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Mensaje  Tenzin Fang Leiden Lun Mar 05 2018, 20:05

Las gotas de lluvia impactaban violentamente contra mi piel y ropajes, como si un fuerte torrente de llantos y lamentos me abatiera con toda su fuerza, tristes plegarias de aquellas oscuras nubes de tormenta que ocultaban toda señal de un aproximado amanecer. De pronto, se hizo oír un potente estruendo entre la lluvia, estruendo que no tardó en teñir la oscuridad del cielo con una cegadora luz blanquecina. Era el trueno fiel, quien preparaba el camino para sus buenos amigos: rayo y relámpago. La tormenta cogía más y más fuerza, embraveciendo al mismo tiempo a las furiosas mareas que ahora tenían mi vida sobre la delgada línea del cruel destino, atrapándome entre la ferocidad de sus corrientes. No... No parecía que el océano estuviera de mi lado en esta ocasión, al contrario, él deseaba con todas sus fuerzas hundir mi vida en un abismo de las profundidades, donde ella podría tenerme a su merced y hacerme pagar por aquel terrible día. Podía verla aproximarse, era gigantesca; sus inmensas fauces podrían engullir hasta a la embarcación más inmensa. Se desplazaba violentamente, sometiendo a cada ola que se atreviera a cruzarse en su camino, mientras humillaba a cada estruendo de aquella feroz tormenta, no había centella que superara a su ardiente deseo de venganza. ¿Có... cómo había terminado yo en esta situación? ¿Qué sucesos habían colocado el blanco de aquella bestia sobre mi espalda? En ese momento, estaba tan aturdido que no podía recordarlo, solo veía a la muerte venir por mi sin poder hacer absolutamente nada para detenerle. Sólo una cosa para mí era cierta...

Bigmouth no era solamente una leyenda.

♬         ♬         ♬         ♬         ♬         ♬         ♬         ♬         ♬         ♬         ♬         ♬         ♬         ♬         ♬         ♬         ♬         ♬


Detuve mi andar un segundo, quería admirar con detenimiento el hermoso arco que marcaba la entrada de aquel pueblo; una fina construcción hecha con encantadoras piedras de color rojo cobrizo, teñidas con la decoración de bellas plantas de un perfecto color verde como los bosques, dando la bienvenida a una amigable población que disfrutaba cada día de un hermoso paisaje, como lo era aquel bello sol reflejándose en la costa y el mar del ocaso. ¡Vaya suerte había tenido de toparme con un amable poblado antes que las campanas de la iglesia marcaran las vísperas del anochecer! ¿Sera que por fin los dioses han decidido ponerse de mi parte? Su voluntad no suele sonreírme hasta que les he brindado un espectáculo que jamás podrán olvidar... Suspiré resignado, dudando de la verdadera naturaleza de mi fortuna. Durante mi peregrinaje, las cosas nunca suelen ser tan sencillas... Usualmente en el camino suelo enfrentar un par de bandidos, salvar un par de damiselas en peligro, y tocar un par de canciones improvisadas, pero esta vez fue más fácil de lo que esperaba. ¿A qué estarán jugando los dioses en esta oportunidad?

Creyendo en aquel pensamiento que me advertía de lo paranoica que resultaba mi incredulidad, no tardé más en adentrarme en las calles de aquella villa del color del atardecer. Ciertamente, había acertado en describir aquello como una población pacífica y amigable, la belleza de las viviendas resaltaba en la simpleza de sus cimientos; sin demasiados lujos, solo lo necesario para hacer de sus hogares una acogedora y feliz morada. Los jóvenes aldeanos mostraban un semblante feliz, tranquilo, sin sumirse en demasiadas complicaciones, disfrutando con sus hermanos y amigos de los últimos y anaranjados rayos del sol que se despedía desde la distancia. Era bueno saber que, después de aquella temporada de caos en el continente, todavía existían personas con la esperanza de continuar, con la voluntad de levantarse y enfrentar la tempestad.

—¡Es esta noche! —fueron las palabras que captaron mi atención mientras caminaba por el pueblo, buscando alguna posada donde poder descansar de la larga caminata y permitirme unas merecidas horas de sueño. —He esperado tanto... ¡Es mi oportunidad de invitar a Rosa y ganar su corazón! — ¿Mm...? ¿Habrá alguna celebración especial esta noche? Suena interesante. No pude continuar escuchando al chico relatando sus planes para conquistar a su amada, detenerme solo para cotillear sería bastante imprudente de mi parte, así que seguí andando.

Mi búsqueda no tardó más de un par de minutos en finalizar, pues pude dar con una posada, casi al final del pueblo; antes de llegar a aquel pequeño puerto donde un par de barcos descansaban de sus constantes duelos con el océano. Me detuve frente a la entrada, pues un enorme y llamativo anuncio se hallaba pegado en la puerta: "¡Esta noche en la posada Flipflock! ¡Gran Función de Cuentos de Hadas! Escritos por y para hadas, en realidad". No pude evitar soltar un par de risas al momento en que leí el párrafo que plasmaba el nombre de la posada y aquella última afirmación pésimamente oculta, así que a esto se refería aquel muchacho... Hasta ese entonces, no había notado que habían cientos de afiches como ese, repartidos por toda la ciudad; en una versión más pequeña y simple, mientras todos los aldeanos parecían conversar del mismo tema. Pues, la verdad es que, ignorando que dichos relatos habían sido inventados por hadas, la idea de asistir a dicha función era bastante interesante y tentadora. Me encogí de hombros, juzgando mediante el hecho de que aquella era la única posada de todo el poblado, tampoco es como si tuviera gran alternativa. Venga ya, reí para mi adentros antes de disponerme a abrir la puerta del local, después de todo, podría ser peor; siempre puede ocurrir algo peor.
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Mensaje  Gerrit Nephgerd Sáb Mar 31 2018, 16:45

Desperté en el almacén de la posada Flipflock, acostado sobre un montón de sacos de comida: coles y acelgas en su mayoría.  El nauseabundo olor que emergía de los sacos, y ahora de mi cuerpo, indicativa que la verdura estaba en mal estado. Tarde unos segundos en desvelarme y recordar cómo había llegado hasta allí. La noche anterior sobrepasé, por tres veces, mi límite de alcohol. Aunque no fuera capaz de hacer memoria, creía con seguridad que había sido un problema para los gerentes del local. ¿Los había matado? Mis ropas no estaban manchadas de sangre, tampoco la cabeza de Talisa ni Suuri; debía de haber sido otra cosa. ¿Amenazado tal vez? Me llevé una mano en la cabeza e hice esfuerzo por recordar. Pude ver la imagen onírica de una mujer, que ocupaba el volumen de tres mujeres, sirviéndome bebida detrás de una barra. Primero una, luego otra, otra y otra más. Me dijo que pagase. No pude recordar qué le conteste; debió ser algo desagradable pues ella desapareció de mi vista. Luego empecé a caminar. Alguien intentó cogerme por la espalda, pero yo fui más rápido. Me giré y le cogí de la pechera. Volvía a caminar. Supuse que, en algún momento debí caerme encima de los sacos de coles podridas y ahí me quedé durmiendo por toda la noche.

Levanté la cabeza hacia el techo. En el piso superior estaban las habitaciones de los huéspedes del Flipflock, de aquellos que habían pagado por dormir. Reí para mis adentros. Creí que yo, sin haber pagado, había dormido mejor que los clientes. Y es que, no había nada mejor para dormir que emborracharse hasta perder el conocimiento.

Busqué entre los sacos de comida un trozo de fruto que no tuviera el olor ni el color de las heces. Descarté por completo los sacos en los que había dormido, cuanto más lejos de ellos mejor. Encontré un par de manzanas de las cuales pude aprovechar casi la mitad de ellas. A medida que comía, iba cortando las partes rancias con la daga Rompecorazones. El desayuno de los campeones.

-Solo queda que nos duchemos. Oléis fatal- le dije a mis amantes: la cabeza de Talisa y mi martillo Suuri.

Los objetos inanimados no podían oírme ni costarme. La mujer obesa de la noche anterior lo hizo en su lugar. Ella estaba observándome temerosa desde el umbral de la puerta.

-Aquí no tenemos ducha- mintió, lo vi en sus ojos- Vete-.

-No me voy a ir. Estoy bien. Es un buen local, tenéis buena comida y mejor servicio. Me ducharé en el establo, en el bebedero de los caballos-.

-Mi esposo fue anoche en busca de la Guardia- amenazó – Llegará de un momento a otro-.

-Lunargenta está a tres días de viaje de caballo. El cuartel de la Guardia más cercano está a, al menos, un día a caballo.  Si es verdad que tu esposo, viejo y débil, se puso anoche en marcha, cosa que dudo, me dejas con todavía doce horas para disfrutar del Flipflock-.

Aparte a la mujer de un empujón privado de misericordia. Ella se alejó un paso de mí, no quería problemas. La puerta del almacén daba directamente a la cocina y ésta tenía dos salidas: una a la parte de atrás de la posada y otra hacia el salón. Tomó la segunda para que los clientes me vieran y se sintieran celosos de mi privilegiado y gratuito cuarto. Como sospeché, el viejo posadero no se había tomado las molestias de avisar a la Guardia. Lo encontré sirviendo de una jarra de leche caliente a los clientes de las mesas.

-Guarda una taza para mí. Después de ducharme me apetecerá un vaso de leche. ¿Es de cabra o de vaca?- el hombre tembló al verme, a punto estuvo de caerse al suelo- Si es de burra tampoco me importa-.

Salí del Flipflock y fui al establo colindante. Como dije: usé el bebedero de los caballos como tina para la ducha. A esas alturas de la mañana ya era plenamente consciente de lo que sucedió durante la noche.

Recordé que la mujer obesa no quiso servirme más alcohol hasta que no viera que era capaz de pagarlo.  No me gusta la gente desconfiada, la alejé de mí con una corriente eléctrica. Ella cayó al suelo. A su rescate fue el marido, viejo, alto y delgado como un espárrago. Intentó golpearme desprevenido con una espada. No tenía las manos vacías como había imaginado al despertar, estaba armado. Lo siguiente que hice fue golpear al viejo con mi martillo en el estómago. La cabeza de Suuri estaba cargada de electricidad. No, aunque quisiese, después del golpe no había podido caminar más de dos metros ni muchos menos montar en un caballo y viajar hasta el cuartel de la Guardia.

Me vi en el reflejo del agua. Tenía un aspecto demencial, mucho más rancio que las coles en las que había utilizado como cama. Mis cinco maldiciones me habían otorgado el aspecto de un loco. Lo correcto entonces, es comportarme como un loco.
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Mensaje  Tenzin Fang Leiden Vie Abr 06 2018, 01:28

Tras la puerta de la entrada a la posada Flipflock me encontré con un amplio salón repleto de mesas, sillas, ventanales y un par de sujetos pasados de bebidas; riendo a carcajadas y actuando como bégimos. El lugar estaba decorado con bellas linternas blanquecinas, dejando ver el traslucido fulgor de la flama de su interior a través de la poca densidad del material que le conformaba. Al final del salón podía observar algo parecido a una especie de escenario, una alargada y extraña superficie de madera con diversos instrumentos musicales sobre ella, junto a un par de doncellas que parecían intentar coordinar una especie de danza con cubetas en sus manos. Extraño, pero original, supongo. A mi derecha se hallaba la recepción, a la cual no tardé más en dirigirme para solicitar una habitación donde pasar la noche, donde un anciano alto y delgado limpiaba con cierto deje de nerviosismo un par de trastes y cubiertos.

—Buen día, se... —no pude continuar la oración, pues el hombre se espantó y sus manos dejaron caer el plato que sostenían, provocando un gran estruendo que llamó la atención de todos los presentes. —¿Se encuentra bien? —pregunté, agachándome junto a él para ayudarle a recoger los pedazos rotos esparcidos por el suelo. El hombre no parecía herido, pero temblaba de miedo.

—D-dis... Disculpad mi torpeza, señor. —murmuró, antes de intentar levantarse con prisa. Se detuvo a medio camino reprimiendo un quejido de dolor, rodeando su estómago con sus brazos en una clara señal de encontrarse herido. Me levanté para intentar ayudarle, pero él me detuvo antes que pudiera intentarlo. —E-estoy bien... ¿En qué puedo ayudarle? —preguntó, recomponiéndose un poco tras dejar escapar un leve gimoteo.

—... —arqueé una ceja sospechoso, no me hacía nada de gracia lo que acababa de acontecer. Opté por tomar un respiro y enderezar mi postura, fingiendo no percatarme del claro tormento que parecía azotar al sujeto. Era una corazonada, me sugería mantenerme al margen como la decisión más sabia. —Quería solicitar una habitación, si se encuentra alguna disponible.

—P-por supuesto. —el hombre retrocedió y buscó en un cajón una llave de madera, la cual me entregó junto a un par de indicaciones. —Escaleras al final del salón, segunda puerta a la derecha.

————————————————————————————————————————————

La habitación no era nada fuera de aquello que podía esperarse de una posada humana. Sin mencionar como la densa cama era cubierta por el cobijo de la inmunda profanación a la piel de un animal, venía equipada con una óptima habitación para el aseo y un ventanal con una hermosa vista del océano. Tras desempacar las pocas pertenencias que llevaba, opté por retirar y doblar cuidadosamente las telas de mi vestimenta, apilándolas sobre la cama antes de ir a lavarme.

La tina llena de agua caliente, vapor y agradables esencias me hacían recordar y añorar las aguas termales del palacio, aquellas que los monjes solíamos llamar "La Roca Hirviente" por su estructura, y disfrutábamos de bañarnos en ellas tras un arduo día de entrenamiento. Sumergir mi cuerpo entre aquellas aguas fue como quitarme de encima aquel inmenso yugo que había sido obligado a cargar a lo largo de mi travesía, el alivió fue prácticamente instantáneo. El peso de mis cansados huesos, la tensión y rigidez de los ligamentos de mis músculos, el estrés mental y la falta de paz en mi espíritu, todo se marchó con las altas temperaturas de las corrientes y el aroma primaveral de las fragancias inducidas. Tallé lentamente mis brazos con mis manos y el agua, agradeciendo poder retirar al fin todo resto del molesto sudor acumulado durante el viaje. ¿Cómo era posible que los pueblos humanos no disfrutaran a diario de esta relajante sensación? Renovar cada día la pureza del cuerpo era una actividad obligatoria para los habitantes de Fabul.

Miré entonces mi rostro reflejado entre las aguas, confundido al no reconocer al hombre que veía. Ese gesto serio, ese aspecto firme... Era totalmente opuesto a la anterior fachada alegre que me esforzaba en mantener. Lo entendía, mi aspecto se había vuelto el reflejo de mi decisión. Me agradaba, nunca más iba a permitir que mi pasado definiera mi presente.

————————————————————————————————————————————

Descendí las escaleras para regresar al gran salón, pues una especie de conmoción llamo mi atención desde mi habitación. Mi primera idea era que algo terriblemente malo estaba aconteciendo; aquello que estaba perturbando al dueño de la posada, sin embargo, opté por no sacar conclusiones precipitadas y concluí en que la función de cuentos había sido adelantada. Agradecí que al terminar de lavarme hubiera encontrado un par de mudas de ropa limpia en lugar de mi túnica sucia, debía esperar hasta mañana a que mi traje fuera lavado antes de poder partir.

Para mi sorpresa, cuando llegué al salón, ninguna de mis sospechas resultó ser cierta, o al menos eso parecía. El escenario seguía estando vació, más allá de las jóvenes doncellas que ensayaban para la presentación, y tampoco había suficientes personas en el lugar para preocuparse por llegar tarde al espectáculo. Por su parte, el dueño de la taberna no se encontraba en la recepción, pude encontrarlo sentado en una de las mesas del lugar con una taza frente a él, con la frente pegada a la madera de la mesa y... ¿llorando? Me acerqué a él en silencio y me senté en la silla posterior. La taza parecía contener leche, me dio una idea para iniciar una conversación.

—¿Es de cabra o de... —nuevamente, un grito espantado me interrumpió a media frase. La primera vez me sorprendió, pero mentiría si dijera que en esta ocasión no me esperaba algo similar.  —...vaca? —concluí calmadamente, aparentando ignorar lo sucedido.

—¡¡Se lo suplico señor, abandone mi posada y no nos haga daño!! —lloriqueó, cubriéndose el rostro con los brazos. Arqueé una ceja sin entender a qué se refería, ¿le había hecho algo malo? Al no recibir respuesta, ni oral ni física, de mi parte, el hombre decidió echar un vistazo... percatándose finalmente que se trataba de mí y no de ese "huésped indeseado". —S-s-señor monje... —le escuché tragar saliva. —¿E-está disfrutando de su estancia?

—... —guardé silencio, no sólo para asimilar el vago intento de este hombre de cubrir su reacción; o para deleitarme con su mirada nerviosa buscando alguna salida, el motivo principal era darme un tiempo para elegir las palabras correctas. —¿Está ignorando intencionalmente el hecho de que claramente veo que hay algo atormentándole? —anuncié finalmente. El hombre parpadeo confuso, no recibí otra respuesta. —... Pregunté si está ignorando a propósito el hecho de que sé que algo le preocupa. —reafirmé, y tras un gesto sorprendido, el hombre se limitó a mirar al suelo, triste. Aquella acción me dio la respuesta que necesitaba, suspiré. —Mantenerlo oculto de aquellos que desean ayudarle no va a solucionarlo. —confesé, esta vez con un poco más de tacto.

El silencio reinó tras mi afirmación, el hombre pareció tomarse un tiempo para meditar entre sollozos sobre mis palabras. No era fácil verlo en esta situación, por supuesto que no, seriedad no tenía que ser precisamente sinónimo de frialdad. No es que lo conociera de nada, ni mucho menos; apenas había interactuado con él esa mañana. Pero igual sentía pena por este hombre, cualquiera que sea llevado al extremo del llanto merece mi compasión. Paso un rato antes que él lograra recuperar un poco la compostura, quizás había sido demasiado brusco, pero al final logró hacerlo. Me miró a los ojos, los suyos estaban llenos de lágrimas, y entonces abrió su boca...

... pero entonces alguien entró al salón.
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Mensaje  Gerrit Nephgerd Dom Abr 22 2018, 17:50

-Qué lástima que no tengas manos- le dije a Talisa con voz melosa- me harás un favor a terminar de lavarme la espalda; donde yo no llego-.

La cabeza estaba sobre mi pecho, mirándome como me habían mirado, tiempo atrás, decenas de chicas enamoradas. Agrupé un poco de agua en las manos y la dejé caer, poco a poco, en el cabello metálico de Talisa. Formaba parte de nuestro juego de baño. Le echaba agua, acariciaba sus labios con la yema de mi dedo índice, nos mirábamos a los ojos y la abrazaba apretándola contra mi pecho. Cualquiera que me viera pensaría que había enloquecido por haberme enamorado de la cabeza de una mujer cibernética. Nada más lejos de la realidad. Estaba agradecido con ella. A su lado, tres de mis cinco maldiciones se evaporaban. Me hacía sentir mejor, sano y sin heridas. Era la única mujer, a excepción de Suuri (mi martillo), que no me abandonó. Sentía que le debía un favor a Talisa. Se me ocurrió hacerla sentir mujer. Le di un beso en la frente; el preámbulo para el siguiente que le di en los labios.

-Si tuvieras caderas pondría mis manos en ellas, si tuvieras piernas te dejaría que las usases para hipnotizar, si tuvieras manos las utilizarías para sujetarte en mi cuello y si tuvieras sexo te devolvería lo que me has dado- era lo más parecido a una declaración de amor que supe hacer a una cabeza de metal inanimada.

Escuché a tres caballeros desmontar de sus monturas detrás de la posada. Intrusos, mirones. Salí del bebedero para caballos, el cual improvisé como bañera, con la cabeza de Talisa en mi mano izquierda y a Suuri en la derecha. Ignorando mi desnudez, me escondí detrás de unas cajas de comida. Los extranjeros pasaron al interior del establo. Me deslicé sigilosamente, como una serpiente, entre las cajas. Les vi sin que ellos pudieran verme. Una mujer y un hombre vestidos con la armadura de la Guardia y una puta juglar que conocí un año atrás. Abrí la boca y ahogué mi risa en un suspiro. No había persona en el mundo que odiase más que aquella juglar. La ironía de encontrarla en mi momento de debilidad e intimidad me hizo gracia. Pensé en la posibilidad que hubiera sido ella, y no el marido de la posadera, la que había hecho el largo viaje para traer a los hombres de la Guardia. Conociéndola como la conocía, la vi capaz de hacer cualquier cosa, incluido hacer un camino de doce horas a caballo, con tal de verme muerto.

Los guardias hablaron entre ellos. La puta juglar se quedaba atrás en silencio. Típico de ella; se hacía pasar por marginada e incomprendida para luego clavarte la espada por la espalda. Los guardas decidieron investigar el Flipflock; dijeron que era mejor que la chica se quedase en el establo con los caballos. No sabían cuan peligrosa podía ser el hombre que estaban buscando, es decir, cuan peligroso era yo. La mujer afirmó con la cabeza a la vez que amarraba su caballo al poste.

Una vez desaparecieron los guardias de mi vista y escuché la puerta del Flipflock, salí de mi escondite. Las maldiciones que me mataban y el odio que sentía hacia aquella mujer no fueron impedimentos para que me moviera como una vil alimaña escurridiza. Me coloqué detrás de la mujer sin que se diera cuenta. Pase mi mano derecha, con la que sujetaba a Suuri, por su cuello, y la izquierda, que tenía a Talisa, por su cintura. Ella se recubrió de fuego azul con tal de intentar zafarse de mí. Yo utilicé mi electricidad y resistí su magia.

-Eso es lo que me gustaba de ti. Los dos ardíamos de pasión- me acerqué a su oído y le hablé con un tono de voz no muy diferente con el que le había hablado a Talisa en el baño- Keira Bravery-.

-Gerrit Nephgerd- contestó ella.

Estaba excitado y furioso; sentimientos que eran incrementados por las maldiciones. Ella pudo notarlo. Mi pregunta era si le causaba buenos recuerdos sentir mi vivo sexo; a mí sí. Tan buenos como malos.

-Adelante. Sé lo que estás pensado. Hazlo si te atreves-.

las manos de Keira eran de fuego, un movimiento en falso, por mi parte, y las usaba para convertirme en cenizas. La cabeza de Suuri y la boca de Talisa centelleaban chispas azules, un movimiento erróneo por Keira y moría electrocutada.

-Y así es como acabará nuestra bella historia, matándonos al mismo tiempo- reí sonoramente, suponía que mi risa le haría enfadar- Dime, preciosa: ¿por qué te has tomado tantas molestias conmigo? Nunca vi que te interesa ninguna posada, y menos una con un nombre tan ridículo como Flipflock. ¿Por qué hacerles el favor de llamar a la Guardia y hacer que éstos me detengan? Eso teniendo en cuenta que no les mate yo primero-.

-Te crees el ombligo de Aerandir. No hemos venido por ti-.

La solté y le hice girar bruscamente para que me viese a los ojos.

- ¡Mientes! No se me ocurre otro motivo que te haya traído al lugar donde, casualmente, estoy yo. Quieres que me maten; que hagan lo que tú, por amor, no te atreves a hacer-.

La última frase le hizo enfurecer; me encantaba verla enfadada. Se abalanzó hacia a í a medida que conjuraba una bola de fuego. Antes de que pudiera quemarme, le di una patada en la pierna que le hizo tropezar y caer al suelo. Lo siguiente fue colocarme encima de ella, inmovilizar sus brazos y besarle el cuello.

-Apártate- era lo que decía, pero no hacía nada por impedirlo.

-Parezco haber envejecido treinta años desde la última que nos vimos, mi corazón arde y una bandada de cuervos invisible pizca constantemente mi piel y mis ojos; pero en mi interior resiste el mismo Gerrit que conociste, el que odias y estás enamorada. Sé que lo has visto y que deseas que te posea-.

-No es cierto- sí lo era, el calor que emitía su entrepierna no era causado por su magia.

Solté su brazo izquierdo y pasé mi mano por dentro de su blusa. Keira, aprovechando la libertad, me cogió de la espalda y clavó sus uñas. No sentí dolor. En comparación con los cuervos y el fuego del corazón, unos arañazos se volvían insignificantes.

Ocurrió lo que estaba esperando, lo que tanto Keira como yo sabía que iba a ocurrir. Ella tomó impulsó y me besó a los labios. No pudo hacerse la estrecha por mucho más tiempo. Le solté el otro brazo y terminé de arrancarle la blusa. Ella se quitó los pantalones y la ropa interior.

No hubo amor; solo sexo y odio encima de un montón de heno.


Offrol: Perdón por el retraso. Estoy de exámenes. Intentaré escribir cada fin de semana. Lo prometo.
Uso mi npc, Keira Bravey (antes era el pj de otra usuaria, pero me lo regaló).
Lo de entrar por la puerta era muy cliché y aburrido, se me ocurrió hacer algo más divertido que seguro que enlazas mejor con tu historia de la bestia. ¿Por qué han venido los guardias?
Cuando puedas, pon el +18.
Niños no tengáis relaciones tóxicas como la de Gerrit y Keira. En la ficción son divertidas de escribir, pero en la realidad son muy desagradables.
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Mensaje  Zatch Sáb Ene 05 2019, 00:12

TEMA CERRADO POR ABANDONO



*Se restan 5 puntos a Tenzin Fang Leiden y se añaden 2 puntos al perfil de Gerrit Nephgerd.
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