Camino que une [Privado] CERRADO
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Camino que une [Privado] CERRADO
La luz de la mañana hacía que Iori se sintiese más animada. Por supuesto que la compañía de Aylizz a su lado no tenía nada que ver. Tras pasar la noche en la posada, la humana era extrañamente más sensible a la presencia de la elfa. Era capaz de percibir con mayor atención sus movimientos, apreciar su mirada y disfrutar del timbre de su voz que le recordaba al agua. Se sentía especialmente optimista caminando a su lado, con una sonrisa que no podía disimular. Tampoco quería.
Había sido precisamente Aylizz quien la había puesto en dirección al lago en donde vivía la bruja Helga. ¡Una bruja! Fíjate tú que cosas... que grande era el mundo fuera de la aldea Iori. Quizá allí podría obtener alguna dirección, alguna indicación por pequeña que fuese. Únicamente un anillo y todo el mundo abriéndose ante ella no parecía una empresa que pudiera acometer en la corta vida que tenía para averiguar. - Perdona que te pregunte, estás en tu derecho de pasar de mí no hace falta que te lo diga. Zelas fue el tercer elfo que conocí en mi vida, y me pareció absolutamente distinto a vosotros...- Podía hablar de Nousis sin decir Nousis. Los pronombres le daban el poder de esconderse detrás de ellos sin tener que pronunciar su nombre.
- Seguro que te parecen tonterías mis preguntas pero hasta ahora crecí en la última esquina del continente, en una pequeña aldea por la que no cruzan otra cosa que humanos. Demasiado a desmano como para ser un terreno interesante. - Amplió la sonrisa y miró a Aylizz de forma fugaz mientras continuaban caminando juntas. - ¡Pero tenemos termas! Te encantaría probarlas si un día te animas a venir hasta allí - Ofrecía su hospitalidad sin límites a la elfa, pero pensándolo con calma, que una criatura como ella apareciese en su pequeño hogar podía suponer todo un impacto para sus vecino. El mismo que había sido para ella. Hablarían de aquello durante generaciones seguro.
Había sido precisamente Aylizz quien la había puesto en dirección al lago en donde vivía la bruja Helga. ¡Una bruja! Fíjate tú que cosas... que grande era el mundo fuera de la aldea Iori. Quizá allí podría obtener alguna dirección, alguna indicación por pequeña que fuese. Únicamente un anillo y todo el mundo abriéndose ante ella no parecía una empresa que pudiera acometer en la corta vida que tenía para averiguar. - Perdona que te pregunte, estás en tu derecho de pasar de mí no hace falta que te lo diga. Zelas fue el tercer elfo que conocí en mi vida, y me pareció absolutamente distinto a vosotros...- Podía hablar de Nousis sin decir Nousis. Los pronombres le daban el poder de esconderse detrás de ellos sin tener que pronunciar su nombre.
- Seguro que te parecen tonterías mis preguntas pero hasta ahora crecí en la última esquina del continente, en una pequeña aldea por la que no cruzan otra cosa que humanos. Demasiado a desmano como para ser un terreno interesante. - Amplió la sonrisa y miró a Aylizz de forma fugaz mientras continuaban caminando juntas. - ¡Pero tenemos termas! Te encantaría probarlas si un día te animas a venir hasta allí - Ofrecía su hospitalidad sin límites a la elfa, pero pensándolo con calma, que una criatura como ella apareciese en su pequeño hogar podía suponer todo un impacto para sus vecino. El mismo que había sido para ella. Hablarían de aquello durante generaciones seguro.
Última edición por Iori Li el Vie Jul 10 2020, 23:18, editado 1 vez
Iori Li
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
La cabeza le retumbaba a cada paso que daba y sus ojos eran especialmente sensibles a la luz de la mañana, aunque la brisa tempranera era de agradecer. Tenía que admitir que aquella última cerveza había estado de más, sobre todo para el tiempo que hacía que no tomaba nada fermentado, pero el ambiente tabernero nocturno era algo que siempre acababa embacuándola... Inteligente fue la humana, que aun habiéndole puesto la tentación en la mano, había decidido no tomar gota. Claro, que ya parecía tenía previsto partir poco después de haber salido el sol, al contrario que Aylizz, que de no haber decidido acompañarla aún estaría consultando con la almohada hacia dónde dirigirse tras dejar la habitación.
Sin parar de caminar, subió sus brazos hacia el cielo y se estiró entera, con la esperanza que al desperezar su cuerpo lo hiciera también su mente. Aun no se había parado a pensar con serenidad en la idea de dirigirse hacia el oeste, nada más y nada menos que para buscar a una bruja... ¿En qué momento aquello le había parecido un buen plan? ¿No podía haberse limitado a indicarle a la humana el camino y ya? De haber sido otra persona, seguramente así lo hubiera hecho, pero tratándose de ella... Tenía algo que la despertaba ese instinto protector, tal vez la inocencia con la que miraba el mundo o quizá lo vivido cuando aun eran simples desconocidas, aunque a decir verdad, ahora tampoco se conocían mucho. La pregunta acerca de Zelas la centró en la realidad, haciéndola soltar una ligera risa -Bueno... Los humanos no sois todos iguales, ¿verdad? Pues nosotros tampoco. Más allá de las orejas y nuestra habilidad innata, no nos parecemos más que el resto de los mortales.- se encogió de hombros, podía imaginarse qué idea tenía de su raza, probablemente la misma que la mayoría -Tenemos una cultura compartida, en mayor o menor medida, depende a quién le preguntes... Pero también usamos el cerebro y a veces, incluso, el corazón- bromeó.
Miró a su alrededor mientras Iori continuaba hablando, siempre excusándose, como si su mera existencia fuera motivo de disculpas. Para ser sincera, apenas estaba escuchando lo que decía, la escasa capacidad de concentración que todavía tenía estaba focalizada en salir del camino principal y buscar un sendero entre la maleza que le proporcionase la habitual seguridad que sentía en el bosque. -¡Ah! Un baño sí me daría...- vislumbró un hueco entre árboles que se abría paso a una zona más retirada por la que poder caminar -Ven, por aquí- dijo de repente, y agarró de la mano a Iori, de forma despreocupada, para guiarla. El día era claro, pero gracias a la frondosidad de árboles que ahora las amparaba, los rayos se filtraban sin ser tan agresivos. Se paró un momento para orientarse y pensar. Estaban a punto de dejar el bosque de Midgar atrás y con él, el gran río, que desde allí todavía se podía percibir ligeramente el sonido de sus aguas corrientes. No conocía la zona oeste, pero sabía que deberían caminar con mil ojos, pues según se adentraran, mayores peligros albergarían, al fin y al cabo si sus lecturas sobre el mundo estaban en lo cierto, aquella sería zona de vampiros. Su destino era el Lago de la Luna y aunque era conocedora de la existencia de poblaciones, sería mejor evitarlas, ya que sólo de pensar en sus habitantes y que podrían ser su tumba, le daban escalofríos. Pensó que la forma más adecuada de continuar sin perderse, sería dirigir sus pasos dirección norte, paralelos río arriba, caminando por las afueras de la extensa arboleda que las separaba del lago hasta que llegado el momento, tuvieran que adentrarse hacia el extremo más oeste para dar con Helga.
Indicó a su compañera que se agachara y ella hizo lo propio, agarrando una rama fina para dibujar en la tierra su mapa mental. -Deberíamos tardar así como una semana, si avanzamos a paso ligero y no paramos demasiado, dos a lo sumo.- Se frotó la cara y masajeó la zona frontal de su cabeza tras decir aquello, al pensar en la pesadez que notaba, aunque conforme avanzaba el día estaba más despejada, definitivamente la noche anterior no había sido la idónea para preceder una excursión como aquella. -Yo no me alejaría demasiado de los alrededores del río por el momento.- explicó.
Sin parar de caminar, subió sus brazos hacia el cielo y se estiró entera, con la esperanza que al desperezar su cuerpo lo hiciera también su mente. Aun no se había parado a pensar con serenidad en la idea de dirigirse hacia el oeste, nada más y nada menos que para buscar a una bruja... ¿En qué momento aquello le había parecido un buen plan? ¿No podía haberse limitado a indicarle a la humana el camino y ya? De haber sido otra persona, seguramente así lo hubiera hecho, pero tratándose de ella... Tenía algo que la despertaba ese instinto protector, tal vez la inocencia con la que miraba el mundo o quizá lo vivido cuando aun eran simples desconocidas, aunque a decir verdad, ahora tampoco se conocían mucho. La pregunta acerca de Zelas la centró en la realidad, haciéndola soltar una ligera risa -Bueno... Los humanos no sois todos iguales, ¿verdad? Pues nosotros tampoco. Más allá de las orejas y nuestra habilidad innata, no nos parecemos más que el resto de los mortales.- se encogió de hombros, podía imaginarse qué idea tenía de su raza, probablemente la misma que la mayoría -Tenemos una cultura compartida, en mayor o menor medida, depende a quién le preguntes... Pero también usamos el cerebro y a veces, incluso, el corazón- bromeó.
Miró a su alrededor mientras Iori continuaba hablando, siempre excusándose, como si su mera existencia fuera motivo de disculpas. Para ser sincera, apenas estaba escuchando lo que decía, la escasa capacidad de concentración que todavía tenía estaba focalizada en salir del camino principal y buscar un sendero entre la maleza que le proporcionase la habitual seguridad que sentía en el bosque. -¡Ah! Un baño sí me daría...- vislumbró un hueco entre árboles que se abría paso a una zona más retirada por la que poder caminar -Ven, por aquí- dijo de repente, y agarró de la mano a Iori, de forma despreocupada, para guiarla. El día era claro, pero gracias a la frondosidad de árboles que ahora las amparaba, los rayos se filtraban sin ser tan agresivos. Se paró un momento para orientarse y pensar. Estaban a punto de dejar el bosque de Midgar atrás y con él, el gran río, que desde allí todavía se podía percibir ligeramente el sonido de sus aguas corrientes. No conocía la zona oeste, pero sabía que deberían caminar con mil ojos, pues según se adentraran, mayores peligros albergarían, al fin y al cabo si sus lecturas sobre el mundo estaban en lo cierto, aquella sería zona de vampiros. Su destino era el Lago de la Luna y aunque era conocedora de la existencia de poblaciones, sería mejor evitarlas, ya que sólo de pensar en sus habitantes y que podrían ser su tumba, le daban escalofríos. Pensó que la forma más adecuada de continuar sin perderse, sería dirigir sus pasos dirección norte, paralelos río arriba, caminando por las afueras de la extensa arboleda que las separaba del lago hasta que llegado el momento, tuvieran que adentrarse hacia el extremo más oeste para dar con Helga.
Indicó a su compañera que se agachara y ella hizo lo propio, agarrando una rama fina para dibujar en la tierra su mapa mental. -Deberíamos tardar así como una semana, si avanzamos a paso ligero y no paramos demasiado, dos a lo sumo.- Se frotó la cara y masajeó la zona frontal de su cabeza tras decir aquello, al pensar en la pesadez que notaba, aunque conforme avanzaba el día estaba más despejada, definitivamente la noche anterior no había sido la idónea para preceder una excursión como aquella. -Yo no me alejaría demasiado de los alrededores del río por el momento.- explicó.
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Última edición por Aylizz Wendell el Miér Mayo 20 2020, 17:35, editado 1 vez
Aylizz Wendell
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
Las palabras de Aylizz hicieron que ella pensase con calma, en qué hubiera pasado si fuese la elfa quien le hiciese un comentario como aquel sobre los humanos. Claro que no todos eran iguales. Iori, mente preclara lista y en acción. Pero su educación pesaba de momento más que su experiencia. Recordaba las historias que en ocasiones se contaban, en la hoguera de la plaza principal de su aldea, cuando el tiempo era cálido. O en al refugio de la casa del jefe, que disponía de un gran salón con un fuego central en el que se juntaban para pasar las oscuras noches del frío invierno.
No en pocas ocasiones la humana se había quedado dormida, cerca del calor de la lumbre mientras seres como elfos o brujos poblaban las narraciones de unas historias casi irreales. Historias que habían tenido lugar en tiempo y distancia muy lejana a la que ella vivía. Para Iori, que fuesen invención o que hubieran sucedido a miles de leguas de distancia significaban lo mismo. Imposibilidad. Cosas que en su mundo no existían. Y sin embargo, caminar observando a Aylizz de medio lado, con las orejas tan particulares asomando bajo su pelo evidenciaba que aquello era muy real.
- Creo que entre vuestra raza hay más camaradería por lo que se percibe, que entre lo que he visto ahora que hay entre los humanos. Bueno, en mi aldea hay buen ambiente, eso es verdad, pero las ciudades son auténticos... - Infiernos. Pensó. Pero no lo expresó. A medida que avanzaban en su camino, la elfa parecía ir llenándose de ánimo. Se sentía en deuda con ella, cuando se ofreció a acompañarla para llegar hasta Helga la Bruja. Cuando notó como su mano se aferraba a la de ella, notó el corazón golpeando con fuerza en el pecho. No era la primera vez que la humana establecía aquel tipo de contacto casual con alguien. Pero hasta el momento todas esas personas eran gente de su entorno. Personas conocidas con las que había compartido años de vida. Bueno, y él.
Sacudió la cabeza y observando como la piel clara de Aylizz agarraba su mano sirvió como contramedida para evitar que el recuerdo del moreno se abriese paso a su conciencia presente. Funcionó, de una manera increíblemente efectiva. Ella apenas conocía nada del mundo más allá de los campos de cultivo de Verisar, y la elfa en cambio demostraba conocimiento del terreno de una forma que hacía sentir como la admiración crecía por ella. - Si es necesario hacer noche, creo que será más adecuado dormir entre la vegetación que acercarnos a zonas habitadas - le dio la razón mientras recordaba la última noche. El peligro no había sido real, y sin embargo compartir mesa con Zelas podría haberlas metido en un pequeño problema. O grande. A saber.
Cuando se agacharon, observó la maestría con la que Aylizz dibujaba en la tierra. Su mirada azul se paseaba, repartida entre los trazos que diseñaba con maestría en el suelo, y el rictus concentrado que mostraba en el rostro. La luz en aquella zona era suave, gracias a la protección que ofrecían las ramas llenas de hojas verdes. Y aunque el sol no acariciaba de forma directa con sus rayos, su compañera parecía brillar de alguna manera. Como si no fuese únicamente el cielo de donde venía la luz intensa aquel día. Esbozó una suave sonrisa y asintió por inercia más que por convicción a lo que la elfa decía. - Me parece buen plan. Evidentemente que me parece buen plan. Incluso si me dijeses que debemos de avanzar haciendo el pino me parecería buen plan -
Iori se alzó y comenzó a caminar, y como para reforzar su afirmación, saltó en el aire para llevar sus piernas al pecho. Realizó un par de giros sobre su espalda hacia atrás, y al tercero, cuando estaba en posición de que su cabeza cayese a plomo en el suelo, extendió la palma de las manos para aterrizar con ellas en el suelo, en equilibrio. La presencia de Aylizz la cargaba de adrenalina, y esa sustancia fluyendo en su sangre la ponía ansiosa. Parecer un mono delante de ella no le importaba, ya que en aquel momento sentía que de esa forma quizá podría recuperar la posición original de su estómago. Sonrió mirando boca abajo a la elfa y comenzó a caminar unos metros en aquella posición, notando la humedad de la tierra en las palmas y escuchando cercana la corriente de agua.
No en pocas ocasiones la humana se había quedado dormida, cerca del calor de la lumbre mientras seres como elfos o brujos poblaban las narraciones de unas historias casi irreales. Historias que habían tenido lugar en tiempo y distancia muy lejana a la que ella vivía. Para Iori, que fuesen invención o que hubieran sucedido a miles de leguas de distancia significaban lo mismo. Imposibilidad. Cosas que en su mundo no existían. Y sin embargo, caminar observando a Aylizz de medio lado, con las orejas tan particulares asomando bajo su pelo evidenciaba que aquello era muy real.
- Creo que entre vuestra raza hay más camaradería por lo que se percibe, que entre lo que he visto ahora que hay entre los humanos. Bueno, en mi aldea hay buen ambiente, eso es verdad, pero las ciudades son auténticos... - Infiernos. Pensó. Pero no lo expresó. A medida que avanzaban en su camino, la elfa parecía ir llenándose de ánimo. Se sentía en deuda con ella, cuando se ofreció a acompañarla para llegar hasta Helga la Bruja. Cuando notó como su mano se aferraba a la de ella, notó el corazón golpeando con fuerza en el pecho. No era la primera vez que la humana establecía aquel tipo de contacto casual con alguien. Pero hasta el momento todas esas personas eran gente de su entorno. Personas conocidas con las que había compartido años de vida. Bueno, y él.
Sacudió la cabeza y observando como la piel clara de Aylizz agarraba su mano sirvió como contramedida para evitar que el recuerdo del moreno se abriese paso a su conciencia presente. Funcionó, de una manera increíblemente efectiva. Ella apenas conocía nada del mundo más allá de los campos de cultivo de Verisar, y la elfa en cambio demostraba conocimiento del terreno de una forma que hacía sentir como la admiración crecía por ella. - Si es necesario hacer noche, creo que será más adecuado dormir entre la vegetación que acercarnos a zonas habitadas - le dio la razón mientras recordaba la última noche. El peligro no había sido real, y sin embargo compartir mesa con Zelas podría haberlas metido en un pequeño problema. O grande. A saber.
Cuando se agacharon, observó la maestría con la que Aylizz dibujaba en la tierra. Su mirada azul se paseaba, repartida entre los trazos que diseñaba con maestría en el suelo, y el rictus concentrado que mostraba en el rostro. La luz en aquella zona era suave, gracias a la protección que ofrecían las ramas llenas de hojas verdes. Y aunque el sol no acariciaba de forma directa con sus rayos, su compañera parecía brillar de alguna manera. Como si no fuese únicamente el cielo de donde venía la luz intensa aquel día. Esbozó una suave sonrisa y asintió por inercia más que por convicción a lo que la elfa decía. - Me parece buen plan. Evidentemente que me parece buen plan. Incluso si me dijeses que debemos de avanzar haciendo el pino me parecería buen plan -
Iori se alzó y comenzó a caminar, y como para reforzar su afirmación, saltó en el aire para llevar sus piernas al pecho. Realizó un par de giros sobre su espalda hacia atrás, y al tercero, cuando estaba en posición de que su cabeza cayese a plomo en el suelo, extendió la palma de las manos para aterrizar con ellas en el suelo, en equilibrio. La presencia de Aylizz la cargaba de adrenalina, y esa sustancia fluyendo en su sangre la ponía ansiosa. Parecer un mono delante de ella no le importaba, ya que en aquel momento sentía que de esa forma quizá podría recuperar la posición original de su estómago. Sonrió mirando boca abajo a la elfa y comenzó a caminar unos metros en aquella posición, notando la humedad de la tierra en las palmas y escuchando cercana la corriente de agua.
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Iori Li
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
-¿Nidos de serpientes?- se tomó la libertad de acabar la frase de Iori en referencia a las ciudades humanas, el comentario fue sincero y para nada premeditado, tal como lo pensaba. Hasta el momento sólo había tenido una estancia en la gran ciudad, casualmente con aquella misma humana que ahora caminaba junto a ella, pero había sido más que suficiente para hacerse a la idea de cómo era la vida en la urbe y para saber que no era eso a lo que aspiraba si llegado el momento se asentaba en algún lugar. Tampoco se permitía olvidar las últimas palabras que la dedicó el tercer integrante de aquel grupo que por casualidad cruzó sus caminos en Baslodia, "ten cuidado".
Recordaba el tono solemne y realmente preocupado cuando se refirió a las tierras de los hombres, algo que sin duda dejaba entrever no muy buenas experiencias de aquel viajante que extrañamente, sin apenas conocerle, había hecho despertar en ella un compañerismo inmediato. Tal vez era eso a lo que se refería la morena con aquello de la camaradería, aunque por su parte no se trataba de un aspecto únicamente racial, sino de sentirse respaldada, protegida, acompañada... Valorada. Claro que esa sensación de encontrase entre amigos era más fácil de sentir entre aquellos que habían sido educados en los mismos valores fraternales que ella. -Supongo que la historia nos ha hecho así. Mi pueblo se vio obligado a reducir su territorio a los bosques de Sandorai y a depender únicamente unos de otros, desde la cuna nos enseñan que los lazos de sangre son... ¿sagrados? No sé cómo explicarlo...- al escucharse decir esas palabras en voz alta, hizo una breve pausa y a su cabeza llegó la imagen de su padre y de su hermano, plácidamente dormidos sin imaginarse que la cena previa había sido una despedida, la noche que abandonó su aldea. -Digamos que lo que vosotros entendéis como "familia extensa", para nosotros abarca toda la raza.- se rascó la cabeza, como si escudriñara dentro de su mente la mejor manera de hablar de su cultura, ya que no estaba acostumbrada a tratar ese tema -A ver... Tenemos clanes, aldeas, hermandad entre unas y otras incluso, y para nada nos conocemos todos... Pero es de esperar que si te encuentras con uno de los tuyos, el trato sea cuanto menos cordial.- aquello le pareció suficiente para empezar, aunque intuía que aquella no sería la única lección que le brindaría a la humana.
Agradeció que la chica aceptara su idea de viaje y el aporte de su preferencia por dormir a la intemperie la confortó, ella estaba acostumbrada a dormir en las ramas o bajo las estrellas, pero no sabía hasta qué punto podía esperar lo mismo de su compañera. -Descuida, en lo que a mí respecta, he tenido cama suficiente para una temporada.- respiró profundo, impregnando sus fosas nasales del agradable olor a bosque y llenando los pulmones, para después expirar con un placentero suspiro -Me gusta esto, ¿sabes? La brisa, la suavidad de los rayos en la piel... El canto de los pájaros, los chirridos de las ramas... La paz. Si por mí fuera, me pasaría el día tumbada bajo un árbol. Además, empieza a notarse que el invierno comienza a quedar atrás y las noches no son tan duras.- comentó.
Se quedó traspuesta cuando repentinamente Iori comenzó a hacer acrobacias, la miró con extrañeza caminar sobre sus manos, era la primera vez que demostraba tal habilidad. -¿Estás bien?- preguntó tras una risa. Caminó tras ella, sin dejar de observarla, incluso llegó a empujarla ligeramente las piernas para hacerla perder el equilibrio, a modo de juego. Era extraño, apenas sabía nada de aquella joven y sin embargo notaba hacia ella una llamativa afinidad. Desprendía un aura puro, inocente, divertido, que le transmitía calma y confianza, además de curiosidad por saber de qué manera alguien como ella había sido capaz de atravesar medio mundo y seguir viva para contarlo, ¿chica con suerte? En realidad, tampoco eran tan diferentes. Cualquiera podría pensar lo mismo de Aylizz, una elfa autodidacta que apenas había comenzado a caminar sola fuera de sus tierras, que había ido y venido sin un rasguño. De alguna manera las dos estaban empezando a vivir, pero era agradable haberse cruzado con ella en el camino una vez más.
Recordaba el tono solemne y realmente preocupado cuando se refirió a las tierras de los hombres, algo que sin duda dejaba entrever no muy buenas experiencias de aquel viajante que extrañamente, sin apenas conocerle, había hecho despertar en ella un compañerismo inmediato. Tal vez era eso a lo que se refería la morena con aquello de la camaradería, aunque por su parte no se trataba de un aspecto únicamente racial, sino de sentirse respaldada, protegida, acompañada... Valorada. Claro que esa sensación de encontrase entre amigos era más fácil de sentir entre aquellos que habían sido educados en los mismos valores fraternales que ella. -Supongo que la historia nos ha hecho así. Mi pueblo se vio obligado a reducir su territorio a los bosques de Sandorai y a depender únicamente unos de otros, desde la cuna nos enseñan que los lazos de sangre son... ¿sagrados? No sé cómo explicarlo...- al escucharse decir esas palabras en voz alta, hizo una breve pausa y a su cabeza llegó la imagen de su padre y de su hermano, plácidamente dormidos sin imaginarse que la cena previa había sido una despedida, la noche que abandonó su aldea. -Digamos que lo que vosotros entendéis como "familia extensa", para nosotros abarca toda la raza.- se rascó la cabeza, como si escudriñara dentro de su mente la mejor manera de hablar de su cultura, ya que no estaba acostumbrada a tratar ese tema -A ver... Tenemos clanes, aldeas, hermandad entre unas y otras incluso, y para nada nos conocemos todos... Pero es de esperar que si te encuentras con uno de los tuyos, el trato sea cuanto menos cordial.- aquello le pareció suficiente para empezar, aunque intuía que aquella no sería la única lección que le brindaría a la humana.
Agradeció que la chica aceptara su idea de viaje y el aporte de su preferencia por dormir a la intemperie la confortó, ella estaba acostumbrada a dormir en las ramas o bajo las estrellas, pero no sabía hasta qué punto podía esperar lo mismo de su compañera. -Descuida, en lo que a mí respecta, he tenido cama suficiente para una temporada.- respiró profundo, impregnando sus fosas nasales del agradable olor a bosque y llenando los pulmones, para después expirar con un placentero suspiro -Me gusta esto, ¿sabes? La brisa, la suavidad de los rayos en la piel... El canto de los pájaros, los chirridos de las ramas... La paz. Si por mí fuera, me pasaría el día tumbada bajo un árbol. Además, empieza a notarse que el invierno comienza a quedar atrás y las noches no son tan duras.- comentó.
Se quedó traspuesta cuando repentinamente Iori comenzó a hacer acrobacias, la miró con extrañeza caminar sobre sus manos, era la primera vez que demostraba tal habilidad. -¿Estás bien?- preguntó tras una risa. Caminó tras ella, sin dejar de observarla, incluso llegó a empujarla ligeramente las piernas para hacerla perder el equilibrio, a modo de juego. Era extraño, apenas sabía nada de aquella joven y sin embargo notaba hacia ella una llamativa afinidad. Desprendía un aura puro, inocente, divertido, que le transmitía calma y confianza, además de curiosidad por saber de qué manera alguien como ella había sido capaz de atravesar medio mundo y seguir viva para contarlo, ¿chica con suerte? En realidad, tampoco eran tan diferentes. Cualquiera podría pensar lo mismo de Aylizz, una elfa autodidacta que apenas había comenzado a caminar sola fuera de sus tierras, que había ido y venido sin un rasguño. De alguna manera las dos estaban empezando a vivir, pero era agradable haberse cruzado con ella en el camino una vez más.
Aylizz Wendell
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
Aun boca abajo, la humana podía distinguir bien los rasgos de Aylizz. Apreciar la expresión que cruzaba su cara mientras caminaba a su lado por aquel sendero, más comido por la vegetación que porque fuese una ruta habitualmente recorrida por personas. La sensibilidad que mostraba la elfa por el bosque, aún arriesgándose de caer en la trampa de generalizar, sabía que debía de ser un rasgo que compartía con todos los elfos. Ella misma, en sus circunstancias, sentía más afinidad por aquel tipo de entorno que por las humanas y frías ciudades por las que se había movido. Era capaz de comprenderla bien.
Cuando Aylizz tocó sus piernas el punto de equilibrio de Iori cambió. Podía haber luchado, intentado jugar para mantener el tipo delante de ella. Pero prefirió dejarse ir. Su cuerpo cayó al suelo rodando sobre la espalda hasta quedar tendida mirando las copas de los árboles entre risas. La elfa había barrido con ella tanto física como mentalmente. Pensar en ese concepto de familia extensa referida a toda la raza era un razonamiento al que Iori no sabía cómo llegar. Suspiró y cerró los ojos. Se sentía parte de su aldea, pero la palabra familia nunca había sido para ella. La asociaba a otras personas, y eso siempre había estado bien así. Nunca había echado en falta nada. Eso creía.
Alzó la mano para cubrir su rostro de los leves rayos de sol que atravesaban las espesas copas. - Aylizz - murmuró dejando a un lado el tono relajado que solía usar. - Sé que tú tienes más conocimiento y más mundo que yo. ¿Alguna vez viste algo similar a este tipo de anillo? - En su aldea nadie pudo decirle nada. Ni si quiera Durnik, el herrero estaba familiarizado con el metal ni con el trabajo en él. Únicamente el viejo Zakath le había dado una pista. De su época en Lunargenta como soldado de la guardia. Sin saber leer élfico, le había dicho que la forma de las líneas que se leían en la parte interna le recordaban a los textos de esa raza.
Se sentó de un tirón y se giró para mirar a la elfa de frente. Llevó la mano al anillo del pulgar y lo sacó con facilidad para mostrárselo en la palma de la mano. Clavó los ojos azules en ella y apenas pudo disimular la expresión de esperanza en su cara. - No sé en absoluto nada de él. - No desconfiaba. La humana tenía un defento muy malo que en un futuro la haría terminar aun peor. No era capaz de asumir que alguien podía no ser de confianza hasta que se lo demostraba a las claras. Nefer había sido un desgraciado porque la había intentando estafar desde el primer instante. Por lo tanto quedaba tachado. Pero excepto en ese tipo de casos, Iori no estaba preparada para moverse con seguridad por el mundo. Solo los Dioses sabían si con la elfa hacía bien o mal en depositar su fe.
Cuando Aylizz tocó sus piernas el punto de equilibrio de Iori cambió. Podía haber luchado, intentado jugar para mantener el tipo delante de ella. Pero prefirió dejarse ir. Su cuerpo cayó al suelo rodando sobre la espalda hasta quedar tendida mirando las copas de los árboles entre risas. La elfa había barrido con ella tanto física como mentalmente. Pensar en ese concepto de familia extensa referida a toda la raza era un razonamiento al que Iori no sabía cómo llegar. Suspiró y cerró los ojos. Se sentía parte de su aldea, pero la palabra familia nunca había sido para ella. La asociaba a otras personas, y eso siempre había estado bien así. Nunca había echado en falta nada. Eso creía.
Alzó la mano para cubrir su rostro de los leves rayos de sol que atravesaban las espesas copas. - Aylizz - murmuró dejando a un lado el tono relajado que solía usar. - Sé que tú tienes más conocimiento y más mundo que yo. ¿Alguna vez viste algo similar a este tipo de anillo? - En su aldea nadie pudo decirle nada. Ni si quiera Durnik, el herrero estaba familiarizado con el metal ni con el trabajo en él. Únicamente el viejo Zakath le había dado una pista. De su época en Lunargenta como soldado de la guardia. Sin saber leer élfico, le había dicho que la forma de las líneas que se leían en la parte interna le recordaban a los textos de esa raza.
Se sentó de un tirón y se giró para mirar a la elfa de frente. Llevó la mano al anillo del pulgar y lo sacó con facilidad para mostrárselo en la palma de la mano. Clavó los ojos azules en ella y apenas pudo disimular la expresión de esperanza en su cara. - No sé en absoluto nada de él. - No desconfiaba. La humana tenía un defento muy malo que en un futuro la haría terminar aun peor. No era capaz de asumir que alguien podía no ser de confianza hasta que se lo demostraba a las claras. Nefer había sido un desgraciado porque la había intentando estafar desde el primer instante. Por lo tanto quedaba tachado. Pero excepto en ese tipo de casos, Iori no estaba preparada para moverse con seguridad por el mundo. Solo los Dioses sabían si con la elfa hacía bien o mal en depositar su fe.
Iori Li
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
Pensaba, mientras caminaba, en el viaje que tenían por delante. Agradecía enormemente haber podido llenar el estómago antes de partir, porque apenas llevaba algunos frutos silvestres en su macuto, que había recogido antes de llegar a la posada. Esa era la parte complicada de pasar largos periodos en el bosque, intentar sobrevivir con lo que la naturaleza ofrecía. Desde luego, para alguien con habilidad en la caza no era un problema, si eras lo suficientemente cauteloso podías divisar animales de muchas clases, pero aquel desde luego no era su punto fuerte, no tanto por no tener las herramientas adecuadas -aunque hay que admitir que un arco y flechas serían lo ideal- sino por su especial sensibilidad hacia las que deberían ser sus presas, claro que si no quería morirse de hambre, llegaba un momento que tenía que hacerlo. Prefería recolectar todo lo que el bosque crease comestible o, si era posible, pescar. Puestos a elegir entre desollar un conejo o desespinar un pez, se decantaba por lo segundo, sin ninguna duda.
Cuando pareció que la sangre de todo su cuerpo había bajado hasta su cabeza, Iori se dejó caer suavemente para quedar tumbada en el suelo, donde se mantuvo unos segundos con aspecto pensativo. Aylizz decidió sentarse, en vistas de que aquel parecía ser su primer alto en el camino. La humana demandó su atención al nombrarla y notó en su voz un tono que distaba notablemente de la actitud que solía adoptar cuando hablaba, curiosa y despreocupada, pudiéndose percibir cierta ¿preocupación? La chica se incorporó y retiró de su dedo un anillo, para tendérselo a la elfa, que hasta el momento no había reparado en que su compañera llevaba tal joya consigo. Ella lo agarró y sosteniéndolo entre sus dedos índice y pulgar, lo examinó detenidamente, pues al juzgar por la mirada que la morena le dedicaba, podía intuirse que era de gran valor para ella. No tuvo que esforzarse para darse cuenta de que aquel pequeño objeto había sido forjado en sus tierras, había visto ese metal millones de veces y aunque para los suyos era algo común, era consciente de que fuera de Sandorai tenía cierto valor, ya que era una aleación de minerales que eran difíciles de encontrar fuera de los límites de sus tierras. -¿De dónde lo has sacado?- quiso saber. -Desde luego, esto no es humano. Y al juzgar por su desgaste, no es una pieza hecha hace poco, más bien al contrario, han debido pasar años desde su creación, me atrevería a decir que incluso décadas.- explicó. Observó los detalles grabados en las paredes internas de la sortija, que si bien eran palabras, no lograba distinguir lo que ponía. No cabía duda de que aquellas letras eran de su alfabeto, pero su lectura era inteligible, como si se tratara de otro idioma. Sacó su daga para comparar ambas escrituras, ya que aquel arma había pasado por las manos de varias generaciones, el grabado de la hoja recogía una escritura antigua. Aislando las letras y haciendo memoria, pensando en textos históricos que había leído en sus años de estudio antes de abandonar su casa, logró diferenciar dos términos claros. -Mira, acércate.- puso la arandela a la altura de los ojos de la que se encontraba a su lado, ahora perfil con perfil, y se las señaló con la punta del filo, para ser más precisa. -Aquí dice "enemigo" y esta palabra significa "espada".- indicó -No sé si te sirve de mucho, pero es todo lo que puedo decirte. Los caracteres son de mi lengua, pero quien lo escribiera no utilizó un dialecto común, ni mucho menos actual.- concluyó, devolviéndola el anillo.
Se puso en pie y se sacudió la ropa. La calidez del día, que ya había avanzado hasta las horas centrales de la mañana, hacía innecesario el uso de capa, por lo que decidió que por el momento la guardaría hecha un ovillo en la bolsa de viaje. Se ahuecó el pelo y se lo trenzo, atándolo en el extremo con un trozo de cuerda fina que siempre utilizaba cuando quería más comodidad. -Sigamos, el camino es largo.- y extendió su brazo a Iori, ofreciéndole la mano para ayudarla a levantar. Caminaron durante horas, acercándose hasta la orilla del río en alguna ocasión para hidratarse y relajar las piernas antes de regresar a los senderos que, a pesar de no estar ocultos en las profundidades del bosque, resguardaban lo suficiente del camino principal como para no encontrarse con nadie directamente, tan sólo escuchar en la cercanía alguna caravana comercial o diferentes grupos de viajantes que iban o venían. Cuando el sol de la tarde empezaba a flaquear, decidieron dejar de avanzar y buscar por la zona algún lugar seguro donde encender una hoguera y para pasar la noche.
Cuando pareció que la sangre de todo su cuerpo había bajado hasta su cabeza, Iori se dejó caer suavemente para quedar tumbada en el suelo, donde se mantuvo unos segundos con aspecto pensativo. Aylizz decidió sentarse, en vistas de que aquel parecía ser su primer alto en el camino. La humana demandó su atención al nombrarla y notó en su voz un tono que distaba notablemente de la actitud que solía adoptar cuando hablaba, curiosa y despreocupada, pudiéndose percibir cierta ¿preocupación? La chica se incorporó y retiró de su dedo un anillo, para tendérselo a la elfa, que hasta el momento no había reparado en que su compañera llevaba tal joya consigo. Ella lo agarró y sosteniéndolo entre sus dedos índice y pulgar, lo examinó detenidamente, pues al juzgar por la mirada que la morena le dedicaba, podía intuirse que era de gran valor para ella. No tuvo que esforzarse para darse cuenta de que aquel pequeño objeto había sido forjado en sus tierras, había visto ese metal millones de veces y aunque para los suyos era algo común, era consciente de que fuera de Sandorai tenía cierto valor, ya que era una aleación de minerales que eran difíciles de encontrar fuera de los límites de sus tierras. -¿De dónde lo has sacado?- quiso saber. -Desde luego, esto no es humano. Y al juzgar por su desgaste, no es una pieza hecha hace poco, más bien al contrario, han debido pasar años desde su creación, me atrevería a decir que incluso décadas.- explicó. Observó los detalles grabados en las paredes internas de la sortija, que si bien eran palabras, no lograba distinguir lo que ponía. No cabía duda de que aquellas letras eran de su alfabeto, pero su lectura era inteligible, como si se tratara de otro idioma. Sacó su daga para comparar ambas escrituras, ya que aquel arma había pasado por las manos de varias generaciones, el grabado de la hoja recogía una escritura antigua. Aislando las letras y haciendo memoria, pensando en textos históricos que había leído en sus años de estudio antes de abandonar su casa, logró diferenciar dos términos claros. -Mira, acércate.- puso la arandela a la altura de los ojos de la que se encontraba a su lado, ahora perfil con perfil, y se las señaló con la punta del filo, para ser más precisa. -Aquí dice "enemigo" y esta palabra significa "espada".- indicó -No sé si te sirve de mucho, pero es todo lo que puedo decirte. Los caracteres son de mi lengua, pero quien lo escribiera no utilizó un dialecto común, ni mucho menos actual.- concluyó, devolviéndola el anillo.
Se puso en pie y se sacudió la ropa. La calidez del día, que ya había avanzado hasta las horas centrales de la mañana, hacía innecesario el uso de capa, por lo que decidió que por el momento la guardaría hecha un ovillo en la bolsa de viaje. Se ahuecó el pelo y se lo trenzo, atándolo en el extremo con un trozo de cuerda fina que siempre utilizaba cuando quería más comodidad. -Sigamos, el camino es largo.- y extendió su brazo a Iori, ofreciéndole la mano para ayudarla a levantar. Caminaron durante horas, acercándose hasta la orilla del río en alguna ocasión para hidratarse y relajar las piernas antes de regresar a los senderos que, a pesar de no estar ocultos en las profundidades del bosque, resguardaban lo suficiente del camino principal como para no encontrarse con nadie directamente, tan sólo escuchar en la cercanía alguna caravana comercial o diferentes grupos de viajantes que iban o venían. Cuando el sol de la tarde empezaba a flaquear, decidieron dejar de avanzar y buscar por la zona algún lugar seguro donde encender una hoguera y para pasar la noche.
Aylizz Wendell
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
Iori imaginó que, por la forma en la que Aylizz frunció el ceño reconoció al instante aquel objeto. La observó mientras sus ojos escudriñaban, fijándose en la superficie y el interior del anillo. Evidentemente ella sabía leer. Élfico, lengua común, las estrellas del cielo y hasta su corazón si se lo proponía. Iori en cambio, apenas distinguía las letras más habituales. Hasta salir de su aldea no fue consciente de todo lo que se perdía debido a su escaso nivel de conocimientos. Apretó los labios espectante, esperando, deseando que de alguna manera ella pudiera darle algún dato.
Antiguo. Décadas incluso. Los ojos azules se abrieron mucho con aquella información. El anillo literalmente estaba cantando a Aylizz datos de su propia historia. - ¿En serio...? - Miró con una sonrisa mal disimulada a la elfa mientras se acercaba más a ella, a escasos centímetros, dejando al anillo ser el vértice que las unía a ambas. Lo que para ella era un absoluto misterio de trazos sin significado, la elfa fue capaz de entrever en ello lo suficiente como para poder extraer dos palabras en claro. - ¿Enemigo y espada?- repitió memorizando las dos palabras. Y notando como la intriga crecía todavía más en ella.
La humana aceptaba que un ser como ella estaba lejos de alcanzar un conocimiento real y profundo de las cosas. Pero en aquel instante, el resto del significado de las palabras que le faltaban se clavaron en su conciencia como si fuesen el reto más importante al que se iba a enfrentar en su vida. Enemigo y espada, aún faltando el resto del mensaje, le hacían pensar que lo que estaba escrito dentro del anillo distaba mucho de ser una especie de dedicatoria cariñosa o una bendición de los Dioses. - Es increíble que seas capaz de leer eso... yo lo miro y simplemente no soy capaz de ver más allá de las líneas y las curvas que forman esos trazos...-
Grabó en su mente la posición de esas dos palabras que Aylizz le había traducido, completamente dispuesta a practicar en algún momento su escritura. Se levantó todavía en el aire, dejando que ella tirase con firmeza de su mano y cavilando continuó por inercia un rato en su compañía. Pensaba que el anillo en si era un único enigma, pero ahora veía que las cosas se complicaban, y del camino original se abrían más ramificaciones y cada una de ellas conducía a una duda. ¿Cuántos años tenía aquel anillo? ¿Cuál era la traducción completa de la inscripción? ¿Qué significado estaba detrás de una frase con las palabras enemigo y espada? Y lo más importante, ¿A quién había pertenecido?
Sacudió la cabeza apartando la vista del suelo. Lugar en el cual la había tenido clavada en lo que llevaban caminando. Alzó de nuevo la vista y observó dándose cuenta en ese instante de que la elfa había atado su pelo en una hermosa trenza. Disminuía el impacto de su melena suelta al aire, pero de alguna forma, realzaba las facciones de su rostro y destacaba la esbeltez de su cuello. La siguió sin cuestionarse a dónde iba. Con la fe ciega que deposita un niño pequeño en la primera mano amiga que lo trata bien. Sin límites, sin barreras. Sabía moverse bien, era silenciosa, sin apenas levantar ruido con sus pasos a pesar de lo irregular del terreno. Y avanzaba esquivando a los grupos de personas que circulaban cerca de ellas por el camino principal. Ayl era increíble. Y eso le gustaba a Iori.
Cuando la luz del ocaso cubrió con destellos naranjas el bosque, supieron que era momento para detenerse en el camino. Encontraron un pequeño abrigo aprovechando la pendiente de la ladera. Iori ahuecó un poco el terreno con el pie, preparando una pequeña oquedad en la tierra. - Nos servirá para encender un pequeño fuego - Continuaron en silencio, buscando ramas del suelo lo suficientemente secas como para poder hacer buen fuego con ellas. Las ayudaría a permanecer calientes de noche y ahuyentaría a la mayor parte de animales de la zona. Los seres de dos patas ya... eran otro cantar. El fuego crepitaba ya y ambas se encontraban cómodamente sentadas. La humana extrajo de su bolsa la mitad de una hogaza y una cuña de queso curado.
- Crecí en la aldea de la que procedo. Vivo allí desde antes que pueda recordar pero no es el lugar en el que nací. Me encontraron en una lobera abandonada, guiados por mis llantos una mañana de invierno. Por mi apariencia los ancianos de la aldea contaron que debía de tener entre 6 y 10 meses. Depende de la alimentación los bebés cambian mucho... pasa también con las crías de animales - Cortó suficiente pan para ambas y cuando colocó una buena rodaja de queso en cada una le tendió dos grandes tostadas a Aylizz. - Era todo lo que sabía, y todo lo que necesitaba realmente. Siempre estuvo bien. En la aldea me acogieron, me criaron, me protegieron y me educaron. Lo que soy se lo debo a todos y cada uno de ellos.-
Guardó el pan y el queso, y sacando un pedazo más pequeño de lo que parecía jamón curado, cortó unas finas lascas manejando el cuchillo con mano experta. - Al regresar de nuevo tras lo de Baslodia... el viejo Zakath...- se interrumpió y miró un instante a Aylizz a los ojos, comprendiendo que ella no sabía nada de su vida en la aldea. - Zakath es un anciano que trabajó de soldado en Lunargenta muchos años. Se podría decir que de todos los aldeanos es la persona por la que siento un apego más especial. Es una especie de abuelo para todos los jóvenes - Le tendió la mitad de la carne seca que había cortado y volviendo la vista al fuego se dispuso a cenar, y a continuar el relato. - El me entregó el anillo. Me contó que cuando me encontraron en aquel lugar, estaba envuelta en varios pedazos de tela y que entre los pliegues pegado a mi piel, encontraron el anillo.
Dio un bocado a la densa miga y masticó en silencio, sin añadir durante un rato nada más. Aylizz tendría tiempo de comprender lo que significaba aquella información y las posibilidades que ofrecía. - Es el único objeto relacionado con mi pasado. Nunca me cuestioné sobre mi origen. Yo... realmente doy gracias a los Dioses por la vida que se me ha dado. Trato de disfrutarla de la mejor manera posible, sin lastimar a nadie de forma innecesaria. Sin embargo... ¿Hago mal en querer saber? - Giró el rostro a la rubia y la miró con un leve matiz de culpabilidad en los ojos. - No sé porque estaba conmigo...- Dio vueltas en el dedo al anillo, mirando los reflejos del fuego en su superficie. - ¿Quizá las personas que lo dejaron allí conmigo lo robaron? ¿Podrían ser ellos mis padres? ¿Puede que fuese algún tipo de reliquia familiar? No lo sé... y me gustaría saber Ayl... solamente saber... algo. -
Antiguo. Décadas incluso. Los ojos azules se abrieron mucho con aquella información. El anillo literalmente estaba cantando a Aylizz datos de su propia historia. - ¿En serio...? - Miró con una sonrisa mal disimulada a la elfa mientras se acercaba más a ella, a escasos centímetros, dejando al anillo ser el vértice que las unía a ambas. Lo que para ella era un absoluto misterio de trazos sin significado, la elfa fue capaz de entrever en ello lo suficiente como para poder extraer dos palabras en claro. - ¿Enemigo y espada?- repitió memorizando las dos palabras. Y notando como la intriga crecía todavía más en ella.
La humana aceptaba que un ser como ella estaba lejos de alcanzar un conocimiento real y profundo de las cosas. Pero en aquel instante, el resto del significado de las palabras que le faltaban se clavaron en su conciencia como si fuesen el reto más importante al que se iba a enfrentar en su vida. Enemigo y espada, aún faltando el resto del mensaje, le hacían pensar que lo que estaba escrito dentro del anillo distaba mucho de ser una especie de dedicatoria cariñosa o una bendición de los Dioses. - Es increíble que seas capaz de leer eso... yo lo miro y simplemente no soy capaz de ver más allá de las líneas y las curvas que forman esos trazos...-
Grabó en su mente la posición de esas dos palabras que Aylizz le había traducido, completamente dispuesta a practicar en algún momento su escritura. Se levantó todavía en el aire, dejando que ella tirase con firmeza de su mano y cavilando continuó por inercia un rato en su compañía. Pensaba que el anillo en si era un único enigma, pero ahora veía que las cosas se complicaban, y del camino original se abrían más ramificaciones y cada una de ellas conducía a una duda. ¿Cuántos años tenía aquel anillo? ¿Cuál era la traducción completa de la inscripción? ¿Qué significado estaba detrás de una frase con las palabras enemigo y espada? Y lo más importante, ¿A quién había pertenecido?
Sacudió la cabeza apartando la vista del suelo. Lugar en el cual la había tenido clavada en lo que llevaban caminando. Alzó de nuevo la vista y observó dándose cuenta en ese instante de que la elfa había atado su pelo en una hermosa trenza. Disminuía el impacto de su melena suelta al aire, pero de alguna forma, realzaba las facciones de su rostro y destacaba la esbeltez de su cuello. La siguió sin cuestionarse a dónde iba. Con la fe ciega que deposita un niño pequeño en la primera mano amiga que lo trata bien. Sin límites, sin barreras. Sabía moverse bien, era silenciosa, sin apenas levantar ruido con sus pasos a pesar de lo irregular del terreno. Y avanzaba esquivando a los grupos de personas que circulaban cerca de ellas por el camino principal. Ayl era increíble. Y eso le gustaba a Iori.
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Cuando la luz del ocaso cubrió con destellos naranjas el bosque, supieron que era momento para detenerse en el camino. Encontraron un pequeño abrigo aprovechando la pendiente de la ladera. Iori ahuecó un poco el terreno con el pie, preparando una pequeña oquedad en la tierra. - Nos servirá para encender un pequeño fuego - Continuaron en silencio, buscando ramas del suelo lo suficientemente secas como para poder hacer buen fuego con ellas. Las ayudaría a permanecer calientes de noche y ahuyentaría a la mayor parte de animales de la zona. Los seres de dos patas ya... eran otro cantar. El fuego crepitaba ya y ambas se encontraban cómodamente sentadas. La humana extrajo de su bolsa la mitad de una hogaza y una cuña de queso curado.
- Crecí en la aldea de la que procedo. Vivo allí desde antes que pueda recordar pero no es el lugar en el que nací. Me encontraron en una lobera abandonada, guiados por mis llantos una mañana de invierno. Por mi apariencia los ancianos de la aldea contaron que debía de tener entre 6 y 10 meses. Depende de la alimentación los bebés cambian mucho... pasa también con las crías de animales - Cortó suficiente pan para ambas y cuando colocó una buena rodaja de queso en cada una le tendió dos grandes tostadas a Aylizz. - Era todo lo que sabía, y todo lo que necesitaba realmente. Siempre estuvo bien. En la aldea me acogieron, me criaron, me protegieron y me educaron. Lo que soy se lo debo a todos y cada uno de ellos.-
Guardó el pan y el queso, y sacando un pedazo más pequeño de lo que parecía jamón curado, cortó unas finas lascas manejando el cuchillo con mano experta. - Al regresar de nuevo tras lo de Baslodia... el viejo Zakath...- se interrumpió y miró un instante a Aylizz a los ojos, comprendiendo que ella no sabía nada de su vida en la aldea. - Zakath es un anciano que trabajó de soldado en Lunargenta muchos años. Se podría decir que de todos los aldeanos es la persona por la que siento un apego más especial. Es una especie de abuelo para todos los jóvenes - Le tendió la mitad de la carne seca que había cortado y volviendo la vista al fuego se dispuso a cenar, y a continuar el relato. - El me entregó el anillo. Me contó que cuando me encontraron en aquel lugar, estaba envuelta en varios pedazos de tela y que entre los pliegues pegado a mi piel, encontraron el anillo.
Dio un bocado a la densa miga y masticó en silencio, sin añadir durante un rato nada más. Aylizz tendría tiempo de comprender lo que significaba aquella información y las posibilidades que ofrecía. - Es el único objeto relacionado con mi pasado. Nunca me cuestioné sobre mi origen. Yo... realmente doy gracias a los Dioses por la vida que se me ha dado. Trato de disfrutarla de la mejor manera posible, sin lastimar a nadie de forma innecesaria. Sin embargo... ¿Hago mal en querer saber? - Giró el rostro a la rubia y la miró con un leve matiz de culpabilidad en los ojos. - No sé porque estaba conmigo...- Dio vueltas en el dedo al anillo, mirando los reflejos del fuego en su superficie. - ¿Quizá las personas que lo dejaron allí conmigo lo robaron? ¿Podrían ser ellos mis padres? ¿Puede que fuese algún tipo de reliquia familiar? No lo sé... y me gustaría saber Ayl... solamente saber... algo. -
Iori Li
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
Le hizo gracia el comentario de la humana ante su incapacidad para leer en elfico -Esa es la idea, para qué molestarnos en utilizar nuestro propio lenguaje si cualquiera puede aprenderlo.- y se encogió de hombros. El haber abandonado sus tierras no significaba renegar de su raza, al contrario, abrazaba pilares fundamentales de su cultura y los hacía suyos, y si algo no quería era extrapolar a todos sus congéneres los comportamientos y valores de su clan a los que ella era contraria. Aunque aquella generalizada opinión entre los suyos de ser mejores que otros que no comparten sus genes... No negaba que fueran, por lo que había podido experimentar, un pueblo más diplomático que otros y que el uso de la fuerza no fuera su predilección. Tampoco se podía obviar el hecho de que, como recientemente había apuntado su compañera, sus relaciones fueran más férreas y primase la obligación moral de guardarse las espaldas sólo por ser familia, aún sin conocerse. Pero de ahí a creerse superiores... Ella misma conocía elfos en su tierra a los que habría desterrado, abandonándolos a su suerte, de ser suya la decisión.
Aprovechando un desnivel del terreno, dieron con un buen lugar para acampar. Acto seguido de encender una hoguera, Iori la sorprendió sacando de su alforja algo para cenar, que generosamente la extendió sin preguntar. Sonrió ante el ofrecimiento y tras agradecerle, comenzó a comer. No tardó en romperse el silencio que tan sólo era interrumpido por el chisporroteo de las ramas en el fuego, de repente la chica empezó a contar su historia, como si guardara cosas dentro que estaba deseando compartir con alguien. Aylizz la escuchó con atención, no tanto porque la importase, sino más bien por no ser descortés ya que, al fin y al cabo, era la segunda vez aquel día que podía llenar el estómago a su costa. Se enterneció al atender cómo la encontraron siendo un bebé, ya en otras ocasiones había comentado aspectos de su aldea, pero nunca de manera tan profunda y sincera. ¿Cómo podía alguien debatirle, después de oír aquello, que no existen humanos con buenas intenciones? No la interrumpió, ella siguió hablando e inesperadamente, el relato se volvió interesante. No supo muy bien cómo reaccionar cuando la chica contó que el anillo que antes le había mostrado se encontraba con ella tras el abandono, no era raro que alguien llevase joyas elaboradas en Sandorai en otras partes de Aerandir, siempre que tuviera aeros para pagar su precio, pero dejarlas como si nada envueltas entre las mantas de una niña en mitad de la nada, incitaba a pensar que el valor de aquella sortija iba más allá de lo económico. Y entonces las palabras que fueron dichas a continuación la calaron de lleno, "¿Hago mal en querer saber?". -No.- sentenció. -Yo en tu situación también lo haría, ¿qué tipo de ser racional no tendría ese impulso?- preguntó con retórica. En realidad, ella misma se había emprendido su viaje con un objetivo parecido, ¿no? Aunque con el tiempo, las líneas que seguía se habían difuminado... Tal vez debería abandonar su intento o quizá tendría que volver a casa y empezar de nuevo. -Ahora me arrepiento de haberte hablado de una bruja para buscar respuestas. No pensé que tus inquietudes fueran tan profundas...- expresó con cierto tono de culpabilidad. No había estado demasiado lúcida aquella mañana y por los pocos detalles que le había dado acerca de esa intención de "conocer cosas del pasado", la elfa había dado por hecho que sólo buscaba una nueva aventura que poder contar en su aldea al regresar. Ahora se cuestionaba si recurrir a Helga era la mejor opción para la joven, al fin y al cabo ya tenía algo por dónde empezar a investigar, mucho más fiable, a su parecer, que una anciana jugando a ser el oráculo del mundo. Aunque por otro lado... ¿De qué le había servido a ella pasarse años entre pergaminos? Y hacer caso a rumores o suposiciones tampoco le había sido de ayuda. Además, maldecía el haberse encontrado con algunos de los suyos, elfos viajeros que podrían haber tenido algo que contar, pero no haber dispuesto del tiempo o la oportunidad de hacerles las preguntas adecuadas.
Tragó el último bocado de pan con queso y se recostó en el suelo, apoyando la cabeza en su zurrón a modo de almohada y echandose por cima la capa, improvisando una manta. Elevó la vista hacia el cielo, distinguiendo un manto de estrellas entre los árboles, y sin girarse hacia su compañera para mirarla, se dirigió a ella -Entiendo que tienes demasiadas dudas, pero no sé si las runas o que te lea la mano, o lo que sea que haga esa mujer, será lo mejor para resolverlas- comentó con cierto tono despectivo -Si quieres continuar, te acompañaré como te dije, pero deberías pensar en qué vas a preguntarle a esa adivina exactamente.- estaba a dispuesta a dar el tema por zanjado, cuando de repente, una nueva cuestión le rondó la cabeza -¿Por qué si sabías que los grabados del anillo eran elficos, no buscaste alguno que pudiera ayudarte? Somos fáciles de encontrar... No pasamos desapercibidos, precisamente.- preguntó con cierta jocosidad en lo último, sin analizar demasiado esa pregunta, obviando que tal vez eso era lo primero que había intentado hacer, aunque sin éxito, sin reparar en la más que realista posibilidad de que, de habiéndolo intentado, no le habría sido fácil dar con alguno de los suyos dispuesto a ayudar a una simple humana. Notó como al poco de aquella interrogación, los ojos empezaban a pesarle y su cuerpo le advertía que era hora de descansar, luchó contra el cansancio para atender la respuesta, pero la dulce voz de Iori entremezclada con el sonido de las llamas y sumada a la calidez que desprendían, por inercia se giró sobre su lado derecho, buscando una postura cómoda en la que dormir. Dirigió una última mirada a la humana, en señal de que daba por terminado día -Si te entrase frío, no tengas reparo en acercarte. La tela es amplia, puedes cubrirte con lo que me sobra.- y sin esperar respuesta, cedió ante la noche.
Abrió los ojos con los primeros cantos de los pájaros más madrugadores. El sol apenas asomaba por el este, pero se sentía descansada y llena de energía, nada comparado con la mañana anterior. Iori seguía durmiendo, aun era temprano así que se levantó en silencio y la dejó descansar un poco más antes de retomar la marcha. Cruzó el camino principal y llegó hasta el río, en cuya orilla se quedó de pie unos instantes, observando al rededor. Se encontraba en la más absoluta soledad. En un primer momento pensó en lavarse la cara y refrescarse un poco, pero ¿por qué no aprovechar para algo más? Buscó un lugar algo más recogido donde se desvistió y despacio, se metió en el agua. En el primer instante, su piel se erizó por el contraste, pero pasados los primeros minutos, notó como su cuerpo se activaba. La corriente era suave, el agua bajaba clara y se podía nadar con facilidad. De unas cuantas brazadas llegó hasta la otra orilla y tras coger aliento, hizo lo mismo de vuelta, hasta el lado donde había dejado su ropa airear. No fue un baño largo, lo suficiente para que el astro padre se dejara ver por completo, aunque aun apoyado sobre la línea del horizonte. Una vez se hubo vestido, aprovechó para meditar y practicar sus ejercicios mentales. Estaba inspirada y en armonía. Notaba la brisa de la mañana acariciando su pelo húmedo, manteniendo esa sensación fresca que despejaba la mente, los sonidos del bosque la envolvían, haciendo que por un momento se mimetizara con ellos y dejase de ser consciente del tiempo y el espacio. Sólo la calidez de los rayos en la cara la hicieron volver en sí misma, advirtiendo, por la posición del sol, que había pasado al menos una hora.
Se alejó del río de igual manera que había llegado, aunque esta vez no fue tan sencillo cruzar la cañada con total despreocupación, pues el avance del amanecer había supuesto que el tráfico de carros, caballos y andantes que habían reanudado la marcha. Igual que deberían haber hecho ellas, en lugar de haberse tomado la libertad de actuar como si viviera sin preocupaciones, sin responsabilidades, como si aquel lugar no fuera peligroso. ¿Lo era? Hasta donde ella sabía, sí. Cualquier lugar desconocido, de entrada, es peligroso. O al menos eso le habían enseñado... Y por lo experimentado hasta el momento, esa lección había resultado ser cierta más de una vez. Esperó oculta entre los árboles hasta que el último carro de un convoy de mercaderes que se dirigía al norte hubo sobrepasado su posición. ...Sí, han aumentado los ataques, pero qué esperan que hagamos, ¿dejar de vender?..., ...Tenemos familias, hay que comer..., ...Siempre hemos tenido que afrontar ciertos riesgos, ¡por eso voy armado!... Pudo distinguir algunas conversaciones de los hombres que más vociferaban, aunque tampoco le dio mayor importancia, supuso que esas serían las charlas habituales entre comerciantes, al fin y al cabo, eran el objetivo más jugoso para los bandidos.
Cuando llegó al lugar donde aún humeaban las ascuas de la hoguera, se encontró con su compañera aún se encontraba en el séptimo sueño. -¿De verdad?- pensó para sí, sin terminar de comprender cómo era posible que tumbada en una zona donde daba de lleno el sol y con el ajetreo que comenzaba ya a escucharse con más frecuencia por la ruta paralela a la que ellas seguían, ella siguiera tan tranquila. Agarró el bastón con el que dormía y la pinchó con él para despertarla -Arriba, bella durmiente. O se te va a juntar el desayuno con la comida.- Cuando vio que reaccionaba, dejó el palo en el suelo y se volvió hacia sus cosas y se equipó. -Aunque realidad no hay tiempo para tomar nada, si quieres comer tendrá que ser mientras caminamos.- y se quedó delante de ella, con los puños en las caderas, esperando que estuviese lista para partir.
Habían avanzado varios kilómetros, cuando el camino por el que seguían acabó en una zona abrupta, llena de maleza complicada de atravesar, desniveles y árboles caídos, que las impidieron continuar por aquel sendero. Examinó el entorno buscando una alternativa, aunque aquella no parecía tarea sencilla. Tarde o temprano iban a empezar a notar el cambio en el terreno si seguían avanzando. -Maldita sea... Tendremos que ir al principal, al menos por ahora.- Detestaba moverse tan al descubierto, pero las otras alternativas serían saltar de rama en rama o abrirse camino a navajazos entre las plantas, cualquiera de ambas las retrasaría demasiado. No habían caminado doscientos metros cuando se toparon con uno de los carros que no hacía mucho se había cruzado Aylizz. Tumbado, aunque entero, había sido atacado. No parecía un robo, había artículos y víveres esparcidos por los alrededores del vehículo, pero por su disposición parecía deberse a la caída, sin embargo los caballos no estaban. Tampoco se veía rastro de los encargados de los productos y el resto de la comitiva no había parecido preocuparse por ellos, de lo contrario habrían parado... Supuso. Sin saber muy bien cómo actuar ante aquella situación, se acercó al lateral del coche volcado, apoyó los brazos en él con intención de empujar, y desde allí miró a Iori.
Aprovechando un desnivel del terreno, dieron con un buen lugar para acampar. Acto seguido de encender una hoguera, Iori la sorprendió sacando de su alforja algo para cenar, que generosamente la extendió sin preguntar. Sonrió ante el ofrecimiento y tras agradecerle, comenzó a comer. No tardó en romperse el silencio que tan sólo era interrumpido por el chisporroteo de las ramas en el fuego, de repente la chica empezó a contar su historia, como si guardara cosas dentro que estaba deseando compartir con alguien. Aylizz la escuchó con atención, no tanto porque la importase, sino más bien por no ser descortés ya que, al fin y al cabo, era la segunda vez aquel día que podía llenar el estómago a su costa. Se enterneció al atender cómo la encontraron siendo un bebé, ya en otras ocasiones había comentado aspectos de su aldea, pero nunca de manera tan profunda y sincera. ¿Cómo podía alguien debatirle, después de oír aquello, que no existen humanos con buenas intenciones? No la interrumpió, ella siguió hablando e inesperadamente, el relato se volvió interesante. No supo muy bien cómo reaccionar cuando la chica contó que el anillo que antes le había mostrado se encontraba con ella tras el abandono, no era raro que alguien llevase joyas elaboradas en Sandorai en otras partes de Aerandir, siempre que tuviera aeros para pagar su precio, pero dejarlas como si nada envueltas entre las mantas de una niña en mitad de la nada, incitaba a pensar que el valor de aquella sortija iba más allá de lo económico. Y entonces las palabras que fueron dichas a continuación la calaron de lleno, "¿Hago mal en querer saber?". -No.- sentenció. -Yo en tu situación también lo haría, ¿qué tipo de ser racional no tendría ese impulso?- preguntó con retórica. En realidad, ella misma se había emprendido su viaje con un objetivo parecido, ¿no? Aunque con el tiempo, las líneas que seguía se habían difuminado... Tal vez debería abandonar su intento o quizá tendría que volver a casa y empezar de nuevo. -Ahora me arrepiento de haberte hablado de una bruja para buscar respuestas. No pensé que tus inquietudes fueran tan profundas...- expresó con cierto tono de culpabilidad. No había estado demasiado lúcida aquella mañana y por los pocos detalles que le había dado acerca de esa intención de "conocer cosas del pasado", la elfa había dado por hecho que sólo buscaba una nueva aventura que poder contar en su aldea al regresar. Ahora se cuestionaba si recurrir a Helga era la mejor opción para la joven, al fin y al cabo ya tenía algo por dónde empezar a investigar, mucho más fiable, a su parecer, que una anciana jugando a ser el oráculo del mundo. Aunque por otro lado... ¿De qué le había servido a ella pasarse años entre pergaminos? Y hacer caso a rumores o suposiciones tampoco le había sido de ayuda. Además, maldecía el haberse encontrado con algunos de los suyos, elfos viajeros que podrían haber tenido algo que contar, pero no haber dispuesto del tiempo o la oportunidad de hacerles las preguntas adecuadas.
Tragó el último bocado de pan con queso y se recostó en el suelo, apoyando la cabeza en su zurrón a modo de almohada y echandose por cima la capa, improvisando una manta. Elevó la vista hacia el cielo, distinguiendo un manto de estrellas entre los árboles, y sin girarse hacia su compañera para mirarla, se dirigió a ella -Entiendo que tienes demasiadas dudas, pero no sé si las runas o que te lea la mano, o lo que sea que haga esa mujer, será lo mejor para resolverlas- comentó con cierto tono despectivo -Si quieres continuar, te acompañaré como te dije, pero deberías pensar en qué vas a preguntarle a esa adivina exactamente.- estaba a dispuesta a dar el tema por zanjado, cuando de repente, una nueva cuestión le rondó la cabeza -¿Por qué si sabías que los grabados del anillo eran elficos, no buscaste alguno que pudiera ayudarte? Somos fáciles de encontrar... No pasamos desapercibidos, precisamente.- preguntó con cierta jocosidad en lo último, sin analizar demasiado esa pregunta, obviando que tal vez eso era lo primero que había intentado hacer, aunque sin éxito, sin reparar en la más que realista posibilidad de que, de habiéndolo intentado, no le habría sido fácil dar con alguno de los suyos dispuesto a ayudar a una simple humana. Notó como al poco de aquella interrogación, los ojos empezaban a pesarle y su cuerpo le advertía que era hora de descansar, luchó contra el cansancio para atender la respuesta, pero la dulce voz de Iori entremezclada con el sonido de las llamas y sumada a la calidez que desprendían, por inercia se giró sobre su lado derecho, buscando una postura cómoda en la que dormir. Dirigió una última mirada a la humana, en señal de que daba por terminado día -Si te entrase frío, no tengas reparo en acercarte. La tela es amplia, puedes cubrirte con lo que me sobra.- y sin esperar respuesta, cedió ante la noche.
(...)
Abrió los ojos con los primeros cantos de los pájaros más madrugadores. El sol apenas asomaba por el este, pero se sentía descansada y llena de energía, nada comparado con la mañana anterior. Iori seguía durmiendo, aun era temprano así que se levantó en silencio y la dejó descansar un poco más antes de retomar la marcha. Cruzó el camino principal y llegó hasta el río, en cuya orilla se quedó de pie unos instantes, observando al rededor. Se encontraba en la más absoluta soledad. En un primer momento pensó en lavarse la cara y refrescarse un poco, pero ¿por qué no aprovechar para algo más? Buscó un lugar algo más recogido donde se desvistió y despacio, se metió en el agua. En el primer instante, su piel se erizó por el contraste, pero pasados los primeros minutos, notó como su cuerpo se activaba. La corriente era suave, el agua bajaba clara y se podía nadar con facilidad. De unas cuantas brazadas llegó hasta la otra orilla y tras coger aliento, hizo lo mismo de vuelta, hasta el lado donde había dejado su ropa airear. No fue un baño largo, lo suficiente para que el astro padre se dejara ver por completo, aunque aun apoyado sobre la línea del horizonte. Una vez se hubo vestido, aprovechó para meditar y practicar sus ejercicios mentales. Estaba inspirada y en armonía. Notaba la brisa de la mañana acariciando su pelo húmedo, manteniendo esa sensación fresca que despejaba la mente, los sonidos del bosque la envolvían, haciendo que por un momento se mimetizara con ellos y dejase de ser consciente del tiempo y el espacio. Sólo la calidez de los rayos en la cara la hicieron volver en sí misma, advirtiendo, por la posición del sol, que había pasado al menos una hora.
Se alejó del río de igual manera que había llegado, aunque esta vez no fue tan sencillo cruzar la cañada con total despreocupación, pues el avance del amanecer había supuesto que el tráfico de carros, caballos y andantes que habían reanudado la marcha. Igual que deberían haber hecho ellas, en lugar de haberse tomado la libertad de actuar como si viviera sin preocupaciones, sin responsabilidades, como si aquel lugar no fuera peligroso. ¿Lo era? Hasta donde ella sabía, sí. Cualquier lugar desconocido, de entrada, es peligroso. O al menos eso le habían enseñado... Y por lo experimentado hasta el momento, esa lección había resultado ser cierta más de una vez. Esperó oculta entre los árboles hasta que el último carro de un convoy de mercaderes que se dirigía al norte hubo sobrepasado su posición. ...Sí, han aumentado los ataques, pero qué esperan que hagamos, ¿dejar de vender?..., ...Tenemos familias, hay que comer..., ...Siempre hemos tenido que afrontar ciertos riesgos, ¡por eso voy armado!... Pudo distinguir algunas conversaciones de los hombres que más vociferaban, aunque tampoco le dio mayor importancia, supuso que esas serían las charlas habituales entre comerciantes, al fin y al cabo, eran el objetivo más jugoso para los bandidos.
Cuando llegó al lugar donde aún humeaban las ascuas de la hoguera, se encontró con su compañera aún se encontraba en el séptimo sueño. -¿De verdad?- pensó para sí, sin terminar de comprender cómo era posible que tumbada en una zona donde daba de lleno el sol y con el ajetreo que comenzaba ya a escucharse con más frecuencia por la ruta paralela a la que ellas seguían, ella siguiera tan tranquila. Agarró el bastón con el que dormía y la pinchó con él para despertarla -Arriba, bella durmiente. O se te va a juntar el desayuno con la comida.- Cuando vio que reaccionaba, dejó el palo en el suelo y se volvió hacia sus cosas y se equipó. -Aunque realidad no hay tiempo para tomar nada, si quieres comer tendrá que ser mientras caminamos.- y se quedó delante de ella, con los puños en las caderas, esperando que estuviese lista para partir.
Habían avanzado varios kilómetros, cuando el camino por el que seguían acabó en una zona abrupta, llena de maleza complicada de atravesar, desniveles y árboles caídos, que las impidieron continuar por aquel sendero. Examinó el entorno buscando una alternativa, aunque aquella no parecía tarea sencilla. Tarde o temprano iban a empezar a notar el cambio en el terreno si seguían avanzando. -Maldita sea... Tendremos que ir al principal, al menos por ahora.- Detestaba moverse tan al descubierto, pero las otras alternativas serían saltar de rama en rama o abrirse camino a navajazos entre las plantas, cualquiera de ambas las retrasaría demasiado. No habían caminado doscientos metros cuando se toparon con uno de los carros que no hacía mucho se había cruzado Aylizz. Tumbado, aunque entero, había sido atacado. No parecía un robo, había artículos y víveres esparcidos por los alrededores del vehículo, pero por su disposición parecía deberse a la caída, sin embargo los caballos no estaban. Tampoco se veía rastro de los encargados de los productos y el resto de la comitiva no había parecido preocuparse por ellos, de lo contrario habrían parado... Supuso. Sin saber muy bien cómo actuar ante aquella situación, se acercó al lateral del coche volcado, apoyó los brazos en él con intención de empujar, y desde allí miró a Iori.
Aylizz Wendell
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
La voz de Aylizz tenía un toque mesmerizante. Además de la magia que poseía, cuando sus palabras fueron de comprensión hacia lo que Iori sentía, no pudo evitar que una amplia sonrisa se extendiese en su rostro. Querer saber parecía de lo más natural. Los pensamientos con los que se había mortificado así misma en aquellos días de camino no tenían una razón de ser real. Simplemente saber, conocer, ponerle origen de su nacimiento. Un punto de partida. Nada iba a cambiar en su vida, descubriese lo que descubriese, pero de alguna forma, la humana imaginaba que tenía que ayudarte a mirar las cosas con perspectiva. - No te preocupes, no se trata de algo realmente profundo. Al menos para mí. Se trata de personas que no he conocido por lo que no le puedo dar la importancia que tiene una familia para las personas que si saben lo que es eso - Se encogió de hombros, creyendo firmemente en lo que estaba diciendo.
Más animada, recuperando su optimismo gracias a las palabras de la elfa, Iori terminó la cena en su compañía. La noche era increíblemente silenciosa en aquel lugar. Supuso que aunque estaban en un tramo de bosque, se encontraban tan próximas al camino principal de circulación que los animales salvajes no sentían inclinación natural a aparecer por allí. - Oh, no lo sabía. El viejo Zakath me dijo que esos trazos le recordaban a las letras élficas que había podido ver en los años que trabajó en Lunargenta, pero él tampoco estaba seguro. Hasta hace un rato cuando te lo enseñé no sabía si era buena idea consultarte o no. Desconozco todo sobre vuestra raza y cultura, no quería hacer algo que fuese equivocado...- Amplió la sonrisa que le dirigía y se dejó caer de forma despreocupada, tumbándose a su lado mirando hacia arriba.
Acomodó la cabeza bajo las palmas de las manos extendiendo los brazos por encima de los hombros. - Cuando encontremos a Helga, sabré lo que tengo que preguntarle en ese momento. Prefiero no pensar en ello antes de tiempo. Si al final no damos con ella no me llevaré decepción - Así era más fácil vivir. No poner expectativas en los demás, confiando únicamente en ella misma. Así había crecido y de momento le había ido bien. La elfa le ofreció compartir calor y capa, y antes de que Iori tuviese oportunidad de decirle nada más, notó como se quedaba dormida. La humana se incorporó apoyándose sobre un codo de costado, y observó el rostro de la elfa por encima de su silueta tumbada. Entre la frondosidad de los árboles apenas se filtraba la luz de la luna, y únicamente las pequeñas ascuas de la hoguera a sus pies iluminaba en tonos cobrizos la piel de Aylizz.
Perdió la noción del tiempo que estuvo observándola en silencio. Recorrió con la vista cada línea de su cara, haciendo un mapa mental en su cabeza. No poner expectativas en los demás era difícil, cuando Aylizz hacía camino a su lado de aquella manera. No estaba segura de cómo habría reaccionado ella en caso de ser al contrario. ¿La ayudaría de aquella manera tan desinteresada? Se deslizó en el suelo sin hacer apenas ruido y se aovillo contra su espalda. Notaba el calor que desprendía la elfa y no le costó ni un minuto caer en un profundo sueño.
Hasta que notó algo duro clavándose con suavidad en su costado. Iori se giró y rió entre dientes, mientras escuchaba la voz de Aylizz abriéndose paso a su consciencia entre los últimos jirones de sueño. - Buenos días a ti también - sonrió mientras se sentaba para estirar los brazos hacia el cielo. Se aseguró de que la hoguera ya apagada quedaba cubierta con tierra, comprobó que llevaba en la pequeña alforja todas sus pertenencias, y humedeciendo las manos con el agua de su cantimplora mojó la cara para terminar de espabilar. - Podremos comer por el camino - aseguró notándose a tope de energía. Había tenido un buen descanso. Avanzaron juntas comenzando la jornada hasta que el camino se hizo impracticable. No había forma de continuar por aquella travesía paralela, y tanto a Aylizz como a ella parecía disgustarles por igual tener que acceder a la vía principal. - Qué remedio...- murmuró mientras seguía a su compañera.
Cuando en el camino en el que no se habían cruzado con nadie, se dieron de bruces con aquella carreta Iori se quedó congelada. Comenzó a otear hasta donde alcanzaba la vista, y pretendió agudizar el oído para escuchar cualquier sonido que no proviniese de Aylizz o ella misma. Dudó más que su compañera, quedándose retrasada unos metros en el lugar en el que se detuvo mientras ella tomaba la iniciativa. Era una buena estructura, no demasiado grande pero sí lo suficiente como para poder transportar los productos que estaban tirados allí en el suelo. Los animales de tiro estaban desaparecidos. La humana no sabría decir si se los habrían llevado los dueños de la mercancía o si haberlos perdido fue el problema que causó el vuelco. Cuando la vio dispuesta con las manos apoyadas para empujar la estructura de madera, la mirada de Ayl tiró de ella sin necesidad de dar una orden. Colocando bien la alforja y el palo a la espalda, echó a correr para situarse a su lado, y con movimientos coordinados fueron capaces de colocarlo de nuevo sobre sus ruedas.
- No parece que los ejes estén dañados... Esta rueda está un poco torcida pero parece que ha sido por el golpe contra el suelo - Indicó señalando la de la izquierda trasera. - Qué raro que hayan dejado todo esto aquí, ¿No tendrías sitio para llevar esta mercancía con ellos? - Se inclinó para tomar una manzana del suelo y la limpió frotándola contra el lateral del pantalón. Se fijó entonces en unas marcas de cascos recientes en la tierra del camino. Unos metros por delante de la cabecera del carro. - Parece que los animales de tiro salieron corriendo...en esta dirección...- Señaló con la mano a un lateral del camino y avanzó cruzando los árboles que perfilaban el sendero. Más allá se extendía un campo abierto, y mirando el horizonte la humana no pudo creer su suerte. - ¡Anda! ¿Ese fue el problema? ¿Y tus dueños no te pudieron localizar?- Avanzó con paso confiado y una sonrisa en los labios, acercándose al que parecía había sido el animal que había desplazado la carreta.
Un fornido caballo de tiro la miraba con ligera desconfianza mientras ella se acercaba. Se habían quedado las riendas enredadas en una rama de un árbol cercano, y el pobre animal no había podido moverse de allí desde los Dioses sabían cuánto tiempo. - Tranquilo, te llevaremos de vuelta al camino principal.- Extendió la mano en la que llevaba la manzana que había recogido, y observó como las fosas nasales del caballo se dilataban inspirando su aroma. Apenas vaciló un instante más antes de dirigir su enorme mandíbula para deborar en dos bocados la fruta. - Está rica ¿eh? Sí, ya lo sé. A mí también me gustan mucho. Espera aquí quieto mientras te suelto de aquí...- La humana extendió las manos poniéndose delante del caballo para poder soltar las bridas de cuero de las ramas donde estaban atrapadas. Dos minutos después, subió acompañada del caballo hasta el camino en el que estaba la carreta. - Está capado. Los machos capados siempre son más dóciles y este está muy acostumbrado a las personas. Podríamos usarlo para tirar de la carreta hasta que encontremos a alguien que lo reconozca, no podemos dejarlo aquí solo. ¿Qué te parece Ayl? - Iori sonrió a la elfa mientras palmeaba con cariño los músculos del cuello del caballo.
Consiguieron cargar algo de los productos caídos, enganchar de nuevo las bridas del caballo a los asideros de madera del carro, y en mejores condiciones de lo que esperaban iniciaron el avance en el resto del día. Tuvieron tiempo para descansar, desayunar y disfrutar de los paisajes encontrándose con poca gente en el camino. En la ruta encontraron una posada, y tras hacer referencia a lo ocurrido con la carreta por la mañana las pusieron sobre la pista del grupo de mercaderes al que seguramente pertenecía aquella mercancía. Hicieron otros tres días de camino sin encontrar contratiempos. Comenzaron a consumir algunos de los productos que llevaban en la carreta con ellas, los que se comenzaban a estropear por su escasa conservación. Las cálidas temperaturas de primavera tampoco ayudaban a mantenerlo fresco. Cuando encontraran a los comerciantes a los que les pertenecían aquellas cosas, ya harían cuentas...
En la cuarta noche, después de conversaciones variadas Iori se lanzó a preguntarle. Estaban tumbadas, después de haber compartido la cena. El caballo Valentín, como Iori lo bautizo descansaba a un lado del camino, libre de la estructura de madera pero con las riendas atadas a un árbol. No pensaba que fuese a huir acostumbrado como estaba a las personas, pero un animal salvaje en la noche podía asustarlo y ponerlo a la carrera. Y desde luego ni ella ni Aylizz estaba preparadas para tirar de todo aquello por los caminos. - Disculpa si te resulta incómoda mi pregunta, puedes pasar por completo de mí si lo deseas pero...¿Cuál es tu historia? - Esbozó una suave sonrisa mirando a la elfa para analizar cómo reaccionaba a esa pregunta. En función de la cara que pusiera cambiaría de tema con rapidez.
Más animada, recuperando su optimismo gracias a las palabras de la elfa, Iori terminó la cena en su compañía. La noche era increíblemente silenciosa en aquel lugar. Supuso que aunque estaban en un tramo de bosque, se encontraban tan próximas al camino principal de circulación que los animales salvajes no sentían inclinación natural a aparecer por allí. - Oh, no lo sabía. El viejo Zakath me dijo que esos trazos le recordaban a las letras élficas que había podido ver en los años que trabajó en Lunargenta, pero él tampoco estaba seguro. Hasta hace un rato cuando te lo enseñé no sabía si era buena idea consultarte o no. Desconozco todo sobre vuestra raza y cultura, no quería hacer algo que fuese equivocado...- Amplió la sonrisa que le dirigía y se dejó caer de forma despreocupada, tumbándose a su lado mirando hacia arriba.
Acomodó la cabeza bajo las palmas de las manos extendiendo los brazos por encima de los hombros. - Cuando encontremos a Helga, sabré lo que tengo que preguntarle en ese momento. Prefiero no pensar en ello antes de tiempo. Si al final no damos con ella no me llevaré decepción - Así era más fácil vivir. No poner expectativas en los demás, confiando únicamente en ella misma. Así había crecido y de momento le había ido bien. La elfa le ofreció compartir calor y capa, y antes de que Iori tuviese oportunidad de decirle nada más, notó como se quedaba dormida. La humana se incorporó apoyándose sobre un codo de costado, y observó el rostro de la elfa por encima de su silueta tumbada. Entre la frondosidad de los árboles apenas se filtraba la luz de la luna, y únicamente las pequeñas ascuas de la hoguera a sus pies iluminaba en tonos cobrizos la piel de Aylizz.
Perdió la noción del tiempo que estuvo observándola en silencio. Recorrió con la vista cada línea de su cara, haciendo un mapa mental en su cabeza. No poner expectativas en los demás era difícil, cuando Aylizz hacía camino a su lado de aquella manera. No estaba segura de cómo habría reaccionado ella en caso de ser al contrario. ¿La ayudaría de aquella manera tan desinteresada? Se deslizó en el suelo sin hacer apenas ruido y se aovillo contra su espalda. Notaba el calor que desprendía la elfa y no le costó ni un minuto caer en un profundo sueño.
Hasta que notó algo duro clavándose con suavidad en su costado. Iori se giró y rió entre dientes, mientras escuchaba la voz de Aylizz abriéndose paso a su consciencia entre los últimos jirones de sueño. - Buenos días a ti también - sonrió mientras se sentaba para estirar los brazos hacia el cielo. Se aseguró de que la hoguera ya apagada quedaba cubierta con tierra, comprobó que llevaba en la pequeña alforja todas sus pertenencias, y humedeciendo las manos con el agua de su cantimplora mojó la cara para terminar de espabilar. - Podremos comer por el camino - aseguró notándose a tope de energía. Había tenido un buen descanso. Avanzaron juntas comenzando la jornada hasta que el camino se hizo impracticable. No había forma de continuar por aquella travesía paralela, y tanto a Aylizz como a ella parecía disgustarles por igual tener que acceder a la vía principal. - Qué remedio...- murmuró mientras seguía a su compañera.
Cuando en el camino en el que no se habían cruzado con nadie, se dieron de bruces con aquella carreta Iori se quedó congelada. Comenzó a otear hasta donde alcanzaba la vista, y pretendió agudizar el oído para escuchar cualquier sonido que no proviniese de Aylizz o ella misma. Dudó más que su compañera, quedándose retrasada unos metros en el lugar en el que se detuvo mientras ella tomaba la iniciativa. Era una buena estructura, no demasiado grande pero sí lo suficiente como para poder transportar los productos que estaban tirados allí en el suelo. Los animales de tiro estaban desaparecidos. La humana no sabría decir si se los habrían llevado los dueños de la mercancía o si haberlos perdido fue el problema que causó el vuelco. Cuando la vio dispuesta con las manos apoyadas para empujar la estructura de madera, la mirada de Ayl tiró de ella sin necesidad de dar una orden. Colocando bien la alforja y el palo a la espalda, echó a correr para situarse a su lado, y con movimientos coordinados fueron capaces de colocarlo de nuevo sobre sus ruedas.
- No parece que los ejes estén dañados... Esta rueda está un poco torcida pero parece que ha sido por el golpe contra el suelo - Indicó señalando la de la izquierda trasera. - Qué raro que hayan dejado todo esto aquí, ¿No tendrías sitio para llevar esta mercancía con ellos? - Se inclinó para tomar una manzana del suelo y la limpió frotándola contra el lateral del pantalón. Se fijó entonces en unas marcas de cascos recientes en la tierra del camino. Unos metros por delante de la cabecera del carro. - Parece que los animales de tiro salieron corriendo...en esta dirección...- Señaló con la mano a un lateral del camino y avanzó cruzando los árboles que perfilaban el sendero. Más allá se extendía un campo abierto, y mirando el horizonte la humana no pudo creer su suerte. - ¡Anda! ¿Ese fue el problema? ¿Y tus dueños no te pudieron localizar?- Avanzó con paso confiado y una sonrisa en los labios, acercándose al que parecía había sido el animal que había desplazado la carreta.
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Un fornido caballo de tiro la miraba con ligera desconfianza mientras ella se acercaba. Se habían quedado las riendas enredadas en una rama de un árbol cercano, y el pobre animal no había podido moverse de allí desde los Dioses sabían cuánto tiempo. - Tranquilo, te llevaremos de vuelta al camino principal.- Extendió la mano en la que llevaba la manzana que había recogido, y observó como las fosas nasales del caballo se dilataban inspirando su aroma. Apenas vaciló un instante más antes de dirigir su enorme mandíbula para deborar en dos bocados la fruta. - Está rica ¿eh? Sí, ya lo sé. A mí también me gustan mucho. Espera aquí quieto mientras te suelto de aquí...- La humana extendió las manos poniéndose delante del caballo para poder soltar las bridas de cuero de las ramas donde estaban atrapadas. Dos minutos después, subió acompañada del caballo hasta el camino en el que estaba la carreta. - Está capado. Los machos capados siempre son más dóciles y este está muy acostumbrado a las personas. Podríamos usarlo para tirar de la carreta hasta que encontremos a alguien que lo reconozca, no podemos dejarlo aquí solo. ¿Qué te parece Ayl? - Iori sonrió a la elfa mientras palmeaba con cariño los músculos del cuello del caballo.
Consiguieron cargar algo de los productos caídos, enganchar de nuevo las bridas del caballo a los asideros de madera del carro, y en mejores condiciones de lo que esperaban iniciaron el avance en el resto del día. Tuvieron tiempo para descansar, desayunar y disfrutar de los paisajes encontrándose con poca gente en el camino. En la ruta encontraron una posada, y tras hacer referencia a lo ocurrido con la carreta por la mañana las pusieron sobre la pista del grupo de mercaderes al que seguramente pertenecía aquella mercancía. Hicieron otros tres días de camino sin encontrar contratiempos. Comenzaron a consumir algunos de los productos que llevaban en la carreta con ellas, los que se comenzaban a estropear por su escasa conservación. Las cálidas temperaturas de primavera tampoco ayudaban a mantenerlo fresco. Cuando encontraran a los comerciantes a los que les pertenecían aquellas cosas, ya harían cuentas...
En la cuarta noche, después de conversaciones variadas Iori se lanzó a preguntarle. Estaban tumbadas, después de haber compartido la cena. El caballo Valentín, como Iori lo bautizo descansaba a un lado del camino, libre de la estructura de madera pero con las riendas atadas a un árbol. No pensaba que fuese a huir acostumbrado como estaba a las personas, pero un animal salvaje en la noche podía asustarlo y ponerlo a la carrera. Y desde luego ni ella ni Aylizz estaba preparadas para tirar de todo aquello por los caminos. - Disculpa si te resulta incómoda mi pregunta, puedes pasar por completo de mí si lo deseas pero...¿Cuál es tu historia? - Esbozó una suave sonrisa mirando a la elfa para analizar cómo reaccionaba a esa pregunta. En función de la cara que pusiera cambiaría de tema con rapidez.
Iori Li
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
La desenvoltura que mostraba la humana al remontar la carreta y la habilidad con la que manejó al caballo sorprendió a Aylizz. Era evidente que estaba acostumbra a tales cometidos y aunque le había hablado poco de su vida, intuyó que su dedicación había estado muy ligada a las tareas del campo. Ella jamás se había ensuciado las manos, literalmente. Su educación fue muy distinta. Talentosa para el uso de su habilidad innata, desde pequeña se la orientó para tal cometido, como a muchas de su aldea. Por supuesto había quienes trabajaban la tierra o cuidaban de animales, así como otros se dedicaban a la caza y los restantes se entrenaban para convertirse en soldados, pero ella nunca formó parte de esos grupos. Cada quien tenía su función, rígidamente determinada, ¿quién decidía esas cosas? Los jefes, obvio. Casi debía agradecer que la dejaran salir al bosque en ciertas ocasiones para acompañar a las mujeres encargadas de recolectar frutos, hierbas, sarmiento y demás útiles para la vida en el poblado. -Me da la sensación de que no lo han dejado aquí a voluntad...- comentó mientras cargaba la mercancía -Esta mañana los vi pasar, cerraban un grupo. Oí que hablaban sobre habituales ataques por esta zona, pensaba que se referían a bandidos... Pero esto a mí no me parece un robo.- explicó al tiempo que se acercaba al caballo, ya acomodado. Lo acarició con suavidad y ante la docilidad que mostraba, tal como había afirmado Iori, la elfa se encogió de hombros, aceptando la propuesta de avanzar con él hasta que dieran con la caravana, al fin y al cabo, ahorrarían tiempo y energía.
El siguiente tramo del viaje fue tranquilo, más de lo que se hubiera esperado. Curiosamente, la mayoría de los viajantes lo hacían en sentido contrario y a pesar de pasar desapercibidas en la mayoría de los casos, sí hubo miradas que hicieron a la rubia removerse por dentro. Continuaron sin incidentes y eso, unido a la agradable compañía, hizo que se relajase. Poco antes del anochecer dieron con un parador que, aunque no contaba con habitaciones libres para pasar la noche, les permitió descansar y cenar caliente. No era un lugar muy concurrido, se encontraba lejos de áreas pobladas y claramente estaba pensado para atender a los viajeros que, por el tipo de personas que se encontraban en aquel comedor, sus motivos para tomar esa ruta eran meramente de negocios. La tensión podía palparse, las conversaciones cruzadas a penas generaban barullo, era un ambiente sombrío que más que acoger, incomodaba. Sin querer llamar la atención, la elfa caminó por la estancia hacia una mesa cercana a la puerta trasera, en un rincón estrecho, pero apartado, evitando levantar la mirada del suelo y sin descubrir su cabeza, como si la capucha que por su holgadez cubría ligeramente su rostro, la envolviera protegiéndola del mundo. Cuando estuvieron sentadas, no tardó en acercarse un muchacho, que no habría cumplido los doce años. Educadamente y con voz tenue las atendió, no demorándose en servir lo que habían pedido. Nerviosamente, sirvió el agua en los vasos antes de dejar la jarra en la mesa y Aylizz pudo notar cómo el chiquillo tenía las mejillas sonrojadas a la vez que intentaba mantener una expresión seria y concentrada. Ella le dedicó una sonrisa tierna cuando se percató de que la miraba por el rabillo del ojo y él devolvió la sonrisa, tímidamente, antes de retirarse. Mientras cenaban, notó como desde la barra el niño las miraba, curioso, pero huidizo.
Cuando hubieron acabado, con la misma presteza con la que se había preocupado de atenderlas al llegar, se acercó a la mesa y de manera servicial, recogió los platos vacíos. -Espero que todo haya sido de su agrado, pueden quedarse el tiempo que necesiten, ¿desean algo más?- preguntó, sin abandonar los modales que se esforzaba por mantener firmes. -Está todo bien, gracias.- Antes de que el chico se retirara, lanzó una pregunta que la rondaba desde que habían entrado en aquel lugar -¿Por qué todo el mundo está tan serio?- casi susurró, mientras echaba un rápido vistazo a su alrededor. -Creo que intentan decidir por dónde irse mañana, aquí se unen dos rutas.- explicó, encogiéndose de hombros. Se acercó más a la mesa e inclinándose hacia ellas, continúo hablando -Y además tienen miedo.- añadió, cambiando ahora el gesto a uno más preocupado. La rubia miró a su compañera, aunque hasta el momento el trayecto había sido tranquilo, parecía que no debían bajar la guardia. -¿Miedo de qué?- quiso saber. -No sabemos. Desde hace unos días, algunos viajeros han desaparecido en el camino directo a Sacrestic Ville, por eso muchos deciden tomar la ruta larga y dar un rodeo.- Las palabras del niño hicieron que los nervios, hasta el momento controlados gracias a la distracción que suponían las conversaciones con Iori y que hacían que su mente dejara incluso de pensar en el tiempo, volvieron a hacerse notables. Le explicó al jovencito lo ocurrido con el carro en el que ellas habían llegado y él asintió con la cabeza -Pasa siempre así. Los que llegan diciendo que los han atacado, cuentan que nadie se había dado cuenta hasta que paran y entonces ven que les falta gente. Y luego otros dicen haber visto carros en mitad del camino, como vosotras... ¡Ustedes! Como ustedes.- hizo una pausa para mirar con detenimiento a cada una de ellas -Aunque ellos no se los llevan.- y se río. Las chicas le explicaron amablemente que hacían el viaje a pie cuando lo encontraron y sus planes de devolverlo cuando dieran con el resto del convoy -Recuerdo que sólo pararon para comer y después siguieron su camino, parecía que tenían prisa y ni se plantearon desviarse... Sólo un par de hombres querían dar la vuelta para buscar la carreta perdida, pero no les hicieron caso.- informó. Poco más pudieron hablar, porque lo requirieron en otra mesa, a la que corrió a atender. La luna ya alumbraba en lo alto del cielo, así que ambas pagaron su parte y decidieron pasar la noche allí donde habían aparcado su actual medio de vida.
Tres días más de camino y a medida que avanzaban se apreciaba que la afluencia de tráfico disminuía y llegó un punto en el que parecía que sólo ellas atravesaban la cañada. Las marcas en la tierra indicaban que no hacía muchos que más gente había pasado por allí, aunque el rastro de ruedas y cascos dejaba notar que las marcas llevaban allí más de un día o más de dos. En algún tramo se toparon con restos de lo que parecían otros ataques, para nada recientes o que ya habían sido saqueados. Cajas vacías, restos de madera de los carros hechos trizas, incluso en algunos puntos todavía se veía comida podrida entre la maleza. La idea de dar con alguien parecía cada vez más lejana y ya estaban cerca del punto en el que tendrían que abandonar el camino del río para cruzar el bosque hacia el oeste, por donde no podrían continuar de otra forma que no fuera a pie, debido a la frondosidad y abruptez del terreno. Encontraran o no a los legítimos dueños de aquel animal y su carga, más temprano que tarde deberían dejar su transporte y seguir hacia el lago como habían planeado, pero al menos podrían pasar una noche más al cobijo de la estructura de madera que tantos kilómetros de caminata las había ahorrado.
Habían comido algo y disfrutaban de una noche despejada que dejaba ver las incontables estrellas, custodiadas por la luna creciente, que apenas llegaba al cuarto, cuando la humana inició una nueva conversación, está vez centrándola en Aylizz. -¿Mi historia?- repitió dudosa, mirándola de medio lado. Colocó sus manos detrás de la cabeza y de nuevo giró el cuello hacia el frente, retomando la mirada hacia arriba y suspiró -Qué quieres que te cuente...- comenzó a decir, sin estar muy segura de por dónde empezar o qué aspectos de su vida compartir -Soy de una aldea en algún lugar de Sandorai, pero imagino que eso es deducible.- señaló sus orejas con gesto irónico -He pasado allí toda mi vida, hasta que decidí marcharme hace ya... ¿año y medio? No sé, quizá menos, ya perdí la cuenta... Y en resumen, no sé qué estoy haciendo con mi vida.- exhaló una ligera risa de autocompasión -Salí de allí con un objetivo muy claro, pero según va pasando el tiempo las líneas rectas se diluyen y estoy atascada. Igual debería dejar de perseguir fantasmas y empezar a centrarme en mí misma.- Se dio cuenta que aquellas palabras, lejos de comunicar algo que Iori pudiese entender y de darse a conocer, sonaban como pensamientos en voz alta, para sí misma. No estaba acostumbrada a hablar de ella, es decir, en casa todos sabían quién era y desde que se fue, nadie se había preocupado por conocerla, ni mucho menos mostrar interés por su vida. Pero ya que la humana había sido la primera en hacerlo, se merecía al menos alguna información que pudiera comprender -Vengo de una familia pequeña, mis padres, mi hermano y yo. Vivíamos bien, no nos sobraba, pero tampoco faltaba. Familia tal como tú la entiendes, me refiero, en realidad todos en el clan cuidábamos de todos, así que eramos una comunidad bien atendida. Yo era un poco niña de cristal... Así que podría resumirte mi infancia en "no hagas esto", "cuidado al hacer aquello" o "si vas a salir, no te separes de tu hermano". Por lo demás, llevé la vida que llevaba cualquier chiquilla de mi edad, más o menos...- No comentó mucho más. Había demasiados detalles que explicar para una conversación ligera como era aquella, más si contaba con que la morena no conocía las costumbres o la cultura de los suyos y no le sorprendería que le fuera difícil asimilar ciertos aspectos... Incluso para Aylizz había cosas incomprensibles. No conocía mucho a su compañera, pero si algo tenía claro es que habría preguntas, así que mejor no abrumarla con demasiada información.
Tras conversar hasta bien entrada la noche, decidieron dormir las horas que quedaban hasta el alba. Cuando sintieron la primera luz de la mañana, se pusieron en pie sin demorarse para reanudar la marcha. Aquel día sería el último que podrían aprovecharse de la mala suerte de otros para avanzar sobre ruedas, pues si seguían a buen ritmo, hacia el final de la jornada llegarían al inicio del bosque que tendrían que cruzar para llegar al lago.
El siguiente tramo del viaje fue tranquilo, más de lo que se hubiera esperado. Curiosamente, la mayoría de los viajantes lo hacían en sentido contrario y a pesar de pasar desapercibidas en la mayoría de los casos, sí hubo miradas que hicieron a la rubia removerse por dentro. Continuaron sin incidentes y eso, unido a la agradable compañía, hizo que se relajase. Poco antes del anochecer dieron con un parador que, aunque no contaba con habitaciones libres para pasar la noche, les permitió descansar y cenar caliente. No era un lugar muy concurrido, se encontraba lejos de áreas pobladas y claramente estaba pensado para atender a los viajeros que, por el tipo de personas que se encontraban en aquel comedor, sus motivos para tomar esa ruta eran meramente de negocios. La tensión podía palparse, las conversaciones cruzadas a penas generaban barullo, era un ambiente sombrío que más que acoger, incomodaba. Sin querer llamar la atención, la elfa caminó por la estancia hacia una mesa cercana a la puerta trasera, en un rincón estrecho, pero apartado, evitando levantar la mirada del suelo y sin descubrir su cabeza, como si la capucha que por su holgadez cubría ligeramente su rostro, la envolviera protegiéndola del mundo. Cuando estuvieron sentadas, no tardó en acercarse un muchacho, que no habría cumplido los doce años. Educadamente y con voz tenue las atendió, no demorándose en servir lo que habían pedido. Nerviosamente, sirvió el agua en los vasos antes de dejar la jarra en la mesa y Aylizz pudo notar cómo el chiquillo tenía las mejillas sonrojadas a la vez que intentaba mantener una expresión seria y concentrada. Ella le dedicó una sonrisa tierna cuando se percató de que la miraba por el rabillo del ojo y él devolvió la sonrisa, tímidamente, antes de retirarse. Mientras cenaban, notó como desde la barra el niño las miraba, curioso, pero huidizo.
Cuando hubieron acabado, con la misma presteza con la que se había preocupado de atenderlas al llegar, se acercó a la mesa y de manera servicial, recogió los platos vacíos. -Espero que todo haya sido de su agrado, pueden quedarse el tiempo que necesiten, ¿desean algo más?- preguntó, sin abandonar los modales que se esforzaba por mantener firmes. -Está todo bien, gracias.- Antes de que el chico se retirara, lanzó una pregunta que la rondaba desde que habían entrado en aquel lugar -¿Por qué todo el mundo está tan serio?- casi susurró, mientras echaba un rápido vistazo a su alrededor. -Creo que intentan decidir por dónde irse mañana, aquí se unen dos rutas.- explicó, encogiéndose de hombros. Se acercó más a la mesa e inclinándose hacia ellas, continúo hablando -Y además tienen miedo.- añadió, cambiando ahora el gesto a uno más preocupado. La rubia miró a su compañera, aunque hasta el momento el trayecto había sido tranquilo, parecía que no debían bajar la guardia. -¿Miedo de qué?- quiso saber. -No sabemos. Desde hace unos días, algunos viajeros han desaparecido en el camino directo a Sacrestic Ville, por eso muchos deciden tomar la ruta larga y dar un rodeo.- Las palabras del niño hicieron que los nervios, hasta el momento controlados gracias a la distracción que suponían las conversaciones con Iori y que hacían que su mente dejara incluso de pensar en el tiempo, volvieron a hacerse notables. Le explicó al jovencito lo ocurrido con el carro en el que ellas habían llegado y él asintió con la cabeza -Pasa siempre así. Los que llegan diciendo que los han atacado, cuentan que nadie se había dado cuenta hasta que paran y entonces ven que les falta gente. Y luego otros dicen haber visto carros en mitad del camino, como vosotras... ¡Ustedes! Como ustedes.- hizo una pausa para mirar con detenimiento a cada una de ellas -Aunque ellos no se los llevan.- y se río. Las chicas le explicaron amablemente que hacían el viaje a pie cuando lo encontraron y sus planes de devolverlo cuando dieran con el resto del convoy -Recuerdo que sólo pararon para comer y después siguieron su camino, parecía que tenían prisa y ni se plantearon desviarse... Sólo un par de hombres querían dar la vuelta para buscar la carreta perdida, pero no les hicieron caso.- informó. Poco más pudieron hablar, porque lo requirieron en otra mesa, a la que corrió a atender. La luna ya alumbraba en lo alto del cielo, así que ambas pagaron su parte y decidieron pasar la noche allí donde habían aparcado su actual medio de vida.
Tres días más de camino y a medida que avanzaban se apreciaba que la afluencia de tráfico disminuía y llegó un punto en el que parecía que sólo ellas atravesaban la cañada. Las marcas en la tierra indicaban que no hacía muchos que más gente había pasado por allí, aunque el rastro de ruedas y cascos dejaba notar que las marcas llevaban allí más de un día o más de dos. En algún tramo se toparon con restos de lo que parecían otros ataques, para nada recientes o que ya habían sido saqueados. Cajas vacías, restos de madera de los carros hechos trizas, incluso en algunos puntos todavía se veía comida podrida entre la maleza. La idea de dar con alguien parecía cada vez más lejana y ya estaban cerca del punto en el que tendrían que abandonar el camino del río para cruzar el bosque hacia el oeste, por donde no podrían continuar de otra forma que no fuera a pie, debido a la frondosidad y abruptez del terreno. Encontraran o no a los legítimos dueños de aquel animal y su carga, más temprano que tarde deberían dejar su transporte y seguir hacia el lago como habían planeado, pero al menos podrían pasar una noche más al cobijo de la estructura de madera que tantos kilómetros de caminata las había ahorrado.
Habían comido algo y disfrutaban de una noche despejada que dejaba ver las incontables estrellas, custodiadas por la luna creciente, que apenas llegaba al cuarto, cuando la humana inició una nueva conversación, está vez centrándola en Aylizz. -¿Mi historia?- repitió dudosa, mirándola de medio lado. Colocó sus manos detrás de la cabeza y de nuevo giró el cuello hacia el frente, retomando la mirada hacia arriba y suspiró -Qué quieres que te cuente...- comenzó a decir, sin estar muy segura de por dónde empezar o qué aspectos de su vida compartir -Soy de una aldea en algún lugar de Sandorai, pero imagino que eso es deducible.- señaló sus orejas con gesto irónico -He pasado allí toda mi vida, hasta que decidí marcharme hace ya... ¿año y medio? No sé, quizá menos, ya perdí la cuenta... Y en resumen, no sé qué estoy haciendo con mi vida.- exhaló una ligera risa de autocompasión -Salí de allí con un objetivo muy claro, pero según va pasando el tiempo las líneas rectas se diluyen y estoy atascada. Igual debería dejar de perseguir fantasmas y empezar a centrarme en mí misma.- Se dio cuenta que aquellas palabras, lejos de comunicar algo que Iori pudiese entender y de darse a conocer, sonaban como pensamientos en voz alta, para sí misma. No estaba acostumbrada a hablar de ella, es decir, en casa todos sabían quién era y desde que se fue, nadie se había preocupado por conocerla, ni mucho menos mostrar interés por su vida. Pero ya que la humana había sido la primera en hacerlo, se merecía al menos alguna información que pudiera comprender -Vengo de una familia pequeña, mis padres, mi hermano y yo. Vivíamos bien, no nos sobraba, pero tampoco faltaba. Familia tal como tú la entiendes, me refiero, en realidad todos en el clan cuidábamos de todos, así que eramos una comunidad bien atendida. Yo era un poco niña de cristal... Así que podría resumirte mi infancia en "no hagas esto", "cuidado al hacer aquello" o "si vas a salir, no te separes de tu hermano". Por lo demás, llevé la vida que llevaba cualquier chiquilla de mi edad, más o menos...- No comentó mucho más. Había demasiados detalles que explicar para una conversación ligera como era aquella, más si contaba con que la morena no conocía las costumbres o la cultura de los suyos y no le sorprendería que le fuera difícil asimilar ciertos aspectos... Incluso para Aylizz había cosas incomprensibles. No conocía mucho a su compañera, pero si algo tenía claro es que habría preguntas, así que mejor no abrumarla con demasiada información.
Tras conversar hasta bien entrada la noche, decidieron dormir las horas que quedaban hasta el alba. Cuando sintieron la primera luz de la mañana, se pusieron en pie sin demorarse para reanudar la marcha. Aquel día sería el último que podrían aprovecharse de la mala suerte de otros para avanzar sobre ruedas, pues si seguían a buen ritmo, hacia el final de la jornada llegarían al inicio del bosque que tendrían que cruzar para llegar al lago.
Aylizz Wendell
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
Esa noche, mientras Aylizz dormía a su lado, Iori pensaba en lo que habían compartido hasta entonces. Tumbada sobre su costado tenía los ojos clavados en la silueta de la elfa, y la mente dando vueltas en torno a la misma idea con insistencia. Imaginarse la vida que su compañera había tenido. Hasta entonces, el concepto de "familia" era algo que había aprendido viéndolo directamente en la gente de su aldea. Nunca había entablado una conversación sobre aquello. No era necesario. Y hasta entonces, jamás había conocido a alguien con quien establecer una confianza como la que había desarrollado con ella. Hablándole la elfa sobre el tema, de alguna manera había servido para mostrarle cosas que desconocía.
Romper sus ideas preconcebidas y limitadas, y ver que más allá de lo que había visto hasta entonces. Su conversación le había mostrado relaciones mucho más complejas y variadas, y sin embargo, Aylizz por algún motivo había tomado una decisión similar a la suya. Salir de su hogar, de su seguridad, de su familia y aventurarse por los caminos. Intuyó que la razón detrás de aquella decisión era algo por lo que no debía de preguntar aún. A su espalda, Iori inspiró profundamente mientras veía en ella un tipo de valor del que carecía. Cuando no tienes vínculo con nada que realmente te importe, como en su caso, es fácil dar el paso. Ayl por el contrario, tenía gente que la quería. Se giró con brusquedad quedando tumbada boca arriba, mirando la suave luz de luna sobre sus cabezas. No tenía sentido seguir pensando sobre algo que ella no podría entender.
Por algún motivo, después de la conversación de la noche anterior, la humana había tenido un sueño ligero. Con la primera claridad del alba se desperezó y preparó un sencillo desayuno para ambas. Disposo un par de rebanadas de pan, ligeramente tostado sobre las brasas que habían encendido y unas lonchas de carne seca cortadas sobre ellas. Junto con la última manzana que les quedaba ese día la humana completó el desayuno, que dejó al lado de Ayl para cuando se despertase. La manzana que sería para Iori... terminó en la boca de "Valentín", y de alguna manera el relincho alegre que dio el caballo le produjo más satisfacción que haberla comido ella misma. - Buen chico - palmeó el cuello del animal mientras hacía tiempo aguardando a que la elfa despertara.
Con el estómago lleno y ganas de comenzar el día, ambas se pusieron en marcha junto con Valentín. Iori esperaba que al avanzar sin hacer tantas paradas como precisaba una comitiva más grande, pudieran alcanzar a tiempo al grupo del que les había hablado el muchacho de la posada. El sol estaba bajando desde su cenit cuando a lo lejos observaron la cola de lo que parecía un nutrido grupo. Se puso de pie dentro de la carreta y señaló al horizonte. - ¿Tú que dices? ¿Serán ellos? No tenemos manera de saberlo con seguridad pero si no son, seguro que se pudieron haber cruzado con el grupo que buscamos...- Sin dudarlo más llevó a los labios los dedos y sopló para producir un agudo silbido. Aun en la distancia creyó ver como algunas figuras se giraban. Al continuar avanzando ambas mujeres pudieron comprobar como efectivamente, no solo se habían detenido. Según ellas se aproximaban un par de ellos comenzaron a correr en su dirección. - Creo que son los que estábamos buscando - murmuró optimista.
- ¡Goloso! ¡Aaaaay Golosooo! - El hombre que llegó a ellas primero se lanzó hacia el animal abrazándole el morro. La humana se giró con una sonrisa congelada en el rostro mirando a Aylizz, y susurró por lo bajo. - Valentín sonaba mucho mejor...- Miró al frente y bajo de la carreta tomando su alforja. - Todo esto es vuestro entonces. Lo encontramos hace cuatro días, y pensamos que al ensillar de nuevo a Vaaa...Goloso, a Goloso, que podríamos intentar poner todo en camino y buscar a sus dueños. - Palmeó con ánimo el caballo y la conversación continuó con un sorprendente resultado para las dos muchachas.
El sol se había puesto y apenas restaba un poco de claridad en el cielo. La oscuridad avanzaba con rapidez en aquel momento del día y era la primera noche que dormirían de nuevo las dos solas, sin la compañía del animal que tan útil les había resultado. Al final aquellos comerciantes habían abandonado la carreta con las mercancías, porque sin el caballo no podrían transportar todo lo que tenían. Aun que ellas habían comido los productos frescos más perecederos, otro tipo de mercancías como tejidos o alimentos en conserva estaban intactos. De la pérdida que pensaban que era a recuperar carreta, caballo y la mayor parte de lo que transportaban, se había traducido para ellas en alimentos gratis que llenaban sus bolsas como señal de gratitud. Habían insistido en pagar por lo que habían comido durante aquellos días, pero el agradecimiento de aquellos comerciantes había excedido las expectativas de las dos.
- Hubo una ocasión en la que llegué a pensar que realmente Nousis tenía razón sobre los humanos. Pensé que era verdad sobre que somos criaturas que tendemos al caos y al egoísmo. La verdad que incluso yo estoy sorprendida por lo amables que fueron - No fue consciente de que, era la primera vez que pronunciaba el nombre del elfo en alto desde que se había despedido de él en aquel bosque. Después del beso... Bueno, beso diciéndolo suavemente. Alguna persona quizá hubiera definido la forma que tuvo de tumbarlo en el suelo como agresión leve. La compañía de Ayl y las alforjas llenas de comida regalo del cielo les aseguraban alimento durante varios días. Rezumaba tal optimismo que en aquel momento, no sintió el pinchazo extraño de ausencia que notaba habitualmente desde que lo había visto por última vez.
- Es mejor que hagamos noche aquí. Por lo que nos dijeron, mañana al medio día deberíamos de llegar al Lago de la Luna. Ese será el final de este camino. ¿Sientes que estás cerca de la liberación? - Iori seguía hablando con una evidente alegría mientras repetía el mismo ritual de la última semana. Buscar en una zona protegida por árboles un pequeño refugio, recolectar ramas secas y prepararse para encender el pequeño fuego que les daría calor y seguridad en la noche que les quedaba pasar juntas. No sabía si la elfa había pensado ya hacia dónde se dirigiría, después de haberla acompañado hasta allí. La humana sabía que la atención que le había mostrado Ayl iba más allá de las palabras. No sabía cómo agradecerle y el sentimiento de deuda creciendo en ella iba a más con cada legua que avanzaban juntas.
Romper sus ideas preconcebidas y limitadas, y ver que más allá de lo que había visto hasta entonces. Su conversación le había mostrado relaciones mucho más complejas y variadas, y sin embargo, Aylizz por algún motivo había tomado una decisión similar a la suya. Salir de su hogar, de su seguridad, de su familia y aventurarse por los caminos. Intuyó que la razón detrás de aquella decisión era algo por lo que no debía de preguntar aún. A su espalda, Iori inspiró profundamente mientras veía en ella un tipo de valor del que carecía. Cuando no tienes vínculo con nada que realmente te importe, como en su caso, es fácil dar el paso. Ayl por el contrario, tenía gente que la quería. Se giró con brusquedad quedando tumbada boca arriba, mirando la suave luz de luna sobre sus cabezas. No tenía sentido seguir pensando sobre algo que ella no podría entender.
Por algún motivo, después de la conversación de la noche anterior, la humana había tenido un sueño ligero. Con la primera claridad del alba se desperezó y preparó un sencillo desayuno para ambas. Disposo un par de rebanadas de pan, ligeramente tostado sobre las brasas que habían encendido y unas lonchas de carne seca cortadas sobre ellas. Junto con la última manzana que les quedaba ese día la humana completó el desayuno, que dejó al lado de Ayl para cuando se despertase. La manzana que sería para Iori... terminó en la boca de "Valentín", y de alguna manera el relincho alegre que dio el caballo le produjo más satisfacción que haberla comido ella misma. - Buen chico - palmeó el cuello del animal mientras hacía tiempo aguardando a que la elfa despertara.
Con el estómago lleno y ganas de comenzar el día, ambas se pusieron en marcha junto con Valentín. Iori esperaba que al avanzar sin hacer tantas paradas como precisaba una comitiva más grande, pudieran alcanzar a tiempo al grupo del que les había hablado el muchacho de la posada. El sol estaba bajando desde su cenit cuando a lo lejos observaron la cola de lo que parecía un nutrido grupo. Se puso de pie dentro de la carreta y señaló al horizonte. - ¿Tú que dices? ¿Serán ellos? No tenemos manera de saberlo con seguridad pero si no son, seguro que se pudieron haber cruzado con el grupo que buscamos...- Sin dudarlo más llevó a los labios los dedos y sopló para producir un agudo silbido. Aun en la distancia creyó ver como algunas figuras se giraban. Al continuar avanzando ambas mujeres pudieron comprobar como efectivamente, no solo se habían detenido. Según ellas se aproximaban un par de ellos comenzaron a correr en su dirección. - Creo que son los que estábamos buscando - murmuró optimista.
- ¡Goloso! ¡Aaaaay Golosooo! - El hombre que llegó a ellas primero se lanzó hacia el animal abrazándole el morro. La humana se giró con una sonrisa congelada en el rostro mirando a Aylizz, y susurró por lo bajo. - Valentín sonaba mucho mejor...- Miró al frente y bajo de la carreta tomando su alforja. - Todo esto es vuestro entonces. Lo encontramos hace cuatro días, y pensamos que al ensillar de nuevo a Vaaa...Goloso, a Goloso, que podríamos intentar poner todo en camino y buscar a sus dueños. - Palmeó con ánimo el caballo y la conversación continuó con un sorprendente resultado para las dos muchachas.
El sol se había puesto y apenas restaba un poco de claridad en el cielo. La oscuridad avanzaba con rapidez en aquel momento del día y era la primera noche que dormirían de nuevo las dos solas, sin la compañía del animal que tan útil les había resultado. Al final aquellos comerciantes habían abandonado la carreta con las mercancías, porque sin el caballo no podrían transportar todo lo que tenían. Aun que ellas habían comido los productos frescos más perecederos, otro tipo de mercancías como tejidos o alimentos en conserva estaban intactos. De la pérdida que pensaban que era a recuperar carreta, caballo y la mayor parte de lo que transportaban, se había traducido para ellas en alimentos gratis que llenaban sus bolsas como señal de gratitud. Habían insistido en pagar por lo que habían comido durante aquellos días, pero el agradecimiento de aquellos comerciantes había excedido las expectativas de las dos.
- Hubo una ocasión en la que llegué a pensar que realmente Nousis tenía razón sobre los humanos. Pensé que era verdad sobre que somos criaturas que tendemos al caos y al egoísmo. La verdad que incluso yo estoy sorprendida por lo amables que fueron - No fue consciente de que, era la primera vez que pronunciaba el nombre del elfo en alto desde que se había despedido de él en aquel bosque. Después del beso... Bueno, beso diciéndolo suavemente. Alguna persona quizá hubiera definido la forma que tuvo de tumbarlo en el suelo como agresión leve. La compañía de Ayl y las alforjas llenas de comida regalo del cielo les aseguraban alimento durante varios días. Rezumaba tal optimismo que en aquel momento, no sintió el pinchazo extraño de ausencia que notaba habitualmente desde que lo había visto por última vez.
- Es mejor que hagamos noche aquí. Por lo que nos dijeron, mañana al medio día deberíamos de llegar al Lago de la Luna. Ese será el final de este camino. ¿Sientes que estás cerca de la liberación? - Iori seguía hablando con una evidente alegría mientras repetía el mismo ritual de la última semana. Buscar en una zona protegida por árboles un pequeño refugio, recolectar ramas secas y prepararse para encender el pequeño fuego que les daría calor y seguridad en la noche que les quedaba pasar juntas. No sabía si la elfa había pensado ya hacia dónde se dirigiría, después de haberla acompañado hasta allí. La humana sabía que la atención que le había mostrado Ayl iba más allá de las palabras. No sabía cómo agradecerle y el sentimiento de deuda creciendo en ella iba a más con cada legua que avanzaban juntas.
Iori Li
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
Finalmente, dieron con ellos. Nunca esperó hacerlo, ya cuando encontraron el carro volcado aquel grupo las sacaba ventaja y por ligero que había sido el viaje, aquellos hombres habían avanzado sin preocuparse de parar. La ingenuidad de Iori cuando quiso ocuparse del animal hasta encontrar a sus dueños le pareció entrañable, aunque se sumó a la iniciativa por la ventaja de tener un transporte, más que por la esperanza de dar con la caravana. Pero aquella joven tenía suerte, algún Dios debía tener sus ojos clavados sobre ella, porque no había conocido a nadie a quien le salieran tan bien las cosas, con una actitud tan despreocupada ante la vida. Y dar con aquel grupo no fue lo único, a cambio de haber devuelto casi intacta su mercancía y gracias a la facilidad con la que su compañera trataba con cualquiera que se encontraran, recibieron víveres suficientes para avanzar unos días más sin preocuparse por qué llevarse a la boca. Si de la elfa hubiera dependido, hubiera mandado solo al caballo a encontrarse con la compañía, antes de tener que entablar conversación con un grupo de desconocidos que a saber cómo interpretarían la imagen de aparecer con sus pertenencias, suponiendo que hubiera llegado hasta allí de haber ido sola. Pero así era la humana y, a pesar de temer por su supervivencia cada vez que ella pecaba de ingenua, era agradable dar con alguien que, lejos de ver la maldad a su alrededor, caminase mirando el mundo con buenos ojos. Después de tanta negatividad en su vida, tanta inseguridad, tanto miedo infundido, necesitaba alguien así, una persona genuina que inclinara la balanza hacia el lado bueno de las cosas.
-¿Nousis?- aquel nombre la sacó de sus pensamientos, ubicando su mente de nuevo bajo las copas de los árboles que hacían que, si quedaba algún rayo de sol por ocultarse en el horizonte, en la profundidad del bosque no fuera capaz de apreciarse. Hablando de miradas grises... Recordaba la actitud de su congénere, serio y rígido, al que en contadas ocasiones había visto torcer el gesto en los días que pasaron juntos. Pensó en la imponencia que había sentido al conocerlo, la gracilidad y firmeza con la que luchaba en cada emboscada y la frialdad con la que actuaba, sin dejar ver un atisbo de duda en sus acciones, actitud a la cual debía agradecer haber salvado la vida en varios momentos. -¿Eso te dijo? Maldito elfo estirado...- Si algo la distanciaba de él, era aquel aura desencantada que era habitual percibir en generaciones anteriores a la suya, a pesar del respeto que su mera existencia infundía, una parte de ella no podía evitar sentir recelo ante sus posicionamientos. No alcanzaba a comprender como alguien tan viajado y tan leído como él aparentaba ser, mantenía una mente tan hermética. ¿De verdad que todas sus experiencias le habían reafirmado en la barbarie humana? Lo cierto era que lo visto en Baslodia no dejaba demasiado margen de duda, si todos sus encuentros con la raza habían sido como aquel, podía llegar a entender su negativa. -Espero que no dejases que aquello te afectara, no te lo tomes como algo personal. El rechazo hacia otras razas es algo aprendido y en nuestro caso, una convicción muy arraigada. Aunque a veces pienso que los que son como él se mantienen firmes en esas ideas para mantener lo que ellos entienden como identidad, a pesar de encontrar evidencias de que existe gente a la que merece la pena tener en consideración. Prefieren centrarse en el desprecio hacia lo diferente, porque eso es lo que nos ha permitido sobrevivir durante generaciones.- Aquella no era una afirmación sin fundamento. Sin ir más lejos, aquellos días en la ciudad, si bien no habían permitido que el pequeño grupo improvisado se conociera, ni si quiera de forma superficial, sí se habían dejado entrever ciertas actitudes que, en el caso del espadachín, demostraban que había emociones más profundas que lo movían, ocultas tras una imagen impasible. -No voy a negar que muchos no merecéis clemencia... Pero si él de verdad creyera que no hay humano que se salve de ser escoria, te habría dejado morir en aquel templo, sino antes.- aseguró, volviendo la imagen a su cabeza de aquella masacre, aquellos cuerpos tendidos a sus pies, los que habían luchado junto a ella y los que habían combatido en contra, las gentes atemorizadas observando el horror resultante de la desafortunada visita a aquel lugar que olía a muerte. Y en las escaleras, aquellos dos extraños en los que se había visto obligada a confiar sin saber nada más que sus nombres. Si en algún momento podía haberse percibido verdadera preocupación en él, fue aquel. Cómo se había interpuesto entre ella y aquella sangrienta escena y cómo, sin mediar palabra, había hecho comprender a la elfa que en favor de su sensibilidad, sería mejor mantener a Iori en el desconocimiento de lo que allí había pasado. No, alguien a quien no le importan los humanos no se habría tomado tantas molestias.
Cuando la oscuridad hacía imposible el avance, fue el momento de buscar refugio en una zona donde la frondosidad parecía ahuecarse un poco. La tranquilidad que hasta el momento había sentido cada noche al cerrar los ojos, no la sentía en aquel lugar. Lejos quedaba el río, la posada y cualquier resquicio de civilización a la que pudieran acudir en caso de problemas. Allí todo era bosque, pero no el que conocía, el que tanto tiempo se había dedicado a recorrer y que tantas veces le había servido de refugio, no. Aquella arboleda despertaba sensaciones muy distintas a la seguridad que el sagrado Sandorai albergaba. Parecía todo tranquilo, el ambiente nocturno no distaba del habitual. El chirrío de los grillos, el ulular de alguna lechuza en la lejanía, la ligera brisa que hacía chascar alguna rama... Era una noche más, aunque la primera tan al oeste. Vampiros... ¿De verdad existían esos seres? Una parte de ella deseaba que fueran meros productos de la imaginación de los adolescentes, encantados con contar historias de terror alrededor de la hoguera en una buena fiesta. Aunque si había leído acerca de Aerandir y sus verdades antes de emprender el viaje era precisamente para tener presente la realidad y podía creer firmemente en la existencia de aquellas criaturas, a pesar de no haber visto nunca una. Sólo esperaba que, al menos, fueran la mitad de siniestras de lo que las describían en los libros... -Si no te importa, a partir de ahora preferiría que una se quede despierta mientras la otra duerme.- No tardaron en encontrar una zona donde varios troncos torcidos, alguno incluso caído, formaba una oquedad en el claro que serviría como lecho. Se envolvió en su capa y se sentó sobre los arboles bajos, dejando a Iori tumbarse bajo el hueco, junto a la hoguera, ofreciéndose a ser la primera en hacer guardia, porque de todos modos, tampoco podría dormir tranquila.
El último comentario de la humana la descolocó, ¿liberación? ¿Se refería a ella misma? -Oh sí, no veo el momento de acabar con esto. Menos mal que contigo las despedidas son rápidas, eh.- bromeó, pensando en la última vez que se vieron, cuando, sin dejar hablar siquiera, se marchó nada más salir del túnel. A decir verdad, no pensó en volver a verla nunca. La imaginaba en su aldea, llevando una vida sencilla y segura, después de tanto repetir que quería irse a casa... -Te fuiste tan deprisa aquella vez... ¿Cómo fue tu viaje de vuelta?- Al hacer aquella pregunta, en su mente comenzaron a dar vueltas las cuestiones que siempre se le presentaban cuando estaba cerca del final del camino, ¿y ahora qué? ¿A dónde ir? Ella no tenía un hogar al que regresar, no había un sitio donde la esperasen después de cada viaje para hablar de sus aventuras. Y si supusiese que el poblado que la vio crecer la estaba esperando con las puertas abiertas, ¿volvería? Tal vez no sería una locura, a fin de cuentas se marchó por un motivo y no podía sentir más que fracaso, después de haber pateado los territorios de Sandorai y alrededores sin encontrar absolutamente nada. Quizá debería quedarse con lo leído, con lo estudiado y con las enseñanzas que su madre tuvo tiempo de prestarla. ¿Cómo serían las cosas si, de repente, un día apareciese de nuevo frente a su casa? No era capaz de imaginarlo, ¿habría cambiado algo? Temía que no... Porque ella tampoco tendría nada nuevo que ofrecer, retomaría sus quehaceres y su pautada vida. Sólo de pensar en ello, empezaba a deprimirse, ¿de verdad? ¿eso había sido todo? Aunque por otro lado... Era cierto que no había dado con lo que buscaba, pero había sido libre. Ella había decidido dónde ir y lo que hacer, ¿iba a renunciar a eso? Por fin era dueña de su vida, aunque no supiera lo que hacer con ella...
-¿Nousis?- aquel nombre la sacó de sus pensamientos, ubicando su mente de nuevo bajo las copas de los árboles que hacían que, si quedaba algún rayo de sol por ocultarse en el horizonte, en la profundidad del bosque no fuera capaz de apreciarse. Hablando de miradas grises... Recordaba la actitud de su congénere, serio y rígido, al que en contadas ocasiones había visto torcer el gesto en los días que pasaron juntos. Pensó en la imponencia que había sentido al conocerlo, la gracilidad y firmeza con la que luchaba en cada emboscada y la frialdad con la que actuaba, sin dejar ver un atisbo de duda en sus acciones, actitud a la cual debía agradecer haber salvado la vida en varios momentos. -¿Eso te dijo? Maldito elfo estirado...- Si algo la distanciaba de él, era aquel aura desencantada que era habitual percibir en generaciones anteriores a la suya, a pesar del respeto que su mera existencia infundía, una parte de ella no podía evitar sentir recelo ante sus posicionamientos. No alcanzaba a comprender como alguien tan viajado y tan leído como él aparentaba ser, mantenía una mente tan hermética. ¿De verdad que todas sus experiencias le habían reafirmado en la barbarie humana? Lo cierto era que lo visto en Baslodia no dejaba demasiado margen de duda, si todos sus encuentros con la raza habían sido como aquel, podía llegar a entender su negativa. -Espero que no dejases que aquello te afectara, no te lo tomes como algo personal. El rechazo hacia otras razas es algo aprendido y en nuestro caso, una convicción muy arraigada. Aunque a veces pienso que los que son como él se mantienen firmes en esas ideas para mantener lo que ellos entienden como identidad, a pesar de encontrar evidencias de que existe gente a la que merece la pena tener en consideración. Prefieren centrarse en el desprecio hacia lo diferente, porque eso es lo que nos ha permitido sobrevivir durante generaciones.- Aquella no era una afirmación sin fundamento. Sin ir más lejos, aquellos días en la ciudad, si bien no habían permitido que el pequeño grupo improvisado se conociera, ni si quiera de forma superficial, sí se habían dejado entrever ciertas actitudes que, en el caso del espadachín, demostraban que había emociones más profundas que lo movían, ocultas tras una imagen impasible. -No voy a negar que muchos no merecéis clemencia... Pero si él de verdad creyera que no hay humano que se salve de ser escoria, te habría dejado morir en aquel templo, sino antes.- aseguró, volviendo la imagen a su cabeza de aquella masacre, aquellos cuerpos tendidos a sus pies, los que habían luchado junto a ella y los que habían combatido en contra, las gentes atemorizadas observando el horror resultante de la desafortunada visita a aquel lugar que olía a muerte. Y en las escaleras, aquellos dos extraños en los que se había visto obligada a confiar sin saber nada más que sus nombres. Si en algún momento podía haberse percibido verdadera preocupación en él, fue aquel. Cómo se había interpuesto entre ella y aquella sangrienta escena y cómo, sin mediar palabra, había hecho comprender a la elfa que en favor de su sensibilidad, sería mejor mantener a Iori en el desconocimiento de lo que allí había pasado. No, alguien a quien no le importan los humanos no se habría tomado tantas molestias.
Cuando la oscuridad hacía imposible el avance, fue el momento de buscar refugio en una zona donde la frondosidad parecía ahuecarse un poco. La tranquilidad que hasta el momento había sentido cada noche al cerrar los ojos, no la sentía en aquel lugar. Lejos quedaba el río, la posada y cualquier resquicio de civilización a la que pudieran acudir en caso de problemas. Allí todo era bosque, pero no el que conocía, el que tanto tiempo se había dedicado a recorrer y que tantas veces le había servido de refugio, no. Aquella arboleda despertaba sensaciones muy distintas a la seguridad que el sagrado Sandorai albergaba. Parecía todo tranquilo, el ambiente nocturno no distaba del habitual. El chirrío de los grillos, el ulular de alguna lechuza en la lejanía, la ligera brisa que hacía chascar alguna rama... Era una noche más, aunque la primera tan al oeste. Vampiros... ¿De verdad existían esos seres? Una parte de ella deseaba que fueran meros productos de la imaginación de los adolescentes, encantados con contar historias de terror alrededor de la hoguera en una buena fiesta. Aunque si había leído acerca de Aerandir y sus verdades antes de emprender el viaje era precisamente para tener presente la realidad y podía creer firmemente en la existencia de aquellas criaturas, a pesar de no haber visto nunca una. Sólo esperaba que, al menos, fueran la mitad de siniestras de lo que las describían en los libros... -Si no te importa, a partir de ahora preferiría que una se quede despierta mientras la otra duerme.- No tardaron en encontrar una zona donde varios troncos torcidos, alguno incluso caído, formaba una oquedad en el claro que serviría como lecho. Se envolvió en su capa y se sentó sobre los arboles bajos, dejando a Iori tumbarse bajo el hueco, junto a la hoguera, ofreciéndose a ser la primera en hacer guardia, porque de todos modos, tampoco podría dormir tranquila.
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El último comentario de la humana la descolocó, ¿liberación? ¿Se refería a ella misma? -Oh sí, no veo el momento de acabar con esto. Menos mal que contigo las despedidas son rápidas, eh.- bromeó, pensando en la última vez que se vieron, cuando, sin dejar hablar siquiera, se marchó nada más salir del túnel. A decir verdad, no pensó en volver a verla nunca. La imaginaba en su aldea, llevando una vida sencilla y segura, después de tanto repetir que quería irse a casa... -Te fuiste tan deprisa aquella vez... ¿Cómo fue tu viaje de vuelta?- Al hacer aquella pregunta, en su mente comenzaron a dar vueltas las cuestiones que siempre se le presentaban cuando estaba cerca del final del camino, ¿y ahora qué? ¿A dónde ir? Ella no tenía un hogar al que regresar, no había un sitio donde la esperasen después de cada viaje para hablar de sus aventuras. Y si supusiese que el poblado que la vio crecer la estaba esperando con las puertas abiertas, ¿volvería? Tal vez no sería una locura, a fin de cuentas se marchó por un motivo y no podía sentir más que fracaso, después de haber pateado los territorios de Sandorai y alrededores sin encontrar absolutamente nada. Quizá debería quedarse con lo leído, con lo estudiado y con las enseñanzas que su madre tuvo tiempo de prestarla. ¿Cómo serían las cosas si, de repente, un día apareciese de nuevo frente a su casa? No era capaz de imaginarlo, ¿habría cambiado algo? Temía que no... Porque ella tampoco tendría nada nuevo que ofrecer, retomaría sus quehaceres y su pautada vida. Sólo de pensar en ello, empezaba a deprimirse, ¿de verdad? ¿eso había sido todo? Aunque por otro lado... Era cierto que no había dado con lo que buscaba, pero había sido libre. Ella había decidido dónde ir y lo que hacer, ¿iba a renunciar a eso? Por fin era dueña de su vida, aunque no supiera lo que hacer con ella...
Aylizz Wendell
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
No pudo evitar reír en voz alta en medio de la oscuridad de la noche. El día había terminado y hasta la mañana siguiente no habría más luz - Sí que es un estirado. Sois los dos únicos elfos que conozco, a Zellas apenas tuve oportunidad de tratarlo. De no ser por ti pensaría que todos los de tu raza sois iguales. Pero es cierto que él parece muy... decepcionado con el mundo que lo rodea. Con los que no sean elfos, con lo que no sea Sandorai.- Mientras la escuchaba explicarle el problema racial, en su mente, Nousis y Aylizz se turnaban a la hora de comparar lo que decía la elfa con la personalidad que reflejaban cada uno de ellos, de forma muy bien delimitada. Negar que entre los humanos había auténticos desgraciados era algo que no tenía sentido. Ella misma había visto con sus ojos hasta dónde podía llegar la malicia latente en el corazón de las personas. Pero no precisaba conocer a todos los elfos de Aerandir para imaginar que seguro que entre ellos no todo era oro.
Nousis y Ayl estaban fuera de toda duda a sus ojos. Seres nobles y en esencia buena. Pero más allá del límite de su bosque, Iori no podía saber a ciencia cierta qué sentimientos anidaban en el alma de otros elfos. La mención al templo de Baslodia dejó entrar a raudales recuerdos que se esforzaba en mantener bajo llave. Primero su caída en la trampa, como una estúpida confiada. Esperaba que a tiempo presente no se metería en la boca del lobo como en aquella ocasión. Frunció el ceño y cerró los ojos, intentando pasar de puntillas por los recuerdos de los golpes dentro de aquella celda. Nunca le había dolido tanto el cuerpo... y apenas recordaba una ocasión anterior en la que hubiera tenido más ganas de besar a alguien. La luz que trajo Nousis entre las cuatro paredes había marcado de forma clara el camino que la humana siguió sin vacilar. No lo había tenido que pensar, maravillada como estaba ante el contacto de sus manos. El ceño fruncido se relajó, y su expresión volvió a reflejar una cara apacible. - Ese elfo está obsesionado con sentir que todo lo que le rodea es su responsabilidad. Desde lo del dracónido en el bosque pensó que estaba en una especie de deuda. Qué tontería, como si me hubiese obligado a tomar las decisiones...-
El bosque se cerró en torno a ellas. La prácticamente total oscuridad no les permitió seguir avanzando. Buscaron hueco entre la orografía del terreno, un refugio natural que las mantuviera protegidas a salvo, y permitiera encender un pequeño fuego que no atrajese miradas indiscretas en la medida de lo posible. Ayl era muy buena en aquello. Iori la había podido observar en los últimos días. Hacía gala de un conocimiento del bosque extraño, que rozaba la intuición innata y la instrucción que seguro le habían dado en su poblado. La humana se deslizó bajo los grandes huecos del árbol, y aprovechó una de las capas que los mercaderes les habían ofrecido para usar como manta y envolverse lo suficiente. Se dejó caer tumbada, colocando las manos detrás de la nuca y exhaló una respiración profunda soltando el lazo que agarraba su pelo. El comentario de su compañera la hizo reír entre dientes.
Asomarse a sus recuerdos desde el nivel que daba la experiencia, así que en parte el dolor o miedo no golpeasen de la misma manera. - Supongo que fue algo brusco sí. Lo cierto es que tenía muchísimas ganas de salir de allí... créeme si te digo Ayl, que hasta ese momento, jamás en mi vida había pasado por nada parecido. En mi mente, vosotros solo significabais problemas, y yo me veía tan inepta a vuestro lado... tan carga... justo como ahora. - Guardó silencio un instante Dejó que la elfa entendiese en sus palabras la respuesta a la última frase que la rubia había compartido con ella. - Te has involucrado en algo que tiene que ver únicamente conmigo. Es evidente que no hubiera llegado a estas alturas del camino a este punto si no fuese por ti pero... siento que de alguna forma te estoy arrastrando hacia una dirección que no es buena para ti...- Se levantó dejado la capa atrás y avanzó hasta sentarse al lado de la elfa.
- Creo que es lo único que aprendí de él. Y no me gusta. No quiero ser alguien pesado - se rió quedamente mientras alzaba las manos. Se encontró con la trenza de Ayl y sin pedir permiso ni pensar en ello, comenzó a deshacer los cruces de los mechones hasta dejar su melena rubia completamente suelta. - Pero creo que quizá... tienes razón. Aunque me resulta muy confuso interpretarlo, puede que sí haya sentido preocupación por mí... El día que salimos de Baslodia, después de separarnos, me encontró en el bosque. No íbamos en la misma dirección. Asumo que se desvió para asegurarse de que seguía viva de alguna manera - Alzó los ojos a las copas de los árboles con resignación. - Parecía algo preocupado por el beso que le di en la celda. Le respondí con otro. No sé si habrá servido para que aclarase las ideas - los ojos azules brillaban oscuros, apenas reflejando ligeramente el color anaranjado de las ascuas. - Supongo que entre los vuestros no es normal ese tipo de contactos. En la región en la que me crié pueden ser algo exclusivo entre miembros de una pareja, o un intercambio aceptado en un momento y en un lugar concretos... sin más. -
Aquella había sido su idea inicial. Las ocasiones en las que había besado a Nousis lo hizo guiándose puramente por la apetencia. Pero era verdad que la imagen del elfo, el recuerdo de aquello que habían compartido la había acompañado desde entonces de forma insistente. Como nunca antes le había pasado con otras bocas ni otros brazos. Escudriño el perfil de Ayl a su lado mientras una idea tomaba forma en su mente. - ¿Qué significado tiene para ti un beso? - preguntó sin darle tiempo a su compañera a asumir lo que acababa de decirle de forma casual segundos antes. Volvió a buscar con su mano su cabello, pero en esta ocasión para apartarlo con suavidad, dejando su cuello a la vista. Se acercó un poco más a ella fijando la mirada en su expresión. - En mi caso significa diversión; y necesariamente confianza. No puedo besar a alguien con quien no sienta algún tipo de conexión. Hay personas que piensan que eso es malo, pero para mí, es suficiente. Es todo lo que necesito para querer - Terminó de hablar susurrando prácticamente a su oído, pero siendo consciente de cómo estaba echando el freno. No con Ayl. No sin su consentimiento. Por mucho que la deseara, que quisiera buscar en sus labios, no estaba dispuesta a estropear la relación que tenían por un estúpido anhelo. No avanzó, pero no se retiró ni un centímetro mientras mantenía los ojos clavados en su rostro.
Nousis y Ayl estaban fuera de toda duda a sus ojos. Seres nobles y en esencia buena. Pero más allá del límite de su bosque, Iori no podía saber a ciencia cierta qué sentimientos anidaban en el alma de otros elfos. La mención al templo de Baslodia dejó entrar a raudales recuerdos que se esforzaba en mantener bajo llave. Primero su caída en la trampa, como una estúpida confiada. Esperaba que a tiempo presente no se metería en la boca del lobo como en aquella ocasión. Frunció el ceño y cerró los ojos, intentando pasar de puntillas por los recuerdos de los golpes dentro de aquella celda. Nunca le había dolido tanto el cuerpo... y apenas recordaba una ocasión anterior en la que hubiera tenido más ganas de besar a alguien. La luz que trajo Nousis entre las cuatro paredes había marcado de forma clara el camino que la humana siguió sin vacilar. No lo había tenido que pensar, maravillada como estaba ante el contacto de sus manos. El ceño fruncido se relajó, y su expresión volvió a reflejar una cara apacible. - Ese elfo está obsesionado con sentir que todo lo que le rodea es su responsabilidad. Desde lo del dracónido en el bosque pensó que estaba en una especie de deuda. Qué tontería, como si me hubiese obligado a tomar las decisiones...-
El bosque se cerró en torno a ellas. La prácticamente total oscuridad no les permitió seguir avanzando. Buscaron hueco entre la orografía del terreno, un refugio natural que las mantuviera protegidas a salvo, y permitiera encender un pequeño fuego que no atrajese miradas indiscretas en la medida de lo posible. Ayl era muy buena en aquello. Iori la había podido observar en los últimos días. Hacía gala de un conocimiento del bosque extraño, que rozaba la intuición innata y la instrucción que seguro le habían dado en su poblado. La humana se deslizó bajo los grandes huecos del árbol, y aprovechó una de las capas que los mercaderes les habían ofrecido para usar como manta y envolverse lo suficiente. Se dejó caer tumbada, colocando las manos detrás de la nuca y exhaló una respiración profunda soltando el lazo que agarraba su pelo. El comentario de su compañera la hizo reír entre dientes.
Asomarse a sus recuerdos desde el nivel que daba la experiencia, así que en parte el dolor o miedo no golpeasen de la misma manera. - Supongo que fue algo brusco sí. Lo cierto es que tenía muchísimas ganas de salir de allí... créeme si te digo Ayl, que hasta ese momento, jamás en mi vida había pasado por nada parecido. En mi mente, vosotros solo significabais problemas, y yo me veía tan inepta a vuestro lado... tan carga... justo como ahora. - Guardó silencio un instante Dejó que la elfa entendiese en sus palabras la respuesta a la última frase que la rubia había compartido con ella. - Te has involucrado en algo que tiene que ver únicamente conmigo. Es evidente que no hubiera llegado a estas alturas del camino a este punto si no fuese por ti pero... siento que de alguna forma te estoy arrastrando hacia una dirección que no es buena para ti...- Se levantó dejado la capa atrás y avanzó hasta sentarse al lado de la elfa.
- Creo que es lo único que aprendí de él. Y no me gusta. No quiero ser alguien pesado - se rió quedamente mientras alzaba las manos. Se encontró con la trenza de Ayl y sin pedir permiso ni pensar en ello, comenzó a deshacer los cruces de los mechones hasta dejar su melena rubia completamente suelta. - Pero creo que quizá... tienes razón. Aunque me resulta muy confuso interpretarlo, puede que sí haya sentido preocupación por mí... El día que salimos de Baslodia, después de separarnos, me encontró en el bosque. No íbamos en la misma dirección. Asumo que se desvió para asegurarse de que seguía viva de alguna manera - Alzó los ojos a las copas de los árboles con resignación. - Parecía algo preocupado por el beso que le di en la celda. Le respondí con otro. No sé si habrá servido para que aclarase las ideas - los ojos azules brillaban oscuros, apenas reflejando ligeramente el color anaranjado de las ascuas. - Supongo que entre los vuestros no es normal ese tipo de contactos. En la región en la que me crié pueden ser algo exclusivo entre miembros de una pareja, o un intercambio aceptado en un momento y en un lugar concretos... sin más. -
Aquella había sido su idea inicial. Las ocasiones en las que había besado a Nousis lo hizo guiándose puramente por la apetencia. Pero era verdad que la imagen del elfo, el recuerdo de aquello que habían compartido la había acompañado desde entonces de forma insistente. Como nunca antes le había pasado con otras bocas ni otros brazos. Escudriño el perfil de Ayl a su lado mientras una idea tomaba forma en su mente. - ¿Qué significado tiene para ti un beso? - preguntó sin darle tiempo a su compañera a asumir lo que acababa de decirle de forma casual segundos antes. Volvió a buscar con su mano su cabello, pero en esta ocasión para apartarlo con suavidad, dejando su cuello a la vista. Se acercó un poco más a ella fijando la mirada en su expresión. - En mi caso significa diversión; y necesariamente confianza. No puedo besar a alguien con quien no sienta algún tipo de conexión. Hay personas que piensan que eso es malo, pero para mí, es suficiente. Es todo lo que necesito para querer - Terminó de hablar susurrando prácticamente a su oído, pero siendo consciente de cómo estaba echando el freno. No con Ayl. No sin su consentimiento. Por mucho que la deseara, que quisiera buscar en sus labios, no estaba dispuesta a estropear la relación que tenían por un estúpido anhelo. No avanzó, pero no se retiró ni un centímetro mientras mantenía los ojos clavados en su rostro.
Iori Li
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
Le resultaba extraño poder hablar tan despreocupadamente sobre todo aquello, de las razas y sus percepciones. Acostumbrada a recibir críticas o sermones cuando daba su opinión al respecto, se limitó a crecer sin hablar de aquellos temas que, sin duda, entre los suyos levantaban ampollas. Daba igual el tiempo que hubiese pasado, no importaban las alianzas o las uniones en favor de otros en las luchas territoriales posteriores al exilio sufrido, hacía ya más de cien años… La longevidad de los elfos suponía que siempre habría alguien que recordase el pasado… Y eso estaba bien, ¿no? Olvidar el sufrimiento que su gente había vivido durante generaciones no era legítimo y puede que existiera verdad en aquello de que los más jóvenes nunca lo entenderían, porque no lo habían vivido… Por eso mismo le parecía absurdo que aquellos que no habían sufrido tal abuso y no llegaban siquiera a comprenderlo se vieran obligados a perpetuar y reproducir comportamientos tan radicales. Porque igual de malo era no aprender de la historia y no asumir que si algo tenían en común todas las batallas, era el ego y el odio. ¿A caso el ataque a su aldea había sido motivado por otra cosa que no fuera los resquicios de guerras pasadas? Pensar en aquello la hizo contradecirse en sus propias convicciones, pues los actos aislados de un puñado de brujos habían corroborado las negativas que, durante años, le habían inculcado hacia ellos, generando en ella un rechazo que se extendía a toda la raza… Quería pensar que, en cierta medida, aquello era distinto, que su recelo no estaba fundamentado en una idea de rivalidad absurda, que era algo personal porque lo había sufrido directamente… Pero, ¿acaso no era así cómo lo veían los más ancianos, los excombatientes, los supervivientes? Tal vez era ese el problema, aferrarse a un pasado que no podía cambiarse. -No sé qué decirte… Me he pasado la vida rodeada de elfos como él, así que a lo mejor yo soy el bicho raro.- ¿Qué podía decir? La vida decepciona, las personas decepcionan… A veces es más sencillo ver el mundo en negro, asumir la decadencia de la realidad y simplemente, intentar sobrevivir. Pero menuda vida es esa…
Iori siguió hablando, mientras ella divagaba en su mente. Baslodia había dejado de ser un lejano recuerdo para convertirse en la base de su conversación, todo lo que la humana decía parecía salir de las remembranzas de lo ocurrido en aquella ciudad. No esperaba que su comentario respecto a la despedida fuera a provocar una respuesta tan profunda, tan sólo había sido una broma, ni siquiera le había dado importancia a aquella marcha tan abrupta. Después de lo vivido, no haber perdido el tiempo para alejarse de allí había sido lo más sensato. -Lamento que te sintieras así… No creo que fueras una carga, pero te entiendo. Si me permites un consejo… No te castigues tanto. Tienes cualidades, aprovéchalas.- acompañó con una caída de ojos el suspiro que dejó escapar cuando terminó de escucharla -Ahora hablas como él. Yo he decidido acompañarte, tú no me estás arrastrando a nada. ¿Y cuál se supone que es una buena dirección, a ver? La única que debería valer es la que yo quiera seguir, ¡por los dioses! No entiendo por qué todo el mundo se empeña en decidir por mí lo que debo hacer con mi vida.- respondió exaltada, aquellas palabras la habían hecho reaccionar como un resorte, pero su alteración nada tenía que ver con su compañera. Comprendía a qué se estaba refiriendo y tan pronto como dejó de hablar se dio cuenta de lo brusca que había sido. -Perdona… Es que… Es complicado.- no dio más explicaciones, sólo se limitó a inclinar su cabeza hacia abajo, sujetando la frente con ambas manos.
Lo siguiente que notó fue a Iori acercarse a ella y continuar hablando, como si nada, mientras jugaba con su pelo. Dejó caer sus parpados ante aquella sensación tan reconfortante y se dejó invadir por la tranquilidad que aquel tacto la transmitía, hasta que las palabras de la humana la dejaron perpleja. Abrió los ojos, atónita, ¿acababa de decir que lo había besado? ¡¿Qué?! Continuó escuchando y su boca se abrió inconscientemente al tiempo que se dibujaba una ligera sonrisa. La joven lo comentaba como un hecho sin importancia, estaba claro que no sabía el alcance de una situación así para los de Sandorai. No era el beso en sí, el detalle que marcaba la diferencia residía en su condición de humana. -¡¿De verdad?! ¡¿Dos veces?! ¿Y él qué hizo? Ay Nousis… Tiene que estar desquiciado. Me sorprende que sigas viva después de lo que has hecho. Ya me lo imagino…- La situación le parecía de lo más divertida, nunca lo hubiera imaginado, no de él. Tan puro, tan rígido. Era la perfecta lección para un elfo chapado a la antigua. -¡Has mancillado mi honor, señorita humana!- lo imitó con sorna y se echó a reír. A los pocos instantes recobró la compostura e intentó explicar la seriedad del asunto. -Verás… No te sorprenderá si te digo que para mi pueblo las relaciones interraciales no son bien acogidas, pero hay clanes que incluso expulsan o destierran a quienes las mantienen. Si vas a preocuparte por algo, debería ser de eso. Yo no veo nada malo en ello, además no es como si os fuerais a casar o algo parecido, pero es nuestra realidad…- cambió el tono en aquellas últimas palabras -No digo que tú hayas hecho algo malo, es sólo que no me extrañaría que él comparta esa idea...- se encogió de hombros, aun mirando al frente, manteniendo el pelo suelto a un lado, mientras Iori lo manejaba.
No se esperaba la siguiente pregunta, directa como una flecha, y sin poder controlar su nerviosismo, se ruborizó. -¿Para mí? Eh… Pues… Lo que se supone que significa un beso, ¿no? Atracción supongo… O ¿amor?... Ay…- se quedó callada un instante para elegir las palabras adecuadas -Pienso que un gesto así tiene el significado que uno mismo quiera darle, pero es algo que nunca he experimentado.- antes de que la morena pudiese decir nada, comenzó a explicarse, como si de alguna manera tuviera que justificar no haber vivido aquello -Se qué es raro… Pero supongo que nunca se me ha presentado la oportunidad. Bueno, ¡una vez! Éramos unos críos, pero nos interrumpieron...- frunció el ceño al acordarse de aquello, de lo nerviosa que estaba, de la vergüenza que pasó al aparecer su hermano y de cómo tuvo que suplicarle que no se lo contase a su padre… -Siempre he estado muy protegida, muy vigilada. Si me preguntas por amoríos te diré que una opción así no era para mí, así que evité tenerlos… O los evitaron por mí. Asumí la imposición de que, cuando fuera el momento, me casarían con quien fuera la mejor opción y bueno…- se encogió de hombros -A decir verdad, al morir mi madre me aislé del mundo, me centré en mis cosas y si alguna vez tuve interés por alguien en ese sentido, dejé de tenerlo…- nunca se había parado a pensar cuántos años había gastado en estudiar e investigar, cuántas cosas se había perdido por dedicar el tiempo que le quedaba, tras cumplir con sus responsabilidades, a una búsqueda que parecía cada vez más absurda. En aquel momento reparó en las otras elfas de su aldea, cómo habían pasado su adolescencia preocupándose por cumplir con lo establecido para ellas, lo emocionadas que se mostraban en cada evento cuando se preocupaban por mostrar sus mejores facetas, los chascarrillos que se hacían cuando alguien flirteaba… y a esas alturas las imaginó planeando un futuro en familia. Aquello no había ido nunca con ella, tenía otras aspiraciones… No renegaba del amor, tampoco de una simple aventura, tan sólo era que en aquel poblado no habría encontrado a nadie que estuviera dispuesto a dejarla ser ella.
Cuando quiso darse cuenta, Iori estaba cerca, muy cerca. Seguía hablando, pero ahora lo hacía susurrándola al oído. Había apartado su pelo y podía sentir su respiración en el cuello, haciéndola sentir un hormigueo que erizó toda su piel. ¿Qué estaba pasando? Se giró ligeramente hacia ella y cuando se encontró con los ojos azules clavados en su rostro, sus latidos se aceleraron. ¿A caso ella…? La voz de la humana se metió en su cabeza, impidiéndola pensar con claridad. Confianza… Conexión… Era extraño pensar que entre ellas lo había, apenas se conocían, pero lo cierto es que así era. Encontrarla por casualidad en aquella posada, después de todo, fue una brisa de aire fresco. De no haberlo hecho, seguramente en aquellos momentos estaría en otro bosque, muy lejos de allí, pero más cerca de casa… Porque después de los intentos fallidos por reencontrarse con su pasado, se sentía perdida, sin motivación alguna para hacer nada que no fuera volver y lidiar con lo que le había tocado vivir. Y entonces, dio con ella. Con su gracia natural, con su cabeza loca, con su inocencia. Cualquier excusa le habría valido para no volver a su aldea, pero sin duda acompañarla fue la mejor decisión que podía haber tomado. ¿Cuál habría sido la alternativa? ¿Buscar un tesoro junto a dos desconocidos? Tal vez, si ella no hubiese estado allí… Pero estaba. Y ahora también, frente a ella. Cerca, muy cerca. ¿Qué se supone que tenía que hacer? ¿Qué esperaba ella que hiciese? Pudo fijarse en los detalles de su rostro. Era guapa, de eso se había percatado al conocerla. Pero en la penumbra, las llamas de la hoguera iluminaban suavemente sus facciones y podía ver en ella una expresión penetrante y, de alguna manera, ¿sensual? El ambiente había cambiado, sintió el impulso de apartarse, pero no lo hizo. Se sentía bien, estaba nerviosa, pero a gusto. Sonrío, y al notar cómo la sangre volvía a bombear en sus mejillas no pudo ahogar una ligera risa nerviosa que surgió de repente, haciéndola cerrar los ojos un instante de manera inconsciente. Fue un parpadeo, un acto reflejo que quiso acompañar con una disculpa por, qué sabía ella, ¿romper la magia? ¿estropear el momento? Sólo pensaba en que, por unos instantes, su mente se había olvidado de dónde se encontraban y la intensa mirada de Iori la había hecho temblar por dentro… Y ahora... ¿Ahora qué? Volvió a fijar su mirada en la humana y su intención de decir cualquier cosa quedó en intento, porque cuando hizo el amago de hablar, ella sujetó su barbilla con suavidad y selló su boca.
Aylizz se quedó inmóvil, sentía que el corazón latía tan fuerte que se le iba a salir del pecho. No fue un beso largo, ni lleno de pasión. Fue intenso, pero tierno. La calidez de su mano en el rostro, la suavidad con la que le rozó los labios y la manera en la que su lengua la buscó con delicadeza hicieron que su mente quedase en blanco y sólo se preocupó de sentirlo. Aunque… ¿Qué se suponía que debía sentir? ¿Qué significaba aquello? A penas duró unos segundos, pero a ella le pareció que el tiempo se había detenido. Era evidente que había empezado a crear un vínculo con aquella chica, pero ¿podía considerarlo romántico? A decir verdad, no había notado una atracción hacia ella en ese sentido. El aura de la joven era atrayente, desprendía una energía que te alentaba a seguir a su lado, pero no pensaba que ese fuera el tipo de atracción que se da cuando se quiere llegar a lo físico. ¿Ella lo sentiría así? ¿Habría hecho mal en dejar que ocurriera? La dispersión de su cabeza dejó paso a una abrumadora cantidad de preguntas, pero entonces se percató de lo que la morena había mentado momentos antes “en mi caso significa diversión”. Entonces, ¿era eso? Tal vez sólo buscaba sensaciones nuevas o tal vez sólo quería que Ayl lo experimentase. La elfa se separó despacio y agarró la mano que Iori aun mantenía en su rostro, apartándola de ella. -Yo… Lo siento… Es que no sé qué esperas de mí…- Su voz sonó entre cortada, culpable, el bienestar de hacía un instante desapareció de repente. Pero antes de poder obtener respuesta, un fuerte chasquido en las ramas de los árboles que se alzaban sobre sus cabezas la sobresaltó y entonces algo se dejó caer desde lo alto, abalanzándose sobre ellas.
Iori siguió hablando, mientras ella divagaba en su mente. Baslodia había dejado de ser un lejano recuerdo para convertirse en la base de su conversación, todo lo que la humana decía parecía salir de las remembranzas de lo ocurrido en aquella ciudad. No esperaba que su comentario respecto a la despedida fuera a provocar una respuesta tan profunda, tan sólo había sido una broma, ni siquiera le había dado importancia a aquella marcha tan abrupta. Después de lo vivido, no haber perdido el tiempo para alejarse de allí había sido lo más sensato. -Lamento que te sintieras así… No creo que fueras una carga, pero te entiendo. Si me permites un consejo… No te castigues tanto. Tienes cualidades, aprovéchalas.- acompañó con una caída de ojos el suspiro que dejó escapar cuando terminó de escucharla -Ahora hablas como él. Yo he decidido acompañarte, tú no me estás arrastrando a nada. ¿Y cuál se supone que es una buena dirección, a ver? La única que debería valer es la que yo quiera seguir, ¡por los dioses! No entiendo por qué todo el mundo se empeña en decidir por mí lo que debo hacer con mi vida.- respondió exaltada, aquellas palabras la habían hecho reaccionar como un resorte, pero su alteración nada tenía que ver con su compañera. Comprendía a qué se estaba refiriendo y tan pronto como dejó de hablar se dio cuenta de lo brusca que había sido. -Perdona… Es que… Es complicado.- no dio más explicaciones, sólo se limitó a inclinar su cabeza hacia abajo, sujetando la frente con ambas manos.
Lo siguiente que notó fue a Iori acercarse a ella y continuar hablando, como si nada, mientras jugaba con su pelo. Dejó caer sus parpados ante aquella sensación tan reconfortante y se dejó invadir por la tranquilidad que aquel tacto la transmitía, hasta que las palabras de la humana la dejaron perpleja. Abrió los ojos, atónita, ¿acababa de decir que lo había besado? ¡¿Qué?! Continuó escuchando y su boca se abrió inconscientemente al tiempo que se dibujaba una ligera sonrisa. La joven lo comentaba como un hecho sin importancia, estaba claro que no sabía el alcance de una situación así para los de Sandorai. No era el beso en sí, el detalle que marcaba la diferencia residía en su condición de humana. -¡¿De verdad?! ¡¿Dos veces?! ¿Y él qué hizo? Ay Nousis… Tiene que estar desquiciado. Me sorprende que sigas viva después de lo que has hecho. Ya me lo imagino…- La situación le parecía de lo más divertida, nunca lo hubiera imaginado, no de él. Tan puro, tan rígido. Era la perfecta lección para un elfo chapado a la antigua. -¡Has mancillado mi honor, señorita humana!- lo imitó con sorna y se echó a reír. A los pocos instantes recobró la compostura e intentó explicar la seriedad del asunto. -Verás… No te sorprenderá si te digo que para mi pueblo las relaciones interraciales no son bien acogidas, pero hay clanes que incluso expulsan o destierran a quienes las mantienen. Si vas a preocuparte por algo, debería ser de eso. Yo no veo nada malo en ello, además no es como si os fuerais a casar o algo parecido, pero es nuestra realidad…- cambió el tono en aquellas últimas palabras -No digo que tú hayas hecho algo malo, es sólo que no me extrañaría que él comparta esa idea...- se encogió de hombros, aun mirando al frente, manteniendo el pelo suelto a un lado, mientras Iori lo manejaba.
No se esperaba la siguiente pregunta, directa como una flecha, y sin poder controlar su nerviosismo, se ruborizó. -¿Para mí? Eh… Pues… Lo que se supone que significa un beso, ¿no? Atracción supongo… O ¿amor?... Ay…- se quedó callada un instante para elegir las palabras adecuadas -Pienso que un gesto así tiene el significado que uno mismo quiera darle, pero es algo que nunca he experimentado.- antes de que la morena pudiese decir nada, comenzó a explicarse, como si de alguna manera tuviera que justificar no haber vivido aquello -Se qué es raro… Pero supongo que nunca se me ha presentado la oportunidad. Bueno, ¡una vez! Éramos unos críos, pero nos interrumpieron...- frunció el ceño al acordarse de aquello, de lo nerviosa que estaba, de la vergüenza que pasó al aparecer su hermano y de cómo tuvo que suplicarle que no se lo contase a su padre… -Siempre he estado muy protegida, muy vigilada. Si me preguntas por amoríos te diré que una opción así no era para mí, así que evité tenerlos… O los evitaron por mí. Asumí la imposición de que, cuando fuera el momento, me casarían con quien fuera la mejor opción y bueno…- se encogió de hombros -A decir verdad, al morir mi madre me aislé del mundo, me centré en mis cosas y si alguna vez tuve interés por alguien en ese sentido, dejé de tenerlo…- nunca se había parado a pensar cuántos años había gastado en estudiar e investigar, cuántas cosas se había perdido por dedicar el tiempo que le quedaba, tras cumplir con sus responsabilidades, a una búsqueda que parecía cada vez más absurda. En aquel momento reparó en las otras elfas de su aldea, cómo habían pasado su adolescencia preocupándose por cumplir con lo establecido para ellas, lo emocionadas que se mostraban en cada evento cuando se preocupaban por mostrar sus mejores facetas, los chascarrillos que se hacían cuando alguien flirteaba… y a esas alturas las imaginó planeando un futuro en familia. Aquello no había ido nunca con ella, tenía otras aspiraciones… No renegaba del amor, tampoco de una simple aventura, tan sólo era que en aquel poblado no habría encontrado a nadie que estuviera dispuesto a dejarla ser ella.
Cuando quiso darse cuenta, Iori estaba cerca, muy cerca. Seguía hablando, pero ahora lo hacía susurrándola al oído. Había apartado su pelo y podía sentir su respiración en el cuello, haciéndola sentir un hormigueo que erizó toda su piel. ¿Qué estaba pasando? Se giró ligeramente hacia ella y cuando se encontró con los ojos azules clavados en su rostro, sus latidos se aceleraron. ¿A caso ella…? La voz de la humana se metió en su cabeza, impidiéndola pensar con claridad. Confianza… Conexión… Era extraño pensar que entre ellas lo había, apenas se conocían, pero lo cierto es que así era. Encontrarla por casualidad en aquella posada, después de todo, fue una brisa de aire fresco. De no haberlo hecho, seguramente en aquellos momentos estaría en otro bosque, muy lejos de allí, pero más cerca de casa… Porque después de los intentos fallidos por reencontrarse con su pasado, se sentía perdida, sin motivación alguna para hacer nada que no fuera volver y lidiar con lo que le había tocado vivir. Y entonces, dio con ella. Con su gracia natural, con su cabeza loca, con su inocencia. Cualquier excusa le habría valido para no volver a su aldea, pero sin duda acompañarla fue la mejor decisión que podía haber tomado. ¿Cuál habría sido la alternativa? ¿Buscar un tesoro junto a dos desconocidos? Tal vez, si ella no hubiese estado allí… Pero estaba. Y ahora también, frente a ella. Cerca, muy cerca. ¿Qué se supone que tenía que hacer? ¿Qué esperaba ella que hiciese? Pudo fijarse en los detalles de su rostro. Era guapa, de eso se había percatado al conocerla. Pero en la penumbra, las llamas de la hoguera iluminaban suavemente sus facciones y podía ver en ella una expresión penetrante y, de alguna manera, ¿sensual? El ambiente había cambiado, sintió el impulso de apartarse, pero no lo hizo. Se sentía bien, estaba nerviosa, pero a gusto. Sonrío, y al notar cómo la sangre volvía a bombear en sus mejillas no pudo ahogar una ligera risa nerviosa que surgió de repente, haciéndola cerrar los ojos un instante de manera inconsciente. Fue un parpadeo, un acto reflejo que quiso acompañar con una disculpa por, qué sabía ella, ¿romper la magia? ¿estropear el momento? Sólo pensaba en que, por unos instantes, su mente se había olvidado de dónde se encontraban y la intensa mirada de Iori la había hecho temblar por dentro… Y ahora... ¿Ahora qué? Volvió a fijar su mirada en la humana y su intención de decir cualquier cosa quedó en intento, porque cuando hizo el amago de hablar, ella sujetó su barbilla con suavidad y selló su boca.
Aylizz se quedó inmóvil, sentía que el corazón latía tan fuerte que se le iba a salir del pecho. No fue un beso largo, ni lleno de pasión. Fue intenso, pero tierno. La calidez de su mano en el rostro, la suavidad con la que le rozó los labios y la manera en la que su lengua la buscó con delicadeza hicieron que su mente quedase en blanco y sólo se preocupó de sentirlo. Aunque… ¿Qué se suponía que debía sentir? ¿Qué significaba aquello? A penas duró unos segundos, pero a ella le pareció que el tiempo se había detenido. Era evidente que había empezado a crear un vínculo con aquella chica, pero ¿podía considerarlo romántico? A decir verdad, no había notado una atracción hacia ella en ese sentido. El aura de la joven era atrayente, desprendía una energía que te alentaba a seguir a su lado, pero no pensaba que ese fuera el tipo de atracción que se da cuando se quiere llegar a lo físico. ¿Ella lo sentiría así? ¿Habría hecho mal en dejar que ocurriera? La dispersión de su cabeza dejó paso a una abrumadora cantidad de preguntas, pero entonces se percató de lo que la morena había mentado momentos antes “en mi caso significa diversión”. Entonces, ¿era eso? Tal vez sólo buscaba sensaciones nuevas o tal vez sólo quería que Ayl lo experimentase. La elfa se separó despacio y agarró la mano que Iori aun mantenía en su rostro, apartándola de ella. -Yo… Lo siento… Es que no sé qué esperas de mí…- Su voz sonó entre cortada, culpable, el bienestar de hacía un instante desapareció de repente. Pero antes de poder obtener respuesta, un fuerte chasquido en las ramas de los árboles que se alzaban sobre sus cabezas la sobresaltó y entonces algo se dejó caer desde lo alto, abalanzándose sobre ellas.
Aylizz Wendell
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
Observando el rostro de Ayl a centímetros hablando de él, hizo el esfuerzo de imaginarse a un Nousis desquiciado como ella decía. Lo cierto es que escuchando la explicación que le daba sobre la posición ante la raza de los elfos, la humana podía comprender mejor el desagrado con el que el moreno la había tratado en el principio. Recordó el tono de preocupación en su voz, en la última despedida en el bosque de Baslodia, y pensó completamente segura que él había participado igual que ella del beso. Y eso le había gustado mucho. Sacudió de su cabeza el recuerdo de las manos de Nousis en aquel instante. Podía rememorar con insistencia masoquista la forma en la que las palmas del elfo se habían fundido en su cadera, estrechándola contra él mientras sus labios se empeñaban en crear silencio juntos.
Sonrió con ternura, colocando un mechón de pelo detrás de la oreja de Ayl. Su forma de hablar le recordó a las muchachas de su aldea. - Eso me suena... es una actitud más común en las chicas que tienen una familia. Alguien que se preocupe por ellas... - No había acritud en sus palabras, pero la humana era consciente de las diferencias entre el cuidado que había recibido ella y las otras jóvenes del lugar. - La mayoría de las chicas que conozco también hicieron algo a escondidas, pero te aseguro que no con la libertad que yo tuve. En mi caso nunca hubo nadie diciéndome que reservase este tipo de gestos para una persona especial. O que solo tienen sentido si se realizan por amor... - según hablaba, en el fondo de su cabeza la cara de Nousis se perfiló. Contuvo un resoplido, cosa que fue sencilla centrando toda su atención en el hermoso rostro de Ayl.
Podía leer su contrariedad, y también imaginar por lo que decía, y lo que no decía, el tipo de vida que había tenido hasta ahora. La educación entre chicos y chicas era muy diferente. Parecía que entre los elfos compartía un patrón similar. Reconoció su nerviosismo, y Iori creyó estar viéndose a ella misma en su primer beso. A la orilla del río una tarde de verano. La risa temblorosa por algún motivo la hizo sentir más ansiosa de su deseo por ella, y sin querer evitarlo alzó una mano para acariciarla. Recorrió con la yema de los dedos su mejilla, y descendió trazando la forma de su óvalo hasta llegar al mentón. Cerró los ojos un instante, como si tuviese miedo, y la humana no apartaba un ápice la vista de cualquiera de sus reacciones. Cuando los ojos de Ayl se abrieron, vio en ellos la respuesta clara. Cerró los ojos y mató los centímetros que las separaban pegando con suavidad sus bocas.
Los labios de la elfa eran muy suaves. Sus formas llenas rozaron los de la humana haciendo que por unos instantes, Iori sintiese que únicamente así era suficiente para aliviar la excitación que sentía por ella. Se sorprendió mucho de la leve respuesta que percibió, mientras sin abrir aun su boca, continuaba explorando aquella unión. No quería presionar. Sabía que si ella era inexperta no obtendría nada que mereciese la pena ser conservado si continuaba demandando de Ayl más que aquel beso. Se separó ligeramente, lo justo para sonreír mirándola con curiosidad. - Solo significa lo que nosotras queramos. Para mí es deseo sí, pero también es gratitud. En mi caso este tipo de situaciones no tienen más significado que el aquí y el ahora - Se encogió de hombros recuperando un poco la postura sentada a su lado. - No le des más vueltas... No es diferente a qu... - Cuando escuchó el sonido encima de sus cabezas actuó y luego pensó, como venía haciendo habitualmente.
Empujó a la elfa por los hombros, y ambas rodaron a un lado sobre su espalda. De las ramas superiores se precipitó un bulto, que en la leve claridad de la hoguera Iori percibió como una piña. - Eso ha sido inesperado...- murmuró antes de quedar en silencio debido a unas risas. Sonaron frente a ellas, guarecida entre las sombras y por el timbre de la voz parecía una mujer. La humana extendió la mano tanteando para aferrarse a su bastón mientras preguntaba sin apartar la vista de la oscuridad delante de ella. - ¿Quién eres? - vio como Ayl a su lado sacaba la daga de su funda. - ¿Os habéis perdido? - Parpadeó sorprendida con aquella voz. Estaba bastante segura de no haber escuchado nunca una similar. Tardó unos segundos en reaccionar, fruto de la impresión que había causado aquel sonido en ella. - No... No estamos perdidas. Sabemos a dónde vamos. ¿Acaso quieres compartir nuestro fuego? Si es así puedes acercarte - y a pesar de todo, seguía pecando de ingenuidad.
De estar más atenta se habría dado cuenta de que, por la contra, su compañera elfa no tenía buena vibraciones de aquello. - Sal a la luz - habló con firmeza. De forma dura, haciendo que la humana se admirase por la resolución de la elfa. La miró de soslayo un instante, preguntándose cual era el peligro que ella había visto para mostrar aquella hostilidad. Cuando la mujer avanzó mirándolas con suficiencia Iori supo lo que la elfa debía de haber percibido. Parecía humana, pero sin embargo, había algo irreal, casi intangible en ella que le hacía sentir que no se trataba de alguien como ella. La curiosa arma en forma de guadaña que llevaba captó toda la atención de la morena, haciendo que comprendiese que, sin pretenderlo se encontraban de lleno en una batalla en las peores condiciones posible que podían tocarles. En un terreno que no conocían en la oscuridad de la noche.
- ¿Cómo te llamas?- pregunta continuando con los intentos de diplomacia. La mujer la ignoró de forma evidente, centrando los ojos en su compañera por completo. Abrió la boca para volver a hablar con esa voz melódica. - ¿Os habéis perdido...? - La voz de Ayl sonó alta y clara. - No. Estamos bien. No queremos problemas, sólo estamos de paso.- La expresión de la mujer traicionó su voz sensual, adquiriendo a gusto de Iori un matiz muy siniestro. - Solo estamos de paso.... - Repitió, y pareció pensarse tales de palabras de verdad - ¿Y cuál de vosotras es la más problemática? ¿Quien ha decidido venir hasta aquí...?- volvió a sonreír. La humana frunció el ceño y se agazapó en el suelo sobre sus piernas, preparada para saltar en cualquier circunstancia pero aparentemente relajada. Mira a Ayl por el rabillo del ojo, leyendo ahora la tensión del ambiente con claridad. - ¿Problemática? -
Fueron tres segundos, pero los hechos que tuvieron lugar no tuvieron sentido para Iori. La humana escuchó una palabra que no pudo entender por parte de la mujer, y al instante la elfa pareció afectada por algo. Llevó las manos a la cabeza y le preguntó con dificultad qué quería de ellas. Se adelantó un poco, acercándose a Aylizz sin entender qué era lo que estaba pasando. - Jugar... ¿qué si no...? Los ciervos no saben tan bien (1)- Y en el mismo instante se lanzó como una flecha enfilando hacia la rubia. Iori reaccionó sin pensar, usando su agilidad para interponerse en su camino. Consiguió bloquear su ataque y la apartó, desestabilizándose por la fuerza del impacto y terminando con una rodilla en el suelo. Se había acabado la conversación. - Estábamos jugando bien sin ti de hecho - siseó entre dientes, notando como el enfado crecía en ella tras intentar atacar a la elfa, más incluso que si hubiera ido a por Iori directamente.
Podía ver su sonrisa de suficiencia, su actitud confiada, y mientras las tres se movían, midiéndose a la leve luz de la hoguera, la mujer volvió a abrir la boca (2). Ahora ambas muchachas tuvieron que cubrir sus oídos, sintiendo los efectos del terrible sonido que producía aquel ser. Ser, dado que la posibilidad de que aquello fuese humano ya estaba descartado en la mente de Iori. Aferró el bastón con fuerza, sintiéndose desequilibrada en sus intentos por continuar moviéndose con agilidad. Ambas intentaban poner todos sus sentidos, pero el efecto del chillido en ellas las hacía lentas y vulnerables. Y la mujer aprovechaba eso y su agilidad para herirlas con su arma. Tanto Iori como Ayl tuvieron ocasión de sisear de dolor cuando la hoja cortó en sus carnes. Aun esquivando o bloqueando algún golpe, sendos cortes penetraron en su cuerpo, en un evidente juego que aquella figura estaba disfrutando.
Viendo lo inefectivo de sus intentos de golpearla, Iori asumió que había llegado el momento de usar el anillo que había obtenido junto con la cicatriz de su brazo en Beltaine. Buscó en su ropa y se colocó la joya en sus dedos con rapidez. - Iori, ¿Recuerdas a Yiruanne? - Como para olvidarla. Aquella pregunta la tomó por sorpresa. Ayl, a su espalda la hizo regresar semanas atrás, a la posada de Baslodia de la cual terminaron saliendo por un pasadizo después de haberle prendido fuego a todo. Fuego... Sí, justo así lo harían. Asintió de forma ligera, preparada para aprovechar la menor ocasión. Cuando pasó delante de ellas, súbitamente sus pies parecieron trabarse en el suelo. Iori observó y a la luz de las llamas naranjas pudo ver como unas raíces se habían aferrado a sus tobillos deteniendo por un instante sus movimientos. Pudo leer la leve contrariedad en su cara. Aquello no parecía ser un gran inconveniente para ella. Y sin embargo Iori se iba a asegurar de que haberlas subestimado fuese su peor error. Alzando el bastón dio un golpe seco en la base de la garganta a aquel ser para asegurarse de que no volvería usarla para hablar.
El impacto en el cuello y los pies aferrados al suelo la hicieron caer hacia atrás, de espaldas justo encima de la pequeña hoguera. El fuego se prendió en su ropa timidamente, nada que supisiera un peligro mortal. Hasta entonces. La humana giró la joya que llevaba puesta en el dedo tres veces y una llamarada mayor prendió en los leños que estaban bajo su cuerpo (3). Subieron hacia la oscuridad de la noche junto con los gritos que comenzó a proferir, mientras intentaba apagarlos, o salir de allí. O los dioses sabían qué. El fuego encontró en la ropa y en la carne su combustible, y el olor del tejido quemado se hizo presente en el claro. Los ojos azules, brillaban ahora iluminados con el espectáculo del cuerpo de aquel ser siendo consumido en la pira frente a ellas.
Offrol:
(1) Palabra de Dolor. Especialización: Señor de la Voz. Pronuncia una palabra severa, la que causa un dolor mental en su objetivo, debilitándole.
(2) El señor de la voz emite un intenso chillido. Cualquiera a menos de 5 metros a la redonda pierde un 20% de destreza y tiene dificultad para percibir a sus enemigos correctamente. El efecto dura 2 turnos.
(3) Anillo incandescente: [Joya,3 cargas] Al rotar 3 veces el anillo en tu dedo anular, se activa un pequeño fuego sobre una superficie inerte (excepto equipamiento) a menos de 5 metros de distancia. Puede consumir objetos o dañar a la personas si éstos están lo suficientemente cerca ( a menos de 1 metro) de donde las llamas aparecen.
Sonrió con ternura, colocando un mechón de pelo detrás de la oreja de Ayl. Su forma de hablar le recordó a las muchachas de su aldea. - Eso me suena... es una actitud más común en las chicas que tienen una familia. Alguien que se preocupe por ellas... - No había acritud en sus palabras, pero la humana era consciente de las diferencias entre el cuidado que había recibido ella y las otras jóvenes del lugar. - La mayoría de las chicas que conozco también hicieron algo a escondidas, pero te aseguro que no con la libertad que yo tuve. En mi caso nunca hubo nadie diciéndome que reservase este tipo de gestos para una persona especial. O que solo tienen sentido si se realizan por amor... - según hablaba, en el fondo de su cabeza la cara de Nousis se perfiló. Contuvo un resoplido, cosa que fue sencilla centrando toda su atención en el hermoso rostro de Ayl.
Podía leer su contrariedad, y también imaginar por lo que decía, y lo que no decía, el tipo de vida que había tenido hasta ahora. La educación entre chicos y chicas era muy diferente. Parecía que entre los elfos compartía un patrón similar. Reconoció su nerviosismo, y Iori creyó estar viéndose a ella misma en su primer beso. A la orilla del río una tarde de verano. La risa temblorosa por algún motivo la hizo sentir más ansiosa de su deseo por ella, y sin querer evitarlo alzó una mano para acariciarla. Recorrió con la yema de los dedos su mejilla, y descendió trazando la forma de su óvalo hasta llegar al mentón. Cerró los ojos un instante, como si tuviese miedo, y la humana no apartaba un ápice la vista de cualquiera de sus reacciones. Cuando los ojos de Ayl se abrieron, vio en ellos la respuesta clara. Cerró los ojos y mató los centímetros que las separaban pegando con suavidad sus bocas.
Los labios de la elfa eran muy suaves. Sus formas llenas rozaron los de la humana haciendo que por unos instantes, Iori sintiese que únicamente así era suficiente para aliviar la excitación que sentía por ella. Se sorprendió mucho de la leve respuesta que percibió, mientras sin abrir aun su boca, continuaba explorando aquella unión. No quería presionar. Sabía que si ella era inexperta no obtendría nada que mereciese la pena ser conservado si continuaba demandando de Ayl más que aquel beso. Se separó ligeramente, lo justo para sonreír mirándola con curiosidad. - Solo significa lo que nosotras queramos. Para mí es deseo sí, pero también es gratitud. En mi caso este tipo de situaciones no tienen más significado que el aquí y el ahora - Se encogió de hombros recuperando un poco la postura sentada a su lado. - No le des más vueltas... No es diferente a qu... - Cuando escuchó el sonido encima de sus cabezas actuó y luego pensó, como venía haciendo habitualmente.
Empujó a la elfa por los hombros, y ambas rodaron a un lado sobre su espalda. De las ramas superiores se precipitó un bulto, que en la leve claridad de la hoguera Iori percibió como una piña. - Eso ha sido inesperado...- murmuró antes de quedar en silencio debido a unas risas. Sonaron frente a ellas, guarecida entre las sombras y por el timbre de la voz parecía una mujer. La humana extendió la mano tanteando para aferrarse a su bastón mientras preguntaba sin apartar la vista de la oscuridad delante de ella. - ¿Quién eres? - vio como Ayl a su lado sacaba la daga de su funda. - ¿Os habéis perdido? - Parpadeó sorprendida con aquella voz. Estaba bastante segura de no haber escuchado nunca una similar. Tardó unos segundos en reaccionar, fruto de la impresión que había causado aquel sonido en ella. - No... No estamos perdidas. Sabemos a dónde vamos. ¿Acaso quieres compartir nuestro fuego? Si es así puedes acercarte - y a pesar de todo, seguía pecando de ingenuidad.
De estar más atenta se habría dado cuenta de que, por la contra, su compañera elfa no tenía buena vibraciones de aquello. - Sal a la luz - habló con firmeza. De forma dura, haciendo que la humana se admirase por la resolución de la elfa. La miró de soslayo un instante, preguntándose cual era el peligro que ella había visto para mostrar aquella hostilidad. Cuando la mujer avanzó mirándolas con suficiencia Iori supo lo que la elfa debía de haber percibido. Parecía humana, pero sin embargo, había algo irreal, casi intangible en ella que le hacía sentir que no se trataba de alguien como ella. La curiosa arma en forma de guadaña que llevaba captó toda la atención de la morena, haciendo que comprendiese que, sin pretenderlo se encontraban de lleno en una batalla en las peores condiciones posible que podían tocarles. En un terreno que no conocían en la oscuridad de la noche.
- ¿Cómo te llamas?- pregunta continuando con los intentos de diplomacia. La mujer la ignoró de forma evidente, centrando los ojos en su compañera por completo. Abrió la boca para volver a hablar con esa voz melódica. - ¿Os habéis perdido...? - La voz de Ayl sonó alta y clara. - No. Estamos bien. No queremos problemas, sólo estamos de paso.- La expresión de la mujer traicionó su voz sensual, adquiriendo a gusto de Iori un matiz muy siniestro. - Solo estamos de paso.... - Repitió, y pareció pensarse tales de palabras de verdad - ¿Y cuál de vosotras es la más problemática? ¿Quien ha decidido venir hasta aquí...?- volvió a sonreír. La humana frunció el ceño y se agazapó en el suelo sobre sus piernas, preparada para saltar en cualquier circunstancia pero aparentemente relajada. Mira a Ayl por el rabillo del ojo, leyendo ahora la tensión del ambiente con claridad. - ¿Problemática? -
Fueron tres segundos, pero los hechos que tuvieron lugar no tuvieron sentido para Iori. La humana escuchó una palabra que no pudo entender por parte de la mujer, y al instante la elfa pareció afectada por algo. Llevó las manos a la cabeza y le preguntó con dificultad qué quería de ellas. Se adelantó un poco, acercándose a Aylizz sin entender qué era lo que estaba pasando. - Jugar... ¿qué si no...? Los ciervos no saben tan bien (1)- Y en el mismo instante se lanzó como una flecha enfilando hacia la rubia. Iori reaccionó sin pensar, usando su agilidad para interponerse en su camino. Consiguió bloquear su ataque y la apartó, desestabilizándose por la fuerza del impacto y terminando con una rodilla en el suelo. Se había acabado la conversación. - Estábamos jugando bien sin ti de hecho - siseó entre dientes, notando como el enfado crecía en ella tras intentar atacar a la elfa, más incluso que si hubiera ido a por Iori directamente.
Podía ver su sonrisa de suficiencia, su actitud confiada, y mientras las tres se movían, midiéndose a la leve luz de la hoguera, la mujer volvió a abrir la boca (2). Ahora ambas muchachas tuvieron que cubrir sus oídos, sintiendo los efectos del terrible sonido que producía aquel ser. Ser, dado que la posibilidad de que aquello fuese humano ya estaba descartado en la mente de Iori. Aferró el bastón con fuerza, sintiéndose desequilibrada en sus intentos por continuar moviéndose con agilidad. Ambas intentaban poner todos sus sentidos, pero el efecto del chillido en ellas las hacía lentas y vulnerables. Y la mujer aprovechaba eso y su agilidad para herirlas con su arma. Tanto Iori como Ayl tuvieron ocasión de sisear de dolor cuando la hoja cortó en sus carnes. Aun esquivando o bloqueando algún golpe, sendos cortes penetraron en su cuerpo, en un evidente juego que aquella figura estaba disfrutando.
Viendo lo inefectivo de sus intentos de golpearla, Iori asumió que había llegado el momento de usar el anillo que había obtenido junto con la cicatriz de su brazo en Beltaine. Buscó en su ropa y se colocó la joya en sus dedos con rapidez. - Iori, ¿Recuerdas a Yiruanne? - Como para olvidarla. Aquella pregunta la tomó por sorpresa. Ayl, a su espalda la hizo regresar semanas atrás, a la posada de Baslodia de la cual terminaron saliendo por un pasadizo después de haberle prendido fuego a todo. Fuego... Sí, justo así lo harían. Asintió de forma ligera, preparada para aprovechar la menor ocasión. Cuando pasó delante de ellas, súbitamente sus pies parecieron trabarse en el suelo. Iori observó y a la luz de las llamas naranjas pudo ver como unas raíces se habían aferrado a sus tobillos deteniendo por un instante sus movimientos. Pudo leer la leve contrariedad en su cara. Aquello no parecía ser un gran inconveniente para ella. Y sin embargo Iori se iba a asegurar de que haberlas subestimado fuese su peor error. Alzando el bastón dio un golpe seco en la base de la garganta a aquel ser para asegurarse de que no volvería usarla para hablar.
El impacto en el cuello y los pies aferrados al suelo la hicieron caer hacia atrás, de espaldas justo encima de la pequeña hoguera. El fuego se prendió en su ropa timidamente, nada que supisiera un peligro mortal. Hasta entonces. La humana giró la joya que llevaba puesta en el dedo tres veces y una llamarada mayor prendió en los leños que estaban bajo su cuerpo (3). Subieron hacia la oscuridad de la noche junto con los gritos que comenzó a proferir, mientras intentaba apagarlos, o salir de allí. O los dioses sabían qué. El fuego encontró en la ropa y en la carne su combustible, y el olor del tejido quemado se hizo presente en el claro. Los ojos azules, brillaban ahora iluminados con el espectáculo del cuerpo de aquel ser siendo consumido en la pira frente a ellas.
Offrol:
(1) Palabra de Dolor. Especialización: Señor de la Voz. Pronuncia una palabra severa, la que causa un dolor mental en su objetivo, debilitándole.
(2) El señor de la voz emite un intenso chillido. Cualquiera a menos de 5 metros a la redonda pierde un 20% de destreza y tiene dificultad para percibir a sus enemigos correctamente. El efecto dura 2 turnos.
(3) Anillo incandescente: [Joya,3 cargas] Al rotar 3 veces el anillo en tu dedo anular, se activa un pequeño fuego sobre una superficie inerte (excepto equipamiento) a menos de 5 metros de distancia. Puede consumir objetos o dañar a la personas si éstos están lo suficientemente cerca ( a menos de 1 metro) de donde las llamas aparecen.
Iori Li
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
Las palabras de la humana se vieron interrumpidas por un sonido hueco que rebotó por el bosque, inundando el ambiente de una esencia escalofriante. El impulso que Iori le dio fue más rápido que los reflejos de la elfa y cuando se quiso dar cuenta, algo las acechaba desde las sombras. Y de repente, una risa diabólica resonó frente a ellas, seguidas de una voz femenina que dio paso a una atmósfera siniestra. ¿vampiros? no... no... no... su corazón se aceleró de nuevo, pero esta vez por un motivo muy distinto al de momentos antes. Una sensación nerviosa empezó a recorrer sus adentros, pero se esforzó por mantener la serenidad. Escuchó la breve conversación que su compañera mantuvo con aquella silueta que aún se mantenía oculta entre los árboles, en silencio. No podía ver a su interlocutora y esa sensación la incomodaba, el hecho de ocultarse, sumado al tono macabro de su voz, dejaban claro que sólo podía tratarse de una amenaza.
Apenas había dado un par de pasos hacia ellas, cuando la silueta de una mujer encapuchada se abrió paso hacia el área tenuemente iluminada por la hoguera. Vestía con ropas oscuras, ceñidas y largas. En una mano portaba un arma que con sólo una mirada podía saberse que sería mejor mantenerse lejos... O no dejar que ella se acercase lo suficiente. Y entonces una sonrisa tenebrosa dejó entrever la prueba definitiva de que aquella hembra era un ser de la oscuridad. Desde el momento en que accedió a dirigirse al oeste sabía que aquello podía pasar, no, no sólo podía sino que las posibilidades de que aquello no pasara eran mínimas, pero una parte de ella confiaba en que así fuera. Intentaba asimilar la situación cuando, en apenas un parpadeo, la mujer apareció delante de ella, con una postura que, más que a un ataque, recordaba a una cacería. No tuvo tiempo de reaccionar, ya se veía tendida en el suelo, haciendo inútiles esfuerzos por zafarse de las garras de su asesina, pero en el momento justo el impacto de su compañera contra la vampiresa desvió el ataque. El golpe sordo de los cuerpos chocando la hizo salir del shok en el que se encontraba, por la rapidez con la que estaba transcurriendo la escena.
Apretó firmemente su daga y se colocó en guardia, dispuesta a enfrentarla, aunque tendría que conseguir controlar sus emociones si quería tener alguna opción de salir de allí con vida. Y entonces, un zumbido abrumador resonó en su cabeza, generando una sensación tan intensa que causaba dolor. Se llevó las manos a la cabeza, apretándola con fuerza, como si de alguna forma la presión hiciera desaparecer aquel ensordecedor sonido que se sentía como martillazos en su cabeza, sin éxito. Se removió, pero se mantuvo en pie, pudiendo tan sólo murmurar unas palabras -Qué... Qué es... lo que quieres...- Para aquella demoníaca figura sólo se trataba de un entretenimiento. Y con la misma rapidez con la que había aparecido, se esfumó. En los segundos en los que el bosque se quedó en silencio, Aylizz se agachó con cierta dificultad hasta que alcanzó un tronco prendido que sobresalía de la hoguera y se acercó como pudo a la morena, aun aturdida, y juntó su espalda contra la de ella, manteniendose expectante. No tardó a aparecer, aunque esta vez tan sólo era una figura difusa que giraba rápidamente alrededor de ambas, y entre enajenadas risas, de nuevo, pronunció unas palabras sin sentido que azotaron en su interior de manera mucho más agresiva que antes. Su percepción quedó anulada y lo único que era capaz de sentir con claridad eran los cortes intermitentes que impactaban en su cuerpo, de manera aleatoria, mientras aquella arpía se divertía. El más fuerte lo notó en un costado y el repentino dolor la hizo soltar la improvisada antorcha para llevarse la mano a la herida, de manera instintiva, pudiendo comprobar que a pesar de no ser muy profunda, recorría el perfil de sus costillas desde la espalda hasta casi el abdomen.
Con la cabeza algo más lúcida, se esforzó por obviar el dolor y la molesta del corte y se centró en su oponente. Intentaba seguir sus movimientos, mientras pensaba cómo enfrentarla, y entonces el calor de las llamas hizo aparecer una posibilidad. El fuego. Estaban en clara desventaja, pero no era la primera vez que se convertía en su aliado. ¿Pero cómo? Su velocidad y la ventaja de la noche hacían que la tipa fuera imperceptible, ni la visión de la elfa podía distinguirla entre los árboles... ¡Eso es! Había estudiado las múltiples maneras de dar forma a la magia que residía en los de su raza, la misma que tenía la capacidad de curar, y que bien manejada, según los escritos, podía tener infinidad de usos. Todas las enseñanzas para el manejo del éter partían de lograr la armonía y la verdad era que en aquel último año se había empapado de la energía del bosque, ¿podría...? Tal vez, pero necesitaba algo de tiempo y lo primordial, que la criatura parase de correr. De forma que sólo la joven a su lado comprendiera, le hizo saber a Iori su idea y cuando ésta le aseguró que lo había entendido, se prestó como cebo. -¿Y ya está? Me esperaba algo más... Problemático.- Su provocación causó efecto y la chupasangre fue directa hacia Aylizz, aunque esta vez logró esquivar la guadaña, agachándose con agilidad. Su compañera se adelantó y haciéndola situarse de espaldas a la hoguera, la mantuvo ocupada lo suficiente para que la elfa hiciese brotar de la tierra varias extensiones de las raíces de los árboles más cercanos, que enredaron los pies de la que ahora sería su presa, aunque tan sólo tuviera capacidad para mantener ese control unos instantes. La humana se ocupó del resto. Con un firme golpe del bastón que decididamente manejaba, la hizo caer. La rubia se acercó despacio a el fuego y observó, con precaución, como empezaba a arder poco a poco. Ni siquiera aquello parecía poder derrotarla, aunque por el momento tampoco podía continuar atacándolas, con suerte saldría huyendo al conseguir levantarse y salir de entre las llamas. Pero algo hizo que, por alguna razón, se avivaran y cubriesen por completo el cuerpo de aquella bestia que ahora ya no parecía tan invencible. Miró a Iori, se encontraba con la mirada clavada en el cuerpo a medio calcinar, y en su cara una expresión que jamás había visto en ella. En nadie. Parecía que, al menos una ínfima parte de ella, disfrutaba con la imagen. Era suficiente, no podían quedarse más allí, lo más seguro era que aquella loca no estuviese sola. Se giró, dando la espalda a la hoguera, al cadáver y a la chica, dirigiéndose a ella antes de iniciar la marcha. -Vamos... Alejémonos de aquí...-.
Caminaron en silencio hasta que estuvieron lo suficientemente alejadas. La adrenalina de la pelea había pasado y el continuo bombeo de los tajos que habían sufrido se hacía cada vez más notable, pero no pararon hasta que la claridad comenzó a inundar el horizonte. Aylizz se acercó a Iori y, sin mediar palabra, examinó sus ropas rasgadas y ensangrentadas, que dejaban localizar a la perfección sus heridas. -Puedo curarlas.- señaló los cortes de la chica, sin dar más explicaciones. La indicó que se sentase y se descubriese las zonas lesionadas y procedió a la sanación. Tardó más de lo habitual, se encontraba falta de energía, pero logró cicatrizar todas las marcas de su cuerpo. Después, se sentó junto a ella e hizo lo mismo con las suyas. -Descansa... Esto me llevará un poco más.-
Apenas había dado un par de pasos hacia ellas, cuando la silueta de una mujer encapuchada se abrió paso hacia el área tenuemente iluminada por la hoguera. Vestía con ropas oscuras, ceñidas y largas. En una mano portaba un arma que con sólo una mirada podía saberse que sería mejor mantenerse lejos... O no dejar que ella se acercase lo suficiente. Y entonces una sonrisa tenebrosa dejó entrever la prueba definitiva de que aquella hembra era un ser de la oscuridad. Desde el momento en que accedió a dirigirse al oeste sabía que aquello podía pasar, no, no sólo podía sino que las posibilidades de que aquello no pasara eran mínimas, pero una parte de ella confiaba en que así fuera. Intentaba asimilar la situación cuando, en apenas un parpadeo, la mujer apareció delante de ella, con una postura que, más que a un ataque, recordaba a una cacería. No tuvo tiempo de reaccionar, ya se veía tendida en el suelo, haciendo inútiles esfuerzos por zafarse de las garras de su asesina, pero en el momento justo el impacto de su compañera contra la vampiresa desvió el ataque. El golpe sordo de los cuerpos chocando la hizo salir del shok en el que se encontraba, por la rapidez con la que estaba transcurriendo la escena.
Apretó firmemente su daga y se colocó en guardia, dispuesta a enfrentarla, aunque tendría que conseguir controlar sus emociones si quería tener alguna opción de salir de allí con vida. Y entonces, un zumbido abrumador resonó en su cabeza, generando una sensación tan intensa que causaba dolor. Se llevó las manos a la cabeza, apretándola con fuerza, como si de alguna forma la presión hiciera desaparecer aquel ensordecedor sonido que se sentía como martillazos en su cabeza, sin éxito. Se removió, pero se mantuvo en pie, pudiendo tan sólo murmurar unas palabras -Qué... Qué es... lo que quieres...- Para aquella demoníaca figura sólo se trataba de un entretenimiento. Y con la misma rapidez con la que había aparecido, se esfumó. En los segundos en los que el bosque se quedó en silencio, Aylizz se agachó con cierta dificultad hasta que alcanzó un tronco prendido que sobresalía de la hoguera y se acercó como pudo a la morena, aun aturdida, y juntó su espalda contra la de ella, manteniendose expectante. No tardó a aparecer, aunque esta vez tan sólo era una figura difusa que giraba rápidamente alrededor de ambas, y entre enajenadas risas, de nuevo, pronunció unas palabras sin sentido que azotaron en su interior de manera mucho más agresiva que antes. Su percepción quedó anulada y lo único que era capaz de sentir con claridad eran los cortes intermitentes que impactaban en su cuerpo, de manera aleatoria, mientras aquella arpía se divertía. El más fuerte lo notó en un costado y el repentino dolor la hizo soltar la improvisada antorcha para llevarse la mano a la herida, de manera instintiva, pudiendo comprobar que a pesar de no ser muy profunda, recorría el perfil de sus costillas desde la espalda hasta casi el abdomen.
Con la cabeza algo más lúcida, se esforzó por obviar el dolor y la molesta del corte y se centró en su oponente. Intentaba seguir sus movimientos, mientras pensaba cómo enfrentarla, y entonces el calor de las llamas hizo aparecer una posibilidad. El fuego. Estaban en clara desventaja, pero no era la primera vez que se convertía en su aliado. ¿Pero cómo? Su velocidad y la ventaja de la noche hacían que la tipa fuera imperceptible, ni la visión de la elfa podía distinguirla entre los árboles... ¡Eso es! Había estudiado las múltiples maneras de dar forma a la magia que residía en los de su raza, la misma que tenía la capacidad de curar, y que bien manejada, según los escritos, podía tener infinidad de usos. Todas las enseñanzas para el manejo del éter partían de lograr la armonía y la verdad era que en aquel último año se había empapado de la energía del bosque, ¿podría...? Tal vez, pero necesitaba algo de tiempo y lo primordial, que la criatura parase de correr. De forma que sólo la joven a su lado comprendiera, le hizo saber a Iori su idea y cuando ésta le aseguró que lo había entendido, se prestó como cebo. -¿Y ya está? Me esperaba algo más... Problemático.- Su provocación causó efecto y la chupasangre fue directa hacia Aylizz, aunque esta vez logró esquivar la guadaña, agachándose con agilidad. Su compañera se adelantó y haciéndola situarse de espaldas a la hoguera, la mantuvo ocupada lo suficiente para que la elfa hiciese brotar de la tierra varias extensiones de las raíces de los árboles más cercanos, que enredaron los pies de la que ahora sería su presa, aunque tan sólo tuviera capacidad para mantener ese control unos instantes. La humana se ocupó del resto. Con un firme golpe del bastón que decididamente manejaba, la hizo caer. La rubia se acercó despacio a el fuego y observó, con precaución, como empezaba a arder poco a poco. Ni siquiera aquello parecía poder derrotarla, aunque por el momento tampoco podía continuar atacándolas, con suerte saldría huyendo al conseguir levantarse y salir de entre las llamas. Pero algo hizo que, por alguna razón, se avivaran y cubriesen por completo el cuerpo de aquella bestia que ahora ya no parecía tan invencible. Miró a Iori, se encontraba con la mirada clavada en el cuerpo a medio calcinar, y en su cara una expresión que jamás había visto en ella. En nadie. Parecía que, al menos una ínfima parte de ella, disfrutaba con la imagen. Era suficiente, no podían quedarse más allí, lo más seguro era que aquella loca no estuviese sola. Se giró, dando la espalda a la hoguera, al cadáver y a la chica, dirigiéndose a ella antes de iniciar la marcha. -Vamos... Alejémonos de aquí...-.
Caminaron en silencio hasta que estuvieron lo suficientemente alejadas. La adrenalina de la pelea había pasado y el continuo bombeo de los tajos que habían sufrido se hacía cada vez más notable, pero no pararon hasta que la claridad comenzó a inundar el horizonte. Aylizz se acercó a Iori y, sin mediar palabra, examinó sus ropas rasgadas y ensangrentadas, que dejaban localizar a la perfección sus heridas. -Puedo curarlas.- señaló los cortes de la chica, sin dar más explicaciones. La indicó que se sentase y se descubriese las zonas lesionadas y procedió a la sanación. Tardó más de lo habitual, se encontraba falta de energía, pero logró cicatrizar todas las marcas de su cuerpo. Después, se sentó junto a ella e hizo lo mismo con las suyas. -Descansa... Esto me llevará un poco más.-
Aylizz Wendell
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
Aunque caminaban avanzando en silencio, todavía podía ver delante de ella el cuerpo de aquel ser quemándose en las llamas. La fascinación que había sentido por el alivio, se había visto truncada por los recuerdos de lo que había pasado en la hoguera de Beltaine. Avanzó junto a Aylizz, con paso medido pero constante a través del bosque de noche. La luna estaba en cuarto creciente, de manera que aunque sin la luminosidad de las noches más claras, algo se podía percibir entre las ramas. Llevó una mano a la herida, notando como la sangre ya seca se apelmazaba sobre la piel. No había sido excesivamente profundo. Y la hoja estaba tan afilada que con un poco de presión por encima había conseguido que dejase de sangrar.
No intercambiaron palabras hasta que Ayl se detuvo, con la primera claridad que se distinguía en el horizonte. Iori obedeció y se sentó a los pies de un árbol, dejando que ella la curase. Esbozó una sonrisa mientras esperaba con curiosidad naciente qué tipo de sensación transmitirían las manos de la elfa. La humana cerró los ojos. Notó la suavidad de su presión en el cuerpo. Notó su calor. Notó algo similar a un hormigueo en la superficie de su piel. Y en su corazón, el recuerdo de la primera vez que fue curada por un elfo la tracionó, haciendo que comenzase a latir de forma irregular. - La primera persona que me explicó este increíble don que tenéis fue él - explicó mirándola a los ojos con una leve sonrisa.
Bajó la vista cuando la elfa apartó la mano, y aunque la ropa seguía rota y la piel manchada de sangre, en su carne apenas era visible un pequeño surco. Tenía toda la punta de ser una cicatriz que llevase meses de curación, y en cambio era un corte de apenas unas horas. Con aquel tipo de cosas, realmente estaba inclinada a pensar que los elfos estaban conectados a los dioses. - Muchas gracias Ayl... - susurró dejándole más sitio a su lado para que se sentase con comodidad. Hacía unas horas desde la última vez que habían estado sentadas juntas, pero tras el pánico del ataque de aquel ser, el beso parecía pertenecer casi a otro año, muy en el pasado. - Esa mujer... No era una humana normal. Tampoco una elfa... Tu viste el peligro en ella antes de que saliese a la luz. ¿Sabes qué era?- inquirió con voz suave, observando con atención cómo se curaba.
No apartó los ojos de élla, como esperando ver alguna chispa o electricidad saliendo de la palma de su mano, y rebuscó en su alforja. Extrajo uno de los pequeños paños que llevaba dentro, y humedeciéndolo con agua de su cantimplora, aguardó a que terminara de curarse para ofrecérselo y limpiar la piel de la sangre. Según subía la claridad por el horizonte, la humana pudo distinguir mejor el entorno en el que se encontraban. No habían dormido en toda la noche, pero todavía se sentía activa. Con el susto metido en el cuerpo de forma que no le resultaría fácil dormir. Pudo ver frente a ellas a unas decenas de metros la superficie brillante de lo que parecía un lago. Se rió entre dientes, observando con alivio el objetivo de su caminar. - Ayl, fíjate. Ya hemos llegado - indicó señalando con una mano frente a ellas.
No intercambiaron palabras hasta que Ayl se detuvo, con la primera claridad que se distinguía en el horizonte. Iori obedeció y se sentó a los pies de un árbol, dejando que ella la curase. Esbozó una sonrisa mientras esperaba con curiosidad naciente qué tipo de sensación transmitirían las manos de la elfa. La humana cerró los ojos. Notó la suavidad de su presión en el cuerpo. Notó su calor. Notó algo similar a un hormigueo en la superficie de su piel. Y en su corazón, el recuerdo de la primera vez que fue curada por un elfo la tracionó, haciendo que comenzase a latir de forma irregular. - La primera persona que me explicó este increíble don que tenéis fue él - explicó mirándola a los ojos con una leve sonrisa.
Bajó la vista cuando la elfa apartó la mano, y aunque la ropa seguía rota y la piel manchada de sangre, en su carne apenas era visible un pequeño surco. Tenía toda la punta de ser una cicatriz que llevase meses de curación, y en cambio era un corte de apenas unas horas. Con aquel tipo de cosas, realmente estaba inclinada a pensar que los elfos estaban conectados a los dioses. - Muchas gracias Ayl... - susurró dejándole más sitio a su lado para que se sentase con comodidad. Hacía unas horas desde la última vez que habían estado sentadas juntas, pero tras el pánico del ataque de aquel ser, el beso parecía pertenecer casi a otro año, muy en el pasado. - Esa mujer... No era una humana normal. Tampoco una elfa... Tu viste el peligro en ella antes de que saliese a la luz. ¿Sabes qué era?- inquirió con voz suave, observando con atención cómo se curaba.
No apartó los ojos de élla, como esperando ver alguna chispa o electricidad saliendo de la palma de su mano, y rebuscó en su alforja. Extrajo uno de los pequeños paños que llevaba dentro, y humedeciéndolo con agua de su cantimplora, aguardó a que terminara de curarse para ofrecérselo y limpiar la piel de la sangre. Según subía la claridad por el horizonte, la humana pudo distinguir mejor el entorno en el que se encontraban. No habían dormido en toda la noche, pero todavía se sentía activa. Con el susto metido en el cuerpo de forma que no le resultaría fácil dormir. Pudo ver frente a ellas a unas decenas de metros la superficie brillante de lo que parecía un lago. Se rió entre dientes, observando con alivio el objetivo de su caminar. - Ayl, fíjate. Ya hemos llegado - indicó señalando con una mano frente a ellas.
Iori Li
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
La humana se había dejado examinar sin mostrar un ápice de duda ante la idea de que pudiera sanar sus cortes como si nada, tampoco expresó asombro al proceder a las plegarias y dar paso a la curación. Para sí, se preguntó si tal vez Iori estaba familiarizada con aquella práctica, ¿podría ser que las habilidades de los elfos fueran popularmente conocidas? No era imposible. Por sus conversaciones con la joven, sabía que era habitual en los pueblos humanos se compartieran historias sobre ellos, aunque en su mayoría se trataban de mitos sin fundamento o estereotipos desfasados, pero la idea de que una raza tuviera la capacidad innata de canalizar la energía mágica y hacer desaparecer las heridas parecía irreal de todo punto, si se paraba a pensarlo, así que no era descabellado pensar que esa curiosidad llamase la atención fuera de Sandorai. Pero no, la respuesta resultó ser mucho más sencilla.
Lo ocurrido recientemente en el bosque había nublado la mente de la elfa, no había reparado en lo que la morena le había contado momentos antes de ser atacadas hasta que mencionó aquello y entonces todas las piezas encajaron. La imagen de ellos dos de pie, a las puertas del templo, se volvió mucho más clara. Al recordar la situación con perspectiva y todo lo que aconteció después, pudo darse cuenta de ciertos detalles que en su momento le fueron inadvertidos, pero ¿quién se lo habría podido imaginar? Lo único que había sabido hasta entonces sobre lo ocurrido en aquella celda era que Iori había sido torturada, sin embargo, ahora caía en la cuenta de las escasas muestras de aquel maltrato cuando Nousis la sacó de allí. -Así que eso fue lo que pasó...- murmuró pensativa -Sólo me contó lo que te habían hecho... Ahora pienso en lo entera que estabas y tiene sentido si él te curó.- hizo una pausa y una media sonrisa se dibujó en su rostro -Yo siempre uso las manos para esta técnica, no sabía que los labios también sirven.- bromeó, terminando de reírse y acompañando esas palabras con un guiño. Recostada sobre el tronco del árbol, se ahuecó la camisa para curar sus propias heridas. Notaba cómo su cansancio se hacía más pesado a medida que concentraba las energías que le quedaban en el corte del costado, asumiendo que hasta no recuperar las fuerzas no podría curar el resto de sus lesiones. Mientras la magia fluía, examinaba los demás cortes. Varios en los brazos, algunos de refilón en las piernas... Ninguno demasiado profundo o peligroso, podría haber sido peor. Decidió dejarlos así, con suerte curarían solos antes de infectarse y no malgastaría más tiempo o energías de no ser absolutamente imprescindible.
No había terminado de cicatrizar sus costillas, cuando la humana habló de nuevo. -Al principio no lo sabía, pero hubiera desconfiado de cualquiera que apareciese de repente, dadas las circunstancias.- explicó -Aunque imaginé que tratándose de este bosque, era más probable dar con un vampiro que con cualquier otra criatura.- No quebró la voz ni un instante al pensar en aquella sombra nocturna, jamás había visto una antes, pero de alguna manera la imagen aterradora que tenía en su cabeza sobre aquellos seres había resultado ser más exagerada de lo que en la realidad se había dado. -Realmente no sabes mucho sobre este mundo, ¿eh?- preguntó de manera retórica, mirando a su compañera con consideración. En cierta manera, la ingenuidad de la morena combinada con su nervio y habilidades físicas llamaba la atención. Se desenvolvía como si ningún peligro pudiera afectarla, sin reparos en hablar con quien fuese que se encontrara y si algo salía mal, echaba mano de su bastón y todo solucionado. Pero no podía obviar que de no haber estado ella presente, lo más probable es que hubiera acabado muerta o algo peor... De nada le hubieran servido sus conocimientos frente a un ataque real, a penas había desarrollado sus habilidades y mucho menos las había enfocado a la ofensiva, definitivamente ella no estaba hecha para la lucha y tras sus experiencias en aquel último año y medio, tampoco quería estarlo. Y en cuanto a su único arma... Su padre era cazador, su hermano se preparaba para ser soldado y de todo lo que había en casa había decidido llevarse una daga, ¡una daga! Quién había sido la ingenua entonces... Aunque tampoco habría sido capaz de manejar cualquier otra cosa, no sin que alguien la hubiese enseñado primero.
Tras limpiarse los restos de suciedad y sangre seca de la piel, observó el paisaje. Después de muchos y largos días, habían llegado por fin al lago y la escena no decepcionaba. El sol había sobrepasado las montañas que se dibujaban a lo lejos en el horizonte, pero aun se encontraba bajo, era temprano. La noche había sido dura, necesitaba descansar, pero aquella bonita estampa daba ganas de no cerrar los ojos. Sonrió hacia Iori, a la muchacha ya sólo le quedaba una cosa por hacer. Se puso en pie y se alejó de la frondosidad del bosque que aun las rodeaba para terminar de llegar al claro custodiado por aquella inmensa masa de agua dulce, tranquila y clara. Se agachó en la orilla y se asomó hasta ver su reflejo. Se sorprendió al ver que la delicadeza y finura que alguna vez la caracterizaron se habían esfumado. Su pelo estaba sucio y enredado, su expresión endurecida, las ojeras y magulladuras le daban una nueva imagen a su rostro y por primera vez en mucho tiempo, no se vio como una niña frágil y bonita. El tiempo la había cambiado, la había moldeado, por dentro y también por fuera.
Con una mano acarició el agua, estaba fría, era de esperar. El manantial se formaba con el agua que bajaba directamente desde las cumbres del norte, aunque todo lo que tenía de pura lo tenía de heladora. Se arremangó las perneras del pantalón lleno de rotos y metió los pies hasta las rodillas, de manera inmediata su piel se erizó ante la impresión del frescor sobre la piel, pero el cansancio de sus piernas comenzó a desaparecer. Elevó los brazos por encima de su cabeza y estiró su espalda entumecida, dejándose caer hacia atrás, y entonces su cuerpo se volvió pesado, hundiéndose en la hierba, dándola claras señales de que aquel era un lugar idóneo para descansar y aunque quisiera, no podría moverse de allí en un buen rato... Aunque tampoco hizo el más mínimo esfuerzo por ello. Cerró los ojos y respiró profundo. La sensación de descanso se notó en seguida, aunque sorprendentemente no iba acompañada de sueño, a pesar de no haber dormido desde la noche anterior. -¿Tienes mucha prisa por encontrar a esa bruja?- preguntó a la humana cuando la sintió cerca -Creo que no podré levantarme hasta dentro de unas horas, así que...- acomodó su macuto bajo su cabeza y cruzó un brazo sobre su frente para tapar la luz que poco a poco le iba pegando de lleno en la cara -No creo que sea difícil de encontrar una lúgubre casa en este páramo, te esperaré aquí si no quieres perder más tiempo... Pero no te vendrá mal descansar.- añadió.
Lo ocurrido recientemente en el bosque había nublado la mente de la elfa, no había reparado en lo que la morena le había contado momentos antes de ser atacadas hasta que mencionó aquello y entonces todas las piezas encajaron. La imagen de ellos dos de pie, a las puertas del templo, se volvió mucho más clara. Al recordar la situación con perspectiva y todo lo que aconteció después, pudo darse cuenta de ciertos detalles que en su momento le fueron inadvertidos, pero ¿quién se lo habría podido imaginar? Lo único que había sabido hasta entonces sobre lo ocurrido en aquella celda era que Iori había sido torturada, sin embargo, ahora caía en la cuenta de las escasas muestras de aquel maltrato cuando Nousis la sacó de allí. -Así que eso fue lo que pasó...- murmuró pensativa -Sólo me contó lo que te habían hecho... Ahora pienso en lo entera que estabas y tiene sentido si él te curó.- hizo una pausa y una media sonrisa se dibujó en su rostro -Yo siempre uso las manos para esta técnica, no sabía que los labios también sirven.- bromeó, terminando de reírse y acompañando esas palabras con un guiño. Recostada sobre el tronco del árbol, se ahuecó la camisa para curar sus propias heridas. Notaba cómo su cansancio se hacía más pesado a medida que concentraba las energías que le quedaban en el corte del costado, asumiendo que hasta no recuperar las fuerzas no podría curar el resto de sus lesiones. Mientras la magia fluía, examinaba los demás cortes. Varios en los brazos, algunos de refilón en las piernas... Ninguno demasiado profundo o peligroso, podría haber sido peor. Decidió dejarlos así, con suerte curarían solos antes de infectarse y no malgastaría más tiempo o energías de no ser absolutamente imprescindible.
No había terminado de cicatrizar sus costillas, cuando la humana habló de nuevo. -Al principio no lo sabía, pero hubiera desconfiado de cualquiera que apareciese de repente, dadas las circunstancias.- explicó -Aunque imaginé que tratándose de este bosque, era más probable dar con un vampiro que con cualquier otra criatura.- No quebró la voz ni un instante al pensar en aquella sombra nocturna, jamás había visto una antes, pero de alguna manera la imagen aterradora que tenía en su cabeza sobre aquellos seres había resultado ser más exagerada de lo que en la realidad se había dado. -Realmente no sabes mucho sobre este mundo, ¿eh?- preguntó de manera retórica, mirando a su compañera con consideración. En cierta manera, la ingenuidad de la morena combinada con su nervio y habilidades físicas llamaba la atención. Se desenvolvía como si ningún peligro pudiera afectarla, sin reparos en hablar con quien fuese que se encontrara y si algo salía mal, echaba mano de su bastón y todo solucionado. Pero no podía obviar que de no haber estado ella presente, lo más probable es que hubiera acabado muerta o algo peor... De nada le hubieran servido sus conocimientos frente a un ataque real, a penas había desarrollado sus habilidades y mucho menos las había enfocado a la ofensiva, definitivamente ella no estaba hecha para la lucha y tras sus experiencias en aquel último año y medio, tampoco quería estarlo. Y en cuanto a su único arma... Su padre era cazador, su hermano se preparaba para ser soldado y de todo lo que había en casa había decidido llevarse una daga, ¡una daga! Quién había sido la ingenua entonces... Aunque tampoco habría sido capaz de manejar cualquier otra cosa, no sin que alguien la hubiese enseñado primero.
Tras limpiarse los restos de suciedad y sangre seca de la piel, observó el paisaje. Después de muchos y largos días, habían llegado por fin al lago y la escena no decepcionaba. El sol había sobrepasado las montañas que se dibujaban a lo lejos en el horizonte, pero aun se encontraba bajo, era temprano. La noche había sido dura, necesitaba descansar, pero aquella bonita estampa daba ganas de no cerrar los ojos. Sonrió hacia Iori, a la muchacha ya sólo le quedaba una cosa por hacer. Se puso en pie y se alejó de la frondosidad del bosque que aun las rodeaba para terminar de llegar al claro custodiado por aquella inmensa masa de agua dulce, tranquila y clara. Se agachó en la orilla y se asomó hasta ver su reflejo. Se sorprendió al ver que la delicadeza y finura que alguna vez la caracterizaron se habían esfumado. Su pelo estaba sucio y enredado, su expresión endurecida, las ojeras y magulladuras le daban una nueva imagen a su rostro y por primera vez en mucho tiempo, no se vio como una niña frágil y bonita. El tiempo la había cambiado, la había moldeado, por dentro y también por fuera.
Con una mano acarició el agua, estaba fría, era de esperar. El manantial se formaba con el agua que bajaba directamente desde las cumbres del norte, aunque todo lo que tenía de pura lo tenía de heladora. Se arremangó las perneras del pantalón lleno de rotos y metió los pies hasta las rodillas, de manera inmediata su piel se erizó ante la impresión del frescor sobre la piel, pero el cansancio de sus piernas comenzó a desaparecer. Elevó los brazos por encima de su cabeza y estiró su espalda entumecida, dejándose caer hacia atrás, y entonces su cuerpo se volvió pesado, hundiéndose en la hierba, dándola claras señales de que aquel era un lugar idóneo para descansar y aunque quisiera, no podría moverse de allí en un buen rato... Aunque tampoco hizo el más mínimo esfuerzo por ello. Cerró los ojos y respiró profundo. La sensación de descanso se notó en seguida, aunque sorprendentemente no iba acompañada de sueño, a pesar de no haber dormido desde la noche anterior. -¿Tienes mucha prisa por encontrar a esa bruja?- preguntó a la humana cuando la sintió cerca -Creo que no podré levantarme hasta dentro de unas horas, así que...- acomodó su macuto bajo su cabeza y cruzó un brazo sobre su frente para tapar la luz que poco a poco le iba pegando de lleno en la cara -No creo que sea difícil de encontrar una lúgubre casa en este páramo, te esperaré aquí si no quieres perder más tiempo... Pero no te vendrá mal descansar.- añadió.
Aylizz Wendell
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
A leguas del cadáver ya frío de aquella mujer, la conversación parecía mucho más ligera en la mente de Iori. Cuando Ayl hizo aquel comentario, la humana tardó únicamente unos segundos en seguir su hilo de pensamiento. - Ah, ya. Entiendo - no pudo evitar esbozar una sonrisa. - No, en aquella ocasión en la celda usó las manos. La del beso fui yo. Si te digo la verdad no le dejé mucha opción. Apenas fue capaz reaccionar a ello.- Lo cierto es que Nousis, en las dos ocasiones en las que se habían besado había participado de forma bastante pasiva. Dejándose hacer como si fuese un dulce muchacho en su primer encuentro. Como Aylizz hacía unas horas cuando Iori la abordó. En el caso de su compañera rubia, había resultado encantador. En el caso del moreno, no creía en absoluto que el elfo fuese un mancebo inocente compartiendo sus primeros besos con alguien.
Sacudió la cabeza, desterrando su recuerdo a un recodo alejado de su conciencia. La elfa estaba mejor instruida y poseía una inteligencia más analítica que ella misma para moverse. Desconfiar de primeras de los desconocidos parecía la lección correcta lejos de su aldea. Una que debería de esforzarse por memorizar. Era la misma piedra en la que había estado tropezando desde los inicios de su viaje. Y maldita sea Iori, iba siendo hora de aprender de una vez. Agachó la cabeza clavando la mirada en el suelo frente a ella. Un vampiro. Repitió aquella palabra en su mente, navegando alrededor de la definición pero sin ser capaz de comprender plenamente. El impacto que supuso aquello la dejó muda ante una elfa que sin duda tenía las cosas más interiorizadas. Habían sido capaces de luchar contra una vampiresa, y sobrevivir. Una vampiresa a la que la humana había ofrecido en un primer momento compartir la luz y el calor de la hoguera.
Bueno, sin duda eso último lo había tenido. En grandes cantidades. Resopló cerrando los ojos, dejó caer vencida su cabeza hacia delante y deslizó los dedos en su cabello apretando los huesos planos del cráneo. - Tú lo has dicho. No sé nada. Mi ignorancia te puso en peligro... hubiera sido de otra manera si mi reacción desde el principio fuese diferente. Fuese como tú. - Evidentemente no tenía sentido lamentarse. Iori no era de esas. Sin embargo... ser consciente de un error que podía haberles costado la vida se le hacía difícil de asumir. - Mis habilidades son útiles si viviésemos establecidas en una zona rural trabajando en el campo. Podría cocinarte los mejores guisos que hayas probado - apuntó con un deje de broma en la voz, pero con un matiz oscuro que no supo disimular.
Únicamente cabía esperar que era la suerte lo que la había sabido mantener con vida, a juzgar por la cantidad de atolondradas decisiones que había tomado hasta entonces. Alzó la vista con rapidez y volvió a observar a la elfa. A sus ojos Aylizz, brillaba cada vez con mayor energía. Cuanto más consciente era Iori de sus limitaciones, más lejos veía que llegaban las habilidades de la elfa. Intentar compararse, ponerse a su altura como compañera de viaje la hizo sentir indigna de estar a su lado. Fuente de problemas. Preocupaciones que terminarían llevándolas al fracaso. Masticó esos nuevos pensamientos que la asaltaron en silencio, y siguió a la rubia hasta la orilla del lago. Observó como se miraba en la superficie del agua, imaginando que se vería con los mismos ojos que Iori lo hacía. Con una belleza difícil de ignorar. Fácil de ser golpeada por ella, hasta distraerte de lo que tenías cerca.
Se dejó caer a su lado, sentándose cerca. Si se detenía a mirar, olvidando el combate, olvidando lo frágil que era en comparación con Ayl, aquel lugar suponía un respiro después de las últimas horas. La luz de la mañana cada vez estaba más alta, llenando de calidez la zona del lago. El agua era tranquila, se veía clara y limpia, y los amenazadores árboles habían quedado atrás. Jamás había pensado que un árbol pudiera ser descrito con esa palabra. Una nueva lección Iori. Trata de recordarla esta vez. - Podemos descansar aquí un rato. Imagino que tu magia, lo que haces con el bosque y la curación son habilidades que te tienen que dejar cansada...- Apoyó las manos hacia atrás hundiendo los dedos en la hierba. - Relájate. Yo no tengo ahora mismo sueño - la animó. Y mientras el sonido del bosque era lo único que se escuchaba, Iori sintió entonces más pesado que nunca el anillo en el dedo.
Mientras esperaba a que la elfa respirase de forma acompasada y profunda, la humana acarició con el dedo índice la superficie del anillo. Era capaz de recordar la inscripción sin tener que mirarlo ya. Muchas horas había pasado delante de las letras, del enigma que eran, deseando que le hablase como por arte de magia. Tan cerca, ten pegado a la piel, y a pesar de ello aquel idioma era un completo misterio. "Enemigo" y "espada". Eso le había dicho ella. Cuando comprobó que la rubia se había quedado dormida, y que en la zona no parecía haber peligro aparente, Iori se puso de pie con energía. Comenzó a alejarse, bordeando el perímetro del lago con zancadas largas. Apenas tuvo tiempo de comenzar a divagar sobre su ineptitud como persona, cuando una voz la saludó sorprendiéndola.
- Muy al norte para lo que estás acostumbrada - La mirada azul se clavó en el aspecto enjuto y algo harapiento de lo que parecía una mujer mayor. Era de baja estatura y el cabello grisáceo le caía de forma desordenada por el rostro, tapando parcialmente sus rasgos. - Buenos días - respondió a trompicones por el estupor que sentía. - Me llamo Iori. Perdone usted... ¿Puede que sea Helga la bruja? Estaba en camino buscando... - la mujer alzó la mano en un gesto brusco, cortándola. Cerró la boca y guardó silencio muy quieta. - Yo sé quién soy. La pregunta es, ¿Lo sabes tú? - alzó un dedo acusatorio hacia ella, acortando la distancia que las separaba un paso. - Iori no es tu nombre, claro que hace mucho tiempo que nadie te llama por el verdadero. Iori es solo una parte de lo que eres. Pero una parte a la que nadie le importa. Y la otra realmente tampoco. -
Abrió la boca sorprendida, notando como el pasmo que la tenía congelada comenzaba a transformarse en algo diferente que no conseguía identificar. - Venías a buscar aquí respuestas, y nada te puedo decir más que ve al norte. ¡Ve al norte muchacha! - La anciana se giró como si no hubiera estado hablando con ella en absoluto y se alejó con pasos cortos y rápidos. - Y una cosa más. Allí en donde permanece el nombre de tu padre, podrás encontrar la muerte o la vida. Más probable la primera que la segunda - Se había quedado blanca de pura impresión. Aquello no había ido como ella esperaba. Tragó saliva notando la garganta seca, y ahora sí que pudo identificar la emoción que estaba naciendo en su pecho. Puro enfado. - ¿¡Pero qué narices...?! - Se lanzó hacia delante como un lobo, buscando cortarle el paso a la mujer antes de que desapareciera entre la vegetación. La anciana parecía esperarla, por lo que se detuvo y se giró encarándola.
- Contén tu lengua muchacha. Ninguna vida es imprescindible aunque todas sean importantes a su manera. La tuya es una más de miles. Seguro que ya estás acostumbrada a valerte por ti misma sola. No es necesario que hagas drama por ello. Decide hacia dónde llevar tus pasos y recuerda que lo único cierto es que te tienes a ti. Aunque eso seguro ya lo sabías - pensó escucharla reír entre dientes dejando que, ahora sí, avanzase hasta perder su menuda figura entre los árboles. Iori se quedó quieta, mirando al vacío, sintiendo que la ilusión que había guiado hasta allí sus pasos se había evaporado. Se había transformado en otra cosa. Cruzó los brazos sobre su pecho abrazándose, y notó bajo la yema de los dedos la marca de la cicatriz reciente. Recordó el dolor del fuego, y sintió que dentro de ella avivaba un sentimiento tenso que se había esforzado por controlar. La sensación de que podía recorrer el mundo, pero que no avanzaba hacia donde quería.
Cuando su cuerpo comenzó a temblar, se dio cuenta de que estaba tensa como una cuerda. Resopló furiosa, y volvió desandando el camino, de regreso a la orilla del lago en dónde estaba Aylizz. Ignoró que la elfa parecía estar aun descansando. No quería resultar maleducada, pero en aquel momento, las palabras de una mujer que no conocía de nada habían conseguido herirla. Generando más dudas todavía en ella, y trayendo el dolor del festival de Beltaine. Iori simplemente fue incapaz de controlar su enfado. - Al norte, ¡Al norte! Gran pista. Muchas gracias por ¿NADA? ¿Y en qué momento del norte debo de parar exactamente? - pateó una piedra que estaba cerca del agua y la precipitó al interior del lago de un golpe seco.
- En cuanto a ti - miró a una desorientada Ayl que apenas estaba despertando. - Muchas gracias por haberme acompañado. ¿Sabes? Ahora ya eres libre de acompañar a la insufrible humana. A la chica sin habilidades, que solo da problemas. Tiene razón esa mujer. Debo de recordar quien soy. Un estorbo. ¡Un maldito estorbo en el camino de cualquiera! ¿Que el nombre de mi padre me puede llevar a la vida o a la muerte? - Se giró en dirección al camino por donde había visto por última vez a la mujer. - ¡¡PUES TENGO UNA NOTICIA PARA USTED! LA VIDA Y LA MUERTE ES LO ÚNICO QUE TENEMOS EN COMÚN TODOS LOS SERES DE AERANDIR!! - bufó con verdadera furia mientras sentía como la cara le ardía de rabia. La desesperación la estaba conduciendo a alzar la voz por encima de lo que había hecho nunca. Era consciente de ello, pero no deseaba frenarse.
- Ya sé que no le importo a nadie. ¡ES MI ELECCIÓN SABE USTED! porque a mí tampoco me importa ninguna persona. Estoy bien sola y así soy feliz. ¡FELIZ! ¡MÁS DE LO QUE ES USTED SEGURO! - Mierda. Estaba a punto de cruzar una línea de la que pensaba que no había regreso. Se llevó las manos a la cabeza, sintiendo como el descontrol la sacudía. Debía de parar, debía de... dejó caer su alforja con el palo a un lado y clavó los ojos en el lago. Miró con decisión hacia la superficie y avanzó. Por el camino se descalzó, sacó la mayor parte de la ropa que pudo, y sin preocuparse del resto, entró como un ciclón hasta sumergirse. La quietud del lago se hizo completa mientras la humana permanecía en el interior. Allí casi todo era silencio y frío. El frío la atrapó, el frío la despertó y de alguna manera la calmó, mientras contenía la respiración. Apagó el fuego de su corazón y el recuerdo de la quemadura del brazo, y unos instantes después se dejó subir hasta quedar flotando de forma lánguida sobre la superficie del agua. Mierda. - Lo siento...- susurró sin ser capaz de mirarla. De todas las personas con las que podía haber estallado, tenía que ser con la más buena que había encontrado.
Off rol: Maldición de Beltaine.
Sacudió la cabeza, desterrando su recuerdo a un recodo alejado de su conciencia. La elfa estaba mejor instruida y poseía una inteligencia más analítica que ella misma para moverse. Desconfiar de primeras de los desconocidos parecía la lección correcta lejos de su aldea. Una que debería de esforzarse por memorizar. Era la misma piedra en la que había estado tropezando desde los inicios de su viaje. Y maldita sea Iori, iba siendo hora de aprender de una vez. Agachó la cabeza clavando la mirada en el suelo frente a ella. Un vampiro. Repitió aquella palabra en su mente, navegando alrededor de la definición pero sin ser capaz de comprender plenamente. El impacto que supuso aquello la dejó muda ante una elfa que sin duda tenía las cosas más interiorizadas. Habían sido capaces de luchar contra una vampiresa, y sobrevivir. Una vampiresa a la que la humana había ofrecido en un primer momento compartir la luz y el calor de la hoguera.
Bueno, sin duda eso último lo había tenido. En grandes cantidades. Resopló cerrando los ojos, dejó caer vencida su cabeza hacia delante y deslizó los dedos en su cabello apretando los huesos planos del cráneo. - Tú lo has dicho. No sé nada. Mi ignorancia te puso en peligro... hubiera sido de otra manera si mi reacción desde el principio fuese diferente. Fuese como tú. - Evidentemente no tenía sentido lamentarse. Iori no era de esas. Sin embargo... ser consciente de un error que podía haberles costado la vida se le hacía difícil de asumir. - Mis habilidades son útiles si viviésemos establecidas en una zona rural trabajando en el campo. Podría cocinarte los mejores guisos que hayas probado - apuntó con un deje de broma en la voz, pero con un matiz oscuro que no supo disimular.
Únicamente cabía esperar que era la suerte lo que la había sabido mantener con vida, a juzgar por la cantidad de atolondradas decisiones que había tomado hasta entonces. Alzó la vista con rapidez y volvió a observar a la elfa. A sus ojos Aylizz, brillaba cada vez con mayor energía. Cuanto más consciente era Iori de sus limitaciones, más lejos veía que llegaban las habilidades de la elfa. Intentar compararse, ponerse a su altura como compañera de viaje la hizo sentir indigna de estar a su lado. Fuente de problemas. Preocupaciones que terminarían llevándolas al fracaso. Masticó esos nuevos pensamientos que la asaltaron en silencio, y siguió a la rubia hasta la orilla del lago. Observó como se miraba en la superficie del agua, imaginando que se vería con los mismos ojos que Iori lo hacía. Con una belleza difícil de ignorar. Fácil de ser golpeada por ella, hasta distraerte de lo que tenías cerca.
Se dejó caer a su lado, sentándose cerca. Si se detenía a mirar, olvidando el combate, olvidando lo frágil que era en comparación con Ayl, aquel lugar suponía un respiro después de las últimas horas. La luz de la mañana cada vez estaba más alta, llenando de calidez la zona del lago. El agua era tranquila, se veía clara y limpia, y los amenazadores árboles habían quedado atrás. Jamás había pensado que un árbol pudiera ser descrito con esa palabra. Una nueva lección Iori. Trata de recordarla esta vez. - Podemos descansar aquí un rato. Imagino que tu magia, lo que haces con el bosque y la curación son habilidades que te tienen que dejar cansada...- Apoyó las manos hacia atrás hundiendo los dedos en la hierba. - Relájate. Yo no tengo ahora mismo sueño - la animó. Y mientras el sonido del bosque era lo único que se escuchaba, Iori sintió entonces más pesado que nunca el anillo en el dedo.
Mientras esperaba a que la elfa respirase de forma acompasada y profunda, la humana acarició con el dedo índice la superficie del anillo. Era capaz de recordar la inscripción sin tener que mirarlo ya. Muchas horas había pasado delante de las letras, del enigma que eran, deseando que le hablase como por arte de magia. Tan cerca, ten pegado a la piel, y a pesar de ello aquel idioma era un completo misterio. "Enemigo" y "espada". Eso le había dicho ella. Cuando comprobó que la rubia se había quedado dormida, y que en la zona no parecía haber peligro aparente, Iori se puso de pie con energía. Comenzó a alejarse, bordeando el perímetro del lago con zancadas largas. Apenas tuvo tiempo de comenzar a divagar sobre su ineptitud como persona, cuando una voz la saludó sorprendiéndola.
- Muy al norte para lo que estás acostumbrada - La mirada azul se clavó en el aspecto enjuto y algo harapiento de lo que parecía una mujer mayor. Era de baja estatura y el cabello grisáceo le caía de forma desordenada por el rostro, tapando parcialmente sus rasgos. - Buenos días - respondió a trompicones por el estupor que sentía. - Me llamo Iori. Perdone usted... ¿Puede que sea Helga la bruja? Estaba en camino buscando... - la mujer alzó la mano en un gesto brusco, cortándola. Cerró la boca y guardó silencio muy quieta. - Yo sé quién soy. La pregunta es, ¿Lo sabes tú? - alzó un dedo acusatorio hacia ella, acortando la distancia que las separaba un paso. - Iori no es tu nombre, claro que hace mucho tiempo que nadie te llama por el verdadero. Iori es solo una parte de lo que eres. Pero una parte a la que nadie le importa. Y la otra realmente tampoco. -
Abrió la boca sorprendida, notando como el pasmo que la tenía congelada comenzaba a transformarse en algo diferente que no conseguía identificar. - Venías a buscar aquí respuestas, y nada te puedo decir más que ve al norte. ¡Ve al norte muchacha! - La anciana se giró como si no hubiera estado hablando con ella en absoluto y se alejó con pasos cortos y rápidos. - Y una cosa más. Allí en donde permanece el nombre de tu padre, podrás encontrar la muerte o la vida. Más probable la primera que la segunda - Se había quedado blanca de pura impresión. Aquello no había ido como ella esperaba. Tragó saliva notando la garganta seca, y ahora sí que pudo identificar la emoción que estaba naciendo en su pecho. Puro enfado. - ¿¡Pero qué narices...?! - Se lanzó hacia delante como un lobo, buscando cortarle el paso a la mujer antes de que desapareciera entre la vegetación. La anciana parecía esperarla, por lo que se detuvo y se giró encarándola.
- Contén tu lengua muchacha. Ninguna vida es imprescindible aunque todas sean importantes a su manera. La tuya es una más de miles. Seguro que ya estás acostumbrada a valerte por ti misma sola. No es necesario que hagas drama por ello. Decide hacia dónde llevar tus pasos y recuerda que lo único cierto es que te tienes a ti. Aunque eso seguro ya lo sabías - pensó escucharla reír entre dientes dejando que, ahora sí, avanzase hasta perder su menuda figura entre los árboles. Iori se quedó quieta, mirando al vacío, sintiendo que la ilusión que había guiado hasta allí sus pasos se había evaporado. Se había transformado en otra cosa. Cruzó los brazos sobre su pecho abrazándose, y notó bajo la yema de los dedos la marca de la cicatriz reciente. Recordó el dolor del fuego, y sintió que dentro de ella avivaba un sentimiento tenso que se había esforzado por controlar. La sensación de que podía recorrer el mundo, pero que no avanzaba hacia donde quería.
Cuando su cuerpo comenzó a temblar, se dio cuenta de que estaba tensa como una cuerda. Resopló furiosa, y volvió desandando el camino, de regreso a la orilla del lago en dónde estaba Aylizz. Ignoró que la elfa parecía estar aun descansando. No quería resultar maleducada, pero en aquel momento, las palabras de una mujer que no conocía de nada habían conseguido herirla. Generando más dudas todavía en ella, y trayendo el dolor del festival de Beltaine. Iori simplemente fue incapaz de controlar su enfado. - Al norte, ¡Al norte! Gran pista. Muchas gracias por ¿NADA? ¿Y en qué momento del norte debo de parar exactamente? - pateó una piedra que estaba cerca del agua y la precipitó al interior del lago de un golpe seco.
- En cuanto a ti - miró a una desorientada Ayl que apenas estaba despertando. - Muchas gracias por haberme acompañado. ¿Sabes? Ahora ya eres libre de acompañar a la insufrible humana. A la chica sin habilidades, que solo da problemas. Tiene razón esa mujer. Debo de recordar quien soy. Un estorbo. ¡Un maldito estorbo en el camino de cualquiera! ¿Que el nombre de mi padre me puede llevar a la vida o a la muerte? - Se giró en dirección al camino por donde había visto por última vez a la mujer. - ¡¡PUES TENGO UNA NOTICIA PARA USTED! LA VIDA Y LA MUERTE ES LO ÚNICO QUE TENEMOS EN COMÚN TODOS LOS SERES DE AERANDIR!! - bufó con verdadera furia mientras sentía como la cara le ardía de rabia. La desesperación la estaba conduciendo a alzar la voz por encima de lo que había hecho nunca. Era consciente de ello, pero no deseaba frenarse.
- Ya sé que no le importo a nadie. ¡ES MI ELECCIÓN SABE USTED! porque a mí tampoco me importa ninguna persona. Estoy bien sola y así soy feliz. ¡FELIZ! ¡MÁS DE LO QUE ES USTED SEGURO! - Mierda. Estaba a punto de cruzar una línea de la que pensaba que no había regreso. Se llevó las manos a la cabeza, sintiendo como el descontrol la sacudía. Debía de parar, debía de... dejó caer su alforja con el palo a un lado y clavó los ojos en el lago. Miró con decisión hacia la superficie y avanzó. Por el camino se descalzó, sacó la mayor parte de la ropa que pudo, y sin preocuparse del resto, entró como un ciclón hasta sumergirse. La quietud del lago se hizo completa mientras la humana permanecía en el interior. Allí casi todo era silencio y frío. El frío la atrapó, el frío la despertó y de alguna manera la calmó, mientras contenía la respiración. Apagó el fuego de su corazón y el recuerdo de la quemadura del brazo, y unos instantes después se dejó subir hasta quedar flotando de forma lánguida sobre la superficie del agua. Mierda. - Lo siento...- susurró sin ser capaz de mirarla. De todas las personas con las que podía haber estallado, tenía que ser con la más buena que había encontrado.
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Iori Li
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
La calidez del día cada vez era más notable, los rayos del sol acariciaban su piel suavemente y el silencio de aquel claro la envolvió en un apacible sueño. Tumbada sobre la hierba, notaba el roce del manto verde entre sus dedos, en sus brazos, en su cuello. El sonido de los brotes entre el pelo a medida que su cabeza se hundía más en el suelo penetraba en su cabeza como un agradable cosquilleo, la brisa que por momentos se levantaba despejaba su cabeza y encontrándose inmóvil podía notar pequeñas caricias en sus pies causadas por los pececillos que nadaban cerca de la orilla. Pronto dejó de ser ajena a todo lo que la rodeaba y su mente quedó en blanco. Respiraba profundamente, el cansancio y la tensión acumulados se abrieron paso entre las preocupaciones y donde hasta entonces había habido angustia, ahora había una calma difícil de quebrantar...
Los repentinos gritos de Iori la pillaron por sorpresa. No sabía el tiempo que llevaría dormida, ni cuándo había empezado aquel brote de ira. De repente, la voz de la humana irrumpió en la profundidad de su letargo y como acto reflejo, abrió los ojos sobresaltada, aunque aun con el cerebro adormecido. -¡¿Eh?! ¡¿Qué pasa?! ¡Estoy despierta!- Necesitó unos minutos para volver a ser consciente de dónde se encontraba y ubicarse en la realidad. Se incorporó entre bostezos, el corazón le había dado un vuelco y ahora latía acelerado. Su compañera se encontraba de pie, a su lado, dirigiéndose a ella a voces, mencionando a una mujer, hablando sobre ser un estorbo y con una actitud que dejaba claro que estaba enfadada. Aylizz la miraba atónita, -Pero, ¿qué pasa? ¿Qué dices?- no entendía nada, cuando cerró los ojos todo iba bien, ¿no? Al momento, la atención de la morena cambió y girando estrepitosamente hacia el bosque, elevó a un más la voz, chillandole a la nada acerca de la vida y la muerte, soltando palabras que para ella carecían de sentido. La furia de la muchacha se hacía cada vez más notable. La elfa miró hacia la zona donde Iori dirigía sus gritos, pero no fue capaz de distinguir nada más que árboles. -Pero Iori...- Parecía trastornada... Y entonces cayó en la cuenta, ¿finalmente habría ido a ver a Helga mientras ella dormía? Si de eso se trataba, podía intuirse que no había ido bien. No sabía qué podría haberle dicho, pero desde luego, nada bueno. Se puso en pie y se acercó a ella, con intención de tranquilizarla, era la primera vez que la veía tan alterada, desconocía tal temperamento. Algo realmente doloroso debía haber resultado de su conversación con la bruja del lago. Alzó el brazo al frente, queriendo agarrar su hombro y darle la vuelta de nuevo hacia ella, hacerla volver del trance furioso en el que parecía encontrarse, pero antes de poder siquiera tocarla, la humana se acercó al agua y desprendiéndose de todas sus cosas, se metió en el agua, ofuscada y medio desnuda. La rubia se mantuvo a distancia, atónita.
La dejó espacio y la dio tiempo para que pusiera su cabeza en orden o el azote del agua fría la despejase y sólo cuando parecía más calmada, se acercó nuevamente al borde del embalse. -¿Se puede saber qué bicho te ha picado?- Aylizz la miraba con gesto de incomprensión, intentando asimilar el torbellino de emociones que acababa de presenciar. Algunas de las cosas que había mencionado la humana seguían rondando por su cabeza, ¿de dónde se sacaba aquellas ideas?, ¿cuándo la había hecho sentir como un estorbo, como una "insufrible humana"? -Creo que deberías ordenar esa cabeza tuya...- se limitó a decir. Intentó sonar despreocupada, como si aquel fuera un comentario sin acritud, sin intención siquiera de ser un consejo. Internamente aquellas palabras las sintió con cierta indignación, ¿después de haber llegado hasta allí le venía con esas? Aunque... Había sido ella la que le había hablado de Helga, no podía negar que sin aquella información probablemente la humana nunca habría emprendido ese viaje. Era cierto que el acompañarla era una decisión que ella misma había tomado, Iori no se lo pidió, pero también le había advertido que quizá recurrir a una bruja no era la mejor opción cuando supo de la complejidad de sus preocupaciones y aun así quiso hacerlo. La humana tenía razón en una cosa, ya era libre. Se ofreció a acompañarla hasta el lago y allí estaban, después de tantos días y tantas noches había llegado el momento de poner fin a su viaje... ¿y ahora qué? La gran incógnita en el final de cada camino.
Aquel lugar parecía tranquilo, pasada ya la zona más peligrosa de los bosques, alejado de las principales ciudades... Pero demasiado lejos de lo conocido, de lo seguro. De nuevo, sintió nacer en ella el impulso de volver a su hogar, últimamente era una idea que cobraba más fuerza, después de lo vivido había comprendido que el objetivo que ella misma se había propuesto al salir de allí había resultado una mera excusa para buscar el verdadero sentido que darle a su vida... ¡Claro que al principio mostró determinación! Pero mirándolo con perspectiva, después de los primeros estudios sobre alianzas entre clanes e historias de lazos de sangre, sus miras comenzaron a abrirse hacia tomos que trataban la historia del mundo mucho más allá de los territorios a la vera del Gran Árbol y comprendió entonces que, de alguna manera, había vivido con una venda en los ojos porque alguien, en algún momento, había decidido que su mundo tenía fronteras. Se lo habían hecho creer a toda una raza... A todas las razas. Tal vez la verdadera razón para dejar su aldea había sido la curiosidad por ver más allá, pero necesitaba algo más importante a lo que aferrarse para no acobardarse... La voz de la morena sonó más apacible desde el agua cuando se disculpó con la elfa y en cuestión de segundos adoptó de nuevo la actitud calmada que era habitual en ella.
Aylizz la miró en silencio y suspiró, con gesto de aceptación. En realidad, sabía que el motivo de su estallido no iba con ella, pero por suerte o por desgracia allí no había nadie más contra quien arremeter. -¿Decías algo sobre tu padre...?- Ahora que el ambiente volvía a estar relajado, la escena anterior se había vuelto más clara y detalles que habían pasado inadvertidos durante el desconcierto surgían en su cabeza como un repentino flashback, haciendo que aquellas palabras llamasen su atención, ¿sería que, después de todo, la llamada adivina tenía verdaderas respuestas?
Los repentinos gritos de Iori la pillaron por sorpresa. No sabía el tiempo que llevaría dormida, ni cuándo había empezado aquel brote de ira. De repente, la voz de la humana irrumpió en la profundidad de su letargo y como acto reflejo, abrió los ojos sobresaltada, aunque aun con el cerebro adormecido. -¡¿Eh?! ¡¿Qué pasa?! ¡Estoy despierta!- Necesitó unos minutos para volver a ser consciente de dónde se encontraba y ubicarse en la realidad. Se incorporó entre bostezos, el corazón le había dado un vuelco y ahora latía acelerado. Su compañera se encontraba de pie, a su lado, dirigiéndose a ella a voces, mencionando a una mujer, hablando sobre ser un estorbo y con una actitud que dejaba claro que estaba enfadada. Aylizz la miraba atónita, -Pero, ¿qué pasa? ¿Qué dices?- no entendía nada, cuando cerró los ojos todo iba bien, ¿no? Al momento, la atención de la morena cambió y girando estrepitosamente hacia el bosque, elevó a un más la voz, chillandole a la nada acerca de la vida y la muerte, soltando palabras que para ella carecían de sentido. La furia de la muchacha se hacía cada vez más notable. La elfa miró hacia la zona donde Iori dirigía sus gritos, pero no fue capaz de distinguir nada más que árboles. -Pero Iori...- Parecía trastornada... Y entonces cayó en la cuenta, ¿finalmente habría ido a ver a Helga mientras ella dormía? Si de eso se trataba, podía intuirse que no había ido bien. No sabía qué podría haberle dicho, pero desde luego, nada bueno. Se puso en pie y se acercó a ella, con intención de tranquilizarla, era la primera vez que la veía tan alterada, desconocía tal temperamento. Algo realmente doloroso debía haber resultado de su conversación con la bruja del lago. Alzó el brazo al frente, queriendo agarrar su hombro y darle la vuelta de nuevo hacia ella, hacerla volver del trance furioso en el que parecía encontrarse, pero antes de poder siquiera tocarla, la humana se acercó al agua y desprendiéndose de todas sus cosas, se metió en el agua, ofuscada y medio desnuda. La rubia se mantuvo a distancia, atónita.
La dejó espacio y la dio tiempo para que pusiera su cabeza en orden o el azote del agua fría la despejase y sólo cuando parecía más calmada, se acercó nuevamente al borde del embalse. -¿Se puede saber qué bicho te ha picado?- Aylizz la miraba con gesto de incomprensión, intentando asimilar el torbellino de emociones que acababa de presenciar. Algunas de las cosas que había mencionado la humana seguían rondando por su cabeza, ¿de dónde se sacaba aquellas ideas?, ¿cuándo la había hecho sentir como un estorbo, como una "insufrible humana"? -Creo que deberías ordenar esa cabeza tuya...- se limitó a decir. Intentó sonar despreocupada, como si aquel fuera un comentario sin acritud, sin intención siquiera de ser un consejo. Internamente aquellas palabras las sintió con cierta indignación, ¿después de haber llegado hasta allí le venía con esas? Aunque... Había sido ella la que le había hablado de Helga, no podía negar que sin aquella información probablemente la humana nunca habría emprendido ese viaje. Era cierto que el acompañarla era una decisión que ella misma había tomado, Iori no se lo pidió, pero también le había advertido que quizá recurrir a una bruja no era la mejor opción cuando supo de la complejidad de sus preocupaciones y aun así quiso hacerlo. La humana tenía razón en una cosa, ya era libre. Se ofreció a acompañarla hasta el lago y allí estaban, después de tantos días y tantas noches había llegado el momento de poner fin a su viaje... ¿y ahora qué? La gran incógnita en el final de cada camino.
Aquel lugar parecía tranquilo, pasada ya la zona más peligrosa de los bosques, alejado de las principales ciudades... Pero demasiado lejos de lo conocido, de lo seguro. De nuevo, sintió nacer en ella el impulso de volver a su hogar, últimamente era una idea que cobraba más fuerza, después de lo vivido había comprendido que el objetivo que ella misma se había propuesto al salir de allí había resultado una mera excusa para buscar el verdadero sentido que darle a su vida... ¡Claro que al principio mostró determinación! Pero mirándolo con perspectiva, después de los primeros estudios sobre alianzas entre clanes e historias de lazos de sangre, sus miras comenzaron a abrirse hacia tomos que trataban la historia del mundo mucho más allá de los territorios a la vera del Gran Árbol y comprendió entonces que, de alguna manera, había vivido con una venda en los ojos porque alguien, en algún momento, había decidido que su mundo tenía fronteras. Se lo habían hecho creer a toda una raza... A todas las razas. Tal vez la verdadera razón para dejar su aldea había sido la curiosidad por ver más allá, pero necesitaba algo más importante a lo que aferrarse para no acobardarse... La voz de la morena sonó más apacible desde el agua cuando se disculpó con la elfa y en cuestión de segundos adoptó de nuevo la actitud calmada que era habitual en ella.
Aylizz la miró en silencio y suspiró, con gesto de aceptación. En realidad, sabía que el motivo de su estallido no iba con ella, pero por suerte o por desgracia allí no había nadie más contra quien arremeter. -¿Decías algo sobre tu padre...?- Ahora que el ambiente volvía a estar relajado, la escena anterior se había vuelto más clara y detalles que habían pasado inadvertidos durante el desconcierto surgían en su cabeza como un repentino flashback, haciendo que aquellas palabras llamasen su atención, ¿sería que, después de todo, la llamada adivina tenía verdaderas respuestas?
Aylizz Wendell
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
Con la cabeza flotando en el agua, le resultaba más nítido recordar las palabras de extrañeza de Ayl. La elfa se había despertado con sus gritos sobresaltada. Iori lo había podido ver con claridad, y sin embargo en aquel momento, una furia incontrolable la mantuvo ciega a cualquier signo de cautela. Cualquier señal que la hiciese reaccionar, dándose cuenta de lo rematadamente gilipollas que estaba siendo. A lo hecho, pecho. El mal ya había sido causado y la humana no podía hacer nada para volver atrás en el tiempo. Inspiró con profundidad y haciendo pie de nuevo en el lago se alzó.
Vio su silueta en la orilla pero los ojos azules se mostraron esquivos con la elfa. Ordenar su cabeza... cuando pensaba que todo estaba bajo control, que ella era la única persona que gobernaba su vida, se sorprendía a si misma explotando de aquella manera. Las cosas habían sido mucho más sencillas en su aldea. En los pocos meses que llevaba recorriendo Aerandir había enfrentado más problemas que en toda su vida previa. ¿Qué necesidad había tenido de salir? ¿Aventura? ¿Conocer el mundo de fuera? ¿Buscar algo sobre su origen? Nada de eso era algo que realmente le importase. Su vida, su felicidad estaba en su pequeño hogar. Humilde pero lleno de felicidad en las cosas cotidianas de cada día.
Y sin embargo Iori, mira dónde estás. Mira a dónde te han conducido tus pasos. ¿Seguro que esa es toda la verdad? ¿Todas tus motivaciones? Sacudió la cabeza, antes de entrar a un lugar que no sabía a dónde conducía. No era la situación en la que debiese de explorar esos caminos. - Me encontré con Helga... o eso creo. A saber si se trataba realmente de ella o de otra mujer. De una pesadilla. Quizá lo soñé... - divagó mientras avanzaba muy despacio caminando por el lecho del lago hacia la orilla. - Me llamó Iori cuando se dirigió a mí, y me dijo que ese no era mi verdadero nombre. Que era algo que a nadie le importaba, igual que tampoco yo le preocupo a ninguna persona - Eso no le afectaba. La humana sabía que eso no suponía nada para ella, y no hubo deje de disgusto en su voz.
Se detuvo cuando notó los pies pisar la hierba mullida, a un par de metros de Ayl, y sin ser aun capaz de mirarla a la cara. - Me dijo que fuese hacia el norte. Que encontraré respuestas. Y me dijo que tuviese cuidado con el lugar en el que está el nombre de mi padre. Que allí puedo encontrar muerte o vida - Se rió con un deje de diversión amarga en el tono. - Y se inclinó a opinar que probablemente será la muerte lo que me espere. Seguro que ese lugar es un volcán o el alto de un acantilado - bromeó sin ganas de reír entonces. - Maldita mujer... la forma que tuvo de hablarme me descolocó por completo - chasqueó la lengua, meditabunda de nuevo mientras apretaba el cabello entre sus manos para escurrir todo el agua que pudiese. Si antes el anillo era la promesa de una aventura, una escusa para indagar sobre su pasado, tras aquellas palabras continuar avanzando parecía imperativo. Al menos para arrojar algo de luz sobre las dudas que antes no tenía, y que ahora aquella bruja se había encargado de plantar en ella.
Se inclinó a tomar sus ropas y comenzó a vestirse sin esperar a secarse. - Ayl... No tengo excusa sobre lo que acaba de pasar. No me reconozco a mí misma. Nunca me había enfadado de esta forma, perdido así los nervios...- Aunque cierto que con Nousis en alguna ocasión había estado cerca de chillar de aquella manera. Se terminó de vestir y alzó por fin los ojos hacia la elfa con expresión derrotada. - Todo lo que me has dado ha sido amabilidad y buenos momentos. Hemos luchado juntas, me has curado, me has acompañado hasta aquí, y te has comido mi cabreo sin razón. Lo siento mucho, más de lo que soy capaz de expresarte con palabras. - apretó los labios en un rictus tenso, intentando decir algo más pero sin encontrar las palabras. - Continuaré hacia el norte. Debo de seguir, al menos un poco más para ver con mis ojos qué encuentro - Se inclinó para tomar la alforja y se detuvo de nuevo mirando a su compañera. - Espero poder devolverte algún día todo lo que has hecho por mí - le indicó tras colocar en su hombro la correa de la bolsa. Aquello era una despedida, y la humana tenía un nudo en la garganta mientras miraba a la elfa a los ojos.
Vio su silueta en la orilla pero los ojos azules se mostraron esquivos con la elfa. Ordenar su cabeza... cuando pensaba que todo estaba bajo control, que ella era la única persona que gobernaba su vida, se sorprendía a si misma explotando de aquella manera. Las cosas habían sido mucho más sencillas en su aldea. En los pocos meses que llevaba recorriendo Aerandir había enfrentado más problemas que en toda su vida previa. ¿Qué necesidad había tenido de salir? ¿Aventura? ¿Conocer el mundo de fuera? ¿Buscar algo sobre su origen? Nada de eso era algo que realmente le importase. Su vida, su felicidad estaba en su pequeño hogar. Humilde pero lleno de felicidad en las cosas cotidianas de cada día.
Y sin embargo Iori, mira dónde estás. Mira a dónde te han conducido tus pasos. ¿Seguro que esa es toda la verdad? ¿Todas tus motivaciones? Sacudió la cabeza, antes de entrar a un lugar que no sabía a dónde conducía. No era la situación en la que debiese de explorar esos caminos. - Me encontré con Helga... o eso creo. A saber si se trataba realmente de ella o de otra mujer. De una pesadilla. Quizá lo soñé... - divagó mientras avanzaba muy despacio caminando por el lecho del lago hacia la orilla. - Me llamó Iori cuando se dirigió a mí, y me dijo que ese no era mi verdadero nombre. Que era algo que a nadie le importaba, igual que tampoco yo le preocupo a ninguna persona - Eso no le afectaba. La humana sabía que eso no suponía nada para ella, y no hubo deje de disgusto en su voz.
Se detuvo cuando notó los pies pisar la hierba mullida, a un par de metros de Ayl, y sin ser aun capaz de mirarla a la cara. - Me dijo que fuese hacia el norte. Que encontraré respuestas. Y me dijo que tuviese cuidado con el lugar en el que está el nombre de mi padre. Que allí puedo encontrar muerte o vida - Se rió con un deje de diversión amarga en el tono. - Y se inclinó a opinar que probablemente será la muerte lo que me espere. Seguro que ese lugar es un volcán o el alto de un acantilado - bromeó sin ganas de reír entonces. - Maldita mujer... la forma que tuvo de hablarme me descolocó por completo - chasqueó la lengua, meditabunda de nuevo mientras apretaba el cabello entre sus manos para escurrir todo el agua que pudiese. Si antes el anillo era la promesa de una aventura, una escusa para indagar sobre su pasado, tras aquellas palabras continuar avanzando parecía imperativo. Al menos para arrojar algo de luz sobre las dudas que antes no tenía, y que ahora aquella bruja se había encargado de plantar en ella.
Se inclinó a tomar sus ropas y comenzó a vestirse sin esperar a secarse. - Ayl... No tengo excusa sobre lo que acaba de pasar. No me reconozco a mí misma. Nunca me había enfadado de esta forma, perdido así los nervios...- Aunque cierto que con Nousis en alguna ocasión había estado cerca de chillar de aquella manera. Se terminó de vestir y alzó por fin los ojos hacia la elfa con expresión derrotada. - Todo lo que me has dado ha sido amabilidad y buenos momentos. Hemos luchado juntas, me has curado, me has acompañado hasta aquí, y te has comido mi cabreo sin razón. Lo siento mucho, más de lo que soy capaz de expresarte con palabras. - apretó los labios en un rictus tenso, intentando decir algo más pero sin encontrar las palabras. - Continuaré hacia el norte. Debo de seguir, al menos un poco más para ver con mis ojos qué encuentro - Se inclinó para tomar la alforja y se detuvo de nuevo mirando a su compañera. - Espero poder devolverte algún día todo lo que has hecho por mí - le indicó tras colocar en su hombro la correa de la bolsa. Aquello era una despedida, y la humana tenía un nudo en la garganta mientras miraba a la elfa a los ojos.
Iori Li
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Re: Camino que une [Privado] CERRADO
Observó a la humana salir del lago, los rayos del sol hacían brillar las gotas de agua que resbalaban sobre su piel y su pelo negro, empapado, cubría por completo su espalda, a excepción de algunos mechones que tapaban con sutileza sus pechos. Nunca había tenido una imagen tan nítida de Iori, en la que los detalles de su figura fueran tan llamativos. Recordó aquel beso, el primero para ella, ese del que no habían vuelto hablar, aunque tampoco parecía hacer falta. Hasta ese momento no había tenido tiempo de pensar en él, dados los acontecimientos, y ahora se permitió hacerlo, sintiéndolo especial. Nunca se lo hubiera imaginado así, no lo había vivido como algo romántico pero, de alguna manera, Iori había sido capaz de generar una atmósfera agradable, envolvente, apacible. Sin duda aquella chica tenía carisma.
Escuchó con atención los detalles de su encuentro con Helga, palabras nada claras, capaz de volver loco a cualquiera que ya estuviera algo perdido. -Tsk... Bruja agorera...- murmuró con desaprobación. Si tras toda aquella información había algo de verdad, la historia de Iori parecía turbarse. Una niña abandonada, un anillo de origen elfico y ahora vaticinios de muerte... La joven hacía por mantener el talante, incluso se forzaba a bromear, pero su voz sonaba realmente afectada, su actitud había cambiado y no era para menos. Pero aquella acechante oscuridad no parecía frenarla, al contrario, se veía más decidida a continuar. El norte, el lejano, desconocido y frío norte. Tierra de dragones y a saber qué más criaturas, ¿y pensaba ir sola hasta allí? ¿y a pie? Pues buena suerte... pensó. En aquel momento sólo parecían palabras nacidas de la frustración y el enfado, mientras continuaba sentada junto a la elfa, tratando de secar su melena. Pero con la misma presteza con la que se había desvestido, comenzó a ponerse de nuevo la ropa, y fue cuando Aylizz asumió que la muchacha hablaba en serio.
Aun sentada, recibió de nuevo las disculpas de Iori, esta vez más retratadas. Sonaban sinceras y avergonzadas, dándole más importancia y gravedad al lapsus de hacía unos minutos de la que realmente tenía. La rubia negó con la cabeza, acompañando el gesto con un suave parpadeo y esbozando una ligera sonrisa -Descuida, está todo bien.- Las palabras siguientes sonaron como una amarga despedida, no parecía un adiós, tampoco un hasta pronto, sino más bien un "ya nos veremos... Si sobrevivo." o al menos así le sonó a ella. El continente era grande y el destino ya había sido benévolo al permitir que sus caminos se cruzasen una vez más, sólo los dioses sabían si aquello volvería a ocurrir. La elfa se mantuvo en silencio, observando sus movimientos, ¿de verdad iba a marcharse? ¿y de aquella manera? Al menos esta vez no había salido corriendo... Aunque poco la faltaba. No fue hasta que la humana terminó de acomodarse sus pertenencias y pareció decidida a iniciar su paso, cuando ella se puso en pie y con un suspiro de resignación, estirándose para acabar de desperezarse, se colocó también su mochila al hombro -En marcha pues, al norte, ¿o es que a caso pensabas que me iba a quedar con las ganas de saber cómo acaba esta historia? Ya estoy pensando en el título, "En busca de la verdad de Iori, aunque ese no sea su nombre"- se río mientras acompañaba esas palabras con un gesto, dibujando la frase en el aire -Es provisional- bromeó despreocupada, rebajando la tensión -Además, no pienso volver por ahí yo sola...- señaló con la cabeza el camino por el que habían llegado al lado -Ya buscaré cómo volver cuando lleguemos, ¿quizá volando? Sería divertido.- Comenzó a caminar hasta ponerse a la altura de Iori y dándole un sutil empujón por la espalda, le hizo saber que estaba dispuesta a seguirla -¡Andando!
Escuchó con atención los detalles de su encuentro con Helga, palabras nada claras, capaz de volver loco a cualquiera que ya estuviera algo perdido. -Tsk... Bruja agorera...- murmuró con desaprobación. Si tras toda aquella información había algo de verdad, la historia de Iori parecía turbarse. Una niña abandonada, un anillo de origen elfico y ahora vaticinios de muerte... La joven hacía por mantener el talante, incluso se forzaba a bromear, pero su voz sonaba realmente afectada, su actitud había cambiado y no era para menos. Pero aquella acechante oscuridad no parecía frenarla, al contrario, se veía más decidida a continuar. El norte, el lejano, desconocido y frío norte. Tierra de dragones y a saber qué más criaturas, ¿y pensaba ir sola hasta allí? ¿y a pie? Pues buena suerte... pensó. En aquel momento sólo parecían palabras nacidas de la frustración y el enfado, mientras continuaba sentada junto a la elfa, tratando de secar su melena. Pero con la misma presteza con la que se había desvestido, comenzó a ponerse de nuevo la ropa, y fue cuando Aylizz asumió que la muchacha hablaba en serio.
Aun sentada, recibió de nuevo las disculpas de Iori, esta vez más retratadas. Sonaban sinceras y avergonzadas, dándole más importancia y gravedad al lapsus de hacía unos minutos de la que realmente tenía. La rubia negó con la cabeza, acompañando el gesto con un suave parpadeo y esbozando una ligera sonrisa -Descuida, está todo bien.- Las palabras siguientes sonaron como una amarga despedida, no parecía un adiós, tampoco un hasta pronto, sino más bien un "ya nos veremos... Si sobrevivo." o al menos así le sonó a ella. El continente era grande y el destino ya había sido benévolo al permitir que sus caminos se cruzasen una vez más, sólo los dioses sabían si aquello volvería a ocurrir. La elfa se mantuvo en silencio, observando sus movimientos, ¿de verdad iba a marcharse? ¿y de aquella manera? Al menos esta vez no había salido corriendo... Aunque poco la faltaba. No fue hasta que la humana terminó de acomodarse sus pertenencias y pareció decidida a iniciar su paso, cuando ella se puso en pie y con un suspiro de resignación, estirándose para acabar de desperezarse, se colocó también su mochila al hombro -En marcha pues, al norte, ¿o es que a caso pensabas que me iba a quedar con las ganas de saber cómo acaba esta historia? Ya estoy pensando en el título, "En busca de la verdad de Iori, aunque ese no sea su nombre"- se río mientras acompañaba esas palabras con un gesto, dibujando la frase en el aire -Es provisional- bromeó despreocupada, rebajando la tensión -Además, no pienso volver por ahí yo sola...- señaló con la cabeza el camino por el que habían llegado al lado -Ya buscaré cómo volver cuando lleguemos, ¿quizá volando? Sería divertido.- Comenzó a caminar hasta ponerse a la altura de Iori y dándole un sutil empujón por la espalda, le hizo saber que estaba dispuesta a seguirla -¡Andando!
...to be continued.
Aylizz Wendell
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