A Magic Evening {+18 - PRIVADO} [Cerrado]

Aquel brazo, aquella imagen formada momentos antes, donde la intrépida rubia se tapa con pudor la cara, ese momento quedó grabado en mi mente, pintado sobre un lienzo en blanco y guardado en una galería segura con recuerdos que no podían ni debían ser olvidados.

Adentro me quería y dentro de ella estaba, movía uno, luego dos. Jugaba fugazmente con un tercer dedo mientras apretaba con los dientes el preciado caramelo. Su mano en mi pelo despeinado tapaba a medias mi cara y yo la miraba entre los resquicios de mi negra cabellera, me quería alejar pero no ejercía fuerza sobre mi cuerpo o sus músculos. Quería seguir donde ella me pedía estar.
Con la mano que me quedaba libre sujete su espalda baja y apreté su cuerpo contra mis labios. Su excitación era la mía, cierto era que ya había disfrutado de ella y sus manos, pero esta sensación era diferente una excitación a otro nivel, una sobredosis que me haría estallar en cualquier momento.

Apretaba, empujaba, cada vez más rápido más frenético, sin llegar a salir del todo pero queriendo entrar todo lo que pudiera. Succionando y mordiendo, mirando los ojos casi cerrados de Sauron, esperando ver y sentir el momento que estaba apunto de llegar.
Se desvaneció, su interior se contrajo, se cerraron los ojos y abrió la boca y la garganta. Aquel grito fue también el mio, el ritmo en su interior seguía siendo rápido, yo no paraba, en cualquier otra mujer podría haber sido una molestia, pero no en ella. A Saurin le gustaba así, el momento de éxtasis se alargo hasta que la rubia comenzó a temblar.
Fue entonces, y solo entonces cuando empece a bajar el ritmo. Afloje el agarre de su espalada, pare el movimiento quedándome dentro, acaricie su exterior con pausados y largos lametones. Seguí besando sus piernas mientras sentía como mis dedos comenzaban a soltarse y salir por si solos, por pedido de ella y su cuerpo.
La limpie con cuidado, sin dejar que aquel néctar cayera al agua, atesorandolo y recogiéndolo con mis labios y mi boca.

-Ven.
La miraba sonriendo, pero ya no lo hacia con mirada subyugadora. Ahora la miraba placentera y relajada. Con mimo descolgué sus piernas de mis hombros y le tendí las dos manos, esperando a algún signo de debilidad en sus piernas.
-Con cuidado, no caigas. -Recule hasta que mi espalda toco la pared de madera y le di indicación a Sauron para que sentara y apoyar la espalda contra mi. -Despacio, no hay prisa.
La miraba con una ternura que realmente no sabia de donde salia, apoyaba mi mentón en su hombro y abrazaba su cuerpo a la altura del ombligo.
-Lo has hecho bien Saurin. Muy bien. -Le decía entre cálidos besos que bailaban por su mejilla y su oreja.

De alguna manera era reconfortante sentir el peso de su nuca sobre mi hombro, el tintineo de las gotas al caer de vuelta al agua, su respiración agitada queriendo normalizarse y aquella risa tan... autentica, un hilo de voz salido sin tapujos ni recargos teatrales.

-¿A que sienta bien?
Pregunte de manera retorica sonriendo e inclinado mi cabeza hacia la suya. La inexperta sumisa jugueteaba con sus dedos, levantaba la cabeza lo justo y necesario para poder verlos o se reacomodaba sobre mi para poder verlos sin perder el confort de la postura. -¿Y no es así? -Cuestione sin perder de vista los dedos de la rubia, no tenia ni idea lo que era una molécula, pero si sabia que era el agua y lo que pasaba cuando estabas mucho tiempo en ella.

Escuchaba con interés las palabras de la monje, la mitad de ellas eran un galimatías, pero captaba las esenciales como: Arrugar, sangre, absorción, magia o impulsos. De ese ultimo entendía mucho. -Defensa... -Repetí absorta en la sabiduría de Sauron, al tiempo que sacaba una de mis manos del agua y miraba como las gotas se escurrían por los surcos de los dedos "arrugados".

-Mmmn... -Negué con la cabeza y busque los puños de la rubia bajo el agua. -No hay nada que disculpar, lo que dices es muy inteligente... demasiado para mi saber. -Solté una leve risa y bese la mejilla de Saurin. -Pero aunque no comprendo la mitad de las palabras que dices, creo que si entiendo lo que tratas de decir. -Saque sus manos del agua, las abrí y comencé a jugar con sus surcos, apreté las yemas de sus dedos como si fuera un juego, como una niña que inspecciona algo nuevo. -Lo que dices es que nos arrugamos para poder sujetarnos mejor bajo el agua. -Ahora besaba cada uno de los dedos de la muchacha. -Para agarrarte mejor. -Solté una risa picara al tiempo que abrazaba con mas fuerza el cuerpo que tenia encima.

El tiempo que transcurría dentro de la habitación parecía pasar con lentitud, pero lo cierto era que avanzaba igual que siempre, y prueba de ello era que el agua estaba dejando de ser tibia y comenzando a volverse fría.

-Me encantaría seguir aquí contigo, pero a este ritmo pillaremos las dos un resfriado. -con pereza y desganada deshice el abrazo sobre la rubia. -¿Puedes levantarte? Por favor.

Como ya había hecho anteriormente en el día de hoy, espere con paciencia a que mi acompañante obedeciera y cuando tuve espacio salí del barreño. Nuestros cuerpos ya no despedían aquel vaho que indicaba el exceso de calor en la piel. -Dame un segundo, tengo algo aquí... -Caminaba despreocupada por la habitación, dejando a mi paso las huellas de los pies por el frió y duro piso de madera. Llegue hasta el armario y rebusque en el interior de la enorme mochila que solía llevar siempre, dentro habían un par de telas gruesa que usábamos Lavey y yo para secarnos cuando salíamos de los ríos y lagos. Las saque de la bolsa y sin esperar nada le di una a la rubia.

Lo primero el pelo, siempre el pelo. Puse la tela sobre mi cabeza y frote hasta sacar toda la humedad mientras el agua extra caía al suelo rodando por mi cuerpo. Saque la cabeza de debajo de la toalla y proseguí con la extensión negra que era mi cabello, la electricidad estática crispaba las hebras que ya estaban secas, debería cepillarme el pelo, pero no tenia ganas de volver a hurgar en la mochila.

-Sau, -La mire a los ojos al tiempo que enrollaba la tela sobre mi cuerpo. -¿A donde iras ahora? tienes algún rumbo establecido. -Con lentitud recogí las prendas de viaje que quedaron colgadas de la puerta del armario y me senté en el borde de la cama. -Yo tengo pensado volver al continente.

¿Porque le decía todo aquello? realmente no tenia porque darle la dirección de mi viaje, pero una parte dentro de mi no quería irse de aquella habitación, quería evitar el inevitable final, la separación preconcebida.

-Los monjes esos... ¿Te dejaron tu ropa? te puedo prestar algo si te hace falta. -Seguía dándole conversación mientras abrochaba los lazos del pantalón y tapaba mi torso con una camisa de lino. -No creo que quieras irte con el traje pomposo de anoche.

-¿Si? -Pregunte desentendida. -Entonces puede que nos volvamos a ver. -Continué la charla mientras me ponía las botas. -Si vuelvo a las Islas preguntare por ti. -Me levante de la cama y después de ponerme el chaleco que había quedado sobre el armario, gire a ver a la mujer a mi espalda. -Deja que te ayude.

Le dije sonriendo al ver que no entraban las prendas. Lo mas entretenido fue sin duda, el pantalón. No perdí la oportunidad de besar las dos rodillas de la rubia. Igual que tampoco perdí el tiempo en besar el centro de su pecho cuando levanto los brazos para facilitar la entrada de la prenda superior.
La mire por un momento, era hora de decir adiós. Acaricie su rostro, coloque unos mechones locos detrás de la oreja y le di un ultimo beso.

-Nos vemos Sauron. Ojala que sea pronto. -Me dirigí otra vez hacia el ropero y coloque la pesada mochila sobre mis hombros. -No te preocupes por el vestido. Vendrán a recogerlo, aunque si quieres puedes quedártelo. Sigo pensando que te quedaría hermoso.
Abrí la puerta de la habitación, me gire para mirarla una ultima vez, le sonreí con dulzura y cariño y le guiñe un ojo.

En la parte inferior de la posada las cantineras y camareros comenzaban hacer su trabajo, repartiendo desayunos y bebidas de acompañamiento. Salí del local y el sol golpeo mi cara, levante los brazos al cielo y estire el cuerpo. El aire removió mi pelo todavía húmedo.
En la vía transitable frente a la posada se veían un par de cuerpos escamosos y una juguetona niña dando vueltas entre las dos figuras. Ahora caminaba contenta por varios motivos, uno por la noche y despertar pasada, dos por ver la felicidad de aquella niña y tres, porque a cada paso que daba mi cuerpo iba cambiando de forma hasta convertirse en dragón.
Lavey no tardo en correr hasta mi y subirse a la garra que le extendía, mis abuelos se colocaron a los lados y uno a uno comenzamos a alzar el vuelo.