[Tema cerrado] Último día en las islas [Libre] [interpretativo]
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Con las primeras luces del sol entrando por la ventana, Nahir se levanta de la cama, no sin antes estirar los brazos por encima de la cabeza y abrir la boca en un gran bostezo. Después de asearse y enfundarse en su vestido color turquesa, se sienta en el taburete que tiene en su habitación, delante de una mesa donde cada noche deja sus anillos, collares y pulseras de pies. Antes de ponérselos, se hace un par de trenzas de raíz que caen por su espalda. Su madre aun duerme, seguramente aún tiene un par de horas de margen hasta que se despierte, anoche trabajó hasta tarde. Abre las ventanas para ventilar la casa y sale corriendo hacia la playa. Apenas se encuentra gente a aquellas horas por el camino. Normalmente tarda más en llegar, ya que suele llevar una cesta que llena por el camino con flores y hierbas, pero hoy es un día diferente. El sol brilla más que nunca, el aire hace bailar las hojas de los árboles en una danza que jamás había visto, o quizás el día es como otro cualquiera y la única diferente es ella.
Cuando llega no se detiene hasta que sus pies entran en contacto con el agua. Cierra los ojos, inspira, aguanta el aire en sus pulmones, el agua va y viene mojándole los tobillos, expira lentamente, abre los ojos sonriendo. Alza los brazos, colocando las palmas de las manos hacia arriba. Un hilo de agua sale de entre las olas, acompañando sus brazos. Mueve los pies lentamente, empezando a dar una vuelta sobre sí misma. El agua la sigue, creando una especie de remolino a su alrededor. Enfría sus manos, haciendo a la vez que las puntas de las lenguas de agua se tornen de hielo. Del peso estás empiezan a caer, pero Nahir las aguanta a la altura de sus rodillas usando la telequinesis, las baja lentamente, hasta que estas quedan totalmente sumergidas en el fondo.
El tiempo se le pasaba volando, ya era hora de volver a casa. Esta vez el camino lo hizo andando, mirado cada árbol y piedra, acariciando las hojas de los arbustos. Pasaría mucho tiempo hasta que volviese a aquel lugar, estaba decidida. Al llegar su madre ya había preparado el desayuno, dándole los buenos días se sentó frente a ella y comieron en silencio.
-Mamá…- tenía la vista fija en el plato, ya vacío.
-Lo sé. - respondió ella a la explicación que no hacía falta que diera. - ¿Hoy? - Nahir asiente con la cabeza. Tiene las manos bajo la meza, con los dedos se pellizca las piedras de los anillos. –Vamos a darnos prisa, diría que el barco zarpa esta misma noche. - dice mientras se levanta y comienza a recoger la mesa. Nahir asiente nuevamente ayudando a su madre.
-Voy a por un par de cosas, ¿necesitas algo? - pregunta apoyando la cara en el marco de la puerta.
-Despedirme de mi hija. - dijo dulcemente, acompañando la frase con una tierna sonrisa.
-Sabes que sí. - antes de irse se despide de ella con la mano.
Camina pausadamente hasta el centro de Beltrexus, enumerando mentalmente las cosas que debe hacer antes de irse de las islas.
Cuando llega no se detiene hasta que sus pies entran en contacto con el agua. Cierra los ojos, inspira, aguanta el aire en sus pulmones, el agua va y viene mojándole los tobillos, expira lentamente, abre los ojos sonriendo. Alza los brazos, colocando las palmas de las manos hacia arriba. Un hilo de agua sale de entre las olas, acompañando sus brazos. Mueve los pies lentamente, empezando a dar una vuelta sobre sí misma. El agua la sigue, creando una especie de remolino a su alrededor. Enfría sus manos, haciendo a la vez que las puntas de las lenguas de agua se tornen de hielo. Del peso estás empiezan a caer, pero Nahir las aguanta a la altura de sus rodillas usando la telequinesis, las baja lentamente, hasta que estas quedan totalmente sumergidas en el fondo.
El tiempo se le pasaba volando, ya era hora de volver a casa. Esta vez el camino lo hizo andando, mirado cada árbol y piedra, acariciando las hojas de los arbustos. Pasaría mucho tiempo hasta que volviese a aquel lugar, estaba decidida. Al llegar su madre ya había preparado el desayuno, dándole los buenos días se sentó frente a ella y comieron en silencio.
-Mamá…- tenía la vista fija en el plato, ya vacío.
-Lo sé. - respondió ella a la explicación que no hacía falta que diera. - ¿Hoy? - Nahir asiente con la cabeza. Tiene las manos bajo la meza, con los dedos se pellizca las piedras de los anillos. –Vamos a darnos prisa, diría que el barco zarpa esta misma noche. - dice mientras se levanta y comienza a recoger la mesa. Nahir asiente nuevamente ayudando a su madre.
-Voy a por un par de cosas, ¿necesitas algo? - pregunta apoyando la cara en el marco de la puerta.
-Despedirme de mi hija. - dijo dulcemente, acompañando la frase con una tierna sonrisa.
-Sabes que sí. - antes de irse se despide de ella con la mano.
Camina pausadamente hasta el centro de Beltrexus, enumerando mentalmente las cosas que debe hacer antes de irse de las islas.
Última edición por Nahir el Mar Ene 29 2019, 00:48, editado 2 veces
Nahir
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Re: [Tema cerrado] Último día en las islas [Libre] [interpretativo]
-Muchas gracias, hasta pronto. – se despidió la bruja del dependiente de la herrería. Se guardó la vaina de la daga en la cesta que había cogido de casa y empezó a andar hasta la siguiente parada. Hacía un par de días que se había pasado a que le echasen un vistazo a su daga, la vaina se había torcido un poco por la parte de la boquilla, era muy leve, pero debía forzar el arma para poder envainarla, a la larga terminaría siendo un problema.
Ahora tocaba la armadura, había un pequeño puesto, no muy alejado de la herrería, donde arreglaban armaduras. Había pedido que le incrustasen algunas piedras de colores que había encontrado en el mar el pasado invierno.
-Ahora mismo te la traigo…- dijo el anciano nada más verla. Estaba acabando de ponerle un trozo de cuero a un casco, por la parte del cuello. Nahir asintió, juntando sus manos pacientemente. Había un par de armaduras completas puestas en la parte delantera del puestecito, a modo de exposición. Debían pesar más que un crasgwar, no se imaginaba poder siquiera andar con aquello tan tosco, aunque quizás su armadura tampoco le garantizaba salir ilesa en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, pensándolo mejor. Justo en ese momento llegó el anciano. No le importaba, le encantaba, había quedado tal y como se lo había imaginado.
- Oh vaya, ha quedado muy bien. - dijo entusiasmas. Pasaba las manos por el material, como si hubiese olvidado su tacto. Pasó los dedos por la parte nueva, quedaba realmente bien.
-Espero que no te vayas a meter en una pelea con esto. – añadió mientras se tocaba la canosa barba. Hasta él veía poco metal en aquella armadura, pero los magos no necesitamos tanto… ¿no?
-Que vaya bien señor, ¡saludos a su mujer! -aunque no lo pareciese, aquel hombre estaba casado con una de las mujeres más dulces que Nahir había conocido. Era una anciana de cabellos totalmente blancos y largos hasta los hombros, siempre portaba una eonishia en la oreja. Bastantes años atrás, la anciana enseñó tanto a Nahir como a dos niñas más de la cuidad a coser. Lo más básico, pero muy útil.
Que me queda… pensaba la joven entrecerrando los ojos. Se había puesto a caminar sin rumbo, disfrutando del día en la cuidad de los brujos. Pasó frente a un puesto de comida y se paró a comprar un par de hongos estivales y uno de wareil, podían hacer una crema y, además, extrayendo el núcleo del último, su madre podría hacer una poción.
Ahora tocaba la armadura, había un pequeño puesto, no muy alejado de la herrería, donde arreglaban armaduras. Había pedido que le incrustasen algunas piedras de colores que había encontrado en el mar el pasado invierno.
-Ahora mismo te la traigo…- dijo el anciano nada más verla. Estaba acabando de ponerle un trozo de cuero a un casco, por la parte del cuello. Nahir asintió, juntando sus manos pacientemente. Había un par de armaduras completas puestas en la parte delantera del puestecito, a modo de exposición. Debían pesar más que un crasgwar, no se imaginaba poder siquiera andar con aquello tan tosco, aunque quizás su armadura tampoco le garantizaba salir ilesa en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, pensándolo mejor. Justo en ese momento llegó el anciano. No le importaba, le encantaba, había quedado tal y como se lo había imaginado.
- Oh vaya, ha quedado muy bien. - dijo entusiasmas. Pasaba las manos por el material, como si hubiese olvidado su tacto. Pasó los dedos por la parte nueva, quedaba realmente bien.
-Espero que no te vayas a meter en una pelea con esto. – añadió mientras se tocaba la canosa barba. Hasta él veía poco metal en aquella armadura, pero los magos no necesitamos tanto… ¿no?
-Que vaya bien señor, ¡saludos a su mujer! -aunque no lo pareciese, aquel hombre estaba casado con una de las mujeres más dulces que Nahir había conocido. Era una anciana de cabellos totalmente blancos y largos hasta los hombros, siempre portaba una eonishia en la oreja. Bastantes años atrás, la anciana enseñó tanto a Nahir como a dos niñas más de la cuidad a coser. Lo más básico, pero muy útil.
Que me queda… pensaba la joven entrecerrando los ojos. Se había puesto a caminar sin rumbo, disfrutando del día en la cuidad de los brujos. Pasó frente a un puesto de comida y se paró a comprar un par de hongos estivales y uno de wareil, podían hacer una crema y, además, extrayendo el núcleo del último, su madre podría hacer una poción.
Nahir
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Re: [Tema cerrado] Último día en las islas [Libre] [interpretativo]
Caminaba pausadamente, mirando los puestos y las casas, la gente y cada detalle de aquella maravillosa cuidad. Ahora que había decidido abandonarla, todo aquello a lo que se había acostumbrado y apenas le producía interés alguno, ahora el creaba añoranza.
-Echaré de menos todo esto…pero es hora de conocer mundo- dijo en un susurro para ella misma, mientras cogía la cesta con ambas manos por el asa y daba una vuelta sobre sí misma, sonriendo.
Aún quedaban unas horas para comer, así que se acercó a una plaza a hacer tiempo. Se sentó en una piedra que había en una zona de hierba, verde y aún húmeda por la lluvia de la noche anterior. Dejó la cesta aun lado y cruzó una pierna sobre la otra, apoyando las manos en la piedra junto a sus caderas. Había unos niños jugando a unos metros de donde se encontraba ella, al parecer discutía cuál de ellos era el más indicado para ser el próximo profesor de la gran academia de magia de la cuidad. El más alto de todos aseguraba ser él, puerto que era el mayor de todos, al parecer aquello le aportaba mayor reconocimiento ante los demás. Una de las niñas, la que vestía con una túnica de color negro, contrarrestaba los argumentos del primero diciendo que ella, siendo más pequeña, tenía mayor capacidad de concentración que todos los demás, acompañó aquella frase con un dedo que los señalaba a todos sin excepción. Casi todos empezaron a reírse de la situación. Para aumentar las risas, el niño alto se burló de otro que tenía el pelo largo, diciendo que él no decía nada porque era el peor de todos. Los niños siguieron riendo. Entonces el niño de cabellos largo extendió la mano hacia una pluma que había en el suelo, intentando moverla con telequinesis, si conseguía hacerlo demostraría que todo aquello era mentira. Se estaba poniendo rojo y el brazo le temblaba, las risas de los demás no le ayudaba, su labio inferior empezó a arrugarse. Nahir, sin levantar la mano de la piedra, alzó levemente los dedos de su mano para mover la pluma, esta empezó a moverse entre todos los niños. El de pelo largo estaba con los ojos muy abiertos, sorprendido, pero los que se habían quedado totalmente sorprendidos y con la boca abierta fueron los demás. Cuando la pluma se posó en el hombro del más alto, todos se fueron junto al de pelo largo a felicitarle. Nahir sonrió sin dejar de mirarlos cuando estos se iban del parque.
-Echaré de menos todo esto…pero es hora de conocer mundo- dijo en un susurro para ella misma, mientras cogía la cesta con ambas manos por el asa y daba una vuelta sobre sí misma, sonriendo.
Aún quedaban unas horas para comer, así que se acercó a una plaza a hacer tiempo. Se sentó en una piedra que había en una zona de hierba, verde y aún húmeda por la lluvia de la noche anterior. Dejó la cesta aun lado y cruzó una pierna sobre la otra, apoyando las manos en la piedra junto a sus caderas. Había unos niños jugando a unos metros de donde se encontraba ella, al parecer discutía cuál de ellos era el más indicado para ser el próximo profesor de la gran academia de magia de la cuidad. El más alto de todos aseguraba ser él, puerto que era el mayor de todos, al parecer aquello le aportaba mayor reconocimiento ante los demás. Una de las niñas, la que vestía con una túnica de color negro, contrarrestaba los argumentos del primero diciendo que ella, siendo más pequeña, tenía mayor capacidad de concentración que todos los demás, acompañó aquella frase con un dedo que los señalaba a todos sin excepción. Casi todos empezaron a reírse de la situación. Para aumentar las risas, el niño alto se burló de otro que tenía el pelo largo, diciendo que él no decía nada porque era el peor de todos. Los niños siguieron riendo. Entonces el niño de cabellos largo extendió la mano hacia una pluma que había en el suelo, intentando moverla con telequinesis, si conseguía hacerlo demostraría que todo aquello era mentira. Se estaba poniendo rojo y el brazo le temblaba, las risas de los demás no le ayudaba, su labio inferior empezó a arrugarse. Nahir, sin levantar la mano de la piedra, alzó levemente los dedos de su mano para mover la pluma, esta empezó a moverse entre todos los niños. El de pelo largo estaba con los ojos muy abiertos, sorprendido, pero los que se habían quedado totalmente sorprendidos y con la boca abierta fueron los demás. Cuando la pluma se posó en el hombro del más alto, todos se fueron junto al de pelo largo a felicitarle. Nahir sonrió sin dejar de mirarlos cuando estos se iban del parque.
Nahir
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Re: [Tema cerrado] Último día en las islas [Libre] [interpretativo]
Ya quedaba poco para el medio día, en breves debía volver a casa para comer con su madre. Pero antes haría una breve parada en una de las tabernas del centro. Cuando acompañaba a su padre de pequeña a hacer recados siempre terminaban ahí, los dos se bebían un zumo de frutas de las islas antes de volver a casa. Puso la mano en la puerta de madera y antes de abrir suspiró, hacía mucho que no iba a aquel lugar, le recordaba sentimiento que había escondido durante mucho tiempo, pero no podía irse de allí sin despedirse de aquel lugar.
- Buenos días…
Sus ojos estudiaron el lugar, estaba igual que como lo recordaba: las cortinas de color amarillo hacían que la luz que entraba por las ventanas se intensificasen aún más, quedaba cálido y acogedor. Habían mesas de color madera oscuro a ambos lados, y el centro estaba libre, dejando un pasillo para poder llegar a la barra sin tener que sortear obstáculos. Detrás de la barra había un joven, ella esperaba encontrar a aquel hombre mayor de barba larga que siempre les atendía. Tardó un poco en darse cuenta que estaba mirando descaradamente al tabernero, de arriba abajo, escudriñándole a fondo, se dio cuenta cuando al fijarse en sus ojos oscuros como la noche estos también la estaban mirándola. Nahir puedo notar como sus mejillas se calentaban, seguro que se había puesto ropa. Bajo la cabeza, ahora mirando al suelo. Algo sucio…pensó la bruja olvidando por un segundo donde estaba y lo que acababa de pasar.
- ¿Te pongo alguna cosa?
La voz del joven hizo que Nahir volviese a la realidad. Alzó la miraba para encontrarse con la de él, que claramente esperaba una respuesta. Avanzó los pasos que la separaban de la barra y pidió un zumo de frutas. Como le indicaron, ella esperó pacientemente en una de las mesas del establecimiento, en la que había junto a la ventana más grande. La daba vueltas a sus anillos, era un gesto que solía hacer cuando estaba nervioso, normalmente.
- Aquí tienes, tu zumo. Buen provecho señorita.
- Gracias…- aquellas palabras la había hecho sentirse una cría ¿Cuántos años debería tener aquel chico? Poco más que ella, a lo sumo dos años. Pero había sido muy amable y el sumo estaba riquísimo, así que regalo una amplia sonrisa antes de que este se retirase a continuar trabajando.
Por lo que había podido escuchar iban a tener mucha gente a comer en un par de horas, y tanto el chico joven como una mujer, que había podido entrever por la puerta de la cocina, estaban muy atareados. No tardaría mucho en irse, parecía que aquello se iba a llenar de un momento a otro, lo que menos deseaba en aquellos momentos era estorbar, o incluso verse rodeada de toda la marabunta de gente que debía estar al caer.
- Buenos días…
Sus ojos estudiaron el lugar, estaba igual que como lo recordaba: las cortinas de color amarillo hacían que la luz que entraba por las ventanas se intensificasen aún más, quedaba cálido y acogedor. Habían mesas de color madera oscuro a ambos lados, y el centro estaba libre, dejando un pasillo para poder llegar a la barra sin tener que sortear obstáculos. Detrás de la barra había un joven, ella esperaba encontrar a aquel hombre mayor de barba larga que siempre les atendía. Tardó un poco en darse cuenta que estaba mirando descaradamente al tabernero, de arriba abajo, escudriñándole a fondo, se dio cuenta cuando al fijarse en sus ojos oscuros como la noche estos también la estaban mirándola. Nahir puedo notar como sus mejillas se calentaban, seguro que se había puesto ropa. Bajo la cabeza, ahora mirando al suelo. Algo sucio…pensó la bruja olvidando por un segundo donde estaba y lo que acababa de pasar.
- ¿Te pongo alguna cosa?
La voz del joven hizo que Nahir volviese a la realidad. Alzó la miraba para encontrarse con la de él, que claramente esperaba una respuesta. Avanzó los pasos que la separaban de la barra y pidió un zumo de frutas. Como le indicaron, ella esperó pacientemente en una de las mesas del establecimiento, en la que había junto a la ventana más grande. La daba vueltas a sus anillos, era un gesto que solía hacer cuando estaba nervioso, normalmente.
- Aquí tienes, tu zumo. Buen provecho señorita.
- Gracias…- aquellas palabras la había hecho sentirse una cría ¿Cuántos años debería tener aquel chico? Poco más que ella, a lo sumo dos años. Pero había sido muy amable y el sumo estaba riquísimo, así que regalo una amplia sonrisa antes de que este se retirase a continuar trabajando.
Por lo que había podido escuchar iban a tener mucha gente a comer en un par de horas, y tanto el chico joven como una mujer, que había podido entrever por la puerta de la cocina, estaban muy atareados. No tardaría mucho en irse, parecía que aquello se iba a llenar de un momento a otro, lo que menos deseaba en aquellos momentos era estorbar, o incluso verse rodeada de toda la marabunta de gente que debía estar al caer.
Nahir
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Re: [Tema cerrado] Último día en las islas [Libre] [interpretativo]
A un par de mesas de donde se encontraba la joven bruja había un hombre mayor con algo de beber y media manzana en el plato. Apenas estaba pendiente de su desayuno, su atención se centraba únicamente en la vela que había en medio de la mesa. Con la mano extendida sobre ella, el anciano hacía que la llama se hiciese casi de un palmo de grande, para después hacerla tan pequeña y débil que apenas se percibía. Parecía que no le importase que el fuego le tocase la mano, quizás no le quemaba. Con la cabeza apoyada en una mano, la joven se quedó un buen rato mirando al hombre, mientras terminaba su zumo.
- ¿Tú también dominas el fuego, niña? - preguntó el anciano sin siquiera mover la cabeza.
Nahir se sorprendió al escuchar aquello, quizás había sido muy descarada y maleducada, pero su tono no parecía enfadado.
-No, yo domino el agua…- respondió la joven dejando ambas manos sobre la mesa.
-Ven, siéntate aquí.
La joven dudó por un segundo, pero hizo caso del anciano y se sentó frente a él. Los ojos del hombre no se apartaban de la llama, parecía hipnotizado. Nahir esperó haciendo lo mismo: la llama parecía bailar a un ritmo rápido y constante. Poco a poco, el fuego fue creciendo, para el gusto de la joven, demasiado.
- ¿Cuánto crees que tardarías en apagar esta taberna si saliese ardiendo?
Aquella pregunta hizo que el ceño de la joven se frunciese, despegando la vista de la vela para fiarse ahora en el hombre, que la miraba de manera desafiante.
-Yo…no…-
Se estaba poniendo tensa ¿no lo estaría diciendo en serio? La boca del anciano arqueó una sonrisa antes de alzar ambas manos hacía el techo. El fuego le acompaño, creciendo en un solo segundo. Las llamas se extendieron por toda la mesa en la que se encontraban, Nahir, de un salto, se apartó de esta, asustada.
- ¿¡Qué está haciendo!?
La bruja alzó ambas manos, colocándolas delante del fuego. El agua de los vasos y las jarras que había en la barra empezaron a salir de sus recipientes, estirándose y moviéndose como si fuesen serpientes. El agua llegó a tiempo para reducir el fuego, cuando este de hubo extinguido lo único que sacó a la joven de su trance fue la risa del anciano.
-Qué bueno…- decía el anciano entre risas. –Hacía tano que no me divertía así.
- ¡Podría haberlo quemado todo! - dijo Nahir alterada, alzando la voz.
El chico que la había atendido asomó la cabeza al escuchar a la joven, al parecer no se habían percatado de nada. Increíble… pensó la chica dejando caer lo hombros.
-Cálmate, cálmate, eres muy joven para ser tan aburrida. Nunca ha habido fuego, lo ves, soy ilusionista. Tus ojos no siempre te muestran toda la realidad, eh, pequeña bruja.
Nahir parpadeaba mirando al hombre, que mientras se explicaba hacía una leve demostración de su poder, creando la imagen de una pequeña pailiiva en la palma de la mano. La bruja suspiró y se dejó caer en el taburete.
-Eh, pero has estado bien, aunque ahora la mesa está empapada…- parecía que el hombre no podía aguantarse la risa.
Nahir fue al chico a pedirle un paño para limpiar ella misma la mesa, con el pretexto de que se le había volcado un vaso de agua. Cuando ya estuvo todo limpio y seco, la joven dejó el vaso de zumo con los aeros correspondientes en la barra.
-La verdad es que parecía muy real…-
Se despidió del anciano con una leve sonrisa. Este se despidió de ella con la mano, sonriendo, empezando a hablar con un hombre que se había sentado no muy lejos de él. Ahora, desde la puerta, podía ver que el vaso del hombre y la manzana estaban intactos, y que no había ninguna vela en el centro de la mesa.
Y ahora para casa.
- ¿Tú también dominas el fuego, niña? - preguntó el anciano sin siquiera mover la cabeza.
Nahir se sorprendió al escuchar aquello, quizás había sido muy descarada y maleducada, pero su tono no parecía enfadado.
-No, yo domino el agua…- respondió la joven dejando ambas manos sobre la mesa.
-Ven, siéntate aquí.
La joven dudó por un segundo, pero hizo caso del anciano y se sentó frente a él. Los ojos del hombre no se apartaban de la llama, parecía hipnotizado. Nahir esperó haciendo lo mismo: la llama parecía bailar a un ritmo rápido y constante. Poco a poco, el fuego fue creciendo, para el gusto de la joven, demasiado.
- ¿Cuánto crees que tardarías en apagar esta taberna si saliese ardiendo?
Aquella pregunta hizo que el ceño de la joven se frunciese, despegando la vista de la vela para fiarse ahora en el hombre, que la miraba de manera desafiante.
-Yo…no…-
Se estaba poniendo tensa ¿no lo estaría diciendo en serio? La boca del anciano arqueó una sonrisa antes de alzar ambas manos hacía el techo. El fuego le acompaño, creciendo en un solo segundo. Las llamas se extendieron por toda la mesa en la que se encontraban, Nahir, de un salto, se apartó de esta, asustada.
- ¿¡Qué está haciendo!?
La bruja alzó ambas manos, colocándolas delante del fuego. El agua de los vasos y las jarras que había en la barra empezaron a salir de sus recipientes, estirándose y moviéndose como si fuesen serpientes. El agua llegó a tiempo para reducir el fuego, cuando este de hubo extinguido lo único que sacó a la joven de su trance fue la risa del anciano.
-Qué bueno…- decía el anciano entre risas. –Hacía tano que no me divertía así.
- ¡Podría haberlo quemado todo! - dijo Nahir alterada, alzando la voz.
El chico que la había atendido asomó la cabeza al escuchar a la joven, al parecer no se habían percatado de nada. Increíble… pensó la chica dejando caer lo hombros.
-Cálmate, cálmate, eres muy joven para ser tan aburrida. Nunca ha habido fuego, lo ves, soy ilusionista. Tus ojos no siempre te muestran toda la realidad, eh, pequeña bruja.
Nahir parpadeaba mirando al hombre, que mientras se explicaba hacía una leve demostración de su poder, creando la imagen de una pequeña pailiiva en la palma de la mano. La bruja suspiró y se dejó caer en el taburete.
-Eh, pero has estado bien, aunque ahora la mesa está empapada…- parecía que el hombre no podía aguantarse la risa.
Nahir fue al chico a pedirle un paño para limpiar ella misma la mesa, con el pretexto de que se le había volcado un vaso de agua. Cuando ya estuvo todo limpio y seco, la joven dejó el vaso de zumo con los aeros correspondientes en la barra.
-La verdad es que parecía muy real…-
Se despidió del anciano con una leve sonrisa. Este se despidió de ella con la mano, sonriendo, empezando a hablar con un hombre que se había sentado no muy lejos de él. Ahora, desde la puerta, podía ver que el vaso del hombre y la manzana estaban intactos, y que no había ninguna vela en el centro de la mesa.
Y ahora para casa.
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Re: [Tema cerrado] Último día en las islas [Libre] [interpretativo]
Su madre había salido de casa un rato, seguramente a buscar alguna planta para un encargo, así que tenía la casa para ella sola.
Lo primero que hizo nada mas llegar, parte de dejar la compra en la cocina, fue ponerse algo más cómodo: tenía un vestido de color banco sin mangas que siempre se ponía para estar por casa, así no manchaba la ropa de calle. Era un vestido ancho y fresco, le encantaba. Se enfundó el delantal de cuadros rojos que siempre usaban en casa para cocinar y empezó a preparar la crema mágica.
Lo primero era extirpar el núcleo del hongo warail, ella particularmente nunca dejaba nada, ya que le daba miedo pasarse y que hubiese un exceso, por lo que el primero de los pasos era el que seguramente más entretenida le tenía. Tras preparar la olla con agua y un poco de sal la puso al fuego, esperando a que esta se calentase mientras cortaba los hongos y una patata. La patata rebajaba un poco el sabor de la crema, pero así le gustaba a su madre. Una vez el agua le llegó a hervir añadió los hongos y la patata, para después taparlo con la tapa y dejarlo hacer un rato.
Mientras la comida se iba haciendo, Nahir fue a su habitación, ya habían pensado y repensado lo que se iba a llevar aquella misma noche, y realmente era poca cosa, pero aun así se ponía nerviosa solo de pensarlo: a veces podía ser un poco despistada, y no era el mejor momento para serlo. Sobre su lecho, empezó a dejar todo lo que se quería llevar: su daga, el vestido de calle, la “armadura”, una pequeña bolsita de piel que ella misma había confeccionado para llevar los pocos aeros que había ahorrado, sus joyas… giró levemente la cabeza para mirar la caja en la que tenía todas sus joyas, debería escoger unas pocas, las que se llevaría puestas, no iba a cargar con todo aquello. Estaba sentada en el suelo, con la caja entre las piernas, haciendo un montoncito a la derecha y otro a la izquierda, con lo que se iba a llevar y lo que dejaría en casa, cuando abrió mucho los ojos.
La crema.
Escurrió los hongos y la patata, pasándoles un agua después, ya que en casa les gustaba tomarse la crema fría, así bajaría un poco a temperatura de estas. Las dejó reposar unos minutos en un bol mientras sacaba la leche para triturarlo todo posteriormente. Como se comía frio, lo sirvió ya en los platos. Fue a la habitación que su madre empleaba para hacer las pociones y cogió un par de ramitas de barrimoth que junto a un poco de pimienta y una, como le gustaba llamarlo a ella, lluvia de pipas, ya estaba la crema en la mesa lista para comer.
Cogió un bote de cristal y guardó el agua de los hongos, seguro que su madre hacía una sopa al día siguiente.
- Así que esto es lo que tenías que ir a comprar… - dijo su madre mirándola desde la puerta.
Nahir se volvió hacía ella con una sonrisa de oreja a oreja, asintiendo. Su madre iba con la cesta llena, eso debía de ser para más de un pedido. Tras darle un beso en la frente fue a su habitación a dejar las cosas.
- Ya mismo salgo, dame un momento – pudo escucharla desde la otra habitación
La bruja se sentó en la mesa a esperar a su madre, mientras movía los pies, impaciente, aquella iba a ser la última cena con su madre en mucho tiempo.
- Y esto de poste… - dijo su madre sentándose en la mesa, dejando sobre ella unas naranjas de Dundarak, le encantaban.
Lo primero que hizo nada mas llegar, parte de dejar la compra en la cocina, fue ponerse algo más cómodo: tenía un vestido de color banco sin mangas que siempre se ponía para estar por casa, así no manchaba la ropa de calle. Era un vestido ancho y fresco, le encantaba. Se enfundó el delantal de cuadros rojos que siempre usaban en casa para cocinar y empezó a preparar la crema mágica.
Lo primero era extirpar el núcleo del hongo warail, ella particularmente nunca dejaba nada, ya que le daba miedo pasarse y que hubiese un exceso, por lo que el primero de los pasos era el que seguramente más entretenida le tenía. Tras preparar la olla con agua y un poco de sal la puso al fuego, esperando a que esta se calentase mientras cortaba los hongos y una patata. La patata rebajaba un poco el sabor de la crema, pero así le gustaba a su madre. Una vez el agua le llegó a hervir añadió los hongos y la patata, para después taparlo con la tapa y dejarlo hacer un rato.
Mientras la comida se iba haciendo, Nahir fue a su habitación, ya habían pensado y repensado lo que se iba a llevar aquella misma noche, y realmente era poca cosa, pero aun así se ponía nerviosa solo de pensarlo: a veces podía ser un poco despistada, y no era el mejor momento para serlo. Sobre su lecho, empezó a dejar todo lo que se quería llevar: su daga, el vestido de calle, la “armadura”, una pequeña bolsita de piel que ella misma había confeccionado para llevar los pocos aeros que había ahorrado, sus joyas… giró levemente la cabeza para mirar la caja en la que tenía todas sus joyas, debería escoger unas pocas, las que se llevaría puestas, no iba a cargar con todo aquello. Estaba sentada en el suelo, con la caja entre las piernas, haciendo un montoncito a la derecha y otro a la izquierda, con lo que se iba a llevar y lo que dejaría en casa, cuando abrió mucho los ojos.
La crema.
Escurrió los hongos y la patata, pasándoles un agua después, ya que en casa les gustaba tomarse la crema fría, así bajaría un poco a temperatura de estas. Las dejó reposar unos minutos en un bol mientras sacaba la leche para triturarlo todo posteriormente. Como se comía frio, lo sirvió ya en los platos. Fue a la habitación que su madre empleaba para hacer las pociones y cogió un par de ramitas de barrimoth que junto a un poco de pimienta y una, como le gustaba llamarlo a ella, lluvia de pipas, ya estaba la crema en la mesa lista para comer.
Cogió un bote de cristal y guardó el agua de los hongos, seguro que su madre hacía una sopa al día siguiente.
- Así que esto es lo que tenías que ir a comprar… - dijo su madre mirándola desde la puerta.
Nahir se volvió hacía ella con una sonrisa de oreja a oreja, asintiendo. Su madre iba con la cesta llena, eso debía de ser para más de un pedido. Tras darle un beso en la frente fue a su habitación a dejar las cosas.
- Ya mismo salgo, dame un momento – pudo escucharla desde la otra habitación
La bruja se sentó en la mesa a esperar a su madre, mientras movía los pies, impaciente, aquella iba a ser la última cena con su madre en mucho tiempo.
- Y esto de poste… - dijo su madre sentándose en la mesa, dejando sobre ella unas naranjas de Dundarak, le encantaban.
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Re: [Tema cerrado] Último día en las islas [Libre] [interpretativo]
Fue una cena divertida y amena, apenas había que tirar un poco de Nahir para que esta se arrancase a hablar, y a su madre le encantaba hacerlo. Entre ellas no existían los secretos, o casi ninguno, por lo que la joven bruja veía en ella, aparte de a su madre, una persona de muchísima confianza, se podría decir que la que más en todo el mundo. Con su madre podía ser ella misma, sin esconder nada o tener que estar pensado como decir la cosas.
No tocaron mucho el tema del viaje de Nahir, ya que a su madre le apenaba bastante aquello. Entendía la situación de su hija, pero eso no quería decir que no pensase algunas veces de manera un poco más egoísta, queriéndola a su lado para siempre.
- Te he traído un regalo… - dijo la madre dejando un libro sobre la mesa, para empujarlo con la punta de los dedos hacía Nahir.
- “Territorio humano y sus plantas venenosas” – leyó Nahir antes de mirar a su madre.
- Bueno, ya sabes, nunca se sabe. Cuando más informada mejor, ¿no? Además, algo tendrás que hacer en el barco antes de dormir.
La joven miraba a su madre con una tierna sonrisa.
- Claro mamá, es perfecto, muchas gracias. – puso la mano sobre la de su madre que aún estaba en el libro, mirándole a los ojos. Ambas se quedaron un momento disfrutando de aquellos últimos instantes.
- Bueno, ¿ya lo tienes todo listo? – dijo su madre empezando a levantarse para recoger la mesa.
Nahir fue a hacer lo propio, pero su madre la paró poniéndole una mano en el hombro. El plato de naranjas, cortadas por la mitad, con un poco de azúcar en el borde, donde la cascara era aún un poco agria apareció ante ella. No hizo falta decirle mucho para empezar a comérselo. La fruta le volvía loca.
- Casi todo, me faltan algunos detalles...
- Pues venga, yo termino con todo esto y tu ponte al lio, que al final perderás el barco. –
Nahir devoró su delicioso postre y se fue a la habitación, no antes sin darle un beso a su madre en la mejilla. ´
Prácticamente todo lo que debía llevarse estaba sobre la cama, ahora añadiendo el libro. Solo le faltaba pensar que se llevaría puesto aquella misma noche. Aun así, lo repasó todo, pensaba que llevaba muy pocas cosas, pero yendo sola tampoco podía cargar con muchas cosas, además su idea era no quedarse en un mismo lugar mucho tiempo, así que cuantas menos pertenencias mejor.
Y parecía imposible, pero ya estaba segura de que lo tenía todo listo, solo le habían hecho falta dos horas…
Miró por la ventana, empezaba a oscurecer.
No tocaron mucho el tema del viaje de Nahir, ya que a su madre le apenaba bastante aquello. Entendía la situación de su hija, pero eso no quería decir que no pensase algunas veces de manera un poco más egoísta, queriéndola a su lado para siempre.
- Te he traído un regalo… - dijo la madre dejando un libro sobre la mesa, para empujarlo con la punta de los dedos hacía Nahir.
- “Territorio humano y sus plantas venenosas” – leyó Nahir antes de mirar a su madre.
- Bueno, ya sabes, nunca se sabe. Cuando más informada mejor, ¿no? Además, algo tendrás que hacer en el barco antes de dormir.
La joven miraba a su madre con una tierna sonrisa.
- Claro mamá, es perfecto, muchas gracias. – puso la mano sobre la de su madre que aún estaba en el libro, mirándole a los ojos. Ambas se quedaron un momento disfrutando de aquellos últimos instantes.
- Bueno, ¿ya lo tienes todo listo? – dijo su madre empezando a levantarse para recoger la mesa.
Nahir fue a hacer lo propio, pero su madre la paró poniéndole una mano en el hombro. El plato de naranjas, cortadas por la mitad, con un poco de azúcar en el borde, donde la cascara era aún un poco agria apareció ante ella. No hizo falta decirle mucho para empezar a comérselo. La fruta le volvía loca.
- Casi todo, me faltan algunos detalles...
- Pues venga, yo termino con todo esto y tu ponte al lio, que al final perderás el barco. –
Nahir devoró su delicioso postre y se fue a la habitación, no antes sin darle un beso a su madre en la mejilla. ´
Prácticamente todo lo que debía llevarse estaba sobre la cama, ahora añadiendo el libro. Solo le faltaba pensar que se llevaría puesto aquella misma noche. Aun así, lo repasó todo, pensaba que llevaba muy pocas cosas, pero yendo sola tampoco podía cargar con muchas cosas, además su idea era no quedarse en un mismo lugar mucho tiempo, así que cuantas menos pertenencias mejor.
Y parecía imposible, pero ya estaba segura de que lo tenía todo listo, solo le habían hecho falta dos horas…
Miró por la ventana, empezaba a oscurecer.
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Re: [Tema cerrado] Último día en las islas [Libre] [interpretativo]
Al salir de la habitación, su madre la estaba esperando con el hombro apoyado en la pared, en medio del pasillo. Se notaba que ella también estaba nerviosa.
- No tardes en volver a verme, prometo que si lo haces dejare que te vuelvas a ir…- decía la mujer con ternura.
Nahir asentía con la cabeza, acortando los centímetros que quedaban entre ambas.
- Te echare de menos, mamá.
- Y yo a ti, hija.
Ambas se fundieron en un abrazo que podría haber durado una eternidad, pero el tiempo no espera.
- Venga, vamos, que llegarás tarde…- insistió su madre.
Nahir la conocía muy bien, sabía que estaba a punto de ponerse a llorar, pero no quería hacerlo delante de ella. La acompañó hasta la puerta, había insistido en hacerlo hasta el mismo barco, pero era muy tarde, y la joven le había convencido de que así sería mejor.
- Cuídate, prometo contártelo todo cuando vuelva…
La madre se quedó en la puerta, primero diciendo adiós con un gesto de la mano, después tapándose la boca con la misma, conteniendo las ganas de llorar.
Nahir, a pesar de las muchas ganas que tenía, tras despedirse de su madre, no miró atrás. Estaba ansiosa por comenzar aquella aventura.
Las calles de la cuidad estaban casi desiertas. El silencio y la oscuridad le otorgaba un misterio precioso. Aun quedaban algunas velas en las ventanas más altas de las casas, iluminando levemente algunos tramos del camino. No tardó mucho en llegar a la zona del puerto.
Nahir estaba mirando el barco desde una esquina, con la cara contra la pared.
Su nueva vida estaba a punto de comenzar.
- No tardes en volver a verme, prometo que si lo haces dejare que te vuelvas a ir…- decía la mujer con ternura.
Nahir asentía con la cabeza, acortando los centímetros que quedaban entre ambas.
- Te echare de menos, mamá.
- Y yo a ti, hija.
Ambas se fundieron en un abrazo que podría haber durado una eternidad, pero el tiempo no espera.
- Venga, vamos, que llegarás tarde…- insistió su madre.
Nahir la conocía muy bien, sabía que estaba a punto de ponerse a llorar, pero no quería hacerlo delante de ella. La acompañó hasta la puerta, había insistido en hacerlo hasta el mismo barco, pero era muy tarde, y la joven le había convencido de que así sería mejor.
- Cuídate, prometo contártelo todo cuando vuelva…
La madre se quedó en la puerta, primero diciendo adiós con un gesto de la mano, después tapándose la boca con la misma, conteniendo las ganas de llorar.
Nahir, a pesar de las muchas ganas que tenía, tras despedirse de su madre, no miró atrás. Estaba ansiosa por comenzar aquella aventura.
Las calles de la cuidad estaban casi desiertas. El silencio y la oscuridad le otorgaba un misterio precioso. Aun quedaban algunas velas en las ventanas más altas de las casas, iluminando levemente algunos tramos del camino. No tardó mucho en llegar a la zona del puerto.
Nahir estaba mirando el barco desde una esquina, con la cara contra la pared.
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