Re: Midsummarblót, Solsticio de Verano [Evento]

Helyare Mar Jun 26 2018, 02:06

Ese humano tampoco había quemado nada. No estaba cumpliendo con la tradición que habían dicho los mercaderes del camino. ¿Creía en los dioses? Bueno, ¿qué idiota no lo hacía? Eran quienes guiaban el camino de cada ser de Aerandir, era imposible no creer en algo que era evidente que existía.

Tampoco dijo nada cuando le pidió permiso para sentarse en unas rocas que sobresalían del agua. No eran sus rocas, podía hacer lo que le diera la gana. Simplemente, permaneció en silencio y escuchando lo que le decía sobre la no-muerte de sus dioses. Entonces, ¿para qué hacían eso? A los pocos segundos, el hombre empezó a explicarle ciertas cosas de sus dioses y Helyare no pudo evitar pasar una rápida mirada de extrañeza por el muchacho. No entendía bien qué tipo de creencia era esa. Lo del Valhalla lo había escuchado cuando había estado en las ciudades humanas, pero realmente no sabía qué era. ¿Un lugar de Aerandir? ¿Un lugar fuera del mundo? Sabía que ahí iban los guerreros, los que no, ¿a dónde iban? Y que veían a sus dioses. ¡Menuda tontería! –¿Es que vuestros dioses no están aquí? –preguntó estupefacta. De hecho, ella pensaba que eran las estatuas esas que talaban y tallaban. ¿A dónde tenían que ir?
Un lugar lleno de sucios humanos… ese pensamiento le hizo hacer una mueca de completo desagrado. Menos mal que ella no creía en ningún Valhalla ni en lugares así. –¿Cómo das paz con fuego? Destruyes todo… No se puede dar paz así. Os encontraréis convertidos en cenizas antes de llegar a ese “Valhalla” –se quejó, insistiendo en la evidente tontería que suponía esa creencia tan rara de los humanos. Si alguien moría, lo lógico era dejarlo bajo tierra, cerca de los árboles, para que su cuerpo se convirtiera en parte de la naturaleza y fuera uno con los dioses. ¿De dónde habían sacado la patraña de quemarse para ir a un lugar inexistente? Humanos…

Tras envolver a Nillë con sus manos y explicarle que esa ofrenda ya no era asunto suyo, el chico continuó hablando, restándole importancia a la apetencia de Nís porque estuviera ahí o no. Cuando habló, su mirada verde se clavó, durante unos instantes en él. Pero rápido volvió a apartar la cara, desconcertada. ¿Tampoco era apreciado por sus dioses? Tragó saliva y sintió un escalofrío. El humano siguió hablando de “soportar” a los dioses. Y que, gracias a esa ignorancia que se tenían mutuamente, él estaba bien, salvo por ciertas puñaladas. Ella seguía blanca como la leche, tratando de centrar la vista en el reflejo de la luna distorsionándose sobre el agua.

–¿Qué eres? ¿Algún tipo de traidor o algo así? –Nillë clavó la vista en Eltrant, aunque ella estaba igual de desconcertada –. Yo creo que tus dioses no existen, pero, ¿por qué crees tú que te podrían abandonar si no? Has traicionado a alguien, ¿no? Ellos… no suelen abandonarte si no haces nada malo –carraspeó y volvió a pasar un rápido vistazo por él –¿por qué sonríes cuando hablas de que tus dioses no te quieren? Es… raro. ¿Qué problema tienes? No puedes vivir en este mundo sin tus dioses. Te irá mal y… –hizo un gesto de desdén con los brazos, como si perder el aprecio de los dioses fuera una de las peores cosas que pudiesen ocurrirle a alguien. Y, para ella, era así. Cuando los dioses daban la espalda a alguien significaba que ese “alguien” estaba supeditado a una vida de completa desgracia, pues la buena dicha de las deidades no estaba con él o ella.

El silencio que hubo a continuación le pareció un poco incómodo. No entendía a ese humano. Le daba rabia y a la vez curiosidad. Era tan extraño, parecía importarle poco lo que pensasen los dioses y eso conseguía enervarla. ¿Por qué tan poca importancia a lo más importante? Estúpidos humanos de poca cabeza…
No le acusó directamente, no de tan malas formas. Pero no entendía cómo alguien dejaba su vida de forma ajena a los dioses, que eran quienes le habían dado la vida. Para romper el hielo, el chico dio una palmada que sobresaltó a la elfa, sumida en sus pensamientos. Ella tampoco era alguien que le agradase a sus propios dioses. Tan solo había que ver su ofrenda. Quería aprender de su diosa, algo que sorprendió mucho más a Helyare, incapaz de entender a ese humano tan raro. Enarcó las cejas, incrédula y fue a sentarse en una roca junto a él, negando con la cabeza al no ser capaz de entender qué le pasaba a ese hombre tan extraño –. Pues… Nís es la diosa del agua, hija de Ímbar, nació de sus lágrimas. Ímbar es la creadora de la naturaleza, de los árboles, de todas las criaturas que poblamos Aerandir. Pero cuando empezaron a morir, lloró mucho, la pena era enorme. Como la de una madre perdiendo a sus hijos –contó, acordándose de las lecciones que había recibido cuando era más pequeña –. Y de esas lágrimas surgió Nís, reviviendo a las criaturas, a las plantas, a los árboles… Las flores volvieron a florecer y las criaturas a caminar. Nís acompaña a Ímbar, junto a Anar, para impedir que sus creaciones se marchiten. A ella se le suelen ofrendar flores y plantas secas, porque es capaz de revivirlas –le comentó, esbozando una tímida sonrisa. Era la primera vez que le contaba a alguien acerca de sus dioses, desde que había salido de Sandorai. Para ella era una suerte que Eltrant no estuviera mirándola, estaba entretenido intentando coger una tabla, y ella tampoco estaba mirando qué hacía. Seguía con la vista clavada en las ondulaciones del mar.

Minutos después apareció con una tabla, que partió y le entregó a ella. Con la madera entre sus manos, alzó la vista un poco para ver al chico y, de nuevo, a la tabla. Le estaba proponiendo hacer otra ofrenda.

Nillë se mordió el labio, poniendo cara de completa enamorada y juntando sus pequeñas manitas al escuchar la propuesta de Eltrant. Helyare, sin embargo, no cambió su semblante serio hasta pasados unos segundos, los cuales permanecía mirando la tabla con desconcierto, dudosa de qué hacer, como si fuera una gran decisión de la que pendiese su vida.

–Chiri, chiri, chi… –revoloteaba a su lado el hada, completamente emocionada por la buena intención del humano.

–Gracias, humano. Pero yo ya no tengo nada para hacerle ofrendas a Nís. Además… tal vez no quiera más ofrendas por mi parte… ¿y si se vuelve a volcar el barco? Tal vez enfademos a la diosa, yo no soy de su agrado –Nillë puso los ojos en blanco y resopló. Rápidamente voló hacia la elfa y sacó de su bolso la daga brillante. Con esfuerzo y, casi arrastrándola, se la hizo llegar a Eltrant a los pies para que se pusiese manos a la obra en la tarea de construir un barco. Ignorando las palabras anteriores de su amiga se fue al mar, revoloteando sobre la superficie y, con cuidado, trató de rescatar lo que había ofrendado para hacerlo llegar a la playa. Por suerte, esas joyas pesaban mucho menos que la daga: un brazalete y una tiara que acabaron en la arena mojada de la orilla, después de un par de viajecitos de Nillë. No era mucho y podía aguantarlo bien, pero esa cabezonería de su compañera era un sobreesfuerzo para ella, ¡parecía que tenía que ayudarla a todo! Así que se sentó en una roca a descansar, con cara de pocos amigos hacia su amiga. ¡Menos mal que había gente buena! Nillë, que no creía en esos dioses, sabía que el barco se había volcado porque era un cacho de rama vieja y hueca que habían encontrado en la playa. ¿Qué más podían pedir? Desde la roca miraba al chico, contenta de que, por fin, hubiesen encontrado alguien amable y su amiga no la estuviese liando tan rápido como acostumbraba. Helyare seguía atónita, con su tabla de madera entre las manos, sin saber bien qué hacer.

Podía volver a intentarlo, además, así el humano realizaba una ofrenda a la diosa y podía ser un paso para que los humanos volvieran a creer en dioses reales y dejasen de talar árboles para hacer sus figuras horribles. Tal vez funcionase…

Tras quedarse perpleja unos minutos, recogió el brazalete y la tiara y los depositó en una roca. Después, se arrodilló en la orilla para empezar a darle forma a la madera con su daga, la que había a los pies del humano, concentrada en su tablón. –Tiene que ser muy estable y bonito, es para la diosa capaz de resucitar las creaciones de nuestra amada Ímbar, nuestra madre –lo veía un calificativo demasiado honorable viniendo de ella. ¿Ímbar todavía la tendría por su hija? Después de un rato en silencio, por fin se atrevió a preguntar –¿Por qué quieres hacerle una ofrenda a Nís? –preguntó curiosa, sin pasar la mirada por él.

Off: Interactúo con Eltrant

Taliesin Skatha Mar Jun 26 2018, 03:07

Irina se giró cuando escuchó cómo se acercaba Zöe con todo un grupo de niños. Pudo contar a siete, todos cubiertos con el mismo abrigo con capucha gris. ¡Al fin! Había escuchado que conocían muchos pasajes secretos en Lunargenta, y se moría de ganas de que los compartieran con ella.

- Soy Irina - se presentó aunque Zöe ya había dicho su nombre.

Pero la miraban con recelo, como si fuera una intrusa. En cuanto la biocibernética se alejó, se giraron los unos hacia los unos a los otros y comenzaron a hablarse en susurros, dejando a la bruja completamente fuera del grupo. "Espero puedan llevarse bien", había dicho Zöe, pero ahora parecía que en los ojos de varios de los huérfanos brillaba una contestación rebelde: "¿Y si no queremos?".

- ¿Vuestros padres están muertos? - preguntó Irina para llamar su atención.

Consiguió lo que quería: dejaron de cuchichear y la miraron.

- Los míos sí – respondió una de las niñas, Mili, a lo que Irina asintió con la cabeza en signo de comprensión.
-Mi madre también.

Tenían algo en común. Varios de los huérfanos relajaron un poco su nivel de hosquedad, pero Hans frunció el ceño, poco convencido de que aquello fuera suficiente:

- Sigue sin ser lo mismo. Tu padre está vivo.
- Puede.
- ¿Cómo que puede?

Irina no respondió. En aquel momento uno de los hombres bestia se puso en movimiento hacia ellos. La pequeña, súbitamente mucho más interesada en aquello, lo siguió con la mirada; parecía que se dirigía hacia donde su padre y Zöe estaban construyendo el drakkar.

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Taliesin estaba iniciando la construcción por su cuenta, agachado entre varias maderas y utensilios, cuando escuchó la voz de Zöe a sus espaldas. Interrumpió lo que estaba haciendo y le devolvió la sonrisa.

- Me alegro de verte. Me hace mucha falta que me ayudes con esto. Debe ser posible construir un drakar uno solo, pero yo no estoy a la altura. ¿Has dejado a los niños con Irina?

Los buscó con la mirada y comprobó que no quedaban demasiado lejos. Zöe también había traído uno de sus pequeños acompañantes, el cual inmediatamente se emocionó con su labor y dejó toda la plancha de madera llena de clavos.

- Sin duda nos será muy útil su ayuda. Pero amigo, ¡tienes que controlarte!

Se pusieron manos a la obra. Taliesin se dio cuenta de que había empezado como para construir un barco demasiado grande, y tuvieron que redefinir las dimensiones antes de proseguir. Tardarían en terminar el drakkar, incluso contando con la ayuda de ATAC. Pero lo cierto es que aquella labor manual lo entretenía, y le parecía muy poético poner esfuerzo en algo que pronto se reduciría a humo y ceniza.

-Tú.- aquella interpelación tan hosca lo sacó de su estado meditativo. -Esos no son tus hijos. ¿Que haces con ellos?

Un hombre bestia lo miraba con evidente hostilidad. Taliesin tardó un momento en comprender a qué se refería. Iba a abrir la boca para intentar explicar que, en efecto, no eran hijos suyos, pero el perro siguió hablando, exigiendo explicaciones detalladas y… sospechando que los tenía para alimentarse de ellos. Por un lado se asustó: ¿Cómo se había delatado como vampiro? ¡Debía evitar que aquello se convirtiera en una confrontación! Pero por el otro se sentía indignado de que le acusaran y amenazaran de aquella manera. ¿Ya no podía ni participar en celebraciones humanas? En un día como aquél, en el que había venido a rendir tributo a los dioses con toda su buena fe, no iba a dejar que lo pisotearan.

- Ni me alimento de niños, ni me llamo "tú" - respondió en tono ofendido -- Y tampoco sabía que necesitaba una muy buena razón para pasar una noche con mi hija, a parte de las obvias festividades. Ahora, ¿podemos ayudarte en alguna otra cosa? Estamos un poco ocupados.

**Alward Sevna** Mar Jun 26 2018, 11:20

Loth se marchó. Se le notaba apresurada e incómoda, y Alward se podía imaginar por qué. Este último se llevó las manos a la cintura en forma de jarras, resignado, mientras la observaba marcharse. Emmanuel no entendía nada, de nuevo llamó la atención de su amigo, posándole una mano sobre su hombro.

-¿...Estás bien?-La única respuesta de Alward fue un leve asentimiento de cabeza poco convencido, sin quitar la mirada del frente. El arquero le quitó la mano del hombro-¿Nos vamos?

El joven Sevna esta vez si se volteó hacia su amigo.

-Ve tú, ahora os alcanzo

-...Vale...

Sin dudarlo un segundo más, empezó a caminar apresurado hacia donde se había dirigido la elfa. Se movía entre la gente, apartándola y esquivándola, intentando seguir la pista de Loth, si era siquiera posible. Parecía haber desaparecido entre la multitud.

Se encontraba desesperado, ansioso, preocupado... Parecía que no podía encontrarla, y menos aún entre tanta gente. Por un momento, cuando perdió toda esperanza y se detuvo entre la multitud, la vio. Estaba abrazada a Matthew, aquel horrible hombre la tenía entre sus brazos. En ese momento lo tuvo claro, no había ni un solo resquicio de arrepentimiento por cómo se había comportado hace escasamente pocos minutos. Se quedó estático, mirando la escena por unos pocos de segundos, hasta que cruzó miradas con Matthew.

El mercenario volvió a mirarle de una forma fría, pero esta vez carente de desafío o desprecio. No le merecía la pena siquiera preocuparse de ello. Negó con la cabeza y se dio media vuelta, alejándose lo más posible de ese sitio.

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Llegó a una zona apartada, parecida a un pequeño acantilado de escasos metros por encima del nivel del mar. Seguía lloviendo de forma moderada. Los drakkars se veían cómo se perdían ardiendo en el horizonte, a lo lejos. Estaba algo apresurado, como si tuviese prisa por descargar rabia contenida. Su rostro lo decía todo: decepción, enfado, negación... Sin duda no se lo esperaba.

Respiraba muy seguido, con ansiedad. Para desquitarse de eso, pateó una piedra pequeña, lanzándola por el pequeño precipicio hasta el mar.

Cuando estuvo más calmado, optó por sentarse, con sumo cuidado, al borde del precipicio.

-Suspiró-...Siento que me pesa cada vez más la cabeza, llena de contradicciones y lecciones que no me interesan...-Elevó la mirada al nublado cielo, intentando buscar apoyo en alguna deidad que, por casualidad, le observase, aunque sabía que eso era prácticamente una nimiedad-...Todas se marchan, ¿Y qué? Ninguna pudo salvarme, y dudo que nadie lo pueda hacer-Suspiró, esta vez con más intensidad-Estoy perdido... Tan perdido, que me dan un abrazo, y no le encuentro el sentido-Se miró las manos, como si las tuviera manchadas de algo. Él actuaba como si ese algo fuese la sangre de todos aquellos que derrotó. No eran muchos, pero le pesaba en cierto modo-Realmente, llevo cinco años perdido-Volvió a suspirar sin dejar de mirarse las manos, acto seguido, desvió la mirada hacia el mar-¿Dónde está esa luz que proyectabas en Alosa? No eres ni una pequeña parte de lo que significabas-Se dijo en voz alta para sí. De nuevo, volvió a habarle a quien fuese que le estuviera escuchando, pero muy probablemente ninguna deidad estuviese ahí para ello, por lo que no hacía más que simplemente desahogarse como nunca-No soy tan valiente como suelo mostrar al exterior. Estoy asustado, tengo miedos e inseguridad...-Alzó de nuevo la mirada al cielo y esbozó una sonrisa encogiéndose de hombros-Já... ¿Qué miras? ¿Qué quieres? La vida me ha enseñado a ser así, pero nadie me pregunta si así lo prefiero-Paró de hablar unos pocos segundos, expulsó aire por su nariz de una forma notoria y volvió su vista al mar. Esta vez, se quedó en silencio. Tantos dioses, tanta variedad de creencias... Pero nadie responde.

Zöe Mar Jun 26 2018, 14:08

Asentí ante la pregunta de Taliesin, aunque bien podría comprobarlo él mismo, mire nuevamente hacía atrás para asegurarme que seguían allí. Al parecer uno de los Gorriones había encontrado un objeto interesante en la arena y lo estaba mostrando al resto mientras daban diferentes teorías de lo que podría ser.

-ATAC tiene muchas dificultades para controlarse, es por eso que en general no le permito tener clavos cargados en sus armas – Solía remplazarlo con materiales menos dañinos como astillas que usualmente explotaban por la fuerza del disparo, sin causar heridas en terceros. Mire la cantidad de maderas que había juntado Skatha – Será mejor simplificar el diseño.

Con unas pocas maderas era suficiente, las clavamos juntas gracias a la ayuda de ATAC y una vez que estuvieron firmes parecía buena idea hacer algún tipo de grabado. Había visto que los drakkar del resto de los orgánicos tenían dibujos, y no me costaría tanto hacer unos también, saque algunas herramientas de mis dedos y comencé a tallar.

Fue entonces cuando apareció el hombre-bestia [ANALIZANDO] parecía estar enojado, o desconfiado, era difícil evaluar los rasgos de un ser no-humano. Me decía que conteste a “las” preguntas, pero solo había hecho una [EVALUANDO] Era mejor explicar todo para que sosegara los ánimos.

-Siete de esos niños están a mi cargo, son huérfanos de Lunargenta que deseaban pasar un día alejados de los problemas de la guerra – No tenía permitido hablar sobre el trabajo de los Gorriones, Chimar había sido sumamente especifico con esa orden, pero de todos modos podía responder sin faltar a la verdad – La octava niña es hija de mi compañero.

No me sentía ofendida por el interrogatorio, entendía que los vampiros causaban desconfianza en la mayoría de los orgánicos, y que los Bio-ciberneticos éramos algo demasiado ajeno a la realidad cotidiana de las personas.

-Taliesin no haría algo como eso, sabe controlarse – Conocía a Skatha desde hacía algún tiempo y siempre se había comportado de modo correcto, no tenía porque dudar de él – De cualquier manera, no permitiría que lastimara a ningún orgánico, mi sistema me obligaría a detenerlo-Y el vampiro sabía que así era, me había visto actuar contra Dag.

Le sonreí al hombre-bestia para que se calmara.

-¿Hemos contestado adecuadamente a sus preguntas?-

El Capitán Werner Mar Jun 26 2018, 16:32

Un joven poeta cantaba una canción sobre lo doloroso que era aferrarse a los antiguos recuerdos despreciando el prospero presente. Hablaba del amor perdido y de un posible amor futuro que desaparecería si el protagonista de la canción lo seguía ignorando. El Capitán Werner reconoció la letra, él mismo la escribió tiempo atrás cuando era joven y los sentimientos relacionados con la soledad y el amor tan maduro que había marchitado le resultaban ambiguos. Fue antes de conocer a Goldie, su primer y único amor, antes de ser nombrado capitán del Sueños Cumplidos y, quizás, también antes de que el poeta que estaba cantando hubiese nacido. Hacía mucho tiempo que había escrito la letra de la canción, pero un buen escritor jamás olvidaba sus obras. Las obras, en cambio, sí podían olvidar a su creador. El joven poeta se había apropiado de la canción del Capitán Werner. Su orgullo se delataba cada vez que subía una nota más alta de lo permitido con el fin de impulsar suspiros entre las doncellas del público. Daba la impresión de que él mismo había pasado por una horrible perdida: que su esposa, tan joven como el poeta, hubiera muerto por alguna tragedia. No lo negó; se aprovechó de aquella sensación para enamorar el corazón de las mujeres y endulzar el de los hombres. El Capitán Werner no tuvo rencor hacia él. Reconocía que en sus mejores días, en aquellos en los que había escrito la canción, hubiera hecho lo mismo, con la sutil diferencia que mejor. El joven poeta pasaría la noche con una hermosa doncella; el Alfred Werner de quince años atrás las pasaba con mínimo tres mujeres, como marcaba la tradición pirata.

El Capitán se quedó escuchando la canción y pensó en lo irónico que resultaba escuchar un poema del pasado que predecía su presente y su inevitable futuro. Goldie estaba muy presente en todos sus recuerdos. Cada noche, al ir a la cama y cerrar los ojos, podía viajar a donde fuera que estuviera Goldie. El mundo de los sueños del Capitán parecía limitar con el de los muertos. Ella estaba a su lado: las sabanas quedaban perfumadas con su fragancia a lavanda y espuma de mar, notaba el tacto de sus manos acariciando su torso y sus labios besándole la mejilla. El amor se confundía con la obsesión y la locura; igual que el protagonista de la canción. Éste dormía por las noches abrazado a una bolsa de cuero que contenía las prendas de su difunta mujer; el Capitán Werner, similar a él, guardaba la ropa de Goldie en un cofre de madera escondido bajo la cama.

Si bien era cierto que durante estos años se había acostado con otras mujeres, lo hizo poniéndoles el rostro de Goldie; cosa que le resultaba fácil hacerlo durante la oscuridad y tremendamente complejo cuando ellas preguntaban si volverían a pasar una noche juntos. El Capitán negaba con la cabeza. No, no ninguna de ellas era la mujer con la que quería estar, ninguna era como Goldie.

Terminada la canción del poeta, la mayor parte del público se disperso por la playa. Quedaron un puyado de jóvenes mujeres enamorados, unos padres que miraban hacia otro lado y un pirata hechizado.

El Capitán Werner fue a la playa con varios miembros de su tripulación. Habían hecho un pequeño drakar, lo compartirían entre todos. Werner pensaba utilizar como ofrenda una bolsa de monedas ennegrecida y descosida por el paso del tiempo, era un recuerdo de su vida joven pilluelo de puerto. Esta fue la primera bolsa de monedas que robó a un noble brabucón de la costa, un recuerdo al que tenía cierto aprecio y apego. Lo bastante como para haberlo conservado dos décadas y lo suficiente para que no le importarse demasiado verlo arder en un drakar. Una estupidez. Si no le importaba depositarlo en el drakar, ¿qué valor le estaba dando? El Capitán nunca fue un creyente acérrimo. Participaba en las tradiciones por respeto a sus amigos y tripulantes que sí creían en los viejos y nuevos Dioses. Sin embargo, la canción que acababa de escuchar le hizo meditar sobre el significado de esta tradición. Meditó durante unos minutos. Se quedó plantado en la playa como una estatua de sal. Tenía la bolsa de monedas, obviamente vacía, agarrada en la pinza y mano izquierda en el pecho, en un lugar donde él suponía que debía estar el corazón.

Tras un tiempo que sobrepasaba los límites de lo estrictamente permitido para los trances emocionales producidos por los dejavú’s, el Capitán dejo caer la bolsa de monedas en la arena y dio media vuelta en dirección a su casa en el puerto. La bolsa de monedas no representaba sus traumas. Si tenía que deshacerse de algo para superar las perdidas del pasado, debería utilizar como tributo el cofre con la ropa de Goldie, cosa que no estaba dispuesto hacer por nada del mundo.

Como bien había reconocido: él se había convertido en el protagonista de la canción: un viudo infeliz que abrazaba el pasado y negaba los nuevos amores del futuro.

El Capitán Werner no estaba dispuesto a cambiar. No podía hacerlo, nadie le enseñó cómo se hacía.

**Eltrant Tale** Mar Jun 26 2018, 16:52

Estaba bastante claro que la elfa, por la expresión que se apoderó de su rostro, no parecía estar del todo de acuerdo con crear un nuevo drakar. Esto no extrañó a Eltrant demasiado, a pesar de no conocer mucho a Helyare, era capaz de adivinar por la forma en la que esta hablaba que no era la persona más sociable del mundo.

Sonrió al ver, al final, como la elfa accedía a regañadientes a formar una nueva ofrenda y se hacía con la bella daga con la que había “saludado” Níniel, la que la pequeña persona con alas había depositado en el suelo frente a él.

Estudió el trozo de madera que tenía entre sus manos y, tras esto, sacó el viejo cuchillo que siempre llevaba con él escondido dentro de su bota derecha y se sentó en el suelo.

- Sí, sí. - dijo sacudiendo la cabeza, apoyando la madera frente a su lado. – Estable y bonito, ya verás. – Aseguró al mismo tiempo que comenzaba a raspar la madera con el puñal. - …no vamos a enfadar a ninguna diosa. – dijo riendo en voz baja, viendo, desde dónde estaba, como mientras trabajaban la pequeña amiga de la elfa revoloteaba por el lugar recuperando las ofrendas que habían estado antes en el barquito de Helyare, a ella que sí parecía haberle gustado la idea. – …y tampoco creo que te odie… – Añadió dejando escapar un pequeño suspiró.

La relación que parecía tener Helyare con sus dioses era extraña. Iba más allá del respeto o del fervor, era más parecido al miedo, miedo a unas supuestas represalias divinas por las ofensas. Pero aquello era un sinsentido. ¿Qué clase de dios era tan infantil como para enfadarse con sus súbditos por hacer cosas que no le gustaban? ¿No eran todopoderosos? ¿Es que él, un mortal, tenía más paciencia que un dios? Sonrió, y, sin decir nada, continuó trabajando la madera.

Lo cierto era que cualquier dios que se mereciese aquel título debía de ser, a sus ojos, comprensivo. Y esto era algo que, por lo que le llevaban enseñando desde que tenía uso de razón, ninguno de los dioses de Aerandir compartía.

Sólo los guías de Syl parecían ser benévolos ante los no creyentes y similares, y por lo que podía recordar los guías eran más parecido a fuerzas naturales que a propios “dioses”.

- Desde mi punto de vista… - Rememoró lo que le había dicho la elfa antes, cuando él había hablado de su relación con los dioses y esta le había contestado que los dioses solo abandonaban a las personas que hacían cosas en su contra. – Los dioses no abandonan a nadie, aunque a veces parezca que lo hagan. – Aseguró, se llevó la tabla frente a su cara, asegurándose de que la construcción iba bien y no estaba pasándose con los cortes, no quería que quedase desigual. – Incluso soportan a los idiotas que se meten donde no les llaman como yo. – Volvió a reírse. – Sí se enfadasen con todos los que hacen algo mal… no tendrían súbditos. – Afirmó encogiéndose de hombros - Me gusta pensar que son más amables de lo que todos piensan, un poco caprichosos, pero amables. – Explicó sin perder el buen humor – Además. ¿Qué clase de dios es rencoroso? – Se cruzó de brazos. – Tanto poder y tanta divinidad… ¿Y lo gastas enfadándote con un mísero mortal? Se supone que son… mejores que nosotros. – Amplió la sonrisa, negó con la cabeza.

Después de esto se quedó en silencio un rato, los distantes sonidos de la fiesta continuaban, solo acallados por el suave zumbido que producía la personita al revolotear.

– Lo que quiero decir es que… aunque no les termine de caer bien por mi forma de actuar, los dioses no me han abandonado, no del todo. Y yo tampoco he dejado de creer en ellos, supongo. – dijo al final suspirando, levantó la mirada. – Están ahí, pero hay una diferencia muy grande entre “vivir para ellos” y “vivir junto a ellos” – Expuso. - ¿No crees? – Preguntó. - ¿¡No creéis!? – Exclamó mirando al cielo, el silencio fue la única respuesta que obtuvo. Volvió a girarse hacía Helyare y sonrió. – No son muy habladores. – dijo al final, a modo de broma.

No es que su opinión respecto a los dioses fuese la más popular que conocía, la mayoría de las personas prefería pensar que eran personas sanguinarias a las que les gustaba beber cerveza en el cráneo de sus enemigos.

Pero le gustaba aquella versión, para él tenía sentido. Últimamente, con todos sus viajes, con lo que había aprendido de la tribu de Asher y en el norte, se estaba dando cuenta de que en realidad muchas de las creencias eran similares, de alguna forma u otra.

¿Y si todos los dioses tenían una especie de taberna en la que se reunían para tratar asuntos mortales? Sintió como un ligero escalofrío se apoderaba de todo su ser. No estaba seguro de si aquello era más aterrador que la idea de que todos se llevasen mal.

En cualquier caso, continuó trabajando, en silencio. Al menos lo hizo hasta que se vio obligado a volver a mirar a la Helyare cuando esta le preguntó a que se debía aquella repentina ofrenda a la diosa elfica, Eltrant le ofreció una sonrisa, pero no contestó inmediatamente, se tomó su tiempo, pensó que contestar.

Si era sincero consigo mismo, el motivo principal era porque, básicamente, parecía ser algo importante para ella. Pero estaba bastante seguro de que aquella respuesta no iba a valerle.

- Bueno… - Dejó la tosca barquita a medio construir a un lado y respiró hondo. – Dices que Níl es la diosa del agua… hija de… ¿Ímbar? - Hizo memoria, trató de situar los nombres del relato que le había contado antes – Supongo… que cualquier diosa que trate así a sus creaciones se merece un mínimo de adoración, incluso por mi parte. – Le mostró el drakar que estaba terminando, quizás no fuese perfecto, pero estaba comenzando a sentirse orgulloso de él.

Desvió su mirada hasta el lugar en el que todos bailaban, dónde los Drakares ardían y las personas se congregaban, aparentemente sin preocupaciones. La realidad era que lo que en aquel momento necesitaban era mucha ayuda celestial, toda la posible.

La guerra, después de todo, apenas acababa de empezar.

- Y llámame Eltrant. – dijo al final, dándole un par de codazos amistosos a la muchacha. – Sigues diciéndome humano. – dijo ultimando su drakar.

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Off: Sigo interactuando con Helyare. :'D

Helyare Mar Jun 26 2018, 20:12

¡Qué poco sabía ese ignorante humano de los dioses! Eso creía ella cuando el chico comentó que no creía que la odiaran. ¿Acaso sus dioses tallados hacían algo? Estaba claro que no conocía a los dioses reales. No eran malos, para nada, eran los creadores de todo. Pero si alguien hacía algo mal, se enfadaban, al igual que unos padres con sus hijos si éstos erraban. Miró de reojo cómo trabajaba el humano. ¿Sabrían hacer bien los barcos? No se había acercado a ver lo que habían hecho en la playa y ella sabía poco de tallar madera, así que sentía curiosidad de ver el potencial de ese chico con las tablas. A lo mejor no se hundía, pero, ¿le gustaría a la diosa que un humano le hiciera una ofrenda?

El silencio se vio interrumpido por las palabras del hombre, de nuevo, retomando la conversación sobre los dioses, explicando su forma de verlos. Parecía amable y la elfa no entendía por qué. También lo había sido en la taberna pese a haberle quitado la daga y no haberle permitido acercarse a la joven elfa. Helyare se quedó en silencio, pensando en lo que había dicho el humano y remarcando lo equivocado que estaba en sus ideas. Pero luego, él volvió a hablar para intentar explicarse mejor. Sólo le dio tiempo a hacer un leve asentimiento antes de que éste gritara, ante la confusa mirada de la elfa. Enarcó una ceja e hizo una mueca, sin entender ese comportamiento tan extraño. Definitivamente, sí, los humanos eran rarísimos.

Aprovechando otro de los silencios, sobre todo ese, que había sido incómodo para ella al no saber cómo reaccionar ante su grito, ella optó por hablar y mostrarle lo equivocado que estaba en cuanto a los dioses –es que los dioses no están ahí arriba. Bueno, no todos. Eru sí está siempre. E Isil también está ahora, hasta que amanezca. Pero no van a hablar con un humano –le comentó, centrada en darle forma a la madera –. Y claro que pueden abandonarte –se mojó los labios, pensando en sus palabras –, los dioses son buenos. Han creado maravillas –señaló al mar y al bosque detrás de ellos con la mano, antes de volver a la tabla –de las que podemos disfrutar. Nos han dado los dones de la luz y han creado a todas las criaturas mágicas. Somos sus hijos –sonrió sutilmente. Hablar de sus dioses la reconfortaba y a la vez la entristecía –. Y si algún hijo destruye lo que sus padres crearon, si el fallo es irreparable… no es que ellos abandonen a alguien, es que ese… ser… no merece el apego de los dioses, que dieron tanto por él. Es alguien que no merece poseer los dones que nos otorgaron, porque ha sido capaz de fallar de forma irreparable. Ellos no te dan la espalda, pero sí que tú debes apartarte de su guardia. No puedes vivir sin la honra que te dan estos dioses. Es faltar al respeto a las lágrimas que Ímbar derramó para que viviéramos y pudiéramos ver todo lo que vemos ahora. Es… no apreciar el grandioso trabajo que hacen Anar, Isil o Nís para ayudar a su madre. Y estarías defraudando los dones que Isha y Hoeth te dan, si los usas de malas formas, como hicieron los brujos –se había detenido en su quehacer al hablar de forma tan profunda sobre sus dioses. Sentía añoranza por ellos –. Los brujos, por ejemplo, tuvieron los dones de Isha y Hoeth y los emplearon mal. Por desgracia para ellos, ambos dioses tuvieron que abandonarlos. Por traidores. Y vosotros… los humanos… destruís las creaciones de Ímbar, no pueden otorgaros los dones. Incluso… muchos elfos no cuentan con su beneplácito. No son dignos –Nillë seguía revoloteando, aunque atenta a lo que hablaban. Nunca había escuchado a su compañera hablar de los dioses, así que estaba curiosa por lo que decía. –Son buenos. Claro que lo son. Pero esa bondad no puede ser aprovechada para hacer el mal; es normal que haya gente a quien hayan abandonado –concluyó y siguió con la madera. Era la primera persona a quien le había hablado de esa forma de los dioses. No quería que el humano se llevase una mala impresión por no haber sido honrado por los dones que daban Isha y Hoeth, o que pensase que eran malos. Al contrario, daban un lugar maravilloso en el que vivir.

Tras otro silencio, el humano volvió a hablar para responder lo de la ofrenda, algo que le despertaba la curiosidad a la elfa, aunque rápido tuvo que interrumpirle para corregir su metedura de pata –¡Nís! Con “s” –humanos… eran poco inteligentes. A pesar de no saber pronunciar el nombre, su explicación le gustó. En eso había que darle la razón al chico. Eltrant, dijo que se llamaba. Sí, lo había dicho en el norte, pero ella no se acordaba. En cuanto sintió los codazos se apartó rápidamente, echándole una mirada de pocos amigos al humano. No entendía el gesto y tampoco la impetuosa falta de espacio personal que solían tener el resto de razas, hasta el punto de llegar a tocar a alguien sin preguntar primero. Eso le parecía horrible, y solo había que hacerlo en situaciones específicas, no entre dos desconocidos, y menos si uno de ellos era humano, ¡qué asco!

Ella siguió un rato más intentando hacer su tarea con el drakkar, sin hablar. Buscaba hacer detalles y que quedase mejor que el otro. El chico estaba bastante más avanzado, y es que ella no paraba de dudar sobre qué hacer y qué no hacer para el altar. Nillë, por su parte estaba revoloteando para buscar flores y hojas secas para ponerlas en el altar. Una vez volvió, comenzó a volar cerca de su amiga, sonriente. Estaba feliz de que hubiera accedido a hacer el barco de nuevo. Al verla, la elfa se acordó de la presentación –ah, lo olvidaba. Yo soy Helyare y ella es Nillë –señaló al hada, que movió su manita de un lado a otro para decir “hola” –no habla el “idioma común”, pero lo entiende –“lo que cuesta es entenderla a ella”, pensó. Nillë comenzó a amontonar las flores que había encontrado para que las pudieran coger.

–Espero que le guste tu altar y no te lo hunda. Pero no lo quemaremos, ¿de acuerdo? Si es para Nís, debe ser sin fuego –dijo tras otro rato en silencio. Tomó unas flores y empezó a colocarlas con cuidado para darles formas más bonitas que las anteriores. –Isil será quien guíe el barco hacia donde Nís lo reciba. Ella nos está observando –miró a Eltrant de reojo y volvió la cara, acongojada de pensar en lo que Isil podría estar pensando por su compañía. Carraspeó –¿tenéis algún dios que sea como Isil? –señaló la luna.

off: Interactúo con Eltrant

Asher Daregan Mar Jun 26 2018, 23:56

Chasqueé la lengua. ¿Estaba intentando hacerse el ofendido? Si pretendía que el mostrar indignación le salvase, se había equivocado de persona. No sólo había obviado la pregunta, esperaba que cambiase de tema.

-Los tuyos no pueden tener hijos.- gruñí. Si iba a mentir, al menos podría hacerlo creíble. Apreté mi garra izquierda, enfundada en el guantelete metálico. La idea de llevarla a su cuello pasó brevemente por mi cabeza. No. Estaba siendo estúpido al dejarme llevar. -Muy bien. No te alimentas de críos. ¿Por qué los tienes? ¿Simplemente para venderlos, o solo los estás transportando?- inquirí, inclinándome hacia adelante.

La intervención de la mujer de metal dio más respuestas, como mínimo. Huérfanos que estaban a su cargo... En cierta forma, era algo más convincente. Pero no lo dejaba del todo claro. El que "estuviesen a su cargo" no significaba que no estuviese haciendo nada malo con ellos.

Lancé una breve mirada a los críos. No parecían asustados y no tenían ataduras ni restricciones evidentes. Se comportaban... de forma normal entre niños, supuse. Hablando entre sí. Incluso si eran pequeños, el controlar la mente de ocho de ellos y hacer que actuasen con naturalidad era algo que debía requerir extrema concentración. Más de la que podría requerir el intentar controlarme a mi para que me fuese.

Cosa que no parecía estar intentando.

Aunque el olor de la mujer era inquietante, estaba ayudando como podía. Suponiendo que no fuese mentira. Junto al resto de cosas que podía observar, fue suficiente para hacerme respirar hondo. Por orgullo, quería seguir presionando al vampiro hasta asegurarme de saberlo todo. Pero no debía. Sabía que, probablemente, me estaba equivocando.

-¿Es eso cierto?- pregunté, adoptando un tono más neutral. Podía preguntarle a los propios niños, pero sospechaba que simplemente confirmarían lo que había dicho la biocibernética. Miré hacia el mar, molesto conmigo mismo. La había pifiado, y había estado a punto de hacerlo peor. Apreté los puños de nuevo, pero finalmente, miré de nuevo al vampiro.

-Muy bien. Lo siento. Me he equivocado.- dije, bajando un poco la cabeza. Estaba demasiado acostumbrado a las decisiones rápidas. -Creía que podíais estar... usándolos. He visto casos. Tantos niños juntos con solo dos adultos... Pero...- Suspiré pesadamente. -Da igual. Mis disculpas.- dije. No estaba acostumbrado a aquello. Se me hacía pesado en el pecho. Era más fácil antagonizarlo que afrontar la verdad.

No había mucho más que decir. En cualquier caso, sería mejor irme. Probablemente no me querrían cerca después de aquello. Miré a lo largo de la playa. Aún sin rastro de problemas.

Elen Calhoun Miér Jun 27 2018, 00:50

Mientras paseaban tranquilamente tras haber hecho su ofrenda a los dioses, la vampira pudo reconocer varios rostros entre la multitud gracias a su aguda visión, y sus labios se curvaron en una leve sonrisa al comprobar que algunos de ellos, a los que no veía desde hacía algún tiempo, seguían con vida. Con gusto se habría acercado a saludar a algunos, como a Eltrant, el mercenario con facilidad para meterse en problemas, o a Asher, con quien había colaborado recientemente a las afueras, pero ambos parecían ya enfrascados en conversaciones con personas a las que no conocía, así que prefirió pasar de largo y seguir caminando entre los drakkares, algunos listos para ser lanzados al agua, otros aun esperando las ofrendas que sus creadores querían entregar a los dioses.

- ¿Nos escucharán? - preguntó en voz baja, para que solo el dragón pudiese oírla. - Por supuesto, ¿cómo podrían ignorar a tanta gente? - respondió él, señalándole los grupitos que se concentraban alrededor de los barcos y se afanaban en terminarlos. Los arqueros aguardaban atentos desde su posición elevada para disparar, haciendo llegar con su fuego las plegarias de todos cuantos se habían acercado hasta la playa aquella noche. El fin de la guerra que asolaba Lunargenta, sin duda ese sería el deseo más repetido, o al menos eso pensaba la joven, aunque quizá estuviese suponiendo demasiado.

Muchos se conformaban con pedir a los dioses que protegiesen su hogar y a su familia, otros sacrificaban animales para garantizar la sana llegada de una nueva generación, algunos simplemente habían acudido a la orilla para dejar atrás parte de su pasado… cualquier motivo era bueno, lo que contaba era que estuviesen allí. Sin embargo, esto era un arma de doble filo, el solsticio no podía haber llegado en peor momento, y lo que hasta entonces era una fiesta tranquila podía convertirse de un momento a otro en un baño de sangre. ¿Cuántas de aquellas personas serían capaces de defenderse si los vampiros que seguían vagando por la ciudad decidían atacar? ¿Y si eran los miembros del aquelarre los que aparecían para desatar su oscura magia?

Ninguna de las dos situaciones se le antojaba agradable, la arena se teñiría de rojo con sangre inocente, pero al menos podía contar con que de complicarse las cosas, no estaría sola para afrontarlas. Alister la apoyaría, pero no solo él, entre los asistentes había gente buena, gente como Eltrant o Asher, o como Níniel… no dudaba de que ellos intervendrían llegado el caso. Un poco más lejos reconoció a Alward y a uno de sus acompañantes, el elfo arquero que si no recordaba mal respondía al nombre de Emmanuel, pero tampoco se acercó a éstos, en vez de eso empezaron a apartarse un poco de la bulliciosa orilla en busca de tranquilidad.

- No va a ocurrir nada. - comentó el cazador, intuyendo lo que pasaba por su cabeza. - Que los dioses te oigan, yo no puedo dejar de pensar que esta celebración ha sido una mala idea… todos corren peligro aquí fuera. - replicó la de cabellos cenicientos, sin ocultar su nerviosismo. - Encerrarse en sus casas no los va a ayudar, si un vampiro quiere entrar buscará la forma de colarse y si es uno de esos magos del aquelarre… ya viste de lo que son capaces la otra noche, echarían abajo la puerta sin miramientos. - volvió a tomar la palabra el dragón, mientras ralentizaban su paso. - Una vida con miedo no es vida Elen, si tienen que morir estoy seguro de que preferirían hacerlo aquí antes que arrinconados en sus hogares. - continuó, sin que la señora de sombras pudiese rebatirle nada.

- Tienes razón, me estoy poniendo en lo peor y se suponía que esta noche salíamos para olvidarnos por unas horas de todo, intentemos disfrutar de los festejos. - propuso, esbozando una sonrisa sincera al tiempo que se enganchaba del brazo del alado. Ninguno de los dos sabía cuánto tiempo más estarían en la playa, en otras circunstancias él habría intentado convencerla para que se quedasen hasta el amanecer y ver salir el sol sentados en la blanda arena, pero eso simplemente no era posible, antes de que el astro rey apareciese por el este ambos tendrían que estar ya de vuelta en la posada.

Siguieron andando lentamente, esquivando de vez en cuando a otras parejas o pequeños grupos que iban y venían de un lado a otro, hasta que una figura captó la atención de la vampira. - ¿Ese es Rumpel…? - preguntó en un susurro, entrecerrando los ojos para examinar mejor al hombre que se encontraba algunos metros más adelante. Sí, definitivamente se trataba del tensai de fuego, y ésta vez no iba solo, un niño lo acompañaba, sin duda debía tratarse del hijo al que había mencionado cuando lo conocieron. Los dos intentaban dar forma a un drakkar para unirse al resto de la multitud pero parecía que iban algo retrasados en su construcción, razón por la cual tras cruzar una fugaz mirada con su compañero, decidieron caminar hacia ellos. - Buenas noches Henry, parece que necesitáis algo de ayuda. - dijo a modo de saludo, optando por utilizar aquel nombre en vez del segundo que le había dado el hechicero por si quería mantener oculta su identidad.

- Puedo echaros una mano con la estructura, y a Elen se le da bien decorar. - se ofreció el dragón, en cuanto estuvieron frente al mago. Solo habían cooperado con aquel brujo en dos ocasiones pero no podía negar que sus habilidades les habían servido de mucho, a lo que tenía que sumar el hecho de que participar en la construcción del barco los mantendría distraídos y con suerte, les haría pasar un buen rato. Tras recibir la respuesta por parte de Rumpel el cazador se pondría manos a la obra mientras la de ojos verdes buscaba un modo de aportar su granito de arena.

Off: Interactúo con Rumpel

Taliesin Skatha Miér Jun 27 2018, 06:40

Pensaba que lo había dejado claro, pero aquel hombre se empeñaba en insistir en que Taliesin debía tener motivaciones oscuras y malvadas para estar con todos aquellos niños. Más que nada le molestó que le negaran su paternidad, con el añadido de lo despectivo que había sonado al hablar de su raza. Se cruzó de brazos.

- ¿Los míos? ¿Los vampiros? - se atrevió a decir la palabra en voz alta simplemente porque estaba ofendido, y eso nublaba su habitual precaución.

Por suerte Zöe intervino de una manera mucho más amable y educada que Taliesin - innecesariamente amable y educada dadas las circunstancias, en opinión del vampiro - y con todo el detalle que el hombre bestia exigía. La biocibernética corroboró que una de las niñas era hija de Taliesin, y al escucharlo Skatha abrió los ojos exageradamente e hizo un breve gesto con la cabeza, ladeándola como diciendo "¿Ves?".

Pero abandonó toda aquella hostilidad cuando el perro admitió su error. Al escucharlo retractarse, Taliesin relajó su semblante y descruzó los brazos, dejándolos caer a sus costados.

- No te preocupes - respondió, aunque seguía sin sonreír -. Se entiende.

Suspiró pesadamente, dejando que el resto de su mala reacción abandonara su cuerpo junto al aire de sus pulmones. Apreciaba la madurez que había demostrado el hombre al admitir un error, tragarse el orgullo y disculparse, y aquello lo motivaba para hacer las paces y no tenerle en cuenta la primera reacción que le había provocado.

- Está bien que haya alguien atento a los niños. Las intenciones eran buenas - Dejó escapar otro suspiro y por un momento bajó la mirada - Así que gracias por vigilar el evento. Soy Taliesin, ella es Zöe, y allí - señaló hacia Irina, quien mantenía la mirada fija en ellos- está mi hija, Irina.

Dicho lo cual, se giró hacia el drakkar para seguir trabajando en él. No le daba la espalda directamente al perro, pero tampoco le dedicaba toda su atención. Una parte de él quería preguntarle cómo había sabido que era un vampiro, pero aunque quería ser amable su ánimo se había agriado. No le importaba, sin embargo, si se quedaba cerca o iniciaba una conversación con Zöe.

**Eltrant Tale** Miér Jun 27 2018, 17:02

Las ideas de Helyare acerca de los dioses eran bastante definitivas.

La forma en la que la elfa hablaba de ellos, con devoción, mostró a Eltrant que sus propias ideas no iban a conseguir que dejase de creer que los dioses la odiaban. Esbozó una sonrisa cansada y, sin decir nada al respecto, continuó tallando la madera que tenía entre sus manos.

No estaba de acuerdo con lo que la elfa decía, pero tampoco podía culparla por sus creencias.

La forma en la que Helyare adoraba a sus dioses no era muy distinta a la de los humanos, fue por esto último por lo que no hizo mención alguna al hecho de que esta hablase como si los dioses humanos no existiesen, estaba bastante seguro de que la gran mayoría de los humanos que conocía pensaban de forma similar de los dioses elficos.

- ¿Nadie te ha dicho nunca que eres un poco pesimista? – Preguntó, sin perder la sonrisa, enarcando una ceja. Estuvo tentado en darle un pequeño golpe en la frente, sobre todo después de la reacción que esta había tenido después de que le diese ese codazo, pero prefirió dejarlo estar, por muy divertido que fuese, parecía incomodar bastante a la elfa.

Volvió a reírse cuando Helyare corrigió su error, había dicho mal el nombre de la diosa a la que le estaba preparando la ofrenda.

– Lo siento, lo siento. – dijo sacudiendo la cabeza con suavidad – La diosa Nís. – repitió tras Helyare, asegurándose de pronunciarlo correctamente. – No se me va olvidar otra vez. -

Un silencio solo roto por lo que sucedía en la fiesta volvió a apoderarse de la playa, Eltrant comenzó a ultimar los detalles de su barquito mientras que Helyare, no muy lejos de dónde estaba, parecía atenta a todos y cada uno de los detalles que grababa en su embarcación.

Parecía… de mejor humor. Aunque, por supuesto, las expresiones de la elfa seguían siendo un misterio para él. ¿Estaba contenta de tenerle allí? ¿Quería que se fuese? No había pasado por alto las veces que le había mirado de reojo con cierta congoja, casi como si estuviese pasando vergüenza por estar manteniendo una conversación con él.

- Recordaba tu nombre, Helyare. – dijo con sencillez, bostezando, sin levantar la mirada del drakar. – Aunque no el de tu amiga. – se giró hacía la personita y la saludó con la mano. – Nillë – dijo, tratando de pronunciarlo igual que la elfa. – Nillë – Volvió a repetir, buscando en el diminuto rostro de la persona alada algo parecido a aprobación.

Después de aquella presentación Helyare continuó hablando, aludiendo a Isil, la diosa que al parecer guiaría la ofrenda por las aguas hasta Nís. Estaba empezando a hacer un lio con tanto nombre, pero afortunadamente estos eran bastante cortos, fáciles de aprender incluso para él.

Le sorprendió, cualquier humano habría esperado que los dioses elficos tuviesen nombres tan enrevesados como ellos.

Alzó la mirada hasta la luna, el lugar al que señalaba Helyare, se había vuelto a interesar por las costumbres humanas, aunque sospechaba que, quizás, lo que quería hacer era conversar con él. Preguntó a Eltrant si los humanos tenían algún dios similar a Isil.

Se cruzó de brazos durante unos segundos, pensativo, realmente él no era precisamente la persona más adecuada para hablar de todo aquello, su madre o la profesora de su pueblo podrían darle más información al respecto.

- Está… - Se rascó la barba – Está Máni – dijo tras unos segundos en silencio, esperando que hubiese dicho bien el nombre de la diosa – Es una diosa que es… - Trató de buscar la forma de explicarlo. – Máni es la propia luna. – dijo – Esta ahí arriba, con su hermana Sól. Viajando, mirando que hacemos, turnándose con ella para vigilarnos. – Explicó. – Nos dan los días a los mortales, las horas y los años. – Continúo diciendo, al final se llevó la mano hasta la nuca sin saber que más decir. – Se encargan de guiarnos cuando estamos perdidos, también. – dijo al final, girándose hacía Helyare. – …hace años que no hablo nada de esto, lo tengo todo un poco difuso. – añadió segundos después encogiéndose de hombros. – Nunca he sido un alumno especialmente atento… - Sonrió y volvió a agacharse.

Colocó, con cuidado, las ofrendas que Nillë había estado reuniendo en su drakar. No era un carpintero experto, pero incluso se había molestado en hacer varios grabados decorativos en su altar, evidentemente no estaban tan conseguidos como los de Helyare, e incluso parecía algo tosco.

Pero no estaba nada mal.

- ¿Qué te parece? – Preguntó mostrándoselo a la elfa. - ¿Debería incluir algo más? – Inquirió seguidamente.

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Off: ~~Sigo avanzando por el campo de minas que es Helyare.~~ Interactuo con Hely :DD

Helyare Miér Jun 27 2018, 21:19

–¿Pesimista? Más bien… soy realista –comentó en respuesta a lo que le dijo, usando la misma expresión que el hombre. ¿Qué le hacía tanta gracia? A Helyare le solía molestar la gente tan feliz y ese chico, cuando sonreía sin motivo, hacía que se sintiera incómoda. ¿Qué pretendía? ¿Ser agradable? ¿Hacer amigos? Tenía una playa entera llena de deplorables humanos como él para hacer amistades. ¿A qué venía tanta sonrisa? No estaba en el lugar más feliz del mundo para estar así de feliz. ¿Estaría bien? Todas esas preguntas rondaban en la mente de la joven elfa, sin entender bien qué le pasaba a él para ser tan amable y sonreír, incluso cuando se había equivocado con el nombre de la diosa.

Pero su expresión cambió cuando le dijo que se acordaba de su nombre. No pudo evitar mirarlo con cierta sorpresa, enarcando las cejas. Fue un instante, luego volvió a centrar la vista en su barco. ¿Se acordaba de su nombre? Quiso preguntarle por qué, pero él continuó tratando de pronunciar el nombre del hada, así que dejó que la pregunta se quedase en el tintero y se aseguró de asentir ante la tosca pronunciación del humano. –Nillë –repitió para confirmar la pronunciación, moviendo los labios para que le quedase claro. Aunque lo había hecho bien, no como con el nombre de Nís. –Le puse el nombre por su brillo, recuerda al de la estrella Nillë –tampoco había explicado nunca por qué había puesto ese nombre a su pequeña compañera. De hecho, ni ella sabía si antes de conocerla tenía un nombre. Pero su azulado brillo le pareció adecuado para nombrarla así.

Posiblemente, la única sonrisa más verdadera de toda la noche apareció en su rostro cuando Eltrant nombró a una diosa humana que era parecida a Isil –¿”Máni”? –Se mordió el labio para no reír. Le hizo gracia que su diosa tuviera como nombre una palabra que sonaba muy parecida a dos palabras élficas: una significaba “bendito” y la otra era una pregunta: “¿qué es?”. ¿Quién elegía los nombres de los dioses humanos? Negó con un ligero movimiento de cabeza. –"Máni" suena a unas palabras en mi lengua natal que son totalmente diferentes a un dios –sonrió de nuevo. Luego se centró en escuchar la historia del chico, aunque torció ligeramente la cabeza, extrañada, pues esperaba más similitudes. –Bueno… los humanos no sois especialmente… atentos… –dudó si seguir la frase, mirando el mar. Rápido cambió el tono, al darse cuenta de que podía ser ofensiva con el chico. Sólo con ver la cara de Nillë descubrió que sí, lo estaba siendo. Y no es que le importase ser descortés con un humano, eso le daba igual. Pero era el único con quien había hablado desde hacía días y, en ese sitio, en esa fecha y, en ese momento, necesitaba no quedarse sola –. Quiero decir… los humanos sois… –movió un poco las manos, tratando de arreglar la frase, pero no se le ocurría nada –... no eres tú el único “poco aplicado”. Hay razas peores… hombres-bestia, por ejemplo. Dicen que no son muy inteligentes, tampoco… creo que los humanos tienen más inteligencia que los hombres-bestia –trató de arreglarlo, pensando que estaba más solucionado así. Siempre le habían dicho que los humanos carecían de gran intelecto y no conocía a tantos como para contrastar esa opinión totalmente opacada que tenía.

Nillë negó, con la mano en la frente y suspiró. ¿Habría algún momento en el que su compañera no se metiera con alguna de las otras razas? Dejó salir el aire, de nuevo, y siguió colocando cosas, aunque vigilando que no pasase nada y tuviera que intervenir, como en otras tantas ocasiones.

–Para nosotros, “Sól” no es una mujer, es Anar, hermano de Isil. Él lucha todos los días contra la oscuridad, por las noches es derrotado, pero su hermana está ahí para guiarle –sonrió levemente y miró el barco después de las preguntas de Eltrant. Asintió como forma de aprobación. La verdad es que el humano había construido un bonito drakkar –me gusta, así está muy bien -ella mostró sus decoraciones –, y espero que ambos sean del agrado de la diosa. ¿Qué le ofrecerás tú? –miró sus ofrendas con cierta duda. Aun cuando las había echado al mar anteriormente había pensado en recogerlas, de nuevo. Pero, ¿y si eran esas ofrendas las que la diosa no quería? Tenía miedo de que no le gustasen y volviera a volcar el barco. Miró a Eltrant, aún dudosa, esperando saber qué ofrecería él. Tomó la tiara y el brazalete, y los envolvió entre flores y hojas secas sobre sus piernas cruzadas. Para su pequeño tamaño, Nillë había estado recolectando bastantes mientras ellos construían los barcos. –Y si… –interrumpió –¿primero ofreces tu barco y si no lo hunde, ofrezco el mío? –aunque no lo hubiera vuelto a decir, en su mente rondaba que Nís no había querido su ofrenda. –Te puedo enseñar algo en élfico para que le digas a la diosa. A lo mejor le gusta –sonrió sutilmente –salvo si lo pronuncias igual de mal que su nombre. Entonces puede llegar a mandarte una gran ola.

off: Interactúo con Eltrant

**Eltrant Tale** Miér Jun 27 2018, 22:40

En un principio había pensado que la elfa estaba bromeando, pero, por supuesto, esta se encargó de demostrarle que sus palabras iban muy en serio cuando intentó arreglarlo torpemente, asegurando en el proceso que, en realidad, los humanos no eran tan estúpidos en comparación a los hombres-bestia.

- ¿Oh? – Fue lo único que pudo decir en un principio, a la vez que se giraba a mirarla con cierta sorpresa. Después, tras comprender finalmente que Helyare iba en serio, respiró hondo y se llevó la mano derecha hasta la sien.

De algún modo la elfa era consciente de que lo que decía podía ser ofensivo para él y estaba tratando de arreglarlo, no estaba consiguiendo, pero al menos lo intentaba.

Antes de decir nada, no pudo evitar pensar que había matado a elfos con el mismo ideario que Helyare; personas tercas que creían que el caos reinaba fuera de sus bosques y que acababan con la vida de toda bestia o sujeto incivilizado que se adentraba en su territorio.

No solía llevarse bien con esa gente.

- Dicen que no son muy inteligentes… - Murmuró suspirando, repitiendo las últimas palabras de la elfa. Se preguntó que habría sucedido si se hubiesen conocido en otras circunstancias.

- ¿Y qué te hace a ti pensar eso? – Preguntó con calma, volviendo a relajar su expresión. – ¿Has hablado con muchos hombres-bestia? – Preguntó justo después, a la vez que ultimaba los detalles de su drakar, el cual, contra todo pronóstico, le había gustado a la elfa. – ¿O con muchos humanos? – Algo le decía que la respuesta a aquellas dos preguntas era un “no” bastante rotundo.

Dejó el drakar a un lado y se giró hacía Helyare.

– Idiotas hay en todas partes, Helyare, incluso entre los elfos. – dijo, cordial, a la vez que comenzaba desabrocharse el guantelete mágico que, en aquel momento, cubría su brazo izquierdo como si no fuese más que una prenda más. - ¿Sabes quién ha hecho esto? – Señaló el tatuaje rúnico que yacía dibujado en aquel brazo, oculto bajo el guantelete. – Un hombre-bestia. – Sentenció. En aquel momento no parecía gran cosa, después de todo, solo se activaba si recibía alguna herida, pero aun así parecía brillar con suavidad. – Es… magia rúnica. Se activa cuando… me cortan… o cosas así. – explicó – Cura las heridas más rápido, cosa que… a mí me viene particularmente bien. - Recordaba haber escuchado a Asher decir que estaba basado en magia elfica, esperaba que Helyare fuese capaz de reconocerla.

Sin añadir nada más, volvió a ataviarse con el guantelete mágico, cerrando y abriendo su mano izquierda una vez lo tuvo puesto, para asegurarse de que estaba firmemente calzado.

Ahora que había dicho aquello volvió a centrarse en su drakar, Helyare le había preguntado acerca que iba a ofrecer y aún no había respondido por qué no estaba exactamente seguro de que entregar.

¿Qué se le ofrecía a un dios elfico? Además de las hojas secas y las flores que Helyare había afirmado que Nís solía recibir prácticamente siempre.

- La verdad es que no tengo gran cosa que ofrecer. - Rebuscó entre sus objetos personales, en el fardo que llevaba atado a la espalda en aquel momento. No llevaba gran cosa consigo en aquel momento, solo un poco de comida y algunos libros que había leído ya demasiadas veces.

- No tengo objetos personales. – dijo al final. – ¿Qué le parecería…? – Rebuscó entre sus bolsillos, seguía sin haber nada. – …enséñame algo de elfico, mejor. – dijo agachándose a tomar más flores con las que cargar su drakar.

Su drakar estaba hasta arriba de flores y hojas, no cabía nada más, en si había quedado bastante bien, parecía que no lo había hecho él. Lo cual decía bastante de sus cualidades artísticas.

- ¿Voy yo primero? – Preguntó depositando con cuidado el drakar en el agua, asegurándose de que este quedase totalmente estable. – Venga, venga. Dime algo elfico que pueda repetir. ¡Rápido! – Se lo estaba pasando incluso bien. Empujó con suavidad el pequeño navío que, casi inmediatamente, comenzó a deslizarse sobre las aguas.

Apretó los dientes cuando llegó la primera ola, esperando el peor resultado posible si tenía en cuenta sus habilidades como carpintero. Pero la embarcación la sorteó sin dificultad alguna, después hizo lo mismo con una segunda, y aunque en la tercera estuvo a punto de volcar el barquito demostró que, aunque fuese un objeto inanimado, también era un Tale.

Eltrant estaba hasta orgulloso de aquel trozo de madera cubierto de flores. ¿Aquello significaba que a los dioses elficos les gustaba su ofrenda?

- Te toca. – dijo girándose hacía Helyare, bajando las manos hasta la cintura.

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Off: Sigo con los barquitos y con Hely

Rumpel Vie Jun 29 2018, 01:58

-Padre... ¿seguro que eso va a así?

Ando literalmente perdido entre los tablones mientras que no puedo descifrar los propios planos que he creado en mi cabeza; y eso que decidí hacer un barco pequeño.

-Supongo...- dejo el listón y resoplo. Esto no es trabajo para alguien como yo... yo quemo la madera, no hago estructuras con ella... Miro a mi hijo que pese a todo sigue ilusionado. Pero debo de hacerlo por él...

Paso horas intentándolo hasta que la noche nos sorprende y otras gentes echan al mar sus grandes drakkars yo sigo con el mio en miniatura. En otras circunstancias hubiera decidido que aquello no merecía mi tiempo, pero la presencia de Niel hizo aquello único. Las bromas... el tiempo juntos haciendo algo común... Parecía que eramos una familia normal... Sólo faltaba... una madre normal...

Es una ilusión bonita, pero no deja de ser eso una ilusión. Sonrío. Pero supongo que vivir de las ilusiones está bien de vez en cuando... le revuelvo el pelo a Niel.

-Creo que no lo conseguiremos padre. - el chico hace un mohín.

-¿Acaso era lo importante de este viaje?

Niel es listo, por eso sonríe como respuesta.

A los pocos minutos escucho a mi espalda uno de mis tantos nombres dados.

Que no sea una amante despechada... que no sea una amante despechada... Aunque eso era imposible, era muy generoso con las mujeres; en todos sus sentidos...

Gracias a las llamas me llevo una alegría mayor que la de ver unas buenas enaguas... La señorita Elen me saluda con la mano mientras se acerca acompañada del señor Alister.

-¿Henry? - repite Niel extrañado.

-Es mi nombre en clave de héroe. - le guiño un ojo al niño, sin mentirle del todo.

Niel asiente y me mira con admiración; algo que me satisface más que cien de las mejores cortesanas de Lunargenta.

-Bueno... - me rasco la cabeza. - Nos casi lo tiene... - debo mentir, no puedo quedar mal delante de mi mejor amigo.

-¡No mienta padre! - el chico mira al dragón. - ¡Si no nos ayuda no llegaremos a tiempo!

Me encojo de hombros, no puedo decir que no tenga razón.

Tras apenas una hora, conseguimos reproducir el pequeño navío; aunque debo decir que pese a todo no iba tan mal, pero agradezco la ayuda con una sonrisa a mi amigo. Su ayuda, al igual que la de la señorita no es para nada desdeñable; ambos provocan un buen sentimiento en Niel; y las habilidades decorativas de la señorita son increíbles, pero viendo lo visto hasta ahora de aquella mujer no se porque debería sorprenderme.

Cuando por fin terminamos la embarcación, Niel coloca un arreglo floral en su interior, como el que llevan las novias, y empuja la embarcación que comienza a navegar.

-¿Por qué colocaste eso hijo?

-Son cosas mías...

Reprimo una mueca y lanzo una bola de fugo al barco que no tarda en arder. Lamento los deseos de mi hijo, se bien que pretende, pero no es algo que le pueda dar.... lo único que no puedo darle... No puedo confiar a Niel a nadie... es demasiado importante como para equivocarme otra vez... lamentablemente no hay madres normales...

-Bueno... - necesito cambiar de tema, y mi cabeza no olvida los tratos. - Se hace tarde y tras un arduo y buen trabajo es recomendable comer... - miro a la señorita Elen. - ¿No piensa usted lo mismo? - le guiño un ojo. - Y puede llamarme Rumpel, hoy no hay enemigos a los que temer.

Zöe Vie Jun 29 2018, 17:14

Pensé que aclarar sobre los orígenes de Irina era lo más correcto, así toda duda quedaría disuelta, sin embargo, Taliesin no parecía interesado en convencer al Hombre-perro de su inocencia [ANALIZANDO] El vampiro era muy reservado con sus datos personales, incluso al momento de decir su raza, por lo que quizás lo mejor era no decir nada más.

De cualquier manera, era bueno ver que algunos orgánicos podían solucionar sus diferencias sin necesidad de ser violentos, no era lo más normal. Mire en silencio como el Hombre-bestia se excusaba y muy correctamente Skatha aceptaba las disculpas.
Extendí la mano para estrechar la del Hombre-perro, me habían presentado pero no había tenido la oportunidad de saludar adecuadamente.

-Es algo bueno que estés vigilando, los orgánicos tienden a realizar acciones violentas en cualquier momento – Le sonreí y agregué - ¿Perteneces a algún tipo de guardia, agente o agrupación que se encargue de mantener el orden? ¿Cuál es el marco legal que rige en la Playa de los Ancestros?

Parecía una pregunta válida ya que estábamos en un territorio que podría considerarse de distintas razas dependiendo de a quien se le preguntara, el Hombre- bestia bien podría ser un guardia de la ciudad, o un enviado de los elfos, o tal vez un representante de su propia raza que venía a imponer algún tipo de orden.

Mire mis manos, estaban llenas de restos de madera y debajo estaba ATAC, quien no podía hablar ni manifestar gestos con su rostro, pero aún así lograba hacerse entender, y lo que quería decirme ahora es que ya habían pasado varios minutos y no había clavado nada.

-Puedes poner uno aquí – Le dije señalando el lugar exacto donde debía disparar. Muy contento se acercó, apoyó su arma y clavo la tabla – Bien hecho – ATAC levanto los brazos con alegría.

A pocos metros, los niños corrían por la playa, parecía que habían logrado entenderse con Irina, eso era algo bueno, los orgánicos necesitaban desarrollar relaciones con sus pares.

-¿Sabes que pondrás en el drakkar, Taliesin? – Si bien habíamos decidido venir al evento juntos, había sido él quien propuso armar el barco, por lo que suponía que tenía pensado ofrecer algo a los dioses.

Elen Calhoun Vie Jun 29 2018, 19:33

Su llegada fue bien recibida, sobre todo por el pequeño que acompañaba al brujo, y que rápidamente confirmó las sospechas de la joven refiriéndose a éste como padre. Finalmente tenían ante sí a la persona por la cual Henry tomaba tantas precauciones a la hora de meterse en problemas en la ciudad, y no era para menos, su deber era velar por que su primogénito estuviese a salvo, algo complicado dada la situación que se estaba viviendo en Lunargenta aquellos días. Ante la petición del muchacho Alister no perdió un instante, avanzó hacia lo que tenían y comenzó a examinarlo con detenimiento para verificar que todo estuviese bien, no es que fuera un entendido pero había conseguido fabricar un drakkar que no se hundió a la primera de cambio, eso era algo.

La de cabellos cenicientos por su parte tomó un trozo de madera no muy grande y buscó donde sentarse para comenzar a tallar los ornamentos que irían en el mascarón de proa, observando de vez en cuando al resto y alegrándose de poder ayudar a alguien más. Al principio le resultó algo rara tanta tranquilidad pero poco a poco se fue acostumbrando, y gracias al trabajo de los cuatro el barco fue tomando forma, con lo que no tardaron mucho en terminar la estructura básica y añadirle los adornos que la vampira había estado elaborando. - Ya está listo, ¿habéis pensado qué queréis quemar? - preguntó la benjamina de los Calhoun, mientras tiraban de la embarcación para acercarla a la orilla, donde muchos otros observaban el paisaje del solsticio y rezaban a los dioses.

En aquel momento no recibió respuesta alguna, pero tampoco le hizo falta, en cuanto consiguieron situar el drakkar en las calmadas aguas el pequeño se adelantó para colocar un arreglo floral sobre la madera, semejante al que solían llevar las mujeres en sus bodas. No había ninguna mujer con ellos, y por la breve conversación que mantienen padre e hijo a causa del ramo le queda claro que el gesto del niño es para dejar atrás el recuerdo de su perdida madre o para pedir que otra entrase en sus vidas. - Debe haberlo criado solo, no habrá sido fácil. - pensó, guardando silencio, no era quien para preguntar sobre algo semejante.

El cálido tacto de la mano del dragón al rodearla por la espalda la sacó de su ensimismamiento, sus miradas se cruzaron, y mientras él le dedicaba una sonrisa ella se preguntaba interiormente qué les depararía el futuro. ¿Sobrevivirían a la guerra? ¿Y a los jinetes? ¿Sería lo suficientemente fuerte como para vencerlos y regresar del Oblivion? Todo era incierto, ni siquiera sabían lo que el destino les tenía preparado para el día siguiente. La centinela solo podía confiar en que las cosas saliesen como planeaba, y que después de acabar con los Tarmúnil la oscuridad que llevaba años atormentándola la dejase en paz.

Su cargo no le permitiría aislarse del mundo, como protectora de los reinos del sur tendría la responsabilidad de cuidar a cuantos moraban en las islas y en Verisar, haciendo frente a los nuevos males que fuesen apareciendo, pero ¿era tan malo que tuviese sueños? Elen había pasado por mucho para su corta edad, y ahora que el dragón estaba a su lado no podía evitar imaginarse a ambos llevando la vida totalmente distinta a la que tenían, lejos de los peligros y sin tantas preocupaciones.

La imagen se fue formando en su cabeza, los dos viviendo en la casita familiar de los Calhoun, apoyados contra la barandilla del porche mientras un par de niños correteaban por el jardín, ignorando sus llamadas porque querían seguir jugando. Ella ya no tendría que llevar una espada a todas partes porque estaban a salvo, y el cazador recuperaría lo que le había sido arrebatado, una familia, la que ambos crearían juntos. ¿Era tanto pedir? Al parecer sí, puede que los planes que los dioses tenían para ellos no incluyesen nada de aquello.

Todavía con los ojos clavados en los de su amado, la señora de sombras sonrió ampliamente, aunque esto solo duró unos instantes. Cuando el proyectil de Rumpel impactó en el barco y comenzó a quemarlo, su rostro se giró en dirección a las llamas y su expresión alegre desapareció, no podía soñar con el futuro porque probablemente no hubiese uno para ella. Las maldiciones pesaban sobre su cuerpo y desgastaban su mente, y aunque todo saliese bien no dejaría de ser una criatura de la noche, obligada a esconderse del sol para no morir, ¿de verdad quería condenar al alado a una existencia en la penumbra? ¿podría vivir con el hecho de que por culpa de su decisión no solo ella, sino sus posibles hijos, tuviesen que permanecer encerrados desde el alba hasta el atardecer para siempre?

La sola idea de que sus temores se cumpliesen la entristecía, y ese era uno de los motivos por el que su relación con Alister estaba condenada a estancarse, no podrían avanzar porque a pesar de desearlo, no estaba dispuesta a aceptar las consecuencias. La voz del hechicero consiguió captar su atención, algo que agradeció infinitamente ya que sus pensamientos solo podían llevarla al desánimo. - Es verdad, teníamos una comida pendiente… - comentó, bajando la vista hacia el muchacho con algo de nerviosismo. Solo era un crío, no podía permitir que la viese alimentarse, así que al menos por aquella vez, se sacrificaría e intentaría parecer una mujer normal.

- Podríamos comprar algo en los puestos y buscar un buen sitio desde el que ver los barcos. ¿Qué os parece? - inquirió, desviando la vista del entusiasmado niño a su padre.

Off: Interactúo con Rumpel y su hijo.

Helyare Vie Jun 29 2018, 19:47

Miró al humano y aclaró la parte que no había entendido –es lo que se nos enseña. No creo que sean muy inteligentes esos que son mitad humano, mitad animal –pensó en voz alta. Tenía su lógica, para ella. Si los humanos no eran muy inteligentes y los animales, tampoco, entonces estaba claro que una mezcla de ambos no daría lugar a un ser resolutivo. Era lógico que para ella era normal pensar en eso. Lo que le habían inculcado desde que tenía uso de razón. Cuando le preguntó sobre si había conocido a gente de esas dos razas, ella negó. Se quedó pensativa para traer a su memoria con la cantidad de personas que se había juntado: brujos, elfos, dragones… pero no conocía a hombres-bestia, salvo Sonagashira y su tribu. Era muy pesada, pero la echaba en falta, sobre todo, tras haberla visto morir. En cambio, pensar en la tribu de los insectos le daba cierto reparo. Las cosas que hacían aún no las había acabado de comprender del todo bien –. No conozco muchos, creo que… he hablado con uno o dos de cada raza –no contaba la tribu de insectos –, y no me gustaron –sentenció, haciendo una pausa y observando, con curiosidad, cómo se quitaba el guantelete –. Y claro que hay elfos idiotas. Los hay que son amigos de los brujos y de otras razas sin tener en cuenta todo lo ocurrido –musitó acercándose un poco para contemplar lo que Eltrant le estaba enseñando: una runa. –¿Pue…? –apenas le dio tiempo a pedirle permiso para contemplar su runa con detenimiento antes de que se volviera a poner el guantelete; acto seguido, clavó la vista en él. ¿De qué tenía esa runa? Conocía varias usadas para exportar la magia élfica a otras razas y dotar a los demás de la sanación. Se retiró de él para volver a su sitio, de nuevo con el drakkar.

No dijo nada, pero no paraba de pensar en la rabia que sentía porque un humano tuviera acceso a esa magia. ¡Incluso los humanos! Cuando a ella se la habían vetado durante un tiempo, precisamente, usando runas. Todavía no había entendido cómo había la bruja para que volviese su magia, pero, sentía coraje al pensar que ese humano también podía usarla.
–Te metes en muchos líos, ¿no? –preguntó después de un rato, suspirando con cierta resignación, al recapacitar sobre lo que había dicho de que le venía bien –, es un don élfico. Nos lo otorgaron los dioses. ¿Por qué lo usan los hombres-bestia? No lo entiendo.

Tras un rato para acabar los barcos, Eltrant trató de buscar algo que ofrecerle a la diosa, pero no tenía nada. Helyare enarcó las cejas, sorprendida. Si ella no tenía nada, él menos aún. Mas, con las flores y hojas podía ser suficiente para un humano. Sonrió levemente cuando le dijo que le enseñase algo en élfico y asintió de forma sutil.

–Repite esto: la nán ionnlya, Nís, nan mernyë antalyën sina nucuma anna len. Nai i anna nairë tyávecca. Nai Nís varyuva len. Mára mesta –algo sencillo para que el humano no se complicase demasiado. Después de decir la frase entera, la fue repitiendo poco a poco para que él la pronunciase correctamente –“la nán ion-n-lya…” –comenzó, asegurándose de que el chico lo hacía lo mejor posible… para un humano. Miró con interés el barco, cómo surcaba las pequeñas olas que se hacían en el mar. Casi parecía que iba a volcase a la mínima. Helyare lo pensaba realmente. No veía a Nís aceptando las ofrendas de alguien que no fuera elfo.

Pero se equivocó. El barco siguió navegando hasta perderse en la oscuridad del mar. Un escalofrío recorrió el cuerpo de la elfa cuando le tocaba a ella echar su altar al mar. Miró a Eltrant, algo dudosa –creo que Nís aceptó tu ofrenda. Isil la guiará –comentó mientras colocaba las cosas en el barquito que quedaba. De nuevo, la tiara y el brazalete quedaron envueltos en flores, y añadió dos pergaminos que sacó de su bolsa de cuero. Suspiró, avanzando un poco hasta la orilla y dejó ahí el barco. Era la segunda vez que lo intentaba. Cerró los ojos y repitió las palabras que le había enseñado a Eltrant, quitando la primera palabra, “la”. Después de eso dejó el barco ir y esperó a ver cómo avanzaba sobre las olas, mientras se mordía el nudillo del dedo índice, nerviosa. Si se hundía, querría decir que Nís le tenía más aprecio a los regalos de un mísero humano antes que a los suyos.

El corazón le latía muy rápido. Incluso llegó a cerrar los ojos porque tenía miedo de ver si el barco era engullido por las olas. No lo vio, pero parecía que el barquito luchaba contra las pequeñas olas, estaba sorteando todas las dificultades, hasta que, por fin, se perdió en la oscuridad del océano, como había hecho antes con el del humano. Nillë aplaudió, pero Helyare se había girado antes de tiempo, creyendo que volvería a hundirse con todo lo que le había dado. Ya no tenía nada de valor.

–Creo que… aceptó nuestras ofrendas –susurró, sonriente, volviéndose a sentar en la arena –ya está… –dijo para sí. Se había despegado de cosas muy importantes para ella. Ahora las tenía Nís. Y seguía sintiendo el deseo irrefrenable de entrar en el mar y recuperarlas. Le dolía despegarse de ellas, aunque le agradaba el hecho de que la diosa las hubiera aceptado. Pasó varios minutos en silencio, con la mirada perdida en el mar. Tuvo que interceptar alguna lagrimita que caía por su mejilla, sin que se notara. Ya había pasado un año y cualquier cosa que la vinculase con lo que había sido, ahora lo tenía la diosa del agua. Inspiró profundamente, llenando sus pulmones con el aire húmedo de la playa y luego se dirigió al humano, aun sin mirarle, como otras veces –gracias –carraspeó. No acostumbraba a darlas –por el altar… y eso.

Off: Interactúo con Eltrant.

traducción:

**Eltrant Tale** Sáb Jun 30 2018, 17:34

El segundo barco se perdió en la noche.

Sonrió al ver como al final, la diosa a la que adoraba Helyare parecía no sentir ese “odio” del que hablaba la muchacha. Cruzado de brazos, imitó a la elfa y se limitó a observar ese punto en el que, durante el día, se podría apreciar la pequeña línea que separaba el mar del cielo.

No la miró fijamente, pero sí que se dio cuenta que una sonrisa, esta genuina, se apoderó del rostro de la mujer.

- Vaya, si puedes sonreír y todo. – dijo de buen humor, girándose hacía la muchacha. Por su experiencia con otro tipo de personas de personalidad "símilar", sabía que aquella frase tenía amplias posibilidades de causar justo el efecto contrario al deseado, pero no pudo evitarlo. – No es nada. – dijo negando con la cabeza, cuando Helyare le dio las gracias. - ¿Qué clase de amigo sería si no te hubiese ayudado? – Preguntó a continuación, sentándose junto a ella, en la arena.

Se conocían poco, en realidad, solo habían coincidido una vez y había sido… rara, como mínimo. Pero creía sentirse seguro de poder llamarla “amiga”, había sido una pieza bastante central a la hora de ayudarle con la maldición de los muertos.

No podía considerarla de otra forma. Aun cuando esta le lanzaba miradas de desagrado cada dos por tres. Se quedó en silencio un poco más, concentrándose en el distante sonido de las olas.

- ¿Y que he dicho cuando he hablado en elfico? – Preguntó a continuación. - ¿Me has hecho renunciar a mi condición de humano o algo así? – Se rio en voz baja y suspiró. – En mi familia… - Se atusó la barba. – Siempre se ha respetado mucho a los elfos. – dijo, dándole algo de tema de conversación a la mujer. – Los Tale somos granjeros… – Bostezó, hizo un tosco dibujo en la arena junto a él, según hablaba. - … desde hace varias generaciones. Aunque creo que mi padre fue algo raro en su juventud – Negó con la cabeza. – Pero eso no viene al caso – Volvió a reírse – “Dónde haya un Tale, debe haber un huerto. Una planta cómo mínimo” – dijo parafraseando al cabeza de familia de los Tale. – “Así no olvidareis quienes sois” – Añadió al final, se volvió a quedar en silencio.

- Siempre ha dicho que envidiaba la facilidad con la que vosotros cuidais las plantas. – Se giró hacía la mujer atusandose la barba, rememorando los días en los que pasó en la granja. – Es un buen hombre, algo… de pueblo, pero bueno. – Volvió a suspirar. – Por no hablar que todos los Tale tenemos un nombre que… - ¿Desde cuándo no pasaba por allí? Con la guerra, con todo lo que estaba viviendo apenas paraba por casa.

En la lejanía, un leve fulgor anaranjado indicaba que el amanecer se acercaba, era evidente que aun faltarían horas para eso, pero le mostró que había pasado en aquel lugar recóndito de la playa bastante más tiempo del que se había imaginado en un principio.

- … esto no lo sabe mucha gente. – dijo riendo por lo bajo, completando la frase que había dejado antes a la mitad. – Pero todos los Tale tenemos un segundo nombre. – Aseguró, el suyo solo lo conocía Alanna además de los miembros de su familia, quizás algunas de las familias del pueblo.

Cruzó los dedos, si los dioses eran buenos con él, Lyn, nunca, jamás de los jamases, se enteraría de su segundo nombre; mucho menos Asher, sabía que con Asher sería incluso peor. Aunque, en realidad, sus peores temores eran, probablemente, que si lo descubría uno, el otro no tardaría demasiado en enterarse. ¿Pero qué peligro podía tener contárselo a Helyare? La elfa no era precisamente muy sociable.

Además, de pronto se sentía nostálgico.

- Eltrant Dalia Tale. – dijo llevándose la mano hasta la cara, incapaz de mirar en aquel momento a la elfa a los ojos. – Obviamente, ninguno lo usamos por razones evidentes. – dijo alzando levemente la voz, riéndose. – Todos los segundos nombres son… nombres de flores, por hacer la gracia, supongo. – Se encogió de hombros. – …es más bien un detalle, más que un nombre real. – dijo al final, se consolaba pensando que era un detalle, siempre lo había hecho.

Pero sabía muy bien que no era así.

Su madre aun le llamaba “Dalia” de cuando en cuando.

Cerró los ojos, no tardaría mucho en volverse de vuelta a la posada en la que se hospedaba, empezaba a tener sueño.

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Interactuo con Helyare.

Asher Daregan Sáb Jun 30 2018, 20:51

Por fortuna, el vampiro no parecía demasiado afectado por la situación. Si se hubiese mostrado arrogante, el dejarlo de lado se habría vuelto algo más dificil.

-Soy Asher Daregan.- me presenté, poniendo un tono firme. El hombre había retornado a trabajar en el barco. A pesar de que no había reaccionado de forma hostil, estaba claro que había acabado de un humor algo peor. Dudé en si ofrecer ayuda. Había venido a vigilar, después de todo, y tampoco tenía realmente idea de como hacer un drakar como ese.

La biocibernética me ofreció su mano. Me tensé, algo incómodo. Seguía siendo de metal, después de todo. Por mucho que quisiera mantenerme firme, no tenía muchas ganas de obligarme a hacer algo que no quería. Noté como mis orejas cambiaban de posición ante la duda. Finalmente, alcé la mano derecha a modo de saludo, aún manteniendo cierta distancia.

-No es... exactamente eso.- mascullé. No podía decir precisamente que los pueblos nórgedos se estaban preparando para la guerra, aunque dudase de que hubiese gente que no estuviese enterada. -Son tiempos de guerra y esta es una zona neutral, con gente de todo tipo. Alguien tiene que hacerlo.- expliqué. -De todas formas, sí estoy con un grupo. Los Nómadas. Somos un...- ¿Como podía describir a los Nómadas? No había recurrido al bandidismo desde su creación, y no éramos mercenarios. Con tanta gente distinta y con intereses distintos, lo que más se acercaba era...

-Un clan. Dejemoslo así.- No sonaba del todo mal, y era lo más cercano a "familia". Si no fuese por la guerra, trataría a todos los miembros como hermanos y hermanas. Con la necesidad de un líder... tenía que asumir el cargo.

Busqué entre mis bolsillos. Había algo que podía hacer para ayudar, incluso sin saber carpintería. Saqué uno de mis proyectiles rúnicos: una piedra con el símbolo natural del fuego grabada en ella. Nunca habían sido realmente prácticas en combate, siendo más bien débiles y teniendo más herramientas para el prender cosas. No se me ocurría mejor momento para librarme de las pocas que me quedaban.

-Taliesin.- llamé, acercándome a él. Le mostré la piedra plana grabada y la dejé en su mano. -Te puede servir si no tienes flechas. Si se la lanzas al barco cuando tenga brea...- Hice una demostración, lanzando una de las piedras a una roca cercana. La runa se partió en dos, liberando una pequeña llama que se dispersó en el aire. -Suficiente para encender algo.- dije, encogiéndome de hombros. Luego, le di las cuatro que aún tenía. -Tienes varios intentos, pero que no las toquen los niños.-

No era como si pudiese hacer mucho daño en un ambiente cargado de humedad y con una llama tan pequeña. Sin el combustible adecuado, no era gran cosa. Nada en comparación con las runas de mis manos, después de todo.

**Al'theas Tinarandel** Sáb Jun 30 2018, 22:14

El día de Midsummarblót era una gran celebración social en la que se reunían mucha gente de todos los rincones del mundo y otras razas, ya hacia tiempo que Al'theas no se reunía con su familia, y esta era una buena oportunidad para verles aunque fuera en unas circunstancias que según el elfo, rayaban el ambiente de un funeral.

Caminando por las calles, Al'theas no tardo en reconocer a su padre entre la multitud, Tadrien Tinarandel, vistiendo su reconocible armadura esmeralda como miembro de la orden. A medida que se acercaba a este, Tadrien le vio llegar y no tardo en comenzar a caminar hacia su hijo recibiéndole con una sonrisa y un abrazo,cogiéndole por sorpresa este ultimo detalle, ya que hasta ahora ver a su padre en su armadura siendo informal era algo que no había visto antes.

-Cuanto tiempo hijo... me alegro mucho de verte, ¿como has estado?- Pregunto mientras volvía a adoptar ese porte que inspiraba respeto que tanto le caracterizaba.

-Estoy bien padre, yo también me alegro de verte ¿ha sido largo el camino?- Pregunto con una mirada de ironía que dificultaba el pequeño tono de burla que ocultaba esa pregunta.

-Nada que tu padre no pueda soportar... todavía no soy tan viejo...- Respondió para luego reír junto a su hijo.

-¿Donde esta madre?- Pregunto mientras miraba a su alrededor.

-Oh... ya sabes, realizando sus funciones como sacerdotisa- Dijo señalando hacia la dirección en la que se encontraba el drakkar siendo preparado, rodeado por el gentío. -Esta lanzando sus bendiciones... para el abuelo Thronduil... y a tu hermana Amadrie...-

Al'theas miro a su padre con melancolía, y luego diviso a su madre Anarathien entre la multitud, realizando sus ritos con la gracia de sus movimientos al tiempo que oraba tanto por los que ya no estaban como por los que si seguían estando. Después de terminar, se dirigió allí donde estaban su marido y su hijo, iluminandosele el rostro al presenciar a este ultimo, acercándose a él para abrazarlo amorosamente, posando su mejilla sobre su hombro.

-Aun me acuerdo cuando posaba mi rostro sobre tu cabeza... haz crecido tanto desde entonces hijo mio...- Le dijo mientras admiraba a su hijo, posando su mano sobre su mejilla.

-Me alegro mucho de volver a verte madre, ha pasado mucho tiempo- Dijo con una amable sonrisa.

A lo lejos podía oírse a los encargados del evento comenzando a mover el drakkar hacia el agua y los arqueros preparando sus flechas para hacerlo arder.

-Tienes mucho que contarnos sobre tus viajes... pero antes... observemos un año mas... este solemne ritual- Dijo mientras se daba la vuelta, entre los dos elfos que eran su hijo y su marido, permaneciendo juntos mientras observaban en silencio la marcha del drakkar, ardiendo a su paso por el agua, llevando con él las bendiciones, esperanzas y deseos de todos los presentes.

Ircan Dom Jul 01 2018, 00:12

La calma antes de la tormenta había llegado. Tras las misiones realizadas en el puesto avanzado del ejercito del norte en Vulwufar, yo y Toro obtuvimos permiso para asistir al festival del Midsummarblót; aunque seguramente luego nos pedirían un exhaustivo informe sobre las condiciones de la costa sureña con fin de hacer el trabajo de reconocimiento oportuno para la llegada del grueso del ejercito.

Al parecer, aquella festividad era la ultima esperanza del pueblo para que los dioses les escucharan y pusieran fin a sus penurias, entre las que la más destacada era la inminente guerra. Estos, hacían sacrificios cargados sobre drakkars que luego eran quemados cuando se alejaban de la orilla.

Animados por hacer algo diferente a rastrear, investigar, patrullar, y todos esos quehaceres bélicos, Toro y yo decidimos unirnos a aquella actividad artesanal. No tenía experiencia como carpintero, pero al parecer Toro si que había que tenido que tratar durante su vida con la madera; al menos yo tampoco era un inútil con las manos, sólo tenía que sustituir el acero por los tablones.

Tras horas de trabajo, bajo el mandato del hombre bestia, conseguimos construir una embarcación que no es que fuera a ser el orgullo de ninguna armada, pero al menos podría navegar durante algunos minutos; los suficientes. Ahora sólo faltaba decidir que sacrificar, ¿que sería del grato de los dioses para que me concedieran la suerte necesaria para sobrevivir a los peligros que se cernían sobre mi?.

Toro lo tuvo más claro, no tardó en depositar sobre la embarcación algunas de las raciones de comida que nos habían dado en el ejercito; lo miré con cara de circunstancias.

- ¿Qué? A lo mejor si prueban lo malo que está eso se apiadan de nosotros y nos envían a un cocinero decente. - se encogió de hombros con un tono totalmente serio; no se si eso iba a ayudar mucho a nuestra situación.

Tras pensar detenidamente, rebusqué entre mis cosas y saqué un trozo de pergamino y escribí los nombres de mis amigos y conocidos, también el de mi madre; esperaba que aquello sirviera de algo para llamar a la buena suerte y que no les ocurriera nada malo. Dejé el papel en la embarcación y con la ayuda de Toro la lanzamos al mar.

Fue Toro quien prendió la flecha para hacer arder la embarcación, yo por mi parte me deleité taciturno con el bailar de las llamas. Habían pasado muchas cosas y en mi mente no había desaparecido aquella misión que me había dado Marlowe, aquella misión que no sabía si quería cumplir.

Y, para gracia del destino, me hizo bien recordarla, pues no muy lejos de mi pude identificar la armadura de aquel chico tan peculiar que conocí en Lunargenta y al que le hice un talismán. Rakan'Drag, aquel dragón que estaba presente en la lista que me dio Marlowe, estaba a mi alcance. Podía preguntarle sobre su actuación y decidir si era amigo o enemigo de Randall, ¿pero acaso yo quería saberlo? Y de hacerlo, ¿quería descubrir o atacar a los enemigos de aquel oscuro hombre? Debería decidir sobre eso, pero ahora era el momento de mover pieza en aquel tablero, y eso empezaba por hablar con aquel hombre.

Apresuré mis pasos acercándome a él y llamé su atención colocando mi mano sobre su hombro.

-¡Buenas sean Rakan! ¿Te acuerdas de mi? - le sonreí amablemente. - Es bueno ver una cara conocida en tiempos como estos. Y seguro que mejor es escuchar las historias de un viejo conocido a la luz de una hoguera. ¡Vamos! ¡Seguro que tienes muchas cosas que contarme!

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Interactuo con Rakan.

Rumpel Dom Jul 01 2018, 01:27

-¡Es una idea genial! - responde sin dudarlo Niel dando vueltas sobre si mismo.

Sonrío al verlo tan emocionado, sin duda los días en el orfanato debieron de ser muy grises.

-¡Niel! - aún así le reprendo. - Comprendo tu emoción, pero no debes de olvidar los modales que se le deben a la señorita Elen.

- ¡Aiss...! Lo siento... Perdóneme señorita Elen y gracias por su invitación. - el joven hace una pequeña inclinación.

-Así mucho mejor sin duda... - sonrío con cierto orgullo y miro a la joven. - En fin, - me encojo de hombros. -Mi primogénito ya eligió por nos; así que no puedo objetar nada al plan. - extiendo una mano hacia adelante a mi hijo. -Como recompensa por tu retracción te dejaré elegir el primer plato de este improvisado y humilde banquete.

Niel no tarda en adelantarse, mientras hago el mismo gesto a Alister y a Elen; se muy bien que nuestra presencia a su lado seguramente no sea del todo de su agrado, después de todo en una noche así hay otras actividades por hacer entre dos enamorados, pero... lo prometido es deuda, y as deudas son mejores cobrárselas cuanto antes.

-¿Nos debe de temer su apetito nocturno señorita Elen? - le susurro a la de cabellos cenicientos de forma disimulada. - Mmm... podría ser interesante indagar sobre la formulación de algún compuesto alquímico que le permita tener una... alternativa, ¿no cree?

A espera de la respuesta de la, ya evidente vampira, ando tras Niel que no ha tardado en buscar el puesto con los dulces más vistosos.

- Si eliges eso ten en cuenta que será como postre, jovencito. No vas a engañar a tu señor padre con tales artimañas.

Off:

Taliesin Skatha Dom Jul 01 2018, 08:35

Mientras Zöe discutía con Asher algunos detalles relacionados con el marco legal de la playa, Taliesin inspeccionó el barco en busca de defectos evidentes. No veía nada demasiado grave y concluyó que flotaría, al menos el tiempo suficiente para que las ofrendas se adentraran en el mar antes de arder. Lo cierto es que se encontraba bastante orgulloso del resultado final, y decidió que el año siguiente traería pinturas para poder decorarlo mejor.

- ¿Sí? - se giró al escuchar su nombre.

Las piedras que le dio Asher fueron un regalo inesperado, pero bienvenido. Contaba con pedir ayuda para que otro arquero prendiera fuego al barco una vez lo empujaran al agua, pero aquello era mejor. Y más de la obvia utilidad a corto plazo, ¡era sumamente interesante! Inspeccionó una de las piedras, acomodándola en la palma de su mano para leer la runa.

- ¡Sin duda nos serán útiles! Te lo agradezco. ¿Las has hecho tú?

Miró a Asher con la misma curiosidad que le había dedicado a la runa, y rió al comentario sobre los niños.

- No, no dejaré que se acerquen; sería un peligro. ¡Pues muchas gracias! Si quieres... - lo pensó un momento; realmente un regalo como aquél se merecía algún gesto de buena voluntad como contestación - puedes usar nuestro drakkar si tienes alguna ofrenda. Vamos a estar lejos de llenarlo.

Asintió cuando Zöe le preguntó por la suya propia. Había traído consigo una pequeña bolsa, en el interior de la cual llevaba las ofrendas de aquel año. Visto que la construcción ya estaba terminada, aquel era un buen momento para sacarlas a la luz y colocarlas dentro del drakkar.

Hacía varios años que había dejado de ofrendar las flores rojas silvestres, las favoritas de su difunta esposa. Si bien no olvidaba, sentía que su recuerdo yacía en paz. Mucho más presente, sin embargo, tenía la educación y el bienestar de su hija, con lo que su primera ofrenda fue un pequeño libro para niños, desgastado por el uso.

- Mi hija ha dejado de leer este libro porque ha perdido el interés para ella. Es hora de dejarlo atrás, y dejar que su aprendizaje la lleve hacia nuevos conocimientos. Mis señores, guiadla en su formación.

Dejó el libro dentro del drakkar y sacó el segundo artículo de la bolsa. No era más que una camisa, simple y basta, que Zöe había comprado para él en los bosques del este. Colocó la camisa junto al libro con una reverencia religiosa, alisándola innecesariamente y considerándola casi con temor. Abrió la boca para presentar la ofrenda a los dioses, pero no lograba encontrar las palabras exactas. Cerró los ojos por un momento, concentrándose, y respiró hondo antes de volver a abrirlos.

- Llevaba esta camisa cuando estuve cerca de - le costaba decirlo en voz alta, pero uno ha de sincerarse ante los dioses - ... romper una barrera moral. Las tentaciones que sentimos... dadnos fuerza para combatirlas, y para impedir que los actos que cometemos nos cambien de manera irremediable.

Se dio la vuelta y se apartó del drakkar, dejando que otros hicieran las ofrendas oportunas. En su mente veía a la hermana de Ayla, a la niña a la que había estado cerca de atacar en los bosques del este. Atormentado por aquel fantasma, se repitió con convicción la respuesta que le había dado a Asher tan solo unos minutos antes. "Yo no me alimento de niños".

Helyare Dom Jul 01 2018, 14:55

Volteó la cara cuando Eltrant comentó que sabía sonreír. Claro que sabía, otra cosa es que tuviera motivos para hacerlo.

–No somos amigos –respondió, cortante, volviendo a su estado natural, dejando la sonrisa de segundos atrás, olvidada. Empezó a recoger sus cosas y a meterlas en el saco de cuero. Nillë se sentó en una roca, pendiente de la conversación de esos dos. Por primera vez en muchísimo tiempo, su compañera tenía un rato más o menos distendido con alguien. Y eso era bastante raro en ella –, y no, por desgracia no puedes renunciar a ser un mis… un humano –carraspeó –sólo dijiste que le entregabas el obsequio y que esperabas que le gustase. Nada más –luego escuchó con atención lo que Eltrant estaba contando sobre su familia, aunque con la vista clavada en la arena, al acabar de recoger sus cosas. Nillë sonrió, escuchando lo que decía.

Lo que estaba contando le gustó. Eran humanos, él y su familia, pero respetaban la naturaleza. Cosa rara en su raza.

No quiso preguntar, pero trataba de entender qué significaba “de pueblo” seguido de ese “pero bueno”. ¿Sería malo? Lo atribuyó a que era un tipo que vivía en su granja, no en una gran ciudad como podía ser Lunargenta. Y, para ella, mejor. No sentía respeto por los humanos, se consideraban asesinos de árboles en las tribus élficas. Entonces, para ella, que una familia sí sintiera el respeto hacia la naturaleza era algo bonito. Volvió a sonreír. No lo había considera amigo, pero ahora mismo esa palabra se le planteaba agradable. Hasta que la vergüenza por ser “amiga de un humano” le volvía a la cabeza. No podía admitirlo, pero ese chico le caía bien. Un poco… “humano”, pero, al menos, era decente con la naturaleza. Clavó la vista en la de él y escuchó con atención. Esta vez fue Eltrant quien apartó la mirada, algo que Helyare trataba de descifrar. ¿Por qué lo había hecho? Parecía avergonzado. Tenía un segundo nombre, hasta ahí bien. Pero lo ocultaban a los demás. Lo primero que se le pasó por la cabeza era una traición. Era lo que ella conocía para intentar ocultar un nombre, como era su caso. Pero luego pensó en lo que le había contado Huracán sobre su nombre. A lo mejor era para distinguirse entre la vida privada y el trabajo. La verdad es que, desde que habían dejado el tema de los dioses élficos, Helyare estaba un poco perdida en la conversación. No conocía apenas nada de los humanos, salvo sus prejuicios. Y tampoco algunas de sus expresiones, así que, si ya le había resultado complicado entender la fiesta –y no la había entendido, realmente –, o aprender sobre los falsos dioses humanos, mucho más difícil era el entender lo que decía en algunos casos.

Trató de entender, también lo de “razones evidentes”. Pero sólo le miraba, con cara de circunstancia y una ligera sonrisa en la boca –oh –fue lo único que pudo decir, tratando de darse unos segundos para pensar en qué eran esas razones y qué era lo que se esperaba que dijera en ese momento. Pero, al ser incapaz de comprenderlo, prosiguió una vez él hubo acabado –es un nombre bonito –sonrió un poco más. Y lo decía bastante en serio. Para ella sonaba bien. Siempre le había parecido que los nombres humanos eran toscos y rudos al ser pronunciados, sin sonido. Pero el conjunto de ese nombre no sonaba del todo mal –, muchos elfos también tienen nombres de plantas y flores –y añadió –, y también de estrellas –guardó silencio un momento –. Es bonito que tu familia sí sienta respeto por la naturaleza. Los humanos no suelen sentirlo, destrozan todo lugar al que van. Nuestros dioses están en la naturaleza. Ímbar la creó, Nís, Anar e Isil la ayudan a mantenerla. Entonces… ellos nos dan todo lo que necesitamos para vivir y no podemos maltratarla. No entendemos cómo los humanos tenéis tan poco respeto por lo que los dioses nos dan. Pero… tu familia parece buena, para ser humana –volvió a detenerse un momento, sin dejar de mirar a Tale –. Tu segundo nombre es bonito; no entiendo por qué lo ocultas. Hace tiempo creía que el ocultar un nombre sólo era cuando no podías usar el tuyo real. Por haber fallado, por querer ocultarte… pero también me explicaron que era para mantener diferentes aspectos de la vida de forma independiente. ¿Quieres separar tu vida familiar de “esta”? –preguntó con curiosidad –¿o es porque hiciste algo tan malo que no puedes usarlo?

El no tener contacto con tantas razas le pasaba factura a la hora de no entenderlos. Bueno, no solía querer entender a nadie, pero cuando sí quería, se le dificultaba un poco todo. Ya había pasado tiempo hasta que había llegado a comprender algunos aspectos de la vida de Ingela en el norte, de sus creencias y costumbres. Como para entender todo de todas las razas. De hecho, había vivido de forma tan hermética que no era capaz de comprender muchos aspectos de sus propios hermanos.

El sol estaba comenzando a salir, muy despacio. Anar había ganado, de nuevo, la batalla contra las tinieblas gracias a su hermana e hijas. Pasado un rato se incorporó, recogiendo su bolso –debo irme. Has sido… diferente… a lo que esperaba de un humano. –No sabía si decirlo para bien o para mal, ya que estaba en continua lucha sobre si había hecho bien hablándole o no. Le caía bien, pero era humano. Esa barrera racial era algo que intentaba no romper, pues los prejuicios no dejaban que viera más allá. Y si obviaba esos juicios de valor, sentía que estaba fallando, más aún, a lo que era –. Y, tranquilo, si quieres ocultar tu nombre, yo no lo desvelaré.

Nillë parecía encantada. Por primera vez, un encuentro entre Helyare y otra persona había acabado bien. Sonrió ampliamente y levantó el vuelo, haciendo círculos en torno a ambos, repleta de felicidad. ¿Podía ser que su compañera estuviese mejorando sus habilidades sociales? Poco, eso sí. Pero... algo era.

Off: Interactúo con Eltrant

Elen Calhoun Dom Jul 01 2018, 20:30

Niel se adelantó a su padre para responder, visiblemente emocionado ante la idea que la vampira había propuesto, comenzó a dar vueltas sobre sí mismo y consiguió que los labios de la joven se curvasen en una sonrisa al verlo tan contento. - Solo es un niño, ojalá nada le arrebate esa inocencia. - pensó, mientras Rumpel lo reprendía para que no olvidase sus modales. - No te preocupes. - respondió ante la disculpa del chico, que solo unos instantes después, tras recibir el permiso de su progenitor, salió en dirección a los puestos para elegir la cena que tomaría. Sin tanta prisa, los adultos caminaron hacia la zona en que se habían situado la mayor parte de los vendedores ambulantes, trayecto que el hechicero aprovechó para acercarse a la de ojos verdes y sacar el tema de su particular alimentación.

- En absoluto, si Niel pregunta diré que no tengo hambre pero os haré compañía, no quisiera asustar a tu hijo… - respondió, con tranquilidad. Ver a una criatura de la noche en acción podría traumatizarlo, y eso era lo último que quería hacer. - Uhmm… dudo mucho que la alquimia pueda darme tal alternativa, llevo años estudiando y ejerciendo como tal y nunca he leído nada parecido. - añadió, bastante segura al respecto. Elen había reunido una considerable colección de libros acerca de ingredientes y recetas para todo tipo de brebajes y ungüentos, hasta sabía cómo crear una pócima para simular la muerte, pero nunca había encontrado en sus escritos planta, hongo o raíz que pudiese revertir una maldición como la que cargaba consigo.

- Sigo pensando que en Sandorai encontraríamos ayuda, los elfos llevan siglos siendo poderosos sanadores, puede que no sea tan sencillo como ir al bosque y reunir algunos componentes pero tienen magia… una totalmente contraria a la que te hizo esto. - intervino el dragón, que no perdía la esperanza. - Aunque tuvieses razón y pudiesen curarme, sabrían que mi condición anterior era la de una bruja, podrían negarse. - le recordó la benjamina de los Calhoun, y es que el odio entre ambas razas aún seguía presente a pesar del tiempo que había transcurrido desde la guerra por las islas. Alister guardó silencio, consciente de que podía estar en lo cierto.

Para cuando alcanzaron al muchacho éste se encontraba frente a un puesto que difícilmente podría ser ignorado, el aroma y aspecto de sus dulces no tenía competencia. Invadida por la nostalgia, la de cabellos cenicientos se acercó para pasear su mirada por los productos, encontrando casi de inmediato los que en el pasado solía comer cada vez que tenía ocasión. - Haz caso a tu padre, eso no te ayudará a crecer fuerte. - comentó el cazador, dando un suave toque a Niel en el hombro antes de marcharse hacia otro de los negocios, del que emanaba un tentador aroma a carne asada. - Puede que no pero están muy buenos… te recomiendo estos de aquí, eran mis preferidos. - musitó, inclinándose junto al niño y guiñándole un ojo mientras señalaba los dulces.

Para ella no tenía sentido estar allí, por muy bien que oliese todo nada calmaría su sed, y estaba segura de que ningún mercader pondría un puesto para los de su clase. La sangre no podía embotellarse para la venta porque se coagulaba con rapidez, y las otras ideas que se le ocurrían al respecto eran algo incómodas. ¿Voluntarios donando parte de su líquido vital a cambio de aeros? Sí, podía ser, pero no en un lugar como aquel, quizá en los bajos fondos de Lunargenta.

Minutos más tarde el alado regresó junto a los demás, cargado con una pequeña cesta de madera en la que llevaba varios artículos. Una hogaza de pan, algo de queso, un par de piezas de fruta diferentes y varios trozos de carne recién hechos componían su cena. - Yo ya lo tengo todo, ¿y vosotros? - inquirió, mirando al brujo y a su pequeño. La señora de sombras tendría que esperar a más tarde para alimentarse lejos de la playa y de la gente, donde nadie pudiese juzgarla por lo que era.

En cuanto Rumpel y Niel reuniesen lo que necesitaban la pareja emprendería el camino de vuelta hacia la zona en que se terminaban los drakkares, esperando que sus acompañantes los siguiesen hasta un lugar tranquilo en que poder sentarse y disfrutar de las vistas que el solsticio les ofrecía.

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