nada... es como si no te lanzasen nada.- observé. -Igual si hago una bola con ellos y le pongo encantamiento de fuego...- Syl me golpeó juguetónamente en el hombro, reprimiendo una sonrisa.
Continuamos por la calle. Allí, pudimos observar como un chico levantaba todos los pétalos de la zona, invocando el viento con su magia. El efecto que buscaba estaba claro: una lluvia constante de flores meciéndose lentamente por el aire. Los ojos de ambos felinos brillaron con interés. Tenía que admitirlo: el espectáculo era bonito. Saqué un aero de mi monedero y se lo lancé al joven tras llamar su atención. Su sonrisa se ensanchó, y nos dedicó una pequeña reverencia antes de volver a su entretenimiento con ilusión renovada.
Seguimos las lámparas azules hasta encontrar una zona más fría de lo habitual. Una pequeña plaza cubierta de hielo. En el centro, el hielo era plano y resbaladizo: algunos brujos se deslizaban por encima de este con naturalidad. Muchos extranjeros también probaban su suerte, pero aunque la mayoría caía al suelo a los pocos segundos, parecían divertirse. Otros se quedaban mirando, animándoles o riendo de vez en cuando. La gente parecía verdaderamente feliz. Exhalé, formando una pequeña nube de vaho frente a mi boca.
-¿Quereis probar?- pregunté. Syl negó con la cabeza al instante. Rakfyr tardó un poco más, como si lo hubiese considerado durante un segundo. Me acerqué a la pista... y me arrepentí casi al instante. Espíritus, eso estaba helado. Me agarré al árbol del centro, intentando recuperar el equilibrio. Era más resbaladizo de lo que pensaba. La gente reía, pero no me importaba. Tras unos segundos, decidí soltarme del árbol y moverme a través del hielo.
Mis garras arañaron el hielo mientras me deslizaba, intentando no caerme. Me estaba moviendo. Lentamente, y sin control alguno, pero me movía. Tras varios intentos más, acabé cayendo hacia atrás. Y decidí que prefería la tierra sólida.
-Debo admitir que has durado mucho más de lo que pensaba.- dijo Rak. Syl movió la cola ligeramente, divertido. Aún me quedaba mucha energía, pero ese sitio me estaba congelando. Cogí al gato de la mano y empecé a correr, arrastrándolo hacia el centro de Beltrexus.
La atracción principal de esa zona no eran los espectaculos extraños ni la magia. Solo comida, bebida, y música. Busqué un sitio libre con la mirada. Apenas había mesas que no estuviesen ocupadas, pero si había platos y vasos intactos.
La cena fue deliciosa. Las cantidades eran más generosas de lo que podía esperar, pero me detuve antes de llenarme demasiado. La noche aún era joven, después de todo. Y los bailes estaban por empezar. Rakfyr tuvo que irse poco después de comer: según nos había contado, iría a pasar la noche con su tribu. Aunque la celebración era distinta para ellos, seguía existiendo, después de todo.
Observé a los bailarines junto a Syl. No era el único espectáculo que había, pero si era el más cercano. Coloqué mi mano sobre la suya, apretando cariñosamente.
-¿Que tal si bailamos?- pregunté. El felino abrió los ojos, sorprendido.
-¿Qué? ¿Aquí? No sé bailar. Y además...- el pardo miró alrededor, a la multitud de gente.
-Yo tampoco. Pero... es Bragiväl. Nadie juzga, y todos hacen lo que quieran.- declaré, pasando mi mano por encima de su hombro. La mayoría de gente estaba borracha. Dudaba de que a alguien le importase. Syl se quedó unos segundos en silencio, pero finalmente, se levantó.
-Muy bien. Pero intenta no pisarme.- dijo. Mis ojos se iluminaron al instante. Syl aún parecía dudar. O tal vez estuviese algo avergonzado. Tendría que mostrar bien mi alegría para compensarlo.
Nos acercamos al resto de grupos que bailaban. La canción actual estaba terminando, y los bardos se preparaban para la siguiente. Nos quedamos mirando al resto de parejas, imitando algunas de las posturas y movimientos que tomaban. Y entonces, empezó la música.
Reconocía la canción. La gente empezó a moverse, y tomé a Syl de las manos. Me corregí al instante. De la... ¿cintura y hombro? ¿Cintura y mano? Oh, espíritus. No tenia ni idea de como moverme, y el gato tampoco parecía muy seguro. Sin embargo, el resto de parejas estaban... girando y rotando. Mi compañero tomó la iniciativa, obligándome a moverme a pesar de lo ridículo que me sentía. Sin embargo, tras el primer minuto, decidí que no me importaba. Y entonces empecé a dirigir yo.
Planté un pie en el suelo con fuerza, y cambie de agarre, rodeando la cintura del gato y alzándolo ligeramente mientras giraba. Lo dejé detrás de donde había empezado, y realicé un giro completo, poniéndome a su espalda y tomándole de ambas manos. Caminé detrás de él, siguiendo sus movimientos y, de vez en cuando, realizando el mismo giro de antes para cambiar de posición. Tras repetirlo un par de veces, la canción llegó a su fin, y nos alejamos del gentío entre risas.
-¿Que demonios ha sido eso?- preguntó el gato una vez nos encontramos a solas. Parecía ser incapaz de dejar de sonreír.
-No tengo ni la menor idea.- dije, divertido. -Pero ha sido divertido.-
-Para los que miraban, seguro.- rió. -Ha sido tan raro.-
-Había gente con plumas de pato en la cabeza. No pueden juzgar.- dije. Luego, acerqué mi hocico al suyo, y le besé. -Te quiero.-
-Yo también te quiero.- respondió, devolviendome el beso.
-Está tardando mucho.- mencioné, intentando romper el silencio. -¿Quieres salir fuera?-
-Dijo que tardaría... recuerda que está visitando a su familia. No les ha visto en años.- replicó Syl, dedicándome una media sonrisa. Chasqueé la lengua, pero no protesté. La mirada era suficiente. Yo mismo había tenido algo parecido poco tiempo atrás, así que no podia echarle nada en cara. -Se paciente.-
-Bueno. ¿Quieres subirte al tejado con la ballesta y aterrorizar a la gente? Seguro que puedes acertarle a todos los músicos.- bromeé. El felino se cruzó de brazos. -¿Es eso un sí?- sonreí.
-Tu madre tenía razón. Tienes demasiada energía.- fruncí el ceño.
-Rakfyr no es mi madre. Aunque...-
Unos golpes en la puerta me cortaron a mitad de la frase. Me levanté y la abrí. Rakfyr esperaba al otro lado, como si el oir su nombre le hubiese invocado.
-Hola... oh. ¿No vais a disfrazaros?- preguntó, mirándonos a ambos de arriba a abajo. Sus ojos se clavaron en mi. -Por favor, no lleves armas al Bragiväl.- dijo, pasándose la mano por la cara.
-Te lo dije.- intervino Syl.
-¡Me dijiste que la llevase!- protesté.
-Te dije que llevases algo. Y solo porque mencionaste lo lleno de brujos que estaría el lugar.- Los dos felinos me dedicaron una larga mirada. Dejé escapar un suspiro teatral y saqué la vaina de Brillo de mi cinturón. Luego, la daga: hice una pequeña floritura con ella antes de dejarla sobre la cama. A continuación, desabroché las correas de mi armadura y, tras forcejear unos segundos, la dejé caer. Mis manos se movieron hacia mi cinturón, y...
-Vale, vale, es suficiente.- me detuvo el tigre, alzando ambas manos. -Salvo que guardes algún arma por debajo de la cintura.- Reprimí una carcajada y sonreí, mirando a Syl con expectación. -No, espera...-
-Mi arma más peligrosa está hecha de carne.- apunté.
-Espíritus...- suspiró Rakfyr, negando con la cabeza.
-Es mi afilada lengua, por supuesto.- sonreí. El chamán me miró con desaprobación. Como si hubiese ofendido a todos sus ancestros a la vez. Era una pena que Kothán no estuviese ahí en ese momento. -Aunque también la uso para lam...-
-¡No!- suplicó el tigre. -Suficiente. ¿Desde cuando haces chistes verdes?-
-Ha estado muy aburrido. Creo que no ha hecho nada violento en dos días.- explicó Syl. -¿Que tal ha ido con tu tribu?-
-Mejor de lo que esperaba. Pero os lo contaré luego. ¿Vamos?
___________________________________________________________________________
Rakfyr nos guió a través de las calles de Beltrexus. El lugar parecía completamente distinto a como solía estar. Los faroles que iluminaban la zona brillaban con distintos colores. Reconocía algunas de las recetas: las lámparas azules se hacian con unas sales marinas bastante comunes en las islas. Cada farol estaba rodeado con cintas del mismo color que emitía, por lo que había zonas de un rojo intenso, indicando el camino a la gran pira, o zonas de un brillante verde, con abundantes flores y plantas creciendo alrededor.
Nada menos de lo que uno esperaría en la capital de los brujos.
-¿Por qué hay tanta gente disfrazada?- pregunté, haciéndome oír por encima de la música. Giramos en una esquina, acabando en una zona más apartada.
-Es parte de la tradición. Todo el mundo puede ser quien quiera ser. Por tres dias y tres noches, nadie juzga a nadie... debería ser así más a menudo.- explicó. -En otras palabras, puedes desinhibirte tanto como quieras.-
Intercambié una mirada con Syl. Me preguntaba que pasaría por su cabeza. Le notaba algo tenso cuando la gente se acercaba.
-Entonces he hecho bien en no ponerme nada raro. Yo soy quien quiero ser.- sonreí, orgulloso.
-Esa es una actitud muy positiva.- asintió el tigre. -¿Que hay de ti, Syl?-
-Es... difícil de decir.- dijo este, ladeando la cabeza. -Nunca lo he pensado demasiado.- Me acerqué al gato y puse una mano en su hombro, intentando relajarle.
-No te comas demasiado la cabeza. Es lo contrario a lo que hay que hacer.- aconsejé. -Simplemente... olvídate de la gente, y haz lo que sea natural.- El felino me miró unos segundos, y asintió levemente. Rakfyr sonrió, satisfecho, e incluso murmuró algo que no llegué a oír.
Continuamos la marcha. Cuanto más nos alejábamos de la posada, más cosas curiosas encontrábamos. Pétalos de todo tipo de flores adornaban el suelo. Algunos recogían montones y se los arrojaban entre sí, dejando una masa de plantas de distintos colores aplastadas entre sí por las calles. Arqueé una ceja. Aquello parecía aburrido.
-Las flores no pesan nada... es como si no te lanzasen nada.- observé. -Igual si hago una bola con ellos y le pongo encantamiento de fuego...- Syl me golpeó juguetónamente en el hombro, reprimiendo una sonrisa.
Continuamos por la calle. Allí, pudimos observar como un chico levantaba todos los pétalos de la zona, invocando el viento con su magia. El efecto que buscaba estaba claro: una lluvia constante de flores meciéndose lentamente por el aire. Los ojos de ambos felinos brillaron con interés. Tenía que admitirlo: el espectáculo era bonito. Saqué un aero de mi monedero y se lo lancé al joven tras llamar su atención. Su sonrisa se ensanchó, y nos dedicó una pequeña reverencia antes de volver a su entretenimiento con ilusión renovada.
Seguimos las lámparas azules hasta encontrar una zona más fría de lo habitual. Una pequeña plaza cubierta de hielo. En el centro, el hielo era plano y resbaladizo: algunos brujos se deslizaban por encima de este con naturalidad. Muchos extranjeros también probaban su suerte, pero aunque la mayoría caía al suelo a los pocos segundos, parecían divertirse. Otros se quedaban mirando, animándoles o riendo de vez en cuando. La gente parecía verdaderamente feliz. Exhalé, formando una pequeña nube de vaho frente a mi boca.
-¿Quereis probar?- pregunté. Syl negó con la cabeza al instante. Rakfyr tardó un poco más, como si lo hubiese considerado durante un segundo. Me acerqué a la pista... y me arrepentí casi al instante. Espíritus, eso estaba helado. Me agarré al árbol del centro, intentando recuperar el equilibrio. Era más resbaladizo de lo que pensaba. La gente reía, pero no me importaba. Tras unos segundos, decidí soltarme del árbol y moverme a través del hielo.
Mis garras arañaron el hielo mientras me deslizaba, intentando no caerme. Me estaba moviendo. Lentamente, y sin control alguno, pero me movía. Tras varios intentos más, acabé cayendo hacia atrás. Y decidí que prefería la tierra sólida.
-Debo admitir que has durado mucho más de lo que pensaba.- dijo Rak. Syl movió la cola ligeramente, divertido. Aún me quedaba mucha energía, pero ese sitio me estaba congelando. Cogí al gato de la mano y empecé a correr, arrastrándolo hacia el centro de Beltrexus.
La atracción principal de esa zona no eran los espectaculos extraños ni la magia. Solo comida, bebida, y música. Busqué un sitio libre con la mirada. Apenas había mesas que no estuviesen ocupadas, pero si había platos y vasos intactos.
_____________________
La cena fue deliciosa. Las cantidades eran más generosas de lo que podía esperar, pero me detuve antes de llenarme demasiado. La noche aún era joven, después de todo. Y los bailes estaban por empezar. Rakfyr tuvo que irse poco después de comer: según nos había contado, iría a pasar la noche con su tribu. Aunque la celebración era distinta para ellos, seguía existiendo, después de todo.
Observé a los bailarines junto a Syl. No era el único espectáculo que había, pero si era el más cercano. Coloqué mi mano sobre la suya, apretando cariñosamente.
-¿Que tal si bailamos?- pregunté. El felino abrió los ojos, sorprendido.
-¿Qué? ¿Aquí? No sé bailar. Y además...- el pardo miró alrededor, a la multitud de gente.
-Yo tampoco. Pero... es Bragiväl. Nadie juzga, y todos hacen lo que quieran.- declaré, pasando mi mano por encima de su hombro. La mayoría de gente estaba borracha. Dudaba de que a alguien le importase. Syl se quedó unos segundos en silencio, pero finalmente, se levantó.
-Muy bien. Pero intenta no pisarme.- dijo. Mis ojos se iluminaron al instante. Syl aún parecía dudar. O tal vez estuviese algo avergonzado. Tendría que mostrar bien mi alegría para compensarlo.
Nos acercamos al resto de grupos que bailaban. La canción actual estaba terminando, y los bardos se preparaban para la siguiente. Nos quedamos mirando al resto de parejas, imitando algunas de las posturas y movimientos que tomaban. Y entonces, empezó la música.
Reconocía la canción. La gente empezó a moverse, y tomé a Syl de las manos. Me corregí al instante. De la... ¿cintura y hombro? ¿Cintura y mano? Oh, espíritus. No tenia ni idea de como moverme, y el gato tampoco parecía muy seguro. Sin embargo, el resto de parejas estaban... girando y rotando. Mi compañero tomó la iniciativa, obligándome a moverme a pesar de lo ridículo que me sentía. Sin embargo, tras el primer minuto, decidí que no me importaba. Y entonces empecé a dirigir yo.
Planté un pie en el suelo con fuerza, y cambie de agarre, rodeando la cintura del gato y alzándolo ligeramente mientras giraba. Lo dejé detrás de donde había empezado, y realicé un giro completo, poniéndome a su espalda y tomándole de ambas manos. Caminé detrás de él, siguiendo sus movimientos y, de vez en cuando, realizando el mismo giro de antes para cambiar de posición. Tras repetirlo un par de veces, la canción llegó a su fin, y nos alejamos del gentío entre risas.
-¿Que demonios ha sido eso?- preguntó el gato una vez nos encontramos a solas. Parecía ser incapaz de dejar de sonreír.
-No tengo ni la menor idea.- dije, divertido. -Pero ha sido divertido.-
-Para los que miraban, seguro.- rió. -Ha sido tan raro.-
-Había gente con plumas de pato en la cabeza. No pueden juzgar.- dije. Luego, acerqué mi hocico al suyo, y le besé. -Te quiero.-
-Yo también te quiero.- respondió, devolviendome el beso.
Asher Daregan
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
Esta noche las espadas, mochilas y botas de cuero quedarían relegadas en la habitación de la taberna y cambiadas por un monedero elegante, unas mascaras finas y unos vestidos a juego con sus zapatos de tacón bajo. ¿De donde había sacado el dinero para toco aquello? Eso tiene fácil respuesta... Las abuelas hacen milagros.
Hacia casi un mes que sabia de la festividad, de echo, prácticamente desde que mi camino se unió con el de Lavey que tenia la idea de venir al festival y gracias a la ayuda de la señorita de la tienda de ropa de Lunargenta había averiguado el talle de la niña. Todo lo que me faltaba por hacer (y que hice) era mandar un mensajero con una carta a mis abuelos con las medidas y las invitaciones para que acudieran con nosotras a la fiesta.
La respuesta no se hizo esperar y mis dos abuelos respondieron con orgullo y amor fraternal, lo único que yo tuve que comprar fueron las mascaras y con los contactos adecuados me resulto barato encontrar las apropiadas para la fiesta. Yo esperaba que mis abuelos mandaran los trajes a la isla por barco pues el viaje era largo y ellos mayores, ¿Pero que abuelo se niega a ver a su nueva nieta? Aunque Lavey seguía diciendo "Reivy es mi mejor y única amiga" muchos eran los que nos confundían como madre e hija o hermanas. Y en el fondo deseaba que algún día me llamara madre, pero ese era un tema que no le sacaría a la niña, todavía era muy pronto para tener esa conversación.
Llegamos a la isla dos días antes de la fiesta, las heridas de Lavey y las mías propias ya habían sanado y en el camino la pequeña aprendió a transformase a voluntad en un hermoso dragón azabache, aunque había ocasiones especiales (como las pataletas) donde Lavey perdía el control y de vez en cuando terminaba transformada.
Cuando solo faltaba un día la sorpresa de las dos fue indescriptible al ver llegar a dos leviatanes por el horizonte de la costa. A mi se me saltaron las lagrimas y Lavey empezó a dar saltos de alegría mientras me preguntaba "¿Porque lloras?" Las preguntas por parte de mis abuelos no se hicieron esperar ¿De donde salio la niña? ¿Con quien pasaste la noche? ¿Porque no avisaste antes? Es peligroso que una niña viaje por el mundo ¿Porque no dejas que los abuelos la cuiden? En fin... Todo el que tenga abuelo o abuela (o las dos cosas) sabrá a que clase de interrogatorio tuve que enfrentarme mientras le daban mimos y dulces a la pequeña Lavey. Con tantas preguntas no fue sino hasta la noche que la abuela Angela no nos mostró los vestidos.
-Abuela son hermosos. -Una lagrima traicionera rodó por mi mejilla, hacia tranquilamente una década que no me ponía un vestido de gala y aunque la festividad iba de disfrazarse, también iba de ser quien uno quisiera y en ese día no quería ser otra cosa que una orgullosa madre haciendo gala de su hermosa hija. -Muchas gracias de verdad, no se como agradecerte. Nunca hubiera imaginado algo así para Lavey y para mi.
-Tata Angela muchas muchas gracias!!! -La pequeña Lavey al ver su vestido salio corriendo hacia la abuela con la cara radiante y sonriente, la menor abrazo a la mayor de todas, dejando su cabeza a la altura de la cintura y a la vez la mayor le acariciaba la cabeza. -Yo nunca tuve algo tan bonito, mis papas eran.. eran.- Al recordar a sus padre la pobre niña empezó a llorar.- Granjeros Buaaa... echo de menos a mis papas ¿Porque se fueron Tata? Ellos eran buenos, nunca me pegaron y siempre trataban bien a todo el mundo.
El ambiente cambio dramáticamente de alegría y jolgorio a una pena y tristeza inconsolables, la abuela Angela me miro en silencio mientras contenía las lagrimas y el abuelo Persival que hasta ahora había permanecido detrás mio se adelanto unos pasos para darme un pequeño empujón hacia la niña. Movida de forma instintiva por un sentimiento maternal que desconocía tener, me arrodille junto a la pequeña y al tocarle el hombro ella se dio la vuelta llorando sobre mi, gritando mi nombre, pidiendo explicaciones que nadie podía darle. La abrace tan fuerte como mis brazos podían, sus lagrimas me contagiaban la tristeza, sabia lo que era esa perdida y aunque los míos no estuvieran muertos la sentencia de exilio que me dieron por ser diferente era suficiente para saber que ni sus tumbas podría visitar y que la mía no estaría a su lado.
-Vey es-escúchame bien. Tus padres ya no están y yo jamas podre re-remplazarlos, pero desde el día que te en-encontré nunca mas volviste a estar sola. Ahora me tienes a mi y a mis abuelos que también son los tuyos.
La pequeña aunque entendía y asentía con la cabeza no podía dejar de llorar, la pobre al final quedo dormida entre mis brazos presa del cansancio por culpa del llanto. Esa misma noche mientras Lavey dormía mis abuelos y yo lo preparamos todo para el día de la festividad. Lustramos los zapatos, planchamos los vestidos, todo en la pequeña habitación tenia un aire radiante que tapaba por completo la tristeza de las horas anteriores.
A la mañana siguiente en las calles ya estaba todo preparado, por otra parte Lavey y yo tardamos toda la mañana en vestirnos (y eso que teníamos la ayuda de mi abuela) no era fácil meterse dentro de un corpiño, aunque la niña todavía no tenia ese problema. Las faldas del vestido aunque carecían de cancan eran muy abultadas y tenían las capas justas para proteger del frió pero no dar calor con los bailes. Obviamente ese medio día no comimos o mejor dicho la abuela no nos dejo comer nada "Como manchéis los vestidos os corto los cuernos" eso fue lo que nos dijo Angela y cuando la abuela Angela habla de cortar cosas hay que hacerle caso.
Las fogatas se encendieron y la noche callo, gente de todos lados aprecio para congregas frente a las hogueras. Bebían, bailaban y cantaban todo al mismo tiempo. La música sonaba por todo el lugar, las gaitas, violines, tambores y guitarras no paraban ni un segundo encadenando una canción con otra, también había una bardo que cantaba una balada que era simplemente hermosa su voz era melosa y suave como el algodón y la historia que contaba me llenaba el corazón con sentimientos entremezclados.
Entre toda esa gente ahí estábamos nosotras dos, bailando juntas, comiendo cuando la abuela no miraba y divirtiéndonos con los paisanos. Lavey bailaba con todo el mundo que se le acercaba, yo entre tanto baile una pieza con cada uno de mis abuelos y después me dedique a observar (Obviamente de pie, sentarme con aquel vestido era una tarea para dos personas) a las muchachas del lugar, había de todos los tipos y razas y aquello me encantaba. Me preguntaba si aquella noche lograría acercarme ha alguna, cuando estaba apunto de caminar hacia una de ellas, la cual en mi opinión era mas atractiva que el resto Lavey apareció pidiéndome un baile. Adiós hermosa gatita de ojos carmesí, otra noche sera la nuestra.
-Claro que si mi niña, vamos a bailar.
Hacia casi un mes que sabia de la festividad, de echo, prácticamente desde que mi camino se unió con el de Lavey que tenia la idea de venir al festival y gracias a la ayuda de la señorita de la tienda de ropa de Lunargenta había averiguado el talle de la niña. Todo lo que me faltaba por hacer (y que hice) era mandar un mensajero con una carta a mis abuelos con las medidas y las invitaciones para que acudieran con nosotras a la fiesta.
La respuesta no se hizo esperar y mis dos abuelos respondieron con orgullo y amor fraternal, lo único que yo tuve que comprar fueron las mascaras y con los contactos adecuados me resulto barato encontrar las apropiadas para la fiesta. Yo esperaba que mis abuelos mandaran los trajes a la isla por barco pues el viaje era largo y ellos mayores, ¿Pero que abuelo se niega a ver a su nueva nieta? Aunque Lavey seguía diciendo "Reivy es mi mejor y única amiga" muchos eran los que nos confundían como madre e hija o hermanas. Y en el fondo deseaba que algún día me llamara madre, pero ese era un tema que no le sacaría a la niña, todavía era muy pronto para tener esa conversación.
Llegamos a la isla dos días antes de la fiesta, las heridas de Lavey y las mías propias ya habían sanado y en el camino la pequeña aprendió a transformase a voluntad en un hermoso dragón azabache, aunque había ocasiones especiales (como las pataletas) donde Lavey perdía el control y de vez en cuando terminaba transformada.
Cuando solo faltaba un día la sorpresa de las dos fue indescriptible al ver llegar a dos leviatanes por el horizonte de la costa. A mi se me saltaron las lagrimas y Lavey empezó a dar saltos de alegría mientras me preguntaba "¿Porque lloras?" Las preguntas por parte de mis abuelos no se hicieron esperar ¿De donde salio la niña? ¿Con quien pasaste la noche? ¿Porque no avisaste antes? Es peligroso que una niña viaje por el mundo ¿Porque no dejas que los abuelos la cuiden? En fin... Todo el que tenga abuelo o abuela (o las dos cosas) sabrá a que clase de interrogatorio tuve que enfrentarme mientras le daban mimos y dulces a la pequeña Lavey. Con tantas preguntas no fue sino hasta la noche que la abuela Angela no nos mostró los vestidos.
-Abuela son hermosos. -Una lagrima traicionera rodó por mi mejilla, hacia tranquilamente una década que no me ponía un vestido de gala y aunque la festividad iba de disfrazarse, también iba de ser quien uno quisiera y en ese día no quería ser otra cosa que una orgullosa madre haciendo gala de su hermosa hija. -Muchas gracias de verdad, no se como agradecerte. Nunca hubiera imaginado algo así para Lavey y para mi.
-Tata Angela muchas muchas gracias!!! -La pequeña Lavey al ver su vestido salio corriendo hacia la abuela con la cara radiante y sonriente, la menor abrazo a la mayor de todas, dejando su cabeza a la altura de la cintura y a la vez la mayor le acariciaba la cabeza. -Yo nunca tuve algo tan bonito, mis papas eran.. eran.- Al recordar a sus padre la pobre niña empezó a llorar.- Granjeros Buaaa... echo de menos a mis papas ¿Porque se fueron Tata? Ellos eran buenos, nunca me pegaron y siempre trataban bien a todo el mundo.
El ambiente cambio dramáticamente de alegría y jolgorio a una pena y tristeza inconsolables, la abuela Angela me miro en silencio mientras contenía las lagrimas y el abuelo Persival que hasta ahora había permanecido detrás mio se adelanto unos pasos para darme un pequeño empujón hacia la niña. Movida de forma instintiva por un sentimiento maternal que desconocía tener, me arrodille junto a la pequeña y al tocarle el hombro ella se dio la vuelta llorando sobre mi, gritando mi nombre, pidiendo explicaciones que nadie podía darle. La abrace tan fuerte como mis brazos podían, sus lagrimas me contagiaban la tristeza, sabia lo que era esa perdida y aunque los míos no estuvieran muertos la sentencia de exilio que me dieron por ser diferente era suficiente para saber que ni sus tumbas podría visitar y que la mía no estaría a su lado.
-Vey es-escúchame bien. Tus padres ya no están y yo jamas podre re-remplazarlos, pero desde el día que te en-encontré nunca mas volviste a estar sola. Ahora me tienes a mi y a mis abuelos que también son los tuyos.
La pequeña aunque entendía y asentía con la cabeza no podía dejar de llorar, la pobre al final quedo dormida entre mis brazos presa del cansancio por culpa del llanto. Esa misma noche mientras Lavey dormía mis abuelos y yo lo preparamos todo para el día de la festividad. Lustramos los zapatos, planchamos los vestidos, todo en la pequeña habitación tenia un aire radiante que tapaba por completo la tristeza de las horas anteriores.
A la mañana siguiente en las calles ya estaba todo preparado, por otra parte Lavey y yo tardamos toda la mañana en vestirnos (y eso que teníamos la ayuda de mi abuela) no era fácil meterse dentro de un corpiño, aunque la niña todavía no tenia ese problema. Las faldas del vestido aunque carecían de cancan eran muy abultadas y tenían las capas justas para proteger del frió pero no dar calor con los bailes. Obviamente ese medio día no comimos o mejor dicho la abuela no nos dejo comer nada "Como manchéis los vestidos os corto los cuernos" eso fue lo que nos dijo Angela y cuando la abuela Angela habla de cortar cosas hay que hacerle caso.
Las fogatas se encendieron y la noche callo, gente de todos lados aprecio para congregas frente a las hogueras. Bebían, bailaban y cantaban todo al mismo tiempo. La música sonaba por todo el lugar, las gaitas, violines, tambores y guitarras no paraban ni un segundo encadenando una canción con otra, también había una bardo que cantaba una balada que era simplemente hermosa su voz era melosa y suave como el algodón y la historia que contaba me llenaba el corazón con sentimientos entremezclados.
Entre toda esa gente ahí estábamos nosotras dos, bailando juntas, comiendo cuando la abuela no miraba y divirtiéndonos con los paisanos. Lavey bailaba con todo el mundo que se le acercaba, yo entre tanto baile una pieza con cada uno de mis abuelos y después me dedique a observar (Obviamente de pie, sentarme con aquel vestido era una tarea para dos personas) a las muchachas del lugar, había de todos los tipos y razas y aquello me encantaba. Me preguntaba si aquella noche lograría acercarme ha alguna, cuando estaba apunto de caminar hacia una de ellas, la cual en mi opinión era mas atractiva que el resto Lavey apareció pidiéndome un baile. Adiós hermosa gatita de ojos carmesí, otra noche sera la nuestra.
-Claro que si mi niña, vamos a bailar.
- Vestido y marcara de Reivy:
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Última edición por Reivy Abadder el Mar 13 Feb - 22:29, editado 1 vez
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
Los sinuosos caminos de Aerandir habían hecho que la chica perdiera la senda y, aburrida, había decidido pasear, nuevamente, por la tierra de la magia misma. Las hondas rubias se le mecían con el calor de la fogata que bailaba frente a ella con el mecer del viento. Unas sonoras risotadas le temblaron en los oídos, harta de esperar a que la vieja guardia llegase de tomar bebidas, parecía que le estaba costando una eternidad, aunque no le extrañaba, dado que el disfraz de hada de la chica no era precisamente fácil de llevar. No comprendía el entusiasmo de su amiga por ponerse cosas raras ni mucho menos lo compartía. Ya bastante que se había tomado esa poción para que le crecieran orejas de gato, aunque con el volumen de su pelo rizado parecía más un león despeinado.
Rió al ver el curioso baile de un par de borrachos cerca de la fogata y se hechó hacia atrás notando moverse las orejas como si fueran realmente suyas, esas pociones eran curiosas de verdad, pero al final, necesitaba un trago. Sabía que Alanna llevaba mal el alcohol, hasta puntos insospechados para una mujer de su edad, pero eso era bueno para ella, que siempre acababa bebiendo lo que su amiga se dejaba. Ya tenía ganas de dar un trago a esa cerveza o, tal vez, si la guardia se había estirado, al ron, los años en alta mar habían hecho que apreciara el sabor de un buen licor y que pudiera ganar en concursos de bebidas incluso a los hombres más grandes.
— ¡Tes! — llamó una voz alegre a sus espaldas.
Alanna se acercaba cargando dos jarras repletas hasta el borde de espumosa, parecía fresca. En su ansia de huir de la presión de Lunargenta Alanna había decidido vagar por Aerandir, redescubrir el mundo que había creído suyo mientras buscaba a su hermana, y encontrar la novedad, la belleza, en eso que una vez había visto y no había apreciado. Esos pasos silenciosos y secretos, ocultos tras la apariencia de un mero viaje de huida, la habían llevado a los orígenes de su progenitora, Beltreux, que en esa época celebraba el Bragiväl como una de sus más preciadas fiestas.
La máscara que cubría su cara y el disfraz le daban una sensación de libertad que difícilmente podía compararse con nada sentido antes. Abandonar la guardia, viajar por placer, que no por obligación y esconderse entre sombras le permitía ser más ella que nunca, llevaba tiempo sintiéndose viva, realmente viva, como un niño que corre sin preocupación de lado a lado, y cae al agua helada en el día más caluroso de año. Esa vida alegre que solo había llegado a vislumbrar en sus combates, pero que se sentía tan diferente como hielo y fuego, que solo tenían en común que, al final, ambos queman. Una sonrisa impertérrita se había instalado en su cara, dejándola olvidar la pesadez de sus hombros y permitiendo que respirase hondo sin notar nada que bloquease el aire.
Tessa la había descubierto llorando entre risas más de una vez leyendo libros o mirando a los juglares en las plazas, y, sin poder evitarlo, se había contagiado de esas carcajadas hasta rodar por los suelos junto a la guerrera. No sabía que click había hecho la chica para pasar de esa muchacha seria y taciturna en la persona vital y alegre que tenía a sus espaldas, pero el cambio era notable y agradable.
— ¿Había mucha cola? — Preguntó Tessa mientras la Gata se sentaba a su lado y daba el primer trago.
— Bastante, pero gracias a eso he llegado justo cuando estrenaban barril, así que, disfruta del trago.— Levantó un poco la jarra para brindar en calma moviéndose para que no molestasen las alas.
— Aun no se para qué te complicas tanto — preguntó mirando las ligeras alas de aspecto mecánico.
— Porque es divertido. — afirmó con un asentimiento convencido de cabeza. — con un pequeño detalle puedes ser quien quieras. ¿No te parece interesante?
— Me gusta más dibujar, pero una fiesta normal de vez en cuando no está mal, pero sin disfraces pesados, que con eso pareces un pájaro desplumado.— comenzó a hacer la gallina con los brazos intentando ilustrar su frase, antes de estallar en risotadas.
— Ah claro, porque tu imitación de león barato es mucho mejor, ¿no? — intentó devolver la pulla sin demasiado éxito.
La música subió de tono mientras se iniciaba un baile cerca de la hoguera. Y las voces se acallaron al tiempo que las parejas se dedicaban a danzar, las bebidas de las dos muchachas que permanecían sentadas junto a unos cuantos más que, como ellas, habían decidido no participar en ese espectáculo de saltimbanquis, fueron vaciándose, más por la rubia, que terminó con las dos cervezas entre pecho y espalda, que no la castaña, que al tercer trago ya pensaba que comenzaba a achisparse. Al final, entre la alegría del alcohol, y el ritmo de los instrumentos, se unieron a bailar junto al fuego, una noche era una noche. Se encontraban lejos de casa, y como había dicho Alanna, ese día, ese preciso día, podían ser quienes quisieran.
Rió al ver el curioso baile de un par de borrachos cerca de la fogata y se hechó hacia atrás notando moverse las orejas como si fueran realmente suyas, esas pociones eran curiosas de verdad, pero al final, necesitaba un trago. Sabía que Alanna llevaba mal el alcohol, hasta puntos insospechados para una mujer de su edad, pero eso era bueno para ella, que siempre acababa bebiendo lo que su amiga se dejaba. Ya tenía ganas de dar un trago a esa cerveza o, tal vez, si la guardia se había estirado, al ron, los años en alta mar habían hecho que apreciara el sabor de un buen licor y que pudiera ganar en concursos de bebidas incluso a los hombres más grandes.
— ¡Tes! — llamó una voz alegre a sus espaldas.
Alanna se acercaba cargando dos jarras repletas hasta el borde de espumosa, parecía fresca. En su ansia de huir de la presión de Lunargenta Alanna había decidido vagar por Aerandir, redescubrir el mundo que había creído suyo mientras buscaba a su hermana, y encontrar la novedad, la belleza, en eso que una vez había visto y no había apreciado. Esos pasos silenciosos y secretos, ocultos tras la apariencia de un mero viaje de huida, la habían llevado a los orígenes de su progenitora, Beltreux, que en esa época celebraba el Bragiväl como una de sus más preciadas fiestas.
La máscara que cubría su cara y el disfraz le daban una sensación de libertad que difícilmente podía compararse con nada sentido antes. Abandonar la guardia, viajar por placer, que no por obligación y esconderse entre sombras le permitía ser más ella que nunca, llevaba tiempo sintiéndose viva, realmente viva, como un niño que corre sin preocupación de lado a lado, y cae al agua helada en el día más caluroso de año. Esa vida alegre que solo había llegado a vislumbrar en sus combates, pero que se sentía tan diferente como hielo y fuego, que solo tenían en común que, al final, ambos queman. Una sonrisa impertérrita se había instalado en su cara, dejándola olvidar la pesadez de sus hombros y permitiendo que respirase hondo sin notar nada que bloquease el aire.
Tessa la había descubierto llorando entre risas más de una vez leyendo libros o mirando a los juglares en las plazas, y, sin poder evitarlo, se había contagiado de esas carcajadas hasta rodar por los suelos junto a la guerrera. No sabía que click había hecho la chica para pasar de esa muchacha seria y taciturna en la persona vital y alegre que tenía a sus espaldas, pero el cambio era notable y agradable.
— ¿Había mucha cola? — Preguntó Tessa mientras la Gata se sentaba a su lado y daba el primer trago.
— Bastante, pero gracias a eso he llegado justo cuando estrenaban barril, así que, disfruta del trago.— Levantó un poco la jarra para brindar en calma moviéndose para que no molestasen las alas.
— Aun no se para qué te complicas tanto — preguntó mirando las ligeras alas de aspecto mecánico.
— Porque es divertido. — afirmó con un asentimiento convencido de cabeza. — con un pequeño detalle puedes ser quien quieras. ¿No te parece interesante?
— Me gusta más dibujar, pero una fiesta normal de vez en cuando no está mal, pero sin disfraces pesados, que con eso pareces un pájaro desplumado.— comenzó a hacer la gallina con los brazos intentando ilustrar su frase, antes de estallar en risotadas.
— Ah claro, porque tu imitación de león barato es mucho mejor, ¿no? — intentó devolver la pulla sin demasiado éxito.
La música subió de tono mientras se iniciaba un baile cerca de la hoguera. Y las voces se acallaron al tiempo que las parejas se dedicaban a danzar, las bebidas de las dos muchachas que permanecían sentadas junto a unos cuantos más que, como ellas, habían decidido no participar en ese espectáculo de saltimbanquis, fueron vaciándose, más por la rubia, que terminó con las dos cervezas entre pecho y espalda, que no la castaña, que al tercer trago ya pensaba que comenzaba a achisparse. Al final, entre la alegría del alcohol, y el ritmo de los instrumentos, se unieron a bailar junto al fuego, una noche era una noche. Se encontraban lejos de casa, y como había dicho Alanna, ese día, ese preciso día, podían ser quienes quisieran.
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
Al igual que había hecho en Lunargenta, debi repetir el proceso en Beltraux, conseguir la tinta mágica para realizar encantamientos en la herrería no era algo fácil. Y compensaba más hacer el largo viaje para obtener una buena cantidad de mercancía, antes que esperar a los usureros mercaderes que la traían a Ulmer y en poca cantidad, como si fuera un articulo de lujo. Un articulo de lujo que en Beltraux era como ir a comprar el pan. Para dicha empresa había sido acompañado por la dragona, Astrid Leggiend, que desde nuestro encuentro en Vulwufar, habíamos decidido compartir más puntos de destino, y tocó Beltrexus.
Por aquel entonces, al parecer los brujos estaban bastante ocupados en la celebración de una de sus festividades locales, el Bragiväl. Las gentes iban disfrazadas por las calles de Beltrexus, algunos con trajes y vestidos elegantes y otros con algunos de carácter más obsceno, y un maquillaje que repetía la misma dinámica. Supuse que no sería un buen momento para hacer mis compras, y como bien sabía, a mi compañera le apasionaba hacer turismo.
"¿Por qué no?" me dije. "Disfrutemos mientras podamos de la fiesta."
Animados por el ambiente festivo, y por la posibilidad de ser cualquier cosa durante aquella noche, escogimos aquello que siempre estaría fuera de nuestro alcance, el cambio racial. En una tienda local, dónde vendían una gran diversidad de atuendos, obtuvimos unas piezas bastante estrafalarias y poco comunes en todo Aerandir, aunque en ningún momento caras. Eran tan poco comunes que estaban tiradas de precio. Seguramente tendría mucho que ver que los biociberneticos no cambiaban mucho de ropa, el hecho de no sudar o no tener olor corporal seguramente ayudaba. Yo tomé un chaleco marrón adornado con una hombrera de aspecto metálico y unos pantalones de franjas de colores de negro y marrón claro. Todo ello lo acompañe con unas botas excesivamente altas, mi bolso pequeño, una especie de reloj que no funcionaba y un sombrero de copa adornado con una especie de tubos metálicos que no sabía muy bien para que servían. Astrid tomó un atuendo a juego que la verdad es que le resultaba muy favorecido. También fue ella la que se encargó de elegir las pinturas para la mascara que nos íbamos a pintar.
Una vez pagamos, el establecimiento contaba con unos espejos dónde podíamos aplicarnos el maquillaje. La dragona, juguetona como era, me impidió ver su "obra" colocándome de espaldas a los vidrios. No hizo falta mirarme para saber que la dragona estaba disfrutando en exceso. El picor que originaba la pintura y la raspadura de aquellos tipos de ceras sobre mi piel, me hacían saber perfectamente que no se iba a decir ni un trozo por pintar. Cuando por fin, acabo aquella tortura, me permitió mirarme. Mi rostro palideció, aunque era imposible notarlo al haber sido cubierto ante tanta pintura. Toda mi cara y mi cuello estaban totalmente pintados. Mi cuello era completamente negro, y mi moflete izquierdo igual. La cantidad de pintura que había aplicado sobre mi le había permitido crear surcos que parecían semejantes a los que llevaban los bios, incluso el motivo metálico pintado parecía demasiado real.
-¿No crees que te has excedido un poco? - quería enfadarme pues la verdad es que aquello era demasiado para mi. Pero la verdad es que me quedaba de maravilla y me gustaba. No podía negar el hecho de que la dragona había realizado una obra de arte. -Bueno da igual. Ahora llega el momento de la venganza. -sonreí y la miré malicioso.
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Mi disfraz y el de Astird, ya que vamos a juego jajajaja
Por aquel entonces, al parecer los brujos estaban bastante ocupados en la celebración de una de sus festividades locales, el Bragiväl. Las gentes iban disfrazadas por las calles de Beltrexus, algunos con trajes y vestidos elegantes y otros con algunos de carácter más obsceno, y un maquillaje que repetía la misma dinámica. Supuse que no sería un buen momento para hacer mis compras, y como bien sabía, a mi compañera le apasionaba hacer turismo.
"¿Por qué no?" me dije. "Disfrutemos mientras podamos de la fiesta."
Animados por el ambiente festivo, y por la posibilidad de ser cualquier cosa durante aquella noche, escogimos aquello que siempre estaría fuera de nuestro alcance, el cambio racial. En una tienda local, dónde vendían una gran diversidad de atuendos, obtuvimos unas piezas bastante estrafalarias y poco comunes en todo Aerandir, aunque en ningún momento caras. Eran tan poco comunes que estaban tiradas de precio. Seguramente tendría mucho que ver que los biociberneticos no cambiaban mucho de ropa, el hecho de no sudar o no tener olor corporal seguramente ayudaba. Yo tomé un chaleco marrón adornado con una hombrera de aspecto metálico y unos pantalones de franjas de colores de negro y marrón claro. Todo ello lo acompañe con unas botas excesivamente altas, mi bolso pequeño, una especie de reloj que no funcionaba y un sombrero de copa adornado con una especie de tubos metálicos que no sabía muy bien para que servían. Astrid tomó un atuendo a juego que la verdad es que le resultaba muy favorecido. También fue ella la que se encargó de elegir las pinturas para la mascara que nos íbamos a pintar.
Una vez pagamos, el establecimiento contaba con unos espejos dónde podíamos aplicarnos el maquillaje. La dragona, juguetona como era, me impidió ver su "obra" colocándome de espaldas a los vidrios. No hizo falta mirarme para saber que la dragona estaba disfrutando en exceso. El picor que originaba la pintura y la raspadura de aquellos tipos de ceras sobre mi piel, me hacían saber perfectamente que no se iba a decir ni un trozo por pintar. Cuando por fin, acabo aquella tortura, me permitió mirarme. Mi rostro palideció, aunque era imposible notarlo al haber sido cubierto ante tanta pintura. Toda mi cara y mi cuello estaban totalmente pintados. Mi cuello era completamente negro, y mi moflete izquierdo igual. La cantidad de pintura que había aplicado sobre mi le había permitido crear surcos que parecían semejantes a los que llevaban los bios, incluso el motivo metálico pintado parecía demasiado real.
-¿No crees que te has excedido un poco? - quería enfadarme pues la verdad es que aquello era demasiado para mi. Pero la verdad es que me quedaba de maravilla y me gustaba. No podía negar el hecho de que la dragona había realizado una obra de arte. -Bueno da igual. Ahora llega el momento de la venganza. -sonreí y la miré malicioso.
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Mi disfraz y el de Astird, ya que vamos a juego jajajaja
- Disfraces:
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Ircan
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
¡Bragiväl! ¡La fiesta del dios burlón! ¡La noche del año en que más vino se bebía! Las calles de Beltrexus desbordaban de alegría, música y gente feliz de borracha. La capital de los brujos se vestía de miles de colores. A los brujos les encantaba hacer de sus fiestas espectáculos inolvidables.
Lo que más gustaba a Mina de esa fiesta era que se podía disfrazar de lo que quisiera, no escatimaba en gastos. Todos los años elegía un disfraz diferente. Ese año, su disfraz había superado todas las expectativas; era precioso, perfecto... ¡Magnífico! Y en ella se veía tan, pero tan bien. Era una Valkiria, protectora del Valhalla, invencible en la batalla, implacable guerrera. ¡Y era una monada! Las plumitas en el casco, el arco ornamentado, la faldita que mostraba sus bellas piernas, el chaleco azul, los guanteletes, las botas, todo estaba tal cuál ella había deseado.
Le encantaba su disfraz, se sentía como una verdadera valkiria y podría serlo, pues el arco y las flechas eran reales, así como las protecciones que estaban hechas de una aleación resistente y liviana. Era sensual y ruda a la vez.
Avanzaba por la calle bailando en una comparsa, todos al son de la música de los juglares, el desfile tenía como punto final el árbol que sería quemado en ofrenda a Bragi. las flores llovían, ilusiones de fantásticas bestias cubrían el cielo, que era cruzado por esferas luminosas de muchos colores, aquel año se habían esmerado. Ella, como bruja ilusionista, no quiso quedar atrás y creó una ilusión de una valkiria montada en un pegaso que cabalgaba hacia la batalla.
Al principio la valkiria lucía temeraria y determinada, sobre su pegaso y con la espada en alto, lista para la batalla. Pero después de varias jarras de hidromiel que Mina se bajó como agua, la valkiria comenzó a bailar con el pegaso al ritmo de la alegre música que hacía mover las caderas más de lo habitual.
Antes de lo deseado, habían llegado a los pies del árbol. El cuerpo de Mina había recibido la absurda cantidad de 7 jarras de hidromiel y todavía quedaba espacio para más. -¡Ahora te pondré en la pira!- exclamó sacando un pergamino doblado que guardaba en su seno. En una mano llevaba una jarra y en la otra la carta que iba a quemar junto a las demás ofrendas que se apilaban a los pies del árbol. -¿Qué dices? ¿Quemarás una carta?- le preguntó el guapo con el que llevaba bailando un buen rato -¡Sssssí! ¡Una carta del desgraciado! Amor dijo sentir...- respndió ella, echándose a sus brazos -Pero eso del amor no existe- dijo acercándo su rostro al de él -¿Ah no? ¿Y qué existe?- le pregunto él acortando un poco más la distancia entre ellos.
-Mis ganas de comerte la boca...- susurró ella, sonriendo y mirándolo con lujuria. Aquello encendió al guapo, que no se esperó más y le agarró por las nalgas para besarla con desenfreno. Mina lo besó hasta que se aburrió, se separó de él y le guiñó un ojo -Suficiente, guapito, tengo que hacer mis cosas- le dijo, dándole un toquecito en la punta de la nariz -¡Nos vemos!- se despidió y se alejó tambaleando, avanzando entre la multitud hacia el árbol.
No tenían idea de quién era, seguramente no volvería a verlo, era mejor no encariñarse. ¿Qué malo podría pasar?
Lo que más gustaba a Mina de esa fiesta era que se podía disfrazar de lo que quisiera, no escatimaba en gastos. Todos los años elegía un disfraz diferente. Ese año, su disfraz había superado todas las expectativas; era precioso, perfecto... ¡Magnífico! Y en ella se veía tan, pero tan bien. Era una Valkiria, protectora del Valhalla, invencible en la batalla, implacable guerrera. ¡Y era una monada! Las plumitas en el casco, el arco ornamentado, la faldita que mostraba sus bellas piernas, el chaleco azul, los guanteletes, las botas, todo estaba tal cuál ella había deseado.
- Valkiria:
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Le encantaba su disfraz, se sentía como una verdadera valkiria y podría serlo, pues el arco y las flechas eran reales, así como las protecciones que estaban hechas de una aleación resistente y liviana. Era sensual y ruda a la vez.
Avanzaba por la calle bailando en una comparsa, todos al son de la música de los juglares, el desfile tenía como punto final el árbol que sería quemado en ofrenda a Bragi. las flores llovían, ilusiones de fantásticas bestias cubrían el cielo, que era cruzado por esferas luminosas de muchos colores, aquel año se habían esmerado. Ella, como bruja ilusionista, no quiso quedar atrás y creó una ilusión de una valkiria montada en un pegaso que cabalgaba hacia la batalla.
- Ilusión de Bragiväl:
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Al principio la valkiria lucía temeraria y determinada, sobre su pegaso y con la espada en alto, lista para la batalla. Pero después de varias jarras de hidromiel que Mina se bajó como agua, la valkiria comenzó a bailar con el pegaso al ritmo de la alegre música que hacía mover las caderas más de lo habitual.
Antes de lo deseado, habían llegado a los pies del árbol. El cuerpo de Mina había recibido la absurda cantidad de 7 jarras de hidromiel y todavía quedaba espacio para más. -¡Ahora te pondré en la pira!- exclamó sacando un pergamino doblado que guardaba en su seno. En una mano llevaba una jarra y en la otra la carta que iba a quemar junto a las demás ofrendas que se apilaban a los pies del árbol. -¿Qué dices? ¿Quemarás una carta?- le preguntó el guapo con el que llevaba bailando un buen rato -¡Sssssí! ¡Una carta del desgraciado! Amor dijo sentir...- respndió ella, echándose a sus brazos -Pero eso del amor no existe- dijo acercándo su rostro al de él -¿Ah no? ¿Y qué existe?- le pregunto él acortando un poco más la distancia entre ellos.
-Mis ganas de comerte la boca...- susurró ella, sonriendo y mirándolo con lujuria. Aquello encendió al guapo, que no se esperó más y le agarró por las nalgas para besarla con desenfreno. Mina lo besó hasta que se aburrió, se separó de él y le guiñó un ojo -Suficiente, guapito, tengo que hacer mis cosas- le dijo, dándole un toquecito en la punta de la nariz -¡Nos vemos!- se despidió y se alejó tambaleando, avanzando entre la multitud hacia el árbol.
No tenían idea de quién era, seguramente no volvería a verlo, era mejor no encariñarse. ¿Qué malo podría pasar?
Mina Harker
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
Desde lo alto de un muro Matthew miraba la celebración, la máscara que se había puesto para la ocasión no le tapaba la boca, por lo que podía darle grandes mordidas a su manzana mientras observaba a la gente, mucho más abajo de él, paseando, riendo, bailando y dejándose llevar por el encanto de la festividad. El estafador no había estado muchas veces en esa isla, y las pocas veces que la había visitado había sido en situaciones que preferiría olvidar, toco la cicatriz que tenía en el brazo, escondida por su traje, y sonrió “Imagina si me encuentro con ese desagraciado de nuevo”.
Claro que el alcohol, los malabaristas, la música y la comida estaban muy bien, pero todo eso de fingir ser alguien que no eras no tenía mucho sentido para Matthew, él actuaba casi todo el tiempo como alguien más. Tiro los restos de la fruta por arriba de su hombro y se chupo los dedos antes de ponerse los guantes ¡Era hora de trabajar! Dio un salto y bajo del muro, arreglando luego su llamativo traje para quedar impecable, agarró su “bastón místico”, era increíble lo que uno podía hacer con un buen trozo de madera y un coco pintado, y camino lentamente hacia la fiesta.
El mal de amores, el arrepentimiento, la incertidumbre, la inseguridad, eran todos materiales con las que un estafador podía jugar a su favor, las personas necesitaban a alguien que les dijera lo que querían escuchar ¡Y ese alguien era Matt! Además, no todos los que asistían eran magos, por lo que estaba lleno de nobles incautos que miraban con ojos brillantes todas las cosas mágicas que los rodeaban, no tenían por qué sospechar que el humano poco y nada tenía de hechicero.
Se instaló en una tienda de campaña muy grande y abierta en donde servían tragos, se pidió una bebida y luego de dejarle una propina al dueño para que hiciera la vista gorda, se sentó y jugo con sus cartas de tarot, a la espera de que picaran las primeras víctimas. Apenas y si tardó unos minutos en lograr captar la atención de una pareja, por su andar y sus risitas nerviosas Matthew supuso que eran prometidos, y que probablemente habían bebido un poco de más.
Una dama cuidadosamente cubierta, con una enorme y ostentosa mascara queriendo saber si su amor secreto se haría realidad, y Owens asegurando que sí, y que además su marido jamás se daría cuenta. La mujer no pudo ocultar su sorpresa y queda convencida de que el hombre es un adivino, como si con las pistas que le había dado no hubiese sido suficiente como para adivinarlo.
Varios jóvenes en sucesión, todos ellos con máscaras, se acercaron para preguntar si serían correspondidos por el amor de una dama, todos parecían describir a la misma mujer, y claro, todos estaban seguros de ser los únicos. Matt no iba a ser quien les rompiera la ilusión, era una noche de festejo, además, las personas desilusionadas daban menos monedas.
Habían pasado ya muchas horas y la bolsa del estafador se había llenado, la noche había salido a pedir de boca, todos los “misteriosos clientes” se habían marchado más que satisfechos, ellos eran felices, Matthew era feliz ¿Qué más se podía pedir? Y como si el destino hubiese querido responder a esa pregunta, Owens vio pasar por la calle a una bella mujer que se tambaleaba ligeramente. Su sonrisa se ensancho, el movimiento de sus caderas, esa hermosa piel blanca, su gesto presumido ¡Qué maravilla! Tenía que llamar su atención de alguna manera.
-Joven dama ¿No quiere saber lo que le depara el futuro? – Le dijo Owens a la muchacha en cuanto paso junto a él – Déjeme tirar las cartas para usted, y averiguaremos qué es lo que le depara el destino – Le sonrió de forma encantadora mientras mezclaba lar cartas con habilidad.
Claro que el alcohol, los malabaristas, la música y la comida estaban muy bien, pero todo eso de fingir ser alguien que no eras no tenía mucho sentido para Matthew, él actuaba casi todo el tiempo como alguien más. Tiro los restos de la fruta por arriba de su hombro y se chupo los dedos antes de ponerse los guantes ¡Era hora de trabajar! Dio un salto y bajo del muro, arreglando luego su llamativo traje para quedar impecable, agarró su “bastón místico”, era increíble lo que uno podía hacer con un buen trozo de madera y un coco pintado, y camino lentamente hacia la fiesta.
El mal de amores, el arrepentimiento, la incertidumbre, la inseguridad, eran todos materiales con las que un estafador podía jugar a su favor, las personas necesitaban a alguien que les dijera lo que querían escuchar ¡Y ese alguien era Matt! Además, no todos los que asistían eran magos, por lo que estaba lleno de nobles incautos que miraban con ojos brillantes todas las cosas mágicas que los rodeaban, no tenían por qué sospechar que el humano poco y nada tenía de hechicero.
Se instaló en una tienda de campaña muy grande y abierta en donde servían tragos, se pidió una bebida y luego de dejarle una propina al dueño para que hiciera la vista gorda, se sentó y jugo con sus cartas de tarot, a la espera de que picaran las primeras víctimas. Apenas y si tardó unos minutos en lograr captar la atención de una pareja, por su andar y sus risitas nerviosas Matthew supuso que eran prometidos, y que probablemente habían bebido un poco de más.
- Carpa:
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Una dama cuidadosamente cubierta, con una enorme y ostentosa mascara queriendo saber si su amor secreto se haría realidad, y Owens asegurando que sí, y que además su marido jamás se daría cuenta. La mujer no pudo ocultar su sorpresa y queda convencida de que el hombre es un adivino, como si con las pistas que le había dado no hubiese sido suficiente como para adivinarlo.
Varios jóvenes en sucesión, todos ellos con máscaras, se acercaron para preguntar si serían correspondidos por el amor de una dama, todos parecían describir a la misma mujer, y claro, todos estaban seguros de ser los únicos. Matt no iba a ser quien les rompiera la ilusión, era una noche de festejo, además, las personas desilusionadas daban menos monedas.
Habían pasado ya muchas horas y la bolsa del estafador se había llenado, la noche había salido a pedir de boca, todos los “misteriosos clientes” se habían marchado más que satisfechos, ellos eran felices, Matthew era feliz ¿Qué más se podía pedir? Y como si el destino hubiese querido responder a esa pregunta, Owens vio pasar por la calle a una bella mujer que se tambaleaba ligeramente. Su sonrisa se ensancho, el movimiento de sus caderas, esa hermosa piel blanca, su gesto presumido ¡Qué maravilla! Tenía que llamar su atención de alguna manera.
-Joven dama ¿No quiere saber lo que le depara el futuro? – Le dijo Owens a la muchacha en cuanto paso junto a él – Déjeme tirar las cartas para usted, y averiguaremos qué es lo que le depara el destino – Le sonrió de forma encantadora mientras mezclaba lar cartas con habilidad.
- Disfraz de Matt - Dr. Facilier:
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Matthew Owens
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
Mi primera idea, fue olvidar que existía un baile de disfraces. Encerrarme en el cuarto de la posada y taparme la cabeza con la almohada para no tener que escuchar el griterío del exterior. Cuando el sol empezó a bajar y los primeros músicos a tocar, me di cuenta de lo muy ingenuo que había sido. La almohada, pequeña y sucia, no era capaz de encerrarme en la cabeza al completo; por los recovecos que dejaba, entraba el sonido de los instridentes acordes de ensaño. El bragiväl estaba a punto de empezar y, quiera o no, estaba obligado a participar.
Me vestí con el peto, los quijotes y las hombreras que llevaba durante los días en los que estaba por cinco veces maldito. Eran piezas sobrantes de diferentes armaduras: una hombrera roja y la otra gris claro, el peto color cenizo y los quijotes negros. Tenía un aspecto ridículo, el que era capaz de pagar. Mis maldiciones se veían a varías yardas de distancia. Cuando un comerciante notaba que estaba necesitado, aumentaban sus precios de tal forma que un simple guante de tela cobraba el valor de una armadura completa. “Vas a necesitas algo con lo que taparte las quemaduras. ¿Y qué me dices de las manchas negras? No querrás que te tomen por un enfermo. ¡Fíjate! Es tela de la buena, no encontrarás ninguna igual.” Al final, tuve que conformarme con lo que era capaz de pagar, lo que nadie más quería: Piezas sueltas. No era un disfraz como tal, pero me hacía sentir tan patético como si estuviera disfrazado.
El hostal en el que residía tenía un lujo que no me esperaba: un cuarto de baño a disposición de sus clientes. En las últimas posadas en las que estuve, podía dar gracias si tenían un agujero en el suelo en el jardín. Fui al cuarto de baño común y me miré al espejo. Quise sonreír, pero la mueca que vi en el reflejo era la sombra de un grito de odio.
Con Rompecorazones, mi pequeña daga, me corté el pelo y la barba. No serviría de nada, a los pocos minutos volvería a crecer. Era por la maldición del corazón ardiente. Mi cuerpo envejecía a un ritmo acelerado. Recordaba a las viejas leyendas sobre druidas; brujos ancianos como elfos con barbas que les llegaban hasta las pantorrillas. Verme me causó nauseas, repugnancia. Me sentí mejor después de golpear el espejo de un puñetazo y que el reflejo desapareciera. Los cristales me cortaron los nudillos. Mi sangre, era real y “joven”; lo contrario de lo que era mi cuerpo: irreal y viejo.
-¡¿Qué estás haciendo allí dentro?!-
Al otro lado de la puerta del baño, oí a la posadera gritarme. ¿Había escuchado el ruido del cristal? ¿O es que estaba preocupada por todo el tiempo que había pasado desde que entré hasta ahora? Cualquiera de las dos razones, me darían un motivo para temer el enfado de la mujer. Durante días, ella había estado quejándose de mi olor. Decía que le daba asco, que era el peor cliente que había tenido y que si no me había echado era porque, aparte del olor, no le causaba molestias y le pagaba en el mismo día que pedía un día más.
Abrí la puerta del baño y dejé pasar a la mujer. Me sorprendía verla vestida con un disfraz atractivo. La mujer no estaba dotada de los mejores atributos femeninos: sus pechos eran pequeños y sus caderas insignificantes.
-¿Qué has estado haciendo? ¿Y esos cristales? Si lo has roto tienes que pagarlo. Conoces las normas. Tú mismo deberás ir a la fragua a encargar un nuevo espejo. ¡Y por los Dioses, dúchate!- recitó la mujer del tirón, con dos dedos tapándose la nariz.
-No merece la pena-.
-¿Perdona? Puedes hablar más alto para que pueda oírte-.
-Digo- di un paso hacia delante, nuestras narices casi chochaban- que no mereces la pena-.
Y entonces, fue el choque. Di un cabezazo a la mujer. Literalmente, por culpa de las maldiciones de los cuervos y del corazón, me hizo más daño a mí que a ella. Sentí que la habitación giraba sobre ella misma, que los trozos de cristales rotos se reían de mí y que la peste, no emanaba de mi cuerpo sin duchar, sino de los cuervos invisibles que me tenían maldito.
La mujer estaba tirada en el suelo con los ojos cerrados. La acosté encima de la bañera y le tomé el pulso. Para su desgracia, vivía. Le quité aquel espantoso disfraz e hice con ella lo que llevaba tiempo sin hacer con ninguna mujer. Era poco atractiva y mal dotada, lo contrario a lo que estaba acostumbrado, pero no me importó.
Antes de que terminase, la posadera despertó. No dijo nada. Se sujetó a los laterales de la bañera en silencio y se dejó hacer. Sus muecas expresaban lo mismo que yo sentía: odio, miedo y asco.
Cuando acabé, me fui en silencio. Ella se quedó en la bañera con las manos recogidas sobre su zona íntima. Lo más gracioso (una persona normal sentiría tristeza por la mujer) era que no lloraba.
El Bragiväl había empezó en el momento en el que salí del hostal. Gracias a la posadera, tenías las fuerzas renovadas. La cabeza de Talisa, en mi mano derecha, hacía desaparecer el dolor de las maldiciones. También, el sentimiento de ridiculez que había tenido mientras me vestía. Los otros hombres y mujeres del baile vestían no muy diferentes a mí. Piezas de armaduras inconexas, accesorios grotescos (cabezas de biocibernéticos o coronas de plata), pelucas mal pegadas, peinados estrafalarios (barbas de druidas), maquillaje en exceso y muchos otros espantos estéticos.
Podría sonar extraño pero, por primera vez, no me sentí un desgraciado por estar condenado a llevar la cabeza de Talisa a mi vera. Más de uno me preguntó que de dónde había sacado la cabeza de metal, que para ser de mentira estaba muy bien lograda y que querían conocer a mi herrero.
-Se la arranqué a la mujer que la llevaba-.
Todos reían mi broma. Quizás porque pensaban que interpretaba un papel, que iba disfrazado igual que ellos.
Fui a las mesas, unos voluntarios las habían preparado con todo tipo de manjares y bebidas. Una camarera envuelta en numerosas telas de colores me sirvió un cuerno de cerveza fría. Le agradecí el gesto con una sonrisa y, por un momento, olvidé que tenía la apariencia de un anciano. Pensé que podría quedarme junto a la mesa y flirtear con la muchacha. Era atractiva, mucho más que la posadera. Labios carnosos, grandes ojos azules y un cuerpo, tapado por telas, que haría derretir a un millar de ejércitos. En un primer vistazo, deduje que la chica podría tener quince años. Eso explicaría su ingenuidad, el porqué regaló cerveza a un anciano que cojeaba.
Me uní a un grupo de hombres y mujeres de la misma edad que yo solía tener antes de quedar cinco veces maldito. A ellos les hacían gracia mis historias y yo disfrutaba de su efímera compañía. Fuimos al árbol central a dejar nuestras ofrendas. Una chica dejó su lira, dijo que tocaba porque su madre le obligaba a seguir sus mismos pasos y ella quería ser una mujer diferente a lo que su madre fue. Un chico dejó una joya, al parecer, se la iba a regalar a la que era su novia antes de que descubriera que le engañaba con otro hombre más grande y más guapo que él.
Llegó mi turno de dejar un objeto; aunque no tenía pensado qué abandonar. Me dejé llevar por el grupo porque pensaba que, mientras nadie me veía, podría coger una ofrenda en lugar de dejarla. Bajo el árbol había objetos de gran valor. La lira y la joya del joven enamorado, eran minucias en comparación: oro, carteras, armas relucientes, un espejo de plata fina…. No puede evitarlo. Mientras revisaba todos los objetos, me vi reflejado en el espejo de plata. Recordé que era tenía el aspecto de un anciano y que estaba por cinco veces maldito. La barba, que me la corté unas horas atrás, había crecido de nuevo sin que me hubiera dado cuenta. Entonces tuve la mejor idea de la noche, mucho mejor que taparme la cabeza con la almohada, me corté la barba con la daga. Ese sería el objeto que dejaría bajo árbol. Su significado, no podría ser más obvio: “Quiero dejar de ser viejo”.
Bebí más de lo que mi cuerpo cinco veces maldito podía soportar. Caminaba tambaleándome y apenas era consciente de lo que sucedía a mi alrededor. Una chica me sostenía el brazo. Me hablaba con educación y me ayudaba a caminar sin caer de bruces contra el suelo.
-¿Dónde vive?-
Le señalé al lugar donde creía que estaba el hostal.
-Deja que le lleve. Sé lo que es cuidar de un anciano. Mi abuelito murió hace unos meses. Tenía sesenta y dos años. ¿Usted cuantos tiene?- no pude contestar- No se preocupe por nada, yo le ayudaré-.
Poco a poco fui reconociendo su voz, era la misma joven que me regaló la primera cerveza. Era amable y encantadora; dos atributos que le llevaron a la desgracia.
En un estado de semiconsciencia, le arrastré hacia un callejón cercano al hostal. Parecería un viejo, pero todavía tenía la fuerza de un joven. Hice lo que tenía que hacer con la chica. Si no estuviera maldito, ella me habría dejado; no hubiera tenido que obligarla. Terminado, la dejé desnuda, tirada como si fuera el cadáver de un perro. Otro tributo más para el Dios Bragi. Lo más gracioso (una persona normal sentiría tristeza por la chica) era que no lloraba.
Offrol: Subrayo las descripciones de la ambientación. No sé si será suficiente. Que sea el quien decida ^^
Pedí permiso al Master para pasarme de grotesco. Espero haberos incomodados durante la lectura, es el mejor halago que se le pueda dar a un escritor.
Me vestí con el peto, los quijotes y las hombreras que llevaba durante los días en los que estaba por cinco veces maldito. Eran piezas sobrantes de diferentes armaduras: una hombrera roja y la otra gris claro, el peto color cenizo y los quijotes negros. Tenía un aspecto ridículo, el que era capaz de pagar. Mis maldiciones se veían a varías yardas de distancia. Cuando un comerciante notaba que estaba necesitado, aumentaban sus precios de tal forma que un simple guante de tela cobraba el valor de una armadura completa. “Vas a necesitas algo con lo que taparte las quemaduras. ¿Y qué me dices de las manchas negras? No querrás que te tomen por un enfermo. ¡Fíjate! Es tela de la buena, no encontrarás ninguna igual.” Al final, tuve que conformarme con lo que era capaz de pagar, lo que nadie más quería: Piezas sueltas. No era un disfraz como tal, pero me hacía sentir tan patético como si estuviera disfrazado.
El hostal en el que residía tenía un lujo que no me esperaba: un cuarto de baño a disposición de sus clientes. En las últimas posadas en las que estuve, podía dar gracias si tenían un agujero en el suelo en el jardín. Fui al cuarto de baño común y me miré al espejo. Quise sonreír, pero la mueca que vi en el reflejo era la sombra de un grito de odio.
Con Rompecorazones, mi pequeña daga, me corté el pelo y la barba. No serviría de nada, a los pocos minutos volvería a crecer. Era por la maldición del corazón ardiente. Mi cuerpo envejecía a un ritmo acelerado. Recordaba a las viejas leyendas sobre druidas; brujos ancianos como elfos con barbas que les llegaban hasta las pantorrillas. Verme me causó nauseas, repugnancia. Me sentí mejor después de golpear el espejo de un puñetazo y que el reflejo desapareciera. Los cristales me cortaron los nudillos. Mi sangre, era real y “joven”; lo contrario de lo que era mi cuerpo: irreal y viejo.
-¡¿Qué estás haciendo allí dentro?!-
Al otro lado de la puerta del baño, oí a la posadera gritarme. ¿Había escuchado el ruido del cristal? ¿O es que estaba preocupada por todo el tiempo que había pasado desde que entré hasta ahora? Cualquiera de las dos razones, me darían un motivo para temer el enfado de la mujer. Durante días, ella había estado quejándose de mi olor. Decía que le daba asco, que era el peor cliente que había tenido y que si no me había echado era porque, aparte del olor, no le causaba molestias y le pagaba en el mismo día que pedía un día más.
Abrí la puerta del baño y dejé pasar a la mujer. Me sorprendía verla vestida con un disfraz atractivo. La mujer no estaba dotada de los mejores atributos femeninos: sus pechos eran pequeños y sus caderas insignificantes.
- Posadera:
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-¿Qué has estado haciendo? ¿Y esos cristales? Si lo has roto tienes que pagarlo. Conoces las normas. Tú mismo deberás ir a la fragua a encargar un nuevo espejo. ¡Y por los Dioses, dúchate!- recitó la mujer del tirón, con dos dedos tapándose la nariz.
-No merece la pena-.
-¿Perdona? Puedes hablar más alto para que pueda oírte-.
-Digo- di un paso hacia delante, nuestras narices casi chochaban- que no mereces la pena-.
Y entonces, fue el choque. Di un cabezazo a la mujer. Literalmente, por culpa de las maldiciones de los cuervos y del corazón, me hizo más daño a mí que a ella. Sentí que la habitación giraba sobre ella misma, que los trozos de cristales rotos se reían de mí y que la peste, no emanaba de mi cuerpo sin duchar, sino de los cuervos invisibles que me tenían maldito.
La mujer estaba tirada en el suelo con los ojos cerrados. La acosté encima de la bañera y le tomé el pulso. Para su desgracia, vivía. Le quité aquel espantoso disfraz e hice con ella lo que llevaba tiempo sin hacer con ninguna mujer. Era poco atractiva y mal dotada, lo contrario a lo que estaba acostumbrado, pero no me importó.
Antes de que terminase, la posadera despertó. No dijo nada. Se sujetó a los laterales de la bañera en silencio y se dejó hacer. Sus muecas expresaban lo mismo que yo sentía: odio, miedo y asco.
Cuando acabé, me fui en silencio. Ella se quedó en la bañera con las manos recogidas sobre su zona íntima. Lo más gracioso (una persona normal sentiría tristeza por la mujer) era que no lloraba.
El Bragiväl había empezó en el momento en el que salí del hostal. Gracias a la posadera, tenías las fuerzas renovadas. La cabeza de Talisa, en mi mano derecha, hacía desaparecer el dolor de las maldiciones. También, el sentimiento de ridiculez que había tenido mientras me vestía. Los otros hombres y mujeres del baile vestían no muy diferentes a mí. Piezas de armaduras inconexas, accesorios grotescos (cabezas de biocibernéticos o coronas de plata), pelucas mal pegadas, peinados estrafalarios (barbas de druidas), maquillaje en exceso y muchos otros espantos estéticos.
Podría sonar extraño pero, por primera vez, no me sentí un desgraciado por estar condenado a llevar la cabeza de Talisa a mi vera. Más de uno me preguntó que de dónde había sacado la cabeza de metal, que para ser de mentira estaba muy bien lograda y que querían conocer a mi herrero.
-Se la arranqué a la mujer que la llevaba-.
Todos reían mi broma. Quizás porque pensaban que interpretaba un papel, que iba disfrazado igual que ellos.
Fui a las mesas, unos voluntarios las habían preparado con todo tipo de manjares y bebidas. Una camarera envuelta en numerosas telas de colores me sirvió un cuerno de cerveza fría. Le agradecí el gesto con una sonrisa y, por un momento, olvidé que tenía la apariencia de un anciano. Pensé que podría quedarme junto a la mesa y flirtear con la muchacha. Era atractiva, mucho más que la posadera. Labios carnosos, grandes ojos azules y un cuerpo, tapado por telas, que haría derretir a un millar de ejércitos. En un primer vistazo, deduje que la chica podría tener quince años. Eso explicaría su ingenuidad, el porqué regaló cerveza a un anciano que cojeaba.
- Chica joven:
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Me uní a un grupo de hombres y mujeres de la misma edad que yo solía tener antes de quedar cinco veces maldito. A ellos les hacían gracia mis historias y yo disfrutaba de su efímera compañía. Fuimos al árbol central a dejar nuestras ofrendas. Una chica dejó su lira, dijo que tocaba porque su madre le obligaba a seguir sus mismos pasos y ella quería ser una mujer diferente a lo que su madre fue. Un chico dejó una joya, al parecer, se la iba a regalar a la que era su novia antes de que descubriera que le engañaba con otro hombre más grande y más guapo que él.
Llegó mi turno de dejar un objeto; aunque no tenía pensado qué abandonar. Me dejé llevar por el grupo porque pensaba que, mientras nadie me veía, podría coger una ofrenda en lugar de dejarla. Bajo el árbol había objetos de gran valor. La lira y la joya del joven enamorado, eran minucias en comparación: oro, carteras, armas relucientes, un espejo de plata fina…. No puede evitarlo. Mientras revisaba todos los objetos, me vi reflejado en el espejo de plata. Recordé que era tenía el aspecto de un anciano y que estaba por cinco veces maldito. La barba, que me la corté unas horas atrás, había crecido de nuevo sin que me hubiera dado cuenta. Entonces tuve la mejor idea de la noche, mucho mejor que taparme la cabeza con la almohada, me corté la barba con la daga. Ese sería el objeto que dejaría bajo árbol. Su significado, no podría ser más obvio: “Quiero dejar de ser viejo”.
Bebí más de lo que mi cuerpo cinco veces maldito podía soportar. Caminaba tambaleándome y apenas era consciente de lo que sucedía a mi alrededor. Una chica me sostenía el brazo. Me hablaba con educación y me ayudaba a caminar sin caer de bruces contra el suelo.
-¿Dónde vive?-
Le señalé al lugar donde creía que estaba el hostal.
-Deja que le lleve. Sé lo que es cuidar de un anciano. Mi abuelito murió hace unos meses. Tenía sesenta y dos años. ¿Usted cuantos tiene?- no pude contestar- No se preocupe por nada, yo le ayudaré-.
Poco a poco fui reconociendo su voz, era la misma joven que me regaló la primera cerveza. Era amable y encantadora; dos atributos que le llevaron a la desgracia.
En un estado de semiconsciencia, le arrastré hacia un callejón cercano al hostal. Parecería un viejo, pero todavía tenía la fuerza de un joven. Hice lo que tenía que hacer con la chica. Si no estuviera maldito, ella me habría dejado; no hubiera tenido que obligarla. Terminado, la dejé desnuda, tirada como si fuera el cadáver de un perro. Otro tributo más para el Dios Bragi. Lo más gracioso (una persona normal sentiría tristeza por la chica) era que no lloraba.
- Apariencia de Gerrit:
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Offrol: Subrayo las descripciones de la ambientación. No sé si será suficiente. Que sea el quien decida ^^
Pedí permiso al Master para pasarme de grotesco. Espero haberos incomodados durante la lectura, es el mejor halago que se le pueda dar a un escritor.
Gerrit Nephgerd
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
- Los vestidos de ambas. Aguamarina Níniel, rosa y rojo Catherine. Así como la máscara más felina de Catherine.:
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A través de las pequeñas ventanas Níniel podía ver ya los alrededores del lugar en el que se celebraba el Bragiväl, aunque aún tardarían unos minutos más en llegar debido a la gran cantidad de gente que en esos momentos se dirigía también hacia allí dispuesta a pasarlo en grande por una noche. Algunos, la mayoría, lo hacían a pié, y otros, como ella misma y su compañera, en carruajes adornados con flores y telas para la ocasión. Y es que estropearían el ambiente si rompían aquel colorido espectáculo con el sempiterno negro habitual de aquellos transportes.
-Llevo un buen rato ya escuchando la música...Deberíamos bajarnos y seguir caminando o para cuando lleguemos nos habremos perdido lo mejor.- Protestó Catherine infantilmente tras exhalar todo el aire de sus pulmones en un largo suspiro de frustración. -Mira, esa vaca oronda acaba de adelantarnos...y ni siquiera va rodando. ¿Me pregunto cuánto le habrá costado ese vestido. Con su tela tú y yo podríamos hacernos al menos cuatro...cada una... ¿eh?- Añadió casi de inmediato mirando por la ventana de su lado y señalando con el dedo, seguramente no tanto por crueldad que por hastío ante aquel viaje que, ciertamente, se había hecho bastante largo a pesar de que la distancia a recorrer no era demasiado extensa. Entonces la pelirroja se giró para mirar a la elfa, esperando sin duda algún gesto de ella que denotara complicidad con sus bromas. -Bueno, solo 3 para tí, elfa pechugona.-Exageró al no obtenerla y comenzando a reírse.
-Sé que tienes muchas ganas por llegar, pero ahora mismo estamos más cerca de dar media vuelta. ¿Recuerdas nuestro trato? Yo accedía a aceptar la invitación de Otrore...si tú te comportabas como una dama. Algo que no estás haciendo.- Respondió la elfa sin caer en sus provocaciones y demostrando con su ejemplo cómo debería estar comportándose la felina. Manteniendo la posición y el porte a pesar de que ella también estaba ya deseando que aquel viaje terminara.
-¿Cómo que no? Me he puesto esta ropa. Yo quería disfrazarme de mujer lobo...¿Tienes idea de lo que pica esta ropa interior? Me estaría todo el rato rascando, de no ser por que el vestido en sí mismo me lo impide. No sé cómo puedes estar tan tranquila y cómoda con estas cosas.- Trató de justificarse la felina centrando en esos momentos la atención en su elegante atuendo de Bragiväl, idéntico salvo por la máscara y el color al de Níniel. Un tipo de vestimentas a las que no estaba para nada acostumbrada.
-Eso es vestirse como una dama, algo que también formaba parte del trato. Por mucha festividad que sea sigue siendo hogar de los brujos. Incluso aunque algunos acepten a los elfos y la mayoría estén dispuestos a ser mucho más tolerantes de lo normal en honor al dios Bragi, siguen siendo brujos. Así que mejor no llamemos la atención.- Explicó por enésima vez la joven, que aún recordaba que el trato recibido en las islas en su estancia anterior, incluso como invitada, no había sido del todo amable. En ese momento, justo mientras la elfa terminaba de hablar, el carruaje se detuvo con una leve sacudida y pudo ver cómo el conductor se bajaba, desplegaba los escalones plegables bajo la puerta del transporte y abría la puerta con gentileza, indicando a las pasajeras que ya habían llegado y podían bajar.
-Compórtate Cath, no nos metas en ningún lío.- Advirtió por última vez la peliblanca antes de incorporarse y bajar hasta el suelo con la pericia de quien está acostumbrada y sabe cómo moverse a pesar de lo aparatoso que podía resultar su atuendo. Habilidad que Catherine aún no tenía, pero se las apañó para no tropezar gracias a su innata destreza. Si podía correr sobre unas vallas de menos de un palmo de grosor, podía arreglárselas con falda.
-Ohhhh, fijate cuanta comida...- Exclamó la pelirroja tan pronto el conductor les indicó el lugar dónde esperaría antes de volver a ponerse en marcha para permitir que los carruajes que iban tras él también pudieran descargar a sus pasajeros. Y es que aunque el lugar estaba más que animado, con grupos de música aquí y allá, gente bailando y conversando o reunidos en torno a las mesas repletas de viandas con un aspecto apetecible, la pareja no eran ni de cerca las últimas en llegar. -Voy a ponerme las botas...Vamos Nín, acerquémonos.- Pidió tomándola de la mano y poniendo ojitos a través de su felina máscara, la cuál no dudó en quitarse para atacar sin piedad los platos más exquisitos tan pronto los alcanzó. -Deberíamos buscar antes a Otrore, al fin y al cabo él nos invitó.- Replicó la peliblanca sin mucho éxito pues se vió igualmente arrastrada a las mesas. -Ya sabe cómo vamos vestidas, ya dará él con nosotras.- Afirmó con seguridad su amiga tomando otra ración pues la primera ya había volado. Con lo pequeña que era..¿dónde metería todo lo que comía?
-Ummm, que rico. Desde ahora voy a querer siempre el pescado así...- Murmuraba mientras comía, alarmando a una mujer noble cercana por su falta de modales, pero haciendo que un par de jóvenes se rieran, secundando que dicho plato estaba especialmente delicioso. Algo que Níniel constató poco después, aunque de forma mucho más educada y mostrándole a la joven felina cómo debía mantener la máscara delante de su rostro con una mano al comer. Que mantener el rostro oculto formaba parte del juego, y en su caso de su seguridad, aunque incluso si lanzase a un lado la máscara sus orejas seguirían bien ocultas.
-¿Quién te enseñó estas cosas? ¿En tu hogar también hacéis fiestas así?- Inquirió la felina sin dejar de comer e imitando solo levemente lo que la elfa le enseñaba.
-Celebramos cosas, como todos, pero no vestimos así...Mi madre me enseñó. Ella vivió mucho tiempo con los humanos y viendo mundo.- Respondió la joven recordando como su madre le había inculcado el gusto por aquellas cosas. Un modo de enseñarle a una pequeña elfa que no todo iba a ser malo con la gente de fuera del bosque, como años más tarde comprobaría por sí misma. Aunque muchas de las cosas malas eran ciertas, eso también lo había comprobado.
-A veces se me olvida que podéis vivir un porrón de años...Prueba la tarta de chocolate. Esta de muerte- Dijo la gata retomando el tema de la comida haciendo que Níniel se riera. -Sí, sí, déjame terminar primero con el pescado.- Se excusó la joven que no podía comer a dos carrillos como hacía su amiga.
-!Ah, por fin te encuentro mi joven aprendiz!- Llamó su atención una voz a su espalda haciendo que Níniel se girase, levantándose para saludar con una leve reverencia a su maestro en alquimia, Francesco Otrore. Parecía ligeramente achispado.-Ya comenzaba a dudar de que finalmente vinieses, lo cual hubiese sido un desperdicio después de haber comprado los vestidos. Clary lleva estos días sin parar de hablar de lo bien que se lo pasó yendo de compras con vosotras.- Continuó diciendo el veterano brujo mientras señalaba a su hija, que parecía disfrutar bailando con un joven que ocultaba su rostro tras una media máscara, aunque su buen porte era innegable.
-Creo que tengo que empezar a preocuparme por los hombres que se acerquen a ella...¿Será mejor convertirlos en sapos o en ratas, qué opinas?- Preguntó mirando hacia la elfa que sopesó seriamente ambas opciones en base a los ingredientes necesarios para algo así y su duración. -Yo diría que en ratas. Es más sencillo controlar sus tiempos y no tiene efectos adversos si se junta con la pócima desmemorizante de Bartemius Foh.- Respondió finalmente a sabiendas de que la pregunta era retórica con respecto a su aplicación, pero que debía ser respondida en la teoría. -Brillante. Bueno, si me disculpáis, aún tengo una conversación pendiente con un viejo amigo. Pasadlo bien, aunque sean las islas estamos en Bragiväl.- Dijo el sabio alquimista antes de marcharse. Y teniendo en cuenta que se detuvo ante una mesa llena de bebidas alcohólicas, ese viejo amigo debía de llamarse Est-est.
-Quizá deberíamos visitar esa mesa...Se le veía bastante contento y la conversación sobre alquimia entre vosotros solo ha durado un instante y no las horas de siempre...Pero antes vamos a bailar, Nín. He practicado mucho durante...bueno, esta mañana. Creo que ya le he cogido el punto.- Pidió arrastrando de nuevo a la elfa, esta vez hasta la zona donde Clary, y al menos una veintena más de personas se preparaban para danzar la pieza que estaba por comenzar, la cual requería un baile grupal, por lo que ambas se colocaron en sus correspondientes lugares. Osea Níniel donde debía y Catherine donde no, teniendo que ser corregida por la elfa a base de carraspeos y gesticulaciones.
-Así que el punto ¿eh?- La picó con sorna iniciando el saludo inicial con la gata delante, su primera pareja de la noche, saludo que la felina logró imitar con algo de retraso pero sin hacerlo nada mal. -Muy bien. ¿Recuerdas qué vá ahora?- Continuó con la chanza Níniel que a duras penas podía contener la risa pues a cada nuevo paso la felina llegaba tarde. -A la derecha...atrás, derecha, atrás, giro...-La iba indicando...Al menos hasta que tocó cambiar de pareja como requería el baile, momento en el que Níniel quedó frente al joven que antes bailaba con Clary, y a Catherine...Bueno, cuando el baile terminó la mitad de los danzantes aguantaban como podían el dolor por los pisotones recibidos.
-Llevo un buen rato ya escuchando la música...Deberíamos bajarnos y seguir caminando o para cuando lleguemos nos habremos perdido lo mejor.- Protestó Catherine infantilmente tras exhalar todo el aire de sus pulmones en un largo suspiro de frustración. -Mira, esa vaca oronda acaba de adelantarnos...y ni siquiera va rodando. ¿Me pregunto cuánto le habrá costado ese vestido. Con su tela tú y yo podríamos hacernos al menos cuatro...cada una... ¿eh?- Añadió casi de inmediato mirando por la ventana de su lado y señalando con el dedo, seguramente no tanto por crueldad que por hastío ante aquel viaje que, ciertamente, se había hecho bastante largo a pesar de que la distancia a recorrer no era demasiado extensa. Entonces la pelirroja se giró para mirar a la elfa, esperando sin duda algún gesto de ella que denotara complicidad con sus bromas. -Bueno, solo 3 para tí, elfa pechugona.-Exageró al no obtenerla y comenzando a reírse.
-Sé que tienes muchas ganas por llegar, pero ahora mismo estamos más cerca de dar media vuelta. ¿Recuerdas nuestro trato? Yo accedía a aceptar la invitación de Otrore...si tú te comportabas como una dama. Algo que no estás haciendo.- Respondió la elfa sin caer en sus provocaciones y demostrando con su ejemplo cómo debería estar comportándose la felina. Manteniendo la posición y el porte a pesar de que ella también estaba ya deseando que aquel viaje terminara.
-¿Cómo que no? Me he puesto esta ropa. Yo quería disfrazarme de mujer lobo...¿Tienes idea de lo que pica esta ropa interior? Me estaría todo el rato rascando, de no ser por que el vestido en sí mismo me lo impide. No sé cómo puedes estar tan tranquila y cómoda con estas cosas.- Trató de justificarse la felina centrando en esos momentos la atención en su elegante atuendo de Bragiväl, idéntico salvo por la máscara y el color al de Níniel. Un tipo de vestimentas a las que no estaba para nada acostumbrada.
-Eso es vestirse como una dama, algo que también formaba parte del trato. Por mucha festividad que sea sigue siendo hogar de los brujos. Incluso aunque algunos acepten a los elfos y la mayoría estén dispuestos a ser mucho más tolerantes de lo normal en honor al dios Bragi, siguen siendo brujos. Así que mejor no llamemos la atención.- Explicó por enésima vez la joven, que aún recordaba que el trato recibido en las islas en su estancia anterior, incluso como invitada, no había sido del todo amable. En ese momento, justo mientras la elfa terminaba de hablar, el carruaje se detuvo con una leve sacudida y pudo ver cómo el conductor se bajaba, desplegaba los escalones plegables bajo la puerta del transporte y abría la puerta con gentileza, indicando a las pasajeras que ya habían llegado y podían bajar.
-Compórtate Cath, no nos metas en ningún lío.- Advirtió por última vez la peliblanca antes de incorporarse y bajar hasta el suelo con la pericia de quien está acostumbrada y sabe cómo moverse a pesar de lo aparatoso que podía resultar su atuendo. Habilidad que Catherine aún no tenía, pero se las apañó para no tropezar gracias a su innata destreza. Si podía correr sobre unas vallas de menos de un palmo de grosor, podía arreglárselas con falda.
-Ohhhh, fijate cuanta comida...- Exclamó la pelirroja tan pronto el conductor les indicó el lugar dónde esperaría antes de volver a ponerse en marcha para permitir que los carruajes que iban tras él también pudieran descargar a sus pasajeros. Y es que aunque el lugar estaba más que animado, con grupos de música aquí y allá, gente bailando y conversando o reunidos en torno a las mesas repletas de viandas con un aspecto apetecible, la pareja no eran ni de cerca las últimas en llegar. -Voy a ponerme las botas...Vamos Nín, acerquémonos.- Pidió tomándola de la mano y poniendo ojitos a través de su felina máscara, la cuál no dudó en quitarse para atacar sin piedad los platos más exquisitos tan pronto los alcanzó. -Deberíamos buscar antes a Otrore, al fin y al cabo él nos invitó.- Replicó la peliblanca sin mucho éxito pues se vió igualmente arrastrada a las mesas. -Ya sabe cómo vamos vestidas, ya dará él con nosotras.- Afirmó con seguridad su amiga tomando otra ración pues la primera ya había volado. Con lo pequeña que era..¿dónde metería todo lo que comía?
-Ummm, que rico. Desde ahora voy a querer siempre el pescado así...- Murmuraba mientras comía, alarmando a una mujer noble cercana por su falta de modales, pero haciendo que un par de jóvenes se rieran, secundando que dicho plato estaba especialmente delicioso. Algo que Níniel constató poco después, aunque de forma mucho más educada y mostrándole a la joven felina cómo debía mantener la máscara delante de su rostro con una mano al comer. Que mantener el rostro oculto formaba parte del juego, y en su caso de su seguridad, aunque incluso si lanzase a un lado la máscara sus orejas seguirían bien ocultas.
-¿Quién te enseñó estas cosas? ¿En tu hogar también hacéis fiestas así?- Inquirió la felina sin dejar de comer e imitando solo levemente lo que la elfa le enseñaba.
-Celebramos cosas, como todos, pero no vestimos así...Mi madre me enseñó. Ella vivió mucho tiempo con los humanos y viendo mundo.- Respondió la joven recordando como su madre le había inculcado el gusto por aquellas cosas. Un modo de enseñarle a una pequeña elfa que no todo iba a ser malo con la gente de fuera del bosque, como años más tarde comprobaría por sí misma. Aunque muchas de las cosas malas eran ciertas, eso también lo había comprobado.
-A veces se me olvida que podéis vivir un porrón de años...Prueba la tarta de chocolate. Esta de muerte- Dijo la gata retomando el tema de la comida haciendo que Níniel se riera. -Sí, sí, déjame terminar primero con el pescado.- Se excusó la joven que no podía comer a dos carrillos como hacía su amiga.
-!Ah, por fin te encuentro mi joven aprendiz!- Llamó su atención una voz a su espalda haciendo que Níniel se girase, levantándose para saludar con una leve reverencia a su maestro en alquimia, Francesco Otrore. Parecía ligeramente achispado.-Ya comenzaba a dudar de que finalmente vinieses, lo cual hubiese sido un desperdicio después de haber comprado los vestidos. Clary lleva estos días sin parar de hablar de lo bien que se lo pasó yendo de compras con vosotras.- Continuó diciendo el veterano brujo mientras señalaba a su hija, que parecía disfrutar bailando con un joven que ocultaba su rostro tras una media máscara, aunque su buen porte era innegable.
-Creo que tengo que empezar a preocuparme por los hombres que se acerquen a ella...¿Será mejor convertirlos en sapos o en ratas, qué opinas?- Preguntó mirando hacia la elfa que sopesó seriamente ambas opciones en base a los ingredientes necesarios para algo así y su duración. -Yo diría que en ratas. Es más sencillo controlar sus tiempos y no tiene efectos adversos si se junta con la pócima desmemorizante de Bartemius Foh.- Respondió finalmente a sabiendas de que la pregunta era retórica con respecto a su aplicación, pero que debía ser respondida en la teoría. -Brillante. Bueno, si me disculpáis, aún tengo una conversación pendiente con un viejo amigo. Pasadlo bien, aunque sean las islas estamos en Bragiväl.- Dijo el sabio alquimista antes de marcharse. Y teniendo en cuenta que se detuvo ante una mesa llena de bebidas alcohólicas, ese viejo amigo debía de llamarse Est-est.
-Quizá deberíamos visitar esa mesa...Se le veía bastante contento y la conversación sobre alquimia entre vosotros solo ha durado un instante y no las horas de siempre...Pero antes vamos a bailar, Nín. He practicado mucho durante...bueno, esta mañana. Creo que ya le he cogido el punto.- Pidió arrastrando de nuevo a la elfa, esta vez hasta la zona donde Clary, y al menos una veintena más de personas se preparaban para danzar la pieza que estaba por comenzar, la cual requería un baile grupal, por lo que ambas se colocaron en sus correspondientes lugares. Osea Níniel donde debía y Catherine donde no, teniendo que ser corregida por la elfa a base de carraspeos y gesticulaciones.
-Así que el punto ¿eh?- La picó con sorna iniciando el saludo inicial con la gata delante, su primera pareja de la noche, saludo que la felina logró imitar con algo de retraso pero sin hacerlo nada mal. -Muy bien. ¿Recuerdas qué vá ahora?- Continuó con la chanza Níniel que a duras penas podía contener la risa pues a cada nuevo paso la felina llegaba tarde. -A la derecha...atrás, derecha, atrás, giro...-La iba indicando...Al menos hasta que tocó cambiar de pareja como requería el baile, momento en el que Níniel quedó frente al joven que antes bailaba con Clary, y a Catherine...Bueno, cuando el baile terminó la mitad de los danzantes aguantaban como podían el dolor por los pisotones recibidos.
Níniel Thenidiel
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
Por un tiempo no frene mi peregrinación, mis pies descalzos ya estaban agotados, y no permitiría que la fe flaquee en mis convicciones, pero no solo de hambre podía morir, sino que también de cansancio y sueño. Ahora entendía por que los terrestres eran sociales, la vida como predicador peregrino era complicada si no manejaba con destreza la elección de cada palabra, un feligrés logrado era una cama cálida y un techo, más de un feligrés era un paraíso de comodidades, ninguno equivalía a mi suerte actual, sueño extremo y dolor por cansancio.
Había dejado la costumbre de dormir en cualquier lado luego de una que otra trifurca y claro, sin Leo a mi lado, mi aspecto no era para nada intimidante y el gato ya no estaba para protegerme, terminaba siendo una tentadora presa para cualquier bandido casual, algo que no podía permitirme con tan pocas pertenencias (por no decir ninguna). Era una isla desconocida para mí de todos modos.
Llegue a la gran ciudad de Beltrexus esa mañana, un ambiente festivo comenzaba a revelarse a mis ojos pero no eran más que preparaciones para una festividad pagana y clásica de estas tierras.
- Sera complicado llegar al corazón de otros si estos están tan rebosantes y gozosos por mitos y leyendas sin sentido... - pensaba en voz alta caminando por las grandes calles que articulaban la urbe hacía en centro del lugar. No pretendía desanimarme tan pronto pero el agotamiento físico era más una pesada carga que un impedimento a vivir. Entonces vi una túnica similar a la mía, una que llevaba gravados similares, el simple animo lleno de júbilo mis esperanzas y de energía mis extremidades, sin premeditarlo me abalance hasta aquellas personas muy entusiasmado - Dragones! Seguro son dragones!
Estos parecían estar recorriendo el mercado, esquivaba personas sin mucha destreza - lo siento, perdón - y la gente brotaba de la nada por todos lados - ehhh.. Disculpe, con permiso - no había visto a otros peregrinos en muchos, muchos años, realmente mucho tiempo - perdón, perdón, con permiso - y cuando estuve a segundos, centímetros de sujetar una de las tiras de lienzo que colgaban por la espalda recordé un detalle extremadamente relevante "soy mujer".
Aquello me detuvo en seco, era muy fácil vivir mi vida de la manera irregular e indecente que lo había hecho hasta ahora, y eso era debido a que nunca me había topado con más testigo y/o voceros de los Dioses, peregrinos dignos de los Celestiales como yo, más bien no como yo, sino reales, como nuestra congregación mandataba. "No deben verme! Si lo notan es mi fin!" El pánico se apodero de mí y retrocedí casi estupefacto un paso y un poco más, pero alguien a mi espalda provocó un choque y salí despedido hacia adelante.
- No, espera - Dije antes de estamparme de lleno contra aquel al que anteriormente buscaba de su atención. "Es mi fin".
Aquel hombre de gran altura y porte, de cabellos dorados con un ligero tinte rojizo como el sol del alba en las montañas de Dundarak se giró a mí y me sujeto del brazo evitándome terminar desparramado por el piso. Los otros dos, igual de altos pero con cabellos más oscuros en lo que parecía ser una especie de degrade planificado giraron atentos a los acontecimientos.
- Hey! pequeño! estas bien!? - pregunto atento cuando recupere mi eje vertical de referencia "pequeño para ti, eres un mastodonte" dibuje una sonrisa ladina que se veía a leguas su falsedad - Por los Dioses Celestiales, ten cuidado la próxima vez, a vísperas del Bragiväl la gente anda alterada o ebria, no sé cuál es tu estado, pero evita morir en el camino.
- Bragiväl? - no pude evitar preguntar inconscientemente.
- Si! Es uno de los más grandes festejos por estos lados - se abalanzo en respuesta a mi pregunta uno de los otros - acaso no eres de aquí. - su mirada recorrió mis harapientas prendas con desdén, como si notara la mugre y el descuido en las mismas y sintiese pena... lástima.
"No me han reconocido, ni como uno de ellos, ni como parte de la congregación." Este pequeño detalle podía jugarme a favor.
- No, no soy de aquí, estoy de paso no más - respondí algo ajetreado.
- Que te trajo a la gran ciudad?
- Sí que te trajo? - levante las manos marcando una distancia de espacio personal en lo que ellos acortaban distancia con cada palabra.
- Planeo encontrarme con... alguien importante - fue lo único que se me ocurrió decir, pero fue más que suficiente para ellos, en su mente se tejió una novela romántica como de las que nunca había escuchado.
- Un viejo amor, un gran amor,
- Un reencuentro, tierras sin fin, mares tempestuosos, que separan dos corazones.
- Dos corazones que solo por voluntad de los Dioses siguen unidos, un reencuentro prometido.
Aquellos parecían haber estado tomando antes de que yo apareciese y de no ser porque el primero sujetaba con fuerza de mi brazo desde que me ayudó, yo ya habría escapado de la situación.
El primer rubio indico un lugar a unas calles y hasta se ofrecieron a acompañarme sin posibilidad a que me negara; estaba incomodo, esta situación no era solo inquietante, sino que peligrosa, temía siquiera ser conversador y decir algo de mi lirica común que revelara mi razón de ser. Caminamos juntos mientras entre ellos seguían delirando y tejiendo una historia sobre una Romelia y un Julio, separados por enemistades familiares, amándose a pesar de todo. Resultaron tener nombres tales Como Eriol (con quien choque), Sigfren y Remi (los otros dos, ambos hermanos) y como había predicho, peregrinos como yo, estaba aquí en misión.
Entraron al lugar conmigo a las carcajadas, estuvieron presentes mientras charlaba con el dueño del lugar y parecían buenos samaritanos cuidando de mis pasos - Gracias por acompañarme, creo que hasta aquí estará bien, ya reserve un cuart-
- Pero hoy es la gran noche!
- Hoy se reunirán por fin!
- No puedes verla vestido así... - cuando aquellas palabras salieron entre en pánico. - Esperen aquí, iré por algo de ropa al mercado de enfrente - Eriol a pesar si podía consigo mismo y salió embalado mientras soportaba aún más cuestionamientos sobre mi aspecto y la gran noche romántica. Al cabo de segundos el rubio volvió y dejo en mis manos un atuendo envuelto en telas para su conservación - calcule a ojo tus medidas, pero siempre podemos ir a pedirle por ajustes. - No tenía pensado seguirles la corriente, pero ir a cambiarme era una forma de crear una nueva distancia entre nosotros y podría aprovechar para escabullirme.
El cuarto estaba bien para lo que había pagado, un lavado ligero con mi magia y luego vestirme. Odie aquella decisión con cada parte de mi ser, solo podia reconocerle al peregrino que tenia buen ojo para los talles y aun así, estaba ridículo.
Marche por el lado contrario al trio de locos pero termine atrapado en las vueltas de los bailarines. Polleras que mareaban, pasos perdidos y otros coreografiados, y cuando la salida se avecinaba el rostro de aquellos de nuevo ahora viéndome a mí.
- Demonios! - exclame en voz suave girando y pensando en un plan alternativo. Una muchacha con su hija bailaban más adelante. Perfecto. Me acerque cuan galán interrumpiéndolas, ella era algo intimidante, pero la pequeña parecía ser más social y agradable, y era seguro que ninguna estaría ebria esa noche.
- Pequeña! – exclame sonriente y al acercarme a la niña la levante por los brazos para girar saludándola. Luego me gire hacia la madre y en mi mente cruce tantos dedos como pude, para que esta jugada extremadamente arriesgada no me saliese mal, apoye mi mano en el hombro de aquella bella mujer y colocándome de puntas a penas, me acerque a su boca robándo un beso no tan esporádico como se vio en mi mente.
- Por favor – qué podría decirle yo para justificarme en menos de lo que a ella le tomaría golearme para alejar mi patética existencia de ellas - soy una mujer – quizás entendía que necesitaba ayuda y buscaba ese nexo en el género para escudarme- sígueme la corriente que luego te lo explico y compenso el daño hecho.
_____________________Había dejado la costumbre de dormir en cualquier lado luego de una que otra trifurca y claro, sin Leo a mi lado, mi aspecto no era para nada intimidante y el gato ya no estaba para protegerme, terminaba siendo una tentadora presa para cualquier bandido casual, algo que no podía permitirme con tan pocas pertenencias (por no decir ninguna). Era una isla desconocida para mí de todos modos.
Llegue a la gran ciudad de Beltrexus esa mañana, un ambiente festivo comenzaba a revelarse a mis ojos pero no eran más que preparaciones para una festividad pagana y clásica de estas tierras.
- Sera complicado llegar al corazón de otros si estos están tan rebosantes y gozosos por mitos y leyendas sin sentido... - pensaba en voz alta caminando por las grandes calles que articulaban la urbe hacía en centro del lugar. No pretendía desanimarme tan pronto pero el agotamiento físico era más una pesada carga que un impedimento a vivir. Entonces vi una túnica similar a la mía, una que llevaba gravados similares, el simple animo lleno de júbilo mis esperanzas y de energía mis extremidades, sin premeditarlo me abalance hasta aquellas personas muy entusiasmado - Dragones! Seguro son dragones!
Estos parecían estar recorriendo el mercado, esquivaba personas sin mucha destreza - lo siento, perdón - y la gente brotaba de la nada por todos lados - ehhh.. Disculpe, con permiso - no había visto a otros peregrinos en muchos, muchos años, realmente mucho tiempo - perdón, perdón, con permiso - y cuando estuve a segundos, centímetros de sujetar una de las tiras de lienzo que colgaban por la espalda recordé un detalle extremadamente relevante "soy mujer".
Aquello me detuvo en seco, era muy fácil vivir mi vida de la manera irregular e indecente que lo había hecho hasta ahora, y eso era debido a que nunca me había topado con más testigo y/o voceros de los Dioses, peregrinos dignos de los Celestiales como yo, más bien no como yo, sino reales, como nuestra congregación mandataba. "No deben verme! Si lo notan es mi fin!" El pánico se apodero de mí y retrocedí casi estupefacto un paso y un poco más, pero alguien a mi espalda provocó un choque y salí despedido hacia adelante.
- No, espera - Dije antes de estamparme de lleno contra aquel al que anteriormente buscaba de su atención. "Es mi fin".
Aquel hombre de gran altura y porte, de cabellos dorados con un ligero tinte rojizo como el sol del alba en las montañas de Dundarak se giró a mí y me sujeto del brazo evitándome terminar desparramado por el piso. Los otros dos, igual de altos pero con cabellos más oscuros en lo que parecía ser una especie de degrade planificado giraron atentos a los acontecimientos.
- Hey! pequeño! estas bien!? - pregunto atento cuando recupere mi eje vertical de referencia "pequeño para ti, eres un mastodonte" dibuje una sonrisa ladina que se veía a leguas su falsedad - Por los Dioses Celestiales, ten cuidado la próxima vez, a vísperas del Bragiväl la gente anda alterada o ebria, no sé cuál es tu estado, pero evita morir en el camino.
- Bragiväl? - no pude evitar preguntar inconscientemente.
- Si! Es uno de los más grandes festejos por estos lados - se abalanzo en respuesta a mi pregunta uno de los otros - acaso no eres de aquí. - su mirada recorrió mis harapientas prendas con desdén, como si notara la mugre y el descuido en las mismas y sintiese pena... lástima.
"No me han reconocido, ni como uno de ellos, ni como parte de la congregación." Este pequeño detalle podía jugarme a favor.
- No, no soy de aquí, estoy de paso no más - respondí algo ajetreado.
- Que te trajo a la gran ciudad?
- Sí que te trajo? - levante las manos marcando una distancia de espacio personal en lo que ellos acortaban distancia con cada palabra.
- Planeo encontrarme con... alguien importante - fue lo único que se me ocurrió decir, pero fue más que suficiente para ellos, en su mente se tejió una novela romántica como de las que nunca había escuchado.
- Un viejo amor, un gran amor,
- Un reencuentro, tierras sin fin, mares tempestuosos, que separan dos corazones.
- Dos corazones que solo por voluntad de los Dioses siguen unidos, un reencuentro prometido.
Aquellos parecían haber estado tomando antes de que yo apareciese y de no ser porque el primero sujetaba con fuerza de mi brazo desde que me ayudó, yo ya habría escapado de la situación.
El primer rubio indico un lugar a unas calles y hasta se ofrecieron a acompañarme sin posibilidad a que me negara; estaba incomodo, esta situación no era solo inquietante, sino que peligrosa, temía siquiera ser conversador y decir algo de mi lirica común que revelara mi razón de ser. Caminamos juntos mientras entre ellos seguían delirando y tejiendo una historia sobre una Romelia y un Julio, separados por enemistades familiares, amándose a pesar de todo. Resultaron tener nombres tales Como Eriol (con quien choque), Sigfren y Remi (los otros dos, ambos hermanos) y como había predicho, peregrinos como yo, estaba aquí en misión.
Entraron al lugar conmigo a las carcajadas, estuvieron presentes mientras charlaba con el dueño del lugar y parecían buenos samaritanos cuidando de mis pasos - Gracias por acompañarme, creo que hasta aquí estará bien, ya reserve un cuart-
- Pero hoy es la gran noche!
- Hoy se reunirán por fin!
- No puedes verla vestido así... - cuando aquellas palabras salieron entre en pánico. - Esperen aquí, iré por algo de ropa al mercado de enfrente - Eriol a pesar si podía consigo mismo y salió embalado mientras soportaba aún más cuestionamientos sobre mi aspecto y la gran noche romántica. Al cabo de segundos el rubio volvió y dejo en mis manos un atuendo envuelto en telas para su conservación - calcule a ojo tus medidas, pero siempre podemos ir a pedirle por ajustes. - No tenía pensado seguirles la corriente, pero ir a cambiarme era una forma de crear una nueva distancia entre nosotros y podría aprovechar para escabullirme.
El cuarto estaba bien para lo que había pagado, un lavado ligero con mi magia y luego vestirme. Odie aquella decisión con cada parte de mi ser, solo podia reconocerle al peregrino que tenia buen ojo para los talles y aun así, estaba ridículo.
- traje:
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- Balada:
Marche por el lado contrario al trio de locos pero termine atrapado en las vueltas de los bailarines. Polleras que mareaban, pasos perdidos y otros coreografiados, y cuando la salida se avecinaba el rostro de aquellos de nuevo ahora viéndome a mí.
- Demonios! - exclame en voz suave girando y pensando en un plan alternativo. Una muchacha con su hija bailaban más adelante. Perfecto. Me acerque cuan galán interrumpiéndolas, ella era algo intimidante, pero la pequeña parecía ser más social y agradable, y era seguro que ninguna estaría ebria esa noche.
- Pequeña! – exclame sonriente y al acercarme a la niña la levante por los brazos para girar saludándola. Luego me gire hacia la madre y en mi mente cruce tantos dedos como pude, para que esta jugada extremadamente arriesgada no me saliese mal, apoye mi mano en el hombro de aquella bella mujer y colocándome de puntas a penas, me acerque a su boca robándo un beso no tan esporádico como se vio en mi mente.
- Por favor – qué podría decirle yo para justificarme en menos de lo que a ella le tomaría golearme para alejar mi patética existencia de ellas - soy una mujer – quizás entendía que necesitaba ayuda y buscaba ese nexo en el género para escudarme- sígueme la corriente que luego te lo explico y compenso el daño hecho.
Me econtre con @"Reivy Abadder"
Sauron Guardgris
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
Había que admitirlo, los brujos pueden ser, quisquillosos, engreídos y prepotentes pero, eran geniales creando fiestas sobre todo esta que de rara y original tenia y bastante, pase casi toda la mañana dando brinquitos junto a la ventana de la habitación en la que nos quedábamos, si como niña pequeña cuando quiere algo, esos brinquitos que daba con tanto animo terminaron estresando a mi hermano el cual logre convencer de que me acompañara a la fiesta, algo difícil ya que se iba recuperando del resfriado y me dijo un rotundo "NO" con palabras menos directas, pero lo bueno del caso era que no iría sola ya que Trhizten iría con migo a la fiesta.
El ave ya no tenia la necesidad de llevar el ala vendada, hace un par de dias había comenzado a plegarla sin dificultad lo cual me alegraba pero cada vez que trataba de volar el dolor volvía y caía, trataba de convencerle de que aun tenia que descansará pero al parecer nunca le gustaron las órdenes. Como fuera el caso iría con migo le gustara o no.
Me pase un muy buen rato terminando mi disfraz, para ser precisos casi toda la tarde y muchos pinchazos en los dedos.
Cuando estuve lista tome al Trhizten como si de un peluche se tratara y salí de la posada para luego caminar al lugar donde mas gente había, había disfraces de todo tipo, tan ostentosos como la misma fiesta y no era para menos, metí a Trhizten en mi bolso para que estuviera mas cómodo y pasamos entre la gente que bailaba al son de la música.
Mi mirada se fue directamente a la mesa de postres donde aun unas personas dejaban bandejas con dulces de todo tipo, fui tomando un dulce de cada uno y me los fui comiendo, dándole un par al ave para que no me viera feo, luego guarde unos dulces en una servilleta y los guarde para mi hermano.
- Esta es la segunda vez que voy a una fiesta de este tipo y creo que esta es mejor que la anterior - dije con una sonrisa mientras caminaba por las calles siguiendo el camino que llevaba a un árbol secó.
- No espero a que quemen el albor y todos los males se vallan -
Fue lo que logre escucharle a un hombre que iba en dirección contraria a la mía, y saque del bolsillo un pequeño collar que el único adorno que tenia era un dije metálico.
Frente al árbol amare el collar en una rama fina y lo mire con algo de tristeza recordando la pelea que Andrés había tenido con nuestra madre antes de irnos.
- Perdón... - fue lo único que dije en voz alta para luego irme de nuevo a la fiesta.
En ese momento solo tenia ganas de escuchar la música alegre de los bardos para olvidar ese feo recuerdo y volver a alegrarme.
El ave ya no tenia la necesidad de llevar el ala vendada, hace un par de dias había comenzado a plegarla sin dificultad lo cual me alegraba pero cada vez que trataba de volar el dolor volvía y caía, trataba de convencerle de que aun tenia que descansará pero al parecer nunca le gustaron las órdenes. Como fuera el caso iría con migo le gustara o no.
Me pase un muy buen rato terminando mi disfraz, para ser precisos casi toda la tarde y muchos pinchazos en los dedos.
- Traje y peinado:
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Cuando estuve lista tome al Trhizten como si de un peluche se tratara y salí de la posada para luego caminar al lugar donde mas gente había, había disfraces de todo tipo, tan ostentosos como la misma fiesta y no era para menos, metí a Trhizten en mi bolso para que estuviera mas cómodo y pasamos entre la gente que bailaba al son de la música.
Mi mirada se fue directamente a la mesa de postres donde aun unas personas dejaban bandejas con dulces de todo tipo, fui tomando un dulce de cada uno y me los fui comiendo, dándole un par al ave para que no me viera feo, luego guarde unos dulces en una servilleta y los guarde para mi hermano.
- Esta es la segunda vez que voy a una fiesta de este tipo y creo que esta es mejor que la anterior - dije con una sonrisa mientras caminaba por las calles siguiendo el camino que llevaba a un árbol secó.
- No espero a que quemen el albor y todos los males se vallan -
Fue lo que logre escucharle a un hombre que iba en dirección contraria a la mía, y saque del bolsillo un pequeño collar que el único adorno que tenia era un dije metálico.
Frente al árbol amare el collar en una rama fina y lo mire con algo de tristeza recordando la pelea que Andrés había tenido con nuestra madre antes de irnos.
- Perdón... - fue lo único que dije en voz alta para luego irme de nuevo a la fiesta.
En ese momento solo tenia ganas de escuchar la música alegre de los bardos para olvidar ese feo recuerdo y volver a alegrarme.
Cryz
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
En apenas unos instantes un torrente de agua entro en medio del baile y con gentil sonrisa nos separo a Lavey y ami, la niña le siguió el juego al desconocido riendo con inocencia y yo en fracciones de segundos pensé mil cosas. Primero que seria un bailarín cualquiera, luego que el beso fue precipitado y descarado, después sentí alivio de que Lavey estuviera de espaldas y no lo viera y después de eso... después de eso mi abuelo ya nos estaba mirando con el ceño fruncido y acercándose para quitarme al desvergonzado de encima, una mirada tranquila y una negación de cabeza basto para que se tranquilizara y cambiara la trayectoria.
-Lavey, ¿Quieres bailar con el abuelo Persival? -Que bien que me entendía el abuelo, un simple gesto basto para que comprendiera que la situación estaba bien.- Si abuelito. Y quiero que me enseñes a bailar como lo hace la abuela Angela.- Y menuda situación! el mozalbete resulto ser una mujer. Yo preocupándome por cortejar a una mujer esta noche y resulta que vino ella sólita a buscarme. Cuando el anciano y la niña se alejaron deslice sensual y sutilmente la mano derecha por el brazo de la rubia hasta dejarla reposar en su cintura, coloque mi mano libre en la mano de la moza y empece a bailar siguiendo el compás de la música.
-El que seas mujer solo mejora la situación, querido. -Sonreí con picardia al gallardo galán mientras escrutaba su figura. ¿Tendrá un corset o vendas muy apretadas? ¿o sera que simplemente no tiene mucho busto? No tiene malas piernas y su rostro es bello. Si tenia suerte esa noche lo descubriría, si no tenia suerte por lo menos podría decir que pase una velada agradable.- Puedo preguntar a que se debe toda esta obra teatral. Y no me refiero a la vestimenta, que por cierto te favorece. Aunque yo habría elegido un pantalón menos abombado.
Entre vuelta y vuelta podía ver de reojo a la pequeña dragona, que ahora se divertía bailando en círculos al rededor de mis abuelos.
La canción termino, algunos bailarines esperaban la siguiente pieza y otros se alejaban de la zona de baile, entre este ultimo grupo se encontraba mi familia encabezada por la niña que tironeaba de las mangas de Angela mientras señalaba un carrito con dulces.
-Fue un hermoso baile bella desconocido. -Alternaba el cambio de sexo entre las palabras con declarado propósito y buscando algún rubor en las mejillas de la rubia para mi propia diversión. Agachando mi cuerpo en ostentosa reverencia acorde al baile deje ver el escote que se dibujaba en el corpiño.- ¿Gustáis de otra pieza o sera esta nuestra despedida, zagal?
Off: Respuesta a Sauron GuardaGris.
-Lavey, ¿Quieres bailar con el abuelo Persival? -Que bien que me entendía el abuelo, un simple gesto basto para que comprendiera que la situación estaba bien.- Si abuelito. Y quiero que me enseñes a bailar como lo hace la abuela Angela.- Y menuda situación! el mozalbete resulto ser una mujer. Yo preocupándome por cortejar a una mujer esta noche y resulta que vino ella sólita a buscarme. Cuando el anciano y la niña se alejaron deslice sensual y sutilmente la mano derecha por el brazo de la rubia hasta dejarla reposar en su cintura, coloque mi mano libre en la mano de la moza y empece a bailar siguiendo el compás de la música.
-El que seas mujer solo mejora la situación, querido. -Sonreí con picardia al gallardo galán mientras escrutaba su figura. ¿Tendrá un corset o vendas muy apretadas? ¿o sera que simplemente no tiene mucho busto? No tiene malas piernas y su rostro es bello. Si tenia suerte esa noche lo descubriría, si no tenia suerte por lo menos podría decir que pase una velada agradable.- Puedo preguntar a que se debe toda esta obra teatral. Y no me refiero a la vestimenta, que por cierto te favorece. Aunque yo habría elegido un pantalón menos abombado.
Entre vuelta y vuelta podía ver de reojo a la pequeña dragona, que ahora se divertía bailando en círculos al rededor de mis abuelos.
La canción termino, algunos bailarines esperaban la siguiente pieza y otros se alejaban de la zona de baile, entre este ultimo grupo se encontraba mi familia encabezada por la niña que tironeaba de las mangas de Angela mientras señalaba un carrito con dulces.
-Fue un hermoso baile bella desconocido. -Alternaba el cambio de sexo entre las palabras con declarado propósito y buscando algún rubor en las mejillas de la rubia para mi propia diversión. Agachando mi cuerpo en ostentosa reverencia acorde al baile deje ver el escote que se dibujaba en el corpiño.- ¿Gustáis de otra pieza o sera esta nuestra despedida, zagal?
Off: Respuesta a Sauron GuardaGris.
Reivy Abadder
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
Los Dioses me acompañaban esta noche y velaban por mí y mis secretos, ellos entendían perfectamente las impericias de mis actos y protegían mi verdad e integridad cruzando a personas comprensibles y consideradas cuando esta realidad corría verdaderos riesgo. "Gracias, gracias benevolentes míos que cuidan de mí en cada paso" rezaba a mis adentros mientras era jalado a un baile inesperado.
Al principio torpe, jamás había bailado en la vida, y también algo distraído, mis ojos buscaban dar con los tres hombres esperando que verme en compañía alcanzara por demás para dejarme a mi buena suerte, pero al cruzar miras con uno lo entendí, les divertía esta apasionante sátira de mi vida. Sus manos aplaudían mientras nos miraban bailar.
Sonreí ligeramente a sus primeras palabras, la clave fue mencionar mi sexo, uno de pocos alivios.
- Trato de escapar de unos desconocidos acechadores doncella mía, unos anhelantes y deseosos de romances liricos como el de los cantos en verso - "seguros reprimidos por sus largas togas y nuestra promesa a los Celestiales" Algo a lo que no todo Dragón de la estirpe adhiere es al voto de celibato, el camino más fácil y más difícil a buenos cargos y menciones en la congregación.
Aquella no era mi postura por falta de genitales masculinos, pero a leguas se notaba la convicción de los tres espectadores. - Me hubiera gustado siquiera participar en la elección de mis prendas, se lo aseguro.
La señora era agradable, como me hablaba era muy gracioso y la danza no era más que un seguir de figuras repetitivas sin mucha complejidad a la cual pude adecuarme más bien tarde que temprano.
Con forme la música avanzaba la tensión que experimentaba iba desapareciendo, un respiro ya que aquellas miradas seguían a mi espalda. La música se detuvo paulatinamente, pronto otra canción iniciaría pero al menos yo no estaba segura de querer seguir bailando y aprovecharme más de la gentileza de aquella mujer.
- Lo mismo digo mi doncella - respondí por mecánica a sus palabras y la observe un instante mientras se inclinaba, gire el rostro una vez más y ahora, como porras animadoras, mis excéntricos amigos ocasionales me vitoreaban e instaban a que continuara la espléndida velada por mi cuenta, algunas señas eran repetibles, otras no tanto, pero ya con esto era seguro, no me seguirían mas si me mantenía lo suficiente a su lado. - Paso.
Mire a los lados, note a la pequeña con otras personas, la pelinegra era del pueblo y estaba acompañada de su familia, buena fortuna la mí que el padre de esa niña no estuviera encima mío golpeándome.
- Ame bailar contigo, y a pesar de no saber que eran los bailes antes de esto, me divertí mucho, mas sin embargo mis piernas están agotadas por la marcha a la ciudad.- No podía ser esta nuestra despedida, los coristas de mis acciones esperaban mi marcha triunfal escoltado - Pero permíteme invitarte un trago en agradecimiento, si su dueño lo permite, está claro. - no pude evitar sonreír por mis palabras, sonaba tan descarada que ni yo mismo me reconocía.
Al principio torpe, jamás había bailado en la vida, y también algo distraído, mis ojos buscaban dar con los tres hombres esperando que verme en compañía alcanzara por demás para dejarme a mi buena suerte, pero al cruzar miras con uno lo entendí, les divertía esta apasionante sátira de mi vida. Sus manos aplaudían mientras nos miraban bailar.
Sonreí ligeramente a sus primeras palabras, la clave fue mencionar mi sexo, uno de pocos alivios.
- Trato de escapar de unos desconocidos acechadores doncella mía, unos anhelantes y deseosos de romances liricos como el de los cantos en verso - "seguros reprimidos por sus largas togas y nuestra promesa a los Celestiales" Algo a lo que no todo Dragón de la estirpe adhiere es al voto de celibato, el camino más fácil y más difícil a buenos cargos y menciones en la congregación.
Aquella no era mi postura por falta de genitales masculinos, pero a leguas se notaba la convicción de los tres espectadores. - Me hubiera gustado siquiera participar en la elección de mis prendas, se lo aseguro.
La señora era agradable, como me hablaba era muy gracioso y la danza no era más que un seguir de figuras repetitivas sin mucha complejidad a la cual pude adecuarme más bien tarde que temprano.
Con forme la música avanzaba la tensión que experimentaba iba desapareciendo, un respiro ya que aquellas miradas seguían a mi espalda. La música se detuvo paulatinamente, pronto otra canción iniciaría pero al menos yo no estaba segura de querer seguir bailando y aprovecharme más de la gentileza de aquella mujer.
- Lo mismo digo mi doncella - respondí por mecánica a sus palabras y la observe un instante mientras se inclinaba, gire el rostro una vez más y ahora, como porras animadoras, mis excéntricos amigos ocasionales me vitoreaban e instaban a que continuara la espléndida velada por mi cuenta, algunas señas eran repetibles, otras no tanto, pero ya con esto era seguro, no me seguirían mas si me mantenía lo suficiente a su lado. - Paso.
Mire a los lados, note a la pequeña con otras personas, la pelinegra era del pueblo y estaba acompañada de su familia, buena fortuna la mí que el padre de esa niña no estuviera encima mío golpeándome.
- Ame bailar contigo, y a pesar de no saber que eran los bailes antes de esto, me divertí mucho, mas sin embargo mis piernas están agotadas por la marcha a la ciudad.- No podía ser esta nuestra despedida, los coristas de mis acciones esperaban mi marcha triunfal escoltado - Pero permíteme invitarte un trago en agradecimiento, si su dueño lo permite, está claro. - no pude evitar sonreír por mis palabras, sonaba tan descarada que ni yo mismo me reconocía.
Sauron Guardgris
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
Sonreí de medio lado con picardia al ver surtir efecto mi exposición delantera y escuchar a un trió de viejales ataviados con togas vitoreando la hazaña de la dama disfrazada. Caminábamos agarradas de la mano, los aplausos de los ancianos cogieron fuerza y por una extraña razón la multitud se unión a ellos sin saber bien porque, solo hacia falta que unos pocos hicieran algo para que la masa los siguiera.
-Pues me temo señor mio que el espectáculo debe continuar. No queremos defraudar a nuestro publico ¿Verdad? Y espero con ansias que luego de refrescar el cuerpo y descansar las piernas me concedáis otra pieza.
El gentio comenzó a silbar y soltar frases de alago por la hazaña del galán. "Alquilaros una habitación" "Que no se te escape la moza, rapaz." "Mostradle el lustre de vuestra espada." "Buen premio has adquirido zagala." Gritos de borrachos y no tan borrachos se oían por todas partes, hasta podía escuchar a Lavey animándome sin saber bien cual era el motivo por el cual me celebraban. Conforme andábamos por la fiesta camino a las mesas y bancos que la taberna había dispuesto en el exterior, los habitantes nos abrían camino como si fuéramos alguien importante, los hombres golpeaban al don juan en la espalda y las muchachas chismorreaban celosas y envidiosas de mi conquista. Al salir de la turba los tres ancianos nos esperaban con caras sonrientes y un brillo en los ojos que denotaba perversión.
-A si que esta es la buena moza de la que nos hablaste. -Proclamo uno.- El rapaz tiene buen ojo señores míos, sin duda esta noche no la olvidaran nunca.- Secundo el mas rubio de todos guiñando el ojo de manera furtiva. -Permitidnos invitaros a unas jarras de dulce aguamiel para celebrar vuestro encuentro.
Sin lugar a dudas los señores buscaban seguir con el chisme y acompañarnos a la mesa, pero si quería seguir charlando con mi bailarina patosa y misteriosa tendría que deshacerme de ellos. Y rezar para que mi propia gente no se acercara a la mesa, tarea que seria mas difícil conociendo la curiosidad de Lavey.
-Tenéis toda la razón señores, e esperado mucho por el reencuentro de mi querido y me llena de jubilo ver que tuvo la compañía de unas almas bondadosas como las vuestras. Pues sin vuesas mercedes no se si hoy me hubiera encontrado con él a tan temprana hora de la noche. -Incline sutilmente mi cabeza en modo de agradecimiento y les regale una sonrisa.- Pero me temo mis señores que tendremos que despedirnos aquí, seguro que entenderéis la necesidad de buscar una pequeña mesa solitaria donde poder hablar en privado con mi amado caballero. Que tenga una linda noche.
Flexione la piernas sin doblar la espalda y abrí la falda de mi vestido hacia los lados a modo de despedida, tome la mano de la muchacha y dándoles las espalda caminamos hasta una pequeña mesa de madera con unos tocones de árbol que hacían las veces de silla. "Que tenga una agradable velada mozuela" "Daremos aviso al cantinero para que os de bebida, pareja" Esas fueron las ultimas palabras que alcanzaron mis oídos pues ellos mismos comenzaban a mezclarse entre el gentío y verdaderamente no mentían, no pasaron ni dos minutos y en la mesa ya estaban servidas dos jarras de aguamiel.
-De nueva cuenta tenéis suerte mi gallarda doncella, pues no tengo dueño... ni dueña.- Bebí un trago de la jarra del espeso y dulce licor y al bajar el recipiente a la mesa le guiñe un ojo.- Aunque de seguro sus andanzas han dejado a mas de una muchacha suspirando en la entrada del pueblo al veros partir. ¿Podría pues saber al menos su nombre?
A lo lejos ya podía ver a mi hija adoptiva corriendo en nuestra dirección, moviendo los brazos en alto a la vez que gritaba mi nombre y era perseguida por mis abuelos. Faltarían quizás 10 o 9 metros para que llegara a nuestro encuentro cuando alguna bruja o mago lanzo un hechizo al cielo que hizo aparece figuras de toda clase, dragones majestuoso que exhalaban fuego, guerreros bestia que saludaban desde el aire y hermosas mujeres que titilaban con pequeño fogonazos de luz. Aquello sin lugar a dudas llamo la atención de la niña que se paro en el sitio mirando embelesada y con la boca abierta el espectáculo celestial.
-Pues me temo señor mio que el espectáculo debe continuar. No queremos defraudar a nuestro publico ¿Verdad? Y espero con ansias que luego de refrescar el cuerpo y descansar las piernas me concedáis otra pieza.
El gentio comenzó a silbar y soltar frases de alago por la hazaña del galán. "Alquilaros una habitación" "Que no se te escape la moza, rapaz." "Mostradle el lustre de vuestra espada." "Buen premio has adquirido zagala." Gritos de borrachos y no tan borrachos se oían por todas partes, hasta podía escuchar a Lavey animándome sin saber bien cual era el motivo por el cual me celebraban. Conforme andábamos por la fiesta camino a las mesas y bancos que la taberna había dispuesto en el exterior, los habitantes nos abrían camino como si fuéramos alguien importante, los hombres golpeaban al don juan en la espalda y las muchachas chismorreaban celosas y envidiosas de mi conquista. Al salir de la turba los tres ancianos nos esperaban con caras sonrientes y un brillo en los ojos que denotaba perversión.
-A si que esta es la buena moza de la que nos hablaste. -Proclamo uno.- El rapaz tiene buen ojo señores míos, sin duda esta noche no la olvidaran nunca.- Secundo el mas rubio de todos guiñando el ojo de manera furtiva. -Permitidnos invitaros a unas jarras de dulce aguamiel para celebrar vuestro encuentro.
Sin lugar a dudas los señores buscaban seguir con el chisme y acompañarnos a la mesa, pero si quería seguir charlando con mi bailarina patosa y misteriosa tendría que deshacerme de ellos. Y rezar para que mi propia gente no se acercara a la mesa, tarea que seria mas difícil conociendo la curiosidad de Lavey.
-Tenéis toda la razón señores, e esperado mucho por el reencuentro de mi querido y me llena de jubilo ver que tuvo la compañía de unas almas bondadosas como las vuestras. Pues sin vuesas mercedes no se si hoy me hubiera encontrado con él a tan temprana hora de la noche. -Incline sutilmente mi cabeza en modo de agradecimiento y les regale una sonrisa.- Pero me temo mis señores que tendremos que despedirnos aquí, seguro que entenderéis la necesidad de buscar una pequeña mesa solitaria donde poder hablar en privado con mi amado caballero. Que tenga una linda noche.
Flexione la piernas sin doblar la espalda y abrí la falda de mi vestido hacia los lados a modo de despedida, tome la mano de la muchacha y dándoles las espalda caminamos hasta una pequeña mesa de madera con unos tocones de árbol que hacían las veces de silla. "Que tenga una agradable velada mozuela" "Daremos aviso al cantinero para que os de bebida, pareja" Esas fueron las ultimas palabras que alcanzaron mis oídos pues ellos mismos comenzaban a mezclarse entre el gentío y verdaderamente no mentían, no pasaron ni dos minutos y en la mesa ya estaban servidas dos jarras de aguamiel.
-De nueva cuenta tenéis suerte mi gallarda doncella, pues no tengo dueño... ni dueña.- Bebí un trago de la jarra del espeso y dulce licor y al bajar el recipiente a la mesa le guiñe un ojo.- Aunque de seguro sus andanzas han dejado a mas de una muchacha suspirando en la entrada del pueblo al veros partir. ¿Podría pues saber al menos su nombre?
A lo lejos ya podía ver a mi hija adoptiva corriendo en nuestra dirección, moviendo los brazos en alto a la vez que gritaba mi nombre y era perseguida por mis abuelos. Faltarían quizás 10 o 9 metros para que llegara a nuestro encuentro cuando alguna bruja o mago lanzo un hechizo al cielo que hizo aparece figuras de toda clase, dragones majestuoso que exhalaban fuego, guerreros bestia que saludaban desde el aire y hermosas mujeres que titilaban con pequeño fogonazos de luz. Aquello sin lugar a dudas llamo la atención de la niña que se paro en el sitio mirando embelesada y con la boca abierta el espectáculo celestial.
Reivy Abadder
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
Aviso
Gracias al post de Gerrit Nephgerd, la calificación del evento pasa a ser +18. Tengan cuidado los mortales más jóvenes.
Por cierto, muy buenos posts, seguid así.
Fehu
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
Tras un largo viaje en carruaje, Al'theas bajo de este desperezándose, observando una gran mansión ante él, en la cual iba a celebrarse una fiesta para celebrar el Bragiväl. Pero el elfo no venia para celebrar, si no para trabajar. La casa iba a llenarse de invitados adinerados, nobles y demás gentes pudientes que venían invitados por el dueño del lugar, y Al'theas había sido contratado y pagado generosamente para proteger el lugar de cualquier incidente que pudiera ocurrir. No tardo mucho en aparecer el noble que le contrato a recibirlo, de aspecto pomposo cuyas ropas caras parecían estar a la altura del edificio en propiedad.
-Ooooh tu debes de ser... Aleteas ¿verdad?...- Dijo aquel hombre con una reverencia.
-Al'theas... señor...- Corrigió el elfo al mismo tiempo que devolvía el gesto.
-Oy si... discúlpame... a veces los elfos tenéis unos nombres tan... exóticos... ¡que parecen hechos para que los simples humanos no podamos tener el privilegio de poder pronunciarlos debidamente! ¡oh jojojojo¡- Reía mientras ocultaba su sonrisa tras un pañuelo.
-¿Cuando empieza mi labor?- Pregunto sin dilación.
-¡Pronto querido! pero... no estés tan serio joven ¡que es bragiväl! ¡alegra esa cara con esta mascara! y date algún homenaje ya que estas aunque estés de trabajo... tu ya me entiendes... - Le guiño el ojo a Al'theas mientras le obsequiaba una mascara de lobo plateada.
-¿Es... necesario?...- Pregunto en referencia a la mascara que ahora tenia en la mano.
-¡Por supuesto! ¿no querrás ser el único que enseñe su cara bonita... incomodar a los hombres que ocultan su rostro y llevarte a todas las damas verdad bribón? ¡oh jojojo!- Dijo en respuesta mientras reía de la misma forma que antes. -¡Oh! y aquí tienes el pago por tu noche de trabajo... y relájate, con que estés por ahí para que los invitados se sientan seguros ya cumpliste- Dijo con una sonrisa mientras le ofrecía la bolsa del dinero.
-De acuerdo... me quedo tranquilo sabiendo que sera una velada tranquila- Dijo en respuesta mientras guardaba la bolsa en su cinto.
-Seguuuuro... disfruta de la fiesta- dijo finalmente antes de alejarse.
En cuanto cayo la noche, los invitados iban llegando al edificio, cada uno de ellos con mascaras que ocultaban parcial o completamente sus rostros, no falto ni uno con mascara, ni siquiera los camareros, irreconocibles de no ser por sus vestimentas. Al'theas vigilo la fiesta sin que surgiera ninguna sorpresa desagradable mientras los invitados comían y bebían con cuidado sin terminar de quitarse sus mascaras y ninguno falto a este método, otros cantaron mientras otros bailaban dejándose llevar.
Todo parecía tranquilo y de lo mas normal, hasta que alguien del servicio vino empujando un pequeño carrito con lo que parecía ser un pequeño gong. Todos los invitados guardaron silencio mientras observaban, hasta que la misma persona que trasportaba el gong lo hizo sonar rompiendo el silencio.
En ese momento, todos los invitados comenzaron a desvestirse completamente, dejándose puestas únicamente sus mascaras mientras sus cuerpos permanecían completamente desnudos y continuaban con sus festejos.
Al elfo le cogió todo esto por sorpresa, y por suerte el dueño del local no le había dicho nada sobre tener que desnudarse él también, así que al igual que la orquesta y demás personas del servicio, permaneció con la ropa puesta.
Con el paso del tiempo, los invitados no tardaron en desmadrarse en la fiesta, no obstante no parecía ser por los efectos del alcohol si no mas bien una especie de participación cómplice como si de algún tipo de acto de hermandad se tratase, cosa que quedo clara cuando los juegos de estos pasaron del simple sexo a puertas semi-abiertas como si de meros adolescentes se tratasen... a elaborados juegos eróticos donde grupos de varias personas eran participes mientras otras hacían de espectadores lujuriosos.
-¿Donde demonios me he metido?...- Se preguntaba Al'theas para si mientras continuaba patrullando los pasillos, incomodo ante la presencia de los invitados desnudos que en el mejor de los casos bailaban o comían en las mesas observando fornicar a otros sobre estas.
Sus pasos no tardaron en llevarle hasta un gran salón lleno de mas invitados desnudos, mientras eran espectadores de una especie de concurso donde varias parejas, algunas del mismo sexo, realizaban el acto del sexo oral a su pareja con objetivo de hacerle llegar al clímax antes que los demás, y todo aquello era liderado por el que parecía ser la misma persona que contrato a Al'theas, el cual parecía estar haciendo las veces de juez de dicho concurso sexual.
Al'theas se retiro de aquel salón cuanto antes sin ser visto, ya solo le faltaba que le hicieran participe de aquella singular fiesta que prometía ser larga.
Las horas pasaron y no ocurrió ninguna novedad a excepción de uno de los invitados que trato de beberse una botella de champagne por el agujero que no era como resultado de una estúpida apuesta... asunto del que por suerte Al'theas no tuvo que tomar parte mas allá de ser testigo. Eventualmente muchos invitados volvieron a sus casas, muchos mas se quedaron a dormir en las habitaciones privadas que ofrecía la estancia, y otros continuaron su propia fiesta como si no hubiera mañana.
Al'theas ya había conocido anteriormente la vida de excesos de los nobles, pero nunca antes nada como esto y probablemente era mejor que nada de lo visto salieran de esta mansión que esperaba abandonar al día siguiente.
-Ooooh tu debes de ser... Aleteas ¿verdad?...- Dijo aquel hombre con una reverencia.
-Al'theas... señor...- Corrigió el elfo al mismo tiempo que devolvía el gesto.
-Oy si... discúlpame... a veces los elfos tenéis unos nombres tan... exóticos... ¡que parecen hechos para que los simples humanos no podamos tener el privilegio de poder pronunciarlos debidamente! ¡oh jojojojo¡- Reía mientras ocultaba su sonrisa tras un pañuelo.
-¿Cuando empieza mi labor?- Pregunto sin dilación.
-¡Pronto querido! pero... no estés tan serio joven ¡que es bragiväl! ¡alegra esa cara con esta mascara! y date algún homenaje ya que estas aunque estés de trabajo... tu ya me entiendes... - Le guiño el ojo a Al'theas mientras le obsequiaba una mascara de lobo plateada.
-¿Es... necesario?...- Pregunto en referencia a la mascara que ahora tenia en la mano.
-¡Por supuesto! ¿no querrás ser el único que enseñe su cara bonita... incomodar a los hombres que ocultan su rostro y llevarte a todas las damas verdad bribón? ¡oh jojojo!- Dijo en respuesta mientras reía de la misma forma que antes. -¡Oh! y aquí tienes el pago por tu noche de trabajo... y relájate, con que estés por ahí para que los invitados se sientan seguros ya cumpliste- Dijo con una sonrisa mientras le ofrecía la bolsa del dinero.
-De acuerdo... me quedo tranquilo sabiendo que sera una velada tranquila- Dijo en respuesta mientras guardaba la bolsa en su cinto.
-Seguuuuro... disfruta de la fiesta- dijo finalmente antes de alejarse.
En cuanto cayo la noche, los invitados iban llegando al edificio, cada uno de ellos con mascaras que ocultaban parcial o completamente sus rostros, no falto ni uno con mascara, ni siquiera los camareros, irreconocibles de no ser por sus vestimentas. Al'theas vigilo la fiesta sin que surgiera ninguna sorpresa desagradable mientras los invitados comían y bebían con cuidado sin terminar de quitarse sus mascaras y ninguno falto a este método, otros cantaron mientras otros bailaban dejándose llevar.
Todo parecía tranquilo y de lo mas normal, hasta que alguien del servicio vino empujando un pequeño carrito con lo que parecía ser un pequeño gong. Todos los invitados guardaron silencio mientras observaban, hasta que la misma persona que trasportaba el gong lo hizo sonar rompiendo el silencio.
En ese momento, todos los invitados comenzaron a desvestirse completamente, dejándose puestas únicamente sus mascaras mientras sus cuerpos permanecían completamente desnudos y continuaban con sus festejos.
Al elfo le cogió todo esto por sorpresa, y por suerte el dueño del local no le había dicho nada sobre tener que desnudarse él también, así que al igual que la orquesta y demás personas del servicio, permaneció con la ropa puesta.
Con el paso del tiempo, los invitados no tardaron en desmadrarse en la fiesta, no obstante no parecía ser por los efectos del alcohol si no mas bien una especie de participación cómplice como si de algún tipo de acto de hermandad se tratase, cosa que quedo clara cuando los juegos de estos pasaron del simple sexo a puertas semi-abiertas como si de meros adolescentes se tratasen... a elaborados juegos eróticos donde grupos de varias personas eran participes mientras otras hacían de espectadores lujuriosos.
-¿Donde demonios me he metido?...- Se preguntaba Al'theas para si mientras continuaba patrullando los pasillos, incomodo ante la presencia de los invitados desnudos que en el mejor de los casos bailaban o comían en las mesas observando fornicar a otros sobre estas.
Sus pasos no tardaron en llevarle hasta un gran salón lleno de mas invitados desnudos, mientras eran espectadores de una especie de concurso donde varias parejas, algunas del mismo sexo, realizaban el acto del sexo oral a su pareja con objetivo de hacerle llegar al clímax antes que los demás, y todo aquello era liderado por el que parecía ser la misma persona que contrato a Al'theas, el cual parecía estar haciendo las veces de juez de dicho concurso sexual.
Al'theas se retiro de aquel salón cuanto antes sin ser visto, ya solo le faltaba que le hicieran participe de aquella singular fiesta que prometía ser larga.
Las horas pasaron y no ocurrió ninguna novedad a excepción de uno de los invitados que trato de beberse una botella de champagne por el agujero que no era como resultado de una estúpida apuesta... asunto del que por suerte Al'theas no tuvo que tomar parte mas allá de ser testigo. Eventualmente muchos invitados volvieron a sus casas, muchos mas se quedaron a dormir en las habitaciones privadas que ofrecía la estancia, y otros continuaron su propia fiesta como si no hubiera mañana.
Al'theas ya había conocido anteriormente la vida de excesos de los nobles, pero nunca antes nada como esto y probablemente era mejor que nada de lo visto salieran de esta mansión que esperaba abandonar al día siguiente.
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Al'theas Tinarandel
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
¡Oh! Bragiväl. A la joven dragona le había costado aprenderse el nombre de la festividad pero al final de tanto repetirlo en su cabeza e intentar su pronunciación, siendo su compañero quien la corrigiera, Astrid pudo añadir nueva festividad a sus favoritas. No tardó en arrastrar a Ircan hasta una tienda local. Para ella se le hizo bastante complicado escoger un disfraz que pudiera sobresalir entre los que había elegido con solo verlos de pasada. Pronto vio el que eligió Ircan y decidió escoger uno acorde al suyo. Con su atuendo y accesorios en mano se colocó tras una cortina que usó para ocultarse mientras se cambiaba. El traje no era nada difícil de colocar pero sí dejaba bastante boquiabierta a la dragona cuando se vio en el espejo. El escote que tenía hacía resaltar su busto, lo que avivó un poco la estima de Astrid. Al salir de detrás de la cortina pudo observar a Irc ya con su disfraz. No le quedaba nada mal, todo había que decirlo.
-Ahora toca disimular nuestra piel con un poco de maquillaje, déjame esto a mi- Lo hizo sentarse para que pudiera alcanzar bien a su rostro y comenzó su labor. -Ya verás lo bien que vas a quedar- Esbozó una sonrisa juguetona, de esas que mostraba cuando no iba a hacer nada bueno. Tras unos minutos acabó su obra y lo hizo girarse. Astrid se acercó hasta él y apoyó las manos en su hombro. -Ni modo te voy a dejar que me toques la cara con pintura y menos tras decir venganza- Negó lentamente y acomodó mejor la chaqueta del joven. -No tardaré con el mío- Cogió las pinturas y comenzó su labor delante del espejo. Tardó muchísimo menos que con el maquillaje del lobo pero quedó bastante bien para su opinión. Agradeció al dueño de la pequeña tienda y agarró por el brazo a Ircan hasta la calle. Nada mas salir oyó de fondo la música que inundaba el lugar. Sus ojos chocolates miraron a los del contrario y sin decir ni una palabra, puso rumbo hacia la música.
Otra cosa no, pero las festividades en las que se podía disfrazar, bailar y corretear sin parar le encantaban, la hacían ser una niña de nuevo. No tardó en llegar a la plaza donde se encontraba un grupo de hombres y mujeres, niños y ancianos, bailando al son de la música y las palmas de sus espectadores. -¿Se te apetece bailar un poco? Sé que tal vez no nos sepamos los pasos pero... ¿Y lo divertido que parece? Mira sus caras...- Casi de inmediato, dejó un beso en el mentón del contrario y soltó su mano. -¡Vamos!- Ni se giró para ver si su compañero de aventuras le seguía. Se acomodó mejor el cabello hacia un lado mientras llegaba al círculo que se había formado de gente. Astrid no conocía ninguno de los pasos pero aún así, a paso torpe, fue poco a poco quedándose con alguno de ellos y todo para ella se desvaneció por ese momento que estuvo absorta en la música y la diversión.
Todo lo malo que había pasado en los meses atrás, sus preocupaciones, los dolores, todo... Por unos instantes solo existía ella, la felicidad y una mirada al presente, al momento. En uno de esos movimientos que ya había mecanizado en su cabeza por ser pocos y siempre repetirse acabó agarrada del brazo de alguien que, al haber girado ella, la paró quedando bastante cerca. Los ojos risueños acompañados de la sonrisa infantil de la dragona se toparon con la persona que había frenado su giro, a la par que la primera canción acababa. -Que... ¿Te apuntas a bailar la siguiente?- No se movió para liberar la cercanía de ambos. Tenía que vengarse un poco de aquella cercanía que había provocado el contrario en Vulwulfar. La música comenzó de nuevo y la gente aplaudía, gritaba y reía a su alrededor. Ella, atenta en recibir su respuesta, iba cambiando la mueca de su rostro para convencerlo. De ser la mujer que le regañaba por casi cualquier cosa para que no se hiciera daño, ahora parecía una niña en busca de juego.
-Ahora toca disimular nuestra piel con un poco de maquillaje, déjame esto a mi- Lo hizo sentarse para que pudiera alcanzar bien a su rostro y comenzó su labor. -Ya verás lo bien que vas a quedar- Esbozó una sonrisa juguetona, de esas que mostraba cuando no iba a hacer nada bueno. Tras unos minutos acabó su obra y lo hizo girarse. Astrid se acercó hasta él y apoyó las manos en su hombro. -Ni modo te voy a dejar que me toques la cara con pintura y menos tras decir venganza- Negó lentamente y acomodó mejor la chaqueta del joven. -No tardaré con el mío- Cogió las pinturas y comenzó su labor delante del espejo. Tardó muchísimo menos que con el maquillaje del lobo pero quedó bastante bien para su opinión. Agradeció al dueño de la pequeña tienda y agarró por el brazo a Ircan hasta la calle. Nada mas salir oyó de fondo la música que inundaba el lugar. Sus ojos chocolates miraron a los del contrario y sin decir ni una palabra, puso rumbo hacia la música.
Otra cosa no, pero las festividades en las que se podía disfrazar, bailar y corretear sin parar le encantaban, la hacían ser una niña de nuevo. No tardó en llegar a la plaza donde se encontraba un grupo de hombres y mujeres, niños y ancianos, bailando al son de la música y las palmas de sus espectadores. -¿Se te apetece bailar un poco? Sé que tal vez no nos sepamos los pasos pero... ¿Y lo divertido que parece? Mira sus caras...- Casi de inmediato, dejó un beso en el mentón del contrario y soltó su mano. -¡Vamos!- Ni se giró para ver si su compañero de aventuras le seguía. Se acomodó mejor el cabello hacia un lado mientras llegaba al círculo que se había formado de gente. Astrid no conocía ninguno de los pasos pero aún así, a paso torpe, fue poco a poco quedándose con alguno de ellos y todo para ella se desvaneció por ese momento que estuvo absorta en la música y la diversión.
Todo lo malo que había pasado en los meses atrás, sus preocupaciones, los dolores, todo... Por unos instantes solo existía ella, la felicidad y una mirada al presente, al momento. En uno de esos movimientos que ya había mecanizado en su cabeza por ser pocos y siempre repetirse acabó agarrada del brazo de alguien que, al haber girado ella, la paró quedando bastante cerca. Los ojos risueños acompañados de la sonrisa infantil de la dragona se toparon con la persona que había frenado su giro, a la par que la primera canción acababa. -Que... ¿Te apuntas a bailar la siguiente?- No se movió para liberar la cercanía de ambos. Tenía que vengarse un poco de aquella cercanía que había provocado el contrario en Vulwulfar. La música comenzó de nuevo y la gente aplaudía, gritaba y reía a su alrededor. Ella, atenta en recibir su respuesta, iba cambiando la mueca de su rostro para convencerlo. De ser la mujer que le regañaba por casi cualquier cosa para que no se hiciera daño, ahora parecía una niña en busca de juego.
- Traje de Astrid:
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- Maquillaje de Astrid:
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- Música y baile:
Astrid Leggiend
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
Un año más los festejos del Bragiväl teñían de color las calles de Beltrexus y conseguían que miembros de todas las razas se reuniesen para celebrar, ataviados con disfraces de lo más singulares. La hechicera no quería perderse aquella fiesta, así que convenció al dragón para visitar la ciudad después de desayunar, algo que no le costó demasiado. Muchas cosas habían cambiado desde la última vez que habían asistido a aquella celebración en honor al dios Bragi, pero ambos guardaban buenos recuerdos de entonces y querían volver a disfrutar de una entretenida velada, más ahora que se encontraban en el hogar de la joven y rodeados de familiares, amigos y conocidos.
La tienda del sastre al que Elen solía acudir para aquel tipo de ocasiones especiales estaba atestada de gente aquella mañana, tanto que tuvieron que esperar un rato antes de poder entrar y moverse con libertad por los pasillos, aunque no era de extrañar teniendo en cuenta las fantásticas creaciones que aquel mago de la costura podía elaborar. Muchas de ellas decoraban los rincones del local esperando a que alguna dama o caballero decidiese adquirirlas para la gran noche del Bragiväl, pero ¿cómo elegir entre tantas? Para algunas personas resultaba realmente complicado decantarse por un disfraz en particular.
Los verdes ojos de la tensai se posaron sobre uno de los espectaculares vestidos al poco de entrar, provocando que se acercase al mismo para examinarlo más de cerca. Se trataba de un traje sencillo pero bien decorado con flores de colores, que cubrían el corsé y un lateral de la falda, pero tenía algo que la echaba para atrás, un par de alas. - ¿Qué ocurre? - inquirió Alister al verla dudar. - No quiero volver a despertarme con un par de alas, debería buscar algo más cómodo… por si acaso. - respondió ella, sin olvidar aún que el año anterior un hechizo la había convertido en hada del bosque por un día. - Si el dios Bragi decide transformarte de nuevo tendremos una excusa perfecta para no salir de casa en todo el día. - susurró el cazador en su oído, para acto seguido besar fugazmente su mejilla antes de dirigirse a la sección de caballeros.
Elen sonrió y lo siguió con la mirada hasta perderlo de vista, momento en que volvió a centrarse en los vestidos que la rodeaban, encontrando otro que de inmediato captó su atención. Aquel era diferente, evocaba al frío norte y su blanco manto de nieve, pero con un delicado toque de color azul y flores en el corpiño, detalle que terminó por conquistar a la bruja. - Quisiera probarme este. - indicó al sastre en cuando pasó por su lado, y solo unos minutos después ya se encontraba en uno de los probadores, observando su reflejo encantada. Antes de que el dragón pudiese verla con el disfraz puesto, la de cabellos cenicientos se lo quitó y volvió a vestirse, tenía lo que había ido a buscar y era hora de pagar al artesano, que además del vestido consiguió venderle también un bonito accesorio para la cabeza.
Una vez hecho esto, la benjamina de los Calhoun buscó entre la gente hasta dar con Alister, que al parecer también había tenido suerte. - ¿Qué te parece? Si pudiese controlar mi elemento sin cambiar de forma cualquiera creería que soy un hechicero. - dijo al verla llegar, abriendo los brazos y girando sobre sí mismo para que pudiese verlo bien. - Es perfecto. - respondió la tensai, con una sonrisa en los labios. En cuanto el alado pagó su disfraz ambos abandonaron la tienda para regresar a casa, donde pasaron el resto del día hasta que llegó el atardecer, y con ello la hora de prepararse para asistir a los festejos.
La de ojos verdes supo que había acertado al dejar sin palabras al cazador, que optó por acercarse a ella y rodearla con un brazo por la cintura mientras acariciaba su mejilla con la diestra. - Pareces una reina del norte. - dijo finalmente, justo antes de unir sus labios a los de la hechicera. Tras unos minutos, en que la tentación de dejar de lado el Bragiväl para quedarse allí estuvo presente, ambos salieron al exterior y se pusieron en camino al lugar de la celebración.
Para cuando llegaron ya se encontraba allí una gran multitud, la gente bailaba, bebía y reía sin preocupaciones gracias al dios Bragi, que por una noche les permitía ser lo que quisieran. Elen no tardó en encontrar rostros conocidos, mucha gente había acudido desde todos los rincones de Aerandir para estar allí aquella noche y disfrutar del buen ambiente que reinaba en Beltrexus. De la mano del dragón, la joven se internó en medio del gentío para intentar llegar al árbol en que la tradición mandaba que se depositasen los objetos viejos para pedir por un año mejor, aunque primero tendría que detenerse a saludar a algún que otro amigo.
- ¡Elen, Alister! Que gusto volver a veros, pensé que habíais vuelto a Lunargenta. - exclamó un mago al cruzarse con la pareja, y con ese alegre carácter no podía ser otro que Crowley, el renombrado alquimista para el que la benjamina de los Calhoun había trabajado en un par de ocasiones. - Decidimos quedarnos unas semanas más, no podíamos perdernos esto. - respondió Elen, alzando un poco la voz para que pudiese escucharla a pesar de la música. Tras unas breves palabras siguieron su camino hacia el árbol, saludando con la mano a los conocidos que iban encontrando a su paso.
En la base del tronco descansaban ya muchos objetos, todos distintos pero puestos allí por un motivo, para dejar atrás lo malo y empezar un año diferente, pidiendo un deseo al dios de la fiesta. - ¿Sabes lo que vas a dejar? - preguntó la de cabellos cenicientos, mientras extraía del interior de su capa una vieja muñeca de trapo de su infancia que había encontrado no hacía mucho, y que para ella representaba en parte la infancia que había perdido cuando sus padres decidieron partir hacia el norte sin ella. - Sí. - contestó Alister, que sostenía un pequeño trozo de pergamino en las manos. Aquello era lo último que conservaba de su hermana Emily, la escueta nota con que la dragona se había despedido de él antes de quitarse la vida por culpa de los jinetes, un amargo recuerdo del pasado.
Consciente de lo que suponía para él desprenderse de aquello, la tensai acarició su brazo para darle ánimos, consiguiendo que el cazador desviase su mirada hacia ella y esbozase una leve sonrisa. - Os habríais llevado bien, estoy seguro. - comentó, sin dejar que la pena lo embargase. Al mismo tiempo, los dos se inclinaron para depositar sus objetos en la base del árbol, colocando la muñeca sobre el pergamino para que éste no saliese volando. - Pide un deseo. - instó la bruja, cerrando los ojos para pedir el suyo. ¿Qué podía desear? Ahora su vida había cambiado por completo, tenía a su lado a una compañera a la que amaba por encima de todo y que le correspondía… aunque quizá si les faltase algo todavía. La mirada del cazador descendió por el cuerpo de la hechicera hasta detenerse a la altura de su vientre, luego cerró los ojos y pidió su deseo al dios Bragi, esperando que lo escuchase.
Cumplida la tradición tocaba divertirse un rato, así que se alejaron del árbol para mezclarse entre la gente y bailar.
La tienda del sastre al que Elen solía acudir para aquel tipo de ocasiones especiales estaba atestada de gente aquella mañana, tanto que tuvieron que esperar un rato antes de poder entrar y moverse con libertad por los pasillos, aunque no era de extrañar teniendo en cuenta las fantásticas creaciones que aquel mago de la costura podía elaborar. Muchas de ellas decoraban los rincones del local esperando a que alguna dama o caballero decidiese adquirirlas para la gran noche del Bragiväl, pero ¿cómo elegir entre tantas? Para algunas personas resultaba realmente complicado decantarse por un disfraz en particular.
Los verdes ojos de la tensai se posaron sobre uno de los espectaculares vestidos al poco de entrar, provocando que se acercase al mismo para examinarlo más de cerca. Se trataba de un traje sencillo pero bien decorado con flores de colores, que cubrían el corsé y un lateral de la falda, pero tenía algo que la echaba para atrás, un par de alas. - ¿Qué ocurre? - inquirió Alister al verla dudar. - No quiero volver a despertarme con un par de alas, debería buscar algo más cómodo… por si acaso. - respondió ella, sin olvidar aún que el año anterior un hechizo la había convertido en hada del bosque por un día. - Si el dios Bragi decide transformarte de nuevo tendremos una excusa perfecta para no salir de casa en todo el día. - susurró el cazador en su oído, para acto seguido besar fugazmente su mejilla antes de dirigirse a la sección de caballeros.
Elen sonrió y lo siguió con la mirada hasta perderlo de vista, momento en que volvió a centrarse en los vestidos que la rodeaban, encontrando otro que de inmediato captó su atención. Aquel era diferente, evocaba al frío norte y su blanco manto de nieve, pero con un delicado toque de color azul y flores en el corpiño, detalle que terminó por conquistar a la bruja. - Quisiera probarme este. - indicó al sastre en cuando pasó por su lado, y solo unos minutos después ya se encontraba en uno de los probadores, observando su reflejo encantada. Antes de que el dragón pudiese verla con el disfraz puesto, la de cabellos cenicientos se lo quitó y volvió a vestirse, tenía lo que había ido a buscar y era hora de pagar al artesano, que además del vestido consiguió venderle también un bonito accesorio para la cabeza.
Una vez hecho esto, la benjamina de los Calhoun buscó entre la gente hasta dar con Alister, que al parecer también había tenido suerte. - ¿Qué te parece? Si pudiese controlar mi elemento sin cambiar de forma cualquiera creería que soy un hechicero. - dijo al verla llegar, abriendo los brazos y girando sobre sí mismo para que pudiese verlo bien. - Es perfecto. - respondió la tensai, con una sonrisa en los labios. En cuanto el alado pagó su disfraz ambos abandonaron la tienda para regresar a casa, donde pasaron el resto del día hasta que llegó el atardecer, y con ello la hora de prepararse para asistir a los festejos.
La de ojos verdes supo que había acertado al dejar sin palabras al cazador, que optó por acercarse a ella y rodearla con un brazo por la cintura mientras acariciaba su mejilla con la diestra. - Pareces una reina del norte. - dijo finalmente, justo antes de unir sus labios a los de la hechicera. Tras unos minutos, en que la tentación de dejar de lado el Bragiväl para quedarse allí estuvo presente, ambos salieron al exterior y se pusieron en camino al lugar de la celebración.
- Disfraces:
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Capa
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Corona
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Para cuando llegaron ya se encontraba allí una gran multitud, la gente bailaba, bebía y reía sin preocupaciones gracias al dios Bragi, que por una noche les permitía ser lo que quisieran. Elen no tardó en encontrar rostros conocidos, mucha gente había acudido desde todos los rincones de Aerandir para estar allí aquella noche y disfrutar del buen ambiente que reinaba en Beltrexus. De la mano del dragón, la joven se internó en medio del gentío para intentar llegar al árbol en que la tradición mandaba que se depositasen los objetos viejos para pedir por un año mejor, aunque primero tendría que detenerse a saludar a algún que otro amigo.
- ¡Elen, Alister! Que gusto volver a veros, pensé que habíais vuelto a Lunargenta. - exclamó un mago al cruzarse con la pareja, y con ese alegre carácter no podía ser otro que Crowley, el renombrado alquimista para el que la benjamina de los Calhoun había trabajado en un par de ocasiones. - Decidimos quedarnos unas semanas más, no podíamos perdernos esto. - respondió Elen, alzando un poco la voz para que pudiese escucharla a pesar de la música. Tras unas breves palabras siguieron su camino hacia el árbol, saludando con la mano a los conocidos que iban encontrando a su paso.
En la base del tronco descansaban ya muchos objetos, todos distintos pero puestos allí por un motivo, para dejar atrás lo malo y empezar un año diferente, pidiendo un deseo al dios de la fiesta. - ¿Sabes lo que vas a dejar? - preguntó la de cabellos cenicientos, mientras extraía del interior de su capa una vieja muñeca de trapo de su infancia que había encontrado no hacía mucho, y que para ella representaba en parte la infancia que había perdido cuando sus padres decidieron partir hacia el norte sin ella. - Sí. - contestó Alister, que sostenía un pequeño trozo de pergamino en las manos. Aquello era lo último que conservaba de su hermana Emily, la escueta nota con que la dragona se había despedido de él antes de quitarse la vida por culpa de los jinetes, un amargo recuerdo del pasado.
Consciente de lo que suponía para él desprenderse de aquello, la tensai acarició su brazo para darle ánimos, consiguiendo que el cazador desviase su mirada hacia ella y esbozase una leve sonrisa. - Os habríais llevado bien, estoy seguro. - comentó, sin dejar que la pena lo embargase. Al mismo tiempo, los dos se inclinaron para depositar sus objetos en la base del árbol, colocando la muñeca sobre el pergamino para que éste no saliese volando. - Pide un deseo. - instó la bruja, cerrando los ojos para pedir el suyo. ¿Qué podía desear? Ahora su vida había cambiado por completo, tenía a su lado a una compañera a la que amaba por encima de todo y que le correspondía… aunque quizá si les faltase algo todavía. La mirada del cazador descendió por el cuerpo de la hechicera hasta detenerse a la altura de su vientre, luego cerró los ojos y pidió su deseo al dios Bragi, esperando que lo escuchase.
Cumplida la tradición tocaba divertirse un rato, así que se alejaron del árbol para mezclarse entre la gente y bailar.
Elen Calhoun
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
Por el camino he ido perdiendo ciertos principios, el lenguaje de una elfa, sueños a medias y si pudiese hasta mi propia piel acompañada de los malos recuerdos que siguen pasando factura. No los llevo al orden del día, son varios factores pero el más importante sigue a pie de guerra; el jolgorio se ha tornado en mi sombra, vil traviesa que cabriola bajo ambas zuelas negrunas. Todo lo que acaricia se transforma en una maquiavélica brisa mientras que la suavidad de una verdad a medias tira más a una mentira despiadada. Astuta me llaman allí donde el rumor siembra desconfianza, donde el péndulo del alma me contempla sentada a solas, arropada por la ignorancia y sílfide de las tinieblas opté por ser parte del culto a ese dios que se embriaga con nuestros actos en esta inolvidable velada.
Bajo el árbol algo cayó de entre mis manos, un simple lazo azulado. Adiós a lo que ha terminado atándome, personas, momentos, familiares. La noche es joven, la multitud crece y los lugares son tan frecuentados que como otro cordero más del rebaño, termino yendo a matar el tiempo.
Durante horas se estrechan las manos ásperas de los hombres, las doncellas admiran los músculos marcados, el sudor que cuales perlas caen de frentes anchas, algunas bronceadas por el arduo trabajo bajo las horas puntas. En una de las tabernas más concurridas los pueblerinos celebran Bragiväl, beben, aúllan al son de la polifonía y por supuesto no aguardan a la armonía de estar quietos, sin armar todo tipo de alborotos. En una de las esquinas concurridas los aplausos y bramidos arriban como cantos súplicos, "Ahú Ahú Ahú" Los puños chocan contra la madera de las mesas, las butacas son levantadas para seguidamente ser soltadas a modo de advertencia. Está pasando y todos ponen los ojos en lo sucedido, asombrados o más bien, fascinados por la osadía de la morena.
Como siempre recalco, la vida es un sudario de dolor y a su vez un santuario. Inclinada sobre una de las tablas más resistentes y con el codo hincado intento derrotar al mastodonte que se hace llamar alfa, cabrito macho de pelo en pecho que no sabe cuanto es uno más uno, ese mismo. El pelilargo enseña sus pectorales mientras maldice en bajo, desconocía que una elfa podría guardar tanta fuerza en un brazo no esbelto, el pulso está siendo todo un éxito y como para no serlo, está en juego una buena cantidad de aeros, hasta los calzones si es necesario. ─ ¡Quién diría que me toparía con un potro embravecido! ─ Bufó en alto, no busca desprestigiarme pero tampoco alaba el hecho de que le esté haciendo picadillo.
─ ¿Seguro que esas ubres son reales, elfa? ¡Capaz y todo es un engaño y tenemos en frente a un bujarra! ─ Los demás ríen, el hidromiel empapa los ropajes de la mayoría así como también el empedrado. El abandono del calor en mi pecho, las ansías del frío rencor y la satisfacción llegan sin nombre, sin ruido a su lado y en cada respiro, una sonrisa pícara voy enlazando. ─ ¿Debería bajarme el pantalón para que lo verifiques? ─ Los bucles castaños del cabello corto que porto siempre son ondulados a conciencia, labios húmedos y serena, pero con la lengua afilada. El reproche llegó cuando la mano del adversario casi toca la madera. ─ No te despistes, melenas. ─ El ruido en la taberna crece, así como la euforia que encarna dicha fiesta.
Los disfraces no pasan desapercibidos así como los gallitos que aprovechan para cortejar a las más inocentes, que hablando de mujeres, dos aguardan la victoria del pelinegro que tengo en frente, rozan con encanto los hombros de éste mientras susurran diabluras cerca de la oreja del pobre hombre que no se concentra, y aún así, me está costando horrores. Como último recurso busqué bajo la mesa uno de los zapatos del sujeto, clavando con total hastío la punta de mis tacones, el rugido fue impresionante así como mi preciada victoria. ─ ¡Serás perra! Si quieres jugar con trampas... ─ Y la mesa salió volando, las doncellas gritaban y los más allegados hicieron lo mismo, de un lado a otro salieron disparadas jarras, botas de cuero, varios juegos de cuchillos y hasta taburetes hechos de nogal, pobre del que le tocase recibirlos en la cabeza.
─ He ganado, en ningún momento se habló de reglas, ¿o sí? ─ Cada loco con su locura, sonriente bordeé las manazas del tío, iban directas hacia mi cuello bordadas de una determinación encarnizada, se olía a metros y sin embargo en vez de correr, jugaba con él. Cuanto más se acerca, más lo esquivo, intenta cogerme a mí y a él sus dos concubinas, esto parece la conga pero de idiotas. A los veinte minutos tuvo que pararse a tomar aire, ahí fue cuando una de las chicas le susurró algo al oído. ─ ¡AJÁ! ─ Y me señaló con ímpetu. ─ Hagamos esto elfa, me compensas y podrás seguir respirando. ─ Tuve que presionar ambos labios para que no se me escapase una risotada, el jefe del cotarro nos visualiza detrás de la barra, asiente si de tal manera su bar vuelve a ser un bar y no un ring de cerdos descerebrados. ─ ¡¡MARÍÍÍA!! ─ Y a trompicones una señora con marcadas facciones se apresura en bajar de la segunda planta. ─ Coge a las más energéticas, es hora del "Amice" ─ Con la orden ya dada, las que ya conocen el tema suben a cambiarse.
─ Corre, irás con ellas, ¿verdad chicos? ARRRIBA QUIEN QUIERA VERLA EN EL AMICE. ─ Y las jarras en vez de ser lanzadas crean música, un estilo pintoresco que anima las brasas del fuego, ¿qué coño es el amice? Nop, intento darme la vuelta y depositar bajo la luna mi despedida, pero las mujeres del perdedor me agarran por los brazos. No me costaría ni un chasquido de dedos romperle los huesos, pisotearlas cual débiles insectos, pero tendría que lidiar luego con toda una taberna vigorizada. Con las cuencas en blanco y el malhumor intoxicándome por dentro sigo a las mojigatas que suben las escaleras. ─ Ven querida, con tu tono de piel tu color será el flamante rubí. ─ Y asentí, cuanto más rápido empecemos, más rápido podré largarme.
La condición fue que guardasen mis ropajes bajo llave, así como también me dejasen llevar atadas a las caderas ambas dagas gemelas. No me quedaba mal, todo me queda bien en realidad, pero sin lugar a dudas rebelaba mucha carne, tanto que se podía oler en el ambiente el aroma de las babas surcar el aire. ─ ¿Que se supone que haremos con estas ropas de rameras? ─ Noté malas miradas, insultos hasta que por fin llegó una aclaración, milagro bendito. En la primera planta van desalojando toda la barra, una bastante larga. Bailaremos sobre ella, moveremos el cuerpo resaltando cualquier tipo de encanto hasta satisfacerlos o que la música cese. No dudé en reír en voz alta, pues he llegado a comprender, de que esto, es una costumbre que han ido desatando ellas, todas sedientas por atención masculina.
No meteré mis narices en donde no me llaman, y si ellas se sienten atraídas por la danza, haré lo mismo por curiosidad y me largaré como quien nunca ha estado en la taberna. ─ ¡Silencio animales en celo! Cof, Cof.. ─ Y el jefe del establecimiento se llevó el puño cerrado al rostro. ─ Como todas las noches especiales, camaradas, algunos más amigos que otra cosa, ¡Que empiece el Amice! ─ Volvieron los "Ahú, ahú, ahú" Los bramidos eran feroces y por sorprendente que parezca, todos están sentados con su néctar, impacientes por la actuación.
Por lo que me han enseñado, los pasos son fáciles, y luego toca improvisar. De un lado al otro al son de la música, la cadera debe elevarse mientras que los brazos se desplazan sútiles, al principio van rectos pero con el lapsus del tempo van tornándose curvos, con un aire sensual así como el aura del cuerpo fémino. La mayoría alcanzamos la simetría en los pasos de baile, nos dedicamos a cruzar miradas afiladas por un rato largo, desconozco la razón hasta que el plato fuerte en cuestión comienza a ser visible. En meros segundos los hombres comienzan a aglomerarse alrededor de la barra, es inquietante y a su vez repulsivo, ¿y que cojones me tocará hacer ahora? Única advertencia, nunca enciendas a Eretria, para bien o para mal.
Con un bemol entre melodías y el celestial aullido dio comienzo la purga entre las bailarinas, era imposible acreditar la maldita locura que contemplan mis luceros café, o pensar a su vez, que la mujer que creó esta bazofia no estuviese borracha, o alucinando por algún tipo de mierda. Se empujan, hincan los pies para que algunas tropiecen o se abalancen fuera de la zona segura, la barra. Las que caen son aferradas en volandas por los de abajo. La que se atrevió a chocar contra mí salió disparada de un tortazo en toda la mandíbula. La que intentó tirarme por el lado contrario acabó con uno de mis pies en el estómago, siendo bestialmente lanzada hacia atrás mientras me maldecía en vida.
¿Y que se hace en un disparate como este? Reír a carcajadas mientras las tiraba a todas, sin suavidad, esquivaba caderazos, codos en picos o empujones feroces en mi contra. Me estaba divirtiendo a grandes escalas y lo mejor de todo es que sólo quedábamos tres. ─ ¿Quien será la siguiente? ─ Y les mandé un beso, ya estaban tardando en acorralarme ─ ¡Eres una marimacha! Así no se puede, además, ¿a quién elegirás? ─ Dubitativa alcé una de las cejas. ─ La ganadora podrá tener una cita con el que elija de la posada. ─ Arg, rechisté y sin previo aviso agarré a una de la falda para echarla fuera, la pobre gritó miedica mientras que la segunda ya saltaba por valentía propia. ─ A ver a ver, que levante la mano el más rico. ─ Bromeé, ni loca bajaría con el laberinto de borrachos abrazados como críos a las mujeres que han ido cogiendo en pleno apogeo. ─ ¿Tú? ─ Señalé al boleo. ─ ¿O Tú? Vamos, que no muerdo, solo destrozo cosas y si me pongo contenta, también quiebro piernas. ─ Otro reto sería que uno sobresaliese, o se presentase.
─ Y traedme mi ropa, joder. ─ María asintió mientras que el jefe, como recompensa me obsequiaba una buena jarra de licor puro, ese que desgarra las cavidades de la garganta así como también el estómago. El bragiväl de este año lo recordaría como uno de los más divertidos, sí, sentada y con las piernas cayendo por fuera aguardo por mis pertenencias, es muy raro verme sonreír y sin embargo las comisuras las mantengo alzadas tras el disfrute bajo las luces de los candelabros, los cánticos de los bardos y el buen hidromiel otorgado.
Bajo el árbol algo cayó de entre mis manos, un simple lazo azulado. Adiós a lo que ha terminado atándome, personas, momentos, familiares. La noche es joven, la multitud crece y los lugares son tan frecuentados que como otro cordero más del rebaño, termino yendo a matar el tiempo.
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Durante horas se estrechan las manos ásperas de los hombres, las doncellas admiran los músculos marcados, el sudor que cuales perlas caen de frentes anchas, algunas bronceadas por el arduo trabajo bajo las horas puntas. En una de las tabernas más concurridas los pueblerinos celebran Bragiväl, beben, aúllan al son de la polifonía y por supuesto no aguardan a la armonía de estar quietos, sin armar todo tipo de alborotos. En una de las esquinas concurridas los aplausos y bramidos arriban como cantos súplicos, "Ahú Ahú Ahú" Los puños chocan contra la madera de las mesas, las butacas son levantadas para seguidamente ser soltadas a modo de advertencia. Está pasando y todos ponen los ojos en lo sucedido, asombrados o más bien, fascinados por la osadía de la morena.
Como siempre recalco, la vida es un sudario de dolor y a su vez un santuario. Inclinada sobre una de las tablas más resistentes y con el codo hincado intento derrotar al mastodonte que se hace llamar alfa, cabrito macho de pelo en pecho que no sabe cuanto es uno más uno, ese mismo. El pelilargo enseña sus pectorales mientras maldice en bajo, desconocía que una elfa podría guardar tanta fuerza en un brazo no esbelto, el pulso está siendo todo un éxito y como para no serlo, está en juego una buena cantidad de aeros, hasta los calzones si es necesario. ─ ¡Quién diría que me toparía con un potro embravecido! ─ Bufó en alto, no busca desprestigiarme pero tampoco alaba el hecho de que le esté haciendo picadillo.
- Pelinegro, macho alfa, imbécil de turno, contrincante de Eretria en el pulso:
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─ ¿Seguro que esas ubres son reales, elfa? ¡Capaz y todo es un engaño y tenemos en frente a un bujarra! ─ Los demás ríen, el hidromiel empapa los ropajes de la mayoría así como también el empedrado. El abandono del calor en mi pecho, las ansías del frío rencor y la satisfacción llegan sin nombre, sin ruido a su lado y en cada respiro, una sonrisa pícara voy enlazando. ─ ¿Debería bajarme el pantalón para que lo verifiques? ─ Los bucles castaños del cabello corto que porto siempre son ondulados a conciencia, labios húmedos y serena, pero con la lengua afilada. El reproche llegó cuando la mano del adversario casi toca la madera. ─ No te despistes, melenas. ─ El ruido en la taberna crece, así como la euforia que encarna dicha fiesta.
Los disfraces no pasan desapercibidos así como los gallitos que aprovechan para cortejar a las más inocentes, que hablando de mujeres, dos aguardan la victoria del pelinegro que tengo en frente, rozan con encanto los hombros de éste mientras susurran diabluras cerca de la oreja del pobre hombre que no se concentra, y aún así, me está costando horrores. Como último recurso busqué bajo la mesa uno de los zapatos del sujeto, clavando con total hastío la punta de mis tacones, el rugido fue impresionante así como mi preciada victoria. ─ ¡Serás perra! Si quieres jugar con trampas... ─ Y la mesa salió volando, las doncellas gritaban y los más allegados hicieron lo mismo, de un lado a otro salieron disparadas jarras, botas de cuero, varios juegos de cuchillos y hasta taburetes hechos de nogal, pobre del que le tocase recibirlos en la cabeza.
─ He ganado, en ningún momento se habló de reglas, ¿o sí? ─ Cada loco con su locura, sonriente bordeé las manazas del tío, iban directas hacia mi cuello bordadas de una determinación encarnizada, se olía a metros y sin embargo en vez de correr, jugaba con él. Cuanto más se acerca, más lo esquivo, intenta cogerme a mí y a él sus dos concubinas, esto parece la conga pero de idiotas. A los veinte minutos tuvo que pararse a tomar aire, ahí fue cuando una de las chicas le susurró algo al oído. ─ ¡AJÁ! ─ Y me señaló con ímpetu. ─ Hagamos esto elfa, me compensas y podrás seguir respirando. ─ Tuve que presionar ambos labios para que no se me escapase una risotada, el jefe del cotarro nos visualiza detrás de la barra, asiente si de tal manera su bar vuelve a ser un bar y no un ring de cerdos descerebrados. ─ ¡¡MARÍÍÍA!! ─ Y a trompicones una señora con marcadas facciones se apresura en bajar de la segunda planta. ─ Coge a las más energéticas, es hora del "Amice" ─ Con la orden ya dada, las que ya conocen el tema suben a cambiarse.
─ Corre, irás con ellas, ¿verdad chicos? ARRRIBA QUIEN QUIERA VERLA EN EL AMICE. ─ Y las jarras en vez de ser lanzadas crean música, un estilo pintoresco que anima las brasas del fuego, ¿qué coño es el amice? Nop, intento darme la vuelta y depositar bajo la luna mi despedida, pero las mujeres del perdedor me agarran por los brazos. No me costaría ni un chasquido de dedos romperle los huesos, pisotearlas cual débiles insectos, pero tendría que lidiar luego con toda una taberna vigorizada. Con las cuencas en blanco y el malhumor intoxicándome por dentro sigo a las mojigatas que suben las escaleras. ─ Ven querida, con tu tono de piel tu color será el flamante rubí. ─ Y asentí, cuanto más rápido empecemos, más rápido podré largarme.
- Disfraz de Eretria:
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La condición fue que guardasen mis ropajes bajo llave, así como también me dejasen llevar atadas a las caderas ambas dagas gemelas. No me quedaba mal, todo me queda bien en realidad, pero sin lugar a dudas rebelaba mucha carne, tanto que se podía oler en el ambiente el aroma de las babas surcar el aire. ─ ¿Que se supone que haremos con estas ropas de rameras? ─ Noté malas miradas, insultos hasta que por fin llegó una aclaración, milagro bendito. En la primera planta van desalojando toda la barra, una bastante larga. Bailaremos sobre ella, moveremos el cuerpo resaltando cualquier tipo de encanto hasta satisfacerlos o que la música cese. No dudé en reír en voz alta, pues he llegado a comprender, de que esto, es una costumbre que han ido desatando ellas, todas sedientas por atención masculina.
No meteré mis narices en donde no me llaman, y si ellas se sienten atraídas por la danza, haré lo mismo por curiosidad y me largaré como quien nunca ha estado en la taberna. ─ ¡Silencio animales en celo! Cof, Cof.. ─ Y el jefe del establecimiento se llevó el puño cerrado al rostro. ─ Como todas las noches especiales, camaradas, algunos más amigos que otra cosa, ¡Que empiece el Amice! ─ Volvieron los "Ahú, ahú, ahú" Los bramidos eran feroces y por sorprendente que parezca, todos están sentados con su néctar, impacientes por la actuación.
- Música ambientativa. :
Por lo que me han enseñado, los pasos son fáciles, y luego toca improvisar. De un lado al otro al son de la música, la cadera debe elevarse mientras que los brazos se desplazan sútiles, al principio van rectos pero con el lapsus del tempo van tornándose curvos, con un aire sensual así como el aura del cuerpo fémino. La mayoría alcanzamos la simetría en los pasos de baile, nos dedicamos a cruzar miradas afiladas por un rato largo, desconozco la razón hasta que el plato fuerte en cuestión comienza a ser visible. En meros segundos los hombres comienzan a aglomerarse alrededor de la barra, es inquietante y a su vez repulsivo, ¿y que cojones me tocará hacer ahora? Única advertencia, nunca enciendas a Eretria, para bien o para mal.
Con un bemol entre melodías y el celestial aullido dio comienzo la purga entre las bailarinas, era imposible acreditar la maldita locura que contemplan mis luceros café, o pensar a su vez, que la mujer que creó esta bazofia no estuviese borracha, o alucinando por algún tipo de mierda. Se empujan, hincan los pies para que algunas tropiecen o se abalancen fuera de la zona segura, la barra. Las que caen son aferradas en volandas por los de abajo. La que se atrevió a chocar contra mí salió disparada de un tortazo en toda la mandíbula. La que intentó tirarme por el lado contrario acabó con uno de mis pies en el estómago, siendo bestialmente lanzada hacia atrás mientras me maldecía en vida.
¿Y que se hace en un disparate como este? Reír a carcajadas mientras las tiraba a todas, sin suavidad, esquivaba caderazos, codos en picos o empujones feroces en mi contra. Me estaba divirtiendo a grandes escalas y lo mejor de todo es que sólo quedábamos tres. ─ ¿Quien será la siguiente? ─ Y les mandé un beso, ya estaban tardando en acorralarme ─ ¡Eres una marimacha! Así no se puede, además, ¿a quién elegirás? ─ Dubitativa alcé una de las cejas. ─ La ganadora podrá tener una cita con el que elija de la posada. ─ Arg, rechisté y sin previo aviso agarré a una de la falda para echarla fuera, la pobre gritó miedica mientras que la segunda ya saltaba por valentía propia. ─ A ver a ver, que levante la mano el más rico. ─ Bromeé, ni loca bajaría con el laberinto de borrachos abrazados como críos a las mujeres que han ido cogiendo en pleno apogeo. ─ ¿Tú? ─ Señalé al boleo. ─ ¿O Tú? Vamos, que no muerdo, solo destrozo cosas y si me pongo contenta, también quiebro piernas. ─ Otro reto sería que uno sobresaliese, o se presentase.
─ Y traedme mi ropa, joder. ─ María asintió mientras que el jefe, como recompensa me obsequiaba una buena jarra de licor puro, ese que desgarra las cavidades de la garganta así como también el estómago. El bragiväl de este año lo recordaría como uno de los más divertidos, sí, sentada y con las piernas cayendo por fuera aguardo por mis pertenencias, es muy raro verme sonreír y sin embargo las comisuras las mantengo alzadas tras el disfrute bajo las luces de los candelabros, los cánticos de los bardos y el buen hidromiel otorgado.
- Curiosidades:
Amice = En dicha taberna, hay días especiales en donde las mujeres portan vestimentas suculentas y bailan sobre la barra del bar para conseguir más clientelas, y como no, pasarlo genial. Como recompensa para las chicas, la que queda en pie tras la ronda final, podrá elegir al más rico o apuesto para tener una cita en esa misma noche.- María:
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- Jefe de la Taberna:
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Eretria Noorgard
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
La ciudad de Beltrexus estaba atiborrada de gente aquella noche. Las luces de la calle. El jolgorio. Las voces de júbilo y de tranquilidad. Era horrible. Como cada año, el Bragival se celebraba en la ciudad. Era en aquel tipo de fiestas donde podía verse de mejor manera la decadencia de la sociedad. Gente disfrazada. ¿Con qué propósito? ¿Qué tenía de divertido hacer el ridículo y jugar a ser alguien que no eres en realidad?
Un par de borrachos entre la multitud curioseaban el interior del Palacio de los Vientos, a través de las rejillas de entrada a los jardines de la mansión
-¡Mira, Thibault! ¡Hay luz en la mansión de los Boisson! –dijo un hombre disfrazado de asno. Señalando a la ventana del segundo piso del Palacio de los Vientos. – Podíamos ir a mirar si hay algún cazador. – propuso aquel borrachuzo con las mejillas tintadas de rojo.
-¿Qué? Ni loco me acerco yo ahí. – replicó el otro a voces, vestido de… ¿Gallina? – Es la sede de los cazadores de vampiros. La dueña hace años que no se deja ver. Dicen que falleció hace años. Aún así, hay gente que asegura haber visto a una mujer vestida de negro, como la muerte, durante la noche al trasluz de las ventanas de la mansión. – El hombre miró con los ojos brillantes. – Es un fantasma. Esa mujer está muerta.
El compañero se asustó y siguió caminando. ¡Vaya! Había que ver hasta donde había llegado la leyenda de mis numerosas muertes. Aunque el hecho de que estuviera la mayor parte de mi vida viajando por el mundo, y que cuando me encontraba en Beltrexus apenas me dejara ver, contribuía mucho a alimentar esos cuentos de bardo.
Veía todo tras las ligeramente ladeadas cortinas del Palacio de los Vientos. Era de noche y me encontraba asomada tras las cortinas en mi despacho redactando algunas de las condiciones de los últimos contratos que nos habían llegado. Pero con todo el jolgorio no podía escribir nada. Acostumbrada a dormir por las mañanas, tendría que esperar a la tarde siguiente para poder continuar.
-¿No va a acudir a la fiesta, señora Boisson? – preguntó Lázarus, el veterano mayordomo de la mansión, que había entrado por la puerta. Me giré a él. Estaba en la puerta. Postrado justo sobre el retrato de Isabella.
-Sabes que aborrezco las fiestas, Lázarus. – contesté, dejando que las cortinas volviesen a su posición original.
-Pero es la única que permanece en Palacio. Debería divertirse un poco. O simplemente ver las nuevas caras de la ciudad. Hay gente que no la conoce. – el educado y encorvado mayordomo intercambió miradas conmigo. No había replicado. No me había negado. Ya había perdido. Entonces, Lázarus envió el comentario definitivo. – Quizás podríamos encontrarle algo para que no fuera reconocida. – propuso cuando le envié una irónica sonrisa.
Poco más de media hora después, salía disfraza por la puerta principal del Palacio de los Vientos. Enfundada de negro en un traje que hacía años que no ponía. Con una careta para resultar irreconocible.
Traté de buscar a Jules, Overholser, Natasha y demás miembros del gremio. Pero no para encontrarme con ellos, sino para procurar mantenerme alejada. Ellos disfrutaban las fiestas, mientras que yo aborrecía este tipo de actividades… Todo el mundo parecía tan feliz.
Era prácticamente imposible conocer a alguien entre tanta gente. Demasiada. Empezaba a acalorarme, y por ende a agobiarme. Me sentía incómoda con aquel pesado vestido. Tomé asiento en una mesa que acababa de dejar libre una pareja al levantarse a bailar. Y esperé allí pacientemente observando la variedad de originales disfraces que llevaban algunos. Sin moverme ya que podía mover los ojos a través de la careta. La mayoría me miraban y pasaban de largo al ver mi seca e inmóvil postura. No invitaba a la gente a acercarse. Algún hombre valiente sí que se atrevió a acercarse a mí para tratar de sacarme a bailar. Pero todos obtenían mi mismo gesto de negación con la mano enguantada.
Podía decirse que estuve allí. Sin relacionarme con nadie. Sin pronunciar una sola palabra durante las más de dos horas que permanecí sentada en aquella mesa. El jolgorio, la fiesta, la música… Muy divertido. Pero aquello no era para mí. Todo lo que hacía era lo que mejor sabía hacer: Parecer un fantasma. De cuerpo presente, pero no en espíritu. O al menos no el que se espera de una fiesta. Era mi manera de ser. La rancia manera de la que “disfrutaba” de las fiestas nocturnas.
Al menos, meses después, me había dejado ver por Beltrexus.
Un par de borrachos entre la multitud curioseaban el interior del Palacio de los Vientos, a través de las rejillas de entrada a los jardines de la mansión
-¡Mira, Thibault! ¡Hay luz en la mansión de los Boisson! –dijo un hombre disfrazado de asno. Señalando a la ventana del segundo piso del Palacio de los Vientos. – Podíamos ir a mirar si hay algún cazador. – propuso aquel borrachuzo con las mejillas tintadas de rojo.
-¿Qué? Ni loco me acerco yo ahí. – replicó el otro a voces, vestido de… ¿Gallina? – Es la sede de los cazadores de vampiros. La dueña hace años que no se deja ver. Dicen que falleció hace años. Aún así, hay gente que asegura haber visto a una mujer vestida de negro, como la muerte, durante la noche al trasluz de las ventanas de la mansión. – El hombre miró con los ojos brillantes. – Es un fantasma. Esa mujer está muerta.
El compañero se asustó y siguió caminando. ¡Vaya! Había que ver hasta donde había llegado la leyenda de mis numerosas muertes. Aunque el hecho de que estuviera la mayor parte de mi vida viajando por el mundo, y que cuando me encontraba en Beltrexus apenas me dejara ver, contribuía mucho a alimentar esos cuentos de bardo.
Veía todo tras las ligeramente ladeadas cortinas del Palacio de los Vientos. Era de noche y me encontraba asomada tras las cortinas en mi despacho redactando algunas de las condiciones de los últimos contratos que nos habían llegado. Pero con todo el jolgorio no podía escribir nada. Acostumbrada a dormir por las mañanas, tendría que esperar a la tarde siguiente para poder continuar.
-¿No va a acudir a la fiesta, señora Boisson? – preguntó Lázarus, el veterano mayordomo de la mansión, que había entrado por la puerta. Me giré a él. Estaba en la puerta. Postrado justo sobre el retrato de Isabella.
-Sabes que aborrezco las fiestas, Lázarus. – contesté, dejando que las cortinas volviesen a su posición original.
-Pero es la única que permanece en Palacio. Debería divertirse un poco. O simplemente ver las nuevas caras de la ciudad. Hay gente que no la conoce. – el educado y encorvado mayordomo intercambió miradas conmigo. No había replicado. No me había negado. Ya había perdido. Entonces, Lázarus envió el comentario definitivo. – Quizás podríamos encontrarle algo para que no fuera reconocida. – propuso cuando le envié una irónica sonrisa.
Poco más de media hora después, salía disfraza por la puerta principal del Palacio de los Vientos. Enfundada de negro en un traje que hacía años que no ponía. Con una careta para resultar irreconocible.
- Disfraz:
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Traté de buscar a Jules, Overholser, Natasha y demás miembros del gremio. Pero no para encontrarme con ellos, sino para procurar mantenerme alejada. Ellos disfrutaban las fiestas, mientras que yo aborrecía este tipo de actividades… Todo el mundo parecía tan feliz.
Era prácticamente imposible conocer a alguien entre tanta gente. Demasiada. Empezaba a acalorarme, y por ende a agobiarme. Me sentía incómoda con aquel pesado vestido. Tomé asiento en una mesa que acababa de dejar libre una pareja al levantarse a bailar. Y esperé allí pacientemente observando la variedad de originales disfraces que llevaban algunos. Sin moverme ya que podía mover los ojos a través de la careta. La mayoría me miraban y pasaban de largo al ver mi seca e inmóvil postura. No invitaba a la gente a acercarse. Algún hombre valiente sí que se atrevió a acercarse a mí para tratar de sacarme a bailar. Pero todos obtenían mi mismo gesto de negación con la mano enguantada.
Podía decirse que estuve allí. Sin relacionarme con nadie. Sin pronunciar una sola palabra durante las más de dos horas que permanecí sentada en aquella mesa. El jolgorio, la fiesta, la música… Muy divertido. Pero aquello no era para mí. Todo lo que hacía era lo que mejor sabía hacer: Parecer un fantasma. De cuerpo presente, pero no en espíritu. O al menos no el que se espera de una fiesta. Era mi manera de ser. La rancia manera de la que “disfrutaba” de las fiestas nocturnas.
Al menos, meses después, me había dejado ver por Beltrexus.
Anastasia Boisson
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
Esto se ponía incomodo conforme avanzaba los segundos, pero ella parecía tener todo bajo control, como si la el engaño y la actuación fuse parte de su día a día. Pues yo no, no estuve acostumbrado a tal presión en el pasado y solo esperaba que mis límites de vergüenza toleraran todo esto por el bien de mi misión. Por si fuera poco, aquellos hombres lograron no ser el único público tras mis hazañas, de alguna manera sin explicación absoluta, el alcohol y el ambiente festivo incitaba a las personas a unirse a cualquier jolgorio clandestino dejando la intimidad y la privacidad de lado. Cada musculo en mi cuerpo se iba tensando de ansiedad y sujete firme su mano tratando de no ser yo mismo quien se delatara frete a tanta presión.
- Ruego a los Dioses me disculpes por todo esto Señora mía. - susurre a mi acompañante en respuesta a sus alegres y entretenidas palabras manteniendo el paso tras ella quien ahora era muestra de mis cuerdas y como buen muñeco de trapo y madera me dejaba arrastrar, no podía empeorar más la situación, o eso creí. No falto mucho para ser increpados por mis buenos amigos en un intento por concluir con la buena noche con palabras que alimenten su alma.
Listo, era el fin, qué podía decirle a estos hombres que me los quitara de encima, que nos los quitara de encima, por si fuera poco ella termino metida en mis líos y podrían molestarla de encontrarnos separados, comencé a temblar ligeramente y sentí como mis manos transpiraban ligero en lo que mi lengua no lograba coordinar con mi cerebro tras bambalinas, pronto tendría que abrir los telones y cantar sin laúd o rebec que me acompañasen. Las cortinas se apartaron pero no fue mi escenario el que comenzó la función.
-Os agradezco en verdad - proseguí a sus palabras - Tened buena noche Señores y mencionare a los Dioses Celestiales por ustedes en mis futuras plegarias.
Al darle la espalda mi cuerpo se relajó y vitoreaba por dentro, esta mujer era sensacional, había logrado quitarnos esos viejos verdes de encima sin dificultad alguna, los Dioses realmente me dieron buen latido al ser ella a quien molestase esta velada.
En la mesa nos esperaban unos tragos de dudosa procedencia, me limite a dejarme caer en el banco extasiado por tanta adrenalina quemada en vano. Sujete la jarra que me correspondía y asome la vista a su interior, una bramante espuma me incitaba a lo desconocido, pero luego del lio con Leo quizás era mejor idea mantenerme a distancia de su néctar.
La mire con ojos sonrientes ante lo de "pues no tengo dueño... ni dueña." quizás a una madre o abuela obstinada y posesiva refería - Saurin me pusieron mis padres, mas Sauron es mi nombradía, por favor utiliza este ultimo ya que me resulta incomodo y extraño ser tratado como mujer. - bajé la vista a mi trago para moverlo en círculos in notar como las densas burbujas tardaban en desmasificarse - por otro lado... desconozco si tales suspiros han existido... No es como si estuviera interesado en ese tipo de cosas.
Volví a mirarla y a concentrarme en sus ojos como su aspecto, aquel vestido era hermoso y le calzaba perfecto, no es como si extrañase vestir tales atuendos, sin embargo no podía ocultar que quizás tenia curiosidad por ver cómo me quedaría una prenda tan bella, aunque no creo poder alcanzar la belleza de esta mujer. Cada bordando con una sombra arrojada delicadamente sobre lo que parecía un satén perlado, piedras finas armoniosamente espejadas desde el centro resaltando sus curvas parejas y los bolados que daban delicadeza pero no restaban porte o elegancia bajo un estricto cuello de camisa. Me sentí como un acosador por un instante por lo que volví a ver a su rostro.
- Creo que es mi turno por preguntar su gracia, realmente me has salvado de una situación sin precedentes, no imaginas siquiera cuánto. Me gustaría al menos ser cortés y conocer el nombre de mi salvadora.
- Ruego a los Dioses me disculpes por todo esto Señora mía. - susurre a mi acompañante en respuesta a sus alegres y entretenidas palabras manteniendo el paso tras ella quien ahora era muestra de mis cuerdas y como buen muñeco de trapo y madera me dejaba arrastrar, no podía empeorar más la situación, o eso creí. No falto mucho para ser increpados por mis buenos amigos en un intento por concluir con la buena noche con palabras que alimenten su alma.
Listo, era el fin, qué podía decirle a estos hombres que me los quitara de encima, que nos los quitara de encima, por si fuera poco ella termino metida en mis líos y podrían molestarla de encontrarnos separados, comencé a temblar ligeramente y sentí como mis manos transpiraban ligero en lo que mi lengua no lograba coordinar con mi cerebro tras bambalinas, pronto tendría que abrir los telones y cantar sin laúd o rebec que me acompañasen. Las cortinas se apartaron pero no fue mi escenario el que comenzó la función.
-Os agradezco en verdad - proseguí a sus palabras - Tened buena noche Señores y mencionare a los Dioses Celestiales por ustedes en mis futuras plegarias.
Al darle la espalda mi cuerpo se relajó y vitoreaba por dentro, esta mujer era sensacional, había logrado quitarnos esos viejos verdes de encima sin dificultad alguna, los Dioses realmente me dieron buen latido al ser ella a quien molestase esta velada.
En la mesa nos esperaban unos tragos de dudosa procedencia, me limite a dejarme caer en el banco extasiado por tanta adrenalina quemada en vano. Sujete la jarra que me correspondía y asome la vista a su interior, una bramante espuma me incitaba a lo desconocido, pero luego del lio con Leo quizás era mejor idea mantenerme a distancia de su néctar.
La mire con ojos sonrientes ante lo de "pues no tengo dueño... ni dueña." quizás a una madre o abuela obstinada y posesiva refería - Saurin me pusieron mis padres, mas Sauron es mi nombradía, por favor utiliza este ultimo ya que me resulta incomodo y extraño ser tratado como mujer. - bajé la vista a mi trago para moverlo en círculos in notar como las densas burbujas tardaban en desmasificarse - por otro lado... desconozco si tales suspiros han existido... No es como si estuviera interesado en ese tipo de cosas.
Volví a mirarla y a concentrarme en sus ojos como su aspecto, aquel vestido era hermoso y le calzaba perfecto, no es como si extrañase vestir tales atuendos, sin embargo no podía ocultar que quizás tenia curiosidad por ver cómo me quedaría una prenda tan bella, aunque no creo poder alcanzar la belleza de esta mujer. Cada bordando con una sombra arrojada delicadamente sobre lo que parecía un satén perlado, piedras finas armoniosamente espejadas desde el centro resaltando sus curvas parejas y los bolados que daban delicadeza pero no restaban porte o elegancia bajo un estricto cuello de camisa. Me sentí como un acosador por un instante por lo que volví a ver a su rostro.
- Creo que es mi turno por preguntar su gracia, realmente me has salvado de una situación sin precedentes, no imaginas siquiera cuánto. Me gustaría al menos ser cortés y conocer el nombre de mi salvadora.
Sauron Guardgris
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
Desilusión fue lo que sentí cuando escuche aquella declaración de pocas intenciones, aunque todavía no estaba todo perdido pues la noche era larga y quien sabe, a lo mejor podría ser que todavía no se le hubiera presentado la mujer indicada.
-Podéis llamarme Reivy.- Le sonreí con simpatía y dando otro trago a la bebida opte por tratarla como un hombre ya que parecía renegar de su condición de mujer.- A decir verdad no me siento salvadora, ya que su presencia repentina me a sido grata. En festividades como esta cualquier cosa puede pasar.
Mi intención es sin lugar a dudas saber mas sobre la desconocida y tantear el terreno en busca de detalles o información que me permitan acercarme mas a la muchacha, sin embargo con la ilusión celestial terminada y la familia acercándose la tarea se complicaba. Lavey llego como un torrente de agua en época de deshielo, abrazándome con fuerza por la cintura y examinando con lujo de detalles el entorno y mi acompañante.
-Reivy quien es el? y que hay en la jarra? quiero probarlo - La niña se movió con curiosidad alrededor de mi cuerpo hasta que termino encima de mis piernas e inclinando la cabeza hacia la jarra.- Vey esta bebida no es para ti, pero igual el cantinero tiene juego de manzana o de pera. Y el muchacho se llama Sauron.
Levante la mano haciéndole una indicación al camarero mientras con la otra apartaba el vaso de las manos de la niña. Justo cuando llegaban mis abuelos llego también el camarero, al cual le pedí amablemente una sidra de manzana y cerveza fría para los mas ancianos. Mi abuela se sentó al lado de la mujer que a juzgar por las miradas que lanzaba parecía no a verse percatado de que las vestimentas eran un disfraz, por otro lado mi abuelo se quedo de pie detrás mía con los ojos entrecerrados esperando ver una falla en el rapaz que le permitiera mandarlo a paseo.
-Sauron ellos son mi familia. La dulce mujer que tienes a tu lado es Angela, el inquisitivo señor a mi espalda es Persival y esta pequeña de aquí Lavey.- Y como si su nombre hubiera accionado algún botón en la mente de la mas joven, levanto la cabeza de la lejana jarra y miro al joven con ojos brillantes.- Reivy es mi amiga, pero si te portas bien con ella dejare que juguéis juntos un rato mas... Manzanaa~ -Grito la pequeña cuando el mozo sirvió las bebidas en la mesa, el joven trabajador sonrió a la niña que ya estaba bebiendo y dando media vuelta se fue.- Esta muy rica y fresquita.
-Así que te llamas Sauron... Zagal ve con cuidado con lo que le haces a mi nieta. Tienes suerte de que sea Bragiväl si no el cuento seria distinto.- Mi abuela no se hizo esperar aunque por suerte hablo a favor de Sauron.- Querido no seas tan severo con el muchacho. Si no recuerdo mal, en tus tiempo mozos eras mucho peor.
Persival miro sorprendido a mi abuela y con un largo suspiro bebió la mitad de su jarra de cerveza. El ambiente se notaba algo tenso pero todo estaba tranquilo, los mas adultos se dieron cuentan de que queríamos seguir a solas y la pequeña criatura disfrutaba distraída de su bebida. Pasaron quizás 10 o 15 minutos en la mesa hasta que ambos quedaron satisfechos y las jarras vacías, Angela se levanto y esa fue la señal de que se iban.
-Rei vendrás luego a jugar conmigo? -Lavey me miraba con cara de perrito abandonada, la niña no era tonta, sabia como ablandarme.- Claro cariño, cuando termine de... divertirme con Sauron iré a buscarte.- La chiquilla dio un salto enérgico bajando de mi falda y se fue satisfecha a perderse en la fiesta seguida por la atenta mirada de mis abuelos.- Me temo que ahora soy yo la que tiene que disculparse Sauron. Mi familia puede ser muy... protectora.
-Podéis llamarme Reivy.- Le sonreí con simpatía y dando otro trago a la bebida opte por tratarla como un hombre ya que parecía renegar de su condición de mujer.- A decir verdad no me siento salvadora, ya que su presencia repentina me a sido grata. En festividades como esta cualquier cosa puede pasar.
Mi intención es sin lugar a dudas saber mas sobre la desconocida y tantear el terreno en busca de detalles o información que me permitan acercarme mas a la muchacha, sin embargo con la ilusión celestial terminada y la familia acercándose la tarea se complicaba. Lavey llego como un torrente de agua en época de deshielo, abrazándome con fuerza por la cintura y examinando con lujo de detalles el entorno y mi acompañante.
-Reivy quien es el? y que hay en la jarra? quiero probarlo - La niña se movió con curiosidad alrededor de mi cuerpo hasta que termino encima de mis piernas e inclinando la cabeza hacia la jarra.- Vey esta bebida no es para ti, pero igual el cantinero tiene juego de manzana o de pera. Y el muchacho se llama Sauron.
Levante la mano haciéndole una indicación al camarero mientras con la otra apartaba el vaso de las manos de la niña. Justo cuando llegaban mis abuelos llego también el camarero, al cual le pedí amablemente una sidra de manzana y cerveza fría para los mas ancianos. Mi abuela se sentó al lado de la mujer que a juzgar por las miradas que lanzaba parecía no a verse percatado de que las vestimentas eran un disfraz, por otro lado mi abuelo se quedo de pie detrás mía con los ojos entrecerrados esperando ver una falla en el rapaz que le permitiera mandarlo a paseo.
-Sauron ellos son mi familia. La dulce mujer que tienes a tu lado es Angela, el inquisitivo señor a mi espalda es Persival y esta pequeña de aquí Lavey.- Y como si su nombre hubiera accionado algún botón en la mente de la mas joven, levanto la cabeza de la lejana jarra y miro al joven con ojos brillantes.- Reivy es mi amiga, pero si te portas bien con ella dejare que juguéis juntos un rato mas... Manzanaa~ -Grito la pequeña cuando el mozo sirvió las bebidas en la mesa, el joven trabajador sonrió a la niña que ya estaba bebiendo y dando media vuelta se fue.- Esta muy rica y fresquita.
-Así que te llamas Sauron... Zagal ve con cuidado con lo que le haces a mi nieta. Tienes suerte de que sea Bragiväl si no el cuento seria distinto.- Mi abuela no se hizo esperar aunque por suerte hablo a favor de Sauron.- Querido no seas tan severo con el muchacho. Si no recuerdo mal, en tus tiempo mozos eras mucho peor.
Persival miro sorprendido a mi abuela y con un largo suspiro bebió la mitad de su jarra de cerveza. El ambiente se notaba algo tenso pero todo estaba tranquilo, los mas adultos se dieron cuentan de que queríamos seguir a solas y la pequeña criatura disfrutaba distraída de su bebida. Pasaron quizás 10 o 15 minutos en la mesa hasta que ambos quedaron satisfechos y las jarras vacías, Angela se levanto y esa fue la señal de que se iban.
-Rei vendrás luego a jugar conmigo? -Lavey me miraba con cara de perrito abandonada, la niña no era tonta, sabia como ablandarme.- Claro cariño, cuando termine de... divertirme con Sauron iré a buscarte.- La chiquilla dio un salto enérgico bajando de mi falda y se fue satisfecha a perderse en la fiesta seguida por la atenta mirada de mis abuelos.- Me temo que ahora soy yo la que tiene que disculparse Sauron. Mi familia puede ser muy... protectora.
Reivy Abadder
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Re: Bragiväl [+18] [Evento]
La jarra estaba vacía y las Valkirias no pueden caminar en Bragiväl con las jarras vacías. Buscaba un puesto donde vendieran más hidromiel. O cerveza. O vino. O sidra. O lo que hubiese. No es que hubiera querido mezclar brebajes, pero el guapito de hacía un rato le había invitado cerveza y ella solo había estado tomando vino. Y tras la cerveza entró hidromiel, como era de esperarse para una guerrera del Valhalla.
Lo malo es que ahora todas las tiendas estaban llenas. ¡Cuánta gente! ¿En qué momento se volvió tan popular el carnaval de Beltrexus? Ah, no, es que con toda la gente que se había ido a la isla huyendo de la enfermedad la población aumentó. Eso había pasado. Con razón había tanta variedad de disfraces, música, comida y bebida. Pero algo tenían en común: todos querían festejar.
Caminaba como gata, contoneando sus caderas, pero para nada a propósito; las piernas se le cruzaban en cada paso, pero no de borracha, no señor, ella jamás se emborracharía como una vulgar vecina. -Es que el viento está soplando fuerte- decía cada vez que se tambaleaba más de la cuenta. Buscaba no solo una tienda dónde llenar su jarra, también a sus amigas que se le habían perdido cuando el guapito apareció.
-Joven dama ¿No quiere saber lo que le depara el futuro?- escuchó que le hablaban. La ilusionista se detuvo y volteó para ver al dueño de aquella deliciosa voz que la invitaba a ver el porvenir. Se encontró con un hombrazo, piel canela y mirada vivaracha, con la espalda ancha y una sonrisa encantadora. Mina sonrió contenta y los ojitos le destellaron.
-Déjeme tirar las cartas para usted, y averiguaremos qué es lo que le depara el destino- continuó el moreno con esa sonrisa maravillosa.
-Pues yo ya sé lo que me depara el futuro- respondió con seguridad. Avanzó a pasotambaleante seguro hacia él, con ese contoneo tan elegante y seductor de ella -Un guapo adivinador me dirá su nombre y va a invitarme a beber algo- dijo -Como es un poderoso adivino, sabe que tengo la jarra vacía y la garganta seca- continuó -Y luego... bueno, es más divertido dejarse sorprender- sugirió,
llegando frente a él.
Lo malo es que ahora todas las tiendas estaban llenas. ¡Cuánta gente! ¿En qué momento se volvió tan popular el carnaval de Beltrexus? Ah, no, es que con toda la gente que se había ido a la isla huyendo de la enfermedad la población aumentó. Eso había pasado. Con razón había tanta variedad de disfraces, música, comida y bebida. Pero algo tenían en común: todos querían festejar.
Caminaba como gata, contoneando sus caderas, pero para nada a propósito; las piernas se le cruzaban en cada paso, pero no de borracha, no señor, ella jamás se emborracharía como una vulgar vecina. -Es que el viento está soplando fuerte- decía cada vez que se tambaleaba más de la cuenta. Buscaba no solo una tienda dónde llenar su jarra, también a sus amigas que se le habían perdido cuando el guapito apareció.
-Joven dama ¿No quiere saber lo que le depara el futuro?- escuchó que le hablaban. La ilusionista se detuvo y volteó para ver al dueño de aquella deliciosa voz que la invitaba a ver el porvenir. Se encontró con un hombrazo, piel canela y mirada vivaracha, con la espalda ancha y una sonrisa encantadora. Mina sonrió contenta y los ojitos le destellaron.
-Déjeme tirar las cartas para usted, y averiguaremos qué es lo que le depara el destino- continuó el moreno con esa sonrisa maravillosa.
-Pues yo ya sé lo que me depara el futuro- respondió con seguridad. Avanzó a paso
llegando frente a él.
- INTERACCIÓN:
- Matthew Owens
Mina Harker
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