EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
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EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Bragiväl: El Carnaval Aerandiano
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Las grandes fiestas en Aerandir solían empezar todas igual: Con una gran estatua de paja y madera en medio de la plaza central de Lunargenta. ¿Alguien esperaba otra cosa que no fuera esto? Seguramente, nadie. Los aerandianos debían de estar acostumbrados que, en cada una de sus festividades, una estatua gigante fuera a ser quemada. A lo que no estaban acostumbrados era a vestirse con sus mejores-peores disfraces. Cuanto más grotesco y llamativo fuera el disfraz, mejor. Estos tres días y estas noches, la belleza más estrambótica estaba de moda en Aerandir. Era la celebración de Bragiväl, el Carnaval aerandiano.
Todo estaba preparado para que la festividad tuviera lugar. Los bardos, algunos disfrazados de la manera más extravagante posible y otros desnudos con el cuerpo entero pintado, afinaban sus instrumentos ya aburridos de que ÉL llegase con la primera antorcha que daría comienzo al primer día de jolgorio. No eran los únicos que estaban esperando. Las personas encargadas de repartir la bebida, de tirar las cintas de colores por la plaza, los que querían lucir su disfraz entre la multitud, los que deseaban que empezase la música para poder bailar y los que solo querían ver la gran estatua arder también estaban esperando. Todos estaban esperando a qué ÉL llegase con el fuego. ¿Quién era él? Nadie lo sabía. Lo que sí sabían es que el Evento no comenzaría hasta que no llegase.
En mitad de todo aquel espectáculo de color, bebida y amor carnal; un hombre entrado en edad señalaba a los débiles de corazón mientras leía las palabras de la biblia. Se trataba del Padre Callahan, un incansable cristiano que repetía las palabras de su Señor Dios Padre allá donde fuera. Por fortuna para él, todos pensaron que era un gran actor con un mejor disfraz. En estos días, los Dioses quedaban desplazados en un segundo lugar.
Alguien que sí estaba disfrutando como una niña era Sonagashira. Por primera vez en mucho tiempo, las personas no le miraban mal por bailar desnuda en la plaza. Se había pintado el cuerpo y la cara con los mismos colores que sus alas. Le encantaba maquillarse. Y, por lo visto, a la gente de la ciudad también le gustaba verla así de maquillada. Muchos amigos que ella no pensó que lo serían nunca, se acercaron a tocarle las alas y el cabello. Era extraño que todos hicieran la misma pregunta: “Qué bonito disfraza, ¿lo has hecho tú?”. Sona suponía que sí. Contestaba con rápidos movimientos afirmativos con la cabeza y una sonrisa de oreja a oreja. ¡Hacía mucho que no lo pasaba tan bien! Era tan feliz que empezó una cantar una canción que ella misma improvisaba según el momento.
En un lugar como éste no podía faltar Hont. Él estaba con los más niños, enseñándoles sus mortales movimientos con la espada de madera y su peligroso salto mortal con el que se lanzaba hacia la cabeza de sus enemigos. Al escuchar las aventuras del héroe zarigüeya, muchos de esos niños quisieron disfrazarse de Hont para la fiesta. Se pusieron orejas de felpa con la misma que las tenía el hombrecillo, se pusieron un gran abrigo de piel pintado de color gris (el de Hont) y empezaron a imitar los movimientos que él héroes les había enseñado. Cualquiera que los viese pensaría que estaban bailando y no luchando contra enemigos invisibles.
El Pequeño Boomer era inconfundible entre el resto de personas. Se había pintado la cara igual como se la pintaba en sus días con el Circo de los Horrores. En realidad, jamás había dejado de pintarse la cara de aquella manera. Se sentía cómodo siendo El Pequeño Boomer, aquel grandullón a quien Shimphony Shappire cuidaba (Boomer se sentía cómodo. Boomer echa de menos a Shappy. Boomer no es listo). Era una lástima que Shappy no estuviera en la fiesta para verle.
Ernest Rutherford, uno de los hombres más ancianos de Aerandir, tenía las manos cruzadas y miraba a la estatua de madera y paja con una sonrisa. Rutherford sabía quién era el famoso “ÉL” que todo el mundo esperaba. Aunque, más bien, le deberían llamar como ELLA. Esperemos que llegue pronto con la antorcha. La gente ya empezaba a ponerse furiosa.
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En viste de la buena aceptación que tuvo el evento de San Valentín, desde el staff, hemos pensado hacer uno nuevo. Esta vez, dedicado al Bragiväl, el Carnaval de Aerandir. Para aquellos que seáis nuevos os explico por encima lo que se pretende con estos eventos: queremos todos los usuarios participen por igual y disfruten del Bragiväl. Contra más personas participéis mejor. Estos eventos que, en un principio, parecen una gran sencillez, son extremadamente útiles para aumentar el lore de Aerandir y generar una gran diversidad de tramas.
Información:
* Libre partición. Todos los usuarios con más de 10 posts on rol puede participar.
* El Bragiväl durará 3 días onrol y 21 días reales. El primer día onrol durará del 5 al 12 de marzo, el segundo del 12 al 19 y el tercer día del 19 al 26. El cambio de día se efectuará cuando yo posteé. Para cada día he nombrado un candidato especial por mp encargado de encender la hoguera de la plaza central. Éstos tienen instrucciones especiales, saben perfectamente lo qué tiene que hacer.
* Como objetivo principal deberéis: entrar en la celebración y disfrutar de ella con el disfraz más extravagante posible que vuestra imaginación pueda crear. Si lo deseáis, podéis venir con un disfraz diferente en cada uno de los tres días que dura el Bragiväl. Opcionalmente, podéis poneros en común varios usuarios y crear, en mitad de la fiesta, un baile, una canción o ayudar, otros con sus disfraces o cualquier cosa que tenga que ver con el Carnaval que a mí no se me haya ocurrido.
* Aunque el objetivo se puede completar con un único post, si creéis que el ambiente de festividad y la ocasión puede veniros bien para generar una pequeña trama entre vosotros, está permitido postear más de una vez.
* Tenéis total libertad con los turnos. No tendréis que esperar a que otro usuario para postear. Aun así, os pido, que postéis con lógica.
* Si has conocido a cualquiera de mis npcs, aunque no sea de los que he nombrado en el tema, en una misión o desafío puedes utilizarlo, de manera lógica, en el tema si crees que te puede generar juego en el rol.
* Como he marcado antes: Mis intervenciones serán para los días 12, 19 y 26 de marzo para los cambios de día (on rol). El día 26 cerraré el tema.
Recompensas:
* +2 ptos de experiencia
* 50 aeros
* 50 aeros adicionales a aquella persona que tenga el disfraz más original para cada día (onrol) del Bragiväl.
* Pequeño objeto recordatorio del evento
* Aquellos que creen una pequeña trama dentro del tema serán recompensados con un objeto adicional.
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
El ruido de las personas cantando, hablando, riendo, la música que inundaba la plaza y calles de Lunargenta. Los colores y aquella maravillosa vibración de los cuerpos bailando por todos lados. Todo se detuvo. Todo quedó en silencio cuando ELLA apareció
El sensual contoneo de la joven que portaba la antorcha era hipnótico. No se podía apartar los ojos de sus caderas que se movían ondulantes con cada paso que daba. Su mirada felina también atrapaba las miradas. Nadie podía reconocer a la chica que iba prácticamente desnuda, con su cuerpo completamente pintado como un jaguar; desde el rostro hasta los dedos de los pies. Solo lo sabría el viejo Ernest Rutherford, ya que ella llevaba en su oreja la flor que él le había regalado.
¿Cómo terminó Ingela inaugurando los carnavales de Lunargenta?
Entre Beltrexus y Lunargenta había un largo trecho. Además, era una gran ciudad repleta de gente. Y entre todos, lo tenía en frente, tan adorable como ella lo recordaba. -Mi querida Ingela- la saludó el viejo Ernest Rutherford -¿Me recuerdas?- le preguntó mientras se le acercaba a pasitos cortos y lentos. Por supuesto que ella lo recordaba, a aquel anciano a quien tiempo atrás ayudó en la gran biblioteca de Beltrexus.
Aprovechando que estaban en el mercado, pasaron a sentarse para tomar un café. -No creas que el encontrarte ha sido una simple coincidencia- le dijo de repente el anciano a la joven. -Sentí tu presencia en la ciudad y te he buscado. Quiero pedirte un gran favor- le dijo él con una enorme sonrisa en el rostro. -¿Sabes que en estas fechas se celebra el Bragiväl? Es el carnaval de Lunargenta- le dijo a la joven.
Ella lo miró sorprendida, mientras masticaba un trozo de rosquilla que tenía en la boca. -Sí, sabía que era la época de fiestas en Lunargenta, pero no es la razón por la cual estoy aquí- respondió la joven dragona al tragar. Otros asuntos, mucho más personales, la habían llevado a la ciudad capital. -Es la pura voluntad de los seis que esté aquí para las fiestas- dijo antes de pegarle otro mordisco a la rosquilla -Pero no me quejo, ¡lo disfruto mucho!- dijo tapando su boca llena.
Y no era para menos. El Ohdá había sido un gran éxito para ella, no solo había tenido la oportunidad de conocer cómo se celebraba en la capital, además, los dioses habían escuchado y cumplido su fervorosa petición al ponerle a Zatch en frente. Y ahora, estaba junto a su amigo Ernerst Rutherford.
-Volviendo a lo que vengo a pedirte... ¿conoces la tradición del Bragiväl? Cada día del carnaval, se enciende una gran figura de paja y madera. Estoy seguro que las has visto a medio construir en la plaza central- le dijo tras tomar un sorbo de su infusión. Ingela asintió.
Ernest continuó -Pues bien, estoy a la cabeza de la organización, mi querida Ingela, y he decidido que tú serás quien encienda la primera figura de la celebración, el primer día del carnaval- le dijo el anciano con toda la calma a la joven, quien casi se atora con el trozo de rosquilla que tenía en la boca al escuchar aquello.
Apenas recuperándose del impacto, aún tosiendo, la chica seguía con los ojos desorbitados y sin poder creer aquello. -¡Por supuesto!- exclamó ella una vez pudo recuperar el aliento -¡Claro que sí!- continuó diciendo, mientras saltaba encima de la mesa y daba un fuerte abrazo al viejo. A ella jamás le habían pedido algo así, se sentía especial, como si la hubiesen nombrado Princesa del Mundo. ¡Cuanta envidia sentiría su hermana si llegase a saberlo! Y sí, por los seis y los demás dioses, Kristin se enteraría.
Pasaron los días y por fin llegó la fecha. La figura estaba lista, las calles decoradas y muchos ya lucían sus disfraces. Ingela había desaparecido muy temprano de los ojos de sus amigos, pues aquello era secreto. Todo, desde su participación en la fiesta hasta su disfraz. Ella tendría el honor de encender a la "Mujer que toca el cielo", la primera figura en ser encendida.
Todos estaban en silencio. Ella se paró en frente de la estatua y la miró, tomándose su tiempo. Llenó de aire sus pulmones al tope y, al tiempo que lanzaba la antorcha a los pies de la figura, gritó -¡QUE COMIENCE EL BRAGIVÄL!-.
La multitud allí reunida rugió de emoción mientras la figura se encendía por completo, los músicos tocaron con fuerza y la turgente chica leopardo desapareció entre los bailarines.
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El sensual contoneo de la joven que portaba la antorcha era hipnótico. No se podía apartar los ojos de sus caderas que se movían ondulantes con cada paso que daba. Su mirada felina también atrapaba las miradas. Nadie podía reconocer a la chica que iba prácticamente desnuda, con su cuerpo completamente pintado como un jaguar; desde el rostro hasta los dedos de los pies. Solo lo sabría el viejo Ernest Rutherford, ya que ella llevaba en su oreja la flor que él le había regalado.
- ELLA:
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¿Cómo terminó Ingela inaugurando los carnavales de Lunargenta?
Entre Beltrexus y Lunargenta había un largo trecho. Además, era una gran ciudad repleta de gente. Y entre todos, lo tenía en frente, tan adorable como ella lo recordaba. -Mi querida Ingela- la saludó el viejo Ernest Rutherford -¿Me recuerdas?- le preguntó mientras se le acercaba a pasitos cortos y lentos. Por supuesto que ella lo recordaba, a aquel anciano a quien tiempo atrás ayudó en la gran biblioteca de Beltrexus.
Aprovechando que estaban en el mercado, pasaron a sentarse para tomar un café. -No creas que el encontrarte ha sido una simple coincidencia- le dijo de repente el anciano a la joven. -Sentí tu presencia en la ciudad y te he buscado. Quiero pedirte un gran favor- le dijo él con una enorme sonrisa en el rostro. -¿Sabes que en estas fechas se celebra el Bragiväl? Es el carnaval de Lunargenta- le dijo a la joven.
Ella lo miró sorprendida, mientras masticaba un trozo de rosquilla que tenía en la boca. -Sí, sabía que era la época de fiestas en Lunargenta, pero no es la razón por la cual estoy aquí- respondió la joven dragona al tragar. Otros asuntos, mucho más personales, la habían llevado a la ciudad capital. -Es la pura voluntad de los seis que esté aquí para las fiestas- dijo antes de pegarle otro mordisco a la rosquilla -Pero no me quejo, ¡lo disfruto mucho!- dijo tapando su boca llena.
Y no era para menos. El Ohdá había sido un gran éxito para ella, no solo había tenido la oportunidad de conocer cómo se celebraba en la capital, además, los dioses habían escuchado y cumplido su fervorosa petición al ponerle a Zatch en frente. Y ahora, estaba junto a su amigo Ernerst Rutherford.
-Volviendo a lo que vengo a pedirte... ¿conoces la tradición del Bragiväl? Cada día del carnaval, se enciende una gran figura de paja y madera. Estoy seguro que las has visto a medio construir en la plaza central- le dijo tras tomar un sorbo de su infusión. Ingela asintió.
- Estructura de la figura:
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Ernest continuó -Pues bien, estoy a la cabeza de la organización, mi querida Ingela, y he decidido que tú serás quien encienda la primera figura de la celebración, el primer día del carnaval- le dijo el anciano con toda la calma a la joven, quien casi se atora con el trozo de rosquilla que tenía en la boca al escuchar aquello.
Apenas recuperándose del impacto, aún tosiendo, la chica seguía con los ojos desorbitados y sin poder creer aquello. -¡Por supuesto!- exclamó ella una vez pudo recuperar el aliento -¡Claro que sí!- continuó diciendo, mientras saltaba encima de la mesa y daba un fuerte abrazo al viejo. A ella jamás le habían pedido algo así, se sentía especial, como si la hubiesen nombrado Princesa del Mundo. ¡Cuanta envidia sentiría su hermana si llegase a saberlo! Y sí, por los seis y los demás dioses, Kristin se enteraría.
Pasaron los días y por fin llegó la fecha. La figura estaba lista, las calles decoradas y muchos ya lucían sus disfraces. Ingela había desaparecido muy temprano de los ojos de sus amigos, pues aquello era secreto. Todo, desde su participación en la fiesta hasta su disfraz. Ella tendría el honor de encender a la "Mujer que toca el cielo", la primera figura en ser encendida.
- La Mujer que toca el Cielo:
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Todos estaban en silencio. Ella se paró en frente de la estatua y la miró, tomándose su tiempo. Llenó de aire sus pulmones al tope y, al tiempo que lanzaba la antorcha a los pies de la figura, gritó -¡QUE COMIENCE EL BRAGIVÄL!-.
La multitud allí reunida rugió de emoción mientras la figura se encendía por completo, los músicos tocaron con fuerza y la turgente chica leopardo desapareció entre los bailarines.
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- ¡¡¡Esta es mi figura!!! Faltan otras 2.:
Ingela
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Había albergado la creencia de que lo improvisado durante estos tres días se convertirían en un mar de atrevimientos, todos untados en cascadas de caprichos y emociones que vibran desde nuestro fuero interno, si bien sé que la malicia de cada quien y la cobardía de cada cuantos van disfrazados en máscaras y envoltorios sinuosos, serpientes mortíferas que no dudarán en utilizar la fiesta para llenarse las botas de aeros y vivir en sueños frustrados que no valdrán la pena al final de la estación, y la redención les llegará como castigo. "Ella" una leoparda de facciones características gritó, dando comienzo el jolgorio, desde la retaguardia, entre malechores y transeúntes voy acoplándome en unos contorneos de cadera tajantes, musa de Anar la boca de quien me observa se secará y donde hubieron ahogados suspiros, habrán sugerentes jadeos.
La resonancia de mis botas en contra del terreno animado por las festividades es sosegado, de atavíos oscuros y ceñidos voy presumiendo un semblante embravecido por el tiempo y ocultado por el cráneo de un carnero, hórrida para los infantes y de excelente calidad para los adultos me acerqué al centro donde se imparten todo tipo de pasatiempos y quehaceres en torno a los paisanos. A través de los agujeros que pulí sin esmero contemplo con los brazos cruzados algún que otro disfraz logrado, y para mí, cuando digo logrado signifca que se me atora un nudo en el estómago de lo monstruoso o deformes que aparecen algunos, honrando el mito y sobretodo, disfrutando del pavor incrustado en las miradas de los más pequeños.
─ Mujer cabra, mujer cabra, ¿es usted una? ─ Preguntó la criatura de hebras rubias y pozos cristalinos, la cría se aferró a mis atavíos y tiró de la tela con una intriga que en vez de sacarme una sonrisa, me sulfuró como en su día lo hizo Destino. ─ De donde vengo, las que llevamos cuernos somos las más peligrosas. ─ Sin tardanza fui decayendo hasta quedar de cuclillas en frente de la niña con un reguero de flores campesinas a modo de diadema. ─ Resurjo de las tinieblas, vago por lo terrenal y si tocas mis astas una maldición te caerá. ─ Cual encantamiento sacado de la manga la pobre da dos pasos hacia atrás. ─ Si insistes en saber que soy, haré sonar mi voz y entre cantares maquiavélicos los muertos se alzarán y tu cara devorarán. ─ Fin, de un chillido sonoro corrió lejos de mi vera y todo aquello avivó la maldad que con apego, nunca me abandona. Reí con sorna bajo la máscara huesuda, erguida y con una adrenalina que no limita mis condiciones de pécora, continúo con el tour.
Me encantan los eventos así, están hechos cual anillo para mi dedo anular y lo único que me incomoda, es ese sol que apenas bosteza luz cuando las nubes, grandes como montañas de algodón cubren el cielo, tiñiéndolo de un gris clarito. Cada vez que ladeo la cabeza el sonsonete de la joya se impone, los cuernos no serán contrincantes ni despojarán al pendiente de una belleza que eclipsa a pesar de lo malévola que voy ataviada. En primera fila ojeo por el rabillo de una de mis orbes a un ser que me enamora, en grandes cantidades emana un atisbo de terror que conspira a mi favor cuando nuestras miradas chocan, centelleantes y atiborradas de atracción infecciosa. Si bien no os lo creeréis, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] posee la particularidad de ser único.
Bato las pestañas en el acertamiento que recreamos, en su cabeza porta una gran calabaza de mirada cetrina, su cuerpo alargado, bruno y totalmente desnudo va pintado con sumo atractivo. Además de los luceros en la calabaza remolca otros dos dibujados en el torso, unas fauces monstruosas que con dimensión propia ametrallan los latidos de este corazón excitado. Menuda obra de arte, cual lava supurante un verdor es disparado de la zona abdominal, ¿será algún encantamiento? Parece tan real que impone, más yo, Anfaüglir no le tengo miedo siquiera a la muerte. ─ ¿Juegas con Pumpa? ─ Consultó a meros centímetros, jugaré a lo que sea en el día de hoy.
Sus dedos alargados y puntiagudos me señalan un círculo de pedruscos en la tierra, a un lateral hay un arsenal de trovadores y músicos aguardando el siguiente espectáculo. Con que de eso se trata, reí enseñando los dientes bajo la máscara. ─ ¿A qué quieres jugar? ─ De par a par nos dirigimos al redondel de piedras oscuras con un sabor dulzón en la boca, las velas que adornan el tocado de la calabaza aportan un aroma flemático, como el ardor de cada gota que sumados a la flama declinan por el cuerpo de Pumpa, le debería dolor más no se inmuta. ─ Pumpa sabe jugar, sabe jugar más no se sabe controlar. ─ Expuso cual rompecabezas antes de enseñarme las armas que yacen sobre una mesa de metal.
Un duelo, ¡hahá! No antepondré el orgullo por encima de lo desconocido, así pues y como seguro, jugaremos con bastones de madera. Le lanzo uno y otro me lo quedo yo. ─ Vamos, te daré tan fuerte que de aquí, tendrás que ir a comprarte otra calabaza para taparte la cabeza. ─ El ser chocante sonrió, dio palmaditas y corrió al centro del campo de pardo polvo. Detrás suya voy yo, flexiono las rodillas y Pumpa se digna a saludar al público y como comprenderéis, sin boca que articular, la voz le sale de las fauces de su estómago. Los trovadores hacen sonar los tambores y yo noto como mi entrepierna se humedece por la dichosa excitación, el público acalla y por un momento, pensé que respirábamos al mismo son.
Comenzamos en círculos que no pasan inadvertidos, colérica me abalanzo sobre Pumpa tras levantar un tramo de tierra entre los dos cuerpos, alcé el bastón y fuí directa a la calabaza como bien le amenacé, éste se agacha y me agarra por uno de los cuernos, tirándome hacia un lado, por puro disfrute y para darle énfasis al espectáculo, cual toro indómito trato de clavar ambos afilados cuernos en ese abdomen que sigue moviéndose entre carcajadas alocadas. Los palos friccionan en una fiesta de choques acorde a los soniquetes de la música, me defiendo con el antebrazo, contraatacando sin perder ni un lapsus de segundos. Traicionera y sin ánimos de jugar limpio golpeé una de sus rodillas con la bota, violenta y selvática sonrío, no queda ahí la cosa, antes de que se recupere aprieto el garrote, dirigiéndolo en un golpe seco a la caja torácica de la calabaza, el aire le falta a Pumpa y las velas que lo engalardonaban caen en plena batalla. ─ Arriba. ─ Le ordené tras separarme, los aplausos del público eufóricos recorren mi sistema en versión febril, cosquilleos exquisitos que me hacen sonreír. Mi contrincante se eleva e inexperto en cuanto a bastones de entrenamiento va directo a mi espalda en donde trata de agredirme, alzo el arma y evado uno de sus ataques.
Rechista y esta vez prefiere intentarlo acorde a su peso, salta y empuja con el arma en contra de la mía, las piernas me fallan y percibo como intenta derribarme de dicha forma, es tal la fuerza de Pumpa que me arrastra hacia atrás más imperiosa, ejerzo presión súbita y contradictoria en la revuelta, distrayéndole lo suficiente para golpearle el muslo primero y seguidamente la calabaza, estallándola mínimamente. En el impacto de mis ojos inyectados en sangre trato de contener el instinto que me invade, las voces de mis demonios insisten en que siga golpeándole más ya no les pertenezco, ajusto el cráneo de carnero y le ofrezco la mano, ayudándole a erguirse. Ha sido mi victoria y Pumpa a pesar de que gimotea, asiente.
Los silbidos nos rodean y el ser monstruoso chasquea los dedos tres veces, una para vestirse con una túnica tono púrpura, que en plena batalla su falo se movía de un lado a otro cual distracción, me sorprende que se vista ahora y no antes de empezar el duelo. El segundo chasqueo arregla la cabalaza y donde no habían velas tétricas, vuelven a aparecer, el tercer chasqueo trae consigo un ramo de rosas negras, ¿ese es el premio? Río, negras como mi alma encarecida, un buen punto. Pumpa ya no es Pumpa, la voz le cambia a una más rígida.
─ Te diré esto, Anfaüglir, quijadas de la sed y marcada por lo oscuro. ─ El corazón se me petrificó, este sabe más de lo que un cualquiera debería conocer. ─ Es imposible dijo el orgullo, es arriesgado dijo la experiencia... ─ Hizo una pausa, todos nos miran en medio del cuadrilátero imaginario. ─ La razón se sentó junto al corazón y le dijo que no tenía sentido, más el corazón le sonrió y le dijo, inténtalo. Cual servidor de Bragiväl y amante de las trifulcas, con esta oración guiada por los dioses de cada religión, te diré que tu misión será intentarlo, cambia a mejor. ─ ¿Pero quién se ha creído? Seguro que se trata de un brujo engreído y con los aires subiditos como para tratarme así, rechisté en público, dándole la espalda con el ramo de rosas negras. En cero coma comencé a empujar a los transeúntes y a más de uno le corneé con las astas afiladas, embutiéndome en una barruntara de diferentes pieles y rasgos, todos camuflados por máscaras y disfraces llamativos.
La resonancia de mis botas en contra del terreno animado por las festividades es sosegado, de atavíos oscuros y ceñidos voy presumiendo un semblante embravecido por el tiempo y ocultado por el cráneo de un carnero, hórrida para los infantes y de excelente calidad para los adultos me acerqué al centro donde se imparten todo tipo de pasatiempos y quehaceres en torno a los paisanos. A través de los agujeros que pulí sin esmero contemplo con los brazos cruzados algún que otro disfraz logrado, y para mí, cuando digo logrado signifca que se me atora un nudo en el estómago de lo monstruoso o deformes que aparecen algunos, honrando el mito y sobretodo, disfrutando del pavor incrustado en las miradas de los más pequeños.
─ Mujer cabra, mujer cabra, ¿es usted una? ─ Preguntó la criatura de hebras rubias y pozos cristalinos, la cría se aferró a mis atavíos y tiró de la tela con una intriga que en vez de sacarme una sonrisa, me sulfuró como en su día lo hizo Destino. ─ De donde vengo, las que llevamos cuernos somos las más peligrosas. ─ Sin tardanza fui decayendo hasta quedar de cuclillas en frente de la niña con un reguero de flores campesinas a modo de diadema. ─ Resurjo de las tinieblas, vago por lo terrenal y si tocas mis astas una maldición te caerá. ─ Cual encantamiento sacado de la manga la pobre da dos pasos hacia atrás. ─ Si insistes en saber que soy, haré sonar mi voz y entre cantares maquiavélicos los muertos se alzarán y tu cara devorarán. ─ Fin, de un chillido sonoro corrió lejos de mi vera y todo aquello avivó la maldad que con apego, nunca me abandona. Reí con sorna bajo la máscara huesuda, erguida y con una adrenalina que no limita mis condiciones de pécora, continúo con el tour.
Me encantan los eventos así, están hechos cual anillo para mi dedo anular y lo único que me incomoda, es ese sol que apenas bosteza luz cuando las nubes, grandes como montañas de algodón cubren el cielo, tiñiéndolo de un gris clarito. Cada vez que ladeo la cabeza el sonsonete de la joya se impone, los cuernos no serán contrincantes ni despojarán al pendiente de una belleza que eclipsa a pesar de lo malévola que voy ataviada. En primera fila ojeo por el rabillo de una de mis orbes a un ser que me enamora, en grandes cantidades emana un atisbo de terror que conspira a mi favor cuando nuestras miradas chocan, centelleantes y atiborradas de atracción infecciosa. Si bien no os lo creeréis, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] posee la particularidad de ser único.
Bato las pestañas en el acertamiento que recreamos, en su cabeza porta una gran calabaza de mirada cetrina, su cuerpo alargado, bruno y totalmente desnudo va pintado con sumo atractivo. Además de los luceros en la calabaza remolca otros dos dibujados en el torso, unas fauces monstruosas que con dimensión propia ametrallan los latidos de este corazón excitado. Menuda obra de arte, cual lava supurante un verdor es disparado de la zona abdominal, ¿será algún encantamiento? Parece tan real que impone, más yo, Anfaüglir no le tengo miedo siquiera a la muerte. ─ ¿Juegas con Pumpa? ─ Consultó a meros centímetros, jugaré a lo que sea en el día de hoy.
Sus dedos alargados y puntiagudos me señalan un círculo de pedruscos en la tierra, a un lateral hay un arsenal de trovadores y músicos aguardando el siguiente espectáculo. Con que de eso se trata, reí enseñando los dientes bajo la máscara. ─ ¿A qué quieres jugar? ─ De par a par nos dirigimos al redondel de piedras oscuras con un sabor dulzón en la boca, las velas que adornan el tocado de la calabaza aportan un aroma flemático, como el ardor de cada gota que sumados a la flama declinan por el cuerpo de Pumpa, le debería dolor más no se inmuta. ─ Pumpa sabe jugar, sabe jugar más no se sabe controlar. ─ Expuso cual rompecabezas antes de enseñarme las armas que yacen sobre una mesa de metal.
Un duelo, ¡hahá! No antepondré el orgullo por encima de lo desconocido, así pues y como seguro, jugaremos con bastones de madera. Le lanzo uno y otro me lo quedo yo. ─ Vamos, te daré tan fuerte que de aquí, tendrás que ir a comprarte otra calabaza para taparte la cabeza. ─ El ser chocante sonrió, dio palmaditas y corrió al centro del campo de pardo polvo. Detrás suya voy yo, flexiono las rodillas y Pumpa se digna a saludar al público y como comprenderéis, sin boca que articular, la voz le sale de las fauces de su estómago. Los trovadores hacen sonar los tambores y yo noto como mi entrepierna se humedece por la dichosa excitación, el público acalla y por un momento, pensé que respirábamos al mismo son.
- Importante abrir:
- Vamos, que estamos llegando a la mejor parte!
Música para el combate: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Visualización de cómo competirían en parte: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Comenzamos en círculos que no pasan inadvertidos, colérica me abalanzo sobre Pumpa tras levantar un tramo de tierra entre los dos cuerpos, alcé el bastón y fuí directa a la calabaza como bien le amenacé, éste se agacha y me agarra por uno de los cuernos, tirándome hacia un lado, por puro disfrute y para darle énfasis al espectáculo, cual toro indómito trato de clavar ambos afilados cuernos en ese abdomen que sigue moviéndose entre carcajadas alocadas. Los palos friccionan en una fiesta de choques acorde a los soniquetes de la música, me defiendo con el antebrazo, contraatacando sin perder ni un lapsus de segundos. Traicionera y sin ánimos de jugar limpio golpeé una de sus rodillas con la bota, violenta y selvática sonrío, no queda ahí la cosa, antes de que se recupere aprieto el garrote, dirigiéndolo en un golpe seco a la caja torácica de la calabaza, el aire le falta a Pumpa y las velas que lo engalardonaban caen en plena batalla. ─ Arriba. ─ Le ordené tras separarme, los aplausos del público eufóricos recorren mi sistema en versión febril, cosquilleos exquisitos que me hacen sonreír. Mi contrincante se eleva e inexperto en cuanto a bastones de entrenamiento va directo a mi espalda en donde trata de agredirme, alzo el arma y evado uno de sus ataques.
Rechista y esta vez prefiere intentarlo acorde a su peso, salta y empuja con el arma en contra de la mía, las piernas me fallan y percibo como intenta derribarme de dicha forma, es tal la fuerza de Pumpa que me arrastra hacia atrás más imperiosa, ejerzo presión súbita y contradictoria en la revuelta, distrayéndole lo suficiente para golpearle el muslo primero y seguidamente la calabaza, estallándola mínimamente. En el impacto de mis ojos inyectados en sangre trato de contener el instinto que me invade, las voces de mis demonios insisten en que siga golpeándole más ya no les pertenezco, ajusto el cráneo de carnero y le ofrezco la mano, ayudándole a erguirse. Ha sido mi victoria y Pumpa a pesar de que gimotea, asiente.
Los silbidos nos rodean y el ser monstruoso chasquea los dedos tres veces, una para vestirse con una túnica tono púrpura, que en plena batalla su falo se movía de un lado a otro cual distracción, me sorprende que se vista ahora y no antes de empezar el duelo. El segundo chasqueo arregla la cabalaza y donde no habían velas tétricas, vuelven a aparecer, el tercer chasqueo trae consigo un ramo de rosas negras, ¿ese es el premio? Río, negras como mi alma encarecida, un buen punto. Pumpa ya no es Pumpa, la voz le cambia a una más rígida.
─ Te diré esto, Anfaüglir, quijadas de la sed y marcada por lo oscuro. ─ El corazón se me petrificó, este sabe más de lo que un cualquiera debería conocer. ─ Es imposible dijo el orgullo, es arriesgado dijo la experiencia... ─ Hizo una pausa, todos nos miran en medio del cuadrilátero imaginario. ─ La razón se sentó junto al corazón y le dijo que no tenía sentido, más el corazón le sonrió y le dijo, inténtalo. Cual servidor de Bragiväl y amante de las trifulcas, con esta oración guiada por los dioses de cada religión, te diré que tu misión será intentarlo, cambia a mejor. ─ ¿Pero quién se ha creído? Seguro que se trata de un brujo engreído y con los aires subiditos como para tratarme así, rechisté en público, dándole la espalda con el ramo de rosas negras. En cero coma comencé a empujar a los transeúntes y a más de uno le corneé con las astas afiladas, embutiéndome en una barruntara de diferentes pieles y rasgos, todos camuflados por máscaras y disfraces llamativos.
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Eretria Noorgard
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
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De camino a lo que parecía una escultura enorme de madera, vio a una mujer con un disfraz de lo mas peculiar, aunque ahora que se fijaba mejor, se daba cuenta que no era la única persona que iba así, había más de una persona que decidió desnudar su cuerpo y pintarlo haciendo así sus disfraces, esa fiesta le estaba gustando y supuestamente aun no había dado comienzo, según le habían dicho el día anterior, el festival daba comienzo con la quema de la estatua, había un elegido el cual sería el portador de la antorcha que le prendería fuego, dando así comienzo al mayor festival que Rob podría ver, un enorme festival lleno de vida y risas, con mucho vino comida y mujeres hermosas, algunas con disfraces de lo mas poco común, veía entre la gente, una calavera de cabra, y parecía que la llevaba puesta una mujer por la silueta de su cuerpo, aunque tampoco pudo dedicar mucho su vista a ella.
Cuando se quiso dar cuenta había dos pequeños en sus pies, eran del grupo de niños que le había ayudado con su disfraz, el se agacho para poder oír sus voces, los gritos y las risas de la gente mas el canto y la música de los bardos no dejaba distinguir apenas las palabras de los niños -¡Rdo! ¿Te gustó?- El más pequeño gritó mirándolo a los ojos sonriendo animado y este asintió haciendo que el niño se pusiera contento -Los zancos son muy grandes, puedo ver todo con ellos, pero son incomodos, aun así, me encanta- Le dijo sonriendo a los niños a los cuales le revolvió el pelo con suavidad y a la par miró un hombre que iba sirviendo vino a la gente disfrazada -Chicos, nos vemos mas tarde, el festival va a comenzar en poco, ¿No? Ir a buscar un sitio en donde ver la estatua- Comentó y se despidió de ellos alejándose con paso firme y directo al hombre que servía el vino.
Su camino se vio interrumpido por un hombre que casi se chocaba con él, al ver el camino que tomaba aquel hombre, vio que la chica que iba de tigresa, llevaba la antorcha para dar comienzo el festival, se quedo mirándola desde su posición, irguiéndose para poder verla mejor, de pronto el grito de ella mas ver la estatua arder, le hizo que un escalofrío le recorriera el interior, siendo este placentero y agradable para el, había comenzado algo que le iba a gustar mucho, y que podría significar algo en su vida. Por fin se acerco a su objetivo principal, el señor del vino, el dios de agua roja, el señor que otorga con su bebida, la belleza en las personas mas feas, la locura en los mas sensatos, quita la vergüenza a los mas tímidos, hace del mas serio un comediante, del mas tonto un filósofo, y de los mas reservados unos seres lujuriosos, el mundo debía de hacerle un altar.
Cogió la jarra y se la empezó a beber con calma, era muy pronto para emborracharse, y aunque antes odiaba el alcohol, se había acabado enamorando de el como si de una hermosa dama de ojos rojos en las fiestas, cabello dorado en las tabernas, se tratase.
De pronto empezó a ver gracias al estar erguido, una especie de duelo al cual se acerco con cuidado, para ver a un hombre con una calabaza en la cabeza, el cuerpo pintado de aquella manera tan espectacular y a la mujer que vio en el inicio con la calavera de cabra en la cabeza, supo que pasase lo que pasase allí, prometía. De pronto los vio tener un enfrentamiento con unos palos de madera, estaba siendo muy entretenido, se quedo en cuclillas mirando el espectáculo, estando casi a la misma altura que las personas de allí, la música de los bardos y el ambiente se animaba más y más por momentos.
Cuando vio como caía al suelo por el golpe en el pecho sonrió ¿Estaba disfrutando de una pelea tan banal? En el fondo no era eso, era mas el que sin darse cuenta se había bebido mas de la mitad de la jarra y no era pequeña, notaba ya como al moverla un poco se veía el fondo de esta, como se notaba que había empezado a beber hacía poco y que no se acostumbraba a la fuerza del alcohol, aunque eso no le quitaba las ganas de pedirse otra.
El se giro sobre uno de sus zancos, dando media vuelta casi perfecta y eemprendía de nuevo su camino hacía algún lugar del festival, hacía la diversión, había unos bardos tocando música en un coro y varias personas bailando dentro, era un espectáculo mucho mejor que aquella batalla, mucho mas bello se podría decir, de pronto, dos chicas lo cogieron de la mano haciendo que este soltase su jarra ya bacía, la cual cayó al suelo rebotando varias veces, si no fuera por un chico que cogió la jarra antes de que las chicas se lo llevarán al centro del lugar, se hubiera tropezado y caído gracias a la jarra. El de pronto se vio en medio de la gente sin saber que hacer y una de las chicas, una joven con un disfraz de gacela, se puso a bailar con él, haciendo que este diera vueltas, fuera llevado de un lado a otro, dando leves saltitos con sus zancos.
Era un “león” feliz, no se había divertido así nunca, tendría que haberse ido con los seres de esas zona mucho antes, y disfrutar de todo lo que le ofrecían -¿Vendrás todos los días?- Preguntó la joven disfrazada de gacela -Cada día de festival que haya- respondió animado y de pronto, ocurrió lo que mas de uno alrededor de el, esperaba, se cayó de culo en el duro suelo acabado boca arriba tumbado sobre este, era húmedo y frío, seguro que era de haber tanta gente, el sudor, el vapor de sus respiraciones, el conjunto de todo hacia que ese suelo no fuese el mejor del mundo para estar tumbado. La chica gacela junto a su amiga, le ayudaron a que se pudiera colocar de pie de nuevo con los zancos -tiene que ser difícil usarlos- El asintió riendo -Bailen, yo descansaré por un rato, me duele algo el trasero, con perdón- Se reía de si mismo por ello y ellas se rieron cuando dijo lo del trasero, tras una leve despedida, se quedo de cuclillas mirando el baile, algo mas seguro en su posición.
Rodxar
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
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Llevaban a penas unas semanas en Lunargenta, no llegaba al mes, y habia podido comprobar que la ciudad humana no solo era un cúmulo de gente variada, podían verse hombres bestia, humanos, magos, licántropos y elfos por doquier, cierto que había, en ocasiones, ciertas reticencias a algunas razas, pero, en general, la aceptación era algo que no faltaba en una ciudad así de grande y diversa. Había cogido gusto a pasear por el mercado para ver como gente de todo tipo, raza, estilo y educación se mezclaba entre si de forma natural, y, al final, se habia acostumbrado a mexclarse entre la multitud. Además de esto, Lunargenta era una fiesta continua.
Tal vez por la primavera que se avecinaba, la ciudad rebosaba color y vida, y se avecinaba una de las fiestas que más le habían gustado de niña. Recordaba haber estado en esa misma plaza una mañana luminosa, como lo estaba en este momento, plantada frente a la gran estátua de madera que sería quemada para llamar a la primavera y a las buenas cosechas. De niña, su madre había participado de forma activa en esos festivales, cantando a voz en grito frente a todos los presentes que se dignasen a oirla. Los buenos recuerdos la rodeaban mientras se retiraba la caperuza roja de la cabeza.
Se miró mientras esperaba ver empezar el espectáculo, se sentía como cuando era niña, con su disfraz de cuento de hadas impaciente por ver la hoguera. Estiró de su falda de disfraz de caperucita, y se cubrió bien con la capa, había sido buena idea aunque algo irónica el escoger ese difraz, un lobo disfrazado de caperucita. Fijó su mirada en una bailarina, su pelo se movía a su alrededor como si flotase, llamas azules la rodeaban mientras hacía rodar un abanico de fuego en sus manos y un halcón revoloteaba a su alrededor como si formase parte de la danza, desde sus pies, su cadera y sus muñecas salía un delicado sonido de cascabeles, una artista ambulante, sin duda, y una muy buena.
- ¡Keira!- la llamaron y el baile se detuvo.
Freya aplaudió junto a otros tantos que se habían quedado ensimismados frente a esa hermosa danza y se giró a mirar la hermosa figura que sería incendiada en escasos minutos, mientras el estruendo de música, danza y risas la envolvía. Sin duda hacer esa escultura había sido un trabajo arduo, era una auténtica lástima que tuviera que quemarse, pero los Dioses exigían sacrificios, y mejor quemar esa figura que no a una persona real, como sabía, había estado sucediendo mucho tiempo atrás.
La hora se acercaba y todos comenzaron a reunirse entorno a la figura mientras una joven vestida de animal, o tal vez una mujer bestia, no la distinguía bien desde su posición, y menos con su pequeña altura, gritaba y encendía la hoguera lanzando una antorcha. Pronto los gritos de júbilo llenaron el aire y ensordecieron sus oidos mientras aplaudía, de buen humor, sintiendose segura oculta entre la multitud. Se alejó, junto a todos, a por un trago de cerveza, no tenía costumbre de beber, pero una noche era una noche, y quien no bebiera en el Bragiväl no gozaría de buena fortuna.
Consiguió dos jarras de cerveza y se encaminó a buscar a Lycon, debía haberlo perdido al quedarse ensimismada con la bailarina de fuego, esperaba que no le costara encontrarlo, tal vez fuera más sencillo que él la localizara a ella, con su caperuza roja, y vestida, casi, como alguien usual, era más fácil de reconocer entre ese tumulto de gente con vestimentas extravagantes. Tropezó, entonces, con un par de hombres, sin llegar a derramar demasiado líquido de las jarrás, y abrió los ojos, recibiendo una mirada furibunda de parte de uno de ellos.
- Lo... lo siento...- se disculpó, tensa, nerviosa y asustada, retrocediendo y encogiéndose, bajándo la mirada, deseosa de soltar las jarras y desempolvar el vestido, como si acabase de tocar algo sucio. Seguía sin acostumbrarse a los hombres, en general, y asustándose con facilidad de ellos, aunque había logrado que, en cierta medida, los gritos dejaran de afectarla, al menos cuando estaba preparada para ellos.
Se alejaron de ella varios pasos murmurando quejas y la chica, aun tensa, siguió su camino, cruzándose, nuevamente, con ellos. Sin llegar a tropezar nuevamente, Freya se dispuso a dar media vuelta y alejarse, cuando escuchó algo que llamó su atención. "Ulmer" habían dicho. Con el ceño fruncido, les siguió a varios pasos de distancia escuchando atentamente la charla.
- La escondí por alguna parte, pero no se dónde, con toda esta gente, creo que no la encontraremos hasta que acabe el festival.
- Mierda, con lo que nos costó colarnos en Ulmer para robar esa estátua, el sacerdote casi nos descubre, ¿sabes lo que habría pasado si hubiera dado la alarma?- protestó el más alto.
- Si... debemos encontrarla, el comprador llegará en dos días y espera que se la entreguemos.- contestó el otro, más sereno.
Cierto, en la última carta de Ulmer que había recibido le habían dicho que había desaparecido la estátua de un lobo tallada y cubierta de placas dorabas, y, por lo que decían esos tipos, eran ellos los culpables, si hubiera sido más valiente, si no hubiera sido ella, si no otra persona quien hubiera oido esa información, probablemente habría atacado para recuperarla, pero ella no tenía ni el valor ni la fuerza necesarios, y, además, parecía que ellos también la habían perdido de vista, solo necesitaban encontrarla antes que esos mequetrefes, y no habría más problema.
Volvió a retirarse, creyendo que no podía oir nada más que le fuera útil, tenía que encontrar a Lycon, y ver si había más lobos de Ulmer por allí, dispuestos a ayudarla, tenían que encontrar la estátua del lobo. Escuchó en su carrera, que alguien la llamaba por su nombre, y frenó girándose para ver quien era, poca gente conocía en Lunargenta, pero, tal vez, alguien estuviera dispuesto a echarle una mano. Sonrió a la voz que la había llamado, y se acercó, dispuesta a informar de su reciente descubrimiento.
Freya Lathman
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
–No vamos a quedarnos más tiempo aquí, Ingela. –Le dijo Helyare después de haber pasado unos días en Lunargenta. No quería perder el tiempo, necesitaban irse cuanto antes y no entendía la insistencia de la dragona por quedarse unos días más. Le parecía una tontería muy grande, ya que en la ciudad estaban en fiestas y sólo perdían el tiempo. No eran sus celebraciones. Hacía tiempo que no celebraba ya nada.
¿Y “bragiväl”? ¿Qué era eso? Según había escuchado en uno de sus paseos por la ciudad, era una fiesta donde, durante unos días, los habitantes dejaban de lado su pudor y se dejaban caer en lo que ellos consideraban actitudes indecentes, como el sexo sin control, el alcohol a mansalva y todas las cosas que reprimían durante el resto del año. Una tontería, a la forma de entender la cultura para Helyare.
Días después de haber tenido esa conversación con la dragona, esta había desaparecido y no conseguía saber dónde andaba. Y tenían que irse. Enfadada, se fue a buscarla pero no dio con ella. Así que, muy a su pesar, tuvo que esperar en la taberna a que regresase. Pero nada.
–Ingela. –Masculló con ira como si la muchacha pudiera escucharla. Sabía que no era así pero se había enfadado porque a pesar de que le había dicho que no podían esperar más, la dragona había hecho caso omiso. ¿Y por qué no se iba Helyare y dejaba allí a Ingela? Pues porque no quería estar son ella, sentía que la necesitaba, aunque no quisiera asumirlo. Estuvo tan sola durante tanto tiempo que la única persona que la ayudó fue Ingela, así que no quería volver a pasar por lo mismo, no quería volver a caminar sola. Aran estaba por ahí con ella, sí, pero sabía que él se iba a ir algún día, en un futuro no muy lejano. Pero mantenía la esperanza de poder irse a Dundarak con la dragona y poder vivir su exilio con algo de honra, aunque fuera mínima.
El sonido de las calles y el jolgorio que tenían montado los habitantes hizo que la elfa se asomase a la ventana a ver qué ocurría. Como había supuesto: empezaba bragiväl. La estúpida fiesta de las apariencias.
Resopló, cerrando de golpe la ventana y cruzando los brazos apoyada en la pared. ¿Dónde estaría? Entonces volvió a mirar por la ventana y supuso que la dragona tendría que estar en la fiesta. ¡Por algo su insistencia!
¡Pues iba a ir a buscarla para irse ya! Dejó sus cosas en la habitación, cerró y bajó a la calle apresuradamente. Siguiendo a todo el gentío, que se dirigía a la plaza, caminó durante unos minutos, pues la posada estaba relativamente cerca del centro. Allí era casi imposible caminar de tanta gente que había y una altísima estatua coronaba el lugar. ¿También la quemarían? Efectivamente, como en ohdá, iba a arder. Helyare volteó los ojos al pensar en la originalidad escasa de los habitantes de Lunargenta. ¿Hasta para un baile quemaban algo? Además, la gente parecía ridícula con sus trajes extravagantes, sus pinturas de colores y sus imposibles adornos. ¿En serio salían así a la calle? ¿Qué pretendían?
Tal vez en el pasado, a ella no le hubiese disgustado pintarse y ponerse adornos como muchos de los que allí estaban. De hecho, disfrutaba de decorar su cuerpo con tintes y hacer formas con la pintura para dar un bello aspecto a su ser. Pero eso era antes. Cuando los daños que había sufrido no se marcaban por su piel, y cuando podía disfrutar del baile, la música y la fiesta con sus hermanos, no con gente desconocida, de otras razas y bastante indeseable.
Por suerte para ella, a pesar de no llevar disfraz, iba tan tapada que la gente ni se fijaba en ella, pues pensaban que podía ser algún tipo de traje lo que escondiera su capa o que eso mismo era parte del atuendo carnavalesco. A ella le daba igual, mientras no interrumpirán su búsqueda, aunque con tantas personas que había era imposible saber dónde se escondía su joven compañera. Hasta que por un momento, el silencio pareció llenar Lunargenta. Una persona cuya pintura corporal representaba un jaguar iba caminando con una antorcha. Eso no le importó en absoluto a la elfa… O al menos, no le importaba hasta que escuchó la voz de esa persona: ¡INGELA!
Avanzó entre el gentío, empujándolos a pesar de las quejas por querer colocarse en primera fila para ver la estatua arder. Por fin, apareció en el primer lugar. Allí, al lado de la estatua, estaba la muchacha con pintura de felino, pero en realidad estaba completamente desnuda. Helyare abrió los ojos en forma de sorpresa y todo el enfado que había experimentado hasta hacía unos segundos, desapareció.
Su compañera había sido la encargada de prender la enorme talla en forma de mujer que había en Lunargenta. ¿Por eso tanta insistencia en quedarse por Bragiväl? Entonces lo entendió. ¡Menuda sorpresa! La rabia de antes había cambiado a orgullo de que Ingela fuera alguien tan importante en la fiesta. ¡Y claro que lo era! Todas las miradas se dirigían a la joven del norte. Sin pensarlo mucho, en ella se dibujó una leve sonrisita, aunque estaba oculta por la tela de la capucha.
Esperó allí, a que Ingela captase la atención de la elfa para hacerla ir con ella y felicitarla por haber sido la que encendiera la hoguera. Todo lo contrario a lo que había pensado al salir de la taberna. Pero, claro, al intentar llegar hasta la dragona, se había puesto en la primera fila de un evento al que no quería asistir. Se empezó a sentir agobiada y con ganas de irse fuera de todo el gentío. Tampoco quería interrumpir a Ingela en su gran noche así que sin decirle nada se escabulló de nuevo entre las personas para salir de allí. Mas sus pasos fueron interrumpidos cuando escuchó una alegre voz que le resultaba familiar: Sonagashira.
Al igual que había hecho con la joven del norte, Helyare se acercó a ver lo que hacía la mujer mariposa, que parecía alegre. Justo como no la había visto el día que había irrumpido en su habitación. Y las miradas no eran extrañas, al contrario, eran de admiración hacia ella y su precioso maquillaje. La elfa no dijo nada, tampoco quería interrumpir su baile. Si a ella no le gustaban estos eventos tenía que entender que otros sí disfrutaban con ellos, extraño, pero lo hacían.
Sona sí se percató de la presencia de su nueva amiga, Riny y corrió a abrazarla. ¡Ahora sí la quería! –¡Riny! ¡Qué alegría! ¡Mira! –La soltó y comenzó a dar ligeros brinquitos delante de ella, totalmente entusiasmada. –¡Mira! ¡Tengo muchos nuevos amigos!
La mariposa estaba feliz de que la gente la alabase, aunque no entendía por qué. Pero le gustaba.
–¿Quieres bailar? ¡Bailemos! –Agarró a la elfa de las manos y la arrastró unos pasos hacia delante para que se pusiera a bailar con ella. ¡Eran amigas! ¡Tenían que bailar! Así todo el pueblo las vería. Pero Helyare no estaba muy por la labor de cumplir las expectativas de la chica mariposa.
–Ah… No… Yo no bailo. –Quiso decir mientras que la muchacha giraba sobre sí misma.
–¡Seguro que bailas muy bien! Yo lo sé.
–No. –Comentó secamente, pero en un instante volvió a cambiar el tono de la conversación para no ser tan borde. –Prefiero ver cómo lo haces tú, lo haces mucho mejor. Si bailo no disfruto de tus movimientos. Además, así puedo aprender. –Esperaba que sirviera para que Sona descartase la idea de hacerla bailar. Y, por suerte para la elfa, sirvió.
La mujer mariposa siguió bailando, ahora muchísimo mejor y esforzándose más para que su amiga la viese. Helyare sonrió un poco. Al igual que con el tema de las pinturas corporales, el baile era algo del pasado de la elfa. En un tiempo sí disfrutaba con ese arte. Pero ya no tenía motivos para moverse al ritmo de la música.
¿Y “bragiväl”? ¿Qué era eso? Según había escuchado en uno de sus paseos por la ciudad, era una fiesta donde, durante unos días, los habitantes dejaban de lado su pudor y se dejaban caer en lo que ellos consideraban actitudes indecentes, como el sexo sin control, el alcohol a mansalva y todas las cosas que reprimían durante el resto del año. Una tontería, a la forma de entender la cultura para Helyare.
Días después de haber tenido esa conversación con la dragona, esta había desaparecido y no conseguía saber dónde andaba. Y tenían que irse. Enfadada, se fue a buscarla pero no dio con ella. Así que, muy a su pesar, tuvo que esperar en la taberna a que regresase. Pero nada.
–Ingela. –Masculló con ira como si la muchacha pudiera escucharla. Sabía que no era así pero se había enfadado porque a pesar de que le había dicho que no podían esperar más, la dragona había hecho caso omiso. ¿Y por qué no se iba Helyare y dejaba allí a Ingela? Pues porque no quería estar son ella, sentía que la necesitaba, aunque no quisiera asumirlo. Estuvo tan sola durante tanto tiempo que la única persona que la ayudó fue Ingela, así que no quería volver a pasar por lo mismo, no quería volver a caminar sola. Aran estaba por ahí con ella, sí, pero sabía que él se iba a ir algún día, en un futuro no muy lejano. Pero mantenía la esperanza de poder irse a Dundarak con la dragona y poder vivir su exilio con algo de honra, aunque fuera mínima.
El sonido de las calles y el jolgorio que tenían montado los habitantes hizo que la elfa se asomase a la ventana a ver qué ocurría. Como había supuesto: empezaba bragiväl. La estúpida fiesta de las apariencias.
Resopló, cerrando de golpe la ventana y cruzando los brazos apoyada en la pared. ¿Dónde estaría? Entonces volvió a mirar por la ventana y supuso que la dragona tendría que estar en la fiesta. ¡Por algo su insistencia!
¡Pues iba a ir a buscarla para irse ya! Dejó sus cosas en la habitación, cerró y bajó a la calle apresuradamente. Siguiendo a todo el gentío, que se dirigía a la plaza, caminó durante unos minutos, pues la posada estaba relativamente cerca del centro. Allí era casi imposible caminar de tanta gente que había y una altísima estatua coronaba el lugar. ¿También la quemarían? Efectivamente, como en ohdá, iba a arder. Helyare volteó los ojos al pensar en la originalidad escasa de los habitantes de Lunargenta. ¿Hasta para un baile quemaban algo? Además, la gente parecía ridícula con sus trajes extravagantes, sus pinturas de colores y sus imposibles adornos. ¿En serio salían así a la calle? ¿Qué pretendían?
Tal vez en el pasado, a ella no le hubiese disgustado pintarse y ponerse adornos como muchos de los que allí estaban. De hecho, disfrutaba de decorar su cuerpo con tintes y hacer formas con la pintura para dar un bello aspecto a su ser. Pero eso era antes. Cuando los daños que había sufrido no se marcaban por su piel, y cuando podía disfrutar del baile, la música y la fiesta con sus hermanos, no con gente desconocida, de otras razas y bastante indeseable.
Por suerte para ella, a pesar de no llevar disfraz, iba tan tapada que la gente ni se fijaba en ella, pues pensaban que podía ser algún tipo de traje lo que escondiera su capa o que eso mismo era parte del atuendo carnavalesco. A ella le daba igual, mientras no interrumpirán su búsqueda, aunque con tantas personas que había era imposible saber dónde se escondía su joven compañera. Hasta que por un momento, el silencio pareció llenar Lunargenta. Una persona cuya pintura corporal representaba un jaguar iba caminando con una antorcha. Eso no le importó en absoluto a la elfa… O al menos, no le importaba hasta que escuchó la voz de esa persona: ¡INGELA!
Avanzó entre el gentío, empujándolos a pesar de las quejas por querer colocarse en primera fila para ver la estatua arder. Por fin, apareció en el primer lugar. Allí, al lado de la estatua, estaba la muchacha con pintura de felino, pero en realidad estaba completamente desnuda. Helyare abrió los ojos en forma de sorpresa y todo el enfado que había experimentado hasta hacía unos segundos, desapareció.
Su compañera había sido la encargada de prender la enorme talla en forma de mujer que había en Lunargenta. ¿Por eso tanta insistencia en quedarse por Bragiväl? Entonces lo entendió. ¡Menuda sorpresa! La rabia de antes había cambiado a orgullo de que Ingela fuera alguien tan importante en la fiesta. ¡Y claro que lo era! Todas las miradas se dirigían a la joven del norte. Sin pensarlo mucho, en ella se dibujó una leve sonrisita, aunque estaba oculta por la tela de la capucha.
Esperó allí, a que Ingela captase la atención de la elfa para hacerla ir con ella y felicitarla por haber sido la que encendiera la hoguera. Todo lo contrario a lo que había pensado al salir de la taberna. Pero, claro, al intentar llegar hasta la dragona, se había puesto en la primera fila de un evento al que no quería asistir. Se empezó a sentir agobiada y con ganas de irse fuera de todo el gentío. Tampoco quería interrumpir a Ingela en su gran noche así que sin decirle nada se escabulló de nuevo entre las personas para salir de allí. Mas sus pasos fueron interrumpidos cuando escuchó una alegre voz que le resultaba familiar: Sonagashira.
Al igual que había hecho con la joven del norte, Helyare se acercó a ver lo que hacía la mujer mariposa, que parecía alegre. Justo como no la había visto el día que había irrumpido en su habitación. Y las miradas no eran extrañas, al contrario, eran de admiración hacia ella y su precioso maquillaje. La elfa no dijo nada, tampoco quería interrumpir su baile. Si a ella no le gustaban estos eventos tenía que entender que otros sí disfrutaban con ellos, extraño, pero lo hacían.
Sona sí se percató de la presencia de su nueva amiga, Riny y corrió a abrazarla. ¡Ahora sí la quería! –¡Riny! ¡Qué alegría! ¡Mira! –La soltó y comenzó a dar ligeros brinquitos delante de ella, totalmente entusiasmada. –¡Mira! ¡Tengo muchos nuevos amigos!
La mariposa estaba feliz de que la gente la alabase, aunque no entendía por qué. Pero le gustaba.
–¿Quieres bailar? ¡Bailemos! –Agarró a la elfa de las manos y la arrastró unos pasos hacia delante para que se pusiera a bailar con ella. ¡Eran amigas! ¡Tenían que bailar! Así todo el pueblo las vería. Pero Helyare no estaba muy por la labor de cumplir las expectativas de la chica mariposa.
–Ah… No… Yo no bailo. –Quiso decir mientras que la muchacha giraba sobre sí misma.
–¡Seguro que bailas muy bien! Yo lo sé.
–No. –Comentó secamente, pero en un instante volvió a cambiar el tono de la conversación para no ser tan borde. –Prefiero ver cómo lo haces tú, lo haces mucho mejor. Si bailo no disfruto de tus movimientos. Además, así puedo aprender. –Esperaba que sirviera para que Sona descartase la idea de hacerla bailar. Y, por suerte para la elfa, sirvió.
La mujer mariposa siguió bailando, ahora muchísimo mejor y esforzándose más para que su amiga la viese. Helyare sonrió un poco. Al igual que con el tema de las pinturas corporales, el baile era algo del pasado de la elfa. En un tiempo sí disfrutaba con ese arte. Pero ya no tenía motivos para moverse al ritmo de la música.
- Off:
- Soy una hater de las fiestas xDD
Por cierto, el metarol de Ingela y Aran es consentido por los users n.n
Helyare
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
A Merrigan le hace gracia y yo sonrío por ella. Me está terminando el disfraz para la fiesta de esta noche. Se está tomando muchas molestias para hacerme el disfraz. No puedo decirle que no me gusta, que me parece absurdo y que me siento ridículo vestido con tantos colores. Ha puesto mucho esfuerzo para hacer el traje. Esfuerzo y monedas. Las telas y los hilos de colores no fueron baratos y ella los ha comprado todos. Le dije que podía ayudarla, que tenía monedas de sobra en mis bolsas. Pero, ella insistió en que quería regalarme el disfraz. Últimamente me lo está pagando todo. Comida, alojamiento y ropa. Todo me lo paga ella. Me pregunto por qué. Ella hace mucho por mí y yo, en cambio, siento que no hago nada por ella. Apenas hablamos. Caminos juntos, a veces cogidos de las manos y, otras veces, a un palmo de distancia el uno del otro. Lo segundo suele ser lo más frecuente. Solo nos cogemos de la mano cuando las calles de la ciudad están llenas de gente y lo hacemos para no perdernos. Cada día que pasa, estoy más convencido que Merrigan se obliga a estar conmigo. No quiere que nos separemos, pero, estoy convencido, que sabe que estaría mejor sin mí. Tal vez, por ese motivo pone tanto de su parte para que estemos juntos. No solo monedas, también me cede las mejores camas de los hostales y me da más porción de comida de la que se pone ella. Y sonríe. La sonrisa es lo mejor de Merrigan. Cuando habla con el resto de personas, lo hace sin apenas mover los labios (no puedes decirme nada papá, tú hablas igual que yo con los demás), pero cuando habla conmigo lo hace sonriendo.
Ahora se está riendo. Le parece gracioso vestirme de tantos y tan ridículos colores. Me siento uno de esos hombres que fingen que se caen en la plaza para hacer reír a quienes les ven. A mí no me hacen gracia, son ridículos. Merrigan piensa igual. Ella tampoco se reía con ellos, pero conmigo sí.
-No voy a tirarme una tarta en la cara-.
Merrigan suelta una carcajada que hace que se les caigan todas las agujas que sujetaba con la boca.
-No estoy bromeando-.
-No te estoy vistiendo de payaso, papá. No te tienes que tirar cosas en la cara.- Hay una pausa de unos segundos- Al Bragiväl irás de duende-.
-¿Qué hacen los duendes?-
-Solo sé tú mismo. Que te disfraces como un duende no significa que te tengas que comportarte como uno de ellos-.
-No entiendo-.
Merrigan soltó un resoplido sin dejar de sonreír.
-Es como un juego. En el Bragiväl, todos estaremos disfrazados de cosas que no somos-.
-Porque eso hace reír-.
-Muy bien-me pincha en la rodilla con una aguja- Y ahora estate quietecito. Tengo que terminar con tu disfraz antes que anochezca.- Antes de empezar a tejer de nuevo, añade unas últimas palabras- Ten en cuenta que todo lo que verás esta noche será mentira. Los humanos se disfrazaran de licántropos, los licántropos en elfos y…-
-Los elfos en duendes-.
Merrigan sonríe ladeando la cabeza.
No vuelve a hablar, está concentrada en acabar los detalles de mi disfraz. Con hilo dorado, teje un arpa en el camal izquierdo del pantalón rojo y, con hilo azul, dibuja las notas que no sé leer en el otro camal. Cuando acaba, dice que así me reconocerán como su acompañante; no como su padre. Pone mucho énfasis en la palabra “acompañante”. Igual que en el día de las estatuas de los dos Dioses humanos y en el funeral de la humana en la playa, en el Bragiväl soy el acompañante de Merrigan.
Cuando acaba, me da la mano para ayudarme a bajar de la silla y me guía hacia su habitación en el hostal. Allí hay un enorme espejo de cuerpo entero donde puedo verme reflejado. Por mucha gracia que le haga a Merrigan, sigue sin gustar vestir con tantos colores. Y, por mucho que me disguste vestir con tantos colores, sigo sonriendo porque la chica lo hace.
Salgo de la habitación en el mismo momento en que Merrigan empieza a quitarse la ropa para ponerse su disfraz. Ella dice que no le importa que la vea desnuda. Sabe que, para mí, ir sin ropa, es algo natural. Creo que quiere que para ella también lo sea. Es otro esfuerzo más para que estemos juntos. Sin embargo, las veces que me he quedado con ella mientras se desvestía, ha agachado la cabeza y ha mirado hacia el lado inverso del que me encontraba. Le incomoda tanto que la vea desnuda como a mí me incomoda vestir como un duende.
No tarda mucho en cambiarse de ropa. Su disfraz es mucho más simple que el mío. No lleva colores llamativos como yo ni dibujos tejidos a con hilos de colores. Viste con una simple falda larga adornada con diferentes dibujos referentes a la música, una blusa negra, un corsé de cuero por encima de la blusa y una corona en forma de cuernos hecha con raíces. Cierta parte de mí, está enfadada con Merrigan. No es justo que yo vista con colores vistosos (no eres un payaso, eres un duende) y ella vista normal. De no ser por la corona en forma de cuernos, viste como vestiría cualquier día.
-Aunque no lo creas, en el Bragiväl, seré yo quien llame más la atención-.
Con solo verme la cara sabe lo que pienso. Sabe que no me gusta que las personas me miren como algo extraño. Si visto con estos colores, seré todos me mirarán y me meteré en los problemas que me metía antes de conocer a Idril Elensar. Aun así, Idril me asegura que será ella quien llamará la atención. Lo dudo. Lo dudo mucho. No creo que el Bragiväl esté repleto de duendes, payasos y demás personas que visten con ridículos colores.
Cuando Merrigan termina de maquillarse, insiste que quiere pintarme una nota musical en una mejilla. Me niego con un rotundo no. Ya tengo suficientes colores en el disfraz de duende, no quiero más en la cara. Con otra persona habría tenido una seria disputa ante mi negativa. Con Merrigan no. Ella, asiente con una sonrisa y deja a un lado los colores de la cara.
-Está bien-.
No, no está bien. Llevamos poco tiempo juntos, el suficiente para saber cuando las cosas están o no están bien para ella. Merrigan sabe en qué estoy pensando sin que le diga nada y yo sé cuándo las cosas no están bien incluso cuando me dicen que lo están.
Llegamos a la plaza donde se celebra el Bragiväl pronto. Todavía no es de noche. El sol está a punto de esconderse y cielo tiene un color naranja debido a los últimos colores de la estrella y el resplandor de las muchas antorchas encendidas en la ciudad.
Me quedo unos minutos viendo el color del cielo. Es tan llamativo como los colores de mi disfraz de duende. En el bosque, el cielo no cobra ese color. La luz del día desaparece poco a poco para dar lugar a la oscuridad de la noche. Tampoco he visto este cielo durante todos los días de la ciudad. La última vez que lo vi fue el día en que dos estatuas gigantes ardían y las personas tiraban cartas al fuego.
-¿Es un disfraz?- Con la mano derecha, llamo la atención de Merrigan poniéndola sobre su hombro y, con la izquierda, señalo al cielo.
-Sí, el Bragiväl es el único día del año en que el Cielo se disfraza de fuego.- Lo dice cantando con una voz muy suave. Es una de las estrofas que tiene preparada para esta noche.
Hoy, también han puesto una enorme figura con forma de mujer en mitad de la plaza. Dice Merrigan que mañana habrá otra distinta y, pasado, otra más. A los humanos les debe de gustar quemar madera. En todas sus celebraciones, lo hacen.
Una chica de la misma edad de Merrigan lleva una gran antorcha en la mano. Se queda de frente a la enorme estatua de mujer. Grita. Merrigan me estiran de la manga de la camisa para señalarme que me quede quieto y que no diga nada. Tengo que dejar que la chica de antorcha grite.
Lanza la antorcha a la estatua de mujer y ésta empieza a quemarse como se quemaban los Dioses de las cartas. Merrigan se separa de mí, no va muy lejos, y toca su arpa en compañía de un gran grupo de músicos. Tenía razón: el color negro de su vestido y los cuernos de su corona resalta entre los colores ridículos de los otros músicos vestidos como duendes.
Me quedo solo ante una gran multitud de personas vestidas de duendes, payasos y animales.
Ahora se está riendo. Le parece gracioso vestirme de tantos y tan ridículos colores. Me siento uno de esos hombres que fingen que se caen en la plaza para hacer reír a quienes les ven. A mí no me hacen gracia, son ridículos. Merrigan piensa igual. Ella tampoco se reía con ellos, pero conmigo sí.
-No voy a tirarme una tarta en la cara-.
Merrigan suelta una carcajada que hace que se les caigan todas las agujas que sujetaba con la boca.
-No estoy bromeando-.
-No te estoy vistiendo de payaso, papá. No te tienes que tirar cosas en la cara.- Hay una pausa de unos segundos- Al Bragiväl irás de duende-.
-¿Qué hacen los duendes?-
-Solo sé tú mismo. Que te disfraces como un duende no significa que te tengas que comportarte como uno de ellos-.
-No entiendo-.
Merrigan soltó un resoplido sin dejar de sonreír.
-Es como un juego. En el Bragiväl, todos estaremos disfrazados de cosas que no somos-.
-Porque eso hace reír-.
-Muy bien-me pincha en la rodilla con una aguja- Y ahora estate quietecito. Tengo que terminar con tu disfraz antes que anochezca.- Antes de empezar a tejer de nuevo, añade unas últimas palabras- Ten en cuenta que todo lo que verás esta noche será mentira. Los humanos se disfrazaran de licántropos, los licántropos en elfos y…-
-Los elfos en duendes-.
Merrigan sonríe ladeando la cabeza.
No vuelve a hablar, está concentrada en acabar los detalles de mi disfraz. Con hilo dorado, teje un arpa en el camal izquierdo del pantalón rojo y, con hilo azul, dibuja las notas que no sé leer en el otro camal. Cuando acaba, dice que así me reconocerán como su acompañante; no como su padre. Pone mucho énfasis en la palabra “acompañante”. Igual que en el día de las estatuas de los dos Dioses humanos y en el funeral de la humana en la playa, en el Bragiväl soy el acompañante de Merrigan.
Cuando acaba, me da la mano para ayudarme a bajar de la silla y me guía hacia su habitación en el hostal. Allí hay un enorme espejo de cuerpo entero donde puedo verme reflejado. Por mucha gracia que le haga a Merrigan, sigue sin gustar vestir con tantos colores. Y, por mucho que me disguste vestir con tantos colores, sigo sonriendo porque la chica lo hace.
Salgo de la habitación en el mismo momento en que Merrigan empieza a quitarse la ropa para ponerse su disfraz. Ella dice que no le importa que la vea desnuda. Sabe que, para mí, ir sin ropa, es algo natural. Creo que quiere que para ella también lo sea. Es otro esfuerzo más para que estemos juntos. Sin embargo, las veces que me he quedado con ella mientras se desvestía, ha agachado la cabeza y ha mirado hacia el lado inverso del que me encontraba. Le incomoda tanto que la vea desnuda como a mí me incomoda vestir como un duende.
No tarda mucho en cambiarse de ropa. Su disfraz es mucho más simple que el mío. No lleva colores llamativos como yo ni dibujos tejidos a con hilos de colores. Viste con una simple falda larga adornada con diferentes dibujos referentes a la música, una blusa negra, un corsé de cuero por encima de la blusa y una corona en forma de cuernos hecha con raíces. Cierta parte de mí, está enfadada con Merrigan. No es justo que yo vista con colores vistosos (no eres un payaso, eres un duende) y ella vista normal. De no ser por la corona en forma de cuernos, viste como vestiría cualquier día.
-Aunque no lo creas, en el Bragiväl, seré yo quien llame más la atención-.
Con solo verme la cara sabe lo que pienso. Sabe que no me gusta que las personas me miren como algo extraño. Si visto con estos colores, seré todos me mirarán y me meteré en los problemas que me metía antes de conocer a Idril Elensar. Aun así, Idril me asegura que será ella quien llamará la atención. Lo dudo. Lo dudo mucho. No creo que el Bragiväl esté repleto de duendes, payasos y demás personas que visten con ridículos colores.
Cuando Merrigan termina de maquillarse, insiste que quiere pintarme una nota musical en una mejilla. Me niego con un rotundo no. Ya tengo suficientes colores en el disfraz de duende, no quiero más en la cara. Con otra persona habría tenido una seria disputa ante mi negativa. Con Merrigan no. Ella, asiente con una sonrisa y deja a un lado los colores de la cara.
-Está bien-.
No, no está bien. Llevamos poco tiempo juntos, el suficiente para saber cuando las cosas están o no están bien para ella. Merrigan sabe en qué estoy pensando sin que le diga nada y yo sé cuándo las cosas no están bien incluso cuando me dicen que lo están.
Llegamos a la plaza donde se celebra el Bragiväl pronto. Todavía no es de noche. El sol está a punto de esconderse y cielo tiene un color naranja debido a los últimos colores de la estrella y el resplandor de las muchas antorchas encendidas en la ciudad.
Me quedo unos minutos viendo el color del cielo. Es tan llamativo como los colores de mi disfraz de duende. En el bosque, el cielo no cobra ese color. La luz del día desaparece poco a poco para dar lugar a la oscuridad de la noche. Tampoco he visto este cielo durante todos los días de la ciudad. La última vez que lo vi fue el día en que dos estatuas gigantes ardían y las personas tiraban cartas al fuego.
-¿Es un disfraz?- Con la mano derecha, llamo la atención de Merrigan poniéndola sobre su hombro y, con la izquierda, señalo al cielo.
-Sí, el Bragiväl es el único día del año en que el Cielo se disfraza de fuego.- Lo dice cantando con una voz muy suave. Es una de las estrofas que tiene preparada para esta noche.
Hoy, también han puesto una enorme figura con forma de mujer en mitad de la plaza. Dice Merrigan que mañana habrá otra distinta y, pasado, otra más. A los humanos les debe de gustar quemar madera. En todas sus celebraciones, lo hacen.
Una chica de la misma edad de Merrigan lleva una gran antorcha en la mano. Se queda de frente a la enorme estatua de mujer. Grita. Merrigan me estiran de la manga de la camisa para señalarme que me quede quieto y que no diga nada. Tengo que dejar que la chica de antorcha grite.
Lanza la antorcha a la estatua de mujer y ésta empieza a quemarse como se quemaban los Dioses de las cartas. Merrigan se separa de mí, no va muy lejos, y toca su arpa en compañía de un gran grupo de músicos. Tenía razón: el color negro de su vestido y los cuernos de su corona resalta entre los colores ridículos de los otros músicos vestidos como duendes.
Me quedo solo ante una gran multitud de personas vestidas de duendes, payasos y animales.
- Disfraz de Merrigan:
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- Disfraz de Sarez:
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No he encontrado ninguna imagen de referencia de las costuras que hace Merrigan para los adornos del disfraz. Os lo imagináis.
Sarez
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
- Disfraz <3:
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Wind aún no se había marchado de Lunargenta, ya que después de la celebración de la ohdá decidió permanecer allí unos días aprovechando así la estancia para recopilar algo de información que le permitiera continuar con su objetivo original.
Mientras permanecía en aquella ciudad, se percató de que apenas había durado la tranquilidad después de la última fiesta pues, parecía que se acercaba una nueva. La gente comenzaba a caminar ajetreada por las calles, las tiendas comenzaban a exponer los trajes más estrafalarios que tenían y algunos puestos tenían materiales que la elfa no estaba acostumbrada a ver, como pinturas de muchos colores que aseguraban “eran para el cuerpo”, orejas con inspiraciones animales hechas de felpa o colas del mismo material… Lo cierto era que estaba disfrutando bastante esos días en Lunargenta, las fiestas siempre alegraban a la elfa.
A pesar de lo mucho que le gustaban las celebraciones, Wind debía partir de nuevo y, aprovechando que era la mañana del primer día del Bragiväl, la elfa decidió marchar antes de que dieran comienzo los festejos, al fin y al cabo, para ella ya no tenía sentido permanecer más allí, así que, después de comer se dispuso a salir de la pequeña posada en la que se encontraba y abandonar la ciudad para ir a su siguiente destino.
La calle estaba a rebosar de gente a cada cual más extraña, los disfraces abundaban por todas partes, algunos más elaborados y otros menos, pero era extraño ver a alguien sin ningún tipo de atuendo raro. A la joven le hacía gracia pensar que, en aquel momento, ella era la que estaba fuera de lugar con sus ropajes normales cuando lo normal sería lo contrario. Por otra parte, la ciudad estaba inundada por la musica, la cual se escuchaba más fuerte según se acercaba a la plaza principal de Lunargenta.
Una vez allí y mientras intentaba hacerse hueco entre la multitud, acabó por chocarse con alguien de frente -L-Lo sient...- Mientras se disculpaba, levantó la mirada y vio a la última persona que esperaba encontrarse allí - ¡Turion! - Exclamó la elfa sorprendida y antes de dejar reaccionar a su viejo amigo, le abrazó tan fuerte como fue capaz.El humano, por su aprte le devolvió el abrazo con el mismo sentimiento de afecto y la misma sorpresa que la joven. Cuando se separaron, Wind se fijó en que el humano llevaba unas orejas de felpa en la cabeza imitando las de un gato, lo que le provocó un inevitable ataque de risa -¿Qué haces con eso puesto?- Preguntó mientras intentaba contener las lágrimas -Unos niños me obligaron a ponérmelas hace un rato, además, estamos en Bragiväl, la rara eres tú- Contestó el moreno mientras esbozaba una pequeña sonrisa y le daba un pequeño golpe en la nariz a la elfa -Es que no tenía planeado quedarme, ahora me dirigía al Este…- Respondió Wind tímidamente -Por cierto ¿Qué haces aquí? No es normal que salgas de Vulwulfar- Comentó en un vano intento de desviar la conversación -Estoy aquí por trabajo, tenía que entregar unos ungüentos y ya de paso aprovechaba y visitaba la ciudad, pero más importante ¿Al este? ¿Planeas irte allí y no ibas si quiera a avisarme? - Respondió el humano con tono de regañina paternalista mientras fruncía el ceño. Wind se quedó callada, mirando el suelo sin saber muy bien que contestar, ya había desaparecido sin dar prácticamente explicaciones una vez y no le hubiera gustado volverlo a hacer, pero sabía que Turion no estaría de acuerdo. El humano entendió el silencio como una respesta afirmativa, suspiró con resignación y decidió dejar el tema pues hacía mucho que no se veían y no quería discutir con ella en ese momento -Esta bien, está bien. Pero no te vas a ir ahora, ya que estamos los dos aquí podemos disfrutar de la celebración ¿No?- Acarició la cabeza de la elfa con su mano derecha y cuando ésta levantó la mirada asintió, ahora más contenta -Esta bien, pero a cambio quiero unas orejas como las tuyas- Respondió con un tono jocoso mientras levantaba el brazo para intentar tocarlas -Haremos algo mejor, te vas a disfrazar de verdad- Comentó contundente el humano. Wind por su parte, comenzaba a hacer un amago de replicar -Y no quiero pegas, te lo pagaré yo- Terminó de sentenciar Turion y Wind resopló, sabía que no había nada que hacer cuando su amigo tomaba una decisión, así que comenzaron a buscar una tienda donde tuvieran disfraces asequibles. Tras caminar un par de calles, llegaron a un pequeño comercio con algunos trajes curiosos en el ventanal que servía de escaparate, así que sin pensarlo demasiado entraron.
El local era pequeño, con un mostrador a la izquierda que abarcaba casi la mitad de la pared, detrás del cual estaba todo lleno de hilos y lanas cuidadosamente organizadas por colores; al fondo se apreciaban algunos vestidos colocados sobre maniquíes de madera. Por último, a la derecha, se encontraban distintos tipos de accesorios sobre unas estanterías, y una puerta que probablemente daba al almacén. Lo cierto era que para lo pequeña que era, parecía estar bien abastecida, tenía desde pelucas hasta telas para confeccionar trajes.
Tras el mostrador había una señora que, seguramente, estaba esperando a los rezagados que aún no tenían disfraz, como ellos. La mujer era corpulenta, de tez redondeada y rosada, con arrugas marcadas donde se hacen los pliegues al reír y llevaba un vestido igual de estrafalario que los que se veían sobre los maniquíes, Wind hubiera jurado que hasta llevaba una peluca castaña en forma de moño. Al verles entrar, la señora se les acercó rápidamente saliendo de detrás del mostrador - ¡Hola jóvenes! ¿Qué buscabais? ¿Disfraces a juego? ¿Tal vez de príncipe y de princesa? - La mujer apenas respiraba y hablaba con una enorme sonrisa, como si aquello fuera un regalo de los Dioses. La elfa se echó a reír al escuchar lo de los disfraces a juego, pero Turion torció el gesto al imaginarse vestido de príncipe -Buenas tardes, en realidad buscábamos algo para ella- Explicó el muchacho mientras señalaba a la elfa que seguía riéndose por lo bajo - ¡Oh…Ya veo! ¿Teníais alguna idea?- Wind se quedó sonriente y contestó negativamente con la cabeza -Yo no tenía nada en mente… ¿Y tú Turion?- Preguntó la joven mirando a su amigo mientras esperaba respuesta -Tampoco...- Respondió algo cohibido, pues lo cierto era que se le pasaban varias cosas por la cabeza, pero prefirió no decir nada -Entonces elegiré yo, ven aquí muchacha- Dijo la mujer alegremente y antes de que ninguno de los dos pudiera decir nada, la señora tiró de la joven hasta el almacén, donde comenzó a probarle el vestido que más oportuno le pareció -Eres joven, tienes que lucirte en estas festividades, ¡Que son las únicas oportunidades!- Se rio sonoramente y terminó de colocarle el disfraz -S-supongo que tiene razón… pero esto no es un poco… excesivo?- Preguntó la elfa mientras tocaba las vaporosas telas que caían sobre sus piernas antes de salir de aquel cuarto -Para nada, para nada ¡Estas preciosa! y ahora sal para que pueda verte tu novio- sentenció la mujer sin plantearse si aquello era cierto o no y sin tiempo para replicar, Wind salió de otro empujón de la sala donde se había cambiado para quedarse justo en frente de su amigo.
Turion se quedó sin palabras, nunca había visto a la elfa con algo semejante, ni mostrando tanta piel. Era un traje en dos piezas, de tela vaporosa en azul, con pequeños destellos dorados a juego con algunas zonas del propio traje. ¿Realmente podía ir vestida así por la calle? El humano frunció el ceño sin darse cuenta mientras se sonrojaba al mismo tiempo. Tenía una expresión realmente extraña, lo que descolocó a Wind - ¿T-Te gusta? - Preguntó preocupada mientras levantaba algunas de las telas que caían a los lados de su cadera “Esto es demasiado provocativo…” Pensaba mientras su rostro tomaba un color rojizo. Turion asintió ante la pregunta -Estas preciosa, estoy deseando ver que disfraz te pones mañana- Después de aquello, la mujer sonrió satisfecha y ofreció pintar el rostro de la elfa y, a pesar de que ésta no parecía muy convencida, entre Turion y la señora la convencieron -Esto es excesivo Turion…- Replicaba la joven de vez en cuando. Cuando terminaron, Wind se sorprendió con el resultado -Tiene verdadero talento para la pintura…- Susurró en referencia a la vendedora que contestó con una carcajada -Estás muy bonita Wind- Comentó el joven antes de irse a pagar todo aquello.
La vendedora les dio las pertenencias de la elfa en una bolsa y ambos marcharon de allí para volver a la plaza, pero antes pasaron por la posada del joven para dejar las ropas y el arco de la elfa, que era la que más cerca les quedaba.
Después de dejar atrás la posada, fueron justos a la plaza mientras hablaban sobre que habían hecho en el tiempo que no se habían visto, si habían hecho nuevos amigos o si habían avanzado en el aprendizaje o conocimiento sobre la alquimia. Wind decidió no nombrar algunas de sus aventuras como su participación en Roilkat o algunas de las peleas en las que se había visto envuelta.
La música inundaba la calle y la elfa comenzó a bailar risueña en cuanto pusieron un pie dentro de la plaza.a pesar de que el baile no era su fuerte, Wind contoneaba las caderas al ritmo de la música y daba vueltas en un vano intento de parecer agraciada mientras las telas azules de su falda bailaban a un son mucho más grácil; Turion por su parte se limitaba a ser el acompañante de la elfa, ayudándola a dar vueltas y a aplaudir cuando ésta hacía un movimiento bonito, como si lo hiciera para una niña.
Al cabo de unos minutos de comenzar a bailar, la gente se empezó a congregar alrededor de la gran figura que permanecia intentando tocar el cielo en mitad de la plaza.Al ver como la gente se aglomeraba allí, los jovenes decidirieon hacer lo mismo -Ya van a encenser la estatua, vamos-. Sin tardar demasiado, apareció una mujer completamente desnuda, pero pintada entera como si fuera un felino -Es genial…- Musitó la joven asombrada ante tal disfraz, pero a pesar de que intuía lo que estaba sucediendo y veía algunos pedazos, era demasiado bajita para poder ver algo con claridad - ¡Turion, rápido, súbeme! No veo bien, hay mucha gente- Exigió mientras le daba pequeños tirones en la ropa. El joven suspiró y le dedicó una pequeña sonrisa resignada, acto seguido, se agachó rápidamente y la elfa subió a sus hombros con la misma velocidad. “Esta vista es mucho mejor” Pensó satisfecha con una enorme sonrisa en el rostro.
Pensó lo maravilloso de aquella celebración, en lo extraño que resultaba ver a todas esas personas con trajes tan variopintos y en lo mucho que extrañaba estar sin preocupaciones. Mientras todos esos pensamientos cruzaron su mente, la mujer pintada prendió la estatua y cuando esta comenzó a arder, la joven gritó como si hubiera esperado por aquello durante años.
Después de aquello, se acercaron a un espectáculo que más bien parecía un duelo entre dos personas tenebrosamente disfrazadas y tanto Wind como Turion se quedaron absortos observando la exhibición. Cuando apenas llevaban la mitad del combate, el joven pensó que ya debía volver a la posada -Wind, es hora de regresar a la posada, mañana he de madrugar para continuar con los quehaceres que me faltan ¿Tú te vas a quedar?- Preguntó el humano intentando que la elfa le prestara atención -Si, me quedaré, mañana nos vemos ¿Vale?- Después de aquella pequeña despedida, ambos se sonrieron y se despidieron en un cálido abrazo, pero, a pesar de lo tierno de la escena, la verdad era que la joven tenía la cabeza en el espectáculo que estaba sucediendo y en como terminaría.
Tras la despedida, Wind volvió a prestar toda su atención al combate que estaba terminando. Los miraba asombrada, pensando en la asombrosa habilidad que tenían ambos con aquellas armas y en lo difícil que les debió resultar aprender a manejarse así con ellas. La joven aguantaba la respiración cuando notaba la tensión y suspiraba cuando alguno de los dos era capaz de continuar, para ella aquello era como una obra de teatro de la que no conocía el final.
Cuando la persona disfrazada de carnero se alzó victoriosa, la elfa aplaudió tan fuerte como pudo, contenta de haber podido presenciar algo como aquello. Al terminar aquello, la peliazul decidió ir a bailar un rato, pero antes de poder dar si quiera un paso, la persona que salió victoriosa de aquel encuentro, la golpeó por detrás y ni siquiera pidió disculpas. ¿La elfa resopló -Oye, ¿no crees que deberías tener más cuidado? - Espetó la joven mientras se cruzaba de brazos "O al menos disculparte" añadió la joven mentalmente mientras esperaba una respuesta.
Última edición por Windorind Crownguard el Jue Mar 09, 2017 10:03 am, editado 1 vez
Windorind Crownguard
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
- ¿Aún no ha bajado? - preguntó el dragón al tabernero, nada más llegar a la barra en que atendía a los clientes más madrugadores del día. El hombre negó con la cabeza y se encogió de hombros, sin tener idea de por qué la bruja se había recluido en su habitación. - Compró algo de comida antes de subir, después de eso no la he vuelto a ver. - comentó el propietario, mientras terminaba de limpiar unas jarras con ayuda de un trapo. - ¿Tiene copia de la llave? - inquirió Alister, con un deje de preocupación en la voz. Elen había empezado a comportarse de forma extraña tras su último viaje a las tierras del oeste, aquel en que él resultó herido durante una pelea en el pueblo que gobernaba la reina de las arañas. Desde entonces la había notado callada y algo distante, ¿cuál sería la razón?
No tenía idea del motivo que podría haber propiciado su cambio de conducta, pero tampoco podía permitir que se encerrase durante días sin dar señales de vida, era hora de intervenir. En cuanto el dueño del local le entregó la pequeña llave plateada, Alister le dio las gracias y volvió sobre sus pasos hasta el piso superior, enfilando el pasillo y deteniéndose frente a la puerta del cuarto de la hechicera. - Elen, voy a entrar. - avisó, antes de abrir y encontrar a la de cabellos cenicientos en su cama, aparentemente dormida. Solo parte de su rostro y la larga melena quedaban a la vista, pero el resto de la habitación dejaba bien claro que no había pasado los últimos dos días descansando precisamente.
Su mesa era un completo caos de libros, pergaminos con apuntes e ingredientes varios, junto a los cuales descansaba un plato vacío, que probablemente hubiese utilizado para cenar la noche anterior. - Levanta, el sol está saliendo. - instó, mientras se acercaba a la zona de trabajo de la alquimista y se detenía a leer el encabezado en negrita de uno de los tomos abiertos. - Pócimas para borrar la memoria… - leyó en voz baja, frunciendo ligeramente el ceño. ¿Por qué estaba Elen interesada en aquel tipo de remedios? Quizá fuese mera curiosidad, pero a juzgar por las notas de la joven parecía que estaba calculando las dosis y los posibles efectos de las mismas, centrándose en la duración.
Un quejido de la tensai consiguió que dejase de lado los papeles para girarse hacia ella, y viendo que no reaccionaba tan rápido como le gustaría, corrió las cortinas para que entrase más luz. - Cierra eso. - pidió, tirando de la manta para cubrirse los ojos y evitar la molesta claridad, pero en vez de hacerle caso, el dragón bordeó la cama y le destapó el rostro. - Vamos, debemos darnos prisa o se nos hará tarde. - dijo él, consiguiendo que la benjamina de los Calhoun resoplase resignada y comenzase a moverse. - ¿Tarde para qué? - preguntó la bruja, incorporándose hasta quedar sentada en la cama. - ¿No te has asomado a la ventana? Hay una enorme estatua de paja en la plaza, parece que esta noche comienzan los festejos del Bragiväl. - informó Alister, acercándose al cristal para atisbar la parte alta de la figura, que era una mujer alzando los brazos hasta el cielo.
- ¿Y? No me apetece salir la verdad. - musitó Elen, que después de su agridulce revelación en las tierras del oeste prefería sumirse en sus estudios alquímicos para no pensar en nada más. - Llevas dos días prácticamente encerrada en esta habitación, un poco de aire fresco te vendrá bien así que ya te estas levantando, no pienso moverme de aquí hasta que lo hagas. - dijo el cazador, cruzándose de brazos y apoyándose en el borde de la mesa. - ¿Dónde quedó el Alister al que no le gustaban las fiestas ni las multitudes? - preguntó la centinela, sin moverse de donde estaba. - Seguramente en el mismo lugar que la Elen preocupada, esa que acudía a los eventos para vigilar que todo se desarrollase con normalidad. - soltó el alado, convencido de que se saldría con la suya tarde o temprano.
- La guardia puede arreglárselas. - aseguró la joven, pero su compañero se había informado un poco de aquella fiesta y tenía con qué echar abajo su argumento. - ¿De verdad lo crees? El tabernero me ha contado que la última vez hubo ciertos problemas. - sin duda se refería a lo sucedido con la reina y el rey durante la celebración del Bragiväl del año anterior, y ante eso la tensai ya no pudo decir nada. Ostentar el cargo de centinela del sur traía consigo la obligación de velar por el bienestar de las gentes que moraban en Verisar y en las islas, así que, dándose por vencida, Elen apartó la manta y se puso en pie. - Está bien, espérame abajo. - dijo con desgana, para acto seguido dirigirse al baño y cerrar la puerta tras de sí, de modo que el alado no pudiese verla ya que iba ataviada únicamente con una larga camisa blanca que le cubría hasta los muslos.
Una vez aseada y lista, se reencontró con su compañero en la taberna y tomaron un ligero desayuno, tras lo cual salieron al mercado en busca de un par de disfraces para acudir a los festejos de aquella noche. Alister optó por algo sencillo, un par de complementos bastaron para darle la apariencia de un pirata, y aunque la de cabellos cenicientos no tenía pensado comprar nada llamativo, el dueño de la tienda, al que ya había comprado vestidos para otras ocasiones especiales, se empeñó en que se probase una de sus últimas creaciones. El disfraz era bonito, una mezcla entre hada y pavo real, cuyos colores realzaban la blanca piel de la hechicera y contrastaban con el color de su pelo, así que tras pensarlo durante unos instantes, decidió quedarse con él.
Alister le dio el visto bueno nada más verla aunque en silencio, con un gesto afirmativo de cabeza y una sonrisa, ya que no le salían las palabras. Elen estaba preciosa, pero no solo aquel día ataviada con el disfraz, a sus ojos lo estaba siempre. Tras abandonar la tienda, ambos regresaron con sus compras a la posada y el alado se encargó de que la tensai no volviese a encerrarse en su cuarto, haciéndole compañía e intentando averiguar el porqué de su repentino interés sobre pócimas para borrar la memoria, cosa que no logró.
Poco antes de que cayese la noche, se retiró a su propia habitación para cambiarse y Elen hizo lo mismo, reencontrándose poco después en el piso de abajo para ponerse en camino hacia la plaza central. La gente comenzaba a congregarse en torno a la estatua de paja a la espera de que alguien le prendiese fuego, pero justo unos minutos antes de que eso ocurriese, los verdes ojos de la centinela encontraron entre la multitud un rostro conocido. - Padre Callahan, no creo que vayan a hacerle mucho caso esta noche. - saludó la bruja, alegrándose de encontrarse nuevamente con el predicador. - ¡Elen! ¡Alister! Cuanto tiempo sin veros. - respondió el hombre, dejando momentáneamente sus lectura de la biblia.
- ¿Vosotros también habéis caído en la tentación de esta fiesta? - inquirió, aunque un vistazo a sus disfraces le daría la respuesta. - Relájese padre, solo hemos venido a pasar un buen rato y ver cómo queman la estatua. - le contestó el dragón, poco antes de que diese comienzo oficialmente a la celebración y las llamas se adueñasen de la mujer que tocaba el cielo. Algunos grupos reunidos tocaban música, otros bailaban e intentaban sacar a la gente para que se sumase a ellos, otros bebían y disfrutaban del espectáculo de color, todo el mundo parecía estarse divirtiendo, y no había razón para que ellos no lo hicieran. - ¿Bailamos? - propuso a su compañera, aprovechando la ocasión que el Bragiväl le ofrecía para acercarse a ella.
- No se me da bien. - respondió la benjamina de los Calhoun, que no dominaba mucho el tema. - No importa, a mí tampoco. - reveló el cazador, que al llevar apartado de la sociedad tanto tiempo estaba en la misma situación que la hechicera. Tomándola de la mano, Alister se despidió del predicador con un gesto y luego condujo a la de cabellos cenicientos por entre la multitud hasta encontrar un hueco en que pudiesen moverse con cierta libertad.
No tenía idea del motivo que podría haber propiciado su cambio de conducta, pero tampoco podía permitir que se encerrase durante días sin dar señales de vida, era hora de intervenir. En cuanto el dueño del local le entregó la pequeña llave plateada, Alister le dio las gracias y volvió sobre sus pasos hasta el piso superior, enfilando el pasillo y deteniéndose frente a la puerta del cuarto de la hechicera. - Elen, voy a entrar. - avisó, antes de abrir y encontrar a la de cabellos cenicientos en su cama, aparentemente dormida. Solo parte de su rostro y la larga melena quedaban a la vista, pero el resto de la habitación dejaba bien claro que no había pasado los últimos dos días descansando precisamente.
Su mesa era un completo caos de libros, pergaminos con apuntes e ingredientes varios, junto a los cuales descansaba un plato vacío, que probablemente hubiese utilizado para cenar la noche anterior. - Levanta, el sol está saliendo. - instó, mientras se acercaba a la zona de trabajo de la alquimista y se detenía a leer el encabezado en negrita de uno de los tomos abiertos. - Pócimas para borrar la memoria… - leyó en voz baja, frunciendo ligeramente el ceño. ¿Por qué estaba Elen interesada en aquel tipo de remedios? Quizá fuese mera curiosidad, pero a juzgar por las notas de la joven parecía que estaba calculando las dosis y los posibles efectos de las mismas, centrándose en la duración.
Un quejido de la tensai consiguió que dejase de lado los papeles para girarse hacia ella, y viendo que no reaccionaba tan rápido como le gustaría, corrió las cortinas para que entrase más luz. - Cierra eso. - pidió, tirando de la manta para cubrirse los ojos y evitar la molesta claridad, pero en vez de hacerle caso, el dragón bordeó la cama y le destapó el rostro. - Vamos, debemos darnos prisa o se nos hará tarde. - dijo él, consiguiendo que la benjamina de los Calhoun resoplase resignada y comenzase a moverse. - ¿Tarde para qué? - preguntó la bruja, incorporándose hasta quedar sentada en la cama. - ¿No te has asomado a la ventana? Hay una enorme estatua de paja en la plaza, parece que esta noche comienzan los festejos del Bragiväl. - informó Alister, acercándose al cristal para atisbar la parte alta de la figura, que era una mujer alzando los brazos hasta el cielo.
- ¿Y? No me apetece salir la verdad. - musitó Elen, que después de su agridulce revelación en las tierras del oeste prefería sumirse en sus estudios alquímicos para no pensar en nada más. - Llevas dos días prácticamente encerrada en esta habitación, un poco de aire fresco te vendrá bien así que ya te estas levantando, no pienso moverme de aquí hasta que lo hagas. - dijo el cazador, cruzándose de brazos y apoyándose en el borde de la mesa. - ¿Dónde quedó el Alister al que no le gustaban las fiestas ni las multitudes? - preguntó la centinela, sin moverse de donde estaba. - Seguramente en el mismo lugar que la Elen preocupada, esa que acudía a los eventos para vigilar que todo se desarrollase con normalidad. - soltó el alado, convencido de que se saldría con la suya tarde o temprano.
- La guardia puede arreglárselas. - aseguró la joven, pero su compañero se había informado un poco de aquella fiesta y tenía con qué echar abajo su argumento. - ¿De verdad lo crees? El tabernero me ha contado que la última vez hubo ciertos problemas. - sin duda se refería a lo sucedido con la reina y el rey durante la celebración del Bragiväl del año anterior, y ante eso la tensai ya no pudo decir nada. Ostentar el cargo de centinela del sur traía consigo la obligación de velar por el bienestar de las gentes que moraban en Verisar y en las islas, así que, dándose por vencida, Elen apartó la manta y se puso en pie. - Está bien, espérame abajo. - dijo con desgana, para acto seguido dirigirse al baño y cerrar la puerta tras de sí, de modo que el alado no pudiese verla ya que iba ataviada únicamente con una larga camisa blanca que le cubría hasta los muslos.
Una vez aseada y lista, se reencontró con su compañero en la taberna y tomaron un ligero desayuno, tras lo cual salieron al mercado en busca de un par de disfraces para acudir a los festejos de aquella noche. Alister optó por algo sencillo, un par de complementos bastaron para darle la apariencia de un pirata, y aunque la de cabellos cenicientos no tenía pensado comprar nada llamativo, el dueño de la tienda, al que ya había comprado vestidos para otras ocasiones especiales, se empeñó en que se probase una de sus últimas creaciones. El disfraz era bonito, una mezcla entre hada y pavo real, cuyos colores realzaban la blanca piel de la hechicera y contrastaban con el color de su pelo, así que tras pensarlo durante unos instantes, decidió quedarse con él.
Alister le dio el visto bueno nada más verla aunque en silencio, con un gesto afirmativo de cabeza y una sonrisa, ya que no le salían las palabras. Elen estaba preciosa, pero no solo aquel día ataviada con el disfraz, a sus ojos lo estaba siempre. Tras abandonar la tienda, ambos regresaron con sus compras a la posada y el alado se encargó de que la tensai no volviese a encerrarse en su cuarto, haciéndole compañía e intentando averiguar el porqué de su repentino interés sobre pócimas para borrar la memoria, cosa que no logró.
Poco antes de que cayese la noche, se retiró a su propia habitación para cambiarse y Elen hizo lo mismo, reencontrándose poco después en el piso de abajo para ponerse en camino hacia la plaza central. La gente comenzaba a congregarse en torno a la estatua de paja a la espera de que alguien le prendiese fuego, pero justo unos minutos antes de que eso ocurriese, los verdes ojos de la centinela encontraron entre la multitud un rostro conocido. - Padre Callahan, no creo que vayan a hacerle mucho caso esta noche. - saludó la bruja, alegrándose de encontrarse nuevamente con el predicador. - ¡Elen! ¡Alister! Cuanto tiempo sin veros. - respondió el hombre, dejando momentáneamente sus lectura de la biblia.
- ¿Vosotros también habéis caído en la tentación de esta fiesta? - inquirió, aunque un vistazo a sus disfraces le daría la respuesta. - Relájese padre, solo hemos venido a pasar un buen rato y ver cómo queman la estatua. - le contestó el dragón, poco antes de que diese comienzo oficialmente a la celebración y las llamas se adueñasen de la mujer que tocaba el cielo. Algunos grupos reunidos tocaban música, otros bailaban e intentaban sacar a la gente para que se sumase a ellos, otros bebían y disfrutaban del espectáculo de color, todo el mundo parecía estarse divirtiendo, y no había razón para que ellos no lo hicieran. - ¿Bailamos? - propuso a su compañera, aprovechando la ocasión que el Bragiväl le ofrecía para acercarse a ella.
- No se me da bien. - respondió la benjamina de los Calhoun, que no dominaba mucho el tema. - No importa, a mí tampoco. - reveló el cazador, que al llevar apartado de la sociedad tanto tiempo estaba en la misma situación que la hechicera. Tomándola de la mano, Alister se despidió del predicador con un gesto y luego condujo a la de cabellos cenicientos por entre la multitud hasta encontrar un hueco en que pudiesen moverse con cierta libertad.
- Disfraz de Elen:
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Última edición por Elen Calhoun el Jue Mar 09, 2017 9:15 am, editado 2 veces
Elen Calhoun
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Post de prueba para solucionar el problema de Elen.
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
El brujo retozaba de lo más a gusto en su cama, tumbado boca abajo y abrazado a las sábanas con el mayor cariño del mundo. No podría ser un hombre más feliz en esos momentos. Al menos hasta que sintiera el contacto de las manos de otras persona en su espalda.
- Un ratito más. Solo un ratito más-, dijo, con voz perezosa y muy pocas ganas de salir de la cama.
Los empujones en su espalda se hicieron más insistentes, hasta el punto que era imposible mantener el descanso con tanto meneo. Menos mal que la otra persona no tenía mucha fuerza, o de lo contrario hubiera acabado cayendo por el otro lado de la cama.
- Vamos, pequeña. Este buen brujo necesita un descanso. Lo que quiera que necesites, ¿no puede esperar? - comento fastidiado, pero evitando llegar hasta el punto de enfadarse. Con ella siempre evitaba hacerlo.
- Joooo. Tío Vincent. Me lo prometiste-, contestó la niña, con un claro tono que delataba que se había enfurruñado.
Vincent se giró sobre la cama, quedando tumbado boca arriba, y soltó un suspiro antes de volver a hablar.
- ¿Y que se supone que he prometido? Ahora mismo no tengo la mente muy clara-, comentó colocando su brazo diestro detrás de su nunca.
- ¡El Bragiväl! - gritó, y se lanzó sobre la cama de un salto. O mejor dicho, sobre él, con todo su peso.
- Oh-, soltó un exabrupto fruto del golpe. - Oye, ¿Cuánto pesas? He conocido dragones más ligeros que vos-, bromeó y rodó para apresarla contra el lecho y hacerle cosquillas. - ¿Hoy comienza el Bragiväl?
La niña no podía para de reírse por las cosquillas, por lo que su padre adoptivo dejó de hacérselas por clemencia. Momento en el cual, la pequeña pudo por fin contestarle.
- ¡Siiiiiii! - gritó emocionada. - Y me prometiste que me llevarías.
- ¿Seguro que yo te prometí eso? - dijo, con una ceja enarcada. - No recuerdo tal cosa. ¿Sabes? el Bragiväl no es lugar para una niña tan pequeña. A muchos…-, buscó las palabras exactas, aprovechando para sentarse al borde de la cama. - Se les va la cabeza-. No sabía muy bien como explicárselo, sin dejar la inocencia a un lado. - Quizás fuera tu abuela quien te lo prometiera.
- No. Tío Vinc. No escurras el bulto-, comentó la niña, sentándose a su lado. - Me lo prometiste tú. Precisamente, dijiste que abuela no me llevaría, y que si lo hacía, era más probable que electrocutara a todos en la fiesta.
El rubio se carcajeó al escuchar a su hija.
- Sí. Eso parece muy probable que lo dijera-, razonó, acariciándose la barba. - Muy bien, habrá que prepararse para el evento. Conseguir unos disfraces o telas, y todo lo demás-, comentó incorporándose con un rápido. - Uff. Son muchas cosas. Nos dará la noche solo con los preparativos, pero bueno, no tenemos nada mejor que hacer ¿no? - sonrió a su damita.
- ¡Bieeeen! - gritó. - Bragiväl. Bragiväl. Bragiväl-, comenzó a decir saltando sobre la cama de rodillas.
- Así es, señorita. Pero primero toca un baño. Por lo que puede ir procediendo a ir hacia la tina-, comentó serio, aunque sin perder la sonrisa. - Iré a por los cubos de agua.
La pequeña salió a toda velocidad de su cuarto, seguramente en dirección al baño, y casi sin darle tiempo a terminar su frase.
Al rubio le llevó un rato, traer el agua para la tina, y calentarla para tener una baño calentito de los más agradable. Primero dejó que Allyson se aseara, y después fue su turno. Ninguno perdió demasiado tiempo con su baño, para salir lo más pronto posible hacia el mercado.
Se deshizo del agua de la tina en el patio trasero, y luego desayunó con su hija. Algo ligero, igualmente para no perder el tiempo. Cuanto antes saliera, mucha menos gente habría en la zona de comercios.
No obstante, nada más salir a la calle, les recibieron unas calles atestadas de personas. Se notaba que era Bragiväl, pues había mucha gente para lo temprano que era. Incluso aunque fuera una ciudad tan grande como Lunargenta, aquello se salía de lo cotidiano.
En fin, su plan para encontrarse con pocas personas por la ciudad, había fracasado estrepitosamente. Pero aún así, esperaba conseguir unos bonitos disfraces para ellos. Tenían todo el día por delante, por lo que no creía que peligrase encontrarlos, pese al bullicio.
Como esperaba, había mucha más cantidad de gente en el mercado, seguramente buscando disfraces, o telas y accesorios para ultimar sus vestidos. Todos buscando antes de que fuera demasiado tarde, aquello que se hubieran olvidado. En su caso, directamente comprar los disfraces enteros.
Por fortuna, los dioses fueron clementes en ese día. Estaban felices por el Bragiväl, así que después de buscar durante un buen rato, encontraron todo lo necesario para preparar sus disfraces. Así que su labor en el mercadillo había terminado por ese día.
Padre e hija volvieron a casa, y se afanaron en arreglar sus vestidos para la noche. En organizarse para tenerlos listos para el momento oportuno. Algo que les llevó el resto de la mañana y un poco de la tarde.
El tiempo que quedaba para la noche, lo gastaron en comer algo. Pues habían desayunado muy poco, y desde entonces no habían comido nada más. Aunque se podría decir, que Allyson gastaba el tiempo, en acumular anhelos por ir a su primer carnaval con su padre. De todos modos, era difícil saber exactamente que causaba más ansias a Ally. Si ir por primera vez a un evento como ese, o si era ir con alguien que verdaderamente pudiera considerar como un padre. Era todo un enigma para él, pero que no importaba realmente. Solo quería que la niña se divirtiera y disfrutara de las fiestas. No le interesaba el cómo, ni el por qué. Se conformaba con que fuera feliz.
Ambos se prepararon en cuanto los últimos rayos del sol se ocultaron como cada día, y avanzaron hasta la plaza central, donde se haría arder la hoguera como de costumbre. Llegaron pronto, y se mantuvieron en un lugar apartado, pero excelente para ver arder la pira de leña.
Poco a poco, la gente comenzó a congregarse junto a la figura femenina que ardería en la plaza dentro de un rato. Dando comienzo a la parte a la festividad.
Allyson se movía inquieta a su lado. Pues ya le había explicado el desarrollo del Bragiväl, y la pequeña estaba deseosa de que apareciera la persona que encendiera la hoguera. Por suerte para los nervios de la niña, una mujer apareció entre la multitud, y encendió la pira con la figura femenina, que acabó envuelta entre las llamas.
Todas las personas vitorearon el comienzo oficial del carnaval, y comenzaron cada uno a moverse por la plaza, buscando que hacer y como divertirse. Unos bailando, otros paseando, muchos bebiendo, y algunos haciendo todo a la vez.
Ellos optaron por hacer lo segundo, aunque no pudo resistirse a comprar una jarra de hidromiel en una de las posadas que daban a la plaza. Si iba a estar toda la noche por allí, iba a necesitar tomar un trago de algo, o si que se le haría larga la festividad.
- Vincent, Vincent. Mira allí-, comentó la niña, tirando de la manga del disfraz de su padre.
El brujo no había podido ni dar un trago a la jarra que acababa de comprar, y ya la pequeña estaba evitando que pudiera relajarse un momento. Un paso fuera de la taberna y ya requería su atención. Que podía decir, los niños eran así de activos.
- ¿Qué ocurre Allyson? ¿Por qué tanta prisa? - respondió, intentando dejar aquello para más adelante.
- Mira allí, es tía Elen-, dijo a su vez la pequeña.
- ¿Dónde? No la veo-, contestó, en esta ocasión picado por la curiosidad.
- Entre aquella multitud-, señaló con el dedo.
No esperaba que su hermana estuviera allí. No era muy dada a las fiestas y este tipo de celebraciones. Así que pensaba que su hija estaba confundiendo a otra persona con Elen. De todos modos, quería ver de quien se trataba, para asegurarse.
- No señales con el dedo, Allyson. Sobre todo porque esa mujer no es tu tía, y se puede molestar por señalarla. Además, está bailando. ¿Cuándo has visto a Elen bailar? Esa no puede ser tu tía-, dijo, aunque con cada palabra que decía para llevarle la contraria a Allyson, notaba cada vez más, que su hija tenía razón.
¿Cuánto tiempo hacía que no veía a su hermana bailar? Pues varios años, sin duda. Que su hija adoptiva, nunca hubiera visto a Elen bailar no era ninguna exageración.
- Maldita sea. Sí que es ella-, exclamó anonadado. - Que los dioses nos asistan, Elen bailando. Debe ser el fin del mundo-, masculló esto último entre dientes, para que no pudiera oírlo nadie a su alrededor. - ¿Por qué no te adelantas y la saludas? Enséñale que incluso Sköll, puede venir a divertirse a Bragiväl. La diosa Sól merece un respiro-, sonrió.
La pequeña salió corriendo hasta donde estaba su tía, y él la siguió, aunque con un paso más relajado. Dando tiempo a la niña para que sorprendiera a la pareja de baile, antes de que él llegara. Eso le llevaba a una cuestión interesante. ¿Quién era el chico con el que bailaba? Debía ser alguien importante para ella, si se había decidido a danzar con él. Fue justo antes de poder ver bien el rostro del hombre, cuando una idea se abrió en su mente, y le hizo imaginar quien podría ser.
- ¡Auuuuuuuuuuuuuuuuuuu! -, gritó la niña nada más llegar junto a Elen. - Vengo a visitaros, mortales.
- No lo enfadéis. Es un lobo peligroso-, bromeó, llegando detrás de su hija con paso tranquilo.
- Un ratito más. Solo un ratito más-, dijo, con voz perezosa y muy pocas ganas de salir de la cama.
Los empujones en su espalda se hicieron más insistentes, hasta el punto que era imposible mantener el descanso con tanto meneo. Menos mal que la otra persona no tenía mucha fuerza, o de lo contrario hubiera acabado cayendo por el otro lado de la cama.
- Vamos, pequeña. Este buen brujo necesita un descanso. Lo que quiera que necesites, ¿no puede esperar? - comento fastidiado, pero evitando llegar hasta el punto de enfadarse. Con ella siempre evitaba hacerlo.
- Joooo. Tío Vincent. Me lo prometiste-, contestó la niña, con un claro tono que delataba que se había enfurruñado.
Vincent se giró sobre la cama, quedando tumbado boca arriba, y soltó un suspiro antes de volver a hablar.
- ¿Y que se supone que he prometido? Ahora mismo no tengo la mente muy clara-, comentó colocando su brazo diestro detrás de su nunca.
- ¡El Bragiväl! - gritó, y se lanzó sobre la cama de un salto. O mejor dicho, sobre él, con todo su peso.
- Oh-, soltó un exabrupto fruto del golpe. - Oye, ¿Cuánto pesas? He conocido dragones más ligeros que vos-, bromeó y rodó para apresarla contra el lecho y hacerle cosquillas. - ¿Hoy comienza el Bragiväl?
La niña no podía para de reírse por las cosquillas, por lo que su padre adoptivo dejó de hacérselas por clemencia. Momento en el cual, la pequeña pudo por fin contestarle.
- ¡Siiiiiii! - gritó emocionada. - Y me prometiste que me llevarías.
- ¿Seguro que yo te prometí eso? - dijo, con una ceja enarcada. - No recuerdo tal cosa. ¿Sabes? el Bragiväl no es lugar para una niña tan pequeña. A muchos…-, buscó las palabras exactas, aprovechando para sentarse al borde de la cama. - Se les va la cabeza-. No sabía muy bien como explicárselo, sin dejar la inocencia a un lado. - Quizás fuera tu abuela quien te lo prometiera.
- No. Tío Vinc. No escurras el bulto-, comentó la niña, sentándose a su lado. - Me lo prometiste tú. Precisamente, dijiste que abuela no me llevaría, y que si lo hacía, era más probable que electrocutara a todos en la fiesta.
El rubio se carcajeó al escuchar a su hija.
- Sí. Eso parece muy probable que lo dijera-, razonó, acariciándose la barba. - Muy bien, habrá que prepararse para el evento. Conseguir unos disfraces o telas, y todo lo demás-, comentó incorporándose con un rápido. - Uff. Son muchas cosas. Nos dará la noche solo con los preparativos, pero bueno, no tenemos nada mejor que hacer ¿no? - sonrió a su damita.
- ¡Bieeeen! - gritó. - Bragiväl. Bragiväl. Bragiväl-, comenzó a decir saltando sobre la cama de rodillas.
- Así es, señorita. Pero primero toca un baño. Por lo que puede ir procediendo a ir hacia la tina-, comentó serio, aunque sin perder la sonrisa. - Iré a por los cubos de agua.
La pequeña salió a toda velocidad de su cuarto, seguramente en dirección al baño, y casi sin darle tiempo a terminar su frase.
Al rubio le llevó un rato, traer el agua para la tina, y calentarla para tener una baño calentito de los más agradable. Primero dejó que Allyson se aseara, y después fue su turno. Ninguno perdió demasiado tiempo con su baño, para salir lo más pronto posible hacia el mercado.
Se deshizo del agua de la tina en el patio trasero, y luego desayunó con su hija. Algo ligero, igualmente para no perder el tiempo. Cuanto antes saliera, mucha menos gente habría en la zona de comercios.
No obstante, nada más salir a la calle, les recibieron unas calles atestadas de personas. Se notaba que era Bragiväl, pues había mucha gente para lo temprano que era. Incluso aunque fuera una ciudad tan grande como Lunargenta, aquello se salía de lo cotidiano.
En fin, su plan para encontrarse con pocas personas por la ciudad, había fracasado estrepitosamente. Pero aún así, esperaba conseguir unos bonitos disfraces para ellos. Tenían todo el día por delante, por lo que no creía que peligrase encontrarlos, pese al bullicio.
Como esperaba, había mucha más cantidad de gente en el mercado, seguramente buscando disfraces, o telas y accesorios para ultimar sus vestidos. Todos buscando antes de que fuera demasiado tarde, aquello que se hubieran olvidado. En su caso, directamente comprar los disfraces enteros.
Por fortuna, los dioses fueron clementes en ese día. Estaban felices por el Bragiväl, así que después de buscar durante un buen rato, encontraron todo lo necesario para preparar sus disfraces. Así que su labor en el mercadillo había terminado por ese día.
Padre e hija volvieron a casa, y se afanaron en arreglar sus vestidos para la noche. En organizarse para tenerlos listos para el momento oportuno. Algo que les llevó el resto de la mañana y un poco de la tarde.
El tiempo que quedaba para la noche, lo gastaron en comer algo. Pues habían desayunado muy poco, y desde entonces no habían comido nada más. Aunque se podría decir, que Allyson gastaba el tiempo, en acumular anhelos por ir a su primer carnaval con su padre. De todos modos, era difícil saber exactamente que causaba más ansias a Ally. Si ir por primera vez a un evento como ese, o si era ir con alguien que verdaderamente pudiera considerar como un padre. Era todo un enigma para él, pero que no importaba realmente. Solo quería que la niña se divirtiera y disfrutara de las fiestas. No le interesaba el cómo, ni el por qué. Se conformaba con que fuera feliz.
Ambos se prepararon en cuanto los últimos rayos del sol se ocultaron como cada día, y avanzaron hasta la plaza central, donde se haría arder la hoguera como de costumbre. Llegaron pronto, y se mantuvieron en un lugar apartado, pero excelente para ver arder la pira de leña.
Poco a poco, la gente comenzó a congregarse junto a la figura femenina que ardería en la plaza dentro de un rato. Dando comienzo a la parte a la festividad.
Allyson se movía inquieta a su lado. Pues ya le había explicado el desarrollo del Bragiväl, y la pequeña estaba deseosa de que apareciera la persona que encendiera la hoguera. Por suerte para los nervios de la niña, una mujer apareció entre la multitud, y encendió la pira con la figura femenina, que acabó envuelta entre las llamas.
Todas las personas vitorearon el comienzo oficial del carnaval, y comenzaron cada uno a moverse por la plaza, buscando que hacer y como divertirse. Unos bailando, otros paseando, muchos bebiendo, y algunos haciendo todo a la vez.
Ellos optaron por hacer lo segundo, aunque no pudo resistirse a comprar una jarra de hidromiel en una de las posadas que daban a la plaza. Si iba a estar toda la noche por allí, iba a necesitar tomar un trago de algo, o si que se le haría larga la festividad.
- Vincent, Vincent. Mira allí-, comentó la niña, tirando de la manga del disfraz de su padre.
El brujo no había podido ni dar un trago a la jarra que acababa de comprar, y ya la pequeña estaba evitando que pudiera relajarse un momento. Un paso fuera de la taberna y ya requería su atención. Que podía decir, los niños eran así de activos.
- ¿Qué ocurre Allyson? ¿Por qué tanta prisa? - respondió, intentando dejar aquello para más adelante.
- Mira allí, es tía Elen-, dijo a su vez la pequeña.
- ¿Dónde? No la veo-, contestó, en esta ocasión picado por la curiosidad.
- Entre aquella multitud-, señaló con el dedo.
No esperaba que su hermana estuviera allí. No era muy dada a las fiestas y este tipo de celebraciones. Así que pensaba que su hija estaba confundiendo a otra persona con Elen. De todos modos, quería ver de quien se trataba, para asegurarse.
- No señales con el dedo, Allyson. Sobre todo porque esa mujer no es tu tía, y se puede molestar por señalarla. Además, está bailando. ¿Cuándo has visto a Elen bailar? Esa no puede ser tu tía-, dijo, aunque con cada palabra que decía para llevarle la contraria a Allyson, notaba cada vez más, que su hija tenía razón.
¿Cuánto tiempo hacía que no veía a su hermana bailar? Pues varios años, sin duda. Que su hija adoptiva, nunca hubiera visto a Elen bailar no era ninguna exageración.
- Maldita sea. Sí que es ella-, exclamó anonadado. - Que los dioses nos asistan, Elen bailando. Debe ser el fin del mundo-, masculló esto último entre dientes, para que no pudiera oírlo nadie a su alrededor. - ¿Por qué no te adelantas y la saludas? Enséñale que incluso Sköll, puede venir a divertirse a Bragiväl. La diosa Sól merece un respiro-, sonrió.
La pequeña salió corriendo hasta donde estaba su tía, y él la siguió, aunque con un paso más relajado. Dando tiempo a la niña para que sorprendiera a la pareja de baile, antes de que él llegara. Eso le llevaba a una cuestión interesante. ¿Quién era el chico con el que bailaba? Debía ser alguien importante para ella, si se había decidido a danzar con él. Fue justo antes de poder ver bien el rostro del hombre, cuando una idea se abrió en su mente, y le hizo imaginar quien podría ser.
- ¡Auuuuuuuuuuuuuuuuuuu! -, gritó la niña nada más llegar junto a Elen. - Vengo a visitaros, mortales.
- No lo enfadéis. Es un lobo peligroso-, bromeó, llegando detrás de su hija con paso tranquilo.
- Fenrir, Disfraz de Vincent:
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- Sköll, Disfraz de Allyson:
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Nunca me había considero fan de ninguna festividad, pues mi familia no era muy devota a salir de la taberna en donde nos la pasábamos tan bien cada noche. Sin embargo, por algún extraño motivo mi madre y mis hermanas no paraban de correr de un lado a otro, llevando diversos materiales y telas a la habitación de Isobel. En los años que tenía de conocerlas sabía que era mejor no enterarme de los asuntos que las tres rubias se trajeran entre manos, considerando el hecho de que siempre terminaban arrastrándome a cosas que prefería evitar. Ignoré el asunto todo lo que pude, dedicando mi tiempo a limpiar la taberna y a pensar en cuál sería el siguiente lugar donde debería buscar a esa sabandija de Victor.
Hacía tiempo que mi vida se había vuelto un constante sube y baja, especialmente desde que el desdichado vampiro tuvo la ‘‘cortesía’’ de rechazarme, por lo que no dudaba en atribuirle la culpa de todas mis desgracias. En esos meses había pasado de ser una deseable cortesana a una asesina a sueldo y a una sobreviviente con suerte. Esto último por causa de los problemas suscitados cuando casi muero en la mansión de Madame Mortagglia, aunque logré mantener mi trasero a salvo y eso era mucho decir. Unos cuantos trabajos más y podría conseguir el título de vampira del año. Claro, si no me mataban antes de que eso ocurriera. Nuevamente escuché ruidos provenientes de la habitación de Isobel, seguidos por una secuencia de elocuentes aplausos que me hicieron arquear una ceja con desconfianza.
No pasó mucho tiempo antes de que las rubias solicitaran mi presencia en la pieza y no pude evitar sentir que no saldría bien librada en esta ocasión. Una vez que entré en los aposentos de Isobel, pude vislumbrar el desastre que se había celebrado en el lugar, sintiéndome intimidada por los tres pares de ojos oscuros que me miraban con emoción. Decidí aguardar a que me explicaran qué rayos estaba sucediendo, antes de sacar mis conclusiones precipitadas, pero mi sentido de supervivencia me gritaba que huyese de ahí para no ver comprometida a mi persona. No pasó mucho tiempo antes de que Dominika me entregase un extravagante vestuario negro con exóticos y estrafalarios adornos, instándome a probármelo.
Sobra decir que no me dejaron en paz hasta que me puse el dichoso traje, que por cierto no estaba nada mal. Había sido finamente diseñado y los toques de las cadenas y las correas se encontraban agregadas de manera tan minuciosa, que casi parecía confeccionado por manos expertas y no por mi fastidiosa familia. En un principio me desconcertó tanto misterio, pero al preguntar el motivo de todo eso, las vampiras me explicaron sobre el carnaval de Bragiväl que se celebraría en la ciudad de Lunargenta. Mi negativa fue contundente y rotunda, no pensaba ir a ese maldito lugar, aunque mi vida dependiese de ello. Solo había un pequeño detalle y era que: a las Korzakov nadie les decía que no. Si se les metía una idea en la cabeza no habría poder en el mundo que las hiciera retroceder, por lo que, a regañadientes terminé resignándome a la idea de ir a mi ciudad natal.
Los toques finales del atuendo fueron brindados a mi cabello y mi rostro. Aplicándome una poción de alquimia, Laika consiguió que mi rojizo cabello adoptara unos tonos plateados y el maquillaje que usó hizo que mi piel luciera aún más pálida que de costumbre. Llevaría la mitad de mi rostro cubierto, así que tendría la oportunidad de evadir a cualquier cara conocida, pues como ya he dicho, me he vuelto de enemigos últimamente. Eso era un consuelo en una época en la que tenía que esconderme hasta de mi sombra. La verdad es que el disfraz no estaba tan mal, se apegaba a mi cuerpo haciendo resaltar mis curvas y eso me encantaba, solo que caminar semidesnuda en una ciudad llena de deliciosos bocadillos no serviría para mantener mis deseos a raya.
La idea de ir vestida como un ángel de la muerte era bastante original y solo podía pensar en que la planeadora era nada más y nada menos mi querida madre Isobel, nadie hubiese podido crear un plan tan artísticamente ingenioso. Con los nervios estallándome a más no poder avancé hasta la urbe, caminando con la seguridad que una cortesana como yo siempre llevaba consigo. No es que me intimidaran las personas, es solo que no había estado en la ciudad desde que había matado al marido de mi madre biológica y de eso hacía alrededor de 70 años. ¿Cuánto habría cambiado ese lugar? Sería muy bueno saberlo, aunque ese hecho me incomodase más de lo que me hubiese gustado admitir. Por si fuera poco, la cantidad de almas que se encontraban reunidas en el festival solo sirvió para aumentar mi pésimo humor.
Aplausos, vítores, gente bailando; no había ni una sola persona que no estuviese disfrutando de tan escandalosa celebración y eso me desconcertó. En esos momentos no creía que nada pudiese avivar más la fiesta, pero nuevamente los dioses optaron por cerrarme el pico, cuando una extraña figura comenzó a arder en llamas, aumentando considerablemente el ánimo del carnaval. Esta gente de Lunargenta sí que sabía entretener a las masas. En medio de tanta hegemonía dos figuras llamaron mi atención, pues se trataba única y exclusivamente de la bruja y su perro. ¡Genial! De todas las personas tenían que ser ellos a quienes me topase de primera instancia. Mascullé una pequeña maldición y di un sorbo a la bebida que había conseguido momento antes de que la chica lanzara la antorcha a la figura.
—Suficiente —solté un suspiro y me dije a mi misma—. Mi misma, bailemos.
Yo también estaba ahí para divertirme y si la loca de los Calhoun podía hacerlo entonces no había motivos para que yo no lo hiciera. Avancé hasta el lugar donde la multitud se encontraba bailando con paso decidido y orgulloso, situándome en un espacio para disfrutar del buen ambiente. Tenía que aprovechar todo lo que me brindaba mi hermoso disfraz de ángel de la muerte, pues el siguiente que usaría no sería tan…yo. ¡Madre de todas las cortesanas! ¡Y pensar que estaba dispuesta a perderme de la fiesta! Aunque... ¿Qué es exactamente lo que estábamos celebrando? Lo averiguaría después.
Hacía tiempo que mi vida se había vuelto un constante sube y baja, especialmente desde que el desdichado vampiro tuvo la ‘‘cortesía’’ de rechazarme, por lo que no dudaba en atribuirle la culpa de todas mis desgracias. En esos meses había pasado de ser una deseable cortesana a una asesina a sueldo y a una sobreviviente con suerte. Esto último por causa de los problemas suscitados cuando casi muero en la mansión de Madame Mortagglia, aunque logré mantener mi trasero a salvo y eso era mucho decir. Unos cuantos trabajos más y podría conseguir el título de vampira del año. Claro, si no me mataban antes de que eso ocurriera. Nuevamente escuché ruidos provenientes de la habitación de Isobel, seguidos por una secuencia de elocuentes aplausos que me hicieron arquear una ceja con desconfianza.
No pasó mucho tiempo antes de que las rubias solicitaran mi presencia en la pieza y no pude evitar sentir que no saldría bien librada en esta ocasión. Una vez que entré en los aposentos de Isobel, pude vislumbrar el desastre que se había celebrado en el lugar, sintiéndome intimidada por los tres pares de ojos oscuros que me miraban con emoción. Decidí aguardar a que me explicaran qué rayos estaba sucediendo, antes de sacar mis conclusiones precipitadas, pero mi sentido de supervivencia me gritaba que huyese de ahí para no ver comprometida a mi persona. No pasó mucho tiempo antes de que Dominika me entregase un extravagante vestuario negro con exóticos y estrafalarios adornos, instándome a probármelo.
Sobra decir que no me dejaron en paz hasta que me puse el dichoso traje, que por cierto no estaba nada mal. Había sido finamente diseñado y los toques de las cadenas y las correas se encontraban agregadas de manera tan minuciosa, que casi parecía confeccionado por manos expertas y no por mi fastidiosa familia. En un principio me desconcertó tanto misterio, pero al preguntar el motivo de todo eso, las vampiras me explicaron sobre el carnaval de Bragiväl que se celebraría en la ciudad de Lunargenta. Mi negativa fue contundente y rotunda, no pensaba ir a ese maldito lugar, aunque mi vida dependiese de ello. Solo había un pequeño detalle y era que: a las Korzakov nadie les decía que no. Si se les metía una idea en la cabeza no habría poder en el mundo que las hiciera retroceder, por lo que, a regañadientes terminé resignándome a la idea de ir a mi ciudad natal.
Los toques finales del atuendo fueron brindados a mi cabello y mi rostro. Aplicándome una poción de alquimia, Laika consiguió que mi rojizo cabello adoptara unos tonos plateados y el maquillaje que usó hizo que mi piel luciera aún más pálida que de costumbre. Llevaría la mitad de mi rostro cubierto, así que tendría la oportunidad de evadir a cualquier cara conocida, pues como ya he dicho, me he vuelto de enemigos últimamente. Eso era un consuelo en una época en la que tenía que esconderme hasta de mi sombra. La verdad es que el disfraz no estaba tan mal, se apegaba a mi cuerpo haciendo resaltar mis curvas y eso me encantaba, solo que caminar semidesnuda en una ciudad llena de deliciosos bocadillos no serviría para mantener mis deseos a raya.
La idea de ir vestida como un ángel de la muerte era bastante original y solo podía pensar en que la planeadora era nada más y nada menos mi querida madre Isobel, nadie hubiese podido crear un plan tan artísticamente ingenioso. Con los nervios estallándome a más no poder avancé hasta la urbe, caminando con la seguridad que una cortesana como yo siempre llevaba consigo. No es que me intimidaran las personas, es solo que no había estado en la ciudad desde que había matado al marido de mi madre biológica y de eso hacía alrededor de 70 años. ¿Cuánto habría cambiado ese lugar? Sería muy bueno saberlo, aunque ese hecho me incomodase más de lo que me hubiese gustado admitir. Por si fuera poco, la cantidad de almas que se encontraban reunidas en el festival solo sirvió para aumentar mi pésimo humor.
Aplausos, vítores, gente bailando; no había ni una sola persona que no estuviese disfrutando de tan escandalosa celebración y eso me desconcertó. En esos momentos no creía que nada pudiese avivar más la fiesta, pero nuevamente los dioses optaron por cerrarme el pico, cuando una extraña figura comenzó a arder en llamas, aumentando considerablemente el ánimo del carnaval. Esta gente de Lunargenta sí que sabía entretener a las masas. En medio de tanta hegemonía dos figuras llamaron mi atención, pues se trataba única y exclusivamente de la bruja y su perro. ¡Genial! De todas las personas tenían que ser ellos a quienes me topase de primera instancia. Mascullé una pequeña maldición y di un sorbo a la bebida que había conseguido momento antes de que la chica lanzara la antorcha a la figura.
—Suficiente —solté un suspiro y me dije a mi misma—. Mi misma, bailemos.
Yo también estaba ahí para divertirme y si la loca de los Calhoun podía hacerlo entonces no había motivos para que yo no lo hiciera. Avancé hasta el lugar donde la multitud se encontraba bailando con paso decidido y orgulloso, situándome en un espacio para disfrutar del buen ambiente. Tenía que aprovechar todo lo que me brindaba mi hermoso disfraz de ángel de la muerte, pues el siguiente que usaría no sería tan…yo. ¡Madre de todas las cortesanas! ¡Y pensar que estaba dispuesta a perderme de la fiesta! Aunque... ¿Qué es exactamente lo que estábamos celebrando? Lo averiguaría después.
- Disfraz de Lexie <3:
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Lexie Ivannovich
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
La hechicera apenas tuvo tiempo de despedirse del padre Callahan antes de verse entre la multitud, pero pronto todo cuanto la rodeaba quedó en un segundo plano ante el cálido contacto de la mano del dragón contra la suya, puede que llevasen mucho tiempo viajando juntos pero no solían tocarse, y las ocasiones que recordaba eran aquellas en las que el alado había tenido que sacarla de algún apuro o viceversa, incluyendo aquellas en que Elen perdía el control por culpa de la oscuridad de su medallón. Hasta el momento, él era el único que había podido traerla de vuelta cuando se convertía en una bestia sanguinaria y cruel hasta el extremo, detalle que quizá la de cabellos cenicientos tendría que haber tomado por una señal mucho antes, como inequívoco indicio de que Alister era diferente al resto, especial.
En cuanto se situaron en un hueco lo suficientemente amplio como para moverse sin problemas ni chocar con el resto de asistentes, el cazador se situó frente a la joven y titubeó durante unos instantes, sin saber muy bien qué hacer. Ninguno de los dos estaba familiarizado con aquel tipo de bailes, y aunque la bruja había asistido a más de una celebración de año nuevo, los bailes de salón eran muy diferentes a los de pueblo, no podía simplemente dejarse llevar por su compañero, tenían que imitar al resto. La gente formaba corros y danzaban de un lado a otro dando pequeños saltos, mientras otros se disponían en pequeñas hileras, cuyos integrantes cambiaban continuamente de posición y chocaban las palmas.
Tras pensarlo durante unos segundos, la de ojos verdes decidió unirse a éstos últimos, llevando consigo al dragón y tratando de seguir al resto de bailarines para aprender los pasos. Para sorpresa de ambos no les costó hacerse a aquello, y en cuestión de un par de minutos ya estaban más que integrados con el grupo, aunque la canción no duró mucho más. La gente comenzó a aplaudir a los músicos para animarlos a tocar otra pieza, que comenzó casi de inmediato. Ambos se mantuvieron dentro de la hilera durante la siguiente canción, pero en cuanto ésta dio paso a otra, y ya con algo más de confianza, Alister tomó la mano de la bruja y la apartó del resto, para hacerla girar y bailar solo con ella, consiguiendo que la joven no pudiese reprimir una tímida sonrisa.
Por suerte la noche estaba de su parte y evitaría que el rubor de sus mejillas se notase, pero debía ser consciente de que aunque lograse olvidarse por una noche de sus preocupaciones y centrarse solamente en disfrutar de la compañía del cazador, la mañana siguiente traería consigo de vuelta la cruda realidad. Si no se había permitido enamorarse antes era por algo, su carga era demasiado pesada como para creer que podría salir de todo aquello ilesa, en ocasiones dudaba incluso de sobrevivir a su lucha con los jinetes, no sería justo dar esperanzas a alguien para luego hacerlo sufrir de esa manera, menos aun cuando la persona en cuestión ya había perdido a un ser querido a manos de los Tarmúnil.
Alister por su parte no se atrevía a declarar sus sentimientos, pues una negativa por parte de la tensai crearía un ambiente tenso entre ambos y aún les quedaba mucho por hacer antes de que Elen pudiese cruzar al otro plano a erradicar la oscura amenaza que tanto tiempo llevaba atormentándola. Sin embargo, no se negaría un poco de felicidad, aunque ésta se redujese a compartir con la centinela aquella noche de festejos. Verla sonreír le bastaba, pero no solo había quedado prendado de su faceta alegre y risueña, no, con el tiempo había aprendido a aceptarla con lo bueno y lo malo que tenía, incluyendo la peor de sus versiones, cuando la oscuridad se hacía con ella. Aun así guardaba esperanzas de que en cuanto los jinetes desapareciesen del mapa, la hechicera pudiese quitarse el medallón y dejase de verse obligada a estar en lucha constante con las almas que éste contenía.
Ese sería el momento perfecto para revelarle lo que sentía, cuando por fin hubiesen cerrado aquel doloroso capítulo de sus vidas y fuesen libres para comenzar de cero. Pero como de momento no era posible, se limitó a hacerla girar grácilmente y continuar bailando, al menos hasta que una pequeña figura se acercó a ellos y los interrumpió. La niña aulló nada más llegar a ellos, y solo unos segundos después otra persona llegó tras ella, también disfrazada de lobo. - Pero ¿qué tenemos aquí? - dijo la bruja, al tiempo que se agachaba para quedar a la altura de Allyson. - Parece que mi sobrina se ha convertido en toda una fierecilla. - añadió, antes de escuchar la voz de su hermano. - Y tú estás irreconocible Vince. - continuó, sonriendo.
- Buenas. - saludó el dragón con tono amable, antes de que su compañera volviese a erguirse. - Me alegro de veros. - comentó, antes de que otra individua captase su atención, una cuya presencia y aura podía reconocer. Lexie, aquella traidora también se encontraba en la plaza, y su sola presencia fue suficiente para que el semblante de la joven se tornase serio. Elen no olvidaba lo ocurrido con la Hermandad ni el papel que había tenido la pelirroja vampira, pero antes de que decidiese dar un paso en su dirección o hacer nada, volvió a sentir la mano de Alister en su hombro. Él se había percatado de su repentino cambio, y siguiendo la trayectoria de su mirada no tardó en comprender el por qué, pero no estaba dispuesto a dejar que nadie les arruinase la noche.
- No vale la pena Elen. - comentó, y sus palabras consiguieron que la de cabellos cenicientos se centrase en lo que tenía a su alrededor. No tenía sentido remover el pasado, la Hermandad había perdido la batalla final y eso era lo que contaba, pero si la traidora se atrevía a acercarse a ella su destino quedaría decidido, acabaría consumida por las llamas que devoraban la enorme estatua de paja. - Tienes razón. - dijo, apartando la vista hacia Vincent y Allyson. - ¿Os quedáis con nosotros? - preguntó, esperando poder disfrutar del resto de los festejos con su familia. - ¡Sí! ¡Vamos a bailar! - exclamó la pequeña, tomando a su tía de las manos y dando saltos como el resto de los bailarines.
En cuanto se situaron en un hueco lo suficientemente amplio como para moverse sin problemas ni chocar con el resto de asistentes, el cazador se situó frente a la joven y titubeó durante unos instantes, sin saber muy bien qué hacer. Ninguno de los dos estaba familiarizado con aquel tipo de bailes, y aunque la bruja había asistido a más de una celebración de año nuevo, los bailes de salón eran muy diferentes a los de pueblo, no podía simplemente dejarse llevar por su compañero, tenían que imitar al resto. La gente formaba corros y danzaban de un lado a otro dando pequeños saltos, mientras otros se disponían en pequeñas hileras, cuyos integrantes cambiaban continuamente de posición y chocaban las palmas.
Tras pensarlo durante unos segundos, la de ojos verdes decidió unirse a éstos últimos, llevando consigo al dragón y tratando de seguir al resto de bailarines para aprender los pasos. Para sorpresa de ambos no les costó hacerse a aquello, y en cuestión de un par de minutos ya estaban más que integrados con el grupo, aunque la canción no duró mucho más. La gente comenzó a aplaudir a los músicos para animarlos a tocar otra pieza, que comenzó casi de inmediato. Ambos se mantuvieron dentro de la hilera durante la siguiente canción, pero en cuanto ésta dio paso a otra, y ya con algo más de confianza, Alister tomó la mano de la bruja y la apartó del resto, para hacerla girar y bailar solo con ella, consiguiendo que la joven no pudiese reprimir una tímida sonrisa.
Por suerte la noche estaba de su parte y evitaría que el rubor de sus mejillas se notase, pero debía ser consciente de que aunque lograse olvidarse por una noche de sus preocupaciones y centrarse solamente en disfrutar de la compañía del cazador, la mañana siguiente traería consigo de vuelta la cruda realidad. Si no se había permitido enamorarse antes era por algo, su carga era demasiado pesada como para creer que podría salir de todo aquello ilesa, en ocasiones dudaba incluso de sobrevivir a su lucha con los jinetes, no sería justo dar esperanzas a alguien para luego hacerlo sufrir de esa manera, menos aun cuando la persona en cuestión ya había perdido a un ser querido a manos de los Tarmúnil.
Alister por su parte no se atrevía a declarar sus sentimientos, pues una negativa por parte de la tensai crearía un ambiente tenso entre ambos y aún les quedaba mucho por hacer antes de que Elen pudiese cruzar al otro plano a erradicar la oscura amenaza que tanto tiempo llevaba atormentándola. Sin embargo, no se negaría un poco de felicidad, aunque ésta se redujese a compartir con la centinela aquella noche de festejos. Verla sonreír le bastaba, pero no solo había quedado prendado de su faceta alegre y risueña, no, con el tiempo había aprendido a aceptarla con lo bueno y lo malo que tenía, incluyendo la peor de sus versiones, cuando la oscuridad se hacía con ella. Aun así guardaba esperanzas de que en cuanto los jinetes desapareciesen del mapa, la hechicera pudiese quitarse el medallón y dejase de verse obligada a estar en lucha constante con las almas que éste contenía.
Ese sería el momento perfecto para revelarle lo que sentía, cuando por fin hubiesen cerrado aquel doloroso capítulo de sus vidas y fuesen libres para comenzar de cero. Pero como de momento no era posible, se limitó a hacerla girar grácilmente y continuar bailando, al menos hasta que una pequeña figura se acercó a ellos y los interrumpió. La niña aulló nada más llegar a ellos, y solo unos segundos después otra persona llegó tras ella, también disfrazada de lobo. - Pero ¿qué tenemos aquí? - dijo la bruja, al tiempo que se agachaba para quedar a la altura de Allyson. - Parece que mi sobrina se ha convertido en toda una fierecilla. - añadió, antes de escuchar la voz de su hermano. - Y tú estás irreconocible Vince. - continuó, sonriendo.
- Buenas. - saludó el dragón con tono amable, antes de que su compañera volviese a erguirse. - Me alegro de veros. - comentó, antes de que otra individua captase su atención, una cuya presencia y aura podía reconocer. Lexie, aquella traidora también se encontraba en la plaza, y su sola presencia fue suficiente para que el semblante de la joven se tornase serio. Elen no olvidaba lo ocurrido con la Hermandad ni el papel que había tenido la pelirroja vampira, pero antes de que decidiese dar un paso en su dirección o hacer nada, volvió a sentir la mano de Alister en su hombro. Él se había percatado de su repentino cambio, y siguiendo la trayectoria de su mirada no tardó en comprender el por qué, pero no estaba dispuesto a dejar que nadie les arruinase la noche.
- No vale la pena Elen. - comentó, y sus palabras consiguieron que la de cabellos cenicientos se centrase en lo que tenía a su alrededor. No tenía sentido remover el pasado, la Hermandad había perdido la batalla final y eso era lo que contaba, pero si la traidora se atrevía a acercarse a ella su destino quedaría decidido, acabaría consumida por las llamas que devoraban la enorme estatua de paja. - Tienes razón. - dijo, apartando la vista hacia Vincent y Allyson. - ¿Os quedáis con nosotros? - preguntó, esperando poder disfrutar del resto de los festejos con su familia. - ¡Sí! ¡Vamos a bailar! - exclamó la pequeña, tomando a su tía de las manos y dando saltos como el resto de los bailarines.
- Baile:
Elen Calhoun
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Por lo visto Bragiväl ya había llegado, aquella celebración tediosa que generalmente solía evitar, mientras la gente comenzaba a emocionarse y a preparar sus trajes yo solía ocultarme en los bosques, era lo más lógico que podía hacer, en aquellos eventos podían suceder más desgracias de las normales y tentar a la suerte no estaba para nada en mis planes.
Este año debía haber sido igual, ocultándome entre la maleza mientras disfrutaba alguna fruta o quizá el sabor de algún animalito del bosque, aquello sí que era totalmente relajante… pero no, las cosas no podían ser así siempre. Este año una elfa había insistido en ir “¿Por qué rayos le hago caso?” Que hubiese un acuerdo mutuo en cuidar a una enana no implicaba que tuviese que hacerle caso, podía haberle dicho simplemente no a su petición… lo cual traté varías veces. “Tiene orejas grandes y por lo visto no las usa para escuchar.”
Pasé las manos por mi rostro preparándome mentalmente para aquello, debía buscar una manera de escapar, no le había afirmado totalmente que iba a ir, le había dicho “tal vez” y eso me dejaba una oportunidad para evadir el asunto. El problema es que ya era muy tarde para razonar, estaba seguro que la elfa haría otro de sus berrinches típicos, en el peor de los casos trataría de chuparme el alma nuevamente. Me di una palmada en la frente maldiciéndome a mí mismo, era claro que con aquella chica no se podía razonar pero aun así seguía hablándole, me parecía a esos niños que meten la mano en el fuego aun sabiendo que se van a quemar.
El sol comenzaba a ocultarse y esa era la señal para ir saliendo a “Celebrar”, cada vez la idea me parecía peor, quizá podía ser agradable estar rodeado de música y ver como ardían aquellas estatuas de madera… ¿Pero estar rodeado de gente? Allí habría un problema. Me retiré al bosque donde tenía escondido mi disfraz, no era algo del otro mundo pero me podía funcionar, además así dudaba que alguien pudiese reconocer…. O que se burlase de mi nariz, lo mejor era evitar más comentarios acerca de aquello.
Una vez con mi disfraz puesto comencé a dirigirme en dirección a la celebración, se notaban los ánimos en el aire, la música se apreciaba y ya se veía a la gente bailar mientras sacudía jarras de licor… aquello resultaba más que nada inquietante, serían futuros ebrios que podían resultar una amenaza para mi vida, no quería más dagas enterrándose en mi cuerpo.
Me quedé paseando por los alrededores mientras movía las lámparas de una mano a otra, debía tener cuidado con aquellas cosas. Observé alrededor y vi la cantidad de disfraces que habían allí, algunos eran algo simples y otros eran mejor realizados, había variedad y eso era bueno, resultaba agradable a la vista “No todo es cruel y tampoco tan amable… es termino medio podría decirse.” Contemplé la figura que se alzaba frente a la plaza mientras una joven pintada de pies a cabeza se acercaba a esta, ella había sido la encargada de encender la estructura en fuego y con un grito finalmente iniciaba de verdad la celebración.
Por lo visto si la cosa antes estaba alegre ahora lo estaba mucho más, aquel grito había dado a entender que ya no había limites para la diversión… bueno, quizá la vida era un límite, si se moría se acababa la diversión ¿Cierto?
Seguí vagando sin rumbo entre el gentío hasta que alguien se acercó con cuidado, moverme con un par de ramas en mis hombros no era lo más cómodo del mundo, las linternas resultaban ser la cosa más divertida del mundo, me había quedado embobado mientras las balanceaba lentamente al ritmo de mi paso. Pude notar como la gente cuando me veía abría paso instintivamente, parecía no querer toparse con mi presencia… que curioso “Oh no, ya se fijaron en mi nariz chueca”.
Sentí como una mano jalaba mi atuendo tratando de llamar mi atención, me giré y observé que era un niño con disfraz de ardilla el que quería comunicarse “Vaya ironías de la vida, nunca creía que fuese a hablar con una ardilla.”
- ¿A quién planes llevarte? – La voz del pequeño tenía cierto miedo oculto en ella, resultaba curioso aquello.
- ¿Llevarme? No sé a qué te refieres pequeña ardillita.
- Eres el de las lámparas, guías a la gente hasta el bosque para que no regresen nunca más… tal como mi padre. – Aquellas palabras me hicieron caer en cuenta finalmente de lo que sucedía, no recordaba la historia del guía, aquel hombre que hacía perder a la gente en el bosque dándoles esperanza de ayuda.
- No estoy aquí para llevarme a nadie… los estoy regresando. – Acerqué una de mis linternas al pequeño esperando que se centrara en ella. – Aquí están todos… excepto tu padre, el fue a comprar mentha. – La expresión del enano se torno en confusión y antes de que siguiese haciendo más preguntas volvía tambalear la lámpara y seguir con mi ruta a ningún lado.
En aquel momento no caería nada mal de compañía, quizá si le hubiese avisado a la elfa chupa almas mis planes no estaría vagando sin rumbo… un momento ¿Estaba considerando apta la presencia de Ashryn? Quizá me estaba volviendo loco.
Este año debía haber sido igual, ocultándome entre la maleza mientras disfrutaba alguna fruta o quizá el sabor de algún animalito del bosque, aquello sí que era totalmente relajante… pero no, las cosas no podían ser así siempre. Este año una elfa había insistido en ir “¿Por qué rayos le hago caso?” Que hubiese un acuerdo mutuo en cuidar a una enana no implicaba que tuviese que hacerle caso, podía haberle dicho simplemente no a su petición… lo cual traté varías veces. “Tiene orejas grandes y por lo visto no las usa para escuchar.”
Pasé las manos por mi rostro preparándome mentalmente para aquello, debía buscar una manera de escapar, no le había afirmado totalmente que iba a ir, le había dicho “tal vez” y eso me dejaba una oportunidad para evadir el asunto. El problema es que ya era muy tarde para razonar, estaba seguro que la elfa haría otro de sus berrinches típicos, en el peor de los casos trataría de chuparme el alma nuevamente. Me di una palmada en la frente maldiciéndome a mí mismo, era claro que con aquella chica no se podía razonar pero aun así seguía hablándole, me parecía a esos niños que meten la mano en el fuego aun sabiendo que se van a quemar.
El sol comenzaba a ocultarse y esa era la señal para ir saliendo a “Celebrar”, cada vez la idea me parecía peor, quizá podía ser agradable estar rodeado de música y ver como ardían aquellas estatuas de madera… ¿Pero estar rodeado de gente? Allí habría un problema. Me retiré al bosque donde tenía escondido mi disfraz, no era algo del otro mundo pero me podía funcionar, además así dudaba que alguien pudiese reconocer…. O que se burlase de mi nariz, lo mejor era evitar más comentarios acerca de aquello.
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Una vez con mi disfraz puesto comencé a dirigirme en dirección a la celebración, se notaban los ánimos en el aire, la música se apreciaba y ya se veía a la gente bailar mientras sacudía jarras de licor… aquello resultaba más que nada inquietante, serían futuros ebrios que podían resultar una amenaza para mi vida, no quería más dagas enterrándose en mi cuerpo.
Me quedé paseando por los alrededores mientras movía las lámparas de una mano a otra, debía tener cuidado con aquellas cosas. Observé alrededor y vi la cantidad de disfraces que habían allí, algunos eran algo simples y otros eran mejor realizados, había variedad y eso era bueno, resultaba agradable a la vista “No todo es cruel y tampoco tan amable… es termino medio podría decirse.” Contemplé la figura que se alzaba frente a la plaza mientras una joven pintada de pies a cabeza se acercaba a esta, ella había sido la encargada de encender la estructura en fuego y con un grito finalmente iniciaba de verdad la celebración.
Por lo visto si la cosa antes estaba alegre ahora lo estaba mucho más, aquel grito había dado a entender que ya no había limites para la diversión… bueno, quizá la vida era un límite, si se moría se acababa la diversión ¿Cierto?
Seguí vagando sin rumbo entre el gentío hasta que alguien se acercó con cuidado, moverme con un par de ramas en mis hombros no era lo más cómodo del mundo, las linternas resultaban ser la cosa más divertida del mundo, me había quedado embobado mientras las balanceaba lentamente al ritmo de mi paso. Pude notar como la gente cuando me veía abría paso instintivamente, parecía no querer toparse con mi presencia… que curioso “Oh no, ya se fijaron en mi nariz chueca”.
Sentí como una mano jalaba mi atuendo tratando de llamar mi atención, me giré y observé que era un niño con disfraz de ardilla el que quería comunicarse “Vaya ironías de la vida, nunca creía que fuese a hablar con una ardilla.”
- ¿A quién planes llevarte? – La voz del pequeño tenía cierto miedo oculto en ella, resultaba curioso aquello.
- ¿Llevarme? No sé a qué te refieres pequeña ardillita.
- Eres el de las lámparas, guías a la gente hasta el bosque para que no regresen nunca más… tal como mi padre. – Aquellas palabras me hicieron caer en cuenta finalmente de lo que sucedía, no recordaba la historia del guía, aquel hombre que hacía perder a la gente en el bosque dándoles esperanza de ayuda.
- No estoy aquí para llevarme a nadie… los estoy regresando. – Acerqué una de mis linternas al pequeño esperando que se centrara en ella. – Aquí están todos… excepto tu padre, el fue a comprar mentha. – La expresión del enano se torno en confusión y antes de que siguiese haciendo más preguntas volvía tambalear la lámpara y seguir con mi ruta a ningún lado.
En aquel momento no caería nada mal de compañía, quizá si le hubiese avisado a la elfa chupa almas mis planes no estaría vagando sin rumbo… un momento ¿Estaba considerando apta la presencia de Ashryn? Quizá me estaba volviendo loco.
Fredericksen
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
La vida de la rubia había tomado varios giros inesperados desde que comenzó a convivir con Frederick e Iliaki. Ajustarse a la inesperada situación familiar le fue más difícil de lo que pensó, puesto que rara vez lograba congeniar con el cazador y casi siempre terminaban peleando como niños pequeños. Ese día en particular se encontraba molesta porque el muy ingrato no quería volver a ocupar la casa en el tronco del árbol, haciéndola dormir a la intemperie y sin la comodidad de una suave cama. Todos los días había un motivo para enojarse con él, aunque al final terminaba olvidando lo ocurrido y al llegar a casa actuaban como si nada. Bueno, no lo iba a negar, la verdad es que disfrutaba mucho de la compañía de la elfita y de ese bobo cazador, tanto que ya comenzaba a acostumbrarse a tenerlos en su vida.
Esa mañana su mente se encontraba absorta en la idea de lo que prepararía para comer, que no le dio mucha importancia a la atmosfera festiva que rodeaba el hospital y a la ciudad en general. Su estación se encontraba completamente limpia y había preparado algunas medicinas, pero curiosamente era la única que parecía estar atenta al trabajo. Le sorprendió la cantidad reducida de pacientes que llegaron solicitando atención y fue entonces que decidió preguntar qué era lo que ocurría. Varias enfermeras le contaron acerca del famoso carnaval que se celebraría dentro de unos días y por el cual todos se encontraban emocionados. Los orbes azulados obtuvieron un peculiar brillo, mientras escuchaba las maravillas que habrían de acontecer en aquel asombroso festival y su mente rápidamente comenzó a trabajar para idear el disfraz que usaría, porque estaba claro que ella asistiría sin importar qué.
Al salir del trabajo pasó a comprar todo lo que necesitaría para elaborar su atuendo y con una sonrisa en su rostro recorrió el camino hasta su ‘‘hogar’’ con el cazador y la elfita. Todo el trayecto entonó canciones alegres, pensando en lo emocionante que sería asistir a una festividad como aquella por primera vez, además sería una gran oportunidad para divertirse con Frederick y dejar de lado las cómicas peleas por primera vez. Una vez que llegó a casa corrió con su compañero, explicándole con emoción todo lo que iba a acontecer y solicitándole que fuese su acompañante en más de una ocasión. Al principio el cazador no parecía estar muy de acuerdo y la dejó solo con una promesa de pensarlo, cosa que terminó por desanimarla un poco. Aun así, se dispuso a terminar su bonito disfraz, pensando en divertirse con o sin su compañero.
La idea le había surgido después de leer un libro acerca de un hermoso espejo, capaz de reflejar los sentimientos más puros de las personas, así como su verdadera naturaleza. Tras trabajar durante varios días en su hermosa indumentaria, finalmente llegó el momento de disfrutar de la anhelada fiesta. Decidió ya no insistirle al cazador para que la acompañase y se preparó ella asistir ella sola al carnaval. La tarea más pesada la llevó su cabello, al tener que aplicarle varias pociones y menjurjes con el fin de hacerlo crecer mucho más, durante un tiempo limitado, a la vez que cambiaba su color a un hermoso tono aguamarina. Su maquillaje contaba con pequeñas figuras celestes en su frente y un poco de brillo en sus labios, haciéndola resaltar naturalmente.
Caminó con mucho cuidado, buscando no tropezar con las capas de su vestido, esbozando una sonrisa emocionada ante lo que iba a presenciar. El lugar estaba abarrotado de gente y el ambiente estaba mucho más animado de lo que se imaginó, ya ni siquiera recordaba la tristeza que le causó la ausencia de Frederick, y todo pareció mejorar cuando una divertida mujer encendió una enorme figura, ante los vítores y gritos de toda la multitud. Los ojos azulados viajaban de un lugar a otro, maravillándose de los creativos disfraces que llevaban los demás, sintiéndose ansiosa por unirse a ellos en el baile. Se acercó a uno de los puestos donde servían bebidas, chocando inocentemente con una hermosa joven que llevaba un hermoso atuendo azul con tonos alegres y vibrantes, la cual parecía estar rodeada de otras personas, seguramente amigos o familia.
—Oh…yo… —sus mejillas se sonrojaron, pues la joven además de hermosa se veía imponente—. ¡Lo siento mucho! —Balbuceó una disculpa, haciendo una pequeña reverencia—. Espero no haberle dañado su precioso disfraz, no fue mi intención…
Con un ligero rubor se dispuso a continuar con la tarea de ir a pedir una bebida. Procuraría tener más cuidado para no importunar a nadie más con su torpeza, puesto que ella no era una persona muy segura de sí misma y tenía la extraña costumbre de que su timidez la gobernase antes de que se diese cuenta. Dio un sorbo a su cerveza de mantequilla, cuando una curiosa situación llamó su atención. Una figura con unas linternas caminaba captando la atención de las personas, siendo detenido finalmente por un pequeño con disfraz de ardilla, quien lo miró con cierto temor. Esa voz fue completamente reconocible para ella y no pudo evitar parpadear confundida, considerando el hecho de que no esperaba que al final accediera a asistir al festival. Una sonrisa se pintó en sus labios y se acercó al joven por detrás, esperando el momento en que dejase de hablar con el niño para intervenir.
— ¿Aun no quieres que te arregle la nariz? —Bromeó con una pequeña risita—. Me alegra que al final hayas venido —lo observó con las mejillas sonrosadas, no podía ocultar que se encontraba feliz de verlo ahí—. Debo decir que me esperaba que vinieses disfrazado de una ensalada —le sacó la lengua de manera burlona y tomo su brazo jalándolo con cuidado a la pista de baile—. ¡Vamos, vamos! ¡Ya que estás aquí hay que divertirnos!
Las linternas serían un pequeño problema a la hora de bailar, pero nada que la elfa no pudiese solucionar al dejarlas en un puesto de cuidado de objetos. No importaba cuanto protestase, Frederick no se iba a salvar de bailar con ella, ese sería su castigo por haberla abandonado y la manera de la ojiazul para empezar la verdadera diversión.
Esa mañana su mente se encontraba absorta en la idea de lo que prepararía para comer, que no le dio mucha importancia a la atmosfera festiva que rodeaba el hospital y a la ciudad en general. Su estación se encontraba completamente limpia y había preparado algunas medicinas, pero curiosamente era la única que parecía estar atenta al trabajo. Le sorprendió la cantidad reducida de pacientes que llegaron solicitando atención y fue entonces que decidió preguntar qué era lo que ocurría. Varias enfermeras le contaron acerca del famoso carnaval que se celebraría dentro de unos días y por el cual todos se encontraban emocionados. Los orbes azulados obtuvieron un peculiar brillo, mientras escuchaba las maravillas que habrían de acontecer en aquel asombroso festival y su mente rápidamente comenzó a trabajar para idear el disfraz que usaría, porque estaba claro que ella asistiría sin importar qué.
Al salir del trabajo pasó a comprar todo lo que necesitaría para elaborar su atuendo y con una sonrisa en su rostro recorrió el camino hasta su ‘‘hogar’’ con el cazador y la elfita. Todo el trayecto entonó canciones alegres, pensando en lo emocionante que sería asistir a una festividad como aquella por primera vez, además sería una gran oportunidad para divertirse con Frederick y dejar de lado las cómicas peleas por primera vez. Una vez que llegó a casa corrió con su compañero, explicándole con emoción todo lo que iba a acontecer y solicitándole que fuese su acompañante en más de una ocasión. Al principio el cazador no parecía estar muy de acuerdo y la dejó solo con una promesa de pensarlo, cosa que terminó por desanimarla un poco. Aun así, se dispuso a terminar su bonito disfraz, pensando en divertirse con o sin su compañero.
La idea le había surgido después de leer un libro acerca de un hermoso espejo, capaz de reflejar los sentimientos más puros de las personas, así como su verdadera naturaleza. Tras trabajar durante varios días en su hermosa indumentaria, finalmente llegó el momento de disfrutar de la anhelada fiesta. Decidió ya no insistirle al cazador para que la acompañase y se preparó ella asistir ella sola al carnaval. La tarea más pesada la llevó su cabello, al tener que aplicarle varias pociones y menjurjes con el fin de hacerlo crecer mucho más, durante un tiempo limitado, a la vez que cambiaba su color a un hermoso tono aguamarina. Su maquillaje contaba con pequeñas figuras celestes en su frente y un poco de brillo en sus labios, haciéndola resaltar naturalmente.
Caminó con mucho cuidado, buscando no tropezar con las capas de su vestido, esbozando una sonrisa emocionada ante lo que iba a presenciar. El lugar estaba abarrotado de gente y el ambiente estaba mucho más animado de lo que se imaginó, ya ni siquiera recordaba la tristeza que le causó la ausencia de Frederick, y todo pareció mejorar cuando una divertida mujer encendió una enorme figura, ante los vítores y gritos de toda la multitud. Los ojos azulados viajaban de un lugar a otro, maravillándose de los creativos disfraces que llevaban los demás, sintiéndose ansiosa por unirse a ellos en el baile. Se acercó a uno de los puestos donde servían bebidas, chocando inocentemente con una hermosa joven que llevaba un hermoso atuendo azul con tonos alegres y vibrantes, la cual parecía estar rodeada de otras personas, seguramente amigos o familia.
—Oh…yo… —sus mejillas se sonrojaron, pues la joven además de hermosa se veía imponente—. ¡Lo siento mucho! —Balbuceó una disculpa, haciendo una pequeña reverencia—. Espero no haberle dañado su precioso disfraz, no fue mi intención…
Con un ligero rubor se dispuso a continuar con la tarea de ir a pedir una bebida. Procuraría tener más cuidado para no importunar a nadie más con su torpeza, puesto que ella no era una persona muy segura de sí misma y tenía la extraña costumbre de que su timidez la gobernase antes de que se diese cuenta. Dio un sorbo a su cerveza de mantequilla, cuando una curiosa situación llamó su atención. Una figura con unas linternas caminaba captando la atención de las personas, siendo detenido finalmente por un pequeño con disfraz de ardilla, quien lo miró con cierto temor. Esa voz fue completamente reconocible para ella y no pudo evitar parpadear confundida, considerando el hecho de que no esperaba que al final accediera a asistir al festival. Una sonrisa se pintó en sus labios y se acercó al joven por detrás, esperando el momento en que dejase de hablar con el niño para intervenir.
— ¿Aun no quieres que te arregle la nariz? —Bromeó con una pequeña risita—. Me alegra que al final hayas venido —lo observó con las mejillas sonrosadas, no podía ocultar que se encontraba feliz de verlo ahí—. Debo decir que me esperaba que vinieses disfrazado de una ensalada —le sacó la lengua de manera burlona y tomo su brazo jalándolo con cuidado a la pista de baile—. ¡Vamos, vamos! ¡Ya que estás aquí hay que divertirnos!
Las linternas serían un pequeño problema a la hora de bailar, pero nada que la elfa no pudiese solucionar al dejarlas en un puesto de cuidado de objetos. No importaba cuanto protestase, Frederick no se iba a salvar de bailar con ella, ese sería su castigo por haberla abandonado y la manera de la ojiazul para empezar la verdadera diversión.
- Disfraz de Ashy:
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- Vestido completo:
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Ashryn Elaynor
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
- DISFRAZ:
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Esa mañana me había despertado de una forma distinta, algo ocurría esa noche y todos se estaban preparando desde hacia una semana. Una gran estatua había sido erigida en la plaza principal de Lunargenta. Una gran figura de proporciones descomunales de una mujer. En ella debían haber obrado los mejores arquitectos y constructores de la ciudad sin ninguna duda. Después de que Freya me insistiese en disfrazarme como hacían todos acepté el día anterior y salí en busca del disfraz perfecto. Caminé durante horas, todo estaba decorado para la siguiente noche. Estaba emocionado, nunca había estado en un festival tan grande y era la primera vez que venia a la capital para asistir al Bragiväl.
Tenía algo en mente, había escuchado que los disfraces eran mejores si daban miedo por lo tanto estaba seguro de lo que debía disfrazarme, un espantapájaros. Durante el poco tiempo que quedaba antes de la cena busqué todo lo que necesitaba para mi vestimenta de esa primera noche. Un sombrero roído, un saco de patatas viejo y una cuerda. Junto a esto también adquirí pintura negra corporal e hilo gordo. Una vez en la posada no quería desvelar de que iría por lo que no vería a Freya hasta la hora de dormir. Con ayuda de la hija de la posadera, muy simpática ella preparo el disfraz, terrorífico a mi parecer.
Me levanto tarde, Freya ya no esta a mi lado pero si su disfraz apoyado sobre la silla ya preparado. Ella había trabajado mucho y seguro que irá guapísima. La mañana y la tarde transcurren normales, sin cambios en los planes y ya empieza a anochecer. Queda poco mas de una hora para que empiece todo y ya se escucha la música, los gritos...la alegría. Es hora de prepararme. Me pinto la cara de negro y me pongo el traje. Freya se había adelantado quizás no era buena idea, pero sabría encontrarla. Una vez estoy en la plada y a medida que caminaba me daba cuenta de que sí daba miedo. El conjunto de las luces de las antorchas reflejando mi mirada y la oscuridad que me envolvía me hacía parecer un ser ciertamente diabólico. Tomo una forma de caminar un tanto peculiar, como si me pesasen los hombros y arrastro los pies. Una vez cierro los ojos y dejo que me vuelva la música del tambores me siento poderoso por unos instantes.
Veo de lejos a Freya por lo que me acerco, directo hacia ella. Me mira y da unos pasos hacia atrás, esta asustada, su rostro lo confirma. Cuando quedan poco mas de tres pasos de chocarnos me paro y me identifico. Como era de esperar, me pega dos golpes en el pecho y me da un abrazo. Todo a nuestro alrededor se detiene unos segundos para luego volver a estallar todo en un estruendo. Un calor envuelve a todo el mundo justo después de un gran grito de una mujer que daba comienzo al festival. -Freya, ¿ves aquel puesto con barriles? Trae dos jarras de cerveza, por favor, te estaré esperando por aquí.- Veo como se va en la dirección indicada y me muevo un poco asustando a quién pillaba desprevenido.
Al cabo de unos quince minutos, mucho tiempo para haber de traer bebida voy en busca de Freya y me la encuentro en un lugar distinto al indicado. Se acerca a mi y parece que tiene que decirme algo importante. ¿Los ladrones de la estatuilla del templo? ¿Qué hacían allí, justamente? Algo debe estar ocurriendo pero si lo que dice es verdad había que hacer algo. Si no recuerdo mal, cerca debía estar mi camarada, no se si se presentaría para esa noche pero espero que venga, lo necesitamos. Con ayuda de Freya y sus indicaciones, volvemos donde estaban los dos supuestos indeseables. Lo que significaba esa reliquia para mi pueblo era indescriptible y debíamos recuperarla si se diese el caso de que fuese verdad. Por el momento permanecemos cerca de su perímetro para escuchar lo que dicen.-Maldito seas tu y tus putos escondrijos, más te vale encontrarla rápido o yo mismo te sacaré la yugular con este dedo- Vemos como uno de los dos le pincha con dicho dedo el cuello del otro hombre.-No hay nada de lo que preocuparse Roth creo que se donde está, dentro de un barril ¡Sí! Dentro de uno en un callejón.-Antes de que el otro malhechor acabase de hablar, el que se hacía llamar Roth le propina un golpe en la nuca que lo deja seco.-Callate idiota, alguien podría escucharlo- Ya sabíamos donde podía estar, pero habían muchos callejones por los alrededores, teníamos que saber algo más.
Lycon
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Quizá la noche no iba a estar tan mal, si nadie me conocía no iba a tener muchas molestias y por el modo en que reaccionaban las personas dejaban en claro que no se me acercarían porque si, sin saberlo había hecho el mejor disfraz para andar por aquel carnaval “Sabía muy bien que era un genio.” Nada podía salir mal aquella noche… o al menos eso pensaba. Aquella vocecita familiar se hizo presente haciéndome girar con cierto miedo, por lo visto si se le pensaba no tardaría en aparecer.
- Ya te dije que no dejaré que uses tus poderes oscuros en mi… o al menos no otra vez. – Quizá la elfa ya me había sanado en el pasado la pierna pero eso no significaba que fuese la chica más amable, quizá solo quería acercarse a mi rostro para arrancarme la nariz o seguir intentando chuparme el alma. – Supongo que por fin estás mostrando tu verdadera forma, el rojo de tus mejillas lo confirma, no da tanto miedo como pensaba. – Aquello era normal, se sabía bien que los seres más malévolos del mundo solían engañar bajo un amigable o adorable rostro. – Y claramente no iba a disfrazarme de ensalada, sé muy bien lo que le haces a las ensaladas y ni loco planeo que me pase lo mismo.
Por lo visto la noche si podía empeorar, ahora Ashryn planeaba hacerme bailar ¿Acaso estaba demente? Bailar era la última cosa que yo haría en el mundo, quizá para otras personas fuese divertido pero o ni loco iba a hacer aquello, prefería que me cortaran las piernas y lueg… bueno no, si me hacían elegir entre cortarme las piernas o bailar lo más posible es que bailase, apreciaba mucho mis piernas como para que me las quitaran a causa de una mala decisión.
La elfa no estaba conforme con arrastrarme, también me había despojado de los objetos esenciales de mi traje, sin la lámpara solo era un sujeto vestido de verde, igual que siempre “¿Cuánta diferencia eh?” Aquello de bailar por lo visto iba en serio, debía pensar una manera rápida de librarme del asunto, quizá si la empujaba y me iba corriendo… no, aquella era una medida muy drástica y lo que menos necesitaba era el llanto de la elfa.
- C…creo que algo no va bien. – Dije mientras me llevaba la mano al pecho e imitaba un gemido de dolor, fingir una enfermedad siempre ayudaba y más cuando era de esas que atacan en momento inesperados. – A este paso voy a morir, lo mejor es que me siente y te mire hacer el ridículo bailando en medio de la plaza. – Poco a poco fui retrocediendo sin quitar la vista de la elfa que posiblemente se fuese a molestar, quizá había pensado mal el plan, ahora no chillaría a modo de lamento si no a modo de regaño “Oh no ¿Qué acabo de hacer?” No estaba preparado para que mis tímpanos sufriesen, debía buscar una manera rápida de salir de aquel embrollo. – O quizá me sienta mejor si… buscamos comida, claro, tu pagas. – No, aquello tampoco era buena idea, pero si la elfa lo aceptaba por mi realmente no había problema de nada, la comida gratis nunca estaba mal. – El punto es que ni loco planeo bailar, es más sencillo y divertido ir de rama en rama, no moverse al compás de la música… no veo donde está la diversión en ello. – Vaya, escuchándome bien eso explicaba muchas cosas de porque vivía solo en el bosque, seguro todo era por culpa de los traumas de la infancia.
- Ya te dije que no dejaré que uses tus poderes oscuros en mi… o al menos no otra vez. – Quizá la elfa ya me había sanado en el pasado la pierna pero eso no significaba que fuese la chica más amable, quizá solo quería acercarse a mi rostro para arrancarme la nariz o seguir intentando chuparme el alma. – Supongo que por fin estás mostrando tu verdadera forma, el rojo de tus mejillas lo confirma, no da tanto miedo como pensaba. – Aquello era normal, se sabía bien que los seres más malévolos del mundo solían engañar bajo un amigable o adorable rostro. – Y claramente no iba a disfrazarme de ensalada, sé muy bien lo que le haces a las ensaladas y ni loco planeo que me pase lo mismo.
Por lo visto la noche si podía empeorar, ahora Ashryn planeaba hacerme bailar ¿Acaso estaba demente? Bailar era la última cosa que yo haría en el mundo, quizá para otras personas fuese divertido pero o ni loco iba a hacer aquello, prefería que me cortaran las piernas y lueg… bueno no, si me hacían elegir entre cortarme las piernas o bailar lo más posible es que bailase, apreciaba mucho mis piernas como para que me las quitaran a causa de una mala decisión.
La elfa no estaba conforme con arrastrarme, también me había despojado de los objetos esenciales de mi traje, sin la lámpara solo era un sujeto vestido de verde, igual que siempre “¿Cuánta diferencia eh?” Aquello de bailar por lo visto iba en serio, debía pensar una manera rápida de librarme del asunto, quizá si la empujaba y me iba corriendo… no, aquella era una medida muy drástica y lo que menos necesitaba era el llanto de la elfa.
- C…creo que algo no va bien. – Dije mientras me llevaba la mano al pecho e imitaba un gemido de dolor, fingir una enfermedad siempre ayudaba y más cuando era de esas que atacan en momento inesperados. – A este paso voy a morir, lo mejor es que me siente y te mire hacer el ridículo bailando en medio de la plaza. – Poco a poco fui retrocediendo sin quitar la vista de la elfa que posiblemente se fuese a molestar, quizá había pensado mal el plan, ahora no chillaría a modo de lamento si no a modo de regaño “Oh no ¿Qué acabo de hacer?” No estaba preparado para que mis tímpanos sufriesen, debía buscar una manera rápida de salir de aquel embrollo. – O quizá me sienta mejor si… buscamos comida, claro, tu pagas. – No, aquello tampoco era buena idea, pero si la elfa lo aceptaba por mi realmente no había problema de nada, la comida gratis nunca estaba mal. – El punto es que ni loco planeo bailar, es más sencillo y divertido ir de rama en rama, no moverse al compás de la música… no veo donde está la diversión en ello. – Vaya, escuchándome bien eso explicaba muchas cosas de porque vivía solo en el bosque, seguro todo era por culpa de los traumas de la infancia.
Fredericksen
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Nunca miro atrás, indiscutiblemente a mi espalda me aguarda un silencio desolado más delante mía se interpone un basto orgullo que cual razón latente oscurece mi corazón en estos días de júbilo. A mis oídos no llega la melodía reciente de la plaza donde los lugareños bailan en pareja o inclusive por cuenta propia, el recuerdo de Pumpa permanece junto a unos términos encubiertos que no sólo hacen que reflexione, no, me enfurecen cual tormenta indómita capaz de engullir grandes dosis de buques en plena bravía marea. ¿Quién cojones se ha creído? Alguien me está observando y lo percibo en mi cuerpo como punzadas mordaces, escalofríos que se abren paso a través de mis huesos y los entumecen, quedando petrificada en el terreno arenoso.
Es él, y su mirada vivaracha desde las tinieblas recorre el ambiente abarrotado hasta arribar como advertencia a mis hombros, si está dispuesto a declararme la guerra yo estaré lista para una segunda ronda con el misterioso, aunque esta vez no dudaré en sacar mis dos armas aguzadas. El brujo contempla mi figura carnera con la satisfacción en sus orbes que refulgen a modo de repulso, no sé si su resolución se ha visto mancillada por la derrota o si ha terminado cautivado por el mal que engendro en mis adentros. Ladeo el rostro y como no, nuestras miradas se hayan en la misma sinfonía, una copiosa con ápices agresivos y la sugerencia de que como siga persiguiéndome acabaré con sus intestinos a modo de gargantillas rodeándome el cuello o cayendo desde las astas.
En un siseo furibundo aprieto los puños, saco pecho y me dirijo a la cima donde me aguarda la catástrofe apodada Pumpa, soy una elfa que no requiere de musas ni amores prohibidos, tampoco de uno imposible ni nada de eso puesto que sedienta de ira el único amor que propagará el fuego que arde cual averno recién inaugurado en mis entrañas será el de los impactes guiados por un espíritu belicoso y el conflicto entre dos mentes que necesitan del elixir carmesí, diluvios rubíes sobre nuestras armaduras, la emoción de salir impune, victoriosa o por consecuente malograrnos sobre la tierra y convertirnos en parte de ella, ahogar miles de suspiros y olvidarnos de que un día estuvimos vivos.
Cegada por la incitación del varón en una bata púrpura tenso los músculos, remuevo la cornamenta en mi cabeza y el vaho mortecino debido al frío es expedido por las fosas animales del carnero, esta noche tendré el lujo de empapar mi ser con esa corazonada que machaca a la poca cordura hasta adormecerla y que por fin sea la vesania quien emerja desde las celdas más encubiertas. Sonrío y únicamente puedo saberlo yo, en el retroceso de pasos voy golpeando los hombros de los extranjeros pero ninguno en su santo juicio es capaz de quejarse en voz alta, tan sólo una cría con harapos fantásticos. ─ ¿Qué has dicho? ─ Entorné las orbes para detallarla y no dejar escapar ni el más mínimo rasgo que la remenda, con determinación me planto delante de la elfa pelinegra, esas orejas... Una risita traviesa pupula en el interior de la máscara tétrica, su cabeza me llega a la altura de los pechos y me sería pan comido asfixiarla hasta que el aire no le sea preciso.
─ Resulta que quién se ha chocado en contra mía, has sido tú. ─ En mi tono no hay asperezas, tan sólo una suavidad alarmante. Una de mis manos enguantadas van a la oreja de la chica para acariciarle el largo y finalizar en el lóbulo rosado por la época, que puntiagudas, como las mías. Continúo con la inspección y madre mía, prácticamente está en bolas, ¿estará buscando con quién fornicar? Qué cochina. ─ Tápate las tetas. ─ Bufé, auxiliada por el ramo de flores voy extrayendo las rosas negras del lazo cobrizo que las arrejunta, situándolas enseguida dentro de su sostén improvisado y de tonalidad marina para que esté mas abrigada. De izquierda a derecha voy creando una sonrisa menguante con ayuda de los pétalos brunos, en totalidad su escote finaliza oculto aunque seguramente le piquen las espinas de los tallos. ─ O cogerás frío. ─ Inevitable río sarcástica, así está más encantadora.
─ Dime elfa, ¿quieres que te llene de rosas negras? ─ No me son atractivas las mujeres, pero tirar el anzuelo nunca está de mal para pasarlo fenomenal. Próxima a su oreja y con cuidado de no clavarle un cuerno, le susurro. ─ ¿Sigo por arriba o comienzo por abajo? ─ Quedan muchas que poner, y sinceramente con el brujo podré luchar entrada la madrugada.
Es él, y su mirada vivaracha desde las tinieblas recorre el ambiente abarrotado hasta arribar como advertencia a mis hombros, si está dispuesto a declararme la guerra yo estaré lista para una segunda ronda con el misterioso, aunque esta vez no dudaré en sacar mis dos armas aguzadas. El brujo contempla mi figura carnera con la satisfacción en sus orbes que refulgen a modo de repulso, no sé si su resolución se ha visto mancillada por la derrota o si ha terminado cautivado por el mal que engendro en mis adentros. Ladeo el rostro y como no, nuestras miradas se hayan en la misma sinfonía, una copiosa con ápices agresivos y la sugerencia de que como siga persiguiéndome acabaré con sus intestinos a modo de gargantillas rodeándome el cuello o cayendo desde las astas.
En un siseo furibundo aprieto los puños, saco pecho y me dirijo a la cima donde me aguarda la catástrofe apodada Pumpa, soy una elfa que no requiere de musas ni amores prohibidos, tampoco de uno imposible ni nada de eso puesto que sedienta de ira el único amor que propagará el fuego que arde cual averno recién inaugurado en mis entrañas será el de los impactes guiados por un espíritu belicoso y el conflicto entre dos mentes que necesitan del elixir carmesí, diluvios rubíes sobre nuestras armaduras, la emoción de salir impune, victoriosa o por consecuente malograrnos sobre la tierra y convertirnos en parte de ella, ahogar miles de suspiros y olvidarnos de que un día estuvimos vivos.
Cegada por la incitación del varón en una bata púrpura tenso los músculos, remuevo la cornamenta en mi cabeza y el vaho mortecino debido al frío es expedido por las fosas animales del carnero, esta noche tendré el lujo de empapar mi ser con esa corazonada que machaca a la poca cordura hasta adormecerla y que por fin sea la vesania quien emerja desde las celdas más encubiertas. Sonrío y únicamente puedo saberlo yo, en el retroceso de pasos voy golpeando los hombros de los extranjeros pero ninguno en su santo juicio es capaz de quejarse en voz alta, tan sólo una cría con harapos fantásticos. ─ ¿Qué has dicho? ─ Entorné las orbes para detallarla y no dejar escapar ni el más mínimo rasgo que la remenda, con determinación me planto delante de la elfa pelinegra, esas orejas... Una risita traviesa pupula en el interior de la máscara tétrica, su cabeza me llega a la altura de los pechos y me sería pan comido asfixiarla hasta que el aire no le sea preciso.
─ Resulta que quién se ha chocado en contra mía, has sido tú. ─ En mi tono no hay asperezas, tan sólo una suavidad alarmante. Una de mis manos enguantadas van a la oreja de la chica para acariciarle el largo y finalizar en el lóbulo rosado por la época, que puntiagudas, como las mías. Continúo con la inspección y madre mía, prácticamente está en bolas, ¿estará buscando con quién fornicar? Qué cochina. ─ Tápate las tetas. ─ Bufé, auxiliada por el ramo de flores voy extrayendo las rosas negras del lazo cobrizo que las arrejunta, situándolas enseguida dentro de su sostén improvisado y de tonalidad marina para que esté mas abrigada. De izquierda a derecha voy creando una sonrisa menguante con ayuda de los pétalos brunos, en totalidad su escote finaliza oculto aunque seguramente le piquen las espinas de los tallos. ─ O cogerás frío. ─ Inevitable río sarcástica, así está más encantadora.
─ Dime elfa, ¿quieres que te llene de rosas negras? ─ No me son atractivas las mujeres, pero tirar el anzuelo nunca está de mal para pasarlo fenomenal. Próxima a su oreja y con cuidado de no clavarle un cuerno, le susurro. ─ ¿Sigo por arriba o comienzo por abajo? ─ Quedan muchas que poner, y sinceramente con el brujo podré luchar entrada la madrugada.
- Spoiler:
- Interactúo con Windorind.
Eretria Noorgard
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Cuando la mujer se le encaró, Wind se quedó perpleja ¿Realmente no pensaba disculparse? Ella era la que no tenía cuidado, no tenía derecho a enfadarse -Qué me has golpeado, lo suyo sería que te disculpases conmigo ¿No crees? - Repitió la elfa enfadada sin terminar de comprender la actitud de la mujer. No tenía especial aprecio a la gente poco educada, sobre todo si, a pesar de estar faltos de razón, se encabezonaban con que si la tenían.
Aquella afirmación rompió los esquemas de la elfa y a pesar de los esfuerzos de la joven por no perder la calma, la mujer carnero comenzaba a crisparle los nervios - ¿Cómo que he sido yo? ¡Si ni siquiera me había movido! - Exclamó perpleja ante tal acusación “Además lo dice como si se lo creyera realmente” Definitivamente no comprendía lo que estaba pasando.
A pesar de estar esperando una respuesta lógica… o una disculpa, Wind no obtuvo ninguna de aquellas cosas, tan solo una extraña caricia en su oreja que consiguió erizarle el vello y una orden que no tenía nada que ver con la situación - ¿Perdona? - Murmuró mientras la miraba ojiplática y notaba como sus propias mejillas se tornaban a un tono carmesí. La pequeña elfa no se sentía especialmente cómoda en ese traje, pero tampoco destacaba entre la multitud, había gente mucho más destapada que ella, de hecho, los desnudos pintados eran algo que abundaba por la plaza ¿Por qué debía taparse ella?
Ante la atenta mirada de un pequeño corro de personas que se habían congregado a su alrededor, Wind quedó atónita cuando comenzó a colocarle rosas en el escote, no sabía muy bien que hacer ¿Debía enfrentarse a ella? ¿Dejarlo estar y volver a la posada? Aunque... ¿Si llegaba a pelearse con ella, podría ganar? Entre todo ese mar de dudas y preguntas que rondaban su mente, la mujer que tenía en frente volvió a hablar y Wind tomó una decisión.
A pesar de que la elfa hubiera dado cualquier cosa con tal de darle una paliza a aquella engreída, no quería montar más espectáculo del necesario y con una pelea sabía que solo habría conseguido unos cuantos hematomas, una humillación y una reprimenda por parte de Turion, así que decidió no mostrar demasiada hostilidad para evitar como fuera esa situación.
Por lo que puso su mejor sonrisa de buena persona y mientras aparataba la mano de la mujer con delicadeza, decidió entrar en su juego -Gracias por preocuparte y tranquila, por lo que parece con la diferencia de nuestros disfraces, a diferencia de ti, tengo bastante más resistencia a las inclemencias del tiempo- Su voz era dulce y tranquila, como si realmente estuviera coqueteando con aquella mujer, a pesar de que, por dentro, sus intenciones distaban mucho de las que mostraba.
“¿Llenarme de flores?” Wind enarcó una ceja y se cruzó de brazos, después inevitablemente bufó y decidió que lo mejor sería intentar cortar por lo sano… hasta que la mujer cabra se acercó para susurrarle. Aquella situación comenzaba a superarla, no estaba acostumbrada a las batallas de palabras y las pocas veces que había participado en una, había perdido estrepitosamente. La pequeña elfa se estaba poniendo nerviosa, el rubor no se iba de sus mejillas y estaba comenzando a temblar, sólo quería salir corriendo de allí y olvidarse de todo aquello, pero algo dentro de ella no la dejaba moverse, así que, hizo acopio de todo su ingenio y valor y suspiró -Bueno querida…- Cogió despacio una de las flores de su escote, mientras notaba como una de las espinas hacia una pequeña herida en su piel y ahora fue ella la que se acercó a la cabeza de su desafiante compañera. Siguiendo con la misma lentitud anterior y de puntillas colocó la rosa al lado del cuerno derecho mientras, temblorosa finalizaba su participación en aquella pelea -Creo que tú necesitas más que yo las flores, no te viene mal la feminidad que aportan- Y tras aquello, con sus piernas convertidas en gelatina y la garganta seca, se dio la vuelta y se marchó a su posada.
Aquella afirmación rompió los esquemas de la elfa y a pesar de los esfuerzos de la joven por no perder la calma, la mujer carnero comenzaba a crisparle los nervios - ¿Cómo que he sido yo? ¡Si ni siquiera me había movido! - Exclamó perpleja ante tal acusación “Además lo dice como si se lo creyera realmente” Definitivamente no comprendía lo que estaba pasando.
A pesar de estar esperando una respuesta lógica… o una disculpa, Wind no obtuvo ninguna de aquellas cosas, tan solo una extraña caricia en su oreja que consiguió erizarle el vello y una orden que no tenía nada que ver con la situación - ¿Perdona? - Murmuró mientras la miraba ojiplática y notaba como sus propias mejillas se tornaban a un tono carmesí. La pequeña elfa no se sentía especialmente cómoda en ese traje, pero tampoco destacaba entre la multitud, había gente mucho más destapada que ella, de hecho, los desnudos pintados eran algo que abundaba por la plaza ¿Por qué debía taparse ella?
Ante la atenta mirada de un pequeño corro de personas que se habían congregado a su alrededor, Wind quedó atónita cuando comenzó a colocarle rosas en el escote, no sabía muy bien que hacer ¿Debía enfrentarse a ella? ¿Dejarlo estar y volver a la posada? Aunque... ¿Si llegaba a pelearse con ella, podría ganar? Entre todo ese mar de dudas y preguntas que rondaban su mente, la mujer que tenía en frente volvió a hablar y Wind tomó una decisión.
A pesar de que la elfa hubiera dado cualquier cosa con tal de darle una paliza a aquella engreída, no quería montar más espectáculo del necesario y con una pelea sabía que solo habría conseguido unos cuantos hematomas, una humillación y una reprimenda por parte de Turion, así que decidió no mostrar demasiada hostilidad para evitar como fuera esa situación.
Por lo que puso su mejor sonrisa de buena persona y mientras aparataba la mano de la mujer con delicadeza, decidió entrar en su juego -Gracias por preocuparte y tranquila, por lo que parece con la diferencia de nuestros disfraces, a diferencia de ti, tengo bastante más resistencia a las inclemencias del tiempo- Su voz era dulce y tranquila, como si realmente estuviera coqueteando con aquella mujer, a pesar de que, por dentro, sus intenciones distaban mucho de las que mostraba.
“¿Llenarme de flores?” Wind enarcó una ceja y se cruzó de brazos, después inevitablemente bufó y decidió que lo mejor sería intentar cortar por lo sano… hasta que la mujer cabra se acercó para susurrarle. Aquella situación comenzaba a superarla, no estaba acostumbrada a las batallas de palabras y las pocas veces que había participado en una, había perdido estrepitosamente. La pequeña elfa se estaba poniendo nerviosa, el rubor no se iba de sus mejillas y estaba comenzando a temblar, sólo quería salir corriendo de allí y olvidarse de todo aquello, pero algo dentro de ella no la dejaba moverse, así que, hizo acopio de todo su ingenio y valor y suspiró -Bueno querida…- Cogió despacio una de las flores de su escote, mientras notaba como una de las espinas hacia una pequeña herida en su piel y ahora fue ella la que se acercó a la cabeza de su desafiante compañera. Siguiendo con la misma lentitud anterior y de puntillas colocó la rosa al lado del cuerno derecho mientras, temblorosa finalizaba su participación en aquella pelea -Creo que tú necesitas más que yo las flores, no te viene mal la feminidad que aportan- Y tras aquello, con sus piernas convertidas en gelatina y la garganta seca, se dio la vuelta y se marchó a su posada.
Windorind Crownguard
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Fin del día 1 y comienzo del día 2 del Bragiväl.
Disfrutad de la fiesta que, pronto, el elegido de este día dará comienzo.
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Sigel
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
El día finalmente había llegado, ocultar lo que debía hacer no había sido tan complicado ya que mi espíritu festivo era casi nulo pero la verdad es que en aquel momento estaba algo emocionado, no diría que era un sentimiento de entusiasmo puro pero era un ánimo diferente al de costumbre, quizá el hecho de hacer algo nuevo era lo que producía tal sensación y la verdad es que no estaba para nada mal… resultaba grato.
La sorpresa llegó un día cuando estaba descansando tranquilamente en el bosque, la proximidad de un extraño sonido me había hecho estar alerta, nunca era normal un sonido extraño y menos en el bosque. Había sacado mi arco y estaba listo para el ataque cuando noté que lo que sonaba era un extraño ser, me recordaba a las veces en las que había escuchado hablar de los biocibernéticos en mi pasado y tal vez aquella cosa fuese uno de aquellos.
Lo curioso es que cuando salí del arbusto a observar más de cerca el ser notó mi presencia y se acercó a mí, no parecía tener alguna intención hostil así que solo me limité a guardar la calma y no escapar. Aquella extraña cosa no demoró en presentarse, sonaba muy amable para ser verdad, por alguna razón resultaba divertida su presencia, por primera vez en la vida no estaba preocupado de lo que pudiese hacer alguien que estaba cerca. Su nombre era Adie y efectivamente era un biocibernético, le habían mandado en mi busca para entregarme una carta, el no tenía ni idea de quien la había mandado así que ninguno de los dos sabía de que podía tratar el asunto.
Abrí con cuidado la carta y comencé a leer las palabras que había en esta, me estaban comunicando que yo sería el afortunado en encender la figura del segundo día de Bragiväl. Aquello debía ser una broma, aquel evento era una celebración muy importante y estaban eligiendo al cazador paranoico para encender una de las importantes figuras ceremoniales, debían de estar totalmente locos. Dirigí una mirada hacia Adie en la cual se reflejaban todas mis dudas, la maquina que había estado leyendo la carta a mi ritmo se limitó a imitar mi gesto e inclinar los hombros “Vaya ayuda más útil.”
Desde aquel día había tenido curiosidad por saber si aquello realmente era cierto, la carta tenía un supuesto sello de autenticidad pero no eran las suficientes pruebas. Para prevenir arruinar todo había estado haciendo mis disfraces y escondiéndolos en el bosque, aquello no delataría la emoción que poco a poco iba creciendo en mí, parecía un maldito niño con aquello.
Salí del bosque con mi disfraz puesto y preparado para cualquier situación, si hacía el ridículo frente a una multitud no había problema, solía hacerlo ante pequeños grupos así que sería casi lo mismo… solo mucho peor. El disfraz que había hecho era más pesado de lo que esperaba así que por cada paso que daba debía arrastrar una pierna para no caerme, aquel efecto inesperado le daba un toque especial al traje.
La música alegre ya sonaba por los alrededores y se escuchaba a la gente hablar entre si, también entonaban cantos alegres que iban y venían , el ánimo del día pasado aun se mantenía entre las calles de Lunargenta. Era tan extraño ver por un momento como todas las personas compartían sin problema, generalmente se podía escuchar una disputa o un conflicto… bueno, aquí también se escucharían pero cuando ya la mayoría de personas estuviesen ebrias, eso era lógico.
Levanté la mirada para observar a la figura que se alzaba sobre la plaza, no era tan bonita como la del día pasado pero no me quejaba, me agradaba como se veía y sería un honor encenderla en llamas… o eso creía, realmente quemar cosas estaba mal, pero si era parte de la celebración no veía porque no.
Poco a poco me fui acercando a la figura mientras agitaba la linterna que llevaba en mano, no caminaría por toda la multitud de gente llevando una antorcha en fuego, conociéndome podía hacer algún daño si hacía eso… Por suerte tenía la madera a mi espalda y el fuego a la mano, solo debía una rama cuando estuviese lo suficientemente cerca y voilá, caso resuelto. Por si fuese poco llevaba una naranja sujetada con mi otra mano, no sabía realmente para que debía llevarla pero en la carta que me fue entregada especificaba que debía poseerla, lo más seguro era para saber que realmente era el sujeto al cual le habían mandado la carta… o quizá para dársela de comer a alguien. No me quejaba realmente, la fruta hacía juego con mi disfraz, además la iba aplastando poco a poco para que el jugo de esta fuese cayendo lentamente por mi mano hasta el suelo.
Cuando supuse que estaba en la distancia perfecta bajé la linterna al suelo y arranqué una rama de mi espalda que usaría como antorcha, la introduje con cuidado por en la linterna hasta que me aseguré que había encendido en fuego, en aquel momento ya tenía la antorcha lista. Amarré la cadena de la lámpara a mi brazo y sostuve con fuerza la antorcha, noté como algún par de ojos comenzaban a fijarse en mi, estaba claro que estaban esperando por saber quién sería el que encendería la figura aquel día.
Mi paso de “Camina y arrastra” se detuvo finalmente cuando quedé frente a la estatua que ardería en llamas, el silencio que había era tenebroso, todos estaban a la espera de que la figura ardiera y yo comenzaba a ponerme nervioso “Vamos Fred, tu tarea solo es arrojar la antorcha y no fallar.” Arrojé la antorcha hacía la figura rogando que no fuese ese momento donde mi puntería se volvía pésima, cuando la antorcha llegó hasta la estatua y esta comenzó a arder estiré los brazos hasta mi espalda y rugí a todo pulmón, el segundo día de Bragiväl por fin comenzaba.
La sorpresa llegó un día cuando estaba descansando tranquilamente en el bosque, la proximidad de un extraño sonido me había hecho estar alerta, nunca era normal un sonido extraño y menos en el bosque. Había sacado mi arco y estaba listo para el ataque cuando noté que lo que sonaba era un extraño ser, me recordaba a las veces en las que había escuchado hablar de los biocibernéticos en mi pasado y tal vez aquella cosa fuese uno de aquellos.
Lo curioso es que cuando salí del arbusto a observar más de cerca el ser notó mi presencia y se acercó a mí, no parecía tener alguna intención hostil así que solo me limité a guardar la calma y no escapar. Aquella extraña cosa no demoró en presentarse, sonaba muy amable para ser verdad, por alguna razón resultaba divertida su presencia, por primera vez en la vida no estaba preocupado de lo que pudiese hacer alguien que estaba cerca. Su nombre era Adie y efectivamente era un biocibernético, le habían mandado en mi busca para entregarme una carta, el no tenía ni idea de quien la había mandado así que ninguno de los dos sabía de que podía tratar el asunto.
Abrí con cuidado la carta y comencé a leer las palabras que había en esta, me estaban comunicando que yo sería el afortunado en encender la figura del segundo día de Bragiväl. Aquello debía ser una broma, aquel evento era una celebración muy importante y estaban eligiendo al cazador paranoico para encender una de las importantes figuras ceremoniales, debían de estar totalmente locos. Dirigí una mirada hacia Adie en la cual se reflejaban todas mis dudas, la maquina que había estado leyendo la carta a mi ritmo se limitó a imitar mi gesto e inclinar los hombros “Vaya ayuda más útil.”
Desde aquel día había tenido curiosidad por saber si aquello realmente era cierto, la carta tenía un supuesto sello de autenticidad pero no eran las suficientes pruebas. Para prevenir arruinar todo había estado haciendo mis disfraces y escondiéndolos en el bosque, aquello no delataría la emoción que poco a poco iba creciendo en mí, parecía un maldito niño con aquello.
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Salí del bosque con mi disfraz puesto y preparado para cualquier situación, si hacía el ridículo frente a una multitud no había problema, solía hacerlo ante pequeños grupos así que sería casi lo mismo… solo mucho peor. El disfraz que había hecho era más pesado de lo que esperaba así que por cada paso que daba debía arrastrar una pierna para no caerme, aquel efecto inesperado le daba un toque especial al traje.
La música alegre ya sonaba por los alrededores y se escuchaba a la gente hablar entre si, también entonaban cantos alegres que iban y venían , el ánimo del día pasado aun se mantenía entre las calles de Lunargenta. Era tan extraño ver por un momento como todas las personas compartían sin problema, generalmente se podía escuchar una disputa o un conflicto… bueno, aquí también se escucharían pero cuando ya la mayoría de personas estuviesen ebrias, eso era lógico.
Levanté la mirada para observar a la figura que se alzaba sobre la plaza, no era tan bonita como la del día pasado pero no me quejaba, me agradaba como se veía y sería un honor encenderla en llamas… o eso creía, realmente quemar cosas estaba mal, pero si era parte de la celebración no veía porque no.
- Figura:
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Poco a poco me fui acercando a la figura mientras agitaba la linterna que llevaba en mano, no caminaría por toda la multitud de gente llevando una antorcha en fuego, conociéndome podía hacer algún daño si hacía eso… Por suerte tenía la madera a mi espalda y el fuego a la mano, solo debía una rama cuando estuviese lo suficientemente cerca y voilá, caso resuelto. Por si fuese poco llevaba una naranja sujetada con mi otra mano, no sabía realmente para que debía llevarla pero en la carta que me fue entregada especificaba que debía poseerla, lo más seguro era para saber que realmente era el sujeto al cual le habían mandado la carta… o quizá para dársela de comer a alguien. No me quejaba realmente, la fruta hacía juego con mi disfraz, además la iba aplastando poco a poco para que el jugo de esta fuese cayendo lentamente por mi mano hasta el suelo.
Cuando supuse que estaba en la distancia perfecta bajé la linterna al suelo y arranqué una rama de mi espalda que usaría como antorcha, la introduje con cuidado por en la linterna hasta que me aseguré que había encendido en fuego, en aquel momento ya tenía la antorcha lista. Amarré la cadena de la lámpara a mi brazo y sostuve con fuerza la antorcha, noté como algún par de ojos comenzaban a fijarse en mi, estaba claro que estaban esperando por saber quién sería el que encendería la figura aquel día.
Mi paso de “Camina y arrastra” se detuvo finalmente cuando quedé frente a la estatua que ardería en llamas, el silencio que había era tenebroso, todos estaban a la espera de que la figura ardiera y yo comenzaba a ponerme nervioso “Vamos Fred, tu tarea solo es arrojar la antorcha y no fallar.” Arrojé la antorcha hacía la figura rogando que no fuese ese momento donde mi puntería se volvía pésima, cuando la antorcha llegó hasta la estatua y esta comenzó a arder estiré los brazos hasta mi espalda y rugí a todo pulmón, el segundo día de Bragiväl por fin comenzaba.
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Fredericksen
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
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Disfraz de Friðþjófur.[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Disfraz de su hermana Lilja.
Dado que mis días pretéritos no habían sido los más propicios para participar en eventos, había tenido que aguardar hasta el segundo día para poder adentrarme en aquellas celebraciones en las que tan gratamente deseaba participar. Afortunadamente, dos días atrás había tenido mi reencuentro con mi hermana, razón por la cual podría asistir aquel día al Bragiväl junto a ella. Habíamos decidido vestir como los doctores de las plagas de antaño (OffRoL. Ya lo justificaré de otro modo, si es necesario).
Nos estábamos acercando a Lunargenta, mientras todavía nos contábamos todo lo que no habíamos podido contarnos durante los meses pasados. Cabalgábamos de forma lenta con dos caballos del oeste. Todavía no estábamos vestidos, claro. Pero llevábamos en las alforjas de nuestras monturas lo necesario para poder colocarnos aquel agradable atuendo en el momento idóneo.
— ¿Son agradables, esos amigos tuyos? —me preguntó.
— Claro que sí —le respondí—. Conozco más al chico que a su amada.
— Siento que no hayas podido ir el primer día por mi culpa —se disculpó, haciendo una mueca preocupada.
— No, hermana, no digas eso. Hacía mucho que no nos veíamos. Es increíble que estemos juntos de nuevo después de tanto tiempo —sonreí y mientras acercaba mi montura a la suya, pasé mi brazo alrededor de su cintura y le dejé un beso sobre su mejilla.
Continuamos cabalgando en dirección a Lunargenta. No quedaba mucho para llegar. Me había citado con Lycon mediante correspondencia en una de las más concurridas posadas de la ciudad. Concurridas por su buena cerveza, y el bajo coste de sus habitaciones. Ya estábamos cerca de los muros de Lunargenta cuando mi hermana de pronto paró su caballo, y se quedó quieta mirando al horizonte. Se veía el camino entre los arboles, y en la lejanía la figura firme y sólida de los muros de Lunargenta.
— Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve aquí —dijo casi en un susurro.
— Todo ha cambiado, hermana. Han pasado muchos años. Ni siquiera el lugar que un día fue nuestro hogar sigue en pie.
— Aun así el mar de recuerdos ha regresado en cuanto he visto esos muros. La última vez que los vi, estábamos huyendo sin saber dónde dejaríamos de correr.
Asentí. Todavía muchos recuerdos formaban parte de aquel lugar. Pero yo había vivido el tiempo suficiente como para crear muchos nuevos que aplastaran los anteriores. Ella, sin embargo, sólo recordaba de Lunargenta traición, sangre y muerte. Tenía la esperanza de que la participación en el Bragiväl pudiera hacer que su forma de ver aquella concurrida ciudad, cambiara. Lycon había marchado junto con Freya desde Ulmer hacia Lunargenta, la semana pasada, para asistir la primera noche. Esta sería la segunda, en la que nosotros podríamos asistir.
Continuamos cabalgando hasta que estuvimos ya cerca de los muros. Un guardia se nos acercó y tomó las riendas de los caballos. Bajamos y vimos como estos los amarraron en el establo cercano a la entrada de la ciudad. Pasamos por el gran portón y en cuanto nos vimos en el interior, mi hermana se quedó al borde del gentío, en las concurridas calles. Para mí aquello no era más que un día corriente en Lunargenta. Para ella era todo un regreso a un pasado levemente cambiado. Caminó despacio, e insegura, y luego se giró hacia mí con una sonrisa.
— Creo que estaré bien —me dijo—. ¿Dónde queda esa taberna?
— Por el centro, me parece. Tenemos que caminar un poco.
Lo cierto es que sus palabras me reconfortaban. No quería introducirla en todo aquello de forma demasiado brusca. Pero ella era fuerte, muy fuerte. Sabría afrontar que todo había cambiado, y que todo lo que había sucedido había quedado muy enterrado en el pasado. Y si conseguía que disfrutara del Bragiväl, conseguiría que un nuevo recuerdo agradable quedara grabado en sus memorias, sobre aquella ciudad. Continuamos caminando abriéndonos paso entre la gente. Ella observaba a todas partes con curiosidad. A cada rincón, cada calle, cada tienda. No había cambiado demasiado desde que ella se había marchado, pero al mismo tiempo todo parecía distinto para ella. Era bueno que lo sintiera de aquel modo.
Finalmente llegamos hasta la posada. Por fuera tenía un aspecto bastante impecable. Más de lo que habría imaginado. Pero dado que era una posada concurrida, tenían la fluctuación económica suficiente como para mantenerla en esas brillantes condiciones. Me dispuse a abrir la puerta pero ella me retuvo, posándome la mano sobre el brazo.
— ¿Cuánto conoces a esas personas? —me preguntó seria.
— Lo suficiente como para que puedan considerarse nuestros amigos —afirmé. Traté de tranquilizarla.
Le costaba mucho confiar en la gente. A mí por el contrario, pese a que solía ser más o menos igual de desconfiado que ella, siempre trataba de brindar una oportunidad a todo aquel que conocía. Más de una ocasión aquello me había proporcionado una agradable sorpresa. Entramos. La parte inferior de la posada tenía una pequeña taberna. Aunque taberna no era la palabra más apropiada para denominar a aquel lugar. Pese a que lucía como una taberna, estaba un poco más organizada respecto a las tabernas que yo solía frecuentar. Llevábamos con nosotros las alforjas de los caballos, tomadas de nuestros brazos. Busqué con la mirada a Lycon para poder acercarme a él, y poder presentarles tanto a él como a Freya, mi hermana. Lo cierto es que no sabía si les había contado ya que tenía una.
Nos estábamos acercando a Lunargenta, mientras todavía nos contábamos todo lo que no habíamos podido contarnos durante los meses pasados. Cabalgábamos de forma lenta con dos caballos del oeste. Todavía no estábamos vestidos, claro. Pero llevábamos en las alforjas de nuestras monturas lo necesario para poder colocarnos aquel agradable atuendo en el momento idóneo.
— ¿Son agradables, esos amigos tuyos? —me preguntó.
— Claro que sí —le respondí—. Conozco más al chico que a su amada.
— Siento que no hayas podido ir el primer día por mi culpa —se disculpó, haciendo una mueca preocupada.
— No, hermana, no digas eso. Hacía mucho que no nos veíamos. Es increíble que estemos juntos de nuevo después de tanto tiempo —sonreí y mientras acercaba mi montura a la suya, pasé mi brazo alrededor de su cintura y le dejé un beso sobre su mejilla.
Continuamos cabalgando en dirección a Lunargenta. No quedaba mucho para llegar. Me había citado con Lycon mediante correspondencia en una de las más concurridas posadas de la ciudad. Concurridas por su buena cerveza, y el bajo coste de sus habitaciones. Ya estábamos cerca de los muros de Lunargenta cuando mi hermana de pronto paró su caballo, y se quedó quieta mirando al horizonte. Se veía el camino entre los arboles, y en la lejanía la figura firme y sólida de los muros de Lunargenta.
— Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve aquí —dijo casi en un susurro.
— Todo ha cambiado, hermana. Han pasado muchos años. Ni siquiera el lugar que un día fue nuestro hogar sigue en pie.
— Aun así el mar de recuerdos ha regresado en cuanto he visto esos muros. La última vez que los vi, estábamos huyendo sin saber dónde dejaríamos de correr.
Asentí. Todavía muchos recuerdos formaban parte de aquel lugar. Pero yo había vivido el tiempo suficiente como para crear muchos nuevos que aplastaran los anteriores. Ella, sin embargo, sólo recordaba de Lunargenta traición, sangre y muerte. Tenía la esperanza de que la participación en el Bragiväl pudiera hacer que su forma de ver aquella concurrida ciudad, cambiara. Lycon había marchado junto con Freya desde Ulmer hacia Lunargenta, la semana pasada, para asistir la primera noche. Esta sería la segunda, en la que nosotros podríamos asistir.
Continuamos cabalgando hasta que estuvimos ya cerca de los muros. Un guardia se nos acercó y tomó las riendas de los caballos. Bajamos y vimos como estos los amarraron en el establo cercano a la entrada de la ciudad. Pasamos por el gran portón y en cuanto nos vimos en el interior, mi hermana se quedó al borde del gentío, en las concurridas calles. Para mí aquello no era más que un día corriente en Lunargenta. Para ella era todo un regreso a un pasado levemente cambiado. Caminó despacio, e insegura, y luego se giró hacia mí con una sonrisa.
— Creo que estaré bien —me dijo—. ¿Dónde queda esa taberna?
— Por el centro, me parece. Tenemos que caminar un poco.
Lo cierto es que sus palabras me reconfortaban. No quería introducirla en todo aquello de forma demasiado brusca. Pero ella era fuerte, muy fuerte. Sabría afrontar que todo había cambiado, y que todo lo que había sucedido había quedado muy enterrado en el pasado. Y si conseguía que disfrutara del Bragiväl, conseguiría que un nuevo recuerdo agradable quedara grabado en sus memorias, sobre aquella ciudad. Continuamos caminando abriéndonos paso entre la gente. Ella observaba a todas partes con curiosidad. A cada rincón, cada calle, cada tienda. No había cambiado demasiado desde que ella se había marchado, pero al mismo tiempo todo parecía distinto para ella. Era bueno que lo sintiera de aquel modo.
Finalmente llegamos hasta la posada. Por fuera tenía un aspecto bastante impecable. Más de lo que habría imaginado. Pero dado que era una posada concurrida, tenían la fluctuación económica suficiente como para mantenerla en esas brillantes condiciones. Me dispuse a abrir la puerta pero ella me retuvo, posándome la mano sobre el brazo.
— ¿Cuánto conoces a esas personas? —me preguntó seria.
— Lo suficiente como para que puedan considerarse nuestros amigos —afirmé. Traté de tranquilizarla.
Le costaba mucho confiar en la gente. A mí por el contrario, pese a que solía ser más o menos igual de desconfiado que ella, siempre trataba de brindar una oportunidad a todo aquel que conocía. Más de una ocasión aquello me había proporcionado una agradable sorpresa. Entramos. La parte inferior de la posada tenía una pequeña taberna. Aunque taberna no era la palabra más apropiada para denominar a aquel lugar. Pese a que lucía como una taberna, estaba un poco más organizada respecto a las tabernas que yo solía frecuentar. Llevábamos con nosotros las alforjas de los caballos, tomadas de nuestros brazos. Busqué con la mirada a Lycon para poder acercarme a él, y poder presentarles tanto a él como a Freya, mi hermana. Lo cierto es que no sabía si les había contado ya que tenía una.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
La primera noche de festejos fue todo un éxito que atrajo no solo a los habitantes de Lunargenta sino también a viajeros que venían de todas partes de Aerandir, para disfrutar de la celebración y el buen ambiente. Muchos de los asistentes se habían quedado con ganas de más y esperaban ansiosos a que llegase el segundo día del Bragiväl, y entre ellos se podía contar tanto al dragón como a la hechicera. A pesar de su inicial reticencia a acudir al evento, la de cabellos cenicientos había pasado una noche de lo más agradable y en vista de que por el momento no tenían nada mejor que hacer, accedió a volver a la plaza para ser testigo de la quema de la segunda estatua de paja.
Al igual que el día anterior, Elen y Alister madrugaron para acudir al mercado con la idea de adquirir otros disfraces, en parte porque mucha gente acostumbraba a cambiar su vestimenta de un día para otro en aquel tipo de festejos, y por otro lado para que quienes ya se habían cruzado con ellos la durante la primera noche no pudiesen reconocerlos tan fácilmente. Esto último era más importante para la centinela que para su compañero, ya que pretendía vigilar el desarrollo de los acontecimientos y a los asistentes sin llamar la atención, mezclándose entre la multitud. La tienda del señor Beckett estaba atestada de gente, como era de esperar, así que pacientemente, aguardaron a que les tocase su turno de ser atendidos.
El interior del local estaba decorado para la ocasión, con varios diseños tanto de mujer como de caballero expuestos en llamativos maniquís, mostrando desde los vestidos más humildes a los más extravagantes que se pudiera uno imaginar. Una vez más, el cazador optó por algo sencillo, mientras la benjamina de los Calhoun se decantaba por uno del mismo color que sus ojos y con capa, puede que pareciese aparatoso pero era bonito, lo suficiente como para aquel detalle quedase en un segundo plano. Una vez terminadas las compras pertinentes, regresaron a la posada y esperaron a que atardeciese para prepararse y dirigirse a la plaza, donde ya comenzaba a reunirse la gente.
Un caballero fue el elegido para prender la estatua de paja, y con esto dio comienzo la segunda noche del Bragiväl, la música y los bailarines se adueñaron de la plaza casi al momento. El intenso calor de las llamas pronto llegó hasta donde se encontraban, y a diferencia de Alister que no tenía problema con ello ya que estaba acostumbrado a tratar con fuego, la tensai prefirió apartarse un poco de la figura y dirigirse a por una bebida. Varias posadas y tabernas habían trasladado por unos días sus negocios a la plaza, sirviendo en modestos puestos de madera que desaparecerían una vez terminasen los festejos, pero que de momento les estaban dejando sustanciales ganancias.
- Dos cervezas por favor. - pidió la joven, situándose frente a uno de los puestos cercanos y observando desde allí el panorama, que estaba lleno de color. La gente se divertía, pero no todo el mundo sabía cómo hacerlo, algunos individuos llevaban bebiendo desde hacía unas horas y el alcohol empezaba a sacar lo peor de ellos, cosa que la guardia tendría que vigilar para que no hubiese problemas. No era extraño que se produjesen peleas en aquel tipo de celebraciones, pero en la mayoría de ocasiones se podían evitar con una actuación a tiempo, y una noche en el calabozo ayudaba a escarmentar a más de uno para que se lo pensase dos veces antes de volver a verse involucrado en otro conflicto.
Un par de borrachos reían a carcajada limpia no muy lejos de ellos, apoyándose el uno en el otro para no caerse de bruces contra el suelo y observando con interés a las mozas que bailaban alrededor de la estatua. - Mira cómo se mueven, nosotros también deberíamos sacar a un par. - propuso uno de ellos, y el otro asintió con la cabeza en respuesta, alzando su jarra y echando un vistazo a su alrededor en busca de alguna posible candidata. La peste a alcohol anunció su llegada antes incluso de que pudiesen pronunciar palabra, pero la bruja no se giró hacia ellos, ya que pensaba que solo se habían acercado para reponer sus bebidas. - Hola preciosas, ¿por qué no venís a bailar con nosotros? Será divertido. - dijo uno de los borrachos, que ya veía doble y creía que en vez de una mujer tenía delante a dos gemelas.
- No me interesa. - respondió cortante, tras mirarlos por el rabillo del ojo. - Oh, vamos, no seáis estrechas. - insistió el hombre, permitiéndose alargar la mano hacia la bruja, aunque no conseguiría tocarla. - ¿Estás sordo? Te ha dicho que no. - intervino el dragón, adelantándose a cualquier posible respuesta de la centinela. - Tú no te metas, esto es entre nosotros y las señoritas. - esas serían las últimas palabras de la noche de aquel individuo. - Me parece que no. - dijo Alister, antes de propinarle un puñetazo en la mandíbula y mandarlo a dormir. Sorprendida, Elen observó la escena con los ojos muy abiertos, mientras el segundo hombre ponía pies en polvorosa antes de acabar como su amigo. - Se lo buscó, ahora no molestará a nadie. - fue lo único que añadió el cazador antes de volver a su sitio, como si no hubiera pasado nada.
- Será mejor que evitemos los puestos el resto de la noche o acabarás en el calabozo por ir pegando a la gente. - bromeó la hechicera, antes de terminar su cerveza y guiar a su acompañante hacia la multitud congregada alrededor de la figura en llamas.
Al igual que el día anterior, Elen y Alister madrugaron para acudir al mercado con la idea de adquirir otros disfraces, en parte porque mucha gente acostumbraba a cambiar su vestimenta de un día para otro en aquel tipo de festejos, y por otro lado para que quienes ya se habían cruzado con ellos la durante la primera noche no pudiesen reconocerlos tan fácilmente. Esto último era más importante para la centinela que para su compañero, ya que pretendía vigilar el desarrollo de los acontecimientos y a los asistentes sin llamar la atención, mezclándose entre la multitud. La tienda del señor Beckett estaba atestada de gente, como era de esperar, así que pacientemente, aguardaron a que les tocase su turno de ser atendidos.
El interior del local estaba decorado para la ocasión, con varios diseños tanto de mujer como de caballero expuestos en llamativos maniquís, mostrando desde los vestidos más humildes a los más extravagantes que se pudiera uno imaginar. Una vez más, el cazador optó por algo sencillo, mientras la benjamina de los Calhoun se decantaba por uno del mismo color que sus ojos y con capa, puede que pareciese aparatoso pero era bonito, lo suficiente como para aquel detalle quedase en un segundo plano. Una vez terminadas las compras pertinentes, regresaron a la posada y esperaron a que atardeciese para prepararse y dirigirse a la plaza, donde ya comenzaba a reunirse la gente.
Un caballero fue el elegido para prender la estatua de paja, y con esto dio comienzo la segunda noche del Bragiväl, la música y los bailarines se adueñaron de la plaza casi al momento. El intenso calor de las llamas pronto llegó hasta donde se encontraban, y a diferencia de Alister que no tenía problema con ello ya que estaba acostumbrado a tratar con fuego, la tensai prefirió apartarse un poco de la figura y dirigirse a por una bebida. Varias posadas y tabernas habían trasladado por unos días sus negocios a la plaza, sirviendo en modestos puestos de madera que desaparecerían una vez terminasen los festejos, pero que de momento les estaban dejando sustanciales ganancias.
- Dos cervezas por favor. - pidió la joven, situándose frente a uno de los puestos cercanos y observando desde allí el panorama, que estaba lleno de color. La gente se divertía, pero no todo el mundo sabía cómo hacerlo, algunos individuos llevaban bebiendo desde hacía unas horas y el alcohol empezaba a sacar lo peor de ellos, cosa que la guardia tendría que vigilar para que no hubiese problemas. No era extraño que se produjesen peleas en aquel tipo de celebraciones, pero en la mayoría de ocasiones se podían evitar con una actuación a tiempo, y una noche en el calabozo ayudaba a escarmentar a más de uno para que se lo pensase dos veces antes de volver a verse involucrado en otro conflicto.
Un par de borrachos reían a carcajada limpia no muy lejos de ellos, apoyándose el uno en el otro para no caerse de bruces contra el suelo y observando con interés a las mozas que bailaban alrededor de la estatua. - Mira cómo se mueven, nosotros también deberíamos sacar a un par. - propuso uno de ellos, y el otro asintió con la cabeza en respuesta, alzando su jarra y echando un vistazo a su alrededor en busca de alguna posible candidata. La peste a alcohol anunció su llegada antes incluso de que pudiesen pronunciar palabra, pero la bruja no se giró hacia ellos, ya que pensaba que solo se habían acercado para reponer sus bebidas. - Hola preciosas, ¿por qué no venís a bailar con nosotros? Será divertido. - dijo uno de los borrachos, que ya veía doble y creía que en vez de una mujer tenía delante a dos gemelas.
- No me interesa. - respondió cortante, tras mirarlos por el rabillo del ojo. - Oh, vamos, no seáis estrechas. - insistió el hombre, permitiéndose alargar la mano hacia la bruja, aunque no conseguiría tocarla. - ¿Estás sordo? Te ha dicho que no. - intervino el dragón, adelantándose a cualquier posible respuesta de la centinela. - Tú no te metas, esto es entre nosotros y las señoritas. - esas serían las últimas palabras de la noche de aquel individuo. - Me parece que no. - dijo Alister, antes de propinarle un puñetazo en la mandíbula y mandarlo a dormir. Sorprendida, Elen observó la escena con los ojos muy abiertos, mientras el segundo hombre ponía pies en polvorosa antes de acabar como su amigo. - Se lo buscó, ahora no molestará a nadie. - fue lo único que añadió el cazador antes de volver a su sitio, como si no hubiera pasado nada.
- Será mejor que evitemos los puestos el resto de la noche o acabarás en el calabozo por ir pegando a la gente. - bromeó la hechicera, antes de terminar su cerveza y guiar a su acompañante hacia la multitud congregada alrededor de la figura en llamas.
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Elen Calhoun
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Para Rod el festival había sido de lo mas espectacular, no paró de bailar en toda la noche, ni siquiera descansó cuando cayó al suelo por culpa de que uno de sus zancos se rompió, aprovecho las circunstancias para zafarse del otro zanco y quedar así liberado. Al estar descalzo en ese suelo, resbaladizo, sudoroso, y lleno de líquidos que mejor pensar que era agua y en los peor de los casos vino y cerveza, acabó cayendo mas de una vez al suelo y en una de estas con una joven muchacha, tan borracha como lo estaba él, tan descontrolada y loca como para ir con Rodxar a una taberna de la ciudad, demasiado limpia y cuidada, teniendo en cuenta que todo lo que entraba estaba borracho como una cuba.
La experiencia no era la mayor para Rodxar, pero eso es otro tema. A la mañana siguiente se vio en una cama manchada por toda la pintura de Rodxar, los niños le dijeron que eso no se iba con facilidad, parecía ser que con algo de sudor y calor si, se lavó la cara y lo que pudo del cuerpo en una vieja tina que había en la habitación, de la chica de ayer no parecía haber rastro alguno, cosa que no le extrañaba para nada, quizás el no recordaba la noche como había sido, teniendo en cuenta lo bebido, lo raro era que se acordase que una chica había pasado la noche con él, cosa que en el fondo le agradó mucho y se sintió orgulloso de si mismo.
De pronto, sin previo aviso, llaman a la puerta de su habitación, el sin pudor alguno y completamente desnudo, abrió la puerta para encontrarse lo que venía siendo el padre de la chica de ayer. ¿Cómo sabia que era el padre? Por que este sin mas miramientos le pegó un puñetazo en la nariz y dejó a Rodxar tirado boca arriba, sangrando algo por la nariz, y el hombre como amable y educado que fue, se despidió con unas dulces palabras -¡Como te acerques a mi hija de nuevo te juro por mi difunto padre, que lo acompañaras en el infierno!- Dulces y hermosas, a la vez de inesperadas.
Pasó un minuto hasta que recobró las fuerzas y se levantó cerrando la puerta algo molesto -Será… ella fue quien me llevó a mí- Suspiró volviendo a la tina para ahora limpiar la sangre, la toalla que en su principio era blanca, se volvió de tonos neutros como el marrón de la pintura, y tonos mas cálidos como era el rojo de su sangre y el naranja también de la pintura, al limpiarse entero con solo esa tina, la cual tenía el agua ennegrecida, se puso su taparrabos y las pocas pieles que llevaba encima, apenas cubría la mitad de su cuerpo con ellas, dejaba medio torso y las piernas al descubierto casi enteras.
Tras ello, se asomó a la ventana de su habitación para respirar algo de aire fresco y mirar también los restos de la noche anterior que aun iban siendo recogido, veía jarras, algún borracho de la noche anterior que aun seguía emborrachado, jarras en el suelo y charcos de todo tipos. Se estaba preguntando si intentaría o no salir esa noche también, con todo lo formado y sin disfraz que ponerse, pues se pensaba si merecería salir una moche mas.
Acabó mirando su disfraz, solo le quedaba en pie la cabeza del león y aun así estaba medio destrozada, quizás la noche había sido mas loca de lo previsto, salió de su habitáculo y se dirigió hacia abajo, en donde había algunos bebiendo ya a esas horas tan tempranas y otros comiendo comidas algo copiosas, cosa que veía mas normal, vio si le quedaba algo de dinero y notó que apenas tenía, solo suficiente para otra noche mas, comer algo y beber algo y una parte para un disfraz que fuese entre muchas cosas, simple y bonito.
Pidió una buena jarra de cerveza, y pan con queso, algo ligero para el desayuno, además, con ese despertar se merecía algo bueno, se sentó solo en una de las mesas de la taberna, estaba a la derecha de esta y podía ver así quienes entraban o salían, era mas que nada, curioso, mientras mordía el queso, pudo ver entrar a un hombre con una chica acompañándolo, era mona, mas que con la que había pasado aquella noche, aunque eso es otro tema, la siguió con la vita con discreción mientras comía su queso. El mirarla con aquel hombre, le hizo pensar una cosa, la mayoría de la taberna estaba con gente o solos y viejos, el se empezó a dar cuenta que estaba algo solo, echaba de menos a su manada, bajo levemente la mirada pensando en lo que estarían haciendo la manada.
El día anterior lo había pasado solo también, quitando lo de esa mujer, le costaba relacionarse con la gente, teniendo en cuenta el pasado que tenía, era normal, casi ningún contacto con otros humanos desde los 9 años, y menos con los de su especie, aun no conocía a ninguno, se puso a pensar en como sería conocer a los de su especie, estaría bien y aprendería cosas nuevas, habilidades y hasta controlar mejor su cuerpo, seria fantástico, se quedo pensando en ello mirando a la nada embobado o eso creía, se quedo mirando sin darse cuenta a la chica que acompañaba a ese hombre.
La experiencia no era la mayor para Rodxar, pero eso es otro tema. A la mañana siguiente se vio en una cama manchada por toda la pintura de Rodxar, los niños le dijeron que eso no se iba con facilidad, parecía ser que con algo de sudor y calor si, se lavó la cara y lo que pudo del cuerpo en una vieja tina que había en la habitación, de la chica de ayer no parecía haber rastro alguno, cosa que no le extrañaba para nada, quizás el no recordaba la noche como había sido, teniendo en cuenta lo bebido, lo raro era que se acordase que una chica había pasado la noche con él, cosa que en el fondo le agradó mucho y se sintió orgulloso de si mismo.
De pronto, sin previo aviso, llaman a la puerta de su habitación, el sin pudor alguno y completamente desnudo, abrió la puerta para encontrarse lo que venía siendo el padre de la chica de ayer. ¿Cómo sabia que era el padre? Por que este sin mas miramientos le pegó un puñetazo en la nariz y dejó a Rodxar tirado boca arriba, sangrando algo por la nariz, y el hombre como amable y educado que fue, se despidió con unas dulces palabras -¡Como te acerques a mi hija de nuevo te juro por mi difunto padre, que lo acompañaras en el infierno!- Dulces y hermosas, a la vez de inesperadas.
Pasó un minuto hasta que recobró las fuerzas y se levantó cerrando la puerta algo molesto -Será… ella fue quien me llevó a mí- Suspiró volviendo a la tina para ahora limpiar la sangre, la toalla que en su principio era blanca, se volvió de tonos neutros como el marrón de la pintura, y tonos mas cálidos como era el rojo de su sangre y el naranja también de la pintura, al limpiarse entero con solo esa tina, la cual tenía el agua ennegrecida, se puso su taparrabos y las pocas pieles que llevaba encima, apenas cubría la mitad de su cuerpo con ellas, dejaba medio torso y las piernas al descubierto casi enteras.
Tras ello, se asomó a la ventana de su habitación para respirar algo de aire fresco y mirar también los restos de la noche anterior que aun iban siendo recogido, veía jarras, algún borracho de la noche anterior que aun seguía emborrachado, jarras en el suelo y charcos de todo tipos. Se estaba preguntando si intentaría o no salir esa noche también, con todo lo formado y sin disfraz que ponerse, pues se pensaba si merecería salir una moche mas.
Acabó mirando su disfraz, solo le quedaba en pie la cabeza del león y aun así estaba medio destrozada, quizás la noche había sido mas loca de lo previsto, salió de su habitáculo y se dirigió hacia abajo, en donde había algunos bebiendo ya a esas horas tan tempranas y otros comiendo comidas algo copiosas, cosa que veía mas normal, vio si le quedaba algo de dinero y notó que apenas tenía, solo suficiente para otra noche mas, comer algo y beber algo y una parte para un disfraz que fuese entre muchas cosas, simple y bonito.
Pidió una buena jarra de cerveza, y pan con queso, algo ligero para el desayuno, además, con ese despertar se merecía algo bueno, se sentó solo en una de las mesas de la taberna, estaba a la derecha de esta y podía ver así quienes entraban o salían, era mas que nada, curioso, mientras mordía el queso, pudo ver entrar a un hombre con una chica acompañándolo, era mona, mas que con la que había pasado aquella noche, aunque eso es otro tema, la siguió con la vita con discreción mientras comía su queso. El mirarla con aquel hombre, le hizo pensar una cosa, la mayoría de la taberna estaba con gente o solos y viejos, el se empezó a dar cuenta que estaba algo solo, echaba de menos a su manada, bajo levemente la mirada pensando en lo que estarían haciendo la manada.
El día anterior lo había pasado solo también, quitando lo de esa mujer, le costaba relacionarse con la gente, teniendo en cuenta el pasado que tenía, era normal, casi ningún contacto con otros humanos desde los 9 años, y menos con los de su especie, aun no conocía a ninguno, se puso a pensar en como sería conocer a los de su especie, estaría bien y aprendería cosas nuevas, habilidades y hasta controlar mejor su cuerpo, seria fantástico, se quedo pensando en ello mirando a la nada embobado o eso creía, se quedo mirando sin darse cuenta a la chica que acompañaba a ese hombre.
- Importante:
- Én la taberna en la que me encuentro se encuentra Frio y su hermana, a quien miro es a la hermana de este
Rodxar
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Sin penas que arrastrar, todo lo contrario, voy irguiéndome en el segundo día del Bragiväl, si bien es cierto que sigo con el mismo disfraz y cubierta con un manto suave de sonrisas falsas, algunas más que otras como las que les dediqué bajo la máscara de carnero al brujo primeramente en el encuentro, la vehemencia y cierta insospechada sensación me invadió, surtió efecto y me enloqueció arraigada a los bastones de madera y a una sed de venganza que hoy pienso poner en práctica. El encuentro con la elfa despelotada, tan ameno al principio y sobretodo al final con una iniciativa que para nada esperé, correspondió a la perfección al ataque de la causante aquí presente, cada rosa con la que bañé su atractivo cuerpo y cada palabra que le obsequié embadurnadas en un tono sugerente fueron respondidas con perspicacia y una lengua serpentina que de no haber sido por sus piernas de gelatina, me lo hubiese creído con una risita sarcástica.
¿Qué me deparará en esta tarde-noche? Pumpa estará observándome, porque es un acosador y yo una joya de valor que presenciar en prometida perpetuidad, eterna y vivaracha contorneo las caderas con una lascivia propia de lo enigmático, si ladeo la cabeza me topo con un buen grupo de mujeres desnudas, sólo la pintura embellecen sus curvas y como es notorio, la intriga me embarga. ─ ¿Quién os lo ha hecho? ─ Pregunté con asperezas y una voz tosca, las crías pegan un bote ante el cráneo de carnero y señalan con ímpetu el bulevar de puestos y tiendas donde venderán disfraces y pintarán a los extranjeros. ─ Bien. ─ Ensancho la palma en dirección de la más adulta, ésta me observa atónita y las más pequeña me coloca en la mano una piruleta, sus muertos, estallo entre carcajadas lanzando el caramelo lo más lejos posible hasta darle a un pobre desdichado en la cabeza. ─ No me gusta lo dulce. ─ Reí, moviendo la mano de un lado a otro con cierta ansiedad. No tardó en regalarme la bolsa de aeros, que buena samaritana, con un cabeceo le agradezco y a la más pequeña del grupo le revuelvo los mechones color púrpura.
Adinerada y cantarina me alejo de la congregación de lugareños, prefiero tardar en dar un rodeo a estar empujando cabezona a todo el que se me ponga delante, detrás y hasta en los lados por propio júbilo. Superada y con una parte mía arrancada como vendría siendo la paciencia arribo a las tiendas, desde fuera observo cual es la menos aglomerada y sin penas ni recatos paso al interior. ─ ¡Vengo a robar! ─ Grité hasta que el elfo barbudo detrás del escaparate se atragantó y salió por patas a recibirme con un buen mazo henchido en aguijones perjudiciales. Traviesa encaro una de las cejas, levantando las manos hasta que se tranquiliza y percibe que estaba de coña. ─ ¿Necesitas algo, mujer? ─ Soltó remiso y sin trato angelical, ya sabemos porque nadie entra en el comercio más aburrido del Bragiväl.
Chasqueé con la lengua y entorné la mirada, en un vistazo repaso el material que está a la venta, sobretodo esa puerta reservada que veo detrás del mostrador donde pintará a las féminas y varones. ─ ¿Donde me desnudo? ─ Espeté cortante, el orejudo frunció el ceño antes de señalar con el pulgar la parte trasera, aplacado fue volteándose, cogió los materiales que necesitaría y los dos, yo detrás de él nos encerramos en una sala iluminada por candelabros y velas que clarifican la estancia. ─ Quítatelo todo. ─ Expuso libertino y con normalidad, yo le sonrío con las yemas rectas trascender por el uniforme bruno. ─ ¿Todo? ─ Repetí por jolgorio. ─ Todo. ─ Repitió él sin alargar la charla, por todos los ancestros, este hombre tiene nervios de acero o no le irán las elfas.
La ropa decae por cada voluptuosa curva junto a la máscara, mi cabello atezado, ondulado por algunas partes y liso por otras lo amanso tras acaricarlo, rebelde como siempre queda desordenado, aunque poco me importe. ─ ¿Tenías algo en mente? Puedo dibujar de todo, desde diseños de animales a bosquejos impresionantes, aunque por tu osadía, creo que lo tuyo sería algo más salvaje. ─ Asentí en una tormenta insaciable de ideas, no es sólo por destacar, es llevar al límite los parajes del bragiväl con un disfraz que rompa, sea rememorado en pesadillas y por supuesto, que nunca, nunca jamás sea ignorado por los paisanos. ─ Escarlata, ese será el tono que se desborde por todo mi cuerpo desnudo, ¿animales? Pamplinas, quiero algo que predomine. ─ De un lado a otro voy recorriendo la pequeña sala, ¿qué sera? ─ ¿Qué tal un carnage? Son alimañas bermejas que en las noches producen pesadillas a los infantes y beben sangre, de lenguas extensas y facciones oscuras. Podríamos probar, por cierto, Sindar.
Se presenta y siendo como soy refunfuño en alto, con un aspaviento doy por consentida tanto su idea como su presentación poco entusiasta. ─ Así que me convertirás en un monstruo de pieles rubíes, una pena que no me guste beber sangre. ─ En medio de sus piernas voy colocándome, Sindar aferra uno de mis tobillos y se lo lleva a su muslo, comenzará de abajo hacia arriba. ─ Las pinturas las hago yo, son artenasas y durarán toda la noche, hagas lo que hagas. ─ Uh, eso me gustó. Tras sonreír mantengo los labios entrecerrados, cruzo los brazos a la altura de mi pecho erizado y quieta cual mástil, le permito acariciar cada parte hasta irrigar con pinceles y cubrirlo de un rojo atrayente, será llamativo y en sí, queda a juego con mi tez canela.
Despacio va dedicándole tiempo a cada zona, mimándola con varios factores, pinceles, apoyado incluso de sus dedos o de alguna que otra esponja para retirar el exceso. El elfo de cabellera parda finaliza una de las piernas, yendo a la contraria hasta acabarla también. En la zona de mi entrepierna me observa, le doy permiso y con sumo cuidado de no tocar de más va rellenando los huecos vacíos. ─ No me gustas. ─ Soltó de sopetón. ─ Tienes muchas cicatrices y dificulta la pintura, deberé camuflarlas con un negro para que no haga un contraste feo. ─ La gota que colma el vaso emerge desde mis adentros, cabizbaja golpeo con el dedo índice su frente. ─ Ni son feas ni tienes que camuflarlas bribón, tan sólo píntame como se te antoje, da vida a esa imaginación que tienes, te pagaré y no nos volveremos a ver.
La madre que lo parió y lo trajo a este mundo marchito, como anfitrión de la tienda es pésimo y lo peor de todo, le divierte ser cruel con la clientela. ─ Date la vuelta, muchacha. ─ Exigió dándome la vuelta él mismo, maldito Sindar, al final le pagaré con una tunda de golpes. ─ Anfaüglir, y trátame con cariño, soy muy frágil. ─ Mentí con soberbia, como bien va indicando estiro los brazos, aporta a mi espalda un sin fin de caricias que a modo de exhalos voy pagándole por adelantado. Fuera timidez, se siente bien ser tanteada por los pinceles. En mis pechos el tío se cruza de brazos sin saber que hacer. ─ Si sigues mirándolos así, los desgastarás. Venga, más movimiento y menos babosear. ─ Está claro que no sólo examina, se regodea de una silueta "que no le gusta" ─ Es de vital importancia que el ajuste de la pintura sea perfecto, estás compensada, pero en tus pechos no sé que medidas tomar, si rojo o negro, ¿qué prefieres? ─ Preguntó con los labios torcidos. ─ Tú eres el profesional, hombre, que nos darán las tantas.
Tras rechistar prosigue con el rojo, en mis costados junto en la zona baja de mi sexo prefirió usar un negro para que el contraste sea efectivo. Con el cuerpo finalizado queda el rostro. ─ Cierra los ojos. ─ Suavizado quizá, por el tiempo que hemos ido compartiendo aguarda a que le haga caso. ─ Ni de coña, me tocarás una teta, admítelo. ─ El castaño soltó una carcajada larga, negando a continuación cuando yo rompí también a reír, cerrando los parpados obediente. Dubitativo el elfo se ciñe a las criaturas de las noches, apodadas carnages y utiliza el oscuro en todo mi rostro, con el blanco rodea cada cuenca para darle énfasis y en mis labios noto durezas, ¿dientes postizos? No, es cartón arrugado que dará la fama de ser dientes diminutos, casi imperceptibles.
Callada porque no me queda de otra no sé a donde dirigir mis manos, se supone que la pintura debe secar, ¿no? Puñetas, inquieta voy dando toquecitos en el terreno, el elfo se percata y con un "shhh" me silencia, que lo distraigo señores, que lo distraigo. ─ Quédate quieta, iré a buscar una cosa fuera. ─ Menudo mandón, rechisté incrédula y roté hacia un lateral mi cintura. ─ Corre, si vuelves y no estoy es que he salido por la ventana. ─ Le señalé la pared, porque claro, no hay ventanas en la maldita estancia. Sindar vuelve dando tumbos emocionado por su nueva creación, en mis dedos coloca cilindros puntiagudos que actuarán como garras, les da color e inspira hasta calar hondo, inflándose el pecho bien orgulloso el maldito elfo.
─ Terminado, el pelo te lo recomiendo que lo lleves suelto, al ser pequeño no molestará y te da un toque femenino. ─ Sus palabras me recordaron a la elfa del día anterior, gracias a los dos por verme cual macho bravío. ─ Creo que yendo desnuda y con tan solo unas capas de pinturas irradio feminidad que bastará para dejaros tuertos a todos. ─ Le apunté indignada y con los morros echados hacia afuera. ─ A todos. ─ El elfo sonríe, si al final nos hemos caído bien. En el mostrador hace las cuentas y en vez de pedir dinero, me da un papel con su nombre y una frasesita ligona. ─ Pásate por aquí mañana y vemos que hacer con tu siguiente disfraz. ─ Lo hace ver como una promesa, que divertido, cuanta diversión en un momento y para no lastimar sus sentimientos, seguramente nulos porque en sus luceros henchidos de satisfacción se diferenciar cuando una persona quiere más o cuando quiere menos le pregunto. ─ ¿Que tal si me paso esta noche y me preparas una buena cena y un baño para quitarme la pintura? ─ Obviamente es una mentira, con suerte no me verá el pelo más nunca. Sindar ríe y es porque el cuarto está cerrado bajo llave, junto con mis atavíos y demás pertenencias en el interior.
─ Estás loco, te voy a matar con.. ─ Mierda, mis dagas han quedado junto a la ropa. Desde mis adentros voy echándole todo tipo de pestes y maldiciones. ─ Nos vemos en unas horas, pequeña. ─ ¿¡Pequeña?! Salté por encima del mostrador y lo derribé con las manos desnudas. ─ Esta pequeña vendrá solo a por sus cosas, bueno, quizá a por un poco de esa cena, de ese baño y si tal te matará después, ¿te gusta el plan? ─ El muy masoca asiente y auxiliado con una llave maestra me lanza hacia arriba, apretándome las muñecas. ─ No seas salvaje, marimacha, el próximo disfraz será uno de doncella, verás. ─ El aire me falta y las mejillas se me tornan encarnadas de rabia, colérica me separo del elfo maleante y me dirijo a la puerta de la tienda. ─ Que te den. ─ Forajida e insultada le hago un corte de mangas, mostrándole mi bonito dedo corazón.
Afuera hace frío pero servirá para tranquilizar estos nervios que juegan conmigo, en un pasear ágil me dirijo a la zona de ocio donde suelen haber espectáculos, que el espectáculo soy yo teñida de carmesí y con motivos negruzcos, gusta, produce pavor, hay todo tipo de opiniones que como no, me pasaré por la sobrecubierta de una personalidad etérea.
¿Qué me deparará en esta tarde-noche? Pumpa estará observándome, porque es un acosador y yo una joya de valor que presenciar en prometida perpetuidad, eterna y vivaracha contorneo las caderas con una lascivia propia de lo enigmático, si ladeo la cabeza me topo con un buen grupo de mujeres desnudas, sólo la pintura embellecen sus curvas y como es notorio, la intriga me embarga. ─ ¿Quién os lo ha hecho? ─ Pregunté con asperezas y una voz tosca, las crías pegan un bote ante el cráneo de carnero y señalan con ímpetu el bulevar de puestos y tiendas donde venderán disfraces y pintarán a los extranjeros. ─ Bien. ─ Ensancho la palma en dirección de la más adulta, ésta me observa atónita y las más pequeña me coloca en la mano una piruleta, sus muertos, estallo entre carcajadas lanzando el caramelo lo más lejos posible hasta darle a un pobre desdichado en la cabeza. ─ No me gusta lo dulce. ─ Reí, moviendo la mano de un lado a otro con cierta ansiedad. No tardó en regalarme la bolsa de aeros, que buena samaritana, con un cabeceo le agradezco y a la más pequeña del grupo le revuelvo los mechones color púrpura.
Adinerada y cantarina me alejo de la congregación de lugareños, prefiero tardar en dar un rodeo a estar empujando cabezona a todo el que se me ponga delante, detrás y hasta en los lados por propio júbilo. Superada y con una parte mía arrancada como vendría siendo la paciencia arribo a las tiendas, desde fuera observo cual es la menos aglomerada y sin penas ni recatos paso al interior. ─ ¡Vengo a robar! ─ Grité hasta que el elfo barbudo detrás del escaparate se atragantó y salió por patas a recibirme con un buen mazo henchido en aguijones perjudiciales. Traviesa encaro una de las cejas, levantando las manos hasta que se tranquiliza y percibe que estaba de coña. ─ ¿Necesitas algo, mujer? ─ Soltó remiso y sin trato angelical, ya sabemos porque nadie entra en el comercio más aburrido del Bragiväl.
Chasqueé con la lengua y entorné la mirada, en un vistazo repaso el material que está a la venta, sobretodo esa puerta reservada que veo detrás del mostrador donde pintará a las féminas y varones. ─ ¿Donde me desnudo? ─ Espeté cortante, el orejudo frunció el ceño antes de señalar con el pulgar la parte trasera, aplacado fue volteándose, cogió los materiales que necesitaría y los dos, yo detrás de él nos encerramos en una sala iluminada por candelabros y velas que clarifican la estancia. ─ Quítatelo todo. ─ Expuso libertino y con normalidad, yo le sonrío con las yemas rectas trascender por el uniforme bruno. ─ ¿Todo? ─ Repetí por jolgorio. ─ Todo. ─ Repitió él sin alargar la charla, por todos los ancestros, este hombre tiene nervios de acero o no le irán las elfas.
La ropa decae por cada voluptuosa curva junto a la máscara, mi cabello atezado, ondulado por algunas partes y liso por otras lo amanso tras acaricarlo, rebelde como siempre queda desordenado, aunque poco me importe. ─ ¿Tenías algo en mente? Puedo dibujar de todo, desde diseños de animales a bosquejos impresionantes, aunque por tu osadía, creo que lo tuyo sería algo más salvaje. ─ Asentí en una tormenta insaciable de ideas, no es sólo por destacar, es llevar al límite los parajes del bragiväl con un disfraz que rompa, sea rememorado en pesadillas y por supuesto, que nunca, nunca jamás sea ignorado por los paisanos. ─ Escarlata, ese será el tono que se desborde por todo mi cuerpo desnudo, ¿animales? Pamplinas, quiero algo que predomine. ─ De un lado a otro voy recorriendo la pequeña sala, ¿qué sera? ─ ¿Qué tal un carnage? Son alimañas bermejas que en las noches producen pesadillas a los infantes y beben sangre, de lenguas extensas y facciones oscuras. Podríamos probar, por cierto, Sindar.
Se presenta y siendo como soy refunfuño en alto, con un aspaviento doy por consentida tanto su idea como su presentación poco entusiasta. ─ Así que me convertirás en un monstruo de pieles rubíes, una pena que no me guste beber sangre. ─ En medio de sus piernas voy colocándome, Sindar aferra uno de mis tobillos y se lo lleva a su muslo, comenzará de abajo hacia arriba. ─ Las pinturas las hago yo, son artenasas y durarán toda la noche, hagas lo que hagas. ─ Uh, eso me gustó. Tras sonreír mantengo los labios entrecerrados, cruzo los brazos a la altura de mi pecho erizado y quieta cual mástil, le permito acariciar cada parte hasta irrigar con pinceles y cubrirlo de un rojo atrayente, será llamativo y en sí, queda a juego con mi tez canela.
Despacio va dedicándole tiempo a cada zona, mimándola con varios factores, pinceles, apoyado incluso de sus dedos o de alguna que otra esponja para retirar el exceso. El elfo de cabellera parda finaliza una de las piernas, yendo a la contraria hasta acabarla también. En la zona de mi entrepierna me observa, le doy permiso y con sumo cuidado de no tocar de más va rellenando los huecos vacíos. ─ No me gustas. ─ Soltó de sopetón. ─ Tienes muchas cicatrices y dificulta la pintura, deberé camuflarlas con un negro para que no haga un contraste feo. ─ La gota que colma el vaso emerge desde mis adentros, cabizbaja golpeo con el dedo índice su frente. ─ Ni son feas ni tienes que camuflarlas bribón, tan sólo píntame como se te antoje, da vida a esa imaginación que tienes, te pagaré y no nos volveremos a ver.
La madre que lo parió y lo trajo a este mundo marchito, como anfitrión de la tienda es pésimo y lo peor de todo, le divierte ser cruel con la clientela. ─ Date la vuelta, muchacha. ─ Exigió dándome la vuelta él mismo, maldito Sindar, al final le pagaré con una tunda de golpes. ─ Anfaüglir, y trátame con cariño, soy muy frágil. ─ Mentí con soberbia, como bien va indicando estiro los brazos, aporta a mi espalda un sin fin de caricias que a modo de exhalos voy pagándole por adelantado. Fuera timidez, se siente bien ser tanteada por los pinceles. En mis pechos el tío se cruza de brazos sin saber que hacer. ─ Si sigues mirándolos así, los desgastarás. Venga, más movimiento y menos babosear. ─ Está claro que no sólo examina, se regodea de una silueta "que no le gusta" ─ Es de vital importancia que el ajuste de la pintura sea perfecto, estás compensada, pero en tus pechos no sé que medidas tomar, si rojo o negro, ¿qué prefieres? ─ Preguntó con los labios torcidos. ─ Tú eres el profesional, hombre, que nos darán las tantas.
Tras rechistar prosigue con el rojo, en mis costados junto en la zona baja de mi sexo prefirió usar un negro para que el contraste sea efectivo. Con el cuerpo finalizado queda el rostro. ─ Cierra los ojos. ─ Suavizado quizá, por el tiempo que hemos ido compartiendo aguarda a que le haga caso. ─ Ni de coña, me tocarás una teta, admítelo. ─ El castaño soltó una carcajada larga, negando a continuación cuando yo rompí también a reír, cerrando los parpados obediente. Dubitativo el elfo se ciñe a las criaturas de las noches, apodadas carnages y utiliza el oscuro en todo mi rostro, con el blanco rodea cada cuenca para darle énfasis y en mis labios noto durezas, ¿dientes postizos? No, es cartón arrugado que dará la fama de ser dientes diminutos, casi imperceptibles.
Callada porque no me queda de otra no sé a donde dirigir mis manos, se supone que la pintura debe secar, ¿no? Puñetas, inquieta voy dando toquecitos en el terreno, el elfo se percata y con un "shhh" me silencia, que lo distraigo señores, que lo distraigo. ─ Quédate quieta, iré a buscar una cosa fuera. ─ Menudo mandón, rechisté incrédula y roté hacia un lateral mi cintura. ─ Corre, si vuelves y no estoy es que he salido por la ventana. ─ Le señalé la pared, porque claro, no hay ventanas en la maldita estancia. Sindar vuelve dando tumbos emocionado por su nueva creación, en mis dedos coloca cilindros puntiagudos que actuarán como garras, les da color e inspira hasta calar hondo, inflándose el pecho bien orgulloso el maldito elfo.
─ Terminado, el pelo te lo recomiendo que lo lleves suelto, al ser pequeño no molestará y te da un toque femenino. ─ Sus palabras me recordaron a la elfa del día anterior, gracias a los dos por verme cual macho bravío. ─ Creo que yendo desnuda y con tan solo unas capas de pinturas irradio feminidad que bastará para dejaros tuertos a todos. ─ Le apunté indignada y con los morros echados hacia afuera. ─ A todos. ─ El elfo sonríe, si al final nos hemos caído bien. En el mostrador hace las cuentas y en vez de pedir dinero, me da un papel con su nombre y una frasesita ligona. ─ Pásate por aquí mañana y vemos que hacer con tu siguiente disfraz. ─ Lo hace ver como una promesa, que divertido, cuanta diversión en un momento y para no lastimar sus sentimientos, seguramente nulos porque en sus luceros henchidos de satisfacción se diferenciar cuando una persona quiere más o cuando quiere menos le pregunto. ─ ¿Que tal si me paso esta noche y me preparas una buena cena y un baño para quitarme la pintura? ─ Obviamente es una mentira, con suerte no me verá el pelo más nunca. Sindar ríe y es porque el cuarto está cerrado bajo llave, junto con mis atavíos y demás pertenencias en el interior.
─ Estás loco, te voy a matar con.. ─ Mierda, mis dagas han quedado junto a la ropa. Desde mis adentros voy echándole todo tipo de pestes y maldiciones. ─ Nos vemos en unas horas, pequeña. ─ ¿¡Pequeña?! Salté por encima del mostrador y lo derribé con las manos desnudas. ─ Esta pequeña vendrá solo a por sus cosas, bueno, quizá a por un poco de esa cena, de ese baño y si tal te matará después, ¿te gusta el plan? ─ El muy masoca asiente y auxiliado con una llave maestra me lanza hacia arriba, apretándome las muñecas. ─ No seas salvaje, marimacha, el próximo disfraz será uno de doncella, verás. ─ El aire me falta y las mejillas se me tornan encarnadas de rabia, colérica me separo del elfo maleante y me dirijo a la puerta de la tienda. ─ Que te den. ─ Forajida e insultada le hago un corte de mangas, mostrándole mi bonito dedo corazón.
Afuera hace frío pero servirá para tranquilizar estos nervios que juegan conmigo, en un pasear ágil me dirijo a la zona de ocio donde suelen haber espectáculos, que el espectáculo soy yo teñida de carmesí y con motivos negruzcos, gusta, produce pavor, hay todo tipo de opiniones que como no, me pasaré por la sobrecubierta de una personalidad etérea.
- Disfraz, carnage:
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Última edición por Eretria Noorgard el Lun Mar 13, 2017 10:50 pm, editado 3 veces
Eretria Noorgard
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