Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
Página 1 de 2. • Comparte
Página 1 de 2. • 1, 2
Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
Rushi olisqueó una de las hojas cubiertas de hielo del suelo. Tampoco es que oliera a gran cosa, a medida que iban avanzando hacia el norte, se notaba más el frío y le costaba más percibir los olores. Miró hacia atrás, hacia sus amas. Iban despacito, quizás porque la mayor estaba cargando en brazos a la pequeña. Otra vez.
Tras mucho andar, llegaron hasta un gran e inmenso lago. Los ojos violetas de Iredia brillaron de entusiasmo por primera vez en mucho tiempo. Las vistas eran mágicas, preciosas. Acostumbrada al bosque y al color verde, el contraste del agua con la luz del atardecer era tan bello que hasta se le escaparon un par de lágrimas emocionadas. Itrella entonces tosió en su hombro e Iredia le ajustó la capa sobre su espalda. No debía olvidar su cometido allí. La propia niña había sido quién le había pedido que la llevase.
-Ya hemos llegado, pequeña. -le susurró al oído.
La niña de ojos azules giró el cuello y miró el paisaje. Una sombra de ilusión cruzó su rostro, pero estaba tan débil que no podía dar rienda suelta a su entusiasmo. Tan pronto como vino la ilusión, sobrevino después la decepción. La elfa no podía permitir que los últimos momentos de vida de su pequeña fueran así, de decepción. Llamó a Rushi con un pequeño silbido y todos fueron hasta la orilla del inmenso lago. Atardecía, el sol marcaba su camino dorado sobre las cristalinas aguas. Quizás era el camino hacia el cielo que Itrella recorrería dentro de no mucho tiempo.
-A mí papá le guztaba muchio mojar loz piez en el agua.
La joven sonrió. Ya conocía lo suficiente a la niña como para saber que había en esa frase una petición velada. Se fue hasta la orilla con ella y, con mucho cuidado, le quitó el calzado, se sentaron las dos en la orilla y procuró que la pequeña se quedase con los piececitos tocando el agua. Nunca había visto a la pequeña tan feliz, aún sin decir nada.
-Quédate aquí, ¿vale? Voy a encender un fuego. Que habrá que cenar, ¿no?
La pequeña sonrió otra vez e Iredia se levantó. Le hizo un gesto a Rushi hacia la pequeña.
-Ve con ella, bicho.
Mientras asski y niña jugaban con el agua, Iredia se dedicó a buscar piedras y ramas secas para hacer un fuego. Costaba encontrarlas, pues la zona de alrededor estaba húmeda y hacía poco había helado. Cuando consiguió reunir unas pocas ramas, dirigió la vista a la orilla, hacia los dos seres que ahora mismo eran parte misma de su alma. Su vista volvió a empañarse y su pulso empezó a temblar, pues a menudo ella olvidaba que también estaba enferma. Se le cayeron todas las ramas al suelo. Maldijo en élfico.
-¿Cómo voy a pretender salvarla... -se agachó- ...si casi no puedo ni salvarme a mí?
Tras mucho andar, llegaron hasta un gran e inmenso lago. Los ojos violetas de Iredia brillaron de entusiasmo por primera vez en mucho tiempo. Las vistas eran mágicas, preciosas. Acostumbrada al bosque y al color verde, el contraste del agua con la luz del atardecer era tan bello que hasta se le escaparon un par de lágrimas emocionadas. Itrella entonces tosió en su hombro e Iredia le ajustó la capa sobre su espalda. No debía olvidar su cometido allí. La propia niña había sido quién le había pedido que la llevase.
-Ya hemos llegado, pequeña. -le susurró al oído.
La niña de ojos azules giró el cuello y miró el paisaje. Una sombra de ilusión cruzó su rostro, pero estaba tan débil que no podía dar rienda suelta a su entusiasmo. Tan pronto como vino la ilusión, sobrevino después la decepción. La elfa no podía permitir que los últimos momentos de vida de su pequeña fueran así, de decepción. Llamó a Rushi con un pequeño silbido y todos fueron hasta la orilla del inmenso lago. Atardecía, el sol marcaba su camino dorado sobre las cristalinas aguas. Quizás era el camino hacia el cielo que Itrella recorrería dentro de no mucho tiempo.
-A mí papá le guztaba muchio mojar loz piez en el agua.
La joven sonrió. Ya conocía lo suficiente a la niña como para saber que había en esa frase una petición velada. Se fue hasta la orilla con ella y, con mucho cuidado, le quitó el calzado, se sentaron las dos en la orilla y procuró que la pequeña se quedase con los piececitos tocando el agua. Nunca había visto a la pequeña tan feliz, aún sin decir nada.
-Quédate aquí, ¿vale? Voy a encender un fuego. Que habrá que cenar, ¿no?
La pequeña sonrió otra vez e Iredia se levantó. Le hizo un gesto a Rushi hacia la pequeña.
-Ve con ella, bicho.
Mientras asski y niña jugaban con el agua, Iredia se dedicó a buscar piedras y ramas secas para hacer un fuego. Costaba encontrarlas, pues la zona de alrededor estaba húmeda y hacía poco había helado. Cuando consiguió reunir unas pocas ramas, dirigió la vista a la orilla, hacia los dos seres que ahora mismo eran parte misma de su alma. Su vista volvió a empañarse y su pulso empezó a temblar, pues a menudo ella olvidaba que también estaba enferma. Se le cayeron todas las ramas al suelo. Maldijo en élfico.
-¿Cómo voy a pretender salvarla... -se agachó- ...si casi no puedo ni salvarme a mí?
Última edición por Iredia el Jue Jun 07 2018, 11:30, editado 3 veces
Iredia
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 297
Nivel de PJ : : 1
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
- ¡Esto es humillante! – Eltrant se giró y miró la amplia caja de madera que llevaba todo el día arrastrando tras él. Sonrió escuetamente y, sin contestar, continuó avanzando, dando un fuerte tirón de la cuerda que sujetaba.
- No me digas nada, que esto ha sido idea tuya. – aseguró sin perder la sonrisa, divertido por la situación.
- ¡Pensaba que sería mejor! ¡Cómo ir en un carromato tirado por un buey muy inteligente! – Lyn dio varios golpes en la tapa del baúl en la que llevaba todo el día encerrada, Eltrant colocó una de sus manos sobre la misma, evitando que se abriese por un descuido.
Para ser alguien que ardía con algo tan simple como un rayo de luz, se tomaba muchas molestias por tratar de salir del único lugar que, en aquel momento, la mantenía con vida.
- Estate quieta… - dijo suspirando, pasándose la mano por la barba.
– Encima que me preocupo por que te dé un poco de esa inútil bola brillante en la cara. – protestó, molesta, desde el interior del arcón. – Era una bola ¿Verdad? – Eltrant escuchó con la vampiresa se recolocaba de nuevo, tratando, posiblemente, de adoptar una postura más cómoda.
- Como la Luna, pero mejor. – dijo Eltrant deteniéndose, contando mentalmente los segundos que faltaban para que su compañera dijese algo en contra de aquella idea. Como había predicho, una sonora y exagerada carcajada emanó desde el interior del arcón, varios golpes en la madera presidieron a lo que fue una retahíla de argumentos que Eltrant ignoró en su mayoría, el castaño decidió concentrarse, sobre todo, en el camino que tenía por delante.
- ¡…Y por eso pienso que el sol es solo una copia barata de la magnánima y elocuente Luna! – Volvió a detenerse, estaban en el este, en los bosques del este. ¿Cómo habían acabado allí? Los tiempos en los que seguía un rumbo fijo eran tan, tan distantes.
Algunos caminantes y comerciantes habían hablado de que cosas interesantes estaban aconteciendo por aquellos lares, de que un número inusualmente alto de mercenarios se movían hacía la zona, por lo que, después de debatirlo con Lyn, habían vuelto a reemprender la marcha hacía allí, hacía el este.
De todos modos, aún no había recibido ninguna noticia de Asher, después de todo, el lobo había afirmado que le mandaría una carta cuando le necesitase, aunque suponía que acabaría contactando con él de alguna otra forma.
Contra todo pronóstico, el recibir notas clavadas con un puñal en la puerta de la habitación en la que se hospedaba se estaba volviendo una forma bastante usual, para todos, de contactar con él. O eso suponía.
Daba un poco de miedo y sabía que a Lyn no le terminaba de gustar la idea de obedecer lo que decían las “cartas”, sobre todo porque no solían argumentar demasiado su contenido, eran ridículamente escuetas, casi parecían conducirles a trampas.
“Un rumor en Baslodia, te interesa” aquella escueta misiva había sido de las ultimas que había recibido, apenas varias semanas atrás y, como siempre, se la encontró clavada con un cuchillo de cocina en la puerta de su dormitorio. Se preguntaba, de vez en cuando, si solo era una persona la que entregaba todos aquellos mensajes y, si de verdad lo era, que esperaba ganar con ello.
- ¿Me estas escuchando? ¿Va todo bien por ahí afuera? ¡No me digas que te has quedado sin palabras! – La vampiresa le devolvió a la realidad, Eltrant golpeó levemente el baúl indicándole que sí lo había hecho y miró, fijamente, la extensa masa de agua que se extendía frente a él. Había llegado al lago Heimdal, otra vez más. - ¿Qué… te pasa? ¿Ya es de noche? – La voz de Lyn, apagada por la madera tras la que se encontraba, volvió a alzarse sobre el suave susurro del viento que mecía las copas de los árboles.
- Falta poco, y estaba pensando en… las notas. Ya sabes. – Aseguró volviendo a emprender la marcha, las ultimas luces del día se apagaban, estaban en una especie de colina desde dónde se ponía ver, con bastante facilidad, como las ultimas luces anaranjadas se reflejaban sobre las aguas.
- ¿Tu admirador secreto? – Podía adivinar la expresión de Lyn en el cofre, respiró hondo. – No le des muchas vueltas, con ignorarlo es suficiente. – dijo Lyn con naturalidad, moviéndose de nuevo en el interior de su pequeña prisión. Eltrant detectó un deje de optimismo en la voz de la ojiazul, sonrió. ¿Estaba tratando de hacerle sentir mejor?
Antes de que pudiese contestar a su amiga un juego de voces captó su atención, en la distancia, entornó los ojos tratando de distinguir las pequeñas figuras que rondaban la orilla del lago, era evidente que eran ellos quienes hablaban.
¿Qué hacían allí? No estaban precisamente cerca de ningún lugar conocido. ¿Viajeros?
Fuese cual fuese la respuesta a aquella última pregunta, la silueta más alta y esbelta, la de una mujer probablemente, desfalleció y cayó de rodillas al suelo. Frunciendo el ceño no tardó en acelerar la marcha.
- ¡Auch! ¡Ten más cuidado por dónde me llevas, bruto! – El camino no estaba en las mejores condiciones y Lyn no tardó en recordárselo en cuanto aumentó la velocidad del “vehículo” en el que ella se desplazaba.
Y, cuando llegó lo suficientemente cerca de la figura, notó que la elfa que estaba agachada junto a un montón de leña y piedras poseía un rostro que conocía.
- Iredia… - susurró acercándose lo suficiente como para que se percatase de su presencia, la última vez que se habían visto él había tenido el pelo azul, y falda. – Iredia – dijo en voz algo más alta, tratando de captar su atención. La plaga seguía estando firmemente arraigada en ella, bajó levemente la mirada, sin saber exactamente qué decir.
Se agachó y, sin decir nada más, le ayudó con la madera.
- ¿Sigues viajando sola sin estar curada? - preguntó con una sonrisa, tratando de infundirle algo de ánimo, la expresión que poseia en aquel momento no era la más alegre que había visto.
- ¡Eh! ¿¡Has dicho Iredia?! – La caja, ahora sin supervisión, se tambaleó un poco. - ¡Ayúdame, Iredia! ¡El Mortal me ha convertido en un baúl! – Exclamó - ¡Tiene poderes mágicos! ¡Ridículos y poderosos a partes iguales! – A Lyn se le escapó una risita y se quedó en silencio durante unos segundos, quizás, esperando escuchar a alguien reírse con ella. Eltrant puso los ojos en blanco y sonrió escuetamente.
- Entonces… ¿Falta mucho para que anochezca? – preguntó una vez más, ahora casi con más interés, no era muy difícil interpretar que se debía a la presencia de la elfa.
- Se paciente… - dijo Eltrant suspirando, tendiéndole una de sus manos a la pelirroja, para que se levantase. Desvió la mirada hasta el lago, dónde la niña que acompañaba a la elfa, la cual también recordaba que estaba enferma, jugaba con el pequeño felino de Iredia en el agua.
- No me digas nada, que esto ha sido idea tuya. – aseguró sin perder la sonrisa, divertido por la situación.
- ¡Pensaba que sería mejor! ¡Cómo ir en un carromato tirado por un buey muy inteligente! – Lyn dio varios golpes en la tapa del baúl en la que llevaba todo el día encerrada, Eltrant colocó una de sus manos sobre la misma, evitando que se abriese por un descuido.
Para ser alguien que ardía con algo tan simple como un rayo de luz, se tomaba muchas molestias por tratar de salir del único lugar que, en aquel momento, la mantenía con vida.
- Estate quieta… - dijo suspirando, pasándose la mano por la barba.
– Encima que me preocupo por que te dé un poco de esa inútil bola brillante en la cara. – protestó, molesta, desde el interior del arcón. – Era una bola ¿Verdad? – Eltrant escuchó con la vampiresa se recolocaba de nuevo, tratando, posiblemente, de adoptar una postura más cómoda.
- Como la Luna, pero mejor. – dijo Eltrant deteniéndose, contando mentalmente los segundos que faltaban para que su compañera dijese algo en contra de aquella idea. Como había predicho, una sonora y exagerada carcajada emanó desde el interior del arcón, varios golpes en la madera presidieron a lo que fue una retahíla de argumentos que Eltrant ignoró en su mayoría, el castaño decidió concentrarse, sobre todo, en el camino que tenía por delante.
- ¡…Y por eso pienso que el sol es solo una copia barata de la magnánima y elocuente Luna! – Volvió a detenerse, estaban en el este, en los bosques del este. ¿Cómo habían acabado allí? Los tiempos en los que seguía un rumbo fijo eran tan, tan distantes.
Algunos caminantes y comerciantes habían hablado de que cosas interesantes estaban aconteciendo por aquellos lares, de que un número inusualmente alto de mercenarios se movían hacía la zona, por lo que, después de debatirlo con Lyn, habían vuelto a reemprender la marcha hacía allí, hacía el este.
De todos modos, aún no había recibido ninguna noticia de Asher, después de todo, el lobo había afirmado que le mandaría una carta cuando le necesitase, aunque suponía que acabaría contactando con él de alguna otra forma.
Contra todo pronóstico, el recibir notas clavadas con un puñal en la puerta de la habitación en la que se hospedaba se estaba volviendo una forma bastante usual, para todos, de contactar con él. O eso suponía.
Daba un poco de miedo y sabía que a Lyn no le terminaba de gustar la idea de obedecer lo que decían las “cartas”, sobre todo porque no solían argumentar demasiado su contenido, eran ridículamente escuetas, casi parecían conducirles a trampas.
“Un rumor en Baslodia, te interesa” aquella escueta misiva había sido de las ultimas que había recibido, apenas varias semanas atrás y, como siempre, se la encontró clavada con un cuchillo de cocina en la puerta de su dormitorio. Se preguntaba, de vez en cuando, si solo era una persona la que entregaba todos aquellos mensajes y, si de verdad lo era, que esperaba ganar con ello.
- ¿Me estas escuchando? ¿Va todo bien por ahí afuera? ¡No me digas que te has quedado sin palabras! – La vampiresa le devolvió a la realidad, Eltrant golpeó levemente el baúl indicándole que sí lo había hecho y miró, fijamente, la extensa masa de agua que se extendía frente a él. Había llegado al lago Heimdal, otra vez más. - ¿Qué… te pasa? ¿Ya es de noche? – La voz de Lyn, apagada por la madera tras la que se encontraba, volvió a alzarse sobre el suave susurro del viento que mecía las copas de los árboles.
- Falta poco, y estaba pensando en… las notas. Ya sabes. – Aseguró volviendo a emprender la marcha, las ultimas luces del día se apagaban, estaban en una especie de colina desde dónde se ponía ver, con bastante facilidad, como las ultimas luces anaranjadas se reflejaban sobre las aguas.
- ¿Tu admirador secreto? – Podía adivinar la expresión de Lyn en el cofre, respiró hondo. – No le des muchas vueltas, con ignorarlo es suficiente. – dijo Lyn con naturalidad, moviéndose de nuevo en el interior de su pequeña prisión. Eltrant detectó un deje de optimismo en la voz de la ojiazul, sonrió. ¿Estaba tratando de hacerle sentir mejor?
Antes de que pudiese contestar a su amiga un juego de voces captó su atención, en la distancia, entornó los ojos tratando de distinguir las pequeñas figuras que rondaban la orilla del lago, era evidente que eran ellos quienes hablaban.
¿Qué hacían allí? No estaban precisamente cerca de ningún lugar conocido. ¿Viajeros?
Fuese cual fuese la respuesta a aquella última pregunta, la silueta más alta y esbelta, la de una mujer probablemente, desfalleció y cayó de rodillas al suelo. Frunciendo el ceño no tardó en acelerar la marcha.
- ¡Auch! ¡Ten más cuidado por dónde me llevas, bruto! – El camino no estaba en las mejores condiciones y Lyn no tardó en recordárselo en cuanto aumentó la velocidad del “vehículo” en el que ella se desplazaba.
Y, cuando llegó lo suficientemente cerca de la figura, notó que la elfa que estaba agachada junto a un montón de leña y piedras poseía un rostro que conocía.
- Iredia… - susurró acercándose lo suficiente como para que se percatase de su presencia, la última vez que se habían visto él había tenido el pelo azul, y falda. – Iredia – dijo en voz algo más alta, tratando de captar su atención. La plaga seguía estando firmemente arraigada en ella, bajó levemente la mirada, sin saber exactamente qué decir.
Se agachó y, sin decir nada más, le ayudó con la madera.
- ¿Sigues viajando sola sin estar curada? - preguntó con una sonrisa, tratando de infundirle algo de ánimo, la expresión que poseia en aquel momento no era la más alegre que había visto.
- ¡Eh! ¿¡Has dicho Iredia?! – La caja, ahora sin supervisión, se tambaleó un poco. - ¡Ayúdame, Iredia! ¡El Mortal me ha convertido en un baúl! – Exclamó - ¡Tiene poderes mágicos! ¡Ridículos y poderosos a partes iguales! – A Lyn se le escapó una risita y se quedó en silencio durante unos segundos, quizás, esperando escuchar a alguien reírse con ella. Eltrant puso los ojos en blanco y sonrió escuetamente.
- Entonces… ¿Falta mucho para que anochezca? – preguntó una vez más, ahora casi con más interés, no era muy difícil interpretar que se debía a la presencia de la elfa.
- Se paciente… - dijo Eltrant suspirando, tendiéndole una de sus manos a la pelirroja, para que se levantase. Desvió la mirada hasta el lago, dónde la niña que acompañaba a la elfa, la cual también recordaba que estaba enferma, jugaba con el pequeño felino de Iredia en el agua.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
Sus orejas percibieron enseguida el sonido de unas pisadas acercándose y una voz susurrando su nombre. Alzó sus ojos violetas y allí estaba él, el caballero de la noble falda. Quería decir armadura. Con el pelo azul. Es decir, castaño. Inmediatamente, nada más verlo, no pudo evitar una cierta sonrisilla divertida. Recordarlo en su versión femenina era algo bastante gracioso de recordar. Tenía que reconocer que ese hombre tenía el don de aparecer cuando ella más sola se sentía. Sintió una punzada en el estómago y sus ojos se empañaron, incapaz de expresar con palabras lo que significaba para ella que él acabase de aparecer.
Contempló en silencio cómo le ayudaba a recoger la madera y, al hacerle la pregunta, ella se encogió de hombros y carraspeó, intentando disimular su temblor de voz.
-No he tenido tampoco muchas opciones. -se le escapó mirar atrás, a donde la niña jugueteaba con Rushi: ella sentada y el asski jugueteando a su alrededor- ¿Qué hacéis vosotros aqu...?
No se había fijado en la caja de madera que llevaba Eltrant consigo hasta que dicho objeto empezó a hablar y moverse. A moverse mucho, con la voz de la vampiresa resonando desde dentro y llamándola. Abrió los ojos como platos hasta que se dibujó una gran sonrisa cómica en sus labios. Claro, la vampiresa moriría si salía de esa caja. Soltó una carcajada mirando hacia la caja.
-Hola, Lyn. -saludó, aún con una leve sonrisa pintada en el rostro.- Aún hay sol. Espera un poco y estaré encantada de achucharte. -añadió con cariño.
Vio entonces que el caballero se levantaba y le tendía una mano. Ella, tras observar que llevaba sus guantes puestos, aceptó su mano y se incorporó, quedándose cara a cara con él.
-Si te digo la verdad, te daría un abrazo, Eltrant. Pero... -suspiró- no puedo. Es que siempre apareces cuando más perdida estoy. ¿Acaso me vas siguiendo? -rió levemente.
La noche se cerraba más sobre ellos, Consiguió poner la madera y hacer un modesto fuego a base de frotar. Llamó a Itrella y a Rushi y observó la caja de la vampiresa. Se acercó al oído de Eltrant.
-La podemos timar y decirle que todavía hay sol. Sólo hay que ponerla cerca del fuego... -le susurró, riéndose un poco por lo bajito.
Le pasó desapercibido que, al otro lado del lago, un grupo de seis hombres de intenciones desconocidas estaba cazando por los alrededores. Aún estaban lejos. Aún.
Contempló en silencio cómo le ayudaba a recoger la madera y, al hacerle la pregunta, ella se encogió de hombros y carraspeó, intentando disimular su temblor de voz.
-No he tenido tampoco muchas opciones. -se le escapó mirar atrás, a donde la niña jugueteaba con Rushi: ella sentada y el asski jugueteando a su alrededor- ¿Qué hacéis vosotros aqu...?
No se había fijado en la caja de madera que llevaba Eltrant consigo hasta que dicho objeto empezó a hablar y moverse. A moverse mucho, con la voz de la vampiresa resonando desde dentro y llamándola. Abrió los ojos como platos hasta que se dibujó una gran sonrisa cómica en sus labios. Claro, la vampiresa moriría si salía de esa caja. Soltó una carcajada mirando hacia la caja.
-Hola, Lyn. -saludó, aún con una leve sonrisa pintada en el rostro.- Aún hay sol. Espera un poco y estaré encantada de achucharte. -añadió con cariño.
Vio entonces que el caballero se levantaba y le tendía una mano. Ella, tras observar que llevaba sus guantes puestos, aceptó su mano y se incorporó, quedándose cara a cara con él.
-Si te digo la verdad, te daría un abrazo, Eltrant. Pero... -suspiró- no puedo. Es que siempre apareces cuando más perdida estoy. ¿Acaso me vas siguiendo? -rió levemente.
La noche se cerraba más sobre ellos, Consiguió poner la madera y hacer un modesto fuego a base de frotar. Llamó a Itrella y a Rushi y observó la caja de la vampiresa. Se acercó al oído de Eltrant.
-La podemos timar y decirle que todavía hay sol. Sólo hay que ponerla cerca del fuego... -le susurró, riéndose un poco por lo bajito.
Le pasó desapercibido que, al otro lado del lago, un grupo de seis hombres de intenciones desconocidas estaba cazando por los alrededores. Aún estaban lejos. Aún.
Iredia
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 297
Nivel de PJ : : 1
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
Suspiró al ver la expresión de la elfa, parecía estar agotada. La pelirroja había visto tiempos mejores, aquello era evidente.
Iredia no pudo evitar encontrarse sorprendida ante la presencia del caballero y su compañera en aquel lugar, no era para menos, estaban, después de todo, perdidos en mitad de la nada. ¿Cuáles eran las probabilidades de encontrarse en aquel lugar? Con el tiempo se había dado cuenta de que Aerandir era un lugar mucho más pequeño de lo que parecía a simple vista.
- Estaba siguiendo… - Se llevó la mano hasta la nuca, tratando de buscar sentido a la explicación por la que se encontraban en aquel lugar. - …rumores, supongo. – dijo al final con una sonrisa cansada, después de todo, aquella era la verdad. – Al parecer se están moviendo muchos… mercenarios por la zona – dijo encogiéndose de hombros, tras encontrar las palabras adecuadas con las que describir la situación.
Eltrant se aclaró la garganta cuando Iredia preguntó, bromeando, si no estaban siguiéndola expresamente a ella, momento en el que, sin decir nada, el castaño se agachó a ordenar un poco el modesto campamento que había levantado la elfa, tratando de fingir que no había, escuchado, lo que había dicho la mujer.
- ¡No me extrañaría nada que lo estuviese haciendo! – bramó Lyn desde el interior del baúl, Eltrant continuó apilando leña, ligeramente ruborizado, mientras trataba de encender el fuego.
Suspiró y se giró a mirar a la pelirroja.
Era cierto que la plaga estaba durando demasiado en el interior de la elfa, no obstante, aunque muchos no solían superarla, lo peor, por lo que sabía, pasaba tras las primeras semanas. Confiaba en que Iredia superase, no se conocían demasiado bien, pero sabía que era más dura de lo que aparentaba a simple vista.
Cuando la mujer, finalmente, sustituyó al errante, consiguió encender una pequeña hoguera sin mucha dificultad, una del tamaño justo para calentar a todos los presentes. Iredia llamó a la niña y al felino que, sorpresivamente en el caso del segundo, no tardaron apenas nada en acercarse.
- Sí que es obediente… - le dijo a la pelirroja con una sonrisa, desatando tanto a Olvido como a Recuerdo de su cuerpo y depositándolas a un lado.
No pudo evitar dejar escapar una carcajada cómplice cuando la mujer mencionó, una vez estuvieron todos más tranquilos, rodeando la hoguera de que podían, si querían, hacer creer a Lyn que aún no había anochecido.
- ¡Tengo el oído muy fino! – Exclamó la vampiresa desde el arcón. – No podéis engañarme. Además, Iredia es demasiado buena como para hacerlo – añadió justo después. Eltrant miró a la pelirroja y se encogió de hombros con una sonrisa, indicado a la mujer que la respuesta a aquella proposición acababa de dársela la victima de la misma.
Tomó aire y oteó los alrededores, la luz del sol era, en aquel momento, un mero recuerdo de la tarde, apenas un pigmento anaranjado se alzaba sobre las copas de los árboles que tenían a su alrededor. Parecía que estaba decidido, descansarían allí
A Lyn no le importaría hacerlo, Eltrant era consciente de que la vampiresa, por razones evidentes, prefería viajar de noche, pero estando Iredia con ellos estaba prácticamente seguro de que no le importaría, sobre todo una vez saliese del baúl.
- ¿Desde cuándo no duermes bien? – Le preguntó, la respuesta era obvia, muy probablemente se reduciría a: “Desde que contraje esta enfermedad”, pero no estaba dispuesto a dejarla sola en mitad de la nada, sobre todo en el estado que tanto ella como la niña.
Se pasó la mano por la barba y, tras unos segundos pensativo, procedió a quitarse la armadura, de forma lenta pero metódica.
- Descansad esta noche. – Le dijo con una sonrisa. – Seguro que una noche de sueño completa te ayuda algo. – Aseguró, depositando una de las grebas de metal que cubrían sus piernas a un lado. – Yo me encargo de vigilar si se acercan bandidos o algo, no te preocupes. – Amplió su sonrisa. – Por culpa de alguien – se giró hacía el baúl cuando pronunció la última palabra de aquella frase, este se movió levemente. – Apenas puedo dormir por las noches. – mencionó.
- ¿Quién será esa persona tan esplendida? – Preguntó Lyn desde la caja, fingiendo sorpresa.
Negó con la cabeza a la vez que dejaba caer el resto de su armadura a un lado.
- Relajate un poco ¿Vale?. – Era lo mínimo que podía hacer por ella, quizás no estuviese tan mal, pero él no tenía forma de saberlo, lo único que sabía de medicina era que si se te sale mucha sangre del cuerpo morías. Y la mayoría de las veces decidía ignorar aquella información. – Lyn, ya puedes salir. – dijo al final, bostezando, en cuanto terminó de hablar y se percató de que la luna comenzaba a alzarse sobre las aguas del pequeño mar interior frente al que habían acampado.
- ¡Libertad! ¡Dulce libertad! – Lyn emergió de dentro de la caja prácticamente de un salto, haciendo una aparición innecesariamente dramática, momento en el que señaló a Eltrant. – ¡Ahora soy libre! Mi venganza es solo cuestión de… Ah – Se giró hacía la pelirroja, de quien se había olvidado por unos instantes - ¡Hola Iredia! – dijo bajando de un salto de su curiosa prisión, zarandeando con efusividad a la muchacha.
Iredia no pudo evitar encontrarse sorprendida ante la presencia del caballero y su compañera en aquel lugar, no era para menos, estaban, después de todo, perdidos en mitad de la nada. ¿Cuáles eran las probabilidades de encontrarse en aquel lugar? Con el tiempo se había dado cuenta de que Aerandir era un lugar mucho más pequeño de lo que parecía a simple vista.
- Estaba siguiendo… - Se llevó la mano hasta la nuca, tratando de buscar sentido a la explicación por la que se encontraban en aquel lugar. - …rumores, supongo. – dijo al final con una sonrisa cansada, después de todo, aquella era la verdad. – Al parecer se están moviendo muchos… mercenarios por la zona – dijo encogiéndose de hombros, tras encontrar las palabras adecuadas con las que describir la situación.
Eltrant se aclaró la garganta cuando Iredia preguntó, bromeando, si no estaban siguiéndola expresamente a ella, momento en el que, sin decir nada, el castaño se agachó a ordenar un poco el modesto campamento que había levantado la elfa, tratando de fingir que no había, escuchado, lo que había dicho la mujer.
- ¡No me extrañaría nada que lo estuviese haciendo! – bramó Lyn desde el interior del baúl, Eltrant continuó apilando leña, ligeramente ruborizado, mientras trataba de encender el fuego.
Suspiró y se giró a mirar a la pelirroja.
Era cierto que la plaga estaba durando demasiado en el interior de la elfa, no obstante, aunque muchos no solían superarla, lo peor, por lo que sabía, pasaba tras las primeras semanas. Confiaba en que Iredia superase, no se conocían demasiado bien, pero sabía que era más dura de lo que aparentaba a simple vista.
Cuando la mujer, finalmente, sustituyó al errante, consiguió encender una pequeña hoguera sin mucha dificultad, una del tamaño justo para calentar a todos los presentes. Iredia llamó a la niña y al felino que, sorpresivamente en el caso del segundo, no tardaron apenas nada en acercarse.
- Sí que es obediente… - le dijo a la pelirroja con una sonrisa, desatando tanto a Olvido como a Recuerdo de su cuerpo y depositándolas a un lado.
No pudo evitar dejar escapar una carcajada cómplice cuando la mujer mencionó, una vez estuvieron todos más tranquilos, rodeando la hoguera de que podían, si querían, hacer creer a Lyn que aún no había anochecido.
- ¡Tengo el oído muy fino! – Exclamó la vampiresa desde el arcón. – No podéis engañarme. Además, Iredia es demasiado buena como para hacerlo – añadió justo después. Eltrant miró a la pelirroja y se encogió de hombros con una sonrisa, indicado a la mujer que la respuesta a aquella proposición acababa de dársela la victima de la misma.
Tomó aire y oteó los alrededores, la luz del sol era, en aquel momento, un mero recuerdo de la tarde, apenas un pigmento anaranjado se alzaba sobre las copas de los árboles que tenían a su alrededor. Parecía que estaba decidido, descansarían allí
A Lyn no le importaría hacerlo, Eltrant era consciente de que la vampiresa, por razones evidentes, prefería viajar de noche, pero estando Iredia con ellos estaba prácticamente seguro de que no le importaría, sobre todo una vez saliese del baúl.
- ¿Desde cuándo no duermes bien? – Le preguntó, la respuesta era obvia, muy probablemente se reduciría a: “Desde que contraje esta enfermedad”, pero no estaba dispuesto a dejarla sola en mitad de la nada, sobre todo en el estado que tanto ella como la niña.
Se pasó la mano por la barba y, tras unos segundos pensativo, procedió a quitarse la armadura, de forma lenta pero metódica.
- Descansad esta noche. – Le dijo con una sonrisa. – Seguro que una noche de sueño completa te ayuda algo. – Aseguró, depositando una de las grebas de metal que cubrían sus piernas a un lado. – Yo me encargo de vigilar si se acercan bandidos o algo, no te preocupes. – Amplió su sonrisa. – Por culpa de alguien – se giró hacía el baúl cuando pronunció la última palabra de aquella frase, este se movió levemente. – Apenas puedo dormir por las noches. – mencionó.
- ¿Quién será esa persona tan esplendida? – Preguntó Lyn desde la caja, fingiendo sorpresa.
Negó con la cabeza a la vez que dejaba caer el resto de su armadura a un lado.
- Relajate un poco ¿Vale?. – Era lo mínimo que podía hacer por ella, quizás no estuviese tan mal, pero él no tenía forma de saberlo, lo único que sabía de medicina era que si se te sale mucha sangre del cuerpo morías. Y la mayoría de las veces decidía ignorar aquella información. – Lyn, ya puedes salir. – dijo al final, bostezando, en cuanto terminó de hablar y se percató de que la luna comenzaba a alzarse sobre las aguas del pequeño mar interior frente al que habían acampado.
- ¡Libertad! ¡Dulce libertad! – Lyn emergió de dentro de la caja prácticamente de un salto, haciendo una aparición innecesariamente dramática, momento en el que señaló a Eltrant. – ¡Ahora soy libre! Mi venganza es solo cuestión de… Ah – Se giró hacía la pelirroja, de quien se había olvidado por unos instantes - ¡Hola Iredia! – dijo bajando de un salto de su curiosa prisión, zarandeando con efusividad a la muchacha.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
La resplandeciente luz del crepúsculo acariciaba con delicadeza la superficie de aquellas transparentes y cristalinas aguas del lago Heimdal, robándole el aliento en un suspiro apasionado, tiñendo sus ondeantes mejillas con los colores de su amado sol. ¿Nunca habíais escuchado acerca de tan conmovedora historia de amor? El sol y el lago son amantes. Siempre observándose y compartiendo bellos momentos, pero jamas llegando a permanecer juntos para siempre. Mientras él extiende sus fulgurosos brazos de resplandor para arroparle, ella toma de su mano y se desvive entre sus llamas. Su amarga despedida ocurre ante el sonar de las campanas que marcan el atardecer, un último beso oscurece las aguas de ella, así nadie podrá verle llorar mientras espera el regreso de su amado al siguiente amanecer. ¿Que mejor fuente de inspiración que aquel maravilloso ocaso de sentimientos? La melodía y las palabras vinieron hacía a mi apenas deje de sentir aquel cálido resplandor, apenas pude escuchar el sonido de las corrientes sollozar por el regreso de aquellos brazos envueltos en llamas. Me hallaba en el lugar perfecto: un bajo precipicio al borde del lago que me otorgaba una hermosa vista del reflejo de las estrellas danzando entre sus lagrimas de dolor, parecía que todos los elementos de la naturaleza se juntaran en ese preciso punto, cantando para mi en una armoniosa sinfonía de vida.
Tomé entonces de mi cinturón un laúd, el fino instrumento de madera que había obtenido en uno de los muchos deslices que optaban por acontecer en mi día a día, tocando un par de cuerdas y ajustando sus clavijas para asegurarme de mantener una afinada melodía. Me senté cruzando las piernas, adoptando la posición que le resultaba más cómoda a mi mente a la hora de componer una pieza. Observé una vez más el lago, aquel que había obtenido cierto brillo con la escarcha estelar y el fuego de un enjambre de hermosas luciérnagas, justo antes de cerrar mis ojos y afinar mi oído ante el sonido de las cuerdas, entrando en un estado de plena concentración.
Una simple y monótona escala de notas marcó el comienzo y el desarrollo de aquella canción, una suave caricia de cuerdas que creaban un ambiente musical sencillo, donde la belleza de la palabras podría ser apreciada con mayor facilidad. —♫Puedo recordar tus lagrimas cuando prometí no irme sin ti... —comencé con aquel verso, el primero de lo que entonces era una balada inspirada en el dulce romance entre las aguas del lago y el brillo del sol. — ♫ Cuando la oscuridad cesó esta luz... ♫ Creo que dijiste no me... —mis orejas se tensaron y me vi forzado a salir de mi concentración por un breve segundo, al percibir un sonido inusual a mis espaldas, ¿pisadas, quizás? —♫abandones... por favor... —comencé a detener mi canto y la melodía de mi instrumento, a medida que escuchaba más señales de alguien aproximándose hacía mi ubicación. Guardé silencio, apreciando como aquel misterioso individuo dejaba de moverse, o al menos dejaba de hacer ruidos que me alertaran de su presencia en el lugar. ¿De quien se trataba? ¿Vampiros, bandidos? Decidí echar un rápido vistazo con el rabillo del ojo, aprovechando que la noche me ayudaría a ocultar mis movimientos con el camuflaje de su oscura envoltura.
Ni vampiros, ni bandidos, mucho menos alguien que realmente intentara mantenerse fuera de mi rango de visión, al contrario, fue bastante sorpresivo encontrarme con aquel delicado retoño, de pie, observándome tocar aquella pieza como los niños que siempre me rodeaban en las tabernas, riendo y cantando con mis canciones e historias. ¿Como había llegado aquella pequeña gota de roció hasta mi ubicación? ¿Se hallaba perdida, acaso había sido guiada por la dulce melodía que producía mi laúd? Miré entonces hacía el bosque, aquel que no se hallaba a demasiada distancia del pie del lago, logrando divisar la débil luz de una hoguera entre los troncos de los arboles, ¿venía ella de ahí? Tomé un leve aliento antes de girarme hacía a la niña, causando un gesto de sorpresa acompañado con un brinco de susto de su parte. Analice su precavida mirada con ojos calmados y sabios, observando en sus pupilas la pura curiosidad de sus intenciones, brillando con inquietud en la cavidad de su iris. Le sonreí, justo antes de dar un par de palmadas en el suelo, invitándole a sentarse junto a mi para que pueda escuchar sin problemas la composición en la que trabajaba. Ella tardó un poco en entender mi falta de incomodidad ante su presencia, pero recibió un poco de ayuda al escucharme continuar con la melodía de antes. Era curioso, ¿se hallaba ella sola o se habían descuidado sus padres? Le miraba de reojo mientras se sentaba curiosa a mi lado, observando las extrañas túnicas de monje que cubrían mi piel y el bello instrumento entre mis manos... Después de un breve silencio, la niña decidió comunicarme algo. —Usteh... toca mu bonito... señor... —dijo nerviosa, casi en un susurro. —Soy... Itrella.
Tomé entonces de mi cinturón un laúd, el fino instrumento de madera que había obtenido en uno de los muchos deslices que optaban por acontecer en mi día a día, tocando un par de cuerdas y ajustando sus clavijas para asegurarme de mantener una afinada melodía. Me senté cruzando las piernas, adoptando la posición que le resultaba más cómoda a mi mente a la hora de componer una pieza. Observé una vez más el lago, aquel que había obtenido cierto brillo con la escarcha estelar y el fuego de un enjambre de hermosas luciérnagas, justo antes de cerrar mis ojos y afinar mi oído ante el sonido de las cuerdas, entrando en un estado de plena concentración.
Una simple y monótona escala de notas marcó el comienzo y el desarrollo de aquella canción, una suave caricia de cuerdas que creaban un ambiente musical sencillo, donde la belleza de la palabras podría ser apreciada con mayor facilidad. —♫Puedo recordar tus lagrimas cuando prometí no irme sin ti... —comencé con aquel verso, el primero de lo que entonces era una balada inspirada en el dulce romance entre las aguas del lago y el brillo del sol. — ♫ Cuando la oscuridad cesó esta luz... ♫ Creo que dijiste no me... —mis orejas se tensaron y me vi forzado a salir de mi concentración por un breve segundo, al percibir un sonido inusual a mis espaldas, ¿pisadas, quizás? —♫abandones... por favor... —comencé a detener mi canto y la melodía de mi instrumento, a medida que escuchaba más señales de alguien aproximándose hacía mi ubicación. Guardé silencio, apreciando como aquel misterioso individuo dejaba de moverse, o al menos dejaba de hacer ruidos que me alertaran de su presencia en el lugar. ¿De quien se trataba? ¿Vampiros, bandidos? Decidí echar un rápido vistazo con el rabillo del ojo, aprovechando que la noche me ayudaría a ocultar mis movimientos con el camuflaje de su oscura envoltura.
Ni vampiros, ni bandidos, mucho menos alguien que realmente intentara mantenerse fuera de mi rango de visión, al contrario, fue bastante sorpresivo encontrarme con aquel delicado retoño, de pie, observándome tocar aquella pieza como los niños que siempre me rodeaban en las tabernas, riendo y cantando con mis canciones e historias. ¿Como había llegado aquella pequeña gota de roció hasta mi ubicación? ¿Se hallaba perdida, acaso había sido guiada por la dulce melodía que producía mi laúd? Miré entonces hacía el bosque, aquel que no se hallaba a demasiada distancia del pie del lago, logrando divisar la débil luz de una hoguera entre los troncos de los arboles, ¿venía ella de ahí? Tomé un leve aliento antes de girarme hacía a la niña, causando un gesto de sorpresa acompañado con un brinco de susto de su parte. Analice su precavida mirada con ojos calmados y sabios, observando en sus pupilas la pura curiosidad de sus intenciones, brillando con inquietud en la cavidad de su iris. Le sonreí, justo antes de dar un par de palmadas en el suelo, invitándole a sentarse junto a mi para que pueda escuchar sin problemas la composición en la que trabajaba. Ella tardó un poco en entender mi falta de incomodidad ante su presencia, pero recibió un poco de ayuda al escucharme continuar con la melodía de antes. Era curioso, ¿se hallaba ella sola o se habían descuidado sus padres? Le miraba de reojo mientras se sentaba curiosa a mi lado, observando las extrañas túnicas de monje que cubrían mi piel y el bello instrumento entre mis manos... Después de un breve silencio, la niña decidió comunicarme algo. —Usteh... toca mu bonito... señor... —dijo nerviosa, casi en un susurro. —Soy... Itrella.
Tenzin Fang Leiden
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 73
Nivel de PJ : : 0
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
Durante mi viaje, no tarde en escuchar una excelente canción del Lago, ¡Pero si eso si es música!, como no había escuchado nunca. Decidí acercarme, muy despacio, nunca había visto otras personas que no sean enemigos o familiares, me desvié de mi camino y me oculte entre los arboles cerca del lago. ¿Cuanto duraría escondido?, con estos ojos brillando no mas de 5 minutos, pero esa música... era perfecta. Me quede escondido, observando el lago y la excelente música. Todo muy bien... Hasta que vi una niña, acerque mi oido y escuche
-Usteh... toca mu bonito... señor...
Seguidamente escuche
-Soy... Itrella.
Bonito nombre me dije, todavía no me habían visto, pero tarde o temprano lo harían, me enoje al escuchar que interrumpieran tan excelente canción, pero el cumplido lo compenso todo, ¡La niña entendía de música!, no tardo mucho y siguió tocando junto a la niña, así que para dejarme de tanto misterio, me acerque.
-Hola, mi nombre es Rakan... no pude evitar escuchar esa hermosa canción, así que pare aquí, un gusto. -Dije nervioso, al fin hable con una persona sin tener que recurrir a la violencia, o al menos por ahora.
-¿Le parece si sigue tocándola?, Disculpe si es molestia. Nunca escuche música antes, pero si leí sobre ella, donde yo vivo solo se escucha a los pájaros cantar, pero lo de usted es magnifico.
No pare de halagar la música del hombre, quizá por la emoción de escuchar música por primera vez... o quizá por que me encontré con un sujeto que parecía pasivo, algo que no se ve demasiado.
-Usteh... toca mu bonito... señor...
Seguidamente escuche
-Soy... Itrella.
Bonito nombre me dije, todavía no me habían visto, pero tarde o temprano lo harían, me enoje al escuchar que interrumpieran tan excelente canción, pero el cumplido lo compenso todo, ¡La niña entendía de música!, no tardo mucho y siguió tocando junto a la niña, así que para dejarme de tanto misterio, me acerque.
-Hola, mi nombre es Rakan... no pude evitar escuchar esa hermosa canción, así que pare aquí, un gusto. -Dije nervioso, al fin hable con una persona sin tener que recurrir a la violencia, o al menos por ahora.
-¿Le parece si sigue tocándola?, Disculpe si es molestia. Nunca escuche música antes, pero si leí sobre ella, donde yo vivo solo se escucha a los pájaros cantar, pero lo de usted es magnifico.
No pare de halagar la música del hombre, quizá por la emoción de escuchar música por primera vez... o quizá por que me encontré con un sujeto que parecía pasivo, algo que no se ve demasiado.
Rakan'Drag
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 216
Nivel de PJ : : 1
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
No pudo evitar una carcajada cuando Lyn hizo mención de su excelente sentido del oído. Rushi apareció en ese momento, poniéndose debajo de la mano de Iredia reclamando mimos como buen felino. Le rascó la cabeza distraída. No le pasó desapercibido que Eltrant había esquivado la broma de la joven sobre si la estaba persiguiendo. Interpretó que quizás se había sentido ofendido en su honor de caballero, lo que le hizo maldecir una vez más su falta de filtro lingüístico. Le quedó el consuelo de que no parecía que se fuera a ir esta noche de su lado. Eso era de mucho alivio para ella.
--Desde aquella fatídica noche con los vampiros... cuando la plaga comenzó. -contestó ella con un deje de amargura- Me tuvieron varios días encerrada en una casa y atada, pretendiendo que yo hiciese de cebo para unos pobres inocentes que se pensaban que yo podía curar la plaga. Me libré, pero acabé en el campo de concentración y tuve que huir.
Para cuando lo conseguí, ya me contagié... Espera, que te ayudo. -añadió al ver que el caballero estaba tratando de quitarse la armadura.
Se dirigió hacia Eltrant, situándose en su espalda y buscando las correas que se supone que ataban la pieza del pectoral con la trasera. La verdad es que no tenía ni absoluta idea de cómo quitarlas, pues no encontraba los nudos y lo único que al final conseguiría era hacerle cosquillas si tenía.
-Oye, Eltrant, no sé cómo agradecerte... -no le dio tiempo a terminar la frase, pues el ataque de efusividad de Lyn le hizo caer de rodillas. Le pilló completamente por sorpresa, pero le encantó. No dudó en abrazarla fuerte entre risas.
-Yo también me alegro de verte, enana.
Entonces, se percató de que su asski estaba mirando fijamente a un punto de la orilla del lago, algo más alejado de ellos. Tenía las orejas tiesas, como escuchando algo que le intrigaba. Ella lo escuchaba también, una suave melodía que venía de su espalda. El corazón le dio un vuelco. Itrella no estaba. Soltando a Lyn, rápidamente desenfundó su arco y se fue corriendo, siguiendo la pista de la música y soltando un "Mierda, ¡la niña!" por el camino.
Tras unos minutos de carrera, encontró a la niña sentada al lado de un hombre con un laúd en la mano. Él debía ser el creador de aquella dulce melodía que sonaba en el lugar. En otro momento y otras circunstancias, incluso ella se habría sentado a su lado a cantar. Pero esta vez era un desconocido que se había sentado con su protegida, quien sabe si la estaba reteniendo contra su voluntad. Sacó el arco, una flecha y apuntó a su cara.
-Ya la estás dejando marchar. -dijo tajante.
Para rematar la faena, otro muchacho apareció del bosque, pidiendo que el primer hombre siguiese con el laúd. No dudó en apuntarle también, aquellos ojos brillantes le daban escalofríos.
-Más os vale dejarla ir si no queréis que os agujeree el cráneo. -les espetó, apuntándoles alternativamente.
--Desde aquella fatídica noche con los vampiros... cuando la plaga comenzó. -contestó ella con un deje de amargura- Me tuvieron varios días encerrada en una casa y atada, pretendiendo que yo hiciese de cebo para unos pobres inocentes que se pensaban que yo podía curar la plaga. Me libré, pero acabé en el campo de concentración y tuve que huir.
Para cuando lo conseguí, ya me contagié... Espera, que te ayudo. -añadió al ver que el caballero estaba tratando de quitarse la armadura.
Se dirigió hacia Eltrant, situándose en su espalda y buscando las correas que se supone que ataban la pieza del pectoral con la trasera. La verdad es que no tenía ni absoluta idea de cómo quitarlas, pues no encontraba los nudos y lo único que al final conseguiría era hacerle cosquillas si tenía.
-Oye, Eltrant, no sé cómo agradecerte... -no le dio tiempo a terminar la frase, pues el ataque de efusividad de Lyn le hizo caer de rodillas. Le pilló completamente por sorpresa, pero le encantó. No dudó en abrazarla fuerte entre risas.
-Yo también me alegro de verte, enana.
Entonces, se percató de que su asski estaba mirando fijamente a un punto de la orilla del lago, algo más alejado de ellos. Tenía las orejas tiesas, como escuchando algo que le intrigaba. Ella lo escuchaba también, una suave melodía que venía de su espalda. El corazón le dio un vuelco. Itrella no estaba. Soltando a Lyn, rápidamente desenfundó su arco y se fue corriendo, siguiendo la pista de la música y soltando un "Mierda, ¡la niña!" por el camino.
Tras unos minutos de carrera, encontró a la niña sentada al lado de un hombre con un laúd en la mano. Él debía ser el creador de aquella dulce melodía que sonaba en el lugar. En otro momento y otras circunstancias, incluso ella se habría sentado a su lado a cantar. Pero esta vez era un desconocido que se había sentado con su protegida, quien sabe si la estaba reteniendo contra su voluntad. Sacó el arco, una flecha y apuntó a su cara.
-Ya la estás dejando marchar. -dijo tajante.
Para rematar la faena, otro muchacho apareció del bosque, pidiendo que el primer hombre siguiese con el laúd. No dudó en apuntarle también, aquellos ojos brillantes le daban escalofríos.
-Más os vale dejarla ir si no queréis que os agujeree el cráneo. -les espetó, apuntándoles alternativamente.
Iredia
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 297
Nivel de PJ : : 1
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
Afortunadamente no tuvo tiempo de quitarse la armadura por completo, frunciendo el ceño observó como Iredia dejaba de hablar a mitad de frase y se levantaba de dónde estaba a toda para, a continuación, dirigirse hacia la linde del campamento en el que estaban. Varios segundos de incredulidad precedieron a una suave música de la cual no se había percatado hasta aquel momento y que procedía, justamente, desde el lugar por el que se había marchado Iredia.
Pero aquello no era lo más importante, lo realmente relevante era que, sin que ninguno de los presentes se hubiese dado cuenta siquiera, la niña, Itrella, había desaparecido.
Mascullando un par de palabras en voz baja se incorporó y volvió a calzarse rápidamente algunas de las piezas superiores de su coraza, tras lo cual echó mano de Olvido, la gigantesca espada plateada que usualmente llevaba a la espalda.
- Lyn. – Llamó a su compañera ajustándose la coraza al pecho, la cual estaba acariciando al felino de Iredia, que miraba fijamente hacía el angosto camino por el que se había desvanecido su ama. – Vamos – dijo Eltrant con sencillez. La vampiresa se mordió el labio inferior y tras unos segundos mirando al exmercenario, asintió con una sonrisa.
- Sombra y Acero. – Contestó la vampiresa con una sonrisa, cruzándose de brazos, depositando al felino sobre el baúl en el que había estado encerrada. – Ten cuidado, Mortal. Huelo a más de… una persona – Afirmó frunciendo sutilmente el ceño. Tras decir esto, la muchacha desapareció en una voluta de humo, dejando, aparentemente, a Eltrant a solas.
Eltrant asintió con media sonrisa a la nada y comenzó a caminar en la misma dirección en la que Iredia había desaparecido, seguido, probablemente, por Lyn. Sabía que tenía que estar observando desde las sombras, no muy lejos de dónde estaba.
Lo cierto era que, a pesar de su apariencia, Lyn era bastante más capaz de lo que parecía, sobre todo a la hora de idear estrategias y argucias sobre la marcha, después de todo una vampiresa como ella no llegaba a su edad si no tenía algún método para lidiar con los problemas.
Había más de una persona en el lugar en el que sonaba la música. Probablemente solo serían un par de viajeros con un laúd; Esperaba que ese fuese el caso, pero teniendo en cuenta que estaban prácticamente a más de un día de viaje del poblado más cercano, tenía que dudar, sobre todo porque la plaga sacaba lo peor de las personas de dentro, viajar por los caminos sin ayuda se había convertido, en cierto modo, un suicidio.
Si no lo hacía la niña podría acabar mal.
Le sorprendió lo rápido que era Iredia, su amabilidad a veces ocultaba la faceta elfica que ocultaba bajo ella, la destreza de la que acababa de hacer gala. Tenía que admitir que, teniendo en cuenta que últimamente había lidiado con bastantes elfos extremistas, volver a encontrarse con Iredia era algo de agradecer.
Llegó hasta un minúsculo claro a no más de cinco minutos de distancia de dónde Iredia había encendido la hoguera, el panorama que se encontró no era muy tranquilizador. Dos hombres, uno de ellos con un laúd, el otro con una armadura, Itrella junto a ellos y, justo al final del camino que estaba recorriendo, Iredia les apuntaba fijamente con el arco.
No recordaba haber visto aquella expresión nunca en su rostro.
Se acercó a paso lento, analizando la situación como mejormente podía dada la urgencia que sentía en aquel momento. El sonido metálico de su armadura se alzó sobre el extraño silencio que se había apoderado de aquel pequeño claro en el bosque, indicando su llegada.
Una vez se colocó junto a Iredia apoyó a Olvido frente a él, en el suelo, pero sin llegar a desenvainarla.
Con la mano que tenía libre, entonces, instó a la elfa a que bajase levemente su arco y dejase de apuntarles directamente, no obstante, no dijo nada acerca de que esta se desarmase, era más conveniente de que tuviese la flecha en el arco, preparada para abatir a cualquiera de los dos hombres que estaban junto a la niña.
- Vamos a hacer esto rápido. – dijo a los dos presentes entornando los ojos, tomó a Olvido con una mano y la llevó hasta la cintura, dónde, con la otra, la desenvainó un mínimo. Desvelando el metal plateado que ocultaba la vaina. - Si queréis llevaros a la niña, vais a tener que pasarme por encima. – Sentenció. – A los dos – Señaló con la cabeza a Iredia – Pero no creo que os acerquéis a ella antes de que os acierte con una flecha. – Aseguró con una sonrisa.
Podía resolver aquello civilizadamente, sin espadazos, sin sangre. Solo eran viajeros, no bandidos, se obligó a pensarlo.
- Ha sido todo un lamentable malentendido, ¿Verdad? – Dijo a continuación, avanzando un par de pasos, colocándose ligeramente por delante de la arquera.
Ahora que estaba más cerca pudo ver, con más detalle, las facciones de los hombres que estaban con Itrella. Fuesen quienes fuesen, parecían, al menos, habituados a los caminos de Aerandir.
El primero de ellos parecía ser un elfo, y era, en concreto, el que portaba el laúd. Se trataba de un hombre alto y de constitución recia, podía apreciarlo incluso a simple vista y aunque no veía ningún arma visible, aquello no significaba que no pudiese dar problemas. El segundo de los hombres vestía una armadura de curiosa confección y parecía portar una espada, o eso le pareció, siendo de noche las figuras de ambos hombres se hacían difíciles de ver cada vez que una solitaria nube desfilaba bajo la luna.
- ¿Y bien? – Preguntó extrayendo algo más el espadón. Los ojos del segundo eran extraños, brillaban incluso en la más absoluta oscuridad, casi parecía el tétrico resplandor azulado que emanaba de su otra espada. ¿Algún tipo de magia? Frunció levemente el ceño, no podía bajar la guardia.
Tomó levemente aire, había estado en situaciones peores y, afortunadamente, eran tres contra dos. Lyn estaba cerca, no sabía dónde exactamente, pero lo estaba.
Vigilando desde las sombras.
Si veía que había problemas la vampiresa solo tenía que hacer uno de sus trucos de sombras y dejar a todos sin posibilidad de ver nada, conocía aquel plan de acción; La ojiazul incluso le había puesto un nombre: “Si están todos ciegos, puede que se maten entre ellos”.
Si resultaban ser secuestradores, iban a salvar a Itrella.
Pero aquello no era lo más importante, lo realmente relevante era que, sin que ninguno de los presentes se hubiese dado cuenta siquiera, la niña, Itrella, había desaparecido.
Mascullando un par de palabras en voz baja se incorporó y volvió a calzarse rápidamente algunas de las piezas superiores de su coraza, tras lo cual echó mano de Olvido, la gigantesca espada plateada que usualmente llevaba a la espalda.
- Lyn. – Llamó a su compañera ajustándose la coraza al pecho, la cual estaba acariciando al felino de Iredia, que miraba fijamente hacía el angosto camino por el que se había desvanecido su ama. – Vamos – dijo Eltrant con sencillez. La vampiresa se mordió el labio inferior y tras unos segundos mirando al exmercenario, asintió con una sonrisa.
- Sombra y Acero. – Contestó la vampiresa con una sonrisa, cruzándose de brazos, depositando al felino sobre el baúl en el que había estado encerrada. – Ten cuidado, Mortal. Huelo a más de… una persona – Afirmó frunciendo sutilmente el ceño. Tras decir esto, la muchacha desapareció en una voluta de humo, dejando, aparentemente, a Eltrant a solas.
Eltrant asintió con media sonrisa a la nada y comenzó a caminar en la misma dirección en la que Iredia había desaparecido, seguido, probablemente, por Lyn. Sabía que tenía que estar observando desde las sombras, no muy lejos de dónde estaba.
Lo cierto era que, a pesar de su apariencia, Lyn era bastante más capaz de lo que parecía, sobre todo a la hora de idear estrategias y argucias sobre la marcha, después de todo una vampiresa como ella no llegaba a su edad si no tenía algún método para lidiar con los problemas.
Había más de una persona en el lugar en el que sonaba la música. Probablemente solo serían un par de viajeros con un laúd; Esperaba que ese fuese el caso, pero teniendo en cuenta que estaban prácticamente a más de un día de viaje del poblado más cercano, tenía que dudar, sobre todo porque la plaga sacaba lo peor de las personas de dentro, viajar por los caminos sin ayuda se había convertido, en cierto modo, un suicidio.
Si no lo hacía la niña podría acabar mal.
Le sorprendió lo rápido que era Iredia, su amabilidad a veces ocultaba la faceta elfica que ocultaba bajo ella, la destreza de la que acababa de hacer gala. Tenía que admitir que, teniendo en cuenta que últimamente había lidiado con bastantes elfos extremistas, volver a encontrarse con Iredia era algo de agradecer.
Llegó hasta un minúsculo claro a no más de cinco minutos de distancia de dónde Iredia había encendido la hoguera, el panorama que se encontró no era muy tranquilizador. Dos hombres, uno de ellos con un laúd, el otro con una armadura, Itrella junto a ellos y, justo al final del camino que estaba recorriendo, Iredia les apuntaba fijamente con el arco.
No recordaba haber visto aquella expresión nunca en su rostro.
Se acercó a paso lento, analizando la situación como mejormente podía dada la urgencia que sentía en aquel momento. El sonido metálico de su armadura se alzó sobre el extraño silencio que se había apoderado de aquel pequeño claro en el bosque, indicando su llegada.
Una vez se colocó junto a Iredia apoyó a Olvido frente a él, en el suelo, pero sin llegar a desenvainarla.
Con la mano que tenía libre, entonces, instó a la elfa a que bajase levemente su arco y dejase de apuntarles directamente, no obstante, no dijo nada acerca de que esta se desarmase, era más conveniente de que tuviese la flecha en el arco, preparada para abatir a cualquiera de los dos hombres que estaban junto a la niña.
- Vamos a hacer esto rápido. – dijo a los dos presentes entornando los ojos, tomó a Olvido con una mano y la llevó hasta la cintura, dónde, con la otra, la desenvainó un mínimo. Desvelando el metal plateado que ocultaba la vaina. - Si queréis llevaros a la niña, vais a tener que pasarme por encima. – Sentenció. – A los dos – Señaló con la cabeza a Iredia – Pero no creo que os acerquéis a ella antes de que os acierte con una flecha. – Aseguró con una sonrisa.
Podía resolver aquello civilizadamente, sin espadazos, sin sangre. Solo eran viajeros, no bandidos, se obligó a pensarlo.
- Ha sido todo un lamentable malentendido, ¿Verdad? – Dijo a continuación, avanzando un par de pasos, colocándose ligeramente por delante de la arquera.
Ahora que estaba más cerca pudo ver, con más detalle, las facciones de los hombres que estaban con Itrella. Fuesen quienes fuesen, parecían, al menos, habituados a los caminos de Aerandir.
El primero de ellos parecía ser un elfo, y era, en concreto, el que portaba el laúd. Se trataba de un hombre alto y de constitución recia, podía apreciarlo incluso a simple vista y aunque no veía ningún arma visible, aquello no significaba que no pudiese dar problemas. El segundo de los hombres vestía una armadura de curiosa confección y parecía portar una espada, o eso le pareció, siendo de noche las figuras de ambos hombres se hacían difíciles de ver cada vez que una solitaria nube desfilaba bajo la luna.
- ¿Y bien? – Preguntó extrayendo algo más el espadón. Los ojos del segundo eran extraños, brillaban incluso en la más absoluta oscuridad, casi parecía el tétrico resplandor azulado que emanaba de su otra espada. ¿Algún tipo de magia? Frunció levemente el ceño, no podía bajar la guardia.
Tomó levemente aire, había estado en situaciones peores y, afortunadamente, eran tres contra dos. Lyn estaba cerca, no sabía dónde exactamente, pero lo estaba.
Vigilando desde las sombras.
Si veía que había problemas la vampiresa solo tenía que hacer uno de sus trucos de sombras y dejar a todos sin posibilidad de ver nada, conocía aquel plan de acción; La ojiazul incluso le había puesto un nombre: “Si están todos ciegos, puede que se maten entre ellos”.
Si resultaban ser secuestradores, iban a salvar a Itrella.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
Sonreí con agradecimiento, una vez escuché a la niña dirigir aquel hermoso cumplido hacia mi talento musical, le daba un gran valor a su muestra de admiración, pues el alma pura e inocente de un niño siempre habla desde el fondo del corazón. La niña logró revelar su nombre entre dudas e inseguridades, Itrella era su nombre, muy hermoso por cierto, de origen élfico por supuesto... Aunque, ella no manifestaba las inconfundibles facciones de un elfo, ¿alguna clase de mestiza, tal vez? Quizás uno de sus padres se trataba de un hermano del bosque. Volví a sonreírle, demostrando así que su nombre me gustaba, aunque ella no parecía entender del todo mi peculiar forma de expresarme sin palabras. Ante su incomodidad, extendí mi mano hacía ella para que, en señal de amistad, la niña pudiera estrecharla, más sólo conseguí crear un efecto contrario, pues ella se exaltó y su mano protegió envolviéndola en su palma contraria; sus ojos demostraban que algo le asustaba. ¿Estaba intentando protegerse de mí? Un susurro en mi cabeza indicaba que más bien intentaba protegerme a mí. En estos tiempos de maldad y caos, las desgracias apagan hasta al más joven rayo de luz... Pobre chiquilla, ¿quién sabrá cuantas tormentas le habrán azotado la espalda? Le sonreí para restarle importancia, no quería que nuestro encuentro fuera para ella una experiencia mala. Si quería hacerle sonreír, debía continuar con aquello que en primer lugar le trajo aquí: la dulce melodía producida por mi instrumento.
No tardé en continuar con la secuencia de notas que había marcado anteriormente, mis dedos acariciaban con suavidad las cuerdas del laúd, del mismo modo en que las estrellas consolaban a las aguas del lago con su resplandor. Espiaba con la mirada a la joven Itrella, observando curioso como la sinfonía le hacía perderse en un horizonte de evocados recuerdos. Sonreí satisfecho, de cierto modo; al igual que las estrellas con el lago, mi música ayudaba a la niña a cargar con su pesar, bien conocía que la única forma de superar el dolor era enfrentándole frente a frente.
Volví a centrarme en mi composición, después de todo, solo había logrado añadir un par de versos antes de la inesperada intervención de Itrella. Tomé un respiro y mis ojos volví a cerrar, escuchando la melodía atentamente para buscar las palabras correctas, algo como... ¡CHUINK! Una brusca y desafinada nota me sacó otra vez de mi concentración, pues nuevamente un par de pisadas se hicieron oír entre los bosques y terminé por perder el compás que llevaba. Suspiré con frustración, antes de girarme para ver a quien le pertenecían aquellas pisadas tan sonoras. La pequeña Itrella dio un brinco de susto, mientras mis ojos se abrieron con sorpresa y mi lengua quedó sin palabras, al ver aquella imponente armadura acompañada de dos luminosos ojos celestes observándome, parecía una especie de deidad que se manifestaba ante nosotros en el plano terrenal... Pero, como dicen muchos: lo que fácil viene, fácil se va, aquel temor inicial desapareció al escuchar a la "deidad" hablar con aquel deje de inseguridad en sus palabras.
Dedicándole una sonrisa calmada, levanté mi mano y, con un leve movimiento de palma, le indique al hombre que se calmara, llevé entonces mi dedo índice a mis labios, para indicarle que, por favor, guardara silencio. No destaco por ser gran partidario de conversaciones verbales, pues creo firmemente que una acción puede expresar mucho más que cientos de palabras. Me levanté de mi asiento con lentitud, de modo que él no se sobresaltara ni asustara, no quería que pensara que iba a atacarlo o algo similar. Créanme, en estos tiempos de caos, puedes ofender a alguien solo con pestañear... y lo digo por experiencia. Me acerqué, manteniendo siempre una distancia respetable, sonriéndole una vez más antes de asentir como única respuesta a su pregunta: "¿Le parece si sigue tocando esa hermosa canción?".
Tomé el laúd con ambas manos y estaba preparado para seguir tocando la pieza, ahora con más decisión al conocer que aquel hombre afirmaba jamás haber conocido la música, ¡pobre individuo! ¡Sus oídos debían conocer inmediatamente aquel regalo de los mismísimos dioses...! Lástima que semejante inconveniente me interrumpiera, por tercera vez aquella noche, era todo un logro.
Aquella mujer no dio ningún indicio de su aparición, cuando me percaté, ya su flecha apuntaba directamente al centro de mi frente. ¿Recuerdan cuando dije que podías ofender a alguien con solo pestañear? A esto me refería. Me limité a suspirar en frustración, otra vez, empezando a cansarme de encontrarme cada dos por tres una situación que ponga potencialmente mi vida en riesgo. La mujer de ojos violeta parecía estar en una especie de trance de supervivencia, intercambiaba entre ambos objetivos con una mirada tan fría como un tempano de hielo, incluso la niña a mis espaldas se encontraba petrificada ante la ferocidad que aquellos ojos manifestaban. ¿Dejarle ir? ¿A quién? No entendía a qué se refería, quizás mi mente estaba demasiado concentrada en no realizar ningún movimiento brusco para evitar morir con una flecha en el cráneo. Agradecí en silencio y solté la respiración, cuando aquel hombre apareció entre la sombra de los árboles y logró calmar un poco a la mujer, de gran belleza y orejas élficas, noté ahora que podía verle bien. El hombre parecía optar más por la resolución verbal, pues confirmo que sólo querían recuperar a Itrella, quizás... ¿eran los padres de la pequeña? Aquella hoguera que vi entre los bosques no estaba demasiado lejos, y la niña llevaba un nombre élfico, todo encajaba a la perfección, un malentendido era la base de toda esta situación.
Asentí, cuando aquel hombre confirmo mis pensamientos con sus palabras. Miré a Itrella, quien aún se encontraba inmóvil y aterrada, llamé su atención con un par de leves silbidos que lograron finalmente sacarle de su terror, a continuación, le indiqué con un movimiento de cabeza que regresara con sus progenitores... Tardó un poco en entenderlo, pero al final, con pasos lentos e inseguros, la pequeña regresó al seno de sus padres... Lo lamentaba mucho, ella parecía estar disfrutando mucho de la pieza que tocaba, pero así debía ser, cosas que solo los adultos podían entender. Un silencio incomodo invadió el lugar, mientras la luz lunar era obstruida por un nubarrón, solo quedaba esperar que la luna resplandeciera para apresurarme en abandonar la escena. Junté una de mis palmas con el puño e incliné mi torso, era la forma que usaba para pedir disculpas por lo sucedido. No había más que decir, no quería más problemas, di media vuelta y hacía los bosques, a pasos lentos, decidí huir. —¿Seh... tiene que ir ya...? Quería escucharle tocar un poco másh... —creo que a la niña logré escuchar, más eso no detuvo mi andar.
No tardé en continuar con la secuencia de notas que había marcado anteriormente, mis dedos acariciaban con suavidad las cuerdas del laúd, del mismo modo en que las estrellas consolaban a las aguas del lago con su resplandor. Espiaba con la mirada a la joven Itrella, observando curioso como la sinfonía le hacía perderse en un horizonte de evocados recuerdos. Sonreí satisfecho, de cierto modo; al igual que las estrellas con el lago, mi música ayudaba a la niña a cargar con su pesar, bien conocía que la única forma de superar el dolor era enfrentándole frente a frente.
Volví a centrarme en mi composición, después de todo, solo había logrado añadir un par de versos antes de la inesperada intervención de Itrella. Tomé un respiro y mis ojos volví a cerrar, escuchando la melodía atentamente para buscar las palabras correctas, algo como... ¡CHUINK! Una brusca y desafinada nota me sacó otra vez de mi concentración, pues nuevamente un par de pisadas se hicieron oír entre los bosques y terminé por perder el compás que llevaba. Suspiré con frustración, antes de girarme para ver a quien le pertenecían aquellas pisadas tan sonoras. La pequeña Itrella dio un brinco de susto, mientras mis ojos se abrieron con sorpresa y mi lengua quedó sin palabras, al ver aquella imponente armadura acompañada de dos luminosos ojos celestes observándome, parecía una especie de deidad que se manifestaba ante nosotros en el plano terrenal... Pero, como dicen muchos: lo que fácil viene, fácil se va, aquel temor inicial desapareció al escuchar a la "deidad" hablar con aquel deje de inseguridad en sus palabras.
Dedicándole una sonrisa calmada, levanté mi mano y, con un leve movimiento de palma, le indique al hombre que se calmara, llevé entonces mi dedo índice a mis labios, para indicarle que, por favor, guardara silencio. No destaco por ser gran partidario de conversaciones verbales, pues creo firmemente que una acción puede expresar mucho más que cientos de palabras. Me levanté de mi asiento con lentitud, de modo que él no se sobresaltara ni asustara, no quería que pensara que iba a atacarlo o algo similar. Créanme, en estos tiempos de caos, puedes ofender a alguien solo con pestañear... y lo digo por experiencia. Me acerqué, manteniendo siempre una distancia respetable, sonriéndole una vez más antes de asentir como única respuesta a su pregunta: "¿Le parece si sigue tocando esa hermosa canción?".
Tomé el laúd con ambas manos y estaba preparado para seguir tocando la pieza, ahora con más decisión al conocer que aquel hombre afirmaba jamás haber conocido la música, ¡pobre individuo! ¡Sus oídos debían conocer inmediatamente aquel regalo de los mismísimos dioses...! Lástima que semejante inconveniente me interrumpiera, por tercera vez aquella noche, era todo un logro.
Aquella mujer no dio ningún indicio de su aparición, cuando me percaté, ya su flecha apuntaba directamente al centro de mi frente. ¿Recuerdan cuando dije que podías ofender a alguien con solo pestañear? A esto me refería. Me limité a suspirar en frustración, otra vez, empezando a cansarme de encontrarme cada dos por tres una situación que ponga potencialmente mi vida en riesgo. La mujer de ojos violeta parecía estar en una especie de trance de supervivencia, intercambiaba entre ambos objetivos con una mirada tan fría como un tempano de hielo, incluso la niña a mis espaldas se encontraba petrificada ante la ferocidad que aquellos ojos manifestaban. ¿Dejarle ir? ¿A quién? No entendía a qué se refería, quizás mi mente estaba demasiado concentrada en no realizar ningún movimiento brusco para evitar morir con una flecha en el cráneo. Agradecí en silencio y solté la respiración, cuando aquel hombre apareció entre la sombra de los árboles y logró calmar un poco a la mujer, de gran belleza y orejas élficas, noté ahora que podía verle bien. El hombre parecía optar más por la resolución verbal, pues confirmo que sólo querían recuperar a Itrella, quizás... ¿eran los padres de la pequeña? Aquella hoguera que vi entre los bosques no estaba demasiado lejos, y la niña llevaba un nombre élfico, todo encajaba a la perfección, un malentendido era la base de toda esta situación.
Asentí, cuando aquel hombre confirmo mis pensamientos con sus palabras. Miré a Itrella, quien aún se encontraba inmóvil y aterrada, llamé su atención con un par de leves silbidos que lograron finalmente sacarle de su terror, a continuación, le indiqué con un movimiento de cabeza que regresara con sus progenitores... Tardó un poco en entenderlo, pero al final, con pasos lentos e inseguros, la pequeña regresó al seno de sus padres... Lo lamentaba mucho, ella parecía estar disfrutando mucho de la pieza que tocaba, pero así debía ser, cosas que solo los adultos podían entender. Un silencio incomodo invadió el lugar, mientras la luz lunar era obstruida por un nubarrón, solo quedaba esperar que la luna resplandeciera para apresurarme en abandonar la escena. Junté una de mis palmas con el puño e incliné mi torso, era la forma que usaba para pedir disculpas por lo sucedido. No había más que decir, no quería más problemas, di media vuelta y hacía los bosques, a pasos lentos, decidí huir. —¿Seh... tiene que ir ya...? Quería escucharle tocar un poco másh... —creo que a la niña logré escuchar, más eso no detuvo mi andar.
Tenzin Fang Leiden
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 73
Nivel de PJ : : 0
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
La tensión aumento cuando nos apuntaron con un arco, ¿Una cazadora?, vine a proteger el bosque de la caza furtiva, ¡Debía detenerla!, pensé, pero luego la mujer dijo que soltáramos a la niña. ¿Tanta agresividad para eso?. Me empece a enfurecer, seguro que con ese arco cazo a miles de pobres animales... pero no muy tarde salio un hombre del bosque, vi como bajo el arco de la mujer y se puso adelante lentamente. Al fin algo de amabilidad... Pero algo no entendía.
- Ha sido todo un lamentable malentendido, ¿Verdad? - Dijo el hombre, luego de unas palabras sobre "Deben pasar por mi cadáver si bla bla bla". Pense mis palabras cuidadosamente, y procedí a hablar.
- Si, ha sido un mal entendido... Lo de la niña claro esta. Ahora, Dígame - Mire a la mujer, que hace unos 5 segundos estaba apuntando con el arco.
- ¿Por que la agresividad sin saber las intenciones?, por eso los dioses dragones los abandonaron, pero no a mi, ellos me guían, ¿Y si mis intensiones eran malas? ¿Acaso me ibas a matar?, Déjame decirte algo, estoy en camino a perdonar a la gente que mato a mi hermano, no a matarla. Si la gente dejara de juzgar y actuar sin pensar, los dragones volverían... pero basta de religión. - Dije, sin dejar de fijar la mirada en la mujer, en ese momento sentí una mezcla de enojo, pero no tarde ni 5 segundos, entendía lo que sentía esa mujer, necesitaba protegerla, como yo hago con los animales de este bosque, en ese momento me sentía un hipócrita.
- Lo... siento, yo habría actuado de la misma forma. ¿Para que usas ese arco? - Pregunte derrepente, agarre mi espada lentamente con la derecha, mientras que levantaba la mano izquierda, tire mi espada a los pies del sujeto y me aparte de todos unos 6 metros, lentamente y con las manos en alto... y ahí es cuando comenze a expandir mis escamas, desde el cuello hasta los pies, todo esto sin que notaran las escamas, tenia que estar listo para transformarme si algo pasaba... Aunque claro esta que me superaban en numero... acá es cuando te necesito Kremm, ¡Maldición!
Lo único que pude hacer en ese momento era pedirle ayuda a los dioses dragones, ellos evitarían esta pelea, yo también debo hacerlo
[Idioma Draco] Perdona, Dragón de la Luz si actué como un hipócrita y sin pensar... Ayúdame, Dragón del Fuego si las cosas se tornan para mal, envuelve mi forma Draconica en tus llamas, grandes dragones, ayúdenme.
Luego de recitar tales palabras, mire al sujeto y le dije.
- Tu pareces alguien amable, agarra mi espada... sin miedo. Calmémonos y tomemos algo, o si prefieres déjame irme, quédate con la espada si quieres. La forjo mi hermano, Kremm.
Todo esto mientras el sujeto del Laúd se alejaba, sin decir 1 sola palabra, ese sujeto no parecía un cazador, el debía irse si las cosas se tornaban mal, y yo me encargaría de protegerlo.
La situación quedaba en las manos del hombre y la mujer, pero me había puesto a pensar, ¿En serio te vas a transformar? ¿Cuanto crees que duraras?, pfff, claro que no señor, si me transformaba seria solo para escapar. Me superaban en numero y si lograba ganar, todo al frente de la niña. ¡Que desastre haría!, como si el Dragón de la Oscuridad me hubiera poseído, no, no podría hacer tales actos. Respire profundo, y espere las acciones de la mujer y el hombre, quizá todavía haya esperanzas...
Luego de tales acciones, baje las manos y los mire fijamente. Quieto y firme, sin moverme, como un soldado ante el comandante.
- Ha sido todo un lamentable malentendido, ¿Verdad? - Dijo el hombre, luego de unas palabras sobre "Deben pasar por mi cadáver si bla bla bla". Pense mis palabras cuidadosamente, y procedí a hablar.
- Si, ha sido un mal entendido... Lo de la niña claro esta. Ahora, Dígame - Mire a la mujer, que hace unos 5 segundos estaba apuntando con el arco.
- ¿Por que la agresividad sin saber las intenciones?, por eso los dioses dragones los abandonaron, pero no a mi, ellos me guían, ¿Y si mis intensiones eran malas? ¿Acaso me ibas a matar?, Déjame decirte algo, estoy en camino a perdonar a la gente que mato a mi hermano, no a matarla. Si la gente dejara de juzgar y actuar sin pensar, los dragones volverían... pero basta de religión. - Dije, sin dejar de fijar la mirada en la mujer, en ese momento sentí una mezcla de enojo, pero no tarde ni 5 segundos, entendía lo que sentía esa mujer, necesitaba protegerla, como yo hago con los animales de este bosque, en ese momento me sentía un hipócrita.
- Lo... siento, yo habría actuado de la misma forma. ¿Para que usas ese arco? - Pregunte derrepente, agarre mi espada lentamente con la derecha, mientras que levantaba la mano izquierda, tire mi espada a los pies del sujeto y me aparte de todos unos 6 metros, lentamente y con las manos en alto... y ahí es cuando comenze a expandir mis escamas, desde el cuello hasta los pies, todo esto sin que notaran las escamas, tenia que estar listo para transformarme si algo pasaba... Aunque claro esta que me superaban en numero... acá es cuando te necesito Kremm, ¡Maldición!
Lo único que pude hacer en ese momento era pedirle ayuda a los dioses dragones, ellos evitarían esta pelea, yo también debo hacerlo
[Idioma Draco] Perdona, Dragón de la Luz si actué como un hipócrita y sin pensar... Ayúdame, Dragón del Fuego si las cosas se tornan para mal, envuelve mi forma Draconica en tus llamas, grandes dragones, ayúdenme.
Luego de recitar tales palabras, mire al sujeto y le dije.
- Tu pareces alguien amable, agarra mi espada... sin miedo. Calmémonos y tomemos algo, o si prefieres déjame irme, quédate con la espada si quieres. La forjo mi hermano, Kremm.
Todo esto mientras el sujeto del Laúd se alejaba, sin decir 1 sola palabra, ese sujeto no parecía un cazador, el debía irse si las cosas se tornaban mal, y yo me encargaría de protegerlo.
La situación quedaba en las manos del hombre y la mujer, pero me había puesto a pensar, ¿En serio te vas a transformar? ¿Cuanto crees que duraras?, pfff, claro que no señor, si me transformaba seria solo para escapar. Me superaban en numero y si lograba ganar, todo al frente de la niña. ¡Que desastre haría!, como si el Dragón de la Oscuridad me hubiera poseído, no, no podría hacer tales actos. Respire profundo, y espere las acciones de la mujer y el hombre, quizá todavía haya esperanzas...
Luego de tales acciones, baje las manos y los mire fijamente. Quieto y firme, sin moverme, como un soldado ante el comandante.
Rakan'Drag
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 216
Nivel de PJ : : 1
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
Torció el morro cuando Eltrant le instó a bajar el arco, pero no dijo nada. Lo cierto es que le agradaba mucho contar con su apoyo y protección, ella no tenía fuerzas realmente para enfrentarse a ambos. Pero eso no tenían por qué saberlo ellos. Mientras el caballero hablaba, ella acarició el plumaje de su flecha, pues no había soltado el arco pese a bajarlo y dejar de apuntar a aquellos dos extraños.
El personaje que portaba el laúd no parecía hombre de muchas palabras, pues de hecho solo le hizo falta hacerle un par de gestos a la pequeña para que ésta volviese de nuevo a su lado. Entonces, con gesto triste, la niña le preguntó si era necesario que aquel hombre se fuese. ¿Se habría sobrepasado? Iba a hablar con la niña cuando aquel muchacho de ojos brillantes le espetó lo malo de su comportamiento. Sintió algo parecido a una olla hirviendo en su tripa, una especie de rabia ciega que no alcanzó a describir demasiado bien. No se mordió la lengua.
-¿Que por qué esta agresividad? Porque Itrella había desaparecido y me he encontrado a dos hombres que no conozco con ella. Y, efectivamente, no sé tus intenciones. Ni las suyas. Y no me importan, si considero que la vida de mi pequeña está en peligro. Espero que el día que tengas hijos lo entiendas.
En ese momento, le dio un vuelco al corazón y miró a Itrella. Había hecho alusión a que era su hija. Demasiado fuerte era el nexo que las había unido y demasiado doloroso iba a ser verla partir. El muchacho rompió su ensimismamiento preguntándole por el uso de su arco y tirando el arma al suelo, gesto que sorprendió a la elfa y a la vez le causó remordimientos. Definitivamente, les había juzgado mal. Cómo no, Iredia haciendo amigos. Vio que el sujeto del laúd se alejaba y miró a Itrella de nuevo. Ella sabía cómo tocarle la fibra sensible con aquellos pequeños ojos azules.
Con un suspiro, se guardó el arco y cogió a la peque en brazos.
-Itrella, no vuelvas a hacerme esto. Por favor. No puedes alejarte por ahí tú sola, ¿lo entiendes? -abroncó a la niña con tono muy serio.
Esta, con mirada asustada, se abrazó a la elfa. Así no había alma que pudiera mantenerse firme.
-Vamos a buscar a tu amigo cantarín, anda.
La tristeza, como por arte de magia, desapareció. La elfa se acercó entonces a Eltrant y le susurró al oído.
-Vengo enseguida. -y le rozó con afecto uno de sus brazos.
Mientras tanto, el señor del laúd se toparía en su camino con un pequeño gato de múltiples colores y ojos grandes como platos. Una cría de asski, pequeña y curiosa, se había cruzado en su camino y lo miraba con la cabeza un poco ladeada.
-¿Miau? -gimoteó el pequeño.
Al poco aparecería la joven, con la niña en brazos y visiblemente sofocada. Tantas carreras en poco tiempo agotaban a cualquiera, y más con una niña en brazos y con una enfermedad a cuestas.
-Al parecer a Itrella le caes bien... y a Rushi también -volvió a suspirar y dejó a la niña en el suelo. Esta no tardó en correr hacia el hombre y abrazarle las piernas con una sonrisa de oreja a oreja. El gato moteado se sentó sobre sus cuartos traseros- No le suelen caer bien los hombres malos, así que supongo que tú no lo eres. Te he juzgado mal. -Iredia hablaba con franqueza, con la mirada seria y sin temblor en la voz- Además, si vamos juntos, corremos menos peligro. Y tocas muy bien. Lamento el malentendido. -esto último le costó más decirlo, pero no por orgullo sino por tristeza.
-¡Lo tenemos, Guayz! Por fin cogimos a esta maldita rata apestosa. Nos van a dar una ganga por ella.
Roco alzó una bolsa opaca que se movía ante los ojos de un alto y esbelto muchacho de túnica larga y negra. Su capucha solo dejaba entrever una nariz aguileña. Los tres compañeros de Roco le palmearon la espalda.
-Muy, muy bien...
Guayz, el muchacho de la túnica, cogió la bolsa opaca en movimiento. Un chillido de agonía y sufrimiento resonó en todo el lago.
____________________
Mis disculpas, chicos, he estado bastante enferma y no he podido contestar. Por suerte, estoy recuperadita y ya puedo estar de nuevo con vosotros
El personaje que portaba el laúd no parecía hombre de muchas palabras, pues de hecho solo le hizo falta hacerle un par de gestos a la pequeña para que ésta volviese de nuevo a su lado. Entonces, con gesto triste, la niña le preguntó si era necesario que aquel hombre se fuese. ¿Se habría sobrepasado? Iba a hablar con la niña cuando aquel muchacho de ojos brillantes le espetó lo malo de su comportamiento. Sintió algo parecido a una olla hirviendo en su tripa, una especie de rabia ciega que no alcanzó a describir demasiado bien. No se mordió la lengua.
-¿Que por qué esta agresividad? Porque Itrella había desaparecido y me he encontrado a dos hombres que no conozco con ella. Y, efectivamente, no sé tus intenciones. Ni las suyas. Y no me importan, si considero que la vida de mi pequeña está en peligro. Espero que el día que tengas hijos lo entiendas.
En ese momento, le dio un vuelco al corazón y miró a Itrella. Había hecho alusión a que era su hija. Demasiado fuerte era el nexo que las había unido y demasiado doloroso iba a ser verla partir. El muchacho rompió su ensimismamiento preguntándole por el uso de su arco y tirando el arma al suelo, gesto que sorprendió a la elfa y a la vez le causó remordimientos. Definitivamente, les había juzgado mal. Cómo no, Iredia haciendo amigos. Vio que el sujeto del laúd se alejaba y miró a Itrella de nuevo. Ella sabía cómo tocarle la fibra sensible con aquellos pequeños ojos azules.
Con un suspiro, se guardó el arco y cogió a la peque en brazos.
-Itrella, no vuelvas a hacerme esto. Por favor. No puedes alejarte por ahí tú sola, ¿lo entiendes? -abroncó a la niña con tono muy serio.
Esta, con mirada asustada, se abrazó a la elfa. Así no había alma que pudiera mantenerse firme.
-Vamos a buscar a tu amigo cantarín, anda.
La tristeza, como por arte de magia, desapareció. La elfa se acercó entonces a Eltrant y le susurró al oído.
-Vengo enseguida. -y le rozó con afecto uno de sus brazos.
Mientras tanto, el señor del laúd se toparía en su camino con un pequeño gato de múltiples colores y ojos grandes como platos. Una cría de asski, pequeña y curiosa, se había cruzado en su camino y lo miraba con la cabeza un poco ladeada.
-¿Miau? -gimoteó el pequeño.
Al poco aparecería la joven, con la niña en brazos y visiblemente sofocada. Tantas carreras en poco tiempo agotaban a cualquiera, y más con una niña en brazos y con una enfermedad a cuestas.
-Al parecer a Itrella le caes bien... y a Rushi también -volvió a suspirar y dejó a la niña en el suelo. Esta no tardó en correr hacia el hombre y abrazarle las piernas con una sonrisa de oreja a oreja. El gato moteado se sentó sobre sus cuartos traseros- No le suelen caer bien los hombres malos, así que supongo que tú no lo eres. Te he juzgado mal. -Iredia hablaba con franqueza, con la mirada seria y sin temblor en la voz- Además, si vamos juntos, corremos menos peligro. Y tocas muy bien. Lamento el malentendido. -esto último le costó más decirlo, pero no por orgullo sino por tristeza.
---------------------------------------
-¡Lo tenemos, Guayz! Por fin cogimos a esta maldita rata apestosa. Nos van a dar una ganga por ella.
Roco alzó una bolsa opaca que se movía ante los ojos de un alto y esbelto muchacho de túnica larga y negra. Su capucha solo dejaba entrever una nariz aguileña. Los tres compañeros de Roco le palmearon la espalda.
-Muy, muy bien...
Guayz, el muchacho de la túnica, cogió la bolsa opaca en movimiento. Un chillido de agonía y sufrimiento resonó en todo el lago.
____________________
Mis disculpas, chicos, he estado bastante enferma y no he podido contestar. Por suerte, estoy recuperadita y ya puedo estar de nuevo con vosotros
Iredia
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 297
Nivel de PJ : : 1
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
Respiró aliviado cuando la pareja mostró que no deseaban problemas y que, como mucho, todo aquello había sido un malentendido, Itrella había acabado allí por su propio pie. Eltrant dejó escapar el pomo de Olvido y permitió que el espadón volviese a su vaina por su propio peso, a continuación, procedió a colocársela en la espalda, como de costumbre.
No iba a hacer falta pelear.
Mientras que el músico decidió marcharse sin apenas decir nada, Eltrant no pudo sino arquear una de sus cejas cuando el sujeto de ojos brillantes se dirigió a Iredia y le reprochó su actitud.
“¿Y si mis intenciones eran malas? ¿Acaso me ibas a matar?”
La respuesta a esa pregunta, para él, era un sí. Uno bastante rotundo, además.
Suspiró profundamente y se llevó una de las manos hasta la cara, dejó que la elfa respondiese a la pregunta del hombre y sacudió levemente la cabeza, depositando, justo después, la mirada en la espada que el hombre de la capa carmesí había tirado a sus pies.
Se agachó y tomó el arma del hombre sin decir nada. Entre tanto, Iredia se acercó a él y le informó de que no tardaría en volver, la mujer se encaminó junto a la niña hacía el lugar hacía el que se había marchado el músico.
Sin sacarla de su vaina, se pasó el arma del hombre de una mano a la otra. Era ligera, más ligera que Recuerdo y que Olvido, pero parecía una buena espada, una que servía, como mínimo, para lo que había sido forjada. Tras esto se acercó al dueño de la misma quien, por las palabras que había dicho en aquella lengua extraña, no podía sino ser un norteño.
- Supongo que esta espada es demasiado importante como para dársela a cualquiera. ¿No? – dijo sonriendo, depositándola de nuevo junto a su legítimo dueño, después de todo, este había mencionado que la forjó su propio hermano, no se la pensaba quedar. – Hay veces en las que no te queda más remedio que pelear para proteger a los demás. – dijo recuperando la seriedad. – Así que sí. – dijo ajustándose los guanteletes de su propia armadura – Si tus intenciones hubiesen sido malas, habría tratado de detenerte. – afirmó – Por todos los medios necesarios. – Dicho esto, tras unos segundos de silencio, Eltrant le dio una palmada al norteño en el hombro, amistosamente, y relajó su expresión, volvió a sonreír. – Dejando eso a un lado… - Amplió su sonrisa y se cruzó de brazos, aquel hombre de ojos brillantes no parecía ser mal tipo, quizás pecase de ingenuo, pero lo cierto es que al menos aparentaba tener tan pocas ganas de pelear aquella noche como él. - Mi nombre es Eltrant. – Se señaló con el pulgar. – Eltrant Tale. - Repitió girándose hacía el campamento de Iredia, comenzando a caminar de vuelta. - ¿Entonces qué dices a esa idea de tomar algo? – Preguntó indicándole con la mano que le siguiese.
Por lo que podía intuir, Iredia había ido a por el músico, Eltrant había oído a la chiquilla hablar acerca de él, preguntando si podía oírle más. La niña se había encariñado con el elfo y apenas habían pasado diez minutos juntos, sonrió y negó levemente con la cabeza, sin parar de caminar; al final iba a resultar que, de algún modo u otro, habían encontrado más compañeros para pasar la noche.
Lo cierto era que una parte de él no estaba precisamente tranquila, pero era mejor que nada, no era la primera vez que sucedía algo así en sus viajes, y Lyn, más que nadie, agradecía el conocer a nuevas personas. Sobre todo, a músicos, Dannos probablemente tendría aún dolores de cabeza por culpa de esto.
Aproximadamente a mitad de camino de vuelta, Lyn se apareció frente a él, envuelta en sombras, como de costumbre.
- ¿Al final todo bien? – Preguntó Lyn sonriendo. Antes de que Eltrant pudiese contestar, la vampiresa clavó sus ojos en los del muchacho de ojos brillantes. - ¡Buen color de ojos! – Dijo moviendo la mano como todo saludo. – Yo soy Lyn, soy la ama y señora del bestia de la armadura. – Señaló a Eltrant. – Es mi fiel vasallo, Mortal, que… - Eltrant le colocó la mano en la cara y la apartó a un lado sin decir nada, el exmercenario siguió caminando. - ¡Por cosas como esta todos tus amigos son tan raros, Mortal! – Exclamó acercándose hasta su compañero, tratando de empujarle a un lado.
- Ya… tú eres mi amiga también. – dijo Eltrant a la vez que dejaba escapar un bostezó y estiraba ambos brazos sobre su cabeza.
- ¡Yo soy la excepción! -
No iba a hacer falta pelear.
Mientras que el músico decidió marcharse sin apenas decir nada, Eltrant no pudo sino arquear una de sus cejas cuando el sujeto de ojos brillantes se dirigió a Iredia y le reprochó su actitud.
“¿Y si mis intenciones eran malas? ¿Acaso me ibas a matar?”
La respuesta a esa pregunta, para él, era un sí. Uno bastante rotundo, además.
Suspiró profundamente y se llevó una de las manos hasta la cara, dejó que la elfa respondiese a la pregunta del hombre y sacudió levemente la cabeza, depositando, justo después, la mirada en la espada que el hombre de la capa carmesí había tirado a sus pies.
Se agachó y tomó el arma del hombre sin decir nada. Entre tanto, Iredia se acercó a él y le informó de que no tardaría en volver, la mujer se encaminó junto a la niña hacía el lugar hacía el que se había marchado el músico.
Sin sacarla de su vaina, se pasó el arma del hombre de una mano a la otra. Era ligera, más ligera que Recuerdo y que Olvido, pero parecía una buena espada, una que servía, como mínimo, para lo que había sido forjada. Tras esto se acercó al dueño de la misma quien, por las palabras que había dicho en aquella lengua extraña, no podía sino ser un norteño.
- Supongo que esta espada es demasiado importante como para dársela a cualquiera. ¿No? – dijo sonriendo, depositándola de nuevo junto a su legítimo dueño, después de todo, este había mencionado que la forjó su propio hermano, no se la pensaba quedar. – Hay veces en las que no te queda más remedio que pelear para proteger a los demás. – dijo recuperando la seriedad. – Así que sí. – dijo ajustándose los guanteletes de su propia armadura – Si tus intenciones hubiesen sido malas, habría tratado de detenerte. – afirmó – Por todos los medios necesarios. – Dicho esto, tras unos segundos de silencio, Eltrant le dio una palmada al norteño en el hombro, amistosamente, y relajó su expresión, volvió a sonreír. – Dejando eso a un lado… - Amplió su sonrisa y se cruzó de brazos, aquel hombre de ojos brillantes no parecía ser mal tipo, quizás pecase de ingenuo, pero lo cierto es que al menos aparentaba tener tan pocas ganas de pelear aquella noche como él. - Mi nombre es Eltrant. – Se señaló con el pulgar. – Eltrant Tale. - Repitió girándose hacía el campamento de Iredia, comenzando a caminar de vuelta. - ¿Entonces qué dices a esa idea de tomar algo? – Preguntó indicándole con la mano que le siguiese.
Por lo que podía intuir, Iredia había ido a por el músico, Eltrant había oído a la chiquilla hablar acerca de él, preguntando si podía oírle más. La niña se había encariñado con el elfo y apenas habían pasado diez minutos juntos, sonrió y negó levemente con la cabeza, sin parar de caminar; al final iba a resultar que, de algún modo u otro, habían encontrado más compañeros para pasar la noche.
Lo cierto era que una parte de él no estaba precisamente tranquila, pero era mejor que nada, no era la primera vez que sucedía algo así en sus viajes, y Lyn, más que nadie, agradecía el conocer a nuevas personas. Sobre todo, a músicos, Dannos probablemente tendría aún dolores de cabeza por culpa de esto.
Aproximadamente a mitad de camino de vuelta, Lyn se apareció frente a él, envuelta en sombras, como de costumbre.
- ¿Al final todo bien? – Preguntó Lyn sonriendo. Antes de que Eltrant pudiese contestar, la vampiresa clavó sus ojos en los del muchacho de ojos brillantes. - ¡Buen color de ojos! – Dijo moviendo la mano como todo saludo. – Yo soy Lyn, soy la ama y señora del bestia de la armadura. – Señaló a Eltrant. – Es mi fiel vasallo, Mortal, que… - Eltrant le colocó la mano en la cara y la apartó a un lado sin decir nada, el exmercenario siguió caminando. - ¡Por cosas como esta todos tus amigos son tan raros, Mortal! – Exclamó acercándose hasta su compañero, tratando de empujarle a un lado.
- Ya… tú eres mi amiga también. – dijo Eltrant a la vez que dejaba escapar un bostezó y estiraba ambos brazos sobre su cabeza.
- ¡Yo soy la excepción! -
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
Liberé el aire que retenía con un profundo suspiro, una vez pude percibir que aquel indeseado percance ya solo era un recuerdo que se perdía entre la cavidad de las ramas de los arboles. Era curioso, como un grupo de individuos tan diferentes habían logrado cruzar sus caminos en un punto especifico del bosque; las probabilidades rozaban lo imposible... Pero, por supuesto, nos encontrábamos en Aerandir. Los monjes siempre lo repetían, una y otra y otra vez. "Todos los caminos se encuentran entrelazados. En estas tierras, los limites de aquello que consideramos imposible, los demarca nuestra propia mente". Irónico, era un pensamiento que nunca opte por considerar relevante, nada de lo que decían aquellos ancianos resultaba importante para mi durante la cumbre de mi rebelde juventud. No fue hasta el inicio de los incontables deslices de mi peregrinaje, cuando todas las palabras de los sabios comenzaron a tener sentido en mitad de un grave peligro. Era cierto, cada piedra que obstaculiza el sendero tiene un por y un para...
En Aerandir, no existe la casualidad.
Fue entonces, cuando un sonido entre los matorrales me trajo de regreso al lugar donde el destino quería que estuviera presente. Adopté inmediatamente una firme postura de combate, preparado para ser yo quien lleve esta vez la ventaja ante el peligro, como un acto reflejo que había desarrollado con el tiempo; más alerta que nunca tras los previos acontecimientos. No podía seguir siendo tan descuidado, estar nuevamente con una flecha apuntando a mi cabeza, sin poder mover la más mínima fibra de mi cuerpo para defenderme, no estaba precisamente entre mis planes nocturnos. Una mota felpuda y colorida surgió de entre los matorrales, un Asski, de ojos grandes y encantadores. Parpadeé un par de veces, antes de recuperar la calma con un profundo respiro, relajando mi postura en el proceso. Mantuve mi semblante firme mientras le ofrecía mi mano al felino para acariciar su abundante pelaje. Era extraño, decían que se necesitaba mucha suerte para encontrar a un Asski en medio... del... bosque... No, ¿un señuelo?, no me había percatado hasta entonces de las sonoras y torpes pisadas que se hacían oír a mis espaldas.
—Desiste. —advertí, enfrentando y dándole cara a quien se hallaba a mis espaldas. Mis manos brillaban con aquel fulgor sagrado, preparadas para atacar, mi derecha apuntaba directamente al cuello de la elfa de cabellos violeta; lista para anular cualquier ataque, mientras la izquierda esperaba paciente atrás, buscando la más mínima oportunidad de realizar un contraataque.
El silencio invadió el ambiente por un par de segundos, un corto pero eterno lapso de tiempo donde mi afilada mirada no se apartaba de los preciosos pero agotados orbes de aquella elfa, ignorando por completo el asustado rostro de la más joven que llevaba entre brazos. Al final, la madre decidió acabar con el silencio, dejando a su pequeña en el suelo con un pesado suspiro. La niña, para mi sorpresa, corrió a hacer su mejor esfuerzo por rodear mis piernas con sus brazitos, acompañando dicho acto con una hermosa sonrisa solo para mi. Parpadeé un par de veces más antes de relajar mi postura, aquel felino acompañaba a la niña acariciando mi pantorrilla con su cabeza. Era un cuadro enternecedor, por supuesto, pero no era precisamente lo que yo podría esperar con tan poco tiempo de habernos conocido. ¿Tan bueno era ganándome el corazón de los niños? Al parecer, me había subestimado. Me mantuve atento ante cada una de las palabras que aquella elfa me dirigía, deseando que aquel tono de disculpa desapareciera de su voz. Ella no me debía nada, entendía a la perfección el origen de sus acciones; era un hecho que, la fuerza más grande de este mundo, es aquella que surge cuando deseas proteger a alguien importante para ti.
Su última declaración me tomó, nuevamente, por sorpresa. Irónico, hace un par de minutos tenía mi vida entre su flecha y la delgada cuerda de su arco, ahora se disculpaba y me tendía su mano en señal de ayuda. Las vueltas que daba el destino podían ser tan crueles como inciertas. Rechazar tal muestra de solidaridad sería la opción más lógica y razonable, bajo circunstancias normales... La oscuridad ya reinaba en el cielo, incluso mi cuerpo ya se preparaba instintivamente para los peligros que acechaban entre las sombras, sin mencionar como los brillantes ojos de la pequeña suplicaban en silencio mi estadía. Suspiré exhausto, cansado de escuchar el constante combate entre mi razón y mi deseo de aventura, y entonces le dedique una sonrisa a la pequeña. Me acerqué a la hermosa joven de orbes violeta, manteniendo una respetuosa distancia frente a ella, juntando mi puño con mi palma a la altura del pecho; como los monjes me habían enseñado.
—Tenzin. —anuncié con firmeza, antes de inclinar mi torso en una reverencia, me presentaba ante ella como única señal de que aceptaba su oferta. Tras aquello, esperaría pacientemente escuchar su nombre antes de emprender camino hacía su campamento, como se suponía debía ser. No obstante, de no darse así, tampoco representaba un gran problema; de igual manera optaría por volver lentamente sobre mis pasos a través del bosque, recordando el camino que me llevaría al punto donde había visto aquella hoguera cerca del lago. La noche no hacía más que empezar...
En Aerandir, no existe la casualidad.
Fue entonces, cuando un sonido entre los matorrales me trajo de regreso al lugar donde el destino quería que estuviera presente. Adopté inmediatamente una firme postura de combate, preparado para ser yo quien lleve esta vez la ventaja ante el peligro, como un acto reflejo que había desarrollado con el tiempo; más alerta que nunca tras los previos acontecimientos. No podía seguir siendo tan descuidado, estar nuevamente con una flecha apuntando a mi cabeza, sin poder mover la más mínima fibra de mi cuerpo para defenderme, no estaba precisamente entre mis planes nocturnos. Una mota felpuda y colorida surgió de entre los matorrales, un Asski, de ojos grandes y encantadores. Parpadeé un par de veces, antes de recuperar la calma con un profundo respiro, relajando mi postura en el proceso. Mantuve mi semblante firme mientras le ofrecía mi mano al felino para acariciar su abundante pelaje. Era extraño, decían que se necesitaba mucha suerte para encontrar a un Asski en medio... del... bosque... No, ¿un señuelo?, no me había percatado hasta entonces de las sonoras y torpes pisadas que se hacían oír a mis espaldas.
—Desiste. —advertí, enfrentando y dándole cara a quien se hallaba a mis espaldas. Mis manos brillaban con aquel fulgor sagrado, preparadas para atacar, mi derecha apuntaba directamente al cuello de la elfa de cabellos violeta; lista para anular cualquier ataque, mientras la izquierda esperaba paciente atrás, buscando la más mínima oportunidad de realizar un contraataque.
El silencio invadió el ambiente por un par de segundos, un corto pero eterno lapso de tiempo donde mi afilada mirada no se apartaba de los preciosos pero agotados orbes de aquella elfa, ignorando por completo el asustado rostro de la más joven que llevaba entre brazos. Al final, la madre decidió acabar con el silencio, dejando a su pequeña en el suelo con un pesado suspiro. La niña, para mi sorpresa, corrió a hacer su mejor esfuerzo por rodear mis piernas con sus brazitos, acompañando dicho acto con una hermosa sonrisa solo para mi. Parpadeé un par de veces más antes de relajar mi postura, aquel felino acompañaba a la niña acariciando mi pantorrilla con su cabeza. Era un cuadro enternecedor, por supuesto, pero no era precisamente lo que yo podría esperar con tan poco tiempo de habernos conocido. ¿Tan bueno era ganándome el corazón de los niños? Al parecer, me había subestimado. Me mantuve atento ante cada una de las palabras que aquella elfa me dirigía, deseando que aquel tono de disculpa desapareciera de su voz. Ella no me debía nada, entendía a la perfección el origen de sus acciones; era un hecho que, la fuerza más grande de este mundo, es aquella que surge cuando deseas proteger a alguien importante para ti.
Su última declaración me tomó, nuevamente, por sorpresa. Irónico, hace un par de minutos tenía mi vida entre su flecha y la delgada cuerda de su arco, ahora se disculpaba y me tendía su mano en señal de ayuda. Las vueltas que daba el destino podían ser tan crueles como inciertas. Rechazar tal muestra de solidaridad sería la opción más lógica y razonable, bajo circunstancias normales... La oscuridad ya reinaba en el cielo, incluso mi cuerpo ya se preparaba instintivamente para los peligros que acechaban entre las sombras, sin mencionar como los brillantes ojos de la pequeña suplicaban en silencio mi estadía. Suspiré exhausto, cansado de escuchar el constante combate entre mi razón y mi deseo de aventura, y entonces le dedique una sonrisa a la pequeña. Me acerqué a la hermosa joven de orbes violeta, manteniendo una respetuosa distancia frente a ella, juntando mi puño con mi palma a la altura del pecho; como los monjes me habían enseñado.
—Tenzin. —anuncié con firmeza, antes de inclinar mi torso en una reverencia, me presentaba ante ella como única señal de que aceptaba su oferta. Tras aquello, esperaría pacientemente escuchar su nombre antes de emprender camino hacía su campamento, como se suponía debía ser. No obstante, de no darse así, tampoco representaba un gran problema; de igual manera optaría por volver lentamente sobre mis pasos a través del bosque, recordando el camino que me llevaría al punto donde había visto aquella hoguera cerca del lago. La noche no hacía más que empezar...
Tenzin Fang Leiden
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 73
Nivel de PJ : : 0
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
Todo termino bien, mi espada volvió a mis manos. El sujeto afirmo que hubiera hecho cualquier cosa por volver a tener a la niña. No lo culpo, aunque la manera en la que juzgan los humanos es una de las razones por la cual se fueron los dragones ancestrales. Luego de unos segundos, el sujeto me dio una palmada en el hombro... sonreí mientras el sujeto decía - Mi nombre es Eltrant. –, y luego repitio - Eltrant Tale -. El sujeto acepto lo de tomar algo, con su mano me mostró el camino y yo lo seguí... en cuanto a la mujer y la niña, fueron en busca del sujeto de la música. Aproveche durante el camino al campamento para presentarme también.
- Un gusto Eltrant, soy Rakan... Rakan'Drag. - Justo antes de llegar al campamento, una mujer apareció en sombras, sorprendiéndome.
- ¡Buen color de ojos! – No era la primera en decirlo. La mujer se presento diciendo que el humano era su vasallo, pero no tardo Eltrant en hacerla callar.
¿Fiel vasallo?, ¿Mortal?. Ya podías darte una idea de que raza pertenecía. Ademas del ataúd.
- Bueno, Lyn... si algún día buscas un Paladín, acá estoy... Soy Rakan'Drag, Paladín de los dragones ancestrales. - Parecían llevarse muy bien el humano y la chica. Nos sentamos al rededor de la fogata y entablamos una conversación, hasta que decidí preguntar
- Eltrant, ¿que haces por acá?... ¿Y la mujer de Ojos violetas?... ¿Para que usa el arco?... - Seguían sin responderme para que usaban el arco, solté preguntas continuas. Quería saber su motivo, parecían un grupo muy agradable, un grupo que no contradijera mis códigos. Y en Aerandir hay pocos. Mire a los presentes y sonreí... seguidamente mire el bosque, empece a escuchar ruidos, hojas. me levante y mire el bosque detenidamente, pero lo primero que se me cruzo es que podía ser un animal perdido, así que me volví a sentar. - Que suerte que hoy no cruzamos espadas... el día que lo hagamos, esperemos estar del mismo equipo. - Dije soltando una risa y mirando a ambos.
Luego de lo de los arboles, había quedado alerta. Y no se tardo en escuchar un grito de agonía y sufrimiento.
Me levante enseguida y dije - ¿Escucharon eso? - Salí corriendo lo mas rápido que podía, no podía perder el sonido, trate de buscar el sonido y acercarme lo mas posible.
- Un gusto Eltrant, soy Rakan... Rakan'Drag. - Justo antes de llegar al campamento, una mujer apareció en sombras, sorprendiéndome.
- ¡Buen color de ojos! – No era la primera en decirlo. La mujer se presento diciendo que el humano era su vasallo, pero no tardo Eltrant en hacerla callar.
¿Fiel vasallo?, ¿Mortal?. Ya podías darte una idea de que raza pertenecía. Ademas del ataúd.
- Bueno, Lyn... si algún día buscas un Paladín, acá estoy... Soy Rakan'Drag, Paladín de los dragones ancestrales. - Parecían llevarse muy bien el humano y la chica. Nos sentamos al rededor de la fogata y entablamos una conversación, hasta que decidí preguntar
- Eltrant, ¿que haces por acá?... ¿Y la mujer de Ojos violetas?... ¿Para que usa el arco?... - Seguían sin responderme para que usaban el arco, solté preguntas continuas. Quería saber su motivo, parecían un grupo muy agradable, un grupo que no contradijera mis códigos. Y en Aerandir hay pocos. Mire a los presentes y sonreí... seguidamente mire el bosque, empece a escuchar ruidos, hojas. me levante y mire el bosque detenidamente, pero lo primero que se me cruzo es que podía ser un animal perdido, así que me volví a sentar. - Que suerte que hoy no cruzamos espadas... el día que lo hagamos, esperemos estar del mismo equipo. - Dije soltando una risa y mirando a ambos.
Luego de lo de los arboles, había quedado alerta. Y no se tardo en escuchar un grito de agonía y sufrimiento.
Me levante enseguida y dije - ¿Escucharon eso? - Salí corriendo lo mas rápido que podía, no podía perder el sonido, trate de buscar el sonido y acercarme lo mas posible.
Rakan'Drag
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 216
Nivel de PJ : : 1
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
Ella al principio se quedó un tanto perpleja por el gesto del hombre y aquella reverencia. Frunció el ceño, le recordaba la manera en la que los guerreros de su tribu saludaban. Claro, ¿cómo no se había dado cuenta antes? Entre la niña y el arco, no se había fijado en las orejas picudas que sobresalían de aquel rostro sin pelo. Era un elfo, al igual que ella. La joven, llevándose una mano al pecho en gesto solemne, se inclinó ligeramente a modo de respeto hacia él.
-Iredia. -se presentó ella. Después, volvió a erguir la postura y señaló con un cabeceo su campamento- Vamos, tropa,
La niña cogió al asski en brazos, más feliz que una perdiz y andando al lado del músico.
-¿Puedez tocar mientraz andaz? -le preguntó al músico con ardientes ojos de súplica.
-Itrella... -le dio el toque de atención Iredia.
Esta con un gesto mohíno se adelantó a ellos en dirección al campamento, soltando al gato y jugueteando con él.
-Ten cuidado con tocarla a ella o a mí. Ambas estamos enfermas y no es plan de que te contagies tú también. -le explicó a Tenzin- Siempre es un placer encontrarse a un hermano elfo. -añadió con una leve sonrisa, la primera que esbozaba de verdad desde hace rato.
Al llegar al campamento, vio que ya habían llegado Eltrant y aquel chico impetuoso. Lyn también estaba allí. Cómo le encantaba aquella niña. Entonces lo oyó, un chillido completamente lastimero inundó el aire y a Iredia se le heló la sangre. Volvió a coger el arco de nuevo y escrutó la oscuridad. Venía del bosque, un poco más al este de donde ellos se encontraban.
-Itrella, quédate aquí. Voy a mirar a ver qué ha sido eso. -anunció a los demás.
No iba a poder dormir si sabía que había algo en el bosque que podía atacarlos. Había sido tan... lastimero, tan horrible. Había algo que estaba sufriendo en el bosque y eso no podía consentirlo. Enfundada en su arco y con la flecha preparada, se lanzó a escrutar las sombras de nuevo. Tenía el absurdo defecto de ser demasiado impulsiva en determinadas situaciones, esta no iba a ser menos.
Fuese sola o acompañada, no tardaría en ver surgir de la linde del bosque tres figuras, una de ellas encapuchada, que cargaban un bulto que gemía lastimeramente y se movía con violencia dentro de un saco. Iredia sintió congoja en el corazón y rápidamente se escondió entre unos matorrales cercanos. En un momento dado, el que cargaba con el saco soltó el fardo y empezó a darle patadas, lo que provocó más chillidos lastimeros que hicieron soltar a Iredia una lágrima. Iba a ensartarle una flecha cuando más hombres se unieron al grupo, llegando a ser un total de ocho. Tragó saliva. Al menos uno era un mago.
-¿Qué demonios hago ahora...? -susurró a quien la escuchase.
-Iredia. -se presentó ella. Después, volvió a erguir la postura y señaló con un cabeceo su campamento- Vamos, tropa,
La niña cogió al asski en brazos, más feliz que una perdiz y andando al lado del músico.
-¿Puedez tocar mientraz andaz? -le preguntó al músico con ardientes ojos de súplica.
-Itrella... -le dio el toque de atención Iredia.
Esta con un gesto mohíno se adelantó a ellos en dirección al campamento, soltando al gato y jugueteando con él.
-Ten cuidado con tocarla a ella o a mí. Ambas estamos enfermas y no es plan de que te contagies tú también. -le explicó a Tenzin- Siempre es un placer encontrarse a un hermano elfo. -añadió con una leve sonrisa, la primera que esbozaba de verdad desde hace rato.
Al llegar al campamento, vio que ya habían llegado Eltrant y aquel chico impetuoso. Lyn también estaba allí. Cómo le encantaba aquella niña. Entonces lo oyó, un chillido completamente lastimero inundó el aire y a Iredia se le heló la sangre. Volvió a coger el arco de nuevo y escrutó la oscuridad. Venía del bosque, un poco más al este de donde ellos se encontraban.
-Itrella, quédate aquí. Voy a mirar a ver qué ha sido eso. -anunció a los demás.
No iba a poder dormir si sabía que había algo en el bosque que podía atacarlos. Había sido tan... lastimero, tan horrible. Había algo que estaba sufriendo en el bosque y eso no podía consentirlo. Enfundada en su arco y con la flecha preparada, se lanzó a escrutar las sombras de nuevo. Tenía el absurdo defecto de ser demasiado impulsiva en determinadas situaciones, esta no iba a ser menos.
Fuese sola o acompañada, no tardaría en ver surgir de la linde del bosque tres figuras, una de ellas encapuchada, que cargaban un bulto que gemía lastimeramente y se movía con violencia dentro de un saco. Iredia sintió congoja en el corazón y rápidamente se escondió entre unos matorrales cercanos. En un momento dado, el que cargaba con el saco soltó el fardo y empezó a darle patadas, lo que provocó más chillidos lastimeros que hicieron soltar a Iredia una lágrima. Iba a ensartarle una flecha cuando más hombres se unieron al grupo, llegando a ser un total de ocho. Tragó saliva. Al menos uno era un mago.
-¿Qué demonios hago ahora...? -susurró a quien la escuchase.
Iredia
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 297
Nivel de PJ : : 1
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
Asintió levemente a la presentación del joven de ojos azules, su nombre al parecer era Rakan’Drag, aquello confirmaba sus sospechas: era norteño, quizás de Dundarak, por el sur no abundaban ese tipo de nombres.
- ¿Paladín de los Dragones Ancestrales? – Eltrant enarcó una ceja y sonrió, dejando a Olvido a un lado de la hoguera, junto a dónde yacía Recuerdo - ¿Es algún tipo de rango dentro de los caballeros dragón de Dundarak? – Ahora no había ninguna duda, aquel joven era un dragón, lo cual le indicaba, entre otras cosas, que podía fácilmente doblarle en edad.
Y que podía llegar a exhalar fuego.
Lyn no dijo nada, cosa que le sorprendió un poco, conocía a la vampiresa lo suficiente como para saber que el título con el que se había presentado Rakan no podía sino avivar la curiosidad de la joven hasta un nivel en el que solo se podía considerar “cargante”.
- ¿Yo? – Amplió la sonrisa cuando Rakan preguntó a que se dedicaban. – Soy… - Miró a Lyn, la vampiresa sonrió y se levantó de su asiento, dispuesta a dar otro de sus discursos dramáticos. – Vamos de aquí para allá… - dijo Eltrant con simpleza, adelantándose a su compañera. – He oído algunos rumores… y estos me han traído aquí. No hay demasiado que decir, en realidad. – Aseveró, Lyn torció el gesto y se sentó junto a Eltrant, estiró los brazos por encima de su cabeza.
- Que aburrido que eres, yo lo explico mejor. – dijo Lyn lanzando un par de palos más a la hoguera que tenía delante de él, con aspecto abatido.
Su forma de viajar era extraña, no sabía si Rakan la comprendería, las pocas veces que lo había hablado con alguien le había ganado más discusiones que otra cosa. Viajar de un lugar a otro sin trabajo, siguiendo rumores como toda guía y tratando de ayudar.
Lyn y él eran bastante raros.
Se le escapó una carcajada cuando Rakan habló de “La mujer de ojos violetas”, Eltrant le dio una palmada en la espalda y negó con la cabeza.
- Iredia. – dijo – La mujer de ojos violetas se llama Iredia. Puede que haya parecido algo brusca, pero tiene un buen corazón… en sí… creo que es de las personas más amables que conozco… – Añadió segundos después, atusándose la barba. Arqueó una de las cejas cuando el hombre le preguntó acerca del arco de la elfa. – Pues… - Se llevó la mano hasta la nuca, tratando de buscar una respuesta adecuada, aquella pregunta era algo rara. – Supongo que para lo típico. ¿Para qué se usa una espada? – Indicó con una sonrisa, señalando la hoja que portaba Rakan.
Se unió a la carcajada del norteño y suspiró, acomodándose frente al fuego. No era mal tipo después de todo, un poco extraño, pero si de verdad era un paladín de lo que decía ser probablemente tendría otras costumbres, unas que a él quizás se le escapasen.
Tan pronto llegó Iredia junto a la niña y al músico, Eltrant comenzó a cocinar en el fuego la poca comida que tenía consigo. Contra todo pronóstico, la noche parecía que iba a ser tranquila. Se quedó mirando la hoguera durante unos segundos, escuchando el suave chisporroteo que emitía la carne recién asada hasta que, de la nada, un bramido lastimero rompió el silencio que se había apoderado del campamento.
Apenas había tenido tiempo a quitarse la armadura y ya había más problemas, más aún. Frunció el ceño al ver a Rakan salir disparado hacía el bosque con su espada en ristre, hacía el lugar del que procedía el alarido.
Segundos después, le siguió Iredia, tras asegurarse de que Itrella se quedaba en el campamento.
Suspirando profundamente, se pasó la mano por el pelo y, esta vez, se armó con ambas espadas. Recuerdo al cinto y Olvido a la espalda. Ajustó las ultimas partes de su armadura y se giró hacía el músico y hacía su compañera.
- Lyn… quédate cuidando de Itrella. – La vampiresa se mordió el labio inferior y miró al bosque, al lugar por el que se habían desvanecido Rakan y Iredia, algunos chillidos más emanaron de él. Eltrant frunció el ceño. – No tardaremos demasiado... supongo - dijo Eltrant sonriendo. la vampiresa al final asintió y se sentó junto al fuego indicándole a la niña que se acercase a ella, Eltrant se giró hacía el músico.
- Ella es Lyn – dijo señalándola con una sonrisa. – Yo soy Eltrant. – Agregó después. – No hay mucho tiempo para presentaciones, pero… ya sabes. - Se encogió de hombros y ajustó las correas de su armadura, para después comenzar a caminar hacía el bosque. – No te enfades con ella si es muy pesada. ¿Vale? Le gusta mucho la música – Dijo sonriendo. ¿Sería el músico capaz de ayudarles? Por su complexión parecía que sí, después de todo, había temido que fuese capaz de atacarles cuando se habían encontrado momentos atrás.
Pero tampoco podía obligarle a que le acompañase.
- Ten cuidado, Mortal. – dijo apenas en un susurro. – Si tardas en volver… iré. – añadió después.
- Me parece bien. –
Les había perdido de vista a todos, pero había llegado, de algún modo, el primero al lugar en el cual, por el sonido, debían de estar torturando a algún animal pequeño.
¿Dónde estaban Iredia y Rakan? Probablemente habían sido más inteligentes que él y habían optado por esconderse en los alrededores, en pensar que hacer antes de actuar. O quizás estaban cerca y no les había visto. Estaba oscuro, él no podía ver tan bien como Lyn por la noche.
Pero podía verles a todos frente a él, tensó la mandíbula. Ocho personas. No podía ver las facciones de sus caras, pero sí que podía distinguir las distintas siluetas de las armas que estos portaban.
Casi podía oír a Asher en su cabeza: “Eres un idiota, Héroe”. No se equivocaba, tenía que empezar a pensar antes de actuar, al menos un poco. ¿Pero qué otra cosa podía hacer? En el suelo, frente a los individuos que tenía delante, yacía un saco con algo en su interior que no paraba de moverse, de vez en cuando, los presentes el propinaban alguna patada que otra, algo que no hacía sino acrecentar los aullidos de dolor del animal.
Apretó los dientes y desenvainó a Olvido. La gigantesca espada plateada brilló tenuemente bajo la suave luz de la luna, el susurro que emitió el acero fue suficiente como para que algunos se girasen a ver quien acababa de llegar.
- Así que sois furtivos. – Dijo lo suficientemente alto como para hacerse oír sobre los aullidos del animal, todos se giraron por completo. – No me opongo a la caza, hay que comer para sobrevivir, ya sabéis cómo va el tema. – Dijo dejando descansar el mandoble sobre su hombro derecho, agitando la mano opuesta de forma casual. Algunos de los presentes sonrieron, o les pareció a Eltrant. – Pero lo que estais haciendo vosotros es tortura. – Sentenció, clavó la espada en el suelo y colocó ambas manos sobre el pomo. – Dejadlo ir, y no habrá problemas. – Las caras de incredulidad desaparecieron cuando todos los presentes estallaron en carcajadas.
- ¿Qué es esto? ¿Tenemos un comehojas entre nosotros? – Dijo uno de ellos, adelantándose al resto del grupo, que seguía riendo, ahora en voz más baja. – Oh, no. – La sonrisa se amplió. – No eres un elfo. – Dijo haciendo algunos gestos con la cimitarra que portaba entre las manos. - ¿Entonces que se supone que haces aquí? ¿Te preocupa tanto la vida de un bicho? – Eltrant suspiró, debía de haberlo supuesto, el que acababa de hablar pateó de nuevo el saco.
- Muy bien. – dijo Eltrant, asiendo a Olvido con ambas manos. El corazón le palpitaba con fuerza, eran ocho, demasiados para él solo. Pero no podía irse, no en aquel momento, no les iba a dejar que se saliesen con la suya. – Entonces voy a tener que obligaros a que os paréis. – Más risas se sucedieron en aquel pequeño rincón del bosque, Eltrant entornó los ojos y no contestó.
Después de que el que parecía el líder dijese algo parecido a “Dale una lección a ese abrazaarboles y vámonos de aquí”, el hombre que había hablado se lanzó contra él, con la espada en alto, dispuesto a acertarle en mitad de la cara.
Aquel tipo era rápido, tanto no pudo esquivarlo completamente. Afortunadamente, Eltrant recibió el impacto de la espada en su hombro, la cimitarra rebotó con fuerza contra su hombrera, dejando escapar en el proceso un sonoro chasquido metálico.
El rostro de su atacante se contrajo en una mueca de asombro. ¿No habían sido capaces de distinguir la armadura con la oscuridad? Aprovechando aquel momento de incredulidad, Eltrant hizo acopió de todas sus fuerzas y dirigió a Olvido hacía la cintura del hombre. En primer lugar la espada atravesó la coraza de cuero que este vestia con relativa facilidad, pero Eltrant no se detuvo ahí, siguió cortando hasta que la hoja de su mandoble estuvo, aproximadamente, a la mitad del vientre del hombre, donde se quedó atascada.[1]
Hecho esto, Eltrant pateó en el pecho al cazador alejándole de él y liberando a su espada del cadáver de aquel tipo en el proceso. Las risas cesaron. Le dolian las muñecas, tenía que dejar de hacer aquel tipo de movimientos tan bruscos.
- ¿Siguiente? - Volvió a mirar a los presentes, Eltrant clavó a Olvido en el suelo, la sangre que la bañaba comenzó a deslizarse por el acero, formando un pequeño charco bajo ella. Lyn le había enseñado una cosa que, le gustase o no, era muy cierta: en situaciones como aquellas, el miedo era tan importante como la fuerza. Y eso es lo que estaba tratando de causarles en aquel momento, aunque dudaba mucho que lo estuviese consiguiendo. – Soltad al animal. – Repitió. Ahora eran siete, había tenido un golpe de suerte con aquel primer ataque, pero estaba bastante seguro de que no se iban a repetir.
Esperaba que los demás no estuviesen muy lejos.
- ¿Puedes ir con él? – preguntó Lyn al músico al poco de que su compañero desapareciese entre los árboles. – Hay… mucha gente en dónde han ido. Lo noto. – La vampiresa frunció el ceño. – Van a necesitar ayuda… - Miró a Itrella. – Yo… iré en un rato. – Aseguró. – Cuando se duerma. – Lyn miró fijamente a la niña a los ojos y sonrió.
Solo tenía que dormirla con su poder mental y dejarla segura.
[1] Habilidad Eltrant Nivel 3: Hoja Cargada.
- ¿Paladín de los Dragones Ancestrales? – Eltrant enarcó una ceja y sonrió, dejando a Olvido a un lado de la hoguera, junto a dónde yacía Recuerdo - ¿Es algún tipo de rango dentro de los caballeros dragón de Dundarak? – Ahora no había ninguna duda, aquel joven era un dragón, lo cual le indicaba, entre otras cosas, que podía fácilmente doblarle en edad.
Y que podía llegar a exhalar fuego.
Lyn no dijo nada, cosa que le sorprendió un poco, conocía a la vampiresa lo suficiente como para saber que el título con el que se había presentado Rakan no podía sino avivar la curiosidad de la joven hasta un nivel en el que solo se podía considerar “cargante”.
- ¿Yo? – Amplió la sonrisa cuando Rakan preguntó a que se dedicaban. – Soy… - Miró a Lyn, la vampiresa sonrió y se levantó de su asiento, dispuesta a dar otro de sus discursos dramáticos. – Vamos de aquí para allá… - dijo Eltrant con simpleza, adelantándose a su compañera. – He oído algunos rumores… y estos me han traído aquí. No hay demasiado que decir, en realidad. – Aseveró, Lyn torció el gesto y se sentó junto a Eltrant, estiró los brazos por encima de su cabeza.
- Que aburrido que eres, yo lo explico mejor. – dijo Lyn lanzando un par de palos más a la hoguera que tenía delante de él, con aspecto abatido.
Su forma de viajar era extraña, no sabía si Rakan la comprendería, las pocas veces que lo había hablado con alguien le había ganado más discusiones que otra cosa. Viajar de un lugar a otro sin trabajo, siguiendo rumores como toda guía y tratando de ayudar.
Lyn y él eran bastante raros.
Se le escapó una carcajada cuando Rakan habló de “La mujer de ojos violetas”, Eltrant le dio una palmada en la espalda y negó con la cabeza.
- Iredia. – dijo – La mujer de ojos violetas se llama Iredia. Puede que haya parecido algo brusca, pero tiene un buen corazón… en sí… creo que es de las personas más amables que conozco… – Añadió segundos después, atusándose la barba. Arqueó una de las cejas cuando el hombre le preguntó acerca del arco de la elfa. – Pues… - Se llevó la mano hasta la nuca, tratando de buscar una respuesta adecuada, aquella pregunta era algo rara. – Supongo que para lo típico. ¿Para qué se usa una espada? – Indicó con una sonrisa, señalando la hoja que portaba Rakan.
Se unió a la carcajada del norteño y suspiró, acomodándose frente al fuego. No era mal tipo después de todo, un poco extraño, pero si de verdad era un paladín de lo que decía ser probablemente tendría otras costumbres, unas que a él quizás se le escapasen.
Tan pronto llegó Iredia junto a la niña y al músico, Eltrant comenzó a cocinar en el fuego la poca comida que tenía consigo. Contra todo pronóstico, la noche parecía que iba a ser tranquila. Se quedó mirando la hoguera durante unos segundos, escuchando el suave chisporroteo que emitía la carne recién asada hasta que, de la nada, un bramido lastimero rompió el silencio que se había apoderado del campamento.
Apenas había tenido tiempo a quitarse la armadura y ya había más problemas, más aún. Frunció el ceño al ver a Rakan salir disparado hacía el bosque con su espada en ristre, hacía el lugar del que procedía el alarido.
Segundos después, le siguió Iredia, tras asegurarse de que Itrella se quedaba en el campamento.
Suspirando profundamente, se pasó la mano por el pelo y, esta vez, se armó con ambas espadas. Recuerdo al cinto y Olvido a la espalda. Ajustó las ultimas partes de su armadura y se giró hacía el músico y hacía su compañera.
- Lyn… quédate cuidando de Itrella. – La vampiresa se mordió el labio inferior y miró al bosque, al lugar por el que se habían desvanecido Rakan y Iredia, algunos chillidos más emanaron de él. Eltrant frunció el ceño. – No tardaremos demasiado... supongo - dijo Eltrant sonriendo. la vampiresa al final asintió y se sentó junto al fuego indicándole a la niña que se acercase a ella, Eltrant se giró hacía el músico.
- Ella es Lyn – dijo señalándola con una sonrisa. – Yo soy Eltrant. – Agregó después. – No hay mucho tiempo para presentaciones, pero… ya sabes. - Se encogió de hombros y ajustó las correas de su armadura, para después comenzar a caminar hacía el bosque. – No te enfades con ella si es muy pesada. ¿Vale? Le gusta mucho la música – Dijo sonriendo. ¿Sería el músico capaz de ayudarles? Por su complexión parecía que sí, después de todo, había temido que fuese capaz de atacarles cuando se habían encontrado momentos atrás.
Pero tampoco podía obligarle a que le acompañase.
- Ten cuidado, Mortal. – dijo apenas en un susurro. – Si tardas en volver… iré. – añadió después.
- Me parece bien. –
[…]
Les había perdido de vista a todos, pero había llegado, de algún modo, el primero al lugar en el cual, por el sonido, debían de estar torturando a algún animal pequeño.
¿Dónde estaban Iredia y Rakan? Probablemente habían sido más inteligentes que él y habían optado por esconderse en los alrededores, en pensar que hacer antes de actuar. O quizás estaban cerca y no les había visto. Estaba oscuro, él no podía ver tan bien como Lyn por la noche.
Pero podía verles a todos frente a él, tensó la mandíbula. Ocho personas. No podía ver las facciones de sus caras, pero sí que podía distinguir las distintas siluetas de las armas que estos portaban.
Casi podía oír a Asher en su cabeza: “Eres un idiota, Héroe”. No se equivocaba, tenía que empezar a pensar antes de actuar, al menos un poco. ¿Pero qué otra cosa podía hacer? En el suelo, frente a los individuos que tenía delante, yacía un saco con algo en su interior que no paraba de moverse, de vez en cuando, los presentes el propinaban alguna patada que otra, algo que no hacía sino acrecentar los aullidos de dolor del animal.
Apretó los dientes y desenvainó a Olvido. La gigantesca espada plateada brilló tenuemente bajo la suave luz de la luna, el susurro que emitió el acero fue suficiente como para que algunos se girasen a ver quien acababa de llegar.
- Así que sois furtivos. – Dijo lo suficientemente alto como para hacerse oír sobre los aullidos del animal, todos se giraron por completo. – No me opongo a la caza, hay que comer para sobrevivir, ya sabéis cómo va el tema. – Dijo dejando descansar el mandoble sobre su hombro derecho, agitando la mano opuesta de forma casual. Algunos de los presentes sonrieron, o les pareció a Eltrant. – Pero lo que estais haciendo vosotros es tortura. – Sentenció, clavó la espada en el suelo y colocó ambas manos sobre el pomo. – Dejadlo ir, y no habrá problemas. – Las caras de incredulidad desaparecieron cuando todos los presentes estallaron en carcajadas.
- ¿Qué es esto? ¿Tenemos un comehojas entre nosotros? – Dijo uno de ellos, adelantándose al resto del grupo, que seguía riendo, ahora en voz más baja. – Oh, no. – La sonrisa se amplió. – No eres un elfo. – Dijo haciendo algunos gestos con la cimitarra que portaba entre las manos. - ¿Entonces que se supone que haces aquí? ¿Te preocupa tanto la vida de un bicho? – Eltrant suspiró, debía de haberlo supuesto, el que acababa de hablar pateó de nuevo el saco.
- Muy bien. – dijo Eltrant, asiendo a Olvido con ambas manos. El corazón le palpitaba con fuerza, eran ocho, demasiados para él solo. Pero no podía irse, no en aquel momento, no les iba a dejar que se saliesen con la suya. – Entonces voy a tener que obligaros a que os paréis. – Más risas se sucedieron en aquel pequeño rincón del bosque, Eltrant entornó los ojos y no contestó.
Después de que el que parecía el líder dijese algo parecido a “Dale una lección a ese abrazaarboles y vámonos de aquí”, el hombre que había hablado se lanzó contra él, con la espada en alto, dispuesto a acertarle en mitad de la cara.
Aquel tipo era rápido, tanto no pudo esquivarlo completamente. Afortunadamente, Eltrant recibió el impacto de la espada en su hombro, la cimitarra rebotó con fuerza contra su hombrera, dejando escapar en el proceso un sonoro chasquido metálico.
El rostro de su atacante se contrajo en una mueca de asombro. ¿No habían sido capaces de distinguir la armadura con la oscuridad? Aprovechando aquel momento de incredulidad, Eltrant hizo acopió de todas sus fuerzas y dirigió a Olvido hacía la cintura del hombre. En primer lugar la espada atravesó la coraza de cuero que este vestia con relativa facilidad, pero Eltrant no se detuvo ahí, siguió cortando hasta que la hoja de su mandoble estuvo, aproximadamente, a la mitad del vientre del hombre, donde se quedó atascada.[1]
Hecho esto, Eltrant pateó en el pecho al cazador alejándole de él y liberando a su espada del cadáver de aquel tipo en el proceso. Las risas cesaron. Le dolian las muñecas, tenía que dejar de hacer aquel tipo de movimientos tan bruscos.
- ¿Siguiente? - Volvió a mirar a los presentes, Eltrant clavó a Olvido en el suelo, la sangre que la bañaba comenzó a deslizarse por el acero, formando un pequeño charco bajo ella. Lyn le había enseñado una cosa que, le gustase o no, era muy cierta: en situaciones como aquellas, el miedo era tan importante como la fuerza. Y eso es lo que estaba tratando de causarles en aquel momento, aunque dudaba mucho que lo estuviese consiguiendo. – Soltad al animal. – Repitió. Ahora eran siete, había tenido un golpe de suerte con aquel primer ataque, pero estaba bastante seguro de que no se iban a repetir.
Esperaba que los demás no estuviesen muy lejos.
____________________________________________
- ¿Puedes ir con él? – preguntó Lyn al músico al poco de que su compañero desapareciese entre los árboles. – Hay… mucha gente en dónde han ido. Lo noto. – La vampiresa frunció el ceño. – Van a necesitar ayuda… - Miró a Itrella. – Yo… iré en un rato. – Aseguró. – Cuando se duerma. – Lyn miró fijamente a la niña a los ojos y sonrió.
Solo tenía que dormirla con su poder mental y dejarla segura.
____________________________________________________
[1] Habilidad Eltrant Nivel 3: Hoja Cargada.
Última edición por Eltrant Tale el Mar Mar 27 2018, 01:26, editado 1 vez
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
Una tranquila sonrisa se dibujó en la seriedad de mi rostro. Iredia. Mantuve aquella combinación de letras entre la cavidad de mis labios, saboreando la hermosura de aquel nombre como al verso de una canción; recitándolo en mi mente como a una dulce poesía, asegurándome así de haberle memorizado correctamente. Asentí con firmeza, cuando ella me indicó el camino que seguiríamos para llegar hasta su campamento, y sin más prejuicios, opté por seguirle en silencio.
Di un par de pasos, antes de verme en la necesidad de llevarme una mano a la cabeza. Mi vista de un momento a otro se nubló y una extraña sensación comenzó a brotar desde mi pecho. Es difícil explicarlo; nunca antes había experimentado nada como aquello en el pasado, una especie de vibración acompañada de fuertes golpes azotando mi corazón, como las amplificadas ondas sonoras de un timbal que zarandeaban todo mi cuerpo y, lentamente, me hacían perder el control del mismo. Me detuve, al encontrarme con mi incapacidad de mantener mis propios pies en sincronía; estos parecían querer llevar su propio ritmo al son de aquella melodía que comenzaba a susurrar como una suave brisa entre las montañas. Mi mundo no tardó en tornarse en un brusco enfrentamiento entre mi fuerza de voluntad y aquel extraño deseo que amenazaba con dispararse desde lo profundo de mi diafragma, voces que gritaban a mi alma desde lado opuestos; intentando hacerse oír por encima de su oponente. Cuando parecía que no podría ganar y terminaría sucumbiendo ante las seductoras notas de aquella misteriosa melodía, la pequeña Itrella, sorpresivamente, fue quien puso fin a la disputa, siendo su voz aquella que me guió de regreso a la realidad; lejos de los deseos que comenzaban a apoderarse de mi.
Abrí los ojos desesperadamente, ni siquiera recordaba haberlos cerrado en primer lugar, encontrando a la niña caminando junto a mi mientras me observaba con aquellos orbes llenos de ilusión. Inmediatamente dirigí mi mirada hacía la elfa de cabellos violeta que me acompañaba, agradeciendo en silencio encontrarle a escasos pasos de mi posición; no parecía haberse dado cuenta de aquel extraño ataque. Dejé escapar un pesado suspiro cargado de estrés e incertidumbre. ¿Qué... qué acababa de ocurrir...? ¿Qué había sido eso precisamente...?
Iredia llamó a la niña, con un leve toque autoritario en su voz. ¿Por qué? ¿Había acontecido algo en "mi ausencia"? Nunca llegué a saberlo, tampoco me interesé en preguntar. Lo verdaderamente importante ocurrió a continuación, cuando la arquera redujo la velocidad de sus pasos hasta que sus pies estuvieron andando junto a los míos. Mis ojos se abrieron con sorpresa, al serme revelado tan lamentable... giro del destino, e instintivamente me aparté un paso de ella. Me reprendí; negando con la cabeza ante mi falta de tacto, volviendo a acercarme a ella inmediatamente, temiendo haberle ofendido.
—Yo... —comencé cabizbajo, observando a la pequeña que alegremente andaba frente a nosotros. Aún me costaba creerlo, una niña tan joven como Itrella... presa de un mal tan terrible como aquella peste, y aún aparentando que todo estaba bien. No obstante, era un hecho que no podía negar, le daba sentido a muchas cosas; incluso ya había sido testigo de un caso similar... aquella noche. Respiré profundamente, intentando no evocar aquellos recuerdos que tanto me atormentaron en su día, y me armé de valor para mirar a aquellos orbes violeta, aquellos que tanta ayuda suplicaban en ese preciso momento. —Lo lamento mucho. —anuncié, sabiendo lo que es estar en su posición y disculpándome por haberle juzgado mal en una primera instancia, aún sabiendo que no sería suficiente para aplacar al mal que le perseguía, a ella y a su familia. —Por supuesto que sí, hermana. —respondí, devolviéndole una sonrisa.
Di un par de pasos, antes de verme en la necesidad de llevarme una mano a la cabeza. Mi vista de un momento a otro se nubló y una extraña sensación comenzó a brotar desde mi pecho. Es difícil explicarlo; nunca antes había experimentado nada como aquello en el pasado, una especie de vibración acompañada de fuertes golpes azotando mi corazón, como las amplificadas ondas sonoras de un timbal que zarandeaban todo mi cuerpo y, lentamente, me hacían perder el control del mismo. Me detuve, al encontrarme con mi incapacidad de mantener mis propios pies en sincronía; estos parecían querer llevar su propio ritmo al son de aquella melodía que comenzaba a susurrar como una suave brisa entre las montañas. Mi mundo no tardó en tornarse en un brusco enfrentamiento entre mi fuerza de voluntad y aquel extraño deseo que amenazaba con dispararse desde lo profundo de mi diafragma, voces que gritaban a mi alma desde lado opuestos; intentando hacerse oír por encima de su oponente. Cuando parecía que no podría ganar y terminaría sucumbiendo ante las seductoras notas de aquella misteriosa melodía, la pequeña Itrella, sorpresivamente, fue quien puso fin a la disputa, siendo su voz aquella que me guió de regreso a la realidad; lejos de los deseos que comenzaban a apoderarse de mi.
Abrí los ojos desesperadamente, ni siquiera recordaba haberlos cerrado en primer lugar, encontrando a la niña caminando junto a mi mientras me observaba con aquellos orbes llenos de ilusión. Inmediatamente dirigí mi mirada hacía la elfa de cabellos violeta que me acompañaba, agradeciendo en silencio encontrarle a escasos pasos de mi posición; no parecía haberse dado cuenta de aquel extraño ataque. Dejé escapar un pesado suspiro cargado de estrés e incertidumbre. ¿Qué... qué acababa de ocurrir...? ¿Qué había sido eso precisamente...?
Iredia llamó a la niña, con un leve toque autoritario en su voz. ¿Por qué? ¿Había acontecido algo en "mi ausencia"? Nunca llegué a saberlo, tampoco me interesé en preguntar. Lo verdaderamente importante ocurrió a continuación, cuando la arquera redujo la velocidad de sus pasos hasta que sus pies estuvieron andando junto a los míos. Mis ojos se abrieron con sorpresa, al serme revelado tan lamentable... giro del destino, e instintivamente me aparté un paso de ella. Me reprendí; negando con la cabeza ante mi falta de tacto, volviendo a acercarme a ella inmediatamente, temiendo haberle ofendido.
—Yo... —comencé cabizbajo, observando a la pequeña que alegremente andaba frente a nosotros. Aún me costaba creerlo, una niña tan joven como Itrella... presa de un mal tan terrible como aquella peste, y aún aparentando que todo estaba bien. No obstante, era un hecho que no podía negar, le daba sentido a muchas cosas; incluso ya había sido testigo de un caso similar... aquella noche. Respiré profundamente, intentando no evocar aquellos recuerdos que tanto me atormentaron en su día, y me armé de valor para mirar a aquellos orbes violeta, aquellos que tanta ayuda suplicaban en ese preciso momento. —Lo lamento mucho. —anuncié, sabiendo lo que es estar en su posición y disculpándome por haberle juzgado mal en una primera instancia, aún sabiendo que no sería suficiente para aplacar al mal que le perseguía, a ella y a su familia. —Por supuesto que sí, hermana. —respondí, devolviéndole una sonrisa.
———————————————————————————————————————
Aquel horrible grito me heló los huesos, haciéndose oír desde la profundidad de los bosques y acabando con el tranquilo ambiente que se había forjado alrededor de aquel campamento. Rakan, el hombre de los ojos brillantes, fue el primero en salir corriendo al socorro de aquella alma cautiva, siendo al poco tiempo seguido por Iredia. Mentiría si dijera que no lo intenté yo también, quise seguirles, pero... aquello volvió a presentarse; mis pies se negaron a obedecerme.
—Te... T-T-Tenzin. —balbuceé mi nombre, mientras fingía para Eltrant y Lyn la mejor sonrisa que aquello me permitía. Definitivamente, el padre de Itrella tenía mucha razón, este no era el mejor momento para presentaciones, de hecho, era la peor circunstancia que podía imaginar; en muchos sentidos. Hice lo mejor que pude para mantener la compostura, pero tan solo escuchar la palabra música sirvió para resucitar totalmente al fuego que crecía crepitante desde mi corazón hace un rato. Llevé mi mano al centro de mi pecho, sosteniendo aquel punto donde se concentraban aquellos fuertes golpes de tambor; les escuchaba retumbar, al ritmo en que mi pecho subía y bajaba con mi agitada respiración. Agradecí en silencio la partida de Eltrant, pues ya no podía contener más aquel mal que me atormentaba, sentía que en cualquier momento explotaría en llamas. A partir de ese punto, comencé a perder la razón y mi alrededor dejó de tener un sentido, creo haber escuchado a alguien preguntar si me encontraba bien. —C-corre... ¡Antes que sea demasiado tarde! —grité, temiendo causar algún daño cuando aquella misteriosa fuerza terminara de apoderarse de mi. No obstante, no tenía caso huir. Cuando las potentes notas de aquel violín comenzaron a sonar desde quien sabe donde, me resultó imposible mantener el control...
Era demasiado tarde.
—Te... T-T-Tenzin. —balbuceé mi nombre, mientras fingía para Eltrant y Lyn la mejor sonrisa que aquello me permitía. Definitivamente, el padre de Itrella tenía mucha razón, este no era el mejor momento para presentaciones, de hecho, era la peor circunstancia que podía imaginar; en muchos sentidos. Hice lo mejor que pude para mantener la compostura, pero tan solo escuchar la palabra música sirvió para resucitar totalmente al fuego que crecía crepitante desde mi corazón hace un rato. Llevé mi mano al centro de mi pecho, sosteniendo aquel punto donde se concentraban aquellos fuertes golpes de tambor; les escuchaba retumbar, al ritmo en que mi pecho subía y bajaba con mi agitada respiración. Agradecí en silencio la partida de Eltrant, pues ya no podía contener más aquel mal que me atormentaba, sentía que en cualquier momento explotaría en llamas. A partir de ese punto, comencé a perder la razón y mi alrededor dejó de tener un sentido, creo haber escuchado a alguien preguntar si me encontraba bien. —C-corre... ¡Antes que sea demasiado tarde! —grité, temiendo causar algún daño cuando aquella misteriosa fuerza terminara de apoderarse de mi. No obstante, no tenía caso huir. Cuando las potentes notas de aquel violín comenzaron a sonar desde quien sabe donde, me resultó imposible mantener el control...
Era demasiado tarde.
— ♬ ¡Si acaso tu no ves! —me levanté abruptamente de mi asiento. — ♬ ¡Más allá de tu nariz! —levanté la mirada con un dramático gesto. — ♬ ¡Y no oyes a una flor reír~! —canté con una exagerada pasión y una pose ridícula. — ♬ ¡Si no puedes hablar! ¡Sin tener que oír tu voz! ¡Utilizando el corazón~! —la velocidad con la que pasaba de una pose a otra era exagerada, por no decir humanamente imposible. Invadiendo sus espacios personales, envolví los cuellos de ambas jovencitas en una especie de abrazo. — ♬ ¡Itrella y Lyn, escúchenme! ¡No todo tiene aquí un porqué! ¡Un camino lo hacen los píes~! —les dejé en libertad, permitiéndoles volver a respirar probablemente, antes de ponerme de pie sobre una roca cerca de la fogata. — ♬ ¡Hay un mundo por descubrir! ¡Y una vida que arrancar! ¡De brazos del guión final~!
En ese preciso instante, cuando las hermosas notas del violín redujeron su intensidad y se preparaban para el clímax de la canción, desapareció la nube errante que obstruía la bella luz de la luna llena. De pie sobre aquella roca mientras bailaba sensualmente al lento ritmo de la melodía, se creaba una mágica escena donde, mi oscura silueta de espaldas a la guardiana de la noche, era contorneada por su brillo lunar al son de mi mística danza. No había nadie tocando, pero yo podía escuchar perfectamente la melodía. Era curioso, humillante e inconcebible por partes iguales, como mi alrededor se prestaba para semejante actuación, ¡creo que aquella noche ni siquiera había luna llena! De hallarme en grave peligro, seguro nada saldría tan perfecto como en esta ocasión.
— ♬ A veces siento al despertar~... —vi a Itrella acercarse cantando, creando una segunda voz que iba a juego con el verso, ¿lo hacía por su amor a mi canción o... también había sido impulsada por aquella fuerza misteriosa? — ♬ Que el sueño es la realidad~... (Aaah....) —descendí con un innecesario salto de la roca, aterrizando en el momento perfecto; cuando el potente coro dio inicio. — ♬ ¡Bebe, danza, sueña, siente que el viento ha sido hecho para ti! —canté a dueto con la pequeña, bailando juntos en una perfecta coreografía de movimientos rápidos. — ♬ ¡Vive, escucha y habla, usando para ello el corazón! —a decir verdad, no recuerdo haberlo ensayado antes. — ♬ ¡Siente que la lluvia besa tu cara cuando haces el amor! —nuestra danza se convirtió en movimientos circulares alrededor de Lyn. — ♬ ¡Grita con el alma! Grita tan alto, que de tu vida tú seas amigo el único ¡actor!
Itrella y yo seguimos danzando mientras la música nos daba un ritmo que seguir, pero entonces, en contra de mi voluntad, opté por tenderle mi mano a Lyn, para iniciar un baile a dueto con la señorita, mientras la niña se encargaba de cantar el resto. La pequeña parte de mi que aún seguía consciente deseaba con todas sus fuerzas detenerse, pero la influencia que tenía sobre mis acciones era prácticamente nula. ¿Aceptaría la mujer mi invitación? Todo dependía de ella...
O quizás no.
En ese preciso instante, cuando las hermosas notas del violín redujeron su intensidad y se preparaban para el clímax de la canción, desapareció la nube errante que obstruía la bella luz de la luna llena. De pie sobre aquella roca mientras bailaba sensualmente al lento ritmo de la melodía, se creaba una mágica escena donde, mi oscura silueta de espaldas a la guardiana de la noche, era contorneada por su brillo lunar al son de mi mística danza. No había nadie tocando, pero yo podía escuchar perfectamente la melodía. Era curioso, humillante e inconcebible por partes iguales, como mi alrededor se prestaba para semejante actuación, ¡creo que aquella noche ni siquiera había luna llena! De hallarme en grave peligro, seguro nada saldría tan perfecto como en esta ocasión.
— ♬ A veces siento al despertar~... —vi a Itrella acercarse cantando, creando una segunda voz que iba a juego con el verso, ¿lo hacía por su amor a mi canción o... también había sido impulsada por aquella fuerza misteriosa? — ♬ Que el sueño es la realidad~... (Aaah....) —descendí con un innecesario salto de la roca, aterrizando en el momento perfecto; cuando el potente coro dio inicio. — ♬ ¡Bebe, danza, sueña, siente que el viento ha sido hecho para ti! —canté a dueto con la pequeña, bailando juntos en una perfecta coreografía de movimientos rápidos. — ♬ ¡Vive, escucha y habla, usando para ello el corazón! —a decir verdad, no recuerdo haberlo ensayado antes. — ♬ ¡Siente que la lluvia besa tu cara cuando haces el amor! —nuestra danza se convirtió en movimientos circulares alrededor de Lyn. — ♬ ¡Grita con el alma! Grita tan alto, que de tu vida tú seas amigo el único ¡actor!
Itrella y yo seguimos danzando mientras la música nos daba un ritmo que seguir, pero entonces, en contra de mi voluntad, opté por tenderle mi mano a Lyn, para iniciar un baile a dueto con la señorita, mientras la niña se encargaba de cantar el resto. La pequeña parte de mi que aún seguía consciente deseaba con todas sus fuerzas detenerse, pero la influencia que tenía sobre mis acciones era prácticamente nula. ¿Aceptaría la mujer mi invitación? Todo dependía de ella...
O quizás no.
- Segmento Musical:
- El monje Tenzin es azotado por una fuerza invisible que le hace perder el control. De la nada comienza a sonar una canción, sus labios empiezan a moverse solos, sus pies bailan al ritmo de un místico son. Los aliados que le rodeen comenzaran a experimentar los mismos efectos. Opcionalmente, si su deseo es liberarse, deberán pedirle previamente [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] a los dioses su deseo.
Runa muy buena: Tu fuerza de voluntad es impresionante, has vencido contra el mal de los cantantes. Tu determinación puede incluso detener a Tenzin por esta ocasión. Si lo deseas, ve y acaba con este horrible show.
Runa buena: Lo has conseguido, tu cuerpo es liberado. La música no es rival para ti.
Runa media: Algo has hecho, pero no ha sido suficiente. Tu debes elegir, o cantas o bailas, solo una de las dos.
Runa mala: Lo lamento, la música te ha envuelto. Tus intentos por escapar han sido patéticos.
Runa muy mala: Lo has intentado... pero te ha salido todo al revés. Te has robado el papel protagonico y ahora, de esta canción, eres la estrella. ¿Quien lo diría? Dicen que todos nacen con talento, este es claramente el tuyo.
Afectados: Itrella, Lyn (El actual estado de Lyn como aliada de Tenzin es debatible. Si Eltrant lo desea, ella puede evadir directamente los efectos de la maldición).
———————————————————————————————————————
La canción finalmente terminó, y no tardé en recuperar la voluntad de mi actos. Jadeaba exhausto, igual que la pequeña Itrella, quien se acurruco en el suelo cerca de la fogata. No podía creer lo que acababa de pasar, era terrible ver como alguien más se apoderaba de tu cuerpo mientras tu eras desplazado a una esquina; sin poder hacer nada.
Me negué a mirar a Lyn, avergonzado por mis actos. Mi orgullo de monje se hallaba por los suelos, mi espíritu no tuvo la suficiente fuerza para triunfar en la lucha por el control de mi ser. Las palabras de la señorita eran precisamente lo que quería escuchar, me daban un motivo para abandonar la escena lo antes posible, aparentando que nada acababa de ocurrir.
—... Por supuesto. —afirmé, sin levantar mi rostro.
No tenía nada más que decir. Partí hacía los bosques para socorrer a mis compañeros.
Me negué a mirar a Lyn, avergonzado por mis actos. Mi orgullo de monje se hallaba por los suelos, mi espíritu no tuvo la suficiente fuerza para triunfar en la lucha por el control de mi ser. Las palabras de la señorita eran precisamente lo que quería escuchar, me daban un motivo para abandonar la escena lo antes posible, aparentando que nada acababa de ocurrir.
—... Por supuesto. —afirmé, sin levantar mi rostro.
No tenía nada más que decir. Partí hacía los bosques para socorrer a mis compañeros.
Tenzin Fang Leiden
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 73
Nivel de PJ : : 0
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
Llegue al lugar donde se escuchaba el ruido, atrás mio llego Iredia y Eltrant, aunque no vi a donde fueron. Me moví silenciosamente alrededor de los sujetos, me movía con el ruido del viento, para que no sonaran las hojas... no tardo mucho Eltrant en tirarse y hacerle frente a los sujetos... y para variar, termino matando a 1 clavandole la espada en el pecho... "No, no, no." Era lo único que decía mi cabeza. Mis escamas empezaron a subir desde las piernas hasta el cuello, la rabia me consumía. No era necesaria la violencia ni la muerte, con solo darles una lección bastaba... era demasiado el enojo que no podía controlarme. Empece a respirar profundo, pero no había caso, la transformación iba a pasar.
- Maldición... - Dije con enojo, cerré mis ojos, dejando de hacer luz... escuche risas, sonidos. El viento, el fuego que crecía en mi interior, mi piel consumiéndose por las escamas poco a poco. Las escamas cada vez subían un poco mas, y mas, y mas. Podia hasta sentirlas alrededor de mis ojos. Era tarde... no había marcha atrás. Me transforme en un dragón, no sin antes gritar y pedir la presencia de los dioses ancestrales
en un minuto de silencio, mientras el charco de sangre se expandía en el suelo, en los pies de Eltrant... Salte de los arboles, poniéndome en el medio de Eltrant y de los 7 hombres, rugiendo con la cabeza en alto. Mire a ambos lados, luchando contra los 2 si era necesario, los 2 cometieron errores. Esos delincuentes tenían que estar atrás de las rejas, no muertos... Pero no tarde en escuchar el ruido de la bolsa.. no era un humano ni nada menos. Era un animal... un indefenso animal.
[Idioma Draco] Nahk...riin - Dije con una voz fuerte y en un rugido.. mire a uno de los hombres, acercándome lentamente... lo mire y en un rugido le saque un brazo con los dientes... Nahkriin.
El resto de los sujetos se fueron para atrás, me puse al lado de Eltrant... como si el fuera mi jinete. No podía ver a nadie mas, ¿donde estaba Iredia?, de todas maneras, escupí el brazo tirándolo a los pies de los sujetos, no se iba a ir ninguno por lo que le habían hecho al pobre animal. Solté un ultimo rugido mas fuerte e intenso que el resto.
- Maldición... - Dije con enojo, cerré mis ojos, dejando de hacer luz... escuche risas, sonidos. El viento, el fuego que crecía en mi interior, mi piel consumiéndose por las escamas poco a poco. Las escamas cada vez subían un poco mas, y mas, y mas. Podia hasta sentirlas alrededor de mis ojos. Era tarde... no había marcha atrás. Me transforme en un dragón, no sin antes gritar y pedir la presencia de los dioses ancestrales
en un minuto de silencio, mientras el charco de sangre se expandía en el suelo, en los pies de Eltrant... Salte de los arboles, poniéndome en el medio de Eltrant y de los 7 hombres, rugiendo con la cabeza en alto. Mire a ambos lados, luchando contra los 2 si era necesario, los 2 cometieron errores. Esos delincuentes tenían que estar atrás de las rejas, no muertos... Pero no tarde en escuchar el ruido de la bolsa.. no era un humano ni nada menos. Era un animal... un indefenso animal.
[Idioma Draco] Nahk...riin - Dije con una voz fuerte y en un rugido.. mire a uno de los hombres, acercándome lentamente... lo mire y en un rugido le saque un brazo con los dientes... Nahkriin.
El resto de los sujetos se fueron para atrás, me puse al lado de Eltrant... como si el fuera mi jinete. No podía ver a nadie mas, ¿donde estaba Iredia?, de todas maneras, escupí el brazo tirándolo a los pies de los sujetos, no se iba a ir ninguno por lo que le habían hecho al pobre animal. Solté un ultimo rugido mas fuerte e intenso que el resto.
- Idioma Draco:
- Nahkriin = Venganza
Rakan'Drag
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 216
Nivel de PJ : : 1
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
Una de las ventajas que tenía Iredia es que vestía un traje que cambiaba de color en función de su entorno. Era mucho más difícil detectarla, más siendo de noche. Estaba en los matorrales, pensando en algún posible plan, cuando de golpe vio aparecer a Eltrant a su derecha. Solo. No pudo evitar sonreír.
<< Qué valiente es >>, pensó con cariño.
Vio cómo se deshacía de uno de los hombres que le había atacado con una facilidad pasmosa y no pudo evitar sentirse orgullosa de contar con tal fuerte aliado. Lo que no se esperaba era lo que ocurrió a continuación. El chico de ojos brillantes apareció también en escena y acto seguido comenzó a transformarse en una enorme e inusitada bestia draconiana. Se le cayó el arco de la impresión y tardó bastantes segundos en darse cuenta de que tenía las manos puestas en la posición de arquera... sin arco en la mano. Era la primera vez en su vida que veía un dragón. ¡Un dragón! ¡Y acababa de escupir un brazo! Había visto gárgolas sanguinarias en Sacrestic Ville, pero aquello... aquello tenía cierta belleza. Había subestimado al muchacho de ojos brillantes. Era otro poderoso aliado.
Reaccionó entonces y cogió el arco de nuevo, dando gracias a los dioses porque nadie la había visto en ese momento tan lamentable. Tenía a Eltrant y al dragón para enfrentarse a los hombres cuerpo a cuerpo. Divisó entonces movimiento al fondo. Dos de los humanos se habían rezagado, uno de ellos había cogido el fardo en movimiento y buscaba huir hacia el bosque, en dirección exactamente opuesta a la de los dos guerreros. Ambos empezaron a gesticular en el aire.
-Mierda. Brujos. -maldijo en voz baja.
Cargó una flecha en su arco y disparó hacia ellos. Falló el tiro, pero el susto les hizo perder la concentración de sus gestos. Sintió una punzada de dolor en el pecho. Una vez más, el recuerdo de Karkaran aparecía cuando menos lo necesitaba. El que llevaba el fardo le dijo algo al otro brujo y este último empezó a gesticular mientras el del fardo se disponía a huir.
<< De eso nada >>, y volvió a cargar otra flecha.
-----------------------
La pequeña Itrella cayó exhausta tras aquel ataque de locura danzarina. Se tumbó cerca de la hoguera, al lado de Lyn. Le gustaba esa niña, aunque también le daba un poco de miedo. Estaba dispuesta a dormirse pues, sin saber por qué, le dolía mucho la cabeza y tenía mucho, mucho, mucho frío. La niña no comprendía que tenía la fiebre tan alta que prácticamente quemaba al contacto. Rushi, el pequeño asski, se acercó a ella y la miró con ojitos preocupados.
-Miau -gimoteó el gato moteado.
Y la niña cerró los ojos.
______________
Voy a hacer una tiradita de runas, así ponemos esto más interesante.
Runa buena: Le acierto al mago en una extremidad que le hace soltar el fardo y parar la huida. Si es muy buena, le mato de un flechazo.
Runa media: Fallo el tiro, pero puedo perseguirlo.
Runa mala: Fallo el tiro, escapa y toca rastrearlo. Si es muy mala, el otro brujo además descubre mi posición y me ataca directamente.
<< Qué valiente es >>, pensó con cariño.
Vio cómo se deshacía de uno de los hombres que le había atacado con una facilidad pasmosa y no pudo evitar sentirse orgullosa de contar con tal fuerte aliado. Lo que no se esperaba era lo que ocurrió a continuación. El chico de ojos brillantes apareció también en escena y acto seguido comenzó a transformarse en una enorme e inusitada bestia draconiana. Se le cayó el arco de la impresión y tardó bastantes segundos en darse cuenta de que tenía las manos puestas en la posición de arquera... sin arco en la mano. Era la primera vez en su vida que veía un dragón. ¡Un dragón! ¡Y acababa de escupir un brazo! Había visto gárgolas sanguinarias en Sacrestic Ville, pero aquello... aquello tenía cierta belleza. Había subestimado al muchacho de ojos brillantes. Era otro poderoso aliado.
Reaccionó entonces y cogió el arco de nuevo, dando gracias a los dioses porque nadie la había visto en ese momento tan lamentable. Tenía a Eltrant y al dragón para enfrentarse a los hombres cuerpo a cuerpo. Divisó entonces movimiento al fondo. Dos de los humanos se habían rezagado, uno de ellos había cogido el fardo en movimiento y buscaba huir hacia el bosque, en dirección exactamente opuesta a la de los dos guerreros. Ambos empezaron a gesticular en el aire.
-Mierda. Brujos. -maldijo en voz baja.
Cargó una flecha en su arco y disparó hacia ellos. Falló el tiro, pero el susto les hizo perder la concentración de sus gestos. Sintió una punzada de dolor en el pecho. Una vez más, el recuerdo de Karkaran aparecía cuando menos lo necesitaba. El que llevaba el fardo le dijo algo al otro brujo y este último empezó a gesticular mientras el del fardo se disponía a huir.
<< De eso nada >>, y volvió a cargar otra flecha.
-----------------------
La pequeña Itrella cayó exhausta tras aquel ataque de locura danzarina. Se tumbó cerca de la hoguera, al lado de Lyn. Le gustaba esa niña, aunque también le daba un poco de miedo. Estaba dispuesta a dormirse pues, sin saber por qué, le dolía mucho la cabeza y tenía mucho, mucho, mucho frío. La niña no comprendía que tenía la fiebre tan alta que prácticamente quemaba al contacto. Rushi, el pequeño asski, se acercó a ella y la miró con ojitos preocupados.
-Miau -gimoteó el gato moteado.
Y la niña cerró los ojos.
______________
Voy a hacer una tiradita de runas, así ponemos esto más interesante.
Runa buena: Le acierto al mago en una extremidad que le hace soltar el fardo y parar la huida. Si es muy buena, le mato de un flechazo.
Runa media: Fallo el tiro, pero puedo perseguirlo.
Runa mala: Fallo el tiro, escapa y toca rastrearlo. Si es muy mala, el otro brujo además descubre mi posición y me ataca directamente.
Iredia
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 297
Nivel de PJ : : 1
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
El miembro 'Iredia' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Tyr
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2234
Nivel de PJ : : 0
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
Un dragón emergió de entre los árboles y se posicionó entre él y los cazadores, mirando a ambos bandos de forma amenazadora. ¿Un nuevo enemigo? La criatura era grande, pero, por supuesto, no llegaba a poseer el tamaño que adquiría Irirgo al convertirse.
Podría lidiar con él de ser necesario. Aunque, por supuesto, algo le decía que de verse obligado a hacerlo iba a perder mucha sangre en el proceso.
Él solo quería pasar una noche tranquila.
Retrocedió un par de pasos, mostrándose cauto ante el recién llegado hasta que, por el característico brillo de los ojos, comprendió que se trataba de Rakan.
¿Qué se supone que estaba haciendo? ¿Tenía aquello que ver con su cargo como Paladín Dragón? Tensó los músculos, anticipando cualquier resultado posible, no sabía que pasaba por la cabeza de Rakan, pero no le pareció que, en ese momento, estuviese en su bando.
Justo en ese momento, la criatura que mantenían encerrada en el saco volvió a aullar de dolor.
El dragón al oír esto, dejó escapar un rugido aterrador y, tras pronunciar un par de palabras más en aquella lengua norteña, le arrancó de cuajo el brazo al hombre que estaba más cerca del fardo que mantenía prisionera a la criatura. Tras eso voló hasta dónde estaba Eltrant y rugió con fuerza, una vez más, todos los presentes retrocedieron un par de pasos.
Todos menos uno.
Volvió a sujetar a Olvido y trató de ignorar los alaridos de dolor del pobre desgraciado al que Rakan había dejado manco de golpe.
- ¿…Estas de mi parte entonces? – Preguntó Eltrant girándose hacia el dragón, pasándose la mano por el pelo, no necesitaba que hablase, con que asintiese con la cabeza le bastabaa. No obstante, parecía ser que la respuesta a aquella pregunta era afirmativa, si no fuera así aquel imbécil que había hablado antes no estaría, en aquel momento, sujetándose con fuerza el muñón sanguinolento que tenía ahora.
- Un dragón… - Un hombre que había permanecido en la penumbra, sin hablar, durante todo el momento, avanzó un par de pasos y miró fijamente a Rakan. – Interesante… - dijo desabrochándose el cinturón que rodeaba su cintura.
En el instante en el que dos de los hombres parecían dispuesto a retirarse hacía el bosque con el saco una flecha salió silbando de entre los árboles, buscando el cuello del sujeto que portaba con el animal.
Pero, de algún modo, consiguió evitarlo por poco. La flecha acabó firmemente clavada en uno de los tantos arboles del lugar. Aun así, aquel hombre, dejó escapar un alarido de dolor.
- ¡Mi ojo! – Gritó la silueta antes de perderse, junto a su otro aliado, en el bosque. - ¡Matadlos! – dijo la misma voz, casi apagada por la distancia. - ¡Matadlos a todos! – Fue lo último que Eltrant llegó a escuchar antes de que el hombre se perdiese en el bosque.
Frunció el ceño. No podía seguirles, no con los cinco individuos que se habían quedado allí para retenerles. Tenía que confiar en Iredia, había conseguido acertar a aquel hombre en un ojo incluso cuando este, de algún modo, había evitado que la flecha se hundiese en su propia carne.
Podía atraparle.
- Eres joven, dragón. Puedo verlo. – El hombre que se estaba dirigiendo a Rakan desde hace un rato comenzó a cambiar, a transformarse, de forma lenta pero gradual. – Te voy a enseñar lo que hace la experiencia, niño. – dijo antes de que su cuerpo hubiese adoptado el de un dragón de color carmesí, ligeramente de mayor tamaño que el propio Rakan.
Frunció el ceño, más problemas.
- ¿Te encargas tú de ese? – Preguntó a su aliado. Tomó aire. – Yo voy a por los pequeños. – Aseguró.
¿Qué acababa de pasar?
¿Había…? ¿Había bailado con ese músico?
Lyn pestañeó repetidamente. No podía negar que el hombre cantaba bien, pero era extraño. No recordaba haber decidido moverse al son de su música.
Frunció levemente el ceño. ¿Magia? Ahora, más que en ningún otro momento, tenía la sensación de que su ayuda iba a ser necesaria en el lugar en el que estaban el Mortal y los demás.
Respiró de forma pausada y dejó que la niña pusiese su cabeza sobre sus piernas. No podía dejarla sola, no en aquel estado.
Se mordió el labio inferior. ¿Qué podía hacer?
Podría lidiar con él de ser necesario. Aunque, por supuesto, algo le decía que de verse obligado a hacerlo iba a perder mucha sangre en el proceso.
Él solo quería pasar una noche tranquila.
Retrocedió un par de pasos, mostrándose cauto ante el recién llegado hasta que, por el característico brillo de los ojos, comprendió que se trataba de Rakan.
¿Qué se supone que estaba haciendo? ¿Tenía aquello que ver con su cargo como Paladín Dragón? Tensó los músculos, anticipando cualquier resultado posible, no sabía que pasaba por la cabeza de Rakan, pero no le pareció que, en ese momento, estuviese en su bando.
Justo en ese momento, la criatura que mantenían encerrada en el saco volvió a aullar de dolor.
El dragón al oír esto, dejó escapar un rugido aterrador y, tras pronunciar un par de palabras más en aquella lengua norteña, le arrancó de cuajo el brazo al hombre que estaba más cerca del fardo que mantenía prisionera a la criatura. Tras eso voló hasta dónde estaba Eltrant y rugió con fuerza, una vez más, todos los presentes retrocedieron un par de pasos.
Todos menos uno.
Volvió a sujetar a Olvido y trató de ignorar los alaridos de dolor del pobre desgraciado al que Rakan había dejado manco de golpe.
- ¿…Estas de mi parte entonces? – Preguntó Eltrant girándose hacia el dragón, pasándose la mano por el pelo, no necesitaba que hablase, con que asintiese con la cabeza le bastabaa. No obstante, parecía ser que la respuesta a aquella pregunta era afirmativa, si no fuera así aquel imbécil que había hablado antes no estaría, en aquel momento, sujetándose con fuerza el muñón sanguinolento que tenía ahora.
- Un dragón… - Un hombre que había permanecido en la penumbra, sin hablar, durante todo el momento, avanzó un par de pasos y miró fijamente a Rakan. – Interesante… - dijo desabrochándose el cinturón que rodeaba su cintura.
En el instante en el que dos de los hombres parecían dispuesto a retirarse hacía el bosque con el saco una flecha salió silbando de entre los árboles, buscando el cuello del sujeto que portaba con el animal.
Pero, de algún modo, consiguió evitarlo por poco. La flecha acabó firmemente clavada en uno de los tantos arboles del lugar. Aun así, aquel hombre, dejó escapar un alarido de dolor.
- ¡Mi ojo! – Gritó la silueta antes de perderse, junto a su otro aliado, en el bosque. - ¡Matadlos! – dijo la misma voz, casi apagada por la distancia. - ¡Matadlos a todos! – Fue lo último que Eltrant llegó a escuchar antes de que el hombre se perdiese en el bosque.
Frunció el ceño. No podía seguirles, no con los cinco individuos que se habían quedado allí para retenerles. Tenía que confiar en Iredia, había conseguido acertar a aquel hombre en un ojo incluso cuando este, de algún modo, había evitado que la flecha se hundiese en su propia carne.
Podía atraparle.
- Eres joven, dragón. Puedo verlo. – El hombre que se estaba dirigiendo a Rakan desde hace un rato comenzó a cambiar, a transformarse, de forma lenta pero gradual. – Te voy a enseñar lo que hace la experiencia, niño. – dijo antes de que su cuerpo hubiese adoptado el de un dragón de color carmesí, ligeramente de mayor tamaño que el propio Rakan.
Frunció el ceño, más problemas.
- ¿Te encargas tú de ese? – Preguntó a su aliado. Tomó aire. – Yo voy a por los pequeños. – Aseguró.
_______________________________________________________
¿Qué acababa de pasar?
¿Había…? ¿Había bailado con ese músico?
Lyn pestañeó repetidamente. No podía negar que el hombre cantaba bien, pero era extraño. No recordaba haber decidido moverse al son de su música.
Frunció levemente el ceño. ¿Magia? Ahora, más que en ningún otro momento, tenía la sensación de que su ayuda iba a ser necesaria en el lugar en el que estaban el Mortal y los demás.
Respiró de forma pausada y dejó que la niña pusiese su cabeza sobre sus piernas. No podía dejarla sola, no en aquel estado.
Se mordió el labio inferior. ¿Qué podía hacer?
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
Lo que acababa de acontecer en el campamento... era totalmente inaceptable. No podía permitirme a mí mismo creer que aquello realmente había sucedido, era imposible concebirlo. Mi mente simplemente se deshizo de aquellos recuerdos, como si nunca hubieran existido; para mí nunca sucedieron. Negué con la cabeza. No me importaban, no quería tenerlos.
Mis pasos perdidos pronto se tornaron en una determinada carrera hacía la profundidad de las tinieblas del bosque, siguiendo aquel camino por el cual recordaba que se habían marchado mis compañeros. No fue difícil seguirles la pista, no después de que mis viajes me enseñaran una valiosa lección: Los bosques no saben guardar secretos. Un sendero cubierto de hojas dispersas en la oscuridad, pequeñas ramas quebradas en el camino, los animales perturbados y atemorizados por el ruido. Factores que parecían insignificantes, pero que podían ayudarte si sabías aprovecharlos. Cada uno era indicio de que alguien había estado aquí antes.
De pronto, un segundo grito se hizo oír en medio de la oscuridad... Más no tardó en detenerse de forma prematura. Efectivamente, apenas le escuché, emprendí rumbo hacía la dirección de dónde provenía. Era una valiosa pista de la localización de mis compañeros... ¿Pero acaso se encontraban ellos bien? Aquel grito había logrado inquietarme, preocuparme por su bienestar. ¿Estaban heridos, estaban en peligro...? La respuesta que recibí fue casi instantánea.
—¿Eso es...? —balbuceé, retrocediendo al ver como una inmensa figura emergía entre las copas de los árboles—. No puede ser... —negué, incrédulo de la silueta que podía verse en el cielo nocturno, bañada con el resplandor de la luna llena—. ¡Un dragón...!
Quedé pasmado en el sitio, hacía mucho tiempo que no veía el imponente porte de un dragón... ¿Qué hacía aquí?, y aún más importante, ¿era aliado o enemigo? Me tomé un tiempo para recuperar el aliento, antes de emprender rumbo hacía el lugar donde podía divisar los atributos de la criatura ancestral. Mi corazón latía a toda prisa, mientras mis oídos eran atormentados por los incesantes gritos y rugidos que retumbaban por el bosque. Tenía un mal presentimiento.
Finalmente di con mis compañeros... O con Eltrant, mejor dicho, no había señales de Rakan o de Iredia. El dragón se hallaba junto a él, frente a un charco de sangre brotando de la herida de un cadáver y un sujeto con un brazo amputado yendo por el mismo sendero, mientras un grupo de hombres armados parecían dispuestos a atacarles. No... Vacilé al observar la mortandad de la escena, mientras un escalofrió corrió por mi costilla y se detuvo en mi brazo izquierdo. Dicha acción me costó cara, pues no pude apreciar el momento en que el segundo dragón apareció en la escena; con aquellos ojos llenos de malicia. Negué, no había tiempo para conflictos morales, debía ayudar a ganar esta batalla antes de que hubieran mayores pérdidas. Salí de mi escondite entre los árboles, dispuesto a apoyar al padre de Itrella a enfrentar a los bandidos, pero antes, un hombre surgió entre los matorrales con una ballesta en manos apuntando a la cabeza de Eltrant.
—¡Detrás de ti! —advertí a mi compañero, viendo mi incapacidad de detener al atacante antes de que el disparo fuera efectuado. Me encargué del arquero, desarmándole con una patada alta directa a sus manos que le hizo soltar su ballesta, seguido de un potente golpe de palma al pecho que le lanzó contra un árbol; dejándole inconsciente—. ¿Te encuentras bien? —pregunté, una vez estuve junto a Eltrant, esperando que aquella flecha no le hubiera acertado.
Nos superaban en número, blandiendo dagas, hachas y cimitarras. Por su lado, los dragones parecían tener un enfrentamiento individual. Aquel fulgor blanquecino surgiendo de los ojos del dragón de escamas negras... ¿Rakan...? Me paré con firmeza antes de juntar las palmas de mis manos, envolviendo mis brazos en una concentración mágica de luz.
—Acabemos con esto. —afirmé, asumiendo una postura de batalla, listo para el combate.
Mis pasos perdidos pronto se tornaron en una determinada carrera hacía la profundidad de las tinieblas del bosque, siguiendo aquel camino por el cual recordaba que se habían marchado mis compañeros. No fue difícil seguirles la pista, no después de que mis viajes me enseñaran una valiosa lección: Los bosques no saben guardar secretos. Un sendero cubierto de hojas dispersas en la oscuridad, pequeñas ramas quebradas en el camino, los animales perturbados y atemorizados por el ruido. Factores que parecían insignificantes, pero que podían ayudarte si sabías aprovecharlos. Cada uno era indicio de que alguien había estado aquí antes.
De pronto, un segundo grito se hizo oír en medio de la oscuridad... Más no tardó en detenerse de forma prematura. Efectivamente, apenas le escuché, emprendí rumbo hacía la dirección de dónde provenía. Era una valiosa pista de la localización de mis compañeros... ¿Pero acaso se encontraban ellos bien? Aquel grito había logrado inquietarme, preocuparme por su bienestar. ¿Estaban heridos, estaban en peligro...? La respuesta que recibí fue casi instantánea.
—¿Eso es...? —balbuceé, retrocediendo al ver como una inmensa figura emergía entre las copas de los árboles—. No puede ser... —negué, incrédulo de la silueta que podía verse en el cielo nocturno, bañada con el resplandor de la luna llena—. ¡Un dragón...!
Quedé pasmado en el sitio, hacía mucho tiempo que no veía el imponente porte de un dragón... ¿Qué hacía aquí?, y aún más importante, ¿era aliado o enemigo? Me tomé un tiempo para recuperar el aliento, antes de emprender rumbo hacía el lugar donde podía divisar los atributos de la criatura ancestral. Mi corazón latía a toda prisa, mientras mis oídos eran atormentados por los incesantes gritos y rugidos que retumbaban por el bosque. Tenía un mal presentimiento.
Finalmente di con mis compañeros... O con Eltrant, mejor dicho, no había señales de Rakan o de Iredia. El dragón se hallaba junto a él, frente a un charco de sangre brotando de la herida de un cadáver y un sujeto con un brazo amputado yendo por el mismo sendero, mientras un grupo de hombres armados parecían dispuestos a atacarles. No... Vacilé al observar la mortandad de la escena, mientras un escalofrió corrió por mi costilla y se detuvo en mi brazo izquierdo. Dicha acción me costó cara, pues no pude apreciar el momento en que el segundo dragón apareció en la escena; con aquellos ojos llenos de malicia. Negué, no había tiempo para conflictos morales, debía ayudar a ganar esta batalla antes de que hubieran mayores pérdidas. Salí de mi escondite entre los árboles, dispuesto a apoyar al padre de Itrella a enfrentar a los bandidos, pero antes, un hombre surgió entre los matorrales con una ballesta en manos apuntando a la cabeza de Eltrant.
—¡Detrás de ti! —advertí a mi compañero, viendo mi incapacidad de detener al atacante antes de que el disparo fuera efectuado. Me encargué del arquero, desarmándole con una patada alta directa a sus manos que le hizo soltar su ballesta, seguido de un potente golpe de palma al pecho que le lanzó contra un árbol; dejándole inconsciente—. ¿Te encuentras bien? —pregunté, una vez estuve junto a Eltrant, esperando que aquella flecha no le hubiera acertado.
Nos superaban en número, blandiendo dagas, hachas y cimitarras. Por su lado, los dragones parecían tener un enfrentamiento individual. Aquel fulgor blanquecino surgiendo de los ojos del dragón de escamas negras... ¿Rakan...? Me paré con firmeza antes de juntar las palmas de mis manos, envolviendo mis brazos en una concentración mágica de luz.
—Acabemos con esto. —afirmé, asumiendo una postura de batalla, listo para el combate.
Tenzin Fang Leiden
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 73
Nivel de PJ : : 0
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
El combate se ponía cada vez mas intenso, los sujetos empezaron a correr hasta que un sujeto salio del bosque y empezó a transformarse en un Dragón, igual que yo. La diferencia era que el sujeto tenia una forma mas grande y un color carmesí. La lucha no podía llevarse en tierra, podría lastimar a mis compañeros, así que empece a dar vueltas con el dragón enemigo, hasta que en un rugido y movimiento rápido, amague un ataque, ahí es donde empezó el combate. Vole para arriba para alejarnos de los demás, mientras escupía fuego para abajo, el otro dragón escupía agua. Mis ataques no iban a tener sentido, menos mal que el hombre de la música apareció para ayudar a Eltrant y los demás, podía centrarme con el dragón sabiendo que los demás estaban bien.
El dragón enemigo soltaba rugidos potentes, tratando de demostrar su superioridad, proclamándose "Alfa". Me empezaba a debilitar, perdía altura, el sujeto era mas fuerte que yo, mas grande, y un elemento que me hace contra, no tenia nada a favor. Excepto la altura, podía usarla para ser mas rápido que el, quizá era mas grande y mas fuerte, pero si volaba con rapidez podía acertarle unos golpes. así fue como en el aire empece a pelear con el dragón dando vueltas sobre el. era toda una "DANZA DE DRAGONES". Si, lo leí en un libro.
Mientras el dragón con sus garras intentaba darme en la cabeza, lo tome por abajo en el aire, llevándolo mas para arriba, haciendo fuerza y soportando sus golpes, que rompían mis escamas, escupí fuego, dándole en la mayoría del cuerpo, di varias vueltas sobre el y con mis garras ataque en varios lugares de su cuerpo. No tardo mucho en agarrarme con ambas garras y llevarme hacia abajo en picada, como si de un meteorito se tratara, escupiendo agua y fuego. Caímos tierra abajo, lejos de donde empezó el combate, haciendo un ruido fuerte. Destranformandonos de nuestra forma, ambos arrodillados y agarrándonos las heridas, aproveche para decir.
- ¡Basta!...¡Basta!...No hay caso, no nos llevara a ningún lado. Todavía no es tarde, puedes arrepentirte hermano. Únete a mi causa. Lleva la palabra de los dragones ancestrales a cada punta de Aerandir. Lucha con honor, imparte justicia.
- ¿De que demonios hablas?, Los dioses nos dejaron hace mucho ignorante, ya no existen. El honor y la justicia dejo de existir en Aerandir hace mucho. - El tenia razón, la gente ya no sabia de eso.
- Intente que entraras en razón, pero no me dejas alternativa, que los dragones ancestrales te perdonen. - Lo mire fijo, empece a correr hacia el, y el hacia mi. Hasta que en un momento ambos nos transformamos y nos tiramos el uno contra el otro. Pero como soy mas chico, use eso para arrancarle la garganta con mis dientes. Lo mire con tristeza, yo no quería esto, matar a otro de los míos. Pero no quedo otra opción. el sujeto rugió con dolor, y cayo en el suelo llenándolo de sangre. Me destranforme para honrarlo, me arrodille agarrandome las heridas, aunque solo podía agarrar 1 de tantas. Mi cuerpo estaba lleno de heridas, el sujeto fue fuerte.
[Idioma Draco] Daar Dovah Drem Siiv. -
Me levante y fui hacia la cabaña de Kremm, pues vivíamos en este bosque, entre a casa y le dije - Hermano, no hay tiempo, necesito la armadura extra. Y con la capa. - Kremm sin decir nada me dio mi armadura, me la puse a los apurones y salí corriendo con los demás sujetos, o por lo menos volviendo, aunque no llegue muy lejos, cerca del lugar donde escuchaba la pelea, caí agarrándome la herida, necesitaba un medico. Me apoye en un árbol, mirando con que podía tapar mis heridas.
El dragón enemigo soltaba rugidos potentes, tratando de demostrar su superioridad, proclamándose "Alfa". Me empezaba a debilitar, perdía altura, el sujeto era mas fuerte que yo, mas grande, y un elemento que me hace contra, no tenia nada a favor. Excepto la altura, podía usarla para ser mas rápido que el, quizá era mas grande y mas fuerte, pero si volaba con rapidez podía acertarle unos golpes. así fue como en el aire empece a pelear con el dragón dando vueltas sobre el. era toda una "DANZA DE DRAGONES". Si, lo leí en un libro.
Mientras el dragón con sus garras intentaba darme en la cabeza, lo tome por abajo en el aire, llevándolo mas para arriba, haciendo fuerza y soportando sus golpes, que rompían mis escamas, escupí fuego, dándole en la mayoría del cuerpo, di varias vueltas sobre el y con mis garras ataque en varios lugares de su cuerpo. No tardo mucho en agarrarme con ambas garras y llevarme hacia abajo en picada, como si de un meteorito se tratara, escupiendo agua y fuego. Caímos tierra abajo, lejos de donde empezó el combate, haciendo un ruido fuerte. Destranformandonos de nuestra forma, ambos arrodillados y agarrándonos las heridas, aproveche para decir.
- ¡Basta!...¡Basta!...No hay caso, no nos llevara a ningún lado. Todavía no es tarde, puedes arrepentirte hermano. Únete a mi causa. Lleva la palabra de los dragones ancestrales a cada punta de Aerandir. Lucha con honor, imparte justicia.
- ¿De que demonios hablas?, Los dioses nos dejaron hace mucho ignorante, ya no existen. El honor y la justicia dejo de existir en Aerandir hace mucho. - El tenia razón, la gente ya no sabia de eso.
- Intente que entraras en razón, pero no me dejas alternativa, que los dragones ancestrales te perdonen. - Lo mire fijo, empece a correr hacia el, y el hacia mi. Hasta que en un momento ambos nos transformamos y nos tiramos el uno contra el otro. Pero como soy mas chico, use eso para arrancarle la garganta con mis dientes. Lo mire con tristeza, yo no quería esto, matar a otro de los míos. Pero no quedo otra opción. el sujeto rugió con dolor, y cayo en el suelo llenándolo de sangre. Me destranforme para honrarlo, me arrodille agarrandome las heridas, aunque solo podía agarrar 1 de tantas. Mi cuerpo estaba lleno de heridas, el sujeto fue fuerte.
[Idioma Draco] Daar Dovah Drem Siiv. -
- Idioma Dragón:
- Que este dragón la paz encuentre
Me levante y fui hacia la cabaña de Kremm, pues vivíamos en este bosque, entre a casa y le dije - Hermano, no hay tiempo, necesito la armadura extra. Y con la capa. - Kremm sin decir nada me dio mi armadura, me la puse a los apurones y salí corriendo con los demás sujetos, o por lo menos volviendo, aunque no llegue muy lejos, cerca del lugar donde escuchaba la pelea, caí agarrándome la herida, necesitaba un medico. Me apoye en un árbol, mirando con que podía tapar mis heridas.
Rakan'Drag
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 216
Nivel de PJ : : 1
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
La flecha había acertado a uno de ellos en un ojo. Aún así, aquel maldito había conseguido escapar con el fardo en movimiento. Y no podía permitir eso. Se las apañó para seguirlo entre matorrales, como una pantera que acecha a su presa. Lo malo es que Iredia era un ser tan enfermo como Itrella y fue perdiendo fuelle. Solo se le ocurrió una cosa. En un movimiento a la desesperada, se tiró directamente sobre el brujo a modo de placaje. Acertó. Del impacto, el hombre soltó el fardo y ambos rodaron por el suelo, dejándose la piel y prácticamente los cuernos entre el camino y el follaje.
Desgraciadamente para Iredia, el hombre consiguió quedarse encima de ella. Su arco estaba tendido unos cuantos metros más alejado, pues lo perdió con el impacto. Y, para mejorar lo presente, el sujeto comenzó a estrangularla. Empezó a zarandearse, a moverse, pero el hombre no la soltaba. Entonces, se acordó de su cuchillo. Se le acababa el tiempo. Prácticamente arrancó el cuchillo de su tobillo y se lo clavó al maldito brujo directamente a su yugular. Le vino un momento el rostro de Karkaran a la mente, imaginándose que era a él a quién apuñalaba. Rápidamente se quitó de debajo del brujo mientras este agonizaba con sus últimos estertores. No, no odiaba tanto a Karkaran como para matarlo. Ya no.
Rodó unos cuantos metros y se quedó unos segundos tendida en el suelo. Oía los rugidos, que supuso que eran del dragón aliado, aunque le pareció que rugía mucho y muy continuo. El fragor de la batalla no estaba lejos. Entonces reparó en el fardo que se movía gimoteante. Se acercó a él.
-Shhh, calma, pequeño. Ya estás a salvo. -le decía con dulzura mientras lo abría.
Lo que vio dentro de él la dejó completamente pálida durante unos segundos.
Esa criaturita tan adorable y tan peluda... tenía el rostro de Itrella. O eso le parecía a Iredia la primera vez que lo vio. La criatura, no muy grande, pero más pesada que su asski, estaba herida en un costado y en una pata. La cogió con cuidado evitando mirarla a la cara. Igual solo había sido una alucinación y realmente no había visto a Itrella.
Con ella en brazos se apresuró por el bosque. Su nuevo encuentro se produjo con el dragón (que ya no era dragón). Lo miró con sorpresa, pues estaba bastante herido. Dejó con cuidado al animalito en el suelo y puso las manos a escasos milímetros del pecho del dragón ahora ya humano.
-Esto que voy a hacerte acelerará tu curación. Quizás las heridas leves te las cure, las otras no, pero tardarás menos en volver a levantarte, ¿vale?
Si el dragón daba su visto bueno, ella recitaría un par de palabras en élfico y de sus palmas saldría un leve resplandor verde que recorrería el cuerpo del dragón, reconfortándolo y haciéndolo sentir más tranquilo. La criaturita se quedó ahí, mirando con un gimoteo. Ella también precisaba cuidados.
Desgraciadamente para Iredia, el hombre consiguió quedarse encima de ella. Su arco estaba tendido unos cuantos metros más alejado, pues lo perdió con el impacto. Y, para mejorar lo presente, el sujeto comenzó a estrangularla. Empezó a zarandearse, a moverse, pero el hombre no la soltaba. Entonces, se acordó de su cuchillo. Se le acababa el tiempo. Prácticamente arrancó el cuchillo de su tobillo y se lo clavó al maldito brujo directamente a su yugular. Le vino un momento el rostro de Karkaran a la mente, imaginándose que era a él a quién apuñalaba. Rápidamente se quitó de debajo del brujo mientras este agonizaba con sus últimos estertores. No, no odiaba tanto a Karkaran como para matarlo. Ya no.
Rodó unos cuantos metros y se quedó unos segundos tendida en el suelo. Oía los rugidos, que supuso que eran del dragón aliado, aunque le pareció que rugía mucho y muy continuo. El fragor de la batalla no estaba lejos. Entonces reparó en el fardo que se movía gimoteante. Se acercó a él.
-Shhh, calma, pequeño. Ya estás a salvo. -le decía con dulzura mientras lo abría.
Lo que vio dentro de él la dejó completamente pálida durante unos segundos.
- Linksa:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Esa criaturita tan adorable y tan peluda... tenía el rostro de Itrella. O eso le parecía a Iredia la primera vez que lo vio. La criatura, no muy grande, pero más pesada que su asski, estaba herida en un costado y en una pata. La cogió con cuidado evitando mirarla a la cara. Igual solo había sido una alucinación y realmente no había visto a Itrella.
Con ella en brazos se apresuró por el bosque. Su nuevo encuentro se produjo con el dragón (que ya no era dragón). Lo miró con sorpresa, pues estaba bastante herido. Dejó con cuidado al animalito en el suelo y puso las manos a escasos milímetros del pecho del dragón ahora ya humano.
-Esto que voy a hacerte acelerará tu curación. Quizás las heridas leves te las cure, las otras no, pero tardarás menos en volver a levantarte, ¿vale?
Si el dragón daba su visto bueno, ella recitaría un par de palabras en élfico y de sus palmas saldría un leve resplandor verde que recorrería el cuerpo del dragón, reconfortándolo y haciéndolo sentir más tranquilo. La criaturita se quedó ahí, mirando con un gimoteo. Ella también precisaba cuidados.
Iredia
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 297
Nivel de PJ : : 1
Re: Un amargo adiós [Libre] [4/4] [CERRADO]
—¡Detrás de ti! —
Apenas tuvo tiempo de girarse totalmente cuando oyó la voz. Una saeta se hundió profundamente en su espalda, atravesando su armadura y desestabilizándole por unos momentos, menos mal que le habían avisado, de no ser así habría recibido la flecha directamente en la nuca.
Apretó los dientes y negó con la cabeza recuperando pobremente la compostura, la punta de la flecha no llegó a alcanzar su carne y el hombre que la había disparado yacía ahora, fuera de combate, a los pies de un árbol.
Pero eso no significaba que no se hubiese confiado demasiado con todo aquel tema.
¿Cómo no había podido pensar en la posibilidad de que alguno de aquellos hombres estuviese en los alrededores? Era una de las cosas más básicas que, en la guardia, enseñaban a los reclutas. Al menos el músico había despachado al arquero en apenas dos movimientos, el cual yacía ahora, con la mirada perdida, a los pies del árbol tras el que se estaba ocultando.
Tras asentir a la figura semioculta del elfo, se giró gruñendo por lo bajo y miró a los cuatro hombres y al dragón que seguían al otro lado del claro. ¿Quiénes eran aquellos tipos en realidad? El arma del cazador que el músico acababa de abatir debía de ser, al menos, de la misma calidad que la que usaba Huracán.
Pocas flechas podían atravesar a Eir, su armadura, con tanta facilidad.
- Gracias. – Le dijo a Tenzin cuando este se colocó a su lado, sin girarse a mirarle, estudiando mientras tanto los movimientos que hacían los hombres que tenía frente a él. – No tienes que decirlo dos veces. – Sonrió cuando el elfo dejó escapar aquella frase que, sinceramente, parecía salida de sus propios labios. - Yo voy primero, encargate de los de detrás, los de las ballestas. - Indicó, Eltrant estaba bastante seguro de que el músico iba a ser capaz de alzancarlos más rapido que él. - Dejame a mi llevarme los golpes, ignora a los demás. - Amplió la sonrisa y frunció el ceño.
Levantó a Olvido, todos prepararon sus armas.
Apenas segundos después, el dragón carmesí que parecía haberla tomado con Rakan alzó el vuelo y, seguidamente, el dragón de ojos centelleantes hizo lo mismo, los dos desaparecieron en la oscuridad de la noche, se fundieron con el oscuro firmamento.
Tensó los músculos, los cuatro cazadores que quedaban comenzaron a correr hacía ellos, unos enarbolando las armas que blandían y los últimos tratando de aprovechar la superioridad numérica que poseían posicionandose detrás. Miró a Tenzin y asintió por última vez, avanzó un par de pasos y sujetó a Olvido por la hoja.
Le parecía extraño que el elfo se encarara ante aquellos hombres totalmente desarmado, pero había podido encargarse de uno de ellos sin ninguna dificultad, suponía que no tendría ningún problema. Además, la situación no se le antojaba favorable, toda ayuda que recibiese era poca.
Lanzó a Olvido como si de una lanza se tratase, con todas sus fuerzas, en dirección al hombre que más cerca estaba de alcanzarles. La punta del espadón impactó en el pecho de este cazador sin demasiada dificultad que, dejando escapar algo parecido a un gemido agonizante mezclado con sorpresa, cayó de espaldas casi al momento de ser atravesado por el acero.
El hombre quedó clavado, de la forma más literal de la palabra, en el suelo.
Una vez hecho esto Eltrant llevó su mano útil hasta el cinturón, dónde la espada de hielo aguardaba pacientemente su turno. La desenvainó tan pronto como el segundo de los cazadores llegó hasta donde estaba, Recuerdo se interpuso entre su cuello y la hoja que lo buscaba, incapaz de atacar directamente a aquel cazador Eltrant retrocedió un par de pasos a la vez que continuaba intercambiando estocadas con aquel hombre, tratando de mantenerse siempre a tiro de los ballesteros, si buscaban una presa fácil, era él.
Su oponente sabía pelear bien, daba golpes concisos, fuertes. En cierto sentido, sabía más de esgrima que él mismo; su contrincante había recibido un entrenamiento mucho más complejo que él, eso era un hecho. Aquello no hacía sino reforzar su pensamiento inicial: aquellos hombres no eran cazadores normales.
Pero, lo cierto era que, aun cuando su estilo era más tosco y arcaico, más basado en la simple fuerza bruta, Eltrant había peleado demasiadas veces a muerte como para que aquello fuese un reto para él.
Daba igual el número de fintas y filigranas que su oponente hiciese para acertarle, siempre tenía su armadura para bloquear la mayoría de los golpes, siempre estaba Recuerdo para parar las estocadas.
El cazador solo podía acertarle en la cabeza y eso era algo de lo que Eltrant se estaba encargando de que tampoco consiguiese.
Al cabo de un rato, cuando se vio obligado a retroceder de nuevo, dejó que el cazador le atacase sin cuartel, se desprotegió la cara a propósito y, en lugar de bloquear aquella espada con la suya propia, se limitó a sujetarla con su mano izquierda, evitando cortarse gracias al guantelete que la cubría.
Una vez se aseguró de que el cazador no tenía forma de escapar, clavó a Recuerdo en el vientre de aquel tipo. Suspiró profundamente al ver al hombre desplomarse frente a él con los ojos abiertos de par en par.
Se arrancó la flecha que seguía firmemente clavada en su espalda y giró buscando a Tenzin con la mirada, esperaba que tanto él como el dragón no tuviesen demasiados problemas para lidiar con aquellos tipos. ¿Habría alcanzado Iredia a los que se habían dado a la fuga?
De todas formas, de tenerlos, aun se encontraba bien. Podía seguir peleando.
Apenas tuvo tiempo de girarse totalmente cuando oyó la voz. Una saeta se hundió profundamente en su espalda, atravesando su armadura y desestabilizándole por unos momentos, menos mal que le habían avisado, de no ser así habría recibido la flecha directamente en la nuca.
Apretó los dientes y negó con la cabeza recuperando pobremente la compostura, la punta de la flecha no llegó a alcanzar su carne y el hombre que la había disparado yacía ahora, fuera de combate, a los pies de un árbol.
Pero eso no significaba que no se hubiese confiado demasiado con todo aquel tema.
¿Cómo no había podido pensar en la posibilidad de que alguno de aquellos hombres estuviese en los alrededores? Era una de las cosas más básicas que, en la guardia, enseñaban a los reclutas. Al menos el músico había despachado al arquero en apenas dos movimientos, el cual yacía ahora, con la mirada perdida, a los pies del árbol tras el que se estaba ocultando.
Tras asentir a la figura semioculta del elfo, se giró gruñendo por lo bajo y miró a los cuatro hombres y al dragón que seguían al otro lado del claro. ¿Quiénes eran aquellos tipos en realidad? El arma del cazador que el músico acababa de abatir debía de ser, al menos, de la misma calidad que la que usaba Huracán.
Pocas flechas podían atravesar a Eir, su armadura, con tanta facilidad.
- Gracias. – Le dijo a Tenzin cuando este se colocó a su lado, sin girarse a mirarle, estudiando mientras tanto los movimientos que hacían los hombres que tenía frente a él. – No tienes que decirlo dos veces. – Sonrió cuando el elfo dejó escapar aquella frase que, sinceramente, parecía salida de sus propios labios. - Yo voy primero, encargate de los de detrás, los de las ballestas. - Indicó, Eltrant estaba bastante seguro de que el músico iba a ser capaz de alzancarlos más rapido que él. - Dejame a mi llevarme los golpes, ignora a los demás. - Amplió la sonrisa y frunció el ceño.
Levantó a Olvido, todos prepararon sus armas.
Apenas segundos después, el dragón carmesí que parecía haberla tomado con Rakan alzó el vuelo y, seguidamente, el dragón de ojos centelleantes hizo lo mismo, los dos desaparecieron en la oscuridad de la noche, se fundieron con el oscuro firmamento.
Tensó los músculos, los cuatro cazadores que quedaban comenzaron a correr hacía ellos, unos enarbolando las armas que blandían y los últimos tratando de aprovechar la superioridad numérica que poseían posicionandose detrás. Miró a Tenzin y asintió por última vez, avanzó un par de pasos y sujetó a Olvido por la hoja.
Le parecía extraño que el elfo se encarara ante aquellos hombres totalmente desarmado, pero había podido encargarse de uno de ellos sin ninguna dificultad, suponía que no tendría ningún problema. Además, la situación no se le antojaba favorable, toda ayuda que recibiese era poca.
Lanzó a Olvido como si de una lanza se tratase, con todas sus fuerzas, en dirección al hombre que más cerca estaba de alcanzarles. La punta del espadón impactó en el pecho de este cazador sin demasiada dificultad que, dejando escapar algo parecido a un gemido agonizante mezclado con sorpresa, cayó de espaldas casi al momento de ser atravesado por el acero.
El hombre quedó clavado, de la forma más literal de la palabra, en el suelo.
Una vez hecho esto Eltrant llevó su mano útil hasta el cinturón, dónde la espada de hielo aguardaba pacientemente su turno. La desenvainó tan pronto como el segundo de los cazadores llegó hasta donde estaba, Recuerdo se interpuso entre su cuello y la hoja que lo buscaba, incapaz de atacar directamente a aquel cazador Eltrant retrocedió un par de pasos a la vez que continuaba intercambiando estocadas con aquel hombre, tratando de mantenerse siempre a tiro de los ballesteros, si buscaban una presa fácil, era él.
Su oponente sabía pelear bien, daba golpes concisos, fuertes. En cierto sentido, sabía más de esgrima que él mismo; su contrincante había recibido un entrenamiento mucho más complejo que él, eso era un hecho. Aquello no hacía sino reforzar su pensamiento inicial: aquellos hombres no eran cazadores normales.
Pero, lo cierto era que, aun cuando su estilo era más tosco y arcaico, más basado en la simple fuerza bruta, Eltrant había peleado demasiadas veces a muerte como para que aquello fuese un reto para él.
Daba igual el número de fintas y filigranas que su oponente hiciese para acertarle, siempre tenía su armadura para bloquear la mayoría de los golpes, siempre estaba Recuerdo para parar las estocadas.
El cazador solo podía acertarle en la cabeza y eso era algo de lo que Eltrant se estaba encargando de que tampoco consiguiese.
Al cabo de un rato, cuando se vio obligado a retroceder de nuevo, dejó que el cazador le atacase sin cuartel, se desprotegió la cara a propósito y, en lugar de bloquear aquella espada con la suya propia, se limitó a sujetarla con su mano izquierda, evitando cortarse gracias al guantelete que la cubría.
Una vez se aseguró de que el cazador no tenía forma de escapar, clavó a Recuerdo en el vientre de aquel tipo. Suspiró profundamente al ver al hombre desplomarse frente a él con los ojos abiertos de par en par.
Se arrancó la flecha que seguía firmemente clavada en su espalda y giró buscando a Tenzin con la mirada, esperaba que tanto él como el dragón no tuviesen demasiados problemas para lidiar con aquellos tipos. ¿Habría alcanzado Iredia a los que se habían dado a la fuga?
De todas formas, de tenerlos, aun se encontraba bien. Podía seguir peleando.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Página 1 de 2. • 1, 2
Temas similares
» ¿Endulzando lo amargo o amargando lo dulce? [Interpretativo Libre 0/1 + Magazubi] [Cerrado]
» Hallazgo Amargo [Pasado] [Privado] [Cerrado]
» ¿Endulzando lo amargo o amargando lo dulce?[Artabán + 0/1][Libre Interpretativo]
» Wonder [Libre] [Cerrado]
» No me estorbes. [LIBRE 3/4] [CERRADO]
» Hallazgo Amargo [Pasado] [Privado] [Cerrado]
» ¿Endulzando lo amargo o amargando lo dulce?[Artabán + 0/1][Libre Interpretativo]
» Wonder [Libre] [Cerrado]
» No me estorbes. [LIBRE 3/4] [CERRADO]
Página 1 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 14:43 por Eilydh
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Ayer a las 23:14 por Iori Li
» Laboratorio Harker [Alquimia+Ingeniería]
Ayer a las 19:13 por Zelas Hazelmere
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Ayer a las 16:18 por Mina Harker
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 05:53 por Lukas
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Mar Nov 19 2024, 22:49 por Eltrant Tale
» Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Mar Nov 19 2024, 22:42 por Cohen
» [Zona de culto] Altar de las Runas de los Baldíos
Lun Nov 18 2024, 12:29 por Tyr
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Lun Nov 18 2024, 04:12 por Amice M. Hidalgo
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Sáb Nov 16 2024, 21:38 por Tyr
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér Nov 13 2024, 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar Nov 12 2024, 04:51 por Tyr
» Derecho Aerandiano [Libre]
Dom Nov 10 2024, 13:36 por Tyr
» Propaganda Peligrosa - Priv. Zagreus - (Trabajo / Noche)
Vie Nov 08 2024, 18:40 por Lukas
» Lamentos de un corazón congelado [Libre 3/3]
Vie Nov 08 2024, 01:19 por Tyr