Con rastro de la pandemia [Mastereado] [Iredia]
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Con rastro de la pandemia [Mastereado] [Iredia]
Lady Odalyn está muriendo.
La pandemia nos ha dejado desolados, enfermos y los dioses no nos ayudan. Pero, ¿¡quién necesita a esos dioses incompetentes que se ríen de nosotros mientras morimos!? Nosotros podemos ayudaros. Y tú puedes ayudarnos a nosotros.
Se buscan muchachas jóvenes, de buen aspecto, preferiblemente elfas y [palabra tachada imposible de leer] con habilidades curativas.
Se buscan mujeres que hayan tenido la enfermedad, para pruebas de sanación. Jóvenes y bellas, en preferencia.
Se dará gran recompensa en aeros.
Abstenerse Mujeres-bestia.
Diríjanse a la atención de
Camino Vulwulfar – Baslodia, 2km antes de llegar a la ciudad.
Referencia: Casa de Frigga.
El pergamino copaba los tablones de anuncios, las puertas de las tabernas e incluso algunos árboles de los caminos más transitados. Era urgente: Lady Odalyn empeoraba cada día. Nadie había podido verla desde que enfermó, tan solo entraba en su cuarto su primo, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], un viejo alquimista que ya apenas podía ver. Precisamente por eso mismo podía entrar. La coqueta Lady Odalyn no concebía que nadie viese su rostro enmarcado con pústulas y abscesos.
El viejo Olav era quien había ordenado poner ese anuncio, necesitaba más recursos para seguir con sus curas. Él era el encargado de intentar salvar a su bella prima. Quien iba a encargarse de paliar la enfermedad, en un principio, era el difunto brujo Rubeus Castinur. Él hubiera podido hacerle frente a la pandemia. Pero hacía un tiempo que había enloquecido y, tristemente, había fallecido hacía unos meses. La locura y la edad, creían. Estaba enamorado de un amasijo de hierros y su cabeza andaba en otro mundo. Creía tener un sobrino, una mujer. Pero no tenía nada y los dioses se lo acabaron llevando.
Antes de que se desatase su locura, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], un joven muchacho que se dedicaba a ayudarle a cambio de aprender alquimia con él, viajó desde las Islas Illidenses hasta Baslodia para darle la noticia de la locura de su amigo al viejo Olav Haugen. Y este, ya impedido por su ceguera, acogió al muchacho como su pupilo. Nunca más volvió a las islas. Estaba fascinado por cómo Haugen era capaz de realizar pociones sin ver, pero no era capaz de escribir. Durante esos meses se convirtió en su ayudante.
Y ahí, en la Casa de Frigga estaban los dos: el viejo Olav y el joven Bálder, dispuestos a sanar a la prima del primero, Lady Odalyn.
Una de las sirvientas, la otra persona que podía entrar al cuarto de la noble, también estaba con ellos, encargándose del proceso de selección. Su nombre, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], “la bruja”.
Decenas de candidatas hacían fila en el camino, a la espera de que alguien les llamase para poder demostrar sus aptitudes.
Esta no era la primera vez que hacían una selección así. De hecho, desde que la noble enfermó hacía unos meses, habían estado entrando curanderas, sacerdotisas y chamainas,… pero ninguna había conseguido nada. Tal era su fracaso que no se volvía a saber de ellas. Sus poderes, su sabiduría, inútiles para curar la enfermedad. O eso decían al pueblo cuando, asiduamente, colgaban pergaminos pidiendo más sanadoras.
Otra tanda más “adornaba” la ciudad. Otra oportunidad más para que las curanderas pudieran intentarlo.
En el jardín de la Casa de Frigga se encontraban los dos más jóvenes, Lysa y Bálder, mirando las cualidades de las jóvenes muchachas que se habían atrevido a llegar hasta allá, dispuestas a probar sus dotes con la noble.
-Qué linda… -susurró Lysa enarcando una ceja al ver a una elfa que se había presentado. Giró en torno a ella, rozó su piel haciendo una suave caricia y tocó su pelo. Bálder, a su lado, no hablaba, pero no perdía un solo detalle de lo que hacía su compañera. Sin duda alguna, estaba disfrutando el proceso de selección. Su mente se llenaba de pensamientos sobre qué podría hacer con esas jóvenes para ayudar a Lady Odalyn. Pero se había quedado tan perdido mirando que no estaba anotando nada en su pergamino. -¿Crees que es adecuada para el puesto? -el chaval asintió rápidamente.
Tras esa chica, otras tantas esperaban a ser atendidas de igual manera.
Iredia: Bienvenida, he aquí el mastereado que te prometí. ¿Conseguirás despojarte de la enfermedad que te asola? Ya lo veremos, dependerá enteramente de tus decisiones. Por ahora, este primer turno es introductorio. La misión tiene personajes que están entrelazados con la historia de un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] anterior que hice, por eso verás a varios personajes mencionados. De primeras son unos cuantos, sí, pero tranquila, te serán útileso no para ir avanzando en el tema.
Pese a hacer mención a un antiguo personaje mío, Rubeus Castinur, ni te preocupes por él. Nuestro querido brujo Gerrit, lo mató. Pero es el enlace que hizo que ahora conozcas al joven Bálder Höldsen. Antiguo pupilo de Castinur y actual pupilo de Olav Haugen.
Todos los personajes con los que podrás interactuar tienen su imagen si clickas sobre su nombre la primera vez que los menciono. Excepto en el caso de Lady Odalyn. No conocerás aún su rostro. Pero no te preocupes, las cosas de palacio van despacio.
Este primer turno será sencillo. Tu objetivo será llegar a la Casa de Fregga. Puede que haya sido por haber leído el panfleto, porque pasabas por ahí… lo dejo a tu imaginación. Tendrás que describir cómo llegas a la mansión, aunque no podrás pasar.
Recuerda que sigues enferma. Podrás contagiar a quien toques. Aunque parece que estos dos van descuidados, ¿por qué puede ser? Ya lo descubrirás. Por ahora, ten cuidado con tu estado de salud.
En este turno, si gustas, podrás usar a Lysa. Pero no al viejo Olav ni a Bálder.
El viejo Olav era quien había ordenado poner ese anuncio, necesitaba más recursos para seguir con sus curas. Él era el encargado de intentar salvar a su bella prima. Quien iba a encargarse de paliar la enfermedad, en un principio, era el difunto brujo Rubeus Castinur. Él hubiera podido hacerle frente a la pandemia. Pero hacía un tiempo que había enloquecido y, tristemente, había fallecido hacía unos meses. La locura y la edad, creían. Estaba enamorado de un amasijo de hierros y su cabeza andaba en otro mundo. Creía tener un sobrino, una mujer. Pero no tenía nada y los dioses se lo acabaron llevando.
Antes de que se desatase su locura, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], un joven muchacho que se dedicaba a ayudarle a cambio de aprender alquimia con él, viajó desde las Islas Illidenses hasta Baslodia para darle la noticia de la locura de su amigo al viejo Olav Haugen. Y este, ya impedido por su ceguera, acogió al muchacho como su pupilo. Nunca más volvió a las islas. Estaba fascinado por cómo Haugen era capaz de realizar pociones sin ver, pero no era capaz de escribir. Durante esos meses se convirtió en su ayudante.
Y ahí, en la Casa de Frigga estaban los dos: el viejo Olav y el joven Bálder, dispuestos a sanar a la prima del primero, Lady Odalyn.
Una de las sirvientas, la otra persona que podía entrar al cuarto de la noble, también estaba con ellos, encargándose del proceso de selección. Su nombre, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], “la bruja”.
Decenas de candidatas hacían fila en el camino, a la espera de que alguien les llamase para poder demostrar sus aptitudes.
Esta no era la primera vez que hacían una selección así. De hecho, desde que la noble enfermó hacía unos meses, habían estado entrando curanderas, sacerdotisas y chamainas,… pero ninguna había conseguido nada. Tal era su fracaso que no se volvía a saber de ellas. Sus poderes, su sabiduría, inútiles para curar la enfermedad. O eso decían al pueblo cuando, asiduamente, colgaban pergaminos pidiendo más sanadoras.
Otra tanda más “adornaba” la ciudad. Otra oportunidad más para que las curanderas pudieran intentarlo.
En el jardín de la Casa de Frigga se encontraban los dos más jóvenes, Lysa y Bálder, mirando las cualidades de las jóvenes muchachas que se habían atrevido a llegar hasta allá, dispuestas a probar sus dotes con la noble.
-Qué linda… -susurró Lysa enarcando una ceja al ver a una elfa que se había presentado. Giró en torno a ella, rozó su piel haciendo una suave caricia y tocó su pelo. Bálder, a su lado, no hablaba, pero no perdía un solo detalle de lo que hacía su compañera. Sin duda alguna, estaba disfrutando el proceso de selección. Su mente se llenaba de pensamientos sobre qué podría hacer con esas jóvenes para ayudar a Lady Odalyn. Pero se había quedado tan perdido mirando que no estaba anotando nada en su pergamino. -¿Crees que es adecuada para el puesto? -el chaval asintió rápidamente.
Tras esa chica, otras tantas esperaban a ser atendidas de igual manera.
- Casa de Frigga:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
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Iredia: Bienvenida, he aquí el mastereado que te prometí. ¿Conseguirás despojarte de la enfermedad que te asola? Ya lo veremos, dependerá enteramente de tus decisiones. Por ahora, este primer turno es introductorio. La misión tiene personajes que están entrelazados con la historia de un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] anterior que hice, por eso verás a varios personajes mencionados. De primeras son unos cuantos, sí, pero tranquila, te serán útiles
Pese a hacer mención a un antiguo personaje mío, Rubeus Castinur, ni te preocupes por él. Nuestro querido brujo Gerrit, lo mató. Pero es el enlace que hizo que ahora conozcas al joven Bálder Höldsen. Antiguo pupilo de Castinur y actual pupilo de Olav Haugen.
Todos los personajes con los que podrás interactuar tienen su imagen si clickas sobre su nombre la primera vez que los menciono. Excepto en el caso de Lady Odalyn. No conocerás aún su rostro. Pero no te preocupes, las cosas de palacio van despacio.
Este primer turno será sencillo. Tu objetivo será llegar a la Casa de Fregga. Puede que haya sido por haber leído el panfleto, porque pasabas por ahí… lo dejo a tu imaginación. Tendrás que describir cómo llegas a la mansión, aunque no podrás pasar.
Recuerda que sigues enferma. Podrás contagiar a quien toques. Aunque parece que estos dos van descuidados, ¿por qué puede ser? Ya lo descubrirás. Por ahora, ten cuidado con tu estado de salud.
En este turno, si gustas, podrás usar a Lysa. Pero no al viejo Olav ni a Bálder.
Fehu
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Re: Con rastro de la pandemia [Mastereado] [Iredia]
Estaba empezando a cogerle el tranquillo a esto de visitar ciudades costeras. Desde que pisó el lago, había decidido volver a Baslodia por una sencilla razón: establecerse para morir. Ya está, se había rendido. Además, en esa ciudad fue donde conoció a Rushi. Tenía toda la intención de buscarle un nuevo dueño para cuando ella ya no estuviese. No soportaba la idea de perderlo de su lado, pero no había más que hablar. Había perdido a Itrella, tenía el corazón destrozado y el alma rendida ante la evidencia. Aunque, bien pensado, ¿por qué no volvía al bosque de Sandorai? Ah, no, se le ocurrió una idea mejor. Escribiría una carta a su madre y a su familia de la tribu y enviaría a Rushi. Era arriesgado, pero no tenía más opciones. Si el pequeño asski conseguía llegar, allí lo cuidarían. O mejor iba ella y les llevaba la carta directamente...
En esas cavilaciones andaba la elfa cuando se tropezó y se cayó al suelo precisamente con el motivo de sus andaduras mentales. El asski soltó un aullido lastimero. Le había pisado la cola.
-Rushi, maldita sea, un día te voy a matar... -protestó mientras se acariciaba la nariz y se levantaba. Se había dado un tortazo muy tonto.
Con la mano aún en la nariz y arrodillada en el suelo, miró a su asski, el cual estaba lamiéndose la cola lastimeramente.
-Lo siento, pequeño. Es que eres muy pequeño... -suspiró mientras le acariciaba la cabecita y después se levantó.
El corazón le dio un vuelco. Había ido a tropezarse exactamente en la taberna donde conoció a Rushi. Más concretamente, donde mataron al anterior dueño de Rushi. Definitivamente, el destino existía. Miró de nuevo al felino, quién se alzó de nuevo y trepó de tres saltos hasta el hombro de Iredia. No parecía enfadado con ella.
-Aquí te conocí, pequeño, ¿te acuerdas? -le comentó, rascándole la tripa.
No tenía ninguna intención de entrar a la taberna, la primera y última vez que estuvo allí le tocó sacar a toda prisa a unas chicas porque una loca se empecinó en matar a un muchacho y quién sabe si a ellas también. Al muchacho, el anterior dueño de Rushi, no había podido salvarlo. No le apetecía comprobar si aquella loca seguía allí, ahogándose en alcohol o en cualquier otra sustancia.
-Será mejor que nos vayamos de aqu... -se interrumpió al leer uno de los letreros que había allí, entre un "se busca" y un "necesito caballo". Lo leyó y enseguida le empezó a hervir la sangre por la indignación- ¿¡Otra vez!?
Esos malditos vampiros de pacotilla están volviendo a intentar engañar a gente para comérsela y curarla. Esto es increíble. Tenemos que hacer algo, Rushi
El pequeño asski la miraba desde su hombro en silencio. Parecía bastante acostumbrado a que su dueña le hablase sin esperar respuesta.
Casa de Frigga. Preguntar por Olav Haugen. Estaba claro que iba a preguntar por él. Iba a sacar el arco y le iba a ensartar con una flecha en el gaznate. Trató de memorizar todos los datos posibles sobre el paradero de la casa, aunque teniendo a Rushi no le iba a ser complicado encontrarla, él casi siempre encontraba todo. Aún así, no se arriesgó y se puso en camino. Al andar un trecho se dio cuenta de que no estaba en condiciones de luchar. ¿A quién pretendía engañar? Estaba débil, enferma, harta. Encima, esta vez estaban siendo muy listos los vampiros: en vez de atraer a todos los públicos, esta vez solo buscaban féminas atractivas con conocimientos de curación. ¿La estarían buscando a ella? La verdad es que le dio bastante igual. Si querían buscarla, podían parar. La iban a encontrar enseguida.
Lo que más le sorprendió al llegar a aquella gran finca fue la cantidad de mujeres desesperadas que había allí. Un montón de elfas, otro montón de brujas, muchísimas niñas y bastantes ancianas. Todas aguardando su turno para entrar en la casa y ser devoradas. ¿Es que no se daban cuenta de que era una trampa? Se acercó a la que iba la última de la fila.
-Discúlpeme, ¿es esta la casa de Frigga?
La anciana, que sin duda en su juventud había sido arrebatadoramente hermosa, la miró de arriba abajo con cara de malas pulgas.
-No -le mintió.
La elfa frunció el ceño y miró a su alrededor. Claro que era la casa, su asski no se confundía jamás. Esa señora se estaba pensando lo que no era.
-En ese caso, menos mal, porque aquí se comen gente.
Al instante, cinco rostros que iban más adelante de la fila se volvieron hacia la elfa.
-¿Cómo que devoran gente? -preguntó una de ellas.
-Cuando estaba en Lunargenta, el día que estalló la revuelta de los vampiros, me secuestraron y me obligaron a atraer a pobres indefensos que se pensaban que yo podía curar la enfermedad. ¡Era todo mentira! ¡Querían devorar su sangre!
Sonaron algunas exclamaciones ahogadas y algunas empezaron a mirar con temor hacia la puerta. La elfa alzó la voz aposta y no tardó en propagar el rumor en la mayor parte de la fila. Algunas se mostraban escépticas. "Lo dice para acojonarnos y tener menos competencia" decían. Otras, en cambio, se apartaban un poco o directamente abandonaban la fila. No tardó en haber una pequeña trifulca. No le pasó desapercibido a la elfa que la mujer que estaba en la puerta había reparado en ella. De hecho, comentó algo con otro hombre y se fue derecha a ella. Iredia tragó saliva. Igual moría antes de lo previsto. Cuando ya tuvo a la mujer delante de sí, no mostró miedo alguno.
-Tú eres la que está causando este revuelo, ¿verdad? -la mujer tenía ojos vivaces, como los de una bruja buscando nuevos ingredientes para sus hechizos.
La joven no se amedrentó.
-No voy a dejar que empecéis a comeros inocentes otra vez. Los vampiros sois todos calaña. No hay cura, yo misma lo he investigado. En el recinto de cuarentena se perdieron los conocimientos sobre la cura, lo sé porque he estado ahí.
-los ojos violetas de la joven mantenían la mirada fija en la bruja, débiles, pero sin temor- Y las imposiciones de manos solo consiguen paliar el dolor. A mí no me vais a engañar y a estas chicas tampoco mientras yo viva.
La paranoia de Iredia era bastante seria. La joven "bruja" la estudió de arriba abajo y miró hacia atrás, buscando aprobación.
En esas cavilaciones andaba la elfa cuando se tropezó y se cayó al suelo precisamente con el motivo de sus andaduras mentales. El asski soltó un aullido lastimero. Le había pisado la cola.
-Rushi, maldita sea, un día te voy a matar... -protestó mientras se acariciaba la nariz y se levantaba. Se había dado un tortazo muy tonto.
Con la mano aún en la nariz y arrodillada en el suelo, miró a su asski, el cual estaba lamiéndose la cola lastimeramente.
-Lo siento, pequeño. Es que eres muy pequeño... -suspiró mientras le acariciaba la cabecita y después se levantó.
El corazón le dio un vuelco. Había ido a tropezarse exactamente en la taberna donde conoció a Rushi. Más concretamente, donde mataron al anterior dueño de Rushi. Definitivamente, el destino existía. Miró de nuevo al felino, quién se alzó de nuevo y trepó de tres saltos hasta el hombro de Iredia. No parecía enfadado con ella.
-Aquí te conocí, pequeño, ¿te acuerdas? -le comentó, rascándole la tripa.
No tenía ninguna intención de entrar a la taberna, la primera y última vez que estuvo allí le tocó sacar a toda prisa a unas chicas porque una loca se empecinó en matar a un muchacho y quién sabe si a ellas también. Al muchacho, el anterior dueño de Rushi, no había podido salvarlo. No le apetecía comprobar si aquella loca seguía allí, ahogándose en alcohol o en cualquier otra sustancia.
-Será mejor que nos vayamos de aqu... -se interrumpió al leer uno de los letreros que había allí, entre un "se busca" y un "necesito caballo". Lo leyó y enseguida le empezó a hervir la sangre por la indignación- ¿¡Otra vez!?
Esos malditos vampiros de pacotilla están volviendo a intentar engañar a gente para comérsela y curarla. Esto es increíble. Tenemos que hacer algo, Rushi
El pequeño asski la miraba desde su hombro en silencio. Parecía bastante acostumbrado a que su dueña le hablase sin esperar respuesta.
Casa de Frigga. Preguntar por Olav Haugen. Estaba claro que iba a preguntar por él. Iba a sacar el arco y le iba a ensartar con una flecha en el gaznate. Trató de memorizar todos los datos posibles sobre el paradero de la casa, aunque teniendo a Rushi no le iba a ser complicado encontrarla, él casi siempre encontraba todo. Aún así, no se arriesgó y se puso en camino. Al andar un trecho se dio cuenta de que no estaba en condiciones de luchar. ¿A quién pretendía engañar? Estaba débil, enferma, harta. Encima, esta vez estaban siendo muy listos los vampiros: en vez de atraer a todos los públicos, esta vez solo buscaban féminas atractivas con conocimientos de curación. ¿La estarían buscando a ella? La verdad es que le dio bastante igual. Si querían buscarla, podían parar. La iban a encontrar enseguida.
Lo que más le sorprendió al llegar a aquella gran finca fue la cantidad de mujeres desesperadas que había allí. Un montón de elfas, otro montón de brujas, muchísimas niñas y bastantes ancianas. Todas aguardando su turno para entrar en la casa y ser devoradas. ¿Es que no se daban cuenta de que era una trampa? Se acercó a la que iba la última de la fila.
-Discúlpeme, ¿es esta la casa de Frigga?
La anciana, que sin duda en su juventud había sido arrebatadoramente hermosa, la miró de arriba abajo con cara de malas pulgas.
-No -le mintió.
La elfa frunció el ceño y miró a su alrededor. Claro que era la casa, su asski no se confundía jamás. Esa señora se estaba pensando lo que no era.
-En ese caso, menos mal, porque aquí se comen gente.
Al instante, cinco rostros que iban más adelante de la fila se volvieron hacia la elfa.
-¿Cómo que devoran gente? -preguntó una de ellas.
-Cuando estaba en Lunargenta, el día que estalló la revuelta de los vampiros, me secuestraron y me obligaron a atraer a pobres indefensos que se pensaban que yo podía curar la enfermedad. ¡Era todo mentira! ¡Querían devorar su sangre!
Sonaron algunas exclamaciones ahogadas y algunas empezaron a mirar con temor hacia la puerta. La elfa alzó la voz aposta y no tardó en propagar el rumor en la mayor parte de la fila. Algunas se mostraban escépticas. "Lo dice para acojonarnos y tener menos competencia" decían. Otras, en cambio, se apartaban un poco o directamente abandonaban la fila. No tardó en haber una pequeña trifulca. No le pasó desapercibido a la elfa que la mujer que estaba en la puerta había reparado en ella. De hecho, comentó algo con otro hombre y se fue derecha a ella. Iredia tragó saliva. Igual moría antes de lo previsto. Cuando ya tuvo a la mujer delante de sí, no mostró miedo alguno.
-Tú eres la que está causando este revuelo, ¿verdad? -la mujer tenía ojos vivaces, como los de una bruja buscando nuevos ingredientes para sus hechizos.
La joven no se amedrentó.
-No voy a dejar que empecéis a comeros inocentes otra vez. Los vampiros sois todos calaña. No hay cura, yo misma lo he investigado. En el recinto de cuarentena se perdieron los conocimientos sobre la cura, lo sé porque he estado ahí.
-los ojos violetas de la joven mantenían la mirada fija en la bruja, débiles, pero sin temor- Y las imposiciones de manos solo consiguen paliar el dolor. A mí no me vais a engañar y a estas chicas tampoco mientras yo viva.
La paranoia de Iredia era bastante seria. La joven "bruja" la estudió de arriba abajo y miró hacia atrás, buscando aprobación.
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Re: Con rastro de la pandemia [Mastereado] [Iredia]
La bruja rió a carcajadas cuando Iredia comentó sus pesquisas. Miró al muchacho para buscar apoyo y este empezó a reír más bajito, agachando la cabeza y tapándose con el pergamino la mitad de la cara, desviando la mirada de la hechicera morena. – ¡Por favor! ¿Cómo puedes decir eso? – tomó aire como si la elfa hubiera contado el mejor de los chistes. – Compararnos con esas sanguijuelas. ¡Ay! ¡Qué mona! – Enarcó una ceja, agachando la cabeza y clavando su oscura mirada en Iredia – ¿Acaso tengo cara de vampira? ¿Y este? – Señaló a Bálder con el pulgar. – No, lindura, ambos somos brujos, no vampiros. ¿No sabes distinguirnos? –Volvió a soltar una carcajada antes de cruzar su mirada con la de ojos violetas.
– E-ella… ha… e-estado en… cu-cua-ten… cu-a-ren… – le costaba hablar y se trababa demasiado – t-t-te-na. Est-t-tá ennnn-f-ferma. – Pese a sus palabras, sonrió ilusionado, parecía estar contento de encontrar alguien que portase la enfermedad.
– Sí, sí, lo he oído, Höldsen – replicó la primera. – Pero es una alborotadora. ¡Mira la cantidad de chicas que nos ha hecho perder!
– Est-tá ennnn-f-ferma. En-en-nnn-en-fer-ma. En-f-f-fer-ma. – repitió varias veces, hasta que Lysa dio una palmada al aire y gritó un “para” a viva voz, ante la atónita mirada del chico, quien no la miró en ningún momento a la cara.
– Los astros dijeron que sería una persona enferma quien ayudaría a Lady Odalyn, pero no una idiota que nos confunde con vampiros – refunfuñó, aún ofendida por la comparación.
– E-ella – volvió a decir Bálder.
– ¡Que ella no es, pesado! Los astros hablaban de otra. – Pero era difícil discutir al brujo cuando se le metía algo en la cabeza. Al final, se resignó y avanzó unos pasos hacia ella. Total, las estrellas le habían dicho otra cosa. Si elegían mal, la muchacha moriría. Y si elegían bien… también. Pero al menos, con esta opción, Lady Odalyn sobreviviría y se curaría. La joven bruja se acercó a Iredia y empezó a examinarla, dando vueltas alrededor de la joven. – Mmhh… Así que, no se puede curar, ¿eh? –Ladeó la cabeza, haciendo que su pelo cayese en cascada sobre su hombro. – Nosotros sabemos curar la pandemia, lindura. Pero los elfos sois algo inútiles para eso. Creéis que todo se cura imponiendo vuestras manos, pero no. Nuestra magia está más avanzada – sonrió. – Y, si te portas bien, te curaremos. ¿Sabes para que era esta fila de chicas a las que espantaste? Necesitamos elfas para probar unas pociones de alquimia usando esa magia tan desaprovechada que tenéis. Y enfermas para poder sanaros. – Después de dar varias vueltas a su alrededor, observar bien su rostro, su pelo y su cuerpo, ignorando en todo momento al animal que la acompañaba, se dio la vuelta y avanzó hacia la casa. – Vamos, Bálder, te has salido con la tuya. ¡Ya tenemos una candidata! ¡Más pruebas mañana al salir el sol! – Gritó ante la desilusión de las otras jóvenes que habían decidido quedarse. Todas miraron a Iredia con odio en su mirada, ya que había recompensa para ellas. O eso decían. Tendrían que pasar otra noche más sin los aeros prometidos.
– V-vamos – tartamudeó el joven, sin dirigirle la mirada.
Sin más, entraron en la casa. Era hermosa, muy bien decorada con amplias salas, muchas decoraciones y lámparas de araña muy grandes. Todo muy ostentoso, aunque Irenia no vería el resto de habitaciones.
– Vas a conocer a Olav Haugen, lindura, es quien te curará y quien curará a Lady Odalyn, que es su prima. – Parecía orgullosa porque iba a estar presente en ese acto. Lo había visto en los cristales. – ¿Sabes curar o hacer algo más aparte de confundirnos con vampiros? – preguntó. El chico caminaba tras Iredia, cerrando todas las puertas. Ella abrió otra y se echó a un lado para que la elfa pudiera pasar. – Trátalo con respeto, elfa, es quien te sanará.
La sala era enorme, muy bien decorada. Ahí, sentado y mirando a la nada, estaba un señor de avanzada edad con el cabello blanco completamente, y vestido de negro. Movió la cabeza hacia donde estaba la entrada a la habitación y sonrió, mostrando los pocos dientes que le quedaban. – Lysa, querida. Bálder. Y… - inspiró un par de veces tras lo que hizo una mueca. – Huele a… enfermedad. Y a hojas silvestres. ¿Tenéis una persona enferma? – apoyando las manos en los brazos del sillón, se incorporó, aunque sus flacas fuerzas le hicieron caer de nuevo en el asiento. Bálder fue corriendo y trató de acomodar al viejo.
– Así es, señor Haugen. Le hemos traído a alguien que puede ayudar mucho. – Concretó la bruja. – Es la elegida. – Quería hacer sentir especial a la elfa, que se viera importante.
– Es-esta-tá… ennnf-fer-ma – tartamudeó el muchacho. – Es… es… e-e-elfa. – Trató de mirarla, pero solo pudo clavar sus ojos en la boca de la joven, o en su pelo, o en la barbilla.
Lysa agarró a Iredia de la muñeca y la instó a acercarse al hombre más mayor. Con ayuda de Bálder, se incorporó y comenzó a pasar sus arrugadas manos por la joven.
– Es bella… sí, señor. Y si no oliera a enfermedad – volvió a inspirar – olería bien. ¿Por qué no atendéis a nuestra invitada como merece? Después de todo, nos va a ayudar. – Sonrió, mostrando la falta de dientes, de nuevo. – Yo iré haciendo las pociones pertinentes.
– Yo… yo… t-t-tengo q-que ir… connn… la-sss… o-ota…tras… ch-ch-chi-cas – comentó Bálder.
– Tranquilo, chico, ve. Yo puedo encargarme solo. Soy un viejo, pero… me sé manejar. –Mentira y gorda. Lysa enarcó la ceja, no muy convencida de las palabras del abuelo. Bálder mantenía su expresión natural, sin decir nada.
La bruja también comentó que tenía que ir a preparar unas piedras para los conjuros.
Iredia: Eres la elegida. Enhorabuenao no. Has entrado en la Casa de Frigga. Aquí te dejo algunas salas de la mansión por donde has pasado: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Bien, ahora estás en la habitación y has conocido a un nuevo NPC, el "famoso" Olav Haugen. Es un viejo, ciego, pero un gran alquimista. Y ahora llega tu turno. Los tres tienen cosas que hacer, pero también tienen que atender a la invitada. ¿Con quién de los tres te quedarás? Esta decisión puede guiar el camino de este mastereado hacia un punto o hacia otro, elige bien. ¿Bálder? ¿Olav? ¿O Lysa? Uno de los tres marcará tu primera aventura.
Otro objetivo será ir describiendo la casa. Parece muy hermosa y de alguien con dinero. ¿Crees que podrán curarte? Si te fías de ellos, adelante. Pero, si no te fías de ninguno tienes la opción de intentar salir de la casa y desechar sus servicios. Aunque, ten en cuenta, que han dicho que pueden cuidarte. ¡Tú decides!
No podrás manejar a ningún NPC en este turno.
– E-ella… ha… e-estado en… cu-cua-ten… cu-a-ren… – le costaba hablar y se trababa demasiado – t-t-te-na. Est-t-tá ennnn-f-ferma. – Pese a sus palabras, sonrió ilusionado, parecía estar contento de encontrar alguien que portase la enfermedad.
– Sí, sí, lo he oído, Höldsen – replicó la primera. – Pero es una alborotadora. ¡Mira la cantidad de chicas que nos ha hecho perder!
– Est-tá ennnn-f-ferma. En-en-nnn-en-fer-ma. En-f-f-fer-ma. – repitió varias veces, hasta que Lysa dio una palmada al aire y gritó un “para” a viva voz, ante la atónita mirada del chico, quien no la miró en ningún momento a la cara.
– Los astros dijeron que sería una persona enferma quien ayudaría a Lady Odalyn, pero no una idiota que nos confunde con vampiros – refunfuñó, aún ofendida por la comparación.
– E-ella – volvió a decir Bálder.
– ¡Que ella no es, pesado! Los astros hablaban de otra. – Pero era difícil discutir al brujo cuando se le metía algo en la cabeza. Al final, se resignó y avanzó unos pasos hacia ella. Total, las estrellas le habían dicho otra cosa. Si elegían mal, la muchacha moriría. Y si elegían bien… también. Pero al menos, con esta opción, Lady Odalyn sobreviviría y se curaría. La joven bruja se acercó a Iredia y empezó a examinarla, dando vueltas alrededor de la joven. – Mmhh… Así que, no se puede curar, ¿eh? –Ladeó la cabeza, haciendo que su pelo cayese en cascada sobre su hombro. – Nosotros sabemos curar la pandemia, lindura. Pero los elfos sois algo inútiles para eso. Creéis que todo se cura imponiendo vuestras manos, pero no. Nuestra magia está más avanzada – sonrió. – Y, si te portas bien, te curaremos. ¿Sabes para que era esta fila de chicas a las que espantaste? Necesitamos elfas para probar unas pociones de alquimia usando esa magia tan desaprovechada que tenéis. Y enfermas para poder sanaros. – Después de dar varias vueltas a su alrededor, observar bien su rostro, su pelo y su cuerpo, ignorando en todo momento al animal que la acompañaba, se dio la vuelta y avanzó hacia la casa. – Vamos, Bálder, te has salido con la tuya. ¡Ya tenemos una candidata! ¡Más pruebas mañana al salir el sol! – Gritó ante la desilusión de las otras jóvenes que habían decidido quedarse. Todas miraron a Iredia con odio en su mirada, ya que había recompensa para ellas. O eso decían. Tendrían que pasar otra noche más sin los aeros prometidos.
– V-vamos – tartamudeó el joven, sin dirigirle la mirada.
Sin más, entraron en la casa. Era hermosa, muy bien decorada con amplias salas, muchas decoraciones y lámparas de araña muy grandes. Todo muy ostentoso, aunque Irenia no vería el resto de habitaciones.
– Vas a conocer a Olav Haugen, lindura, es quien te curará y quien curará a Lady Odalyn, que es su prima. – Parecía orgullosa porque iba a estar presente en ese acto. Lo había visto en los cristales. – ¿Sabes curar o hacer algo más aparte de confundirnos con vampiros? – preguntó. El chico caminaba tras Iredia, cerrando todas las puertas. Ella abrió otra y se echó a un lado para que la elfa pudiera pasar. – Trátalo con respeto, elfa, es quien te sanará.
La sala era enorme, muy bien decorada. Ahí, sentado y mirando a la nada, estaba un señor de avanzada edad con el cabello blanco completamente, y vestido de negro. Movió la cabeza hacia donde estaba la entrada a la habitación y sonrió, mostrando los pocos dientes que le quedaban. – Lysa, querida. Bálder. Y… - inspiró un par de veces tras lo que hizo una mueca. – Huele a… enfermedad. Y a hojas silvestres. ¿Tenéis una persona enferma? – apoyando las manos en los brazos del sillón, se incorporó, aunque sus flacas fuerzas le hicieron caer de nuevo en el asiento. Bálder fue corriendo y trató de acomodar al viejo.
– Así es, señor Haugen. Le hemos traído a alguien que puede ayudar mucho. – Concretó la bruja. – Es la elegida. – Quería hacer sentir especial a la elfa, que se viera importante.
– Es-esta-tá… ennnf-fer-ma – tartamudeó el muchacho. – Es… es… e-e-elfa. – Trató de mirarla, pero solo pudo clavar sus ojos en la boca de la joven, o en su pelo, o en la barbilla.
Lysa agarró a Iredia de la muñeca y la instó a acercarse al hombre más mayor. Con ayuda de Bálder, se incorporó y comenzó a pasar sus arrugadas manos por la joven.
– Es bella… sí, señor. Y si no oliera a enfermedad – volvió a inspirar – olería bien. ¿Por qué no atendéis a nuestra invitada como merece? Después de todo, nos va a ayudar. – Sonrió, mostrando la falta de dientes, de nuevo. – Yo iré haciendo las pociones pertinentes.
– Yo… yo… t-t-tengo q-que ir… connn… la-sss… o-ota…tras… ch-ch-chi-cas – comentó Bálder.
– Tranquilo, chico, ve. Yo puedo encargarme solo. Soy un viejo, pero… me sé manejar. –Mentira y gorda. Lysa enarcó la ceja, no muy convencida de las palabras del abuelo. Bálder mantenía su expresión natural, sin decir nada.
La bruja también comentó que tenía que ir a preparar unas piedras para los conjuros.
_______________________
Iredia: Eres la elegida. Enhorabuena
Bien, ahora estás en la habitación y has conocido a un nuevo NPC, el "famoso" Olav Haugen. Es un viejo, ciego, pero un gran alquimista. Y ahora llega tu turno. Los tres tienen cosas que hacer, pero también tienen que atender a la invitada. ¿Con quién de los tres te quedarás? Esta decisión puede guiar el camino de este mastereado hacia un punto o hacia otro, elige bien. ¿Bálder? ¿Olav? ¿O Lysa? Uno de los tres marcará tu primera aventura.
Otro objetivo será ir describiendo la casa. Parece muy hermosa y de alguien con dinero. ¿Crees que podrán curarte? Si te fías de ellos, adelante. Pero, si no te fías de ninguno tienes la opción de intentar salir de la casa y desechar sus servicios. Aunque, ten en cuenta, que han dicho que pueden cuidarte. ¡Tú decides!
No podrás manejar a ningún NPC en este turno.
Fehu
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Re: Con rastro de la pandemia [Mastereado] [Iredia]
Enarcó una ceja mientras observaba a la mujer reírse. Después, cuando reveló su condición de bruja, su rostro se contrajo en una mueca de desdén.
-Pues lo que me faltaba... -soltó en un murmullo perfectamente audible.
Iba a responder a su provocación sobre distinguirlos cuando el muchacho, que resultó llamarse Höldsen, empezó a tartamudear, lo que le hizo soltar una mueca burlona, la cual se ensanchó más cuando la chica la llamó idiota por confundirlos con vampiros.
-Casi es mejor que os confunda con vampiros. Como brujos me da que no valéis mucho... -soltó sin más.
Entonces, la muchacha empezó a dar vueltas a su alrededor, como examinándola. Iredia puso los ojos en blanco.
-"Para probar" -citó textualmente la elfa- por lo que veo no estás aún segura de que funcione, ¿no es así? Además, aunque quisieras, no podrías emplear la magia élfica. No eres digna. -la miró de arriba abajo-
Nada digna.
Entonces, la joven gritó algo sobre su candidatura, e Iredia entró en pánico. Era la última de sus intenciones entrar en esa casa.
-Candidat... espera, ¿qué? No pensarás que voy a entrar en una casa de escoria bruja, ¿verdad?
Miró entonces a Rushi, a su pequeño asski, el cual estaba subido a su hombro con cierta mirada temerosa. La duda asomó en su corazón. ¿Y si de verdad podían curarla? Quizás... solo quizás, valiese la pena intentarlo. Aunque si contaba a algún elfo que había recurrido a brujería para quitarse la peste, probablemente se volvería una renegada.
-Está bien... voy a intentarlo -le susurró al gato moteado.
Y entró con los brujos en la casa. Se quedó bastante impresionada con el interior. Nada más entrar, una inmensa sala muy bien iluminada los acogió. Una escalinata roja subía hasta un rellano donde luego se bifurcaba en dos. En la planta baja, donde ellos se hallaban ahora, había otras cuatro puertas que daban seguramente a varios pasillos. Las barandillas de las escaleras eran ostentosas, doradas, y una gigantesca lámpara de araña iluminaba el centro del recibidor como si fuera el mismísimo sol. Un hecho que llamó la atención de Iredia es que en esa casa hacía buena temperatura, lo cual era raro. De normal, esas casas tan grandes solían ser frías.
La llevaron por el primer pasillo de la derecha. Curiosamente, no eran hostiles ni la trataban mal, aunque la tal Lysa era odiosa. Le empezó a contar algo acerca de un tal Olav Haugen y una tal Lady Odalyn.
-Al parecer, se me da bien molestar a brujas. -espetó con sarcasmo- También sé de curación. Te puedo enseñar, ya que veo que sólo conoces la imposición de manos y eso demuestra que no tienes ni idea de nuestros poderes. Lo cual es normal. Tranquila -añadió- Lo trataré con el mismo respeto que yo reciba.
Definitivamente, no le caía bien aquella bruja. Pasaron a una habitación grande, con una cama adoselada, dos cómodas y un hermoso ventanal donde, si se avanzaba la mirada, se podía ver el mar en el horizonte. En esa habitación podrían caber perfectamente todas las habitaciones en las que había dormido hasta ahora juntas. Definitivamente, aquel viejo, o la tal Lady Odalyn, pertenecían a las más altas esferas. No pudo evitar mirar con intriga a aquel anciano de apariencia frágil y desdentado que no la veía, la olía. Disimuladamente, se olisqueó acercando la nariz a su hombro. Sí, apestaba un poco, lo cual le hizo sentirse francamente mal.
Vio cómo el anciano volvía a ser puesto en la silla por Bälder mientras la muchacha bruja le decía que ella era la elegida. Por un momento, se sintió parte de un proyecto importante, pero no se sentía cómoda. Estaba rodeada de brujos y no se fiaba de que fueran a curarla. Ya había escuchado esta venta de humo, ¿por qué esta vez iba a ser diferente?
<< Porque esta vez tienes esperanza, Iredia... >>, se respondió a sí misma.
Dejó que el viejo la tocase, aunque no pudo evitar cierta mueca de desagrado. Hizo alusión a que iría preparando las pociones pertinentes. Bälder mencionó a otras chicas. Iredia se alarmó.
-¿Más chicas? -miró a la bruja con una ceja alzada. Estaba claro que Iredia pensaba que estaban elaborando una perfecta matanza planificada.
Todo el mundo tenía cosas que hacer y ella se quedó dubitativa. No parecía que la fuesen a meter a ningún sótano ni a atarla a ninguna silla. Al revés, pese a sus reticencias, la dejaban cierta libertad. Miró al viejo, tan débil, tan ciego. ¿Cómo iba a preparar él pociones si no veía? Tragó saliva y miró a Bälder y a Lysa.
-Puedo quedarme con él a ayudarlo. Para eso estoy aquí, ¿no? -les dijo. Por algún motivo, aquel viejo brujo inválido le despertaba más compasión. Además, por la expresión de la bruja y la escena anterior, no se podía valer solo. Prefería quedarse con el anciano a irse con una bruja que no le caía bien o con un mozo que tartamudeaba y le daba escalofríos.
Rushi fue a saltar de su hombro, pero Iredia lo cogió al vuelo. No iba a dejar que su asski hurgase solo en esa casa embrujada. Y nunca mejor dicho.
-Pues lo que me faltaba... -soltó en un murmullo perfectamente audible.
Iba a responder a su provocación sobre distinguirlos cuando el muchacho, que resultó llamarse Höldsen, empezó a tartamudear, lo que le hizo soltar una mueca burlona, la cual se ensanchó más cuando la chica la llamó idiota por confundirlos con vampiros.
-Casi es mejor que os confunda con vampiros. Como brujos me da que no valéis mucho... -soltó sin más.
Entonces, la muchacha empezó a dar vueltas a su alrededor, como examinándola. Iredia puso los ojos en blanco.
-"Para probar" -citó textualmente la elfa- por lo que veo no estás aún segura de que funcione, ¿no es así? Además, aunque quisieras, no podrías emplear la magia élfica. No eres digna. -la miró de arriba abajo-
Nada digna.
Entonces, la joven gritó algo sobre su candidatura, e Iredia entró en pánico. Era la última de sus intenciones entrar en esa casa.
-Candidat... espera, ¿qué? No pensarás que voy a entrar en una casa de escoria bruja, ¿verdad?
Miró entonces a Rushi, a su pequeño asski, el cual estaba subido a su hombro con cierta mirada temerosa. La duda asomó en su corazón. ¿Y si de verdad podían curarla? Quizás... solo quizás, valiese la pena intentarlo. Aunque si contaba a algún elfo que había recurrido a brujería para quitarse la peste, probablemente se volvería una renegada.
-Está bien... voy a intentarlo -le susurró al gato moteado.
Y entró con los brujos en la casa. Se quedó bastante impresionada con el interior. Nada más entrar, una inmensa sala muy bien iluminada los acogió. Una escalinata roja subía hasta un rellano donde luego se bifurcaba en dos. En la planta baja, donde ellos se hallaban ahora, había otras cuatro puertas que daban seguramente a varios pasillos. Las barandillas de las escaleras eran ostentosas, doradas, y una gigantesca lámpara de araña iluminaba el centro del recibidor como si fuera el mismísimo sol. Un hecho que llamó la atención de Iredia es que en esa casa hacía buena temperatura, lo cual era raro. De normal, esas casas tan grandes solían ser frías.
La llevaron por el primer pasillo de la derecha. Curiosamente, no eran hostiles ni la trataban mal, aunque la tal Lysa era odiosa. Le empezó a contar algo acerca de un tal Olav Haugen y una tal Lady Odalyn.
-Al parecer, se me da bien molestar a brujas. -espetó con sarcasmo- También sé de curación. Te puedo enseñar, ya que veo que sólo conoces la imposición de manos y eso demuestra que no tienes ni idea de nuestros poderes. Lo cual es normal. Tranquila -añadió- Lo trataré con el mismo respeto que yo reciba.
Definitivamente, no le caía bien aquella bruja. Pasaron a una habitación grande, con una cama adoselada, dos cómodas y un hermoso ventanal donde, si se avanzaba la mirada, se podía ver el mar en el horizonte. En esa habitación podrían caber perfectamente todas las habitaciones en las que había dormido hasta ahora juntas. Definitivamente, aquel viejo, o la tal Lady Odalyn, pertenecían a las más altas esferas. No pudo evitar mirar con intriga a aquel anciano de apariencia frágil y desdentado que no la veía, la olía. Disimuladamente, se olisqueó acercando la nariz a su hombro. Sí, apestaba un poco, lo cual le hizo sentirse francamente mal.
Vio cómo el anciano volvía a ser puesto en la silla por Bälder mientras la muchacha bruja le decía que ella era la elegida. Por un momento, se sintió parte de un proyecto importante, pero no se sentía cómoda. Estaba rodeada de brujos y no se fiaba de que fueran a curarla. Ya había escuchado esta venta de humo, ¿por qué esta vez iba a ser diferente?
<< Porque esta vez tienes esperanza, Iredia... >>, se respondió a sí misma.
Dejó que el viejo la tocase, aunque no pudo evitar cierta mueca de desagrado. Hizo alusión a que iría preparando las pociones pertinentes. Bälder mencionó a otras chicas. Iredia se alarmó.
-¿Más chicas? -miró a la bruja con una ceja alzada. Estaba claro que Iredia pensaba que estaban elaborando una perfecta matanza planificada.
Todo el mundo tenía cosas que hacer y ella se quedó dubitativa. No parecía que la fuesen a meter a ningún sótano ni a atarla a ninguna silla. Al revés, pese a sus reticencias, la dejaban cierta libertad. Miró al viejo, tan débil, tan ciego. ¿Cómo iba a preparar él pociones si no veía? Tragó saliva y miró a Bälder y a Lysa.
-Puedo quedarme con él a ayudarlo. Para eso estoy aquí, ¿no? -les dijo. Por algún motivo, aquel viejo brujo inválido le despertaba más compasión. Además, por la expresión de la bruja y la escena anterior, no se podía valer solo. Prefería quedarse con el anciano a irse con una bruja que no le caía bien o con un mozo que tartamudeaba y le daba escalofríos.
Rushi fue a saltar de su hombro, pero Iredia lo cogió al vuelo. No iba a dejar que su asski hurgase solo en esa casa embrujada. Y nunca mejor dicho.
Iredia
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Re: Con rastro de la pandemia [Mastereado] [Iredia]
Aquella impertinente elfa estaba molestando a Lysa. Cierto es que ella también pecaba de la misma soberbia, pero eso no parecía verlo. Además, la bruja creía en la supremacía de su raza. Para algo habían ganado tres guerras, y no le gustaba nada que la elfa se le intentase subir a la chepa. Aun así, calló. Se contuvo de hacerle probar su magia y la guió hasta donde estaba Olav Haugen. Ya tendría su venganza más adelante. Mas su mirada chulesca no se desvaneció al dirigirse a la elfa.
“Menos mal que vas a ser útil, lindura. Menos mal”, pensaba mientras la miraba con sus oscuros ojos. Los dioses ya le darían sus favores. Aparte de soberbia, era una gran actriz, capaz de dorarle la píldora a la elfa que consideraba molesta, sólo para que se sintiera bien en la casa. A fin de cuentas, tenían un objetivo: ayudar a Lady Odalyn. Y eso estaba por encima de todos los roces que pudieran tener.
-Chicas… todas ellas enfermas. Y a las que intentamos librar de este mal que también asola a mi querida prima –había nostalgia en su voz. – Vinieron a ofrecer su ayuda, pero no tenían magia o no sabían usarla. Algunas, incluso, la tenían prohibida. Y otras, ¡ay! Sólo eran humanas con gran voluntad y sacrificio. Pero… nada sirvió y algunas acabaron siendo presas de esta pandemia que los dioses nos mandaron – suspiró. – Y también tenemos que cuidarlas. El muchacho se encarga de ellas. Intenta que no sufran y tengan paz – explicó. – Es un buen chico.
Bálder hizo una mueca que servía de sonrisa, aunque con sus ojos claros clavados en el suelo.
- Ve, ve, no te retrases. – Le indicó él a su pupilo, a la vez que intentaba levantarse de nuevo para ir a por sus cachivaches de alquimia. Lysa entendió lo que quería y, en cuanto vio el ademán del viejo, le acercó una mesa de patas largas y chirriantes rueditas a donde estaba. En esa mesa había probetas, cuencos, marmitas pequeñas, botecitos con corchos, pequeños baúles y cajoncitos. Sorprendentemente, todo cabía ahí. – Gracias, querida.
Ella sí sonrió más sinceramente, y con la decisión que no acompañaba al chico, se despidió para irse a preparar la comida y la habitación para Iredia. Un minuto después, salió Bálder, sin despedirse ni nada, como una sombra.
-¿Sabes alquimia? ¿Medicina? ¿Herbología? – empezó a tantear la mesa, achicando sus blancos ojos, tratando de dar con lo que buscaba - Mi viejo amigo, Rubeus, que los dioses lo guarden, sabía curar casi cualquier enfermedad. Una lástima su locura. Una lástima hacerse viejo, la suerte que tienen los elfos como tú, jovencita – empezó a relatar sus aventuras de la vejez, o eso parecía. Pero nada más lejos de la realidad, estaba muy centrado en el movimiento de sus manos y su olfato. Cada dos por tres inhalaba cerca de lo que parecía un bote. Si era útil, lo seguía tocando; si no, lo apartaba. – Ven, muchacha. ¿Me darías un poco de tu sangre? Los elfos tenéis el poder de la sanación en vuestras venas –trató de tomar la mano de Iredia. – Creo que puede funcionar. Tienes la enfermedad, podremos crear defensas contra el mal. Y con tu sangre, tu don… -su cara pareció iluminarse ante esa idea.
Un segundo después estaba inhalando otros botes. Quería uno en específico, un mejunje de plantas que se usaban contra males habituales. Tanteando la madera llegó al cajón y de ahí sacó una aguja de metal cobrizo y una pequeña sonda, también de metal, pero más flexible. Con la otra mano sujetaba el bote que había estado oliendo, el de las plantas.
Lysa estaba sentada en la silla que había al lado de una gran cama de hermosas sábanas. En sus manos sujetaba unas piedras preciosas que brillaban con el reflejo del candil. – Lady Odalyn, ya está aquí – miró las rocas. – Tiene salvación.
- De…descansa – Bálder cerró la puerta y salió de la habitación, sudando y apurado. De su cinturón colgaba un pañuelo de tela con bordados. A pesar de que estaba bien sujeto, lo apretaba con su mano libre, con miedo a que se pudiera caer. Tras salir de esa habitación fue a otra.
Iredia: Has decidido quedarte con Olav Haugen. Buena elección… o no, ya que te pide sangre. Ahora, depende de ti dársela o no. ¿Se la darás? Puedes ser solidaria y tratar de ayudar, el resto de chicas a las que se refirió Bálder y Lady Odalyn te necesitan. Pero, también puedes ser egoísta y negarte. ¿Qué han hecho ellas por ti?
En caso de que no quieras dársela, tendrás que tratar de convencer a Olav Haugen de que tu sangre no es la adecuada. Para saber si le has convencido o no, tendrás que tirara carisma las runas.
• Runa muy buena/buena: Cuela. No le hará falta tu sangre para la pócima
• Runa media: No le terminas de convencer, querrá probar con esa pócima también, aunque puede intentar otras.
• Runa mala/muy mala: No sólo no le convences, sino que se enfada porque le has intentado engañar. Habrá consecuencias por ofender a un brujo de ese calibre.
Es ciego y viejo, también puedes intentar huir, aunque esta opción no es la más recomendada.
En este turno tampoco podrás manejar a los NPCs.
“Menos mal que vas a ser útil, lindura. Menos mal”, pensaba mientras la miraba con sus oscuros ojos. Los dioses ya le darían sus favores. Aparte de soberbia, era una gran actriz, capaz de dorarle la píldora a la elfa que consideraba molesta, sólo para que se sintiera bien en la casa. A fin de cuentas, tenían un objetivo: ayudar a Lady Odalyn. Y eso estaba por encima de todos los roces que pudieran tener.
-Chicas… todas ellas enfermas. Y a las que intentamos librar de este mal que también asola a mi querida prima –había nostalgia en su voz. – Vinieron a ofrecer su ayuda, pero no tenían magia o no sabían usarla. Algunas, incluso, la tenían prohibida. Y otras, ¡ay! Sólo eran humanas con gran voluntad y sacrificio. Pero… nada sirvió y algunas acabaron siendo presas de esta pandemia que los dioses nos mandaron – suspiró. – Y también tenemos que cuidarlas. El muchacho se encarga de ellas. Intenta que no sufran y tengan paz – explicó. – Es un buen chico.
Bálder hizo una mueca que servía de sonrisa, aunque con sus ojos claros clavados en el suelo.
- Ve, ve, no te retrases. – Le indicó él a su pupilo, a la vez que intentaba levantarse de nuevo para ir a por sus cachivaches de alquimia. Lysa entendió lo que quería y, en cuanto vio el ademán del viejo, le acercó una mesa de patas largas y chirriantes rueditas a donde estaba. En esa mesa había probetas, cuencos, marmitas pequeñas, botecitos con corchos, pequeños baúles y cajoncitos. Sorprendentemente, todo cabía ahí. – Gracias, querida.
Ella sí sonrió más sinceramente, y con la decisión que no acompañaba al chico, se despidió para irse a preparar la comida y la habitación para Iredia. Un minuto después, salió Bálder, sin despedirse ni nada, como una sombra.
-¿Sabes alquimia? ¿Medicina? ¿Herbología? – empezó a tantear la mesa, achicando sus blancos ojos, tratando de dar con lo que buscaba - Mi viejo amigo, Rubeus, que los dioses lo guarden, sabía curar casi cualquier enfermedad. Una lástima su locura. Una lástima hacerse viejo, la suerte que tienen los elfos como tú, jovencita – empezó a relatar sus aventuras de la vejez, o eso parecía. Pero nada más lejos de la realidad, estaba muy centrado en el movimiento de sus manos y su olfato. Cada dos por tres inhalaba cerca de lo que parecía un bote. Si era útil, lo seguía tocando; si no, lo apartaba. – Ven, muchacha. ¿Me darías un poco de tu sangre? Los elfos tenéis el poder de la sanación en vuestras venas –trató de tomar la mano de Iredia. – Creo que puede funcionar. Tienes la enfermedad, podremos crear defensas contra el mal. Y con tu sangre, tu don… -su cara pareció iluminarse ante esa idea.
Un segundo después estaba inhalando otros botes. Quería uno en específico, un mejunje de plantas que se usaban contra males habituales. Tanteando la madera llegó al cajón y de ahí sacó una aguja de metal cobrizo y una pequeña sonda, también de metal, pero más flexible. Con la otra mano sujetaba el bote que había estado oliendo, el de las plantas.
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Lysa estaba sentada en la silla que había al lado de una gran cama de hermosas sábanas. En sus manos sujetaba unas piedras preciosas que brillaban con el reflejo del candil. – Lady Odalyn, ya está aquí – miró las rocas. – Tiene salvación.
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- De…descansa – Bálder cerró la puerta y salió de la habitación, sudando y apurado. De su cinturón colgaba un pañuelo de tela con bordados. A pesar de que estaba bien sujeto, lo apretaba con su mano libre, con miedo a que se pudiera caer. Tras salir de esa habitación fue a otra.
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Iredia: Has decidido quedarte con Olav Haugen. Buena elección… o no, ya que te pide sangre. Ahora, depende de ti dársela o no. ¿Se la darás? Puedes ser solidaria y tratar de ayudar, el resto de chicas a las que se refirió Bálder y Lady Odalyn te necesitan. Pero, también puedes ser egoísta y negarte. ¿Qué han hecho ellas por ti?
En caso de que no quieras dársela, tendrás que tratar de convencer a Olav Haugen de que tu sangre no es la adecuada. Para saber si le has convencido o no, tendrás que tirar
• Runa muy buena/buena: Cuela. No le hará falta tu sangre para la pócima
• Runa media: No le terminas de convencer, querrá probar con esa pócima también, aunque puede intentar otras.
• Runa mala/muy mala: No sólo no le convences, sino que se enfada porque le has intentado engañar. Habrá consecuencias por ofender a un brujo de ese calibre.
Es ciego y viejo, también puedes intentar huir, aunque esta opción no es la más recomendada.
En este turno tampoco podrás manejar a los NPCs.
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Re: Con rastro de la pandemia [Mastereado] [Iredia]
Con Rushi en su hombro, comenzó a dar vueltas por el cuarto mientras aquel anciano divagaba sobre sus historias. La verdad es que le costó centrarse en lo que decía, pues todas aquellas pócimas y mejunjes le traían recuerdos dolorosos. Cierto brujo que conoció hace tiempo estaría encantado con todo lo que había en aquella habitación. Dio un suspiro amargo.
En un momento, se giró de nuevo hacia el viejo para ver qué hacía. Le resultó hasta cómico ver cómo tanteaba los frascos y los olfateaba para identificarlos. La joven entrecerró sus ojos violetas. No parecía un viejo estúpido, de eso no tenía duda alguna. Carecía de vista, pero sus otros sentidos se habrían afilado con la práctica y (de esto si que no le cabía ninguna duda) seguro que sabía de sobra dónde se encontraba ella en ese momento.
Espabiló un poco cuando le hizo una pregunta directa. La elfa se aclaró la garganta antes de hablar.
-Tengo conocimientos de medicina básicos y algo de herbología para aquellas ocasiones en las que no puedo usar mi magia. Desgraciadamente -volvió a mirar los frascos que olisqueaba el viejo- ... carezco de conocimientos de alquimia. Me parece un poco... antinatural. -comentó con sinceridad, esta vez sin intención de ser hiriente.
Seguía curioseando la habitación cuando a poco se atraganta con su propia saliva ante la petición del viejo. Su sangre. ¿Un poco? ¿Seguro? Alarmada, vio cómo el viejo cogía una especie de tubo y una aguja que no le gustaron nada. Tragó saliva.
<< ¿Qué hago? >>
Miró a su asski, el cual había escondido sus cuartos traseros bajo el pelo de Iredia. No parecía muy alterado, aunque tampoco estaba cómodo. Ante la falta de reacción de su felino, la joven elfa suspiró. Por un lado, se había quedado con él para ayudarlo y no parecía un viejo malvado. Al menos, en apariencia. Pero la última vez que cogieron su sangre a poco la desangraron (aunque esta vez al menos estaban pidiendo consentimiento). ¡Y es un brujo! No son de fiar, nunca son de fiar. Viendo cómo el viejo buscaba su mano le entraron ganas de salir corriendo de allí. Pero no... no.
<< Si se pasa de listo, empujón y a correr >>, pensó para sí.
Y se acercó al viejo, al que puso una mano en el hombro para hacerle notar dónde estaba ella.
-Está bien. Si solo es un poco. ¿Dolerá? -añadió, con cierto temor.
Una cosa la tenía clara: no le iba a gustar lo que iba a hacer ese señor con esa aguja.
En un momento, se giró de nuevo hacia el viejo para ver qué hacía. Le resultó hasta cómico ver cómo tanteaba los frascos y los olfateaba para identificarlos. La joven entrecerró sus ojos violetas. No parecía un viejo estúpido, de eso no tenía duda alguna. Carecía de vista, pero sus otros sentidos se habrían afilado con la práctica y (de esto si que no le cabía ninguna duda) seguro que sabía de sobra dónde se encontraba ella en ese momento.
Espabiló un poco cuando le hizo una pregunta directa. La elfa se aclaró la garganta antes de hablar.
-Tengo conocimientos de medicina básicos y algo de herbología para aquellas ocasiones en las que no puedo usar mi magia. Desgraciadamente -volvió a mirar los frascos que olisqueaba el viejo- ... carezco de conocimientos de alquimia. Me parece un poco... antinatural. -comentó con sinceridad, esta vez sin intención de ser hiriente.
Seguía curioseando la habitación cuando a poco se atraganta con su propia saliva ante la petición del viejo. Su sangre. ¿Un poco? ¿Seguro? Alarmada, vio cómo el viejo cogía una especie de tubo y una aguja que no le gustaron nada. Tragó saliva.
<< ¿Qué hago? >>
Miró a su asski, el cual había escondido sus cuartos traseros bajo el pelo de Iredia. No parecía muy alterado, aunque tampoco estaba cómodo. Ante la falta de reacción de su felino, la joven elfa suspiró. Por un lado, se había quedado con él para ayudarlo y no parecía un viejo malvado. Al menos, en apariencia. Pero la última vez que cogieron su sangre a poco la desangraron (aunque esta vez al menos estaban pidiendo consentimiento). ¡Y es un brujo! No son de fiar, nunca son de fiar. Viendo cómo el viejo buscaba su mano le entraron ganas de salir corriendo de allí. Pero no... no.
<< Si se pasa de listo, empujón y a correr >>, pensó para sí.
Y se acercó al viejo, al que puso una mano en el hombro para hacerle notar dónde estaba ella.
-Está bien. Si solo es un poco. ¿Dolerá? -añadió, con cierto temor.
Una cosa la tenía clara: no le iba a gustar lo que iba a hacer ese señor con esa aguja.
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